SANDINO Patria y Libertad

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SANDINO

PATRIA Y LIBERTAD

Alejandro Bendaña
N
923.2
B458 Bendaña, Alejandro
Sandino : patria y libertad / Alejandro
Bendaña. -- 1a ed. -- Managua : Anamá
Ediciones, 2016
567 p.

ISBN 978-99924-75-48-5

1. SANDINO, AUGUSTO C., 1895-1934-


VIDA Y OBRA 2. SANDINO, AUGUSTO C.,
1895-1934- PENSAMIENTO POLÍTICO 3. VIDA
FAMILIAR 4. NICARAGUA-HISTORIA 5. MÉXICO-HISTORIA

© Alejandro Bendaña 2016


© de esta edición: anamá Ediciones 2016

Primera Edición 2016

anamá Ediciones
Res. El Dorado No.187
Managua, Nicaragua
Teléfono: (505) 2249-0597
E-mail: [email protected]

Cuidado de edición: Onofre Guevara López


Editora: Friné López Solórzano
Lectorado: Noelia Gutiérrez
Diseño de portada: Maritza López
Fotografía de Portada: Carleton Beals, Colección Carleton Beals,
Howard Gotlieb Archival Research Center, Boston University,
Boston, Massachusetts, EE.UU

De conformidad con la ley se prohíbe la reproducción parcial o total de esta obra en cualquier tipo de
soporte, sea este mecánico, fotocopiado o electrónico, sin la respectiva autorización del autor.
A la memoria de:

Teresa Villatoro Dupont


guerrillera salvadoreña que amó a Sandino
ÍNDICE

Reconocimientos y agradecimientos 9

Prólogo 13

I
Familia, primer amor y primogénita 19

II
En los enclaves norteamericanos (1921-1922) 35

III
La Revolución Mexicana:
política, iglesia y raza 42

IV
Yucatán 53

V
Tampico y su entorno 66

VI
Socialización obrera
y construcción de conciencia social 84

VII
Sindicalismo e industria 119

VIII
El petrolero de Niquinohomo 134

IX
Espiritismo y masonería 154

X
San Albino 177
XI
Las redes literarias 211

XII
Las fuerzas de izquierda 237

XIII
El segundo viaje a México 281

XIV
Ciudad de México: entre dos fuegos 319

XV
Martí, Moscú y Managua 355

XVI
Ética personal y vida sentimental 385

XVII
Clero y religión 418

XVIII
El supremo sueño de Sandino 441

Epílogo: El legado de Sandino 464

Notas finales 473

Bibliografía básica 531

Diarios consultados 556

Archivos consultados 557

Índice onomástico 559


Reconocimientos y agradecimientos

Cada generación de nicaragüenses debe mirarse en el espejo de Sandino, su persona, su


ideario, su lucha civil y militar. Lo que presupone la existencia de material de estudio y
reflexión, lo cual nos lleva al reconocimiento de los valiosos aportes de historiadores
extranjeros publicados sobre todo en las dos últimas décadas: David Brooks, Michelle
Dospital, Richard Grossman, Donald C. Hodges, Michael Schroeder y Volker Wünde-
rich. Lamentablemente, solamente algunos de los estudios publicados han sido traduci-
dos al español y otros, principalmente tesis de grado, permanecen inéditas.
Amerita registrar también estudios que, de manera colateral pero siempre valiosa, arro-
jan nuevas luces sobre facetas de la gesta de Sandino, como son –limitándome a las
últimas dos décadas– los trabajos de Jürgen Buchenau y Alan McPherson sobre las
relaciones de México con Nicaragua y con Sandino, Daniel Kersffeld sobre la Liga Anti-
imperialista y el Comité Manos Fuera de Nicaragua, S. Leif Adleson y John Womack Jr.
sobre la clase obrera en el Golfo de México durante la época de Sandino; Marta Elena
Casaús Arzú, Ricardo Melgar Bao, Jussi Pakassvirta, Pablo Yankelevitch sobre las redes
políticas, intelectuales y espiritistas de aquellos años; Vladim Staklo, Víctor Jeiffets, La-
zar Jeifets, Daniela Spenser, Rina Ortiz Peralta por la documentación relativa a Sandino
y sus relaciones con el Partido Comunista Mexicano encontrada en los archivos históri-
cos de la Internacional Comunista en Moscú. Reconocer, también, los estudios acucio-
sos de nicaragüenses, entre ellos: Jorge Eduardo Arellano, Walter Castillo Sandino, Aldo
Díaz Lacayo, Marcos Navarro-Génie, Óscar René Vargas; recordando por supuesto a
Gregorio Selser, su esposa Marta y Edelberto Torres Espinoza, y la labor de Sergio Ra-
mírez Mercado, cuya compilación de la correspondencia de Sandino, aunque requiere
actualización, continúa siendo el punto de partida indispensable para la investigación.
Tristemente, gran parte de esta literatura permanece fuera del alcance de la mayoría de
los nicaragüenses. Salvedad hecha de la reproducción de los textos y reportajes sobre
Sandino, junto a los libros de Sofonías Salvatierra y Salvador Calderón Ramírez edita-
dos por ALDILA publicaciones. El archivo personal de Sandino y del EDSNN –lo que
llamara su ‘tesoro moral’– permanece en manos del Ejército de Nicaragua y es de difícil
acceso. Otros documentos permanecen celosamente en manos de particulares. En tanto,
la documentación sobre Sandino custodiada asiduamente por el Archivo General de la
Nación y libremente puesta a la disposición de investigadores nacionales y extranjeros
se deteriora día a día. Todo lo anterior viene a subrayar la necesidad de crear un archivo
central albergando la totalidad de la bibliografía y documentación primaria digitalizándo-
la para hacer conocer a los investigadores e interesados, preservando un patrimonio que
también pertenece a generaciones venideras.
Afortunadamente, existe ahora una fuente extraordinaria sobre Sandino y el EDSNN
al alcance del público. Se trata del extraordinario sitio web www.sandinorebellion.org
pacientemente administrado y enriquecido regularmente por el historiador norteameri-
cano Profesor Michael J. Schroeder, con el apoyo de sus estudiantes de Lebanon Valley
College. Continuamos encontrando nueva documentación sobre Sandino, el EDSNN
y la lucha en las Segovias en diversos archivos norteamericanos con fotografías, docu-
mentos y periódicos de la época, pacientemente digitalizados por Schroeder y sus estu-
diantes colaboradores. Abarcan diversos aspectos de la vida social y cultural de aquellas
zonas, incluyendo la costa del Caribe y sobre la Guardia Nacional.
En segundo lugar está el acervo documental del Archivo Estatal Ruso de la Historia
Social y Política –RGASPI en sigla rusa– en Moscú. El archivo fue explorado inicial-
mente por un equipo de investigadores de México en relación a la historia del Partido
Comunista Mexicano incluyendo su relación con la Internacional Comunista (Comin-
tern). En el curso de aquella labor aparecieron expedientes relativos a las relaciones
entre Sandino y el Partido Comunista de México y la misma Comintern y sus aparatos
afiliados. El historiador Erik Ching ha recopilado la documentación relativa a los países
centroamericanos.
Gregorio Selser merece reconocimiento aparte por lo que significaron sus estudios
pioneros –El Pequeño Ejército Loco, Sandino, General de Hombres Libres– para la
generación de Carlos Fonseca. Con su pluma y convicción, Selser derrotó el esfuerzo
del primer Somoza de borrar a Sandino de la memoria histórica de su pueblo. Pero
ahora cabe agradecer nuevamente a don Gregorio y su esposa Marta por una serie de
entrevistas, hasta ahora aparecidas, realizadas entre finales de 1979 e inicios de 1980 a
trabajadores mexicanos que conocieron a Sandino en los campos petroleros de México
antes de su incorporación a la guerra constitucional en 1926. Estos forman parte de los
expedientes custodiados junto al resto de los papeles de Selser con todo profesionalis-
mo por el Centro Académico de Memoria sobre Nuestra América en la Universidad
Autónoma de la Ciudad de México.

Agradezcolasfacilidadesprestadasporelpersonaldelassiguientesentidades
colaboradoras en México:
Archivo Histórico Municipal de Tampico ‘Carlos González Salas’
(Tampico, Estado de Tamaulipas)
Biblioteca, Universidad Autónoma de Tampico (Tampico)
Biblioteca, Petróleos Mexicanos
(Tampico, Tamaulipas y Cerro Azul, Estado de Veracruz)
Archivo General de la Nación (Ciudad de México)
Hemeroteca Lerdo de Tejada (Ciudad de México)
Archivo de la Palabra y el Centro Ruso, Biblioteca Manuel Orozco
y Berra del Instituto de Historia y Antropología (Ciudad de México)
Biblioteca Popular (Ciudad de Veracruz),
Biblioteca, Universidad Veracruzana (Xalapa, Estado de Veracruz)
Archivo General Estatal de Veracruz (Xalapa)
Fototeca Municipal (Ciudad de Veracruz)
Biblioteca Miguel Lerdo De Tejada (Ciudad México)
Biblioteca de FLACSO (Ciudad de México)
Biblioteca de El Colegio de Mexico (Ciudad de México)
Archivo Gregorio y Marta Selser, Centro Académico de Memoria sobre Nuestra
América, Universidad Autónoma de la Ciudad de México (Ciudad de México)
Instituto de Investigaciones Humanísticas, Universidad Veracruzana
(Xalapa, Veracruz)

Estados Unidos:
Biblioteca Latinoamericana, Universidad de Tulane (Nueva Orleans, La., EE.UU.)
Howard Gotlieb Archival Research Center, Universidad de Boston
(Boston, Mass., EE.UU)
Biblioteca Pública de Nueva York
Archivos Nacionales (Washington, D.C.)
Biblioteca del Congreso (Washington, D.C.)

Otros países:
Biblioteca Nacional de Colombia (Bogotá, Colombia)
Casa Mariátegui (Lima, Perú)
Instituto Internacional de Historia Social (Ámsterdam, Países Bajos)
Biblioteca, Universidad de Stellenbosch (Sudáfrica)

Nicaragua:
Archivo General de la Nación (Managua, Nicaragua)
Hemeroteca Nacional (Managua, Nicaragua)
Biblioteca Roberto Incer Barquero (Banco Central de Nicaragua)
Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica (IHNCA),
Colección Baltodano Cantarero
Biblioteca virtual Enrique Bolaños Geyer (www. enriquebolanos.org)

Finalmente, agradezco el apoyo de Leopoldo Alafita Méndez, S. Leif Adleson Gruber,


Juanita Bermúdez, Miguel Ángel Aviña Bravo, Barry Carr, José Castañeda, Erik Ching,
Alfonso de los Reyes, Aldo Díaz Lacayo, Onofre Guevara López, Víctor Jeiffets, Daniel
Kersffeld, Carlos Marichal, Michael J. Schroeder, Guillermo Segovia, Vladim Staklo,
Rina Ortiz Peralta, Miles Rodríguez, Beatriz Torres, Margarita Vannini, John Womack
Jr. De manera particular doy las gracias a Daysi Cárdenas (Godoy) y Lidia Raudes de
Ortega, amiga e hija, respectivamente, de la heroína Teresa Villatoro Dupont.
Por su lectura crítica, atención al texto y aporte editorial: Onofre Guevara López, Lea
Guido, Ángela Saballos, Salvadora Navas y Friné López Solórzano.
Prólogo

El legado de Sandino

Es el Héroe, el Hombre por antonomasia, el que asume


infinitamente las reducidas dimensiones de su patria

Claire Pallier

Algunos logran la grandeza,


a algunos la grandeza les es impuesta
y a otros la grandeza les queda grande

William Shakespeare

Sandino nació sumido en la pobreza y llevaba todas las de perder. No buscó la grandeza,
pero desde joven y a lo largo de su vida desarrolló valores que le llevaron a buscar la su-
peración, para sí mismo y para su pueblo. La grandeza le fue impuesta en la forma de una
responsabilidad histórica depositada sobre sus hombros y que él optó por aceptar. Un sen-
tido de intuición extraordinaria, una inteligencia privilegiada, una auto-disciplina férrea, una
búsqueda de sabiduría acoplada con un profundo sentido de ética y compromiso, hicieron
de aquel muchacho de Niquinohomo una figura mundial.
Se podría postular que la verdadera grandeza es aquella que logra transcender contextos
inmediatos, sean territoriales, intelectuales, o períodos específicos de la historia. Lo que ex-
plica el afán con que Somoza quiso hacer desaparecer su memoria y hasta sus huesos. Pero
el Sandino que no escapó a la muerte física sobrevive en el Sandino que legó un ejemplo y
pensamiento comprometido con ideales de libertad, soberanía, patria, justicia, y en tanto
esos ideales continúen siendo válidos, también lo sigue siendo Sandino. Una fuente donde
se puede regresar una y otra vez para encontrar el sustento para visualizar y emprender los
caminos hacia un futuro mejor.
La historia que se presenta en este libro no es la de un intelectual ni de un pensador en el
sentido tradicional de la palabra, sino la de un hombre pensante con un ideario enraizado
en la reflexión sobre la experiencia que iba adquiriendo en la escuela de la vida y del mun-
do que le rodeara. Intelectual orgánico quizá en el sentido de su contemporáneo Antonio
Gramsci, que dio expresión al sentir del campesinado segoviano y, convertido en acción, al
de toda una generación de latinoamericanos –aunque tuvo planes de escribir varios libros
para los cuales venía ordenando la documentación y sus ideas. La acción fue la mejor ex-
presión de su palabra– la resistencia a la presencia militar norteamericana y, posteriormente,
el intento de construir el primer núcleo de una sociedad caracterizada por la fraternidad, la
14

igualdad y la espiritualidad laica. El común denominador de las dos etapas fue la insistencia
en la libertad.
Ambas iniciativas fueron catalogadas como las “locuras” de un bandolero contrapuesto al
país más poderoso de la tierra –reflejos, dijeron, de un perturbado mental influenciado por
creencias metafísicas propias de la masonería, teosofía y espiritismo. Pero aquellas “irracio-
nalidades” fueron la base de su contienda compartida con un “pequeño ejército loco” sego-
viano que a pesar de las enormes adversidades adoptaron un proyecto que tenía todos los
rasgos de lo imposible, la transgresión misma de la razón. El esfuerzo no fue ni milenario
ni místico, sino concreto y material en tanto Sandino y quienes lucharon con él, y quienes le
apoyaron en el exterior, entendían que la política era asunto de dignidad y respeto propio.
Sandino asimiló las ideas sociales y políticas más avanzadas de su época, vivió una de las
etapas más controvertidas de la Revolución Mexicana, incluyendo la revolución en el mun-
do de las creencias espirituales, que también se caracterizaran por su radicalismo político
y filosófico. Como trabajador y como nicaragüense llegó a la decisión de luchar contra la
dominación imperialista que, a su entender, también era la dominación del capital sobre el
trabajador y como parte de una lucha por la emancipación que no conocía fronteras. Fue
revolucionario en el sentido socialista utópico pre-leninista de la época, planteándose inte-
rrogantes sobre el sentido profundo de la vida, el destino de la persona y de la sociedad, el
carácter de la opresión social y política, vinculándolo con indagaciones sobre la naturaleza
del universo, la existencia de una fuerza superior espiritual que se manifiesta en cada per-
sona de distintas maneras y que guía la humanidad hacia la emancipación personal, social
y universal.
Para Sandino, la única libertad es la que se ejerce, o se lucha por lograr, porque no luchar
no es opción ya que la vida sin dignidad no es vida, y la patria sin libertad no es patria sino
patrimonio de extranjeros y sus acólitos. Tercamente idealista y hasta moralista –palabras
que aparecen continuamente en su discurso– para explicar su posicionamiento político,
su conciencia del momento histórico, y lo requerido sin mayores andamiajes. Ideales de
izquierda derivados más de la Revolución Francesa y el pensamiento de la izquierda amplia
socialista europea del siglo XIX, asimilada y adaptada por la Revolución Mexicana, para
contribuir a la búsqueda de una identidad latinoamericana, sobre todo al Coloso del Norte,
ya no solo como anglosajón y utilitario, sino imperial e imperialista.
Fue utópico en el mejor sentido de la palabra –visualizó el “otro lugar” y lo quiso traer a
la tierra– cuando la imaginación enfrenta viejas realidades y viejos discursos para generar
nuevas realidades y nuevas concepciones, sin por ello dejar de reconocer los eventos y fases
históricas que conducen al momento vivido. Al pensamiento libertario se le criticó no tanto
por el sentido general de sus propuestas, sino por la presunta inviabilidad de las mismas,
señalándolas de “utópicas”, alejadas de la posibilidad real que ofrecen y su aplicabilidad al
mundo contemporáneo. La respuesta a ese argumento pasa por una reivindicación franca de
la “utopía” (y del “mito”). Esos conceptos no tienen el carácter negativo que les atribuyeran
los defensores del marxismo clásico. Se es utópico al imaginar un mundo que puede ser,
pero se es realista en la medida en que sus cimientos se asientan en tradiciones de emanci-
pación hondamente asentadas. Las utopías y los mitos pueden ser necesarios cuando fallan
15

los liderazgos y las instituciones, cuando nuevas formas de opresión se agregan a las viejas.
Ante la realidad de la injerencia externa o amenazas de sometimiento, surge en Nicaragua el
mito “vivo” de Sandino en una sociedad que necesita de referencia para los valores y para
la vida política de quienes integran el pueblo nicaragüense. El ideario, el carácter y la vida
misma de Sandino se revelan en un mito primordial, como historia poetizada. Dice Pallier,
quien califica a Sandino como “el primer héroe sobrenatural de la historia nicaragüense”,
para explicar así la percepción nicaragüense del carácter ejemplar de la “gesta” de un héroe
y la sentida necesidad primordial de esa sociedad de seguir su modelo. Y hacerlo de una
manera que, sin querer darse aire de definitiva, reconcilie el mito y la historia de Sandino.
Fundamentar la historia en el mito, no para empequeñecer esta última, sino para que el mito
resplandezca aún más.
Los pueblos, por definición, existen a partir de referentes históricos e imaginarios comunes.
En el mejor de los casos, un referente compartido con el Estado y cuyas dimensiones pue-
den incluso abarcar a otros pueblos, como es el caso de Centroamérica y de la América Lati-
na. En el caso específico de Nicaragua, ese referente se llama Sandino. Aquel hombre corto
de estatura, pero de ideas grandiosas y un accionar congruente con las mismas, devolvió a
Nicaragua un sentido de dignidad y orgullo, al menos en América Latina aunque sólo fuera
una minoría de nicaragüenses en una región del país quienes lograron captar el significado
histórico de la gesta de Sandino. Se ha interpretado a los mitos como instrumentos para
construir valores y cohesión social que resulta a partir de la conciencia de una cultura com-
partida que, a su vez, apunta a un destino común como nación, y por ende intuitivamente
convoca a la acción. Georges Sorel entendía por mito ciertas construcciones que guían a los
grandes movimientos sociales que imaginan a la acción inmediata en forma de batallas que
conducen al triunfo de una causa. Los mitos son conjuntos de imágenes, continúa Sorel,
capaces de evocar, en conjunto y por mera intuición, antes de cualquier análisis reflexivo, la
masa de los sentimientos. En última instancia, existe una memoria que transmite valores y
experiencias, de forma tal que, pese a lapsos temporales, permanecen vivos.
Lo distintivo del mito de Sandino es que el mismo Sandino en vida fue testigo de su
creación. Las revistas y los periódicos de diversos rincones de América Latina, fueron los
primeros en resaltar la figura del guerrillero y su ejército, (David contra el Goliat): “decir
Sandino es ya decir, héroe y santo”, escribía desde Uruguay la poeta Juana de Ibarbourou
–conocida posteriormente como Juana de América. Otros le atribuyeron un carácter que
combinaba León Trotski con San Francisco de Asís. Pero Sandino tuvo dificultad en con-
siderarse héroe y menos aún un santo. En algunos momentos, aquellas atribuciones (raras
veces acompañadas de aportes materiales) representaban una carga que no le permitie-
ron flexibilizar sus posiciones. Leía aquellos reportajes y artículos de opinión llamándoles
“exageraciones”. En otros momentos, se recluía para leerlas y no escondía su satisfacción,
enviando los textos a su esposa y pidiendo más ejemplares para que sus oficiales leyeran lo
escrito a la tropa.
En asunto de meses, el nombre de Sandino se escuchó a lo largo y ancho del continente.
Ya no era el dueño de su propia figura. Nada podía hacer porque los mitos suelen aparecer
cuando la historia y el momento lo exigen. Nunca pidió que su persona fuera transformada
16

en personaje. Un historiador recoge en un libro, que apropiadamente titula “Los usos de


Sandino”. A primera impresión determinar los usos o mal-usos de Sandino debiera ser ta-
rea de historiadores, pero eso sería pedir demasiado –porque los estudiosos también, lo ad-
mitan o no, extranjeros o nacionales, son producto de la época, algunos abocados a separar
lo inseparable: la figura histórica de la figura humana, porque Sandino estuvo consciente de
que no actuaba a espaldas de la historia– que debía combatir no solo a los norteamericanos
sino también al calificativo de bandolero lanzado por sus adversarios –por lo que acucio-
samente registraba el detalle de los combates y mantenía una correspondencia prodigiosa
para explicar su lucha.
Es una contienda que se mantiene –por lo que la tarea del estudioso no es aspirar a una
objetividad inalcanzable sino que, en un plano menos pretencioso, describir los hechos,
eventos, contextos, estructuras, coyunturas y secuencias que fueron parte de la vida de
quien fuera declarado Héroe Nacional por la Asamblea Nacional en 2010. No con el afán
de eliminar o corregir el mito, sino de enriquecerlo: porque no se trata de “desmitificar a
Sandino” (tarea imposible) sino de remistificarlo buscando dimensiones que de una manera
u otra ayudan a entender un presente y visualizar un futuro.
Por supuesto, que todo historiador debe señalar lo que considera a partir de los textos o
documentos, lo que muchas veces no coincide con las opiniones de los simpatizantes de la
corriente política, sindical o ideológica del que lo lee. Tanto más difícil para el historiador
o historiadora nicaragüense, cuya vida fue tocada por algo llamado sandinismo, lo que hace
más complejo colocarse por encima de las pasiones que suscita esa referencia. Este trabajo
no es, ni debe ser, un libro apasionado hagiográfico, pero tampoco un libro superficial y
fríamente distante del sujeto estudiado. Porque en todo personaje histórico, como en toda
persona, existen luces y sombras. Pero cuando se trata de abordar las ideas y expresiones
de Sandino, resulta imprescindible deslindar el cuándo, cómo y en qué contexto dice lo que
dice, la documentación asidua de las fuentes utilizadas. Confío en que no será desventurado
para nadie conocer sobre nuevas facetas de la vida de Sandino junto a nuevos datos sobre
figuras conocidas en su familia, su ejército, y en el mundo de la política gubernamental y en
las fuerzas de la izquierda internacional. Pero en tanto también es un deber interpretar los
datos, cabe también dejar establecida desde un principio mi declarada simpatía por Sandino
y la opinión personal sobre la vigencia del pensamiento del general Sandino, de lo cual me
ocupo esencialmente en el último capítulo.
Es mi tercer libro sobre Sandino, a diferencia de los dos primeros –(La Mística de Sandino,
Centro de Estudios Internacionales: 1994 y Sandino: Mística, Libertad y Socialismo, Centro de
Estudios Internacionales: 2007)– he pretendido pasar del ensayo interpretativo a nuevas
perspectivas, para examinar al Sandino humano, quien reaparece con nueva fuerza sobre el
panorama histórico no sin antes indicar limitaciones y errores. Y con el perdón de quienes
noblemente gozan vínculos de sangre con el prócer, se examina la relación con su padre,
madre y madrastra, y se acerca a su vida sentimental y las mujeres que amó.
El legado de Sandino es el de un hombre que luchó por su patria. Interesa menos el “cómo”
militar que el “porqué” esgrimió las armas. Su pensamiento se plasmó en el terreno de la
acción y en la articulación de ideales que permitieron resistir militarmente pero también
17

iniciar, al final de su vida, un experimento comunal social y agrario. Allí pudo prefigurar su
versión de la nueva Nicaragua sin tropas norteamericanas con nuevas modalidades de rela-
ciones sociales, nuevas formas de propiedad: la construcción de una sociedad caracterizada
por la fraternidad cotidiana y una espiritualidad laica. El común denominador fue la insis-
tencia en la libertad: la libertad que comenzaba con la expulsión de las tropas norteameri-
canas –su dimensión patriota y nacionalista– y que culminó con su poco conocido intento
de dimensión revolucionaria, de crear un modelo de organización social cooperativista y
comunal que diera lugar a un nuevo prototipo de economía, de sociedad y de personas.
Ambas iniciativas fueron catalogadas como “locuras” que procedían del laboratorio mental
de Sandino, también tildado de “perturbado” al incluir también principios metafísicos –ma-
sonería, teosofía y espiritismo– que formaron parte de su ser y pensamiento, y que sin ellos
difícilmente hubiera asumido la labor titánica que asumió ni de contagiar al campesinado
segoviano para cumplir con la misión militar y social. Adopción de un proyecto que tenía
todos los rasgos de lo imposible, una resistencia mágica y mística, de transgresión de la razón
misma si se quiere, pero no por ello menos tenaz y concreta. Esa fascinación con lo que algu-
nos denominaron fantasioso fue parte del dispositivo ético y moral activado por Sandino no
con el objetivo de alejarse del mundo material sino lo contrario. Entendió que la política no
es lo contrario de lo espiritual y moral, pero que tampoco se reduce a estos, lo contemplativo
a la actividad y compromiso concreto con la libertad y la subjetividad humana.
Augusto C. Sandino no alcanzó a terminar la educación secundaria. Y a pesar de ello se
convirtió en una figura no solo militar, sino también hombre virtuoso La gran hazaña gue-
rrillera por la que se le recuerda no es comprensible sin entender su proceso de aprendizaje
constante, pero particularmente su experiencia didáctica durante una etapa intelectualmen-
te explosiva de la Revolución Mexicana, concretamente entre 1923 y 1926.
Aquel torbellino de radicalismo político, sindical y filosófico acogió a un obrero nicara-
güense lleno de inquietudes e inseguridad. El clima intelectual que se vivía en México fue
terreno privilegiado para encontrar respuestas a sus inquietudes personales, sociales y filo-
sóficas, y para formular nuevas preguntas y respuestas junto a cursos de acción de cara a la
realidad de Nicaragua pero también de la América Latina. En más de una ocasión, Sandino
dijo haber contado la fortuna de haber migrado a un país donde pudo conocer y asimilar las
ideas sociales más avanzadas de su época, formando parte como trabajador de las fuerzas
en pugna ideológica y socialmente. Se sumergió en aquella época, y viviéndola advirtió lo
singular como base para remontarse al mundo de las ideas puras, siempre con un ademán
polémico, llevándolas adelante en Nicaragua no como pensador estricto sino del militante
combatiente. Las mismas ideas que marcan su personalidad y sobre su enorme voluntad de
superar las dificultades de toda índole, desde la perspectiva de obrero, de nicaragüense y de
latinoamericano.
A partir de sus experiencias como trabajador y como migrante nicaragüense llegó a la
conclusión de luchar contra la dominación de Estados Unidos que, a su entender, también
era la dominación egoísta de la oligarquía sobre la nación y el resto de la sociedad. Fue un
revolucionario con principios firmes sin ser dogmático.
18

Nunca dejó de preguntarse sobre el sentido profundo de la vida, el destino de cada persona,
la naturaleza del universo y el papel del espíritu en la tierra. Insistió en que lo soñador y lo
utópico, lejos de estar reñido con lo objetivo y lo material se complementan para responder
a la urgencia coyuntural de una manera que también respondiera a las exigencias del pasado
y del futuro.
Sandino fue ante todo un gran idealista y terco moralista –palabras que aparecen continua-
mente en su discurso– pero no se redujo a un ideal y una actitud, sino que se insertó en
una corriente política, de izquierda, que busca y requiere llevarla a la práctica. Insistió que
sin construcción colectiva la utopía, no habría ni verdadera soberanía, ni democracia, ni
justicia. Sandino emprende la búsqueda de su verdad por medio del ejercicio de la dignidad.
Haber luchado contra la presencia militar y extranjera y haber ofrecido su vida en defensa
de su propuesta “utópica” de sociedad le mantendrán como un héroe. El mito y la utopía
están entremezclados. La diferencia fundamental, según Sorel, es que, mientras los mitos
son expresiones de voluntades propuestas para guiar a los pueblos en un combate, las uto-
pías son modelos intelectuales para reformar la realidad. En realidad, conocemos mejor el
mito de Sandino que su utopía –su propuesta para reformar la realidad que no se limitaba
a la expulsión de las tropas interventoras. La utopía que sale de su yo profundo, de su con-
cepción metafísica y de la existencia humana que procura dar sentido a la vida, la misma que
aseguró la subsistencia del ideal, transmitir también a sus soldados,la voluntad de sacrificio.
Utopía en el mejor sentido de la palabra –no solamente en el “otro lugar” (u-topos)– sino
en el lugar mismo que toca vivir, el lugar del pensamiento creativo y singularmente ético:
cuando la imaginación se concreta para generar la realidad. En tanto las instituciones, teo-
rías y liderazgos actuales no suplan esa demanda popular de utopías, nuestras sociedades
continuarán dependiendo de héroes, los nicaragüenses de Sandino, para estimular un ima-
ginario nacional donde figuran aquellas ideas de libertad que, a fin de cuentas, son la base
de las transformaciones exigidas en cada época.
Resplandece mientras tanto el ejemplo y el cometido libertario de Sandino en la generación
de hoy, y de toda generación nicaragüense que los necesite, debe revalorar su utopía para
vislumbrar mejor el camino a seguir, y de paso, seguir agregando a la ya enorme grandeza
de Sandino y a la deuda de Nicaragua con el más ilustre de sus hijos por estar comprometi-
do precisamente con el futuro de su nación. Un pueblo sin mito es un pueblo incompleto,
por lo que toca nutrir el mito de Sandino históricamente fundamentado.

Managua, enero 2016


I

Familia, primer amor y primogénita

¿Por qué Dios quiere más a Sócrates que a mí?, se preguntó el jovencito Augusto
Nicolás, quien cargó toda su vida con los recuerdos y sentimientos provocados por
la pobreza y la discriminación sufrida durante su niñez y adolescencia. Algunos adu-
cen que sufrió de complejos por ser hijo “natural” y no parte formal de la familia
“oficial” de don Gregorio Sandino. Lo cierto es que las privaciones y la pobreza de
su infancia lo marcaron. “Abrí los ojos en la miseria y fui creciendo en la miseria.
Desde que pude andar lo hice bajo los cafetales ayudando a mi madre... así es como
fui creciendo, o quizá por eso no crecí”. Desde muy niño, Augusto fue obligado a
trabajar. “No tuvo niñez, desde niño fue un adulto. No jugó trompos, ni chonetes,
ni botones, ni taba”, dice otra versión. “No tuvo tiempo para la recreación propia
de los niños, su madre lo llevaba consigo a los cafetales para que le ayudara a llevar
el saco mientras ella cortaba los granos de oro. Cuando no andaba en los cafetales
estaba en la casa donde la madre servía como lavandera, planchadora o cocinera”1.
Como suele ocurrir, el resentimiento de Sandino fue con su padre y su madre, y con
el carácter de aquella relación desigual entre el patrón privilegiado que comete abuso
de poder: relación desigual que para colmo era también considerada “ilícita” por la
sociedad, el Estado y la iglesia católica en Nicaragua. Sandino amó a su padre, quien
le aconsejó toda su vida, para bien o mal. La relación con su padre llegó a ser carac-
terizada por el amor, la admiración mutua y el respeto. Pero la relación con su madre
y su madrastra fue más complicada.

Margarita Calderón Ruiz


Margarita Calderón Ruiz nació en
Niquinohomo el 10 de junio de 1870.
Sus padres fueron Guillermo Calde-
rón Barrera y Josefa Ruiz Borge. Vivió
en su pueblo natal la mayor parte de
su vida, y trabajó como empleada do-
méstica en la casa del joven Gregorio
Sandino.
Ulises Calderón Franco era un
niño cuando se sentaba a escuchar los

Doña Margarita Calderón con sus hijos y nietos


20

relatos de la tía Margarita Calderón sobre el guerrillero y uno de ellos fue cómo que-
dó embarazada de Sandino.
Una tarde, una amiga le dijo que en la finca de Gregorio Sandino había corte de
café y estaban pagando a cinco centavos el medio. “Voy a pedir los dos equipos (un
canasto y un saco) para que vayamos”, le dijo la amiga a Margarita.
Mientras Margarita cortaba café, oyó una voz que le decía: “¿Margarita, te ayu-
do?” Eso ocurrió durante tres días seguidos, en los cuales Margarita siempre respon-
dió que no, que muchas gracias, pero estaba bien cortando café. Al cuarto día fue
cuando Gregorio Sandino le dijo a Margarita Calderón que si aceptaba ser su amante
le iba a alquilar un cuarto. Margarita acepta, y poco después se dio cuenta que estaba
embarazada, pero Gregorio no volvió a buscarla, relata Ulises Calderón2.
En las versiones más conocidas, se dice que a los pocos meses del nacimiento
de Augusto, doña Margarita Calderón debió abandonar la cuartería asignada en que
vivía y buscar casa de alquiler, de donde tenía que salir por falta de pago, “pues los
escasos pesos que ganaba como doméstica o como cortadora, no le permitieron
jamás sufragar la cancelación de la casa que habitaba. Por esta morosidad fue a pri-
sión y refieren los vecinos de dicha época que Sandino acompañó a su madre en el
presidio cuando contaba ocho años de edad”. Pero según Mario José Borge Castillo,
doña Margarita “nunca fue doméstica, ni siquiera de don Gregorio Sandino, como
se ha dicho”. Ella era modista, obrera, dice Adalid Calderón Zambrana, testigo per-
sonal de la vida de Sandino y primo hermano del guerrillero, “tampoco nunca estuvo
prisionera, mucho menos con su hijo, pues ella no lo crió”. Alguna vez, el flamante
General Logan Feland, al mando de la fuerza norteamericana asentada en Nicara-
gua, pensó que el sentimiento de Augusto hacia su madre natural podía manipularse.
Se impuso la tarea de localizar a doña Margarita a fin de utilizarla para que ella pre-
sionara a su hijo a deponer las armas. Con fecha 11 de noviembre de 1928, Margarita
escribió a Blanca pidiendo que le transmitiera a Augusto que el General Feland le
ofrecía “plenas garantías”. “Sufro mucho por su ausencia de tantos años y más aún
por la lucha que lleva a cabo. Esto me va a matar y le imploro con toda mi alma que
en el nombre de Dios y mío abandone su actual actitud rebelde”. Habiendo sin duda
manipulado a aquella humilde señora, Feland envió la carta a Blanca a San Rafael en
un avión militar. También Feland haría llegar otro mensaje a Sandino diciendo que
su madre estaba enferma y que deseaba verlo antes de morir3.
Por su parte, Somoza y otros acusaron a Sandino de haber desestimado su ape-
llido materno (Calderón) sustituyéndolo pomposamente por “César” como parte de
“su campaña de autobombo y farsa”. Pero desde antes de su etapa guerrillera, Sandi-
no se firmaba “Augusto C. Sandino”. Cuando un compañero de trabajo en el mineral
San Albino le preguntó en 1927 por la “C”, la respuesta de Sandino fue “Esa ‘C’ es
de Calderón, yo soy hijo natural”. Luego diría que lo de “César” fue invento de un
21

periodista, y así se quedó. Increpado maliciosamente por la prensa en Managua en


1933, Sandino explicó “nunca he pretendido que me llamen César. Que los amigos
de mi causa y míos en particular quieran atribuirme el nombre de César es cosa de
la que yo no he tenido que ver para nada, no me interesa ni he pretendido parango-
narme con celebridad alguna”. Y en efecto aparece como Augusto César Sandino
en los diarios nicaragüenses a partir de mediados de 1927. Se cree también que, para
mejor eludir a las autoridades, quiso disfrazar su identidad e introduce la “C”. O tal
vez simplemente quiso reforzar el vínculo familiar con el apellido de su padre. Otros
piensan que el culpable fue “Cabrerita” –Pedro Cabrera– su eterno acompañante en
la montaña, quien al componer un corrido utilizó la C para ajustar la métrica musical4.
Lo cierto es que la relación con su madre no fue cercana y existen poquísimas
referencias a ella en los escritos de Sandino en comparación con las referencias a su
madrastra, doña América Tiffer. Quizás existió un resentimiento que a su vez fue
fruto del dolor, pues cuando niño tuvo que presenciar las vejaciones de que fue ob-
jeto su madre, y que, como adulto, todavía dejaban una huella profunda.
En el recuento que Sandino hizo a Román, el General dejó entrever un dolor to-
davía sentido, pues a sus 38 años aún se sentía afectado por las desgracias vividas por
su madre y la explotación de todo tipo a que fue sujeta. “Trabajábamos mi madre y
yo en una finca del Alcalde del Pueblo, siendo mi padre el Juez. Ella había recibido
un anticipo de unos pocos pesos, pero como le ofrecieron pagar mejor en otro ca-
fetal, resolvió aceptar para pagar más pronto su deuda, pero el señor Alcalde, teme-
roso de perder su anticipo, dio orden de captura contra ella. Y así, una buena tarde
se aparecieron unos soldados y nos metieron a la cárcel. El disgusto y el maltrato
brutal, produjeron a mi madre un aborto que le ocasionó una copiosa hemorragia. Y
a mí sólo me tocó asistirla; ¡Íngrimo! En aquella fría prisión antihigiénica del pueblo.
Al mismo tiempo que se me revelaban secretos biológicos para mí ignorados hasta
entonces, pues apenas había cumplido nueve años de edad. Los lamentos y el estado
mortal de mi madre rebasaban mi indignación y aunque sólo era un niño, ya dormida
mi madre, insomne, me acosté a su lado en aquel suelo sanguinolento y pensé en mil
atrocidades y venganzas feroces, pero dándome cuenta de mi impotencia, recuerdo
vivamente, cómo reflexioné con filosofía infantil.
¿Por qué Dios será así? ¿Por qué dirá que la autoridad es el brazo de la ley? ¿Y
qué es tal ley? ¿Si la ley es la voz de Dios para proteger al pueblo, como dice el cura,
entonces la autoridad, por qué en vez de ayudarnos a nosotros los pobres favorece a
zánganos? ¿Por qué Dios quiere más a Sócrates que a mí, si yo tengo que trabajar y él
no? ¡Qué carajos, Dios y la vida son una pura mierda. Sólo a los pobres nos joden!”
–El General cerró los ojos, apretó los puños contra sus mejillas y así permane-
ció, en profunda concentración, por más de un minuto. Se dio media vuelta en la
hamaca, volviéndose a mí y continuó.
22

“Poco tiempo después mi madre se fue con un hombre a Granada y yo rehusé


seguirla. Como he sido siempre de carácter decidido, me fui a vivir con mi abuela
materna que era paupérrima y trabajaba en lo que podía, doña Josefa Ruiz Borge.
Seguí mi lucha con la vida. Solo, cuerpo a cuerpo. Dándome cuenta que mi madre
andaba lejos con una sarta de hijos y mi padre por otros lados con una mujer que
no podía ni verme, con mi raciocinio infantil y mi corazón sentimental, pensaba que
la vida no tenía sentido, que no tenía razón de ser, pues los mismos que me habían
traído al mundo me trataban así sin tener yo ninguna culpa. Vea Román, al recordar
tales injusticias de la vida...”. Ya no pudo continuar.
¿Habrá sentido que ni Dios, ni padre, ni madre, ni madrastra lo querían? Mal
comido y peor vestido, trabajando de niño como cortador de café, todo esto tuvo
que marcar a Sandino y contribuir a su conciencia de clase oprimida y conocer la
conciencia de las clases privilegiadas. Puede explicar también el enjuiciamiento que
entre líneas hacía a su madre y sus múltiples relaciones.
Somoza acusó a Sandino de no haberse preocupado nunca por la penuria en que
vivía su madre. Lo cierto es que existen solicitudes de apoyo que Margarita envió di-
rigidas a Sacasa y luego al mismo Somoza. Los textos de los telegramas se conservan
en el Archivo General de la Nación. En enero de 1933, Margarita pidió ser recibida
por el presidente Sacasa y en agosto envió otro mensaje quejándose porque no veía
a Augusto (ya en la legalidad en 1933), lo que “me aflige y pienso mucho en él” y
que si podía conseguirle una máquina de coser para ganarse “la comida”, ya que “no
había trabajo” para sus hijos en Niquinohomo5.
Pero no es cierto que Sandino ignoró a su madre biológica, porque fue hasta en
noviembre de 1933 que llegó a Niquinohomo, meses después de la firma del acuer-
do de paz; Sandino regresó triunfalmente a su pueblo natal. Lo primero que hizo
fue buscar a su madre. Se vieron la noche del 20 de noviembre de 1933. No pudo
llegar en privado porque la noticia de su presencia se regó por el pueblo en asunto
de minutos, la gente se desbordó y los vehículos no se podían mover en las calles.
Los periodistas le siguieron hasta la choza donde vivía doña Margarita. Entró a la
humilde vivienda y su madre no lo reconoció. Vio a sus hermanas y hermanos que
no conocía, pues Margarita había tenido otros hijos. Sandino le dice “soy Augusto
César”. Ella llora y su hijo le dice “no llore, madre. Ya estamos juntos. Todo pasó y
ahora sólo debe haber alegría. Ya la veré con frecuencia”. Margarita pidió a su hijo
que le consiguiera una casa. “Se la voy a comprar. Como todo pobre en Nicaragua
ella también quiere una casita –explica a un periodista–. No permitiremos que nin-
gún nicaragüense carezca de su casa propia”. Le dio a su madre los quince córdobas
que era lo único que andaba en la bolsa. Sandino ni pudo comprar la casa, ni pudo
volver a ver a su madre. Le quedaban apenas 3 meses de vida. Se mantuvo pendiente
el compromiso de asegurar un techo digno a todo nicaragüense6.
23

La miseria acompañó a doña Margarita el resto


de su vida. Tras la muerte de su hijo, siguieron otros
mensajes a Sacasa y luego a Somoza pidiendo ayuda.
Somoza orientó pasarle un monto miserable. Cuando
Margarita se enfermó gravemente, Somoza ignoró una
solicitud de ayuda adicional. Posteriormente llegó otro
telegrama, esta vez firmado por sus hijos, quienes pe-
dían recursos para enterrar a su madre con un míni-
mo de dignidad. No figuró respuesta. Doña Margarita
Calderón Ruiz murió el 15 de septiembre de 1941 en
condiciones de pobreza extrema. Sus hijos pidieron a
Somoza mantener “la limosnita que le pasaban a mi
mamá”. Somoza se negó7.
Existe un parque en Managua que lleva su nombre.
América Tiffer
América Tiffer Delgado y Gregorio Sandino

Al llegar a Niquinohomo en noviembre de 1933, Sandino se alojó en casa de su


padre. Augusto, sentado en una mecedora en el corredor, conversaba amenamente
con Nicolás Arrieta, su amigo y periodista. Entonces interrumpió doña América
preguntando a Augusto cómo se sentía y que si algo se le ofrecía. Augusto le dijo que
no y ella se retiró llevándose una taza vacía. El periodista Arrieta captó un sentimien-
to de celos infantiles y competencia familiar cuando Sandino, interrumpiendo el hilo
de la conversación, comentó, “Me cuida como a su hijo, más que a Sócrates. Cuando
vine se abalanzó a abrazarme y no me soltaba. Hasta después saludó a Sócrates...”
Sandino allí relata la afición de Sócrates al licor y su eventual llegada al campamento:
“Al fin acepté a Sócrates, advirtiéndole que no por ser mi hermano iba a tener pri-
vilegios y le mandé de raso a otro campamento para que lo foguearan. Sócrates se
transformó en otro hombre, valiente y útil. Entiendo que eso me lo agradece doña
América”.
Aunque Sócrates nunca terminó de vencer su “afición”, Sandino no pudo di-
simular la satisfacción sentida por haber conquistado el respeto y amor de su ma-
drastra. Y fue él y no ella quien hace la designación de “madre adoptiva”. Fue un
sentimiento complejo y contradictorio: resabios de resentimiento combinados con
afecto. En el mismo año de 1933 cuando hizo esas reminiscencias, dijo algo distinto
a José Román calificando a su madrastra como una “burguesoide” y “una mujer que
no podía ni verme”. Augusto tenía una jícara, un plato y una cuchara aparte. Comía
con los empleados de la casa.
La relación inicial entre hijo y madrastra parece haber sido tirante. Sandino rela-
tó a Román que su primer viaje al exterior se originó precisamente por ser amones-
24

tado por doña América, luego de haber comprado, con los frutos de su trabajo, un
sombrero elegante –ya desde entonces aficionado a estos. “Un día porque compré
un sombrero muy bueno, con mi propio dinero, mi madrastra me llamó la atención
muy severa y quizá groseramente y como yo era un joven serio y de mucho orgullo
personal, además de competente y ya con mi propio negocio muy suficiente para
ganarme la vida, resolví irme del hogar paterno donde mi madrastra me trataba peor
que a un sirviente, pues nunca, óigame Román, nunca, a pesar de pedírselo Sócrates,
me permitió mi madrastra, doña América Tiffer, sentarme a la mesa a comer con la
familia sino que todo ese tiempo yo comí en la cocina con los sirvientes”8.
Enorme lección de sociología con especialización en desigualdad social, ante-
riormente dada por su padre, y ahora por parte de su madrastra. Lección sentida, y
propiamente en lo más sensible de Augusto, en el orgullo propio, que desde enton-
ces ya revela aspiraciones de superación y confianza propia, pero también de cierta
vanidad personal. Sus preguntas irían evolucionando: tras preguntar “por qué Dios
quiere más a Sócrates que a mí” o por qué se le trataba de manera distinta que a
Sócrates, comienza a vincular la desigualdad con la injusticia existente en el mundo y
lo que se debe hacer para cambiarlo. No cayó en la resignación fatalista, sino que fue
creciendo en Sandino una conciencia superior, en tanto surge de situaciones vividas
de pobreza y discriminación.
La mayoría de los cronistas, al inclinarse por la versión trágica de la niñez de Au-
gusto, no registran una buena opinión sobre doña América. La versión de Escobar
dice: “Sandino, un niño púber de apenas 12-13 años, llegó al hogar paterno: recibió
alguna educación, comió regular, montó caballos, vivió en una casa de ladrillos con
techo de tejas y paredes de piedra y cal, y a cambio de estas comodidades, sufrió las
insolencias de la madrastra, la que en la plenitud de la gloria de Sandino se jactaba
de llamarse muy ufanamente madre adoptiva de Sandino [fue el mismo Sandino que
originó el término]; soportó la marginación de sus medios hermanos, incluyendo la
de su hermano Sócrates, que fue educado en colegios caros primero y en el exterior
después; y tuvo, en fin, que acarrear en cántaros de agua desde un puesto lejano
hasta la casa para uso de toda la familia de la cual sólo tuvo reprimendas, castigos y
asignación de los deberes más pesados y humillantes”.
A los 14 años vio que ya no era grato en la casa de su padre y se fue a alquilar un
cuarto donde José Téllez Conrado. Un córdoba con veinte centavos le cobraba por
la mensualidad”, cuenta Ulises Calderón. Se comenzó a ganar la vida comercializan-
do granos. “Compraba frijoles y café por medio y cuartillo. Los iba almacenando y
después alquilaba un caballo y los iba a vender a Masaya”, relata Calderón9.
No obstante aquellos infelices recuerdos, o tal vez como consecuencia de los
mismos, Sandino se jactaba, ya como adulto, de contar con todo el afecto de su
25

madre adoptiva. Llegó al punto de ofrecer explicaciones capciosas sobre la nueva


relación –en lo personal, una gesta paralela a la de las Segovias– para conquistar
el afecto y aprecio de su madrastra. Ahora todo era cariño y el General Augusto
C. Sandino, humano que era, apenas pudo disimular el gusto que le provocaba el
haberse ganado por fin el cariño y reconocimiento de su madrastra. Para él, doña
América había entrado en razón y aceptado la “realidad” social en que los patrones o
hijos de los patrones tuvieran amores con empleadas. Sandino pudo haber pensado
en su propia infancia, pero también, como veremos, la repetición en lo personal de
aquella “realidad” –el abuso contra una empleada doméstica en la casa de Gregorio
Sandino– que resultó en el nacimiento de su primogénita Natalia Sánchez Sandino.

Yo también tengo corazón


Existe una hermosa historia relatada por el General Alberto Reyes, amigo de
Sandino, enlistado junto a don Gregorio, doña América y Blanca por el ministro
presidencial Sofonías Salvatierra, para presionar a Sandino a firmar la paz.
Hicieron la cabalgata hacia el Campamento y el 19 de enero de 1933: “En un
retén, llegan dos personas a recibirles... doña América, al ver a Sócrates, su hijo,
después de tantos años de separación, no pudo resistir la emoción y rompió en
llanto y bañó en lágrimas aquel beatífico rostro tostado por el sol y estrujado por
los amargos y terribles días de vigilancia; él la consolaba emocionado pero sereno y
diciéndole ‘mamita, por eso no quería que vinieras’. Don Gregorio abrazó a su hijo
Sócrates con entusiasmo, y continuamos nuestra marcha hacia el Campamento don-
de llegamos a las cinco y media de la tarde. Al divisarnos el General Sandino, ordenó
formación a su tropa: los clarines dieron al aire sus argentinos sones, saludándonos
con dianas y las ametralladoras ejecutaban la danza de la muerte entre sus horripi-
lantes cortinas de fuego que simulaban el tétrico salón de aquella fiesta. Aquello fue
patético, conmovedor, como el último adiós que daba la Rebeldía al odio para entrar
a oficiar en el Sagrado Altar de la PAZ... El guerrillero nos recibió con alegría, mien-
tras que doña América, que le quiere como si fuese hijo de sus entrañas, lloraba... y
lloraba... y el General le dijo: ‘Cese de llorar porque me está contagiando, yo también
tengo corazón’”10.
Habrán sido las lágrimas y el abrazo que sellaron la reconciliación.

Don Gregorio Sandino López


Don Gregorio, nació en 1868, contrajo nupcias con América Tiffer Delgado en
1897. Dos años antes, contando con 27 años, nació su hijo Augusto, producto de la
unión con la trabajadora campesina Margarita Calderón. Quienes conocieron a don
26

Gregorio lo describen como ciudadano probo, trabajador y con sensibilidad social.


Llegó a prosperar en su negocio de granos “y tenía un legítimo liderazgo ‘patriarcal’”11.
Es conocido el relato sentimental que José Román recibió de Sandino sobre
el encuentro en una calle en Niquinohomo entre aquel niño de once años con su
padre, que hasta entonces le desconocía. “Hambriento, haraposo y acarreando unos
paquetes para ganarme unos centavos, encuentro en la calle a don Gregorio, puse
los paquetes en el suelo, me arrimé a él y lo increpé, bañado en lágrimas, pero enérgi-
camente: Óigame, Señor, ¿Soy su hijo o no?” Su padre le responde que sí, por lo que
el niño sigue increpando “Señor, si yo soy su hijo ¿Por qué no me trata usted como
trata a Sócrates? Al viejo se le salieron las lágrimas. Me levantó hasta su pecho. Me
besó y me abrazó fuerte y largo... Y me llevó a su casa...”.
Otra versión menos romántica apunta simplemente el hecho que “por fin su
padre se acordó que un día había llevado al registro civil a inscribir a un niño a quien
había puesto el nombre de Augusto Nicolás y que ante la mísera vida que llevaba
al lado de la madre, había que ayudar a alimentar, educar y darle los derechos que
conforme a la ley correspondían a los hijos fuera del matrimonio”. Un testigo de la
época, Carlos Sotelo Potosme: “Cuando Augusto estaba de unos quince años, por
ahí dicen que se encontró con don Gregorio que iba a caballo. Don Gregorio era
un hombre muy elegante, vestía de saco, chaleco, leontina de oro, elegante montu-
ra. Entonces se le acercó Augusto y le dijo: ‘don Gregorio, quiero saber una cosa...
¿Usted es mi padre o no es mi padre?’ ‘Sí, hombre, yo soy tu padre’. ‘¿Y entonces
por qué me deja andar rodando junto con mi madre?’ ‘Sí, hombre, yo te voy a llevar’.
Y entonces se lo llevó de concierto, pero no se lo llevó de hijo para mandarlo a es-
tudiar, y así lo estuvo usando, y lo único que hizo fue enseñarle a hacer negocios de
compra y venta de granos”. Poco probable que don Gregorio le haya consultado a
doña América aquella decisión de llevar a su primogénito a vivir con ellos a la casa
grande –una práctica no inusual en aquella época y hasta en la nuestra.

Yo no soy un resentido
Poco antes del nacimiento de su hija Blanca en 1933, Sandino no pudo dejar de
recordar su propia relación de niño con su padre y el sentimiento que el recuerdo
encerraba. Entró en confianza con Román: “Usted no puede imaginarse la alegría y
la ternura que siento al pensar que estoy próximo a ser padre, más que nada porque
quiero darle a mi hijo todo el cuidado y todo el amor paterno que a mí me faltó.
Ya verán los espíritus astrales que no soy un resentido”. Sandino perdona pero no
olvida, y asimilar aquellos recuerdos fue una tarea que se impuso como parte de su
proceso de superación personal.
27

Otro acontecimiento que parece no haber agradado a Sandino fue la decisión de


su padre de enviarlo al exilio, tras haber herido de bala en una pierna a Dagoberto
Rivas –la que se explicará con más detalles en el siguiente apartado. Sandino le dijo
a su novia que el viaje había sido impuesto por su padre. Quedarse en todo caso no
hubiera sido acertado ya que la cárcel lo hubiera aguardado. Pero Gregorio le ayu-
dó y le proveyó cartas y contactos en La Ceiba, Honduras, para conseguir trabajo;
mantuvieron una correspondencia a lo largo de la estadía de Augusto en México.
Cuando Sandino regresó en mayo de 1926, se encontró con su padre en Catarina,
quien le advirtió nuevamente que se mantuviera alejado de Niquinohomo porque la
políticamente influyente familia Rivas no olvidaba el incidente.
Gregorio estaba afiliado al Partido Liberal sin ser militante activo. Se dice que
fue detenido por haber protestado en su juventud contra el Tratado Chamorro-Br-
yan ratificado en 1916. Tenía una relación personal con José María Moncada, el
némesis de Augusto. Ya candidato a la presidencia y con Sandino en armas, Mon-
cada buscó a Gregorio repetidamente para encomendarle convencer a su hijo que
aceptara el pacto trazado con el interventor Henry L. Stimson en el Espino Negro.
Se dio la comunicación y, contra su propio instinto, Augusto accedió a firmar una
comunicación redactada por Gregorio y el ex sacerdote católico José Moral del po-
blado de Yalí. En esa carta dirigida al jefe del destacamento de marines en Jinotega,
Sandino propuso que las autoridades norteamericanas nombraran un gobernador
militar para organizar unas nuevas elecciones. Atípicamente, Sandino firmó el texto
sumiso –hecho destacado por Somoza en su libro para desacreditar el patriotismo
de Sandino. Cabe poca duda de que Sandino se hubiera arrepentido de haber cedido
a la presión de su padre. En el testimonio que Sandino hizo al periodista vasco Ra-
món de Belausteguigoitia, reiteró, casi a manera de rectificación, que, “ni las voces
de sus familiares, que consideran como una locura la lucha de su ejército de pigmeos
contra los americanos... le harán abandonar su decisión”12.
Tras la elección de Moncada en noviembre de 1928, don Gregorio fue nueva-
mente comisionado por el propio Moncada para tratar de convencer a Augusto de
negociar y deponer las armas. Según el recuento del periodista Belausteguigoitia,
don Gregorio “quien me contaba era amigo de Moncada” llegó hasta San Rafael
de Norte, “convencido de la locura de la rebelión, le dice las palabras que Moncada
le transmitía: que en este mundo, los redentores salen sacrificados, y que el pueblo
nunca agradece nada” –la misma expresión utilizada por Moncada en su conversa-
ción con Sandino dos años antes.
Detrás de aquella gestión estaban los oficiales norteamericanos. En efecto, el
entonces brigadier General Logan Feland, apeló directamente a don Gregorio, tal
como había apelado anteriormente a doña Margarita y posteriormente a Blanca Ste-
lla Aráuz, la esposa de Sandino. Feland pensaba que podía lograr una salida nego-
28

ciada con Sandino. Un avión militar norteamericano fue procurado por Feland y
trasladó a Gregorio hasta San Rafael de Norte para entrevistarse con su hijo. Allí le
esperaba Blanca, y juntos, presumiblemente bajo la influencia de Feland (quien to-
davía no era partidario de atacar frontalmente a Sandino), le escribieron a Augusto
pidiéndole definir las bases de una eventual negociación para “restablecer la paz en
la región”. En la carta Gregorio pedía a Augusto responder directamente a Feland y
a su superior inmediato, el Almirante D.F. Sellers.
El plan de Feland buscaba movilizar a cuantos miembros de la familia fuera
posible para lograr la rendición de Sandino. Oficiales militares norteamericanos des-
pachados por Feland pusieron en manos de Blanca una carta de puño y letra de Mar-
garita Calderón para su hijo. Para reforzar la iniciativa, Feland convenció a Sellers
de escribirle a Augusto exigiendo “terminar con la resistencia armada” y entrar en
conversaciones para terminar con el levantamiento. Don Gregorio discutió en pleno
campo con Sandino quien, como ya era su costumbre, permitió que sus oficiales
escucharan la conversación y “al ver estos que el caudillo persistía en sus razones y
que decía que su vida estaba ya lanzada, se pusieron a dar estrepitosamente vivas a
su jefe”13.
No hay duda que Gregorio amaba a su hijo, pero mantuvo sus dudas, al parecer,
sobre la utilidad política de su lucha armada. Estaba convencido de “la locura de la
rebelión”, relató a Belausteguigoitia. Presuntamente también firmó una de las miles
de papeletas dispersadas por los aviones yanquis en la que indicaba que doña Mar-
garita estaba enferma y quería que su hijo fuera a visitarla antes de morir.
Años después, Gregorio sería enviado nuevamente a “razonar” con su hijo, esta
vez por el recién electo presidente Juan B. Sacasa, quien buscaba terminar la guerra
cuanto antes. Gregorio aceptó la encomienda, probablemente no por razones políti-
cas sino porque ningún padre desea ver morir a un hijo –o hijos, porque su otro hijo
Sócrates se encontraba al lado de hermano. Como se narra posteriormente, Sandino
accedió otra vez a la presión familiar, particularmente por Blanca, para entonces
firmar el acuerdo del 3 de febrero de 1933 que, a todas luces, resultó poco equitati-
vo para los sandinistas. El sentimiento patriótico de don Gregorio tenía otro cariz,
al fin y al cabo era parte de una generación liberal, una clase y una cultura política
libero-conservadora que agachaba la cabeza ante el norteamericano. Y no es que
Sandino no fuera el responsable de sus propias decisiones, pero pesó sin duda la
insistencia de Gregorio y otros políticos liberales quienes atestiguaban la honestidad
del presidente Sacasa.
Don Gregorio parece haber estado más convencido que nadie de las bondades
de Sacasa y la conveniencia de una alianza entre el presidente y Sandino. El delegado
de Sacasa y Ministro de Agricultura, Salvador Salvatierra, buscó a Gregorio, su co-
rreligionario liberal para emprender con él la primera misión negociadora del nuevo
29

gobierno. Se cuenta anecdóticamente que, pocos días antes de su muerte, Sandino


en presencia de don Gregorio fue alertado por José Abelardo Aguilar, “hermano de
leche” del General, de los planes que Somoza tenía de eliminarlo. Ya el rumor corría
por todo Managua. La respuesta de Gregorio fue “Ve ahijado, eso es imposible. Au-
gusto es la niña de los ojos de Juan Bautista Sacasa”. El General por su parte, dijo:
“No andés creyendo nada de eso. Yo creo que ya la rompiste ¿cómo andás? Tomá
estos centavos y tomate un mondongo. Vos andás mal de la cabeza”14.
José Abelardo no andaba mal de la cabeza. Sandino se confió y con su vida pagó
por aquella interpretación equivocada del cuadro político en Managua, el papel de
Somoza y del juego dual de Sacasa. Pero Gregorio también pagó un precio igual-
mente temible: la muerte de Augusto y Sócrates –este último en la misma casa de
Salvatierra– por órdenes de Somoza la noche del 21 de febrero de 1934.

La niña de mis sueños: María Soledad Sandino Benavídez


Entre sus 16 y 28 años, el corazón de Sandino le perteneció a su prima y pri-
mera novia María Soledad Sandino, a quien cariñosamente llamara Mariíta. Quien
lee las cartas angustiosas que él le mandaba a ella, rápidamente llega a la conclusión
que Sandino estuvo locamente enamorado de Mariíta –tal vez, no profundamente
pero con toda la intensidad de la adolescencia y del joven comerciante cuyos planes
de matrimonio fueron súbitamente interrumpidos tras el incidente con Dagoberto
Rivas. No es sino hasta 1924 que desaparecen las referencias o correspondencias
entre ambos.
Sandino así lo admite. En 1933 relató a Román: “óigame usted, mi primer amor
sí fue terrible. Me poseyó por completo en cuerpo y alma y en todos mis sentidos.
Me obsesionó hasta la locura. Me hizo soñar, reír, gozar y sufrir. La niña de mis
sueños era una mocita del pueblo, morena y algo gordita, ante quien yo temblaba
y enmudecía. Mi amor hacia ella era un tesoro que no me atrevía a confiar a nadie,
ni a ella misma, a quien veía diariamente, pues era mi prima y se llamaba Mercedes
Sandino (como también era llamada por Augusto). Por fin un día resolví que era im-
posible seguir viviendo sin manifestárselo. Con gran sigilo y muchas precauciones le
escribí una carta terriblemente pasional en la cual la amenazaba, si no me aceptaba,
con matarla a ella y matarme yo irremisiblemente. Guardé la carta en mi bolsillo para
dársela en la primera oportunidad. Así la anduve por una semana, pero cada vez que
llegaba la oportunidad se me entumecía la mano y pensando día y noche sobre su
contenido, después de leerla y releerla, decidí romperla. Después escribí otra carta
más moderada, pero también corrió la misma suerte porque siempre me faltaba el
valor para entregársela. Después le escribí muchas otras cartas, que no sólo no en-
30

tregué, sino que ella siquiera supo que hubieran sido escritas. A pesar de todo, seguía
amándola platónicamente con amor profundo y sincero”.
Mateo Sandino, padre de la novia, era un comerciante respetado y, como mu-
chos en el pueblo, tenía buen concepto del joven Augusto. Sin embargo, algunos
recuerdan que Mateo consideró que Augusto “estaba celeque” y no era capaz de
hacerse cargo de su hija. En cambio, la madre de Mariíta o Mercedes, María Benaví-
dez, mantuvo un cariño especial hacia Augusto y le sirvió de “paño de lágrimas”.
Augusto, decepcionado por la amonestación de don Mateo Sandino, su presunto
suegro, “quien le recriminaba violentamente manifestándole que es un ‘palmado’
que ‘con costo comía él’ y que abandonaría a su hija a más penurias de las que ya
padecía”. Fue entonces, que enfurecido, se marchó a Bluefields a manera de asumir
el reto “comprometiéndose con su amada a no regresar hasta no hacerlo con ‘plata
en la bolsa’ para darle un hogar digno y merecedor de ella y para ‘taparle la boca al
viejo’”, dice el recuento. Ya habían pasado tres años en romántico idilio y en realidad
nunca fue pujante el negocio de granos que, con el apoyo de su padre, había logrado
abrir. Lo probable es que nunca vio las ganancias, porque Sandino también apoyaba
a su madre y a la manutención de otros tres hermanos menores “con otro hombre,
que al igual que don Gregorio, jamás se responsabilizó por ellos”.
Una carta desde Bluefields con fecha 4 de diciembre de 1920 a María Soledad,
concluye: “ojalá el cielo nos conserve tus virtudes y a mí analizar mis ideas de ser
tu esposo”. “Aquella mi prima Mercedes me atraía como imán. Ni un sólo día había
dejado de pensar en ella, aunque ella desde luego lo ignoraba”. Sandino regresó a
Niquinohomo en 1921 habiendo ahorrado lo suficiente para reanudar el negocio
de granos, compró un caballo y se preparaba, por fin, para contraer matrimonio,
aparentemente ya con la venia de Mateo Sandino. Pero fue entonces que el destino
se cruzó cuando se dio el incidente con Dagoberto Rivas que le cambió la vida a
él y a Nicaragua. Sandino relata lo sucedido: “Dagoberto Rivas era un individuo de
mí mismo pueblo con quien siempre había tenido buena amistad y aun negocios.
Un día a Dagoberto llegaron noticias que una hermana suya, viuda, parecía estar
enredada en asuntos amorosos conmigo o que por lo menos era voz popular que
lo estaba... cuando llegué a misa, desgraciadamente me tocó sentarme en una banca
atrás de la que ocupaba Dagoberto, junto con un grupo de sus amigos. Al notar mi
llegada, los amigos de Rivas y él empezaron a echarme chifletas y por fino Rivas me
dirigió varios insultos personales a media voz, mientras yo permanecía impávido.
Interpretando mi serenidad como cobardía, Rivas se acaloró más y más y en el mo-
mento que el sacerdote comienza a alzar, Rivas se dio media vuelta me lanzó una
bofetada al rostro, que pesar de haberla yo desviado, todavía me golpeó en la frente.
Acto continuo irreflexivamente, saqué mi revolver y le disparé. Dichosamente sólo
le herí una pierna.
31

–Por supuesto, Román, como usted se puede imaginar, eso fue un escándalo
de los que hacen época en un pueblillo como Niquinohomo, ¡balazos en la iglesia,
durante la misa y a la hora de alzar!
El suceso fue reportado en “La Noticia” afirmando el redactor que Augusto
era un “comerciante honrado y de buenos modales” y que siempre había observado
“buena conducta”. En todo caso, salió de Niquinohomo desgarrado emocionalmen-
te por el colapso de todos sus planes empresariales y personales. Su exasperación se
refleja en sus cartas dramáticas a su novia. En una de ellas dice “Yo me considero
un desgraciado”, “quedé inmóvil al recibir tu carta”, y le afirma que soñaba con ella
y con volver para casarse. Cuando Mariíta dejó de escribirle, posiblemente por la
presión de su padre, Sandino le escribió a María Benavides que se sentía “golpeado,
no quería ver a otra mujer ‘más que la mía’, en mi corazón queda prohibido amar a
otra”. Augusto trata de explicar el incidente con Dagoberto dando desde entonces
evidencia de su tenacidad: ‘si no hubiera protestado en la forma que lo hice... me
tendrías como un cobarde’15.

No hay caldo que no se enfríe


Tras el percance, Sandino salió clandestinamente hacia León. A las dos semanas
le escribió a su tío Mateo Sandino despidiéndose formalmente “y al mismo tiempo
para decirle que irme hoy es sólo para mientras se termina el asunto para evitarme
gastos y molestia e insultos de los Sres. Rivas pues no es ser cobarde (no), es evitar,
puesto tengo una novia y en ella debo pensar, y por amor a ella, me voy para evi-
tarle sufrimientos, pues dicen que no hay caldo que no se enfríe, pues este viaje es
ordenado por mi papá para que cuando todo termine, él me llamará. Don Mateo,
no desconfíe de mí le juro que no estaré tranquilo sino hasta que me case, primero
Dios”. Agrega un P.D. “perdone usted mi franqueza”.
El 12 de mayo de 1922, Sandino escribió, desde La Ceiba, Honduras, a Mariíta
indicando su idea de llegar a México: “No me olvides vida mía, que mi amor sólo
tuyo es, sólo tuyo soy, confía amor mío que yo no me casaré con nadie al menos que
sea contigo”. Dijo sentirse “desgraciado” ante la noticia que Mariíta y su familia,
desechaban la idea del matrimonio.
El 3 de junio de 1922 escribía: “Amor mío: Estoy cumpliendo un año de estar
ausente de ti, vida mía; pero ese año de dura ausencia, ni veinte más, podrían ser su-
ficientes para que en mí pueda disminuir el invariable amor que te profeso. Este año
de triste ausencia no ha sido más que un año de remordimientos para mí; ha sido un
año de innumerables aventuras; no puedes tú, ni quien no ha aventurado, compren-
der lo duro que es aventurar. No tomes por el lado desfavorable para mí la palabra
de aventurero, pues eso puede llegarlo a ser cualquier hombre que las circunstancias
32

le obliguen. También debes tener presente que el que ha cruzado por tales caminos,
es cuatro veces más hombre que los que si alguna vez han salido, han sido respalda-
dos por la opulencia; y por eso es que todo aquél (sic) que ha cruzado por caminos
tan difíciles, se cree cuando está junto a esos pajaritos, que aún no saben lo que es
mundo, como con el orgullo que puede sentir un billete de a cien dólares ante unos
centavitos de cobre. Mariíta: yo me siento muy apenado cuando recuerdo de las
cartas que te he mandado (sic) y que no me las contestaste... [Será que su padre no
consiente que] le contesten a ese vago, perverso, engañador”.
Aquí el joven Augusto va introduciendo elementos de reflexión sobre su vida
y el camino emprendido. Dice ser “aventurero” –y en efecto se trataba ya del tercer
viaje de Sandino fuera de la costa del Pacifico de Nicaragua. El primero iniciado a los
16 años y sobre el cual se sabe poco, aparte de haber trabajado en la hacienda Ceylán
en Rivas y probablemente embarcarse en San Juan del Sur aprendiendo a ser maqui-
nista. Recordó haber visitado “medio mundo” y hasta pudo haber llegado a Nueva
Orleans. Posteriormente la ya relatada estadía en Bluefields. Pero el tercer viaje ya
no fue voluntario: salió huyendo de la ley, sin visos de poder regresar y afectado por
la interrupción del noviazgo y del plan de matrimonio. Soñaba un retorno triunfal,
con ahorros, profesión, pero también con mayor nivel de conocimiento y cultura
–a la altura del billete de 100 dólares, decía. Revelaba un deseo de superar la des-
gracia superándose a sí mismo, de “distinguirse en algo”, capacitarse como técnico,
adentrarse en la lectura, tornarse abstemio y desarrollando hábitos de pulcritud que
rayaban en la vanidad. Manifestó en carta a su padre y a Mariíta su determinación de
regresar un día siendo “algo” para borrar el nefasto episodio y la mala imagen que
habría dejado en Niquinohomo. No sospechaba que serían las circunstancias de su
patria que apuntarían a otra manera de distinguirse en algo16.
El idilio parece haber terminado a finales de 1922, o inicios de 1923. Según Es-
cobar Morales, fue el “desprecio de su amada que lo obliga a abandonar La Ceiba
para encaminarse a Guatemala y radicar por fin en México”. Es más probable, sin
embargo, que a Sandino ya le habían llegado historias de los buenos sueldos paga-
dos en México. A manera de epílogo, Sandino relata a Román, ya en 1933, que si
bien el tiempo y la guerra contribuyeron a separarles, también pesaron diferencias
de ideas, en tanto era “anticuada y no habría podido vivir en la montaña”. “Se había
dado cuenta –dice Román– que había un hado que se oponía entre ellos y a la hora
de partir a la manigua [montaña] ya era muy tarde... Mejor que eso quedara como un
dulce sueño infantil, a que terminara en una realidad triste y trágica”17.
Pero la misma fuente pone en boca de Sandino que “bueno, otra vez por asun-
tos de faldas, tuve que irme de la Costa Norte de Honduras”. Extraña admisión,
después de haber criticado el vicio circundante en La Ceiba, porque al fin y al cabo
no dejaba de ser un joven romántico. No existen otras referencias al “asunto de fal-
33

das”, y hay otras versiones que explican su desplazamiento apresurado: que como
encargado de bodega, sorprendió una vez a un ladrón dándole persecución con una
arma hasta capturarle y entregarlo a la policía. Las autoridades desconocieron el caso
y fue Augusto quien entonces se vio amenazado, por lo que salió apurado de allí.
¿La importancia histórica de aquel amor? Aquel sentimiento agridulce, y en
el caso de Sandino más agrio que dulce, le llevó a cuestionar el sentido de su vida,
el porqué de su infortunio, y a medida que progresa, el porqué del infortunio de
otros y el infortunio de manera general. La mala jugada que nuevamente el destino
le había impartido –la naturaleza del destino. Buscó explicaciones intelectualizadas
que le consolaran, pero también, que explicaran el porqué de su sentimiento, de la
desgracia humana, la desgracia de su pueblo y nación, de todo. Pero aquella relación
probablemente platónica con María Soledad Sandino provocó la introspección y la
angustia que fueron la puerta de entrada para la concientización espiritual, social y
política de Augusto C. Sandino. Fue tejiendo interrogantes y en México encontraría
las primeras respuestas.

Natalia Sánchez Sandino


Se mantiene una controversia inne-
cesaria sobre Natalia, la primogénita de
Sandino. Augusto tenía 21 años cuando
sostuvo una relación con Mercedes Sán-
chez Gaitán, cocinera en la casa de don
Gregorio. Repitió un tanto la historia de
su padre, su propia historia. Una anéc-
dota dice que, al enterarse don Gregorio
llamó a Sócrates y a Augusto increpando
Augusto C. Sandino
primero a Sócrates ante lo cual Augusto
y Natalia Sánchez Sandino
admitió haber sido el responsable.
Ramón de Belausteguigoitia, periodista vasco-español, autor de uno de los me-
jores y más fidedignos reportajes sobre Sandino, escribió casi de manera casual so-
bre la existencia de la hija del General en Niquinohomo “fruto de los años mozos
de Sandino”. Allí confirma lo recogido por otros cronistas de que Sandino desde
tiempo atrás era de la idea de promover el casamiento de Natalia con el Coronel
Juan Ferreti. Sandino la reconoció como suya y hablaba a Belausteguigoitia de haber
provocado el curioso idilio con Ferreti “cuyos orígenes se abrieron tiempos atrás en
sus días de campaña”. Sandino nunca ocultó –como pretenden algunos–, haber sido
el padre de Natalia. Ferreti mismo relata a Belausteguigoitia que la idea del matrimo-
34

nio con Natalia provino del mismo Ferreti porque “en su deseo de no separarse del
caudillo y de unirse más a él, había concebido la idea de casarse algún día con ella”.
En realidad nunca hubo un noviazgo –Ferreti no conoció personalmente a Na-
talia sino hasta terminada la guerra en 1933. Fue cuando acompañó a Sandino du-
rante el último viaje a su pueblo natal. “Ahora había visto a la muchacha [Natalia], y
aunque le parecían otras más guapas, prevalecía en él [Ferreti] esa especie de sentido
místico, y el idilio mental que había surgido en las soledades de la montaña llevaba
camino de su plena realización. Sólo esperaba ver el rumbo que tomaban las cosas
y enderezar su vida, si se hacía la paz (utilizando sus conocimientos mecánicos para
poner una pequeña línea de camiones) para llevar adelante su matrimonio reveren-
cial, sintiéndose el más feliz de los mortales”, relata Belausteguigoitia18.
Haciendo el papel de padre, Sandino mandó a llamar a María Natalia para pro-
ponerle la idea del matrimonio con Ferreti. Se topó, sin embargo, con el hecho que
Natalia ya tenía otro plan y otro novio con quien quería casarse –un trompetista lla-
mado Arístides Barrera Pavón. A Sandino y Ferreti no les quedó otra que aceptar la
realidad de Natalia. Fue entonces que, por iniciativa de don Gregorio, se aprovechó
la estancia del General en Niquinohomo para celebrar la boda civil entre Natalia y
Arístides. La ceremonia tuvo lugar el 20 de noviembre de 1933 en casa de don Gre-
gorio. En el acta Sandino aparece como el padre de la novia. Luego se conoce de una
carta de Natalia Sánchez Sandino al presidente Sacasa solicitando ayuda económica
que su padre le había prometido.
Es comprobable entonces que Sandino reconoció ser padre de Natalia y estu-
vo pendiente de ella hasta el día de su matrimonio con el trompetista. Y no fue un
simple desliz porque más adelante se examina el caso de un posible hijo o hija que
Sandino tuvo en México en 1925.
Menos fiable son las anécdotas que todavía se escuchan sobre otros hijos de
Sandino. Doña Blanca Segovia Sandino –hija del único matrimonio de Sandino–
relata en una entrevista haber conocido, cuando niña, a “dos mulatitos” que dijeron
ser hijos de Sandino del tiempo (1920) cuando estuvo en la costa del Caribe. Tam-
poco es corroborable la versión de un colaborador de Sandino en las Segovias que
habla de dos hijos de Sandino con Mariana Herrera procedente de Wiwilí19.
II

En los enclaves norteamericanos (1921-1922)

En compañía de su primo Santiago Sandino, Augusto salió de su pueblo natal sin


saber cuándo volvería. Aunque abatido emocionalmente, iniciaba un nuevo período
formativo en su vida caracterizada por la adopción de una postura crítica de las si-
tuaciones que le tocaba vivir. Asume asimismo una visión cada vez más moral sobre
la condición humana alimentada también por la asimilación de valores sociales que
condujeran al mejoramiento y hasta perfección de la persona y la sociedad –en fin, el
desarrollo de sus principios y el sustento teórico y espiritual de aquellos conceptos.
Su aprendizaje, fundamental a partir de su experiencia laboral, tuvo lugar prin-
cipalmente sobre la costa del Caribe y del Golfo de México. Ya en 1920 Sandino
conoció la costa Caribe nicaragüense, donde seguramente tuvo conocimiento de las
protestas de los pequeños productores bananeros contra la Cuyamel Fruit Company.
Tal vez fue testigo del descontento de los estibadores de Bluefields que precedió las
dos huelgas bananeras en 1921. Desde allí había escrito a su novia indicando creer
que estaría mucho tiempo afuera, como en realidad fue el caso ya que regresó a Ni-
quinohomo a inicios de aquel año. Pero no hay mayores datos sobre aquella breve
estancia. Para entonces, la presencia económica norteamericana en Nicaragua era
pequeña en comparación con la de los otros países centroamericanos. Pero fue un
paso importante, en tanto el contacto con el Caribe significaba, como bien lo señala
Volker Wünderich, el traspaso de fronteras culturales y el contacto con el colonia-
lismo anglosajón, la explotación de recursos y trabajadores nacionales por parte de
empresas extranjeras, y el racismo imperante en todos aquellos enclaves a lo largo de
la costa Caribe centroamericana.
Augusto llegó a Tegucigalpa el 12 de julio de 1921 para continuar hasta el puerto
hondureño de La Ceiba. Lo acompañaba su primo Santiago Sandino, cariñosamente
llamado San-San. Apoyándose en los contactos suministrados por don Gregorio,
trabajaron primero para la Banana Coconuts Tropical Fruit Company y luego la Honduras
Sugar & Distilling Company. Para entonces, La Ceiba y el área de la costa norte de
Honduras contaban con la mayor concentración de trabajadores en el país debido
a la inversión de empresas norteamericanas pero también de sentimientos antinor-
teamericanos de parte de los trabajadores y pequeños productores, en tanto que las
autoridades gubernamentales se transformaban en grandes defensores y beneficiarios
de los inversionistas extranjeros.
36

Sandino trabajó primero como mecánico, en una versión, o en otra en un puesto


administrativo en la oficina de la gerencia. La Honduras Sugar & Distilling Company, fa-
bricante de licores y perfumes, formaba parte del imperio de los hermanos Vaccaro,
una familia italo-norteamericana con base en Nueva Orleans. Allí laboraban dos co-
nocidos de Masaya, Gustavo y Reynaldo Alemán Bolaños. Gustavo luego entraría en
correspondencia con el General Sandino y publicó varios libros sobre él. También
estaba el “aventurero” nica de apellido Núñez a quien llamaban “capitán” y otro
nicaragüense de apellido Montenegro con quien Sandino dice haber hecho buena
amistad –de ninguno de ellos se sabe nada más. Encontraron a otro pariente, José
Manuel Sandino, quien fungía de administrador en una finca de banano, y con esa
referencia, según versión de Alemán Bolaños, Sandino fue colocado en la gerencia
del Ingenio Montecristo. Dice también que el mismo gerente firmaría una referencia
recomendando a Augusto como un “mecánico competente”.
Para entonces, estaba en su pico la producción bananera centrada en La Ceiba,
departamento de Atlántida. Los emporios norteamericanos crecían desmedidamen-
te casi a espaldas de los gobiernos. En 1916, un cónsul estadounidense había des-
crito aquella realidad: “...El territorio controlado por la Cuyamel Fruit Company es un
Estado en sí mismo, dentro de otro Estado... alberga a sus empleados, cultiva plan-
taciones, opera ferrocarriles, terminales, líneas de vapores, sistemas de agua potable,
plantas eléctricas, comisariatos, clubes...”1.
Las empresas utilizaban nuevos y viejos métodos para la explotación de la mano
de obra bajo la protección política y militar de las autoridades nacionales. Trabajadores
y funcionarios oficiales dependían desmedidamente de las grandes compañías que, res-
pondiendo a la enorme demanda bananera de Estados Unidos, fueron expandiendo
tierras de cultivo, atrayendo inmigrantes y nuevas inversiones en ferrocarriles, plantas
eléctricas y zonas portuarias. La Coyumel, Bragman’s Bluff Lumber (propiedad de la Stan-
dard Fruit Company), la American Fruit Company, y la Bonanza Mines Company segregaban
a sus trabajadores por raza, pagando por unidad, recuperándose a través de las comi-
sarías, endeudando a los trabajadores y evitando pagar impuestos mediante sobornos
El ingenio Montecristo formaba parte del complejo agroindustrial de la Hon-
duras Sugar & Destilling Company y la Suiza Planting Company donde Sandino apare-
ce posteriormente como jefe de cuadrilla de reparación de caminos y de casas de
los trabajadores. Fue allí que aprendió a manejar automóviles y reparar maquinarias.
Aprendió algo de administración de inventario de bodegas, en lo cual desarrollaría
cierta especialización, lo que le ayudó a aprender inglés, al tener que relacionarse con
capataces norteamericanos.
Sus cartas de ese período, al menos aquellas dirigidas a la novia, revelan un deseo
persistente de regresar a Nicaragua. En otras circunstancias, la zona de La Ceiba hu-
biera sido un buen lugar para olvidar o escapar las desgracias. Como todo puerto pu-
37

jante del Caribe, el baile y la


parranda parecían, según al-
gunos cronistas de la época,
formar parte del código ge-
nético de los habitantes de
La Ceiba. Se contaban hasta
250 salones y restaurantes.
Desbordantes fiestas, tanto
populares como de las élites
empresariales amenizadas
por orquestas y marimbas.
Los negros de habla inglesa
organizaban “lunadas” a la
La Ceiba, Honduras, Estación del ferrocarril (1915)
orilla del mar, en tanto los
ejecutivos y sus asociados departían por separado. Particularmente codiciadas eran
las invitaciones a la conmemoración de la independencia norteamericana, cuando
las empresas tiraban la casa por la ventana. En el exclusivo club de los empresarios
se hablaban sólo entre sí, costumbre que permaneció hasta los años cuarenta, En la
piscina, sólo eran permitidas las familias norteamericanas y contados miembros de
la alta sociedad ceibeña.
Aquel “desarrollo” fue iniciado por dos empresarios hermanos de apellido Vac-
caro. Provenían de una familia de origen italiano siciliano radicada en Nueva Or-
leans. En 1899, el gobierno hondureño les cedió una concesión de tierra en el área
de La Ceiba para el cultivo y exportación de bananos. A cambio, los Vaccaro se
obligaron a construir ferrocarriles en la Costa Norte recibiendo también entre 250 y
500 hectáreas de tierra por cada kilómetro de vía férrea construida.
Rápidamente, los Vaccaro aprovecharon los privilegios y conexiones navieras
para controlar el cultivo y exportación bananera. Fueron los años dorados de la pro-
ducción y exportación bananera que transformó a Honduras en el principal productor
de bananos en el mundo. Para cuando llega Sandino, los Vaccaro controlaban bancos,
cervecerías, fábricas de zapatos, fábricas de aceite vegetal y la destilería Montecristo.
Las bananeras fueron aprovechando las generosas concesiones estatales que incluían
un jugoso paquete de subvenciones y privilegios –incluyendo la supresión armada de
protestas– para facilitar la concentración de tierras y el control de los ferrocarriles. La
Honduras Destilling y sus plantaciones se habían agregado al consorcio de la Vaccaro2.
¿Qué pudo haber presenciado Sandino durante este período? Seguramente vio
cómo los empleados norteamericanos gozaban de mejores salarios, sus propios co-
medores y hasta casas bien equipadas. Posiblemente se enteró de la sangrienta rebe-
lión, en mayo de 1920, de los llamados “poquiteros”, pequeños finqueros quienes,
38

por la fuerza y mediante engaños fueron perdiendo sus


parcelas a manos de la empresa bananera (y después
por su sucesora la Standard Fruit Company) manipulan-
do a su antojo los precios pagados por el banano. Mil
doscientos trabajadores armados de machetes, al man-
do del productor Jacobo Munguía, ocuparon entonces
los planteles de la empresa. Protestaron en contra de
las prácticas usureras de las comisarías, también cono-
cidas como tiendas de raya, que Sandino llegó a cono-
cer y despreciar profundamente percatado del objetivo
comercial de minimizar el pago de salarios en efectivo.
A aquella protesta se plegaron los estibadores del
puerto, tomándose el poblado y llegando a controlar
toda la zona entre La Ceiba y Tela, lo que afectó gra-
vemente los intereses de la compañía. Ni la llegada de
una fragata norteamericana disuadió a los trabajadores
Augusto C. Sandino en la Honduras
alzados quienes al fin lograron un incremento salarial
Destilling Company (aprox. 1922) de 50%.
Pero meses después –ya Sandino estaba en Méxi-
co– el gobierno ordenó el arresto de los agitadores en las instalaciones de la United
Fruit. Se cree que algunos nicaragüenses figuraron prominentemente entre los orga-
nizadores de la huelga. Aunque no hay documentación que lo consagre, es de asumir
que Sandino se percató de la represión y complicidad del gobierno hondureño y la
ascendencia de la clase obrera de aquellas plantaciones como un actor político du-
rante esa década.
También pudo haber escuchado hablar de la organización de las primeras aso-
ciaciones de artesanos y de la Federación Sindical Hondureña que buscaban agluti-
nar a los trabajadores bananeros. Pero como extranjero y “fugitivo” es dudoso que
Augusto se involucrara en aquellas protestas.
También es factible que Augusto hubiera conocido la revista dirigida por el
escritor Froylán Turcios –quien sería el primer vocero en el exterior de la rebelión
sandinista– editor de la revista Hispanoamérica entre 1922 y 1924, ferozmente crítica
hacia la vehemencia la presencia militar norteamericana en Nicaragua, y la ocupación
económica de Honduras, pregonando la unidad centro y latinoamericana. La revista
se nutría de artículos aparecidos en otras publicaciones del continente de apoyo a la
defensa de la soberanía y cultura de los países de la región. Turcios también editó la
revista Ariel por medio de la cual se dio a conocer al mundo la lucha de Sandino en
Nicaragua. No se conocieron personalmente pero Sandino indica que en un escri-
to posterior que, aun antes de iniciada su guerrilla, conocía los escritos de Turcios.
Entre lo leído y presenciado fue progresando la educación del joven nicaragüense3.
39

Sin embargo, las cartas que escribe desde Honduras no hacen mucha referencia
a la situación social y más bien siguen marcadas por su descalabro emocional de
enamorado. “Este lugar que sólo sufrir me ha hecho” escribe a su putativa “suegra”
María Benavides, el 1 de enero de 1922, sintiendo ser castigado por tantos golpes
“por no saber corregir mis pasiones”, aludiendo al disparo contra Dagoberto Rivas.
Adolorido y acongojado, pide noticias, describiendo escenarios fantasiosos, profesan-
do su amor y promesa de regreso: “Dios nos ha separado”, lamentó patéticamente,
“yo me considero un desgraciado”. Para colmo, el clima de la zona le ocasionó recaí-
das con fiebre palúdica, llevándolo dos veces al hospital, privándole del salario que
frugalmente ahorraba. Padecería de paludismo el resto de su vida.
En una carta a su padre, aparecen primicias de sus aspiraciones personales cuan-
do señala: “Este lugar es pintoresco y se gana mucho dinero, pero lo que no se va
en suspiros, se va en lágrimas. Escuche. La vida de estos lugares es completamente
bohemia, y su clima es verdaderamente un foco de infecciones; de este modo pues,
muchos no hacemos dinero por las frecuentes enfermedades, y otros por no saber
domar sus desordenadas pasiones... en esos lugares, por donde uno pase, oirá músi-
ca de toda clase, grandes bailaderas, grandes guasas, hoy unos y mañana otros, y de
este modo los remendados son los dueños de las innumerables cantinas y casas de
juego; esta vida no es para un hombre que desee distinguirse en algo y por eso hago
cuanto esté en mi parte por salir lo más pronto posible”4.
Sandino cierra la carta emotivamente enviando un “abrazo de su incansable
pero desgraciado”. Casi de manera calvinista, Sandino ahorra todo lo que puede,
evita el derroche y las cantinas, encerrándose a leer en su tiempo libre. Sandino se
observa a sí mismo, reflexiona sobre su entorno, y no se siente a gusto, aun cuan-
do está ganando un salario respetable de 60 dólares mensuales en la fábrica de la
Montecristo. Escribe diciendo que su vida “es cómoda” pero triste, por estar tan
lejos de su familia y novia. Todavía no aparecen valoraciones políticas ni críticas a
los norteamericanos. Se desempeña como trabajador esforzado, disciplinado y con
iniciativa ansioso de adquirir cada vez más responsabilidades y ser ascendido. En una
carta a su madrastra doña América adjunta una foto pavoneándose de ser conductor
de un auto y que “me han anexado otros trabajos y por lo mismo me han dado más
comodidades...”. Se asoma nuevamente el deseo de ganarse la simpatía y respeto de
quien llamaba su “madre adoptiva”.
Un día Sandino abandona Montecristo súbitamente, descrita como la “región
hondureña donde abundan los desalmados” como dijera Alemán Bolaños, buen co-
nocedor de la zona. Este mismo dice que Sandino fue herido de un balazo en el cuero
cabelludo por un chofer del ingenio porque el nica aparentemente habría enfrentado
a un asaltante que intentaba sustraer mercancías del almacén a su cargo. Sorprendido
el malhechor, Sandino procedió a interponer la denuncia pero como poco caso le hi-
40

cieron las autoridades, según esta versión, tomó un rifle, salió en persecución del asal-
tante y lo capturó. El problema fue que las autoridades tomaron partido por el malhe-
chor, amenazaron y agredieron al nicaragüense por lo que estimó prudente largarse.
En otra versión, un gerente norteamericano se contrarió con Augusto al encon-
trar un puente con desperfectos que impidió el tránsito de su automóvil. El entonces
jefe de las cuadrillas de limpieza y mantenimiento habría sido increpado soezmente.
La anécdota dice que Augusto escuchó el reclamo “pujando para adentro”.
Sandino, aunque colérico por naturaleza, se habrá tragado el insulto. Pudo ha-
ber sido una experiencia como tantas más que enfrentaban los trabajadores con los
patrones. Proliferaban en aquellos años, los desmovilizados del ejército norteameri-
cano contratados por las empresas de ese país, despachados como empleados a Cen-
troamérica y México donde dieron rienda suelta a su racismo. Pujante o no Sandino
salió adquiriendo cartas de referencia y fue asimilando el inglés.
Otra versión de la salida de Honduras relatada someramente en 1933 por el
mismo Sandino a Román: “Bueno, otra vez por asuntos de faldas, tuve que irme de
la costa norte de Honduras”. Extraña admisión, sobre todo si andaba perdido ena-
morado de la novia de Niquinohomo jurándole eterna lealtad.
Una carta, sin embargo, indica que le impulsa el sentido de superación ya no sólo
financiera sino también cultural. Participa a su padre Sandino de su “ilusión de irme
a otros países más civilizados, donde yo pueda, sino hacer dinero, por lo menos mirar
una luz amplia y clara de civilización”. Se refiere sin duda a México. Por toda la región
corrían historias fabulosas sobre los altos salarios pagados por las compañías petro-
leras extranjeras en la zona de Tampico. El 12 de mayo de 1922, todavía en La Ceiba,
participaba a su novia la idea de llegar aquella tierra: “es posible que yo salga pronto
de este [país] con rumbo a México, pues voy asegurado con uno de estos jefes que se
ocupa en una compañía de aquel país5.

Guatemala y la United Fruit Company


Hacia comienzos de 1923, con 28 años de edad, Augusto emprendió el camino
hacia México. Tuvo que detenerse sin embargo unos meses en Guatemala, segura-
mente para trabajar y financiar el costo del transporte y para subsistir en los períodos
sin ingreso. Había laborado aproximadamente 18 meses en Honduras.
Pasó de un emporio insalubre a otro: Puerto Barrios en Guatemala y de allí a
Quiriguá, a una distancia de 90 kilómetros, sede del plantel bananero central de la
ya monstruosa United Fruit Company. La United constituía no tanto un estado dentro
de un estado, sino que Guatemala era lo que Luis Cardoza y Aragón calificara como
“un estado dentro de una compañía bananera. “Una ‘banana republic’ con la libertad
de Jonás en el vientre del monstruo”. Allí Sandino consiguió trabajo como mecáni-
co, hasta inicios de 1923. Pudo presenciar el espectáculo de otro país centroameri-
41

cano que cedía su soberanía a una entidad


norteamericana. “Allí estuve trabajando
de mecánico en los talleres que tiene en
Quiriguá la United Fruit Company”, es lo
poco que dice Sandino a Román sobre
esta jornada. Hay otras dos fuentes que
confirman su estadía.
Guatemala vivía en ese momento
una situación de efervescencia política y
social, derivada de nuevos espacios ge-
nerados por la caída del dictador Manuel
Estrada Cabrera en 1920. Aunque proba-
blemente privó el deseo de llegar cuanto
antes a México, la salida de Sandino de
Mapa de las rutas
de la United Fruit Company (1909)
Guatemala pudo haber estado relaciona-
da con el enfrentamiento de la compañía
con los estibadores en Puerto Barrios, lo que paralizó las operaciones de la empresa
y del puerto, por cierto tiempo.
Ese episodio inició el 23 de enero de 1923, cuando los estibadores se declara-
ron en paro para exigir mejores salarios y servicios médicos y la no discriminación
de los “ladinos”, en tanto la compañía favorecía la importación de trabajadores de
Jamaica. Los huelguistas se desplazaron a las plantaciones en búsqueda del apoyo
de los jornaleros. Se solidarizaron también los trabajadores de los hospitales y los
electricistas del puerto. Las exigencias asumieron un contenido nacionalista y antico-
lonial al exigir los trabajadores la cancelación del contrato cedido por el gobierno a la
United Fruit sobre el puerto, el ferrocarril y las operaciones conexas. El gobierno y la
compañía entonces acusaron a “agitadores extranjeros” de estar detrás de la huelga
y expulsaron a varios de ellos, interviniendo el Ejército. En ese ambiente y siendo
extranjero, Sandino pudo haber decidido reemprender su marcha.
Cuando menos, el joven trabajador nicaragüense pudo enterarse de otro ejemplo
de empresas norteamericanas desalmadas y de gobiernos pusilánimes. Y también del
poder de la resistencia social: nació la lucha sindical en Guatemala, existiendo para
entonces el combativo y estratégico sindicato de los trabajadores ferrocarrileros en
las propiedades de la United. Y de solidaridad entre los trabajadores al sumarse a la
protesta los estibadores de Puerto Barrios, los trabajadores de la planta eléctrica y
del hospital de Quiriguá, pertenecientes también a la United Fruit. Nuevamente, a
instancias de la compañía, las tropas nacionales entraron para reprimir a los huel-
guistas. Fue a mediados de 1923 que se dieron las primeras actividades del Partido
Comunista de Guatemala. Ya para entonces Sandino había ingresado a México6.
III

La Revolución Mexicana:
política, iglesia y raza

Se calcula que a inicios de 1923,


Sandino ingresó a tierra mexicana
llegando por barco desde Puerto Ba-
rrios, Guatemala, circunnavegando la
península de Yucatán y desembarcan-
do en el puerto de Progreso, estado
de Yucatán, puerta de entrada a Mé-
rida y a la Revolución Mexicana. La
meta de Sandino era llegar a la zona
petrolera de Tampico, estado de Ta-
maulipas, 800 kilómetros más al nor-
Francisco Villa (en la silla presidencial) y Emiliano Zapata, te, pero se cree que Sandino se detuvo
4 de diciembre de 1914
unos meses en Mérida y otros tantos
en Veracruz, para trabajar y ahorrar lo suficiente para continuar su viaje a la zona del
boom petrolero. El momento político que vivía todo el país, pero de manera especial
en esas tres zonas, subyace la formación intelectual y ética de Augusto C. Sandino,
su asimilación de las diversas doctrinas de la Revolución Mexicana y las variadas y a
veces contradictorias iniciativas mexicanas de llevar aquellas ideas a la práctica social.
Por Revolución Mexicana se entienden los intentos de destruir el viejo orden
oligárquico terrateniente del siglo XIX, y construir un régimen comprometido con
la distribución de la tierra, la riqueza y el reacomodo modernizador del poder po-
lítico central. Comienza con el estallido de la rebelión en 1910 contra el intento de
reelección del presidente Porfirio Díaz –“sufragio efectivo, no reelección”– desa-
tando imprevistamente una sublevación de masas campesinas y sectores urbanos,
interesados no solamente en el cambio presidencial, sino en llevar a cabo profundos
cambios en el orden social, económico y cultural. Con el colapso de la oligarquía
autoritaria representada por Díaz y conocida como “el porfiriato”, se abrió por vez
primera en la historia de México y de América Latina la posibilidad real de materia-
lizar las demandas de campesinos y obreros.
La llegada de Sandino a México coincidió con el ascenso de la burguesía nacio-
nalista ranchera al poder. Este sector, encabezado entonces por el presidente Álvaro
Obregón, tras algunas sublevaciones, asumió el poder. Necesitado de mayor legiti-
midad y apoyo social, el Estado asimiló mínimamente las demandas de las mayorías.
43

Obregón y sus sucesores apoyaron la organización de campesinos y trabajadores


para hacer frente a la vieja trilogía dominante compuesta por la oligarquía terrate-
niente, la Iglesia y las grandes empresas extranjeras, principalmente anglosajonas,
celosamente protegidas por sus poderosos gobiernos. Para todos, la Revolución y su
Constitución de 1917 representaban un cambio de época.
Los obreros organizados, principalmente de la capital, formaron un bloque po-
lítico al cual el Estado debía apelar una y otra vez ante amenazas del viejo orden y,
crecientemente, de los Estados Unidos. Fue una confluencia más táctica que estruc-
tural. El proletariado artesanal e industrial, incorporado a la lucha, formó en 1912 la
primera organización de resistencia obrera de carácter nacional: la Casa del Obrero
que luego se llamaría la Casa del Obrero Mundial, cuna del sindicalismo mexicano. La
ascendencia de la corriente anarcosindical, que luego será explicada a profundidad, se
expresaba en la designación “internacionalista” de la Casa, prescindiendo, al menos
en teoría, de la figura de nación y poniendo todo el énfasis en la organización autó-
noma de la clase obrera a nivel mundial.
El historiador Jaime Tamayo explica: “Por un lado encontramos una clase obre-
ra que si bien en términos cuantitativos tenía un peso reducido, su capacidad de
organización y movilización llegaba a niveles nunca vistos; al mismo tiempo que
entraba en crisis, rebasada por la realidad, la ideología y la praxis anarcosindicalista,
abría un cúmulo de posibilidades con la adopción de la llamada ‘acción múltiple’,
rompiendo la camisa de fuerza que imponía la ‘acción directa’ a las organizaciones
[anarcosindicalistas] obreras”.
El artículo 123 de la Constitución de 1917 representó la materialización de las
conquistas alcanzadas por las clases populares por su decidida participación en la Re-
volución y por el apoyo concedido a determinados caudillos. De esta manera, aquellos
sujetos populares reconocían y fueron reconocidos por la nueva legalidad en la que
el Estado debía de jugar un papel arbitral y paternalista. Quedaba así representado
a nivel del Estado, por vez primera en las Américas, un régimen gubernamental que
imponía algunos límites al capital y hacía valer los derechos obreros. Esta corriente
gubernamental también se proclamaba socialista pero más a manera de un socialismo
corporativo dirigido por el gobierno, que el socialismo libertario de los anarquistas.
Unos y otros sin embargo aplaudieron la llegada al poder de otro movimiento socia-
lista (más “marxista” que “anarquista”) en Rusia, el mismo año de la promulgación
de la Constitución mexicana.
Para finales de 1919 se formó en México el primer partido comunista en el he-
misferio, el Partido Comunista Mexicano, y en 1924 México se convierte en el primer
país de las Américas en reconocer a la Unión Soviética. De aquí que el gobierno de
Estados Unidos y los círculos oligárquicos centroamericanos vieran en México otro
Estado “bolchevique” y “soviético” (un gobierno paria en el escenario latinoamerica-
44

no, propenso a exportar sus ideas a Centroamérica y por ende, visto en Washington
como una amenaza tanto geopolítica como a los intereses de las compañías petrole-
ras extranjeras). El nacionalismo mexicano demostraría sus rasgos antiimperialistas
al oponerse a que a los inversionistas, quienes exigieron el respeto a la continuidad
de sus concesiones existentes, a la vez que sus gobiernos amenazaran con el recurso
a la fuerza (lo que alimentó de sobremanera el nacionalismo), tratando de imponer el
derecho del capital y la gran propiedad extranjera sobre el derecho de la revolución
mexicana. Para Washington, el reconocimiento mexicano de la URSS significaba que
México pasaba a ser la base de expansión del comunismo entre el proletariado lati-
noamericano y en Centroamérica de manera particular, lo cual tuvo profundas impli-
caciones para Nicaragua. Estados Unidos no llegó a dudar que, a partir de su estancia
en México, Sandino se convirtió en la encarnación del “bolchevismo” mexicano.
En Centroamérica, la dependencia económica de México respecto a Estados
Unidos comprometía todo esfuerzo nacionalista de alcanzar la verdadera soberanía.
Durante sus años en aquel país, Sandino fue testigo de cómo Estados Unidos utilizó
todo tipo de presiones, subterfugios y amenazas para resistir la aplicación de las nue-
vas disposiciones constitucionales relativas a los recursos naturales del país, particu-
larmente el petróleo. Mediante los tratados Bucareli de 1923, el presidente Álvaro
Obregón aseguró el reconocimiento diplomático estadounidense a cambio de la no
implementación retroactiva del artículo 27 de la Constitución que nacionalizaba los
subsuelos; acordó también pagar indemnizaciones por tierras expropiadas a nortea-
mericanos. Con ello restaba fuerzas a sus adversarios políticos internos. Ahora, el
Estado mexicano debía jugar el papel de “fiel de la balanza” entre los intereses de
Estados Unidos y las demandas de los sectores más nacionalistas y revolucionarios1.
Plutarco Elías Calles llegó a la presidencia de México en diciembre de 1924 con
un cometido más radical, rompiendo al poco tiempo con los acuerdos Bucareli e im-
plementando la aplicación estricta del Artículo 27, todo con el apoyo de sectores po-
pulares. Junto a la mayoría organizada de los trabajadores petroleros, Calles reabría
el escenario más temido por las grandes compañías: el de la amenaza de la expro-
piación petrolera. El gobierno de Washington y los principales medios norteameri-
canos denominaron a México “el segundo país bolchevique en la tierra” en tanto,
con el apoyo gubernamental, avanzaba aceleradamente la organización de obreros
y campesinos mediante la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM), una
entidad semioficial, pero que en poco tiempo logró aglutinar a decenas de miles de
trabajadores urbanos y, sobre todo, campesinos.
El 20 de julio de 1923 (Sandino estando en Veracruz), el régimen ordenó el ase-
sinato de Pancho Villa, ya para entonces supuestamente retirado como hacendado
en el norte del país. Calles y Obregón temían que Villa se levantara nuevamente a
favor de Adolfo de la Huerta, quien entonces se negaba a reconocer la legitimidad de
la pactada sucesión presidencial. El Ejército Libertador del Sur de Emiliano Zapata
45

y el de la División del Norte de Pancho Villa conformaban el gran eje norte y sur
del campesinado en lucha por la tierra. Conjuntamente tomaron la ciudad de México
en 1914, pero no pudieron concretar una alianza más estable que hubiera cambiado
el rumbo de la revolución mexicana. Fue la lucha zapatista la principal responsable
del contenido agrarista radical de la Constitución. Su lema fue “Tierra y Libertad”
recogido de los anarquistas mexicanos y españoles.
Por su parte, los trabajadores de la ciudad, más abiertos a las alianzas, aceleraban
su esfuerzo organizativo. Durante el período presidencial de Obregón (1920-1924),
las organizaciones sindicales avanzaron aceleradamente en la conformación de sin-
dicatos pero también de burocracias sindicales afines al gobierno. Sandino formó
parte de una capa de obreros artesanales en proceso de transformarse en trabajado-
res organizados ya no por gremio, sino por industria, en lo que viene a ser la prefi-
guración del sindicalismo moderno, reflejando en sus demandas y logros, medidas
que corresponden al tránsito de una sociedad plenamente capitalista2.

Iglesia católica y Revolución


Como parte de la lucha contra el “porfiriato”, el Partido Liberal Mexicano plan-
teó la necesidad de confrontar el enorme poder político, económico, social e ideo-
lógico de la iglesia católica. Sin ello, nadie podía visualizar la modernización del
país. Ya a mediados de siglo, el presidente Benito Juárez había intentado restringir el
enorme poder económico de la Iglesia, pero sus Leyes de Reforma fueron burladas
en tanto Porfirio Díaz optó por la convivencia amistosa con los religiosos.
En el Programa del Partido Liberal Mexicano de 1906 explicaba con contun-
dencia la necesidad de constreñir el poder de la iglesia católica: “El clero católico,
saliéndose de su misión religiosa, ha pretendido siempre erigirse en un poder polí-
tico, y ha causado grandes males a la Patria, ya como dominador del Estado con los
gobiernos conservadores, o ya como rebelde con los gobiernos liberales. Esta acti-
tud del clero, inspirada en su odio salvaje a las instituciones democráticas, provoca
una actitud equivalente por parte de los gobiernos honrados que no se avienen ni a
permitir la invasión religiosa en las esferas del poder civil, ni a tolerar de México la
conducta que sus iguales observan en otros países... Donde la Iglesia es neutra en
política, es intocable para cualquier Gobierno: en México, donde conspiran sin tre-
gua, aliándose a todos los despotismos y siendo capaz hasta de la traición a la Patria
para llegar al poder... Nadie ignora que el clero tiene muy buenas entradas de dinero,
el que no siempre es obtenido con limpios procedimientos”. El Programa resuelve
imponer restricciones “a los abusos del clero católico” sujetando los templos a leyes
fiscales, nacionalizando bienes raíces en poder de testaferros y suprimiendo las es-
cuelas regentadas por el clero”.
Un objetivo central de liberales y radicales era terminar con el dominio del clero
sobre la educación: “lograr que la instrucción laica se imparta en todas las escuelas
46

sin ninguna excepción”. En consecuen-


cia, la constitución de 1917 estableció
que la educación sería laica excluyendo a
la iglesia en su conjunto de aquel campo.
También se retiraba el derecho del clero a
votar o a adquirir bienes inmuebles. El ar-
tículo 24 reconoció la libertad de creencia
religiosa, pero estableció que el culto se
celebraría exclusivamente en los templos,
cuyo número podía ser regulado por el
gobierno, en tanto el matrimonio se de-
Contingente del movimiento de los Cristeros (1926)
finía exclusivamente como contrato civil.
Se anuló la personalidad jurídica de las agrupaciones religiosas “denominadas iglesias”
y se prohibió el uso del atuendo clerical en las calles. Partidarios de Calles, entre ellos
trabajadores organizados, colocaron banderas rojinegras –la bandera de lucha mexi-
cana– en las catedrales de México y de Morelia. Con el apoyo de la Confederación
Regional Obrera Mexicana (CROM), Calles creó incluso una iglesia católica Apostó-
lica Mexicana y promovió logias masónicas para restar influencia a la iglesia católica
Apostólica Romana.
En 1926, la contienda se tornó violenta, iniciándose la “guerra de los cristeros”.
Fue desterrado el arzobispo de México por causa de declaraciones rechazando la aplica-
ción de la Constitución. Grupos católicos radicales consiguieron el apoyo del Vaticano
y hablaban del derrocamiento del gobierno. Obregón y Calles, por su parte, reacciona-
rían desmedidamente y hasta con provocaciones y expulsiones. “El anticlericalismo en
México, aunque el trabajo de una minoría, era la minoría en el poder” dice un historia-
dor, al punto que trataron de organizar otra iglesia católica “Mexicana” reconociendo
a regañadientes que la mayoría del campesinado y capas medias permanecían fieles a
la Iglesia romana, aunque solapadamente, y a la Virgen de Guadalupe: lo que explica
el impacto de la decisión de la Iglesia de suspender los servicios religiosos en todo el
país y, para gran parte del prelado, demandar el cambio de gobierno. La “guerra de
los cristeros” librada entre 1926 y 1929 polarizó a la sociedad llevando a la muerte a
aproximadamente 250,000 personas. Aunque para entonces, Sandino había regresado
a Nicaragua, pudo presenciar aquel preludio de aquel conflicto y cómo el movimiento
sindical, y probablemente él también, tomaba partido a favor del gobierno3.

La raza
El término raza aparece repetidamente en los escritos e imaginario social de
Sandino. Algunos especialistas indican que cuando, en español, se dice raza, el én-
fasis no es en lo físico ni en lo biológico (está comprobado que las razas no existen
47

al menos en un sentido genético). Se trata más bien de una especie de parentesco


cultural, es decir también histórico, subrayado por escritores españoles como el pen-
sador español Miguel de Unamuno, quien puso el énfasis en la celebración de la
lengua afirmando que “la lengua es la sangre del espíritu”. La Raza en este sentido
es un panhispanismo que hace frente al anglosajonismo y al panamericanismo que
pretende incorporar a países y culturas contrapuestas, como Estados Unidos.
En su raíz española, el término responde a un sentido de nostalgia imperial:
“nuestra unidad es, o más bien será la lengua, el viejo romance castellano convertido
en la gran lengua española, sangre que puede más que el agua, verbo que domina el
Océano... que mira al porvenir no al pasado”.
El argentino José Ingenieros, la poeta chilena Gabriela Mistral, el uruguayo José
Enrique Rodó figuran entre los intelectuales que apelaron a la fuerza de la raza his-
panoamericana y la necesidad de la unión frente a Estados Unidos.
El día de la Raza –12 de octubre– se establece en ese sentido a ambos lados del
Atlántico. Su figura trascendental, ejerciendo de paso gran influencia para Sandino,
es la de José Vasconcelos, quien impuso la idea de la Raza. Como rector de la Uni-
versidad Nacional Autónoma de México (UNAM) consagró el lema “Por mi raza
hablará el espíritu”, lema que Sandino posteriormente, recomendó fuera aceptado
por todos los Estados hispanoamericanos. El sentido no es chauvinista sino de or-
gullo en el sincretismo mestizo con un contenido espiritual y universal –la misión del
continente y de la generación de los años veinte.
En abril de 1921, Vasconcelos dijo el lema “significa la convicción de que la raza
nuestra elaborará una cultura de tendencias nuevas, de esencia espiritual y libérrima”;
mientras que el escudo representa a “nuestro continente nuevo y antiguo, predestina-
do a contener una raza quinta, la raza cósmica en la cual se fundirán las dispersas y se
consumará la unidad”.
La Revolución Mexicana, en este contexto, aparece como la abanderada de la
Raza y de una renovada contienda frente a Estados Unidos. Para el peruano, Víctor
Raúl Haya de la Torre, describe lo que representó la Revolución Mexicana para su ge-
neración, que también es la de Sandino, “Ninguna experiencia histórica, en verdad, es
más cercana y más aprovechable para los indoamericanos, que la que nos ofrece Mé-
xico. En mi concepto, la Revolución mexicana es nuestra revolución; es nuestro más
fecundo campo de ensayo renovador. A las puertas del más poderoso e imperialista
país de la tierra, México ha hecho lo que su realidad le ha permitido hacer. Y no hay
que olvidar que México en su lucha revolucionaria por su independencia económica
fue hasta donde pudo ir solo. Ningún país aislado de Indoamérica podría haber ido
más lejos. Esa es la primera lección que nos ofrece la Revolución mexicana. Esta lucha
no puede estar desligada del concurso revolucionario de los demás pueblos indoa-
mericanos... de la unificación económica y política de la gran nación indoamericana”.
48

José de Vasconcelos constituye la figura emblemática de aquella rebelión in-


telectual que fue también política y cultural. Octavio Paz lo llama “el mexicano
mayor del siglo XX”. Abogado, maestro, escritor y filósofo, Vasconcelos también
picó en la política fracasando como candidato presidencial independiente en las
controversiales elecciones de1929. Posteriormente se le conoció como simpatizan-
te del fascismo. Pero fue como educador que mejor se le recuerda insistiendo que
“sólo los libros sacarán de la barbarie a este país” y, como Secretario de Educación
del gobierno de Obregón, puso manos a la obra para la construcción de una cultura
e identidad para las masas mexicanas4.

El apresurado de Dios
Aunque nunca se conocieron personalmente, Vasconcelos fue maestro de San-
dino como de millones de trabajadores mexicanos. Primero como impulsor de la de-
mocratización de la educación y segundo como el autor principal de la tesis del desti-
no racial/espiritual de Iberoamérica –derivado del Ariel del uruguayo José Rodó– que
llegó a formar parte medular del discurso “indohispánico” y de unidad racial esgri-
mido insistentemente por Sandino. La Revolución Mexicana fue también asunto de
la formación de miles de maestros y de centenares de miles de libros distribuidos en
nuevas escuelas y bibliotecas populares, a las que Sandino seguramente tuvo acceso.
La educadora chilena y futura Premio Nobel Gabriela Mistral, invitada por Vasconce-
los, recorrió México con las “misiones culturales” que deambulaban por todo el país.
Sobre el maestro mexicano dijo: “este Vasconcelos, que en su Ministerio de cuatro
años fecundó de actos cada día y que hasta obró en exceso por esa como pasión suya
de Génesis, puede ser otras cosas: un vehemente, un ‘apresurado de Dios’”.
A los cuarenta años de edad, en 1921, Vasconcelos fue nombrado por el presi-
dente Obregón como Secretario de Educación Pública, federalizando la enseñanza
para extender un ideario por todo el país.
Sandino, junto a millones de mexicanos, fue beneficiado por las cruzadas edu-
cativas de Vasconcelos y concretamente a partir de la expansión de oportunidades
lectoras. Daniel Cosío Villegas, prestigiado historiador mexicano, describe aquella
atmósfera de entusiasmo, “...entonces sí que hubo ambiente evangélico para enseñar
a leer y escribir al prójimo; entonces sí se sentía, en el pecho y en el corazón de cada
mexicano, que la acción educadora era tan apremiante y tan cristiana como saciar la
sed, o matar el hambre. Entonces comenzaron las primeras grandes pinturas mura-
les, momentos que aspiraban a fijar por siglos, las angustias del país, sus problemas
y esperanzas. Entonces, se sentía fe en el libro, y en el libro de calidad perenne; y
los libros se imprimieron por millares y por millares se obsequiaron. Fundar una
biblioteca en un pueblo pequeño y apartado, parecía tener tanta significación como
49

levantar una iglesia y poner en su cúpula brillantes mosaicos que anunciaran al cami-
nante la proximidad de un hogar donde descansar y recogerse”.
Desde la Secretaría de Educación Pública y bajo la mirada atenta de la intelec-
tualidad del continente, Vasconcelos avanzó en su utopía cultural para fundar las
escuelas rurales, multiplicar el número de maestros, impulsar las artes plásticas y el
movimiento muralista mexicano –Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, José Cle-
mente Orozco, y Rufino Tamayo. Se le recuerda también por la edición de los “libros
verdes”: reproducciones de literatura clásica puestas al alcance de los más pobres
y primeros lectores Las ediciones, de 50 mil ejemplares cada una, eran vendidas a
cincuenta centavos el ejemplar, pero también eran obsequiadas a quien las pidiera.
Cuatrocientos mil ejemplares, entre ellos, Aristóteles, Homero, Platón, Eurípides,
Esquilo, Dante y otros, eran enviados gratuitamente a escuelas normales, secunda-
rias y bibliotecas escolares y públicas. Luego se agregaron los escritos de Romain
Rolland y la Antología de Gabriela Mistral. Para el Secretario de Educación, según
dijera al presidente, “lo que este país necesita es ponerse a leer La Ilíada”.
De manera que a su llegada a México, Sandino tuvo un acceso privilegiado a
lecturas y campañas educativas de todo tipo. El número de bibliotecas pasó de 70 en
1920 a 1,196 para abril de 1924. Se apoya asimismo a los sindicatos para la organiza-
ción de escuelas nocturnas para los trabajadores.
De conformidad con el plan, las bibliotecas abiertas en los municipios debían
ser de dos tipos: públicas y obreras. A ellas se agregaban las bibliotecas ambulantes,
destinadas a los pueblos más aislados. Desde la Secretaría de Educación, Vasconce-
los creó la figura de los “maestros misioneros” para recorrer el país llevando, como
nuevos franciscanos o dominicos, la cruzada del nuevo gobierno preocupado por la
población más necesitada, incluyendo la elevación de su nivel de cultura, y por ende
su mejor politización. La buena nueva no era una prédica profesoral sino un paquete
de libros. Los maestros traían consigo “bibliotecas ambulantes” compuestas –según
explicaba Jaime Torres Bodet, secretario particular de Vasconcelos– de “cincuenta
volúmenes que se hacen circular en una caja de madera que puede ser acarreada a
lomo de mula, a fin de que llegue a regiones a donde no alcanza el ferrocarril”.
Cuando Sandino llegó a Veracruz y a Tampico en 1923, ya funcionaban las Bi-
bliotecas Populares –así llamadas hasta hoy en día– hasta en los pequeños poblados
petroleros todas surtidas de los “libros verdes”. También encontró las escuelas noc-
turnas para obreros y las 14 bibliotecas populares que existían en Veracruz, junto a
otras seis en Tamaulipas, aparte de las 55 bibliotecas públicas esparcidas por todo el
estado de Veracruz, incluyendo los campos petroleros. En las bibliotecas “tipo 3”
figuraban, junto a los clásicos antes mencionados de la antigüedad, Cervantes, Lope
de Vega, Alarcón, Calderón, Galdós, Shakespeare, Rodó, Darío, Goethe, Ibsen, Tols-
toi (de quien Vasconcelos fue devoto a temprana edad e hizo circular sus escritos),
50

Rousseau, Voltaire, Hugo (cuya obra teatral “Germinal” inspiró a la clase obrera e
izquierda intelectual en Europa y México), Andersen. En la Biblioteca “tipo 4”, con
cien volúmenes figuraban obras más políticas y filosóficas, Descartes, Kant, Darwin,
Spencer, Boutroux, Bergson, Marx (incluyendo El Capital y el Manifiesto Comunista).
Fue asunto no sólo de lectura sino de énfasis en contenidos y priorización de
audiencias. En su carta a los obreros de Jalisco de enero de 1921, Vasconcelos, el
“maestro de las Américas” apuntaba que “el progreso de la justicia en el mundo no
podrá ser un hecho en tanto que no se realice la unión íntima de los proletarios y
obreros... con los obreros de la inteligencia... Esta universidad se propone atender
a los intereses del proletariado facilitándole la educación práctica”. Pide a los maes-
tros de esa región organizarse y ligarse estrechamente con los sindicatos obreros. El
contacto de los trabajadores con los intelectuales debía dar lugar a un “renacimiento
espiritual que ponga nuestra edad por encima de todas las otras... los intelectuales
tendrán que convencerse de la “santidad del trabajo”, y los trabajadores deberán
impregnarse de “la luz que emana de las ideas”. A pesar del lenguaje profético en el
cometido educativo, quedaba prohibido promulgar ideas religiosas5.

La raza cósmica
Las ideas, imágenes y metáforas de Sandino reflejaban
la vertiente de un arielismo decadente y literario, pero que
en el transcurso de los años veinte, volvió a la vida con el
imaginario de la Revolución Mexicana y del pensamiento
de izquierda. Al mensaje cultural e intelectual, Vasconce-
los –y Sandino con él– agrega un contenido antioligárquico,
nociones de soberanía económica y movilización social de
las mayorías indígenas, obreras y campesinas, y de unidad
continental frente a Norteamérica. Se le recuerda a Vascon-
celos más por su noción de la “raza cósmica” que explica la
misión de los pueblos iberoamericanos, publicada en 1925
Primera edición y difundida en todo el continente.
de La raza cósmica (1925)
Aunque nadie puede saber qué exactamente fue lo que
leyó Sandino en ese entonces, lo cierto es que había llegado a una etapa crucial de
su vida marcada por la sed de conocimientos, lo que viene a coincidir extraordina-
riamente con lo que Vasconcelos luego llamó “la primera inundación de libros que
registra la historia de México”. Fue así que Sandino no necesitó formar parte del
ámbito universitario, o concurrir a salones de té para asimilar nuevas ideas. Lo hace
de una manera más orgánica, nutrida por la experiencia como trabajador, desde la
posición de obrero apenas letrado interesado en conocer sobre su propia situación
51

social y económica. Muchas de esas ideas nuevas circulaban en la forma más etérea
envueltas en un lenguaje con frecuentes alusiones a la dimensión espiritual, emplea-
da por los arielistas y Vasconcelos, pero también escuchadas en las logias masónicas
y centros de discusión espiritistas, también frecuentadas por Sandino. Su aprendizaje
político y social no es separable de sus inquietudes y desenvolvimiento espiritual,
porque juntos dieron lugar a su idealismo y a su insistencia en la autonomía moral.
En la “raza cósmica” Vasconcelos anuncia el advenimiento de una “quinta raza
que en las tierras desprejuiciadas de América fusionará a todas las otra razas sin
distinción de color o de número, creando una nueva civilización, e ingresando a los
pueblos a la sabiduría”. De manera similar a los anarcosindicalistas, Vasconcelos
rechaza el “darwinismo social” a favor del nuevo ser humano “compuesto con la
selección de cada uno de los pueblos existentes”. La nueva raza sería el conglome-
rado de las existentes. Vasconcelos, de manera similar a Sandino y como discutimos
posteriormente, atribuye un papel especial a España como madre original de la raza.
Mantiene que América hispana estaba llamada a ocupar el lugar de Europa para
crear una nueva civilización, pero el esfuerzo, advirtió, sería titánico requiriendo
mayor tesón de unidad en el continente, acompañado de una nueva apelación a lo
espiritual que despierte la conciencia e impulse la acción.
La “fusión racial” de Vasconcelos no es simplemente asunto de genética y euge-
nesia. Nada tiene que ver con la “mejoría de la raza” propugnada por las oligarquías
que procuraban blanquear a la población. Tampoco es un indigenismo ni propugna
un regreso al pasado pre-colombino sino una visión de la indispensabilidad de una
nueva unidad latinoamericana en beneficio de la humanidad entera.
Vasconcelos así lo explica: “despojados de la antigua grandeza, nos ufanamos
de un patriotismo exclusivamente de nación, y ni siquiera advertimos los peligros
que amenazan a nuestra raza en conjunto... Los creadores de nuestro nacionalismo
fueron, sin saberlo, los mejores aliados del sajón, nuestro rival en la posición del con-
tinente... nos sometemos o nos aliamos con la unión sajona”. Para él, Centroamérica
constituye el mejor ejemplo de aquella tesis: “Ni siquiera los cinco pueblos centroa-
mericanos, porque no han querido darnos su venia a un extraño, y porque nos falta
el patriotismo verdadero que sacrifique el presente al porvenir”. “El estado actual
de la civilización nos impone todavía el patriotismo como una necesidad de defensa
de intereses materiales y morales, pero es indispensable que ese patriotismo persiga
finalidades vastas y trascendentales... “El indio no tiene otra puerta hacia el porvenir
que la puerta de la cultura moderna, no otro camino que el camino ya desbrozado
de la civilización latina”. “En el suelo de América hallará término la dispersión, allí
se consumará la unidad por el triunfo del amor fecundo, y la superación de toda las
estirpes... Los pueblos llamados latinos, por haber sido más fieles a su misión divina
de América, son los llamados a consumarla... fundir étnica y espiritualmente a la gen-
52

te... El motivo espiritual se irá sobreponiendo de esta suerte, a las contingencias de


lo físico... Si no se liberta primero el espíritu, jamás lograremos redimir la materia”.
Vasconcelos entonces postula una “nueva ley de los tres estados” en que la humani-
dad ha seguido un proceso gradual de superación: el primero, es el estado material o
guerrero; el segundo, el estado de intelectuales o políticos, en el cual se encontraba
entonces la humanidad; y en el tercero, el espiritual o estético, correspondiente al
de la raza cósmica que encierra la fuerza moral, espiritual y cultural que, también
fusionados, representará la encarnación de los valores superiores de la persona. Un
espíritu nuevo en una raza nueva.
La Raza Cósmica se publica en 1925 (Sandino llevaba para entonces dos años en
México), como un ensayo corto fácilmente captable y que gozó de enorme difusión
en ese país y en el continente entero. El mismo mensaje ya era tema de sus conferen-
cias, folletos y escritos. Es casi inconcebible que no haya caído en manos del joven
trabajador nicaragüense.
En la revista Ariel del escritor hondureño y primer representante de Sandino en
el exterior, Froylán Turcios, estudiado en detalle más adelante, aparece un artículo
de Vasconcelos vinculando, como lo haría el prócer nicaragüense, el elemento de la
liberación nacional a la metafísica: “Dentro del más generoso internacionalismo y re-
conociendo lealmente la universal capacidad de los hombres, queremos, sin embargo,
que los pueblos no sean despojados de sus caracteres espirituales propios, porque
cada uno de ellos es como un camino distinto para la revelación de lo divino”.
En la poco sistemática obra de Vasconcelos se fusiona claramente el elemento
del espiritualismo, cultura, raza y progreso para América Latina, o bien, como pre-
firió llamarla, Hispanoamérica. Mostró también una gran simpatía por las ideas de
Simón Bolívar, particularmente aquellas relacionadas con la unidad de la región. Hay
un tono profético y hasta mesiánico, altamente polémico y ultra idealista. Innegable,
sin embargo, que Vasconcelos de alguna manera daba voz a un nuevo pensamiento
en la educación y la cultura correspondiente a los años veinte por lo que se le llegó a
llamar el “maestro de América” impactando particularmente sobre la intelectualidad
centroamericana de entonces, cuyos escritores consideraron a México el “hermano
mayor de la Raza”.
Aquel controversial mexicano llegó a ser un prominente defensor de Sandino.
Fue recibido en Costa Rica como “Apóstol de la libertad Indoamericana” y “Maes-
tro de la Juventud Hispanoamericana” por Norberto Salinas de Aguilar, director
de “Sandino, Revista Imperialista” fundada por Francisco Tijerino en 1929. Tras la
muerte del héroe, el pensador mexicano escribió uno de los ensayos más contunden-
tes sobre el significado de la lucha de Sandino y la pobreza de quienes le adversaron:
“Se suma, la figura de Sandino a lo más grande que existe en el Panteón de la estirpe.
Tanto más grande su figura cuanto más incomprendido en estos tiempos viles”6.
IV

Yucatán

Si Sandino o cualquier curioso se hubiera propuesto identificar las zonas que en


1923 manifestaban los mayores niveles de radicalismo social, sindical y político en toda
la República mexicana, sin duda hubiera señalado los estados de Yucatán, Veracruz y
Tamaulipas. Por casualidad, o por asunto de destino, fueron precisamente esas loca-
lidades las mejores conocidas por Sandino y que marcaron su aprendizaje mexicano.

Yucatán: primer territorio socialista de las Américas


Existen pocas pruebas documentales que definitivamente ponen a Sandino en
Yucatán en el año 1923. Según las mismas, el peregrino nicaragüense habrá llegado de
Puerto Barrios, Guatemala, a inicios de ese año para radicar entre dos y cuatro meses
trabajando en Mérida. Probablemente llegó con uno de los barcos cargueros que cir-
cunnavegaba la península de Yucatán y el Golfo de México. Entendido en la mecánica,
Sandino se venía ganando el sustento para alimentación, hospedaje y para –en ausencia
de una contratación laboral en el mismo barco– pagar el costo del transporte naviero
como pasajero, haciendo escala rumbo a Tampico todavía a unos 1,500 kilómetros de
distancia. Iba “rumbeando” seguramente para financiar la travesía y el sustento.
Sólo dos testimonios lo sitúan en Mérida, capital de Yucatán (la región más ale-
jada política y geográficamente del Distrito Federal), y a la que regresaría ya como fi-
gura internacional seis años más tarde convidado por el gobierno mexicano. Hay un
artículo del corresponsal del ABC de Madrid que da por un hecho aquella estancia,
junto a la afirmación del periodista Thomas Stockes, corresponsal de la UPI, quien
indica que Sandino trabajó un tiempo como mecánico en Mérida. En su relato a Ro-
mán, el General dice: “Ese mismo año [1923], de allí [Guatemala] me fui a México y
estuve en diferentes lugares: Yucatán, Veracruz, Tampico... Trabajando de mecánico,
de guarda-almacén, operador de taladros petroleros...”.
La secuencia indicada es importante, pues indica el rumbo geográfico de aquel
viaje y los oficios desempeñados, presumiblemente: mecánico en Mérida, guarda-al-
macén en Veracruz y operador de taladros en Tampico. Un informe secreto nortea-
mericano de 1928 indica que Sandino tomó un barco petrolero de Puerto Barrios
hacia Yucatán, donde abrió un “pequeño taller de mecánica”. Esto es improbable
porque Sandino no viajaba con el suficiente capital para establecer un negocio, y su
idea era llegar a Tampico, no quedarse en Mérida. Más factible es que Sandino haya
trabajado como mecánico, o asistente de mecánico en algún taller de aquella localidad.
54

Aquella estadía no tendría mayor importancia política de no haber sido por el


hecho que coincide con unos de los episodios más destacados de la historia de Yuca-
tán y de la Revolución Mexicana. Sandino había llegado al territorio más radicalizado
de un México ya radical. Así lo reconoce el antes citado informe norteamericano que
afirma tajantemente que fue en Yucatán donde Sandino “comenzó a adquirir sus
ideas socialistas”. No estaba errado1.
Sandino conoció algo inédito hasta entonces en la historia de América Latina: la
llegada al poder estatal de un gobierno autoproclamado como socialista abocado a la
organización de campesinos y trabajadores, la defensa de los derechos de la mujeres,
la socialización de la tierra, la organización popular, la separación tajante entre Esta-
do e Iglesia, y una abierta simpatía oficial con la Revolución Bolchevique.
Hasta inicios del siglo XX, Yucatán vivió una situación feudal: campesinos indí-
genas mayas viviendo en una condición de virtual esclavitud en haciendas produc-
toras de henequén, atados legalmente a las tierras, ganando una miseria y laborando
15 horas diarias. En el campo funcionaba el régimen de deudas heredadas que obli-
gaban al campesino y a su familia a prestar “faena” de trabajo gratuito para pagar los
intereses sobre deudas heredadas o incumplidas por familiares que nunca se termi-
naban de pagar. Operaban, asimismo, las infames tiendas de raya o comisarías, pro-
piedad de la misma hacienda. La tierra se vendía con inventarios de tantos caballos y
tantas familias. Se prohibían las escuelas en el campo. Y todo campesino endeudado
que escapaba estaba sujeto a captura, tortura y devolución al patrón ofendido.
En 1913, Salvador Alvarado llegaba a la gubernatura del estado. En siete años
logró construir su propio partido, el Partido Socialista Obrero, que posteriormente
pasó a llamarse Partido Socialista de Yucatán. Bajo su administración, la incorpora-
ción de la mujer a la vida pública fue una de las preocupaciones mayores. Además de
organizar dos congresos de mujeres, el gobierno de Alvarado les reconoció la igual-
dad civil, instauró el divorcio y abrió plazas de trabajo en la administración pública
para las yucatecas.
Un seguidor de Alvarado de nombre Felipe Carrillo Puerto, proveniente de una
familia acaudalada, ascendía rápidamente en las filas del partido. Desde joven se iden-
tificó con el campesinado maya, aprendió su idioma a la perfección y compartió sus la-
bores físicas en el campo para conocer mejor la triste realidad de aquel sector. Ya en el
campo de la política, se cuenta la anécdota de Felipe en la capital mexicana, al lado del
presidente Álvaro Obregón, quienes juntos ante una multitud en el Zócalo subieron
al techo del Palacio Nacional para hacerse oír y ver. Levantaron la bandera rojinegra,
originalmente el emblema de los trabajadores anarcosindicalistas pero ya para enton-
ces cada vez más la bandera de la clase trabajadora en actos de resistencia. El futuro
gobernador en la península yucateca exclamó: “Ya no más palabrería, lo que el pueblo
necesita es imponerse... Hay, pues, que poner en práctica los principios bolcheviques”.
55

Carrillo Puerto figuró entre quienes, en 1918, convocaron el Primer Congreso


del Partido Socialista y de su expresión popular llamadas Ligas de Resistencia. En
1920 ayudó también a inaugurar el Partido Comunista Mexicano. Según un dirigente
de este partido, Carrillo Puerto fue “un entusiasta admirador del comunismo que no
sabía nada sobre el marxismo”. Sin embargo, bajo su gobierno Yucatán fue llamado
“la primera república soviética en el continente americano”. En ese mismo año, in-
sistió en que los obreros prescindieran de medios legales conciliatorios para resolver
disputas, y proclamó la necesidad de la acción directa: “incendiemos, exterminemos,
para llegar al logro de los altos ideales del comunismo. La repartición de tierras, el
aumento de los jornales se tienen que obtener por medio de la fuerza, no median-
te manifestaciones de protesta pacífica”. Había trabajado con los ferrocarrileros,
el gremio más radicalizado entre los trabajadores, donde prevalecían las doctrinas
anarcosindicalistas.
Carrillo Puerto había luchado con Francisco Madero y con Emiliano Zapata.
Había leído a Marx y Pedro Kropotkin, quien gozaba de especial influencia en Mé-
xico como en España. Agrarista de convicción, fue defensor de la noción de la tierra
para quien la trabajara y partidario de la conformación de “ejidos” o tierras comu-
nales para la producción colectiva. Carrillo disputó el liderazgo del partido y, con el
apoyo de Obregón, se impuso sobre Alvarado. Cambió el nombre de la organización
a Partido Socialista del Sureste (PSSE) y ganó la gubernatura estatal en 1922.
Naturalmente, aquella ideología y la promoción de conciencia de clase y de los
derechos de la mujer fueron atacadas duramente por la curia y los terratenientes. Se-
gún Tamayo, el PSSE “se ostentó como una organización que buscaba vincularse a
la teoría marxista, aun cuando esta, al parecer, era concebida más como una guía para
la acción que como cualquier otra cosa; el partido se trazaba objetivos claramente
socialistas, concebidos por el mismo como ‘finalidades comunistas’. Aun cuando
no quiso afiliarse a la Tercera Internacional de los partidos comunistas organizada
en Moscú, declaraba ‘estar de acuerdo con todos los movimientos encaminados a la
transformación social del Universo’”.
Las Ligas de Resistencia funcionaban en las zonas urbanas como órganos de
gestión local popular, combinando actividades políticas con sindicales, deportivas
y culturales, orientadas principalmente hacia los trabajadores. En el campo, Carrillo
Puerto organizó Ligas Agrarias para vigilar las condiciones de trabajo y salario a cargo
de los delegados que promovían la organización campesina.
Una vez en la gubernatura a inicios de 1922, Carrillo Puerto priorizó el agro y
el campesinado, dotando a las comunidades de tierras para cooperativas; construyó
carreteras y estableció escuelas técnicas para enseñar modernos métodos de cultivo
a los campesinos. En su plataforma, el PSSE defendía la jornada de ocho horas,
contratos entre empleadores y empleados, la sindicalización, igualdad de derechos
56

para la mujer, erradicación del analfabetismo, y la expropiación de las haciendas


de henequén. Reflejando el puritanismo de los primeros socialistas, se organizaban
también campañas antialcohólicas y anti prostitución, proclamando la necesidad de
la enseñanza “racionalista”, pública, laica y gratuita en abierta posición contra el de-
nominado “fanatismo religioso” de la Iglesia cristiana. El partido adoptó como lema
zapatista–anarquista: ¡Tierra y Libertad!” e hizo traducir la Constitución Federal de
1917 al maya, divulgándola masivamente. Sobrepasó, incluso, la Constitución Nacio-
nal al establecer en la Constitución del Estado el derecho de igualdad para la mujer.
Sandino habrá presenciado aquel radicalismo en su apogeo. Su estancia en Méri-
da coincide con la socialización de la producción de los ejidos, la fijación del salario
mínimo en la ciudad, la promulgación de leyes de previsión social del trabajo, de
inquilinato, de divorcio, de expropiación por causa de utilidad pública y hasta de
revocación del mando de todo funcionario de elección popular; el intento de rom-
per el poder de la Iglesia estableciendo “bautizos socialistas” y bodas comunitarias,
la promoción del control natal y el enfrentamiento gubernamental con los grandes
hacendados henequeneros, a medida que el PSSE organizaba a los pequeños pro-
ductores2.
Aquel emigrante nicaragüense pudo haber conocido la escuela de Chuminópo-
lis que desde 1917 operaba con el apoyo del sindicato de canteros. Allí se impartían
clases diurnas gratuitas para los niños y nocturnas de alfabetización para los obreros.
Prevaleció la pedagogía “racionalista”, creada por Francisco Ferrer Guardia, ma-
són y simpatizante anarquista catalán, fusilado por la monarquía española. Aquella
enseñanza, que encontró un eco en las Segovias, era guiada por las necesidades e
intereses de los alumnos constituidos en una comunidad de trabajo cooperativo y
productivo. Tenía su carácter pedagógico, pero también productivo, proporcionan-
do beneficios económicos a sus trabajadores, regla-
mentadas por la Ley de Institución de las Escuelas
Racionalistas proclamada en 1922. En ella se estable-
ce la gratuidad y carácter obligatorio de la escuela. La
pedagogía racionalista enfatizaba el valor de la prácti-
ca y la experimentación de los alumnos, la educación
moral, estética y física para lograr el conocimiento
integral. La ley subraya el carácter internacionalista y
laico, declarando que la Escuela Racionalista no reco-
noce deidades, y que, por consiguiente, acabará “con
los amos, dogmas y prejuicios políticos y militares”.
Bajo la administración de Carrillo Puerto, sobre-
salieron las medidas adoptadas a favor de la mujer y
Felipe Carrillo Puerto (1874-1924) el impulso a la organización femenina. Se apoyó la
57

conformación de dos ligas feministas: la Obrera Feminista, a la que pertenecían tan-


to obreras como vendedoras ambulantes, y la Liga “Rita Cetina Gutiérrez” confor-
mada por maestras y empleadas. Las ligas organizaban talleres de educación sexual y
de oposición a las cantinas y prostíbulos. Se celebraban los “Lunes Rojos” que eran
tertulias de lecturas literarias, creaciones del grupo, discusión de temas políticos, in-
cluyendo el problema de las mujeres. Una hermana de Felipe, Elvia Carrillo Puerto
–de quien se hablará más adelante– llevó la campaña por el voto a la mujer a todo el
país, impulsando candidaturas femeninas para cargos de elección popular. Elvia reu-
nía a las maestras más liberales para hacer campañas sobre la igualdad entre hombres
y mujeres, y el carácter disoluble del matrimonio. Causó revuelo cuando publicaron
en español el panfleto de la feminista norteamericana Margarita Sanger, Regulación
de la Natalidad, o Brújula del Hogar sobre el control de la natalidad. Se le acusó de
querer terminar con la “más noble de las funciones femeninas” y la propaganda
“escandalosamente inmoral” distribuida. José Vasconcelos, entonces secretario de
Educación Pública, dio órdenes expresas para proceder con toda energía contra las
“revoltosas”.
Cabe imaginar a aquel mecánico sediento de nuevas ideas en aquel medio con-
vulsionado. Sandino pudo haber asistido a las conferencias culturales que Carrillo
Puerto estableció los lunes donde se presentaban diversos temas amenizados con
números musicales; habrá leído en los diarios sobre la presencia e ideas del sociólo-
go y socialista argentino, Alfredo Palacios, amigo e invitado especial del gobernador.
Cuando menos esas y otras ideas sociales pudieron ir calando en Sandino. La regene-
ración planteada por Carrillo Puerto y los intelectuales nacionalistas revolucionarios
combinan elementos de afirmación indígena y mestiza, espiritualidad y reforma del
régimen de la propiedad. Bien pudo haber sido en Yucatán donde Sandino oyó ha-
blar por vez primera sobre el socialismo y la revolución.
Si Augusto caminó por las calles de Mérida, se habrá encontrado con las activida-
des de las “ligas de resistencia” y las “ligas socialistas”, descritas por Carrillo Puerto
como “más que un partido político, más que una institución educativa y más que un
instrumento del gobierno local. Esto todo combinado... un instrumento para el creci-
miento espiritual”; los líderes del partido asumen el nombre de “hermanos sagrados”.
Y en efecto, se luchaba por rescatar la espiritualidad de manos de la Iglesia, ya que
todavía no se hacía demasiada contraposición entre socialismo y la creencia en Dios.
En todo caso, para Sandino son ideas nuevas, progresistas, de izquierda y cier-
tamente radicales, sobre todo para quien llegase de Nicaragua. Una introducción
formidable para un joven con ansias de superación cultural, política y espiritual. En
1989, la historiadora Michelle Dospital entrevistó a Mario Negrón, quien conoció
a Sandino durante su segunda estadía en Mérida entre julio de 1929 y abril de 1930.
Negrón recuerda: “Sandino se interesó mucho en la acción de Carrillo Puerto. Tenía
58

un archivo con documentos sobre el partido socialista y Carrillo Puerto. En una


ocasión, Sandino expresó gustarle mucho las leyes de Carrillo Puerto. Lo que más
le impresionaba era su lucha por la liberación de los peones mayas, el sacrificio de
Carrillo por esos indios”. Otro eco en las Segovias.
En efecto, el interés de Sandino en la población indígena pudo haber sido in-
fluenciado por la experiencia yucateca y Carrillo Puerto en particular. Y si bien no
es posible documentar fehacientemente aquella presunta primera estadía de Sandino
en Mérida, queda poca duda, por lo documentado por Dospital, que de hecho San-
dino conoció y fue influenciado por aquel primer experimento socialista del siglo
XX en las Américas.
A finales de 1923, estalló la rebelión de Victoriano de la Huerta contra Álvaro
Obregón empeñado en convertir a Plutarco Elías Calles en el próximo presidente. Ello
fue aprovechado por los adversarios del gobernador Carrillo Puerto para derrocarlo
y capturarlo. Carrillo Puerto –“el apóstol rojo de los Mayas” o “apóstol de la Raza”
como llegó a ser recordado– fue ejecutado durante la madrugada del 3 de enero de
1924 junto a tres de sus hermanos y ocho personas más en el Panteón Civil de Mérida.
Sus restos y legado fueron rescatados y hoy se le incluye entre los próceres de la
Revolución Mexicana. Está enterrado junto a sus hermanos en la Rotonda Socialista
en Mérida y quedó inmortalizado en un mural de Diego Rivera (en la Secretaria de
Educación) en que aparece como ángel rojo con aureola y alas. Entre sus últimas
palabras: “no olvidéis a mis indios”3.

“Cuatro Veces Heroica” ciudad de Veracruz


Alrededor de abril o mayo de 1923, Sandino habrá tomado uno de los tantos
barcos, la mayoría vapores pequeños, que hacían la travesía entre el puerto de El
Progreso en Yucatán y Veracruz, el principal puerto de la nación. Veracruz la gran
puerta de entrada y de salida de personas y bienes de toda la república mexicana. Allí,
Sandino radicó al menos un par de meses, según lo supuestamente relatado por él, en
1929, al periodista y simpatizante veracruzano Emigdio Maraboto. Dice que Augus-
to trabajó en el establecimiento comercial de “Agustín Ortiz” que, como la mayoría
de aquellas empresas, también funcionaba como agencia aduanera. La empresa no
aparece, al menos con ese nombre, en los registros comerciales de consignatarios de
buques y comisionistas que conserva la Biblioteca Popular de México en Veracruz.
Hacia fines del siglo XIX, el puerto de Veracruz se convirtió en uno de los más
modernos de la región, capaz de responder a los requerimientos de los enormes
barcos navieros transatlánticos. El trabajo fue encomendado por el entonces pre-
sidente Porfirio Díaz al magnate inglés Weetman Pearson, contratista preferido de
Porfirio Díaz para los megaproyectos de infraestructura. Veracruz no fue escenario
59

de grandes batallas durante la revolución pero fue capital interina de la nación en


1915 cuando el presidente Venustiano Carranza llegó a la ciudad acompañado de un
enjambre de revolucionarios, burócratas, políticos, agitadores socialistas, artistas y
aventureros que le apoyaban.
Los muelles conectaban con una doble línea férrea para la carga y descarga de los
trenes procedentes del interior. Con la nueva infraestructura ferroviaria y portuaria,
en la que también jugó un papel Weetman, la entrada y salida del comercio y las ma-
terias primas se hicieron más expeditas, estimulando el comercio y la producción en
gran parte del país. Veracruz atrajo un flujo migratorio importante, comenzando por
los trabajadores cubanos y del resto de Caribe que contribuyeron a levantar el puerto.
Arribaron nuevas líneas navieras y con ellas marineros de diversas nacionalidades
con todas las actividades nocturnas consiguientes, y no pocos agitadores anarquistas
expulsados de Cataluña y Andalucía en España. De esta manera creció el número de
las casas comerciales especialistas en trámites aduaneros, entre ellas la casa Ortiz. El
puerto “jarocho” mantuvo una fuerte relación con Barcelona haciéndola puerta de
entrada tanto de peninsulares conservadores, como de anarquistas sindicalistas.
Al llegar al puerto, Sandino seguramente se impresionó por los grandes barcos
de vapor atracados a lo largo de cinco enormes muelles donde se cargaba y descar-
gaba todo tipo de mercancía. Tranvías que iban y venían del centro al malecón y de
allí a la alegre playa adyacente de Villa del Mar. El fútbol y el béisbol competían los
domingos por atraer al público porteño. Por la noche se presenciaban los bailes del
popular “danzón caribeño”. Reinaba la cultura de la tertulia con una proliferación
de cafés, bares y restaurantes, en las plazas de Veracruz se celebraban los carnavales
y “danzones” nocturnos en los sectores populares con música en las calles. Por su
parte, el sector más acomodado acudía a elegantes tertulias con bandas de jazz en los
casinos y hoteles en Villa del Mar.

La ocupación militar norteamericana en Veracruz


Desde el tiempo de la independencia, el puerto de Veracruz también fue punta
de entrada de los diversos contingentes militares, extranjeros y invasores. Pasaron las
fuerzas de los imperios de España, Francia y Norteamérica durante el siglo XIX; por
lo que los habitantes de la ciudad insistieron en anteponer “la cuatro veces heroica”
al nombre de Veracruz, celebrándose cada año la resistencia como parte del mito
nacionalista. El cuarto episodio de heroísmo estaba todavía fresco en la memoria
“jarocha” cuando llegó Sandino. Se trataba del desembarco y ocupación del puerto
por parte de la marina norteamericana en 1914 enfrentados a jóvenes cadetes nava-
les mexicanos y los pobladores patrióticos que resistieron y cayeron ante las tropas
enviadas por el presidente.
60

El resto del país se desangraba en


las luchas por el poder cuando, en abril
de 1914, un barco ballenero no identi-
ficado entró sin autorización al puerto
de Tampico, 470 kilómetros al norte
de Veracruz sobre la costa del golfo.
El barco y sus tripulantes fueron de-
tenidos por las autoridades. El Gene-
ral mexicano que ordenó el arresto
ofreció las disculpas de rigor. Pero el
Mexicanos muertos en el ataque norteamericano gobierno de Estados Unidos ya había
a Veracruz, 22 de abril de 1914
enviado barcos de guerra que anclaron
cerca del puerto para también “proteger” las instalaciones petroleras. El contralmi-
rante norteamericano a cargo de la flota exigió una disculpa oficial y castigo para el
General, insistiendo también a México en que izara la bandera estadounidense con
21 cañonazos de salva. El gobierno de Victoriano de la Huerta ofreció que el saludo
fuera recíproco y simultáneo. Estados Unidos se negó y un par de semanas después
los acorazados estadounidenses abrieron fuego contra Veracruz y desembarcaron
los marines.
El incidente en Tampico fue un pretexto. El gobierno de Wilson respondía a las
demandas de las compañías petroleras norteamericanas. Wilson decidió hacer un des-
pliegue de poder ante los mexicanos insurrectos y de paso, en vísperas del estallido
de la Primera Guerra Mundial, coartar el plan alemán de interrumpir el flujo indis-
pensable de petróleo que las compañías petroleras británicas suministraban a la flota
inglesa. Cientos de marines desembarcaron de los 44 barcos de guerra e izaron la ban-
dera de las barras y las estrellas en el puerto. Sólo había cien soldados mexicanos para
defender el puerto, pero los pobladores civiles también se movilizaron para proteger
la ciudad junto a los jóvenes alumnos de la Escuela Naval Militar. La población se
volcó a las calles y hasta las cárceles se abrieron para hacer resistencia con poquísimos
fusiles pero bastantes piedras y palos. Fueron aplastados. El día 23 de abril, y por un
período de seis meses todas las escuelas, edificios públicos y el puerto entero queda-
ron en manos de las tropas estadounidenses. No extrañaría entonces que Veracruz se
convirtió en un bastión del apoyo a la guerra de Sandino en Nicaragua4.

Huelgas sin fin.


El nacionalismo y el radicalismo social se combinaban en el Veracruz conocido
por Sandino. Y fue en el estado de Veracruz donde Sandino pasaría la mayor parte
de su estancia en México, principalmente en los territorios de explotación petrolera
61

de la región huasteca veracruzana, justamente al otro lado de río Pánuco que desem-
boca en el puerto de Tampico, Tamaulipas, a unos 400 kilómetros del puerto.
Veracruz, por lo demás, era el meollo del radicalismo sindical y del populismo
estatal. Allí fue promulgada la Ley Agraria de 1915 que permitió la organización de
las primeras ligas campesinas, en tanto crecieron también los sindicatos radicales en
lugares del interior del estado (los textileros de Orizaba), los aguerridos ferrocarrile-
ros, los electricistas y estibadores del puerto, y por supuesto los petroleros en la zona
de la huasteca veracruzana colindante con Tampico.
Un historiador mexicano precisa: “El año de 1923 es de esos momentos sociales
en los que los problemas se concentran para estallar en múltiples y variadas formas...
En el puerto de Veracruz se vivió la resaca de la huelga de inquilinos del año anterior y
posteriormente se padeció y experimentó la huelga general electricista”. Sandino pudo
presenciar aquel proceso de ruptura del viejo orden existente y de los intentos de re-
configurar nuevas relaciones sociales y políticas a nivel local. Se dieron huelgas sucesi-
vas de estibadores, electricistas, marineros, obreros textiles, petroleros, panaderos y de
prostitutas (llamada también la lucha de los colchones caídos). Y a nivel de la capital,
estallaba una violenta lucha entre las fracciones políticas autoproclamadas revolucio-
narias por el control del nuevo Estado, en tanto movimientos populares impulsaron
sus propios intereses entrando en alianzas con sectores en pugna por el poder.
En Veracruz, los políticos y los trabajadores frecuentemente hicieron causa co-
mún con la gubernatura del Estado local contra las intervenciones del gobierno fe-
deral, sobre todo bajo la gobernatura del caudillo populista y socialista, Adalberto
Tejeda, futuro colaborador de la guerrilla sandinista y gobernador entre los años 1920
y 1924 y nuevamente entre 1928 y 1932. Sus ambiciones presidenciales le llevaron a
cultivar el favor de las organizaciones gremiales contrarias a la Confederación Re-
gional Obrera Mexicana (CROM), controlada por Luis Morones, aliado de Calles y
Obregón. En las zonas rurales, Tejeda impulsó la formación de la combativa Liga de
Comunidades Agrarias que abrió las puertas a la lucha agrarista en el resto del país.
En 1912, los panaderos veracruzanos, uno de los estamentos más radicales de
la nación, organizaron la Confederación de Sindicatos Obreros y con otros gremios
consiguieron que el gobierno estatal dictara leyes relativas al descanso dominical, la
jornada de nueve horas, la obligación del patrón de pagar alimentación, asistencia
médica, establecer escuelas, bibliotecas populares y el Teatro Popular en el puerto.
Reflejando el radicalismo del Estado, el Partido Comunista de Veracruz se estableció
bajo ese nombre en 1920, y dos años más tarde su sucesor, el Partido Comunista
de México, celebró en Veracruz su primer congreso ordinario. La efervescencia, sin
embargo, venía “de abajo” dentro de un clima de agitación causada, en gran medida,
por la irrupción reivindicativa de las clases trabajadoras, que se agruparon en una di-
versidad de uniones, logias masónicas radicalizadas, sindicatos y confederaciones de
62

diversos tintes ideológicos. Había agrupaciones lideradas por militantes del Partido
Comunista, del anarcosindicalismo y también reformistas como los de la Confede-
ración Regional Obrera Mexicana (CROM).
Sandino probablemente presenció la huelga de los electricistas que por un tiem-
po dejó sin energía a la ciudad. A inicios de julio de 1923, los trabajadores electricis-
tas realizaron un paro contra la Compañía de Luz, Fuerza y Tracción, de propiedad
inglesa, que manejaba los tranvías y el fluido eléctrico. Los asalariados demandaban
el reconocimiento de su sindicato, la firma de un contrato colectivo, la jornada de
ocho horas (ya contemplada en la Constitución de 1917) y un 50% de aumento sa-
larial. Al mes, lograron el contrato colectivo y las ocho horas pero no la demanda
salarial. La huelga se mantuvo y la Federación Local de Trabajadores de Veracruz, de
tendencia anarcosindicalista, se integró a la lucha y el 20 de agosto estallaba la huelga
general. La estrategia consistió en seguir el ejemplo de los trabajadores marítimos
quienes durante su huelga general, de 1920, detuvieron el paso de todas las mercan-
cías en el puerto. Sin embargo, los marítimos no prestaron el apoyo indispensable
para lograr la paralización del comercio y la Junta de Conciliación y Arbitraje estatal
declaró ilegal la huelga. Debieron entonces suspender la huelga el 27 de agosto no
sin antes hacer sonar las campanas de las iglesias, lanzar cohetes y tiros para celebrar
el esfuerzo realizado.
Quienes no dudaron en apoyar a los electricistas fueron las mujeres del Sindi-
cato de Inquilinos, conocidas como las Mujeres Libertarias. Siguiendo la estrategia
de “acción directa”, este sindicato se planteó la necesidad de llevar la huelga hasta
los hogares de la burguesía, por lo que iniciaron una campaña para sindicalizar a las
trabajadoras domésticas empleadas por la élite. Para hacerle frente al temor de repre-
salias y despidos, las libertarias acompañaban a las domésticas de regreso a las casas
que las empleaban, para explicar a los patrones que ahora sus empleadas formaban
parte de un sindicato, por lo que debían recibir medicamentos y su día de descanso
semanal. Los patrones también fueron informados que las empleadas estaban obliga-
das a asistir a todas las reuniones y eventos del sindicato5.

Herón Proal y la lucha de los inquilinos


El Sindicato de Inquilinos de Veracruz ya gozaba de considerable fama cuando
Sandino llegó a Veracruz. A inicios de 1922, el problema de la vivienda, el alza inmode-
rada de las rentas, las condiciones antihigiénicas de los caseríos que proliferaban en la
ciudad provocaron un creciente descontento popular en contra de los dueños de casas.
Aquellas fogosas protestas abarcaban sectores organizados por las diversas
corrientes ideológicas (anarcosindicalistas, anarquistas y comunistas) que dieron a
aquella lucha un carácter proletario de alcance nacional. Herón Proal, un radical que
63

vendía ejemplares de El Obrero


Comunista, ayudó a organizar
el Sindicato Revolucionario de
Inquilinos imponiéndose como
líder de aquel movimiento.
Salieron a relucir las con-
signas y banderas rojinegras:
“Revolución pro–comunismo”,
“Estoy en huelga”, “No pago
renta”. El Sindicato propuso la
expropiación de casas abando-
Herón Proal y las mujeres
del Movimiento de inquilinos de Veracruz (1922) nadas y exigir la creación de una
“colonia comunista”. Herón
persuadió a las prostitutas de la zona para que suspendieran el pago de la renta y para
que amenazaran con prenderle fuego a las miserables casas que habitaban. Aquellas
insurrectas acogieron el llamado ofreciendo incendiar también las cuarterías y vecin-
dades que habitaban. Un comentarista poco simpatizante de lo sucedido se refirió
a las capacidades oratorias del legendario Proal para convencer a las trabajadoras
sexuales, “aquella demagogia anarquista nunca antes escuchada adquiría proporcio-
nes de verdad profética para aquellas jarochas ignorantes y de imaginación tropical”.
Pronto el movimiento rebasó el espacio de la ciudad y del estado, alcanzando una
repercusión de nivel nacional multiplicando el número de sindicatos de inquilinos
en todo el país.
El movimiento, entonces, remitió una carta al presidente Álvaro Obregón soli-
citando su intervención para que pusiera en su lugar a los propietarios “mercenarios
y explotadores”. Algunos cronistas insistieron en llamarle la “rebelión de las muje-
res” a partir de la destacada participación femenina en el movimiento de inquilinos.
Proal diría después que “el movimiento que inicié lo hice inspirado en la Revolución
Bolchevique a la que admiro grandemente”, negando luego ser un “comunista” for-
mal sino, en todo caso, “un comunista a la mexicana”. Aunque ecléctico, el discurso
de Proal reflejaba lineamientos anarquistas clásicos, evidenciando la popularidad de
esta corriente en estos años, a través de la invocación a la “acción directa”, el “re-
parto social de la riqueza” y el rechazo a la gran propiedad, repitiendo a menudo
la expresión de uno de los padres del anarquismo europeo Pierre-Josef Proudhon:
“la propiedad es robo”. Y del no pago de alquileres, el movimiento pasó a exigir y
practicar el no pago de pasajes en tranvías, ni la electricidad.
Proal repetía: “el perro es el policía del pobre, y el policía, el perro del rico”.
Hablaba del “compañero Jesucristo” insistiendo en que la huelga era parte del ca-
mino hacia la construcción de una comunidad sin amos, sin gobiernos, sin Policía
64

y donde el dinero no sería necesario y existiría la igualdad entre hombres y mujeres.


“Aquí no hay faldas, ni pantalones; sólo mujeres y hombres que luchan por romper
las cadenas de la esclavitud”. Las mujeres fueron mayoría en las marchas, portando
canastas repletas de comida, vestidas de color rojo, y anchos sombreros de palma.
El 5 de julio de 1922, tras una confrontación con la policía, intervinieron violen-
tamente las fuerzas federales. A la madrugada siguiente aparecieron en las calles más
de ciento cincuenta cadáveres. Proal fue encarcelado junto con 140 personas por alte-
rar el orden público. Sandino pudo haber presenciado su liberación en mayo de 1923,
cuando Proal regresó a la presidencia del Sindicato de Inquilinos con el apoyo de la
Federación de Mujeres Libertarias. El presidente Calles lo expulsó el año siguiente de
Veracruz, arraigándolo en la Ciudad de México. Una vez allí, Proal y los huelguistas
fundaron el Sindicato Revolucionario de Presos de Veracruz, único en su género,
adornaron la galería del penal con banderas rojas, de vivas a la Rusia soviética y de
retratos de Lenin y Trotsky. Fue exilado a Guatemala y regresó a Veracruz en 19296.

El Bodeguero
Todo aquel drama social y político formó parte de la escuela de Augusto C. San-
dino. Su ubicación exacta en Veracruz y el período específico de su estadía es difícil
de precisar. La entrevista que concede en 1929 al periodista veracruzano, Emigdio
Maraboto, hace pensar que fue asunto de meses porque se sabe que en el mismo
1923 llegó a Tampico. Ciertamente, Augusto se familiarizó con el ambiente, traba-
jando en el día en el Almacén Ortiz, contando con tiempo libre para asistir a las vela-
das culturales que ofrecía el Teatro Popular, muchas veces alquilado por los sindica-
tos para la presentación de obras llamadas sociales, que aparte de entretener también
abordaban candentes temáticas sociales llenas de arengas y actores haciendo el papel
de explotados y explotadores. Luego se volverá a este tema y a la importancia edu-
cativa de las presentaciones teatrales a las que acudían los trabajadores y sus familias.
Según Maraboto, Sandino fue despachante en el Almacén de Agustín Ortiz,
consignatario de buques y comisionista de los comerciantes aduaneros. Las casas
comerciales se ubicaban en la calle Benito Juárez, cerca de la Aduana Marítima, que
ocupa, un hermoso edificio de dos pisos, en un pasaje que entonces conectaba con el
Muelle Fiscal. Como agente de almacén, Sandino se habrá ocupado de apoyar gestio-
nes para el despacho aduanal y el manejo de mercadería. Maraboto nos dice escueta-
mente que durante el corto período que vivió en Veracruz, Sandino “cultivó sinceras
amistades y de sus jefes se hizo apreciar por su honradez y la fuerza de su carácter.
Pronto dejó este ambiente, que no era el suyo, y marchó a la Huasteca Petroleum...”.
Maraboto cae en un pequeño error: no es sino hasta en agosto de 1925 que
Sandino ingresó a la Huasteca Petroleum Company, en el área de Cerro Azul, estado de
65

Veracruz. La comunicación terrestre entre la huasteca veracruzana y el puerto de


Veracruz era larga y complicada, siendo más asequible el transporte marítimo hacia
el puerto de Tampico, donde estaban las sedes de las compañías y grandes refinerías
petroleras comunicadas con los pozos de extracción por medio de caminos, estacio-
nes de bombeo y oleoductos.
Seis años después, la misma Veracruz se volcaría a las calles para recibir al “hé-
roe de la raza”, el General Augusto C. Sandino. Alguna nostalgia dejó entrever el
General en aquella ocasión, al recordar su estadía anterior en la ciudad jarocha. En
julio de 1929, desde el balcón del mejor hotel de la ciudad, el Hotel Diligencias,
frente al zócalo, le dice al periodista que le entrevistaba: “Vine a México, estuve en
varias ciudades y en este puerto. En aquel tiempo, hace años, conocí en el mismo
sitio y con la misma ocupación a aquella señora que en la esquina de allí, en frente,
vende los periódicos del día”.
Sandino habrá entonces abordado un vapor costero para llegar a Tampico, parte
de la marea de centenares de trabajadores mexicanos que también acudían en busca
de los salarios más altos del país ofrecidos en el centro de operaciones de la zona de
mayor exportación de petróleo en el mundo7.
V

Tampico y su entorno

Sandino llegó al puerto


de Tampico entre mediados
y finales de 1923. Segura-
mente todavía impresiona-
do por haber sido testigo
de tanta agitación, tumultos
y revueltas sociales en Vera-
cruz. Pero a diferencia del
puerto “jarocho” y de Méri-
da, donde estuvo por poco
Puerto de Tampico, Tamaulipas (1923) tiempo y más como especta-
dor que como participante,
Sandino ahora llegó a integrarse por un medio social y fue envuelto en sus luchas a
partir de su condición de trabajador.
Tampico era otro nido de radicalismo y protestas. Su llegada pudo haber coin-
cidido con los apagones de corriente eléctrica producto de la huelga de los trabaja-
dores electricistas en septiembre de 1923. Junto a ellos, los ferrocarrileros y obreros
portuarios organizaron una huelga general provocando violentos enfrentamientos
con las tropas federales.
Ciertamente, el descontento de los trabajadores se explicaba en gran parte por
el crecimiento desbordado de la ciudad y el desplazamiento de viviendas para dar
lugar a las necesidades de la pujante industria petrolera. En la boca del río Pánuco
se contaban los tanques de almacenamiento petrolero –“como enormes hongos en
el paisaje” escribió el periodista norteamericano Jack London– seguidos de termi-
nales de las diversas compañías sobre ambas riberas del cauce. El problema fue que
el poblado estaba rodeado a tres lados por agua y río, no habiendo lugar para su
expansión. Se disparaban los precios, sobre todo para alquileres, dando pie, como
en Veracruz, a cuantiosas protestas. Todos los intermediarios querían estar cerca
del centro comercial de la ciudad, obligando al desplazamiento de los pobladores
pobres al otro lado de la ribera del río.
La llegada de Sandino a Tampico coincidió con la de Bruno Traven, un joven
escritor alemán con opiniones políticas anarquistas que posiblemente venía huyendo
de diversas autoridades de Europa. Y al igual que Sandino, encuentra trabajo en la
industria petrolera. Años después conversarían amenamente en la capital mexicana
67

sobre lo duro del trabajo en los campos petroleros.


Su más conocida novela –El tesoro de la Sierra Ma-
dre– recoge las imágenes de Tampico en 1923; aunque
no menciona el nombre de esta ciudad resulta claro por
la descripción de los sitios por los que se mueven los
personajes. Entre ellos, un trabajador errante nortea-
mericano que deambulaba, quizás como Sandino, en
busca de trabajo y fortuna. La novela fue llevada al cine
por el célebre director John Huston con la actuación
igualmente célebre de Humphrey Bogart.
El protagonista Dobbs deambula por la plaza “sin
dinero y con hambre”. En la novela se lee.
“El auge petrolero estaba en su mayor esplendor
Anuncio de la película
El tesoro de la Sierra Madre (1948) y, por ello, los buenos hoteles eran caros. Y como el
apogeo había llegado rápidamente, sin dar tiempo a la
construcción de buenos hoteles, había muy pocos y los propietarios de estos pedían
de diez a quince dólares por un cuartito que no tenía otro mobiliario que una cama,
una silla y una mesita. Lo más que el huésped podía esperar era que la cama estuviera
bien cubierta con un mosquitero y que día y noche hubiera agua fría en las duchas.
Difícilmente podría pintarse la pobreza de las habitaciones que se ofrecen en
esa clase de hoteles. No se pagaban menos de doce dólares diarios, por supuesto sin
incluir el baño. No abundaremos en la descripción, sólo apuntaremos que al parecer
cobraban doce dólares por cada cuarto con sus respectivas camas llenas de chinches.
En el hotel había sólo dos duchas de agua fría, la caliente no se conocía. Las
duchas servían a todos los huéspedes del hotel y el agua se acababa muy a menudo
porque el depósito contenía una cantidad limitada, que la mayoría de las veces se
obtenía comprándola a los aguadores, que la conducían a lomos de burro, en latas
que habían sido de petróleo... El propietario no hacía rebaja, y sólo ocasionalmente
mandaba a quitar los chinches de las camas, después de esas ocasionales limpiezas,
de cada cien chinches, quedaban noventa.
Las ganancias se obtenían con el alquiler del patio. Allí los clientes no se preo-
cupaban ni por los chinches ni por el mobiliario y lo único que les importaba era el
precio por el alquiler de una cama...
Cuarto siete, cama dos. Cuarto significaba “barraca” y cama “catre”. Dobbs
salió a la calle. Hacía calor y decidió ir a nadar al río. Además, así ahorraría los vein-
ticinco centavos que cobraban por el uso de la ducha en el Oso Negro, y esto por
treinta segundos, pues el agua era cara. Tenía que caminar una larga distancia para
llegar al río abierto. Cuando Dobbs llegó, el río estaba lleno de mexicanos, indios
y blancos de la misma condición social que él. Parecía que este era el sitio de la re-
68

unión de los vagabundos del puerto. En las altas colinas que formaban los bancos
del río se hallaba la sección residencial del puerto. Aquí vivían los extranjeros ricos
y los oficiales de las compañías petroleras con sus familias. La ciudad era muy baja,
y como estaba en los trópicos, hacía mucho calor, pero en estas colinas se recibía la
brisa fresca del mar toda la tarde y durante la noche.
Para regresar al puerto, Dobbs tuvo que caminar casi dos millas. Tenía mucha
hambre y otra vez se encontraba sin un centavo. Volvió a la plaza. Esta vez tuvo que
escuchar insultos sobre los extranjeros vagabundos que molestan a la gente decente.
Pero cuando uno tiene hambre, no hace caso de tales insultos.
–¿Estás buscando trabajo?
–Sí. ¿Tienes alguno que ofrecerme?
–Trabajo duro, pero bien pagado. ¿Has trabajado alguna vez en un campo pe-
trolero?
–Seguro, amigo; esa es mi especialidad.
–Tengo un contrato para equipar un campo, pero me falta un hombre. El
sinvergüenza a quien había empleado no ha venido. Quizás tenga la malaria, o esté
divirtiéndose con alguna mujer.
–¿Cuánto pagan?
–Ocho dólares americanos diarios.
Sólo diez minutos antes, Dobbs habría corrido tras un empleo como un gato tras
una rata gorda, pero en aquel momento no tenía mucho entusiasmo para aceptarlo.
–¡Ven o vete al diablo! –gritó el contratista– esta lancha no esperará y si no sali-
mos inmediatamente perderemos el tren.
Sin esperar respuesta, tomó a Dobbs por el brazo y corrió hacia la lancha. Al
mediodía llegaron a la otra orilla, donde se hallaban anclados muchos barcos que
pertenecían a diferentes compañías petroleras. El aire estaba lleno de gases que es-
capaban de las refinerías de petróleo.
Aquella atmósfera desagradable indicaba que la gente ganaba dinero, mucho di-
nero. Había mexicanos y también americanos que gastaban cuatro mil pesos en una
noche. Río abajo, se hallaban varias cantinas, donde reinaba el amor y las canciones
en medio de un océano de licor.
Tomaron el tren que los llevó a los campos petroleros. Dobbs pronto descubrió
que ocho dólares diarios, que antes le parecían una fortuna, era un salario miserable
por aquel trabajo tan duro. Tenían que luchar contra miles de insectos. Y trabajaban
hasta las once de la noche.
Todos los que vivían y trabajaban en el puerto sólo pensaban en el petróleo1.
69

La faja de oro
Tampico, estado de Tamaulipas, en el noreste mexicano fronterizo con Estados
Unidos, fue fundada en 1823 en la zona comprendida entre las riberas de los ríos
Pánuco y Tamesí, la laguna del carpintero y el golfo de México, prácticamente una
isla. La región huasteca, sede de una vieja civilización indígena, abarcaba la parte sur
del estado de Tamaulipas, el norte del estado de Veracruz y el extremo este del esta-
do San Luis Potosí. Fue en la llamada huasteca veracruzana que se encontró uno de
los más ricos yacimientos de petróleo en el mundo. La región la habitaban indígenas
huastecas quienes fueron despojados de su tierra, o la mal vendieron –tema de otra
hermosa novela de B. Traven, La Rosa Blanca. El puerto de Tampico constituyó el
centro geográfico y administrativo de la zona petrolera y punto de abastecimiento
de instrumentos y fuerza de trabajo. Las empresas petroleras la hicieron la sede
principal de sus oficinas. Allí llegaban los crudos, o materia a refinar, o a almacenar
desde decenas de campos de extracción aledaños que cada compañía llegó a poseer.
Desde inicios del siglo XX, el “oro negro” constituyó la materia prima y fuente
de energía sustituyendo al carbón, la madera y el agua acorde con el progreso de la
industria en la era del capitalismo industrial. “Si nos apoderamos de las reservas de
petróleo hoy existentes en el mundo –escribió el Embajador de los Estados Unidos
en México en 1918 –podremos hacer lo que nos plazca”. Y las reservas comprobadas
más prodigiosas en el mundo estaban en México. En el Reino Unido, el Secretario de
la Marina, Winston Churchill, había logrado persuadir al gobierno que las naves mili-
tares y comerciales inglesas pasaran del carbón al petróleo como fuente de combus-
tión, toda vez que el rendimiento en distancia por kilo era el doble. El problema para
los ingleses fue que Estados Unidos controlaba dos terceras partes de la producción
mundial de petróleo y Rusia un veinte por ciento. Churchill informó al Parlamento en
1913 que la solución era hacer del Reino Unido “el dueño, o al menos, quienes con-
trolen las fuentes de al menos uno de los campos suplidores requeridos... Pareciera
como si toda esta situación pudiera resumirse en una palabra: petróleo. ¡México es tan
inagotable y tan trágicamente rico en esta cosa que todos lo envidian en el mundo!”,
expresaba Churchill, entonces en el Almirantazgo británico, ante la Cámara de los
Comunes el 17 de julio de 1913.
Como resultado, la industria petrolera –principalmente en manos de consorcios
ingleses y norteamericanos– cayó con violencia y velocidad vertiginosa sobre la lla-
mada región huasteca donde se localizaban los principales mantos para convertir a
México en uno de los mayores productores del mundo. Aquella expansión de la in-
dustria petrolera fue más favorecida aun por la falta de interferencia de un gobierno
efectivo en el país, a lo largo de las dos primeras décadas del siglo XX, entendién-
dose las compañías con cambiantes y necesitadas autoridades estatales y locales. Se
70

produjeron cambios masivos en la industria petrolera como consecuencia de la Pri-


mera Guerra Mundial y la inmediata postguerra, en medio de una crisis provocada
por la excesiva demanda energética que se produjo entre 1918 y 1921 y que disparó
los precios del combustible.
México en 1921, producía un cuarto del petróleo mundial, siendo el segundo ma-
yor productor del mundo, después de los Estados Unidos, país que consumía interna-
mente la mayor parte de su producción. La exportación anual de petróleo subió (en
miles de barriles) de 87,073 en 1919, a un pico histórico de 193,398 en 1922. Mexica-
no en nombre solamente, porque toda la industria estaba netamente bajo el control
extranjero, la misma que fue integrando verticalmente a entidades de producción,
refinamiento y distribución mundial hasta quedar en manos de los dos consorcios
principales: la Jersey Standard Oil, norteamericana, y la Anglo-Shell inglesa/holandesa.
La riqueza de la “faja de oro” al norte del estado de Veracruz y las enormes
utilidades facilitadas por la demanda mundial transformaron por completo al puerto
de Tampico. “Islas de prosperidad en un mar de destitución causado por la Revolu-
ción Mexicana,” dice un historiador. Entre 1900 y 1920, la población incrementó de
9,000 a aproximadamente 100,000 habitantes2.
En las partes altas de la ciudad vivía la élite comercial en elegantes casas con
hermosos paisajes de la laguna y el río de aguas azules; al pie del río Pánuco, las
enormes refinerías de petróleo que procesaban la producción de los pozos de la
zona huasteca veracruzana. Para 1923 existían 14 refinerías en toda la zona, y las dos
principales fueron la de la compañía Huasteca Oil Co. en Mata Grande, con una capa-
cidad de procesar 133,000 barriles diarios, y “El Águila” en Ciudad Madero, con una
capacidad de 75,000 barriles (sin contar sus refinerías adicionales en Tuxpan y Mina-
titlán). En la enorme refinería de la Huasteca Petroleum en Mata Redonda se trabajaban
tres turnos diarios con un total de 975 operarios, e iniciaba en 1922 la construcción
de otra planta refinadora, obligando a la contratación de 1,400 hombres. Todavía
para 1921, la demanda de mano de obra excedía a la oferta.
Por supuesto, aquel puerto ofrecía todas las amenidades falsas para ayudar al
obrero, o marinero y a sus capataces a olvidar los trajines. Cantinas con bebidas al-
cohólicas de todas partes, tabernas, cantinas y, para los más pudientes, los cabarets.
Abundaba la prostitución, toda vez que había una desproporción entre el número
de hombres y de mujeres en el puerto. El ambiente era tolerante y permisivo; prosti-
tutas de todo el mundo llegaban a Tampico ejerciendo su profesión indistintamente:
mujeres africanas, norteamericanas, japonesas, chinas y españolas, entre otras. Por
su parte, la influencia de la iglesia católica era limitada; con todo y la expansión de la
población, no había más que un solo templo en la ciudad, y los intentos de establecer
capillas en dos barrios trabajadores llegaron a nada. El ambiente, como en grandes
71

partes de México, era anticlerical. De las 100,000 personas que vivían en el área de
Tampico en 1918, únicamente entre 50 y 100 se contabilizaban en las ceremonias de
la Catedral central.
Con el boom petrolero, se multiplicó también el número de cinemas y teatros
para ofrecer esparcimiento. Se sabe que en el año 1922, Tampico ostentaba once salas
de espectáculos y dos teatros. Para entonces, la ciudad con sus alrededores contaba
con 150,000 residentes, lo que representaba el mayor número de salas por habitantes
en toda la nación. La élite social y económica se enriquecía dramáticamente a partir
de la especulación de tierras con yacimientos petrolíferos, asociándose a las grandes
empresas extranjeras, como abogados y contadores, logrando así ingresos inusitados
que permitían enviar a sus hijos a estudiar en el extranjero y a ellos, vacacionar en
Europa. Ese mismo año, abrió una planta embotelladora de Coca Cola por vez pri-
mera en América Latina, siendo Sandino, que sería aficionado a las “chibolas” (como
en Nicaragua se le denominaría a las gaseosas), probablemente entre los primeros
nicaragüenses trabajadores que degustó aquella poca saludable bebida. Fue buen con-
sumidor de chibolas cada vez que a lo largo de su vida estuvieran a su alcance.
En menos de una década, Tampico había cambiado su aspecto de aldea por uno
de ciudad con elegantes edificios levantados por las principales compañías de petró-
leo ubicadas casi en fila en la vieja “calle de las empresas”, edificios hoy ocupados
por Petróleos Mexicanos (PEMEX). Y para las residencias de los empleados superiores,
la mayor parte extranjeros, un barrio exclusivo, con elegantes casas de madera y en
cada una de ellas un jardín, tal como se acostumbraba en Inglaterra. Seguramente
conoció también la otra cara de Tampico. El magnífico “Hotel de Inglaterra” fren-
te a la Plaza la Libertad, las grandes casas de comercio que importaban las últimas
modas de París, Londres y Nueva Orleans. Tal vez Augusto pudo presenciar la fas-
tuosa celebración del centenario de la fundación de Tampico. Con amplio derroche,
la municipalidad y las empresas patrocinaron regatas, flotas y carnavales. Sandino
habrá asistido a conferencias dominicales en el Teatro Águila de Villa Cecilia, orga-
nizadas por el sindicato de estibadores del puerto, sobre temas políticos y sociales y
también morales, amenizados por las danzas de niños de las escuelas locales. O bien
asistir a la plaza de toros donde no faltaban los matadores, picadores y banderilleros;
también, los domingos, los jarabes tapatíos de los charros, bailados con asombrosa
perfección; e igualmente, los populares “jaripeos” donde se domaban potros y novi-
llos con ejercicios de lazo y jineteo, similar a los rodeos norteamericanos.
Con la abundancia de dólares y pesos oros metálicos, Tampico se volvía una de
las ciudades más caras del mundo, lo que debe haber presentado un problema para
los trabajadores, afanados como Augusto en ahorrar. Todo al gusto de la bolsa del
cliente, porque los salones de baile y cabarets de Tampico cobraban fama interna-
72

cional, con mujeres llegadas de diversos países que entretenían a los clientes, al son
de buenas y malas orquestas. Pero en los establecimientos de máxima categoría, se
escuchaba jazz con bandas traídas de Nueva Orleans. “La ciudad parecía un cam-
peonato de negociantes y viciosos; era una verdadera Babel. Los dólares corrían a
torrentes, no se tenía noción de lo que valía el dinero y en todas partes se alardeaba
de las grandes fortunas que se improvisaban raídamente... más de quince mil prosti-
tutas estaban registradas en la Oficina de Salubridad”, recordaría el gobernador del
estado de Tamaulipas (y posteriormente presidente) Emilio Portes Gil, quien llegó a
entrevistarse con el General Sandino en 1930.
Trabajadores, mayoritariamente solteros, derrochaban libremente en las canti-
nas y salas de juego. Sus expediciones de esparcimiento les llevaban, junto a los
marineros de los barcos, hacia el afamado barrio de La Unión, gastando también en
extravagancias. “Impropios para su clase y condición” –recordaba una acomodada
tampiqueña. Invadieron las modas yanquis incluyendo el sombrero tejano que fue
sustituyendo al sombrero mexicano imitando a los trabajadores norteamericanos.
Entre estos figuraron los agitadores anarquistas integrantes de la Unión Industrial de
Trabajadores conocidos como wobblies, con oficinas en Tampico, cerrada por las au-
toridades en 1921 pero abierta nuevamente como resultado de otra huelga general3.

Condiciones sociales
Los trabajadores y migrantes radicaban en los poblados aledaños de Mata Re-
donda y sobre todo en Villa Cecilia. Según los cronistas, el nombre de Cecilia deri-
vaba de la historia de una viuda alegre con ese nombre quien por años manejó un
lucrativo negocio de traslado de víveres y comercio de un lado del río al otro. Era
dueña también de un hotel donde selectos visitantes gozaban de algo más que el
hospedaje.
En Villa Cecilia se fueron congregando trabajadores y con la instalación de
tranvías conectados ahora mediante obras públicas con el centro de Tampico, fue
quedando desplazado el negocio de la viuda. Los “tranvías de mulitas”–así llama-
dos porque eran arrastrados por esos pobres animales– dieron lugar a los tranvías
eléctricos, propiedad de la poderosa y odiada compañía inglesa que controlaba el
suministro de toda la electricidad a la ciudad.
Para lograr los salarios jamás soñados, los hombres, que en su mayoría habían
llegado sin familias, buscaban albergue en Cecilia y en Mata Grande (también cono-
cido como Árbol Grande), el poblado siguiente. En estas zonas, crecía la aglome-
ración humana de barracas levantadas de improviso, sin orden, sin saneamiento, en
terrenos bajos e inundables y hasta fangosos. Un testigo describía cómo “caravanas
de gente llegaban de día y noche a Tampico en busca de trabajo y encontraban ocu-
pación inmediatamente”.
73

Fueron tantos que hoteles, casas de huéspedes y habitaciones en casas particu-


lares no fueron suficientes para albergar a esa “población flotante” dando lugar a
barriadas improvisadas, como las descritas por Dobbs. El clima tampoco era nada
agradable, al ser extremadamente húmedo y caluroso, en particular entre los meses
de julio y octubre. Enjambres de mosquitos por todas partes y la cercanía de pan-
tanos multiplicaron los estragos sobre los trabajadores. Centenares sufrían ataques
de fiebre y escalofríos y acudían a las farmacias para comprar quinina, pero muchos
murieron del mal. También era endémica la tuberculosis, como los trastornos in-
testinales, muriendo de diez a veinte trabajadores mensualmente, y hasta 60 en un
determinado mes, conforme los registros del inspector de salubridad. Los trabaja-
dores llegaban a dormir en petates en los corredores. En el mejor de los casos, se
compartía espacio en casas particulares donde cuatro y hasta seis personas llenaban
el lugar. Otros encima o debajo de bancas públicas en el parque, o bien en chozas de
cartón en terrenos baldíos “tomados” mediante invasiones nocturnas. Los servicios
públicos también eran escasos y deficientes. Tampico todavía tenía un sistema rudi-
mentario de drenaje en el que las aguas negras se vaciaban en el río Pánuco. El servi-
cio de electricidad, controlado por una empresa inglesa, no proporcionaba corriente
suficiente para toda el área. Proyectos para el suministro de agua potable eran objeto
de negociaciones interminables en tanto las enfermedades gastrointestinales cons-
tituían la causa principal de muertes entre la población adulta, particularmente en la
localidad de Villa Cecilia, colindante con Tampico, que congregaba a trabajadores
principalmente. Allí también se fueron organizando para protestar como inquilinos
y para hacerse cargo de la limpieza de áreas comunes, baños y servicios.

Un residente de la ciudad recordaría.


“Causaba verdadera pena, y más que pena vergüenza, ver que mientras los ex-
tranjeros ocupaban los puestos principales y eran pagados a tipo de dólar, los nuestros
eran simples trabajadores que, bajo el rayo del sol desempeñaban las funciones más
bajas, como animales de carga y sus salarios, aunque elevados por la falta que hacían
sus brazos, siempre eran inferiores a los de los extranjeros. Estos vivían en los campos
petroleros en una zona residencial en elegantes búngalos y casas rodeadas de jardines
cultivados con pasto inglés y cuidadosamente protegidos con las ventanas metálicas
para que los mosquitos no les hiciesen daño.
Y mientras dentro de esas casas existía todo el confort necesario y se regalaban
el paladar con manjares suculentos, nuestros compatriotas, los dueños del subsuelo
mexicano, los propietarios de la tierra mexicana, vivían en humildes chozas de va-
rejones y techo de paja o de zacate, o en barracas donde una promiscuidad vergon-
zante hacía de hombres, mujeres y niños un hacinamiento humano donde hasta el
74

pudor más elemental no podía cubrirse, pues eran tratados todos como animales sin
reconocerles siquiera el derecho que como humanos les corresponde...”.
Sandino nuevamente pudo reflexionar cómo el ser extranjero, blanco, nortea-
mericano conllevaba privilegios, a veces poco merecidos. Ya no solo por ser ricos e
inversionistas, porque aun en los campamentos, ser norteamericano constituía una
ventaja y significaba automáticamente mejor salario y colocación como capataces
y técnicos, siendo los tejanos los más insoportables y racistas. Algunos traían ex-
periencia de la explotación petrolera en su tierra, pero otros eran colocados sim-
plemente por ser angloparlantes y poder, consecuentemente, comunicarse y tomar
partido con los jefes. En tanto los nacionales se fueron sintiendo con capacidad de
asumir puestos más calificados, crecía la insatisfacción con la práctica discriminado-
ra que concedía a los extranjeros, capacitados o no, mejores viviendas, cargos y sala-
rios. A la larga, fue uno de los factores que llevaron, en marzo de 1938, a la decisión
del presidente Lázaro Cárdenas a decretar la expropiación de la industria petrolera,
haciendo valer finalmente el contenido nacionalista del artículo 27 y el laborista del
artículo 123 de la Constitución de 1917.
Cada refinería era un enjambre de terminales de grandes tuberías y oleoductos que
venían de los campos del norte, pero sobre todo del sur. Allí mismo procesaban y em-
barcaban, sobrando trabajo para mecánicos como Sandino, que se piensa, desarrolló
allí una especialización como mecánico metalúrgico tornero. El pago era bueno, pero
el trabajo era duro, sobre todo en la zona de los pozos de extracción ubicados en las
ancestrales tierras indígenas.
“El trabajo asalariado –dice la historiadora mexicana Mirna Benítez– determinó
la forma de vivir, ante esta realidad todos los trabajadores eran petroleros, sujetos a
una jornada laboral ajena, de riesgo diario: la cotidianidad de los pequeños y grandes
accidentes, los despidos sin justificación y la discriminación a que fueron sujetos se
convirtieron en vivencias frecuentes que se derivaban todas del proceso de trabajo
mismo. Esta situación generó una necesidad conjunta, un sentido de defensa...”4.

La rosa blanca
Sandino llegó a conocer bien la zona de la huasteca veracruzana donde se vivie-
ron tristes episodios de explotación. Nuevamente, Traven describe aquella situación
en su novela La rosa blanca, el nombre ficticio que dio a una realidad histórica de
asentamientos indígenas que cayeron mediante engaños en manos de las sedientas
compañías petroleras extranjeras:
“Rosa Blanca se había convertido en una serie de lotes, del número noventa al
ciento sesenta, de la Cóndor Oil Co. Inc. Ltd., S. A. Rosa Blanca no era ya más que un
terreno. Estaba totalmente cubierto de torres. Sólo unos cuantos indios, trabajadores
75

diurnos, recordaban que –entre– aquellos terrenos había uno llamado en un tiempo
Rosa Blanca. Y se habría considerado absurdo que un terreno con aquella apariencia
ostentara semejante nombre. Y aquel nombre habría parecido una cosa irónica”.
En el sitio donde tiempo atrás florecieran los naranjos y los limoneros... ahora
se arrastraban camiones pesados, y los ‘caterpillars’ cavaban sus inclementes garras,
torturando el suelo que sollozaba adolorido.
Un laberinto de tubos de acero cubría la tierra. Y sobre ellos se venía un intrica-
do tejido de cables y alambres que habían ahuyentado a los millares de pájaros que
solían despertar con sus gorjeos a los habitantes de Rosa Blanca. A cualquier sitio al
que se dirigiera la vista se encontraba con columnas de vapor que salían silbando, y
con pesadas nubes oscuras.
El suelo se hallaba en partes cubierto por una capa pegajosa de aceite, que daba
al suelo un aspecto pantanoso y que despedía gases dañosos a los pulmones. Por
todo aquel sitio en el que tiempo atrás había reinado una quietud celestial, se escu-
chaban ahora gritos, órdenes de mando, chocar de metales y silbidos de vapor.
Largas filas de indios sudorosos, transportando tubos de metal, eran espolea-
dos por capataces, y parecían esclavos, sujetos unos a otros por aquellos tubos. El
ambiente soleado de antaño, preñado de canciones, de risas gozosas, era invadido
ahora por gruñidos, crujidos, estampidos y rechinar de las pesadas máquinas, de las
bombas, de los martillos...
En Pozos Grandes [¿Poza Azul, Veracruz?] se trabajaba más allá de todo límite.
La Cóndor temía perder la propiedad en un futuro no lejano, por razones conocidas
exclusivamente por Mr. Collins. Por lo tanto, ¡a sacar petróleo mientras fuera posi-
ble! Ni una gota debía dejarse, previendo el caso de que ciertos documentos fueran
privados de su validez.
Así, pues, para extraer del cadáver de Rosa Blanca, la mayor cantidad de petró-
leo en el menor tiempo imaginable, las comisiones habían sido elevadas a cantidades
prohibitivas. Esas comisiones despertaban la ambición de los hombres y los llevaba a
trabajar con intensidad febril, salvajemente. En realidad, nadie descansaba. La mayor
parte de cada veinticuatro horas de un día se considera como tiempo extra, y ese tiem-
po extra era espléndidamente pagado...
Cada jefe de perforadores cedía liberalmente buena parte de sus comisiones a
los hombres que le ayudaban a lograr rápidos progresos en su trabajo. Así permitía
a sus ayudantes vivir nadando en dinero, pero solamente a aquellos a quienes con-
cedía el derecho a ello, por responder incondicionalmente a la terrífica velocidad
con la que desarrollaba su trabajo. Conocía a sus hombres porque él mismo era un
proletario y sólo hay que dejar que un proletario vea un billete de cincuenta dólares
para lograr que se olvide del comunismo, los frentes de trabajadores, la solidaridad
y se constituya inmediatamente en capitalista preocupado por encontrar la forma de
76

convertir aquellos cincuenta, en cien. Por supuesto que ustedes, los que tienen una
fe inquebrantable en los ideales, no lo creerán. No importa. Es absolutamente cierto.
Intente el truco, y los verá oprimir el acelerador con mayor empeño del que usted
mismo pondría en llegar. Las comisiones pagadas ahora son mucho más efectivas de
lo que los látigos fueran en otro tiempo.
Si tres, cuatro, cinco, siete pozos, se comenzaban a perforar al mismo tiempo, el
jefe perforador del que brotara primero, recibía una comisión de cinco mil dólares.
La empresa también dejaba que la gente viviera...
Pero como resultado de semejante carrera, no pasaba un sólo día en el que
uno, dos y hasta tres docenas de obreros, entre los que algunas veces se contaban
perforadores y equipadores, perdiera su vida en la batalla del petróleo. Nunca se
mencionaba a los heridos o a los inválidos. La ambulancia se los llevaba, la basura
no servía al petróleo. Se les encerraba en un hospital y desaparecían del panorama.
Se los llevaban con rapidez tal que no se daba tiempo a que otros trabajadores pen-
saran en que lo mismo podía haberles ocurrido a ellos, en aquel mismo instante. Los
cargamentos de humanos no cesaban de llegar durante el día y la noche, solicitando
la plaza que dejara vacante algún infortunado.
Mr. Collins deseaba saber únicamente el número de “agujeros muertos” que se
hallaba entre los ocho pozos cuya perforación se había terminado el día anterior.
Los muertos jamás se mencionaban en los telegramas recibidos de la empresa
Pozos Gigantes. Cada palabra costaba setenta y cinco centavos. La Cóndor [¿la em-
presa Corona?] economizaba palabras. Los muertos, los inválidos y los perdidos se
incluían en el informe mensual. Esos informes podían meterse en sobre junto con
muchos papeles y su porte costaba diez centavos. Había que considerar, además,
que esos burros debían cuidar mejor de sí mismos. Dios misericordioso sabe bien
que un campo petrolero no es un jardín de niños, en este mundo no hay sitio para
los que no saben cuidar de sí mismos sin pedir ayuda a los demás. Nosotros somos
duros, estamos bien curtidos. Y además, ¿qué nos importan los hombres? Lo único
que cuenta es el petróleo. Sí, el petróleo.
¡Gracias, Señor, por tu infinita bondad! Amén5.

Industria, producción y utilidades


Con la Primera Guerra Mundial, los países industriales se percataron como
nunca de la importancia del combustible y la necesidad de asegurar fuentes y rutas
seguras para su flujo. Era indispensable la gasolina y la bencina para la industria
automovilística y la industria de guerra con sus tanques, fragatas y submarinos. El
resultado: una nueva contienda de las principales potencias por el control de la pro-
ducción y la distribución del oro negro –quien controlara la producción de petróleo
77

sería el vencedor de las próximas guerras. El resultado fue una competencia feroz
primero entre los magnates petroleros Edward L. Doheny y el inglés Weetman Pear-
son– llegando a controlar entre ellos, para 1910, un millón de hectáreas de terrenos
petroleros –convirtiéndose posteriormente en la Standard Oil y la Royal Dutch Shell.
Cada conglomerado apoyado, naturalmente, por sus respectivos gobiernos.
Un historiador explica: “el frenesí de actividad bastó para elevar a México, para
fines de la guerra, a ser el segundo productor de petróleo más importante en el mun-
do. Rebasó a Rusia, cuya producción petrolera en Bakú se vio afectada por la guerra,
la revolución y la expropiación bolchevique. Los Estados Unidos siguieron siendo
los primeros productores de petróleo, con más de dos tercios de la producción mun-
dial bajo su responsabilidad”. En tanto Estados Unidos consumía gran parte de su
propia producción, México se convirtió, para 1923, en el mayor exportador mundial
de petróleo.
La guerra incrementó el uso y demanda del petróleo y con ello su precio. Así,
los precios del barril pasaron de 0,62 dólares en 1910, a 2,01 en 1919 y hasta 3,07
dólares en 1920. Para las compañías, las ganancias consiguientes fueron casi fantásti-
cas –factor determinante para que las exploraciones, extracción y exportación no se
detuvieran bajo circunstancia alguna– aun cuando las mismas empresas eran retre-
cheras ante los impuestos, arguyendo la merma en sus ganancias, cuando la realidad
era exactamente la contraria.
Algunos cálculos indican que una inversión inicial de 100 millones de dólares
producía de mil a cinco mil millones de dólares en utilidades. Entre 1914 y 1919, las
utilidades netas pasaron de 5 a más de 29 millones de pesos oro, que permitieron a
las compañías pagar dividendos de 40% y más sobre sus acciones preferentes y co-
munes. Una compañía petrolera afincada en México pudo pagar dividendos anuales
de hasta 48%.
Las inversiones fueron fuertes para producir la integración vertical y conso-
lidación transnacional de las compañías petroleras durante el auge productivo de
1911-1921. La enorme demanda generada por la popularización del automóvil y por
los nuevos requerimientos industriales y bélicos de la Primera Guerra Mundial cons-
tituyeron factores decisivos en la expansión de las operaciones de las compañías,
integrando cada vez más las operaciones multinacionales de extracción, refinación,
flotas navieras y distribución en los mercados mundiales.
La Royal Dutch Shell, como la Standard Oil de Nueva Jersey dominaban la in-
dustria con sus dos grandes compañías integradas, controlando a la vez, otras pe-
queñas compañías exploradoras, productoras, refinadoras, o transportadoras que
operaban dentro de México. Inventaban nombres de otras compañías con el fin de
monopolizar la mayor parte de superficies con posibilidades prometedoras, por lo
78

que llegaron a existir 115 empresas “independientes” en 1921. Además que usaban
artimañas para tener funcionando compañías fantasmas y evitar los impuestos co-
rrespondientes, empleaban “guardias blancas” que les mantuvieran protegidos de la
violencia que sacudía México.
Todo parecía asunto de batir récords. La producción petrolera pasó de 26.2 mi-
llones de barriles de crudo producidos en 1911, a 87.1 en 1919. En 1922, en un sólo
día entraron al puerto 105 barcos de distintas nacionalidades y diversas procedencias.
Si en 1909 la zona producía apenas 3,634 mil barriles diarios, en 1915 aumentaba a
32, 910, llegando a 193,397 BD en 1921. La refinería “El Águila” procesaba 75,000
barriles diarios (BD), la Pierce Oil Company 16,000 BD y la más imponente de todas, la
refinería de la Huasteca, en Mata Redonda, alcanzaba una producción extraordinaria
133,000 BD. En 1912 Pearson organizó la Eagle Oil Transport Company para el manejo
de la producción de los campos de “El Águila” y para atender el creciente comercio
de exportación. Adquirió una flota que llegó a incluir al buque tanque San Fraterno
con capacidad de 15,700 toneladas, considerado en su tiempo como el más grande
y moderno del mundo.
El número de perforaciones aumentó de 69 en 1920, a 490 en 1926, como par-
te de la búsqueda afanada de nuevas arterias. Hubo pozos cuyos nombres llegaron
a ser legendarios, pues arrojaban diariamente cantidades nunca vistas de aceite. El
pozo “Cerro Azul No. 4” cobró fama por su producción explosiva arrojando en un
día célebre, 260,000. Este pozo generó un empleo para Sandino entre 1925 y 1926 y
está ubicado, cerca de una avenida que hoy lleva el nombre del General. El pozo fue
explotado sin descanso, hasta quedar arrojando agua salada. La duración productiva
promedio de los pozos, con la tecnología de la época, no pasaba de los 5 años.
La demanda mundial fue tal, que las refinerías trabajaban las veinticuatro horas
para no detener la marcha de sus operaciones. Subían los salarios y número de horas
extras tanto en los campamentos donde estaban los pozos, como en la ciudad, refi-
nando, cargando y despachando barcos que llevaban el “oro negro” a todas partes
del mundo6.

El mundo del trabajo


En las empresas existían básicamente dos tipos de trabajadores: los “de oficio” y
los “sin calificación”, es decir, peones. Estos últimos altamente reemplazables, anal-
fabetos y difíciles de organizar. Los organizadores sindicales apuntaban, por ende, al
primer grupo, reducido y compacto, los ejes centrales de la industria con los trabajos
más complejos y fundamentales, entre ellos norteamericanos con experiencia traída de
la industria petrolera en su país, o bien nacionales que provenían no del campo, sino
de trabajo en los ferrocarriles o la minería, donde se manejaban maquinarias más avan-
79

zadas. Alrededor de los mismos, otro


círculo de especialistas –como Sandi-
no– mecánicos, torneros, paileros, sol-
dadores y carpinteros, todos con años
de experiencia.
Es decir, por un lado estaban los
campesinos que habían llegado a los
campos petroleros por no tener otra
forma de subsistencia, obligados a
emplearse como asalariados tempo-
Tuberos en la industria petrolera rales formando un ejército de brazos
disponibles y explotables. Ellos hacían
el trabajo preparativo para el montaje de las infraestructuras, abriendo brechas y
caminos, construyendo oleoductos y vías angostas de ferrocarril, y actividades de la
construcción en general abarcando oficinas, embarcaderos, terraplenes, almacenes,
estaciones de bombeo, cercados y otros. Podían trabajar por “destajo” bajo la estric-
ta observación de los odiados capataces, que podían ser otros obreros vigilantes de
cuadrillas.
A diferencia de los trabajadores de “oficio”, o “empleados” y “artesanos”, lle-
gaban sin antecedentes proletarios cayendo en el escalafón más bajo de la compleja
estructura jerárquica de la industria. Los calificados atendían las actividades directa-
mente petroleras como fueron la perforación de pozos, la refinación, el traslado y
almacenamiento de crudo: el proletariado petrolero propiamente dicho.
Había cierta movilidad laboral en tanto algunos obreros que se iniciaban como
peones “tuberos” demostrando disciplina y destreza, ascendieron a puestos mejor
pagados y codiciados. Naturalmente, toda afinidad con sindicatos cortaba las posi-
bilidades de ascenso, o bien de continuar laborando: la disyuntiva clásica del traba-
jador necesitado de representación para mejorar sus condiciones y posibilidades de
ascenso por un lado, pero no queriendo enfrentar sin respaldo a la patronal. En esa
jerarquía un mecánico como Sandino pudo ir escalando grados de calificación, de-
jando atrás el oficio artesanal individualizado, para asumir las necesidades propias de
la actividad industrial, mecánicos especializados, torneros, soldadores, perforadores,
etc. Cambiaba la cultura del trabajador, a partir de nuevos hábitos y disciplinas que
en todo momento procuraba imponer la compañía sobre todo su personal, estable-
ciendo horarios, ritmos y jerarquías que habrían resultado novedosas los trabajado-
res, incluyendo Sandino: la conformación del proletariado industrial.
Como parte del mismo proceso, aparecía con fuerza, a partir de 1918, la orga-
nización sindical, dejando atrás viejas formas de asociaciones de apoyo mutuo. Los
80

promotores de la nueva organización eran trabajadores con años de experiencia en


otras industrias complejas, sobre todo ferrocarrileros, o en talleres y centrales eléctri-
cas, que intercambiaban las experiencias obreras, explicadas semi clandestinamente
en los planteles pero de forma abierta en localidades como la Casa del Obrero y
puntos de congregación de trabajadores en sus días libres.
Estas organizaciones suplían una demanda entre los mismos trabajadores de
exigir un mejor trato de parte de los capataces y jefes medios, y de exigir condiciones
de trabajo y posibilidades de ascenso semejantes a las recibidas por los extranjeros.
Pero sin organización, reinaba el temor y los múltiples ejemplos de cómo las com-
pañías reprimían a los primeros agitadores con despidos, violencia y, en algunas oca-
siones, la desaparición física. A su vez, los organizadores se enfrentaban con diversas
dificultades: aparte del temor, estaba el cansancio físico que impedía la asistencia de
los trabajadores a las reuniones, la falta de experiencia en organizar reuniones que se
tornaban largas, redundantes, o bien con demasiados discursos y pleitos, cayendo a
veces en violencia entre los organizadores de distintas tendencias.
Siempre que se tocara el tema de las comisarías, se acaloraba la discusión. Aun-
que la instalación de un campamento atraía desde luego a los comerciantes, que
venían a establecerse en la cercanía, generalmente la compañía instalaba “comisaria-
tos” para la venta de las provisiones indispensables. El trabajador debía presentar su
“tarjeta–credencial” en la cual constaba su salario y se determinaba su límite; luego
su adeudo era deducido el día del pago. En las terminales, el sistema consistía en la
entrega de tarjetas perforadas con estampillas para hacer las compras en la “comi-
saría” usando la tarjeta en vez de la moneda corriente. En todo caso, no faltaban
las quejas y protestas por los exorbitantes precios pagados por artículos de primera
necesidad a esas entidades normalmente propiedad de la misma empresa petrolera.
¿Por qué no organizar las comisarías independientes, o de los mismos trabajadores?
Sin sindicato resultaba difícil.
Los puestos mejor pagados en todas las categorías se otorgaban a los extran-
jeros, más confiables y anglo–parlantes, aun cuando a menudo el trabajo más rudo
fuera hecho por mexicanos. Las compañías norteamericanas con los suyos, los ingle-
ses igual –siendo la consigna establecida en la práctica “cualquier nacionalidad que
no fuera la mexicana”. No está claro si Sandino fue beneficiado por esa práctica, ya
que probablemente su condición de mestizo lo ponía de hecho, ante los ojos de la
patronal, al mismo nivel de sus contrapartes mexicanas. Habrá sufrido los desmanes
de los empleados extranjeros que, según las diversas crónicas, solían manifestar hos-
tilidad y desprecio hacia los mexicanos.
Los extranjeros gozaban de viviendas cómodas y apartadas, con luz, agua, ali-
mentación y hasta hielo suministrado por cuenta de la compañía, agregándose los
81

sueldos muy por encima del promedio regular. En el trabajo, muchas veces había
comedores y comida separadas, los extranjeros por un lado y los apodados “mex”
por otro, entre los cuales habrán incluido a Sandino.
Por su parte, los nacionales calificados contaban con viviendas aceptables pero
de bastante menor calidad que las de los extranjeros. Los jornaleros con sus familias
ordinariamente recibían una carpa para cada familia, o para cuatro o cinco trabajado-
res, cuando se trataba de campamentos ambulantes que se movían según la suerte de
las perforaciones y la construcción de oleoductos. O bien dedicaban los trabajadores
los primeros días de su estancia a construir barracas de vara y cartón impermeable.
Para los calificados, como Sandino, existían campamento semifijos con “camillas”
de madera de tablas, donde se vivía con menos incomodidad que en la chozas de
cartón.
Los jornaleros eran llevados por “enganchadores” principalmente para “tapo-
near” los huecos de pozos fallidos. Aunque podían ganar hasta 3 pesos diarios (com-
parados con menos de uno en el interior), la mayoría de los “peones” aguantaban
dos o tres quincenas como máximo antes de marcharse de regreso a su rancho, o por
haber contraído paludismo.
La jornada laboral era de ocho horas exactas, normalmente entrando a las siete de
la mañana y concluyendo a las 16 horas, con una hora para el almuerzo. A ello muchos
obreros debían agregar hasta dos horas que tenían que caminar para llegar a su sitio de
trabajo, y dos horas de regreso. Sin embargo, el trabajo continuaba codiciado, al menos
en los tiempos del auge, 1919-1921, con salarios elevados pagados muchas veces en
monedas dólares o, pesos oro, cuando en el resto del país circulaba papel moneda.
Cuanto más alta era la necesidad de la compañía de ejecutar obras para vencer a
la competencia, más altos y competitivos eran los salarios. Pero también los precios
de alimentos y hospedaje tanto en Tampico como en los campamentos. Sandino,
después de alrededor de un año en Tampico, se desplazó a la faja de oro, donde se
ganaba mejor. En 1920, el salario del jornalero fluctuaba entre 3 y 4 pesos diarios,
los carpinteros de primera ganaban 12 diarios, los de segunda 10, y los ayudantes
6 pesos. Se pagaba según la especialidad, y Sandino llegó a ganar los 5.50 dólar, el
equivalente de 11 pesos oro mexicanos. Pero el americano medio, con similares res-
ponsabilidades, ganaría hasta 15 dólares diarios.
En las grandes compañías, los capataces y puestos de supervisión eran aca-
parados por extranjeros, principalmente norteamericanos, contratados más por la
comodidad lingüística de los gerentes. Los trabajadores conocieron entonces el ra-
cismo vinculado a una ardua disciplina que penalizaba a cualquier distraído, por lo
que los trabajadores formaban sus propios sistemas de “alerta temprana” y destreza
de disimular estar atareados. La insistencia en la puntualidad fue también motivo de
82

frustración obrera, siendo implacable con la penalización draconiana hasta por los
pocos minutos perdidos bajo un código terminante e injusto que permitía la separa-
ción inmediata. Los jefes de departamento tenían un poder desmedido y despótico,
despidiendo a obreros que les caían mal y resolviendo casos que no entendían por
el idioma con la expulsión.
Las condiciones de trabajo en el área del petróleo eran peligrosas, rigurosas y se-
veras. Se laboraba cerca de combustibles y líquidos inflamable, gases de alta presión
y temperaturas elevadas, con pesadas láminas de hierro transportadas para construir
los inmensos tanques de almacenamiento que podían desplazarse en el proceso de
construcción, y aplastar brazos y piernas, o personas enteras. Todo esto, a menudo,
bajo el sol ardiente, diez a doce horas diarias con tareas sobrehumanas, como por
ejemplo las limpiezas del interior de los destiladores que podían estar a una tempe-
ratura de 75 grados. El equipo de protección era rudimentario, o inexistente.
Para 1921, la industria en su conjunto empleaba a más de 44,000 mexicanos (sin
contar a los empleados de oficina), y además, unos 1,300 trabajadores extranjeros
(incluyendo a chinos). Juntando a los oficinistas y a aquellos mexicanos que depen-
dían de los contratistas para sus empleos, el destacamento nacional de trabajadores
en la industria pudo haber alcanzado unos 55,000, comparado con los 10,000 cal-
culados como existentes en 1917. El salario real devengado se triplicó entre 1920 y
1925, pasando de un peso diario, a tres para la mayoría de los trabajadores. Era una
remuneración alta comparada a lo pagado en el resto del país, pero baja en relación
a lo devengado por los trabajadores extranjeros, principalmente los anglo–america-
nos, sin mayor calificación que el hablar inglés, leer y escribir mínimamente.
Como observara un trabajador, “Todos los americanos, en especial los contra-
tistas y los empleados de las compañías petroleras, ejercen una presión inamistosa
sobre nosotros, los mexicanos; mientras que las compañías no nos ofrecen ninguna
seguridad, los extranjeros tienen toda la seguridad de las compañías y controlan los
mejores puestos y los mejores salarios...”. Las compañías insistían en que los trabaja-
dores extranjeros tenían mayor capacidad y responsabilidad haciéndoles merecedo-
res de las prebendas, pero cada vez fueron menos los convencidos. Al fin y al cabo
el recurso explotado pertenecía constitucionalmente a la nación mexicana, en tanto
la misma Constitución y la legislación social prohibían la discriminación.
A partir de estas condiciones, muchos llegaron y partieron, pues sólo les inte-
resaba ganar suficiente dinero para volver a su terruño. Al fin y al cabo, los salarios
eran sustanciales y, aun con los altos precios, el saldo todavía era favorable. Pero
los que permanecieron fueron los más duros y, para sobrevivir, fueron tomando
conciencia de la necesidad de defenderse mejor ante la arbitrariedad patronal. Ya
los sindicalistas profesionales, algunos de ellos europeos, hacían acto de presencia
83

y agitación. También había conocimiento de las cláusulas de la nueva Constitución.


La industria crecía y con ello la creación de una sólida clase proletaria industrial. El
régimen de producción extendía su influencia hasta la comunidad: los trabajadores
no sólo laboraban juntos, pero vivían colectivamente, en estrecho contacto con tra-
bajadores de otras firmas e industrias, con condiciones parecidas a las suyas, y com-
partiendo y conociendo las condiciones de sus compañeros y medios.
Sandino fue sujeto de aquellas condiciones –educadoras de por sí– y al igual
que sus compañeros de trabajo, pudo contar con el apoyo de los sindicalistas para
interpretar aquella realidad y visualizar una nueva, desde la perspectiva de los tra-
bajadores. Por vez primera en su vida, formaba parte de una fuerza laboral indus-
trial emergente a partir de la complejidad y necesidades de aquellas compañías. Iría
sintiéndose cada vez menos un trabajador artesano y más un trabajador industrial,
parte de un clase o sector de la sociedad cada vez más consciente de su estatus e
importancia en la historia del progreso humano7.
VI

Socialización obrera
y construcción de conciencia social

Sandino demoró más de dos años en llegar a la tierra petrolera. Buscaba un


buen salario pero encontró mucho más: la oportunidad de educarse en temáticas
sociales, políticas, y espirituales –la sabiduría, códigos para vivir a plenitud–, todo
desde la perspectiva de un trabajador y, si se quiere, de un joven nicaragüense llevado
poco a poco a reflexionar más en su patria. No fue un intelectual ni un revoluciona-
rio de salón, fue un trabajador que no careció de ideas propias y de capacidad para
ir razonando concienzudamente sobre el medio que le rodeaba: el nacionalismo
imperante, la política laboral, el acecho norteamericano, servir como asalariado a
empresas norteamericanas... Porque es desde esta perspectiva que comienza a pensar
en términos propiamente políticos, con autonomía personal y de clase, haciendo uso
de la libertad de pensamiento y de expresión. Aprendería en aquel medio a identifi-
car el statu quo, y a partir del mismo la ubicación de la injusticia, el poder y la mentira.
Adquirió valores distintos a los viejos valores predominantes, partió de su búsqueda
de la verdad. Fue en Tampico donde, aprovechando el tiempo libre, se dedicó a la
asimilación de ideas sociales y metafísicas, sus dos áreas de interés, que en su labora-
torio mental son una sola fuente de ideales y moralidad.
El mundo de las ideas y corrientes de la Revolución Mexicana, así como su ex-
presión concreta en los campamentos petroleros, y el sindicalismo libertario anarco-
sindicalista, principal corriente radical de ese entonces, fueron quizás las principales
fuentes de su aprendizaje e inspiración. Ni Sandino, ni aquella corriente fueron rígi-
das, o doctrinarias por naturaleza, y aquel nicaragüense tampoco aceptaría todos los
aspectos de esa ideología o de ninguna en particular, pero junto a otras influencias,
principalmente esotéricas, marcaron irreversiblemente su pensamiento: las ideas con
que regresó a Nicaragua a emprender su lucha, que le sostuvieron en la contienda y
que constituyeron la raíz del primer sandinismo.
Es en Tampico donde Sandino adquiere a plenitud conciencia de clase como
trabajador, trascendiendo la mentalidad más individualizada del trabajador artesano o
pequeño comerciante. La formación de conciencia de clase, vinculada a la formación
de la clase misma, hoy en día es vista por los historiadores como una creación tanto
cultural y social como económica. Es decir, con la permanencia de al menos dos años
y medio como trabajador asalariado en Tampico laborando para diversas empresas,
Sandino forma parte de un conjunto de individuos que “participan del mismo cúmulo
85

de intereses, experiencias sociales, tradiciones y sistemas de valores”, según recuerda


el historiador Edward Palmer Thompson.
Es una identidad que no es impuesta sino forjada colectivamente, particular-
mente por los obreros calificados y de mayor nivel cultural (saben leer y escribir
mínimamente).
Tampoco se trata de una identidad única y exclusiva ya que en Sandino, como
en tantos otros, no predomina en todo momento y lugar. Más bien coexiste, a ve-
ces volátilmente, con otras identidades colectivas –por ejemplo, aquellas basadas en
identidades culturales (raza) transnacionales, la nación misma (nacionalismo), o la
simple pertenencia al “pueblo” incluyendo el sector campesino. En determinados
momentos predomina una más que otra. Antes del inicio de su contienda militar
en Nicaragua, y justamente terminada la misma, fue cuando el prócer insistió en la
dimensión social y en el papel que debe asumir el sector oprimido para liberarse de
sus cadenas.
Con respeto a la experiencia propiamente laboral existen factores complemen-
tarios articuladores de la conciencia. Entre ellos, la formación ideológica, el lenguaje
utilizado, los símbolos empleados –no simples medios de expresión o representa-
ción sino mecanismos que permiten ordenar el pensamiento sobre la experiencia
vivida ya como “clase” o “pueblo”, expresiones de una nomenclatura (“proletario”
o “burgués” o “antiimperialista”) que a su vez permiten forjar conciencia de que se
pertenece a las filas de una o varias de las categorías.
En fin, una construcción cultural que toma lugar en la mente de Sandino y en
la vida cotidiana del obrero en el ambiente de la industria petrolera y de Tampico:
la combinación, a veces contradictoria, entre el nacionalismo reinante de la nación
y las nuevas corrientes ideológicas transnacionales sociales, entre las que primara el
anarcosindicalismo. Esto permite la formulación tangible de ideas, de actitudes, de
juicios, de anhelos o de creencias, pero también el uso de la violencia en defensa de
sus derechos, es decir, la conciencia de formar parte de un colectivo nacional o social
con derechos irrenunciables: ricas simbologías obreras que contribuyeron decisiva-
mente a formar una conciencia de identidad y un sentimiento de separación del resto
de la sociedad –o bien, una visualización compartida del carácter imperialista de los
Estados Unidos por un lado, y de la Raza hispanoamericana y clases trabajadoras en
el mundo, por el otro.
Formar parte del colectivo llamado Nicaragua resultaría primordial, pero no ex-
clusivo para Sandino; proceso que de alguna manera logró transmitir Sandino en las
Segovias a quienes le siguieron para forjar una sola identidad a un contingente an-
teriormente disperso de mineros y campesinos (pero también nacionalistas y hasta
internacionales), y emprender la construcción cultural de la voluntad de lucha –con
ideas, banderas y símbolos trasladados de México.
86

Al recordar su decisión de regresar a Nicaragua en 1926, Sandino explicó al


margen de una anécdota “me di cuenta que, como nicaragüense, tenía derecho a
protestar”. Y la protesta fue la característica de la actitud que más distinguió a los
anarquistas y socialistas en Tampico.

Anarquismo, anarcosindicalismo, “Una nueva vida”


Hasta finales de los años veinte en México, el anarcosindicalismo continuaba
siendo la corriente sindical predominante en el medio obrero mexicano. Constituye
una manifestación desprendida del anarquismo, surgido en el último tercio del siglo
XIX, como la expresión más emblemática del colectivismo y del pensamiento socia-
lista europeo.
La idea central del anarquismo se desprende de su sentido etimológico “au-
sencia de gobierno”. Para muchos eso significaba caos y desorden, pero la corriente
principal del anarquismo insistió en que no había razón natural alguna que explicara
la necesidad de gobierno que no fuera la de una minoría afianzada en sus privilegios
y riqueza mal habida. Todo se reduce al libre examen racional y político: aquellos
radicales estaban convencidos que mediante la educación genuina toda persona sería
capaz de llegar a la conclusión que las leyes sólo servían para mantener la autoridad
de las minorías. Todo forma parte de su visión dualista de la estructura social y sus
correspondientes instituciones, cuyo contraste fuera presentado con fuertes conno-
taciones morales que, con una función movilizadora, también permearon el espíritu
y discurso de Sandino.
Existían diversas y contradictorias corrientes dentro del anarquismo: desde los
individualistas (Max Stirner) que rechazaban toda forma de autoridad organizacional,
incluyendo las estructuras sindicales; hasta los anarcosindicalistas colectivistas, quienes
por el contrario, consideraban al sindicato la más pura expresión de la libertad para el
derrocamiento del sistema.
Hasta finales de los años veinte fueron, en lo general, los anarcosindicalistas
quienes tenían mayor arraigo en la clase trabajadora de Norte y Sudamérica colocán-
dose al centro de los conflictos laborales de la época. En los Estados Unidos fueron
los Trabajadores Industriales del Mundo conocidos como “wobblies” quienes estu-
vieron a la vanguardia de las protestas laborales llegando incluso a preparar filiales
mexicanas. Era la filosofía de moda que sedujo a no pocos intelectuales y artistas
–el mismo Rubén Darío acudió entusiastamente al teatro social anarquista en París
–como parte de un movimiento cultural, político, social, laboral, e intelectual que
educó a cantidades de obreros en diversas partes del mundo, llegando a su apogeo
en los años veinte en América Latina, para luego entrar en declinación con el adve-
nimiento del marxismo-leninismo.
87

Aquella doctrina fue demonizada tanto por la derecha como por Marx y Lenin.
José Stalin, quien llegaría a ser el pontífice máximo de la escuela leninista, escri-
bió alrededor de 1906: “Nosotros consideramos que los anarquistas son verdaderos
enemigos del marxismo. El hecho es que el marxismo y el anarquismo se basan en
principios completamente distintos, a pesar de que ambos salen a la palestra bajo la
bandera socialista. La piedra angular del anarquismo es el individuo, cuya emanci-
pación es, a juicio de los anarquistas, la condición principal de la emancipación de
la masa, de la colectividad. A juicio del anarquismo, a la emancipación de la masa
es imposible llegar hasta que se emancipe el individuo, debido a lo cual su consigna
es: ‘Todo para el individuo’. En cambio, la piedra angular del marxismo es la masa,
cuya emancipación es, a juicio de él, la condición principal de la emancipación del
individuo. Es decir, a juicio del marxismo, la emancipación del individuo es imposi-
ble hasta que no se emancipe la masa, debido a lo cual su consigna es: ‘Todo para la
masa’. Es claro que aquí tenemos dos principios que se excluyen mutuamente, y no
solamente tienen discrepancias tácticas”.
Los denominados “socialistas utópicos” fueron vilipendiados por Marx en simi-
lares términos. Ante la confusión terminológica, los anarquistas fueron adoptando
el nombre de comunistas o socialistas “libertarios” para distinguirse del “socialismo
real” al que los otros llamaban socialismo autoritario. En un sentido más amplio y
moderno, el anarquismo se define hoy como un movimiento social, orientado a la
organización de las clases populares, especialmente las trabajadoras, con el fin de
llevar a cabo una revolución para transformar, entre otras, las desiguales relaciones
sociales, políticas y económicas.
El término anarcosindicalismo aparece en 1905 cuando lo asumen sindicalistas de
inspiración colectivista asociados a la Confederación General de Trabajadores (CGT)
de Francia. Sufriría permutaciones a lo largo de las décadas con expresiones doctri-
nales y teóricas diversas, abarcando desde procesos terroristas nihilistas de finales de
siglo, el colectivismo de Mijaíl Bakunin –el gran adversario ruso (pero también pupilo)
de Marx– el anarquismo individualista de Max Stirner, el idealismo cristiano de León
Tolstoi, hasta el “comunismo colectivista” de Piotr Kropotkin, especialmente influyen-
te en España y México y cuyas ideas fueron acogidas con particular devoción por los
anarcosindicalistas y radicales sociales del siglo XX.
El príncipe ruso planteó que los sindicatos eran absolutamente necesarios para
hacer la revolución social, porque esa forma de organización obrera no caería en el
parlamentarismo, aunque bien la huelga general no reemplaza a la revolución. Su fa-
mosa carta a Lenin del 4 de marzo de 1920 (rescatada por muchos entre ellos Hugo
Chávez en 2009), en tanto de manera profética señaló las debilidades de la naciente
experiencia soviética: “Aún si la dictadura del proletariado fuera un medio apropiado
88

para enfrentar y poder derruir al sistema capitalista,


lo que yo dudo profundamente, es definitivamente
negativo, inadecuado para la creación de un nuevo
sistema socialista. Lo que sí es necesario son institu-
ciones locales, fuerzas locales; pero no las hay, por
ninguna parte. En vez de eso, dondequiera que uno
voltea la cabeza hay gente que nunca ha sabido nada
de la vida real, que está cometiendo los más graves
errores por los que se ha pagado un precio de miles
de vidas y la ruina de distritos enteros.
Sin la participación de fuerzas locales, sin una
organización desde abajo de los campesinos y de
los trabajadores por ellos mismos, es imposible el
construir una nueva vida.
Piotr Kropotkin (1842-1921) Pareció que los soviets iban a servir precisa-
mente para cumplir esta función de crear una orga-
nización desde abajo. Pero Rusia se ha convertido en una República Soviética sólo
de nombre. La influencia dirigente del ‘partido’ sobre la gente, ‘partido’ que está
principalmente constituido por los recién llegados –pues los ideólogos comunistas
están sobre todo en las grandes ciudades–, ha destruido ya la influencia y energía
constructiva que tenían los soviets, esa promisoria institución. En el momento actual,
son los comités del partido, y no los soviets, quienes llevan la dirección en Rusia. Y su
organización sufre los defectos de toda organización burocrática.
Para poder salir de este desorden mantenido, Rusia debe retomar todo el genio
creativo de las fuerzas locales de cada comunidad, las que, según yo lo veo, pueden
ser un factor en la construcción de la nueva vida. Y cuando más pronto la necesi-
dad de retomar este camino sea comprendida, cuanto mejor será. La gente estará
entonces dispuesta y gustosa a aceptar nuevas formas sociales de vida. Si la situación
presente continúa, aún la palabra ‘socialismo’ será convertida en una maldición. Esto
fue lo que pasó con la concepción de ‘igualdad’ en Francia durante los cuarenta años
después de la dirección de los jacobinos”.
La Conquista del Pan fue la obra más conocida y difundida de Kropotkin en Es-
paña y México. Figuraba entre los “libros que llegaban por infinidad de escritores
tipo obrerista y de muchos autores obreros internacionales”, recuerda un trabajador
mexicano. La primera edición de La conquista del pan en español data del año 1895,
o sea, a tan sólo tres años de la aparición de su versión en francés. Para 1910 se ha-
bían publicado más de 50,000 ejemplares en Barcelona. Aquel escrito, preparado en
forma sencilla y de fácil asimilación, circuló en México y cayó en manos de Ricardo
89

Flores Magón y otros miembros de la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexi-
cano. Un hermano de Ricardo, Enrique Flores Magón, comentó: “me encontré,
entre los libros de Ricardo, Mentiras convencionales de nuestra civilización y La conquista del
pan. Por demás está decir que devoré aquellos libros, que despejaron en mi cerebro
las confusas ideas germinadas en él; y que, estoy seguro, hicieron igual efecto en el de
Ricardo con anterioridad”. El anarquista ruso–norteamericano Alexander Berkman
llamó a Ricardo Flores Magón “el Kropotkin de México” y en efecto Kropotkin se
mantuvo, junto a Emma Goldman, al tanto de la situación de Flores Magón, reclui-
do y enfermo en una prisión norteamericana1.

Sociabilidad y socialización obrera


Los anarquistas se propusieron como estrategia la conquista de diversos espa-
cios de sociabilidad (asociaciones, grupos, círculos, centros obreros, ateneos, escue-
las de trabajadores) y de sociabilidad informal (otros espacios públicos vinculados
al ocio, como teatros, locales de ocio y recreo, tabernas, ferias) para hacer llegar el
mensaje de las ideas hasta el último trabajador utilizando todos los espacios con
potencial educativo.
Un organizador catalán expresó lo siguiente sobre la ingente labor pedagógica,
“Estos libros, folletos, periódicos, no se leen a la manera de los otros, los burgueses,
no corren igual suerte... El lector de la obra anarquista, obrero, por punto general,
no tiene biblioteca, ni compra libros para sí solo. [He] presenciado la lectura de La
conquista del pan en una casa obrera. En un cuarto que alumbraba únicamente una
vela, se reunían todas las noches de invierno hasta 14 obreros. Leían unos a otros,
trabajosamente, escuchando; cuando el lector hacía el punto, sólo el chisporroteo de
la vela interrumpía el silencio”.
Sandino fue envuelto por aquella cultura organizativa y formativa ácrata que
introducía nuevos imaginarios que despertaban el sentido de superación entre los
trabajadores. Le rodeaban medios, lenguajes, culturas y símbolos, análisis de expe-
riencias internacionales, discusiones sobre el experimento soviético. La solidaridad
y cooperación desinteresada fueron vistas como las mejores expresiones del amor a
la libertad colectiva, el eje central doctrinal, que debía caracterizar la conducta en la
fábrica pero también en el hogar y en la vida misma. Explicaban la importancia de
la razón, el racionalismo, la fe en la ciencia, en el papel de la instrucción, la secula-
rización y la lucha contra los dogmas religiosos, curas y reyes y la tiranía de la falsa
moral imperante, el horizonte del internacionalismo, prescindiendo de fronteras y
banderas, del mito nacionalista que arrastrara a los trabajadores europeos a la lucha
entre sí en la guerra (1914-1918), cayendo en la trampa los sectores dominantes e
imperialistas.
90

Aquella insistencia en la educación popular en todos los niveles y materias y por


los medios más variados posibles fue una característica singular de los libertarios
en su relación con los trabajadores. Para ellos, la transformación de la sociedad co-
menzaba por la transformación de la clase trabajadora y por la comprensión de que
no se podía ser libre si no se era solidario, si no se mantenía un equilibrio entre las
dos dimensiones de la vida, la personal y la colectiva. La pedagogía libertaria ponía
el acento en la educación integral, que era a la vez social y de transformación social
donde cada quien debía, en principio, aprender tanto el trabajo manual como el
intelectual, la cultivación del propio cuerpo –todo en libertad, como una aplicación
de la no división social del trabajo. La enseñanza social en y para la libertad social, la
libertad de todos y no simplemente la individual (liberalismo), donde el aprendizaje
no es ni puede ser neutral sino que es colectivo para ensayar la transformación co-
lectiva de la sociedad, para terminar con toda desigualdad y opresión.
De manera que ningún movimiento puso tanto énfasis como el anarquismo en
el papel de la cultura y la organización colectiva en la base como medio y mecanismo
de transformación social y superación personal. Buscaron despertar el afán de co-
nocimiento asegurando accesos a periódicos, folletos y libros para los que supieran
leer, y lecturas en voz alta en círculos de estudio para los que no. Para los anarcosin-
dicalistas no se trataba de producir “cuadros” o estructuras jerárquicas partidarias,
sino producir militantes dispuestos a sufrir eliminación física, cárcel o destierro, ir a
la huelga general y apuntar románticamente a la creación de una nueva vida en una
nueva sociedad “sin Dios, sin Ley y sin Amo”.
La labor cultural y pedagógica era una sola, lo que explica la organización de
destacamentos culturales que se hicieran cargo de la prensa, revistas, difusión, ven-
ta, carteles y la propaganda visual en general. Sobre todo contar con un periódico
propio para contrarrestar a los medios burgueses y para difundir una interpretación
clasista del mundo y de la nación, y el quehacer ante ello. Les caracterizó una prédica
constante casi moralista contra el vicio, el alcohol y el juego, tan habituales entre
quienes vivían en miseria y buscaban entretenimientos fugaces. Se hizo mucho énfa-
sis en la condición de la mujer como aliada de los trabajadores y encargada tradicio-
nal de la formación en el hogar, para que no fuera reproductora de supersticiones
religiosas.
Aquella militancia y espíritu de resistencia marchaban de la mano de la prepa-
ración para la organización legal o clandestina, la práctica de “la propaganda por el
hecho” y de la “acción directa”. Aunque una minoría de los denominados anarquis-
tas consideró legítimo recurrir al terrorismo y magnicidio, la mayoría se oponía a la
violencia militarista, sin por ello prescindir de mecanismos de autodefensa cuando
fuera necesario. A diferencia de los sindicalistas puros o los socialistas parlamentaris-
tas, los comunistas libertarios anarcosindicalistas insistían en organizar y movilizar a
91

los trabajadores de manera que excedieran los contornos de la lucha sindical o “eco-
nomicista” para llevar la conciencia de la necesidad de combatir todas las injusticias
del capitalismo y no sólo las específicas existentes en las fábricas, planteles, o el agro,
para construir un futuro sin explotación económica y sin autoridades políticas. No
creían en “miembros” ni partidos políticos, prefiriendo la conformación de “grupos
de afinidad” y de comités para distribuir las tareas incluyendo la de mando, delegada
democráticamente.
No faltaba la promoción de la música, el canto y, sobre todo, del teatro con con-
tenido social. Para desarrollar una cultura popular en contraposición a la cultura bur-
guesa, desarrollaban sus propias festividades, verbenas y espectáculos proscribiendo el
consumo de bebidas alcohólicas, contra lo cual el anarquismo se manifestaba intran-
sigente, porque se anhelaba la construcción de actitudes y valores nuevos haciendo
uso de las costumbres y tipos de esparcimiento existentes como las tertulias, veladas y
otros espacios sociales que podían ser compartidos en familia y en comunidad, sobre
todo los domingos. Lo recreativo era a la vez cultura, política y adoctrinamiento, usual-
mente a cargo de las Federaciones y las Casas del Obrero.
Para los trabajadores más empeñados en superarse –como Sandino– se daban
conferencias con temas filosóficos y científicos explicados y sintetizados, articulán-
doles con los cuestionamientos ideológicos y sociales propios del anarquismo, am-
pliando la difusión para llegar a un público cada vez mayor. Abundaban las imá-
genes y figuras en sus escritos para referirse a los capitalistas, los curas, policías,
terratenientes, simbolizando al enemigo para enfatizar el mensaje en los periódicos
y colectivos. Como en España, los nombres de los círculos, colectivos, asociaciones
y periódicos revelaban romanticismo social y con hincapié en el papel de la mística:
Regeneración, Sagitario, Germinal, Luz y Verdad, Luchadores por la Verdad, Colectivo Luz y
Amor, o Luz y Libertad, Hijos del Pueblo, Hermanos Rojos, Tierra y Libertad, Francisco Ferrer
y Guardia y, en México, el más difundido de todos: Ricardo Flores Magón, el otro
gran maestro de Sandino2.

El Magonismo
Desde la segunda década del siglo XX, se puso en marcha en Tamaulipas todo
el andamiaje anarcosindicalista –conferencias, publicaciones, teatro, tertulias, mar-
chas y mítines– para la concienciación y organización de los trabajadores, sobre
todo del cada vez más numeroso y coherente contingente petrolero. La concentra-
ción de trabajadores en toda la zona aledaña al puerto de Tampico y a sus grandes
refinerías, favoreció el desarrollo de una clase trabajadora cada vez más consciente,
que albergaba diversas experiencias laborales al concentrar trabajadores electricistas,
ferrocarrileros, tranviarios, alijadores, panaderos y otros, lo que posibilitaba, junto a
92

los esfuerzos de los sindicatos, un proceso de iden-


tificación de clase entre los trabajadores petroleros
como Sandino.
Todo el bagaje anarcosindicalista europeo debió
sufrir ajustes al medio mexicano incorporándose de
sobremanera, la marcada reverencia del trabajador
hacia la figura de Ricardo Flores Magón. Aunque
Flores Magón inicia su vida política (como Sandino)
como liberal hacia fines del siglo XIX, en oposición
férrea a la dictadura porfirista, su posición, como la
de muchos radicales de su tiempo, fue radicalizán-
dose hasta llegar al anarquismo libertario. Como tal,
Flores Magón vio todos los hechos sociales, políticos
y económicos a través del lente de la libertad.
Nació en Oaxaca, en el seno de una familia hu-
Ricardo Flores Magón, milde. Tras graduarse como abogado, se abocó al
anarquista mexicano (1873-1922) periodismo atacando al régimen de Porfirio Díaz,
sufriendo diversos exilios como resultado. En julio de 1906, Ricardo presidió la con-
formación del Partido Liberal Mexicano. Sus postulados, sin embargo, son más que
liberales al insistir en ideas radicales para aquella época como la expropiación de lati-
fundios y tierras ociosas, el salario mínimo, la enseñanza elemental obligatoria hasta
los 14 años y la reducción de las jornadas de trabajo. Fue arrestado en dos ocasiones
en Estados Unidos, donde pasó la mayor parte de su vida adulta trasladado de una
prisión a otra. En el exilio en Estados Unidos, promovió la lucha armada y la exten-
sión de la revolución social, considerando que la rebelión encabezada por Francisco
Madero era una acción burguesa carente de propuestas socioeconómicas funda-
mentales anticapitalistas. En un manifiesto del 23 de septiembre de 1911 expuso
sus creencias anarcocomunista al convocar a los revolucionarios mexicanos a luchar
contra la Autoridad, el Clero y el Capital. Permaneció preso hasta agosto de 1916
siendo condenado a la cárcel nuevamente en Estados Unidos por haber publicado,
en marzo de 1918, un manifiesto dirigido a los anarquistas del mundo. Connotados
anarquistas radicados en Estados Unidos como Emma Goldman y Alexander Ber-
kman se movilizaron para reunir el dinero de la fianza. El gobierno norteamericano
exigió como condición un acato a las leyes, a lo que Flores Magón replicó haciendo
referencia a Nicaragua: “Ellos, los financieros que gobiernan este país, temen que yo
no obedezca las leyes mexicanas en caso de ser libertado... Ellos, los violadores de
Nicaragua, los estupradores de Haití, los vándalos desmembradores de Colombia,
los verdugos de Puerto Rico...”.
93

Ya muy enfermo, fue trasladado a la prisión militar de Leavenworth, Kansas,


donde murió en circunstancias sospechosas el 21 de noviembre de 1922. Su cuerpo
fue embalsamado y trasladado a la capital mexicana por el Sindicato de Trabaja-
dores Ferrocarrileros que, junto a su familia, rechazó con indignación la oferta del
gobierno de hacerse cargo de todos los arreglos. El tren fúnebre desde la frontera
fue recibido por obreros, campesinos, comunidades agrarias y sindicatos a lo largo
de todo el trayecto a la capital entre banderas rojinegras y gritos de “¡Viva Tierra y
Libertad!”. Diez mil personas le acompañaron hasta el Panteón Francés, donde fue
sepultado. El 1 de mayo de 1945 sus restos fueron trasladados, por orden del gobier-
no federal, a la Rotonda de las Personas Ilustres, considerándolo oficialmente como
precursor de la Revolución Mexicana –título rechazado por muchos trabajadores
por considerar que su legado tenía actualidad y su programa permanecía inconcluso,
aun cuando muchos de sus postulados sociales inspiraron la legislación obrera y la
Constitución de 1917, para no mencionar el movimiento sindical y los trabajadores
de la década de los veinte, del que fue parte Sandino.
En sus ideas, Flores Magón fue influenciado decisivamente por la primera gene-
ración de ideólogos anarquistas, sobre todo Bakunin y Proudhon. Conoció también
a los escritos de Eliseo Reclus, Charles Malatao, Errico Malatesta, Anselmo Lorenzo,
Emma Goldman y Max Stirner. Pero el más influyente, según los especialistas, fue
Kropotkin por su aceptación de un comunismo acoplable la autonomía y el sentido de
comunidad de los pueblos indígenas, que Ricardo defendió en su juventud en Oaxaca.
En el mural Del porfirismo a la Revolución (1957-1966) de David Alfaro Siqueiros
conservado en el Museo Nacional de Historia en la Ciudad de México, se muestra a Ri-
cardo Flores Magón marchando junto con Mijaíl Bakunin y Pierre-Joseph Proudhon.
Flores Magón decía que el problema del pueblo era el problema de la libertad y
que la libertad no se reducía al simple cambio de régimen político. Influenciado por
los anarquistas y sobre todo por Kropotkin, llegó a considerar que todo gobierno
caía en la corrupción y el autoritarismo militarista. El antídoto lo constituían las per-
sonas libres, “conscientes de su propia individualidad y de su propia libertad” y que
fueran conscientes, también, de los impedimentos a la libertad: “Busqué la causa del
dolor de todos los pobres de la tierra y la encontré: el capital”. Pocos meses antes de
morir en una cárcel norteamericana, Flores Magón describía las atribuciones éticas
de su filosofía: “el anarquismo tiende al restablecimiento de un orden social basado
en la fraternidad y el amor, al contrario de la presente forma de sociedad, fundada
en la violencia... aspira a establecer la paz para siempre entre todas las razas de la
tierra, por medio de la supresión de esta fuente de todo mal: el derecho de propiedad
privada. Si este no es un ideal hermoso, ¿qué cosa es?”.
Para Flores Magón, la anarquía no era el desorden, sino la refutación filosófica
y la postura política frente a la autoridad y frente al poder; junto a la protesta, las
94

propuestas autogestoras, comunitarias y de solidaridad entre trabajadores del mundo


ante la autoridad que sustenta el capitalismo. Más que un teórico, Flores Magón fue
brillante propagandista de “la idea” impulsado por el objetivo de concitar simpatía
popular por sus argumentos, y para ellos escribió textos que fueron sencillos, direc-
tos, breves y extraordinariamente eficaces: la palabra que provocara la acción. Sobre
todo en un país donde los más oprimidos eran analfabetas, él quería comunicarles,
de manera sencilla, otra propuesta de conciencia, de libertad y de organización. Tan-
to Emiliano Zapata como Flores Magón compartieron el lema anarquista andaluz de
“¡Tierra y Libertad!”. Así lo explica un historiador: “Nexo de orden mítico: no sólo
porque el énfasis de los términos es distinto en cada uno de los personajes: Zapata,
el campesino, es por sobre todo “la tierra” y Magón, el intelectual revolucionario, “la
libertad”; sino también porque al conectar la célebre fórmula política con el caudillo
del sur se reivindica la condición autóctona y de identidad de la consigna, mientras
que al asociarla con el revolucionario ácrata se resalta su internacionalismo, su carác-
ter de principio universal”.
Bajo la influencia cada vez mayor de los anarquistas europeos, pero también
a partir del contacto con el movimiento obrero estadounidense, Flores Magón se
enfocó, a partir de 1908, en los problemas de los trabajadores urbanos y rurales. El
problema en ambas esferas, en su pensamiento, se reducía al dominio del capital que
toma la forma del derecho de propiedad privada, en la forma de tierra o de industria,
causante de la miseria y la injusticia, como repetiría Sandino.
Aunque Sandino, junto a la mayoría de los trabajadores mexicanos de su época,
nunca llegó a ser partidario de la destrucción del Estado, sí contempló como pri-
mer paso, la necesidad de un gobierno que no fuera manipulado por el capital y los
grandes propietarios, nacionales o extranjeros. Y en lo personal, Sandino repitió en
diversas ocasiones que él nunca tendría propiedades.
En el análisis magonista la fuente del mal es el capital y el principio de la propie-
dad privada, producto de la extracción de trabajo manual, y del Estado, que utilizan
los capitalistas para negar la libertad a los seres humanos: “los ricos tienen interés en
que triunfe el principio de la propiedad individual; los pobres tienen interés en que
triunfe el principio de la propiedad colectiva de todos”. En 1910 diría en un escrito
dirigido al proletariado mexicano: “La libertad política requiere la concurrencia de
toda libertad para ser efectiva, esa libertad es la económica. Los ricos gozan de li-
bertad económica y es por ello que son los únicos que se benefician con la libertad
política”.
Flores Magón y los anarquistas rechazaban las figuras del Estado o del partido
político porque implicaban el establecimiento de nuevas formas de autoridad con-
trarias al principio de la libertad representadas en la “trinidad sombría”: capital-au-
toridad-Iglesia. Sin la propiedad capitalista, no tendría razón de ser el gobierno, ni la
95

Iglesia, que son sus principales defensores. La función del Estado era reprimir y la
de la religión establecer las condiciones ideológicas y culturales para la reproducción
del sistema “cuyo exclusivo objeto es estrangular en el ser humano la innata rebeldía
contra la opresión y la explotación, la prédica de la paciencia, de la resignación y de
la humildad, acallando los gritos de los instintos más poderosos y fecundos con la
práctica de las penitencias inmorales, crueles y nocivas para la salud de las personas,
y, para que los pobres no aspiren a los goces de la tierra y constituyan un peligro
para los privilegios de los ricos, prometen a los humildes, a los más resignados, a
los más pacientes, un cielo que se mece en el infinito, más allá de las estrellas que se
alcanzan a ver”.
Estos y otros escritos de Flores Magón fueron reunidos y difundidos amplia-
mente en ediciones populares tituladas Semilla Libertaria y Epistolario revoluciona-
rio e íntimo, publicadas en 1924 y 1925. Fueron los años del apogeo de la influencia
anarcosindicalista entre los trabajadores organizados en México y que coinciden
con la estancia de Sandino en aquel país. Flores Magón fue proclamado mártir de la
Revolución y venerado especialmente por los sindicatos. Por lo que hay que suponer
que aquellos escritos didácticos fueron estudiados por Sandino, quien también habrá
escuchado a los hábiles agitadores anarcosindicalistas. En fin, conceptos, postula-
dos, metáforas, lemas y banderas que serían adaptados y trasladados a Nicaragua.
Aquella propuesta de cambio genuino abarcaba diversas facetas: políticas, so-
ciales, económicas, pero también culturales, para lograr la verdadera libertad en con-
diciones de igualdad. Esas corrientes coincidían al apuntar a la figura del “hombre
nuevo” –ya fuera en su versión “arielista” de la “raza cósmica”, o bien la versión
obrerista, en sus diversas variantes, que también apuntaron a la creación de la nueva
sociedad a partir de la lucha de los trabajadores y otras personas conscientes. En fin,
una etapa de revolución mexicana, pero con el acento en la transformación de la
situación cotidiana.
Poco antes de la llegada de Sandino a la Huasteca Petroleum Company, un manifies-
to del sindicato petrolero anarcosindical de esa compañía, dirigido “a sus adherentes
en particular y al proletariado organizado en general” planteó la importancia de la
educación sindicalista para conquistar la libertad, entendiendo mejor los obstáculos
que habría en el camino, como la división entre los trabajadores, que en ese mo-
mento atravesaban los obreros de la Huasteca a partir de la contradicción entre dos
tendencias sindicales. En tono moralista característico de la corriente anarquista, el
manifiesto explica:
“Nuestras viciadas costumbres y nuestra educación amorfa y prejuiciada y, en
casos bastante múltiples, la ausencia de todo conocimiento, ha impedido que la lucha
obrera se encauce y avance a destruir el régimen de opresión, maldad y concupiscencia
impuesto a la humanidad. El sindicalismo, principal exponente de nuestra lucha liber-
96

taria y de nuestra capacidad revolucionaria, debe servir de problema a los trabajadores,


estudiando las causas que han originado su nacimiento y crecimiento, y también los
principios que informan su lucha y su actuación. Habremos, por lo tanto, proponer a
nuestro conjunto desenvolvimiento intelectual, haciéndonos capaces de la compren-
sión de esas luchas entabladas, más que entre dos clases, entre dos principios profun-
damente antagónicos: siendo necesario que para la existencia de uno, se provoque y
efectúe la destrucción del otro; estos dos principios son la autoridad y la libertad. Para
que la libertad sea efectiva, a su lucha debe llevarse la concurrencia de acciones que la
generen, haciendo abstracción de los antagonismos que por diferencia de concepción
e interpretación hay entre los trabajadores organizados”3.

El teatro social
Un medio importantísimo para levantar la conciencia y conocimiento de los
trabajadores fue el teatro. A través de actividades culturales como el teatro, los anar-
cosindicalistas lograban alcanzar a los trabajadores de la ciudad. Aquellas represen-
taciones teatrales cumplían con el doble propósito de orientar a los trabajadores
–expresaba un dirigente de la Federación de la Liga de Trabajadores Veracruzanos–
“que todavía dudan de nuestros principios y táctica de lucha”; y reunir a toda la
comunidad para generar un ambiente de fraternidad y compromiso con los trabaja-
dores más pobres de Veracruz.
No es que hubieran desaparecido las grandes presentaciones de compañías ex-
tranjeras y nacionales con actores profesionales para atender los gustos refinados
de viejas y nuevas élites, pero ahora se multiplicaban las presentaciones de obras
escritas por intelectuales de izquierda, nacionales y extranjeros, muchas veces esce-
nificadas desde los mismos gremios con el apoyo de los amigos y familiares. Todo
formaba parte de la vida cotidiana, de la realidad social de los trabajadores, quienes
luchaban por su propio proyecto cultural, haciendo suya una propuesta de arte, has-
ta entonces reservada a los sectores poseedores de la riqueza.
Este teatro social –llamado también teatro épico o político– nacía de la propues-
ta de que no existía neutralidad en el teatro. Según uno de los principales proponen-
tes de la época, el dramaturgo alemán Bertolt Brecht, “el teatro sólo puede adoptar
una actitud tan libre si se abandona a las corrientes más impetuosas que recorren
la sociedad y se une a aquellos hombres que, por su condición, son necesariamente
los que luchan con mayor impaciencia por imponer los grandes cambios”. El obje-
tivo no era el simple entretenimiento, sino concienciar a los espectadores y hacerles
pensar sobre los extremos del comportamiento humano, centrado en lo político y
social. De esta manera, el teatro se convirtió en una forma de diversión popular en
una sociedad sin radio y sin mucho cine y, por supuesto, sin televisión.
97

De manera que la actividad sindical y la movilización social se desarrollaron en


estrecha relación con la actividad cultural, y en esta el teatro revolucionario jugó un
papel propagandístico fundamental, sobre todo al ir acompañado de un enorme
despliegue editorial. Ya en manos de obreros o intelectuales obreristas, el teatro se
volvió un instrumento de incitación a la lucha a partir de su contribución a la com-
prensión de las condiciones sociales. La clase trabajadora y sus ideologías constituían
sujetos de expresión, reclamando espacios no sólo en el sistema político, sino tam-
bién culturales y artísticos. Con ello se marchaba al objetivo de “echar por tierra las
arcaicas creencias y preocupaciones infiltradas en el alma de los trabajadores para
que no tengan conciencia propia y disponer de ellos a su capricho y antojo”.
Tal como fuera la costumbre en Barcelona, o París, la Casa del Obrero Mundial
en Tampico organizó su “Grupo Cultural”, compuesto por obreros voluntarios, que
se encargaba de la realización de gustadas veladas y producciones de teatro. Al prin-
cipio funcionaron en locales alquilados, pero su popularidad fue tal que luego se les
obligaría a moverse a los teatros formales. Los historiadores de este período coinci-
den en que la formación de militantes y organizadores obreros se dio precisamente
a partir de las actividades culturales y luego propiamente didácticas, organizadas re-
gularmente por la COM. En la audiencia de las presentaciones, debe haber figurado
Augusto, quien en todo caso, contó con múltiples oportunidades para admirarlas.
Pusieron en escena las obras teatrales de autores europeos “radicales” como Emilio
Zola y Pedro Gori4.

Rubén Darío: “Mi gozo en un pozo”


Estando en París en 1901, Rubén Darío fue
invitado a uno de aquellos espectáculos en el ba-
rrio obrero de Montmatre en el que se presen-
taba la obra La Epidemia de Octave Mirbeau.
Así lo describe: “...en el Montmatre que trabaja,
en el de los obreros, lejos de infectos, Cyranos y
embrutecedoras Abbayes de Thélème. El teatro,
lugar de reuniones y conferencias, está situado al
extremo de un callejón, y el aspecto de la entra-
da, no es ciertamente decorativo. Se ve que es la
casa del pueblo, y que el pueblo es pobre. En lo
interior había ya bastante gente, y a poco, todo el
recinto estaba lleno. El calor era de asar. En los
palcos, o especies de palcos, había algunas levi-
Crónicas periodísticas de Darío tas, algunas señoras elegantes... En los bancos de
editada originalmente en París, 1901
98

madera, obreros con sus familias, viejos trabajadores de barbas blancas, jóvenes de
rostros enérgicos y decisivos, caras vulgares, caras hermosas, aspectos de combatien-
tes y también faces de atormentadores y de bandidos. En las paredes se leen inscrip-
ciones conmemorativas, nombres de mártires de la causa. Noté con cierta sorpresa
que estas gentes de la anarquía francesa se habían puesto camisa limpia –los que la
tenían–; otros, con un pañuelo al cuello, se arreglaban. En tal ambiente, la democra-
cia no ‘olía mal’. La insignia roja estaba en todas las solapas y en los corpiños de las
mujeres. Se conversaba, y no con grandes gestos ni a grandes gritos. Todo el mundo
tenía educación, tenía buenas maneras. Había jovencitos cuya politesse [cortesía] era
notable. Se creería que en el momento dado exclamarían con toda corrección: ¿Una
bomba de dinamita, s. v. p? Pero también había formidables compadres cabelludos
que iban de un lado a otro, con aire de fieras. Por fin se alzó el telón, cuando el con-
curso comenzaba a dar muestra de impaciencia. Y en aquel escenario feo, remenda-
do de tablas fueron saliendo por orden los recitadores y cancionistas. Unos con voz
escasa, otros sonoros y tronantes, dijeron la desventura de los caídos, las negruras
ásperas del hambre, la prostitución, el militarismo corrompido, el peso abrumador
del capital, y la esperanza en un día de terribles represalias, la venganza del oprimido.
A medida que los versos se recitaban o que se detallaban las canciones...
Mi gozo en un pozo. La obrita de Mirbeau L’Epidémie, debe ser admirable-
mente leída, pues no son de discutirse la habilidad y la maestría estilísticas de este
propagador o pagador de ideas. Bastaría para demostrarlo El jardín de los suplicios,
con su frontispicio que contiene una de las páginas más terriblemente ‘humanas’ que
jamás se hayan escrito.
Más la representación, con actores ocasionales, entre ellos el mismo Mirbeau,
fue de muy relativo mérito. El público aplaudía porque era la pieza de Mirbeau y por-
que Mirbeau estaba en las tablas. L’Epidémie es más bien un diálogo que una pieza
teatral; en ella no hay más que una sucesión de frases contra la burguesía y sobre
todo contra la autoridad.
Se demuestra, como en una lección sobre objetos, que el pueblo, el pobre pue-
blo, es la constante víctima de las clases favorecidas de la fortuna, lo cual no es
propiamente una novedad. El maire, los consejeros municipales, son caricaturados
corrosivamente, sin escatimar lo bufo. Es lástima que talento como el de Mirbeau
sea esta vez justiciero tan solamente por un lado. El pueblo parece siempre bueno,
impecable”.
Claro que este tipo de teatro no estaba dirigido a figuras aristocráticas. Otras
obras de Mirbeau también gozaron de popularidad en Tampico; de hecho, las obras
escenificadas provenían muchas veces de Europa, escritas hacia fines de siglo y vin-
culadas a los movimientos anarquistas y luchas de trabajadores.
99

El teatro jugó un papel importante en México, una mayor comprensión de la


llamada “cuestión social”, la sociología, y la lucha de clases. Tal como lo describió
Darío, este subgénero teatral destacaba la acción de un grupo oprimido contra la
arbitrariedad de los tiranos. Obras como la de Gerhart Hauptmann (adaptada por
José de Echegaray, primer premio Nobel español y José François Rodríguez y Félix
González Lana) titulada El Pan del Pobre fueron estrenadas en México con conside-
rable éxito. O Tierra Baja del dramaturgo español Ángel Guimera que también fue
muy popular, al igual que Germinal de Emilio Zola.
A la par de entretener, aquel teatro buscaba provocar en la audiencia el sentido
de indignación, de orgullo social, de solidaridad, y de clara identificación de los usur-
padores de la riqueza y el poder, es decir, capitalistas, gobernantes y religiosos. Los
organizadores contrataban a un cuadro artístico, o conformaban uno propio para
la presentación del llamado drama social, que gozaba de gran popularidad entre los
trabajadores, muchos de los cuales eran analfabetos, o poco dados a la lectura.
Todo formaba parte de la pedagogía política. En España, los anarquistas desa-
rrollaron ingentes esfuerzos por llevar (e incluso traducir, como es el caso de la obra
Casa de Muñecas de Henrik Ibsen) obras que representaran valores contrarios al poder
y que ilustraban las injusticias sociales. Buscaban construir una cultura de resistencia
y de alternativa frente al sistema vigente. Había autores y actores profesionales, pero
también aficionados, incluyendo a los propios trabajadores miembros que pasaban
a escenificar los dramas. Todos tomaban parte en las veladas, a veces desarrolladas
clandestinamente, otras veces prohibidas por las autoridades; se ocupaban de asegurar
auditorios, propios o rentados, cargándolos de imágenes y símbolos que reflejaban sus
aspiraciones, sobre todo la bandera rojinegra.
Quedaba siempre claro quiénes eran los opresores y los oprimidos, y dónde
estaban las simpatías del autor. Cada lado con símbolos, música, imágenes, figuras
históricas y personajes símbolos: el tirano, el burgués, el casa–teniente, el militar,
el político, el sacerdote aparecen como figuras casi intercambiables. Por otro lado,
el obrero, el inquilino, el alzado, el manifestante, el indígena, la mujer, o el niño
desamparado, son todas figuras heroicas y trágicas a la vez del oprimido. Con gran
moralismo y mensaje de indignación (es decir, movilizador), presentaban un mun-
do permeado de opresión: los opresores aparecían con todo tipo de deformidades,
prueba de sus vicios como holgazanes e identificados con animales detestables. Por
otro lado los pobres, sencillos e infelices, mujeres y niños en la miseria, las víctimas
pasivas del sistema capitalista protegida por el clero y los militares.
Emerge, sin embargo, una tercera categoría: la del “héroe proletario” en la for-
ma de obreros jóvenes y fuertes, al lado de imágenes alegóricas de la asociación y
empuñando símbolos de resistencia como la bandera rojinegra, con rituales y len-
guajes de clase que contribuían a la construcción cultural de una nueva identidad y
100

a la paulatina sustitución de identidades sumisas heredadas. Y si tuvieron acogida


fue porque los mensajes estaban fundamentados en la realidad del malestar objetivo
provocado por las condiciones laborales. Al igual que en la literatura y el discurso,
el mensaje del drama hacía ver que la desigualdad y la opresión eran condiciones
creadas y, por tanto, reversibles por los trabajadores educados y organizados. La au-
diencia salía, con una mayor comprensión de la llamada “cuestión social”; o cuando
menos, emotivamente impactada por el gran contenido melodramático de actuacio-
nes relativas a los conflictos pasionales vinculados a la vida de los trabajadores. Todo
ello serviría de insumo para las consiguientes discusiones políticas entre los obreros,
no todos de los cuales habrían sido inclinados a la lectura.
Pero nada mejor para formar militantes y conciencia de los mexicanos que las
piezas teatrales escritas por el más grande de los suyos: Ricardo Flores Magón. “El
teatro es un medio magnífico de propaganda. Lo que no se consigue con discursos,
periódicos y libros, se logra en el teatro: el despertar de las multitudes”, decía Flores
Magón. Y Sandino, a manera de hipótesis puede decirse, que estuvo entre quienes
despertaron5.

“Verdugos y víctimas” y “Tierra y libertad”


Estando en Veracruz, Sandino pudo haber visto un volante dirigido a los traba-
jadores y suscrito por la Unión de Empleados de Restaurantes Consolidada de Vera-
cruz. En esa urgente concurrencia popular a la presentación de Verdugos y Víctimas
de Flores Magón. “Compañeros: En esta grandiosa obra, encontraremos pasajes, en
que se nos dice vivamente algo que siempre debemos tener presente; y es que no
debemos confiar sino en nuestro propio esfuerzo. Pues la defensa y emancipación de
los trabajadores es obra de los trabajadores mismos. Así como también nos enseña
los peligros que están al acecho de nosotros los trabajadores. La Tierra es Madre, El
Trabajo es el Padre de la humanidad, haz lo posible por emanciparte de los amos,
porque Dios, con sólo instruirse se consigue”.
No cabe duda de la inclinación ideológica de los organizadores mezclando men-
sajes anarcosindicales con preceptos de las viejas sociedades mutualistas en vías de
desaparición:
“Trabaja para ti, no dejes que exploten tu trabajo.
El Derecho y el Deber son dos líneas paralelas. El día no puede existir sin la
noche.
Si cobras el precio de tu trabajo, haz trabajo bueno.
No ataques a nadie sin motivo pero nunca presentes la otra mejilla al que te
golpee una.
Huye de las religiones; principalmente de la católica como de las pestes”.
101

Luego, con mayor regularidad en Villa Cecilia y Tampico, difícil no concebir a


Sandino sin interés de asistir regularmente con sus amigos a las representaciones
teatrales, usualmente los domingos por la tarde. Los precios siempre estaban al al-
cance popular y eran los delegados del sindicato los encargados de vender boletos
en los planteles. Si Sandino estuvo, como se piensa, en Veracruz a mediados de 1923,
se habrá topado con volantes en los barrios populares invitando a los pobladores
al Teatro Principal de Veracruz para ver la obra de Ricardo Flores Magón Tierra y
Libertad escenificada por el “Cuadro Artístico, Literario y Musical de la Federación
Local de Trabajadores”, de tendencia anarcosindicalista. Un historiador logró esta-
blecer que, para esa presentación, se vendieron 1,414 boletos –quizás uno comprado
por Augusto –pero en todo caso no poca cantidad, dejando en evidencia que el tea-
tro había dejado de servir únicamente a los esparcimientos de las clases adineradas,
y que, como en Barcelona, París y Berlín, la producción dramática de comunistas y
anarquistas penetraban exitosamente los nuevos espacios sociales.
La obra generalmente era precedida por presentaciones políticas y seguida de
discusiones en las calles. Aquella presentación, por ejemplo, contaba con un invita-
do especial: nadie menos que Enrique Flores Magón, hermano menor de Ricardo,
acompañado de varios líderes sindicales y populares.
En esa ocasión, los volantes fueron repartidos entre estibadores, tranviarios,
tabacaleros, jornaleros, marines, albañiles, ferrocarrileros, panaderos, meseros, entre
otros gremios organizados. Organizaba la Federación Local de Trabajadores, bene-
ficiaria del evento. Ya para entonces, el Cuadro Artístico Literario de la Federación
contaba con reconocimiento habiendo estrenado en marzo, según consta en la cir-
cular, “el hermoso drama revolucionario Regeneración, letra del compañero Luis
F. Martínez, como ustedes deben comprender, camaradas, estos dramas sirven de
orientación a los trabajadores que todavía dudan de nuestros principios y tácticas
de lucha”. La circular explicaba que el objetivo de la función de teatro era recabar
fondos para realizar una gira con las producciones del cuadro. Concluye la circular
pidiendo a los gremios que se vendieran los boletos entre los trabajadores solidarios
con la causa, cerrando bajo el lema “por la causa del proletariado mundial” y con el
saludo anarquista –jamás decían “Buenos Días”– “Salud y comunismo libertario”.
También se conserva el volante anunciando la representación teatral de Verdu-
gos y Víctimas:
“Camaradas: el compañero desaparecido, Ricardo Flores Magón, nos dejó
como recuerdo, pero más bien como guía, varias obras revolucionarias y de entre
ellas hemos escogido el grandioso drama que es una verdadera joya para la clase
explotada: el cual es ‘VERDUGOS Y VÍCTIMAS’ [sic]. En los pasajes de esta obra,
camaradas, se encuentran prácticas enseñanzas, pues se pone de manifiesto lo que
102

le espera al trabajador en cambio de esfuerzo, y le dice claramente que debe estar


bien preparado, capacitándose para que cada uno sea una potencia, sin fiarse de las
falsas promesas hechas para su emancipación; pues no debe contar el trabajador más
que con su propio esfuerzo, que debe ser obra de los trabajadores mismos. Por tal
concepto, los trabajadores debemos hacer conciencia propia… Esperamos que los
Cros. Trabajadores en general correspondan a los sacrificios hechos por ese cuadro
para montar la obra con toda propiedad. La cual ha sido estudiada y ensayada a toda
conciencia para que no le falte ningún detalle. Y sea presentado como la creó nues-
tro inolvidable compañero Ricardo Flores Magón; así como también esperamos
concurran, correspondiendo a la ayuda que nos ha prestado la Unión de Empleados
de Restaurante Consolidada para la organización de esa función que se efectuará
en honor del Co. Enrique Flores Magón, el domingo 10 del presente en el Teatro
Principal... Unión y Trabajo”.
En Tampico, los sindicalistas “rojos” de la Casa del Obrero Mundial afiliados a
la CGT, organizaron el equipo “Hermanos Rojos” para la promoción de la cultura
proletaria y edición de materiales. Lo hicieron con tal entusiasmo al punto de or-
ganizar su propio “Cuadro Dramático” encargado de organizar y escenificar obras
teatrales, llegando a ser reconocido y demandado en otras partes del país.
Las representaciones teatrales usualmente se realizaban en un teatro rentado
ubicado en la misma Villa Cecilia y posteriormente en los teatros de los mismos
sindicatos petroleros. Se sabe que las funciones eran semanales. Los trabajadores y
sus familias podían optar por boletos de luneta a $ 0.50 centavos, galerías a $ 0.30
centavos. Es difícil no imaginar a Sandino entre la audiencia particularmente ante la
evidencia de adquisiciones generosas de boletos entre 1924 y 1925 de parte de los
sindicatos petroleros incluyendo el Sindicato de Petróleo de Obreros y Empleados
de la Huasteca Petroleum Company, filial de la CGT.
En el repertorio del Cuadro Dramático de los Hermanos Rojos de Tampico nin-
guna pieza más en demanda que las dos obras de Flores Magón: ¡Tierra y Libertad!, y
Verdugos y Víctimas. También representaron las obras de los españoles Félix González
(Pan del Pobre) y José Fola Igurbide (El Sol de la Humanidad) y de los franceses Emilio
Zola (Germinal) y Octave Mirbeau (Los Malos Pastores). Estos últimos tres conocidos y
comentados dos décadas antes por otro nicaragüense errante: Rubén Darío.
González Ruiz Carrillo, miembro del grupo de los Hermanos Rojos y compañe-
ro de Sandino en la Huasteca Petroleum Co., recordó su participación en las representa-
ciones teatrales: «El grupo presentaba obras teatrales en las que ponía de manifiesto
la forma de vida del trabajador, del obrero mexicano que era explotado, porque la
misión del grupo era educar al trabajador, abrirle los ojos y hacerle ver la forma de
mejorar su situación. Esteban Méndez dirigía las obras teatrales y yo me convertí en
103

su asistente. Los Hermanos Rojos presentaron muchos dramas, pero a mí me gustó


una en particular, creo que se llamaba el Sol..., el Sol de la Humanidad, en la que yo
participé, como en muchas otras, de las que ya no recuerdo sus nombres, eso sí, todas
eran de tipo radical. En el Sol de la Humanidad, participamos más o menos veinte
personas, los ensayos los hacíamos por las tardes en el local del grupo o en la casa de
un compañero, no más salíamos del trabajo, íbamos a nuestras casas a tomar rápida-
mente algunos alimentos y vámonos para el ensayo. Esteban Méndez nos organizaba
y le decía a uno tú vas a hacer esto, a otro, que hiciera esto otro, en fin, a cada uno le
asignaba un papel, como también participaban las esposas e hijos de nuestros com-
pañeros, todos nos divertíamos mucho, pero a la hora de la actuación, todos muy
serios asumíamos nuestro papel en la obra. El diálogo que sosteníamos en esta obra
[agregó Gonzalo] era muy duro, y entre las escenas, aparecían otros compañeros que
entonaban himnos e invitaban a la lucha social diciendo que ‘el capitalismo era malo
e injusto y que no quedaba otra cosa que su destrucción para edificar un mundo más
justo, donde ya no habría explotación’.
Terminada la función, Gonzalo recuerda que “a Juan le tocaba despedir al pú-
blico inclinándose, como si estuviera saludando a un príncipe (risa) decía: ‘esperando
de ustedes, por sus bien reconocidas ideas, nos sigan honrando con su presencia:
¡Salud y Comunismo Libertario!’, pero como Juan seguía inclinándose las veces que
el público aplaudía, teníamos que sacarlo del escenario para bajar el telón (risa). Toda
la gente que asistía tenía un entusiasmo tremendo, fue una época que yo no he vuelto
a ver, no la he vuelto a ver nunca más... nunca más (suspiros)”.
Muchas de las imágenes y retórica propias del teatro social anarquista reapa-
recerían en los escritos de Sandino. Por ejemplo, en la obra del catalán José Fola
Igurbide, Sol de la Humanidad (Drama moderno de tendencias filosófico-sociales,
en prosa, dividida en 13 cuadros), presenta la tragedia que viven los oprimidos pero
que, en medio de ella, aspiran a construir una sociedad justa. Se presenta una visión
de historia vinculada al progreso, casi de manera inevitable, y es el “sol” el que alum-
brará a quienes construyan una sociedad sin acumulación privada de la riqueza, sin
explotación del trabajo, sin guerras, o conflictos. Resalta la idea de libertad que es
traducida al mundo de las imágenes para su mejor captación popular –la imagen del
sol– para entonces llevarlo a la sociedad, y más concretamente a la comunidad, hoy
oprimida pero mañana liberada.
Capital, Autoridad y Clero, la hidra que guarda las puertas de este presidio que
se llama Tierra
Un viejo compañero de cárcel de Flores Magón, Librado Rivera, radicado como
propagandista anarcosindicalista en Tampico publicó las piezas teatrales de Flores
Magón en la forma de panfletos para difundirlos mejor entre los trabajadores del
golfo. En la introducción explica: “Tierra y libertad fue el alarido de guerra que
104

arrancó del arado al campesino, y del taller al obrero de la ciudad. Tierra y libertad
fue el grito de justicia de las subyugadas víctimas contra sus malvados verdugos
durante siglos y siglos de cruel explotación. Pero se colaron los políticos entre los
obreros durante la Revolución, los líderes obreros entraron en componendas con
el Gobierno –sólo creado para cuidar los intereses del rico– y resultó el completo
fracaso de la Revolución... Verdugos y Víctimas señala el camino recto que hay que
seguir y exhorta al pueblo a que se decida de una vez por todas, a tomar posesión
de la tierra, de los instrumentos de trabajo, bueyes, mulas y graneros, vías de comu-
nicación, fábricas y talleres, minas y casas. Y para acabar de raíz con el mal, quemar
archivos y todos los documentos que tiendan a perpetuar el principio de propiedad
individual, base de todas las injusticias, y hacer que todo sea de todos, para el libre
uso y beneficio de todos los que deseamos vivir libres de toda tiranía del Gobierno
y de todo yugo del burgués, y establecer en su lugar una sociedad más justa, la socie-
dad de nuestros sueños basada en el amor y la libertad y con igualdad en la libertad.
“Escribía con gran facilidad. Verdugos y Víctimas lo terminó en una semana...
Tenía, además, la ventaja de saber varios idiomas que le ayudaron para su labor de
propaganda libertaria; aparte del español y el inglés, que conocía muy a fondo, sabía
italiano, francés y portugués; conocía mucho de latín y del griego, algo del idioma
azteca, de cuya agradable pronunciación recordaba recitando de memoria poesías de
Netzahualcóyotl; hablaba con facilidad el caló que usa el pueblo de los arrabales en
la ciudad de México, lo que hace suponer que el Apóstol del socialismo mexicano
poseía un profundo conocimiento de los dolores en que se revuelcan las clases más
humildes y despreciadas por el actual orden burgués. Por eso vemos que sus dramas
y sus diálogos fueron inspirados en ese ambiente; no son sacados de los salones
aristocráticos donde se recrea la burguesía holgazana, ni sus personajes trágicos son
prototipos imaginarios rebuscados entre los hombres del comercio y la banca, sino
descripciones de escenas reales, tan comunes entre los pobres, en esa vida repleta de
lágrimas y dolores en que nos encontramos todos los explotados”.
Las obras de Ricardo, junto a la de otros dramaturgos radicales europeos, se
presentaron diversas veces tanto en Veracruz como Tampico. Los textos con el pró-
logo citado anteriormente son publicados por Librado Rivera en el enclave obrero
de Villa Cecilia durante la estadía de Sandino, en diciembre de 1924. Y fue amplísima
la divulgación del libro de Ricardo Flores Magón, el Apóstol de la Revolución Social
Mexicana. Ideas específicas de Sandino sobre la propiedad, el clero, el derecho de los
campesinos y trabajadores, la negación de la libertad y dignidad por los opresores,
el derecho de tomar las armas y morir de pie pero no de rodillas, son todos temas,
formulaciones, imaginarios y método de análisis social y formas de ver al mundo,
que aparecen en la lucha posterior de Sandino en Nicaragua.
105

En Tierra y Libertad hay tres tramas entrelazadas. La primera, de carácter ro-


mántico, consiste en una pareja campesina (Juan y Marta) acosada por el amo de
la hacienda (don Julián), quien para obtener los favores de Marta la amenaza con
mandar a Juan a la leva, o acusarlo de robo y enviarlo al campo, con el fin de que los
guardias rurales al servicio de los patrones, lo asesinen. Marta se niega y don Julián,
con la complicidad del cura (don Benito), quien presenta la hipocresía de la religión,
hace que los envíen presos. En la cárcel, don Julián renueva sus intentos, mintiéndo-
le a Marta y humillándola, mientras a Juan se le hace creer que Marta ya cedió a las
peticiones del hacendado. La segunda trama es un alzamiento campesino, detonado
por la detención de Juan y Marta, pero realizado con fines libertarios. Los soldados
enviados a reprimir a los campesinos se les unen, y juntos toman la prisión, liberan-
do a los presos y capturando al hacendado, al cura y a los esbirros. Los campesinos
triunfantes organizan una comuna anarquista en la hacienda. La tercera trama refiere
a un ministro que coludido con un líder obrero espurio, organiza a los obreros con
argumentos demagógicos para que formen un batallón y sofoquen la rebelión cam-
pesina. Cosa que logran, asesinando a todos los campesinos.
Verdugos y víctimas tiene el mismo final que Tierra y libertad. En esta mueren
todos los campesinos rebeldes, asesinados por los soldados. Verdugos y víctimas
presenta lo vivido en Veracruz, la lucha entre inquilinos y caseros. En este caso el ca-
sero que pretende abusar sexualmente de Isabel, la inquilina. Interviene Juan, obrero
y enamorado de Isabel. Juan es arrestado y llevado ante el Juez:
Juez: (Furioso) ¿Es usted anarquista?
José: Soy amigo de la justicia, de la justicia humana, de la justicia que prescribe
que todo ser humano tiene el derecho de vivir sin explotar y sin ser explotado, sin
mandar y ser mandado.
Juez: (A los gendarmes) Este hombre es magonista. ¡Registradlo! (Los gendar-
mes se echan sobre José y lo registran).
José: (Indignado). No soy magonista, soy anarquista. Un anarquista no tiene
ídolos.
[Los gendarmes no encuentran más que un periódico doblado, “Regeneración”
y se lo dan al Juez]
Juez: (Colérico) Con razón está usted tan alebrestado. Este maldito periódico
sólo sirve para transformar las cabezas de los pelados, haciéndoles creer que es po-
sible vivir sin gobierno”.
Tras salir de la prisión Juan busca a Isabel y la encuentra en un burdel. Isabel le
escupe en la cara a Juan, habiendo sido engañada por las intrigas del General, apo-
yado por el consejo espiritual de un cura. El último acto se desarrolla en el local de
una organización obrera, en la que se discuten las tácticas a seguir por los obreros; si
106

ir o no a la huelga. Hay una división entre quienes apoyan la huelga y la negociación


legal con el gobierno y la visión de Juan que llama a las armas y a responder a la
violencia de la burguesía y del gobierno con la violencia del proletariado. En medio
de la discusión se oyen disparos perpetrados sobre multitudes que entonan el himno
anarquista “El hijo del pueblo”, lo cual convence a los obreros a tomar el camino de
la revolución. Juan encuentra a Isabel entre las multitudes masacradas por el ejército.
La obra concluye con una escena en la que niños, mujeres y hombres levantan
una barricada para defenderla heroicamente ante el asalto del ejército. Una genuina
inmolación. En la escena final, José sobrevive y les dice a los soldados:
“¡Terminad vuestra obra, insensatos! Ganad medallas para vuestros Generales,
que os pagarán con el estupro de vuestras hermanas y de vuestras hijas, y pisotead
este puñado de corazones generosos, que tendrán la virtud de convertir en monta-
ñas de odio que os aplastarán mañana a vosotros y al sistema que sostenéis. ¡Viva la
anarquía! ¡Viva Tierra y Libertad! (Se escuchan disparos y cae muerto)”.
El telón cae mientras se escucha cantar fuera de escena una estrofa del himno
anarquista Hijos del pueblo:
“Hijos del pueblo, que oprimen cadenas, esa injusticia no puede seguir; si tu exis-
tencia es un mundo de penas, Antes que esclavo, prefiere morir”.
Para escribir estas y otras obras teatrales de agitación, Flores Magón se inspiró
en la obra dramática de autores españoles, entre ellas, José Fola Igurbide. Un espe-
cialista considera que Flores Magón aprendió no poco de construcción dramática y
tratamiento de personajes demagógicos. Hay bastante similitud con El Sol de la Hu-
manidad del antes mencionado autor valenciano, un drama con tendencias sociales
presentando conflictos muy semejantes a los tratados de Verdugos y Víctimas. Presen-
ta una visión de la historia vinculada inevitablemente al progreso. Es el sol el que
alumbrará a quienes construyan una sociedad sin acumulación privada de la riqueza,
sin explotación del trabajo, sin guerras, o conflictos. La idea de libertad se traduce
al mundo de las imágenes para su mejor captación popular –la imagen del sol de la
libertad, también utilizada por Sandino– la iluminación, la luz que debe redimir a la
sociedad. Aquella obra de José Fola Igurbide también fue puesta en escena ante los
trabajadores en Villa Cecilia.
En estos y en otros dramas con mensajes libertarios no es el individuo sino la
colectividad, el sujeto social, quienes constituyen los principales protagonistas, de
manera que el espectador se ubica claramente al lado del luchador contra los opre-
sores, también claramente personificados como estamentos sociales o bien el clero.
El teatro de esta manera ejerce una función aglutinadora de conciencias dispersas
indignadas para llevarlas a una propuesta nueva tanto en el pensamiento como en la
acción: el hombre nuevo y el pueblo consciente.
107

Flores Magón trabajó también obras para radio y hasta un guion cinematográfi-
co, pero estas se perdieron. Seguramente, como sus obras de teatro, llevaban como
tema la situación de los trabajadores y sus luchas por la emancipación. Se le califica
como el primer dramaturgo nato de la Revolución. Se dice que no fue un autor de
teatro, sino que escribió teatro anarquista. Utilizó la demagogia propia del medio a
sabiendas que el teatro constituía la tribuna más eficaz para poner ideas en la escena.
Sus obras alcanzaron una difusión extraordinaria entre los gremios obreros y
los sindicatos radicales. María y Campos explica: “Leyendo con cuidado su extraor-
dinaria producción en Regeneración y sus dos dramas, el lector se da cuenta de que
en la imposibilidad de repetir ideas y argumentos, Flores Magón se decidió por la
forma dramática, seguro de que en el teatro encontraría una tribuna tan eficaz como
demoledora. En las escenas de sus dos dramas reproduce sucesos de que fue testigo
o de que tuvo noticia, reduciéndolos, con singular intuición de dramaturgo, al tiempo
preciso que requieren las escenas teatrales, logrando que cada uno de sus personajes
centrales resuma sus ideas sobre: Capital, Autoridad y Clero, “la hidra que guarda las
puertas de este presidio que se llama Tierra”6.

Librado Rivera y el Periódico Sagitario


Sagitario, Revista Sociológica Quincenal debe haber sido una lectura de cabecera
para Sandino. Se trata del periódico publicado por la federación sindical anarcosindi-
calista (CGT) en colaboración con la Casa del Obrero Mundial en Tampico y dirigi-
da con énfasis a los trabajadores petroleros. En su afán de educar y concienciar a la
clase obrera, los anarcosindicalistas, en todos los países donde estaban organizados,
dieron máxima prioridad, como hemos visto, a la divulgación de material escrito que
contribuyera a la sindicalización consciente de los trabajadores.
Años después, Sandino habló de la importancia de que los trabajadores nica-
ragüenses contaran con un medio propio. Expresó que la nueva Nicaragua debía
contar con un “pequeño” periódico obrero –“pequeño, porque para las grandes
ideas no se necesitan grandes periódicos”– y una Casa del Obrero “como hacen en
México”; lo cual hace pensar que aquel nicaragüense valoró altamente la labor lle-
vada a cabo por la Casa del Obrero Mundial organizada por los anarcosindicalistas
en Tampico y la importancia de su periódico obrero del cual, consecuentemente,
sería asiduo lector, y fue un asiduo lector de Sagitario y de otros medios populares. Se
piensa entonces que el estudio del contenido de aquella revista arroja luces sobre la
formación de Augusto C. Sandino.
Sagitario, Revista Quincenal de Sociología, editada y publicada en Villa Cecilia
en dos series entre octubre de 1924 y agosto 1927, cuando el gobierno canceló su
registro. Su distribución era gratuita y su circulación alcanzó hasta 5 mil ejemplares
108

de circulación. La idea original de sus primeros editores, los Hermanos Rojos, fue
desarrollar un periodismo de ideas. Los epígrafes que acompañaban el título de Sagi-
tario leían: “Caros son los afectos de la familia; pero los hombres que no tengan valor
suficiente para desligarse de ellos cuando así conviene a las ideas que sustentan, no
deben afiliarse a las grandes causas” (lo cual pudo haber provocado la meditación en
Sandino) del dramaturgo español –autor de El Sol de la Libertad– José Fola Igurbide;
“el gobierno ha sido en todas las edades y en todos los países el enemigo más en-
carnizado y más mortal de la libertad” del escritor norteamericano G. C. Clemens;
“Nuestra patria es el mundo entero, y nuestra ley la libertad” del escritor anarquista
Pedro Gori.
Librado Rivera, fue invitado por los Hermanos Rojos a integrarse al equipo edi-
torial del periódico. A principios de 1923 Librado había sido puesto en libertad de la
prisión de Leavenworth y rehusado aceptar la subvención ofrecida por el gobierno
mexicano para su traslado a México. Recibir ayuda de cualquier Estado iba contra
sus principios, dijo. Después de una nueva estadía en San Luis Potosí llegó a Villa
Cecilia integrándose de lleno a las labores del periódico y de la organización. Estaba
claro de la importancia estratégica de la zona, el ascenso de las luchas obreras, y –lo
más importante– la percibida capacidad de los obreros petroleros de afectar los
grandes intereses de Wall Street.
Así que asumió el trabajo de editor de Sagitario. El periódico llegó a contar con
una amplia circulación tanto en México como en el extranjero; su interés estaba
enfocado en la propaganda anarquista dirigida principalmente a los trabajadores pe-
troleros de la región.
Librado consideró que tuvo un gran éxito en este sentido al poder escribir en
noviembre de 1924: “...se redoblan las fuerzas, se agita el pensamiento, nuevos gru-
pos; plenitud y más plenitud tiene la propaganda anarquista en la región petrolera”.
Bajo su dirección, Sagitario pasó de hacer un periodismo exclusivamente de ideas para
integrar la denuncia e información. Para sobrevivir, Librado “a sus 60 años –escribe
Taibo– vendía ambulantemente, en las puertas de fábricas y talleres, en las barcas que
cruzaban el río para llevar a los obreros a las refinerías, textos de Magón, de Reclus,
de Práxedes Guerrero, biografías de Bakunin”.
En Sagitario escriben los mismos obreros de la región pero también de otras
partes de México y extranjeros, incluyendo delegados de la CGT y la Asociación In-
ternacional de Trabajadores. Bajo la codirección de los Hermanos Rojos, el periódico
difundió los escritos de Ricardo Flores Magón y otros anarquistas mexicanos inclu-
yendo Práxedis Guerrero y Gabriel Rubio, apareciendo también escritos de obreros
del enclave petrolero.
Sagitario se publicó siguiendo un formato bastante común entre los medios anar-
quistas de esa índole: un periódico de cuatro planas con secciones de temas específi-
109

cos. Por ejemplo, en la primera plana de Sagitario, aparecían artículos para mantener
viva la memoria de Flores Magón y el magonismo. También había otros escritos reite-
rando los principios libertarios y la necesidad de practicarlos entre las organizaciones
obreras revolucionarias. De manera significativa, se explicaba también al trabajador la
diferencia entre el “comunismo libertario”, del “comunismo autoritario” detectado
ya en la joven Unión Soviética, aun cuando el inicio de la Revolución Bolchevique fue
celebrada por los socialistas de distintas corrientes.
No se puede decir que Sandino aceptara al pie de la letra todo lo argumentado
en Sagitario y el pensamiento ácrata que representaba. Librado, por ejemplo, critica-
ba el nacionalismo cultural revolucionario que se respiraba en México y tampoco
resultaba aceptable tener simpatía con el gobierno nacional, no obstante su retórica
social y la legislación que venía promulgando. Librado impugnó a los gobiernos de
Plutarco Elías Calles y Portes Gil, comparándoles con la dictadura de Porfirio Díaz,
considerando que los artículos constitucionales sobre los derechos del trabajador
eran parte de una pantalla demagógica. Sagitario no dejó de criticar a la CROM por
su estrecha alianza con el gobierno que adversaba los verdaderos intereses de la clase
obrera. La CROM para entonces disputaba infructuosamente a la CGT el control
del gremio petrolero”.
En Sagitario aparecían los pronunciamientos y llamados de la Federación anarco-
sindicalista redactados de forma didáctica para facilitar su discusión. Se insistía en la
libertad, como objetivo estratégico, poniendo la defensa de ese principio por encima
de la lucha por prebendas inmediatas. Un manifiesto que publicó del Sindicato de
Obreros y Empleados de la Huasteca Petroleum Company dice: “Nuestro Sindicato ha
sabido conquistar en el terreno económico algunas mejoras inmediatas que no bas-
tan por sí solas para constituir nuestro avance hacia la liberación humana, sino ma-
nifiesta el principio y comienzo de esa magna lucha por la libertad”. “Todo mejora-
miento en el terreno económico –señalaba otro periódico anarcosindicalista– no es
sino un paliativo que no resuelve los complicados problemas sociológicos, que todo
aumento de salario o cualquier ventaja que los burgueses conceden a sus esclavos
es nada si no tiene la seguridad de ganar el doble... las agrupaciones deben dejar de
ser oficinas de colocaciones o casas de socorro, sino que son las falanges que luchan
por el advenimiento de la libertad, que pugna por hacer una realidad inmediata los
principios anárquicos”.
La apelación asume un carácter principista y moral, que no siempre fue bien
acogido por el trabajador, enfatizando que la “causa” no era tarea de una jornada,
sino una manera de vivir y transformarse a uno mismo y al mundo: “Empecemos
por destruir en nosotros mismos, los rencores y pasiones que nos agitan y los vicios
que nos dominan, encaminémonos al sindicato, dejemos de visitar los antros de vi-
110

cio y degeneración y coadyuvemos al desenvolvimiento de nuestra organización que


será el valladar de las iras y represiones capitalistas”.
Nada cobraba mayor desprecio para los anarcosindicalistas que la figura de po-
líticos burgueses oportunistas que buscaban apoyo en las incipientes asociaciones
obreras: “Y es triste, compañeros de la región petrolera, que cada año tenemos que
volver a repetir lo mismo; tenemos necesidad, cuando llega el tiempo de elecciones,
que decir y más decir al pueblo: ved la farsa, ved la comedia; conoced a los farsantes,
conoced a los cómicos... todo hombre, por más honrado que sea, por más buenos
propósitos que tenga, cambia ineludiblemente, al subir al poder, en la fatalidad que
señalaba el padre de todos los políticos: Maquiavelo; esto es en la razón de Estado,
todo hombre que gobierne será un enemigo y un condenador de las libertades del
pueblo”.
El otro gran contrincante era el Estado. “De aquí que la Federación local de
Tampico, sección de la CGT dirá siempre a voz en cuello: todo gobierno es malo,
porque representa: violencia, rapiña y opresión. No importa que los gobernantes se
digan liberales, socialistas o bolcheviques, ellos usarán eternamente de los jueces, de
los policías, de los ejércitos, para ametrallar y asesinar al pueblo... Ante la ambición
de estos párvulos de la politiquería –que dicen renegar de los políticos “profesiona-
les”–, plantead este dilema: O el sindicato, o la política... Aprended el acto justiciero
del Sindicato de la Huasteca, que dando muestras de amor a las libertades del pueblo,
lanzó de su seno a dos individuos de los que buscaban un lucrativo asiento en el
municipio de Tampico”.
Una característica de la literatura anarquista en general era el talante moral que
impregnaba toda su argumentación y para criticar la sociedad burguesa; el deber mo-
ral de dar la respuesta revolucionaria: la necesidad moralizante revolucionaria que,
en algún sentido, ayudaba a explicar su arraigo en una persona sensible como Sandi-
no. El mensaje es de indignación ante el mal social, y político que no tienen razón de
ser, que no pueden ser explicados con argumentos teológicos porque simplemente
la inmoralidad es el resultado de opciones y decisiones humanas negativas. Hay un
tono de angustia que evocan las palabras de Proudhon: “¿De dónde me viene esta
pasión por la justicia que me atormenta, irrita y apesadumbra? No puedo explicár-
melo. Sólo sé que es mi Dios, mi religión y mi ser, y que si trato de justificarla con
argumentaciones filosóficas, fracaso en el empeño”.
Es el mismo tono del militante anarquista Anselmo Lorenzo, un español a veces
llamado “el abuelo del anarquismo”, por ser uno de los primeros anarquistas de ese
país. Sus escritos también eran reproducidos con frecuencia en la literatura obrera
en Tampico. Anselmo insistió en que el obrero debía modelar su comportamiento y
funcionamiento practicando un tipo de relaciones opuestas a las opresivas vigentes
en la sociedad; es decir, la práctica de la solidaridad, la ausencia de competencia y/o
111

de espíritu de lucro. Para él, la burguesía era despreciable no sólo por haberse con-
vertido en una clase opresora, sino también por haber conformado un orden social
plagado de vicios, de corrupción, que reniega la práctica de los principios morales,
comenzando con el amor al prójimo. Y es posiblemente la hipocresía moral de la
burguesía, lo que más irritara a los anarquistas, haciendo extensiva esa atribución al
clero, por estar al servicio del orden burgués.
En un artículo titulado “Conócete a ti mismo”, Lorenzo escribe: “Lector obre-
ro, que obrero has de ser, como lector de este periódico desconocido de los privile-
giados, procura conocerte, mira a tu alrededor y considera lo que de los productos
sociales te hace falta para tu complemento, juzga a qué tienes derecho por el cum-
plimiento de los deberes que prácticas y por el conocimiento claro de lo que eres, de
lo que necesitas, de lo que te corresponde y de aquello de que careces, y formarás
un objetivo para tu vida, te impondrás una misión, ejercitarás tu voluntad, serás dig-
no, te recompensarás con el aprecio propio, satisfacción inmensa, única que puede
colmar la ambición del hombre consciente, porque es la sola que se da con absoluto
conocimiento de causa y sin engaño... Conócete a ti mismo y serás fuerte amparo de
los débiles oprimidos, temible enemigo de las instituciones bajo cuyos auspicios se
oprime, se explota y se despoja, único medio de alcanzar una personalidad honrada
en medio de tanto individuo que se abisma en el olvido, o sobresale para ser objeto
del desprecio universal”.
Impresiona al lector la insistencia en la fuerza del ideal y pureza de las ideas, así
como la disposición al sacrificio que les debe acompañar. “Solamente los idealistas,
es decir, los que han sentido hondamente una idea y tienen la visión clara de la rea-
lización de ellas son los capaces de llegar hasta el sacrificio para conseguir el acerca-
miento del día en que su idea sea una práctica cotidiana; por eso solamente hombres
como Ferrer, Kropotkin, Bakunin [sic] y Colón y Galileo en otros terrenos, han lle-
gado a sacrificio, a la desinteresada entrega de su personalidad para ver convertidos
en realidad sus ensueños”. Para los libertarios, la socialización de la idea y del idea-
lismo requiere un método adecuado al medio del desposeído: “...para que una idea
sea sentida hondamente, es necesario verla clara, sencilla, accesible para la naturaleza
humana, es necesario que todo aquel que llegue a encontrarla en su camino se forme
la convicción de que, además de hermosa, de humanitaria, de justa y razonable, es
capaz de realización”.
Para los ácratas, el contrincante debe ser claramente señalado: “...hay que pre-
sentar desnudo nuestro pensamiento, hay que hacer comprender a todos nuestros
compañeros que la anarquía además de ser una idealidad pura, levantada, es también
realizable, que el único obstáculo por vencer es el capitalismo y el gubernamentalis-
mo, que barriendo con esos obstáculos fácilmente llegaremos a organizar la socie-
dad de la acracia; pero que para barrer con esas instituciones es necesaria la fuerza,
112

es decir, la revolución, que rompa y extermine la fuerza de los actuales sostenes de


los privilegios: capitalismo, gobierno e iglesia... Organicemos la revolución; demos a
los espíritus sedientos de justicia el camino de la emancipación. Vayamos formando
entre el conglomerado obrero los compañeros que deban dar la llamada de atención,
el primer grito de libertad”.
Como fuera la costumbre en las publicaciones anarquistas, Sagitario reproducía
escritos de los mejores expositores, valiéndose de una red extensiva de contrapartes
afiliadas en el resto de México, La Habana, Buenos Aires, Nueva York y en Barcelona,
su capital mundial. Las experiencias de lucha se compartían a la vez que se organiza-
ban campañas internacionales de solidaridad, como por ejemplo alrededor de los pre-
sos anarquistas italianos Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti, condenados a muerte
por un tribunal norteamericano. Vanzetti le escribía a Librado, a mediados de 1925,
agradeciendo la labor de los grupos de Tampico y Villa Cecilia.
La figura sobresaliente en Sagitario era por supuesto la de Ricardo Flores Ma-
gón, por el cual todos los trabajadores mexicanos sentían especial sentimiento. Toda
aquella generación obrera fue formada con los escritos del prócer, reproducidos en
la forma de folletos publicados y difundidos principalmente por los anarcosindica-
listas. Más que las publicaciones europeas, o más bien estas mismas a través de los
escritos de Flores Magón, que aquella generación de trabajadores conscientes, contó
como su principal material de formación ideológica hasta inicios de los años veinte.
Y en Flores Magón tampoco faltó el internacionalismo que, desde entonces, venía
tomando forma en el pensamiento de Sandino: la noción de la lucha sin fronteras y
la hermandad proletaria.
En Tampico y en los campos petroleros, los sindicalistas profesionales invocaban
la figura de Flores Magón y la causa socialista para conformar sindicatos radicales,
congruentes con el anarquismo. Aunque Flores Magón fue más anarquista que anar-
cosindicalista, sus ideas apuntaban a la transformación revolucionaria de la sociedad
y la importancia de la autogestión. La literatura anarcosindical también criticaba el
nacionalismo patriótico promovido por el gobierno, considerándolo engañoso y des-
tructivo de la verdadera conciencia internacionalista. “Patria burguesa y patria univer-
sal” fue el título de un discurso de Flores Magón. Pero no fue una tesis compartida
por Sandino, para quien la libertad de la persona era una con la libertad de la patria.
Sandino también tuvo sus dudas con respecto a la crítica que los anarcosindicalistas
hacían al “reformismo” de la CROM: con todo y su corrupción, la CROM lograba
frecuentemente manipular a las facciones dentro del gobierno para avanzar en el
reconocimiento de los derechos de los trabajadores y de presionar a las empresas a
cambio de respaldo político sindical. El problema fue que la retórica de revolución y
nacionalismo económico ya formaba parte del discurso del régimen gubernamental
113

y que la legislación imperante, irónicamente gracias a la lucha y el prestigio de Flores


Magón y su Partido Liberal Mexicano, había incorporado los derechos de los traba-
jadores. En este marco, muchos trabajadores se preguntaron por qué no aprovechar
aquellos espacios para que juntos tomaran partido contra las empresas imperialistas
implementando el contenido de la hermosa constitución de 1917.
Con el tiempo, muchos consideraron que la estrategia de la CROM daba ma-
yor resultado sobre todo en situaciones difíciles económicamente, cuando resultaba
fácil que el trabajador ordinario perdiera la paciencia con el discurso emancipador
que pedía más sacrifico en nombre de la utopía. Tampoco habrá compartido la
enemistad proclamada de los anarquistas con el gobierno, sobre todo en una etapa
nacionalista, amenazada con la intervención norteamericana y firme en la determi-
nación de mantener la vigencia de los preceptos constitucionales. Lo de utópico,
sin embargo, caló en Sandino junto a la idea de la fraternidad universal basada en el
trabajo cooperativista.
Por otro lado, Sandino se educaba sobre el suceder internacional desde la pers-
pectiva de los trabajadores y la lucha universal por sus derechos. Un recorrido por las
páginas de Sagitario destacaba secciones regulares referidas a los “presos políticos por
cuestiones sociales”. Aparecían pronunciamientos del “Comité Pro-presos de Texas”
de la CGT o la noticia de la formación de un Comité Pro-presos por cuestiones
sociales. Sagitario se pronunciaba a favor de la liberación de dos presos sindicalistas
norteamericanos condenados erróneamente por actos de terrorismo y promueve la
campaña contra las ejecuciones de Bartolomeo Vanzetti y Nicola Sacco en Estados
Unidos. También aparecían reseñas de la vida de anarquistas famosos junto a extrac-
tos epigramáticos de sus escritos, particularmente españoles: Quiénes somos, la ver-
dadera conducta del anarquista, lo que queremos, porque somos anarquistas, lo que
somos, ¡Somos la luz!; la luz de la esperanza, juventud, primavera, sol, poesía.
Lo más contundente, sin embargo, debió de ser el espíritu de autoafirmación
del trabajador y del pobre, que por vez primera hacía uso de los instrumentos pre-
viamente vedados como los periódicos, los teatros, la poesía, el arte y la cultura para
presentar su propia versión de la historia y de la ética. Sin presumir de la existencia
de conocimientos teóricos, o trasfondos históricos de parte del lector, se le guiaba
en base a preguntas y respuestas para llegar a conclusiones teóricas vinculadas a la
acción revolucionaria. Un obrero mexicano explica poéticamente:

Lo que somos
¡Somos el libro! Que destroza mitos, dogmas, misterios, farsas detestables, que
realiza las dobles utopías Y aplasta las inicuas necedades.
114

¡Somos el libro! El firme monumento de la belleza y la verdad; la base que afian-


za las conquistas de la ciencia y al hombre de la concepción del arte.
¡Somos el ideal! Libertad, trabajo, igualdad, bienestar, paz, armonía, pan, y amor
para todos los caídos en el vicio, en el lodo, en la perfidia, ¡Somos la idea! Con fer-
vor luchamos por el triunfo feliz de la justicia, por el derrumbe de los viejos muros,
donde gobierna el dios de la mentira.
¡Somos el porvenir! La inmensa gloria de un porvenir de amor que no está lejos,
pues ya viene saliendo en el horizonte la luminosa aurora de los tiempos.
¡Somos el porvenir! Y la justicia al fin podrá reinar entre los siervos, cuando
fuertes y altivos visionarios a romper las cadenas nos lancemos.
Sandino parece haber tomado nota de la forma en que en Sagitario y los folle-
tos instructivos se utilizaban letras cursivas, o encuadernadas en líneas negras para
captar mejor la atención del lector e interiorizar los mensajes con mayor facilidad.
El estilo y el pensamiento se expresan de manera concisa y precisa subrayando la
apelación a la fuerza del ideal con frases claves, que también se repetían en el drama
social revolucionario.
Los anuncios de la venta de libros y folletos dan una idea de los escritos pu-
blicados en 1924-1925 que Sandino –ya para entonces con la disciplina de estudiar
–pudo haber tenido a mano. En primer lugar, la edición de los principales escritos
de Ricardo Flores Magón, Epistolario Revolucionario e íntimo; Rayos de Luz; Tribuna Roja;
Sembrando Ideas; Semilla Libertaria; Tierra y Libertad y Verdugos y Víctimas. De Práxedis
Guerrero, articulista y luchador magonista, caído en combate a los 28 años, Artí-
culos Literarios y de Combate, Pensamientos y Crónicas Revolucionarias; el libro
clásico de Rodolfo Rocker polemizando con los marxistas, Marx y el anarquismo; El
Ideario de Ricardo Mella; Sebastián Fauré, La podredumbre parlamentaria, o Pedro
Gori, La anarquía. Rivera, a la vez que contribuye con artículos a Sagitario, editaba la
colección completa de los periódicos Revolución y Regeneración –organizando “ta-
lleres abiertos” en la COM para su discusión. Y la persona que leía Sagitario hubiera
conocido trabajos aparecidos anteriormente en La Batalla de la CGT; La Antorcha,
La Protesta y La Voz de los Tiempos de Buenos Aires, Argentina; The Industrial Worker,
Seattle, Washington; The Road To Freedom, Nueva Jersey; Freedom, Londres, Inglaterra;
La Voix Libertaire, París, Francia, entre otros.
Por medio de las páginas culturales, los trabajadores y sus familias eran invita-
dos a participar en las veladas culturales organizadas por grupos de afinidad de la
CROM. En las veladas figuraba siempre la “tribuna roja” en donde se impartían
conferencias sobre la religión, el socialismo, el imperialismo, el papel de la mujer, el
amor libre y la “procreación racional de la especie”. Los intelectuales socialistas de
Tampico solían integrarse para escuchar estas y otras exposiciones –muchas veces
115

a cargo de anarquistas de diversas nacionalidades –sobre economía, arte, historia y


filosofía, antropología criminal, el espiritismo y la religión, y las virtudes de la ense-
ñanza racionalista y laica7.

Patria y libertad
Un trabajador como Sandino, sediento de ideas nuevas, se encontraba en el
medio perfecto para iniciar un proceso autodidacta, pero también apoyado en los
recursos sindicales y en sus compañeros ya avanzados en la materia. El trabajador
de 31 años, sin vicios, seguramente aprovechó el tiempo de esparcimiento para leer,
discutir y escuchar.
Nadie puede documentar la influencia que pudieron tener aquellas lecturas y
las obras dramáticas libertarias en el pensamiento de Sandino. Lo que cabe es la
hipótesis sustentada en el examen de sus escritos y entrevistas posteriores. De lo
que no cabe duda, como llegó a decir el mismo Sandino, es que México fue “nuestra
gran escuela”. Sandino es un tanto ecléctico en la recolección de ideas, tejiendo unas
con otras, incluyendo las derivadas de su contacto con los espiritistas y masones,
que se abordarán posteriormente. Lo que sí es aparente es la resonancia y similitud
estilística en el lenguaje de protesta y de determinación de hacer justicia empleado
por Sandino y los escritores anarcosindicalistas y, sobre todo, Ricardo Flores Magón.
Sandino con frecuencia recurre al uso de dispositivos de resistencia y comu-
nicación contundente escuchadas en México: la palabra que incita a la acción. La
defensa de la idea de la libertad es central aun cuando Sandino la conduce a la de-
fensa de la libertad de la patria, pero bajo la bandera rojinegra. Por supuesto, que
al llegar a las Segovias debe acoplar sus ideas y expresiones –aunque nunca dejó de
usar los insultos mexicanos como “chingados” y “cabrones”– a la cultura de aquella
zona lográndolo con una naturalidad sorprendente. Muchos de los temas libertarios,
consignas y metáforas fueron similares –otros no, como por ejemplo la invocación
al amor patrio, o a Dios– siempre afirmándose la fe, el triunfo final de la justicia, el
estandarte rojo y negro que se agrega al acervo cultural del mundo campesino del
norte nicaragüense.
Se puede exponer la hipótesis que el grito ¡Patria y Libertad! con que Sandino y
el Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua (EDSNN) firmaran su
correspondencia y proclamas, pudo haber sido el traslado del grito anarquista ¡Tierra
y Libertad! oriundo de Andalucía (otros dicen que de Rusia), y también adoptado
por Zapata y Flores Magón. Pero Flores Magón consideró –y quizás Sandino tam-
bién– que Zapata, con todo y lo admirable de su lucha, estaba demasiado vinculado
a la problemática local de la tierra. Sandino recalcó en alguna ocasión, evidenciando
116

su conocimiento de la lucha por la tierra en México, que la lucha en Nicaragua no


podía considerarse agrarista como la mexicana. Importa el pendón rojo y negro,
simbolizando sangre/libertad y luto/muerte, levantado en España y adoptado por
los trabajadores en lucha en México, agregándole la cruz y calavera.
Ciertamente, los primeros escritos de Sandino revelan el ideario con el que re-
cién regresaba de México. Pero, a excepción de su aferramiento a la expresión de
Proudhon repetida por Flores Magón que “la propiedad es un robo”, no hay asomo
de rigidez dogmática ni sectarismo en tanto la misma escuela anarcosindical, quizá
por el mismo carácter ácrata, nunca llegó a codificarse en doctrina sujeta a repeti-
ción, como sería característica de la vertiente marxista estatista autoritaria. La misma
insistencia en la centralidad de la libertad, inhibe la petrificación del pensamiento,
sobre todo en cualquiera que, como muchos socialistas no marxistas y el mismo
Sandino, fueran influenciados paralela, pero no contradictoriamente, con el libre-
pensamiento masónico.
Por otro lado, Sandino como muchos trabajadores mexicanos, habrá tenido pro-
blemas con el rechazo anarquista (y posteriormente del marxista oficial) al fenóme-
no del nacionalismo: el otro opio de los pueblos. Ni esos sentimientos, ni el apego a
tradiciones religiosas se prestaron a la erradicación. Sandino tampoco fue partidario
de la abolición del Estado, aun cuando llegara a desconfiar de la clase política en su
conjunto de la que nunca quiso formar parte. No repudia, pero desconfía, asimismo,
de la figura de los partidos políticos. A diferencia de los anarcosindicalistas, Sandino
pondría la Constitución y las leyes sociales mexicanas como ejemplo para Nicara-
gua, explicándolas en detalle a los humildes mineros de San Albino, considerándolas
compatibles con el liberalismo nicaragüense.
En aquel ambiente de confrontación entre el gobierno mexicano y los Esta-
dos Unidos, y a partir luego de lo que ocurría en Nicaragua, Sandino se aferró a
un sentido de patriotismo latinoamericano y de rechazo a la práctica y principio de
intervención imperialista. Sin embargo, ya no sería el patriotismo primitivo burgués
como el denunciado por Flores Magón, sino un patriotismo imbuido por la influen-
cia de Vasconcelos y de toda aquella escuela que permite pasar del nacionalismo
provincial estrecho, al nacionalismo con contenido social y regional iberoamericano,
o “indohispano” como le llamara Sandino. Matizó el tema de Dios, pero nunca pudo
aceptar a los curas misioneros desconfiando de la iglesia católica por el papel jugado
tanto en México como en Nicaragua. La insistencia en algunas ideas claves –auto-
nomía, libertad, acción (propagada por los hechos), y dignidad– formaron parte de
la lucha petrolera y social mexicana, pero también del EDSNN de Nicaragua. Había
aprendido el derecho a la protesta.
Lo extraordinario en el caso de Sandino fue la asimilación sui generis, acoplan-
do, por ejemplo, su nacionalismo, con la visión “internacionalista” de unidad de los
117

oprimidos en el mundo, propagada por las corrientes radicales. Un patriotismo de


clase pero también “racial”, en el que la bandera internacional rojinegra, se adapta
y se adopta para luchar a la par de la azul y blanca. Algo similar ocurriría con los
trabajadores cubanos, particularmente negros, y de Puerto Rico, que luchaban por
la independencia nacional sin perder su perspectiva de clase provocando candentes
e históricos debates al respecto. Para Sandino, la emancipación social libertaria co-
menzaba con la defensa de la emancipación nacional, del poder de los Estados Uni-
dos, y eso nunca quiso ser entendido por sus maestros anarcosindicalistas quienes
en su periódico Sagitario llegaron a interpretar la contienda en Nicaragua como una
vulgar lucha entre dos facciones de la burguesía.
Al fin y al cabo, como trabajador y como persona inclinada a la exploración de
ideas, a Sandino no se le habrá escapado la paradoja histórica del anarquismo aun con
todos sus méritos pedagógicos. Si la revolución anhelada desdeñaba el tema del poder
político estatal y con ello los derechos políticos, ¿de dónde iba a aparecer el poder para
asegurar e institucionalizar el mejoramiento económico y espiritual de los trabajado-
res de la ciudad y el campo? ¿O para defenderlos frente al imperialismo? ¿Solos? ¿La
constelación de pequeñas comunidades independientes soñadas por Kropotkin? ¿El
conglomerado de sindicatos de fábrica pobremente vinculados entre sí, porque así lo
impone la “organización” libertaria? ¿Sin alianzas? La respuesta escuchada, a veces
mística, más moral que política, no fue suficiente para salvar a Emiliano Zapata, ni al
mismo Sandino, ni a los anarquistas que asumieron valientemente el control de la ciu-
dad de Barcelona a mediados de los años treinta: todos traicionados.
Pero no faltó en Sandino la insistencia ácrata en el principio de la libertad,
junto al derecho y deber de protestar ante la denegación de la misma. La defensa
de la autonomía es parte central del discurso de Sandino aplicándola a la figura de
nación, pero también para caracterizar a su ejército y su persona: la independencia
y la soberanía del pensamiento, de clase, el no tener compromisos con nadie. Pero
a los anarcosindicalistas en general (al igual que los marxistas autoritarios de aquella
época) les faltó la idea y el sentimiento de “patria” como sujeto de libertad y no de
mecanismo de engaño de las masas, desde la experiencia europea. Para los zapatistas
“Tierra y Libertad”, para los sandinistas “Patria y Libertad”, guardando las diferen-
cias considerables, la libertad es para la “tierra” concebida como Morelos por Za-
pata, y como Nicaragua por Sandino. Patria y libertad, son ideales pero cobran una
fuerza extraordinaria cuando se les acopla en el sentido “libertario” de Sandino, ya
que para él patria sin libertad, o autonomía y soberanía, que es también social, no es
más que patrioterismo barato, o “vende patria”.
Los anarquistas en general mantuvieron que la idea de “patria” era un invento
burgués que distraía a los explotados de su misión de forjar la unidad transnacional.
Es cierto que el anarquismo fomentó entre los obreros y en Sandino, el espíritu de
118

lucha y la conciencia del papel histórico de la contienda proletaria, y la importancia


de manifestaciones combativas y mistificación del recurso a la acción directa. Pero,
como señala Julio Godio, al oponerse los anarquistas a la actividad “política” y al
negarse a participar en la lucha nacional democrática, quedaban recluidos a la resis-
tencia sindical. En países como Nicaragua, donde el proletariado estaba aún desa-
rrollándose y el movimiento campesino no existía, el anarcosindicalismo, como tal,
no podía desempeñar un papel significativo; como también se excluyen importantes
movimientos amplios nacionales democráticos, o nacional revolucionarios en que la
figura del partido político cobraba importancia.
Es muy probable que Sandino llegara a la convicción de que, independiente-
mente de sus méritos filosóficos y nobleza de principios, la misma escuela anarco-
sindical era incapaz de aportar a luchas de carácter nacional, o a aportar, desde la
perspectiva del oprimido, y de la relación del mismo con lo social, lo estatal y lo im-
perial. Se trataba de una debilidad congénita, que en alguna medida, fue compartida
por la subsiguiente escuela socialista de carácter marxista–leninista: una incapacidad
de inserción en las realidades nacionales. La misma crítica que posteriormente ex-
tendió al recetario de la Internacional Comunista8.
VII

Sindicalismo e industria

Sandino habrá escuchado y, en alguna medida, asimilado, la explicación radical


del funcionamiento de la sociedad expuesta por los anarcosindicalistas desde la Casa
del Obrero (COM) en Tampico. Existían Casas de Obreros en las principales ciu-
dades del país, todas vinculadas a la Confederación general de Trabajadores (CGT),
central sindical creada en 1921, formada por anarcosindicalistas y el Partido Comu-
nista –una alianza que duró poco tiempo siendo desplazados los comunistas. En
el momento de su fundación, afilió varias decenas de sindicatos y reunió a más de
50,000 personas.
La CGT postulaba la lucha de clases como principio fundamental de los obreros,
y el comunismo libertario como el objetivo fundamental del movimiento proletario.
Inicialmente dieron la bienvenida a la revolución bolchevique en 1917, pero hicie-
ron hincapié, como parte de la red internacional anarquista, en que no compartían
la noción de dictadura del proletariado. Argumentaban a favor de la acción directa
por encima de la acción política en los sindicatos, oponiéndose a los mecanismos
de control sobre el movimiento obrero impulsado desde el Estado de un partido; es
decir, oposición al método de “acción múltiple” promovido por la Confederación
Regional Obrera Mexicana (CROM), la central sindical apadrinada por el aparato
gobernante oficial. Y fue la CGT que mejor pudo movilizar y organizar a los traba-
jadores en la industria petrolera del Golfo de México. Para ello se creó la Federación
Local en Tampico con el objeto de aglutinar a las diversas agrupaciones obreras de
la ciudad y región, enviando a sus mejores organizadores –incluyendo militantes ex-
tranjeros con gran experiencia en las luchas obreras –quienes, en muchos casos, fue-
ron expulsados, mientras los organizadores mexicanos sufrieron prisión y muerte.
Fue en Tampico donde los activistas de la Casa del Obrero Mundial lograron
mayor presencia y acogida, llegando a participar en los conflictos que se registraban
tanto en el puerto como en la zona petrolera. La búsqueda de mejores condiciones
de trabajo fue llevando a los trabajadores a nuevas formas de organización y acción
basadas ya no en las viejas asociaciones de ayuda mutua conocidas como mutualis-
mo, sino en las líneas anarcosindicales, más acordes con la nueva jerarquización y
homogenización de la fuerza laboral impuesta por la industria. Y en tanto la mano
del gobierno no se hacía sentir, los sindicatos asumieron la tarea de asegurar mejoras
en las condiciones, aprovechando los anarcosindicalistas para promover la educa-
ción y la concienciación obrera.
120

La Federación de la Casa del Obrero Mundial, nació justamente con el adve-


nimiento del proletariado industrial en la historia de México. Desde la COM se
organizaban los “círculos obreros”, espacios sociales donde se explicaba y discutía
la doctrina libertaria, intercambiando experiencias colectivas, con la participación de
intelectuales y grupos culturales, bibliotecas obreras y conferencias. Se “mexicaniza-
ba” el mensaje cosmopolita libertario europeo al agregarse una fuerte dosis de an-
tinorteamericanismo, junto a la discusión del tema de la tierra y el mundo indígena.
También el problema de la mujer fue asunto específico de la reflexión obrera expli-
cándose la prostitución como “enfermedad social”. Las mujeres podían participar
en las actividades y organizar reuniones propias.
En la COM y en las actividades que patrocinaban, los trabajadores fueron ga-
nando cohesión y camaradería, dando fraternales bienvenidas a los nuevos y afir-
mando mensajes de solidaridad obrera internacional. Desde ahí se lanzaban los
dispositivos de resistencia cultural y política. Por diversos medios, los trabajadores
fueron aprendiendo a relacionar su situación con la estructura de clase de la socie-
dad, así como el mundo aparte de los capitalistas, el desprecio hacia la burguesía que
no producía nada útil –sino que se nutría del sudor de los obreros–, la función del
trabajador asalariado y la posibilidad de influir sobre el destino de toda la sociedad
por medio de la organización y acción colectiva. A veces daban la impresión de ser
una cerrada fraternidad conspiradora preparándose para lanzar una guerra contra
los poderosos dueños del gran comercio y la industria, contra el gobierno y contra
la religión católica. Al vincularse a ellos, cualquier trabajador hubiera aprendido de
oratoria, agitación, propaganda y la conducción democrática de reuniones y toma
de decisiones.
Si Sandino hubiera salido a caminar cualquier domingo por la Plaza de la Li-
bertad en Villa Cecilia, habría presenciado mítines organizados por los sindicalistas
de los COM llevando su mensaje a los obreros recién llegados a la región sobre las
luchas de electricistas, petroleros, maestros y portuarios: por qué luchaban, por qué
había que extenderles solidaridad material y política. También se hubiera acercado al
foro abierto donde se hablaba libremente sobre diversas materias, siempre buscando
atraer el interés para el asalariado o de la mujer, desde las condiciones de la industria,
el significado del sindicalismo, las leyes del trabajo, pero también temas “sociológicos”
y “económicos”, asuntos organizativos, e informaciones sobre los movimientos huel-
guísticos que brotaban regularmente por la zona.
Como parte de su cometido político, los libertarios sentían la necesidad de in-
cidir en los espacios alternativos familiares, recreacionales y de ocio, en los espacios
de diversión para la niñez. También se daban actividades de interés para la mujer.
Grupos musicales y actividades deportivas obreras orientadas a vincular a los traba-
jadores entre sí pero también para atraer a jóvenes obreros en sus horas de esparci-
121

miento. Mucho gustaba el “danzón” –la música antillana que en Veracruz y Tampico
se radicaba en los patios petroleros. En fin, actividades culturales patrocinadas y
organizadas por los mismos sindicatos bajo la responsabilidad de los secretarios
de educación y brigadas culturales. Se buscaba la coincidencia con fechas célebres
como el 1 de mayo para conmemorar a los Mártires de Chicago. Los trabajadores y
sus familias, desde temprano, salían en manifestación recorriendo la ciudad, marcha
que culminaba en la noche con veladas literarias en el teatro de la ciudad. Mediante
sus medios y sus grupos teatrales, los anarcosindicalistas difundían el mensaje liber-
tario, repleto de símbolos e iconografías que también formaban parte del arsenal
propagandístico para construir identidades libertarias. Pero los discursos se inter-
calaban con números musicales, recitales y, por ejemplo, fragmentos de zarzuelas
populares como “El cabo primero”.
Para recaudar fondos, la COM organizaba ferias en la plaza, se adornaban los
árboles, arcos, el kiosco central, había puestos para el expendio de comidas, cervezas,
dulces y helados, y juegos de feria. Había una banda musical de la municipalidad y
la policía resguardaba el orden. Las utilidades de la feria, muchas veces, tenían como
objetivo apoyar a trabajadores en huelga, o bien para ampliar el edificio de la COM
incorporando salas de teatro. Así fueron apareciendo nuevos “grupos de afinidad”
entre ellos, desde 1918, el centro de estudios sociales feministas, el grupo germinal,
la unión de inquilinos, y varios “cuadros dramáticos”. Estas y otras iniciativas con-
tribuyeron a propagar la enseñanza y la colaboración mutua entre los trabajadores
que, mediante este tren de actividades, fueron creando una cultura propia de la clase
trabajadora. Se sabe, en todo caso, que entre las ideas de Sandino para la Nicaragua
liberada de la presencia militar estadounidense, figuraba la de establecer la Casa del
Obrero, “como en México”1.

El empleo
Lo que no podía hacer la Casa del Obrero Mundial o las organizaciones anarco-
sindicalistas era asegurar empleo para los recién llegados. Augusto pronto descubrió
que los puestos de trabajo con las petroleras estaban sujetos a los vaivenes por los
que atravesaba la industria por un lado, y la lucha de los sindicatos por otra.
Para finales de 1923, el punto pico de producción petrolera había quedado atrás,
aun cuando las actividades de exploración y perforación se mantuvieron, en las com-
pañías buscaban otras fuentes de crudo para mantener las refinerías permanentemen-
te activas. Disminuía la oferta de empleo no directamente vinculada a la extracción.
El impacto sobre los trabajadores correspondía a la naturaleza de las tareas y
la calificación del trabajador. Por un lado, la mano de obra sin calificación, que era
la mayoría, bajo el modelo industrial capitalista pasaba a ser de jornaleros. Por otra
122

parte, estaba la fuerza laboral dedicada a la operación y cuidado de las refinerías, las
casas de bombeo, las terminales y embarques, que contaban con su respectivo per-
sonal de apoyo, entre ellos, los mecánicos y carpinteros. Eran, como Sandino, traba-
jadores calificados, obreros de oficio o artesanos asalariados, quienes en su mayoría
se desplazaron desde lugares más distantes hacia el enclave petrolero.
Como mecánico, Sandino habrá gravitado hacia el área de operación de maqui-
narias en una de las 14 refinerías que existían sobre el río Pánuco a poca distancia del
puerto de Tampico. Quienes atendían aquellas plantas eran considerados obreros ca-
lificados, que podían leer y escribir para trabajar con válvulas, vigilar el flujo de aceite
crudo proveniente de los tanques de almacenamiento, y mantener las temperaturas
y presiones de los destiladores dentro de los márgenes requeridos. Con las válvulas
se ajustaba el suministro de combustible a los quemadores, los que a su vez deter-
minaban la cantidad de flujo del crudo a los alambiques o destiladores, compuestos
de calderas y tapas por las que pasaba el líquido. Esta podía ser una tarea rutinaria,
pero delicada aun cuando las refinerías ordinariamente disponían de controles auto-
máticos, por lo que la mano humana sólo intervenía para las acciones indispensables.
Los alambiqueros, casi todos norteamericanos, daban instrucciones a los fogo-
neros, quedando los primeros encargados de asegurar que el resultado del proceso
cumpliera con las especificaciones estipuladas. Según el análisis arrojado, se mandaban
a alterar las temperaturas, presiones o tiempos de procesamiento para variar las cali-
dades del destilado. El personal mexicano de mayor nivel aprendió a manejar los ter-
mómetros, pirómetros, manómetros y cronómetros que controlaban todo el proceso.
Si en efecto, Sandino trabajó en una refinería durante su tiempo inicial en Tampi-
co, su quehacer consistiría en prender, apagar y regular bombas y válvulas de acuerdo
con las órdenes de los jefes del departamento. En tanto no hubiera emergencia o
desperfectos mayores, la tarea no era más que la rutina de abrir una válvula, cerrar la
otra, volver a abrir y cerrar nuevamente, y estar pendiente de encender y apagar los
compresores. No debió ser difícil para Sandino, ya con conocimiento de mecánica,
atender estas tareas y asimilar la secuencia que poco tenía de complicada: la unidad
recibía una determinada cantidad de determinado suministro, se cerraba la válvula,
luego se debía mantener la llama por un par de horas hasta que se registrara cierta
temperatura, para entonces disminuir el calor, prender los compresores para producir
un nivel de presión específico, vapor por tantos minutos para limpiar la línea y abrir
las compuertas para dejar pasar la sustancia, para la próxima etapa en el proceso.
Los percances abundaron. Aunque el trabajo podía ser rutinario, un manejo in-
adecuado de los procesos podía provocar explosiones e incendios con consecuencias
funestas. Además, las sustancias utilizadas y producidas en las refinerías eran altamen-
te tóxicas y/o muy inflamables. Podían fallar los empaques de las tuberías, sujetas
constantemente a distintas temperaturas y presiones, aparte de lo corrosivo de las
123

sustancias que conducían, provocando desgastes rápidos de todos los aparatos. Al


fallar los empaques o la misma tubería, los líquidos escapaban a altas presiones junto
con gases tóxicos, exponiendo a quienes estuvieran en los contornos inmediatos a
quemaduras, intoxicaciones, y problemas bronquiales.
Como mecánico, Sandino habrá sido ubicado en los talleres vinculados a las gi-
gantescas plantas de refinación sobre el río Pánuco. También eran operaciones com-
plejas, particularmente en las fábricas de latas y tambores, ubicados en los patios de
los tanques de almacenamiento, o muelles de desembarco. Los talleres solían encon-
trarse en largos edificios dotados de un sistema de fuerza motriz de ejes, bandejas
y poleas suspendidas del techo. Había motores eléctricos para impulsar el sistema y
alimentar aparatos electrónicos que formaban parte de la maquinaria especializada.
Los talleres debían contar con una amplia variedad de equipos para reparar o fabricar
las piezas requeridas en la refinería y en los campos petroleros. Aquí Sandino pudo
haber logrado su especialización declarada como mecánico tornero. Hizo uso de ma-
quinarias sofisticadas como taladros de alta potencia, presas hidráulicas, martillos de
vapor, máquinas para enroscar tubos de distintas dimensiones, cepillos y máquinas
lijadoras, sierras circulares y de banda. En las empresas más grandes, existían hasta 65
aparatos distintos en diversos talleres especializados en mecánica, herrería, carpintería
y fundición. La terminal y refinería principal de la Huasteca Petroleum Company en Mata
Redonda, poseía talleres separados de carpintería, mecánica, pintura, y reparación de
vehículos y tractores.
Sandino fue sujeto del nuevo modelo industrial: con el cambio tecnológico de la
industria vino el organizacional transformando al artesano individual en trabajador
colectivo como parte de una masa trabajadora. Y en tanto los jefes eran extranjeros,
norteamericanos en su mayor parte, se agregó un sentimiento nacionalista. Por lo
demás, aquel nicaragüense habrá compartido el resentimiento generalizado de los
operarios mexicanos quienes, aunque iban adquiriendo mayor competencia, conti-
nuaban bajo la responsabilidad de los jefes extranjeros, todos mucho mejor pagados
que ellos. En los departamentos de refinación y operación, el personal mexicano
no podía ascender más allá de cierta categoría; a lo sumo, en lo general, llegaba a
ayudante de alambiquero, aun cuando con experiencia acumulada estaba listo para
asumir esas responsabilidades. La promoción estaba vetada por el hecho de ser na-
cionales –y para efectos prácticos, Sandino era un mexicano más, que recibía órde-
nes de norteamericanos o europeos. No era raro que algunos nacionales fueran más
competentes que sus supervisores extranjeros porque, aun careciendo de estudios
técnicos, los mexicanos estaban adiestrados empíricamente.
Por ejemplo, en la refinería de “El Águila” en Tampico, el superintendente ex-
tranjero ganaba 700 pesos oro al mes (cada peso oro equivalía a cincuenta centavos
dólar) y el jefe de alambiques 355 pesos por el mismo período. Los administradores
124

extranjeros ganaban de 250 a 520 pesos al mes en comparación con los superviso-
res mexicanos que ganaban entre 60 y 200 pesos oro mensuales. Los alambiqueros
extranjeros recibían entre 180 y 300 pesos oro mensuales, pero los mexicanos mejor
pagados en esa sección recibían sólo 150 pesos oro al mes. En las estaciones de bom-
beos, los oleoductos y las terminales, los supervisores extranjeros recibían 240 pesos
oro mensuales en comparación con los 145 devengados por sus contrapartes mexica-
nos. Bajo esos supervisores, estaban mecánicos –como Sandino– ganando aproxima-
damente 125 pesos oro al mes (5 pesos oro por día). Siendo mejores los salarios en
los campos de perforación, Sandino pudo haber decidido entonces dejar su trabajo en
Tampico –hacia finales de 1924– para buscar mejor fortuna en la zona de extracción2.

Las luchas sindicales


En su edición del 19 de septiembre de 1924, el diario capitalino El Demócrata,
señalaba que “México puede llamarse en los últimos tiempos el país de la huelga
diaria o de la huelga crónica”. La legislación social y la Constitución de 1917 esca-
lecían derechos sindicales de avanzada para entonces, pero otra cosa fue la imple-
mentación, particularmente de las grandes industrias en manos de extranjeros mal
acostumbrados por el régimen de Díaz. Les tocó a los organizadores sindicales y los
trabajadores mismos exigir las condiciones y prestaciones legales, comenzando con
el reconocimiento empresarial de la libertad de organizarse libremente en sindicatos
que les representaran colectivamente.
Con la excepción posible de la capital mexicana, no había lugar más álgido que
Tampico para llevar a cabo la labor sindical. Muchos de los gremios permanecían
organizados como tal, influenciados todavía por el mutualismo, pero otros pasa-
ban rápidamente a exigir formas superiores de organización, entre ellos destacaban
los estibadores, electricistas, panaderos y los petroleros. Como resultado, fluyeron
los mejores organizadores y propagandistas hacia Tampico, y concretamente hacia
Villa Cecilia, para impulsar la lucha sindical, y también de ideas y cultura. Ninguna
corriente fue más destacada que los anarcosindicalistas afiliados a la Confederación
General del Trabajo y la Casa del Obrero Mundial, con oficinas en Villa Cecilia.
En 1923 se dieron al menos 200 episodios de conflictos laborales e interlabo-
rales, buscando obligar a las empresas a reconocer los sindicatos como contraparte
negociadora. Pero también figuró la dinámica de los intentos de confederaciones
sindicales rivales que, trabajando con el gobierno federal, y a veces con las mismas
empresas, se propusieron revertir el avance de los anarcosindicalistas y el anticapi-
talismo feroz que representaba –tanto más peligroso en tanto se trataba del gremio
capaz de llegar a paralizar a la industria petrolera en su conjunto. Se desataba entonces
la competencia entre las mismas federaciones sindicales para reclutar a los obreros,
125

situación que fue aprovechada y manipulada tanto por el gobierno como por las com-
pañías. Los gobernantes de la época, y en particular los presidentes Álvaro Obregón
y Plutarco Elías Calles elaborarían sus propias fórmulas, a veces maquiavélicas, para
solucionar conflictos específicos entre sindicatos y compañías, procurando ser fieles
de la balanza, pero aún más fieles a sus propios intereses gobernantes, lo que subra-
yaba la naturaleza ambivalente de la evolución de la Revolución Mexicana.
El objetivo inmediato de los trabajadores organizados fue el de poner fin al sis-
tema de contratos “libres” individuales que dejaba en la indefensión a los asalariados.
Y para ello, debían hacer uso del derecho a la sindicalización contemplada en la legis-
lación nacional para organizarse y negociar colectivamente. Ello suponía forzar a las
compañías a reconocer la legalidad de la representación sindical como la instancia que
representaba a todos sus miembros trabajadores afiliados. El primer paso era articular
una mayoría de trabajadores a favor de la propuesta de organizar el sindicato.
En tanto las compañías hicieron frente común para frenar el sindicalismo, el
conflicto adquirió un carácter frontal y a veces violento llevando a la ocupación de
planteles y la posibilidad de la intervención militar gubernamental. Entre 1919 hasta
mediados de 1925, la CGT y la COM fueron ganando una batalla tras otra y con ello el
reconocimiento y prestigio entre los trabajadores y la comunidad. Cambiaba también
la forma de organización obrera quedando atrás la asociación por especialidad gremial
o mutualista de albañiles o carpinteros, estibadores, electricistas, mecánicos y jornale-
ros, etc. Apareció la organización por instalaciones, lo que multiplicaba el impacto de
una huelga incrementando el poder colectivo a partir del recurso a la huelga general,
tan mitificada por los anarcosindicalistas.
Sandino llegó precisamente en el período en que los sindicatos de oficio cedían a
sindicatos por industria, sobresaliendo entre estos, los petroleros. La coordinación en-
tre los sindicatos industriales en cada planta sería tarea de las federaciones, asegurando
solidaridad, y consolidando la fuerza de los asalariados no sólo de cara al patrón sino
a todos los poderes mediante la huelga general. Fue un cambio que las empresas resis-
tieron con fuerza, ante lo cual los asalariados recurrieron a las huelgas y movimientos
masivos para avanzar. Y aun cuando no siempre triunfaban, se hacía patente el poder
del sector asalariado, incrementando su nivel de conciencia de clase con sus propios
derechos, valores y papel histórico por desempeñar.
En tanto fue creciendo el número de sindicatos individuales por industria, se
desató una competencia feroz entre las “centrales” que buscaban acuerparlos bajo
su respectiva confederación. Entre los sindicatos petroleros más aguerridos estaba
el Sindicato del Petróleo, Obreros y Empleados de la Huasteca, adscrito a la CGT. La
CROM, bajo el mando de Luis Morones, que también hacía las veces de Ministro
de Trabajo e Industrias y jefe del Partido Laborista adscrito al gobierno, se empeñó
en montar su propia confederación y desplazar la influencia y organización anarco-
126

sindicalista entre el gremio petrolero. Los comunistas, por su lado, estaban todavía
en franca minoría insistiendo en la organización del “Frente Único” de trabajadores
bajo la conducción política del Partido Comunista de México (PCM), lo cual resulta-
ba poco atractivo para los trabajadores petroleros. Las tensiones entre las federacio-
nes también se fueron agudizando en la medida que las empresas recortaban a sus
trabajadores en reacción a la baja del precio internacional del petróleo. Como telón
de fondo, también se agudizaba la pugna entre gobierno y compañías por asuntos
de impuestos y las demandas de los trabajadores.
La relación con el gobierno variaba con cada federación. Era mixta. La CROM
contaba con el apoyo del gobierno de Calles, quien la consideraba parte de su bloque
de poder. La CGT, doctrinariamente adversa a todo gobierno, supo al principio apro-
vechar un conflicto entre el dirigente de la CROM, Luis Morones y el gobernador
del estado de Tamaulipas, Emilio Portes Gil. En sus documentos constitutivos, los
sindicatos influenciados por la CGT no se limitaban a reclamar mejoras en condicio-
nes y salarios, sino que también exigían escuelas para los trabajadores. Los miembros
eran convidados a mantener “prácticas de ahorro y temperancia”; evitar la bebida,
el espectáculo inmoral y el vicio en general; entre otros deberes, tenían que asistir
puntalmente a las juntas, las cuales al inicio fueron secretas para evitar que asistieran
los incondicionales de la empresa; pagar las cuotas, cumplir las comisiones que se les
encomendasen, hacer efectivos los acuerdos tomados en las asambleas y vigilar que
estos fueran cumplidos por la compañía. Se prohibía hablar de política o de religión.
Un manifiesto de la CGT de 1921 ilustraba la naturaleza de las exigencias: 1) el au-
mento de salarios; 2) el mejoramiento de las condiciones de vida; 3) la investigación
de los negocios de las compañías petroleras; 4) la organización de comités de taller;
5) la confiscación de los pozos petroleros.
Para finales de 1924, los sindicatos habían logrado buena parte de sus exigen-
cias mínimas: el reconocimiento oficial de cada compañía, la firma de un convenio
colectivo por empresa, estandarización de sueldos y prerrogativas, seguridad en el
trabajo, establecimiento de escalafones para los ascensos, especificación de las cau-
sas justificadas de separación y cumplimiento de la Ley sobre Riesgos Profesionales
del Estado de Veracruz.
Como asunto de principio y de estrategia, la CGT visualizaba la vinculación de
las luchas de trabajadores petroleros norteamericanos y mexicanos para paralizar la
maquinaria capitalista. Un comunicado decía, “Si se llegaba a combinar las fuerzas
de la IWW y de la CGT tenemos la seguridad de que pronto la organización de
Tampico será un bofetón para el imperialismo de Norteamérica. Los trabajadores
de Tampico deben de tener muy presentes las palabras del manifiesto ya repetido:
transformando el paso de una lucha activa en contra del capitalismo americano, para
obtener mejores condiciones de trabajo”.
127

Como anarquistas desechaban la negociación con el gobierno y desestimaban las


demandas laborales “reformistas” proponiendo en cambio el recurso a la “acción di-
recta” y la huelga general. Esto en contraposición a la CROM y el PCM ambos partida-
rios de la “acción múltiple” y de recurrir a la esfera política para avanzar sus intereses.
A inicios de 1925 se celebró en Tampico el Primer Congreso Obrero de Tamau-
lipas (Federación Local de Trabajadores –CGT) congregando a las filiales y gremios
de tendencia anarcosindicalista. Todo trabajador petrolero, incluyendo Sandino, fue-
ran o no miembros de sindicatos de aquella federación, habrían estado al tanto de
las discusiones, ya que se informaba públicamente el domingo en la plaza y en los
planteles sobre todo lo acontecido. La agenda del Congreso era: 1) La organización
de las agrupaciones petroleras; 2) las condiciones de trabajo; 3) la situación de los
campesinos de la región petrolera; 4) los movimientos de solidaridad; 5) la forma-
ción de los Comités de Ajuste y de las Bolsas de Trabajo; 6) la ampliación de la
federación a otros sectores (maestros), y otros. Reflejando su tendencia radical, el
Congreso reafirma el derecho de los trabajadores y campesinos a organizarse ‘con-
tra los explotadores y opresores del pueblo’ o el ‘deber de unirse mutuamente para
derribar el capitalismo y el Estado” como parte de la revolución social.
Con la recesión en la industria, las compañías intentaban poner freno a las con-
cesiones y como resultado se multiplicaron las movilizaciones y huelgas en todo el
sur del estado de Tamaulipas y el norte del estado de Veracruz. Los trabajadores del
petróleo miraban con envidia los logros de sus contrapartes entre los estibadores y
los electricistas en Tampico quienes, a partir de ingentes luchas, habían logrado ser
reconocidos como interlocutores por las empresas –y que solidariamente prestaban
ayuda organizativa y hasta financiera a los esfuerzos de los petroleros, entre otros.
Inspirada por la huelga de los electricistas tranviarios, los obreros de “El Águila”, la
empresa más poderosa del grupo de la Dutch Shell, organizaron a la mayor parte de
los trabajadores alrededor del reconocimiento del primer sindicato de la industria.
Los organizadores anarcosindicalistas enviados por la Federación establecían como
primer punto (característico de los anarcosindicalistas) el reconocimiento legal (de-
recho contemplado ya en la Constitución de 1917 pero resistido por las empresas),
seguido de puntos sobre la seguridad en el empleo, las indemnizaciones por acciden-
tes y el pago de salario en caso de enfermedad.
Cuando, a finales de 1924, el Sindicato de Obreros y Empleados de “El Águila”
llamó a la huelga, la empresa respondió suspendiendo operaciones y echando a 60 de
sus 200 empleados. A medida que se prolongó aquella huelga, las otras megaempresas
(la Huasteca Petroleum Company y la Transcontinental Petroleum Company) se solidarizaron
con “El Águila”, exigiendo que “resistiera hasta los límites” para que la “inquietud”
obrera inspirada por “agitadores extranjeros” no se extendiera a las otras compañías.
La patronal de “El Águila” recurrió a la contratación de “personal libre” (esquiroles)
128

para romper la huelga. El sindicato respondió tomándose las instalaciones e imple-


mentando la estrategia de “acción directa” y el uso de la fuerza contra la empresa, y
ahora contra las autoridades policiales. Pero entonces también respondieron los otros
sindicatos fuera y dentro de la Federación: los portuarios o estibadores y el podero-
so gremio de los ferrocarrileros enviaron comida, voluntarios, hicieron colectas para
apoyar a las familias de los huelguistas, organizaron movilizaciones en las calles, e
incluso apoyaron para que aparecieran armas en las filas de los ocupantes de las plan-
tas. No faltaron confrontaciones con los esquiroles y se escucharon algunos balazos.
Conforme plan, la compañía solicitó la intervención del Ejército para desalojar a los
trabajadores. Pero el gobierno se negó y la compañía tuvo que ceder ante los traba-
jadores. En el acuerdo, la compañía reconoció al sindicato, “concede” la jornada de
ocho horas (ya garantizada constitucionalmente), aumentos de salarios y compensa-
ción por los despedidos. El contrato privado entre trabajador y la empresa se había
convertido –al menos en “El Águila”– en cosa del pasado.
Aunque no laboraba para “El Águila”, Sandino como trabajador petrolero, ha-
brá tomado conciencia de las formas de agitación pero siendo extranjero proba-
blemente se abstuvo de participar como activista. Presencia sí la organización de
la resistencia, la combatividad y solidaridad extendida por otros gremios. Los anar-
cosindicalistas continuaban siendo los más radicales, llamados rojos, obligando a la
CROM a asumir posiciones más militantes adoptando incluso la bandera rojinegra
tradicionalmente asociada a los anarcosindicalistas –lo que Sandino alguna vez lla-
maría el lema de su vida. Pero habrá visto también la animosidad violenta entre las
agrupaciones sindicales, y cómo las empresas extranjeras se aprovecharon de ellas.
También vio cómo muchos trabajadores permanecieron ajenos a la huelga, sin par-
ticipar en las acciones porque temían ser despedidos o ser víctimas de la violencia
entre los dos sindicatos.
Aunque la influencia sindical del recién fundado Partido Comunista todavía no
se hacía sentir con fuerza, la CROM constituyó la segunda corriente contrincante
entre los petroleros, superior numéricamente aun cuando la ideología anarcosindi-
calista permeaba a los trabajadores, e incluso dentro de la CROM y del Partido Co-
munista. Aunque también pregonaba en contra del capitalismo, la CROM recurría a
tácticas de “acción múltiple”. Así, abarcaba el uso de todos los medios, incluyendo
el político y partidario “obrerista”, influenciado por el modelo del laborismo inglés,
en la lucha contra la clase capitalista, que para entonces no necesariamente incluía la
dirigencia del estado revolucionario. Bajo el lema anarquista “Salud y Comunismo
Libertario” los sindicatos petroleros afiliados a la CGT veían el reconocimiento pa-
tronal de sus organizaciones3.
129

La huelga de la Huasteca
De los 33 sindicatos petroleros registrados en
1924 en el estado de Veracruz, la mayoría fueron
influenciados por la CGT. Sin embargo, el sindi-
calismo rojo entró en crisis a partir de finales de
1925 y durante 1926. La represión del gobierno
golpeó duramente a los grupos anarquistas de la
región, siendo atacados sus mítines y quedando
detenidos diversos organizadores, interrumpien-
do también la publicación de Sagitario. Los sindi-
calistas de la Confederación fueron atacados por
los sindicatos blancos, la CROM a la vez que fue-
ron presionados por las compañías y el gobierno,
obligando a los rojos a retroceder.
Los conflictos laborales de 1923 y 1925, fue-
Sindicatos involucrados en la huelga de ron conocidos como las huelgas de ocupación,
Sindicatos de la Huasteca Co. (1925)
por cuanto, siguiendo el ejemplo de los electricis-
tas con la toma de las plantas eléctricas, los obreros petroleros también se propusie-
ron la ocupación física de las instalaciones como parte de la huelga. Esas acciones
fueron “ritualizadas espontáneamente por los huelguistas”, dice una historiadora.
Entre la población aparecían insignias, brazaletes y estandartes de las distintas agru-
paciones laborales, que se agregaban a la huelga, o colaboraban con ella, “generaron
símbolos y rituales, que permitieron a todas y a cada una de ellas, reconocerse en un
sistema de valores conjuntamente aceptados por la comunidad obrera, contribuyen-
do de esta manera al éxito de las huelgas”.
Para inicios de 1924, la CGT había logrado organizar la mayor parte de los
obreros petroleros infundiendo pánico entre las empresas y en las filas del gobierno,
toda vez que lo organizativo se hacía acompañar de una virulenta labor ideológica
contra el Estado y toda mediación gubernamental. Librado Rivera escribió en Sa-
gitario: “todo hombre que gobierne será un enemigo y un condenador de las liber-
tades del pueblo. De aquí, que la Federación local de Tampico, sección de la CGT
dirá siempre a voz en cuello: todo gobierno es malo, porque representa violencia,
rapiña y opresión. No importa que los gobernantes se digan liberales, socialistas, o
bolcheviques; ellos usarán eternamente de los jueces, de los policías, de los ejércitos,
para ametrallar y asesinar al pueblo... plantea este dilema: es sindicato o es la política.
Aprended el acto justiciero del Sindicato de la Huasteca, que dando muestras de amor
a las libertades del pueblo, lanzó de su seno a dos individuos de los que buscan un
lucrativo asiento en el municipio de Tampico... Levantemos nuestra protesta contra
130

esta aventura de los politicastros y sigamos alumbrando nuestro sendero de emanci-


pación humana, con nuestra radiante antorcha libertaria”.
Los rojos ganaron una batalla estratégica en septiembre de 1924 cuando la mayoría
de los trabajadores de la refinería de “El Águila” votó a favor de formar un sindicato
afiliado a la CGT, dando inicio a una huelga para lograr el reconocimiento legal de la
patronal. Aprovechando la alta moral de los trabajadores petroleros, los organizadores
extendieron la lucha a otros planteles de la misma compañía e hicieron una labor de
agitación paralela entre los obreros de las otras empresas petroleras. Todo ello puso en
alerta al gobierno federal y a sus aliados de la CROM para lanzar una contraofensiva.
El gerente de la refinería de la Huasteca desconoció la demanda del sindicato, por
lo que este, tras una planificación cuidadosa, declaró no sólo la huelga sino que pro-
cedieron a la toma de las instalaciones, lo cual sería una práctica impulsada por los
mismos trabajadores más influenciados por el anarcosindicalismo. Paralelamente, la
bandera rojinegra salía a relucir por las calles de Villa Cecilia y en diversos planteles,
simbolizando la voluntad de resistir la intransigencia y el uso de la guardia privada
“blancas” por parte de la compañía. Los trabajadores se distribuyeron tareas: el
gremio de los alijadores se encargó de patrullar las riberas del río que daban acceso
a los puertos de embarque de la refinería. El presidente del gremio de alijadores fi-
guró como asesor permanente del comité de huelga. Los comerciantes organizados
concedieron créditos a los huelguistas, las empleadas de los restaurantes, también,
con la preparación de alimentos de los compañeros que integraban las guardias de
vigilancia. Los electricistas aportaron un día de salario a la semana para sostener la
huelga. Gracias a los rojos, los trabajadores lograron, en agosto de 1924, un acuerdo
parcial con la compañía.
La Huasteca Petroleum Company había venido intentando debilitar a las agrupa-
ciones formales en todas sus plantas de trabajo, incluyendo Cerro Azul a donde se
dirigiría Sandino. Ante lo sucedido en “El Águila”, la Huasteca cambió de tácticas
abriendo las puertas para el surgimiento de otra agrupación sindical a fin de destruir
al sindicato rojo existente y quitarle la representación de los trabajadores. Apareció
entonces el nuevo “Sindicato Único de Obreros y Empleados de la HPC” –deno-
minado “blanco” por los “rojos”. El “Único” tuvo como objeto enrolar a la mayor
cantidad de trabajadores y así competir con el Sindicato “rojo” para que no alcanza-
ra la titularidad para la negociación de todos los contratos de trabajo. De la noche a
la mañana, los trabajadores adscritos al “blanco” disfrutaron de mejor trato de los
capataces, algunos ascensos, ofertas de seguridad en el empleo y de otras concesio-
nes que cubrían sus requerimientos más inmediatos. Los “rojos” por otro lado en-
frentaron despidos, cohechos, humillaciones, asesinatos, intimidaciones, maltratos,
hostigamiento, y hasta balas en una ocasión.
131

El conflicto entre los más proclives de cada sindicato no se hizo esperar, y llegó
a desbordar los límites del proselitismo. Los rojos afiliados a la CGT demandaban la
extensión de las condiciones logradas en Mata Redonda al resto de los campamentos
de la Huasteca. Cuando esto fue rechazado por la compañía, el sindicato extendió
la huelga a los otros planteles. Decididos a vencer, los rojos mantuvieron la huelga
cuatro meses, contando inicialmente con una posición de fuerza por aglutinar a unos
3,000 afiliados contra 650 del Sindicato Único. De los 12 sindicatos correspondien-
tes a 2,825 socios “rojos” que la conformaban, 1,825 pertenecían a la terminal de
Mata Redonda, y en segundo lugar el contingente de Cerro Azul con 350 miembros.
Durante los cuatro meses que duró la huelga, los trabajadores de las organi-
zaciones obreras y campesinas del enclave y de otros lugares, participaron en las
guardias de vigilancia para mantener las instalaciones en manos de los sindicalistas
cegetistas. Una brigada era para vigilar las entradas de la refinería y los accesos a
los puertos de embarque del petróleo, mientras otra brigada de defensa organizaba
rondas del perímetro de la refinería y en las colonias circundantes, utilizando simpa-
tizantes de las comunidades para suministrar alimentos e información.
Los rojos mantuvieron la mayoría, sobre todo en la refinería central de Mata
Redonda, llevando a la compañía a exigir una certificación legal que los acreditara
como representantes de los sindicatos de los que se decía portavoz. La respuesta fue
otra declaración de huelga con el apoyo de los gremios de la federación, entre ellos,
los panaderos, empleados de restaurantes, electricistas y carpinteros de Tampico.
En el plano legal, los cegetistas respondieron, en marzo de 1925, reorganizán-
dose conforme la ley como Federación de Sindicatos del Petróleo, Obreros y Em-
pleados de la Huasteca Petroleum Company. Bajo el auspicio de la CROM, el “Sindicato
Único” asumió el papel de víctima apelando al gobierno federal, pidiendo “protec-
ción y garantías para evitar choques sangrientos y alteración de las tranquilidades”
ante “la forma brutal con que los del Sindicato del Petróleo pretenden humillarnos”.
Morones para entonces asesoraba directamente al Sindicato Único y escribió di-
rectamente al presidente Calles culpando a la CGT de todo lo sucedido en aquella
empresa tan estratégica y recordando al gobierno que “nuestros ideales no son bol-
cheviques y ellos sí... el jefe de las armas [el jefe de operaciones militares en la zona,
General Lázaro Cárdenas] podría ser instruido por usted señor presidente para que
nos dé garantías y deseche a los explotadores de obreros”.
Al entrar la huelga en su cuarto mes, la situación comenzó a desfavorecer a
los rojos y algunos trabajadores les acusaron de no querer llegar a una solución. La
Confederación recomendaba pasar a la destrucción del equipamiento en los plan-
teles. “Si los compañeros al abandonar las tareas hubieran volcado sus iras dentro
de los propios talleres, con seguridad que no serían en lo sucesivo víctimas de otra
provocación. Hay que aprender a lucha, compañeros, si no queremos ser siempre
132

blanco de las más infames maquinaciones burgue-


sas... vale más caer dejando huellas, que resignados
a la adversidad”. Fue entonces que se produjo una
división entre el sindicato rojo local (Sindicato del
Petróleo de Obreros y Empleados de la Huasteca
Petroleum Company) y el Comité Ejecutivo del Secre-
tariado de la Federación de la CGT. Una mayoría
de los sindicalistas rojos votaron a favor de acep-
tar la mediación legal, lo que provocó una división
entre estos y la jefatura de la Federación CGT. “Al
Sindicato de la Huasteca se le hizo creer que dentro
de la ley se llegaría a un triunfo completo sobre la
más poderosa compañía petrolera, y la ley sólo sir-
Zona petrolífera del Estado de Veracruz vió para conducirlo al camino de la muerte, fue la
guillotina en la mano del ‘compañero’ Calles para
cortar la cabeza del sindicato obrero más avanzado de la región mexicana”, escribió
Librado Rivera, expresando el punto de vista de la CGT, ahora en contraposición a
la mayoría de los miembros de los mismos sindicatos afiliados.
Aprovechando la división en el seno de los rojos, y presionado tanto por las
compañías como por la CROM, y su propio Secretario de Industria, el presidente
Plutarco Calles ordenó la intervención. El 13 de junio de 1925, el gobierno recono-
ció oficialmente al Sindicato Único favorecido por la CROM como el representante
exclusivo de los trabajadores de la Huasteca. Llegaron las tropas al mando del General
Lázaro Cárdenas para forzar el desalojo y la compañía despidió a la mayoría de los
simpatizantes rojos. Gonzalo Bada Ramírez, uno de los líderes de los rojos recuerda.
Cuando fuimos a reclamarle, [al General Lázaro Cárdenas] él nos contestó: ‘mucha-
chos yo soy amigo de ustedes, pero antes que todo soy militar y recibí instrucciones
directas del presidente de la República para detener por todos los medios posibles
cualquier provocación de parte de los obreros”. A partir de entonces, la compañía
acordó que todo nuevo trabajador debía formar parte del Sindicato Único.
Ya para entonces en el área de Cerro Azul, Sandino fue testigo de lo ocurrido y
de la culminación del período romántico e idealista del movimiento anarcosindicalista
mexicano. Con el apoyo del gobierno durante la mayor parte de la década de los vein-
te, la CROM creció en membrecía de manera tumultuosa (aunque en su mayoría eran
campesinos) cayendo en la manipulación de sindicatos locales, imponiendo fórmulas
enquistadas de servilismo al servicio de concepciones corporativistas de gobierno y
partidos. Más de un historiador mexicano llegó a la conclusión de que en el transcur-
so de la década carrancista y callista, el gobierno obtuvo el control del movimiento
obrero, pero otros piensan que la CROM también recogió el nuevo sentir organizati-
133

vo de las masas, particularmente campesinas, quienes conformaron la mayor parte de


su membrecía. Una maquinaria, en todo caso, que Calles ni podía ni quería enajenar.
Todo esto fue materia de aprendizaje para aquel trabajador nicaragüense. San-
dino probablemente pudo percatarse de la necesidad de principios, pero también de
adecuaciones y la fragilidad de los liderazgos. En otro momento, recordó cómo los
defensores de las más “nobles doctrinas” caían en las descalificaciones. Polemistas y
educadores por excelencia, pero como organizadores y conspiradores políticos, los
libertarios sindicalistas dejaban algo que desear.
En realidad, ninguna huelga podía prolongarse indefinidamente aun cuando
fueran justos los reclamos. No era posible ignorar las necesidades de sobrevivencia
y empleo de los obreros flotantes, como Sandino, sobre todo en período de severos
recortes laborales. La recesión jugó a favor de las empresas y de la CROM. Muchos
obreros se adhirieron a un sindicato “Único” no por razones ideológicas, sino por la
necesidad de defender su salario. El otro resultado fue la división que se dio entre el
Comité Ejecutivo de la CGT y el sindicato de la Huasteca afiliado, pero no controla-
do, por la federación que abogaba por un arreglo con la compañía.
En todo caso, ya la batalla de los rojos estaba perdida cuando Sandino se pre-
sentó a la Huasteca, en el mismo mes de agosto, para solicitar empleo. Dijo alguna vez
que había estado sindicalizado en México, y a juzgar por las circunstancias, debió ha-
ber sido a partir de su ingreso a la Huasteca, en tanto el Sindicato Único era el nuevo
titular único y principal vía de entrada a la empresa. Probablemente no tuvo que con-
frontar la decisión de escoger entre una y otra corriente, porque ya todo estaba deci-
do “únicamente”. Entrar por la vía “libre” tampoco tenía sentido ya que la empresa
estaba acomodada con el sindicato, y las prestaciones –muchas de ellas el resultado
de la lucha de los rojos– no eran objeto de contestación. Las contrataciones libres
iban desapareciendo, y el sindicato, aun cuando blanco, era la puerta de entrada. No
dice Sandino ni dónde, ni cuándo estuvo sindicalizado, pero a partir de la historia
sindical de los campos petroleros y el hecho que la Huasteca aceptó la legalidad del
Sindicato Único, resulta correcta la presunción de que Sandino no tiene otra opción
que afiliarse al “Único” para conseguir el trabajo en la Huasteca.
Por lo tanto, el ingreso de Sandino al Sindicato Único no tuvo connotaciones
ideológicas, toda vez que el sindicalismo rojo se había excedido en la Huasteca. No
por ello, sin embargo, fue menor influencia de la filosofía y escuela libertaria sobre
Sandino y sobre mexicanos sindicalistas que se incorporaron al PCM o a la CROM
sin dejar atrás su formación política inicial. Resulta claro por lo demás que Sandino
rehusó entrar como “esquirol” durante los días álgidos de la batalla, esperando más
bien el desenlace. Hay otros indicios, examinados en el próximo capítulo, de que sus
simpatías estaban con los “rojos”. Pero siendo extranjero, o necesitado de recursos,
habrá preferido estar al margen4.
VIII

El petrolero de Niquinohomo

Entre finales de 1979 e inicios de 1980, Gregorio Selser entrevistó a las personas
que trabajaron con Sandino en la zona petrolera. Como resultado de esa olvidada
investigación, es posible conocer al Augusto Sandino de aquellos años, su persona-
lidad, su desempeño en el trabajo, su vinculación con la masonería, sus lecturas e
inquietudes, su pensamiento político y la decisión de regresar a Nicaragua en 1926.
Sandino habrá llegado al puerto de Tampico alrededor de septiembre de 1923.
Es difícil seguirle la pista exacta porque son escasas las referencias a su vida y trabajo
durante todo este período que culmina en mayo de 1926, cuando emprendió el re-
greso a Nicaragua. Sin embargo, se trata probablemente del período más formativo
de su vida por lo que cobra importancia no sólo su “escuela” sino sus movimientos
específicos. Lo que se sabe con relativa certitud es que Sandino se aseguró trabajo
en el plantel de la Huasteca Petroleum Company ubicado en Cerro Azul en la zona de
extracción petrolera. En la ficha de trabajo que Sandino llenó en esa fecha –rebus-
cada como parte de una investigación posterior requerida por el Departamento de
Estado que investigaba afanosamente la procedencia del guerrillero– se registra que
trabajó anteriormente para la empresa petrolera Penn-Mex y, previa a esta, la New
England Fuel Company. Son las primeras pistas.
Con toda seguridad, siguiendo el recorrido usual para quienes llegaban a buscar
trabajo a Tampico, Sandino se habrá alojado inicialmente en Villa Cecilia y es posible,
como se menciona posteriormente, corroborar que, en efecto, encontró trabajo en
la refinería de la New England que operaba en esa vecindad. La New England Fuel Oil
Company había sido fundada en 1911 y era la tercera en importancia de operaciones
después de la Huasteca y “El Águila”. Contaba con un plantel al otro lado del río Pá-
nuco en el que producía combustible para lámparas, principalmente queroseno. Allí
aparentemente laboró Sandino como mecánico en la refinería antes de trasladarse a
la zona de la famosa Faja de Oro. La empresa figuraba como dependencia de la South
Pennsylvania Oil Company, pero en realidad ya para entonces había sido absorbida por
el poderoso conglomerado de la Standard Oil de Nueva York. Y laborando en la New
England fue que Sandino, como se narra más adelante, estableció una amistad que le
condujo a una fraternidad espiritista que funcionaba en la misma zona de Tampico.
Sandino no parece haber pasado mucho tiempo en la zona de Tampico. Se habrá
enterado que en la zona de extracción se podía ganar mejor aunque las condiciones
eran más duras. En 1924 se le localiza en la zona de Tuxpan, a unos 200 kilómetros
al sur de Tampico sobre el golfo de México; existe una postal enviada desde allí a su
135

todavía no olvidada novia. O bien su desplazamiento puede haber sido el resultado


de un traslado dentro de la misma empresa que operaba una terminal de embarque
y desembarque en Tuxpan llamada El Humo.
Tuxpan significa “lugar de conejos” en el idioma náhuatl. El poblado adquirió
importancia con el desarrollo de la industria petrolera. Su cercanía a la zona de
yacimientos petroleros significó la entrada y competencia de las desaforadas dispu-
tas por territorios y concesiones para sacar el petróleo de lo que, hasta entrada la
producción venezolana a finales de los años veinte, fue el yacimiento más rico de
América Latina. La llamada Faja de Oro a sólo 64 kilómetros al noroeste de Tuxpan,
constituía una zona de unos 80 kilómetros de largo por 10 de ancho. Aquella fiebre
tuvo lamentables consecuencias para la población mayoritariamente indígena, tal
como describe Bruno Traven en su novela La rosa blanca. Los extranjeros no salían
de su asombro de ver brotar el petróleo a la superficie naturalmente sin perforación.
Se calcula que a mediados de 1924, el siempre inquieto Sandino se trasladó al
poblado de Álamo, 32 kilómetros al oeste de Tuxpan, para trabajar en las instala-
ciones de la Penn-Mex Fuel Company (agrupada de la Standard Oil de Nueva Jersey),
municipio de Temapache, estado de Veracruz. Apenas una década antes, Álamo no
era más que una vieja ranchería, río arriba del río Tuxpan. En 1913 dos enviados de
la Penn-Mex Fuel Company, propiedad de un grupo de empresarios norteamericanos
previamente asociados con Doheny, inspeccionaron la hacienda llamada El Álamo.
Fueron invitados a comer por los dueños y eventualmente aceptaron vender la pro-
piedad de aproximadamente 8 mil hectáreas. Sabían lo que hacían porque según el
reporte del enviado a la compañía con sede en Pittsburg, Pennsylvania: “Puedes ver
petróleo donde sea –hay lugares en donde se podría chapotear en él, y te cubriría
hasta la rodilla”.
Tan pronto brotó la primera fuente de petróleo, la Penn-Mex aseguró un mayor
financiamiento de la Jersey Standard Oil Company para construir un oleoducto a la
costa del Golfo en Tuxpan, vías férreas, un embarcadero, bodegas, y caminos para
toda la operación de producción, procesamiento y embarque. Aunque no fueron tan
exitosos como la Huasteca y “El Águila”, llegaron a constituir la tercera compañía de
importancia en producción.
A medida que creció la actividad industrial en aquella zona petrolera, cientos y
hasta miles de trabajadores venidos de diferentes puntos de la región cambiaron el
perfil de las poblaciones originales y de otras que fueron creándose alrededor de los
campos, sobre todo en lugares donde la perforación fue más extensiva, así como en
aquellos puntos con estaciones de bombeo.
A partir de los descubrimientos y el “boom”, Álamo se pobló de emigrantes
nacionales y extranjeros de diversas nacionalidades, principalmente comerciantes
y prestadores de servicios además de empleados petroleros. Sandino aparecería a
136

finales de aquel período de expansión. Aunque comenzaba a decaer la producción,


la Penn-Mex debía darle mantenimiento al oleoducto que conectaba a los pozos con
el puerto, y a los enormes tanques de almacenamiento de aproximadamente 60 mil
barriles cada uno. Estaban también, sobre el trayecto, dos estaciones de bombas
que impulsaban el movimiento del fluido por los oleoductos. Cerca de las bombas
estaban las oficinas y la bodega de herramientas y repuestos necesarios para la per-
foración, los automóviles y el tren. Y en aquella bodega central laboró Augusto C.
Sandino.
A lo largo de 1925 bajaba el precio internacional del petróleo y a la empresa no
le iba bien con las explotaciones. Ese año perforaron 47 pozos, pero solo 21 resul-
taron productivos. La sobre explotación de los mantos y una deficiencia tecnológica
provocaron un descenso en la producción. Algunos pozos comenzaban a arrojar
agua salada, siendo particularmente afectados los de la Penn-Mex en la vecindad de
Álamo. Las compañías redujeron el número de empleados, lo que puede explicar
que, para mediados de 1925, Sandino nuevamente debió buscar empleo.
Existen otras versiones un poco cómicas sobre la separación de Augusto de
la Penn-Mex. Uno de los amigos entrevistados por Selser aseguró que Sandino fue
despedido después de un incendio en la bodega donde trabajaba. Supuestamente
Augusto se metió al local en llamas para rescatar una vieja máquina de escribir que
el gerente general, de nacionalidad norteamericana, venía buscando cómo desechar
para conseguir una nueva. Entonces el norteamericano se enojó con el arrojado
joven y lo despidió. Otra versión es que Augusto logró reparar la máquina, pero
encontró el mismo desprecio y consiguiente resultado.
Un cronista local de Álamo dice lo siguiente: Sandino dejó amigos por estos tres
sitios petroleros de antaño y se le recordó por muchos más años por los petroleros
donde padeció con muchos mexicanos, la soberbia de las compañías americanas”1.

¿Una relación sentimental y un hijo?


Alrededor de 1924, Sandino convivió con una mujer mexicana con quien tuvo
un hijo o una hija. La relación probablemente se inició en Álamo o Tuxpan. Se trata
de una relación y una convivencia que, al parecer, se mantuvo hasta la salida de San-
dino a Nicaragua en mayo de 1926. Nunca la mencionó en sus recuentos autobio-
gráficos o en correspondencia conocida, tampoco aparece en los testimonios más
conocidos. Fue el historiador norteamericano Neil Macaulay, en su libro pionero
The Sandino Affair, publicado en 1985, quien desentrañó de los archivos del Departa-
mento de Estado una copia del antes mencionado formulario de solicitud de empleo
completado por Sandino para trabajar en la Huasteca Petroleum Company. La ficha de
empleo fechada el 16 de agosto de 1925 fue llenada de puño y letra inconfundible de
137

Sandino. Donde el formulario pide responder “si es casado o si no casado legalmen-


te, clasifíquese como soltero”, Sandino escribe “casado con hijo de meses”. Luego el
formulario pregunta ¿Cuántas personas sostiene? A lo que responde: “Esposa e hijo”.
Puede especularse al respecto, porque hasta hace poco la ficha de trabajo era
la única constancia de una relación. Como hipótesis cabía especular que el dato
suministrado por Sandino era ficticio ya que los solteros, que tenían fama de poco
serios, tenían menores posibilidades de ser contratados que la persona con familia,
existiendo facilidades de viviendas para los trabajadores calificados como Sandino
que tuvieran familia. O bien cabe la posibilidad de que Sandino se vinculara a su
“señora” cuando ella ya acarreaba una criatura de menos de un año.
Una búsqueda en 2013 en los registros civiles de los municipios de la zona pe-
trolera para los años 1923 y 1924 (Tampico, Tuxpan, Álamo y Cerro Azul) por los
que se desplazó Sandino no arrojó huella de registro de nacimiento con el apellido
de Sandino –un nombre, por cierto, poco usual en México. Tal vez no fue inscrito o
bien lo inscribió la madre y ocupó su propio nombre, aunque la legislación mexicana
ya no admitía diferenciar entre hijos “naturales” e hijos “legítimos”.
Las entrevistas desempolvadas realizadas por Gregorio Selser permiten ahora
corroborar el dato. Sandino tuvo una compañera y un hijo o una hija, según el testi-
monio de José Gutiérrez Magaña –su mejor amigo y compañero de alcoba cuando
ambos laboraban para la Huasteca Oil Company en el plantel de Cerro Azul. Gutiérrez
afirma que Sandino, a sus 29 años, “tenía señora”, comprobando de esta manera los
datos expuestos por Sandino en su ficha laboral. Era mexicana y se habían conocido
en Álamo (finales de 1924 hasta agosto de 1925). Cuando Sandino consiguió trabajo
en la Huasteca, regresó a Álamo para buscar a su compañera y a su criatura. Dice
Gutiérrez Magaña que Sandino solía almorzar en la vivienda de ella, seguramente le
resultaba más económico. Pero el hecho curioso es que Sandino pernoctaba en las
viviendas para los solteros, lo cual hizo pensar a otros compañeros que era soltero.
Hasta donde se sabe, Sandino no volvió a verlos aun cuando regresó a Veracruz, ya
reconocido internacionalmente, en junio de 1929. Claro que aquella relación con el
hijo o y la hija de la misma, hubieran sido glorificados con creces en México, donde
a diferencia de Nicaragua, no representaba un peligro mortal ser reconocido como
vástago del General de Hombres Libres. Sin embargo, no hay pista alguna sobre el
paradero de la primera familia de Sandino y tampoco es posible tener certitud de que
se tratara de un vástago del mismo Sandino, porque esto tampoco lo indica Gutié-
rrez Magaña. Por otro lado, Sandino no era dado a mentir y el hecho de que indicara
en el formulario que tenía una señora y un hijo “de meses”, debe ser correcto en
términos de la relación de pareja y la posibilidad que asumiera, consiguientemente,
la responsabilidad por la criatura, aun si él no hubiera sido su padre2.
138

Un auténtico petrolero en Cerro Azul


Del municipio de Álamo –cuyos funcionarios hasta la fecha conmemoran la
estadía del famoso Sandino en su localidad –Augusto viajó al poblado de Cerro
Azul para buscar y encontrar trabajo con la compañía más grande de la industria, la
Huasteca Petroleum Company en la zona de mayor fama en la Faja de Oro.
Famosa porque el 10 de febrero de 1916, fecha conmemorada en la historia del
petróleo en México, una barra de perforación de la Huasteca, a pocos metros de la su-
perficie, rompió una bolsa de gas provocando una emisión en la noche que destruyó
toda la torre y el equipo de perforación, produciendo un estruendo escuchado a 25
kilómetros de la localidad. Después de siete horas, el gas transparente se convirtió
en petróleo crudo lanzando un chorro de petróleo crudo a 300 metros de altura con
un promedio de 260 barriles. Finalmente, lograron colocar una válvula sobre el pozo
y desviar su crudo hacia el oleoducto que apenas pudo contener la enorme presión.
Se trataba del pozo Cerro Azul No. 4, uno de los más espectaculares en los anales
petroleros de la época.
Cerro Azul, como otros pozos de la zona, no necesitaba ser bombeado: llegó
a acumular una producción de 57 millones de barriles para finales de 1921 y 80 mi-
llones hasta 1932 convirtiéndolo en uno de los pozos superficiales más productivos
del mundo. Edward Doheny se convirtió en el mayor productor y exportador de
petróleo en México –permitiéndole a su compañía, la Huasteca, rebasar a “El Águila”
(de su rival inglés Weetman Pearson) –y en uno de los hombres más ricos de la tierra.
La ficha que llena Sandino en la Huasteca con fecha 15 de agosto de 1925, escri-
be su ubicación en ese momento. Indica que su oficio era el de tornero mecánico,
lo cual apunta a un trabajo especializado probablemente por los talleres petroleros
cuando no en una refinería. En el relato a Román también dice haber adquirido, no
sabiendo adónde, aquella especialización. A la pregunta ¿Qué oficio desempeña me-
jor después del anterior?, responde “motores de gasolina”, evidenciando su avance
técnico. Y responde “empleado de campo” a la pregunta ¿Qué otro oficio conoce?
Dice contar con recomendaciones de la Penn-Mex Fuel Company (lo cual pone en
duda la versión de que Sandino fuera despedido) y, confusamente, dice “New York...
England...” [sic], y debajo de ello “Guatemala”. Esta última mención es confusa y
puede referirse a la New England Fuel Oil Company o, lo que es menos probable, a
la United Fruit Company por indicar Guatemala. No preguntan dónde laboró sino
que piden “recomendaciones del último patrón”. Sandino dice preferir el trabajo de
mecánico pero que aceptaría “lo que hubiese”, lo cual apunta a que atravesaba una
situación difícil. La carta de William Green, el gerente encargado de las operaciones
en México, a Harold Walker, vicepresidente del consorcio Pan American Petroleum &
Transport Company, formado por Doheney para consolidar sus operaciones a nivel
139

mundial, señala que Sandino fue “industrioso, sobrio, aparentemente de buen ca-
rácter, y en todo sentido un empleado de lo más satisfactorio”. Sandino indicó en
el formulario que hablaba el inglés, lo cual no fue exageración y evidentemente fue
puesto a prueba para calzar con la posición que desempeñaría.
Tras su separación de la Penn-Mex, Sandino pudo haber pasado al desempleo.
El nica habría llegado a Cerro Azul y se habría topado con el dramático conflicto
por el que pasaba la empresa. Superada la crisis, la Huasteca continuó invirtiendo en
equipos de última tecnología para la extracción, tratamiento y transporte del crudo.
Y a pesar de la reducción en la producción y utilidades, la Huasteca mantenía (aparte
de sus masivas instalaciones en el puerto de Tampico) dos plantas de absorción de
gas, una de ellas en Cerro Azul, siendo este el plantel más importante después del
complejo en Mata Redonda.
Armado con
constancias de bue-
na conducta y ho-
nestidad, Sandino se
presentó a la Huaste-
ca para pedir trabajo.
La fecha de solicitud
coincide con la de-
rrota del sindicato
rojo de la Federa-
Ficha que llena Sandino para trabajar en la Huasteca
ción y la victoria del
Sindicato Único de la CROM y la patronal. Evidentemente no quiso entrar como
“esquirol” y probablemente tuvo que sufrir desempleo esperando el desenlace de
aquella contienda. Sus cartas de referencia debieron ser buenas porque fue contra-
tado al día siguiente de llenar la aplicación. Un conocido le presentó al encargado
norteamericano, “pronto se entendieron y lo contrataron”.
A pesar de su especialización como mecánico, Sandino fue ubicado en el Depar-
tamento de Materiales: evidentemente fue útil su conocimiento del engranaje de la
maquinaria para identificar las herramientas y repuestos requeridos. Esa división de
la empresa tenía la función de administrar las bodegas de herramientas, utensilios y
materiales de ferretería en general solicitados por los capataces, quienes en su mayo-
ría eran norteamericanos con los que Sandino podía entenderse, al menos idiomáti-
camente. Todo indica que su contratante fue el poco simpático “Mr. Green”, quien
no escondía su desprecio hacia los mexicanos. La carta posterior de Green indica
que Sandino se inició como trabajador en la bodega de la empresa con un salario
de 5 pesos oro diarios –lo que denota un estatus de trabajador calificado–, y que en
140

menos de dos semanas, 1 de septiembre de 1925, el nicaragüense fue promovido


para hacerse cargo del departamento de ventas de gasolina ahora con un salario de 6
pesos diarios. Todo lo cual indica un desempeño apreciado por la empresa y consis-
tente con las referencias de eficiencia y disciplina que, desde un tiempo atrás, venía
acumulando Sandino como trabajador.
Sandino no fue, como a veces se ha dicho, el arrendatario de aquella bomba de
gasolina. Fue asignado por la empresa para trabajar con la bomba siempre dentro del
Departamento de Materiales (almacén y bodegas). En aquella “gasolinera” pionera
Sandino abastecía de combustible a los vehículos de todas las secciones de la em-
presa –innovación necesaria por el creciente número de vehículos operados por la
compañía –dejando atrás la modalidad mediante la cual cada departamento cargaba
con su propia reserva almacenada de combustible.
En la gasolinera cargaban el combustible o gas propano y pagaban con vales de
la misma empresa y división. El grueso del trabajo de Sandino consistía en manipular
una palanca para llenar los tanques de los vehículos por medio de una bomba conecta-
da con otra manguera que daba al depósito central que se erigía sobre el establecimien-
to. A veces debía viajar hasta la refinería de la empresa cerca de Tampico para asegurar
el suministro, ya que en Cerro Azul sólo se producía gasolina cruda. Asimismo llevaba
el registro diario de ventas y la contabilidad de los “vales”. La gasolinera quedaba en
una planicie entre dos cerros en el área de Cerro Azul –atravesada hoy en día por una
avenida que lleva el nombre de “Augusto C. Sandino”.
Allí le tocó bregar con el racismo prevaleciente entre aquellos administradores
y gerentes. A la bodega llegaban los capataces a procurar insumos y trasladarlos al
sitio de trabajo y distribuirlos entre los trabajadores para la faena. Una historiadora
describe aquellos gerentes de campo, en su gran mayoría extranjeros, como “hom-
bres rudos, con expectativa de as-
censo social y con delirio de poder,
permeados ya por una ideología
eficientista...” [Sic].
“Muy activo, muy trabajador –
recuerda su compañero de labores
David Brandy Barraga–. Siempre
lo veía yo moviendo los tambores,
porque entonces la gasolina iba en
tambores”. “Llevaba los libros” y
“sabía de números” dice Brandy.
Y agrega: “Platicaba con nosotros
Avenida “Augusto C. Sandino”, Cerro Azul, porque éramos compañeros de tra-
Estado de Veracruz, 2013
141

bajo, pero platicaba muy reservadamente”. “Ni gordo, ni flaco, blanco–blanco no,
moreno claro”.
“En su trabajo, muy eficiente... si hubiera durado más aquí yo lo asciendo; era un
hombre completamente competente para cualquier trabajo”, dijo su supervisor Fi-
del Espinoza Garza. “Era muy activo, muy trabajador” recuerda su amigo Gutiérrez
Magaña. Se juntaba con los trabajadores para visitar la comisaría durante el receso y
para comer el gustado queso amarillo americano con galletas “Marías” acompaña-
dos de Canada Dry o Coca-cola. Ya desde entonces Augusto era aficionado de las
“chibolas” –como les llamaban en Nicaragua. Contaban con servicio médico, que
significaba acceso al médico inglés de la compañía, competente tanto en su profe-
sión como en el consumo de bebidas alcohólicas.
Sandino acostumbraba andar bien arreglado y visitaba al barbero cada fin de
semana. Algunos pensaron que era asunto de vanidad, de la cual ciertamente no
carecía “el nica”. Pero Augusto ya había aprendido la importancia de la buena pre-
sentación en el trabajo a partir del hábito de valoración a simple vista por parte
de los contratistas y correspondiente a su nivel de “trabajador calificado”. El “en-
ganche” era asunto de presentación por el “a como te ven, te tratan” –como ya se
lo había comentado a su padre en una carta. Prestaba atención a su vestuario, iba
siempre bien peinado, partido nítido hacia un lado, al cuidado semanal del barbero
del pueblo”, recuerda Domingo Vásquez, entrevistado décadas después por Selser.
La camisa podía costar 2.50 y un pantalón 3 pesos en la comisaría, aproximadamente
la mitad del salario diario. Como ropa de trabajo contaba a la tradicional mezclilla
(“azulones”, denim o jeans), cuyo costo debían asumir personalmente los trabajado-
res, porque el sindicato todavía no lograba que fueran suministrados gratuitamente
por la compañía.
Gregorio Ramírez Flores, entonces chofer de la Huasteca, veía a Sandino re-
gularmente cuando llegaba a cargar combustible a la estación de bombeo. Todos
conocían a Sandino, a quien llamaban “el nica”. Los domingos y días festivos, se le
veía con botas altas y sombrero tejano, moda introducida por los cowboys nortea-
mericanos petroleros, para los días festivos, o para hacer gestiones fuera del sitio de
trabajo. Llevaba un reloj de bolsillo que había cambiado por otro con Ramírez.
Sandino adquiría en la comisaría su indumentaria para el trabajo, camisas blancas
que entonces acostumbraba llevar y un sombrero tipo panameño. Los domingos lu-
cía camisa blanca de seda, botas altas y el infaltable sombrero tejano. Todo provenía
de las comisarías de la Huasteca que, a diferencia de todas las anteriores y posteriores
conocidas por Sandino, tenían como objetivo ganarse la lealtad de los trabajadores
calificados y extranjeros trayendo mercadería norteamericana y extranjera de buena
calidad en los barcos de la misma compañía que llegaban vacíos y que, al no pagar
impuestos, eran ofrecidos a precios relativamente bajos. Por ello, Ramírez Flores
142

insistió en que era mejor trabajar para los gringos de


la Huasteca, que para los ingleses más “tacaños” en
“El Águila”.
La Huasteca pagaba los mejores salarios de la
zona. Suministraban vivienda de tipo intermedio
para los nacionales calificados y una alimentación
subsidiada que costaba 75 centavos diarios, que
junto a una cuota médica, era deducida del salario.
Cuando había horas extras, recuerda Felipe Espi-
noza Garza, los sobres con el salario “salían pan-
zoncitos”. Siempre frugal, Sandino, habrá podido
ahorrar cerca de la mitad de su salario ordinario (5
a 6 pesos oro diario) lo que ayuda a comprender la
magnitud de la cantidad ahorrada (500 dólares) con
el que dice haber regresado a Nicaragua y que fuera
eventualmente utilizado para comprar armas. Poca
Sandino en los campos de la Huasteca compensación, sin embargo, en comparación con el
Petroleum Co., Cerro Azul, Veracruz,
1 de mayo de 1926 norteamericano promedio, quien a veces por razo-
nes de nacionalidad más que técnicas, recibía hasta
15 dólares diarios, con comida, viviendas exclusivas, conocidas como “los campos
para nativos”, servidos por “chinos” encargados del aseo, comida y lavandería.
Al estilo de los ranchos tejanos, se les tocaba una rueda de fierro para marcar
la hora de pasar al comedor. Los trabajadores calificados nacionales, Sandino entre
ellos, contaban en todo caso con facilidades intermedias, muy superiores a las asig-
nadas a “peones”3.

Yo soy un indio blanco


Aunque las percepciones de quienes conocieron a Sandino en los campos petro-
leros no siempre coinciden, en lo general se le recuerda como una persona chistosa y
llevadera: lo cual pudo haber sido necesario para vivir en aquel medio caracterizado
por la rudeza y la chabacanería. No faltaron las burlas sobre su estatura, su acento
y su nacionalidad. “Era un muchacho jovial, charlatán, juguetón con nosotros, que
decía disparates de joven y esas cosas”, recuerda Demetrio Osorio Cardenete. “Un
pedacito de muñeco fino, flaquito, arrugadito de la cara, blanquito, güero [chele]”,
aunque sabemos que Sandino era más mestizo que blanco, pero bien, todo era asunto
de perspectiva. El jefe de la oficina de Sandino, cuando este decía su nombre com-
pleto, ‘hijo de tal por cual, ¡es más grande tu nombre que tu tamaño desgraciado!’”.
143

Pero no figuran testimonios de conflictos entre Sandino y sus empleadores, ya que


Augusto “era limpio”.
Demetrio confirmó que Sandino había llegado a la Huasteca procedente de Tu-
xpan y Álamo por lo que regresaba a menudo a ese pueblo. En Álamo estaba su
maestro teosófico y encargado de la Logia Masónica, Justino Barbeux, a quien se
hace referencia posteriormente. Osorio era el encargado de transporte y suministra-
ba a Sandino los “vales” para viajar a Álamo o a Tampico, por encargo de la empresa
pero también por cuenta propia.
“Era muy cumplido, muy activo, era inquieto. Decía que trabajaba sólo por nece-
sidad, alguna vez nos llegó a platicar que los culpables de que Nicaragua estuviera así,
eran los gringos, porque eran los dueños de la gran hacienda y eso le dolía... porque
lo decía con coraje, era un patriota”. “Nosotros lo bromeábamos de ver al muñequito
aquél en un caballote, nos reíamos”. “Lo vi como un hombre apasionado de su patria,
como un hombre de derecho a pesar de su juventud, tenía muy buenos sentimientos,
era un muchacho de esos que éramos antes, César era contento y todo, pero de ante-
cedentes limpios, de sentimientos muy humanos”, agrega Demetrio.
Vivía en las habitaciones suministradas por la compañía para los empleados
nacionales calificados (Sandino era considerado como un mexicano más). Dormían
entre dos y cuatro personas por unidad, en catres, o “tijeras”, en viviendas de made-
ra alta con gradas. Por la noche, se juntaban para oír, o cantar música revolucionaria
de la época pero también colombiana, y pasar el rato, cuando así lo permitían los
mosquitos que provocaban paludismo, enfermedad que continuó afectando la salud
de Sandino. En ocasiones, la empresa exhibía gustadas películas norteamericanas,
todavía mudas.
Sandino se habrá percatado de la discriminación que les dividía de los extranjeros:
viviendas en las partes más altas y frescas de los campos, con electricidad, agua pota-
ble, baños y letrinas con tubería. Contaban con fuertes cedazos y protección contra la
abundante cantidad de insectos y reptiles. A veces tenían hasta jardines alrededor de
la vivienda, con servicio de aseo y alimentación ofrecidos por chinos, o las esposas de
algunos trabajadores mexicanos.
Por otro lado estaban los despectivamente llamados “cholos”, quienes vivían
en miserables “chirrionas” o chozas endebles que ellos mismos debían construir,
desmontar y entablar repetidamente, conforme los movimientos, principalmente
de tuberías, exigidos por la compañía, según la suerte de las perforaciones. Ellos
ganaban 1 peso diario. Eran los tuberos. Para ese entonces, la Huasteca construía el
primer gasoducto en la historia nacional conectando los pozos de Cerro Azul hasta
la refinería en Mata Redonda sobre el río Pánuco.
En las partes más bajas de los campos se construían galeras para los dormitorios
inferiores, afectados por los gases de las plantas, que descendían por el frío de la no-
144

che y la madrugada. Había calor insoportable a mediodía y por las noches nubes de
zancudos, molestos y transmisores de enfermedades. A veces había una sola llave de
agua, que era colectiva. Las hospitalizaciones fueron frecuentes producto de intoxi-
caciones, tifoideas, paludismo, heridas infectadas y hasta muertes.
Al principio, todos los trabajadores se alimentaban en el mismo comedor, fir-
mando vales que eran descontados del sueldo. Luego, la compañía fue presionada
a construir comedores separados para los estadounidenses. Un amigo de Sandino,
José Gutiérrez Magaña, lo explicaba así: “el comportamiento de los mexicanos no
era correcto, nunca se lavaban las manos antes de ir a comer, tiraban los desperdicios
al suelo, se aventaban huesos, etc. Eso a los norteamericano no les gustó, y así se
hizo un comedor para los norteamericanos y otro para los mexicanos. Igualmente
para dormir, los mexicanos no se portaban bien, y cuando se cambiaban de casa se
llevaban todo, hasta la cama y eso a los estadounidenses tampoco les gustó”. Tal vez
no era más que gestos de venganza de cara a los abusos norteamericanos.
Aunque sociable, Sandino no compartía los hábitos de esparcimiento prevale-
cientes en la mayoría de los trabajadores. Gracias a la Constitución y la militancia
sindical, ellos ahora contaban con más horas de ocio; salían a medio día los sábados
y contaban con el domingo libre. Para los jóvenes “tuberos” por ejemplo, solteros
en su mayoría, y con familiares que habían quedado en lugares distantes, “termi-
nar la jornada de los sábados era un gran estímulo –dice un historiador– pensaban
en lo gratificante que sería asistir a un animado baile de algún poblado cercano,
donde tendrían la posibilidad de tratar con algunas jóvenes, tomar unas copas, o
simplemente platicar con quienes asistían. En estos ratos de ocio dejarían de recibir
órdenes, serían libres de satisfacer sus deseos, salían de la uniformidad, por lo que
seguramente caían en una borrachera”.
Brandy también recordaba a Sandino como una persona parca. En el trabajo era
reservado, pero cuando terminaba la jornada, “caminaban platicando”. Los temas
habituales eran “lo que pasaba en el día y no de la situación de los trabajadores”.
Pensaba que Sandino tenía preparación militar por su manera de caminar: “muy
recto, muy rígido”.
Su acento nica lo delataba como extranjero. “No tenía intimidades con noso-
tros, relaciones sí, pero intimidades no... Un señor muy serio, que no se prestaba a
mucha comunicación”, según David Vásquez, su barbero. “Bajo de cuerpo, no gor-
do, blanco, lampiño, y él decía que era un indio blanco, porque no tenía vellos ni en
los brazos, ni en la cara. Era de costumbres moderadas, hogareño, no tenía mayor
convivencia con los demás, si no le hablaban, él no les platicaba”, recuerda Gutiérrez
Magaña.
Otros entrevistados recuerdan a Sandino de otras maneras. Don Goyo Ramírez
Flores, llegaba regularmente a la bomba de despacho para cargar gasolina, dice que
145

Sandino era platicador; “¡Cómo no!”, le dice a Selser, el entrevistador. “Era un mu-
chacho jovial –recordaba Demetrio Osorio– de cosas serias Sandino nunca platicó,
pura cosa de relajo, pues era joven... Se tomaba una cerveza, pero no era borracho...
todos éramos moderados, nos tomábamos una cerveza, íbamos a un baile de esos
deshonestos y gozábamos ahí y lo que usted quiera. Salíamos al pueblo a pasear...
había prostíbulos, muchas prostitutas... Sandino llegaba a ir con nosotros muchas
veces”. Demetrio también creyó que Sandino era soltero4.

Pensamiento político y lecturas


Un obrero petrolero (Pepe Puente León) conoció a Sandino y lo describe como
“bien educado, muy ideológico y muy popular hasta con los administradores porque
sabía inglés y les servía de intérprete, y pudo también ganarse la confianza de los
trabajadores porque era popular entre ellos”. Llama la atención la caracterización de
“ideológico”, aunque bien resultaría lógico que, tras la expulsión de los “rojos” del
tema y con el espionaje interno de la empresa, lo ideológico se abordaba con cuida-
do y a los amigos de mayor confianza.
Recuerdan a Sandino como poco dado a hablar sobre las circunstancias que le
llevaron hasta México. Tampoco acostumbraba referirse a Nicaragua, aunque en al-
guna ocasión “criticó al gobierno de su patria... hablaba con coraje de su patria, pero
sin despreciarla –señaló Demetrio Osorio– para mí no era comunista... él estaba
encantado de su patria y sólo platicaba de la gran hacienda. Y con coraje”.
Sandino ingresó al plantel de la Huasteca en agosto de 1925, justamente poco
después de concluir la histórica huelga que terminó con la influencia de la CGT
sobre el plantel, aunque bien algunos simpatizantes mantuvieron su empleo y la pro-
paganda siempre quedó a mano. Había esperado la conclusión de la huelga. ¿Dónde
estarían sus simpatías? Si quería trabajo, no podía identificarse abiertamente con los
huelguistas, pero filosóficamente, según las confidencias de su mejor amigo Gutié-
rrez Magaña, se inclinaba por los insurrectos de la bandera rojinegra.
Porque tenía amistad con uno de los activistas rojos, algunos pensaron que Au-
gusto habrá “tenido las mismas creencias”. Gutiérrez creía “posible pero no proba-
ble” que Sandino asistiera a las reuniones de los rojos organizadas en el pueblo. En
todo caso, ya como empleado, Sandino habrá asistido a las reuniones del Sindicato
Único, lo que era obligatorio y permitido por la empresa. Allí se discutían los de-
rechos y regulaciones laborales, lo cual sería instructivo para Sandino, porque sería
uno de los temas que posteriormente abordó con mineros y políticos en Nicaragua.
Gutiérrez afirma que Sandino “era libre respecto al sindicato”. David Brandy
había ingresado previo al despido de los rojos, y debió hacerlo por medio del sin-
dicato oficialista. Sospecha, sin embargo, que, como muchos, Sandino pudo haber
146

figurado entre los trabajadores llamados “blanco por fuera y rojo por dentro”. Pre-
guntado qué pensaba Sandino sobre la huelga, Gutiérrez responde: “pensaba que las
huelgas era buenas porque era una presión de los trabajadores que se hacía contra los
patrones para conseguir algunas ventajas”. Otros, como Brandy, insistieron en que
los líderes rojos se habían excedido planteando demandas, por encima de las preten-
siones de los trabajadores. Sandino habrá visto, sin embargo, cómo los campesinos
pasaban alimentos a los huelguistas –tortilla, frijoles y “pilón”, recuerda Vásquez.
Sandino acostumbraba salir con Gutiérrez Magaña. Trabajaban el mismo turno
y andaban juntos, “los vi varias veces que salían de aquí –dijo Vásquez el barbero–
“que si se iban a echar sus alipuces” [tragos]... El nica contaba episodios de su vida
“algunos de zafarranchos, o motines y demás, que [yo] no le tomaba en cuenta, por-
que yo decía: al fin que ni lo conozco, ni sé cómo es su patria, a mí me quiere poner
los ojos verdes con sus pláticas, así que nunca le puse mayor atención”.
Aquella amistad con Gutiérrez seguramente estaba basada en la afinidad sentida
por ambos para la discusión de ideas. Gutiérrez dice haber observado cómo Sandino
fue dedicando cada vez más tiempo a la lectura: “comenzó a leer porque él tenía ese
deseo, aunque su preparación escolar era algo deficiente, pero tenía deseos de saber
más”. Gutiérrez, electricista en la Huasteca, había sido maestro de escuela y sindica-
lista, por lo cual habrá asumido el papel de mentor para el nica. Es a él a quien acude
Sandino pidiendo recomendaciones sobre lecturas. Magaña también recuerda que
“el nica” solía decir que no se podía confiar en dos cosas: los patrones y los Estados
Unidos.
Sandino pidió entonces “libros de sociología, libros de temas sociales, eran los
que de preferencia leía. Leía también algo de historia –historia de México porque
no había textos sobre la historia de otros países, o continentes –explicó Gutiérrez
a Selser– leyó sobre la Revolución [Mexicana] pues le gustaba y deseaba que en su
patria hubiera las mismas cosas en ese sentido, que aquí en México. Por ejemplo, en
la cuestión del trabajo, simpatizaba con la Ley del Trabajo, que no era conocida, ni
menos acatada en las labores de Nicaragua... simpatizaba con las ideas de [Francisco
I.] Madero, de la revolución. Sandino decía que le gustaría que en Nicaragua se co-
piaran las ideas de la Revolución Mexicana”.
En el léxico anarcosindical, sociología significaba el estudio de lo que llamaban
“la cuestión social”, las relaciones de poder y los mecanismos de dominación de
ricos sobre los pobres, y la alternativa de poder autogestionario basado en el apoyo
mutuo y la fraternidad, prescindiendo completamente del Estado. Gutiérrez enton-
ces recuerda haberse sentado con Augusto para revisar el catálogo de una librería
en la capital mexicana “y ahí veíamos, este te puede servir, este te puede servir...”. A
partir de las indicaciones de su amigo, Sandino escogía y encargaba los libros, “eran
temas sociales lo que él leía” recuerda Gutiérrez.
147

¿Cuál pudo haber sido ese catálogo y aquellas lecturas? En aquellos años todavía
era muy limitada la circulación de literatura marxista-leninista porque lo que prolife-
raba eran las publicaciones anarquistas. Las respectivas lecturas al alcance eran prin-
cipalmente los escritos de Kropotkin, Proudhon, Flores Magón, Práxedis Gutiérrez
y Mijaíl Bakunin. También, por supuesto, Sagitario, Quincenal Sociológico, publicado
por los Hermanos Rojos de la Casa del Obrero y distribuido gratuitamente a los
obreros petroleros.
¿Cuál catálogo de qué librería? Probablemente Sandino y su amigo revisaron el
anuncio de “Ediciones del Grupo Cultural ‘Ricardo Flores Magón’” dirigidas por
Nicolás T. Bernal, luchador anarquista mexicano del círculo de Flores Magón quien,
desde la capital, enviaba publicaciones a todo el país a precios módicos dirigidos a
los trabajadores.
1924 fue un año particularmente activo en la editorial del Grupo Cultural, y los
Hermanos Rojos en Tampico publicándose los escritos de Flores Magón –Rayos de
Luz (Diálogos relacionadas con las condiciones sociales de México)– como parte
de la serie “Ricardo Flores Magón: Vida y Obra”. Un título en aquel catálogo era
el Manifiesto Anarquista del austríaco Pedro Ramus. Otro catálogo que circulaba era
el de la editorial “Argonauta” de Argentina, también de tendencia anarquista, con
distribución en México a través de Bernal. Allí figuran los siguientes títulos: ¿Soviet
o Dictadura? (El gran dilema de la Revolución Rusa), que reunía las críticas del alemán
Rudolf Rocker a la cada vez menos admirada revolución bolchevique; Dictadura y
Revolución del italiano Luis Fabbri; Hacia una sociedad de productores, Páginas de Lucha
Cotidiana del también italiano Errico Malatesta; Bolchevismo y Anarquismo de Rocker;
La nueva creación de la sociedad por el comunismo anárquico de Ramus, traducida del alemán
por el activista español Diego Abad de Santillán, y por supuesto, la más difundida de
todas, la obra maestra de Kropotkin, La conquista del pan.
David Brandy confirmó que a Sandino “le gustaba leer”. A menudo lo veía
escudriñando revistas, periódicos de la capital o de Tampico. Leía los boletines del
sindicato que eran buscados por todos “cuando había alguna novedad”. El barbero
del pueblo de Cerro Azul, Felipe Vásquez, recuerda que Sandino compraba regular-
mente los periódicos que llegaban diariamente de la capital y de Tampico. Llegaba
a la barbería cada domingo, cargando diarios y revistas, usualmente en compañía
de Gutiérrez. Una de aquellas revistas, observó el barbero, era El Centinela y la otra,
Atalaya distribuida por un grupo que Vázquez llamaba los “aleluyos”.
Y en efecto la revista El Centinela era el órgano de la Misión Mexicana de los Ad-
ventistas del Séptimo Día, quienes en 1923 se separaron de la Asociación General de
Estados Unidos. Antorcha era la revista de los Testigos de Jehová. Una y otra habrán
permitido a Sandino profundizar su conocimiento de la Biblia y sobre todo en las
ideas del cristianismo primitivo en el que ponía énfasis Atalaya.
148

Pero no se puede decir que, a estas alturas, Sandino fuera devoto de una u otra
corriente protestante religiosa porque ya desde entonces leía con fascinación todo lo
relacionado con la metafísica y la escatología, siendo particularmente atraído por la
teosofía. En fin, exploraba, como se verá luego, el conjunto de creencias religiosas
sobre la realidad del universo, el destino final de la persona después de la muerte.
Ideas que le fueron acercando a la masonería, la teosofía y el espiritismo. En ese
marco, se habrá interesado en la misma escatología cristiana: el juicio final, la resu-
rrección de los muertos y el retorno de Cristo5.

Su primer escrito político


Como suele suceder con los migrantes, en Augusto iría aumentando la concien-
cia de su condición de nicaragüense y que no podía ser indiferente a la situación de
su patria. Su angustia fue creciendo con el golpe de Estado conocido como “El Lo-
mazo” llevado a cabo en enero de 1926 contra Emiliano Chamorro contra el presi-
dente liberal Carlos Solórzano, marcando así el inicio de la guerra constitucionalista.
Fue entonces que Sandino articuló las ideas sobre un posible futuro para su país.
Existe la conocida anécdota relatada a Román y a otros sobre los insultos que
Sandino tuvo que soportar incluyendo la ocurrida en un restaurante de parte de un
amigo mexicano ebrio quien acusó a Augusto de preferir un buen salario que hacer
algo por su patria. En la versión de Román, fue entonces que un Sandino herido
en su orgullo propio decidió precipitadamente su regreso a Nicaragua. En realidad
ahora es posible afirmar que aquella fue una decisión ponderada que ya venía ma-
durando. “A mí me dijo lo que repetía a muchos más, que era para él una amarga
vergüenza oír por todas partes del extranjero cómo se juzgaba a los nicaragüenses
tan desfavorablemente, por la presencia de los norteamericanos en Nicaragua”, dice
Salvatierra. Comentarios seguramente salpicados de cuestionamientos a la misma
masculinidad y “virilidad” de los hombres en Nicaragua, y que contribuyeron a la
decisión de renunciar a su trabajo y regresar a su país, sin tener claro qué haría allí
exactamente. Llegaba únicamente con sus ahorros, una pistola y el ideario político.
Gutiérrez Magaña, quien compartía vivienda con Sandino, recordó que la de-
cisión de Sandino no fue tan intempestiva como lo describe Román. Sandino había
iniciado, meses antes, un proceso de preparación para su regreso. “En sus ratos
libres hacía escritos que guardaba, y decía que después se los leería al pueblo; a mí
me los leía, y todos hablaban de enardecer al pueblo para echar de Nicaragua a los
norteamericanos y para arreglar el gobierno. Les levantaba los ánimos a la gente,
haciéndoles ver la situación en la que se encontraban, haciendo SIEMPRE [sic]
comparaciones entre lo de allá y lo de aquí. Quería entusiasmarlos para que pensaran
como él y sacar a los gringos”. Aquí Sandino inició un esfuerzo del que no desis-
149

tiría el resto de su vida: tratar de sistematizar


y procesar, por escrito, lo aprendido y vivido
en México. Es decir, el inicio del proceso de
la conformación de su propio ideario político,
pero no de manera académica, ya que “leerlos
al pueblo” implicaba un compromiso con la
acción, una esperanza o premonición del papel
de líder que debía jugar. Como ironía de la his-
toria, Sandino pareció darle la razón histórica
al presidente Calvin Coolidge y a su secretario
de Estado Frank Kellogg quienes acusaron a
México de exportar el “bolchevismo” a Nica-
ragua. Sandino no introdujo el bolchevismo,
pero no hay dudas de que su radicalismo y sen-
tido de rebeldía fueron productos de su viven-
cia mexicana.
¿Qué pasó con aquel texto escrito de San-
dino claramente registrado en la memoria de
Pierre-Joseph Proudhon (1809-1865),
narquista francés, autor de la frase su amigo? Que existió es una realidad porque
“La propiedad es robo” meses después Sandino entregó un legajo al
General José María Moncada. Lo confirmó el
mismo Moncada. La orden posterior de Moncada de no entregar armas a Sandino
habrá sido influenciada, entre otros factores, por la revisión rápida de aquel manus-
crito conteniendo sus ideas sociales. Moncada escribió años después –y no de manera
incorrecta– que “Sandino me entregó al propio tiempo un memorial escrito por él con
respecto a sus ideas, el cual terminaba así: “LA PROPIEDAD ES UN ROBO” [sic].
Naturalmente, eso me dio la norma del hombre que era Sandino... Observé que los
soldados de Sandino iban con divisas rojinegras, y con cruz y calaveras en las divisas
y banderas... Dijo que esa divisa era el emblema, o lema de su vida... Las ideas de San-
dino son algo más que socialistas. En México, según parece, se puso en contacto con
elementos ácratas...”.
Sandino recuerda el mismo episodio de la siguiente manera: “Yo había enarbo-
lado la Bandera Rojo y Negro, simbolizando libertad o muerte [por] que el pueblo
nicaragüense de aquella guerra constitucionalista esperaba su libertad”. En su libro
Los Estados Unidos en Nicaragua, Moncada repite haber desconfiado de Sandino
desde el principio al escucharle hablar sobre “la necesidad que los obreros lucharan
contra los ricos y otros cosas que conforman los principios del comunismo”.
Moncada acertó en su análisis. La frase con que Sandino culminaba el escrito es
una que repetiría en otras ocasiones y que explica por qué el nica también solía repetir
150

“yo nunca tendré propiedades” y rehusando poner a su nombre tierras que le fueron
ofrecidas. El lema, como se ha visto, proviene de Proudhon pero fue remarcado
constantemente por Flores Magón, entre otros. La bandera rojinegra, por otro lado,
como también se ha visto, era la bandera de resistencia de los trabajadores anarcosin-
dicalistas. Como hemos visto, Sandino conoció la bandera rojinegra como el estan-
darte de lucha de los trabajadores mexicanos, levantada originalmente por la CGT de
tendencia anarcosindicalista que luego se hace extensiva para representar todo tipo
de rebelión social. El bicolor había sido adoptado en el acto de fundación de la CGT,
diferenciado de la bandera roja propiamente “socialista”. Constituía, como lo indica
Vega Soria, la bandera de huelga, sacada a relucir a la hora en que la defensa de los
derechos de los trabajadores llegaba al punto de la confrontación física y la violación
de la llamada legalidad. Mientras tanto, Sandino presenció, de cerca y de largo, una
huelga tras otra vinculadas en su mayor parte a la agitación de los anarquistas, simpa-
tizando con las mismas. Esa bandera ingresa en su imaginario de rebelión contra la
injusticia: dijo haber llorado cuando Moncada le ordena desprenderse de ese símbolo.
¿Que si propiamente anarquista o propiamente bandera de lucha de los trabajadores
en huelga? Su uso se esparció en México y hasta la fecha aparece durante huelgas y
actos de resistencia social. Lo que queda claro es el recurso al símbolo de resistencia
internacionalmente reconocido y temido por las autoridades. La intensidad de aquel
sentimiento queda reflejada en lo dicho por Sandino –la divisa bicolor como el em-
blema o lema de su vida. Sin embargo, los contenidos sobre legislación social men-
cionados por Magaña estarían, en principio, lejos del sentir ideológico anarcosindical
por considerarla el recurso a la legislación como reformismo inútil. Pero el lema de su
vida ya era la libertad –la libertad de los trabajadores a lo que Sandino agrega, apar-
tándose del esquema ácrata, el nacionalismo: la libertad para la nación en su conjunto.
A la vez, una extraña combinación de reformismo laboral con socialismo revolucio-
nario en proceso de adaptación para las condiciones concretas de Nicaragua: prime-
ras ideas de un programa de reforma social por medios legislativos inspirados en la
Revolución Mexicana y la lucha sindical obrera; ideas que también fueron escuchadas
por los humildes mineros de San Albino que conformarían el núcleo del Ejército
Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua (EDSNN).
Moncada ordenaría quitar aquella divisa y dice entonces haber visto llorar a
Sandino. Pero al poco tiempo el pendón rojinegro ondeaba nuevamente sobre la
columna segoviana incorporando –como contribución local –la cruz y la calavera.
Moncada vio aquello, se enfureció e insistió esta vez en que “no somos piratas”. “El
chingado de José María Moncada siempre con los yanquis” habrá dicho Sandino a la
vez que “arengaba a la tropa con léxico mexicano”.
A esas alturas, sin embargo, la condena a la intervención propiamente mili-
tar norteamericana todavía no figuraba significativamente ni en el pensamiento de
151

Sandino. Regresaba al país para integrarse a la contienda como parte de las fuerzas
liberales contra los conservadores usurpadores del poder. Pero un liberalismo que
había adquirido otra estirpe. Hacia finales de su estancia en México, fue madurando
y plasmando por escrito sus observaciones sobre el tipo de régimen político y socio–
laboral y económico que debía privar en Nicaragua: en esencia, trasladar a su país las
reformas socio–laborales de la Revolución Mexicana. No ignoró el expansionismo
norteamericano, tema de conversación con sus amigos espiritistas que también, a
diferencia de los anarcosindicalistas, compartían un sentimiento nacionalista y la-
tinoamericanista. Importante indicativo de la naturaleza politizada del espiritismo
de la época, incluyendo la masonería politizada de México, lo que ayuda a explicar
el hecho que lo espiritual y lo político para Sandino fueron líneas convergentes y
no paralelas o separadas. No le interesaban demasiado las precisiones doctrinales:
mezcló lo masónico con lo espiritista, que en esencia, para muchos entendidos en la
materia, no estaban reñidos.
Sandino compartió para entonces la crítica a los individuos y sociedades sumisas
que no sabían defender su libertad y se convertían en personas y naciones serviles.
Su compromiso fundamental era con la libertad de Nicaragua, que en ese momento
(y hasta el pacto de mayo de 1927 entre Moncada y el emisario Stimson de Estados
Unidos) juzgó estar más amenazada por los conservadores que por la reducida pre-
sencia militar de Estados Unidos.
Otra cosa era el repudio y desprecio anarcosindical hacia el Estado, procla-
mándolo, junto a la religión y el capital, como el enemigo siempre autoritario de la
clase trabajadora. Aquí Sandino ejerció, al igual que muchos trabajadores mexicanos,
cierto escepticismo. Al menos en el caso de México que contaba con un gobierno
sensible a las demandas populares. Sandino consideró positivas las leyes del trabajo
promulgadas en la Constitución y el Estado Mexicano, e incluso propuso que fueran
llevadas a Nicaragua: así se lo expresó a su compañero de trabajo en Cerro Azul,
pero también, meses después, a los trabajadores en el mineral San Albino, adaptando
prédicas que muchas veces escuchó en México, para levantar, sindicalmente, la con-
ciencia y el ánimo de lucha de aquellos trabajadores. Y cuando trató ingenuamente
de explicárselo a Moncada en Prinzapolka, aquel salió espeluznado acusándolo de
ser un fanático ácrata comunista.
En todo caso, esa misma escuela sindical pudo haber adiestrado a Sandino en el
arte de la propaganda, toda vez que en Nicaragua evidenció una capacidad extraordi-
naria de convencer con el discurso sobre la necesidad de luchar sin cuartel contra los
opresores para llegar a la libertad. Un colaborador de Sandino en 1926 le describió
como “un extremo optimista que tiene una habilidad inusual para convencer a otro
de la viabilidad de los más fantasiosos proyectos”.
152

El objetivo en muchos sentidos fue el mismo: la construcción de una sociedad


en que la igualdad, la libertad social y la justicia social pudieran existir, sin necesi-
dad de gobiernos. Forjar una nueva sociedad dirían los anarcosindicalistas, forjar
un nuevo país y continente diría Sandino, coincidiendo ambos en que los obreros
y campesinos darían el impulso fundamental, insistiendo también en la prédica de
valores moralizantes, la educación, la espiritualidad y la búsqueda del perfecciona-
miento individual. Pero sin autonomía nacional, con la potencia imperial al acecho,
difícilmente podía contemplarse la libertad social e individual.
Irónicamente, Sandino lucharía con éxito para librar a Nicaragua de la interven-
ción militar extranjera, pero ya después hacia finales de su vida daba indicios de haber
perdido la esperanza de que surgiera un gobierno orientado a los intereses populares.
En el último año de su vida, volcó su empeño hacia la construcción de la nueva socie-
dad, ya no de todo el país, sino en sus amadas montañas y ríos del norte nicaragüense.
Lo explicó en una entrevista periodística: el proyecto del Río Coco obedecía, entre
otros factores, a la necesidad de “poner fin a la propiedad privada: causa única de las
guerras fratricidas humanas”. ¿El común denominador? Los ideales como masón,
socialista, nacionalista. ¿Que si los ideales fueron demasiado grandes, o radicales?
¿Qué más radical que querer sacar de Nicaragua a las tropas del país más poderoso
del mundo? Pero no como un fin en sí mismo, sino como el medio indispensable para
la construcción de un orden social y económico más justo para completar la tarea de
la liberación6.

El regreso a Nicaragua
De manera obsesiva, Augusto dio seguimiento a lo que ocurría en su país a raíz
del lomazo. En tanto el gobierno mexicano asumió decididamente la defensa del
depuesto régimen liberal, los periódicos daban mayor espacio a la situación triangu-
lar Estados Unidos–Nicaragua–México. Un cronista que entrevistó posteriormente
a Sandino dice que el nica “comunicó a sus más íntimos amigos, sus propósitos [de
regresar] y a algunos de sus compatriotas, pero ninguno de ellos quiso secundarlo.
Entonces, Sandino decidió emprender solo el viaje hasta su país, para lo cual pro-
curaría permanecer oculto en todo el recorrido”, dice el reportaje realizado en 1929
por Campos Ponce. Al parecer, Sandino trató infructuosamente de convencer a otro
nicaragüense petrolero, Salvador Bosque, de regresar con él.
Sandino era dado a las anécdotas y una de sus favoritas, no siempre relatada de
la misma manera, fue la de haber sido provocado por alguien que le llamó vende-
patria. El punto de fondo era la indignación popular mexicana, exacerbada por los
medios y el gobierno, sobre la conducta norteamericana en Nicaragua, la sumisión
153

de sus gobernantes criollos, y la percibida inexistencia de algún rechazo patriótico y


“viril” a la misma. Se miraba con desprecio a los nicaragüenses, diría Sandino.
La decisión de dejar el trabajo y regresar a Nicaragua la venía madurando.
“Cuando partí de México –admitiría años después– a estas privilegiadas tierras [Ni-
caragua], aún ignoraba todavía mi espíritu la terrible y pesada tarea que me esperaba.
Los acontecimientos me fueron dando la clave de la actitud que debería asumir
como hijo legítimo de Nicaragua y en representación del mismo espíritu de nuestro
pueblo, ante la claudicación y cobardía de nuestros directores políticos”.
Puso su renuncia a la Huasteca el 15 de mayo de 1926. Ese mismo día la misma
fue aceptada. Green indicó que fue una decisión no esperada pero que Sandino le
dijo que tenía “asuntos urgentes que atender en Nicaragua”. Viajó por automóvil de
Cerro Azul hasta el puerto de Tampico (presuntamente se despidió de su compañe-
ra). En Tampico tomó el vapor “México” para llegar al puerto de Veracruz, de donde
salió a la frontera con Guatemala. Viajó en vagones de segunda clase. Atravesó el
territorio guatemalteco y se embarcó en el puerto salvadoreño de La Unión. Siguió
sin detenerse hasta llegar a “el Tempisque” ingresando a territorio nicaragüense, aún
de incógnito, pasando por Chinandega y luego por León. Se acercó a Niquinohomo
a encontrarse con su padre, pero con trepidación por la acusación del influyente Da-
goberto Rivas que seguía abierta. Aparentemente don Gregorio le recomendó a su
hijo no entrar al pueblo.
Había regresado después de casi tres años de ausencia. Traía ideas políticas y aho-
rros pero no un plan personal o político concreto. Si todavía albergaba la posibilidad
de volver al oficio de comerciante de granos y reconquistar a su novia, la advertencia
de su padre puso fin a aquella esperanza. Tampoco está claro si en ese momento
prima en su sentimiento hacer resistencia a la presencia militar norteamericana. Aun-
que a Gutiérrez le manifestó inquietudes más liberales que anti norteamericanas, en
una ocasión Sandino supuestamente dijo que se marchaba “en vista de los abusos de
Norteamérica en Nicaragua”, pero en otro momento habla “de la palpitación de su
sentimiento liberal” por lo que, posiblemente, a estas alturas pesaba más el factor par-
tidista liberal que el cometido antiimperialista. En su mente, ambos se fueron compa-
ginando. Naturalmente que con enfoque retrospectivo, Sandino posteriormente iden-
tificaría a los norteamericanos como el adversario principal, pero en aquel momento
preciso (1926) el quehacer lo dictaba el marco de la contienda partidista y la guerra
constitucional. Aquello no cambió hasta mayo de 1927 cuando José María Moncada
pactó con los Estados Unidos finalizando entonces para Sandino la contienda consti-
tucionalista e iniciándose la antiimperialista7.
IX

Espiritismo y masonería

“Confieso que en nuestro mundo profano jamás encontré felicidad, y por esto,
y en busca de un consuelo espiritual leí libros mitológicos y busqué maestros de re-
ligión...”, dice Sandino en una carta, con fecha 1 de abril de 1928, a Froylán Turcios.
Así resume su búsqueda de paz interior buscando lo que llama “consuelo” mediante
lecturas y maestros. Sería una búsqueda que le acompañaría toda su vida, encontran-
do maestros a lo largo del camino, tanto en materia política como espiritual, aunque
bien, sus mejores instructores o mentores fueron aquellos que supieron integrar
ambas dimensiones. Da por entendido que no había encontrado aquel consuelo y
sabiduría moral en las iglesias cristianas o católicas durante su juventud1.
¿Cuáles podrán haber sido aquellos “libros mitológicos”? En materia de mito-
logía tuvo al alcance La Ilíada de Homero o las Tragedias de Eurípides –extraordi-
narias fuentes de sabiduría– ya que formaban parte de la colección de los “libros
verdes” editados masivamente por el Secretario de Educación en México, José de
Vasconcelos, como parte de su campaña de inundar al país de clásicos de literatura.
Vasconcelos pensaba que para sacar a México de la barbarie todo el pueblo debía
leer La Ilíada.
Conociendo a Sandino, sin embargo, la búsqueda le llevó al campo de la me-
tafísica –“Siempre he sido inclinado a leer todo lo que a mi juicio es moral o ins-
tructivo”, dice en la misma carta. No es simple curiosidad o academicismo lo que le
impulsa a la lectura, y más que la lectura al estudio, a una auténtica búsqueda de lo
que él llama moral, es decir, una ética personal que es a la vez universal: la búsqueda
de alternativas a un desconsuelo personal que es también decepción del ambiente
social que conocía, buscando propuestas que a su vez explicaran el origen y destino
de las personas, la infelicidad y el mundo. A dos años de haber salido de Niquino-
homo, Sandino todavía estaba afectado emocionalmente por aquel desenlace que
hiciera añicos sus planes: el hecho que se moviera de una localidad a otra con relativa
frecuencia indica, como él lo dice, un deseo incesante de buscar una mejor situación,
ya no sólo económica sino también personal2.
Habrá encontrado algunas respuestas sobre la ética en las enseñanzas anarcosin-
dicalistas a partir del énfasis que hacían en la libertad de conciencia y la importancia
de vivir conforme los principios, de la formación continua y del código moral de
comportamiento sin vicios que debía acompañar la militancia sindical. Su situación
emocional le generó una crisis que lo condujo a plantearse preguntas sobre la exis-
tencia humana y el sufrimiento en el mundo. El sentido de búsqueda es filosófico y
155

escatológico, según su correspondiente raíz griega: la búsqueda de sabiduría y cono-


cimiento sobre el destino del universo.
A los 26 años, Sandino dio inicio a un ciclo asombroso de aprendizaje moral
y espiritual. Buscó explicaciones del papel de la intuición en la existencia humana,
sobre el alma y el espíritu, y sobre la existencia de fuerzas mayores que conducen
la vida de los seres humanos; la mística y el misticismo, la metafísica y su incidencia
sobre hombres y mujeres que sienten un llamado especial. De la preocupación con
situaciones inmediatas fue dando el salto a preguntas más universales: ¿Cuál es la
esencia de la existencia, del universo, la naturaleza, la verdad, la moral, la belleza, o
la maldad? ¿Qué ocurre después de la muerte? ¿El mundo se limita a lo que cono-
cemos, o hay algo más allá de lo palpable por los sentidos de la persona? ¿Qué es
la moral? ¿En qué consiste su fuerza y autoridad? ¿Cómo se vive moralmente con
honor y dignidad? Ya se asoma el hecho de que su pensamiento político iría indis-
pensablemente unido a lo moral.

El hospital invisible de Dios


Existe evidencia indirecta de que,
a su llegada a Tampico, Sandino tomó
contacto con un centro espiritista de
la zona. Los registros de 1924 de Vi-
lla Cecilia confirman la existencia de
dos logias masónicas y un centro es-
piritista. Se sabe también que la or-
ganización espiritista “Confederación
Espírita” llevaba a cabo una labor de
educación asociada a los 25 centros
culturales existentes en los barrios
Fundación del “Hospital Invisible de Dios
obreros de Tampico. En 1925 se fun-
Colegio Universal”, 1917
daría en el mismo Tampico la primera
Cátedra de la Escuela Magnético Espiritual de la Comuna Universal a la que, años
después, Sandino se adheriría formalmente. Hay indicios que aquel recién llegado
nicaragüense fue invitado a acercarse a uno de aquellos centros3.
Cerca de la playa de Miramar y al costado de la refinería de la Corona operaba
el Centro Espiritista de doña Cecilia, conocido y activo hasta el día de hoy (con su
propia página en Facebook) como el “Hospital Invisible de Dios, Colegio Univer-
sal”. Su director, Juan Aviña, laboraba simultáneamente como Contador general y
Cajero de la New England Fuel Oil Company, donde también trabajó Sandino, y el caso,
seguramente es, que trabaron amistad. Sandino siempre andaría en busca de maes-
156

tros y Juan Traviña ciertamente daba la talla. Aunque a la fecha no se ha encontrado


la documentación que registra la asociación de Sandino con el Hospital Invisible,
todo indica que pudo haber sido el encuentro del nicaragüense con el espiritismo.
Probablemente visitó también las logias masónicas.
El “Hospital Invisible-Colegio Universal” fue establecido en 1917 por la Maes-
tra Superiora Cecilia C. De Gómez y su esposo el Maestro Superior Aurelio Gómez.
Un año después se integró Juan Aviña, quien para 1921 fue nombrado director,
posición que ocupó hasta junio de 1929.
Para diferenciarse de la curandería y asociación con ritos negros, los fundado-
res asumieron el nombre de “hospital” para enfatizar la naturaleza de la entidad.
Los “pacientes” del hospital debían “ingresar” voluntariamente mediante solicitud
formal de curación, la cual era “llevada espiritualmente por los mensajeros Divinos
ante Dios Todopoderoso y sólo Él definirá el seguimiento del camino de usted ha-
cia el éxito, luchando por la curación de su salud, la estabilidad de su vida material,
el fortalecimiento de su espíritu y la certidumbre de su alma”. A partir de la visita
domiciliar nocturna de los “Doctores Divinos”, se iniciaba el control de los proble-
mas. El texto de la Carta de Curación llenada por los solicitantes explica “no somos
brujos, ni espiriteros, ni religión, ni falsos profetas, ni timadores, no somos adora-
dores del mal, ni psíquicos, ni metafísicos, ni tenemos ningún poder sobrehumano.
Advierte contra los ‘ministros religiosos’ fanáticos en términos fulminantes. Los
servicios fueron y continúan siendo gratuitos y acompañados con recomendaciones
naturistas advirtiendo que no emiten recetas médicas, y recalcando la importancia de
sembrar una semilla de confianza, de amistad para que “nazca la paz entre nuestros
semejantes”. Explican su trabajo a partir del hecho que “los Maestros Superiores
encomendaron a doña Cecilia Camarena, a su esposo don Aurelio Gómez Aguirre
y a un grupo selecto de personas en las playas de Miramar en Villa Cecilia, hoy Cd.
Madero, Tamaulipas, la plantación del Hospital Invisible donde Dios enviaría su po-
tencial mediante sus Doctores Divinos en curación, protección, amor y Luz, como
el ser humano sólo lo conoció en Jesús de Nazaret”.
Según su texto fundamental, el “Evangelio Universal”, la escuela y práctica del
Hospital Invisible establece la existencia de Doctores Invisibles como los médicos
del hospital llamados también Mensajeros de Dios. Como en la teosofía y la masone-
ría, “Dios” tiene un sentido más preciso como “Gran Arquitecto del Universo, Crea-
dor y Señor de los Mundos, la Fuente Única de la Sabiduría y la Ciencia del Todo-
poderoso”. Los Médicos Invisibles descienden para curar a enfermos y necesitados,
apoyados por los “Obreros Misioneros” del hospital, beneficiando y reencauzando
“a la regeneración, los apartados del mal camino y orientados sobre la senda de la
moral, sin que absolutamente nadie les diga una palabra, ni un consejo, nada; todo
ha sido y es, subconsciente, no espiritismo; todo ha sido y él saldrá de los Mensajeros
157

del Espíritu de Verdad, del llamado Espíritu Santo... el materialismo en el mundo, los
intereses creados, los mercaderes y traficantes de la salud, los enemigos de la Luz y
en suma, todos aquellos que se sentían lastimados por el advenimiento de esta Obra,
clamaron, calumniaron, difamaron y se lanzaron contra ella, como lo hicieron sus
antepasados hace 20 siglos, en el inicio de los trabajos públicos del Divino Maestro,
pues el Hospital Invisible no es otra cosa, sino la continuidad de los trabajos de Je-
sús, el Cristo”4.
Los Doctores Invisibles son presentados por el hospital como titulados por el
Todopoderoso, bajo la dirección de los Grandes Maestros de Luz y Verdad. Y así
como hay Mensajeros del Todopoderoso, existen también, para cada misión, Men-
sajeros designados: Mensajero de Jesús de Nazaret, Mensajero de Allan Kardec (el
destacado espiritista francés de la época que influyó considerablemente en Francisco
Madero), el Mensajero de Víctor Hugo, o el Mensajero de Ignacio de Loyola5.
Se sabe que en 1924 uno de los diversos capítulos de la Escuela Magnética de
Joaquín Trincado propuso al Hospital Invisible la integración de las dos creencias
a partir de las afinidades existentes. Existe una carta del 23 de diciembre de 1924,
escrita por Fernando Orozco y Julio Arroyo, Director y Secretario respectivamente,
del Círculo Espírita “Luz de Oriente” de Torreón, Coahuila, México (cuyo logo es
acompañado de las palabras de Allan Kardec ‘Nacer, Morir, volver a nacer y siempre
progresar, tal es la ley’) dirigida a la Maestra Cecilia C. de Gómez en la que expone
los puntos doctrinales compartidos y plantea que Joaquín Trincado también debe
ser considerado “espíritu misionero” ya que los “Doctores Invisibles” del hospital
son también “espiritistas comunistas racionalistas”. Todos buscan “el sendero de la
Luz y la Verdad hacia el Padre Creador”, que la EMECU llama Padre Creador Eloí.
Firma Orozco, con el lema “siempre más allá”. La Maestra Cecilia respondió el 11
de enero de 1925 rechazando aquellas “desquiciantes ideas”6.
Por toda la zona proliferaban las revistas espiritistas redactadas de manera senci-
lla para ampliar su audiencia. Una de ellas, Luz y Verdad, Revista mensual de Estudios
Psicológicos, publicada en Laredo, Texas (Tampico estaba más cerca de la frontera
con Estados Unidos, que de la capital mexicana) y con amplia divulgación en el norte
de México. El ejemplar, correspondiente a agosto de 1924, tenía como artículo prin-
cipal: “Amor y paz será el lema que unirá a los hombres” de Joaquín Trincado. Tam-
bién la revista felicitaba a los obreros por las nuevas leyes emitidas “...porque todos
al igual comprenden la ley en el trabajo; en este, el progreso; y de este, el amor, bajo
un sólo credo: ‘el espiritismo... hacer ‘sociedad de amor’ y no sociedad de señores y
esclavos, como es aún vuestra sociedad”. ¿“Te avergüenzas de llamarte Espiritista
Racionalista Comunista como te enseña esta escuela? Pues reniegas de tu ser, y no
puede ser que no seas: trata de entenderla pronto, en el Espiritismo Luz y Verdad”.
Los autores: la filial de la Escuela de la Comuna Magnética Universal dirigida por el
158

español-argentino Joaquín Trincado –también portador de grados en la masonería–


cuyos centros comenzaban a multiplicarse en México. Pasarían cinco años para que
Sandino decidiera adoptar esa corriente, por invitación del propio Trincado. Mientras
tanto la curiosidad insaciable de Sandino le llevaba a picar en la masonería.
En la historiografía sobre Sandino existe la tendencia de hacer una separa-
ción entre el pensamiento “realista” y “racional” de Sandino, y su predisposición al
misticismo y la “irracionalidad”. En algún momento, quienes decían ser seguidores
de Sandino optaron por ignorar su dimensión “mágica”, en tanto sus detractores,
comenzando con Somoza, presentaron sus creencias esotéricas como prueba del
desquiciamiento de Sandino.
Cabe sin embargo introducir la pregunta ¿es imaginable la gesta sandinista en un
plano fríamente “realista” sin elementos “místicos” que le sostuvieran? Y aun cuan-
do fuera, lo metafísico no le resta nada a su gesta y quizás no es inteligible sin ello.
Es cierto que aquel arrojo y disposición al sacrificio aparecerá como algo carente de
sensatez. Algo “irracional” tuvo que intervenir para dar pie a la fuerza de voluntad,
de inspiración, de certitud y de convicción que caracterizó no sólo a Sandino, sino al
conjunto de hombres y mujeres que integraran el EDSNN, la comunidad segovia-
na que le protegió, y para explicar el ardor con que la juventud latinoamericana de
aquellos años se plegó a su causa.
No es posible disgregar las dos dimensiones. Incluso debe preguntarse si es una
sola y no dos. ¿Dónde está el fundamento de aquella certeza si no en una creencia
espiritual que a su vez fue parte integral de su personalidad pero también de su pen-
samiento político? Religiosidad pero no religión. Sandino no fue un precursor de
la teología de la liberación y les tenía poco aprecio a las iglesias institucionalizadas7.

Buscando a Dios: el marco de la teosofía


Junto a muchos intelectuales de la época que sufren crisis de valores derivadas
de la experiencia de la primera guerra mundial, Sandino se interesó en lo sobrenatu-
ral, lo psicológico y lo astral –lo que explica la popularidad que adquirió la teosofía.
El pensamiento de Sandino tiene un arraigo fácilmente reconocible en la historia del
pensamiento occidental y latinoamericano. Son las tradiciones de librepensamiento
que datan, al menos, del siglo XVIII con aquel énfasis en la ciencia y la razón en
contraposición al dogma y superstición religiosa, como los liberales y luego los so-
cialistas –corrientes muy emparentadas a lo largo de dos siglos por la veneración del
pensamiento libre y aversión a la religión organizada y a las iglesias.
El sacerdote jesuita e historiador Ferrer Benimeli explica: “La concepción de
dios en la francmasonería no concuerda con la idea de una auto revelación de dios,
tal como es creída y afirmada por todos los cristianos. No existe un “dios” masó-
159

nico –cada quien puede definirle como quiera; tampoco es el dios compuesto que
se asocia con la teosofía como producto de la identificación de puntos comunes o
sincretismos en diversas religiones. No es un dios compuesto. Sandino parece haber
compartido la creencia masónica en la existencia de un ser o una fuerza superior: el
Gran Arquitecto del Universo, al que Sandino a veces llama el “Padre Creador”. Un
ser supremo que inspira, no por la vía de la fe, sino por medio de la razón y que se
hace sentir en el espíritu. Más adelante repetiría “las religiones son cosas del pasado,
nosotros nos guiamos por la razón”. Es un pensamiento congruente tanto con la
masonería como con el espiritismo y el socialismo libertario, porque Sandino, como
buen teósofo, no quiere llamarle religión. Habla de “la trascendencia de la vida”, la
creación como producto de la existencia de “una gran voluntad”, los espíritus guías
de la humanidad, entre los cuales están Adán, Moisés, Jesús y Bolívar... cada uno
cumplió con su misión y destino no para morir sino para regresar al espíritu; el espí-
ritu que supervive y se encarna y reencarna a lo largo de la historia8.
El masón cree en Dios, pero de manera deísta, el “dios” sin mayúscula, el “dios”
de y en la naturaleza y el universo. No es el dios de la revelación divina, el vengador,
el del infierno, purgatorio y el cielo, sino el dios de la naturaleza: el espíritu que puso
en marcha al mundo y a la naturaleza que es sujeta de observación científica y de
leyes. Tampoco es ajeno a la condición humana, por lo que propicia la discusión
sobre temas políticos: entre los temas abordados en las Logias también se discutía
el problema religioso, la situación de la mujer, la salud, la cuestión obrera, la explo-
tación y la miseria, el derecho a la libre asociación y la libertad de expresión. En fin,
un medio educativo de primer orden9.
Masonería, teosofía y espiritismo son todas creencias vinculadas y vinculables,
o en todo caso emparentadas. En mayor o menor medida, cada una predica la her-
mandad universal, la búsqueda de la verdad y la síntesis de la sabiduría de todas las
religiones mediante la invocación espiritual. Sin menoscabo, claro, de los matices y
diferencias entre y a lo interno de cada escuela. “No fue casual” –dice Melgar Bao
refiriéndose al Perú de entonces– que en las filas de los masones existiese una relati-
va convergencia entre anarquistas, socialistas, librepensadores, comunistas, sindica-
listas revolucionarios y anarcosindicalistas”10.
Ya en el contexto de la revolución mexicana, la política permeaba las discu-
siones espiritualistas: el mismo Sandino dice que el avance del imperialismo sobre
la región era un tema que se debatía entre sus amigos espiritistas. De manera que
la supuesta incongruencia entre lo espiritual y lo material en Sandino fue también
propio de una generación de pensadores. “Se podía ser indistintamente además de
teósofo, ser autodidacta, masón, católico y socialista, o en su variante, ser librepensa-
dor, protestante y aprista. Otras posibilidades aluden al anarquismo y comunismo”,
dicen otros especialistas en la historia del pensamiento latinoamericano. Junto a San-
160

dino, aquellos pensadores compartieron la preocupación “teosófica” sobre cómo


cruzar la ciencia con la moral para la mejor satisfacción de las necesidades sociales
y espirituales de la humanidad preguntando formas más apropiadas de organizar la
sociedad distinta a la impuesta por el capitalismo. La demanda de igualdad social fue
tan espiritual como racional a partir de una convicción que la riqueza debía ser mejor
compartida. En América Latina el movimiento teosófico tuvo un auge considerable
entre intelectuales como Eunice Odio, Leopoldo Lugones, Joaquín Torres García,
Rubén Darío, Gabriela Mistral, José Ingenieros, José Martí, Amado Nervo, Alberto
Masferrer, Roberto Brenes Mesén, el ya referido “filosofo-ametrallador” salvadore-
ño Maximiliano Hernández Martínez, César Dávila Andrade, entre otros.
En Centroamérica, recientes investigaciones vinculan el momento “teosófico” a
la emergencia de redes de intelectuales como grupo social con la consiguiente crea-
ción de nuevos espacios públicos. La historiadora guatemalteca Casaús Arzú habla
de la influencia de la teosófica en el pensamiento espiritualista centroamericano de
Alberto Masferrer, Fernando Juárez Muñoz y Carlos Wyld-Ospina y también Augusto
C. Sandino. Y aunque esta historiadora eminente incluye a Sandino en esta red, se cree
que, aun cuando años más tarde pudo haber sido influenciado por las mismas, su con-
dición de trabajador le ayudaría a definir un discurso y un curso de acción propios11.
Augusto compartiría la convicción teosófica de que era necesario cambiar la
naturaleza humana y la naturaleza social. A diferencia de algunas corrientes políticas
más radicales, pensó que el cambio de la persona llevaba al cambio de la sociedad,
y no a la inversa. “El libre desarrollo de cada persona, como condición del libre
desarrollo de todos”, como fuera expresado por Carlos Marx en el Manifiesto Co-
munista. A lo que la teosofía agrega que el desarrollo de la dimensión espiritual es
parte indispensable del desarrollo de la persona. No se podía ser libre de otra forma.
Más que una religión, la teosofía es una filosofía que profesa alcanzar el cono-
cimiento de las leyes del universo por medio de la aplicación de la razón y de una
norma espiritual. Se explica así la importancia que Sandino le diera a la intervención
de lo espiritual y cósmico en la vida humana. Y no es que el General se considerara
un ser superior, sino que simplemente era consciente de la capacidad de toda per-
sona, guiada por el conocimiento y algún maestro, de alcanzar una relación privile-
giada con el “más allá”. Una dimensión inteligible porque los grandes estudiosos de
la teosofía –como el mismo Trincado– habían compaginado las enseñanzas de las
religiones principales, incluyendo budistas e hindúes, para llegar a la ansiada frater-
nidad universal. Se llegaba a Dios por medio de la intuición –noción invocada por
la “teosofía cristiana” que consistía en hacer uso de la intuición directa para conocer
a Dios y Jesús. El texto de Annie Besant, una de las fundadoras de la teosofía, El
cristianismo esotérico, introduce el concepto de energía magnética que figura tan
161

prominentemente en la Escuela Magnético Uni-


versal de Joaquín Trincado, empleado también
por Sandino12.
En la teosofía de Sandino, Dios es el universo,
no cosa aparte. Y es a través del conocimiento –y
no la fe ciega o “revelada”– que se puede llegar al
“Dios” de las grandes religiones. El conocimiento
es necesario aunque los teósofos señalarían el peli-
gro de caer en un árido intelectualismo. El univer-
so es inteligible por el ser humano, abarcando la
naturaleza pero también lo no tangible, lo inmor-
tal como el alma humana y el espíritu. Mejor co-
nocer al universo, a Dios y a sí mismo para llevar
una vida con rectitud. Nada de ocultismo. En la
perspectiva teosófica, todas las religiones compar- Helena Blavatsky (1831-1891)
ten verdades básicas comunes –el amor siempre
emerge como lo más grande y noble, alejando del otro amor calificado como senti-
mentalismo superficial. La libertad del pensamiento es indispensable para lograr el
conocimiento y es condición misma del progreso en general. Una religión sin dogma
se aproxima a la filosofía que, apoyada en la ciencia, descubre los poderes latentes en
la persona y la sociedad. Así como hay leyes discernibles que gobiernan el universo,
existen leyes también latentes que deben gobernar la sociedad. Moral y política se
fusionan en esta perspectiva.
Para los teósofos –y para Sandino– el pensamiento recto es precondición de
la vida recta. La rectitud de juicio es inseparable e indispensable de la rectitud en
la conducta personal y social. La teosofía –que significa Sabiduría Divina en grie-
go– es asequible y discernible para toda persona como forma de filosofía racional y
de ética universal. En la teosofía, como en muchas otras filosofías y religiones, hay
enseñanzas muy sencillas y prácticas, y a la vez sin embargo dimensiones a las que la
persona se puede aproximar –ya como maestra– solo después de mucho estudio y
pensamiento, incluso inspiración divina y hasta entrenamiento científico, para llegar
a mejor comprender y explicar esas verdades. Para los teósofos la muerte es la más
grande ilusión terrestre. En las palabras de Helena Petrovna Blavatsky, considerada
como la fundadora de la teosofía: “no hay religión más elevada que la verdad”.

Justino Barbiaux y el ingreso a la masonería


En carta a Froylán Turcios, Sandino recordaba su búsqueda de “maestros de re-
ligión, habiendo sido el último de ellos el honorable señor Justino Barbiaux, que vivía
162

en Álamo, Veracruz, México”. La referencia a Barbiaux –su apellido preciso– es fugaz


y Sandino no lo menciona en otro escrito o reportaje, pero aquel “honorable señor”
jugó un papel muy importante en la formación de Sandino, habiéndole introducido
formalmente a la masonería. A Barbiaux se le conoció en Veracruz como el fundador
de la “Respetable Logia Universo 35” correspondiente al Distrito Masónico II de la
Gran Logia Unidad Mexicana de “libres y aceptados masones, Gran Oriente de Ve-
racruz”, considerada “cuna de la masonería mexicana” con sede, hasta el día de hoy,
en la calle Benito Juárez no. 52, de la ciudad de Veracruz. Se estableció poco tiempo
antes de la llegada de Sandino al poblado de Álamo. El cronista de esa localidad, Ro-
dolfo Robledo, dice que Sandino había hecho amigos entre la masonería de la zona.
Barbiaux, en efecto, está registrado como un notable en la historia local13.
El maestro Justino no se hubiera considerado maestro de religión, sino de teo-
sofía y sobre todo de preceptos masónicos. Tal vez no fue el primer contacto de
Augusto con la escuela masónica, toda vez que en Villa Cecilia existían otras logias
dotadas de bibliotecas y salones de lectura abiertas al público. Uno de los lectores
pudo haber sido el mismo Sandino porque en la misma carta a Turcios recuerda que
“siempre he sido inclinado a leer todo lo que a mi juicio es moral e instructivo”,
propiamente el contenido principal de aquellas bibliotecas.
Cuando estuvo en Veracruz puerto, pudo haber visitado la Gran Logia Unida de
Veracruz, ubicada en la avenida Benito Juárez, que también desarrollaba actividades
públicas. Aunque formalmente adscrita a la Gran Logia de York de México, la logia
de Veracruz, expresando el sentir nacionalista del momento, asumió el nombre de
influyentes masones mexicanos como Benito Juárez, para apartarse de la corriente
masónica anglosajona que hasta entonces había sido la más influyente en el país.
Solamente en el estado de Veracruz existían 61 logias masónicas, incluyendo la de
Álamo en la zona petrolera14.
Sandino alude a la politización de sus amigos espiritualistas en un testimonio
de 1925. Dice: “En aquellos mismos tiempos [1925], por mi carácter sincero, logré
rodearme de un grupo de amigos espiritualistas, con quienes día a día comentába-
mos la sumisión de nuestros pueblos de la América Latina, ante el avance hipócrita,
o por la fuerza del asesino imperio yanqui”. Queda reflejada asimismo la creciente
interrelación de los espiritualistas politizados con la causa de los obreros en México,
como también se daba en otros países de la región. Los líderes políticos mexicanos
consideraron que “la organización masónica emergió como un nuevo poder mo-
ral, capaz de sustituir a la religión y de ofrecer formas alternativa de espiritualidad,
jugando entonces un papel en la redefinición de la nacionalidad como uno de los
objetivos de la Revolución”, dice una historiadora. Los masones tomaron a pecho
el llamado gubernamental a impulsar la redención espiritual de los humildes me-
diante una campaña de “desfanatización religiosa” (dirigida a los ultra católicos) en
163

respuesta al catolicismo antigubernamental, y para sustituir a la Iglesia en la labor


educativa mediante la difusión de una nueva moral basada en la educación racional
y el conocimiento científico15.
No es mucho lo que se sabe sobre Barbiaux, lo que sí es cierto es que fue un
maestro masón que había alcanzado un alto reconocimiento. Una monografía de la
historia de Álamo indica que Barbiaux fundó aquella logia en el poblado petrolero
de El Álamo en 1919. El amigo de Sandino en Cerro Azul, José Gutiérrez Magaña,
recordaba que Sandino le habló reiteradamente sobre Justino Barbiaux, siempre con
gran reverencia.
Gutiérrez Magaña (entrevistado en 1980 por Gre-
gorio Selser) confirmó la relación de Sandino con
“Enrique Barbusse” (sic), francés, “con el que había
trabado una amistad muy crecida. Lo consideraba “el Firma de Sandino
maestro”, título que generosamente concedía Sandino con los tres puntos,1927
a personas ilustradas con quienes mantenía comunica-
ción (Turcios, Trincado). Según Gutiérrez Magaña, “Sandino le reconocía aptitudes
y lo consideraba una persona superior y sencillo en su manera de hablar”. Si Sandino
lo calificaba de superior, evidentemente es porque a partir de esos encuentros, fue
atraído por el pensamiento masónico. Sandino es aceptado formalmente como ini-
ciado en la masonería con la que mantendría una asociación el resto de su vida. Y fue
a partir de entonces que Sandino incorporó a su firma los “tres puntos” masónicos
en forma de triángulo equilátero justamente debajo de la “C” apareciendo, presumi-
blemente, por vez primera en una comunicación poco conocida de 1927.
Sandino adquiría ideas nuevas sin descartar las anteriores, o bien reafirmaba
lo que venía pensando y leyendo. Reaparecieron las ideas de fraternidad universal,
ciencia, racionalismo y la exploración razonada del “más allá” y la naturaleza del
universo. No se sabe a qué grado pudo escalar en el escalafón, aunque seguramente
no demasiado, ya que al poco tiempo regresaba a Nicaragua. Años después, durante
su estadía en Mérida, Yucatán, retomó el contacto con las logias, siendo un masón el
que le introdujo los trabajos de Trincado, y es a aquella logia “Oriental Peninsular”
con quien depositó su archivo para resguardo. Aparentemente, “la Gran Logia La
Oriental–Peninsular Unida del Estado de Yucatán”, le confirió el grado 33 de Gran
Maestro. Nombramientos súbitos como este no eran inusuales al tratarse de perso-
najes importantes.
Sandino pudo entonces mantener sus lazos con las logias masónicas en México
pero no en Nicaragua. En su patria fue más circunspecto en tanto la masonería era
condenada por la influyente iglesia católica. En San Rafael la familia de Blanca vio
con recelos aquellas creencias. Medio en broma pero también en serio, Sandino le
comentó a Román que no pensaba contar con la simpatía de la muy católica familia
164

de Blanca Aráuz: “Con decirle que para su madre y sus tías yo soy un masón y un
comunista es decir, hereje excomulgado [sic]. A confesión de parte, relevo de prue-
ba. Un informe de la Guardia Nacional llegó a reportar que una tía de Blanca estaba
convencida que Sandino era “comunista” porque carecía de devoción a la Iglesia y
porque usaba símbolos masónicos16.
Para Sandino, el cultivo de la espiritualidad no era un pasatiempo sino un com-
promiso permanente. Un jurista y escritor nacionalista hondureño, Ramón Romero,
relata cómo Sandino durante su estadía en Cerro Azul, solía apartarse de los amigos
para dedicarse a la meditación y lecturas masónicas y teosóficas. Relata que una no-
che Sandino leyó unas páginas de un libro del teósofo Franz Hartmann citando la
frase siguiente “El divino espíritu no desciende a la esfera del entendimiento intelec-
tual, pero el hombre puede elevarse hasta Él en sus pensamientos, verificándose en
la mente del hombre, cambios semejantes a los cambios atmosféricos del universo”.
Romero relataba que “esta literatura le agrada a Sandino, y se sabe que le era enviada
por una logia que funcionaba en el corazón de Venezuela”. Ideas, más que doctrinas.
Y en efecto, los otros testimonios de conversaciones confirman que Sandino solía
hacer este tipo de lecturas en el campamento, reflejo de su creencia que las personas
eran espíritus con cuerpo y no cuerpos con espíritus17.
Durante la campaña militar, Sandino llevaba una libreta con las anotaciones de
gastos en la que figuran la compra de literatura masónica y desplazamientos a los
templos masónicos en Mérida. El 26 de junio de 1929, registró la entrega de 1 peso
“a un viejito” pero también de 52 pesos mexicanos, nuevamente, y aparecen gastos,
que no son menores, en “asuntos masoneros”, probablemente, “para ir a la Logia”
2 pesos y otros 77 pesos “para asuntos masónicos”. Incluso se lee la entrega de 50
pesos al también legendario y acompañante Farabundo Martí: “A Martí, asuntos
masónicos”. No se ha comprobado si Farabundo Martí fue formalmente inducido
a la masonería durante este período, aunque existen algunos testimonios afirmando
que este fue el caso, y que Martí solía acompañar a Sandino a la Logia gustando de
discutir temas espiritistas.
Ya durante ese segundo viaje a México, la afiliación masónica de Sandino era
ampliamente conocida. El combatiente dominicano Gregorio Gilbert afirma que,
durante la estancia en Mérida, Sandino escaló al tercer nivel (“maestro”) de los nueve
de otro escalafón masónico. Los masones lo recibieron en el puerto Progreso y en
Mérida, y hasta en el pequeño poblado de Tizimín, el 9 de agosto de 1929, cuando
manifestó a sus anfitriones la decepción que sentía por la falta de apoyo de los países
latinoamericanos a su lucha. Y es en la Gran Logia Masónica de Yucatán donde San-
dino decidió dejar depositado su archivo –“un tesoro moral de alto valor histórico”18.
En 1930 Sandino se propuso movilizar las redes masónicas, citando el antece-
dente de 1913 de la activa participación de la masonería costarricense con sus con-
165

trapartes norteamericanas en oposición a la suscripción del tratado Chamorro-Br-


yan. Sandino mantuvo sus estudios masónicos y fue recibido por la alta dirigencia
masónica. Hasta el día de hoy, la Gran Logia Masónica de Veracruz compite con la
de Mérida y el Hospital Invisible en reclamar a Sandino como uno de los suyos, no
hay registros accesibles que indiquen las fechas y detalles de adscripción. Se sabe
asimismo que el presidente de Sociedad Teosófica Mundial, C. Jinarajadasa, en gira
por la región mesoamericana, llegó a Yucatán donde se entrevistó con Sandino para
hablar, al parecer, más de política que de espiritualidad19.
Fueron amigos masones quienes introdujeron a Sandino a la Escuela Magnéti-
ca Espiritual de la Comuna Universal (EMECU) presentándoles ejemplares de los
escritos de su maestro–fundador Joaquín Trincado. Esto ocurrió en Mérida en di-
ciembre de 1929, cuando Sandino recibió de Francisco Fuentes la revista La Balanza
publicada por la EMECU. El maestro Trincado también era masón del más alto
grado. Sandino se impresionó con lo leído y pidió conocer más. Fuentes le presentó
a Francisco Vera, el director de la Cátedra Provincial No. 40 “Luz y Verdad” de Yu-
catán de la EMECU quien puso a Sandino en contacto con Joaquín Trincado, quien
residía en Buenos Aires. El maestro Trincado, halagado por la atención del ilustre
nicaragüense, asumió directamente su tutelaje.
Sandino recordaría “la alegría” con que estudió los libros de Trincado guiado
por otros alumnos del EMECU congregados en la Cátedra Provincial de Yucatán,
Número 40, “Luz y Verdad”, “Que eran momentos de expansión y de alegría más
felices en su vida de descanso entonces, y de recordación añorosa en las etapas de
sus campañas guerreras, cuando una tregua en los combates le permitía reposar su
fatigado cuerpo”20.

Joaquín Trincado Mateo


Nació en Navarra, España en 1866, en el seno de
una familia obrera. Realizó estudios con los jesuitas y
posteriormente se especializó en ingeniería eléctrica.
A los 37 años viajó a Argentina y se integró a una aso-
ciación espiritista. Dejó ese grupo un tiempo después,
y con varios seguidores estableció en 1919, un “ora-
torio” en su casa. Trincado afirmaba haber viajado
por entonces a Jerusalén y haber sido recibido por los
guardianes de la Cábala quienes, según dice, compar-
tieron con él sus secretos y le dieron la orden de abrir
una entidad educativa continuadora de la escuela de
Moisés y de los grandes profetas.
Joaquín Trincado Mateo (1866-1935)
166

En 1911, fundó la Escuela Magnética de la Comuna Universal con un cometido


espiritista y social incluyendo un proyecto de integrar a todos los países de la len-
gua española en lo que llamó la Unión Hipano–América–Oceánica (UHAO), con
la bandera de los siete colores del arcoíris y del Árbol de Guernica. Luego fundó la
Organización Templo Azul Racionalista (OTAR) para unificar a científicos e inte-
lectuales. Fue también fundador del Círculo Defensor del Maestro, para unificar la
educación laica que debían impartir los maestros docentes. En Julio de 1931 fundó
la Colonia “Jaime” en la provincia de Santiago del Estero en Argentina. Trincado
era de la opinión que “pese a algunas falencias, la masonería forma un escalón en la
escala del progreso espiritual”. La Gran Logia Francmasónica de Argentina le rindió
honores correspondientes al grado de Gran Maestro de la jerarquía masónica21.
En los primeros 24 años de existencia de la EMECU, se abrieron 184 “aulas” o
“cátedras”, o sucursales, la mayoría en América Latina, incluyendo una en Nicaragua
a cargo de Sandino. Por medio de su revista La Balanza, Trincado impartía instruc-
ciones para la organización y la propagación de sus mensajes públicos. Escribió
prolíficamente, pretendiendo abarcar la totalidad del conocimiento humano, pero
no permitió que sus obras fueran traducidas para que no perdieran su riqueza idio-
mática. Dejó 42 obras, de los cuales sólo unos 16 fueron impresos.
Anastasio Somoza García llamó a Trincado “uno de los hombres que más per-
turbó el cerebro de Sandino”. En su libro, Somoza escribió que Trincado “conoció
a Sandino en alas de la fama, y gustándole los perfiles heroicos con que llegó hasta
su conocimiento, simpatizó vivamente con él y tuvo el cuidado de enviarle varios
ejemplares de cada edición de La Balanza, en cuyas páginas se congestionó la cabeza
de Sandino, leyendo cosas que no entendía, pero que, él enseguida, trataba de aplicar,
aunque no viniesen al caso”.
Aquí los oficiales encargados de preparar el libro de Somoza, cometieron al me-
nos dos errores de apreciación. Primero, Sandino no era un novato en materia me-
tafísica y espiritista. Como se ha visto, su interés y estudios en aquellos temas datan
desde 1923, y una revisión de los contenidos de La Balanza, no arroja elementos ale-
jados de las metáforas, conceptos y vocabulario teosóficos y espiritistas. Lo que atrajo
a Sandino fue el carácter enciclopédico de los escritos y con aparente dominio de las
diversas ciencias y sabidurías occidentales y orientales –de manera similar a la teósofa
Helena Blavatsky –sobre los orígenes y destino del universo y de la humanidad.
A Trincado se le consideró masón del más alto grado (33) del rito egipcio Mem-
phis Mitzraím. Murió en diciembre de 1935. Desde entonces, su familia asumió la
dirección general de la EMECU, la misma que sigue contando con numerosos de-
votos en América Latina.
Sandino valoró el hecho que la EMECU no establecía una división entre la libe-
ración social y la liberación espiritual. Aunque no es la preocupación fundamental de
167

Trincado, ni lo que más se conoce sobre su obra, mantuvo posiciones y perspectivas


políticas que, al explorarse, tienen sobresalientes y significativas coincidencias con el
pensamiento social de Sandino; lo cual no es una extraña coincidencia, sino reflejo
del ideario espiritista latinoamericano radicalizado de aquellos años.
Trincado ya era sandinista antes de conocer a Sandino. En un artículo fechado
el 1 de marzo de 1928, llamaba a los pueblos de habla hispana a solidarizarse con
la lucha de Sandino: “Cualquier ofensa a uno de nuestros pueblos, es hecha todos
juntos, por tanto, la agresión a Nicaragua es una agresión a todos los pueblos hasta
España y sus afines”.
Aquella afinidad de criterios políticos explica la decisión de Sandino de nombrar
a Trincado y otros oficiales de la EMECU como representantes y corresponsales del
EDSNN –una responsabilidad que Sandino no ofrece ligeramente, y evidentemente,
presupone una identificación de Trincado con los postulados de la lucha libertaria.
A finales de octubre de 1929, Sandino nombró a Francisco Pulgarón, responsable
de las relaciones exteriores de la EMECU en Veracruz, corresponsal del EDSNN.
En 1932, Trincado fue nombrado representante del EDSNN en Argentina a la vez
que Sandino fungió como vicepresidente de la Unión Hispano–Américo–Oceánica,
propiciada por la EMECU y que encajaba bien con el indohispanismo de Sandino
y de la época22.
El “magnetismo” fue una de las cuatro corrientes de la teosofía reconocidas
explícitamente en los dos Congresos Espíritas celebrados en 1900 en París (las otras
son la hermética, la espiritual pura y la teosofía pura). La EMECU se había expan-
dido por otros países de la región y de manera especial en México. Y se ha visto que
una de sus filiales estuvo en comunicación con el Hospital Invisible en el año 1924.
Sandino fue nombrado uno de los 26 integrantes del cuerpo de “celadores” de
la EMECU en América Latina, “para vigilar el cumplimiento de las órdenes y regla-
mentos de la central argentina” dirigida por Trincado. Ya para entonces, la influencia
de Trincado se revelaba en múltiples cartas y es más explícita como parte de su idea-
rio, siempre dentro de un marco teosófico y libertario de izquierda amplio. “Era el
mayor deseo de su vida visitar al Maestro Trincado, autor de los libros que le habían
recordado lo que ya sabía su Espíritu”, dice Francisco Vera, parafraseando una carta
de Sandino. En otro momento, Sandino escribió, “En cualquier circunstancia que la
suerte me permita llegar a esa República, a nuestra Escuela, iré como miembro de
ella, y mi mayor placer sería permanecer con ustedes en su casa como miembro de la
misma familia; cosas de trascendencia le comunicaré, entonces, y abrazaré personal-
mente a usted y a nuestros hermanos de las colonias recién fundadas”. Habla incluso
de enviar a su hija a Argentina23.
Para Sandino, su maestro Trincado “sin lugar a dudas, uno de los grandes filó-
sofos contemporáneos... Es el Gran Maestro de la Cosmogonía”. Sandino lo consi-
168

deró una persona que daba respuesta satisfactoria al origen y destino del universo y
de la propia humanidad, incluyendo los códigos morales por los que debe regirse la
humanidad. En carta a Trincado, el General agradecía la remisión del libro Los ex-
tremos se tocan a la vez que informaba al maestro que leía por segunda vez el texto
Los Cinco Amores. Era su libro de cabecera: “Mucho le agradezco su obsequio del
libro ‘Los extremos se tocan’, lo que ha venido a fortificar una vez más mi espíri-
tu”. En la misma misiva, Sandino pedía un refuerzo de la EMECU para asistir en la
construcción de la obra comunal en las Segovias: “Creo de alta importancia de que si
usted lo cree conveniente, ordene a cualquier de nuestras cátedras en Centroamérica,
o México para que venga a este Cuartel General de nuestro Ejército, un hermano
resignado al sacrificio y versado en nuestros trabajos de ESPIRITISMO para que se
nos faciliten más las comunicaciones espíritas” [sic]24.
Aunque nunca se conocieron personalmente, Trincado ejerció una profunda
influencia sobre Sandino. El General encontró en las doctrinas una enorme compa-
tibilidad con su propio pensamiento social, con su filosofía teosófica y con su condi-
ción de masón. Encontró también similitudes en el pensamiento socialista libertario,
sobre todo a partir de las críticas que esta corriente hizo, de manera paralela a Trin-
cado, a lo que denominaran comunismo autoritario de los soviéticos y las religiones
igualmente doctrinarias sofocadoras del libre pensamiento. Sandino sintió que los
postulados de Trincado constituían la afirmación de sus creencias y la explicación
convincente de otros postulados sociopolíticos.
Trincado, como Sandino, construyó su edificio doctrinario sobre la base de con-
cepciones masónicas racionalistas, socialistas e hispanoamericanas. Ni uno ni el otro
escapaban las influencias de las ideas radicales de la época, particularmente de la Es-
paña de donde procedía Trincado. Las coincidencias propiamente espirituales entre
Sandino y la EMECU fueron numerosas. Pero se piensa que ello, de por sí, no expli-
ca la facilidad con la que Sandino se adhirió al proyecto de la EMECU, ni tampoco la
celeridad con que Trincado pudo haberse sentido identificado con Sandino, al punto
de aceptar la representación política del EDSNN. Cabe, por ende, identificar mejor
qué tuvieron en común en el terreno político, social y económico para explicar por
qué calza la EMECU, en el ideario político de Sandino.
Coinciden, por ejemplo, en la importancia del patriotismo o lo que Trincado
llama “el patriotismo del espiritismo en contraposición al patrioterismo que encaran
todas las religiones y lleva a la intriga, la venganza, la guerra y la prostitución de todas
las cosas, por odio a la justicia”. “El patriotismo abre las fronteras y da franquicias y
libera al hombre de progreso y busca y consigue la fraternidad humana, preparando
la única moral, para un sólo gobierno de amor y justicia, el que sólo puede ser el
espiritismo, luz y verdad”. Para Trincado, la religión es la relegación de derechos, la
renuncia de la libertad humana, como producto de la insistencia en creer todo lo
169

dicho por sacerdotes. Sandino recogería la creencia, para entonces exponer que el
EDSNN estaba protegido por la Justicia Divina y por espíritus guerreros. Sin em-
bargo, el patriotismo reducido como concepto y fuerza, tan central en el ideario de
Sandino, recibe de Trincado críticas análogas a las hechas por los anarquistas25.

Religión y socialismo
Uno de los textos de la EMECU de obligatorio estudio para los alumnos de
aquella escuela, entre ellos Sandino, lleva por título Filosofía Austera Racional. Allí
Trincado exponía lo que consideraba el socialismo revolucionario de Jesús:
“En sus doctrinas es así y ha visto, aunque tarde, que el primer socialista en ver-
dad es Jesús revolucionario y mártir de los sacerdotes, y la lógica nos enseña que: si
la religión fue causa del asesinato de Jesús, y siendo los socialistas los continuadores
de aquel protestante, serán los sacerdotes los que deshagan el partido socialista. Y
así está demostrado en mil formas que vemos. El triunfo de las religiones consiste en
la mayor división posible de los núcleos de fuerza y el socialismo se encuentra casi
atomizado y hecho una babilonia ininteligible: tanto que hay grupos socialistas tan
fanáticamente cristianos, que la religión católica faltará a su deber si no los canoniza
declarándolos santos. Hecho un análisis espectral, no se encuentra diferencia entre
religión y socialismo, y debían ser los dos extremos imposibles de juntarse, pero no
sólo se han juntado, sino que se han confundido. ¿Cómo se obró el... milagro?...,
pues haciéndose hipócritamente socialistas los religiosos”.
En un folleto titulado La revolución de México y el crimen de Norteamérica,
publicado alrededor de 1915, Trincado elogiaba la idea “comunista” del “socialis-
ta” Pancho Villa vaticinando su triunfo porque “el pueblo quiere el comunismo y
que Villa lo que confisca, lo hace propiedad comunal, que organiza la producción
y procura el bienestar, hasta el punto que el cronista dice que “después de la revo-
lución sería imposible volver al régimen de la propiedad privada y que los obreros
disfrutan de un bienestar que antes no habían soñado”. Trincado consideraba que
la Revolución Mexicana “es la revolución mundial y triunfará en todo el mundo
inexorablemente”26.
Las referencias al régimen de propiedad privada, reflejan la influencia de Proud-
hon en Trincado, otro punto que lo acercaba a Sandino y, de manera indirecta, a
la filosofía anarquista, agregándole una carga esotérica. Continuaba diciendo en el
mismo escrito: “¿dónde está el robo? ¿Ha sancionado en ninguna parte del mundo el
plebiscito, la propiedad privada? Luego, si no la sancionó el plebiscito y el pueblo en
número, es decir, los trabajadores, los obreros son en número una inmensa Mayoría,
la propiedad es impuesta por la fuerza y de ella protestó y protesta el pueblo, lo que
quiere decir que reclama lo que es suyo y lo toma y lo hace común sin excluir a nadie
170

y esto es precisamente lo que persigue la Ley Eterna para todo el mundo y Villa lo
cumple, ¿dónde está el robo?”.
Trincado admite su simpatía por el anarquismo cuando indica que aquella doc-
trina sólo tenía “dos errores contra 98 que tienen todos los otros credos y doctrinas
sociales, políticas y religiosas. El anarquismo termina su misión, al nacer el comu-
nismo sin parcelas y sin fronteras y sin propiedad particular, pero con un código de
leyes y cuya constitución es la Ley de Amor... No me han engañado los anarquistas:
son pueblo, y pueblo consciente de los derechos de Justicia: hay errores de forma,
pero son modulables porque son progresistas; luego, los errores de forma, son fácil-
mente eliminados. Y les bastará una doctrina completa de verdadero comunismo y
cederá noblemente la palabra ultrajada “Anarquismo” por la soberana y sin mácula
“Comuna” sin parcelas y por lo tanto sin propiedad privada”.
En El Espiritismo Estudiado, Trincado calificó el patriotismo como “ley ineludi-
ble”. Ahí expone: “en nuestro amor patrio, veréis deshechos a los patrioteros, borra-
das las fronteras, y convirtiéndose todo el mundo en una sola patria... sin embargo,
persistirá en cada uno el amor patrio y a la patria chica, sin que sea posible al más
despegad, ni a la ley más brutal o más sutil, borrar de mí, mi amor a la tierra que me
dio sus moléculas, que las llevo en mí, y ante toda ley, impera la de afinidad, que atrae
a mis moléculas”27.
En la creencia compartida de Sandino y Trincado, la doctrina no derivaba de
una fe abstracta u ocultista o mitológica, sino que es “científica”: “el espiritismo luz
y verdad, estudia, investiga, inquiere, pesa, analiza, comprueba, y hace axiomas y
leyes, que deja al libre examen de los hombres y no admite fanáticos, sistemáticos,
dogmáticos, detractores, mixtificadores, ni supercheros (sic). No se impone, se ex-
pone”. Al igual que los masones y teósofos, e incluso más de algunos de los teóricos
anarquistas, el espíritu es revelable mediante la razón. “De ese ideal del espíritu, nace
la razón”, sin necesidad de sacerdotes y de ritos misteriosos, o creencias en milagros
o divinidades reveladas espiritualistas”.
Recogiendo el mensaje de hermandad universal postulado por Blavatsky y la ma-
sonería, Trincado propone un sistema socializante que llama “La Comuna Universal
de Amor y Ley”, recogiendo lo que afirma ser el reino de la justicia anunciada por
Jesús y otros profetas y espíritus. La justicia aquí es un medio, un régimen de deberes
morales y derechos, fundamentados en la fraternidad y el amor como base del camino
eterno –siempre más allá– hacia la sabiduría y liberación. Pero Trincado es más radical
todavía: critica al capitalismo y, al igual que Sandino, hace uso de la cita “la propiedad
es robo”, resaltando la importancia del trabajo colectivo. Hace asimismo la crítica de
la religión que califica como relegación de derechos, renuncia de la libertad humana,
y el “producto de la insistencia en creer todo lo dicho por sacerdotes. El arma de-
fensiva del Espiritismo es la razón, la cual excluye el uso de la violencia ofensiva, en
171

defensa de la vida o dignidad”. La diferenciación entre violencia defensiva y ofensiva


es fundamental para Sandino toda vez que considera, como Trincado, que el uso de
la violencia en su lucha libertaria, por la vida y la dignidad de la nación, no está reñida
con la moral o la ética, sobre todo si se trataba de responder a los niveles de violencia
sufridas por la misma población y los soldados capturados por Estados Unidos28.
En algunos sentidos, Trincado fue aún más radical que Sandino. Relativo a la
mujer, por ejemplo, Sandino ya había abogado por el principio de igual salario para
igual trabajo. Trincado sin embargo extendió su crítica imprimiéndole un carácter
ético. En uno de sus textos más complicados, El espiritismo en su asiento, Trincado
advertía: “estas páginas, son luz para la ciencia; este código, es luz para las concien-
cias; y es también luz para los hombres prejuiciados de las religiones. Este código
de amor, dignifica lo que la autocracia ha rebajado, sin pensar que todos vosotros
debéis el primer beso a vuestras madres; todos debéis un beso a la mujer, todos que-
réis respirar el perfume de la mujer; y si es flor de aroma, ¿por qué la hacéis en la ley,
inodora? ¿Por qué la mujer no legisla?”.
El otro aporte de Trincado –complementario a lo aprendido en México– es
sobre legislación social y el aseguramiento de mayor igualdad legal entre mujer y
hombre. Ya Sandino había llegado a esa consideración con anterioridad al encuen-
tro intelectual con el filósofo argentino. El General ya había insertado el tema de
la mujer en su propuesta a Moncada, de enero de 1929, para constitucionalizar su
régimen. Esto evidencia las afinidades preexistentes de pensamiento entre alumno y
maestro, pero más aún la procedencia común de sus ideas, nada inusuales, entre los
círculos teosóficos, donde podían comulgar socialismo con teosofía29.

Hispanismo
Inicialmente Sandino, como muchos, culpaba a la España imperial por las de-
predaciones de la conquista. Pero a partir de la lectura de lo expuesto por la EME-
CU, Sandino imprimió un significado nuevo a lo “hispano”, siguiendo la pista de
Trincado quien fuera un hispanista convencido: “España, descubriendo la otra mi-
tad del mundo, haciéndolo, redondo, para que caminara, puesto que siendo plano o
cuadrado, no podía rodar. No podemos dudar de que la Suprema Ley ha de encargar
de la ejecución de sus decretos al que en la ley de los destinos le corresponde. No
podréis probar tampoco que hay otro hecho espiritual y material en la historia que
el realizado por España. Y no podéis dejar de admirar la precisión de los hechos de
esa ley de que, habiendo de llegar ese descubrimiento, naciera un Cervantes que, de
la gran jerga de dialectos, hiciera los fundamentos de un idioma fértil, fuerte y fácil,
para que las carabelas lo llevaran, como semilla inmortal y fecunda, a unos dominios
mayores...
172

Hasta que España, o sus hijos, no dirá al mundo “La Comuna de Amor y Ley”
es el régimen Universal, o no será. Pero como ya lo han anunciado los hombres, aun
sin poseer el secreto del «Código de Amor Universal», ya se lanza a la conquista, aún
a costa de sus vidas. Y es porque aún hay mucho que depurar en el mismo pueblo
y es necesario que se depuren los hombres, que apaguen sus odios, se desfoguen y
hagan familiar al nombre único de hermano; y lo van haciendo, por el amor con la
igualdad de derechos y obligaciones, que supone la verdadera fraternidad”30.
Ni Sandino ni Trincado derivaron al hispanismo falangista ultraconservador
como el que eventualmente defendiera Vasconcelos y otros intelectuales hispanistas
de la época. Sandino se convenció de que España y la hispanidad (pero no la monar-
quía) junto al idioma castellano, estaban llamados a cumplir una misión espiritual y
política en el mundo.
Sandino dio un trato especial a los españoles. La tropa tenía instrucciones de
respetar las propiedades de todos los españoles (y mexicanos). Asimismo, los perio-
distas españoles eran bien acogidos. Recibió por ejemplo al joven escritor español
Ramiro Molla Sanz como “hermano” y “espíritu fraterno” a quien repitió el precep-
to trincadista señalando cómo España y América Hispana van a comunicar al mun-
do. Y si bien es cierto que lo hispano ya estaba contemplado en la fórmula de “in-
dohispano” expuesta por Sandino, la influencia de la EMECU le hace poner mayor
énfasis en lo hispano y en el vínculo de la lengua que une a buena parte de América
Latina a España. Esto no escapó de la atención norteamericana: tras la entrevista
con Sandino, Molla Sanz fue detenido por los marines e interrogado por un oficial
de inteligencia cuyo informe confirmaba que el hispanismo ya era del dominio de
la tropa sandinista: “todos los bandidos llamaban ‘hermano’ a Molla evidenciando
una fuerte tendencia ‘ibero-hispánica’ y anti–americana con una fuerte tendencia
comunista”31.
Hay otra referencia pertinente en la entrevista que Sandino concedió al español
Ramón de Belausteguigoitia. Durante la entrevista, un ayudante entregó una carta
confidencial al General; Belausteguigoitia ofreció salir del recinto para que Sandino
leyera la comunicación. Sandino le dijo “No. A usted lo consideramos como un
miembro de nuestra gran familia indohispana y no tenemos reserva”.
Consideró que el hispanismo era la piedra angular de la fraternidad universal,
siendo la unión hispano–americana el primer paso en aquella dirección y destino.
Ello concatena con el internacionalismo de Sandino en el que España estaba llama-
da a cumplir con su destino: “Una nación predestinada. España será la encargada
de realizar la comunización universal en el futuro. ¿Comunización?, pregunta el pe-
riodista. “Sí; fraternización. España tiene un pasado glorioso... Yo veía antes, hace
tiempo, con protesta la obra colonizadora de España; pero hoy la veo con profunda
173

admiración. No es que esté usted adelante. España nos dio su lengua, su civilización
y su sangre. Nosotros, más bien nos consideramos españoles indios de América...
“Tampoco pensamos que en un nacionalismo político está toda la solución. Por
encima de la nación, la federación; continental, primero; luego, más amplia, hasta
llegar a la total”32.
La creciente insistencia de Sandino en el papel de España, refleja la visión de
Trincado sobre la importancia del idioma en la unión. Estando en la capital mexi-
cana, un periodista le pidió una opinión sobre la situación en España, a lo que res-
pondió: “es mi intuición, que en el futuro América [Latina] y España estrecharán sus
manos otra vez, olvidando todos los efectos de la conquista.
Pero Sandino no se desligó del concepto de “raza” o “indohispano”. Lo del
idioma cobró mayor fuerza, porque el idioma también es parte de la definición de la
raza: “un sólo idioma, hará una sola raza”. Trincado señalaba que “España, la más
proficua Madre de naciones, sembró en la virgen América su idioma y su raza y su
ideal inmortal, para agradecerse en justa ley de libertad... A la luz del sol cuyos rayos
iluminan siempre a los sembradores de España: Ante todas las naciones y razas de la
tierra que presencian este acto, el más sublime de fraternidad, paz y amor universal”.
Sandino, por su parte, en congruencia con su nuevo maestro, indicó en su “Mani-
fiesto a los hombres de nuestro departamento leonés”, “El símbolo de España es el
León, espíritu jefe de todo este global terrestre, razón porque ninguna otra nación
de este globo, antes y después podrá imitar la hazaña de España, al descubrir el Con-
tinente en que vivimos, que es la tierra de promisión para todos los hombres libres
de la tierra”.
El General dice algo similar en el “Manifiesto a los Hombres Oprimidos del
Atlántico” del 20 de junio de 1931. “Todos vosotros sabéis que este Continente en
que vivimos, fue descubierto el 12 de octubre de 1492, por los españoles... Américo
Vespucio se llamó el hombre Español [fue originario de Génova en realidad] que
hizo el primer mapa de este continente... España fue la designada para descubrir la
tierra en cuestión” [se refiere a la tierra prometida en la Biblia]33.
España también está en el centro de la contemplada Unión Hispano–América–
Oceánica de Trincado, la cual debía entrar en fuerza a partir de referéndums en los
países de habla hispana. Sandino se plegó a la idea, viendo en la misma la continua-
ción de su Plan para la Realización del Supremo Sueño de Bolívar. La congruencia
es evidente, figurando los mismos ejes de unidad moral, material, solidaridad racial
y espiritual culminando en la unidad política. No se excluye a Brasil, y en la versión
de Trincado figura Portugal. Sandino respaldó esta iniciativa lamentando no haber
conocido su texto con anterioridad a la elaboración del Plan de realización del su-
premo sueño de Bolívar34.
174

El comunismo libertario
En el Manifiesto Luz y Verdad del 15 de febrero de 1931 y en su carta a José
Hilario Chavarría del 12 de mayo de 1931, Sandino sintetizó el pensamiento de Trin-
cado agregando unas ideas propias. Utilizando términos sencillos, Sandino insistía
en mantener la centralidad del ideal libertario, la libertad por la que luchaba su ejér-
cito, impulsado por la “divina justicia” simbolizada también por el Amor y los Es-
píritus nobles que en el pasado habían recorrido el mismo camino hacia la libertad.
Dejaba de lado las filiaciones partidarias insensatas como conservadoras, o liberales,
producto de la ignorancia que históricamente había sufrido el pueblo, explicaba una
y otra vez los orígenes de la injusticia y la lucha consiguiente de la clase común, “y
en ese caso, antes que solamente Liberales, somos más bien ‘comunistas’”. La carta,
proclamándose comunista racionalista a los cuatro vientos, cayó en manos de los pe-
riodistas y ocupó la primera plana de La Noticia, ridiculizando a Hilario Chavarría35.
No hay contradicción entre las dos versiones en tanto Sandino distingue cla-
ramente en su mente entre el “comunista racionalista” de la escuela de Trincado,
del modelo “comunismo” de corte soviético, que el General y los socialistas liber-
tarios, consideraron un comunismo “autoritario” o de “cuartel”. En todas aquellas
corrientes, incluyendo la de Trincado, figura un desprecio hacia la gran propiedad
privada y por los grandes capitalistas. Cuando un periodista extranjero le preguntó
a Sandino cuáles eran los más graves problemas de la civilización, contestó: “Es el
ambiente general del mercantilismo en que se vive y con el que trata de anularse el
Espíritu, único autor de la vida...”. Hay diversas alternativas comunistas, pero dentro
del comunismo, existen para Sandino diversos modelos y al que más se acerca es al
comunismo espiritista de la EMECU: “un sistema de fraternidad universal, donde
el dinero sea ABOLIDO y que allí no haya más moneda que el hombre; por lo que
terminaría la propiedad privada”.
Sandino pidió con insistencia la llegada de Jaime Schlittler, del Consejo Regional
Mexicano de la EMECU o un delegado de la escuela para establecer “la primera Cá-
tedra–Universidad” en Nicaragua como base de la Colonia en las Segovias. Sandino
sugirió la visita de Francisco Vera de la Cátedra EMECU en Yucatán, quien fue el
que introdujo a Sandino las ideas de Trincado. En esa carta, Sandino informaba so-
bre la inauguración de sistema de radio transmisión y sobre la entrada de máquinas
para lavar oro, prometiendo que el primer kilo sería aportado a la Escuela y traslada-
do por el mismo Sandino a la sede de la EMECU en Buenos Aires36.
El General explica al periodista Molla: “el comunismo tipo ruso no es de mi
agrado... es demasiado agitado. Quiero un socialismo español más suave y ordena-
do”. ¿Cuál socialismo español? Pudo haber estado refiriéndose a los anarcosindi-
calistas españoles, pero probablemente la fuente es Trincado, quien como Sandino,
175

defiende su propia noción del “comunismo”, de defender su propia versión del co-
munismo como una “comuna de amor y de ley” es distinta a la del comunismo “rojo,
soviético y violento” que, por lo demás, no cree en los espíritus y la reencarnación
por lo que existe una diferencia entre los dos comunismos o socialismos: “el socia-
lismo no debería negarle sus derechos a nadie o se comporta entonces igual que los
explotadores”, según Trincado. Aparte de los componentes metafísicos, la crítica es
esencialmente la misma hecha por muchos anarquistas, incluyendo los mexicanos, al
entonces emergente modelo soviético37.
Las críticas de Trincado habrán subrayado los resquemores ya presentes en San-
dino, derivados, primero de las críticas que la literatura anarcosindicalista hacía de
lo que despectivamente llamaron el “comunismo de cuartel” –reforzada aún más
por el sabor amargo que le dejó su relación con el Partido Comunista Mexicano,
que posteriormente se explica. Sandino no llegó a proclamar su propia versión del
comunismo. Trincado explicaba que todo miembro de la EMECU “es comunista,
o comunero, porque el objetivo de la escuela es instaurar la ‘comuna universal, o la
gran fraternización”. Esa “comuna de amor y de ley” es distinta a la del comunismo
“rojo, soviético y violento” que, por lo demás, no cree en los espíritus y la reencar-
nación, por lo que existe una diferencia entre los dos comunismos o socialismos:
“el socialismo no debería negarle sus derechos a nadie, o se comporta entonces
igual que los explotadores”, según Trincado. Aparte de los componentes metafísi-
cos, la crítica es esencialmente la misma hecha por muchos anarquistas, incluyendo
los mexicanos, al modelo soviético.
Por más grandioso que fuera su proyecto, Sandino insistía en que se podía poner
en práctica y no es más que la etapa siguiente del Plan de Realización del Supremo
Sueño de Bolívar, como un paso en la construcción de la fraternidad universal co-
menzando con la unidad hispanoamericana. La utopía es regional, enmarcada en
lo universal, debía implementarse desde lo local. Fue así que Sandino se propuso
establecer una cooperativa conforme los lineamientos “comunistas racionalistas” de
la EMECU, imbuidas de preceptos comunitarios y de ayuda mutua, inspiradas en
Kropotkin y Tolstoi, quienes también influenciaron a Trincado, pero apropiándolas
al contexto, si ya no nacional nicaragüense, al menos Segoviano y del Río Coco. Un
proyecto económico pero que para Sandino era también moral y espiritual: el pro-
yecto de la comuna y la fraternización.
Fueron pocos los que comprendieron aquel cometido “comunista” de Sandino.
Quienes sí lo captaron, sin embargo, fueron los integrantes de su ejército, al existir
cierta consonancia entre la espiritualidad y con la práctica religiosa campesina. No es
que Sandino fundó una secta religiosa, sino que cuidadosamente transmitió la fuerza
de sus ideas procurando no confundir a sus subalternos con postulados demasiado
abstractos, aunque no por ello se abstuvo de explicar en detalle a algunos de sus
176

oficiales lo que consideraba la fuerza que impulsaba la lucha. La clave estaba en la


síntesis que Sandino hacía de sus ideas, tal vez no para construir un sistema, sino para
ofrecer al EDSNN una base ideológica a la lucha militar y luego socioeconómica en
las cooperativas. El Sandino que regresó a Nicaragua era otro: había madurado lo que
había estudiado y lo que había vivido como obrero, sus experiencias laborales: “ha
alumbrado este conocimiento experimental con un sentido profundo que le lleva a
investigar las causas más íntimas con una fe rectilínea en la trascendencia de la vida.
Es un hombre que tiene una intuición clara y una comprensión amplia de las cosas,
comprensión que... es la esencia de la sabiduría –comenta Belausteguigoitia sobre la
fe de Sandino– “un sentido especial de infinitud que liga el espíritu a la profundidad
indefinida del tiempo”. El éxito de su tenacidad no se explica de otra manera. Pero la
tenacidad sería la proverbial navaja de dos filos: que sirve para sostener una opinión
o bien mantenerla sin admitir la posibilidad de haber errado y rehusar cambiar de
opinión.
Ni la guerra ni el inicio de una nueva etapa en la lucha sandinista hubieran sido
posibles de no mediar una extraordinaria lealtad del grueso del contingente de lucha-
dores hacia su jefe. Y la explicación de aquella lealtad, a su vez, apunta a la mística
espiritual que fue también patriótica y que Sandino pudo transmitir a quienes le
rodeaban, muchos de los cuales le siguieron sin haber al principio tenido plena con-
ciencia de lo que era un concepto y realidad llamada Nicaragua. Aquella voluntad de
sacrificio y capacidad de resistir penurias fue el resultado de la creación de una con-
ciencia o espíritu en la misma tropa. Ese misterio lleva a indagar sobre el alma –ya
no sólo de Sandino– sino del primer sandinismo en su conjunto. Belausteguigoitia
llegaba a la conclusión que “en algún momento pude creer que el alma extraña y
profunda del General Sandino había creado en un ejército una secta religiosa y había
imbuido en ella el fuero de una nueva revelación... pero algo original en el espíritu de
estas pobres gentes desarmadas de Sandino sí que había. La idea de una comunidad
fraternal, de un todo movido por sentimientos íntimos más que lo de la cohesión
militar, es algo que está apegado en todas ellas... este ejército... envuelve un poder
espiritual tan grande, que representa el más potente ejército ideal que haya tenido
América”38.
Sandino, en fin, no sólo logró articular una visión y una determinación para sí y
para aquellos hombres y mujeres humildes, transmitido en palabras sencillas. Trans-
mitir su visión utópica espiritual que, como dice Arellano, no aleja a Sandino de la
realidad, sino que le lanza a ella, convirtiendo la utopía en proyecto histórico. Fueron,
ya no personas con experiencias espirituales, sino seres imbuidos con una fuerza espi-
ritual personificada en su líder que les elevó moralmente para transcender las limita-
ciones materiales impulsados por una fe en la obra de justicia por realizar.
X

San Albino

El norteamericano Charles Butters era un metalúrgico metido a emprendedor


minero y aventurero a nivel internacional. Había llegado a controlar minas de oro en
Colombia, México, Sudáfrica y Australia. Cobró cierta fama por haber cambiado el
sistema de decantación, introduciendo el uso de filtros de prensa para separar el oro
de la materia mineral. Conocía bien el negocio y su decisión de invertir la mayor parte
de su capital personal en Nicaragua obedeció a un cálculo experto sobre la riqueza del
mineral en la zona de San Albino.
No era desconocido que en aquellos yacimientos había oro. Los nahuas extra-
jeron el preciado mineral cerca de la superficie pero fue en 1790, durante la colonia,
que los españoles identificaron un “manto” cerca de la superficie. Se dieron algunas
excavaciones, pero las inundaciones impidieron una explotación más sistemática de
las vetas. Entre 1885 y 1920, al menos cuatro empresarios adquirieron el sitio y
trabajaron las superficies arrojando una producción de aproximadamente 32,000
toneladas, cuando el precio variaba entre 7 y 12 dólares por tonelada, equivalente a
332,000 dólares.
Butters llegó al mineral en 1920 y en asunto de meses pudo identificar al menos
doce vetas de alto potencial en la zona. Compró entonces toda la propiedad conoci-
da como San Albino/Arras y, sin mayor titubeo o estudios de factibilidad, invirtió el
resto de la totalidad de su fortuna (750,000 dólares) en la construcción de la planta
de procesamiento en la ribera del río Jícaro. Financió también la construcción de una
carretera entre Limay y San Albino de tres metros de ancho a lo largo de unos 150
kilómetros. Butters invirtió 90,000 dólares y otros 10,000 fueron aportados por el
gobierno de Emiliano Chamorro. Un entusiástico reportaje aparecido en El Centro-
americano señalaba: “la zona cruzada por la carretera Limay–San Albino, es una de
las más bellas y ricas del mundo. Abierta al tráfico público como lo está ya (pues sólo
con destino a San Albino, con maquinarias, herramientas, tuberías y otros útiles, han
salido desde aquí más 300 carretas) puede allí encontrar lleno a sus aspiraciones en
ese pedazo de Paraíso Terrenal el minero, el agricultor, el poeta, el filósofo, el artista,
el profesional, el artesano y el proletario”.
Según la embajada norteamericana, la mina constituía la inversión privada más
grande realizada hasta entonces por un norteamericano en Nicaragua. Aunque mu-
chos le vieron como un desquiciado, Butters estaba seguro del potencial de utilida-
des que arrojarían aquellas minas, más aun a la luz del repunte en el precio mundial
del oro que llegaba a 20.64 dólares por onza troy. Para inicios de 1926 y sin haber
178

concluido la primera etapa de inversiones, una sola veta arrojó 31 gramos de oro por
tonelada, un rendimiento para entonces considerado altamente rentable1.
En un escrito inédito titulado Por qué compré San Albino, Charles Butters ex-
plicó: “yo buscaba lugares donde un monto pequeño de capital pudiera arrojar las
más altas utilidades. San Albino cumple con creces este criterio... buen valor, mineral
[oro] abundante... madera, energía hidráulica, buen clima, mano de obra barata... he
explotado a lo largo de una distancia de 600 a 700 pies [182.8 a 213.3 metros]... una
de las 12 vetas conocidas de alto grado... ‘Aguja de Arras’ fue la mina que puso al
distrito en el mapa... producía mineral de alto grado [high grade ore] con más de dos
onzas por tonelada [56.60 gramos]. Butters llegó a calcular que algunas de las vetas
restantes podrían arrojar hasta 4 onzas por tonelada. Comenzó entonces la cons-
trucción acelerada de una trocha ferrocarrilera alrededor de toda aquella propiedad
como parte de un proyecto de exploración intensiva que se extendía hasta Murra, 12
kilómetros al noreste de San Albino2.
El problema de Butters fue que contaba con poca liquidez. Por lo que recurrió
a la conocida práctica conocida no pagar en efectivo sino con que “cupones” –un
sistema bien odiado por Sandino a partir de su experiencia en la costa del Caribe.
Para sacar mayores ganancias y minimizar el pago real en salario, la empresa Butters
pagaba a los mineros, empleados y los suplidores con papeles emitidos por la mis-
ma compañía con supuestas equivalencias en oro. Los cupones eran aceptados en
la “tienda de raya” de la compañía a la que necesariamente recurría el obrero para
suplir sus necesidades mínimas. Un ex empleado denunció la práctica a un diario de
la capital indicando: “No son más que centro de inicua explotación, pues obliga a
los operarios a pagar precios fabulosos por los efectos que pone a la venta. De esa
suerte, todos los centavos que los infelices operarios ganan, vuelven a entrar a las
arcas doradas de Mr. Butter [sic], de donde salen para continuar la interminable ca-
dena de especulaciones de que son víctimas los pobres operarios”. El resultado era,
que un trabajador con necesidad de enviar dinero a su casa, se veía imposibilitado de
hacer la transacción... raras son las veces que un hombre logra, después de múltiples
súplicas, que se le dé un giro, el cual hace efectivo a 120 días vista, cuando menos, y
con un descuento descomunal”.
Similar situación privaba en la Mina El Neptuno según denunciara, increíble-
mente, el mismo cónsul norteamericano. “A los trabajadores de la mina se les paga
1.50 diario. De esa suma se deduce diariamente 0.75 para alimentación, 0.25 para
servicios médicos. El restante de 0.50 es para vestuario y alimentar a las familias. El
efectivo nunca se ve en tanto la compañía paga a través de créditos en sus comi-
sarías donde hasta las necesidades más humildes para vivir son sobrevaloradas. El
trabajador, laborando 10 horas diarias, no tiene medio para salir adelante y perma-
nece dependiente y con deudas incurridas por la compra de lo indispensable en las
179

comisarías vinculadas a la empresa. Con todo ello resultaba imposible a los mineros
llevar ni siquiera una vida modesta –caldo de cultivo para la rebelión y situación no
ignorada por la embajada norteamericana”3.

Llegada de Augusto C. Sandino


En su extraordinario Manifiesto del 14 de julio de 1927 (también conocido
como el Manifiesto de San Albino), Sandino explicó públicamente porqué se había
tomado la Mina de San Albino. Su justificación partía de una clara identificación
con los mineros trabajadores y de rechazo a la explotación de la riqueza mineral que
pertenecía a la nación nicaragüense. En otro documento calificaba a Butters como
“defraudador del salario de mis compatriotas a quienes obliga a trabajar doce horas
diarias, pagándoles con vales desde cinco pesos hasta un centavo, los cuales son
aceptados solamente en su comisariato a cambio de mercaderías a doble precio; se
cree autorizado por su nacionalidad a cometer tales abusos... Ser americano no signi-
fica ser invulnerable, y el pueblo legítimo de mi patria tiene también su ley y su justi-
cia... El General Moncada ignora, desconoce, lo que es la necesidad y el sufrimiento
de la clase obrera, porque no pertenece a esta colectividad, que tienen que abrirse
el camino con el trabajo material, a puñetazo limpio, para mal comer y mal vestirse.
El oro producido en los intestinos de la tierra nicaragüense pertenece a Nicara-
gua, y es extraído por los trabajadores nicaragüenses. ¿Dónde está, pues, el respaldo
de esa enorme deuda de 45,000 dólares que se obtiene con los tenederos de vales...?
¿Cómo convertirá Chas Butters [sic] la sagrada deuda que tiene con el obrero que
miserable, semidesnudo y minado por el paludismo, no tiene con qué regresar al
seno de su hogar, porque todas sus economías las tiene convertidas en papeles que
no valen un céntimo, fuera del lugar en que ha trabajado?
Moncada: ¡el pueblo sabe lo que es justicia, y cuando se le niega se la toma!,
y como yo soy del pueblo y conozco lo que es el derecho y la justicia, yo me la he
tomado y la he hecho, en nombre de él, interviniendo estos bienes que son de mi pa-
tria, para convertir esta deuda pendiente en valor efectivo, pagándola con el mismo
oro que produce la empresa4.
Sandino había llegado a San Albino en busca de trabajo y con la idea de organi-
zar una rebelión. Se consideraba un trabajador calificado, con abundante experiencia
mecánica y administrativa, y con cartas de referencias. Otra vez, por su conoci-
miento mínimo de inglés, Sandino es asignado por el mismo Butters como guarda
almacén. Su labor consistía en entregar los instrumentos de trabajo cada lunes al
“primer maestro” de cada uno de los cuatro talleres en la mina (herrería, mecánica,
carpintería y albañilería). Los primeros maestros eran estadounidenses, pero lo usual
es que llegara el “segundo maestro” a retirar los “fierros”, recuerda Lizandro Ardón
180

Molina, un compañero de trabajo. Ardón Molina también recordó la impresión que


causó: “Augusto era liberal y todos los que estábamos allí éramos liberales, con muy
pocas excepciones. En los cumpleaños tomábamos traguitos, pero Augusto nunca
tomó. Yo nunca lo vi tomar, ni cerveza; lo que él tomaba era gaseosas, que les decían
‘chibolas’. Pero sí, era alegre en los cumpleaños”5.
Por su cercanía a la dirección de la empresa y conocimiento de las nóminas,
Sandino se habrá percatado de las pingües ganancias anticipadas por la empresa, una
vez finalizadas las instalaciones, lo cual estaba programado para mediados de 1927.
También laboró como “apuntador” y asistente del pagador. “Todos los empleados
de la mina vivían descontentos por tal proceder injusto e ilegal. Mientras tanto, la
revolución contra Chamorro iba creciendo”.
El objetivo inmediato de Sandino fue juntar dos agendas hasta entonces sepa-
radas –iniciaba, por vez primera, su labor política vinculándola a lo social. Sandino
recurrió a sus conocimientos de legislación laboral y convicciones socialistas para
tomar cartas en el asunto, hacer conciencia, precisamente, de la injusticia y de la
ilegalidad, siguiendo el ejemplo de sus viejos compañeros mexicanos sindicalizados.
“Yo por mi parte empecé a trabajar en el ánimo de aquellos obreros, explicándoles
los sistemas de cooperativas de otros países y lo tristemente que éramos explotados
y que debíamos procurarnos un Gobierno que de verdad se preocupara por el pue-
blo, para que este no fuera vilmente explotado por los capitalistas y las grandes em-
presas extranjeras, pues el pueblo es la Nación y que debíamos exigir, como en todos
los países civilizados del mundo, que todas las empresas que operen en Nicaragua
deben de proporcionar a sus trabajadores atención médica, escuelas, leyes y organi-
zaciones, tales como uniones de trabajadores y que nosotros no teníamos nada de
eso. Les explicaba que yo no era comunista, sino socialista. Que cada hombre tiene
derecho a disfrutar de su trabajo, pero no a explotar la ignorancia ajena. En fin, les
explicaba los derechos que son elementales en los países civilizados. Poco a poco, fui
adquiriendo popularidad y control entre los hombres de la mina, entre los que hubo
algunos que me siguieron fielmente a través de todas mis vicisitudes, exponiendo la
vida a cada instante y que aún perseveran fieles a mi lado”6.
En los cuatro meses que trabajó en la mina, Augusto realizó un trabajo político
y organizativo, análogo al realizado por los viejos sindicalistas rojos en preparación
de huelgas y tomas de las empresas retrecheras. Va un paso más allá sin embargo
al adquirir armas aun cuando aquel discurso hubiera sido catalogado de reformista
en el medio mexicano pero en Nicaragua resultaba revolucionario trascendiendo el
simple sentimiento anticonservador. Al poco tiempo de su llegada, estalló una huel-
ga de cuatro días en base a demandas de mejor salario y el pago regular en efectivo.
En todo caso, se dio una articulación en el discurso y el pensamiento, no sólo
de Sandino, sino de la población trabajadora en su conjunto: los mineros que habían
181

llegado de León y trabajadores provenientes de la zona. Su discurso acogía las de-


mandas de todos ellos aduciendo la inexistencia de justicia laboral. De la violación de
los derechos de los trabajadores, Sandino pasó a hacer la vinculación con el rapto de
la riqueza nicaragüense y, por ende, la necesidad de un gobierno que hiciera respetar
aquellos derechos ciudadanos y nacionales. El tema social y el tema de soberanía es-
taban bien ejemplificados en la operación de la mina, como en el ideario de Sandino:
la dignidad de la persona es inseparable de la dignidad de la nación, lo nicaragüense,
violada tanto por capitalistas como por soldados estadounidenses. Todavía pensaba
que el constitucionalmente legítimo gobierno liberal por el que hasta entonces lucha-
ba, sería capaz de modernizar la legislación laboral y hacerla respetar, a la mexicana.
Presuntamente también, aunque esto tampoco aparece en el ideario liberal post Ze-
layista, había que evitar los abusos de los capitalistas extranjeros. Sandino dice ser
“socialista y no comunista” –un discurso laborista de la época– procurando quizás
no alejarse demasiado del credo liberal clásico y evitar ser tildado de extremista en
un país donde la propaganda antibolchevique y antimexicana estaba en su apogeo.
Cuidaba el discurso y ahora evitaba repetir “la propiedad es robo”, como se lo expre-
sara a Moncada en Prinzapolka, pero le sería difícil no ser leal a su radicalismo social:
“sólo deseo la redención de la clase obrera”, dice en aquel Manifiesto del 14 de julio.

México es nuestro amigo, Estados Unidos es nuestro enemigo, siempre


En una declaración escrita a la embajada norteamericana, Charles Butters afir-
maría que Sandino era un bolchevique convencido y agitador de la peor clase, ape-
gado fanáticamente a la bandera rojinegra, que ahora lucía también, ya como aporte
propio sandinista, con la cruz y calavera. El testimonio de Butters, de fecha 21 de
febrero de 1927, contiene algunas medias verdades. Describe a Sandino como un
“hombre joven que había llegado un año antes a solicitarle trabajo administrativo...
Sandino dijo haber contado con experiencia como archivista en una compañía mine-
ra en Guatemala –lo cual es inexacto– ganando 25 dólares mensuales. No era brillan-
te, ni apto para esa labor. Hablaba considerable inglés. A lo largo de unos tres meses,
se dedicó a reclutar mineros y otros trabajadores de esta compañía para formar un
contingente núcleo de revolucionarios. Yo desconocía todo ello hasta que una ma-
ñana se desapareció con un grupo pequeño de mis hombres en la montaña integrán-
dose otros rápidamente del partido liberal, y de alguna manera logró al poco tiempo
suplirse de suficientes armas para atacar a las tropas gubernamentales en El Jícaro,
donde ambas partes se adjudicaron la victoria... se le llegó a conocer como el repre-
sentante de Sacasa... no estando dispuesto a dejar las armas, regresó al distrito, bien
suplido de dinero, municiones, bien vestido y bien montado, y se declaró enemigo de
los americanos y de Moncada también... regresó a la mina con un contingente de 50
hombres, diciendo que venía a conseguir dinamita y a matar americanos...
182

Esa afirmación de matar a los americanos la venía haciendo de manera privada,


y luego pude comprobar que lo repetía continuamente durante el tiempo que trabajó
para mí. Esa afirmación parece que emanaba de México, donde dijo haber sido ofi-
cial de una fuerza revolucionaria a lo largo de 11 años, y constantemente predicaba
la doctrina del bolchevismo llevando consigo siempre una bandera negra y roja con
calavera y cruz que declara ser el emblema del bolchevismo. Es un socialista y un
fanático. Constantemente predica la hermandad del hombre y expresa que no hay
oficiales sino que todos son camaradas, repitiendo y enfatizando continuamente la
amistad que todos deben mantener con México por la contribución de armas y mu-
niciones que dice fueron un regalo de aquel país para permitirles resistir la influencia
americana... y ganar su libertad de cara a los americanos. “México es nuestro amigo,
Estados Unidos es nuestro enemigo, siempre”.
Cuando uno le habla con calma, explica que no tiene intención de matar ameri-
canos inofensivos, sino sólo a soldados americanos, pero se trata de una distinción
que no podemos esperar sea establecida por sus hombres”7.
Hay que tomar con una buena dosis de sal la declaración de Butters toda vez
que se dirige a los oficiales de la embajada de su país en Managua. Por un lado, pa-
reciera confirmar que efectivamente Sandino llegó a la mina ya con la decisión de
reclutar una fuerza militar; que su discurso contiene elementos antinorteamericanos,
socialistas radicales, fuertemente influenciados por su experiencia en México. Por
otro lado, Butters parece estar influenciado por la propaganda contra México y su
apoyo militar a los liberales, aun cuando Sandino no contó con un suministro directo
de aquel país aunque algunos ex militares mexicanos se sumaron con el visto bueno
del presidente mexicano Plutarco Elías Calles, a las fuerzas de Sacasa antes de inte-
grarse a la columna de Sandino.
La madrugada del 2 de julio de 1927 –un día después del lanzamiento del llama-
do Manifiesto de San Albino– las tropas de Sandino cruzaron el río Jícaro y ocupa-
ron la mina. Butters relata que Sandino le puso una pistola en la cabeza invitándole
a escoger entre la muerte, o el destierro de aquella región. Los norteamericanos sa-
lieron huyendo de la mina. Butters acudió a la embajada que al poco tiempo decidió
enviar a un contingente de marines para recuperar la mina.
Ya en de regreso en su país, Butters no se dio por vencido y siguió implorando
a Sandino que le permitiera regresar. El 21 de junio de 1930 escribió directamente
a Sandino por medio de Pedro José Zepeda en México (entonces representante de
Sandino) ofreciendo dinero a cambio de poder reiniciar la explotación de la mina.
Admitía que había dejado deudas sin cancelar a la localidad y los trabajadores. Agre-
ga: “Mire Agustín [escribe Augustine en inglés], usted sabe que nunca tuvo proble-
mas conmigo. Nunca le dirigí un reproche y usted siempre dijo que Charles Butters
era un caballero que le trataba como tal a usted. Aunque usted es opositor al actual
183

gobierno de Nicaragua, así como a mi gobierno, no hay razón por la cual usted no
me pueda ayudar y que yo le pagaría... Simplemente recuerde que yo no tengo pleito
con usted. Y, por el contrario, quiero su ayuda. Haga entonces lo que le pido y sea
buena gente [be a good sport]”8.
El cinismo de Butters parecía no tener límites. Pero su codicia adquirió impor-
tancia histórica, primero, porque Sandino hizo de San Albino el símbolo de la ex-
plotación tanto social, como económica y nacional llevada a cabo por empresas nor-
teamericanas contra la patria y contra la dignidad de los trabajadores nicaragüenses.
Segundo, porque aquellas condiciones sufridas formaron la base de la primera rebe-
lión y del ingreso de un contingente de mineros, que sería el núcleo de la Columna
Segoviana y el futuro EDSNN. Y fue precisamente a raíz del ataque que llevaron a
cabo contra esta y otras minas norteamericanas (La Luz), dinamitando esta última,
que los medios y los marines norteamericanos tomaron conciencia de una rebelión
que comenzaba a trascender los límites de clase e ideología características de las
querellas libero–conservadoras que, tras la contienda entre Zelaya y Washington,
claramente defendían los intereses de Estados Unidos y de sus ciudadanos.
Sandino cumplió con la promesa hecha a los mineros. Lo que explica por qué
en vez de destruir la mina la puso a trabajar a fin de fabricar las monedas de oro con
que pudo cancelar a cada minero lo debido. En el mes de julio –entre la expulsión de
Butters y la llegada del contingente de marines– Sandino y un grupo de 75 mineros
trabajaron intensamente logrando extraer una cantidad de oro. Buscó a un asesor
de nombre Antonio López para fabricar los moldes con que hacer las monedas de
oro a fin de “liquidar a los obreros... mi opinión es que se saque de cada libra de oro,
varias monedas, por ejemplo se puede hacer así: una moneda que valga $2.08, dos
pesos ocho centavos, se compone de 8 tomines, o sea un castellano, otra que tenga
el valor de $3.12 ½, se compone de 12 tomines, o un cuarto de onza, la de $6.25
se compone de 24 tomines, o sea 1/2 onza, y la de $12.50 es una de 48 tomines,
o sea una onza, así creo que podemos arreglar mejor. La inscripción de la moneda
debe ser anotada en la moneda el valor de que, e inscrita con “el nombre Montañe-
ses”. Sandino –quien se había designado como “jefe de los montañeses”– corrigió
la denominación de montañeses y proponiendo la emisión de “campesinos” pero
optando finalmente por llamarles “indios ”, evidenciando su identificación con los
mismos, lejos del uso despectivo burgués de la palabra. Mandó entonces a reunir a
los 27 mineros para preguntarles cuánto les debía la mina en salarios atrasados. Cada
uno fue pagado con el oro en mano. Durante un tiempo, Sandino y los trabajadores
continuaron explotando la mina acuñando monedas “indios” de diez dólares que se
utilizaron para el pago de salarios y de alimentos comprados a los granjeros vecinos.
En Honduras, los “indios” de diez dólares se cotizaron a veinte dólares cada uno,
porque estaban hechos de oro puro sin aleación9.
184

Ante la eminente llegada de los marines, Sandino tomó la decisión de no des-


truir la mina, equipada con la mejor maquinaria en el país. Se dice que la decisión fue
comprendida y aplaudida por sus seguidores. La columna del Mayor Floyd llegó a El
Jícaro el 31 de julio de donde se enviaron patrullas a la zona de Murra el 17 de agos-
to de 1927 acompañadas de aviones. El informe militar norteamericano señaló que
la población contaba con todos sus bienes y la única casa que había sufrido daños
era la de Edward O. Alexander, vicegerente de la mina –a quien Sandino calificó de
ebrio consuetudinario y contrabandista de oro. Los sandinistas a su vez dejaron con-
signas pintadas en las paredes de su casa. En el manifiesto del 14 de julio, Sandino
indicaba que la mina podía regresar a sus propietarios si “puede justificar al pueblo
que es en realidad la legítima dueña de ella”10.
El discurso que Sandino va hilvanando es claro y sencillo. Toma en cuenta las
aspiraciones de los mineros y campesinos segovianos por una parte, y por otra, en
los manifiestos, se identifica con el ideario y sentimiento hispanoamericano, y en
menor medida con el liberalismo nicaragüense. Para Sandino, el derecho a la digni-
dad es uno sólo, porque es violado tanto por los capitalistas, como por los solda-
dos del país del Norte. Su eje era la falta de justicia hacia el trabajador en su patria,
de la cual es doblemente cómplice Moncada por adversar a la clase trabajadora, y
por congraciarse con la presencia de los interventores, concediendo libertades a los
explotadores como Butters. Hizo una vinculación directa entre la explotación del
trabajador y la arrogancia norteamericana.
Tras la intervención que Sandino realizó en la mina, y la expulsión de Butters,
el General fue acusado por Moncada y otros de haber tomado acciones drásticas,
no tanto por su envergadura como por el hecho de que los afectados ostentaban la
nacionalidad norteamericana. Sandino respondió que había tomado aquella decisión
tan “drástica”, por los abusos cometidos “de quien se cree con derecho a cometerlo,
solo porque es ciudadano norteamericano”.
Sandino laboró en la mina al menos hasta finales de 1926. Fue el tiempo sufi-
ciente para desarrollar una labor de organización y propaganda orientadas a reclutar
acompañantes. Las huelgas en San Albino comenzaron a multiplicarse a finales de
1926 suscitadas por las condiciones específicas que se narrarán a continuación.
Según Esteban Pavletich, combatiente peruano que escuchó la versión del Ge-
neral, cuando Sandino abandonó el asiento minero, lo hizo acompañado por quin-
ce hombres, utilizando sus ahorros para adquirir de traficantes hondureños, ocho
pistolas, dos rifles y algún parque; otros indican que fueron 25 o 29 personas. El
contingente no creció sino hasta la incorporación de pobladores liberales en Murra
y los alrededores, incluyendo el hacendado Juan Gregorio Colindres. Según la em-
bajada norteamericana citada por el Diario Moderno de Managua, Sandino ocupó
185

la mina el 30 de junio de 1927 únicamente con 50 “bandidos”. El periódico añade,


“El cabecilla rebelde fue denunciado al Departamento de Estado como el único
elemento disidente en Nicaragua, y que proyecta una campaña para forzar la acción
de los Estados Unidos en este país”. Ya desde entonces comenzaron a aparecer las
noticias que Sandino había sido visto en Niquinohomo o en diversas partes de las
Segovias, por lo que el mismo diario hizo un reportaje titulado “Sandino y el don de
la ubicuidad”. Aparece por vez primera en la designación de “sandinistas”.
En una carta con fecha 17 de junio de 1927 dirigida a Arnoldo Ramírez, el jefe
político de Ocotal, Sandino replicaba la invitación de Ramírez para que el General
enterrara los rifles y se exiliara en Honduras o México. Sandino respondió “que los
héroes se improvisan por las circunstancias del momento”. Y en efecto fueron aque-
llas circunstancias particulares de las Segovias –en la mina y en el campo– las que
convocaron a segmentos importantes de aquella población a acompañar a Sandino.
Pero el General había sido modesto porque no todo fue improvisado, o si lo fue
traía conocimientos, ideas y sobre todo voluntad para asistir y dirigir aquella convo-
catoria. Aquella actuación no fue tan fortuita pero para ser exitosa debió ser asistida
de otras fuerzas sociales. La embajada norteamericana reportaba que “rezagados”
(stragglers) y pequeños grupos armados proceden a unirse a Sandino”11.
En aquella carta a Ramírez, sin embargo, Sandino hizo un reconocimiento ex-
plícito y generoso a la preparación que había recibido en México y que le preparaba
para asumir el liderazgo: “bendigo la hora en que emigré a un país donde apagué mi
sed de enseñanzas bebiendo en nuevas ideas, templé mi espíritu acrisolándolo en el
sentimiento de amor patrio. No quiero decir que fui a Europa buscando escuela de
héroes, aprendiendo en ellas como se forjan...”.

Es un hombre bien educado


No sería exacto decir que el inicio de la rebelión armada de Sandino se reduce
a lo sucedido en el Mineral San Albino. Historiadores como Michael Schroeder y
Richard Grossman han insistido correctamente en examinar la coyuntura específica
de aquella subregión y en identificar los factores culturales que explican la acogida
que tuvo Sandino. El hecho es que de la mina salió con menos de 100 hombres pero
en asunto de semanas le siguieron entre 900 y 1000. Aun cuando muchos dejaron las
armas luego de la ruptura con Moncada, otros tantos se integraron. Cabe mencionar
someramente el descontento y condición social de muchos pobladores rurales que
se integraron a las filas de la rebelión. Su importancia histórica no es sólo militar sino
ideológica en tanto apunta a la relación muy particular que Sandino logró articular
con aquel campesinado cuyas creencias y tradiciones incidieron en la formación y
contenido de aquel primer sandinismo.
186

Augusto, dentro de la misión que se había trazado, llevó a cabo su propia “in-
vestigación” sobre aquella población marginada, asimilando sus historias, su cosmo-
visión y sentimientos, su idiosincrasia, su religiosidad y, por supuesto, su interpreta-
ción de lo que significaba “liberal” o “conservador”. Alejandro Pérez Bustamante,
campesino de Quilalí, narra en una entrevista: “Yo no sabía nada de lo que estaba
pasando en Nicaragua en esos días. No había ni radios o periódicos, y si hubiera
habido no los hubiéramos podido leer. Además, no estaba tan interesado en lo que
pasaba a lo lejos, de manera que yo no sabía nada sobre aquella guerra entre liberales
y conservadores o cosas por el estilo. Yo ciertamente no tenía la idea de meterme
a la guerra o unirme a algo parecido al ejército de Sandino. Yo había llegado a las
minas en busca de trabajo. Había trabajo para cualquiera en las minas por lo que no
me fue difícil conseguir el trabajo. Trabajando en la mina conocí a Sandino... recién
llegaba de México... recuerdo que Sandino era llevadero y, como resultado, todos
simpatizaban con el independientemente de quienes fueran. Es que era un hombre
bien educado”12.
Claro que sus conocimientos y experiencia en México le permitieron ganar res-
peto y admiración, pero a ello debe agregarse la fuerza de su personalidad y su trato
fraternal con los desposeídos. Su influencia se extendió al campo en tanto muchos
de los mineros, como Pérez Bustamante, provenían de aquella zona. Sandino incidió
profundamente sobre quienes le seguían pero también aquellos sobre él, continuan-
do en un proceso educativo en el que su radicalismo social debe acoplarse también
las realidades sociales y nacionales de una Nicaragua sumida en el atraso, comenzan-
do con las realidades culturales de las Segovias.
Mientras tanto la figura más odiada era la de los “caitudos” y “cachurecos” en
la región, más que el régimen conservador como tal. Las tropas norteamericanas
tampoco habían aparecido en el terreno y aquella rebelión se nutrió inicialmente
más del odio provocado por los vejámenes cometidos por las bandas armadas de
conservadores. El Diario Moderno de Managua, un periódico de tendencia liberal,
en su edición del 2 de agosto de 1927, expresaba: “Treinta capitanes de cañadas ma-
tan gente en Matagalpa”. El artículo denunciaba la existencia en esa región de “30
capitanes de indios que dominan otras tantas cañadas y que de una cantidad de rifles
cada cual que los emplean en la persecución y asesinato de liberales... los jueces de
mesta y de cantón de aquellas cañadas también disponen de armas y cometen toda
clase de tropelías impunemente, y antes que recibir el castigo a que se han hecho
acreedores, gozan de mayor crédito ante sus superiores... si estos casos se ven en las
rondas de la ciudades, ¿qué cosas no ocurren en el corazón de las montañas?13 .
Tampoco la violencia fue monopolio de los conservadores. Sandino en parte
responde con violencia libero–sandinista a la violencia de aquellas bandas y de sus
187

cabecillas, los temidos Capitanes de Cañadas. Nuevamente, la importancia histórica


de este hecho fue el de reforzar la identificación de la tropa sandinista, y de Sandino
mismo, con la causa liberal, o mejor dicho la causa anticonservadora, siendo también
los conservadores percibidos como protectores de la Iglesia e irremediablemente
partidarios de la intervención norteamericana. La cual fue respondida por la violen-
cia “libero–sandinista–nacionalista”.
José Paúl Barahona, un sobreviviente, ilustra aquel imaginario y la triste realidad
de la violencia: “Un día menos pensado, nos llegó la noticia a San Albino que las
tropas de Adolfo Díaz habían llegado a Murra; que habían asesinado a Inés Ochoa,
a Lilo Leal; que habían violado a dos niñitas: María Salomé y Concepción Cárdenas,
que le habían quebrado la canilla a Lizandro Colindres, que Rigoberto Colindres es-
taba herido, que a Filiberto Barahona lo había colgado, pues este se les escapó y fue
a dar el aviso a San Albino. Fue de allí de donde partió nuestra rebeldía y fue cuando
nos rebelamos, con Sandino a la cabeza”.
Domingo Pérez recuerda: “Sandino apareció aquí, en San Albino, donde se
levantó contra los conservadores. Nosotros estábamos en Yalí huyendo de los con-
servadores porque nos tenían oprimidos, como antes la guardia, que no nos dejaba
tener gusto, y toda la gente no hallaba qué hacer. Muchos se metieron a pelear por
odio, no era porque tuvieran sentimientos patrios desde el comienzo de la lucha.
Sandino se levantó en armas porque nosotros sabíamos que los conservadores se
habían vendido”.
“El mando conservador era pésimo. Al que era liberal, lo guindaban; si tenía
mujer, se la forzaban. Y entonces todo mundo estaba enardecido en contra del con-
servatismo”, recuerda Ángel Martínez Soza.
“Yo nunca fui conservador. Ellos nos quisieron reclutar, quien no estuviera de
acuerdo... empezaron a matar por San Gregorio del Valle, por La Naranjita, por San
Albino, y ya allí no me gustó; porque matar a sangre fría a una persona inocente,
quiere bastante maldad… Me tuve que meter al ejército liberal, porque si me que-
daba en mi casa me mataban. Estaba obligado a buscar la defensa, a no dejarme
matar. Como mi jefe era liberal, y el ejército que lo acuerpaba era liberal, y no podía
instruirme como conservador... Como a fuerza es que yo me metí. Yo no tenía ne-
cesidad de buscar la revolución, pero como era liberal, tenía que buscarla. Porque
la revolución estaba reventando contra los conservadores y yo busqué mi defensa”,
dijo Sinforoso González Zeledón.
Defenderse significaba buscar a Sandino y afianzar tradiciones liberales de rebe-
lión. “Me metí al ejército liberal porque esa era mi opinión; yo no soy conservador,
ni machista [aliado de los norteamericanos llamados machos], ni nada. Yo era un
liberal desde Zelaya, que abrí mis ojos y ya pude ver lo que era la realidad”, recordó
Doroteo Castro Navarrete.
188

Juan Pablo Ramírez Velásquez vivía en Telica y tenía 14 años cuando llegaron
unos soldados del partido conservador buscando a su padre. “Como no dije nada, lo
ataron de las manos y lo colgaron de los pies y le dieron látigo en la espalda... Cuan-
do mis familiares se dieron cuenta de lo que me ocurría, llegaron, personalmente los
jóvenes, porque los viejos andaban en la revolución... otra vez llegaron las tropas
conservadoras y se llevaron el ganado de mi padre, se llevaron unos chanchos; cor-
taron de la chácara muchas carretadas de plátano, y también se las llevaron. Era triste
en aquel tiempo de la guerra con el partido verde, el conservatismo era lamentable.
Ocasión terrible como se ha visto. Todo eso me sucedió y fue imposible remediar
que yo me quedara en la propiedad de mi padre, en Telica, donde me habían hecho
tanta barbaridad”14.
La violencia deliberada, brutal, desatada por los cabecillas conservadores de la
zona y posteriormente por las tropas norteamericanas y la Guardia Nacional, junto
a un vago sentimiento partidista liberal, explica el flujo de centenares de pobladores
“liberales” a las filas de la columna liberal encabezadas por Sandino que se conver-
tiría en el EDSNN. Ya en el contexto de guerra y de la administración de la zona
de influencia, la recolección forzosa de “empréstitos de guerra” fue denominada
“bandolerismo” por parte de los enemigos de Sandino, aunque bien se trataba de
una vieja práctica de unos y otros. Y aunque existe un componente de rebelión de
clase entre los seguidores de Sandino, el General incluso a veces buscó atenuarlo
a fin de no antagonizar a personajes “patrióticos” de medios listos a contribuir a
la manutención de su ejército, centrando el hostigamiento y la requisición forzosa
contra los elementos identificados con los conservadores, los norteamericanos y los
moncadistas, estos últimos considerados “traidores” al liberalismo.
En este sentido, está el testimonio de Enrique Sánchez, un finquero capturado
en junio de 1932 por las tropas bajo el mando Juan Pablo Umanzor, cuyo con-
tingente nunca fue conocido por sus altos niveles de disciplina. Sánchez no había
cumplido con el pago del “empréstito” de 400 córdobas. Eventualmente, Sánchez
cayó en manos de la Guardia y ante ellos relató cómo fue llevado ante Sandino: “Me
dijo que pedía disculpas por lo largo del viaje, pero que [el dinero del] rescate no
había llegado. Le dije que está seguro que mi familiar había pagado en tanto no se
habían llevado a mi suegro. Se puso entonces la mano sobre la cabeza y se quedó
pensando un buen rato. Después me dijo que seguramente hubo algún error y que
él trataría de averiguar por qué le habían dicho que el dinero no se había pagado... el
29 de junio me vino a ver nuevamente y me dijo ‘Señor Sánchez, le felicito, en tanto
hoy me informan que su dinero fue pagado el día 2 de junio’. Umanzor, en vez de
notificarme que tenía el dinero, fue a cumplir antes con algunas misiones y se retrasó
en informarme. De manera que usted queda en libertad y lo mandaré a dejar... me
dijo que no quería que yo tuviera la idea de que esta era una guerra entre clases, o
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que se lanzara a los pobres contra los ricos. El rico podía contribuir con su dinero
y el pobre con sus servicios. Nuestro único objetivo, señaló, es liberar a Nicaragua.
Por lo que el dinero que se pagaba por mi rescate no era para él sino para comprar
las cosas necesarias para esta cruzada”15.
Sandino orientaba ser tolerante con pobladores de tendencia liberal pero no
con quienes colaboraban con el régimen o los norteamericanos. Pero mucho de-
pendía de la actitud o el humor del oficial en el terreno a cargo de las operaciones,
produciéndose abusos de todo tipo. La tropa misma a veces se daban raterías y ve-
jámenes –lo que llamaban hueveo– con las propiedades de los “cachurecos”. Esto
enojaba de sobremanera al más profesional de los militares de Sandino, el General
guatemalteco Manuel María Jirón Ruano. Algunos oficiales y miembros de la tropa
fueron a ponerle quejas al General Sandino porque no se les permitía tomar liber-
tades con los “cachurecos”. Tras escucharles y pensar, Sandino presuntamente les
dijo: “Yo no acojo aquí a nadie para que venga a congraciarse con los cachurecos ni
a maltratar a mi Ejército”, ordenando la transmisión del mando del destacamento
al coronel nacido en Honduras Simeón Montoya (uno de los supuestos intrigantes)
destituyendo entonces al valiente guatemalteco y posiblemente provocando su deci-
sión de abandonar las filas del EDSNN. Sandino aparentemente le dejó marcharse
sólo pero Girón Ruano, ya enfermo, fue capturado por los marines y fusilado por el
mercenario mexicano Juan Escamilla.
Aunque la fuente de este relato no es confiable, hay poca duda que la muerte de
Ruano fue profundamente sentida por Sandino, alimentada quizás por un sentido de
responsabilidad por no haberle asignado escolta, cuando menos tomando en con-
sideración sus años de servicio y sus conocimientos. Sandino entonces hizo reunir
toda la documentación con el nombre del General guatemalteco para mandársela
a su familia y prometió velar por la educación de sus hijos. Existen constancias de
solicitudes de becas para los hijos de Ruano firmadas por Sandino. Al enterarse de
la muerte del guatemalteco, Sandino escribe: “En cuanto a los pingüinos Cordero
Reyes y Somoza, ya habrá oportunidad de disponer que vengan a pie hasta las Sego-
vias, a exhumar con sus manos el cadáver del General Girón Ruano, y llevarlo sobre
sus lomos hasta el puerto de Corinto, cuando cumplamos con el deber de repatriar
los restos del valeroso compañero, para que descanse en el panteón de Guatemala. Y
quitadas las cadenas que le encadenaron y fue enterrado, esas cadenas serán leontina
para algunos que yo me sé”16.
Sandino desarrolló un estilo de mando sutil y paternal en el que dio alta priori-
dad a la moral de la tropa. Pero debió insistir también con sus muchachos y jefes el
deber de ganarse a la población. Carleton Beals observó en 1928: “aquí los soldados
señalan las casas de los cacheros (conservadores) y confiscan sus caballos y sillas. En
todo mi viaje, fue la única requisición violenta que observé... la primera orden de
190

Sandino a su llegada a San Rafael fue que cualquier soldado que toca algo que no le
perteneciera sería pasado por las armas”.
El otro caso se dio a inicios de 1930 cuando el Col. Abraham Rivera puso que-
jas de las “hueveadas” de los muchachos afectando incluso a misioneros cristianos.
Tanto más delicado porque el mismo Altamirano era un creyente. Sandino admiraba
a Rivera y la forma hábil con que llevaba a cabo la compleja labor sandinista entre
los habitantes autóctonos del Río Coco y la Costa. Respondió entonces a Rivera a
manera de profesor de sociología: “En lo relativo a los “hueviadores”, que no le
apenen porque es la natural consecuencia de un pueblo que ha vivido oprimido y de
que antes nunca tuvo oportunidad de vivir con holgura, porque nuestros infelices
anteriores Gobiernos, consintieron que vivieran alquilados como mulas a los impe-
rialistas yanquis y otros [sic] explotadores de mala fe... no se preocupe pues mi que-
rido hermano por las “hueviaditas” de nuestros queridos muchachos. Porque eso es
una consciencia de la miserable situación económica en que han vivido sus espíritus
postergados millones de siglos”.
En una comunicación al General Echeverría de fecha 5 de enero de 1928, San-
dino dice haber sido informado que una patrulla del EDSNN había despojado a don
Nicolás Olivera de todo lo que tenía. Pidió se ordenara a los soldados “no tocar a
nadie” de la localidad donde predominaba la simpatía por la causa: “no debe permi-
tir se moleste a nadie porque no debemos dar un mal ejemplo ni hacer lo mismo que
hacen los cachurecos”. La referencia es a los métodos empleados por los conserva-
dores. Es decir, Sandino intentaba romper con la práctica bandolera militar atribuida
a los conservadores de ambos lados de la frontera. Pero también es un esfuerzo
educativo y para promover el cambio cultural17.

Nos dimos cuenta cómo era la cosa


En resumidas cuentas, durante este período inicial Sandino logró compaginar
genialmente las tres dimensiones de la rebelión: la defensa y el deseo venganza lo-
calizada por los crímenes de los líderes conservadores de la zona, la explotación de
los mineros y la coincidencia de nacionalidad entre los explotadores de la mina y
las tropas que desembarcaban en Bluefields. Elementos, sin embargo, no siempre
fácilmente compaginables.
También es un proceso educativo para el mismo General. A partir de San Al-
bino, Sandino ha iniciado un nuevo ciclo de aprendizaje, esta vez, relativa a una
cultura e idiosincrasia segoviana, otro tipo de campesinado, distinto al conocido
en los alrededores de Masaya. Porque sin ese aprendizaje tampoco hubiera calado
su ideario sobre el del campesinado. Con los mineros se enfocó más en la empre-
sa y empresarios señalándolos como una práctica capitalista vinculada a la expan-
191

sión estadounidense. También asimiló la naturaleza de los reclamos de finqueros y


comerciantes afectados y ofendidos. El gran común denominador en esa primera
etapa fue el anti–conservadurismo. A lo largo de años, la consigna escuchada en el
campamento fue “muerte a los conservadores” –lo cual dejaba a los combatientes
extranjeros y sus nociones de lucha de clase, quienes a su vez debieron ser educados
nuevamente por Sandino.
De manera que, el primer alzamiento armado de Sandino tiene como base ma-
lestares pre–existentes –el repudio al norteamericano vino después. Sandino llegó
a finales de junio y permaneció empleado en la mina hasta el 26 de octubre, fecha
en que dirige el primer levantamiento contra la empresa. Durante esos cinco meses,
Sandino aplicó sus conocimientos políticos y experiencias sindicales para organi-
zar y movilizar a los mineros. Al cabo de unos meses, decidió dar el siguiente paso
quedando registrado el 26 de octubre de 1926 como el día en que Sandino, junto
a los mineros y pobladores, pasaron de la protesta laboral a la acción armada. El 2
de noviembre de 1926 aquella fuerza, armada más con machetes que con rifles, se
lanzó desastrosamente a la toma de El Jícaro, entonces en manos de partidarios de
los conservadores. Sin embargo fue enorme el impacto político de aquella acción
militarmente cuestionable. Para los norteamericanos fue igualmente importante la
acción de El Jícaro que el ataque contra la mina propiedad de uno de sus súbditos.
Fue entonces que la figura de Sandino se conoció en Washington.
Aquellos sentimientos mineros y campesinos no cambiaron en esencia a lo largo
de la lucha de Sandino. Lo que es palpable fue su transformación discursiva en tanto
la rebelión la explican los soldados cada vez más en términos de libertad, la justi-
cia, la dignidad, la patria, Nicaragua –sin dejar de ser social, porque de otra manera
es difícil explicar la participación de un número considerable de hondureños en el
EDSNN. Todo culmina con la asimilación de un credo central de la nación, también
centroamericana, atropellada por vendepatrias (liberales y conservadores) y los Es-
tados Unidos. “Por naturaleza, los leoneses éramos liberales; la lucha empezó por
las zanganadas de los conservadores, por lo que hacían y así se nos fue formando
aquel amor a la patria. Y cuando Sandino, ya era un héroe que se enfrentaba contra
los gringos, entonces nosotros sentimos un gran fervor por acompañarlo, porque
había un individuo que nos iba a dirigir en la lucha, porque hasta que él llegó a San
Rafael, nosotros nos dimos cuenta cómo era la cosa”, recordaría Juan Bautista Ter-
cero García.
Hacer entender “cómo era la cosa” significó para Sandino una paciente labor
de pedagogía con lenguaje y metáforas socio–culturales propias de las comunidades
del Norte. Hablaba despacio para explicar a sus hombres el significado de la palabra
“patria”, y de lo que era “Nicaragua”, por qué era una especie de madre de todos,
por lo que eran “hermanos en la patria” y en la raza. Asimismo, quiénes eran los
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“yanquis”, el imperialismo, el interés norteamericano en la construcción del canal,


quiénes eran los “vende patria”, quiénes los “conservadores” y los “verdaderos libe-
rales”, qué era un “gobierno” y qué políticas debía caracterizarle a un “buen gobier-
no” y a un buen gobernante (haciendo caso omiso al anti–estatismo anarcosindical).
En una carta explicaba a un confundido, la diferencia entre los llamados liberales
“patriotas” y los liberales “gallina” o moncadistas. Las explicaciones no quedan re-
ducidas al ámbito nacional porque también les hablaba sobre América Latina, la
Revolución Mexicana y las luchas de los trabajadores en otros países –incluso figura
el anti–clericalismo, como se discute posteriormente. Asumió el papel de mentor
político de aquellos soldados sencillos que llegaron a venerarlo en un sentido místico
porque, en alguna medida, pudo transformar la cosmovisión segoviana de aquellos
hombres, mujeres y comunidades para crear una nueva conciencia que ni las balas ni
la muerte de Sandino pudieron totalmente destruir.
El impacto entre sus seguidores fue descrita por el combatiente Francisco Abe-
lardo López: “La tropa lo atendía, le escuchaba cuando él hablaba, y él era muy no-
ble. A mí me extraña que algunos deformen su personalidad, cuando dicen que él era
inculto, y no, el General Sandino era culto en su procedimiento. Conservo muchas
palabras yo, que en ese tiempo y de poca cultura... Por ejemplo esas palabra para mí
eran grandes y desde ese entonces se me quedaron: patriotismo, heroísmo, dignidad,
soberanía, y otras”18.
Hace falta mayor investigación sobre la realidad cultural, social y económica de
las Segovias para comprender de forma cabal aquella causa sandinista. Sin embargo,
tampoco hay que sobredimensionar las interpretaciones “culturalistas” y “localistas”
para colocar, como quisieron algunos, a Sandino como otra figura caudillesca en la
historia de la región. Algunos de los métodos de guerra y violencia sin duda mues-
tran una triste continuidad histórica –y quienes se acercaron a las filas de Sandino no
siempre llegaron (o permanecieron) con las manos inmaculadas. De por medio el
asunto de la subsistencia y el “cobro” en café o pieles vendidos en Amapala o Danlí
a cambio de provisiones y municiones, y el oro llevado directamente hasta Choluteca
vendido a un comerciante alemán amigo y políticamente y empresarialmente bien
contactado con las autoridades. Somoza tituló su libro “El verdadero Sandino o el
calvario de las Segovias” pero la realidad del calvario de la región no es equivalente
al verdadero Sandino sino a dos siglos de historia y cultura con antecedentes y con
secuelas sentidas hasta la fecha.
Porque a pesar de la continuidad en la violencia social segoviana, no es posible
negar las amplias evidencias de rupturas cualitativas en algunas prácticas, producto
de un nuevo tipo y contenido de liderazgo y de conciencia. Los propietarios con-
servadores siguieron siendo el blanco preferido de las tropas sandinistas. Pero en
asunto de meses privó la reacción a la violencia atroz practicada por los marines. A la
193

vez, va surgiendo un ideario y una motivación colectiva sin precedentes en la histo-


ria local: lo que Grossman llama la formación de la “conciencia sandinista”, aquella
amalgama de tradiciones y creencias locales que hicieron de Sandino un líder y un
maestro venerado. Sandino no fue otro “capitán de cañada” como lo quiso hacer
creer los norteamericanos, la élite liberal moncadista y periodística de Managua, y
luego el mismo Somoza García.
Transformar a un contingente de desarrapados obreros, campesinos y artesa-
nos, en una fuerza militar, no fue poca cosa, sobre todo al tomar en cuenta que ni
su jefe contaba con preparación militar. La transformación también fue cultural,
comenzando con las disposiciones con respecto a las mujeres, o la toma de licor:
“Se prohíbe tomar licor, y el que lo haga, yo lo recibiré como un desprecio a nuestra
patria”, comunica Sandino el 27 de julio de 1927 a los jefes de compañía Sánchez y
Quesada dentro de los preparativos para atacar Ocotal. Ya el asunto del licor había
llevado a la separación del General José León Díaz, en marzo del mismo año. En tan
poco tiempo y a partir de su educación anarcosindicalista y experiencia sindical en
México, Sandino establecía normas que velaban no sólo por el orden y la disciplina,
sino que también por la imagen y sentir propio de sus combatientes y lo que signi-
ficaba servir a la patria, y a comportarse, hasta donde fuera humanamente posible,
como un nuevo tipo de contingente armado, distinto a cualquier otro: el ejército
loco de voluntad de sacrificio, como le llamara Gabriela Mistral.
Hay rasgos caudillescos, pero no es el caudillo que concedía permiso para matar
libremente a civiles adversos y violar las mujeres. Por supuesto que no todos los que
siguieron a Sandino fueron ángeles, y no faltaron quienes traicionaron la causa con
su indisciplina y sus excesos, pero “hueviaditas” aparte, el castigo fue seguro. Al fin
y al cabo, la resistencia sandinista a la presencia norteamericana debía ser, a todas
luces, como Sandino mismo, algo muy superior a lo normal. Podían sufrir reveses
militares en El Jícaro o en Ocotal, pero lo importante era seguir avanzando moral-
mente llenos de convicción.

Liberal y libertario
Sandino se incorporó a una contienda militar en desarrollo al lado de los libera-
les. Desde ese momento y hasta la firma del pacto del Espino Negro, es más legalista
que social, todavía inscrito dentro de las paralelas históricas y entonces como defen-
sor de los derechos constitucionales del Partido Liberal en general y de Juan Bautista
Sacasa en particular, atropellados vulgarmente por los conservadores. En la teoría
en general, y en el pensamiento particular de Sandino, liberalismo deviene de liberta-
do– la libertad como derecho consustancial de la persona y la liberación y autonomía
como el proceso y mecanismos que encaminan hacia aquella meta. La libertad para
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los individuos ejercida colectivamente en un determinado contexto social y nacional,


como parte de la libertad de los pueblos dentro de un contexto internacional. Con
el tiempo llegaría a la conclusión de que libertad y liberalismo no eran sinónimos, y
que la libertad en las leyes resultaba falsa si no existía una aplicación estructural en
la economía de la sociedad. Liberalismo sin liberación significaba libertad burguesa
y liberalización económica a favor del capital y del individualismo grosero.
Augusto, cometió la imprudencia de expresar honestamente a José María Mon-
cada, entonces todavía Ministro de Defensa de los constitucionalistas pero ya as-
pirante presidencial, su posición en relación a los derechos sociales, en términos
incluso más radicales que los expresados meses antes a los mineros. Moncada salió
espeluznado de aquella primera conversación figurando entre los pocos políticos ca-
paces de percatarse del radicalismo político de Sandino. “Tenía ideas muy diferentes
a los demás y de las mías”, recordó Moncada a partir de su primer encuentro con
Sandino en Prinzapolka a finales de diciembre de 1926. “Presentó un memorial [se-
guramente el mismo que Sandino preparara en Cerro Azul, México]. Lo leí delante
de él. Hablaba de la necesidad de la guerra de los trabajadores contra los ricos, de
que estos detentaban la propiedad y de otras cosas que son el lenguaje del comunis-
mo. Razones tuve, consiguientemente, para negarle las armas... de modo que entre
Sandino y yo había la diferencia de sus instintos y de su desconocimiento del poder
de Estados Unidos, de sus exaltaciones y fanatismo”.
Moncada ya había observado con evidente disgusto el estandarte rojo y negro
adoptado por Sandino, que ciertamente poco tenía que ver con el liberalismo clásico
–la bandera de la resistencia social de los trabajadores. Dos meses antes había insis-
tido a Sandino en que se deshiciera del emblema importado de México. “Cuando
ordenaba Sandino su caballería, el autor [Moncada] vio una bandera roja, con una
cinta negra en el centro y una cruz y una calavera entrelazadas. El guerrillero fue lla-
mado, se le ordenó que destruyera esa bandera. Balbuceando dijo que era su insignia,
la bandera rojinegra, en la cual creía como símbolo de las ideas que profesaba. Una
lágrima corrió por su mejilla. Pero la orden fue cumplida”.
Somoza luego puso en boca de Moncada en 1928 una versión distinta. Según
él, Moncada dijo: “Sandino me entregó al propio tiempo un memorial escrito por él
con respecto a sus ideas, el cual terminaba así “LA PROPIEDAD ES UN ROBO”
[Sic]. Naturalmente eso me dio la norma del hombre que era Sandino y me negué a
darle armas... [meses después en Occidente] Observé que los soldados de Sandino
iban con divisas rojinegras, y con cruz y calaveras en las divisas y banderas, y enton-
ces, les ordené que se quitaran tal divisa. Nuestros enemigos, les dije, están tratando
de desacreditarnos, llamándonos bolcheviques, y no debemos dar oportunidad de
que eso se crea que es cierto, ni de que nos pongamos en ridículo ni mucho menos
de que vayamos a la capital con esas divisas.
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–Ni yo ni mi gente queremos quitarnos estas divisas –contestó Sandino.


–Pero yo sí quiero –le respondí.
Sandino lloró al ordenar que sus soldados se quitaran las divisas rojinegras con
calaveras. Dijo que esa divisa era el emblema o lema de su vida. Las ideas de Sandino
son algo más que socialistas... en México, según parece, se puso en contacto con
elementos ácratas”19.
El análisis de Moncada no fue totalmente desacertado. Seguramente fue un factor
que pesó en la decisión de negarle a Sandino las armas que necesitaba para su contin-
gente, iniciando así una hostilidad que habría para siempre de marcar la relación entre
ambos. Sandino no renegaba de su liberalismo, pero por más que quiso, no pudo
convencer a la mayoría de los liberales nicaragüenses de que Moncada anteponía sus
intereses personales a los del genuino Partido Liberal. Insistió hasta el final en que la
ética libertaria expresada en el amor al pueblo como nación, fuera vista como aspira-
ción utópica en el mejor sentido de la palabra, como objetivo, y no desde la perspec-
tiva cínica de Moncada: “no hombre, cómo se va a sacrificar usted por el pueblo...”.
Tras la firma del pacto de Moncada con los Estados Unidos, Sandino se sintió
ofendido y traicionado en lo personal y lo político. Ilusamente mantuvo su creencia
que los verdaderos liberales de corazón y de sentimiento patrióticos desertarían a
Moncada.
Todavía consideraba que el liberalismo nicaragüense, a diferencia de los con-
servadores, tenía un papel que jugar en el rescate de la autonomía de Nicaragua. El
General también debía reflejar y respetar el sentir anticonservador de la mayoría de
los integrantes del EDSNN, muchos de ellos y sus familias víctimas de las bandas
conservadoras. “La revolución liberal está en pie”, es decir, la guerra realizada por
los constitucionalistas liberales que tampoco son “analfabetas” para vender sus rifles
y “satisfacer la ambición de Moncada… Nadie lo autorizó [a Moncada] a que aban-
donara las filas de la revolución para que celebrara tratados secretos con el enemigo,
mayormente con los invasores de mi Patria. Su jerarquía le obligaba a morir como
hombre antes que aceptar la humillación de su Patria, de su Partido y de sus correli-
gionarios. ¡Crímenes imperdonables...”, denuncia Sandino.
En el Manifiesto indica que: “En las filas del liberalismo hay hombres cons-
cientes que saben interpretar los deberes que impone el honor militar, así como el
decoro nacional, supuesto que el Ejército es la base fundamental en que descansa la
honra de la Patria”, por lo que “yo juzgo a Moncada ante la Historia y ante la Patria
como un desertor de nuestras filas, con el agravante de haberse pasado al enemi-
go”. Sandino dice “yo” porque dice estar en derecho de representar a la nación y el
liberalismo ofendido, pero subraya también muy personal con que se recibe aquella
ofensa. Pero dice “nuestras” porque todavía retiene un afecto por el liberalismo trai-
cionado por Moncada20.
196

La relación de Sandino con las fuerzas liberales fue ambigua por razones tácticas
porque a la vez se percibe un proceso de distanciamiento en tanto fueron pocos los
liberales de las ciudades que le apoyaron. No rompe con el liberalismo en general,
sino con el Partido Liberal vinculado a la intervención y elección de Moncada. “La
revolución liberal está en pie”, dice en la primera versión y omite en la segunda,
“para mí y mis compañeros de armas que no han traicionado, que no han claudicado
y que no han vendido sus rifles...”.
Sandino escribe a un Doctor Castillo exigiéndole escoger entre las tres clases
políticas que Sandino piensa han quedado a “los hombres de Nicaragua” (la mascu-
linización de la contienda y la retórica nunca faltó). Primero, los Liberales “purita-
nos y de honor”; segundo, los Liberales “gallina (o eunucos)”; o tercero, los “vende
patria, o sea, los conservadores”. Posteriormente, especifica que los conservadores
quedaban descalificados desde un principio. Semanas antes de la proclama de San
Albino, Sandino visualiza, en carta a un amigo, la transición en su contienda de gue-
rra anti–conservadora a guerra anti–norteamericana. En carta a Arnoldo Ramírez,
explica: “Hoy comienza para mí una nueva era, pues, a la cabeza del glorioso ejército
que encabecé para batir a los conservadores. Con ese ejército que en lo sucesivo, se
llamará las fieras de la montaña, con ese ejército batiré en guerra abierta a los inva-
sores de mi patria sin importarme la grandeza ni el número de ellos [sic]”21.
Sin embargo, por razones tácticas, Sandino busca evitar que liberales y conser-
vadores en su totalidad se plieguen a las fuerzas interventoras, preservando la ilusión
que una buena parte de los liberales le seguirían política o militarmente. En un Mani-
fiesto al Pueblo Nicaragüense del 26 de agosto de 1927, Sandino aduce la existencia
de “liberales puritanos y de honor” que ni reconocieron a Adolfo Díaz ni se unieron
a los Estados Unidos. Presumiblemente, el mismo Sandino forma parte de aquel
contingente e insiste que la división entre los liberales que no debe permitir que los
conservadores triunfaran en las elecciones de 1928. “Nosotros permaneceremos en
armas mientras el gobierno sea conservador, y entregaremos las armas solamente a
un gobierno liberal, aun cuando no seamos partidarios de él, y después buscaremos
en el camp de la lucha civil, al verdadero patriota que pueda dar nuevas orientaciones
a los asuntos de nuestra afligida madre, Nicaragua”. El referido patriota nunca apa-
reció y en el momento que Moncada es designado como candidato a la presidencia,
Sandino debe romper con el compromiso anterior ya que bajo ningún punto de vista
estaba dispuesto a entregar las armas a un hombre que tanto despreciaba22.
En el acta de adhesión al EDSNN del 2 de septiembre los conservadores quedan
por definición, porque establece que “La Institución Militar de los Defensores del
Derecho Nacional de Nicaragua se compone de Liberales voluntarios nicaragüenses
y de Latinoamericanos... no forman una acción partidarista que con su actitud trate
de la división del Partido Liberal... se concreta a la defensa a nuestra Soberanía y al
197

mantenimiento de los derechos del Partido liberal, los cuales fueron violados por el
tránsfuga y traidor José María Moncada”. Pero en ese mismo documento, Sandino
rechaza el partidarismo en general al establecer claramente “Nicaragua no debe ser
patrimonio de determinado grupo o Partido”. Sandino busca reflejar y respetar la
tradición liberal de una mayoría de los sandinistas –entre quienes probablemente
pesó más el odio hacia los “cachurecos”– y compaginarlas con los postulados más
clasistas de la mayoría de los extranjeros que acudieron a su llamado y no siempre
pudieron entender la afinidad del EDSNN con el liberalismo.
Lo que fue quedando claro es que ninguna fuerza partidaria tradicional esta-
ba dispuesta a enfrentar la intervención norteamericana. Irónicamente, el análisis
que hace Sandino del mapa político nicaragüense, coincidió en buena medida con
el realizado por algunos analistas norteamericanos independientes: “la supervisión
electoral está disminuyendo la capacidad de Nicaragua de auto–gobernarse. Postula-
mos que en vez de fomentar un espíritu de autosuficiencia e independencia entre los
líderes políticos, la supervisión electora con su política pasada de vetar candidatos
presidenciables, ha inculcado en los líderes nicaragüenses un espíritu que raya en lo
servil hacia los Estados Unidos. En Nicaragua los líderes políticos compiten para
mejor alabar a los Estados Unidos y en ofrecer mayor control americano sobre el
país”23.
La relación de Sandino con las fuerzas liberales fue ambigua por razones tácticas
porque a la vez se percibe un proceso de distanciamiento en tanto fueron pocos los
liberales de las ciudades que le apoyaron. No rompió con el liberalismo en general,
sino con el Partido Liberal vinculado a la intervención y elección de Moncada. “La
revolución liberal está en pie”, dijo en la primera versión y omite en la segunda,
“para mí y mis compañeros de armas que no han traicionado, que no han claudicado
y que no han vendido sus rifles...”.

¡Dejá de pelear, hombre, que eso es guanacada!


Aunque Augusto no siempre lo precisa claramente, hay dos etapas en su lucha:
la constitucionalista y la antiimperialista. El fin de una y el inicio de la segunda lo
marca, en términos generales, la firma del Espino Negro, cuando Moncada acepta
los términos de Stimson. Es por supuesto el mismo General quien, como hemos
visto, desde su tiempo en México, ya desconfiaba de los norteamericanos, aunque
bien fue capaz de trabajar esmeradamente para patrones y compañías norteamerica-
nas. Asimismo, en sus comunicaciones indicaba que continuaba formando parte de
la familia liberal ofendida por lo que su columna seguía, dijo, siendo un contingente
del verdadero al Ejército Constitucionalista. Sostuvo incluso reuniones respetuosas
con autoridades militares norteamericanas durante esa etapa. Pero el apego a la cau-
198

sa “constitucionalista” se hacía imposible en tanto el siempre pusilánime Juan Bau-


tista Sacasa regresaba al país con la toma de posesión de Moncada para aceptar el
codiciado nombramiento como Enviado Plenipotenciario y Enviado Extraordinario
del gobierno de Moncada ante el gobierno de Estados Unidos.
Sandino se abstuvo de criticar a Sacasa recordando que había sido este último, y
no Moncada, quien le había entregado armas en Puerto Cabezas. Armado por aquel
gobierno de Puerto Cabeza, el General Sandino se consideró obligado a acatar las
órdenes superiores haciendo sin embargo reservas con respecto a las órdenes del
entonces General Moncada, quien tampoco gozaba de la confianza del gobierno
constitucional. Afortunadamente para Sandino, el gobierno de Sacasa no aceptó lo
convenido entre Adolfo Díaz, Moncada y Stimson, considerando el acuerdo del Es-
pino Negro como un acto de traición a la nación y al liberalismo constitucionalista.
Al ser elegido Moncada y al aceptar Sacasa el nombramiento en Washington se des-
vanecía la causa constitucionalista. Desde las páginas del diario La Tribuna, Salomón
de la Selva –otro desilusionado pero (a diferencia de Sandino) también resignado –re-
comendaba entonces al Dr. Sacasa “con la amabilidad y campechanería que lo distin-
guen”, le dijera a Sandino que abriera los ojos a la nueva realidad: “Hombré, Augustó,
sos un exaltado que no entendés las cosas. Ya no valía la pena que se me defendiera
como lo ha hecho, y sólo me has puesto en un aprieto de mil diablos. ¡Siempre me
pasa eso! Moncada me hizo hacer el papel más ridículo del mundo en Puerto Cabe-
zas, donde me quedé sin pito que tocar; y ahora vos me vas a dar la gran fregada en
Washington si seguís defendiendo mi sacrosanta causa. ¡Dejá de pelear, hombre, que
eso es guanacada!”. Finaliza diciendo de la Selva que “si eso hace el doctor Sacasa,
quizá no haya necesidad de que vayan unos centenares de pobres nicas a que los haga
triza mi General Sandino”24.
En reportajes y entrevistas posteriores, Sandino quiso dar la impresión que su
lucha, desde un inicio, fue contra la presencia de tropas norteamericanas. Pero su
pensamiento y accionar no fue tan lineal: el punto de inflexión fue la firma del Pacto
en mayo de 1927. En otro momento aclara que con un sentido de satisfacción que
“los últimos disparos de aquella guerra constitucionalista fueron hechos por mi ca-
ballería”. Entraba a una nueva etapa tanto política como militar, pero marcada con
elementos de continuidad de lo que él consideró la gesta antiimperialista de Benja-
mín Zeledón.
Cabe recordar que, previo al pacto Moncada-Stimson, las fuerzas interventoras
pretendieron ser neutrales ante la contienda liberoconservadora, por lo que Sandino,
todavía bajo órdenes de Moncada, se abstuvo de hostigar a las unidades militares
norteamericanas ya que ello invariablemente fortalecería a los conservadores. Toda-
vía, por ejemplo, en abril de 1927, Sandino recibió cortésmente la visita un grupo de
marines bajo el mando del mayor M. S. Berry. Según el informe de Berry, Sandino
199

observó que los caballos de los norteamericanos mostraban fatiga, por lo que ofreció
a aquel contingente de 7 militares que tomaran cualquiera de las bestias del contin-
gente liberal, incluso la del mismo Sandino. Berry declinó aquella oferta pero reportó
que Sandino se mostró amistoso en esa ocasión, que Sandino decía contar con un
contingente de 3000 hombres. El oficial norteamericano informó que sólo había vis-
to aproximadamente “300 hombres bien montados, bien equipados y bien calzados.
Son de lo mejor que he visto en Nicaragua y todos tendrían espíritu de lucha”.
Berry no dudó que se entrevistaba con un contingente y un líder liberal. Su furia
todavía está más dirigida contra Moncada que contra los norteamericanos; decía lu-
char por los “derechos constitucionales” del Dr. Sacasa. Pero a los pocos días, con la
firma del pacto Moncada-Stimson, la situación cambió radicalmente: la mayor parte
de aquella tropa abandonó a Sandino en el momento que este anunció su decisión
de mantenerse en armas y luchar contra las tropas norteamericanas. Pero también
dice que “la revolución liberal permanece en pie” aunque ya no en la misma forma
toda vez que la jefatura liberal (Sacasa y Moncada) había cedido a la imposición nor-
teamericana respondiendo a la fatal decisión del enviado norteamericano Henry S.
Stimson de dejar a Adolfo Díaz en la presidencia.
Se puede especular cuál hubiera sido el curso de la historia si Stimson hubiera
ungido a Sacasa y no a Díaz. Sandino cayó en cuenta que se abría otro capítulo en su
vida militar y las consecuencias eran imprevisibles. La aviación marina había entrado
en acción en abril al atacar Chinandega. Aunque la destrucción de aquella ciudad no
fue enteramente el resultado de las operaciones aéreas (los pilotos insistieron que
las descargas se hacían para “efectos de moral”), el mundo no les creyó, sobre todo
cuando los reportajes fueron acompañados por fotografías de cuerpos desmembra-
dos y quemados aparecidos entre las ruinas. El oficial a cargo de aquella operación,
el mayor Carter, fue despachado poco tiempo después.
El sentimiento anti–norteamericano no aparece de la nada. Aun antes del levan-
tamiento de Sandino las poblaciones de León y Chinandega repudiaron la presen-
cia de los marines en las calles. Broncas, escándalos, disparos, vejaciones a mujeres
incluyendo invitaciones a matrimonio por parte de marines ya casados, cuentas sin
pagar, racismo y prepotencia. Se dieron los primeros muertos norteamericanos y el
16 de mayo de 1927 se recibieron nuevos reportes de disparos en esas ciudades con-
tra los soldados estadounidenses. El General “Cabuya” fue responsabilizado de los
hechos, no obstante alguna evidencia que los culpables era conservadores. La noche
del 26 de mayo el capitán Richards de los marines entró violentamente a la casa de
“Cabuya” y lo fulminó; la compañera de “Cabuya” –Concepción Alday– se lanzó
con un machete contra los marines y también fue ultimada25.
Pero a diferencia de Sandino, “Cabuya” y otros contingentes de fuerzas libe-
rales no entraron en rebelión abierta contra los estadounidenses. Sandino no pudo
200

ser persuadido, como hemos visto, por el General Feland, ni por su propia familia
de deponer las armas. Algún cauce exigía, sobre todo en el norte, aquel sentimiento
anti-Marines. Sandino perdía el apoyo de las estructuras del partido liberal, se gana-
ba la enemistad de los norteamericanos, pero algunos leoneses tomaron nota de la
nueva rebelión.
Irónicamente, la “traición” de Moncada y la ambivalencia de los liberales em-
pujaron a Sandino hacia posiciones más radicales y antiimperialistas, vinculando a
los Estados Unidos con segmentos traidores de la élite criolla. Aquella transición
paulatina quedó reflejada en el nombre cambiante que Sandino le dio a su grupo de
expedicionarios. En septiembre de 1927 todavía eran “La institución Militar de los
Defensores del Derecho Nacional de Nicaragua” compuesta de “liberales volunta-
rios nicaragüenses y de latinoamericanos que deseen unirse a nuestro Ejército, dis-
puestos a defender con su sangre la libertad de Nicaragua”. La inclusión de latinoa-
mericanos ya evidentemente rompe con la pauta anterior, pero el énfasis se coloca
en el “derecho nacional” de Nicaragua presumiblemente violado por Moncada y los
vendepatria. Posteriormente, hacia finales del mismo año, introdujo el elemento de
la soberanía frente al invasor quedando constituido el “Ejército Defensor de la So-
beranía Nacional de Nicaragua” (EDSNN). El 17 de julio de 1927 atacaron Ocotal:
Rufo Marín, revólver en mano llegó hasta el frente del cuartel de los marines y dejó
clavada la bandera rojinegra antes de caer fulminado26.

El “Manifiesto de San Albino”


“Fue en el Mineral de San Albino, Nueva Segovia, Nicaragua, Centro América,
cuando aún nadie sospechaba la sorpresa que Nicaragua proporcionaría al mundo,
que marqué el derrotero de nuestra idealidad, a la que hemos sido y permanecere-
mos fieles, mientras nuestro corazón palpite, habiendo escrito con el mismo ardor y
entusiasmo que lo hemos hecho en todo lo que en nuestra lucha se conoce, este pri-
mer Manifiesto”. Es en el llamado Manifiesto de San Albino (Sandino sólo lo titula
Manifiesto Político) del 1 de julio de 1927, que Sandino, por vez primera, expuso los
ideales y motivos que explican su lucha y compromiso, y que en efecto no variarían
en lo esencial a lo largo de su contienda constituyendo la mejor síntesis del pensa-
miento de Sandino. El General dice haber marcado en el Manifiesto “el derrotero
de nuestra idealidad” –la argumentación, su secuencia, el lenguaje y las metáforas
revelan su maduración y estilo.
Se trata de su primera declaración ideológica y brilla por la transparencia con que
expone su pensar, lo cual no siempre se evidencia tan directamente en manifiestos
posteriores. Para comenzar, se dirige no simplemente a los liberales sino a los “nica-
ragüenses, centroamericanos y a la Raza Indohispana”, ubicando desde un principio
201

la dimensión histórica de su
lucha. Lo articula de mane-
ra cuidadosa, enfatizando su
identificación con el unio-
nismo centroamericano y el
ideario de la intelectualidad
latinoamericanista, pero a la
vez atribuyendo un carácter
popular a los mismos. Que-
dan plasmados los mensajes
de raza, espiritualidad, cla-
se y unidad continental que
sintetizan lo asimilado de su
Mina San Albino, Nueva Segovia, Nicaragua estadía en México.
Como consecuencia de aquella formación, Sandino ahora estaba en la capaci-
dad de desarrollar conceptos que no fueron simples repeticiones de lo escuchado en
México –nociones propias de autonomía y soberanía, de patria y libertad, opresores
y oprimidos, sociedad–nación, e imperio, espiritualidad y materia, recurriendo a ad-
jetivos propios de la época, invitando a un nuevo entendimiento de la lucha social
y nacional. Se dirige a una audiencia cada vez más amplia, trascendiendo así las
paralelas históricas particulares de Nicaragua. Los sujetos principales son su misma
persona, el EDSNN y el carácter de la lucha a partir de la ruptura con Moncada.
Invariablemente, se impone la dimensión militar: el Ejército es más que un contin-
gente militar, es también una idea con contenido organizativo y social que incluye,
desde un principio, el nombramiento de civiles y militares, y la conformación de una
base social de apoyo.
“Soy trabajador de la ciudad, artesano como se dice en este país”, comienza,
indicando quién es él y de dónde procede, y por qué esas circunstancias le obligan a
luchar y le conceden el derecho de representar causas mayores. Hace hincapié con
orgullo en su condición de trabajador, su extracción social y lo que consideró su et-
nia –todo lo cual es motivo no de resentimiento sino de dignidad. Busca adecuarse
a la realidad nicaragüense, por ejemplo, al describirse como “artesano”, decidiendo
conscientemente no utilizar la palabra “proletario”, conociendo perfectamente cuál
es la diferencia. Hay dos versiones del Manifiesto Político del 1 de julio de 1927 con
ligeras pero importantes diferencias que ameritan compararse para ahondar en el
pensamiento y posicionamiento de Sandino. En una dice “soy trabajador de la ciu-
dad, artesano como se dice en este país”, y en otra dice simplemente “soy artesano”.
En la primera versión afirma su pertenencia a una clase social, y en la segunda utiliza
la nomenclatura que mejor se entendía y aplicaba en Nicaragua27.
202

Curiosamente, la designación de artesano llegó a ser peyorativa en el léxico co-


munista, en tanto que la inevitable tendencia “proletarizante” todavía no alcanzaba,
en diversos contextos históricos, a los artesanos considerados a la postre por los mar-
xistas ortodoxos como individualistas y pasto de campo para el anarquismo con su
“desmedido” énfasis en la libertad de la persona. En más de una ocasión, los funda-
dores del Partido Comunista en México se quejaron de la clase trabajadora mexicana
por su pronunciada identificación con el anarquismo, aun cuando algunos de los fun-
dadores de aquel partido fueran iniciados en el anarcosindicalismo. Todas esas ideas,
junto al esoterismo masónico–espiritista, forman parte del estado de conciencia de
Sandino –su lucha por la libertad social y nacional de Nicaragua es parte de una lucha
universal. Y todas esas claves aparecen en el Manifiesto de San Albino.
Además, este escrito denota un nivel de conciencia de clase que va más allá del
que históricamente acompaña el estatus de artesano, y precisamente esa condición
de trabajador la vincula a ideales “en un amplio horizonte de internacionalismo en
el derecho de ser libre y de exigir justicia, –el subrayado en el texto lo hace Sandino
–aunque para alcanzar ese estado de perfección sea necesario derramar la propia y
la ajena sangre”.
Lo propiamente radical es la identificación universalista que hace entre su na-
cionalismo con el “internacionalismo”, colocando la lucha nicaragüense en el marco
internacional y el de principios universales de lucha, lo que llama el derecho de ser
libre y de exigir justicia, aunque para alcanzarla sea necesario constituirla a base de
sangre. Enormes coincidencias con el discurso y expresiones de Ricardo Flores Ma-
gón, el héroe anarquista de la clase trabajadora mexicana, al recoger claramente la
centralidad de la condición de libertad como base para la construcción de justicia,
y la disposición de utilizar la violencia y entregar la vida si fuera necesaria para lo-
grarla. Sandino sin embargo agrega elementos no magonistas como el patriotismo
y el laborismo ambas derivadas de su admiración a la política oficial mexicana y la
Constitución de 1917. Son también propuestas que Sandino concretiza y propone a
Moncada a finales de 1928 demandando la ampliación de los derechos sociales, fun-
dados en principios de justicia pero también de libertad soberana. Pero no se queda
en el plano “reformista” porque también llegaría posteriormente a proponer nuevos
modos de producción económica y relaciones sociales mediante la introducción de
un régimen de cooperativas en las que primara la “ayuda mutua” y no las relaciones
de mercado o el dominio del gran capitalista –obviamente esto no figuró en aquella
propuesta a Moncada.
No es entonces el nacionalismo de las naciones europeas que les llevara a la
guerra en 1914 ni el de Estados Unidos lleno de nociones conservadoras, racistas y
misioneras que impulsaron su expansión imperial. Ni es el nacionalismo estrecho de
203

algunos arielistas e hispanistas aristocráticos que propugnaran un chovinismo pesi-


mista y defensivo. El nacionalismo de Sandino es el nacionalismo de los pueblos co-
lonizados incluyendo aquellos nominalmente independientes. Un nacionalismo inter-
nacionalista que llevado a su conclusión lógica en el contexto anti–colonial se tornaba
revolucionario y hasta socialista para llevar la liberación a sus consecuencias lógicas
–hasta “el final”, según Sandino agotando lo social (“sólo los obreros y campesinos”)
vista también como el cumplimiento del destino de la nación, tal como proponía
Vasconcelos. Flores Magón, por el contrario, insistió en la centralidad de la libertad
y la justicia viéndoles como asunto no de países sino de humanos y clases sociales: la
perfectibilidad humana (también un precepto masónico). Para Sandino, como para
los anarcosindicalistas, hijos a su vez de la tradición liberal radical jacobina europea, el
poder de la persona está en estrecha relación con el grado de libertad y conocimiento
que vaya alcanzando en la vida. Sandino sin embargo da otro paso, al colocar a la
nación (y el continente) en el mismo plano de búsqueda de autonomía, de liberación,
para hacer efectivo lo que pueda y quiera hacer, sobre todo en el plano social. Sandino
ya da cuerpo al concepto de liberación que forma la médula de su pensamiento.
En el “Manifiesto”, como en la mente de Sandino, hay tensión creativa entre el
sentir nacional y el sentir social. Lo que les une es el común denominador de ser su-
jetos de opresión e injusticia. Ya en México había aprendido que la nación se expresa
no sólo a través de gobiernos sino también de pueblos. Formar parte de los sectores
sociales marginados conllevaba ahora, en el contexto del nacionalismo mexicano, un
sentido de responsabilidad y de afirmación positiva. Para Sandino, tan orgulloso de
ser nicaragüense como de ser “plebeyo”.
En una carta a Berta Munguía, Secretaria del Grupo Solidario al movimiento
obrero en León, Sandino expone que “los jefes y oficiales de mis guerrillas, en su
mayoría son artesanos y obreros de todo el país”. En su mente y en el EDSNN,
la condición social y la condición patriótica van de la mano. No teme que los “oli-
garcas” le llamen “plebeyo”. Ama a su patria como a su condición social, y ambas
imponen trascender la nacionalidad estrecha. “No importa: mi mayor honra es sur-
gir del seno de los oprimidos, que son el alma y el nervio de la raza, los que hemos
vivido postergados y a merced de los desvergonzados sicarios que ayudaron a incu-
bar el delito de alta traición”. Más que una categoría racial o genética, la “raza” se
compone –al menos en alma y nervio, cuando no numéricamente– de los oprimidos
pero también adquiriendo un sentido no excluyente, lo cual complementa el llamado
policlasista y patriótico de Sandino28.
Pero luego Sandino fulmina contra los regímenes conservadores “que hirieron
el corazón libre de la Patria” dejando anulado “su derecho de su nacionalidad, pues
ellos arrancaron del asta la bandera que nos cubría a todos los nicaragüenses... hoy
204

esa bandera ondea perezosa y humillada por la ingratitud e indiferencia de sus hijos
que no hacen un esfuerzo sobrehumano para libertarla de las garras de la monstruosa
águila de pico encorvado que se alimenta con la sangre de este pueblo, mientras en
el Campo Marte de Managua flota la bandera que representa el asesinato de pueblos
débiles y enemiga de nuestra raza e idioma...”.
Pasa entonces a explicar la contradicción entre Pueblo e Imperio, que es bastante
más que una contienda de Nicaragua contra Estados Unidos. Para Sandino el pueblo
lo constituye, en lo fundamental, lo indígena y lo mestizo, con lo cual se siente en
derecho de hablar por él, y a partir de su lucha hablar también en nombre de los pue-
blos del continente. Recoge la idea central de los arielistas y el nacionalismo cultural
mexicano que argumentaba que América Latina requería anteponer su propia esencia
racial y espiritual al espíritu anglosajón materialista. Como se explica posteriormente,
introduce el término “indohispano”: el concepto es inédito –no es el Indoamérica
de Raúl Haya de la Torre, ni el Indosocialismo de José Carlos Mariátegui–, pero la
esencia de su sentido responde al momento que vive la región. Como explica Torres
Rojo, “el vocablo indigenismo emerge como el concepto político capaz de traducir
la experiencia de los estados indoamericanos en acción revolucionaria continental, y,
por ello también, en cierta forma, en horizonte de expectativa universal”.
“Soy nicaragüense y me siento orgulloso porque en mis venas circula, más que
todo, la sangre india, que por atavismo encierra el misterio de ser patriota, leal y since-
ra”. La palabra sincera recurre una y otra vez en los escritos de Sandino, apareciendo
tempranamente en sus cartas a su novia y familiares. Una insistencia en la franqueza
y la honestidad que figuró entre sus más nobles características, pero que a veces lo
metió también en problemas. Lo nuevo no es el mestizaje, sino poner el acento en
el componente “más que todo” indio: aunque la tez de Sandino es más cobriza que
blanca (“yo soy un indio blanco”, decía en México), la referencia a “raza” es esencial-
mente cultural, recogiendo la afirmación mexicana que lo identifica con lo popular.
Una afirmación más política que biológica, reflejando el sentir de la época que trata
de identificar las bases para una mayor unidad latinoamericana, comenzando con el
idioma y lo indígena. Pero una condición biológica–cultural que debe ser también
política, como en efecto lo propone años después, el 20 de marzo de 1929 en el “Plan
de Realización del Supremo Sueño de Bolivar”, en que Sandino expresa la obligación
“racial” de actuar de manera consecuente en defensa de la autonomía de uno y todos
los Estados y pueblos indohispanos. La unidad o, al menos en una etapa inicial, la
alianza “para mantener incólume esa independencia a las pretensiones del imperialis-
mo de los Estados Unidos de Norteamérica, o frente al de cualquier otra potencia a
cuyo interés se nos pretenda someter”.
En carta al liberal Arnoldo Ramírez, en Ocotal, Sandino con su peculiar orto-
grafía, ensayó las ideas y formulaciones que luego aparecen en el Manifiesto de San
205

Albino: “Soy Nicaragüense y me siento orgulloso en serlo... Y siempre surgen de la


clase del pueblo, mayormente en la raza Indo Hispano y tenga Ud. entendido que
la sangre que circula en mis venas es sangre india, la cual encierra el misterio de ser
heroica, leal y cinsera...”. [Sic]29.
Se alza en defensa de la soberanía de Nicaragua, pero su bandera no es azul y
blanca, ni la bandera partidista roja de las otras columnas liberales, sino rojinegra,
la que vincula con una resistencia que, como en México, está fundamentada en un
radicalismo social y nacional –liberar al país, pero también a los sectores desposeí-
dos que son el corazón de “la Raza”. Es aquel estandarte, y no el blanco y azul, al
que los soldados deben hacer su juramento, porque la azul y blanca está intervenida.
El Manifiesto, el primero que tiene carácter de manifiesto, explica: “Nuestra joven
Patria, esa morena tropical, debe ser la que ostenta en su cabeza el gorro frigio con
el bellísimo lema que simboliza nuestra Divisa Rojo y Negro, y no la violada por
los aventureros morfinómanos yanquis, traídos por cuatro esperpentos que dicen
haber nacido aquí en mi Patria”. Por temor a perder la pureza de la lucha de clases,
a ningún anarcosindicalista se le hubiera ocurrido poner aquel emblema de clase a
la cabeza de una lucha patriótica y nacionalista, Sandino está claro de la contrapo-
sición entre clases sociales, pero en el contexto de una lucha contra la intervención
norteamericana, dispone que al menos parte de la burguesía liberal no moncadista,
y una ínfima parte de los conservadores, pudieran todavía ser rescatables para for-
mar parte de la contienda patriótica contra el extranjero y el extranjerismo, e incluso
contra los vendepatrias30.
Aquí nuevamente compagina el radicalismo social que trae de México con el de
la realidad local segoviana y nicaragüense. ¿Cómo compaginar la lucha social con
la lucha antiintervencionista? ¿Cómo reunir ambas en una sola proclama? ¿Cómo
mejor articular un antiimperialismo que compaginara ambas luchas, dejando atrás a
los patrioteros amantes de discursos, y que fuera inteligible tanto a la magna intelec-
tualidad arielista internacional, como al campesino segoviano? Los símbolos forman
parte de la respuesta. Sandino recoge la bandera rojinegra, pero la emplea de manera
inédita: ya no sólo como emblema de resistencia, sino también como emblema an-
tiimperialista. En su mente es una sola proposición: la antiintervencionista, seguida
de la anticapitalista, sin por ello desvincular una de la otra en su pensamiento, toda
vez que en su discurso la lucha libertaria contra los Marines era también una lucha
contra quienes llamó vende-patrias.
Fue asunto ideológico pero también de estrategia, atraer al mayor número de
nicaragüenses (particularmente liberales) a su causa, teniendo el sentimiento de an-
timarines como mínima base común denominadora. Y a nivel de América Latina,
teniendo en cuenta la enorme asimetría entre sus fuerzas y la fuerza imperial, debía
206

procurar el apoyo tanto de gobiernos, intelectualidades y pueblos, apelando a la


unidad no sólo en función de la guerra desigual en Nicaragua, sino también de la
defensa de la identidad y destino independiente de la región entera. En términos rea-
les, sobreestimó la indignación y resistencia a nivel nacional, tal como lo expresara
Salomón de la Selva, pero no por ello cedió en su idealismo.
El compromiso con la clase trabajadora no se limita al continente sino que asu-
me una dimensión más amplia, una adhesión al principio socialista sobre los lazos
de unidad que unen a los trabajadores en todo el mundo: “Soy artesano, pero mi
idealismo campea en amplio horizonte de internacionalismo, lo cual representa el
derecho de ser libre y hacer justicia, aunque para alcanzarla sea necesario constituirla
a base de sangre”.
Pero no hace la separación acostumbrada de los socialistas, entre luchas sociales
y luchas nacionales: anticipa la doctrina de luchas de liberación nacional de una gene-
ración posterior. Reúne ambas en una sola proclama: “Mi espada defenderá el deco-
ro nacional, dará redención a los oprimidos”, dice en el Manifiesto con que anuncia
su lucha al mundo el 1 de julio de 1927. Días después, vuelve a insistir: “soy artesano,
mi martillo repercute en el yunque a gran distancia, y habla todos los idiomas en
materia de trabajo. No ambiciono nada, sólo deseo la redención de la clase obrera”31.
Lo extraordinario aquí es cómo Sandino se autodenomina “internacionalista”.
Esto no puede tener otra fuente que no sea el discurso de los anarcosindicalistas y,
posteriormente, del Partido Comunista Mexicano. En ambos casos, se especifica con
el calificativo de clase social, el “internacionalismo proletario”, es decir, de las alian-
zas transnacionales que todos los proletarios –“proletarios del mundo uníos” en el
Manifiesto Comunista de Marx de 1848– borrando fronteras para hacer frente al im-
perialismo y a las guerras imperialistas. Es la procedencia indudable del término, que
Sandino asimiló a partir de su educación política sindical en los campos petroleros y
la lectura de los periódicos anarquistas como Sagitario, o bien El Libertador publicado
por la Liga Antiimperialista de las Américas” (antes panamericana), vinculada al Parti-
do Comunista Mexicano; también el órgano oficial del Partido Comunista Mexicano,
El Machete (fundado en 1924 por los grandes muralistas David Alfaro Sequeira, Die-
go Rivera y Xavier Guerrero) que circulaba en Tampico, aunque con mucho menor
fuerza que Sagitario –organizaciones y publicaciones (con la excepción de este últi-
mo), que en 1928 jugaron un papel importante en la solidaridad con Sandino. Encaja
a su vez en el discurso y tradición histórica del unionismo centroamericanista.
El resto del Manifiesto refleja el ideario flotante y lecturas “arielistas” con un
fuerte énfasis en la “raza”, lo indígena y mestizo. La defensa cultural del continente
mediante la afirmación de una identidad propia, ni anglosajona ni demasiado euro-
peísta. Coincide en alguna medida con los postulados de Víctor Raúl Haya de la Torre
207

al poner el énfasis en lo “indígena” y la singularidad de la experiencia latinoamericana.


Pero “internacionalismo” es sin duda un término importado de Europa que aparecía
recurrentemente en la literatura magonista y anarcosindical para referirse a los lazos
transfronterizos entre clases oprimidas.
A partir de estas ideas, Sandino imprime un sentido propio a las nociones de
soberanía y nación. Ya no sólo la defensa de un territorio delimitado, sino el derecho
de libertad y autonomía perdida de todo un continente representado en Nicaragua,
agredido por invasores extranjeros y de una mala clase gobernante. Antes de usar el
término soberanía, Sandino habla a menudo de la autonomía, lo cual es más consisten-
te con el sentir libertario. Lo nacional va adquiriendo contenidos sociales acoplados al
indohispanismo como parte de un tejido transnacional en la que un continente en su
conjunto está llamado a defender su soberanía colectiva.
De entrada, aquel manifiesto fue dirigido “a los Nicaragüenses, a los Centroame-
ricanos y a la Raza Indohispana”. Sandino explica que su condición de nicaragüense,
centroamericano y su condición física de indohispano, con acento en lo indígena,
por un lado, y por su condición de hombre honrado que “no exige un palmo de
tierra para su sepultura” subrayan el mensaje del mestizaje tan propio de la Revolu-
ción Mexicana, como su negativa, que reiteraría una y otra vez, a acumular tierra y
propiedades para el enriquecimiento personal. Ese desprendimiento –ideológico en
el fondo y no retórico, como usualmente se interpreta– se agrega a la condición de
indohispano para concederle el derecho de hablar y de “asumir la responsabilidad
de mis actos en las cuestiones de Nicaragua y, por ende, de la América Central y de
todo el Continente de nuestra habla”. No exigir un “palmo de tierra” también es
consistente con su rechazo filosófico de la propiedad privada.
En el mismo Manifiesto aparece por vez primera la preocupación central sentida
por Sandino alrededor del tema del canal interoceánico, lo cual Sandino consideraba
como la explicación central de la intervención histórica de Estados Unidos en Nica-
ragua. No se opone al mismo ya que consideraba que el comercio mundial exigía la
construcción de otro canal. El peligro para él estaba en las implicaciones que para
Nicaragua y el mundo tendrían el hecho que Estados Unidos lograra ser dueño exclu-
sivo de esa ruta repitiéndose la triste experiencia de Panamá “pues sería tanto como
quedar a merced de las decisiones del Coloso del Norte, de quién tendría que ser
tributario”. Su propuesta alternativa fue construir el canal con inversiones latinoame-
ricanas y de otros países, limitando el papel de Estados Unidos. Al menos, la mitad de
aquella suma invertida debía representar capital latinoamericano, la otra mitad de los
demás países interesados del mundo, limitando la participación de Estados Unidos.
La idea formaría parte de sus propuestas a los gobiernos y pueblos de América Latina.
El asunto del canal incumbe a la Raza Indohispana: “La civilización exige que
se abra el Canal de Nicaragua, pero que se haga con capital de todo el mundo y no
208

sea exclusivamente de Norte América, pues por lo menos la mitad del valor de las
construcciones deberá ser con capital de la América Latina y la otra mitad de los
demás países del mundo que desean tener acciones en dicha empresa, y que los Es-
tados Unidos de Norte América sólo pueden tener los tres millones que les dieron
a los traidores Chamorro, Díaz y Cuadra Pasos...”. Pensaba también que el asunto
de la soberanía –que puede ser una soberanía compartida con América Latina– es
fundamental para que la nación nicaragüense pudiera contar ingresos tributarios
para impulsar el desarrollo del país, la construcción de ferrocarriles de costa a costa,
y efectuar programas sociales, entre ellos, uno para “educar a nuestro pueblo en el
verdadero ambiente de democracia efectiva”. La finalidad de todo ingreso debe ser
social: “Nicaragua, mi Patria, recibirá los impuestos que en derecho y justicia le co-
rresponden, con lo cual tendríamos suficientes ingresos para cruzar de ferrocarriles
todo nuestro territorio y educar a nuestro pueblo en el verdadero ambiente de de-
mocracia efectiva, y así mismo seamos respetados y no nos miren con el sangriento
desprecio que hoy sufrimos”32.
De esta manera, Sandino hace una propuesta extraordinaria partiendo de una
visión unitaria de América Latina y recogiendo advertencias históricas de Simón
Bolívar y José Martí en el sentido que la soberanía nacional debía defenderse como
parte de la soberanía de un continente. El desprecio sentido hacia una nación y un
pueblo que incapaz de defender legítimos intereses nacionales y tolerantes de la la-
bor de quienes comercian con la soberanía nacional, que es también para Sandino,
asunto de la dignidad y carácter moral para los verdaderos nicaragüenses, pero tam-
bién para el continente.

Mi principio libertario, espiritualizado


Sandino invocó el “derecho de ser libre y de hacer justicia, aunque para alcan-
zarla sea necesario constituirla a base de sangre [sic]”. Los énfasis agregados son de
Sandino y la expresión encierra la centralidad de la libertad y la justicia, la perfecti-
bilidad humana (que también es precepto masónico) y no necesariamente la opción
preferencial por la violencia, sino la reiteración de la disposición de luchar y morir
en defensa de esos principios. No ambiciono nada –escribió en julio del mismo año–
sólo deseo la redención de la clase obrera33.
En el manifiesto de San Albino no se encuentra una identificación específica
de Sandino con la ideología socialista –no emplea el concepto pero sin duda alu-
de al mismo cuando habla, en esta y otras ocasiones, de su “idealismo” y su sentir
“libertario”. Por ejemplo, sintiéndose más en familia, expresa en una carta a Berta
Munguía, representante del Grupo Solidario al Movimiento Obrero nicaragüense
en León, su sentido de clase pero siempre envuelto en un manto nacionalista. “La
209

solidaridad que tratáis de acuerpar, la cual está justificada en el mismo idealismo que
encarna mi principio libertario, espiritualizado en el grande amor a nuestra patria y
cristalizado en la redención de los obreros y artesanos nicaragüenses” (sic). Quizás
constituye la única referencia explícita que Sandino hace a la corriente ácrata socia-
lista con que se identifica. Pero incorpora también la dimensión espiritual al referirse
a la espiritualización del principio libertario que le lleva al amor patrio por un lado y
a la identificación con la causa de los obreros en el mundo por otra. Dice “pertene-
cer a la internacional de trabajadores”34.
El principio libertario es la base del pensamiento ácrata y anarcosindicalista. En
una frase ha sintetizado su pensamiento y compromiso. Utiliza la palabra redención
atribuyendo un carácter casi apocalíptico a la liberación que, a su vez, es social, material
y espiritual. En esa misma carta a Munguía, Sandino llama “correligionarios del idealis-
mo” al Grupo Solidario del Movimiento Obrero describiéndose, en efecto, como un
idealista que lucha no simplemente por la libertad de la nación sino también la libertad
de los oprimidos –y no sólo nicaragüenses– en tanto afirmó en esa carta también “per-
tenecer a la internacional de trabajadores”.
El atropello norteamericano y moncadista ofende hondamente a Sandino –una
ofensa contra su persona, su clase social y su nación. Todo forma parte de “su” dig-
nidad y decoro –su carácter de hombre “viril”– que siente está en juego por lo que
le cuesta entender, casi de manera ingenua, que otros no sintieran como él la misma
ofensa en carne propia. Cuando menos los trabajadores organizados de Nicaragua
y sus simpatizantes obreristas debía de ser los primeros en reconocer que , su espa-
da también significaba “redención para los oprimidos”. Y por ello mismo Sandino
siente que lucha por algo más grande que la nación nicaragüense, imprimiéndole
universalidad a su mensaje: “soy artesano, mi martillo repercute en el yunque a gran
distancia, y habla todos los idiomas en materia de trabajo”.
En un sentido converso, Sandino señala en otro comunicado que la ceguera de
Moncada también era el resultado de la extracción social y que por ende claudicaba
en la lucha y era incapaz de proteger al pueblo subalterno. Moncada “ignora, desco-
noce, lo que es la necesidad y el sufrimiento de la clase obrera, porque no pertenece a
esta colectividad, que tiene que abrirse el camino con el trabajo material, a puñetazo
limpio para mal comer y mal vestirse. Moncada no está autorizado para hablar como
defensor de ideales desconocidos para su ambición. Moncada ignora, porque su mio-
pía no lo deja ver, el difícil problema social de sus conciudadanos que extorsionados
y vejados, han clamado justicia que se les ha negado”35.
Sandino cierra el Manifiesto de San Albino, con un sentido de ironía. Hecha
la virtual declaración de guerra a los Estados Unidos concluye citando a uno de
próceres más grandes de aquella nación. Sandino recoge la expresión de Abraham
210

Lincoln expuesta en su Mensaje de Gettysburg: “Pues tened presente que a todos


se puede engañar con el tiempo, pero con el tiempo no se puede engañar a todos”.
Aquel Sandino que de todo leía demostraría una y otra vez que importaba menos la
procedencia de una idea que su contenido democrático36.
XI

Las redes literarias

El ataque sorpresivo a Ocotal, lanzado audazmente por Sandino la mañana del


17 de julio de 1927, fue todo un fiasco militar. Apenas la tercera parte del contin-
gente sandinista portó fusiles. La transcendencia política internacional sin embargo
fue decisiva. En menos de 24 horas de la noticia, el Secretario de Estado Kellogg
mandó un cable urgente a su embajada en Managua, instruyendo se enviaran con
premura todos los detalles sobre el ataque. Dio la orden extraordinaria de abrir una
línea cablegráfica abierta permanentemente entre la Embajada y Washington... ¿La
razón indicada? Los periódicos norteamericanos daban cobertura “sensacionalista”
a las operaciones militares en Nicaragua, y particularmente al estreno de las nuevas
capacidades de la aviación militar, pero por vez primera reportaban una acción de
resistencia en Nicaragua. La noticia tuvo repercusión en todo el continente desatán-
dose una lluvia de críticas (salvo en Managua) contra las acciones militares de los
marines norteamericanos.
Un tiempo después Sandino recordó lo sucedido y aprendido: “En realidad mu-
cho fue lo que aprendimos del combate de El Ocotal: primero y lo más importante
de todo, siempre situarse del lado del honor y la justicia, lo que ostenta el espíritu
haciéndole invencible; segundo, que la invencibilidad de los marines es puro mito;
tercero, que la participación de la aviación militar en nuestra contra introduciría un
elemento de sorpresa que sería difícil de esquivar, y, en cuarto lugar, aprendimos
el inmenso valor de la publicidad en cuanto a la opinión mundial y conocimos que
nuestro principal objetivo debería ser el de prolongar la lucha de protesta por el
mayor tiempo posible, pues en realidad desde este punto de vista no importa tanto
el que se gane una batalla, como el librarla y publicarla”. Sandino entendió desde un
principio que el EDSNN ganaba fuerza también en correspondencia a la resonancia
y acogida que tuvieran en el exterior.
Sin proponérselo, Sandino había abierto un nuevo terreno de contienda –la
batalla de imágenes– frente a la opinión pública a librarse en los medios comuni-
cación de Norte y Sudamérica. La gran noticia fue que existía un grupo de nicara-
güenses desconocidos que habían hecho frente a la tan internacionalmente criticada
presencia de las tropas norteamericanas en defensa de un gobierno espurio que
pocos en el continente respetaban y que el gobierno de México rehusó reconocer
diplomáticamente. Los corresponsales de prensa norteamericanos en Managua, que
venían dando cobertura positiva al despliegue los marines, recibieron la información
212

telefónicamente desde el Norte apareciendo en los diarios norteamericanos al día


siguiente: fueron ellos, sobre todos las agencias cablegráficas, que expandieron la
noticia internacionalmente.
La Embajada norteamericana por su parte, insistió burocráticamente en la nece-
sidad verificar toda la información, provocando la dura crítica de la jefatura diplomá-
tica en Washington, quienes criticaron la lentitud de sus despachos que dejaban en
la indefensión a los portavoces oficialistas en Washington. El enfoque de los medios
fue un tanto melodramático con grandes titulares sobre la llegada de nuevos con-
tingentes de tropas norteamericanas. Todavía no aparecía la figura de Sandino, pero
Nicaragua figuraba prominentemente en los medios y se reportaban las muertes de
los primeros marines a manos de los “bandoleros”. No es hasta finales de 1927 que
se supo de una figura llamada Sandino por lo que Washington preguntaba con insis-
tencia ¿quién es ese señor y qué imagen nefasta le atribuimos?
El jefe de la misión norteamericana en Managua, Charles Eberhardt, respondió
la pregunta en nota del 20 de julio de 1927: “se dice que Sandino es un nicaragüense
errático de unos 30 años de edad con ideas locas comunistas adquiridas principal-
mente en México... predica el comunismo, el amor fraterno mexicano y coopera-
ción y muerte a todos los norteamericanos, logrando que toda la chusma del norte
se uniera a él en su plan de masacrar a los norteamericanos y establecer su propio
gobierno”. El mayor general Logan Feland de los marines mantuvo una posición
distinta dando órdenes de no atacar a Sandino, abrir la negociación y sacarlo del
país. Al fin y al cabo, se trataba de una figura liberal de algún mérito en la guerra
constitucionalista y la querella con Moncada, pensaba Feland, se desvanecerían de
un momento a otro. Eberhardt por su parte consideró que Sandino no era un simple
bandolero, como indicaban los medios en Managua, y siendo este el caso propuso
al Departamento de Estado que ordenara al gobierno nicaragüense declarar oficial-
mente el estado de guerra en las Segovias. Al fin y al cabo, perseguir bandidos no
era tarea digna de los marines –porque si ese fuera el caso, señalaba una caricatura,
mejor enviar el destacamento a la ciudad de Chicago para hacerle frente a la banda
de criminales lideradas por a Al Capone1.
Washington naturalmente rechazó la idea. Pero Eberhart había puesto el dedo
en la llaga. Por lo demás, hablar de una guerra en Nicaragua resultaría embarazoso
para el Secretario Kellogg en los mismos momentos que negociaba con su contra-
parte francés, Aristide Briand, un tratado universal mediante el cual los signatarios se
comprometerían a no recurrir a la guerra como mecanismo de solución de contro-
versias. Sandino, por lo tanto, tuvo que ser catalogado como bandolero o bandido,
designación que aceptaron la mayoría de los medios norteamericanos y nicaragüen-
ses. Pero en el escenario latinoamericano fue todo lo contrario: el clima era tal que
213

bastaba con que Washington dijera bandido para transformar el mismo sujeto en
héroe. El caso fue que, en asunto de meses, aquel humilde nicaragüense adquirió
el estatus de un Mesías que llegaba a redimir la honra del continente mediante su
resistencia ejemplar a la expansión sin límite de Norteamérica. Se habían dado mu-
chas formas de protesta a la política norteamericana, pero poca de carácter militar
–y, para el asombro del mundo, mediante una acción ofensiva directamente contra
la tropa estadounidense.
Evidenciando ya el reconocimiento del papel en su contienda de la opinión pú-
blica y de los medios internacionales, Sandino llegaba a una conclusión paralela a la
del Departamento de Estado: prestar mayor atención a la cobertura periodística e in-
cidir sobre la misma. Estados Unidos no sería derrotado militarmente, pero sí podía
ser forzado a retirarse a partir del costo político a pagar dentro y fuera de Estados
Unidos. Un cálculo al fin y al cabo certero aunque Sandino no se imaginaba el costo
y la duración de la contienda... meses atrás, todavía en la etapa constitucionalista,
Sandino dio muestras de su comprensión de la guerra de imágenes y de percepcio-
nes: en una carta del 29 de enero de 1927 a Arturo Baca, Vice Ministro de Guerra,
el General comentaba con preocupación cómo era aceptada en un medio norteame-
ricano la versión de Adolfo Díaz sobre el curso de la guerra en el norte. Insistía en
no dejar pasar los reportajes falsos y tendenciosos, y en la importancia de divulgar
su propia información al exterior. Allí señaló, de manera libertaria magonista, que se
debía “desvanecer la idea de los que creen que somos bandoleros y no hombres de
ideales; probar que preferimos la muerte antes que ser esclavos”, porque la paz que
consiguió Moncada no era la paz que podía dar libertad a los hombres, sino que es
la paz que disfrutaba el esclavo; confirmar, entonces, la voluntad de seguir luchando
hasta morir “si es que no podemos disfrutar de la verdadera libertad a que tenemos
derecho todos los hombres”2.
Hacia ese objetivo, el General Sandino fue dedicando cada vez más tiempo a
la correspondencia y preparación de informes militares, un tanto magnificados por
supuesto, para divulgación en el exterior que justificaran su acción y expusieran la
guerra sucia librada por Estados Unidos en contra suya.
A lo largo de los primeros tres años de lucha, Sandino permaneció convencido
que las movilizaciones y las campañas a su favor –que brillaban por su ausencia en
Managua y la costa del Pacífico– también se traducirían en apoyo material a la gue-
rrilla sandinista. Quedaría frustrado en ese contexto, pero no dejó de agradecer a
sus corresponsales los mensajes transmitidos directamente y a través de las revistas
y periódicos que llegaban hasta su campamento. En momentos de desesperanza y
penuria, Sandino aseguraba que los materiales circularan entre los diversos frentes
y campamentos instruyendo a sus oficiales adoptar su costumbre de leerlos a los
214

combatientes analfabetas. Así podían convencerse todos que el EDSNN constituía


no sólo una fuerza militar, sino también moral. Se reafirmaba asimismo su fe en el
liderazgo y en la figura del mismo General cuyo nombre comenzaba a resonar en
todo el continente.

Un nuevo maestro: Froylán Turcios


Asegurar en Managua una cobertura y difusión
positiva de la guerrilla sandinista era demasiado
pedir. Ni los norteamericanos ni el gobierno nica
lo permitían –al punto que los diplomáticos nor-
teamericanos en Managua comentaban sin errarse
que la cobertura mediática en los Estados Unidos
era mucho más crítica de las operaciones militares
norteamericanas que la misma prensa en Managua.
Sandino buscó entonces cómo escapar del
bloqueo informativo. Encontró un medio en Hon-
duras que le servía de trampolín para hacer llegar
sus noticias y proclamas al exterior. Se trataba de
la revista político–literaria Ariel publicada en Te-
Froylán Turcios (1874-1943)
gucigalpa por un reconocido escritor, periodista y
poeta anti-norteamericano Froylán Turcios.
Turcios nació en Olancho, Honduras, en 1874. Había conocido a Rubén Darío y
formaba parte de redes de intelectuales, escritores y periodistas latinoamericanos de
la época con alguna difusión en España y Francia. Era liberal nacionalista habiendo
sido también Ministro de Gobernación. Fue considerado el intelectual hondureño
más destacado de la época y como muchos de los intelectuales de la región era arie-
lista, admirador de José de Vasconcelos y un decidido crítico de la política del “gran
garrote” de Estados Unidos. Como articulista y editor del Boletín de la Defensa Na-
cional, Turcios había llevado a cabo una encendida labor de denuncia contra la intro-
misión estadounidense en su país y el comportamiento de las bananeras. Tras editar
el Boletín de la Defensa Nacional inició, siempre desde Tegucigalpa, la publicación de
la revista Ariel, inicialmente con un carácter más literario que político.
Sandino ya conocía la revista Ariel y a su editor. Posiblemente, a su paso por
La Ceiba en 1922, leyó artículos de aquel escritor prolífico. El caso es que Sandino
se sintió con la confianza necesaria para escribir a Turcios adjuntando un informe
con fecha 1 de agosto de 1927 sobre los combates de Ocotal, San Fernando y Los
Calpules. Más adelante, Sandino diría a Turcios que, desde hacía un tiempo, conocía
sus escritos. “¡Qué coincidencia! Antes de que usted me conociera por mi actitud e
215

ideas, yo sentía predilección y afecto por usted, pues me entusiasmaba todo lo que
su pluma escribía. Me sentía todo un hombre. Cuando llegué a esta edad estaba
fortalecido por sus enseñanzas y quiero consolidarlas en la conciencia nacional con
la sangre de los piratas invasores”. En los partes, Sandino describía sus acciones
militares denunciando las brutalidades cometidas por los norteamericanos. En todo
momento daba especial énfasis a la fuerza de los ideales que inspiraba a los lucha-
dores nicaragüenses (aunque también había un buen contingente de hondureños).
“...tenemos la fe en Dios de que fortalecerá nuestro espíritu para aniquilar a los in-
vasores y traidores de mi Patria... nosotros luchamos por honor y no por prestigios,
porque si el honor lo perdemos, habríamos perdido el derecho de vivir”3.
Turcios comprendió de inmediato el significado de aquel documento preparado
y firmado por el misterioso Sandino. Era justo la información de primera mano que
el público consciente latinoamericano y norteamericano demandaba porque has-
ta entonces lo que leían eran los despachos poco confiables de los corresponsales
norteamericanos. Fue por medio de Turcios que Sandino ahora replicaba a Estados
Unidos y evidenciaba que los verdaderos bandoleros eran las tropas de Calvin Coo-
lidge y de los banqueros de Wall Street, transmitiendo a la vez que sus modestas
tropas eran grandes a la hora de defender la dignidad de su nación y del continente.
Asimismo, gracias a Sandino, la circulación internacional de Ariel creció extraordi-
nariamente y con ello la figura del escritor hondureño.
Turcios contestó la misiva de Sandino, reprodujo el informe en su revista y, a
partir de entonces, el mundo comenzó a conocer sobre el guerrillero nicaragüense.
Cuando el primer ejemplar de Ariel con el informe de Ocotal llegó a sus manos,
Sandino se sintió magistralmente representado. No fue asunto de simplemente re-
producir la proclama de Sandino sino que Turcios la acompañaba con elogios y
calificativos extraordinarios hacia Sandino junto a sus elocuentes maldiciones hacia
los norteamericanos. Sandino admiraba y hasta envidiaba aquella prosa poética ful-
minante utilizada por Turcios, incendiaria y precisa, patriótica, latinoamericanista,
antiyanqui aunque sin mayor contenido social. En su primera carta a Turcios, con
fecha 8 de septiembre de 1927, Sandino no quiso ocultar su satisfacción:
Muy señor mío:

A mi campamento llegó un número de vuestra revista en la cual he podido


apreciar el más elevado concepto de vuestro sano intelecto, pues claramen-
te dejáis aquilatado vuestro patriotismo, supuesto que vuestra mentalidad
sabe interpretarlo a conciencia.

Los conceptos que habéis hecho respecto a mi humilde personalidad, re-


ferente a mi actitud contra los invasores de mi patria, llena de honda sa-
216

tisfacción mi espíritu, supuesto que vosotros sois los llamados a dar fiel
interpretación, con toda imparcialidad, a mis actos, los cuales se encaminan
a defender con lealtad y sin ambición personal el decoro de mi patria.

Vuestra Revista ha abierto amplias brechas de gratitud en nuestros corazo-


nes... puede hacerlo saber a vuestros colegas de prensa, a la intelectualidad
hondureña, a los obreros y artesanos y al pueblo en general de Centro Amé-
rica, así como a las naciones Indo–Hispanas, que Sandino y sus fuerzas no se
rendirán a los traidores, ni mucho menos a los invasores de mi patria.

Queremos probar a los pesimistas que el patriotismo no se invoca para


alcanzar prebendas y puestos públicos (como lo hizo Moncada), se demues-
tra con hechos tangibles, ofrendando la vida en defensa de la soberanía de
la patria, pues es preferible morir antes que aceptar la humillante libertad
del esclavo [sic].
En los campamentos, no daba abasto el número de ejemplares de Ariel para cir-
cular entre la tropa y a los amigos de la causa. Sandino se vio obligado a mandar co-
municaciones urgentes a uno de sus comandos pidiendo fueran regresadas las revistas
para enviarlas a otros contingentes. Junto a Ariel, Turcios remitía las publicaciones de
sus corresponsales en el continente con noticias destacadas de la guerra en Nicaragua
y la figura de Sandino. Con satisfacción inocultable, el General escribió a Blanca:
“Te envío una de las muchas revistas que nos llegan de los países indohispa-
nos; por ella te puedes dar una ligera idea de los trabajos que se desarrollan
en nuestro favor” enviadas por Turcios. “Mándeme la Revista Ariel y los
papeles que ha leído porque quiero enviarlos a Estelí con Molinita”.
Dice en otra comunicación al General Manuel Echeverría el 3 de enero de 1928.
En el mismo mes, el periodista Carleton Beals observó una noche al General José
Santos Sequeira (quien posteriormente traicionó a Sandino), a la luz de una lámpara
de pilas, ojear el último número de Ariel4.
Sandino había encontrado un nuevo maestro y le acogió con un entusiasmo y un
grado de confianza reservado para muy pocos. Se abrió una relación especial con el
escritor hondureño, reflejando su debilidad por los intelectuales patrióticos: el espí-
ritu impresionable de Sandino y su sed de seguir aprendiendo declarándose “pupilo”
de quien ahora llamaba su “maestro y gran amigo”.
Al poco tiempo, Sandino nombró a Turcios representante del EDSNN en el
exterior estableciendo que por las manos de su representante debía pasar toda co-
rrespondencia y contribuciones del exterior dirigidas a las Segovias. Elogiaba una y
217

otra vez a Turcios sobre todo por el compromiso con lo indohispano, el honor de la
Raza, expresado con un talante estilístico propio de Rubén Darío, José Martí y José de
Vasconcelos. Admiraba aquella prosa florida y vocabulario rimbombante, tan propio
de la era. Adoptó, por ejemplo, los epítetos de “piratas” y “bucaneros” utilizados por
el “maestro” para denunciar a los norteamericanos.
Los correos humanos de Sandino viajaban con regularidad a Tegucigalpa, vía
Danlí. El General afirmó a Turcios: “Nadie mejor que usted puede ser el fiel repre-
sentante de nuestros sagrados derechos para defender la soberanía nacional, inter-
pretados por su sano intelecto y por su grande amor a su tierra y a su raza, lo cual
deja aquilatado al defendernos con todo el entusiasmo y virilidad de su pluma. La
gloria en que está usted colocado, nadie podrá arrebatársela porque sus enseñan-
zas de amor a la patria, expuestas en su verbo, fructifican en el corazón de la ac-
tual juventud, ávida de libertad y de independencia”. Sandino agradeció haber sido
“fortalecido por sus enseñanzas”. Como vocero de quien se convertía en la figura
emblemática de la resistencia de todo un continente, y en su capacidad de “maestro”
de Sandino, Turcios llegó a considerarse un eslabón indispensable de la contienda
nicaragüense en su relación con el exterior.
Gregorio Gilbert, el combatiente dominicano, recapituló bien la estrecha re-
lación desarrollada entre el guerrero nicaragüense y el poeta hondureño. “Turcios,
con su pluma brillante y vigorosa, le limpió la mácula fea que le echaban [a Sandino]
los verdaderamente manchados que tiene Nicaragua y apestan, y la hizo conocer en
su verdadera nobleza de causa por el que el mundo la admiró sobremanera. Y tanto
se apegó Turcios a ella, que hubiera sido difícil, sino imposible determinar cuál la
sentía más, si Sandino el guerrillero, o Turcios el poeta, y tanto lo comprendía así el
héroe que el tratamiento que le llegó a otorgar al letrado fue el de maestro. Y tanta
confianza ganó el poeta en el ánimo del libertador que todos sus consejos le eran
ley, y a quien Turcios le cerraba sus puertas quedaban igualmente cerradas las del
campamento rebelde”5.
Turcios y Ariel formaban parte de una red de discusión e intercambios literarios
entre escritores y medios del continente vinculados a su vez con España y Francia.
Les caracterizaba el latinoamericanismo incidiendo significativamente en los medios
de opinión a lo largo de las décadas de 1920 y 1930. En la intelectualidad centro-
americana predominó la influencia cultural de México producto en parte de una
política mexicana de difundir una imagen positiva del país, compartiendo por lo
demás un discurso antiintervencionista. México era calificado como el “abanderado
de la raza”, el nuevo actor arielista para la recuperación de los valores culturales de la
región frente a lo anglosajón, el adalid del antiimperialismo porque también resistía
la hegemonía norteamericana, incluyendo los intereses petroleros, a partir de los
contenidos nacionalistas de su constitución.
218

Era el nuevo discurso de la élite literaria que hizo sentir su influencia mediante
la publicación de manifiestos, periódicos y semanarios, libros, ateneos y encuentros
internacionales, muchos de ellos promovidos por el gobierno de México, pero to-
davía con pocas proyecciones hacia el mundo de los sectores subalternos. Como
explicaba la historiadora guatemalteca Casaús Arzú, “casi todos ellos pertenecían a
distintos movimientos culturales y filosóficos, a diferentes “ismos”: modernismo,
expresionismo, hispanismo, vitalismo, espiritualismo, etc. En general, compartían
la pasión por la escritura, el arte, las ciencias y eran conscientes de que, a través del
manejo de la prensa y el discurso nacional e internacional, estaban forjando una
opinión pública y ejerciendo un enorme poder en la sociedad”6.
Canalizaron las teorías en boga en Europa, entre ellas la teosofía, para hacerlas
tópico de discusión en los salones, ateneos y revistas. Pesaron sobre ellos los intelec-
tuales franceses, pero ya no los que cautivaron la imaginación de Rubén Darío, sino
otros marcados por la experiencia de la primera guerra mundial, politizados y de
izquierda como Henri Barbusse, Romain Rolland, Anatole France quienes abrieron
interrogantes críticas sobre el papel de la intelectualidad frente a la política y el Esta-
do. Aunque no puede decirse que constituían una escuela de pensamiento coherente
y homogéneo, interactúan por medio de revistas, vinculándose con los principales
pensadores latinoamericanos, siendo Turcios junto con Joaquín García Monge en
Costa Rica, quizás los más destacados publicistas en Centroamérica.
Estudiosos de las redes de escritores afirman que Sandino formaba parte de
aquel medio político–literario–espiritualista. Sin duda que el nicaragüense se hubiera
sentido a gusto conversando con aquellos, tal como pudo hacerlo en México, ya que
no eran pocos sus conocimientos sobre aquellos tópicos. Se lo hubiera permitido su
prodigiosa inteligencia y la extraordinaria gama de lecturas realizadas sobre las temá-
ticas de la época. Sin embargo, Sandino no era un intelectual de salón y de escritorio.
Su cultura y formación, como se ha visto, fue producto de la vida y las lecturas más
que de la enseñanza formal y universidades. Su mentalidad también fue desarrollada
por una colectividad que no fue solamente literaria, sino popular y radicalizada. En
sentido estricto, no debe decirse que formara parte de aquellas redes.
Más bien, Sandino se identificó con los actores nacionalistas indignados ante
los múltiples atropellos del imperio del norte no sólo contra un país, sino contra el
continente, y está empeñado en forjar una identidad propia y colectiva. Y cuando
asumió la lucha armada contra los soldados norteamericanos, aquella causa y sueño
compartido adquirió su mejor expresión, del ideal hecho realidad, de la aspiración
que se cumple, el sueño que se materializa en un rincón apartado de las Américas.
Se constituye entonces en un símbolo de aquellos esfuerzos, esperanzas, percepcio-
nes colectivas empeñadas si no en definir, al menos en discutir otros modelos de
cultura, religión, nación y región. Sandino compartió, por lo demás, la vinculación
219

del empeño libertario con una fascinación y hasta ansia del conocimiento psíquico,
propio de la influencia que ejercía el espiritismo y teosofía entre algunos intelectua-
les, incluyendo a Turcios.
En aquella red primó cada vez más la discusión sobre la problemática del futu-
ro del continente. Pasaban por un momento de pesimismo ante la aparentemente
indetenible expansión económica, política, militar y cultural de Estados Unidos, en
defensa. Nicaragua, Cuba, Haití, Puerto Rico, República Dominicana y el resto de
Centroamérica sufría una forma de ocupación u otra. Y en el cono sur del continen-
te se oían las primeras voces de alarma por el rápido desplazamiento de la influencia
europea en favor de la norteamericana.
En su revista Hispano–América, publicada entre 1922 y 1924, Turcios abordó
con insistencia el problema de la presencia militar norteamericana en Nicaragua, y
su contraparte económica en Honduras y Guatemala, apelando a la unidad centro y
latinoamericana. La revista se nutrió de artículos aparecidos en otras publicaciones
del continente de apoyo a la defensa de la soberanía y cultura de los países de la
región. Sandino pudo haber estado entre sus lectores sobre todo porque la revista
recogía los planteamientos de Vasconcelos y otros sobre la Raza reflejando su iden-
tificación con la Revolución Mexicana. Para Turcios, “el imperialismo del Norte es
un pulpo formidable, cuyos gigantescos tentáculos se alarga siniestramente sobre los
países débiles. México lo ha detenido con su brazo heroico, acostumbrado a manejar
con brío el rifle y el machete en los combates sangrientos en que no se da cuartel
al invasor. México, llamado gráficamente el centinela de la Raza, tierra generosa del
valor legendario, es donde se castiga con la muerte toda traición a la soberanía, es la
muralla inconmovible que ha rechazado al pulpo con su voraz intento homicida”.

Decir Sandino es ya decir, héroe y santo


Gracias a Turcios, el nombre y los reportes de la lucha dirigida por Augusto C.
Sandino fueron conocidos por toda América Latina y hasta en las capitales euro-
peas. En el ambiente intelectual politizado reinaba, desde 1926, la indignación ante
la conducta imperial de los Estados Unidos en la región: los marines combatiendo
en Nicaragua, la intervención financiera y política en otros países y las amenazas
contra el gobierno de México. Frente a Washington que acusaba a Sandino de ser
un bandolero, se levantaron las voces de la intelectualidad latinoamericana para de-
fender a Sandino calificándole como un patriota latinoamericano. A lo largo de 1928
aparecieron también fuerzas organizadas a favor de la lucha nicaragüense: Víctor
Raúl Haya de la Torre, desde París nombró a Turcios miembro honorario de su
nueva organización, el APRA, felicitándole por la constante campaña de propagan-
da de las acciones de Sandino, y por hacerles llegar las noticias de esa lucha, a otros
220

medios de información. Sandino, en efecto, nunca


dejó de pensar que la intelectualidad y los políticos
nacionalistas provenientes de la burguesía, dentro y
fuera de Nicaragua, debían de asumir un papel clave
en la lucha contra Estados Unidos. Por otro lado,
la Internacional Comunista, como se verá después,
también asumió la defensa de Sandino dentro de un
marco de referencia ideológico y geopolítico muy
distinto.
Más influyente que Ariel llegó a ser la revista Re-
pertorio Americano, Semanario de Cultura Hispánica
de Filosofía y Letras, Artes, Ciencias y Educación,
Misceláneas y Documentos, publicada por Joaquín
García Monge en San José, Costa Rica. Retomando
Joaquín García Monge el nombre de la publicación fundada un siglo antes
Director del Repertorio Americano por Andrés Bello, Repertorio Americano nació en 1919
con García Monge a la cabeza, periodista e intelec-
tual, con una extraordinaria red de amigos e intelectuales internacionales que incluía
a Turcios. Como en Ariel, el semanario Repertorio publicaba mayoritariamente artícu-
los aparecidos en otras revistas, periódicos y libros enviados a García Monge desde
diversas partes de América, España y Francia. Luego aparecieron artículos inéditos.
La revista procuraba poner a intelectuales y escritores en contacto mutuo, dando
sus direcciones en la revista y publicitando nuevos libros. García Monge se ganó el
adjetivo de “Coordinador de América” por la extraordinaria actividad como editor
y corresponsal que llevó a cabo, imprimiéndole un carácter continental a su revista.
Figuraron artículos de primera, o segunda mano de Gabriela Mistral, Pablo Neruda,
Alfonso Reyes, Teresa de la Parra, Víctor Raúl Haya de la Torre y José Vasconcelos.
Para García Monge la figura de Sandino sirvió para mostrar a Hispanoamérica
la tergiversación que Estados Unidos hacía del término “panamericanismo” para
evitar el desarrollo en los pueblos una conciencia continental, en la que Estados
Unidos procuraba imponer su hegemonía. Como señala Camacho Navarro, entre
los “usos” o usuarios de Sandino, figuraron quienes arremetían contra los Estados
Unidos, convirtiendo a Sandino en el símbolo viviente de la contra el imperialismo
norteamericano. Repertorio de esta manera se adhirió, en la opinión de Camacho Na-
varro, “a la corriente historiográfica que adoptó a Sandino como héroe y que refuta
todo cargo de bandolerismo en su contra”7.
A través de Turcios y Monge, junto a las campañas de la izquierda radical en
las calles, la lucha de Sandino acaparó el imaginario del continente. Sandino fue
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convertido en una especie de redentor esperado por la intelectualidad, el realizador


del sueño antiimperialista: el más alto jefe de la nueva generación latinoamericana y
defensor máximo de la “raza”. Asombrosamente, en cuestión de meses –tal era la
dimensión de la necesidad histórica– con la conformación de grupos de solidaridad
y presión política, se da la convergencia de diversos paradigmas y corrientes políticas
interclasistas, articuladas con el objetivo de denunciar la intervención y acompañar
a Sandino. En términos cada vez más grandiosos, se escucharon las referencias a
Sandino y a su ejército.
Existe una carta que bien expresa aquel llamado a las armas en defensa de Nica-
ragua que sacudió a la nueva y vieja generación. Desde Montevideo, la poeta Juana
de Ibarbourou –conocida posteriormente como Juana de América –escribió a Tur-
cios hacia finales de 1928:
“Aquí es ardiente la impugnación general contra el Gobierno Yanqui y el Ge-
neral Sandino tiene todo el lineamiento de un héroe de leyenda, lástima que esta
adhesión no sea tan eficaz como fuera necesario. En caso semejante toda simpatía
debiera traducirse en la contribución activa, en el dar el oro o la sangre que pueden
proporcionar una más larga respiración a los que combaten. Descontado lo segun-
do por la distancia inmensa ¿Qué podríamos hacer acá? Se lo consulto en reserva y
con urgencia. Si se llevase a cabo una colecta ¿Cree Ud. que se podría hacer llegar el
dinero a manos de Sandino? ¿Cree Ud. que eso le serviría de algo? Contésteme se lo
ruego. Y si Ud. está en comunicación con él, dígale se lo ruego, pues eso ha de ha-
cerle bien, que hasta en los más lejanos países de su América los mejores corazones
tiemblan por él y sufren de ansiedad por su suerte y el destino de Nicaragua. En el
Uruguay, decir Sandino es ya decir, héroe y santo”8.

Es imposible exagerar el impacto que Sandino tuvo sobre el continente, particu-
larmente en 1928, porque ya después de entonces su figura sería un tanto relegada. .
La derecha nacionalista e izquierda internacionalista coincidieron como pocas veces
en la historia. Junto a la red de Ariel y Repertorio Americano, la izquierda también mon-
tó su campaña a través de las páginas de El Libertador, publicado en México, cuyo
papel se explora posteriormente. Las mejores plumas del continente se pusieron al
servicio de Nicaragua para refutar ampliamente todo cargo de bandolerismo contra
los sandinistas y adoptando a Sandino como héroe.
La más influyente de sus admiradoras, Gabriela Mistral, expresó, desde la capital
francesa en enero de 1928:
“Son ciertas las palabras con que Froylán Turcios ha hablado del General Sandi-
no: ‘Los ojos del mundo (yo diría del mundo español, porque al resto le importamos
bien poco) están puestos en Sandino’. Sin esperanza alguna de que él venza, por un
destino de David hondero, que ya no aparece, con la esperanza únicamente de que
alargue lo más posible la resistencia y postergue la entrega del territorio rebelde, a
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fin de que se vea hasta dónde llega la crueldad norteamericana, hija de la lujuria de
poseer [...] Sí, Froylán Turcios dice también verdad escueta asegurando que la lucha
en que se ha echado como en una marejada mortal el General Sandino, alcanza y
supera a las Troyas clásicas [...] Sólo que aquella época que ellos celebran en sus tesis
no tenían como esta el concepto espectacular de un choque de razas [...].
“Me pregunta lo que pienso sobre la resistencia del General Sandino –responde
Gabriela Mistral a un escritor argentino Carlos Deambrosis– a las fuerzas nortea-
mericanas. Voy convenciéndome de que caminan sobre América vertiginosamente,
tiempos en que ya no digo las mujeres, sino los niños también, han de tener que
hablar de política, porque política vendrá a ser (perversa política) la entrega de la
riqueza a nuestros pueblos... la influencia extranjera que ya se desnuda, con un abso-
luto impudor, sobre nuestros gobernantes”.
Desde París, Deambrosis envió a Repertorio Americano un texto con el título “San-
dino, campeón de la libertad”, juzgado por eminentes escritores, negando enfática-
mente que Sandino fuera un “rebelde” pues representaba y encaraba los ideales de
independencia e integridad de su pueblo. Citaba a Turcios y al diplomático mexicano
Isidro Fabela, asimismo a Romain Rolland, Manuel Ugarte, Henri Barbusse, entre
los más destacados defensores de Sandino9.
También desde París, el diplomático y escritor mexicano, Isidro Fabela, remitió
una carta abierta a Sandino por conducto de Turcios en la que registraba su admira-
ción por el “apóstol y soldado” al decirle:
“Es usted un hombre en el concepto más amplio y noble del vocablo; el hombre
que hacía falta a Nicaragua, distinto de los demás y completo en sí mismo. No es
usted un rebelde como le llaman los invasores y los traidores; los rebeldes son ellos,
rebeldes a la justicia y al derecho. Usted es un héroe, el héroe de nuestros tiempos,
el que debía surgir como un imperativo de nuestra historia”.
En la República Dominicana, Américo Lugo escribió: “La juventud ha de or-
ganizarse urgentemente para estas dos solas y únicas cosas: para acabar con los
gobernantes hispanoamericanos adictos al imperialismo nórdico y para ayudar efec-
tivamente a Sandino en los campos de batalla”.
“La defensa y el apoyo a Sandino es la consigna de todas las organizaciones re-
volucionarias de América Latina que quieren combatir la dominación imperialista de
los Estados”, anunciaba el órgano de la Internacional Comunista. 1928 representó el
apogeo de la “edad de oro” en que se conformó “frente único” a favor de Sandino.
Casi al unísono, se escucharon las denuncias de los crímenes reales e imaginarios
de los Marines a la vez que Sandino era catalogado como, el “símbolo viviente de
la protesta contra el imperialismo” por El Tiempo de Bogotá. “La figura de Sandi-
no sirvió para mostrar al pueblo hispanoamericano la tergiversación que se hacía
del ‘panamericanismo’, para desarrollar en los pueblos americanos una conciencia
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continental, en la que los norteamericanos procuraban


imponer su hegemonía”, escribió García Monge.
De esta manera, la figura de Sandino ascendió en
poco tiempo a un nivel casi mitológico, la personifica-
ción del “héroe” y “epopeya”, “el nuevo Bolívar”. Jun-
to a Ariel y el Repertorio Americano contribuyeron, en me-
nor medida, José Carlos Mariátegui desde Lima con la
revista Amauta; Alberto Masferrer desde San Salvador
en las páginas del diario Patria; Gabriela Mistral desde
Chile (“el pequeño ejército loco de voluntad de sacrifi-
cio”), el futuro presidente de Colombia José Eduardo
Santos en El Tiempo de Bogotá, Vasconcelos desde Mé-
xico y luego en el exilio, Carleton Beals en las páginas Gabriela Mistral (1889-1957)
de The Nation en Estados Unidos. A la vez, jugaron un
papel destacado las organizaciones antiimperialistas, sindicales y nacientes Partidos
Comunistas obedeciendo la directriz trazada por la Unión Soviética y los Congresos
Antiimperialistas Mundiales y la misma Internacional Comunista10.
Lejeune Cummings, un comentarista norteamericano explicaría: “Una de las
características más sobresalientes de Augusto C. Sandino fue su magnetismo para
atraer partidarios. Como el camino había sido preparado para él por las obras de
Rodó, Darío y García Calderón, su causa fácilmente le granjeó admiración popular.
Sandino demostró ser un hábil propagandista, e inmediatamente después del inicio
de su movimiento, este sirvió como punto focal para todo el incuestionable disgus-
to, celo y desconfianza en América Latina hacia Estados Unidos”11.
Pero el hecho de que la figura de Sandino cayera inicialmente en manos de los
“letrados” significó caer en adulaciones y formulaciones hermosas tendientes a pro-
mover emociones y creaciones literarias, pero no necesariamente a impulsar la acción
colectiva, ni siquiera la de sus gobiernos, o a la solidaridad material con la lucha del
EDSNN. Gabriela Mistral se preguntó famosamente dónde estaba la “naturalísima”
legión latinoamericana para luchar con Sandino. Pero se trataba, al fin del día, de una
élite arielista más vinculada al siglo XIX –figuras “capaces de redactar con la misma
destreza Constituciones y novelas, acuerdos diplomáticos y tratados de gramática
latina, los letrados ocupaban indistintamente las esferas hoy en día separadas de la
política y las artes. Procuraron dar respuestas literarias a las invasiones estadouniden-
ses y se vieron incapaces de responder a la crisis financiera mundial, dando pasos a
nuevas voces, como Pablo Neruda, más alejado del discurso liberal incapaz de de-
nunciar la exploración del continente por parte de las élites naciones y extranjeras.
Aunque Sandino mantuvo su apego al discurso nacionalista patriótico subrayan-
do la raza y la unidad latinoamericana, estos elementos fueron cediendo al discurso
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propiamente izquierdista. El afamado escritor y miembro del Partido Comunista


Francés, Henri Barbusse, llamó a Sandino “el General de hombres libres... que con-
mueve y se levanta enfrente de los verdugos del norte, las bestias de Oro”. “Saluda-
mos en Ud. a un Libertador, al soldado magnífico de una causa que, sobrepasando
cuestiones de razas y nacionalidades, es la causa de los oprimidos, de los explotados,
de los pueblos contra los magnates. Saludamos en usted a toda la ardorosa Juven-
tud Hispano–americana que se conmueve y se levanta enfrente de los verdugos del
Norte, las Bestias de Oro, y a toda la multitud de trabajadores y de indios que a lo
largo del continente se agita impacientemente por ponerse en marcha para rechazar
la maquinaria imperialista y capitalista venida del extranjero...”12.
La inteligencia militar norteamericana en Centroamérica atribuyó a Froylán la
autoría de la imagen positiva de Sandino en el exterior. En un documento interno
analizan lo que denominan el “sandinismo intelectual: “la propaganda llevada a cabo
dentro y fuera de Nicaragua a favor de Sandino por Froylán Turcios, hondureño;
José Idiáquez, hondureño; Gustavo Alemán Bolaños, nicaragüense, Salomón de la
Selva, nicaragüense; Fernando Larios, e indirectamente el gobierno hondureño (El
Dr. Paz Barahona [presidente de Honduras] no se ha dado cuenta que sin su cono-
cimiento ciertos elementos que le rodean han estado trabajando a favor de Sandino
con propósitos políticos). ¿Cómo trabajan? Estos elementos han apoyado a oficiales
militares en la frontera con instrucciones de no frenar la guerra de Sandino. Esa pro-
paganda ha sido diseminada por toda América Latina y en otros lugares por Froylán
Turcios a través de artículos periodísticos, poesía, victrolas, reuniones, sellos comer-
ciales, falsos reportajes sobre los encuentros de Sandino con los marines y todo lo
que se pueda aprovechar para una causa aparentemente justa y patriótica. Froylán
Turcios ha sido y es el dueño de este tremendo negocio, así se le puede llamar, y el
más responsable de la situación actual de Nicaragua”13.
1928 también fue un año de extraordinario crecimiento intelectual y político
para el General Sandino y el EDSNN. A la par de sus responsabilidades como di-
rigente militar, consideró que como responsable político debía desarrollar también
una labor de corresponsal. Contaba ahora con un suministro regular de folletos, re-
vistas, periódicos y algunos libros que acompañaban el correo quincenal despachado
por Turcios desde Tegucigalpa. El General se encerraba para leer –con “inocultable
satisfacción”, dice Román– aquellas publicaciones y noticias, e indudablemente fue
influenciado por los contenidos, elevando su sentido de misión y destino ya no sólo
en nombre de Nicaragua sino también de América Latina.
Ahora era asunto de mejor enmarcar su lucha en Nicaragua dentro de la con-
tienda mayor de la región y posteriormente del mundo contra el Coloso del Norte
y el imperialismo. Sus comunicaciones demuestran la profundización de sus convic-
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ciones internacionalistas –ya indicadas en el Manifiesto de San Albino– pero cada


vez más precisas y abiertas compenetradas en la significación histórica y del momen-
to por el que atravesaba la región en sus relaciones con Estados Unidos.
En el caso de Sandino la epopeya se adelantó a la historia, como bien señala Pa-
llier. El héroe real y el héroe mítico, “el personaje legendario al que se atribuye haza-
ña prodigiosas”; “el héroe como la persona que encarna un ideal de fuerza del alma y
de elevación moral, que se distingue por sus hazañas o por un valor extraordinario”,
según definiciones citadas por Pallier. Pero Sandino debe entenderse también como
un mito en el sentido más restrictivo de la palabra: no un relato ordinario sino la
narración de hechos de excepcional importancia para la historia y para la comunidad
–hechos realizados por seres extraordinarios pero basados en hechos reales, y no
fábulas y leyendas. El mito viene a ser el relato de una historia “verdadera”, transmi-
tida como tal de una generación a otra. Un mito basado en la historia que permite
explicar el presente y sirve de inspiración o guía para el futuro, o de inspiración o
ejemplo para otras situaciones en otros momentos. El relato mítico, dice M. Eliade,
cuenta con el triple carácter de ser tradición sagrada, revelación primordial, y mode-
lo ejemplar. El mito se apropió de Sandino, obligando a Sandino a asimilar el mito y
asignar mayor carga histórica y regional a la labor de resistencia14.

Sandino es indohispano
Aquella creciente fama y reconocimiento internacional, sin embargo, no reper-
cutió directamente en la situación política y militar de Nicaragua. Sandino quiso,
pero no pudo impedir las elecciones de noviembre 1928 y el reconocimiento di-
plomático del continente –con la significativa ausencia de México– del gobierno de
Moncada. Con la llegada de un gobierno “liberal” al poder, algunos fuera y dentro
del país pensaron que la lucha armada de Sandino ya no tenía sentido. A la vez, se
complicaba la situación en lo militar: a pesar de las significativas protestas, el gobier-
no norteamericano incrementaba el contingente de marines sumando más de 5000
efectivos, crecía el asedio militar y el EDSNN fue obligado a abandonar el cuartel
de El Chipote para refugiarse en zonas más inhóspitas en tanto los norteamericanos
también presionaban al gobierno de Honduras para resguardar mejor la frontera ya
que no era secreto para nadie que desde el territorio de aquel país fluían la logística
requerida por los sandinistas. Apretaron el control fronterizo y fue cada vez mayor
el número de correos humanos interceptados o asaltados en el camino. Turcios ad-
mitió a funcionarios hondureños en mayo de 1928 que los mensajes de Sandino es-
taban siendo interceptados, según el informe de inteligencia del 28 de mayo de 1928.
La correspondencia de Sandino con frecuencia llegaba a la Embajada de Estados
Unidos en Tegucigalpa antes que a Turcios, y la de Turcios a Sandino simplemente
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no llegaba, lo cual incidió en el relación entre ambos llevando a malos entendidos.


Agentes nicaragüenses empleados por Estados Unidos en el norte de Nicaragua pa-
saban información sobre los movimientos operativos y políticos de Sandino15.
El agregado militar norteamericano en Tegucigalpa informaba sobre el viaje del
dirigente de las organizaciones de solidaridad mexicana organizadas por el Partido
Comunista en México, el venezolano Gustavo Machado hasta las Segovias. “...en su
viaje de regreso traía un juego completo de fotografías de las operaciones de San-
dino en La Luz. Estas eran para Turcios, para que las publicara en su revista, pero
llegaron a mí antes que él las viera y yo las remití a los marines... Turcios no es nada
más que un agente de los Comunistas de México y particularmente de la fracción de
Sandino... por lo general yo sé cuándo alguien toma el dinero [dirigido a un apartado
postal]... Turcios nunca, en ningún momento ha conocido la ubicación de Sandino.
Todo lo que él hace es esperar a que Sandino le envíe un mensajero y de este modo
enviarle encomiendas con ese hombre. Aparentemente todo el mundo, de manera
repentina, se ha interesado en estos mensajeros, por el rumor que están transportan-
do dinero ya que... de ocho hombres que llegaron a Turcios, solamente uno regresó
a Sandino... de ahora en adelante será imposible para Turcios enviar nada más que
cartas por medio de estos mensajeros ya que la mayoría de ellos tendrán muy pocas
posibilidades de regresar a Sandino”, informó el agregado militar Fred Cruse en Te-
gucigalpa el 9 de julio de 1928. El agregado militar estadounidense en Tegucigalpa
informaba a sus superiores que la lucha de Sandino llegaba a su fin al cortarse la ruta
de suministros. Mandaban mensajes a Turcios indicando que el idilio de Sandino
había concluido y que se percatara de “lo imposible” de su situación. Por su parte,
la aviación norteamericana dejaba caer papeletas en el zona de operaciones con las
noticias falsas de la renuncia de Turcios y ofreciendo amnistía y advirtiendo: “ya el
agente principal de Sandino en Honduras se ha retirado” y “El interés que algunos
extranjeros mantenían en Uds. ha desaparecido. [Sic] El prestigio de Sandino se está
esfumando más rápidamente de lo que Uds. creen”16.
Los norteamericanos siguieron paso a paso la evolución cada vez más tortuosa
de la relación Sandino–Turcios. En junio de 1928, Sandino hizo una crítica suave a
Turcios por la aparición de un artículo en Ariel –considerado por muchos el órgano
oficial del EDSNN –en que Turcios tomaba partido a favor de Honduras relativo a
una disputa territorial con Guatemala. Con gran deferencia, el General pide a Tur-
cios no ser “terruñista”, ser fiel a las aspiraciones unionistas centroamericanas para
no aparecer divididos ante Estados Unidos: “En nombre de Nicaragua, de Hondu-
ras, de Guatemala y en nombre de Dios, querido amigo mío, yo le suplico a usted y
a todos los hombres de entendimiento y claro patriotismo de América Central, trate
de evitar, por todos los medios posibles, el acaloramiento de ánimos y la ruptura
de nosotros mismos. Usted está en la obligación de hacer comprender al pueblo de
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América Latina, que entre nosotros no deben existir fronteras, y que todos estamos
en el deber preciso de preocuparnos por la suerte de cada uno de los pueblos de la
América Hispana, porque todo estamos corriendo la misma suerte ante la política
colonizadora y absorbente de los imperialistas yanquis”. Consideró, por ende, que
las posiciones “terruñistas” de Turcios para nada contribuían a la unidad de la Raza.
El razonamiento de Sandino era claro: buscar la unidad de toda la región era un
asunto de principio, pero también de sobrevivencia para el EDSNN en tanto la di-
visión centro o latinoamericana disminuiría su capacidad de hacer aportes efectivos.
“La América Latina, unida, se salvará, desunida, perecerá”, explica a Oscar Sandoval
y al Comité Directivo de la Liga Patriótica de Defensa Nacional de Quezaltenango,
Guatemala. Y, para ser congruente con su cometido latinoamericanista y la defensa
de la unidad soberana de la región, escribe a Turcios, “No será extraño que a mí y a
mi ejército se nos encuentre en cualquier país de la América latina donde el invasor
asesino fije sus plantas en actitud de conquista. Sandino es indohispano y no tiene
fronteras en la América Latina”17.
No obstante, a medida que incrementaban las dificultades en el terreno, Sandino
sintió que los elogios no se traducían en aportes materiales, ni lograban cambios en
la política de los gobiernos latinoamericanos. En enero de 1928 comunicó pública-
mente su impaciencia: “Cuando lanzamos el grito de ¡Patria y Libertad!, lo hicimos
en el aislamiento de nuestros seres humildes, alejados de toda pasión partidarista y
de toda ambición personal... tenemos nueve meses de luchar entre el aislamiento y
la indiferencia de nuestros hermanos de Centro América y del Continente hispano;
más no por ello estamos desmoralizados, comprendiendo que nuestro alto deber
como hijos legítimos de Nicaragua nos impone ofrendar nuestra sangre en aras de
su libertad. Los hechos, grandes y trágicos, convencerán al mundo entero que en
Nicaragua, entre millares de serviles y patricidas, hay hombres que aman profunda-
mente la tierra que los vio nacer”. En junio, insiste a Turcios incrementar el trabajo
en el exterior: “Ud. es mi esperanza y el brazo fuerte de esta Causa”18.
El 4 de agosto de ese año, Sandino hizo otro intento para movilizar a los go-
biernos, aunque ya no con ruegos sino con reprimendas. Les llamó “cobardes” inca-
paces de tomar parte en un “frente único y contener el avance del invasor”. Criticó
“la fría indiferencia de los gobiernos latinoamericanos” ante la lucha desigual del
EDSNN; recordó que varios gobiernos de la región habían perdido su soberanía pe-
ligrando también la de México “el centinela avanzado del hispanismo de América”.
“Somos noventa millones de hispanoamericanos y sólo debemos pensar en nuestra
unificación, y comprender que el imperialismo yanqui es el más brutal enemigo que
nos amenaza y el único que esta propuesta termina, o por medio de la conquista, con
nuestro honor racial y con la libertad de nuestros pueblos. Los tiranos no representan
a las naciones, y a la libertad no se la conquista con flores... los hombres dignos de la
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América Latina debemos imitar a Bolívar, Hidalgo, San Martín, y a los niños mexi-
canos que el 13 de septiembre de 1847 cayeron acribillados por las balas yanquis en
Chapultepec, y sucumbieron en defensa de la Patria y de la Raza...”. Con el tiempo,
Sandino caería en cuenta de la contradicción inherente en su concepción demasiado
incluyente del “frente único”: abarcando inútilmente a gobiernos y élites dependien-
tes de los Estados Unidos estaban claros de sus propias lealtades e intereses.
Aquella decepción creciente le inclinó hacia posiciones más radicales. En agos-
to, Sandino hizo un nuevo esfuerzo de convocatoria dirigida a todos los “gober-
nantes de América”. Es cuando famosamente dice “los tiranos no representan a las
naciones y a la libertad no se la conquista con flores”. El llamado es a los pueblos
a darse a respetar en su propia casa y no permitir “que déspotas sanguinarios como
Juan Vicente Gómez y degenerados como Augusto Leguía, Gerardo Machado y
otros, nos ridiculicen ante el mundo”.
Nuevamente se evidenciaba la tensión entre el llamado a los gobiernos a la
unidad a la vez haciendo referencia a la tiranía resistida por pueblos, sobre todo
en Perú, Cuba y Venezuela. Lo cierto es que los más consecuentes partidarios de
Sandino fueron irremediablemente considerados –y se consideraban ellos mismos
–enemigos políticos de los gobernantes. Ningún gobierno contestó la misiva con
la sola excepción honrosa del gobierno salvadoreño de Pío Romero Bosque. Ni el
mismo gobierno de México, tradicionalmente el más comprometido con las fuerzas
liberales en Centroamérica, alzaba su voz en los reuniones internacionales. Y para
colmo, se rumoraba que el gobierno de Plutarco Elías Calles en México reconocería
diplomáticamente al gobierno de Moncada19.

La ruptura con Turcios


Sandino previó –equivocadamente– el estallido de un conflicto grave entre libe-
rales moncadistas y todas las otras fuerzas políticas como resultado de las elecciones
“supervisadas” por los Estados Unidos. Pensó que el EDSNN podía sacar partido de
aquella situación para socavar a Moncada y los norteamericanos. Consideró que con-
taba con la suficiente fuerza política nacional para reunir a los liberales no moncadistas
y proclamar un nuevo gobierno “presidido por un hombre honrado y patriota que no
sea caudillo y que nunca haya figurado como político de oficio... y solamente ante ese
Gobierno Nacional, elegido por todos los nicaragüenses, depondremos las armas”.
Para conformar el nuevo gobierno, Sandino propuso al Dr. Pedro José Zepeda,
el ex representante de los liberales y de Juan Bautista Sacasa en México. Zepeda pre-
sidiría una junta de gobierno en la que el EDSNN con Sandino a la cabeza constituía
la autoridad militar. Fue entonces que el General dirigió una carta a su “querido
maestro” Froylán Turcios preguntando si aceptaría ser el representante de la junta
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en el exterior, para lo cual debía viajar a México a preparar un viaje del mismo San-
dino y su Estado Mayor a ese país para proveerse de “elementos”. Advirtió que si no
se diera ni la unificación política y el retiro de las tropas, y aun cuando sus soldados
no quisieran luchar contra Moncada, “yo me quedaría ‘íngrimo’, haciéndoles a los
bucaneros un tiro por aquí y otro por allá, sin darles cuartel jamás. Dios está con
nosotros en estas horas supremas, ha dicho Ud., y esa frase repetida por mí diaria-
mente, nos llevará al triunfo definitivo. Con el saludo afectuoso del ejército, tengo el
honor de enviar a Ud. la expresión de mi cariño admirativo, su discípulo...”.
Turcios no aceptó la propuesta de su discípulo y, por el contrario, le insta a ne-
gociar con Moncada ofreciéndose el mismo hondureño como mediador. Con tono
paternalista, Turcios escribió: “Yo tengo el deber de cuidar de su gloria; de la gloria
del libertador Sandino, el hombre más brillante de los tiempos modernos... el símbolo
de nuestra Raza... de ningún modo puede mezclarse en otra empresa menuda, como
sería el encabezar una guerra civil para poner a este, o a aquel en la silla presidencial.
Al Sandino, caudillo en una guerra civil, en una miserable contienda fratricida, no
lo conozco, y nada tendría que ver con él... yo no debo cooperar a empequeñecer la
homérica figura del Libertador Sandino, cuando he puesto mis mejores energías en
hacerlo brillar como un nuevo Bolívar bajo el cielo de América”.
Sandino, poco proclive a tolerar la disidencia, reaccionó enérgicamente. Turcios
había criticado el plan de Sandino y, para colmo, lo reformuló por cuenta propia.
Aquella propuesta de Sandino, aunque resultara fantasiosa, no dejaba de ser la del
Jefe Supremo del EDSNN. Rechazó el argumento de Turcios a favor de un enten-
dimiento directo entre Moncada aunque el mismo Sandino, en agosto, había con-
templado la posibilidad de un arreglo si ganaban los liberales. En carta del 28 de
diciembre Turcios dice, “...veo que ya no estamos de acuerdo en la finalidad de la
lucha; que ya no atiende a mis observaciones”.
Turcios puso su renuncia como representante de Sandino en el exterior. Había
sobredimensionado la importancia política de su propia figura: “Su maestro, como
Ud. me llama, no tiene ya influencia alguna sobre su alma”. De por medio también,
las dificultades económicas enfrentadas por el escritor hondureño tras el cierre de
Ariel junto a una calculada oferta del gobierno hondureño, seguramente a instan-
cias de la Embajada norteamericana, para que el escritor asumiera un cargo menor
diplomático en su soñado París, sacándolo de una vez por todas de su labor a favor
de Sandino.
Turcios posiblemente pensó que su renuncia no sería aceptada por Sandino,
quien había afirmado ser “obsecuente” y “pupilo” del hondureño. No fue el caso
porque Sandino respondió ofendido y en tono burlón y tajante dice: “no se desean
comunicaciones de Ud. en nuestro campamento... cuando miro casos como el de
Ud. me viene el recuerdo de Diógenes el filósofo. Se olvidó Ud. de que los muñecos
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están en los bazares y que los que combaten en las Segovias tienen ideas propias”. La
carta en físico nunca la recibió Turcios: el contacto para los correos y corresponden-
cia, Constantino Tenorio, formaba parte de la red de inteligencia militar norteame-
ricana. El oficial mayor Fred Cruse orientó demorar la entrega de la carta a Turcios
para antes hacerla aparecer en los periódicos de la región, “de esta manera Turcios
creerá que Sandino la hizo publicar [con lo que conseguiremos] que no haya vuelta
atrás para Turcios”20.
El agregado militar norteamericano en Tegucigalpa reportó felizmente lo su-
cedido como: “el más inesperado cambio a nuestro favor... era evidente que lo que
Turcios avizoraba era el final del movimiento de Sandino, por lo quería romper esas
relaciones antes de que sucediera, para conservar su prestigio como el agente más
confiable de Sandino... la renuncia de Turcios... será casi suficiente por sí sola para ha-
cer que Sandino se rinda, ya que en apariencia... el presidente Moncada puede poner
las cosas claras a Turcios de manera que este pueda presionar a Sandino a rendirse”21.
Moncada aparentemente había enviado un emisario secreto para hablar con
Turcios al respecto. Se cree asimismo que Turcios amenazó al nuevo presidente de
Honduras con levantar nuevamente la bandera del sandinismo si no le concedían la
representación de Honduras en Francia. Al final de cuentas, el gobierno le ofreció el
Consulado en París. Un periodista alemán que visitó al poeta poco antes de su parti-
da, lo describe desfavorablemente: “un hombre de apariencia insignificante, entre 40
y 50 años de edad”. No dudó del “patriotismo y la sinceridad de sus motivaciones”,
pero sí percibió cierta ingenuidad por lo que, “llegaba a la conclusión que había un
romanticismo desfasado en aquel hondureño. “Sólo es por medio de habladurías y
de cartas que conoce a su héroe, y... no dejará que le roben de esta feliz ilusión... bajo
una masa de manuscritos, periódicos y libros, se ha creado protagonista de un drama
que es imaginario, pero que el mundo toma en serio”22.
Turcios por su parte consideró a Sandino un mal agradecido incapaz de reco-
nocer la importancia de la labor que llevaba a cabo mundialmente. En su Memoria,
escribe, “fuera de la activísima propaganda de mi revista y de mi continua corres-
pondencia para los diarios extranjeros, escribí, de mi puño y letra, más de cuatro mil
cartas a los hombres prominentes de todos los países... antes de mi intervención se
sabía, de una manera vaga, que un núcleo de patriotas peleaba en las montañas ni-
caragüenses, contra los invasores anglosajones. Nada más. Yo hice conocer a su jefe,
lo presenté en vibrantes artículos a la admiración de los hombres libres, y lo impuse
en la conciencia de los pueblos. Dejo aquí constancia de que me aparté de la lucha
cuando vi, con la más amarga decepción, que la gloriosa campaña por la soberanía
nicaragüense, degeneraba en una contienda fratricida, convirtiéndose el Libertador
en un caudillo regional”. Nunca perdonó al guerrillero nicaragüense.
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No se enteró plenamente de las intrigas tanto de parte de los norteamericanos,


como del Partido Comunista Mexicano. Que en el propio campamento de Sandino
descalificaban al poeta “burgués” que, según ellos, y faltando a la verdad, acumulaba
una buena fortuna a costillas de Sandino. La campaña de desprestigio contra Tur-
cios formaba parte de la estrategia del Partido Comunista Mexicano de ganarse la
representación de Sandino en el exterior desbancando al escritor hondureño. En años
sucesivos, Sandino mantuvo su ambivalencia con respecto a su viejo maestro: en un
momento le llama “mi verdadero Judas” y en otra lamenta su salida y desmiente la
acusación sobre malversación de fondos por parte de Turcios. Dice incluso que de ha-
ber sabido que Turcios anhelaba vivir en París, le hubiera nombrado su representante.
En una entrevista (junio de 1929) con El Dictamen de Veracruz, México, San-
dino recordó respetuosamente a Turcios e incluso le defendió ante historias apare-
cidas sobre malversación de fondos: “Froylán Turcios no ha dispuesto de un sólo
centavo correspondiente al Ejército de Nicaragua. Es cierto que nos habíamos dis-
tanciado, y que ya no tiene nuestra representación en América, pero de su honradez
no podemos hablar nada y le seguiremos estimando... a Froylán le admiraba ya, por
sus artículos periodísticos. Cuando, en el período más intenso de nuestra lucha ne-
cesitábamos una comunicación con los pueblos de América, entonces vimos un artí-
culo de Froylán, por el que nos dimos cuenta de que simpatizaba con nuestra causa;
de allí resultó nuestro Representante. El distanciamiento más bien fue buscado por
él. El pretexto fue que nosotros buscábamos una persona para la lucha presidencial
por el Partido Liberal”23.
Todavía a inicios de junio de 1929, Sandino se expresaba de Turcios en los si-
guientes términos: “no obstante que ya no tengo que ver nada con mi ex represen-
tante en Tegucigalpa, debo decir que uno de los hombres honrados que me rodearon
durante largo tiempo, fue sin duda alguna Froylán Turcios”. Pero en otro momento,
regresó la amargura al recordar a Turcios. “En el orden intelectual, sí, hubo tam-
bién un gran traidor ¡Mi verdadero Judas!... un señor Froylán Turcios de Honduras,
versificador anticuado. Turcios tenía una revista moribunda llamada Ariel, la que
convirtió en un órgano sandinista con el objeto de allegar fondos y hacer propa-
ganda por la causa antiimperialista, pero fueron tantos los fondos que reunió, que
prefirió quedarse con varios miles de dólares y declararme bandolero”. Los mismos
versos antes admirados por Sandino pero, por cierto, aparecían como anticuados
ya en 1933. Por lo demás, fueron ínfimas las cantidades de dinero que pasaron por
las manos de Turcios y sobre las cuales existen recibos. Sandino reveló de manera
honesta su decepción consigo mismo y su debilidad ante las personas que conside-
raba ilustradas, propenso a creer que ser culto era sinónimo de honorabilidad y por
ende meritorio de confianza: “Me pasó esto con Turcios porque como intelectual le
creí sincero y honesto y confié en él. ¡Pobre Turcios! Me da lástima. Se suicidó mo-
232

ralmente, ¡y tanto afecto que yo le tenía!”. Y, en efecto, la historia fue más compleja
y Sandino mostró alguna intolerancia. El novelista José Román, quien escuchaba y
anotaba lo dicho por Sandino sobre Turcios, pensaba de otra manera. Sandino notó
gestos de inconformidad en Román y le increpó: “Conste Román, que no es usted
quien dirá esto; soy yo, y hágame el favor de escribirlo íntegramente así. Sí señor, le
contesté. Porque el General me lo pidió tan categóricamente, aunque no estuviera
yo de acuerdo, ya que habían muchas intrigas de por medio...”24
¿A qué intrigas se refiere? Por un lado los norteamericanos y sus aliados hon-
dureños, pero por otro, los delegados de la izquierda radical que analizaremos pos-
teriormente, llegaron al campamento de Sandino para influenciarle a fin de asegurar
para ellos mismos la titularidad de la representación de la lucha nicaragüense en
el exterior. Le decían a Sandino que Turcios no entendía de luchas sociales y con-
tradicciones de clases y por lo tanto no era políticamente confiable. Le tildaron de
aristócrata burgués, quien no atendía a los humildes que llegaban a sus oficinas,
queriendo integrarse a las filas del ejército libertador. Incluso llegaron a acusarle de
malversaciones financieras con los fondos reunidos en México y la intercepción de
los materiales de la Liga y el MAFUENIC remitidos al campamento.
Ciertamente, la intercepción norteamericana de la correspondencia complicó
la comunicación. Nunca se conocieron para discutir en persona. Sandino se sintió
herido en lo personal ante la disidencia de una persona en que había depositado un
afecto y una admiración inusitada. Posteriormente, el General señaló con tristeza
que la renuncia “repentina” de Turcios fue un golpe político en tanto cercenó la línea
principal de comunicación con el exterior –lo cual no era exacto. Pero fue un golpe
en la relación de Sandino con la intelectualidad, algunos de los cuales tomaron parti-
do por Turcios. La renuncia, a fin de cuentas fue un golpe político en tanto algunos
periódicos y escritores cambiaron de posición repitiendo el argumento de Turcios
que no podía justificarse la lucha de un caudillo liberal contra un presidente liberal25.

Todos los gringos son enemigos de la libertad


Existe la anécdota relatada por Isidro Favela, renombrado diplomático y escritor
mexicano y admirador de Sandino –autor de unos hermosos elogios publicados en
Repertorio Americano– quien, por medio del Dr. Zepeda, ofreció una cena a Sandino,
invitado de honor, en su casa en la capital mexicana en enero de 1930. El General
aparentemente fue de mal humor haciéndose acompañar de sus siete hombres ar-
mados hasta los dientes, y no esperados por el anfitrión. Sandino fue sentado junto
a un norteamericano de apellido Moreno, hablaron amenamente y hacia el final de
la cena este último dijo:
233

“No crea usted, General, que en mi país todos están en contra suya, sino muy al
contrario; tiene usted en los Estados Unidos grandes admiradores que comprenden
la nobleza de su causa y la conducta injusta de mi gobierno.
Al oír esto, Sandino se volvió bruscamente para mirar iracundo a su interlocu-
tor, diciéndole:
–¡Cómo! ¿Pues que usted es yanqui?
–Sí, señor, soy ciudadano norteamericano, enemigo del imperialismo de mi pa-
tria y admirador de usted.
Entonces Sandino, con un gesto de soberbia y en voz altanera, le contestó:
–Yo no creo en la admiración de usted porque es gringo y todos los gringos, son
enemigos de la libertad.
Moreno, sorprendido por la agresiva respuesta, a todas luces desmedida e injus-
tísima, le replicó con digno señorío:
–No, señor General, está usted equivocado; no todos los norteamericanos so-
mos enemigos de la libertad de los pueblos independientes, y sí en cambio existen
muchos, como yo, que protestan por la intervención de mi país en el suyo, siendo al
propio tiempo justificados admiradores de la gallarda defensa de usted en favor de
la total independencia de su patria.
Pero Sandino, insistiendo en su convicción y con acento imperioso y altivo,
reiteró:
–No creo en sus palabras ni necesito de sus admiraciones que no pueden ser
sinceras desde el momento en que pertenece usted a una nación que no está hacien-
do otra cosa que pisotear la libertad no sólo de Nicaragua. Sino de otras naciones de
la América Latina”26.
No fue la única vez que Sandino expresó su falta de fe en la totalidad del pueblo
norteamericano. En 1928 le entregó una carta a Henry Amphlett, el administrador
inglés de la mina La Luz. Sandino hizo volar la mina y entregó una carta que fue pu-
blicada íntegramente en el New York Times que decía: “Durante algún tiempo creí
que el pueblo norteamericano no estaba de acuerdo con el abuso cometido en Ni-
caragua por el gobierno de Calvin Coolidge, pero me he convencido de que los nor-
teamericanos, en general, aplauden la intromisión de Coolidge en mi país, y por esta
razón, todos los norteamericanos que caigan en nuestras manos habrán alcanzado
su fin”. Los condena a partir de su nacionalidad aunque en realidad no tuvo como
práctica asesinar a civiles norteamericanos. Diversas personas le reclamaron aquella
posición. Seguramente no sabían que el General Sandino difícilmente cambiaba de
criterios y, menos aún, si se le criticaba. Vuelve a la carga en el comunicado del 9
de enero de 1930, reaccionando al hecho que algunos (seguramente el Dr. Zepeda,
su representante en México, especialista en suavizar las declaraciones de su jefe) se
atrevieron a “corregir” una declaración previa sobre el mismo punto. Responde:
234

“Aunque mi declaración anterior, atribuyéndole al pueblo norteamericano la misma


actitud imperialista que a sus dirigentes, provocó explicaciones en oposición a lo que
sostengo, estoy complemente convencido de que el pueblo norteamericano apoya y
apoyará siempre la política expansionista de sus inmorales gobiernos”27.
Con el tiempo, fue atemperando su actitud aunque nunca dejó de insistir en
la dimensión “racialista” de la lucha y unidad latinoamericana. El problema estaba
en el mismo planteamiento arielista y de Vasconcelos (el Maestro de las Américas)
quienes al ensalzar la “raza” necesariamente caían en la contraposición al mundo
anglosajón y al conjunto de Estados Unidos, prescindiendo –como siempre señala-
ron los marxistas y anarcosindicalistas de la época– del reconocimiento justo a los
trabajadores y sectores populares y minoritarios estadounidenses con sentimientos
adversos a la clase dominante. Y aunque Sandino asimiló la causa internacional del
proletario y su misión universal postulada por los socialistas, no por ello abandonó
el discurso vasconcelista.
Para entonces, Sandino simplemente llegaba a la conclusión de que la conti-
nuación de la guerra de Washington contra sus tropas evidenciaba la complacencia
del pueblo norteamericano. Pero fue también un criterio que a veces aplicó a los
latinoamericanos, incluyendo el nicaragüense, que haciendo caso omiso a su deber
de defender unitariamente la defensa EDSNN tampoco parecía contar con el grado
de compromiso para hacer variar la conducta de “sus” gobiernos. Junto a gran parte
de la intelectualidad, Sandino subestimó la capacidad de Estados Unidos de dictar
las decisiones políticas estatales nacionales, o dicho de otra manera: la complicidad
entre el imperio y las élites gobernantes del continente, y la debilidad política de las
fuerzas sociales subalternas.
Estaba convencido –parte de su extraordinario sentido de fe en el triunfo de la
justicia– de que el ejemplo del México que conoció contagiaría al resto del continen-
te. Turcios desertaba, precisamente, en el momento en que Sandino más necesitaba
impactar en el exterior: transformar el enorme prestigio continental del EDSNN en
medidas concretas a su favor, lo que para él equivalía a actuar en favor de la “raza”
y la defensa de la soberanía del continente en su conjunto.
Fue entonces también que comenzó a pensar que él mismo tendría que viajar al
extranjero para movilizar mejor a las diversas fuerzas simpatizantes del continente, y
sensibilizar a los mismos gobiernos. Estaba consciente de que los ojos de América
Latina y, especialmente a partir del Congreso Antiimperialista en Europa, del mundo
estaban sobre él –por lo tanto, también Sandino debía proyectar una imagen continen-
tal y revolucionaria. Complacer en un ‘frente único’ a toda la gama ideológica de sim-
patizantes que concitaba –sin olvidar amigos en la masonería– sería tarea imposible.
En fin, la tan elevada red intelectual literaria “arielista” representada por Tur-
cios, era muchas veces más antinorteamericana que antiimperialista, sin mayores
235

preocupaciones de orden revolucionario, se replegó en la cobertura y en la impor-


tancia que le daban a Sandino. La cobertura desde la izquierda también sufrió a par-
tir de la ruptura de Sandino con el Partido Comunista Mexicano a inicios de 1930.

Obras y no palabras
Aunque se establecieron “Comités Pro–Sandino” en México, Buenos Aires,
Chile y Costa Rica, entre otros lugares, con el declarado objetivo de recaudar dinero
para la compra de medicinas, las cantidades fueron mínimas y lo que se envió, se
esfumaba en el camino o nunca salía del país. La propaganda tampoco se tradujo
en estructuras permanentes cívicas de apoyo político y la movilización de recursos.
Sobraban los periodistas y fotógrafos ávidos de hacer reportajes, pero fueron poquí-
simos quienes respondieron al llamado de Sandino a ingresar como combatientes al
EDSNN. Los artículos y discursos exaltados antiimperialistas ya no bastaban desde
la perspectiva del guerrillero nicaragüense.
Gabriela Mistral compartió la frustración de Sandino relativa a la incapacidad
del movimiento literario–intelectual de generar combatientes dispuestos a llevar sus
aportes hasta las propias Segovias. Era necesario conformar la “naturalísima” legión
latinoamericana, término acogido por Sandino, para describir el deseo ardiente de
tantos jóvenes del continente de ingresar al ejército sandinista. Desde Bogotá, los
estudiantes planificaron emprender la marcha a Nicaragua aunque al fin solarmente
dos –Alfonso Alexander y Rubén Ardila Gómez– lograron su objetivo.
Un escritor chileno reflejó la frustración: “Esos escritores que entonan sus loo-
res en poemas a Sandino me recuerdan a aquellos niños que se entusiasman al sólo
pensar en aeroplanos, pero que cuando se les invita a volar pretextan un dolor de
cabeza”. Desde su perspectiva, el agregado militar norteamericano en Costa Rica lle-
gaba a la misma conclusión: “aunque existe considerable simpatía por el movimien-
to de Sandino, dicha simpatía no es más que una actitud mental, la que difícilmente
tomará la forma de asistencia física, material, o financiera... ninguna cantidad de
dinero se había recogido a la fecha, ni mucho menos se le había enviado”28.
Lo cierto es que muchos escritores polifacéticos se deslumbraron cuando San-
dino apareció como una estrella en el cielo, de la cual apartaron su vista tras haber
dado su opinión. Como explica la historiadora Casaús Arzú, aquellos escritores po-
lifacéticos opinaban sobre cualquier cosa, muchas veces sin conocimiento de causa,
mezclando la poesía con la filosofía, dando como resultado opiniones “en muchos
casos, bastantes superficiales, cuando no banales”29.
Lo ocurrido con Turcios fue sintomático de una contradicción más de fondo
alrededor de las interpretaciones disímiles sobre el significado de imperialismo y an-
tiimperialismo, fuera y dentro del contexto nicaragüense. Para Turcios, Vasconcelos
236

y los arielistas, “imperialismo” era un epíteto más, dentro de la poblada letanía de


improperios patrióticos tradicionales, propios del viejo discurso vinculado al patrio-
terismo nacionalista. Aquella corriente patriótica solidaria con Sandino simbolizada
por Turcios, subrayó menos el sometimiento económico, o la explotación socio–
económica y más las ofensa al honor, el decoro, el prestigio, la integridad, la inter-
vención militar y la soberanía.
Tras la ruptura con Turcios, no fueron pocos los intelectuales y diarios que se
replegaron a partir de 1929 cuando Sandino viajó a México. Ello incluye al Repertorio
Americano tan destacado en su cobertura de la lucha de Sandino a lo largo de 1928, a
juzgar por la disminución notable de artículos sobre Nicaragua. García Monge segu-
ramente fue influenciado por su estrecha amistad con Turcios o bien por la llegada
“al poder” de un correligionario liberal como Moncada. Importantes medios como
La Nación de Buenos Aires y El Tiempo de Bogotá también se apartaron y hasta cri-
ticaron a Sandino30.
Al fin y al cabo, no se podía pedir peras al olmo: que los intelectuales, sus redes
y sus periódicos de renombre cambiaran la posición de sus gobiernos relativa al
sandinismo y por ende hacia los Estados Unidos. Es decir, relativa a los regímenes,
mayoritariamente débiles y de derecha estrechamente vinculados a los Estados Uni-
dos. ¿Dónde entonces estaba su fuerza política y social, su visión? Aunque de buena
fe, muchos no vieron más allá de la “patria chica” y de los propios círculos gober-
nantes. Otros se refugiaron en el hispanismo como que si Nicaragua se salvaría con
palabras sobre la cultura hispánica o latina, o con los editoriales de los periódicos y
propaganda de intelectuales. En Estados Unidos, aquello tuvo su peso, pero no fue
tanto el caso en América Latina. Muchas de aquellas voces que proclamaron a San-
dino, incluyendo la de Vasconcelos o Leopoldo Lugones, terminaron girando hacia
posiciones fascistas.
Todo ese tiempo, hubo partidarios de Sandino que en las calles trabajaban furio-
samente a favor de Nicaragua como parte de un cometido antiimperialista proletario.
Consideraban que la lucha sandinista para lograr la desocupación militar foránea no
era un fin en sí mismo, sino una fase de una lucha más grande internacional contra
una fuerza imperial. Visto desde la óptica de la izquierda, los arielistas no pudieron
comprender que lo fundamental no eran los problemas de “raza” o de “cultura”
que consideraron el credo romántico y desfasado de unos cuantos intelectuales, no
acordes con nuevos tiempos revolucionarios. Exigieron una transición del lirismo al
análisis, y del análisis a la organización de fuerzas sociales: el enemigo no era la “raza
anglosajona” sino el banquero norteamericano y el imperialismo entendido como
un sistema económico y social, y no simplemente una práctica política y militar31.
XII

Las fuerzas de izquierda

Groso modo, la solidaridad internacional con Sandino provino del campo de los
nacionalistas intelectuales y la izquierda radicalizada por la Revolución Bolchevique.
En el primer campo, figuraban escritores brillantes de la tradición arielista y dariana,
dada su naturaleza a combatir con sentimiento vasconcelista y continentalista, la
defensa de la Raza y de la hispanidad americanizada. Como ejemplo, organizaciones
como la Liga por la Defensa Nacional en Guatemala, cuyos miembros en su ma-
yor parte pertenecían a una aristocracia cultural, más afín a Europa que a Estados
Unidos, marcada por un nacionalismo y patriotismo que solía ser más cultural que
institucional, de alguna manera Sandino giró entre ambos mundos intelectual y po-
líticamente. Aunque lejos de ser un aristócrata, el discurso de Sandino a lo largo de
su lucha reflejó la influencia de Turcios y sus redes, pero más importante aún, reflejó
la profundidad de asimilación del nacionalismo cultural que presenció en México.
Del otro lado, estaba la izquierda comunista y corrientes como el APRA que
pusieron el énfasis desde un principio en lo social y económico, distinguiéndose los
apristas de los comunistas (cominternistas para reflejar mejor el marco de la época, y
no como referencia teórica) por la aceptación del continentalismo, pero en un marco
de masas y subordinación a los supuestos intereses de la clase trabajadora, los traba-
jadores intelectuales, como les designaban los apristas. Aun antes de que la izquierda
cominternista iniciara su masivo trabajo propagandístico hacia finales de los años
veinte, muchos legisladores, periodistas y demócratas fulminaban contra la política
exterior de la administración republicana –primero de Calvin Coolidge (1925-1928)
y posteriormente Herbert Hoover (1929-1933). Al fin y al cabo, fue la presión de
estos sectores junto a la resistencia de los sandinistas los factores decisivos que lleva-
ron a la decisión de un nuevo gobierno norteamericano de enero de 1932 de iniciar
el retiro de las tropas.
Tanto en Estados Unidos como en América Latina, los cominternistas astuta-
mente aprovecharon la indignación generalizada para jalar agua a su molino y nutrir
a sus propias estructuras sindicales, sociales e intelectuales. Recibieron orientaciones
desde la jefatura nacional Comunista de ponerse organizativamente a la cabeza a
favor de Sandino desarrollando campañas, protestas y manifestaciones contra la pre-
sencia de los marines en Nicaragua. No obstante, el arraigo del anticomunismo en
el medio les llevaría a disimular la captación ideológica prefiriendo, al menos en una
etapa inicial, articular alianzas o “frentes únicos” con todos aquellos deseosos de tra-
ducir las palabras y sentimientos en acciones concretas a favor de Nicaragua. A fin
238

de no presentar su lado más radical y anticapitalista, los cominternistas recurrirían


a personalidades de renombre con sentimientos progresistas para que figuraran al
frente de las organizaciones aparentemente amplias de solidaridad con la resistencia
sandinista. Entre ellos al hermano de Sandino.

Estados Unidos: Sócrates Sandino y Carleton Beals


Hubo tres figuras –dos personalidades y una
organización– que en Estados Unidos jugaron
un papel primordial para influenciar la opinión
pública en contra de la política norteamericana
en Nicaragua. Se trata del hermano de Augusto,
Sócrates Sandino, el periodista Carleton Beals, y
la Liga Antiimperialista de las Américas, organi-
zada por instrucciones del Congreso de la Inter-
nacional Comunista.
Sócrates había sido despachado por sus pa-
dres a Estados Unidos para “enderezar” a su
hijo, quien mostraba demasiada afinidad por la
bebida. Vivía modestamente en Brooklyn, Nue-
va York. Dijo haber buscado trabajo como car-
pintero pero al fin terminó empleado, al igual
que su hermano mayor, como mecánico. Tenía
18 meses de residencia en EE.UU cuando, hacia
Sócrates Sandino (1898-1934)
finales de 1927, Salomón de la Selva y represen-
tantes de la Liga Antiimperialista le enlistaron para que hiciera uso de su apellido
para emprender actividades públicas contra la política norteamericana y para defen-
der la reputación de su hermano frente a la propaganda hostil de Washington.
Ante la falta de información sobre la vida de Sandino, el testimonio de su her-
mano (y posteriormente el de Carleton Beals) satisfizo la enorme curiosidad que
existía sobre el guerrillero nicaragüense que continuaba eludiendo a los marines.
Temiendo ser identificado y expulsado de Estados Unidos, Sócrates en una ocasión
se hace pasar por Salomón de la Selva en su primera entrevista concedida a un diario
norteamericano, el Brooklyn Daily Eagle Sun (8 de enero de 1928). El periodista
perspicaz notó que sus rasgos se parecían a los de Augusto y la descripción que hizo
del entrevistado –mestizo, ojos y pelo oscuro– para nada coinciden con los conoci-
dos rasgos pálidos de Salomón de la Selva. Sócrates elogió a Augusto, comparándolo
como héroe con el célebre aviador Charles Lindbergh quien pronto iniciaría una gira
oficial por América Latina tratando de recuperar prestigio para su país. “No bebe
239

y decididamente no es un bandido”, apuntó Sócrates. “Es una versión masculina


de Juana de Arco quien responde a su llamado”, escribe el periodista, al escuchar
el relato sobre la vida de Sandino. El recuento de Sócrates sin embargo, o al menos
lo publicado por el periodista, poco tuvo que ver con la realidad, atribuyendo por
ejemplo, el incidente con Dagoberto Rivas a un intento político de asesinar al joven
Augusto, un dirigente campesino, por parte de políticos que habían tratado infruc-
tuosamente de sobornarlo. Desmintió, sin embargo, la afirmación del interventor
Stimson sobre la integración de Augusto al ejército de Pancho Villa. Agregó que si
Sandino viviera en Nueva York, no leería la prensa amarilla (tabloides) sino el New
York Times y el Brooklyn Eagle.
A partir del reportaje, los medios (y el FBI) descubrieron la verdadera identi-
dad de “Salomón de la Selva” y de su dirección en la avenida Jefferson de la ciudad
de Brooklyn. Al día siguiente de la publicación en el Brooklyn Eagle, Sócrates fue
emboscado por periodistas y fotógrafos, quienes lo siguieron toda aquella semana
reportando sobre su procedencia, trabajo y hasta su vestimenta. Su vida cambiaba
para siempre al convertirse en el centro de atracción donde fuera que apareciera. Lo
que puede explicar el hecho que, cuando llegaron a buscarle representantes de la
Liga Antiimperialista, aceptó la propuesta de formar parte de la campaña que la Liga
y el Partido de los Trabajadores (Partido Comunista) debían impulsar a favor de su
Augusto bajo la consigna “los verdaderos bandidos están en Washington”.
El domingo15 de enero, la Liga organizó la primera actividad pública en el Irving
Plaza Hall de Manhattan, con la asistencia de miles de trabajadores y simpatizantes
de izquierda para escu-
char a Sócrates. Según
el reportaje, Sócrates a
pesar de sus 18 meses
en Estados Unidos to-
davía no hablaba bien
el inglés. Hizo su en-
trada de manera tímida
y nerviosa ovacionado
por la multitud; vestía
un traje gris y camisa
azul. Habló en español
sin mayor brillo y fer-
vor, indicó el reporta-
Anuncio de la presentación de Sócrates Sandino,
Chicago, Illinois, EE.UU. (1928) (www.sandinorebellion.org)
240

je. Dijo que Augusto era “el Jorge Washington” de Nicaragua y desmintió las acusa-
ciones norteamericanas1.
“El tímido hermano de Sandino no disfruta de su fama súbita”, fue el titular del
Brooklyn Eagle. Y en efecto, Sócrates continuaba pensando que sería expulsado de
un momento a otro. No exageraba el peligro en tanto agentes del Buró Federal de
Investigaciones habían infiltrado la actividad, colocando a sus agentes dentro la mis-
ma Liga, uno de los cuales informó llegaba a la conclusión que “todos estos eventos
nos dan una impresión clara de las relaciones entre el movimiento revolucionario
latinoamericano y el Partido de Trabajadores (Comunista) que recibe órdenes del
Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista”. Sócrates dejó su trabajo y se inte-
gró de lleno a la campaña repitiendo la línea oficial de la Liga y el Partido repitiendo,
por ejemplo, que su hermano le había pedido trasladar a los trabajadores norteame-
ricanos que en Nicaragua se luchaba tanto por la libertad del pueblo nicaragüense
como la de los trabajadores norteamericanos. No hay constancia, sin embargo, que
Augusto se comunicaba con su hermano.
Sócrates llevaba más de un año sin comunicación con Augusto y más de cinco
de no verle. Sin embargó intuyó la necesidad de desmentir los rumores y falseda-
des lanzadas reiteradamente por el gobierno norteamericano. En EE.UU se mul-
tiplicaban las críticas de legisladores, particularmente en el Comité de Relaciones
Exteriores del Senado el cual resolvió interrogar al secretario de la marina sobre las
operaciones en Nicaragua, cuestionaban la autoridad legal del Ejecutivo para enviar
tropas en Nicaragua. En La Habana se inauguraba la VI Conferencia Panamericana
con la presencia del mismo presidente Coolidge quien fuera abucheado en las calles.
Aunque la Conferencia de los gobiernos no pudo asegurar la aprobación de una
resolución contra la política de intervención, el sentir popular se hizo sentir en la
forma de la enorme ovación que recibieron las banderas de Nicaragua y México en
la inauguración pública. Mientras tanto, desembarcaban otros mil marines a Nica-
ragua, con lo que la presencia norteamericana sumaba alrededor de 2,500 tropas lo
cual ocupaba las primeras planas de los diarios norteamericanos2.
Un integrante de la Liga recordaría en su autobiografía que la Liga no había pa-
sado de propaganda y boletines y publicaciones, hasta surgido el tema de Nicaragua.
Fue entonces que se organizaron manifestaciones frente a la Casa Blanca, incluyendo
una de dimensión masiva de 100,000 manifestantes en abril de 1928, con consignas
que decían: “Estamos con Sandino y no Contra él”; “El verdadero bandido es Wall
Street y no Sandino”; “Exigimos el retiro inmediato de los Marines de Nicaragua”.
La Oficina Federal de Investigación (FBI) organizó un destacamento especial
para detectar el flujo del dinero recaudado desde Estados Unidos y México. Con-
cluyeron que el dinero remitido por la Liga Norteamericana al Buró central de la
LADLA en México era insignificante, como en efecto fue el caso. El FBI también
241

informaba, sin mayor elemento de prueba, que la Embajada de la Unión Soviética


en la capital mexicana, también analizaba fondos, e incluso llegó a especular que el
mismo presidente Calles financiaba a Sandino. En realidad el dinero era transferido
a Turcios, quien lo enviaba a Nicaragua, lo cual también incomodaba a los militan-
tes mexicanos ávidos de establecer su propio canal con Sandino. El General por su
parte, escribió a los norteamericanos, miembros de la Liga Norteamericana, comen-
dándoles por “su protesta y desaprobación” de la política de agresión de Estados
Unidos contra Nicaragua.
El Secretario Ejecutivo del Partido Comunista norteamericano, Jay Lovestone,
en un informe interno confidencial interceptado por el FBI, reportaba que la acción
de recaudación para comprar medicinas a Sandino era una de las tres principales
campañas del partido, subrayando: “Esta campaña, que constituye algo nuevo y sig-
nificativo en la historia americana, no es simplemente una campaña de recaudación
de fondos, sino un acontecimiento político significativo. Busca: 1. Prestar ayuda
directa a las fuerzas nicaragüenses que luchan contra el imperialismo americano. 2.
Indicar a los trabajadores americanos que luchan contra el imperialismo y una guerra
imperialista, un camino concreto de apoyo contrario al pacifismo y que conlleva la
aplicación concreta de la concepción leninista del frente unido entre los trabajadores
y pueblos oprimidos”. No obstante, delegados latinoamericanos en el Congreso de
la Internacional Comunista de 1928 criticaron al PC de Estados Unidos por “no
haber cumplido totalmente su deber con respecto a Cuba, México y a Sandino, a los
que debería haber apoyado más activamente”3.
Sócrates continuó prestando su presencia en los mítines llevados a cabo por la
Liga Antiimperialista, todo bajo la estrecha vigilancia de las autoridades de inteligen-
cia de Estados Unidos. Se reporta incluso la llegada de Sócrates y de Salomón de la
Selva a la ciudad de Boston donde se empeñaron en colocar una ofrenda floral ro-
jinegra en el monumento a los héroes de “Bunker Hill” (de la guerra revolucionaria
norteamericana contra el imperio inglés). Fue entonces que desde Moscú decidieron
concentrar los esfuerzos en México por lo que la Liga pide a Sócrates trasladarse a
México para figurar en la campaña masiva desarrollada por la contraparte de la Liga.
En julio de 1928 arriba al puerto de Veracruz en México siendo recibido por una
comitiva de las figuras latinoamericanas y mexicanas izquierdistas.

Carleton Beals
No se puede exagerar el impacto de los artículos del periodista americano Carle-
ton Beals, el primer periodista norteamericano en entrevistar a Sandino, contratado
por la revista de tendencia liberal The Nation. Con la asistencia de Froylán Turcios,
Beals logró llegar a las Segovias, salió a caballo de Tegucigalpa el 22 de enero de
242

1928 acompañado del General José Santos


Sequeira hasta llegar a El Remango, situado
detrás de El Chipote. Desde allí Beals le diri-
gió la solicitud a Sandino para entrevistarle.
Sandino accede y despacha una columna de
unos 30 hombres al mando de Pedro Alta-
mirano para llevarlo hasta San Rafael donde
se encontraba. Beals llegó al poblado la no-
che del 2 de febrero. La entrevista tuvo lugar
a las 4 de la mañana del día siguiente. Duró
cuatro horas y Sandino no accedió a foto-
grafiarse. A las 3 de la tarde de ese mismo
Carleton Beals (1893-1979)
día un oficial sandinista llevó a Beals hasta
Sébaco de donde procede hasta Managua. Entre el 22 febrero y el 18 de abril de
1928 The Nation publicó en entregas seis artículos presentando sus impresiones
sobre Sandino, su personalidad y el carácter patriótico de su lucha. Los reportajes
fueron recogidos por 40 periódicos norteamericanos y traducidos al español y di-
seminados por la Agencia Panamericana de Noticias; aparecieron publicados en el
influyente La Nación de Buenos Aires y El Tiempo de Bogotá, entre otros incluyendo
Repertorio Americano, en la mayor parte de Europa incluyendo Finlandia y hasta en
Australia. “Dígale a sus lectores que puede haber bandidos en Nicaragua pero no ne-
cesariamente son nicaragüenses”, señaló Sandino. A partir de entonces, al gobierno
norteamericano se le dificultó aún más mantener la imagen de Sandino increpándo-
se la razonamiento oficial sobre la intervención en Nicaragua5.
Hasta el mismo General Feland de los marines tuvo que admitir al propio Beals
que Sandino “no es un bandido, llámelo usted un tonto, fanático, idealista, o patriota,
según su punto de vista; pero no es un bandido”. A los pocos meses el Secretario Ad-
junto de Estado, Francis White, registraba que Sandino “es... una figura de gran impor-
tancia internacional, particularmente en América Latina, y la inhabilidad de los Mari-
nes de atraparle ha incrementado internacionalmente su valor como estorbo y nos está
perturbando de muchas maneras”. Para finales de 1928, la administración Coolidge
decidió entonces enviar al presidente electo Herbert Hoover a realizar una extensa gira
por América Latina para tratar de menguar las relaciones con la región, pero en uno y
otro lugar fue recibido con gritos “Sandino, Sandino” y “Fuera de Nicaragua”.
Fue creciendo románticamente la imagen de un Sandino mítico siempre ape-
gada a su biografía o incluso a sus rasgos físicos –ni el esbozo sobre la vida de su
hermano que escribe o dicta Sócrates plagado de errores dando pie a confusiones
que persisten al día de hoy6.
243

Nicaragua entre Estados Unidos y el “bolchevismo” mexicano


Entrado el siglo XX, la injerencia de los Estados Unidos en Nicaragua no fue
provocada por el minúsculo monto de inversiones –la llamada diplomacia del dólar–
ni por las querellas libero–conservadoras que azotaban el país vistas por Washington
con singular desprecio. La preocupación inicial tuvo más que ver con la posibilidad
que otra potencia abriera un segundo canal transoceánico por la ruta nicaragüense
–ambición que fue atendida la suscripción del tratado Chamorro Bryan en 1914. De
mayor importancia y con una lógica similar figuró el rechazo a la posibilidad de que
México revolucionario extendiera su influencia a América Central. Este factor, a su
vez, obedece en gran parte al afán norteamericano de recuperar su pleno dominio
sobre la producción petrolera mexicana aislando al gobierno y cerrándole el paso a
la construcción de alianzas con gobiernos centroamericanos. Sandino conoció bien
aquella historia habiendo vivido las tensiones en Tampico –una flota naval norteame-
ricana permaneció estacionada a pocos kilómetros de aquel puerto durante su estadía.
Al menos hasta 1928, muchos consideraron inevitable el estallido de una gue-
rra entre México y los Estados Unidos. Pero en términos de la opinión pública
norteamericana, el pretexto esgrimido no era el petróleo sino el intento de México
de disputar por medios ideológicos la posición hegemónica de Estados Unidos en
América Central. En primera plana, el New York Times reportaba que México pro-
curaba sacar ventaja del conflicto en Nicaragua “para establecer un espacio bolche-
vique entre el continente estadounidense y el canal de Panamá”, agregando que la
administración de Coolidge poseía evidencia de un enorme complot mexicano para
“bolchevizar” a toda Centroamérica. En agosto de 1926, el embajador norteame-
ricano en México escribía al Secretario de Estado Frank Kellogg: “el gobierno de
México es verdaderamente bolchevique y trata de expandir las doctrinas comunistas
no sólo a los países vecinos de Centroamérica, sino a Sudamérica y la parte sur de
los Estados Unidos”7.
El despacho de marines norteamericanos a Nicaragua también se hizo de cara
a México, para recordarle a este país y al mundo cuál era la potencia hegemónica en
el istmo. El cuento de la expansión bolchevique–mexicana fue convenientemente
asimilado por las oligarquías locales, quienes dijeron ver mexicanos por todas partes
promoviendo nacionalismo, sindicatos y agrarismo. A fines de 1927, el embajador
mexicano en San Salvador alertaba a la Secretaría de Relaciones Exteriores: “Es tan
grande el pánico, tan firme la creencia que tiene este Gobierno de que todo elemen-
to mexicano es bolchevique, que el Ministro de Gobernación ha llegado a decirme
que en las valijas diplomáticas que recibe esta legación viene la propaganda impresa
que circula. En realidad, lo anterior tiene origen en la campaña diplomática y perio-
dística yanqui en Centroamérica, en contra del México bolchevique [sic] y como no
contamos con eficaces medios, no podemos contrarrestarla”8.
244

En realidad, el juego geopolítico entre México y Estados Unidos antecedía tan-


to la revolución mexicana (1910) como la bolchevique (1917). Desde los tiempos
de Porfirio Díaz y de José Santos Zelaya (quien salió de Nicaragua a bordo de una
fragata mexicana con destino inicial a México). Las fuerzas liberales nicaragüenses
acostumbraron buscar el apoyo de México para contrarrestar la presumida alianza
de los conservadores con Estados Unidos. En los medios norteamericanos apare-
cieron reportajes fantasiosos en los que se decía que México trataba de estorbar la
construcción del canal interoceánico por Nicaragua, y que de paso estaba estable-
ciendo una colonia comunista en la desembocadura del río San Juan. Pero no todo
fue exageración: según relata el entonces representante de Sacasa ante el presidente
Calles de México, el General Luis Beltrán Sandoval (jefe del ejército liberal recluido
en Puerto Cabezas) propuso directamente a Calles, por medio de Zepeda, someter a
Moncada a un Consejo de Guerra y hacerlo fusilar, puesto que ya estaba en contu-
bernio con el Contralmirante Latimer, comandante del escuadrón naval norteameri-
cano anclado en las afueras del puerto. Zepeda dijo haber llevado la recomendación
directamente a Calles, quien desaconsejó la propuesta: “cumplí fielmente el encargo
del General Calles”9.
Luego intervino el elemento propiamente social. En su informe con fecha 10
de mayo de 1925, el representante diplomático mexicano en Managua consideró que
el proletariado nicaragüense todavía carecía de sofisticación, pero que el gobierno
liberal de Solórzano y hasta la policía había manifestado su apoyo entusiasta a los
trabajadores y sus organizaciones. Meses después, otro representante diplomático,
Antonio Medís Bolio, logrado poeta yucateco, señaló que el pueblo nicaragüense
estaba ansioso de seguir el ejemplo mexicano. El supuesto avance del bolchevismo
en Nicaragua habría tomado la forma de la manifestación obrera del 1 de mayo de
1925 y en el consiguiente desfile de los obreros ante funcionarios visitantes de la
Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM), cuyo enlace en Nicaragua era
Salomón de la Selva10.
Tras el derrocamiento del presidente Carlos José Solórzano por parte de los
conservadores, el vicepresidente constitucional Juan Bautista Sacasa viajó primero a
Washington buscando consuelo y, tras ser rechazado, acudió a México logrando apo-
yo diplomático pero también militar. Los mexicanos no se fiaron totalmente del di-
rigente liberal, quien evidentemente hubiera preferido contar con el aval norteame-
ricano, pero ya Stimson había establecido que Díaz permaneciera en la presidencia y
que el candidato liberal en 1928 sería Moncada. A su vez, continuaba anhelando un
cambio de posición por parte de Estados Unidos. Sacasa entró “nervioso y tímido”
a las negociaciones con el gobierno mexicano, según el testimonio de un diplomá-
tico mexicano, temiendo más que todo la segura amonestación del todopoderoso
Departamento de Estado norteamericano.
245

En la presunta negociación directa con Calles, Sacasa sometió su programa de


gobierno a la “revisión y aprobación” del presidente mexicano a cambio de armas,
municiones, asesores militares y transporte para la fuerza expedicionaria liberal que
eventualmente desembarcó en Puerto Cabezas. Por su parte, según la misma ver-
sión, Sacasa se comprometió a revisar los tratados entre Estados Unidos y Nicara-
gua, incluyendo el Chamorro-Bryan, y establecer una alianza formal con México, a
la vez que “adoptaría en la constitución nicaragüense principios análogos en materia
social y política contemplados en la constitución mexicana11.
Según los informantes de Estados Unidos, la Embajada de México en Gua-
temala entregó cientos de miles de dólares a Sacasa para la compra de armas en
Centroamérica y de voluntades políticas en Centroamérica. En agosto de 1926 siete
naves comerciales mexicanas trasladaron rifles, municiones y pertrechos a Nicaragua
llevando consigo voluntarios nicaragüenses y mexicanos. La respuesta diplomática-
mente de Estados Unidos tomó la forma de mantener al régimen de Adolfo Díaz y
eventualmente abrazar a Moncada en retribución por el apoyo mexicano a Sacasa.
Actuando sobre información de inteligencia norteamericana, el General Chamorro
envió un contingente militar para esperar en Cosigüina a la nave mexicana “Tropi-
cal” derrotando al contingente liberal y capturando todos aquellos sus pertrechos.
El dinero de Calles tampoco fue suficiente para convencer a los otros gobiernos
centroamericanos a negarle el reconocimiento diplomático a Díaz. El envío de más
marines a Nicaragua respondió, entre otras cosas, al temor expresada por aquellos
gobiernos sobre la expansión del “radicalismo mexicano” por todo el istmo.
Fue entonces que la administración Coolidge aprovechó para enviar los marines
de regreso a Nicaragua.
En el trasfondo estaba el mar de petróleo mexicano ansiado por Estados Uni-
dos pero obstaculizado por la política nacionalista mexicana. Washington recordaba
a México que estaba en medio de “dos fronteras” con Estados Unidos: al norte la
del Río Bravo y al sur con la obsecuente Centroamérica. Había fracasado el intento
mexicano de emular la política de las cañoneras en defensa del gobierno constitu-
cional de Sacasa. Y el sabor amargo que dejó el episodio en la boca de Calles fue un
factor decisivo en el momento que otro liberal constitucionalista llamado Augusto
C. Sandino emprendió su propio esfuerzo para lograr el apoyo del gobierno, cada
vez menos “bolchevique”, de México12.

Todos somos bolcheviques


Durante los años veinte, la ciudad de México fue la capital del radicalismo po-
lítico de todo el hemisferio. De Norte y Sudamérica, llegaron escritores, artistas,
expulsados políticos, perseguidos por la policía, rebeldes de todas las edades identi-
246

ficados con los ideales de la Revolución Mexicana o Bolchevique o, cuando menos,


una antipatía hacia el gobierno de Estados Unidos y sus aliados dictatoriales en la
región. México les invitaba asegurándoles libertad y organización, incluyendo per-
miso para asociarse con las organizaciones gremiales. Todo lo cual quitaba el sueño
a los gobernantes y medios norteamericanos, convencidos de que bajo sus propias
narices, al otro lado de su frontera, se erigía otra república bolchevique–soviética.
Noticia que pareció ser confirmado cuando México se convierte en el primer país
de las Américas en reconocer a la Unión Soviética y permitirle la apertura de una
embajada en su país.
La simpatía con la triunfante revolución bolchevique y la solidaridad con la ace-
chada revolución mexicana se combinó en una nueva generación latinoamericana,
motivada a veces más por el sentimiento antinorteamericano que por la inducción
de los todavía poco conocidos manuales marxistas. La lógica política al parecer que-
daba expresada en 1919 con las grandilocuentes palabras del jefe militar de Aguasca-
lientes: “No sé qué significa el socialismo, pero yo soy un bolchevique, como todos
los patriotas mexicanos. Los yanquis no quieren a los bolcheviques, son nuestros
enemigos; por eso los bolcheviques tienen que ser nuestros amigos y nosotros tene-
mos que ser sus amigos. Todos somos bolcheviques [...]”13.
No todo fue ideología en tanto la nueva élite gobernante mexicana buscaba es-
pacio de maniobra frente a los Estados Unidos, utilizando la relación con la Unión
Soviética, pero también con los gobiernos y asociaciones simpatizantes en Cen-
troamérica. El naciente régimen soviético también hacía sus cálculos estableciendo
entonces, junto a su embajada, la sede del Buró del Caribe de la Internacional Co-
munista–siempre sin embargo para intrigar más de cara hacia Estados Unidos que
hacia América Latina.
En todo caso, la capital mexicana congregaba a comunistas, apristas, anarquis-
tas y periodistas, artistas e intelectuales izquierdistas de Sur, Centro y Norteamérica
(Carleton Beals, Bertran Wolfe, Tina Modotti, Haya de la Torre, e incluso el nicara-
güense Salomón de la Selva). Aquel conglomerado de polémicas y activistas de iz-
quierdas antiimperialistas vinculados directa e indirectamente al Partido Comunista
Mexicano y los sindicatos afines constituyeron el centro neurálgico de la denuncia
de la política estadounidense del “gran garrote”, de las operaciones militares yanquis
en Nicaragua y, para 1928, de la organización de las campañas de alcance continental
a la causa de Sandino.
Fue otro tipo de solidaridad más alejada pero todavía no abiertamente contraria
a la de los versificadores y revistas literarias, Otras modalidades organizativas carac-
terizaron la campaña de solidaridad con Sandino –una de las primeras de nuevo tipo
enfocadas en movilizaciones concatenadas enfocadas un objetivo concreto utilizan-
do las mismas consignas. El mismo México que educó a Sandino se tornó en su más
247

importante fuente de apoyo militar, diplomático, financiero y popular –abarcando


desde círculos gubernamentales hasta organizaciones campesinas y sindicatos de
trabajadores. Al fin y al cabo, eran Sandino y México los que, más que nadie, eran los
declarados enemigos de los Estados Unidos.
Pero entre aquellas personalidades y organizaciones las relaciones no siempre
fueron amistosas entre sí, ni coincidentes ideológicamente. Entre los “sandinistas”,
estaban por un lado los liberales nicaragüenses leales a Sacasa acogidos por el mismo
gobierno mexicano representados por figuras reconocidas como el Dr. Pedro José
Zepeda, celulas de la naciente Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA)
que entraron en competencia con las organizaciones vinculadas al Partido Comunis-
ta Mexicano y la Internacional Comunista. Al principio cada cual montó su propia
red y mecanismos de recaudación de fondos para Sandino generándose enormes
confusiones que provocaron la intervención amistosa de las autoridades mexicanas
y, posteriormente, hasta del mismo Sandino. Por otro lado, las redes de escritores
en los medios tradicionales de prensa alimentaron un sentimiento desbordante de
simpatía con Sandino, y en ningún lugar fue más venerado que en México14.
Fue gracias a la popularidad continental de Sandino que la Internacional Comu-
nista (IC) descubrió a América Latina, al constituirse Sandino un símbolo ya no sólo
hemisférico sino también mundial del cual el cominternismo no podía estar desvin-
culado. Habían, como tantos, condenado la intromisión estadounidense en Nicara-
gua, pero ahora aparecía un símbolo vivo del antiimperialismo que pregonaba en el
mundo entero. El apoyo cominternista a Sandino nunca fue directo, sino mediado
por entidades periféricas afiliadas, entre las cuales sobresalía la Liga Antiimperialista
de las Américas, fundada en México y Nueva York, a inicios de 1925, como capítu-
lo hemisférico de la Liga Internacional que tuvo por cometido denunciar y resistir
el expansionismo colonial de las grandes potencias, incluyendo Estados Unidos.
Haciendo cuidadosamente de lado un tanto el discurso nacionalista y patriótico de
Sandino, la IC subrayó la dimensión militar de la lucha sandinista, extendiéndole
su apoyo incondicional, haciendo propaganda y vinculando con la causa de todos
los trabajadores y pueblos sometidos del mundo. Lo de “patria” no gustaba ya que
para los cominternistas la primera y única patria de los trabajadores era lo constituía
el único gobierno en el mundo de los trabajadores: la acechada Unión Soviética.
Los Congresos Antiimperialistas Mundiales organizados en Europa y las Congresos
de la Internacional Comunista constituyeron las instancias rectoras que orientaron
la fundación de organizaciones “amplias” identificadas con la lucha en Nicaragua,
pero cuya dirección debía quedar en manos políticamente confiables. El éxito de
las campañas rebasó la misma capacidad organizativa de la Liga, que también debía
velar por otras luchas anticoloniales y la defensa de la URSS, decidiéndose entonces
organizar Comités Manos Fuera de Nicaragua (MAFUENIC) con sede central en
248

México y cuya dirección, al igual que la de la Liga, de-


pendían del cominternismo, y de manera concreta, por
tratarse de oficinas en México, del Partido Comunista
de México Comité Central del PCM.
El MAFUENIC contó con representaciones en
diversas partes de México integrando también a emi-
nentes figuras de la izquierda latinoamericana exiliadas
en la capital mexicana. El General Sandino figuraba
como el presidente de honor. Entre las personalidades
y organizaciones fundadoras estaba la Federación An-
ticlerical Mexicana, J. Jolibois Fils de la Unión Patrió-
tica de Haití, Hernán Laborde de la Asociación de los
trabajadores del Ferrocarril (posteriormente nombra-
do Secretario General del PCM), Úrsulo Galván de la
Liga Nacional Campesina (antiguamente vinculado a la
Publicación de la Liga Antiimperia- Casa del Obrero en Tampico), el distinguido intelectual
lista de las Américas, México, D.F. peruano Jacobo Hurwitz, quien dejaría al APRA, para

acercarse al PCM; los artistas Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros (en representa-
ción de la Federación Minera de Jalisco), destacados militantes cominternistas como
el venezolano Gustavo Machado Morales y el cubano Julio Antonio Mella15.
El APRA del flamante peruano Víctor Raúl Haya de la Torre, quiso pero no
pudo montar su propia red continental de solidaridad con Sandino. El APRA decía
ser esencialmente “indoamericana”, criticaba la vinculación “europeísta” de los co-
minternistas, en alusión a su lealtad las estructuras mundiales antiimperialistas de la
Internacional Comunista. Con el tiempo, los apristas se vieron obligados a pasarse
al MAFUENIC. Lo mismo ocurrió con el Comité pro-Sandino integrado por nica-
ragüenses liberales radicados en México.
El periódico El Libertador fungió como el órgano tanto de la Liga Antiimperia-
lista como del MAFUENIC. Posiblemente, Sandino conoció aquel órgano durante
su estancia como petrolero en Cerro Azul, en tanto aunque de escaso tiraje apuntaba
hacia trabajadores y estudiantes. Aparece por vez primera en 1925 e incluye repor-
tajes sobre las actividades del gremio petrolero. De haber caído en sus manos, aquel
medio hubiera introducido a Sandino a las discusiones sobre el carácter del imperia-
lismo, su actuación, el papel de la izquierda en las Américas y en el mundo, las luchas
anticoloniales en Asia y África, la discriminación racial en Estados Unidos, el mundo
de los banqueros internacionales y las importantes polémicas dentro de la izquierda
y, por supuesto, las luchas sociales y gremiales en México. Y aparte del debate de
ideas, publicaba noticias sobre la revolución rusa, la política norteamericana en Mé-
xico, imperialismo de clase y no de raza, y solidaridad internacional. Sobresalieron
249

también, dado el carácter de la revista y los lazos tradicionales de México con Cen-
troamérica, reportajes sobre la diplomacia del dólar, el papel de la banca norteameri-
cana en Nicaragua y la ocupación económica que sufría, con un análisis del carácter
de los préstamos que terminaron hipotecando ferrocarriles, aduanas y banca, para
no mencionar el gobierno, explicando así el papel de los banqueros norteamericanos
en el derrocamiento de Zelaya16.
El Libertador se convirtió en uno de los más importantes divulgadores de la
lucha nicaragüense, nutriéndose de los artículos aparecidos en Ariel pero con un
enmarcamiento radicalmente distinto. En su primera editorial se hace explícita la in-
tención de erigirse en un “polo de concentración ideológica y política” de un amplio
movimiento “antiimperialista”; reconocía e invitaba a los intelectuales a colaborar,
pero advertía que se trataba de otro tipo de esfuerzo –distinto a Ariel o al Repertorio
Americano, sin mencionarlos– que criticaban por ser propiedad de personalidades
particulares. “No es el órgano de ningún intelectual, ni de todos los intelectuales
juntos. En vez de ser un órgano personal, trata de ser un órgano de un movimiento”.
El mismo Haya de la Torre vociferó de igual manera contra los arielistas his-
panistas: “los intelectuales de la burguesía española con sus hispanoamericanismo
literarios... mientras los literatos españoles hablan de la “reconquista espiritual” de
América, el capitalismo yanqui avanza, agarra y aprieta. No estamos ni podemos
estar con la España imperialista y con esa intelectualidad española...”.
Los cominternistas pusieron el énfasis en el papel de las masas, la denuncia de las
oligarquías locales, el internacionalismo proletario y la injusticia del capitalismo. En
algunas de sus primeras ediciones, intelectuales luchadores como José Vasconcelos
y Manuel Ugarte publicaron artículos y colaboraron con la Liga, pero el trabajo y las
simpatías estaban con los sindicatos, ligas campesinas, y por supuesto los partidos
comunistas. Fue difícil ocultar la diferencia en los criterios, principalmente alrededor
de los llamados eminentemente “patrióticos” de la vieja escuela de escritores. Se
criticó, por ejemplo, a Vasconcelos: ‘los verdaderos patriotas norteamericanos están
en las filas antiimperialistas... Un comunista norteamericano diría: ‘En nuestro país
el patriotismo lleva segura e inevitablemente al imperialismo. No somos patriotas. La
clase proletaria en un país capitalista no puede ser patriota. Somos internacionalistas.
Nuestra lucha no es de patriotas, sino de clases. La diferencia entre una ideología
y otra, entre el programa de uno y el programa del otro es grande. Pero una cosa
tienen de común: LA LUCHA CONTRA EL IMPERIALISMO YANQUI. Y por
esto, latinoamericanos nacionalistas y comunistas de toda América caben en la Liga”.
Claramente, los artículos revelaban una línea editorial directamente supervisada por
el Partido Comunista de México (PCM). La diferencia de enfoque fue cada vez más
evidente: “Inútil es esperar la unidad de los minúsculos caudillos y patrioteros que
gobiernan en la mayoría de nuestros países y no ven más allá de la ‘patria chica’... la
250

redención de las masas oprimidas de


la América Latina es parte indispen-
sable de la organización de fuerzas
capaces de resistir la impotente mar-
cha del imperialismo yanqui”17.
Con la irrupción de Sandino
sobre el escenario, las estructuras
cominternistas aparentaban dar un
paso atrás en nombre de la unidad
exigida por la lucha en Nicaragua.
El Libertador explicó la fundación
Reunión del Comité Manos Fuera de Nicaragua, de MAFUENIC de la siguiente ma-
México, D.F., 1928 nera: “Veinte pueblos unidos, si no
por otras razones, por la necesidad
de defenderse del peligro común, reconocen en Sandino al mejor de sus represen-
tantes; y atentos a su llamado, se apresta a ofrecerle los elementos de que carece”. Se
enriquecía de esta manera el contexto de la solidaridad al incorporarse cada vez más
partidos, sindicatos, organizaciones culturales, intelectuales y estudiantiles afiliadas
ideológicamente y hasta emocionalmente con la revolución bolchevique.
Para los cominternistas, la lucha de Sandino para lograr la desocupación militar
foránea de Nicaragua no fue un fin en sí mismo, sino una fase de una lucha más
larga. Insistieron en presentar la contienda de Sandino como emblemática de todo
lo acontecido en América Latina, requiriendo acciones concretas por un lado, y la
emulación de la lucha sandinista en otras países y continentes, en la medida de lo
posible: “combatir en este sector a nuestro enemigo común para continuar comba-
tiendo en los demás países”18.

La “legión” latinoamericana
La Legión Latinoamericana –combatientes del continente latinoamericano que
se integraron a la lucha de Sandino– nunca existió como tal. La mayoría llegó cada
quien por su lado y Sandino les dispersó entre sus columnas. No por ello la idea y
metáfora dejó de ser una fuente de inspiración y llamado continental a la conciencia,
a las armas y al sacrificio. Simbolizó la materialización de la transformación de las
palabras solidarias en voluntarios dispuestos a luchar y morir por la libertad de Ni-
caragua –lo que fue más importante.
Sandino recogió la expresión de la “legión” de Gabriela Mistral quien hiciera un
reclamo “naturalísimo” a conformar un contingente de combatientes de ciudadanos
de todos los países de la región que formara parte del ejército sandinista en Nicara-
251

gua. Y en efecto llegaron los voluntarios pero en distintos momentos, con distintas
perspectivas y sentimientos, y algunos de ellos bajo instrucciones de organizaciones
regionales y mundiales, que no siempre se entendían entre sí y cuando presumieron
que la identificación de ellos con Sandino conllevaba la obligación de los sandinistas
de adoptar posiciones comunes.
Naturalmente, Sandino captó la importancia de la “Legión” en el imaginario
popular y político de la región latinoamericana. Quiso contar con representantes de
todos los países de la región para subrayar el cometido internacionalista del EDSNN
y el compromiso correspondiente de América Latina con la causa libertaria de Nica-
ragua. “Yo le llamo La Legión Latinoamericana a los que vinieron voluntariamente
de casi todos los países de Latinoamérica a engrosar las filas del EDSNN. Sin em-
bargo, debo aclarar... yo no considero extranjero en Nicaragua a ningún latinoame-
ricano –enfatizó Sandino–. La Legión Latinoamericana, no sólo constituye uno de
los gestos más hermosos de solidaridad continental con nuestra lucha y una prueba
elocuente del inmenso valor de los lazos de sangre, de lengua y de raza que unen
a los pueblos latinoamericanos, sino además, la mejor condecoración recibida por
nuestro ejército”. Señalaba que quería escribir un libro sobre ellos, “pero son tantos
que será un libro extenso”. Y que también le llegaron ofrecimientos de alemanes,
ingleses, irlandeses y ciudadanos de otras nacionalidades: “pero muy cortésmente a
todos les rendí las gracias informándoles al mismo tiempo que la pauta del ejército
solamente permitía militar en sus filas a latinoamericanos”. A su paso por San Sal-
vador en ruta a México, dice exageradamente: “pude haberme hecho acompañar de
representantes de cada nacionalidad de Hispanoamérica”19.
La inclusión de los “legionarios” estaba prevista desde un principio y concre-
tamente en la carta constitutiva (2 de septiembre de 1927) de lo que llegaría a ser
conocido como el EDSNN. Para Sandino todos los voluntarios eran bienvenidos:
así lo establecía la pauta para la organización del EDSNN estableciendo únicamente
que todo ingresante debía someterse a la vez a la disciplina militar y prestar debida
obediencia al Jefe Supremo. La pureza doctrinaria nunca fue una preocupación cen-
tral: lo importante eran los principios de soberanía y libertad para Nicaragua pero
también para las clases oprimidas más allá de las fronteras apegado a la conforma-
ción de “frentes únicos” contra la ocupación norteamericana y contra el estamento
vendepatria20.
No fue fácil para Sandino administrar las diversas perspectivas algunas de las
cuales, destacadamente la cominternista, apuntaba a “corregir” ideológicamente a
Sandino. Algunos como los colombianos Alfonso Alexander y Rubén Ardila Gó-
mez, el dominicano Gregorio Urbano Gilbert o el mexicano José de Paredes llega-
ron impulsados por el desprecio que sentían hacia los norteamericanos. Pero otros
como el venezolano Carlos Aponte Hernández, el peruano Esteban Pavletich, el sal-
252

vadoreño Agustín Farabundo Martí aparecieron como enviados directos o indirectos


de sus organizaciones –el APRA (Pavletich) y la Internacional Comunista (Aponte
y Martí)– lo que no les restaba valentía y honor. Todos comulgaron con la lucha de
Sandino, con el ideario y discurso del General. Pero fueron las fuerzas de izquierda
las que le provocaron los dolores de cabeza a Sandino a lo largo de 1928 y 1929. En
primer plano la pugna entre Apristas y Cominternistas o adherentes marxistas–leni-
nistas de la Internacional Comunista. La mayoría fue de seres humanos ejemplares,
otros no. Pero todos fueron, en fin y a su propia manera, miembros de la “León”.

Haya de la Torre, Pavletich y Mariátegui


El APRA fue un movimiento
internacional de izquierda que entró
en competencia con la red comin-
ternista para la conformación de
una red de partidos del mismo nom-
bre en cada país hispanoamericano.
La Alianza Popular Revolucio-
naria de América, nació en la capital
mexicana en 1924. (Otros dicen que
en París en un congreso de estudian-
tes latinoamericanos). Su fundador
era un brillante joven peruano, Víc-
José Carlos Mariátegui (1894-1930)
tor Raúl Haya de la Torre, quien fue
expulsado por activista por el régimen peruano y luego invitado por Vasconcelos a
colaborar con él en la capital mexicana. Como muchos jóvenes de entonces, Haya se
inició ideológicamente como entusiasta de la revolución rusa y asumió, entre 1924
y 1925, el lenguaje y cometido marxista prosoviético, a la vez que la propia Interna-
cional Comunista le halagaba y lo invitaba a conocer el naciente experimento sovié-
tico en Rusia. Viajó y no quedó convidado porque al poco tiempo (y no por última
vez), cambió de parecer y postuló su propia teoría de cambio social y del carácter
del capitalismo en América Latina. Se dice que leyó la teoría de Lenin “al revés”:
el imperialismo no era la más alta etapa del capitalismo sino como la primera etapa
del capitalismo en América Latina. Detrás de aquel postulado figuraba la necesidad
sentida por Haya de una iniciativa antiimperialista independiente de Moscú: planteó
la formación de un partido “continental” –similar a las entonces llamadas secciones
nacionales del Partido Comunista mundial–de carácter anticapitalista y antiimperia-
lista pero apropiado al “espacio tiempo–histórico indoamericano”. Ese movimiento
253

debía ser autónomo, rechazando el eurocentrismo soviético. Se declaró socialista y


abandonó para siempre la palabra comunista.
En el Congreso Antiimperialista de Bruselas, Haya criticó la versión “europeís-
ta” comunista, la marginación de los temas latinoamericanos, enfrentando el recha-
zo de la tesis aprista de la “alianza de clases”, liderado por las capas medias para
combatir al imperialismo. Para 1929, existían nueve “células” apristas en América
Latina y dos en Europa. Gracias principalmente a la lucha de resistencia nicaragüen-
se contra Estados Unidos, los comunistas y apristas pudieron trabajar conjuntamen-
te en el gran “frente único” incorporando a intelectuales varios y organizaciones
estudiantiles y nacionalistas. Fue lo que un historiador llama “el período de oro” de
la izquierda latinoamericana, fundamentalmente 1928. Luego ocurrió la fragmenta-
ción que puso fin al idilio del “frente único” tan defendido por Sandino. En 1929 la
Internacional Comunista hizo un gira hacia la ultraizquierda y quienes antes fueran
calificados como honestos antiimperialistas ahora fueron designados como traido-
res, nacionalistas, pequeños burgueses, o reformistas, todo por no aceptar el lide-
razgo incondicional de las fuerzas comunistas. Haya no escapó a la crítica y, con el
tiempo, Sandino tampoco21.

Víctor Raúl Haya de la Torre (1895-1979)


Hasta finales de los años veinte, Haya de
la Torre aparecía como una figura de la iz-
quierda radical latinoamericana. Desde joven,
expulsado por sus actividades antidictatoriales
de Perú, fue crítico del arielismo y la patrio-
tería de los intelectuales quienes excluyeron a
los pueblos. Había viajado a Moscú, enviado
por el Partido Comunista Mexicano, entre-
vistándose con funcionarios del Comintern
y daba la impresión de estar identificado con
las doctrinas nuevas de Moscú. Cambió lue-
Víctor Haya de la Torre (1895-1979)
go de opinión, mantuvo un apego al marco
continentalista e insistió en la capacidad de América Latina de conjugar su propia
experiencia histórica y de luchas como las de Sandino en un marco teórico también
propio “indoamericano” (similar pero no igual al “indohispanismo” proclamado
por Sandino). Sin pelos en la lengua, Haya expresó abiertamente sus desacuerdos
con los bolcheviques. Quiso desarrollar su propio movimiento imprimiéndole un
carácter continental, aduciendo siempre que la gente de izquierda del otro lado del
Atlántico (donde recibió su formación) conocía poco de la realidad latinoamericana.
254

El proceso de ruptura con el bolchevismo se inició en el congreso fundador de


la Antiimperialista de Bruselas. El congreso fundador de la Liga contra el Imperialis-
mo y la Opresión Colonial en febrero de 1927 convocado, en un plano político rela-
tivamente amplio, por la Comintern. Allí, en presencia de 175 delegados del mundo
entero el APRA, representado por Haya de la Torre y Eudocio Ravines, firmó con
reservas el comunicado llamando a la conformación de una sola organización per-
manente: Haya insistía en su derecho de crear su propio movimiento antiimperialista
enfocado en el continente americano. Contó con el apoyo de Vasconcelos, el argen-
tino Manuel Ugarte y el peruano César Falcón entre otros, en el proyecto de montar
una campaña continental, estructurada, de solidaridad con Sandino22.
A su regreso de Europa, Haya de la Torre se dirigió a Nicaragua decidido a co-
nocer a Sandino para planificar con él la creación de una estructura latinoamericana
de apoyo a su lucha. También tenía en mente catalizar una insurrección en Perú y
para ello buscaba aprender de la experiencia nicaragüense. Sin embargo, cuando
llegó al puerto de Corinto el 14 de septiembre de 1927 escuchó de una orden de cap-
tura en su contra y decidió no desembarcar. También se habrá percatado que era im-
posible llegar a las Segovias desde Corinto sin ser interceptado por las autoridades.
Mantuvo un contacto con Sandino a través de Turcios quien, en reconocimiento de
su importante labor divulgativa, fue nombrado como representante honorario del
APRA en Honduras. Por medio de Turcios, Haya escribió a Sandino el 5 de febrero
de 1928 para informarle que “hemos resuelto ofrecer al General Sandino... nuestra
contribución de sangre, ofreciendo nuestros servicios incondicionalmente y ponién-
donos a las órdenes del Ejército Libertador Nicaragüense para luchar en sus filas”23.
La concepción policlasista de Haya fue la más se aproximaba a la visión de San-
dino: la alianza amplia de clases contra el imperialismo enemigo exterior –y contra
las oligarquías criollas– el enemigo interno. Tampoco Sandino hubiera discrepado
de la mayoría de los puntos programáticos del APRA (en su versión inicial de 1926)
por la: Acción contra el Imperialismo, la Unidad Política de América Latina, la na-
cionalización de tierras e industrias, la internacionalización del Canal de Panamá; y
la solidaridad con todos los pueblos y clases oprimidas del mundo.

Esteban Pavletich (1906-1981)


Respondiendo a su propias necesidades estratégicas pero también al llamado de
Mistral y Sandino, el APRA decidió enviar a un joven destacado de la organización
–peruano como la mayoría– Esteban Pavletich. Dirigente estudiantil en oposición a
la dictadura de Augusto Leguía, fue encarcelado y luego expulsado a Panamá. Allí
intervino en el movimiento inquilinario, pasando luego a Guatemala donde se unió a
las campañas contra la United Fruit para ser expulsado nuevamente a Cuba donde ter-
minó siendo juzgado por “comunista” por un tribunal y expulsado esta vez a México.
255

Ya en la capital mexicana, Pavletich formó parte del pequeño grupo del APRA
en compañía de otros dos peruanos destacados: Nicolás Terreros y el afamado es-
critor Jacobo Hurwitz, quien luego asumiría la titularidad del MAFUENIC. Al poco
tiempo, Pavletich debió viajar de nuevo, esta vez gustosamente, como enviado del
APRA para integrarse a las tropas de Sandino en Nicaragua. Junto a Farabundo
Martí llegó hasta las oficinas de Turcios en Tegucigalpa. Allí recibieron credenciales,
guía y caballos para hacer el difícil y peligroso trayecto a las Segovias arribando a
inicios de junio de 1928. Cumplía los 22 años.
Pavletich permaneció pocos meses en las Segovias. Contó evidentemente con
tiempo para escribir. En El Libertador apareció su relato “Compañeros” en el que
impactantemente describe el sacrificio de dos jóvenes sandinistas a manos de los
marines. Estando todavía en las Segovias, escribió otro artículo para Indoamérica, el
órgano de la sección mexicana del APRA, en la que, de manera claramente aprista,
destacó que “Sandino es la primera gran afirmación vertical de esa fuerza biológi-
camente insurrecta que hemos dado en llamar la nueva generación latinoamericana,
conmovida ya del uno al otro extremo del continente en la tarea de forjar la verda-
dera, la única, la historia que hasta hoy no hemos poseído... significa la derrota de
lo importado, de lo exótico, por la utilización certera de los elementos propios”24.
A inicios de 1929 se trasladó a San Salvador. Desde allí envió contribuciones a la
revista Amauta, dirigida por José Carlos Mariátegui y al Repertorio Americano en Costa
Rica. Cuando Sandino pasó por la capital salvadoreña en ruta a México, incorporó
a Pavletich a su grupo.
Sandino describió a Pavletich así “Joven de nacionalidad peruana, aunque de
origen europeo. Me sirvió de ayudante en asuntos de oficina. Vino en nombre de
los intelectuales del Perú. Desgraciadamente después estuvo a punto de enredarme
en asuntos del APRA. Intrigó a tal grado, que... en Mérida tuve que expulsarle del
ejército”. El enredo a que alude Sandino no tuvo que ver con el APRA propiamen-
te, sino que fue producto de las diferencias posteriores con el Partido Comunista
Mexicano (PCM), cuando ya Pavletich había cambiado de militancia, una vez en Mé-
xico. Pavletich se fue acercando a las posiciones de los cominternistas seguramente
influenciado por la enorme capacidad persuasiva de Farabundo Martí, durante el
tiempo que compartieron en las Segovias.
Ya para entonces el APRA, como red internacional, no terminaba de arrancar.
Aunque Sandino, posteriormente dijo a Román haber echado, en 1930, a Martí por
comunista y a Pavletich por aprista, también fue despachada la mayoría de los ex-
tranjeros, incluyendo a los no comunistas, o apristas, como Ardila Gómez y Grego-
rio Gilbert. Pavletich anunció su separación del APRA en una carta dirigida a José
Carlos Mariátegui fechada el 30 de julio de 1929.
256

En San Salvador, Pavletich apoyó el trabajo de la oficina de la Liga Antiimperia-


lista la cual todavía estaba dominada por liberales sandinistas nicaragüenses. Cono-
ció a Alberto Masferrer, quien fuera nombrado secretario general de la sección sal-
vadoreña del APRA. Respondiendo a la presión de los norteamericanos de restringir
actividades públicas de apoyo a Sandino, la policía salvadoreña ordenó la captura de
ambos. Pavletich permaneció clandestino hasta que llegó Sandino en mayo de 1929
y se integró a la comitiva rumbo a México. La G–2, órgano de inteligencia de los
marines, en unos de sus múltiples desaciertos, reportaba que Pavletich había sido
“comunista” durante todo el período de asociación con Sandino25.
Sandino sabía de la procedencia partidaria de Pavletich. Pero con el APRA, has-
ta donde se sabe, no se dieron los problemas en la misma magnitud que con los co-
minternistas (Farabundo Martí y Gustavo Machado en particular) quienes llevaban
instrucciones específicas de acercar a Sandino, ideológica y organizativamente, a los
postulados de la Internacional Comunista. Sandino luego dijo que la relación con los
apristas terminó en enredos, pero la presencia de Pavletich aseguró para el EDSNN
una reforzada proyección política dentro de la red del aprismo, y de manera particu-
lar a través de la connotada revista Amauta editada en Lima por el socialista revolu-
cionario peruano José Carlos Mariátegui. Fue así que Sandino envió un “Mensaje”
apreciativo a Mariátegui que se publicó en aquella revista en julio de 1928. Pavletich
escribió también sobre la revolución mexicana y el problema del comunismo en un
artículo titulado “La revolución mexicana, ¿revolución socialista?” en el cual llegó
a la conclusión de que el comunismo encontraba mejor expresión en la lucha de la
tierra levantada por Emiliano Zapata y no en la aplicación del marxismo moscovita.
Para 1929, Pavletich comenzaba a mostrar dudas sobre la relevancia del APRA.
Había fracasado el intento de crear estructuras propias de solidaridad con Sandino,
en tanto Haya daba bandazos ideológicos. Lo que sí era evidente era el trabajo for-
midable llevado a cabo por el MAFUENIC desde México. Terreros y Hurwitz for-
maban parte de aquella estructura, claramente influenciada por el Partido Comunista
Mexicano. Aquellos también entraron en proceso de ruptura con Haya y el APRA.
“Los miembros del APRA no sólo ignoraron la existencia de Mafuenic –escribió
Hurwitz, Secretario General del MAFUENIC en El Libertador– sino que, en su
mundo aparte, organizaron la legión latinoamericana, que resultó ser sólo Esteban
Pavletich en viaje a Nicaragua, llevando medicinas”. “Seguramente viene por yodo”,
agregó El Libertador. El hecho es que Pavletich dejó el APRA a mediados de 1929,
ya bajo la influencia de otro ex aprista y teórico marxista, José Carlos Mariátegui. Se
adhirió al movimiento comunista internacional trabajando estrechamente con el PC
de México pasando en su última etapa a formar parte de la dirigencia del Partido
Comunista Peruano. Todavía alcanzó a ser nombrado por Carlos Fonseca Amador
como el representante del Frente Sandinista en Perú26.
257

Entre aprismo, y marxismo


Hay congruencias programáticas y terminológicas entre APRA (en su primera
fase) y Sandino, izquierdistas anticapitalistas ambos. El APRA se apartó del arie-
lismo lírico pero sin abandonar el continentalismo ni dejar de fulminar contra las
oligarquías irredentas cultural y económicamente.
“Existe el nacionalismo burgués y el nacionalismo revolucionario –escribió
Haya en 1925, su etapa más radical–. El primero desea una nación para vivir su ca-
sita parasitariamente del resto de la sociedad y de los mendrugos del capital sajón; el
último desea una nación libre para acabar con los parásitos del interior y los invaso-
res imperialistas”. Sandino llegaría a la misma conclusión, pero no de manera teórica
sino como el resultado de la acción. Hay otras ideas de Sandino similares a las apris-
tas: la internacionalización latinoamericana del canal de Panamá planteada por Haya,
semejante a la fórmula expuesta por Sandino con respecto al canal por Nicaragua; el
apego a la noción vasconcelista de “Raza” que toma el nombre de indoamérica en el
APRA, e “indohispano” con Sandino; en ambos, la insistencia en la unidad de Amé-
rica Latina para dar la lucha antiimperialista; la concepción similar del frente único,
compuesto de “intelectuales, trabajadores y campesinos” incorporando elementos
de la burguesía nacionalista; la nacionalización de la tierra; el horizonte internacio-
nalista de la lucha, aunque más americanista en Haya y más mundial en Sandino. A
todas luces, Sandino habría estado más cerca a los postulados “indosocialistas” de
José Carlos Mariátegui, pero aparte de recibir su revista Amauta, no se conoce una
correspondencia directa.
El APRA hizo suya la lucha de Sandino, y no al revés. Es probable que Sandino
haya estado enterado en 1928, de la aguda contienda entre el APRA y el movimiento
cominternista, no queriendo –dentro de su concepción de frente único– antagonizar
ni a uno ni al otro, agradeciendo el apoyo de ambos. Siempre a su manera, el General
coincidió en algunos planteamientos programáticos de cada escuela pero celosa-
mente insistiendo en la no adhesión a ninguno. Existe una carta de Sandino a Haya
de la Torre, enviada desde Mérida con fecha 3 de agosto de 1929, en la que agradece
la adhesión de aquel a la causa del EDSNN pidiéndole a la vez “recabar la opinión
de esos pueblos acerca del apoyo que puedan prestar a nuestro Ejército, así como
respecto a las condiciones mediante las cuales, puedan prestar tal apoyo”. Resulta
claro que Sandino no tuvo inconveniente ideológico en recibir el aporte de los apris-
tas, o de otros, siempre que no tuvieran lazos con el contrincante norteamericano27.
No hay duda que diversos planteamientos de Sandino coincidieron con los pos-
tulados básicos del APRA. Principalmente, la no subordinación al movimiento in-
ternacional marxista, el apego al continentalismo y la fe en el destino de la América
Latina, y, sobre todo, el asunto del canal.
258

Al elaborar su tesis sobre un canal por Nicaragua, Sandino recogió la crítica que
hiciera Haya de la Torre y otros sobre el canal de Panamá y las consecuencias nefas-
tas para la región del control norteamericano sobre el mismo. Sandino no se opuso a
la construcción del canal, pero tampoco fue un entusiasta promotor de la idea: sim-
plemente lo consideró inevitable a la luz de la expansión del comercio internacional
y consiguientemente también inevitable que Nicaragua cayera en la mayor desgracia
de hacerse efectivos los “derechos” monopólicos adquiridos por Estados Unidos
para su construcción mediante el tratado de Chamorro–Bryan firmado en 1914, lo
cual para él selló irremediablemente el carácter “vendepatria” de los conservadores.
Sandino pensó que la firma de aquel tratado fue también el producto de la nula
beligerancia de América Latina y la falta de una visión unitaria de sus intereses, es
decir, del resguardo de la soberanía colectiva de la región. Ya Haya de la Torre mar-
tillaba el mismo mensaje en relación a lo acontecido con Panamá. En el Plan para la
Realización del Supremo Sueño de Bolívar, elaborado a inicios de 1929, Sandino in-
sistía “Ya hemos tenido oportunidad de declarar que se ‘cometió el primer error en
nuestra América Indo–Hispana al no haber consultado para la apertura del Canal de
Panamá: pero todavía podemos evitar un error más con el Canal de Nicaragua”. San-
dino propuso dos principios para la construcción del canal: el resguardo latinoame-
ricano de las condiciones de toda construcción, incluyendo su negociación de cara a
Estados Unidos y los intereses utilitarios de la gran banca internacional. Y, segundo,
que el Estado de Nicaragua retuviera una buena parte de las acciones de la empresa a
fin de asegurar los intereses del país. En el convenio de paz de 1933 Sandino insistió
se dejara constancia que el EDSNN pedía la revisión de los tratados Chamorro-Br-
yan y que toda ruta canalera fuera declarada “de nacionalidad indohispana”28.
Sin embargo, el General también estaba consciente de que no podía ni debía
aparecer como discípulo de Haya o de fuerza política alguna –lo que probablemente
explica el uso del término “indohispano” que no es el “indoamericano” de Haya, ni
el “indosocialismo” de José Carlos Mariátegui, aproximándose más a la concepción
de “raza cósmica” de Vasconcelos surgida de la mezcla de la sangre hispana e in-
dígena que otorga a “América Latina” su identidad como región y sujeto histórico,
pero siempre vinculada a España y la lengua hispana, lo cual fuera rechazado por
Mariátegui y Haya, y consciente que España todavía debía dar el salto para liberarse
de la monarquía.
El General inscribió su posición dentro de las corrientes derivadas del arielismo
que, en la década de los veinte, y a partir de las revoluciones mexicanas y soviéticas,
fueron replantadas desde una clara posición de izquierda y nacionalismo que, si bien
abogó por la soberanía nacional, como principio y no simplemente el discurso pa-
triotero afincado en lo territorial. A lo largo de sus escritos, Sandino insistió una y
259

otra vez en la noción de la raza indohispana –raza en el sentido de idioma, historia,


cultura, en fin, la patria: patria grande. No cae ni en un indigenismo romántico, ni
en el hispanismo a ultranza, asociado con el ultra–catolicismo y el falangismo, al que
derivaran connotados figuras literarias nacionalistas del continente, incluyendo el
mismo Vasconcelos.
En el Plan aparecía la frase “hondamente convencidos como estamos de que el
capitalismo norteamericano ha llegado a la última etapa de su desarrollo, transfor-
mados como consecuencia, en imperialismo”. Aquí Sandino evidencia no necesa-
riamente que había leído el trabajo de Lenin titulado “El imperialismo, última etapa
del capitalismo”, pero sí que fue influenciado, probablemente más en las Segovias
que durante su primera estadía en México, por personas con formación marxista,
como fueran Farabundo Martí, Carlos Aponte y Gustavo Machado (la formulación
leninista no fue acogida por los anarcosindicalistas mexicanos). La formulación uti-
lizada por Sandino es contraria a la postulada por Haya en aquel momento, quien
insistió en tanto este postuló que el capitalismo era la primera fase del imperialismo
en América Latina porque sólo después de la invasión del capital extranjero (finales
del siglo XIX), el capitalismo pudo arraigarse plenamente en América29.
De manera que en aquel debate entre aprismo y marxismo, entre el continen-
talismo y el internacionalismo proletario, Sandino se acercó a algunos postulados
apristas, principalmente el de “frente único” amplio, entonces también compartido
por los cominternistas hasta cuando Moscú decidiera que en ese “frente” no tenían
cabida otras capas sociales. A diferencia de Haya quien pomposamente rompió con
Moscú y rechazó el eurocentrismo, Sandino mantuvo posturas continentalistas sin
por ello negar el aporte desde Europa y los movimientos antiimperialistas.
Afirmó entonces el cometido continentalista e internacionalista de su lucha en
Nicaragua, pero cada etapa en su momento. En carta del 31 de julio de 1928 al socia-
lista español Luis Araquistaín, Sandino dice: “Por tratarse de España, hago a Ud. La
declaración de que si en los actuales momentos históricos nuestra lucha es nacional
y racial, ella devendrá internacionalmente conforme se unifiquen los pueblos colo-
niales y semicoloniales con los pueblos de las metrópolis imperialistas”. Alejándose
del aprismo, Sandino empleó la fraseología cominternista al referirse a pueblos “co-
loniales y semicoloniales” inclinándose a la tesis de clase al visualizar la contradic-
ción entre metrópolis y colonias en términos de clase, y no simplemente de cultura.
Pero en el mismo Plan, Sandino empleó la secuencia cominternista –se refiere no
al capitalismo y al imperialismo en general, sino al capitalismo norteamericano que
imperialistamente invadió y agredió a Nicaragua y a la América Latina. Lo que, a su
juicio ahora continentalista, hace necesario constituir la Nacionalidad Indohispana”
y, apartando la visión de clase, la conformación de una alianza de Estados Indohis-
panos (lo pone en mayúscula todo) como “necesidad intransferible”30.
260

Meses después, Sandino se vio en la necesidad política de posicionarse claramen-


te de cara a la creciente contienda entre los cominternistas y los apristas. Para enton-
ces el aprismo, como movimiento internacional, tenía dentro de sus cuadros más des-
tacados, al mismo Mariátegui, el combatiente peruano Esteban Pavletich y Salvador
de la Plaza, dirigente del MAFUENIC en México. Haya fue expulsado del Congreso
Antiimperialista de Fráncfort (con el voto de abstención del representante de Sandi-
no), lo cual puso fin a la colaboración que hasta entonces había evidenciado con las
fuerzas de la Comintern. Ya para entonces era palpable que los partidos comunistas,
desde las estructuras continentales de la Liga Antiimperialista y el MAFUENIC, eran
quienes más aportaban a las movilizaciones en todo el continente, pero también en
Europa y en los mismos Estados Unidos, contra la intervención norteamericana en
Nicaragua. El 26 de febrero de 1930, Sandino dirigió un importante mensaje “A los
obreros y del campo de Nicaragua y de América Latina” tomó partido con la con-
federación obrera promovida por Confederación Sindical Latinoamericana, creada
por las estructuras cominternistas, en abierta contienda con la Confederación Obrera
Panamericana promovida por la American Federación of Labor dirigida por Samuel
Gompers con la colaboración de la CROM mexicana; en las estructuras de lo que
llamó el “monroísmo sindical” aparecía el nicaragüense Salomón de la Selva.
En la misiva, Sandino agregaba: “Además de estos enemigos de la clase trabaja-
dora, existen los charlatanes nacionalistas de izquierda, que con gestos y fraseología
demagógicos, retardan la cristalización de un verdadero movimiento antiimperialista
basado en los explotados obreros y campesinos de América”. Dada la caracteriza-
ción y el momento político, se entiende que el aludido era el jefe del APRA, Víctor
Raúl Haya de la Torre, quien para entonces sostenía públicamente que el ideario
marxista-leninista no tenía aplicación en la región. Para Haya sería la burguesía la que
tomaría el papel dirigente impulsado por masas indígenas y no el proletariado, recha-
zando la invitación de los cominternistas para apoyar a Sandino y los movimientos
de liberación nacional: dos versiones del “Frente Único”, el antiimperialista y el
proletario, aunque cuadros marxistas como Julio Antonio Mella postularon, como
pensaba Sandino también, que no había contradicción entre ambos. Lo cierto es que
no era asunto de teoría sino de un liderazgo del mismo –aunque para la IC, el Frente
Único propuesto por APRA, al no referirse al papel del proletariado y al presentar
una simple abstracción, no era más que un frente único a favor de la burguesía, y por
ende potencialmente traidora a la verdadera emancipación31.
Fue cuando José Carlos Mariátegui rompió con el APRA acusándolo de clau-
dicar frente a las “corrientes populistas y nacionalistas” que subordinaban los inte-
reses de los sectores populares a los intereses de los burgueses. Mariátegui criticaba
la formulación “indoamericana” de Haya por haberla llevado al extremo de excluir
el pensamiento europeo, y el pensamiento socialista marxista en particular. No es
261

posible establecer si Sandino leyó la revista Amauta con regularidad o si conoció el


más célebre escrito de Mariátegui titulado “Siete ensayos sobre la realidad peruana”,
publicada en Lima en 1928. En todo caso, Sandino habrá estado más cerca de Haya
que de Mariátegui en relación al papel que debía jugar la burguesía en el contexto
nicaragüense en lo que él llamaba los “directores políticos” cuya tarea era ocuparse
del Estado, preferiblemente de manera honrada y patriótica, en la etapa histórica que
atravesaba Centroamérica. Mariátegui, en cambio, sostenía que la burguesía nacional
no estaría nunca interesada en realizar una transformación a fondo del país para
conseguir una sociedad. En cambio, Sandino compartía con Mariátegui el reconoci-
miento de la importancia del campesinado, un factor clave en sociedades vastamente
rurales como la nicaragüense y peruana de entonces. Como fuera su costumbre,
Sandino tomó de Haya y posiblemente de Mariátegui lo que creyó conveniente pero
no por ello puede afirmarse que uno ni otro constituyera la fuente más importante
sobre su ideario. Sandino mantuvo su autonomía conceptual y política, evidenciando
el carácter abierto y no dogmático de su pensamiento libertario.
Pero Sandino aunque, nacionalista y continentalista, nunca excluyó el pensa-
miento socialista europeo –incluyendo su variante anarcosindicalista en que se for-
mó en México– marcando su distancia con los esquemas más excluyentes de Haya,
sin por ello dejar de defender el papel del nacionalismo patriótico. En la misma carta
a Araquistain, Sandino opinaba que “la España reaccionaria entrará en las orien-
taciones de las ciencias sociales”, lo cual denota su asimilación de las enseñanzas
“sociológicas” de sus maestros sindicales mexicanos influenciados por la presencia
de anarquistas españoles activos en México. Tiene en mente la monarquía española
cuando se refiere a la España reaccionaria y el sentido de universalidad lo confiere
no sólo a las ciencias sociales, sino un sentido de ideales compartidos: “Es con Uds.
que deseamos darnos el abrazo fraternal los que aspiramos a una total revisión de los
valores humanos”. Sandino ubica la contienda universal en términos más filosóficos
que propiamente políticos: “hay una pugna entre el pasado y el porvenir, entre los
que tienen los sentimientos ancestrales de dominación y los que tienen las mentes
libres de prejuicios”. La expresión refleja su educación masónica–espiritista, la in-
sistencia decimonónica en la racionalidad y el papel de la conciencia para lograr la
transformación que revolucionaría a las personas y al mundo.
Tanto Sandino como Mariátegui insisten, cada uno a su manera y con un vo-
cabulario diferenciado, en el contenido ético y casi religioso de aquel cometido re-
volucionario y el papel de los valores. “El materialismo socialista encierra todas las
posibilidades de ascensión espiritual, ética y filosófica. Y nunca nos sentimos más
rabiosa y eficaz y religiosamente idealistas que al asentar bien la idea y los pies en la
material”, señaló Mariategui32. Pero el espiritualismo de uno y otro fueron ridiculiza-
dos por la oficialidad de la Internacional Comunista. Tanto el nicaragüense como el
262

peruano compartían –sin saberlo– una visión de la importancia de cooperativa y co-


muna como fundamentación del nuevo orden. Sandino, en el último año de su vida,
se abocó a la construcción de su cooperativa, retomando los preceptos ácratas del
llamado “socialismo utópico” también compartidos con Joaquín Trincado, su maes-
tro espiritual. Por su parte, Mariátegui postuló en el programa del Partido Socialista,
recién fundado en 1928: El socialismo encuentra lo mismo en la subsistencia de las
comunidades que en las grandes empresas agrícolas los elementos de una solución
socialista de la cuestión agraria. Sandino no se propuso hacer la fusión teórica entre el
pensamiento revolucionario europeo y las tradiciones indígenas –logró en el campo
de la lucha integrar la experiencia de aquellas comunidades campesinas de las Sego-
vias paralelo a lo expuesto brillantemente por Mariátegui, como el mejor pensador
y cuadro teórico marxista latinoamericano de su época. Ambos consideraron que el
nacionalismo podía ser fuerza de progreso social y hasta socialista si estaba construi-
do sobre la base de las aspiraciones campesinas. Uno y otro postularon una relación
entre etnia y clase social –algo inaceptable para los marxistas ortodoxos de entonces
que, fiel al ejemplo europeo, sólo pusieron el énfasis en la cuestión de la clase prole-
taria. A partir de esa premisa parcialmente compartida, Sandino y Mariátegui defen-
dieron la estrategia de “frente único”, insistiendo en la autonomía de sus respectivos
movimientos en relación a la Internacional Comunista ya desechada a favor de la
estrategia de “clase contra clase”, haciendo entonces todo lo posible por liquidarlos
políticamente. Mariátegui insistió en que su partido debía llamarse “socialista” y no
“comunista”, como insistía Moscú, en tanto Sandino mantuvo su discurso naciona-
lista apelando al patriotismo de todo nicaragüense antiintervencionista.
Lo esencial para ambos era postular un nuevo orden y estrategias de lucha ba-
sadas sobre las realidades particulares de los países latinoamericanos, y en especial
las comunidades rurales e indígenas, como base de un colectivismo nuevo. A pesar
de sus diferencias, Sandino compartió la famosa afirmación de Mariátegui: “No
queremos, ciertamente, que el socialismo sea en América ni calco ni copia. Debe
ser creación heroica. Tenemos que dar vida, con nuestra propia realidad, en nuestro
propio lenguaje, al socialismo indoamericano”.
Mariátegui y Sandino nunca se conocieron. No es necesario comprobar un vín-
culo directo, en tanto aquellas ideas se inscribían en las corrientes intelectuales de la
época –un sentido de misión y de destino para transformar el continente latinoame-
ricano. Es probable, sin embargo, que Sandino tuvo la revista Amauta a su alcance y
allí conociera el pensamiento del insigne peruano –toda vez que la revista de Ariel y
Repertorio Americano formaba parte de una red de intercambios que incluía la revista
peruana y en que fueron publicados artículos de Mariátegui y Haya. La única comu-
nicación directa tomó la forma de un mensaje de Sandino a Amauta en respuesta
263

a una solicitud de Mariátegui canalizada por Pavletich. Sandino les complació en


una nota de fecha 20 de mayo de 1928 que fuera remitida por medio de Turcios en
Tegucigalpa: “Por intermedio de la revista Amauta, envío mi más fervoroso saludo
a la nueva generación de trabajadores manuales e intelectuales de América Latina
que sabe compartir como propias las horas de angustia que ha tocado vivir a nuestra
Nicaragua. A ella reafirmo mi fe inalterable en el triunfo de nuestras armas que al
defender la liberad de un pueblo de nuestra América”. Sandino aquí ocupó la formu-
lación del frente único del APRA, bajo la impresión que Mariátegui y Amauta no se
desprendía de la influencia de Haya. A los pocos meses, con la campaña de propa-
ganda tanto de la derecha como de la izquierda ortodoxa contra Sandino, Mariátegui
respondió a un pedido de apoyo de Pavletich para la publicación de un libro sobre
la lucha guerrillera nicaragüense advirtiendo que “el tema Sandino ha perdido algo
de su actualidad”33.
Mariátegui, como los marxistas estatistas de su época, estableció una preemi-
nencia de lo político sobre lo social, siendo lo más importante la captura del poder
político para desde allí cambiar la sociedad. Sandino puso el énfasis en el proceso de
emancipación humana y nacional, dentro de la cual lo más importante es lo social.
Aun cuando la expresión de su lucha es nacional y patriótica, lo nacional y lo patriota
pasa por lo social, y la condición de libertad no la mide ni asegura el Estado, sino las
personas mismas. El Estado debía ser soberano, para que la sociedad, y en particular
el campesinado pudiera autónomamente establecer las comunidades, un colectivis-
mo fundamentado en la libertad de la persona.
Al lanzar el Plan en 1929 y volver a insistir en el mismo en 1933, Sandino reveló
su espíritu idealista pensando que la defensa de la identidad e integridad del conti-
nente llevarían a los mandatarios latinoamericanos a actuar por encima de sus intere-
ses de clase y vínculos con el capital. “Nuestro pensamiento trabaja con la insistencia
de un reloj, elaborando el panorama optimista de nuestra América” –optimismo que
nunca fue compartido ni por los cominternistas ni por el aprismo. No dudaba que
los gobiernos apoyarían la lucha libertaria en Nicaragua como asunto de principio
e interés colectivo. Sandino subrayaba la dimensión centroamericana en tanto a la
consideración del Canal se agregaba la pretensión norteamericana de construir una
base en el Golfo de Fonseca, compartido por tres países centroamericanos. Hace
referencia incluso a la procedencia ya no sólo nicaragüense sino centroamericana de
los miembros de su ejército al referirse al “drama vivido por las madres, esposas y
huérfanos centroamericanos, despojados de sus seres más queridos en los campos
de batalla de las Segovias”.
Sandino consideró que la construcción de un canal por Nicaragua era inevitable
de cara al creciente comercio internacional. Por ende, Sandino argumentó que in-
cumbía únicamente a la Nacionalidad Indohispana poder considerar “dentro de ella,
264

como consecuencia inmediata, los derechos sobre la ruta del Canal Interoceánico
por territorio centroamericano y sobre el Golfo de Fonseca [donde los norteame-
ricanos proponían construir una base naval], en aguas también centroamericanas...
lugares que en un día no remoto llegará a constituir tanto el imán como la llave del
mundo y, por consiguiente, de hallarse bajo la Soberanía Indohispana, serán un ba-
luarte para la defensa de su independencia sin limitaciones y una válvula maravillosa
para el desarrollo de su progreso material y espiritual rotundos”34.

La Internacional Comunista
No puede subestimarse el impacto que tuvo la Revolución Bolchevique en el
imaginario de una generación a nivel mundial. Aunque se sabía poco sobre lo que
ocurría internamente, izquierdistas de todas las corrientes le dieron la bienvenida.
Por primera vez en la historia, los trabajadores organizados en “soviets” llegaban al
poder; los anarquistas momentáneamente vieron reivindicadas sus prédicas sobre
los consejos independientes de obreros. Lo sucedido en Rusia suponía ser la primera
campanada de la revolución mundial impulsada por una clase trabajadora, herma-
nada internacionalmente con sus aliados en los países coloniales que luchaban por
su verdadera independencia. Los nacientes partidos comunistas no se consideraban
entonces como partidos nacionales sino como “secciones nacionales” de una expre-
sión mayor y suprema: la Internacional Comunista. Pero para nadie fue un secreto,
y en efecto se aceptaba generalmente la noción, que en la IC, fundada en 1918,
sobresalía la influencia y la dirección del Partido Comunista de la Unión Soviética
y el gobierno que dirigía. Fue la época del “internacionalismo proletario” cuando
militantes de una nacionalidad eran enviados y recibidos a luchar con partidos y
organizaciones en otro país y hasta otro continente.
La IC montó un aparato que le permitió actuar en diversos escenarios a través
de agentes, agitadores o revolucionarios profesionales, encargados de difundir la
doctrina marxista, interpretadas por Lenin y los líderes bolcheviques, colocando el
énfasis en la creación de Partidos Comunistas en todos los países a actuar bajo los
lineamientos de los “hermanos mayores” en el poder.
Aquel aparato y aquella ideología y aquellos cuadros jugaron un papel clave en
el desarrollo de la solidaridad con Sandino y en la evolución de su pensamiento po-
lítico. Aunque sobraron las intrigas, los ideales de aquellos jóvenes militantes fueron
puros, al punto de arriesgar la vida por una causa superior en aras del devenir his-
tórico de redención social y del comunismo mundial. Hombres y mujeres de fe –de
fe en su doctrina y el destino del mundo. Entre más se consideraran militantes, más
estaban sujetos a directrices superiores para emprender misiones internacionales,
asumir nuevas responsabilidades políticas haciendo de lado asuntos de la naciona-
265

lidad: toda persona militante podía y hasta debía participar en las luchas sociales de
cualquier país, ayudando a interpretar las circunstancias de aquellas luchas nacio-
nales a la luz de la teoría establecida y conforme las necesidades estratégicas de las
revoluciones internacionales en el Norte y, de manera creciente, con los intereses y
defensa de la Unión Soviética, con todo y sus peculiaridades y bandazos en materia
de análisis de la política mundial. Apartando lo ideológico, sin embargo, existían
cálculos fríos: quien evidenciaba mayor identificación con Sandino era quien estaría
en mayor capacidad de ganar militantes y simpatizantes para la causa socialista –am-
pliando de esta manera su influencia ideológica de los partidos comunistas en las
fuerzas populares y en círculos intelectuales que veneraban a Sandino.
La llegada de Carlos Aponte, Gustavo Machado y Farabundo Martí al campa-
mento de Sandino no fue el producto de decisiones individuales dispersas. Llegaron
respondiendo, directa e indirectamente, a las orientaciones de la Comintern, y con-
cretamente de la decisión de los Congresos de la IC y sus aparatos afiliados, como
las Ligas Antiimperialistas, de identificarse con los tantos que se identifican, sobre
todo en América Latina, con la denuncia de la intervención imperialista en Nicara-
gua y, subsecuentemente, con la gesta de Sandino. En tanto la intelectualidad arielista
incidía en los periódicos y revistas, fueron los militantes de aquella primera genera-
ción de simpatizantes comunistas quienes se hicieron cargo de montar una red de
apoyo propagandístico a Sandino, organizando movilizaciones sociales y protestas,
mítines, campañas, publicaciones, agitación, recaudaciones y evasiones de redadas
policiales, montaje de oficinas –obedeciendo todos a un profundo idealismo y con-
vicción ideológica en que la causa de Sandino y la causa del proletariado mundial
fueron consideradas como una misma. Detrás de los simpatizantes estuvieron los
militantes para quienes la causa del comunismo mundial constituía un compromiso
de vida. Y entre estos últimos, hubo figuras extraordinarias con experiencia de cárcel
y militancia en diversos países que ahora se les pedía presentarse en Nicaragua.
Fueron personas comprometidas ideológicamente, que respondieron de ma-
nera disciplinada a la orientación superior de llevar la solidaridad con Sandino a su
más alta expresión –la incorporación física como combatientes dentro del EDSNN.
Actuaron a través de las LADLA y el MAFUENIC. Es difícil establecer si Sandino
siempre estuvo al corriente de quien les enviaba, pero ello se presume, pesó menos
para él que el hecho de ser combatientes y de representar a América Latina. Con
el tiempo sin embargo el General descubrió que los cominternistas trabajaban no
necesariamente en un marco de solidaridad incondicional, sino que visualizaban una
relación de alianza con Sandino, en la que el dirigente nicaragüense suponía corres-
ponder políticamente a la agenda global y planteamientos estratégicos del movi-
miento internacional comunista.
266

Carlos Antonio Aponte Hernández (1900-1935)


Aponte fue el primero de los internacionalistas de nueva estirpe en llegar a las
Segovias. Se vinculó más como cuadro militar que político, aunque fue ambos. Na-
cido en Caracas, estudió medicina en la Universidad de Caracas, consagrándose a la
rebelión política y militar contra la dictadura de Juan Vicente Gómez. Sufrió prisión
en Colombia y Perú, fue perseguido en Chile y Ecuador, refugiándose en Panamá y
en El Salvador antes de llegar a México. Estando en Cuba, se vinculó a los revolucio-
narios cominternistas de ese país, incluyendo el brillante Juan Antonio Mella. Tras
agredir en un hotel de La Habana a un compinche del dictador venezolano, Aponte
fue expulsado y llegó a México bajo la protección del Embajador de México en
Cuba. Nuevamente con Mella, ambos ya vinculados a la causa comunista, recibieron
la asignación de trabajar de tiempo completo en las labores del MAFUENIC.
Aponte fue entonces seleccionado por el Comité Central de la Liga Antiimpe-
rialista, cuya mayoría fue integrada por dirigentes o personas afines al Partido Comu-
nista Mexicano, para integrarse a la lucha de Sandino. Contaba con una importante
experiencia militar producto de su participación en las acciones insurreccionales
contra el tirano venezolano Juan Vicente Gómez en 1917 y contra la dictadura de
Gerardo Machado en Cuba en 1925.
Su responsable político siguió siendo Gustavo Machado Morales, dirigente del
Partido Revolucionario Venezolano (predecesor del partido comunista) fundado por
Machado y su hermano Eduardo, en México en 1927. Aponte formó parte de la
misma estructura. Llegó a Tegucigalpa a la oficina de Turcios portando una carta
firmada por R. Martínez Villeda del MAFUENIC. Tras diez días de camino, el 4 de
marzo de 1928, Aponte ingresó a El Chipotón. Sandino lo integró al EDSNN35.
Al mes, Aponte envíó su primer artículo a El Libertador, presentándose a sus
lectores como enviado al campamento de Sandino de la Sección Venezolana de
La Liga Antiimperialista de las Américas y del Partido Revolucionario Venezolano.
Escribió: “El General es el verdadero tipo campechano de nuestros llaneros vene-
zolanos; todos lo quieren y lo admiran por su valor y el trato que les da; se vive en
una familiaridad admirable. Don Froylán Turcios tiene instrucciones del General
para representarlo en todo, así que es el hombre más allegado aquí para todo lo que
se relacione con la causa”. Aponte estuvo bajo el mando del General Girón Ruano,
participó valientemente en el combate en el Río Coco el 10 de agosto de 1928, y
por su destacada actuación fue ascendido por Sandino al grado de teniente coronel.
También fue nombrado segundo ayudante de Sandino. Llevaba menos de ocho me-
ses en el EDSNN.
Aunque contaba con experiencia militar, Aponte González no tuvo reparos de
compartir con el periodista nicaragüense José Constantino González, quien escri-
bió “palidece terriblemente al saber que habrá combate; sus piernas comienzan a
267

flaquear y así se encuentra durante todo el tiempo que dura la pelea. Sin embargo,
jamás abandona su determinación, lo que muchas veces ha dado el triunfo”.
En realidad no todas las dificultades enfrentadas por Aponte fueron del orden
militar. De temperamento fogoso, Carlos Manuel Aponte sostuvo repetidos alterca-
dos con otros oficiales y en particular con el General Porfirio Sánchez. En una de
ellas, Aponte tildó a Sánchez de hijo de puta y cobarde. Sandino se vio obligado a
intervenir y, según lo relatado por Gilbert, se inclinó por el lado de Sánchez incre-
pando duramente a Aponte por haber utilizado aquellos términos “porque en su
sentir en sus filas no existían hombres que se les pudiera aplicar tan ruin adjetivo”.
Aponte se sintió tan perturbado por la dureza de la reprimenda que se alejó del
campamento para permanecer toda una noche solamente envuelto en una frazada
para protegerse del frío. Al día siguiente Sandino le mandó a buscar y se conmovió
ante el sufrimiento moral de Aponte. Convocó a todo el Estado Mayor y ayudantes
militares, para luego amonestar a los dos contrincantes, y reconciliarlos. Allí mismo,
preguntó a cada uno de los reunidos por los motivos que le habían traído a luchar
por la libertad de Nicaragua. Uno respondió que por su amor a la libertad; otro
que por su admiración por Sandino, uno porque era su deber como nicaragüense;
otro que por su odio al gringo abusador... “Entonces Sandino les dijo que por sus
respuestas quedaba demostrado que cada uno había sido impulsado por el principio
compendiado (sic) de darle libertad a Nicaragua, pero que para realizarse tan bello
ideal era indispensable que reinara el amor entre ellos”, recordó Gilbert lo que cali-
ficara como “el sermón de Sandino”36.
El 1 de febrero de 1929 pidió y recibió su baja del ejército sandinista, “por con-
venir así a la Causa de América Latina contra el imperialismo yanqui”, anotó Sandi-
no. Su desempeño había sido ejemplar aparte de la tensa relación con algunos de los
oficiales del EDSNN. Presumiblemente, Aponte respondió al llamado de Machado
para integrarse al Comité Militar del Partido Revolucionario Venezolano que prepa-
raba acciones contra la dictadura en Venezuela. La nota de baja firmada por Sandino
indicaría que estaba al tanto. Sandino, quien velaba no sólo por sus soldados sino
también por sus familias, envió una carta a la madre de Aponte informando sobre la
partida de su hijo para México y agregando “Nuestro Ejército conserva del Coronel
Aponte Hernández los mejores recuerdos, porque supo dar los mejores ejemplos de
abnegación y de valor contra las fuerzas invasoras yanquis”37.
Sandino expresó lo siguiente sobre Aponte: “vino expresamente a dar dos años
de servicios en nombre de los estudiantes de la universidad de Venezuela. Hombre
sin tacha y excelente amigo. Al término de dos años regresó a su patria. ¡Un héroe!”.
“Aponte Hernández es todo alma y un sincero luchador”–afirmaría posteriormente
Sandino– distinguiéndose en mucho de los combates en nuestra campaña liberta-
268

dora, quien en esta fecha se retiró de nuestras filas por convenir así a la Causa de
América Latina contra el imperialismo yanqui”38.
Sandino siempre consideró que el EDSNN fungía también como escuela de
preparación para los revolucionarios latinoamericanos que regresaban a sus países.
No está claro sin embargo, si se conocía entonces que Aponte formaba parte de es-
tructuras políticas cominternistas y que en México, debían trabajar bajo el mandato
del Partido Comunista Mexicano, el cual estaba responsabilizado también por la IC
de velar por Centroamérica y Panamá.
El regreso de Aponte a México formaba parte del fracasado intento en junio de
1929 de invadir Venezuela desde la isla de Curaçao y provocar la caída de la dictadu-
ra. La orden de regresar a México emitida por Machado también pudo haber sido el
resultado de las diferencias que el mismo Machado tuvo con Sandino. Tras el episo-
dio de Curaçao, Aponte regresó a Cuba para desempeñarse como instructor militar.
Cayó acribillado junto a Antonio Guiteras, en combate contra las tropas batistianas
el 8 de junio de 1935, cerca de la fortificación colonial en la costa norte de Matanzas
conocida como El Morrillo. Sus restos yacen en el Museo de la Revolución en La
Habana. Tenía 35 años.

Gustavo Machado Morales


El más controversial de todos los cominternistas que llegaron a las Segovias fue
Gustavo Machado Morales, quien también figura como el representante de mayor
nivel de aquel movimiento mundial. Apareció como representante del MAFUENIC,
pero su autoridad, en realidad, devenía por el hecho de ser miembro del Comité
Central del Partido Comunista Mexicano, y uno de los revolucionarios profesio-
nales más destacados del continente. Machado
se impuso materializar el cometido de la Inter-
nacional Comunista de acercarse directamente a
Sandino y tratar de convertir a él y su Ejército en
expresiones claras de la lucha mundial, todo de
conformidad con los acuerdos del Congreso de la
Liga Antiimperialista y bajo la supervisión inme-
diata del Partido Comunista Mexicano. Machado
llegaba en un plan eminentemente estratégico fra-
guado en México orientado, en última instancia, a
imponer una nueva conducción política sobre la
lucha de Sandino.
A diferencia de Aponte y otros, Machado no
traía como objetivo tomar las armas. Llegaba por
Gustavo Machado Morales (1898-1983)
269

poco tiempo y con el objetivo de fondo de acercar


a Sandino a los postulados y organizaciones del
movimiento comunista internacional. Aunque lle-
gó nominalmente en representación del MAFUE-
NIC, Machado era una de las principales figuras
dirigentes de la Liga Antiimperialista de las Améri-
cas, cuya filial en Nueva York había reclutado a Só-
crates (tras el allanamiento policial de las oficinas
de la Liga en Nueva York, aseguraron el traslado
de Sócrates a México, bajo el resguardo político de
Machado.
Proveniente de la oligarquía caraqueña, Ma-
chado y su hermano Eduardo fueron ávidos de-
portistas, pero también activistas políticos. Ambos
desarrollaron actividades políticas estudiantiles
Julio Antonio Mella (1903-1929) contra la dictadura y como resultado fueron obli-
gados a huir. Gustavo entonces transitó por las
mejores universidades del mundo: Harvard, Oxford y la Sorbona. A finales de 1920,
como estudiante de medicina en París asistió a la fundación del Partido Comunista
Francés y se afilió al mismo. Al parecer, de París fue enviado a Moscú para recibir
capacitación política y organizativa. Luego se trasladó a Cuba donde asistió en la
creación del Partido Comunista Cubano, junto a Julio Antonio Mella y Carlos Apon-
te. Fue expulsado a México. Ya en la capital mexicana, Machado y Aponte colabora-
ron en la estructuración del Buró del Caribe de Liga. También, nuevamente junto a
Mella, Salvador de la Plaza y Eduardo Machado fundaron el Partido Revolucionario
Venezolano (PRV) que luego se llamó Partido Comunista de Venezuela. En febrero
de 1927 asistió al Congreso Antiimperialista de Bruselas asumiendo la representa-
ción de una imaginaria “sección nicaragüense” del LADLA39.
Machado también administró El Libertador, bajo la dirección nominal de Diego
Rivera, muralista y militante comunista. Sus relaciones con Moscú no siempre fueron
cordiales en tanto Machado era partidario de provocar rebeliones armadas a lo largo
del continente americano –lo que fue catalogado como “garibaldismo estudiantil”
por la jefatura comunista en Moscú, sin que por lo visto ello afectara su estatus so-
bresaliente en las estructuras latinoamericanas de la Comintern y del mismo Partido
Comunista Mexicano, formando parte de su comité central y constituyendo en enlace
entre el PCM y la Liga y el MAFUENIC, fundados en 1925 y 1928 respectivamente.
En menos de un año la Liga contaría con 30 grupos de trabajo, la mayoría vinculados
al trabajo con Nicaragua por lo que la Liga decidió formar el MAFUENIC bajo la
responsabilidad principal de Machado y siempre dependieron directamente de la Liga
270

y del PCM, pero incorporando a importantes figuras mexicanas y latinoamericanas, y


colaborando con el Comité Pro-Sandino que dirigía el Dr. Pedro José Zepeda.
Desde la perspectiva cominternista, el MAFUENIC y la campaña a favor de
Sandino constituyó un extraordinario vehículo para profundizar el espíritu antiim-
perialista entre los obreros mexicanos y acercarlos a la ideología bolchevique anti-
capitalista. Aquel esfuerzo de propaganda y movilización se hizo sentir en todo el
territorio mexicano. Machado trabajó estrechamente con Zepeda asistiendo a los
mítines particularmente aquellos destinados a recolectar fondos para “medicinas”.
Envió, como hemos visto, a Aponte a Nicaragua en febrero de 1928 para resaltar
ante Sandino la importancia de la labor del MAFUENIC y la Liga.
Como tarea inmediata, el MAFUENIC propuso la compra de medicinas co-
lectando, en pocas semanas, doscientos cincuenta pesos, haciendo alarde que un
humilde trabajador fuera el que donara el primer peso. El 1 de abril de 1928, en la
espaciosa sala del Teatro Fábregas de la capital mexicana, MAFUENIC organizó
un mitin para la recaudación de fondos para Sandino. Más de cinco mil personas
estuvieron presentes, la mayoría obreros. Armando Morales escribe: “cobre a cobre,
centavo a centavo, fue recogido el dinero entre campesinos, soldados, gente pobre,
todo es cúmulo de desheredados, desposeídos, primeras víctimas del imperialismo
yanqui. Se leyó un mensaje de Sandino que decía: ‘No todos los nicaragüenses son
bandidos, ni los bandidos son nicaragüenses’”.
Hizo entonces su entrada el periodista norteamericano Carleton Beals –otro
exilado en México– autor de los históricos reportajes que hiciera sobre su estadía
en las Segovias que le merecieron una campaña de persecución por parte de las
autoridades norteamericanas. Ante la ovación recibida dijo: “Me asustan más esos
aplausos que los mismos aviones bombarderos”, agregando a un periodista: “Sandi-
no me causó la impresión de ser un hombre muy decidido”. Un hombre de talento
natural”. Allí mismo se recaudaron mil dólares y MAFUENIC delegó en Gustavo
Machado la misión de llevarlos personalmente a las Segovias40.
Para mayo, el MAFUENIC daba inicio a otra campaña para recaudar diez mil
pesos oro acompañados de la creación de comités en todo el continente. Se orga-
nizaron actos en diversas partes del país fundándose filiales de MAFUENIC en el
interior de México, y también en Colombia y El Salvador. Desde San Salvador, diver-
sos médicos, enfermeras y farmacéuticos anunciaron que regalarían medicamentos y
atenderían gratuitamente a los combatientes del EDSNN. Se desconoce cuánto fue
recolectado y probablemente los fondos fueron utilizados en el mismo México para
gastos de campaña.
Buscando cómo aproximarse a Sandino, Machado y el MAFUENIC insistieron
en poner el dinero recaudado directamente en manos de Sandino, obviando el con-
ducto de Zepeda y Turcios. En marzo de 1928 el MAFUENIC delegó en Machado
271

la tarea de viajar a Nicaragua para hacer entrega personal a Sandino de una contri-
bución de mil dólares. Un informe del MAFUENIC indicaba que el objetivo era
“ante todo traer del mismo [Sandino] una amplia autorización para nuestra campaña
y un recibo auténtico que compruebe la rectitud con que ha obrado el Comité”, dice
un informe de MAFUENIC. Lo que no quedó plasmado en informe alguno fue la
intención de Machado y la Liga de desbancar a Turcios y Zepeda para convertir al
MAFUENIC y a Machado en lo particular en los nuevos representantes de Sandino
en el exterior41.
Machado consiguió un pasaporte mexicano para viajar con nombre falso di-
ciendo ser “delegado del folklore mexicano”. Recordó posteriormente que “cuando
llegué a Tegucigalpa la lucha de palabras fue fuerte; recuerdo que entre los jugadores
de dominó y otros pensionistas se sostenía que la lucha sandinista era un invención
de Turcios, que dónde estaban los sandinistas, que eso era una patraña”. Encuentra a
Turcios quien pide a Machado llevar a Sandino la hermosa carta de Henri Barbusse.
Junto a tres baqueanos sandinistas, miembros del Coro de Ángeles, llegaron al cam-
pamento de Sandino. Le acompañaban Esteban Pavletich y José Mairena Hernán-
dez, un estudiante de medicina; pasaron los controles de los militares hondureños,
sorteando los baches a la luz de la luna en el valle de Jalapa, hasta encontrar a Juan
Gregorio Colindres y Francisco Estrada quienes los escoltaron hasta Sandino42.
A diferencia de Martí, Pavletich y Aponte, quienes llegaron “para quedarse” con
Sandino, Gustavo Machado no se había propuesto más que hacer una visita, entre-
gar los mil dólares y regresar a México lleno de gloria y credibilidad políticamente
capitalizable para la IC. Sin embrago, se presentó un obstáculo: Sandino, ya harto de
visitas, había orientado a Turcios no dejar pasar únicamente a quienes llegaban “para
quedarse” como combatientes. Al percatarse de lo anterior, Machado tramó un plan:
le dijo a Turcios que él también llegaba para quedarse con Sandino. A la vez que
escribía subrepticiamente a sus camaradas en México pidiendo que, a poco tiempo
de su llegada a las Segovias, se le enviara un telegrama urgente pidiendo su regreso a
México. De esa manera, podía tranquilamente hacerse el sorprendido y pedir el visto
bueno de Sandino para su “imprevisto” regreso a México. Y así en efecto sucedió43.
Sandino desconocía el hecho que Machado y el MAFUENIC como la Liga, aun-
que figuraban como independientes, estaban vinculados al PCM y la Internacional
Comunista –lo que fue posteriormente objeto de un reclamo. No es que Machado hu-
biera mentido (hasta donde se sabe), porque en el MAFUENIC colaboraban diversos
actores y hasta algunos apristas. No tuvo porqué haber desconfiado en ese momento–
y por el contrario, como producto de su propia nobleza, confiaba demasiado.
El revolucionario venezolano tomó la medida ideológica de Sandino y habrá
confirmado que –con su misticismo, patriotismo, continentalismo y sin un enfoque
estrictamente clasista– el General Sandino no se ajustaba en la camisa de fuerza
272

ideológica del cominternis-


mo. Sería entonces un objeti-
vo a lograr y para avanzar en
ello era menester ganarse la
confianza política de Sandi-
no en la labor y la dirigencia
del ya afamado MAFUENIC.
Así, Machado trabajó en San-
dino la idea de asegurar una
representación del EDSNN
más dinámica y popular su-
giriendo en el propio Méxi-
co y, para lo cual Machado se
Bandera entregada por Sandino a Machado exhibida en México
por el mismo Machado (al centro detrás de la bandera) propuso reemplazar a Turcios
y al Dr. Zepeda como repre-
sentantes de Sandino para lograr dicha responsabilidad para el MAFUENIC. En
una carta privada, Machado describió a Turcios como una persona “superficial, algo
cobarde, presumido, y celoso de su posición de representante del General”.
Durante su breve estadía en el campamento, Machado entregó un “memorán-
dum confidencial” a Sandino en el que, además de pedir el ascenso de Aponte al
rango de General, proponía una colaboración estratégica asegurando un “Frente
Único Antiimperialista” para el trabajo en el exterior. El frente, según Machado,
sería constituido por “patriotas, los antiimperialistas, los obreros y campesinos, los
estudiantes e intelectuales, los pequeños comerciantes e industriales nacionales”.
Machado también informó a Sandino del problema representado por la existen-
cia de dos instancias de apoyo en México: el del MAFUENIC y el Comité pro–Sandi-
no, cuyos instintos de clase y vinculaciones al gobierno mexicano le inclinaba natural-
mente por hacer tienda aparte. Sandino no estaba percatado de aquella situación por
lo que aceptó la propuesta de Machado para “consolidar” ambas representaciones.
Machado por cuenta también hizo alusión al problema de recaudación de fondos y
los resquemores al respecto –resquemores promovidos por el mismo Machado quien
hizo aparecer en El Libertador, órgano bajo su cargo administrativo, denuncias relati-
vas a la malversación de fondos por parte de Turcios y sus agentes en México.
Sandino aceptó sólo algunas de las ideas de Machado. Mantuvo a Turcios como
representante, y a Aponte como coronel, pero intervino en la disputa entre las re-
presentaciones en México haciendo entrega a Machado de una carta dirigida a Ze-
peda en la que, según lo relatado ingenuamente en otra comunicación posterior,
“Después de nuestra acostumbrada meditación me permití dirigir una carta al doc-
273

tor Zepeda, por conducto del compañero Machado, en la cual recomendábamos al


mencionado doctor que se solidarizara con el ‘Mafuenic’, ya que me pareció egoísta
de parte de los ciudadanos nicaragüenses el hacer labor aislada de los otros ciudada-
nos indohispanos”44.
Meses después, con la dimisión de Turcios, Machado aseguraba su preciado ob-
jetivo: el 18 de enero de 1929 Sandino dictó un acuerdo para confiar la “Represen-
tación General del EDSNN en el Continente al Comité MAFUENIC”, facultando
al mismo Comité “para designar las Representaciones que él juzgue necesarias en
el mundo en general”. Pero algo habrá previsto Sandino porque, a reglón seguido
interpone “siempre en carácter colectivo, como la que a él se le confiere, para evitar
el monopolio de las noticias procedentes de nuestro Cuartel general, que tanto urge
a nuestra Causa que sean conocida por el mundo civilizado”. Es decir, no caer en la
dependencia ocurrida con Turcios e imponer una diversidad en la divulgación, con
lo cual pudo haber estado pensando en los círculos de Zepeda donde escasamente
penetraban los órganos como El Libertador. Machado no obstante aseguró su nom-
bramiento personal como “representante oficial” de Sandino ante el Comité Central
de MAFUENIC.
Sandino siguió confiando: en una presunta comunicación del 15 de octubre de
1928 a Juan Gregorio Colindres y Fernando Quinteros dice: “cuando se sientan ner-
viosos por los desvelos y el hambre, piensen en lo que Dr. Machado está haciendo en
México”. Sandino todavía mantenía una valoración alta de Machado, el representante
del EDSNN en México. Entre otros encargos, Machado debía publicar un recuento
histórico del EDSNN, algo considerado indispensable por Sandino decidido a termi-
nar de una vez por todas el calificativo de bandido. Entregó a Machado un segundo
recibo firmado por mil dólares para que el MAFUENIC recogiera fondos para la
publicación de los documentos cuidadosamente recogidos por Sandino detallando la
historia de la guerra comenzando por el registro del nombre de los “primeros 30”.
Como era su costumbre, participó a la tropa de esta iniciativa diciendo “que los se-
ñores delegados mexicanos llevan instrucciones para lanzar un folleto que hará sentir
muchas cosas de interés general. También se editarán varios libros históricos y se die-
ron muchos informes importantes para que sean conocidos por el mundo civilizado.
Se dio la lista de los primeros 30 hombres que integraron nuestro ejército...”45.
Machado regresó de las Segovias convertido en héroe. Fue recibido tumultuo-
samente por sus camaradas, sindicatos y simpatizantes, incluyendo Sócrates Sandino
de quien se hizo acompañar. Cargaba con un trofeo extraordinario: una bandera
estadounidense que le entregó Sandino indicando que había sido capturada por las
tropas sandinistas en combate contra los marines, Ante la desesperación de la em-
bajada norteamericana en México, la bandera fue llevada de mitin en mitin por di-
versas partes de México. Acudieron centenares para conocer aquella bandera en
274

diversas ciudades en México, incluyendo cuatro mil personas en Guadalajara en un


evento organizado conjuntamente por el PCM y el MAFUENIC. Posteriormente,
el diputado comunista Hernán Laborde desplegó la bandera en pleno en el Palacio
Legislativo, provocando la furia y exigencia de Washington llevando al desafuero del
diputado Laborde. La bandera posteriormente llegó al Congreso Antiimperialista de
Fráncfort en julio de 1929 provocando una larguísima ovación46.
Las intrigas de Machado no cejaron, provocando un conflicto serio con Sandino,
una vez en México. Desde su llegada a las Segovias, Machado se había percatado que
Sandino tenía posiciones claras y no era novato en materia política o deficiente en
sus convicciones revolucionarias. En un artículo, el venezolano recordaba su prime-
ra impresión de Sandino, subrayable por lo demás porque evidencia la profundidad
del aprendizaje en México: “Era de una inteligencia prodigiosa, muy imbuido del
proceso mexicano respecto a la lucha de clases y la revolución social”. Pero como
cuadro cominternista formado en la doctrina marxista-leninista, Machado no estuvo
a gusto con otras facetas del discurso de Sandino. El General continuaba haciendo
referencias a lo “indohispano”, a la Raza, al “destino del continente” y la espirituali-
dad –reflejando de esa manera la influencia asimilada en México de Vasconcelos, las
escritos de Manuel Ugarte, entre otros, cuando no del mismo Turcios47.
Claro que las diferencias ideológicas permanecieron, en lo general, subyacentes,
aunque aparecieron algunos indicios. Existe un escrito de un visitante al campamen-
to sandinista coincidente con la llegada de Machado y Pavletich. El testimonio es
inusual por la franqueza de las palabras expresadas tanto en las palabras de Sandino
como de los recién llegados.

Una noche en el campamento


Domingo Castillo y Castillo, guatemalteco, fue un enviado de la Liga Patriótica
de Defensa Nacional de Guatemala y El Salvador, solidario con Sandino pero de
tendencia conservadora hispanista. Castillo ofrece sus apuntes sobre las palabras de
bienvenida que Sandino extendió a Machado y Pavletich. Ante sus oficiales, Sandino
tomó la palabra para leer la “vasta” correspondencia de los partidos de Rusia, Mé-
xico y Guatemala. Después de comunicar sus orientaciones militares, dio la palabra
a Machado, quien expuso la línea cominternista relativa a “la urgente necesidad de
organizar el Partido Comunista en el ejército de Sandino, con el fin de que, tan pron-
to se marcharan los marines, se implantara en Nicaragua el régimen comunista”.
Según Castillo, Machado propuso acciones conjuntas y un frente único “en contra
del Partido Conservador, por ser sus miembros enemigos de la idea Comunista; en
contra del capital, eliminando a sus dueños para que se repartiesen, de manera equi-
tativa entre los desheredados, la suerte; en contra de la iglesia católica, porque ya el
275

hombre no debe tener vallas, eliminando a sus dueños, para que le detengan en el
camino de la civilización... porque, en resumen, la iglesia católica es la Iglesia de los
Conservadores”. Por lo visto, Sandino había explicado a Machado, como solía hacer
con cada internacionalista, la permanencia del sentir partidista entre sus soldados; el
odio a los conservadores y la simpatía con los liberales no-moncadistas48.
Didácticamente se hacía más fácil hacer la vinculación entre Conservadores-Ma-
rines-Iglesia católica quedando eso evidenciado en lo que después sucedió. Castillo
recordó “que la tropa llenaba los patios y alrededores del campamento”, y obede-
ciendo una consigna de Sandino, tributó al orador un estruendoso aplauso y gritó
las consignas:
¡Mueran los Conservadores!
¡Abajo la Iglesia católica!
¡Mueran los Curas!
¡Mueran los Explotadores del Pueblo!
¡Viva el Ejército Libertador!
Sandino entonces tomó la palabra y dijo “estar satisfecho que se dé cuenta cabal
del entusiasmo que ha despertado en nuestro Ejército, el Patriótico Discurso del
Señor Delegado del Partido Comunista. Esto da a entender que los miembros de
nuestro Ejército son hombres de ideas propias, que combaten en contra de los inter-
ventores bucaneros como combatirán sin tregua en contra del Fanatismo Religioso
y de los Curas, en contra del Partido Conservador y de toda idea que se oponga a la
Redención Social del Hombre.
La bandera Rojinegra que enarboló el partido Comunista en Rusia... yo, con
plena conciencia de lo que significa esta insignia, la levanté en mi patria para liberarla
de los Bucaneros, ...también enfrentaré esa gloriosa insignia rojinegra al fanatismo
religioso, porque allí es donde se procrean y prosperan los valores Vende Patria...
asimismo el capitalismo, porque allí están los enemigos de los obreros...
–Allí terminó Sandino su oración –concluye el testigo–, y sus últimas palabras
fueron ahogadas por el aplauso de la multitud, descargas de ametralladores y consig-
nas... a los doce de la noche terminó aquella reunión”49.
Del testimonio se desprende el sentir de la tropa sandinista y la franca simpatía
de Sandino con la Revolución Bolchevique, su condena explícita al capitalismo, o
al menos su identificación con el simbolismo y con el cometido internacional anti-
imperialista de la línea bolchevique, del cual, quizás pensó podía beneficiarse, aún
cuando le eran ajenas nociones de construcción de partido. Lo dicho sin embargo
no calza con la afirmación posterior de Sandino de no haberse enterado de la afilia-
ción partidista de Machado.
El desprecio personal y sectario de Machado hacia Sandino no pudo, natural-
mente, ser expresado abiertamente pero era leíble entre líneas a partir de algunos
276

escritos suyos donde hizo críticas a planteamientos afines al pensamiento de San-


dino. En un artículo sobre Honduras, Machado dice “La desorientación política es
más aparente entre los intelectuales y entre los ‘patriotas’. Defienden la soberanía
nacional en nombre de la raza y del espíritu hispanoamericano, e ignoran totalmente
la verdadera situación económica del país y la naturaleza de la fuerza que lo oprime.
Contra el imperialismo se usan todavía argumentos románticos y el girondismo po-
lítico sigue inspirando a los espíritus más puros... [sic]”50.
Pero, en un sentido diferente, Machado, al igual que Julio Antonio Mella, fue
también nacionalista y latinoamericanista. Cada uno estaba obsesionado con la li-
beración de sus respectivas patrias de las dictaduras imperantes afirmando a la vez
que la opresión que enfrentaban sus pueblos era tan internacional como nacional –y
como internacional, debía ser combatido en Nicaragua y en cualquier lugar en re-
belión. Y ambos vieron que el concurso de los trabajadores de América Latina sería
necesario para realizar aquella meta siguiendo el ejemplo de Sandino. Estando en el
campamento de las Segovias, Machado escribió un artículo en que explicaba “Noso-
tros, luchadores venezolanos estamos obligados a prestar a Nicaragua –en esta hora
de intensa tragedia– la ayuda solidaria que hemos solicitado nosotros mismos de los
pueblos hermanos...”. Para Machado, Nicaragua constituía un frente en una guerra
de alcance latinoamericano –planteamiento también repetido por Sandino– porque
allí operaban las fuerzas imperialistas opresoras de los pueblos americanos, pero allí
también se encontraba una fuerza de liberación, que por medio de su lucha, atacaba
al enemigo común y le debilitaba, defendiendo de esta manera la soberanía de todos
los países de la región. “Nicaragua es un símbolo y una alerta. El General Sandino y
su ejército de campesinos y mineros han probado la posibilidad militar de combatir
y derrotar a las tropas invasoras. El Coloso del Norte ha sido humillado en multitud
de combates”.
Revolucionarios venezolanos como Machado o cubanos como Mella vieron la
gesta sandinista como ejemplo e inspiración para que sus propios pueblos –Vene-
zuela y Cuba– echaran a sus respectivos dictadores, contando para ello con el apoyo
de los trabajadores del continente. “La América Latina ha mostrado en diversas for-
mas la existencia de una conciencia continental,” concluye Machado. Contagiados
por el ejemplo de Sandino, revolucionarios como Machado y Mella, fueron, a su ma-
nera, nacionalistas empeñados en derrocar a los regímenes por la vía armada. Aque-
lla insistencia y las acciones que organizaron fueron reprochadas en las estructuras
de la Internacional Comunista. Desde México, Machado venía organizando, junto
a Aponte y otros venezolanos, una expedición guerrillera contra el régimen de Juan
Vicente Gómez. El secretario para América Latina de la Internacional Comunista,
el suizo Jules Humbert-Droz, criticó la iniciativa llamándola un “romanticismo ga-
ribaldiano” y exigió fuera abandonada, y que el Partido Revolucionario Venezolano
277

fuera disuelto para dar lugar a la creación del Partido Comunista. Mella también fue
criticado por sus propios camaradas del Partido Comunista Cubano por lo que en
otro momento se llamaría voluntarismo y aventurismo51.
Pero a diferencia de Sandino empeñado en atraer a liberales nacionalistas, los
cominternistas como Mella y Machado insistían en que la lucha por la liberación
política debía excluir a la gran burguesía nacional a manera de mejor y despejar el
camino al socialismo. A diferencia también de la “hermandad de Ariel”, incluyendo
Rubén Darío, pasando por Vasconcelos, Ingenieros y Ugarte fueron adversos a la iz-
quierda –aun cuando cada cual se consideraba antiimperialista y unos más dados a la
acción y otros a la discusión dentro de la bohemia modernista y la peña literaria. Pero
por un tiempo breve, todos pudieron coincidir en apoyar a Sandino como manifes-
tación encarnada de la ideas de cada escuela –por todos aclamado, pero nada más.
Para los cominternistas y probablemente los apristas, la contienda de Sandino
era un medio hacia un fin continental y mundial, y no un fin en sí mismo. Para ellos
no bastaba con sacar a los marines, pero para Sandino eso era lo esencial (aunque no
lo único). Les interesaba más la lucha que la paz. Pero, desde otra óptica, Sandino
calzó bien en el esquema marxista-leninista: si el imperialismo era la última fase del
capitalismo global, y si Sandino luchaba contra el imperialismo, entonces Sandino
también era “objetivamente” internacionalista y anticapitalista. Todavía en 1928 los
cominternistas no insistían en la vinculación directa entre antiimperialismo y socia-
lismo, pero en 1929 llegarían nuevos lineamientos a América Latina. Se asomaban
sin embargo en el discurso de Machado a la tropa cuando insistió en la transforma-
ción del EDSNN en un Partido Comunista (y por ende sujeto a las directrices de
la Internacional Comunista). Es de imaginar el asombro de Sandino y los suyos al
escuchar aquello.
A pesar de aquellas diferencias, Sandino entregó la representación del EDSNN
al MAFUENIC. Nadie podía negar la dimensión e intensidad de aquel esfuerzo so-
lidario, que Machado y el PCM insistieron no debía ser visto como una solidaridad
incondicional con Sandino, sino una alianza con el cominternismo a ser correspon-
dida. Aparecieron asperezas en la relación personal. Otra figura controversial de la
izquierda venezolana, Domingo Alberto Rangel, escribió que entre Sandino y Ma-
chado no hubo mayor simpatía: “una cierta química de la frialdad se interpuso entre
amigos. Sandino era medio engreído y ese rasgo no facilitó la comprensión mutua”.
De por medio también el disgusto de Sandino al conocer que de los mil dólares re-
cogidos en México, Machado habría gastado 400 para llegar a Nicaragua y retuvo 350
para el viaje de regreso. Por lo demás, el “memorándum confidencial” un tanto exi-
gente –se desconoce el texto actual– presentado por Machado no pudo haber sido
del agrado del General Sandino, sobre todo en lo relativo al ascenso solicitado para
Aponte a rango de General –no porque no lo mereciera, sino porque era un asunto
278

estrictamente de la competencia militar del EDSNN. Es detectable, sin embargo, lo


que se convertiría posteriormente en una estrategia explícita de los cominternistas:
incidir directamente en el EDSNN para restarle acogida al mismo Sandino52.
Machado pensó, que todavía podía incidir políticamente en Sandino a partir de
la fuerza, quizás no tanto de los planteamientos propiamente ideológicos, sino de
la formidable campaña organizativa y campaña desplegada por el MAFUENIC y el
aparato cominternista mundial. El aprismo por otro lado desaparecía como fuerza
continental para concentrar su esfuerzo dentro del mismo Perú. Y, en todo caso,
todavía en 1928 se vivía lo que el historiador Kersffeld denominó la etapa de oro
de la izquierda latinoamericana, en la que se podía coincidir alrededor de metas an-
tiimperialistas y en el apoyo a Sandino. Si resultaba difícil asegurar un acercamiento
ideológico entre Sandino y los cominternistas por medio de la persuasión, era más
factible alcanzar el objetivo, evidenciando al General que nadie trabajaba más a su
favor que la red cominternista, comenzando por los LADLA y MAFUENIC.
Tal como fuera su intención desde un inicio, Machado se marchó a los tres
meses regresando a México a finales de junio de 1928. Pero fue el tiempo suficiente
para capitalizar propagandísticamente el hecho de haber conocido a Sandino, de
haberle hecho la entrega del restante de los mil dólares. Los dividendos políticos en
México fueron cuantiosos: el MAFUENIC y el PCM organizaron giras de Machado
a diversas ciudades del país caracterizadas por entusiastas bienvenidas y actos para
escuchar a Machado, exhibir la bandera y presentar a Sócrates. Fueron recibidos en-
tusiastamente y de manera extraordinaria en Veracruz, donde docenas de las bande-
ras rojas y negras de los sindicatos se combinaron con la misma bandera de Sandino
(siendo únicamente roja la bandera del Partido Comunista). Fueron recibidos con
gritos de ¡Fuera los yanquis de Nicaragua! y ¡Viva Sandino!
En cartas a sus compañeros de partido en México y las oficinas de la Liga en
Berlín y Nueva York Machado hacía énfasis en el enorme potencial para politizar a
las masas populares en Centroamérica, remarcando el arrastre que tenía el nombre de
Sandino. El héroe nicaragüense constituía, para los cominternistas, un vehículo clave
para empujar a las masas hacia posiciones más antiimperialistas y de transformación
social. Hizo énfasis sobre los éxitos organizativos logrados, utilizando el nombre de
Sandino. Nicaragua también se beneficiaba toda vez que la causa sandinista se bene-
ficiaba de la presencia de gigantes con Aponte y posteriormente Agustín Farabun-
do Martí, enviado por la misma Liga para dar seguimiento a la visita de Machado.
Centenares de simpatizantes de la izquierda y otros colaborando libremente con las
oficinas de la Liga y el MAFUENIC en diversas partes del continente movilizando y
educando a miles, y recaudando apoyos que, siempre fue un problema, escasamente
llegaban hasta Sandino. Y en su momento el mismo Sandino admitió que, a pesar
279

de las controversias y diferencias, era del PCM “que más apoyo hemos recibido en
nuestra lucha antiimperialista en Nicaragua”53.
Como persona de izquierda y viejo estudiante del sindicalismo revolucionario,
Sandino a estas alturas mantenía alguna simpatía con la Revolución Bolchevique y
ciertamente con el ideario socialista aunque mayormente en su versión libertaria. Por
temperamento, por una posición de principios, por contar con ideas propias, y por
así exigirlo el juramento del EDSNN y las condiciones de lucha en Nicaragua –por
todo ello, Sandino no se puso al servicio de ninguna “vanguardia”. Siguió creyendo,
aunque de manera ilusa, en su versión del Frente Único en el que tuvieran cabida
no sólo las burguesías nacionalistas sino también gobiernos, comenzando con el
de México. Por su parte, los cominternistas, luego de un giro estratégico de la IC
inaugurando el llamado tercer período, rompen el marco de alianzas existentes con
sectores ajenos al mismo proletariado y por el lanzamiento de una guerra de clases
sin cuartel, comenzando con los ex aliados de izquierda social demócrata, naciona-
listas, apristas y otros. Dentro del nuevo marco pero también del viejo, Sandino llegó
tardíamente a la conclusión que figuras como Machado o un MAFUENIC abierta-
mente vinculado con el Partido Comunista podía trabajar también con la diplomacia
y los medios “patrióticos burgueses” capaces de aportar también a la lucha libertaria
en Nicaragua. Al fin y al cabo, figuras como el Dr. Zepeda estaban mejor colocadas
que Machado y el PCM para trabajar en aquellos círculos, sobre todo a partir de
la declaración de guerra cominternistas contra todo lo que oliera a burguesía. Para
ellos, antiimperialismo y socialismo eran dos fases de un mismo proceso –una tesis
demasiado radical para la América Latina de entonces, pero no por ello dejó de ape-
lar a la generación subsiguiente de luchadores latinoamericanos.
El 9 de julio de 1928, el MAFUENIC organizó un masivo mitin en un teatro de
la capital. Presidieron Diego Rivera y el peruano Jacobo Hurwitz, Secretario Gene-
ral de MAFUENIC. Hablaron Sócrates y Gustavo Machado. Rivera abogó por una
más efectiva organización de los trabajadores de la ciudad y del campo para luchar
contra la dominación imperialista del continente. Hizo hincapié en el hecho que la
bandera de Sandino era la misma bandera rojinegra de las organizaciones obreras, la
bandera de la CROM y de la CGT. Intervino Julio Antonio Mella como representan-
te de los revolucionarios cubanos, y quien había asumido la causa de Nicaragua de
forma incondicional, recorriendo diversos poblados mexicanos para exponer sobre
la situación de Nicaragua. Mella relató que en su encuentro con los obreros de los
minerales de Jalisco aquellos preguntaron si no era posible que si, en vez de mandar
el poco dinero que habían recaudado, pudiesen todos integrarse a las filas del ejérci-
to libertador nicaragüense. Mella siempre puntualizó comparando el movimiento de
Sandino con el de la revolución soviética: así como el proletariado había podido to-
mar el poder revolucionario en Rusia, el movimiento de Sandino era el precursor del
280

movimiento revolucionario de toda América Latina contra el imperialismo yanqui y


contra todos sus lacayos. Seis meses después, Julio Antonio Mella MacPartland, fue
asesinado en las calles de la capital mexicana.
Sin embargo, Sandino no perdía la esperanza, un tanto arielista, al pensar que los
gobiernos latinoamericanos recuperarían su sentido de vergüenza frente al Coloso
del Norte para integrarse a ese frente único antiimperialista. También de manera
arielista, estaba convencido que la totalidad del pueblo norteamericano apoyaba la
política imperial de su gobierno –lo cual estuvo lejos de ser el caso, y con el tiempo
fue cambiando esa perspectiva a partir de las discusiones con sus compañeros de iz-
quierda predicadores, incluyendo Sócrates quien, con el apoyo de las organizaciones
antiimperialistas comunistas, conoció bien aquel medio.
No es que Sandino negara la existencia de una lucha de clases, pero la subordinó
programáticamente, para sacar a los norteamericanos de Nicaragua, a una estrategia
de liberación nacional. Ideológicamente, estaba claro que dentro de una nación opri-
mida existe una clase oprimida y que entre los opresores figura el estamento político
(no le llama clase) que calificó de “vendepatria” incapaz de comprender las ansias
libertarias de la nación incluyendo, de manera sobresaliente pero no exclusiva, la cla-
se trabajadora y campesina. Asimismo, Sandino paulatinamente comprendió que las
organizaciones tanto arielistas como comunistas que le apoyaron también estaban
en lucha contra regímenes criollos opresores. Pero como persona de fe y de ideales,
Sandino tampoco dudó que más temprano que tarde los gobiernos latinoamericanos
llegarían a representar a sus pobladores en rebelión, que lo que llamó la “nacionali-
dad latinoamericana” daría pie a la unidad política de la región; en el mismo protoco-
lo de paz negociado en 1933 repitió el llamado a la conferencia intergubernamental
para considerar el Plan para la Realización del Supremo Sueño de Bolívar.
XIII

El segundo viaje a México

–¡Muchachos a levantarse!
–¡A freír los huevos y los jamones!
–¡Cada cual ase su tira de cecina!
–¡Repartan los panes!
Así gritaba un Sandino ocurrente ante las no pocas mañanas cuando escaseó
el alimento para la tropa. Lo recuerda el Capitán Gregorio Gilbert agregando que
resultaba poca graciosa la broma en el campamento aun cuando todos sabían que
Sandino insistía en comer lo que comían todos.
Aunque a nivel logístico las cosas iban de mal en peor, hacia finales de 1928 el
prestigio internacional del movimiento sandinista alcanzaba un pico como pocos en
la historia de los movimientos de independencia, o liberación nacional. Si la historia
de la guerra de Sandino hubiera terminado en mayo de 1929–fecha en que sale del
país– sus contemporáneos todavía lo hubieran considerado un héroe del continen-
te. “Sandino es actualmente un guerrero en reposo”, escribió el escritor y político
socialista peruano César Falcón, “es decir, un paréntesis de lucha”. “Todos los pue-
blos americanos –agrega Falcón en otro escrito–celebraron su salida de Nicaragua,
pues Sandino en las Segovias luchaba por Nicaragua; afuera de Nicaragua podía
hacerlo por América. Basta reconocer lo efectivo de su ejército para justificar hasta
la saciedad su actitud. Con trescientos hombres, un cheque de mil dólares enviado
por hermanos [del Comité] manos fuera de Nicaragua y muchas banderas de seda
que enviaba la América reconocida, no podía Sandino prolongar indefinidamente su
acción”1.
Con regocijo, los norteamericanos comunicaron al mundo que Sandino abando-
naba la lucha para gozar de un “asilo dorado” en México y los medios en Managua
celebraban la noticia de la llegada de Sandino a México. En realidad para escritores
como Falcón, el símbolo de la protesta armada de Sandino resultaba más importan-
te que su eventual desenlace. Al igual que otros admiradores, Falcón no creía que
Sandino tomaba en serio su pretensión de expulsar a las tropas de la gran potencia
del norte. Sandino no sería el “David” que mató a Goliat, sino un Espartaco derro-
tado junto a los esclavos rebeldes; por el imperio romano. Otro periodista, Jacinto
López, de la revista Gráfico, de Nueva York, decía así “No fue nunca pretensión
de Sandino triunfar en esta lucha. No fue nunca su esperanza lograr por obra de
un esfuerzo militar, la evacuación de su patria por los invasores. Él era demasiado
282

débil para esto. Su guerra era defensiva, necesariamente, y tenía, exclusivamente, el


carácter de una protesta. Su propósito era salvar la dignidad nacional, hacer constar
que Nicaragua no se sometía pasivamente al ultraje y al yugo del Conquistador, hacer
saber al mundo que los hijos de Nicaragua no eran degenerados sin amor a la patria
y a la libertad, sino hombres viriles capaces del mayor heroísmo en el sacrificio y en
la batalla, desesperados por la conservación de su patrimonio de nación soberana, e
independiente... Podemos, pues, saludar a Sandino con el triunfador en la lucha de
más de dos años con los marinos norteamericano en las selvas de Nicaragua”.
Similar fue la perspectiva del corresponsal del diario ABC de Madrid: “...el fin
de la resistencia de Sandino está próximo... Seguramente, el General Sandino adopta
esta actitud por espíritu patriótica, pues, entendiendo que su persistencia en la lu-
cha no puede conducir a nada práctico y, por el contrario, da pretexto al indefinido
mantenimiento de los marinos yanquis en Nicaragua, querrá ver si se cumple el
ofrecimiento de que dichas fuerzas, abandonarán su Patria, apenas él haya desistido
de la rebelión, que dura dos años justos. Pero si esa promesa no es cumplida, ¿quién
impedirá que renueve la lucha cuando quiera, contando con armas, que deja enterra-
das y ocultas, y atrayendo nuevos elementos a quienes presentará un nuevo motivo
para la defensa de la soberanía de su desgraciada nación?”2.
La sola capacidad de eludir la persecución militar norteamericana resultaba toda
una hazaña. Con ello Sandino demostró con creces su tenacidad y su intransigencia,
dentro de una contienda militar desproporcionada que a todas luces era sumamente
adversa a los guerrilleros. Por su parte, para finales de 1928, Estados Unidos reducía
el número de efectivos militares creyendo haber acorralado a Sandino en tanto que
la ascendencia de los liberales moncadistas al poder restaba a Sandino “liberal”, o al
menos muchos de sus oficiales, la supuesta razón de ser de la rebelión. Pero Sandino
no había triunfado ni había sido derrotado: salía del país no a reposar, sino a reposi-
cionarse militar y políticamente. Pero esto no se supo más allá de reducidos círculos,
y a medida que la permanencia en México se alargó en el tiempo (de junio de 1929
hasta mayo de 1930), se multiplicaron los rumores que la lucha había llegado a su
final, no obstante los combates que, con menor frecuencia e intensidad, se continua-
ron dando en las Segovias.

Gloria y penuria
Irónicamente, el apogeo político de Sandino en el escenario internacional, bási-
camente a lo largo de 1928 y la primera mitad de 1929, abarcó también los períodos
de privación, en el terreno sufridos por la tropa sandinista.
Sandino no pensó en un repliegue indefinido, pero sí en un periodo de recom-
posición de fuerzas para mejorar la difícil situación logística mediante el asegura-
283

miento de mayor aporte desde gobiernos y fuerzas solidarias en el exterior. “Ya está
bien enterado –admite Sandino a su ayudante primero el capitán Gregorio Gilbert
–de nuestro plan a seguir con motivo de nuestra salida a México, causada por la estre-
chez de recursos con que nos encontramos. Nuestros hombres carecen de armas, de
ropa, de alimentos y de medicina. En México podremos conseguir todas esas cosas”.
El contexto político interno nicaragüense y centroamericano fueron factores
que incidieron sobre la decisión de emprender el viaje. Con la elección de Moncada
en noviembre de 1928, y la llegada al gobierno liberal de Mejía Colindres, en Hondu-
ras en febrero de 1929, peligraba materializarse un cerco apuntalado por las tropas
yanquis. Turcios rompía con Sandino, y la oposición a la elección a Moncada, aun
dentro de las filas liberales, no se materializó al nivel esperado por el General. Salió
a relucir otro argumento que pesó sobre Sandino: si el objetivo del movimiento san-
dinista era sacar a las tropas extranjeras, la continuación de su lucha en las montaña
no hacía más que alejar el día de la evacuación. Como jugarreta, Moncada anunciaba
que si Sandino cesaba la lucha, de los marines norteamericanos serían retirados de
inmediato de Nicaragua y el país gozaría de un verdadero gobierno democrático.
Parte del cálculo de Sandino fue evidenciar las mentiras de Moncada, quien eviden-
temente no estaba en capacidad política de dar órdenes a Washington.
No obstante, Sandino vio que podía sacar ventaja de la fanfarronería de Mon-
cada: posteriormente así explica su decisión de ocultar gran parte de sus parques
y fusiles, dispersar a la mayor parte de la tropa y marcharse del país seguido de los
principales miembros del Estado Mayor. Si los marinos se marchaban se reservaba
la posibilidad de regresar para sacar a Moncada del poder militarmente. Y si no se
marchaban, como fue el caso, también quedaba en posición de regresar a la lucha.
No dudó de su capacidad de reemprender plenamente la contienda dejando algunos
contingentes que seguirían operando militarmente.
Estaba seguro que, en cualquier caso, contaría con el apoyo del gobierno de
México. El presidente Plutarco Elías Calles, viejo aliado de Juan Bautista Sacasa
y adversario de los Estados Unidos, el presidente y “jefe máximo” (maximato) de
México. Sandino–asumiendo el papel de heredero de esa tradición liberal traicionada
por Moncada–pensó que conseguiría un apoyo del gobernante mexicano similar al
concedido a Sacasa apenas tres años antes: pertrechos, dinero, y apoyo para la con-
formación de una fuerza expedicionaria con reclutas mexicanos y extranjeros. Va-
rios oficiales mexicanos (Manuel Echeverría, Andrés García Salgado, Jorge Chávez,
Alfredo Vega) ya formaban parte del contingente militar sandinista. Y en México
sobraban entusiastas de la lucha nicaragüense y con experiencia militar listos enfren-
tarse a tiros con Estados Unidos, el adversario histórico de la nación mexicana.
Sandino visualizó la posibilidad de organizar una fuerza expedicionaria de vo-
luntarios mexicanos y centroamericanos para luchar en Nicaragua. Y con ese obje-
284

tivo en mente, hasta donde sabemos, decide que una buena parte del estado mayor
viajara por separado y en pequeños grupos para unirse a él en México. Sacar a una
buena parte de su Estado Mayor, incluso un contingente que viajaba por orden
suya a encontrarse con él en México. Calculó que el repliegue era aprovechado por
los marines para acelerar su retiro una retirada pacífica, en tanto se preparaba la
fuerza expedicionaria bien equipada al mando de sus jefes y oficiales. Junto a los
norteamericanos, el gobierno mexicano interpretó la decisión de sacar a los oficiales
constituía una afirmación de dar por terminada la guerra y acogerse todos al asilo
en México. Para ello, Sandino solicitó un “empréstito” de 10 mil dólares al gobierno
mexicano para cubrir los gastos de traslado de aquel contingente y “ayudar en algo
a los miembros de nuestro Ejército, quienes se quedaron esperando nuestro regreso
para la continuación de nuestra lucha”. Antes de partir Sandino dio instrucciones a
30 miembros de su estado mayor, entre jefes y oficiales, para que, al mes de su salida
entregaran su armamento al General Pedro Altamirano y se desplazaran en peque-
ños grupos a México. A la vez ordenó que una parte del EDSNN debían recibir
licencias para dispersarse3.
Para Sandino, México era la salvación, fuente de inspiración, y garantía de sobre-
vivencia. Ya no sólo por el gobierno supuestamente nacionalista que gozaba aquella
nación, sino también por las simpatías antiimperialistas populares y por la fuerza de
la izquierda organizadoras principales de las campañas en su apoyo.
Sandino contaría después que “El principal motivo del viaje fue la urgencia
que teníamos de elementos bélicos y sobre todo de apoyo económico substancial”.
“Un asunto de vida o muerte”, explicó en su carta al presidente de México, “por la
causa del sostenimiento de la Soberanía de Nicaragua”. Había serias carencias de
sal, vestuario, alimentos y pertrechos militares. Un nuevo nivel de vigilancia en las
fronteras con Honduras –ordenado por Estados Unidos– dificultaban el abasteci-
miento, en tanto que, tras la pérdida de El Chipote, donde los marinos no dejaron ni
la vegetación, los campamentos se establecieron en las zonas más aisladas, de escasa
población civil y con dificultades para su aprovisionamiento. La comunicación con
Turcios y el exterior se interrumpió con frecuencia a mediados de 1928 –de los 8
correos enviados por Turcios en el mes de julio de 1928, solamente uno logró cruzar
la frontera con Nicaragua4.
Llegaba a la conclusión que su movimiento estaba bloqueado tanto en términos
políticos como militares y que la única manera de romper el cerco era asegurando
mayor apoyo material del exterior y principalmente de México. Su error fue pensar
que todas las noticias y opiniones a su favor y las maldiciones lanzadas contra Es-
tados Unidos en todo continente podrían ser rápidamente traducidas en soporte
diplomático y material. O que los marines aprovecharían su ausencia para salir de
285

Nicaragua. Creyó que el prestigio del EDSNN era suficiente para convocar a los
gobiernos y montar reuniones del más alto nivel para hablar sobre Nicaragua e inter-
cambiar ideas sobre el futuro de América Latina. Pensó que el gobierno de Hipólito
Yrigoyen en Argentina, a partir de sus múltiples diferendos con Estados Unidos
rápidamente podía organizar una conferencia intergubernamental en Buenos Aires
para considerar el tema de la construcción del canal interoceánico en Nicaragua y
exponer el proyecto e ideario del EDSNN. Pensó también en viajar a Europa para
participar, junto a su hermano Sócrates, en la Conferencia Antiimperialista al contar
con una invitación para el Congreso Antiimperialista Mundial a celebrarse en Fránc-
fort en julio de 1929.
El 20 de marzo de 1929, Sandino escribe al presidente Hipólito Yrigoyen de
Argentina y a otros presidentes de la región proponiendo la reunión y remitiendo
una propuesta de agenda. Sandino ofrece viajar a Tegucigalpa para “ponerme bajo
la bandera argentina y bajo su garantía continuaré hasta que se verifique la confe-
rencia”. El 28 de marzo envió al Capitán Rubén Ardila Gómez a Tegucigalpa para
hacer entrega de la carta a las Embajadas de los gobiernos indicados. Tan confiado
estaba de contar con una pronta acogida positiva, que ordenó a Ardila permanecer
en Tegucigalpa para recoger las respuestas para entonces avanzar en los preparativos
de la reunión. La misiva, sabemos hoy, provocó alarma y no simpatía en la cancillería
argentina por el problema que acarrearía la abierta identificación con Sandino. Con
la sola excepción del mandatario salvadoreño Pío Romero Bosque, ningún man-
datario respondió; ni siquiera acuses de recibo. Para los gobiernos, o al menos sus
Embajadores en Tegucigalpa, el EDSNN constituía una organización fuera de la
ley y, por ende, fuera de los alcances de la diplomacia, para no mencionar fuera del
beneplácito de Estados Unidos5.
Paralelamente, se desarrollaba otra intriga para neutralizar a Sandino. En enero
de 1929, Moncada pide a Portes Gil la reanudación de relaciones diplomáticas que
habían estado suspendidas desde 1925. Hacia finales de 1928, el presidente interino
mexicano, Emilio Portes Gil, indudablemente bajo instrucciones de Calles, y con-
sultando a Pedro J. Zepeda, respondió que las relaciones se reanudaban siempre y
cuando se diera el retiro de las fuerzas norteamericanas de ocupación”6.
Así, el gobierno de México tramó con el de Estados Unidos para sacar a Sandi-
no de Nicaragua por tiempo indefinido y posibilitar supuestamente la desocupación
norteamericana. Un plan maquiavélico paralelo al propio posible plan subrepticio
de Sandino de abandonar el país y esperar la salida de los marinos, para entonces
regresar al mando de una fuerza militar contundente y sacar a Moncada del poder.
Sabemos también que Sandino estaba enfermo y necesitaba tiempo y condiciones
para reponerse de los recurrentes brotes de paludismo, enfermedad que sufría7.
286

José de Paredes
En 1933 recordó el viaje de la siguiente manera: “Nos preparamos lo más rá-
pidamente posible y partimos. Yo lo sé –dice a Román– la culpa fue solo mía. ¡Tan
matrero que soy y confiar de un culo cagado como Paredes!... Paredes resultó un
zángano y mentiroso, aunque le doy el beneficio de la duda, porque podría ser que
hubiera actuado equivocadamente por su entusiasmo juvenil, pero como quiera que
fuera, fue el causante directo del enredo”. No fue un exabrupto porque, en carta a
Pedro Altamirano y a Pedro Antonio Irías, Sandino escribe “El Capitán Paredes po-
siblemente será pasado por las armas, como consecuencia del peligro en que puso a
nuestra causa en 1929, cuando a conciencia de él mismo, escapamos de ser víctimas
de Portes Gil en México”8.
Pero no todo fue culpa de Paredes, quien entonces gozaba tanto de la confianza
como el cariño del General Sandino. Desde noviembre venía pensando en el viaje a
México junto a miembros de estado mayor. En carta a Turcios del 20 de noviembre
de 1928 expresa su intención de emprender el repliegue con una finalidad política
y militar “con el propósito de hacer de elementos, ponerme al habla con el pueblo
nicaragüense y presentar una acción conjunta al tránsfuga José María Moncada”.
Turcios discrepó con el plan de conformar una Junta y posteriormente renunciar,
pero permanece la idea del viaje y Sandino designa a Paredes para llevar la petición.
El mensaje por supuesto debía ser trasladado oralmente pero, para establecer la
legitimidad de su procedencia, Sandino escribe una nota breve, la envuelve en un
pañuelo de seda perteneciente a Teresa Villatoro para ser entregada al mandatario
mexicano. De manera confusa la nota dice: “No vacilo en solicitar de su gobierno la
protección necesaria para lograr y tener el alto honor de ser aceptado con mi Estado
Mayor en el seno de su ejemplar pueblo”. Agrega que su enviado, el Capitán José de
Paredes, “sabrá explicar a usted en qué forma deseamos el apoyo de su gobierno”;
o que pudo haberse interpretado como solicitud de asilo para él y los suyos9. Todo
aquello fue problemático y sujeto a posterior confusión por tres razones: la natura-
leza oral de la explicación, el texto mismo de la nota y la naturaleza errática del joven
mensajero mexicano.
Ni Calles ni Portes Gil pecaron de ingenuos a sabiendas de que el objetivo del
viaje de Sandino era pedir armas. El señuelo mexicano fue no permitir a Sandino
contemplar aquella posibilidad. Años después, en una entrevista, Portes Gil afirma-
ría que “Sandino me mandó a José de Paredes, un mexicano que era de su Estado
Mayor, con una mascada blanca escrita de su puño y letra. En ella me decía que
estaba muy enfermo de paludismo y me solicitaba asilo.... le respondí a Sandino que
con todo gusto le concedía asilo a él y a su Estado Mayor”.
287

José de Paredes, mexicano oriundo de Guadalajara, vivía acomodadamente con


su familia en San Francisco, California, estudiando en una academia militar, cuando
un día decide luchar con Sandino. Contaba con apenas 21 cuando llega a Nicaragua y
es acogido calurosamente por Sandino, en parte por la afinidad histórica sentida por
el General con México. Paredes recuerda su primer encuentro con Carlos Aponte de
Venezuela en las montañas nicaragüenses, quien lo recibe con el grito “Viva Méxi-
co” al cual responde Paredes con “Viva Venezuela”. Los combatientes nicaragüen-
ses se enamoraron de aquellas expresiones y las incorporaron a las consignas sin que
necesariamente entendieran demasiado cual país era cual.
En un inicio, nadie dudó de su entrega y arrojo. Sufrió su prueba de fuego de
la peor manera cuando en octubre de 1928, durante el bombardeo norteamericano
de La Carbonera, una granada arrojada desde un avión le estalló a pocos metros,
incrustándole un trozo de metal en el costado, quebrándole cuatro costillas y desga-
rrándole un pulmón. Fue trasladado casi al campamento en una camilla hecha con
dos fusiles y con ramaje. Llegó moribundo y le dieron por muerto, pero Sandino,
montó una operación extraordinaria para sacar a Paredes para recibir atención mé-
dica en Honduras. Un contingente seleccionado lo traslada hasta la frontera con
Honduras donde fue recogido y llevado donde Froylán Turcios. Sin pensar que lo
volvería a ver, Sandino se despidió de Paredes recomendándole trabajar en la solida-
ridad desde su hogar en San Francisco, California10.
A los pocos meses, Paredes reaparece campantemente en las Segovias. Mos-
traba una enorme cicatriz de medio metro de largo y treinta centímetros de ancho,
costillas incompletas y un pulmón derecho convaleciente todavía con un trozo de
bala expansiva. Paredes le llamaba “papá” a Sandino. Es nombrado Capitán. Acom-
pañó al General en el viaje a México y fue sujeto de sus elogios. Sandino, quien podía
ser implacablemente severo, le perdonaría errores una y otra vez. En una ocasión,
en ruta a Nicaragua de México, Paredes “dejó olvidada” en Tegucigalpa una corres-
pondencia importante de Sandino que luego apareció en los periódicos de ese país.
Paredes entonces envió a Sandino un telegrama en que textualmente dice: “Papá
hágame responsable mal habidos papeles es culpa mis veintidós años apenadísimo.
José de Paredes”. Sandino lo perdonó, no sería la última vez, pesando seguramente
en aquella actitud, la nacionalidad mexicana de aquel jovencito11.
Fue entonces que Sandino encomendó a Paredes la misión exploratoria de viajar
a México para transmitir verbalmente la solicitud de “acogida” de Sandino en dicho
país. Paredes dijo conocer al presidente mexicano y no tener duda que podía asegu-
rar una entrevista. Para sorpresa del mismo Sandino, Paredes logró la entrevista a
inicios de marzo de 1929.
El mexicano Andrés García Salgado, miembro del Partido Comunista Mexi-
cano y colaborador de Sandino, recuerda a Paredes como “muy jovencito, cometió
288

muchos errores... salió expulsado del movimiento sandinista, por los errores que
cometió, que no hay que achacarlos a que él fuera traidor, no es cierto, sino que a su
juventud”. El “error” fue dar a entender al presidente mexicano que Sandino pedía
asilo. Zepeda luego diría no haber estado presente en aquella entrevista (aun cuando
ya era representante oficial de Sandino en México). Paredes fue culpado de haber
transmitido una petición de asilo a Portes Gil por un lado, y de informar a Sandino
que el gobierno mexicano estaba dispuesto a brindarle todo lo necesario para conti-
nuar su lucha. En fin que todo había sido un éxito12.
¿Ingenuidad, traición o simple incompetencia de parte de Paredes? Sabemos
hoy que meses previos a la entrevista, de paso por San Salvador en noviembre de
1928, un familiar de Paredes funcionario de la Embajada mexicana en ese país le
convidó a visitar la legación norteamericana. Los norteamericanos le vieron con
suspicacia porque no era agente, ni informante regular, pero tomaron nota de lo
dicho por aquel joven que había luchado contra los marines. En la reunión Paredes
pintó un cuadro muy negativo sobre la condición de la tropa, ofreciendo documen-
tos e indicando que él (Paredes) podía incidir sobre Sandino para que depusiera las
armas. Revela también que Sandino ya contemplaba el viaje a México acompañado
de 30 oficiales. Paredes dijo estar dispuesto a comunicarse directamente con el Em-
bajador Morrow en México. Paredes incluso supone haber dicho que el 2 de julio
de 1928 pasó a máquina una carta de Sandino al presidente Obregón “con quien
luchó Sandino”, pidiéndole interceder con Estados Unidos, pero no hay constancia
de la misma en los archivos mexicanos. Terminaría sus días en México implorando
al ex presidente Calles concederle un puesto en la burocracia aduciendo que había
participado en una lucha que era “consecuencia lógica de la influencia de usted en
Nicaragua”.
Aunque aparenta ser un acto de traición, seguramente intervinieron sustanciales
dosis de ego, ya que Paredes no dudó en regresar al campamento dos veces, acom-
pañado a Sandino hasta finales de 1932. Fue entonces que traicionó a Sandino, pero
no a instancias de los Estados Unidos sino del Partido Comunista Mexicano en un
intento fracasado de trasladar el mando del EDSNN al General Juan G. Colindres13.

El complot Calles-Morrow
Tanto el mensaje escrito de Sandino como las explicaciones verbales de Paredes
fueron confusas. “La verdad es que al presidente Portes Gil no le dijeron que yo
solicitaba ayuda militar y económica de México, sino asilo”, dijo Sandino años des-
pués. Existe, en efecto, una carta de Paredes a Portes Gil del 16 de febrero de 1929,
dando seguimiento a la solicitud original, cuyo contenido no refleja las intenciones
de Sandino. En la carta, Paredes dice a Portes Gil “en sus manos está que Nicaragua
289

tenga paz... hemos llegado a lo último y apelamos a la nobleza de Ud. para salir hon-
rosamente de Nicaragua. Sólo mediante su intervención será la única manera de que
nosotros aceptemos una rendición”14.
La misma carta es prueba de que Paredes distorsionó el sentir y las instrucciones
de Sandino: la palabra “rendición” no existía en el vocabulario del Jefe Supremo,
pero pudo haber sido lo que quería escuchar Portes Gil y que puso en boca de Pa-
redes. En marzo, Paredes fue recibido por el presidente en compañía de Zepeda y
hace entrega de la nota del 6 de enero. En su autobiografía, el mandatario mexicano
narra su versión de lo sucedido en la reunión: “Verbalmente, el mencionado capitán
Paredes me expresó estar ampliamente autorizado por su Jefe para exponerme la
situación en que se encontraba, que era bien difícil, tanto por la persecución de que
venían haciéndolo objeto los invasores norteamericanos, que habían realizado gran
concentración de tropas y de aviones, cuanto porque los elementos de guerra se le
estaban casi agotando y, sobre todo, porque el propio General Sandino se hallaba
seriamente enfermo de un fuerte paludismo que padecía de tiempo atrás.
Añadió que, por todas estas razones, su jefe solicitaba la protección del Go-
bierno de México; que se le acogiera en el territorio nacional en calidad de asilado
y que, de ser posible, se le proporcionaran los elementos de guerra necesarios para
continuar la lucha en contra de los soldados yanquis”. La versión oficial de Portes
Gil carece de sentido: asegurar armas a todas luces resultaba incompatible con el
estatus de refugiado o asilado, sujeto a la legislación pertinente mexicana. Es cierto
que Sandino venía padeciendo brotes de paludismo y que pudo haberlo indicado en
el mensaje de puño y letra cuyo texto exacto desconocemos. Tampoco es creíble que
Sandino fuera tan negativo al caracterizar de esa manera y por escrito la condición
de la tropa.
En sus “Memorias”, Portes Gil también culpó a Paredes del enredo. Portes Gil
confirmó en marzo, a través de Paredes, la aprobación de la supuesta solicitud de asilo
para Sandino, siempre bajo la tutela norteamericana. En sus memorias, el presidente
mexicano escribe: “En debida respuesta, manifesté al enviado del General Sandino,
que desde luego –y con todo gusto– el Gobierno de México lo acogería y le brindaría
el asilo a que tenía pleno derecho, considerándolo como huésped de honor tan pron-
to como quedara bajo la protección de la bandera mexicana. Que, en cuanto a los ele-
mentos solicitados para continuar la lucha en contra de los americanos, no obstante
que el Gobierno y el pueblo de México simpatizaban sinceramente con su gallarda
actitud, no podía yo proporcionárselos en atención a que, desde hacía dos años, Méxi-
co mantenía las más cordiales relaciones con los Estados Unidos y no podía, ni debía
ejecutar ningún acto que significara falta de lealtad hacia aquella cordialidad.
Como el capitán Paredes me preguntara qué condiciones se le ponían a Sandino
para acogerlo en el territorio nacional, le contesté que ninguna; que podía residir en
290

México todo el tiempo necesario, en la inteligencia de que el Gobierno costearía sus


gastos y que, cuando él deseara salir del país, podría hacerlo con entera libertad... In-
mediatamente después, llamé al subsecretario de Relaciones, señor Genaro Estrada,
y le ordené que se comunicara con nuestro ministro en Costa Rica, licenciado Anto-
nio Medís Bolio, para que, a su vez, se dirigiera a nuestro representante en Hondu-
ras, señor Crisóforo Canseco, a efecto de que, tan pronto como el General Sandino
lograra salir del territorio nicaragüense y entrara en Honduras, lo tomara bajo su
protección, manifestándolo así al Gobierno de aquel país hermano”. El presidente
mexicano, naturalmente, omitió hacer referencia al papel central jugado por Estados
Unidos. Sandino habrá pensado, como muchos otros, que la revolución mexicana
mantenía incólume sus principios antiimperialistas, aun cuando estos fueran defini-
dos por una burguesía nacionalista que, a partir de 1926, buscaba un acomodo con
Estados Unidos. El estado de opinión pública tan favorable a la lucha en Nicaragua,
no se tradujo en posiciones gubernamentales consecuentes –aparte de la posición del
no reconocimiento de Moncada– aunque bien tampoco el gobierno estaba en posi-
ción de ignorar el fuerte sentimiento pro Sandino y anti norteamericano de los sin-
dicatos y organizaciones campesinas. Sócrates al parecer escribió a su hermano que
fácilmente se reuniría dinero para montar una fuerza expedicionaria como resultado
de una visita de Sandino a la capital mexicana. También Sócrates erraba y mal aseso-
ró a su hermano porque los tiempos habían cambiado y el histórico clima de acogida
oficial mexicana a todo lo revolucionario era asunto del pasado. No había duda de la
inmensa simpatía del pueblo hacia Sandino pero a nivel de gobierno fue distinto15.
La segunda parte de la presidencia de Plutarco Elías Calles no fue igual a la
primera y con el asesinato del presidente-electo Álvaro Obregón en julio de 1928 y
el enfrentamiento a la iglesia católica (guerra de los cristeros 1926-1929), necesitaba
urgentemente recomponer su poder y lograr una tregua con los Estados Unidos. Ya
no era el mismo Calles que ordenó en 1926 a Portes Gil, entonces gobernador de
Tamaulipas, y al General Lázaro Cárdenas, futuro presidente de la República, enton-
ces encargado de operaciones militares en el estado de Veracruz, que procedieran a
incendiar los pozos petroleros en caso de una incursión militar norteamericana. San-
dino no recibiría entonces la misma acogida otorgada a Sacasa por Plutarco Calles.
Gracias a la visita de Paredes a la Embajada de EE.UU. en San Salvador los nor-
teamericanos estaban enterados de un plan de Sandino de salir a México. El nuevo
embajador norteamericano, Dwight Morrow, amigo personal del presidente Coolid-
ge, se percató que Calles buscaba un entendimiento con Estados Unidos para mejor
enfrentar la crisis política interna del régimen. Morrow utilizó la crisis para frenar el
tono agresivo del la política hacia México considerándola contraproducente. Cultivó
una relación personal con Calles y Portes Gil para mejor conseguir la colaboración
del régimen de cara a los interese norteamericanos entre los cuales sobresalía el tema
291

de Nicaragua: concretamente la necesidad de apuntalar al gobierno de Moncada que


México se negaba a reconocer, y de paso neutralizar políticamente al movimiento
sandinista de una vez por todas. En diciembre de 1928, el presidente Calles, con la
anuencia del Congreso que controlaba, designó a Emilio Portes Gil como presidente
interino. Con “Calles en la presidencia, y Portes Gil en la administración”16. Sandi-
no habría recordado que durante su estancia petrolera en Tampico, Portes Gil era
gobernador del estado de Tamaulipas y fundador del Partido Socialista Fronterizo
en 1924. Aunque nada socialista, el mismo gobernador, en 1927 dio el nombre de
“Augusto César Sandino” a la biblioteca pública de Ciudad Victoria, capital del es-
tado. Era ante todo un político que se acogía a las corrientes dominantes cotidianas
seleccionado por Calles para terminar el periodo presidencial de Álvaro Obregón,
en vías de regresar a la presidencia, pero asesinado (muchos pensaron que por ór-
denes del mismo Calles) el 19 de julio de 1928, Calles y Portes Gil se propusieron
utilizar ‘la papa caliente’ que representaba Sandino para aminorar la hostilidad de
Estados Unidos y aprovechar la falsa benevolencia del Embajador Dwight Morrow.
Tanto el gobierno de Managua como el Departamento de Estado insistían que Mé-
xico abandonara su política de no reconocer ningún régimen nicaragüense mientras
estuvieran presentes fuerzas militare norteamericanas. Sería el siguiente paso tras el
haber asegurado a Estados Unidos que México no ayudaría militarmente a Sandino.
El 8 de enero, sin embargo, se filtró la noticia sobre el posible reconocimiento a
Moncada provocando una airada reacción y miles de comunicaciones de protesta
obligando al gobierno a echar pie atrás17.

Dwight Morrow
Paredes, que había salido el 28 de enero del campamento sandinista, fue recibido
el 20 de febrero de 1929 por Portes Gil. El presidente de inmediato se comunicó con
Embajador Morrow para reunirse el día siguiente e informarle del mensaje de San-
dino en su versión magnánima comunicada por Paredes. Aparentemente no quiso
revelar que había recibido a un enviado de Sandino por lo que explica a Morrow que
el guerrillero nicaragüense que el mensaje se recibió a través de la legación mexicana
en Costa Rica. Tras la reunión con el presidente, Morrow informa lo siguiente al De-
partamento de Estado: “El presidente dijo que quería mi opinión sobre este punto
[la presunta solicitud de asilo] ya que deseaba, en lo posible, utilizar esta ocasión a
manera de mejorar las relaciones entre su país y el mío. El presidente propuso que,
siempre que contara con la anuencia nuestra, concederle asilo a Sandino, bajo la con-
dición expresa que Sandino cesaría todas sus actividades contra los Estados Unidos”.
En tanto el mismo Paredes había informado a la Embajada norteamericana en
El Salvador, Morrow estaba enterado de las intenciones de Sandino y probablemen-
292

te de la entrevista con Portes Gil. Ya para entonces, el gobierno mexicano estaba


en deuda con Morrow quien personalmente había convencido al Departamento de
Estado (aunque no a la jefatura de los marines) que, contrario a lo proclamado en
los medios de prensa estadounidenses y nicaragüenses, no había mayor apoyo mili-
tar del gobierno mexicano a Sandino. En un cable a Washington, Morrow informa:
“Aunque el gobierno mexicano no ha ocultado su opinión considerando errada la
política norteamericana hacia Nicaragua, estoy persuadido que ese desacuerdo con
nosotros no conlleva enviar ayuda clandestina a Sandino u a otros que llevan a cabo
hostilidades contra las fuerzas estadounidenses en aquel país. El gobierno mexicano
está mucho más preocupado con sus problemas internos por lo que no le resulta
práctico otro curso de acción, aun cuando quisiera a apoyar a Sandino. [Existe] el lla-
mado “Comité pro–Sandino” que abiertamente recauda fondos en lugares públicos
y esas contribuciones privadas supuestamente para suministrar equipamiento médi-
co a las fuerzas de Sandino. Se entiende que esa organización es netamente privada
y no tiene conexión alguna con el gobierno mexicano, aunque este ciertamente se
abstiene de interferir con el mismo. Los periódicos ocasionalmente informan sobre
el despacho de fondos reunidos por el “Comité Pro–Sandino” y sobre el envío de
equipo médico, pero se cree que los fondos son muy insuficientes para reclutar ofi-
ciales y hombres equipados para hacerlos llegar a Nicaragua”18.
Otros cuerpos de inteligencia norteamericanos adujeron que el General José
Álvarez y Álvarez de la Cadena, jefe del estado mayor de Calles, era el encargado de
recolectar dinero para Sandino para enviarlo al consulado mexicano en Nueva York
para ser entregado a Salomón de la Selva, presumido agente de Sandino. El Gene-
ral por su parte dijo a Beals en 1928 que recibía 25,000 dólares al mes de un amigo
mexicano –seguramente una versión para la exportación.
De esta manera, el régimen buscó matar a dos pájaros con un sólo tiro: aparecer
ante el público mexicano como el benefactor nacionalista de Sandino (en momentos
que su gobierno desataba una represión feroz contra la izquierda radical y rompía
relaciones con la Unión Soviética) y aplacar a los Estados Unidos auxiliándole a re-
solver el embrollo que representaba Nicaragua, sacando de combate al guerrillero.
Portes Gil previno a Morrow que Sandino, una vez en la capital mexicana, sería el
inevitablemente sujeto de manifestaciones y comentarios periodísticos favorables
a su causa, y por ende, una lluvia de insultos y maldiciones hacía Estados Unidos.
Pero él, agregó, sería un precio pequeño a pagar (capitalizable políticamente por el
mandatorio), en comparación con el “beneficio permanente” de sacar a Sandino y
su estado mayor de Nicaragua dando por finalizada la tarea principal de los marines
en Nicaragua, y finalizando también con el prestigio internacional de un Sandino
retirado a la vida privada en México.
293

Un allegado de Calles relata semifantasiosamente que Calles mandó a llamar a


Sandino en Nicaragua para “darle instrucciones” que se arreglara con el gobierno.
“Esta maniobra la hizo el General Calles de acuerdo con el Embajador Morrow a
cambio de que el Departamento de Estado ya no siguiera hostigando al gobierno
mexicano–dice un estrecho colaborador de Calles, el connotado cacique militar Ge-
neral Gonzalo N. Santos en sus Memorias –“Sandino era un total invento del Gene-
ral Calles para hacer ‘cosquillas’ a los norteamericanos”. Aquí puede estar exageran-
do el peso de Nicaragua en la relación Estados Unidos y México– y ciertamente la
capacidad de México para “inventar” a un Sandino. No obstante, captura la esencia
política de la confabulación. Luego Santos se refiere despectivamente al semblante
del General Sandino: “físicamente no era impresionante, estaba muy chaparrito, su
cuerpo inclinado un poco hacia adelante, color tabaco y el sombrero tejano le que-
daba muy mal, creo que ningún nicaragüense sabe usarlo”19.
Morrow elevó la parada y puso nuevas condiciones, entre ellas, mantener a San-
dino lo más aislado posible, geográfica y políticamente, de la capital mexicana. El
embajador norteamericano, “con la finura y exquisito trato que acostumbraba” –pa-
labras de Portes Gil– insistió también en el reconocimiento diplomático del gobier-
no de Moncada y la suspensión unilateral de las acciones de Sandino. El presidente
entonces convocó al Dr. Pedro J. Zepeda, amigo de Calles e histórico interlocutor
de los liberales nicaragüenses, rival de Moncada, presidente del Comité Pro–Sandino
y quien en pocos meses sería nombrado representante de Sandino. Portes Gil había
propuesto entonces una nueva fórmula que rápidamente fue aceptada por su “ami-
go” Zepeda, y quien supone haber establecido “a fin de evitar malas interpretacio-
nes, quedaba yo [Portes Gil], desde luego, autorizado para hacer saber al gobierno de
Washington, que los patriotas nicaragüenses depondrían las armas con sólo recibir
la promesa formal del Departamento de Estado en el sentido de que las fuerzas de
ocupación serían retiradas posteriormente”20.
Esa sorprendente afirmación –de ser cierto el recuento interesado autobiográfi-
co de Portes Gil– no correspondía en absoluto con la posición tan reiterada de San-
dino de no finalizar su rebelión armada en tanto permanecieran las tropas yanquis
muy distinto a deponer las armas a cambio de una promesa. En la versión de Zepe-
da, en aquella reunión Portes Gil “insistió mucho en pedirme le escribiese al General
Sandino presionándolo para que saliese a la mayor brevedad de las Segovias”. Lo
cual naturalmente era el objetivo real. Fue el mismo mensaje que el presidente había
comunicado semanas antes a Paredes–deposición de armas y salida del país a cam-
bio de una “promesa” norteamericana de sacar las tropas21.
En la versión amañada de Portes Gil, fue la misma fórmula presentada al em-
bajador Morrow quien supone haber aceptado sujeto a consulta con su gobierno.
Toda vez que la oferta del retiro de tropas no podía–protocolar ni políticamente– ser
294

dirigida al “bandido” Sandino, se requería la anuencia y solicitud formal del presi-


dente Moncada. Seguidamente, Portes Gil escribe una carta personal a Moncada
proponiendo que el gobierno nicaragüense formalmente pedir el retiro de las tropas
y, a cambio, .México reconocería a su gobierno y Sandino “se pondrá a sus órdenes
con los hombres que tiene”. La patética respuesta de Moncada dice mucho: “Dígale
usted al licenciado Portes Gil que lo siento mucho, pero yo no puedo pedir el retiro
de las fuerzas norteamericanas, porque si ellas salen, mi gobierno cae”. Otra versión
del mismo Portes Gil señala que Moncada “no tenía confianza en el General Sandi-
no... Por más que yo quisiera acceder a los deseos del Gobierno de México, no pue-
do hacerlo. Las tropas norteamericanas son necesarias aquí para mantener el orden.
En cuanto saliera el último marino yanqui, mi Gobierno no tendría posibilidades
de sostenerse, de manera que le ruego decir al Gobierno de México que es por una
simple cuestión de orden interior, de paz y de seguridad, por lo que no pido yo el
retiro de las fuerzas norteamericanas al Gobierno de Washington”.
Extraña ilusión la del régimen mexicano: que Sandino se rendiría a cambio de
una promesa, y que Estados Unidos recibía órdenes de Moncada. Seguramente
Moncada no quiso recorrer el mismo camino del presidente Solórzano, quien rá-
pidamente fue despachado por el caudillo conservador Emiliano Chamorro tras el
retiro de las tropas gringas en agosto de 1926. Más importante aún, la respuesta de
Moncada no reflejaba más que la disfrazada posición del gobierno de Washington
que todavía estaba empeñado en mantener su presencia militar y, en ningún momen-
to, emitir una “promesa” capitalizable políticamente por Sandino.
Nuevamente, no hay indicio de que Sandino hubiera contemplado replegarse
indefinidamente, o asilarse a cambio de una promesa. En 1933 Sandino recuenta:
“Me habían soplado que el Embajador de los Estados Unidos, Mr. Morrow, en
combinación turbia con Portes Gil y algunos de mis allegados trataban únicamente
de retenerme como secuestrado y desacreditarme”. ¿A qué allegado suyo se estaría
refiriendo? Sólo había dos personas con capacidad de interlocución directa con el
despacho de Portes Gil: José de Paredes y Pedro José Zapata? Pero Sandino recibió
aquel soplo demasiado tarde ya estando en México22.

Nos harían responsables a ambos si Sandino sufría violencia


Washington insistió en una delimitación estricta a los movimientos de Sandino
en México y que, bajo ningún punto de vista, fuera recibido en la capital mexicana.
Portes Gil responde que primero Sandino, durante todo el período en “que gozara
la hospitalidad de México”, estaría custodiado, debía pedir permiso de residencia en
un lugar fijo del territorio mexicano y que, en su condición de asilado, también le
era legalmente obligatorio abstenerse de toda actividad política incluyendo aquellas
295

que fueran hostiles a Estados Unidos. Es decir, Sandino debía abstenerse no sólo
de declaraciones sino también de dirigir operaciones militares en Nicaragua desde
México. Portes Gil aceptó aquellas condiciones para entonces pedir a Morrow “que
se dirigiera al Departamento de Estado para que no fueran a cometer un atentado
contra Sandino en el trayecto de Costa Rica a Guatemala, pues nos harían responsa-
bles a ambos si Sandino sufría violencia. Al día siguiente, me mandó a su secretario
para decirme que ya se había hecho lo que acordamos”.
“Nos parece obvio –acotó el Secretario Kellogg en comunicación a Morrow–
que al ofrecer asilo a Sandino, el Gobierno de México asumirá la responsabilidad
moral de asegurar que Sandino no use a México como base de operaciones contra
el gobierno de Nicaragua, ni como refugio para dirigir, o fomentar actividades revo-
lucionarias contra el gobierno de Nicaragua”. Previendo la maniobra propagandís-
tica contemplada por Portes Gil y Calles, el Secretario de Estado Kellogg instruyó
a Morrow exigir que el gobierno mexicano explicara públicamente su posición y
“dejándole ver claramente a los rebeldes nicaragüenses, que concederle refugio a
Sandino no debe ser interpretado como una expresión de simpatía de, o endoso, o
promoción de la causa rebelde”. A la vez, instruye a Morrow agradecer la amistad
que México demuestra al haber consultado con la Embajada al respecto. “El Depar-
tamento [de Estado] prefiere con creces mantener a Sandino en México bajo vigi-
lancia, que en Costa Rica, Guatemala, o Honduras donde procedería en otro caso”.
La pesadilla de Estados Unidos habrá sido igual al sueño triunfante de Sandino:
una entrada triunfante a la capital mexicana del mítico guerrillero, defensor de la
Raza, multitudes en las calles maldiciendo al imperialismo estadounidense, entrevis-
tas al más alto nivel y una procesión de personalidades, diplomáticos y medios de
prensa para escuchar al guerrillero de las Américas. Y por supuesto, la recolección de
compromisos de todo tipo de ayuda y la convocatoria a los gobiernos de la región
para considerar su plan, el otro sueño–el sueño supremo de Bolívar. Razón por la
cual Estados Unidos siguió insistiendo se le negara no sólo audiencia y recibimiento
oficial, sino incluso el permiso para entrar a la capital, exigiendo que Sandino fuera
confinado en un lugar alejado de la capital, bajo vigilancia estrecha y que el gobierno
mexicano impidiera todo intento de proselitismo23.
El 30 de abril de 1929 el gobierno mexicano confirmó a Morrow que Sandino
sería trasladado directamente a Mérida, estado de Yucatán, y que no se le permitiría
viajar a la capital. Para asegurar que no hubiesen “desvíos” en el camino, los nortea-
mericanos prepararon un plan para que Sandino viajase hasta Puerto Cortes en la
costa hondureña, para entonces llevarlo por barco directamente a Yucatán, aleján-
dolo de una vez por todas de la capital mexicana. El 31 de mayo de 1929, Sandino
hace el acuse de recibo de los salvoconductos llevados por Paredes a Nicaragua. Lo
296

cierto es que el paludismo nuevamente le agobiaba y consideraba necesario salir de


la montaña y organizar el apoyo a su causa desde el exterior.
¿Qué habrá estado pensando Sandino? No se ha encontrado evidencia –lo que
no significa que no exista– que el General fuera consultado directa o indirectamente
sobre aquella negociación. Existe una comunicación del 4 de mayo de Morrow al Se-
cretario de Estado indicando que el Ministerio de Relaciones Exteriores de México
habría clarificado a Sandino las condiciones para ingresar a México, pero esto no ha
sido constatado. En todo caso Sandino estaba claro que no sería recibido como un
jefe de estado en México, ni subestima la presión de Estados Unidos sobre el gobier-
no. Incluso no descartó que todo fuera una trampa para asesinarlo en el trayecto o
una vez en México donde estaría mal protegido contra atentados promovidos desde
Washington o sujeto a una incómoda dependencia económica del gobierno. Estaba
consciente a lo que se metía y las posibilidades de una trampa, pero se dispuso, ca-
racterísticamente, a sortearla. Al parecer, supo de algunas de las condiciones impues-
tas por los americanos que aparecen como solicitudes del gobierno mexicano. Pero
nunca se imaginó que pasaría once meses encerrado dentro del territorio mexicano;
ni mucho menos aceptar oferta de asilo y tierras para él y sus hombres24.
Tampoco existe evidencia para sustentar la hipótesis que Sandino pensara en
una completa suspensión de la guerra aun cuando ordena, como parte de su plan,
enterrar armas, regresar parte de la tropa a la vida civil, y ordenar a unos 30 miem-
bros de su Estado Mayor prepararse para viajar en pequeños grupos a México. A lo
sumo, como hemos indicado, concibió un plan optimista de aprovechar la visita en
México, no sólo para descansar y reponerse físicamente, sino también para respon-
der la hipótesis propagandística que sin movimiento guerrillero sandinista, los Esta-
dos Unidos podía salvar la cara y retirar a sus soldados. Seguramente tuvo en mente
una repetición del apoyo decidido de Calles a Sacasa en1926 y siguió confiando que,
con el apoyo del pueblo mexicano puesto tan de manifiesto en las movilizaciones di-
rigidas por MAFUENIC, y con la influencia política innegable del Dr. Zepeda, sería
entonces capaz de asegurar el compromiso del gobierno mexicano.

Camino a la capital mexicana


El gobierno de México no contaba con la influencia política mínima necesaria
para persuadir a los gobiernos centroamericanos que permitieran el tránsito de San-
dino por sus territorios. Los gobernantes en Tegucigalpa, San Salvador y Guatemala
–junto al de Nicaragua– continuaban creyendo que México era fuente de subver-
sión y de todos los males acontecidos en la región. La decisión por supuesto fue de
Washington vez aprobado el plan Calles-Portes Gil-Morrow. Al llegar la solicitud de
salvoconductos para Sandino y un grupo pequeño, los presidentes de turno natural-
297

mente corrieron a preguntar a los respectivos pro–cónsules norteamericanos si tan


temeraria gestión contaba con el conocimiento y aprobación del imperio.
El 11 de abril de 1929, el nuevo Secretario de Estado de la nueva administra-
ción del presidente Hoover, Henry L. Stimson –el mismo negociador de los acuer-
dos de Tipitapa– ordenó a sus diplomáticos en aquellos países s comunicar “muy
informalmente” a las autoridades gubernamentales centroamericanas, que “no había
objeción” al tránsito de Sandino por esos países. Conocida la posición estadouni-
dense, pudo entonces prosperar la solicitud de la cancillería mexicana pidiendo el
permiso de tránsito para Sandino, junto a la prestación de seguridad en todo mo-
mento, a la vez que tomaran los gobiernos las medidas necesarias para mantener el
sigilo e impedir toda manifestación de apoyo al guerrillero, y de condena popular a
la presencia de los marines. Sandino por su parte despachó, desde el 2 de febrero,
al General Simeón Montoya y a su hermano, ambos de nacionalidad hondureña, a
traer los pasaportes provisionales que serían extendidos por el gobierno hondureño
supuestamente llevando una carta al presidente Colindres pidiendo los documentos
oficiales para transitar hasta el territorio mexicano25.
Obsecuentes funcionarios centroamericanos acordaron con la embajada nor-
teamericana, resguardar fuertemente a Sandino y su comitiva, y procurar evitar que
durante el trayecto tomara contacto con la población y los medios de comunicación.
A la vez, el gobierno en Managua y el mando militar de los marines y la Guardia
recibieron órdenes de evitar operaciones ofensivas en la zona, en tanto Sandino em-
prendiera su salida del territorio nicaragüense.
Sandino inició los preparativos para el viaje. Partió con la llegada de las lluvias
y la consiguiente disminución de operaciones. Esperaba regresar antes que finali-
zara el invierno. Reunió a sus oficiales para enterarles que el objetivo de la misión
era conseguir apoyo militar y logístico. Nombró a Francisco Estrada como jefe del
Ejército y le entregó el mando. Recomendó a sus soldados estuvieran preparados
para continuar la lucha, pues tal vez sucumbiría en la empresa que a emprendía para
asegurar la sobrevivencia de la lucha libertaria. Ya afuera del país, dio a conocer, con
fecha alterada, el Manifiesto al Pueblo de Latinoamérica y el viaje que hacía “ampa-
rándome a la ciudadanía continental en vigor de aquel hospitalario país hermano,
destacando su lucha por el honor de un pueblo y el orgullo de una raza”26.
Llevaba consigo sus trofeos” incluyendo mapas y planos, militares capturados
los cuales quería presentar a Portes Gil. La bandera norteamericana en su posesión,
había sido remitida ya a México con Gustavo Machado. Las Embajadas de México
en cada país, recibieron instrucciones de coordinar los detalles de transporte con los
gobiernos y acompañar a Sandino en el trayecto para asegurar su integridad física
por un lado, pero también para evitar embarazosas manifestaciones de apoyo. Por
supuesto, la noticia se filtró y los periodistas quedaron al acecho.
298

Todo el trayecto por Centroamérica sería riesgoso, estando totalmente su segu-


ridad en manos de las autoridades gubernamentales respectivas. Llevaban pasapor-
tes del gobierno de Honduras, permisos de El Salvador y Guatemala para cruzar sus
territorios hasta México, y la anuencia verbal mexicana de recibirles. La parte más
insegura sería la travesía en Nicaragua hacia Honduras y la posibilidad de ser embos-
cados por los marinos durante el trayecto. Sandino no quiso confiar en la palabra de
los norteamericanos, y con razón: el mismo Secretario Stimson informaba a Morrow
el 8 de mayo que comunicara al gobierno mexicano que “las condiciones en el norte
de Nicaragua eran tales que no podía ofrecer seguridades a Sandino, y no asumían
responsabilidad por la seguridad de Sandino”. En otras palabras, Estados Unidos se
reservó el derecho de aniquilar a Sandino si se presentaba la oportunidad27.
Rodeado por un contingente grueso de soldados cargando ametralladoras
Thompson, Sandino emprendió el camino hasta la frontera con Honduras. Había
recibido la comunicación esperada del General Maximiliano Vázquez, jefe del cuer-
po de ayudantes militares del presidente hondureño, en el que se daba cita con el
contingente de Sandino en el punto fronterizo para la mañana del día 18 de junio.
El contingente sandinista hizo un alto a poca distancia del río Guallambre que di-
vide los dos países. Los guías de cada cuerpo tomaron contacto y con precisión
determinaron un punto de encuentro. Sandino ordenó, entonces, el regreso de su
contingente de protección. Permanecieron únicamente el Coronel Farabundo Martí,
Tranquilino Jarquín, el Capitán Gregorio Gilbert y un ayudante más, Sandino conti-
nuó la ruta hacia Honduras, y, al cabo de una hora de marcha, llegó a orillas del río
fronterizo, a la vista de las tropas hondureñas que se aproximaban: una unidad de
caballería, otra de artillería ligera y una columna de infantería, que por cierto, obser-
vó Gilbert, marchaba más rápido que la caballería.
Lo que hubiera podido ser una emboscada fulminante, se transformó en un re-
gocijado encuentro estruendoso, porque los soldados hondureños, al ver la figura del
héroe al otro lado del río, prorrumpieron en una aclamación dando vivas al ya legen-
dario General. ¡La infantería estaba allí con órdenes de proteger a Sandino en caso
los marinos le dieran persecución y no faltaron entre los hondureños quienes que-
rían fajarse a tiros con las tropas norteamericanas! Los guías le indicaron por donde
mejor cruzar el río que se encontraba crecido y con peligrosos torrentes. Cruzaron
el río y llegaron al campamento del General Vázquez para hacer las presentación de
rigor. Un “amigo de la causa” aprovechó para pedir a Sandino su sombrero, que ya
llevaba dos años de uso, a cambio de uno nuevo traído de Danlí para la ocasión.
Seguidamente, emprendieron el camino hacia el interior. Gilbert dijo haber
escuchado el reclamo de algunos de los soldados hondureños “por no habérsele
presentado la oportunidad de medir sus armas con las de los soldados norteameri-
canos, en caso de habérsele ocurrido a estos tan siquiera asomarse a la frontera en
299

persecución del héroe...”. Llegaron a Danlí, donde un General hondureño de apelli-


do Sánchez les esperaba con órdenes de desarmar al grupo. Todavía era temprano
por la tarde, pero en vez de seguir hasta Tegucigalpa, se acordó esperar para entrar
de noche a la capital, evitando así irrupciones populares, aun cuando todo suponía
trascurrir en secreto. El General mandó a Paredes, quien lo esperaba en Danlí, a la
capital hondureña para asegurar los preparativos. Paredes aprovechó para ir al hotel
Unión a cambiarse de ropa para luego lucir un elegante traje de campaña blanco,
que aparece en la foto tomada en El Salvador, en tanto la vestimenta de los otros,
incluyendo la de Sandino, “bien que necesitaban de una gran cantidad de jabón y de
fuerza muscular,” anotó envidiosamente Gilbert28.
A media noche llegaron varios automóviles a Danlí para llevar al contingente
sandinista a la capital hondureña, donde arribaron la madrugada del 19 de junio. Se
dirigieron a la legación de México donde el ministro les aguardaba de pie. El mexi-
cano se deshizo emotivamente en elogios, a los que respondió Sandino en los mis-
mos términos idealistas y de sentimiento hacia su segunda patria, su “gran escuela”
como también llamaba a México. Pasaron al comedor donde les tenían preparado
un memorable desayuno, donde tampoco faltó la champaña. Agotados y sin dormir,
volvieron a los vehículos para dirigirse a San Lorenzo en la costa del golfo de Fon-
seca, siempre acompañados del General Max Vázquez, director de la policía, diez
soldados portando sus respectivas ametralladoras y un diplomático mexicano. Junto
a cinco combatientes sandinistas hondureños, se integró también el capitán Rubén
Ardila Gómez, quien había sido enviado anteriormente a Tegucigalpa, para entregar
la carta de Sandino a las embajadas de los gobiernos en esa capital.
El agente de Sandino en Tegucigalpa, Constantino Tenorio (quien también se
ocupaba de mantener informado al Mayor Fred Cruse, oficial mayor de inteligencia
del contingente de marinos,) reportó que Sandino se mostró preocupado a lo largo
del trayecto en Honduras, sintiéndose tratado como criminal. En San Lorenzo toma-
ron la lancha “Lempira”, con dirección a Amapala, sobre el golfo. Almorzaron y re-
anudaron la navegación hacia el puerto salvadoreño La Unión, entreteniéndose algu-
nos del contingente con prácticas de tiro al blanco, a costa de indefensos pelícanos29.
El recibimiento en La Unión fue más caluroso. Le esperaba una comisión de au-
toridades civiles y militares. El General Vásquez hizo entrega del grupo de patriotas
nicaragüenses dejándolo bajo la protección de las autoridades salvadoreñas. No ha-
bía trascendido todavía la noticia, por lo que la pasada del muelle al hotel del pueblo
no suscitó interés alguno, la tarde del 21 de junio. Al poco tiempo, sin embargo, una
multitud invadió al hotel, donde suponían descansar por unas horas, los agotados
viajeros antes de continuar el trayecto. Vitoreaban a Sandino dentro del hotel y en las
afueras tronaban las bandas musicales. El entusiasmo se mantuvo, integrándose las
marimbas y el resultado fue que ninguno de los escoltados pudo dormir ni asearse
300

a gusto. “Todo el tiempo lo emplearon en atención a sus admiradores, quienes atro-


pellándose unos a otros les solicitaban autógrafos, lo que al recibirlos se mostraban
tan complacidos como si hubieran recibido la más valiosa reliquia”, recordó Gilbert.
Sandino escuchó homenajes hasta entrada la noche cuando fueron interrumpidos
por otra comisión oficial, que anunciaba la llegada del tren especial en que debían
continuar el viaje. La gente lo siguió hasta la estación haciendo caso omiso del agua-
cero que caía.
No pudieron quejarse del tratamiento en el tren que llevaba a bordo un vehículo
semiblindado. Iban bien atendidos y gozando de todo un vagón lujosamente amue-
blado, en el que los acompañaban cuatro oficiales salvadoreños, asignados como
ayudantes militares. “Estos eran tan solícitos con los nicaragüenses que a veces se
les adelantaban a los hombres de la servidumbre que iba, al más leve movimiento
que hicieran para satisfacerlos en sus deseos”. En el trayecto bordearon un rugiente
volcán Guazapa, y llegaron temprano la mañana del día siguiente a Ilopango, a 8
kilómetros de San Salvador. Allí les esperaban los ministros de Guerra, de Gober-
nación, de Estado junto el representante plenipotenciario de México en El Salvador,
Víctor Urquidi acompañado de su esposa y de su hijo e hija. El jovencito Urquidi
recordaría el encuentro en la estación en tanto la esposa del diplomático, amiga de
la madre adoptiva de Sandino, estrenaba una cámara nueva Kodak, sacando la foto
memorable de Sandino y su comitiva. Allí capturó la imagen de Sandino en camisa
de cuadros con el pie en un guardafangos del vehículo, acompañado de Ardila, Mar-
tí, Gilbert y un Paredes reluciente de blanco. Era el 22 de junio de 1929,30.
El ágil periodista del Diario de El Salvador, que se percató del inusual movi-
miento de vehículos oficiales a Ilopango aquella madrugada, escribió: “De haberse
enterado la gente quien llegaba, en toda probabilidad se hubiera dado una manifesta-
ción de simpatía creando un gran desorden en la ciudad”. Ni el mismo General Cla-
ramount, encargado del operativo de seguridad, estaba plenamente enterado quien
llegaba, pues sólo contaba con instrucciones de resguardar la zona de la estación
para recibir un tren especial procedente del puerto de La Unión. “Alguien dijo –Ge-
neral Claramount, tengo el gusto de presentarle al General Sandino– ¡casi se va de
espaldas!”. “¡Estas manos no me las lavaré para no borrara la huella de la mano del
héroe!: exclamó Claramount tras presentar mil excusas por no saber inicialmente de
quien se trataba. El presidente Pío Romero Bosque había orientado aquella recep-
ción de alto nivel al nicaragüense y sus acompañantes.
Sandino llevaba sus dos pistolas, una camisa a cuadros de lana, y sus botas al-
tas de montar. “Parecía cazador” señaló el periodista. “Cara lampiña, pálido y con
señas de haber sufrido viruela en la cara, y con signos de fatiga. La impresión de
todos nosotros: Sandino era llevadero y modesto”. Muchos querían darle la mano.
Por casualidad, el dirigente de la Confederación Sindical de Trabadores trabajaba en
301

Ilopango y Sandino gustosamente se sentó a hablar con él mientras preparaban los


vehículos. Conversó luego con los periodistas madrugadores para enviar un mensaje
a sus contrincantes.
–¿A dónde se dirige, General Sandino?
–Voy para México donde tengo muchos amigos. Estaré allí ocho días, hablando
con quienes me apoyan y dando unas instrucciones. Posteriormente iré a París, con
mi hermano Sócrates, a tomar parte en la Conferencia Antiimperialista.
–¿Y el resto de su ejército se desbandó?
–No, y nunca será desbandado. Permanecerá en pie de guerra hasta asegurar la
evacuación de la marina norteamericana de mi país. Por ahora, el General Pedrón
Altamirano está al mando de las tropas.
–¿Cuándo regresará a Nicaragua?
–Cuando termine el invierno.
–Dicen que hay muchos extranjeros en su Ejército.
–Pues mi asistente principal, el Capitán José de Paredes, es mexicano; el Coronel
Agustín F. Martí, salvadoreño; El Capitán Gregorio Gilbert, haitiano [era Domini-
cano]; el Capitán Rubén Ardila Gómez, colombiano. Tengo además cinco alemanes,
dos rusos y dos franceses, y aunque estos últimos no hablan mucho español, puedo
asegurarles que luchan admirablemente31.
Sandino se despide de la comitiva, regala su pluma a la esposa del Embajador
Víctor Urquidi de México y su pañuelo rojo y negro al periodista. Montan nueva-
mente en vehículos para llegar a Candelaria en la frontera con Guatemala. Allí Sandi-
no se encontró con un viejo amigo de las minas y platicaron un rato. Aquel “amigo”
posteriormente informa a los norteamericanos que Sandino le había dicho que iba
para México para hablar con el presidente sobre la continuación de la campaña en
Nicaragua; que regresaba a las Segovias en noviembre, probablemente en un avión
del gobierno mexicano: “Si estas declaraciones fueran publicitadas –dice en su in-
forme el oficial norteamericano– los mexicanos se darían cuenta del tipo de persona
con que están tratando”32.
En Candelaria les esperaba la comitiva guatemalteca y otro representante diplo-
mático mexicano. Fueron acogidos amablemente y se hizo el trasbordo a otros au-
tomóviles para proceder hacia la capital guatemalteca y la frontera. “En Guatemala
se mostraban sus habitantes acogedores con Sandino y sus hombres; colmándolos
con cuantos agasajos podían improvisarles, en donde con más frecuencia se dejaban
oír los acordes de la marimba–, recuerda Gilbert, deteniéndose a desayunar en un
restaurante y donde– se fue llenando la calle, frente al establecimiento, de gentes an-
siosas por conocer el General Sandino, el que al salir, para volver a su carro de viaje,
delirantemente se le ovacionó”. Se vieron manifestaciones por los poblados que pa-
saba rumbo a la estación ferroviaria de Morán donde cambia al ferrocarril, detenién-
302

dose forzadamente por un derrumbe causado por una lluvia inclemente. Conceden
autógrafos en cada parada, exhaustos y sin haber descansado apropiadamente hasta
llegar hacia las 6 de la tarde a Suchiate, en la frontera con México.
Utilizando informantes, el agregado militar norteamericano en Guatemala co-
mentó que era secreto a voces, en la colonia nicaragüense que el General iba para
Mérida, o a Yucatán. “Ambos lugares son centros de radicalismo y en cualquiera de
ellos estaría bienvenido”, dice en su informe. . Significativamente, Sandino parece
haber dicho a un periodista que su destino era Mérida donde pensaba vivir “pacífi-
camente”. Lo que indicaría que iba percatado, al menos, de algunas condiciones im-
puestas por Morrow y Portes Gil, pero que aun así pensaba que podría aprovechar
el viaje. O bien le mandaba un mensaje a los mexicanos que acataría las condiciones
interpuestas.

Tapachula –el otro tren que viene


Fue al cruzar la frontera para entrar a tierra mexicana que la expedición sufrió
su más serio percance. El gobierno de México no les había otorgado documentación
formal para entrar al país y ninguna autoridad les esperaba en el puesto fronterizo
de Suchiate. Los funcionarios de aduana mexicanos recibieron con desconfianza y
desprecio al grupo, inspeccionándoles de mala manera y decidiendo retenerles hasta
no contar con instrucciones superiores. Para colmo, la comitiva estaban escasos de
fondo por lo que se alojaron en una pensión de mala muerte donde pasaron la noche
“con muchos disgustos”, recuerda Gilbert.
A la mañana siguiente, el 25 de junio de 1929, un Sandino desconfiado decide
regresar a Guatemala y aguardar desde allí la resolución del problema. Le acompañó
Tranquilino en tanto ordena al resto de sus oficiales –Paredes, Pavletich, Martí, Ar-
dila y Gilbert– permanecer hasta nuevo aviso mientras un Paredes buscaba afanosa-
mente comunicarse con la capital y con Zepeda. Meses más tarde, Sandino escribe
que tuvo un presentimiento negativo de lo que le esperaba. El resto del grupo incre-
pó a Paredes por no haber hecho los arreglos pertinentes, acusándole de embustero
y sospechando, desde entonces, si no se trataba de una trampa mexicana para sacar
al jefe supremo de Nicaragua. Consolidaron los pocos pesos que les quedaban para
financiar el traslado de Martí, Gilbert y Ardila a Tapachula, capital del estado de
Chiapas, donde pedirían apoyo a los amigos de izquierda33.
Dos días después, Martí y sus acompañantes fueron citados por el jefe militar
de la zona. Les reprochó por no haber dado a conocer la situación entregándoles 50
pesos a cada uno en tanto buscaba como resolver el asunto.
A la mañana siguiente, mientras se lustraban las botas en el parque central,
Gilbert y Ardila vieron a un grupo de pobladores dirigirse a la estación y uno de
303

ellos gritaba “¡Viene Sandino!”. A los pocos minutos, el silbato de las locomotoras
llegando a la estación central de Tapachula. No se había detenido totalmente el tren,
cuando el grupo subió al mismo hasta identificar el vagón donde en efecto venía
Sandino y los otros. Ardila y Gilbert no tuvieron otra opción que también montarse
al tren en marcha donde, en efecto, encontraron a un Sandino cansado y sonriente,
acompañado de Martí y una nutrida comitiva oficial. Y por todas partes el grito in-
cesante de ¡Viva Sandino!
Gilbert nos cuenta sobre la historia de un poblador pícaro que bajaba del tren
en tanto Sandino salía de la estación prácticamente llevado en hombros por aquella
multitud. Alguien le preguntó al pícaro por qué no continuaba con la caravana, aquel
le contestó:
–¡Estoy esperando la llegada del otro tren que viene!
–¿Qué tren? Inquirió el amigo.
–¡El que trae los “huevos” de ese hombre, que son tan grandes que necesitan de
un tren especial para transportarlos!34.
El ocurrente tapachulense expresó típica referencia masculina para referirse a la
osadía de Sandino. El General habrá recordado el momento cuando años atrás en
Cerro Azul había sido humillado por un borracho que consideró a los nicaragüen-
ses como una bola de cobardes. Aquella y otras tantas bienvenidas tumultuosas, le
habría permitido confirmar que había rescatado no simplemente la masculinidad de
los hombres nicaragüenses, sino la dignidad de su patria entera.
El mismo Calles había intervenido para corregir el error cometido ordenan-
do incluso que a Sandino se le brindaran honores y atención correspondientes a
un General de división. En Tapachula, las máximas autoridades civiles y militares
recibieron a Sandino y a su comitiva conduciéndoles al Hotel Imperial, el mejor
de la ciudad. Allí supuestamente descansarían rodeados de solícitos oficiales milita-
res quienes seguramente reportaban cada movimiento a sus superiores en la capital
mexicana. Martí, Gilbert y Ardila pagaron su cuenta en la pensión carcomida en
que estaban para trasladarse campantemente al hotel de lujo. Por orden de Calles
y del jefe de operaciones militares en la zona, se entregó a Sandino la cantidad de
2,000 pesos, quien se los pasó a Gilbert, el “tesorero general” de la misión y quien
celosamente llevaría registrado todos los gastos del grupo. Afuera del hotel crecía la
multitud en un ambiente de fiesta popular. El dueño del hotel rebosaba de felicidad
de contar al famoso nicaragüense entre sus huéspedes pidiéndole a Sandino que fir-
mara un certificado constatando su alojamiento en aquel lugar.
Al día siguiente, partieron hacia el puerto de Veracruz algo que el gobierno hu-
biera querido evitar por ser aquel puerto “jarocho”–como hemos visto– bastión de
izquierda con los sindicatos e incluso las autoridades estatales más radicales del país.
Pero literalmente no había otro camino ya que era el enlace del sur del territorio mexi-
304

cano con el resto del país. Se dio aviso a Veracruz y abordan un tren especial para el
viaje a esa ciudad. Tratando de evitar manifestaciones, los oficiales a cargo mantuvie-
ron en reserva la hora de llegada del tren especial obligando a los simpatizantes viajar
una y otra vez a la estación. La operación estaba a cargo del todo poderoso Ministerio
de Gobernación cuyos agentes acompañaban jubilosamente a Sandino.
El mayor Fred Cruse, de oficial de inteligencia norteamericano asignado al
“caso” Sandino, reportó. “En tanto Sandino fue el último remanente de la revolu-
ción de Sacasa, el gobierno mexicano pudo, en gran medida, salvar la cara al permitir
salir de Nicaragua y entrar a México salvo y sano con el poco prestigio que le queda
entre los elementos radicales [mexicanos]”35.
El 25 de junio, el gobierno nicaragüense recibía confirmación oficial que San-
dino había entrado a tierra mexicana. El Diario de Costa Rica informó que “los
periódicos de Managua expresan su júbilo por la aparente certeza de que Sandino no
será más un factor de disturbios en los departamentos del Norte”. Algunos pensa-
ron que con la salida de Sandino se finalizaban la guerra: primero porque una de las
condiciones de Mr. Morrow estipulaba que Sandino no tendría comunicación con
Nicaragua, y segundo porque también se presumió que la guerra sandinista se des-
plomaba sin Sandino. Sin embargo, las operaciones militares continuaron aun cuan-
do disminuyó la intensidad y frecuencia. Fuentes sandinistas adujeron que Sandino
había dado órdenes de frenar la lucha hasta agosto de 1929, para poner a prueba la
palabra de Washington sobre el retiro de las tropas tras la aparente “pacificación”
del país: dar aquella impresión probablemente formaba parte del plan de Sandino36.
Veracruz verdaderamente delirante
El gobierno federal no pudo evitar el desborde popular con que fue recibido
Sandino en Veracruz. Nuevamente fue asaltado el vagón que traía al General Sandi-
no. Según Gilbert, “lo llevaba en alto una multitud, de manera como un hormiguero
hambriento cargara con una mosca para fines de su almuerzo”, dejando rezagados
el resto de nicaragüenses.
Xavier Campos Ponce, un periodista simpatizante, relata lo sucedido la tarde del
28 de junio de 1929: “Cuando el héroe de Nicaragua salió a la plataforma posterior
del último carro del convoy, una formidable ovación estalló bajo el cobertizo de los
andenes ferrocarrileros. Cinco de sus compañeros de lucha aparecieron detrás de
él y también fueron ovacionados. Inmediatamente, Sandino intentó descender del
carro, pero no pudo terminar de hacerlo, pues sus admiradores, como los miembros
del Comité “Manos Fuera de Nicaragua”, el puerto jarocho [nombre popular de
los veracruzanos] los carretilleros de la estación, y todo el público, se lanzó sobre el
guerrillero y en hombros lo bajó del tren.
Los gritos de “Viva Sandino”, se oían por todas partes, alternados con los de
“Viva Nicaragua” y “Abajo el imperialismo”. En hombros del pueblo de Veracruz
305

siguió Sandino, hasta que fue transportado a un automóvil abierto, y desde ahí, de
pie y acompañado de sus cinco compañeros, del doctor Pedro José Zepeda y del se-
ñor José C. González, encabezaron a sus admiradores que, en improvisada y grande
manifestación, lo siguieron desde la estación hasta el Hotel Diligencias, sin cesar de
lanzarles vítores y aplausos... No es el Sandino que nos muestran en fotografías mu-
chos diarios... no es, en pocas palabras el hombre del caballo blanco y el sombrero
partido en quesadilla que en fotografía ha circulado por todo el mundo”.
Andrés García Salgado, mexicano incorporado a las filas de Sandino y que hizo
presencia en Veracruz, describió la recepción como “verdaderamente delirante”. Era
natural: ningún veracruzano olvidaba la invasión norteamericana de 1914 –¿cómo
no identificarse con el nicaragüense que hacía frente a la misma marina norteame-
ricana que había tratado de pisotear el honor del puerto de las tres veces heroica
ciudad de Veracruz?37
Ya en el muy elegante Gran Hotel Diligencias, ubicado en la plaza central frente
al zócalo, Sandino fue obligado una y otra vez a salir al balcón para saludar a la gente
congregada en la plaza. Habiendo estado unos años antes en Veracruz, estaba fami-
liarizado con la ciudad. Reconoció a la señora que en la misma esquina del parque
continuaba vendiendo los periódicos del día. Mandó saludos a todos sus compañe-
ros petroleros de Cerro Azul.
Mr. Morrow y los estadouidenses se habrán molestado porque lejos de abste-
nerse de declaraciones en calidad de asilado, Sandino hizo uso de los medios para
tronar nuevamente contra los yanquis. Lo consideró imprescindible porque la misma
propaganda norteamericana recalcaba que Sandino derrotado se asilaba en México.
Insistió que su lucha permanecía en pie, por la libertad de Nicaragua y contra el im-
perialismo norteamericano, que no había tregua, porque el General Francisco Estra-
da continuaba la campaña militar contra los invasores. Que tan pronto arreglara los
asuntos por los cuales había salido temporalmente, regresaría a Nicaragua para dirigir
personalmente la lucha libertadora hasta alcanzar la victoria o morir en el intento38.
El grupo fue recibido en Veracruz por el Dr. Pedro José Zepeda, quien pronto
sería nombrado representante del EDSNN en México, José Constantino González,
periodista y colaborador estrecho, y Sócrates, su hermano, quien en mayo había
llegado de Nueva York, patrocinado por la Liga Antiimperialista. Hasta entonces,
Sandino pudo haber creído que de Veracruz viajaba a la capital mexicana para la
entrevista con el presidente. Pero Zepeda, como amigo de Calles y Portes Gil, tuvo
la triste tarea de comunicar a Sandino que el presidente le “sugería” posponer el des-
plazamiento a la capital “por razones de alta política” pidiendo se trasladara a Mérida
en espera de la confirmación de una fecha para la entrevista presidencial. Todo lo
anterior fue confirmado al General por el Jefe de Operaciones Militares de la zona,
quien además solicita que mantenga un perfil bajo y absteniéndose de participar en
306

actos públicos inconsistentes con su condición de “huésped del gobierno”. Y en


efecto, a lo largo de los ocho días que permanecieron en Veracruz, fueron Martí y
Sócrates quienes tomaron la palabra en nombre del EDSNN en los distintos home-
najes ofrecidos a Sandino ante audiencias “antiimperialistas a rabiar”, en las palabras
de Gilbert. Un funcionario civil trajo le entregó a Sandino 5,000 pesos en billetes
certificados en oro39.
Sandino aceptó la situación permaneciendo un misterio hasta el día de hoy si
genuinamente fue sorprendido por su traslado a Yucatán–al menos aquel clima ayu-
daría al General a recuperar del paludismo. El 30 de junio de 1929, Sandino envía
una carta cálida a Portes Gil la que reconoce las “responsabilidades de Estado y los
compromisos internacionales [que] le obligan [al presidente] a abordar con la mayor
discreción, al tratarse de los asuntos de mi país”. Luego habla del significado de
México para su lucha, y conociendo que Portes Gil también era masón, “Y hasta he
llegado a pensar que el espíritu radioso de Benito Juárez, el Padre de las Américas,
ha iluminado mi paso por las montañas y riscos de las Segovias, y que su voz, que
América libre escuchó un día clamando justicia y libertad frente a los invasores, me
ha dicho: ‘Ten fe y prosigue’”40.
Por su parte, los norteamericanos mantuvieron la presión sobre el gobierno
mexicano para que este cumpliera con lo pactado. Sobre todo insisten en no permi-
tir la entrada de Sandino a la capital, ni la realización de manifestaciones públicas a
su alrededor. Los medios periodísticos y las organizaciones populares, por su parte,
presionaban en el sentido contrario. Lo que obligó a la Secretaria de Relaciones Exte-
riores mexicana a declarar que si Sandino venía a
la capital, sería, “estrictamente, en capacidad pri-
vada”. Aun así, en tanto funcionarios mexicanos
arreglaban el traslado a Mérida por vapor comer-
cial, Sandino recibió en su hotel una procesión de
oficiales del gobierno estatal y de la municipali-
dad, sindicalistas, periodistas. Al corresponsal del
diario derechista El Comercio, Sandino dice haber
salido de Nicaragua “porque se le hacía necesa-
rio el descanso... con la esperanza de reanudar la
lucha, tan pronto se crean con las fuerzas sufi-
cientes y con el apoyo decidido de varios gobier-
nos –y que por de pronto– radicaría en Mérida”.
Tuvo tiempo para dictar un relato autobiográfico
al periodista Emigdio Maraboto. Y hasta recibió
un caricaturista quien irreverentemente plasmó el
Caricatura de Sandino
publicada en Veracruz semblante de Sandino y su hermano41.
307

Mensaje al Congreso Mundial Antiimperialista


Aunque había pensado en asistir él mismo, Sandino en Veracruz toma la de-
cisión de delegar José Constantino González para viajar como su representante al
Segundo Congreso Mundial Antiimperialista y por la Independencia Nacional en
Fráncfort. Aunque la convocatoria fue amplia, el evento era patrocinado por la In-
ternacional Comunista. A partir de la presencia militar norteamericana, Nicaragua
había figurado en el temario del primero congreso celebrado en Bruselas en febrero
de 1927. En el plano político, el congreso tuvo como objetivo acercar a los movi-
mientos nacionalista e independentistas de América Latina, Asia y África hacia las
posiciones sociales del movimiento cominternistas.
Para el segundo congreso, sin embargo, la lucha sandinista se erigió como tema
candente dando su propia interpretación a lo que acontecía en Nicaragua. En la
convocatoria a la conferencia, El Libertador explicaba que: “Los luchadores antiim-
perialistas en Nicaragua deben ser el símbolo para todos los pueblos de los países
coloniales y semicoloniales oprimidos por el imperialismo porque ellos ha demostra-
do que un pueblo débil, pequeño puede defender con las armas en la mano, la sobe-
ranía contra la potencia imperialista más grande: la de Estados Unidos. El segundo
Congreso hará un grande y significativo homenaje a nuestros héroes nicaragüenses,
y no un homenaje de palabrería vacía, sino que resolverá serios y definitivos com-
promisos en la lucha común”42.
El mensaje de Sandino llama a la asamblea “primera autoridad mayor de los
pueblos oprimidos”, pero todavía no regresa al “internacionalismo” proclamado en
el Manifiesto de San Albino. Para Sandino, el eslabón fundamental entre el nacio-
nalismo y en internacionalismo de Sandino es el latinoamericanismo. Insiste en “la
idealidad de nuestro Ejército está basada en los principio de Soberanía Absoluta” y
lo que llama la Nacionalidad Latinoamericana, expuesta anteriormente en el docu-
mento Supremo Sueño de Bolívar. No aparece tampoco la terminología “colonial y
semicolonial” empleado por el congreso y los cominternistas, ni hay un endoso de
un antiimperialismo vinculado al anticapitalismo. En tanto el documento fue repar-
tido a los periodistas mexicanos, Sandino probablemente también tuvo en mente
aquella audiencia. Cobra relevancia particular el hecho que su representante en aque-
lla reunión, José Constantino González, se negó a apoyar la moción de expulsar a la
delegación del APRA del Congreso. El aprismo para entonces apoyaban a Sandino y
hasta tenía un representante (Pavletich) en el estado mayor. No sabemos si González
llevaba una instrucción en ese sentido, pero interpretó acertadamente la posición de
“frente único” defendida por Sandino.
Por tratarse de un congreso también convocado “por la independencia nacio-
nal”, se dio una resolución final, con fecha 24 de julio de 1929, en la que, tras denun-
ciar la actuación de los marines en Nicaragua, decide “Otorgar un amplio y efectivo
308

apoyo al Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua, que comanda el


General Augusto César Sandino”. Los delegados al congreso vivieron un extraordi-
nario momento cuando hizo su aparición la bandera norteamericana el enviado llegó
con la bandera llevada por Machado a México y trasladada clandestinamente hasta
Fráncfort por Germán List Azurbide, director de El Libertador, quien la envolvió en
su propio cuerpo. La bandera fue recibida ceremoniosamente por los organizadores
del congreso y presentada en la sesión principal. En el presídium se encontraban,
entre otros, el escritor francés Henri Barbusse, Jawharlal Nehru, el líder independen-
tista de la India, Sem Katayama, cuadro cominternista japonés con actuación previa
en México, y Abdel Krim, legendario guerrillero marroquí y contraparte africana
antiimperialista de Sandino. En su discurso, un Barbusse inspirado se refirió a Nica-
ragua y a la lucha desenfrenada del EDSNN en contra del invasor estadounidense,
destacando el papel de Sandino a quien había bautizado como “General de Hom-
bres Libres”. List Arzubide fue invitado a subir al estrado, desde donde desplegó la
bandera convertida en símbolo de la valentía de los combatientes nicaragüenses–los
delegados entonaron las estrofas de La Internacional. Una y otra vez, Sandino recor-
daría a su Ejército que los ojos del mundo estaban puestos sobre ellos43.

Mérida: la vida de anacoreta


Sandino hizo todo lo que pudo para prolongar su estadía en Veracruz toda vez
que la comunicación sería más difícil desde Yucatán. Rehusó tomar un barco que
hacía la travesía porque era de nacionalidad norteamericana y dijo que le podían
envenenar. Su verdadero objetivo fue tomar contacto con medios y con sus colabo-
radores mexicanos con miras al objetivo de asegurar apoyo para conseguir armas y
regresar a Nicaragua a la brevedad. Sandino aprovechó la estadía en Veracruz para
enviar mensajes a los principales medios del país, lo cual se hacía más difícil desde la
lejana península de Yucatán. Un informe de la unidad de inteligencia de los marines
en México afirma que Sandino insistió en viajar por avión de Veracruz a Mérida, y
no en uno de los barcos norteamericanos que hacían aquella ruta y en el que podía
ser envenenado, o asesinado de otra manera.
Sandino llegó al puerto yucateco de El Progreso el 11 de julio de 1929 en el
vapor “El Superior”, propiedad del gobierno mexicano. Ya los marines habían des-
pachado a un oficial de inteligencia para vigilarlo: reflejando un racismo tan ca-
racterístico de los marines, el oficial señala en su informe: “La apariencia física de
Sandino ha creado una impresión desfavorable aquí en México. Bajo en estatura,
insignificante en apariencia y con una voz débil”.
En El Progreso lo esperaban docenas de pobladores y diversas comisiones obre-
ras. Aquella población no permitió que Sandino y su grupo tomara el tren para recorrer
309

los 40 kilómetros restantes hasta Mérida, la capital del estado. Junto a aquel público,
Sandino y sus compañeros se trasladaron al teatro Variedades para realizar un mitin44.
Esa misma noche, toman el tren para llegar a Mérida. Nuevamente, una multi-
tud le acompaña hasta el Gran Hotel. Pero ningún funcionario oficial había hecho
arreglo alguno con el hotel. Sandino recordaría: “no encontramos con quién enten-
dernos, y no es necesario decir que nos sorprendió tal cosa, porque esperábamos
que a nuestra llegada a esta ciudad ya habría en ella alguna instrucción al respecto”.
Sandino envía varios telegramas a Zepeda para reclamarle a la presidencia mexicana.
El predicamento era serio porque, habiendo asumido el costo del hotel en Veracruz,
quedaba poco dinero. Al final de la semana no tenían para cancelar la cuenta y tu-
vieron que emprender la búsqueda de un hotel más económico. Una artista simpati-
zante, Ignacia Verateguí, se hizo cargo de la cuenta. A la semana siguiente, Sandino
recibió la visita de Manuel Arriaga, representante del gobierno federal ante la Coo-
perativa Henequenera de Yucatán, quien le entrega dos mil pesos a la Cooperativa,
a solicitud del presidente, le haría entrega de mil míseros pesos mensuales para la
sobrevivencia del grupo. Zepeda evidentemente pudo arreglar el problema, que qui-
zá no fue el producto de la confusión sino de un mensaje que el gobierno enviaba
a Sandino sobre los términos de su estancia y el inicio de una táctica de chantaje
financiero que lo agobiaría durante toda la estancia en México.
Otra vez múltiples invitaciones a actos públicos y fiestas. Sandino ordinariamen-
te declinaba asistir: repetía que no podía estar de fiestas mientras sus soldados com-
batían en Nicaragua. Pero con el resto del contingente, cada vez más inquieto y poco
que hacer, Sandino fue más flexible. Gilbert narra que los nicaragüenses en Mérida
“comenzaron por empaparse de sus cosas y a gustarles más, dándose cuenta que por
donde pasaban las atenciones de las merideñas, las absorbían ellos”. Ciertamente
fueron el centro de atención: un contingente, paseándose en las calles armados hasta
los dientes en una ciudad donde los policías apenas portaban armas. Luego apareció
una “Farmacia Sandino” en tanto los dueños de establecimientos de cine anuncia-
ban falsamente la asistencia de Sandino, para asegurar mayores ventas de localidades.
Contando los días que se hicieron semanas, Sandino se entrega de lleno a su
correspondencia ocupándose de responder a la propaganda adversa. Pasaban an-
gustias económicas pero la propaganda adversa decía que Sandino y los suyos se
habían vendido por un millón de pesos para que cesara la lucha en Nicaragua. Que,
a costillas del gobierno, Sandino se daba una vida fastuosa de recluso viviendo en un
hotel de lujo. La propaganda llegaba a las puertas del hotel traslada en la forma de
“información” por oportunistas locales en busca de algunos pesos. Algunos comen-
zaban a plantearle al General salir de aquel confinamiento, si quiera para otro país
para lograr medios. Estaban conscientes de que los combatientes en Nicaragua con-
tinuaban pasando una situación difícil. Unos le insistían al General regresar a Nica-
310

ragua, y otros que fueran a otra parte del mundo y reconcentrarse en tanto cargaban,
“con el agravante de encontrarse gran parte de la gente licenciada y desperdigada en
diferentes países”, refiriéndose a miembros del estado mayor en camino a México o
esperando órdenes en Honduras.
Pero Sandino insistió en esperar y Zepeda le aseguraba que hacía todo lo posible
para asegurar la ansiada entrevista presidencial en la capital. Sandino permaneció
recluido dedicado a la correspondencia y a la lectura nuevos textos masónicos y es-
piritistas facilitados por las logias locales que visitaba con regularidad, en compañía
de Martí... “La vida de anacoreta que yo llevo, según nuestro enemigos, es algo que
paso a explicarle”– dice en una carta a Alemán Bolaños –“por naturaleza, mi carácter
es retraído, y solamente hablo mucho cuando me tocan la glándula de latinoameri-
canitis aguda que tengo. Ciertamente casi no salgo, pero es porque no necesito salir
y más me gusta estar en mi observatorio, y no que crean que ando explotando la
popularidad. Desde Los Ángeles, California, viene una trama y en ella figura una mu-
chacha gringa que me ha escrito, dándome a entender que está enamorada de mí...”45
Si estaba animado, Sandino salía por la madrugadas a caminar largamente por la
ciudad, siempre con sus botas de montar. Charlaba improvisadamente con la gente
y en particular con los dueños de taxis. Escribió para la prensa local y se reunía con
intelectuales y dirigentes del Partido Socialista del Sureste (fundado por Carrillo
Puerto). A los medios decía que continuaba dirigiendo actividades militares, aparte
de mantener correspondencia con una gran cantidad de simpatizantes, personalida-
des y gobiernos. Sin embargo, guardaba las apariencias de cara a los compromisos
asumidos con el gobierno de mantener un bajo perfil –a veces simulaba interesarse
en la oferta de exilio permanente y decía que exploraba dedicarse a las labores agrí-
colas, sin aclarar si aquello sería temporal, o permanente46.

Ni medio centavo partido por la mitad


Al cabo de un mes, Sandino ya contemplaba declarar el viaje un fracaso y salir
de México. Carecía sin embargo de los medios suficientes para cubrir esos gastos, a
la vez que otro grupo de sus oficiales llegaba prácticamente en harapos hasta Méri-
da. Y en el fondo continuaba albergando la esperanza –alimentada por Zepeda– de
que la audiencia con Portes Gil se realizaría a corto plazo. Sin embargo le invade el
pesimismo. El 4 de agosto escribe a su confidente Alemán Bolaños: “estoy viendo
poca la esperanza de adquirir elementos en esta República, para continuar la guerra
libertadora de Nicaragua, pero buscaré los recursos económicos aquí en México, a
efecto de conseguir en otras fuentes, los elementos bélicos que necesitamos... Nin-
gún compromiso tiene este gobierno de ayudarnos, pero para mí fue una oportu-
nidad la llegada a esta República, a fin de realizar las gestiones que estoy llevando a
311

cabo... Si a base de eso no consigo nada, prefiero regresar a las Segovias y continuar
defendiendo a sombrerazos y escupitazos [sic] la integridad de nuestra soberanía”.
Días después vuelve a escribir: “Estaba propuesto para salir para nuestros cam-
pamentos en esta semana, pero como hasta hoy no hemos encontrado ni medio
centavo partido por la mitad, ni un cartucho de pistola para la causa de la libertad
de Nicaragua, tendré que retrasarme un poco, siquiera para mientras recibo algunas
contestaciones que juzgo de esperanza para nuestra lucha”.
Lo más angustioso era la situación económica. Sin dinero para pagar la pen-
sión, Sandino tuvo que recurrir al líder obrerista Anacleto Solís, quien también les
dio techo y alimentos –al crédito– por un mes. Por ineptitud o adrede, el gobierno
mexicano mantuvo a Sandino al borde de la asfixia económica. La noche del 27 de
julio de 1929, Sandino visitaba a Manuel Arriaga, representante del Ejecutivo Fede-
ral ante la Cooperativa Henequenera de Yucatán, para tratar asuntos de “carácter
extraordinario y urgente”. El problema económico se agravó porque ya se encontra-
ba en Mérida la totalidad del resto de miembros del estado mayor quienes, a cuenta
gotas, fueron llegando a esa ciudad conforme instrucciones escritas de Sandino. A
Díaz todavía le llegó una contraorden de quedarse en Tegucigalpa, pero los otros
arribaban desharrapados a Mérida47.
También instruyó en igual sentido a Zepeda en la capital. La doble gestión
surtió efecto porque el 29 de julio Portes Gil escribe a Arriaga retirar dos mil pesos
mensuales de la Oficina Federal de Hacienda en Mérida para hacérselos llegar a San-
dino. Evidentemente, Portes Gil prefirió que la firma registrando el recibo no fuera
la de Sandino. La mitad de lo prometido se perdía en el trayecto llegando únicamente
mil pesos. Arriaga informó a Sandino que contaba con instrucciones de la presiden-
cia de entregarle la suma de mil pesos cada mes. Sandino se sorprendió porque se
había acordado una mensualidad de dos mil. Indignado, el General ordeno hacer los
preparativos para salir de México desde el pequeño puerto de El Cuyo utilizando
para ello el dinero entregado. A los pocos días, sin embargo, el plan se suspende:
Sandino recibió un telegrama del General José León Díaz en el que, conforme ór-
denes impartidas por Sandino a su salida de México, reportaba estar en Tegucigalpa
con las fuerzas a su mando pero en condiciones de mendigos. Sufrían hambre, pe-
nurias y humillaciones bajo la estrecha vigilancia de los militares hondureños. De los
diez mil dólares solicitados por Sandino para el traslado de 30 miembros del estado,
sólo había recibido la mitad. En un “memorándum confidencial”, Zepeda envió a
la presidencia mexicana la lista de los oficiales del EDSNN señalados por Sandino
“que puede ser que lleguen” bajo el mando del General Colindres. El permiso fue
concedido con sospechosa celeridad: entre menos oficiales sandinistas en Nicaragua
y más en México, tanto mejor para Estados Unidos.
312

Mientras tanto Zepeda continuaba reportando que la entrevista con el presiden-


te estaba a la vuelta de la esquina. Para octubre, Sandino se impacienta e insiste se le
diga claramente si sería recibido o no. Llegó a sospechar que el régimen mexicano
le estaba tratando como un prisionero. Otra vez, ordenó preparar maletas para re-
gresar a Nicaragua enviando un fuerte reclamo a Zepeda, quien era cuestionado por
todo el contingente sandinista que rodeaba a Sandino. Para colmo, por un tiempo,
Zepeda dejó de responder a las urgentes misivas de Sandino lo que motivó un fuerte
reclamo: “El silencio de Usted –escribe a Zepeda– y las instrucciones que había para
entregarnos la suma de dos mil pesos nacional mensuales y, por otra parte, diciendo
los enemigos que nos habíamos vendido a los piratas yanquis, produjeron una ver-
dadera revolución en mi cerebro, por lo que tomé determinación”. Sandino finaliza
la carta a Zepeda indicando que la próxima comunicación sería enviada desde El
Chipotón. Toman el tren hacia Tizimín y desde allí a El Cuyo, a 220 kilómetros de
Mérida. Su plan era llegar en barco a la Honduras británica, para después cruzar
Guatemala y Honduras para entrar a Nicaragua.
En carta de 4 de diciembre de 1929, Sandino prácticamente se despide de Por-
tes Gil concediéndole una última oportunidad de aclarar las cosas. Saldré del país
a menos que “se sirva manifestarme categóricamente sus determinaciones... Hasta
en estos momentos, señor presidente, no he visto ni en lo más mínimo, el principio
para que las aspiraciones que me impulsaron a venir a México, puedan ser llegadas.
Me encuentro muy pensativo desde que he comprendido que se me niega una en-
trevista con Usted”48.
En la carta a Portes Gil, Sandino todavía le da el beneficio de la duda y la opor-
tunidad de rectificar, al considerar que Paredes pudiera haber sido el responsable de
un mal entendimiento por haber solicitado un asilo y no una audiencia. Señala en la
carta que “la fantasía” pudo haber provocado que su desplazamiento a México fuera
el “hijo de una mala interpretación”. Pide disculpas a nombre de Paredes, informan-
do al presidente que no era la primera vez que el joven capitán cometía imprudencia
porque en otra ocasión dejó “olvidada” una correspondencia de Sandino con el
gobierno de México que luego aparecieron en los periódicos hondureños y que San-
dino tuvo que desmentir. Puede haberse tratado de la negociación de los términos
de la visita también negociados con Morrow.
Existe un manuscrito inédito del mismo Paredes sobre el viaje a México, de-
fendiéndose de aquella acusación y culpando a Zepeda y al gobierno mexicano de
todo el trastorno. Sandino no autorizó su publicación, pero el texto llegó a manos
del Secretario General del PCM, Hernán Laborde. El texto de Paredes indica que
Sandino “se rebela ante el confinamiento a que se le somete y decide escaparse y re-
gresar a Nicaragua, atravesando el estado de Quintana Roo” (costa este de Yucatán).
Según el texto, Sandino cayó en la realización que había sido tomado del pelo, y que
313

todas las facilidades ofrecidas para el viaje –seguridad, transporte, coordinación con
las autoridades locales, dinero, trenes especiales, atenciones, escoltas, etc.– formaba
parte de un plan siniestro concebido por Estados Unidos para apuntalar a Moncada
y terminar política y militarmente con Sandino. La interpretación no andaba lejos de
la verdad, y pudo haber sido compartida en el fondo por Sandino, pero el General
no quiso adversar abiertamente al gobierno, al menos mientras estuviera en territo-
rio mexicano y entretuviera la posibilidad de un apoyo. Por lo demás, denunciar a
Portes Gil significaba romper también con Zepeda, quien a veces parecía estar más
solicito con la jefatura oficial mexicana que con la jefatura del EDSNN. El doctor
no perdía la esperanza de llegar a ser presidente de Nicaragua con el apoyo conjunto
de México y del mismo Sandino49.
Al recibir el telegrama, Zepeda lo hizo inmediatamente del conocimiento de la
presidencia. Los norteamericanos ya estaban enterados del plan de escape. El 4 de
diciembre, el embajador Morrow había vuelto a demandar al gobierno mexicano
impedir el regreso de Sandino a Nicaragua. Portes Gil, pidió entonces a Zepeda
desplazarse de inmediato a Yucatán suministrándole un avión del gobierno para
trasladarlo. Zepeda envía un telegrama urgente a Sandino rogándole se detuviera
y aguardar su llegada para transmitirle un mensaje del presidente. En el trayecto, la
avioneta sufrió un desperfecto mecánico y por poco cae en la bahía de Campeche.
Gilbert y Ardila Gómez, todavía en Mérida cerrando detalles de la partida de Sandi-
no, se sorprendieron por la súbdita llegada de Zepeda y le informan que Sandino se
encontraba ya en El Cuyo viviendo en una pensión paupérrima mientras hacía los
preparativos para embarcar con todos los suyos. Zepeda pide entonces al teniente
Ardila Gómez alcanzar a Sandino en El Cuyo y trasladarse a la ciudad de Tizimin
para reunión con Zepeda quien, acompañado de. Gilbert, toma el tren a aquella
localidad50.
Zepeda y Sandino se encontraron en el poblado de Tizimin, a 72 kilómetros de
El Cuyo. Sin duda Sandino esperaba contar con la buena noticia confirmando su
viaje a la capital mexicana: “supuesto que algo bueno debería usted traernos y que es-
tábamos obligados a escoger el mal menor”. Pero no fue más que “un alegrón de bu-
rro”, porque Zepeda no hizo más que transmitir y defender los pretextos de Portes
Gil: las elecciones presidenciales de noviembre (en la que Vasconcelos figuraba como
candidato opositor al régimen). Zepeda informó a Sandino que el presidente no sabía
de los problemas económicos –lo cual no era cierto– pero prometía resolverlos.

La hacienda Santa Cruz


Zepeda traía otra oferta bajo la manga. Que Sandino y sus compañeros se tras-
ladaran temporalmente a una propiedad “para mientras al señor presidente E. Portes
314

Gil le era posible resolver el asunto, o sea que este Gobierno pudiera prestar ayuda
en la lucha que sostenemos con la piratería yanqui en Nicaragua”51.
Sandino entendió que se trataba de un plan “temporal” y no permanente de re-
sidencia en la hacienda, y que el gobierno no podía “resolver” el asunto de armas, en
tanto no resolvieran complicaciones derivadas del cambio de mando en el gobierno.
En realidad, era Calles el que seguía en el poder y quien, en los afamados desayunos
llamados “ham and eggs” (huevos con jamón) con Morrow, habrá tramado para
impedir la salida de Sandino mediante promesas y engaños. Los norteamericanos es-
taban al tanto de todo lo que sucedía por medio de su agente en el propio despacho
presidencial. Ya circulaban rumores que el gobierno de Estados Unidos ofrecería
los 60,000 dólares para ser entregados a Sandino y su grupo por medio de Zepeda
para la compra de una hacienda en Yucatán para que “se dedicara a la agricultura”52.
Zepeda y Sandino decidieron entonces visitar la propiedad, la hacienda “Santa
Cruz” en la alejada zona de Espita en Yucatán. Hubiera sido difícil encontrar un
lugar más aislado de la política en todo el territorio mexicano y, por ende, sitio ideal
para confinar a Sandino. Al llegar a la hacienda, Sandino se entera que la propiedad
estaba en venta y no, como él creía, ya a la disposición del contingente sandinista
errante en el desierto yucateco. “Todo aquello me dio olor a fatalidad”, diría poste-
riormente en una carta.
No le fallaba el instinto a Sandino porque la “fatalidad” hizo que, en las pocas
horas que estuvo en Espita, apareciera como asunto de magia un periodista del
Diario de Yucatán. ¿Casualidad o enviado para ayudar a comprometer a Sandino a
radicarse “definitivamente” en aquella hacienda, tal como lo proponía Portes Gil y
posiblemente Zepeda, obedeciendo la orden norteamericana? Entre la espada y la
pared, Sandino no quiso enviar al mundo el mensaje anhelado por los norteameri-
canos que desmoralizaría a sus soldados en Nicaragua–el mensaje que abandonaba
la lucha en Nicaragua para volverse productor de henequén en Yucatán. Pero sintió
que “era fuerza decirle algo” al periodista, manifestando cuidadosamente que, en
efecto, los sandinistas se dedicarían al trabajo agrícola “para mientras reanudábamos
nuestra acción armada en Nicaragua... Con aquellas palabras sacrificaba mi propia
intención, pero era fuerza hacerlo así para conseguir el fin que nos proponíamos,
que era la reanudación de la lucha, sobre una base internacional sólida y por tanto
segura en beneficios para nuestros pueblos indohispanos”53.
Resulta que, a espaldas de Sandino, el plan de radicarlo permanentemente en
“Santa Cruz” venía siendo fraguado desde meses atrás: un darán en el que Pedro
Zepeda pudo haber sido asignado para jugar un papel. Ello puede explicar la diver-
gencia entre la versión de Sandino y la de Gilbert, relativa a la presunta adquisición
de la hacienda y si efectivamente el dinero estaba listo para adquirirla. Pero el finan-
315

ciamiento estaba dudoso –a menos que se tratara de una anticipada contribución de


los norteamericanos.
Sabemos sin embargo que el mismo Zepeda procuró reunir el dinero. Existe
una carta del gobernador del Estado de Yucatán al presidente Portes Gil, con fecha
23 de agosto de 1929, marcada “estrictamente confidencial” informando que días
atrás, Zepeda había abordado con él “un asunto relacionado con las futuras inten-
ciones de Sandino y que Ud. [Portes Gil] ya conocía y que contaba con su apoyo
moral y material... Parece que el General Sandino ha resuelto radicarse en Yucatán
durante algún tiempo y dedicarse a la agricultura, en unión de sus actuales acompa-
ñantes–tres o cuatro oficiales de su Estado Mayor–y de unos 25, o 30 jefes y oficiales
suyos que deben arribar próximamente a Yucatán. Han visitado el oriente del estado
y en el departamento de Espita han encontrado una hacienda que, según informe del
Dr. Zepeda, está muy apropiada para que el General Sandino y sus acompañantes
desarrollen en ella sus actividades. Se trata de una hacienda que fue henequenera, de
caña, ganadera, etc., y que su propietario abandonó hace varios años...”.
El gobernador indica que la propiedad tenía una hipoteca vencida a favor del
estado que excedía incluso el valor de la propiedad. “El Dr. Zepeda, en nombre del
General Sandino, me pidió que el gobierno de Yucatán haga una bonificación de la
deuda que tiene la hacienda, reduciéndola [de 60] a 20 mil pesos mexicanos que el
General Sandino pagaría en dos abonos: diez mil pesos a los tres meses de celebrar
el tratado con el gobierno, y los otros diez mil un año después”. En la opinión del
gobernador, tal arreglo no podía ser aceptado por el estado yucateco y ofrece reducir
el crédito a 30 mil con una promesa de pago al momento de cancelarse la hipoteca
vigente, con un 50 por ciento del valor de la misma. “Lo que deseo se sirva usted
informar con carácter estrictamente confidencial, es si efectivamente desea usted
que se ayude al General Sandino y estaba usted de acuerdo con ellos y en la mejor
disposición de ayudarlo moral y materialmente”. Gilbert había indicado que eran
200,000 pesos los dispuestos por el gobierno, pero puede haberse equivocado54.

¿Víctima de una conspiración?


Portes Gil respondió el 2 de septiembre: “efectivamente, el señor Zepeda me
comunicó los deseos de dicho jefe de radicarse en esa entidad, durante algún tiempo,
para dedicarse a la agricultura en unión de los oficiales que lo acompañan, pidiendo
informar a usted que cuenta con toda mi simpatía y mi apoyo para que adquiera al-
guna finca en la que puedan trabajar. Desde luego, no creo que el General Sandino
esté en condiciones de cubrir los abonos que pretende el gobierno a su merecido
cargo por la finca en cuya adquisición se muestra interesado, y si para tal fin le
pudiera dar mayores facilidades, yo se lo agradecería sinceramente, por tratarse de
316

elementos que han demostrado patriotismo y rectitud y a quien considero un deber


ayudar hasta donde sea posible para que, definitivamente, se instalen en la República
al amparo de nuestra bandera”.
A partir de esta correspondencia, es posible dar respuesta –al menos parcial– a
la pregunta retórica de Sandino si eran en efecto “víctimas de un conspiración”.
De la carta anterior se desprende que el gobierno nunca estuvo en disposición de
financiar la compra de la propiedad. Habiendo ofrecido comprar las tierras a precio
de “guate mojado” y a sabiendas que Sandino no tenía “ni un centavo partido por la
mitad”, el Dr. Zepeda pudo haber querido lucrarse, suministrando parte del dinero
él mismo, para quedarse con la propiedad, esperando que el gobernador yucateco
sucumbiera ante la no tan sutil referencia a los deseos del presidente Portes Gil, de
disminuir el precio solicitado. Lo que lleva a la posibilidad que la idea de radicar al
contingente sandinista indefinidamente en Yucatán, no partió de Sandino como dice
Zepeda; sino que pudo haber sido iniciativa del mismo Zepeda y Portes Gil, con-
vencido que Sandino ya no era factor de poder en Nicaragua. No hay documentos
que confirmen la participación norteamericana en esta operación, pero el agregado
militar Gordon Johnston estaba al tanto y observó que los mexicanos no querían
despedirse de Sandino: “Es posible que el gobierno mexicano simplemente ‘le estén
dando cuerda’ –nursing him along– en caso lo necesiten para propósitos de propa-
ganda interna”55.
Tal vez la propia torpeza burocrática mexicana impidió liquidar aquella hipote-
ca, previo a la llegada de Sandino a la hacienda, pero perduró la idea mexicana de
ofrecer tierras a Sandino para sacarlo del juego. Algunas semanas después, Calles se
entrevistaría con Sandino negándole las armas que había solicitado y ofreciéndole
valiosas tierras en el estado de Morelos. El General rechazó la oferta ya que eviden-
temente estaba vinculada a la permanencia en México. Pero aparentemente aceptó
que fueran puestas a nombre de Zepeda, lo cual fue objeto de posterior controversia
y acusaciones de mala fe y lucro personal. Es posible que Sandino y Zepeda pensa-
ran en vender la propiedad y utilizar el dinero para fines militares. En todo caso, la
donación formaba parte de una invitación a quedarse en México, tal como lo exigían
los norteamericanos56.
Sandino regresó aquel día, apresurado, de Espita a Mérida. No tardó, sin embar-
go, en correr el rumor que Sandino se asilaba de una vez por todas para vivir seño-
rialmente en una hacienda que ya había visitado y pensaba comprar. Todo ocurría en
el peor momento posible, porque coincidió con la llegada a Mérida de otro grupo
de sus oficiales desde las Segovias, desarrapados y sin que hubieran medios para su
subsistencia digna. Se incrementaba entonces el número de personas que le acom-
pañaban, a la vez que el gobierno se ponía mezquino con los fondos. Si no había
para mantenerles, mucho menos para fraguar los costos considerables del regreso de
317

todos ellos a Nicaragua. “Sin un centavo”, dijo Sandino, debió recurrir a los sindica-
tos y al líder obrerista Anacleto Solís, para lograr alimentación “fiada por un mes” y
alojamiento en condiciones difíciles en su casa. Al poco tiempo, el gobierno federal
envió con Arriaga otros dos mil pesos.: “con esa suma nos hemos provisto de ropa,
alimentación, los aquí reunidos en las mismas montañas segovianas, todo por falta
de formalidad de las personas llamadas a remediarlo. ¿Qué ocurrió? ¿Para qué tantos
disimulos? No lo sabemos y creemos que ni usted [Zepeda] mismo lo sabe, pero ha
estado, y está en la obligación de saberlo”.
Ya para inicios de enero, los acompañantes de Sandino estaban al borde de la
insurrección. Martí y García Salgado –afiliados del Partido Comunista Mexicano–
fueron quienes más protestaban por la penosa situación política y logística en que se
encontraban. Culparon a Zepeda, a Paredes y por supuesto a Portes Gil y los yanquis
por todo lo que ocurría, e indirectamente a Sandino, por no querer ver la realidad de
las cosas. El General entonces se sintió obligado a convocar formalmente a todos
los jefes y oficiales presentes en Mérida para discutir a fondo la situación en que se
encontraban, y tomar resoluciones al respecto. La reunión se dio el 2 de enero de
1930 y tras arduas discusiones, los participantes adoptaron resoluciones especificas,
entre ellas, la de enviar protesta formal tanto a Portes Gil como al presidente–electo
Pascual Ortiz Rubio, por sus declaraciones “coquetas” con el gobierno de Washin-
gton. Resolvieron también criticar de manera enérgica a Pedro J. Zepeda, por su
incorrecta apreciación del carácter político del gobierno mexicano.
Algunos demandaron la cabeza de Zepeda, pero otros argumentaron que si
renunciaba se perdía el vínculo con el gobierno mexicano sobre el cual continua-
ba dependiendo financieramente y para su seguridad. Sandino evidentemente logró
persuadirles mezclar la cal con la arena–reiterar la confianza en Zepeda, comunicán-
dole también que no sería aceptada su renuncia “mientras exista uno de los miem-
bros de nuestro Ejército en territorio mexicano y que maquiavélicamente se le haya
hecho llegar aquí”. Resuelven, asimismo, orientar a Zepeda gestionar “con personas,
o instituciones de nuestra Causa, y que lo sean indohispanas, la cantidad de diez mil
pesos mexicanos para regresarnos todos los aquí presentes a las Segovias”57.
En la carta a Zepeda el General pregunta “¿Qué ocurrió? ¿Para qué tantos disi-
mulos? ¿Seremos, efectivamente, víctimas de una traición?... No los sabemos y cree-
mos que ni usted mismo lo sabe, pero ha estado y está en la obligación de saberlo”.
Sandino, entonces, le comunica la resolución tomada por el General y sus oficiales
de reiterar su “absoluta confianza” y poder de representación en Zepeda. En el
fondo, Sandino no quiere perder a Zepeda pero debe reflejar también el ánimo de
sus acompañantes. Al fin y al cabo, Zepeda había sido el interlocutor indispensable
de Calles con Sacasa para el traslado de armas y equipo a Nicaragua en 1926. En la
misma resolución se establece “no solidarizarse” con la política del presidente electo
318

Pascual Ortiz Rubio, “ya que se le ha visto a este señor coquetear con el Gobierno
yanqui, enemigo común de nuestros pueblos indohispanos; se considera indigna la
acción del Ingeniero Ortiz Rubio”. A ello se agregaba pensar que el nuevo gobierno
mexicano de reconocería al gobierno de Moncada, que no sería el caso. Pide a Ze-
peda conseguir el dinero necesario para viajar de regreso a las Segovias, “único lugar
que nos corresponde como a hombres libres y de honor”. Resuelven también “arro-
jar al Gobierno mexicano la responsabilidad de las consecuencias que haya sobreve-
nido a nuestro Ejército desde el primero de junio de 1929, hasta el día en que tenga
lugar el reingreso del suscrito Jefe Supremo del Ejército Defensor de la Soberanía
Nacional de Nicaragua”. Sandino, el “huésped de honor” del gobierno mexicano,
finalmente parecía llegar a la conclusión de que “maquiavélicamente” se les había
engañado para viajar a México. Sin embargo, todavía, faltaba otro episodio58.
XIV

Ciudad de México: entre dos fuegos

Al borde de romper definitivamente con el gobierno mexicano, llegó inespera-


damente un telegrama de Zepeda confirmando la reunión con el presidente de la
república para el día 29 de enero.
Zepeda, Sandino y cuatro acompañantes (Martí, Paredes, Gilbert y Pavletich)
abordaron un avión en Mérida aterrizando en Tejería, estado de Veracruz, donde
tomaron, al día siguiente, el tren hacia la capital mexicana. Nuevamente los militares
mexicanos llevaban instrucciones estrictas de evitar que Sandino fuera objeto de
manifestaciones. Se mantuvieron en reserva los detalles de la llegada de la comitiva.
Sandino llegó en la madrugada a la capital mexicana viajando a bordo de un tren
nocturno carguero por lo que poquísimos concurrieron a la estación a recibirle.
Aparentemente por disposición propia, viajó en clase económica para luego bro-
mear con los periodistas cómo se gastaban los miles de dólares que había recibido
de Estados Unidos a cambio de salir de Nicaragua.
De conformidad con el plan Morrow, el gobierno prohibió a Sandino participar
en actos públicos. Únicamente se le permitieron organizar actividades privadas en
carácter no oficial, incluyendo las entrevistas con Portes Gil y Calles. El gobierno no
quiso pecar sobre los advertidos por el político capitalino pro-norteamericano, He-
riberto Barón, quien había alertado al presidente electo Pascual Ortiz Rubio de los
rumores que corrían por todas partes sobre la llegada de Sandino a la capital: “Me
permito manifestarle que los principales admiradores de Sandino son los comunistas
y los de ese credo que llaman ‘Liga antiimperialista’ a una asociación que han for-
mado exclusivamente para atacar a los Estados Unidos. Entre los líderes comunistas
se hallan el ex diputado Hernán Laborde y el pintor Diego Rivera..., quienes dieron
a conocer que preparaban al presidente electo Mr. [Herbert] Hoover de los EE.UU,
cuando hizo su gira de buena voluntad, una recepción hostil y esto hizo que Mr.
Hoover suspendiera su venida a México.
¿Usted imagina, si Sandino va al estadio, el efecto que causaría una demos-
tración de los comunistas en aquel sitio, hostil con los gobiernos de México y los
Estados Unidos? Hay que tener en cuenta que ahora es cuando más excitados están
los comunistas, por la ruptura de nuestro gobierno con el de Rusia. Es preciso por
lo mismo, en mi humilde concepto, que tanto usted como el Sr. presidente Portes
Gil, tomen medidas urgentes que sean necesarias para evitar que en momentos tan
inoportunos venga Sandino a México [la capital] y si conviene, por lo menos impe-
320

dir que asista al estadio el 5 de febrero [fecha de la transmisión de mando] y que se


convierta en un centro de agitación comunista”1.
A su llegada, dijo a los periodistas que visitaba México “por asuntos persona-
les”. Pensando en sus años como trabajador petrolero agregó: “Para nosotros, Méxi-
co es nuestra escuela”. Aclaró que su intención era regresar a Nicaragua. Preguntado
sobre la influencia de los Estados Unidos en México, respondió agudamente, “No
sólo aquí, pero en todas partes del mundo. Pero todos tienen el derecho de limpiar
su propia casa”. Que no era su intención sostener reuniones oficiales, pero si había
oportunidad haría visitas de cortesía a Calles, Portes Gil y Ortiz Rubio. Indicó que
“hasta ahora nuestra lucha libertaria no ha encontrado una respuesta favorable de
los gobiernos latinoamericanos, pero sí de los pueblos”, pero que aun así regresaría
a Nicaragua para sacar a los yanquis de Nicaragua”2.
Una vez más, las agencias de inteligencia norteamericanas hicieron de las suyas
colocando un informante en la misma comitiva mexicana que acompañaba a Sandi-
no. Cada movimiento del General fue reportado identificando también a las perso-
nas que iban y venían. El agente, que enviaba hasta dos despachos diarios, reporta-
ba que Sandino tomaba precauciones y evitaba sentarse cerca de ventanas, que era
amistoso y enseñaba a la gente documentos históricos de su archivo, mapas, libros,
botiquines y objetos capturados a soldados norteamericanos, todo acompañado de
sus respectivas anécdotas3.
Sandino se hospedó en la casa de Pedro Zepeda situada en la zona más exclusiva
de los Altos de Chapultepec. Ocupó la oficina de Zepeda para mayor parte de sus
reuniones tratando de minimizar sus salidas. De conformidad con la costumbre ofi-
cinista mexicana, iniciaba su día a las 10 de la mañana con una reunión privada con
Farabundo Martí, quien hacía las veces de secretario privado, y por su parte, también
reportaba lo acontecido al Partido Comunista Mexicano. Llegaban simpatizantes,
militares, diputados y senadores, sindicalistas, personalidades del mundo artístico
y hasta el famoso piloto Col. Gustavo León, quien dio a una avioneta nombre de
“Sandino”. (El inusual interés de Sandino en el precio y características de las avio-
netas levantaría alarmas en Washington). Salía a almorzar a las 2 de la tarde regre-
sando a las 3 permaneciendo en la oficina hasta las 8 pm. Luego estaban las visitas
protocolarias a monumentos públicos con ramos de flores, con fotos que aparecían
diariamente en los periódicos, el General con chaqueta de cuero y corbatín.

La entrevista con Portes Gil


Después de casi siete meses de espera, se produjo la reunión con Portes Gil el
29 de enero de 1930, pocos días antes del cambio de banda presidencial y por ende,
con mínimo significado político. La reunión duró 45 minutos y se dice que Sandino
321

salió echando maldiciones entre dientes. Los adver-


sarios luego dijeron que Sandino había conseguido
algunas pistolas, cuatro mil cartuchos y el dinero ne-
cesario para su regreso a Nicaragua. Otros, que algu-
nas camisas. No hay constancia de ello, salvo quizás
la donación de 2,000 pesos que no alcanzaban para
cubrir sus gastos de regreso a Nicaragua.
En sus Memorias, Portes Gil dice haber explica-
do a Sandino que él siempre había entendido “asilo”
y que la ayuda militar solicitada por Sandino resultaba
Emilio Portes Gil (1890-1978) políticamente imposible de conceder. Sandino pidió
garantías de seguridad para él y todo su grupo hasta el momento en que salieran de
México. Fiel a las resoluciones tomadas en Mérida con sus oficiales, el General dijo
no tener confianza alguna en el presidente entrante Pascual Ortiz Rubio por estar
indignamente en proceso de franco “coqueteo” con el “gobierno yanqui, enemigo
común de los pueblos indohispanos”. Sospechaba además que al asumir la presiden-
cia Ortiz Rubio reconocería a Moncada, lo cual era sería una bofetada para el ejército
sandinista. (No sería el caso)4.
Haciendo naturalmente caso omiso a toda la conspiración fraguada con Morrow,
Portes Gil recordaría así a Sandino: “Personalmente, Sandino era un hombre todo
energía; todo valor, todo desinterés. Pequeño y raquítico de cuerpo, pero grande de
espíritu; sus sueños eran amplios como los de todo visionario hispanoamericano.
Quería redimir a su patria y pensaba en unir a todas las Repúblicas del Centro y del
Sur del continente, en un fuerte bloque que sirviera de valladar a la amenaza de una
absorción extranjera. ¡Sueño grande, sin duda, pero difícil de realizar! Sin embargo,
Sandino demostró, con el sacrificio de cinco años de lucha cruenta, que su idea era
sincera, noble, generosa, en grado sumo. Cuando cayó, acribillado por las balas, que-
dó definitivamente consagrado por la historia, como un patriota sin tacha, que ofren-
dó su vida en aras de un pueblo que, para su desventura, no supo comprenderlo”5.
Enterada de la reunión, la embajada norteamericana protestó por el hecho del
encuentro, aun cuando no fue permitida cobertura de prensa o fotografía oficial.
Funcionarios mexicanos explicaron a sus contrapartes norteamericanas que el com-
promiso de no permitir la llegada de Sandino a la capital tenía como referente su
viaje de ingreso y no la finalización de la visita. Gesto insignificante de rebeldía de
Portes Gil quien en todo caso había logrado demorar, una vez más, el retorno de
Sandino. En todo caso, la oficina de la G2 (división de inteligencia de los Marines)
en la capital mexicana confirmó al poco tiempo que no se prestaría ayuda material
para los guerrilleros nicaragüenses.
322

El 5 de febrero, Ortiz Rubio asumió la presidencia y al día siguiente sufrió un


atentado. Las autoridades nuevamente culpaban a los comunistas especialmente a los
extranjeros entre ellos. Se produjo entonces una redada en la que cayeron presos Só-
crates, Farabundo y Pavletich investigados, junto a las docenas de otros, incluyendo
la legendaria fotógrafa Tina Modotti y diversos dirigentes de MAFUENIC y la Liga
Antiimperialista, acusados de tener lazos con funcionarios diplomáticos soviéticos
Sandino, enfurecido, sostuvo otra reunión con Portes Gil y le increpó duramente ya
que pocos días atrás había prometido velar por la integridad de la comitiva. “Procuré
calmarlo –escribió Portes Gil–, haciéndole ver que no tenía motivos de desconfianza
para el presidente Ortiz Rubio; pero, como precisamente dos o tres días después
de la toma de posesión, fue aprehendido por la policía un hermano suyo, lo cual lo
indignó mucho, ocurrió a verme a la Secretaría de Gobernación, para reiterarme sus
deseos de salir cuanto antes del territorio nacional”.
Pavletich y Sócrates fueron detenidos cuando se encontraban en las oficinas
de la Liga. Al parecer, Martí insultó a un reportero del diario progubernamental
Excélsior gritando que debía levantarse una estatua a la persona que había dispara-
do contra el presidente Ortiz Rubio. Zepeda tuvo que intervenir y pedir disculpas
insistiendo posteriormente en que Sandino no tenía más que agradecimientos para
el gobierno de México”6.

Celebridad, vedette y hombre misterio


Sandino procuró cumplir con aquella parte del acuerdo de evitar manifestaciones
públicas, pero fue tarea imposible. Durante su estadía, asistió semiclandestinamente a
una corrida de toros y una presentación teatral. Pero en ambas ocasiones, se interrum-
pió la función para anunciar su presencia obligando a Sandino a agradecer las múltiples
ovaciones. Sandino recordó posteriormente, lo acontecido el día 8 de febrero, cuan-
do aceptó la invitación de unos amigos periodistas para asistir a la corrida de toros:
“Nosotros llegamos, intencionalmente, a mediados del primer toro, para no llamar la
atención. Yo iba vestido de civil y con anteojos oscuros, pero terminando el primer
toro, mientras la banda tocaba una diana, alguien con una bocina la contuvo y gritó:
mexicanos, el General Sandino, está con nosotros en esa plaza. ¡Que viva el General
Sandino! Y ha de creer como movidos por un resorte, la plaza entera se puso de pie
gritando ¡Viva Sandino!”. La ovación fue tal que la corrida tuvo que ser interrumpida.
Similarmente, unos días antes, asistió al Teatro Lírico, donde se presentaba la
obra “Viva Sandino”, con los balcones decorados con colores mexicanos y nica-
ragüenses. Ya la obra había sufrido alguna mutilación por su carga antiamericana.
En una escena el actor haciendo el papel de Sandino aparecía ondeando la bandera
nicaragüense sobre tres marines muertos, lo cual provocó una enorme ovación. San-
323

dino fue obligado a ponerse de pie en varios momentos y dirigir un saludo discreto
a la audiencia ofreciendo algunas palabras relativas a la unidad latinoamericana. La
audiencia exigió entonces la entonación de las canciones del EDSNN y no permitió
que la obra siguiera hasta que apareció un actor y prometió que la canción se daría
más tarde. La muchedumbre no dejaba de gritar “Abajo los yanquis”7.
En las pocas semanas de permanencia en la capital y a pesar del clima político,
la izquierda artística y literaria acogió a Sandino, convirtiéndolo en una especie de
vedette, invitándole a cenas y pequeñas tertulias. Una cena en casa del diplomático
y escritor Isidro Favela fue abruptamente terminada por Sandino al darse cuenta
que uno de sus interlocutores era norteamericano. Sandino sin duda estuvo más a
gusto entre sus simpatizantes de izquierda miembros del MAFUENIC y la Liga.
Entre ellos, Diego Rivera, David Alfaro Sequeiros, Frida Kahlo creadores artísticos
y militantes. Pudo conocer al misterioso escritor alemán B. Traven, quien salió de su
anonimidad acostumbrada para conocer a Sandino, platicando amenamente sobre
sus experiencias en los campos petroleros de Tampico y lo duro de aquellas con-
diciones. Hubo otra reunión social en el apartamento de Tina Modotti, fotógrafa
italiana y militante del MAFUENIC. Según un testigo, Tina, todavía afectada por
el asesinato de su amado Julio Antonio Mella, pidió a Sandino que le diera permiso
para acompañarlo a sus montañas. “Y ¿qué quiere hacer Tina en las Segovias?”,
preguntó Sandino, a lo que Tina habrá respondido servir como fotógrafa e incluso
como soldado. Sandino aparentemente logró convencerla que para una mujer euro-
pea, sería imposible vivir en su ejército, fuera como fotógrafa o combatiente8.
El renombrado escritor peruano César Falcón, simpatizante de Sandino, recuer-
da haberle escuchado en una de aquellas reuniones: “es imposible una caricatura de
este hombre que no tiene un sólo rasgo característico. De baja estatura... delgado sin
ser flaco, nervudo, diríase que todo es músculos. Su rostro es seco, duro, desteñido,
uno de esos trapos que se han secado mucho tiempo al sol; pudiéramos decir que la
intemperie en que le han obligado a vivir los aviones yanquis, ha desteñido su rostro...
No sabe sonreír, aunque ríe a menudo: es entonces cuando sus ojos adquieren cierto
brillo, pero su cara queda seria; solamente su boca ríe... Cuando habla, sus manos, su
patria y su corazón no tienen un momento de reposo. No nos dirá jamás los yanquis o
los americanos; dirá ‘el gringo’, como los españoles decían ‘el moro’. ‘No abandonaré
mis montañas mientras quede un gringo en Nicaragua; no abandonaré mi lucha mien-
tras falte a mi pueblo un Derecho por enderezar. Mi causa es la causa de mi pueblo, la
causa de América, la causa de todos los pueblos oprimidos’. Aunque no sabe hablar, es
expresivo, fogoso, dice todo lo que siente, algunas veces hasta lo que no siente (pues,
como buen americano, es muy nicaragüense); es el tipo del criollo ciento por ciento,
hablador, en general un poquito fanfarrón... en su rostro no vi nada que revelara la for-
324

midable energía de este incasable luchador; todo el peso de su fama sólo le ha hecho
engolar la voz; después es un hombre sencillo, natural, un verdadero criollo”9.
Mientras tanto, los medios de prensa nacional y extranjera especulaban furiosa-
mente sobre las actividades de aquel Sandino suelto en la capital mexicana. “¿Cuál
es el carácter de su misión en México? ¿Qué tantos seguidores tiene? ¿Regresará a
Nicaragua? ¿Cuál es la fuente de su ingreso? Son preguntas que muchos hacen,”
señalaba el corresponsal del New York Evening Post. Se trataba de un “hombre
misterio” anunciando su eminente regreso a Nicaragua y que “ningún gringo me lo
va a impedir... Este pequeño líder guerrillero centroamericano con cara de inocente
está tan envuelto en una manta de misterio y llama tanto la atención como para que
muchos estudiantes mexicanos se conviertan en simpatizantes de Sandino”. Junto a
las alabanzas, las infamias y la intriga, cuentos de fondos norteamericanos, de tierras
y vida llena de lujos de parte de alguien cuya figura y lucha había perdido sentido,
dijeron los reportajes que incorporaban los comentarios anónimos de fuentes vincu-
ladas a la embajada norteamericana. Y, por otro lado, embusteros como Julio César
Rivas quien se hacía pasar por representante de Sandino, contando fantasías sobre la
guerra en teatros repletos de simpatizantes, agasajado por periodistas y amigos de la
causa, recorriendo el continente sudamericano y aprovechando su condición de ma-
són para recolectar fondos a nombre de Sandino que nunca llegaron a Nicaragua10.

Desenmascarar ese tipo Sandino


La relación entre Sandino y los cominternistas hubiera sido rescatable de no
haber mediado factores imprevistos por ambas partes a lo largo de 1928. Por un
lado, la brutal represión desatada por el gobierno mexicano contra el PCM y organi-
zaciones afiliadas (incluyendo la LADLA), y dentro de aquel marco el acercamiento
de posiciones entre México y Estados Unidos. Y, por otra parte, el giro igualmente
brusco en la política de la Internacional Comunista con respecto a movimientos de
composición amplia y de liberación nacional como los de Sandino.
Hasta entonces, la relación entre los cominternistas y Sandino había sido una de
estrecha colaboración y coincidencia. Sandino captaba solidaridad mediante el traba-
jo entusiasta y dedicado de organizaciones simpatizantes. A la vez, creció considera-
blemente la membresía en el PCM a partir de la captación de muchos simpatizantes
de Sandino, también mediante los LADLA y el MAFUENIC, para engrosar las filas
del partido y la ideología cominternista en México y en gran parte del continente
cuando todo mitin popular terminaba con la consigna “¡Viva Sandino!”
En tanto el PCM se desgastaba internamente producto de la represión pero tam-
bién de sus violentas disputas intestinas, la Internacional Comunista a través de la
Liga Antiimperialista asumió la delicada tarea de conducir la relación con Sandino,
325

siempre desde la capital mexicana. Fue entonces también que la IC decidió enviar
a tres de sus mejores cuadros latinoamericanos, todos internacionalistas decididos,
probados ideológica, política y hasta militarmente: el venezolano Gustavo Machado
Morales, el salvadoreño Augustín Farabundo Martí y otro venezolano Carlos Aponte.
Sandino trató de aprovechar la visita a la capital mexicana para limar las aspere-
zas que se venían acumulando con el movimiento cominternista, siendo la reunión
con Portes Gil, el jefe de la represión anticomunista, la gota que derramó el vaso.
Pero ya la relación entre Sandino y los cominternistas estaba minada, en gran medida
atribuible al mismo representante oficial hasta entonces de Sandino y del EDSNN
en México, Gustavo Machado.
Machado salió de las Segovias con el nombramiento de representante de San-
dino en México. Pero, característicamente, Sandino confió más en Machado que
Machado en Sandino. Aquel ideólogo y revolucionario militante internacionalista,
fue el primero de los cominternistas en convencerse, tras semanas de conversacio-
nes con Sandino, que el movimiento sandinista no podía triunfar solo ni en el plano
nacional ni internacional. En lo doméstico, porque hacía falta una alianza clasista
con el proletariado nicaragüense y mundial apegado a la creación de un Partido
Comunista –lo que habían enunciado antes los combatientes segovianos. Y en lo
internacional, Sandino debía seguir luchando, incluso más allá de la desocupación
militar estadounidense, mientras fuera reforzado por la aparición de estallidos revo-
lucionarios en otras partes del continente contando con el apoyo de las estructuras
mundiales cominternistas.
Machado y sus compañeros, por ende, no entendieron, o no quisieron entender,
porqué Sandino continuaba buscando alianzas internas con sectores de la burguesía
nicaragüense o porqué contaba con un escritor “burgués” como Froylán Turcios
como su principal representante en el exterior. Sandino trató de explicar el contexto
en que luchaba y la importancia de contar con un frente de apoyo lo más amplio
posible, dentro del cometido antiimperialista. Otra cosa eran sus propias inclina-
ciones ideológicas producto de su aprendizaje sindical mexicano, lo cual le permitía
compartir muchas de las premisas filosóficas y analíticas de los cominternistas pero
no el intento de imponer su propias recetas programáticas.
Lo que más dolió al PCM fue la decisión inconsulta de Sandino de viajar a
México. Es decir, aceptar ser el “huésped de honor” y pedir armamento del mismo
gobierno que en esa misma coyuntura desataba una represión contra las fuerzas de
izquierda. Los primeros cuestionamientos aparecieron en El Libertador de mayo de
1929 dando a conocer un comunicado de la Liga Antiimperialista titulado “Sandino
parece haber caído en el lazo” diciendo que “si la situación de lucha en Nicaragua
por el aumento de fuerzas de invasión yanqui, así como por la traición de los nati-
vos, [o] la imposibilidad de obtener parque, alimentos, etc... hace imposible por más
326

tiempo la guerra contra el invasor, sólo queda a los miembros del Ejército Liber-
tador una determinación y es, trasladar su acción a otros campos de lucha contra
el imperialismo, sin aceptar ningún compromiso que directa o indirectamente les
propongan los invasores.
Según el PCM, “la lucha contra el imperialismo no podemos concebirla circuns-
crita a un sólo pedazo del territorio de América, ella es continental e internacional.
Perdida una trinchera, hay que construir otra y una salida de Sandino y de los demás
miembros del Ejército con el fin de engrosar las filas antiimperialistas en cualquier
otro lugar del continente, no sería una deserción... Sandino debe permanecer allí [en
Nicaragua] hasta que, imposibilitado de continuar la lucha venga a engrosar nuestras
filas denunciando en todo el continente el salvaje método colonizador del yanqui lla-
mando a las masas a la lucha contra el enemigo común. Toda otra postura sería una
traición a las masas revolucionarias de la América y del mundo entero que han visto
en él un representativo de la lucha que tarde o temprano tendrán todos los pueblos
que llevan a cabo en defensa de su propia soberanía”11.
Sandino se disgustó enormemente con aquella declaración y exigió una discu-
sión a fondo para hacer comprender los motivos que le llevaban a México. Los co-
minternistas insistían en hablar de “tu a tu” con Sandino ya que el General también
debía de escuchar los criterios políticos de quienes organizaban el grueso trabajo de
solidaridad y propaganda. Y estando ya en México, aparece en el siguiente número
de El Libertador, un escrito preguntando qué hacía Sandino en México y cuestio-
nando el propuesto objetivo del mismo. La apelación al gobierno de México y a
los gobiernos en general resultaba netamente contrario al énfasis clasista e interna-
cionalista del PCM, para no mencionar la represión oficial que entonces se ejercía
contra ellos. Asimismo, un editorial de aquel órgano, publicado cuando Sandino ya
estaba en México tildaba de ilusorio el plan de Sandino de impulsar, desde México,
una conferencia intergubernamental continental sobre la construcción del canal por
una entidad latinoamericana que obligaría a Estados Unidos a desistir de su plan de
conquistas imperiales. “Esta ilusión la perderá el General Sandino tan pronto como
constate que el silencio a su carta al presidente Yrigoyen y a los demás presidentes de
la América Latina, agentes serviles del imperialismo, tienen un fundamento político
y económico y no es una descortesía ‘diplomática’. Esperar de los gobiernos de la
América Latina apoyo moral o material para la lucha antiimperialista, es lo mismo
que esperar de la Casa Blanca... no es de ellos de donde se debe esperar el remedio,
siendo una de las causas del mal, sino de otras fuentes, y esas... son las organizacio-
nes obreras, campesinas y de revolucionarios sinceros”12.
Cabe poca duda que Gustavo Machado estaba detrás de los posicionamientos
cada vez más críticos del PCM y de la Liga, donde contaba con significativa influen-
cia. Esto lo confirma su correspondencia privada y la existencia de una carta poste-
327

rior dirigida a Hernán Laborde, Secretario General del Comité Central del PCM: “yo
creo que la situación ha cambiado y que la publicación de las cuentas del MAFUE-
NIC y del original del recibo que yo dejé en México, no entorpecería cualquier ma-
niobra que se intenta hacer con ese tipo... Hoy hace un año... hablamos en reunión
de facción del caso Sandino y su proyectado viaje. Yo recuerdo haber propuesto
DESENMASCARARLO [sic] porque su salida en las condiciones que lo hacía, a es-
paldas del comité MAFUENIC y de acuerdo con el miserable Dr. Zepeda, constituía
ya un comienzo de traición”. Si la carta fue escrita el 19 de abril de 1930 indicando
que “hoy hace un año” Machado había propuesto “desenmascarar” a Sandino, ya
desde entonces Machado estaba minando la apreciación de la lucha nicaragüense en
el seno del PCM, y presumiblemente la Liga y la misma IC13.
Ni Machado ni el PCM perdonaron las declaraciones imprudentes de Sandino
al diario El Dictamen de Veracruz, a finales de septiembre de 1929, indicando que
Machado se había llevado un recibo de mil dólares para solicitar fondos para una
publicación de un folleto que nunca se realizó. Posteriormente, se aclaró el asunto
pero Machado, a partir de entonces, quedó más enemistado con Sandino, sin que
este todavía lo sospechara. El otro punto de discordia fue el nombramiento de Ze-
peda como representante en México anulando la designación de Machado. Zepeda
y Machado se detestaban mutuamente, coincidiendo únicamente al inicio en aras del
apoyo a Sandino. Según Gilbert, Machado continuaba recriminando a Zepeda por
no haber compartido, en 1926, parte del armamento enviado por México a Sacasa
para la lucha contra la dictadura venezolana. A partir de entonces Machado “con los
de su asociación de su mismo principio ideológico, lo tildaron de burgués y lo decla-
raron enemigo” Gilbert acusó a Machado de haber desviado fondos para Venezuela
que fueran recabados para la lucha sandinista.
Meses después, desde París, Machado continuaba insistiendo a Hernán Laborde
al PCM que tomara cartas sobre la acusación pública de Sandino en El Dictamen.
En una comunicación privada de Machado a su amigo Hernán Laborde, Secretario
General del Comité Central del PCM, Machado dijo estar muy ofendido por la acu-
sación de irregularidades financieras, y demandó que el PCM exigiera a “ese tipo”
Sandino una retractación pública “estoy esperando que el organismo ante el cual yo
soy responsable se encargue de poner las cosas en su lugar”14.
En realidad, Sandino ya había sufrido la venganza del grupo de Machado. El 4
de enero de 1930, el órgano internacional de la Internacional Comunista, La Corres-
pondencia Internacional, publicó un artículo titulado “Sandino se pasa al Campo
Imperialista”. Se acusaba a Sandino de haberse vendido por 60,000 dólares a cam-
bio de “desinteresarse en el movimiento revolucionario de Nicaragua y establecer
su residencia en el Estado mexicano de Yucatán”. Lo peor: el artículo citaba como
fuentes a personas vinculadas al MAFUENIC. Para Sandino no podía haber acusa-
328

ción más grave y sentida, por la pureza misma de la causa que defendía y su reiterada
afirmación que no estaban animados por el lucro o el dinero –le llamó “la idealidad”
del EDSNN. Y aunque Machado fue el probable autor, aquella rencilla ya había de-
jado de ser personal porque el PCM de manera directa, y la Liga y la Internacional
Comunista, fueron convencidos por la apreciación de Machado autorizando el uso
de tácticas bien conocidas dentro de la ultraizquierda de ir minando la credibilidad
de adversarios y sentar la base para una ruptura con alguien que Machado ya consi-
deraba encaminado a la “traición”15.
A partir de sus conversaciones con los nicaragüenses solidarios trabajando en el
MAFUENIC, y probablemente con el mismo Dr. Zepeda, Sandino cayó en la cuenta
que la relación con el movimiento cominternista no era lo que creía –una relación de
apoyo: divulgación, movilización, denuncia y recaudación de fondos, todo subordina-
do a la estrategia sandinista. Para ellos, la lucha nicaragüense representaba, ante todo,
una oportunidad de educar y concientizar a las clases subalternas a partir de la lucha
enmarcada dentro del concepto leninista de imperialismo–antiimperialismo contra el
capitalismo mundial. Una agenda lógicamente más universal que la propiamente “na-
cionalista–patriótica” de Sandino, aunque fue el mismo General el primero en insistir
en la importancia de la patria grande y la reforma social.
Instancias como el MAFUENIC cuya razón de ser era Nicaragua, serían sujetos
de aquella tensión, reflejadas también en las diversas oficinas de la Liga Antiimperia-
lista, entre militantes comunistas y colaboradores simpatizantes de Sandino, menos
interesados en la teoría que en ser consecuentes con la causa de Nicaragua. Pero, al
fin y al cabo, quienes siempre controlaron políticamente al MAFUENIC fueron los
cominternistas en su Comité Central. Otro tanto con la sede de la Liga Antiimperia-
lista –aun cuando Sandino fuera nombrado “presidente de Honor” en el Congreso
de Fráncfort– en México, aun cuando oficinas en del LADLA San Salvador y Bogo-
tá predominaba la influencia de liberales nicaragüenses y algunos apristas.
Ciertamente, aquella tensión entre Sandino y el cominternismo exigía un aborda-
je cuidadoso. Tras sus imprudentes declaraciones, Sandino puso de lo suyo pero no
fue correspondido en tanto Machado, Laborde y los sectores más dogmáticos se fue-
ron imponiendo, generando una crisis enorme en el mismo PCM y dentro de aquellas
organizaciones subsidiarias de solidaridad. Situación prevista por Sandino, quien hizo
hasta el último esfuerzo para evitar la ruptura que lo dejara aislado políticamente.
En su extensa carta a Laborde, llena de críticas y aclaraciones, Sandino todavía
trataba de salvar la relación con el PCM y el movimiento comunista internacional.
Exigía que no se le tratara como si fuera alumno y militante subordinado del co-
minternismo –ya que no era él, sino ellos, quienes debían rendir cuentas. Al final
de la carta, sin embargo, reconoció el papel importante que jugaban las estructuras
comunistas por lo que sus explicaciones deben ser vistas como “una satisfacción al
329

Partido Comunista de México, al que reconocemos como parte de la Vanguardia del


antiimperialismo mundial y, por lo mimo, abanderado de los derechos emancipado-
res universales, siendo del Partido Comunista de México que más apoyo hemos re-
cibo en nuestra lucha antiimperialista en Nicaragua”16. Hasta allí la formulación suya
que más le aproximó al credo leninista. En tanto, Farabundo Martí seguía siendo su
secretario privado, la introducción de aquel vocabulario pudo haber sido parte de
su contribución a la importante misiva. Al igual que Sandino, Martí hacía hasta lo
imposible para conciliar las posiciones divergentes.
Hasta entonces Sandino había pensado que organizaciones como la MAFUE-
NIC debían de informarle regularmente y estar atentos a sus orientaciones. Y fue
en esa creencia que había designado al MAFUENIC y a Machado como sus repre-
sentantes. Al punto de instar a Zepeda disolver la estructura Comité Pro–Sandino
para integrarse el MAFUENIC. Cuál fue su sorpresa sin embargo, y hasta disgusto,
cuando a finales de 1928, el MAFUENIC y Machado –culpó también a Aponte– ni
siquiera acusaron recibo de sus cartas ni le pasaron información sobre lo que acon-
tecía. Luego incluso diría que si se habían dado errores de su parte o existían diferen-
cias de apreciaciones políticas, lo apropiado hubiera sido discutir, pero la suspensión
unilateral de comunicación con las Segovias fue desafortunada.
Sandino decidió entonces delegar la representación a Zepeda. No había tenido
comunicación del MAFUENIC y se molestó por la conspicua ausencia de Macha-
do o representantes de la organización para darle la bienvenida y ponerle al tanto
de la situación. Cuando preguntó a amigos nicaragüenses del comité local de MA-
FUENIC en Veracruz, la respuesta que recibió le habrá sacudido: meses atrás el
MAFUENIC había declinado asumir la representación del EDSNN. La indignación
sentida por el General puede explicar los términos de la entrevista con El Dictamen
y la decepción expresada con respecto a Machado. En cierto modo, la no aceptación
de la representación, o bien la renuncia a la misma, despejó el ambiente en términos
de los objetivos de Sandino. Los cominternistas interpretaron, no sin razón, que la
designación de Zepeda se hacía de cara al gobierno mexicano, habida cuenta de la
aceptación de Zepeda en aquellos círculos. Machado por supuesto quedó al margen
de los entretelones de la negociación del viaje a México: nadie podía imaginarse que
un conocido revolucionario venezolano haría semejantes gestiones con los círculos
gubernamentales. Y el gobierno aceptó gustosamente aquella designación dando
continuidad a la relación con los liberales partidarios de Sacasa gozando a la vez de
un canal directo no sólo para comunicarse con Sandino sino para incidir sobre él.
Sandino, luego recriminó a Machado por haberle indicado, durante la estancia en
el campamento en 1928, que contaba “con influencia entre algunos empleados del
gobierno mexicano y se mostró optimista de conseguir elementos bélicos con ellos
para enviárselos”. Sandino al parecer inocentemente, compró aquella versión toda
330

vez que su objetivo princi-


pal era conseguir mejores
armas en México, cuando
a todas luces Machado no
estaba en capacidad política
alguna de cumplir con ese
cometido.
Ya en el contexto de
clases sociales en México,
el dilema de Sandino fue
cómo asegurar que figuras
como Zepeda y Machado
pudieran trabajar juntos
no obstante las diferencias.
Pedro José Zepeda con Sandino en la capital mexicana
Tarea imposible. Zepeda
quedaba al margen de los mítines y movilizaciones convocadas por el MAFUE-
NIC, LADLA y el PCM para escuchar al Licenciado Gustavo Machado, “Oficial del
General Sandino ante el pueblo mexicano y el CC [Comité Central] MAFUENIC,
según lo presenta El Libertador”. Zepeda no hubiera estado a gusto entre aquellos
mítines combativos de trabajadores e intelectuales radicalizados que daban vivas a
Sandino pero también a Stalin a la vez que fulminaban contra el régimen en el poder,
y contra Estados Unidos por supuesto. En cambio, Zepeda pertenecía a los ambien-
tes gubernamentales, círculos diplomáticos, recepciones oficiales, encuentros con
los medios derechistas, todo alejado, naturalmente, de conspiradores profesionales
de izquierda. Zepeda incluso consideró oportuno, dirigir telegramas de felicitación
al gobierno norteamericano en ocasión de los aniversarios de independencia instán-
doles a ser más razonables con Sandino17.

Entre la hoz y el machete


Por un tiempo, Sandino tuvo que disimular su simpatía natural con las luchas
sociales contra oligarquías y capitalismo: luchó contra vendepatrias pero no contra
las burguesías gobernantes. Sabía y repetía que “sólo los obreros y campesinos”
irían hasta el final –la finalidad socialista y la abolición de la gran propiedad privada,
con o sin Partido Comunista– pero lo que importaba entonces no era la coherencia
teórica la derrota del capitalismo mundial, sino las circunstancias del momento y la
necesidad de contar con apoyo efectivo diplomático y sobre todo logístico. Moncada
iba camino a la elección y con ello, no cansaba de repetir que Estados Unidos ha-
331

bría terminado la guerra “civil” y la insurrección sandinista no tendría razón de ser.


Asimismo, se anunciaba la gradual reposición de tropas estadounidenses con tropas
entrenadas y dirigidas por la Guardia Nacional.
Sandino tenía fe en que los gobiernos tuvieran fe, no sólo mediante alguna
identificación con el EDSNN, sino también por consideraciones estratégicas como
las del canal por Nicaragua, que consideró concernía a toda América Latina, junto a
las perspectivas de unidad política, comercial y cultural planteadas con anterioridad
por Bolívar. Sintió Sandino que todo formaba parte de “su” misión: la agilización de
la “misión” de América Latina, de la que escribían los literatos en los periódicos o
gritaban trabajadores y estudiantes en la calle.
Por el momento entonces la lucha de clases no cabía como necesidad estraté-
gica inmediata de expulsar a los marines. Sandino no negaba el derecho del pueblo
nicaragüense a librar “la guerra civil”–es decir la guerra de clases– pero no era ese
el momento. Sin embargo, su contienda no podía prescindir de aquellos sectores
no vendepatrias, lo que no entendieron ni los cominternistas, por no abarcar la
burguesía en su conjunto, o demasiado amplia para figuras como Turcios ajeno a la
conjugación de lo social con lo nacional, y para colmo, según el MAFUENIC, inter-
ceptaba y no dejaba pasar los medios escritos radicales a Sandino.
El General no terminaba de entender porqué no se podían poner todos del
mismo lado en la defensa común del continente frente a los Estados Unidos. Ya no
sólo gobiernos, sino también los apristas y elementos burgueses liberales debían, en
su concepción, formar parte del frente único, cuando menos en la organización de
las tareas de solidaridad. No fue sino hasta que se lo indicó Machado que Sandino
se enteró –por su propia admisión– que, en la capital mexicana, existían enfrentados
dos comités de solidaridad (casi tres porque el del APRA nunca arrancó): el Co-
mité MAFUENIC, integrado por figuras nacionales e internacionales, y el Comité
Pro Sandino organizado por los ciudadanos nicaragüenses liberales y presidido por
Zepeda. ¿Por cuál optar? Por un lado la vieja afiliación liberal del siempre vacilante
Sacasa, pero por otro el formidable aparato de los internacionalistas en México, in-
cluyendo El Libertador, con un tiraje de 5000, ejemplares, que era el representante
de MAFUENIC. Y que por lo demás, era el MAFUENIC el que regularmente en-
viaba plata y voluntarios18.
La negativa de Machado y del MAFUENC de continuar representando a Sandino
(tras semanas antes haberle sacado el jugo a la designación en los múltiples mítines)
fue parte de una decisión estratégica tomada por su Comité Central de aquel orga-
nismo –en el que figuraban Machado y varios dirigentes del PCM– para enviarle un
mensaje político a Sandino. En pocas palabras, habían profundas desavenencias polí-
ticas e ideológicas: dos interpretaciones distintas sobre el carácter y trascendencia de la
332

lucha sandinista en Nicaragua. La interrupción deliberada de toda comunicación con


Sandino fue el resultado del connotado plan de noviembre de 1928 para desconocer
la elección de Moncada y nombrar a Zepeda como presidente de la nación. No lo
entendió Turcios, y no lo entendieron los cominternistas, aunque lógicamente por ra-
zones opuestas. Machado habrá visto como un insulto la designación de Zepeda, con-
siderándole un político liberal burgués apegado al oficialismo mexicano y aspirante a
la presidencia de Nicaragua. Al igual que con Turcios, los cominternistas intrigaban a
más no poder contra Zepeda, remitiendo informes negativos a Sandino sobre el mé-
dico nicaragüense que despreciaban. Sandino entonces respondió a Machado tratando
de explicar su razonamiento político: que no obstante el “informe desfavorable” y las
“negligencias” de Zepeda reportadas por Machado, aquel médico nicaragüense tenía
un importante papel que jugar. Explicó que su objetivo inmediato era formar alianzas
internas en Nicaragua para deslegitimar la elección amañada de Moncada combinan-
do ese esfuerzo con la adquisición de medios militares en México19.
En diciembre de 1928 Sandino pidió a Machado apartar el análisis rígido de
clases sociales para aceptar o ajustarlo a la realidad del contexto de la lucha en Ni-
caragua –el verdadero asunto de fondo. “Con todo y la negligencia, con todo y la
indiferencia de muchos, es con ellos [políticos liberales no moncadistas como Zepe-
da] que debemos continuar la lucha. No se puede de otra manera. Es necesario que
los enemigos de la libertad de Nicaragua y del Continente no continúen haciendo
la confusión mental de las diferentes clases sociales que deben luchar contra el im-
perialismo, haciéndonos aparecer como radicales en los momentos en que la lucha
debemos llevarla en forma de Frente Único y que, por tanto, se necesita en ella
de todos los elementos sociales con tal que declaren y hagan efectiva esa declara-
ción contra el imperialismo yanqui... hemos logrado con nuestra actitud reorientar
la lucha nacionalista por el Partido Liberal, y como usted comprende, el liberalismo
reúne en su seno distintas capas sociales y si en estos momentos hacemos dife-
renciaciones entre esas capas, solamente iremos contra la lógica en nuestro propio
perjuicio... Si no hay otra acusación contra el doctor Zepeda, me permito repetir, él
deberá ser lanzado en el Manifiesto aludido”. El disgusto de Machado y el PCM fue
tal que decidieron dejar sin efecto el nombramiento del MAFUENIC y del mismo
Machado como representantes de Sandino20.
Dejar a Sandino desinformado de la política mexicana fue un gigantesco error.
Aparentemente, Sandino no estaba plenamente percatado de fenómenos que con-
fluyeron para conformar el telón de fondo de su querella con el PCM. Por un lado,
la represión contra la izquierda radical desatada por el mismo régimen que invitaba
a Sandino, provocando una radicalización de las posturas del PCM, que se combi-
naron con la implementación de una nueva estrategia de “clase contra clase” ema-
333

nada del VI Congreso de la Internacional Comunista. Ambas posturas llevaron a la


conclusión de que la línea de “frente único” no había dado los resultados esperados.
Sandino llegaba a México en el mismo mes que el David Alfaro Sequeiros, mu-
ralista y representante del PCM, decía en el Congreso Comunista Latinoamericano
de Buenos Aires: “frente al fracaso de Calles y Portes Gil, no queda más remedio
para nuestro Partido, que tomar las armas, que organiza ya el levantamiento armado,
impidiendo que a nuestros militantes se les asesine impunemente. Inmediatamente,
es necesario organizar al mismo tiempo el sabotaje al imperialismo que seguramente
penetrará al país para sofocar la revolución”. La solución: crear un Sandino en Méxi-
co y otros por toda América Latina para enfrentar internacionalmente a un contrin-
cante –el imperialismo norteamericano– igualmente internacional. Pero antes exigir
al Sandino original que dejara de ser lo que los cominternistas llegaron a considerar
que el nicaragüense, en lo personal, era un freno a la combatividad obrera tanto en
Nicaragua como en el continente21.
Sin embargo, hacia mediados de 1929, la relación continuaba siendo tensa pero
rescatable, tanto en lo político como en lo ideológico. Quienes propagaban el divor-
cio entre nacionalismo y comunismo continuaban en minoría. En la primera confe-
rencia de los partidos comunistas latinoamericanos, desarrollada en junio de 1929,
el principal delegado de la Internacional Comunista, el suizo Jules Hubert-Droz,
declaraba que la guerra de Sandino, a pesar de su carácter “no socialista y no prole-
tario”, formaba parte del proceso histórico de la revolución social internacional. Es
decir, se podía ser nacionalista y revolucionario. Por lo que Hubert-Droz estableció
en su discurso que era la obligación de los partidos comunistas en el mundo defen-
der a Sandino. Por su parte, El Libertador escabullía el problema al argumentar que
la lucha en Nicaragua no era de carácter nacional, sino continental y que la presencia
de combatientes de otras nacionalidades indicaba que no se buscaba únicamente la
desocupación militar de Nicaragua, sino combatir en este sector a nuestro enemigo
común, para continuar combatiendo en los demás países. Sandino no tenía por qué
discrepar con esa apreciación –ya había escrito que no sería extraño ver a su ejérci-
to combatiendo en otros frentes latinoamericanos, lo que el mismo El Libertador
propuso en el caso las condiciones en Nicaragua no permitieran la reanudación
temprana de la lucha22.
Sandino siempre consideró que la defensa de la soberanía nacional era una ta-
rea continental y mundial toda vez que el imperialismo así lo imponía. En Vera-
cruz, se reunió con la filial del MAFUENIC, dominada por algunos nicaragüenses,
para hacerles ver la necesidad de un cometido menos parroquial. Para Sandino, aun
cuando tuviera a Nicaragua como sujeto principal, la finalidad expresa de aquella
organización era “realizar una intensa agitación de propaganda por la independencia
de Nicaragua y la soberanía de todos los países latinoamericanos sometidos por el
334

imperialismo yanqui”. En esa reunión, desarrollada el 3 de julio de 1929, Sandi-


no propuso que aquel capítulo de MAFUENIC “refundara” sus actividades den-
tro del marco de la red de la Liga Antiimperialista “para la mayor efectividad de la
cooperación entre los elementos antiimperialistas que las componentes, y teniendo
en cuenta que los acontecimientos que se avecinan para nuestro continente, hacen
esperar que habrá varios sectores de lucha antiimperialista y ,por tanto, se deberá
evitar la dispersión de las fuerzas enfrentadas a la penetración imperialista en todos
sus aspectos”. Para entonces estaría enterado que, semanas antes, Machado, Apon-
te y otros revolucionarios venezolanos habían emprendido el “asalto a Curazao”
como esperado preludio de insurrección general en Venezuela. Sandino claramente
compartía la visión de la LADLA y el compromiso con los procesos revoluciona-
rios antiimperialistas de la región: felicitó el hecho de que el venezolano Aponte se
incorporara al proceso continental.
Sin embargo, en la misma exposición en la conferencia de partidos comunistas
latinoamericanos de junio de 1929, Jules Humbert–Droz estableció que el cominter-
nismo debía buscar incidir en Sandino “para orientar a las masas obreras y campesi-
nas en cuanto al camino de la revolución democrática burguesa, susceptible de trans-
formarse en revolución proletaria”. Queda claro la ambigüedad y la aparición de la
nueva línea de clase contra clase, definida desde Moscú pero resistida por sectores
dentro de los mismos países latinoamericanos, considerándola una interferencia en
la vida y análisis de los propios partidos. La llamada “estalinización” del aparato de
la IC se confirmó en julio de 1929 como resultado del X Pleno del Comité Ejecuti-
vo de la IC. A partir de entonces su fue imponiendo la tesis de la “bolchevización”
del trabajo político, atacando todo liderazgo que no fuera explícitamente vinculado
al cominternismo. Los elementos duros pro–insurreccionales del PCM no tuvieron
mayor problema con aquella tesis en tanto parecía encajar con su lectura de las con-
diciones políticas internas de México. El sometimiento a la línea de Stalin entre los
comunistas de América Latina, entre otras partes, se fue imponiendo y no sin vio-
lencia –lo que eventualmente implicó para Sandino y partes de la izquierda latinoa-
mericana la imposibilidad de mantener una alianza con los cominternistas, incapaces
de respetar los análisis más concretos y contextuales de las realidades nacionales,
prohibiendo globalmente toda alianza de carácter antidictatorial o antifascista23.
Por otro lado, la tarea de incidir ideológicamente sobre Sandino, que fuera asu-
mida inicialmente mediante la aparición de Machado y Martí en el campamento san-
dinista, pudo haber influenciado a Sandino pero no al punto de abandonar lo que él
llamara “su compromiso” libertario y socialista, o, menos aún, su estrategia política
de lucha antiimperialista en Nicaragua que, desde un principio y hasta el final, jugó
la carta del liberalismo dividido y de los sectores liberales burgueses, no moncadis-
tas, como aliados. No cabía, dentro de esta estrategia, plantear, en ese contexto y
335

quizá sólo en el mismo, la lucha de clases. No porque no creyera en la misma, sino


que insistió que no podía interpretarse la revolución nicaragüense o latinoamericana
mecánicamente a la luz del marxismo-leninismo, en la que se insiste en el papel di-
rigente de los trabajadores politizados –soviets nicaragüenses– junto a campesinos
violentamente enfrentados a terratenientes para llevar a cabo la revolución antiim-
perialista en Nicaragua.
Por su parte, Sandino mantuvo su propia ilusión: que contaría con el apoyo de
al menos una parte de la clase dominante en Nicaragua, a saber los liberales nacio-
nalistas. Los cominternistas insistían en que si bien las “pequeñas burguesías y la
burguesía nacional” podía jugar un papel, esas clases tendían, en un momento dado
de la lucha, a ser más vacilantes y buscar componendas con el imperialismo. Llega-
ron incluso a la conclusión que el mismo Sandino caía en esa categoría. Según este
análisis, el EDSNN era el núcleo de un campesinado desposeído, listo a juntarse a
sectores estudiantiles y obreros para la creación de un partido comunista y su ascen-
so al poder. Sandino emergía como un impedimento a la concreción de aquella tesis.
No se les ocurrió a los cominternistas que aquellos soldados campesinos permane-
cerían, con pocas excepciones, casi ciegamente fieles a Sandino, confiando también
en la intuición de un jefe excepcional24.
El PCM se adaptaba a la ilegalidad y preparaba su estrategia ante la nueva co-
yuntura política nacional y también de cara a la nueva orientación del movimiento
comunista internacional que declaraba mundialmente la guerra a las burguesías. El
órgano de prensa del Comité Ejecutivo la IC, La correspondencia Internacional,
apelaba a los obreros y campesinos de México y del mundo a luchar contra lo que
tildó “el terror fascista en México”. La izquierda radical acusaba a Portes Gil de lle-
var a cabo una campaña de asesinatos contra líderes intermedios del PCM, habiendo
antes cerrado y luego destruido las instalaciones de su periódico y declarando ilegal
al PCM. A Calles lo acusaron de ser “abiertamente fascista”. Como parte de su giro
a la ultra–izquierda, el PCM rechazó a sus viejos aliados “pequeños burgueses”, in-
telectuales, hacendados liberales y la burguesía joven porque todos “han traicionado
los intereses de los trabajadores y campesinos de México... y se han pasado al campo
de los más rabiosos enemigos de las masas trabajadoras de México”25.
El golpe de la represión tuvo entonces como respuesta una fe ciega en el ejemplo
de la Unión Soviética y el futuro de la revolución mundial. Les restó capacidad para
comprender la respuesta más apropiada a la realidad que buscaban aplicar figuras
como Sandino –no fue el único. Todo parecía ser asunto de promover la aplicación
mecánica y absoluta de las consignas de la Comintern. Entre comunismo y naciona-
lismo, los revolucionarios debían de dejarse de medias tintas y optar por el comunis-
mo. El tan admirado Sandino por ende representaba un serio problema político para
el PCM porque aquel mensaje nacionalista patriótico creaba “confusión ideológica”
336

en las masas a la vez que no se entendía cómo el mismo gobierno “fascista y agente
del imperialismo de los Estados Unidos” podía estar auspiciando la visita de Sandino,
cuando lo “esperado” era una declaración firme de parte del guerrillero nicaragüense
expresando su solidaridad con los reprimidos y denunciando la política represiva del
gobierno, cuando no su identificación con los postulados de la revolución mundial.“
Sin haber contado con suficiente asesoramiento –o mal asesorado por Zepeda, quien
veía al gobierno color rosa– Sandino terminó emprendiendo el viaje en el peor mo-
mento posible. Nadie lo expresó de esta manera pero para los marxistas estalinistas
llegaban a la conclusión de que el EDSNN cambiaba de línea o cambiaba de líder.

Reunión con la cúpula cominternista mexicana


Sandino no quiso ser ingrato con el PCM. A lo largo de su estadía en México,
si bien no hizo alabanzas del papel de los cominternistas, tampoco negó la contri-
bución que estaban haciendo, y las importantes resoluciones de apoyo hechas por
Congreso Antiimperialista que incluso le había nombrado “presidente honorífico”.
Sandino aprovechó su presencia en la capital mexicana para reunirse, a espaldas
supuestamente del gobierno y tal vez del mismo Dr. Zepeda –o bien simplemente
voltearon la cara–, semiclandestinamente con la jefatura del PCM, el MAFUENIC y
la Liga Antiimperialista para aclarar de una vez por todas las desavenencias existen-
tes. Fueron dos reuniones: la primera tomó lugar la noche del 30 de enero de 1930, la
cual al parecer se prolongó e hizo necesaria una y una segunda sesión el 3 de febrero.
En la reunión del día 30 participaron Laborde, en nombre del Comité Central
de PCM, el venezolano Carlos de León como representante del Comité Continental
de la Liga Antiimperialista de las Américas (LADLA) y del Comité MAFUENIC: to-
dos vinculados al Partido Comunista de México. Sandino se hizo acompañar de José
Constantino González, miembro del Estado Mayor, Esteban Pavletich y Farabundo
Martí, Secretario Privado de Sandino y miembro del Estado Mayor del EDSNN.
Martí para entonces quedaba en una posición insostenible en tanto pertenecía a la
estructura sandinista como a la estructura cominternista debiendo lealtad a ambas.
Una dualidad que tampoco se resolvió con su nombramiento, el 29 de marzo de
1930, como representante del PCM ante el EDSNN y Sandino, y posteriormente
con su expulsión del mismo Ejército.
Los cominternistas y sus aliados entregaron a Sandino un documento tajante
en el que plantearon sus reclamos al guerrillero nicaragüense: a) una crítica mordaz
al llamamiento de la conferencia gubernamental en Buenos Aires para discutir el
asunto del canal; b) su candente oposición al nombramiento del Dr. Zepeda como
representante de Sandino llamándole un oportunista “ansioso de ser el heredero
del General Moncada en su papel de cómplice del imperialismo”; c) el rechazo a la
337

crítica que Sandino hiciera a Gustavo Machado por mal desempeño y mal manejo
de fondos y recibos; d) la exigencia que Sandino saliera de México si no de regre-
so a Nicaragua entonces a una gira internacional bajo los auspicios estrictos de la
Liga Antiimperialista; e) que Sandino, antes de salir de México, refutara el rumor
sobre compromisos asumidos con el gobierno mexicano y con respecto al presunto
soborno recibido de 60,000 dólares, denunciando de paso al gobierno de México
por ser cómplice de Washington para sacar a Sandino de Nicaragua y confinarlo en
Mérida; f) exigencia que Sandino hiciera pública la correspondencia sostenida con
el presidente Emilio Portes Gil y otros funcionarios relativos al viaje. Algunas de
las “demandas” no eran nuevas y en su mayoría ya habían recibido respuesta en la
extensa carta del 2 de enero de 1930 de Sandino a Laborde26.
Sandino por su parte exigió se desmintiera públicamente que el MAFUENIC y
la Liga habían sido las fuentes del rumor sobre el soborno. Sandino habrá quedado
sorprendido por el tono y la arrogancia de las demandas que obedecían más a la
lógica de los conflictos internos del partido que a las relaciones con un aliado. Pero
de los resultados de aquella reunión dependía el futuro de la relación con las estruc-
turas internacionales y los partidos comunistas de la región. El PCM era un punto de
referencia político en la relación de cominternismo mundial: cuando, por ejemplo, la
sección argentina de la Liga declaró su apoyo a la convocatoria de la reunión intergu-
bernamental hecha por Sandino, el Comité Central de la LADLA reprochó desde las
páginas de El Libertador a los “compañeros argentinos de haber sido sorprendidos
en asunto de tan grande importancia y es por ello que aplauden una actitud que en
nada responde a un fin antiimperialista”. Recomendaban consecuentemente rectifi-
car “su error y [que] expliquen a las organizaciones del sur el verdadero significado
de la proposición de Sandino”27.
En la reunión exigieron explicaciones sobre el nombramiento de Zepeda como
representante de Sandino en México e incluso como su candidato a la presidencia.
También demandaron de Sandino una explicación pública sobre la destitución de
Turcios. El objetivo central era forzar a Sandino a fijar posiciones sobre su concep-
ción de la lucha antiimperialista que si no le acercaban suficientemente a las posicio-
nes cominternistas, servirían de base para justificar la finalización del apoyo político
del cominternismo a la figura de Sandino.
Algunos de estos puntos ya habían sido expuestos meses antes en El Libertador
y aunque allí se mantenía una posición de apoyo moral y material a la lucha nicara-
güense, la referencia específica era al “Ejército Libertador” omitiendo el nombre de
Sandino. También figuraron críticas indirectas al modelo de “frente único” defendido
por Sandino: un bloque dentro del cual tuvieran cabida no sólo los sectores populares
sino también los intelectuales, nacionalistas arielistas y sectores de la burguesía. El
Libertador, órgano de la Liga y del MAFUENIC, abogaba por otra versión del frente
338

único “que ya no puede tener sus límites dentro del nacionalismo estrecho y suicida,
sino que debe orientarse hacia una internacionalización revolucionaria, puesto que el
imperialismo es también internacional y es preciso combatirse en todos sus frentes si
en realidad queremos tener una fuerza seria que oponer en su expansión”28.
Las fulminaciones del PCM contra Zepeda y Turcios obedecían a la misma
lógica. Si los únicos aliados con que podía contar Sandino eran las masas revolucio-
narias, entonces para los cominternistas, los interlocutores de la lucha nicaragüense
debían ser personas capaces de estrechar lazos con esas fuerzas organizadas: es decir
representantes de los partidos comunistas, la Liga y el MAFUENIC.
En una carta privada, Laborde exponía su razonamiento maquiavélico: “Las
nominaciones de Zepeda tienen para nosotros más bien una ventaja, y es que el
General Sandino pierda por completo la confianza en las sirenas del imperialismo:
Turcios, Zepeda, etc. Y se convenza más cada día, de que sólo las masas antiimpe-
rialistas son las únicas que pueden apoyarle en su lucha y por consiguiente, que sólo
lo representativo de estas fuerzas, puede a su vez estrechar los lazos entre el Ejército
Liberador y las organizaciones antiimperialistas”29.
El PCM y la IC hacia finales de 1929 todavía se debatían entre tratar de per-
suadir ideológica y políticamente a Sandino o romper con él. No le perdonaban
las declaraciones contra Machado, su lealtad a Zepeda, su prolongada presencia en
México, su discurso arielista percibido como aprista, su estrategia de su lucha y su
concepción del “frente único”. Todo ello, según el PCM, provocaba “confusión
ideológica” entre las filas de los simpatizantes y que algunos fueran más leales a
Sandino que a Moscú.
Pero lo que más les dolió fue la permanencia en México y la consiguiente nega-
tiva de Sandino de condenar la represión gubernamental que sufrían los comunistas.
Quizá consciente de ello Sandino hizo reconocimientos explícitos al papel de los
cominternistas a favor de Nicaragua. Cuando llegó a Mérida, Sandino explicó a un
periodista “nosotros aceptamos la ayuda de cualquiera, sin compromisos de predicar
sus doctrinas. El Partido Comunista de México, es el que más nos ha ayudado; pero
no porque seamos comunistas. A él, como a todos los que nos ayuda, le tenemos
gratitud y debemos corresponder a su actitud después de que hayamos conseguido
lo que ahora perseguimos”. La declaración fue objeto de un reclamo de Gustavo
Alemán Bolaños, amigo de Sandino pero decididamente anticomunista, preocupado
por la imagen de Sandino en los medios derechistas. Fue entonces que Sandino hizo
su tan citada respuesta: “Ni extrema derecha ni extrema izquierda, sino Frente Úni-
co, es nuestro lema. Siendo así, no resulta ilógico que en nuestra lucha procuramos
la cooperación de todas las clases sociales, sin clasificaciones ‘istas’”. Menos citada,
pero igualmente es importante es la explicación que Sandino da a continuación:
“Siendo así, considero muy lógico que nos acuerpen las organizaciones de extrema
339

izquierda, como son las que pudiera caber pensar


a algunos que predicamos doctrinas sociales deter-
minadas. Eran los obreros en Nicaragua los llama-
dos a comprender su papel en la lucha nacional, y
no viceversa30.
Las condiciones impuestas a Sandino y el tono
del documento claramente constituían una provo-
cación. Ni el mismo Laborde creyó que Sandino las
aceptaría. Laborde así lo indica en carta a Alberto
Moreau, jefe de la sección del Buró Hispánico del
Partido Comunista de Estados Unidos (Worker’s
Party) indicando que el listado eran condiciones
indispensables para mantener el apoyo a Sandino
agregando, sin embargo, “estamos casi seguros que
no las aceptará. Naturalmente, una repuesta nega-
tiva de Sandino para continuar la relación sobre es-
tas bases nos permitirá atacarle y desenmascararlo
Hernán Laborde (1896-1955) para nuevamente definir nuestra posición hacia él.
Así, nuestra campaña contra él tendrá una excelente base política”31.
Entraron a la reunión con la clara intención de provocar a Sandino, fortalecidos
por la línea del “tercer período” de confrontación a todo liderazgo no comunista.
Sandino evitó caer en la provocación, defendió sus ideas y posiciones, e hizo algunas
concesiones32. Esto lo reconoció el mismo Vittorio Vidale, conocido también como
Enea Sormenti, el representante de la IC quien llegó a la reunión con Sandino. Años
después, recordó:
“[Sandino estaba] cansado de las promesas y los retrasos, y sin pedirle permiso
a nadie vino a la ciudad [de México]; quería regresar donde su gente para retomar
la lucha. Sandino era un hombre joven, serio y valiente, un verdadero patriota lati-
noamericano, de estatura baja, delgado, nervios, con los marrones, rostro ovalado,
pelo liso... políticamente era ingenuo, creía en Cristo y como consideraba que Cristo
había sido comunista, él mismo se sentía comunista. Reconocía que los comunistas
eran quienes habían demostrado ser sus mejores amigos, pero simultáneamente in-
sistía en la unidad de todos los antiimperialistas, para expulsar del continente a los
norteamericanos... creo que no tenía mucha confianza en las tesis de nuestro Sexto
Congreso Mundial, pero decía: ‘sería bueno que en América Latina hubieran mu-
chos comunistas. Lástima que sean tan poquitos’”33.
Vidali llegó a la conclusión, compartida por Laborde y su grupo en el PCM,
que Sandino era políticamente inocente y poco instruido. Reconoció sin embargo
que Sandino tenía una “buena cultura, porque había trabajado como minero [¿?]
340

y mecánico en Nicaragua [¿?] y otros países. Vidali fue de la opinión que los siete
meses de aislamiento en Mérida habían afectado a Sandino –“pese a su autodomi-
nio”– volviéndole nervioso y provocando que hablara con gran énfasis. Y de hecho
en la reunión Sandino fue enfático al reconocer, como lo hiciese anteriormente por
escrito en carta a Laborde, que los comunistas eran quienes más habían apoyado su
causa y resultaron ser “sus mejores amigos”. Aparentemente se desató una discusión
sobre que era el comunismo porque el General –ya bajo la influencia de Trinca-
do– dijo considerarse comunista como Cristo. Lo expuesto por Sormenti refuerza
la impresión de un Sandino transparente en sus opiniones, incluyendo la evidente
incomodidad del líder nicaragüense con las tesis estrechas del tercer período. Tam-
bién había diferencias de análisis sobre el carácter de la relación entre el sandinismo
y el momento político vivido por el movimiento antiimperialista, y sobre la lucha en
América Latina. Un mes antes Sandino señalaba a Laborde: “Deberá pensarse por
las organizaciones antiimperialistas que nosotros tenemos el deber de informarles
detenidamente de nuestra lucha, como hoy lo hacemos a ese Comité Central; pero
igual deben hacer las organizaciones antiimperialistas con nosotros. Las condiciones
de nosotros son muy diferentes a las de las organizaciones antiimperialistas y de una
vez por todas no se nos reconoce ningún derecho por los gobiernos de los países
de la América Latina, fuera del de simples huéspedes y eso se debe a que los ideales
revolucionarios no han triunfado todavía”34.
Aquí Sandino hizo un análisis clasista pero no llegó a las conclusiones ultra-iz-
quierda. No pueden haber sido pensamientos nuevos en tanto formaban parte de
su educación anarcosindicalista –reconoce que las posiciones de los gobiernos, en
efecto, reflejan el balance de fuerzas sociales y, que la fuerza de los sectores popula-
res organizados era todavía insuficiente. Los esquemas son distintos pero Sandino
no los ve incompatibles, a diferencia de los cominternistas quienes en el fondo bus-
can la subordinación política de Sandino y del EDSNN. La divergencia se reduce
fundamentalmente a una cuestión de poder. Ni unos ni otros estaban dispuestos a
ceder, menos aun Sandino quien pudo haber visualizado un intento de arrebatarle la
dirección política del EDSNN y la lucha en Nicaragua.
Lo que más interesaba a Sandino en ese momento era terminar con la calumnia
de los 60 mil dólares. La noticia, publicada en El Universal de México y recogida por
la prensa internacional, agregaba que el PCM, el MAFUENIC y la Liga llevaban a
cabo una investigación añadiendo que “un miembro prominente de estos grupos”
dijo al reportero de El Universal que en sus manos se encontraba una copia del
cheque pagado a Sandino. En su carta pública a Laborde, el General acusaba a los
Estados Unidos de la calumnia pero preguntaba qué estaban haciendo las tres or-
ganizaciones para abrir una investigación al respecto. En tanto la noticia daba por
un hecho que Sandino no regresaba a Nicaragua, la misiva indicaba la necesidad de
341

“llegar a un entendimiento claro con las organizaciones antiimperialistas en lo que


respecta a la posición de nuestra lucha sostenedora de la Soberanía Nacional de Ni-
caragua, la cual lucha, lo repetimos, está en pie”. Laborde respondió el 26 de enero
de 1930 que ni su partido ni el Comité Continental de la Liga tenían algo que ver con
aquella publicación, pero Sandino insistió en una investigación conjunta.
Los marxistas-leninistas no comprendían, tal vez con cierta lógica, por qué San-
dino apelaba a gobiernos como el de México o a figuras como Zepeda y Turcios
quienes, en el análisis de la IC, estaban en el bolsillo de Wall Street. Por su parte,
Sandino buscaba restarle pretextos ideológicos al PCM explicando que si bien el
principal actor social era la clase trabajadora, debía también atraer a otros sectores.
El análisis del papel de los Estados Unidos y el carácter imperialista del capitalismo
de Wall Street era esencialmente el mismo. Se puede postular incluso que Sandino, a
partir de la influencia el comunismo racionalista de Joaquín Trincado, compartía al
menos afinidades nominales, con los cominternistas y es incluso más proclive a los
planteamientos universales. Lo que no aceptaba era la aplicación mecánica de aque-
llas recetas programáticas [IV Congreso –clase contra clase] para Nicaragua, a como
tampoco quiso desprenderse de su antiimperialismo decididamente latinoamerica-
nista y patriótico, como lo reconoció Vidali. En su carta a Hernán Laborde del 2 de
enero de 1930, Sandino concedía y reconocía que: “desgraciadamente la mayor parte
de las clases sociales de que está compuesta nuestra América –excepción hecha de
la clase trabajadora– han rehuido la lucha y nos han negado hasta el derecho que
tenemos de defendernos...”35.

Plan Berlín y Moscú


Al día siguiente de la reunión con Portes Gil, se dio la “otra” reunión cumbre:
cara a cara entre Sandino y dos acompañantes frente a la jefatura del PCM, LADLA
y MAFUENIC. Hay diversas versiones de lo sucedido, pero prevalece la interpreta-
ción de que Sandino se mostró receptivo a todas las condiciones antes indicadas. Se-
gún el historiador Vadim Staklo, quien ha revisado los informes de la reunión repor-
tados a Moscú, Sandino aceptó no entrar en componenda alguna con el gobierno
mexicano y apoyar los postulados del PCM con respecto a la lucha antiimperialista.
Ya estando claro de que el gobierno no le prestaría un apoyo material, Sandino
también aceptó hacer una denuncia “en el momento apropiado” y acusarle de ser
agente del imperialismo yanqui dando a conocer documentación que comprobaba
la sumisión mexicana al gobierno norteamericano.
En la reunión, Laborde en nombre de la Liga hizo una invitación, previamente
discutida con la Secretaria de la Liga en Fráncfort, para que Sandino hiciera una gira
a Europa bajo los auspicios de la Liga Antiimperialista Mundial en Berlín. Sandino
342

aceptó la invitación sujeta a su formalización y a que se llevara a cabo a la brevedad


posible. En el transcurso de la gira Sandino prepararía una declaración contra el
gobierno mexicano y concedería una entrevista para la publicación en un medio de
orientación comunista.
En su informe, Laborde explica que la anuencia de Sandino a realizar la gira
era una victoria para el movimiento cominternista porque tendría que dejar atrás la
vieja concepción arielista de lucha antiimperialista para adoptar el nuevo esquema
universal de la misma definida por Moscú. “Dado la anterior, creemos que es im-
portante relacionarse con Sandino prudentemente, anticipando posibles maniobras
y combinaciones contrarias a nuestro concepto de la lucha antiimperialista... Cree-
mos también que dada la situación actual de Sandino (engañado aparentemente por
el gobierno de Ortiz Rubio), nuestros partidos tienen la posibilidad de maniobrar
con él y continuarlo usándole para la agitación antiimperialista en el continente y
posiblemente en Europa”36. En tanto Laborde y el PCM preparaban disolver el
MAFUENIC y reorganizar a la Liga de conformidad con los nuevos parámetros
doctrinarios, todo acercamiento de Sandino a los nuevos cánones podían ayudar
a justificar aquellas decisiones para esas instancias que, en alguna medida, todavía
funcionaban bajo la concepción amplia de “frente único”.
A estas alturas, la preocupación de Sandino era salir de México cuanto antes para
Nicaragua, pero se interpuso nuevamente, a partir de la invitación a Europa, la posibi-
lidad de adquirir los medios indispensables para continuar la lucha. Nada halagadora
era la perspectiva de llegar a las Segovias con las manos vacías, como eventualmente
fue el caso. El día 6 de febrero escribió a Willy Münzenberg, el Secretario de la Liga
Internacional que “después de aclarados otros muchos puntos relacionados con la
lucha que sostiene nuestro Ejército contra el imperialismo yanqui” había recibido la
invitación del Comité Central de la LADLA, en representación de la Liga Mundial,
para realizar una “gira de acción antiimperialista por ese Continente y latinoameri-
cana”. Aclara que debe ser breve porque debe regresar a Nicaragua para reanudar la
acción armada. Tampoco ignorar que este tipo de giras –como en las que se hacía
aparecer a Sócrates Sandino en un lugar y otro de Estados Unidos– era predominan-
temente para el beneficio proselitista de las causas cominternistas, pero Sandino vio
que el viaje a las sedes mundiales de la Liga Antiimperialistas en Berlín y de la misma
Internacional Comunista en Moscú podía ser provechoso para su propia lucha37.
A Laborde le entusiasmó la receptividad de Sandino hacia la idea. Pidió a Mün-
zenberg la pronta tramitación de los pasajes y fondos. Solicitó incluso un financia-
miento inmediato de 400 dólares a la Liga para disminuir la dependencia de Sandino
ante el gobierno mexicano y para “anular completamente” al Dr. Zepeda. Por lo
demás, el PCM quería que Sandino saliera de México por los problemas políticos
que ello acarreaba.
343

Sandino vio la posibilidad de hacer la gira desde otra perspectiva: la de recom-


poner la relación con los cominternistas europeos, neutralizar a los elementos más
hostiles hacia él en México y, sobre todo, viajar a Moscú para entrevistarse con la
jefatura de la IC y hasta con el mismo Stalin. Se lo dice a Laborde quien reporta
lo comunicado a la IC indicando que quería presentar su caso “personalmente” y
lograr un apoyo directo de la Comintern. De ser cierta aquella afirmación señalada
en la correspondencia interna de Laborde, Sandino se habrá convencido, tras las
reuniones con Portes Gil y Calles, que de los gobiernos capitalistas nunca consegui-
ría nada y que no quedaba otra posibilidad internacional de apoyo. Nuevamente, su
objetivo era conseguir apoyo material para una nueva etapa de lucha del EDSNN
y, como condición para de la misam, desmentir en persona las acusaciones vertidas
por algunos sectores del PCM, apelando a la máxima jerarquía comunista en Euro-
pa. Habrá sospechado que el objetivo del PCM era mantenerlo alejado de Nicaragua
utilizándolo indefinidamente como instrumento de propaganda. Sandino acepta la
invitación de realizar la gira pero, como escribe desde México en carta a Henri Bar-
busse del 6 de febrero de 1930, “nos hemos reservado la facultad de plantear ante
el Consejo de la Liga Mundial Antiimperalista, la necesidad de nuestro retorno a
Nicaragua, con el objeto de reanudar nuestra lucha contra el imperialismo yanqui,
una vez realizada la expresada gira”.
Para convencer a la audiencia europea sobre la necesidad de apoyarle material
y políticamente, Sandino coloca más claramente la contienda en Nicaragua y su
propio posicionamiento ideológico dentro del marco ahora más mundial del anti-
imperialismo, esbozado por aquellos organismos. Indicaba su anuencia a trabajar
de conformidad al “programa de acción prescrito por el Congreso Mundial Anti-
imperialista de Fráncfort, en lo relativo a llevar la acción antiimperialista contra los
gobiernos de la América Latina, sin excepción alguna, y contra cualquiera otra clase
de agentes el imperialismo”. Aceptaba el principio y la práctica de acción proletaria
contra todos los gobiernos contra cualquiera el imperialismo u “otra clase de [sus]
agentes”, pero todo dentro del marco del “frente único” establecido por el V Con-
greso (el segundo periodo) y no por el VI Congreso (tercer período) que pronto
buscaría borrar la rotulación “no partidaria” sostenida hasta entonces por la Liga y
el MAFUENIC, dentro del marco de los lineamientos del segundo período. Su carta
a Barbusse, escrita el mismo día, es más contundente todavía al expresar “estamos,
pues, con los mejores propósitos de que nuestra lucha contra el imperialismo yanqui
en Nicaragua tome el carácter de lucha antiimperialista en una firme acción revolu-
cionaria de masas a escala continental y mundial, de acuerdo con las resoluciones del
Congreso Mundial Antiimperialista de Fráncfort”38.
Resulta clave la referencia específica que Sandino hace al Congreso de Fráncfort
en tanto la declaración final del mismo todavía no reflejaba a plenitud el giro radi-
344

cal impuesto por Moscú que negaba


el papel de los sectores nacionalistas
de la burguesía. Sandino mantuvo su
estrategia “frente único”, creía que
podía persuadir a sus interlocuto-
res europeos de su validez en cuan-
to a Nicaragua, desprendiéndose de
la misma estrategia la necesidad de
mantener a elementos como Zepeda.
Tal como anotara Vidali, el General
no era un convencido de las tesis del
tercer período. Su posicionamiento
Vittorio Vidali alias Enea Sormenti (1900-1983) era otro: de manera pragmática pero
también de principios, el General hizo las vinculaciones programáticas entre su es-
trategia y lo estipulado en la declaración de Fráncfort (julio de 1928) claramente
diferenciables de los emergentes lineamientos del VI Congreso de la IC.
En otra carta a Barbusse escrita previa a las reuniones en la capital mexicana,
Sandino parecía tomar distancia del viejo marco continentalista de lucha: “Como
muy bien usted expresa, es la nuestra una Causa ‘que, pasando sobre las cuestiones
de razas y nacionalidades, es la Causa de los oprimidos, de los explotados, de los
pueblos contra los dominadores’, y de consiguiente, nunca nos hemos creído solos
en nuestra lucha libertadora, porque siempre hemos pensado que si ella es por ahora
nacional, devendrá pronto internacional por el despertar de los pueblos de las me-
trópolis imperialistas que, unificados con los pueblos coloniales y semicoloniales,
abatirán el enemigo común: el imperialismo mundial”. Sandino utilizaba ahora las
clasificaciones oficiales del cominternismo: “Es conocido para nuestro Ejército y
para mí que ya entran a la acción directa contra ese imperialismo mundial otros pue-
blos y somos conocedores así mismo de la intensa actividad desplegada por usted en
los campos de la libertad de los oprimidos para que no podamos predecir el triunfo
definitivo de la Humanidad contra todas las opresiones”39.
Sandino dirigía un mensaje al congreso estudiantil en el que incorporaba pública-
mente por vez primera fraseológica cominternista: “el imperialismo reviste aspectos
diferentes en las contradicciones a que le lleva su propia organización, basada en la
explotación de los países coloniales y semicoloniales... con la abyección de muchos
gobiernos latinoamericanos” (no quiso decir “todos” para no incluir a México). Su
mensaje a “los obreros de la ciudad y del campo de Nicaragua y de toda América La-
tina” (26 de febrero de 1930) es un mensaje netamente clasista de apoyo a la Confede-
ración Sindical Latinoamericana, de tendencia cominternista. Denunciaba “a los char-
latanes nacionalistas de izquierda, que con gestos y fraseología demagógicos, retardan
345

la cristalización de un verdadero movimiento antiimperialista basado en los explotados


obreros y campesinos de América... sólo los obreros y campesinos irán hasta el fin”40.
Más clara todavía una carta poco conocida del 9 de marzo de 1930 que Sandino
dirigió al Secretario General de la Liga Antiimperialista en Berlín. El portador de la
misma fue el propio Vitorio Vidali quien, recientemente expulsado de México, utilizó
su paso por Berlín hacia Moscú para hacerla llegar a su destinatario. Según el texto
de la misma, encontrado en un archivo mexicano y reproducido parcialmente en una
biografía de la fotógrafa Tina Modotti, Vidali (utilizando el nombre de Jorge Contre-
ras), estaba acreditado por Sandino y el MAFUENIC para discutir ante el Consejo
“todo lo referente e nuestro viaje a Berlín. En la carta Sandino reitera su lealtad a los
principios del Congreso y de la Liga y agrega “la lucha antiimperalista en Nicaragua”
formaba parte de la “lucha de los oprimidos del mundo”, y que, en su condición como
miembro del Consejo de la Liga, (se le había elegido honorariamente), consideraba un
“deber ineludible de atender sus acuerdos e instrucciones” actuando sin embargo la
necesidad de retornar a Nicaragua para reanudar la lucha contra los yanquis después
de efectuada la gira. En la última página firmada por Sandino aparecen las iniciales
presuntas de quien tomara el dictado, “AFM” –¿Augustín Farabundo Martí?41
Para Sandino, el punto más problemático e inmediato de las reuniones con los
lideres cominternistas fue la exigencia, particularmente de parte de Laborde, que el
General denunciara cuanto antes al gobierno mexicano como “agente del imperialis-
mo yanqui”. Si antes no lo había hecho en anticipación de un resultado positivo de
sus reuniones con Portes Gil y Calles, ahora también le era difícil en tanto permane-
ciera en territorio mexicano. Consideró una locura emitir declaraciones cuando toda
su seguridad estaba en manos del régimen. Sandino acordó hacer la denuncia pero
“en el momento apropiado” y dar a conocer públicamente cierta documentación
incriminadora42.
Probablemente Sandino no estaba percatado de quién era precisamente el Enea
Sormenti cuyo verdadero nombre era Vitorio Vidali, uno de los cuadros operativos
más importante de la Internacional Comunista. Vidali fue enviado a México por el
Socorro Rojo Internacional, aparato auxiliar de la Internacional Comunista encargado
de apoyar a los correligionarios en dificultades. Trabajaba bajo la responsabilidad de
colaboradores directos de Stalin, asumiendo “operaciones especiales” y disciplinarias
en colaboración con la policía secreta soviética. Tras su expulsión de Estados Unidos
fue enviado, en octubre de 1927 a México, a poner orden en el Partido Comunista
Mexicano, desgarrado por entonces por sectarismos internos y para actualizar la línea
ideológica de la Liga Antiimperialista incluyendo la orden desde Moscú de colocar a
las fuerzas comunistas a la cabeza de la solidaridad con Sandino. Fue amigo cercano
de Machado, Julio Antonio Mella y Tina Modotti. El carácter rebelde de Mella le había
causado la expulsión temporal del Partido Comunista Cubano y en México fue acusa-
346

do de ser simpatizante de ideas trotskistas relativas al sindicalismo. En realidad estaba


obsesionado con la idea de derrocar violentamente a la dictadura cubana. Mella estaba
convencido que el apoyo más eficaz que se debía brindar a Sandino en Nicaragua,
consistía precisamente en el desencadenamiento de un levantamiento en Cuba. La IC
no aceptaba aquella posición calificada como “golpista” lo que provocó fuertes discu-
siones internas al final de una de las cuales Vidali supuestamente criticó a Mella recor-
dándole que “de la IC se sale únicamente de dos maneras: o expulsado o muerto”. A
la fecha, se mantiene la conjetura sobre si Vidali fue el verdadero autor del asesinato
de Mella acontecido el 10 de enero de 1929, cuando caminaba con su compañera Tina
Modotti, quien luego fue amiga sentimental de Vidali dando lugar a una controversia
que dura todavía. Se sabe que posteriormente Vidali estuvo involucrado en la elimi-
nación física de figuras trotskistas y republicanas como Andreu Nin durante la guerra
civil española y de León Trotsky en México en 194043.
Lo que puede hacer pensar que la vida de Sandino estuvo en peligro, ya no sólo
a manos de los norteamericanos y la cacería anticomunistas desatada por el régimen
de Ortiz Rubio tras el atentado el 5 de febrero de 1930, pero también por orden del
cominternismo. El papel posterior de Vidali en la liquidación de dirigentes socialistas
en España y posiblemente de Trotski en México dieron impulso a aquella tesis. Por
otro lado, sin embargo, sabemos que de regreso en Europa a inicios de 1930, semanas
previa a la ruptura, Vidali hizo gestiones con la sede del Socorro Rojo Internacional
en Berlín para apoyar moral y materialmente la lucha de Sandino. Al parecer, Vidali
estaba consciente que si el movimiento cominternistas no apoyaba a un Sandino de
regreso en pie de lucha en Nicaragua, el costo político sería enorme. En alguna me-
dida, la renovación de la lucha sandinista representaba una pesadilla tanto para los
EE.UU. como para la IC. De aquí que puede especularse que para el movimiento co-
minternista la eliminación de Sandino hubiera evitado tener que explicar políticamente
la ruptura con la figura más admirada de América Latina y que continuaba luchando
contra Estados Unidos. Por lo demás, de haberse perpetrado el atentado en México,
los propagandistas fácilmente hubieran culpado a los Estados Unidos, o al mismo
gobierno mexicano. Percatado de todo ello y a la vista de la encarcelación de varios de
sus colaboradores, Sandino se largó precipitadamente de la capital, redobló sus propias
medidas de seguridad y salió de aquel ambiente doblemente venenoso.

Salida de México
“En estos momentos hemos organizado el retorno a las Segovias, con la mano
y la conciencia limpias, aun cuando, como usted sabe, los enemigos hayan querido
crucificarnos en el infamante madero de la calumnia. Venceremos cuanto obstáculo
se oponga a nuestra marcha, y llegaremos a nuestro amado campo de lucha de las Se-
347

govias, a dar nuevas pruebas de amor a la América Latina y de resistencia y dignidad


al invasor. Repetimos hoy las frase de Bolívar: Si los elementos están contra nosotros,
nosotros estaremos contra los elementos; y si Dios está contra nosotros, nosotros es-
taremos contra Dios. (Si Dios es la Justicia, el estará de nuestro lado). Creo que ni aun
muerto volveré a salir del campo de batalla de las Segovias, mientras exista en suelo
nicaragüense un miserable yanqui invasor. El tiempo hablará por nosotros”.
Se trata de una carta de Sandino a Pavletich, enviada desde Mérida, donde regre-
só el General y donde le aguardaban los otros miembros del Estado Mayor. Sandino
salió de la capital mexicana convencido que su seguridad y la de sus acompañantes
estaba en peligro. Consideró que Estados Unidos aprovecharía el cambio de mando
y la campaña de represión anticomunista, para asesinarlo antes de permitir su regreso
a Nicaragua. Sócrates, Martí y Pavletich habían sido detenidos, separadamente, por la
policía secreta. Con su influencia, Zepeda logró sacar a Sócrates y Martí del centro de
detención, pero Pavletich permaneció recluido en la Penitenciaría “sitio que honra a
los que van a ella por sus afanes libertarios” dice Sandino en la carta a Pavletich.
El peruano pensó que había sido abandonado. Por lo que Sandino le hizo saber
de los presuntos esfuerzos de Zepeda para sacarlo de la cárcel y evitar su expulsión
del país. “De suerte, puse, que toda duda respecto a nuestra actitud queda despe-
jada”, dice Sandino en la carta, “Está dentro de nuestra manera de ser y dentro
de nuestra obligación de luchadores, velar por la suerte de los buenos camaradas
como usted. Naturalmente, para logar su libertad ni íbamos a pedirla de rodillas,
ni a implorarla como un favor”. Y a continuación Sandino resume sucintamente lo
que llama las razones fundamentales que le alejan del nuevo gobierno mexicano:
“Nuestro completo distanciamiento del régimen actual, por razones fundamentales,
de idealidad y de principio, nos ponen fuera de la posibilidad de solicitar la libertad
de un compañero...”44.
A las complicaciones políticas y de seguridad se agregaron, más que nunca, las
económicas. En efecto, sin medios era imposible salir de México para Nicaragua con
todos sus oficiales. Ni siquiera contaba lo suficiente para alojarles. En Veracruz y en
Mérida le aguardaban 25 jefes y oficiales sin medios que habían llegado a México
como parte del plan original de organizar una fuerza expedicionaria. Fue cuando el
Capitán Rubén Ardila Gómez pidió a su familia en Colombia parte de su herencia
paterna, para aportar la sobrevivencia del grupo. Y cuando Gregorio Sandino remi-
te 200 dólares a Sócrates por medio del Chase Nacional Bank en Panamá, Sandino
también acudió a las Logias masónicas y a los sindicatos, quienes respondieron or-
ganizando festejos y convivios en que se hacían colectas45.
El 26 de febrero, en ruta a Mérida, Sandino se detuvo en Xalapa, capital del esta-
do de Veracruz para entrevistarse con el gobernador, Adalberto Tejeda, gran admi-
rador de la lucha nicaragüense. Tejeda, antiguo aliado del PCM, caía ahora en la ca-
348

tegoría de “traidor” y “nacionalista burgués”. Su reunión con Sandino, seguramente


atizó las animosidades de Laborde y levantó suspicacias del gobierno federal. Tejeda
formaba parte del grupo de caudillos regionales con creencias socialistas y, por ende,
opositores del giro a la derecha del régimen federal. El gobernador se comprometió
a reunir los 5,000 pesos necesarios para el viaje de regreso de Sandino y su grupo46.
El recibo que de antemano extiende Sandino a Adalberto Tejeda, indica que
sería cancelado al recibir Sandino “la cooperación económica que le tienen prome-
tidas las Organizaciones Mundiales Antiimperialistas, o bien al llegar a las Segovias
Nicaragüenses”. Todavía contemplaba el viaje a Europa. Indica asimismo que el in-
termediario de confianza sería el Dr. Zepeda. En el mismo documento, Sandino, se
especifica que esa “deuda sagrada” era “para ser invertidos en la movilización de los
miembros de dicho Ejército que está en espera de órdenes en esta ciudad [Mérida];
movilización que entra en los planes que están plenamente estudiados para intensi-
ficar la lucha contra la invasión yanqui en Nicaragua”.

“Sin comprometer en lo más mínimo la dignidad de nuestra causa”


Sin recursos y viviendo penurias, Sandino debió esperar hasta mayo para recibir
los fondos y algunos pertrechos. “Para colmo de los males –explica Sandino a Tejeda
el 30 de marzo de 1930– hasta la casa en que estábamos viviendo y que nos fue cedi-
da por un amable compañero de aquí, nos ha sido desmantelada y nos hemos visto
precisados a desocuparla. Las cosas han llegado a su último extremo, y por ello nos
vemos obligados a tomar medidas urgentes y radicales de salvación, sin comprome-
ter en lo más mínimo la dignidad de nuestra causa”47.
Sandino recibió el dinero poco tiempo después. Tenía preparado el plan de “es-
cape”. Los detalles exactos se desconocen a plenitud. Posiblemente Sandino recibió
el apoyo discreto de sus custodios del servicio secreto mexicano, muchos de ellos
simpatizantes. O bien recurrió a sus amigos en Veracruz para evadir a sus vigilantes
y espías de los norteamericanos. Dividió al contingente para despacharlos en grupos
de cinco para mejor evitar detección. A manera de despistar a quienes les espiaban,
Sandino ocasionalmente salía de Mérida por varios días y regresaba aduciendo que
visitaba fincas de henequén para su radicación definitiva. El 23 de abril de 1930 fin-
gió nuevamente un viaje de inspección de tierras pero que esta vez le llevó a él y tres
ayudantes al puerto de El Progreso de donde tomó el barco a Veracruz el día 24 de
abril de 1930. Apareció registrado como Crescencio Rondón.
En su equipaje, llevaba unas camisas regaladas por Portes Gil y dos ametra-
lladoras de pecho desarmadas en un baúl que declaraba contener herramientas de
carpintería. Abandonaba México, utilizando la misma ruta empleada para entrar al
país– tomando el vapor de Yucatán a Veracruz, donde Enrique Rivera Bertrand, pre-
349

sidente del MAFUENIC de aquella ciudad, le llevó en caballo a un punto fuera de la


ciudad, donde pudo abordar el ferrocarril panamericano hasta rumbo a la frontera
con Guatemala. Pernoctó en Tapachula, Chiapas siendo recibido por un grupo de
simpatizantes que le llevó al Hotel Imperial. “Sandino con un sombrerote, con un
maquinó medio rayado, un pañolón, con botas de esas que amarran hasta aquí; ahí
está el General con esa mirada que traspasaba...”, recordó un integrante de la comi-
sión obrera que sesionó con él48.
Llegó a ciudad de Guatemala el 1 de mayo y se hospedó en el Hotel Colón,
siempre como Crescencio Rendón. Al día siguiente, recorrió las calles tranquila e
incógnitamente cambiando impresiones con diversas personas. Hacia las 9 de la no-
che fue a la residencia de Gustavo Alemán Bolaños. No lo encontró pero conversó
amenamente con su esposa.
El día 3 salió por automóvil rumbo a El Salvador sin detenerse en la capital. Se
trasladó a Zacatecoluca para tomar el Ferrocarril de Oriente que le llevaría a Hondu-
ras. Bajaron del tren en una estación convenida con sus contactos hondureños para
internarse en el sur de Honduras. El 5 de mayo, tres años justos de aquella discusión
violenta con Moncada sobre los términos del arreglo con Stimson, reingresaba al
territorio patrio.
Fue por los medios de comunicación que Estados Unidos se enteró que San-
dino estaba de regreso en Nicaragua. Aun así, la embajada de Estados Unidos en
México recibió órdenes de Washington de enviar un oficial a Mérida para confirmar
si era cierto. Al mes de haber salido de Yucatán, la inteligencia militar continuaba
buscándolo en Mérida y en las haciendas de henequén.
No pudieron constatar quien había ayudado a Sandino a organizar su salida.
Según la inteligencia norteamericana, Calles rehusó prestar asistencia directa, pero
se hizo de la vista gorda. Otros norteamericanos sospecharon que fueron los pilotos
amigos de Sandino que irían a luchar con la guerrilla nicaragüense49.

De regreso a las Segovias


El 30 de junio del año 1930, en el cerro del Tamaleque, en Jinotega, Sandino
rindió al ejército libertador el informe de su viaje. El 20 de julio, sus oficiales Alta-
mirano, Salgado y Ortez brindaron el suyo reportando sobre los combates librados
durante su ausencia en “comisión especial” del Ejército. Pedrón, quien había queda-
do a cargo por decisión de los oficiales mayores, entregó a Sandino un “pedazo de
oro fundido” que pesaba entre 6 y 8 libras; esto se agregó al oro que Sandino había
dejado con lo cual adquirió un parque de armas, como acostumbraba, en Danlí tras
la venta del oro a un banquero alemán en Tegucigalpa. Washington no quería creer
que el General Sandino, contra todo pronóstico, estaba de regreso en Nicaragua
350

nuevamente al mando de sus oficiales, reconcentrando a los dispersos y a quienes


habían mantenido la lucha militar a lo largo del año de su ausencia. “Toda mi gente
se ha movilizado al tener noticias de mi regreso a las Segovias”, escribe a Zepeda. A
las pocas semanas dijo contar con más de 1200 hombres desplegados, “toda la gente
de estas regiones está dispuesta a morirse con el rifle en la mano y es una lástima que
no podamos equiparlos pronto”.
Sandino no pudo reportar grandes logros pero les habrá informado sobre un
plan mediante el cual que Enrique Rivera Bertrand, ciudadano mexicano dirigente de
la oficina del MAFUENIC en Veracruz y quien organizó la fuga de Sandino de Mé-
xico, organizaba una columna de voluntarios internacionalistas que se incorporarían
a las columnas sandinistas despachadas en agosto para encontrarle. La organización
de varias columnas explicaba la decisión de Sandino de hacerse acompañar por tantos
oficiales del Estado Mayor, y probablemente explicaba también la misión encomenda-
da a Farabundo Martí, en agosto de 1929, de viajar a Centroamérica para desarrollar
un esfuerzo similar, pero la misión fue suspendida, por presiones de PCM. Tampoco
prosperó la iniciativa de Rivera Bertrand de organizar el contingente y desembarcar,
conforme plan, en la zona de Caratasca, al norte de Puerto Lempira en Honduras.
Sandino desplazó tropas hacia la costa en agosto para esperarles, quedando Zepeda a
cargo de la relación con Rivera Bertrand encomendado al doctor extenderle al mexi-
cano el nombramiento de Coronel para que los oficiales sandinistas le reconocieran50.
Tras reagrupar al Estado Mayor y su tropa, reorganizó al Ejército para empren-
der nuevas campañas multiplicándose a partir de entonces el número de combates
en lo que restaba del año 1930. Carecía de apoyo externo, debiendo depender más
de lo que podía extraer del territorio bajo su control y de las redes en Honduras.
En un comunicado posterior a sus oficiales, Sandino explicó: “Hemos hecho sentir
que no disponemos de ningún Gobierno indohispano y mucho menos de cualquier
otra nación del globo. Nicaragua está directa y únicamente representada por nuestro
Ejército y por lo mismo confiada a sus propios esfuerzos y recursos. Con estos mo-
tivos se han girado órdenes a nuestras columnas expedicionarias, para que perciban
de nacionales y extranjeros todo lo indispensable para su mantenimiento. Muchas
veces se ha dado caso de que al llegar una de nuestra columna a cualquier hacienda
o heredad que está en territorio nacional, se toman las mercaderías y provisiones
existentes en el lugar, y hasta llega a ocurrir casos en que nuestros soldados quitan
zapatos y vestidos a los proletarios, porque más que ellos necesitan eso nuestros her-
manos soldados, y porque no es justo que anden envueltos en harapos los hombres
que están fundando la libertad de Nicaragua... los capitalistas despojados, son los
primeros y directamente responsables de cuanto ha venido pasando en Nicaragua,
porque ellos trajeron a los mercenarios yanquis al territorio nacional”.
351

Sin embargo, la comunicación tiene por objetivo pedir a sus oficiales evitar in-
cendios de las haciendas que las dejan en ruinas visibles para todos. Para “sembrar
el terror”, dice “Bastaría con que los muchachos llevaran desatornilladores, para que
destornillen puertas y ventanas, y las quemen junto con los enseres de lo que haya
necesidad de destruir, como castigo y para sembrar el terror. Este procedimiento es
muy práctico y eficaz, y el bueno que veas de infundirlo a tus lugartenientes. Casas
quemadas quedan a modo de acusación. Casas sin puertas provocan sonrisas y el
castigo queda visible”51.
Decir que sus soldados estaban “fundando la libertad de Nicaragua” indicaría
un pensamiento que va más allá de la simple expulsión de los norteamericanos.
Sandino quizás ya visualizaba su triunfo a partir del hecho que la contienda militar
y política cambiaba a su favor. En Estados Unidos, la opinión pública, los medios
principales e importantes sectores del Congreso mantuvieron su oposición a la pre-
sencia militar en Nicaragua. A la presión política se agregaron las consecuencias
fiscales y presupuestarias de la crisis económica resaltando la carga económica que
representaba la ocupación militar.
Pero el factor decisivo que provocó el cambio en la política norteamericana de-
vino de una acción militar del EDSNN: el 31 de diciembre de 1930, un grupo de 10
marines que reparaban una línea telegráfica cerca de Achuapa fueron emboscados
por un destacamento al mando de Miguel Ángel Ortez muriendo ocho de ellos e hi-
riendo otro. En la legislatura norteamericana, el senador Borah retomó su campaña
para forzar el retiro de las tropas. En febrero el secretario Stimson se vio obligado a
convocar a Washington a la plana mayor militar y diplomática de la misión en Nica-
ragua. El 13 de febrero se ordenó el retiro inmediato de 1,500 marines, acordándose
que para 1 de junio de 1931 únicamente permanecería el batallón de instructores y
aviadores, y que ese restante saldría tras la conclusión de las elecciones nicaragüenses
a finales de 1932. Sin mayor acogida, el General Ben Fuller testificó ante un comité
de la cámara alertando que la Guardia no estaba preparada: “No viene al caso reti-
rar a todos los marines, dejando únicamente a oficiales americanos a cargo de esos
indios, porque se amotinarán muy probablemente y correrían a los oficiales ame-
ricanos. Por lo demás, formar un bueno soldado lleva un bastante tiempo en todo
caso, y en el caso de los nicaragüenses mucho más tiempo todavía”52. En términos
menos racistas, fue el mismo clamor de los políticos nicaragüenses implorando la
reconsideración de la decisión. Sandino en efecto había ganado la partida –a partir
del anuncio todo era asunto de sobrevivir hasta la fecha establecida.
En abril, el secretario Stimson anunciaba que los tropas estadounidenses serían
reconcentradas en Managua y que los inversionistas y propietarios norteamericanos
se abstuvieran de demandar la protección militar norteamericana –la histórica razón
de ser de las intervenciones con lo que se hizo palpable la irónica realidad que los
352

norteamericanos gozaban de mayor “protección” antes de la guerra con Sandino


que durante la misma.
Mientras tanto, tres columnas expedicionarias del EDSNN marchaban hacia la
costa del Caribe. Del total de 19 millones de dólares de inversión privada norteame-
ricana en el país, 16.5 lo integraban las plantaciones y empresas en la zona del Caribe
adonde residían unos 300 ciudadanos de ese país. Permanecieron varios acorazados
norteamericanos. Para febrero de 1931, los norteamericanos contabilizaban 42 ma-
rines muertos en combate y más de 300 choques militares contra el EDSNN con un
costo económico de 5.5 millones de dólares.
Ello significó un cambio en las relaciones de poder a lo interno de Nicaragua.
Aunque los marines y la Guardia harían todo lo posible para aniquilar a Sandino, el
factor tiempo ahora estaba a favor del guerrillero y la Guardia apenas daba señales
de coherencia para la transferencia de mando. Para colmo crecía el número de deser-
ciones y amotinamientos de centenares de Guardias liderados por mandos medios
y a veces dando muerte a oficiales norteamericanos y largándose con ametralladoras
pesadas que cayeron en manos de Sandino. El “jefe director” norteamericano de la
Guardia se vio obligado a enviar una directiva ordenando a los oficiales estadou-
nidenses “no despreciar ni abierta ni subconscientemente a los soldados rasos” ni
recurrir a “epítetos insultantes” contra los nicaragüenses. Los marines culpaban a
los sandinistas de las sublevaciones y la baja moral, sobre todo en las expediciones a
la búsqueda del elusivo y feroz “Pedrón Altamirano” cuyo solo nombre provocaba
pánico en las filas de la Guardia. A finales de 1930 los marines reportaban que las
tropas de Sandino estaban mejor apertrechadas que nunca contando con un flujo
sostenido de nuevos reclutas. El número de combates registrados por los marines
pasó de 26 en 1929, a 120 en 1930 y 141 en 1931. Para 1930 el gobierno norteame-
ricano registró que la Guardia había sufrido 12 guardias abatidos, en tanto otros 200
tuvieron que ser encarcelados y 323 desertaron53.
Hasta la Providencia parecía estar detrás de Sandino –quien nunca dudó que
este era el caso. A las 10:30 de la mañana del martes 31 de marzo de 1931, en plena
Semana Santa, Managua fue destruida por un terremoto. Los marines tuvieron que
replegar sus tropas hacia Managua para asistir en las tareas policiales. Pocos enten-
dieron porqué en vez de auxiliar a los heridos, los marines y la Guardia, se dedicaron
a provocar un cinturón de incendios. Junto a la Guardia, los marines fueron acusa-
dos de matar a quienes encontraban en los escombros y de saqueos.

El nacionalismo internacionalista
¿Cómo explicar entonces, durante este mismo periodo, el aparente cambio en el
análisis global y vocabulario político de Sandino? De por medio, muy probablemen-
353

te, el resultado de la desilusión de Sandino con la falta de respuesta “continentalista”


a la situación precaria del EDSNN de la cual el gobierno de México representara
la única esperanza –pero ya no sólo de parte de los gobiernos sino también de la
intelectualidad y sectores nacionalistas de las élites gobernantes que poco pudieron
aportar en lo material y habían desistido, en su mayoría, de la denuncia pública, so-
bre todo al período de ascenso de regímenes derechistas en gran parte de la región.
Filosóficamente, sin embargo, Sandino permaneció apegado a la noción vascon-
celista de Raza, reforzada incluso por el estudio de las obras de Joaquín Trincado
imprimiéndole un sentido de misión histórica que, en muchos sentidos, regresaba al
arielismo y las ideas de Rodó.
La desilusión, entonces, es más política que ideológica. Ni arielistas ni apristas
habían prestado apoyo efectivo a Sandino, y para ambas corrientes Sandino había
dejado de ser noticia; caso contrario a las organizaciones cominternistas y concreta-
mente el trabajo de los sindicatos, la Liga y el MAFUENIC que siguieron empujan-
do la causa de Sandino a lo largo de 1929, ya dentro del marco de una lucha de clases
y confrontación con sectores de la derecha, reflejando la polarización política de
inicios de los años treinta y la penetración de las ideas cominternistas. Sería natural
consecuentemente que Sandino también gravitara, fruto del análisis pero también de
la incidencia de los cominternistas en su propio Estado Mayor quienes sin duda con-
tribuyeron a la formación y probablemente la radicalización social del pensamiento
de Sandino. El pensamiento del General tuvo como base sus estudios, conocimien-
tos y experiencias: agregando y no restando. De manera que, más que un giro en el
pensamiento político de Sandino, existe una evolución acelerada del mismo dentro
de la progresión nacionalista–latinoamericanista–internacionalista universal y, por
otro lado, de cada vez mayor complementación de su antiimperialismo con la lucha
social. En alguna medida esta evolución permanece dentro del marco ideológico que
Sandino marcara en el Manifiesto de San Albino con que inicia su lucha. Tampoco
introduce variaciones mayores en la estrategia de lucha desarrollada en Nicaragua.
El primer sandinismo entonces es el resultado de la confluencia de diversas ideas e
ideales que fueron tomando cuerpo en el pensamiento, el sentimiento, la convicción
moral y la acción práctica de Sandino.
Lo fundamental a recordar es aquel Sandino como hombre de acción, pensante
con ideas propias lejos de ser obsecuente con teorías y doctrinas. Su apego al “frente
único”, ni “extrema derecha ni extrema izquierda” no es un posicionamiento neutra-
lista ideológico, como se a veces se ha pretendido ver, sino que obedece al objetivo
práctico de facilitar el aseguramiento de apoyo financiero y material para sostener la
resistencia militar en Nicaragua. Si para ello consideró necesario entrevistarse con la
cúpula mexicana en el poder, lo hizo –y cuando esto fracasa, entretiene hasta entre-
vistarse con Stalin en Moscú para pedir el aporte a su lucha libertaria.
354

En lo ideológico, su correspondencia indicaba que estaba cada vez más con-


vencido que lo antiimperialista era inseparable de lo revolucionario, que en el marco
nicaragüense ello significaba luchar tanto por la expulsión de las tropas extranjeras
como reformas sociales y democráticas marcadas por el nacionalismo económico.
La evolución de su pensamiento, como de tantos de la época, está marcada por la
crisis capitalista de 1929 y el derrumbe sistémico que muchos vieron a la vuelta de la
esquina, por la introducción de una perspectiva más global e histórica, alimentada a
la vez por la profundización de su pensamiento espiritual y filosófico, y por el des-
conocimiento de las implicaciones oscuras del ascenso absoluto de Stalin al poder.
Su apego al internacionalismo aparece en el Manifiesto de San Albino. Practicar
la solidaridad con los oprimidos de otras naciones fue asunto de principio y no tuvo
por límite las fronteras de Centroamérica ni de América Latina, aun cuando se le
dificultaba identificar rasgos revolucionarios en la población norteamericana. Nunca
sabremos hasta dónde Sandino estuvo dispuesto a asumir las implicaciones de un
mayor acercamiento al movimiento cominternista, con todo lo que aquello deman-
daba y representaba políticamente. La decisión del PCM de romper con Sandino en
abril de 1930 echó por tierra el viaje a Europa y la posibilidad de entendimiento mu-
tuo. Y fue decisión precipitada del PCM más que de la IC. Sólo se puede especular
cuáles pudieran haber sido los resultados históricos de una mayor aproximación del
sandinismo con el cominternismo: ¿un Sandino acompañado internacionalmente y
un cominternismo en mejor capacidad, al menos en América Latina, de no caer en
las manos de quienes mecánicamente trasplantaron hasta las consignas de la Revo-
lución Bolchevique a sus respectivos países?
En muchos sentidos, la izquierda en su totalidad pagó el precio del rechazo de
diversas voces latinoamericanas –Sandino, José Carlos Mariátegui, Julio Antonio Me-
lla– todos sancionados o apartados por considerarse revolucionarios latinoamericanos
–cada uno desde su propia perspectiva– que exigieron mayor deferencia de la Comin-
tern a las particularidades de las historias de América Latina y a los viejos ideales de
unidad y soberanía –a la realidad de cada país dentro de un cometido universal.
XV

Martí, Moscú y Managua

Sandino salió de México avisando a la vez al PCM que no podía seguir esperando
la llegada de los pasajes para viajar a Europa. Ignoraba que aquella “demora” obede-
cía a la decisión de las estructuras cominternistas de romper con él. Sandino incluso
expresó que mantenía su disposición de emprender la gira pero que lo haría partien-
do de Nicaragua. En tanto los cominternistas continuaron exigiendo que Sandino
cumpliera con su promesa de emitir un pronunciamiento contra el régimen mexica-
no, el General consideró que la falta de cumplimiento con respecto a la gira le exo-
neraba de aquel compromiso que en todo caso considera desagradable e innecesario.
Posteriormente los cominternistas adujeron que Sandino había roto los acuer-
dos. Pero no fue el caso: Sandino aceptó la invitación de la Liga pero la misiva for-
mal que solicitó nunca llegó. Prometió hacer las declaraciones referidas pero una vez
que fuera del territorio mexicano donde ya no peligrara la seguridad de su grupo,
pero no había dejado México cuando el PCM emitió su pronunciamiento fulminan-
te. Fue precisamente el 30 de abril de 1930, el último día de la estancia de Sandino,
el PCM terminaba de elaborar el documento de condena que fuera sometido a la
revisión del Buró Regional para el Caribe y el Secretariado Latinoamericano de la
Internacional Comunista.
Hay dos factores que pueden explicar la acción precipitada del PCM. Primero,
el hecho que Sandino regresaba a Nicaragua significó un dilema político grave para
los cominternistas mexicanos: en tanto el General retomaba la lucha antiimperialis-
ta en el terreno a la vez que el PCM emitía una condena, sólo restaba concluir que
los cominternistas y los Estados Unidos ahora coincidían en sus posicionamiento
anti-Sandino.
A menos que el PCM pudiera persuadir al mundo, y cuando menos a su propia
membresía que Sandino ya no libraba una lucha de carácter antiimperialista.
Aun así, el PCM confesaría ante el mundo haber estado equivocado a lo largo
de los años de apoyo entusiasta y dedicado al ejército sandinista. Como también se
habrían equivocado los Congresos Antiimperialistas y hasta de la misma Internacio-
nal Comunista en sus resoluciones de apoyo a Sandino. ¿Cómo era posible que hasta
ahora “descubrieran”: que Sandino no era más que un “ambicioso caudillo pequeño
burgués” que luchaba por la presidencia de Nicaragua? ¿En qué momento preciso
fue que Sandino dejaba de ser un luchador antiimperialista para convertirse en un
caudillo pequeño burgués? ¿Cómo mejor explicar a sus seguidores en el mundo que
ya no se podía seguir confiando en él? Y, sobre todo, ¿cómo era que Estados Unidos
356

seguía atacando y maldiciendo a Sandino, si el General no era más que un “vacilante


representante” de una clase social comprometida con el mismo imperialismo?
Si bien entonces fue descartada la opción de enviar a Sandino a un nuevo exilio
como propagandista del cominternismo a Europa, cabe especular si el PCM con-
sideró la opción de eliminarlo físicamente. Lo cual era la especialidad conocida del
famoso operativo Vitorio Vidali, a quien algunos achacaron el asesinato de Julio An-
tonio Mella. La celeridad con que Sandino salió de México tal vez obedeció al hecho
de considerar que su vida corría peligro en tanto, y ya no sólo por la mano nortea-
mericana. De hecho, aparecer muerto en México fácilmente hubiera sido achacable
a Washington, y conforme los emergentes métodos estalinistas, los cominternistas
hubieran sido los primeros en culpar al imperialismo. En todo caso, Sandino sale del
país al tiempo que el PCM decide sacar la denuncia para minimizar el costo político y
quitarle el apoyo de simpatizantes cominternistas a Sandino. El “desenmascaramien-
to” de Sandino que venía demandando Gustavo Machado.
Un segundo factor explicativo pudo haber sido la decisión de Sandino de separar
a Farabundo Martí. Mientras Martí permaneciera al lado de Sandino perduraba la es-
peranza de incidir en él y sus decisiones, cuando no directamente sobre el EDSNN.
Nadie sintió las consecuencias de aquella separación más que el mismo Farabundo
Martí y, en segundo lugar, Sandino, obligados por el contexto mundial de fuerzas po-
líticas a contraponerse uno al otro. El triste final de una historia hasta entonces her-
mosa y solidaria entre las dos figuras revolucionarias más celebres de Centroamérica.

José Agustín Farabundo Martí


Al igual que Carlos Aponte y Gustavo Macha-
do, Farabundo Martí llegó a las Segovias enviado
por las estructuras nacionales y regionales alfilia-
das a la Internacional Comunista. No por ello, por
supuesto, menos valiente, decidido y comprome-
tido con las ansias libertarias de los pueblos opri-
midos, ya no sólo de Centroamérica sino del mun-
do. Soldado y cuadro político cuya contribución
al EDSNN y a la formación y desempeño de Au-
gusto C. Sandino amerita mayor reconocimiento
histórico, independientemente del desenlace final.
Farabundo Martí (1893-1932)
Dos hombres extraordinarios, incólumes en la de-
fensa de los principios, profundamente antiimperialistas, internacionalistas ambos,
hombres de acción más que de palabras, pero, tal vez como consecuencia de todo lo
anterior y unido a lo fuerza de sus respectivas personalidades, no pudieron coincidir
357

en cuanto a estrategia y tácticas, aun cuando, en lo general, coincidieran en todo lo


demás. Dos hermanos centroamericanos cuyas vidas y cuyos legados florecieron en
la historia de sus pueblos.
Farabundo nació dos años antes de Sandino muriendo también dos años antes
del General sin haber cumplido los 39 años. Originario en Teotepeque, Martí estu-
dió derecho en la Universidad de El Salvador. Sus protestas políticas contra el régi-
men le llevaron a la cárcel en 1920, para luego ser deportado a Guatemala, de donde
también fue expulsado. Como la mayoría de los grandes idealistas de ese entonces,
llegó a México, asimiló el marxismo-leninismo, y se vinculó con el PCM y a las tareas
internacionalistas de la IC dirigidas desde México con la intermediación confusa del
PCM. Fue enviado por ese organismo a Guatemala donde participó en la fundación
del Partido Comunista Centroamericano y asumió por un tiempo la secretaría inter-
nacional del mismo1.
Deportado una vez más, regresó a El Salvador colaborando en la organización
de la Federación Regional de Trabajadores Salvadoreños –conocida como “La Re-
gional”–, organizando también diversos capítulos de la Liga Antiimperialista de las
Américas en Centroamérica. Se le llegó a conocer como “el mejor bolchevique” en
la lucha contra el dictador guatemalteco Estrada Cabrera. En 1928 fue llamado por
la sede de la Liga Antiimperialista de las Américas en Nueva York para ayudar a pre-
parar el plan de acercamiento a Sandino y el montaje de una red de solidaridad con
Nicaragua. Formó parte del Buró del Caribe del Socorro Rojo Internacional, otra
entidad importante cominternista que iniciaba acciones en Centroamérica.
En mayo de 1928 el allanamiento de las oficinas de la Liga en Nueva York
obligó a Martí, junto a Sócrates, a salir de aquel país para trasladarse a México. Allí
recibió orientaciones de trabajar junto a Machado y Julio Antonio Mella en la forma-
ción del MAFUENIC,en estrecha colaboración política con la Liga y siempre bajo la
conducción política del PCM. Fue entonces que, dentro del mismo plan de influen-
ciar a Sandino y lograr su acercamiento a los postulados ideológicos y políticos de
los cominternistas, que Martí se incorpora a la lucha en Nicaragua.
Al parecer, la decisión de enviar a Martí a Nicaragua fue tomada en Nueva York
como resultado de una decisión del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunis-
ta. Otras versiones indican que llegó nombrado por una asamblea de trabajadores
de La Regional junto a Luis Mariona, Guillermo Ajuria, Adán González y otros
dos. Se dice que “Martí parecía estar poseído por la irresistible fuerza de un deber
imperioso”, pero independientemente de ello, la formación política de Martí le hu-
biera hecho desconfiar del individualismo romántico, siendo miembro destacado y
disciplinado de una estructura partidaria centralizada. Si bien sobraban salvadoreños
dispuestos a integrarse a las filas de Sandino, siendo centenares quienes colaboraron
desde su país con el EDSNN en todo tipo de tareas, la selección y la canalización
358

de voluntarios combatientes debía ser organizada y vetada, sobre todo por razones
de seguridad. Sandino rehuía ofertas individuales de colaboración que no fueran
avaladas por estructuras confiables y por el mismo Turcios. Se sabía que agentes
norteamericanos pretendían llegar al campamento con la intención de asesinar al
guerrillero de las Segovias2.
El principal biógrafo de Martí, Jorge Arias Gómez explica: “precisa decirse que
‘La Regional’, dentro de su acción antiimperialista, había tomado la decisión de en-
viar a Nicaragua un contingente humano en apoyo de la lucha que libraba el Gene-
ral Sandino contra el agresor yanki. Además, ‘La Regional’ ayudaba, a su paso por
El Salvador, a los latinoamericanos que se dirigían a Nicaragua y, a la vez, recibe a
no pocos heridos de guerra que pasaban con destino a México”. A lo interno de
La Regional trabajaba arduamente un grupo marxista estrechamente vinculado a
la sección salvadoreña de la Liga Antiimperialista, de la que también se ocupaba
Martí, entrando en ocasiones en pugna en tanto el capítulo salvadoreño de aquella
organización fue de los pocos dominado por elementos nacionalistas unionistas ni-
caragüenses y salvadoreños apristas. Sin embargo, “La Regional” fue la precursora
del Partido Comunista del El Salvador fundado en marzo de 19303.
Portando carta de Gustavo Machado del MAFUENIC y la Liga, Martí llegó a las
oficinas de Froylán Turcios en Tegucigalpa para conseguir el aval final indispensable
y junto a ello las facilidades logísticas para llegar a las Segovias. En la carta Martí apa-
recía como delegado del MAFUENIC. El 22 de junio de 1928 Martí hizo su ingreso
al campamento de El Chipotón. Sandino llegó al encuentro de Martí con la mano
extendida. Una biografía de Martí dice que en ese momento “La imagen que se había
creado este [Martí] se deshizo. El General era de mediana estatura, de amplios hom-
bros. Cabellos negros, frente alta, barbilla voluntariosa. Se le veía cansado y soso, los
vivos ojos negros decían que se trataba de un hombre activo, enérgico. Le sentaba
bien el uniforme marrón oscuro, con el cual aparecía apuesto, deportivo”.
–Bienvenido, querido amigo –dijo Sandino– yo sé que Ud. personalmente y la
Liga Antiimperialista que Ud. encabeza han brindado una gran ayuda a mi ejército”.
Martí habrá explicado que no encabezaba la Liga, pero detalló el trabajo que se hacía
en México y El Salvador facilitando el tránsito de enseres hacia y desde Nicaragua, a
través de Honduras. “Así unidos debemos actuar siempre los latinoamericanos –dijo
el General con emoción. Entonces los yanquis no serán temibles para nosotros”.
Sandino a continuación le entregó el juramento del EDSNN indicando que lo
leyera para luego firmarlo. Martí lo leyó dos veces. Al igual que la mayoría de los
voluntarios extranjeros politizados incorporados al EDSNN, a Martí le resultaba
incomprensible el punto del Código militar señalando a Moncada como “desertor”
del Partido Liberal que ahora pasaba a ser representado por el EDSNN. Martí anotó
preguntas: “¿Quién era el tan odiado Moncada?, ¿En qué exactamente consistía la
359

relación del EDSNN con


el Partido Liberal? ¿Tomar
partido en una contien-
da intrapartidaria oligar-
ca? No obstante, Martí
asimiló la esencia social y
antiimperialista de la lu-
cha sandinista. Esa noche,
Farabundo escribió en su
diario: “Llegamos al cam-
pamento de nuestro Jefe
Supremo General Augusto
César Sandino... quedando
incorporados al Ejército
Defensor de la Soberanía
De izq. a dcha. (de pie) Aponte, Paredes, Sandino y Gilbert, Nacional de Nicaragua.
(sentados) Sócrates y Martí
Nuestra guerra contra los
invasores de Centroamérica está empeñada de manera formal. Se ha iniciado en Ni-
caragua la lucha liberadora de las Américas y se espera la acción conjunta de todos
los pueblos oprimidos del continente para barrer hasta el último vestigio del impe-
rialismo yanqui”. Fueron dos perspectivas diferentes, pero no incompatibles, sobre
la importancia histórica de la lucha sandinista, y para Sandino la visión de Martí era
no sólo bienvenida sino necesitada4.
Martí hizo las veces de asesor y tutor político de Sandino. El siempre estudioso
General había encontrado otro “maestro”. Entre ambos se desarrolló una relación
de amistad y camaradería, de admiración y respeto mutuo: Sandino apreciaba la pre-
paración política y teórica de Martí y le impresionó el dominio que Martí tenía de la
situación internacional, lo que quiere decir de lo que ocurría en la Unión Soviética y
el acecho de las potencias imperialistas, la contienda entre capitalistas y comunistas, y
la situación social dentro de los Estados Unidos. A su vez Martí reconoció la fuerza
del liderazgo de Sandino, la profundidad de su compromiso en la lucha contra las
tropas norteamericanas, y el gran conocimiento de Sandino sobre las luchas sociales
y agrarias en México. En muchos sentidos, Martí cumplía con la misión encomenda-
da por las estructuras cominternistas, lo que en otro contexto llamaran “comisarios
políticos” despachados para ayudar a “guiar ideológicamente” a movimientos revo-
lucionarios y anticolonialistas en el mundo. A diferencia de Aponte, Martí no con-
taba con experiencia militar pero conoció el mundo de la clandestinidad urbana. Sin
embargo, ingresó como militar y no como civil al EDSNN, suscribiendo el juramen-
to de ingreso, sujeto a órdenes militares y a la cadena de mando liderada por Sandino.
360

A diferencia de Machado, no llegaba a representar protocolarmente al MAFUENIC,


sino a integrarse en las filas militares. Pero Sandino reconoció que el mejor servicio
que podía prestar Martí era asistirle directamente en la parte política nombrándole
Secretario Privado y–aparentemente– Secretario de Relaciones Internacionales.
No por ello careció Martí de oportunidades para evidenciar su valentía militar,
que al fin y al cabo era el único camino para ganar la plena confianza de Sandino. Es
conocida la historia de que en una ocasión, Martí escribía a máquina cuando comen-
zaron a caer bombas sobre posiciones sandinistas. Fue cuando Farabundo dejó la má-
quina, y empuñó un fusil con palabras que pasaron a la historia: “cuando la historia
no se puede escribir con la pluma, se escribe con el rifle”. Acto seguido se parapetó
en la enramada de un árbol de la selva para abrir fuego contra los aviones yanquis. El
4 de mayo de 1929 Martí fue ascendido al rango de Coronel.
No se puede dudar del servicio prestado a Sandino en la correspondencia políti-
ca y la elaboración de documentos. Seguramente incidió en la redacción, ¿pero hasta
dónde en el contenido? Nadie lo puede determinar, pero no habrá sido poco aun
cuando el General insistió siempre en sus propios criterios lo cual evidentemente fue
asimilado por Martí. En lo escrito o dictado por el General no aparece, en lo general,
la fraseología cominternista lo que dice mucho de Martí. “Sandino y Martí buscaban
palabras fuertes, de gran contenido, que dieran entre ceja y ceja –dice la biografía so-
viética de Martí–. A Farabundo, que era un excelente agitador, le sorprendía la férrea
lógica de las intervenciones del ‘General de los hombres libres’ [sic] Este expresaba
sus pensamientos de manera clara, precisa, enérgica”...A Martí le atraía de Sandino la
honestidad cristalina, la incorruptibilidad, la sencillez en la vida privada”5.
Sólo se pueden imaginar las conversaciones nocturnas que enriquecieron la edu-
cación política de Sandino y sus oficiales, en tanto los extranjeros se instruían sobre
el mundo cultural de las Segovias. Cabe la hipótesis, por lo demás, que Martí incidió
en Pavletich al punto que este último dejó el aprismo para acercarse al cominternis-
mo. Por su parte, Sandino ya contaba con nociones socialistas libertarias lo que pudo
haber sido otra barrera a la absorción plena de las doctrinas bolcheviques, pero no a
la confianza política del General.
Los biógrafos soviéticos de Martí dicen “Martí conversaba frecuentemente con
Sandino... en muchas cuestiones sus opiniones coincidían. Pero tampoco faltaron
las divergencias y ambos amaban discutir. Martí, con sus conocimientos teóricos,
su valentía, su intransigencia, su habilidad para descifrar las complejas cuestiones
internacionales, era del agrado de Sandino. Entre los dos... surgió una amistad que
se fortalecía cada día. Y ello el momento en que Sandino le propuso al revoluciona-
rio salvadoreño ser el responsable las relaciones internacionales del EDSNN. Martí
aceptó con gusto esta proposición”6.
361

No hay constancia documental de la existencia del cargo de secretario de rela-


ciones internacionales en el EDSNN, pero lo importante no es el portafolio, sino
la confianza que Sandino depositó en Martí. Tampoco, como hemos visto, existe
certeza sobre si Sandino estaba enterado, en esa etapa, de la subordinación del MA-
FUENIC, y por ende del mismo Martí, al PCM y las estructuras del movimiento
internacional comunista moscovita.
Posteriormente, Sandino recordaría sus largas conversaciones de carácter ideo-
lógico y estratégico con Martí. No todas sus alusiones a Martí fueron consistentes.
Tampoco las de Martí sobre Sandino. Pero el último recuento que hace el General
sobre la relación con Martí parece ser el más franco cuando en noviembre de 1933,
alejado de las declaraciones más temperamentales, responde a un periodista amigo
en un ambiente relajado, quien le preguntó sobre aquellas diferencias. Sandino res-
pondió: “Con Farabundo conversé muchas veces sobre cuestiones políticas y socia-
les. Insistía en transformar mi lucha en una lucha por el socialismo. Estaba de acuer-
do con todas sus ideas y admiraba su talento, su sinceridad, pero le explicaba que por
el momento no era eso lo que cabía y que mi lucha debía seguir siendo nacionalista
y antiimperialista. Le explicaba que lo primero era defender al pueblo nicaragüense
de la guerra imperialista, librarlo de ella, echando de nuestro suelo a esos perros y las
compañías yanquis, y que el siguiente paso era organizar a los obreros. Su entusias-
mo y buena fe me dejaron una viva impresión y mucho lamenté su muerte”7. Otras
remembranzas expresadas por el General no fueron muy halagadoras, reflejando su
resentimiento ante la forma que fuera tratado por el PCM.
¿Sandino de acuerdo “con todas sus ideas”? Seguramente, ideales, entre ellos, el
fin de la explotación del hombre por el hombre. Terminar con el capitalismo para
llegar al comunismo. La propiedad privada y el capital como fuente de privilegio
y opresión. La divergencia, parece, fue en el plano de la estrategia y las tácticas en
referencia a la lucha en Nicaragua: la indicación que “por el momento” no cabía “la
lucha por el socialismo” sino echar a los norteamericanos y recuperar la soberanía
nacional. Echar a los soldados yanquis, pero también sus empresas, es decir, las ma-
nifestaciones económicas del imperialismo. Era a partir de aquella liberación–y no
antes, o tampoco como medio fundamental hacia ese objetivo– que Sandino previó
la organización de los obreros y campesinos para incidir en lo que Martí hubiera
llamado la nueva “democracia reformista burguesa”.
La divergencia se agrandó sin embargo en el momento que Moscú establece una
nueva fórmula universalista –ya prevista por Machado en su discurso antes mencio-
nado a la tropa– relativa a la construcción inmediata de un partido comunista de
obreros y campesinos en todos los países, y en Nicaragua que el EDSNN constitu-
yera ya el embrión del mismo. A Sandino le encantaba discutir y exponer, y lo hacía
de manera fraterna y directa. Pero dentro del nuevo marco estratégico y en el con-
362

texto de las presiones del PCM sobre Sandino en México, lo personal y lo político
se entrelazan para producir la escisión. Se dieron los encontronazos. Un biógrafo
dice: “Martí, para quien la lucha proletaria antiimperialista se convirtió en la finalidad
de toda su vida, pudo haber intentado atraer hacia la gran causa del comunismo a
Sandino, inculcarle la idea de que con la expulsión de los usurpadores del territo-
rio de Nicaragua la lucha no terminaba. Todo pudo ocurrir. Indudablemente, ellos
conversaron, discutieron sobre estos temas. Los testigos afirman que durante esas
discusiones Martí a veces no se detenía a buscar las expresiones más cuidadosas”8. Y
en efecto al fogoso Martí se le llegó a acusar de irrespeto al Jefe Supremo.
Otro biógrafo de Martí, Arias Gómez advierte, “debemos tomar en considera-
ción el papel de revolucionario comunista que Agustín Farabundo Martí desempe-
ñara. Como incasable agitador, tenaz e irreductible en sus propósitos y que hizo de
la lucha proletaria y antiimperialista un apostolado, resulta imposible imaginar que
en Martí está ausente su anhelo de atraer a Sandino a la causa del comunismo, pero
que tales anhelos resultaron totalmente fallidos”9.
Ambos irónicamente se consideraron “comunistas”, cada cual según su interpre-
tación: Sandino con una visión más cooperativista y “utópica” si se quiere, y Martí de
estricta adhesión marxista-leninista y por ende “materialista”. Ambos eran de izquier-
da y ambos compartían la crítica marxista del papel del capital –y Sandino en un mo-
mento repitió el enunciado de Lenin sobre el imperialismo como etapa superior del ca-
pitalismo y reconoce el papel de vanguardia jugado por el PCM. Compartían la visión
redentora de la clase trabajadora y la necesidad de la revolución proletaria mundial.
Lamentablemente la historia ha hecho caso omiso al análisis de estas afinidades:
“comunistas” y “anticomunistas” enlistaron a uno y a otro en sus respectivas causas,
al punto se sospecha, de falsamente atribuir expresiones a los protagonistas.

Ninguna clase de reforma en base a la opresión de la libertad


Aunque se habla de choques personales y de personalidad, en el fondo la con-
tradicción principal fue el producto de la nueva línea impuesta por el PCM y la IC
llevando al enfrentamiento con Sandino. Ese distanciamiento se traduce en una con-
tradicción personal y seguramente dolorosa para Martí: el tener que escoger entre
su subordinación militar (que es también política) al Jefe del EDSNN del que forma
parte, y su estatus paralelo de militante de las estructuras cominternistas bajo la su-
pervisión del PCM. Una historiadora sugiere que “el punto de ruptura [entre Martí
y Sandino] ha de buscarse no en su relación personal, sino en el cambio de política
que se dio en la Internacional Comunista y sus secciones en América Latina”10.
Martí y Sandino coincidieron en la necesidad del socialismo –la fraternidad uni-
versal, la construcción de una sociedad sin explotados ni explotadores– pero no
363

en los medios para llegar hacia esa meta, resultando inaceptable para Sandino la
dictadura del proletariado. Un testimonio que hace a un periodista en 1933 se dice
que “Sandino, que tiene sus ideas sobre el socialismo definidas, pero que no cree
en ninguna clase de reforma en base a la opresión de la libertad, rechazó las con-
tinuas insinuaciones del leader salvadoreño”. En esa misma conversación, Sandino
habla de quienes trataron de influenciarle ideológicamente –desde los apristas hasta
los cuákeros–incluye a Martí, “el propagandista del comunismo, [quien] vio que no
podía vencer en su programa y se retiró”, le dice a Belausteguigoitia. ¿Retirado por
órdenes del PCM o separado por Sandino?: “tuve que expulsarle del ejército por
haberme querido enmarañar, en México, en un enredo con los comunistas que me
costó muchos dolores de cabeza”, dijo después Sandino, pero el “enredo” no fue de
Martí sino de “los comunistas” quienes buscaron la manera de mantener a Martí en
las filas del EDSNN y como su representante ante Sandino; Martí deja de formar
parte formal del EDSNN cuando es nombrado representante del PCM ante EDS-
NN, lo cual no fue aceptado por Sandino quien insistió en que el nombramiento
fuera ante la Jefatura, seguramente para cerrarle el paso a toda incidencia directa
de Martí y el PCM sobre el EDSNN obviando a Sandino. El PCM aceptó la nueva
formulación pero luego vino un altercado y la expulsión formal de Martí, lo cual fue
la gota que rebasó el vaso del PCM. Fue entonces que Laborde escribió a las estruc-
turas de la Comintern aduciendo que tras la expulsión de Martí del EDSNN, sólo
cabía el rompimiento público con Sandino11.
Las personalidades no ayudaron: ambos podían ser tercos y temperamentales.
Se habla en ocasionales hasta de exceso de copas por parte de Martí, lo cual siempre
fue mal visto por el General, y hasta de exabruptos pistola en mano cuando en Mé-
xico, hacia finales de la relación, Martí sufría una presunta crisis nerviosa.
¿Habrá jugado un papel el sentir “materialista” de Martí frente a las inclinacio-
nes espiritistas de Sandino? Aunque no debe presumirse, sin embargo, que por “co-
minternista” Martí no compartiera aquel interés por lo esotérico. Existe evidencia
incluso que Martí y Sandino compartieran creencias masónicas acudiendo ambos a
actividades y ceremonias de Logia de Mérida. Algunos, por el contrario, aducen que
las creencias espiritistas de Sandino jugaron su parte en la ruptura con Martí. Eso es
difícil de comprobar aunque partidarios de esta tesis suelen citar una carta, cuyo ori-
ginal nadie conoce, en que Sandino supuestamente explica a sus correligionarios es-
piritistas en México estar cumpliendo con sus “orientaciones” de enfrentar a Martí.
Se trata de una carta de Sandino dirigida a uno de sus maestros espiritistas, Francisco
Vera, con fecha 23 de abril de 1930, en la que Sandino dice: “Sobre el caso del ex
compañero Martí, debo manifestarle que todo se efectuó tal como a esa cátedra me
fue avisado con anterioridad, lo cual debe tomarse en cuenta para que se tenga en el
lugar que le corresponde a tal elemento que trató de perjudicarnos lo más posible”.
364

La formulación es extraña y Sandino no era dado a aceptar orientaciones políticas


de nadie. La fecha sin embargo coincide aproximadamente con el de la ruptura12.
Al poco tiempo, en febrero de 1931, Martí envió al Socorro Rojo Internacional un
informe oficial en el que, entre otros puntos, señala “En Nicaragua está en el poder
Moncada, agente del imperialismo yanqui, a quien combatimos desde las Segovias,
cuando Sandino estaba apoyado por las organizaciones antiimperialistas revolucio-
narias, antes de que Sandino traicionara al movimiento antiimperialista mundial para
convertirse en un caudillo pequeño-burgués liberal con aspiraciones a gobernar Ni-
caragua dentro de los moldes burgueses semifeudales y semicoloniales”13.
Existen otros testimonios –principalmente de la figura tan odiada por los co-
minternistas, el Dr. Pedro José Zepeda –que afirman Martí fue expulsado del EDS-
NN por ser “espía” del PCM, lo cual no obedece a la verdad en tanto Sandino
aceptó aquel nombramiento de Martí por parte del PCM, el 20 de marzo de 1930,
aún cuando el nombramiento político resultaba incompatible con la condición de
miembro del EDSNN y subordinado militar de Sandino. Zepeda llegó al punto de
negar que existieran acuerdos con el PCM, lo cual tampoco fue cierto, ya que hubo
acuerdos específicos aunque sufrieron incumplimiento de una y otra parte.
En realidad, la decisión del PCM de romper con Sandino puso en un aprieto a los
militantes o simpatizantes comunistas en las filas del EDSNN. Los oficiales en Méxi-
co escucharon violentos intercambios entre Sandino y Martí. Y Sandino no ignoraba
la influencia que el mismo Martí tenía entre aquellos oficiales, particularmente en los
extranjeros más politizados que eran a la vez perseguidos por la policía mexicana. Fue
entonces que Sandino llegó a la conclusión que la separación de los extranjeros “le-
gionarios” era la única salida viable. Esto incluía a Andrés García Salgado y Esteban
Pavletich. García recuerda cómo Sandino, poco antes de marcharse de México, les
reunió eximiéndolos del deber de regresar a las Segovias. “Naturalmente todos ratifi-
camos nuestra decisión de continuar fieles a la conducta que nos había inspirado, ver
libre a Nicaragua o perder la vida en el intento; todos nosotros veíamos en Agustín
F. Martí un jefe y un maestro y por las conversaciones que con él habíamos tenido
sentimos en las palabras de nuestro General que él se sabía cada vez más solo, más
abandonado no sólo del gobierno de México, sino también de una izquierda que le
planteaba exigencias imposibles de cumplir, porque está dispuesto a ir al sacrificio en
sus montañas y cumplirle al pueblo nicaragüense su ofrecimiento de lucha hasta lo-
grar la salida de la marinería yanqui; que pudiera adoptar otras forma de lucha, no era
posible concebirlo siquiera”. Eso fue en la Ciudad de México en febrero de 193014.
Sandino también expresó opiniones adversas sobre Martí. Lo hizo dentro del
marco de la decepción ocasionada por los continuos ataques del PCM en “El Ma-
chete”, y por otros órganos cominternistas. La mayoría de las declaraciones de San-
dino al respecto se hicieron en 1933, tras la firma del acuerdo de paz y durante un
365

año en que Sandino hizo esfuerzos por llegar a la opinión pública nicaragüense,
teniendo en cuenta que ser comunista era para entonces ilegal, pero sin caer en un
anticomunismo vulgar. Porque al fin y al cabo Sandino continuó considerándose
“comunista” dentro del marco de la “comuna de amor y de ley” predicada por Joa-
quín Trincado. En consonancia con el pensamiento anarcosindical, Sandino siguió
pensando que el objetivo del comunismo no era la toma del poder sino garantizar la
libertad personal y social de las personas en un país libre. Quizá un asunto más de
método que de objetivo15.
Sandino no responsabilizó a Martí ni al movimiento cominternista de la esci-
sión, sino al propio liderazgo del Partido Comunista Mexicano haciendo una se-
paración un tanto forzada entre cada parte. La hostilidad se mantuvo y el General
llegó mirar con suspicacia los esfuerzos del PCM de incidir en los círculos sindicales
en Nicaragua e incluso de infiltrar las filas del EDSNN, enviando al mismo Martí y
otros cuadros profesionales en misiones clandestinas a Nicaragua.
Se agudizaron las diferencias. Y es en ese contexto que también aparece la tan
citada referencia a Martí (en la entrevista con Belausteguigoitia en 1933) que no
siempre ha sido valorada en su contexto real. En primer lugar la pregunta formulada
por Belausteguigoitia ya es tendenciosa: “Se ha dicho en ocasiones que su rebelión
tenía un marcado carácter social. Hasta se les había tildado de comunistas. Entiendo
que este último dictado ha obedecido a una propaganda tendenciosa y de descrédito.
¿Pero no hay programa social?” La frecuentemente citada respuesta de Sandino es
confusa porque primero dice que “en distintas ocasiones se ha tratado torcer este
movimiento de defensa nacional, convirtiéndolo en una lucha de carácter más bien
social. Yo me he opuesto con todas mis fuerzas”.
Es decir, convertir la guerra nacional contra la intervención militar en guerra
de clases, lo cual para Sandino no correspondía a las condiciones sociales y políticas
de Nicaragua toda vez que el proletariado era débil y las divisiones en el seno de la
burguesía liberal eran aprovechables para la causa. Belausteguigoitia indirectamente
señaló que el ideario social se inclinaba por la pauta libertaria anarcosindicalista que le
hizo diferir de Martí: “Sandino, que tiene sus ideas sociales definidas, pero que no cree
en ninguna clase de reforma en base a la opresión de la libertad, rechazó las continuas
insinuaciones del líder salvadoreño, y este terminó abandonando las filas de Sandino”.
En algunas ocasiones, Sandino magnificó aquellas diferencias, pero en otras
subrayó las afinidades. “Realmente, yo nunca tuve ninguna disputa ideológica con
él, [Martí] –dice Sandino a Nicolás Arrieta en 1933– pero por su rebeldía no supo
comprender las limitaciones de mi misión a México, ni su categoría de subordinado.
Antes de ser fusilado vivó al comunismo internacional y dijo que antes de morir,
aunque había sido expulsado de su ejército, quería morir gritando: ¡Qué viva el Ge-
366

neral Sandino!”. Tres meses antes de morir, Sandino recuerda con cordura: “Su en-
tusiasmo y buena fe me dejaron una viva impresión y mucho lamenté su muerte”16.
Otra expresión de Sandino sobre Martí fue recogida por Salvador Calderón
Ramírez y Carlos Fonseca al subrayar la cercanía tanto política como personal de la
relación: “Nos separamos colmados de tristeza y en la mayor armonía, como dos
hermanos que se quieren, pero que no pueden comprenderse”. Lo cual denota un
sentimiento de respeto y de admiración mutua, a pesar de las diferencias.
En la versión del biógrafo Arias Gómez, Martí antes de morir recordó a San-
dino de manera afectuosa: “Parte de ese lapso breve de vida que le queda, Martí lo
destina para recordar la figura del General Sandino, explicando que su separación
del gran guerrillero estuvo impulsada por el hecho de que Sandino entró en relación
con el ex presidente de México, señor Emilio Portes Gil y, posteriormente, con el
sucesor de este, a los cuales califica de agentes del imperialismo. [Sandino nunca
tuvo comunicación con Pascual Ortiz Rubio en quien dijo no confiar]... por eso me
separé de Sandino... En ese tiempo yo era comunista, comprendí que Sandino ni
entonces ni después sería comunista”17. Al menos no comunista dentro de las doc-
trinas imperantes de la Internacional Comunista.
Se dice que Farabundo, poco antes de morir, escribió o dijo lo siguiente: “Doy
testimonio ahora de la entereza moral, de la pureza absoluta del General Sandino.
Me consta que en México recibió ofertas repetidas de considerables sumas de di-
nero, con tal de que abandonara su lucha en las Segovias y que esas ofertas fueron
rechazadas por el General con la más noble indignación. Mi rompimiento con San-
dino no provino, como se dijo alguna vez, de divergencia en principios morales o
por normas opuestas de conducta. Me negué a seguirle nuevamente a las Segovias
porque él no quiso abrazar el programa comunista que yo defendía. Su bandera era
sólo la independencia y no perseguía fines de rebelión social... Y ya para morir, a dos
pasos de la ejecución, declaro solemnemente que el General Sandino es el primer
patriota del mundo”. La declaración causó un gran revuelo y fue utilizada para con-
trarrestar la propaganda cominternista18.
Escribió Cerdas Cruz, “al fracaso intento de trasformar la lucha nacional-li-
beradora de Sandino en revolución social, siguió el intento de la Internacional Co-
munista de transformar una insurrección indígena y campesina [en El Salvador] en
revolución soviética. A la llamada traición de Sandino, que Martí desmentiría gallar-
damente en su condición personal frente al pelotón de fusilamiento, siguió el asalto
revolucionario al poder en El Salvador”19.
Sandino dio su versión: “Estaba de acuerdo con todas sus ideas... pero le expli-
caba que por el momento no era eso lo que cabía y que mi lucha debía seguir siendo
nacionalista y antiimperialista. Le explicaba que lo primero era defender al pueblo
nicaragüense de la guerra imperialista, librarlo de ella, echando de nuestros suelos
367

a esos perros, a las compañías yanquis, y que el siguiente paso era organizar a los
obreros”. Con esas palabras Sandino da fe del avance en su formación y claramente
haber trascendido concepciones estrechas nacionalista o patriotera de antiimperia-
lismo, para pasar a un entendimiento más estructural del fenómeno imperialista (la
ocupación económica, punto recalcado en la propuesta de paz con Sacasa). Hay
otra visión hacia el futuro que pasa ciertamente por la organización sindical y hasta
política de la clase trabajadora y de la política estatal, procurando cambiar la política
nicaragüense tras la salida de los marines20.

La reacción de la Secretaría de la IC y del camarada Stalin


Un día antes de abandonar el territorio mexicano, el 30 de abril de 1930, Her-
nán Laborde, en nombre de una mayoría del Comité Central (no fue unánime) del
PCM, despachó a las estructuras superiores de la IC el proyecto de comunicación
anunciando la ruptura con Sandino. Bajo el titular “El partido comunista mexicano
ha apoyado hasta aquí la lucha del General Sandino en Nicaragua”, Laborde acusó
a Sandino de haber abandonado la lucha revolucionaria y le llamó “caudillo peque-
ño burgués con aspiraciones a la presidencia” y “traidor a la causa del proletariado
mundial”. “El Comité Central declara que Sandino ha dejado de ser un luchador
antiimperialista para transformarse en un caudillo pequeño–burgués, se ha metido
en una lucha de grupos dentro de una lucha por el poder burgués. En consecuencia,
los trabajadores de México y de Nicaragua, del continente y del mundo entero no
pueden tener nada en común con Sandino”21.
Laborde no esperó el visto bueno de la IC. El documento fue hecho público el
26 de mayo en la primera plana de El Machete, órgano oficial del PCM, que todavía
circulaba clandestinamente, precipitando una crisis a lo interno del partido, de la Liga
y sobre todo del MAFUENIC. Aquel sectarismo dividió, en vez de unir, los esfuerzos
contra el intervencionismo norteamericano planteando otra vez la separación entre
revolución socialista y nacionalismo antiimperialista que habría de perdurar al menos
hasta la Revolución Cubana de 1959
Ya de regreso en las Segovias, Sandino hizo lo imposible por ignorar la polémica
aunque cabe poca duda que se sintió profundamente herido por aquellas acusacio-
nes y epítetos inmerecidos. En agosto escribió a Pedro J. Zepeda “Para mí es difícil
entrar en discusiones con personas tan estúpidas, como las que me han atacado a las
espaldas en los momentos que comprendieron que en atención a mayores actividades
mías contra el enemigo común, no me podría defender de sus nuevas calumnias”.
Atribuía el problema no al cominternismo en su conjunto, sino específicamente a
Laborde de quien dice: “No es cierto que Laborde, con su pequeña camarilla que le
rodea, sean Comunistas... ¿Dónde está, pues, la traición que el conservador furibun-
368

do de Laborde dice habérsele hecho al Partido Comunista de México? Yo creo que


si a Laborde se le sigue un proceso por calumniador es fácil llevarlo a la cárcel para
ejemplo de los falsos apóstoles que quieran seguir su línea”.
En tanto Zepeda había negado la vinculación entre Sandino y el cominternismo,
Sandino reconstruye honestamente en esa carta la historia de su relación con aquel
movimiento. Explicó que había sostenido correspondencia con “todas las agrupa-
ciones antiimperialistas del Continente, pero con ninguna tenemos compromisos
políticos, porque nuestra misma pauta del Ejército lo prohíbe”. Sandino dice que los
documentos que Laborde insistió se hicieran públicos, los publicaría en un libro que
el General mismo escribiría al finalizar la guerra. Explicaba también el asunto de la
gira y su aceptación de la misma, pero que los fondos nunca llegaron, lo cual podía
pero no debía interpretarse como una burla, expresó Sandino: “tenemos consciencia
de que la falta de cumplimiento de la Liga Antiimperialista consistió en la falta de
recursos y no por mala intención contra nosotros... en nada les culpo y siempre les
aprecio en lo que valen”22.
Sandino buscó la comprensión de Willy Münzenberg y Henri Barbusse en Eu-
ropa tratando de convencerles que la tarea más urgente para Nicaragua seguía sien-
do la conformación de la alianza más amplia posible, nacional e internacional, para
terminar con la intervención militar imperialista, reconociendo dentro de la cual a la
clase desposeída, que sería “la que llegaría hasta el final” el garante de la victoria so-
cial. Asevera la existencia de una lucha de clases y reservó para Nicaragua el derecho
“de hacer la guerra civil”, pero no era ese el momento histórico y por el contrario
resultaba, según él, un contrasentido estratégico introducir ese tipo de consideracio-
nes en tanto permanecieran los marines en Nicaragua.
Pero ya para entonces, la Secretaría Latinoamericana del Comité Ejecutivo de la
IC se había visto obligada a pronunciarse con respecto a las acusaciones del PCM,
el cual presentara una especie de fait accompli a sus estructuras superiores. El 24 de
junio de 1930 la Secretaría, sorpresivamente, critica la decisión “unilateral” del PCM
y fijó su propia posición con respecto a Sandino. Les molestó no haber sido debi-
damente consultados pero, en términos políticos, ya era difícil desautorizar al PCM,
el partido comunista de mayor importancia en la región y el encargado de velar por
la línea de la IC en la sub-región. No obstante, el documento de la Secretaría fue
enviado a todos los partidos comunistas de la región y no tardó en filtrarse.
En aquel escrito, la Secretaría desde Moscú, analizaba detenidamente y cono
mucho mayor razonamiento político todo lo sucedido, criticaba al PCM, y procura-
ba derivar lecciones para todo el mundo cominternista sobre lo ocurrido:
“La cuestión de la actitud de los comunistas con respecto a Sandino, plantea la
cuestión de su actitud en general con respecto a los movimientos revolucionarios an-
tiimperialistas que pueden surgir y desarrollarse bajo la dirección de caudillos liberales
369

pequeños burgueses... La falta que vosotros habéis cometido con Sandino en el pasado
y en la conversación con él, fue la de representarlo como un jefe susceptible de desa-
rrollar la lucha hasta su fin y de instaurar un verdadero gobierno obrero y campesino
en Nicaragua, de querer que él actuara como un comunista, haciendo declaraciones
contra el gobierno mexicano, en una palabra, que él desarrollara una política comu-
nista revolucionaria consecuente, en vez de considerarlo como lo que es y lo que será:
un caudillo liberal que trata de llegar al poder y que, para realizarlo, debe emprender la
lucha armada contra el imperialismo yanqui, actuales agentes en Nicaragua.
Sandino, a pesar de haber roto los tratados que tenía firmados con nosotros,
aceptaba las armas del gobierno mexicano para volver a Nicaragua y recomenzar la
lucha contra la marina yanqui y las tropas del gobierno nicaragüense, juguete de Was-
hington. Los telegramas recibidos los últimos días muestran que lucha con las armas
en la mano. En estas condiciones, abrir una campaña contra él porque destituyó a su
secretario comunista [Martí] y rompió con nosotros es una falta grave, una traición
directa a la lucha revolucionaria antiimperialista; es hacerle el juego al imperialismo
yanqui. Si el PC de Estados Unidos... renuncia a desarrollar la más activa campaña a
favor de Sandino en los EE.UU mismos; será tanto como poner bajo una máscara
de puritanismo revolucionario, la traición a su deber más elemental y ponerse, por
su silencio, al servicio del gobierno imperialista de Washington. Sandino lucha con
las armas en la mano, debe recibir el apoyo de todos los comunistas y de todos los
trabajadores en su lucha contra el imperialismo yanqui.
...Nosotros debemos apoyar y, no obstante, criticar, comprendiendo que su lu-
cha sin ser consecuente, no es, por ello, menos una lucha revolucionaria y criticar
por lo que tienen de inconsecuente; haciendo de nuestra crítica –naturalmente deli-
cada en las circunstancias actuales– una ayuda, un apoyo a la lucha emprendida y no
una demolición de Sandino, que serviría solamente al gobierno de Washington. He
aquí las contradicciones que nos demuestran que debemos abordar los problemas
políticos que se nos plantean, armados con la dialéctica de Marx y no con una lógica
abstracta y escolástica. Es por esto que el Secretario Político de la IC pide revisar la
línea política fijada en vuestra declaración del 30 de abril, en el sentido a que estas
directivas se contravienen”23.
La misiva se remite con copia a la prestigiada Liga Mundial contra el Imperia-
lismo y al Secretariado Sudamericano en Buenos Aires. La crítica es reveladora aún
cuando no se propuso exonerar a Sandino ni desautorizar al PCM. En alguna medida,
le da la razón a Sandino quien insistió que la ruptura obedeció más bien a malos cál-
culos políticos del PCM y de Laborde, y no del movimiento internacional en su con-
junto. Pero el daño ya estaba hecho para ambas partes: el PCM y ahora las estructuras
de la IC debían de emprender un esfuerzo masivo para contener la deserción de las
filas del MAFUENIC, la Liga y en algunos partidos comunistas de los admiradores de
370

Sandino. Por su parte, Sandino también perdía de parte apoyo político en la izquier-
da sufriendo la burla de quienes le acusaron de haber sido entrampado en querellas
sectarias intestinas de los cominternistas, poniendo a Sandino en un campo análogo
al de Trotski. “Eso de Sandino es cosa de los comunistas” fue la respuesta muchas
veces recibida por sectores políticos y sociales ajenos a los PC que todavía intentaban
colectar fondos. Publicaciones como El Repertorio Americano, tras período eufórico de
apoyo a Sandino, perdieron su entusiasmo y mostraron desacierto24.
El PCM no acató la solicitud de rectificación de la IC. Insistió vehementemen-
te que su posición fuera asumida por el movimiento en su conjunto ahogando las
voces disidentes como la de Henri Barbusse y Willy Münzenberg de la Liga Contra
el Imperialismo (LCI) en Berlín. El asunto fue elevado al más alto nivel –al todo-
poderoso Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética, Josef
Stalin, quien se percató de lo acontecido a partir del hecho que el Comité Colonial
del Partido Comunista de Estados Unidos (Worker’s Party) emitiera una resolución
de apoyo al pronunciamiento del PCM contra Sandino. Hay diversas versiones de lo
sucedido, pero coinciden en el hecho que un Stalin sorprendido pidió una reunión
urgente del Secretariado de la IC25.
En la reunión, Stalin sacó el texto de la resolución y presuntamente dijo: ‘Yo
tenía entendido que el General Augusto César Sandino era un patriota que defendía
a su país de la invasión de tropas extranjeras. Según parece he estado equivocado.
Conforme esta resolución de la Comisión Colonial del Partido Comunista de Es-
tados Unidos se trata de un vulgar ‘aventurero pequeñoburgués’. De modo que la
Internacional Comunista y los Partidos Comunistas no han hecho otra cosa que
apoyar a un vulgar aventurero pequeñoburgués. Camaradas, quisiera saber, a nom-
bre del Partido Comunista de la Unión Soviética, quiénes son los culpables de tan
grave error que hemos cometido’.
L.M. Roy, un cominternista hindú con trayectoria en México, trató de dar una
explicación: “Camarada Stalin, es que hemos estado equivocados con respecto a San-
dino. Hace poco supimos que su ejército apenas contaba con 400 hombres y no los
miles que creíamos”. Stalin respondió: “De manera que es una cuestión numérica.
Entonces debo decirle, camarada Roy que, en cuanto se refiere al Partido Comunista
de la Unión Soviética y la Internacional Comunista, seguiremos considerando al Ge-
neral Sandino y a sus heroicos compañeros como heroicos patriotas que defienden
a su país frente a los agresores extranjeros y que, en nuestra opinión, la decisión del
Comité Colonial del Partido Comunista de Estados Unidos es un grosero error”26.
La respuesta de Stalin –de ser verídica– no selló la discusión y el argumento
empleado por Roy no fue el mejor: aquel asunto de números evocaba la discusión
entre mencheviques y bolcheviques, y de la suprema importancia de las posiciones
“correctas” por encima del número de sus adherentes. Pero tampoco Stalin fue un
371

“sandinista”. En realidad, quienes conocieron a Stalin o han estudiado sus métodos


establecen que muchas veces contradecía abiertamente a quienes le rodeaban con el
simple objetivo de sacudir a la burocracia y sentar la base de intrigas que favorecían
al máximo líder; en este caso sacudir a la burocracia de la IC. Con el tiempo, los
métodos estalinistas de campañas fantasiosas terminaron en asesinatos y destierros
políticos. El mismo Laborde fue víctima de un viraje súbdito y hasta fue expulsado
del partido por órdenes del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, pero el
asunto de Sandino no figuró entre las acusaciones que se le hicieron. De manera que
la posición de Stalin no tuvo ninguna consecuencia práctica en el terreno. Y, como
hemos visto, la crítica del Secretariado de la IC al PCM fue de otra índole y difícil-
mente habrá sido revisada por Stalin quien poca atención prestaba a América Latina.
Es lo que revela hasta el momento la documentación en los archivos soviéticos.
La valoración que en 1980 hizo Rafael Carrillo, predecesor de Hernán Laborde
como Secretario General del PCM, lo resume bien todo aquel episodio: “por razo-
nes de la dirección del partido ruso, que era quien manejaba la IC, de acuerdo con las
necesidades del estado soviético, decidieron marginar las viejas directivas, las viejas
concepciones leninistas de crear frentes nacionales... se obligó a un cambio de línea
política de todos los partidos de todas partes del mundo; y en países como México y
toda América Latina tuvo efectos verdaderamente devastadores... En ese torbellino
de cosas, llega el pobre de Sandino a México, y como él no quería volver a luchar a
la Nicaragua de entonces por [encargo de] del poder soviético, le cayeron todos los
anatemas que ustedes pueden imaginar, esa es el verdadera razón, la razón profunda
de esa lucha de los comunistas con Sandino, a quien habían ayudado en otras condi-
ciones, cuando la línea política era diferente”27.

Los cominternistas nicaragüenses


Como bien explicó Carlos Fonseca décadas después, la Unión Soviética de los
años 30, acosada por las potencias capitalistas, puso en primer lugar su propia de-
fensa, “situación [que] fue interpretada de manera dogmática por la generalidad de
los dirigentes de los partidos comunistas del Caribe y de América, al tiempo de la
segunda etapa de la lucha sandinista. En resumidas cuentas se cayó en una subes-
timación del peligro imperialista yanqui”. En realidad, no había otra interpretación
permitida dentro de las estructuras afines a la Internacional Comunista, en la que
existía poca libertad de asumir criterios que no fueran aprobados de antemano por
el Partido Comunista de la URSS, y que por ende, estaban sujetos a las intereses del
mismo de Josef Stalin.
El resultado fue lo que Fonseca denominó “la asfixia política de la lucha san-
dinista”, restándole apoyo de la izquierda nacional e internacional en aquella lucha
372

que, quizás, hubiera podido asegurar la sobrevivencia política y organizativa del san-
dinismo, evitando el aplastamiento total en 1934: “la injustica de la soledad a que el
mundo terminó por reducir a Sandino”. Porque es en aquel contexto que Sandino
se dejó seducir nuevamente por los Salvatierra, Calderón y Lara cuando se negoció
una paz que respondió más a las necesidades e intereses del régimen de Sacasa y de
Estados Unidos. Fue víctima del rezago ideológico del país y que se vio reforzado
por la línea dogmática adoptada por la izquierda cominternista de entonces y por la
subsiguiente animosidad del mismo Sandino hacia aquella corriente28.
Desde México, el Partido Comunista Mexicano siguió insistiendo en su propagan-
da que el EDSNN debía echar a Sandino y pasar a convertirse en un partido político
con sus propios dirigentes políticos civiles marxistas. Existía un programa de “anti-
imperialismo y revolución agraria” casi estandarizado que la IC recetaba a los países
“coloniales y semicoloniales”. Hasta la década de los setenta se escucharon voces adu-
ciendo que Sandino no tenía un proyecto político nacional–es decir que no prestaba
atención debida a la construcción de un partido político y a la “toma del poder”.
¿Cuál era la alternativa propuesta por Sandino una vez que los marines fueran
expulsados y retirados de Nicaragua? En 1928 Sandino esbozó propuestas especí-
ficas de reforma social, derivadas de lo que conociera en México y de sus lecturas,
para “constitucionalizar” el gobierno de Moncada. Luego elaboró ideas para la ne-
gociación con Sacasa en 1932 –negociación de la cual Sacasa sacó mejor partido.
Lo cual no quiere decir que Sandino no concibiera que el EDSNN tenía un papel
propiamente político que jugar. Al menos hasta la firma de la paz, el General con-
sideró que, a medida que se retiraban los marines, se producía un vacío de poder
que ni la Guardia ni ninguna fuerza política existente estaba en capacidad de llenar.
El EDSNN de Sandino representaba el contrapoder aunque permanecía limitado al
campesinado radicalizado del norte, desprovisto de aliados significativos a lo interno
e internacionalmente. Y no sólo Sandino sino diversos políticos, para 1932, consi-
deraron que el EDSNN se estuviera convirtiendo en una fuerza política y militar
que no podía ser ignorada. Pero la visión de Sandino siguió siendo más social que
propiamente política. En una circular con fecha 27 de agosto de 1932 dice: “Nues-
tro ejército se prepara a tomar las riendas de nuestro poder nacional, para entonces
proceder a la organización de grandes cooperativas de obreros y campesinos nicara-
güenses...”. Y hacia finales de ese año, elevó la parada al exigir, junto al retiro de los
marines, el desconocimiento de tratados inicuos firmados con Estados Unidos y con
la intervención financiera, lo que consideró igualmente indispensable para lograr la
plena independencia del país29.
Pero hasta allí. No contaba con probados luchadores sandinistas con la edu-
cación formal y política suficiente para articular propuestas y para asumir mandos
gubernamentales. Sin el apoyo de intelectuales y sindicales de izquierda, Sandino
373

debía depender de los llamados “directores políticos” como Sofonías Salvatierra,


Estanislao Lara y hasta el mismo Zepeda, entre otros, todos de formación liberal
y de extracción social privilegiada. No ignoraba el predicamento y pensó en los es-
tudiantes –en agosto de 1932 se dirigió a ellos anticipando la necesidad de contar
con “cuadros” para complementar el esfuerzo del EDSNN: “Nuestro ejército de
obreros y campesinos anhela fraternizarse con los estudiantes, porque comprende-
mos que de nuestro ejército y ellos sacaremos hombres, quienes, con nuevas orien-
taciones, harán de nuestro suelo una Patria luz, que será benéfica hasta para nuestros
hombres de política pasada... a excepción de los de la clase mencionada... por haber
matado con sus ambiciones materiales el vínculo de nacionalidad que les asistió”30.
Parte del costo de la escisión fue que el General no confió en el incipiente movi-
miento obrero nicaragüense, ni este en él, habida cuenta de la campaña de desprestigio
impulsada insistentemente por el cominternismo mexicano. Los pronunciamientos
del Partido Trabajador de Nicaragúense, fundado en 1931, pecan de incoherencia con
respecto a Sandino y reflejan la presión ejercida por los cominternistas sobre aquel
movimiento. Un documento titulado “Nuestra tarea inmediata en Nicaragua y en
Honduras”, de fecha 5 de mayo de 1931, ataca directamente a Sandino. Se mal escon-
de el afán de recibir la bendición oficial de la Comintern acatando estrictamente sus
instrucciones. Poco después en carta circular de fecha 18 de abril de 1931, el Buró del
Caribe de la Comintern, , urgía nuevamente a los partidos afiliados a apoyar a lo que
llamó el “Ejército Libertador” y a la vez desenmascarar y criticar las “vacilaciones”
de Sandino. Hizo un llamado a aprovechar el descontento social en Nicaragua para
impulsar la formación de un partido comunista y de “sindicatos revolucionarios”.
Orientó asimismo a los partidos afines en México, El Salvador y Honduras enviar
“camaradas confiables” a Nicaragua para apoyar la fundación del nuevo partido. Otra
carta del 16 de junio del Secretariado Latinoamericano ratificó los lineamientos ante-
riores subrayando la necesidad de transformar al Partido Trabajador Nicaragüense en
una partido comunista para promover la revolución comunista31.
El PTN cumplió fielmente con lo orientado. Hicieron el llamado a concretar la
revolución “agraria y antiimperialista” de conformidad con el análisis de la IC. “Él
[Sandino] lucha para expulsar a los marines de Nicaragua. Nosotros luchamos por
la misma cosa y por eso nosotros le daremos todo el apoyo posible para ello. Pero
Sandino nunca va a tomar la tierra para los campesinos. Nosotros luchamos para
tomar las grandes haciendas y para distribuir la tierra entre los campesinos. Sandino
no lucha por pan y trabajo para los obreros. Nosotros luchamos para mejorar radi-
calmente las condiciones de la clase obrera. Sandino está dispuesto para llegar a un
compromiso con el imperialismo yanqui si los marines son sacados. Nosotros lucha-
mos por la expulsión de marines y de todas las fuerzas imperialistas [...] El General
Sandino no se propone luchar por la completa independencia nacional de Nicaragua
374

y por la liberación de los obreros y campesinos de la opresión extranjera y nativa...


en el curso de las luchas obreras se ha aprendido que Sandino no representa los
intereses de los obreros y campesinos aunque ellos han apoyado, y deben continuar
apoyando, la lucha armada dirigida por Sandino para arrojar a los Marinos de Nica-
ragua, a causa de que esta es una lucha revolucionaria contra el imperialismo yanqui.
Por ninguna parte aparece referencia a la “soberanía” o a lo “nacional”32.
Hubo otra proclama del PTN que evidenciaba las contradicciones entre quie-
nes pusieron el acatamiento a la posición sectaria de Moscú por encima del enten-
dimiento con Sandino, las organizaciones estudiantiles y otras identificadas con el
guerrillero. Esto al menos se deduce de una extraordinaria proclama difundida por
su Comité Central del PTN, llamando a los trabajadores a “ocupar sus puestos” y
repudiar a Sacasa. Lo extraordinario es que la guerra del EDSNN no se mencionaba
en absoluto, aun cuando entraba en detalle sobre la politiquería libero–conservado-
ra. Posición de avestruz que ya dejaba entrever la hostilidad hacia los movimientos
militares de liberación nacional.
Todo hubiera quedado en propaganda y consignas de “clase contra clase”, de
“transformación de la revolución democrático–burguesa en revolución socialista”, a
“la hegemonía del proletariado” y, “la dictadura democrático–revolucionaria de los
obreros y los campesinos”–todo un tanto ajeno a la realidad imperante en la región.
El salvadoreño Miguel Mármol recordó con desagrado las posturas “extremistas y
pueriles” de sus colegas del partido comunista contra la pequeña burguesía, recor-
dando “la ola de los que yo llamo ‘proletarismo estúpido’ nos hizo mucho daño
entonces y después. Prácticamente era considerado como un crimen el uso de la
corbata por parte de los comunistas. Yo tuve que botar mis camisas de cuellos, por-
que sólo en camiseta era uno bien recibido entre los compañeros. En caso contrario,
caían sobre uno las burlas, las cuchufletas y en ocasiones hasta los insultos”. A las
realidades ya difíciles de Nicaragua se agrega la del sectarismo, quedando anulada
la posibilidad de que Sandino auspiciara la formación de una coalición amplia de
carácter popular pero no excluyente. Si Sandino buscó alianzas en la otra dirección,
en alguna medida fue resultado de la intransigencia del PCM y el cominternismo33.
Hubo un intento de Sandino de desvirtuar las conjeturas de que se había “vendi-
do”. En agosto de 1933, ya firmada la paz, el General escribió un documento curio-
so en el que invitaba al “proletariado centroamericano y de cualquier parte del globo
terrestre” a formar parte de lo que llamó los “Comuneros Centroamericanos”. El
documento y el llamado han intrigado a los historiadores toda vez que Sandino esta-
ba en tren de abandonar las armas. Pudo haber sido un “bluff ” de cara a las difíciles
negociaciones con Sacasa y la falta de protección, pero también pudo haber repre-
sentado una respuesta histórica y clasista a los cominternistas, cuyo planteamiento
para Centroamérica también fuera regional. Sandino incluso indicó estar enviando
375

una delegación a cada país centroamericano para tomar contacto con contrapartes
y “para conectarlas con los obreros y campesinos en Centro América y lanzar la
proclama de Unión Centroamericana bajo el nombre de Comuneros Centroameri-
canos”, explica a José Idiáquez, agregando que “solamente los obreros y campesinos
centroamericanos podremos, de manera limpia, restaurar nuestra federación...”34.
De manera paralela hizo un llamado a los gobiernos centroamericanos a recons-
tituir la Federación de la Unión Centroamericana, declarando derogados la doctrina
Monroe y el tratado Chamorro–Bryan, llamando a la conformación de un Ejército
Autonomista de Centroamérica bajo la dirección del mismo Sandino. Las “pautas”
que dictó para el nuevo ejército fueron esencialmente las mismas que habían regido
al EDSNN y la bandera también:.“El Ejército Autonomista de Centro América, es
la vibración espiritual de la raza indohispana y el mantenimiento de los derechos de
efectiva libertad, frecuentemente violado por los Gobernantes imperialistas de todo el
Continente, con muy raras y honorables excepciones... usará la bandera y divisa rojo
y negro”. La bandera había sido depuesta con la firma de la paz en Nicaragua, pero
ahora Sandino parece recogerla nuevamente en el contexto centroamericano. Sandino
aquí subrayaba el compromiso con la liberación de toda Centroamérica misma que él
y los suyos indicaban estar dispuestos a dirigir, o al menos forzar a los gobernantes, in-
cluyendo al de Nicaragua, hacer valer la independencia de sus países de cara a Estados
Unidos. “La Institución Militar del Ejército Autonomista de Centroamérica, es la suce-
sión de la epopeya segoviana en Nicaragua, gallardamente llevada a cabo por el EDS-
NN, que encabezó el ciudadano indohispano, General don Augusto C. Sandino”35.
El contenido social, de clase, fue claro. “Nuestro movimiento de Unión Centroa-
mericana –explica a Pedro Altamirano el 30 de marzo el de 1931– quedaría desligado
de los elementos burgueses, quienes en todos los tiempos no han querido obligar a
que aceptemos las humillaciones del yanqui, por resultarle más favorable a sus intere-
ses de burgueses”. Amenazó con tomar como campo de operaciones todo el territo-
rio centroamericano para combatir a los norteamericanos y a sus aliados: “También
nosotros contaremos con todos los obreros y campesinos para combatir la política
yanki en Centroamérica”. El mensaje fundamental de Sandino fue a ofrecer un pro-
yecto regional que compitiera con el cominternismo sindical.
En efecto, desde inicios de 1931 el Buró del Caribe de la IC se empeñó en
conformar una sección centroamericana para restarle popularidad a Sandino. Como
resultado, hubo una creciente movilidad de los cuadros cominternistas centroame-
ricanos por la región y en particular hacia Nicaragua. Farabundo Martí sostuvo re-
uniones secretas cerca de San Albino con los futuros fundadores filocominternistas
del PTN. Alrededor de la misma fecha, el cominternista guatemalteco Néstor J.
Juárez fue deportado a León logrando vincularse con organizaciones obreras. San-
dino hizo una apelación al viejo unionismo y al proyecto federalista promovido por
376

los viejos partidos radical-demócratas. Su llamado a la formación de la Unión de


los Comuneros Centroamericanos (obreros y campesinos) apareció entonces como
su propuesta para crear la anhelada federación; una especie de reinterpretación del
bloque obrero-campesino de los cominternistas36.

Colindres entotorotado: la “república democrática” de Nicaragua


Por medio del PCM, la Internacional Comunista desarrolló un plan maestro
para descabezar políticamente a Sandino y tomarse la dirección política del EDSNN.
Tras la fracasada insurrección campesina de enero de 1932 en El Salvador, la IC
descartó las estrategias insurreccionales y apuntó a la conformación de un bloque
obrero y campesino a nivel regional.
En tanto Sandino permanecía ocupado preparando las bases de la negociación
con Sacasa, el Partido Comunista Mexicano daba cumplimiento a la instrucción del
Buró de instigar una lucha en Nicaragua al margen de Sandino. Andrés Vega y José
de Paredes, hasta entonces personas de confianza de Sandino –el Coronel Vega
considerado por Sandino apto para ocupar una posición ministerial– convencieron
al General Juan Bautista Colindres proclamarse “Presidente Provisional de la Repú-
blica Democrática de Nicaragua”, desconociendo el resultado de las recientes elec-
ciones y las inclinaciones negociadoras de Sandino para optar por la continuación
de la guerra, esta vez, de claro corte inter–clasista. Colindres estaba al margen de las
discusiones ideológicas, pero muchos le consideraban el segundo al mando y, en ese
momento, al frente de la importante columna número 12 del EDSNN estacionada
estratégicamente en la aldea de San Benito, al norte del departamento de Chinande-
ga. La intención era forzar la mano de Sandino y, cuando menos, impedir que llegara
a un arreglo con Sacasa.
Sandino preparaba su posición negociadora que, según carta del 9 de noviembre
de 1932 a Altamirano, conllevaría asumir el control militar de la nación entregando
el poder gubernamental a figuras liberales de su confianza –Escolástico Lara, Salva-
dor Calderón Ramírez y Pedro J. Zepeda, entre otros.
Paredes y Vega, probablemente bajo instrucciones de la IC, desarrollaban ya
proselitismo al interior del ejército sandinista. La meta cominternista era despojar
a Sandino de toda legitimidad, ya que su figura continuaba siendo popular en la re-
gión, lo que para aquellos representaba el principal obstáculo para la conformación
de un contingente obrero-campesino en abierta confrontación con la burguesía.
Liberar también por ende al EDSNN del liderazgo “pequeño burgués y traidor” de
Sandino. También creyeron que esa maniobra dificultaría que México reconociera al
gobierno de Sacasa.
377

Un estudio sobre el movimiento obrero nicaragüense indica que, antes de ingre-


sar a las filas del EDSNN en 1932, Vega estuvo vinculado a la Federación Obrera y
Campesina (FON). Se dice que rehusó un curul en el Congreso por no verse obligado
a vestir de saco y corbata. En el EDSNN se dedicó a tareas de propaganda, publican-
do un volante aparecido en León y Chinandega firmado por él (lo cual indicaría que
todavía no formaba parte del EDSNN) en el cual publicaba a manera de denuncia, fo-
tografías de marines. Una poca confiable fuente dice que Arturo Vega, exilado en San
Salvador, se ganó la confianza de Sandino, quien le nombró Coronel, describiéndole
como “magnífico candidato para desempeñar un ministerio”. Se cree asimismo que
Vega tenía posiciones de ultra–izquierda alineadas con las del PCM y que fue enviado
a infiltrarse en las filas de Sandino para realizar proselitismo con la tropa37.
A Sandino le habrá dolido y sorprendido la acción de Colindres, quien le acom-
pañaba desde la insurrección de San Albino. Había chocado con Colindres en más
de una ocasión y le perdonó incidentes de “auto–licenciamiento” diciendo posterior-
mente “siempre le tuve aprecio y nunca desconfianza”. Sabía también que Colindres
no era proclive a discusiones ideológicas. En carta a Altamirano, Sandino culpa a
Vega más que a Colindres, citando una carta que Arturo [Andrés] Vega escribió a Co-
lindres “dándole opiniones o instrucciones”38. Ordenó la preparación de un Consejo
de Guerra con todos los jefes del EDSNN para juzgar a Colindres, Paredes y Vega
para decidir la suerte “de los descarriados hermanos”39. No quiso proceder unilate-
ralmente: remitió al General Altamirano los documentos y explicación política deta-
llada, pidiendo su opinión y la del General Irías al respecto. Atendiendo a sus méritos
históricos, el castigo a Colindres se limitó a marginarlo del servicio activo. Siempre
pendiente del registro histórico de los acontecimientos, Sandino pidió a Altamirano
que “con todo el cuidado” regresara los documentos, “sin dejar un sólo papel”40.
Sandino adujo que Vega y Paredes fueron los culpables de “entotorotar” a Co-
lindres, el “descarrilado hermano”. “Como cuestión de jugar al clavito”, Colindres
había cometido una “estupidez que de seguro le costará la vida”. El General Ismael
Peralta recibió órdenes de detener a Colindres y “al farsante Arturo Vega, quienes
serán reconcentrados a este Cuartel General, con lo que quedará terminada la ocu-
rrencia y estupidez del Gral. Colindres, que seguramente ha sido víctima de malos
consejeros, porque en el Gral. Colindres nunca me imaginé una ambición tan des-
enfrenada y tonta”. Colindres luego pidió perdón al Jefe, quien le dio el beneficio
de la duda. “Se ha sentido muy apenado con lo ocurrido, pues por sus explicaciones
hemos comprendido que fue víctima de estúpidos mal consejeros”. Paredes fue
expulsado o simplemente se le permitió fugarse: hubiera sido políticamente delica-
do fusilar a un mexicano41. Hay distintas versiones sobre su suerte y parece haber
terminado sus días invocando su servicio en Nicaragua para conseguir un empleo
dentro del gobierno mexicano. En cuanto a Vega, Somoza aduce en su libro que fue
378

ejecutado por el General Ismael Peralta cerca de Santo Tomás, Chinandega. Otro
testimonio poco creíble dice que Vega “se derrumbó instantáneamente y con él
cualquier esperanza de infiltrar el movimiento insurreccional de Sandino de comu-
nismo”. A Colindres se le conmutó la sentencia. Otros dudaron que Vega hubiera
sido pasado por las armas42.
Aprendida la lección, Sandino instruyó a los generales Juan Pablo Umanzor y
Juan Santos Morales a “volar candela a diestra y siniestra, y no dejar meter a pícaros
en nuestras filas, quienes lleguen a politiquear y a meter la cizaña en la misma gen-
te”. Entre los aludidos figuraban miembros del PTN, quienes con la colaboración
de los cominternistas salvadoreños, venían formando cuadros marxistas con miras a
crear o fortalecer los partidos comunistas, tal como solicitaba la IC. Ya para enton-
ces el PTN había sido objeto de persecuciones y fue declarado ilegal en 1933 por
el gobierno “liberal” de Sacasa. En el fondo, al igual que los cominternistas, la clase
gobernante nicaragüense pretendía impedir la conformación de una alianza entre los
sandinistas y los sectores de izquierda en Managua y en otras ciudades del Pacifico.
El PTN sin embargo coincidió con Sandino en querer deslegitimar las elecciones de
noviembre de 1932. “Aquella actitud simbolizó la unidad posible entre la creciente
clase obrera urbana y la lucha armada campesina de Sandino. Pero tal actitud de
“simpatía” no se tradujo posteriormente en una unidad en la acción”, dice Vargas.
Las razones: el acercamiento de Sandino al grupo “conciliador” sacasista por un
lado, y la adopción de posiciones de cominternistas por los dirigentes del PTN. Fue
parte de la tragedia mayor del nacionalismo patriótico de aquellos años: rechazada
por la izquierda derivó hacia posturas y políticas en la otra dirección43.

“El nacionalismo no puede dejar ningún provecho al pueblo”


La firma del convenio de paz en febrero de 1933 dio lugar a otra ofensiva pro-
pagandística del PCM y la IC sintiéndose reivindicados en cuanto a su posiciona-
miento previo frente a Sandino. “La traición de Sandino y las lecciones aprendidas
de su dirección pequeño burguesa en la lucha antiimperialista” fue el encabezado
enviado el 14 de febrero a Moscú y a los partidos comunistas de la región.
Nuevamente, la dirigencia mexicana subordinó el análisis de la situación concre-
ta de Nicaragua a los lineamientos globales soviéticos. Mostraba desconocimiento
y distanciamiento del momento político en Nicaragua, la naturaleza del EDSNN y
del liderazgo social y político de Sandino. No es que Sandino acertara totalmente en
su interpretación y prognosis, o que el documento firmado no tuviera deficiencias
serias, pero al fin y al cabo obedecía a una lectura atenta de lo que el General consi-
deró posible y hasta deseable en aquel momento. Y seguramente debió de tomar en
cuenta la actitud hostil y represiva de uno y otro gobierno hacia los denominados
comunistas en los sectores sindicales y en el PTN44.
379

Todavía en mayo de ese año, la revista El Germen, órgano oficial del PTN, hizo
eco de la línea cominternista, al insistir que el “nacionalismo no puede dejar ningún
provecho al pueblo” por lo que se debía impedir que Sandino se transformara en
“un caudillo para sus fines personales”. En agosto, la primera reunión del Comité
Central del PTN resolvió “establecer lazos con Sandino, previa auscultación de su
pensamiento sobre los problemas políticos y sociales de Nicaragua; desde la óptica
del PTN, para ver si habían coincidencias entre el Partido y Sandino”. Se dieron
algunos contactos entre dirigentes del PTN y Sandino pero no llegaron a acuerdo
alguno, habida cuenta la reticencia del mismo Sandino de cara a la corriente domi-
nante antisandinista en el PTN.
Sandino no mostró mayor interés en el acercamiento con algunos disidentes del
PTN. Existe la anécdota sobre el intento del Partido Trabajador Nicaragüense (PTN)
de vincularse a Sandino. Onofre Guevara López recogió el relato de Justo Solórzano,
uno de los comisionados por el PTN para entrevistarse con Sandino en Managua. El
General no quiso hablar con ellos porque no quería “nada con los comunistas”. Esta-
ba bajo la creencia de que el PTN estaba demasiado dominado por el marxismo oficial
internacional. Otros dos delegados del PTN, Maravilla Almendárez y González Mora-
les, “eran de criterios antisandinistas evidentes, lo que creó entre ambos un ambiento
tenso e incomprensivo... evidentemente, ellos no reflejaban el sentimiento general del
Partido Trabajador Nicaragüense”. Y en efecto, en ocasión de las elecciones de1932,
el PTN había lanzado la consigna “Contra las Elecciones, a Favor de Sandino”. Se
dice que Maravilla Almendárez exclamó “si a este [Sandino] no lo elimina la Guardia,
lo tenemos que parar nosotros”. A inicios de 1934, ellos, como tantos otros, advir-
tieron a Sandino que se tramaba algo en su contra. Aquellas dos ramas del incipiente
movimiento popular –la obrera-campesina rural, liderada por Sandino; y la obrero-ar-
tesanal-urbana, representada por el naciente PTN– fueron aisladas una de otra acen-
tuándose las debilidades de cada parte. Contra toda lógica y oportunidad histórica, no
pudo materializarse una estrategia independiente que uniera a los dos sectores sociales
subalternos: el movimiento campesino sandinista y el obrero-estudiantil45.
No se trataba de un desprecio del General hacía los trabajadores o sus sindicatos,
como tal. El sindicalismo era asunto de principios para Sandino: “Con los obreros
y campesinos quiero forjar una nueva Nicaragua. Vamos a organizarlos. Compra-
remos en Managua un edificio para hacer la Casa del Obrero, como hacen en Mé-
xico... Tendremos un periódico que será pequeño, porque para los grandes ideales
no se necesitan grandes periódicos”. Pero el hecho es que, a pesar de su prestigio y
su compromiso ideológico con la clases populares, Sandino, nunca recibió el apoyo
desinteresado de las instancias sindicales y partidarias obreras nicaragüenses. Ya para
entonces, se dejaba conducir políticamente por el estrecho círculo de liberales y el
mismo presidente Sacasa, en quienes confió desmedida y trágicamente46.
380

Para el PCM, la firma de la paz en febrero de 1933 fue supuesta prueba que San-
dino “ha ingresado al grupo de los terratenientes y de la burguesía nicaragüense...
para continuar la explotación de las masas trabajadoras y su dura ofensiva contra los
obreros y los campesinos”. Al firmar Sandino la “paz” con las clases enemigas de
los obreros y campesinos, la nueva tarea de los comunistas era apoyar a “grupos de
rebeldes que continúan en pie” en el “Ejército Libertador” y no siguen a Sandino.
“Al mismo tiempo debemos de mostrar a las masas la política de los comunistas y su
participación en movimientos tales como el del Ejército Libertador... bajo la direc-
ción del proletariado” en tanto “la clase obrera de Nicaragua desarrolla su indepen-
dencia política y construye un partido comunista”. En su análisis, el PCM insistió en
interpretar la realidad nicaragüense a la luz de la experiencia bolchevique y en menor
medida la mexicana, aduciendo la existencia de un campesinado en Nicaragua que se
había unido a Sandino en la lucha por la expropiación de la tierra47.
Algunas declaraciones de Sandino de excesivo apego y elogio hacia el presidente
Sacasa fueron recogidas en el órgano del PCM, El Machete, para acusarle de haberse
convertido “en el brazo derecho de Sacasa”. En consecuencia “corresponde a las
masas obreras y campesinas de Nicaragua, bajo la dirección del proletariado revo-
lucionario, levantar la bandera de la lucha antiimperialista, que será a la vez lucha
contra los lacayos del imperialismo, Sacasa y Sandino, el ‘rajado’ de las Segovias”. El
documento acomodaba la realidad para hacerla calzar con la teoría preestablecida.
Quisieron utilizar a Sandino como evidencia de que en Nicaragua, o en país “se-
micolonial” cualquiera, la conducción de la lucha antiimperialista no podía estar en
manos de la “pequeña burguesía”48.
“La vacilación y traición fluyen del carácter pequeño burgués de la conducción,
confirman entonces que mostrando que sólo la clase obrera, dirigida por el partido
comunista puede encabezar la revolución agraria y antiimperialista y conducirla a la
victoria”. ¿Revolución agraria en la Nicaragua de 1932? ¿Capacidad real de la clase
obrera nicaragüense de actuar con independencia política en aquel momento? Plan-
teaban la aplicación de la receta global teórica con respecto al campesinado, que tal
vez pudo haber correspondido a la lucha de Emiliano Zapata o la del campesinado
salvadoreño, pero que en el análisis de Sandino no correspondía a Nicaragua, habien-
do explicado en alguna ocasión que su lucha tampoco tenía un carácter “agrarista”,
al que estaba familiarizado por sus estancias en México. Y aunque su análisis no fue
perfecto, al menos era el reflejo de una insistencia y de un principio: el de pensar con
cabeza propia, generar ideas propias requeridas por una realidad también propia.
El escrito acusaba a Sandino de condescendencia “al pactar con el imperialismo
yanqui”, al ignorar el hecho de que la Guardia Nacional se estaba construyendo como
un arma militar de Wall Street con oficiales yanquis; de haber aceptado entregar una
381

concesión a Estados Unidos para la construcción del canal; y –no podía faltar– el
“no haber repudiado al político burgués Zepeda, representante en México, quien
ha denunciado obreros y campesinos revolucionarios”. Mentiras, tergiversaciones
y medio verdades que ocultaban un sinnúmero de realidades de aquel momento en
Nicaragua, pero apuntaban a otras de consecuencia real. Los riesgos y costos que
Sandino decidió asumir: riesgos de coexistir con la GN, el costo de haber mantenido
a Zepeda, enemigo acérrimo de la izquierda, en México como vocero –un papel que,
debe reconocerse, cumplió con lealtad y efectividad, siendo el conducto principal
utilizado por Sandino para hacer llegar su información a los medios internacionales.
La controversia sobre Zepeda, sin embargo, fue un asunto secundario que re-
flejó la obsesión personal de Laborde y, anteriormente, de Machado. El asunto de
fondo siempre fue la estrechez programática del cominternismo en su “tercer perío-
do” y el consiguiente desprecio de los partidos comunistas y del PTN hacia la figura
nacionalista de Sandino. Junto a ello la suspicacia de Sandino tras las denuncias en
su contra lanzadas por el PCM años atrás y la línea anti Sandino que propagaba en
Centroamérica. Fue imposible, bajo estas circunstancias, concretar una alianza de
obreros y campesinos en Nicaragua, por lo que Sandino llegó a depender aun de los
“conciliadores” liberales –“pacifistas” les llama Fonseca Amador– en sus negocia-
ciones con Sacasa, llevando todas las de perder.

Morir como un pobre diablo


El PCM no tuvo la decencia mínima de guardar un momento de silencio tras el
asesinato de Sandino. Por el contrario, se aprestó fríamente a declarar que Sandino
“había sido víctima de su propia traición”. Unos condenaron a Sandino en nombre
del comunismo, otros condenaron el comunismo en nombre de Sandino, y otros
simplemente condenaron el “Sandino-comunismo”.
La muerte de Sandino encandiló la discusión pero ni aquel crimen hizo variar la
posición del PCM. En El Machete, en su edición del 8 de marzo de 1934, apareció
un artículo que concluye: “...Sandino había traicionado la causa de la lucha antiim-
perialista –en la que tan brillante papel jugó durante varios años– con el propósito
de ganar la Presidencia de Nicaragua y para conseguirlo no tuvo empacho en fusilar
a algunos de sus subordinados que se negaron a aceptar la rendición. Pero todo lo
que logró fue morir como un pobre diablo, cuando podía haber sido un verdadero
campeón de la lucha contra el imperialismo y por la liberación nacional de los pue-
blos del Caribe. Esto muestra mejor que cualquier explicación teórica la importancia
de los caudillos pequeño–burgueses, incapaces de llevar hasta al fin la lucha contra
el imperialismo, que sólo la Internacional Comunista conduce consecuentemente en
todo el mundo capitalista y colonial”49.
382

Si presumimos sin embargo que la mayor parte de la población trabajadora po-


bre de Nicaragua vivía en el campo, la diferencia de fondo entre los planteamientos
comunistas y los de Sandino se reducirían a dos: la interpretación del carácter de
la lucha de Sandino, y si existía en el ideario de Sandino o bien, existía una fuerte
demanda por la tierra en el campesinado nicaragüense que debió pesar más que el
cometido antiimperialista. Da la impresión de que, al plantear de manera tan central
el asunto de la tierra, los cominternistas mexicanos y centroamericanos obedecían
más a la consigna del momento que a la demanda expresada por el mismo campesi-
nado nicaragüense, creyendo que si la distribución de la tierra no era el problema era
porque los campesinos eran pequeños capitalistas.
Aunque el PTN coincidió con Sandino sobre la necesidad de boicotear las elec-
ciones de 1932, la coincidencia –expresada en la consigna ‘Contra las elecciones, a
favor de Sandino’– no pasó a más, y por cierto rayaba en la disidencia de cara a la línea
impuesta por el PCM. Los argumentos fueron repetidos sin mayor imaginación en los
medios cominternistas y afines en el continente, hundiendo por un tiempo la repu-
tación de Sandino y cuando menos causando significativa confusión50. Por ejemplo,
un escrito atribuido al futuro presidente de Venezuela, Rómulo Betancourt, entonces
militante del Partido Comunista de Costa Rica y miembro de su dirección, dice:
“Sandino, el ex guerrillero de las Segovias, el que estuvo durante varios años
encabezando la protesta de los obreros y campesinos de Nicaragua contra la inter-
vención yanqui, es ya hoy un hombre arrinconado en el basurero de la historia. Su
traición a la causa que cuesta millares de víctimas proletarias, es evidente hasta el
escándalo... No se contentó el antiguo guerrillero con traicionar él su causa, sino
que también se convirtió en asesino de quienes quisieron continuar siendo leales
a ella. Dos de sus tenientes fueron fusilados por orden suya y como respuesta a la
propuesta por ellos sustentada ante el vergonzoso pacto de Managua. El fracaso de
Sandino es, lo repetimos, una buena lección para los trabajadores de América Latina.
Ya debemos convencernos, definitivamente, de que no son ‘providenciales’ lo que
se necesitan, para ir codo a codo con las masas explotadas ayudándolas a libertarse,
sino hombres de posesión de ideas claras, firmes, con base doctrinaria en las con-
clusiones geniales de Carlos Marx. Hay que destruir también el mito del ‘caudillo’,
del libertador con sable y espuelas, del machetón con ribetes de héroe. Sandino re-
correrá a América. Por aquí lo veremos pasar, exhibiéndose como un oso de circo,
escoltado por una legión de palomillas y recibiendo ramos de flores de las chiquitas...
La legación americana acaso le abrirá sus puertas para un té danzante ‘prestigiado’
por los diplomáticos. Pero entonces también la palabra proletaria costarricense se
hará oír, vibrante y enérgica, demostrándoles al traidor de las Segovias que los traba-
jadores saben cómo tratar a los de su calaña”51.
383

Programáticamente, Sandino permaneció en el campo nacionalista aun cuando


filosóficamente compartía los ideales de fraternidad internacionalista que fueron
los que guiaron la construcción de su proyecto social en las cooperativas que es-
tablece al finalizar la guerra en la zona de Wiwilí. En El Salvador y en Brasil, los
cominternistas llevaron a cabo insurrecciones desastrosas, lo que en aquel país ha
sido llamado “la primera intentona comunista en América”, valiente pero alocada y
provocadora de una de las represiones más sangrientas y prolongadas en la historia
de la región. Caballero aclara sin embargo que la IC no tuvo nada que ver con los
sucesos salvadoreños que, hasta donde se sabe, parecen haber sido una iniciativa
espontánea de los mismos cominternistas salvadoreños, incluyendo Martí. No así el
caso del alzamiento brasileño de 1935 que sí contó con la aprobación de Moscú52.
Con el tiempo, Laborde y los suyos fueron víctimas de otro giro en la línea in-
ternacional en 1940, también acusados de traidores al oponerse a la nueva política de
“unidad a toda costa” impuesta por la IC. Por órdenes de Stalin, la IC ahora tiraba
por la borda la consigna de clase contra clase para hacer otro giro de 180 grados
de colaboración de clases y “frentes nacionales” contra el fascismo. A partir de la
invasión nazi de la Unión Soviética, Stalin ahora libraba una “gran guerra patriótica”
de la “madre patria rusa” contra las tropas invasoras. Esta vez, Sandino se hubiera
sentido reivindicado.
Tanto Sandino como el sandinismo, junto a la izquierda de la que pudieron
haber formado mejor parte, fueron víctimas del error histórico de la Internacional
Comunista y del Partido Comunista Mexicano. No por ello desconocer el hecho real
que hasta la misma IC quiso olvidar que, entre 1927 y 1929, el cominernismo prestó
un apoyo extraordinario a Sandino haciendo sonar su nombre y el de Nicaragua en
el mundo y hasta en las filas de la guerrilla china. Pero siguió la etapa del sectarismo
y, a lo largo de las siguientes tres décadas, se alejó nuevamente la posibilidad de lu-
char por una alternativa en la que tuvieran cabida el patriotismo y el nacionalismo
con contenidos revolucionarios, es decir populares, internacionalistas y antiimperia-
listas. Se trata de un capítulo todavía no plenamente asimilado en la historia de la
izquierda latinoamericana.
Omitir el reconocimiento del error cometido por la IC en su relación con San-
dino, significó mantener una mentira y óptica suicida atribuyendo características
“revolucionarias” a partidos, sindicatos y organizaciones cuyo silencio complemen-
tó la censura impuesta por la derecha a la figura de importancia histórica del primer
sandinismo. Un movimiento campesino en el norte, un movimiento obrero y obre-
rista en las ciudades –los dos coincidentes y producto de las mismas condiciones
históricas, como señala Onofre Guevara. Pero que en vez de acercarse se alejaron,
producto no sólo de la intervención norteamericana, sino también de la interven-
384

ción de la Comintern, contribuyendo ambos a mantener la división entre sectores


proletarios y semiproletarios en el campo y la ciudad.
La IC ni configuró un partido comunista en Nicaragua ni fue capaz de acompa-
ñar a Sandino. Peor aún, ni contribuyó ni dejó contribuir a la configuración de una
estrategia positiva y contextualizada para avanzar en el progreso social. Como apun-
tara Cerdas, “pese a haber puesto hombres de condiciones excelentes a representarla,
la Internacional Comunista trató de borrar inicua e ignominiosamente los hechos de
Sandino. El calificarlo de ‘traidor’, de hecho significa quitarle al pueblo nicaragüense
la mística y el impulso regenerador que estimularía su recuerdo a partir de entonces y
a pesar de las infamantes calumnias lanzadas contra el héroe de las Segovias”53. A la
izquierda nicaragüense se le quiso imponer la obligación de escoger entre Sandino y el
comunismo cominternista, a tal punto de engendrar otro sendero fatal: entre Sandino
y el socialismo, entre Sandino y su ideario, en tanto aquel ideario tuvo semejanzas con
algunos postulados de las teorías que quienes le acusaron de traidor.
Pero otra tarea paralela e igualmente pendiente es la de valorar con mayor ob-
jetividad los errores cometidos por Sandino en su relación a los políticos liberales y
con el mismo movimiento comunista. En cierto momento, confió desmedidamente
en Machado como en Sacasa, en el gobierno mexicano, como en las estructuras
cominternistas. Y en realidad todas le fallaron. Errores del General, y errores del
movimiento comunista –o bien lo que se califica hoy como errores que a partir que
mañana pueden ser distintos a la luz de nuevas investigaciones y nuevas perspectivas.
Pero ello no exime la responsabilidad de analizar fríamente y con compromiso lo
ocurrido en aquella etapa con miras a mejor comprender y probablemente legitimar
aún más la herencia Sandino, e introducir al General firmemente, como afiche en
el telón de fondo, en el desempeño de la izquierda nicaragüense y latinoamericana,
cuando no mundial. La tarea es propiamente política porque no será el resultado
automático de un academicismo o intelectualismo alejado del curso de las luchas
sociales y del sentir nicaragüense. Recordando entonces la pregunta que hizo Carlos
Fonseca: “¿No jugaría su papel en esta actitud unilateral cierto engreimiento intelec-
tual ante el obrero-campesino Augusto César Sandino? ¿No sería que los profesores
en el programa revolucionario elaborado desde un escritorio no quisieron aprender
la genial eficacia de una táctica de lucha, la táctica guerrillera, que los campesinos
daban en las cordilleras de Nicaragua?”54.
XVI

Ética personal y vida sentimental

Justo tres años antes de morir, el 21 de febrero de 1931, Sandino envió una carta
que calificó de “íntima” a uno de sus oficiales más cercanos, el coronel Abraham
Rivera, quien estaba a cargo de operaciones en el Río Coco y era profundo conoce-
dor de aquella zona. La carta evidencia la importancia que Sandino concede a lo que
consideró ser la moral, la actitud dual de la sociedad ante la misma, el amor conyugal
que siente hacia dos mujeres–y la relación de todo lo anterior con la justicia
“Tengo todo el cabal concepto de la moral inmoral de la actual sociedad de la
tierra; pero sin embargo, si hemos de corregir a esos inmorales, necesitamos de lle-
nar los requisitos necesarios para podernos introducir en ellos.
No existe más matrimonio ante las leyes divinas que el del amor puro y libre, sin
ritos de ninguna clase; pero no podremos salirnos en estos momentos de las leyes
de los hombres y tenemos que aceptarlas.
Esto que le hablo aquí, es solamente para que no se me considere injusto en
algún acto de mi vida. Pues quien efectivamente goza de mi confianza y afecto sin
límites es Blanca. Teresa es muy apreciada por mí y la ayudaré toda mi vida, pero
nuestros caracteres son tan distintos como del cielo a la tierra; con lo que prueba que
no podrá ser mi propia mujer.
Cuanto en esta nota le he referido es de carácter íntimo, y se lo manifiesto por-
que he considerado en Ud. uno de los miembros más morales de nuestro Ejército, y
para que no se asuste de mis virtudes privadas”1.
Con esas palabras, Sandino deja un testimonio de su vida afectiva, de su amor
por su Blanca Aráuz, su esposa “ante las leyes”, sin descalificar ni desmentir su sen-
timiento hacia su compañera en el campamento, la guerrillera Teresa Villatoro. Trata
de explicar lo que significa cada una de ellas en su vida y futuro, y las complicaciones
impuestas por las leyes y la falsa moralidad.
Refleja asimismo su preocupación por su imagen ante sus oficiales, su deseo de
ser comprendido por ellos en su vida afectiva y personal; que los principios y valores
rigen su vida pública pero también la privada y, su fe en una verdadera moralidad, la
del amor libre, la cual no estar reñida con el hecho de querer a dos mujeres, con tal
que fuera en un marco de honestidad. Era de sobra conocido que Sandino tenía su
esposa en San Rafael y su compañera sentimental en el campamento. El asunto era
que el coronel Abraham Rivera era un creyente cristiano tradicional quien, como tal,
pudiera tener reservas personales con aquella dualidad de Sandino condenada ecle-
386

siásticamente por lo que el General se siente en la necesidad de exponer su sentir y


razonamiento libertario en lo atingente a la vida personal.

La moral inmoral
Sandino deja atónito al lector al manifestar conceptos y sentimientos tan radica-
les, cuando “lo normal” hubiera sido practicar el libertinaje sexual hipócrita asociado
a los caudillos y al poder masculino. Pero amar a Blanca nunca significó despreciar a
Teresa, y viceversa. Lo del matrimonio –civil o religioso– fue una consideración de
segundo orden. ¿De dónde sacó Sandino aquellas nociones sobre moralidad y amor
tan inéditas para la época, tan ajenas a la cultura religiosa tradicional nicaragüense?
Las fuentes de aquel pensamiento y sentir habrán sido dos: el anarcosindicalismo
libertario y los escritos filosóficos de Joaquín Trincado.
El pensamiento libertario no se prestaba a la división en estamentos abarcando
como asunto de principio la relación justa y equitativa que debía de regir entre la mu-
jer y el hombre. Para los socialistas libertarios la emancipación de la mujer era parte
inherente de la liberación de toda la humanidad –la falsa moral y las costumbres pa-
triarcales formaban parte del engranaje del sistema de dominación social y religioso.
El historiador José Álvarez Junco, explica que los anarquistas tildaban de hi-
pócrita aquella moralidad pregonada por la clase en el poder cuando estos mis-
mos cometían fechorías detrás de sus honorables fachadas matrimoniales. Desde la
perspectiva de hoy, aquella visión no puede considerarse feminista toda vez que el
cuestionamiento de las relaciones de poder se centra en las relaciones entre clases
sociales más que entre hombres y mujeres con esfuerzos de modificar sus respecti-
vos roles2.
Cuando en México, Augusto pudo haber conocido y estudiado el ensayo titula-
do “La Mujer”, de Ricardo Flores Magón, reproducido en recopilaciones publicadas
a mediados de los años veinte por los Hermanos Rojos en Tampico y la capital
mexicana. Allí Flores Magón insistía, de manera paternalista: “¿Sois obrera? Por el
sólo hecho de ser mujer se os paga menos que al hombre y se os hace trabajar más;
tenéis que sufrir las impertinencia del capataz o del amo, y si además sois bonita,
los amos asediarán vuestra virtud, os cercarán, os estrecharán a que les des vuestro
corazón, y si flaqueáis, os lo robarán con la misma cobardía con que os roban el
producto de vuestro trabajo... Eterna menor de edad, la ley la pone bajo la tutela del
esposo; no puede votar ni ser votada, y para poder celebrar contratos civiles, forzoso
es que cuente con bienes de fortuna... El salario de la mujer es tan mezquino que
con frecuencia tiene que prostituirse para poder sostener a los suyos cuando en el
mercado matrimonial no encuentra a un hombre que la haga su esposa, o otra es-
pecie de prostitución sancionada por la ley y autorizada por un funcionario público,
387

porque prostitución es y no otra cosa, el matrimonio, cuando la mujer se casa sin que
intervenga para nada el amor, sino sólo el propósito de encontrar a un hombre que
la mantenga, eso es vender su cuerpo por la comida, exactamente como lo practica
la mujer perdida, siendo esto lo que ocurre en la mayoría de los matrimonios”3.
Otro magonista, Práxedes Guerrero, muerto en combate en 1910, a los 28 años,
fue muy leído entre los trabajadores abordó el tema de la mujer en su ensayo ¡Tierra
y Libertad! –el grito zapatista y anarquista español– reproducido por la anarcosin-
dicalista Confederación General del Trabajo en un folleto durante la estancia de
Sandino. Guerrero escribió, “la teoría bíblica de la impureza de la mujer ha perdido
su infalibilidad; la sustituye la moderna “inferioridad de la mujer” con su pretendido
apoyo en la ciencia. ¡Inferioridad de la mujer! Cuando para ser sinceros deberíamos
decir: ¡Esclavitud de la mujer!... Las mujeres revolucionarias, emancipadas morales,
contestan victoriosamente el cargo de superficialidad hecho a su sexo; hacen medi-
tar con respetuosa simpatía en la suma del valor, de energía, de voluntad, de sacrifi-
cios y amarguras que su labor representa; es el mérito mayor que su rebeldía tiene,
comparada con la rebeldía del hombre.
La religión, cualquiera que sea, la denominación con que se presente, es el ene-
migo más terrible de la mujer. A pretexto de consuelo, aniquila su conciencia; en
nombre de un amor estéril, la arrebata el amor, fuente de la vida y la felicidad hu-
manas... Si la costumbre es un yugo, quebremos la costumbre por más sagrada que
parezca; ofendiendo las costumbres, la civilización avanza. El qué dirán es un freno;
pero los frenos nunca han libertado pueblos, satisfecho hambres, ni redimido escla-
vitudes”4.
Como seguro asiduo lector del tabloide Sagitario, periódico sociológico, la publi-
cación que llegaba gratuitamente a los trabajadores petroleros, Sandino podrá haber
visto la edición del 6 de junio de 1925, en que aparecía el escrito de “La Liga Cultural
de Mujeres Libertarias” dirigido a las mujeres: “Mujer, despierta no has visto aun
que la tierra que es el elemento primordial de la vida, de la cual dimana todo, debe
ser por derecho natural, de todo ser humano y que aquellos que violan ese derecho
en leyes, en títulos y violencias e convierten en despojadores de la gran familiar uni-
versal como son los capitalistas, los acaudalados, los terratenientes que violan esa ley
cósmica, con el sólo hecho de existir, tienen derecho como particular integrante de
el mismo; te han convertido en esclava y han convertido en esclavos a los demás...
¿Por qué no te levantas a luchar, tú, la víctima entre las víctimas, la esclava entre las
esclavas, por tu felicidad, es decir por la Libertad? ”. Se hace un llamado a las mujeres
a salir de su “pasivismo nazareno que te abyecciona, creencia ciega que te mata y a
entregarse a la lucha por el comunismo anarquista... lucha gloriosa por la libertad
humana, ideología única que asegurar a los humanos Pan, Amor y Libertad”5.
388

Sandino asimiló buena parte de aquellas ideas y las sintetizó brillantemente en


su carta a Rivera. ¡Cuánto quisiéramos que se hubiera explayado un poco más! Para
conocer al General, para ver lo que otros pudieron ver en él, para arrojar luces so-
bre temas tan controvertidos, para explicarnos mejor la relación entre el amor y la
libertad, porque al fin y al cabo, fue el amor a la libertad de su nación el que impulsó
la contienda contra los marines. Queda únicamente continuar indagando sobre el
posible origen del resto de aquel cometido libertario: la libertad en el amor, para
hombres y mujeres. El mejor amor es libre por definición, sin exigir legislación o
ceremonia, el amor que no ata sino une, el amor que sin libertad ya no es amor. El
falso amor reglamentado que implica esclavitud e hipocresía: la moral inmoral.

¿Por qué la mujer no legisla?


Se puede visualizar al joven petrolero Au-
gusto como curioso participante en las confe-
rencias, veladas y actos culturales que los sindi-
calistas acostumbraban a organizar en Tampico.
Si fue el caso, Sandino habría conocido a Elvia
Carrillo Puerto de quien seguramente ya tenía
referencia a partir de su breve estadía en Yuca-
tán, otro nido de radicalismo social. La llamaban
la Monja Roja del Mayab (nombre original de
Yucatán en idioma maya), hermana y correli-
gionaria de Felipe Carrillo Puerto (asesinado en
enero de 1924), el gobernador y autoproclama-
do socialista de Yucatán.
Elvia llegó a Tampico en noviembre de
1925, invitada por los sindicalistas de la Casa del
Obrero para el lanzamiento de la Liga Feminis-
ta de Villa Cecilia. No existe constancia de un
contacto directo entre Elvia y aquel trabajador
Elvia Carrillo Puerto (1881-1967) petrolero nicaragüense, pero algo habrá sabido
del trabajo de las feministas vinculadas a la Con-
federación General del Trabajo en Tampico. Si acostumbraba, como se cree, asistir
a actividades educativas sindicales, pudo haber estado en aquellas conferencias y
recogido algún material.
La estadía de Elvia en Tampico fue coauspiciada por el Partido Socialista Fron-
terizo. Uno de los dirigentes de aquel partido se llamaba Emilio Portes Gil, quien
llegaría a la presidencia y recibiría, a regañadientes, al General Augusto C. Sandino.
389

No obstante Elvia, formidable oradora y sufragista encandilada, hizo una presenta-


ción que el diario local caracterizó de sencilla y elocuente, relacionada a la necesidad
que la mujer moderna tenía de organizarse debidamente, para asegurar su completa
emancipación. Al cabo de la actividad, se organizaba la primera Liga Feminista en
Villa Cecilia. En su primera proclama, la Liga presentó como metas fundamentales
el mejoramiento moral y material de la mujer, y la demanda del derecho al voto
“teniendo en cuenta que las mujeres tienen el supremo derecho de aspirar a ser ciu-
dadanas y a ocupar por ende los puestos públicos de nombramiento, o de elección
popular”. Elvia también fue invitada por los obreros organizados a hablar sobre la
labor de su hermano. Según el diario El Mundo, el salón estuvo repleto para oír el
discurso de la luchadora yucateca sobre lo logrado para trabajadores y campesinos
durante la administración socialista de su hermano6.
Por su parte, Joaquín Trincado, como se ha visto, ejerció una influencia central
en el pensamiento de Sandino, por lo que se amerita revisar el abordaje que hace el
“maestro” sobre el tema de la mujer. Al igual que Sandino y los anarcosindicalistas,
Trincado criticaba la homosexualidad, desaprobaba la promiscuidad y no aceptaba la
forma en que la sociedad y el hombre trataban a la mujer. Entre las obras de obligada
lectura para los ingresantes a la escuela de Trincado figura –y estuvo en posesión
de Sandino– el engorroso libro El espiritismo en su asiento. Con su estilo esotérico,
Trincado advierte “estas páginas, son luz para la ciencia; este código, es luz para las
conciencias y es también luz para los hombres prejuiciados de las religiones. Este
código de amor, dignifica lo que la autocracia ha rebajado, sin pensar que todos
vosotros debéis el primer beso a vuestras madres; todos debéis un beso a la mujer,
todos queréis respirar el perfume de la mujer; y si es flor de aroma, ¿por qué la hacéis
en la ley inodora? ¿Por qué la mujer no legisla?
La buscáis en la pasión de la carne; reconocéis en la madre, el amor y el respe-
to; pero le dejáis sólo el derecho de ser madre; sólo el derecho de dentro de casa;
pero no le concedéis las funciones públicas, porque en su delicadeza, porque en su
percepción más clara que el hombre, en la vida del espíritu que por el hecho de ser
madre tiene, os afrentaría en su sabiduría y virtud; porque os veríais cohibidos en
vuestro libertinaje; porque la mujer, sacada de la esclavitud, legislaría en amor y justi-
cia y vuestra concupiscencia no ha podido renunciar al libertinaje... en esos mundos
que visita... el hermano ve al hermano, en todos sus semejantes; donde la mujer y el
hombre desempeñan las mismas funciones en el concierto armónico de la ciudad y
todos los cargos son inherentes al hombre y la mujer y donde el amor es la ley y la
propiedad la más justa comuna”. De manera que Trincado también emerge como
un defensor de la igualdad jurídica de la mujer y del sufragio universal –ciertamente
posición de avanzada en el mundo de las ideas religiosas. Sandino sin embargo no
abanderó, hasta donde sabemos, el sufragio universal7.
390

Los Cinco Amores constituye uno de los escritos más importantes de Trincado
y que fue leído detenidamente por Sandino. Trincado consideraba que el amor de
familia convencional era imperfecto porque la mujer no era más que objeto de pro-
creación. Criticaba aquella irracionalidad que consideraba una imposición religiosa
producto de una “absurda legislación civil”. “Es la declaración de la ignorancia de
los hombres, similar a la madre sin marido y al hijo sin padre. ¿Por qué no señalar al
padre de aquel hijo abandonado, que bebió el néctar en la madre, fecundándola para
olvidarla? Es uno de los que han hecho esas leyes; quizá sea un juez, un cura, pero
en todo caso es un hombre, que no merece tal nombre; es un animal, que sólo vive
del cuerpo. La mujer que concibe en tales circunstancias, cumplió la inflexible Ley
y es digna de respeto y acreedora a la ayuda de todos y al respeto de todas las ma-
dres; y los hijos (esos hijos que llaman de libertad), a los que llaman ilegítimos ¡que
ignorancia! son tales hijos y más del Padre común, como los nacidos en un hogar
constituido... Protegedlos discípulos amados a esos valientes; ayudad a sus madres
y buscad todos los medios de que los reconozcan sus padres; por ahí empieza la
civilización...”.
El mismo texto dice: “El amor de la carne tan brutal, tan condenado por la
Religión, a pesar de todo, es amor sagrado, amor santo y que nadie puede liberarse
de él”. Para Trincado existen dos tipos de “esposos o matrimonios”: carnales y es-
pirituales. Al espiritual corresponde el “sello de la ley divina... un matrimonio que
se anota en el libro de la Creación por la vida que engendraron, de la cual respon-
derán ante el Creador... Los hombres liberales, cuando se han independizado de los
dogmas religiosos y aun bajo el prejuicio que deja una educación de falsa moral que
recibimos por fuerza del ambiente, aunque más no sea, porque traspasa e invade los
hogares la imposición religiosa, y enerva las mentes infantiles, que no logran librar-
los del contagio los más avisados padres...”8.
Existe un pensamiento de Sandino sobre la mujer que antecede el inicio de su
relación con Trincado. El General hizo llegar propuestas de ley a Moncada que, si
bien no conceden el derecho al voto a la mujer, sí abarcan otras dimensiones rela-
tivas a la equidad. inserta el tema de la mujer en la propuesta legislativa general que
hace a Moncada de enero de 1929 para “constitucionalizar” su régimen al recomen-
dar: “Que por iniciativa del Ejecutivo emita el Congreso Nacional una Ley por la
que sea reconocido a las mujeres el derecho al mismo salario que a los hombres, por
igual trabajo ejecutado, reglamentándose debidamente el trabajo de las mujeres de
acuerdo con las condiciones físicas propias de la mujer”. Sandino se limita al área
laboral omitiendo –al igual que en la Constitución de México de 1917– los derechos
cívicos de la mujer como ciudadana, incluyendo el derecho a votar. Fue una deman-
da compartida por la intelectualidad más radicalizada centroamericana influenciada
por ideas socialistas, teosóficas y el laboristas9.
391

Teresa Villatoro Dupont


A juzgar por el propio testimonio de Sandino, des-
pués de su primera novia María Soledad, solamente dos
mujeres capturaron su corazón: Teresa Villatoro y Blan-
ca Stella Aráuz. La persona de Blanca es más conocida o
se ha dado a conocer más que el de Teresa, a veces con-
venientemente apartada como parte de ingenuos esfuer-
zos de construir la imagen sacrosanta de Sandino como
devoto esposo y padre de familia. A lo largo de los años
ochenta y hasta la fecha fue apartada la figura de Teresa
del importante papel que jugó como colaboradora en la
montaña en la lucha de Sandino menospreciando por
lo demás el amor genuino de Sandino por ella –una re-
lación y un sentimiento que Sandino nunca ocultó. En
Teresa Villatoro 1988, la poeta nicaragüense Daisy Zamora rescató a Te-
y su hijo Santiago (¿1931?)
resa en un poema La estrella de Teresa:

Mi verdadero nombre es Teresa Villatoro Dupont


–el apellido Espinal es puro invento
de un periodista mexicano–
Me reí mucho
al leer mi falso apellido en los periódicos:
Espinal, Espinal ¡Espinales!
Espinas son las que aquí nos hacen sangrar los pies.
Espinas han sido las noches en la montaña,
los días asándonos bajo el tórrido cielo,
las tolvaneras, los piojos, las garrapatas,
los combates, los aguaceros,
el viaje a México, la sed calmada con bejucos
de agua,
el hambre, la perenne amenaza de los aviones yankis.
Esas han sido espinas. Espina ha sido él metido
en mí
desde que lo conocí en mi hotelito allá
en el mineral de San Albino.
392

Espina que no me puedo sacar en cuatro años.


Teresa Espinal, espinas;
espina es esta cicatriz que me gané en El Chipote
en un bombardeo
y que él dice es mi estrella10.
Aunque las referencias a Teresa abundan en los reportajes y entrevistas de la
época, incluyendo las del mismo Sandino, no es mucho lo que conocemos sobre
la guerrillera salvadoreña que se unió a Sandino desde antes del inicio de su lucha
armada. Afortunadamente contamos con un testimonio valioso de doña Daisy Cár-
denas, conocida en el barrio como Daisy Godoy, quien fue la mejor amiga de Teresa
en sus últimos años y a quien confió incidencias de su relación con Sandino en las
Segovias, desatendiendo las sugerencias de su familia de no hablar sobre el tema. Lo
cual se entiende durante la época del somocismo –Teresa muere en Managua el 19
de julio de 1977– pero no durante las décadas posteriores. “No entiendo, dice doña
Daisy, “que se le reconozca no solamente como la mujer de Sandino sino también
como guerrillera”11.
Teresa Villatoro Dupont, nació en el puerto de La Unión, El Salvador. Se des-
plazó a las zona minera de San Juan de Limay y allí contrajo matrimonio, nos dice
su hija Lidia, con Santiago Raudes, un empresario de medios procedente de Masaya.
Tuvieron tres hijos: Julio, Lidia y Santiaguito. Calculamos que a finales de 1925 Te-
resa se separa de su esposo y se traslada, con Lidia y Santiaguito, al Mineral de San
Albino donde, estableció su propio negocio: una comidería con hospedaje y venta
de enseres. Allí conoció a Sandino, encargado de bodega de la empresa, alrededor
del mes de junio de 1926. Doña Daisy recuerda haberle escuchado “Mire Daisita...
yo lo miré venir... un hombre chaparro, de botas y dije ese hombre va ser mío”.
Para entonces, Teresa, de 25 años, mantenía una relación con un trabajador de la
mina. Contando con un arreglo de la empresa, no tenía competencia y el negocio
marchaba bien aun cuando seguramente dependía del sistema de vales o cupones
empleados por la empresa para minimizar el pago en metálico12.
Con Teresa laboraba su sobrina Amalia, y su hermana de nombre Alicia. Las
tres Villatoro se incorporaron desde el inicio al contingente femenino que acom-
pañó al puñado de hombres, también estafados por la compañía, que formaron el
núcleo del futuro EDSNN. En sus Memorias, el coronel Santos López recuerda que
las tres mujeres Villatoro, formaron parte del contingente de quince mujeres que
acompañaron a Sandino. Teresa llegó a formar parte del primer Estado Mayor de
Sandino en El Chipote13.
Los testimonios sobre Teresa no dejan lugar a dudas de la capacidad, valentía
y entrega a la causa de Sandino. No fue una simple ayudante pero tampoco fue jefa
393

de un columna, como también se llegó a decir. Su papel, al igual que el de desta-


cadas mujeres en el campamento no simplemente como vivanderas sino también
emprendiendo misiones de avanzada e inteligencia. En otras ocasiones, según diver-
sos testimonios, las mujeres transportaban municiones hasta los propios lugares de
acción tomando el fusil cuando era necesario o para suplir a un combatiente caído.
Teresa se mantuvo al lado de Sandino salvo cuando le tocaba asegurar personalmen-
te el traslado de víveres entre los diversos campamentos y atendiendo los múltiples
problemas y querellas que aquella ingrata tarea conllevaba. Le decía Augusto y no
“General” evidenciando un carácter fuerte con opiniones propias, no siempre coin-
cidentes con las del Jefe Supremo. “Me enojaba con Augusto”, le decía a Daisy, “El
tenía un carácter fuerte pero yo me imponía”. Otras veces se disgustaba cuando “yo
miraba las cosas de cierta manera y él las hacía de otra manera”14.
Ningún disgusto más grande que enterarse que, después de más de un año de
vida conyugal, Teresa se entera del casamiento de Augusto con Blanca Aráuz. “No
me di cuenta”, confesó Teresa a Daisy, “pero de haberlo sabido le monto una sere-
nata de balazos”. Sólo resta imaginar los altercados cuando Sandino campantemente
regresa de San Rafael al campamento. Y probablemente, herida en su orgullo y con-
siderándose compañera y no concubina de Sandino, Teresa amenazó con marcharse.
Tal vez se produjo una separación, pero los testimonios y los eventos corroboran lo
que expresado por Daisy al recordar a Teresa ya de avanzada edad, erguida, firme y
“fachenta”, con las manos sobre su delantal relatando lo que, hasta donde sabemos,
nunca confió a nadie.

Augusto para todo me necesitaba


No exageraba demasiado. Aparte de la convivencia marital, Teresa veló por el
bienestar y salud del hombre que consideró su compañero. Afecto y amor que fue
correspondido. En los momentos más difíciles de su vida Sandino buscó a Teresa:
durante los angustiosos meses de cautiverio y aislamiento en Mérida (julio de 1929 a
mayo de 1930) cuando él la manda a llamar. Teresa incluso sufrió en accidente vehi-
cular a su paso por El Salvador, acompañada de su hijo Santiago y su sobrina Amalia.
Sandino había dejado de asistir a las salas de cine en Mérida porque los empresarios
manipulaban su asistencia para llenar los salones. Trabajaba furiosamente con su
correspondencia contrarrestando la propaganda adversa que arreciaba. Pasaba días
enteros en su habitación sin salir, dando órdenes de no ser interrumpido. Sin duda,
necesitado afectivamente. Teresa también, recuerda Daisy, necesitaba atenderse las
secuelas neurológicas de la herida provocada por el proyectil que le fracturó el cráneo.
Asumió tareas de logística y de distribución de abastecimientos en los diversos
campamentos, tocándole permanecer a menudo en sitios muy difíciles como el cam-
394

pamento El Refugio. El lugar era de lo más ingrato, de los más expuestos al enemigo
y con un camino lleno de peligros y obstáculos naturales para llegar con los sumi-
nistros indispensables. Para colmo, Teresa debía bregar con oficiales descontentos
por la magras provisiones y vestuario entregadas. Sandino le asignaba una seguridad
reforzada, tarea asumida a regañadientes por algunos soldados a quienes Gilbert
escuchó quejarse de la asignación “por causa de esa mujer” y por considerar “que
por lo visto estaban más para cuidar un [culo]... que para defender a Nicaragua” [sic].
Sabemos también que, tras la salida de Sandino a México, Teresa sufrió contra-
riedades con los oficiales provocados por la distribución de víveres que ella adminis-
traba, llegando incluso mediar entre los mismos. Aparentemente escribió a Sandino
en Mérida pidiendo ser relevada de aquella responsabilidad. Ella continuó como res-
ponsable de provisiones, incluyendo finanzas, del campamento de El Refugio, don-
de las condiciones y el acceso eran particularmente complejas, además de incómoda
por las interminables rencillas, particularmente del General Porfirio Sánchez y el
Capitán Carlos Aponte. Se llegó entonces a escuchar que Sánchez responsabilizaba
a Villatoro por las constantes penurias. Sandino enfurecido sancionó a los dos. Por
sentir que Sánchez le había faltado al respeto a Teresa y porque Sánchez prolongaba
su estadía en Honduras, su patria, llevando a Sandino a exclamar, “¡Sánchez, que se
pegue un tiro!”, dejando ir “un torrente de acritudes contra los quejosos terminan-
do por señalarles que ‘los que no se encuentren con ánimo suficiente para soportar
hambre, desnudez y demás privaciones no serán considerados como buenos solda-
dos de la causa libertadora’”, narra Gilbert15.
Teresa permaneció en Mérida durante el período que Sandino se ausentó para
viajar a la capital mexicana. El 16 de febrero el General escribió una carta dirigida
a “doña Teresa Villatoro de Sandino”. A primera vista el “de Sandino” aparecería
como una expresión de mal gusto e inconsistente con la frase “inolvidable Teresa” y
la despedida como “Tuyo”. Posible presunción del mecanógrafo en la que también
se abstiene de abordar asuntos políticos, que era su costumbre con Teresa, en tanto
dice sospechar que “nuestra correspondencia está censurada no les doy detalles de
todo nuestro trabajo a favor de nuestra lucha autonomista”16.
La aparente confusión también fue provocada por algunos medios que repor-
taron la presencia en Mérida de la “esposa y el hijo” del General Sandino. Lo cual
incomodó a Sandino, quien explica lo ocurrido en carta a Ernestina de Müller: “Es
cierto que me acompaña una señora y un niño, como lo han dicho los periódicos.
Pero conviene hacer la aclaración que no es mi esposa Blanca, sino Teresa, la que me
ha acompañado a través de las montañas de las Segovias en mi lucha contra el inva-
sor, y el niño, un hijo adoptivo mío. Teresa ha sido mi compañera de lucha y tengo
para ella cariño y reconocimiento. Es mi esposa, por el afecto que para ella tengo en
el corazón”. Hace una distinción entre Blanca su “esposa” y Teresa su “compañera
395

de lucha”, indicando “cariño” para Teresa y “afecto” para Blanca, lo cual no indica
gran disparidad en el sentimiento hacia cada una, al menos en esa etapa de su vida17.
En abril de 1930, Sandino emprendió el regreso desde México a Nicaragua. Ya
Teresa había regresado a El Salvador. La relación entre ellos se había deteriorado y
Sandino llegó a las Segovias en mayo, sin ella. Pero el 19 de junio fue herido en la
pierna izquierda por un charnel de bomba en el combate en El Saraguazca. Una in-
fección agregó gravedad al caso. “El bastón sería su amigo irreparable”, dijo alguien
en tanto Sócrates escribía a su madre que Augusto “quedará impedido por toda la
vida”. A pesar de la bravucona respuesta del General a los rumores, conocidos en
Managua sobre su condición – “esa herida ha sido de efecto moral para nuestra
causa pues será un palmo de narices para los cobardes calumniadores”–, Sandino
envió un mensaje urgente a Teresa en San Salvador, implorando que con urgencia
regresara al campamento para atenderle. Meses después, en carta a su madre del 9
de marzo de 1931, Sócrates no reparó en informarles que “Teresa Villatoro, mujer
de Augusto”, ya se encontraba con él18.
Teresa no lo dudó. La valiente, leal y evidentemente enamorada salvadoreña em-
prendió el camino llegando hasta Danlí. Pero no llegaron las órdenes que Sandino
impartió a sus agentes en Honduras de apoyar el tránsito de Teresa para internarse
en Nicaragua. Como resultado, quedó sola, fue detenida por el gobierno y expulsa-
da del país. En agosto “la pobre” –palabras de Sandino en carta a Zepeda– regresó
nuevamente a Honduras llegando esta vez a San Lorenzo, donde esta vez consiguió
el apoyo para llegar al campamento. Sandino alertó a Zepeda para que hiciera una
denuncia pública si algo ocurría a Teresa durante su travesía.
En la misma carta a Zepeda, el General explica que Teresa se había quedado en
El Salvador “por haber creído yo que no me haría falta, pero últimamente y princi-
palmente en los días que estuve empeorado de la herida... comprendí su falta para
atender los pequeños detalles del Cuartel General, que por su carácter de pequeños,
me es penoso mezclarme en ellos, pero que al fin llegan a ser el motivo de cosas
grandes. Teresa, pues, debe no separarse de mí mientras la guerra esté, pues ella se
encuentra muy interiorizada del manejo de los campamentos y eso no lo puede ha-
cer ni Santa Blanca, aun cuando yo quisiera”. No queda claro al lector si la referencia
que hace Sandino es a Santa Blanca de Castilla o a su esposa Blanca Aráuz.

Un alto galardón
Nadie negaba la valentía de Villatoro y el respeto que consiguientemente se le
tenía. (No hay datos hasta ahora sobre el papel de sus hermanas y/o una sobrina
que le acompañaron en las Segovias). Una de las ocasiones en que se evidenció esa
valentía, fue durante un combate en El Chipote. Bajo el fuego de las bombas, Teresa
396

salió a un claro para socorrer a una de sus compañeras, pero uno de los aviadores
desalmados lanzó una bomba de 25 libras y “se vio a Teresa elevarse en el espacio
envuelta en fuego, humo y fango cual una visión y luego desplomarse en tierra y cu-
brirse de sangre al estallido del artefacto bélico. –¡Muerta! Fue el grito que al unísono
salió de las bocas de los autonomistas que miraban el espectáculo”, gritó un testigo,
a pocos pasos de Sandino. Con una gran herida en la frente provocada por la casilla
de la bomba, Teresa fue llevada a un lugar seguro y, tras unos días de recuperación,
“sanó Teresa y luce, por causa de la herida, una cicatriz en figura de estrella, cicatriz
que en el campamento era la envidia de muchos, viéndose como un alto galardón
recibido por su dueña...”. El proyectil le dejó un hueco visible en la frente y, a partir
de entonces, Teresa acostumbró tapar la cicatriz adaptando el peinado19.
Sandino encargó a un joyero en Honduras engarzar el hueso en un anillo labra-
do con oro de San Albino y lo llevó para siempre como amuleto. “Él me decía que
el anillo le traía suerte y nunca iba a morir peleando, porque mi pedacito de hueso
lo protegía”–profecía que se cumplió porque lo llevó hasta el día de su asesinato.
“Es el cráneo de una señora salvadoreña que me acompañaba –explicó Sandino en
Guatemala a la esposa de Gustavo Alemán Bolaños– “la cual, por salvarme de un
atentado, salió herida en la cabeza y conservo este pedacito de una astilla de hueso,
como recuerdo de aquel acto de nobleza”.
Existe otra anécdota que, en octubre de 1928, Teresa se encontraba con sólo
una pequeña escolta, y su hijo de 5 y su sobrina Amalia de 13 años. “En ese enton-
ces, sin vislumbre alguno de salvación sino ante el dilema de dejarse hacer presa o
morir, armada de su revólver, se lanzó con sus acompañantes ante el enemigo re-
suelta a morir matando, recibiendo fuego por dos lados. Logró escapar ayudada por
un desertor arrepentido del ejército sandinista quien la conduce en un cayuco”20.
El periodista norteamericano Carleton Beals narra cómo, al llegar a El Chipote,
fue abordado por una muchacha “vivaz”, acompañada de su hijo. Ella le preguntó
“audazmente”:
Teresa: ¿Y Ud. es americano? ¿Cuánto tiempo lleva sin fumar?
Beals: “He perdido la cuenta de los días”.
Teresa (sacando dos cajetillas de cigarrillos marca “Camel”): ¿Y esto qué le pa-
rece?
Beals (sorprendido): “¿De dónde diablos sacó eso?
Teresa (con indiferencia): “Se los quité a un Marine muerto”21.
En otra ocasión, durante una de las peores hambrunas sufridas por Sandino y
parte de su tropa, acantonada en La Cuaresma, “donde hasta los monos salían hu-
yendo ante el peligro de ser asados”. Si conseguía algunas mazorcas de maíz, Villato-
ro las hacía pinol para su hijo Santiago. Sandino decidió sacar a Teresa junto a otras
mujeres y niños. Debían emprender la larga y peligrosa caminata de 12 días hasta la
397

frontera con Honduras. Teresa necesitaba también arreglar su dentadura arruinada.


Sandino personalmente seleccionó a los integrantes de la escolta, ordenando al Ge-
neral Simón González –hondureño, analfabeta, conocido como “el indio” y apoda-
do también como “la careadora” por su arrojo– a no pisar tierra por donde otros
habrían pasado, hasta no adentrarse en Honduras para así evitar una persecución de
las tropas norteamericanas. Los acompañaron también el General Porfirio Sánchez,
el coronel Fernando Quintero y el teniente Gregorio Gilbert, entre otros con ór-
denes de defender a Teresa de todo peligro y no apartarse de ella un sólo instante.
Según Gilbert, Sandino entregó a Teresa un frasco de veneno para tomárselo en la
eventualidad de ser capturada22.

Morena de ojos ardientes


En sus memorias, el combatiente Gregorio Gilbert conjetura que fue Teresa “la
mujer que más amó el libertador”. “Una joven vivaracha y esbelta”. “Fuera blanca si
no tuviera una ligera ligadura con indio, de pelo largo y no enteramente negro por-
que tira a castaños”. Pese a cicatrices y problemas de dentadura, “podría decir que
su conjunto físico es hermoso...”
Por su parte, el venezolano Gustavo Machado, quien estuvo unos meses con
Sandino en 1928, recuerda: “Había muchas mujeres y niños [en el campamento] y
una de pelo en pecho, cuyo nombre era Teresa Villatoro, jefa del campamento feme-
nino”. El mexicano Andrés García Salgado la describe como la “heroica compañera
[de Sandino] en los duros años de la montaña”23.
Otro internacionalista, el peruano Esteban Pavletich, por un tiempo fue se-
cretario de Sandino, recuerda a Teresa de la siguiente manera: “Era mujer de gran
coraje, que lo acompañó durante toda la campaña. La esposa, la telegrafista, se había
quedado en la ciudad, porque era una mujer de complexión delicada. La Villatoro era
una gran compañera. Incluso podía intervenir en algunas decisiones”. El peruano
confirma el papel político jugado por Teresa. Sandino “La Villatoro era una gran
compañera. Incluso podía intervenir en algunas decisiones”.
El mexicano José de Paredes, por su parte, en declaraciones de prensa conce-
didas al diario El Universal de México (5 de diciembre de 1928) –y recogidas por los
marines– describe a Teresa como “una morena con ojos ardientes” que acompaña
a Sandino mientras su esposa Blanca Aráuz está en su casa, en tanto su matrimonio
sólo fue un gesto del General que buscaba silenciar los chismes, y visitaba cuando
podía a la bella Blanca Aráuz. Pero fue Teresa Espinal [Villatoro] quien le ha acom-
pañado a través de los peligros”24.
Hubo al menos un episodio de celos. Según el no siempre confiable relato de
Gilbert (quien poco comulgaba con Blanca), Teresa y Augusto –“convivían y él la
398

amaba apasionadamente”. Un día el General sorprendió a Teresa cerca del cam-


pamento “en animada conversación” con su antiguo compañero. Entró en cólera
Sandino y sacó su revólver calibre 44 e injuriándola con los más groseros vocablos
que el enojo pueda hacer proferir, mientras el otro hombre huía, rastilló repetidas
veces al instrumento de la muerte, el que no detonó uno solo de sus cartuchos, cuyos
plomos pretendía Sandino alojarlos en el cuerpo de Teresa. Al fallar el revólver San-
dino reaccionó y arrepentido se reconcilió con Teresa”. Entonces volvió a ensayar
la pistola y todos los cartuchos detonaron”. Una de tantas historias inverosímiles
escuchadas; sin embargo, de la intensidad del sentimiento de Sandino por ella no
cabe duda.
Otra historia de celos, circulada por los marines y la Guardia, mantiene que
Sandino mandó a fusilar al General José Santos Sequeira, por las atenciones que este
prestaba a Teresa. Una papeleta sobre el supuesto fusilamiento fue dejada caer por
avión en la zona, la cual fue utilizada por los combatientes para otros propósitos
fisiológicos.
Los marines citan como fuente de aquel episodio la declaración del General
José María Ruano, extraída antes de ser fusilado. Lo que pone en tela de juicio todo
lo dicho en aquel documento. Pero la historia de Sequeira fue otra. Lo sucedido nada
tuvo que ver con Teresa. Sandino relató a Turcios que Sequeira era un tipo peligroso
y estuvo preso un tiempo en tanto se sospechaba que de un momento a otro se pasa-
ba al campo enemigo. El 16 de junio fue llevado ante el tribunal militar del EDSNN
y se le encontró culpable y sentenciado a muerte. Sandino suspendió la ejecución
de la sentencia porque “consideraba imprudente admitir que íbamos a fusilar a uno
de los nuestros”. Sequeira se fugó el 27 de junio y ahora sí “estábamos seguros que
nos iba a traicionar” por lo que puso en alerta a sus unidades. A las 3 de la tarde fue
capturado en las cercanías de Jinotega y ejecutado sumariamente. Sandino pidió a
Turcios informar a la
viuda en El Salvador
que Sequeira había
muerto de malaria25.
Hubo separa-
ciones impuestas
por las circunstan-
cias pero tal vez por
desavenencias, sien-
do seguramente la
relación con Blanca
una de ellas. Sandi-
Nota del General Sandino a Teresa Villatoro no, sin embargo, le
(www.sandinorebellion.org)
399

enviaba notas amorosas. Una postal desde México que dice “con todo mi amor”.
Otro mensaje fue capturado entre los papeles que los marines sustrajeron al ser de-
tenido el Col. Abraham Rivera el 14 de agosto de 1928: un papel de libreta ordinaria
con un mensaje de puño y letra del General Sandino que dice “Señora doña Teresa
Villatoro: Mi amor, El señor Abraham Rivera va para llevarte donde yo estoy que es
en Montecillos de Oro. Tuyo, A.C. Sandino”26.
Y un afiche del supuesto semblante de Sandino elaborado en Alemania y que
fue reproducido por la Liga Antiimperialista en México. Allí se logra leer, a manera
de novio malcriado que pide disculpas: “A la compañera Teresa, ojalá no nos guarde
rencor”27.
En la información recabada por los marines, aparecen referencias a la vida per-
sonal de Sandino, parte del testimonio de un prisionero sandinistas. “Sandino pocas
veces ve a su esposa. No tiene más de una mujer a la vez. Es muy gentil con las
mujeres y castiga con la muerte a quien agreda a una mujer”, dice un desertor. En
la declaración antes citada del General Girón Ruano agrega: “Sandino poco ve a su
esposa. Nunca está con más de una mujer a la vez. Es muy gentil –“is very kind”–
con las mujeres y castiga con la muerte a quien agreda una mujer”. También afirmó
que Sandino pensaba en regresar a Teresa a El Salvador pero carecía de los fondos
necesarios, lo cual puede ser indicio de dificultades de pareja.

La separación y el recuerdo
Dos años después de la separación definitiva entre Teresa y Augusto, el General
recordó a Teresa confiando a Román en 1933: “la he querido mucho, haría cualquier
cosa por ella, pero se tiene un carácter [de] la chingada y simplemente no somos el
uno para el otro, por eso la regresé a El Salvador y partimos para siempre”. Proba-
blemente a inicios de 1931, Sandino le confió a Román su aprecio por la compañía
femenina, pero que no recurría a mujeres indígenas locales, ni a prostitutas. Comenta
despectivamente: “Por eso me traje a Teresa, pero en cuanto pudo venirse mi mujer,
la despaché”28. Un tanto injusto con la mujer que estuvo fielmente a su lado durante
los años más duros en la montaña y cuya colaboración le había sido indispensable,
pero al fin se imponía la voluntad del General sin que se sepa si la separación fue de
mutuo acuerdo. El caso es que debía irse Teresa, y Blanca debía ahora acompañarle
por razones que exploramos posteriormente.
Teresa se trasladó a Tegucigalpa donde vivió con familiares trabajando en la
confección de delantales que vendía luego en el mercado. En julio de 1969 estalla
la guerra del fútbol o de las 100 horas entre Honduras y El Salvador. Teresa, de
nacionalidad salvadoreña, pero con hijos criados hondureños, decide trasladarse a
Nicaragua pidiendo posada a la nicaragüense Daisy Cárdenas, veinte años menor
que ella, trabajadora que había conocido en Honduras...
400

Daisy recuerda cómo Teresa preservaba una mochila y una chaqueta que habían
sido de Sandino, junto a fotos que quedaron en manos de familiares. Los hijos de
Teresa, en particular Santiago, le insistieron disimular aquel pasado y fue cuando,
aparentemente, tiró a una letrina de la casa de enfrente fotos y documentos que
guardaba de Sandino. Aún así, según Cárdenas, era contraria a la dictadura somocista
y “desde esa época me decía ‘hay que apoyar la liberación de Nicaragua’. Tenía un
rechazo hacia la aristocracia, hacia la gente que trata, decía ella, de encubrir sus sin-
vergüenzadas, sus robos, sus cosas, como en ese tiempo estaba Somoza ella me decía
que todo ese montón de gente eran unos delincuentes, que ella recordaba lo que le
había pasado cuando andaba en la lucha”. Sobrevivió al terremoto de 1972 y murió
en casa de Daisy en las cercanías del Cementerio Oriental. “Era bien seria la viejita”,
aseguraban los vecinos. La guerrillera salvadoreña murió a los 72 años, el 19 de julio
de 1977 y está enterrada en una esquina olvidada del Cementerio Oriental –Terraza
14, Grupo 24, Lote 3– de Managua. Los gastos del entierro fueron asumidos por su
hijo Santiago quien murió atropellado por un bus en el barrio Waspam en 1990. A
partir de ese año no se registra el pago municipal al cementerio29.
Algunos creyeron que Sandino era padre de Santiago Raudes, hijo de Teresa. No
es cierto en el sentido biológico, pero sí en el sentido afectivo. Santiago tendría al
menos dos años cuando el General y Teresa se conocieron, y entre cinco y seis años
cuando se separaron. Hay diversos testimonios sobre cómo Sandino lo trató como
un hijo, enseñándole a leer y llamándole en varias ocasiones “su hijo adoptivo” y
el “barrigoncito”, a quien mandaba regalos cuando se encontraba en compañía de
su madre en Danlí. Lo repite Sandino al presentársele una situación embarazosa.
Estando en Mérida y probablemente sintiéndose solo, mandó a traer a Teresa y a su
hijo. Un diario mexicano se enteró y reportó la llegada a aquella ciudad a “la esposa
y el hijo” del General Sandino, refiriéndose a Teresa y su hijo.
Cuando salió de México y pasó por Guatemala a inicios de mayo de 1930, cami-
no a Nicaragua, Sandino pudo conversar con la esposa de Gustavo Alemán Bolaños.
Este relata en un libro lo conversado en aquella ocasión: “Un hijo de dicha señora,
de nombre Santiaguito, era a modo de hijo adoptivo del héroe”30.
Seguramente sufrió la eventual separación de ambos, y fue la única vez que
Sandino verdaderamente pudo disfrutar, con Teresa, el papel de padre del hijo de la
mujer que amaba.
Lo importante, desde la perspectiva histórica y no la de la moral inmoral, no
es la formalidad del matrimonio, o algún “error” o “pecado” que busca remediar,
sino la honestidad del sentimiento en Sandino. Valorar lo de Sandino de otra ma-
nera puede implicar un irrespeto histórico a Teresa, quien no fue abandonada por
Sandino y a quien promete que ayudaría “toda la vida”. El hecho es que la relación
401

íntima había llegado a su fin. Al me-


nos así lo interpreta Sandino (no se
sabe si Teresa también había llegado
a esa conclusión) en la misma carta
a Rivera, en febrero de 1931, expre-
sando, con el léxico desagradable que
aún persiste, Teresa ya “no podrá ser
mi propia mujer”.
La separación de Teresa y San-
tiaguito seguramente no fue fácil, no
obstante lo encontrado de los tem-
peramentos respectivos. Se cree que
intervino un factor social al que San-
dino alude en su carta a Rivera. Cuan-
do el General dice que no quiere ser
considerado como injusto en algún
“acto de su vida”, lo que puede haber
tenido en mente es la percepción de
la tropa que pudo haber considerado
“injusta” la separación de Teresa a fa-
vor de Blanca. Quizás alude al amor
por Teresa el “puro y libre” que tiene
Teresa Villatoro, Managua (1972) que sacrificar ante el matrimonio re-
conocido por la sociedad y “las leyes”, indicando que Blanca es la que goza ahora de
su afecto y confianza. “Para que no se asuste de mis virtudes privadas” dice a Rivera.
Haber amado a dos mujeres extraordinarias podrá haber estado reñido con la
doctrina eclesiástica y convenciones sociales o con lo que Sandino llamaba la falsa
moralidad, pero no con la moral considerada verdadera por Sandino. Sin embargo,
Sandino tampoco pudo imponerse sobre el medio y comenzó a sentirse incómodo
con la situación, sobre todo a partir de su afiliación a la EMECU. Posiblemente fue
cediendo y, expresó estar incómodo por las apariencias ya que la relación íntima con
Teresa nunca fue secreta.
Habrá sentido necesidad de explicar a sus allegados más cercanos aquella situa-
ción, en tanto Sandino nunca dudó que la superioridad moral del EDSNN era ga-
rantía de su sobrevivencia. Para la mayoría, bastaba la palabra del General, pero entre
sus oficiales había creyentes más tradicionales y con ellos Sandino quería, como era
su costumbre, explicar y enseñar. Tal pudo haber sido el caso del coronel Abraham
Rivera, uno de los hombres más valiosos del EDSNN, a partir de su enorme conoci-
miento y liderazgo de las culturas indígenas de la región. Cabe por tanto la hipótesis
402

contraria a la anterior: la presunta


preocupación de Rivera pudo ha-
ber sido la no formalización de la
relación con Blanca.
Aunque el código cultural
predominante entre sus comba-
tientes campesinos y sobre todo
indígenas no estaba aferrado a la
monogamia, sí importaba para
Sandino no ser percibido como
practicante de una doble mora-
lidad, o de ser injusto. O, ante sí
Tumba de Teresa Villatoro, Cementerio Oriental, Managua
mismo, toda vez que la moral y la
justicia también pasaba tanto por
la práctica como la percepción de relaciones personales de igualdad. Hasta los mis-
mos informes recibidos por los marines señalaban que Sandino era hombre de una
sola mujer, refiriéndose a la relación con Teresa que era del pleno conocimiento de
los americanos31.
La imagen y palabras de Teresa quedaron grabadas en la mente de Daisy Cárde-
nas o Godoy: “Mire Daisita, en la vida usted tiene que ser una mujer fuerte, siempre
mirando hacia el frente, ¡jamás viendo para abajo! Al enemigo nunca se le da la es-
palda. Se le mira de frente”. Antes de morir Teresa le entregó a Daisy una foto de
Sandino que guardaba como un tesoro. “Cuídemela mucho, Daisita”32.

Blanca Stella Aráuz Pineda


Sandino recordó en una ocasión que todo empezó con papelitos enviados por
la telegrafista Blanca con valiosa información militar. Sandino mandaba otros pape-
litos de regreso, no sin antes haber indagado quién era aquella colaboradora. “Los
papelitos se empezaron a volver cartas amorosas e intercambiamos retratos hasta
que le propuse matrimonio y nos casamos” dice la versión romantizada del mismo
Sandino relatada a un periodista años después33.
Blanca Stella Aráuz nació el 25 de mayo de 1909, una de once hermanos. Apren-
dió los códigos de la telegrafía a los 10 años, oficio heredado de sus hermanos, pa-
dres y abuelos.
Alfonso Alexander, conocido como el “Capitán Colombia” en las filas del EDS-
NN relata: “recuerdo que cuando Sandino entró victorioso en su primera campaña a
San Rafael del Norte llevó a sus tropas de caballería frente a la oficina de telégrafos,
descabalgó, pistola en mano, y al entrar quedó sorprendido por una belleza en flor de
403

17 años, Blanca Aráuz. Más tarde me con-


tó que se había enamorado a primera vista
y, por supuesto, ella también”. A partir de
entonces se multiplicaron las visitas de San-
dino a la oficina de telégrafos que funciona-
ba en la misma casa de los Aráuz. Sandino
tenía 31 años de edad y ella 19. La canción
“Allá va el General” narra el casamiento de
Sandino con Blanca Stella, compuesta por
Luis Enrique Mejía Godoy, se inspira en el
relato del mismo Sandino escrita después
de la muerte de ella conocido como “Blan-
ca y sus verdugos”34.
En realidad las circunstancias del casa-
miento no fueron tan idílicas como lo pin-
ta la leyenda. Sandino enamoró a Blanca,
quien contaba con 19 años, y se desató el
chismerío del consabido “pueblo chiquito,
infierno grande”. Gilbert, quien adversaba
a Blanca dice: “Aunque el General Sandi-
no fue casado con doña Blanca Aráuz [sic],
no le profesó amor alguno a esta señora.
Se casó con ella únicamente para acallar las
Acta de matrimonio por la iglesia católica
murmuraciones de las vecinas del poblado
de San Rafael... la señorita telegrafista Aráuz [sic] y el General simpatizaron, pasando
el guerrillero largas horas de la noche acompañando a la dama en su puesto tele-
gráfico por lo que las comadres soltaron las lenguas, y el caballero, para hacérselas
recoger, se unió en matrimonio con la telegrafista”35.
La versión de Gilbert valora correctamente la problemática poblana, pero no
por ello debe subestimarse el sentimiento genuino del General por Blanca. Lo so-
bresaliente es la ceremonia ya que Sandino con sus inclinaciones masónicas y socia-
listas, no creía mucho en religiones y mucho menos en cultos católicos. Sin embargo,
en tanto la familia de Blanca era religiosa e incluso hace los arreglos para la misa ma-
trimonial, aparentemente sin el conocimiento previo de Sandino, este les complace,
en lo que venía a ser una prueba más de afecto y seriedad... A partir de su relación
probablemente ya íntima con Blanca, Sandino cede a la presión social –el qué dirán–
del pueblo, de la familia y de su misma novia. Y cedió gustosamente como asunto de
principios en defensa de la reputación de Blanca.
404

Pudo haber otra dimen-


sión del “¿qué dirán?”: el apa-
rente hecho que era del co-
nocimiento del pueblo, que
Sandino era masón y tenía
costumbres extrañas según las
lenguas del pueblo. Y desde la
perspectiva de la cultura cató-
lica de entonces, una creencia
condenable y hasta diabólica.
Sandino alude a ello en 1933
en su relato a José Román:
Blanca Aráuz (1909-1933)
Con decirle que para su madre
y sus tías yo soy un masón y un comunista es decir, “hereje excomulgado”. ¡Una de
las pocas veces que Sandino declara fehacientemente, en son de broma, sus creen-
cias más sentidas!36.
El relato más completo del idilio forma lo presenta el mismo Sandino en una
entrevista que concedió al periodista mexicano Xavier Campos Ponce, en junio de
1929. Allí introduce otros matices reveladores sobre el noviazgo y las circunstancias
que llevaron al matrimonio: “La familia Aráuz se ofreció a colaborar conmigo y gra-
cias a ella pude transmitir órdenes a mis soldados, de los cuales solamente llegaron
trecientos a reunirse conmigo, antes de que yo saliera en ayuda de Moncada. Blanca,
uno de los miembros de la familia Aráuz, y que sólo contaba diecinueve años, era la
más entusiasta y durante todo el tiempo que permanecimos en San Rafael nos prestó
sus servicios. Mucho tiempo sirvió en nuestro Ejército aquella muchacha; trabajaba
conmigo aún en altas horas de la noche, posteriormente se ofreció a llevar nuestra
correspondencia y la gente comenzó a murmurar mal de su personalidad. Yo no po-
día permitir que se hablara así de aquella muchacha, que había hecho causa común
con nosotros y que, como nosotros, luchaba por la libertad de la Patria, y resolví
casarme con ella. El 18 de mayo de 1927, exactamente el día que cumplía treinta y
cuatro años de edad se efectuó mi matrimonio con Blanca Aráuz, quien, por otra
parte, ya había conquistado mi cariño... Mi deber está primero en mantener mi ac-
titud hasta conseguir la soberanía de mi patria y cuando haya cumplido ese deber,
dejaré las armas e iré a buscarla”. Aquí Sandino hace una separación entre su deber
militar y la relación marital, supeditando lo segundo a lo primero. Probablemente
aquella determinación no fue del gusto de Blanca quien quiso estar con su esposo37.
No siendo practicante del celibato, Sandino mantiene a Teresa Villatoro (mayor
que Blanca y más adepta a la vida militar) como su compañera íntima en el campa-
405

mento a cargo de importantes tareas. El lío seguramente se daba en las pocas oca-
siones antes de 1931 en que Blanca pudo visitar a su esposo. El caso es que en los
primeros años Sandino no quiso que Blanca llegara al campamento aduciendo las
dificultades militares y logísticas reales que atravesaban en la montaña. Blanca siguió
insistiendo tenazmente. Se lo rogaba en múltiples cartas incluyendo una en que acu-
sa a su esposo de ser un desalmado que no la quiere, culpándole de no ser feliz ella
en su matrimonio y con amenazas de suicidarse. Dice también estar celosa, lo que
indica que ella tenía conocimientos de la relación de Sandino con Teresa. Una y otra
vez Sandino responde rechazando el chantaje emocional, insistiendo que el impera-
tivo político de la lucha constituye su primera prioridad y, si ella no lo entiende, le
propone la separación, pero no sin manifestar que su deseo es tener un hijo con ella.
“...No sé cómo poder contestar a tus lamentos que haces por haberte casado
con un hombre que no te hace feliz. A decirte verdad, te diré que cuando te propuse
matrimonio fue inspirado por el mayor deseo de amarte con toda la fuerza de mi
corazón y jamás me imaginé que yo sería causa de tu intranquilidad y que llegara a
tanto tu desesperación que pudieras hasta pensar en el suicido pues esta palabra ya
me la has mentado más de una vez. Ahora bien, si mi amor es causa de tu desespe-
ración lo siento en mi alma porque jamás lo hubiera deseado y en este caso, te ruego
me perdones prometiendo dejarte libre si así lo deseas.
Aunque tú dices que no te quiero, pero deseo convencerte de que por mucho
amor puede uno sacrificarse tal como lo estamos haciendo hoy nosotros, los que es-
tamos con el arma al hombro defendiendo con desesperación nuestros derechos de
ser libres y jamás podremos aceptar el yugo de la esclavitud por cobardes, prefiero
perder tu amor y morir en lucha cierta contra el asesino invasor, antes que permitir
que tú, yo y nuestros hijos sobreviviéramos en el oprobio que solamente lo pueden
aceptar los cobardes e irresolutos.
El amor a mi patria lo he puesto sobre todos los amores y tú debes convencerte
que para ser feliz conmigo, es menester que el sol de la libertad brille en nuestras fren-
tes.
No sólo la traición y el oro triunfan, con más razón triunfará la justicia. Sé op-
timista, ten fe en Dios y él nos ayudará a libertarnos para mañana estar juntos y el
mismo Dios nos dará un hijo que bendiga la memoria de sus padres que con inque-
brantable voluntad le prepararon patria y libertad.
...No quiero que vengas porque la cosa no es tan fácil como te puedes imaginar.
No me hables de celos, porque ya te he dicho que yo sé lo que hago y que ade-
más, soy yo quien te manda y te debes convencer que te amo, que eres tú mi esposa
y de nada te servirá gastar sal en el mar. Yo soy tu mar en mí confía... “Ustedes son
mi familia y que por lo mismo nunca podré olvidarlos, aunque me califiquen sin
corazón...”38
406

En su presencia el rostro de Sandino resplandeció


Las desavenencias fueron privadas. Públicamente el General mantuvo su reco-
nocimiento a Blanca, la identificación de sus ideales y la importancia de su colabo-
ración.
Cuando el periodista Belausteguigoitia preguntó al General: “¿fue su esposa un
obstáculo para la lucha?” –atrevida presunción–, Sandino respondió:
–Fue un estímulo. Al llegar aquí, después de iniciada la lucha, la conocí. Intimé
con ella. Sus ideas y las mías eran iguales; estábamos identificados. Cinco años es-
tuve separado. Luego pudo entrar en la montaña. Mi esposa nunca ha cejado en su
espíritu”39.
Cuando Farabundo Martí apareció en las Segovias –finales de junio de 1928–
recuerda la impresión causada por Blanca. Estaba de visita en el campamento y San-
dino la llamó, masculinamente, para servir un nacatamal y café al salvadoreño que
llegaba cansado. Una biografía recoge apuntes del diario de Martí, “De la estancia
vecina entró con paso rápido una mujer hermosa y joven. Toda su esbelta figura
emanaba femineidad. Sus alegres ojos irradiaban, claro, ternura. Era la mujer de
Sandino, Blanca Aráuz. En su presencia el rostro de Sandino resplandeció.
–Blanca, te presento –dijo– a nuestro amigo de El Salvador, Farabundo Martí.
Tráenos de comer, por favor.
En el redondo rostro de Blanca apreció una sonrisa encantadora.
–¿No lo ha atormentado mucho a Ud. el guía?
–No, pero el camino no es fácil. Por la falta de costumbre, claro, aunque en la
llanura yo andaba decenas de kilómetros a pie.
–Con el tiempo se acostumbrará a las montañas y se olvidará de la llanura.
Su voz era profunda, sonora”40.
En 1929 Blanca, su madre y hermanos fueron detenidos por la Guardia y tras-
lados a Managua. A los pocos días fueron puestos en libertad, pero al año siguiente
fue capturada por segunda vez y acusada de apoyar a Sandino y al EDSNN mediante
mensajes telegráficos. También fue detenida su madre Esther Pineda y su hermana
mayor Lucía Aráuz. Tras la segunda detención de Blanca, Sandino tomó la decisión
de llevarla al campamento. Teresa, seguramente contrariada, regresó a El Salvador,
sin esperanzas de regreso. A partir de entonces, el matrimonio cobró mayor fuerza.
Somoza en su libro dice que todo fue asunto de mantener apariencias. Más creíble
es la hipótesis que pesaron sobre Sandino su adherencia a la EMECU y en particular
la exaltación del papel de la familia y de la fidelidad expuestas de Joaquín Trincado.
Todo aparece en el libro Los Cinco Amores fielmente estudiado por Sandino41.
Blanca se ganó rápidamente el respeto de la tropa. Asesoraba a Sandino y lo
llamaba su “viejecito” y “mi cara mitad”. Se hizo cargo del puesto médico del cam-
407

pamento. Sandino la consiente. Ella aprendió a manejar una pistola calibre 32, fusil
y metralleta. Sandino se sorprendía de la facilidad con que llegó a manejar armas
–practicando con un Winchester 44 y una pistola calibre 32– y no logró detener el
desmedido uso de municiones en aquel entrenamiento. “Blanquita tiene una su pis-
tola ‘32 Special’ y un su rifle 44 Winchester que no la puedo hacer dejar de disparar
muchos cartuchos diarios de ese mismo calibre, pues mi esposa es varonil, como fue
María, la esposa de José, y no puedo menos que permitirle todo aquello que le agra-
de”42. Por la noche, animaba y organizaba actividades para la tropa. Junto a Cabrerita
improvisaba la letra para melodías conocidas: Sandino asumía la tarea de apuntar la
letra de aquellas de carácter patriótico y las distribuía entre la tropa para aprenderse.
A lo largo de 1931, Blanca trabajó en Secretaría del Ejército colaborando con
el Coronel Juan Santos Morales. Con sus dos hermanos hacían de secretarios, cada
cual con su máquina y Sandino dictando y corrigiendo varios textos a la vez. Al
mismo tiempo, buscaba darle solución a los problemas cotidianos algunos influen-
ciados por el temperamento de su marido. Como ejemplo, la historia del cocinero
jamaicano Rubén Brown quien relató: “doña Blanca me cobró afecto por el esmero
con que le preparaba sus alimentos, y ya no permitió que nadie más que yo se los
hiciera. Un día Sandino estaba con los diablos arriba, y pidió con voz alta, cuatro
hombres armados para que me fueran a tirar. Yo me puse muy afligido y me despedí
de la vida, habiéndole puesto en conocimiento a doña Blanca que me iban a matar,
para que buscara otro cuque. Ella me dijo que no lo permitiría ni un momento, y así
fue que cuando llegaron a sacarme para darme la muerte, ella se interpuso y retiró a
los hombres hablando después sobre este asunto con su marido... Así es, pues, que
debo la vida a mi cuchara y a doña Blanca”43.

La manipulación de los marines y Salvatierra


Que Blanca contara con criterios políticos propios no significó que los mismos
fueran siempre acertados o los mismos de su esposo. Más que simplemente servir
de conducto de algunas comunicaciones de Sandino con Managua, Blanca agregaba
su punto de vista particular. En los primeros años hizo todo lo posible por impulsar
negociaciones que llevaran a la finalización de la guerra y al regreso de su marido. Por
ejemplo, hacia finales de 1927 llegó un grupo de cuáqueros norteamericanos con la
idea de ayudar a negociar la paz en Nicaragua. Habían escrito a Sócrates, quien para
entonces todavía era un jornalero carpintero en Brooklyn, Nueva York, quien a su
vez se dirigió a don Gregorio. Ambos prepararon cartas de introducción dirigidas
al General Sandino. Las autoridades militares norteamericanas quisieron disuadirles
pero no pudieron. El caso es que el jefe de la misión, John Nevin Sayre, llegó a San
Rafael y habló con Blanca, pidiendo que enviara un mensajero al campamento de
408

Sandino para discutir la propuesta de paz. La propuesta consistía en la deposición de


armas unilateralmente a Sandino y permitir a los marines supervisar las elecciones
de 1928. Sandino la rechazó tajantemente en una carta a Sayre y Jones de fecha 1
de enero de 1928. Sandino respondió preguntando por qué le ofrecían garantías a él
cuando eran los sandinistas los que, como hijos genuinos de Nicaragua, estaban lla-
mados a conceder garantías al extranjero. “Cumpliremos con lo que hemos dicho, no
nos retiraremos en tanto los Yaquis punitivos permanezcan en nuestro territorio”,
escribe indicando que en esos momentos los “–piratas–” incendiaban Quilalí”44.
Blanca se identificó naturalmente con la lucha sandinista, pero sus acciones
evidenciaron marcados deseos de lograr urgentemente la paz para vivir junto a su
esposo en condiciones de normalidad. De manera similar don Gregorio, fue objeto
de las “persuasiones” de los mandatarios liberales y hasta de la oficialidad mayor de
los marines para presionar a Sandino a entrar en negociaciones. A inicios de 1928,
Blanca entró en correspondencia con el mayor General Logan Feland (comandante
de la segunda brigada de los marines en Nicaragua). Era del conocimiento de los
marines que Sandino le confiaba a su esposa la remisión de correspondencia. Don
Gregorio y doña Margarita Calderón, como hemos visto, también entraron en el
juego de Feland. En carta a don Gregorio de fecha 5 de enero de 1928, Blanca parti-
cipaba a su suegro que “hoy he recibido respuesta del General Feland, hay esperanza
que Augusto se rinda. Creo que pronto habrán más conferencias en mi casa, Dios
mediante”. Dice sin embargo que su esposo está al corriente y que incluso que el
General pide sean informados tanto don Gregorio como su madre natural Margarita
“para que puedan consolarse de que no habrá más derramamiento de sangre, gracias
a Dios por ese, y estaremos en paz...”45.
Feland pidió a don Gregorio viajar a San Rafael, en tanto él despachaba un avión
militar a San Rafael a entregar a Blanca la carta del 11 de noviembre escrita por doña
Margarita bajo presión de los marines. Don Gregorio discutió con Blanca cuáles po-
dían ser las condiciones de Augusto para entregar las armas, a lo que Blanca respon-
dió que también le escribiera a su hijo y que ella aseguraría la entrega de ambas car-
tas. Todo fue extraño porque Sandino no tuvo la costumbre de mantener informada
a su madre de sus peripecias. Hoy se sabe que fue el propio General Feland el que
involucró a doña Margarita en el plan, insistiendo que escribiera a su hijo vía Blanca.
Al fin y al cabo, la carta y la comunicación no tuvieron mayor trascendencia política
o militar. Pese a la crítica de sus superiores, el mayor Feland creyó que una salida
negociada todavía era posible. Hizo uso entonces de Blanca quien, debe recordarse,
apenas contaba con 19 años de edad y todavía no alcanzaba su madurez política46.
De mayor trascendencia para el futuro del país sería el papel jugado por Blanca
a inicios de 1933 en la negociación de la paz con el gobierno de Juan Bautista Saca-
409

sa. Blanca regresó al Cuartel General Provisional


del EDSNN, ubicado en la quinta Guadalupe,
el Embrocadero, departamento de Jinotega. En
enero, ella ayudó a facilitar y acompañar la misión
de Sofonías Salvatierra, Ministro de Agricultura
y Trabajo del nuevo gobierno de Sacasa, quien
asumió la presidencia el 1 de enero de 1933. Via-
jaban también don Gregorio y doña América.
Todas aquellas aparentes cortesías obedecían a
un plan premeditado: “quería que el Gobierno
del doctor Sacasa se llevara esa gloria en el primer
mes de su administración”, recuerda Salvatierra.
El objetivo de la misión era persuadir a Sandino
de llegar a un acuerdo con el nuevo presidente
ya que, a diferencia de Moncada, Sacasa en al-
gún momento había gozado del reconocimiento
Blanca Aráuz y el General Sandino de Sandino. En esa tarea, Salvatierra, quien no
conocía personalmente a Sandino, utilizó a los
padres de Sandino y a Blanca para convencerles de las bondades del nuevo gobierno
de Sacasa, quien en otro momento Sandino tildó de “pelele”.
En su libro, Salvatierra prácticamente confiesa haber “echado la vaca” al líder
guerrillero: “no omití medio legítimo para ponerle a Sandino clara su situación moral
en aquella hora única, y aun para ayudarle a desatar un nudo, que era a la vez el nudo
nacional” –o bien el nudo de Sacasa de cara a las demandas de la Guardia–. Y para
esta obra así considerada, contaba ya con elementos sentimentales y políticos de pri-
mer orden. Los elementos políticos eran los del Grupo Patriótico [Salvador Calderón
Ramírez, Escolástico Lara, Pedro José Zepeda y el General Horacio Portocarrero], y
los sentimentales, era el papa del General Sandino, don Gregorio, y su esposa doña
América, madre de don Sócrates, que deseaba la paz con la más pura sinceridad... Todo
esto hizo más fecunda la acción de mi entrañable amor por la paz... Era necesario oír
al guerrillero y que él nos oyera... doña Blanca en realidad quería la paz”. Desde San
Rafael, en casa de Blanca, Salvatierra había escrito a Sandino “doña Blanca... te escribe
también, y todos nos quedamos ansiando que llegue el momento en que le anuncie-
mos al mundo, que nos observa, y a la Nación entera... que la paz ha vuelto a reinar”47.

Solamente Blanquita, mi esposa, me ha hablado así


Salvatierra narra cómo Blanca emprendió, embarazada, la incómoda camina-
ta de la última parte del trayecto desde San Rafael hasta el campamento donde se
410

encontraba Sandino. Ella, dice, “hacía un acto de ternura heroica, que sólo el amor
podía explicar, era doña Blanca. Ella quería la paz, porque quería formar hogar que
no tenía desde que se casó en aquel día hermoso y sonriente del mes de mayo”.
“Un” y no necesariamente “el” factor determinante. Por la noche Blanca insistió
con su marido hasta altas horas en la necesidad de un acuerdo. Apenas unas semanas
antes Sandino había contemplado continuar el combate dudando de las intenciones
de los Estados Unidos y la legitimidad de las elecciones. El papel de Blanca no es que
fue decisivo pero tuvo sin duda importancia en aquel giro de posición. “Se le salían
las lágrimas cuando hablaba de paz”, recordaría Sandino.
Sandino discutió con Salvatierra hasta el cansancio. El General ya tenía redacta-
do un “Protocolo de paz” que, en esencia, mantenía sus reivindicaciones históricas.
Salvatierra tomó el documento y regresó a Managua, donde “la opinión respecto de
la paz era completamente contradictoria”, principalmente de parte de la Guardia.
Salvatierra volvió al Embrocadero el día 31 de enero, llegando cerca de las seis de la
tarde para presentar su contrapropuesta. Hablaron con Sandino hasta el cansancio.
Esa noche Sandino caminó dando vueltas interminablemente, su forma de me-
ditar y tomar decisiones de trascendencia. Y todo ese tiempo discutiendo con su
esposa. A la mañana siguiente, el 1 de febrero de 1933, se escuchó la voz de una de
las dueñas de la quinta Guadalupe “¿Y qué le habrá pasado al General que casi no ha
dormido toda la noche?”. Cuando Sandino salió de su vivienda, haciendo caminata
matutina como acostumbraba, anunció una de las decisiones más importantes y
posiblemente más desatinadas de su vida: “He amanecido romántico-trágico, pienso
que la paz debemos hacerla en estos cinco días, o me mato; y la manera de hacerla
es que yo vaya a entenderme directamente con el doctor Sacasa”48.
Alberto Reyes, quien acompañó a Salvatierra y la familia de Sandino en aquella
expedición, expresó a Salvador Calderón Ramírez: “Después de cambiar de idea y
oír a Sandino en una plática que duró toda la noche, he comprendido que la guerra
civil ha terminado. Me leyó su carta [de Calderón Ramírez] e intensamente emo-
cionado me repetía que aquel escrito, lleno de sinceridad, lo había conmovido... La
esposa del General –doña Blanca– desearía canjear impresiones con usted. Procure
comunicarse con ella”49.
Hasta dónde incidió Blanca en aquella decisión es imposible precisar. Pero no
hay duda, lo dice el mismo Sandino, que ella podía hacer lo que pocos o nadie se
atrevían a hacer: increpar al General –siempre más inclinado a dar órdenes que a es-
cuchar consejos y, mucho menos, amonestaciones. Sandino admitió aquella realidad
a Román, cuando este se disculpó por haberle argumentado que saliera del país y re-
gresara para asumir responsabilidades gubernamentales. El General respondió: “Le
he escuchado muy atentamente todo lo que ha dicho y sin duda alguna usted tiene
razón. Solamente Blanquita, mi esposa, me ha hablado así. Si ella estuviera presente,
411

quizá entre ustedes dos me podrían hacer flaquear, pero por bien o por mal ya tengo
decidido quedarme”. Y en efecto, “cuando yo digo que la mula es negra, no me le
busquen un pelo blanco”, solía repicar cuando alguien quería contradecirlo; poco le
gustaba oír consejos, según Abelardo Cuadra50.
Blanca sin duda anhelaba la paz y estaba ilusionaba con el hijo que esperaba y la
esperanza de vivir en compañía de su esposo. Así le entendió (y aprovechó) Salvatie-
rra, quien dice: “doña Blanca, como he dicho, era una señora hermosa e inteligente,
amaba mucho a Sandino y deseaba formar hogar. La paz era para ella como un ama-
necer, y el nacimiento de esa niña venía a ser como el matiz sonrosado de aquella
aurora, que sólo los padres, pero los padres nobles y generosos, los que sienten la
maternidad solidaria en el General humano pueden comprender. Esposa y madre en
su expresión sublime, hacen del corazón de la mujer la más admirable de las entra-
ñas. Doña Blanca cerró sus ojos bajo la santidad de estos dos sentimientos, dejando
para su patria el testamento de su amor a la paz y de su amor al hogar, sellado con
actos de abnegación y de verdad”51.
De manera parecida, en una entrevista reciente Blanca Segovia Sandino con-
firmó la nobleza del sentimiento de su madre. Habla de una carta de su madre a su
padre que dice: ‘Yo no quiero que mi niño nazca en un ambiente de fieras; hablamos
todo lo posible para regresar al pueblo y tener una vida normal’. Y es que ya para
entonces habían empezado las conversaciones de paz. Y mi padre se confió”.
En aquella celeridad impulsiva de Sandino para llegar a un acuerdo, posiblemen-
te también figuran consideraciones paralelas a las de su esposa: él también ansiaba
trabajar cívicamente y convertirse en el verdadero padre que no siempre tuvo. Tenía
la ilusión de ser padre, como dijo a Román. Razones y raciocinios personales enten-
dibles humanamente pero que no primaron sobre los factores políticos que le lleva-
ron a mal negociar los términos de paz el 3 de febrero de 1933 en términos distantes
de propuestas anteriores. Como dice doña Blanquita, “se confió”.
No cabe duda que el amor de Sandino por Blanca continuó creciendo–al pun-
to de recomendársela especialmente al maestro Trincado: una carta de Sandino a
Trincado presenta oficialmente a Blanca como su esposa informándole que estaban
casados desde 1927 y que ella había estado recluida presa en un convento en León.
Sandino probablemente quiso evidenciar la formalidad de su situación marital sobre
todo porque Trincado le designaba “celador” del capitulo del EMECU en Nicara-
gua. “Creo que mi esposa será más tarde una fiel predicadora de las Doctrinas de
nuestra EMECU”, dice en la misma carta. Tras su muerte, Blanca asumió un papel
casi místico para Sandino por lo que pediría encarecidamente al maestro Trincado
ponerla a la par de los espíritus misioneros como constructora de la paz en Nicara-
gua. Su “gran espíritu de amor y bondad” había traído la paz, señalando que con ello,
Blanca había concluido su misión terrenal52.
412

Una breve vida conyugal


La vida conyugal entre Sandino y Blanca realmente no tuvo lugar sino hasta
marzo de 1931 cuando Blanca se trasladó con más permanencia al campamento. De
por medio estaban las difíciles condiciones de la montaña como también la presen-
cia de Teresa. ¿Qué habrá pensado? ¿Se habrá sentido humillada? El campamento
entero sabía de la situación. Teresa, su hijo y su sobrina salieron del campamento
rumbo a Honduras en enero. Blanca llegó en marzo. La separación no fue pacífica,
atribuyendo Sandino, con gran ego, la responsabilidad a Teresa por su “carácter de
la chingada”53.
Tal como alude el General, su relación con la familia Aráuz sufría complicacio-
nes. La posición del General era, indudablemente, incómoda: por un lado, la familia
de Blanca sufría hostigamiento de parte de la Guardia, por otro, un hermano de
Blanca estaba pasando información a la Guardia. En tanto, los soldados de Sandino
ya contaban con permiso de decomisar reses pertenecientes a sus suegros y cuñados.
Pero Blanca mantuvo, a capa y espada, su lealtad política a la causa, siendo también
asesora del General54.
El 20 de noviembre de 1931, Blanca perdió su primer embarazo a los tres meses
de gestación, seguida por otra pérdida en mayo de 1932. Sufrió un accidente en di-
ciembre de 1932 al caer de una mula y ser pateada por esta. Debió pasar más tiempo
en San Rafael, en donde volvió a ser perseguida y encarcelada por la Guardia en Ji-
notega como medida de presión contra Sandino. Llegó al campamento con sus dos
hermanos, los cuales Sandino dejó como parte de su secretaría, pero al poco tiempo
descubrió que “estaban en coqueteos con la Guardia Nacional”. Sólo la intercesión
de Blanca evitó que fueran sancionados y, aparentemente hacia el final, se entrega-
ron a la Guardia.
Sandino, atento al embarazo de Blanca, y confiado, le exigió regresar a San Ra-
fael el 28 de diciembre de 1933. Al llegar, fue detenida por la Guardia y remitida a un
calabozo inmundo. Sacasa tuvo que estrenar su mandato presidencial con una orden
de liberar a Blanca, a lo que el capitán Gutiérrez replicó funestamente: “él manda en
Managua y la Guardia manda aquí” –invocando la verdadera realidad de la situación
política. (El mismo Gutiérrez fue el escogido por Somoza el 21 de febrero de 1935
para ametrallar la casa de Salvatierra, asesinar a Sócrates y herir a Santos López)55.

“Sandinito” y los últimos meses con Blanca


La paz significó para Sandino el nacimiento de su hija –esperaban un hijo– y con
ello el inicio de una vida en familia –algo que apenas tuvo de vivir en familia. Y no
cualquier familia sino aquella espiritualmente recomendaba por la Escuela Universal
y el maestro Trincado como cimiento de una nueva sociedad en cooperativas.
413

Con el nuevo embarazo de Blanca –después de dos abortos naturales– Sandino


esperaba el parto con ilusión, tal como relata José Román. A inicios de 1933, poco
antes de despedirse de Román, el General Sandino le hizo entrega de un sobre con
un billete de 50 dólares:
–Esto es suyo. Aunque sea apenas para la secretaria que le saque en limpio esas
notas.
Román protestó, pero Sandino le dijo:
–Es una orden militar, tiene que aceptarlos.
–Está bien –respondió Román– los acepto pero con una condición: que tenga
la bondad de hacer una promesa.
–Si no es algo imposible...
–General, que usted me guarde este sobre así como está y que el día que nazca
Sandinito en mi nombre le haga un obsequio de algo bueno y duradero, como re-
cuerdo de mi amistad, ¿Prometido?.
–¡Qué cosas! Román, usted me ha tocado mi tecla más tierna ¡Está prometido!
Me dijo visiblemente emocionado. Tomó el sobre y lo guardó en el mismo lugar de
donde lo había sacado.
La tecla más tierna: el tema, ternura y carga emotiva que significa ser padre. Lo
que lleva a la consideración de la relación con su propio padre, a quien amaba pero
con tintes de resentimiento que Sandino dijo no tener. Anticipaban un varón. Con
mucha confianza le dijo a Román: “Usted no puede imaginarse la alegría y la ternura
que siento al pensar que estoy próximo a ser padre, más que nada porque quiero
darle a mi hijo todo el cuido y todo el amor paterno que a mí me faltó. Ya verán los
espíritus astrales que yo no soy un resentido”. ¿O se lo demostraba a sí mismo?
Se preparaba para gozar la bendición que significaba ser padre. Pero Sandino
murió a los pocos meses de nacida su hija Blanca Segovia. Su tiempo con su hija fue
muy breve; ella quedó al cuido de su familia materna. Sandino vaticinó que “traerá
en sus venas como herencia amor y por lo mismo capitaneará el feminismo nicara-
güense en su época”56.
Algunas semanas antes del parto, Blanca Stella y el General contrajeron matri-
monio civil el 27 de mayo de 1933 ante el juez local único de San Rafael del Norte.
Blanca ya estaba embarazada. ¿Habrá pesado sobre Sandino el recuerdo doloroso
de su condición de hijo “natural”? O bien, la prédica de Trincado quien no creía en
las iglesias pero sí en el matrimonio civil haciendo la diferencia entre el amor carnal
y “el amor superior que engendra un nuevo ser”, que él llama el amor familiar. “El
Amor de Esposos Impone el Hogar”, el verdadero matrimonio “que se inscribe
en el libro del Creador”. El lenguaje sin embargo no esconde el proyecto político y
social, asimilada por Sandino y explicada por Trincado: “como todo se ha encerrado
en la familia, por razón de la irracional imposición religiosa directa, o indirectamente
414

por las leyes dictadas bajo la influencia religiosa, el amor de familia es más imperfec-
to; se requiere una familia nueva en una sociedad nueva, el que se llama matrimonio
espiritual que sustituye al matrimonio carnal, como base de la sociedad en la cons-
trucción del régimen de la comuna”57.
“Te besa tu muchachito, si vieras qué brincón está ahora –escribe Blanca a su
esposo– ven a ver a tu criaturita, no pienses en abandonarle porque él será tu felici-
dad”. Ella embarazada y en estado de gravedad a consecuencia del accidente de la
mula. Hay versiones encontradas sobre la causa de su muerte: si de hemorragia en el
parto o por las secuelas del accidente lanzada por una mula que cabalgaba58.
Somoza circuló la versión de la hemorragia y que Sandino supersticiosamente
no había permitido la entrada de comadronas, ni médicos ni de sus familiares. Es
posible que Sandino, a partir de sus convicciones y léxico espiritista hubiera pre-
senciado con resignación la “desencarnación” del espíritu eterno de Blanca. Para
Sandino ella había cumplido con su misión en la vida: traer la paz.
Sandino quedó emocionalmente impactado. Durante la misa de cuerpo presente
de Blanca incluso mandó a callar al cura. Durante el sepelio, Sandino alabó a Blanca
a quien “debemos la paz de Nicaragua” llamándola “mártir de Nicaragua. Por ella
no han seguido los invasores dándoles de patadas ni estos bandidos que me la de-
tuvieron una vez en Jinotega y es mejor que me calle, porque me estoy irritando”.
Abelardo Cuadra, entonces parte de la Guardia, estuvo en el entierro y escribió lo
siguiente: “Recuerdo, sobre su cólera, que cuando en julio de 1933 concurrí junto
con el coronel J. Rigoberto Reyes y otros oficiales al entierro de su esposa –muerta al
dar a luz– Sandino improvisó unas palabras para despedirse de ella, en el cementerio
de San Rafael del Norte.
–Blanca fuiste, Blanca te llamaste y blanca moriste... –empezó. Iba a continuar,
pero mirando hacia donde estábamos parados nosotros, se mordió el labio inferior
y se azotó las botas con el fuste de campaña–. Y no sigo hablando más por estos
jodidos que están allí, –agregó entre dientes, y ya no terminó su discurso”59.
No se sabe si Sandino desarrolló una nueva relación afectiva tras la muerte de
Blanca el 2 de junio de 1933. Hay algunas referencias a Angelita González Aráuz, so-
brina de Blanca, por quien Sandino tuvo “mucho cariño”, según el historiador Neil
Macaulay. Otros dicen que después del magnicidio de Sandino, la Guardia la llegó a
buscar a Wiwilí y la mataron en las laderas del Río Coco. Estaba a punto de dar a luz,
“le faltaban como quince días; el niño era varón y ya estaba grandote el muchacho-
te. Abierta así, y muerta ya, se tiraban las carcajadas los guardias de Somoza”. Hay
informes de la Guardia Nacional de 1934 reportando la ejecución de seis mujeres al
momento de la captura y asesinato del General Abraham Rivera. Entre ellas la joven
Angelita González Aráuz, “en quien se ensañaron, al atribuirle ser la compañera de
Sandino en el campamento de Wiwilí tras la muerte de Blanca”60.
415

La familia de Blanca se hizo cargo de Blanca Segovia. Sandino pensó en even-


tualmente enviarla a estudiar a Argentina, seguramente con el maestro Trincado.
Hay testimonios de Blanca Segovia o doña Blanquita, como cariñosamente se le
conoce. En una entrevista relata: “Cuando yo estaba chiquita, recién nacida, él era
el que me atendía... Yo ya no tenía madre, y no podía tomar leche en los biberones
que se acostumbra porque las mamaderas eran grandes y en la boquita de una recién
nacida no calzaban”, añade citando los relatos de su abuela Esther, quien la crió en
gran parte de su niñez. El general le daba líquidos con “chuponcitos” de algodón
mezclados con miel de jicote. “No quería ni que me tocaran, le parecía que si alguien
me tocaba me podía enfermar, me decía mi abuelita que él mismo me atendía. Me
contaba mi abuelita que ella le decía ‘démela, mi General’ y él le respondía: ‘No, el
poco tiempo que yo voy a estar aquí, yo la voy a cuidar’... Él me atendía, incluso era
el que me curaba el ombliguito, hasta que se me cayó. Como a los ocho, o nueve días
después de que mi mamá se murió se tuvo que ir, entonces me agarró en sus brazos
y me llevó donde una vecina de apellido Rizo y se le arrodilló para pedir que también
le diera el pecho a su hija”.
Según el mismo relato, en el último viaje que realizó el General Sandino para ver
a su hija y despedirse, tomó una cámara, la sentó en una silla, cruzó dos banderas,
la rojinegra, y la azul y blanco, colocó su revólver calibre 45 a un lado y la calibre 32
de su mamá al otro lado y tomó fotos... Luego la cargó en sus brazos y se dirigió al
cementerio. “Fue a ver a tu mamá, se sentó ahí y lloró, yo me fui detrás para ver qué
andaba haciendo con esa criaturita. Lloró y te sentó en las rodillas, él se sentó en la
bóveda de tu mamá”, le contó su abuelita, quien añade que el General “estuvo con-
fundido un buen rato”, absorto en sus pensamientos. Al día siguiente, Sandino se
marchó y antes se despidió de Blanca Segovia y de su abuela y otros familiares. “Mi
abuelita dice que hasta se le rodaron las lágrimas, me estrechaba y me besaba, como
nunca había visto en su vida. Nunca había visto a un hombre tan impresionado”,
señaló.
“Aquí queda, Pedrito, aquí les dejo lo único que queda de esta lucha, de la lucha
en las Segovias, cuídenmela, hagan lo imposible para criármela si yo ya no puedo
regresar”, expresó el General a Pedro Antonio Aráuz, según relata Blanca Segovia.
“Vino él, me abraza, me besa, se monta y se despide de todos. Dicen que yo quedé
con un suspiro profundo, tres días llorando”, lo que atribuyeron a una profunda
tristeza que aquella niña no podía exteriorizar, apuntó la hija del General Sandino.
La versión puede sufrir de un entendible romanticismo, propio de los recuerdos se-
lectivos de infancia, o historias embellecidas a lo largo del camino. Pero del amor y
sufrimiento de Sandino, como esposo y padre, no puede haber duda61.
416

La moral inmoral
A los estudiantes de la historia debe importar no si Sandino fue mujeriego y
regó hijos, que si fue esposo intachable de una mujer, o simplemente un hombre
“más”. No hay que sobredimensionar a Sandino ni pensar que estuvo por encima
de todos los códigos de socialización y actuación machistas de entonces, o de ahora.
Solamente de algunos, lo cual es decir bastante62.
Lo que amerita preguntar es cuánto el Sandino de carne y hueso se acerca a la
concepción y práctica espiritualizada del amor –es decir, a una concepción de amor
entre iguales. No es asunto de monogamia, sino algo más importante como es el res-
peto del hombre por la mujer. La prefiguración de nuevas relaciones sociales basadas
en una moralidad que no es falsa sino genuina, de solidaridad y de construcción. Hay
un rechazo a lo que llamó la “moral inmoral de la actual sociedad de la tierra”, como
dice en la carta a Rivera.
Ni se sabe ni se excluye lo sentido por el General hacia otras mujeres, pero el
caso es que Sandino amó profundamente tanto a Teresa como a Blanca, quienes
compartieron no simplemente relaciones conyugales con el General pero también la
vida y el pensamiento íntimo de un hombre dado a la soledad y a menudo bastante
impenetrable. Y si el amor por cada una coincidió en el tiempo, eso no es cosa de
escándalo sino que una faceta posible de la naturaleza humana. Al fin de cuentas,
cuando Sandino pidió a Rivera no considerarlo “injusto” en su vida íntima, la injusti-
cia pudo haber estado en el acto de separación de Teresa en función de convivir con
Blanca, o bien al acto de haber convivido con Teresa aun estando casado con Blanca.
La verdadera injusticia hubiera sido el machismo ante la hipótesis que dejara
aquel hijo o hija en México, sin volver a hacer referencia a aquella relación con su
madre. Y que no fue el caso con María Natalia, la primogénita, quien estuvo en la
mente de Sandino a lo largo de la guerra, según confiara al capitán Ferreti y al pe-
riodista Belausteguigoitia. ¿Hasta dónde incidieron las nociones anarcosindicalistas,
masónicas o trincadistas sobre su vida íntima? ¿O fue algo que llevaba en su carác-
ter? ¿Cuánta importancia atribuir al pensamiento expresado, a los 27 años, en carta
a su padre desde La Ceiba criticando a los hombres que “no sabían dominar sus pa-
siones” y no era propio de un hombre recto? ¿O fue una autocrítica y otra expresión
de la voluntad de superar en lo personal para “distinguirse en algo”?63
Sandino fue el primero en rendir homenaje a aquellas mujeres que formaron
parte de la comunidad del EDSNN. Son múltiples las constancias de la existencia
del código draconiano impuesto por Sandino sobre los hombres combatientes exi-
giendo respeto a la mujer y castigando el abuso con la pena de muerte. Cuidó del
bienestar de las mujeres en su campamento, como cuidaba el bienestar de todos
sus hombres, acostumbrando escribir a las madres de sus combatientes extranjeros
417

comentando las virtudes de sus hijos. Sintió un profundo aprecio por la maestra
Gabriela Mistral, titulándole Benemérita del EDSNN. Pero también por Lola Ma-
tamoros, Carmen Sobalvarro, Juana Cruz y Tiburcia García Otero, las hermanas
Villatoro, junto a las muchachas adiestradas como correos e informantes. No faltan
las referencias a los servicios y el heroísmo de diversas mujeres durante la campaña
y no simplemente como “soldaderas” y ayudantes de cocina, existiendo diversas
fotos de aquellas mujeres anónimas, vestidas de blanco, con una pistola al cinturón.
“Oportunamente me encargaré de una publicación especial para rendirles a estas
mujeres el homenaje que merecen, pues sus nombres y sus hechos constituyen una
verdadera gloria para Nicaragua y deben incorporarse a la Historia Patria, como en
el caso de la Legión Latinoamericana”64. Otra tarea que quedó pendiente.
XVII

Clero y religión

Alfonso Alexander Moncayo, el joven colombiano quien llegara a ser conocido


como el Capitán Colombia, fue entre los primeros voluntarios integrados a las filas
del ejército sandinista. Relata una curiosa anécdota:: “Al fin yo iba yo a conocer a
Sandino. Cuando llegamos al campamento, Raudales nos hizo formar en fila. Yo
llevaba una medallita que mi madre me había regalado en Pasto [capital del estado
de Nariño, Colombia] cuando era pequeño. Al salir Sandino, y luego de revisarnos a
todos, llega frente a mí y me arranca la medalla con cadena y todo diciendo: ‘Maldito
sea, yo no quiero aquí espías de los jesuitas’, y me mandó a encerrar”. El apellido
anglosajón, la tez blanca y su vestuario safari no ayudaron.
El mayor Carlos Salgado intercedió para sacar a Alexander del problema. Le
dijo a Alexander: “¡Él no cree en nada ni en nadie, animal! –¿Cómo te pusiste a ex-
hibir eso? –¿Qué tal si yo no vengo?– ¡Pues te acaba!”1.
Aquella animosidad de Sandino hacia los jesuitas en particular, expresada en
más de una ocasión, refleja fielmente la formación masónica y su especial animad-
versión a la orden religiosa que juraba obediencia al Sumo Pontífice romano. En
México, Sandino también habrá escuchado a sus maestros sindicalistas y los na-
cionalistas mexicanos fulminar contra el catolicismo al punto de utilizar la palabra
jesuita como sinónimo de fanático y extremismo. La revista libertaria “Sagitario de-
nunciaba al presidente Plutarco Elías Calles de “jesuíticamente estar llevando a cabo
[una represión] contra el esfuerzo del proletariado mexicano”. Para la anarquista
norteamericana Emma Goldman los bolcheviques constituyeron “los jesuitas de
Marx”. (Curioso sin embargo, porque la figura de Ignacio de Loyola fue tratada con
reverencia, las escuelas espiritistas estudiadas por Sandino admiradoras de los ejer-
cicios espirituales desarrollados por Loyola, ubicándolo como uno de los grandes
maestros en la materia)2.
El problema de Sandino no fue con Dios sino con sus presuntamente indispen-
sables intermediarios. Otro soldado sandinista, Macario Calderón Salinas, presenció
una mañana cómo Sandino observaba atentamente a uno de sus soldados que reza-
ba y se persignaba haciendo la señal de la cruz. Sandino le dijo: “No hay necesidad
de que se persignen: hablen con Dios con su corazón y Él les escuchará”. No era
entonces, como pensara Salgado, que Sandino “no creía en nada”, simplemente no
creía en religiones institucionalizadas ni en la figura de sacerdotes ni en congrega-
ciones o iglesias, nada de lo cual era necesario, según él, para aproximarse a lo que
llamara “el espíritu de Dios”3.
419

El rechazo a la religión y la mala espina que le daban los jesuitas y el clero no


fue antojadizo, ni ateo, y ni siquiera agnóstico, fueron expresiones de otro tipo de
religiosidad. Sandino, como hemos visto, se hizo las grandes preguntas sobre la vida
y el universo, pero su forma de buscar respuestas fue más filosófica indagatoria que
religiosa y revelada de antemano, una enorme fe en la trascendencia de la vida, la rec-
titud moral y la dignidad humana–que Sandino vinculó con la dignidad de la nación,
el decoro patriótico y la misión de cada cual en el mundo. “Y en todo su ejército hay
eso: una especie de vago misticismo, que no es artificial, sino enteramente fundido
a su ser. El caudillo tiene la convicción de que hay un mundo de fuerzas suprasensi-
bles, que obran de acuerdo con su sentido de justicia...”, escribió Belausteguigoitia.
Belausteguigoitia era católico y desde esa perspectiva interpretaba la espiritua-
lidad de Sandino como fe religiosa, a pesar de que el propio líder lo negaba cate-
góricamente insistiendo, en la mejor tradición de la Ilustración europea y Voltaire,
insistiendo que “las religiones son cosa del pasado. Nosotros nos guiamos por la
razón”. Ambos, sin embargo, coincidían con la idea de que España pudiera ejercer
un liderazgo espiritual respecto a América, pero diferían sobre el papel del clero y la
iglesia católica y su dogmatismo, la cual Sandino como muchos considerara impedi-
mento para la realización del espíritu y del verdadero conocimiento4.
La perspectiva propiamente anti clerical y a veces “come cura” de Sandino te-
nía su origen en el nacionalismo laico de la revolución mexicana y el pensamiento
socialista del sindicalismo mexicano por un lado y, como se ha visto, la masonería y
espiritismo teosófico por otro. Sandino tuvo conocimiento de primera mano de la
guerra de los cristeros que dividió a México entre 1926 y 1929 y costó decenas de
miles de vidas. Presenció los inicios de aquella contienda y seguramente simpatizó,
como la mayoría de los trabajadores organizados, con el gobierno. Sandino formó
parte de aquella masa de trabajadores beneficiados por las disposiciones laborales de
la constitución mexicana y por ende, adverso a la jerarquía de la iglesia católica decla-
rada adversaria del nuevo orden jurídico y político. anacrónicos vinculados al viejo
régimen. No es, sin embargo, un rechazo a Dios, sino al papel poco “apostólico” y
“misionero” de un clero adverso a perder sus privilegios anacrónicos vinculados al
viejo régimen. en abierto desacato y rechazo de la constitución de 1917.
El programa del Partido Liberal en México establecía: “Observará el Clero de
México la conducta que sus iguales observan en otros países –por ejemplo, en Ingla-
terra y los Estados Unidos–: renunciará a su pretensiones de gobernar al país; dejará
de sembrar odios contra las instituciones y autoridades liberales; procurará hacer de
los católicos buenos ciudadanos y no disidentes o traidores; resignarse a aceptar la
separación del Estado y de la Iglesia, en vez de seguir soñando con el dominio de la
Iglesia sobre el Estado; abandonará, en suma, la política y se consagrará sencillamen-
te a la religión; observará el Clero esta conducta, decimos, y de seguro que ningún
420

Gobierno se ocuparía de molestarlo ni se tomaría el trabajo de estarlo vigilando para


aplicarle ciertas leyes... La actitud agresiva del Clero ante el Estado liberal, obliga al
Estado a hacerse respetar enérgicamente”5.
La perspectiva más socialista sobre la contienda se expresó en el periódico El
Libertador, publicado por la Liga Antiimperialista: “El conflicto religioso de México
es una manifestación de la gran lucha social entablada en todo el mundo entre dos
fuerzas poderosas: de un lado los pueblos oprimidos, masas proletarias y elementos
antiimperialistas, y del otro, todos los reaccionarios, todos los detentadores de pri-
vilegios, todos los usurpadores de la riqueza y explotadores de las multitudes... La
religión, como cuestión privada de los creyentes, no es combatida en México. Los
templos han sido clausurados por los mismos clérigos, como un reto, como una
protesta, como un ‘lock-out religioso, diríamos... La internacional de Vaticano y la de
Wall Street han hecho frente único contra la América Latina.” La religión, el opio de
los pueblos, decía Marx–; el recurso consciente a la religión como instrumento para
paliar el dolor ocasionado por la opresión y apagar el ánimo de resistencia6.
Hay dos vertientes anticlericales en el México de Sandino: la filosófica y estruc-
tural que hacían los anarcosindicalistas y marxistas (la religión como “ el opio de las
masas”) por un lado y por otro el furioso sentimiento come–cura proclamado por
sectores afines al gobierno, desde una perspectiva secularista afrancesada. Secularis-
mo “pero con revolución” decía Flores Magón”, quien nunca ocultó su desprecio
a los sacerdotes en sus escritos y obras teatrales:¡Pensar que a semejantes brutos les
besan las manos personas sencillas y de buena fe! Y sin embargo, ese es el papel del
sacerdote: estar siempre del lado de los opresores de la humanidad: el capital y la
autoridad. La mansedumbre cristiana que ellos predican sirve para que las personas
que sufren, no se rebelen contra sus verdugos”. La famosa y tenebrosa figura del
cura tampoco faltó en las obras teatrales como “Germinal” de Emile Zola, puesta
en escena por los grupos teatrales anarcosindicalistas en Tampico7.

Cuidadito, familias y señoras liberales


¿Sandino se habrá considerado católico antes de llegar a México?. Por un lado,
se le encuentra (supuestamente) en misa aquel infeliz domingo de 1921, cuando
disparó contra Dagoberto Rivas. ¿Habrá sido neutralizada el laicismo liberal de don
Gregorio por el catolicismo tradicional de doña América?
Lo cierto es que Niquinohomo no era León, el bastión del anticlericalismo de
entonces. Sin embargo, uno de los mayores adversarios del catolicismo residente en
León también fue originario de Niquinohomo. Se trata de Alcibíades Alvarado, fer-
viente “come–cura”, escritor, cuyos artículos aparecieron en una publicación fugaz
editada en León llamada El Radical, “bisemanario liberal y anti-intervencionista”.
421

En su número 30, correspondiente al 15 de noviembre de 1922, Alvarado se mofa


del mensaje bíblico sobre la creación del mundo en siete días y el nacimiento de la
mujer de la costilla de un hombre: “atentatorios contra la Ciencia que es el Sol verda-
dero que disipa las tiniebla del fanatismo. Razón tiene el clero de oponerse a ella [la
ciencia], porque descubre las falsedades que diariamente propaga desde el púlpito”8.
A las desavenencias ideológicas se agrega la percibida posición de la iglesia fren-
te a la presencia militar y política de Estados Unidos. En esa misma revista aparece
una crítica mordaz al obispo de León en ocasión de la visita por unas horas, el 13 de
noviembre de 1922, del ex Secretario de Estado William Jennings Bryan (firmante
del tratado Chamorro–Bryan de 1914), cuyo barco hacía escala en Corinto. El arti-
culista Agenor Argüello denunció al obispo, quien “rindió ante el opresor sus más
cumplidos homenajes. También en esto no hay nada extraño. La Iglesia que se ufana
en llamarse todopoderosa, no es sino una esclava de todos los poderes. Y así se jus-
tifica... León le ha dicho al yanqui, que no es un pueblo de idiotas, que los esclavos
no están aquí y que un fermento de odio por su Raza apaga todos los sentimientos
de hospitalidad”.
¿Sandino habrá escuchado algo similar de parte de don Gregorio o entre desta-
cados liberales de Niquinohomo?. Es poco probable, sobre todo porque Niquino-
homo estaba geográfica y culturalmente
más cerca de Granada que de León. Y
en Granada al parecer prevalecía la opi-
nión que “el liberalismo es pecado”. Así
lo dictaminó monseñor Canuto Reyes y
Valladares, obispo de Granada en 1927
en un panfleto titulado “Importantes
aclaraciones sobre el Liberalismo”:
“Es el mundo de Luzbel disfrazado
con aquel nombre, en radical lucha con
la sociedad de los hijos de Dios que es
la Iglesia de Cristo... El liberalismo es
pecado... el conjunto de su doctrina es
la herejía universal y radical... afirma y
supone la independencia absoluta de la
razón individual en el individuo, y de la
razón social... el liberalismo de todo ma-
tiz y carácter ha sido formalmente con-
denado por la Iglesia... Ya al aparecer
en Francia la famosa declaración de los
Publicación del Obispo Canuto y Reyes
(Archivo Stimson, www.sandinorebellion.com)
derechos del hombre, en la cual estaban
422

contenidos en germen todos los destinos del moderno liberalismo, fue condenada
esta declaración por Pío VI... Si los liberales se condenan, como debemos creer, se
condenarán también con ellos todos los cooperadores... el liberalismo es verdadera
apostasía... Cuidadito, caballeros liberales, cuidadito familias y señoras liberales, que
al que juega con fuego, lo menos que le puede suceder, es quemarse”9.
Del liberalismo jacobino y radicalizado a la masonería no había más que un
paso. Y la iglesia católica de entonces, sobre todo la nicaragüense, no se molestaba
en marcar la diferencia entre ambos. Fue tal el oprobio incoado por el obispo contra
la masonería, que llegó al punto de promover la historia que el diablo habitaba en las
clínicas de los médicos de creencias masónicas. El mensaje intolerante tuvo algún
eco en Niquinohomo. Belausteguigoitia, de paso con Sandino en Niquinohomo en
1933, recuerda que don Gregorio invitó a su hijo y acompañantes a la iglesia para
dar gracias por la llegada de la paz. Sandino declinó pero el escritor vasco acudió y
registra el lo dicho por el cura “un hombre alto y de rasgos enérgicos y populares...
Luego de resaltar en una modesta homilía la paz y el amor, el cura se desbordaba
por temas especulativos, terminando con un fulminante ataque al protestantismo y
a la masonería”. La anécdota dice mucho de la religiosidad de aquellos oficiales tan
influenciados por Sandino pero no al punto de desvincularles del catolicismo popu-
lar –lo cual tampoco fue objetivo de Sandino10.
A fin de cuentas, el factor más importante fue el inicio de la búsqueda filosófica
y espiritual de la verdad haciendo de lado a la religión institucionalizada. Y fue en
México donde pudo dar rienda suelta a su curiosidad intelectual, acoplándose la de-
manda personal con la extraordinaria oferta del ambiente revolucionario y cuestiona-
dor de todo lo que anteriormente fuera considerado sagrado. Aquella predisposición
interior le llevó a la indagación, estudio y reflexión mística acercándose a maestros
espirituales y círculos espiritistas y masónicos. Leyó casi indiscriminadamente todo
material esotérico y religioso que cayera en sus manos. En sus visitas semanales al
barbero en el Álamo en 1925, Sandino solía llevar un ejemplar de Atalaya, la revista
de los Testigos de Jehová. Dos años después, ya en las Segovias, el periodista Car-
leton Beals observó que Sandino había regresado de México, “equipado con varios
libros de sociología y sindicalismo y, por extraño que parezca, con un voluminoso
tomo de la secta religiosa Adventistas del Séptimo Día, de la que me habló varias
veces en tono jocoso“. A inicios de 1928, Max Stern, corresponsal de la agencia
United Press, en una visita a don Gregorio Sandino en su casa en Niquinohomo, vio
algunos libros que Sandino había dejado sobre una mesa en el corredor: dos libros
sobre finanzas públicas, una historia de Hispanoamérica y el libro Este Siglo (This
Century) publicado por los Adventistas del Séptimo Día de Mountain View, Cali-
fornia. Curiosa combinación pero reflejo fiel del carácter autodidacta del General11.
423

Sandino no se inscribió en corriente esotérica alguna, salvo a la masónica a


partir de 1925, y a la Escuela Magnética Espiritual en 1930. No por ello dejó de
leer literatura teosófica y mantener su curiosidad en el ocultismo. Pero su lectura y
su espiritualismo tuvieron un fondo filosófico que le llevara, en el contexto de su
propia vivencia, al rechazo a todo obstáculo a la liberación de la mente y la moral
–parte esencial de la libertad humana y social. En Sandino el concepto y práctica
de la libertad, eran aplicables no solo a las naciones sino también a las personas y
al pensamiento en ejercicio del derecho a la transformación personal y social. Un
obstáculo para ello era el dogma religioso y el poder que lo eclesiástico ejercía sobre
la cultura y mentalidad polular. El rechazo a la imposición e intervención incluye
lo que consideró la indebida intervención opresiva sobre todo en la mente de los
humildes. La antítesis: la educación laica, tarea del Estado laico; o bien de la misma
comunidad, decían los anarquistas. Se explica entonces el compromiso de Sandino
con la educación de los suyos, la apreciación de su propia formación en México,
alejada de la enseñanza y culto eclesiástico.

Clero, gobierno y guerrilla


Por lo demás, estaba la
polémica incidencia del fac-
tor religioso en la política
nicaragüense y en la guerra
sandinista. Años antes el pre-
sidente José Santos Zelaya
culpó a los jesuitas de ser los
promotores del levantamien-
to indígena de Matagalpa.
Fue cuando los ultra católi-
cos gritaban “muerte a los
masones” y “viva la religión”
por las calles de León. Esas
élites conservadoras rechaza-
Cuerpo militar de Nicaragua organizado por los marines ron las nociones de moderni-
(1925) (IHNCA-UCA)
dad asociadas al liberalismo,
toda vez que “nunca podrá haber un matrimonio entre el Señor Progreso Moderno
y la Señora Religión Católica”, decía alguien. En 1917, algunos jesuitas expulsados
de México fueron acogidos calurosamente en Granada creándose al año siguiente
la Liga de los Caballeros Católicos –Emiliano y Diego Manuel Chamorro figurarían
424

entre sus miembros– con el objetivo de asegurar el control católico sobre “la esfera
pública”12.
Con la intervención norteamericana y la imposición de Adolfo Díaz (supuesto
masón) la Iglesia recuperó su influencia y el gobierno conservador retomó la “cues-
tión religiosa” intentando oficializar el catolicismo en la constitución y transferir
al clero el control de la educación. Cualquier liberal de la época sabía la historia de
monseñor Canuto José Reyes y Valladares quien excomulgó desde el púlpito a los
liberales constitucionalistas, bendiciendo en 1927 las armas de los conservadores y
de los marines, acompañado de la distribución de indulgencias, escapularios y me-
dallas a los oficiales y soldados conservadores. Se cree que existe una foto de Reyes
bendiciendo al contingente de los marines que salían para las Segovias “para liquidar
a Sandino, el bandolero”.
Sandino lo registró de la siguiente manera: “A mediados de febrero de 1928, en
Granada, el obispo de ese lugar, de nombre Canuto Reyes, bendijo las armas de los
yanquis que salían como batallón flamantísimo, a acabar con el bandido Sandino.
El primer acto de aquellos piratas armados y con la bendición del señor obispo fue
saquear la iglesia de Yalí, de donde se llevaron un incensario de oro”13.
La jerarquía católica se opuso abiertamente a la rebelión de Sandino llamando
a los pobladores insurrectos a dejar las armas y entregarse al ejército de ocupación.
Monseñor Lezcano y Ortega, arzobispo de Managua, pidió a los católicos estadou-
nidenses rezar por la protección y el divino amparo al “ejemplar estadista y digno
presidente Adolfo Díaz”. A inicios de 1930, el entonces director norteamericano de
la Guardia Nacional, Elías Beadle, se reunió con monseñor Lezcano y Ortega para
asegurar el apoyo de la Igle-
sia a la Guardia nacional y a
las tropas norteamericanas
contra la resistencia segovia-
na –aunque no era un asun-
to religioso sino político.
Como resultado, el arzobis-
po Lezcano envió una carta
pastoral a todas las autorida-
des eclesiásticas del país, pi-
diendo la colaboración con
la Guardia y los marines, ins-
tando al clero a utilizar toda
la influencia de la Iglesia,
Oficial de los marines y sacerdote católico particularmente en las zonas
(filmado durante ocupación norteamericana)
425

de guerra, para la “pacificación” de Nicaragua, comentando también la actitud de


Elías Beadle14.
Muy diferente fue la posición asumida 20 años antes por el Obispo Simeón Pe-
reira y Castellón, quien escribió al Cardenal James Gibbons en Estados Unidos para
protestar el silencio de la Conferencia Episcopal norteamericana ante la injerencia
militar y financiera de su país en Nicaragua. Pero la mayor parte de la jerarquía de la
iglesia católica estaba plenamente consciente de que sin las tropas norteamericanas
el gobierno conservador no duraría mucho. Colocó a un lado, entonces, su declarada
hostilidad hacia el protestantismo anglosajón, apoyando al ejército yanqui en tanto el
mismo mantenía a sus aliados conservadores en el poder.
Una vez que asumió la presidencia José María Moncada, la jerarquía buscó un
nuevo entendimiento que no afectara la posición de la Iglesia. El liberalismo mon-
cadista poco tuvo que ver con el liberalismo de Zelaya. Tras las elecciones presiden-
ciales de 1928, el Arzobispo José Antonio Lezcano habría cantado un Tedeum para
saludar la llegada de José María Moncada a la presidencia. El nuevo concordato en-
tre liberales y eclesiásticos tuvo como base la guerra contra Sandino. Y como parte
de aquel entendimiento, la Conferencia Episcopal emitió al menos una carta pastoral
sobre “la necesidad de que esa zona se pacificara en virtud de la paz necesaria para la
salvación del alma de los pueblos”. Con gran pompa y ceremonia, Moncada recibió,
en enero de 1931, la medalla conmemorativa del Primer Congreso Eucarístico15.
Sandino naturalmente estuvo al tanto de la complicidad eclesiástica. Existen dos
cartas del General Sandino haciendo referencia al papel nefasto del clero católico,
pero también de los misioneros moravos en la Costa. En carta del 12 de mayo de
1931, Sandino exponía a José Hilario Chavarría que “Nuestra guerra, es de Liber-
tadores, para matar la guerra de los opresores” y del lado de los opresores está la
Iglesia, no solo en Nicaragua sino a lo largo de la historia humana, porque la guerra
“fue creada por los mismos sacerdotes, quienes quisieron entonces, como ahora,
proteger intereses dados por el pueblo mismo... Por eso mismo Ud. verá que en
estos momentos el Clero está aliado con los Banqueros yanquis, y que por eso han
venido muchos canónigos y otras clases de porquerías a las Segovias, predicando
mansedumbre en los humildes segovianos para que acepten la humillación de los
Banqueros yanquis” [sic].
Clero-capital-soldados, la odiada trilogía tan denunciada por los ácratas liberta-
rios. Algunos ultra-católicos no comulgaron con la concesión: la pomposa Liga de
los Caballeros Católicos granadina continuó criticando la propagación de corrientes
protestantes y del american way of life por parte de los marines. Algunos de los “caba-
lleros” hasta llegaron a proponer un entendimiento con Sandino16.
Pero para Sandino el tema religioso era asunto de principio. En la citada carta a
Rivera, Sandino dice: “Posiblemente que nosotros llegaremos a tener la oportunidad
426

de controlar militar, civil y religiosamente a nuestra República. En aquellos felices


días para nuestro pueblo, tendrá lugar entre nosotros un análisis de todo lo que nos
estorbe para el progreso humano, y eso será barrido por nosotros con escobas de
bayonetas. En esta vez me refiero a los sacerdotes que están en el Río Coco”.
Aunque del texto no se puede deducir que Sandino propuso matar a los sacer-
dotes con “escobas de bayonetas”, el fondo del asunto no es la figura del misione-
ro, sino el obstáculo que la religión organizada representaba para la liberación del
pueblo y la nación. Quiere decir, terminar no solo con la ocupación militar de los
marines, sino también con la ocupación ideológica de las Iglesias sobre la población
–ambos obstáculos para la plena liberación de la nación.
¿Controlar religiosamente a Nicaragua? La expresión es extraña ya que Sandino
no se proclamó profeta ni quiso controlar religiosamente al EDSNN. Lo más proba-
ble es que hubiera tenido en mente la necesidad de una labor educativa estrictamente
laica con el compromiso de trabajar hacia “la perfección”. Sin ser formalmente cris-
tiano, Sandino muchas veces hizo alusión a la Biblia y, en alguna ocasión, recogió el
llamado del evangelio de “sed prefectos a como nuestro Padre es perfecto”. Repitió
a sus hombres que lo único perfecto que existía era Dios, que la gloria significaba
perfección y que la “satisfacción del deber cumplido es la única gloria que existe”.
Hay una secularización espiritualizada de lo cristiano y de la religiosidad en Sandino:
su traducción en práctica ética. Su prédica es educativa y por ende libertadora –sa-
grada premisa anarcosindicalista– por lo que dice: “mis intenciones son de instruir a
todos nuestros hermanos miembros del glorioso Ejército, porque he comprendido
que la ignorancia hace que las personas sean supersticiosas y más fáciles de ser ex-
plotadas”17.
Tampoco el espiritismo debe ser fuente de ignorancia o de supersticiones. A
pesar de las formalidades rituales, aquella espiritualidad que se traduce en conciencia
y vida mejor no a partir de la oración o la divina revelación, sino que de la educación
en la verdad. En Sandino, el recurso al lenguaje religioso forma parte de lo que él
llamaba la “sinceridad” campesina e indígena, en cuya historia y sangre están pre-
sentes los espíritus luchadores (la “inspiración”) que guía la lucha contra la “falsa
moral” y contra un orden socio–económico explotador que glorifica la propiedad
y el “Dios caníbal”, de banqueros capitalistas y sus aliados criollos antipatrióticos,
atropelladores de valores y derechos a la dignidad nacional. En esa misma carta –que
pide sea leída en público “cuando no estén tan preocupados por el enemigo”– dice
“El infierno es el remordimiento de nuestra conciencia cuando hemos cometido
acciones injustas”.
En esa cosmovisión, los sacerdotes, como casta, no hacían falta. Sandino de-
cía que “los primeros ladrones de la tierra fueron los sacerdotes y militares”: un
postulado de la escuela de Trincado, pero la noción no es ajena a los masones, ni a
427

los socialistas libertarios, ni a la Biblia misma. En verdad, la historiografía marxista


y diversas escuelas de antropólogos reconocen hoy que el surgimiento de castas
militares y religiosas en la antigüedad estuvo vinculada a la perpetuación del poder
fáctico, siendo los religiosos los encargados de sacralizar el esquema imperante del
poder, viviendo a la vez del latrocinio que tomara la forma de extracción de riqueza
del sudor y sangre de los subyugados.
Sandino trató de explicar esa noción a Rivera: “El hombre quien hacía el culto le
llamamos hoy sacerdote, y quienes le cuidaban se llaman hoy militares; quienes más
se han dividido los ‘poderes’, dejándose unos el poder civil y otros el poder moral”.
Tal como predicaran los masones, teósofos espiritistas como Trincado, junto a anar-
cosindicales y los nacionalistas revolucionarios mexicanos, era necesario revertir el
poder moral de la Iglesia y el dominio que ejercía sobre la mentalidad del hombre
y sobre todo de la mujer. Para Sandino se trata de un uso ilegítimo del poder moral
para “predicar mansedumbre” y no liberación al pueblo sencillo –porque para San-
dino, la verdadera moral tomaba también la forma de justicia, fraternidad y amor– y
soberanía nacional. En la carta Sandino pedía a Rivera “no asustarse” de aquella
explicación aparentemente tan radical –nada menos que la liberación religiosa de
Nicaragua, una revolución cultural18.

No asiste a misa, salvo por sociabilidad


En 1933, un estudiante de derecho miembro del PTN amigo de Sandino le pre-
guntó sobre sus ideas religiosas. No se cuenta con el texto exacto de lo expresado
por Sandino, pero la crónica dice: “Sandino no es católico. Pero es cristiano porque
es bautizado y profesa las doctrinas humanas de Cristo. No profesa el rito de ningu-
na iglesia... Opina que la virtud debe existir por convicción propia. No asiste a misa,
salvo por sociabilidad”.
Como adolescente en Niquinohomo ya viviendo en la casa de su padre, es de
presumir que, con el resto de la familia, asistía al culto de manera regular. Esto pudo
incluir aquel domingo histórico en junio de 1921 cuando, a los 26 años, hirió a Da-
goberto Rivas. Hay diversas versiones que señalan diferencias sobre el lugar en que
tuvo lugar el hecho. El mismo Sandino, indicó que se dio en el propio recinto a la
hora de la consagración. Otras versiones dicen que fue en el atrio de la iglesia. Lo
interesante de la primera versión, al especificar que el altercado se dio estando ellos
sentados en las bancas, llevaría a presumir que no participaba en la costumbre liberal
de antaño de mantenerse en el fondo o en las inmediaciones de la iglesia, en una
especie de actitud desafiante del clero alineado invariablemente a los conservadores.
Seis años después, concluido su primer recorrido por el Golfo e iniciándose la
contienda militar, se da, como hemos visto, el casamiento por la iglesia con Blanca
428

Aráuz el 17 de mayo de 1928 . Fue en una misa que ya estaba arreglada porque Lucía,
hermana de Blanca, aparentemente había prometido a la Virgen de Mayo una misa
“de tropa” el día que Sandino regresara sano y salvo. Sanando de paso mediante el
matrimonio cristiano la relación moral con Blanca.
Sandino recordaría con afecto aquella ceremonia. “Enviamos a exponer nues-
tro propósito al cura del pueblo, y él aceptó gustoso celebrar la misa. Era un cura
de apenas veintidós años de edad. Los gastos de la misa se hicieron por mi cuenta
y al segundo día, a la hora fijada, mi Ejército oía misa respetuosamente. Durante la
ceremonia de la misa, hubo salvas de fusilería y ametralladoras. La misa estuvo regia.
Yo mismo estuve a oírla... El día 18 de aquel mismo mes cumplí 32 años de edad, y
ese mismo día contraje matrimonio con Blanca en el templo del mismo San Rafael
del Norte... El cura me invitó a la confesión. Me confesé. Lo hice sinceramente. Los
padrinos y nosotros nos postramos de rodillas... Salimos del tempo, y en la calle me
sentía nuevo. Me parecía que iba caminando sobre el aire”19.
Decir que “él mismo” estuvo en la misa pareciera indicar que no era su costum-
bre, o que hubiese contemplado de antemano que el casamiento sería por la Iglesia
y no civil, y como parte de una misa ceremonial. Los arreglos de la misa, como se
sabe, estuvieron a cargo de la familia de Blanca percatándose Sandino apenas pocos
días antes. Si consideró la misa “regia” parecería indicar también algo extraordinario
o usual, pero sin duda un día especial para Sandino y más para Blanca y su familia.
Para Sandino una experiencia espiritual: “las flores que adornaban el templo y los
perfumes diferentes que llenaban el aire, me trajeron el recuerdo de los días de mi
infancia”.
Querer a Blanca no fue impedimento humano y moral para seguir queriendo
a Teresa. No se sabe si Blanca a estas alturas sabía de la relación de Augusto con
Teresa, lo cual explicaría también la insistencia en matrimonio, aun cuando Sandino
no sintió que violaba el código moral libertario manteniendo su relación con Teresa.
Quizá hubiera preferido una ceremonia más intima pero la familia hizo los arreglos
para una ceremonia pública y religiosa, que para Sandino resultó simpática e inspira-
dora. Lo que llamaría posteriormente asistir a misa “por sociabilidad”, evidenciando
que no practicaba la tolerancia promovida por su credo masónica.
La tercera vez que Sandino indica haber participado en una ceremonia religiosa
fue en la triste ocasión del sepelio de su esposa. Pero en esta ocasión, para Sandino
la misa ya no fue tan regia y Sandino se sublevó. Existe una anécdota extraída de
un diario de León (probablemente El Centroamericano) y repetida en el libro de
Somoza que narra cómo, durante la misa de cuerpo presente, el joven sacerdote que
nerviosamente oficiaba el ritual, en presencia del General, hizo un elogio desde el
púlpito a Blanca, diciendo que ella había influido destacadamente sobre su marido
para lograr la paz. Lo cual probablemente era cierto. Oyendo lo anterior, de pronto
429

se levantó enfurecido Sandino gritando: ¡Silencio, jodido! Baje usted de allí. Se su-
bió entonces al púlpito y habló: No crean ustedes lo que ha dicho este majadero,
en el General Sandino nadie tiene influencia, yo fui el que hice la guerra, yo saqué a
los yanquis, yo hice la paz y yo soy el que resolverá y hará la felicidad de Nicaragua
[como] lo que crea conveniente, sin influencia de nadie!”.
La anécdota, posiblemente apócrifa, es consistente con la proclamación hecha
con frecuencia por Sandino, relativa a la independencia de sus ideas y la inexistencia
de compromisos con nadie. También de su animadversión a los curas, incluyendo al
que llamó “majadero” pero que probablemente fue el mismo que oficiara la “regia”
misa matrimonial20.

San Dino y la obra redentora


Belausteguigoitia relata la historia del audaz combatiente que sustrajo un cordón
de una de las botas del General. No fue la única “reliquia” que regularmente desapa-
recían del vestuario de Sandino. Se dice que Sandino entonces increpó suavemente al
simpatizante explicando que ese objeto no tenía mayor valor, que lo importante era
la causa. Pero a nadie escapaba la devoción que los jefes, oficiales y soldados, junto a
gran parte de la comunidad, sentía por Sandino. Tanto más si se tiene en cuenta que,
debido al despliegue de las tropas, la mayoría de los integrantes del EDSNN nunca
conocieron personalmente a Sandino: al igual que muchos latinoamericanos, cono-
cieron y veneraron el mito, ayudados por alguna reliquia del santo, incluyendo quizás
a la larga a quienes, luego de asesinarlo, tomaron un trozo de su pelo. Un informe de
los militares norteamericanos con fecha 24 de enero de 1931 relató que cuando una
patrulla rodeó una choza en San Juan de Telpaneca (posteriormente del Río Coco)
salió de la misma una joven de 17 años, vestida de rojo y negro, quien proclamó
abiertamente ser “pura sandinista”, lo que provocó su detención inmediata.
Cabe poca duda que la religiosidad popular es medular a la hora de explicar la
relación entre Sandino y sus seguidores segovianos. Sandino incide sobre la misma,
pero evidencia también ser influenciado por ella –lo cual a su vez subyace la natura-
leza y radicación del liderazgo del General y para llegar a forma parte de la memoria
historia de la región. Símbolos de la comunidad y de la causa– y de la resistencia a la
violencia perpetrada por los norteamericanos y la Guardia contra la población cam-
pesina. Pero así como Sandino debió relacionarse con el liberalismo tradicional de
su tropa y en la zona, también debe concordar con aquel catolicismo mezclado con
creencias propiamente campesinas de la zona. No es entonces el liberalismo radical
jacobino de los mexicanos, ni el culto oficiado formalmente en las ciudades sino
simples creencias de aquellos sencillos soldados y pobladores, que no dejaron de
profesar odio a los conservadores. Asimismo, las consignas anticlericales escuchadas
430

en el campamento sandinista no dejan de reflejar la idiosincrasia del mismo Sandino.


En alguna medida, San Dino combina el papel de sacerdote y guía político.
El hecho que fuera contado el número de misioneros que penetraban las monta-
ñas de las Segovias ayuda a explicar cómo Sandino asumió el papel de guía espiritual,
sin hacer alarde de sus creencias masónicas y espiritistas, pero sin negarlas tampoco.
Su insistencia en la comunicación directa con quien también llamaba el Padre o el
Espíritu Creador, sin necesidad de intermediación humana, ni ritos establecidos, sin
cruz, sin sacramentos y sin santos. Tal vez no hubo gran necesidad de explicar en
tanto la misma iglesia católica, públicamente asociada con el partido conservador y
Estados Unidos, ya tomaba partido contra la guerrilla.
Lo llegaron a venerar y atribuirle calidades supra humanas. Y no simplemente
como resultado de la supuesta inocencia campesina. Belausteguigoitia narra lo di-
cho por estudiante que luchaba en el EDSNN: “Yo no soy ignorante, como puede
pensarse de la mayor parte de estos soldados, y he visto, con otros, posarse el ángulo
de un arco iris doble sobre la cabeza del ‘viejo’”. La convicción moral de Sandino
en la victoria, y que la victoria igualmente obedece al mundo de fuerzas sobrenatu-
rales, fue transmitida y asimilada de diversas maneras por sus soldados para hacer-
los creyentes en su sentido de justicia y
de patria. Un sentido de lo maravilloso
que Belausteguigoitia y otros observaron
muy divulgado entre quienes lucharon
con Sandino, no faltando la convicción
colateral que Sandino fuera el escogido
por Dios (o la Providencia) para encabe-
zar aquella lucha desigual. Todo forma-
ba parte de la religiosidad o de la mística
y misticismo que envolvió al EDSNN
agregándose a muchas de las creencias
preexistentes que formaron parte de la
cultura popular21.
Décadas después, Joaquín Fajardo
Aráuz, excombatiente del EDSNN, re-
cordaba que ocasionalmente Sandino
utilizaba la Biblia, con la que estaba ín-
timamente familiarizado, no para leerla
sino para interpretarla para sus soldados
y oficiales. Agrega, sin embargo, algo to-
davía más extraordinario: que el General
Sandino con Belausteguigoitia,
San Rafael del Norte (1933)
431

Sandino le transmitió secretos que mucho le ayudaron pero que todavía no se consi-
deraba en posición de revelar a nadie. Lo que apunta a la secretividad masónica. Y en
efecto se sabe que, tal como fuera la práctica de los masones o de los estudiantes de
la Cábala judaica (también conocida por Sandino), existían niveles de secretos o “re-
velaciones” abiertas solamente a personas selectas y adiestradas. Ya en sus últimos
años de vida, Sandino compartió en cartas algunos de esos secretos a unos cuantos
selectos (consideraba espíritus selectos a quienes se encarnan y reencarnan reitera-
damente según las necesidades humanas). Incluyó a Blanca entre aquellos espíritus
selectos y sujeta merecedora de revelaciones de nuevos conocimientos metafísicos22.
Sandino por supuesto manejó su faceta mística con discreción, aunque más de
cara al mundo externo que al mundo de sus seguidores en las Segovias. Explica a
Belausteguigoitia que si proclamara abiertamente su pensamiento esotérico le toma-
rían por “un loco o un borracho”. Pero aquella síntesis entre política y religión, entre
el contenido universal bíblico y el comunismo socializado, explica la fuerza de la fe
en los ideales tan sentida por Sandino y en el EDSNN. La fuerza de Dios–Ideal–
Luz–Libertad–Amor se resume en la confianza de estar transitando por el camino
correcto, es decir hacia la justicia. Por lo que explica en el trascendente Manifiesto
Luz y Verdad que “por Juicio Final del mundo se debe comprender la destrucción de
la injusticia sobre la tierra, y reina el Espíritu de Luz y Verdad, o sea el Amor... Los
pueblos oprimidos romperán las cadenas de la humillación, con quienes han querido
tener postergados los imperialistas de la tierra. Las trompetas que se oirán van a ser
los clarines de guerra, entonando los himnos de la libertad de los pueblos oprimidos
contra la injustica de los opresores”23.
En todo caso aquella fusión entre la idiosincrasia espiritual de Sandino y la reli-
giosidad tradicional del campesinado sandinista requiere mayor estudio. Será historia
aparte, ya iniciada por Richard Grossman, Michael Schroeder y otros historiadores
que han estudiado el contexto cultural de la región. Se trata en fin de profundizar en
el conocimiento del carácter del liderazgo inigualable de Sandino –la fuerza de sus
convicciones consideradas superficiales y eclécticas por muchas pero suficientemen-
te claras para dar lugar a una sabiduría y una pedagogía que incorporó la experiencia
de vida de y con sus soldados.
Utilizó la parábola o relato figurado como forma didáctica para educar e inspirar
a la tropa logrando que fueran repetidas una y otra vez en las comunidades. Una de
tantas anécdotas fue la historia de la viuda Flores, supuesta suegra del General Juan
Colindres. Relató que la viuda, un tanto testaruda, se negaba a acatar la ordenanza
sandinista de reubicar sus viviendas situadas en zonas despejadas por ser blancos fá-
ciles de la aviación enemiga. Pero ella y toda su familia rehusaban moverse, aducien-
do que nada le pasaría a la casa porque gozaban de la protección de los santos, cuyas
432

imágenes forraban toda el interior de la casa. Y para afirmar su fe en las imágenes, la


familia metía más leña al fuego de la cocina para provocar todavía más humo dando
mayor visibilidad a los aviones invasores, jactándose que ni aun así serían hostiga-
dos. Hasta que un día, el 2 de mayo de 1929, un avión de los marines le dejó caer
una bomba y seguidamente las balas de la ametralladora Thomson. “La casa voló
hecha astillas y volaron también las estampas sagradas y sus adoradores, incluyendo
la viuda y una de sus hijas, resultando heridas tres personas de las de sus familiares”,
repite la historia Gregorio Gilbert, quien la escuchó del propio Sandino. Cuando el
General tuvo conocimiento de la desgracia, lo lamentó profundamente, añadiendo
“que al menos podrá servir de escarmiento a los demás desobedientes”24.
Si de aquella historia alguien quiso desprender que las imágenes católicas no tenían
poder alguno, ya era por cuenta suya, toda vez que Sandino cuidó mucho de no herir
–ni permitir que fueran heridas– las sensibilidades religiosas y culturales de los po-
bladores. Incluso las defiende, particularmente ante el agravio cultural y militar de los
norteamericanos. El 23 de diciembre, Florencio López, residente en Ciudad Antigua
a doce kilómetros de Ocotal, y responsable civil sandinista de la población, escribió a
Sandino y tras desearle “el más feliz éxito en su obra redentora de nuestra desventu-
rada patria”, denunció que los aviones norteamericanos habían atacado a la población
civil, destrozando la mayor parte de las casas y “resultando la iglesia con cincuenta y
dos roturas grandes. Solo la Providencia Divina nos pudo dejar con vida, después de
los horrores que cometieron los bandoleros gringos desde sus malditos aeroplanos”25.
La indignación de Sandino fue enorme, reflejando el grado de ofensa sentido
por la población. En los archivos militares norteamericanos aparece el texto de otra
protesta de las mujeres de Palacagüina, con fecha 23 de junio de 1929, dirigido
al “comandante de las fuerzas americanas en Nicaragua”. Denunciaban que “los
marines que ocuparon nuestra iglesia, en vez de mejorarla, la dejaron en completa
destrucción, arrancados los altares y columnas de concreto, las cuales, aunque no
tienen mérito arquitectónico, tienen gran valor para nosotros por las memorias y
leyendas asociadas con las mismas. Esta conducta de parte de los marines, que nos
ha costado tanto en el pasado, no corresponde con nuestras costumbres, ni con la
cultura americana. Nosotros creemos que Uds., los norteamericanos, hijos de una
nación rica y poderosa en todos los aspectos de la vida, serían llevados al enojo si su
obra fuera destruida de la misma manera que fue destruida la nuestra que es nuestra
iglesia. Por estas razones, rogamos que el comandante de los marines residentes en
Nicaragua dé órdenes de impedir la consumación de la ruina de nuestra única obra,
la cual, aunque humilde, tiene para nosotros memorias queridas”26.
Aunque Sandino dijo creer que las religiones eran cosa del pasado –creencia
laicista de la época que resultó ser históricamente equivocada– no por ello quiso
imponer el secularismo en sus filas –tampoco lo hubiera logrado. Parte de su mística
433

consistía en respetar creencias pero no alimentarlas. Se sabe, por ejemplo, que en el


recinto de las mujeres dentro del campamento existía un pequeño altar con la ima-
gen de San Antonio de Padua. Pero por otro lado, existen historias sobre las burlas
que hicieran los soldados sandinistas, quienes posiblemente no distinguían ya entre
iglesia y religión. Uno de ellos recuerda la ocasión en que los guerrilleros marchaban
casi desnudos y descalzos pero burlándose de las oraciones –“pero no se veía a nadie
triste; al contrario marchábamos haciendo chistes y cuentos como estos: ‘–Herma-
nos, si yo muero, me rezan un Padre Nuestro’. Siempre la sonrisa a flor de labios”27.
O cuando destacamentos del EDSNN entraban a alguna población con templo
o capilla, Sandino permitía que sus hombres pasaran a su interior y hablaran con
tuvieran los párrocos, todos escandalizados por los desmanes de las tropas nortea-
mericanas. No todos los curas locales y custodios laicos de las iglesias compartían
la línea oficial contrainsurgente de la iglesia reflejando más bien el sentir sandinista
de las comunidades en esas zonas. El mismo General mantuvo amistad con algunos
sacerdotes de las Segovias, particularmente con el párroco de Ocotal, Nicolás Ma-
drigal, quien criticó abiertamente la presencia militar de los “machos” en la zona y
su falta de respeto al culto religioso. También fue muy amigo del ex sacerdote Juan
Morel de Yalí. Durante la entrevista con Belausteguigoitia, le entregaron una carta
de Morel. Sandino interrumpió la conversación y dijo: “vea usted esta carta: es de un
cura amigo, que estuvo aquí mucho tiempo. Es de ideas libres: tiene familia, hijos,
hacienda y es de aquellos que podrían decir: ‘obra como yo digo; pero no hagas lo
que yo hago’”. En la carta, Morel felicitaba a Sandino por la paz. Como Sandino
libertario, él también valoró lo que distinguía a Morel de las órdenes religiosas: “las
ideas libres”28.
Existe otro testimonio curioso recogido por Belausteguigoitia, esta vez en Ni-
quinohomo en 1933, tras haber firmado el acuerdo, y en compañía de Sandino quien
visitaba a su familia. Don Gregorio invitó al mismo periodista Belausteguigoitia a
acompañarlo a la procesión organizada por el cura del pueblo –¡para celebrar el re-
greso de los soldados de Sandino! El General declinó asistir. En cambio, Sócrates
y la mayoría de oficiales y soldados que acompañaban a Sandino tomaron parte y
entraron a la iglesia, donde esperando la salida del cortejo, estaban, dice el periodista,
“desde luego, todas las viejas del pueblo”, recuerda el periodista. Rifles al hombro,
los oficiales acompañantes de Sandino, devotamente organizaron una fila detrás de
la conocida imagen ensangrentada y pálida del Jesús crucificado, algunos de los ofi-
ciales incluso, siguiendo la tradición popular, se vendaron los ojos apoyándose en los
brazos de otros. Participaron también los dos hermanos de Blanca. Todos devota-
mente pagando una promesa por haber salido vivos de la contienda militar sin que
los matara el enemigo (y algunos por haber escapado la pena de fusilamiento por
sus repetidas “licencias” o deserciones). No podemos entonces exagerar el grado de
434

impacto del ideario de mismo Sandino sobre el arraigado ideario cultural de muchos
de sus soldados. Pero tampoco puede minimizarse29.

¡Mueran los curas! ¡Abajo el capital!


En el credo personal “religioso” de Sandino –que no fue el mismo que el del
del EDSNN en su conjunto– había cabida para la religiosidad popular, para Jesús
y para la Biblia, pero no necesariamente para la jerarquía católica y los curas mi-
sioneros. Existe un testimonio revelador sobre una discusión del catolicismo que
tuvo lugar en el campamento de Sandino en febrero de 1928, durante una vista de
Domingo Castillo y Castillo, representante de las Sociedades Patrióticas de México y
Centroamérica, organización nacionalista hispanista y ultra católica que, de manera
“arielista” extendió su apoyo a Sandino. Llegaba para hacer entrega al General de un
reconocimiento en nombre de la organización. Sandino le invitó, como solía hacer
con los visitantes, a tomar la palabra ante el contingente compuesto de oficiales y
soldados. El discurso de Castillo, en el estilo versificador de la época, cayó como una
bomba ideológica, cuando dijo:
“Vuestra patria está integrada por territorio, mares y habitantes de Nicaragua,
regidos por un Gobierno Revolucionario y vinculados espiritualmente por la re-
ligión católica, que como santísima madre, meció a nuestras nacionalidades en la
cuna”. Seguidamente, abogó por “el respeto a la propiedad y a la vida de vuestros
conciudadanos y de todos aquellos que no vienen a arrebatarles el preciado don de
la libertad”.
Al escuchar todo esto, según lo recordado por Castillo, Sandino montó en cóle-
ra –aquella defensa de la propiedad privada y de la Iglesia sin duda le fueron doble-
mente insultantes. Continua el relato:
“Cuando terminé estas palabras, Sandino se levantó, como herido por un rayo,
y me dijo: ‘Quiero que Ud. tenga en cuenta, Castillo, desde hoy, que uno de los
ideales de nuestro Ejército es libertar a Nicaragua del fanatismo religioso y de los
curas; deducirles [sic] sus responsabilidades al Partido Conservador encabezado por
Adolfo Díaz y Emiliano Chamorro, por el delito de haber traído a los bucaneros al
país, y repartir la propiedad de una manera más justa porque yo creo que los grandes
propietarios son unos grandes ladrones”.
“Las últimas palabras de Sandino fueron ahogadas por un aplauso atronador
que le dispensó toda la tropa y se oyó por todas partes:
–¡Viva el Ejército Libertador!
–¡Muera el Partido Conservador!
–¡Mueran los Curas!
–¡Abajo el capital!
435

Profundamente decepcionado, Castillo continua relatando su sorpresa y desen-


canto ante “el ideal de Sandino de libertar a Nicaragua, destruyendo la Fe Católica,
que es un atentado contra el sagrado derecho de la conciencia nacional... asalta la
propiedad, que es un derecho sagrado del hombre que trabaja... para repartir a los
holgazanes y viciosos.
Todo esto tiene las características generales de la monstruosidad Comunista
cobijada por la bandera Rojinegra de Sandino, y revela el estado de inconciencia y de
maldad de este impostor.
¿Puede calificarse de nacionalista, patriota y héroe a un ciudadano de nuestra
raza, que desde México hasta la Argentina, emprenda una campaña de exterminio
de la república Católica, de la Propiedad y de los hombres más importantes del país,
¿por la sencilla razón de que no le sean adeptos en la encrucijada y la traición? Des-
pojados nuestros hogares de la Religión Católica, ¿cuál otro culto podemos darle a
nuestras madres, esposas, novia y hermanita, para reemplazar su Fe, que no sea el
Evangelio conquistador...?”. Perfecta recapitulación de la trilogía –propiedad priva-
da-militares-curas– tan fulminada por los anarcosindicalistas.
Finalmente, Castillo puso en boca de Sandino lo siguiente: “los miembros de
nuestro Ejército son hombres de ideas propias, que combaten en contra de los inter-
ventores bucaneros como combatirán sin tregua en contra del Fanatismo Religioso
y de los Curas, en contra del Partido Conservador y de toda idea que se oponga a la
Redención Social del Hombre”30.
¿Para qué más? La respuesta de Sandino se hizo sentir ya no en forma epistolar,
y la tropa le acompañó en sentimiento. Cabe agregar que el episodio ocurrió con
antelación a la introducción de Sandino a la EMECU de Trincado, por lo que su
reacción refleja bien lo aprendido en México, su “gran escuela” como solía calificar
aquel país durante su primera estancia. En esa respuesta tajante y emotiva, el General
Sandino evidenciaba la asimilación del nacionalismo laico de la revolución mexicana,
y por otro, la influencia de las doctrinas anarcosindicalistas sobre la propiedad, com-
partiendo ambas la misma animosidad hacia la Iglesia y el evangelio conquistador
español. “Monstruosidad” Comunista cobijada por la bandera Rojinegra de Sandi-
no... Paradójicamente, en la audiencia esa noche también figuraba el cominternista
Gustavo Machado, quien seguramente no desaprovechó para subrayar a Sandino
las dualidades del ideario hispanista, racial, religioso e hispanista que irónicamente
también aparecerían en el mismo discurso de Sandino.

Misioneros y misiones “evangélicas”


En su libro, Junto a Sandino, el combatiente dominicano Gregorio L. Gilbert
describe lo que calificó como la “felonía del clero nicaragüense... que a la par con el
436

resto del pueblo político de esa na-


ción se mostraba tan servil para con
los yanquis, traidor y degenerado...
los púlpitos ya no eran las tribunas
sagradas para inculcar en los feligre-
ses las palabras santas, sino que los
habían convertido los sacerdotes en
centros de propaganda a favor de la
causa interventora, dándole al pueblo
ideas tan execrables como era la de
admitir con gratitud la intervención
de los norteamericanos en los asun-
Gregorio Urbano Gilbert (1898-1970) tos nacionales porque, al decir de los
sacerdotes, era un favor de Dios recibido por Nicaragua para su salvación”.
No exageraba. El libro de Somoza hablaba del “ensayo para ver si por medio de
misiones evangélicas, predicando la paz y el amor entre hermanos se lograba ablan-
dar aquellos corazones empedernidos. Varios sacerdotes fueron a las Segovias y re-
gresaron luego horrorizados de cuanto habían visto”. Admite asimismo que monse-
ñor Antolín Carvajal y Rocha viajó “como comisionado del gobierno” para asistir a
los damnificados de Jalapa pero que fue atacado en una emboscada entre Telpaneca
y El Jícaro el 31 de abril de 1929. Posiblemente, Somoza no miente cuando escribe
que la acción, que evidentemente tuvo un carácter mas disuasivo que propiamente
violento, fue adrede para “amedrentar a las misiones pacifistas”. En otra ocasión
viajó monseñor Víctor Manuel Pérez acompañado del Padre Mamerto Martínez,
con la mala suerte que este último fue capturado por nadie menos que el temido
Pedrón Altamirano. Pedrón entonces le dijo a Mamerto que tan luego capturaran a
monseñor Pérez que el mismo Pedrón tendría el gusto de facilitar su despacho “al
otro mundo”–no por que aquel gigante campesino fuera un anticlerical rábido sino,
casi caso contrario, por haber sufrido excomulgación de parte del monseñor desde
la iglesia de Yalí. Pedrón dejó ir al Padre Mamerto en tanto el monseñor consideró
más prudente regresar apresuradamente a Managua.
Ya de regreso en la capital, el muy alterado monseñor se defendió a capa y
espada de cara a la acusación de Pedrón diciendo a los periodistas: “Yo no he ex-
comulgado a nadie. He predicado solamente contra el bandolerismo, excitando en
nombre de Cristo a los vecinos para que no apoyen el crimen, y que al contrario, se
dediquen al trabajo y se amen y sirvan los unos a los otros”. Como se sabe, “crimi-
nal” y “bandolero” fueron los calificativos predilectos de los norteamericanos y los
moncadistas (y de casi todos los periódicos de Managua) para referirse a Sandino y
los suyos. Pocos negaban la clara intencionalidad política de la actividad misionera:
437

en noviembre de 1930, los cuatro principales prelados de Nicaragua emitían una car-
ta pastoral “sobre la necesidad de pacificar a las Segovias” señalando la necesidad de
que en aquella zona “nuestros hijos, que aun se mantienen en las espesas montañas
del Norte con el rifle al brazo” se entregaran al gobierno31.
Sandino y sus oficiales, en consecuencia, no se engañaron sobre el posiciona-
miento político de la Iglesia y la naturaleza contrainsurgente de las prédicas mi-
sioneras y el posicionamiento político de la iglesia católica en Nicaragua. Como
consecuencia del terremoto que destruyó Managua el Martes santo 31 de marzo de
1931, el General y los suyos llegaron a la conclusión que Dios les daba la razón. A
los pocos días de aquel suceso Sandino envió un mensaje a toda la tropa anunciando
“la hora de las liquidaciones del enemigo ante la Justicia divina”. Entre las acciones
a emprender figuraba la toma de la plaza de Quilalí para impedir homilías religiosas.
La circular ordenaba a los Generales Altamirano y Peralta proceder porque: “Ten-
go noticias de que el enemigo está tratando de efectuar una función religiosa en el
pueblo de Quilalí y que desde el 12 del corriente mes llegará un sacerdote, quien
estará diciendo misas y predicando mansedumbres ante los invasores de la Patria, a
los campesinos del mencionado pueblo. En esa virtud, considero más necesario que
nunca hacer un asalto...”. Las mansedumbres de cualquier índole no tenían cabida
para Sandino32.

Muerte del misionero moravo Karl Bregenzer


En aquella misma semana, el 7 de abril de 1931, el General Pedro Blandón, Jefe
de la Columna sandinista en el contexto de una ofensiva en la región de la costa del
caribe norte, informó a Sandino que el 30 de marzo había mandado a “separar la
cabeza del cuerpo” de un misionero en Musawás “miserable engañador a los indios
y por lo tanto los tenía oprimidos y los explotaba”. Manifestó no tener duda que era
un norteamericano agregando “que todo lo útil para nuestro Ejército, ordenamos
que se trajera, y quemamos la casa que era propiedad de ese cabrón”, dice la comuni-
cación reproducida en el libro de Somoza. Probablemente aquella accionó preocupó
a Sandino porque una cosa era ordenar asaltos y amedrentamientos, pero otra la de
matar a sacerdotes33.
Karl Boromeo “Otto” Bregenzer era ciudadano alemán casado con una nortea-
mericana. Había iniciado el trámite para la ciudadanía norteamericana cuando fue
enviado a Nicaragua por la sede Morava en Estados Unidos. Concentró su actividad
misionera con la comunidad sumo/mayagna en la región de Musawás. Se dice que
frente a Blandón y su grupo, Bregenzer no apeló a su ciudadanía alemana, lo que
hubiera podido salvar su vida por ser contrario a las directrices del General Sandino.
Según la viuda del alemán y un testimonio indígena levantado por los norteamerica-
438

nos, hacia las 8 de la mañana sonó la alarma que llegaban “los españoles” (testimo-
nio de Elizabeth Bregenzer) o “los sandinistas”, según el mayagna–llamado “sumu”
en la carta– quien agregara que su vivienda había sido tomada por los sandinistas,
“muchos miskitos y ‘sumos’ entre ellos”, apunta Elizabeth cuyo esposo, el misione-
ro, rehusó salir y fue apresado34.
El grupo de Blandón, parte de un fuerte contingente de entre 300 y 400 comba-
tientes, se dirigió directamente a la sede de la misión, amarrando a Bregenzer quien
reclamó que era alemán y no norteamericano, lo cual no fue creído por sus captores.
Según el testimonio de la viuda, recogiendo lo que escuchó de testigos presenciales,
el misionero se postró en oración ante lo cual sus captores preguntaron si rezaba
a la Virgen María o a los santos, a lo cual respondió que rezaba a Dios porque no
creía en imágenes. Aquella respuesta, según ella, provocó la descarga del machete.
El testimonio del nativo aduce que la muerte del misionero fue provocada no por su
labor pastoral sino por el hecho que pasaba información sobre los movimientos de
los sandinistas en la zona “lo cual haríamos cualquiera de nosotros”. Aparentemente
otros miembros de la comunidad de Musawás disgustados con Brezenger, pasaron
la información a los sandinistas, bien eran informantes ellos mismos.
Al día siguiente del asesinato, llegó alarmado a la escena el coronel Abraham
Rivera, acompañado de ocho hombres. Rivera era conocido y respetado por muchos
de los misioneros y pastores de la zona. Expresó su desconcierto ante lo ocurrido
recordando que las orientaciones del General Sandino habían sido de hostigar pero
no matar. El contingente de Blandón había pasado la noche tocando una vitrola que
encontraron en el poblado, intentando luego incendiar la iglesia y la casa del misio-
nero Rivera reclamó en términos severos a Sandino por todo lo sucedido35.
¿Fue espía Bregenzer?. El testigo indígena, un claro anti sandinistas, afirmó
que de manera habitual los pastores pasaban información a los norteamericanos.
Más recientemente, investigaciones y documentación extraídas de los archivos mo-
ravos, EE.UU. comprueban este hecho detallando la relación del misionero con las
patrullas militares norteamericanas que aparecían en aquella zona. El historiador
David Brooks encontró en el archivo de los marines documentación que corrobora
el misionero moravo había “ofrecido sus servicios a la GN como agente de inteli-
gencia”, lo cual puede explicar, según Brooks, la ejecución del misionero alemán y
también el por qué la Iglesia Morava, en su momento, no condenó públicamente al
sandinismo36.
Este hecho también resulta misterioso para la historiadora Anna Adams. Parece
que al ser capturado, el misionero imprudentemente trató de justificar su presencia
en la zona diciendo que era enviado del gobierno norteamericano. A Bregenzer tam-
bién se le conocía en la comunidad como un opresor de los ‘sumos’ al punto que los
439

mismos moravos le consideraban un fanático y algunos le adversaron abiertamente:


entre ellos los que presuntamente pasaron información a los guerrilleros.
En todo caso, el crimen tuvo una repercusión sumamente negativa para el EDS-
NN y suministró un mártir a las comunidades morava locales. A los pocos días del
incidente, Blandón murió en un combate cerca de la localidad de Logtown, Puerto
Cabezas. Otra vez, los misquitos y criollos de Puerto Cabezas demandaron el des-
embarco de tropas norteamericanas e inglesas37.
Sabemos que Sandino no había autorizado dar muerte a Bregenzer; el General
Blandón creía cumplir con órdenes de atacar a todo norteamericano, pesando más
el factor de nacionalidad que el de su condición de misionero, creyéndole espía del
gobierno norteamericano. Por otro lado, Sandino no ignoraba la religiosidad de las
comunidades, profundamente influenciadas por la Iglesia morava, y que esta a su
vez estaba lógicamente vinculada a la presencia norteamericana gozando de su pro-
tección.
Fue entonces que el coronel Rivera puso queja formal ante Sandino haciendo
referencia a la “la cuestión de los sacerdotes en el Río Coco y la inclinación al hueveo
de nuestros muchachos” La respuesta de Sandino fue su memorable y ponderada
carta personal a Rivera, a la que hemos hecho referencia, buscando evitar la división
en las filas38.
En realidad Sandino no podía darse el lujo de perder al angustiado Rivera, sobre
todo después del sangriento episodio. Lo consideraba “uno de los miembros más
morales de nuestro Ejército” y le urgía poner el problema en perspectiva; no quería
descalificar las preocupaciones de Rivera, pero tampoco condenar a los “mucha-
chos”. El problema de fondo para Sandino: terminar con la influencia conservadora
de las iglesias. No era tarea fácil y, a la postre, tampoco lo logró.

“Los maliciosos nunca han dicho la verdad”


Los masones fueron muchas veces anti eclesiásticos –atacados inclementemen-
te por la Curia Romana–, profesaron sin embargo ser tolerantes de toda religión,
creyentes en la libertad de culto y de un Dios, a quien llamaban, el Gran Arquitecto
del Universo (Sandino decía “Creador del Universo”). No fueron dogmáticamente
anti curas, pero sí profundamente laicos y republicanos. Los anarcosocialistas, que
admitían la espiritualidad, fueron más insistentes en su oposición a la religión insti-
tucionalizada que imponían, según ellos, , conductas y mentalidades de servidumbre
hacia los poderosos. Aquellas dos corrientes se compaginaron en Sandino, y en mu-
chos masones, teósofos y espiritistas de la época. Caso contrario a los marxistas–le-
ninistas que condenaron ese tipo de relación insistiendo en un ateísmo ficticiamente
puro. El pensamiento de Sandino da muestras de ser más consistente con la escuela
440

socialista ácrata, enemiga del recurso de la religión revelada, el oscurantismo, la mi-


lagrería, la superstición para embrutecer a la población –particularmente los y las
trabajadores y su marcha presuntamente histórica hacia la conciencia liberadora, sin
renegar, y bien en función de la misma perspectiva– de la espiritualidad.
El problema de fondo para Sandino –se impone al historiador ofrecer una hipó-
tesis– fue la religión dogmatizada como fenómeno opuesto a la construcción libre
de la conciencia y por ende, de la voluntad de resistencia social. Sandino modificó
un tanto sus posiciones al adherirse a la EMECU, encontrando en esta una narra-
ción metafísica más convincente y una mejor propuesta de vida ética–nociones que
él dijo compartir con anterioridad. En sus cartas aparecen con mayor apelaciones al
cumplimiento del deber moral y social, incluyendo el recurso a la violencia en el con-
texto de la guerra. Emite órdenes como la del 20 de mayo de 1931 de “extender el te-
rror y cortar cabezas a todos aquellos que con sus acciones lo merecen” arrebatando
“los derechos a la Justicia, porque si no les cortamos sus cabezas, ellos continuarán
asesinando al pueblo oprimido”. A la vez, de manera aparentemente contradictoria,
pedía a sus hombres “ser ángeles y no demonios”, habida cuenta que determinados
ángeles también habrían hecho el equivalente bíblico vengador de cortar cabezas.
Sandino invocaba la religiosidad de los suyos pero ofrecía un imaginario moral sen-
cillo, sustitutivo no de las figuras celestiales conocidas por los segovianas, pasando
por imaginarios de infiernos y purgatorios, pero suprimiendo la definición bíblica o
catequista.
Pidió que la carta fuera leída en público “en los momentos que se encuentren
menos preocupados del enemigo”. Se explica mejor, por ende, el significado de lo
expresado posteriormente al Coronel Rivera sobre la posibilidad de lograr el control
religioso. Tenía en mente la proclamación de la Comuna Universal “que significa
la fraternidad humana” guiados por Jesús, porque quien iluminaba aquel camino
era el mismo Jesús porque “Jesús y todos los profetas siempre fueron comunistas.
Nosotros también con ese fin les seguiremos en el camino a la tierra prometida del
comunismo mundial”.
“No les sorprenda mi forma de carta, pues mis intenciones son las de dar luz a
todos nuestros hermanos miembros de este glorioso Ejército, porque tengo enten-
dido que los maliciosos nunca han dicho la verdad al pueblo y les han mantenido en
las tinieblas haciéndoles supersticiosos para poderlos explotar mejor”39.
XVIII

El supremo sueño de Sandino

A lo largo de la lucha militar, Sandino reiteró que su objetivo era expulsar a los
soldados norteamericanos de su tierra patria. Sin embargo, en los últimos dos años
de la contienda, confiando en el triunfo, el General fue articulando un objetivo adi-
cional abarcando su idea de la nueva Nicaragua que quería legar a los nicaragüenses.
Sacar a los marines fue un fin, pero también un medio hacia otro fin. “Nuestro ejér-
cito... se empeña implantar en Nicaragua los principios de la fraternidad humana”.
Siempre ambicioso, Sandino plantea nada menos que la construcción de una nueva
sociedad.
En su propuesta de “protocolo de paz” del 20 de enero de 1933, Sandino pidió
la creación de un “nuevo Departamento en tierras baldías nacionales, comprendidas
entre las zonas de El Chipote y la Costa Atlántica Nicaragüense, con el nombre de
“Luz y Verdad”. Clarifica que no se trata de establecer un territorio independiente
sandinista de espaldas al resto del país porque “la creación del nuevo Departamento,
en ninguna forma implica prebenda para nuestro Ejército y mucho menos para el
suscrito: y que el objeto que se persigue, es el engrandecimiento general del país”.
Insiste, sin embargo, que el resguardo de aquel territorio estaría en manos del EDS-
NN y de las autoridades civiles sandinistas que ya administraban la zona. Y el mismo
Ejército estaría siempre listo para “repeler cualquier agresión que quisiera hacérsele
al Gobierno Constituido de Nicaragua”.
No puede hablarse propiamente de una transición de lo militar a lo civil toda
vez que el carácter de la guerra abarcaba ya ambas dimensiones. Hubo componentes
“cívicos” que, a la par del EDSNN, debían sustentar la conformación de un espa-
cio autónomo en las Segovias, con identidad propia administrada por los brazos
militares y civiles del sandinismo. Pero el General concibió una forma de autoridad
que trascendiera lo militar o el mismo estado de guerra para avocarse a lo que el
historiador Michael J. Schroeder llama “la construcción cultural de autoridad” en la
que oficiales civiles y militares asumieron tareas logísticas y de inteligencia para cada
zona asegurando la propagación del pensamiento nacionalista de Sandino.
Aquella red fue parte del engranaje sandinista desde el inicio mismo de la lucha.
Un enviado de la Guardia llegaba a la conclusión en 1927 que los sandinistas se pro-
ponían construir una república separada a lo largo del norte y el centro del país. El
mismo informante reportó en octubre de 1928 sobre la existencia de una “Guardia
Cívica” sandinista en Nueva Segovia, encargada de suplir y esconder provisiones
hasta ser requeridas por el mando. Se registró el hecho que miembros de aquella
442

red trabajaban como espías y


asistían en la labor de propa-
ganda ayudando en la comu-
nicación entre los diversos
oficiales militares sandinistas
responsables de zona. Lo
mismo observó en 1933 el
Ministro de Agricultura, So-
fonías Salvatierra2:
“El ejército del ‘General
Sandino se descomponía en
dos formas regulares: la gente
visible que era la que estaba
en armas y era la militar, y la
Foto en los archivos de los marines identificando vivienda de Sandi- invisible y desarmada, o sim-
no en Wiwilí (1933) (www.sandinorebellion.org)
plemente armada con pistolas
o cutachas. Aquella combatía, la otra informaba y proveía. Esta última formada en
legiones en los cuatro departamentos septentrionales, y reside en las poblaciones y en
el campo. Ahora [tras la firma del acuerdo de paz] aquel jefe está licenciando la gente
armada y desarmando a la otra gente que él denomina autoridades civiles, y les está
ordenando por medio de sus jueces, que se presenten al respectivo jefe político para
ponerse a la orden de la autoridad constituida...”3.
El asunto es que la autoridad constituida era también sandinista. El EDSNN
siempre había contado con una estructura colateral civil que nunca fue desmontada
como tal. Un informe militar norteamericano elaborado en septiembre de 1932 con-
firma que Sandino tiene “un grupo de agentes eficientes en todo el país que le man-
tienen informado de los movimientos de la Guardia”. Contaba también “con una
especie de red de organizaciones cívicas en las Segovias que abarca el nombramiento
de jueces de mesta y funcionarios menores en ciertas localidades”. A finales de 1927,
el Capitán Merritt Edson, escribió en su diario que Sandino trataba con justicia y
de manera conciliatoria a los “nativos”. Que haciendo uso de sus agentes, Sandino
ejercía una influencia clara sobre la población y recibía contribuciones financieras y
alimentaria siendo “fuerte” la relación con los pequeños agricultores4.
De hecho, el EDSNN contaba con su “Departamento de Agricultura” que su-
ponía abarcar a todos los civiles pertenecientes al Ejército”. A diferencia de los
soldados y oficiales, los “civiles” vivían en sus propias localidades y estaban “volun-
tariamente obligados” a entregar cantidades determinadas de maíz, frijoles, cerdos,
cuajadas, etc. “De todos las entregas se llevaba un control exacto, por zonas y por
contribuyentes, a quienes compensábamos con sal, medicamentos y armas”. Señala
443

que los “Civiles del Departamento de Agricultura pertenecían simultáneamente a la


red del Servicio de Información Secreta”5.
Tanto fue el interés de Sandino en el bienestar de la zona, que en 1928 llegó a
decir, en broma o en serio, que si él o algún amigo llegara a controlar el gobierno,
cerrarían el puerto de Corinto para trasladar la actividad portuaria al puerto Cabo
Gracias a Dios para romper el aislamiento de aquellas zonas del país. Y no era poca
la extensión de aquel territorio reflejadas en un mapa que los norteamericanos pro-
dujeron para delinear lo que denominaron la “zona de influencia de Sandino”–bue-
na parte del territorio nacional6:

Hasta que no quede ni un sólo analfabeta


Durante la guerra, el EDSNN contaba, según relatara Sandino en 1933, con
unidades administrativas para asistir con el abastecimiento de bienes a la zona. A la
par, un “departamento de educación” para alfabetizar a sus miembros, junto a una
modesta biblioteca y el siempre impresionante archivo que Sandino personalmente
organizaba con gran atención al detalle.
Sandino hablaba del “Departamento Docente... para mí de gran importancia”,
para alfabetizar al 90% de los soldados y hasta algunos oficiales que no sabían leer.
Indica sin embargo que fue difícil su funcionamiento durante la guerra. Aun así se
montaron escuelas en diversos caseríos indígenas: “estoy absolutamente resuelto a
continuar esta valiosa labor ahora que ha terminado la guerra y –también por eso es
que estoy tan urgido con el establecimiento de la Cooperativa, pues la principal labor
de esas escuelas es la de enseñarles el español a los aborígenes, labor en la que se ha
adelantado... desdichadamente, por falta de suficientes maestros y otros elementos,
entre los soldados el progreso fue apenas perceptible... En adelante, en la Coopera-
tiva Agrícola de Río Coco, la instrucción será obligatoria en todas las edades hasta
que no quede ni un sólo analfabeta”, afirma Sandino a Román7.
Y en efecto, Wiwilí recibió la categoría de municipio de parte del gobierno
como resultado de las negociaciones con Sacasa –lo cual vuelve a subrayar la lealtad
del proyecto de Sandino a la figura del Estado nacional. Sandino si bien subrayó la
necesidad de contar con un régimen bastante autónomo, el estatus lo dictaminaba
el Congreso Nacional con la legislación atingente. Lo puso como condición de paz
–debiendo el mismo gobierno suministrar alimentos, equipamiento y salarios en una
ley de la república estableciendo el “fondo para la pacificación”. Se aprobó la legis-
lación pero el fondo quedó en el olvido.
Al poco tiempo de firmado el acuerdo, Sandino declaraba inaugurada la “Coo-
perativa del Río Coco”, con su propio papel membretado, anticipando una eventual
población, esperando de 2 a 3 mil personas en Wiwilí y sus alrededores. El objetivo
444

inmediato era dar empleo a aquellos seguidores sin tierra y sin oportunidades incor-
porando con el tiempo a los trabajadores de la costa del Pacífico. En tanto el come-
tido no se reducía a lo económico y abarcaba la dimensión espiritual, dio el nombre
de “Joaquín Trincado” y “Luz y Esperanza” a dos campamentos. Los misioneros
cristianos brillaron por su ausencia, ni se reportaron construcciones de iglesias8.
En los diversos periódicos, Sandino dio a conocer su proyecto aprovechando
sus viajes y los de sus oficiales a Managua para asegurar el abastecimiento, asistencia
técnica y hacer contactos comerciales. Entre estos últimos figuraba el simpatizante y
comerciante Daniel Ortega Cerda, padre del actual presidente de Nicaragua, Daniel
Ortega Saavedra, y Elis Echaverry, quienes a sabiendas del proyecto escribieron a
Sandino el 19 de mayo de 1933 indicando estar “en condiciones de colaborar con
Ud. eficientemente en pro de la intensificación y rápida venta de los productos de
nuestro propio suelo y en especial los de la zona agrícola controlada por Ud. Para ese
efecto y sabedores de que se propone dar salida a sus productos, vía Río Coco-Cabo
Gracias, nos apresuramos a ofrecerle nuestros servicios como Agentes exclusivos
vendedores en la ciudad de Bluefields y todos los otros centros comerciales del Li-
toral Atlántico. Indicamos como artículos más vendibles en aquella zona, como Ud.
ya lo debe saber, los mencionados arriba. Puede pedir referencias nuestras al Banco
Anglo-Sud Americano de Managua. Por otra parte y para que tenga más fija idea y
abonada confianza en la firma que le ofrece sus servicios, el primero de los que sus-
criben, nuestro Gerente Sr. Daniel Ortega Cerda, puede y desea, llegar hasta Ud. y
exponerle verbalmente sus planes y conocimientos del negocio, tanto en lo general
como en lo de Oficina, pues fue durante 6 años empleado en el Departamento de
Cobros y Contabilidad del Banco Nacional de Nicaragua. El Original de la presente
le llegará por mediación del Sr. Ministro de Agricultura don Sofonías Salvatierra,
como vía más segura, y un duplicado por el correo ordinario”.
Sandino respondió el 8 de julio:
“Con mucha pena hasta hoy me doy el gusto de referirme a vuestra im-
portante correspondencia fechada el 19 de marzo del corriente año, y sólo
por mis múltiples ocupaciones y proyectos que resolver en estas regiones
no había podido complacerlos con mi contestación. Después del rudo gol-
pe por la desaparición de mi adorada esposa Blanquita, me constituí en
este Puerto Fluvial del Río Coco de donde Uds. me dirijo; por tanto hasta
hace poco comencé a organizar los trabajos de la Cooperativa “Río Coco”.
Como Uds. comprenderán en toda inauguración es posible obtener inme-
diatamente los resultados. Imagínense uds. que hasta ahora estamos edi-
ficando casas y talando impenetrables montañas. Hasta el año entrante si
la paz de Nicaragua se prolonga gracias al patriotismo y buen seso de sus
445

hijos, podremos complacer a Uds. de preferencia en la solicitud de artículos


y Agencias exclusivas que nos hacen. No creo pues que sea necesaria por el
momento la presencia de alguno de Uds., pero el año que viene tendremos
el cuidado de invitarles especialmente para que vengan a este Puerto donde
tendrán una sorpresa agradable al encontrar trocadas estas incultas y feraces
montañas en centros de cultura, civilización y producción de todo género
de productos agrícolas, mineros é industriales”9.
Para enero de 1934 los visitantes reportaban que Wiwilí ya contaba con aparien-
cia de pueblo con casas alineadas y calles trazadas. En construcción: una pista de
aterrizaje, un cuartel, una escuela y una tienda popular.

Seguir luchando, aunque de otro modo


A diferencia de Emiliano Zapata, el General Sandino no se propuso restituir un
mundo agraria que habia colapsado. Por el contrario Sandino contempla un esque-
ma no capitalista de organización cooperativista para resistir la marginalización y la
apropiación del capital terrateniente– ante lo cual los cooperativistas, incluyendo su
contingente indígena, debía incluso contar su propio banco.
Sandino decía que su proyecto encerraba principios y prácticas de ayuda mutua
y fraternidad, por lo que incluía importantes componentes educativos, culturales y
políticos: todo orientado a la liberación humana y nacional. Las raíces intelectuales
del proyecto fueron en efecto diversas, reflejos de su propia formación y su lectura
de las condiciones de las Segovias, el régimen de tierras, las costumbres e idiosincra-
sias. Los indígenas para Sandino forman parte de un conjunto mayor insistiendo que
requerían educación y transformación cultural por la vía de la “integración” y cola-
boración con los trabajadores urbanos y rurales comunales. Al igual que una buena
parte de la intelectualidad “vasconceliana” de la época, Sandino atribuyó el “atraso”
de los “indios” a la falta de educación, para lo cual se hacía necesario otro proyecto
de nación integradora. (Lo pluricultural casi no figuraba en el ideario intelectual
elitista de los años veinte). En una entrevista, Sandino explicó: “Lo que necesitan
nuestros indios es instrucción y cultura, para conocerse, respetarse y amarse”10.
Su objetivo era instaurar en Nicaragua la “Comuna de Amor y de Ley” ideada
por la EMECU para llegar a la gran fraternización universal: un aporte a la gran tarea
de crear un mundo sin fronteras, sin distinción de razas o sociales, iniciada desde la
América Hispana y concediendo a una España pos–monárquica un lugar privilegia-
do. El proyecto es cívico, y Sandino incluso le llama “gobierno”. Sandino se guió
por los viejos preceptos comunistas de los fundadores europeos del anarquismo
del siglo XIX pero la influencia mayor es la de Joaquín Trincado, y en particular el
texto titulado los “Cinco Amores” que establecen las distintas etapas para llegar a
446

la comuna, desde la familia hasta envolver al mundo. En 1931, Sandino escribió a


Trincado describiendo el sobre esfuerzo que hacía para asimilar sus escritos –tarea
titánica considerando la engorrosa narración del maestro vasco-argentino–: “Aquí
mismo estoy esforzándome por escribir intuitivamente las inspiraciones espirituales
en lo relativo a la formación de nuestro primer gobierno de la comuna universal,
para lo que he tenido que repetir en estos momentos la lectura de “Cinco Amores”.
Ya visualizaba lo que llegó a llamar Comuna de Fraternidad Universal, sin explota-
dos ni explotadores, ni propietarios individuales, dedicadas al trabajo agropecuario
cuyos principales beneficiarios sería la misma población indígena– en las “bellas
regiones que por siglos han permanecido abandonadas por los hombres de Estado”.
Aunque Sandino le puso el nombre de cooperativa, su cometido era mucho ma-
yor: “la fundación de una sociedad de mutua ayuda y fraternidad universal”, como
explicó a Rafael Ramírez Delgado. “Quiero poner mi grano de arena en pro de la
emancipación y bienestar social de la clase trabajadora que, como Ud. bien sabe, ha
sido siempre explotada y mal vista por la burocrática burguesía”. Su aspiración era
filosófica y espiritual porque trataba de dar solución a un problema histórico de la
humanidad, el de la convivencia y la extirpación de la guerra: “Este es el problema
que muchos hombres de filosofía y de amor tratan de resolver”11.
Sandino contó con el decidido respaldo de un grupo selecto de su tropa, pero
aquel proyecto necesitó algo más que buena voluntad. En lo económico faltaba ca-
pital de inversión para arrancar y sostener a los integrantes hasta tanto fructificara la
producción. Y por otro lado, en materia de seguridad ante el acecho de la Guardia y
el hecho que Sandino nominalmente solo contaba (según los inequitativos términos
del tratado) con solo 100 hombres armados para la defensa de toda la zona. Lo que
se tradujo en un tercer problema: la dependencia enorme sobre la voluntad y capaci-
dad de gobierno central y del presidente Sacasa de prestar las facilidades por un lado,
y contener a la Guardia de Somoza por otro. Quizás Sandino estuvo tan ofuscado
por el sueño mayor que minimizó hasta que fue demasiado tarde las implicaciones
de aquella realidad.
Visualizó un mundo distinto que dejara atrás las inmundicias de la política crio-
lla y sus practicantes, de los partidos políticos, del entreguismo al imperialismo nor-
teamericano. Una verdadera patria libre o al menos libertad para una parte de la pa-
tria. Libertad en el sentido completo ideado por Sandino: independencia económica
de los norteamericanos e independencia política de los políticos en Managua. No
permitiremos a esos politicastros, sinvergüenzas y corruptos. Vamos a eliminar los
partidos liberal y conservador. No quiero nada con los politicastros. No confío en
ellos…”. Tampoco se trataba de una proyecto suspendida en el tiempo y espacio.
Sandino no negaba el papel del mercado y del capital para asegurar la sobreviven-
cia del proyecto, pero siempre dentro de un marco autonomista y libertario. En la
447

misma comunicación dice: Ya tengo un arreglo con una compañía mexicana para el
cultivo del banano en la Costa Atlántica y saquemos a la United Fruit. También vamos
a sacar a las compañías yanquis de las minas. Debemos seguir luchando, aunque de
otro modo, para que tengamos una patria nuestra, de nosotros los nicaragüenses”12.
Para Sandino, la cooperativa estaba concebida como una comuna, algo más
radical por sus connotaciones sociales e ideológicas, abarcando no solo aspectos
productivos, sino también sociales, educativos, con campañas moralizadoras contra
el alcohol y el vicio, fomento de lectura, y veladas, como aquellas llevadas a cabo en
Tampico durante su estadía como obrero petrolero; nacionalista, sin ser chauvinista,
en tanto también invitaba a norteamericanos a venir a trabajar, pero no como explo-
tadores. En fin, un nuevo espacio de socialización de ideas y símbolo de resistencia
contra el sistema político, económico, y religioso imperante. Como viejo sindicalista
libertario y ahora como discípulo de Trincado, insistió que el primer paso consistiría
en transformar al mismo EDSNN –prefigurar en su propio seno la futura sociedad
libertaria, incorporando prácticas autogestoras y el ejercicio de una democracia ho-
rizontal.
Ante una economía nacional devastada por las consecuencias del resquebra-
jamiento del capitalismo mundial, Sandino ofreció el modelo cooperativista para
reactivar el mercado laboral y la economía del país. Estaba convencido de que las
“cooperativas en día no muy lejano, serán decisivas para la restauración económica
del país”. Sandino retomó preceptos de Kropotkin, Proudhon y de Flores Magón
cuando dijo: “El trabajo productivo, fuente de salud y prosperidad es lo que desarro-
llaremos con todo anhelo, ya que encontraremos en todas las autoridades a gentes
pacíficas, impartiendo las garantías ciudadanas y el respeto y consideración al que
todos tenemos derecho; de esta manera llegaremos al verdadero engrandecimiento
nacional, con la ayuda de todos los hombres de buena voluntad”13.
El triunfo de la colectividad humana contra la codicia individual del capitalista,
tal como predicara Kropotkin y otros: el apoyo mutuo para crear conciencia de soli-
daridad humana y de dependencia mutua. La unión y la organización para la defensa
de los intereses inmediatos de los trabajadores, base de la construcción de otra socie-
dad más justa. Quiso preparar al pueblo nicaragüense, comenzando con los sectores
más olvidados en la zona más marginada del país, para tomar el poder, no mediante
partidos, y no a nivel nacional, sino mediante la participación en la construcción de
un modelo libertario de organización social y económica14.
Apuesta a un modelo nuevo de autogestión y empoderamiento. Bastante más
que una atrevida aventura empresarial guiada por el afán de lucro. Aun cuando su
modelo contemplaba la explotación de recursos madereros y minerales, la esencia
era política, abarcando la administración colectiva y un sistema interno no capitalista
de financiamiento. Repito una vez mas el postulado epigramático de Proudhon –la
448

propiedad es robo– expresión que Moncada consideró repulsiva y peligrosa. La no-


ción se mantuvo viva en Sandino y expresa a un periodista en 1933 : el objetivo de su
proyecto era “poner fin a la propiedad privada: causa única de las guerras fratricidas
humanas”15.
De la palabra a la realidad. Para Sandino una idea práctica, estudiada y alcanza-
ble en un contexto socio–territorial en que la enorme mayoría de los campesinos e
indígenas de la región norte cultivaban la tierra sin contar con título de propiedad,
ocupando libremente las todavía abundantes tierras baldías para la explotación agrí-
cola. Reforma social sin reforma agraria: Sandino no adversó al pequeño propietario
e incluso fue cuidadoso de no afectar innecesariamente a los hacendados colabora-
dores de la zona, a veces a regañadientes, con la causa. Detestaba el principio de la
propiedad privada, pero no por ello quiso afectar a lo que considerara “la propiedad
privada adquirida honradamente”, como dijo a Maraboto en 192916.
El proyecto sandinista no se reducía a la simple reproducción del sistema de
producción del campesinado segoviano. Ya las prácticas ancestrales cedían ante una
frontera agrícola que avanzaba sobre la periferia nacional impulsada por la legisla-
ción gubernamental, la introducción del café y el apoyo estatal capitalista a la apro-
piación individual de tierras nacionales, ejidales y comunales afectando a no pocos
campesinos sin títulos de propiedad en la zona de Matagalpa y Jinotega.
Durante la guerra, Sandino trabajó en detalle el programa de la Comuna. Había
llegado a conocer y a amar aquella zona volviendo, figurativamente, a sus tiempos
de comerciante y empresario capaz de identificar proyectos productivos que, con un
buen esquema de transporte y comercialización, arrojaran buenas utilidades. Una
comunicación directa al Caribe, una línea naviera sobre el Río Coco, una pista aérea
y radio en Wiwilí, una explotación moderna de los minerales de oro. En enero de
1932, Sandino escribió a sus Comandantes Erasmo Carbajal y al Teniente Coronel
Perfecto Chavarría en Bocay. Les felicitaba por la buena marcha de los trabajos de la
“Comunidad” –lo pone en mayúscula– “y por medio de la presente, faculto al Co-
mandante Carbajal para que manifieste a todos los vecinos, que al triunfo de nuestra
causa, viviré en estas montañas, procurando que todo el Río Coco, y sus afluentes
desde el Ocotal hasta el Cabo Gracias A Dios, sean una verdadera calle real por una
y otra vía; procuraré que se establezca en Bocay, o en donde convenga, un banco
Comunal con dineros propios de los productos de estos bosques, para ensanchar la
agricultura y la navegación; para lo que se tratará de romper los raudales con dina-
mita, procurando que las embarcaciones de gasolina, remolquen botes desde Santa
Cruz hasta el Cabo Gracias a Dios, para que quede abierto el libre comercio entre
las Segovias y la costa Atlántica; igualmente se instalará una línea telefónica sobre
los márgenes del Coco, desde el Ocotal hasta el cabo Gracias a Dios, lo que nos
mantendrá al habla con todo el resto de nuestra República; además, la instrucción
449

pública entre nuestros indios la desarrollemos potentemente, así como toda clase de
artes y oficios.
Pues bien: deben de convencerse esos vecinos de que sólo el triunfo de nuestro
Ejército es el que podrá salvar a todo nuestro país en general, porque entonces no
mandarán los extranjeros en Nicaragua, ni los perros traidores [sic] el mando estaría
en poder de los legítimos Nicaragüenses, y los indios zumos, mosquitos y zambos,
ya tendrían también la oportunidad de ser gerente y vaqueros de sus cooperativas
comuna naviera17. [sic]
Sus postulados libertarios figuran claramente en la carta que, desde Wiwili San-
dino dirige, el 16 de julio de 1933, al escritor Rafael Ramírez Delgado:
“...Estoy dedicado a la fundación de una sociedad de mutua ayuda y fraternidad
universal; quiero poner mi grano de arena en pro de la emancipación y bienestar
social de la clase trabajadora que, como Ud. bien sabe, ha sido siempre explotada y
mal vista por la burocrática burguesía. Este es el problema que muchos hombres de
filosofía y de amor tratan de resolver y ya que el Exmo. Sr. Presidente de la Repú-
blica, por los tratados de Paz, me presta protección, quiero hacer de estas vírgenes
y exuberantes regiones, un lugar de vida y centro de civilización para toda familia
que, azotada por la miseria o desheredada, corra algún riesgo en el seno de las ciu-
dades–pulpos”.
Calificar de “pulpos” a las ciudades no fue una ocurrencia original de Sandino:
el calificativo fue utilizado por el extraordinario geógrafo y anarquista francés Eliseé
Reclus en su texto “La evolución de las ciudades” (1895). El texto circuló amplia-
mente en México y fue frecuentemente citado en la prensa anarquista y anarcosindi-
cal. Sin duda, lo asimiló Sandino18.
Para noviembre de 1933 y a pesar de la difícil situación de seguridad, Sandino
rebosa de entusiasmo con su nuevo proyecto, considerando que tras los largos y
duros años de resistencia militar, se encontraba junto a los suyos empeñados en
un proceso de construcción del país que habían ayudado a liberar. Y si bien, era un
sueño que a corto plazo prescindió de un cometido nacional, no por ello dejaba
simbolizar un ejemplo ante el resto de Nicaragua y del mundo: “lo que quiero es ir
a trabajar duro en la montaña; servir a los miles y miles de campesinos que han apo-
yado nuestra lucha. Sacasa me dará una extensa zona del norte. Allí está la gran ri-
queza de Nicaragua. La zona del Pacífico es un cascajo comparado con aquello... allá
las grandes matas de tabaco crecen silvestres. Vamos a despalar la montaña y hacer
una agricultura corporativizada, donde todos somos hermanos. Esos campesinos
son unos grandes trabajadores. Vamos a poner escuelas, a construir ciudades. Nos
llevaremos del Pacifico a carpinteros, mecánicos, talabarteros, sastres, para que ten-
gamos de todo. Eso sí, nada de borrachines vagos, explotadores egoístas. Todo será
en cooperativas. Existe oro en abundancia y con el compraremos en el extranjero lo
450

que necesitamos. Las maderas son magníficas para construir casas y muebles. Ahora
los campesinos no tienen nada, pero lo tendrán todo. No saben leer ni escribir y los
explotan inmisericordemente”19.

El reino de Sandino
El proyecto
de reconstrucción
económico y mo-
ral –inseparables en
Sandino– consistía
esencialmente en
poblar a Nicaragua
de cooperativas:
“serán” decisivas
para la restaura-
ción económica del
país”. Ese supremo
sueño de Sandino
estaba integrado
por ideas recogidas
“Área de influencia de Sandino” mapa trazado por los marines
a lo largo de los
(sandinorebellion.org) años, principalmen-
te por la vía de Flo-
res Magón y de Trincado, que a su vez recogen los preceptos de Kropotkin y de
Proudhon, entre otros. En las palabras de Sandino, “el trabajo productivo, fuente de
salud y prosperidad es lo que desarrollaremos con todo anhelo, ya que encontrare-
mos en todas las autoridades a gentes pacíficas, impartiendo las garantías ciudadanas
y el respeto y consideración al que todos tenemos derecho; de esta manera llegare-
mos al verdadero engrandecimiento nacional, con la ayuda de todos los hombres de
buena voluntad”20.
Sandino no permitiría que los hombres y mujeres que sufrieron lo indecible
durante la contienda regresaran a una vida de marginación, pobreza y analfabetis-
mo. Sandino pensó que la solución consistía en promover un régimen asociativo de
propiedad y producción, el cual al prescindir de la propiedad privada, daría lugar a la
abolición de la desigualdad y de la injusticia. Nicaragua debía ser libre y soberana en
lo militar, pero la producción y el consumo también debían ser libres para la partici-
pación de todos –a diferencia de la sociedad que permite consumir desmedidamente
a los que “no producían nada”, decía. Un boletín de guerra emitido por Sandino en
451

1931 explicaba el cometido articulado en tér-


minos anarcosindicalistas: “Nuestra guerra es
guerra de libertadores, matar la guerra de los
cobardes agresores quienes CONSUMEN lo
que no PRODUCEN...”21 [sic]
La transición no sería fácil. Ni era posible
visualizar a un Sandino desprendiéndose de
su autoridad –no lo hizo– ni de la organiza-
Escudo de la EMECU, Cátedra mexicana
ción militar con que operaban los oficiales. La
meta fue otra: un régimen distinto que no impone la autoridad sino que la cultiva y la
delega, con espacios de socialización y dirección colectiva, de estudio y capacitación
para ejercer la autogestión, de conducta solidaria y ayuda mutua entre sus miembros.
En la futura colectividad sandinista, la solidaridad constituiría la base para la materia-
lización de la libertad ejercida colectivamente, porque solo así se llegaba al verdadero
ejercicio de la libertad individual. Conforme lo predicado por Kropotkin y otros, el
apoyo mutuo creaba conciencia de solidaridad humana y de dependencias específi-
cas. La unión y la organización facilitarían tanto la defensa de los intereses inmedia-
tos de los trabajadores, como también la construcción de otra sociedad más justa22.
En una entrevista Sandino responde a la pregunta sobre cuáles serían sus mé-
todos para tratar los problemas más graves del mundo y para establecer relaciones
internacionales más armoniosas. En su respuesta Sandino apuntó al elemento que
consideró medular: el de la propiedad privada como raíz del mal, agregando su crí-
tica casi modernista del capitalismo (aun cuando pensaba explotar y comercializar
productos primarios) señalando que el “ambiente general de mercantilismo” cons-
tituía el problema más grande “y con el que trata de anular el Espíritu, único autor
de la vida”.
El General indica querer impulsar lo que llamó una alianza universal de nacio-
nes caracterizadas por la creación de ciudades… “con los sin trabajo y voluntarios
de uno y otro sexo de todas las razas y castas, bajo un sistema de fraternidad co-
munal, donde el dinero sea ABOLIDO y que allí no hay más moneda que el hom-
bre mismo; por lo que terminaría la propiedad privada, CAUSA ÚNICA DE LAS
FRATRICIDAS GUERRAS HUMANAS. En tres generaciones bajo ese sistema de
FRATERNIDAD UNIVERSAL, la guerra habrá muerto por consunción” (Sic.).
En esa nueva sociedad, no habría necesidad de iglesias o de proselitismo reli-
gioso. Sandino participa a La Nueva Prensa, el 24 de febrero de 1933, su intención
de terminar con la propaganda religiosa de los sacerdotes moravos y asumir directa-
mente la instrucción de los indígenas23.
Tres días después de la firma del acuerdo de paz, Sandino informó al presi-
dente Sacasa estar acondicionando un hotel para la cooperativa y haber iniciado la
452

“colonización” de la región. Para mediados de 1933, Sandino había organizado dos


cooperativas: una agrícola para el cultivo de maíz, frijoles y verduras para el autocon-
sumo y tabaco para el comercio, bajo un régimen autogestionario. En la otra, dijo, se
producía oro mediante el lavado artesanal de las arenas del Río Coco. Sandino envió
carta a José Alberto Fagot en Cabo Gracias a Dios en la que dice haber tenido que
suspender “el corte de maderas preciosas para la exportación, pero también por falta
de mercado en el extranjero”. Dice estar reconcentrando a sus hombres en Wiwilí
para dedicarse a la producción de cereales y el lavado de oro24.
Sandino también informó a un periodista que en el interior de la montaña, la
cooperativa contaba con 150 manzanas de maíz ya doblado y otras 100 sin doblar
y 25 manzanas de tabaco, habiendo conseguido que el presidente Sacasa reestable-
ciera el libre cultivo del tabaco. Esperaba establecer una estación de radio e inició la
construcción de una pista de aterrizaje para mejorar la comunicación con el exterior.
Visualizó el dragado de ese puerto fluvial “siempre que Estados Unidos no fomente
nuevas revoluciones armadas contra el Dr. Sacasa”. Le interesaba cooperar con un
proyecto naviero del comerciante Juan Alberto Fagot en tanto “nosotros en este
río seríamos los principales clientes de su empresa”. Para inicios de 1934 había 400
manzanas sembradas. La gente trabajaba con el fusil al lado, cultivando maíz, frijoles,
hortalizas y tabaco y se comenzó la construcción de una pista de aterrizaje. Sandi-
no pidió al coronel Rivera conseguir de dos a cuatro ‘botecitos’ con motores de
doce caballos para transportar víveres. Buscaba agilizar la inversión en estos y otros
implementos indispensables para que la Cooperativa fuera “compuesta de obreros
expertos en todos los ramos de la vida”25.
El objetivo inmediato era dar empleo a los hombres que habían combatido con
él particularmente aquellos sin tierras u hogares. La sede central de la cooperativa se
llegó a instalar en el puerto fluvial de Wiwilí, a donde se trasladó Sandino. Al cabo de
unos meses, contaban con una cooperativa minera y buscaban afanosamente maqui-
naria moderna para impulsar la explotacion. Fue una de las últimas gestiones de su
vida: horas antes de ser asesinado, Sandino presentó a Sacasa las primeras muestras
del oro de primera calidad, le pidió asegurar su venta y que se concediera personería
jurídica a la empresa. Sandino, también solicitó un crédito de 100,000 dólares para
iniciar la explotación de madera, de caucho y chicle.
Sandino remitió a Managua las primeras muestras del tabaco cultivado en Wiwilí
señalando, con conocimiento de causa, que era superior al sembrado en Masaya.
Asegurar el libre cultivo de tabaco en beneficio de los campesinos había formado
parte de su agenda con el gobierno desde los tiempos de Moncada, y ahora lo logra-
ba. Su plan era crear más cooperativas a lo largo del Río Coco para integrar a la po-
blación indígena y hacerles producir para el mercado con la esperanza de abastecer
453

a la Costa Atlántica. Por su parte, el General Estrada afirmó en enero de 1934 que
los cortes de madera estaban por iniciarse26.
Pero todo el proyecto económico dependía de vías de comunicación seguras,
entonces casi inexistentes en la región. Para ello, Sandino pensó en la formación
de una empresa de navegación fluvial haciendo uso de los medios y conocimientos
adquiridos durante la guerra. El agregado militar norteamericano en Costa Rica,
informaba en julio de 1933 sobre una compañía de transporte fluvial que Sandino
había fundado en Bocay. A dos meses de la firma del convenio de paz, la inteligencia
militar norteamericana llegaba a la conclusión que Sandino efectivamente quería
mantener la paz y que “inteligentemente planifica... la colonización de esa región
con sus seguidores”. Lo que el norteamericano llamara “el reino de Sandino” se ex-
tendería al este y al sur del Río Coco, abarcando buena parte de los departamentos
de Jinotega, Cabo Gracias a Dios, Prinzapolka, Río Grande y una parte de Blue-
fields. El General consideró que aquellos departamentos escasamente poblados se
prestarían rápidamente al establecimiento de la gran “Cooperativa”27.
Las actividades de las cooperativas no constituían secreto alguno. Por el contra-
rio, fue asunto de darles publicidad recurriendo incluso a “campos pagados” o mejor
dicho, anuncios publicados en los medios a petición del General. En los periódicos
de la capital apareció el siguiente anuncio, firmado por Sandino y dirigido “A los
comerciantes del país” en el que anuncia que para el 1 de abril habrá establecido un
servicio rápido de botes y pipantes entre Santa Cruz de Jinotega y el cabo Gracias
a Dios. “Nuestra asociación cooperativista ofrece todas las garantías con respecto a
la eficiencia del servicio y la vida de los pasajeros. El camino desde Jinotega a Santa
Cruz ya se está reparando y se prepara la apertura de un camino de primera clase.
Solicitamos a la prensa nacional publicar este anuncio. Patria y Libertad”. Sandino,
por lo visto, ya estaba en posición de pasar a uso civil aquella “flota de guerra” del
EDSNN que abarcó treinta pipantes pequeños, veinte medianos y diez grandes “to-
dos en perfectas condiciones y bien dotados de palanqueros excelentes en su oficio
y además muy entrenados en nuestro estilo de guerrilla fluvial”. Casi todos aquellos
palanqueros fueron indígenas de las diversas etnias que “también actuaban como
soldados guerrilleros” cuando era necesario. El coronel Abraham Rivera, muy res-
petado en toda la zona, el “Almirante Sellers del Coco”, como le gustaba llamarse
quedaría al mando28.
A inicios de 1934, Sandino despachó al General Estrada y al coronel Rivera a
Managua para gestionar combustible, lubricantes, implementos agrícolas, maquina-
rias para lavar oro y motores para las embarcaciones. En la lista elaborada por el
General figuraba también la contratación de un ingeniero para instalar la planta eléc-
trica. Un periodista logró entrevistar a Estrada y Rivera en el Hotel Colón de Mana-
gua. En el reportaje escribe: “se advierte en ellos, desde sus primeras palabras, que
454

han olvidado los dolorosos días de la sangrienta lucha que mancharon de sangre...
Ahora hablan con fe y entusiasmo del trabajo que les redime y de empresas agrícolas
que deben dar un nuevo rumbo a la riqueza nacional”. Nadie más que Sandino pudo
haber inculcado en ellos la noción de trabajo honrado, como fuente de redención
moral y material en la sociedad. La “nueva California”, dijo alguien.
En enero de 1934 el periódico El Pueblo de Managua entrevistó a dos oficiales
de Sandino quienes describieron el plan: “Se pondrá el mayor empeño – dicen los
señores Estrada y Rivera– en la construcción de vías de comunicación para facilitar
los distintos trabajos agrícolas e industriales en una zona bastante extensa. De Chile
se traerán veinte pequeñas máquinas para intensificar la extracción del oro; habrá un
campo de aterrizaje, que reunirá todas las condiciones necesarias, habrá la llegada
de aeroplanos grandes y pequeños, se fomentara la cría de ganado de buena calidad,
mezclándolo con las mejores especies extranjeras, la exportación de maderas por el
Río Coco y sus tributarios, en gran escala, será una de las mayores fuentes de riqueza
con que las Segovias van a contar en un futuro no lejano. Wiwilí, el centro de todas
las actividades será una ciudad próspera y de estilo moderno, que llegará a ser una de
las principales de la República por sus recursos naturales y su posición topográfica,
...el Gobierno de Sacasa contribuirá con dinero e implementos de toda clase... ya
suministró dos poderosos motores portátiles para navegación fluvial”.
‘En vez de la explosión de los fusiles y las bombas de mano, se oirán en aquellos
bosques y llanuras, las explosiones de la gasolina, que irán proclamando sobre los ra-
mos de los ríos que una nueva era se abre para nuestra patria”. En Wiwilí se vivía en
una acostumbrada pobreza, con grandes problemas de salud y aprovisionamiento,
unas cuantas chozas donde los ex guerrilleros todavía hacían vida de cuartel, atentos
a los movimientos de la Guardia. Pero en Managua circulaban noticias fantasiosas
sobre las transformaciones en la zona: se reportaban “grandes plantaciones de taba-
co, con hojas tan grandes que los arbustos parecían paraguas abiertos bajo el sol, de
enormes plantaciones de granos, de las lúcidas vacadas, dueñas de los inmensos pas-
tos que formaban horizontes de verdura; de la actividad en los lavaderos de oro”29.
Sandino insiste a Sacasa: “Deben Uds. estar seguros de mis propósitos de auxi-
liar eficazmente la cooperativa Río Coco para el éxito en sus labores”. Sandino, para
entonces, se identificaba como “Jefe Director y Fundador de la Cooperativa Río
Coco y sus Afluentes”. Pero el General no contaba con autoridad en Managua. Fue
imposible reunir la inversión de 120,000 dólares estimada necesaria para desarrollar
todo el proyecto cooperativo. El “fondo de pacificación” establecido en los acuer-
dos y aprobado por el Congreso nunca se agilizó y en la práctica, el uso del fondo
estuvo sujeto a numerosas trabas y reticencias burocráticas. Sin independencia eco-
nómica ni condiciones efectivas de seguridad, el proyecto de las cooperativas resultó
insostenible–las mismas labores manuales fueron interrumpidas una y otra vez por
455

las amenazas de la Guardia, debiéndose emplear buena parte de los recursos y es-
fuerzos en resguarda el perímetro de seguridad y estar preparados ante un ataque30.

Yo no quiero la guerra
Desde un principio, Pedrón no compartió el optimismo de su jefe. Repitió has-
ta el cansancio que la Guardia –cuando no Sacasa y los Estados Unidos– querían
terminar con la existencia del EDSNN a toda costa. Y, en efecto, el “reino” de
Sandino fue considerado –correctamente– como un desafío al proyecto que los nor-
teamericanos y sus aliados habían trazado para Nicaragua. El programa de Sandino
encerraba otro propuesta de nación construida desde la cooperativa y la propiedad
comunal contrapuesta, aunque no lo quisiera, al proyecto nacional construido desde
el Estado y las élites tradicionales. Quizás Sandino no visualizó la contraposición en
estos términos, pero sus contrincantes sí.
Con la firma del convenio, Sandino solo consiguió garantías relativas a sus plan-
teamientos históricos de soberanía económica. Pensó que la autoridad moral y las
armas del EDSNN asistirían al gobierno de Sacasa, para asegurar la “constituciona-
lización” de la Guardia, todavía con reglamentos norteamericanos, sin establecer la
figura del comandante en jefe, o aún mejor, aprovechar el reordenamiento para sacar
a Somoza y los mandos represivos de la Guardia. Sandino aparentemente ignoraba
el hecho que, según el relato posterior de Salomón de la Selva, Sacasa todavía can-
didato a la presidencia, había firmado un compromiso con la legación de Estados
Unidos de no cambiar la organización del la Guardia Nacional, lo cual a todas luces
resultaba incompatible con el compromiso firmado con Sandino la noche del 2 de
febrero de 193331.
Creció el número de choques con la Guardia en tanto el gobierno retrasaba
la entrega de los implementos, salarios y víveres contemplados en el acuerdo. La
preocupación creciente de Sandino era la protección de sus campamentos y de la
población segoviana que continuaba siendo hostigada por la Guardia. Pensó que el
apoyo sandinista a Sacasa sería suficiente para forzar la reorganización de la Guardia,
comenzando con la remoción de Somoza García.
A pesar del compromiso de desarme gradual establecido en el documento, So-
moza quedó perturbado por la implicación política y territorial de la concesión ce-
dida a Sandino. Un trozo importante del territorio nacional quedaba bajo el mando
político de un delegado gubernamental y persona de confianza para Sandino, Esta-
nislao Lara, lo cual extrañó a sus oficiales y enfureció a Somoza, cuyo mando ahora
excluía una buena parte de la geografía nacional: la región de Wiwilí abarcaba el área
entre el Río Coco, el río Bocay, limitado al sur por una línea desde la boca del río
Cuya en la ribera del Coco hasta Bocaycito, y al norte, por otras que partían de la
456

desembocadura del Poteca en Río Coco, y terminando en Alati en el Bocay. 36,000


kilómetros cuadrados, según calculó, quedaban en las manos de Sandino32.
El 16 de febrero quedó organizado el “Contingente de Emergencia”, una tropa
de 100 hombres contemplada en el acuerdo para el resguardo personal de Sandino.
El General Francisco Estrada figura como Primer Jefe, Col. Juan Santos Morales el
Segundo Jefe, Capitán José Rodríguez, Tercer Jefe, y como tenientes Marcial Rivera,
Carmen Aráuz Zamora, Tranquilino Castro y Santiago Deitrick. El decreto 296 del
24 de marzo, ponía a la orden del Ministerio de Agricultura y Trabajo la cantidad
de 120,00 córdobas “‘para fomentar el cultivo de trigo y elaboración de harina en
el Norte de Nicaragua, y como parte de los gastos de pacificación y obras y trabajo
públicos”. El Ministro de Agricultura, Sofonías Salvatierra, ya para entonces perso-
na de confianza de Sandino, figuraba como delegado del Ejecutivo para esa región33.
De manera confusa, el Convenio de paz contempló “mantener, por todos los
medios racionales, adecuados y jurídicos, el resplandecimiento, en toda su plenitud,
de la soberanía e independencia política y económica de la República”. Para Sandi-
no, el elemento clave fue la obligación asumida por el Gobierno de terminar con la
“inconstitucionalidad” que ha caracterizado los anteriores gobiernos; lo que quería
decir asegurar la estricta subordinación de la Guardia al poder a la presidencia, y
la del gobierno a un programa de reforma y, sobre todo, de efectivo ejercicio de la
presidencia34.
El último año de vida de Sandino, no fue ni de guerra ni de paz. Para enero de
1934, Sandino contabilizaba 17 de los suyos asesinados, en tanto que el General
Ocón cumplía un año de estar preso en Ocotal. Dos días antes de su muerte, San-
dino insistió con Sacasa “saber de usted la manera de garantizarnos, tanto la cons-
titucionalidad de la Guardia, como los otros modos de garantizar la vida de todos
los hombres que militaron a mis órdenes durante la reciente pasada campaña que
sostuvimos contra las fuerzas interventoras”. El siempre vacilante Sacasa no pudo
–o quizás no quiso en esencia– someter a la Guardia, ni pudo garantizar la vida de
los sandinistas, ni la del mismo General Sandino.
Sandino sí cumplió e incluso hizo concesiones adicionales como la de desistir, a
instancias de Salvatierra, de una de sus primeras condiciones, como era el reconoci-
miento oficial para la historia del papel legítimo y libertador jugado por el EDSNN.
Y no solo se lo negaron, sino que incluso fue persuadido a aceptar una amnistía por
“delitos políticos y comunes conexos” lo cual presuponía una actuación ilícita. Un
tratado de perdón y no de pacificación, apunta Selser. Tampoco hay mención de otra
condición contemplada por Sandino anteriormente como fuera la abrogación del
tratado Chamorro-Bryan, o de las garantías escritas que había exigido relativa a no
contratar nuevos empréstitos y liberar las finanzas públicas de la sumisión a los ban-
queros norteamericanos. Sandino no exigió terminar con el capitalismo pero sí un
457

capitalismo dependiente: “que se hubiese necesidad de recursos económicos para la


presente administración, que se obtenga el empréstito de capitalistas nicaragüenses,
para que en Nicaragua no hayan más ladrones que nosotros mismos”35.
Repetidamente Sandino declaró que él no volvería a tomar las armas, pero que
tampoco podía pedir a su tropa permanecer sin posibilidades de defenderse ante
la agresividad de la Guardia. El 12 de febrero de 1934, Sandino insistió con Sacasa
sobre los planes que la Guardia –‘vergüenza de la sociedad nicaragüense’– de atacar
sus campamentos: “las grandes responsabilidades por la destrucción de Nicaragua
tendrán que pesar solamente sobre su gobierno. No es justo ni cuerdo, quedar pre-
sas fáciles de la criminal Guardia Nacional”36.
Sandino tuvo dificultad para hacerse escuchar en Managua. No se consideraba
un “político” y terminó declinando las propuestas de diversos sectores para asumir
un papel más protagónico en la política nacional, incluyendo la oferta de encabezar
un partido laborista y hacer contrapeso a la presión de la Guardia sobre Sacasa. A
petición de Sacasa, Sandino declinó la oferta. Creyó que esta decisión, como otras,
afianzaría su percibida alianza con Sacasa y por ende la “constitucionalización” de
la Guardia. Es decir, colocar a ese cuerpo militar recién parido de las entrañas de
los marines para dar forma a otro ejército controlado de manera efectiva por el
presidente. Somoza se entendía cada vez más directamente con la embajada nortea-
mericana. Sin armas, los partidarios de Sandino quedaban indefensos y perseguidos.
A medida que pasaba el tiempo, Sandino vio el panorama más negro en tanto no se
cumplían los acuerdos en lo relativo a la inmunidad de sus seguidores, asesinados o
arbitrariamente encarcelados37.
Pero ya era demasiado tarde para rectificar o exigir cambios en los acuerdos. El
reloj marchaba implacablemente hacia el 17 de febrero de 1934, día en que según el
convenio, la totalidad de la fuerza sandinista debía quedar desarmada. Con desarme
o sin desarme, la Guardia montaba su plan para eliminar tanto a Sandino como a
los sandinistas. La Guardia tomó posiciones alrededor de Wiwilí. Sandino dijo no
entender por qué se pretendía “Destruir a hombres que viven trabajando y ense-
ñándole al país cómo debe trabajar....”. Yo no quiero la guerra –le dice a Salvatierra
la noche del 15 de febrero de 1934– pero cómo es posible que no pueda esta gente
vivir en paz en su propia tierra. La Guardia los está matando, todos los días los mata.
La prueba de que quiero la paz es que voy al llamado del doctor Sacasa”. Salvatierra
le reasegura que “la patria está por encima de eso”, por lo que Sandino respondió en
voz alta: “Dígaselo también a ellos”, señalando a sus oficiales que merodeaban en
los alrededores. “Todo esto se arreglará satisfactoriamente con el presidente”, fue la
trillada respuesta de Salvatierra38.
Tanto el presidente, como el mismo Salvatierra, tenían su propia definción de
lo que constituyeran los “intereses de la patria –para ellos significó la defensa del
458

gobierno, de su clase y de la relación sumisa con los Estados Unidos. El 16 de febre-


ro, Sandino salió a Managua para ya no volver. Aparte del problema de seguridad,
Sandino llevaba en agenda el aseguramiento de la colaboración gubernamental para
la construcción de una presa hidroeléctrica en la cuenca de Wiwilí, una pista aérea,
una estación de radio e implementos para el lavado de oro (llevando en su bolsa las
primeras muestras) y la conformación de una empresa para financiar su explotación.
Los pocos amigos honestos de Sandino en Managua le advirtieron que su vida
estaba en peligro. Norberto Salinas de Aguilar, quien desde Costa Rica llevó a cabo
un ingente esfuerzo de apoyo a Sandino, advirtió en una carta al General: “Salva-
tierra no es sincero, es cobarde y ambicioso, ama su puesto, y aunque sabe todo, no
será capaz de decirlo; está con el Gobierno y no puede estar con nosotros; es traidor,
no puede servir a dos amos; ser sandinista y ministro sacasista, como pretende, sin
traicionar al uno o al otro, ha preferido traicionar al último, que no puede darle una
cartera”39.
Y en efecto, los supuestos aliados liberales de Sandino, entre ellos Zepeda, Cal-
derón Ramírez y Horacio Portocarrero también presionaban al General a llevar a
cabo el desarme total. Era también la insistencia norteamericana que abogaba que
no podía haber otra fuerza armada en Nicaragua que no fuera la Guardia. Meses
atrás, Salvatierra había recomendado a Sandino deponer todas sus armas a la misma
Guardia en San Rafael, lo cual fue rechazado con indignación. Zepeda por su parte
aprovechó la estadía en Managua para negociar con su viejo amigo Sacasa –había
sido su representante en México– una jugosa concesión para la importación de fós-
foros fabricados en México. Alemán Bolaños nuevamente advirtió a Sandino que se
veía “el juego para acabar con su vida...” “tienen ya lista la bala que te van a alojar
en el cuerpo”40.
Sandino siguió insistiendo que su apoyo a Sacasa le ganaba adeptos en Mana-
gua. Su característica terquedad se combinaba con sus convicciones teosóficas para
llegar a la conclusión de que, en tanto toda persona tenía una misión que cumplir,
la suya era, según confiara a Salvatierra, “reunir en un solo amor a la heroica familia
nicaragüense”41.
Ya para entonces Sacasa y los intermediarios gubernamentales conocían los
puntos débiles de Sandino –que bastaba con que dijeran que cumplir era “asunto de
honor” e invocar los “altos intereses de la patria” para aliviar la ansiedad del guerri-
llero relativo al incumplimiento del acuerdo. Sandino, un hombre recto, había dado
su palabra sin mala fe y poseído de un sentido de representación de los intereses de
la patria. Tan así lo sintió que incluso cumplió con la primera etapa del desarme tres
meses antes del plazo indicado, dejando únicamente la columna del Coronel Abra-
ham Rivera, quien operaba en la zona del Cabo Gracias a Dios con 57 hombres.
459

Evidencia clara de la sincera voluntad de pacificación y de la disciplina imperante en


aquel cuerpo militar42.
Pero el cumplimiento unilateral no aseguró las garantías en el orden de seguri-
dad o político requeridas por el EDSNN. Lo cierto es que, a cuatro meses de firma-
do el acuerdo, Sandino perdió su posición de fuerza y fue debilitándose políticamen-
te. Confió que sus “directores políticos” le representarían cuando, en realidad, en
vez de apoyarle, le envolvieron. A la naturaleza ya desventajosa de los acuerdos, se
agregaba la insistencia de Sandino de cumplir en tanto la Guardia y Sacasa pusieron
pretextos para demorar. Sandino creyó que al cumplir se impedía un plan siniestro
de los Estados Unidos para reposicionarse militar y financieramente en Nicaragua.
Por alguna razón extraña creyó que Sacasa había desafiado a los norteamericanos al
firmar la paz. Para Estados Unidos fue todo lo contrario.
Ya el gobierno emitía nuevas acciones con los banqueros de Wall Street hipo-
tecando el Banco y el Ferrocarril. Figuras más honestas como Norberto Salinas de
Aguilar, Gustavo Alemán Bolaños y Humberto Barahona le insistieron a Sandino
que seguir fiel a aquel acuerdo resultaba absurdo dado el incumplimiento de la otra
parte, eximiéndole de responsabilidad. Para aquellos asesores Sandino cayó en un
pacifismo extremo y peligroso.
Sandino, molesto, respondió desmesuradamente a las críticas y advertencias.
En carta del 16 de marzo de 1933 a Alemán Bolaños dice: “desaparecida aunque en
apariencia la intervención armada en Nicaragua, los ánimos se enfriaban, porque la
intervención política y económica el pueblo la sufre, no la mira y lo peor, no la cree,
y esa situación nos colaba de situaciones difíciles; mientras tanto el Gobierno se
preparaba para recibir un empréstito de varios millones de dólares y reventarnos la
madre a balazos y afianzarse más fuerte la intervención política, económica y militar
del país, y con haber sido ese Gobierno electo por los Liberales principalmente de
León, nuestra filas tenían que minorarse, aunque por otra parte estamos agotados en
recursos económicos y bélicos y por todo lo dicho habríamos tenido un fracaso en
momentos que nuestras tropas no habrían podido refugiarse en Honduras, porque
la guerra en aquel país era fuerte y asesinaban a la emigración nicaragüense que en
otros días llegó en busca de refugio.
Me permito traer a su recuerdo que en los siete años de guerra nunca recibimos
ni un solo cartucho y que nos hemos defendido a ‘puro Corazón de Jesús’ y que no
hay derecho a exigirnos de un solo tajo la independencia de Nicaragua. Y respecto a
que he caído en un pedestal que desconozco, para reducirme a un muchacho, estoy
conforme; al fin yo no soy ni siquiera militar y nada más que un campesino luchador
por la Autonomía de nuestro pueblo... Soy independiente del Gobierno y los Con-
venios de Paz no se han efectuado para conveniencias personales”43.
460

Nicaragua debe inclinar la cabeza avergonzada


Sandino había llegado a la conclusión de que no tenía cabida procurar “de un
tajo” la total independencia de Nicaragua. Había que ir por partes: primero sacando
a los marines, pasando luego a la construcción de un régimen autonómico y auto-
gestionario en las Segovias que en una tercera etapa podría reproducirse en otras
partes del país.
Explicó que su papel histórico ahora era de otra índole: “la organización de las
cooperativas cuyo propósito es bien claro, delineado y ajeno a la política del ‘interior’
de Nicaragua”. Lo que llama su “fuero interno”. “Yo no dispararé un tiro más –dijo
a Calderón Ramírez– Haremos la paz; aunque se opusiera el mismo señor presi-
dente. Mi resolución es irrevocable. Por ese ideal he venido desafiando los riesgos y
haciendo cara a los rencores y odios de la Guardia”44.
Optar por un regreso a la violencia no fue opción para Sandino en tanto estaba
convencido de que asegurar el entendimiento era asunto de respeto propio, de dig-
nidad y de honestidad patriótica dando cumplimiento a su palabra, y de su compro-
miso de dejar las armas en cuanto salieran todos los marines. Consciente de su papel
en la historia, consideró imprescindible registrar el pleno cumplimiento de parte
de las fuerzas del EDSNN. Por lo demás, Sandino pensó que la continuación de
hostilidades con la Guardia debilitaría a Sacasa y conllevaría el regreso de las tropas
norteamericanas. En otra carta explica similarmente: “La paz se firmó para evitar el
regreso de la intervención armada, que apenas estaba detrás de la puerta, esperando
regresar antes de un año, porque se imaginaron que continuaríamos la guerra entre
nosotros mismos”.
En realidad, intervenir militarmente en Nicaragua ya no cabía en el ideario po-
lítico de Washington. Pero Sandino atinó con respecto a la continuación de las otras
modalidades de intervención. “Estados Unidos –dice Román– no van a dejar de
intrigar y manipular para sustituir la intervención armada con otra tan sutil que no
puede combatir con las armas, sino únicamente con la dignidad y honestidad de
nuestros políticos, algo que ahora solo existe en grado ínfimo. Este es el principal
peligro interno y constituye una condición que solo a muy largo plazo y a costa de
grandes sacrificios se podrá superar...”45
Por ende, el proyecto sandinista en el norte no calzaba en una Nicaragua cuando
en efecto la intervención política y económica se mantenía en pie. Se dio cuenta que
la Guardia nunca aceptaría la permanencia de sus guerrilleros en armas, aun cuando
se hubiera acordado el desarme por una parte y la “regularización” del estatus legal
de la Guardia por otra. Sandino cayó en la trampa de Sacasa, quien junto a Somoza
y los Estados Unidos buscaban terminar con aquella presencia militar revoluciona-
ria, de una manera u otra, para después proceder a la liquidación de Sandino y de
461

su proyecto cooperativista. El objetivo fue el mismo y a ello contribuyó el clima de


opinión adverso existente en Managua. La propaganda norteamericana y moncadis-
ta había calado significativamente en la “opinión pública”, mucha de la cual se tragó
la versión del bandolerismo. Mientras en el extranjero Sandino había llegado a ser
aceptado como un nuevo Bolívar, en Managua –después de un efímero entusiasmo–
se le denigraba, coincidiendo la derecha con la izquierda. Su conducta como patriota
defensor de la soberanía no contó con el reconocimiento de la población nicara-
güense, atemorizada o resignada a la imposición de la Guardia y Estados Unidos, y
políticamente atrasada con respecto al resto de la región y el continente46.
Tres días antes de ser asesinado, Sandino todavía insistía, “Mi fuerza ha estado
respaldando al presidente, ese ha sido nuestro objeto y con mucho gusto me dedi-
caré a cultivar la tierra, y pagaré los impuestos para sostener al Estado siempre que
la Guardia esté incluida dentro del marco de las leyes”. Pero su fuerza era poca y se
debilitaba con el tiempo a partir de la dispersión pero también del hostigamiento
asesino de la Guardia. Ya para entonces, la Guardia estaba integrada por 230 oficia-
les, 2416 reclutas y 1409 auxiliares47.
Hacia las siete de la noche del 21 de febrero, Somoza informó a sus altos oficia-
les que el Embajador Arthur Bliss Lane “respalda y recomienda la eliminación del
Augusto C. Sandino, por considerarlo un perturbador de la paz”. En sus informes
posteriores a Washington, Bliss Lane negó que aquello fuera el caso, que su actitud
había sido neutral, pero Somoza, tras asegurarle repetidamente al embajador que
no harían nada sin consultarle, interpretó aquella “neutralidad” a su favor. Somoza
mandó a interceptar el vehículo en que viajaba Sandino con Umanzor y Estrada para
llevarlos ante un pelotón de fusilamiento. Sandino inocentemente pidió al oficial
superior que hablara con Somoza diciendo, “¿Por qué se hace esto, si todos somos
hermanos?” Él mismo se dio la respuesta: “Si yo no he hecho otra cosa más que
luchar por la libertad de Nicaragua”. Allí precisamente radicaba su “crimen”. Se-
gún lo relatado por don Gregorio Sandino, su hijo Augusto trató de explicar a sus
asesinos diciendo “ahora estoy haciendo formando una compañía anónima minera
para ir a trabajar allá en las regiones de Wiwilí, para que tengamos oro y tengamos
trabajo para todos los que quieran irse a trabajar allá, pues aquellos minerales son ri-
quísimos”. Sus últimas palabras fueron autocríticas “Me embaucaron mis directores
políticos”. Lo dirigieron a la muerte48.
Conforme el plan, tras asesinar a Sandino, la Guardia procuró matar a los san-
dinistas en la montaña. Iniciaron una persecución y matanza que duró más de una
década en la que murieron miles de campesinos como parte del cometido de ase-
gurar “la pacificación de las Segovias”. Durante la madrugada del 22 de febrero, la
Guarda atacó Wiwilí dejando un saldo de al menos 300 muertos. Un sobreviviente
señaló la presencia de norteamericanos y luego aparecieron fotos con norteamerica-
462

nos vestidos de civil frente a la cooperativa49. El 23 de febrero, Somoza reportó a la


Embajada norteamericana sobre la marcha del operativo.
La extirpación del primer sandinismo reflejaba una necesidad tanto militar
como socio-económica e ideológica de cara al futuro de Nicaragua. Comenzar con
la liquidación física de Sandino, para pasar a la destrucción de aquel embrión de
producción asociativa, como alternativa de convivencia no capitalista –aquella espi-
ritualidad subversiva. Porque la meta estratégica de Sandino no fue solo expulsar a
los marines, sino avanzar a un “más allá”, al desarrollo integral de aquella población
cultural, social, ético –espiritual– transformándolas en comunas; la continuación de
la guerra para liberar a Nicaragua de la esclavitud y la explotación, que se expresaban
en múltiples dimensiones: en la forma de tropas extranjeras sobre el territorio de la
patria, como en el yugo de un injusto ordenamiento de explotación social, ambas
violatorias de la dignidad nacional e individual. Tal fue la esencia de aquella primera
apelación de Sandino a los mineros, que se hizo extensiva al campesinado segoviano.
De aquí la importancia de liquidar lo simbolizado por la bandera rojinegra: el ejem-
plo de resistencia y del liderazgo y pensamiento que nutrió lo que Sandino llegó a
considerar “cruzada”.
Ya existían otros intereses y planes para la explotación privada de esas tierras
desalmadas, donde la visión de “desarrollo” significó ante todo mayor explotación
de campesinos e indígenas, incluyendo el robo de “sus” tierras mancomunadas.
Y bien lo resumió en una entrevista el Subsecretario de Relaciones Exteriores de
Nicaragua dos días después del crimen– “muchas empresas extranjeras no querían
invertir capital en Nicaragua mientras Sandino persistiera en sus andanzas, pero la
confianza en la protección que les da las leyes de la República renacerá ahora en sus
espíritus”. A los pocos días, el diario “La Prensa” anunciaba la visita de “El gerente
general de International Industries and Development Corporation de San Francisco... con el
objeto de tratar con los hombres del gobierno sobre sus planes de colonización de
la extensa región segoviana en la cual invertirá 20 millones de dólares”50.
La contradicción propiamente ideológica quedó plasmada en el escrito de pri-
mera plana de Juan Ramón Avilés, dueño de La Noticia, y directivo del Partido Libe-
ral. A los pocos días de la firma del Convenio de paz, Avilés escribe un artículo titu-
lado El Aspecto económico de la pacificación con Sandino: “Tanto Sandino como
el Gobierno del Dr. Sacasa, comprensivamente, es de esperarse que consideren este
aspecto económico de la pacificación, para que dentro de la lealtad mantenida y el
restablecimiento de la confianza, en los negocios, la cuestión deje pronto de afec-
tar como forma de territorio de ‘zona privilegiada’, y el sandinismo, al desaparecer
como factor guerrero, entre a formar parte, sin divisas ni etiquetas, al ‘todo’ nicara-
güense, en la economía nacional , que es la que debemos reconstruir para devolver
al pueblo el bienestar perdido”51.
463

Avilés reflejaba el sentir de Estados Unidos, del capital y de la élite libero-con-


servadora. Finalizada la guerra, la oligarquía agraria procedió con celeridad a expul-
sar a los campesinos de Nueva Segovia y extender sus propiedades reimponiendo el
latifundio por medio de una campaña de “pacificación” que duraría décadas.
La clase política incluyendo Zepeda, Salvatierra, el mismo Sacasa y con la po-
sible excepción de Horacio Portocarrero habían llegado a la conclusión de que el
sandinismo, sobre todo en su ya muy reducida expresión militar, ya no era necesario
para lograr la “paz y unidad de la República”, o al menos ya había dejado de ser
aprovechable para apalancar ambiciones personales.
A Sandino le quisieron imponer una solución como la negociada con Pancho
Villa: conceder extensas propiedades en el Norte a él y unos cuantos, para enrique-
cerse como terrateniente alejado de la política. A Sandino también le dieron tierras,
pero no fueron para él, sino para el proyecto de cooperativas, la Comuna, pero de
manera similar a Villa y Zapata, Sandino no dejó de representar una amenaza toda
vez que podía alzar a centenares a emprender una lucha militar de campesinos.
Nuevamente pensó que los valores e ideales unían a todas las personas obvian-
do egoístas consideraciones de poder y nuevamente, esta vez de manera fatal, fue
desengañado, al persistir los antagonismos de clase y ambiciones de poder entre los
civiles y militares que le tendieron la trampa, manipulando su sentir idealista carente
de mezquindades. Entre las debilidades de Sandino la mayor fue haberse convencido
en demasiadas ocasiones que otros eran tan honrados como él y que si se empeñaba
la palabra de honor era para cumplir con lo cometido. Aunque le llamó “pelele”,
Sandino mantuvo un respeto inmerecido hacia Sacasa como persona y como presi-
dente, confiando en él porque así se lo indicaban aquellos políticos liberales que San-
dino también pensó tenían los altos intereses del EDSNN por encima de su lealtad
al presidente, a la clase en el poder y a los Estados Unidos. Todo formaba parte de
una convicción moral donde no cabían ambigüedades, mentiras y cobardías.
Ante el asesinato, Salomón de la Selva sentenció no buscar la dignidad de Nica-
ragua en otro lugar que “no sea la tumba cavada aprisa donde apresuradamente en-
terraron al General Sandino sus asesinos: Allí yace, asesinado y enterrado también,
el honor de Nicaragua”. Similar a lo expresado por el periodista Carleton Beals: “Ni-
caragua debe inclinar la cabeza avergonzada ante las naciones del mundo. Correrá
mucho tiempo antes de que Nicaragua se atreva a mirarles la cara a sus hermanas
repúblicas”. Sandino no le falló a Nicaragua, fue Nicaragua, a excepción de las Sego-
vias y de muy reducidos sectores en las ciudades, la que le falló a Sandino y a la tarea
mayor de liberación nacional52.
464

Epílogo: El legado de Sandino

“No se puede ver el futuro con lágrimas en los ojos”


(Proverbio del pueblo navajo).

Toca ahora a una nueva generación mirarse en el espejo de Sandino: el espejo de


las verdades de Sandino. Es ineludible, porque la historia, el mito y las verdades de
Sandino lo persiguen a uno. ¿Cuáles fueron esas verdades?

Patria y Libertad

Nadie –salvo quienes le combatieron, y entre estos no todos— se atrevió negar


que el General Sandino, ante de todo, fue un patriota. ¿Qué significó para Sandino
y que significa hoy ser patriota y amar la libertad? En verdad, son dos conceptos
separados, pero que fueron fusionados en uno solo por Sandino para subrayar la
fundamentación de uno en el otro. Para él no puede existir una verdadera patria o un
verdadero patriotismo que no esté fundamentado en el estado de libertad que aplica
al territorio, a la nación, a la sociedad y a la persona. Libertad e incluso patria tiene
para él un cometido universal –transciende fronteras para abrazar a todos aquellos
que luchan por su libertad.
No es el patrioterismo vacío, lírico y marcial que en el pasado derivó hacia el fas-
cismo, tampoco el nacionalismo terruñista que enfrenta a los pueblos pobres entre
sí. Sandino, incluso, hace una diferenciación entre nación y nacionalidad postulando
que la segunda abarcaba a todo el continente latinoamericano unido a la historia, la
afinidad cultural (la raza), lingüística y, sobre todo, por la necesidad de resistir el ex-
pansionismo del capitalismo –militar, económico y cultural– de Estados Unidos. Un
nuevo patriotismo muy alejado de “la patria del criollo” o de la mentalidad “ladina”
gobernante incapaz de incluir a la poblaciones indígenas y afro-descendientes en su
proyecto de nación.
Sandino consideró que los adversarios de la libertad no podían ser considera-
dos patriotas y, por el contrario, solían actuar como “vende patria”. No les adversa
tanto como clase social, sino como oligarquías históricas vinculadas al capital e in-
tereses extranjeros. Sandino no adversa el capital, toda vez que no esté reñido con
la autonomía nacional y no a explote a los obreros y campesinos. Ni la soberanía
ni la libertad admiten parcialidades, y aunque difícilmente puedan ser absolutas, no
dejan de ser esenciales. “Nuestra autonomía absoluta consiste en que ningún poder
465

extraño, ni directa ni indirectamente, tenga que intervenir en nuestros asuntos de


Nación Libre”.
Sandino no ignoraba la dinámica de la lucha de clases, ni la contienda histórica
entre trabajo y capital, pero nunca perdió la confianza en que el amor patrio se pu-
siera por encima de aquellas contradicciones para desalojar a los extranjeros inter-
vencionistas y vende patria. “Para que no hayan más ladrones que entre nosotros
mismos”, dijo jocosamente en una ocasión.
Sandino siempre estuvo consciente de que la poderosísima alianza de oligarcas,
“nacionales” y expansionistas extranjeros que habían plagado a Nicaragua y América
Latina a lo largo de su historia no desparecía de la noche a la mañana. Las clases
subalternas debían ser las primeras en defender la patria y la libertad amenazadas de
una parte de América. Impulsado a su vez por su propio afán de liberación social
y económica. Sandino insiste en que los humildes “Sin esa orientación hacia sus
verdaderos problemas, siempre serán pasto de políticos rastreros”. Los mas privile-
giados por nacimiento también podían ser patriotas, porque se les reconocería por
sus acciones más que por su discurso: “Practicando la rectitud en nuestra actuación,
siempre estaremos en la posibilidad de calificar el patriotismo y el falso patriotismo”1.
Esa distinción es crucial. Expresa el convencimiento de que mientras existieran
sistemas de opresión social –y conciencia de los mismos entre los sectores subalter-
nos– difícilmente emergería un patriotismo genuino, precisamente por carecer de
una complementación genuinamente libertaria.
Sandino llega, entonces, a la conclusión lógica –precursora de los movimientos
de liberación nacional de la segunda mitad del siglo XX– de que al menos los traba-
jadores y campesinos debían ser revolucionarios y patriotas a la vez, trabajando con
individuos y estamentos “patriotas” en aras de los intereses genuinos y democráticos
de la patria. Es la esencia de un pensamiento que ni la extrema derecha (patriotera)
ni la extrema izquierda (apátrida) de aquel momento pudieron entender. Frente al
imperialismo y la oligarquía entreguista, la fuerza contrapuesta de Patria y Pueblo.

Socialismo Libertario
“Ninguna clase de reforma a base de la opresión de la libertad”

El pensamiento propiamente político de Sandino se ubica filosóficamente en las


difusas corrientes que Marx y Engels tildaron como “socialistas utópicas”. Y más
concretamente en el pensamiento anarquista y anarcosindicalista de Ricardo Flores
Magón, venerado y estudiado por los trabajadores mexicanos, entre ellos, Sandino.
Sin que por ello se consideraran anarquistas.
Tildar a Sandino de anarquista no seria correcto si no se coloca dentro de la
corriente libertaria que le educa. Esa dualidad es de vieja data y perdura: la carga
466

ideológica y doctrinal de la primera se desvanece un tanto, dice Carlos Taibo, con el


adjetivo libertario que tiene una dimensión identitaria menor para referirse a perso-
nas que declarar creer en la democracia directa, en la asamblea y en la autogestión.
Hoy en día, el socialismo libertario persiste como corriente habiendo incorpo-
rando postulados del feminismo y ecologismo (eco-feminismo y eco-socialismo). El
común denominador es el rechazo a las relaciones de dominación: del hombre sobre
la mujer, de la humanidad sobre la naturaleza, ambas relaciones de poder contrarias
a los postulados libertarios de igualdad, del apoyo mutuo, y contrarias a la subyu-
gación implícita en la religión organizada, jerarquizada y patriarcal que refuerza el
orden del capital y del autoritarismo.
Se mantiene la vieja meta de valorar la vida y a la persona, no en función de
un individualismo a ultranza, ni de un colectivismo estatista, sino como parte de
la construcción de un nuevo orden socio- económico igualitario, sin explotación y
de convivencia armónica con el medio ambiente. Sandino pensó que el socialismo
libertario, y no el socialismo estatista, ni el régimen basado en la gran propiedad
privada, era el que materializaría la libertad, igualdad y fraternidad anunciada por la
Revolución Francesa. De las viejas y a veces inconsistentes nociones anarquistas y
anarcosindicales que estudió en México, Sandino descartó facetas para quedarse con
el fundamento del ideal libertario: la defensa de sociedades asentadas en la igualdad y
la libertad –lo que Sandino hace extensivo a la soberanía nacional– junto a la postu-
lación de la libre asociación desde abajo. Contrario a lo que pensara el pensamiento
socialista (tanto utópico como científico) de su época, el General consideró que la
lucha nacionalista por la soberanía contenía un potencial social libertador.
A la luz de los descalabros actuales que ni el leninismo ni la social democracia
logró prevenir o revertir, surge la pregunta si aquel socialismo “utópico”, con su
cometido anti-capitalista en que la insistencia en la igualdad como base de un mo-
delo alternativo fundamentado en el bien común: un sistema social sobre el libre
entendimiento de todos sus componentes y en la teoría se une a la práctica en la vida
cotidiana. En la actualidad, las propuestas socialistas libertarias no son tan utópicas:
su imaginario comprende la educación, el autodidactismo, el estado y la sociedad
laica, la equidad entre hombres y mujeres.

Cooperativismo
“Donde todos seamos hermanos”

Para Sandino, la cooperativa es más que un proyecto empresarial. Apunta, por


el contrario, hacia un nuevo modelo de gestión social de relaciones de propiedad
social. En algún sentido, era la complementación y hasta la culminación de su lucha
467

por lograr la autonomía libertaria, ya no solo de la subordinación a los marines, sino


también al gran capital.
En lo personal, Sandino fue adverso a la gran propiedad privada, repite una
y otra vez que “la propiedad es robo” y manifiesta que él nunca sería propietario.
Defiende el marco asociativo dentro del cual caben ciertas formas de autonomía
frente al Estado, como pueden ser comunidades autonómicas, autogestionarias y
auto-determinadas –lo que presupone, lo sabía bien Sandino, la existencia de un país
y gobierno soberano respetuoso también de las autonomías y la propiedad asocia-
tiva. Visualiza el aglutinamiento de voluntades individuales libremente asociadas, el
colectivo que hace y ejerce fuerza social, una federación de comunas libres.
Sandino contempló crear cooperativas a lo largo y ancho del campo nicara-
güense, complementando de esta manera la organización sindical de los trabajadores
en las ciudades. Quiso romper el círculo vicioso de pobreza y marginación que opri-
mía aquellas poblaciones, siempre dentro de un marco, hoy opinable, de integración
y asimilación nacional, pero tratando de poner fin a la concentración de la riqueza
en las manos de pocos propietarios.
El cooperativismo defendido por Sandino, entre tantos, conscientemente prio-
riza la dimensión de la solidaridad como parte de su cometido político, uniendo la
teoría con la práctica. Estaba primero el compromiso ético, humano y político –en
una palabra la solidaridad humana– alejado de la falsa solidaridad representada por
la compasión y la caridad, que obedecen a un criterio individualista y asistencialista.
No fue una visión aberrante. El ideal cooperativista y las cooperativas agrícolas
desempeñan un papel importante y reconocido en el desarrollo social y económico.
Actualmente se estima que más de mil millones de mujeres y hombres participan en
diversas formas de cooperativas, generando unos 100 millones de empleos y brin-
dando a los operadores más pequeños la oportunidad de mejorar su producción e
ingresos a la vez que se impulsa la soberanía alimentaria, y como parte de la misma,
la protección de los ecosistemas2.
En la visión de Sandino, la cooperativa tiene como brújula la educación moral y
la justicia social –constituyen vehículos para promover la plena realización humana
comenzando por mejorar las condiciones materiales de vida y practicar conductas
solidarias y equitativas. Otro tipo de administración de la riqueza sobre la base de la
acción y experiencia de la propia sociedad, comenzando por lo comunitario.

La espiritualidad laica – Luz y Verdad

Se ha dicho que toda gran obra obedece a una gran fe. Algunos le llamarían fe,
otros espiritualidad o religiosidad, traducida al fin y al cabo en una convicción ética
468

y una sentida autoridad moral que puede llevar a la persona o un grupo de ellas a
constituirse en una fuerza transformadora de realidades y estructuras injustas.
Sandino creía en la existencia de una fuerza primordial creadora del universo
–“la primera voluntad que existió el universo y que es Dios”. Como espiritista y
masón, considera que Dios es inteligible por medio de la razón y la ciencia, lo que se
traduce en la filosofía moral que debe guiar la conducta de las personas: Luz y ver-
dad. No cree en milagros ni en santos, reliquias, personas infalibles o rituales negros
que fabrican actos mágicos, curaciones o hacen bailar las mesas. Esa primera gran
fuerza y código es el amor, pero que las religiones le llaman de diversas maneras:
Dios, Alá, Jehová, Yaweh, Eloí y otros. Importaba menos el nombre que el recono-
cimiento de que la Justicia y la Verdad eran hijas de aquella fuerza creadora espiritual
que se hace presente por medio de espíritus que se encarnan en personas para guiar
la historia humana que debe culminar para que el amor reinara en el mundo. Las
personas, incluyendo Jesús y María, nacen (encarnan), mueren (desencarnan) para
volver a nacer en otras.
La mística de Sandino no fue de carácter banal, mágica u ocultista. No cabían,
como hemos visto, ritos religiosos de tipo alguno, aunque en la práctica fue más
tolerante. Buscaba no a un “Dios” abstracto, sino al Dios/fuerza de la conciencia
humana. El General no se interpone como intermediario, ni asume el papel de un
profeta, debiéndose guiar no por religiones –“cosas del pasado”– sino por la razón.
Fue masón, pero no como parte de la libre masonería de los salones literarios y
las academias, sino de la escuela de la masonería radicalizada durante la revolución
mexicana en su enfrentamiento con la iglesia católica.
El código ético se desprende de lo moral y Sandino explica que la conducta
diaria debe ser revisada: “No hacen falta los redentores, la persona es capaz de redi-
mirse a sí misma... la satisfacción del deber cumplido es la única gloria que existe”.
“Nuestra conciencia debe ser nuestra mejor consejera y por esta misma razón, es
algo bueno ponerse a pensar aunque sea una vez por semana en todo lo bueno y
malo que hemos hecho y observar el futuro de las cosas, a manera de evitar caer en
el abismo si hemos iniciado ese camino”, dice en carta a dos oficiales estacionados
en el Río Coco y que termina pidiendo “también por favor léanla en público cuando
no estén tan preocupados por el enemigo”3.
Su “fe” se basa más en la filosofía que en la teología, alejada del dogma religioso,
al que considera un factor de enajenación humana. Llegó a la conclusión de que no
era la religión la que hacía a la persona, sino las personas que inventan a la religión,
muchas veces élites para sustentar un régimen opresivo, haciendo creer al pueblo
que hay relaciones privilegiadas de autoridades con lo divino.
Para Sandino lo fundamental era el pensamiento vinculado a la acción “libre de
prejuicios”, solía repetir. En la tradición libertaria, la ética y la moral difieren de las
469

concepciones tradicionales religiosas institucionalizadas. No debe ser el miedo, sino


la razón, lo que define lo que es ético o moral.
Quizá el punto fundamental fue señalado por otro contemporáneo de Sandino,
quien también reflexionó profundamente sobre el problema: el peruano José Car-
los Mariátegui, quien citaba frecuentemente al filósofo Georges Sorel, al afirmar:
“Nunca nos sentimos más rabiosa y eficaz y religiosamente idealistas que al asentar
bien la idea y los pies en la materia... La fuerza de los revolucionarios no está en su
ciencia; está en su fe, en su pasión, en su voluntad. Es una fuerza religiosa, mística,
espiritual. Es la fuerza del Mito. La emoción revolucionaria... es una emoción reli-
giosa. Los motivos religiosos se han desplazado del cielo a la tierra. No son divinos;
son humanos, son sociales” –postuló Mariátegui... Sus motivos son humanos, son
sociales; no son divinos. Pertenecen a la vida terrena y no a la vida celeste”4.
No es posible establecer si los escritos cayeron en manos de Sandino, pero lo
cierto es que, en muchos aspectos, resumían el sentir del guerrillero nicaragüense.

“Saber, aprender, ¡eso siempre!”

Básicamente, Sandino se instruyó solo: primero, leyendo como decía, “todo lo


que a mi juicio es moral e instructivo”, y segundo, buscando maestros que le asis-
tieran en la comprensión de las preguntas y respuestas a las grandes interrogantes
de la vida y de su condición de pobre, trabajador, nicaragüense y latinoamericano.
En fin, las mil y una preguntas que su sensibilidad moral y social, su conciencia y
su curiosidad le dictaban. Encontró maestros de primera talla como Barbieux en
México, Turcios de Honduras, el colombiano Alfonso Alexander en las Segovias, y
Joaquín Trincado, el más influyente de todos. Pero fue su experiencia de vida la que
le permite hacer una sistematización rudimentaria de sus ideas, conceptos y reflexio-
nes, no simplemente para ilustrarse, sino para definir un curso de conducta y acción
personal.
De cara a la materialización de sus sonadas cooperativas, aprendía administra-
ción y finanzas, cargando con textos especializados, parte de la “biblioteca” que fue
confeccionando, digiriendo complejos tratados sobre sindicalismo y los escritos del
maestro Trincado, a quien confesaba “estarse esforzando” para leer aquellos textos
tortuosos.
Apenas terminó la primaria y luchaba con la ortografía, pero Sandino a lo largo
de su vida hizo enormes esfuerzos para poder plasmar clara y gramaticalmente co-
rrecta sus ideas por escrito. Rebuscaba la palabra precisa, adquiriendo un vocabula-
rio amplio que a veces caía en la ostentación –tratando quizás de compensar su falta
de instrucción formal.
470

Cuando un periodista leonés osó burlarse de los errores ortográficos en una


proclama sandinista, el General respondió muy contrariado llamándolo “miserable”.
“Nunca he tenido pretensión de exhibirme como intelectual de gran talla, supuesto
que mi humilde personalidad desconoce las tortuosidades del idioma de Cervantes...
entienda que no es un ejército “Docente” el que anda conmigo...”5.
Para enfrentar lo que llamó “las tortuosidades del idioma de Cervantes”, Sandi-
no, desde su estancia en México, dedicó disciplinadamente tiempo para la lectura y
para “nuestra acostumbrada meditación” cada mañana. La gramática y la ortografía
constituyeron para él un terreno tan escabroso como el militar en el que luchó toda
su vida.
En otra ocasión, recibió en presencia de Calderón Ramírez, la solicitud de un
periodista norteamericano para escribir, en el acto, un mensaje al pueblo estadou-
nidense. Calderón, bastante preocupado de lo que expondría Sandino, recuerda su
sorpresa al examinar el texto– “aquella prueba objetiva me demostró que el modesto
artesano había disciplinado su inteligencia por medio del estudio”6.
Producto de un esfuerzo, pero también de un gran maestro hoy casi olvidado.
Porque en las Segovias, el tutor de Sandino en el idioma de Cervantes fue el muy
joven Alfonso Alexander, el Capitán Colombia, a quien Sandino meritoriamente
llamara “mi mentor”. El colombiano dictaba a Sandino ejercicios de redacción y
posteriormente juntos leían los textos, alternando poesía y narración. Al marcharse
el Capital Colombia de las Segovias, le obsequió a Sandino un compacto manual de
gramática del colombiano José Manuel Marroquín (Tratado de ortología y ortogra-
fía de la lengua castellana) que desde entonces fue consultado regularmente para
revisar la frase dictada y asegurar el debido uso de los vocablos. Sandino muestra el
manual a Calderón y dice: “Esta obrita me la dio un joven colombiano que vino ex-
presamente de Bogotá a mi campamento. En las noches, halagado por la claridad y
fragancia de las luminarias de ocote, empeñábase en darme lecciones de Gramática.
Las reglas me entraban por el oído derecho y salían por el izquierdo; en cambio,
los trozos que él me dictaba y después me corregía con paciencia benedictina, au-
mentaba mi lista de voces castellanas... hasta el filo de la media noche me daba sus
enseñanzas… No gustaba yo de los renglones cortos: pero una noche paseándonos
bajo los pinos que aromaban el ambiente, comenzó a decir la Marcha Triunfal y tal
entonación, colorido y fuerza daba a las rimas de Darío, que me conmovieron y
me entusiasmaron… así soportábamos la pesadumbre de las horas entre balazos y
versos. Dictábame anécdotas curiosísimas de Bolívar; y mi tarea escolar reducíase a
escribir un pliego diariamente. Acto continuo, el leía la composición y señalaba mis
yerros... fue mi maestro, mi ayudante y mi amigo”7.
Como apunta el educador Carlos Tünnermann, el mismo aprendizaje de San-
dino le llevaría a crear la primera escuela rural en Nicaragua bajo el doble signo
471

pedagógico y político, fue la escuela para la liberación instalada por Sandino en las
montañas de las Segovias.

¿¡Post-sandinismo¡? ¿Se agotó el sandinismo?

Cuando se pregunta si Nicaragua se enrumba a una etapa “post-sandinista”


peligra que se tire al niño con toda el agua de su bañera. Nicaragua todavía necesita
a Sandino.
No quisiéramos contemplar para Nicaragua una etapa “post-Sandino”, en tanto
la figura de la lucha y el pensamiento de Sandino son asideros para la construcción
de nuevas formas de concebir la transformación social y personal. El General de
Hombres Libres no es una pieza arqueológica o símbolo plasmable en una pared –es
una fuerza viva que constantemente llama a la indignación ante cualquier injusticia
cometida en cualquier parte.
Sandino nunca perdió su capacidad de asombro y de rechazo ante la maldad de
los imperios, la crueldad, el egoísmo y la arrogancia humana. Siempre exigió algo
mejor, de sí, de sus compatriotas, de sus interlocutores, de los pueblos y sus hasta de
sus gobiernos. Fue la esencia de su rectitud y talvez la fuente de cierta ingenuidad
política. Nunca dejo de creer que los contextos y las conductas podían y debían ser
sujetos de cambio.
Pero, ¿qué es el sandinismo? Hasta donde sabemos, Sandino nunca se hizo la
pregunta, pero en una carta se aparta de la idea de crear un partido político y aboga
más bien por “el mantenimiento del sandinismo con todos sus prestigios de auto-
ridad moral, para ser factores decisivos en los destinos de la nación”. No es una
definición de contenido, sino una descripción de sus característica principal que es
la fundamentación en lo que llama la autoridad moral y la fe de Sandino, en la fuera
fuerza política e histórica que el sandinismo encierra.
El sandinismo de Sandino, por ende, es materia viva, es fuerza creadora, como
son sus ideas, ideales y valores que forman su contenido. En su conjunto nos lle-
van a la reflexión indispensable sobre la relación entre verdad y vida, entre ideales y
práctica cotidiana, es decir, sobre el significado de la condición humana basada en la
libertad y la responsabilidad que ella impone.
Sandino no ofrece recetas, pero sí nos lega las pistas fundamentales. Por ello,
el declarado Héroe Nacional no puede ser relegado a la categoría de una pieza ar-
queológica con el cuento que aquella persona y aquella lucha fue producto singular
de las circunstancias de una coyuntura específica sin implicaciones para el futuro. El
derrumbe del marxismo estatista ha abierto la posibilidad de valorar mejor a Sandi-
no y de dar nuevo significado al sandinismo. Nuevas ópticas sobre Sandino y nuevas
472

coyunturas políticas nos brindarán nuevas inspiraciones –es la palabra que habría
utilizado Sandino–, más allá de las ya practicadas en su nombre. Por ello, Sandino y
su sandinismo continúan siendo llamados a formar parte de una historia de progre-
so y no regresión democrática.
473

Notas finales

I
Familia, primer amor y primogénita
Páginas 19-34
1.  César Escobar Morales, Sandino en el panorama nacional, (Escuela Artes Gráficas, Managua: 1979),
p. 4. Castillo, Libro de Sandino, p. 7.
2.  María Haydée Brenes, “¿De dónde vino Sandino?”, El Nuevo Diario, 16 de mayo de 2008, http://
www.elnuevodiario.com.ni/especiales/15520 “Han abusado del nombre de Sandino”, La Pren-
sa, 19 de febrero, 2012. Disponible en internet http://www.laprensa.com.ni/2012/02/19/ambi-
to/91166-han-abusado-nombre-sandino.
3.  Blanca Sandino a Gregorio Sandino, 5 de enero de 1928, EDSN 28.01.05a, http://www.sandi-
norebellion.com/EDSNDocs/1928a/edsn280105a.html; El texto encontrado en los archivos nor-
teamericanos aparece únicamente en inglés. La traducción es nuestra. Una reciente biografía del
General Feland confirma el episodio.
4.  Román, Maldito país, p. 8, 38-39. Testimonio de Lisandro Ardón Molina, Instituto de Estudios
del Sandinismo (IES), Ahora sé que Sandino manda, (Editorial Nueva Nicaragua, Managua 1986), p.
29. Gilbert, Junto a Sandino, p. 309. Navarro-Génie, Augusto “C” Sandino, pp. 42-43. Flavio Rivera
Montealegre, “Cronología de la vida del Gral. Augusto C. Sandino, Biografía”, www.manfut.org/
muesoes/rafaelnorte.html.
5.  Román, Maldito país, pp. 38-39. Telegramas de Margarita Calderón a Sacasa, 6 abril 1933; a Somo-
za 27 de junio de 1934 y 9 septiembre con respuesta 19 y 16 de septiembre de 1941. Expedientes 44
y 46, Colección Augusto C. Sandino, Archivo General de la Nación, Managua.
6.  Conversación en Niquinohomo, relatada por Nicolás Arrieta, (noviembre de 1933), Sandino, El
pensamiento vivo, T. II, p. 365.
7.  Telegramas de Margarita Calderón a Somoza , 9 de septiembre con respuesta 19 y 16 de septiembre
de 1941. Expedientes 44 y 46, Colección Augusto C. Sandino, Archivo General de la Nación, Managua.
8.  Román, Maldito país, p. 41. Escobar Morales, Sandino en el panorama, p. 50. Conversación en
Niquinohomo, relatada por Nicolás Arrieta, (noviembre de 1933), Sandino, El pensamiento vivo,
T. II, p. 365.
9.  Eduardo Cruz, “El Sandino de Niquinohomo”, La Prensa, Managua, 15 de febrero de 2015.
http://www.laprensa.com.ni/2015/02/18/boletin/1784346-el-sandino-de-niquinohomo.
10.  Alberto Reyes, “Impresiones de mi viaje donde el General Sandino”, El Eco Nacional, Año XIV
(León), 28 de enero de 1933.
11.  Mario José Borge Castillo, “Don Gregorio Sandino López (1868-1947), El Nuevo Diario, (Mana-
gua), 10 de febrero de 2001. http://archivo.elnuevodiario.com.ni/2001/febrero/10-febrero-2001/
opinion/opinion7.html.
12.  Mario José Borge Castillo, “Don Gregorio Sandino López (1868-1947), El Nuevo Diario, (Mana-
gua), 10 de febrero de 2001. http://archivo.elnuevodiario.com.ni/2001/febrero/10-febrero-2001/
opinion/opinion7.html, Román, Maldito país, p. 39. Escobar Morales, Sandino ante el panorama, p. 50.
13.  Belausteguigoitia, Con Sandino, pp. 93-94. Carta al Jefe del destacamento de marinos en Jino-
tega, 24 de mayo de 1927, Sandino, El pensamiento vivo, T. I, pp. 112-114.
474
14.  “Avisó a Sandino plan de asesinato”, El Nuevo Diario, 18 de marzo de 1983, p. 12.
15.  Sandino le llama asimismo “Mercedes”. Román, Maldito país, p. 47, Román, Maldito país, pp. 40-
41. María Haydée Brenes, “¿De dónde vino Sandino?”, El Nuevo Diario, 16 de mayo de 2008, http://
www.elnuevodiario.com.ni/especiales/15520 Escobar Morales, Sandino en el panorama, pp. 50-51.
16.  “Carta a María Soledad”, 4 de diciembre de 1920, http://www.sandinorebellion.com/images/
EDSNDocs/1927/201204-ACSBluefields2MariaSoledadSandino.jpg, Roman, Maldito país, p. 46.-
47. Cartas sin fecha en expediente 1, 2 y 3, y carta del 9 de diciembre de 1920, Caja 1, Colección
ACS, Archivo General de la Nación (Nicaragua).
17.  “Augusto C. Sandino: Carta de amor a Mariíta”, Nexos, (México), 1 de julio de 1989, versión en
internet, http://www.nexos.com.mx/?p=5507; “A María Sandino”, 23 de junio de 1922, Sandino, El
pensamiento vivo, T. I, pp. 75-76. Carta sin fecha (folio 3), carta 9 de diciembre de 1920 (folio 4), Colección
ACS, Cara 1, AGN. Carta a María Sandino, 3 de junio de 1922, Sandino, El pensamiento vivo, T. I, pp. 75-76.
18.  Belausteguigoitia, Con Sandino, p. 159.
19.  Román, Maldito país, p. 49, 81. Escobar Morales, Sandino en el panorama, p. 54. “Reafirmo: existió
otra hija de Sandino”, aparecido en La Prensa, 7 de marzo de 1979. Existe otro artículo del cronista
J. Aníbal Gallegos “Hija de Sandino”, La Prensa, 24 de febrero de 2003; el artículos de Roberto
Sánchez “Respetemos al General Sandino”, www.elnuevodiario.com.ni/opinion/288865-respete-
mos-al-general-sandino ver también el Sergio Simpson, “Dos hijos desaparecidos del general San-
dino”. http://sergiosimpson.blogspot.com/2013/06/dos-hijos-desaparecidos-del-general.html;
Eduardo Cruz, “La otra hija del general”, La Prensa, s/f http://m.laprensa.com.ni/reportajes-es-
peciales/118154. Carta de Natalia Sánchez Sandino al presidente Sacasa, 27 de junio de 1934, Ex-
pediente 46, Colección ACS, Archivo General de la Nación, Nicaragua. Existen otros testimonios
sobre hijos de Sandino, Entrevista a Blanca Segovia Sandino en Mónica Baltodano, Memorias de la
lucha Sandinista, I, https://memoriasdelaluchasandinista.org/view_stories.php?id=3

II
En los enclaves norteamericanos (1921-1922)
Páginas 35-41
1.  Carta ACS a María Sandino, 12 de diciembre de 1920, Expediente 4, Colección Augusto C.
Sandino, Caja 1, AGN, Managua. En la versión errónea de Román, Sandino supuestamente indica
que, tras el incidente, se trasladó a la Costa por un mes y luego a La Ceiba, cuando en realidad llegó
primero a León, luego Tegucigalpa y finalmente La Ceiba. Román, Maldito país, pp. 48-49.Volker
Wünderich, Sandino en la costa, de las Segovias al litoral Atlántico, (Editorial Nueva Nicaragua, Managua:
1989), p. 9. Relato de José Manuel Sandino a Gustavo Alemán Bolaños, ¡Sandino! Estudio Competo del
héroe de las Segovias, (Ediciones simultaneas en México y en Buenos Aires, Imprenta La República,
México: 1932), pp. 3-4. Escobar Morales, Sandino en el panorama, pp. 53-54.
2.  Relato de Alfonso Dávila Barbosa recogido por Arellano, Guerrillero de Nuestra América, p. 88.
Gustavo Alemán Bolaños, ¡Sandino!, Estudio completo del héroe de las Segovias, (Editorial La República,
Managua: 1932), p. 4; Román, Maldito país, p. 49. “Cuyamel Fruit Company”, Wikipedia, http://
es.wikipedia.org/wiki/Cuyamel_Fruit_Company. Rafael Antonio Canelas Díaz, La Ceiba sus Raíces y
su Historia, (Banco Central de Honduras, Tegucigalpa: 2008, p. 153. Olga Maldonado, Manuel Agui-
lar, Guía histórica turística de la ciudad de La Ceiba, (Instituto Hondureño de Antropología e Historia,
Tegucigalpa: 1991), pp. 24-25, 255.
475
3.  O’Brien, Revolutionary mission, pp. 91-95; Marvin Barahona, Honduras en el Siglo XX: una síntesis his-
tórica, (Editorial Guaymuras, Tegucigalpa: 2005), pp. 86-91. Fotografía: http://www.hondurastips.
hn/?attachment_id=1431, El Gráfico (Bogotá, Colombia), Vol. 17, diciembre de 1928, pp. 1848-
1849. José Antonio Funes, “Froylán Turcios y la campaña a favor de Sandino en la revista Ariel”,
(1925-1928)”, Cuadernos Americanos, 133 (México, 2010/3), pp. 181-208. http://www.cialc.unam.
mx/cuadamer/textos/ca133-181.pdf.
4.  Cartas del 18 de octubre de 1921 desde La Victoria a Ana María Benavides, y del 21 octubre a
María Sandino, y 1 de enero de 1922, Folios 8-10, Caja 1, Colección ACS,AGN. Carta sin fecha a
María Sandino, Folio 1, Caja 1, Colección ACS-AGN. Carta a don Gregorio de 1922, s/f, Sandino, El
pensamiento vivo, T. I, p.73. Carta postal desde La Ceiba a María Benavides, 1 de enero de 1922, folio
10, Caja 2, ACS, AGN. La carta contiene postales o fotos citada en Castillo, El libro de Sandino, p. 22.
5.  Carta a don Gregorio de 1922 , s/f, Sandino, El pensamiento vivo, T. I, p.73. Carta postal desde La
Ceiba a María Benavides, 1 de enero de 1922, folio 10, Caja 2, ACS, AGN. Gustavo Alemán Bolaños
señala a hermano Reynaldo como testigo de lo ocurrido, Alemán Bolaños, ¡Sandino!, p. 6. Edelberto
Torres Rivas, Sandino, (Editorial Katún, México:1984), pp. 27 y 38. Román, Maldito país, p. 49. Carta
a María Sandino, 25 de marzo de 1925, Expediente 9, Caja 1, Colección ACS-AGN. La carta lleva
el encabezado de Honduras Destilling and Sugar Company, oficina del gerente, Sandino agrega ‘La
Ceiba’ al encabezado impreso de Dutuville. Carta a Mariíta Sandino, 21 de mayo de 1921. El benefi-
cio azucarero llevaba el nombre de ‘Ingenio Monte Cristo’ era propiedad de la Honduras Destilling
and Sugar Company, Sandino, El pensamiento vivo, T. I, p. 75; William Wildt Foote, El último viejo, (La
Ceiba, Atlántida, Honduras: 1986), p. 189.
6.  Román, Maldito país, p. 48. Hay datos biográficos interesantes sobre Sandino en este período
recopilados posteriormente por la inteligencia militar norteamericana: ver el informe de Alex Co-
hen, agregado militar interino en Costa Rica, 13 de enero de 1928, “G-2 Short Biography of Bandit
Leader Sandino”, Reporte No. 223 Documento 95, página 4, no 36, http://www.sandinorebellion.
com/Top100pgs/Top100-p95D.html. Reproducido también en A. Isaguirre y a A. Martínez R.
(compiladores) Informantes de la Historia: Sandino y los U.S. Marines, Reportes de los agregados mili-
tares y comandantes marines en acción, (Omni Editores, Teegucigalpa:2000), pp. 156-157. Paul J.
Dossal, Doing Business with Dictators, A Political History of United Fruit in Guatemala, 1899-1944, (Rowan
& Littlefield Publishers, New York: 1995), pp.119-138. Arturo Taracena Arriola, “El Partido Comu-
nista de Guatemala y el Partido Comunista de Centro América (1922-1932)”, Pacarina del Sur, Revista
de Pensamiento Critico Latinoamericano, http://www.pacarinadelsur.com/home/oleajes/166-el-parti-
do-comunista-de-guatemala-y-el-partido-comunista-de-centro-america-1922-1932.

III
La Revolución Mexicana:
política, iglesia y raza
Páginas 42-52
1.  Jaime Tamayo, En el interinato de Adolfo de la Huerta y el gobierno de Álvaro Obregón, [Serie La clase obre-
ra en la historia de México], (Siglo XXI, México: 1987), pp. 13-16, 28-29..Daniela Spenser, El triángulo
imposible: México, Rusia Soviética y Estados Unidos en las años veinte, (CIESAS-Porrúa, México D.F.: 1998).
El estudio más documentado sobre otro “triángulo imposible” (México, Estados Unidos, Centroa-
476
mérica) es Jürgen Buchenau, In the Shadow of the Giant: The making of México’s Central American Policy,
1876-1930, (University of Alabama Press: 1996), pp. 109-159. Jonathan Charles Brown, Petróleo y
revolución en México, (Siglo XXI, México, D.F.: 1998), pp. 185-281; Lorenzo Meyer, Isidro Mora-
les, Petróleo y nación: la política petrolera en México (1900-1987), pp. 61-66.
2.  Hay nuevas interpretaciones del fenómeno zapatista poniendo de relieve las dimensiones na-
cionales de su lucha. Francisco Pineda, tras un estudio de la rebelión zapatista llega a la conclusión
que “la propuesta zapatista de organizar el país sin privilegios y sin presidencialismo no solo era un
planteamiento para toda la República, también era el más avanzado de la Convención; empujaba
el proceso histórico hacia adelante, no hacia atrás. La estrategia del Ejército Libertador se enlazaba
con las luchas de los oprimidos y explotados de la nación, mayoritariamente indígenas; por ello, la
historiografía dominante ha negado con terquedad racista su existencia. Se dice, sin fundamento
alguno, que el Ejército Libertador no tuvo una estrategia nacional. Pero ese es un discurso que solo
busca conjurar los desafíos de la política revolucionaria”. Francisco Centeno Gómez, El Ejército
Libertador, 1915, (Ediciones ERA, México: 2013) reseña de Gilberto López y Rivas, “Ejército Liber-
tador, 1915”, La Jornada (México), http://www.jornada.unam.mx/2013/11/22/politica/023a2pol.
Tamayo, En el interinato, p. 242; Sergio de la Peña, Trabajadores y sociedad en el siglo XX [vol. 4 de La
Clase Obrera en la Historia de México], (Siglo XXI, México: 1984), p.72.
3.  Programa del Partido Liberal reproducido en Arnaldo Córdova, La ideología de la revolución Mexica-
na, (Ediciones Era, México, D.F.: 2011), pp. 408-409.William Wertz escribe: “La corriente teocrática
ultramontana de la Iglesia en México nunca aceptó la separación de la Iglesia y el Estado en México,
acorde el modelo del principio constitucional estadounidense. Y si consideramos a México desde
esta perspectiva histórica, queda claro que, comenzando a principios de los 1900, algunos jesuitas
iniciaron un movimiento basado en los principios del sinarquismo carlista, que tenía como pro-
pósito establecer un dominio católico ultramontano en México... Como observó Walter Lippman,
“en 1926 y 1927 la mayoría de los prelados [en México] sólo buscaban una solución mediante el
derrocamiento del Gobierno”. Lippman añadió que los prelados mexicanos veían el mundo a través
de la encíclica de 1864 del papa Pío IX, Sílabo de errores, y que, en “su visión social, suponían que el
orden feudal era parte de la naturaleza de las cosas” (este es el mismo Pío IX que simpatizaba con
la Confederación esclavista en la Guerra Civil estadounidense)... Dwight Morrow, el embajador
estadounidense en México que actuó como mediador en las negociaciones que pusieron fin a la
insurrección cristera, hizo la observación de que los principios de la ideología que expresa el Sílabo
de errores no los aceptaría el “Estado mexicano, ni ningún otro Estado moderno. No sólo la mayoría
de los protestantes, sino también muchos católicos liberales, piensan que los párrafos cinco y seis
del Sílabo, que tratan sobre la Iglesia, sus derechos y sus relaciones con otras sociedades civiles, son
irreconciliables con la independencia del Estado nacional moderno. El abismo entre la doctrina de
la Iglesia y sus formas más extremas aún no se ha salvado en la teoría. Sin embargo, la moderación y
el sentido común han generado un modus vivendi en la mayoría de los países importantes del mundo”.
William F. Wertz, “La guerra cristera: el sinarquismo entonces y ahora”, Instituto Schiller, http://
www.schillerinstitute.org/newspanish/institutoschiller/literatura/laguerracristera.html, Jean Me-
yer, The Cristero Rebellion, The Mexican People between Church and State, (Cambridge University Press,
UK: 1976), p. 30, 44. De la Peña, Trabajadores y sociedad, pp. 71-72.
4.  Nicoliello, Mónica, Hispanoamérica y el Día de la Raza, http://hispanoamericaunida.
com/2014/10/11/hispanomerica-y-el-dia-de-la-raza/Víctor Raúl Haya de la Torre, El antiimperia-
lismo y el APRA, (1936), citado en Torres Rojo, “Semántica política”, pp. 221-222. Enrique Krauze,
“José Vasconcelos, La grandeza del caudillos”, Letras Libres, diciembre 2000, pp. 60-62.
477
5.  Citado por Fedro Guillén, Vasconcelos, ‘Apresurado de Dios’, Comunidad Latinoamericana de Es-
critores, Costa-Amic Editores, México, D.F., 1990, p. 86, 141-142. Daniel Cosío Villegas, Extremos
de América, Fondo de Cultura Económica, México, D.F., 2004 citado por Rafael González Díaz,
“José Vasconcelos y los ‘grandes libros’”, Estudios, 106, Vol. XI, otoño, 2013, p. 31p. Linda Sametz
Remba, Vasconcelos, el hombre del libro: la época de oro de las bibliotecas, (UNAM, México, D.F., 1991), p.
100. González Díaz, “José Vasconcelos”, pp. 35-36, 211 Enrique Krauze, “Vasconcelos, Libros,
Aulas, Artes”, Letras Libres, No.139, (julio 2010), http://www.letraslibres.com/revista/convivio/
vasconcelos-libros-aulas-artes. Fell, José Vasconcelos: los años del águila, 1920-1925: educación, cultura e
Iberoamericanismo en el México postrevolucionario, UNAM, México, D.F., 1989, pp. 76, 514-516.
6.  Gabriel Zaid, “Bibliotecas sin libros”, Letras Libres, blog, septiembre 12, 2011 http://www.le-
traslibres.com/blogs/articulos-recientes/bibliotecas-sin-libros; José Vasconcelos, La raza cósmica,
Misión de la raza iberoamericana, Argentina y Brasil, Colección Austral, 15a edición, Espasa-Calpe Mexi-
cana, México, D.F.:1992. pp. 9. 12, 25-27, 45-46. “La raza cósmica”, Diccionario de filosofía lati-
noamericana, Biblioteca virtual latinoamericana, UNAM, http://www.cialc.unam.mx/pensamien-
toycultura/biblioteca%20virtual/diccionario/raza_cosmica.htm. Sandino por su parte recordaría
la frase llegando a escribir “Tenga Ud. presente la sencilla frase aquella de Dios hablará por los
Segovianos”. Carta a Hilario Chavarría, 12 de mayo de 1931, Sandino, El pensamiento vivo, T. II, p.
175. Wünderich, Sandino, p. 142. La raza cósmica, Diccionario de filosofía latinoamericana, Biblioteca
virtual latinoamericana, http://www.cialc.unam.mx/pensamientoycultura/biblioteca%20virtual/
diccionario/raza_cosmica.htm. “Edición dedicada al ilustre pensador mexicano José Vasconcelos,
apóstol de la libertad Indohispana”, Sandino, Revista Anti-imperialista, Año II, No. 4, mayo de 1930,
San José, Costa Rica. El contenido completo de la revista puede ser consultado en http://www.
sandinorebellion.com/PhotoPgs/1USNA1/PIX-NARA1/na5%20(2).jpg José Vasconcelos, “San-
dino, Héroe y Víctima’ Sanción para el Asesino!”, Repertorio Americano, No. 20, XXVIII, copia en
el expediente 91, Caja 3 Colección Sandino, AGN. Aparece también en José Vasconcelos, Bolivarismo y
monroísmo, (Botas, México, D.F.: 1934); Camacho Navarro, Usos de Sandino, p. 43.

IV
Yucatán
Páginas 53-65
1.  Carta de ACS desde Tegucigalpa a María Benavídes, 5 de agosto de 1921 indicando que hacía un
año, exactamente, había regresado a Niquinohomo (del primer viaje). Expediente 6, Caja 1, ACS,
AGN. El escrito de Stockes aparece en A. Somoza, El Verdadero Sandino o el calvario de las Segovias,
(Tipografía Robelo: Mangua: 1936), p. 146; “La figura de Sandino”, ABC, 30 de marzo de 1928, p.
11. En 1929 Sandino relata anecdóticamente a Emigdio Maraboto su primer viaje al exterior como
adolescente en que dice haber estado en México: “Augusto César estuvo en Costa Rica a la edad de 16
años, que dejó su país, luego en Panamá, en México, en los Estados Unidos, regresó a México, volvió a Guatemala
y de allí a Estados Unidos, haciéndose hombre al correr de la vida. Se inició en la mecánica y llegó a ser un buen
tornero, aprendió la lengua inglesa, durante su estancia en los Estados Unidos, y en México aprendió las doctri-
nas de la revolución”, Emigdio E. Maraboto, Sandino ante el Coloso, La Grandiosa Epopeya de Sandino,
(Veracruz, 1929), p. 8. Este texto es extraído de una conversación con Sandino a su pasada por
Veracruz en junio de 1929. La versión en los archivos norteamericanos contiene una media página
478
con correcciones hechas de Sandino con fecha 4 de octubre de 1929 pero que extrañamente no
incluye mayores precisiones sobre el viaje de 1923. El texto con las correcciones se reproduce
en http://www.sandinorebellion.com/MDocs/M-DocsImages/Maraboto.pdf. Los textos de Ma-
raboto, Belausteguigoitia y José Román han sido reunidos por Aldo Díaz Lacayo y publicados con
una importante contextualización de cada reportaje, Augusto C. Sandino, Entrevistas-Reportajes, (Aldilá
editor, Managua: 2010). Román, Maldito país, p. 48; “G-2 Short Biography of Bandit Leader Sandi-
no”, Report No. 223 disponible en internet http://www.sandinorebellion.com/images/Top100/
DSC00540.JPG, reproducido también en Isaguirre y Martínez, Sandino y los U.S. Marines, p. 157.
“G-2, Breve biografía del líder bandido Sandino”, informe No. 223, Documento 95, página 4, no 36,
http://www.sandinorebellion.com/Top100pgs/Top100-p95D.html. Izaguirre y Martínez, Sandino y
los U.S marines, p. 157.
2.  “El porfiriato y la revolución en Yucatán” http://www.archivogeneral.yucatan.gob.mx/Bicen-
tenario/Porfiriato.htm. Daniela Spenser, Rina Ortiz Peralta, editoras, La Internacional Comunista en
México: Los primeros tropiezos, Documentos, 1919-1922, Colección Fuentes y documentos, Instituto
Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, (Mexico, D.F.: 2006), p. 36. Lazar
Jeifets, Víctor Jeifets, Peter Huber, La Internacional Comunista y América Latina, 1919-1943: diccionario
biográfico, (Institutito de Latinoamérica de la Academia de las Ciencias, Moscú y Ginebra: 2004),
p. 73. Documento 89 José Allen, “El Movimiento Comunista en México”, 1919-1922,en Daniela
Spenser y Rina Ortiz Peralta, La Internacional Comunista en México: los primeros tropiezos. Documentos,
1919-1922, Colección Fuentes y documentos, (INEHRM, México, D.F.: 2006), pp. 371-372. Tama-
yo, En el interinato, p. 32. Ben Fallaw, “Felipe Carrillo Puerto of Revolutionary-era Yucatán, Mexico:
Popular Leader, Ceasar, or Martyr?”, en Samule Brunk, Ben Fallaw, eds, Heroes and Hero Cults in Mo-
dern Latin America, (University of Texas Press, Austin: 2006), pp. 130-131. Tamayo, En el interinato,
p. 262. Archivo General del Estado de Yucatán, “La Revolución Socialista: Felipe Carrillo Puerto,
1922-1924”, www.archivogeneral.yucatan.gob.mx.
3.  José F. Paoli y Enrique Montalvo, El socialismo olvidado de Yucatán, (Siglo XXI, México: 1980). An-
tonio Orejuela “Escuela y arte en la experiencia libertaria”, Revista mexicana de investigación educativa,
Vol. 14 no. 41 México, (abril/junio 2009), p. 89. Disponible en internet, http://www.macba.cat/
uploads/publicacions/desacuerdos/textos/desacuerdos_6/Antonio_Orihuela.pdf. Tamayo, En el
interinato, p. 263. Sobre Elvia ver la excelente biografía de Monique Lamaître, Elvia Carrillo Puerto:
La Monja Roja del Mayab, (Ediciones Castillo, Mexico: 1998) Berenice Lacroix Macosay, Felipe Ca-
rrillo Puerto, (Departamento del Distrito Federal, México: 1985) Archivo General, “La Revolución
Socialista: Felipe Carrillo Puerto, 1922-1924”: archivogeneral.yucatan.gob.mx El folleto feminista
de Margarita Sanger se editó en México en 1916, provocando que se estableciera El Día de las
Madres, con el objetivo de frenar a las primeras mexicanas que lucharon por el derecho a usar anti-
conceptivos (como el diafragma). Acevedo narra que en 1916 el mismo texto de Sanger, feminista
neoyorkina precursora de la planificación familiar, llegó a Yucatán, lo que desató un revuelo que
trajo como resultado la organización del primer Congreso Feminista del país, en el cual se tocó el
tema del derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo y su sexualidad. Ibid. “La historia es reco-
gida por Martha Acevedo en su libro 10 de mayo, publicado por la Secretaría de Educación Pública.
(Martain Casillas Editores, 1982) Columna de Patricia Kelly, ‘Sexualidad’, 9 de mayo en El Universal
(México, DF) http://www.eluniversal.com.mx/columnas/65113.html. Archivo Yucatán, Carrillo
Puerto, archivogeneral.yucatan.gob.mx. Michelle Dospital, Siempre Mas Allá, el movimiento sandinista
en Nicaragua 1927-1943, (Centro Francés de Estudios Mexicanos y Centroamericanos, Instituto de
Historia de Nicaragua, Managua: 1996), p. 177. Tamayo, En el interinato, p. 284.
479
4.  Maraboto, Sandino ante el coloso, p. 8. Otras versiones, más improbables pero frecuentemente
repetidas, y atribuidas al mismo Sandino, dicen que viajó a la capital y trabajó en las minas de Du-
rango, tomando parte militarmente en las luchas de la época al lado de Álvaro Obregón. Román,
Maldito país, p. 48. Sócrates Sandino, “Biografía”, A lo largo de los treinta años del llamado porfiria-
to, el periodo histórico correspondiente al régimen de Porfirio Díaz , el magnate inglés, Weetman
Dickinson Pearson y su empresa Pearson & Son, tuvieron a su cargo la construcción de líneas de
ferrocarril, puentes y obras de drenaje en la capital. Pearson llegó a pertenecer a la Cámara de los
Comunes Británica, identificado como ‘Member of Mexico’, es decir una especie de diputado por
México, p.61... reinventó el puerto de Veracruz, después de contratos para el desagüe de la Ciudad
de México... 64. Pero la principal fuente de su fortuna fue la industria petrolera, como dueño de la
Compañía ‘El Águila’, vecina a la planta de la Huasteca donde trabajaría Sandino. Antonio García de
León, “Con la vida en un danzón: notas sobre el movimiento inquilinario de Veracruz en 1922”, en
Manuel Reyna Muñoz (coord.), Actores sociales en un proceso de transformación: Veracruz en los años veinte,
(Universidad Veracruzana, Veracruz: 1996), p. 40-41. Cuatro veces heroica; La primera, en 1825,
con la liberación definitiva de la Fortaleza de Ulúa que resguardaba la entrada al puerto, con lo cual
se consumó plenamente la independencia nacional frente a los españoles. Segunda, en el mismo
escenario, en 1838, combatiendo a los franceses que desencadenaron la llamada ‘Guerra de los
Pasteles’ referido al reclamo de sesenta mil pesos por pasteles perdidos en el comercio de un ciuda-
dano francés en la ciudad de México, provocando el bombardeo y la toma de posesión del castillo.
Tercera, ganando la batalla contra tropas norteamericanas en la guerra de 1847, Leonardo Pasquel,
Biografía Integral de la Ciudad de Veracruz, 1519-1969, (Colección Suma Veracruzana, Ayuntamiento de
la Ciudad de Veracruz: 1969), pp. 204-205.
5.  Manuel Reyna Muñoz (coord.), Actores sociales en un proceso de transformación: Veracruz en los años vein-
te, (Universidad Veracruzana, Veracruz: 1996), p. 25 Tamayo, En el interinato, p. 248. Elizabeth Jean
Norvell, “Los ciudadanos sindicalistas: la Federación Local de Trabajadores del puerto de Veracruz,
1919-1923”, en Manuel Reyna Muñoz (coord.), Actores sociales en un proceso de transformación: Veracruz
en los años veinte, (Universidad Veracruzana, Veracruz: 1996), pp. 70-74.
6.  Olivia Domínguez Pérez, “El anarcosindicalismo en el agro veracruzano”, Anuario, III, Centro
de Estudios Históricos, Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Veracruzana, p. 66.
Antonio García de León, “Con la vida en un danzón: notas sobre el movimiento inquilinario de
Veracruz en 1922”, en Muñoz (coord.), Actores sociales, p. 46-47. Arturo Bolio Trejo, La Rebelión de
las Mujeres, (Tipografía Standard, Veracruz: 1959), pp. 23, 27-28, 31, 51. “La historia fue recogida
de manera acuciosa por Martha Acevedo en su libro 10 de mayo, publicado por la Secretaría de
Educación Pública. (Martain Casillas Editores, 1982) Columna de Patricia Kelly, ‘Sexualidad’, 9 de
mayo en El Universal (México, DF) http://www.eluniversal.com.mx/columnas/65113.html. Octa-
vio García Mundo, El movimiento inquilinario de Veracruz, 1922, (Sepsetenta, México: 1976).
7.  García de León, “Con la vida”, pp. 50-51. La firma ‘Agustín Ortiz’ no aparece como tal en los
directorios comerciantes, comisionistas e importadores de la ciudad correspondiente a 1914. No
creemos que se trata de una equivocación, toda vez que la familia de Maraboto contaba con su pro-
pio gran comercio. Aparece, no obstante, la firma de José Ortiz Cruz y de Luciano Ortiz de Gon-
zález y Compañía entre las agencias aduanales. Ortiz tampoco figura entre las firmas y compañías
extranjeras en el primer censo de agentes aduanales de 1921. Luis Jaregui y María Luisa Gonzáles
Maroño, Alberto Rovalis Ahumada y Ricardo Pérez Montfort, Veracruz, Puerto Hábil y Directo, 80
años de la Asociación de Agentes Aduanales del puerto de Veracruz, (Artes Gráficas Panorama, Veracruz:
2005), pp.80-82. Directorio Comercial de Veracruz para los años de 1913-1914, (Tipografía del
Hospicio Zamora, Biblioteca del Pueblo, Veracruz: 1914). Maraboto, Sandino ante el coloso, p. 8. Lo
480
curioso es que el folleto de Maraboto fue revisado por Sandino antes de su publicación haciendo
precisiones menores pero relatando contenidos que coinciden ampliamente con la versión posterior
de José Román. Emigdio Maraboto, Sandino ante el Coloso, Un atentado de los Estados Unidos la soberanía
nacional de Nicaragua enajenada (sic) en tres millones de dollars, la grandiosa epopeya de Sandino, (Veracruz,
Ver.: 1929), p. 9. Ver páginas 12 y 13 en la reimpresión de ediciones Aldilá, Augusto C. Sandino,
Entrevistas-reportajes, donde se reproduce el texto original. (Managua, 2010). Los textos originales de
Maraboto y las correcciones de Sandino pueden ser consultadas en versión en http://www.sandi-
norebellion.com/MDocs/M-DocsImages/Maraboto.pdf, Javier Campos Ponce, Sandino, Biografía
de un héroe, (Edamex, México, D.F.: 1979), p. 22.

V
Tampico y su entorno
Páginas 66-83
1.  Aurelio Regalada Hernández, “Descripción de Tampico, por Jack London”, El Sol de Tampico,
7 de marzo de 2008, http://www.oem.com.mx/oem/notas/n620306.html. El reportaje original
se publica en Collier’s, the National Weekly, 27 de junio de 1914 con el título “Nuestros aventureros
en Tampico” (Our Adventurers in Tampico). p. 37.Sobre Traven véase, Luis Javier Capote Pérez,
B. Traven. Retrato de un anónimo célebre, http://www.zonanegativa.com/?p=46887; Jonah Raskin, My
search for B. Traven, (University of Michigan Press, Meuthen: 1980), p. 38; Heidi Zogbaum, B. Traven:
A vision of México, (Scholarly Resources Inc., Wilmington, Delaware: 1992), pp. 52-53. Golo, B.
Traven, retrato de un anónimo celebre, (Sexto Piso, México: 2012), p. 9. Simpática versión en caricaturas.
http://www.sextopiso.com/images/productos/pdf/2169670_frag%20traven.pdf. Sandino y Tra-
ven se conocieron en la capital mexicana en 1930. Fueron presentados por Diego Rivera, el muralis-
ta pintor, cuyo cuñado de primer matrimonio, Federico Marín, era médico de Traven y miembro del
comité de apoyo a Nicaragua. Marín cuenta que, al conversar el general con el escritor, se percataron
que ambos habían compartido la estancia en Tampico entre los petroleros. ‘Se entendieron muy
bien’, dice el relator. Se dice que Traven se inspira en la guerra de Sandino para describir la guerra
de guerrillas en su novela ‘El general de la jungla’ aun cuando las condiciones topográficas eran
muy distintas. Ernest Schürner and Phillip Jenkins, B. Traven Life and Work, (Penn State University:
1987), p. 37-38 y 228. Donald Hodges, Ross Sandy, México under siege: popular resistance to presidential
depotism, (Zed Books, New York: 2002), p. 5.Orlando Ortiz, “B. Traven en Tampico”, La Jornada
(México), No. 806, 15 de agosto de 2010. Ret Marut fue otro nombre utilizado por “B. Traven”.
Fichado como anarquista en Londres, Traven llegaba a Tampico como marinero a bordo de un bar-
co carguero, descrita en su novela La nave de los muertos. Eran naves en pésimo estado denominadas
‘suicidas’ por que, según Traven, así tildaban a los buques sin papeles ni documentación en regla,
que hacían encallar o hundían a propósito –“a veces con todo y tripulación”– para que el dueño pu-
diera cobrar el seguro respectivo. En otro relato, Los pizcadores de algodón, Traven relata la historia de
Gerald Gales, marinero, que busca empleo en Tampico a inicios de la década de los veinte. Traven
describe en detalle el trabajo petrolero, que años después conversaría con Sandino, las condiciones,
huelgas y maniobras de sindicatos. El protagonista Gales es joven, astuto, experto al instante en
lo que hubiera. Trabaja en las perforaciones de pozos petroleros, pero también es cosechador de
algodón, visitante del barrio “La unión” de Tampico, donde abundaban burdeles, ruletas y juegos.
481
2.  Leopoldo Alafita Méndez, “Trabajo y condición obrera en los campamentos petroleros de la
Huasteca, 1900-1935”, Centro de Investigaciones Históricas, Anuario, IV, Universidad Veracruza-
na (1986), p. 169 Citados en Leopoldo Mendivil López, Secreto 1929, (Grijalbo, México: 2013),
p. 3. Hubo un intento en 1916 del gobierno federal de circunscribir la autoridad de los estados y
reservarse la jurisdicción exclusiva. En 1917 el artículo 127 de la nueva constitución asegura aque-
lla facultad y lo que provocó fuertes respuestas por parte de los consorcios petroleros. Mirna A.
Benítez Juárez, “La organización sindical de los trabajadores petroleros en la Huasteca veracruzana,
1917-1931”, Instituto de Investigaciones Históricas, Anuario, Vol. III, 1985, Universidad Veracru-
zana, México, p. 19-21.En 1914, sólo el 3% del trafico naviero internacional se realizaba en barcos
con máquinas consumidoras de petróleo. En 1920 llegó a un 15% y para 1924 el 31%. El precio de
un vehículo automotor en Estados Unidos bajó de 1,200 dólares en 1909, a 295 dólares en 1928.
María del Mar Rubio, The Role of México in the First World Oil Shortage: 1918-1922, An International
Perspective, (Universitat Pomepeu Fabra, Barcelona: 2005), pp. 69-70; Jonathan C. Brown, “Why
Foreign OilCompanies Shifted their Production from Mexico to Venezuela during the 1920s”, Ame-
rican Historical Review, Vol. 90, No. 2, (Abril, 1985), p. 365. Las compañías Royal Dutch Company y
Shell Oil Company adquirieron la Mexican Eagle Oil Company, perteneciente a Weetman Pearson
(Lord Cowdray) en 1919. El gobierno británico ya era accionista de la Royal Dutch. “75 million
Oil Deal”, The New York Times, 15 de marzo de 1919.Alan Knight citado por Rubio, “The role
of Mexico”, p. 72. Marta Chávez Padrón, Testimonio de una Familia Petrolera, (Petróleos Mexicanos,
Pemex, México:1988), p.4.
3.  Mirna Alicia Benítez Juárez, “Los sindicatos de la Huasteca Petroleum Company en Veracruz, 1924-
1925”, en Manuel Reyna Muñoz (coord.), Actores sociales en un proceso de transformación: Veracruz en los
años veinte, (Universidad Veracruzana, Veracruz: 1996), p. 137S. Lief Adleson, “Cultural Roots of
the Oil Workers’ Union in Tampico, 1910-1925, en John C. Brown y Alan Knight, eds., The Mexican
Petroleum Industry in the Twentieth Century, (University of Austin Press, Austin, 1992), pp. 36, 44-62.
Orellana, Fuentes, Quintana, Tampico, pp. 305-306. Carlos González Salas, Tampico Es lo Azul:
Crónicas de Tampico, Ciudad Madero, Ciudad Altamira, M.A. Porrúa Grupo Editorial, 1990, p. 434.
4.  El articulo 27 devolvió a la nación el dominio sobre los recursos del subsuelo. El 123 establece
la jornada de 8 horas y las prestaciones de los trabajadores. Los intentos de aplicar la legislación
significaron ciclos de conflicto entre el gobierno federal y las empresas Mirna A. Benítez Juárez, “La
organización sindical de los trabajadores petroleros en la Huasteca veracruzana, 1917-1931”, Insti-
tuto de Investigaciones Históricas, Anuario, Vol. III, 1985, Universidad Veracruzana, México, p. 21.
5.  B. Traven, La Rosa Blanca, Selector, México: 2009, pp. 56-57, 444-446.
6.  “La industria petrolera que tanto beneficio derramó sobre Tampico y su región tuvo entre otros
defectos que fue una de las causas fundamentales para que el gobierno de la República prestara ma-
yor atención a los preceptos constitucionales, modificándolos para dar mayor protección a nuestros
connacionales, fue la marcada diferencia de clases y de estimaciones raciales que los dirigentes de la
industria, extranjeros en su mayoría, exhibieron en todos los órdenes para con nuestros compatrio-
tas...”. Orellana, Tampico, p. 306. Brown, Revolución y petróleo, p. 138. Héctor Zarauz López, “Petróleo
mexicano, Revolución mexicana
y dialéctica de imperios”, http://nodulo.org/ec/2007/n070p04.
htm#kn. Otra prueba del gran negocio que realizaban las compañías, eran las utilidades netas re-
conocidas oficialmente (ya sabemos que era frecuente la ocultación de datos reales); por ejemplo,
“El Águila” declaraba haber obtenido 874.000 dólares en 1911 que, un año después, se habían
convertido en cuatro millones, mismos que se vieron quintuplicados en 1917, justo en medio de
la guerra mundial y de la Revolución Mexicana, hasta llegar a casi los 30 millones en 1918 (Cuadro
G). Además, “El Águila” había declarado en 1913 su valor nominal en 45 millones, pero en 1922
482
declaraba la suma de 130 millones de dólares. Lorenzo Meyer e Isidro Morales, Petróleo y nación: la
política petrolera en México (1900-1987), p. 53. Joel Álvarez de la Borda, “Las empresas petroleras en
México, 1900-1938”, en Pemex, 1938, La nacionalización de la industria petrolera en la historia de México,
(Pemex, México D.F.,: 2011), p. 33. Carleton Beals, Mexico, Aninterpretation, (B.W. Huebesch, New
York: 1923), pp. 32, 241. Sobre la expansión de la industria petrolera ver Jonathan Brown, Petróleo
y Revolución en México, (Siglo XXI, México: 1998) y Celis Salgado, Lourdes, La industria petrolera
en México. Una Crónica I: de los inicios a la expropiación, (Petróleos Mexicanos, México, 1988) y Lorenzo
Meyer e Isidro Morales, Petróleo y nación (1900-1987): la política petrolera en México, (Fondo de Cultura
Económica, SEMIP, México: 1990).
7.  PEMEX, “Cronología de la refinación”, http://www.ref.pemex.com/index.cfm?action=con-
tent&sectionID=1&catID=6&contentID=51. Borda, “Empresas petroleras”, p.31, 78-79.Brown,
Oil and Revolution, p. 124-125. Gobierno de México, El Petróleo de México, Recopilación de Documentos
Oficiales del Conflicto de Orden Económico de la Industria Petrolera, con una introducción que resume sus motivos
y consecuencias, (México: 1940), P. 308.

VI
Socialización obrera y
construcción de conciencia social
Páginas 84-118
1.  Paniagua Fuentes, Javier. Breve historia del anarquismo, Ediciones Nowtilus: Madrid, 2012. Carlos
Rama, Historia del movimiento obrero y social latinoamericano contemporáneo, (Editorial Palestra, Buenos
Aires:1967), p. 3. A veces se distingue entre organizaciones obreras practicantes del sindicalismo
revolucionario y otras de inspiración anarquista, llamadas anarcosindicalistas. En uno y otro caso,
sin embargo, la revolución ha de llevarse a cabo sin partidos políticos y por medio de la huelga
general económica, construyéndose una sociedad sobre la base de principios sindicalistas. En Mexi-
co, se ocupó el termino anarcosindicalista aunque se mantiene una controversia al respecto. Ver
Samuel Malpica Uribe, “Anarcosindicalismo o sindicalismo revolucionario en México (1906-1938),
en Jaime Tamayo y Patricia Valles, (coordinadores), Anarquismo, socialismo y sindicalismo en las regiones,
(Universidad de Guadalajara, Guadalajara: 1993), pp. 91-92. Clara E. Lida y Pablo Yankelevitch,
compiladores, Cultura política del anarquismo en España e Iberoamérica, (Colegio de México, México, D.F.:
2012), p. 9.Álvarez Junco, Ideología política del anarquismo español, p.77 y John Mason Hart, El
anarquismo y la clase obrera mexicana: 1860-1931, (Siglo XXI, México, D.F.: 1980), pp. 15-16. “La obra
de Kropotkin, que no formuló propuestas concretas sobre cómo había de organizarse el nuevo
mundo, contribuyó de manera decisiva a la aceptación del comunismo libertario por los núcleos
anarquistas...”, Javier Paniagua, Libertarios y sindicalistas, (Anaya, Madrid: 1992), p. 49. El pensador
francés Jorge Sorel llevó habla de “sindicalismo revolucionario” atribuyendo a la figura del sindi-
cato un papel económico y político, pero también moral y casi religioso. El sindicato constituiría la
piedra angular de la futura vida pública y la reorganización de la sociedad. Chantal López y Omar
Cortés, nota editorial a la edición impresa de La conquista del pan, http://www.antorcha.net/biblio-
teca_virtual/politica/conquista_pan/nota.html; Carta de Pedro Kropotkin a Vladimir Iyich Lenin,
3 de marzo de 1920, https://www.marxists.org/espanol/kropotkin/carta1.htm; “Hugo Chavez -
leyendo la carta de Kropotkin a Lenin”, http://www.youtube.com/watch?v=8Ohzy-DaiAU.
483
2.  Entrevista con Eusebio Serna Hernández realizada por Lief Adleson el 4 de marzo de 1975
en Ciudad Madero, Tamaulipas. Archivo de la palabra, Biblioteca Manuel Orozco y Berra, INAH,
México, D.F., p. 28. Chantal López y Omar Cortés, nota editorial a la edición impresa de La conquis-
ta del pan, http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/politica/conquista_pan/nota.html; Álvarez
Junco, Ideología política del anarquismo español, p.77 y John Mason Hart, El anarquismo y la clase obrera
mexicana: 1860-1931, (Siglo XXI, México, D.F.:1980), pp. 15-16. Colin M. MacLachlan, Anarchism
and the Mexican Revolution: The Political Writings of Ricardo Flores Magón in the United States, (University of
California Press: 1991), p. 6, 111. Lily Litvak, Musa libertaria, (Antoni Bosch, Barcelona:1981), p. 185.
3.  “El espacio educativo en la cultura anarquista intentó competir con las instituciones públicas y
privadas y se convirtió en uno de los lugares de difusión de una conciencia diferenciadora, de una
identidad cultural y política y de un patrimonio cultural especifico vinculado al proyecto anarquista
de emancipación social. A la idea del obrero consciente se unía así la de la formación del hombre
libre del futuro”, dice una estudiante del mismo fenómeno vivido entonces en Cuba. Amparo
Sánchez Cobós, “Sociabilidad anarquista y configuración de la identidad obrera en Cuba tras la
independencia”, en Lida y Yankelovitch, Cultura y política, p. 244. Ricardo Flores Magón, Tita Va-
lencia, Testimonio carcelario de Ricardo Flores Magón, (Secretaria de Gobernación, México, D.F.: 1977), p.
202. “Ricardo Flores Magón”, http://es.wikipedia.org/wiki/Ricardo_Flores_Magón; Rubén Trejo,
Magonismo: utopía y revolución, 1910-1913. (Cultura Libre, México: 2010); Salvador Hernández Padilla,
Ricardo Flores Magón: una vida en rebeldía, (Edición cibernética: 2003), http://www.antorcha.
net/biblioteca_virtual/historia/rebeldia/rebeldia.html. Arnaldo Córdoba, La ideología de la revolución
mexicana en la formación del nuevo régimen, (Ediciones Era, México: 1973), p. 173 (edición 2011), p. 173,
195. (Carta de Flores Magón a Luis Rivas Iruz, 3 de junio de 1911) Ricardo Flores Magón, Semilla
Libertaria y ¡libertad!, ¿lema zapatista?”, La Jornada del Campo, (México), No. 7, 8 de abril de 2008,
http://www.jornada.unam.mx/2008/04/08/tierra.html. Fabio Luis Barbosa, “Fuentes políticas e
ideológicas del magonismo”, Historias, Revista de la Dirección e Estudios Históricos del INAH, México,
81, (enero-abril, 2012), “Manifiesto que el sindicato del petróleo, obreros y empleados de la Huas-
teca, dirige a sus adherentes, en particular, y al proletariado organizado, en general”, Mata Redonda,
noviembre de 1924, Sagitario, y José Rivera Castro, En la presidencia de Plutarco Elías Calles, p. 215-216.
4.  Manuel Reyna Muñoz (coord.), Actores sociales en un proceso de transformación: Veracruz en los años
veinte, (Universidad Veracruzana, Veracruz: 1996), p. 24 y Elizabeth Norvell, “Sindicalism and Citi-
zenship in Postrevolutionary Worker Mobilizations in Veracruz”, en John Mason Hart, ed., Border
Crossings: Mexican and Mexican-American Workers, (Rowman& Littlefield, New York: 1998), pp. 93-
116. Daniel Nahmad Molinari, Teatro anarquista: la obra dramática de Ricardo Flores Magón y los sindicatos
veracruzanos, (Secretaría de Cultura del Gobierno del Estado de Oaxaca, México: 2009), p. 92. S.
Lief Adleson Gruber, “Historia Social de los obreros industriales de Tampico, 1906-1919”, tesis de
grado, Centro de Estudios Históricos, El Colegio de México, 1982, pp. 355-357.
5.  “Mais quelqu’un troubla la fête”, 2 de agosto de 1900, Rubén Darío, Pererigraciones (París), (Na-
buPress, Buenos Aires: 2010). El especialista Carlos Guevara Mesa nos explica las peculiaridades
del teatro anarquistas y sus recursos literarios: “El relato anarquista es sinecdóquico [mencionar una parte de
algo para representar el todo] en la medida en que sus personajes son símbolos de la totalidad social. El burgués, el
casa-teniente, el militar, el político o el sacerdote son todas figuras del opresor, hasta cierto punto intercambiables; al
mismo tiempo que el obrero, el inquilino, el alzado, el manifestante, la mujer o el niño, son todas figuras del oprimido.
La narración anarquista no establece una reducción metonímica (ni mecanicista) al modo marxista, en que la rela-
ción burgués-proletario no funciona como símbolo sino como modelo bajo el cual habría que subsumir todas las otras
relaciones posibles, a las cuales, además, explica. Si no que cualquiera de las relaciones simboliza la totalidad de un
mundo caracterizado por la opresión y la desigualdad. En el relato anarquista, cada opresión es símbolo de todas las
484
opresiones, cada liberación es la imagen de todas las liberaciones. De ahí una estrategia de lucha en todos los frentes,
y no sólo en el político o el económico, porque la opresión está en todas partes y no deriva de una sola de ellas. La
opresión no está “representada” en la relación entre el casero y el inquilino, o entre el hombre y la mujer, sino que esas
relaciones son la opresión también. Y ninguna liberación es posible en realidad si no lo es de todas las desigualdades...
en el relato anarquista se utilizará la sinécdoque, congruente con su visión formista u orgánica del fenómeno social,
y con su estrategia de combate en todos los frentes de las relaciones sociales”. Carlos Guevara Mesa, “Utopía y
Teatro en e México, 1908-1922 Segunda Aproximación”, Pacarina del Sur, No. 14, enero-mayo, 2013,
p. 35. http://www.pacarinadelsur.com/home/pielago-de-imagenes/211-utopia-y-teatro-anarquis-
ta-en-mexico-1908-1922-segunda-aproximacionCarlos Guevara Meza, “Utopía y teatro anarquista
en México (1908-1922)”, Pacarina del Sur, http://www.pacarinadelsur.com/home/pielago-de-ima-
genes/211-utopia-y-teatro-anarquista-en-mexico-1908-1922-segunda-aproximacion.
6.  Enrique Flores Magón, ‘La velada’, Regeneración, Los Ángeles, Calif., E. U. A., 13 de enero de
1917, núm. 252, p. 3, citado en “Obra Literaria”, Archivo Flores Magón, http://archivomagon.net/
obras-completas/obra-literaria-1910-1917/teatro/resena-teatro/Molinari,  Teatro anarquista, pp. 69-
70. De las 970 entradas vendidas para la presentación de Tierra y Libertad el 2 de julio en el Teatro
Principal de Veracruz, 268 corresponden a los dos primeros niveles, y 702 a segunda, y galería. El
precio para segunda es 0.50 y para galería 0.25 cuando el salario promedio podía andar por 3.00
pesos diarios. Molinari, Teatro anarquista, pp. 36, 75. Entrevista a Gonzalo Ruiz Carillo, realizada
por Lief Adleson, el 11 y 17 de marzo de 1975. Carlos Guevara Mesa, “Utopía y Teatro en Méxi-
co, 1908-1922 Segunda Aproximación”, Pacarina del Sur, No. 14, enero-mayo, 2013, p. 35. http://
www.pacarinadelsur.com/home/pielago-de-imagenes/211-utopia-y-teatro-anarquista-en-mexi-
co-1908-1922-segunda-aproximacion. La obra “El Sol de la Humanidad” fue estrenada en Barce-
lona en 1910. El texto puede consultarse en http://covers.openlibrary.org/b/id/7136345-M.jpg.
Librado Rivera, Ricardo Flores Magón, el Apóstol de la Revolución Social Mexicana, (Villa Cecilia: Tamau-
lipas, 1924).
7.  “Con los obreros y campesinos quiero forjar una nueva Nicaragua. Vamos a organizarlos. Com-
praremos en Managua un edificio para hacer la Casa del Obrero, como hacen en México... Ten-
dremos un periódico que será pequeño, porque para los grandes ideales no se necesitan grandes
periódicos”. Conversación en Niquinohomo, noviembre de 1933, Sandino, El pensamiento vivo, T. II,
p. 363-364. Aurora Mónica Alcayaga Sasso, “Librado Rivera y los Hermanos Rojos en el movimien-
to social y cultural anarquista de Villa Cecilia y Tampico, 1915-1931”, Tesis de grado, Universidad
Iberoamericana, (México: 2006), pp. 265-266. Librado Rivera, Viva Tierra y Libertad, (Ediciones
Antorcha,México: 1980), pp. 23-24; Paco Ignacio Taibo II, Arcángeles, Doce historia de revolucionario
hereje del siglo XX, (Editorial Planeta, México, D.F.:1998), pp. 157-186.Lorenzo Meyer, “El régimen
cardenista y la solución definitiva del problema petrolero”, en Pemex, La nacionalización, p. 55. “Ma-
nifiesto que el Sindicato del Petróleo, Obreros y Empleados de la Huasteca, dirige a sus adherentes
en particular al proletariado organizado en general, Mata Redonda, Veracruz”, Sagitario, noviembre
de 1924. Editorial de Libertad, Cecilia, Tamaulipas, 7 de Marzo de 1925, No. 1, Citada por Adleson,
Documento III en el anexo en José Rivera Castro, La clase obrera en la historia de México en la presiden-
cia de Plutarco Elías Calles (1924-1928), (Siglo XXI editores, México, D.F.: 1983). “Manifiesto que el
Sindicato del Petróleo, Obreros y Empleados de la Huasteca, dirige a sus adherentes en particular al
proletariado organizado en general, Mata Redonda, Veracruz”, Sagitario, noviembre de 1924. Edito-
rial de Libertad, Cecilia, Tamaulipas, 7 de Marzo de 1925, No. 1, en Rivera Castro, En la presidencia.
Félix García Moriyón, Del socialismo utópico al anarquismo, (Terramar Ediciones, La Plata, Argentina:
2008) p.139. Álvarez Junco, Ideología política, p. 179. Anselmo Lorenzo, “Conócete a ti mismo”, La
485
Idea Libre, (Barcelona) 03/11/1894, http://www.anselmolorenzo.es/hemeroteca/La%20Idea%20
Libre/idea%20libre.html, Sagitario, II año los no 3, 8, 9, 11-15, 21-24 y II época, n° 27.
8.  Declaraciones a los medios en la capital mexicana, El Universal, (México, D.F), 29 de enero de
1930. “Según me manifestaba el mismo, no tuvo muchos años de escuela, pero el se formó en la
vida, y su estadía en México le ayudó mucho”. Testimonio de Alfonso Alexander Moncayo, (Ca-
pitán Colombia), Instituto de Estudios del Sandinismo, Ahora sé que Sandino manda, p. 287; Julio
Godio, Historia del movimiento obrero latinoamericano, II, Nacionalismo y comunismo, 1918-1930, (Editorial
Nueva Sociedad, México, D.F.: 1983), pp. 59-62.

VII
Sindicalismo e industria
Páginas 119-133
1.  “Las organizaciones obreras afiliadas a la Federación local –recuerda un trabajador petrolero–
no se mezclaban en política, porque si lo hacían, dejaban de ser organizaciones de resistencia, es
decir, si la agrupación obrera tiene por objeto la confrontación directa con los patrones, toda la
fuerza de las organizaciones se descarga siempre a favor de sus agremiados”. Entrevista a Francisco
Vega Soria realizada por S. Lief Adleson Gruber, el 31 de marzo de 1976, PHO/4/49, Biblioteca
Manuel Orozco y Berra, Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), México. José Rive-
ra Castro, Anarquismo y marxismo en México, 1908-1932, pp. 119-121,  http://www.izt.uam.mx/eco-
nomiatyp/numeros/numeros/primera_epoca/03/articulos_pdf/3_4_anarquismo.pdf. Mirna A.
Benítez Juárez, La organización sindical de los trabajadores petroleros en la Huasteca veracruzana, 1917-1931,
Instituto de Investigaciones Históricas, Anuario, Vol. III, 1985, Universidad Veracruzana, México,
p. 23. Adleson, Historia social de los obreros industriales de Tampico, México, Tesis inédita, 1982, Colegio
de México. Guillermina Baena Paz, La Confederación General de Trabajadores (1921-1931), Antología,
(Ediciones HL, México: 1982), p. 6. “Conversación en Niquinohomo, relatada por Nicolás Arrieta”,
[noviembre de 1933], Sandino, El pensamiento vivo, T. II, p. 363.
2.  Adleson, Historia Social de los obreros industriales de Tampico, 1906-1919, (Centro de Estudios His-
tóricos, El Colegio de México: México:1982), p. 382; Jonathan Brown, Petróleo y revolución en México,
(Siglo XXI, México, D.F.: 1999), pp. 134-145. Leopoldo Alafita Méndez, Trabajo y condición obrera en
los campamentos petroleros de la Huasteca, 1900-1935, Centro de Investigaciones Históricas, Anuario, IV,
Universidad Veracruzana (1986), p. 169-207. Adleson, Historia social, pp. 398-403. Brown, Petróleo y
revolución, p. 3.
3.  Brown, Petróleo y revolución, p. 343; Gobierno de México, El Petróleo de México, Recopilación de Docu-
mentos Oficiales del Conflicto de Orden Económico de la Industria Petrolera, con una Introducción que resume sus
motivos y consecuencias, (Gobierno de México,México:1940), p. 51 Alfonso López Aparicio, El Movi-
miento Obrero en México, Antecedentes, Desarrollo y Tendencias, (Editorial Jus, México, D.F.) 1958, p. 188.
Ramón Eduardo Ruiz, La revolución mexicana y el movimiento obrero, 1911-1923. Colección problemas
de México, (Ediciones Era, México, D.F.,1978), p. 105.
4.  Benítez, La organización sindical, pp. 48-49. “La Huasteca en huelga”, Sagitario, 16 de mayo de 1926.
Entrevista con Francisco Vega Soria con Lief Adleson; Benítez Juárez, Los sindicatos de la Huasteca
Petroleum Company, pp. 149-152. “La huelga de la Huasteca”, Sagitario, 6 de junio de 1925. “La C.G.T.
al sindicato de la Huasteca” y “La muerte de un sindicato”, Sagitario, 16 de agosto de 1925. Entre-
486
vista con Gonzalo Bada Ramírez realizada por Lief Adleson, el 30 de septiembre y 1 de octubre de
1978. PHO/4/9, Biblioteca Manuel Orozco y Berra, Instituto Nacional de Antropología e Historia,
(INAH). Alcayaga, Librado Rivera, p. 237-8. Ruiz, Revolución Mexicana, p. 88. Ver la carta de Flores
Magón citada por Diego Abad de Santillán, Ricardo Flores Magón, el apóstol de la Revolución Mexicana,
capitulo cinco, http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/literatura/pqsla/26.html. El desenlace
lo confirman compañeros de trabajo de Sandino entrevistados por Michelle Dospital, “La herencia
mexicana en la lucha sandinista de los años 20 en Nicaragua: experiencias políticas y sociales de
Sandino en Cerro Azul: 1925-1926”, Secuencia, (México), 1994, Vol. 30, pp. 117-130.

VIII
El petrolero de Niquinohomo
Páginas. 134-153
1.  Jonathan C. Brown, Petróleo y revolución en México, (Siglo XXI, México: 1998), p. 137. La postal
con una imagen de Tuxpan tiene fecha 25 de marzo de 1925, ACS, Caja 1, Expediente No. 9, AGN,
Managua. Tuxpan también se registra en la historia por otros suceso acontecido 50 años después:
de aquel puerto salió la nave “Granma” al mando de Fidel Castro, camino a la historia. Todavía
hoy se puede visitar la casa transformada en museo de donde salió la expedición. Extraordinaria
coincidencia porque en aquella misma zona también se preparó Sandino para la responsabilidad que
le asignaría la historia. Alafita, Trabajo y condición obrera, p. 174. The Oil Trade Journal, Vol. 16, (enero,
1925), p. 46; Rodolfo Robledo, “Historia de Álamo y su entorno huasteco”, http://www.alamo-
temapache.gob.mx/cms/index.php?option=com_content&id=1%3Ahist-de-alamo-y-su-entor-
no-huas..&showall=1.  Entrevista con Gregorio Ramírez Flores, Cerro Azul, 16 de diciembre de
1980 y entrevista con Demetrio Osorio Cardenete, Tuxpan, 18 de diciembre de 1980, con Gregorio
Selser, Archivo Marta y Gregorio Selser, Caja 33 Expediente G NI4, Augusto C. Sandino, Entre-
vistas a personas que conocieron a Sandino durante su estancia en México. Nicaragua, 1921-1931,
Serie Nicaragua, Sección Grupos y Conflictos Armados, CAMENA-UACM.
2.  Otra copia del texto se ubicó en la Colección Castañeda del Archivo Histórico de Tampico
“Carlos González Salas”, (AHT), Tampico, México. Neil Macaulay, The Sandino Affair, (Quadrangle
Books, Chicago: 1967) (Duke University Press, North Carolina: 1985) p. 5,; existe una traducción de
Luciano Cuadra publicada por Educa en 1970. El Departamento de Estado pidió la documentación
en respuesta a los artículos de inicios de 1928 de Carleton Beals en que da conocer que Sandino
había laborado en la Huasteca. El vicepresidente de la compañía matriz, H. Walker, (Pan American
Petroleum and Export Company) escribe a William Green, vicepresidente de la Huasteca en Tam-
pico, con fecha 8 de marzo de 1928, pidiendo saber qué tipo de hombre era Sandino y por qué se
había marchado. Colección Castañeda, AHT. El “güero” Green, aunque siempre despectivo con los
mexicanos, dio buenas referencias de Sandino y adjunta copia de la ficha personal.Entrevista con
José Gutiérrez Magaña, Cerro Azul, 26 de diciembre de 1980, por Gregorio Selser.
3.  Carta de William Green a Harold Walker, 15 de marzo de 1928, “National Archives Microfilm
Publications, Pamphlet Accompanying Microcopy No. 632, Records of the Department of State
Relating to Internal Affairs of Nicaragua, 1910-1929, Cortesía Michael Schroeder, ihttp://www.
sandinorebellion.com/HomePages/USDS-Docs.html. Benítez Juárez, La organización sindical, p.
16. Entrevista con Gregorio Ramírez Flores, Cerro Azul, 16 de diciembre de 1980 con Gregorio
Selser. Entrevista con David Brandy Barraga, Cerro Azul, 18 de diciembre de 1980, con Gregorio
487
Selser. La historiadora Michelle Dospital pudo también entrevistar a David Brandy, Dospital, “La
herencia mexicana”. “Después de haber pedido alojamiento en algún hotel, se arregla uno lo mejor
que puede y se dirige a buscar ocupación; lo miran de pies a cabeza, le hacen mil preguntas, y entre
ellas, qué es lo que sabe hacer y que por qué salió de donde estaba y, en fin, hasta desprecio se re-
cibe las más veces. Ya mira pues la urgencia que hay de llegar con dinero y arreglado, antes que sin
él, y estrafalario”. Carta a don Gregorio Sandino, s/f 1922, Sandino, El pensamiento vivo, T. I, p. 73.
Entrevista Gregorio Ramírez Flores, realizada por Selser, 16 de diciembre de 1980, Caja 33, Archivo
G NI2, Archivo Gregorio y Marta Selser, CAMENA, UACM, Entrevista, José Gutiérrez Magaña,
Guadalajara, 26 de diciembre de 1980. Entrevista con Fidel Espinoza Garza, 17 de diciembre de
1980,. Felipe Vásquez González, Cerro Azul, 20 de diciembre de 1980; David Francisco Brandy
Barragán, Tampico, 19 de diciembre de 1980), realizadas por Gregorio Selser.
4.  Entrevistas con Fidel Espinoza Garza, 17 de diciembre de 1980. Felipe Vásquez González, Ce-
rro Azul, 20 de diciembre de 1980; David Francisco Brandy Barragán, Tampico, 19 de diciembre
de 1980), y Demetrio Osorio Cardenete, el 18 de diciembre de 1980, Entrevista con Gregorio Ra-
mírez Flores, Cerro Azul, 16 de diciembre de 1980. Entrevistas con José Gutiérrez Magaña y Fidel
Espinoza Garzay Tuxpan, Veracruz, 18 de diciembre de 1980,con Gregorio Selser. Alafita, Trabajo
y condición obrera, p. 191.
5.  Entrevista de José Ovidio “Pepe” Puente León en que relata la participación de su padre en los
campos petroleros, Timothy C. Brown, editor y traductor, When the AK-47s fall silent, revolutionaries,
guerrillas and the dangers of peace (HooverInstitution, Stanford, California: 2000), p. 13. Entrevista con
Demetrio Osorio Cardenete, realizada por Selser el18 de diciembre de 1980. Entrevistas con Fidel
Espinoza Garza, Cerro Azul, 17 de diciembre de 1980, Felipe Vásquez González, Cerro Azul, 20
de diciembre de 1980 y David Francisco Brandy Barragán, Tampico, 19 de diciembre de 1980 con
Gregorio Selser, CAEMA, UACM. Entrevista con José Gutiérrez Magaña, Cerro Azul, 26 de di-
ciembre de 1980 y David Brandy Barraga, Cerro Azul, 18 de diciembre de 1980. Francisco I. Made-
ro encabezó políticamente la rebelión contra la dictadura de Porfirio Díaz asumiendo la presidencia
del país en noviembre de 1911. Quiso impulsar reformas liberales políticas, pero no pudo responder
a las demandas de cambio socio-económicos exigidas por figuras como Zapata. Flores Magón lo
critica severamente. Ambos listados aparecen en la contraportada de Ricardo Flores Magón, Rayos
de Luz (Diálogos relacionados con las condiciones sociales de México), Tomo V, Serie Ricardo Flores Magón:
Vida y Obra, (Ediciones del Grupo Cultural “Ricardo Flores Magón”, México, D.F.: 1924) “Iglesia
Adventista del Séptimo Día”, Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, (s/f), http://www2.uacj.
mx/UEHS/Mapa/Iglesia%20Adventistas%20del%20Séptimo%20D%C3%ADa.pdf.
6.  Salvatierra, Sandino, p. 36. Sobre el pacto Calles-Sacasa (negado posteriormente por ambos) ver
el estudio ver Richard V. Salisbury, “Mexico, the United States and the 1926-1927 Nicaraguan Cri-
sis”, The Hispanic American Historical Review, Vol. 66, No. 2, (mayo, 1986, pp. 319-339 y la biografía
de Calles del historiador Jürgen Buchenau, Plutarco Elías Calles and the Mexican Revolution, (Rowman
& Littlefield Publishers, New York: 2008), pp. 132-133. El historiador Javier Paniagua afirma que
la famosa frase fue sacada del contexto de la obra de Proudhon, dándole un carácter radical que
en realidad no tuvo, puesto que verdaderamente proponía era el acceso a la propiedad de todos los
trabajadores. Javier Paniagua, Libertarios y sindicalistas, (Grupo Anaya, Madrid: 1992), p. 22. Somoza,
El verdadero Sandino, pp. 83-84; Bendaña, Mística de Sandino, pp. 55-63. Wünderich afirma creer que
la historia del documento presentado por Sandino a Moncada fue un invento de este último “ela-
borada con la finalidad de denunciar a Sandino como ‘comunista’. A la luz de la evidencia que San-
dino preparaba aquella documentación cuando en México, la historia original amerita credibilidad.
Wünderich, Sandino, p. 68. Todos menos uno, mayo de 1927, Sandino, El pensamiento vivo, T. I, p. 98. José
488
María Moncada, Estados Unidos en Nicaragua, (Tipografía Atenas, Managua: 1942), pp. 22-23. Citado
en Macaulay, The Sandino affair, p. 55. El Col. Roberto Canales escribe cómo Moncada “da una mira-
da a mis soldados y frunce el ceño cuando vio en manos de mi abanderado, la bandera roja que nos
dio el General Sandino en Jinotega, la que tenía un cuadro negro, donde en blanco se destacaba una
cruz y una calavera de esqueleto humano. El General Moncada ordenó quitar ese cuadro de cruz
y calavera... porque “nosotros somos liberales, pero no piratas”, “Cincuenta años de la guerra civil
liberal-conservadora”, Separata de aportes históricos, El Centroamericano, (León, 1976), p. 175. Texto de
la publicación ubicada por David Brooks y suministrada por Michael Schroeder. Reproducida en
http://www.sandinorebellion.com/HomePages/edsn.html.
7.  Campos Ponce, Sandino, Biografía de un héroe, p. 23. Bosque luego se integra a las fuerzas de Sacasa
que desembarcan en Puerto Cabezas. Bosque se une a Sandino, muriendo en combate en la bata-
lla de Teustepe el 1 de mayo de 1927, que Sandino describe como el ultimo combate de la guerra
constitucionalista. Sandino describe a Bosque pero no menciona si estuvo en los campos petroleros.
Este último dato aparece en un testimonio de Humberto Torres en un testimonio que hace a los
Marines, “Humberto Torres sobre la vida y la campaña constitucional de Sandino”, Documento
95, Página 23. http://www.sandinorebellion.com/Top100pgs/Top100-p23.html. Sandino hace la
narración en el documento “El fruto de la indiferencia de los gobiernos latinoamericanos”, octubre
de 1929, Sandino, El pensamiento vivo, T. I, pp. 401-403. “Para la historia de Nicaragua”, julio de 1932,
Sandino, El pensamiento vivo, T. II, p. 238. Carta de William Green a Harold Walker, 15 de marzo
de 1928, “National Archives Microfilm Publications, PamphletAccompanyingMicrocopy No. 632,
Records of theDepartment of StateRelating to InternalAffairs of Nicaragua, 1910-1929, Cortesía
Michael Schroeder, ihttp://www.sandinorebellion.com/HomePages/USDS-Docs.html. Arellano,
Guerrillero de Nuestra América, p. 93.

IX
Espiritismo y masonería
Páginas 154-176
1.  Carta a Froylán Turcios, 1 de abril de 1928, Sandino, El pensamiento vivo, T. I, p. 69.
2.  Sandino, dice Román, “ha leído mucho, con lo que se ha formado un intelecto sólido. Tiene
gran poder de intuición, según lo atestiguan sus propios hombres. Sin embargo, en mi parecer,
exagera en cuanto al valor de sus creencias teosóficas, espiritistas, rosacruces, astrológicas, y demás
complicaciones esotéricas, pero también estoy convencido de que nada de eso le resta un ápice a su
cruzada ingente. Por el contrario, quizá sin ellas no hubiera sido posible”. Román, Maldito país, p.
180. Ver también Wünderich, Sandino, una biografía, p. 53.
3.  El Siglo Espiritista, mayo y diciembre 1928 en Wünderich, Sandino, una biografía, p. 53; Hodges, In-
tellectual Foundations, p. 42.Como hemos visto, Sandino indica, en su solicitud de trabajo para la Huas-
teca de agosto de 1925, haber laborado en la New England Oil Corporation. Aviña es un personaje
interesante vinculado a las organizaciones obreras de la industria petrolera: para 1938 asume la Su-
perintendencia General de la Sección 21 del Sindicato de Trabajadores Petroleros, siendo también
nombrado por el presidente Lázaro Cárdenas a la Comisión que recomendó ese año la expropiación
de las compañías petroleras extranjeras. Ver el bosquejo biográfico de Juan Aviña en el Juan Aviña
Treviño, El evangelio universal, AP Invisible-Colegio Universal, 65 años de curación y enseñanza 1917-1982,
489
Amor, Luz, Paz y Progreso (Hospital Invisible, Tampico: 1982), pp. 407-409. Entrevista del autor con
Miguel Ángel Aviña Bravo, Director, Hospital Invisible, Ciudad Madero, 1 de mayo, 2013.
4.  Texto ‘Carta de Curación’ suministrada al autor por Juan Aviña, director Hospital Invisible, el 1
de mayo de 2013 en Ciudad Madero, Tamaulipas, México.
5.  La curiosa inclusión de Ignacio de Loyola es diferenciada de los postulados de la orden jesuita,
que por su voto de obediencia al Papa, el némesis de los librepensadores, la explican de la siguiente
manera: “A los ojos humanos aparecería como una cosa imposible que Víctor Hugo estuviera al
lado de Ignacio de Loyola, así como que Allan Kardec tuviera nexos con Ignacio de Loyola, y sin
embargo es ‘Única en su género’ la Armonía Universal, porque esos grandes directores espirituales
están unidos en la misma Central de la Luz Divina, pero sus partidarios en la Tierra, o seguidores,
guardan respetable distancia para con la Obra, pues esto NO ES ESPIRITISMO, sin dejar de reco-
nocer al del Mundo Invisible. No es culpa suya que los humanos hayan hecho mal uso de la Ciencia
Espírita, como tampoco Ignacio de Loyola tiene la culpa de los excesos del Jesuitismo, su intención
fue de Orden y Disciplina al formar la Compañía de Jesús. Lo que llaman la ciencia laica, o sea lo
del Maestro Víctor Hugo, cuyas obras servirán como obras de texto en los centros de enseñanza de
filosofía a los humanos, son propias de un Gran Maestro... no hace más que refrendar su ilustre y
augusta sabiduría que trascenderá en los siglos...” Énfasis en el original, Evangelio, p. 35.
6.  Carta de Fernando Orozco y Julio Arroyo del Centro Espírita “Luz de Oriente” a Cecilia C. de
Gómez del Hospital Invisible, 23 de diciembre de 1924. La carta lleva en el membrete, copia de car-
ta original facilitadas al autor por Miguel Ángel Aviña del Hospital Invisible. “Nacer, Morir, volver
a nacer y siempre progresar, tal es la ley” de Allan Kardec. La respuesta de la Maestra Cecilia lleva
como fecha 11 de enero de 1925.
7.  Ver el estudio de Giulio Girardi, Sandinismo, marxismo, cristianismo: la confluencia, (Centro Ecuméni-
co Antonio Valdivieso, Managua: 1987).
8.  José Antonio Ferrer Benimeli, La masonería, (Alianza editorial, Madrid: 2005), p. 95.
9.  Ver los diversos ensayos en Pedro F. Álvarez Lázaro, ed., Librepensamiento y secularización en la
Europa contemporánea, (Universidad Pontifica Comillas, Madrid: 1996) y del mismo autor, Origen, evo-
lución y naturaleza de la masonería contemporánea, (Universidad Pontifica Comillas, Madrid: 1996); Javier
Paniagua Fuentes, Breve historia del anarquismo, (Ediciones Nowtilus, Madrid: 2012), p. 74.
10.  Ricardo Melgar Bao, “El anarquismo y la cultura de las clases y minorías subalternas en el
Perú”, en Lida y Yankelovitch, eds., Cultura y política, p. 195.
11.  Marta Elena Casaús Arzú y Teresa García Giráldez, Las redes intelectuales centroamericanas: un siglo
de imaginarios nacionales (1820-1920). (F&G Editores, Guatemala: 2005., Entre quienes dijeron ser
practicantes de la teosofía o ser masones figuran dictadores como los generales Martínez en El
Salvador y Somoza García en Nicaragua, junto a colaboradores del dictador Porfirio Díaz en Méxi-
co. Carlos Gregorio López Bernal, “Alberto Masferrer, Augusto César Sandino: Antiimperialismo,
espiritualismo y utopía en la década de 1920”, Revista Complutense de Historia de América, vol. 35, 2009,
pp.87-108.
12.  Ricardo Melgar Bao, “El anarquismo y la cultura de las clases y minorías subalternas en el
Perú”, en Lida y Yankelovitch, eds., Cultura y política, p. 195. Deves Valdés y Melgar Bao, “Redes teo-
sóficas”, p. 4. El paraguayo-español Rafael Barrett se refirió a la teosofía en los siguientes términos:
“No sonriáis. Le teosofía es una religión muy razonable, o por lo menos lo quiere ser. La Sociedad
Teosófica ha adoptada esta divisa; ‘no hay religión más elevada que la verdad’. ...La teosofía moder-
na es una síntesis: es a la vez un misticismo, una metafísica y una magia. Lo que me es más simpá-
tico de la teosofía es la moral. Todos los teósofos que conozco son buenísimas personas”, Rafael
Barrett, Obras completas, (Tupac, Buenos Aires: 1943) citado Delves Valdés y Melgar Bao, “Redes
490
teosóficas”, pp. 9-10. “Socialistas, anarquistas, neo-cristianos, espiritualistas, teósofos... ¿Qué quiere
decir todo esto? ¿Qué quiere decir esta universal reacción hacia lo religioso, esta filosofía que se
vuelve sentimental y profética, esta literatura preocupada del más allá, estos poetas, historiadores
y críticos que se hacen reformadores sociales, estos propagandistas de unas bellezas que se habían
declarado inútiles? ¿Qué quiere decir este renacimiento de la inquietud, del misterio, de la sagrada
angustia salvadora de gérmenes”? Barrett, Obras completas, T. II, p. 295 citado en http://es.wikipedia.
org/wiki/Rafael_Barrett.
13.  Carta a Froylán Turcios, 1 de abril de 1928, Sandino, El pensamiento vivo, T. I, p. 69. La referencia
a Sandino y Barbieux aparece en “Historia de El Álamo, Temapache”: http://www.alamo.gob.mx/
historia/. Puede consultarse la página web de la Gran Logia : http://www.glumver.com/index.
php/logias.html. Entrevista con José Gutiérrez Magaña, Guadalajara, Jalisco, 26 de diciembre de
1980 realizada por Gregorio Selser, Archivo CAMENA-UACM, México. Sandino repite las refe-
rencias a su amigo (y maestro) Barbieux en su relato a Belausteguigoitia y Román. Alfonso de los
Reyes Villareal, Municipio Libre, Villa Cecilia, Tamaulipas, la comunidad que forja su destino, (Publicaciones
Históricas de la Huasteca, Ciudad Madero, Tamaulipas: 1999), p. 63. Wünderich, Sandino, una biografía,
p. 53 y http://www.miggarme.com/2011/10/antecedentes-historicos-de-la-masoneria.html.
14.  Los templos de la Logia de Veracruz llevan el nombre, entre otros, Francisco I. Madero, Benito
Juárez y Venustiano Carranza, Diccionario Enciclopédico de la Masonería, escrito y ordenado por Loren-
zo Frau Abrines, Tomo IV, Editorial del Valle de México, DF 1977, p.61.
15.  El regreso a Nicaragua’, Sandino, El pensamiento vivo, T. I, p.79. Ver los escritos antes citados
de Casaús Arzú y, por ejemplo, Eduardo Devés Valdés y Ricardo Melgar Bao, “Redes teosóficas
y pensadores (políticos) latinoamericanos, 1910-1930”, Foro centenario de Mariátegui, https://es.
groups.yahoo.com/neo/groups/foro_centenario/conversations/topics/10593; Berta Urías Hor-
casitas, “De moral y regeneración: el programa de ‘ingeniería social’ posrevolucionario visto a través
de las revistas masónicas Mexicana, 1930-1945”, Cuicuilco, septiembre-diciembre, año/vol. 11, no.
32, Escuela Nacional de Antropología e Historia, México, DF, p. 93.
16.  El comentario forma parte de la narración de Sandino, refiriéndose a su futura suegra durante
el ‘noviazgo’ con Blanca. Subrayado en el original. Román, Maldito país, p. 80. Informes de la Guar-
dia citados en Macaulay, The Sandino Affair, p. 215.
17.  Ramón Romero, Sandino y los yanquis, (Ediciones Patria y Libertad, Managua: 1961), pp.140-141.
Franz Hartmann (1832-1912) fue un célebre teósofo alemán, estudioso de las doctrinas de Teofras-
to Paracelso, Jakob Böhme y la tradición Rosacruz. Se le considera ocultista. En la India, Hartmann
fue discípulo de Helena Blavatsky, la fundadora de la teosofía moderna. Posteriormente, fundó
la Sociedad Teosófica en Alemania. Tradujo el Bhagavad Gita al alemán. Recibió algunas cartas de
los Mahatmas (maestros) referentes a las tareas de la teosofía en Europa Central. Fundó la Orden
Rosacruz Esotérica en 1888. Participó en varios grupos ocultas en la masonería. En sus últimos
años también estudio las doctrinas de Guido Van List. “Franz Hartmann”, Escribió Magia blanca
y magia negra (1886), Una aventura en la mansión de los adeptos rosacruces (1887), Los Elementales (1887),
Símbolos secretos rosacruces (1888), Principios de geomancia astrológica (1889) En el pronaos del templo de la
sabiduría (1890), Ciencia oculta en la medicina (1893), Entre los gnomos (1895). Wikipedia, http://es.wiki-
pedia.org/wiki/Franz_Hartmann; Hay datos biográficos en http://www.fundacionblavatsky.org/
textos/portal/alumnos/Hartmann,%20Dr.%20Franz%20.htmlhttp://esoterismo-guia.blogspot.
com/2011/08/franz-hartmann-biografia-historia.html.
18.  Copias facsimilares en Eduardo del Río, El hermano Sandino, (Editorial Grijalbo, México, D.F.:
1987), pp. 93-94. Los documentos fueron consultados en el entonces Instituto de Estudios del
Sandinismo que guardaba el archivo de Sandino.
491
19.  Los textos de la misiva costarricense y las respuestas recibidas figuran en figuran en Hurtado
González, Sandino desconocido, pp.33-41.“La mayoría de mis amigos eran liberales, y precisamente por
eso quise tener una reunión con un grupo de conservadores conspicuos, para conocer su punto de
vista. A los dos partidos les hice la misma pregunta: «¿No queréis que se vayan los norteamerica-
nos?» Y los dos contestaron sin vacilar: «No» Yo entonces les pregunté la razón, y la respuesta fue
que si los yanquis se retiraran, los liberales, que ahora están en el poder, encarcelarían o, asesinarían
a los conservadores con acusaciones falsas; y los liberales me dijeron exactamente lo mismo respeto
a los conservadores... En Costa Rica la influencia católica es muy poderosa. Mis conferencias se
dieron en el Teatro Nacional, que fue cedido gratuitamente, pero me pidieron que no mencionase
la palabra Teosofía. De modo que cada vez que surgía la palabra Teosofía, la sustituía por «idealis-
mo». Personalmente prefiero la palabra Teosofía, que significa la sabiduría de Dios. Sin embargo, la
palabra idealismo describe bien la Teosofía”.C. Jinarajadasa, “Un año de viaje por América Latina”,
versión digital biblioteca Scribd, p. 11-13, http://www.scribd.com/mobile/doc/798715580. Edwin
Sánchez, “Una sociedad que ya no es tan secreta”, El Nuevo Diario, 19 de mayor de 2008; también
El Nuevo Diario, 28 de diciembre de 2000 sobre la masonería de Anastasio Somoza y Salvador Sal-
vatierra.
20.  El primero en explorar la relación de Sandino con Trincado fue Edelberto Rivas, Sandino y sus
pares, (Editorial Nueva Nicaragua, Managua: 1983), pp. 29, 309-310. Le llama “ocultista”. Jaime
Schlittler, “César Augusto Sandino”, El Heraldo del Espiritismo, 15 de marzo de 1934, México, D.F.,
reproducido en Maracay, octubre de 1948, (Maracay, Venezuela). Copia en la colección Sandino del
Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica. Véase también Michelle Dospital, “Sandino y
la Escuela-Magnético-Espiritual de la Comuna Universal”, Cátedra, No. 1, (Managua), octubre-di-
ciembre 1991, p. 46. Otra explicación confusa es ofrecida por Hodges, Sandino’s Communism, pp. 90,
128-129.
21.  En el texto Román le llama Martín y no Joaquín. Román, Maldito país, p. 82.Articulo sobre
Joaquín Trincado Mateo en Wikipedia, http://es.wikipedia.org/wiki/Joaqu%C3%ADn_Trincado_
Mateo;  ver  también “Espiritismo estudiado, luz y verdad del universo”, http://espiritismoestudia-
do.blogspot.com/p/conocete-ti-mismo.html y “Biografía de Joaquín Trincado Mateo” en http://
emecu178.com/index.php?lang=es&Itemid=127.
22.  El texto del nombramiento de Pulgarón de octubre de 1929 y de Trincado en noviembre de
1932 se reproducen en Del Río, El Hermano Sandino, p. 129 y 133. Devés Valdés y Melgar Bao, “Re-
des teosóficas”, p. 8.
23.  El artículo 5 del reglamento explica las responsabilidades de los celadores ante las Cátedras
regionales, “Balance del Año”, La Balanza, (Buenos Aires), 1930. Navarro-Génie, Augusto “César”,
pp. 91-95; Hodges, Sandino’s Communism, p. 136.; Villanueva, Sandino en México, p. 306.
24.  Román, Maldito país, p. 82. Carta a Trincado, 22 de junio de 1931, Somoza García, El verdadero
Sandino, p.240. Carta a Joaquín Trincado, 12 de noviembre de 1932, reproducida en Del Río, El
Hermano Sandino, p. 134.
25.  Carta a Trincado, 22 de junio de 1931, Somoza García, El verdadero Sandino, p.240. Joaquim
Trincado, El Espiritismo estudiado, citado por Del Río, El hermano Sandino, p. 121. Ver el texto de
Trincado reproducido en Del Rio, El Hermano Sandino, p. 136. “Cuestionario Espirita-Racionalista
de la Escuela Magnético-Espiritual de la Comuna Universal”, http://emedelacu.webcindario.com/
cuestionario/cuestionario.htm.
26.  Joaquín Trincado, La revolución mexicana de 1913 y 1914, p.39, ( fecha de  publicación),  http://
www.scribd.com/doc/5171426/LA-REVOLUCION-DE-MÉXICO-Y-EL-CRIMEN-DE-NOR-
TEAMERICA; http://es.wikipedia.org/wiki/Joaqu%C3%ADn_Trincado_Mateo.
492
27.  Joaquín Trincado, El primer rayo de luz, (Segunda edición, Buenos Aires: 1932. Primera edición
en 1922), p. 172. http://www.scribd.com/doc/94320019/Primer-Rayo-De-Luz-Joaquin-Trincado.
El Heraldo del Espiritismo, México, 1 de marzo de 1928 citado en Michelle Dospital, “Sandino y la
Escuela Magnético-Espiritual de la Comuna Universal”, Cátedra, No. 1, octubre-diciembre, 1991,
p. 46. “Párrafo II, El patriotismo es Ley Ineludible”, El Espiritismo estudiado, (Buenos Aires,1921),
versión pdf. pp. 122-124.
28.  “Cuestionario Espirita-Racionalista de la Escuela Magnético-Espiritual de la Comuna Univer-
sal”, http://emedelacu.webcindario.com/cuestionario/cuestionario.htm; Trincado, Cinco amores.
Hodges también dice que Trincado conocía el texto de Proudhon sobre la propiedad, utilizando las
mismas expresiones idiomáticas. Hodges, Sandino’s Communism, p. 9.
29.  Joaquín Trincado, El Espiritismo en su asiento, parte I, pp. 119-120, versión pdf. (publicado ini-
cialmente en 1929), http://bibliotecajtrincado.tripod.com/elespiritismoensuasiento.pdf. “Que por
iniciativa del Ejecutivo emita el Congreso Nacional una Ley por la que sea reconocida a las mujeres
el derecho al mismo salario que a los hombres, por igual trabajo ejecutado, reglamentándose debi-
damente el trabajo de las mujeres de acuerdo con las condiciones físicas propias de la mujer”. Bases
del Convenio que se propone al general José María Moncada par que se constitucionalice como
Presidente de la República de Nicaragua en el periodo de 1929 a 1932”, 6 de enero de 1929, Sandino,
Pensamiento político, 300-301.
30.  “España, descubriendo la otra mitad del mundo, haciéndolo, redondo, para que caminara, pues-
to que siendo plano o cuadrado, no podía rodar. No podemos dudar de que la Suprema Ley ha de
encargar de la ejecución de sus decretos al que en la ley de los destinos le corresponde. No podréis
probar tampoco que hay otro hecho espiritual y material en la historia que el realizado por España.
Y no podéis dejar de admirar la precisión de los hechos de esa ley de que, habiendo de llegar ese
descubrimiento, naciera un Cervantes que, de la gran jerga de dialectos, hiciera los fundamentos de
un idioma fértil, fuerte y fácil, para que las carabelas lo llevaran, como semilla inmortal y fecunda, a
unos dominios mayores... Hasta que España, o sus hijos, no dirá al mundo «La Comuna de Amor y
Ley» es el régimen Universal, no será. Pero como ya lo han anunciado los hombres, aun sin poseer
el secreto del «Código de Amor Universal», ya se lanza a la conquista, aún a costa de sus vidas. Y es
porque aún hay mucho que depurar en el mismo pueblo y es necesario que se depuren los hombres,
que apaguen sus odios, se desfoguen y hagan familiar al nombre único de hermano; y lo van hacien-
do, por el amor con la igualdad de derechos y obligaciones, que supone la verdadera fraternidad”.
Trincado, Cinco amores, p. 134, 185.
31.  El reportaje de Ramiro Molla Sanz apareció en varios medios norteamericanos entre ellos el
Brooklyn Eagle (Nueva York) del 12 de junio de 1931. Rosendo Izaguirre, Martínez Rodríguez Mar-
tínez, compiladores., Sandino y los U. S. marines: reportes de los agregados militares y comandantes marines en
acción, (Omni Editores: Tegucigalpa: 2000), p. 141 y “Declaraciones a la prensa Mexicana reportadas
por la división de inteligencia de los Marines (G-2), 31 de enero de 1930”, http://www.sandinore-
bellion.com/images/Top100/DSC00499.JPG.
32.  “Conversaciones con Ramón de Belausteguigoitia”, (febrero, 1933), Sandino, El pensamiento vivo,
T. II, p. 300-301.
33.  “Manifiesto a los hombres de nuestro departamento leonés”,15 de septiembre de 1931, Sandino,
El pensamiento vivo, T. II, p. 198. El texto original aparece en “Atlantic Coast, 1931”, Página 8, no. 20,
http://www.sandinorebellion.com/eastcoast/EC1931A-p8.html. Este documento importante y
relativamente desconocido, junto a la relación entre el EDSNN y las poblaciones costeñas, lo abor-
da Michael Schroeder, “Cultural geographies of grienvance and war: Nicaragua’s Atlantic Coast
region in the first Sandinista revolución, 1926-1934”, Dialectic Anthroopoly, (2012), Vol. 36, pp. 161-
493
196, publicación en internet, http://download.springer.com/static/pdf/31/art%253A10.1007%-
252Fs10624-012-9272-z.pdf ?auth66=1399989189_c4fd2e006c01c0c570e778c1c13f311b&ext=.
pdfExpediente.
34.  Referéndum básico para la Unión Hispano-Américo-Oceánica http://www.monografias.com/
trabajos57/lucha-religiosa/lucha-religiosa2.shtmlCarta de Sandino a Trincado del 22 de junio de
1931 en Somoza, El verdadero Sandino, p. 238-240.
35.  Al proclamarse abiertamente de comunista racionalista, Sandino probablemente sintió dar
cumplimiento a uno de los mandatos Trincado: “¿Te avergüenzas de llamarte Espiritista-Raciona-
lista, como te enseña esta escuela? Pues reniegas de tu ser, y “no puede ser que no seas”. Tienes tu
luz apagada, Trata de encenderla pronto, en el Espiritismo Luz y Verdad. Trincado, Cinco Amores, p.5;
Carta a Hilario Chavarría, 12 de mayo de 1931, Somoza, El Verdadero Sandino, pp. 227-231; versión
incompleta en Sandino, El pensamiento vivo, T. II, pp. 174-176.
36.  “Respuesta a C.G. Carter, M.D.”, 30 de mayor de1933, Isaguirre y Martínez, Reportajes, p. 484.
Navarro-Génie, Augusto “César” Sandino, p. 128; Somoza, El verdadero Sandino, p. 240. Otra versión
dice que el oro seria entregado al delegado que enviara la escuela. Carta de Jaime Schlittler (pre-
suntamente a Trincado), 27 de febrero de 1934, reproducida en Marcay, Órgano de la Unión Hispano
Américo Oceánica, Sub-comisión ‘Simón Bolívar’, (Maracay, Venezuela), Octubre de 1948, p. 25. Co-
lección Sandino, Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica, Universidad Centroamerica-
na, Managua.
37.  Reportaje de Ramiro Molla Sanz en el Brooklyn Eagle (Nueva York) del 12 de junio de 1931;
Joaquín Trincado, Filosofía Austera Racional, http://filosofia-doctrina-y-ciencia.over-blog.es/pa-
ges/-el-socialista-jesus--2249333.html.
38.  Belausteguigoitia, Con Sandino, pp. 130-132.

X
San Albino
Páginas 177-210
1.  “Interesante Reportaje Hecho al Sr. Ingeniero don Camilo Castellón sobre La Carretera Li-
may-San Albino”, El Centroamericano, (León), 22 de Marzo de 1922, Top 100, Documento 1, http://
www.sandinorebellion.com/Top100pgs/Top100-p1a.html.
2.  Los datos sobre Butters y la producción de San Albino se hacen en base a la investigación de
Larry Miles en diversos archivos norteamericanos. http://www.larrymylesreports.com/san_albi-
no_feb.htm. Extractos del escrito del Charles Butters, “Resumen: Por qué compré San Albino”,
Biblioteca Huntington (San Marino, California), citado por Miles, Larry Miles Reports. Hoy en día
la mina de Sal Albino continua siendo de propietarios extranjeros y con capacidad de producir entre
10 y 15 mil onza troy. “Todos miran a la minería nica”, La Prensa, (Managua), 6 de agosto de 2014.
3.  “En San Albino se explota inicuamente a los operarios”, Diario Moderno, Año XVII, No. 2008,
Managua, 2 de septiembre de 1927, p. 1.”Informe adicional sobre la toma de las minas norteame-
ricanas del distrito de Pis Pis, Nicaragua”, en “Informe sobre los eventos en la mina Neptuno”, S.
Gray, 17 de mayor de 1928, Atlantic Coast 1928A, página. 6, Nos. 8-10,http://www.sandinorebe-
llion.com/EastCoast/EC1928A-p6.html.
494
4.  Román, Maldito país, pp. 48-49. En carta al “Jefe Director” de la Guardia Nacional General Cal-
vin Mathews, Butters admite haber dejado una deuda de 50 mil dólares. Carta de Butters al general
Calvin Mathews, 16 de noviembre de 1931, Top 100, Documento 2, http://www.sandinorebellion.
com/Top100pgs/Top100-p2a.html. Thomas O’brien, The Revolutionary Mission: American Enterprise
in Latin America, 1900-1945, (Cambridge University Press: Cambridge, Ma.: 1999), pp. 74-75.
5.  Testimonio de Ardón Molina, IES, Ahora sé, pp. 28-29.
6.  Román, Maldito país, p. 49.
7.  Declaración de Charles Butters, 21 de junio de 1927, texto original en inglés, http://www.sandi-
norebellion.com/Top100pgs/Top100-p2a.html.
8.  Butters mantuvo que su inversión fue de 500 mil dólares “Datos desconocidos sobre Sandino”,
Diario Moderno, Managua, Ano 15, No. 1986, 5 de agosto de 1927, New-Documents, Diario Moderno,
http://www.sandinorebellion.com/NewsDocs/DiarioModerno1927-1.html.  A  la Embajada nor-
teamericana indica que son 700,000. Eberhardt al Secretario de Estado, 30 de junio de 1927, FRUS,
1927, III, p. 440.
9.  Carta al Jefe del Destacamento de Marinos en Jinotega, 24 de mayo de 1927, Sandino, El pen-
samiento vivo, T. I, pp. 112-113. Sandino a Manuel Echeverría, 2 de julio de 1927, EDSN 27.07.2c,
http://www.sandinorebellion.com/EDSNDocs/thru1927/edsn270702c.html; “Sandino dio liber-
tad a los dos marinos, cinco mil dólares en oro puro”, Diario Moderno, Managua, 4 de agosto de
1927, Año XV, No. 1985, http://www.sandinorebellion.com. Se da la cifra de 4 mil dólares en
Castillo, Libro de Sandino, pp. 33-34. Wünderich afirma que Sandino, al casarse con Blanca, “quiso
ocultar el lado indio de su propia procedencia”. La denominación de la moneda y la afirmación de
su condición de indohispano indicaría lo contrario. Wünderich, Sandino, p. 70.
10.  En El Jícaro desbandaron a Sandino”, Diario Moderno (Managua), 31 de julio de 1927, No. 1982,
http://www.sandinorebellion.com/NewsDocs/DiarioModerno1/DM-270731-P1.jpg. Informe de
patrulla a Murra, Teniente L. G. Bruce, dirigida al comandante del destacamento de marines en
El Jícaro, 17 de agosto de 1927, PC 27.08.27, http://www.sandinorebellion.com/pcdocs/1927/
PC270818-Bruce.html;  “El  Mayor Floyd seguirá una investigación en San Albino”, Diario Mo-
derno, 3 de agosto de 1927, Año XV, No 1984, http://www.sandinorebellion.com/NewsDocs/
DiarioModerno1/DM-270803-p1.jpg. Carta de Charles Butters a Sandino por medio de Pedro C.
Zepeda, 21 de junio de 1930, y Butters al general C. B. Mathews, 16 de febrero de 1932, Top 100,
Documento 2, http://www.sandinorebellion.com/images/SanAlbino-DanPlazak/Butters-Sandi-
no-21June1930-a.jpg y http://www.sandinorebellion.com/images/SanAlbino-DanPlazak/But-
ters-Matthews-16Feb1932.jpg La versión de Butters es relatada en Clark C. Spence, Mining Engineers
& the American West: the Lace-Boot Brigade, 1849-1933 (Yale University Press New Haven:, 1970), p.
288.
11.  Carta a Arnoldo M. Ramírez, 17 de junio de 1927, reproducida en Bendaña, Mística de Sandino,
p. 203. Eberhardt al Secretario de Estado, FRUS, 1927, III, p. 440.
12.  Entrevista de Alejandro Pérez Bustamante, Timothy C. Brown, editor, When the AK-47s, pp.
57-61.
13.  Diario Moderno (Managua), 2 de agosto de 1927, p. 1, NEWS-DOCS, http://www.sandinorebe-
llion.com/NewsDocs/DiarioModerno1/DM-270611-p1.jpg.
14.  IES, Ahora sé, p. 30. Ver también Michael Schroeder, The Sandino Rebellion Revisited, Michael
Gilbert, Michael Joseph, Catherine LeGrand, Ricardo Donato Salvatore, Close Encounters of Empire:
Writing the Cultural History of U.S.-Latin American Relations, (Duke University Press, North Carolina:
1998), pp. 219-220. IES, Ahora sé, p. 23-26, 29.
495
15.  Declaración de Enrique Sánchez, “Capturado por los bandoleros”, 15 de julio de 1932, (tra-
ducción del inglés), Top 100, Documento 89, http://www.sandinorebellion.com/Top100pgs/
Top100-p89.html.
16.  Capitán L. B. Reagan, “Captura del general Manuel María Jirón Ruano y de la información
obtenida”, parte del expediente “Declaración del general Jirón antes de su ejecución por Hanneken
y Escamilla con transcripción del consejo de guerra. Top 100, Documento 27, http://www.sandi-
norebellion.com/Top100pgs/Top100-p27.html“Importantes revelaciones que hace un ex-jefe san-
dinista mexicano que anduvo con el General Augusto C. Sandino”, El Pueblo, (Managua), 14 y 18
de marzo de 1934; El Comercio, 9 de marzo de 1929 y el despacho norteamericano en http://www.
sandinorebellion.com/images/Top100/DSC00473.JPG. Román, Maldito país, pp. 130-131.Sobre el
asesinato de Girón Ruano”, 2 de marzo de 1929, Sandino, El pensamiento vivo, T. I, p. 321; en la ver-
sión de Santos López, Ruano iba enfermo, lo cual es cierto, e iba acompañado, siendo capturado en
combate, torturado y posteriormente ahorcado, que no fue el caso. “Fue un hombre muy valiente y
decidido... que peleó con ardor contra los invasores”, IES, Ahora sé, p. 206.
17.  “Carta al coronel Abraham Rivera, 22 de febrero de 1931, Sandino, El pensamiento vivo, T. II,
p. 162. El texto completo de la carta se reproduce en Somoza, El verdadero Sandino, pp. 208-210.
Comunicación al general Echeverría, 5 de enero de 1928, EDSN 28.01.05b, http://www.sandino-
rebellion.com/EDSNDocs/1928a/edsn280105b.html.
18.  IES, Ahora sé, pp.168-169, 286.
19.  José María Moncada, Estados Unidos en Nicaragua, (Tipografía Atenas, Managua: 1942), pp. 23-
24, 27.
20.  Manifiesto, Castillo, El libro, p. 115. Manifiesto, Sandino, El pensamiento vivo, T. I, p.118.
21.  Carta al Dr. Castillo, 26 de agosto de 1927, Sandino, El pensamiento vivo, T. I, p. 137. Carta a Ar-
noldo Ramírez, 17 de junio de 1927, Bendaña, Mística de Sandino, p. 203. http://www.sandinorebe-
llion.com/EDSNDocs/thru1927/edsn270617.html.
22.  Carta al Dr. Castillo, 26 de agosto de 1927, Sandino, El pensamiento vivo, T. I, p. 137. Sandino no
utiliza el concepto de puritano en el sentido religioso desarrollado en el Reino Unido durante el
siglo XVI sino como adjetivo que deriva del ingles puritan empleado para calificar a la persona “que
defiende y difunde su apego a las reglas morales consideradas como virtuosas y aceptadas por la
mayoría de la sociedad” (www.defincion.de/puritana).
23.  “American Supervision of Elections in Nicaragua”, Foreign Policy Association, T. II, No. 21 (Nue-
va York: 1930).
24.  Salomón de la Selva, “Sacasa y Sandino–Cotejando Noticias”, La Tribuna (Managua), 10 de
enero de 1929, http://www.sandinorebellion.com/BibLit/SdelaS/290110.jpg.
25.  Macaulay, The Sandino affair, p. 30. Carta de Francisco Sequeira Cabuya, Jefe de las divisiones
de Occidente, a Henry S. Stimson, 27 de abril de 1927, http://www.sandinorebellion.com/ima-
ges/Top100/Stimson/DSC01534.JPG; Teniente C.J. Chappell, Informe sobre el choque en La Paz
Centro, 27 de mayo de1927, http://www.sandinorebellion.com/PCDocs/1927/PC270519-Cha-
ppell.html. Macaulay, The Sandino Affair, p. 47.
26.  “Pauta para la organización...”, 2 de septiembre de 1927, Sandino, El pensamiento vivo, T. I, p. 141.
“Interesante relato sobre la vida que se pasa en Nueva Segovia y lo sucesos en Ocotal”, Diario Mo-
derno (Managua), 12 de agosto de 1927, Año XVII, No. 1991, http://www.sandinorebellion.com/
NewsDocs/DiarioModerno1/DM-270817-P1.jpg.
27.  La primera versión aparece en Castillo, Libro de Sandino, p. 114 y la segunda en Manifiesto, San-
dino, 1 de julio de 1927, Sandino, El pensamiento vivo, T. I, p. 117. Comunicado, 9 de enero de 1930,
Sandino, El pensamiento vivo, T. II, p. 47. Existen diversas versiones del Manifiesto. Utilizamos aquella
496
que hace referencia explícita a su pertenencia de la clase trabajadora vinculándola con su estatus de
artesano (Castillo, El libro de Sandino, pp. 114-117). Que el termino trabajador ya no aparezca en la
versión anterior indica la reserva con que Sandino usualmente guarda sus convicciones socialistas
reiterándolas en comunicaciones de otro carácter, como por ejemplo, su carta a Berta Munguía, 22
de octubre de 1927, (Sandino, El pensamiento vivo, T. I, p. 167-168) en que vuelve a vincular obreros
con artesanos.
28.  Torres Rojo, “Semántica política de indoamérica”, p. 234. Carta a Berta Munguía, 22 de octubre
de 1927, Sandino, El pensamiento vivo, T. I, p. 167.
29.  Carta a Arnoldo Ramírez, 17 de junio de 1927, http://www.sandinorebellion.com/EDSN-
Docs/thru1927/edsn270617.html.
30.  Manifiesto, 1 de Julio de 1927, Sandino, El pensamiento vivo, T. I, p. 119.
31.  “A mis compatriotas nicaragüenses”, circa 14 de Julio de 1927, Sandino, El pensamiento vivo, T. I,
p. 125.
32.  “Manifiesto”, 1 de julio de 1927, Sandino, El pensamiento vivo, T. I, p. 120.
33.  Versión en Sandino, El pensamiento vivo, T. I, p. 115. En la otra versión dice “pero mi ideal”, que es
aun más contundente por ser un objetivo y no una descripción de sentimiento; dice también “exigir
justicia” en vez de “hacer justicia”, que son dos cosas distintas.“A mis compatriotas nicaragüenses”,
circa 14 de Julio de 1927, Sandino, El pensamiento vivo, T. I, p. 125.Carta a Berta Munguía, 22 de octu-
bre de 1927, Sandino, El pensamiento vivo, T. I, p. 167.“Manifiesto Político” es el nombre que Sandino
originalmente diera al documento. Posteriormente fue conocido como “Manifiesto” o “Manifiesto
de San Albino”. Sandino, El pensamiento vivo, I, p. 117.
34.  Carta a Berta Munguía, 22 de octubre de 1927, Sandino, El pensamiento vivo, T. I, p. 167.
35.  “A mis compatriotas nicaragüenses”, circa 14 de Julio de 1927, Sandino, El pensamiento vivo, T. I,
p. 123.
36.  “You can fool all people some of the time, some people all the time, but you can’t fool all of
the people all of the time”.

XI
Las redes literarias
Páginas 211-236
1.  Román, Maldito país, p. 72. Secretario de Estado Kellogg al Ministro en Managua, 18 de julio de
1927, Eberhardt al Secretario de Estado, 20 de julio de 1927, United States Department of State,
Papers Relating to the Foreign Relations of the United States, 1927, III, p. 440-441, (FRUS) http://digital.
library.wisc.edu/1711.dl/(FRUS).
2.  Carta a Arturo Baca, 29 de enero de 1927, EDSNN 27.01.29, http://www.sandinorebellion.
com/EDSNDocs/thru1927/edsn270129.html. “Informe sobre el combate de Ocotal”, 17 de julio
de 1927, “A mis compatriotas nicaragüenses”, circa 14 de julio de 1927, Sandino, El pensamiento vivo,
T. I, p. 123-126, 132.
3.  Carta publicada en Repertorio Americano, XV, núm. 22 (diciembre de 1927), p. 340, citada por
Funes, “Froylán Turcios”, p. 189. Otra versión de la carta aparece en Sandino, El pensamiento vivo,
T. II, p. 153-154. El borrador de la carta aparece solamente en inglés en los archivos norteameri-
canos: http://www.sandinorebellion.com/EDSNDocs/thru1927/edsn270924a.html. “Combates
497
de Ocotal, San Fernando y Los Calpules”, 1 de agosto de 1927, Sandino, El pensamiento vivo, T. I,
p. 134-136. Carta a Froylán Turcios, 8 de septiembre de 1927, Sandino, El pensamiento vivo, T. I, p.
281.“Froylán Turcios”, Biografías y vidas, http://www.biografiasyvidas.com/biografia/t/turcios.
htm y http://es.wikipedia.org/wiki/Froylán_Turcios.
4.  Carta a Froylán Turcios, 8 de septiembre de 1927, Sandino, El pensamiento vivo, T. I, pp. 146-147.
Carta a Blanca de Sandino, 6 de octubre de 1927, Sandino, El pensamiento vivo, T. I, p. 157. Comuni-
cación al general Manuel Echeverría, 3 de enero de 1927, EDSNN 29.01.03c, http://www.sandino-
rebellion.com/EDSNDocs/1928a/edsn280103c.html. Carleton Beals, Banana Gold, (traducción de
Luciano Cuadra, Editorial Nueva Nicaragua, Managua: 1983) p. 70.
5.  Carta de Sandino a Turcios publicada en Repertorio Americano, 22 (diciembre de 1927), p. 340,
citada en Funes, “Froylán Turcios”, p. 189. Gilbert, Junto a Sandino, p. 30.
6.  María del Carmen Díaz Vázquez, “Intelectuales centroamericanos y el México posrevoluciona-
rio (1920-1930)”, Latinoamérica, Revista de Estudios Latinoamericanos, Centro de Investigaciones sobre
América Latina y el Caribe, No. 46, 2008, pp. 119-139. Por ejemplo, Romain Rolland, “Las vidas de
Ramakrishna y de Vivekananda”, publicado en el Repertorio Americano, Semanario de Cultura His-
pánica, Tomo XXI, No. 11, Año XII, No. 507, (20 de septiembre de 1930) y Víctor Raúl Haya de
la Torre, “Romain Rolland y la América Latina”, Repertorio Americano, Vol. 14, No. (16 de marzo de
1927) Véase también Marta Elena Casaús Arzú y Teresa García Giráldez, Redes intelectuales centroame-
ricanas: un siglo de imaginarios nacionales (1820-1920), (F&G Editores, Guatemala: 2005) y Marta Elena
Casáus Arzú “La representación de los intelectuales y de la recepción de nuevas ideas en América
Central”, Boletín, Asociación para el Fomento de los Estudios Históricos en Centroamérica, No. 41,
julio, 2009, disponible en internet http://www.afehc-historia-centroamericana.org/index.php?ac-
tion=fi_aff&id=2199.
7.  Repertorio Americano, Wikipedia, http://es.wikipedia.org/wiki/Repertorio_Americano; Manuel
Antonio Solís Avendaño, Alfonso González O., La identidad mutilada: García Monge y el Repertorio
Americano 1920-1930, (Editorial Universidad de Costa Rica, San José: 1998), pp. 67-68. Enrique
Camacho Navarro, Los usos de Sandino, (UNAM, México, D.F.: 1991), p. 36.
8.  Roberto Sosa, Froylán Turcios, El álbum secreto de Froylán Turcios, (Litografía López, Tegucigalpa:
2011) citado por Patricia D’Arcy Lardizábal, “Álbum secreto de Froylán Turcios”, La Tribuna (Te-
gucigalpa), 26 de febrero de 2012.
9.  Originalmente publicado en Repertorio Americano, no. 14 (1928), p. 216. Gabriela Mistral, Poesía
y prosa, Jaime Quesada, ed., Caracas, (Biblioteca Ayacucho, Caracas: 1993), pp. 422-423; Funes ex-
plica: “He aquí presentes dos ideas propias del “arielismo”: una, la de señalar en los norteamerica-
nos el “calibanismo”, su inclinación hacia lo material, su “lujuria de poseer”; la otra, el referirse al
enfrentamiento de razas. Funes, “Froylán Turcios”, p. 191. Sobre la red heterogénea que adopta la
lucha de Sandino ver, Eduardo Devés Valdés, “La red de pensadores latinoamericanos de los años
1920: relaciones y polémicas de Gabriela Mistral, Vasconcelos, Palacios, Ingenieros, Mariátegui,
Haya de la Torre, el Repertorio Americano y otros mas), Boletín Americanista, No. 49, 1999, (Universidad
de Barcelona, Cátedra de Historia de América), Ediciones Universitat Barcelona: 1999), pp.75-78.
Debe ser leída en conjunción con el trabajo de Ricardo Melgar Bao, “Cominternismo intelectual:
Representaciones redes y practicas político-culturales en América Central, 1921-1933, Revista Com-
plutense de Historia de América, 2009, vol. 35, pp. 135-139, y los diversos trabajos de Marta Casaús
Arzú.
10.  Citado en Camacho Navarro, Los usos de Sandino, p. 36, 38. Sobre el Repertorio Americano véase:
Jussi Pakkasvirta ¿Un continente, una nación? Intelectuales latinoamericanos, comunidad política y las revistas
498
culturales en Costa Rica y en el Perú (1919-1930) (Helsinki, Academia Scientiarum Fennica, 1997), pp.
139-166 y Rafael Cuevas Molinas, Sandino y la intelectualidad costarricense: nacionalismo y antiimperialismo
en Costa Rica y Nicaragua (1927-1934), (EUNED, San José: 2008).
11.  Lejeune Cummings, Don Quijote en burro, (Editorial Nueva Nicaragua, Managua: 1983), p. 150.
12.  Erica Beckman, “Cuando los presidentes eran poetas”. Le Monde Diplomatique en español, Año
XIX, No. 229, noviembre de 2014, pp. 22-23. Camacho Navarro, Los Usos..., p. 39. Carta de Henri
Barbusse al general Sandino, julio de 1928, Repertorio Americano, XVII, No. 17, 3 de noviembre de
1928.
13.  GN-2, Nota No. 1, del 5 de febrero de 1929”, Top 100, Documento 28, http://www.sandino-
rebellion.com/Top100pgs/Top100-p28.html.
14.  Claire Pailler, “Cuando la epopeya se le adelanta a la historia: el caso de Augusto César Sandi-
no”, Boletín AFEHC, No. 42, 4 de septiembre de 2009, disponible en: http://afehc-historia-centro-
americana.org/index.php?action=fi_aff&id=2250.
15.  “Situación Sandino”, 24 de agosto de 1928, Documento 95, página 2, no 6 y 7. “Situación San-
dino”, 12 de enero de 1928, http://www.sandinorebellion.com/Top100pgs/Top100-p95B.html y
Top 100, Documento 95, no 49 y 50; “Cambio en la situación de Sandino”, 9 de julio de 1928,
Izaguirre y Martínez, Sandino y los U.S. Marines, pp. 185-186.Informe G-2 “Carta de Froylán Turcios
a Sandino (traducción)”, 31 de mayo de 1928 y 9 de julio de 1928, “Informe sobre la situación
Sandino, Documento 95, página 1, no 28 y 30, http://www.sandinorebellion.com/Top100pgs/
Top100-p95.html.
16.  Izaguirre y Martínez, Sandino y los U.S. Marines, pp. 187-190. Textos originales:  http://www.
sandinorebellion.com/images/Top100/DSC00356.JPG,  con subrayado en original. “A los segui-
dores de Sandino”, 30 de agosto de 1928, RG65/77/2953, http://www.sandinorebellion.com/
images/Top100/DSC00411.JPG.
17.  Ver por ejemplo el cuento “Un niño hombre”, escrito por Sandino y remitido a Turcios alrede-
dor de septiembre de 1928”, Sandino, El pensamiento vivo, T. I, p. 281. Carta a Óscar Sandoval y otros,
4 de mayo de 1928, Sandino, El pensamiento vivo, T. I, p. 260. Posiblemente la única vez que Sandino
emplea el término “indolatino”. Vuelve al “indohispano” al final de la comunicación. Carta a Fro-
ylán Turcios, 10 de junio de 1928, Sandino, El pensamiento vivo, T. I, pp. 272. El término indohispano
utilizado por Sandino refleja también la visión de Bolívar: “no somos europeos, no somos indios,
sino una especie media entre los aborígenes y los españoles” que aparece en el discurso de Angos-
tura en que también habla del establecimiento del “poder moral”.
18.  Cartas a Froylán Turcios, 23 de enero y 8 de mayo de 1928, Sandino, El pensamiento vivo, T. I, pp.
231-232, 262-263.
19.  Carta a los gobernantes de América, 4 de agosto de 1928, Sandino, El pensamiento vivo, T. I, pp.
276-279. Jürgen Buchenau, “Calles y el movimiento liberal en Nicaragua”, Boletín, No. 9, marzo de
1992, Secretaria de Educación Pública y Fondo de Cultura Económica, México, D.F.: 1992.
20.  “Fines del EDSNN”, 1 de agosto de 1928, Sandino, El pensamiento vivo, T. I. 273. Carta a Turcios,
20 de noviembre de 1928, Sandino, El pensamiento vivo, T. I, pp. 287-288 y cartas de Turcios del 17 y
28 de diciembre de 1929, Sandino, El pensamiento vivo, T. I, pp. 306-308. Somoza, El verdadero Sandino,
pp. 112-113. Funes, “Froylán Turcios”, p. 199.
21.  “Nosotros permaneceremos en armas mientras el gobierno sea conservador, y entregaremos
las armas solamente a un gobierno liberal, aún cuando no seamos partidarios de él, y después bus-
caremos en el campo de la lucha civil, al verdadero patriota que pueda dar nuevas orientaciones a los
asuntos de nuestra afligida madre, Nicaragua”. Manifiesto al pueblo nicaragüense, 26 de agosto de
499
1927, Sandino, El pensamiento vivo, T. I, p. 138. Carta de Turcios a Sandino, 29 de diciembre de 1928,
Sandino, El pensamiento vivo, T. I, pp. 308. Torres Rivas señala la existencia del documento chantajista,
Sandino y sus pares (Editorial Nueva Nicaragua, Managua, 1983), pp. 158-159. G-2, Informe sobre
situación Sandino”, 28 de enero de 1929, Documento 95, página 3, no 1 y 2. http://www.sandino-
rebellion.com/Top100pgs/Top100-p95C.html.
22.  La referencia es al periodista Max Jordan, “La leyenda de Sandino”, del Berliner Tageblatt, 22 de
diciembre de 1929, citado por McPherson, The invaded, p. 218 y 332.G-2, Informe Situación Sandi-
no, 12 de enero de 1929, (agregado militar en Tegucigalpa), texto traducido en Izaguirre y Martínez,
Sandino y los U.S. Marines, pp. 300-301.
23.  Froylán Turcios, Memorias, (Editorial Universitaria, Tegucigalpa: 1980), p. 344; ver también el
análisis análogo de Funes, “Froylán Turcios”, p. 201. Carta a Hernán Laborde, 2 de enero de 1930,
Sandino, El pensamiento vivo, T. II, p. 32.
24.  Román, Maldito país, p. 127.-128. Carta de Turcios a Sandino, 17 de diciembre de 1928, en So-
moza, El verdadero Sandino, pp. 112-113. Existe un buen estudio pormenorizado de José Antonio
Fuentes, “Froylán Turcios
y la campaña a favor de Sandino en la revista Ariel (1925-1928)”, Cua-
dernos Americanos, 133 (México, 2010/3), pp. 181-208 y Navarro-Génie, Augusto “César” Sandino, pp.
53-56.
25.  Gilbert, Con Sandino, pp. 142-143. Ver la carta del 22 de noviembre de 1929 de Turcios a San-
dino, y la respuesta de este fechada el 18 de diciembre del mismo año en “La traición de Froylan
Turcios”, El Libertador, Año 2, No. 22,(julio de 1929) p. 3.
26.  Isidro Favela, Antología del pensamiento universal, (UNAM, México: 1959), p. 607. El extracto
relativo a Sandino puede consultarse en http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/6/2700/105.pdf.
27.  Sandino, El pensamiento vivo, T. I, p. 258. La nota se reproduce en inglés en Augusto C. Sandino,
Sandino, the Testimony of a Nicaraguan Patriot (1921-1934), (Princeton University Press: 2014), pp. 192-
193; “Comunicado”, 9 de enero de 1930, Sandino, El pensamiento vivo, T. II, p. 46.
28.  “Informe sobre la intranquilidad en Guanacaste, Costa Rica, por la situación política de Ni-
caragua”, 12 de julio de 1928 (agregado militar interino en San José), Rosendo Izaguirre, Martínez
Rodríguez Martínez, compiladores., Sandino y los U. S. marines: reportes de los agregados militares y coman-
dantes marines en acción, (Omni Editores: Tegucigalpa: 2000), pp. 190-191.
29.  Marta Elena Casáus Arzú “La representación de los intelectuales y de la recepción de nue-
vas ideas en América Central”, Boletín, Asociación para el Fomento de los Estudios Históricos en
Centroamérica, No. 41, Julio, 2009, http://www.afehc-historia-centroamericana.org/index.php?ac-
tion=fi_aff&id=2199.
30.  El comentario crítico lo hace el influyente diario La Nación de Buenos Aires del 26 de enero de
1929 recogido en Managua por El Comercio el 29 de enero y 13 de febrero de 1929 bajo los titulares
“El ídolo de Sandino se derrumbó en México” y “Turcios dice que Sandino es un verdadero far-
sante”.http://www.sandinorebellion.com/images/Top100/DSC00462.JPG. “Reportaje del diario
argentino La Nación sobre el rebelde de las Segovias”, en El Comercio, Managua, 29 de enero de
1929 y “La prensa mexicana contra Augusto C. Sandino” refiriéndose a El Universal, El Comercio,
publicados en la capital mexicana, 1 de febrero de 1929.
31.  “Sandino en México”, El Libertador, Vol. II, No. 22, (julio de 1929), p.2. También el artículo
de Bertran Wolfe con el seudónimo Audifaz, “Basta de ‘Razas’”, El Libertador, I, No. 1, (marzo de
1925), p. 9.
500

XII
Las fuerzas de izquierda
Páginas 237-280
1.  “Sandino’s Brother in Hiding Here in fear of Arrest, Rebel’s Compatriot Says”, The Brooklyn
Daily Eagle, (Brooklyn, New York), 8 de enero de 1928, p. 20.
2.  “Bashful Sócrates Sandino, Nicaraguan Rebel’s Brother, Does not enjoy Sudden Fame” (“So-
crates Sandino apenado, hermano del rebelde nicaragüense, no disfruta de súbdita fama”), Brooklyn
Eagle, 22 de enero de 1928, p. 56. Articulo “EE.UU. es el gran carnicero y no el gran hermano”,
Daily Worker, (Nueva York), aparece una foto de Sócrates, 1 de febrero de 1928, y “Apoyen a San-
dino, dicen los antiimperialistas, Daily Worker, 9 de enero de 1928. Carta del Director del FBI (J.
Edgard Hoover) a Robert Kelley, Jefe del departamento de Europa del este, 24 de febrero de 1928.
Expediente sobre la Liga Antiimperialista, en http://vault.fbi.gov/All%20American%20Anti%20
Imperialist%20League%20/All%20American%20Anti%20Imperialist%20League%20Part%20
1%20of%201/at_download/file.
3.  “Informe de agente del FBI en Nueva York sobre Partido de Trabajadores (Comunista), 28 de
enero de 1928, vault.fbi. Richard Grossman, “Solidarity with Sandino: The Anti-Interventionist and
Solidarity Movements in the United States, 1927-1933”, Latin American Perspectives, Vol. 36, No. 67,
pp. 67-79. Informe de la delegación latinoamericana, VI Congreso de la IC, Informe y discusiones, Segunda
parte, Cuadernos de Pasado y Presente, No. 67, Siglo XXI Editores, Mex.: 1978), p. 318. “Boston pre-
vents brother Sandino visiting Bunker”, (“Boston impide que hermano de Sandino visite Bunker”)
Times Herald, (Olean, New York), 17 de mayo de 1928. p. 8.
4.  Tras la entrevista con Sandino, Beals llegó a Managua donde fue recibido como un personaje
por medios, políticos y funcionarios norteamericanos. “La primera entrevista con Sandino” y “La
entrevista de Beals con Sandino en los campamentos de Sandino”, La Noticia, (Managua) 10 y 11
de febrero de 1928, aparece en primera plana con fotos tomadas por Beals en los campamentos.
Copias de todos los reportajes y fotos permanecen en el archivo de Carleton Beals resguardado en
el Howard Gotlieb Archival Research Center, Boston University, EE.UU.
5.  Ver, entre otros, Carleton Beals, “Las atrocidades de los marinos yanquis en Nicaragua”, El Tiempo
(Bogotá), 7 de mayo de 1928. La importancia de Beals es resaltada por Alan McPherson, The Invaded:
How Latin Americans and their Allies fought and ended U.S. Occupations, (Oxford University Press: 2014),
pp. 195-198 y Camacho Navarro, Los Usos de Sandino, pp. 38-39. Los textos encargados por The Nation
fueron reproducidos posteriormente en el libro de Beals Banana Gold, traducción de Luciano Cuadra.
Managua: Nueva Nicaragua, 1983. El original lo publica Lippincott en Philadelphia en 1932.
6.  En el texto biográfico atribuido a Sócrates aparece errado el año de nacimiento de Augusto, dice
que su padre Gregorio Sandino fue encarcelado dos veces por razones políticas, de lo cual no existe
constancia, que en 1920 Augusto se hizo cargo de la campaña electoral departamental del candida-
to liberal que tampoco fue cierto. “Vida del general Augusto César Sandino por Sócrates Sandino,
Hermano del Cabecilla Liberal”. El escrito se reprodujo en El Mundo (La Habana), 26 de enero de
1928 y es citado el “Boletín del día” del ABC de Madrid, 14 de febrero de 1928, p. 35 y El Universal
Ilustrado de México, el 16 y 26 de febrero de 1928. Véase también Jorge Eduardo Arellano, “Sandino,
hermano fiel hasta la muerte”, El Nuevo Diario (Managua), 14 de febrero de 2009. La cita proviene
de Charles F. Howlett, “John Nevin Sayre and the Mission of Peace and Goodwill to Nicaragua,
1927-1928,” The Americas, Academy of American Franciscan History, Vol. 45, No. 1 (julio de 1988), p. 36.
501
7.  The New York Times, 24 de diciembre de 1926, citado en Richard V. Salisbury, “México, the Uni-
ted States, and the 1926-1927 Nicaraguan Crisis”, Hispanic American Historical Review, Vol. 66, No. 2,
(mayo, 1986), p. 320. Pablo Yankelevitch, “Diplomáticos, periodistas, espías y publicistas: la cruzada
mexicana-bolchevique en América Latina”, Revista História, (São Paulo), Vol. 28, No. 2, 2009, p.496.
8.  Daniela Spenser, El triángulo imposible, México, Rusia Soviética y Estados Unidos en los años veinte, (Cie-
sas, México, D.F.: 1998), p. 114, 214-215; Salisbury, “México, the United States”, p. 321. The New
York Times, 24 de diciembre de 1926, citado en Richard V. Salisbury, “México, the United States, and
the 1926-1927 Nicaraguan Crisis”, Hispanic American Historical Review, Vol. 66, No. 2, (mayo, 1986),
p. 320. Yankelevitch, “Diplomáticos, periodistas, espías y publicistas: la cruzada mexicana-bolchevi-
que en América Latina”, Revista História, (São Paulo), 495-514.
9.  Pedro J. Zepeda a Emilio Portes Gil, 20 de septiembre de 1939), Expediente 67, Caja 1 , Colec-
ción ACS-AGN. En los archivos del FBI norteamericano figura la denuncia levantada en 1916 con-
tra el Dr. Zepeda por practicar medicina sin los debidos permisos en Nueva Orleans. Le describen
como “líder revolucionario” vinculado a exilados nicaragüenses y señalando que había pasado de la
penuria a la ostentación en poco tiempo. Mexican Files 1909-1921, Pedro José Zepeda case files, 24
de marzo de 1919. Investigative Reports of the Bureau of Investigation 1908-1922, caso número 232-3287.
10.  En 1926 México rompió relaciones con Nicaragua y no serían resumidas hasta 1934. Salisbury,
“México, the United States”, p. 324-325; Jürgen Buchenau, In the Shadow of the Giant: The Making
of Mexico’s Central American Policy, 1898-1930, tesis doctoral, University of Michigan Dissertation
Services, 1993, pp. 333-348.
11.  Buchenau, In the Shadow, p. 336. Se conjetura que el secretario personal de Moncada, Roberto
Salinas, obtuvo copia de la correspondencia Calles-Sacasa y la envió a la legación estadounidense
en Guatemala. El 20 de enero de 1927, Sacasa negó vehementemente la existencia de tal acuerdo.
Salisbury, México, the United States, pp. 328, 336. La documentación relativa al acuerdo Calles-Sacasa
y el envío de armas (caso barco “Tropical”) se encuentra en el expediente Top 100, Documento 99,
“Interferencia mexicana en asuntos nicaragüenses, informe del agregado militar Mayor A. W. Bloor,
marzo-mayo de 1927, http://www.sandinorebellion.com/Top100pgs/Top100-p99B.html.
12.  El listado de las armas puede consultarse en “Interferencia mexicana en asuntos nicaragüenses,
informe del agregado militar Mayor A. W. Bloor, marzo-mayo de 1927, Top 100, Documento 99,
http://www.sandinorebellion.com/Top100pgs/Top100-p99B.html.
13.  Citado en Reseña (del libro de Daniela Spenser) de Hidelbrando Jaimes Acuña, Estudios de His-
toria Moderna y Contemporánea de México, v. 19, documento 252, (1999), p. 136.
14.  Barry Carr, “La Ciudad de México: Emporio de exiliados y revolucionaros latinoamericanos en
la década de 1920”, Pacarina del Sur, No. 13, octubre-diciembre, 2012. Eduardo Devés Valdés, “La
Red de los pensadores latinoamericanos de los años 1920: (Relaciones y polémicas de Gabriela Mis-
tral, Vasconcelos, Palacios, Ingenieros, Mariátegui, Haya de la Torre, el Repertorio Americano y otros
mas), Boletín Americanista, (Universidad de Barcelona), Vol. 49, No. 99, 1999, http://www.raco.cat/
index.php/boletinamericanista/article/viewFile/98812/164539.
15.  Daniel Kersffeld, “El Comité Manos Fuera de Nicaragua: primera experiencia del sandinis-
mo”, Pacarina del Sur, No. 537, http://www.pacarinadelsur.com/home/oleajes/537-el-comite-ma-
nos-fuera-de-nicaragua-primera-experiencia-del-sandinismo?ml=1.
16.  “Los obreros de Tampico llevan la delantera en la lucha con el capital petrolero” dice J. Ro-
dríguez García en un artículo titulado “El imperialismo y el petróleo”: “la clase proletaria de los
países latinoamericanos debe exigir y luchar en favor de gobiernos que no se vendan al capital ex-
tranjero. Deben ser los obreros y campesinos quienes controlen a sus gobiernos, para que ningún
capital extranjero, por muy rico que sea, pueda cosechar a todo un país”. El Libertador, I. No. 2, p.
502
6 “Audifaz”, [Bertram Wolfe] “¿Qué es el imperialismo financiero?”, y Scott Nearing, “Los bancos
norteamericanos mandan en el mar Caribe”, “Gringolandia y Anexos, la sucursal en Nicaragua”,
El Libertador, I, No. 3, (junio de 1925), p. 7,11,16; John Kenneth Turner, “Nicaragua víctima del
imperialismo norteamericano”, El Libertador, I, No. 5, (agosto de 1925), p. 15.
17.  El Libertador, No. 1, (marzo de 1925), p. 2. José Vasconcelos, “Saludo cordial”, El Libertador,
Órgano de la Liga Antiimperialista Panamericana, Tomo I, No. 2, (mayo de 1926), p.2. Manifiesto de la
Liga Antiimperialista de las Américas, El Libertador, Vol. I, No. 4, (julio de 1925), pp. 8-9.
18.  “Sandino en México”, El Libertador, Vol. II, No. 22, (julio de 1929), p. 2.
19.  Román, Maldito país, p. 129-130. Existe no obstante la historia de un ex-soldado del ejército
imperial alemán de apellido Müller cuya historia fue recogida en diversos testimonios. Diario de El
Salvador, 24 de junio de 1929. Traducción del informe en inglés del artículo “Detalles completo so-
bre la llegada del general Sandino a San Salvador”, G-2, Informe, 24 de junio de 1929, Documento
95, página 4, nos. 21-23. http://www.sandinorebellion.com/Top100pgs/Top100-p95D.html.
20.  “La institución Militar de los Defensores del Derecho Nacional de Nicaragua se componen
de Liberales voluntarios nicaragüenses y de Latinoamericanos que deseen unirse a nuestro ejército,
dispuestos a defender con su sangre la Libertad de Nicaragua”. Pauta para la organización..., 2 de
septiembre de 1927, Sandino, El pensamiento vivo, T. I, p. 141.
21.  Lazar Jeifets y Víctor Jeifets, “Haya de la Torre, la Comintern y el Perú: Acercamientos y
desencuentros”, Pacarina del Sur [En línea], año 4, núm. 16, julio-septiembre, 2013. Disponible en
Internet: www.pacarinadelsur.com/home/huellas-y-voces/764-haya-de-la-torre-la-comintern-y-el-
peru-acercamientos-y-desencuentros Pakkasvirta, ¿Un continente?, pp. 96-99. Peláez Ramos, “Julio
Mella”, p. 4; Haya de la Torre, Qué es el Apra (publicado en la revista inglés The Labour Monthly de
diciembre de 1926).
22.  Sobre Haya de la Torre en el Congreso de 1927 y el inicio de su ruptura con los marxistas, ver
David Kersffeld, “Latinoamericanos en el Congreso Antiimperialista de 1927: Afinidades, disensos
y rupturas”, Journal of and Latin American Research, Vol. 16, No. 2, pp. 154. Disponible en internet:
http://dx.doi.org/10.1080/13260219.2010.527288; también, Arturo Taracena Arriola, “Descubrir
América en Europa: la asociación general de estudiantes latinoamericanos de País, (1925-1933),
Centro de estudios mexicanos y centroamericanos, Des indes occidentales à l’Amerique Latine, Vol. 2,
pp. 569-586, disponible en internet: http://books.openedition.org/cemca/2126?lang=it. El primer
secretario general de la Asociación, fundada en octubre de 1925, fue el estudiante de leyes y nicara-
güense León Debayle Sacasa.
23.  La carta dirigida a Froylán Turcios, 5 de febrero de 1928, aparece en el Repertorio Americano,
XVI, 21 de abril de 1928.
24.  Repertorio Americano, (San José), Año XVII, No. 24, 13 de abril de 1929; otros datos tomados
de Arturo Tarracena Arriola, “Aporte documental al ‘pensamiento vivo de Sandino’, Tres nuevos
textos”, Revista de Historia, Costa Rica, No. 20, 1989. “Sandino”, Indoamérica, (noviembre de 1928),
original en la Hemerografía Augusto César Sandino, Biblioteca Lerdo de Tejada, México, D.F.
25.  Roberto Deras Melger, “La Liga Antiimperialistas de San Salvador frente a la intervención nor-
teamericana en Nicaragua (1926-1927), tesis de grado, Universidad Centroamericana “José Simeón
Cañas”, 2013, disponible en internet http://www.uca.edu.sv/filosofia/admin/files/1355957291.
pdf. G-2 “Informe sobre la conexión entre Sandino con el Partido Comunista de México”, San
José, 26 de junio de 1930,http://www.sandinorebellion.com/images/Top100/SandinoSit-Pt2/
DSC01053.JPG.
26.  Jacobo Hurwitz, “Por qué no estoy con el APRA”, El Libertador, Vol. II, No. 18, (junio de 1928),
p. 7, 13. Ver la carta de Pavletich a José Carlos Mariátegui, 30 de julio de 1929, y de este ultimo a
503
Clodoaldo Alberto Espinoza Bravo del 9 de septiembre del mismo año, en Mariátegui, y de Mariá-
tegui a Pavletich 25 de septiembre de 1929 en que dice “el tema de Sandino ha perdido algo de su
actualidad... Hoy ya no se puede hablar siquiera del “APRA, frente único”. El APRA era un plan,
un proyecto; no una organización. La táctica del bluf y de la dirección dictatorial, la ha destruido.
Insistir en este tópico sería perder el tiempo... En cuanto a Haya, ninguna duda es posible respecto
a su viraje a la derecha. En esto no hay la posibilidad de ver una mixtificación de malquerencias
personales. En una carta a La Prensa de New York, reproducida por La Prensa de Lima, Haya denun-
cia al congreso antiimperialista, como un acto inspirado por la Tercera Internacional. Habla de ese
congreso como una asamblea de la Liga “de origen y formación comunista”. José Carlos Mariáte-
gui, Correspondencia (1918-1930), Selección, Disponible en internet: http://www.mariategui.eu/webs/
descargas.htm; Hodges, “Sandino’s mexicano”, pp. 22-23.
27.  Citado en Néstor Kohan, De Ingenieros al Che: ensayos sobre el marxismo argentino y latinoamericano,
(Editorial Bilbos, Buenos Aires: 2000), p. 87. “Facsímil de una carta de Sandino a Haya de la Torre”,
3 de agosto de 1929, reproducida en Isidro Jorge Detrinidad Martínez y Dionisio Martínez Ra-
mírez, editores, Sandino el rebelde de América, (Ediciones Monimbó, Managua: 1979), anexo. Sandino
responde a una carta de Haya transmitida por Gustavo Alemán Bolaños.
28.  Plan de realización del supremo sueño de Bolívar”, 20 de marzo de 1929, Sandino, El pensamiento
vivo, T. I, p. 353. “El proyecto está concebido en una forma que Nicaragua no venderá el derecho
sobre el canal Interoceánico que se trata de abrir en su territorio... El Canal de Nicaragua debe
ser abierto por reclamarlo así la civilización actual; pero esta apertura no la puede resolver sólo
Nicaragua con los Estados Unidos de Norte América, porque una obra de tal naturaleza es de alta
trascendencia para los habitantes de todo el globo terrestre... necesita ser consultada toda nuestra
América Latina, Continental y Antillana... se tratará de si conviene o no que solamente con capital
norteamericano sea abierto nuestro Canal en Nicaragua”.(“Carta a los gobernantes de América:
propuesta de una conferencia continental”, 20 de marzo de 1929), Sandino, El pensamiento vivo, T. I,
339. Ver también la entrevista con Carleton Beals en Sandino, El pensamiento vivo, T. II, pp. 270-271.
29.  Víctor Raúl Haya De La Torre, El antiimperialismo y el APRA, Ediciones Centauro, Caracas:
1976,p. 113. Jussi Pakkasvirta, “Víctor Raúl Haya de la Torre en Centroamérica ¿La primera y última
fase del aprismo internacional?”, Ponencia presentada en el V Congreso Centroamericano de His-
toria San Salvador los días 18, 19, 20 y 21 de julio de 2000, http://universum.utalca.cl/contenido/
index-02/casaus.pdf.
30.  Gregorio Selser, Sandino general de hombre libres, Editorial Diógenes, México: 1979, p. 190; Ben-
daña, Sandino, Mística, Libertad y Socialismo, p. 112. El texto de la carta con fecha 31 de julio de 1928
aparece en “Sandino y la libertad de los pueblos”, Amauta, (Lima), Vol. XX, (enero de 1929), pp.
94-95. Aparece como anexo en Alberto Ghiraldo, Yanquilandia bárbara: la lucha contra el imperialismo,
Historia Nueva, Buenos Aires: 1929.
31.  “A los obreros de la ciudad y del campo de Nicaragua y América Latina”, 26 de febrero de 1930,
Sandino, El pensamiento vivo, T. II, p. 69.
32.  Mario Oliva Medina, Dos peruanos en Repertorio Americano: Mariátegui y Haya, Instituto de Estudios
Latinoamericanos, Heredia, Costa Rica: 2004, p. 18. José Carlos Mariátegui, “Aniversario y Balan-
ce”. Amauta, vol. 17, septiembre, 1928.
33.  Carta de Pavletich a Mariátegui, 15 de Julio de 1928 José Carlos Mariátegui, Correspondencia
(1915-1930), Introducción, compilación y notas de Antonio Melis, Tomo II, Biblioteca Amauta,
Lima: 1984, p. 635. Sandino a Amauta, 20 de mayo de 1928, Mariátegui, Correspondencia, II, p. 380,
el cual aparece publicado en Amauta, año 3, no. 16, julio de 1928, p.1. Mariátegui a Pavletich, 25 de
septiembre de 1930, Mariátegui, Correspondencia (1915-1930), p. 635.
504
34.  “Carta a los gobernantes de América: propuesta de una conferencia continental”, 20 de marzo
de 1929), Sandino, El pensamiento vivo, T. I, 339. “Plan de realización del supremo sueño de Bolívar”,
20 de marzo de 1929, Sandino, El pensamiento vivo, T. I, p. 353.
35.  “Desde el campamento de Sandino”, El Libertador, No. 17, (abril de 1928); Machado presenta
al Capitán Aponte como miembro de la Sección Venezolana de la Liga Antiimperialista de las Amé-
ricas y del Partido Revolucionario Venezolano, y dice ser enviado por esas dos organizaciones (p.5).
“Combate en el Río Coco”, Sandino, El pensamiento vivo, T. I, p. 280. El testimonio fue recogido en
Veracruz en junio de 1929 y aparece en Campos Ponce, Sandino, Biografía de un héroe, p. 76. Kersffeld,
Contra el imperio, p. 151. Jeifets, et al, Diccionario biográfico, p. 37.
36.  Gilbert, Junto a Sandino, pp. 306-307.
37.  Cerdas, Sandino, el Apra, pp. 92-94. Kersffeld sugiere que el retiro pudo haber estado vincula-
do a la tirantez de la relaciones de Sandino con la IC. Kersffeld, Contra el imperio, p. 151. Augusto
Arias, “Carlos Aponte, Coronel de Sandino”, Repertorio Americano, XXXII, 1936 citado por Cerdas,
Sandino, el Apra, p. 93.
38.  Román, Maldito país, p. 170. Mario Kuchilan Sol, “Carlos Aponte, Hijo de la Temeridad y del
Coraje”, Bohemia, La Habana, Cuba, no. 67 citada por Cerdas Cruz, La hoz, p. 234; Jeifets, et. al.,
Diccionario biográfico, p. 37. “Carlos Aponte Hernández”, En Caribe, http://www.encaribe.org/es/
article/carlos-aponte-hernandez/554.
39.  Cerdas, Sandino, el Apra, p. 148. Jeiftets, et al., La Internacional Comunista, p. 185. Milorad M.
Drachkovitch, Biographical Dictionary of the Comintern, (Hoover Press, Cal.: 1986), p. 287. Jeifets, et.
al., La Internacional Comunista, pp. 186-189. David Kersffeld, “Latinoamericanos en el Congreso
Antiimperialista de 1927: Afinidades, disensos y rupturas”, Journal of and Latin American Research,
Vol. 16, No. 2, pp. 154. Disponible en internet: http://dx.doi.org/10.1080/13260219.2010.527288
40.  Cerdas Cruz, Hoz y machete, pp. 228, 236. Armando Amador, Nicaragua y Sandino, Las banderas de
Gustavo Machado, (Ediciones Centauro, Caracas:1984), pp. 42-43.
41.  “Informe del MAFUENIC”, El Libertador, Vol. II, nos. 17 y 18, (abril de 1928). Kersffeld,
Contra el imperio, p. 147.
42.  Hernández posteriormente fue delegado por Sandino para viajar a México pero únicamente
llegó hasta Tegucigalpa. En una versión, porque se emborrachó y perdió la correspondencia; en
otra versión, porque Turcios lo retuvo por estar en desacuerdo con el contenido del plan político
diseñado para deslegitimizar, mediante el Dr. Zepeda, la elección de Moncada. Rehúsa regresar a
Nicaragua y posteriormente Moncada le ofrece un puesto. La versión de Mairena aparece en carta a
El Centroamericano reproducida en Somoza, El verdadero Sandino, pp. 137-139 y Sandino, El pensamiento
político, T. II, p. 504.
43.  La historiadora venezolana Dorothea Melcher presenta estos datos sobre la base de su investi-
gación en el archivo personal de Salvador de la Plaza (colaborador de los hermanos Machado) en la
biblioteca de la Universidad de Los Andes, Mérida, Venezuela. “La solidaridad con Sandino, 1928-
1930”, Iberoamericana, (México), Vol. 13, (1989), p. 23, 28.
44.  Reproducido en la extensa carta de Sandino al Secretario General del Partido Comunista Mexi-
cano, Hernán Laborde, 2 de enero de 1930, Sandino, El pensamiento vivo, T. II, p. 27. Melcher, “La
solidaridad”, p. 24.
45.  Citado sin indicar fuente bajo el subtítulo “Sandino comunista? Un solo y rotundo no” por
Toledo Ortiz, “Grandes reportajes”, p. 74. Orden General expedida en La Chuscada para el día 25
de mayo”, reproducida en Arellano, Guerrillero de Nuestra América, pp. 283-284.
46.  Daniel Kersffeld, “Una bandera sandinista entre Nicaragua y Frankfurt”, El Telégrafo (Quito), 21
de junio de 2013, http://www.telegrafo.com.ec/mundo/item/una-bandera-sandinista-entre-nicara-
505
gua-y-frankfurt.html. El historiador Schroeder cita la declaración de Jirón Ruano a los marines infor-
mando que bandera procedió no era de los marinos sino de la compañía minera Lone Star Company
http://www.sandinorebellion.com/photopgs/photosusna2.htm#Photo28-CapturedUSFlag.
47.  Armando Amador evidentemente entrevistó al mismo Machado quien es citado textualmente,
Amador Nicaragua y Sandino, Las banderas de Gustavo Machado, (Ediciones Centauro, Caracas: 1984),
pp. 47, 49. Machado también relata su llegada en carta al MAFUENIC desde “las montañas” de
Nicaragua, 13 de abril de 1928 en El Libertador, Vol. II, No. 18,( junio, 1928), p.6. Firma como “de-
legado ante el General Sandino del Comité MAFUENIC”.
48.  Sandino envía una carta a los miembros del Comité de la Liga Patriótica de Defensa Nacional
de Quezaltenango denunciando “lo política imperialista del coloso anglosajón”. Pide además que
toda cooperación con el EDSNN sea materialice vía Turcios en Tegucigalpa. Carta a Óscar San-
doval y otros, 4 de mayo de 1928, Sandino, El pensamiento vivo, T. I, p. 260. Miembros del comité de
aquella localidad sirvieron de basa para lanzar, en agosto de 1928, en presencia de Haya de la Torre,
un Comité Ejecutivo Centroamericano del APRA”. Turcios también editó un boletín de “defensa
nacional” Arturo Taracena Arriola, “El APRA, Haya de la Torre y la crisis en el liberalismo guate-
malteco en 1926-1929”, Revista, Centro de Investigaciones Históricas, Costa Rica, s/f, p. 12. Dispo-
nible en internet: http://www.revistas.una.ac.cr/index.php/historia/article/viewFile/3340/3200.
49.  Debe tomarse con un grano de sal todo el relato que hace Domingo Castillo y Castillo, repre-
sentante del la Liga de Defensa Nacional de Guatemala. Salió escandalizado por las duras palabras
expresadas contra la iglesia católica. “Revelaciones de la guerra sandinista que hace uno que estuvo
con Sandino”, El Pueblo, (León), 7 de abril de 1934. La bandera de la URSS fue roja, no rojinegra.
50.  Gustavo Machado, “La situación de Honduras”, El Libertador, Vol. II, No. 17, (abril de 1928), p.
7; Sobre ese artículo, Cerdas comenta que “no es aventurado afirmar que fue su reciento contacto
con el general el que le suministro [a Machado] el material para esas conclusiones”. Cerdas, Hoz y
machete, p. 205.
51.  Gustavo Machado, “Carta a los Compañeros de la Unión Obrera Venezolana”, Repertorio Ame-
ricano, XVII, julio de 1928. Melcher, “La solidaridad”, p. 28.
52.  Domingo Alberto Rangel, Gustavo Machado, Un caudillo prestado al comunismo, (El Centauro Edi-
ciones, Caracas: 2001), p. 105. Diversas fuentes anti-comunistas recogen la historia relatada también
por Castillo. Ver Cuadros Caldas, Comunismo criollo, p. 89; Víctor Alba, Historia del comunismo en Amé-
rica Latina, (Ediciones Occidentales, México, D.F. 1954), p. 86.
53.  Carta a Hernán Laborde, 2 de enero de 1930, Sandino, El pensamiento vivo, T. II, p. 39. Ver los
reportajes desde Veracruz y México, del 30 de junio y 4 de Julio de 1928, respectivamente, en El
Liberador, Vol. II, No 19, (Agosto de 1928). Aparece allí también el artículo de Machado, “Con San-
dino en las Montañas de Nicaragua”.

XIII
El segundo viaje a México
Páginas 281-318
1.  Gilbert, Junto a Sandino, p. 168. César Falcón, “El reposo de Sandino”, (tomado de El Sol, Ma-
drid), Repertorio Americano, XXI, Año 11, No. 1, 5 de agosto de 1930. Gustavo Alemán Bolaños,
Sandino, El Libertador, Biografía del héroe americano, (Editorial Nueva Década, San José: 1980), p. 97.
506
2.  Jacinto López, Sandino en México, (tomado de Gráfico, Nueva York), Repertorio Americano, XIX,
No. 11, 21 de septiembre de 1929. Citado también en Selser, Sandino, General de Hombres Libres,
p. 451. Firma “Hispanófilo”, El fin de la resistencia de Sandino, A.B.C. 17 de mayo de 1929, p.11.
3.  Gilbert, Junto a Sandino, p. 223. Los combatientes García, Chávez y Vega fueron oficiales del
ejército mexicano egresados de la Escuela Nacional Preparatoria indica Horacio Labastida, Semana-
rio Político, (UNAN, México, D.F.: 1989), p. 119. Andrés García Salgado agrega que varios militares
mexicanos murieron en combate contra los marines y que el General Lázaro Cárdenas figuraba
entre quienes les apoyaron. No se ha podido comprobar este dato con otras fuentes. Andrés García
Salgado, Yo estuve con Sandino, p. 57. Ver asimismo la referencia de José Ovidio “Pepe” Puente León
al papel jugado por su padre en Veracruz, Brown, When the AK-47s, p. 13.
4.  Román, Maldito país, p. 103. Carta a Portes Gil, 4 de diciembre de 1929, Sandino, El pensamiento
vivo, T. I, p. 404. G-2, “Informe sobre la situación Sandino”, 27 de agosto de 1928, (agregado militar
en Tegucigalpa), Documento 95, página 2, no 16, http://www.sandinorebellion.com/Top100pgs/
Top100-p95B.html.
5.  “Carta a los gobernantes de América: propuesta de una conferencia continental”, [20 de marzo
de 1929], Sandino, El pensamiento vivo, T. I, pp. 338-340, reproduce la versión dirigida al presidente de
México; Campos Ponce, Sandino, Biografía de un héroe, pp. 100-104. Jeiffets, La Internacional Comunista,
p. 397. La reacción en Argentina la describe Selser, Sandino, General de Hombres Libres, pp. 445-449.
6.  “Escrito del Dr. Pedro J. Zepeda enviado al Lic. Emilio Portes Gil sobre los antecedentes de
Sandino en Nicaragua, desde 1925 hasta su muerte en 1934”, (texto sin fecha), Expediente 63, Caja
1, Colección ACS, AGN. El texto obedece a la solicitud de Portes Gil a Zepeda de datos para el ca-
pitulo que redactaba sobre Nicaragua en su autobiografía. El texto fue publicado por la Alcaldía de
Managua, Augusto C. Sandino, (Managua: 2010), p. 9, disponible en internet, www.managua.gob.ni/
documentos/revista/SANDINO.pdfLa política mexicana es discutida por Jürgen Buchenau, In the
Shadow of a Giant, The Making of México’s Central American Policy, 1876-1930, (University of Alabama:
1996), pp. 181-187.
7.  Esteban Pavletich habla del paludismo que sufría Sandino en aquel momento. Entrevista, diario
la primera digital, “Sandino el guerrillero que venció a los yanquis”,  http://www.diariolaprimera-
peru.com/online/informe-especial/sandino-el-guerrillero-que-vencio-a-los-yanquis_33508.html.
“Pues como usted sabe estaba seriamente enfermo de paludismo”, escribió Zepeda a Portes Gil
años después. “Escrito del Dr. Pedro J. Zepeda enviado al Lic. Emilio Portes Gil sobre los antece-
dentes de Sandino en Nicaragua, desde 1925 hasta su muerte en 1934”, (texto sin fecha), Expedien-
te 63, Caja 1, Colección ACS, AGN.
8.  Román, Maldito país, p. 104, Carta a los generales Pedro Altamirano y Pedro Antonio Irías, 22 de
Julio de 1931, Sandino, El pensamiento vivo, T. II, p. 185.
9.  Carta a Froylán Turcios, Sandino, El pensamiento vivo, T. I, p. 288; Selser, Sandino, General de Hombres
Libres, pp. 433-437. Carta a Portes Gil, 6 de enero de 1929, Sandino, El pensamiento vivo, T. I, p. 304.
Andrés García quien combatió con Sandino y fuera miembro PCM piensa que Paredes enredó el
mensaje en tanto que Zepeda era “agente del imperialismo”, Andrés García Salgado, Yo estuve con
Sandino, (Bloque obrero “General Heriberto Jara”, México: 1979), p. 65-66, 105; Víctor Urquidi,
hijo del embajador mexicano en El Salvador, recuerda que Paredes pasó por la legación de México
en ese país y les mostró el pañuelo con el mensaje firmado por Sandino. Víctor Urquidi, Saúl Trejo
Reyes, Ensayos sobre economía, (Colegio de México, México, D.F.: 2008), p. 191.
10.  Carta de José de Paredes a Gustavo Machado, 11 de agosto de 1928, publicada bajo el título,
“Llamado de un mexicano que lucha en Nicaragua”, El Libertador, septiembre de 1928. Los datos
biográficos fueron recogidos en Campos Ponce, Sandino, Biografía de un héroe, pp. 77-78.
507
11.  Sandino relató el suceso al presidente Portes Gil atribuyendo a “la fantasía del capitán de Pare-
des” la posible confusión de los términos de la visita. Dice asimismo que Paredes llevaba una carta
dirigida al general José María Tapia. Carta a Emilio Portes Gil, 4 de diciembre de 1929, Sandino, El
pensamiento vivo, T. I, pp. 405-406. Espiritista y masón, Tapia era parte del círculo íntimo del ex presi-
dente Calles y jefe del Estado Mayor Presidencial. Como el poder detrás del trono Calles habrá sido
el responsable en última instancia de la decisión de invitar a Sandino. Tapia también es el principal
enlace de Zepeda en la relación con Portes Gil y Calles. Sobre Tapia y el espiritismo ver la referen-
cia en Buchenau, Plutarco Elías Calles, p. 197. Existe un folleto publicado por la Gran Logia Valle
de México, Actuación del general José María Tapia en 1931, (Cronos, México, D.F.: 1932). Sandino
niega la autoría de las cartas perdidas por Paredes: “están escritas con una imaginación fantástica y
carecen de toda veracidad”. No conocemos el contenido de las mismas.
12.  “Entrevista a Andrés García Salgado (participante en la lucha de Sandino en Nicaragua)”, rea-
lizada por Gregorio Selser el 30 de enero de 1981, Archivo Selser, CAENA, UACM, pp. 1-2; ver
también el folleto de García Salgado, Yo estuve con Sandino y Carlos Castillo Ibarra, Los Judas de San-
dino, (sin editorial, México: 1945) acusando a Zepeda. “Informe estrictamente confidencial sobre
documentos en posesión de José Paredes”, Encargado de negocios en San Salvador al Secretario de
Estado, 2 de noviembre de 1928, Documento 95, página 2, no 39 a 43.
13.  “Informe estrictamente confidencial sobre documentos en posesión de José Paredes”, Encar-
gado de negocios en San Salvador al Secretario de Estado, 2 de noviembre de 1928, Documento 95,
página 2, números 39 a 43. http://www.sandinorebellion.com/images/Top100/DSC00440.JPG.
Carta de José Paredes, sin fecha, publicada en Boletín del Archivo General de la Nación, México, Tercera
Serie, Tomo III, No. 4 (10), octubre-diciembre, 1979, pp. 52-5318.
14.  Carta manuscrita del 16 de febrero en el expediente “Informe completo del mexicano José de
Paredes”, Expediente 68, Colección ACS, AGN, Nicaragua. Puede tratarse del mismo documento
que Paredes propuso publicar lo que no fue autorizado por Sandino. Seguramente Paredes, ahora
siguiendo la línea del Partido Comunista Mexicano, culpaba decididamente a Pedro Zepeda de ha-
ber actuado más en función de los intereses del gobierno mexicano que de Sandino. Tesis que no
puede ser descartada aunque no es evidenciable a partir documentación examinada.
15.  Portes Gil, Autobiografía de la Revolución, p. 593-594.
16.  En el reportaje de Román, Sandino recuerda, “Me habían soplado que el Embajador de los
Estados Unidos, Mr. Morrow, en combinación turbia con Portes Gil y algunos de mis allegados tra-
taban únicamente de retenerme como secuestrado y desacreditarme”. Román, Maldito país, p. 104.
¿A qué allegado suyo se estaría refiriendo? Solo había dos personas con capacidad de interlocución
directa con el despacho de Portes Gil: José de Paredes y Pedro José Zapata. La versión de Portes
Gil forma parte del capítulo titulado “Asilo que el Gobierno de México concedió al patriota nicara-
güense Augusto César Sandino”. Portes Gil consultó versiones del manuscrito con Pedro J. Zepeda.
Copia de la correspondencia y los borradores se encuentran en la Colección ACS del Archivo Gene-
ral de la Nación, Nicaragua. Emilio Portes Gil, Autobiografía de la Revolución, un tratado de interpretación
histórica, (Edición Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, Instituto
Mexicano de Cultura, México, D.F.1964), pp. 591-599.
17.  Morrow al Secretario de Estado, 21 de febrero, FRUS, 1929, II, p. 581. La versión de Portes Gil
aparece en su Autobiografía, pp. 592-595. Ver también Selser, Sandino, General de Hombres Libres, pp.
435-437 y Wünderich, Sandino, una biografía, pp. 201-202.
18.  Morrow al Secretario de Estado, 21 de febrero, FRUS, 1929, II, p. 581. “Informe confidencial
sobre apoyo mexicano a Sandino”, Morrow al Secretario de Estado, 11 de abril de 1928, Top 100,
Documento 95, página 1, no 20. http://www.sandinorebellion.com/Top100pgs/Top100-p95.htm.
508
Para esa fecha, los norteamericanos calculaban que lo recibido por Sandino no pasaba de 20 mil dó-
lares y que buena parte de los fondos quedaban en manos de intermediarios. (En la segunda mitad
de 1928, las sumas remitidas fueron bastante mayores). “informe G-2 sobre la Liga Antiimperialis-
ta”, 18 de Julio de 1928, Top 100, Documento 95, página 1, no 39, http://www.sandinorebellion.
com/Top100pgs/Top100-p95.html.
19.  Santos dice que Luis Morones de la CROM conoció a Sandino en los campos petroleros y que
se lo presentó a Calles. Lo cual es extremadamente improbable. Gonzalo N. Santos, Memorias, una
vida azarosa, novelesca y tormentosa, (Grijalbo, México, D.F.: 1986), p. 426. Se describe a Santos como el
“cacique regional más temible del siglo XX en México, un hombre de horca y cuchillo, con matones
abiertamente a su servicio y quien llegó a ser uno de las personas más ricas y temidas del país”.
20.  Portes Gil, Autobiografía, p. 592. En otra entrevista Portes Gil dice que “el general Calles tuvo un
lío grave con Estados Unidos, porque le mandó a Sandino un barco con armas y otros suministros
que necesitaba”. Lo cual es incorrecto –el envío fue para Sacasa resultando en el lío del barco “Tro-
pical” detenido en El Salvador. Olivera de Bonfil, Emilio Portes Gil, p. 112 y Buchenau, In the shadow,
p. 183. Todavía en 1932 el Secretario de Relaciones Exteriores Manuel Télles quiso “asegurar” al
Embajador de EE.UU, J. Ruben Clark, que México no enviaba suministros a Sandino y que no era
correcta la información sobre suplidores militares mexicanos. Se había llegado a decir, en 1929, que
el propio jefe del Estado Mayor de Calles, general José Álvarez, remitía dinero a través del Comité
Pro-Sandino (Pedro J. Zepeda) por medio del Cónsul de México en Nueva York, quien a su vez se
lo pasaba al presunto representante de Sandino en aquella ciudad, Salomón de la Selva. “Memo-
rando de conversación entre el Embajador Clark y el Ministro de Relaciones Exteriores del 3 de
agosto”. Informe del Agregado Militar en funciones en México, 18 de agosto de 1932, Documento
95, página 4, número 18-22. http://www.sandinorebellion.com/Top100pgs/Top100-p95K.html;
McPherson, The invaded, pp. 218-219, 332.Büchenau, In the Shadow, pp. 181-187.
21.  “Escrito del Dr. Pedro J. Zepeda enviado al Lic. Emilio Portes Gil sobre los antecedentes de
Sandino en Nicaragua, desde 1925 hasta su muerte en 1934”, (texto sin fecha), Expediente 63, Caja
1, Colección ACS-AGN.
22.  Olivera de Bonfil, Emilio Portes Gil, p.114; Portes Gil, Autobiografía, p. 593. Román, Maldito país,
p. 104.
23.  Secretario de Estado a Morrow, 25 de febrero, FRUS, 1929, II, p. 583. Portes Gil, Autobiografía,
p. 595. Morrow al Secretario de Estado, 21 de febrero de 1930, FRUS,1929, III, p 582.
24.  Morrow al Secretario de Estado, 30 de abril de 1929, FRUS, II, p. 585. Morrow al Secretario de
Estado, 4 de mayo de 1929, FRUS, II, p. 586.
25.  Ministro en Honduras al Secretario de Estado, 10 de abril de 1929, y Secretario de Estado Stim-
son a Ministro en Honduras, 11 de abril de 1929, FRUS, 1929, II, p. 584, 585; “El general Sandino
sale al fin de Nicaragua después de varios años de heroica resistencia”, La Tribuna, (San José), 17 de
abril de 1929. Montoya salió acompañado por el General Girón Ruano por lo que los marines sos-
pecharon que Girón llevaba como misión buscar el salvoconducto guatemalteco. Se separaron en
el camino y el guatemalteco fue capturado. Al menos es lo que Girón Ruano dice en su declaración
a los marines antes de ser fusilado. Informe del Capitán L. B. Reagan, “Captura del general Manuel
María Girón Ruano e información que se obtiene”, 3 de febrero de 1929, http://www.sandinore-
bellion.com/Top100pgs/Top100-p27.html.
26.  Encargado de Negocios en Guatemala al Secretario de Estado, 24 de abril de 1929, Morrow al
Secretario de Estado 4 y 8 de mayo. FRUS, 1929, II, p. 585-586.Manifiesto al pueblo de Latinoamé-
rica, [24 de mayo de 1929], Sandino, El pensamiento vivo, T. I, pp. 362-363.
509
27.  Secretario de Estado a Morrow, 8 de mayo de 1929, y Memorándum de conversación entre el
Sub-secretario de Estado J. Ruben Clark y el Embajador Téllez de México en Washington, 17 de
mayo de 1929, FRUS, 1929, Vol. II, p. 586-587. El embajador reiteró que México no tenía ningún
compromiso con Sandino y no estaban intercediendo a su favor, sino que se trataba de un asunto
de concesión de asilo y de asegurar que no fuera hostigado militarmente por la Guardia al salir de
su campamento.
28.  Gilbert, Junto a Sandino, pp. 241-242.
29.  G-2, “Informe sobre el viaje de Sandino a México”, 9 de julio de 1919, (agregado militar en San
José, Fred Cruse), Documento 95, página 4, número 26-28. http://www.sandinorebellion.com/
Top100pgs/Top100-p95D.html. Campos Ponce, Sandino, Biografía de un héroe, pp. 106-107.
30.  Urquidi, Reyes, Ensayos, p. 191. Gilbert, Junto a Sandino, pp. 245-246.
31.  Traducción al inglés del artículo del Diario de El Salvador del 22 de junio de 1929 en G-2, “In-
forme sobre situación Sandino”, 27 de junio de 1929, (agregado militar, San José), Documento 95,
página 4, número 33. http://www.sandinorebellion.com/Top100pgs/Top100-p95L.html. El texto
completo de la entrevista traducida del inglés al español aparece en Izaguirre y Martínez, Sandino
y los U.S. marines, pp. 322-324; otros detalles los suministra Gilbert, Junto a Sandino, pp. 245-248 y
Selser, General de Hombres Libres, pp. 449-450. Sandino dejó a Francisco Estrada al mando, seguidos
de Peralta y Quezada, pero Estrada no quiso aceptar la responsabilidad por lo que los oficiales su-
periores eligieron a Pedrón porque es el más temido por la Guardia y los marines. “Carta a generales
Pedro Altamirano, Ismael Peralta y Carlos Quezada”, 1 de julio de 1929, Sandino, El pensamiento vivo,
T. I, p. 366. Como todo jefe militar, Sandino magnifica las dimensiones y ahora la composición del
EDSNN. Sólo sabemos de la presencia de un ex-militar alemán que ingresó a las filas del movimien-
to sandinista. Y es cierto que apenas hablaba español padeciendo también de trastornos mentales.
Según Belausteguigoitia, el alemán pidió que lo fusilaran por haber dado muerte en un “duelo” a
otro combatiente amigo suyo de apellido Padilla. Puede tratarse del Coronel Zacarías Padilla quien
estuvo bajo el mando del general Pedro Irías al menos hasta enero de 1932 y fue nombrado jefe de
columna tras la muerte del general Pedro Blandón. Belausteguigoitia no indica fecha y escribe que
ambos estaban bajo el mando del general Colindres. Belausteguigoitia, Con Sandino, pp. 112-114.
32.  G-2, “Informe sobre situación Sandino”, 27 de junio de 1929, (agregado militar, San José), Do-
cumento 95, página 4, número 33. http://www.sandinorebellion.com/Top100pgs/Top100-p95L.
html; el texto completo de la entrevista traducida al español al español aparece en Izaguirre y Mar-
tínez, Informe de historia, pp. 322-324.
33.  Gilbert, Junto a Sandino, p. 249. Carta a Pedro José Zepeda, [25 de enero de 1930], Sandino, El
pensamiento vivo, T. II, p. 51.
34.  Gilbert, Junto a Sandino, p. 256.
35.  “La llegada de Sandino a Veracruz”, El Libertador, número 22, julio de 1929, p. 1. G-2, “informe
sobre el viaje de Sandino a México, 9 de julio de 1929 (agregado militar en San José), Documento
95, página 4, número 26-28. http://www.sandinorebellion.com/Top100pgs/Top100-p95E.html.
Texto español eb Izaguirre y Martínez, Informes de historia, pp. 315-317.
36.  Diario de Costa Rica, (San José), 25 de junio de 1929. Declaraciones de Pedro J. Zepeda citadas
en “Le tomamos la palabra a Estados Unidos y estos no cumplieron”. Sandino moves to renew war on
U.S. Marines, Chicago News, 27 de febrero de 1930. http://www.sandinorebellion.com/images/
Top100/DSC00555.JPG.
37.  Campos Ponce, Sandino, Biografía de un héroe, pp. 13-14. García, militante del PCM, agrega “pue-
den haber sido sinceras, o no estas demostraciones de simpatía, solo fueron; están en la misma
escala sentimental de la pequeña burguesía que se enamora de un héroe y reconoce sus valores, pero
510
que es incapaz de compartir su vida de sacrificio, pues prefiere la realidad de la vida de la burguesía.
Por eso, lo que menos importa es la calidad moral y aparente de esos honores. Lo cierto es que ya
estaba en marcha el deseo de quienes están en al poder en ese entonces, de prestar una valiosa ayuda
al imperialismo yankee”. García Salgado,Yo estuve con Sandino, pp. 63-64.
38.  Campos Ponce, Sandino, Biografía de un héroe, p. 22.Gilbert, Junto a Sandino, p. 259.
39.  Recuento de García Salgado, Yo estuve con Sandino, p. 107. Gilbert, Junto a Sandino, pp. 260-261.
40.  Carta a Emilio Portes Gil, [30 de junio de 1929], Sandino, El pensamiento vivo, T. I, pp. 364-365.
41.  G-2, Informe sobre Sandino, 28 de junio de 1929, (agregado militar en México), Documento
95, página 4, no 32. http://www.sandinorebellion.com/Top100pgs/Top100-p95L.html. El articu-
lista, Julio Berríos del diario El Comercio, de México, D.F. 20 (20 julio de 1929) se mostró hostil
hacia Sandino, por lo que pudo haber tergiversado la noticia. Tampoco es objetiva la recopilación
de donde tomamos este dato: Alberto Toledo Ortiz, “Grandes reportajes históricos de Nicaragua,
Lo que ocurrió hace 40, 30, 20, 10 y 5 años”, (sin editorial indicada, Managua: 1966). La historia de
la malversación de los fondos designados para la publicación de un folleto también la recoge Alba,
Historia del comunismo, p. 56.
42.  Convocatoria, Suplemento de El Libertador, no 21, (mayo de 1928); Daniel Kersffeld, Contra el
imperio, pp. 235-236. Las conclusiones del Congreso y su Manifiesto figuran en “El Congreso anti-
imperialista de Bruselas”, El Libertador, Vol. II, número 12, (junio de 1927), pp. 3-13.
43.  “Mensaje al Segundo Congreso Mundial Antiimperialista reunido en Fráncfort, Alemania” y “Re-
solución del Segundo Congreso Mundial...”, [julio de 1929], Sandino, El pensamiento vivo, T. I, pp. 367-
372. Cerdas Cruz, La Hoz y el machete, pp. 230-231. El texto completo de la resolución figura en San-
dino, El pensamiento vivo, T. I, pp. 371-372. Kersffeld, El Telégrafo (Quito), 21 de junio de 2013, http://
www.telegrafo.com.ec/mundo/item/una-bandera-sandinista-entre-nicaragua-y-frankfurt.html.
44.  G-2, “Informe sobre Sandino” (agregado militar en México Gordon Johnston) 5 de Julio de
1929, Documento 95, página 3, no 40. http://www.sandinorebellion.com/Top100pgs/Top100-
p95C.html. El Diario de Yucatán, 12 de Julio de 1929, citado por Villanueva, Sandino en Yucatán, p. 57.
45.  Gilbert, Junto a Sandino, pp. 264, 267. Carta a Alemán Bolaños, 26 de septiembre de 1929, Sandino,
El pensamiento vivo, T. I, p. 391. Sobre las actividades de Sandino en Mérida, ver Carlos Villanueva, San-
dino en Yucatán, (Secretaría de Educación Pública, Programa Cultural de las Fronteras, Mérida:1988).
46.  Villanueva, Sandino en Yucatán, p. 21. Por ejemplo, al diario El Comercio, (México, D.F.) 20 de julio
de 1929 en Alberto Toledo Ortiz, Grandes reportajes históricos, página 73.
47.  Cartas a Alemán Bolaños, 4 de agosto de 1929 y sin fecha, Sandino, El pensamiento vivo, T. I, pp.
374, 376. Alemán Bolaños, Sandino el libertador, p. 92. Lo acontecido es recapitulado en carta que
Sandino escribe a Zepeda el 25 de enero de 1930, Sandino, El pensamiento vivo, T. II, pp. 52-53.
48.  Carta de Emilio Portes Gil a Manuel Arriaga, 29 de julio de1929, Archivo Emilio Portes Gil,
2/622/802, registro 3303, folio 15, año 1929, AGN-México. “Memorándum Confidencial” de Ze-
peda al Oficial Mayor de la Secretaria de Relaciones Exteriores, 3 de octubre de 1929, y nota de éste
último al subsecretario de Gobernación “Entrada al país de personas que militaron en Nicaragua”,
Secretaria de Gobernación, siglo XX, IPS, Caja 266, 313.1 (folios 85 y 86), Archivo General de la
Nación-México.
49.  Carta a Emilio Portes Gil, 4 de diciembre de 1929, Sandino, El pensamiento vivo, T. I, pp. 404-407.
Carta a Gustavo Alemán Bolaños, 19 de octubre de 1929, Sandino, El pensamiento vivo, T. I, p. 396;
Alemán Bolaños, Sandino el Libertador, p. 90Carta a Pedro José Zepeda, 25 de enero de 1930, Sandino,
El pensamiento vivo, T. II, p. 52-53. Se indica 25 de enero en la colección, pero la fecha real es del 11
de enero. (Dice en una parte “ayer 10 del presente mes”) Utilizamos la referencia bibliográfica de la
publicación. Gilbert, Junto a Sandino, p. 267.
511
50.  Hernán Laborde, Portes Gil y su libro, quince años de política Mexicana, (Ediciones noviembre, Mé-
xico, D.F.: 1950), pp. 33-35.
51.  Carta a Pedro José Zepeda, [25 de enero de 1930], Sandino, El pensamiento vivo, T. II, p. 53. En
la versión de Gilbert, Zepeda comunicó a Sandino que el gobierno mexicano había dispuesto la
suma de 200,000 pesos “comenzar la ayuda por la libertad de Nicaragua, al tiempo que lo invitaba
a que fuera al poblado de Espita para que conociera una finca henequenera que se compraría con
un avance de 50,000 pesos, la que trabajaría con su gente hasta el momento de la hora del retorno
a los campos de la rebeldía, Gilbert, Junto a Sandino, pp. 268-269.
52.  Morrow al Secretario de Estado, 4 de diciembre de 1929 y Secretario de Estado al Encargado
de Negocios en México, 11 de diciembre de 1929, FRUS, 1929, III, p.589; Büchenau, In the shadow,
pp. 85-86. Encargado de Negocios (Johnson) al Secretario de Estado, 19 de diciembre de 1929,
FRUS, 1929, III, p. 589. Campos Ponce, Sandino, Biografía de un héroe, pp. 114-115.
53.  Carta a Pedro José Zepeda, 25 de enero de 1929, Sandino, El pensamiento vivo, pp. 55.
54.  Carta de Álvaro Torres Díaz, gobernador del Estado, a Emilio Portes Gil, 23 de agosto de
1929, Archivo Emilio Portes Gil, 2/622/802, folio 13, 1929, Archivo General de la Nación-México.
55.  Carta de Emilio Portes Gil a Torres Rivas, 2 de septiembre de 1929, Archivo Emilio Portes
Gil, 2/622/802, registro 3303, folio 14, año 1929, AGN-México.G-2, “Informe confidencial sobre
las actividades de nicaragüenses aviadores”, 20 de enero de 1930 y 21 de marzo de 1930, Docu-
mento 95, página 4, no 41-42 y página 5, no 24-25, http://www.sandinorebellion.com/Top100pgs/
Top100-p95D.html.Izaguirre y Martínez, Sandino y los U.S. marines, pp. 357-358.
56.  Edelberto Torres Espinoza, “Breve biografía”, El Centroamericano, 18 de mayo reproducido en
Alberto Toledo Ortiz, Grandes reportajes, pp. 82 y Torres Rivas, Sandino y sus pares, pp. 210-211.
Véase también el comentario de Navarro-Génie, Augusto “César” Sandino, p. 40.
57.  El recuento de lo sucedido lo hace Sandino en carta a Pedro J. Zepeda del 25 de enero de 1930,
Sandino, El pensamiento vivo, T. II, pp. 52-56. Wünderich, Sandino, una biografía, pp. 214-215.
58.  Carta a Pedro J. Zepeda, 25 de enero de 1930, Sandino, El pensamiento vivo, T. II, pp. 51-56.

XIV
Ciudad de México: entre dos fuegos
Páginas 319-354
1.  Carta de Heriberto Barón a Pascual Ortiz Rubio, 25 de enero de 1930, Fondo Emilio Portes Gil
(EPG), Expediente 4-489, registro 3303, año 1929, Archivo General de la Nación, México.
2.  Tras bajar del tren muy temprano la mañana del 28 de enero, Sandino declaró a un reducido
grupo de periodistas, entre ellos Carleton Beals, que venía “de su rancho” en Yucatán para parti-
cipar en la ceremonia de toma de posesión del nuevo mandatario mexicano Pascual Ortiz Rubio.
Según el despacho del corresponsal Carleton Beals, Sandino dijo que no toleraría intento alguno de
la Liga Antiimperialista o de “otra organización de similar naturaleza” de controlar sus acciones.
“Visiblemente enojado” el General denunció las acusaciones sobre los 60 mil dólares diciendo que
sólo la muerte le impediría regresar a Nicaragua para continuar la lucha. Sobre el proyecto del Canal
dijo que su primer acto tras el triunfo de su movimiento sería nacionalizar la ruta y el canal y todos
los derechos concernientes. Por su parte, el Embajador de México en Washington declaraba, según
el mismo corresponsal, lo inoportuno de la visita de Sandino a la capital que sólo podía avergon-
zar (embarrar) al gobierno mexicano. “Sandino in Mexico”, despacho de Beals con fecha 28 de
512
enero de 1928, Colección Beals, Gotlieb Center, Boston. “Sandino will return to rid Nicaragua of
Yankees, He says”, (“Sandino dice que regresará a liberar de los yanquis a Nicaragua”) Washington
News, 29 de enero de 1930. Informe G-2, 31 de enero de 1930, Documento 95, página 5, no 12,
http://www.sandinorebellion.com/images/Top100/DSC00498.JPG.
3.  Informe G-2, 6 de febrero de 1930, Documento 95, página 5, no 13, http://www.sandinorebe-
llion.com/images/Top100/DSC00498.JPG.
4.  Selser, General de hombres libres, citado por Cerdas Cruz, Hoz y el machete, p. 240.
5.  G-2, Informe sobre actividades de A.C. Sandino, 3 de febrero de 1930, Documento 95, página
5, no 14, http://www.sandinorebellion.com/Top100pgs/Top100-p95E.html. Cerdas Cruz, Hoz y el
machete, p. 240.
6.  Comunicación del 11 de abril a Zepeda citada en Cuadros Caldos, Comunismo criollo, pp. 94-95;
G-2, “Informe secreto sobre las actividades de A. C. Sandino en Ciudad México, 16, 17 y 18 de
febrero”, 19 de febrero de 1929, (agregado militar en México, Documento 95, página 4, no 49.
Despacho de la A.P., 15 de febrero de 1930, New York Evening Post. Izaguirre y Martínez, Sandino y
los U.S. Marines, pp. 351-352.
7.  Román, Maldito país, p. 106.G-2, Informe sobre las actividades de A. C. Sandino en Ciudad Mé-
xico, 3 de febrero de 1930, (agregado militar en México), Documento 95, página 5, no 9. http://
www.sandinorebellion.com/Top100pgs/Top100-p95E.html. Izaguirre y Martínez, Sandino y la U.S.
marines, pp. 342-343.
8.  Patricia Albers, Shadows, Fire, Snow: The life of Tina Modotti, (University of California Press: 2002),
p. 234. El ambiente político-cultural en la capital –al menos hasta la represión desatada en 1929– ,es
descrita por Barry Carr, “La ciudad de México: emporio de exilados revolucionarios latinoamerica-
nos en la década de 1920”, Pacarina del Sur, Revista de Pensamiento Crítico Latinoamericana, disponible en
internet http://www.pacarinadelsur.com/home/mallas/338-la-ciudad-de-México-emporio-de-exi-
liados-y-revolucionarios-latinoamericanos-en-la-decada-de-1920.
9.  Citado en Alemán Bolaños, Sandino el libertador, pp. 95-96.
10.  “Sandino plans new campaign in Nicaragua”, New York Evening Post, 17 de febrero de 1930.
http://www.sandinorebellion.com/images/Top100/DSC00555.JPG. Escrito de Diego Córdoba
en la revista Eurindia, “Sandino, general de hombres libres”, citado por Alemán Bolaños, Sandino el
libertador, pp. 92-93. Sobre Rivas consultar la interesante reseña de Michael Schroeder y la documen-
tación que adjunta, The case of Julio César Rivas, Sandinista pretender, Top 100, documento 7. http://
www.sandinorebellion.com/Top100pgs/Top100-p7a.html.
11.  “La liga antiimperialista y el General Sandino”, El Libertador, II, No. 20, p. 2.
12.  “Sandino en México”, sin firma, El Libertador, II, No. 23, (julio de 1929), p. 2.
13.  “Entrevista con El Dictamen, (Veracruz, México), [octubre de 1929], Sandino, El pensamiento vivo,
T. I, pp. 392-393. La declaración se hizo a inicios de junio y no en octubre como postula la recopi-
lación anterior en la forma de resumen. El texto exacto se cita en la recopilación de Alberto Toledo
Ortiz, Grandes reportajes históricos de Nicaragua, Lo que ocurrió hace 40, 30, 20, 10 y 5 años, (sin editorial
indicado, Managua: 1966), 73.
14.  Gilbert, Junto a Sandino, p. 281-282. Gustavo Machado a Hernán Laborde, 19 de abril de 1930,
Centro Ruso, Fondo 495 , MP 48 19, Rollo 19.
15.  Citado en Cerdas Cruz, Hoz y el machete, p. 239. Comunicado, 9 de enero de 1930, Sandino, El
pensamiento vivo, T. II, pp. 44-47.
16.  Carta a Hernán Laborde, 2 de enero, Sandino, El pensamiento vivo, T. II, pp. 38-39.
17.  La foto aparece en la página dos del reportaje “Semana Sandino” y una “declaración del repre-
sentante de A.C. Sandino” firmada por Machado en El Libertador, Vol. II, no 19, (agosto de 1928),
513
p. 5. Ver también el informe de MAFUENIC en El Libertador, Vol. II, no 18, ( junio de1928), y el
anuncio que “en Veracruz –el Puerto, así como otra ciudades– del Estado se están organizando
manifestaciones monstruosas de recibimiento”. Carta a Hernán Laborde, 2 de enero, Sandino, El
pensamiento vivo, T. II, p. 36.
18.  Carta a Hernán Laborde, 2 de enero de 1930, Sandino, El pensamiento vivo, T. II, pp. 35-39.
19.  Convenio para formar la junta de gobierno”, noviembre de 1928, Sandino, El pensamiento vivo, T.
I, pp. 284-286 y II, p. 30.
20.  El extracto de una carta del 19 de diciembre de 1928 dirigida a Gustavo Machado aparecen en
la comunicación a Hernán Laborde con fecha el 2 de enero de 1930. No conocemos el texto origi-
nal. Sandino, El pensamiento vivo, T. II, pp. 30-31.
21.  Citado por Julio Cuadros Caldas, El comunismo criollo, (S. Loyo, editor, Puebla, México: 1930),
pp. 81-82.
22.  Dospital, Siempre más allá, p. 61. “Sandino en México”, El Libertador, Vol. II, no 22, (julio de
1929), p. 2.
23.  Citado por Dospital, Siempre más allá, p. 62.En el texto de los acuerdos de la reunión del 30 de
enero de 1930 en la capital mexicana en que se hace referencia a la reunión de Veracruz del 8 de
Julio de 1929. El texto del acta se reproduce en Dospital, Siempre más allá, pp. 63-64 y fue ubicado
en los archivos soviéticos y es analizado por Vladim Staklo. “Reluctant allies: Sandino and the Co-
mintern, 1927-1934”, ponencia en el simposio “El Comintern y la izquierda en América Latina: sig-
nificados históricos y políticos”), Congreso Internacional de Americanistas, México, (julio de 2009).
Agradezco al Profesor Miles Rodríguez de Bard College la facilitación de la ponencia.
24.  Elvira Concheiro, et. al, (coordinadores), El comunismo: otras miradas desde América Latina, ( Uni-
versidad Autónoma de México: 2007), p. 562-567. Cerdas, Hoz y el machete, pp. 167-168.
25.  Kersffeld, Contra el imperio, pp. 194-195. Víctor Alba, Historia del movimiento obrero en América
Latina, (Libreros mexicanos unidos, México, D.F.: 1964), pp. 206-208; Prólogo de Arnoldo Mar-
tínez Verdugo, 20 de Julio de 1975, en Centro de Estudios Históricos y Sociales, El Machete Ilegal,
1929-1934, Edición Facsimilar, (Instituto de Ciencias, Universidad Autónoma de Puebla, Puebla,
México: 1975), pp. v-vi. International Press Correspondence, no 43, 19 de Julio de 1929, citado por Staklo,
“Reluctant allies”, p. 8.
26.  Jeifets, et al, La Internacional Comunista, pp. 135, 171, 197. Staklo, “Reluctant Allies”, pp. 10-11.
Staklo utiliza como fuentes los documentos del Archivo Estatal Ruso de Historia Social y Política.
27.  “Una confusión que aclara el C. Continental”, El Libertador, Vol. II, No. 20, (mayo de 1929),
p. 11.
28.  “Declaraciones del Mafuenic”, El Libertador, II, no 20, (mayo de 1929), p.2. Comunicación de la
Liga Antiimperialista a todas las organizaciones antiimperialistas, y a los revolucionarios del conti-
nente”, publicada como suplemento en El Libertador, no 21, 1 de mayo de 1929, p. 1.
29.  Carta citada por Staklo indicando únicamente que fue escrita en enero de 1930, Staklo, “Reluc-
tant Allies”, pp. 10-11.
30.  Carta a Gustavo Alemán Bolaños, 9 de septiembre de 1929, Sandino, El pensamiento vivo, T. I, pp.
389-390.
31.  Staklo, Reluctant Allies, pp. 10.
32.  Staklo, Reluctant Allies, pp. 10.
33.  Memorias inéditas de Vidali citadas por Barckhause-Canale en su biografía de Tina Modotti.
Agrega como que Vidali “entre las sesiones del VI Congreso de La Internacional Comunista en
Moscú, hizo mucho esfuerzo para convencer a la internacional Sindical Roja para que apoyara, ma-
514
terial y moralmente, la lucha de Sandino”. Ello sin embargo no hubiera coincidido con la línea del
mismo Congreso. Barckhause-Canale, Tina Modotti, p. 82.
34.  Carta a Hernán Laborde, 2 de enero de 1930, Sandino, El pensamiento vivo, T. II, p. 38.
35.  Carta Hernán Laborde, 8 de enero de 1930, Sandino, El pensamiento vivo, T. II, pp. 41-43. “Res-
puesta a un cuestionario de El Universal”, Sandino, El pensamiento vivo, T. II, p. 60. En este último do-
cumento Sandino dice su lucha en Nicaragua “no es otra cosa que hija de la revolución mexicana”.
36.  Citado en Staklo, Reluctant allies, p. 12.
37.  En carta a José Idiáquez del 11 de marzo de 1930, Sandino se refiere a la gira de propaganda
a nuestra causa, “si se hace esta gira será con el objeto de obtener mayores y más eficaces recursos
para la lucha, los cuales se nos tienen prometidos. Lo de esta gira no tiene otra finalidad, en caso
de hacerse, y ser por muy corto tiempo”. Carta a José Idiáquez, 11 de marzo de 1930, Sandino, El
pensamiento vivo, T. II, p. 96.
38.  Carta a Münzenberg, 6 de febrero de 1930, Sandino, El pensamiento vivo, T. II, p. 63.Carta a
Henry Barbusse, 6 de febrero de 1930, Sandino, El pensamiento vivo, T. II, p. 65. La carta de Barbusse
a Sandino, julio de 1928 (no indica el día), aparece en el Repertorio Americano, XVII, No. 17, (3 de
noviembre de 1928).
39.  Carta a Henri Barbusse, 18 de enero de 1929, en Arturo Taracena Arriola, “Aporte documental
al ‘Pensamiento Vivo de Sandino’, tres nuevos textos”, Revista de Historia, No. 20 (1989), Universi-
dad Nacional, Costa Rica, disponible en internet: http://www.revistas.una.ac.cr/index.php/histo-
ria/article/view/3278.
40.  “Mensaje al Séptimo Congreso Estudiantil Mexicano reunido en Monterrey, Nuevo Laredo”,
17 de febrero de 1930, Sandino, El pensamiento vivo, T. II, p. 67. “A los obreros...”, 26 de febrero de
1930, Sandino, El pensamiento vivo, T. II, pp. 69-72.
41.  Texto de la carta reproducido en: Burckhausen-Canale, Tina Modotti, p. 82.
42.  Carta a Hernán Laborde, 2 de enero de 1930, Sandino, El pensamiento vivo, T. II, pp. 12-13.
43.  La mayoría de los relatos atribuyen la muerte de Mella a pistoleros empleados por el régimen
dictatorial de Machado en Cuba. Pero quienes dudan que este fuera el caso, entre ellas la cubana
Celia Hart Santamaría, “Un día como hoy asesinaron a Mella. Caminaba junto a su hermosísima
Tina Modotti, a la que, por cierto, no le perdono que teniendo la fina sensibilidad de una artista
y habiendo sido amada por el hombre más bello, inteligente y revolucionario de su tiempo, se
hubiese ligado al oscuro Vidali. Pero Mella y no Vidali es el que está fresco y más vivo que nun-
ca. Vidali permanecerá helado y siempre con mal olor”, Celia Hart, “¡Julio Antonio!”...Hasta des-
pués de muerto...”, Corriente marxista internacional, noviembre, 2001, http://www.elmilitante.org/
index.php?option=com_content&view=article&id=2948&Itemid=74. Un artículo reciente a en
la revista del Partido Comunista Venezolano, “Gustavo Machado Oficial de Sandino en la lucha
guerrillera contra los yanquis”, Tribuna Popular, 19 de julio de 2014, dice que “el gran camarada Vi-
torio Vidali... fue su gran amigo [Gustavo Machado] de toda la vida”. http://prensapcv.wordpress.
com/2014/07/19/gustavo-machado-oficial-de-sandino-en-la-lucha-guerrillera-contra-los-yanquis.
44.  Carta de Sandino a Pavletich, 30 de marzo de 1930, Sandino, El pensamiento vivo, T. II, pp. 112-
114.
45.  Los nombres figuran en la lista de personas que “puede ser que lleguen” a México “en impor-
tante misión”. “Memorándum confidencial al Sr. Profesor Cienguso”, Oficial Mayor de la Secretaría
de Relaciones Exteriores, 3 de octubre de 1929, firmado por Pedro J Zepeda. Nota del general José
María Tapia, Jefe del Estado Mayor Presidencial, al Oficial Mayor de Gobernación de la Secretaría
de Gobernación, Siglo XX, IPS Caja 312 (folios 6 y 7), Archivo General de la Nación, México;
Campos Ponce, Sandino, Biografía de un héroe, p. 116. G-2, “Informe confidencial de inteligencia sobre
515
el Sr. Gregorio Sandino y Sra.”, (escuadrón del servicio especial, Balboa, Zona del Canal) y “Infor-
me sobre Gregorio Sandino, 28 de marzo y 4 de abril de 1929, (mayor Handy, Zona del Canal), Do-
cumento 95, página 4, no. 39 y 40. http://www.sandinorebellion.com/Top100pgs/Top100-p95L.
html. Ver la entrevista de José Ovidio “Pepe” Puente León en que relata la participación de su padre
como niño en Veracruz en las actividades para recolectar los 5,000 pesos para el viaje de regreso.
Timothy C. Brown, editor y traductor, When the AK-47s fall silent, revolutionaries, guerrilla and the dangers
of peace (Hoover Institution, Stanford, California: 2000), pp. 13-14. También, Mauricio de la Selva,
Nicaragua (ensayo biográfico-político sobre Sandino), Vol. 4 (Tribuna de México, México:1954), p. 30 y Gar-
cía Salgado, Yo estuve con Sandino, p. 73 y Wünderich, Sandino, una biografía, p. 214.
46.  La correspondencia entre Sandino y Tejeda se encuentra en el archivo de Adalberto Tejeda en
el Archivo General Estatal en Xalapa. Algunas de ellas fueron publicadas por Soledad García Mora-
les, “Augusto César Sandino y Adalberto Tejeda Olivares, “Cartas inéditas”, disponible en internet:
http://cdigital.uv.mx/bitstream/123456789/2459/1/198450P3.pdf.
47.  Carta a Adalberto Tejeda, 30 de marzo de 1930, García Morales, “Augusto César”, p. 6. La
relación solidaria de Tejeda con Sandino es comentada por Campos Ponce, Sandino, Biografía de un
héroe, p. 156.
48.  Citado en Antonio García de León, Resistencia y utopía: memoria de agravios y crónica de revueltas
acaecidas en la provincia de Chiapas durante los últimos quinientos años de su historia, (Ediciones Era, México.
D.F.: 1997), p. 398. Campos Ponce, Sandino, Biografía de un héroe, p. 117.
49.  Un informe norteamericano postuló que Sandino fue asistido por un piloto amigo. G-2, In-
forme sobre situación Sandino, 3 de junio de 1930, Agregado militar norteamericano en México,
Documento 95, página 9, no 8. http://www.sandinorebellion.com/Top100pgs/Top100-p95I.html.
G-2, “Informe confidencial sobre las actividades de nicaragüenses aviadores”, 21 de marzo de 1930,
Documento 95, página 4, no 41.
50.  Gilbert, Junto a Sandino, p. 284 “Informe a la Jefatura Suprema del EDSNN...”, Sandino, El pen-
samiento vivo, T. II, pp. 125-128. Cartas a Pedro J. Zepeda, 13 de mayo y 16 de julio de 1930, Sandino,
El pensamiento vivo, T. II, pp. 115, 123-124.
51.  Carta a Pedro J. Zepeda, 15 de agosto de 1930, Sandino, El pensamiento vivo, T. II, pp. 132-133.
52.  “Comunicado”, 20 de octubre de 1931, Sandino, El pensamiento vivo, T. II, pp. 200-201.
53.  Citado en Macaulay, The Sandino Affair, pp. 183-184.
54.  Apuntes del capitán Puller, comandante del primer batallón de la Guardia (posteriormente se
le conoce como el oficial más condecorado en la historia de los marines), Jon T. Hoffman, Chesty:
The Story of Lieutenant General Lewis B. Puller, USMC, (Random House, New York: 2007), pp. 64,80,
88-89. Los otros datos aparecen en el Brooklyn Daily Eagle, 14 de febrero y 19 de abril de 1931.

XV
Martí, Moscú y Managua
Páginas 355-384
1.  Sobre la interesante historia del Partido Comunista Centroamericano ver el estudio de Arturo
Taracena Arriola, “El partido comunista de Guatemala y el partido comunista de Centroamérica,
1922-1932”, Pacarina del Sur, http://www.pacarinadelsur.com/home/oleajes/166-el-partido-comu-
nista-de-guatemala-y-el-partido-comunista-de-centro-america-1922-1932. Asimismo, la biografía
516
de un militante hondureño escrita por Rina Villars. Lealtad y rebeldía, La vida de Juan Pablo Wainwright,
(Editorial Guaymuras: Tegucigalpa, 2010).
2.  Dospital indica que Martí fue enviado por la sección estadounidense de la Liga Antiimperialista,
Dospital, Siempre más allá, p. 56. Es lo más probable. Pero los especialistas que han trabajado con la
documentación de la Comintern no han encontrado, a la fecha, documentación especifica al respec-
to en el Archivo Estatal Ruso de Historia Política y Social (RGASPI) de Moscú, se hace. Kersffeld,
Contra el imperio, pp152-153, 305. Jeiffets, et. al., La Internacional Comunista, pp. 197-198.
3.  Jorge Arias Gómez, Farabundo Martí, esbozo biográfico, (EDUCA: 1972), p. 49. Sobre los primeros
años de la Liga Antiimperialista en El Salvador ver Roberto Carlos Degas Melgar, “La Liga Anti-
imperialista de San Salvador frente a la Intervención norteamericana en Nicaragua (1926-1927)”,
tesis de postgrado, Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, (Mayo, 2013), disponible en
internet: http://www.uca.edu.sv/filosofia/admin/files/1355957291.pdf “Se puede considerar co-
munistas a los participantes de los círculos marxistas. A ellos pertenecía , en primer lugar, el mismo
Farabundo Martí...”, A. Petrujin, E. Churlov, Farabundo Martí, (Editorial Progreso, Moscú: 1985),
p. 31.
4.  Otras fuentes indican que Martí llegó en el mes de abril a Las Segovias. Petrujin, et al., Farabundo
Martí, pp. 38-39.
5.  “Atestados de Farabundo Martí”, 4 de mayo de 1929, Sandino, El pensamiento vivo, T. I, pp. 358-
359. Petrujin, et al., Farabundo Martí, p. 42.
6.  “Atestados de Farabundo Martí”, 4 de mayo de 1929, Sandino, El pensamiento vivo, T. I, pp. 358-
359. Petrujin, et al., Farabundo Martí, p. 42.
7.  “Conversación en Niquinohomo”, Noviembre de 1933, Sandino, El pensamiento vivo, T. II, p. 366.
8.  Petrujin, et al., Farabundo Martí, p. 39.
9.  Arias Gómez, Farabundo Martí, p. 52.
10.  Dospital, Siempre más allá, p. 57.
11.  Belausteguigoitia, Con Sandino, p. 112. Román, Maldito país, p. 132.
12.  El facsímile del texto aparece Rius, El hermano Sandino, (Grijalbo, México, D.F.: 1988), p. 129;
Dospital, “Sandino y la Escuela”, pp. 47-48. Si en efecto Martí asistió con Sandino a los encuentros
masónicos y si estos últimosse enteraron deinclinaciones políticas radicales, no es de descartar que
Sandino fuera advertido en el sentido que indica la carta y que esta sea legitima. La fecha y el lugar
de expedición de la carta corresponden con la ubicación de Sandino en esa fecha.
13.  Énfasis en original citado en Cerdas Cruza, La Hoz y el machete, p. 243.
14.  García Salgado, Yo estuve con Sandino, pp. 73-74. 16 En la entrevista realizada por Gregorio Selser
a Rafael Carrillo, Secretario del Comité Central del PCM, afirma que tanto García Salgado como
Martí fueron enviados por le PCM a luchar con Sandino., Entrevista a Rafael Carrillo realizada el 22
de enero de 1980 por Gregorio Selser, INAH, México. Carta de Zepeda al director de El Dictamen
de Veracruz, 30 de mayo de 1930, traducción G-2, 17 de junio de 1930, Top 100, Documento 95,
página 4, no 7-10. http://www.sandinorebellion.com/Top100pgs/Top100-p95D.html.
15.  Lo expresa de la siguiente manera en una entrevista para un diario salvadoreño en marzo de
1930 en la que introduce nociones libertarias anarcosindicales: “El comunismo está aureolado de li-
bertad. Cada hombre lleva un espíritu libre. Jesucristo forma parte de la noble cadena de los grandes
comunistas... Nos estamos perdiendo. Rusia se salvó por el comunismo y ya se empezaba a perder
de nuevo porque bajo esa bandera de libertades puras, había hombres corrompidos”, Declaración
de Sandino al El Nuevo Día de San Salvador citado por Dospital, Siempre más allá, p. 84. En el mismo
sentido Sandino escribe a José Hilario Chavarría “Siempre hemos pertenecido a la clase común y en
ese caso, antes que solamente liberales, somos más bien comunistas” o más fehacientemente en la
517
carta del 27 de marzo de 1933 a Humberto Barahona, expresa: “Mientras Ud. huye llamarse comu-
nista, yo lo declaro al universo entero, con toda la fuerza de mi ser, que soy comunista racionalista”.
Carta a Humberto Barahona, 27 de mayo de 1933, Sandino, El pensamiento vivo, T. II, p. 338.
16.  Belausteguigoitia, Con Sandino, pp. 181, 112. Román, Maldito país, 132; “Conversaciones en Ni-
quinohomo”, relatada por Nicolás Arrieta, noviembre de 1933, Sandino, El pensamiento vivo, T. II, p.
366. .Ver también las conclusiones de Girardi, Sandinismo, marxismo, pp. 74-75 y Carlos Fonseca,
Viva Sandino, p. 70.
17.  Citado en Arias Gómez, Farabundo Martí, pp. 153-154.
18.  Otra versión del último testimonio de Martí dice: “En estos momentos en que estoy a dos pa-
sos de la muerte quiero declarar categóricamente que creo en Sandino, que no se ha vendido a los
americanos y que es un hombre sincero. Cuanto se ha dicho de él con respecto a que se ha vendido,
es completamente falso, pues Sandino es uno de los pocos patriotas que hay en el mundo. Yo he
permanecido unido a él a través de la distancia y del tiempo y si me separé de él fue porque se dejó
engañar por los agentes del imperialismo que pretenden su exterminio”. La referencia seguramente
es a Portes Gil y al Dr. Zepeda. Arias Gómez, Farabundo Martí, pp. 153-154. Sin embargo se mantie-
ne una controversia sobre la veracidad del texto en tanto algunas formulaciones no son consistentes
con el pensamiento de Martí. Y en realidad la articulación de las ideas y la selección de los términos
es confusa. El periodista mexicano Campos Ponce, quien fue leal a Sandino, escribió que “si se estu-
dia el texto anterior, inmediatamente se sospechara de su autenticidad, a parte de las primera frases,
las que parecen muy rebuscadas. O José Agustín Farabundo Martí no hizo estas declaraciones o
ellas fueron deformada de inmediato. Por lo pronto, el párrafo final viene a comprobar la falsedad
de estas declaraciones, las cuales fueron escritas por alguien que no pudo ser marxista, pues la for-
man frases e ideas que cualquiera que sea profundo conocedor del marxismo no puede expresar. Y
Martí era un completo marxista”, dice Campos Ponce, Sandino, Biografía de un héroe, pp. 171-172Alba,
Historia del movimiento, pp. 412-413.
19.  Cerdas Cruz, La Hoz, p. 303.
20.  Conversación en Niquinohomo, Sandino, El pensamiento vivo, T. II, p. 366.
21.  El Partido Comunista Mexicano ha apoyado hasta aquí la lucha del general Sandino en Nica-
ragua”, Carta de Hernán Laborde, 30 de abril de 1930, Relación de documentos, (Rollo número
10/547-7-396). Kersffeld, Contra el imperialismo, pp. 199-200. El texto de la declaración no se hace
pública hasta el 26 de mayo. El texto completo puede consultarse en García Salgado, Yo estuve con
Sandino, pp. 913. Ver también la entrevista de García Salgado con Gregorio Selser.
22.  Carta a Pedro J. Zepeda, 15 de agosto de 1930, Sandino, El pensamiento vivo, T. II, pp. 132-135.
23.  El texto forma parte de la documentación microfilmada de expedientes de la IC, relativas a Mé-
xico que realizaran historiadoras mexicanas y que forman parte de la Colección Rusa de la Biblio-
teca Manuel Orozco, de la Dirección de Estudios Históricos del INAH. “ Relación de documentos
sobre México” , MP.48.19, Rollo de Microfilm 19, 495 108 127.
24.  Véase al respecto la explicación de Rafael Cuevas Molina, Sandino y la intelectualidad costarricense,
nacionalismo antiimperialista en Nicaragua y Costa Rica, 1927-1934, (Euned, San José, Costa Rica: 2008).
25.  Kersffeld, Contra el imperialismo, pp. 198-199. Barbusse adopta la misma posición,Carta del ge-
neral Sandino a Barbusse”, 15 de enero de 1929, El Libertador, Vol., II, no 20, p. 6.
26.  La versión es recogida por Guillermo García Ponce, en su biografía de Eduardo Machado
(hermano de Gustavo) indicando que la fuente fue el dirigente cominternista brasileño Luis Carlos
Prestes, Guillermo García Ponce, Memorias de un general de la utopía, La increíble historia de un venezolano
excepcional, Eduardo Machado y de sus luchas revolucionarias en Venezuela, Cuba, México, España, Estados
518
Unidos y en la Internacional Comunista. (Ediciones Cotragaf, Caracas: 1992). La anécdota aparece en
diversas versiones en el internet sin establecer la fuente exacta.
27.  Entrevista a Rafael Carrillo realizada el 22 de enero de 1980 por Gregorio Selser, Caja 33, G
NI2, CAMENA, UACM.
28.  Fonseca, Obras, II, Viva Sandino, p. 74.
29.  “Bases del convenio que se propone al general José María Moncada para que se constitucio-
nalice como presidente de la República de Nicaragua en el período de 1929-1932”, 6 de enero de
1929, Sandino, El pensamiento vivo, T. I, pp. 297-303. “Circular a todas las autoridades civiles de las
Segovias”, 27 de agosto de 1932, Sandino, El pensamiento vivo, T. II, p. 245.
30.  Alemán Bolaños, Sandino, el libertador, p. 12 reproducido en “Para la historia”, 4 de agosto de
1932, Sandino, El pensamiento vivo, T. I, p. 243.
31.  Desde Nueva York, el Buró del Caribe de la Secretaria del Comintern impartía orientaciones al
PTN en continuar trabajando en un programa que llevara “al establecimiento del poder Soviético
de los obreros, campesino y soldado” y el establecimiento de un “Gobierno Obrero y Campesino
Soviético” en Nicaragua. Entre las consignas a utilizar figuraba “Armamento de los obreros y cam-
pesinos y conversión de la Guardia Nacional en una milicia obrera y campesina”. En el documento
advierte que “los comunistas nicaragüenses deben entender claramente que la dirección de Sandino
es una dirección pequeña burguesa, no una dirección proletaria...es absolutamente esencial que los
comunistas nicaragüense se demarquen del modo más claro de la dirección de Sandino”, pero que
se integraran al EDSNN y llevaran a cabo una campaña de “esclarecimiento”. Carta Abierta a los
Miembros del Partido Trabajador Nicaragüense y a Todos los Obreros Revolucionarios de Nicara-
gua, 18 de febrero de 1932. Archivo RGASPI, 495-115. Agradezco a Erik Ching la facilitación del
expediente de la Comintern relativo a Nicaragua.
32.  Partido Trabajador Nicaragüense, “Nuestras tareas inmediatas en Nicaragua y en Honduras”, 5
de mayo de 1931, citado por Pakkasvirta, ¿Un Continente?, p. 99.
33.  Roque Dalton, Miguel Mármol, citado por Melgar Bao, “Cominternismo intelectual”, p. 152.
34.  Carta a José Idiáquez, 26 e abril de 1939, Sandino, El pensamiento vivo, T. II, p. 173.
35.  Carta a José Idiáquez, 26 e abril de 1939, Sandino, El pensamiento vivo, T. II, p. 173. “Suprema
proclama de la unión centroamericana”, 16 de agosto de 1933 y “Pauta del Ejército Autonomista de
Nicaragua”, 18 de agosto de 1933, Sandino, El pensamiento vivo, T. II, pp. 347-354.
36.  Bermúdez, Guevara, El movimiento obrero, p. 45. Concheira, et.al., El comunismo, pp. 405-406.
Guevara Lopez, Onofre, Nicaragua, mi lectura de su historia contemporánea, Ediciones Seguimos, Mana-
gua, 2014, pp. 120-124.
37.  Médico de profesión, el Dr. Vega se ganó la confianza de Sandino al punto de figurar en la lista
de personas de confianza aptas para figurar en el gabinete del futuro gobierno, “Instrucciones para
el general Portocarrero”, 15 de diciembre de 1931, Sandino, El pensamiento vivo, T. II, pp. 294-296.
Vega aparece como el autor de una hoja volante “El Martirologio del pueblo de Nicaragua en pleno
siglo XX impuesto por los EE.UU” en el que se reproducen las macabras fotografías tomadas por
marines norteamericanos. Los términos de la denuncia no reflejan una ideología anti-capitalista”.
“El martirologio del pueblo de Nicaragua en pleno siglo XX impuesto por los Estados Unidos”,
“Macabras Escenas Ocurridas en Matagalpa y Jinotega, Nicaragua, Fotografiadas por sus Autores,
Los Gringos de la Marinería de E.U.A”, “Al pueblo de toda Nicaragua” firmada por Arturo Vega.
Sin fecha, cerca de enero 1932. RG127/38/30. “Hojas de Propaganda”, http://www.sandinorebe-
llion.com/MDocs/MDocs-HojasVolantes.html.
38.  En algunos textos aparece como Andrés pero en la mayoría como Arturo. Un virulento an-
ti-sandinista de los años ochenta toma el caso de Andrés Vega (Arturo) para postular lo que llama
519
“el anticomunismo de Sandino” y el “antisandinismo de los comunistas”. En resumidas cuentas
sostiene que el guerrillero mandó a fusilar al doctor y también Coronel Arturo Vega el “militante
comunista que llevaba a cabo labor de adoctrinamiento en las tropas”. Ciertamente, Vega junto a
Paredes fueron quienes convencieron al general Juan Gregorio Colindres a proclamarse presiden-
te de la “República Democrática de Nicaragua”. Armando Hurtado González, Sandino desconocido,
(Ediciones Populares Nicaragüenses, San José, Costa Rica: 1984), p. 2. Somoza, Verdadero Sandino,
p. 383.
39.  Carlos Pérez Bermúdez y Onofre Guevara, El movimiento obrero en Nicaragua: apuntes pare el cono-
cimiento de su historia, (Editorial ‘El Amanecer’, Managua: 1985), p.31. Hurtado coloca a Martí y Vega
en el trabajo de proselitismo, pero Vega ingresa al EDSNN años después de la partida de Martí.
Hurtado González, El Anticomunismo, p. 21. El poeta Medardo Mejía coloca a Vega, junto a Martí
en El Salvador, Adrián Salguero en Guatemala, y Juan Pablo Wainwright como parte del “Estado
Mayor de Centroamérica” de la organización comunista en la región. Villars, Lealtad y rebeldía, p. 165.
40.  Carta a José Idiáquez y Alfonso Irías, noviembre de 1932, Sandino, El pensamiento vivo, T. II,
p. 254. Cartas al General Pedro Altamirano, 9 de noviembre de 1932, y a los General Juan Pablo
Umanzor y Juan Santos Morales, 18 de noviembre de 1932, a Pedro Altamirano, 12 de diciembre de
1932, Sandino, El pensamiento vivo, T. II, p. 249 y 256-58, 259. Román, Maldito país, p. 126.
41.  “Como única excepción, Colindres fue perdonando en consideración a su larga y fiel actuación
anterior y también en consideración a su hermano, el General Irías. No fue degradado, pero queda
excluido dese servicio activo”, señala Sandino a Idiáquez y dice a Román, Maldito país, p. 126. El
diario La Prensa informó que las fuerzas de Colindres y de Sandino habían chocado violentamente
reportando que Colindres y “el médico” Vega fueron fusilados. La Prensa, 29 de diciembre de 1932,
traducción de la G-2, Top 100. Documento 95, página 9, no 49. http://www.sandinorebellion.
com/Top100pgs/Top100-p95L.html. Sandino, El pensamiento vivo, T. II, p. 259.
42.  Hurtado González, El anticomunismo, p. 24.“Importantes Revelaciones que hace un ex-jefe san-
dinista mexicano que anduvo con el General Augusto C. Sandino”, El Pueblo, (Managua) 18 de
marzo de 1934, p. 3.
43.  Carta a Juan Pablo Umanzor y Juan Santos Morales, 18 de noviembre de 1932, Sandino, El pen-
samiento vivo, T. II, p. 257. Óscar-René Vargas, Floreció al filo de la espada, el movimiento de Sandino, 1926-
1939, Once ensayos de interpretación, (Centro de Estudios de la Realidad Nacional, Managua: 1995), pp.
353-354. Ver también la volante “Trabajadores, Ocupad Vuestro Puesto”, Comité Central Ejecutivo
del Partido Trabajador Nicaragüense, [Octubre de 1932]. RG127/38/20. “Hojas de Propaganda”,
http://www.sandinorebellion.com/MDocs/MDocs-HojasVolantes.html.
44.  Comité Central del PCM, “La traición de Sandino y las lecciones aprendida de su dirección
pequeño burguesa en la lucha antiimperialista”, 14 de febrero, fondo 500, Expediente 1-12, MP 48
y Fondo 495 del MP 48.3, Relación de documentos sobre México en el Centro Ruso, Biblioteca
Manuel Orozco y Berra, INAH, Microfilm rollo 3.
45.  Carlos Pérez Bermúdez y Onofre Guevara López, El movimiento obrero en Nicaragua: apuntes pare
el conocimiento de su historia, (Editorial ‘El Amanecer’, Managua: 1985), pp.31, 55-57, 358-359. Carta
de Onofre Guevara López al autor 30 de junio de 2014.
46.  Conversación en Niquinohomo, noviembre de 1933, Sandino, El pensamiento vivo, T. II, p. 363-
364.
47.  Comité Central del PCM, La traición de Sandino.
48.  El Machete (ilegal), No. 25, 10 de febrero de 1933.
49.  “La muerte de Sandino”, El Machete, 8 de marzo de 1934.
520
50.  Guevara apunta que diez días antes de la muerte de Sandino una comisión oficial de dirigentes
sindicales y del PTN se entrevistaron con él. Los integrantes de la comisión fueron Jesús Maravilla
Almendrares, Roberto González, Justo Solórzano, Carlos Leclair. Onofre, Guevara, Cien años de mo-
vimiento social en Nicaragua: relato cronológico, (Nitlaplan-UCA, Managua: 2007), p. 35. Pérez Bermúdez
y Guevara, El movimiento obrero, p. 56.
51.  Artículo sin firma, “La descarada traición de Sandino”, en la publicación Semanario Trabajo
(¿Costa Rica?), con fecha 18 de febrero de 1933, atribuido a Rómulo Betancourt en la sección
“Panorama Mundial”. La atribución la hace profesor Naudy Suárez de la Universidad Católica An-
drés Bello, Caracas, Venezuela. http://saber.ucab.edu.ve/bitstream/handle/123456789/45216/
rb044219330218.pdf ?sequence=2. Cerdas Cruz se refiere al debate al informe preparado por Be-
tancourt de cara a una moción de simpatía con Sandino propuesta por Norberto Salinas de Aguilar
para cambiar el titulo de la moción sustituyendo “héroe de las Segovias” por “el traidor de las Se-
govias”, La Hoz y el machete, p. 330.
52.  Caballero, Internacional Comunista, pp. 96, 112.
53.  Cerdas, Sandino, el APRA, p. 126.
54.  Fonseca, Viva Sandino, p. 73.

XVI
Ética personal y vida sentimental
Páginas 385-417
1.  Carta al Coronel Abraham Rivera, 21 de febrero de 1931, Sandino, El pensamiento vivo, T. II, p. 161.
2.  Álvarez Junco, La ideología, p. 292. Teresa González Pérez, “Una apuesta por la educación de las
mujeres o el discurso alternativo del anarquismo español”, Historia Caribe, Vol. IV, No. 9, (2004),
Universidad del Atlántico, Barranquilla, Colombia.
3.  Ricardo Flores Magón, La Revolución Mexicana, (Enlace-Grijalbo, México, D.F.: 1970), pp. 42-44.
4.  Grupo Cultural ‘Ricardo F. Magón”, Práxedes G. Guerrero, Artículos literarios y de combate; pensamien-
tos; crónicas revolucionarias, etc., Tampico: 1924, (edición facsimilar, Centro de Estudios Históricos del
Movimiento Obreros Mexicano, México, D.F., 1977), pp.67-69.
5.  Sagitario, (Villa Cecilia, Tamaulipas), 6 de junio de 1925. Ver el análisis de Adleson, Historia social,
pp. 105-108.
6.  El Mundo (Tampico), 24 de noviembre, 12 y 24 de diciembre de 1925. Fichero del historiador
S. Leif Adleson, ciudad de México. El Mundo (Tampico), 25 de noviembre de 1925. Un documento
de la inteligencia militar (G-2) norteamericano afirma que fue en Mérida donde Sandino “comenzó
a ser influenciado por ideas socialistas”. G-2, “Biografía breve del líder bandolero Sandino” (Breve
biografía del Sandino el líder bandido), 13 de enero de 1928, (agregado militar en San José, Costa Rica)
Documento 95, Página 4, no. 31, http://www.sandinorebellion.com/Top100pgs/Top100-p95D.
html.
7.  Joaquín Trincado, El Espiritismo en su asiento, parte I, pp. 119-120, versión pdf. (publicado por vez
primera en 1929), http://bibliotecajtrincado.tripod.com/elespiritismoensuasiento.pdf.
8.  Joaquín Trincado, Los Cinco Amores, Ética y Sociología, Suplemento a la ‘Filosofía Austera Racional’,
(publicado en 1922), (Cptsa-Aoc, México, D.F.: 1983), pp. 26-30, 35 y 58.
9.  “Bases del Convenio que se propone al General José María Moncada para que se constitucio-
nalice como Presidente de la República de Nicaragua en el período de 1929 a 1932”, 6 de enero de
521
1929, Sandino, Pensamiento político, 300-301. Sobre el ambiente intelectual del periodo, consultar los
diversos ensayos en el texto editado por Marta Elena Casaús Arzú y Teresa García Giráldez, Las
redes intelectuales centroamericanas: un siglo de imaginarios nacionales (1820-1920), (F&G Editores, Guate-
mala: 2005).
10.  “La estrella de Teresa”, Daisy Zamora, En limpio se escribe la vida, (Editorial Nueva Nicaragua,
Managua; 1988), p. 27.
11.  El testimonio de Cárdenas fue recogido por vez primera por Anagilmara Vílchez Zeledón, “La
amante del General”, Magazine, La Prensa, Managua, (diciembre 2014), pp. 18-22. Ver también el
escrito novelístico de Jorge Eduardo Arellano, “Tres historias de Teresa Villatoro” en Silva de breve
ficción, (Centro Nicaragüense de Escritores, Managua: 2014).
12.  Entrevista de Lea Guido y el autor con Lidia Raudes de Ortega, Masaya, 28 de junio de 2015.
Vílchez Zeledón, La amante, p.18.
13.  Academia de Historia y Geografía de Nicaragua, Nicaragua Actual, http://www.touring-costa-
rica.com/margarita.html; Testimonio de Santos López, IES, Ahora sé que Sandino manda, p. 8. José
Santos López, Memorias del Coronel Santos López, (Secretaría nacional de propaganda y educación
política, FSLN, Managua: 1979), p. 19.
14.  Esteban Pavletich, entrevista, “Sandino: El guerrillero que venció a los yankees”, entrevista a
Esteban Pavletich, (1974), La entrevista realizada por César Lévano apareció originalmente en la
revista “Caretas” de Lima, el 7 de febrero de 1974. http://www.diariolaprimeraperu.com/online/
informe-especial/sandino-el-guerrillero-que-vencio-a-los-yanquis_33508.html. Entrevista Daisy
Cárdenas.
15.  Gilbert, Junto a Sandino, pp. 115, 308, 314.
16.  La carta a Teresa aparece en Vilchez Zeledón, La amante.
17.  Carta a Ernestina de Müller, 3 de marzo de 1930, Sandino, El pensamiento vivo, T. II, pp. 81-82.
18.  “Batalla de Saraguazca”, 19 de junio de 1930, Sandino, El pensamiento vivo, T. I, pp. 117-121. El
texto de la carta de Sócrates Sandino a América de Sandino del 9 de marzo de 1931 aparece en
Gilbert, Junto a Sandino, p. 328 y en Arellano, Guerrillero de Nuestra América, p. 315.Carta a Pedro J.
Zepeda, 20 de agosto de 1930, Sandino, El pensamiento vivo, T. II, p. 140.
19.  Entrevista con Daisy Cárdenas. Gilbert, Junto a Sandino, pp. 172.
20.  Gilbert, Junto a Sandino, pp. 173-174.
21.  Carleton Beals, Banana Gold, p. 246.
22.  Debe tomarse en cuenta que Girón Ruano hace la declaración una vez detenido por los marines
y poco antes de ser ejecutado por el general “voluntario” y torturador mexicano Juan Escamilla de
marzo de 1929., “Declaración del general Ruano”, 3 de febrero de 1929, Documento 27, http://
www.sandinorebellion.com/Top100pgs/Top100-p27.html. Gilbert, Junto a Sandino, pp. 176-17.
23.  Citado por Armando Amador, Nicaragua y Sandino, p. 48. García Salgado, Yo estuve con Sandino,
p. 85.
24.  Esteban Pavletich, entrevista, “Sandino: El guerrillero que venció a los yankees”. “Anexos, José
de Paredes a El Universal, Ciudad de México, 5 de diciembre de 1928, (Traducción del inglés), Top
100, No. 26, http://www.sandinorebellion.com/Top100pgs/Top100-p26.html.
25.  Documento 95, Página 2, No. 14, (30 de agosto de 1928) http://www.sandinorebellion.com/
images/Top100/DSC00411.JPG “Declaración del general Ruano”, 3 de febrero de 1929, Docu-
mento 27, http://www.sandinorebellion.com/Top100pgs/Top100-p27.html. Resumen de carta de
Sandino a Turcios (interceptada por la G-2), 28 de junio de 1928, (traducción del inglés) Fat File,
No 95, página 1 documento 30, http://www.sandinorebellion.com/Top100pgs/Top100-p95.html.
522
Informe G-2 Declaraciones del general Girón, sin fecha pero alrededor de finales de febrero de
1929, http://www.sandinorebellion.com/Top100pgs/Top100-p27.html; ver también los datos so-
bre Sequeira en Sandino, El pensamiento vivo, T. II, p. 509.
26.  La postal tiene fecha 12 de julio de 1929 con firma y sello de Sandino. Expediente 67, Caja 1,
Colección ACS, AGN, Managua. A.C. Sandino a Teresa Villatoro, sin fecha pero alrededor de julio
de 1928 según el historiador Schroeder, EDSNN, 28.07.4, Top 100, Doc. 11, No. 15, http://www.
sandinorebellion.com/EDSNDocs/1928b/RG43A-Box29-055%20(3).jpg.
27.  Nota manuscrita enun afiche reproducido en el Arbeiter-Ilustrierte-Zeitung (El Diario Gráfico de
los Trabajadores), Berlín, octubre/noviembre de 1928 calcula Michael Schroeder ,Top 100, Docu-
mento 20, http://www.sandinorebellion.com/Top100pgs/Top100-p20b.html. Informe de inteli-
gencia B-2, 12 de febrero de 1929. Declaración de Rogelio Mangas, desertor del contingente de
Pedrón, http://www.sandinorebellion.com/Top100pgs/Top100-p27.html.
28.  Román, Maldito país, pp. 136-137.
29.  Entrevista con Daisy Cárdenas. Vílchez Zeledón, La amante, pp. 24-25.
30.  Carta al Coronel Abraham Rivera, 21 de febrero de 1931, Sandino, El pensamiento vivo, T. II, p.
161. El Diario de Yucatán reportó la noticia del accidente de “la señora de Sandino”. Diario de Yucatán,
20 de septiembre y 2 de octubre de 1929. Carlos Villanueva Castillo, Sandino en Yucatán, (Secretaría
de Educación Pública, Programa Cultural de las Fronteras, Mérida, Mex.:1988), pp. 123-124, 128-
129. A su llegada a ciudad Guatemala, Sandino buscó a Gustavo Alemán Bolaños. No lo encuentra
en su casa pero conversa con su señora. Alemán Bolaños, Sandino el libertador, pp. 99-100.
31.  Macaulay, The Sandino Affair, p. 122.
32.  Entrevista con Daisy Cárdenas; Vílchez Zeledón, La amante, p. 21.
33.  “Conversación en Niquinohomo”, Sandino, El pensamiento vivo, T. II, p. 365.
34.  Testimonio de Alfonso Alexander en “Un colombiano con Sandino”, Nuevo Amanecer Cultural,
12 de agosto de 1983; http://historymatters.gmu.edu/d/4989/. Alexander pone 25 de mayo de
1909 como la fecha de nacimiento de Blanca y no el 9 como afirma la familia. Castillo Sandino, El
Libro de Sandino, p. 369. En el certificado de matrimonio Sandino indica ser hijo “legitimo”. Puede
observarse asimismo los “tres puntos” en la firma identificándose como masón. La reproducción
facsimilar del documento, de la colección Walter Castillo Sandino, aparece en http://www.sandino-
rebellion.com/images/EDSNDocs/1927/270518-ACS-MarriageCert-BlancaArauz.jpg.
35.  Gilbert fue admirador confeso de Teresa, Gilbert, Junto a Sandino, p. 172.
36.  Román, Maldito país, p. 80.
37.  Se pone en boca de Sandino estaría indicando que nació en 1893 y no 1895 como indica su par-
tida de nacimiento, Campos Ponce, Sandino, Biografía de un héroe, pp. 94-95. El certificado eclesiástico
de matrimonio contraído el día de su cumpleaños, el 27 de mayo de 1927, registra 33 años como
la edad de Sandino, cuando en realidad ese día cumplía 32 años. Mayor la confusión a partir de la
información registrada por Román: “tiene 38 años de edad, cumplirá 39 el próximo 18 de mayo de
1933, porque según el mismo, nació en 1894 aunque fue inscrito en el Registro Civil hasta el año
siguiente, de allí la confusión sobre la edad”, Maldito país, p. 179. El nacimiento fue registrado el 14
de julio de 1895 en presencia de los padres y señala que el 27 de mayo pasado presente (abreviado)
había nacido Augusto Nicolás Calderón. Sandino da el dato correcto en el documento “Para la
historia de Nicaragua”, Sandino, El pensamiento vivo, T. II, p. 237. El texto se reproduce en Castillo,
Libro de Sandino, p. 10 y digitalizado de la colección Walter Castillo Sandino, en http://www.sandi-
norebellion.com/images/EDSNDocs/1927/950518-ACS-Birth.jpg.
38.  La carta aparece fechada en 1927 en Sandino, El pensamiento vivo, T. I, pp. 155-156 con variacio-
nes en el texto. La referencia que hace Sandino a las elecciones sin embargo indican que la fecha
523
pudo ser el 6 de octubre de 1928 El texto completo aparece en Castillo Sandino, Libro de Sandino,
pp. 271-272.
39.  Belausteguigoitia, Con Sandino, p. 191.
40.  Petrujin, et.al., Farabundo Martí, p. 33.
41.  “Si los esposos no se impusieran un hogar, no podrían entender ni cumplir sus mutuos desti-
nos, ni exponer a sus hijos el destino de la vida: lo que demuestra que el amor de esposos impone
la fundación del hogar donde puedan dar expansión a su amor”. Joaquín Trincado, Los cinco amores,
(1921), versión biblioteca virtual Scribb, Capítulo 3, p. 14 http://www.scribd.com/doc/5401103/
Cinco-amores”.
42.  Somoza, El verdadero Sandino, p. 205.
43.  Testimonio de José María Cerro, IES, Ahora sé que Sandino manda, p. 119. Un corresponsal del
diario ABC de Madrid indica que es Blanca quien manda copias de proclamas del genera a la vez que
pide ejemplares de sus reportajes sobre Nicaragua. Firma “Hispanófilo”, “El fin de la resistencia de
Sandino”, ABC. 17 de mayo de 1929.50 Somoza, El verdadero Sandino, pp. 278-279.
44.  El misionero cuáquero Sayre persuadió a Blanca escribir a Sandino pidiéndole aceptar la pro-
puesta del misionero para que Sandino entregara las armas. John Sayre, A Try at Peace and Justice with
Sandino, World Tomorrow, XI (March 1928), pp. 113-17, referencia  http://www.sandinorebellion.
com/pcdocs/1928a/PC280206-Young.html. Sandino responde directamente a Sayre rechazando
tajantemente la idea, Carta a Sayre y Robert C. Jones , 1 de enero de 1928, en http://www.sandino-
rebellion.com/EDSNDocs/1928a/edsn280101f.html Macaulay también lo confirma, Macaulay,
The Sandino Affair, p.98. Selser, Sandino General de Hombres Libres, pp. 390-391.
45.  El texto encontrado en los archivos norteamericanos aparece únicamente en inglés. La traduc-
ción es nuestra. Blanca Sandino a Gregorio Sandino, 5 de enero de 1928, EDSN 28.01.05a, http://
www.sandinorebellion.com/EDSNDocs/1928a/edsn280105a.html; La biografía del General Fe-
land hace referencia al papel de Gregorio. Bettez, Kentucky Marine, p. 217.
46.  Macaulay, The Sandino affair, pp. 121-132.
47.  Salvatierra, Sandino, pp. 74-75, 78, 88.100.
48.  “Protocolo de Paz”, 20 de enero de 1933, Sandino, El pensamiento vivo, T. II, pp. 269-271. Salva-
tierra, Sandino, pp. 110,129.
49.  Calderón Ramírez, Últimos días de Sandino, p. 41.
50.  Román, Maldito país, pp. 177-178.Cuadra, Hombre del Caribe, p. 108.
51.  Salvatierra, Sandino, p. 157.
52.  Carta de Sandino a Trincado, 22 de junio de 1931, en Somoza, El verdadero Sandino, pp. 238-240.
“Ante el féretro de Blanca Arauz”, 2 de junio de 1933, Sandino, El pensamiento vivo, T. II, p. 339. Ver
también el documento referido en Walter Castillo Sandino “La espiritualidad luz y verdad de mi
‘gran padre’ el General Augusto C. Sandino, Edición especial, No. 1, 2008, Expediente 133, Caja 3,
Colección ACS, AGN. Hodges, Sandino’s Communism, p. 138.
53.  Blanca llegó con dos hermanos considerados que a juicio del historiador Macaulay resultaron
ser problemáticos para Sandino y en alguna ocasión ofreció fusilar a uno de ellos. Macaulay, The
Sandino Affair, pp. 214-215.
54.  Es la interpretación de Macaulay, The Sandino Affair, p. 215. La detención toma lugar a finales
de 1929, Walter Sandino Castillo, El libro de Sandino, p. 371.
55.  Según relata Sandino a Román, Maldito país, p. 81.Castillo Sandino, El libro de Sandino, p. 371.
Howlett, “John Navin Sayre”, p.75.
56.  Román, Maldito país, pp. 78, 174. Carta a María Cristina Zapata, 10 de junio de 1933, en Castillo
Sandino, Libro de Sandino, p. 371.
524
57.  La copia del acta del matrimonial civil puede consultarse en el sitio web sandinorebellion.com.
Colección Walter Castillo Sandino, EDSN.33.05.27, http://www.sandinorebellion.com/EDSN-
Docs/1933+/edsn-330527.html.
58.  Carta de Blanca 25 de enero de 1933, Somoza, El verdadero Sandino, p. 427. Castillo Sandino,
Libro de Sandino, p. 371.
59.  “Ante el féretro de Blanca Arauz, 2 de junio de 1933, Sandino, El pensamiento vivo, T. II, p. 339. La
otra versión: Somoza, El verdadero Sandino, p. 10. Cuadra, Hombre del Caribe, p. 108.
60.  Testimonio de Luisa Cano Arauz de Mendoza, IES, Ahora sé que Sandino manda, p. 270; Eddy
Kühl, “Familia del Col. Abraham Rivera, lugarteniente de Sandino”, El Nuevo Diario, 3 de Julio de
2002, http://archivo.elnuevodiario.com.ni/2002/julio/03-julio-2002/opinion/opinion3.html. Ra-
fael Casanova Fuentes, “Las mujeres en el pequeño ejército loco”, Nuevo Amanecer Cultural, El Nuevo
Diario, 20 de marzo de 2010.
61.  Wilfredo Soto, “Asamblea Nacional rinde tributo a Sandino”, “Hija de Sandino atesora anéc-
dotas sobre su padre” http://www.lavozdelsandinismo.com/nicaragua/2009-02-20/hija-de-sandi-
no-atesora-anecdotas-sobre-su-padre/
62.  Por ejemplo, David E. Whisnant, Rascally signs in sacred places, the politics of culture in Nicaragua,
(University of North Carolina Press, Chapel Hill, N. C.: 1995), pp. 375-382.
63.  Carta a Gregorio Sandino, 1922, Sandino, El pensamiento vivo, T. I, p. 73-74.
64.  Resulta incongruente, sin embargo, la presunta comunicación del General Francisco Estrada al
General Juan Santos Morales en respuesta a la pregunta de qué hacer con mujeres prisioneras por
colaborar con el enemigo: “A las mujeres les puede dejar ir pero es bueno que los muchachos les
‘echen el Tigre antes’, para que sepan que no se juega con el Ejército Defensor de la Soberanía”.
Aparentemente el modismo equivale a violar una mujer. En el libro de Somoza aparece copia del
documento, Somoza, El verdadero Sandino, pp. 237-238. Por otro lado son múltiples las referencias
a la prohibición impuesta por Sandino –Tiburcio Zelaya Herrera, un combatiente en el EDSNN,
recordaría la orden de que quien fuera encontrado culpable de violar a una mujer sería fusilado
inmediatamente. “Respeto sobre todo por la mujer... Esos eran los ideales de Sandino... Tengan
cuidado porque si violan a una mujer tendré que hacerlos fusilar”, les había dicho Sandino. Testimo-
nio de José Flores Gradys, IES 058: 6,10, citado en Testimonio de Macario Calderón Salinas, IES
044-2-2:99, Michael J. Schroeder, To Defend Our Nation’s Honor’: Toward a Social and Cultural History of
the Sandino Rebellion in Nicaragua, 1927-1934, Tesis doctoral, Universidad de Michigan, 1993, pp. 238
y 523-524.http://www.sandinorebellion.com/mjs/Schroeder-1993Dissertation.pdf.

XVII
Clero y Religión
Páginas 418-440
1.  Román, Maldito país, p. 137. El testimonio fue recogido originalmente por Carlos Pantoja “Un
Colombiano con Sandino”, Alternativa, Nos. 185-186, Bogotá, 1978. Reproducido en el Nuevo
Amanecer Cultural, El Nuevo Diario, 12 de agosto de 1983 y en Guillermo Segovia Mora, Nariño, pueblo
rebelde y bravío, (Impulso Gráfico, Bogotá: 2008), pp. 41-44.
2.  “A todos los explotados del mundo”, Sagitario, (Villa Cecilia, Tamaulipas, México) 16 de agosto
de 1925, No. 14, año 2.
525
3.  Testimonio de Macario Calderón Salinas, IES 044-2-2:99, citado por Michael J. Schroeder, To
Defend Our Nation’s Honor: Towards a Social and Cultural History of the Sandino Rebellion in Nicaragua,
1927-1934, Tesis doctoral, Universidad de Michigan, 1993, p. 241.
4.  Belausteguigoitia, Con Sandino, pp. 144-145 y 148-149. Iker González-Allende, “El imperialismo
espiritual de Ramón de Belausteguigoitia: América y España en el pensamiento de un nacionalista
vasco”, Digital Commons, Universidad de Nebraska-Lincoln, 1-1-2008, http://digitalcommons.unl.
edu/modlangspanish/32.
5.  Citado en Córdoba, La ideología, p. 426.
6.  “El problema religioso en México”, El Libertador, Vol. II, no 9 y 10, (octubre de 1926), p. 2.
7.  “La encíclica papal”, El Machete, órgano del Partido Comunista Mexicano, 20 de octubre de
1932., “La religión” ( 23 de mayo de 1914) de Ricardo Flores Magón, 1914: la intervención americana
en México, (Ediciones Antorcha, México.: 1981), pp. 57-58.
8.  El Radical, Bisemanario Liberal y Antiintervencionista, León, Nicaragua, año 1, No. 30, director y
redactor propietario Agustín Sánchez S.
9.  El Obispo de Granada [Canuto Reyes y Valladares], Importantes Aclaraciones sobre el Liberalismo,
(Tipografía “El Mensajero”, Granada: 1927), pp. 4, 5, 12 y 18 reproducida en el archivo “Cartas
nicaragüenses dirigidas a Henry Stimson”, Top 100, Documento 100, Página 4, http://www.sandi-
norebellion.com/Top100pgs/Top100-p100d.html.
10.  Michel Gobat, Confronting the American Dream, Nicaragua under U.S. Imperial Rule, (Duke Univer-
sity Press, N.C.: 2005), p. 179. Belausteguigoitia, Con Sandino, p. 160.
11.  Entrevista con David Vásquez realizada por Gregorio Selser. Carlton Beals, Banana Gold, Edito-
rial Nueva Nicaragua, Managua: 1983, traducción de Luciano Cuadra, p. 82. (edición original de J. B.
Lippincott Company, Philadelphia: 1932, p. 265. Max Stern, “Scripps-Howard Man Visits Home of
Hunted Nicaraguan General”, El Paso Evening Post, (El Paso, Texas, EE.UU.), 6 de febrero de 1928.
12.  Gobat, Confronting the American Dream, p. 53 y 69-70, 77-80, 177. Dora María Téllez Argüello,
¡Muera la gobierna! Colonización en Matagalpa y Jinotega (1820-1890), (Universidad de las Regiones Autó-
nomas de la Costa Caribe Nicaragüense, 1999), pp. 16-17, 177-178.
13.  Manzar Foorhar, The Catholic Church and Social Change in Nicaragua, (SUNY Press, New York:
1989 ), p. 16. Sandino, El pensamiento vivo, T. II, p. 465. Maraboto, Sandino, p. 19.
14.  Citados en Selser, Sandino, pp. 78, 86. Ver así mismo Jorge Eduardo Arellano, Breve historia de la
iglesia en Nicaragua (1523-1979) (Editorial Manolo Morales, Managua: 1986), pp. 69-70, 86. Y Foorhar,
The Catholic Church, pp. 16-24.
15.  Jorge Eduardo Arellano, Breve historia de la Iglesia en Nicaragua (1523-1979), (Editorial Manolo
Morales, Managua: 1986), p. 24, 86. Y del mismo autor, “El Obispo histórico” Simeón Pereira y
Castellón, La Prensa, 10 de septiembre de 2003, http://www.manfut.org/cronologia/obispos.html.
Foorhar, Catholic Church, p. 16.
16.  Gobat, Confronting the American Dream, pp. 175-201.
17.  Procuren ser ángeles no demonios”, Carta al Coronel Inéz Hernández Díaz y Sargento Mayor
Ladislao Palacios, 20 de mayo de 1931 reproducido (documento 34)en Bendaña, La mística de San-
dino, pp. 234-236.
18.  “Carta al Coronel Abraham Rivera, 22 de febrero de 1931, Texto completo de la carta en So-
moza, El verdadero Sandino, pp. 208-210. Versión truncada en Sandino, El pensamiento vivo, T. II, pp.
163-164. Bendaña, La mística de Sandino, pp. 130-131.
19.  “Blanca y sus verdugos”, 18 de marzo de 1929, Sandino, El pensamiento vivo, T. II, p. 404. Selser,
General de hombres libres, pp. 222-233. Sandino dice estar cumpliendo 32 años pero en el acta de ma-
trimonio la edad registrada indica 34 años.
526
20.  “Anécdota auténtica del General Sandino”, recorte de un diario de León, Nicaragua, 17 de mar-
zo de 1934. Expediente 73, Caja 2, Colección Augusto C. Sandino, Archivo General de la Nación,
Ministerio de Cultura, Managua. La versión es retomada por Somoza quien dice “Sandino tomó
la palabra pronunciando un discurso en honor de su esposa, todo lleno de disparates y en poses y
actitudes dramáticas, después de lo cual terminó ordenando que continuara su oficio el asustado
Cura del lugar”. Somoza, El verdadero Sandino, p. 11 Abelardo Cuadra, Hombre del Caribe, memorias
presentadas y pasadas en limpio por Sergio Ramírez. (Educa, Centroamerica: 1981), p. 108.
21.  Belausteguigoitia, Con Sandino, pp. 136-137.
22.  Testimonio de Joaquín Fajardo Arauz, IES 100-1-2: 5, citado por Schroeder, “To Defend”, p.
241.
23.  Manifiesto Luz y Verdad, 15 de febrero de 1931, Sandino, El pensamiento vivo, T. II, pp. 159-160.
24.  Gilbert, Junto a Sandino, pp. 301-302.
25.  Carta de Florencio López a Sandino, 23 de diciembre de 1927, Sandino, El pensamiento vivo, T.
II, p. 209.
26.  Traducción del inglés. Firma Rosa Amelia Córdoba y seis mujeres, con “X”, con 12 testigos
todas mujeres. “Protesta de las mujeres de Palacagüina contra la destrucción de la iglesia por los
marines norteamericanos”. Documento 42, (Top 100), http://www.sandinorebellion.com/To-
p100pgs/Top100-p42.html.
27.  Testimonio de Santos López, IES, Ahora sé que Sandino manda, p. 135.
28.  Óscar González Gary, Iglesia Católica y revolución en Nicaragua, (Razo impresores, México, D.F.:
1986), pp.140-141. Conversaciones con Ramón de Belausteguigoitia, (febrero de 1933), Sandino, El
pensamiento vivo, T. II, p. 299. Se trata de José Moral, español, amigo de Sandino, agricultor radicado
en Yalí quien participó en las conversaciones entre Sandino y su padre el 23 y 24 de mayo de 1927,
p. 505.
29.  Belausteguigoitia, Con Sandino, p. 166.
30.  “Revelaciones de la Guerra Sandinista que hace uno que estuvo con Sandino’”, El Pueblo, 7 de
abril de 1934.
31.  Citado en Arellano, Guerrillero de Nuestra América, p. 324.42. Gilbert, Junto a Sandino, p. 208. So-
moza, El verdadero Sandino, pp. 132-133.
32.  “A todas las columnas sandinistas”, 10 de abril de 1931, Sandino, El pensamiento vivo, T. II, p. 168.
33.  Somoza, El verdadero Sandino, pp. 221-223; 22 abril 1931. La viuda de Bregenzer narra lo ocu-
rrido en una carta a la sede morava, copia de la cual aparece en The Atlantic Coast, 1931A, página 3,
(abril 1-22, 1931), http://www.sandinorebellion.com/eastcoast/EC1931A-p3.html. Comunicado
de prensa de la Embajada de Estados Unidos en Managua, 16 de abril de 1931. Documento 95,
página 6, No. 47, http://www.sandinorebellion.com/Top100pgs/Top100-p95F.html.
34.  Anna Adams, Missionaries and Revolutionaries: Moravian Perceptions of U.S. foreign policy in Nicara-
gua, Missionology: An International Review, Vol.15, No. 3, Abril, 1987, pp. 49-60, http://mis.sagepub.
com/content/15/2/49.full.pdf+html; Volker Wünderich, Sandino en la costa, de las Segovias al litoral
atlántico, (Editorial Nueva Nicaragua, Managua: 1989), p. 67, 78-79. El informe de los marines
y de la Sra. Bregenzer se reproduce en la colección de Schroeder, http://www.sandinorebellion.
com/eastcoast/EC1931A-p3.html y http://www.sandinorebellion.com/eastcoast/EC1931A-p3.
htmlWünderich, Sandino, p. 240. Luciano Baracco, ed., National Integration and Contested Autonomy:
the Caribbean Coast of Nicaragua, (Algora Publishing, New York: 2011), pp. 57-58.
35.  “Informe sobre la muerte del hermano Bregenzer dada en Tuburos por un testigo”, Top 110,
Documento 63, http://www.sandinorebellion.com/Top100pgs/Top100-p63.html.
527
36.  Brooks, David C., “U.S. Marines, Miskitos and the Hunt for Sandino; the Río Coco Patrol en
1928”, Journal of Latin America Studies, Vol. 21, No. 2, mayo de 1989, pp. 338-339.
37.  Para los observadores Indohispanos, 25 de mayo de 1931, Documento No. 15, Bendaña, La
mística de Sandino, pp. 201-202. Ver también los informes militares norteamericanos al respecto y
los documentos ingleses sobre el deseo de la población de independizarse del gobierno central,
The Atlantic Coast, 1932B, p. 2, http://www.sandinorebellion.com/eastcoast/EC1932B-p2.htmlA-
dams,  Missionaries and Revolutionaries, pp. 49-60, http://mis.sagepub.com/content/15/2/49.full.
pdf+htmlGerman Romero Vargas, Historia de la Costa Atlántica, (CIDCA-UCA, Managua: 1996),
pp. 160-161; McPherson, The invaded, p. 230.
38.  Estando a cargo del Ejército en tanto el Sandino permanecía en México, el general Altamirano
(Pedrón) emite la siguiente orden: “Se prohíbe también penetrar en las casa de personas pobres, ya
que solo los ricos deben de ser los que suministren nuestras necesidades, ya sea de manera voluntaria
o por la fuerza. Aquellos que infringieran esta orden serán castigados de acuerdo con las leyes milita-
res del país”. Orden General del 9 y 10 de abril de 1930, Documento 13, Bendaña, La mística, p. 197.
39.  “Manifiesto a los oprimidos del Atlántico” 20 de junio de 1931, Documento 11. Carta del
20 de mayo de 1931 al Col. Inéz Hernández Gómez y Sargento Mayor Ladislao Palacios. Versión
original localizada en los archivos norteamericanos por el equipo de Michael Schroeder en http://
www.sandinorebellion.com/eastcoast/ATL-1931A/ATL-310520a-ACS.jpg.

XVIII
El supremo sueño de Sandino
Páginas 441-463
1.  “Manifiesto a los oprimidos del Atlántico” 20 de junio de 1931, Documento 11, Bendaña, La
mística de Sandino, pp. 193-194.
2.  Ver la comunicación (interceptada) de José Antonio Pérez a Ciriaco Picado, 15 de julio de 1928,
informando del nombramiento de Picado como Jefe de los Cívicos de Guayaba, jurisdicción de San
Lucas. “Analista de la Guardia-Marines concluye que los bandidos han organizado una guardia cí-
vica”, Top 100, Documento 20, http://www.sandinorebellion.com/Top100pgs/Top100-p20.html.
3.  Salvatierra, Sandino, p. 144.
4.  La fuente es “un civil prominente que goza de la confianza de la Guardia”, Informe del coman-
do central de la GN, Managua, 1 de septiembre de 1932. Documento 95, página 11, no. 3, http://
www.sandinorebellion.com/Top100pgs/Top100-p95K.html. Howlett, “John Nevin Sayre”, p. 35.
5.  Román, Maldito país, pp. 134-135.
6.  “Información suministrada a los Marines por Humberto Torres, juez suplente del juzgado elec-
toral de Estelí, quien fue oficial de Sandino en el período 1 de marzo al 21 de mayo de 1927”. To-
rres repite que Sandino fue oficial en el ejército de Pancho Villa. Describe a Sandino como“gran
optimista con una habilidad inusual para convencer a otros de la viabilidad de sus más fantasiosos
proyectos; extremadamente energético; explica sus planes en gran detalle a sus subordinados más
bajos pero frecuentemente deja a sus oficiales con la duda; está lejos de ser sangre fría y nunca se
le conoció cometer personalmente algún acto de crueldad; muy religioso y cree que por cada mal
cometido habrá castigo apropiado al ofensor, independientemente de si lo hicieran los agentes del
estado; le interesa poco la acumulación de dinero para uso personal y raramente tiene un centavo en
528
la bolsa; es muy vanidoso y sofisticado, creyendo plenamente en la infalibilidad de su sabiduría, no
tolera mucho tiempo a subordinados de capacidad sobresaliente; finge ser modesto todo el tiempo,
pero de hecho es muy vanidoso y egoísta; su lema fundamental el “bienestar de nuestra Patria”, y
siempre enfatiza su interés en la clase campesina...” (traducción del inglés), “Relato de Humberto
Torres sobre la vida y campaña constitucional de Sandino”, Top 100, Documento 23, http://www.
sandinorebellion.com/Top100pgs/Top100-p23.html.
7.  Román, Maldito país, pp. 135-136.
8.  “Informe de la Guardia Nacional”, 20 de enero de 1934, citado por Dospital, La construcción, p. 58.
9.  Carta a Daniel Ortega Cerda, 8 de julio de 1933, Colección Daniel Ortega Cedra,  http://www.
sandinorebellion.com/EDSNDocs/1928a/edsn-Coleccion%20Daniel%20Ortega%20Cerda.html.
10.  Román, Maldito país, p. 172. Michelle Dospital, “La construcción del estado nacional en Nica-
ragua: el proyecto sandinista (1933-1934)”, Revista de Historia, (Instituto de Historia de Nicaragua,
UCA, 1992-1993, no 2, pp. 52-61.
11.  Carta a Joaquín Trincado, 22 de junio de 1931, en Somoza, Verdadero Sandino, p. 239. Dospital,
“Sandino y la EMECU”, pp. 44-45.Carta a Rafael Ramírez Delgado, 16 de julio 1933, Sandino, El
pensamiento vivo, T. II, p. 343.
12.  Se puede entender que el desprecio de los partidos políticos –postulado medular del anarco-
sindicalismo– está circunscrita a la zona de las cooperativas, y no a nivel nacional. Lo cual no niega
su disgusto hacia los “politicastros” en general, haciendo las excepciones como en el caso, citado
en la misma entrevista, de Escolástico Lara como “el único honesto”, “un verdadero liberal de
principios” aunque incongruentemente llevaba una medalla presuntamente religiosa en el pecho,
observa Sandino, agregando que él también había llevado una, “como muestra de gratitud” con una
simpatizante que se la había puesto. Se conoce asimismo, el texto del poder de representación que
Sandino firma a favor de Zepeda el 25 de noviembre de 1933, con “atribuciones y facultades de
decisión para negociar cualquier pacto, o arreglo de carácter político”. También dijo estar pensando
en dos personas que Sacasa había sugerido fueran seleccionados por Sandino para postularlos como
senador y diputados, con suplentes. Pensó entonces en Pedro J. Zepeda “quien me ha prestado
valiosos servicios”, a un hacendado colaborador segoviano y “la suplencia se la voy a dar a un obre-
ro”. “Representación a Pedro José Zepeda, 25 de noviembre de 1933, Sandino, El pensamiento vivo,
T. II, p. 369.“Conversación en Niquinohomo”, [noviembre de 1933], Sandino, El pensamiento vivo, T.
II, pp. 363-364.
13.  “Manifiesto”, El Centroamericano, (León) 3 de diciembre de 1933.
14.  En un escrito de 1908 de Kropotkin titulado “la Idea Revolucionaria en la Revolución” señala
“Un pueblo que haya sabido organizar por sí mismo tanto el consumo de las riquezas, como su
reproducción en beneficio de toda la sociedad, ya no podrá ser gobernado. Un pueblo que sea él
mismo la fuerza armada del país, y que haya sabido dar a los ciudadanos armadas, la cohesión y la
unidad de acción necesarias, no podrá ser sometido a ordenamientos”. Paniagua, Libertarios y sindi-
calistas, p. 42.
15.  La Prensa, 7 de junio de 1933, citado en Michelle Dospital, “La Construcción del estado nacio-
nal en Nicaragua: el Proyecto Sandinista (1933-1934)”, Revista de Historia, no 2, Instituto de Historia
de Nicaragua, no especial, pp. 52-61, p. 57.
16.  Maraboto, Sandino, citado por Alemán Bolaños, Sandino, p. 33.
17.  Carta al Comandante Erasmo Carbajal y Teniente Coronel Perfecto Chavarría, 8 de enero de
1932, [respetando ortografía original], Documentos EDSNN-1932, http://www.sandinorebellion.
com/images/EDSNDocs/1932-Jan/DSC09713.pdf.
529
18.  Eliseé Reclus, La geografía como metáfora de la libertad, publicada originalmente en 1895 y reeditada
por Plaza y Valdés, México y Madrid: 1999. Carta a Rafael Ramírez Delgado, Tegucigalpa 16 de
julio 1933, Sandino, El pensamiento vivo, T. II, p. 343.
19.  “Conversación in Niquinohomo”, noviembre de 1933, Sandino, El pensamiento vivo, T. II, pp.
364-365.
20.  “Manifiesto”, El Centroamericano, (León) 3 de diciembre de 1933.
21.  “Boletín de Guerra”, 22 de agosto de 1931, reproducido en Bendaña, La Mística de Sandino, pp.
179-181.
22.  Kropotkin, “La Idea Revolucionaria en la Revolución” discutida en Paniagua, Libertarios y sin-
dicalistas, pp. 42-43.
23.  El texto completo puede consultarse en Izaguirre y Martínez, Sandino y los marines, pp. 484 y
Arellano, Guerrillero de Nuestra América, p. 297.23 Dospital, Siempre más allá, p. 154.
24.  El Pueblo (Managua) citado por Dospital, “Construcción del Estado”, p. 56.24 Telegrama de
Sandino al presidente Sacasa, 5 de febrero de 1933, Expediente 28, Caja 1, Colección ACS, AGN.
Michelle Dospital, “La Construcción”, p. 55-56.
25.  Carta a José Alberto Fagot, Cabo Gracias a Dios, 24 de junio de 1933, Expediente 25, Caja 1,
Colección ACS, AGN. Crónica detallada del viaje de los delegados y de la histórica entrevista con
A.C. Sandino en su Cuartel de el Embocadero, El Eco Nacional, (León), 26 de enero de 1933 Cró-
nica de Alberto Reyes.
26.  El Pueblo (Managua) citado por Dospital, “Construcción del Estado”, p. 56.
27.  G-2 Informe “Sandino establece cooperativa con sus hombres”, 23 de marzo de 1933, (agre-
gado militar San José), traducción del inglés por el autor, Documento 95, Página 9, no 20 y 21.
http://www.sandinorebellion.com/Top100pgs/Top100-p95I.html. El mapa aparece http://www.
sandinorebellion.com/images/Top100/SandinoSit-Pt2/DSC01082.JPG.
28.  Román, Maldito país, p. 140.
29.  “Conversando con el General Estrada y el Coronel Rivera”, El Pueblo, 7 y 8 de enero de 1934.
30.  Telegrama de Sacasa a Rivera, 14 de noviembre de 1933, y telegrama sin fecha de Abraham Ri-
vera y telegrama del Coronel Abraham Rivera a Sacasa del 3 de noviembre de 1933 acusando recibo
de salarios de agosto. Expediente 55, Caja 1, Colección ACS, AGN. ‘Contexto Histórico’, Boletín del
Archivo Nacional, No. 3, 1986, Ministerio de Cultura, Managua.
31.  “Editorial”, Digesto Latinoamericano, (San José) 5 de marzo de 1934, p. 1.e 1934, p. 3.
32.  Local de Wiwilí, (impreso 1934), p. 73; Decreto 345 del 12 de enero de 1934. Carlos Salazar
Alfaro, La primera cooperativa de Nicaragua-Güigülí, (Fondo Cultural Caruna, R.L, Inpasa), Managua,
2011), p. 39.
33.  “Contexto Histórico”, Boletín del Archivo Nacional, No. 3, 1986, Ministerio de Cultura, Managua.
34.  Cláusula 2, Convenio de Paz, en Sandino, El pensamiento vivo, T. II, pp. 278-279.
35.  Sandino expone sus razones en un largo escrito recapitulando la guerra y le viaje a México en
el que reproduce el texto del convenio en su conjunto. “Manifiesto a los pueblos de la tierra y en
particular al de Nicaragua”, 13 de marzo de 1933, Sandino, El pensamiento vivo, T. II, pp. 303-327. La
referencia al empréstito aparece en la página 320.
36.  Telegrama a Sacasa, 12 de febrero de 1934, Expediente 28, Caja 1, Colección ACS. AGN, Ma-
nagua.
37.  Ver carta de Escolástico Lara, líder de aquel esfuerzo, a Sandino en Selser, Sandino, General de
hombres libres, pp. 638-641.
38.  Salvatierra, Sandino, o la tragedia, pp. 167-168.
39.  Texto de la carta sin fecha reproducida en Selser, Sandino, General de hombres libres, pp. 668-669.
530
40.  Alemán Bolaños, Sandino, el libertador, p. 205 citada por Selser, Sandino, General de hombres libres,
p. 655.
41.  Telegrama a Salvatierra, 8 de febrero de 1933, en Selser, Sandino, General de hombres libres, p. 614.
42.  Carta a Humberto Barahona, 27 de mayo de 1933, Sandino, El pensamiento vivo, T. II, p. 338. So-
bre el curso del desarme ver Selser, Sandino, General de hombres libres, pp. 619-623.
43.  Carta a Gustavo Alemán Bolaños, 16 de marzo de 1933, Sandino, El pensamiento vivo, T. II, pp.
331-332.
44.  Román, Maldito país, p. 178. Calderón Ramírez, Últimos días de Sandino, p. 52.
45.  Carta a Lidia Barahona, 15 de marzo de 1933, Sandino, El pensamiento vivo, T. II, p. 328. Román,
Maldito país, p. 165-166.
46.  “Desde el punto de vista de clase, las ilusiones de los intelectuales citados pueden conceptuarse
como la expresión de una pequeña burguesía cansada de luchar, y desesperada por dedicarse a de-
fender y disfrutar sus limitados intereses. Por otro lado, debe ponerse de relieve que estos pacifistas
utópicos no respaldaron en ninguna forma a Sandino durante la larga y difícil lucha guerrillera...
Esta actitud de los intelectuales de Nicaragua, puede ser establecida como una continuación de la
línea de intelectuales que los habían precedido en el movimiento cultural nacional”. Carlos Fonse-
ca, Viva Sandino, (Editorial Nueva Nicaragua, Managua: 1982), pp. 66-67, 74-75. Girardi, Sandinismo,
Marxismo, pp. 32-35.
47.  “Reportaje”, (entrevista en el diario La Prensa), 18 de febrero de 1933, Sandino, El pensamiento
vivo, T. II, p. 375.G-2, Situación Nicaragua, 1 de marzo de 1933, (agregado militar, San José), Docu-
mento 95, página 9, no 23. Traducción del inglés. http://www.sandinorebellion.com/Top100pgs/
Top100-p95I.html.
48.  “El padre de Sandino relata lo que ocurrió la noche del 21 de febrero”, del Panamá América (Pa-
namá), reproducido en el Digesto Latinoamericano, (San José, C.R.) 5 de marzo de 1934, p. 7.
49.  Testimonio de Luciano Gutiérrez Herrera, (Instituto de Estudios del Sandinismo, 102), citado
por Schroeder, Horse Thieves, p. 10-11.
50.  Citado por Dospital, “Construcción del Estado nacional”, p. 60.
51.  La Noticia, 12 de febrero de 1933.
52.  “Editorial”, Digesto Latinoamericano, (San José) 5 de marzo de 1934, p. 1. Carleton Beals, “Pano-
rama panamericano”, Digesto Latinoamericano, 28 de mayo de 1934, p. 3.

Epílogo
El legado de Sandino
Páginas 464-472
1.  Carta a Gustavo Alemán Bolaños, 9 de septiembre de 1929, Sandino, Pensamiento vivo, I, pp.
389-390.
2.  “Las cooperativas en el desarrollo social y observancia del Año Internacional de las Coopera-
tivas”, Informe del Secretario General, 22 de julio de 2013, Naciones Unidas, A/68/168, http://
daccess-dds-ny.un.org/doc/UNDOC/GEN/N13/447/46/PDF/N1344746.pdf ?
3.  Carta al Col. Inéz Hernández Gómez y al Sargento Mayor Ladislao Palacios, 20 de mayo de
1931, Documento 34, Bendaña, La mistica, pp. 233-235.
531
4.  José Carlos Mariátegui, “Aniversario y Balance”. Amauta, vol. 17, septiembre de 1928. p. 3 Ma-
riátegui “El hombre y el Mito”, El Alma Matinal, citado en Michael Löwy, “Recordando a Mariá-
tegui, Un marxista romántico”, Viento Sur, (Madrid), No 16, agosto 1994, p. 103. La segunda cita
es de un articulo originalmente publicado en la revista Variedades en 1924 y después recogido en
“La escena contemporánea”, Archivo José Carlos Mariátegui, “El Alma Matinal”, Obras completas
de José Carlos Mariátegui, III, https://www.marxists.org/espanol/mariateg/oc/el_alma_matinal/
paginas/el%20mito%20y%20el%20hombre.htm
5.  Carta a Adán Madariaga, 2 de septiembre de 1927, Sandino, Pensamiento vivo, I, pp. 139-140.
6.  Ibid., p. 68.
7.  Calderón Ramírez, Últimos días, p. 94-95.
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Índice onomástico
Arroyo Julio
155
Abad de Santillán Diego Aviña Juan
145 153, 154
Aguilar José Abelardo Baca Arturo
27 211
Ajuria Guillermo Bada Ramírez Gonzalo
355 130
Alemán Bolaños Gustavo Bakunin Mijaíl
222, 336, 347, 394, 398, 457 85, 91, 106, 109, 145
Alemán Bolaños Reynaldo Barahona Filiberto
34 185
Alfaro Siqueiros David Barahona Humberto
47, 91 457
Altamirano Pedro Barahona José Paúl
240, 282, 284, 373 185
Alvarado Alcibíades Barahona Paz
418 222
Alvarado Salvador Barbeux Justino
52 141, 159, 160, 161
Aponte Hernández Carlos Antonio Barbusse Henri
249, 250, 257, 263, 264, 265, 266, 267, 268, 161, 216, 220, 222, 269, 306, 341, 366, 368
269, 270, 275, 276, 285, 323, 327, 332, 354, Barrera Pavón Arístides
357, 392 32
Araquistaín Luis Beadle Elías
257 422, 423
Aráuz Blanca Stella Beals Carleton
18, 23, 25, 26, 161, 162, 214, 383, 384, 389, 214, 187, 221, 236, 239, 244, 268, 394, 420,
391, 392, 393, 395, 396, 399, 400, 401, 402, 461
403, 404, 405, 406, 407, 408, 409, 410, 411, Beltrán Sandoval Luis
412, 413, 414, 425, 426, 429, 431 242
Aráuz Lucía Benavídes María
404 28
Ardila Gómez Rubén Benítez Mirna
233, 249, 283, 297, 299, 345 72
Ardón Molina Lizandro Berkman Alexander
177 87, 90
Argüello Agenor Bernal Nicolás T.
419 145
Arias Gómez Jorge Berry M. S.
356 196, 197
Arrieta Nicolás Besant Annie
21, 363 158
Betancourt Rómulo Canseco Crisóforo
380 288
Bogart Humphrey Carbajal Erasmo
65 446
Borge Castillo Mario José Cárdenas Concepción
18 185
Bosque Salvador Cárdenas Daisy
150 390, 397, 400
Brandy Barraga David Cárdenas Lázaro
138 72, 129, 130, 288
Brecht Bertolt Cárdenas María Salomé
94 185
Brenes Mesén Roberto Cardoza y Aragón Luis
158 38
Briand Aristide Carranza Venustiano
210 57
Butters Charles Carrillo Puerto Elvia
175, 176, 177, 179, 180, 181, 182 55, 386, 387
Cabrera Pedro (Cabrerita) Carrillo Puerto Felipe
19, 405 52, 53, 54, 55, 56, 308, 386
Calderón Barrera Guillermo Carrillo Rafael
17 369
Calderón Franco Ulises Castillo y Castillo Domingo
17, 18, 22 272, 432
Calderón Ramírez Salvador Castro Navarrete Doroteo
7, 364, 374, 407, 408 185
Calderón Ruiz Margarita Chamorro Diego Manuel
17, 18, 20, 21, 23, 25, 26, 55, 406 421
Calderón Salinas Macario Chamorro Emiliano
416 146, 175, 292, 421, 432
Calderón Sandino Augusto Chavarría José Hilario
15, 17, 18, 19, 20, 21, 22, 23, 24, 25, 26, 27, 423
28, 29, 30, 31, 33, 34, 36, 37, 38, 55, 56, 62, Chavarría Perfecto
63, 69, 95, 99, 105, 119, 132, 134, 136, 138, 446
139, 141, 143, 144, 146, 150, 158, 160, 177, Chávez Hugo
178, 184, 192, 195, 217, 221, 226, 236, 237, 85
238, 243, 252, 289, 306, 354, 357, 368, 373, Chávez Jorge
382, 386, 391, 393, 395, 397, 406, 426, 459 281
Calderón Zambrana Adalid Churchill Winston
18 67
Calles Plutarco Elías Clemens G. C.
42, 56, 107, 123, 180, 226, 281, 288, 416 106
Camarena Cecilia Colindres Juan Bautista
154 374
Campos Ponce Xavier Colindres Juan Gregorio
302, 402 182, 269, 271
Colindres Lizandro 201, 212, 215, 217, 218, 221, 232, 233, 234,
185 247, 250, 252, 256, 257, 272, 275, 311
Colindres Rigoberto Doheny Edward L.
185 75, 133, 136
Coolidge Calvin Dospital Michelle
213, 231, 235, 238, 240, 241, 243, 288 55, 56
Cosío Villegas Daniel Eberhardt Charles
46 210
Cruz Juana Echaverry Elis
415 442
Cuadra Abelardo Echegaray José de
409, 412 97
Cummings Lejeune Echeverría Manuel
221 214, 281
Darío Rubén Edson Merritt
84, 95, 100, 158, 212, 215, 216, 275 440
Dávila Andrade César Escobar Morales César
158 30
Díaz Adolfo Espinoza Garza Fidel
185, 194, 196, 197, 211, 243, 422, 432 139, 140
Díaz José León Estrada Cabrera Manuel
191, 309 39
Díaz Porfirio Estrada Francisco
40, 43, 56, 90, 107, 242 269, 295, 303, 454
de Belausteguigoitia Ramón Estrada Genaro
25, 26, 31, 32, 170, 174, 361, 363, 404, 414, 288
417, 420, 427, 428, 429, 431 Fabbri Luis
de Gómez Cecilia C. 145
154, 155 Fagot José Alberto
de la Huerta Adolfo 450
42 Fajado Aráuz Joaquín
de la Huerta Victoriano 428
56, 58 Falcón César
de la Plaza Salvador 252, 279, 321
258, 267 Farabundo Martí José Agustín
de la Selva Salomón 323, 327, 354, 360, 373, 404
196, 204, 222, 236, 237, 239, 242, 244, 258, Favela Isidro
290, 453, 461 230, 321
de Paredes José Feland Logan
249, 284, 285, 286, 287, 288, 292, 299, 310, 18, 25, 26, 198, 210, 240, 406
374, 395 Ferrer Benimeli José Antonio
de Unamuno Miguel 156
45 Ferrer Guardia Francisco
de Vasconcelos José 54
45, 46, 47, 48, 49, 50, 55, 114, 152, 170, Ferreti Juan
31, 32, 414
Flores Magón Enrique Guerrero Práxedis
87, 99, 100 106, 112, 145
Flores Magón Ricardo Guerrero Xavier
87, 89, 90, 91, 98, 99, 100, 102, 106, 110, 204
112, 113, 145, 200, 384, 463 Guevara Onofre
Floyd Mayor 377, 381
182 Guimera Ángel
Fonseca Amador Carlos 97
8, 255, 364, 369, 382 Gutiérrez Magaña José
France Anatole 135, 161
216 Gutiérrez Práxedis
Galván Úrsulo 145
246 Hartmann Franz
García Monge Joaquín 162
216, 218, 234 Haya de la Torre Víctor Raúl
García Otero Tiburcia 204, 218, 247, 251, 252, 256
415 Hernández Martínez Maximiliano
García Salgado Andrés 158
281, 285, 303, 315, 362, 395 Herrera Mariana
Gibbons James 32
423 Hoover Herbert
Gilbert Gregorio 235, 240, 295, 317
162, 249, 265, 279, 281, 296, 298, 300, 301, Humbert-Droz Jules
307, 311, 313, 317, 325, 392, 395, 401, 433 275, 332
Goldman Emma Hürwitz Jacobo
87, 90, 91, 416 246, 253, 277
Gómez Aguirre Aurelio Huston John
154 65
Gompers Samuel Idiáquez José
258 222, 373
González Adán Ingenieros José
355 45, 158
González Aráuz Angelita Irías Pedro Antonio
412 284, 375
González José Constantino Jarquín Tranquilino
265, 303, 305, 334 296, 300
González Lana Félix Jennings Bryan William
97, 100 419
González Zeledón Sinforoso Jirón Ruano Manuel María
185 187
Gorki Pedro Jolibois Fils J.
95 246
Green William Juárez Benito
136, 137, 151 43, 62, 160, 304
Grossman Richard Juárez Muñoz Fernando
183, 191, 429 158
Kardec Allan Machado Morales Gustavo
155 224, 246, 254, 257, 263, 264, 265, 266, 267,
Kellogg Frank 268, 269, 270, 271, 272, 274, 275, 276, 277,
147, 209, 210, 241, 293 306, 323, 324, 325, 326, 327, 328, 329, 330,
Kersffeld Daniel 332, 335, 355, 356, 359, 382
276 Madero Francisco
Kropotkin Piotr 53, 90, 155
53, 85, 86, 87, 91, 109, 115, 145, 173, 445, Mairena Hernández José
448, 449 269
Laborde Hernán Malatao Charles
246, 272, 310, 317, 325, 326, 334, 336, 337, 91
338, 339, 340, 341, 343, 346, 361, 365, 366, Malatesta Errico
367, 369, 379, 381 90, 145
Lara Escolástico Maraboto Emigdio
374, 407 56, 62, 304
Lara Estanislao Mariátegui José Carlos
371, 453 202, 221, 253, 254, 255, 256, 258, 352, 467
Larios Fernando Mariona Luis
222 355
Leal Lilo Mármol Miguel
185 372
Lezcano y Ortega José Antonio Martí José
422, 423 158, 206, 215
Lincoln Abraham Martínez Luis F.
208 99
Lindbergh Charles Martínez Mamerto
236 434
List Azurbide Germán Martínez Soza Ángel
306 185
London Jack Martínez Villeda R.
64 264
López Francisco Abelardo Marx Carlos
190 48, 53, 85, 112, 158, 204, 367, 380, 416,
Lorenzo Anselmo 418, 463
91, 108 Masferrer Alberto
Lovestone Jay 158, 221, 254
239 Matamoros Lola
Lugo Américo 415
220 Medís Bolio Antonio
Lugones Leopoldo 242, 288
234 Mejia Godoy Luis Enrique
Macaulay Neil 401
134, 412 Mella José Antonio
Machado Gerardo 246, 258, 264, 267, 274, 275, 277, 278, 321,
226, 264 343, 344, 352, 354, 355
Mella Ricardo Ochoa Inés
112 185
Méndez Esteban Odio Eunice
100, 101 158
Mirbeau Octave Olivera Nicolás
95, 96, 100 188
Mistral Gabriela Orozco Fernando
45, 46, 47, 158, 191, 218, 219, 220, 221, 155
233, 248, 415 Orozco José Clemente
Modotti Tina 47
244, 320, 321, 343, 344 Ortega Cerda Daniel
Molla Sanz Ramiro 442
170 Ortega Saavedra Daniel
Moncada José María 442
25, 147, 148, 151, 192, 195, 284, 423 Ortiz Agustín
Moncayo Alfonso Alexander 56, 62
233, 249, 416, 467 Ortiz Rubio Pascual
Montoya Simeón 315, 316, 317, 318, 319, 320, 340, 344, 364
187, 295 Osorio Cardenete Demetrio
Moral José 140, 141, 143
25 Pavletich Esteban
Morales Juan Santos 182, 249, 250, 252, 253, 254, 258, 261, 269,
376, 405, 454 272, 300, 305, 317, 320, 334, 345, 358, 362,
Moreau Alberto 395
337 Paz Octavio
Morones Luis 46
59, 123, 124, 129 Pearson Weetman
Morrow Dwight 56, 75, 76, 136
286, 288, 289, 290, 291, 292, 293, 294, 296, Pereira y Castellón Simeón
300, 302, 303, 310, 311, 312, 317, 319 423
Munguía Berta Pérez Bustamante Alejandro
201, 206 184
Munguía Jacobo Pérez Domingo
36 185
Münzenberg Willy Petrovna Blavatsky Helena
340, 366, 368 159, 164, 168
Navarro Camacho Pineda Esther
218 404
Negrón Mario Portes Gil Emilio
55 70, 107, 124, 283, 284, 286, 287, 288, 289,
Nervo Amado 290, 291, 292, 293, 294, 295, 300, 303, 304,
158 308, 309, 310, 311, 312, 313, 314, 315, 317,
Nevin Sayre John 318, 319, 320, 323, 331, 333, 335, 339, 341,
405 343, 346, 364, 386
Obregón Álvaro Portocarrero Horacio
40, 42, 52, 56, 61, 123, 288, 289 407, 456, 461
Proal Herón Rodó José Enrique
60, 61, 62 45
Proudhon Pierre-Joseph Rodríguez José François
61, 91, 108, 114, 145, 148, 167, 445, 448 97
Puente León Pepe Rolland Romain
143 216, 220
Quintero Fernando Romero Bosque Pío
271, 395 298
Ramírez Arnoldo Romero Ramón
183, 194, 202 162
Ramírez Delgado Rafael Rondón Crescencio
444, 447 346
Ramírez Flores Gregorio Ruano Girón
139, 142 187, 264, 397
Ramírez Velásquez Juan Pablo Rubio Gabriel
186 106
Ramus Pedro Ruiz Borge Josefa
145 17, 20
Rangel Domingo Alberto Ruiz Carrillo González
275 100
Raudes Dupont Lidia Sacasa Juan Bautista
390 27, 191, 196, 226, 242, 281, 407
Raudes Dupont Santiago Sacco Nicola
390, 398, 399 110, 111
Ravines Eudocio Salgado Carlos
252 416
Reclus Eliseo Salinas de Aguilar Norberto
91, 106, 447 50, 456, 457
Reyes Alberto Salvatierra Salvador
23, 408, 471 26
Reyes Rigoberto J. Salvatierra Sofonías
412 7, 23, 371, 407, 440, 442, 454
Reyes y Valladares Canuto Sánchez Gaitán Mercedes
422 31
Rivas Dagoberto Sánchez Porfirio
25, 27, 28, 29, 37, 151, 237, 418, 425 265, 392, 395
Rivas Julio César Sánchez Sandino María Natalia
322 23, 31, 32, 414
Rivera Abraham Sandino Blanca Segovia
188, 383, 397, 399, 412, 436, 451, 456 32, 409, 411, 413
Rivera Diego Sandino Gregorio
47, 56, 204, 246, 267, 277, 317, 321 17, 18, 23, 345, 420, 459
Rivera Librado Sandino José Manuel
101, 102, 105, 106, 127, 130 34
Robledo Rodolfo Sandino María Soledad
160 27, 28, 29, 31
Sandino Mateo Tejeda Adalberto
28, 29 59, 345, 346
Sandino Santiago Téllez Conrado José
33 22
Sanger Margarita Tercero García Juan Bautista
55 198
Santos José Eduardo Thompson E.P.
221 83
Sellers D. F. Tiffer Delgado América
26 19, 21, 22, 23, 24, 37, 407, 418
Schlittler Jaime Tijerino Francisco
172 50
Schroeder Michael Tolstoi León
183, 429, 439 47, 85, 173
Selser Gregorio Torres Bodet Jaime
132, 134, 139, 143, 144, 161, 454 47
Sequeira José Santos Torres García Joaquín
214, 240, 396 158
Sobalvarro Carmen Traven Bruno
415 64, 67, 72, 133, 321
Solórzano Carlos Traviña Juan
146 154
Somoza García Anastasio Trincado Mateo Joaquín
11, 18, 20, 21, 25, 27, 164, 187, 190, 191, 155, 156, 159, 163, 260, 339, 351, 363, 384,
192, 375, 398, 404, 410, 412, 426, 434, 444, 387, 404, 442, 443, 467
453, 455, 458, 459, 460 Trotsky León
Sormenti Enea 62, 344
337, 343 Turcios Froylán
Sotelo Potosme Carlos 356, 396, 467
24 Ugarte Manuel
Staklo Vadim 220, 247, 252, 272, 275
339 Urquidi Víctor
Stalin Josef 298, 299
85, 332, 341, 343, 351, 352, 365, 368, 369, Vanzetti Bartolomeo
Stimson Henry L. 110, 111
25, 149, 195, 196, 197, 237, 242, 295, 296, Vásquez David
347, 349 142
Stirner Max Vásquez Domingo
84, 85, 91 139
Stockes Thomas Vázquez Maximiliano
51 296
Tamayo Jaime Vega Alfredo
41 281
Tamayo Rufino Vega Arturo
47 375
Vera Francisco
163, 165, 172, 361
Vidali Vitorio
337, 338, 339, 342, 343, 344, 354
Villa Pancho
42, 43, 167, 237, 461
Villatoro Dupont Teresa
284, 383, 389, 390, 392, 393, 395, 397, 402
Walker Harold
136
White Francis
240
Wolfe Bertran
244
Wünderich Volker
33
Wyld-Ospina Carlos
158
Yrigoyen Hipólito
283, 324
Zapata Emiliano
42, 53, 92, 115, 254, 378, 443
Zelaya José Santos
242, 421
Zeledón Benjamín
196
Zepeda Pedro José
226, 245, 268, 303, 362, 407
Zola Emilio
95, 97, 100

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