Los Fueros de Aragon
Los Fueros de Aragon
Los Fueros de Aragon
Mª Carmen Bayod
LOS
FUEROS
—DE ARAGÓN—
Equipo
Dirección:
Guillermo Fatás y Manuel Silva
Coordinación:
Mª Sancho Menjón
Redacción:
Álvaro Capalvo, Mª Sancho Menjón, Ricardo Centellas
José Francisco Ruiz
Publicación nº 80-88 de la
Caja de Ahorros de la Inmaculada de Aragón
Bibliografía 94
¿QUÉ SON LOS FUEROS
DE ARAGÓN?
“
F uero” o “Fueros” son términos de evidente raíz lati-
na (forum: “lugar donde se administra justicia”; de
donde proceden “forense” y muchos otros deriva-
dos). Es notable que sólo en la Península Ibérica adquirie-
se el significado específico con el que se titularon tantos
cuerpos legales, breves o extensos, en la Edad Media. En el
Diccionario de la Real Academia Española, la palabra “fue-
ro”, además de referirse a dicha acepción latina, en dos
de sus acepciones define dicho término como privilegio o
prerrogativa que se concede a una ciudad o persona.
Pero cuando se habla de “los Fueros de Aragón” se
quiere aludir a una ley, y a una ley paccionada, que emana
de la voluntad de los cuatro brazos de las Cortes con el
rey, y no de la sola voluntad de éste. Tan es así que los
foristas discutieron su naturaleza de “estatuto” o de “ley” y,
de hecho, los trataron como un ordenamiento autónomo
en el seno del omnipresente ius commune europeo.
“Fueros de Aragón” se llamaba al libro de leyes con
que los aragoneses juzgaban y eran juzgados en todos los
asuntos de la vida. Así se denomina oficialmente en 1247,
cuando Jaime I promulga, con la aprobación de las Cortes
–5–
reunidas en Huesca,
unos fueros para todo
el reino, con arreglo a
los cuales deben re-
girse todos los cargos
que administran justi-
cia en él: bayles, jus-
ticias, zalmedinas, ju-
rados, jueces, alcaldes,
junteros, etc.
–6–
nes queda vigente sólo para regular las relaciones entre
particulares; y ése es el contenido que pasa, transformado,
al Apéndice de 1925, primero, y luego a la Compilación
del Derecho civil de Aragón hoy vigente. Muchos de sus
principios, todavía válidos, inspiran no pocos aspectos
de la Ley aragonesa de sucesiones por causa de muerte de
24 de febrero de 1999.
–7–
FUEROS DE ARAGÓN Y FUEROS
EN ARAGÓN
–8–
ciertamente, pudieron constituir un privilegio para sus
habitantes; pero éstos no son los “Fueros de Aragón”, los
de aplicación territorial en todo el reino, cuya fecha de
nacimiento hemos señalado en 1247, y a los que histórica-
mente no es fundado calificar como privilegios, pues no
emanan unilateralmente del rey y se aplican uniformemen-
te en todo el reino.
Los fueros locales no son, pues, el centro de nuestro
interés. Pero nos ocuparemos de algunos de ellos: de los
de Jaca, porque los Fueros de Aragón de 1247 se sitúan en
la tradición foral jacetana; de los de Teruel porque reco-
gen, por el contrario, una tradición foral muy distinta que
se mantuvo vigente hasta finales del siglo XVI. Es el único
caso, en el reino de Aragón, de una foralidad separada que
llega hasta la Edad Moderna. Y, finalmente, se comentarán
también algunos aspectos de los de Sobrarbe.
EL FUERO DE JACA
–9–
formar un núcleo de población en el Camino de Santiago,
en el que el comercio fuera una actividad determinante. De
hecho, lo consiguió, pues en breve tiempo se construyó la
impresionante catedral y se acuñó moneda de oro.
En tal condición de
fuero privilegiado, en pri-
mer lugar el rey exime a
los jaqueses de los malos
fueros que tenían (sin
especificar cuáles eran) y
les concede y confirma
«todos los buenos que me
pedisteis, para que mi
ciudad esté bien pobla-
da». Asimismo, y para lo-
grar dicho objetivo, se
facilita el acceso a la pro-
piedad privada: por un
lado, a través de la pose-
sión de año y día para
adquirir el dominio (basta
con poseer por ese tiem-
po una tierra o casa, sin
reclamaciones, para con-
Libro de la cadena del concejo de Jaca, vertirse en su propietario)
de fines del siglo XIII. En la imagen, el folio 1 v.,
en el que se copia la concesión original y, por otro, mediante la
del fuero por Sancho Ramírez adquisición de tierra sin
– 10 –
gravamen («libre e in-
genua, sin ningún mal
censo»). Aunque, en es-
te último aspecto, se in-
troduce una limitación,
pues se prohibe a la Igle-
sia y a los infanzones
(los nobles) adquirir tie-
rras, o lo que es lo mis-
mo, se prohibe a los Vara jaquesa esculpida en la puerta del mercado de
jaqueses efectuar enaje- la catedral de Jaca, utilizada para verificar la
exactitud de las varas de medir de los comerciantes
naciones a favor del cle-
ro y la nobleza. En sintonía con los principios anteriores,
destaca una amplia libertad de testar, sin mención alguna a
las legítimas (o parte de los bienes del difunto que por dis-
posición de la ley debe recaer en determinadas personas).
– 11 –
En el aspecto procesal, las normas forales jacetanas tien-
den a garantizar una fuerte protección a la persona. No
puede mantenerse preso a nadie si da fianza de que acudi-
rá a juicio (anticipo de lo que serán las “firmas” de dere-
cho). También se estipula un breve catálogo de delitos
y penas.
– 12 –
A finales del siglo XII, mucho más importante que la
extensión oficial de este fuero en varios lugares, es
la generalización, en un territorio pirenaico muy amplio,
de una foralidad de origen y elaboración jaqueses en la
que los monarcas apenas habían participado. Este Derecho
no era ya el otorgado y escrito en el siglo anterior, sino el
formado por vía consuetudinaria y judicial al amparo
de ese ambiente de libertad jurídica. Entre las causas de
la extensión del Fuero de Jaca pueden citarse la existencia
de algún tipo de enseñanza en la ciudad y, sobre todo, la
circunstancia de que a Jaca se acudiese desde otros
muchos lugares en apelación, debido al prestigio del Fuero
y de sus foristas. Se tiene noticia de la visita de unos men-
sajeros de Pamplona, en 1342, para pedir que se les permi-
tiera sacar una copia compulsada de los fueros de la
ciudad, a lo que los jurados contestan, muy reticentes,
recordándoles que con anterioridad los de Pamplona acu-
dían en apelación a Jaca, como todavía hacen, dicen, los
de San Sebastián y Fuenterrabía (que nunca estuvieron
bajo la soberanía del rey de Aragón).
Códices y manuscritos
El Fuero de Jaca se conoce por las recopilaciones priva-
das que se elaboraron en la segunda mitad del siglo XII
con materiales jurídicos diversos: fazañas («lo que allí
se hace»), costumbres, usos. Son siete los códices principa-
les conservados, ninguno de los cuales se encuentra en
– 13 –
EL FUERO DE JACA Y SU DIFUSIÓN (siglos XI-XIII
– 14 –
pues de ellas proviene la mayor parte del contenido de
éstos: de los aproximadamente 420 fueros de que consta la
Compilación de Huesca, unos 300 se encuentran en alguna
de las recopilaciones de los Fueros de Jaca.
OTROS ANTECEDENTES
Fueros de extremadura
Una concepción distinta de la foralidad muestran los
fueros de la “extremadura” aragonesa, es decir, las tierras
situadas más al Sur, fronterizas con los dominios musulma-
nes, cuyos habitantes han de defenderlas con las armas y
procurar, desde allí, avanzar en la conquista de nuevos
territorios. Son los fueros de Calatayud, Daroca y Teruel
(este último, asumido también en Albarracín).
En los tres, el rey adjudica una amplia circunscripción
(que, en parte, había todavía que conquistar o asegurar) a
los hombres de la respectiva villa o ciudad, que abarcaba
muchos otros lugares poblados, también sujetos a su juris-
dicción. Con el tiempo, las aldeas, enfrentadas a la ciudad
de que eran vasallas, logran organizarse con cierta auto-
nomía en comunidades que perdurarán hasta el siglo XIX.
Estas comunidades de aldeas (que son “universidades” o
entes de Derecho público) tuvieron asiento propio en las
Cortes y se rigieron internamente por sus propias ordina-
ciones o estatutos.
– 15 –
Los Fueros de Calatayud y de Daroca
En 1131, Alfonso I otorgó a Calatayud un fuero breve
(unos sesenta y siete preceptos) para fomentar la afluencia
de nuevos pobladores, mediante el cual extinguía todas las
responsabilidades civiles y penales anteriores de éstos y
establecía fuertes trabas para que, en el futuro, nadie de
fuera pudiera exigírselas. Apenas contuvo normas de Dere-
cho privado.
El Fuero de Daroca fue otorgado por Ramón Berenguer
en 1142. Su contenido es, en parte, similar al de Calatayud.
En el de Daroca, más extenso, la consideración de los
asuntos de Derecho privado es también más visible. Mere-
ce especial atención la norma contraria a la libertad de tes-
tar, según la cual no puede dejarse más herencia a un hijo
que a otro, sino que los bienes han de ser divididos a par-
tes iguales entre todos. Regla de rígido reparto igualitario
entre descendientes que contrasta con la libertad de testar
que recoge el Fuero de Jaca.
Con todo, parece que la regulación opuesta a esta prác-
tica fue acogida en los Fueros de Aragón, pues habrá que
esperar a las Cortes de Alagón de 1307 para que se esta-
blezca la posibilidad de que los infanzones instituyan
como heredero a uno sólo de sus hijos dejando a los
demás lo que bien les parezca. Esa misma regulación se
extiende a todos los aragoneses por otro fuero aprobado
en las Cortes de Daroca de 1311.
– 16 –
Éste es el origen de la actual regulación, centrada en la
llamada “legítima colectiva”, contenida en los arts. 171 y
siguientes de la ley aragonesa de sucesiones por causa de
muerte.
La foralidad turolense
Teruel acabó siendo un caso muy particular. Comenzó
con un fuero breve concedido por Alfonso II en 1177,
emparentado con el de Daroca y con los de Sepúlveda.
Pero poco a poco dio lugar a un cuerpo legal amplio
—obra, en buena medida, de particulares—, mediante la
incorporación de costumbres y decisiones de los jueces,
que los sucesivos monarcas confirmaron. En el siglo XIII,
el Fuero de Teruel era tan extenso como el de Jaca, pero
seguía una tradición jurídica distinta: la de la “extremadu-
ra” aragonesa y castellana.
Conocemos su contenido por cuatro manuscritos con-
servados, dos de ellos escritos en latín y otros dos en
romance, y encabezados por la primitiva carta de pobla-
ción (todos, publicados en el siglo XX); también contamos
con una recopilación tardía impresa en 1531, obra de Juan
del Pastor, y otra oficial, revisada por Gil de Luna, editada
en 1565.
El Fuero de Teruel es, pues, un cuerpo legal extenso
que se ocupa de toda clase de asuntos: la organización y
administración de justicia (a cargo del juez y de los “alcal-
– 17 –
LOS FUEROS DE LA EXTREMADURA ARAGONESA
Y SU DIFUSIÓN
(según Agustín Ubieto Arteta)
– 18 –
des de fuero”), la gestión de los asuntos municipales, los
pesos y medidas, el Derecho privado, etc. Su regulación
presenta importantes diferencias con la jacetana, que es la
que resulta asumida por los Fueros de Aragón. Así, mien-
tras una observancia afirma que De consuetudine regni non
habemus patriam potestatem (esto es, “por costumbre del
reino no tenemos patria potestad”), la foralidad turolense sí
incluye la patria potestad y conlleva fuertes poderes sobre
los hijos hasta que se casan o se hacen clérigos: nada pue-
den adquirir ni tener, ni tampoco contraer matrimonio sin
consentimiento, o hacer testamento; los padres, por su par-
te, han de responder por los daños que ellos causen.
– 19 –
manera más rígida a los cónyuges, que han de contar
con los parientes si acuerdan el pacto de hermandad (esto
es, que los bienes que adquieran los esposos o cónyu-
ges por cualquier título —oneroso o gratuito—, disuelto el
matrimonio, se han de repartir por mitad bien entre ellos
bien entre uno de ellos y los herederos del otro cónyu-
ge fallecido).
En lo relativo a las sucesiones, es característico el dere-
cho de los hijos legítimos a heredar todos por igual, sin
posibilidad de que uno reciba más que otro, al igual que
dispone el Fuero de Daroca. Si bien ha de advertirse que a
Teruel no se aplicó el fuero de 1311, pues, como se decía
en el propio fuero, «Los hombres de las universidades de
Teruel y Albarracín tienen otros fueros suyos».
– 20 –
Teruel y su Comunidad —luego, también Albarracín y la
suya, y la villa de Mosqueruela— eran convocadas a Cortes
de Aragón por el brazo de universidades, y allí participa-
ban en la aprobación de fueros que no se aplicaban en
esos territorios. En el Privilegio General, de 1283 (véase el
Portada de los
Fori Turolii, Valencia,
1565 (Biblioteca
Universitaria de
Zaragoza)
– 21 –
texto de las pp. 43-45), se distingue entre Reino de Ara-
gón, Ribagorza (que quedó incorporada al reino por fuero
de 1300), Valencia (que fue siempre reino distinto) y
Teruel. En 1428 se celebran Cortes de Aragón en la capital
turolense y Alfonso V incorpora Teruel al reino, pero el
asunto no quedó zanjado (ya se ha dicho que Felipe II
negaba, en la segunda mitad del siglo XVI, que pudie-
ran acudir al Justicia de Aragón) hasta la extinción de
la foralidad turolense por su agregación a los Fueros
de Aragón en 1598.
Formalmente, pues, la foralidad específica turolense se
mantuvo hasta esa fecha. Pero ello no supone que quedara
luego olvidada, pues los particulares pudieron seguir apli-
cando sus criterios tradicionales en materias de Derecho
civil, en la medida en que no infringiesen normas imperati-
vas de los Fueros de Aragón. Por ejemplo, el hecho de que
ahora pudieran los padres nombrar heredero a uno solo de
los hijos no obligaba a nadie a hacerlo, de modo que los
turolenses siguieron, por lo general, dividiendo la herencia
a partes iguales entre los suyos.
– 22 –
Gallipienzo «aquellos bue-
nos fueros de Sobrarbe pa-
ra que los tengan como los
mejores infanzones de todo
mi reino». Asimismo, varios
capítulos del fuero extenso
de Tudela dicen pertenecer
al de Sobrarbe. Una parte
de ellos coincide con tex-
tos que son conocidos co-
mo Fueros de Jaca.
Ocurre también —y es
lo que ha hecho que la
cuestión de los Fueros de
Sobrarbe llegara a tener
gran importancia política y
sentimental— que una tra- Escudo con el Árbol de Sobrarbe pintado en
dición legendaria que apa- el Armorial de Aragón, obra concluida
en 1536 (Archivo Histórico de Zaragoza)
rece consignada en el pró-
logo de algunos manuscritos bajomedievales del Fue-
ro General de Navarra, y que se asienta con fuerza en el
siglo XV, afirma la existencia de un reino de Sobrarbe
cuyas gentes, antes de que aquel territorio llegara a ser tal
reino, habían redactado unas leyes o fueros que habrían
hecho jurar al monarca, también por ellos elegido, para
limitar su poder. Algunas versiones incluyen la previa
designación de un Justicia.
– 23 –
La doctrina política resultante adquirió importancia tanto
en Navarra como en Aragón, lugar este último en el que
llegó a ser, en alguna medida, “doctrina oficial”, como ten-
dremos ocasión de comprobar en la “Prefación” de la edi-
ción de los Fueros de 1552 y en otros testimonios.
– 24 –
LOS FUEROS DE ARAGÓN.
HUESCA, 1247
– 25 –
don P. Cornelio, mayordomo de Aragón, G. D’Entenza,
G. Romeo, R. de Lizana, A. de Luna, Eximeno de Foces y
muchos caballeros, infanzones y próceres; y ciudadanos de
las ciudades y de las villas, designados por sus concejos.
En presencia de todos ellos y en la suya hizo leer los Fue-
ros de Aragón (tal como estaban recogidos en escritos de
varios de sus predecesores, según dice). Examinados deteni-
damente, separados los innecesarios y los inútiles, comple-
tados los peor redactados y los oscuros con adecuadas
explicaciones, puestos en un volumen y bajo títulos expresi-
vos, de los antiguos fueros —dice— apartamos algunos,
corregimos, suplimos y aclaramos su oscuridad, con el con-
sejo y el acuerdo totalmente coincidente de todas las perso-
nas nombradas; suprimiendo por estos fueros el daño que
en muchos aspectos causaban los antiguos fueros, no sin
gran perjuicio de las cosas temporales y peligro de las
almas, no por celo de la justicia sino por ambición malicio-
sa; sin aumentar con ellos en nada nuestro poder ni limitar
las aceptables libertades de nuestros súbditos.
Por todo lo dicho ordena, en virtud de la fidelidad que le
deben, que todos los bayles [especie de jueces, lo mismo
que los demás cargos que se citan a continuación], jus-
ticias, zalmedinas, jurados, jueces, alcaldes, junteros y ofi-
ciales a quienes se encomienda la función de conocer y
juzgar los pleitos, así como a todos sus fieles, que usen
exclusivamente estos fueros en todas y cada una de las
actuaciones de los pleitos y de las decisiones de los mismos.
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Página inicial del códice llamado Vidal Mayor, de comienzos del siglo XIV.
La miniatura representa al rey Jaime I recibiendo del obispo Vidal de Canellas
su obra legislativa (J. P. Getty Museum, California)
Y en lo que estos Fueros no sean suficientes, acúdase al
sentido natural y a la equidad.
Por último, los que se aparten de lo ordenado serán cas-
tigados como reos de lesa majestad con la debida dureza.
Hasta aquí, casi textualmente (traducido del latín al
castellano actual) lo que dice el prólogo oficial de los
Fueros de Aragón, el que encabezó todas las ediciones
impresas de los mismos y, antes, todos los manuscritos lati-
nos conservados de la compilación oficial de los Fueros.
De su lectura se observará la gran trascendencia que tie-
ne para Aragón lo allí dicho, pues en dichas Cortes oscen-
ses se sancionan de forma paccionada entre el rey y las
Cortes los Fueros de Aragón, esto es, las leyes que van a
imperar en el reino.
A partir de ese momento, y hasta el siglo XVIII —si bien
en franca decadencia desde el XVI—, ésta será la secular
forma de legislar en Aragón: ni siquiera el rey estará por
encima de la ley.
Dada su importancia, conviene saber qué fue lo que
se aprobó y se dijo, hace ya más de setecientos cincuen-
ta años, en aquellas Cortes de Huesca. Para ello conta-
mos con antiguos manuscritos y, sobre todo, con los pró-
logos que preceden al texto de los Fueros en cada uno
de ellos. Esta información es fácilmente consultable, hoy
en día, gracias a la edición realizada por Antonio Pérez
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Martín (1999), que contiene todas las versiones en roman-
ce de los Fueros hasta ahora conocidas.
Junto al prólogo denominado Nos Iacobus (por las pala-
bras con las que se inicia), que pone en boca del rey Jai-
me I (Jacobo, en latín) lo que se hizo en aquellas Cortes y
del que se han tomado las citas reproducidas en el presen-
te capítulo, la información sobre las disposiciones acorda-
das en 1247 procede de otros dos preámbulos a los diver-
sos manuscritos de los Fueros: uno es el que comienza
Cum de foris («Como de los Fueros de Aragón ninguna
escritura cierta ni auténtica fuesse trobada…»), que está
puesto en boca de Vidal de Canellas, a quien se atribuye
la autoría de los fueros, como resultado de un encargo
de Jaime I. Cum de foris encabeza también la versión en
romance del Vidal Mayor. El otro es el denominado
In Excelsis, y con él se abría la versión latina del Vidal
Mayor, esto es, el Liber in excelsis, hoy perdido.
Estos tres textos han llegado hasta nosotros en manus-
critos del siglo XIV, cuando, con toda probabilidad, parte
del contenido de los fueros había sido ya discutida y modi-
ficada.
Veamos qué pueden enseñarnos estos prólogos sobre
los “Fueros de Aragón”.
La causa de que el rey quiera dar a conocer la ley la
proporciona el prólogo Cum de foris, que ofrece como
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razón principal de la misma el hecho de que hasta enton-
ces no había documentos auténticos donde se recogiesen
los fueros, y que los foristas, deseosos de parecer sabios,
escondían los cuadernos o libros de fueros y se los apren-
dían de memoria, por lo que, a veces, decían que era fuero
lo que les convenía y los jueces se apartaban del camino
de la justicia por amistad o por precio.
Como igualmente señala el texto del prólogo transcrito
no había libros ciertos o auténticos de los Fueros de Ara-
gón. Recordemos que los fueros que conocemos de la tra-
dición jacetana son de origen y de autoridad privados.
Las Cortes de Huesca se celebraron en el mes de enero
de 1247; en un manuscrito, el Vidal Mayor, se precisa el
día: el octavo de los idus de enero, esto es, el sexto de ese
mes, el que celebra la Epifanía. Esta fecha es perfectamen-
te verosímil, aunque no contemos con testimonios más
inmediatos. Cabe destacar ahora —luego se dirá por qué—
que el Nos Iacobus omite la fecha de dichas Cortes.
Coinciden todos los prólogos aludidos en que las activi-
dades desarrolladas en aquella reunión fueron las de lectu-
ra, crítica, expurgo, adición y aclaración de fueros. Tam-
bién recogen la importante afirmación política de que esos
fueros se han aprobado con el acuerdo de todos los asis-
tentes a las Cortes. Los glosadores, en los siglos siguien-
tes (Pérez de Patos, sobre todo), destacan su carácter pac-
cionado (esto es, resultado de pactos y no de imposición).
– 30 –
En Cum de foris se señala que el
rey, «con conseillo et con voluntad
de todos, manda e priega al senyor
obispo de Huesqua que fiziese
dreiturera compilation de los fueros
assi como savio omne». Y Vidal de
Canellas añade, seguidamente, que
por mandato del monarca procedió
a ordenar los fueros «con bona et
dreiturera et sana conscientia». Apa-
rece así como protagonista Vidal de
Canellas (y el rey, por cuyo manda-
to actúa), lo que deja en un segun-
do plano a las Cortes.
Es seguro que Vidal de Canellas
redactó un libro de fueros muy ex-
tenso, en el que recogía textos ara-
goneses anteriores (el Fuero de
Jaca, principalmente) más o menos Representación ideal del obispo Vidal
modificados, además de otros ma- de Canellas (hacia 1927); vidriera
teriales y explicaciones eruditas en la escalera del Tribunal Superior
de Justicia de Aragón
(«como savio omne») fundadas en el
Derecho romano (compilación “dreiturera”, esto es, según
el Derecho), tal como se estudiaba en las Universidades
europeas. Esta Compilatio Maior, Compilatio Dominis Vita-
lis o Liber in Excelsis, perdida en su original latino, se
conoce por citas de autores de siglos posteriores y gracias
– 31 –
a una versión en romance, que se conserva en un riquísi-
mo manuscrito único, llamado Vidal Mayor, en el Museo
Paul Getty en Malibú (California). En 1989, el Instituto
de Estudios Altoaragoneses y la Diputación Provincial de
Huesca hicieron de él una edición facsímil.
Pero esta Compilatio Maior no es la que en el siglo XIV
y posteriores se considera vigente, sino una mucho más
reducida (la denominada Compilatio Minor o Compilación
de Huesca) que contiene casi exclusivamente textos tradi-
cionales aragoneses con algunas adiciones o modificacio-
nes. Desde siempre se la ha tenido también por obra de
Vidal de Canellas, pues ambas presentan el mismo orden
sistemático.
– 32 –
que debe aplicar, si sabe leer: en otro caso, que lo haga
mirar por quien sepa».
En la ordenación de los libros y títulos imita Vidal de
Canellas, en lo posible, las grandes compilaciones imperia-
les romano-bizantinas del Código de Justiniano y de las
“Pandectas”, por lo que clasifica los fueros en nueve libros,
de acuerdo con los del Código (tal como se entendía éste
en la Edad Media).
Aunque ambas compilaciones, mayor y menor, tenían
nueve partes o “libros”, las ediciones impresas de los Fue-
ros de Aragón y casi todos los manuscritos dividen, desde
comienzos del siglo XIV, la Compilatio Minor en ocho. Ello
se debe a que Jaime II decidió formar un nuevo libro con
los fueros aprobados en las Cortes convocadas por él. Para
que la Compilación de Fueros siguiera teniendo nueve
libros, y no diez, se hizo (posiblemente en 1300) uno solo
con el segundo y el tercero de los antiguos, y el recién
incorporado (el décimo, en realidad) quedó como noveno
y último.
Cada libro, precedido por un encabezamiento en latín, a
su vez está dividido en títulos, que forman una especie de
esqueleto o guión clasificatorio; y cada título contiene
rúbricas que también están tomadas —muchas de ellas,
literalmente— del Código y del Digesto romanos, y en las
que se incluyen los textos o fragmentos de los fueros que
tienen alguna afinidad con las mismas.
– 33 –
Con el tiempo, este orden se perdió, entre otras cosas
porque cada rey de Aragón y sus respectivas Cortes sancio-
naron nuevos fueros que quedaban unidos cronológica-
mente a la primitiva compilación oscense, hasta llegar a
alcanzar un total de doce libros.
Sin embargo, la denominación y la secuencia de los títu-
los perduraron y sirvieron también, más tarde, para orde-
nar las Observancias. Cuando, en el siglo XVI, los fueros
entonces vigentes fueron reordenados de nuevo (en “edi-
ciones sistemáticas”), la secuencia de los títulos se rompió
(salvo para los “no en uso”), pero las rúbricas se conserva-
ron y en ellas se cobijaron, eventualmente, fueros de siglos
posteriores.
– 34 –
V. Ni el marido sin la mujer ni la III. Intereses y usura
mujer sin el marido pueden IV. Arrendamiento
enajenar V. Arrendamiento de servicios
VI. El fuero competente VI. Depósito
[Aquí comenzaba originariamente VII. Compraventa
el libro III] VIII. Pactos entre comprador y
VII. Las prescripciones vendedor
VIII. Demandas recíprocas IX. Enfiteusis
IX. Las pruebas X. Fianzas
X. Testigos XI. Los herederos de los fiadores o
XI. Obligaciones de los testigos de los delincuentes
XII. Confesión XII. Donaciones
XIII. La fe de los instrumentos XIII. Pagos
XIV. Juramento XIV. Obligación de alimentos
XV. Días festivos
XVI. Juramento deferido LIBRO V
XVII. El significado de las palabras I. Donaciones inmensas y
XVIII. La cosa juzgada prohibidas
II. Contratos entre cónyuges
LIBRO III III. Dotes
I. La pena de los litigantes IV. Segundas nupcias
temerarios V. Cosas sustraídas
II. La ley aquilia [responsabilidad VI. Testamentos
civil] VII. Tutores, manumisores,
III. Cuestiones militares espondaleros y cabezaleros
IV. Si un animal causa daño
VIII. Los nacidos de relación
V. Astiludio o juego de bofordar
prohibida
VI. Escalios
IX. Los contratos de los menores
VII. Tala de árboles
X. Desheredación de los hijos
VIII. Partición de la herencia y
XI. Vínculos o sustituciones
adquisición de los bienes de
fideicomisarias
abolorio
XII. La justicia se administra y no se
IX. División de la cosa común
vende
X. Copropietario de una cosa
XIII. Adopción
XI. Acción de deslinde
XII. Árboles en los linderos de las LIBRO VI
fincas I. La condición de infanzonado y
LIBRO IV los reducidos a servidumbre
I. Mandato II. Cuestiones militares
II. Comodato III. Mercenarios
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IV. Homenaje V. Los violadores de la protección
V. La promesa sin causa real
VI. Forma de desafiar VI. Delito de falsedad
VII. Las murallas y su construcción VII. Homicidio
VIII. Sujeción a las cargas VIII. Adulterio y estupro
IX. Cabalgadas IX. Robo con violencia
X. Los herederos del ladrón
LIBRO VII XI. Hurto y venta de cosa hurtada
I. Paz y protección real XII. Receptadores
II. Confirmación de paz XIII. Penas
III. Confirmación de paz XIV. Distribución de las penas
IV. Fabricación de moneda pecuniarias
V. Confirmación de moneda XV. Injurias
VI. Lezdas XVI. Cuantía de las multas
VII. Precios tasados de las XVII. Duelo
mercancías XVIII. Abolición de la ordalía del
VIII. Bautizo de judíos y sarracenos hierro candente
IX. Judíos y sarracenos
X. Sarracenos fugitivos [Otros Fueros de Jaime I]
XI. Diezmo de los judíos y XIX. Los escribanos
sarracenos XX. Las apelaciones
XII. Diezmo de los cristianos XXI. El caballero usurero
XIII. Prohibición de enajenar XXII. Contumacia
posesiones de judíos y XXIII. Moratoria de las deudas
sarracenos sujetas a tributo XXIV. Construcción, mantenimiento
XIV. Conducción de aguas pluviales y reparación de fosos y
XV. Pastos, rebaños y cabañas murallas
XVI. Los cazadores XXV. Cabalgada de infanzones
XVII. Ríos, hornos y molinos XXVI. Traiciones
XVIII. Taberna, baños, horno y XXVII. Hurto de aves
molino XXVIII. Hurto de perros
XIX. Los acusadores XXIX. Fueros dados en Ejea (año
XX. Los asesores 1265)
XXX. Juramento de los judíos
LIBRO VIII XXXI. Éstas son las maldiciones
I. Los guardianes de las cárceles XXXII. Juramento de los sarracenos
II. Los traidores XXXIII. Cómo deben examinarse los
III. Venenos testigos
IV. Los invasores de las vías XXXIV. Privilegio General de Aragón
públicas [Pedro III, 1283]
– 36 –
LA COMPILATIO MAIOR Y LA COMPILATIO MINOR
Como se señala en Cum de foris, Jaime I, con el apoyo
de Vidal de Canellas, no sólo pretendió ordenar los fueros
antiguos y separar los innecesarios o inútiles, sino también
introducir importantes innovaciones en lo que había sido
el Derecho anterior, pero parece ser que los aragoneses no
se lo consintieron. En efecto, en el texto del Vidal Mayor,
que se conoce desde 1956 gracias al filólogo sueco Gunnar
Tilander, se encuentran algunas regulaciones innovado-
ras y, sobre todo, un contexto de Derecho romano y canó-
nico, culto y europeo, que finalmente no pudo imponer-
se con valor de ley. Ahora bien, la Compilatio Maior nació
con voluntad de regir como texto legal y, de hecho, se le
reconoció este valor durante algún tiempo.
De cualquier manera, parece interesante tratar de expli-
car qué aprobaron los aragoneses en 1247.
El manuscrito se inicia con las siguientes palabras: «Aquí
comiençan los títulos del libro de los fueros que ha nomp-
ne Vidal Mayor». Se le llama “Libro de los Fueros” y en los
prólogos se afirma, además, que fue promulgado. Como,
en efecto, lo fue, por el propio monarca. Lo que ocurrió es
que la voluntad real no constituyó un motivo suficiente
para que el Vidal Mayor fuese aceptado, en razón de
haberse excedido don Vidal en el encargo y haber ido más
allá de la mera compilación de los fueros ordenada por la
Corte General en Huesca en 1247, y a causa de algunas
– 37 –
regulaciones concretas sobre materias de alto contenido
político que se debatirían —a veces, con las armas en la
mano— en la agitada segunda mitad del siglo XIII.
No se sabe a ciencia cierta qué pudo pasar para que la
Compilatio Maior dejara de ser el texto oficial, pero hay un
dato interesante en el prólogo del manuscrito de Miravete
de la Sierra, en el que se hace referencia a unas Cortes
Generales celebradas en Ejea, donde se aprueba un nuevo
libro de Fueros de Aragón:
– 38 –
que en realidad se había aprobado en Huesca en 1247,
pues, si bien el rey había promulgado las dos compilacio-
nes, la Maior se apartaba de lo allí tratado, al excederse en
el encargo de las Cortes, siempre suspicaces y celosas de la
foralidad aragonesa, e incluir muchas normas y explicacio-
nes que no eran propiamente aragonesas, sino tomadas del
ius commune (romano y canónico). Los aspectos ajenos al
ordenamiento judicial (los más políticos y de organización
del reino) se van perfilando en fechas posteriores: 1265
(Ejea), 1283 (Privilegio General) y 1287 (Privilegio de la
Unión, abolido en 1348). En 1300, como muy tarde, queda-
ría fijado definitivamente el contenido de la Compilatio
Minor en su texto latino oficial, con escasas variantes res-
pecto de lo aprobado en Huesca en 1247.
La Compilatio Maior, que fue, en la intención de su
autor y en la del rey que la encargó, un libro de leyes, que-
dó a partir del siglo XIV como obra de gran autoridad,
pero no como ley.
– 39 –
ESPLENDOR Y DECADENCIA
DE LOS FUEROS DE ARAGÓN:
SIGLOS XIV-XVII.
LA “DOCTRINA FORAL”
– 40 –
LOS FUEROS DE EJEA, 1265
– 41 –
entre ricoshombres, caballeros e infanzones, juzgue el Justi-
cia de Aragón con el consejo del mismo rey y con el consejo
de los ricoshombres, caballeros e infanzones que estén en la
Corte, con tal de que no sean de una parte.
EL PRIVILEGIO GENERAL
– 42 –
Los capítulos o “reivindicaciones” del Privilegio General
pueden leerse en todas las colecciones impresas de los
Fueros, al final del libro octavo en las “cronológicas” y, a
partir de la de 1552, en el primero. Todas siguen el texto
de la primera edición (1476-1477).
Entre estas peticiones al rey se recogen algunas de gran
trascendencia política para la historia de Aragón. Pascual
Savall y Santiago Penén (abogados zaragozanos que en
1866 editaron a sus expensas el cuerpo de Fueros, Obser-
vancias y Actos de Corte del Reino de Aragón, obra en la
que se incluyen los fueros aprobados en las Cortes de
1702, hasta entonces inéditos, así como un “Discurso Preli-
minar” de interesante y recomendable lectura) señalaron
que aquellas peticiones fueron las bases de las libertades
del reino, cuyo equivalente en Europa sería la Carta Magna
en Inglaterra.
PRIVILEGIO GENERAL
(algunas de las reivindicaciones que se formulan al rey)
– 43 –
Item, que el Iusticia de Aragon juzgue todos los pleytos que
vinieren a la Cort con consello de los Richos hombres, Mesna-
deros, Cavalleros, Infanciones, Ciudadanos, e de los hombres
buenos de las Villas, segund Fuero e segund antiguament fue
acostumbrado.
Item, que en cada uno de los lugares haya judges de aquel
mesmo Regno […].
Item, que todos los del Regno de Aragon usen, como solian,
de la sal, de qual se querran de los Regnos, e de toda la Seño-
ria del señor Rey de Aragon […] [con lo que se rompía ese
importante monopolio fiscal del rey].
Item, del feyto de la Quinta, que nunca se die [se dio, se
pagó] en Aragon […] [La quinta era un tributo sobre el gana-
do, parecido al bovaje, que los aragoneses siempre recha-
zaron].
Item, que los Sobrejunteros usen assi como antigamente
solian usar: e no hayan otro poder […] [limitando de este
modo los excesos de estos funcionarios en el mantenimien-
to del orden público como ejecutores de la justicia].
Item, del mero imperio e mixto que nunca fue, ni saben
que fues en Aragon, ne en el Regno de Valencia, ne encara
en Ribagorça, e que no y sia d’aqui adelant […].
Item, que ningun Judge ni Oydor en su Cort del señor Rey,
no prenga salario de ninguna de las partes por judgar, ni por
oir pleyto ninguno: e aquellos Judges que judgaran, e oyran,
que sean del Reyno de Aragon, los que hauran a judgar los
– 44 –
pleytos de Aragon; e que todas las apelaciones de los pleytos de
Aragon, sian terminadas dentro del Regno de Aragon […].
Item, las Salvas [pruebas de infanzonía] de los Infançones,
que sian, assi como el señor Rey padre suyo las atorgó, e las
juró en Exea […].
Item, que honor no sia tollida, ni emparada por el señor
Rey a ningun Richo hombre de Aragon: si doncas el Richo
hombre no fiziese porque […] [es decir, que los feudos
no sean retirados por el rey a los grandes nobles sin causa
probada].
Item, las cartas [documentos] que salran de la Escrivania
del señor Rey, que hayan precio convenient.
Item, los Escrivanos e los Corredores de las Ciudades, e de
las Villas, sian puestos por los Iurados […] [esto es, por los
miembros del concejo].
Item de las Alfondegas […] [almacenes públicos de grano].
Item de los cotos […] [prohibiciones, tasas]
Item Peages nuevos que no sian dados […].
Item […] no haya Bayle que Iodio [judío] sia.
Item demandan, assi en criminal, como en civil, que valga
fiança de dreyto contra señor, e contra officiales, e contra
todo hombre, esceptado el caso manifiesto, segund Fuero
requiere.
Item, que el señor Rey faga Cort general de Aragoneses en
cada un año una vegada en la ciudad de Çaragoça.
– 45 –
EL REINADO DE JAIME II. EL TEXTO OFICIAL
DE LOS FUEROS DE ARAGÓN
– 46 –
Jaime II el Justo, pintura de la serie de los reyes de Aragón encargada en 1634
por Felipe IV para el palacio del Buen Retiro; pertenece al Museo del Prado
y está depositado en el Palacio Arzobispal de Toledo (Foto: F. Alvira)
siglo XV. Es muy improbable que en las reuniones de Cor-
tes se hablase en esa lengua —ya se ha visto que no se
redactaron en ella las “reivindicaciones” de 1283—, pero
es seguro que los foristas consideraron texto oficial sólo el
latino. Por ello, las disposiciones acordadas en Cortes
se traducían al latín y en esa lengua se incorporan al libro
de los Fueros.
La finalidad de verter los fueros al latín y publicarlos en
esta lengua no es clara. Además del prestigio y universali-
dad del latín, acaso ocurría que, siendo varias las lenguas
romances habladas en Aragón, desde los valles pirenaicos
orientales a los occidentales, y desde el Norte a la ribera
del Ebro y las tierras turolenses, no se quiso dar prioridad
a ninguna de ellas y tampoco llegó a imponerse una len-
gua aragonesa oficial o de cancillería.
De todos modos, debe recordarse que había conciencia
de la lengua que se utilizaba, incluso a efectos protocola-
rios. En las Cortes Generales convocadas en Monzón en
1382 para aragoneses, catalanes, valencianos y mallorqui-
nes, el rey Pedro IV pronuncia su discurso en catalán; a
continuación, toma la palabra el infante Martín (futuro Mar-
tín I) para exponer unas breves palabras de contestación, y
lo hace, según las actas notariales, in ydiomate aragonense.
¿Cada cuánto tiempo debían reunirse las Cortes? Ya en
el Privilegio General se pide al rey que las Cortes se
– 48 –
convoquen anualmente. En 1307 se acuerda que tendrán
lugar cada dos años en la fiesta de Todos los Santos, y que
habían de reunirse en la ciudad, villa o lugar que el rey
dispusiese, no ya necesariamente en Zaragoza. Pero nunca
se cumplieron estas previsiones sobre la periodicidad de
las convocatorias.
¿A quién corresponde la iniciativa legislativa? En buena
parte de los fueros, sobre todo en los de 1300, éstos apare-
cen como de iniciativa real: es el rey quien los establece, y
él quien los aprueba y sanciona, con los cuatro brazos de
las Cortes. Pero la iniciativa también puede no ser suya: en
este siglo y en los siguientes, se sabe de muchos fueros
debidos a propuesta de uno o varios brazos, que después
son admitidos —simplemente o con modificaciones—
por el rey; en el caso de que el monarca introduzca varia-
ciones, son nuevamente sometidos a la aprobación de
los brazos.
– 49 –
CORTES MEDIEVALES EN ARAGÓN (siglos XII-XV)
(según Agustín Ubieto Arteta)
3 6
2
1
1 1
1 5 4 8
2
1 1 1
1 13 24 16 3
1 2
1 1 2
1 2 2
1 3 1
1 1 3
1 2
de 1311 se ocupa de la reversión de los bienes dejados por
los padres a los hijos cuando éstos fallecen abintestato y
sin descendencia (arts. 209 y 210 de la Ley de sucesiones).
En un terreno cercano al de las sucesiones, el de la
liquidación de la sociedad conyugal por fallecimiento de
un cónyuge, en 1307 se amplía el contenido de las “aven-
tajas” a que tiene derecho el viudo, es decir, ciertos bienes
comunes que el cónyuge viudo recibe, además de su parte
en la división de los demás muebles comunes. Esta amplia-
ción se establece para que el viudo no tenga menos dere-
chos que los que a la viuda concedían los fueros antiguos,
y hace referencia al caballo (o rocín, mulo o mula) y a las
armas personales y de la montura, que se enumeran, así
como a dos bestias de labor con sus atalajes y a un lecho
preparado con buenos paños; además, si es jurista o físico
(médico), se incluyen también sus libros.
Las “aventajas” del viudo y de la viuda serán reguladas
extensamente de nuevo en 1348. La cuestión debía de
tener gran importancia, pues desde la edición de los fueros
de 1496 se incluye una carta enviada por el Justicia de Ara-
gón al de Valencia en 1434, explicando la división de
bienes entre marido y mujer y sus herederos, en la que
se precisan estas “aventajas” debidas por fuero y costum-
bre. De ellas se ocupa hoy la Compilación en su art. 57.
Hubo también importantes fueros sobre lo que hoy lla-
maríamos Derecho público. Conviene destacar, por lo que
– 51 –
más adelante se dirá, cómo en esta época existe un espe-
cial interés por el conocimiento y la aplicación del Dere-
cho aragonés, de manera que un fuero de 1300 dispuso lo
siguiente:
«Que los oficiales de Aragón sean de Aragón. Establece-
mos que en adelante el Gobernador de Aragón, y el Bayle
general, los sobrejunteros, merinos, jueces, inquisidores,
recaudadores, administradores, y todos los demás oficiales
del Reino de Aragón, sean de Aragón y no de otra nación.
Y del mismo modo en Ribagorza, hasta la clamor de Alma-
cellas, todos los oficiales sean de Ribagorza, o de nación
aragonesa».
– 52 –
cien páginas a doble columna en la edición de los Fueros y
Observancias que hicieron Savall y Penén en 1866. Ahora
bien, estas ordinaciones no son “fuero”, sino que proceden
de la mera voluntad del monarca.
Pedro IV es también conocido como “el del Puñal”, por
un acto que sí tiene mucho que ver con los fueros: el de
rasgar con su propia daga los pergaminos que contenían
los Privilegios de la Unión, al tiempo de revocarlos y
abolirlos en las Cortes de Zaragoza de 1348. El llamado
Privilegio de la Unión fue otorgado a los aragoneses por
Alfonso III el Franco o el Liberal y, al decir del cronista
Blancas, permitía a los nobles, caballeros y universidades
confederarse en contra de las demasías del rey. Pues bien,
en 1348 el rey derrota en Épila a los unionistas, y ello le
permite promulgar con «voluntad, asentimiento y expreso
consentimiento de todos» los convocados a las Cortes un
fuero por el que, tras ponderar los muchos males que de
las uniones se han seguido al reino, se anulan y abo-
len, con las fórmulas más fuertes de derogación que se
pudieron encontrar, «los llamados privilegios» de Alfon-
so III «de tal día y año»; con esta expresión se omitía la
fecha en que fueron promulgados, pues el monarca pre-
tende suprimir hasta la memoria de ellos. Pero en las mis-
mas Cortes se acuerda que el Privilegio General de 1283 y
su Declaración de 1325 sean tenidos como fueros y obser-
vados por todos. Las libertades del reino quedan así solem-
nemente confirmadas.
– 53 –
Fueros y decisiones tomadas en el reinado de Pedro IV
Las primeras Cortes convocadas por Pedro IV se reúnen
en Zaragoza en 1348, y en ellas, además de derogarse el
Privilegio de la Unión, se aprueban importantes fueros des-
de el punto de vista del Derecho civil, cuya doctrina aún
perdura en la legislación vigente, pero también se aproba-
ron fueros de gran trascendencia desde los puntos de vista
político y administrativo.
Por lo que respecta al Derecho privado, son de destacar
el fuero Ut minor vigenti annorum y el De liberationibus et
absolutionibus per minoris faciendis, que hacen mención a
la mayor edad y a la capacidad legal de los aragoneses.
En las Cortes de Huesca de 1247 se había establecido la
mayoría de edad a los catorce años. Un siglo más tarde, en
las de 1348, se mantiene esa disposición, pero se indica
que hasta que no se alcance la edad de veinte años
(Ut minor vigenti annorum), será necesaria la aprobación
del juez para que la persona pueda vender o donar. Tam-
poco podrá aprobar la rendición de cuentas de sus tutores,
aunque sí hacer testamento.
En 1564, reinando ya Felipe II, se mantiene la dialéctica
de los fueros de 1348, de manera que el mayor de catorce
años pero menor de veinte necesitará, para todos los actos
que celebre, la asistencia de uno cualquiera de sus padres
(no ya del juez), salvo que esté casado, pues desde ese
momento será mayor de edad. Si es soltero mayor de
– 54 –
catorce años y menor de veinte, sólo podrá por sí y sin
asistencia otorgar testamento o capitulaciones matrimonia-
les. Esta regulación, que es distinta de la habitual en los
Derechos de raíz romana y más favorable a los menores,
es la que, adaptada a los tiempos actuales, se contiene en
los artículos 4 y 5 de la Compilación aragonesa vigente.
En estas Cortes de 1348, como en muchas otras que
celebró Pedro IV, se regulan algunas de las piezas clave del
entramado político-administrativo del reino. En cuanto al
Justicia, se acrecentaron sus competencias: se impone
la obligación, al regente del Oficio de la Gobernación y a
los jueces del reino, de elevarle consulta en todos los casos
en que, en un proceso, dudaran con algún fundamento
sobre las prescripciones de los fueros, privilegios, liber-
tades, usos y costumbres de Aragón, suspendiéndose la tra-
mitación del pleito hasta recibir respuesta. Era algo así
como las cuestiones de inconstitucionalidad que los jueces
actuales presentan ante el Tribunal Constitucional.
– 55 –
entonces se ordenaron. Su hijo y sucesor Juan I celebró
dos reuniones de Cortes, pero sólo en una (la de Monzón
de 1390) se aprobaron fueros, que pasaron a formar el bre-
ve libro XI.
Entre otras cosas, se acordó que las vasijas o tinajas de
vino y aceite, aunque por fuero y uso del reino debían
considerarse entre los bienes muebles y, por tanto, dividir-
se entre marido y mujer al disolverse el matrimonio,
habrán de considerarse en lo sucesivo como sitios o
inmuebles y no entrar en la división, pues de esa práctica
se derivaban muchos perjuicios. Este fuero puede contarse
entre los precedentes del vigente artículo 39 de la Compila-
ción que regula en la actualidad la “presunción de muebles
por sitios”.
El usufructo vidual tanto a favor del viudo como de la
viuda sobre los bienes inmuebles del difunto era una insti-
tución practicada y regulada desde siglos atrás. Ahora se
añade la precisión de que el viudo con cargo al usufructo
(derecho de uso y goce sobre los bienes inmuebles del
premuerto) ha de mantener o alimentar adecuadamente a
los hijos comunes. En 1398 (Martín I, Zaragoza), se amplia-
rá esta obligación para abarcar también a los hijos sólo del
difunto (hijastros del cónyuge viudo). Puede verse hoy, en
relación con esta cuestión, lo dispuesto en el artículo 84,
regla 4ª de la Compilación. También están relacionados
con ella los artículos 9.3 y 10.
– 56 –
Martín I quiso, como sus predecesores, que los fueros
por él promulgados formaran un nuevo libro, que será
el XII. En él se recogen los de las Cortes de Zaragoza
(1398-1400) y Maella (1404); estos últimos fueron los pri-
meros que se publicaron en romance y no en latín.
Tras las Cortes de 1400, Martín I ordenó, como hicieron
sus antecesores, al Justicia —en este caso, junto con otras
personas— que hiciera la traducción al latín. Es la última
vez, que sepamos, que se indica algo similar. Desde al
menos 1423, también los preámbulos y promulgaciones de
los fueros se hacen en romance.
De la época de Martín I son asimismo, en materia de
Derecho civil, varios fueros sobre donaciones (Zarago-
za, 1398) y, respecto del derecho de viudedad, la disposi-
ción de que lo pierda el viudo o viuda por el mero hecho
de desposarse por palabras de presente, aunque el matri-
monio no haya sido solemnizado por la Iglesia ni con-
sumado por cópula carnal. Al morir Martín I sin des-
cendientes legítimos, y tras el Compromiso de Caspe, el
nuevo rey, Fernando I —llamado “el de Antequera”, infan-
te de Castilla y nieto de Pedro IV— convocó Cortes de
inmediato y otras poco después, en 1414. Los Fueros
de Aragón son, para entonces, vistos como un cuerpo ya
completo, susceptible de modificaciones y adaptaciones;
de tal modo que éstas han de someterse a la prueba del
tiempo y sólo si la superan se aceptarán definitivamente.
– 57 –
Algunos fueros de este periodo
Gran valor simbólico tienen sendos fueros dedicados a
la Inmaculada Concepción de la Virgen María y a San Jorge
en 1461. Se ordena que la primera de estas fiestas, que
cae en ocho de diciembre, sea perpetuamente guardada y
celebrada solemnemente, y se prohibe «que alguna per-
sona de cualquier ley, estado o condición, no sea osada
publicament, ni oculta, disputar, affirmar, asseverar o dezir
que la Virgen María fue
concebida en pecado ori-
ginal». De modo que esta
afirmación teológica es
antes ley del reino que
dogma de la Iglesia.
– 58 –
dada, observada e celebrada solemnement, bien así como
los días del Domingo e otras fiestas mandadas guardar».
– 59 –
de Aragón, que sólo pervivirán, desde los Borbones, para
los asuntos entre particulares.
La “doctrina foral”
Para cuando se compone e imprime la colección siste-
mática de los Fueros de Aragón, en 1552, ya tenían dece-
nios los desacuerdos entre el reino y sus reyes, que cada
vez se sentían menos “de Aragón”, tanto sobre cuestiones
concretas (por ejemplo, el establecimiento de la Inquisi-
ción por Fernando II, para proporcionarse un ámbito de
poder absoluto, no sujeto a fuero) como, y especialmente,
sobre el fundamento mismo y los límites del poder real.
El vigoroso mito de los Fueros de Sobrarbe servía para
señalar la prioridad del reino sobre el rey, la preeminencia
del Justicia de Aragón y el carácter paccionado de la cons-
titución política. Los aragoneses gustaban de recordar las
ocasiones en las que sus reyes habían admitido las limita-
ciones a que su poder estaba sujeto. Así, por ejemplo,
cuando Martín I el Humano, en su parlamento en las Cor-
tes de Maella de 1404, concluía afirmando que:
«[…] teniendo afición que fuesen guardadas las libertades
de la tierra, él quería dar orden que el rey de Sicilia su hijo
viniese a este reino, porque viese y entendiese cómo se
habían de tratar los Reyes de Aragón en guardar y conser-
var las libertades del reino, porque después, viéndose rey,
no le sería tan fácil ni apacible, pues los otros reinos por la
– 60 –
mayor parte se rigen por la voluntad y disposición de sus
reyes y príncipes».
La cita está tomada de un texto de Zurita. Pero bastaba
con acudir a la edición oficial de los Fueros y Observancias
para encontrar el mismo texto, en aragonés arcaizante,
dentro de la carta que envió el que fuera justicia Juan Jimé-
nez Cerdán a Martín Díez de Aux, y que se publicaba en
todas las ediciones de los Fueros desde 1496.
Los extranjeros de la época se sorprenden de las trabas
que a la monarquía oponen las libertades aragonesas. El
embajador florentino Guicciardini, en su viaje a España en
1512, señala privilegios e inmunidades aragonesas sobre
tributos y jurisdicción y comenta que su existencia moles-
taba a la reina Isabel, quien, según el italiano, acostumbra-
ba a decir: «Aragón no es nuestro; menester es que vaya-
mos de nuevo a conquistarlo». El embajador observa que
«no sucede así en Castilla, cuyos pueblos pagan bastante
y en los cuales la palabra sola del rey es superior a todas
las leyes».
En Aragón, a diferencia de Castilla, el rey no es absolu-
to, sino que está sujeto a las leyes. Esta “doctrina foral” ofi-
cial del reino se exterioriza en una ocasión solemne y per-
durable, al realizarse la edición de los Fueros de 1552.
La Diputación del Reino hace publicar una dedicatoria,
en estudiado latín, al príncipe heredero, el futuro Felipe II
—entonces al frente de la regencia por la larga ausencia de
– 61 –
su padre, Carlos I— y le presenta solemnemente el resulta-
do; pero no lo hace para pedir su aprobación (pues el
mandato previo del rey y las Cortes se considera suficien-
te), sino para decirle, entre hiperbólicas lisonjas:
«Entre todas las leyes dadas por los hombres, sapientísi-
mo Príncipe, los sagrados Fueros de Aragón, compendio
de toda equidad y justicia, establecidos de voluntad y
acuerdo de todo el reino por tu Excelencia y por tus ante-
pasados, son casi los únicos, o con muy pocos, que mere-
cen el nombre de leyes, y han de anteponerse a las restan-
tes leyes».
Los Fueros de Aragón se establecen «de voluntad y
acuerdo de todo el reino» (de totius Regni voluntate conditi
et assensu). La dedicatoria lo subraya de este modo:
«Pues las constituciones, decretos y sanciones promulga-
dos por voluntad de solo el Príncipe no son Leyes, sino que
se dice que tienen fuerza de Ley; mientras que los Fueros
de los aragoneses los hace el Príncipe de común voluntad
del pueblo y del Reino y están libres, limpios y salvos de las
impiedades que nublan la esclarecida luz del Derecho».
Todo esto —junto con nuevos puyazos al poder absolu-
to, como cuando se recuerda que los lugartenientes o
gobernantes designados por el rey están, en su ausencia,
“sujetos a las leyes”— se imprime en la cabecera del libro
de los Fueros, con toda la autoridad que le aporta el venir
firmado por los ocho diputados del reino. Y así se publica
– 62 –
reiteradamente, precediendo a los Fueros en todas sus edi-
ciones, siempre por orden de la Diputación. Ésta es, por
tanto, la “doctrina oficial” con la que se encuentra inevita-
blemente, en Aragón, todo juez, todo gobernante que
ha de abrir el libro de los Fueros para juzgar o resolver una
cuestión de gobierno, como todo aragonés que busca en
los fueros la protección de sus libertades.
– 63 –
A la “Dedicatoria” acompañó, desde la edición de 1552,
una “Prefación de la obra”, incluida por los miembros de la
Comisión que ordenó los fueros. Esta pieza es, quizás, más
determinante y expresiva de la “verdad oficial” sobre la
constitución política del reino, por estar escrita en roman-
ce, que todos entendían, y formar aparentemente parte de
la recopilación, no como un añadido protocolario, sino
como uno de sus elementos. En ella se narran los orígenes
de Aragón y el mito del reino de Sobrarbe, poniendo de
relieve, ante todo, la naturaleza pactada de los fueros, fruto
de las voluntades del rey y del reino, junto con la figu-
ra del Justicia como garante de tal pacto.
Quizás esta “doctrina foral” presentada a Felipe II en
1552 no gustara demasiado al monarca: fue a partir de
entonces cuando el sistema de libertades aragonesas
comenzó a entrar en franca decadencia.
– 64 –
El fuero “Que en Cortes la mayor parte de cada Braço
haga Braço” se publica el 8 de agosto en Tarazona, para ser
aplicado de inmediato en la misma reunión de las Cortes y
reducir la exigencia sobre quórum. Además, por si algu-
no de los brazos tuviera la tentación de no comparecer, se
declara que valdrá lo que haga «su Magestad con los demás
brazos», esto es, con la mayor parte de cada uno de ellos.
Por lo que hace referencia a los delitos, en una larga lis-
ta de ellos se excluye la posibilidad de evitar la cárcel
antes de ser juzgado, se obliga a un funcionario (procura-
dor astricto) a incoar el proceso, se amplía a tres días la
“fragancia” (flagrancia) del delito (tiempo en el que puede
ser preso sin acusación de nadie), y el perseguido por
estas causas en otros reinos ha de ser entregado (para que
nunca vuelva a ocurrir como con Antonio Pérez).
En cuanto a las reformas institucionales, recayeron ante
todo sobre el Justicia y su Tribunal y sobre la Diputación
del Reino, que pierden ya la importancia y autonomía que
tuvieron. El Justicia y sus lugartenientes serán nombrados
por el rey, y se limitan las funciones de la Diputación. Todo
queda en manos del monarca, quien, además, y en contra
de la tradición foral (recuérdese el Privilegio General y lo
acordado en el reinado de Pedro IV), ha de poder nombrar
virrey «a su libre voluntad, natural o extranjero de dicho rei-
no, como más sea de su real servicio», de manera que que-
da suprimido el requisito de ser aragonés para estos cargos.
– 65 –
LAS CORTES ARAGONESAS EN LA ÉPOCA MODERNA
(siglos XVI-XVIII)
(según Agustín Ubieto Arteta)
– 66 –
Muy poco pudieron ocuparse aquellas Cortes de asuntos
ordinarios y comunes, pues Felipe II las quería breves y
únicamente para aprobar lo por él decidido. Después de
ellas, nada volvió a ser como era en la vida política, admi-
nistrativa y judicial del reino. Sin embargo, es notable que
se guardaron ciertas apariencias.
– 67 –
o dilatorias). En 1678, muchos fueros comienzan su título
por “Súplica a su Magestad…”. La vieja constitución del rei-
no, basada en el pacto, está hecha añicos.
Los fueros del siglo XVII se ocupan de asuntos muy
variados. Ya muy pocos, civiles.
En las Cortes de 1677 hay algunos relativos a símbolos
de la identidad aragonesa. Así, se ordena que no se trabaje
en la fiesta de la Santísima Virgen del Pilar, que se cele-
bra el 12 de octubre, con súplica al Papa para que la decla-
re de guardar, como los domingos y demás fiestas del año.
También se le pide que conceda «rezo propio con octava, y
relación historial de la Venida de la Virgen Santísima por
ministerio de Angeles a la Imperial Ciudad de Çaragoça,
viviendo aún en carne mortal»; y a su Magestad, que apli-
que rentas de Encomiendas a la fábrica del nuevo templo.
Son, todos ellos, fueros retóricos de gozosa lectura, lo
mismo que el que estatuye que el día de la gloriosa Santa
Isabel, reina de Portugal, se celebre el 4 de julio.
De aquí a la derogación de los fueros de Aragón sólo
quedaba un paso.
Pero, antes de continuar, interesa averiguar cómo pue-
den leerse hoy los viejos textos forales, cuándo y cómo se
imprimieron; y, también, qué son las observancias del rei-
no y los actos de Cortes.
– 68 –
FUEROS, OBSERVANCIAS Y ACTOS
DE CORTES
– 69 –
La segunda edición
La segunda edición de
los Fueros y Observancias
es de 1496, fecha en que
sale de las prensas de Pablo
Hurus, bajo la dirección téc-
nico-literaria del erudito y
jurista Gonzalo García de
Santamaría, quien enrique-
ció la obra anterior. Además
de los contenidos en la pri-
mera edición, incluyó tam-
bién, a continuación, los
fueros de 1493 y 1495 (no
olvidemos que los libros de
fueros se hacen por acumu-
lación), además de un “re-
pertorio” o índice alfabéti-
co de los contenidos. Se
añaden, asimismo, una car-
ta del justicia de Aragón,
Díez de Aux, al de Valencia
explicando largamente los
problemas de la división de
bienes entre el cónyuge viu-
Retrato ideal de Martín Díez de Aux,
vidriera en la escalera del Tribunal do y los herederos del falle-
Superior de Justicia de Aragón cido (1434), que recibe el
– 70 –
nombre de “Consultoria”, y otra del que había sido justicia
Jiménez Cerdán al citado Díez de Aux, en que plantea una
historia de la institución del Justiciazgo con evidente finali-
dad política (1435); esta carta, conocida como Letra inti-
mada, y la referida “Consultoria” acompañarán desde ese
momento, como se ha indicado, a todas las posteriores edi-
ciones de los Fueros.
LAS OBSERVANCIAS
– 71 –
colección llamada generalmente “Observancias”. En rea-
lidad, su título es más largo y da mejor idea de su conteni-
do: Observantiae consuetudinesque Regni Aragonum in
usu communiter habita, es decir, “Observancias y costum-
bres del Reino de Aragón comúnmente tenidas en uso”. La
colección se había confeccionado oficialmente a mediados
del siglo XV, pero reunía materiales anteriores.
– 72 –
mo si fueran leyes. De este modo, sin haber sido nunca
promulgadas, se consideraron vigentes con fuerza de ley.
Más aún, cuando en 1925 entra en vigor el Apéndice al
Código civil correspondiente al Derecho civil de Aragón,
en la fórmula derogatoria se incluyen las observancias
como si de leyes se tratara.
– 73 –
Aunque en las Cortes de Monzón de 1533, presididas
por Carlos I, hubo un intento de reformar el viejo volumen
foral, hasta 1547, en las celebradas en la misma ciudad
bajo la presidencia de Felipe II, no se tomó la decisión que
había de ser definitiva. En esa fecha, un “acto de Corte”
dispuso:
«Porque el volumen de los fueros del Reyno es muy
prolixo, y las rúbricas mal situadas, y continuadas; y en
ellos hay fueros espirados, por haver sido temporales,
y otros corregidos y emendados, según la concurrencia del
tiempo: conviene corregir y reparar el dicho volumen,
como conviene al bien de la justicia, quitando los ya espi-
rados y corregidos: y todos los de una rúbrica continuada-
mente ponerlos debaxo de aquella, y hacer todo lo más
que conviene a la utilidad del dicho volumen».
– 74 –
que la derogación por otros posteriores o el desuso hacían
ya inaplicables. Estos últimos no son, sin embargo, simple-
mente suprimidos y excluidos, sino que se publican for-
mando un cuerpo aparte, con el título Fori, quibus in iudi-
ciis nec extra ad praesens non utimur (“Fueros que al
– 76 –
brazos que componga y mande imprimir una colección
con los actos de Cortes que fuera conveniente publicar.
Así se hace, y con rapidez, pues en 1554 salen a la luz los
Actos de Cortes del Reyno de Aragón en la imprenta de
Pedro Bernuz (en el mismo tamaño, formato y tipo de letra
utilizados para su edición de los Fueros). Allí se trans-
criben, ordenados cronológicamente, actos de Cortes
desde las de Cariñena de 1360 hasta las de Monzón de
1552-1553.
La comisión antepone un erudito prólogo en el que ilus-
tra la idea de que las leyes han de ser públicas y la de que
su conocimiento debe ponerse al alcance de todos
mediante analogías entre las leyes y el sol (pues, como
éste, las primeras no han de estar ocultas en lugares secre-
tos); a la vez que se recuerda la hazaña del romano Gneo
Flavio, que robó a los pontífices el libro que contenía el
formulario de los juicios y lo comunicó al pueblo, hasta
entonces excluido de su conocimiento.
– 77 –
había comenzado en este último año, pero los problemas
con la censura regia retrasaron la de los Fueros durante
un tiempo.
La edición facsimilar de
1991 se completó con un
tercer volumen en el que
se hallan traducidos al
castellano los fueros y
observancias escritos en
latín, además de incluir
Actos de Cortes..., Zaragoza, 1607. En esta obra
se contienen los referidos a las Cortes de Tarazona unos índices de gran uti-
de 1592 (Biblioteca Universitaria de Zaragoza) lidad para la consulta.
– 78 –
ABOLICIÓN Y NUEVA PLANTA.
LA CODIFICACIÓN CIVIL
– 79 –
del joven nieto de Luis XIV con los aragoneses fueron
bastante satisfactorias. Con motivo de su viaje a Italia, el
rey entró en Aragón en septiembre de 1701 y juró los
fueros el día 17. Esta primera visita contribuyó a disipar
los recelos por ambas partes. La segunda prueba de buena
voluntad por parte de Felipe V fue la convocatoria de Cor-
tes particulares de Aragón. Se celebraron en Zaragoza
entre el 17 de mayo y el 16 de junio de 1702. En ausencia
del rey, que había partido el 8 de abril para tomar el
mando de los ejércitos en Italia, fueron presididas por la
jovencísima reina María de Saboya, que acababa de cum-
plir catorce años.
– 80 –
El viejo reino aragonés había perdido sus institucio-
nes políticas más representativas: el Justicia, la Diputación
y las Cortes. Y, aun cuando siguió vigente lo que hoy lla-
mamos Derecho civil, éste sólo podía ser conservado —y
aplicado—, pero no renovado o actualizado, pues los órga-
nos legislativos aragoneses quedaron cercenados.
Si hasta este momento el sistema foral aragonés no
requería ningún otro ordenamiento para ser completo
(pues, a falta de fuero, la propia ley aragonesa establecía
que bastaba con recurrir al sentido natural o a la equidad),
ahora, al no poder renovarse, precisaba un Derecho suple-
torio que colmase las lagunas del propio: éste no será otro
que el castellano, y ahí dieron comienzo las relaciones
entre el Derecho aragonés y el de Castilla, representado
después por el Código civil español.
De cualquier manera, no olvidemos que hasta 1925, y
para los asuntos entre particulares, estuvo vigente el Cuer-
po de Fueros y Observancias del Reino de Aragón.
EL IDEAL CODIFICADOR
– 81 –
rior, y quedaría comprendida en un Código (libro de leyes
ordenado con un método sistemático) llamado a ser, por sí
mismo, completo.
En España, al igual que en el resto de Europa, nace este
ideal en el siglo XIX, y ello supone también la unidad
legislativa: la creación de unas mismas leyes para toda la
– 82 –
monarquía española. Así, por lo que respecta al Derecho
civil, un mismo código podría ser aplicable en toda Espa-
ña, y quedarían definitivamente derogadas las pervivencias
forales en sus territorios.
Aragón no se opuso a la codificación civil, sino que par-
ticipó activamente de aquellas nuevas ideas. Los ara-
goneses querían un Código moderno que contuviera el
Derecho vigente y aceptaban la derogación de sus fueros.
Ahora bien, ello no suponía
una cesión gratuita de su
Derecho: se quería un Código
civil para toda España donde
se incluyera el Derecho ara-
gonés, que se consideraba
superior al castellano.
El Congreso de
Jurisconsultos de 1881
En la primera mitad del
siglo XIX no se logró un Có-
digo civil para toda España.
El proyecto redactado por
García Goyena en 1851 no
llegó a cuajar, entre otras co-
sas porque derogaba todos Joaquín Gil Berges, por Luis Gracia, 1935
los derechos forales. En Ara- (Facultad de Derecho, Zaragoza)
– 83 –
gón, como se ha dicho, no hubo oposición foralista ni
siquiera al proyecto de 1851. De hecho, entre el 4 de
noviembre de 1880 y el 7 de abril de 1881 se celebró en
Zaragoza un Congreso de Jurisconsultos aragoneses para
tratar de aquella cuestión. El entonces decano del Colegio
de Abogados, Gil Berges, señaló la necesidad de la codifi-
cación civil española, e incluso se llega a afirmar en aque-
llas jornadas que si la promulgación del código sigue retra-
sándose, los aragoneses deben tomar la iniciativa y hacer
uno propio. Ideas de las que también participó Joaquín
Costa, jurisconsulto que intervino en el Congreso.
Hasta la segunda mitad del siglo XIX, que es cuando los
legisladores generales advierten que la codificación sólo
será posible si subsisten los derechos forales, no se conse-
guirá la promulgación del Código civil (1889). Y entonces,
evidentemente, hay que establecer un sistema de rela-
ciones entre éste y los derechos forales todavía subsis-
tentes (Aragón, Baleares, Cataluña, Galicia, Navarra y
Vascongadas).
– 84 –
cada uno de los territorios
forales, para que redacte
una «memoria sobre las
instituciones que haya que
conservar». En Aragón lle-
vó a cabo esta tarea Luis
Franco y López.
De acuerdo con la ley
de bases del Código ci-
vil de 1888, «las provincias
y territorios en que subsis-
te derecho foral lo conser-
varán por ahora en toda
su integridad, sin que su-
fra alteración su actual ré-
gimen jurídico por la pu-
blicación del Código, que
regirá tan sólo como su-
pletorio en defecto del
que lo sea en cada una
de aquellas por sus leyes Joaquín Costa, por Balasanz, 1913
especiales». (Ayuntamiento de Zaragoza)
– 85 –
suponía una amenaza aunque sin señalar plazo cierto. Pero
también suponía una promesa: la de la futura elaboración y
aprobación de unos «Apéndices del Código civil, en los que
se contengan las instituciones forales que conviene conser-
var en cada una de las provincias o territorios donde hoy
existen». Mientras tanto, el Código civil entraba a regir en
Aragón, salvo en aquellas materias civiles que se hallaban
reguladas por los Fueros y Observancias.
Aragón fue el único país de fuero que puso inmediata-
mente manos a la obra de formar un “apéndice” de su
Derecho civil, aunque se comprende que no todos los
juristas estuvieran igualmente convencidos de la conve-
niencia de este camino ni concibieran del mismo modo la
extensión y el alcance de aquel “apéndice”.
– 86 –
aprobado como ley es-
tatal y con una clara re-
ducción de las opciones
presentadas a la comi-
sión de Códigos por los
aragoneses.
El Apéndice de 1925
recibió una acogida
muy desfavorable en
los medios jurídicos ara-
goneses; una de las
principales razones de
ese rechazo fue la mu-
tilación a que se ha-
bía sometido al Dere-
cho aragonés, principal-
mente en cuanto a sus Apéndice al Código Civil correspondiente al
Derecho Foral de Aragón, Zaragoza, 1926
fuentes (es decir, a las
instancias sociales —como la costumbre—, de donde pue-
de emanar la norma jurídica). Sin embargo, conviene recor-
dar que ha sido la norma legal vigente durante más de cua-
renta años y que todavía algunas cuestiones que llegan hoy
a los tribunales se rigen por sus reglas.
– 87 –
También puede decirse que el
Apéndice dio origen, indirectamente,
a una obra fundamental sobre los
fueros. Marceliano Isábal, vocal de la
Comisión de Codificación y que, con
toda probabilidad, no había quedado
muy contento del resultado al que
había tenido que contribuir, publi-
có un notable homenaje al Derecho
entonces derogado: su Exposición y
comentario del cuerpo legal denomi-
nado Fueros y Observancias del Reino
José Luis Lacruz Berdejo
de Aragón. Por lo demás, recordemos
que es el Apéndice de 1925 el texto legal que deroga defi-
nitivamente los Fueros y Observancias del Reino.
Tan pronto como se promulgó el Apéndice, que trataba
al Derecho aragonés como excepción al Derecho civil del
Código, los juristas aragoneses se pusieron a revisarlo y
mejorarlo. Aragón será nuevamente, como lo había sido en
el siglo XIX, el impulsor de la legislación foral: en 1946 se
organiza en Zaragoza un Congreso Nacional de Derecho
civil al que asisten numerosas autoridades y una represen-
tación de los juristas de todas las regiones forales. En dicho
congreso, y dado que había fracasado la técnica de los
Apéndices, se acuerda la elaboración de compilaciones en
las que se recoja el Derecho civil foral, pero no como una
excepción sino como propio de cada territorio foral, con la
– 88 –
misma virtualidad y vigencia que el contenido en el Códi-
go civil. No obstante, no desaparece la idea de la unidad
española en este aspecto: las compilaciones, que se pro-
mulgan entre 1959 y 1973, habían de ser, precisamente, el
primer paso para lograrla.
En Aragón, la Compilación se aprueba como una ley
del Estado español el 8 de abril de 1967. Es, técnica-
mente, la mejor de todas las compilaciones y lleva la
impronta de José Luis Lacruz Berdejo, catedrático de Dere-
cho Civil de la Universidad de Zaragoza y director del
Seminario de la Comisión compiladora que redactó el pri-
mer proyecto. Cabe destacar que en ella se recoge un sis-
tema de fuentes del Derecho civil aragonés, donde se
admite la “costumbre contra ley no imperativa” aragone-
sa, además del secular principio standum est chartae.
Su regulación principal se centra en el derecho de fami-
lia y en el de sucesiones, que toman su inspiración en los
fueros y observancias, y también en las costumbres: la
posibilidad de nombrar heredero a uno solo de los hijos, el
régimen matrimonial llamado de muebles y adquisiciones,
la viudedad foral, la autoridad familiar, etc. Se ocupa, asi-
mismo, del derecho de bienes y de obligaciones, donde
aparece nuestra peculiar regulación del derecho a abrir
huecos o ventanas que dan a finca ajena (“luces y vistas”)
así como el llamado derecho de abolorio o de la saca, ten-
dente a preservar los bienes en el tronco familiar.
– 89 –
Marceliano Isábal, por Mariano Oliver, 1926 (Colegio de Abogados de Zaragoza)
EL DERECHO CIVIL ARAGONÉS,
HOY
– 91 –
ción de 1978, a diferencia de las anteriores, no establece
como un desideratum la unificación del Derecho civil».
Desde 1978, las Comunidades Autónomas con Derecho
civil propio han legislado, algunas con profusión, en el
ámbito de sus competencias sobre Derecho civil. Destacan,
por su amplitud, las leyes de Cataluña (que aspira a tener
su particular Código civil), el País Vasco y Galicia. El Tribu-
nal Constitucional, señaladamente en su sentencia de 12 de
marzo de 1993, ha interpretado el artículo 149.1.8 de la
Constitución en un sentido muy favorable a la competen-
cia legislativa autonómica en materia de Derecho civil
(para aquellas Comunidades, como Aragón, que la tienen).
En Aragón, la primera ley aprobada en el ejercicio de
esta competencia fue la de 21 de mayo de 1985, por la que
se adopta e integra en su ordenamiento la Compilación
de 1967, que dejó de ser una ley estatal para convertirse
en autonómica. Además de la reforma de la Compila-
ción en 1985, las Cortes de Aragón, en dos leyes poste-
riores (1988 y 1995), han introducido en ella pequeñas
modificaciones de alcance limitado.
Se ha cerrado el paréntesis abierto en 1707-1711. El
Decreto de Felipe V permitía la supervivencia de una par-
te de los Fueros (los de Derecho civil), pero cegaba sus
fuentes principales de renovación. Dejó de haber Cortes y,
con ello, legislación propia en Aragón. El Apéndice de
1925 y la Compilación de 1967 tendían sólo a la conserva-
– 92 –
ción de una parte de lo que en cada momento se conside-
raba aún imprescindible, y siempre con sujeción a volun-
tad ajena. Hoy, sin embargo, corresponde a las Cortes de
Aragón legislar para modificar y desarrollar su Derecho
civil, con plena libertad en el ámbito de las competencias
autonómicas y de acuerdo, por tanto, con la voluntad de
los aragoneses.
Fruto de estas com-
petencias es la Ley 1/99
de 24 de febrero, de su-
cesiones por causa de
muerte, posiblemente la
ley aragonesa más im-
portante desde 1707,
pues es la primera, tras
aquella fecha, elabora-
da por aragoneses y
aprobada por las Cortes Salón de plenos de las Cortes de Aragón, en la
Aljafería de Zaragoza (Foto: Cortes de Aragón)
de la Comunidad Autó-
noma. Esta ley deroga el libro II de la Compilación, dedi-
cado a las sucesiones, aunque queda vigente todo lo
demás de ésta. Ahora, en el año 2000, la Comisión arago-
nesa de Derecho civil está trabajando en la reforma del de-
recho de familia. Con todo ello se ha abierto una nueva
etapa en la legislación autonómica que quizás llegue a
crear un Código de Derecho civil para Aragón. Conseguirlo
sólo depende de los propios aragoneses.
– 93 –
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88. Los Fueros de Aragón • Jesús Delgado y Mª Carmen Bayod