La Formacion de La Marina Española en El Siglo XVIII
La Formacion de La Marina Española en El Siglo XVIII
La Formacion de La Marina Española en El Siglo XVIII
Batalla de Trafalgar
(grabado de la
Biblioteca Nacional,
Madrid).
que los desastres del cabo de San Vicente tal modo los intereses de ambas naciones,
(1797) y de Trafalgar (1805) han sido con- que el servicio en ejército y marina era co-
siderados como el epitafio del período ex- mún, y comunes eran también los premios
pansivo que había vivido la Marina española y las recompensas» (Pavía, II, p. 65). No es
durante el siglo de la Ilustración. pues de extrañar que durante la Guerra de
Sucesión el auxilio militar de Luis XIV a
Felipe V tuviese que hacerse también ex-
FELIPE V Y LA MARINA tensivo al mar. Fue la escuadra del almirante
D’Estrées la que condujo a Felipe V a sofo-
La mayor parte de los diagnósticos acerca car la sublevación de Nápoles, y fueron bu-
del estado de las fuerzas navales de la mo- ques franceses los encargados de proteger
narquía a principios del setecientos resultan las rutas de comunicación con América, en
coincidentes. Al comenzar el siglo XVIII, ocasiones con pérdidas importantes como
la situación en que se encontraba la Marina en la bahía de Rande (1702). La superio-
era interpretada como un reflejo y una con- ridad de las escuadras anglo-holandesas se
secuencia del estado de «decadencia» y de puso también de manifiesto en el combate
postración general en que se encontraba la naval de Málaga (1704), momento desde el
monarquía española. A pesar de las diferen- que ejercieron el dominio efectivo del mar
tes disposiciones adoptadas durante el rei- hasta los Tratados de Utrecht. Todavía en
nado de Carlos II, entre las que destaca el 1714 fue necesario el auxilio de Francia para
reglamento de los asientos para la construc- llevar a cabo el bloqueo de Barcelona, una
ción de buques, las fuerzas navales en los operación para la que fue preciso adquirir
primeros compases del nuevo siglo apenas veintiún buques, parte de los cuales permi-
estaban compuestas por unos contingentes tieron un año más tarde el transporte de las
exiguos: diecisiete galeones, ocho fragatas, tropas del marqués de Ledé, encargadas de
cuatro brulotes y siete galeras. «Cuando la recuperación de Mallorca (1715). Hasta
Luis XIV Rey de Francia –escribía el eru- esas fechas, según la relación de los Buques
dito Martín Fernández de Navarrete– quiso de Guerra de la Armada sólo se incorpora-
asegurar los derechos de su nieto Felipe V ron a las fuerzas navales de Felipe V nueve
a la corona de España, procuró estrechar de navíos, de los que tres fueron construidos
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Plano de Gibraltar
en 1705
(Archivo Histórico
Militar, Madrid).
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Para llevar a cabo sus planes, Ensenada cuenta años atrás. En la Representación que
sostuvo diferentes proyectos de información Ensenada elevó a Fernando VI en 1751 la
para aprovechar la experiencia y la tecnolo- Armada sólo disponía de dieciocho navíos y
gía de otros países de Europa. Un verdadero quince embarcaciones menores frente a los
aluvión de estudiosos, profesionales, espías cien navíos y ciento ochenta y ocho embar-
e informantes recorrieron los países euro- caciones de Inglaterra, pero se habían senta-
peos reclutando técnicos, enviando máqui- do las principales bases que harían posible
nas y «secretos» para las manufacturas, pla- sostener la política naval del reinado de Car-
nos, mapas, libros y manuscritos técnicos. los III. Conforme sintetizaba Didier Oza-
Por su particular relevancia para la Marina nam, «la armada española de finales de los
son bien conocidas las misiones de espiona- cincuenta, dotada de buques modernos, de
je llevadas a cabo por Jorge Juan y Antonio bases y de arsenales de nivel internacional,
de Ulloa. Este último realizó un examen de constituye una fuerza que nadie en la época
los principales puertos y arsenales euro- juzga despreciable». Según los informes de
peos. La labor de Jorge Juan se centró en Ulloa, que llevó a cabo una estimación de
el estudio de la construcción naval inglesa, las fuerzas navales españolas desde la Paz de
aunque la información de carácter científico Aquisgrán (1748) hasta el año 1772, desde
y técnico recopilada durante los dieciocho «las paces concluidas en 1 de noviembre
meses que duró su estancia en Inglaterra de 1748, hasta principios del año de 1755,
abarcó los más dispares aspectos, desde los se repuso la Armada con el aumento de 35
instrumentos científicos a los caracteres de navíos de línea, sobre sólo 10 que le queda-
imprenta. La importancia de la misión de ron de aquella guerra, y de 20 fragatas; cuyo
Jorge Juan y el papel desempeñado por los acrecentamiento denota haberse trabajado
constructores ingleses que pasaron a traba- con bastante aplicación» (Ulloa, p. 121)
jar en los arsenales españoles ha sido rei- (ver cuadro I).
teradamente puesta de relieve, por cuanto Por otra parte, las instituciones creadas
fueron la base del nuevo método de cons- en torno al Ejército y la Armada represen-
trucción naval hasta la década de 1770. taron importantes centros desde el punto
El balance del conjunto de la política de de vista de la modernización de la ciencia
fortalecimiento naval durante la primera y la técnica en la España del siglo XVIII.
mitad del siglo XVIII se compone de luces Un ejemplo singular lo constituye Jorge
y sombras, pero la situación en 1755 era Juan, autor, además de la Relación histórica
incomparablemente mejor que la de cin- del viaje a la América meridional y de las
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Observaciones astronómicas y físicas (1748), Inglaterra, la Marina cuenta con una nómi-
de otras obras que representaron importan- na de cuarenta y nueve navíos y veintidós
tes contribuciones a la interpretación cien- fragatas en servicio.
tífica de la cosmografía, como el Compendio La participación española en la guerra de
de Navegación (1757) y el Examen Maríti- los Siete Años llegó demasiado tarde para
mo, publicado ya en 1771, aunque resul- contrapesar la potencia inglesa. Los ingle-
tado y compendio de toda su experiencia ses se apoderaron de La Habana (1762) y
como científico. en septiembre del mismo año la escuadra de
Cornish conquistaba Manila. El Tratado de
París (1763) obligó a la devolución de los
LA ÉPOCA DORADA DE CARLOS III territorios conquistados por los españoles
en la colonia de Sacramento a cambio de la
El rearme naval propugnado por Ensenada recuperación de las plazas conquistadas por
quedó comprometido como consecuencia los ingleses, a la vez Carlos III recibía como
de su desgracia política en 1754, atribuida compensación los territorios de Louisiana.
a las presiones ejercidas por el gobierno bri- Las pérdidas sufridas durante la partici-
tánico. Al frente de la secretaría de Marina pación de España en la guerra de los Siete
quedó el bailío frey Julián de Arriaga (1754- Años fueron importantes, quedando redu-
1776), hombre con gran experiencia militar cidos los efectivos a treinta y siete navíos
y de gestión, pero con un peso específico en y treinta fragatas. Era necesario pues, un
el gobierno mucho menor que el del super- nuevo impulso constructor que garantizase
ministro Somodevilla. El ritmo de construc- máximo poderío marítimo en el contexto
ción naval disminuyó durante los primeros del juego de las potencias europeas.
años de su ministerio. Según Olesa Muñido, En el frente mediterráneo, las escuadras
la Armada contaba en 1758 «con 44 navíos, de jabeques construidas por Ensenada con-
19 fragatas y 22 buques de otros tipos». En tribuyeron a disminuir los efectos del cor-
1761, cuando Carlos III declara la guerra a so berberisco, al tiempo que se produjeron
también los primeros avances diplomáti-
cos en las relaciones con Marruecos, en las
que participó Jorge Juan como embajador
(1767). En contrapartida, el prestigio de
las armas españolas quedó seriamente com-
prometido a causa del desastre de Argel, en
1775, que representó uno de los episodios
militares más bochornosos para una monar-
quía de reputación como era la de Carlos
III.
En realidad, la paralización de los pro-
yectos de rearme naval de Ensenada fue
relativa, puesto que no sólo se trataba de
construir barcos, sino de armarlos, dotarlos
y mantenerlos en estado de servicio. Uno
de los principales problemas con los que se
encontró Julián de Arriaga fue, además de
El navío «San Juan
la escasez de marinos cualificados, el enor-
Nepomuceno» por
Berlinguero me coste que implicaba el mantenimiento
(Museo Naval, de los buques de la Armada. La resistencia
Madrid). a la pudrición de la madera se convirtió en
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una de las cuestiones centrales en torno a 1776) resulta contradictorio. Para los
los sistemas de construcción naval. El «San «ensenadistas» la labor de Arriaga queda
Juan Nepomuceno», que se botó el diecio- fundamentalmente marcada por dos peca-
cho de octubre de 1766, fue el primer navío dos: la reducción del ritmo del rearme na-
construido con los nuevos planos del inge- val y la adopción al final de su ministerio
niero francés François Gautier, y marcaría del sistema de construcción inspirado en
la pauta en la construcción naval al menos François Gautier. Sin embargo, la época de
hasta 1782, en que Gautier regresó a Fran- Arriaga, desde el punto de vista del incre-
cia (Castanedo, pp. 102-103). mento de las unidades navales fue positiva
En el seno de la Armada se concitó una en términos estadísticos, como resaltaba el
viva polémica acerca de las ventajas e incon- propio Ulloa al comparar los datos de 1755
venientes de cada método de construcción con los publicados en 1772 (ver cuadro II).
que, a pesar de la sistematización de que A pesar de las considerables pérdidas su-
habían sido objeto, continuaba siendo fun- fridas, la fuerza naval española había crecido
damentalmente empírica. La principal labor desde 1755 y 1772 en diez navíos de línea,
llevada a cabo por Jorge Juan representaba siete fragatas y dos embarcaciones menores.
un paso más en una larga secuencia de dis- Si en 1758 se contabilizaban setenta y siete
posiciones que buscaban la forma de orga- buques de guerra, en 1775, un año antes de
nizar los procesos de construcción naval. la muerte de Arriaga, se contabilizaban ya
El siglo XVIII representa el comienzo de ciento veintidós unidades de guerra.
la «aplicación de los principios científicos Cuando González Castejón se hizo cargo
al proyecto de un buque» (…) y «gracias de la secretaría de Marina (1776-1783) la
al trabajo de algunos eminentes científicos Armada contaba con una fuerza superior a la
entre los que se encontraba Jorge Juan, las que Ensenada había proyectado en sus am-
cosas cambiaron, aunque es verdad que no biciosos planes de rearme naval. En 1778,
mucho, eso sí se sentaron las bases de la apenas un año después de entrar en guerra
teoría matemática de la Arquitectura Naval con Inglaterra con motivo de la emancipa-
estableciéndose los principios fundamenta- ción de los Estados Unidos de América, las
les», aunque el empirismo y la experiencia fuerzas navales de Carlos III se estimaban en
continuaron siendo elementos fundamenta- sesenta y siete navíos y treinta y dos fragatas.
les en la arquitectura naval (Aláez y Carri- La participación de la Armada se concentró
llo, pp. 41-45). hasta la Paz de Versalles (1783) en el sitio de
El balance historiográfico del largo mi- Gibraltar (1779), la conquista de Menorca
nisterio del bailío Julián de Arriaga (1754- (1782) y en facilitar las acciones de Gálvez
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Grabado del en las campañas de Florida, Honduras y las fueron asumidas en gran parte por las Juntas
Tratado de Bahamas. de Departamento, con claro predominio del
Maniobras Navales El resultado de la guerra de la Indepen- elemento militar, al quedar compuestas por
de S. Zuloaga.
dencia de los Estados Unidos fue favorable seis militares y un solo intendente.
en cuanto se recuperaban los territorios No cabe duda que el esfuerzo llevado a
de Florida, Menorca y Honduras, aunque cabo a lo largo del siglo XVIII en el sector
Gibraltar continuó en manos inglesas, así naval fue muy importante. Sin embargo sus
como también las islas Bahamas. El estable- objetivos, tal y como ponía de relieve Oza-
cimiento de la paz permitió llevar a cabo las nam, no podían situarse en alcanzar un ran-
operaciones de bombardeo naval contra Ar- go semejante al poder naval de Inglaterra o
gel en las campañas de 1783, 1784 y 1785 de Francia. La Marina de guerra siempre
que se saldaron finalmente con el tratado fue, en términos relativos, inferior a las es-
suscrito con la antigua regencia por el almi- cuadras británica o francesa, de la misma
rante Mazarredo (1785). manera que también lo era el Ejército. Se-
Entre las numerosas medidas adoptadas gún resumía Didier Ozanam, los objetivos
durante el reinado de Carlos III, Merino Na- fundamentales de los responsables de la
varro destacaba especialmente la creación política española eran realistas en la medida
del cuerpo de Ingenieros de Marina (1770), en que fueron conscientes de la imposibili-
concebido como un cuerpo técnico especia- dad de contrarrestar por sí sola el poderío
lizado, y la de un Inspector General de Per- británico. El papel de la Marina española se
trechos, encargado de supervisar el enorme concibió fundamentalmente como un ins-
gasto del equipamiento necesario para los ar- trumento defensivo:
senales en un intento de controlar y raciona-
lizar lo relativo al área de construcción naval e Se trataba en primer lugar de proteger
intendencia. En 1776 se publicó la Ordenan- contra toda amenaza tanto las costas de
za de Arsenales, por la que el cuerpo general España y las de las Indias como sus co-
de la Armada veía reconocida su prelación municaciones: y, al precio de muchos sa-
ante los cuerpos administrativos. Las com- crificios, a veces dolorosos, esta misión se
petencias jurisdiccionales del Almirantazgo cumplió en lo esencial. En segundo lugar,
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la simple existencia de una potente fuerza ron una nuevas Ordenanzas Generales ins-
naval constituía para el gobierno de Ma- piradas por el almirante Mazarredo y, con la
drid un instrumento privilegiado en su monarquía sumida en plena guerra, se dictó
juego internacional. Esta fuerza no sólo también una nueva ordenanza sobre la ges-
estaba capacitada para organizar una tión de los «aspectos económicos» (Meri-
defensa, sino que, al ser posible agruparla no, pp.17-22). En 1798, los estadillos ofi-
con facilidad, representaba una temible ciales reflejan la existencia de setenta y seis
amenaza para una flota inglesa dispersa navíos y cincuenta y una fragatas, si bien
por todo el mundo en razón de la multi- algunos de ellos cuentan ya con más de 40
plicidad de sus misiones. Todavía más, la años de servicios, y la crisis de la Real Ha-
perspectiva, con frecuencia debatida, de cienda marcará la rápida desintegración de
una actuación conjunta de las flotas espa- la Marina, en la que Trafalgar aparece como
ñola y francesa bastaba para disuadir a un episodio galdosiano donde se reflejaba
Gran Bretaña de tomar iniciativas dema- una vez más la abrumadora superioridad de
siado arriesgadas; y en caso de ruptura de- la Marina inglesa.
clarada, la alianza franco española debía A pesar de los considerables esfuer-
servir para contrarrestar el poderío naval zos realizados a lo largo de la centuria, en
inglés y replantear su supremacía. Esta conjunto, resumía Desdevises, el problema
estrategia política, claramente expuesta esencial era que, cada vez más, «…existía
–y en repetidas ocasiones– por Ensenada, una desproporción entre los recursos de Es-
contribuyó a devolver a España un peso paña y el incremento que tomaba la marina
importante en el tablero internacional de guerra. A España le faltaba dinero y le fal-
(Ozanam, pp. 506-507). taban marineros...» (Desdevises, pp. 539 y
ss.) de manera que, en 1815, el nuevo siglo
Durante el reinado de Carlos IV, en ple- presentaba un panorama parecido al enun-
na crisis finisecular, se dictaron numerosas ciado para comienzos de siglo pues, de todo
medidas orgánicas, cuya incidencia resulta el esfuerzo realizado en la Armada, apenas
difícil de calibrar en medio de las críticas quedaban algunos barcos pero, a diferencia
circunstancias de la política exterior de la de entonces, con una nómina inflacionada
última década del siglo. En 1793 se publica- de oficiales y cargos administrativos.
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