Catalina de Siena PDF
Catalina de Siena PDF
Catalina de Siena PDF
Rebeca Reynaud
Santa Catalina de Siena le preguntó al Señor cómo conocerlo y amarlo más. Jesús
se le aparece y le dice:
¾ Hija mía, ¿sabes quién eres tú y quien soy yo? Si lo sabes serás infinitamente
feliz. Tú tienes que saber que eres la que no es, y Yo, el que es. Si guardas este
conocimiento en el fondo de tu alma, el demonio jamás te podrá engañar, y
evitarás así todas sus trampas, todos sus engaños, y sin sufrir por eso. Nunca
harás algo que se oponga a mis mandamientos, y descubrirás todos los dones de la
gracia y todas las virtudes del amor.
Santa Catalina de Siena dejó escrito: El alma que persevera en la oración humilde
alcanza todas las virtudes. Más que éxtasis o arrobamientos, hay que pedirle al
Señor que nos libre del amor propio desordenado, del egoísmo y de la soberbia, en
suma, que nos libre de nosotros mismos.
Para San Josemaría Escrivá la oración es “la humildad del hombre que reconoce su
profunda miseria y la grandeza de Dios al que se dirige y adora, de manera que
todo lo espera de Él y nada de sí mismo” (Surco, 259). Dicho de otro modo: orar
es... ponerse uno en su sitio. (Pilar Urbano, El hombre de Villa Tevere, Plaza &
Janes Ed., Barcelona 1995, p. 373).
Jesús les enseña a los suyos que el origen del bien está en la oración. Nos enseña a
decir en el Padrenuestro, “no nos dejes caer en tentación”, de la falta de unidad o
de faltas de caridad. Para no caer en la tentación, dice Jesús, “velad conmigo”. Se
trata de no caer en la tentación de contestarle mal a alguno. No caer en la
tentación de retirarle el habla a Fulano porque me hizo una corrección… San Juan
de la Cruz dice que es más precioso delante de Dios un poco de amor puro que
todas las obras juntas.
San Gregorio escribió: Rezando alcanzan los hombres las gracias que Dios
determinó concederles antes de todos los siglos. San Buenaventura afirma que el
Señor tiene por traidor a aquel que al verse sitiado de tentaciones no acude a Él en
demanda de socorro. Hacemos traición cuando no pedimos ardientemente lo que
nos hace falta, cuando no cumplimos las Normas y cuando no somos salvajemente
sinceros en la Charla.
De Juan Pablo II se decía que era “una montaña de oración”. ¿Se puede decir eso
de ti?
Cuando oramos por una persona estamos encendiendo una luz en medio de la
oscuridad. La oración pavimenta parte del camino al cielo (Restrepo). La oración
tiene muchas avenidas porque Dios está presente en toda la creación y si se le
reconoce en toda la creación y en todas las criaturas, se está en adoración
perpetua. Si le damos gracias por un nuevo día, por las plantas, el aire, la luz, y le
decimos “¡qué precioso árbol hiciste, qué lindo niño!, ¡qué hermosa lagartija recién
nacida!”, estamos en estado de adoración, de contemplación.
Los ruidos interiores son muy incómodos y estorbosos. De los ruidos exteriores nos
podemos abstraer; de los interiores es casi imposible abstraernos. ¡Cuánto ruido
mete la ira! Hasta cegar la mente y cancelar el diálogo divino, nulificando la brisa
del Espíritu Santo.
¿Y cuál podría ser el tema principal de oración? El Señor le dijo a una mística del
siglo XX, Luisa Piccarreta: Me es tan grato quien medita mi pasión con frecuencia,
la siente y me compadece, que me siento como retribuido por todo lo que sufrí en
el curso de mi Pasión. El alma que la medita llega a formar un alimento continuo en
el que hay varios condimentos y sabores que producen en ella diversos efectos.
Entonces, si durante mi Pasión me dieron cadenas y cuerdas para atarme, el alma
me desata y me da libertad; aquéllos me despreciaron, me escupieron y me
deshonraron, ella me aprecia, me limpia de esas escupitajos y me honra; aquéllos
me desnudaron y me flagelaron, ella me cura y me viste; aquéllos me coronaron de
espinas, me trataron como rey de burla, me amargaron la boca con hiel y me
crucificaron; el alma, rumiando todas mis penas, me corona de gloria y me honra
como a su Rey, me llena la boca de dulzura y me da el alimento más exquisito,
como es el recuerdo de mis mismas obras; me desclava de la Cruz y me hace
resucitar en su corazón. Y por cada vez que esto hace, Yo como recompensa le doy
una nueva vida de gracia, de manera que ella es mi alimento y yo me hago su
alimento. Me gusta que las almas mediten continuamente mi Pasión (...) . Para
salvar un alma hay que sufrir mucho... Las almas corren hacia su perdición y mi
sangre se pierde para ellas. Pero los que me aman y se inmolan como víctimas de
reparación, atraen la misericordia de Dios. Esto es lo que salva el mundo...
Una víctima de reparación guarda silencio ante la acusación injusta, guarda silencio
ante la corrección fraterna, y la agradece. La Virgen meditaba todas las cosas en su
corazón, las que entendía y las que no entendía. Se fiaba de Dios. Pedirle ver todo
a la luz de la fe.