Nefertiti y Akenaton
Nefertiti y Akenaton
Nefertiti y Akenaton
Nefertiti y Akenatón
La pareja solar
ePub r1.0
Rusli 01.10.13
Título original: Akhénaton et Néfertiti, le couple solaire
Christian Jacq, 1976
Traducción: Fabián García-Prieto Buendía
mediados del siglo XIX para que se formulase una hipótesis ex-
acta, la de que el extraño monarca formó parte de la XVIII
Dinastía y reinó entre Amenofis III y Horemheb.
Las excavaciones realizadas a finales del siglo XIX, tanto en Al-
Amarna como en Karnak, fueron decisivas para situar a Akenatón
en el lugar que le correspondía en la sucesión de los reinados y
permitieron exhumar un material a partir del cual se reconstruyó
su aventura. El egiptólogo inglés Petrie empezó a excavar en el
emplazamiento de la antigua Aketatón en 1891.
Gracias a él, se hizo posible trazar el plano de ciertos edificios,
precisar la situación de los principales barrios. De la ciudad ar-
rasada, partían sendas en dirección a las estelas fronterizas y a las
tumbas excavadas en el acantilado. En estas últimas, se encon-
traron escenas e inscripciones que, pese a su mediocre estado de
conservación, proporcionaron informaciones esenciales. Desde
aquella fecha y hasta el presente, se han sucedido numerosas
campañas de excavaciones para intentar arrancar el más pequeño
indicio a las devastadas ruinas.
La historia de Akenatón y Nefertiti no es fácil de escribir. No
abundan los datos que pueden tenerse como seguros. La duración
del reinado, diecisiete años, forma parte de esas certezas. Pero
¿qué edad tenía el rey al subir al trono? Según parece, dieciséis
como mínimo y veinticuatro como máximo.
Las fechas del reinado continúan siendo objeto de controver-
sia: de 1377 a 1360 según Redford, de 1364 a 1347 según Trigger y
sus colaboradores, autores de una reciente historia social del anti-
guo Egipto, y de alrededor de 1353 a alrededor de 1336 para
Yoyotte y Vernus en su trabajo de síntesis sobre los faraones… Y
eso que me limito a citar tres hipótesis.
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Atón ante él, destruye las montañas, aplastando con sus pies los
países extranjeros (traducción de Doresse). La poesía cortesana se
refiere al rey como «El disco en su región de luz». El palacio real
es la «Morada del disco». Amenofis III recibe el nombre de «Él es
el disco deslumbrante». El nombre de Atón entra en los epítetos
aplicados a una compañía del ejército y a la barca real.
Una multitud de indicios convergen en el mismo sentido: el di-
os Atón afirma su presencia en el pensamiento religioso ya en la
época de Amenofis III.
Años de formación
cosa que designa. Dicho de otro modo, Amenofis III pone su vida
cotidiana bajo la protección del dios Atón y le manifiesta la devoc-
ión de la familia real.
Por último, ¿cómo no recordar una escena encantadora, con
un trasfondo religioso evidente? Amenofis III había hecho con-
struir un lago de recreo cerca del palacio que acabamos de evocar.
Fue inaugurado durante la «Fiesta de apertura de los estanques».
El rey y la reina Tiyi montaron con tal ocasión en una espléndida
barca, que fue la primera en cruzar el lago. Y el nombre de esa
barca era, como hemos dicho, Esplendor de Atón, o Atón es
resplandeciente. El texto egipcio lo canta así:
Su Majestad ordenó que se excavase un lago para la gran es-
posa real Tiyi —que su vida sea preservada en su dominio de
«Aquél que expulsa la noche»—. Su longitud era de tres mil sete-
cientos codos, su anchura de setecientos codos.
En el decimosexto día del tercer mes, Su Majestad celebró la
fiesta de la apertura del lago, Su Majestad se paseó por él, en la
barca real «Atón brilla».
Así, mediante pinceladas sucesivas, Amenofis III aporta
modificaciones cada vez más importantes a la mentalidad reli-
giosa de su tiempo. La luz del dios Atón empieza a manifestarse.
5. ¿CORREGENCIA?
8
en una pareja. ¿Acaso el rey asexuado no es el símbolo perfecto
de esta unicidad divina? A la vez hombre y mujer, representa el
principio único antes de la separación de los sexos.
Según Yoyotte, los extraños colosos son la expresión de un
simbolismo extremo, que muestra al rey a semejanza de Atón, es
decir, como «padre y madre» de la creación. No es al individuo
Amenofis IV al que exponen a la mirada, sino a un rey-dios.
Creer que los colosos son retratos fieles del monarca sería, en
mi opinión, un error. El rey ha pedido a los escultores que creen
una estética particular, correspondiente a la nueva formulación de
Atón, que ha convertido en el corazón de su reinado.
Existen probablemente dos retratos de Amenofis IV, uno con-
servado en el Louvre y procedente del taller del escultor Tutmosis,
en Al-Amarna; el otro conservado en el Museo de El Cairo. El
primero, de sesenta y cuatro centímetros de altura, forma parte de
un grupo construido en esteatita, mostrando el rostro magnífico
de un rey plenamente sereno. El segundo, esculpido en roca cal-
cárea, representa al monarca tocado con la corona azul. La repres-
entación, admirable, es de un clasicismo perfecto. La expresión de
recogimiento se refleja con una intensidad poco común. A esas
dos obras se les puede añadir sin duda una máscara de yeso, pro-
cedente igualmente del taller de Tutmosis.
A excepción de los labios, muy gruesos, ambos retratos no
tienen nada en común con los rostros deformados de los colosos
de Karnak. Estos últimos tenían por objeto dar cuenta de una
nueva formulación teológica. Puesto que Atón recibía por primera
vez el homenaje de un culto real, debía también disfrutar de
formas artísticas inéditas.
La postura del rey es coherente: un nuevo dios instalado en
Karnak, templos nuevos para acogerle, nuevas representaciones
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declara Akenatón.
Hay que decir que el globo solar no era para los egipcios una
potencia anónima. Se trataba de un verdadero rostro de Dios, al
que se dedicaban vivas alabanzas.
Por lo tanto, hay que insistir en que la religión amarniana no
es una adoración ingenua del astro del día. De hecho, Atón no se
expresa en el disco solar, sino en el globo del ojo del sol.
Esta indicación abre amplias perspectivas. En efecto, el ojo del
sol constituye uno de los temas capitales del pensamiento egipcio.
En el ojo sagrado se encuentran la medida de todas las cosas y el
secreto de todas las construcciones vivientes. Al tomar la forma
de] ojo del sol, Atón indica que tiene en su poder la clave de la ar-
monía universal y que el hombre, para percibir su sabiduría, debe
abrir su ojo interior.
Atón es el motor del mundo y lo recrea en cada instante. Rige
el destino de los seres y de las cosas. Por la mañana, los hombres
contemplan el esplendor de un mundo renovado cuando Atón
surge en el horizonte; al atardecer, sufren la prueba de una
muerte pasajera cuando Atón desaparece en el occidente.
Atón es un rey que dirige los destinos del universo. Su nombre
puede ser inscrito en un cartucho, como el del faraón. En varias
ocasiones se observa que el nombre del rey Atón precede al del
rey Akenatón. Este último se considera como el hijo del soberano
celeste, cuya obra prolonga, como el hijo inmanente de una po-
tencia trascendente.
Por lo demás, había un culto dedicado a los cartuchos de Atón,
como demuestra la parte superior de un altar encontrada en una
casa de Aketatón y conservada en el museo de El Cairo (13.255).
Atón es vida que da la vida. Señor del cielo y de la tierra, reside
en su templo de la piedra levantada, en el interior de su ciudad,
capital de Egipto.
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a los corazones cuando llenas las Dos Tierras con tu amor Dios
venerable que se ha formado a sí mismo, que crea cada tierra y lo
que en ella se encuentra, todos los hombres, los rebaños y el
ganado, todos los árboles que crecen en el suelo. Viven cuando tú
apareces para ellos. Tú eres el padre y la madre de todo lo que has
creado.
Cuando apareces, los ojos te contemplan, tus rayos iluminan la
tierra entera. Todo corazón te aclama al verte, cuando te manifies-
tas como su señor Cuando te pones en la región de luz en el occi-
dente del cielo, se postran como si muriesen, con la cabeza cu-
bierta, sus narices privadas de aire, hasta que brillas de nuevo en
la región de luz en el oriente del cielo. Sus brazos adoran tu ka,
nutres sus corazones con tu perfección. Se vive cuando tú resplan-
deces, todas las comarcas están en fiesta.
Cantantes y músicos gritan de alegría en el patio de la capilla
de la piedra levantada [el benben] y en todos los templos de Aket-
atón, el lugar de rectitud en que te regocijas. En sus centros se
ofrecen los alimentos. Tu hijo venerado pronuncia tus plegarias,
oh Atón viviente en sus apariciones. Todos aquellos a los que has
creado saltan de alegría ante ti. Tu venerable hijo exulta, oh Atón
viviente cotidianamente dichoso en el cielo. Tu descendencia es tu
hijo venerado, el único de Ra [el rey]. El hijo de Ra no cesa de ex-
altar su perfección, Neferkeperuré, el único de Ra.
Yo soy tu hijo que te sirve, que ensalza tu nombre. Tu poder y
tu fuerza son firmes en mi corazón. Eres el Atón viviente cuyo
símbolo perdura, tú has creado el cielo lejano para brillar en él,
para observar lo que has creado. Eres el Uno en quien se encuen-
tra un millón de vidas. Para hacerlas vivir, insuflas el aliento de
vida en su nariz. Por la vista de tus rayos, todas las flores existen.
Lo que vive y surge del suelo crece cuando tú brillas. Abrevados
con tu vista, los rebaños triscan, las aves baten alegremente las
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Fue grabado en la tumba del confidente del rey, Ay. Para facil-
itar su lectura, he intercalado títulos que precisan el tema princip-
al abordado en el pasaje.
EL ACTO DE ADORACIÓN
Te alejas,
y, sin embargo, tus rayos tocan la tierra:
Estás delante de nuestros ojos,
y tu camino sigue siendo desconocido18
te pones en el horizonte occidental,
el universo queda en tinieblas, como muerto.
Los hombres duermen en sus habitaciones,
con la cabeza envuelta;
nadie reconoce a su hermano.
Si les arrebatan sus bienes de debajo de
la cabeza,
ni siquiera se dan cuenta.
Todos los leones salen de sus cubiles,
todos los reptiles muerden.
El mundo yace en el silencio,
es la más profunda de las tinieblas,
su Creador descansa en el horizonte.19
112/295
Tú eres la nodriza
del que se alberga todavía en el seno,
insuflas constantemente el aliento
para dar vida a toda criatura.
En el momento en que la criatura sale de la matriz para respir-
ar, abres su boca completamente,
le ofreces lo que le es necesario.
El pajarilla está en su huevo,
pía dentro de su cáscara.
Tú le insuflas el aliento en el interior,
le das vida.
Has ordenado para él
un tiempo de gestación medido con rigor,
haciéndole completo.
Rompe su cáscara desde el interior,
sale del huevo, pía
en el instante fijado,
sale y anda sobre sus patas.
Cuando sales,
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Atón es también la fuerza de amor que hace que los seres vivi-
entes coexistan sin destruirse y traten de vivir en armonía.
«Uniendo todas las cosas con los lazos de su amor», Atón se
mantiene atento tanto a las pequeñas cosas como a los grandes
acontecimientos. Su pensamiento es «el acontecimiento que pro-
duce la vida». Nada está excluido de su amor.
Quien sitúe a Atón en su corazón no conocerá ni la miseria ni
la pobreza, puesto que contemplará maravillado la presencia de
Dios en todas las cosas. No hay llamadas patéticas dirigidas a
Atón, ni súplicas para obtener curaciones o ayudas. La religión de
Atón se centra en la alegría. Fertilidad de la naturaleza, abundan-
cia de alimentos son las pruebas tangibles de la irradiación de
Atón.
«El Atón —observa Pendlebury— es un dios únicamente
creador. Ha creado a todos los seres vivientes y ha subvenido a to-
das sus necesidades, pero ahí termina su obra. No se encuentra en
él ni rastro de una voluntad que recompense el bien o castigue el
mal.»
Ahora bien, aunque la dimensión moral y, por lo tanto, hu-
mana está efectivamente excluida de la luz en su irradiación
divina, engendra no obstante un destino. Atón y el rey llevan el
nombre de «Destino que da la vida». Mediante su aparición, Atón
responde a todas las preguntas que se formulan los seres. La in-
tensidad de su luz es vida absoluta, total, existencia aquí abajo y
vida eterna.
15. ¿MONOTEÍSMO?
¿Atón impugnado?
Ni monoteísmo ni politeísmo
¿Atón universal?
tantos jubileos como plumas tienen las aves y como hojas hay en
los árboles.
17. LA DIOSA NEFERTITI
Culto privado
divinidad. Por eso, lejos de ocultar su vida íntima a los ojos de sus
súbditos, el rey sólo se muestra en público acompañado de su es-
posa, a la que testimonia abiertamente su ternura.» En la mayoría
de las obras de arte, el dios Atón, manifestado por el sol, es in-
disociable de la entidad sagrada formada por el rey y por la reina.
Akenatón y Nefertiti son el gran sacerdote y la gran sacerdotisa
del culto del sol nuevo. Ofician juntos en pro de la mayor felicidad
de Egipto. Para que Atón no se reduzca a una idea abstracta, con-
finada en el mundo de los dioses, es necesario que un rey y una
reina hagan su potencia sensible a todo el universo. La voluntad
del Creador se expresa a través de la pareja. La vida que Él con-
cede a la humanidad sólo puede ser transmitida por la pareja.
Las representaciones en que el amor conyugal ocupa el primer
lugar no son, pues, gratuitas. Tienen un alcance teológico muy
claro. Tienden a demostrar que el amor vivido por la pareja ofrece
la vía para una realización armoniosa de la comunidad egipcia en
su conjunto.
Vivir en Amarna supone florecer a la luz de la pareja real.
Supone también saber que el centro espiritual de la ciudad de
Atón es la ofrenda al sol, ofrenda que permite a la luz celeste re-
crear el mundo cada mañana. Si mi interpretación es exacta, el
rey celebra la luz de la mañana, y la reina, la luz del atardecer. La
pareja forma así un «ciclo» completo, a imagen del ciclo cósmico.
Seis hijas
El año 12, el segundo mes del invierno, el octavo día del rey del
Alto y el Bajo Egipto, que vive de Maat, el señor de las Dos Tier-
ras, Neferkeperuré, el hijo de Ra, que vive de Maat, el dueño de
las coronas, Akenatón, de gran duración de vida, y de la gran es-
posa del rey, su amada, Nefer-Neferu-Atón, Nefertiti… Su
Majestad apareció en el trono de su padre, Atón, mientras que los
jefes de cada país extranjero aportaban sus tributos y le pedían re-
spetuosamente el estado de paz, a fin de respirar el aliento de
vida.
Todo va bien para mí. Que todo vaya bien para ti. Que todo
vaya bien para tu casa, para tu hijo, que todo vaya perfectamente
bien para tus tropas y para todo lo que te pertenece. Tú eres la que
sabe que siempre he sentido amistad por Amenofis III, tu marido,
y que tu marido, por su parte, sintió siempre amistad por mí… Tú
eres la que conoce mejor que nadie las cosas que nos hemos dicho
el uno al otro. Nadie más las conoce… Debes continuar enviando
felices embajadas, una tras otra. No las suprimas. Yo no olvidaré
la amistad con tu marido. En este mismo momento y más que
nunca, tengo diez veces más mucha más amistad por tu hijo
Akenatón. Tú eres la que conoce las palabras de tu marido, pero
no me has enviado todo mi regalo de homenaje que tu marido or-
denó que se me enviase. Yo había pedido a tu marido estatuas de
oro macizo… Pero tu hijo ha chapado en oro estatuas de madera.
Puesto que el oro es polvo en el país de tu hijo, ¿por qué han sido
la causa de una tal pena para tu hijo que no me las ha dado?… Ni
siquiera me ha dado lo que su padre tenía costumbre de dar
(Cartas de Al-Amarna, EA 26).
30
tribal. Sin embargo, más que de guerra, hay que hablar de una
operación de policía. Durante el Imperio Nuevo, Nubla es una
verdadera colonia, sometida a la ley egipcia. El faraón no tolera
que se produzca en ella ninguna perturbación. Hay numerosos
egipcios que viven en Nubia, funcionan en ella templos, especial-
mente un santuario de Atón. Hay también nubios que sirven en el
ejército egipcio. Los hijos de los jefes de tribu se educan en
Egipto.
Akenatón no es ni un pacifista soñador ni un partidario a ul-
tranza de la guerra. Se contenta con proseguir la política inter-
nacional preconizada por Amenofis III y Tiyi: una paz apoyándose
en tratados con las potencias extranjeras. Al sur, en Nubia, el ejér-
cito y la policía egipcios intervienen para restablecer el orden tan
pronto como se ve amenazado. Pero no ocurre nada grave desde
hace muchos años en esta región egiptizada.
Al nordeste, en cambio, en los países de Asia parcialmente
bajo el control egipcio, todo cambia. El azar de los descubrimien-
tos arqueológicos nos ha ofrecido una documentación que
permite entrever lo que ocurrió en aquella época.
En 1887, aparecieron en las ruinas de Al-Amarna alrededor de
trescientas cincuenta tablillas de arcilla secada al sol, con textos
en escritura cuneiforme, que intrigaron desde el primer momento
a los científicos. El descubrimiento pareció al principio demasiado
bello para ser cierto y se consideraron las tablillas como falsifica-
ciones. Pero después de examinarlas más a fondo, hubo que
aceptar la evidencia. Se advirtió que los documentos eran auténti-
cos y que los textos se referían a los intercambios diplomáticos
entre el rey de Egipto y varios soberanos de países extranjeros.
Por desgracia, se trataba de excavaciones clandestinas. Incluso
las circunstancias del descubrimiento son oscuras. ¿Cuántas
190/295
¿Muerte de Nefertiti?
¿Akenatón el maldito?
Tierras y crea aquello que la tierra entera necesita. Que el rey per-
manezca para siempre contigo, ya que gusta de contemplarte.
Concédele numerosas fiestas de regeneración, con años de paz.
Permítele cumplir lo que su corazón desea mientras haya arena en
la orilla, mientras que los peces del río tengan escamas y mientras
el ganado tenga pelo. Permítele permanecer aquí hasta que el
cisne se vuelva negro y el cuervo blanco, hasta que las montañas
se muevan, hasta que el agua remonte hacia su fuente, mientras
que yo continúo sirviendo al dios perfecto [el rey], hasta que él me
designe la tumba que me atribuye.
Clara de rostro,
felizmente ataviada con la doble pluma.
Soberana de felicidad
dotada de todas las virtudes,
con cuya voz todos se regocijan.
TEBAS, gran ciudad del Alto Egipto. Karnak y Luxor fueron edi-
ficados en la orilla este de Tebas. La orilla oeste está poblada
de templos y tumbas.
Cronología
1
Aketatón es el nombre egipcio de la ciudad; Al-Amarna, su
nombre árabe, citado con frecuencia erróneamente como Tell al-
Amarna, o abreviado en Amarna, de ahí las denominaciones de
«período amarniano», «arte amarniano», «religión amarniana».
<<
259/295
2
La transcripción correcta es Amenhotep, pero, por razones téc-
nicas, he adoptado a lo largo de esta obra la transcripción antigua.
<<
260/295
3
A despecho de lo mal que soporta nuestro científico los rayos del
sol divino, recordemos la existencia en el Egipto antiguo de para-
soles y doseles, como se ven representados en las escenas de las
tumbas de Al-Amama. <<
261/295
4
Véase el capítulo 9, p. 59. <<
262/295
5
El nombre se escribe de varias maneras: Tii, Teye, etc. <<
263/295
6
Se escribe también Tuya, Tuyu, etc. <<
264/295
7
Hay que señalar también que en Nubia, lejos de los grandes
centros de Egipto, el dios halcón Horajti se situaba en una rela-
ción de igualdad con el dios Amón. Ahora bien, el futuro Aken-
atón pondrá precisamente en el pináculo a Horajti en los primer-
os tiempos de su reinado, a fin de preparar la venida de Atón. <<
265/295
8
De acuerdo con otra hipótesis, esas estatuas «andróginas» son
simplemente obras inacabadas, a las que el escultor no había aña-
dido todavía el taparrabos y el faldellín. Pero esto no explica la
representación voluntaria de un cuerpo femenino. La acentuación
de las caderas y la forma de la pelvis no dejan ninguna duda al re-
specto. <<
266/295
9
En cuanto a la atribución del busto al escultor Tutmosis, véase la
discusión en R. Krauss, Jahrbuch Preussischer Kulturbesitz, Ber-
lín 20, 1983, pp. 119-132. <<
267/295
10
En lo que se refiere a tal tocado, véase E. K. Werner, Acta Ori-
entalia 48, pp. 324-331. <<
268/295
11
En Acta Orientalia 38, 1977, pp. 5-10. <<
269/295
12
Recordemos que esta transcripción, «Amenofis», constituye un
error. Amenhotep es la única lectura correcta. Sería conveniente
adoptarla desde ahora de manera definitiva. <<
270/295
13
Las dos diosas correspondientes al Alto y el Bajo Egipto. <<
271/295
14
La expresión puede traducirse también así: «Perfectas son las
transformaciones de Ra». <<
272/295
15
Aleación de oro y plata. ><<
273/295
16
16. Véase W. J. Murnane, Newsletter ARCE 128, 1984, pp.
40-52. <<
274/295
17
A. Kadry, Officers and Officials in the New Kingdom, Budapest,
1982. <<
275/295
18
O bien: «Tu movimiento [celeste] permanece ignorado». Aken-
atón quiere decir que la esencia de Dios sigue siendo desconocida
para los hombres, aunque se manifieste por el símbolo más
deslumbrante, la luz del sol. <<
276/295
19
La «muerte» provocada por la ausencia del sol no es un
aniquilamiento, sino una especie de privación de la energía. Dur-
ante este período, se prepara el renacimiento, siempre precario.
<<
277/295
20
Para Akenatón, hay dos Nilos. Uno se encuentra en el cielo y da
vida a los países extranjeros. El otro surge del «mundo inferior» y
da vida a los egipcios. La palabra «inferior» puede dar lugar a
problemas, ya que tal vez induzca a creer en una noción de jerar-
quía. En realidad, ese «mundo inferior» corresponde a las ener-
gías creadoras y potenciales. <<
278/295
21
Se puede comprender también así: «Todo ojo te contempla en-
cima de él, ya que tú eres Atón del día sobre la tierra…». El pasaje
resulta muy oscuro, y las traducciones no son más que hipotétic-
as. <<
279/295
22
O bien: «Como tú has creado a los hombres». <<
280/295
23
Davis, The Rock Tombs of El-Amarna, IV, XXXI. <<
281/295
24
Además de los lugares citados, se han encontrado huellas de
construcciones emprendidas por Akenatón en Athribis Illahun,
Asiut, Tod, Medamud, Armant, Amada, Sesebi, Sedeinga. ><<
282/295
25
Véase Davis, op. cit., V, 2 y VI, 25. <<
283/295
26
Véase W Helck, Kijé, MDAIK 40,1984, pp. 159-167. <<
284/295
27
H. W. Muller ha puesto de relieve el carácter sagrado del
«paseo» que se ve representado en los relieves del Antiguo Imper-
io. El «paseante» recorre en realidad una naturaleza divinizada, a
fin de regocijar su corazón y alcanzar el «lugar de eternidad». El
mismo simbolismo es aplicable, en otras circunstancias, al paseo
amarniano. <<
285/295
28
Se han encontrado tales «sombras del sol divino» en los tem-
plos funerarios tebanos. Se trata de plataformas destinadas a sos-
tener altares. <<
286/295
29
Véase C. Traunecker, JSSEA 14, 1984, pp. 60-69. <<
287/295
30
Véase W. Helck, Ein «Feldzug» unter Amenophis IV gegen Nu-
bien, SAK 8, 1980, pp. 117-126, y A. R. Schulman, en Egyptologie
in 1979 (CNRS), 1982, 2, pp. 229-316. <<
288/295
31
O «Aquél al que el ka de Ra ha hecho firme». <<
289/295
32
Sobre todos estos puntos, véase R. Krauss, Das Ende der
Amarnazeit, Hildesheim, 1978. <<
290/295
33
Davis, op. cit., 2, pls. 3 ss. Sin embargo, Julia Samson opina
que no existe ninguna prueba del papel real de Mery-Atón, ni de
su matrimonio con un joven llamado Smenker. <<
291/295
34
Véase A. R. Schulman, JARCE 15, pp. 43-48, y A. J. Spalinger,
Egyptian-Hittite Relations at the Close of the Amarna Period and
Some Notes on Hittete Military Strategy in North Syria, BES 1, pp.
55-89. <<
292/295
35
Véase R. Hari, La «Damnation memoriae» amarnienne,
Mélanges Gutbub, 1984, pp. 95-102. <<
293/295
36
Utilizo la traducción de la Biblia de Jerusalén, edición de 1974.
<<
294/295
37
Sobre Moisés y sus lazos con Egipto y Akenatón, véase J. Leh-
man, Moses - Der Mann aus Agypten, Religionstifter, Gesetzge-
ber, Staatsgründer, Hamburgo, 1983. <<
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