Sínodo de Los Obispos - Los Jovenes, La Fe y El Descernimiento Vocacional
Sínodo de Los Obispos - Los Jovenes, La Fe y El Descernimiento Vocacional
Sínodo de Los Obispos - Los Jovenes, La Fe y El Descernimiento Vocacional
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Los jóvenes, la fe y
el discernimiento vocacional
DOCUMENTO PREPARATORIO
ÍNDICE
Introducción
Pertenencia y participación
Puntos de referencia personales e institucionales
Hacia una generación (híper)conectada
1. Fe y vocación
Reconocer
Interpretar
Elegir
4. El acompañamiento
Salir
Ver
Llamar
2. Sujetos
3. Lugares
4. Instrumentos
5. María de Nazaret
CUESTIONARIO
Introducción
«Os he dicho esto para que mi gozo esté en vosotros y vuestro gozo sea perfecto» (Jn
15,11): este es el proyecto de Dios para los hombres y mujeres de todos los tiempos y, por
tanto, también para todos los jóvenes y las jóvenes del tercer milenio, sin excepción.
Como continuación de este camino, a través de un nuevo camino sinodal sobre el tema:
«Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional», la Iglesia ha decidido interrogarse
sobre cómo acompañar a los jóvenes para que reconozcan y acojan la llamada al amor y
a la vida en plenitud, y también pedir a los mismos jóvenes que la ayuden a identificar
las modalidades más eficaces de hoy para anunciar la Buena Noticia. A través de los
jóvenes, la Iglesia podrá percibir la voz del Señor que resuena también hoy. Como en
otro tiempo Samuel (cfr. 1Sam 3,1-21) y Jeremías (cfr. Jer 1,4-10), hay jóvenes que saben
distinguir los signos de nuestro tiempo que el Espíritu señala. Escuchando sus
aspiraciones podemos entrever el mundo del mañana que se aproxima y las vías que la
Iglesia está llamada a recorrer.
La vocación al amor asume para cada uno una forma concreta en la vida cotidiana a
través de una serie de opciones que articulan estado de vida (matrimonio, ministerio
ordenado, vida consagrada, etc.), profesión, modalidad de compromiso social y político,
estilo de vida, gestión del tiempo y del dinero, etc. Asumidas o padecidas, conscientes o
inconscientes, se trata de elecciones de las que nadie puede eximirse. El propósito del
discernimiento vocacional es descubrir cómo transformarlas, a la luz de la fe, en pasos
hacia la plenitud de la alegría a la que todos estamos llamados.
Ofrecemos como inspiración para el camino que inicia un icono evangélico: Juan, el
apóstol. En la lectura del Cuarto Evangelio él no sólo es la figura ejemplar del joven que
elige seguir a Jesús sino también «el discípulo a quien Jesús amaba» (Jn 13,23; 19,26;
21,7).
«Fijándose en Jesús que pasaba, [Juan el Bautista] dijo: “He ahí el Cordero de Dios”. Los
dos discípulos le oyeron hablar así y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que le
seguían, les dice: “¿Qué buscáis?”. Ellos le respondieron: “Rabbí – que quiere decir
‘Maestro’ –, ¿dónde vives?”. Les respondió: “Venid y lo veréis”. Fueron, pues, vieron
dónde vivía y se quedaron con él aquel día. Era más o menos la hora décima» (Jn 1,36-
39).
En búsqueda de un sentido que dar a la propia vida, dos discípulos del Bautista son
interpelados por Jesús con la pregunta penetrante: «¿Qué buscáis?». A su contestación
«Rabbí – que quiere decir ‘Maestro’ –, ¿dónde vives?», le sigue la respuesta-invitación del
Señor: «Venid y lo veréis» (vv. 38-39). Jesús los llama al mismo tiempo a un camino
interior y a una disponibilidad de ponerse concretamente en movimiento, sin saber bien
a dónde esto los llevará. Será un encuentro memorable, hasta el punto de recordar
incluso la hora (v. 39).
I
LOS JÓVENES EN EL MUNDO DE HOY
Este capítulo no ofrece un análisis completo de la sociedad y del mundo, sino que tiene
presente algunos resultados de la investigación en el ámbito social útiles para abordar el
tema del discernimiento vocacional, a fin de «dejarnos interpelar por ella en
profundidad y dar una base concreta al itinerario ético y espiritual» (Laudato sì, 15).
En las páginas que siguen el término “jóvenes” se refiere a las personas de edad
comprendida aproximadamente entre 16 y 29 años, siendo conscientes de que también
este elemento exige ser adaptado a las circunstancias locales. En cualquier caso, es
bueno recordar que la juventud más que identificar a una categoría de personas, es una
fase de la vida que cada generación reinterpreta de un modo único e irrepetible.
Asimismo, no hay que olvidar que muchas sociedades son cada vez más multiculturales
y multirreligiosas. En particular, la coexistencia de varias tradiciones religiosas
representa un desafío y una oportunidad: puede crecer la desorientación y la tentación
del relativismo, pero conjuntamente aumentan las posibilidades de debate fecundo y
enriquecimiento recíproco. A los ojos de la fe esto se ve como un signo de nuestro
tiempo que requiere un crecimiento en la cultura de la escucha, del respeto y del
diálogo.
Pertenencia y participación
Los jóvenes no se perciben así mismos como una categoría desfavorecida o un grupo
social que se debe proteger y, en consecuencia, como destinatarios pasivos de programas
pastorales o de opciones políticas. No pocos de ellos desean ser parte activa en los
procesos de cambio del presente, como confirman las experiencias de activación e
innovación desde abajo que tienen a los jóvenes como principales, aunque no únicos,
protagonistas.
Desde este punto de vista, el rol de padres y familias sigue siendo crucial y a veces
problemático. Las generaciones más maduras a menudo tienden a subestimar las
potencialidades, enfatizan las fragilidades y tienen dificultad para entender las
exigencias de los más jóvenes. Los padres y los educadores adultos pueden tener
presente sus errores y lo que no les gustaría que los jóvenes hiciesen, pero a menudo no
tienen igualmente claro cómo ayudarles a orientar su mirada hacia el futuro. Las dos
reacciones más comunes son la renuncia a hacerse escuchar y la imposición de sus
propias elecciones. Padres ausentes o hiperprotectores hacen a los hijos más frágiles y
tienden a subestimar los riesgos o a estar obsesionados con el miedo a equivocarse.
Los jóvenes sin embargo no buscan sólo figuras de referencia adultas: tienen un fuerte
deseo de diálogo abierto entre pares. En este sentido son muy necesarias las ocasiones
de interacción libre, de expresión afectiva, de aprendizaje informal, de experimentación
de roles y habilidades sin tensión ni ansiedad.
Tendencialmente cautos respecto a quienes están más allá del círculo de las relaciones
personales, los jóvenes a menudo nutren desconfianza, indiferencia o indignación hacia
las instituciones. Esto se refiere no sólo a la política, sino que afecta cada vez más a las
instituciones formativas y a la Iglesia, en su aspecto institucional. La querrían más
cercana a la gente, más atenta a los problemas sociales, pero no dan por sentado que
esto ocurra de inmediato.
Las jóvenes generaciones se caracterizan hoy por la relación con las tecnologías
modernas de la comunicación y con lo que normalmente se llama “mundo virtual”, no
obstante también tenga efectos muy reales. Todo esto ofrece posibilidades de acceso a
una serie de oportunidades que las generaciones precedentes no tenían, y al mismo
tiempo presenta riesgos. Sin embargo, es de gran importancia poner de relieve cómo la
experiencia de relaciones a través de la tecnología estructura la concepción del mundo,
de la realidad y de las relaciones personales. A esto debería responder la acción pastoral,
que tiene necesidad de desarrollar una cultura adecuada.
En este contexto los viejos enfoques ya no funcionan y la experiencia transmitida por las
generaciones precedentes se vuelve obsoleta rápidamente. Valiosas oportunidades y
riesgos insidiosos se entrelazan en una maraña que no es fácil de desenredar.
Adecuados instrumentos culturales, sociales y espirituales se convierten en
indispensables para que los mecanismos del proceso decisional no se bloqueen y se
termine, tal vez por miedo a equivocarse, sufriendo el cambio en lugar de guiarlo. Lo ha
dicho el Papa Francisco: «“¿Cómo podemos despertar la grandeza y la valentía de
elecciones de gran calado, de impulsos del corazón para afrontar desafíos educativos y
afectivos?”. La palabra la he dicho tantas veces: ¡arriesga! Arriesga. Quien no arriesga no
camina. “¿Y si me equivoco?”.¡Bendito sea el Señor! Más te equivocarás si te quedas
quieto» (Discurso en Villa Nazaret, 18 de junio de 2016).
El malestar económico y social de las familias, la forma en que los jóvenes asumen
algunos rasgos de la cultura contemporánea y el impacto de las nuevas tecnologías
exigen una mayor capacidad de respuesta al desafío educativo en su acepción más
amplia: esta es la emergencia educativa señalada por Benedicto XVI en el Mensaje a la
Ciudad y a la Diócesis de Roma sobre la urgencia de la educación (21 de enero de 2008). A
nivel mundial también hay que tener en cuenta las desigualdades entre países y su
efecto sobre las oportunidades ofrecidas a los jóvenes en las diferentes sociedades en
términos de inclusión. También factores culturales y religiosos pueden generar
exclusión, por ejemplo lo referente a las diferencias de género o a la discriminación de
las minorías étnicas o religiosas, hasta empujar a los jóvenes más emprendedores hacia
la emigración.
II
FE, DISCERNIMIENTO, VOCACIÓN
A través del camino de este Sínodo, la Iglesia quiere reiterar su deseo de encontrar,
acompañar y cuidar de todos los jóvenes, sin excepción. No podemos ni queremos
abandonarlos a las soledades y a las exclusiones a las que el mundo les expone. Que su
vida sea experiencia buena, que no se pierdan en los caminos de la violencia o de la
muerte, que la desilusión no los aprisione en la alienación: todo esto no puede dejar de
ser motivo de gran preocupación para quien ha sido generado a la vida y a la fe y sabe
que ha recibido un gran don.
Es en virtud de este don que sabemos que venir al mundo significa encontrar la promesa
de una vida buena y que ser acogido y custodiado es la experiencia original que inscribe
en cada uno la confianza de no ser abandonado a la falta de sentido y a la oscuridad de
la muerte y la esperanza de poder expresar la propia originalidad en un camino hacia la
plenitud de vida.
La sabiduría de la Iglesia oriental nos ayuda a descubrir cómo esta confianza está
arraigada en la experiencia de “tres nacimientos”: el nacimiento natural como mujer o
como hombre en un mundo capaz de acoger y sostener la vida; el nacimiento del
bautismo «cuando alguien se convierte en hijo de Dios por la gracia»; y luego, un tercer
nacimiento, cuando tiene lugar el paso «del modo de vida corporal al espiritual», que
abre al ejercicio maduro de la libertad (cfr. Discursos de Filoxeno de Mabbug, obispo sirio
del siglo V, n. 9).
Ofrecer a los demás el don que nosotros mismos hemos recibido significa acompañarlos
a lo largo de este camino, ayudándoles a afrontar sus debilidades y las dificultades de la
vida, pero sobre todo sosteniendo las libertades que aún se están constituyendo. Por
todo ello la Iglesia, comenzando por sus Pastores, está llamada a interrogarse y a
redescubrir su vocación a la custodia con el estilo que el Papa Francisco recordó al inicio
de su pontificado: «el preocuparse, el custodiar, requiere bondad, pide ser vivido con
ternura. En los Evangelios, san José aparece como un hombre fuerte y valiente,
trabajador, pero en su alma se percibe una gran ternura, que no es la virtud de los
débiles, sino más bien todo lo contrario: denota fortaleza de ánimo y capacidad de
atención, de compasión, de verdadera apertura al otro, de amor» (Homilía en el inicio del
ministerio petrino, 19 de marzo de 2013).
1. Fe y vocación
La fe, en cuanto participación en el modo de ver de Jesús (cfr. Lumen fidei, 18), es la
fuente del discernimiento vocacional, porque ofrece sus contenidos fundamentales, sus
articulaciones específicas, el estilo singular y la pedagogía propia. Acoger con alegría y
disponibilidad este don de la gracia exige hacerlo fecundo a través de elecciones de vida
concretas y coherentes.
La fe «no es un refugio para gente pusilánime, sino que ensancha la vida. Hace descubrir
una gran llamada, la vocación al amor, y asegura que este amor es digno de fe, que vale
la pena ponerse en sus manos, porque está fundado en la fidelidad de Dios, más fuerte
que todas nuestras debilidades» (Lumen fidei, 53). Esta fe «ilumina todas las relaciones
sociales», contribuyendo a «construir la fraternidad universal» entre los hombres y
mujeres de todos los tiempos (ibíd., 54).
El espacio de este diálogo es la conciencia. Como enseña el Concilio Vaticano II, esta es
«el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que éste se siente a solas con Dios,
cuya voz resuena en el recinto más íntimo de aquélla» (Gaudium et spes, 16). Por lo
tanto, la conciencia es un espacio inviolable en el que se manifiesta la invitación a
acoger una promesa. Discernir la voz del Espíritu de otras llamadas y decidir qué
respuesta dar es una tarea que corresponde a cada uno: los demás lo pueden acompañar
y confirmar, pero nunca sustituir.
La vida y la historia nos enseñan que para el ser humano no siempre es fácil reconocer
la forma concreta de la alegría a la que Dios lo llama y a la cual tiende su deseo, y mucho
menos ahora en un contexto de cambio e incertidumbre generalizada. Otras veces, la
persona tiene que enfrentarse al desánimo o a la fuerza de otros apegos que la detienen
en su camino hacia la plenitud: es la experiencia de muchos, por ejemplo la del joven
que tenía demasiadas riquezas para ser libre de acoger la llamada de Jesús y por esto se
fue triste en lugar de lleno de alegría (cfr. Mc 10,17-22). La libertad humana, aun
necesitando ser siempre purificada y liberada, sin embargo, no pierde nunca del todo la
capacidad radical de reconocer el bien y de hacerlo: «Los seres humanos, capaces de
degradarse hasta el extremo, también pueden sobreponerse, volver a optar por el bien y
regenerarse, más allá de todos los condicionamientos mentales y sociales que les
impongan» (Laudato si’, 205).
El Espíritu habla y actúa a través de los acontecimientos de la vida de cada uno, pero los
eventos en sí mismos son mudos o ambiguos, ya que se pueden dar diferentes
interpretaciones. Iluminar el significado en lo concerniente a una decisión requiere un
camino de discernimiento. Los tres verbos con los que esto se describe en la Evangelii
gaudium, 51 – reconocer, interpretar y elegir – pueden ayudarnos a delinear un
itinerario adecuado tanto para los individuos como para los grupos y las comunidades,
sabiendo que en la práctica los límites entre las diferentes fases no son nunca tan claros.
Reconocer
En esta fase, la Palabra de Dios reviste una gran importancia: meditarla, de hecho, pone
en movimiento las pasiones como todas las experiencias de contacto con la propia
interioridad, pero al mismo tiempo ofrece una posibilidad de hacerlas emerger
identificándose con los acontecimientos que ella narra. La fase del reconocimiento sitúa
en el centro la capacidad de escuchar y la afectividad de la persona, sin eludir por temor
la fatiga del silencio. Se trata de un paso fundamental en el camino de maduración
personal, en particular para los jóvenes que experimentan con mayor intensidad la
fuerza de los deseos y pueden también permanecer asustados, renunciando incluso a los
grandes pasos a los que sin embargo se sienten impulsados.
Interpretar
Elegir
Una vez reconocido e interpretado el mundo de los deseos y de las pasiones, el acto de
decidir se convierte en ejercicio de auténtica libertad humana y de responsabilidad
personal, siempre claramente situadas y por lo tanto limitadas. Entonces, la elección
escapa a la fuerza ciega de las pulsiones, a las que un cierto relativismo contemporáneo
termina por asignar el rol de criterio último, aprisionando a la persona en la
volubilidad. Al mismo tiempo se libera de la sujeción a instancias externas a la persona
y, por tanto, heterónomas, exigiendo asimismo una coherencia de vida.
4. El acompañamiento
Los pasajes evangélicos que narran el encuentro de Jesús con las personas de su tiempo
resaltan algunos elementos que nos ayudan a trazar el perfil ideal de quien acompaña a
un joven en el discernimiento vocacional: la mirada amorosa (la vocación de los
primeros discípulos, cfr. Jn 1,35-51); la palabra con autoridad (la enseñanza en la
sinagoga de Cafarnaún, cfr. Lc 4,32); la capacidad de “hacerse prójimo” (la parábola del
buen samaritano, cfr. Lc 10,25-37); la opción de “caminar al lado” (los discípulos de
Emaús, cfr. Lc 24,13-35); el testimonio de autenticidad, sin miedo a ir en contra de los
prejuicios más generalizados (el lavatorio de los pies en la última cena, cfr. Jn 13,1-20).
III
LA ACCIÓN PASTORAL
¿Qué significa para la Iglesia acompañar a los jóvenes a acoger la llamada a la alegría
del Evangelio, sobre todo en un tiempo marcado por la incertidumbre, por la
precariedad y por la inseguridad?
El propósito de este capítulo es concentrar la atención en lo que implica tomar en serio
el desafío del cuidado pastoral y del discernimiento vocacional, teniendo en
consideración cuáles son los sujetos, los lugares y los instrumentos a disposición. En este
sentido, reconocemos una inclusión recíproca entre pastoral juvenil y pastoral
vocacional, aun siendo conscientes de las diferencias. No se tratará de una panorámica
exhaustiva, sino de indicaciones que se deben completar sobre la base de las
experiencias de cada Iglesia local.
Cada domingo los cristianos mantienen viva la memoria de Jesús muerto y resucitado,
encontrándolo en la celebración de la Eucaristía. Muchos niños son bautizados en la fe
de la Iglesia y continúan el camino de la iniciación cristiana. Esto, sin embargo, no
equivale aún a una elección madura de una vida de fe. Para ello es necesario un camino,
que a veces también pasa a través de vías imprevisibles y alejadas de los lugares
habituales de las comunidades eclesiales. Por esto, como ha recordado el Papa Francisco,
«la pastoral vocacional es aprender el estilo de Jesús, que pasa por los lugares de la vida
cotidiana, se detiene sin prisa y, mirando a los hermanos con misericordia, les lleva a
encontrarse con Dios Padre» (Discurso a los participantes en el Congreso de pastoral
vocacional, 21 de octubre de 2016). Caminando con los jóvenes se edifica la entera
comunidad cristiana.
Precisamente porque se trata de interpelar la libertad de los jóvenes, hay que valorizar
la creatividad de cada comunidad para construir propuestas capaces de captar la
originalidad de cada uno y secundar su desarrollo. En muchos casos se tratará también
de aprender a dar espacio real a la novedad, sin sofocarla en el intento de encasillarla en
esquemas predefinidos: no puede haber una siembra fructífera de vocaciones si nos
quedamos simplemente cerrados en el «cómodo criterio pastoral del “siempre se ha
hecho así”», sin «ser audaces y creativos en esta tarea de repensar los objetivos, las
estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores de las propias comunidades»
(Evangelii gaudium, 33). Tres verbos, que en los Evangelios connotan el modo en el que
Jesús encuentra a las personas de su tiempo, nos ayudan a estructurar este estilo
pastoral: salir, ver y llamar.
Salir
Pastoral vocacional en este sentido significa acoger la invitación del Papa Francisco a
salir, en primer lugar, de esas rigideces que hacen que sea menos creíble el anuncio de
la alegría del Evangelio, de los esquemas en los que las personas se sienten encasilladas
y de un modo de ser Iglesia que a veces resulta anacrónico. Salir es también signo de
libertad interior respecto a las actividades y a las preocupaciones habituales, a fin de
permitir a los jóvenes ser protagonistas. Encontrarán atractiva a la comunidad cristiana
cuanto más la experimenten acogedora hacia la contribución concreta y original que
pueden aportar.
Ver
Salir hacia el mundo de los jóvenes requiere la disponibilidad para pasar tiempo con
ellos, para escuchar sus historias, sus alegrías y esperanzas, sus tristezas y angustias,
compartiéndolas: esta es la vía para inculturar el Evangelio y evangelizar toda cultura,
también la juvenil. Cuando los Evangelios narran los encuentros de Jesús con los
hombres y las mujeres de su tiempo, destacan precisamente su capacidad de detenerse
con ellos y el atractivo que percibe quien cruza su mirada. Esta es la mirada de todo
auténtico pastor, capaz de ver en la profundidad del corazón sin resultar intruso o
amenazador; es la verdadera mirada del discernimiento, que no quiere apoderarse de la
conciencia ajena ni predeterminar el camino de la gracia de Dios a partir de los propios
esquemas.
Llamar
En los relatos evangélicos la mirada de amor de Jesús se transforma en una palabra, que
es una llamada a una novedad que se debe acoger, explorar y construir. Llamar quiere
decir, en primer lugar, despertar el deseo, mover a las personas de lo que las tiene
bloqueadas o de las comodidades en las que descansan. Llamar quiere decir hacer
preguntas a las que no hay respuestas preconfeccionadas. Es esto, y no la prescripción
de normas que se deben respetar, lo que estimula a las personas a ponerse en camino y
encontrar la alegría del Evangelio.
2. Sujetos
Para la pastoral los jóvenes son sujetos y no objetos. A menudo, de hecho, son tratados
por la sociedad como una presencia inútil o incómoda: la Iglesia no puede reproducir
esta actitud, porque todos los jóvenes, sin excepción, tienen el derecho a ser
acompañados en su camino.
Además, cada comunidad está llamada a prestar atención especial sobre todo a los
jóvenes pobres, marginados y excluidos, y a convertirlos en protagonistas. Ser cercanos
a los jóvenes que viven en condiciones de mayor pobreza y dificultad, violencia y guerra,
enfermedad, discapacidad y sufrimiento es un don especial del Espíritu, capaz de hacer
resplandecer el estilo de una Iglesia en salida. La misma Iglesia está llamada a aprender
de los jóvenes: de ello dan un testimonio luminoso muchos jóvenes santos que
continúan siendo fuente de inspiración para todos.
3. Lugares
Los pobres gritan y junto con ellos la tierra: el compromiso de escuchar puede ser una
ocasión concreta de encuentro con el Señor y con la Iglesia y de descubrimiento de la
propia vocación. Como enseña el Papa Francisco, las acciones comunitarias con las que
se cuida de la casa común y de la calidad de vida de los pobres «cuando expresan un
amor que se entrega, pueden convertirse en intensas experiencias espirituales»
(Laudato si’, 232) y, por lo tanto, también en ocasión de caminos y de discernimiento
vocacional.
- Las Parroquias ofrecen espacios, actividades, tiempo e itinerarios para las jóvenes
generaciones. La vida sacramental ofrece ocasiones fundamentales para crecer en la
capacidad de acoger el don de Dios en la propia existencia e invita a la participación
activa en la misión eclesial. Un signo de la atención al mundo de los jóvenes son los
centros juveniles y los oratorios.
- Las universidades y las escuelas católicas, con su valioso servicio cultural y formativo,
son otro instrumento de presencia de la Iglesia entre los jóvenes.
El mundo digital
Por las razones ya recordadas, merece una mención particular el mundo de los new
media, que sobre todo para las jóvenes generaciones se ha convertido realmente en un
lugar de vida; ofrece muchas oportunidades inéditas, especialmente en lo que se refiere
al acceso a la información y a la construcción de relaciones a distancia, pero también
presenta riesgos (por ejemplo el ciberacoso, los juegos de azar, la pornografía, las
insidias de los chat room, la manipulación ideológica, etc.). Pese a las muchas diferencias
entre las distintas regiones, la comunidad cristiana continúa construyendo su presencia
en este nuevo areópago, donde los jóvenes tienen sin duda algo que enseñarle.
4. Instrumentos
A veces nos damos cuenta que entre el lenguaje eclesial y el de los jóvenes se abre un
espacio difícil de colmar, aunque hay muchas experiencias de encuentro fecundo entre
las sensibilidades de los jóvenes y las propuestas de la Iglesia en ámbito bíblico,
litúrgico, artístico, catequético y mediático. Soñamos con una Iglesia que sepa dejar
espacios al mundo juvenil y a sus lenguajes, apreciando y valorando la creatividad y los
talentos.
En la acción pastoral con los jóvenes, donde es necesario poner en marcha procesos más
que ocupar espacios, descubrimos, en primer lugar, la importancia del servicio al
crecimiento humano de cada uno y de los instrumentos pedagógicos y formativos que
pueden sostenerlo. Entre evangelización y educación se constata una fecunda relación
genética que, en la realidad contemporánea, debe tener en cuenta la gradualidad de los
caminos de maduración de la libertad.
Por último, y sobre todo, no hay discernimiento sin cultivar la familiaridad con el Señor
y el diálogo con su Palabra. En particular, la Lectio Divina es un método valioso que la
tradición de la Iglesia nos ofrece.
En una sociedad cada vez más ruidosa, que propone una superabundancia de estímulos,
un objetivo fundamental de la pastoral juvenil vocacional es ofrecer ocasiones para
saborear el valor del silencio y de la contemplación y formar en la relectura de las
propias experiencias y en la escucha de la conciencia.
5. María de Nazaret
Encomendemos a María este camino en el que la Iglesia se interroga sobre cómo
acompañar a los jóvenes a acoger la llamada a la alegría del amor y a la vida en
plenitud. Ella, joven mujer de Nazaret, que en cada etapa de su existencia acoge la
Palabra y la conserva, meditándola en su corazón (cfr. Lc 2,19), fue la primera en
recorrer este camino.
Haciendo memoria de las «cosas grandes» que el Todopoderoso ha realizado en Ella (cfr.
Lc 1,49), la Virgen no se siente sola, sino plenamente amada y sostenida por el “No
temas” del ángel (cfr. Lc 1,30). Consciente de que Dios está con ella, María abre su
corazón al “Heme aquí” y así inaugura el camino del Evangelio (cfr. Lc 1,38). Mujer de la
intercesión (cfr. Jn 2,3), frente a la cruz del Hijo, unida al “discípulo amado”, acoge
nuevamente la llamada a ser fecunda y a generar vida en la historia de los hombres. En
sus ojos cada joven puede redescubrir la belleza del discernimiento, en su corazón
puede experimentar la ternura de la intimidad y la valentía del testimonio y de la
misión.
CUESTIONARIO
Para hacer este trabajo más fácil y sostenible, se ruega a los respectivos Organismos que
respondan, indicativamente, con una página para los datos, siete u ocho páginas para la
lectura de la situación y una página para cada una de las tres experiencias que se quiere
compartir. Si es necesario y se desea, se podrán adjuntar otros textos para apoyar o
completar este dossier sintético.
Por favor, indíquense si es posible las fuentes y los años de referencia. Pueden anexarse
otros datos sintéticos a disposición que parezcan relevantes para comprender mejor la
situación de los diferentes países.
- Edad media (en los últimos cinco años) para contraer matrimonio (distinguiendo entre
hombres y mujeres), para ingresar en el seminario y para entrar en la vida consagrada
(distinguiendo entre hombres y mujeres).
- En el grupo de edad de 16-29 años, el porcentaje de: estudiantes, trabajadores (si es
posible especificar los ámbitos), desempleados y NEET (not in education, employment or
training).
2. Leer la situación
Estas preguntas se refieren tanto a los jóvenes que frecuentan los ambientes eclesiales,
como a los que están más alejados o ajenos.
2. ¿Cuáles son hoy los principales desafíos y cuáles son las oportunidades más
significativas para los jóvenes de vuestro país/de vuestros países?
10. ¿De qué modo tenéis en cuenta el cambio cultural causado por el desarrollo del
mundo digital?
11. ¿De qué modo las Jornadas Mundiales de la Juventud u otros eventos nacionales o
internacionales pueden entrar en la práctica pastoral ordinaria?
12. ¿De qué modo en vuestras Diócesis se proyectan experiencias y caminos de pastoral
juvenil vocacional?
c) Los acompañantes
13. ¿Cuánto tiempo y espacio dedican los pastores y los otros educadores al
acompañamiento espiritual personal?
14. ¿Qué iniciativas y caminos de formación son puestos en marcha por los
acompañantes vocacionales?
ÁFRICA
c. ¿Cómo conseguís comunicar a los jóvenes que son necesarios para construir el futuro
de la Iglesia?
AMÉRICA
a. ¿De qué modo vuestras comunidades se hacen cargo de los jóvenes que experimentan
situaciones de violencia extrema (guerrillas, bandas, cárcel, drogodependencia,
matrimonios forzados) y los acompañan a lo largo de trayectorias de vida?
ASIA Y OCEANÍA
a. ¿Por qué y cómo ejercen atractivo sobre los jóvenes las propuestas religiosas de
agregación ofrecidas por realidades externas a la Iglesia?
b. ¿Cómo conjugar los valores de la cultura local con la propuesta cristiana, valorando
también la piedad popular?
c. ¿Cómo utilizáis en la pastoral los lenguajes juveniles, sobre todo los medios de
comunicación, el deporte y la música?
EUROPA
- ¿Cómo ayudáis a los jóvenes a mirar hacia el futuro con confianza y esperanza a partir
de la riqueza de la memoria cristiana de Europa?
2. Elegid tres prácticas que consideráis más interesantes y pertinentes para compartir
con la Iglesia universal, y presentadlas según el siguiente esquema (máximo una página
por experiencia).
a) Descripción: Describid en pocas líneas la experiencia. ¿Quiénes son los protagonistas?
¿Cómo se desarrolla la actividad? ¿Dónde? Etc.
c) Evaluación: ¿Cuáles son los objetivos alcanzados y los no alcanzados? ¿Los puntos
fuertes y los débiles? ¿Cuáles son las consecuencias a nivel social, cultural y eclesial?
¿Por qué y en qué la experiencia es significativa / formativa? Etc.