La Culebra de Oro

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La culebra de oro

Había un matrimonio campesino que era muy aficionado a comer camarones, esos riquísimos
camarones que tanto abunda en el rió San Juan que forma el Valle de Chincha. La mujer,
especialmente tenia “antojos” por saborear esta clase de animal de rió y el esposo, que era muy
complaciente en satisfacer los deseos de su señora, no tuvo más remedio que preparar sus
“ichiguas” o “izangas”, (especie de canastas alargadas que se colocan en el río para atrapar
camarones).

Después de haber esperado más de tres horas, comprobó que en las “ichiguas” habían caído
algunos camarones, los suficientes para preparar un buen cebiche de colitas y un sabroso chupe.
Regresa a su casa y en el camino se le atraviesa una víbora. Coge una piedra y con gran puntería,
aplasta la cabeza de ese repugnante animal. Contempla su hazaña y con el fin de mostrarle a su
esposa la culebra, la recoge y envuelve en una hoja de papel periódico.Llega a su casa y entrega a
su mujer dos paquetes, uno conteniendo los camarones y el otro la víbora, pero sin acordarse de
contarle lo ocurrido. La señora toma los paquetes y con los camarones se dedica a preparar los
potajes de su predilección guardando el otro envuelto en la alacena de la cocina.A la hora de la
comida, después de haber hecho los honores a tan suculentos platos y haberlos remojado con una
botella de vino tinto, el esposo pregunto a su mujer por el paquete que contenía la culebra, y ella
le responde que estaba guardado porque tan sólo tenía una varilla de metal en forma de culebra.
El marido, sorprendido, se dirige a la alacena para cerciorarse de las palabras de su señora y, en
efecto, encuentra una varilla de metal, color amarillo. La culebra se había convertido en
oro.Demás está decir la alegría que experimentaron, porque en esta forma solucionaron, sus
problemas económicos, ya que con la venta del oro compraron una chacrita; que era la mayor
ambición de su vida.
Los Duendes
No hay una sola persona que no haya escuchado hablar sobre los duendes. De esas pequeñas
criaturas con las que las madres amedrentan a los niños: “Te van a llevar los duendes”.

Cuando era pequeño me daba miedo de encontrarme con ellos. Los duendes son unos pequeños
hombres en miniatura que miden como medio metro de altura, usan boina grande y visten
lujosamente, con trajes de colores. La mayor parte del tiempo andan juntos. Andan por los
potreros, cafetales y caminos solitarios, no les importa si es noche o de día con tal de andar
vagabundos.

Al visitar una casa se hacen invisibles, molestan demasiado, echando cochinadas en las comidas,
tiran lo que se encuentre en sus manos. Pero lo que más persiguen es a los niños de corta edad,
los engañan con confites y juguetes bonitos; así se los llevan de sus casas para perderlos. Si el niño
no quiere irse, se lo llevan a la fuerza; aunque llore o grite. Una vez un señor, quién me merece
todo respeto, contó que una noche, cuando él iba a caballo con otro amigo vio saltar un chiquito a
la orilla del camino. Al ver esa figurilla en ese camino tan solitario y en horas tan inoportunas
ambos se extrañaron; bajaron el ritmo de los caballos para preguntarle hacia donde se dirigía. Voy
a hacer un mandadillo dijo el pequeñín. Pero a pesar de que apresuraban el paso, el pequeñín los
seguía a cierta distancia, con una habilidad increíble. Aquel espectáculo los puso como piel de
gallina, y no querían mirar hacia atrás; y cuando quisieron mirar, había desaparecido.

Algo muy parecido a esta historia anterior le sucedió al hijo de un amigo. Sus padres lo buscaron
por todos lados, se había perdido hacía dos días, quién estaba en un potrero lejano del pueblo.

Cuando se le pregunto como había llegado allí, dijo que unos hombrecitos muy pequeños se lo
habían llevado dándole confites y juguetes; pero cuando estaban lejos del pueblo, pellizcaban y
molestaban y mientras lloraba, aquella jerga de chiquillos reían y bailaban.

Este suceso se comentó mucho en aquel pueblo y es digno de estudiarse por lo misterioso del
caso.

Dicen las gentes que para ahuyentar los duendes de una casa, aconsejan poner un baile bien
encandilado con música bien sonada.

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