Maucourant, J. - Karl PolanyI, Ese Gran Olvidado
Maucourant, J. - Karl PolanyI, Ese Gran Olvidado
Maucourant, J. - Karl PolanyI, Ese Gran Olvidado
Introducción /1
Karl Paul Polanyi nació en octubre de 1886 en el seno de una familia judía en Viena, capital del imperio
Austro-húngaro de entonces. Su obra se inscribirá en una sociedad (primera mitad del siglo XX) marcada por la
aparición de importantes catástrofes y por el hundimiento de la primera sociedad de mercado iniciada a finales del
siglo XIX, hecho éste que influirá en su obra. Murió en 1964 en la ciudad canadiense de Pickering, Ontario. En 1933
se vio obligado a emigrar a Londres por el ascenso del fascismo en Austria. Posteriormente, y gracias a una beca de
la Fundación Rockefeller, se trasladó a Estados Unidos donde escribió su principal e inicial obra La gran
transformación, publicada en 1944, a la vez que fue nombrado profesor visitante en la Universidad de Columbia en
1947. Sin embargo, el gobierno estadounidense negó el visado de entrada a su mujer Ilona Duczynska a causa de
su antigua militancia comunista en Austria. Finalmente el matrimonio se instaló en Canadá, cerca de Toronto, desde
donde Polanyi se desplazaba habitualmente a Nueva York para impartir sus clases.
Polanyi había estudiado abogacía en la Universidad de Hungría aunque ejerció como economista, sociólogo de la
economía y filósofo social a lo largo de su vida. En su ánimo de reconciliar las herencias cristiana y marxista,
pasaría a la historia por su crítica directa a la economía neoclásica de mercado que postulaba la escuela austríaca
durante los años veinte y treinta apoyándose, para ello, en una perspectiva analítica institucional. Sus originarias
teorías se convirtieron en uno de los fundamentos más sustantivos de la corriente de pensamiento que propugnaba
la democracia económica. A su obra principal, le sucedieron otras importantes y numerosas contribuciones de las
que cabe destacar Trade and Markets in the Early Empires -como coautor con otros autores-, Dahomey and the
Slave Trade o The Livelihood of Man (El sustento del hombre), en buena medida, relacionadas con las prácticas
culturales con las que las diversas sociedades del pasado han organizado la provisión colectiva de la manutención
humana.
La influencia de las ideas del socialista utópico Robert Owen sobre el pensamiento de Polanyi -en particular, las que
ese autor desarrolló a cerca del sistema de cooperativas que debería prefigurar la abolición del salario como medio
de intercambio entre capital y trabajo- se convirtió en uno de los principales puntos de partida de la visión política
que Polanyi acabaría desarrollando años después. Interesarse por Owen le permitió comprender el significado
económico y social de la revolución industrial a través de la observación de la evolución de la sociedad inglesa de
comienzos del siglo XIX. Según Polanyi, el hundimiento económico sucedido en la Inglaterra de esa época se debió
a una catástrofe cultural: el trabajador perdió las referencias sociales de su comunidad de origen como
consecuencia de la degradación cultural a que le somete el maquinismo. Se trata de una ruptura brutal con las
antiguas tradiciones que guiaban el comportamiento social en la sociedad pre-industrial y que condujo, entre otras
cosas, a que aparecieran hambrunas de una amplitud inédita hasta entonces, fruto del hundimiento de los viejos
sistemas de redistribución y reciprocidad, en un contexto histórico en el la regulación pública de la sociedad aún
estaba por llegar (Mancourant; 2004; 121).
Con posterioridad, a principios del siglo XX, la sociedad de mercado en Europa volvería a entrar en una crisis aún
mayor que acabaría por desembocar en la 1ª Guerra Mundial, la gran depresión y, no mucho más tarde, en el
fascismo. Polanyi atribuirá esa crisis a las disfunciones monetarias y financieras que darán lugar a la aparición de
una deuda insoportable a largo plazo para las economías occidentales. Quedará patente que la auto-regulación de
la economía capitalista era una mera ilusión. Polanyi, ante las evidentes contradicciones inherentes a la dinámica
del sistema capitalista propondrá un modelo de "socialismo funcional", contrario al del "marxismo ortodoxo" y al del
liberalismo "burgués" de Misse, a quien le advertirá que "...la economía no es una cosa de la que uno se pueda
apoderar mediante las estadísticas -como creen los defensores de la planificación central- sino que es un proceso
que debe construirse con sujetos colectivos reales, grupos autogestionados que integren las constricciones
La tesis principal de la obra La gran transformación consiste en demostrar que en la sociedad del siglo XIX se
construyó un sistema auto-regulador en base a tres pilares del liberalismo económico y la sociedad de mercado: el
trabajo y la moneda (ambos tendrán un precio establecido por el mercado), y los bienes que tendrán que circular
libremente entre países (Mancourant, 2004: 125). No obstante, aunque Polanyi no negará un cierto número de
virtudes de la autorregulación del mercado, afirma de éste su carácter esencialmente utópico, ya que la sociedad
nunca hubiera soportado todas las consecuencias concretas de tal concepción. Por una parte, los mecanismos del
mercado deben instituirse por procesos políticos deliberados; por otra, los elementos esenciales para el
funcionamiento de los mercados han de ser protegidos contra los mercados mismos. Así, históricamente, las formas
de protección del trabajo y de la moneda se han impuesto de manera "imprevista", ¿cómo?, mediante compromisos
colectivos sancionados o creados deliberadamente por el Estado que, desde hace tiempo, hacen que la sociedad de
mercado sea tolerable para la vida de los hombres. De todas formas, poco a poco, los "contra-movimientos" han ido
obstaculizando la capacidad auto-reguladora del gran mercado. Esa es, según Polanyi, la gran contradicción de la
sociedad de mercado, de la que se debe medir todas sus consecuencias que de ellos se derivan (Mancourant, 2004:
126).
La crisis del capitalismo durante los años veinte y treinta condujo a Polanyi a proponer la necesidad de un nuevo
sistema sociopolítico: el socialismo. Un socialismo, sin embargo, un tanto distinto al de la planificación centralizada y
del "empirismo" del marxismo ortodoxo, pero también contrario al de máxima libertad económica y que sólo
beneficia a las clases dominantes. Polanyi, entiende que sólo actuando en las instituciones será posible influir en los
comportamientos humanos. Y es en ese marco que concederá una especial atención a la institución educativa, al
considerarla esencial para el avance social. El ideal (socialista) no puede ser conseguido sin que cada individuo sea
consciente de su función particular (funcionalismo). El cambio no puede llevarse a cabo sin que la gente cambie.
Polanyi no cree en el supuesto magnetismo de la acción, necesariamente, benéfica del poder del Estado
(Mancourant, 2004: 133).
Desde el punto de vista económico, se opone a la teoría objetiva del valor de Marx porque presupone que la oferta
de trabajo es ilimitada. Aunque tal teoría podría ser comprendida durante el siglo XIX, no puede funcionar de la
misma manera para el socialismo futuro. Es necesario utilizar una teoría subjetiva del valor que dé importancia a la
escasez de los recursos (teoría desarrollada por la escuela marginalista de Viena).
Ahora bien, Polanyi, en lugar de pensar en un sujeto individual, estaba pensando en un individuo colectivo: un grupo
de trabajadores o consumidores que actúan en un ámbito descentralizado en un municipio. Grupos que, a diferencia
de aquella teoría, poseen cierta autonomía para decidir. El modelo de socialismo "funcional" de Polanyi es una
articulación esbozada entre la dimensión subjetiva del valor que atribuye cada individuo a los hechos y las cosas y la
consideración colectiva que hacen dentro de cada grupos autónomo a los que pertenecen.
Por otro lado, el rechazo que Polanyi hace del capitalismo se basa en que, según él, este sistema no encarna la
justicia social. Son muchas las formas de ingresos que no proceden del esfuerzo productivo, sino que proceden de
la acción monopólica, de la mera especulación y de la manipulación de los mercados. Con ello, se impulsa
espontáneamente la reducción del precio del trabajo, lo cual se contradice con el derecho "a la vida" (Mancourant,
2004: 135). El modo de apropiación de los bienes y de los capitales conlleva a una competencia desenfrenada, pero
también, a situaciones de monopolio. Todo ello, se opone a una buena difusión del progreso técnico que
asociaciones regionales de productores podrían beneficiarse. El monopolio, afirma Polanyi, permite -como ya dijera
Veblen cuando hablaba de las patentes- restringir la oferta y disminuir el ritmo de la producción y, por tanto, de la
La factibilidad del socialismo que plantea Polanyi se fundamenta en poder construir una contabilidad coherente de
los costes económicos. Se trata de un socialismo basado en la apropiación social de los medios de producción y del
intercambio que se realiza entre grandes unidades autogestionadas. Este sistema reposa en la idea de que los
precios expresan las preferencias colectivas decididas según son las percepciones microeconómicas de tales
colectivos. Este procedimiento es el que determinará el valor del trabajo así como la remuneración de las materias
primas, cuestión ésta, esencial para una sociedad socialista en sus relaciones con terceros países y donde el
Estado juega un papel determinante. El sistema de precios engloba también las percepciones microeconómica
formuladas por los grupos descentralizados (municipios y asociaciones de consumidores). Las discusiones políticas
fijan las orientaciones de la acumulación según el imperativo de justicia social cuyas modalidades determina el
Estado. No obstante, la parte tecno-económica de la inversión involucra únicamente a los grupos implicados en la
producción. Se trata de un socialismo dual de precios: los precios fijados (encarnaciones de las intervenciones de
"derecho"), y los precios de "convención" (característicos de una economía de intercambio).
La contabilización de los costes (del valor del trabajo y de las cosas) constituye en este modelo el punto crucial en
tanto que es, para Polanyi, la clave del modelo de socialismo que este propugna frente a aquellos (L. Von Mises, por
ejemplo), que cuestiona la capacidad del socialismo para llevar a cabo ese proyecto de forma racional sin caer en el
despilfarro. Así pues, la originalidad de la propuesta de Polanyi residirá en que la formación de los precios en el
socialismo "polinyiano" procederá de las evaluaciones contradictorias que aparecen de las "instancias elementales
de la sociedad", es decir, del valor que resulta de la voluntad -y no de la imposición- de pagar o no los productos que
se intercambian entre productores y asociaciones de consumidores. Se trata de demostrar que es posible establecer
un espacio de discusión razonable de formas de intercambio en una economía auténticamente socialista. A partir de
ahí, el socialismo integra y supera el principio de mercado (Mancourant, 2004: 137).
Por otra parte, Polanyi también afirma que una economía planificada (dirigista) no es eficiente porque no dispone de
la información necesaria (estadísticas adecuadas y suficientes) para gestionar las decisiones sobre los procesos de
producción. Es ilusorio establecer de manera centralizada los costes del esfuerzo del trabajo (la denominada
desutilidad de la teoría neoclásica). El socialismo centralizado no tiene en cuenta la dificultad inherente al trabajo
humano al considerar que su valor es fruto del decreto administrativo y objetivo. Por eso la economía centralizada
cree que los fenómenos económicos son sólo cosas y la economía un proceso social-natural.
Polanyi contradice, además, a los marxistas afirmando que, a diferencia de lo que ellos defienden, sí que son
posibles los conflictos entre productores y consumidores. Y es que, el socialismo no libera al hombre de la cuestión
del valor económico. La humanidad no será libre hasta que sepa lo que le cuestan sus ideales. El socialismo
centralista es incapaz de evaluar el carácter arduo del trabajo si no es de forma autoritaria e ineficiente. No hay lugar
para evaluar los costes específicos de la justicia social. Por eso es importante encontrar las instituciones que se
hagan cargo, descentralizada y contradictoriamente, de evaluar también ese otro tipo de costes, derivados de la
intervención del Estado socialista centralizado en la estructura de los precios (Mancourant, 2004: 138).
Según Polanyi, las instituciones de un "socialismo funcional" están reguladas por el principio de "funcionalidad": el
hombre como productor o consumidor representa dos aspectos de las motivaciones humanas que están
determinadas por un único proceso vital: la actividad económica del individuo. Se representa así al hombre a través
de dos entidades separadas pero, no por ello, incompatibles. La transparencia de los procesos económicos
producida por el funcionamiento del modelo, permite a los ciudadanos participar de manera responsable en los
debates políticos y económicos a través de sus representantes.
Paralelamente, Polanyi propone que las federaciones de consumidores estén organizadas de la misma manera que
las federaciones de productores. Es así como los precios resultan de un proceso mercantil descentralizado. Estas
federaciones deben de asociarse para integrarse en una instancia política central: el Estado socialista (o Comuna).
Ahora bien, el hecho de que el Estado integre también a los consejos delegados por los ciudadanos, podría dar
lugar a que ese Estado detente el poder supremo y se convirtiera en una estructura aún más "inquietante" que el
Estado burgués moderno. No obstante, Polanyi no prevé que las decisiones puedan ser fruto de la exclusión del
congreso de los productores. Además, los inevitables litigios que puedan surgir serán, necesariamente, transitorios
(en consonancia con el funcionalismo), ya que serán resueltos remitiéndolos a una instancia judicial superior.
Todo lo anterior, permite a Polanyi afirmar que es posible establecer una contabilización de los costes en el
socialismo descentralizado porque es factible distinguir entre costes "naturales" y costes "sociales" de la producción:
la autonomía contable de las unidades elementales de la producción es el medio para distinguir los costes que
resultan directamente del proceso de producción, del resto de los costes, los que expresan los imperativos de la
justicia social e instituidos por la Comuna. Así, cada balance elemental de las firmas autogestionadas comporta dos
estadísticas distintas. Las distribuciones en especie o a precio de coste pueden imputarse a la cuenta de "costes
sociales" junto a los costes suplementarios como consecuencia de las localizaciones no óptimas, desde el punto de
vista técnico-económico de las unidades de producción. Por su lado, los costes "naturales" comprenderían la usura
del capital, los salarios y el precio de las materias primas.
No obstante, Polanyi es consciente de que el cambio técnico puede modificar el valor de los costes de producción.
Esos cambios se someterían a la negociación entre ambas partes (productores y consumidores). Sin embargo el
problema de fondo (la coexistencia de dos tipos de precios: los "fijos" -que expresan las finalidades colectivas- y los
"negociados" -los que afectan a muchos de los bienes de consumo o de producción- sigue aún sin resolverse. En el
caso de la fijación artificial de los precios de las materias primas no hay influencia en la lógica del sistema de los
precios "negociados". No así con los precios de los bienes intermediarios.
Si bien estos precios pueden ser considerados como inputs primarios, no ocurre lo mismo con la inversa: la fijación
artificial de los precios no permitiría una contabilización racional. Para que las unidades autónomas no sufran déficits
es necesario que las unidades de producción no soporten el coste social que, por su construcción, no depende de
sus propias decisiones. Para resolver ese tema es importante contar con la participación de unos adecuados
mecanismos financieros y de un sistema monetario eficaz que ayuden a equilibrar los posibles desajustes. De ese
modo, algunos precios pueden ser artificialmente elevados para que reflejen la finalidad social de la producción. Es
así como los excedentes registrados financian el descenso de los precios de los bienes necesarios y la Comuna se
convierte en el lugar donde se redistribuyen tales excedentes
El socialismo de Polanyi sigue siendo una economía monetaria dotada de un verdadero sistema fiscal en contra de
la opinión de los que apuestan por la economía planificada que atribuyen a la moneda un simple vestigio del
capitalismo. En el socialismo funcional la introducción de un medio de pago y de una unidad de cuenta permite la
fluidez de las necesarias transferencias entre unidades económicas para cubrir los "gastos sociales" y "naturales",
lejos del papel nulo o residual que le concede el socialismo centralizado.
En definitiva, lo esencial del modelo polanyiano consiste en la posibilidad de distinguir los costes según su
naturaleza y en el hecho de que, globalmente, la suma de los excedentes obtenidos más allá de los salarios, debe
Nota:
1/ De todas las contribuciones que se han realizado sobre la obra y la vida de Karl Polanyi, destaca por su novedad
y calidad la aportación que ha realizado Jérôme Maucourant en su libro "Descubrir a Polanyi" y publicado en España
por Edicions Bellaterra en 2006. En él Maucourant ofrece una perspectiva del conjunto de la obra de Polanyi que
resulta ser de gran interés y de notable actualidad. Las líneas que aquí se exponen proceden de una selección
esmerada de las principales ideas contenidas en algunos de los capítulos más relevantes de la citada obra.
Obra citada: