La Influencia Del Factor Religioso en El Orden Juridico Reflexion A Partir de Una Perspectiva Historica
La Influencia Del Factor Religioso en El Orden Juridico Reflexion A Partir de Una Perspectiva Historica
La Influencia Del Factor Religioso en El Orden Juridico Reflexion A Partir de Una Perspectiva Historica
Curso: 2015/2016
Convocatoria: Septiembre
HISTÓRICA
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Resumen
Con motivo de la incidencia que tiene y ha tenido históricamente la religión en el
ordenamiento jurídico, estimo interesante a la par que necesario hacer una retrospección
al pasado para hallar el origen de esta controvertida materia objeto de mi trabajo de
fin de grado. Su esencia se cristaliza en el Derecho Romano, donde se elaboran las bases
sustentadoras del Cristianismo, hilo conductor de mi trabajo. No obstante mi análisis
no se centrara exclusivamente en la cristiandad sino que abarcara todo movimiento
religioso de trascendencia histórica en la estrecha relación Iglesia- Estado que perdura
hasta la actualidad.
Analizaré, en primer lugar la transformación que sufren las religiones politeístas hasta
convertirse a un monismo cuyo principal pionero es el cristianismo. Lo que en el
Derecho romano se traduce en una necesidad de converger el orden político y el orden
religioso en la sociedad. Posteriormente explicaré las causas del continuo devenir que
sufrió el orden espiritual en los sistemas políticos hasta en nacimiento del ateísmo.
Por último, concluyo mi estudio, con una breve alusión al islam, como la religión que
mantiene las pilares de un nuevo cristianismo que se originó en Roma, que ha
conformado ordenamientos jurídicos cuyos preceptos son reflejo de una política y
moral meramente religiosa.
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INDICE
I. Introducción……………………………………………………………………..3-4
XV. Bibliografía………………………………………………………………………37
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I. Introducción
La consolidación del extendido imperio romano se acompañó en su proceso del
nacimiento de un nuevo tipo de Derecho, entretejido por romanos que supieron
amalgamar bajo su dominio a pueblos y culturas disímiles por medio de una armazón de
normas jurídicas de tal consistencia que posibilitó la organización social, económica y
religiosa de extensos territorios.
La enorme trascendencia de este Derecho radica, en que la fuerza de sus leyes para el
funcionamiento del cuerpo tanto social como político, conforma la base sobre la que se
asienta, en virtud del legado histórico recibido, el andamiaje jurídico y legal en todos los
órdenes de la vida de las naciones modernas.
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técnicos y metodológicos para alcanzar una adecuada interpretación de los preceptos
legales.
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II. Marco teórico (Contextualización):
Para hacer más sencilla la exposición y el análisis de mi trabajo de fin de grado y
partiendo de que debo abordar una temática tan extensa y polémica como lo es la
religión en todas sus facetas históricas, he decido hacer una contextualización del
mismo. En ella pretendo situar los periodos históricos y su incidencia social en el
Derecho de la Iglesia en sentido amplio y en el Derecho Romano en stricto sensu.
Por ultimo debo reseñar, que extraje la manifiesta periodificacion del Derecho
Canónico de Hervada, quien sintetiza la influencia de la Religión en los siguientes
presupuestos:
Derecho canónico en el Imperio romano: Siglos I al V.
Derecho canónico en la formación del orden medieval: Siglos V al XI.
Derecho canónico cásico: Siglos XII al XV.
Derecho canónico Y EL Estado Moderno: Siglos XVI al XVIII.
Derecho canónico DE LA Codificación: Siglos XIX y XX.
Mediante este esquema podemos observar las distintas fases que experimenta el
Derecho canónico (Derecho de la Iglesia) en conjunción al Derecho estatal y secular
que impera en función del momento social al que nos remitamos. Pudiendo extraer de
aquí, que la elaboración del Derecho Canónico es propensa a dirimir dos fases, una de
influjo romano y otra de influencia germánica. Con esto último aludo a que el Derecho
Canónico se consagra como un compendio de normas que derivan, de un lado del conjunto
de normas (Derecho consuetudinario) por las que se regían los pueblos germánicos
que invadieron el imperio romano de occidente y de otro lado de la amplia legislación
que legó el Derecho romano, persistente hasta la instauración del sistema jurídico
occidental actual. Coetáneamente, observamos un periódico clásico y una época de
decadencia con la llegada de Derecho Canónico moderno y la Codificación del Siglo XX
(Concilio Vaticano II)
De este modo resultará mucho menos confuso saber a qué época estoy haciendo
alusión a medida que voy exponiendo mi trabajo.
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III. La religión como elemento integrante de la cultura
humana
La realidad jurídica nos ofrece dispares fenómenos dentro los cuales sobresale el
fenómeno religioso por ser inherente a la sociedad. Empero, debemos tener conciencia
de que estamos ante un fenómeno que no es susceptible de regulación jurídico-social, pero
si posee unos caracteres eminentemente sociales, lo que se enclava en el principio “ubi
societas ibi ius. 1
Nace así la imperiosa necesidad de amalgamar en un ordenamiento jurídico
normas encaminadas a regular las manifestaciones colectivas del fenómeno religioso.
Si partimos de la idiosincrasia de que el derecho Canónico es el derecho de la Iglesia
católica debemos definir qué se entiende por “Derecho”.
El Derecho podemos entenderlo como “aquella estructura ordenativa de la vida
social de los hombres, fundada en la exigencia de justicia inherentes a la naturaleza de
la realidad societaria humana.”2 De estas líneas debemos interpretar que los caracteres
del orden jurídico se subordinan a la naturaleza del ámbito social que ordena y por lo tanto
tratándose de una sociedad de indiscutible influjo religioso, en el orden jurídico debe
predominar el fenómeno religioso.
El génesis de la Iglesia, concibe a la misma como un grupo social autónomo y
goza de plena libertad para organizarse, aunque haya sido objeto de diversas
conceptualizaciones jurídicas. Surge, de este modo, la concepción de Iglesia como
sociedad jurídica perfecta, en el sentido de que la Iglesia asume la misma naturaleza
que el Estado en base al ya citado principio “ubi societas ibi ius”. Esto ha sido
abruptamente cuestionado por juristas defensores del regalismo o luteranismo de los que
hablaré más adelante.
1. El factor trascendente en el pensamiento individual.
1 “ubi societas ubi ius”: máxima o aforismo latino cuya traducción es: donde hay sociedad hay derecho.
2 Definición a la que refiere el manual Derecho Cánonico, Antonio Martinez Blanco, reproducida por
Recansens Siches, Tratado general de la filosofía del Derecho.
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No puedo más que comenzar mencionando que la historia personal, esto es toda
historia humana particular y su incidencia ulterior en la historias de los seres humanos
en general, son el resultado de la libertad humana.
A riesgo de inmiscuirme y pecar de imparcial, comparto la visión un tanto
existencialista que concibe a la religión como una dimensión en la que infiere el hombre
libre, en contraposición al Derecho que se aplica coactivamente.Llegados a este punto, a
la hora de referirnos a la libertad en un plano individual, Hans Kelsen, desde una
perspectiva positivista nos habla de la relevancia de conceptualizar el ideal de igualdad
y libertad como principios propios de un estado democrático. De esta forma, la
necesidad de que nos gobiernen convierte nuestra libertad natural en una libertad social
o política.3
La religión romana, carece de un cuerpo doctrinal con soporte en “verdades
reveladas”. Religión, política y Derecho son tres planos plenamente imbricados que
conforman lo comúnmente denominado “lo romano”. Esto ocurre, con un asombroso
desparpajo, sin necesidad de que exista un orden político como tal, bien nos referíamos
a una ley constitucional o a un código civil tan asentado como el actual.
Por su parte, la religión romana descansa en un repertorio de creencias en un vasto
número de dioses. Surge de esta afirmación la particularidad de que el pensamiento
romano es histórico, práctico frente al plano filosófico, relativista y empírico en
contraprestación a la visión dogmática y absolutista que pueden tener autores como
Hegel en su dialéctica (criticismo filosófico) y por último es político y jurídico, sin atisbo
de moralidad o mítica alguna, respectivamente.4
3 Kelsen, hace una reminiscencia al contrato social que plantea el filósofo Kant para explicar la
transformación de nuestra libertad natural en una libertad social. La finalidad del hipotético contrato
social al que alude el filósofo esgrima la voluntad del Hombre de someterse en los ámbitos que nos
conciernen: social, político y por ende religioso. En esta obra, destaca Rousseau, quien concibe la
sociedad como corrupta y la causante de los males del hombre despojado de su estado natural.
Rousseau halla la solución en la constitución de una “asociación que defienda y proteja con toda la
fuerza común proporcionada por la persona y los bienes de cada asociado, y por la cual cada uno,
uniéndose a todos los demás, no se obedezca más que a sí mismo, y permanezca, por tanto, tan libre
como antes”.
4 Autor DUMÉZIL, la religione romana arcaica, ed. Milán, 1997, págs. 114-115.
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Partiendo de la importancia del plano Político en Roma, no es de menor relevancia
admitir que la Política, en el sentido de organización de la Nación, carecería de su potestad
sin el Derecho y la Religión (instrumentos de los que impera servirse).
De esto, desglosamos que existen en Roma dos formas de “comunión humana”, es decir
de sociedad: la familia- denominada así por Cicerón “prima societas in coniugio est” y
el Estado.
En las sociedades humanas mencionadas-Estado y Familia- coexisten
ordenamientos propios, tanto en lo religioso como en lo jurídico. Lo que actualmente
conforma el “derecho privado” era en Roma un derecho eminentemente familiar. El ius
por antonomasia, esto es por excelencia, tiene su génesis en el seno familiar. Así pues en
el mundo romano priman la familia y la “civitas” como arte de convivencia entre hombres
paterfamilias y iurisprudentes.
5 M. Guerra Historia de las religiones. I. Constantes religiosas, ed. Pamplona, 1980, págs: 22-23.
9
religión cristiana a la herencia histórica, esta es la cuestión política, que perpetra en la
historia de la Humanidad hasta alcanzar la actualidad.
Sin lugar a dudas, me refiero a un factor tan latente en nuestra cultura, como lo
es el Estado y su vasta y paradójica conexión con la Iglesia. Con la desconcertante
unión que constituye este orden político y religioso, surge un dualismo que incorpora
disimilitudes en la organización social.
Prevalece, por tanto una fundamentación social y jurídica del Derecho, que dejan
entrever que la realidad social es un reflejo del Derecho en sí, por lo que la Iglesia,
concebida como sociedad, aparece condicionada por los factores sociales que se dan el
seno de la misma. Asimismo, su fundamentación jurídica arguye en la extendida
doctrina que defiende que el sistema normativo de la Iglesia católica se conforma un
auténtico ordenamiento jurídico. Si bien somos conocedores de la recriminación, que
tras el Concilio Vaticano II expedito por Lombardía, sufre la Iglesia y su Derecho,
acusados de juridismo.6
En palabras de Carlos Corral7: “por muy precisos que sean los principios
informadores de las mutuas relaciones de los dos órdenes, nunca podrán dispensarnos
de su ulterior estudio […]”. No puedo estar más de acuerdo con su afirmación, pues son
los hechos históricos los que le han dado la razón.
Concluyo este apartado, haciendo hincapié en que a raíz del surgimiento del
monismo precristiano se construye este dualismo de órdenes que acaba con una
profunda relación de lo religioso en el plano social. Tal es así que la Religión forma
parte del establecimiento de las bases de convivencia en la nación política (Estado). Si
bien es cierto, que durante el siglo V en Occidente se instaura el reconocimiento de la
libertad religiosa a los cristianos en Roma lo cual se materializa actualmente en la
promoción de la dignidad individual de la persona en las formaciones políticas y
sociales.
7 Carlos Corral. Orden espiritual y orden temporal. Actas del III Congreso Internacional de Derecho
Canónico. Ed Pamplona.1979, págs: 559-606.
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IV. Roma primitiva
Haciendo una reminiscencia al marco teórico del Imperio romano, tal y como
señaló Hervada, la primitiva Roma (cristiandad) abarca de los siglos I al V. Nos
hallamos frente a un marco del cristianismo meramente urbano, que se difunde primero
en Oriente y luego se extiende a Oriente. Sin embargo, es el en siglo IV cuando el
marco histórico da un giro inesperado con la cristianización del Imperio Romano. A esta
etapa también recibe el nombre de constantiniana, ya que fue Constantino quien
constituyó las bases de una organización territorial eclesiástica conforme a los criterios de
unidad, jerarquía, eficacia y la autoridad del Pontífice en la Iglesia.
Como no pudo ser de otra manera, tras el desenlace histórico, La Iglesia se
convirtió en Roma o dicho de otro modo el cristianismo invadió al Imperio romano. Tanto
es así, que el Cristianismo y su Iglesia se consagran al margen del paganismo romano,
permitiendo así un pensamiento político de la Iglesia católica que sirvió de puente para
elaborar, mucho más tarde, la idea del Estado. Idea que tardaría en aceptarse por
considerarse primordial el orden espiritual frente al temporal, cuya connotación era
visiblemente negativa en tanto que se entendía al Estado como una necesidad impuesta
por la ambición y vicios que la alejaban completamente de la pureza que implicaba el
orden espiritual asentado en el pensamiento de la época.
Coexistieron numerosas etapas, de relevante mención; primero tuvo lugar la
etapa de las persecuciones, que recibe su nombre debido a que la Iglesia se consolidó al
margen del Derecho Romano. Podemos afirmar que el primer Derecho del que obtenemos
vestigios, es un Derecho eminentemente natural, lo cual extraigo textualmente
de la siguiente cita: “Ninguna verdad es superior a esta que nos dice que hemos nacido
para la justicia y que el derecho no se funda en la opinión, sino en la naturaleza”.8
En una segunda etapa observamos el reconocimiento de la Iglesia a finales del
siglo IV con el Edicto de Milán, manifiesto por Constantino; lo cual podemos se atañe a
la instauración del sistema de libertad religiosa y la convivencia de las religiones
cristianan y pagana.
8 Cita del manual La idea del Estado, Mario de la Cueva, pág. 37.
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V. Religión y derecho en el mundo romano
1. La conciencia entre el ámbito jurídico y religioso: ius fas
A pesar de la negativa constante hacia ese dualismo ontológico cristiano
(religión-política), podemos fundamentar dos razones por las que históricamente este
fenómeno se ha visto en la necesidad de convergerse; de un lado la fe de todo creyente
le lleva a obrar conforme al orden social y de otro lado porque aunque el poder político
pretenda desconocer el hecho religioso este factor se perpetra en la sociedad hasta nuestros
días.
En los inicios de Roma existió una íntima relación entre el derecho y la religión: el ius era
la ley humana; el fas la divina. La palabra latina ius, correspondiente al término castellano
Derecho, se utiliza tanto en su acepción de derecho subjetivo, como objetivo. No obstante,
a nosotros nos interesa la tercera acepción que recibe esta palabra, esto es, el sentido
dinámico de “posición justa” al que se refiere A d´Ors. Nos surge aquí, el problema de
encuadrar dicha clasificación en el extenso marco histórico del Derecho romano. Por el
contrario, si podemos afirmar que la oposición ius y fas de la que venimos hablando
pertenece al Derecho arcaico.
En cuanto a la convergencia entre Derecho y religión, cabe resaltar el término
diligentia, esto es así porque el hombre que presta su culto a los dioses, paterfamilias,
es el modelo prototipo en el plano familiar, y la auctoritas, 9en el plano político. En
contraposición el fundamento jurídico reside en el fas.
En la época romana más primaria, la voluntad divina dominaba sobre lo que a
posteriori se convierte en Ius. Ello, a tenor de que el Ius se erige como sistema jurídico
religioso durante mucho tiempo. Se constituye a base de elementos consuetudinarios
remitidos a la voluntad divina.
En la Roma arcaica, la relación entre la religión y el Derecho era estrechamente
íntima, de hecho el ius y fas conforman una unidad como prueba latente de esta unión.
En su origen, estas expresiones concernían a la licitud e ilicitud de determinados
comportamientos; Fas, como manifestación de la voluntad divina. Más tardíamente,
Cicerón aporta una concepción distinta, bajo la rúbrica de Derecho divino y humano,
escondiendo el hecho que supone que dos Derechos de contenido tan disímil diverjan,
9 Diligentia, paterfamilias y auctoritas. Constituyen tres locuciones latinas que expresan a la perfección,
el papel del hombre en el ámbito individual, familiar y con mayor transcendencia en el político.
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dada su paradójica unidad indivisible. A finales de la República, la jurisprudencia laica
secularizó el ius, diferenciando las normas que regulan las relaciones de los hombres entre
sí y con el Estado, de las que los relaciones con los dioses.
Mientras que el fas se erige como el pilar místico de todas las relaciones, el Ius los
acuerdos humanos, hablamos aquí de derecho subjetivo en stricto sensu, lo que en Roma
se concebía como poder otorgado a la norma jurídica dirigida por los pontífices.10
Es un hecho manifiesto, que tardíamente no se incida en la búsqueda del fundamento
del fas con base en que el factor jurídico se traslada al mundo laico. Resulta ineludible
en este momento, matizar que dicha afirmación no es sinónimo de que se produzca una
distinción entre ius humanun y ius divinum, o lo que viene a significar lo mismo,
concebir el ius y el fas como elementos separados.
Podemos concluir, haciendo alusión a la mente romana eminentemente política”
con todo lo que ello implica. Y es que cuando tachamos lo romano de político, hemos de
referirnos ineludiblemente a los principios jurídicos y religiosos que residen tácitamente
en la instauración de la sociedad civil. Ocurre que el sistema público en ocasiones
interfiere en el ius civile11.
La figura del pretor, además de crear su propio derecho: el ius honorarium, se
encarga de su promulgación, pues entre las funciones pretorias, destacaban la de derogar
o dejar sin vigencia normas del ius civile.
Cuando llegamos al periodo posclásico, es menester dividir al Estado en dos fases:
in iure y apud iudicem. Ello, obedece sin ninguna duda al hecho de que la religión y
Derecho son elementos de cohesión social que infieren en la mente política-romana, como
su esencialidad. La romanización fue un factor muy presente en el plano religioso a través
de la acción jurídico-política.
11 El término “ius civile”, también denominado “derecho civil o ciudadano”, proviene del latín en
referencia al conjunto de leyes comunes que les eran aplicadas a los ciudadanos en la Antigua Roma.
Estas leyes regían las relaciones entre los ciudadanos romanos. Cada pueblo que se rige por ciertas
costumbres y leyes, utilizan su derecho propio en conjunción con el derecho común a todos los hombres;
a este se le describe como derecho civil, es decir que es propio de la ciudad.
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VI. Ius civile y religión
1. Evocaciones religiosas en la Ley de las XII Tablas
La ley de las XII Tablas se erige como primera fuente del derecho romano y por
ende del ius civile, quien es objeto de una primera interpretación judicial, aunque
rudimentaria, que fue abriendo camino hacia la creación de un orden jurídico encaminado
a secularizar el ius civile. En este punto los juristas toman conciencia de la supremacía
del ius civile que se funda en el principio de lealtad a la palabra dada, es decir la fides.
Es lo que los romanos conocen como ius Gentium.
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doctrinales sobre su autenticidad (oficialidad que se presume y que para algunos autores
desmerece) y datación.
A pesar de que los edictos no constituyen una fuente del ius civil, si lo son del
Derecho Romano dado su carácter jurisprudencial. Alcanzan suma importancia los
edictos de los pretores y por consiguiente la codificación de estos edictos se consagra
como orden de influencia tanto en la jurisprudencia clásica como en el Corpus Iuris.
2. Pensamiento individual inherente en el Derecho romano
No es por menos, que debe elogiarse a Roma, cuyas aportaciones lejos de ser mera
historia “irrelevante” conforman el pilar de la Cristiandad que se convierte la Gran
Sociedad.
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Hay que tener muy en cuenta la fragmentariedad y la importancia de la
casualidad en la conservación de las fuentes de conocimiento que poseemos sobre los
grupos cristianos de los tres primeros siglos. Sabemos que hubo importantes grupos
cristianos en ámbitos culturales distintos del helenístico, y otros situados fuera de las
fronteras del Imperio. De algunos de esos grupos apenas se conserva ninguna fuente
escrita de nuestra época (caso del potente cristianismo de lengua siríaca). Dejándonos
escasa información directa de lo que pensaban esos grupos que vivían fuera del Imperio
Romano o en zonas fronterizas no plenamente helenizadas ni romanizadas.
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responsable del hombre. Adherido a los sujetos y el objeto como elementos integrantes
de la relación jurídica, se hallan los actos jurídicos que anexionan los sujetos con el objeto
en el mundo de los hechos jurídicos de relevante trascendencia en el ámbito del Derecho.
Debemos entender por hechos jurídicos a aquellos que inciden en el Derecho y a los que
éste atribuye eficacia para constituir, modificar o extinguir relaciones jurídicas. Al
producirse en el seno del Derecho Canónico estamos ante actos jurídicos canónicos.
Podemos clasificarlos atendiendo al Derecho en cuyo caso hablamos de actos lícitos,
pues lo ilícitos se abordan en el Derecho penal Canónico. Si, por el contrario aludimos
al sujeto y su actividad podemos distinguir las declaraciones de voluntad o negocios
jurídicos de los actos administrativos. De este último cabe reseñar que su procedencia
colinda con la potestad ejecutiva cuyo titular es la Iglesia ya que el ejercicio de la
función administrativa le compete al poder eclesiástico.
El derecho positivo impone una serie de formalismo de extrapolación actual, con ello
nos referimos entre otros aspectos a la validez y eficacia del acto jurídico, que requiere de
su realización por una persona capaz y demás formalismos previstos. Doctrinalmente nos
referimos a los elementos que conforman la capacidad, voluntad desprovista de vicios, y
manifestación de esa voluntad.
12 Breve reseña histórica de la etapa denominada “Edad Media” extraída del manual Historia del
pensamiento histórico, de Salvador Giner, pág. 132.
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pero quien se erige como padre fundador de la Iglesia con su obra Historiae adversus
paganos13. Ello infiere tardíamente, cuando la invasión islámica se asienta en nuestro país.
En las mismas líneas, se expande una corriente tendente a conservar las tradiciones
romanas, con Carlomagno como emperador, se vive una de las épocas más brillantes del
reinado y asientan las bases del célebre fenómeno histórico conocido como
“feudalismo”.
Adentrándonos en el siglo XVIII, el final de una época tildada de oscura,
Montesquieu introduce por primera vez el término feudalismo para referirse a un
sistema social. La Europa feudal y estamental, de origen meramente medieval y
trascendencia en la Revolución francesa, encontró su fundamento en el vasallaje, lo que
sustrajo un eminente conflicto en el plano tanto jurídico como religioso.
La etapa denominada Edad Media, surge un profundo retroceso, tanto en materia
de pensamiento y las filosofías sociales, como en el Derecho. De ello, cabe destacar la
recepción por los judíos del conjunto de creencias religiosas provenientes de la
expansión de la doctrina cristiana. La tradición judeocristiana no solo se alza como la
corriente de pensamiento más trascendental de toda la Edad Media, sino que se consagra
como uno de los rasgos fundamentales de la cultura occidental. Aunque induce a error
concebir a la cultura occidental como cultura cristiana, éste símil es válido en la época
medieval, dado que es sin lugar a dudas, la etapa histórica en la que más inseparables
son estos fenómenos.
A riesgo de que la edad media se confunda habitualmente con la fragmentación
en el ámbito político; lo cierto es que en el medievo existió una homogeneidad
subordinada a los principios que conformaban el cristianismo. Pues imperaba una
ideología común, con una escala de valores en la que la sociedad permanecía
absolutamente integrada a la religión. La problemática de esta ésta época residía en la
lucha que se dio entre los poderes internacionales, Imperio e Iglesia.
Permanecía latente en el medievo una disgregación entre sus estructuras y la rigidez de
sus ideales. Esto, se plasmaba en las conflictivas relaciones entre el Papado y el
13 Locución latina que refleja el importante hito cultural que suponen las tradiciones clásicas en lo
relativo al génesis de la sociedad y el funcionamiento del Estado.
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Imperio, su paradójica disparidad residía precisamente en su carácter necesario y
excluyente simultáneamente.
La iglesia logra instaurar unos principios que perpetran en la sociedad con la
finalidad de erradicar la devastadora esclavitud inmersa en el feudalismo, aunque para
ello se sirva de la “guerra santa” u otros fenómenos similares a modo de aplacar el ansia
bélica.
Las tensiones entre el orden político y religioso aumentaron en la Baja Edad
Media, lo que tiene su razón de ser en que la Iglesia al sentirse amenazada toma represalias
inútiles para intentar frenar la realidad que estaba aconteciendo. Una realidad que restaura
el Derecho romano como fuente de aplicación en el ámbito jurídico. Debo afirmar en este
punto, que el pensamiento occidental persistirá en su esencia cristiana.
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su seno público como privado, se basa en el honor personal, lo que actualmente
equiparamos a los derechos fundamentales que asisten a todo individuo.
Frente a la idea de ius, surge la de aequitas (equidad), a lo que actualmente calificamos
como igualdad en el sentido de valor fundamental que ostentamos todos los seres
humanos, contra las transgresiones de nuestros derechos.
Uno de los elementos principales del cristianismo es la cultura hebrea, que tiene
sus raíces en un judaísmo predominado eminentemente por la cautividad y su afán
incansable por alcanzar la libertad con su metafórica visión de la “tierra prometida”. Su
trascendencia radica en el surgimiento consolidado del monoteísmo, sintetizada en la idea
de un Dios único, creador de toda naturaleza. Dicho monoteísmo histórico lo podemos
asemejar a la relación tribu- Dios imperante en el pueblo Israel (máximo sustentador de
la religió judeocristiana) con la idiosincrasia Iglesia- Estado actual.
A pesar de constituir una fuente de carácter filosófica en el liberalismo moderno,
su auge lo alcanzan en plena crisis del pueblo hebreo (caída del imperio Judeo en manos
de la dinastía helenística de los Tolomeos) con el asentamiento de los pilares básicos del
pensamiento social cristiano. Fruto de una interpretación del Torah 14, que aglomeraba
las leyes de transito no solo moral sino también religioso y político, en un código
denominado Pentateuco.
El cristianismo se desarrolla coetáneamente al periodo conocido como pax
romana, sin embargo su naturaleza es doctrinalmente cambiante, en obediencia a las
necesidades sociales. A posteriori, con la consolidación de la institución imperial que se
inicia con el Principado y finaliza con la muerte de Nerón. Su relevancia denota la
humanización que experimentaron las normas en la mentada realidad social.
Si bien el papel de la Mujer, siempre estuvo relegado a un segundo plano,
alcanza aquí una mejor condición social, gracias a que se permite conseguir el divorcio
lo que desencadena una transformación en el pensamiento ético y moral-sexual de la
mujer que logra escalar en el plano social. La emancipación del género femenino, en
Roma, le otorga notables derechos que se anteponen a la concepción pagana, donde
valorizar a la mujer significaba connaturalizar el matrimonio consagrado en dicha
14 El Torah, equiparable a la Biblia, de incalculable valor para los judíos, ya que constituía no solo las
creencias religiosas sino también la Ley.
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cultura. Comienzan así las innumerables persecuciones a cristianos que se negaban a
aceptar del Imperio, fortaleciendo así su dogma.
Para Fedele, el fin del Derecho Canónico y por ende de la Iglesia Católica, tiene
lugar cuando se niegan los derechos subjetivos de la Iglesia. Hervada 15 es más explícito
y sostiene que dicho fin se produce cuando se instaura el “Orden social justo”.
15 Hervada es un filósofo del Derecho canonista español y primer sistematizador moderno del Realismo
jurídico clásico; autor de la mayoría de las teoría general del Derecho canónico que sustenta la tesis de la
escuela de Lombardía.
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Los emperadores no querían que el Papa les despojara de la facultad de investir
a los destinatarios de aquellos feudos y de obtener, a cambio, el provecho inherente a la
concesión feudal. Privar al emperador de su facultad de investir a los titulares de los
feudos eclesiásticos equivalía a quitarle el derecho de nombrar a sus colaboradores y
sustraerle buena parte de sus vasallos, sus valedores financieros, los que le sustentaban
militarmente. Todo esto era parte de la lucha entre los Poderes universales que se
disputaban el dominio del mundo.
A comienzos del siglo XI, ante un Papado impotente, el emperador Enrique
III (1039-1056), dispensó multitud de cargos eclesiásticos.1 Tras la muerte de Enrique
III surge un movimiento tendente a liberar al papado del sometimiento al imperio. En
todo el mundo cristiano empieza a reivindicarse la libertad de la Iglesia para nombrar a
sus cargos.
Al decreto papal de 1073 sobre el celibato, siguieron otros cuatro decretos
dictados en 1074 sobre la simonía y las investiduras. Visiblemente, las miras de
Gregorio VII eran políticas e iban encaminadas a minar la autoridad imperial del Sacro
Imperio Germánico en particular, puesto que las disposiciones no se promulgaron ni
en España, ni en Francia ni en Inglaterra. La reacción por parte de las autoridades
civiles y de los mismos clérigos afectados fue virulenta, corriendo peligro en muchos
casos la integridad personal de los legados vaticanos enviados para publicar y hacer
cumplir los edictos del Pontífice.
Por último, el Papa no suavizó sus métodos, al contrario, dictó nuevos decretos
en 1075 (veintisiete normas compendiadas en los Dictatus papae que repetían las
prohibiciones de los decretos anteriores con mayor severidad en las penas, con alcance
que se extiende hasta la excomunión par los laicos.
16 Definición extraída del manual Lecciones de Derecho Canónico, de Pedro Lombardía. Pág. 15.
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De igual modo, si nos decantamos por definir al Derecho Canónico como “el
conjunto de normas por las que se rige la Iglesia conformando un ordenamiento jurídico”.
Es imperioso remitir tal concepción normativista del Derecho Canónico a la Escuela
dogmática italiana. Superada a su vez por Hervada a la hora de explicar la relación
Derecho humano-Derecho Divino; donde el Derecho no es solo una norma que opera
como instrumento externo a la sociedad sino que es inherente al grupo social pues la
ordena, estructura y organiza. Asimismo, de entre sus funciones reseñamos la equidad
como puente entre el derecho divino y la “aequitas” 17 (norma aplicable) como puente
supletoria del Derecho inmiscuido.
Respecto de sus ideas fundamentales, podemos reseñar que cualquier
ordenamiento jurídico debe responder a uno presupuestos ideológicos y culturales que
otorguen cohesión a la resolución de conflictos que surgen en el seno de los grupos
sociales instaurados en cada sistema de Derecho vigente.
En segundo lugar, es menester mencionar que el devenir histórico es esencial en
el Derecho canónico, así como en cualquier otro ordenamiento que ahonde en la idea de
búsqueda de fe.
Por último, y a mi juicio lo más importante, es imprescindible dedicar unos
segundos a observar que el Derecho objeto de nuestro presente análisis se apoya
imperiosamente en la realidad dualista de orden jurídico y social que aporta el
cristianismo. Con ello, afirmamos no solo la coetánea independencia de la Iglesia respecto
del poder civil, sino también la autonomía del poder eclesiástico.
Surge de estas líneas, la controversia que subyuga el hecho de que los principios
religiosos precisen de un Derecho profano18. Su razón de ser la podemos acotar a la idea
de concebir la Iglesia como pueblo, sociedad y comunidad; sabiendo que la misma se
erige como un misterio de fe.
La hostilidad de la Iglesia hacia el Derecho tienen su fundamento en que este
último
17 Latinismo que se utiliza cuando la aplicación de un precepto legal subyace una injusticia.
18 Derecho profano, término que hace alusión al concepto que proviene de una noción latina que se
traduce en “delante del templo”. Es profano, por tanto, todo lo que se considere “irrespetuoso” para la
religión.
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Se erige como unidad jerárquica superior, cuyo origen lo podemos encontrar en Roma y
su ulterior acogida en el resto del mundo. Más, esta dualidad persiste a lo largo de la
historia, inclusive en el mundo contemporáneo con la dialéctica hegeliana.
La Iglesia, constituida por una estructura orgánica conforme a la voluntad de Dios, postula
un principio de orden social con base en el equilibro mediante la realización de la justicia:
el Derecho Canónico.
El Derecho Canónico incide en la eficacia normativa, como en los principios
informadores de las relaciones jurídicas. Su Derecho lo podemos desdoblar en Derecho
divino y humano. Mientras que la perspectiva divina hace una reminiscencia al conjunto
de factores jurídicos que tienen como autor a Dios, de manera que las normas de
Derecho humano carecer de valor alguno si no se subordinan a la misma.
Encontramos el origen del derecho divino positivo ya mencionado en dos
vertientes, desde la visión positiva detectamos las soluciones jurídicas canónicas que
pueden surgir como resultado de la aplicación del Derecho divino. Desde un punto de
vista negativo, observamos el carácter exclusivo que implica el hecho de que Derecho
humano carezca de validez si se opone al Derecho divino.
Llego a la conclusión de que el Derecho divino infiere en el campo del Derecho,
no sólo cuando es incorporado al conjunto de normas positivas, sino también cuando se
utiliza como dato crítico para enjuiciar al Derecho Canónico vigente como fuente de
inspiración para la reforma de la organización eclesiástica o legislativa.
Coetáneamente al hecho de que el derecho Canónico es el que ostenta la fuerza coactiva
necesaria para hacer cumplir las normas, la Iglesia no dispone de dicho poder persuadir
a quien decida abandonarla, sino como una entidad voluntaria de carácter ético y moral
pero no jurídico.
Derecho Canónico clásico presenta una serie de notas esenciales, lo primero que
debo sacar a colación es el periodo que abarca, comprendido entre 1140 y 1325.
Durante estos siglos perdura de un modo coherente este sistema de Derecho que conforma
un engranaje junto al cristianismo que invade todo Occidente.
Como en todo ordenamiento, preexiste una autoridad con potestad legislativa,
siendo en este caso el Papado quien desempeña la función “jurisdiccional”, de juzgar y
aplicar su ley mediante decretales19. Asimismo la técnica jurídica del Derecho Canónico
19
Decretales: soluciones casuísticas elevadas a la decisión pontificia por autoridades eclesiásticas de rango
inferior. Definición extraída del manual Lecciones de Derecho Canónico, Pedro Lombardía. Pág.31.
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proviene de la huella que el Derecho Romano ha implantado, cuya manifestación reside
en la colección denominada Lex romana canonice compta.
Ulteriormente cabe hacer mención a que esta ciencia jurídica se refleja en las
universidades de entre las que despunta Bolonia. En el silo XI aparece en Bolonia, la
Universidad más antigua, el primer foco de renacimiento de los estudios romanos. Éstos
guardan una estrecha relación con la jurisprudencia clásica romana, conocida a través
del olvidado Digesto y en mayor medida del Corpus Iuris civile, del que se sirvieron los
Glosadores para comentar las obras de Justiniano. Allí también reside la recopilación
privada perteneciente al maestro Graciano, una serie de colecciones canónicas que
supusieron el cuerpo doctrinal donde se apoya todo el compendio que conforma el sistema
del Derecho Canónico. Obra que supone el comienzo de la escuela de los glosadores,
juristas que se dedicaban a “comentar” los textos de sus alumnos; criticados ulteriormente
por los humanistas por falta de crítica histórica. La técnica utilizada por estos últimos se
manifiesta en el Corpus Iuris Canonici.
Con independencia de la influencia del humanismo, el derecho Canónico persistirá
durante los siglos XVI Y XVII, aunque con la ineludible disociación de la ciencia
canónica respecto de la ciencia jurídica secular. Ello obedece al surgimiento de un
pluralismo filosófico y religioso que se asienta en el mundo moderno.
A tenor de lo dicho a priori, extraemos como síntesis que el Derecho Canónico
ineludiblemente se erige como pilar fundamental del Derecho medieval. Es lo que
conocemos como Derecho Común, compilación conformada por la recopilación
justinianea en materia civil y el Corpus Iuris Canonici en materia de Derecho Canónico.
Siendo testigos de que el Derecho común fue el culpable de cristianizar el
Derecho Romano, es inexorable mentar que su declive tiene su razón de ser con el triunfo
del papado y por ende con el nacimiento del espíritu laico. No sin dejar como legado un
aglutinamiento de aportaciones técnicas que influenciaron a la ciencia jurídica.
El Corpus Iuris Canonici dirime diversas etapas que ahondan desde comienzos del siglo
XV la idea de unificación de todas las colecciones canónicas, colindantes con el fin de
la Edad Media y la elaboración de los concilios de Trento, introduciéndonos así en la
época moderna hasta alcanzar la codificación.
Podemos, en sentido amplio entender el Derecho Canónico, como “ius sacrum”
(derecho sagrado) pues opera en el ámbito de la fe, no sin olvidar que su verdadera
finalidad es la justicia y no la deidad. Si bien el derecho participa de una triple
25
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dimensión: hecho, (realidad jurídica eclesial) valor (referente a la justicia) norma (ley
canónica o costumbre). También ostenta un valor sobrenatural, ya que por concebirse
como derecho de la sociedad de la Iglesia tiene un fundamento místico cuyo fin último
es la Iglesia.
Partiendo de que “el Derecho Eclesiástico, se concibe como el sector del
ordenamiento jurídico del Estado que regula la dimensión jurídica de la vida del
hombre en cuanto a que se manifiesta como factor social específico”20.
Hemos de tener en cuenta que tanto el Derecho Canónico que venimos
estudiando como el Derecho Eclesiástico se configuran como disciplinas jurídicas
autónomas. Ello implica dedicar una breve mención al hecho de que esta última conjuga
las relaciones entre el Derecho Canónico per se y el Derecho del Estado,
paradójicamente entrelazados. A razón de las aportaciones técnicas que el derecho de la
Iglesia extrae de la cultura jurídica en los ordenamientos seculares.
Cabe añadir que la Ley canónica se concibe como “un acto de la potestad
legislativa de la Iglesia, dotado de generalidad, cuyo tenor se expresa en una fórmula
fiada mediante la promulgación.” Dicha potestad legislativa radica en el romano Pontífice
y el Colegio Episcopal, sin perjuicio de que las leyes dictadas por los Concilios
carezcan de fuerza de obligar sin la previa revisión de la Santa Sede. Asimismo el
Derecho Canónico contempla a la Costumbre, entendido en su sentido contemporáneo,
como usos propios de las comunidades con eficacia normativa conforme a los
principios que el legislador prevé en el Código; tal es así que incluso tiene potestad
para derogar a la ley.
Históricamente, hemos podido comprobar y por ende afirmar que el
Cristianismo ha influido decisivamente en la evolución del Derecho Occidental en
cuanto a la organización de la sociedad respecto del ordenamiento jurídico estatal. Su
trascendencia no solo afecta a la dogmática de Justiniano sino a la flagrante necesidad
de combatir las soluciones jurídicas consolidadas en la sociedad pagana. No obstante, la
crisis del Derecho Canónico clásico, a la que ya me he referido, conllevará a la
apocalíptica intromisión del laicismo al ámbito del Derecho con incidencia en la
jurisdicción estatal.
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A raíz de lo dicho a priori, podemos extraer como síntesis, que el dualismo
cristiano es de difícil comprensión en sentido amplio desde una perspectiva
contemporánea del Derecho donde impera un Estado laico y pluralista que se cimenta al
margen de la idea sobrenatural de Dios.
Hallamos la manifestación de dicha escisión del Derecho romano en el Concilio
Vaticano II que compila la libertad religiosa en el marco de la tutela constitucional e
internacional de los derechos humanos. Todo ello con el fin de alcanzar una perfecta
relación entre la Iglesia y los poderes públicos con incidencia en el orden civil.
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Lombardía, fundador de la escuela que recibe su nombre. Es un canonista y eclesiasticista, pionero del
estudio del Derecho Eclesiástico del Estado en España.
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El periodo canónico clásico tiene una dimensión que engloba desde el siglo XII
al XV.
Es una etapa que mantienen en predominio a los Pontífices, hasta que se instaura
el Renacimiento, como nuevo pensamiento de regresión de la antigüedad clásica cuya
aparición quebranta la armonía ideológica existente en el mundo medieval.
Es en el último siglo de la Edad Media, donde se evidencia con mayor claridad
el abandono de la razón dogmática imperante en la Iglesia Católica, categorizando a la
teología de ser la culpable de enajenar al espíritu del hombre. Surgió así, como
consecuencia inminente de los hechos que acaecieron la secularización del poder
político como muestra clara del “hombre nuevo de la Antigüedad”. El hombre dejó de
acudir a la verdad (abandonando la concepción universalista de la Iglesia Católica)
revelada por Dios y comenzó a utilizar la razón para explicar la naturaleza y los principios
que le llevarían a resolver los problemas humanos, individuales, sociales y políticos.
Considero, necesaria hacer una breve reseña al Renacimiento como época
transitoria entre el legado del dualismo romano y su recepción en el mundo
contemporánea. Surge en pleno auge renacentista, un compendio de derechos que
introducen una nueva legalidad burguesa que nada tiene que ver con el clérigo que
imperaba como institución dominante en la Edad Media.
Concluyo este aparatado con una cita que a mi juicio refleja la trascendente
incorporación del Renacimiento no solo a la evolución histórica, si a la concepción
teológica existente hasta el momento, suponiendo un antes y un después en la coyuntura
Religión-Estado latente en todo el devenir de la humanidad:
“El Estado renacentista fue la centralización de todos los poderes”22.
Entre los siglos XVI, XVII Y XVIII, tiene lugar un fuerte cambio de la geografía
cristiana, el Imperio romano de oriente es invadido y pasa a manos del imperio otomano
22
Famosa definición del profesor alemán Heinrich Triepen en La Universidad de Berlín de 1933. La idea del
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28
ya desde mediados del siglo XV, extendiéndose así el cristianismo por el “nuevo
mundo”: Asia, África y Asia. En estas líneas se consolida el Estado moderno, cuya
diferencia principal reside en la creación del ejército, la administración de justicia, la
burocracia y el Derecho real.
La labor de los monarcas cristianos de la época, consistía en intervenir en la
administración de la justicia para elaborar su Derecho, lo que se denomina regalismo en
España o galicismo en Francia. A dicha herramienta burocrática moderna se le conoce
como Curia romana.
En pleno siglo XVI nace el movimiento religioso llamado “Contrarreforma”23
con la entera finalidad de purificar las estructuras eclesiásticas, aunque con defectos
dogmáticos. Su máxima expresión la encontramos en el Concilio de Trento, que estipula
las bases del derecho de esta época (derecho Canónico tridentino).
Es la burguesía un eslabón de interés, pues más allá de constituirse como una clase
social, manifiesta la posibilidad de alcanzar la riqueza con el trabajo. Sin perjuicio de que
nos resulte mundano, nada más lejos, estamos ante una nueva ética que erige los pilares
del protestantismo24 trasladando la medida humana del éxito y la felicidad en una medida
divina.
La corriente burguesa influye en toda Europa de un modo vertiginoso, tal es así
que Italia se convierte en la mater fundadora del Renacimiento, y con ello de la
secularización del de la mentalidad occidental.
Su lenta recepción en Occidente, no impide el asentamiento del Humanismo, que tiene
su dicotomía en las enseñanzas de los antiguos filósofos, cínicos, independientemente
de la reacción que da lugar a la Reforma protestante y Contrarreforma católica.
Maquiavelo, presencia el desmoronamiento del orden político medieval y en suma
el fin de la autoridad religiosa dominante (pontífices y papados). Su pensamiento social
descansa sobre la ausencia de teorías vanas y dogmáticas. Sus obras carecen del elemento
hegemónico hasta ahora: la teología; se centra en el acto político puro
23
Contrarreforma, fenómeno que surge como respuesta de la Iglesia católica dada a la reforma
protestante de Martín Lutero, que había debilitado a la Iglesia. Su objetivo principal fue renovar la Iglesia
y evitar el avance de las doctrinas protestantes.
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despojándose de las directrices teóricas o ideológicas acerca de la acción política. Es
por esa razón que se erige como el precursor de la sociología moderna.
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A razón de que el poder ejecutivo asegura el cumplimiento coercitivo de las
leyes, el poder judicial administra el derecho, “juzgando y haciendo ejecutar lo juzgado”
y el poder legislativo se encargue de la elaboración de las mismas; obtenemos un
sistema de gobierno amparada en la división de poderes como garantía de
descentralización del poder para que no recaiga en una única persona y cuya supremacía
corresponde al Pueblo.
En palabras de Fichet: “El pueblo nunca es rebelde […] es de hecho y de derecho el poder
supremo, al que ninguno supera, es la fuente de todo otro poder y sólo responsable
ante Dios”25. Por ende, la soberanía solo tiene sentido en aras de la unión entre la política
y religión para poder servir de fundamento todo orden social legítimo. Maistre incide en
las siguientes afirmaciones: el carácter absoluto y el carácter infalible de la soberanía: el
espiritual y el temporal.
25
Johann Gottlieb Fichte fue un filósofo alemán de gran importancia en la historia del pensamiento
occidental. Discípulo de la filosofía crítica de Kant y precursor de la filosofía del espíritu de Hegel, es
considerado uno de los padres del llamado idealismo alemán.
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denotamos que con la Reforma esta connotación negativa desaparece con el
asentamiento de la actividad ética civil, convirtiéndose la religión en fundamento del
Estado. En tanto que, la Religión se manifiesta como representación de la fe, el Estado
incardina la razón y el pensamiento. Esto se traduce en que al idealismo de la religión se
contrapone la realidad del Estado como base de organización de las instituciones de la
libertad. No obstante, gracias a la educación y al culto la religión se puede insertar en la
realidad institucional del Estado constituyendo así una relación entre él y las Iglesias.
Partiendo de que el acto jurídico más relevante de esta época y de toda la historia
de la humanidad fue la “Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano de 3
de noviembre de 1789”. A raíz de la misma y por la naturaleza propia que adquirió la
Ilustración, se consagra la idea de un derecho natural laico; idea que se perpetra con la
33
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afirmación de que “cada hombre debe formar y sostener una sociedad pacífica hacia los
demás hombres, conforme a la Constitución y al respeto del género humano”.26
Razón por la que, los autores que defienden este cambio permanecen férreos a
oponerse a las soluciones dogmáticas que enajenan al ser humano y como consecuencia
de su temor al retorno del hombre a su naturaleza, manifiestan un existencialismo
humanista que se esfuerza por demostrar a la persona como un valor supremo,
independiente y libre del universo.
Debería, y en efecto lo es, concebirse la libertad del ser humano como la acción
que le permite decidir libremente sobre sí mismo y sus actos y a la vez le permite inferir
en los de los demás. Estamos, entonces ante el eterno dilema de justificar la necesidad
de un Estado (entendido como cuerpo de leyes que necesariamente deben aplicarse a la
sociedad y que desafortunadamente no existe otra opción que de un modo coactivo). Y
verdaderamente así es como nace el Estado, como una realidad humana, concreta, que
tiende a un bien humano concreto: el bien común27.
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Cita comprendida en el manual La idea del Estado, Mario de la Cueva. Pág. 234.
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Dejando a un lado, el carácter eminentemente histórico de mi estudio sobre las
religiones en las diversas etapas de la humanidad, en este punto voy a centrarme en la
perspectiva más contemporánea de la religión, que para mí se origina con la llegada del
Capitalismo. Si bien sus raíces, o dicho de otro modo sus antecedentes históricos son la
Codificación, o la Ilustración su fundamento es una globalización mundial que abarca la
política, la ética, la economía y la religión en un afán utópico por unir todos estos aspectos
para alcanzar así la igualdad y la paz en una sociedad que se presume nueva, democrática
e igualitaria a nivel mundial.
La realidad, más o menos distinta no es tan ideal, es más bien pragmática. Tanto
así que vivimos en una sociedad tan plural que admite la paradójica convergencia de
culturas laicas, aconfesionales o islámicas en continuo conflicto.
Hegel, una vez más merece mi atención, cuando se perpetra en sus escritos una
crítica punzante a la religión, culpándola de ser la autora de una sociedad tergiversada.
Pero son sus discípulos quienes ahondan aún más en el origen de las religiones, viendo en
la religión la miseria real en la que han vivido los hombres: “la Religión es el opio del
pueblo”. Una afirmación tan rotunda como controvertida, que ha sido objeto de
incansables debates que permanecen en la actualidad.
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reminiscencia a los comienzos del cristianismo, que luchó por la libertad de conciencias
con el poder imperial y el ímpetu de la religión pagana.
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Cita manifiesta en el Manual historia de la Filosofía del Derecho y del estado. Idealismo y Positivismo.
Antonio Truyol y Serra. Pág. 201.
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Las Cruzadas componen una serie de campañas lanzadas durante cuatro siglos con la finalidad de que
los cristianos consiguieran la conquista de la guerra santa” y el exterminio del mundo islámico.
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fue captado seguidores en La Meca hasta nuestros días. No obstante los musulmanes
cuando se refieren a la umma, comunidad religiosa, no hablan únicamente de la religión
musulmana, sino también de la judía y cristiana. Es por tanto la umma una colección de
leyes y preceptos religiosos como la “Sharia”, ley divina que deben obedecer los fieles.
La “Sharia” no es eminentemente un factor religioso, inexistente en el mundo cristiano,
estamos ante un modo de vida, una autentica cultura que deben y siguen de un modo
incondicional los musulmanes devotos para guiar su vida.
Si dedico tiempo a un amplio análisis del Islam, no es solo porque se erige como
la segunda religión más predicada, sino porque es el legado que deja el imponente e
infinito cristianismo, no en su sentido estricto. Me refiero a la necesidad humana de
creer en una vida más allá de la terrenal, sirviéndose para ello de Dios, un ser en
nombre de quien justificar un modo de vivir y actuar. Y efectivamente es así, para
infortunio de quien concibe la Religión como una de las causante de los problemas del ser
humano a lo largo de toda la historia, el Islam no es solo una religión, es la que dirige
la vida social, moral y política de muchas personas, históricamente y en la
actualidad.
Debo reseñar que cuando aludo al islam como una cultura además de una religión,
lo hago con conocimiento de causa. Esta religión no se limita a cultivar la fe de un modo
espiritual sino que muchos de sus preceptos van dirigidos a la caridad humana. De ellos,
yo voy a mencionar sólo dos para no extenderme en una dialéctica que podría hacerse
eterna. En primer lugar se conforma como el tercer pilar del islam al ayuno o más
conocido como Ramadán, esta práctica que supone restricciones a los musulmanes que
deben abstenerse de comer y bebe en horas diurnas no obedece a un capricho religioso
sino a que tomen consciencia del modo más empático posible del hambre, la pobreza y
miseria de los más necesitados. En segundo lugar, el cuarto pilar lo forma el zakat o
limosna que se solicita a aquellos musulmanes que puedan permitírsela para ofrecerla a
los grupos de la comunidad islámica más desfavorecidos.
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expansión que alcanza a Occidente es una consecuencia directa de la colonización
basada en los siguientes aspectos:
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