La Infidelidad en La Pareja y Su Recuperación
La Infidelidad en La Pareja y Su Recuperación
La Infidelidad en La Pareja y Su Recuperación
Introducción
El perdón
Quien nos ha hecho daño nos ha clavado en un anzuelo que nos atraviesa las
entrañas haciéndonos sentir un gran dolor. Queremos darle lo que se merece,
tenemos ganas de hacerle sentir lo mismo y meterle a él en el mismo anzuelo. Si
nos esforzamos en hacerlo, lo haremos tirando de él desde el anzuelo donde él
nos ha metido. Cuando hablamos de hacer algo, o pensamos en hacerlo, estamos
intentado meterlo en el anzuelo. Mientras lo metemos o lo intentamos, nos
quedaremos dentro del anzuelo, porque para salir nosotros tendremos que
sacarle a él antes. Si salimos del anzuelo, tendremos cuidado de no estar muy
cerca de él porque nos puede volver a meter en el anzuelo y si alguna vez nos
juntamos tiene que ser con la confianza de que no nos va a volver a hacer daño.
La superación de la infidelidad
Evaluación de la infidelidad
El proceso de perdonar
Más detalles sobre pedir perdón y perdonar los puedes encontrar pinchando aqu
Bradley y sus colegas (Bradley, Greene, Russ, Dutra, y Westen, 2005) analizando los
estudios experimentales sobre los resultados de los tratamientos basados en la
exposición han encontrado que el 67% de los pacientes que siguen y completan alguno
de los tratamientos no vuelven a presentar síntomas. Siendo estos resultados muy
prometedores, hay que señalar que las terapias basadas en la exposición tienen algunas
limitaciones.
Por todo esto, se han desarrollado nuevas terapias que suponen un menor sufrimiento
y proporcionan una mayor motivación en los pacientes y en los terapeutas para llevarla
a cabo. En concreto, la terapia de aceptación y compromiso (Hayes, Strosahl,
Wilson, 1999, 2013) es una terapia cognitivo conductual de tercera generación. En ella
la exposición toma una nueva dimensión al cambiar el objetivo de reducir la
ansiedad por el de poder elegir otra conducta que le permita seguir los propios
valores en situaciones amenazantes (García Higuera, 2006).
El miedo es una reacción emocional que está al servicio de la supervivencia del ser
humano, porque nos libra de amenazas y peligros. Por eso, va contra nuestro
condicionamiento genético enfrentarlos. En consecuencia, los afrontaremos cuando
tengamos una razón que lo justifique. De aquí, la importancia de este cambio de objetivo
que nos lleva a la estrategia de aceptar el sufrimiento porque hay un buen motivo para
ello. Se convierte en un sufrimiento con sentido y, por tanto, consentido (aceptado). La
exposición planteada así es mucho menos dura y el paciente está motivado para
realizarla. Detalles de la aplicación de esta terapia al trastorno por estrés postraumático
se pueden encontrar en (Orsillo & Batten, 2005; Walser y Hayes, 2006; Gallo, 2016).
Gallo (2016) propone un protocolo de tratamiento del trauma con los objetivos que
marcan los procesos psicológicos básicos que aborda la terapia de aceptación y
compromiso:
Resumiento, el núcleo del tratamiento del trauma desde esta terapia es una exposición
flexible y autocompasiva guiada por los valores del paciente (Harris, 2016).
Las técnicas para lograr estos objetivos terapéuticos están incluidas en nuestro curso
“La práctica de la terapia de aceptación y compromiso”.
Partiendo de que la causa más probable de que se mantenga el trastorno por estrés
postraumático es la evitación experiencial, la terapia de aceptación y compromiso
propone un entrenamiento que implica una nueva filosofía de encarar la vida. La
elección que ha hecho, (o que hará en la terapia), de las consecuencias a largo plazo
que desea el paciente (valores) define la motivación que dirige la conducta del paciente
en cada situación concreta, y no la de eliminar el sufrimiento. Y el compromiso para
realizar las conductas que le acercan a sus valores le lleva obligatoriamente a realizar
una exposición compasiva, que se puede entrenar y/o realizar en las sesiones
terapéuticas. Así, se expondrá:
Sobre el estado de alerta e hipervigilancia hay que consideara que el paciente no está
atento a lo que realmente ocurre en ese momento, sino que busca indicios de la posible
aparición de lo que teme que ocurra y que, normalmente, no se da. Ejercicios de
mindfulness, como los ejercicios de darse cuenta (Stevens, 1973) le ayudarán de
manera efectiva a reducir su estado de alerta.
Las conductas de evitación, generalmente, necesitan una gran activación para luchar o
huir. Sin embargo, hay que tener en cuenta quetambién pueden ser de
desactivación. Cuando se considera que el abuso o el daño es inevitable, pueden
ser efectivas otro tipo de comportamientos que no lleven al enfrentamiento directo. Por
ejemplo, las conductas de sumisión tratan de desactivar el ataque dando la razón al
atacante o minimizando el daño que causaría un enfrentamiento con un enemigo mucho
más potente. Quedarse quieto ante un peligro potencia la probabilidad de pasar
desapercibido. Estas reacciones son más frecuentes en personas que en su infancia se
han enfrentado a un abuso continuado por parte de un adulto del que les ha sido
imposible escapar. Asociados a esta reacción aparecen elementos disociativos, en los
que la persona se disocia de sí mismo como si lo que está viviendo no lo sintiera en su
propio cuerpo. (Ogden, Pain, y Minton, 2009).
Aunque los pacientes adultos no muestren conductas como las que se mencionan en
las descripciones diagnósticas del trastorno por estrés postraumático, se ha de tener en
cuenta en la terapia la existencia de posibles problemas en las relaciones vinculares del
paciente, porque, cuando están afectadas, es difícil que el paciente siga las indicaciones
del terapeuta (Gold, 2011; Stricker y Gold, 2013).
(Si estás interesado en la bibliografía citada en este artículo, puedes ponerte en contacto
con el autor mandando un mail a )
28/11/2016
El perdón
Cuando nos hacen daño la reacción inmediata y lógica es ir contra quien nos lo hizo;
pero esta reacción lógica y natural tiene sus problemas. A corto plazo, tratas de impedir
que el daño continúes; pero si la acción sigue por mucho tiempo, te puedes ver reflejado
en la siguiente metáfora:
Cuando alguien te hace daño es como si te mordiera una serpiente. Las hay que tienen
la boca grande y hacen heridas inmensas. Una vez que te ha dejado de morder, curar
una mordedura así puede ser largo y difícil; pero cualquier herida se cierra finalmente.
Pero el problema es mucho peor si la serpiente es venenosa y, que aunque se ha ido,
te deja un veneno dentro que impide que la herida se cierre. Los venenos más comunes
son el de la venganza, el del ojo por ojo y el de buscar justicia y reparación por encima
de todo. El veneno puede estar actuando durante muchos años y, por eso, la herida no
se cierra, el dolor no cesa durante todo ese tiempo y tu vida pierde alegría, fuerza y
energía.
Cada vez que piensas en la venganza, o la injusticia que te han hecho, la herida se abre
y duele, porque recuerdas el daño que te han hecho y el recuerdo del sufrimiento te
lleva a sentirlo de nuevo.
Sacar el veneno de tu cuerpo implica dejar de querer vengarse, en resumen, dejar de
hacer conductas destructivas hacia quien te mordió. Como te decía, solamente
pensando en la venganza el veneno se pone en marcha. Por eso, si quieres que la
herida se cure, has de dejar los pensamientos voluntarios de venganza hacia quien te
hizo daño.
Indudablemente tendrás que procurar que la serpiente no te vuelva a morder; pero para
eso no tendrás que matarla, basta con evitarla o aprender a defenderte de ella o
asegurarte de que lo que ha ocurrido ha sido una acción excepcional que no se volverá
a repetir.
Qué es el perdón
Algunos consideran que perdonar no solamente incluye que cesen las conductas
dirigidas contra el ofensor, sino que incluye la realización de conductas positivas (Wade
y otros, 2008). Como indica la metáfora anterior, es preciso dejar de pensar en las
conductas destructivas; pero dejar de pensar en algo voluntaria y conscientemente lo
único que consigue es incrementar su frecuencia (Wegner, 1994). En consecuencia,
para perdonar, es preciso comprometerse, por el propio interés, con el pensamiento de
querer lo mejor para esa persona, aunque sea solamente que recapacite y no vuelva a
hacer daño a nadie o deseando que le vaya bien en la vida, etc.
El considerar que hay distintos niveles de perdón, implica que para entender realmente
en qué consiste el perdón terapéutico y hasta donde está dispuesto a llegar el paciente,
sea necesario explicar con detalle el proceso que se va a seguir para perdonar.
Qué no es el perdón
Debido a que perdón es una palabra muy cargada ideológicamente, proponer los
pacientes que realicen un proceso de perdón puede llevar a malos entendidos y por ello
es necesario discutir con ellos qué es y qué no es el perdón que se propone. Algunos
de los puntos que puede ser necesario aclarar son los siguientes:
El perdón no incluye obligatoriamente la reconciliación. Perdonar o pedir perdón son
opciones personales que no necesitan de la colaboración de la otra persona. Sin
embargo, la reconciliación es un proceso de dos. Por ejemplo, el perdón no supondrá
nunca restaurar la relación con alguien que con mucha probabilidad pueda volver a
hacer daño.
El perdón del que se trata tampoco supone obligatoriamente levantar la pena al ofensor
y que no sufra las consecuencias de sus actos. Para que se dé la reconciliación es
preciso que el ofensor realice una restitución del daño que ha causado, si es posible, o
cumpla la pena que la sociedad le imponga. El perdón consiste en que el que perdona
deja de buscar activamente que se haga justicia y es parco en las consecuencias que
busca y, sobre todo, no intenta obtener una descarga emocional junto con la justicia.
Perdonar no es síntoma de debilidad, porque no se trata de dar permiso al otro para que
vuelva a hacer daño, sino que se puede perdonar cuidando de que no nos hagan daño
de nuevo.
El proceso de perdonar
Cuando perdonar
Quien nos ha hecho daño nos ha clavado en un anzuelo que nos atraviesa las entrañas
haciéndonos sentir un gran dolor. Queremos darle lo que se merece, tenemos ganas de
hacerle sentir lo mismo y meterle a él en el mismo anzuelo, en un acto de justicia, que
sufra lo mismo que nosotros. Si nos esforzamos en clavarle a él en el anzuelo, lo
haremos teniendo muy presente el daño que nos ha hecho y cómo duele estar en el
anzuelo donde él nos ha metido. Mientras lo metemos, o lo intentamos, nos quedaremos
dentro del anzuelo. Si consiguiéramos meterle en el anzuelo, lo tendríamos entre
nosotros y la punta, por lo que para salir nosotros tendremos que sacarle a él antes.
Si salimos del anzuelo, tendremos cuidado de no estar muy cerca de él porque nos
puede volver a meter en el anzuelo y si alguna vez nos juntamos, tiene que ser con la
confianza de que no nos va a volver a hacer daño.
Pero no es la opción de no sufrir lo que justifica una elección, sino una opción basada
en los valores de la persona (Hayes y otros, 1999). Hay que tener en cuenta que se trata
de valores como los define la terapia de aceptación y compromiso, es decir, como
consecuencias deseadas a muy largo plazo, y no solamente como valores morales o
éticos. Cuando hemos dejado a un lado esos valores para centrarnos en la venganza y
se le hemos dedicado tiempo y recursos, pueden estar afectadas otras áreas de nuestra
vida. Es en los valores afectados por la concentración en vengarnos en los que tenemos
que encontrar los motivos para elegir perdonar.
El perdón no supone que se rechacen y esté mal tener sentimientos de rabia, de ira o
deseos de venganza, aunque a algunos pueda parecerles que el perdón lo implica
(Wade y otros, 2008). El problema no está en tener esos sentimientos o pensamientos,
sino en actuar dejándose llevar por ellos en contra de los valores e intereses más
importantes en ese momento (Hayes y otros, 1999). La propuesta de la terapia de
aceptación y compromiso consiste en abrirse a sentir el sufrimiento, la rabia, la
depresión y cualquier pensamiento, sentimiento, sensación o emoción que surja
asociado al daño recibido, sin ninguna defensa; mientras nuestra acción sigue el
compromiso con los valores que en ese momento sean más relevantes (Hayes y otros,
2004).
No es obvio que el que nos ha ofendido sea plenamente consciente del daño que ha
hecho y del sufrimiento que está teniendo su víctima (Case, 2005). El proceso de
reconocerlo supone un acercamiento profundo al otro, con comprensión y empatía, y un
establecimiento de una comunicación que no se basará en disculparse o evitar las
consecuencias o el castigo por lo que ha hecho. Esto permite al otro expresar su
sufrimiento de forma plena. Este proceso es positivo cuando se hace mientras se va
informando al otro de lo ocurrido.
Para pedir perdón es preciso ser consciente de que se ha hecho un daño importante al
otro. Ponerse en su lugar y acercarse a sus sentimientos puede llegar a hacer sentir de
verdad el dolor del otro.
Para el ofensor, saber cómo y por qué hizo lo que hizo es interesante en sí mismo.
Compartir ese conocimiento con la otra persona es un paso necesario para avanzar en
el proceso de pedir perdón y llegar a la reconciliación. Hay montones de razones por las
que alguien decide hacer algo que causa daño, ninguna será aceptable para la víctima.
En consecuencia, no se trata de encontrar excusas a sus actos, sino de establecer una
base para poder realizar la siguiente fase: elaborar un plan que impida que vuelva a
ocurrir (Case, 2005).
Es preciso reconocer también el papel que han jugado las circunstancias, pero no para
quitarse culpas y echárselas a otros.
Definir un plan de acción concreto para que nunca vuelva a ocurrir y compartirlo con el
otro es el siguiente paso para pedir perdón. El plan puede incluir acciones dirigidas a
mejorar las debilidades propias que han propiciado el daño realizado. Todo el plan ha
de hacerse indicando los objetivos operativos, el tiempo y los medios que se van a
dedicar a conseguirlos. No se trata de establecer solamente buenas intenciones, las
acciones han de ser concretas y se han de establecer los tiempos y los recursos
necesarios para hacerlas. En resumen, es preciso comprometerse con llevar a cabo el
plan.
Los pasos anteriores han de se compartidos con el otro y han de comunicársele para
que la petición de perdón sea explícita y llegue al otro, mostrando que no son palabras
vanas, sino que están articuladas en un plan y en un compromiso de lucha por la
relación.
Realizar un acto simbólico en el que se pida perdón al ofendido es importante para que
el perdón quede muy claro.
Siempre que sea posible, es preciso restituir el daño causado. No sería de recibo pedir
perdón y quedarse con las ventajas que se han obtenido de la ofensa.
28/12/2010
-Oscar Wilde-
¿Acabas de sufrir una infidelidad y no sabes cómo tratar esta situación tan delicada ya
que te importa tu pareja? Pues lo primero que tienes que hacer es sosegarte, y no
tomarla a las primeras de cambio con tu pareja porque eso a la larga hará sentirte
peor.
Por ello, a continuación os daremos algunos consejos para saber qué hacer y
cómo afrontar una infidelidad de la mejor manera posible.
Cada pareja es un mundo. Y por ello, es difícil decir con total seguridad que una
pareja no nos quiere tras tener un desliz. Esto es algo que tendrá que deciros
vuestro corazón. Aun así, si pensáis que vuestra pareja ya ha tenido un
comportamiento extraño con vosotros (no quedabais tanto, ya no muestra tanto interés
por vosotros, no os besa etc…) esto puede denotar que ya no siente lo mismo y de ahí
que os haya sido infiel.
Ante esta situación, lo mejor es cortar por lo sano, terminar la relación y cada uno
por su lado. Si de verdad sientes que lo puedes recuperar, pues adelante. ¿Pero de
verdad merece la pena luchar por alguien que no te quiere? Yo creo que no.
“Somos fácilmente engañados por aquellos a quienes amamos.”
-Molière-