Formacion Espiritual

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Cambiamos nuestros Si tan solo...

remordimientos por Y si Dios... posibilidades

Mark Batterson
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El Poder de
¿Qué Pasaría Si…?
____ Besar a mi esposa en lo alto de la Torre Eiffel

Era un día perfecto en París. Después de subir 669 escalones hasta el se-
gundo piso, hicimos un espantoso viaje en un elevador hasta lo más alto de la
Torre Eiffel. Entonces, con Francia como testigo, besé a mi esposa. ¿Meta #102
en mi vida? ¡Hecho!
Y todo comenzó con un ¿qué pasaría si…?
Lo explicaré, pero antes vamos a divertirnos un poco. ¿Cómo se logró esa
meta? Bueno, eso depende de cómo se mire. Simplemente se podría decir que
fruncí mis labios, emprendí el acercamiento desde el lado izquierdo, cerré los
ojos en el último segundo, y voilà: un beso en Francia, que no hay que confundir
con un beso francés.
Así fue como sucedió, pero hay algo más. Ese sencillo beso fue el resultado
de un itinerario bastante complejo. Volamos desde el Aeropuerto Internacional
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de Dulles en un Airbus A320, pasamos la aduana francesa, tomamos el tren


regional RER hasta París, detuvimos a un taxi cuyo conductor disfrutaba de-
masiado, para mi gusto, al decir mademoiselle, y después una señora francesa
que llevaba un perro dentro de su bolso nos indicó cómo llegar caminando. ¡No
estoy bromeando! ¡Tan clásico como un croissant! Pero también eso es tan solo
una fracción de la historia.
Puedes argumentar que nuestro beso en la Torre Eiffel se originó en el
momento en que yo establecí la meta 102 de mi vida. Y eso es cierto en parte.
No lograrás cumplir el 100 por ciento de las metas que no establezcas. Pero el
verdadero origen de nuestro beso se remonta a la Feria Mundial de 1889 en Pa-
rís cuando más de cien artistas entregaron planos para diseñar la pieza central,
la obra maestra de la Exposition Universelle.
El ganador fue un ingeniero llamado Alexandre Gustave Eiffel, quien
propuso una torre de 984 pies (300 metros) de altura, el edificio más alto del
mundo en esa época. Los escépticos se burlaron de su diseño, catalogándolo de
inútil y falto de arte. Eiffel lo llamó La Dame De Fer: La Dama de Hierro.
Fue el ¿qué pasaría si…? de Gustave Eiffel lo que hizo posible nuestra cita
romántica en lo alto de la torre, pero Eiffel mismo dio las gracias a setenta y
dos científicos, ingenieros y matemáticos sobre cuyos hombros se apoyó. Sus
nombres están inscritos en la torre, y sin su genialidad colectiva nuestro beso
queda cancelado. Así que supongo que también le debemos nuestro beso a cada
uno de sus ¿qué pasaría si…?.
Después están los trescientos remachadores, herreros y carpinteros que en-
samblaron el rompecabezas de 18.038 piezas de hierro forjado en dos años, dos
meses y cinco días. Ah, y no nos olvidemos del equipo acrobático al que Eiffel
contrató para ayudar a sus obreros a mantener el equilibrio sobre vigas muy
estrechas cuando había fuertes ráfagas de viento. Tenemos que dar las gracias
a cada uno de ellos, y también al ayuntamiento de la ciudad de París que votó
en el 1909 no derribar la torre pese al hecho de que su permiso por veinte años
había expirado. Le debemos nuestro beso a cada concejal, y a cada uno de los
votantes que los eligieron para esos puestos.
Está comenzando a dar la sensación de que toda la historia gira y conspiró
en torno a nuestro beso, así que me detendré aquí y expresaré lo que quiero de-
cir. Cada momento, como nuestro beso en lo alto de la Torre Eiffel, está creado
1. El Poder de ¿Qué Pasaría Si…? 9

por millones de ¿qué pasaría si…? que se combinan de un millón de maneras


diferentes para hacer posible ese momento.
Y si necesitas volver a leer esa frase, no te lo echaré en cara. Es complicada;
tan complicada como la soberanía de Dios. Sin embargo, tan sencilla como la
palabra si…
Gustave Eiffel no construyó su torre para que Lora y yo pudiéramos besar-
nos en lo más alto de ella. Sin embargo, su ¿qué pasaría si…? lo hizo posible. Y
son tus ¿qué pasaría si…? los que abren puertas de oportunidad para otras per-
sonas, a la mayoría de las cuales no conocerás a este lado de la eternidad. Pero
no te equivoques, pues cada pequeño si… marca una diferencia exponencial en
el tiempo y la eternidad.
La historia es como un tapiz intrincadamente entretejido con patrones in-
finitos que solo el Omnisciente puede ver y prever, pero el ¿qué pasaría si…?
enhebra la aguja. Tus ¿qué pasaría si…? no solo cambian la trayectoria de tu
vida; cambian el curso de la historia.
Nuestro beso en lo alto de la Torre Eiffel es parte de una reacción en ca-
dena que comenzó cuando yo me pregunté si Lora saldría conmigo. Entonces
actué según ese ¿qué pasaría si…?. Bueno, en realidad, antes marqué y colgué
el teléfono varias veces. Podías pasar desapercibido antes de que existiera el
identificador de llamadas.
Para resumir la historia, un ¿qué pasaría si…? condujo a otro, el cual con-
dujo al sí, quiero. ¿El resultado neto? Veintidós años de matrimonio y tres ¿qué
pasaría si…? llamados Parker, Summer y Josiah.
Si te detienes y lo piensas, todo comienza con ¿qué pasaría si…?
Cada logro, desde el premio Nobel hasta los Oscar, comienza con la pre-
gunta: ¿Qué pasaría si…? Cada sueño, desde poner a un hombre en la luna
hasta las galletas Moon Pie creadas para conmemorar el hito, comienza con
la pregunta: ¿Qué pasaría si…? Cada avance, desde la Internet hasta iTunes,
comienza con la pregunta: ¿Qué pasaría si…?
Hay 1.784 síes en la Biblia, y la mayoría de esos síes funcionan como con-
junciones condicionales al comienzo de las promesas de Dios. Si cumplimos la
condición, ¡Dios cumple la promesa! De modo que lo único que se interpone
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entre tus actuales circunstancias y tus sueños más intrépidos es un pequeño


si…
Un pequeño si… puede cambiarlo todo.
Un pequeño si… puede cambiar cualquier cosa.

¿Y SI…?

El día 15 de agosto de 1987 Howard Schultz se vio frente a la decisión


más difícil de su vida: si comprar o no una pequeña cadena de cafeterías con un
nombre extraño: Starbucks.
Sabiendo lo que sabemos ahora, parece obvio, pero para Schultz, el precio
de 3,8 millones de dólares daba la sensación de ser el caso del salmón que se
traga a la ballena. En sus memorias, Pour Your Heart into It [Pon tu corazón en
ello], el arquitecto que estaba detrás de la marca Starbucks reflexiona sobre ese
importante momento ¿y si…?
Este es mi momento, pensé. Si no aprovecho la oportunidad, si
no salgo de mi zona de comodidad y lo arriesgo todo, si dejo que
pase demasiado tiempo, mi momento pasará. Yo sabía que si no
aprovechaba esa oportunidad, la repetiría en mi mente toda
mi vida, preguntándome: ¿Qué habría pasado si…?1
Howard Schultz tomó la decisión crucial de renunciar a la red de segu-
ridad de un salario de 75.000 dólares para seguir su pasión por todo lo rela-
cionado con el café. Las acciones de Starbucks se hicieron públicas cinco años
después, el 26 de junio de 1992. Fueron las segundas acciones que más movi-
miento tuvieron en el NASDAQ ese día, y cuando la campana marcó el final de
la jornada, su capitalización en el mercado era de 273 millones de dólares. ¡No
está nada mal para una inversión de 3,8 millones de dólares!
En la actualidad, Starbucks tiene 16.580 tiendas en 40 países, con unos
beneficios que alcanzan casi los cinco mil millones de dólares, y sus 137.000
empleados totalizan dos veces la población de Groenlandia. Según cálculos
conservadores, Starbucks vendió 3.861.778.846 tazas de café el año pasado.2
¡Sin mencionar las otras 87.000 posibles combinaciones de bebidas!3
Y cada trago de cada bebida comenzó con: ¿qué pasaría si…? o ¿y si...?
1. El Poder de ¿Qué Pasaría Si…? 11

Para que conste, mi combinación favorita en Starbucks es un caramel mac-


chiato. Solamente porque seamos los dueños y dirijamos una cafetería indepen-
diente en Capitol Hill no significa que yo esté en contra del sistema. Escucha: si
no estoy cerca de la cafetería Ebenezer, tomaré cafeína dondequiera que pueda
obtenerla, lo cual, gracias a Starbucks, ¡parece que puede ser en cada esquina
en los Estados Unidos!
Si vamos marcha atrás en Starbucks todo el camino hasta sus humildes
orígenes, comenzó con el ¿Qué pasaría si…? de Howard Schultz. Eso es cierto
también de Ebenezer: ¿Qué pasaría si.. pusiéramos una cafetería donde nuestra
iglesia y nuestra comunidad cruzan sus caminos?
Un millón de clientes después, ¿y si...? está haciendo que se cumplan mu-
chos sueños. Cada centavo de beneficio neto, más de 1 millón de dólares ahora,
ha sido reinvertido en una amplia variedad de causas del reino; y cada centavo
se remonta a la pregunta: ¿Y si…?
¿Cuál es tu y si…?
Si aún no lo sabes, sigue leyendo.
Quiero que sepas que he estado orando por ti. Aunque puede que no co-
nozca tu nombre ni tus circunstancias, Dios sí las conoce. Y le he estado pidien-
do a Él que haga llegar este libro a las manos correctas en el momento correcto.
Esa es mi oración para cada libro que escribo, de modo que cuando alguien se
disculpa por no haber leído uno de mis libros, acepto la disculpa. Confío en el
tiempo de Dios.
Desde luego, también es cierta la otra cara de la moneda. El hecho de que
tengas en tus manos este libro es evidencia de que estás preparado para ¿qué
pasaría si…? Estoy orando para que Dios lo revele a medida que leas.
¿Qué pasaría si…? es algo más que un libro.
Es tu ¿qué pasaría si...?
Pero antes, tienes que dejar atrás el si tan solo...
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TU MAYOR REMORDIMIENTO

Uno de los epitafios más tristes en la Biblia está oculto en Jeremías 46:17.
Me recuerda a una vieja lápida en un viejo cementerio lleno de malas hierbas.
El profeta exclama:
Allí dirán: “¡El faraón, rey de Egipto, es un bocón que perdió su
oportunidad!” (NTV).
El faraón Hofra fue el cuarto rey de la dinastía veintiséis de Egipto. Como
líder político y religioso de una de las civilizaciones más avanzadas de la tierra,
el faraón tenía mucho potencial, mucho poder. Él podía tomar la historia y
hacer historia. Pero perdió su momento ¿y si…? No se identifica qué oportuni-
dad fue, pero el faraón Hofra gobernó durante diecinueve años, ¡de modo que
probablemente perdió más de uno! Y debido a que perdió su ¿y si…?, se llevó
sus si tan solo... remordimientos con él a su tumba.
Voy a hacer una predicción bastante valiente.
Al final de tu vida, tu mayor remordimiento no será por las cosas que hiciste,
pero desearías no haber hecho. Tu mayor remordimiento será por las cosas que no
hiciste, pero desearías haber hecho. Los sueños y si… sobre los que nunca actua-
mos son los que se convierten en si tan solo... remordimientos.
Esa predicción está respaldada por un estudio realizado por dos psicólogos
sociales, Tom Gilovich y Vicki Medvec.4 Según su investigación, el tiempo es
un factor clave en lo que lamentamos. A corto plazo, tendemos a lamentar ac-
ciones más que inacciones con un conteo del 53 al 47 por ciento respectivamente.
En otras palabras, sentimos un agudo remordimiento por los errores que he-
mos cometido. Pero a la larga, lamentamos las inacciones más que las acciones,
en un 84 al 16 por ciento respectivamente.
Eso no significa que no tengamos algunos remordimientos profundamente
arraigados por cosas que desearíamos no haber dicho o hecho, pero nuestros
remordimientos más duraderos serán las oportunidades que dejamos sobre la
mesa. Esos son los si tan solo... que nos persiguen hasta la tumba y más allá.
Ahora voy a traducir ese estudio a términos teológicos.
Nos fijamos demasiado en pecados de comisión. Practicamos la santi-
dad mediante sustracción: no hagas esto, no hagas aquello, y estarás bien. El
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problema con eso es el siguiente: puedes no hacer nada incorrecto, y aún no


hacer nada correcto.
La rectitud es más que no hacer nada incorrecto; es hacer algo correcto. No
es tan solo resistir la tentación; es perseguir las oportunidades ordenadas por
Dios. Santidad mediante sustracción es jugar para no perder. Rectitud es ir por
todo con Dios. Es jugar para ganar. Es vivir como si la victoria ya ha sido ganada
en la cruz del Calvario. Y lo ha sido.
En mi opinión, son los pecados de omisión los que más entristecen el cora-
zón de nuestro Padre celestial: los habría, podría y debería. ¿Por qué? ¡Porque
nadie conoce el potencial que Dios nos ha dado como el Dios que nos lo dio en
un principio!
El potencial es el regalo de Dios para nosotros.
Sacar el máximo de ello es el regalo que le devolvemos a Dios.
Cualquier cosa menos que esa da como resultado el remordimiento.

PENSAMIENTO CONTRAFACTUAL

Un hecho poco conocido: cuando yo estaba en la secundaria, quería ser


profesor de historia. Me he conformado con ser historiador de sillón, pero sigo
siendo un adicto a la historia.
Técnicamente, la historia es el estudio de acontecimientos pasados; lo que
sucedió realmente. Pero hay una rama de la historia, la teoría contrafactual, que
hace las preguntas ¿y si…? Considera las realidades alternativas que podrían
haber surgido si las bisagras de la historia hubieran girado hacia el otro sentido.
Se ha dicho que el ¿y si...? es la pregunta favorita del historiador.5
¿Y si una de las cuatro balas de mosquete que atravesaron el abrigo de
George Washington durante la Batalla de Monongahela en 1755 le hubiera
atravesado el corazón?
¿Y si la invasión en el Día-D por parte de los Aliados el 6 de junio de 1944
no hubiera detenido al régimen nazi?
¿Y si los confederados hubieran ganado la Batalla de Little Round Top en
Gettysburg el 2 de julio de 1863?
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La historia está llena de ¿y si…?, y también lo está la Escritura.


¿Y si David no hubiera dado en la frente a Goliat?
¿Y si Ester no hubiera ayunado, encontrando así favor y salvando así del
genocidio al pueblo judío?
¿Y si José y María no hubieran atendido a la advertencia que les hizo el
ángel de que huyeran a Belén antes de que aparecieran los secuaces de Herodes?
Mantengámonos en esa línea.
La teoría contrafactual es simplemente un ejercicio de pensamiento con-
trafactual. Y no es solamente un ejercicio útil para los historiadores; es un ejer-
cicio sano para cualquier persona. El pensamiento contrafactual es una dimen-
sión crítica a la hora de establecer metas y tomar decisiones. Es pensar fuera
del molde. Es ir contra la corriente. Es la capacidad divergente de reimaginar
alternativas.
Y este libro está diseñado para hacer eso. No solo la historia o la Escritura
están llenas de momentos ¿y si...? Son también los momentos decisivos, ¡los
momentos críticos en nuestras vidas!
La neuroimagen ha mostrado que a medida que envejecemos, nuestro cen-
tro cognitivo de gravedad cambia del lado derecho imaginativo del cerebro al
lado izquierdo lógico. En algún momento, la mayoría de nosotros dejamos de
vivir por la imaginación y comenzamos a vivir por memoria. Ese es el día en
que dejamos de crear el futuro, y comenzamos a repetir el pasado. Ese es el día
en que dejamos de vivir por fe, y comenzamos a vivir por lógica. Ese es el día en
que dejamos de soñar con ¿y si...? posibilidades, y terminamos con si tan solo...
remordimientos.
¡Pero no tiene por qué ser de ese modo!

PLAN DE VIDA

Recientemente pasé dos días con un coach de vida elaborando un plan de


vida.
Esos dos días darán dividendos durante el resto de mi vida. Tan solo desea-
ría no haber esperado tanto tiempo para hacerlo. Francamente, ¡había pasado
1. El Poder de ¿Qué Pasaría Si…? 15

más tiempo planeando vacaciones que planeando mi vida! Tenía algunas metas
en la vida, como la meta 102, pero no estaba viviendo con el tipo de intenciona-
lidad necesaria para convertir las posibilidades en realidades.
Hice diecinueve ejercicios con mi coach de vida, cada uno de ellos con la
meta de reimaginar mi vida. El enfoque era mi futuro, pero lo miramos median-
te el prisma de mi pasado. Era como un juego de unir los puntos, y se deletreaba
fidelidad de Dios.
Cuando terminamos, mi sentimiento de destino estaba por las nubes. Uno
de esos ejercicios implicaba hacer un guión gráfico de mi vida identificando
momentos decisivos. Después, pusimos título a los capítulos de mi vida, y fi-
nalmente precisamos lo que se denomina “puertas de vida”: los momentos de-
cisivos que cambian la trayectoria de nuestras vidas. Son los momentos ¿y si...?
cuando se concibe un sueño, cuando se toma una decisión, o cuando se corre
un riesgo.
Una de las revelaciones que tuve durante ese proceso de plan de vida fue
que yo soy mi propio historiador. Es Dios quien ordena nuestros días, ordena
nuestros pasos, y prepara de antemano buenas obras. Pero nosotros tenemos
que ser estudiantes de nuestra propia historia, incluidos nuestros si tan solo...
remordimientos. Tenemos que aprender las lecciones y hacer uso de los errores.
Tenemos que unir los puntos entre causa y efecto. Y tenemos que reimaginar
nuestro futuro en el marco de las promesas de Dios.
Pese a cuántos remordimientos tengas, Dios es el Dios de las segundas
oportunidades. Sin importar cuán profundamente arraigados estén esos re-
mordimientos, Él puede convertir tus si tan solo... remordimientos en ¿y si...?
posibilidades.
Este libro está lleno de historias de personas como tú que han hecho pre-
cisamente eso. Jesús pone un guión en la historia. Si le entregas a Él el control
editorial completo, el Autor y Consumador de nuestra fe escribirá Su historia
por medio de tu vida. No puedo prometerte un cuento de hadas sin ningún
dolor ni sufrimiento, pero puedo prometerte que terminará con un “y fueron
felices siempre”. Mejor aún, felices para siempre.
Y eso nos lleva al capítulo 8 de Romanos.
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EL GRAN OCHO

Cuando se trata del capítulo 8 de Romanos, incluso los lexicógrafos se que-


dan sin palabras. No muchos adjetivos pueden hacer justicia a su misterio y su
majestad.
El teólogo y pastor John Piper llama al capítulo 8 de Romanos el capítulo
más grande de la Biblia. En breve: “el Gran Ocho”.6
¿Quién soy yo para discutir con él?
Martín Lutero lo llamaba “el evangelio más claro de todos”.7 William
Tyndale, que fue martirizado por traducir la Biblia al inglés, lo llamaba “la parte
más excelente del Nuevo Testamento”.8 Y Douglass Moo, un profesor de una
de mis alma mater, lo llama “el santuario interior dentro de la catedral de la fe
cristiana”.9
Yo siempre he pensado en él como “el capítulo del ¿y si...…? Los diez si que
hay en Romanos 8 llevan a infinitas posibilidades. Una última etiqueta: “Súper
8”. Como una buena película, Romanos 8 lo tiene todo: acción, aventura, argu-
mento, e incluso algunos efectos especiales.
Es el David de Miguel Ángel.
Es la Mona Lisa de Da Vinci.
Es la Quinta Sinfonía de Beethoven.
Es el discurso de Gettysburg de Lincoln.
El Gran Ocho comienza con una gran explosión:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están
unidos a Cristo Jesús.10
Tiene un final de cuento de hadas:
Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles
ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni
lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá
apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús
nuestro Señor.11
1. El Poder de ¿Qué Pasaría Si…? 17

Justamente en el medio, cruza el puente de Brooklyn de la Biblia:


Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan
a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.12
Y también está el argumento secundario:
En todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que
nos amó.13
Hablaré de todas estas verdades, pero la piedra de toque es una pequeña
palabra de dos letras en medio del capítulo. Es el eje, el meollo; es la bisagra
sobre la cual gira el capítulo más grande.
Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?14
Ese es el punto de inflexión, lo que transforma la vida. Pero tienes que
resolver el asunto. Si tienes dudas subconscientes acerca de las buenas inten-
ciones de Dios, se manifestarán en miles de formas de temor. Si crees con cada
fibra de tu ser que Dios es por ti, te espera una realidad alternativa.
Esa es la meta, pero antes, un descargo de responsabilidad.
Este libro no es una teología sistemática, ¡lo cual es un oxímoron, de todos
modos!
¿Qué pasaría si…? no es un comentario; es más bien una pintura
impresionista.
No trata de analizar treinta y nueve versículos con la lógica del lado iz-
quierdo del cerebro. Habla de pintar un paisaje de fe, esperanza y amor con
pinceladas de la parte derecha del cerebro. Yo amaba el Gran Ocho cuando co-
mencé a escribir, al igual que amaba a Lora el día en que nos casamos. Veintidós
años después, nuestro amor es más profundo, más duradero y más fuerte. Así es
como me sentí con respecto al Gran Ocho cuando terminé este libro, y esa es mi
oración por ti. ¡Que te enamores del Dios del ¿y si...? otra vez! Que se te acelere
el pulso cuando pases las páginas de este libro y, más importante, del Libro.
Espero que comiences a leer y no puedas parar, pero permite que te ofrezca
una sugerencia. Qué Pasaría Si tiene treinta capítulos por un motivo, y reco-
mendaría leer un capítulo cada día. Piensa en ello como treinta días de ¿y si...?
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¿Y por qué no leerlo con un amigo, un grupo pequeño o un club de lectura? ¡A


Qué Pasaría Si le encanta la compañía!
¿Cuál es tu ¿y si...?
Vamos a descubrirlo.

¿Y si estás a la distancia de una decisión


de llevar una vida totalmente distinta?

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