Copropiedad e Indivision

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363379. . Tercera Sala. Quinta Época. Semanario Judicial de la Federación. Tomo XXXIII, Pág. 999.

COPROPIEDAD E INDIVISION. La copropiedad es del dominio simultáneo concurrente de


varias personas sobre una cosa, ésta pertenece a todos los copropietarios juntamente, pero
cada uno de los partícipes tiene la propiedad sobre una parte o cuota determinada, aunque
ideal y abstracta y no material y concreta. Esto hace que cada participe pueda servirse de la
cosa común, siempre que disponga de ella conforme a su destino, y de manera que no
perjudique los intereses de la comunidad, ni impida a los copartícipes utilizarla, según su
derecho. En la indivisión que existe en las sucesiones, mientras los bienes hereditarios no se
reparten y adjudican, los herederos y legatarios carecen de la posesión directa de aquellos y
de la facultad de administrarlos; aunque tienen derecho de propiedad sobre una porción ideal
abstracta de dichos bienes, poseen por medio de albacea y a éste corresponde la
administración; además, la simple copropiedad ordinariamente se forma y subsiste por
voluntad de los comuneros, cada uno de los cuales persigue un fin de utilidad, en tanto que la
indivisión de las sucesiones tiene un origen ajeno a la voluntad de los herederos y en su
nacimiento y subsistencia para nada intervienen finalidades utilitarias; por otra parte, su
carácter es provisional; se presenta como una situación jurídica especial, que escapa a las
reglas del derecho estrictamente individual; debe ser tratada como un negocio en liquidación,
es decir, como un patrimonio afecto a un fin determinado o sometido a reglas particulares. En
el régimen de copropiedad, el principio que se aplica es el jus prohibendi de los romanos,
ningún acto se puede realizar sin el consentimiento unánime de los comuneros, salvo
contadas excepciones; en cambio, en la indivisión hereditaria debe haber un albacea que
posea y administre los bienes que fueron de la propiedad del autor de la herencia; la simple
autorización judicial concedida a los herederos y legatarios, para separarse del juicio
sucesorio, no pone fin al estado de indivisión, y el albacea sigue poseyendo y administrando
los bienes indivisos, en los términos que la ley previene; por tanto, los herederos y legatarios
no entran en posesión, por sí mismos, de los bienes que constituyen la masa de la herencia,
porque el albacea concluye su misión hasta que líquida totalmente la herencia y hace la
participación de los bienes; él es quien tiene en todo caso, obligación de formular el proyecto
de participación y de presentarse en las diligencias respectivas en todos los juicios que se
promuevan o que se ventilan en contra de la sucesión mientras no se otorgue la escritura de
participación, y el quien debe administrar y poseer los bienes que forman el acervo
hereditario; y tan es así, que nuestra ley civil, al enumerar los diversos modos con que
termina el cargo de albacea, no incluye entre ellos la separación del juicio. Si el albacea
muere, la autoridad judicial puede y aun debe intervenir para que se nombre un nuevo
albacea, porque no ha cambiado la situación jurídica en que se encuentran los interesados de
la sucesión, sólo por haberse separado del juicio, y el nombramiento de ese albacea no priva a
los interesados en la sucesión, de una posesión individual que no tienen; por tanto, la
resolución judicial que cita a junta, para hacer nombramiento de albacea, cuando éste falta no
es violatorio de garantías, sólo porque los herederos se hayan separado del juicio.

Amparo civil en revisión 110/31. Villela y Godard María Luisa. 5 de octubre de 1931.
Unanimidad de cinco votos. La publicación no menciona el nombre del ponente.

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