Dolan Mor Aduana Vieja

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“LA LITERATURA ES LA LIBERTAD ABSOLUTA”

Heraldo de Aragón (Artes & Letras), 21 de febrero de 2013

Entrevista a Dolan Mor, autor de Poemas míos escritos por otros,


publicado por la editorial Aduana Vieja, (Valencia, 2012)

Antón Castro:¿Cómo y cuándo nació tu vocación poética?

Dolan Mor: Mi abuela era española y hablaba en versos, pero murió antes de que yo naciera. Mi
abuelo era un sabio analfabeto que me contaba historias imaginarias. Sin embargo, en mi casa no
había libros, vivíamos en el campo, a dos kilómetros del primer pueblo. Sencillos, felices,
transparentes como la lluvia, formábamos de cierta manera parte de la naturaleza. Recuerdo un día
que descubrí una caja muy vieja que mi padre guardaba encima del armario. Me dijo que nunca la
abriera. En la caja había libros de ocultismo, fue lo primero que leí en mi vida (a escondidas
porque yo era sólo un niño). Parapsicología, Teosofía, Magnetismo, Hipnotismo, Sugestión,
Medicina Psicosomática, etc...Dentro de esa caja encontré también un poemario, sin hojas sanas,
casi hecho polvo, de José Martí. Como apenas era un niño de once años imaginé que yo era ese
hombre, o que ese hombre vivía dentro de mí, y que había escrito aquellas breves líneas musicales,
suaves, profundas, que me dejaban sin palabra al leerlas. Entonces sentí por primera vez en mi
interior unirse la mariposa y el gusano, dejé de dibujar y escribí mi primer poema. El lápiz era
marrón (recuerdo) y la hoja amarilla o azul, la arranqué de uno de los libros de ocultismo. Creo que
el poema hablaba del viento.

¿Cómo fueron tus años de formación: tus lecturas, tus primeros poemas?

Como ya dije, venía de ser parte insignificante de la naturaleza, nací en el campo y por ese motivo o
porque amaba con pasión los animales, con diecisiete años empecé a estudiar Medicina Veterinaria,
pero mi corazón y mi cabeza se escapaban de clases para ir a devorar los anaqueles de las
bibliotecas. Era inevitable, ya el virus de la literatura se alojaba en mis huesos y en mi sangre. Al
tercer año de la carrera de Medicina decidí cambiarme de universidad y estudiar Literatura.
Sucedió, como es lógico, la gran explosión en mi espíritu. Uní, por instinto, no por sabiduría, el
arriba y el abajo en mi destino. Leía hasta tres libros diarios, escribía y borraba, como un enfermo
que se fuera a morir mañana, hasta que a los diecinueve años “construí”, casi sin darme cuenta, tal
vez por azar, un poema que hablaba sobre las pipas, sobre el destino humano y sobre el mar, es un
texto que sale en mi primer poemario, dentro de los poemas juveniles de Filipo Bosternag, es un
homenaje de agradecimiento a Coleridge, a Baudelaire y a Trakl. Con esa pequeña piedra de
reciprocidad, con ese poema de un “obrero de la palabra” o de un “albañil de las letras” empecé a
levantar mi edificio poético.

¿Fueron importantes los poetas cubanos y latinoamericanos en tu formación?

De la misma manera que lo fueron los europeos, los norteamericanos o los asiáticos. Ya lo dijo
Montalbetti, es mucho más importante que Vallejo haya sido poeta que peruano. Si me preguntan
por algo grande o poderoso que haya influido en mi vida para ser poeta diría que la simple historia
de una paloma roja que vivía en el cielo, en un bosque naranja que crecía o crece todavía, no lo sé,
detrás del sol. Era una historia que mi abuelo me contaba día tras día, todas las tardes, cuando yo
era un niño, mientras dormíamos la siesta en su cama. Mi abuelo murió, yo tengo más de cuarenta
años y todavía, aunque la busco sin cesar, no he encontrado esa paloma roja. Y no te hablo desde la
símbología personal. Nietzsche se burla de la soberbia y dice que cada especie del universo tiene la
necesidad, desde su sistema de apropiación de la realidad, de sentirse centro del mundo.

¿En qué momento percibes qué quieres hacer?

Desde el inicio de mi escritura, desde el poema juvenil del que te hablé, desde que descubrí (o me
enseñaron) que dentro de uno existe un universo igual que el que vemos fuera de nosotros. Es un
reflejo, nada más. El universo es mental y cabe en una célula. Dentro de uno también hay planetas,
soles, océanos, países, animales, árboles, seres humanos. Sólo es cuestión de virar los ojos, de poner
el espíritu al revés. La escritura entonces debe ser un plan bien tejido, organizado, un proyecto, una
obra unitaria, como si uno fuera un dios, pero mortal, condenado al inevitable olvido. La ética de un
escritor radica en saber que un día serás olvidado, y sin embargo intentar escribir para la eternidad.
Borges lo dice con otras palabras en uno de sus poemas. Dante, Proust y Pessoa fueron dioses en
ese sentido, pero no eran más importantes que una brizna de hierba.

¿En qué medida te ha influido la poesía europea?

No veo diferencias entre Ingeborg Bachmann y Blanca Varela, a pesar de que una es europea y la
otra latinoamericana. Me acerco a sus obras, a sus cadáveres, para alimentarme, al igual que lo haría
un ave de rapiña. No me pregunto nunca de dónde son porque llegaron al mismo lugar, al país de la
Poesía, pero por diferentes caminos. La poesía escrita en los países de Europa es importante para
mí, pero no lo es más ni me aporta más tampoco que unos poemas, por ejemplo, de Jorge Leónidas
Escudero, quien dejó su carrera de ingeniería para irse a buscar oro a las montañas y publicó su
primer libro a los cincuenta años. Escudero habla desde el lenguaje del pueblo, es argentino, parece
analfabeto, se asoma desde otra ventana a la poesía, rompe el lenguaje, pero es tan universal y tan
viejo sabio como el adolescente Rimbaud.

En 1999 llegas a España. Y dices que eres un poeta exiliado. ¿Por qué? ¿De qué te sientes exiliado,
desterrado, excluido?

Como poeta no me siento exiliado, ni excluido de ningún sitio porque la literatura no encarcela a los
hombres, ni los destierra, ni les prohíbe nada, al contrario, la literatura es libertad absoluta y el
escritor verdadero es, a la vez, rey y esclavo, novelista y personaje, poeta y poema. Pero como ser
humano que soy nací en un país, bajo las leyes de un gobierno que ejercía una ciega dictadura, y en
los años noventa, por mis ideas, me encerraron varias veces, me desterraron y tuve que salir hacia
Europa. Sin embargo, te puedo asegurar que aunque añore mi isla no me siento Ovidio.

¿Cómo defines tu mirada, esa búsqueda del apócrifo?

Soy un niño que juega a ser otros niños (y cuando digo niños también me refiero a niñas, no
olvidemos que todo en el universo es femenino y masculino). También me fascina confundir la
realidad con la ficción. Pero ese cambio de papeles y máscaras obedecen, como un espejo doble, al
mundo en que vivo, al mundo externo e interno reflejado en la pared del arte. Yo diría que un poeta
debe lavar la ropa de todos los vecinos del edificio, pero además debe tender la indumentaria sin
separar unas prendas de otras, más bien mezclándolas, de manera que las prendas o las identidades
se confundan con el objetivo de representar la actualidad confusa, cosmopolita e híbrida que
vivimos. Como Alberto Caeiro “yo no tengo filosofía, tengo sentidos”, y mis sentidos reflejan el
universo exterior.
¿Para ti la poesía es símbolo de juego, de trampantojo, de laberinto de cultura, de citas
enmascaradas?

La poesía es lenguaje y debe obedecer a las reglas del lenguaje, pero debe obedecer rebelándose
contra ese poder impuesto desde afuera, contra la simulación del intelecto, intentando decir lo
inexpresable, convirtiendo la palabra cotidiana en discurso sublime. Si toda acción trae por ley una
reacción la poesía será esa reacción de rebeldía, pero debe obedecer al corazón, a las ideas elevadas
y a la belleza, todo esto envuelto, como bien decía Pound, en ropaje musical. Como un filósofo dejó
escrito en su texto “Sobre verdad y mentira...”: el lenguaje es un sistema arbitrario de designación
de las cosas. Toda palabra implica un doble salto metafórico. Toda palabra implica dos metáforas.

Ya en tu primer poemario hay un claro juego de heteronimia. ¿Quién te ha condicionado esa


apuesta? Pessoa quizá, Machado...

La heteronimia me interesa al igual que los heterónimos, pero la heteronimia la desarrollo más en
los libros del lenguaje que en los primeros poemarios. Los heterónimos de Pessoa tienen sus
antecedentes, entre otros, en el monje Rowley, de Thomas Chatterton, aunque la historia de su
infancia lo desmienta. En la universidad leí con fervor a Luis Rogelio Nogueras, un poeta cubano
cuyo sello es lo lúdico en la poesía. Me fascina la metamorfosis, el cambio de los fenómenos en
general. Nunca se me olvidará cuando de niño cogí un pez diminuto y lo metí en un recipiente de
agua y al otro día me encontré con una pequeña rana fuera del recipiente. Ignoraba que un batracio
era una rana. Ni olvidaré nunca que a mi abuelo todo el mundo le decía un nombre y después,
cuando crecí, descubrí que en realidad tenía otro nombre, aunque fuera la misma persona. La
realidad desde el lenguaje confunde.

Persiste en esa línea con “El Plagio”, que es una antología imaginaria de un poeta judío muerto,
que habla desde la tumba. ¿Te basaste ahí en Edgar Lee Masters y en su “Antología de Spoon
River“?

La “Antología de Spoon River” es uno de los libros más deliciosos de la historia de la literatura. En
Miami vivió un poeta cubano que desapareció de manera misteriosa, se llamaba Eddy Campa.
Escribió un breve poemario titulado “Little Havana Memorial Park”. Mi primer poemario se basa
en la misma idea que motivó a Eddy Campa a escribir su libro, pero en vez de usar como personajes
a unos marginados para denunciar la sociedad yo uso a un muerto judío, que nos habla desde la
tumba, y lo mezclo con otros elementos ocultos, literarios e históricos, a la manera de Edgar Lee
Masters.

¿Quién es Anny Bould? ¿O qué quieres que sea?

Anny Bould también es un personaje judío y simbólico dentro de los “Poemas míos escritos por
otros”. En el prólogo de mi libro múltiple se explica muy bien qué significa ese personaje dentro de
todo el proyecto. Sólo una aclaración, Carlos René García Pandiello es un escritor y crítico cubano
que vive en Miami y que escribe para el Nuevo Herald, es un gran amigo mío desde la juventud, no
es argentino, como se dice en el prólogo, Carlos García Pandiello es cubano y su falsa nacionalidad
es la única ficción dentro del libro, todo lo demás, incluso quien firma el prólogo, José Ángel
Silverio Sanz, que es otro gran amigo mío desde la universidad, aunque no aparezca en Internet o en
los libros, es real.
En “Los poemas clonados”, leo, hay una crítica contra los poetas laureados norteamericanos,
¿por qué? ¿Qué te disgusta?

Admiro la poesía norteamericana desde siempre, lo que critico es que algunos poetas actuales en
lengua española imiten a muchos poetas de Estados Unidos e incluso escriban como ellos. Cada
persona nace con un sello propio y obedece a factores externos e internos únicos. La sinceridad en
literatura es fundamental, y no me refiero a la ficción, sino a ser consecuente y hablar desde uno
mismo, sin traicionarse. No me imagino a Vallejo escribiendo como Carver, ni al revés. Lo más
triste es que muchas editoriales en España de nombre promueven este tipo de seudopoesía, de
poetas imitadores, mediocres, pero me parece “obvio (como dijo Escudero) que si no naciste con
dedos de guitarrero te es mejor tocar otros asuntos”.

¿También se extiende tu crítica a los poetas españoles? ¿Existe alguna fama ajena que te
incomode, algún poeta que te parezca sobrevalorado?

En España existen poetas que respeto y admiro, los cuales no voy a mencionar aquí, pero también
es cierto que la mediocridad ha plagado la poesía española y, por desgracia, muchos han confundido
el circo o ser admirado en público con la poesía. A quien le interese más el dinero que la literatura,
que se dedique a otra profesión, más rentable. No es digno quien usa el arte para lograr cosas
materiales. Ojo, no digo que no se le pague al artista, digo que no venda su alma por dinero. El
verdadero poeta sólo piensa en escribir y leer, algo lo empuja, un misterio, y no sabe por qué ni qué
es. Tampoco le importa a dónde ni cómo llegará, ni partidos políticos ni ideologías que lo amparen.
La mayoría de los poetas actuales españoles me parecen sobrevalorados y te puedo asegurar que no
le dan sombra a un poeta secreto y desconocido aquí en España como es Joaquín Giannuzzi.

Otro de tus temas fundamentales es el lenguaje. Y a veces el lenguaje de signos. ¿Adónde quieres ir
a parar, a la poesía visual, a la poesía de los signos? ¿Cuál es tu investigación específica con el
idioma?

El lenguaje nos sirve para comunicarnos, pero a la vez que hablamos o escribimos traicionamos el
universo y el pensamiento, no nos sirve para expresar con fidelidad nuestras ideas ni las cosas.
Todos los poetas somos, hombres al fin, unos traidores, en mayor o menor medida. El poeta debe
rebelarse contra ese poder engañoso y simulador del lenguaje, contra esa impotencia verbal. La
poesía es un misterio al igual que el lenguaje, por supuesto, vienen de lo invisible, pero se
manifiestan a través de lo visible y lo visible es imperfecto. Si desconocemos los signos de otro
idioma, por ejemplo, eso no quiere decir que no expresen algo de lo que vemos o de lo que oímos.
El conocimiento y los sentidos son limitados para el hombre. El mérito del poeta y de un traductor
radica en que sabe que es imposible dominar ese monstruo de varias cabezas a la perfección, pero lo
intentan, aunque sepan que será en vano, que algo se escapará siempre entre los dedos. Borges
decía que el lenguaje es un ordenamiento eficaz de esa enigmática abundancia que es el mundo.
Para mí el poeta debe desordenar con lógica expresiva ese orden.

También rindes homenaje en tu libro a Wittgenstein, a Joyce, a Grace Kelly.

Sí, en “Poemas míos escritos por otros” lo mismo encuentras a parte de mi familia que a Saussure, a
Fritz Mauthner, a Blanchot, a Derridá o a Heidegger, no hago diferencias.

¿Qué le debes a Matsuo Basho?


Que una simple foto respire, esté viva o que haga coincidir la eternidad con el instante.

Para leer tu poesía, tan llena de claves, es necesario dominar la cultura y el entramado de
referencias o se puede leer sin tantas claves?

Una vez fui con varios amigos de mi juventud a una biblioteca esotérica en La Habana, todos
entramos sin problema, la entrada era libre. Nos sentamos y pedimos libros diferentes para leer, de
acuerdo a nuestros gustos particulares. Todos entramos a la biblioteca ese día, nadie quedó fuera,
pero cada uno leyó “su libro”.

¿Qué pretendes decir con tu poesía, cuál es tu propuesta?

Decía Maurice Nadeau que “la poesía no necesita de caballeros que busquen cortejarla, sino de
muchachos dispuestos a violarla”, yo me propongo violarla desde mis limitaciones, desordenarla
con orden, pero no en el sentido maldito, sino desde el lenguaje, como lo intentaron Vallejo,
Girondo o Simons, aunque sé que ella siempre me violará a mí y que mi sueño de poeta será en
vano o terminará, como toda obra humana, en las oscuras manos del olvido.

¿Cómo te sientes en Aragón? ¿Estás integrado en la lírica de aquí, sientes que vivimos un gran
momento, te interesan autores específicos?

Ahora sobrevivo en un pequeño pueblo de Aragón, apenas salgo de casa, en Zaragoza, en Huesca y
en Teruel conservo buenos amigos. Pero en los tiempos duros que corren prefiero pensar en Paul
Valéry: “el problema de estos tiempos es que el futuro ya no es lo que era”.

¿Qué supone para ti la publicación de tu poesía de más de diez años en dos volúmenes?

Son seis años, del 2004 al 2010, y no significan nada, salvo que debo seguir trabajando sin sacar la
cabeza del agua en el tercer volumen del proyecto. Se llamará, si al final no lo destruyo o le cambio
el nombre, “Poemas de O. Baranas” o “Baranada”.

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