Héctor Patiño, Las Causales Exonerativas de La Responsabilidad PDF
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de la responsabilidad
extracontractual.
¿Por qué y cómo impiden la
declaratoria de responsabilidad?
Aproximación a la jurisprudencia
del Consejo de Estado*
Héctor Patiño**
Resumen
El artículo, de la mano de la jurisprudencia del Consejo de Estado colombiano, y de
alguna de la Corte Suprema de Justicia, señala el alcance general y la comprensión que se
le debe dar a los conceptos de nexo causal, imputación y causales de exoneración y pre-
senta los lineamientos actuales de la jurisprudencia colombiana sobre esas cuestiones.
* Este escrito es una versión revisada y actualizada de un texto que fue publicado en esta mis-
ma Revista en el número 14 de 2008.
** Abogado Universidad Externado de Colombia. dsu en Derecho Administrativo de la Uni-
versidad Pantheón Assas – Paris ii. Profesor de Responsabilidad Civil, Universidad Externa-
do de Colombia. Correo electrónico: [[email protected]]
Fecha de recepción: 15 de diciembre de 2010. Fecha de aceptación: 24 de febrero de 2011.
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Palabras clave: Responsabilidad civil y del Estado, nexo causal, causales de exoneración,
fuerza mayor, caso fortuito, hecho de un tercero, hecho de la víctima.
Abstract
This paper, by the hand of the jurisprudence of the Colombian State Council, and some
of the Supreme Court, shows the general scope and understanding should be given to
the concepts of causation, liability attribution and grounds for liability exclusion, and
offers the current guidelines of the Colombian jurisprudence on these issues.
Keywords: Civil liability and State liability, Causation, Grounds for liability, Force
majeure, Act of God, Fact of a third person, Fact of the victim.
1. Nexo de causalidad
Es sabido que para que exista la responsabilidad se requiere de tres elementos abso-
lutamente indispensables y necesarios: el daño, el hecho generador del mismo y un
nexo de causalidad que permita imputar el daño a la conducta (acción u omisión)
del agente generador.
El nexo causal se entiende como la relación necesaria y eficiente entre el hecho
generador del daño y el daño probado. La jurisprudencia y la doctrina indican que
para poder atribuir un resultado a una persona y declararla responsable como con-
secuencia de su acción u omisión, es indispensable definir si aquél aparece ligado
a ésta por una relación de causa-efecto. Si no es posible encontrar esa relación
mencionada, no tendrá sentido alguno continuar el juicio de responsabilidad.
Salvo lo que se dirá más adelante, la jurisprudencia ha sido pacífica al establecer
que el nexo de causalidad debe ser probado en todos los casos por el actor, inde-
pendientemente de si el régimen de responsabilidad aplicable está fundamentado
en la culpa, en la falla, o en alguno de los regímenes de responsabilidad objetiva.
El nexo de causalidad es un elemento autónomo del daño y del fundamento
que no admite, ningún tipo de presunción como sí lo admite la culpa o la falla. Para
comprender lo antes mencionado, es necesario evitar la sinonimia entre causalidad
y culpabilidad. La causalidad como elemento, corresponde a la constatación ob-
jetiva de una relación natural de causa-efecto, mientras que la culpabilidad como
fundamento, se refiere a la valoración subjetiva de una conducta.
Al día de hoy, el Consejo de Estado ha superado la discusión sobre la existencia
de presunción de culpabilidad, de causalidad y aún de responsabilidad en todos los
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“En consideración al grado de dificultad que representa para el actor la prueba de la relación de causalidad
entre la acción del agente y el daño en los casos en que esté comprometida la responsabilidad profesional,
no sólo por la complejidad de los conocimientos científicos y tecnológicos en ella involucrados sino también
por la carencia de los materiales y documentos que prueben dicha relación causal, se afirma que cuando
sea imposible esperar certeza o exactitud en esta materia “el juez puede contentarse con la probabilidad
de su existencia”, es decir, que la relación de causalidad queda probada “cuando los elementos de juicio
suministrados conducen a ‘un grado suficiente de probabilidad’ ”3. Y sobre el mismo aspecto, en
1 Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil, sentencia 23 de junio de 2005, expedien-
te 058-95.
2 Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia del 2 de mayo de 2002, expediente 13477.
3 Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia del 3 de mayo de 1999, expediente 11169.
Ver en el mismo sentido: Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia del 23 de octubre
de 2003, expediente 14078.
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sentencia del 1º. de julio de 2004 se dijo: “Se observa, conforme a lo anterior, que, tratándose de
la relación de causalidad, no se plantea la inversión -ni siquiera eventual- del deber probatorio, que sigue
estando, en todos los casos, en cabeza del demandante. No se encuentra razón suficiente para aplicar, en
tales situaciones, el citado principio de las cargas probatorias dinámicas. Se acepta, sin embargo, que la
demostración de la causalidad se realice de manera indiciaria, siempre que, dadas las circunstancias del
caso, resulte muy difícil -si no imposible- para el demandante, la prueba directa de los hechos que permiten
estructurar ese elemento de la obligación de indemnizar.
En la valoración de estos indicios tendrá especial relevancia el examen de la conducta de las partes, espe-
cialmente de la parte demandada, sin que pueda exigírsele, sin embargo, que demuestre, en todos los casos,
cuál fue la causa del daño, para establecer que la misma es ajena a su intervención. En efecto, dadas las
limitaciones de la ciencia médica, debe aceptarse que, en muchas ocasiones, la causa de la muerte o el em-
peoramiento del paciente permanece oculta, aun para los propios médicos”4.
“(…) Y debe insistirse en que la presunción de la causalidad será siempre improcedente; aceptarla impli-
caría incurrir en una evidente contradicción, en la medida en que supondría la aplicación, tratándose de
la responsabilidad por la prestación del servicio médico asistencial, de un régimen más gravoso para el
demandado inclusive que el objetivo, dado que si bien en éste la falla del servicio no constituye un elemento
estructural de la obligación de indemnizar, el nexo causal está siempre presente y la carga de su demostración
corresponde al demandante, en todos los casos”5.
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2. Imputación
Constatada esa relación causal mediante la aplicación de las teorías que ha elabora-
do la doctrina y que ha recogido la jurisprudencia7, se procede a hacer la imputación
entendida –de acuerdo con el profesor Juan Carlos Henao- como “la atribución
jurídica de un daño a una o a varias personas que en principio tienen la obligación
de responder”. La imputación se estructura luego de haberse descubierto el nexo
causal8, y se realiza en principio, respecto de la persona que ha resultado causante
del hecho generador del daño de acuerdo con el juicio de causalidad efectuado. Se
afirma lo anterior, en la medida en que es en este momento en el que se debe tener
claro que bien puede haber existido una causalidad desde el punto de vista material
o físico, lo que no necesariamente implica que quien causó materialmente el daño
sea quien jurídicamente deba responder. En efecto, existen casos en los que quien
causa físicamente el daño no es quien debe asumir las consecuencias reparatorias,
sino que por el contrario, habrá alguien que, por disposición legal deba hacerlo,
como sucede por ejemplo, en el caso de responsabilidad por el hecho ajeno.
La jurisprudencia reciente de la Sección Tercera del Consejo de Estado, funda-
mentada en la doctrina de Hans Kelsen, ha venido haciendo referencia a la dife-
rencia conceptual que existe entre la causalidad y la imputación, de acuerdo con la
cual, por causalidad se entiende una conexión entre diversos elementos dentro del
sistema de la naturaleza, mientras que la imputación se encuentra referida al enlace
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3. Causales exonerativas
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demostrando que si bien el demandado por acción u omisión causó el daño, lo hizo
llevado o coaccionado por un hecho externo, imprevisto e irresistible.
La diferenciación entre causalidad e imputación que ha venido predicando la
Sección Tercera del Consejo de Estado, ha permitido dejar de lado la afirmación
según la cual las causales exonerativas de responsabilidad “rompen” el nexo de causa-
lidad, para clarificar que la verdadera función de este tipo de causales es la de evitar
la atribución jurídica del daño al demandado, es decir, impedir la imputación.
A este respecto se ha dicho de forma clara y reiterada11:
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a) Fuerza mayor
12 Mencionado por José Luis Concepción Rodríguez, Derecho de Daños, Editorial Bosch, 2ª.
edición 1999, p. 85.
13 René Chapus. Droit Administratif General. Ediciones Montchrestein. París, 1997, p. 1122.
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En lo que tiene que ver con la fuerza mayor, la jurisprudencia del Consejo de
Estado ha retomado lo establecido por la Corte Suprema de Justicia que al refe-
rirse a las características que debe revestir un hecho para ser calificado de fuerza
mayor ha dicho:
“Así, pues, la cuestión del caso fortuito liberatorio o de fuerza mayor, al menos por norma general, no
admite ser solucionada mediante una simple clasificación mecánica de acontecimientos apreciados en
abstracto como si de algunos de ellos pudiera decirse que por sí mismo, debido a su naturaleza específica,
siempre tienen tal condición, mientras que otros no. En cada evento es necesario estudiar las circunstancias
que rodean el hecho con el fin de establecer si, frente al deber de conducta que aparece insatisfecho, reúne
las características que indica el art. 1º de la Ley 95 de 1890, tarea en veces dificultosa que una arraigada
tradición jurisprudencial exige abordar con severidad.
Esos rasgos por los que es preciso indagar, distintivos del caso fortuito o de fuerza mayor, se sintetizan
en la imposibilidad absoluta de cumplir derivada de la presencia de un obstáculo insuperable unido a la
ausencia de culpa del agente cuya responsabilidad se pretende comprometer (g.j., t. xlii, p. 54) y son,
en consecuencia, los siguientes:
a) Que el hecho sea imprevisible, esto es que en condiciones normales haya sido lo suficientemente probable
para que ese agente, atendido su papel específico en la actividad que origina el daño, haya podido precaverse
contra él. Aunque por lo demás, respecto del acontecimiento de que se trata, haya habido, como lo hay de
ordinario para la generalidad de los sucesos, alguna posibilidad vaga de realización, factor este último
con base en el cual ha sostenido la jurisprudencia que “...cuando el acontecimiento es susceptible de ser
humanamente previsto, por más súbito y arrollador de la voluntad que parezca, no genera el caso fortuito
ni la fuerza mayor...” (g.j., tomos liv, p. 377, y clviii, p. 63).
b) Que el hecho sea irresistible en el sentido estricto de no haberse podido evitar su acaecimiento ni tampoco
sus consecuencias, colocando al agente sojuzgado por el suceso así sobrevenido-, en la absoluta imposi-
bilidad de obrar del modo debido, habida cuenta que si lo que se produce es tan solo una dificultad más o
menos acentuada para enfrentarlo, tampoco se configura el fenómeno liberatorio del que viene haciéndose
mérito”14.
14 Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil, sentencia del 26 de noviembre de 1999,
expediente 5220.
15 Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia del 15 de junio de 2000, expediente 12423.
Ver en igual sentido: Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia del 27 de noviembre de
2002, expediente 13090.
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1. Es un hecho externo
2. Es un hecho imprevisible
3. Es un hecho irresistible
“…en lo relacionado con (iii) la exterioridad de la causa extraña, si bien se ha señalado que dicho rasgo
característico se contrae a determinar que aquella no puede ser imputable a la culpa del agente que causa el
daño o que el evento correspondiente ha de ser externo o exterior a su actividad, quizás sea lo más acertado
sostener que la referida exterioridad se concreta en que el acontecimiento y circunstancia que el demandado
invoca como causa extraña debe resultarle ajeno jurídicamente, pues más allá de que sostener que la causa
extraña no debe poder imputarse a la culpa del agente resulta, hasta cierto punto, tautológico en la medida
en que si hay culpa del citado agente mal podría predicarse la configuración -al menos con efecto libera-
torio pleno- de causal de exoneración alguna, tampoco puede perderse de vista que existen supuestos en los
cuales, a pesar de no existir culpa por parte del agente o del ente estatal demandado, tal consideración no
es suficiente para eximirle de responsabilidad, como ocurre en los casos en los cuales el régimen de respon-
sabilidad aplicable es de naturaleza objetiva, razón por la cual la exterioridad que se exige de la causa del
daño para que pueda ser considerada extraña a la entidad demandada es una exterioridad jurídica, en el
sentido de que ha de tratarse de un suceso o acaecimiento por el cual no tenga el deber jurídico de responder
la accionada…”17.
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18 Ibídem 15.
19 Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia del 26 de marzo de 2008, expediente 16530.
20 Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil, sentencia del 23 de junio de 2000, expe-
diente 5475.
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“Conviene ahora, por su importancia y pertinencia en el asunto sometido al escrutinio de la Sala, destacar
que un hecho sólo puede ser calificado como irresistible, si es absolutamente imposible evitar sus consecuen-
cias, es decir, que situada cualquier persona en las circunstancias que enfrenta el deudor, invariablemente
se vería sometido a esos efectos perturbadores, pues la incidencia de estos no está determinada, propiamente,
por las condiciones especiales o personales del individuo llamado a afrontarlos, más concretamente por
la actitud que éste pueda asumir respecto de ellos, sino por la naturaleza misma del hecho, al que se le son
consustanciales o inherentes unas específicas secuelas. Ello sirve de fundamento para pregonar que la im-
posibilidad requerida para la liberación del deudor, en casos como el que ocupa la atención de la Corte, es
únicamente la absoluta, cerrándosele entonces el camino a cualquier otra.
La imposibilidad relativa, entonces, no permite calificar un hecho de irresistible, pues las dificultades de
índole personal que se ciernan sobre el deudor para atender sus compromisos contractuales, o aquellas si-
tuaciones que, pese a ser generalizadas y gravosas, no frustran in radice la posibilidad de cumplimiento, y
que, ad cautelam, correlativamente reclaman la asunción de ciertas cargas o medidas racionales por parte
del deudor, constituyen hechos por definición superables, sin que la mayor onerosidad que ellas representen,
de por sí, inequívocamente tenga la entidad suficiente de tornar insuperable lo que por esencia es resistible,
rectamente entendida la irresistibilidad. Por eso, entonces, aquellos eventos cuyos resultados, por cualifi-
cados que sean, pueden ser superados con un mayor o menor esfuerzo por parte del deudor y, en general,
del sujeto que los soporta, no pueden ser considerados, en forma invariable, como constitutivos de fuerza
mayor o caso fortuito, en sentido estricto.
Sobre este particular, ha precisado diáfanamente la Sala que la fuerza mayor implica la imposibilidad de
sobreponerse al hecho para eludir sus efectos (sentencia del 31 de mayo de 1965, g.j., cxi y cxii
p. 126), lo que será suficiente para excusar al deudor, sobre la base de que nadie es obligado a lo imposi-
ble (ad impossibilia nemo tenetur). Por tanto, si irresistible es algo inevitable, fatal, imposible de superar
en sus consecuencias (se subraya; sentencia del 26 de enero de 1982, g.j., clxv, p. 21), debe
aceptarse que el hecho superable mediante la adopción de medidas que permitan contener, conjurar o eludir
sus consecuencias, no puede ser invocado como constitutivo de caso fortuito o fuerza mayor, frente al cual,
se insiste, el ser humano debe quedar o permanecer impotente”21.
21 Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil, sentencia del 26 de julio de 2005, expe-
diente 050013103011-1998-6592.
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Una vez probada la existencia de un hecho constitutivo de fuerza mayor con las
características que se acaban de enunciar, bien puede tener efectos exoneratorios
totales o parciales dependiendo del grado de participación en el daño que pudo
tener el evento extraño mismo, del comportamiento de la víctima o del compor-
tamiento del demandado. En efecto, se ha dicho que la fuerza mayor tiene efectos
exoneratorios totales; no obstante la doctrina ha expuesto que “…puede sorprender
que la fuerza mayor pueda tener un efecto exoneratorio parcial. Un efecto así tiene
su explicación. Lo ilustra el hecho de que las consecuencias dañinas de un evento de
fuerza mayor sean agravadas por el hecho del demandado. Por ejemplo, las conse-
cuencias dañinas de lluvias de violencia excepcional que han sido agravadas por los
defectos de las obras destinadas a la evacuación de aguas lluvias (Consejo de Estado
francés, 12 de diciembre de 1956, Comuna de Villeneuve – Luobet, p. 474). De
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c) El caso fortuito
pediente 10846.
28 Fernando Hinestrosa, Tratado de las Obligaciones I, Universidad Externado de Colombia,
2002, p. 775.
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Esta causal de exoneración parte del supuesto inicial, según el cual, el causante
directo del daño es un tercero ajeno a las partes intervinientes en el juicio de res-
ponsabilidad. No son terceros las personas a quienes además del demandado, la ley
29 Ver en este sentido: Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia del 29 de enero de 1993,
expediente 7635. Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia del 2 de febrero de 1995,
expediente 10376; Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia del 29 de octubre de
1999, expediente 9626.
30 Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia del 27 de julio de 2000, expediente 12099.
31 Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia del 16 de marzo de 2000, expediente 11670.
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“Por otra parte, en relación con la causal de exoneración consistente en el hecho de un tercero, la jurispru-
dencia de esta Corporación ha señalado que la misma se configura siempre y cuando se demuestre que la
circunstancia extraña es completamente ajena al servicio y que este último no se encuentra vinculado en
manera alguna con la actuación de aquél”33.
a) El hecho del tercero debe ser causa exclusiva única y determinante del daño
para que se convierta en exoneratorio de responsabilidad. El supuesto más común
del hecho del tercero es aquel en el cual la participación del alguien extraño al
demandante y al demandado fue el verdadero causante del daño y en este sentido,
se configura una inexistencia del nexo causal. No obstante, también hay casos en
los cuales el hecho fue causado desde el punto de vista fáctico por el demandado,
quien vio determinada su conducta por el actuar de un tercero, haciendo que el
daño sea imputable a ese tercero de forma exclusiva, como en el caso de la legí-
tima defensa cuando el daño producto de esa defensa se causa a alguien distinto
de aquel cuya agresión se pretende repeler. En este último caso nos encontramos
frente a una imposibilidad de imputación, puesto que la defensa fue determinada
por el hecho del tercero agresor34.
Ahora bien, en el evento en que el hecho del tercero aparezca junto con el
actuar del demandado como concausa en la producción del daño, lo que se genera
es una solidaridad entre ellos como coautores del daño tal como lo establece el
artículo 2344 del Código Civil, pudiendo la víctima perseguir por el total de la in-
32 Matilde Zavala de González, Actuaciones por daños. Editorial Hammurabi, Buenos Aires, p.
172.
33 Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia del 26 de marzo de 2008, expediente 16530.
Ver en mismo sentido: Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia del 18 de febrero de
2010, expediente 17179.
34 Ver en este sentido, salvamento de voto del Magistrado Alier Hernández a sentencia de la
Sección Tercera del Consejo de Estado del 28 de agosto de 2002, expediente 10952.
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• La solidaridad de los deudores se produce en relación con la parte demandante y que entre los deudores
solidarios la obligación de cada uno es conjunta y, por lo tanto, admite división o separación (art. 1579
ibídem).
• El demandante puede dirigir su demanda por hechos como el descrito, de concurrencia conductas
entre demandado y tercero, contra uno de estos o contra todos.
• El demandado tiene derecho legal para cuando el demandante no citó a juicio otras personas
como autoras del daño que sufrió, de una parte, para llamarlas a juicios para que se defina en la sentencia
el reembolso a que tenga derecho (art. 1579 ibídem); en tal sentido puede verse la sentencia proferida el
26 de abril de este año (35). De otra parte, el demandado, desde otro punto de vista, puede también iniciar
proceso contra el tercero que cooperó con él en la producción del daño, después de haber indemnizado to-
talmente a las víctimas, como consecuencia de la condena que se le impuso”36.
b) Por otra parte, el hecho del tercero debe tener las características de toda causa
extraña y en consecuencia debe ser irresistible e imprevisible, puesto que si se prue-
ba que el hecho del tercero pudo haber sido previsto y/o evitado por el demandado
que así no lo hizo, le debe ser considerado imputable conforme al principio según
el cual “no evitar un resultado que se tiene la obligación de impedir, equivale a
producirlo”37.
Respecto de la existencia de estas dos características que deben estar presentes,
ha dicho la jurisprudencia:
“…Se recuerda que el hecho del tercero para valer como causal exonerativa de responsabilidad debía ser, en
el sub judice, irresistible e imprevisible para el Estado Colombiano, en razón a que si estaba en condiciones
de preverlo o de resistirlo, como en efecto lo estuvo y a pesar de ello no lo hizo, o lo hizo deficientemente,
tal comportamiento culposo administrativo que vincula su conducta con el referido daño, bien puede con-
35 Expediente 12917.
36 Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia del 22 de junio de 2001, expediente 13233.
37 Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia del 24 de agosto de 1989, expediente 5693.
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siderarse como causa generadora de éste, sin que en tales condiciones resulte interrumpida la relación de
causalidad anteriormente advertida.
“En torno al tema analizado, cabe recordar el fallo del 24 de agosto de 1989, expediente 5693, del cual fue
ponente el señor consejero doctor Gustavo de Greiff Restrepo cuyos apartes pertinentes contienen:
“La doctrina es unánime al considerar que para el hecho del tercero pueda configurarse como causal de
exoneración de responsabilidad, es indispensable que pueda tenérsele como causa exclusiva del daño, pro-
ducida en tales circunstancias que sea imprevisible e irresistible para que reúna las características de una
causa extraña, ajena a la conducta de quien produjo el daño.
“Se hace notorio que el hecho del tercero deba ser imprevisible puesto que si puede ser prevenido o evitado por
el ofensor, le debe ser considerado imputable conforme al principio según el cual ´no evitar un resultado que se
tiene la obligación de impedir, equivale a producirlo´. Y debe ser irresistible puesto que si el causante del daño
puede válidamente oponerse a él y evitarlo, luego no lo puede alegar como causal de exoneración”38.
En este orden de ideas, resulta evidente cómo para la jurisprudencia del Consejo
de Estado, el hecho del tercero debe revestirse de los requisitos de exterioridad,
imprevisibilidad e irresistibilidad para que pueda ser considerado como una causa
extraña que pueda impedir la imputación.
e) Hecho de la víctima
38 Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia del 19 de agosto de 1994, expediente 9276,
tomado de La responsabilidad extracontractual de la Administración Pública. Ramiro Saavedra Bece-
rra. Ediciones Jurídicas Gustavo Ibáñez, 3ª reimpresión, pp. 589-590.
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se aplica a los regímenes especiales regidos por esa ley, puesto que de la lectura
de esa norma se observa claramente una calificación subjetiva de la conducta de
la víctima del daño. Así las cosas, las referencias que se harán a continuación se
refieren a la causal exoneratoria que se desprende de la norma general establecida
en el Código Civil. Más adelante haremos una referencia a la norma especial de
la Ley 270 de 1996.
A pesar de que alguna parte de la doctrina francesa exige, que para que sea
exoneratorio el comportamiento de la víctima debe ser necesariamente culposo39,
otra parte de la doctrina extranjera y algunos fallos del Consejo de Estado han
afirmado en forma reiterada lo contrario.
La exigencia de un comportamiento culposo para que sea considerado como
exoneratorio se ha venido atenuando teniendo en cuenta dos factores así:
Esta última posición ha sido expuesta por la doctrina. Vale la pena traer a colación
el custionamiento que se hace el profesor Mosset Iturraspe: “Sea la conducta
-ajena al responsable- culposa o no, incluso aunque fuera involuntaria, es ella la que
desencadena el daño: ¿cómo entonces atribuírselo a otra persona?”40.
La jurisprudencia ha encontrado probada la causal exoneratoria denominada
hecho de la víctima en algunos casos en los juicios de responsabilidad en los que
quien se expone al daño concurriendo con su actuar a la producción del mismo, es
un menor o un demente. Así, en sentencia del 24 de febrero de 2005, en la que se
absolvió al Ejército Nacional de responsabilidad en la muerte de menor ocurrida
cuando cruzó imprudentemente la calle, se dijo:
“Por último, respecto de lo expresado por el demandante, en el sentido que el menor Y. R., quien tenía 6
años de edad al momento de su muerte, no podía incurrir en culpa, según lo señalado por el artículo 2346
del Código Civil41, se reitera lo expresado por esta Sala en sentencia del 25 de mayo de 2000, expediente
11253, en los siguientes términos:
39 “Sólo una falta (culpa) cometida por la víctima, tiene la naturaleza de hacer considerar que
ella ha contribuido a la realización del daño”. René Chapus, ob. cit., p. 1121.
40 En Matilda Zavala de González, ob. cit., p. 67.
41 Código Civil Colombiano, artículo 2346: los menores de diez años y los dementes no son
capaces de cometer delito o culpa; pero de los daños por ellos causados serán responsables
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“A más de advertirse, conforme a lo ya dicho, la insuficiencia del argumento para efectos de construir
un nexo de causalidad entre la conducta de la madre del niño y el daño causado, encuentra la Sala otra
inconsistencia en el planteamiento del a quo, fundada en la interpretación equivocada del artículo 2346
del Código Civil. En efecto, es claro que, dado el carácter objetivo del nexo causal, como elemento de la
responsabilidad, poco importa que el hecho de la víctima que da lugar a la producción del daño sea culposo
o no. Por la misma razón, es claro que la norma citada se refiere a hechos ilícitos considerados fuentes de
obligaciones, por lo cual se aplica al menor que causa daño, mas no al que lo sufre. Al respecto, ha sido
reiterada la jurisprudencia”42.
Otra sentencia que sirve de apoyo al argumento, según el cual el hecho de la vícti-
ma no debe ser necesariamente culposo, es la sentencia que falló el caso en el cual
se pretendía indemnización por la muerte de un demente quien fue muerto luego
de forcejeo con policías. En la sentencia, en la cual se encontró probada la causal
exoneratoria de hecho de la víctima, se dijo:
“El estado de alteración mental en el que se encontraba el señor Tuay no varía el hecho objetivo de que
su conducta fue violenta y que puso en peligro la vida y la integridad personal del agente de la policía.
Tampoco cambia la situación porque el agresor no tuviera, en ese instante, la capacidad de comprender y
determinar su conducta, en cuanto a la agresión actual e injusta contra el uniformado y la necesidad de éste
de presentar una defensa real. Resulta, pues, irrelevante, para estos efectos, determinar si en ese momento el
agresor actúo o no con culpa, como se manifiesta en el escrito de sustentación del recurso, pues la determi-
nación de su estado, no transforma su conducta que siempre será violenta y peligrosa”43.
“Cabe precisar que en los eventos en los cuales la actuación de la víctima resulta ser la causa única, ex-
clusiva o determinante del daño, carece de relevancia la valoración de su subjetividad. Si la causalidad
constituye un aspecto objetivo, material de la responsabilidad, la labor del juez frente a un daño concreto
debe limitarse a verificar si dicha conducta fue o no la causa eficiente del daño, sin que para ello importe
establecer si al realizarla, su autor omitió el deber objetivo de cuidado que le era exigible, o si su intervención
fue involuntaria. Por tal razón, resulta más preciso señalar que la causal de exoneración de responsabilidad
del demandado es el hecho de la víctima y no su culpa.
las personas a cuyo cargo estén dichos menores o dementes, si a tales personas pudiere im-
putárseles negligencia.
42 Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia del 24 de febrero de 2005, expediente 14681
que reitera lo establecido en sentencia de la misma sección del 25 de mayo de 2000, expe-
diente 11253.
43 Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia del 27 de noviembre de 2003, expediente
14118.
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Las causales exonerativas de la responsabilidad extracontractual 391
Ahora bien, cuando la intervención de la víctima incide en la causación del daño, pero no excluye la inter-
vención causal del demandado, habrá lugar a la reducción de la indemnización establecida en el artículo
2357 del Código Civil, conforme al cual “La apreciación del daño está sujeta a reducción, si el que lo ha
sufrido se expuso a él imprudentemente”.
Sin embargo, cabe advertir que esa noción culpabilista que se proyecta en dicha norma no puede ser tras-
ladada al campo de la responsabilidad patrimonial del Estado, habida consideración de que el criterio de
imputación que rige esa responsabilidad, en los términos del artículo 90 de la Constitución, se construye a
partir de la verificación de la antijuridicidad del daño y del vínculo causal entre ese daño y la actuación
u omisión de la Administración.
Luego, si de la atribución de responsabilidad al Estado están ausentes, como requisito para su estructura-
ción, los criterios subjetivos de valoración de la conducta del autor, tales criterios no pueden ser exigidos
cuando se pretenda reducir el valor de la indemnización por la intervención causal relevante de la propia
víctima. En pocos términos: en el campo de la responsabilidad patrimonial del Estado la valoración ob-
jetiva de la intervención causal tanto de la Administración como de la propia víctima resultan suficientes
para determinar si la causa eficiente del daño lo fue la actuación del ente demandado o de la víctima, con
el fin de establecer si hay lugar a condenar a aquélla o a absolverla por haberse producido una causal
excluyente de responsabilidad, o si ambas concurrieron en la producción del daño y, entonces, reducir el
valor de la indemnización en proporción directa a la mayor o menor contribución de la conducta de la
víctima en su producción.
Por lo tanto, cuando se pretenda reducir el valor de la indemnización que deba pagar la entidad con fun-
damento en la intervención de la víctima en la causación del daño, habrá de tenerse en cuenta la relevancia
de esa intervención en el resultado y no la intensidad de la culpa en la que aquélla hubiera incurrido”44.
Así las cosas, es preferible denominar de forma genérica a esta causal exoneratoria
como hecho de la víctima más que como culpa de la víctima, teniendo en cuenta el
carácter objetivo de la concausalidad con la cual actúa la víctima en la producción
de su propio daño.
Cuando hablamos del hecho de la víctima, nos referimos a una causal que im-
pide efectuar la imputación, en el sentido en que, si bien es cierto, que puede ser
que el demandado causó el daño física o materialmente, el mismo no puede serle
imputable en la medida en que el actuar de la víctima que le resultó extraño, im-
previsible e irresistible, lo llevó a actuar de forma que causara el daño, razón por
la cual el mismo es imputable desde el punto de vista jurídico a la víctima y no al
demandado. Para los hermanos Mazeaud el hecho de la víctima sólo lleva “consigo
la absolución completa” cuando “el presunto responsable pruebe la imprevisibilidad y la irresistibi-
lidad del hecho de la víctima. Si no se realiza esa prueba, el hecho de la víctima, cuando sea culposo
44 Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia del 19 de agosto de 2009, expediente 17957.
Ver en el mismo sentido, Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia del 18 de febrero
de 2010, expediente 17179.
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392 Héctor Patiño
y posea un vínculo de causalidad con el daño, produce una simple exoneración parcial: división de
responsabilidad que se efectúa teniendo en cuenta la gravedad de la culpa de la víctima”45.
De acuerdo con esta doctrina, el hecho de la víctima debe ser imprevisible e
irresistible, en el sentido de que si el demandado pudo haber previsto la producción
del daño al que eventualmente se expondría la víctima y no lo hizo, se entiende que
concurrió a su producción. De la misma manera, si el demandado pudo haberse
resistido a los efectos nocivos de la exposición de la víctima y no lo hizo pudiendo
hacerlo, también debe correr con los efectos nocivos en la producción del daño a
título de concausalidad.
El Consejo de Estado ha dicho en múltiples fallos que el hecho de la víctima
como exoneratorio de responsabilidad debe ser imprevisible e irresistible, así por
ejemplo:
En sentencia del 20 de octubre de 2005, se declaró la responsabilidad de un
municipio por la muerte de un menor ocurrida en desarrollo de una carrera de
motociclismo debidamente autorizada, en las calles del municipio condenado. En
esta providencia se manifestó:
“En el caso concreto la Sala encuentra que, por tratarse del ejercicio de una actividad altamente riesgosa,
que habría de desarrollarse en una zona urbana y residencial -como lo es el desplazamiento de motocicletas
a velocidades comprendidas entre los 100 y los 150 kilómetros por hora- resultaba normal y previsible la
presencia de menores y jóvenes, en su condición de principales espectadores, toda vez que son ellos los más
atraídos por este tipo de eventos.
Es natural que las personas, mayores y menores, no se comporten en consideración a los altos riesgos de-
rivados de tales competencias, pues las calles de la ciudad no son los escenarios apropiados para válidas
deportivas de alta velocidad. Dicho en otras palabras, lo natural es que los niños, jóvenes y adultos circulen
por las vías públicas, que quieran ver de cerca una competencia deportiva, rara e importante para ellos y
que confíen en que cuentan con la protección debida de las autoridades y organizadores del evento. Dicha
situación, permite inferir que la presencia del menor en la vía no era imprevisible para el Municipio y por
ende, debió adoptar todas las medidas tendientes a su protección y a la de todos los ciudadanos.
En efecto, si la ciudad y los organizadores hubiesen concebido mecanismos eficientes de control, tales como
graderías, barreras, separadores, policías, acomodadores, bomberos, o cualquier otro elemento humano o
material idóneo para controlar la presencia cierta y real de personas, particularmente de los mas interesados
en ver el espectáculo, como lo son los menores de edad, la imprevisibilidad no sería tan evidente.
Lo anterior permite a la Sala negar la ocurrencia del hecho exclusivo de la víctima, como causa extraña,
en consideración a que su proceder no fue imprevisible, ni irresistible para el municipio que lo invocó”46.
45 Henri y León Mazeaud, Jean Mazeaud, Lecciones de Derecho Civil. Parte Segunda. Ediciones
Jurídicas Europa América, Buenos Aires, 1960, pp. 332-333.
46 Expediente 15854.
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“En este orden de ideas, para que surja el deber del Estado de reparar el daño causado por el suicidio de
un conscripto es necesario acreditar que por el trato que recibía en el establecimiento militar fue inducido
a tomar esa decisión, o bien que la persona sufría un trastorno síquico o emocional que hacía previsible el
hecho y que, a pesar de ser conocida esa circunstancia por las autoridades encargadas de su seguridad, no
se le prestó ninguna atención médica especializada, ni se tomó ninguna determinación tendiente a alejarlo
de las situaciones que le generaran un estado de mayor tensión o peligro. En caso contrario, esto es, en el
evento de que la decisión del soldado sea libre porque obedezca al ejercicio de su plena autonomía, o en el
evento de que su perturbación o la necesidad de ayuda sicológica, por las especiales circunstancias del caso,
no hubiera sido conocida [por] las autoridades encargadas de su protección, el hecho sería sólo imputable
a su autor por ser imprevisible e irresistible para la administración.
En el caso concreto, considera la Sala que no hay lugar a derivar responsabilidad del Estado por omisión,
toda vez que las autoridades encargadas de la protección del soldado A. L. no conocieron la intención
suicida del joven, pues éste no la había manifestado en forma alguna, tampoco exteriorizó éste ningún
cambio de conducta que hiciera posible prever la ocurrencia de tal hecho.
De otro lado, se estima que tampoco puede derivarse responsabilidad estatal en el caso concreto, dado que
la víctima no había dado muestras de perturbación síquica, ni de la intención de atentar contra su vida que
obligaran a la administración a alejarlo de dicha actividad o a ejercer especial vigilancia sobre ella”47.
“Tampoco puede afirmarse que se trató de un acción impulsiva, imposible de prever y evitar, cuando es
claro que presentaba una psicosis, con conducta agresiva y con una amenaza de suicidio, factores que
implicaban un alto riesgo de intento o consumación del suicidio. Frente a esta situación previsible no se tomó
medida alguna para evitarla, cuando se tuvo el tiempo suficiente para hacerlo. Sin duda, en el momento en
que I. P. advirtió que se iba ahorcar, su situación cambió, pues además de requerir atención por la psicosis
maniaca que padecía, se presentaba un nuevo síntoma, el del suicidio, que era necesario afrontar. No se
dio aviso alguno a los médicos del hospital sobre el asunto, no se tomó ninguna medida de seguridad para
evitar que se ahorcara, como la de retirar los objetos que lo facilitaran, y no se vigiló de manera estrecha
a la paciente, cuando se trataba de un riesgo inminente.
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394 Héctor Patiño
Se entiende entonces que el hecho de la víctima para tener dos facetas: (i) conse-
cuencias exoneratorias totales y, (ii) consecuencias exoneratorias parciales.
Ya decíamos al inicio de este acápite del hecho de la víctima, que dos normas en
derecho positivo regulan esa causal exonerativa. La norma general del artículo
2357 del Código Civil respecto de la cual se hicieron las anteriores referencias y la
norma especial contenida en el artículo 70 de la Ley 270 de 1996 la cual se aplica
solamente a los regímenes establecidos en dicha ley relacionados con la Respon-
sabilidad Extracontractual del Estado derivada de la función de administración de
justicia, es decir, al error jurisdiccional (art. 67), el indebido funcionamiento de la
administración de justicia (69) y a la privación injusta de la libertad (68).
En relación con lo dicho para la norma general del artículo 2357 del Código
Civil, esta norma del artículo 70 de la Ley 270 de 1996, presenta las siguientes
características diferenciadoras:
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50 Lydie Reiss, Le Juge et le Prejudice, Presse Universitaires D´-Aix Marseille, 2003, p. 286.
51 Lydie Reiss, ob. cit., p. 294, traducción personal.
52 De acuerdo con Jorge López Santa María “En Italia…el artículo 1227-2 del Código Civil
italiano de 1942 dispone que no se deberá resarcimiento por los daños que el acreedor ha-
bría podido evitar empleando una diligencia ordinaria”… “El Código Civil de Québec, del
año 1994, también recoge la obligación de minimizar el daño en su artículo 1479 en el que
se establece que la persona obligada a reparar un daño no es responsable de la agravación de
tal daño si la víctima pudo evitarlo”. De la misma manera, este autor señala que “la obliga-
ción abierta o general de mitigar el daño es acogida en el derecho alemán (art. 254 del bgb)
y en el derecho suizo (art. 44 del Código de las Obligaciones), entre otros”. Jorge López
Santa María, Sobre la obligación de minimizar los daños en el derecho chileno y comparado, en Los con-
tratos en Derecho Privado, Editorial Legis, 2007, p. 329.
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Conclusiones
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