0% encontró este documento útil (0 votos)
328 vistas89 páginas

Casa de Muñecas PDF Completo PDF

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1/ 89

HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

Casa de muñecas
Henrik Ibsen
© Pehuén Editores, 2001. )1(
HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

CASA DE MUÑECAS

HELMER
NORA
IVAN
BOB
EMMY
EL DOCTOR RANK
CRISTINA
KROGSTAD
MARIANA
ELENA
UN MOZO

La acción transcurre en Noruega, en casa de los señores


Helmer.

© Pehuén Editores, 2001. )2(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

ACTO PRIMERO

S ALA DECENTEMENTE AMUEBLADA pero sin lujo. Al fondo, dos


puertas que conducen, la de la derecha al recibidor, y la de
la izquierda, al despacho de HELMER. A la izquierda, en
primer término, una ventana, y en segundo término, una puerta.
A la derecha, en primer término, una chimenea, y en segundo
término, una puerta. Entre las dos puertas del fondo, un piano. A
la izquierda, cerca de la ventana, una mesa, un sillón y un pequeño
diván. A la derecha, entre la chimenea y la puerta, una mesa
pequeña y, a ambos lados de la chimenea, varias butacas. Un mueble
con vajilla, un armario lleno de libros lujosamente encuadernados,
grabados y algunos objetos de arte convenientemente distribuidos,
completan el decorado de la escena, que debe estar alfombrada.
Es un día frío de invierno y en la chimenea arde un buen fuego.

© Pehuén Editores, 2001. )3(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

Escena I HELMER:
¿Es mi ardilla la que alborota?
Al levantarse el telón, suena un campanillazo en el recibidor.
NORA:
ELENA, que se encuentra sola, poniendo en orden los muebles se
¡Sí!
apresura a abrir la puerta derecha, por donde entra NORA, en
traje de calle y con varios paquetes, seguida de un Mozo con un
HELMER:
árbol de Navidad y una cesta. NORA tararea mientras coloca los
¿Hace mucho tiempo que ha venido la ardilla?
paquetes sobre la mesa de la derecha. El Mozo entrega a ELENA el
árbol de Navidad y la cesta.
NORA:
Acabo de llegar. (Guarda el cucurucho de confites en el bolsillo y se
NORA:
limpia la boca). Ven aquí, Torvaldo; mira las compras que he hecho.
Esconde bien el árbol de Navidad, Elena. Los niños no deben
verlo hasta la noche, cuando esté arreglado. (Al mozo, sacando el
HELMER:
portamonedas). ¿Cuánto le debo?
No me interrumpas. (Poco después abre la puerta, y aparece con la
pluma en la mano, mirando en distintas direcciones). ¿Comprado
EL MOZO:
dices? ¿Todo eso? ¿Otra vez ha encontrado la niñita modo de gastar
Cincuenta céntimos.
dinero?
NORA:
NORA:
Tome una corona. Lo que sobra, para usted. (El mozo saluda y se
¡Pero, Torvaldo!
va. Nora cierra la puerta. Continúa sonriendo alegremente mientras
Este a o podemos hacer algunos gastos más. Es la primera Navidad
se despoja del sombrero y del abrigo. Después saca del bolsillo un
en que no nos vemos obligados a andar con escaseces.
cucurucho de almendras y come dos o tres, se acerca de puntillas a la
puerta izquierda del fondo y escucha). ¡Ah! Está en el despacho.
HELMER. Sí..., pero tampoco podemos derrochar...
(Vuelve a tatarear, y se dirige a la mesa de la derecha).
NORA: Un poco, Torvaldo, un poquitín, ¿no? Ahora que vas a
HELMER (Dentro):
cobrar un sueldo crecido, y que ganarás mucho, mucho dinero...
¿Es mi alondra la que gorjea?
HELMER: Sí, a partir de Año Nuevo; pero pasará un trimestre
NORA (Abriendo paquetes):
antes de percibir nada...
Sí.
NORA: ¿Y eso qué importa? Mientras tanto se pide prestado.

© Pehuén Editores, 2001. )4(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

HELMER: HELMER (Siguiéndola):


¡Nora! (Se acerca a Nora, a quien en broma toma de una oreja. Vamos, vamos, la alondra no debe andar alicaída. ¿Qué? ¿Ahora
¡Siempre esa ligereza! Supón que pido prestadas hoy mil coronas, salimos con que la ardilla tuerce el gesto? (Abre su portamonedas).
que tú las gastas durante las fiestas de Navidad, que la víspera de Nora, adivina qué tengo aquí.
año me cae una teja en la cabeza, y que...
NORA (Volviéndose con rapidez):
NORA (Poniéndole la mano en la boca): Dinero.
Cállate, y no digas esas cosas.
HELMER:
HELMER: Mira. (Entregándole algunos billetes). ¡Dios mío! Hay muchos gastos
Pero figúrate que ocurriese. ¿Y entonces? en una casa cuando se acerca Navidad.

NORA: NORA (Contando):


Si sucediera tal cosa..., me daría lo mismo tener deudas que no Diez, veinte, treinta, cuarenta; ¡gracias, Torvaldo! Con esto ya tengo
tenerlas. para ir tirando.

HELMER: HELMER:
¿Y las personas que me hubieran prestado el dinero? No habrá más remedio.

NORA: NORA:
Quién piensa en ellas? Son personas extrañas. Se hará así, descuida. Pero ven aquí. Voy a enseñarte todo lo que
he comprado, y ¡tan barato! Mira: un traje nuevo para Iván y, un
HELMER: sable; un caballo con una trompeta para Bob, y una muñeca con
Nora, Nora, eres una verdadera mujer. En serio, mujer, ya sabes una cama para Emmy. Claro que es muy sencillo, porque en seguida
mis ideas respecto de este punto. Nada de deudas; nada de se rompe. Y aquí, delantales y telas para las, muchachas. La buena
préstamos. En la casa que depende de deudas y préstamos se Mariana merecía mucho más que esto, pero...
introduce una especie de esclavitud, cierta cosa de mal cariz que
previene. Hasta ahora nos hemos hecho firmes, y seguiremos HELMER:
haciendo otro tanto durante el tiempo de prueba que nos queda. Y en ese paquete, ¿qué hay?

NORA (Acercándose a la chimenea): NORA (Profiriendo un ligero grito):


Bien, como tú quieras, Torvaldo. No, Torvaldo, eso no lo verás hasta la noche.

© Pehuén Editores, 2001. )5(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

HELMER: NORA:
Bien, bien. Pero dime, manirrotita, ¿qué te gustaría a ti? Sí, sí, el estornino, ya lo sé. Pero haz lo que te digo, Torvaldo; así
tendré tiempo para pensar en algo útil. ¿No es lo más razonable,
NORA: di?
¡Bah! ¿Me preocupo acaso de mí?
HELMER (Sonriendo):
HELMER: Si supieras emplear el dinero que te doy y comprar efectivamente
Lo creeré, si te empeñas. Vamos, dime algo que te tiente, una cosa alguna cosa, sí, pero desaparece en la casa, se evapora en mil
razonable. pequeñeces, y luego tengo que volver a aflojar la bolsa.

NORA: NORA: ¡Qué cosas tienes, Torvaldo!


Realmente... no sé. Y eso que..., oye, Torvaldo...
HELMER: Es la pura verdad, Norita mía. (Le rodea la cintura con
HELMER: un brazo). El estornino es muy precioso, pero necesita tanto
Veamos. dinero... ¡Es increíble lo que le cuesta a un hombre poseer un
estornino!
NORA (Jugueteando con los botones de la americana de Helmer,
pero sin mirarlo): Si estás decidido a regalarme algo, podrías... NORA: ¡Anda! ¿Cómo te atreves a decir eso? Yo ahorro cuanto
podrías... puedo.

HELMER: HELMER: ¡Oh!, eso es indudable. Todo lo que puedes, sólo que
Vamos, acaba. no puedes nada.

NORA (De un tirón): Podrías darme dinero, Torvaldo. ¡Oh!, poca NORA (Tarareando y sonriendo alegremente): ¡Si supieras tú cuántos
cosa, aquello de que puedas disponer, con eso me compraría algo. gastos tenemos las alondras y ardillas!
HELMER: Pero, Nora...
HELMER: Eres una criatura original. Lo mismo que tu padre,
NORA: ¡Vaya que sí! Lo vas a hacer, Torvaldito. Te lo ruego. quien lleno de celo y voluntad se afanaba para ganar dinero, y a ti,
Colgaré el dinero del árbol envuelto en un papel dorado muy como a él, tan pronto como lo tienes, se te escurre de las manos y
bonito. ¿No hará buen efecto? no sabes nunca a dónde va a parar. En fin, hay que tomarte como
eres. Sí, sí, Nora, esas cosas son hereditarias, indudablemente.
HELMER: ¿Cómo se llama el pájaro que está despilfarrando
siempre?

© Pehuén Editores, 2001. )6(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

NORA: HELMER: Bien, mujer, bien; te lo digo en broma.


Bien quisiera haber heredado muchas cualidades de papá.
NORA (Acercándose a la mesa de la derecha): Ni en sueños podría
HELMER: ocurrírseme hacer nada que te desagrade. Puedes estar bien seguro.
Yo te quiero como eres, querida alondra. (Pausa). Pero oye; te
encuentro hoy no sé cómo... Tienes una cara así.... un poco HELMER:
sospechosa. No, si lo sé. ¿No me lo has prometido?... (Aproximándose a Nora).
Vamos, guárdate tus misterios de Navidad, que nosotros ya los
NORA: ¿Yo? sabremos esta noche, cuando se descubra el árbol.

HELMER: NORA: ¿Has pensado en invitar a comer al doctor Rank?


Sí, tú. Mírame bien a los ojos. (Nora mira a Helmer). ¿Habrá hecho
esta locuela alguna escapatoria a la ciudad? HELMER: No, ni hace falta, puesto que ya lo sabe. Sin embargo,
lo invitaré cuando venga. He encargado buen vino, Nora; no
NORA: puedes tú figurarte la alegría y los deseos que tengo de que llegue
No. ¿Por qué dices eso? la noche.

HELMER: NORA: Lo mismo que me pasa a mí. ¡Y qué alegría la que van a
¿De veras no has metido la nariz de golosa en la confitería? tener los niños, Torvaldo!

NORA: HELMER: ¡Ah! Es una delicia pensar que se ha llegado a una


No, te lo aseguro, Torvaldo. situación estable, asegurada, y se dispone con holgura de cuanto
se necesita. ¿No es una dicha inmensa pensarlo?
HELMER:
¿No has olido siquiera los dulces? NORA: ¡Oh! Es maravilloso. Parece un sueño.

NORA: Ni pensarlo. HELMER: ¿Te acuerdas de la última Navidad? Tres semanas antes,
te encerrabas todas las noches hasta más allá de las doce, a hacer
HELMER: ¿No has probado dos o tres almendras? flores para el árbol de Navidad y a prepararnos otras mil sorpresas...
¡Uf! Es la época más aburrida de que me acuerdo.
NORA:
¡Que no! Torvaldo, te digo que no. NORA: Pues yo no me aburría.

© Pehuén Editores, 2001. )7(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

HELMER (Sonriendo): Sin embargo, el resultado fue bastante ELENA (A Helmer):


deplorable, Nora. También ha venido el doctor.

NORA: ¡Bueno! ¿Todavía vas a hacerme rabiar con eso? ¿Tengo HELMER:
yo la culpa de que entrara el gato y lo hiciese trizas todo? ¿Ha pasado a mí despacho?

HELMER: ¡Claro que no, Norita! ¿Cómo habías tú de tener la ELENA:


culpa? Tú tenías los mejores deseos de que nos divirtiéramos todos, Sí, señor. (Helmer entra al despacho. La criada hace pasar a Cristina
y eso es lo importante. Pero bueno es que hayan pasado aquellos y después cierra la puerta).
malos tiempos.

NORA: Es verdad; todavía no estoy bien convencida; ¡parece un


sueño! Escena III
CRISTINA (En traje de viaje. Tímidamente, con alguna perplejidad):
HELMER: Ahora ya no me aburriré encerrado a solas, ni tú tendrás
¡Buenos días, Nora!
que atormentar tus hermosos ojos y tus lindas manitas.

NORA (Batiendo palmas): No, ¿verdad que no, Torvaldo? ¡Qué NORA (Indecisa):
gusto, Dios mío! (Toma del brazo a Helmer). Ahora voy a decirte Buenos días...
cómo he pensado que nos arreglemos, después que pasen las
Navidades... (Se oye llamar). Llaman. (Ordena la habitación). CRISTINA:
Vendrá alguien. ¡Qué fastidio! ¿No me conoces?

HELMER (Disponiéndose para entrar al despacho): NORA:


Si es una visita, acuérdate de que no estoy para nadie. Efectivamente..., no sé... ¡Ah! Sí, me parece...
(Lanzando una exclamación). ¡Cristina! ¿Eres tú?

CRISTINA:
Escena II Sí, la misma.
ELENA (Desde la puerta de entrada):
NORA:
Señora, una dama desea verla.
¡Cristina! ¡Y no te conocía! ¿Quién había de ...? (Más bajo). ¡Has
NORA: cambiado tanto!
Que pase.

© Pehuén Editores, 2001. )8(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

CRISTINA: NORA (Con dulzura): ¡Pobre Cristina! Te has quedado viuda.


Es verdad. Como ya hace nueve.... diez años cumplidos...
CRISTINA: Sí, hace tres años.
NORA:
¿De veras hace tanto tiempo que no nos vemos? Sí..., sí, eso es. NORA: Lo sabía; lo leí en los periódicos. ¡Oh! Puedes creerme,
¡Oh! Estos ocho años últimos ¡qué época tan feliz! ¡Si supieses!... Cristina, pensé muchas veces escribirte entonces..., pero lo iba
¿Conque te tenemos aquí? ¿Has hecho un viaje tan largo en pleno dejando de un día para otro, y luego siempre había algún
invierno? Se necesita tener valor. impedimento.

CRISTINA: CRISTINA: Eso no me sorprende.


Pues ya lo ves; he llegado en vapor esta mañana.
NORA: Pues está muy mal hecho. ¡Pobre amiga! ¡Por qué trances
NORA: has debido pasar! ¿No te ha quedado con qué vivir?
Para pasar las Pascuas, naturalmente. ¡Qué alegría! ¡Bien nos vamos
a divertir! Pero quítate el abrigo. No tendrás frío, ¿eh? (Ayuda a CRISTINA: No.
Cristina a quitarse el abrigo). ¡Ajajá! Ahora nos sentaremos junto
NORA: ¿E hijos?
a la chimenea cómodamente. Pero, no, siéntate en ese sillón; yo,
en la mecedora; es mi sitio. (Le estrecha las manos.). Pues sí, ahora
CRISTINA: Tampoco.
ya veo tu simpática cara.... pero, al pronto..., sabes... Sin embargo,
estás un poco más pálida, Cristina..., y... algo más delgada también.
NORA: ¿Nada, entonces?
CRISTINA: CRISTINA: Nada; ni siquiera duelo en el corazón, ni una de esas
He envejecido mucho, mucho. penas que absorben.
NORA: NORA (Con mirada de incredulidad): A ver, a ver, Cristina, ¿cómo
Sí, un poquitín, un poquitín quizá..., pero no mucho. (Se detiene puede ser eso?
de repente, y añade en tono serio). ¡Oh! ¡Qué loca soy! Estoy aquí
cotorreando mientras que... Mi querida y buena Cristina, ¿me CRISTINA (Sonriendo amargamente y alisándose el cabello con una
perdonas? mano): Eso ocurre con frecuencia, Nora.

CRISTINA: NORA: Sola en el mundo. ¡Qué pena debe ser para ti! Yo tengo
¿Qué quieres decir, Nora? tres chicos hermosos. Ahora no puedes verlos, porque han salido
con la niñera. Vamos, cuéntamelo todo.

© Pehuén Editores, 2001. )9(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

CRISTINA: NORA:
Después. Primero, tú. No, lo necesario nada más no, sino mucho, muchísimo dinero.

NORA: CRISTINA (Sonriendo):


No, a ti te toca hablar. Hoy no quiero ser egoísta..., no quiero Nora, Nora, ¿todavía no has aprendido a ser juiciosa a estas fechas?
pensar más que en ti. Sólo una cosa deseo decirte en seguida. ¿Sabes En el colegio eras una derrochadora.
la felicidad que hemos tenido en estos días?
NORA (Sonriendo dulcemente):
CRISTINA: Torvaldo supone que lo soy todavía. Pero (amenazando con el dedo)
No, ¿qué es? «Nora, Nora» no es tan loca como creéis. ¡Ah! La verdad es que
hasta aquí no he tenido mucho que derrochar. Hemos necesitado
NORA: trabajar los dos.
Calcula que han nombrado a mi marido director del Banco.
CRISTINA:
CRISTINA: ¿Tú también?
¿A tu marido? ¡Oh! ¡Qué suerte!
NORA: Sí, menudencias: labores de mano, de gancho, bordados,
NORA: etc. (Cambiando de tono). Y además, otra cosa. Sabes que Torvaldo
¿Verdad? ¡Es una situación tan precaria la de un abogado, sobre dejó el ministerio cuando nos casamos, porque no tenía posibilidad
todo cuando no quiere encargarse más que de causas buenas! Y de ascender y necesitaba ganar más dinero que antes. El primer
eso era, naturalmente, lo que hacía Torvaldo, y con lo que estoy año tuvo un trabajo terrible. Figúrate: tenía que trabajar desde la
absolutamente de acuerdo. ¡Figúrate si estaremos contentos! mañana hasta la noche. Como abusó de sus fuerzas, cayó
Empezará a desempeñar el cargo en Año Nuevo, y entonces tendrá gravemente enfermo, y los médicos le prescribieron que se marchara
un buen sueldito con multitud de utilidades, lo que nos permitirá al Sur.
vivir de otra manera que hasta aquí... Completamente a nuestro
gusto. ¡Oh, Cristina! ¡Qué dicha y qué placer! Cree que es una CRISTINA:
delicia tener mucho dinero y estar libre de preocupaciones. ¿No te Cierto, pasaron un año en Italia.
parece?
NORA:
CRISTINA: Sí. Como comprendes, no era muy fácil ponerse en camino...
Indudablemente. Por lo menos, debe ser una cosa excelente tener Acababa de nacer Iván; pero no hubo más remedio. ¡Oh! ¡El viaje
lo necesario. fue una maravilla, la cosa más hermosa! ¡Y salvó la vida a Torvaldo!
¡Pero el dinero que nos costó, Cristina!

© Pehuén Editores, 2001. )10(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

CRISTINA: NORA:
Ya lo supongo. Sí; fue un milagro.

NORA: CRISTINA:
Mil doscientos escudos..., cuatro mil ochocientas coronas. ¡Es algún ¿Y... ese médico?
dinero, eh!
NORA:
CRISTINA: ¿Qué quieres decir?
Sí, y no es poca suerte tenerlo cuando hace falta.
CRISTINA:
NORA: Recuerdo que la criada anunció al doctor, dejando pasar a un
Nos lo dio papá. caballero al mismo tiempo que a mí.
CRISTINA: NORA:
¡Ah, ya! Y, si mal no recuerdo, fue precisamente poco antes de En efecto, aquél era el doctor Rank. No viene como médico, sino
morir.
como amigo, y nos visita una vez al día por lo menos. No, Torvaldo
no ha tenido la más ligera indisposición desde entonces. Los niños
NORA:
también se encuentran sanos y frescos, y yo lo mismo. (Se levanta
Sí, Cristina, precisamente entonces, y, como comprenderás, no
de un salto y palmotea). ¡Dios mío, Dios mío, Cristina, qué delicia
pude ir a acompañarlo. Esperaba de un día para otro el nacimiento
y qué bendición vivir y estar contentos! ... ¡Ah!, pero es una
de Iván, ¡y el pobre Torvaldo moribundo, y necesitando que lo
cuidase! ¡Mi buen papá! No volví a verlo. ¡Oh! ¡Es la pena más vergüenza..., no hablo más que de mí. (Se sienta en un taburete al
cruel que he tenido que sufrir desde mi matrimonio! lado de Cristina, en cuyas rodillas se recuesta). ¿No lo tomarás a
mal? Dime: ¿de veras no amabas a tu marido? Entonces, ¿por qué
CRISTINA: te casaste con él?
Ya sé que lo querías mucho. ¿De modo que después se fueron a
Italia? CRISTINA:
Mi madre estaba enferma, me encontraba sin apoyo, y además
NORA: tenía que cuidar a mis hermanitos. No me creí con derecho a
Sí, teníamos el dinero, y los médicos lo recomendaban tanto... rehusar el matrimonio.
Marchamos al cabo de un mes.
NORA:
CRISTINA: Sí, sí, actuaste perfectamente. ¿De modo que era rico cuando se
¿Y tu marido volvió completamente repuesto? casó?

© Pehuén Editores, 2001. )11(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

CRISTINA: NORA (Levantándose.):


Por lo menos vivía muy desahogado; pero su fortuna era poco ¡Vamos! No te enojes conmigo.
sólida, y a su muerte, se fue todo al diablo, sin quedar nada.
CRISTINA:
NORA: Tú eres la que no ha de enfadarse conmigo, querida Nora. Lo
¿Y entonces? peor que tiene una situación como la mía es que agria tanto el
carácter... No se tiene a nadie por quien trabajar y, a pesar de todo,
CRISTINA: hay que ganarse la subsistencia: ¿no es preciso vivir? Esto la hace a
Me vi obligada a buscar una ocupación. Regenté un modesto una egoísta. ¿Qué quieres que te diga? Cuando me contaste hace
colegio..., ¡qué sé yo! Los tres últimos años no han sido para mí un momento el cambio de fortuna, me he alegrado por mí más
más que un largo día de trabajo sin reposo. Ahora todo ha que por ti.
concluido, Nora. Mi pobre madre no me necesita ya; la he perdido:
mis hermanos, tampoco, porque ya pueden subvenir a sus NORA:
necesidades por sí mismos. Pues ¿cómo?... ¡Ah!, bueno..., ya comprendo. Te habrás dicho que
Torvaldo puede serte útil.
NORA:
¡Qué alivio debes sentir! CRISTINA:
Sí, lo he pensado.
CRISTINA:
No, Nora, hago una vida insoportable. ¡No tener nadie a quién NORA:
consagrarse! (Se levanta inquieta). Así es que no he podido Pues lo será, Cristina. Yo prepararé el terreno con mucha delicadeza,
permanecer allá, en aquel rincón escondido. Aquí debe ser más idearé alguna cosa grata que predisponga bien a Torvaldo. ¡Oh!,
fácil absorberse en una ocupación, distraerse de los pensamientos... ¡tengo tantas ganas de ayudarte!
Si fuese siquiera lo bastante afortunada para encontrar una
colocación, trabajo de oficina... CRISTINA:
¡Cuánto te agradezco esa solicitud, Nora!...
NORA: Más meritoria en ti que no conoces las miserias y los sinsabores de
¿Piensas en eso? ¡Un trabajo tan fatigoso, y tú que necesitas la vida.
descanso! Más te valdría ir a algún balneario.
NORA:
CRISTINA (Acercándose a la ventana): ¿Yo?...
Yo no tengo un papá que me pague el viaje. ¿Crees eso?

© Pehuén Editores, 2001. )12(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

CRISTINA (Sonriendo): NORA:


¡Por Dios! Laborcitas de mano y monerías por el estilo... Eres una Y te enorgullece también pensar lo que has hecho por tus hermanos.
niña, Nora.
CRISTINA:
NORA (Moviendo la cabeza y atravesando la escena): Tengo derecho.
No hables con esa ligereza.
NORA:
CRISTINA: ¿Cómo? Así lo creo; pero voy a decirte una cosa, Cristina. Yo también tengo
un motivo de alegría y de orgullo.
NORA: Eres como los demás. Todos creen que no valgo para nada
serio... CRISTINA:
No lo pongo en duda. Explícate.
CRISTINA: Vamos, vamos...
NORA:
NORA: Que no conozco las dificultades de la vida. Habla más bajo, no sea que Torvaldo nos oiga. Por nada del mundo
querría que él... No debe saberlo nadie, Cristina; nadie más que
CRISTINA: tú.
Pero, querida Nora, acabas de contarme tus dificultades...
CRISTINA:
NORA: Nadie lo sabrá por mí.
¡Bah! ... ¡Esas bagatelas! ... (En voz baja). No te he contado lo
principal. NORA:
Acércate más. (Atrayéndola a su lado). Sí... Escucha..., yo también
CRISTINA: puedo estar orgullosa y satisfecha. Yo fui quien salvé la vida de
¿Qué dices? Torvaldo.

NORA: CRISTINA:
Me miras desde la cumbre de tu grandeza, Cristina, y no deberías ¿Salvar?... ¿Cómo salvar?
hacerlo. Tú estás orgullosa de haber trabajado tanto por tu madre.
NORA: ¿Te he hablado del viaje a Italia, no es verdad? Torvaldo
CRISTINA: no viviría a estas horas si no hubiera podido ir al Sur...
No miro a nadie desde la cumbre de mi grandeza, aunque es verdad
que me satisface, y me enorgullece, haber contribuido a que mi CRISTINA:
madre pasara tranquilamente los últimos días de su vida. Bien, pero tu padre les dio el dinero necesario.

© Pehuén Editores, 2001. )13(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

NORA (Sonriendo): CRISTINA:


Sí, eso es lo que cree Torvaldo y todo el mundo, pero... Porque una mujer casada no puede tomar dinero a préstamo sin el
consentimiento de su marido.
CRISTINA:
¿Pero? NORA (Moviendo la cabeza):
¡Oh! Cuando se trata de una mujer algo práctica.... de una mujer
NORA: que sabe manejarse con destreza...
Papá no nos dio un céntimo. Yo fui la que conseguí el dinero.
CRISTINA:
CRISTINA: Nora, por más que me devano los sesos, no se me ocurre cómo...
¿Tú? ¿Una cantidad tan importante?...
NORA:
NORA: No es necesario que te tomes esa molestia. Nadie dice que me
Mil doscientos escudos. Cuatro mil ochocientas coronas. prestaran el dinero; pero pude adquirirlo de otro modo. (Se deja
caer en el sofá). He podido recibirlo de un admirador... ¿Qué?...
CRISTINA: Cuando se es pasablemente bonita...
¿Cómo te las arreglaste?... ¿Ganaste en la lotería?
CRISTINA:
NORA (Desdeñosamente): ¡Qué loca eres!
¿La lotería? (Con un ademán de desdén). ¿Qué mérito tendría eso?
NORA:
CRISTINA: Confiesa que tienes una curiosidad terrible.
Entonces, ¿de dónde lo sacaste?
CRISTINA:
NORA (Sonriendo con aire de misterio y tarareando): Dime, querida Nora, ¿no habrás obrado a la ligera?
¡Ejem! ¡Ta-ra-ra-la!
NORA (Irguiéndose):
CRISTINA: ¿Es una ligereza salvar la vida al marido?
Prestado no era fácil que lo tuvieras nunca.
CRISTINA:
NORA: ¿Por qué no? Lo que me parece una ligereza es que a sus espaldas...

© Pehuén Editores, 2001. )14(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

NORA: CRISTINA:
La cuestión era que no supiera nada. ¡Por Dios! ¿No comprendes? ¿Y no le hablarás de eso nunca?
Se trataba de que no conociera la gravedad de su estado. A mí es a
quien dijeron los médicos que estaba en peligro, y que no podía NORA (Reflexionando y sonriendo a medias):
salvarse más que pasando una temporada en Italia. Quizá... con el tiempo; después que pasen muchos, muchos años,
¿Crees que podía ser muy escrupulosa? Le contaba lo que me cuando ya no sea yo tan bonita como ahora. ¡No te rías! Quiero
gustaría ir a viajar por el extranjero como las demás mujeres; lloraba, decir: cuando Torvaldo no me ame ya tanto, cuando ya no disfrute
suplicaba y le decía que era preciso que se hiciera cargo de mi viéndome bailar, disfrazarme y declamar. Bueno será quizá tener
estado y que cediera a mi deseo; en fin, le insinué que podría entonces algo a que asirse... (Deteniéndose). ¡Bah! Ese día no llegará
tomar dinero a crédito. Entonces, Cristina, le faltó muy poco para nunca... Conque, Cristina, ¿qué té parece mi gran secreto? También
irritarse, y me contestó que era una loca, y que su deber de marido yo sirvo para algo... Puedes creer que este asunto me ha preocupado
era no someterse a mis caprichos. «Bueno, bueno», dije para mí, mucho. ¡Caramba! No era fácil cumplir a plazo fijo, porque has de
«se salvará, cueste lo que cueste». Entonces fue cuando se me ocurrió saber que en estos negocios hay una cosa llamada los vencimientos
el medio de obtener dinero. y otra la amortización; y todo es endiabladamente difícil de arreglar.
He tenido que ahorrar en todo. De los gastos de la casa no podía
CRISTINA: economizar mucho, pues Torvaldo tenía que vivir cómodamente.
¿Y a tu marido no le dijo tu padre que el dinero no procedía de él? Los niños tampoco podían andar mal vestidos y todo lo que recibía
para ellos, en ellos debía gastarse. ¡Angelitos míos!
NORA:
Jamás. Papá murió a los pocos días. Yo había pensado confesárselo CRISTINA:
todo y rogarle que no me traicionara; pero ¡estaba tan enfermo! ¡De manera que todo, pobre Nora, lo has tenido que sacar de tus
¡Ay! No tuve que dar ese paso. gastos personales!

CRISTINA: NORA:
¿Y después no has revelado nada a tu marido? Naturalmente. Al fin y al cabo, no era más que justicia. Siempre
que Torvaldo me daba dinero para mis gastos, sólo invertía la mitad;
NORA: compraba siempre de lo barato. Es una suerte que todo me quede
¡No, santo Dios! ¡Qué desatino! ¡A él, tan severo respecto de ese bien, porque así Torvaldo no ha advertido nada. Pero a veces me
punto! Y luego que, con su amor propio de hombre, se le haría es duro, Cristina: ¡halaga tanto ir elegante! ¿No es verdad?
muy cuesta arriba. ¡Qué humillación ¡Saber que me debía algo!
Eso hubiera transformado todas nuestras relaciones; nuestra vida CRISTINA:
doméstica, tan venturosa, no sería ya lo que es. ¡Ya lo creo!

© Pehuén Editores, 2001. )15(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

NORA: su testamento. (Se levanta con viveza). ¡Dios mío!, ¡qué gozo
Cuento aún con otros ingresos. El invierno último tuve la suerte pensarlo! Poder estar tranquila, completamente tranquila, jugar
de encontrar trabajo: escritos para copiar. Entonces me encerraba con los niños, arreglar bien la casa, con gusto, ¡cómo a Torvaldo le
y escribía hasta hora muy avanzada de la noche. ¡Oh! Me fatigaba gusta tenerla! ¡Luego vendrá la primavera y el hermoso cielo azul!
muchísimo; pero era un gusto trabajar para ganar dinero. Casi me Quizá podamos viajar entonces. ¡Volver a ver el mar! ¡Oh! ¡Qué
parecía que era hombre. felicidad vivir y estar contentos! (Llaman).

CRISTINA: CRISTINA (Levantándose):


¿Cuánto has podido ganar de ese modo? Llaman. ¿Debo irme?

NORA: NORA:
No lo sé exactamente. Es muy difícil desenredarse en esta clase de No, quédate, no espero a nadie; probablemente será alguien que
asuntos. Lo único que puedo decirte es que he pagado cuanto me pregunta por Torvaldo
ha sido posible. Muchas veces no sabía ya a dónde volver los ojos.
(Sonríe). Y entonces se me ocurría pensar que un viejo muy rico se
había enamorado de mí... Escena IV
CRISTINA: ELENA (Entrando):
¡Qué! ¿Qué viejo? Perdone usted, señora... Hay un caballero que desea hablar al
abogado...
NORA:
¡Tonterías!... Que se moría, y que, al abrir el testamento, se leía en NORA:
letras muy gordas: «Lego toda mi fortuna a la encantadora señora Querrás decir al director del Banco.
de Helmer, a quien le será entregada inmediatamente».
ELENA:
CRISTINA: Sí, señora, al director; pero, como está el doctor ahí dentro..., no
Pero, querida Nora, ¿qué viejo es ése? sabía...
NORA: KROGSTAD (Presentándose):
¡Dios mío!, ¿no comprendes, mujer? No hay tal viejo; es una idea Soy yo, señora. (Elena sale. Cristina se estremece, se turba y se vuelve
que se me ocurría siempre qué no veía manera de adquirir dinero. hacia la ventana).
En fin, ahora todo eso me es completamente indiferente. El viejo
puede estar donde se le antoje, porque me tiene sin cuidado él y

© Pehuén Editores, 2001. )16(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

NORA (Adelantándose hacia él, turbada y a media voz): NORA:


¿Usted? ¿Qué sucede? ¿Qué tiene usted que decir a mi marido? Precisamente.

KROGSTAD: CRISTINA:
Deseo hablarle de asuntos relativos al Banco. Tengo allí un empleíto ¡Ha cambiado mucho!
y he oído decir que su esposo va a ser nuestro jefe...
NORA:
NORA: Creo que fue muy desgraciado en el matrimonio.
Es cierto.
CRISTINA:
KROGSTAD: Ahora es viudo, ¿verdad?
Asuntos de negocios, señora, nada más que eso.
NORA:
NORA: Entonces, tómese la molestia de entrar en el despacho. Sí, con muchos hijos. ¡Eh!, me estoy achicharrando. (Cierra la
(Le saluda con indiferencia, cerrando la puerta del recibidor, y después estufa y separa la mecedora).
se acerca a la chimenea).
CRISTINA:
Dicen que se ocupa en toda clase de negocios.
Escena V
NORA: ¿Sí? Es posible; no sé... Pero no hablemos de negocios; es
CRISTINA: una cosa muy fastidiosa...
Nora... ¿Quién es ese hombre?

NORA: Escena VI
Es un abogado que se llama Krogstad.
RANK (Saliendo del despacho de Helmer, y dejando entreabierta la
CRISTINA puerta):
A: ¡Ah!, él es... No, no; no quiero estorbarte; voy a ver a tu esposa un momento.
(Cierra la puerta y repara en Cristina). ¡Ah, perdón! También aquí
NORA: ¿Lo conoces? estorbo.

CRISTINA: NORA:
Lo conocí hace muchos años. Fue procurador en casa durante Nada de eso... (Haciendo las presentaciones). El doctor Rank; la
algún tiempo. señora viuda de Linde.

© Pehuén Editores, 2001. )17(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

RANK: en sufrir el mayor tiempo que pueda. A mis clientes les ocurre lo
Ese nombre se pronuncia con frecuencia en esta casa. Creo haber propio. Y lo mismo opinan los que padecen achaques morales. En
pasado delante de usted al subir la escalera. este momento acabo de dejar uno en el despacho de Helmer, un
hombre en tratamiento; hay hospitales para enfermos de esa índole.
CRISTINA:
Sí, yo tardo en subir, porque me fatigo. CRISTINA (Con voz sorda):
¡Ah!
RANK:
¿Está usted indispuesta? NORA:
¿Qué quiere usted decir?
CRISTINA:
Sólo me encuentro fatigada. RANK:
¡Oh! Hablo del abogado Krogstad, a quien usted no conoce. Está
RANK: podrido hasta los huesos y, sin embargo, afirma, como cosa de la
¿Nada más? ¿Entonces viene usted a descansar aquí, probablemente, mayor importancia, que es necesario vivir.
corriendo de fiesta en fiesta?
NORA:
CRISTINA: ¿De veras? ¿De qué hablaba con Helmer?
He venido a buscar trabajo.
RANK: RANK:
¿Será ése un remedio eficaz contra el exceso de fatiga? A ciencia cierta, no lo sé. Lo único que he oído es que se trataba
del Banco.
CRISTINA:
No, pero es necesario vivir, doctor. NORA:
Yo no sabía que Krog..., que el señor Krogstad tuviera que ver con
RANK: el Banco.
Sí, es una opinión general: se cree que la vida es una cosa necesaria.
RANK:
NORA: Sí, se le ha dado una especie de empleo. (Dirigiéndose a Cristina).
¡Oh doctor! Tengo la seguridad de que usted tiene también mucho No sé si también allá, entre ustedes, existe esa especie de hombres
apego por la vida. que se afanan en desenterrar podredumbres morales, y, en cuanto
encuentran un enfermo, lo ponen en observación,
RANK: proporcionándole una buena plaza, mientras los sanos se quedan
Vaya si lo tengo. Mísero y todo como soy, tengo decidido empeño fuera.

© Pehuén Editores, 2001. )18(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

CRISTINA: NORA:
Hay que confesar que los enfermos son los que más cuidados Vamos, vamos, no te asustes. Tú no podías saber que Torvaldo me
necesitan. ha prohibido comer dulces. ¡Bah! ... ¡Por una vez! ... ¿Verdad,
doctor?... ¡Tenga usted! (Le pone una almendra en la boca). Y tú
RANK (Encogiéndose de hombros): también, Cristina. Yo comeré una muy pequeñina..., dos a lo
Bien dicho. Es una manera de convertir a la sociedad en hospital. sumo. (Empieza a dar vueltas por la habitación otra vez). Pues, señor,
(Nora, que ha permanecido abstraída, rompe a reír, batiendo palmas). soy inmensamente feliz. Sólo una cosa deseo todavía ardientemente.
¿Por qué se ríe usted? ¿Sabe siquiera lo que es la sociedad?
RANK:
NORA: Sepamos. ¿De qué se trata?
¿Y quién habla de la inaguantable sociedad de usted? Me reía de
otra cosa.... una cosa tan graciosa... Dígame usted, doctor..., ¿todos NORA:
los que tienen empleos en el Banco serán, en lo sucesivo, Una cosa que me entran ganas irresistibles de decir delante de
subordinados de mi esposo? Torvaldo.

RANK: RANK:
¿Es eso lo que la divierte a usted? ¿Y quién le prohibe a usted decirla?

NORA (Sonriendo y tarareando): No haga usted caso. (Da vueltas NORA:


por la habitación). ¡Pensar que nosotros..., que Torvaldo tenga ahora No me atrevo: es demasiado fea.
influencia sobre tanta gente! Realmente es muy divertido y me
parece increíble. (Saca del bolsillo el cucurucho de almendras). CRISTINA:
¿Quiere usted almendras, doctor? ¿Fea?

RANK: RANK:
¡Hola! ¿Almendritas? Creía que eso era contrabando aquí. Entonces, es preferible que se calle, pero a nosotros... ¿Qué es lo
que tiene usted tanto deseo de decir delante de Torvaldo?
NORA:
Sí, pero éstas me las ha dado Cristina. NORA:
Tengo unos deseos atroces de gritar: ¡rayos, truenos, huracanes!
CRISTINA:
¿Yo? RANK:
¡Qué loca es usted!

© Pehuén Editores, 2001. )19(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

CRISTINA: NORA:
Vamos, Nora... Y ya ves, ha hecho este viaje tan largo para hablar contigo.

RANK: Pues grite usted; aquí está. HELMER:


¿Cómo?
NORA (Escondiendo las almendras):
¡Chis, chis! (Sale Helmer del despacho, con un abrigo en el brazo y el CRISTINA:
sombrero en la mano). No sólo para eso...

NORA:
Cristina, para que lo sepas, entiende mucho de trabajos de oficina
Escena VII y, además, tiene grandes deseos de ponerse a las órdenes de un
hombre superior y de adquirir aún más experiencia.
NORA (Adelantándose hacia él):
¿Qué? ¿Has logrado echar a la calle a ese señor? HELMER:
Muy bien pensado, señora.
HELMER:
Sí, acaba de marcharse. NORA:
Así es que, cuando supo por los telegramas de los periódicos que
NORA: te habían nombrado director del Banco, se puso en camino...
¿Permites que te presente? Es Cristina, que ha venido de fuera. ¿Verdad, Torvaldo, que harás algo en favor de Cristina por
complacerme? ¿Verdad?
HELMER:
¿Cristina? Usted perdone, pero no sé... HELMER:
No es absolutamente imposible. ¿La señora es quizá viuda?
NORA:
La señora de Linde, querido, la señora Cristina de Linde. CRISTINA:
Sí.
HELMER:
¡Ah! Perfectamente. ¿Una amiga de la infancia de mi mujer, acaso? HELMER:
¿Y usted está acostumbrada a trabajar en oficinas?
CRISTINA:
Sí, señor; nos conocimos en otro tiempo. CRISTINA:
Sí, bastante.

© Pehuén Editores, 2001. )20(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

HELMER: NORA (Ayudándola):


Entonces es muy probable que pueda proporcionar a usted una ¡Qué fastidio que estemos tan estrechos!... Nos es completamente
plaza. imposible...

NORA (Aplaudiendo): CRISTINA:


¡Lo ves! ¿En qué piensas, mujer? Hasta la vista, querida Nora, y gracias.

HELMER: NORA:
Llega usted en buena ocasión, señora. Hasta luego, porque esta noche vendrás, ¿no es cierto? Y usted
también, doctor. ¿Cómo? Siempre que se sienta bien. ¡Claro que
CRISTINA: se sentirá bien!... ¿Va usted a excusarse? Se arropa usted. (Se van
¿Cómo agradecer a usted ...? hablando por la derecha. Se oyen voces de niños en la escalera).

HELMER: NORA:
¡Oh! No hablemos de eso. (Se pone el abrigo). Pero hoy tendrá ¡Ya están aquí, ya están aquí! (Corre a abrir, y aparece Mariana con
usted que disculparme. los niños).

RANK:
Espera, que yo también me voy. (Recoge su cuello de pieles del Escena VIII
recibidor y lo calienta en la chimenea).
NORA:
NORA: ¡Entren, entren! (Besa a los niños). ¡Oh! ¡Cielos míos! ¡Mira, Cristina!
No tardes mucho, Torvaldo. ¿No es verdad que son muy preciosos?

HELMER: Una hora solamente. RANK:


No os quedéis ahí al aire.
NORA: ¿Te vas tú también, Cristina?
HELMER:
CRISTINA (Poniéndose el abrigo,): Vamos, señora de Linde; para quien no es madre, quedarse ahora
Necesito ir a buscar un alojamiento. con Nora sería insoportable. (El doctor Rank, Helmer y Cristina
bajan la escalera. Entra Mariana con los niños. Nora lo hace después
HELMER: de cerrar la puerta).
Podemos ir juntos una parte del camino.

© Pehuén Editores, 2001. )21(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

Escena IX Escena X
NORA: KROGSTAD:
¡Qué caritas tan animadas y tan frescas tienen! ¡Qué mejillas tan Perdone usted, señora...
sonrosadas! Parecen manzanas y rosas. (Todos los niños le hablan a
la vez hasta el fin de la escena). ¿Se divirtieron mucho? Muy bien. NORA (Lanza un grito y se levanta a medias):
¡Anda! ¿Conque tú has tirado del trineo llevando a Emmy y a ¿Qué se le ofrece a usted?
Bob? ¿Es posible? ¡A los dos! ¡Ah! Eres un valiente, Iván... ¡Oh!
Déjamela un momento, Mariana. ¡Muñequita mía! (Toma a la KROGSTAD:
niña menor y baila con ella). Sí, sí, mamá va a bailar con Bob Estaba entornada la puerta. Sin duda, habrán olvidado cerrarla.
también. ¿Cómo? ¿Han hecho bolas de nieve? ¡Oh! ¡Lo que hubiera
dado por estar a su lado! NORA (Levantándose):
No, déjame, Mariana. Voy a desvestirlos yo. Déjame, mujer. ¡Si es Mi esposo no está en casa, señor Krogstad.
tan divertido! Entra ahí entretanto. Tienes cara de frío. En la cocina
hay café caliente para ti. (Mariana se va por la puerta de la izquierda. KROGSTAD:
Nora despoja a los niños de los abrigos y de los sombreros, que va Ya lo sé.
dejando desparramados. Los niños siguen hablando). ¡Imposible! ¿Que
ha corrido detrás de ustedes un perrazo? Pero no mordía. No, los NORA:
perros no muerden a los muñequitos preciosos como ustedes. ¡Eh! Entonces..., ¿qué desea usted?
¡Iván, cuidado con mirar los paquetes! No, no, que tienen dentro
una cosa mala. ¿Qué? ¿Quieren jugar? Que se esconda primero KROGSTAD:
Bob. ¿Yo? ¡Bueno, pues yo! (Nora y los niños se ponen a jugar, gritando Decirle una palabra.
y riendo. Al fin Nora se esconde debajo de la mesa. Llegan los niños a
todo correr, y la buscan sin poder encontrarla; pero oyen su risa ahogada, NORA:
se precipitan hacia el velador, levantan el tapete, y la descubren. Gritos ¿A mí?... (Aparta a los niños), Id con Mariana. ¿Qué?... No, él
de alegría. Nora sale a gatas, como para asustarlos. Nueva explosión caballero de fuera no hará daño a mamá. Cuando se marche,
de júbilo. Mientras tanto, han llamado sin que nadie responda. Se seguiremos jugando. (Acompaña a los niños al aposento de la
entreabre la puerta y aparece Krogstad. Espera un momento. El juego izquierda y cierra la puerta).
continúa).

© Pehuén Editores, 2001. )22(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

Escena XI NORA:
Bueno. ¿Y ...?
NORA (Inquieta y agitada):
¿Usted quiere hablarme? KROGSTAD:
¿Puedo preguntarle algo? Esta señora era la viuda de Linde, ¿no es
KROGSTAD: cierto?
Sí, lo deseo.
NORA:
NORA: ¿Hoy?... Sí.
No estamos todavía a primeros de mes.
KROGSTAD:
KROGSTAD: ¿Acaba de llegar de fuera?
No, estamos en vísperas de Navidad, y de usted depende que estas
Navidades le traigan alegrías o penas. NORA:
Hoy ha llegado.
NORA:
¿Qué desea? Hoy me es realmente imposible... KROGSTAD:
¿Es amiga suya?
KROGSTAD:
Por ahora no hablaremos de eso. Se trata de una cosa distinta. NORA:
¿Puede usted concederme un instante? Sí..., pero no comprendo...

NORA: KROGSTAD:
Sí.... sí..., aunque... Yo también la traté en otra época.

KROGSTAD: NORA: Lo sé.


Bien. Cuando estaba yo sentado en el restaurante Olsen, vi pasar
a su marido... KROGSTAD:
Está usted enterada. Lo suponía. ¿Entonces me permitirá que le
NORA: ¡Ah! pregunte si la señora de Linde espera obtener un puesto en el
Banco?
KROGSTAD:
Con una señora.

© Pehuén Editores, 2001. )23(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

NORA: KROGSTAD:
¿Cómo se atreve a preguntarme eso, señor Krogstad? ¿Usted, que ¡Oh! Es inútil el disimulo. Comprendo muy bien que a su amiga
es un subordinado de mi marido? Pero, ya que me lo pregunta, se no le agrade encontrarse conmigo, y ahora sé a quién debo mi
lo diré. Sí, la señora de Linde tendrá un empleo en el Banco, y lo cesantía...
tendrá gracias a mí, señor Krogstad. Ahora ya lo sabe usted.
NORA:
KROGSTAD: Acerté, pues. Le aseguro a usted...

NORA (Paseando): KROGSTAD:


¡Eh! Una tiene alguna influencia y el ser mujer no quiere decir En fin, dos palabras: todavía es tiempo, y le aconsejo que use de su
que... Cuando se ocupa una situación subalterna, señor Krogstad, influencia para impedirlo.
habría que cuidarse para no herir a una persona que...., ¡ejem!...
NORA:
KROGSTAD: Yo no tengo ninguna influencia, señor Krogstad.
¿Que tiene influencia?
KROGSTAD:
NORA: ¿Cómo? Hace un momento decía lo contrario...
Sí, señor.
NORA:
KROGSTAD (Cambiando de tono): ¿Cómo puede usted creer que yo tenga semejante poder sobre mi
Señora, ¿tendría usted la bondad de usar su influencia en mi favor? marido?

NORA: KROGSTAD:
¿Cómo? ¿Qué quiere decir? ¡Oh! Conozco a su marido desde que estudiamos juntos, y no
creo que el señor director del Banco sea más enérgico que otros
KROGSTAD: hombres casados.
¿Querría tener la bondad de influir para que se me conserve mi
modesto puesto en el Banco? NORA:
Si habla usted despreciativamente de mi marido, lo pongo en la
NORA: puerta.
¿Qué quiere usted decir? ¿Quién piensa en quitarle el empleo?
KROGSTAD:
Es valiente usted.

© Pehuén Editores, 2001. )24(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

NORA: KROGSTAD:
No le temo. Después de Año Nuevo me veré libre de usted. Lo que le falta es voluntad; pero tengo medios para obligarla.

KROGSTAD (Dominándose): NORA:


Oiga bien, señora. Si es necesario, lucharé para conservar mi ¿Va usted a decirle a mi marido que le debo dinero?
humilde empleo como si se tratase de una cuestión de vida o
muerte. KROGSTAD:
¡Caramba! ¿Y si lo hiciera?
NORA:
Y lo es, evidentemente. NORA:
Sería una infamia. (Con voz llorosa). Ese secreto que es mi alegría
KROGSTAD: y mi orgullo... Saberlo él de una manera tan villana.... por usted.
No es sólo por el sueldo; lo importante es otra cosa..., que, en fin, Me expondría a los mayores disgustos...
voy a decirlo todo. Usted sabe, naturalmente, como todo el mundo,
que yo cometí una imprudencia hace ya un buen número de años. KROGSTAD:
¿Disgustos nada más?
NORA:
Creo haber oído hablar del asunto. NORA (Con viveza):
O, si no, hágalo usted; usted perderá más, porque así sabrá mi
KROGSTAD: marido qué clase de hombre es usted, y seguramente le dejará
La cuestión no pasó a los tribunales; pero me cerró todos los cesante.
caminos. Entonces emprendí la clase de negocios que usted sabe,
porque era forzoso buscar alguna otra cosa, y me atrevo a decir KROGSTAD:
que no he sido peor que otros. Ahora quiero abandonar estos Acabo de preguntar si no son más que disgustos domésticos los
negocios, porque mis hijos crecen y necesito recobrar la mayor que usted teme.
consideración que pueda. El empleo del Banco era para mí el primer
escalón, y ahora me encuentro con que su esposo pretende hacerme NORA:
bajar de él para sepultarme nuevamente en el lodo. Si mi marido lo sabe, pagar, naturalmente, en seguida, y nos
veremos libres de usted.
NORA:
Pero, por Dios, señor Krogstad, no puedo ayudarlo. KROGSTAD (Dando un paso hacia ella):
Oiga, señora... O usted no tiene memoria o apenas conoce los
negocios, y es necesario que la ponga al corriente.

© Pehuén Editores, 2001. )25(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

NORA: KROGSTAD:
¿De qué? Yo dejé la fecha en blanco, lo cual significaba que su padre debía
poner la fecha de la firma. ¿Se acuerda de eso?
KROGSTAD:
Cuando su esposo se encontraba enfermo, me pidió usted un NORA:
préstamo de mil doscientos escudos. Sí, creo, efectivamente...

NORA: KROGSTAD:
No conocía a nadie más. Después entregué a usted el recibo para que lo enviara a su padre
por correo. ¿No fue así?
KROGSTAD:
Yo le prometí proporcionarle el dinero. NORA:
Así fue.
NORA:
Y me lo proporcionó. KROGSTAD:
Como es de suponer, lo hizo usted en seguida,
porque a los cinco o seis días me devolvió el pagaré con la firma de
KROGSTAD:
su padre, y entonces recibió usted el préstamo.
Prometí proporcionárselo con ciertas condiciones; pero entonces
estaba usted tan preocupada con la enfermedad de su esposo, y
NORA:
tan impaciente por tener el dinero para el viaje, que creo no se fijó
¡Bueno, sí! ¿No he ido pagando puntualmente?
mucho en los pormenores, y no debe extrañarle que se los recuerde.
Pues bien, yo prometí proporcionarle el dinero mediante un recibo KROGSTAD:
que escribí. Con poca diferencia. Pero volviendo a lo que decíamos...., aquéllos
eran seguramente malos tiempos para usted, señora.
NORA:
Sí, y que firmé. NORA:
Sí, es verdad.
KROGSTAD:
Bien; pero más abajo añadí algunas líneas, según las cuales su padre KROGSTAD:
garantizaba el pago. Esas líneas debía firmarlas él. Creo que su padre estaba muy enfermo.

NORA: NORA:
¿Debía, dice? Lo hizo. Moribundo.

© Pehuén Editores, 2001. )26(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

KROGSTAD: NORA (Después de un corto silencio levanta la cabeza y lo mira


¿Murió poco después? provocativamente):
No, no fue él. Fui yo la que escribí el nombre de papá.
NORA:
Si, señor. KROGSTAD:
¿Usted comprende bien toda la gravedad de esa confesión?
KROGSTAD:
Dígame, señora, ¿se acuerda usted por casualidad de la fecha de NORA:
muerte de su padre? ¿Por qué? Dentro de poco tendrá usted su dinero.

NORA: KROGSTAD:
Papá murió el 29 de septiembre. Permítame una pregunta. ¿Por qué no envió usted el recibo a su
padre?
KROGSTAD:
Cierto. Me preocupé de averiguarlo. Y por eso no me explico (saca NORA:
Era imposible: ¡estaba tan enfermo! Para pedirle la firma hubiera
un papel del bolsillo)... cierta particularidad.
tenido que declararle el destino del dinero, y en la situación en
que se encontraba no podía decirle que estaba amenazada la vida
NORA:
de mi esposo. ¡Era imposible!
¿Qué particularidad?
KROGSTAD:
KROGSTAD: En ese caso hubiera sido preferible desistir del viaje.
Lo que hay de particular, señora, es que su padre firmó el recibo
tres días después de morir. (Nora guarda silencio). ¿Puede usted NORA:
explicarme esto? (Nora sigue callando). Es también evidente que ¡Imposible! El viaje era la salvación de mi marido, y no podía
las palabras dos de octubre y el año no son de letra de su padre, renunciar a él.
sino de una letra que creo conocer.
En fin, eso puede explicarse. Su padre se olvidaría de fechar y lo KROGSTAD:
haría cualquiera antes de saber su muerte. Pero ¿usted no comprende el fraude que cometió conmigo?
La cosa no es muy grave, porque lo esencial es la firma. ¿Es auténtica
realmente, verdad, señora? ¿Su padre fue el que escribió allí su NORA:
propio nombre? No podía yo detenerme a reflexionar. ¡Bastante me cuidaba yo de
usted, que me era insoportable por la frialdad con que razonaba a
pesar de saber que mi marido estaba en peligro!

© Pehuén Editores, 2001. )27(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

KROGSTAD: pero, si yo resulto arruinado por segunda vez, usted me hará


Señora, evidentemente usted no tiene una idea muy clara de la compañía. (Saluda y se va).
responsabilidad en que ha incurrido. Para que lo comprenda, sólo
le diré que el hecho que ha acarreado la pérdida de mi posición
social no era más criminal que ése.
Escena XII
NORA:
¿Usted quiere hacerme creer que ha sido capaz de hacer algo para NORA (Reflexiona un momento; después mueve la cabeza):
salvar la vida de su esposa? ¡Bah! ¡Pretendía asustarme! Pero no soy tonta. (Empieza a recoger
las prendas de los niños, pero se detiene al cabo de un rato). ¡Sin
KROGSTAD: embargo...! ¡No es posible! Habiéndolo hecho por amor...
Las leyes no se preocupan de los motivos.
LOS NIÑOS (En la puerta de la izquierda):
NORA: Mamá, se ha ido ese señor.
Entonces son bien malas las leyes.
NORA:
KROGSTAD: Sí, sí, ya lo sé. Pero no hablen a nadie de ese señor. ¿Escucharon?
Malas o no.... si presento este papel a la justicia, será usted juzgada ¡Ni a papá!
según ellas.
LOS NIÑOS:
NORA: No, mamá. ¿Quieres jugar ahora?
Lo dudo mucho. ¿No iba a tener una hija el derecho de ahorrar
inquietudes y angustias a su anciano padre moribundo? ¿No iba a NORA:
tener una esposa el derecho de salvar la vida de su marido? Puede No, no, ahora no.
que no conozca a fondo las leyes, pero tengo la seguridad de que
en alguna parte se consignará que esas cosas son lícitas en LOS NIÑOS:
determinadas circunstancias. ¿Y usted, que es abogado, no sabe ¡Ah! Lo habías prometido, mamá.
nada de eso? Me parece poco experto como abogado, señor
Krogstad. NORA:
No puedo. Váyanse: estoy muy ocupada. Vayan, lindos niños. (Los
KROGSTAD: acompaña con cariño y cierra la puerta).
Es posible; pero asuntos como los que tratamos reconocerá usted
que los entiendo perfectamente. Y ahora, haga usted lo que guste;

© Pehuén Editores, 2001. )28(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

Escena XIII NORA:


¿Aquí? No.
NORA (Se sienta en el sofá, toma un bordado y da algunas puntadas,
pero se detiene enseguida): HELMER:
¡No! (Deja el bordado, se levanta, va a la puerta de entrada y llama). ¡Es raro! He visto salir de casa a Krogstad.
Elena, tráeme el árbol. (Se acerca a la mesa de la izquierda y abre el
cajón). ¡No: es completamente imposible! NORA:
¡Ah! Sí; Krogstad ha estado aquí un momento.
ELENA (Con el árbol de Navidad):
¿Dónde lo pondremos, señora? HELMER:
Lo adivino, ¿ha venido para suplicarte que hables en su favor?
NORA: Ahí, en el medio. NORA: Sí.

ELENA: HELMER:
¿Necesita algo más? Y que lo hicieras como cosa tuya, ocultándome que había venido.
¿No te ha pedido eso?
NORA:
No, gracias; tengo lo que necesito. (Elena se va, después de dejar el NORA: Sí, Torvaldo, pero...
árbol. Nora empieza a arreglarlo). Aquí hacen falta luces y aquí HELMER: ¡Nora, Nora! ¿Y has podido actuar así? ¿Entablar
flores... ¡Infame hombre! ¡Tonterías! Todo eso no significa nada. conversación con semejante persona y hacerle una promesa? ¡Y,
Debe quedar bonito el árbol de Navidad. Yo quiero hacer todo lo para colmo, mentirme!
que tú quieras, Torvaldo; bailaré por complacerte, cantaré... (Entra
Helmer con un rollo de papeles debajo del brazo). NORA:
¿Mentir?...
HELMER:
¿No me has dicho que no había venido nadie? (La amenaza con el
Escena XIV dedo). Eso no lo volverá a hacer mi pajarito cantor, ¿verdad? Las
NORA: aves cantoras deben tener el pico puro y limpio para gorjear bien...,
¡Ah!... ¿Estás ahí? sin desafinar. (La coge de la cintura). ¿No es verdad?... Sí, ya lo
sabía yo. (La suelta). Y ni una palabra más respecto de este asunto.
HELMER: (Se sienta delante de la chimenea). ¡Qué bien se está aquí! (Hojea los
Sí. ¿Ha venido alguien? papeles. Nora sigue adornando el árbol. Pausa).

© Pehuén Editores, 2001. )29(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

NORA: HELMER:
¡Torvaldo! Cosas del Banco.

HELMER: NORA:
¿Sí ...? ¿Ya....?

NORA: HELMER:
Me alegro muchísimo de poder ir pasado mañana al baile de trajes He conseguido que los directores salientes me den plenos poderes
de los Stenborg. para hacer todos los cambios necesarios en el personal y en la
organización de las oficinas, y pienso dedicar la semana de Navidad
HELMER: a ese trabajo, porque quiero que todo quede arreglado para Año
Y yo estoy deseando saber qué sorpresa nos preparas. Nuevo.

NORA: NORA:
¡Oh! ¡Qué tontería! Entonces, ¿es por eso por lo que el pobre Krogstad ...?

HELMER: ¿Qué? HELMER:


¡Ejem!...
NORA: NORA (Pasándole la mano por la cabeza):
No encuentro un traje que valga la pena: todo es insignificante y Si no estuvieses tan ocupado, te pediría un favor muy grande.
absurdo.
HELMER:
HELMER: Veamos. ¿Qué deseas?
¿Ahora sales con eso, Norita?
NORA:
NORA (Detrás de la butaca, apoyando los codos en el respaldo): No hay quien tenga tanto gusto como tú. ¡Deseo presentarme
¿Tienes mucho que hacer, Torvaldo? bien a ese baile! ... Torvaldo, ¿no podrías decidir el traje que llevaré?

HELMER: HELMER:
¡Sí ...! ¡Vaya! La testarudita se declara vencida.

NORA: NORA:
¿Qué papeles son ésos? Sí, Torvaldo, no puedo decidir nada sin ti.

© Pehuén Editores, 2001. )30(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

HELMER: HELMER:
Bien, bien, pensaré, idearé algo. Una persona así, con la conciencia de su crimen, tiene que mentir,
disimular a todas horas y enmascararse hasta en el seno de la familia,
NORA: delante de la esposa y de los hijos. Y eso, cuando se piensa en los
¡Ah, qué bueno eres! (Vuelve al árbol de Navidad. Pausa). Pero di, hijos, es espantoso.
¿es realmente grave lo que ha hecho Krogstad?
NORA:
HELMER: ¿Por qué?
Ha cometido fraudes. ¿Sabes lo que quiere decir eso? HELMER:
Porque semejante atmósfera de mentira contagia con principios
NORA: malsanos a toda la familia. Cada vez que respiran los hijos absorben
¿No ha podido ser impulsado por la miseria? gérmenes de mal.
HELMER: NORA (Acercándose a él):
Sí, se obra muchas veces por ligereza, y no soy tan cruel que condene ¿Es eso cierto?
sin piedad a una persona por un solo hecho de esta índole.
HELMER:
NORA:
He tenido mil ocasiones de comprobarlo como abogado. Casi todas
No, ¿verdad, Torvaldo?
las personas depravadas han tenido madres mentirosas.
HELMER:
Más de uno puede regenerarse, a condición de confesar su crimen NORA:
y de sufrir la pena. ¿Por qué madres, precisamente?

NORA: HELMER:
¿La pena? Se debe a las madres con más frecuencia, aunque el padre, como
es natural, haya obrado lo mismo. Todos los abogados lo saben
HELMER: perfectamente. A pesar de eso, Krogstad ha envenenado a sus hijos
Pero Krogstad no ha seguido ese camino. Ha tratado de salir del durante muchos años, con su atmósfera de mentira y de disimulo,
paso con astucia y habilidades, y eso es lo que lo ha perdido y por eso lo creo moralmente perdido. (Le tiende las manos). Y he
moralmente. ahí por qué mi graciosa Norita ha de prometerme no hablar en
favor suyo. Prométamelo. Vamos, ¿qué es eso? La mano. Así.
NORA: Convenido. Te aseguro que me sería imposible trabajar con él,
¿Crees que ...? porque semejantes personas me producen gran malestar físico.

© Pehuén Editores, 2001. )31(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

NORA (Retira la mano y se coloca en la parte opuesta del árbol):


¡Qué calor hay aquí! Y yo que tengo tanto que hacer...

HELMER (Levantándose y recogiendo los papeles):


Necesito, repasar esto antes de comer. Después pensaré en tu traje.
Es posible que tenga que colgar también alguna cosa en el árbol
de Navidad, envuelta en papel dorado. (Poniéndole la mano en la
cabeza). ¡Oh! Mi lindo pajarito cantor. (Entra en su despacho y
cierra la puerta).

Escena XV
NORA (En voz baja, después de una pausa):
¡No, no hay tal cosa! ¡Es imposible! ¡Tiene que ser imposible!

MARIANA (En la parte de la izquierda):


Los niños se empeñan en entrar.

NORA:
No, no, no, no los deje venir aquí. Vaya con ellos.

MARIANA:
Está bien, señora. (Sale).

NORA (Pálida de terror):


¡Depravar a mis niños!... ¡Envenenar el hogar! (Levanta la cabeza).
No es cierto. ¡Es falso! ¡No puede ser cierto!

© Pehuén Editores, 2001. )32(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

ACTO SEGUNDO
La misma decoración. En ángulo, junto al piano, está el árbol de
Navidad, despojado ya de todos los adornos. Sobre el sofá, el
sombrero, los guantes y el abrigo de NORA.

Escena I
NORA, yendo de un lado a otro con inquietud; al fin, se detiene
junto al sofá, toma el abrigo, medita y vuelve a dejarlo.
NORA: ¡Alguien viene!... (Se dirige a la puerta y escucha). No, no
hay nadie. No, no, no es para hoy, día de Navidad, ni mañana
tampoco... Aunque es posible que... (Abre la puerta y mira hacia
fuera). En el buzón tampoco hay nada; está vacío. ¡Qué locura!
No era seria la amenaza. No puede ocurrir semejante cosa. Tengo
tres hijos. (Mariana entra por la izquierda con una caja grande de
cartón).

© Pehuén Editores, 2001. )33(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

Escena II MARIANA:
Están tan acostumbrados a no separarse de su mamá...
MARIANA:
Por fin encontré la caja del traje. NORA:
Sí, Mariana, pero, ya ve usted, a futuro no podré estar tanto con
NORA: ellos.
Está bien. Póngala sobre la mesa.
MARIANA:
MARIANA (Lo hace): Los niños se acostumbran a todo.
Quizá el traje no sirva como está.
NORA: ¿Lo cree así? ¿Cree usted que si su mamá se marchara
NORA: para siempre, la olvidarían?
¡Ah! De buena gana lo haría mil pedazos.
MARIANA:
MARIANA: ¡Dios mío! ¡Para siempre!
¡Ay, eso no! Puede arreglarse fácilmente; sólo se necesita un poco
de paciencia. NORA:
Dígame, Mariana..., yo me he preguntado muchas veces una cosa.
NORA: ¿Cómo tuvo usted valor para confiar su hijo a manos extrañas?
Sí, iré a rogar a la señora de Linde que me ayude.
MARIANA:
MARIANA: ¿Qué remedio me quedaba, teniendo que criar a Norita?
¿Va a salir otra vez? ¿Con este tiempo tan malo? Se va a enfermar...
NORA:
NORA: Sí, pero ¿cómo pudo usted decidirse?
No sería lo peor que puede pasarme. ¿Qué hacen los niños?
MARIANA:
MARIANA: ¡Como se trataba de un trabajo tan bueno! ¡Era mucha suerte para
Los pobrecillos están jugando con los regalos de Navidad, pero... una muchacha que había tenido una desgracia! Porque el bribón
no quería hacer nada en favor mío.
NORA:
¿Hablan mucho de mí? NORA:
Seguramente su hija la habrá olvidado.

© Pehuén Editores, 2001. )34(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

MARIANA: Escena III


Ni pensarlo. Me escribió cuando fue su comunión, y luego, otra
vez, cuando se casó. NORA:
¡Ah! ¿Eres tú, Cristina? ¿No viene nadie más, verdad? ¡Qué
NORA (Echándole los brazos al cuello): oportunamente llegas!
Mariana mía, usted fue una buena madre para mí, cuando yo era
pequeña. CRISTINA:
Supe que habías ido a buscarme.
MARIANA: NORA:
La pobre Norita no tenía más madre que yo. Sí, pasaba precisamente por tu casa. Quería pedirte ayuda.
Sentémonos en el sofá, y te diré de qué se trata. Mañana hay baile
NORA: de trajes en el piso de arriba, en casa del cónsul Stenborg. Torvaldo
Y si los niños llegaran a no tenerla tampoco, sé bien que usted... desea que me disfrace de pescadora napolitana, y que baile la
¡Todo esto es hablar por hablar! (Abre la caja). Vaya usted con tarantela que aprendí en Capri.
ellos. Yo tengo que... Ya verá usted qué hermosa me pongo mañana.
CRISTINA:
MARIANA: ¡Vaya! Vas a dar una función completa.
En todo el baile no habrá otra más elegante que usted; eso es
indudable. (Sale por la puerta de la izquierda). NORA:
Sí, es deseo de Torvaldo. Aquí tienes el traje. Me lo mandó hacer
NORA (Abriendo la caja, pero rechazándola en seguida): Torvaldo; pero está tan estropeado que realmente no sé.
Si me atreviera a salir... Si tuviera la seguridad de que no vendrá
nadie... Si supiera que no pasará nada en la casa mientras tanto... CRISTINA (Después de examinar el traje):
¡Qué locura! No vendrá nadie. ¡Fuera pensamientos! Tengo que Rápidamente se arregla. No tiene más que descosido el adorno
limpiar el chal. ¡Qué bonitos guantes! ¡A desechar estas ideas! Uno, por algunas partes. ¡Volando!, hilo y aguja. ¡Ah! Aquí hay de todo.
dos, tres, cuatro, cinco, seis... (Lanza un grito). ¡Ah!, están ahí...
(Intenta dirigirse a la puerta, y se queda indecisa. Entra Cristina, NORA: ¡
después de dejar el sombrero y el abrigo en el recibidor). Qué buena eres!

CRISTINA (Cosiendo):
¿Así es que te disfrazas mañana? Oye, vendré un momento a verte.
¡También yo!... No me he acordado de darte las gracias por la
buena velada de ayer.

© Pehuén Editores, 2001. )35(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

NORA (Levantándose y atravesando la habitación): CRISTINA:


Me parece que ayer no se estaba aquí tan bien como de costumbre. Ayer, cuando me lo presentaste, aseguró que había oído aquí
Debías haber llegado de fuera poco antes, Cristina... Torvaldo tiene frecuentemente mi nombre, y, sin embargo, advertí luego que tu
la habilidad de hacer agradable la casa. marido no tenía la menor noticia de mí. ¿Cómo se explica entonces
que el doctor Rank haya podido ...?
CRISTINA:
Y tú también.... no niegas que eres hija de tu padre. Pero, dime, NORA:
¿el doctor Rank continúa tan abatido como ayer? Tienes razón, Cristina. Torvaldo me ama extraordinariamente y
quiere que yo sea sólo de él, como dice. Al principio le daba celos
NORA: oirme hablar de las personas queridas que me rodeaban antes, y,
No, ayer lo estaba más que de costumbre. El infeliz padece una por supuesto, me abstuve de hacerlo desde entonces, pero con el
afección terrible a la médula espinal. Su padre era un hombre doctor Rank hablo a menudo de ellas. Le distrae oírme.
repugnante, que tenía queridas y... todavía podría decirse algo más.
Por eso él está enfermizo desde la infancia, como comprendes. CRISTINA:
Escúchame bien, Nora. Tú eres una niña en más de un sentido, yo
CRISTINA (Dejando caer la labor):
tengo más edad que tú y alguna más experiencia y voy a darte un
Pero ¿quién te cuenta semejantes cosas, Nora?
consejo a propósito del doctor Rank: te convendría poner fin a
todo esto.
NORA:
¡Bah! ... Cuando una ha tenido tres hijos, recibe visitas de ciertas
NORA:
señoras que son medio médicas y cuentan muchas cosas.
¿Poner fin a qué?
CRISTINA (Reanuda la costura. Pausa):
¿Viene todos los días el doctor Rank? CRISTINA:
A muchas cosas. Ayer me hablabas de un adorador rico que deba
NORA: proporcionarte dinero.
Todos los días. Es nuestro mejor amigo. El doctor Rank es, por
decirlo así, de la casa. NORA:
Es verdad; pero ese adorador no existe..., por desgracia. ¿Qué otra
CRISTINA: cosa?
¿Es completamente sincero? Quiero decir... si es amigo de lisonjas.
CRISTINA:
NORA: ¿Es rico el doctor Rank?
Es todo lo contrario. ¿Por qué se te ocurre esa idea?

© Pehuén Editores, 2001. )36(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

NORA: CRISTINA:
Sí, tiene cierta fortuna. Ha sido una suerte para ti, querida Nora.

CRISTINA: NORA:
¿Y familia? No, mujer; jamás se me ocurriría la idea de pedir al doctor... Y eso
que estoy segura de que si le pidiera...
NORA:
Ninguna; ¿pero...? CRISTINA:
Pero, naturalmente, no lo harás.
CRISTINA:
¿Y viene aquí diariamente? NORA:
Por supuesto. Tampoco creo que sea necesario; pero estoy
NORA: segurísima de que si yo hablase al doctor Rank...
Ya sabes que sí.
CRISTINA:
¿Sin saberlo tu esposo?...
CRISTINA:
¿Y cómo comete esa falta de delicadeza un hombre caballeresco?
NORA:
NORA: No te comprendo nada.
Es necesario salir de esta situación. También yo di dinero sin que
él lo supiera. Es preciso que esto concluya.
CRISTINA:
No disimules, Nora. ¿Crees que no adivino a quién pediste los mil CRISTINA:
doscientos escudos? Ya te lo decía ayer; pero...
NORA:
¿Estás loca? ¿Puedes creer de veras semejante cosa? ¡A un amigo, NORA (Yendo de un lado para otro):
que viene aquí todos los días! ¡Sería una situación muy incómoda! Un hombre puede resolver más fácilmente esta clase de asuntos
que una mujer...
CRISTINA:
Entonces, ¿de veras no es él? CRISTINA:
Si hablas del marido, sí.
NORA:
¡Claro que no! Ni un solo instante se me ha ocurrido semejante NORA:
idea. Además, él no podía prestar dinero en aquella época: lo ha ¡Tonterías! (Se detiene). Cuando se ha pagado todo, ¿Se devuelve
heredado después. el recibo, no es eso?

© Pehuén Editores, 2001. )37(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

CRISTINA: Escena IV
Naturalmente.
NORA (Yendo al encuentro de Helmer):
NORA: ¡Con qué impaciencia te esperaba, querido Torvaldo!
¡Y puede romperse en mil pedazos y quemarse... el inmundo papel!
HELMER:
CRISTINA (La mira con fijeza; abandona la labor y se levanta ¿Era la costurera?
lentamente):
Nora, tú me ocultas algo. NORA:
No, era Cristina, que me está ayudando a arreglar el traje... ¡Ya
NORA: verás qué impresión doy!
¿Me lo conoces en la cara?
HELMER:
CRISTINA: Sí, he tenido una buena idea.
Desde ayer por la mañana ha ocurrido alguna cosa. Nora, dime de
qué se trata. NORA:
¡Magnífica! Pero también tengo el mérito de tratar de complacerte.
NORA (Volviéndose hacia ella):
¡Cristina! (Escuchando). ¡Silencio! HELMER (Acariciándole la barbilla):
Torvaldo está ahí. Ve al cuarto de los niños. Torvaldo no puede ¿Mérito?... ¿Por complacer a tu marido? Vamos, vamos, loquilla,
ver coser. Di a Mariana que te ayude. ya sé que no es eso lo que querías decir. Pero no quiero
interrumpirte; tendrás que probarte el vestido, supongo.
CRISTINA (Recogiendo parte de la labor):
Bueno, pero no me iré hasta que me hayas contado todo NORA:
francamente. (Mutis por la izquierda; al mismo tiempo entra ¿Y tú? ¿Vas a trabajar?
Helmer por la puerta del recibidor.
HELMER:
Sí. (Enseña papeles). Mira. He ido al Banco. (Va a entrar en el
despacho).

NORA:
Torvaldo...

© Pehuén Editores, 2001. )38(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

HELMER (Deteniéndose): HELMER:


¿Decías ...? ¿Y tienes valor para volver a hablar de ese asunto?

NORA: NORA:
¿Si la ardillita te suplicara encarecidamente una cosa ...? Sí, sí, tienes que acceder, deseo que Krogstad conserve su puesto
en el Banco.
HELMER: ¿Que?
HELMER:
NORA: Mi querida Nora, he destinado esa plaza a la señora de Linde.
¿La harías, di?
NORA:
HELMER: Te lo agradezco mucho; pero, bueno, no tienes más que dejar
Ante todo, necesito saber de qué se trata. cesante a otro en vez de Krogstad
NORA: HELMER:
Si tú quisieras ser complaciente y amable, la ardillita brincaría y
¡Eso es una terquedad que pasa de la raya! Porque ayer hiciste
haría toda clase de monadas.
irreflexivamente una promesa, quieres que...
HELMER:
NORA:
Habla de una vez.
No es por eso, Torvaldo. Es por ti. Me has dicho que ese hombre
NORA: escribe en los peores periódicos... ¡Podrá hacerte daño! ¡Me inspira
La alondra gorjearía en todos los tonos. un miedo espantoso!

HELMER: La alondra no hace más que eso. HELMER:


¡Oh! Ya comprendo... Te acuerdas de otras épocas y te asustas.
NORA:
Bailaría para distraerte como las sílfides a la luz de la luna. NORA: ¿
A qué te refieres?
HELMER:
Nora..., ¿no será aquello de que hablaste esta mañana? HELMER:
Piensas evidentemente en tu padre.
NORA (Acercándose):
Sí, Torvaldo... ¡Hazme este favor!

© Pehuén Editores, 2001. )39(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

NORA: imposible la permanencia de Krogstad en el Banco mientras yo


Eso; sí. Acuérdate de todo lo que escribieron en los periódicos sea director.
contra papá personas viles..., y de todas las calumnias que lanzaron
contra él. Creo que lo habrían destituido, de no haberte enviado a NORA:
ti al ministerio para hacer el informe y de no haberte mostrado ¿Cuál?
tan benévolo con él. HELMER:
En lo que respecta a su mancha moral..., yo en rigor hubiera podido
HELMER: ser indulgente...
Norita mía, existe una gran diferencia entre tu padre y yo. Tu
padre no era funcionario inatacable; yo sí, y espero continuar NORA:
siéndolo mientras conserve mi posición. ¿Sí, verdad, Torvaldo?

NORA: HELMER:
¡Oh! ¡Quién sabe de lo que son capaces de inventar las malas Sobre todo después de saber que es un buen empleado; pero lo
lenguas! ¡Podríamos vivir tan bien, tan tranquilos, tan contentos, conozco hace mucho tiempo. Es una de esas amistades de la
juventud, contraídas a la ligera, y que después nos estorban
en nuestro apacible nido, tú, los niños y yo! Por eso te lo suplico
frecuentemente en la vida. Para decírtelo francamente: nos
con tanta insistencia.
tuteamos. Y ese hombre tiene tan poco tacto, que no disimula en
presencia de otras personas, sino que, por lo contrario, cree que
HELMER:
tiene derecho a usar conmigo de un tono familiar, y siempre está
Pues precisamente por hablarme tú en su favor, me es imposible
tú por arriba, tú por abajo . Te juro que eso me molesta mucho, y
acceder. Ya se sabe en el Banco que Krogstad va a quedar cesante, haría intolerable mi situación en el Banco.
y si ahora se supiera que la mujer del nuevo director le ha hecho
cambiar de opinión... NORA:
Torvaldo, tú no lo dirás en serio.
NORA:
¿Qué? HELMER:
Sí. ¿Por qué no?
HELMER:
No, poco importa, naturalmente, con tal que tú te salgas con la NORA:
tuya. ¿Puedes querer que me ponga en ridículo a los ojos de todo Porque sería un motivo mezquino.
el personal?... ¿O dar a entender que soy accesible a toda clase de
influencias extrañas? Puedes estar segura de que no tardarían en HELMER:
dejarse sentir las consecuencias. Y además, hay otra razón que hace ¿Qué dices? ¿Mezquino? ¿Me juzgas mezquino?

© Pehuén Editores, 2001. )40(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

NORA: HELMER:
No, al revés, querido Torvaldo, y por eso... La cesantía de Krogstad.

HELMER: NORA:
Es lo mismo. Tú dices que son mezquinos mis motivos; por ¡Recógela, Torvaldo! Todavía es tiempo. ¡Oh! Torvaldo, recógela!
consiguiente, debo serlo yo. ¿Mezquino? ¿De veras? Es hora de ¡Hazlo por mí..., por ti, por los niños! ¡Oyeme, Torvaldo!..., ¡haz
terminar con esto. (Llamando). ¡Elena! eso! No sabes la desgracia que puede acarreamos a todos.

NORA: HELMER: Es demasiado tarde.


¿Qué vas a hacer?
HELMER (Buscando entre los papeles): NORA: Sí, demasiado tarde.
A tomar una resolución. (Entra Elena).
HELMER:
Querida Nora, te perdono esta angustia, aun cuando no sea otra
Escena V cosa que una injuria a mí. ¡Sí, lo es! ¿No es una injuria creer que
yo podría temer la venganza de un abogaducho perdido? Pero te
HELMER: lo perdono de todos modos, porque eso demuestra el gran cariño
Tome usted esta carta. Salga en seguida a buscar un mozo para que me tienes. (La toma en brazos). Es preciso, adorada Nora.
que la lleve. ¡Inmediatamente! Las señas van puestas. Tome usted Suceda lo que suceda. En los momentos graves, tengo fuerzas y
el dinero. valor y asumo todas las responsabilidades.

ELENA: NORA (Asustada):


Bien, señor. (Sale con la carta). ¿Qué quieres decir?

HELMER:
He dicho todas las responsabilidades.
Escena VI
HELMER (Enrollando los papeles): NORA (Con acento firme):
Bien, señora terca. ¡Jamás, jamás harás eso!

NORA (Con voz ahogada): HELMER:


¿Qué va en ese sobre? Bien, pues las compartiremos, Nora, como marido y mujer. Así
debe ser. (Acariciándola). ¿Estás contenta ahora? Vamos, vamos,

© Pehuén Editores, 2001. )41(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

nada de miradas de paloma asustada. Todo es pura fantasía. Ahora RANK:


debes tocar la tarantela y ensayarte en la pandereta. Yo me encerraré Sí. ¿Se asusta usted?
en mi despacho, y desde allí no oiré nada. Puedes hacer todo el
ruido que quieras, y, cuando venga Rank, le dices dónde estoy. (Le NORA:
hace una seña con la cabeza, entra al despacho llevando los papeles, y La frase es algo extraña. ¿Es que va a ocurrir algo?
cierra la puerta).
RANK:
Lo que he previsto hace mucho tiempo; pero no creía que fuera
Escena VII tan pronto.

NORA (Sumamente angustiada, permanece inmóvil y dice a media NORA (Asiéndole de un brazo):
voz): ¿Qué sucede? ¿Qué le han dicho a usted? Doctor, tiene usted que
Sería capaz de hacerlo. Lo hará a pesar de todo. ¡Jamás, oh, jamás! contármelo.
¡Antes cualquiera cosa!... ¡Valor!... ¡Un pretexto!... (Llaman). ¡El
doctor Rank!... ¡Antes cualquiera cosa!, ¡cualquiera! (Se pasa la mano RANK (Sentándose cerca de la chimenea):
por la frente, procurando tranquilisarse, y va a abrir, la puerta de Estoy al fin de la pendiente. Ya no hay nada que hacer.
entrada. Se ve al doctor Rank colgando el abrigo. Empieza a anochecer).
¡Buenas tardes, doctor! Lo he conocido a usted por el modo de NORA (Aliviada).
llamar. No entre usted ahora en el despacho de Torvaldo: está ¿Se trata de usted?
ocupado.
RANK:
RANK: Pues, ¿de quién? ¿Para qué engañarme a mí mismo? Soy el más
¿Y usted? mísero de todos mis pacientes... Estos días he hecho el examen
general de mi estado. ¡Es la bancarrota! Antes de un mes estaré
NORA (En cuanto entra el doctor, ella cierra la puerta): quizá convertido en un puñado de tierra...
¡Oh!, ya sabe..., para usted siempre tengo un momento.
NORA:
RANK: ¡Qué disparate! ¡Vaya una
¡Gracias! Me aprovecharé mientras pueda. manera tan fea de hablar!

NORA: RANK:
¿Cómo mientras pueda? Es que la cuestión es horriblemente fea. Lo peor, sin embargo, son
los horrores que han de preceder. No me queda más que hacerme

© Pehuén Editores, 2001. )42(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

un solo examen, y en cuanto lo haga, sabré poco más o menos RANK:


cuándo empezará el desenlace. Deseo decirle una cosa: Helmer, Sí, y las trufas.
con su temperamento delicado, tiene horror a todo lo feo. No
quiero verlo en mi cabecera. NORA:
¡Ah, sí!, las trufas, ¿y también las ostras?
NORA:
¡Oh! Pero, doctor!... RANK:
Y las ostras, naturalmente.
RANK:
No quiero. Bajo ningún pretexto. Le cerraría la puerta de mi casa. NORA:
Tan pronto como tenga la certidumbre de la catástrofe, le enviaré Y tragos de oporto y de champaña... Es lamentable que todas esas
a usted mi tarjeta de visita señalada con una cruz negra, y así sabrá cosas tan buenas ataquen la espina dorsal.
que ha empezado el desastre.
RANK:
NORA: Especialmente cuando atacan a una infeliz espina dorsal que jamás
disfrutó de ellas.
No, hoy está usted demasiado extravagante. Y yo tenía tanta
necesidad de que estuviera usted de buen humor...
NORA:
¡Ah, sí!, ¡eso es lo más triste!
RANK:
¿Con la muerte ante los ojos?... (Pausa). ¿Y pagar por otro? ¿Es eso
RANK (Mirándola atentamente):
justicia? En cada familia hay de una u otra manera una venganza ¡Hum!...
de ese tipo...
NORA (Después de una pausa):
NORA (Tapándose los oídos): ¿Por qué se sonríe usted?
¡Silencio! ¡Estamos alegres, estamos alegres!
RANK:
RANK: Si es usted la que se ha sonreído.
La verdad es que es cosa de risa. Mi espina dorsal, la pobre inocente,
debe sufrir aún a causa de la alegre vida que hizo mi padre cuando NORA:
era teniente. No, doctor, le juro que ha sido usted.

NORA (A la izquierda, cerca del velador): ¿Le gustaban demasiado RANK (Levantándose):
los espárragos y los pasteles, verdad? Es usted más bromista de lo que suponía.

© Pehuén Editores, 2001. )43(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

NORA: NORA:
Es que hoy me encuentro tan dispuesta a decir locuras... ¡Silencio! No hable tan alto, que está aquí.

RANK: RANK:
Ya se advierte. ¿También hoy? Ya lo ve usted.

NORA (Poniendo las manos sobre los hombros del doctor): NORA:
Querido, querido doctor. No hay que morirse y abandonarnos a Ha venido a arreglar mi traje. ¡Dios mío, qué incomprensible está
Torvaldo y a mí. usted hoy! (Sentándose en el sofá). Ahora hay que ser juiciosos,
doctor. Mañana verá con qué gracia bailo y podrá usted decir que
RANK: no lo hago más que por usted..., sí, y por Torvaldo, ¡claro está!
¡Oh! Será una desgracia de que se consolarán ustedes pronto. ¡Se (Saca varias cosas de la caja). Doctor, venga a sentarse, para que le
olvida con tanta facilidad a los que mueren!... enseñe alguna cosa...
NORA (Mirándolo con inquietud): RANK (Sentándose): ¿Qué va a enseñarme?
¿Cree usted?
NORA:
RANK:
No tiene usted más que mirar... ¡Vea usted!
Se adquieren nuevas relaciones, y después...
RANK:
NORA:
¿Que se adquieren nuevas relaciones? Medias de seda.

RANK: NORA:
Usted y Helmer lo harán así, tan pronto como yo desaparezca. Color de carne. ¿No son bonitas? Ahora está demasiado oscuro,
Usted ya me parece que ha empezado. ¿Qué tenía que hacer aquí pero mañana... No, no, no; usted no verá más que los pies. Sin
ayer de noche la señora de Linde? embargo, si por casualidad viera usted algo más...

NORA: RANK: ¡Hum! ...


¡Ah!..., no irá usted a tener celos de esa pobre Cristina.
NORA:
RANK: ¿Por qué me pone usted gesto de duda? ¿No cree que me quedarán
Sí, los tengo. Será mi sucesora en la casa. Cuando yo muera, esa bien?
señora...

© Pehuén Editores, 2001. )44(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

RANK: RANK:
¿En qué debo fundarme? ¿Si me pidiera usted qué?...

NORA (Mirándola un momento): NORA:


¿No le da vergüenza? ¡Qué mala persona! (Sacudiéndole ligeramente Una gran prueba de cariño.
una oreja con las medias). Esto es lo que usted merece. (Las vuelve
a guardar la caja). RANK:
Sí, ¿qué?
RANK:
¿Qué más maravillas hay que ver? NORA:
NORA: Ninguna, usted no tiene que ver ya nada, por no tener Es decir, un servicio inmenso.
juicio. (Registra la caja tarareando).
RANK:
RANK (Después de una breve pausa): ¿Me proporcionaría alguna vez esa gran alegría?
Cuando estoy aquí con usted, no acierto a comprender... No, no
comprendo qué hubiera sido de mí si no hubiese venido nunca a
NORA:
esta casa.
Sí, pero usted no puede suponer siquiera de qué se trata.
NORA (Sonriendo):
RANK: Vamos a ver. Hable.
La verdad es que se siente muy a gusto aquí.
NORA:
RANK (Bajando la voz y mirando con fijeza hacia adelante): No, no puedo, doctor; ¡es cosa tan enorme!, un consejo, una ayuda
Y tener que abandonar todo esto... y un servicio a la vez...

NORA: RANK:
¡Tonterías! ¡Qué va a abandonamos usted!... Tanto mejor. No sospecho qué puede ser; pero concluya de hablar.
¿No tiene usted confianza en mí?
RANK (Como antes):
Y no dejar tras sí el más leve motivo de gratitud..., no dejar a lo NORA:
sumo más que una pena pasajera..., no dejar más que un puesto Como en nadie. Ya sé que es usted mi mejor y más leal amigo, y
vacío, que podrá ocupar el primero que llegue. por eso voy a decírselo todo. Pues bien, doctor, tiene que ayudarme
a evitar una cosa. Usted sabe lo que me quiere Torvaldo, que no
NORA: vacilaría un instante en dar su vida por mí.
¿Y si yo le pidiera a usted...? No...

© Pehuén Editores, 2001. )45(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

RANK (Inclinándose hacia ella): lámpara, la deja en la mesa y sale). Nora..., señora..., pregunto a
Nora... ¿Cree usted que él sea el único? usted si lo sabía.

NORA (Haciendo un ligero movimiento): NORA:


¿Cómo? ¿Que si yo?... No puedo decírselo a usted... ¡Cómo ha podido
cometer tal torpeza, doctor! Iba todo tan bien...
RANK:
¿El único que daría la vida con alegría por usted? RANK:
En fin, ahora tiene usted la certidumbre de que estoy a su
NORA (Tristemente): ¿Pero de veras?... disposición en cuerpo y alma. ¿Quiere usted hablar?

RANK: NORA (Mirándolo):


He jurado que lo sabría usted antes de morirme. Jamás hubiera ¿Después de lo que acaba de declararme?
encontrado mejor oportunidad. Sí, Nora, ya lo sabe usted, y es
tanto como decirle que puede confiarse a mí como a nadie. RANK: Por favor, dígame de qué se trata.

NORA: Asunto concluido. No sabrá usted nada.


NORA (Levantándose tranquilamente):
No siga...
RANK: ¡Sí, sí! No me castigue de ese modo. Déjeme ayudarla
hasta donde sea humanamente posible.
RANK (Dejando paso, pero sin levantarse):
¡Nora! NORA:
Ahora ya no puede usted hacer nada por mí... Además, no necesito
NORA (En la puerta de entrada): de nadie. Como usted comprenderá son simples caprichos, y no
Elena, trae la lámpara. (Dirigiéndose hacia la chimenea). otra cosa. ¡Eso es evidente! (Se sienta en la mecedora y lo mira
¡Oh! Querido doctor. ¡Qué mal hace! sonriendo). Realmente, es usted lo que se llama un pícaro redomado,
doctor Rank. ¿No le da a usted vergüenza ahora que está encendida
RANK: la lámpara y nos vemos las caras?
¿Es un mal haberla amado lo más profundamente que he podido?
RANK:
NORA: No, sino haberlo confesado. Bastante era... A decir verdad, no. Pero ¿debo irme... para siempre

RANK: NORA:
¿Qué quiere usted decir? ¿Que lo sabía? (Entra la criada con la Ni soñarlo. Vendrá usted, naturalmente, como antes, porque sabe

© Pehuén Editores, 2001. )46(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

bien que Torvaldo no puede pasarse sin usted. ELENA (Saliendo del recibidor):
¡Señora! (Le habla al oído y le entrega una tarjeta).
RANK:
Sí, pero ¿y Usted? NORA (Mirando la tarjeta):
¡Ah! (La guarda en el bolsillo).
NORA:
¿Yo? Veo todo con tan buenos ojos cuando está usted aquí... RANK:
¿Alguna cosa enojosa?
RANK:
Eso es precisamente lo que me ha inducido a error. ¡Es usted un NORA:
enigma! Me ha parecido muchas veces que usted se complacía en No, nada de eso; es... es mi nuevo traje...
estar conmigo tanto como con Helmer.
RANK:
NORA: ¿Cómo? ¡Pues si está ahí!
Y es cierto, por que hay personas amadas y personas agradables.
NORA:
Bien, sí, ése; pero es otro. Lo he encargado yo... Torvaldo no sabe
RANK:
nada...
Es verdad.
RANK:
NORA:
¡Ah! Es ése entonces el gran secreto.
Cuando estaba en mi casa quería a papá sobre todo, naturalmente,
pero mi mayor placer era bajar a escondidas al cuarto de las criadas, NORA:
porque no me sermoneaban nunca y andaban siempre contándose ¡Claro! Vaya usted corriendo al lado de Torvaldo y no lo deje venir...
unas a otras cosas tan divertidas...
RANK:
RANK: Esté usted tranquila; no se me escapará. (Pasa a las habitaciones de
¡Ah! ¿De modo que he substituido a las criadas? Helmer).

NORA (Levantándose con viveza y corriendo hacia él.): NORA (A la doncella):


No, por Dios, querido doctor, no es eso lo que he querido decir; ¿Y espera en la cocina?
pero usted puede suponer que ahora me pasa con Torvaldo lo
mismo que con papá. ELENA:
Sí, señora; ha subido por la escalera de servicio...

© Pehuén Editores, 2001. )47(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

NORA: KROGSTAD:
¿No le has dicho que tenía visita? Decirle una cosa.

ELENA: NORA:
Sí, pero ha sido inútil. ¡Hable pronto! ¿Qué desea decirme?

NORA: KROGSTAD:
¿No ha querido marcharse? ¿Usted sabe que he recibido la cesantía?

ELENA: NORA:
No, dice que no se irá hasta después de haber hablado con la señora. No he podido evitarlo, señor Krogstad. He defendido su causa
NORA: Bien, pues, que pase, pero sin hacer ruido, y no se lo cuanto me ha sido posible, pero todos mis esfuerzos han resultado
digas a nadie, Elena; es una sorpresa para el señor. inútiles.

ELENA: KROGSTAD:
Sí, sí, comprendo... (Se va). ¿Tan poco la ama a usted su marido? Sabe lo que puede ocurrir, y,
a pesar de eso, se atreve...
NORA:
¡Va a estallar el trueno gordo! Aquí lo tenemos. ¡No, no, no, no NORA:
puede, no debe ocurrir semejante cosa! (Cierra con llave la puerta ¿Cómo puede usted, suponer que lo sepa?
del despacho de Helmer. Después entran la doncella y Krogstad,
en traje de viaje, con botas recias y gorra de piel). KROGSTAD:
Realmente no lo he creído nunca, porque no es persona que tenga
tanto valor mi buen Torvaldo Helmer.
Escena VIII
NORA:
NORA (Adelantándose hacia Krogstad): Señor Krogstad, exijo que se respete a mi marido.
Hable bajo, que está ahí mi marido.
KROGSTAD:
KROGSTAD: Se supone. Se le respeta cuanto corresponde. Pero, ya que pone
No hay inconveniente. tanto empeño en ocultar este asunto, me permito suponer que
está usted mejor informada que ayer respecto de la gravedad de lo
NORA: que hizo.
¿Qué quiere usted?

© Pehuén Editores, 2001. )48(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

NORA: KROGSTAD:
Mejor informada de lo que hubiera podido estarlo por usted. ¿Cómo va usted a impedirlo? ¿Acaso puede pagar el resto de la
deuda?
KROGSTAD:
Efectivamente, un jurista tan malo como yo... NORA:
Inmediatamente, no.
NORA: ¿Qué quiere usted?
KROGSTAD:
KROGSTAD: ¿Ha encontrado quizá manera de adquirir dinero estos días?
Nada. Ver sólo cómo está, señora. He pasado todo el día pensando
en usted. Por más que uno sea un abogaducho, un..., en fin, un NORA:
sujeto como yo, no deja de tener algo que se llama corazón, después No. Medio que se pueda emplear, ninguno.
de todo.
KROGSTAD:
NORA: Además, no le serviría a usted de nada: no le devolveré el pagaré ni
Demuéstremelo usted; piense en mis hijos. por todo el dinero del mundo.

KROGSTAD: NORA:
¿Ha pensado en los míos su marido? Pero importa poco. Yo sólo Explíqueme entonces cómo quiere utilizarlo.
quería decirle a usted que no tomara la cosa muy a lo trágico,
pues, por el momento, no he de presentar acusación contra usted. KROGSTAD:
Deseo conservarlo simplemente; tenerlo en mi poder; pero ningún
NORA: extraño sabrá nada. De manera que si había pensado usted en
¿No, verdad? Estaba segura. alguna solución desesperada...

KROGSTAD: NORA:
Se puede terminar este asunto amistosamente, sin que se enteren Sí que he pensado.
otras personas. Todo puede quedar entre nosotros tres.
KROGSTAD: ...
NORA: En abandonarlo todo y huir...
Mi marido no debe saber nada nunca...
NORA:
Lo he pensado, sí.

© Pehuén Editores, 2001. )49(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

KROGSTAD: NORA (Con precipitación):


... O en algo peor todavía... No verá esa carta. Rómpala yo buscaré el dinero para pagarle.

NORA: KROGSTAD:
¿Cómo? Dispénseme, señora, pero creo haberle dicho hace un momento...

KROGSTAD: NORA:
... Renuncie a esas ideas. ¡Oh! No hablo del dinero que le debo a usted. Dígame cuánto
piensa pedirle a mi marido y se lo entregaré yo.
NORA: Pero, ¿cómo sabe usted que las tenga?
KROGSTAD:
KROGSTAD: No pido dinero a su marido.
Casi todos las tenemos al principio. Yo las tuve como los demás;
pero confieso que me faltó valor. NORA:
¿Pues qué pide entonces?
NORA
¡A mí también! KROGSTAD:
Se lo diré. Quiero prosperar, señora, quiero hacer fortuna; y ha de
KROGSTAD (Tranquilizado): ayudarme su marido. Durante año y medio no he cometido ningún
¿No es verdad? A usted también le falta valor. acto deshonroso; durante todo ese tiempo he luchado con las más
duras dificultades. Estaba satisfecho con volver a subir paso a paso.
NORA: Ahora me dejan cesante y no me basta ya que me repongan por
Sí. favor. Quiero prosperar, digo. Quiero entrar en el Banco... en
mejores condiciones que antes; su marido tiene que crear una plaza
KROGSTAD: para mí...
Además, sería una solemne tontería, porque, pasada la primera
tempestad conyugal... Aquí, en el bolsillo, traigo una carta para su NORA:
esposo... ¡Eso no lo hará nunca!

NORA: KROGSTAD:
¿Se lo cuenta usted todo? Lo hará; lo conozco..., no se atreverá a pestañear, y, conseguido
esto, ya verá usted. Antes de un año seré la mano derecha del
KROGSTAD: director. Quien dirigirá el Banco será Enrique Krogstad y no
Con la mayor suavidad posible. Torvaldo Helmer.

© Pehuén Editores, 2001. )50(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

NORA: Cuando Helmer reciba mi carta, se apresurará a contestarme. Y


Jamás ocurrirá semejante cosa. acuérdese usted bien de que su marido es quien me obliga a dar
este paso. Esto no se lo perdonaré nunca. ¡Adiós, señora! (Se va).
KROGSTAD:
¿Querría usted acaso ...?

NORA:
Escena IX
Tengo valor para hacerlo.

KROGSTAD: NORA (Entreabriendo con precaución la puerta del vestíbulo y


¡Oh! No me asusta usted. Una dama distinguida y delicada como escuchando):
usted... Se ha marchado. No le enviará la carta. ¡No, no, es imposible!
(Abre la puerta más cada vez). ¿Qué es esto? Se ha detenido.
NORA: Reflexiona. ¿Iría a...? (Se oye caer una carta en el buzón, y después los
¡Ya lo verá usted, ya lo verá! pasos de Krogstad, cuyo ruido va extinguiéndose a medida que baja la
escalera. Nora reprime un grito y vuelve corriendo hasta el velador.
KROGSTAD:
Un momento de silencio). ¡Está en el buzón! (Vuelve sigilosamente a
¿Bajo el hielo acaso? ¿En el abismo húmedo, frío y sombrío? Y
la puerta del recibidor). ¡Está ahí!... ¡Torvaldo..., nos hemos perdido!
volver a la superficie en la primavera, desfigurada, desconocida,
sin cabello...
CRISTINA (Entrando con el traje por la puerta de la izquierda):
NORA: No he podido hacer más. ¿Quieres probártelo?
No me asusta usted.
NORA (Bajo, con voz ahogada):
KROGSTAD: Cristina, ven aquí.
Ni usted a mí. No se hacen esas cosas, señora. ¿Y a qué conducirán,
además? De todos modos, lo tengo en el bolsillo. CRISTINA (Poniendo el vestido sobre el sofá):
¿Qué tienes? Parece que estás completamente trastornada.
NORA:
Cuando yo no exista... NORA:
Ven aquí. ¿Ves esa carta? ¿Ahí, a través de la abertura del buzón?
KROGSTAD:
Si usted se suicida, estará en mis manos su memoria. (Nora lo mira CRISTINA:
perpleja). Conque ya está usted advertida. ¡Nada de bobadas! Sí, la veo perfectamente.

© Pehuén Editores, 2001. )51(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

NORA: NORA:
Esa carta es de Krogstad. Si hubiera entonces alguien que quisiera atribuirse toda la culpa....
¿comprendes?
CRISTINA:
¡Nora! ... ¿Fue Krogstad quien te prestó el dinero? CRISTINA:
NORA: Sí. Lo sabrá todo Torvaldo. Sí, ¿pero cómo puedes creer ...?

CRISTINA: NORA:
Créeme, Nora, es lo mejor para ustedes dos. En ese caso debes declarar que es falso, Cristina. No estoy loca;
estoy en mi sano juicio, y te digo: ninguna otra persona lo supo;
NORA: obré sola, absolutamente sola. Acuérdate bien de esto.
Es que no lo sabes todo; he puesto una firma falsa.
CRISTINA:
CRISTINA: Bien, lo recordaré; pero no comprendo...
¡Gran Dios!... ¿Qué dices?
NORA:
NORA: ¡Ah! ¿Cómo vas a comprender? Es que va a realizarse un prodigio.
¡Ahora oye, Cristina! Oye lo que voy a decirte; necesito que me
sirvas de testigo. CRISTINA:
¿Un prodigio?
CRISTINA:
¿De qué? ¡Dime! NORA:
Sí, un prodigio. ¡Pero es tan terrible! ... Cristina, es preciso que no
NORA: ocurra tal cosa; no quiero, a ningún precio.
Si yo me volviese loca.... y bien puede darse el caso...
CRISTINA:
CRISTINA: Voy a hablar con Krogstad ahora mismo.
¡Nora!
NORA:
NORA: No vayas a verlo; lo pasarías mal.
O si me ocurriera alguna desgracia... y no estuviese aquí para...
CRISTINA:
CRISTINA: Hubo un tiempo en que hubiera hecho el mayor sacrificio del
¡Nora, Nora, has perdido el juicio! mundo por complacerme.

© Pehuén Editores, 2001. )52(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

NORA: CRISTINA:
¿El? Krogstad puede reclamar la carta antes que sea leída, inventando
un pretexto cualquiera.
CRISTINA:
¿Dónde vive? NORA:
Pero es precisamente la hora en que Torvaldo acostumbra...
NORA:
Qué sé yo!... Digo, sí. (Se registra el bolsillo). Aquí está su tarjeta. CRISTINA:
¡Pero la carta!... Entretanto, anda a su habitación. Yo volveré todo lo antes que
pueda. (Sale precipitadamente por la puerta del vestíbulo).
HELMER (Llamando a la puerta que comunica con sus habitaciones):
¡Nora!

NORA (Lanzando un grito de angustia): Escena X


¿Qué ocurre? ¿Qué quieres?

HELMER:
NORA (Acercándose a la puerta de Helmer, abriéndola y mirando):
¡Vamos, vamos! No te asustes, es que no podemos entrar: has
¡Torvaldo!
cerrado la puerta. ¿Te estás probando el vestido?
HELMER (Desde dentro):
NORA:
Sí, sí, estoy probándomelo. Voy a estar muy guapa! Torvaldo... Vaya, al fin se puede entrar. Ven, Rank, vamos a ver... (Apareciendo).
Pero ¿en qué quedamos?
CRISTINA (Después de mirar la tarjeta):
Vive muy cerca de aquí, en la esquina de esta calle. NORA:
¿Qué, querido Torvaldo?
NORA:
Sí, pero ¿para qué? Estamos perdidos. La carta está en el buzón. HELMER:
Rank me había preparado para asistir a una gran exhibición del
CRISTINA: traje.
¿Tiene la llave tu marido?
RANK (Apareciendo):
NORA: Así lo había comprendido; pero, por lo visto, me he engañado.
Siempre.

© Pehuén Editores, 2001. )53(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

NORA: HELMER:
Medio a medio. Hasta mañana nadie me verá con todas mis galas. A ver si han llegado cartas.

HELMER: NORA:
¡Qué mala cara tienes, Nora! ¿Es que te has fatigado ensayando el No, Torvaldo, no vayas.
baile?
HELMER:
NORA: ¿Por qué?
No, no he ensayado todavía.
NORA:
HELMER: Te lo suplico, Torvaldo..., no hay.
Pues no habrá más remedio.
HELMER:
NORA: Déjame que lo vea. (Da un paso hacia la puerta. Nora se sienta al
Sí, Torvaldo, es indispensable; pero no puedo dar un paso sin ti. piano y empieza a tocar la tarantela).
Lo he olvidado por completo.
HELMER (Deteniéndose para escuchar a Nora):
HELMER: ¡Ah!
Bien, te ayudaremos.
NORA:
NORA: No podré bailar mañana, si no ensayo hoy contigo.
¿Sí, verdad? Al fin vas a ocuparte de mí, Torvaldo. ¿Me lo prometes?
Estoy tan intranquila. Esa reunión... ¡Nada de negocios esta noche, HELMER (Acercándose a Nora):
nada de letras! ¿Eh? ¿Quieres? ¿De veras tienes tanto miedo, Norita?

HELMER: NORA:
Te lo prometo. Esta noche estoy completamente a tu disposición..., ¡Ay, sí!, ¡un miedo terrible! Vamos a ensayar ahora mismo; todavía
atolondradilla. ¡Ah! Es verdad. Primero tengo que ver una cosa. tenemos tiempo antes de sentarnos a la mesa. Ponte ahí, querido
(Se dirige hacia la puerta del vestíbulo). Torvaldo, y toca. Corrígeme, dame consejos, como acostumbras.

NORA: HELMER:
Qué vas a hacer? Puesto que lo deseas, vamos allá. (Se sienta al piano).

© Pehuén Editores, 2001. )54(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

NORA (Abre una caja; saca una pandereta y un chal de varios colores; Escena XI
da un brinco y se sitúa en el centro de la escena):
¡Ya!, ¡toca! Voy a bailar. (Helmer toca; Nora baila; Rank permanece
detrás de Helmer, contemplando a Nora). CRISTINA (Deteniéndose confusa):
¡Oh!
HELMER (Tocando):
Despacio, despacio. NORA:
Me sorprendes en plena locura, Cristina.
NORA:
Imposible. HELMER:
Pero, querida Nora, estás bailando como si se te fuera en ello la
HELMER: vida.
Menos precipitación.
NORA: Y así es.
NORA:
HELMER:
Es precisamente lo que hace falta.
Para, Rank. Es una locura. Que pares, te digo. (Rank deja de tocar
el piano y Nora se detiene de repente).
HELMER:
¡Eso no va bien!
HELMER (A Nora):
No lo hubiera creído nunca; has olvidado cuánto te enseñé.
NORA (Riendo y agitando la pandereta):
¿Qué te decía yo? NORA (Arrojando la pandereta):
Ya lo ves.
RANK: Permíteme que me siente al piano.
HELMER: Vamos, necesitas mucha dirección.
HELMER (Levantándose):
Con mucho gusto, así podré dirigirla mejor. NORA:
(Rank se sienta al piano y toca. Nora baila de una manera más ¡Ya ves si la necesito! Tú me guiarás hasta el fin. ¿Me lo prometes,
desatentada cada vez. Helmer, colocado cerca de la chimenea, le dirige Torvaldo?
de vez en cuando una observación que ella parece no oír. Se le suelta
el cabello, cayéndole por la espalda; no lo advierte y sigue bailando. HELMER:
Entra Cristina.). Puedes tener confianza.

© Pehuén Editores, 2001. )55(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

NORA: ELENA:
Ni hoy ni mañana debes pensar más que en mí, no has de abrir Muy bien, señora. (Se va).
ninguna carta, ninguna..., ni... el buzón.
HELMER:
HELMER: ¡Vaya! Va a haber festín, según parece.
¡Bueno! Otra vez el temor a aquel hombre.
NORA:
NORA: Fiesta y festín hasta mañana. (Gritando a la criada). Y unas pocas
¡Pues bien, sí! Algo de eso hay también. almendras, Elena, o mejor dicho, muchas. (A Torvaldo). Una vez
no es todos los días.
HELMER:
Nora, te lo conozco en la cara; allí hay seguramente una carta HELMER (Tomándole las manos):
suya. Vamos, vamos, así me gusta. No hay que ponerse loca de terror.
Hay que ser la de siempre, una alondrita cantora.
NORA:
No sé, es... posible; pero ahora no hay que leer cartas. Que no se NORA:
interponga ninguna sombra entre nosotros hasta que todo haya Sí, Torvaldo, sí. Pero vete mientras; y usted también, doctor. Tú,
concluido. Cristina, me ayudarás a arreglarme el cabello.

RANK (Aparte a Helmer): RANK (Aparte a Helmer, dirigiéndose al comedor):


No conviene contrariarla. ¿Y qué?... Todo esto... ¿presagia... algo en particular?

HELMER (Pasándole un brazo por la cintura): HELMER:


Vaya, niña, se hará lo que quieres; pero mañana, después que De ningún modo, amigo mío. No es más que esa pueril angustia
bailes... de que te he hablado. (Se van por la derecha).

NORA: NORA:
Quedarás en libertad. ¿Y qué?

ELENA (Desde la puerta de la derecha): CRISTINA:


Señora, está servida la cena... Se ha marchado al campo.

NORA: NORA:
Trae champaña, Elena. Te lo he leído en la cara.

© Pehuén Editores, 2001. )56(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

CRISTINA:
Vuelve mañana por la noche; pero le he dejado cuatro letras.

NORA:
No has debido hacerlo. No hay que tratar de impedir nada. En el
fondo, es un goce esperar el terror.

CRISTINA:
¿Qué esperas?

NORA: ¡Oh! Tú no comprenderías. Anda con ellos. En seguida


iré a reunirme con ustedes. (Cristina sale).
ACTO TERCERO
La misma decoración. Los muebles (mesa, asientos y sofá) han
Escena XII sido trasladados al centro de la escena. La puerta del recibidor
está abierta. Se oye música que se supone procedente
NORA (Permanece inmóvil un momento como para recogerse; luego del piso superior.
mira el reloj):
Las cinco. Faltan siete horas para la medianoche. Entonces se habrá
bailado la tarantela. ¿Veinticuatro y siete? Tengo treinta y una horas
Escena I
de vida.
CRISTINA (Sentada cerca de la mesa, hojea distraídamente un libro).
De vez en cuando mira con inquietud hacia la puerta y escucha
HELMER (En la puerta de la derecha):
atentamente.
Pero ¿qué hace la alondrita?
CRISTINA (Mirando su reloj):
NORA (Arrojándose a sus brazos): No viene, y, sin embargo, ha pasado ya la hora. Con tal que...
¡Aquí la tienes! (Vuelve a escuchar). ¡Ah! ¡Es él! (Va al recibidor y abre suavemente la
puerta exterior. En voz baja). Entre usted, estoy sola.

KROGSTAD (En la puerta):


He recibido una carta de usted. ¿Qué desea?

© Pehuén Editores, 2001. )57(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

CRISTINA: KROGSTAD:
Tengo necesidad absoluta de hablarle. No había mucho que comprender; esas cosas ocurren diariamente.
La mujer sin corazón despide al hombre con quien está en
KROGSTAD: relaciones cuando encuentra otro partido más ventajoso.
¿Sí? Y la entrevista, ¿ha de ser aquí, precisamente?
CRISTINA:
CRISTINA: ¿Me cree usted, pues, falta de corazón enteramente? ¿Supone que
No podía recibirle en mi casa, porque no hay puerta independiente. no me costó nada el rompimiento?
Venga usted; estaremos solos. Los Helmer están de baile en el
segundo piso. KROGSTAD:
Sin duda.
KROGSTAD (Entrando):
¡Cómo! ¿Los Helmer están de baile esta noche? ¿De veras? CRISTINA:
¿Ha creído eso realmente, Krogstad?
CRISTINA:
¿Que tiene eso de particular? KROGSTAD:
Si no era así, ¿por qué me escribió usted como lo hizo?
KROGSTAD:
Nada. CRISTINA:
CRISTINA: No podía actuar de otro modo. Decidida a romper, debía arrancar
Krogstad, tenemos que hablar. de su corazón todo lo que sintiera por mí.

KROGSTAD: KROGSTAD (Frotándose las manos):


¿Nosotros dos? ¿Qué podremos decimos todavía? ¡Ah! ¡Eso es!... Y todo por el vil interés.

CRISTINA: CRISTINA:
Muchas cosas. No debe usted olvidar que yo tenía entonces que sostener a mi
madre y a dos hermanos pequeños. No podíamos esperar a usted,
KROGSTAD: que sólo tenía entonces esperanzas tan remotas...
No lo hubiera creído jamás.
KROGSTAD:
CRISTINA: Aun suponiendo que fuera así, usted no tenía derecho a rechazarme
Es que usted no me ha comprendido bien nunca. por otro.

© Pehuén Editores, 2001. )58(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

CRISTINA: CRISTINA:
No lo sé. Muchas veces me lo he preguntado. En eso le ha dado a usted una sabia lección, pero ¿cree usted en los
hechos?
KROGSTAD (Bajando la voz):
Cuando la perdí a usted, creí que me faltaba el suelo. Míreme: soy GROGSTAD:
como un náufrago asido a una tabla. Tengo buenas razones para hablar así.

CRISTINA: CRISTINA:
Quizás esté próxima la salvación. Yo también soy un náufrago asido a una tabla; no tengo a nadie a
quien consagrarme, a nadie que necesite de mí.
KROGSTAD:
La tenía ya, y usted ha venido a quitármela. KROGSTAD:
Usted lo ha querido.
CRISTINA:
Yo he sido ajena a la cuestión, Krogstad. Hasta hoy no he sabido CRISTINA:
que la persona a quien iba a substituir en el Banco era usted. No podía elegir.

KROGSTAD: KROGSTAD:
Lo creo, puesto que me lo dice; pero ahora que lo sabe, ¿no ¿A dónde quiere usted ir a parar?
renunciará al cargo?
CRISTINA:
CRISTINA: ¿Qué le parece a usted si esos dos náufragos se tendieran la mano?
No, porque a usted no le serviría de nada.
KROGSTAD:
KROGSTAD: ¿Qué dice usted?
¡Ah! ¡Bah! Yo, en el lugar de usted, lo haría de todos modos.
CRISTINA:
CRISTINA: ¿No vale más juntarse en la misma tabla?
He aprendido a obrar juiciosamente. Me lo han enseñado la vida
y la dura necesidad. KROGSTAD:
¡Cristina!
KROGSTAD:
Pues a mí la vida me ha enseñado a no dar crédito a las palabras. CRISTINA:
¿Cuál supone usted que es el motivo que me ha traído a esta ciudad?

© Pehuén Editores, 2001. )59(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

KROGSTAD: CRISTINA:
¿Habría usted acaso pensado en mí? ¿No se puede reparar todo?

CRISTINA: KROGSTAD:
Necesito trabajar para poder soportar la existencia. Toda mi vida, ¡Cristina! ¿Ha pensado usted bien lo que dice? Sí, lo veo en su
hasta donde alcanzan mis recuerdos, la he pasado trabajando. Era cara. ¿De modo que tendría el valor ...?
mi mayor y mi única alegría. Ahora me encuentro sola en el mundo,
y advierto un vacío horrible. No pensar más que en sí misma quita CRISTINA:
todo atractivo al trabajo. Vamos, Krogstad, dígame usted por quién Yo necesito alguien a quien servir de madre, y los hijos de usted
y por qué voy a trabajar. necesitan madre. Nosotros también nos sentimos inclinados el uno
hacia el otro. Tengo fe en lo que hay en el fondo de usted,
KROGSTAD: Krogstad... Con usted nada me asustará.
No le creo; eso no es más que orgullo de mujer que se exalta y
desea sacrificarse. KROGSTAD (Estrechándole las manos):
¡Gracias, Cristina gracias!... Ahora es preciso que me levante a los
CRISTINA: ojos del mundo, y sabré hacerlo. ¡Ah! Pero me olvidaba... (La música
¿Me ha visto usted alguna vez exaltada? ejecuta la tarantela).

KROGSTAD: CRISTINA (Escuchando):


¿Sería usted capaz de hacer lo que dice? ¿Conoce todo mi pasado? ¡Silencio! ¡La tarantela! ¡Váyase usted, váyase en seguida!

CRISTINA: KROGSTAD:
Sí. ¿Por qué?

KROSTAD: CRISTINA:
¿Conoce usted mi reputación, lo que se dice de mí? ¿Oye usted esa música? Es que concluye el baile, y van a volver.

CRISTINA: KROGSTAD:
Sí, lo he comprendido bien hace poco. Usted supone que yo habría Bien, me marcho. Ya todo es inútil. Usted no sabe, por supuesto,
podido salvarlo. el paso que he dado contra los Helmer.

KROGSTAD: CRISTINA:
Estoy seguro de ello. Por lo contrario, Krogstad, lo conozco.

© Pehuén Editores, 2001. )60(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

KROGSTAD: KROGSTAD:
¿Y tenía el valor de ...? ¡Vaya! No faltaba más. Espero la vuelta de Helmer para decirle
que deseo recuperar mi carta.... que no trata más que de mi
CRISTINA: cesantía..., que no necesita leerla...
Sé lo que puede la desesperación en una persona como usted.
CRISTINA:
KROGSTAD: No, Krogstad, no pida usted la carta.
¡Oh! ¡Si pudiera deshacer mi obra!
KROGSTAD:
CRISTINA: Pero, sin embargo..., ¿no es por eso realmente por lo que me ha
Puede usted: su carta está todavía en el buzón. hecho usted venir aquí?

KROGSTAD: CRISTINA:
¿Está usted segura? Durante las últimas 24 horas han ocurrido aquí cosas increíbles, y
es conveniente que Helmer lo sepa todo; ese fatal misterio debe
disiparse. Hace falta que se expliquen: basta de embustes y de
CRISTINA:
evasivas.
Lo sé, pero...
KROGSTAD:
KROGSTAD (Mirándola fijamente):
Bien, si usted lo toma por su cuenta... Pero hay algo que hacer en
¿Es ésa la explicación? ¿Desea usted salvar a su amiga a todo precio?
todo caso y que importa hacer en seguida...
Haría usted mejor en confesarlo francamente. ¿Es así?
CRISTINA (Escuchando):
CRISTINA: ¡Despáchese usted! Váyase!... El baile ha terminado, y no estamos
Krogstad, cuando una persona se ha vendido una vez por salvar a ya seguros.
alguien, no reincide.
KROGSTAD:
KROGSTAD: Espero a usted abajo.
Voy a pedir mi carta.
CRISTINA:
CRISTINA: Conforme. Me acompañará usted hasta la puerta de mi casa.
Nada de eso.
KROGSTAD: Jamás he sido tan feliz. (Sale por la puerta exterior.
La del recibidor sigue abierta hasta el fin).

© Pehuén Editores, 2001. )61(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

Escena II HELMER:
¡Qué! ¿Es la señora? ¿Usted aquí tan tarde?
CRISTINA (Arregla un poco la escena y prepara su abrigo y su
sombrero): CRISTINA:
¡Qué porvenir! ¡Qué nueva perspectiva! Tengo por quien trabajar, Perdónenme, tenía tantos deseos de ver a Nora vestida.
tengo por quien vivir, tengo un hogar que cuidar. ¡Ah! Voy a
empezar una nueva vida. (Escuchando) Ya vienen. Pronto, el abrigo. NORA:
(Toma el sombrero y el abrigo. Se oyen las voces de Helmer y de Nora. ¿Me has esperado aquí todo este tiempo?
Esta, vestida de napolitana y con chal, entra casi a la fuerza obligada
por Helmer, que viste y va cubierto con un dominó*). CRISTINA:
Sí. Vine muy tarde, desgraciadamente; habías subido ya, y no he
NORA (En la puerta, resistiéndose): querido irme sin verte.
No, no, no, no quiero entrar; voy a subir otra vez, no quiero
retirarme tan pronto. HELMER (Quitando el chal a Nora):
Entonces mírela bien. Me parece que vale la pena. Está hermosa,
HELMER: ¿no es verdad, señora?
Vamos a ver, querida Nora.
CRISTINA:
NORA: Muy encantadora. ¡Ya lo creo!
¡Ah! Por favor, Torvaldo. ¡Te lo suplico!... ¡Sólo una hora!
HELMER:
HELMER: Ni un minuto, Norita. Sabes lo convenido. Vamos, Maravillosamente linda, ¿no es cierto? Era también la opinión de
entra, te estás enfriando aquí. (La obliga a entrar). todo el mundo allá arriba. Pero ¡qué testaruda esta criatura! ¿Qué
hacer contra eso? ¿Quiere usted creer que he tenido que emplear
CRISTINA: casi la fuerza para sacarla del baile?
¡Buenas noches!
NORA:
NORA: ¡Ah! Torvaldo. Te arrepentirás de no haberme concedido media
¡Cristina! hora siquiera.

HELMER:
Figúrese usted, señora. Baila la tarantela; obtiene un éxito loco y
bien merecido, aunque acaso ha hecho alarde de demasiada
*Dominó: Disfraz compuesto de una túnica larga y capucha, generalmente negro.

© Pehuén Editores, 2001. )62(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

naturalidad, es decir, de alguna más que la que permitían las NORA:


exigencias del arte. Pero, en fin, lo principal es que ha obtenido Gracias, Cristina. Ya sé ahora lo que tengo que hacer, ¡Silencio!...
un éxito, un éxito colosal. ¿Debía permitirle permanecer allí
después? Hubiera disminuido el efecto. ¡En eso estaba yo pensando! HELMER (Entrando):
Tomé del brazo a mi linda chiquilla de Capri, a mi niña caprichosa, ¿Conque la ha admirado usted bien, señora?
podría decir, vuelta al salón en seguida; saludos a derecha e
izquierda, y, como se dice en las novelas..., se desvaneció la bella CRISTINA:
sombra. En los desenlaces es indispensable el efecto, señora, y no Sí, y ahora ya puedo marcharme.
puedo hacérselo comprender a Nora. ¡Uf! ¡Qué calor hace aquí!
(Arroja el dominó en una silla y abre la puerta del despacho) ¿Cómo? HELMER:
¿No hay luz? ¡Ah! Es verdad, usted perdone. (Entra y enciende dos ¿Ya? ¿Es de usted este tejido?
luces).
CRISTINA (Tomando un trozo de media que Helmer le entrega):
NORA (Muy bajo; precipitadamente): Gracias; lo había olvidado.
¿Qué hay?
HELMER:
CRISTINA: He hablado con él. ¿Hace usted tejidos?

NORA: ¿Y ...? CRISTINA: Sí, señor.

CRISTINA: HELMER:
Nora.... tienes que confesarle todo a tu marido. Debería usted bordar.

NORA (Con voz desfallecida): Lo sabía. CRISTINA:


¿Y por qué?
CRISTINA:
No tienes nada que temer de Krogstad, pero debes hablar. HELMER:
Es más bonito. Mire usted: se tiene el bordado en la mano izquierda,
NORA: así, y se lleva la aguja con la mano derecha, de este modo... Usted
No hablaré. ve esta curva prolongada y ligera que se hace.... ¿verdad?

CRISTINA: CRISTINA:
En ese caso, hablará la carta por ti. Sí, así es.

© Pehuén Editores, 2001. )63(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

HELMER: HELMER:
Mientras que tejer.... eso es feo siempre. Vea usted los brazos Por lo contrario, estoy tan despabilado. Pero ¿y tú? Es verdad: tú
pegados al cuerpo..., las agujas yendo de abajo arriba y de arriba tienes cansancio y sueño.
abajo... Parece trabajo de chinos... ¡Ah! ¡Qué champaña tan
excelente han servido! NORA:
Sí, estoy muy fatigada, y tengo seguridad de que me dormiré en
CRISTINA: seguida.
¡Buenas noches, Nora, y no seas terca!
HELMER:
HELMER: Bien dicho, señora. ¿Ves cómo tenía razón para no querer estar más tiempo en el baile?

CRISTINA: NORA:
Buenas noches, señor director. Tú tienes siempre razón en todo.

HELMER (Acompañándola hasta la puerta): HELMER (Besándola en la frente):


Buenas noches, buenas noches; supongo que sabrá usted el camino. Vamos, la alondra empieza a hablar sensatamente. Pero, dime,
Yo con mucho gusto...., pero está tan cerca. ¡Buenas noches, buenas ¿has observado qué alegre estaba Rank esta noche?
noches! (Sale Cristina. Helmer cierra la puerta).
NORA:
¿Sí? No tuve ocasión de hablarle.
Escena III
HELMER:
HELMER: Yo apenas le he hablado; pero hace mucho tiempo que no lo veía
¡Gracias a Dios que se fue! Es fastidiosa la mujer. de tan buen humor. (La mira un instante y se acerca). Pero ¡qué
bueno es volver a encontrarse uno en su casa, estar solo contigo!...
NORA: ¡Oh! ¡Qué hermosa, qué embriagadora mujercita!
¿No estás muy cansado, Torvaldo?
NORA:
HELMER: No me mires de ese modo, Torvaldo.
No, ni pizca.
HELMER:
NORA: ¡No voy a mirar mi más caro tesoro!, ¡este esplendor que es mío,
¿No tienes sueño tampoco? nada más que mío, completamente mío!

© Pehuén Editores, 2001. )64(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

NORA (Yéndose al otro lado de la mesa): HELMER:


No me hables así esta noche. ¿Pero qué es esto? Tú te burlas de mí, Norita. ¿Que no quieres,
dices? ¿No soy tu marido? ¿No eres mi encantadora mujercita?...
HELMER (Siguiéndola): (Llaman a la puerta de afuera).
Aún te retoza la tarantela en la sangre, según veo, y con eso estás
más seductora. ¡Oye! Se van los invitados. (Bajando la voz) Nora, NORA (Estremeciéndose):
pronto quedará la casa en silencio. ¿Has oído?

NORA: HELMER (Pasando al recibidor):


Sí, así lo espero. ¿Quién es?

HELMER:
¿Verdad adorada Nora? ¡Oh! Cuando estamos en sociedad como Escena IV
esta noche... ¿Sabes por qué te hablo tan poco, por qué permanezco
lejos de ti, limitándome a dirigirte alguna que otra mirada? ¿Sabes RANK (Desde dentro):
por qué? Pues porque me gusta imaginar que eres mi amor secreto, Soy yo, ¿puedo entrar un momento?
mi joven, mi misteriosa prometida, y que todos lo ignoran.
HELMER (Malhumorado):
NORA: ¿Qué querrá ahora? Espera un poco. (Va a abrir). Vamos, es una
Si, si, si, ya sé que todos tus pensamientos son para mí. atención de tu parte que no pases por nuestra puerta sin llamar.

HELMER: RANK:
Y, al salir, cuando te coloco el chal sobre los hombros delicados y Me pareció oír tu voz, y se me ha ocurrido entrar un momento.
juveniles, cuando oculto esa nuca maravillosa, me figuro que eres (Dirigiendo una ojeada en torno de él) He aquí el hogar familiar y
mi joven desposada, que volvemos de la boda, que te traigo por amado. Ustedes disfrutan en su casa de paz y bienestar. ¡Qué felices
primera vez a mi casa, y que, al fin, vamos a estar solos... ¡Voy a son!
estar solo contigo, con mi tierna beldad temblorosa! Toda esta
velada no he hecho otra cosa que suspirar por ti. Cuando te vi HELMER:
hacer como que perseguías..., cuando vi tus movimientos Pues tú también parecía que estabas en el baile muy a gusto.
provocativos bailando la tarantela..., empezó a hervirme la sangre,
no pude resistir más y te saqué precipitadamente... RANK:
Me divertía extraordinariamente. ¿Y por qué no? ¿Por qué no
NORA: disfrutar de todo en la vida? Al menos mientras y hasta donde se
Vete, Torvaldo. Déjame. No me gusta eso. pueda. El vino era exquisito...

© Pehuén Editores, 2001. )65(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

HELMER: NORA:
Sobre todo el champaña. ¿Y se le puede felicitar por el resultado?

RANK: RANK:
¿Te fijaste tú también? Es increíble lo que he bebido. Sin duda alguna.

NORA: NORA:
Torvaldo ha tomado mucho champaña esta noche. ¿Un éxito?

RANK: RANK:
¿De veras? El mejor para el médico, lo mismo que para el enfermo: la
certidumbre.
NORA:
Sí, y eso lo pone siempre tan divertido... NORA (Vivamente, dirigiéndole una mirada escudriñadora):
¿La certidumbre?
RANK:
¡Caramba! ¿Por qué no ha de pasarse bien la noche después de un
RANK:
día bien empleado?
Una certidumbre absoluta. Después de eso, ¿no tenía derecho a
pasar alegremente la velada?
HELMER:
¿Bien empleado? Hoy, por desgracia, no puedo decir eso.
NORA:
RANK (Golpeándole en el hombro): Sí, doctor.
Pues yo sí, ¿lo oyes?
HELMER:
NORA: Opino lo mismo, siempre que no lo pagues mañana.
Doctor Rank, usted ha debido estudiar hoy algún caso científico. RANK: Todo se paga en la vida.

RANK: NORA:
Precisamente. Doctor.... a usted le deben gustar mucho las máscaras.

HELMER: RANK:
¡Hombre, hombre; miren ustedes! ¡Norita hablando de casos Sí, cuando se ven muchos trajes estrambóticos.
científicos!

© Pehuén Editores, 2001. )66(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

NORA: RANK:
Díganos: ¿qué disfraz vamos a ponernos la vez que nos vistamos Hay un gran sombrero... ¿Has oído tú hablar de un sombrero que
de máscaras usted y yo? hace invisible a la persona? Se lo pone uno en la cabeza, y nadie lo ve.

HELMER: HELMER (Reprimiendo la risa):


¡Loca! ¡Pues ya está pensando en otro baile! Bien, bien, tienes razón.

RANK:
RANK:
Pero olvidaba por completo a qué he venido. Helmer, dame un
¿Usted y yo? Le diré: usted irá de mascota.
cigarro, uno de tus habanos negros.
HELMER: HELMER: Con mucho gusto. (Le presenta la cigarrera).
Bien, pero, a ver, un traje bonito de mascota.
NORA (Encendiendo una cerilla):
RANK: Permítame que lo encienda.
Tu mujer puede presentarse tal y como la vemos todos los días.
RANK: ¡Gracias! (Nora acerca la cerilla y él lo enciende). Y ahora,
HELMER: ¡adiós!
¡Mucho! Pero ¿y tú?, ¿tienes algún pensamiento respecto a tu
disfraz? HELMER:
¡Adiós, adiós, amigo mío!
RANK: NORA:
Eso, amigo mío, ya es cosa resuelta. Que descanse usted, doctor.
HELMER: RANK:
Veamos. Gracias por el buen deseo.

RANK: NORA:
En el próximo baile de máscaras seré invisible. Pues deséeme lo mismo.

HELMER: RANK:
¡Esa sí que es broma! ¿A usted?. ¡Vaya! Puesto que usted lo quiere ¡Que duerma usted
bien! Y gracias por el fuego. (Los saluda con un movimiento de
cabeza y se va).

© Pehuén Editores, 2001. )67( Escena Final


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

HELMER (En voz baja): HELMER:


Ha bebido mucho. Dos tarjetas de visita.... de Rank.

NORA (Distraída): NORA:


Es muy posible. (Helmer saca unas llaves del bolsillo y pasa al ¿Del doctor?
recibidor). ¿Qué vas a hacer, Torvaldo?
HELMER (Mirándolas):
HELMER: Rank, doctor en medicina. Estaban sobre las cartas.... Las habrá
Desocupar el buzón; está atestado y no van a caber los periódicos depositado en el buzón al salir.
mañana por la mañana...
NORA:
NORA: ¿Tienen algo escrito?
¿Vas a trabajar esta noche?
HELMER:
HELMER: Hay una cruz grande encima del nombre. Mira. ¡Qué broma de
De ningún modo... ¿Qué es esto? Han andado en la cerradura.
tan mal gusto! Es como si diera parte de su muerte.
NORA: ¿En la cerradura?
NORA:
HELMER:
Es lo que hace efectivamente.
Sin duda. ¿Qué significa esto? No puedo creer que las muchachas...
Aquí hay un trozo de aguja de cabello. Nora, es una de las tuyas.
HELMER:
NORA (Con viveza): ¿Qué? ¿Qué sabes? ¿Te ha dicho algo?
Quizá los niños...
NORA:
HELMER: Sí. Las tarjetas significan que se ha despedido de nosotros para
Es preciso que les quites esa costumbre. ¡Hum! Vamos, ya está siempre. Va a, encerrarse a morir.
abierto de todos modos. (Saca el contenido del buzón y llama).
¡Elena!... ¡Elena! Apague usted la luz de la entrada. (Entra con las HELMER:
cartas en la mano y cierra la puerta del recibidor). Mira, ¿ves cuántas? ¡Pobre amigo mío! Ya sabía que no había de vivir mucho tiempo;
(Examina los sobres). ¿Qué es esto? pero tan pronto... Y va a ocultarse como un animal herido.

NORA (En la ventana): NORA:


¡Esa carta! ¡No, no, Torvaldo! Si ha de ocurrir, vale más que sea en silencio. ¿Verdad, Torvaldo?

© Pehuén Editores, 2001. )68(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

HELMER (Paseando): NORA (Tanteando alrededor de sí, con ojos extraviados, toma el
Era como de la familia. No puedo aceptar la idea de su pérdida. dominó de Helmer y se cubre con él, diciendo con voz breve, incoherente
Con sus padecimientos y su genio retraído, constituía como el v sacudida):
fondo de sombra en el cuadro soleado de nuestra felicidad.... En ¡No volver a ver lo jamás! ¡Jamás, jamás, jamás! ¡Y los niños..., no
fin, quizá sea preferible... Al menos para él. (Se detiene). Y acaso volver a verlos tampoco!... ¡Oh! Aquella agua helada negra..., aquel
también para nosotros, Nora. Ahora estamos consagrados abismo..., aquel abismo sin fondo... ¡Ah! ¡Si siquiera hubiese pasado
exclusivamente el uno al otro. (La abraza). ¡Ah! Mujercita adorada. ya!... Ahora la toma, la lee. No, no, todavía no. ¡Adiós, Torvaldo!....
Nunca te estrecharé bastante. Mira, Nora.... quisiera que te ¡Adiós, hijos! (Se precipita hacia la puerta; pero, en el mismo momento,
amenazara algún peligro para poder exponer mi vida, para dar mi Helmer abre violentamente la de su habitación y aparece con una
sangre, para arriesgarlo todo, todo por protegerte. carta en la mano).

NORA (Desprendiéndose, con voz firme y resuelta): HELMER:


Lee las cartas, Torvaldo. ¡Nora!

HELMER: NORA (Lanzando un grito penetrante):


No, no, esta noche no... Deseo quedarme contigo, con mi ¡Ah!
idolatrada mujercita.
HELMER:
NORA: ¿Qué significa?... ¿Sabes lo que dice esta carta?
¿Con la idea de la muerte de tu amigo?...
NORA:
HELMER: Sí, lo sé. ¡Deja que me vaya! ¡Déjame salir!
Tienes razón. A los dos nos ha afectado. Se ha interpuesto entre
nosotros la idea de la muerte y de la disolución. Tenemos que HELMER (Deteniéndola):
hacer algo por olvidarla. Hasta entonces... Nos retiraremos cada ¿Dónde vas?
uno a nuestro aposento.
NORA (Tratando de desasirse):
NORA (Arrojándose a su cuello): No debes salvarme, Torvaldo.
¡Buenas noches, Torvaldo...., buenas noches!
HELMER (Retrocediendo):
HELMER (Besándola en la frente): ¡Entonces, es cierto! ¿Dice la verdad esta carta? ¡Qué horror! No,
¡Buenas noches, avecilla cantora! Duerme en paz. Voy a leer las no es posible, no puede ser.
cartas. (Pasa a su habitación llevándose las cartas y cierra la puerta).

© Pehuén Editores, 2001. )69(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

NORA: NORA:
Es la verdad. Te he amado por sobre todas las cosas en el mundo. Sí, así es.

HELMER: ¡Eh! Dejémonos de tonterías. HELMER:


Has destruido mi felicidad, aniquilado mi porvenir. No puedo
pensarlo sin estremecerme. Te has puesto a merced de un hombre
NORA (Dando un paso hacia él): ¡Torvaldo!... sin escrúpulos, que puede hacer de mí cuanto le plazca, pedirme
lo que quiera, disponer y mandar lo que guste sin que me atreva a
HELMER: ¡Desgraciada! ¿Qué has tenido valor de hacer? respirar. Así quedaré reducido a la impotencia, echado a pique
por la ligereza de una mujer.
NORA: Déjame salir. Tú no has de llevar el peso de mi falta, tú
no has de responder por mí. NORA:
Cuando yo haya abandonado este mundo, estarás libre.
HELMER: ¡Basta de comedias! (Cierra la puerta del recibidor). Te
quedarás ahí, y me darás cuenta de tus actos. ¿Comprendes lo que HELMER:
has hecho? Di, ¿lo comprendes? ¡Ah! Déjate de expresiones huecas. Tu padre tenía también una
lista de ellas. ¿Qué ganaría yo con que tú abandonaras el mundo,
NORA (Le mira con expresión creciente de rigidez y dice con voz como dices? Nada. A pesar de eso, podría trascender el caso, y
opaca): quizá se sospechara que yo había sido cómplice de tu criminal
Sí, ahora empiezo a comprender la gravedad de las cosas. acción. Podría creerse que fui el instigador, el que te indujo a
hacerlo. Y esto te lo debo a ti; a ti, a quien he llevado en brazos a
HELMER (Paseándose agitado): través de toda nuestra vida conyugal. ¿Comprendes ahora la
¡Oh! Terrible despertar. ¡Durante ocho años.... ella, mi alegría y gravedad de lo que has hecho?
mi orgullo..., una hipócrita, una embustera!... Todavía peor: ¡una
criminal! ¡Qué abismo de deformidad! ¡Qué horror! (Deteniéndose NORA (Tranquila y fría):
ante Nora, que continúa muda, le mira fijamente). Yo habría debido Sí.
presentir que iba a ocurrir alguna cosa de esta índole. Habría debido
preverlo. Con la ligereza de principios de tu padre...; tú has HELMER:
heredado esos principios. ¡Falta de religión, falta de moral, falta Esto es tan increíble, que no vuelvo de mi asombro; pero hay que
de todo sentimiento del deber! ... ¡Oh! Bien castigado estoy por tomar un partido. (Pausa). Quítate ese dominó. ¡Que te lo quites,
haber tendido un velo sobre, su conducta. Lo hice por ti, y éste es digo! (Pausa). Tengo que complacerlo de una o de otra manera. Se
el pago que me das. trata de ahogar el asunto a todo trance. Y, en cuanto a nosotros,
como si nada hubiese cambiado. Por supuesto, hablo sólo de las

© Pehuén Editores, 2001. )70(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

apariencias, y, por consiguiente, seguirás viviendo aquí, menor daño. ¡Ah! Nora, Nora.... no, destruyamos ante todo estas
lógicamente; pero te está prohibido educar a los niños..., no me abominaciones. Déjame ver... (Dirige una mirada al recibidor). No,
atrevo a confiártelos. ¡Ah! Tener que hablar de este modo a quien no quiero ya ver nada; supondré que he tenido una pesadilla, y se
tanto he amado y a quien todavía... En fin, todo pasó, no hay más acabó. (Rompe las dos cartas y el recibo, lo arroja todo a la chimenea
remedio. En lo sucesivo no hay que pensar ya en la felicidad, sino y contempla cómo arden los pedazos). ¡Ya! Todo ha desaparecido. Te
sólo en salvar restos, ruinas, apariencias... (Llaman a la puerta. decía que desde las vísperas de Navidad tu... ¡Oh! ¡Qué tres días
Helmer se estremece). Qué es esto? ¡Tan tarde! ¿Será ya ...? ¿Habrá de prueba has debido pasar, Nora!
ese hombre...? ¡Escóndete, Nora! Di que estás enferma. (Nora no
se mueve. Helmer va a abrir la puerta). NORA:
Durante estos tres días he sostenido una lucha violenta.
ELENA (A medio vestir en el recibidor):
Una carta para la señora. HELMER:
Y te has desesperado; no veías más camino que... Olvidaremos
HELMER: Démela. (Toma la carta y cierra la puerta). Sí, es de él; por completo todos estos sinsabores. Vamos a celebrar nuestra
pero no la tendrás. Quiero leerla yo. liberación repitiendo continuamente: se ha concluido, se ha
concluido. Pero óyeme, Nora, parece que no comprendes: se ha
NORA: Léela. concluido. ¡Vamos! ¿Qué significa esa seriedad? ¡Oh! Pobrecilla
Nora, ya comprendo... No aciertas a creer que te perdono. Pues
HELMER (Aproximándose a la lámpara): créelo, Nora, te lo juro; estás completamente perdonada. Sé bien
Apenas me atrevo. Quizá seamos víctimas uno y otro. No, es preciso que todo lo hiciste por amor a mí
que yo sepa. (Abre apresuradamente la carta, recorre algunas líneas,
examina un papel adjunto y lanza una exclamación de alegría). ¡Nora! NORA:
(Nora interroga con la mirada). ¡Nora!... ¡No, tengo que leerlo otra Es verdad.
vez! ... ¡Sí, eso! ¡Estoy salvado! ¡Nora, estoy salvado!
HELMER:
NORA: Me has amado como una buena esposa debe amar a su marido;
¿Y yo? pero flaqueabas en la elección de los medios. ¿Crees tú que yo te
quiero menos porque no puedas guiarte a ti misma? No, no, confía
HELMER: en mí: no te faltará ayuda y dirección. No sería yo hombre si tu
Tú también, naturalmente. Nos hemos salvado los dos. Mira. Te capacidad de mujer no te hiciera doblemente seductora a mis ojos.
devuelve el recibo. Dice que lamenta, que se arrepiente..., un suceso Olvida los reproches que te dirigí en los primeros momentos de
feliz que acaba de cambiar su existencia... ¡Eh! Poco importa lo terror, cuando creía que todo iba a desplomarse sobre mí. Te he
que escribe. ¡Estamos salvados, Nora! Ya nadie puede inferirte el perdonado, Nora, te juro que te he perdonado.

© Pehuén Editores, 2001. )71(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

NORA: HELMER:
¡Gracias por el perdón! (Se va por la puerta de la derecha). ¿Y para qué?

HELMER: NORA:
No, quédate aquí... (La sigue con los ojos). ¿Por qué te diriges a la No pienso dormir esta noche.
alcoba?
HELMER:
NORA (Dentro): Pero, querida Nora...
Voy a quitarme el traje de máscaras.
NORA (Mirando el reloj):
HELMER (Cerca de la puerta, que ha quedado abierta): No es tarde todavía. Siéntate, Torvaldo, tenemos que hablar. (Se
Bien, descansa, procura tranquilizarte, reponerte de esta alarma, sienta junto a la mesa).
pajarillo alborotado. Reposa en paz, yo tengo grandes alas para
cobijarte. (Andando sin alejarse de la puerta). ¡Oh! Qué tranquilo y HELMER:
delicioso hogar el nuestro, Nora. Aquí estás segura; te guardaré Nora..., ¿qué significa esto? ¿Por qué estás tan seria?
como si fueras una paloma recogida por mí después de sacarla
NORA:
sana y salva de las garras del buitre. Sabré tranquilizar tu pobre
Siéntate. La conversación será larga. Tenemos mucho que decirnos.
corazón palpitante. Lo conseguiré poco a poco; créeme, Nora.
Mañana verás todo de otra manera. Todo seguirá como antes. No
HELMER (Sentándose frente a ella):
necesitaré decirte a cada momento que te he perdonado, porque
Me tienes intranquilo, Nora. No te comprendo.
tú misma lo comprenderás indudablemente. ¿Cómo puedes creer
que vaya a rechazarte ni a hacer cargos siquiera? ¡Ah! Tú no sabes NORA:
lo que es un corazón que ama, Nora. ¡Es tan dulce, es tan grato Dices bien; no me comprendes. Ni yo tampoco te he comprendido
para la conciencia de un hombre perdonar sinceramente! No es ya a ti hasta... esta noche. No me interrumpas. Oye lo que te digo...
su esposa lo único que ve en el ser perdonado, sino también su Tenemos que ajustar nuestras cuentas.
hija. Así te trataré en el porvenir, criatura extraviada, sin brújula.
No te preocupes por nada, Nora, sé franca conmigo nada más, y HELMER: ¿En qué sentido?
yo seré tu voluntad y tu conciencia. ¡Calla! ¿No te has acostado?
¿Te has vuelto a vestir? NORA (Después de una pausa):
Estamos uno frente al otro. ¿No te llama la atención una cosa?
NORA (Con su ropa Habitual):
Sí, Torvaldo, he vuelto a vestirme. HELMER:
¿Qué quieres decir?

© Pehuén Editores, 2001. )72(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

NORA: HELMER:
Hace ocho años que nos casamos. Piensa un momento: ¿no es Vamos a ver, Nora, ¿qué significa este lenguaje?
ahora la primera vez que nosotros dos, marido y mujer, hablamos
a solas seriamente? NORA:
Lo que te digo, Torvaldo. Cuando estaba al lado de papá, él me
HELMER: exponía sus ideas, y yo las seguía. Si tenía otras distintas, las
Seriamente, sí..., pero ¿qué? ocultaba; por que no le hubiera gustado. Me llamaba su muñequita,
y íugaba conmigo como yo con mis muñecas. Después vine a tu
NORA: casa.
Ocho años han pasado.... y más todavía desde que nos conocemos,
y jamás se ha cruzado entre nosotros una palabra seria respecto de HELMER:
un asunto grave. Empleas una frase singular para hablar de nuestro matrimonio.
HELMER: NORA (Sin variar de tono):
Iba a hacerte partícipe de mis preocupaciones, sabiendo que no Quiero decir que de manos de papá pasé a las tuyas. Tú lo arreglaste
podías quitármelas?
todo a tu gusto, y yo participaba de tu gusto, o lo daba a entender;
no puedo asegurarlo, quizá lo uno y lo otro. Ahora, mirando hacia
NORA:
atrás, me parece que he vivido aquí como los pobres.... al día. He
No hablo de preocupaciones. Lo que quiero decir es que jamás
vivido de las piruetas que hacía para recrearte, Torvaldo. Eso entraba
hemos tratado de mirar en común al fondo de las cosas.
en tus fines. Tú y papá han sido muy culpables conmigo, y ustedes
HELMER: tienen la culpa de que yo no sirva para nada.
Pero veamos, querida Nora, ¿era esa preocupación apropiada para ti?
NORA: HELMER:
¡Este es precisamente el caso! Tú no me has comprendido nunca... Eres incomprensible e ingrata, Nora. ¿No has sido feliz a mi lado?
Han sido muy injustos conmigo, papá primero, y tú después.
NORA:
HELMER: ¡No! Creía serlo, pero no lo he sido jamás.
¿Qué? ¡Nosotros dos!... Pero ¿hay alguien que te haya amado más
que nosotros? HELMER:
¡Que no..., que no has sido feliz!
NORA (Moviendo la cabeza):
Jamás me amaron. Les parecía agradable estar en adoración delante NORA:
de mi, ni más ni menos. No, estaba alegre y nada más. Eras amable conmigo.... pero nuestra

© Pehuén Editores, 2001. )73(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

casa sólo era un salón de recreo. He sido una muñeca grande en tu HELMER:
casa, como fui muñeca en casa de papá. Y nuestros hijos, a su vez, Lo he dicho en un momento de irritación. ¿Ahora vas a insistir en
han sido mis muñecas. A mí me hacía gracia verte jugar conmigo, eso?
como a los niños les divertía verme jugar con ellos. Esto es lo que
ha sido nuestra unión, Torvaldo. NORA:
¡Dios mío! Lo dijiste bien claramente, Es una tarea superior a mis
HELMER: fuerzas. Hay otra que debo atender desde luego, y quiero pensar,
Hay algo de cierto en lo que dices.... aunque exageras mucho. ante todo, en educarme a mí misma. Tú no eres hombre capaz de
Pero, en lo sucesivo, cambiará todo. Ha pasado el tiempo de recreo; facilitarme este trabajo, y necesito emprenderlo yo sola. Por eso
ahora viene e de la educación. voy a dejarte.

NORA: HELMER (Levantándose de un salto.):


¿La educación de quién? ¿La mía o la de los niños? ¡Qué! ¿Qué dices?

HELMER: NORA:
La tuya y la de los niños, querida Nora. Necesito estar sola para estudiarme a mí misma y a cuanto me
rodea; así es que no puedo permanecer a tu lado.
NORA:
¡Ay! Torvaldo. No eres capaz de educarme, de hacer de mí la HELMER:
verdadera esposa que necesitas. ¡Nora! ¡Nora!

HELMER: NORA:
¿Y eres tú quien lo dice? Quiero marcharme en seguida. No me faltará albergue para esta
noche en casa de Cristina.
NORA:
Y en cuanto a mí.... ¿qué preparación tengo para educar a los niños? HELMER:
¡Has perdido el juicio! No tienes derecho a marcharte. Te lo
HELMER: prohibo.
¡Nora!
NORA:
NORA: Tú no puedes prohibirme nada de aquí en adelante. Me llevo todo
¿No lo has dicho tú hace poco?... ¿No has dicho que es una tarea lo mío. De ti no quiero recibir nada ahora ni nunca.
que no te atreves a confiarme?

© Pehuén Editores, 2001. )74(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

HELMER: HELMER:
Pero ¿qué locura es ésta? No los tienes. ¿Qué deberes son ésos?

NORA: NORA:
Mañana salgo para mi país... Allí podré vivir mejor. Mis deberes para conmigo misma.

HELMER: HELMER:
¡Qué ciega estás, pobre criatura sin experiencia! Antes que nada, eres esposa y madre.

NORA: NORA:
Ya procuraré adquirir experiencia, Torvaldo. No creo ya en eso. Ante todo soy un ser humano con los mismos
títulos que tú..., o, por lo menos, debo tratar de serlo. Sé que la
HELMER: mayoría de los hombres te darán la razón, Torvaldo, y que esas
¡Abandonar tu hogar, tu esposo, tus hijos!... ¿No piensas en lo que ideas están impresas en los libros; pero ahora no puedo pensar en
se dirá? lo que dicen los hombres y en lo que se imprime en los libros.
Necesito formarme mi idea respecto de esto y procurar darme
cuenta de todo.
NORA:
No puedo pensar en esas pequeñeces. Sólo sé que para mí es
HELMER:
indispensable.
¡Qué! ¿No comprendes cuál es tu puesto en el hogar? ¿No tienes
un guía infalible en estas cuestiones? ¿No tienes la religión?
HELMER:
¡Ah! ¡Es irritante! ¿De modo que traicionarás los deberes más NORA:
sagrados? ¡Ay! Torvaldo. No sé exactamente qué es la religión.
NORA: HELMER:
¿A qué llamas tú mis deberes más sagrados? ¿Que no sabes qué es?

HELMER: NORA:
¿Necesitas que te lo diga? ¿No son tus deberes para con tu marido Sólo sé lo que me dijo el pastor Hansen al prepararme para la
y tus hijos? confirmación. La religión es esto, aquello y lo de más allá. Cuando
esté sola y libre, examinaré esa cuestión como una de tantas, y
NORA: veré si el pastor decía la verdad, o, por lo menos, si lo que me dijo
Tengo otros no menos sagrados. era verdad respecto de mí.

© Pehuén Editores, 2001. )75(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

HELMER: NORA:
¡Oh! ¡Es inaudito en una mujer tan joven! Pero si no puede guiarte Sí.
la religión, déjame al menos sondear tu conciencia. Porque
¿supongo que tendrás al menos sentido moral? ¿O es que tampoco HELMER:
tienes eso? Responde. Eso no tiene más que una explicación.

NORA: NORA:
¿Qué quieres, Torvaldo? Me es difícil contestarte. Lo ignoro. No ¿Qué explicación?
veo claro nada de eso. No sé más que una cosa y es que mis ideas
son completamente distintas de las tuyas; que las leyes no son las HELMER: ¡Ya no me amas!
que yo creía, y, en cuanto a que esas leyes sean justas, no me cabe
en la cabeza. ¡No tener derecho una mujer a evitar una NORA:
preocupación a su padre anciano y moribundo, ni a salvar la vida Así es; en efecto, ésa es la razón de todo.
a su esposo! ¡Eso no es posible!
HELMER:
¡Nora!... ¿Y me lo dices?
HELMER: Hablas como una chiquilla. No comprendes nada de
NORA:
la sociedad de que formas parte.
Lo siento, Torvaldo, porque has sido siempre muy bueno
conmigo... Pero ¿qué he de hacerle? No te amo ya.
NORA:
No, no comprendo nada; pero quiero comprenderlo y averiguar HELMER (Esforzándose por permanecer sereno):
de parte de quién está la razón: si de la sociedad o de mí. De eso, por supuesto, ¿también estás completamente convencida?
HELMER: Tú estás enferma, Nora; tienes fiebre, y hasta casi creo NORA:
que no estás en tu juicio. Absolutamente. Y por eso no quiero estar más aquí.

NORA: Por lo contrario, esta noche estoy más despejada y segura HELMER:
de mí que nunca. ¿Y puedes explicarme cómo he perdido tu amor?

HELMER: NORA:
¿Y con esa seguridad y esa lucidez abandonas a tu marido y a tus Muy sencillo. Ha sido esta misma noche, al ver que no se realizaba
hijos? el prodigio esperado. Entonces he comprendido que no eras el
hombre que yo creía.

© Pehuén Editores, 2001. )76(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

HELMER: NORA: Lo han hecho millares de mujeres.


Explícate. No entiendo....
HELMER:
NORA: ¡Eh! Piensas como una niña, y hablas del mismo modo.
Durante ocho años he esperado con paciencia, porque sabía de
sobra, Dios mío, que los prodigios no son cosas que ocurren NORA:
diariamente. Llegó al fin el momento de angustia, y me dije con Es posible, pero tú no piensas ni hablas como el hombre a quien
certidumbre: ahora va a realizarse el prodigio. Mientras la carta de yo puedo seguir. Ya tranquilizado, no en cuanto al peligro que me
Krogstad estuvo en el buzón, no creí ni por un momento que amenazaba, sino al que corrías tú..., todo lo olvidaste, y vuelvo a
pudieras doblegarte a las exigencias de ese hombre, sino qué, por ser tu avecilla cantora, la muñequita que estabas dispuesto a llevar
lo contrario, le dirías: «Dígaselo a todo el mundo». Y cuando eso en brazos como antes, y con más precauciones que nunca al
hubiera ocurrido... descubrir que soy más frágil. (Levantándose). Escucha, Torvaldo:
en aquel momento me pareció que había vivido ocho años en esta
HELMER: casa con un extraño, y que había tenido tres hijos con él... ¡Ah!
¡Ah, sí!... ¿Cuando yo hubiera entregado a mi esposa a la vergüenza ¡No quiero pensarlo siquiera! Tengo tentación de desgarrarme a
y al menosprecio ...?
mí misma en mil pedazos.
NORA:
HELMER (Sordamente):
Cuando eso hubiera ocurrido, yo estaba completamente segura
Lo comprendo; el hecho es indudable. Se ha abierto entre nosotros
de que responderías a todo diciendo: «Yo soy culpable».
un abismo. Pero di si no puede repararse, Nora.
HELMER:
¡Nora! NORA:
Como yo soy ahora, no puedo ser tu esposa.
NORA:
Vas a decir que yo no hubiera aceptado semejante sacrificio. Es HELMER:
cierto. Pero ¿de qué hubiese servido mi afirmación al lado de la Yo puedo transformarme.
tuya?... ¡Pues bien!, ése era el prodigio que esperaba con terror, y,
para evitarlo, iba a morir. NORA:
Quizá..., si te quitan tu muñeca.
HELMER:
Nora, con placer hubiese trabajado por ti día y noche, y hubiese HELMER:
soportado toda clase de privaciones y de penalidades; pero no hay ¡Separarse..., separarse de ti! No, no, Nora, no puedo resignarme a
nadie que sacrifique su honor por el ser amado. la separación.

© Pehuén Editores, 2001. )77(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

NORA (Dirigiéndose hacia la puerta de la derecha): HELMER:


Razón de más para concluir. (Se va y vuelve con el abrigo, el sombrero ¿También eso?
y una pequeña maleta de viaje, que deja sobre una silla cerca de la mesa).
NORA:
HELMER: Sí.
Nora, todavía no, todavía no. Espera a mañana.
HELMER:
NORA (Poniéndose el abrigo): Toma.
No puedo pasar la noche bajo el techo de un extraño.
NORA:
HELMER: Gracias. Ahora todo ha concluido. Ahí dejo las llaves. En lo que
¿Pero no podemos seguir viviendo juntos como hermanos? respecta a la casa, la doncella está enterada de todo... mejor que
yo. Mañana, después de mi marcha, vendrá Cristina a guardar en
NORA (Poniéndose el sombrero): un baúl cuanto traje al venir aquí, pues deseo que se me envíe.
Semejante tipo de vida no duraría mucho. (Poniéndose el chal sobre
los hombros). Adiós, Torvaldo. No quiero ver a los niños. Sé que HELMER:
están en mejores manos que las mías. En mi situación actual.... no ¡Todo ha concluido! ¿No pensarás en mí jamás, Nora?
puedo ser una madre para ellos.
NORA:
HELMER: Seguramente que pensaré con frecuencia en ti y en los niños y en
Pero ¿algún día, Nora..., un día? la casa.

NORA: HELMER:
Nada puedo decirte, porque ignoro lo que será de mí. ¿Puedo escribirte, Nora?

HELMER: NORA:
Pero sea como sea, eres mi esposa. ¡No, jamás! Te lo prohibo.

NORA: Cuando una mujer abandona el domicilio conyugal, como HELMER:


yo lo abandono, las leyes, según dicen, eximen al marido de toda ¡Oh! Pero puedo enviarte...
obligación con respecto a ella. De cualquier modo te eximo, porque
no es justo que tú quedes encadenado, no estándolo yo. Absoluta NORA:
libertad por ambas partes. Toma, aquí tienes tu anillo. Devuélveme Nada, nada.
el mío.

© Pehuén Editores, 2001. )78(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

HELMER:
Ayudarte, si lo necesitas.

NORA:
¡No! No puedo aceptar nada de un extraño.

HELMER:
Nora..., ¿ya no seré más que un extraño para ti?

NORA (Tomando la maleta de viaje):


¡Ah! Torvaldo. Se necesitaría que se realizara el mayor de los
milagros.

HELMER:
Di cuál.

NORA:
Necesitaríamos transformarnos los dos hasta el extremo de... ¡Ay!
Torvaldo. No creo ya en milagros.

HELMER:
Pues yo sí quiero creer. Di: ¿deberíamos transformarnos los dos
hasta el extremo de ...?

NORA:
Hasta el extremo de que nuestra unión fuera un verdadero
matrimonio. ¡Adiós! (Se oye cerrar la puerta de la casa).

HELMER (Dejándose caer en una silla cerca de la puerta y


ocultándose el rostro con las manos):
¡Nora, Nora! (Levanta la cabeza y mira en derredor suyo). ¡Se ha
ido! ¡No verla más!... (Con vislumbre de esperanza.). ¡El mayor de
los milagros! (Se va).

© Pehuén Editores, 2001. )79(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

HENRIK IBSEN:
RETRATISTA SICOLOGICO
Y FOTOGRAFO SOCIAL

E NTRE LOS CALIFICATIVOS MÁS habituales que ha recibido el


dramaturgo noruego Henrik Johan Ibsen, está el de «Padre
del teatro contemporáneo». Y es que a partir del estreno
de sus obras más conocidas, Ibsen fue consolidando temas
dramáticos y formas teatrales que con los años se convertirían en
la manera más característica de hacer teatro. Incluso muchos
historiadores de la literatura hablan de un «antes» y un «después»
de Ibsen.
Su teatro de personajes con perfiles sicológicos definidos, la crítica
social y moral que lleva envuelta su propuesta, la utilización del
Realismo como manera de aproximarse al individuo y a la sociedad,
fueron elementos tan fuertes y de tal repercusión en el teatro de
fines del siglo pasado y comienzos de éste, que a partir de sus
obras una nueva época había nacido para la escena occidental. El
éxito y el reconocimiento le sobrevinieron a Ibsen en vida,

© Pehuén Editores, 2001. )80(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

popularizándose en Noruega y Europa su figura de rostro algunas obras que fueron bien recibidas en Noruega y Europa,
enfurruñado y de profusas patillas, ojo atento para poner en tela como Brand y La coalición de los jóvenes. En 1871 fue
de juicio al mundo de su tiempo. condecorado por el gobierno de Dinamarca, convirtiéndose en
Ibsen nació en el pequeño puerto de Skien, situado a 150 un nombre relativamente conocido. A partir de ese momento, y
kilómetros de la capital de Noruega, Cristianía, actual Oslo. Su gracias a los sucesivos y progresivos estrenos teatrales (Emperador
padre era un importante negociante que perdió su fortuna debido y Galileo, Peer Gynt, Los guerreros de Helgoland y sobre todo Los
a reveses económicos, sumiéndose en una situación que le permitió pilares de la sociedad), se convirtió en un célebre dramaturgo que
dar educación a su hijo sólo hasta los quince años. A esa edad, dejaba atrás tanto las penurias económicas como la crítica negativa.
Henrik se instaló en la ciudad costera de Grimstad, donde se Su éxito definitivo -aunque no exento de un tono escandaloso-
desempeñó como aprendiz de farmacéutico. En el local de trabajo vino en 1879, para el estreno oficial de Casa de muñecas, en el
escribió sus primeros poemas y en 1841, a los 2l años, concluyó Teatro Real de Copenhague, hasta ahora su creación más conocida.
Catalina, su primera obra de teatro que no fue estrenada sino hasta La mayoría de las capitales europeas lo representaban, en algunas
1881. de las cuales lbsen vivió, como Roma y Munich.
En 1850 se realizó su primera representación teatral, La tumba De una manera casi premonitorio, en 1899 publicó Cuando los
del guerrero, el mismo año en que reprobó su examen de ingreso muertos despertamos: al año siguiente sufrió un ataque de apoplejía
a la universidad. En 1851, Ibsen hizo pública su simpatía por los que lo dejó imposibilitado de trabajar. Un segundo ataque al poco
movimientos nacionales y en esta perspectiva fundó, junto a dos tiempo le produjo tal disminución física y mental, que hasta 1905
amigos, la revista Andhrimner. Ese mismo año entró a trabajar quedó confinado a una silla de ruedas, al cuidado de un enfermero
como asistente en el primer Teatro Nacional Noruego, en la ciudad y con una única distracción: mirar la vida callejera a través de los
de Bergen, cargo en el que se mantuvo seis años. A partir de 1851, cristales de la ventana. Finalmente, postrado en su lecho, Ibsen
Ibsen llevó una vida particularmente activa. Se casó en 1858 con murió en mayo de 1906. A sus funerales asistió el rey de Noruega,
Susanna Thoresen con quien tuvo un hijo (Sigurd) al año siguiente. embajadores, miembros del Parlamento, representantes de la Iglesia
En esa época se dedicó casi exclusivamente a la actividad escénica, y de los medios universitarios. Sus restos fueron depositados en
realizando giras por distintos países europeos, viendo teatro y un mausoleo especialmente construido para recibirlos.
estrenando producciones de su primera etapa, la mayoría en el Además de dramaturgo, hombre de teatro y escritor, Ibsen fue
teatro de Bergen. También editó profusamente libros con sus una figura pública, no sólo en su país, sino también en Europa. Y
poemas, obras y polémicos ensayos. Pero son precisamente sus parte de ello se debió a que su espíritu inquieto y cuestionador
piezas teatrales las más negativamente tratadas por la crítica y el absorbió los aires republicanos del mundo y los llevó a Noruega,
público, incluso en 1862, cuando publicó La comedia del amor una nación que había sido dominada durante 450 años por sus
-que sólo se estrenó en 1873-, Ibsen fue acusado de inmoral. Un vecinos escandinavos, sin conocer la libertad. El Romanticismo
profesor universitario propuso castigar públicamente al autor con alemán influyó fuertemente en su primera etapa, marcando sus
una golpiza «a bastonazos». escritos con proclamas de libertad. Todo ello le ganó un sitial
Su suerte comenzó a cambiar en los años siguientes, gracias a polémico desde temprano entre sus contemporáneos,

© Pehuén Editores, 2001. )81(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

convirtiéndose con los años en alguien que influiría sobre la opinión el arte de la fotografía -que por aquellos años era aún incipiente- y
pública. De allí su popularidad y el reconocimiento oficial que llegó a dominarlo con eficacia; pero también, a partir de ese
poco a poco fue ganando. momento, sus preocupaciones se volcaron hacia el palpable mundo
Habitualmente se distinguen tres etapas en Ibsen: una primera que le rodeaba y a retratar críticamente sobre el escenario a la
muy ligada al Romanticismo alemán, plena de mitologías, aires sociedad de su tiempo.
épicos y poéticos, fabuladora, más cerca de la fantasía que del Ibsen renunció entonces al teatro legendario y fantástico, a sus
Realismo, la segunda época -por la que es más conocido- está poéticas incursiones en la Historia, para abocarse a la composición
dominada por la crítica social y la postura ética frente a las de lo que se conoce como sus «Trece Dramas Burgueses». En ellos
corrupciones de su tiempo, iniciada por La coalición de los jóvenes; se encargará de retratar la descomposición moral de la sociedad
la tercera, en fin, está más cercana al simbolismo y al estudio del noruega, el proceso de su transformación en «un mundo de engaños
inconsciente, y ya se esboza en El pato salvaje y Rosmersholm. De y mentiras», al influjo del desarrollo del capitalismo industrial.
este período, su producción cumbre es Hedda Gabler, Justamente en La coalición de los jóvenes narra la carrera pública
protagonizada por un mujer cercana al caso clínico, de reprimida y privada de un muchacho liberal, un «Peer Gynt metido a
vida emocional y ahogada por su doble temor al ridículo y el político». En ella se pone en tela de juicio la carencia de valores
escándalo. Con esta obra, Ibsen condensó una de sus vertientes morales y el egoísmo de la juventud acomodada, su oportunismo
teatrales, el complejo retrato sicológico, que anunciaba a su vez hipócrita y su vacío interno, apenas recubierto de un cierto brillo
los estudios sicoanalíticos iniciados por Sigmund Freud algunos exterior. A partir de ese momento, también Ibsen emprende otra
años después: en 1895, Freud publica sus famosos Estudios sobre tarea que transformará el drama contemporáneo: el uso de una
la histeria, que revolucionarán la medicina de su tiempo. prosa cotidiana, en lo que definió como «el mucho más difícil arte
El paso entre la primera y la segunda etapa de la producción de reproducir el genuino y llano lenguaje que se habla en la vida».
ibseniana se sitúa después del estreno del poema dramático Peer Asumió así el lenguaje de la clase media, postergando la riqueza
Gynt. A pesar de que hoy en día goza de popularidad, en su tiempo «literaria», pero llenándolo de significaciones y convirtiéndolo en
fue acerbamente criticada, por supuestas alusiones sumergidas que un vehículo dramático elocuente y eficaz.
el dramaturgo habría deslizado en los parlamentos del conformista En su afán por retratar críticamente los males morales y la
y acomodaticio personaje protagónico. Furioso por esta reacción, descomposición de la sociedad, Ibsen creó una de sus obras mayores
lbsen escribió a su amigo, colega y más tarde consuegro Björnstjerne y más representativas: Los pilares de la sociedad. En ella, tres
Björnson: «La indignación multiplica mis fuerzas. ¿Quieren la importantes miembros de la comunidad -comerciantes y
guerra? ¡Les haré la guerra! Mi intención es ahora dedicarme a la funcionarios gubernamentales- elaboran un plan para que la
fotografía. Haré posar a mis contemporáneos uno por uno frente construcción del futuro ferrocarril sea hecha a través de unas tierras
a mí objetivo. Cada vez que me encuentre con un alma digna de que les pertenecen, y no por el borde de la costa, como era lo
ser retratada, no perdonaré ni un pensamiento ni una fugaz correcto. Ello los beneficiará, al revalorizarse unos terrenos que
intención apenas enmascarada por la palabra». El dramaturgo lo acaban de adquirir a bajo precio. Lo interesante -y que no convierte
decía en un sentido real y en uno literario: efectivamente estudió a la obra en una mera denuncia- es que estos personajes disfrazan

© Pehuén Editores, 2001. )82(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

sus maniobras en decisiones políticas del más alto nivel, cuyos caracterizan su producción son, por un lado, el empleo de un
trascendentes objetivos, según proclaman, apuntan al bien de toda conjunto de técnicas expositivas, de una serie de ilusiones
la sociedad. En Los pilares de la sociedad, Ibsen desliza una clara interpretativas y escenográficas que contribuyen en el espectador
reflexión: en general, las mejorías del desarrollo tecnológico son a crear la sensación de «realidad»; y, por otro, la decisión de enjuiciar
aceptadas o rechazadas según la conveniencia de estos sectores de esa realidad, planteando de manera explícita los grandes problemas
poder. provocados por la sociedad europea de su época.
Aquí se arremete contra todas las instancias dominantes de la época, Así, a través de una rigurosa estructura en la que los personajes se
incluido el clero, y multiplica su denuncia: los comerciantes presentan y debaten temas claves de su tiempo, queda
regentan una compañía naviera que despacha barcos en malas vigorosamente retratada la «clase burguesa» de la época, o por lo
condiciones, muchos de los cuales naufragan, muriendo sus menos aquélla dominada por la hipocresía social, la corrupción
pasajeros. En este caso se refiere a hechos reales de su época: ya en política, la organización patriarcal de la familia, la subordinación
1868, el Parlamento inglés había tratado este tema, e incluso en de la mujer y, en general, la incesante contradicción entre los
Noruega existió un escándalo por un caso parecido, un año antes principios morales que dicen sustentarse, y la existencia social
del estreno de la obra. concreta. El lenguaje no es ya el tono elevado del drama poético,
Escándalo también es el que aparece en una de sus piezas más sino el de la discusión racional y lógica. A pesar de ello, en los
combativas, Un enemigo del pueblo. Aquí se cuenta la historia del dramas de Ibsen nunca los personajes aparecen como muñecos
doctor Stockamann, quien se echa encima a toda su pequeña ciudad inanimados cuya única función es exponer vicios sociales: la fina
al pretender denunciar la polución de las aguas termales que red de tejido sicológico, la trama argumental, los elementos
constituyen el principal ingreso de aquélla, y donde se revelan simbólicos que tiñen la acción, la organización de la estructura
otras corrupciones de la comunidad. A pesar de su carácter dramática y la complejidad de las relaciones, constituyen un
«panfletario», la obra ha sobrevivido gracias a la singular fuerza, a universo de variadas resonancias. Ello permite que hoy día se vean
la lucha entre la razón y la fuerza, entre el progreso y la inmovilidad, desde varias lecturas y perspectivas renovadas.
entre la honestidad y la hipocresía criminal. En su conjunto, la obra de Ibsen renegó del concepto romántico
Con estas creaciones, Ibsen fue cumpliendo su programa central: que dominaba en la época y propuso una estética distinta. Pero
poner al descubierto la decadencia de un mundo que se asienta aunque este Realismo es notorio en gran parte de su producción
sobre las bases de la opresión y la mentira, los llamados «pilares de también aparece moderadamente la tendencia Naturalista, que
la sociedad». En este sentido, el dramaturgo noruego se basaba en creció sobre todo en la narrativa de la época. En este concepto, el
elementos de la historia universal que le tocaba vivir: a finales del escritor era extremadamente detallista en su fijación científica para
siglo XIX crecía la llamada segunda Revolución Industrial, los tipos, caracteres y conflictos. Los naturalistas incluyeron en
caracterizada por la urbanización y crecimiento del proletariado y sus obras los conocimientos de su tiempo, fundamentalmente los
la readecuación de las estructuras sociopolíticas. relacionados con la Medicina y la Biología. En Ibsen, esta
Este enfoque de Ibsen modeló el carácter esencial de sus creaciones preocupación aparece en algunas ocasiones. En Casa de muñecas,
más importantes: el realismo crítico. Las dos vertientes que por ejemplo, está presente en el doctor Rank, quien morirá de

© Pehuén Editores, 2001. )83(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

una enfermedad hereditaria debido a los excesos en la comida y la Sin embargo, un episodio del pasado sigue perturbando a Nora:
bebida cometidos por su padre. En rigor, el avance de la ciencia cuando su marido estuvo enfermo, ella se vio en la obligación de
contemporánea ha demostrado que tales excesos no necesariamente obtener dinero prestado. A falta de otro recurso, falsificó la firma
se manifiestan en los descendientes y en ningún caso de esa manera, de su padre para conseguirlo. Poco a poco fue reduciendo su deuda
y por ello este aspecto de la creación Naturalista que actualmente y ahora puede cancelar el saldo final. Pero Krogstad, el hombre
podría parecer ingenua. En todo caso, las obras de Ibsen que rozan que le facilitó la suma, trata de extorsionarla para que convenza a
este tema no vuelven esenciales las creencias naturalistas, sino que su marido de que le dé un buen puesto en el banco. Amenaza a
las transforman en metáforas de preocupaciones mayores. Nora que si no consigue ese cargo, hará público el documento
Aunque su creación podría ser vista como la encarnación de donde aparece la firma falsificada. Aunque al final Nora puede
postulados puramente «sociales», en Ibsen domina la perspectiva salvar la situación evitando que Helmer acceda al documento, deja
individual, el deber de la persona para consigo misma. Aquí es que las cosas ocurran, esperando una comprensión de él: mal que
preferente la tarea de autorrealización, la imposición de la propia mal, la acción de Nora estuvo encaminada a salvarle la vida. Al
naturaleza contra los prejuicios y los convencionalismos mezquinos revés de ello, Helmer la acusa en los peores términos y le dicta una
y pasados de moda de la sociedad. En Europa se le veneró por ser norma en la futura vida en común: la prohibición de educar a los
una especie de «predicador moral», de acusador apasionado y hijos. Decepcionada, Nora, no acepta esa propuesta y decide irse
defensor imperturbable de la verdad, y sus obras no necesariamente de la casa para hacer una vida diferente. Todo concluye con su
tenían que encajar con un pensamiento caracterizado después como salida del hogar.
de «socialista». De hecho, Ibsen no creía mucho en el dictado Casa de muñecas es una de las obras más estudiadas y analizadas
democrático de que las mayorías tenían la razón. Esta actitud del presente siglo, y normalmente centro de agudas polémicas,
solitaria aparece sintetizada en un parlamento de Un enemigo del sobre todo en los años inmediatamente posteriores a su estreno.
pueblo: «El hombre más fuerte del mundo es el que está más solo». Habitualmente el debate se centra en la actitud de Nora, en su
A pesar de que varias veces opinó que «Las mayorías no tienen decisión de abandonar la familia para ser ella misma. Y aunque
nunca la razón», la lectura de sus dramas arroja una postura que hoy en día esta decisión puede parecer más lógica, en la época del
actualmente llamaríamos solidaria y humanista. En efecto, sus Ibsen se trató de algo insólito e inesperado. Con los años, el
creaciones son una mirada compasiva y defensiva del más caído y «noraísmo» se convirtió en bandera de lucha de los incipientes
desposeído. movimientos feministas de principios de este siglo.
Esta mirada aparece con inusitado vigor precisamente en su pieza Al margen de que efectivamente en su actitud hay una
más popular: Casa de muñecas. El argumento gira en torno a Nora, reivindicación de la mujer domesticada y puesta en calidad de
una encantadora y dichosa dueña de casa que al comenzar la acción adorno en el hogar, Casa de muñecas profundiza en el papel de
se prepara a celebrar la Navidad junto a su marido Helmer y sus Nora como persona: su salida del hogar es un intento de
hijos. Por lo que los personajes comentan, atrás han quedado los crecimiento como ser humano, una maduración que le otorgue
días de oscuridad económica: restablecido Helmer de una dolencia, su propia identidad. Porque en su casa ella no ha tenido ninguna
acaba de ser nombrado en un importante cargo en un banco. función relevante ni motriz, sino puramente decorativa. Es una

© Pehuén Editores, 2001. )84(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

«ardillita», una «alondra» o un «pajarillo azorado» -que trina, pero En fin, la incomprendida postura de Nora fue ganando terreno
no habla-, una mujer hermosa que baila maravillosamente, que es con los años, hasta convertirla con el tiempo en una
divertida, una «locuela» irresponsable... Pero Nora ni siquiera tiene contemporánea, figura decisiva de la dramaturgia universal, siempre
poder de decisión frente a las golosinas que puede o no comer. representada, siempre comentada.
Menos aún haber tomado la decisión de falsificar una firma para
salvar al marido. En suma, Ibsen retrata aquí el papel normal que
en aquella época se le asignaba a la esposa en un hogar acomodado: Juan Andrés Piña.
se trata de una «casa de muñecas», habitada sólo por personajes
inertes con los cuales los demás juegan, mera compañía pasiva, sin
protagonismo efectivo y carente de comunicación.
Tradicionalmente se ha indicado como clave en el teatro
contemporáneo el momento en que Nora sale de la casa. En rigor,
el instante más decisivamente dramático es cuando ella le dice a
su esposo «Siéntate, Torvaldo; tenemos que hablar». Allí se conoce
realmente su estatura humana: Nora es una mujer que ha crecido
y se ha desarrollado; su superficie de frivolidad y encanto es
engañosa, ya que desplaza esa imagen primera por la de una mujer
consciente, segura y reflexiva. Helmer, en cambio, asume en
plenitud la filosofía de la época y la concepción que existía del
hogar, y no varía en nada su pensamiento. Nora esperaba de él un
milagro que nunca se produjo, lo que habla en forma elocuente -
al revés de su esposa- de su carácter estático y convencional.
Una vez más Ibsen fotografía la mentira de la época, ya que queda
en evidencia que el hogar de Nora y Helmer está construido sobre
un engaño. Además de la rebelión de la mujer por la falsedad de
su matrimonio, hay una protesta frente a las leyes que la condenan
por la falsificación de un documento, habiendo de por medio una
vida humana. «¡No tener derecho una mujer a evitar una
preocupación a su padre anciano y moribundo, ni a salvar la vida
a su esposo! ¡Eso no es posible!», reclama Nora, a lo cual su esposo
le responde con una frase convencional y descalificatoria: «Hablas
como una chiquilla. No comprendes nada de la sociedad de que
formas parte».

© Pehuén Editores, 2001. )85(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

CRONOLOGIA DE LAS OBRAS


DE HENRIK IBSEN
1850 La tumba del guerrero
1853 La noche de San Juan
1855 La dama de Ostraat
1856 La fiesta en Solhaug
1857 Olaf Liliekrans
1858 Los guerreros de Helgoland
1859 Los pretendientes a la corona
1869 La coalición de los jóvenes
1873 La comedia del amor
1876 Peer Gynt
1877 Los pilares de la sociedad
1879 Casa de muñecas
1881 Catilina
1882 Espectros
1883 Un enemigo del pueblo
1885 Brand
El pato salvaje
1896 Emperador y Galileo
1887 Rosmersholm
1889 La dama del mar
1890 Hedda Gabler*
1892 El constructor Solness*
1895 El pequeño Eyolf
1897 Juan Gabriel Borkman
1899 Cuando los muertos despertamos*

* Fecha de publicación. Los años de las obras sin asterisco (*) se refieren al estreno.

© Pehuén Editores, 2001. )86(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

GLOSARIO DE
TERMINOS TEATRALES *
ALTA COMEDIA: Género teatral que surgió en España a
mediados del siglo XIX como reacción ante el exceso retórico y la
ampulosidad del drama romántico, y como intento de acomodar
la escena al realismo que en ese momento imperaba en Europa.
En muchas de sus obras se exponían ciertos problemas de la
sociedad de su época, en ocasiones con bastante comicidad y
sentimentalismo. Uno de sus cultores más conocidos fue Ventura
de la Vega.

ANFITEATRO: Edificio de forma ovalada o circular rodeado de


amplias graderías, que durante el Imperio Romano se dedicaba,
en su centro de arena, a la lucha de gladiadores y a espectáculos
con animales salvajes. En la actualidad, este término se refiere a
cualquier edificio destinado a espectáculos como los anteriores,
pero por sobre todo a las graderías dispuestas de manera
semicircular y situadas en uno de los pisos altos de la sala de teatro.

* Todos los volúmenes de la Colección Teatro Pehuén incluyen un glosario con algunos
términos teatrales de uso frecuente en la literatura dramática.

© Pehuén Editores, 2001. )87(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

MONTAJE: Transformación de un texto dramático en espectáculo; discutiendo y criticando el espectáculo. Posteriormente el término
realización de la puesta en escena de una obra escrita. También se se ha utilizado para designar las reuniones donde la conversación
refiere al acto de colocar sobre el escenario los decorados, muebles, y el intercambio de ideas es el objetivo central.
luces y todo el equipo necesario para llevar a cabo una función.

OPERA: Espectáculo que, consiste en un drama cantado en su


totalidad, con acompañamiento musical de orquesta. Tiene su
origen en Italia, a finales del siglo XVI, y nació con el propósito de
revitalizar la tragedia clásica por medio de la música. La Opera
tuvo su máximo esplendor en los siglos XVIII y XIX, cuando
compusieron para ella los más afamados músicos de Europa. Sus
libretos muchas veces han sido adaptaciones de grandes novelas y
de piezas dramáticas famosas.

PIE: Consiste en una palabra, gesto, frase o movimiento escénico


que sirve de señal a un actor o al cuerpo técnico, para intervenir
en la escena. Habitualmente es la última frase del parlamento de
un personaje quien «da» el Pie al actor que viene a continuación.

TEATRO DE CAMARA: Sala teatral de dimensiones reducidas,


en cuyo escenario caben pocos actores y escasos elementos de
decoración. El público, muy reducido también, contempla la
representación a corta distancia, de manera que se establece entre
actores y espectadores una cierta intimidad que favorece la relación
entre ambos. También se denomina de esta manera a aquellos
espectáculos especialmente diseñados para ser representados en
estas salas. El origen del Teatro de Cámara se remonta a comienzos
de siglo, cuando algunos grupos reaccionaron frente a la
artificiosidad de los grandes teatros.

TERTULIA: Antiguamente se le daba este nombre a una localidad


situada en el último piso de un teatro. En ese lugar se acomodaban
escritores y gente culta que se pasaban una gran parte de la obra

© Pehuén Editores, 2001. )88(


HENRIK IBSEN CASA DE MUÑECAS

INDICE

Casa de muñecas .......................................................................................... 2

Henrik Ibsen: retratista sicológico y fotógrafo social .............. 80

Cronología de las obras de Henrik Ibsen ........................................ 86

Glosario de términos teatrales ............................................................... 87

© Pehuén Editores, 2001. )89(

También podría gustarte