Jazz, España PDF
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Jorge García
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«Lo que caracteriza a la zarzuela, A pujanza cultural de los Estados Unidos
desde mediados del siglo XIX,
de América comenzó a percibirse clara-
es su prodigiosa capacidad
de absorber, digerir, asimilar mente en la Europa de mediados del siglo
los materiales musicales XIX. La nueva nación crecía atenta a las
más variados, es su absoluta corrientes artísticas de este lado del Atlán-
permeabilidad a todas las modas
y aportaciones extranjeras. [...] tico, pero las voces que nos devolvía a tra-
En la bisagra de los siglos XIX vés del océano ya no eran solamente ecos de las
y XX, la permeabilidad se ejerce modas del viejo continente. Ello se apreciaba con
con el mayor frenesí». Serge
Salaün. «La zarzuela, híbrida y
singular vigor en una música llena de señales de
castiza», en Actas del congreso una personalidad original, surgida de la conviven-
internacional La Zarzuela cia de tradiciones africanas y europeas.
en España e Hispanoamérica.
A España las primeras músicas afroame-
Centro y periferia, 1800-1950.
Cuadernos de música ricanas llegaron por la vía de París o de Londres,
iberoamericana (Madrid: pero también de Cuba, cuando todavía era colo-
Instituto Complutense nia. Desde mediados del siglo XIX en adelante,
de Ciencias Musicales,
Universidad Complutense), la zarzuela asimiló cuantas novedades musica-
v. 2-3, 1996-97, p. 242. les llegaban al país1, y utilizó tangos o habane-
ras para reforzar los tópicos de la sensualidad
ultramarina. Esos estereotipos sin duda allana-
ron la asimilación de otras músicas de la misma
procedencia.
«Los blancos siempre han visto la cultura
negra con una mezcla de fascinación, temor e
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Christopher Small. Music of
the common tongue: Survival and incluso envidia», ha escrito Christopher Small2.
celebration in Afroamerican music. Esa mezcla está en el origen de los minstrels, un
Londres, Calder, 1987. Citado espectáculo teatral surgido hacia 1840 en Esta-
por Catherine Parsonage.
The evolution of jazz in Britain,
dos Unidos en el que actores de raza blanca con
1880-1935. Hampshire, los rostros embetunados imitaban en clave de
Ashgate, 2005, p. 5. burla los hábitos culturales y sociales de los
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El foxtrot y la fiebre
del baile. Los tziganes
En 1914 Vernon e Irene Castle, dos bailarines
profesionales de raza blanca, triunfaban en la
escena neoyorkina con un nuevo paso llamado
foxtrot. Era un derivado del schottische, elegante
y fácil de aprender, y buena parte de su acepta-
ción se debió al poder de atracción de la música
con que lo acompañaba su orquesta de cabecera,
dirigida por Jim Europe, a base de un jazz balbu-
ciente que todavía no ostentaba ese nombre pero
contaba ya con casi todos sus ingredientes. El
éxito de la danza supuso el éxito de la música.
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La afición se organiza
El cénit de la primera moda jazzística en España
se alcanzó aproximadamente entre finales de los
años veinte y comienzos de los treinta del pasado
siglo. Los aficionados al jazz, que ya no eran
curiosos ni degustadores ocasionales, estaban
cada vez más informados y empezaban a preferir
el llamado hot, más puro, a las músicas comer-
ciales con envoltorio jazzístico22. Ayudaban a for- 22
El Grum: «Parlem del Jazz… I», Diari
mar su opinión los primeros articulistas especia- de Tarragona, 27-8-1933, p. 1.
lizados, como los catalanes Antoni Tendes,
Sebastià Gasch o Joan Tomàs. Tendes tiene fama
de ser el primer crítico que ejerció en nuestro
país. Como resultado lógico de toda esta inquie-
tud, la primera revista española dedicada exclusi-
vamente al jazz, Música viva, se puso en circula-
ción en 1934. En su órbita apareció poco
después el Hot Club de Barcelona, promovido por
un grupo de entusiastas, con el joven empresario
Pere Casadevall a la cabeza, que seguían el
modelo de los clubes promovidos unos años
antes por aficionados y críticos ilustrados como
el belga Robert Goffin o el francés Hughes Panas-
sié, que tan influyente sería luego con su defensa
del jazz clásico. El Hot Club tenía como objetivo
fomentar el interés por el jazz mediante audiciones
Ricard Opisso
comentadas de discos, proyecciones de películas, La rúa (ca. 1930)
organización de conciertos y festivales, además BNE 4/183084
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Nuevos visitantes
A finales de 1950 el gobierno de los Estados Uni-
dos decidió restablecer las relaciones diplomáticas
con España. Inmediatamente se extinguió el anti-
americanismo oficial y las críticas a la cultura esta-
dounidense, jazz incluido, perdieron buena parte
de su fundamento ideológico ante la aparición de
los países comunistas como enemigo común.
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Eclosiones jazzísticas
Ya en 1980 el interés por el jazz trató de conta-
giarse al gran público a través de la venta de una
Gran enciclopedia del jazz en fascículos, publi-
cada por la editorial Sarpe, con su correspon-
diente colección de discos y algunas adaptacio-
La poesía del jazz nes en el texto. La cosa no debió ir del todo mal,
Litoral, n. 227-228 (2000) pues fue reeditada hasta tres veces, bajo distin-
BNE D/11665
tos títulos, y abrió el camino a otras muchas, de
calidad diversa, en una serie que llega casi hasta
hoy mismo.
Con los reverdecidos festivales volvieron
las conferencias, las mesas redondas, los ciclos
de cine, los debates, las exposiciones de fotogra-
fía o pintura en torno al jazz, como en los mejores
tiempos de los hot clubes. Recientemente el jazz
ha llegado incluso a los museos: el Instituto
Valenciano de Arte Moderno presentó en 1999 la
exposición Jazz gráfico [cat. 110], y diez años
después el Centre de Cultura Contemporània de
Barcelona acogió la muestra El segle del jazz.
Aparecieron y desaparecieron revistas: las
más duraderas Quàrtica Jazz (1981-1987, con
interrupciones), pionera en democracia, que diri-
gió Joan Giner [cat. 59]; Jazzology (1992-1997),
una esmerada producción de Amics del Jazz de
Lleida, con Josep Ramon Jové al frente [cat. 88];
Cuadernos de Jazz (1990-2010, luego en Inter-
net), dirigida por Raúl Mao, durante mucho tiempo
la más sólida y con mayor proyección [cat. 89];
Más Jazz (1998-2011), que dirigieron con criterio
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Lo latino...
En 2011 se han puesto en marcha festivales
específicos de jazz latino en Madrid y Barcelona,
lo que da una idea de la fidelidad de una afición
y la persistencia de un color musical que viene de
antiguo. Los músicos cubanos han frecuentado
el jazz español casi desde sus comienzos. Con el
boom de los festivales empezaron a prodigar sus
visitas a España las grandes leyendas de la músi-
ca afrocubana más o menos jazzística. Los prime-
ros años ochenta fueron una fiesta de la salsa
con Willie Colón, Tito Puente, la Orquesta de
Machito, Eddie Palmieri, Óscar D’León y otros
nombres célebres.
Cataluña fue una avanzada del movimiento
por varias razones: la tradición previa de la rumba
catalana, la huella de Tete Montoliu y sus incur-
siones en el mambo y el bolero de los años cin-
cuenta, y la faceta latina de algunas de las ban-
das de la ona laietana, como la Oquestra Mirasol.
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... y lo flamenco
Después de los experimentos de Pedro Iturralde,
que reiteró en varias etapas de su carrera, el jazz
flamenco pasó una larga temporada sin dar
pasos importantes. La cosa empezó a cambiar
cuando Paco de Lucía, que mantuvo un espíritu
proclive a la forma jazzística, organizó un sexteto
en el que estaban el flautista y saxofonista madri-
leño Jorge Pardo, el virtuoso bajo eléctrico barce-
lonés Carles Benavent y el percusionista brasile-
ño Rubem Dantas. El sexteto protagonizó el disco
Sólo quiero caminar (1981) y recorrió triunfalmen- Chano Domínguez
Flamenco Sketches (2012)
te todo el mundo. Benavent y Pardo siguieron Colección particular
puliendo poco a poco una estética que de mera
superposición de elementos dispares pasó a
auténtica amalgama [cat. 61].
En los años noventa sucedieron varias
cosas de gran importancia. En primer lugar, cuan-
do ya estaba muy fogueado en la escena del rock
andaluz y del jazz fusión, el pianista gaditano Cha-
no Domínguez se reveló con el disco Chano
(1993), en compañía de Javier Colina y el batería
uruguayo Guillermo McGill. Chano dio un paso
más, tal vez el definitivo, en la fusión sin tensiones
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Después de Tete
Tete Montoliu murió el 24 de agosto de 1997.
Siete años antes, con ocasión de una visita de
Montoliu al Café Central de Madrid, Federico Gon-
zález había escrito:
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