Boeing, Boeing (Marc Camoletti)
Boeing, Boeing (Marc Camoletti)
Boeing, Boeing (Marc Camoletti)
Bernardo y María están desayunando en una mesa de cara al público. María tiene acento
Mexicano.
Bernardo: Pero date prisa cariño. (Se levanta y abre la puerta del comedor). ¡Berta!
Berta: ¡Bueno! ¡Hay que ver…! Pero bueno, cada uno con sus cosas. No soy quién para
cambiar el mundo.
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María: Me da que no le caigo muy bien.
Bernardo: Que sí… Lo que pasa es que le parece raro lo que comes, eso es todo. (María le
ofrece guacamol). No gracias.
María: Tengo el tiempo justo. Cuando estoy contigo se me van las horas volando.
Bernardo: Si, ¿Te importa traer café y un zumo de naranja para la señorita?
María: De verdad… Cuando llego está como loca. Cuando estoy aquí, se tranquiliza un poco, y
cuando me voy a marchar, se pone de un antipático insoportable…
María: Seguro que si estuviera aquí siempre, todo sería distinto, ¿verdad amorcito?
Bernardo: ¡Pues sí! Sería completamente distinto. ¡Como la noche y el día! Por cierto, ¿cuándo
vuelves?
María: Pues… si hoy es sábado… y yo llego a DF. a las 17:08… luego tengo que ir a Cancún,
pero será sólo ida y vuelta…
María: Pues eso quiere decir que el lunes estaré otra vez aquí y que me volveré a marchar el
miércoles por la noche.
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Bernardo (saca una libretita): ¡Ah, vale...! Entonces ¿El lunes? ¿A qué hora?
María: Pues como todos los lunes, cariño. A las 18:30, hora local.
Bernardo: Sí, ya sabes, para poder organizarme en el trabajo y tener tiempo libre cuando tú
vengas (Mira su reloj). Vas a acabar perdiendo el vuelo.
Bernardo (con un tono más bajo): Que no…Pero mientras hablamos, el tiempo pasa y los
aviones se van.
Bernardo: Gracias.
María: ¡Ay Berti! Cuida bien del señor mientras yo no esté aquí. ¿Lo harás?
Berta: Claro, la señorita puede contar conmigo. De todas formas el señor sabe cuidarse solo. Ya
es mayorcito.
Berta: La verdad es que no lo sé, pero niños grandes como el señor, no creo que haya muchos.
El señor es totalmente fuera de lo común…
Berta: Uy, si fuera por admirarle. ¡Me paso la vida admirando al señor!
María: Pues no lo admire tanto, que va a acabar por enamorarse de él y entonces yo me pondría
muy, pero que muy celosa.
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María: Voy a vestirme.
Bernardo: Sí, date prisa (María entra al dormitorio de Bernardo). ¿Qué preparaste para
almorzar?
Bernardo: Sí ¿Y entonces?
Berta: ¿Entonces? Entonces lo de siempre. Espero las instrucciones del señor, que tiene sus
horarios y los menús cambian según horarios. ¡Él señor controla el programa!
Berta: Es que me cuesta mucho no equivocarme. No entiendo cómo hace para organizarse. De
todas formas, esto no es trabajo para una sirvienta.
Bernardo: No vuelvas con lo mismo. Ya sé que esto no es trabajo para una sirvienta, ya lo sé...
Berta: Eso es lo importante, que lo sepa. Entonces, ¿qué preparo para almorzar?
Berta: ¡Mónica me cae muy bien! ¿Le parece bien una paellita rápida?
Bernardo: No, ni cebollas, ni tortilla. Esta noche no toca Mónica, ella solo está de transito. Es
Marlene la que viene esta noche... y llega a las 19:06.
Berta: ¿Ah sí? ¡Usted es quien tiene los horarios, si no me lo dice no me entero! Entonces esta
noche codillo y ocho pares de salchichas Frankfurt.
Bernardo: Perfecto.
María (entra, vestida con el uniforme de azafata de la Aerolíneas Mexicanas y con un bolsito
de tela con las iniciales de la compañía): ¡Ya estoy! ¿Sabes amorcito? Mientras me vestía
estaba pensando, que menos mal que te despertaste porque si no, hubiera perdido el vuelo.
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Berta (sale con una bandeja): ¡Ay! ¡Menos mal! La verdad... (Indiferente) No quepo de la
alegría.
Bernardo: Mucho, mucho. Eres una azafata increíblemente atractiva. Pero llegó el momento de
irse.
María (le echa un vistazo al reloj): Todavía tengo un par de minutos, tiempo suficiente para
pintarme las uñas.
María (saca de bolso un botito de pintura roja y empieza a pintarse las uñas): Sólo necesito un
momento. ¿Sabes? Estoy muy contenta, mi amor.
María: ¡No! ¡Qué tonto eres! Creo que van a destinar otro avión para mi recorrido. Mucho
mejor. El que hacía el recorrido México DF. - Paris ahora hará DF. - Las Palmas. ¡Un Súper
Boeing! ¡Un Jumbo! ¡Una auténtica maravilla!
Bernardo: ¿Ah sí? No sé lo que ese Súper Boeing tiene que ver con nosotros.
María: ¡Pues que es en un avión mucho más rápido! Y, entonces, pasaría aquí mucho más
tiempo.
Bernardo: Claro que sí... estoy contentísimo. Pero no sé si deberíamos hacernos ilusiones tan
pronto. Eso no será en seguida. ¿Verdad? (Suena el timbre)
Bernardo: Sí, bueno, yo en tu lugar saldría ya para estar en el aeropuerto a las 11.
Berta: El señor le está dando un buen consejo. ¡No hay que correr riegos! ¿Verdad señor?
Bernardo: Ninguno.
(Berta sale)
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María: Qué buenos son conmigo. ¡Les quiero tanto! ¡A ti más que a ella!
Bernardo: Gracias.
Bernardo: ¿Roberto Cabrera? ¡Ah, claro! Hazle pasar (Berta vuelve a salir). Es un viejo amigo.
Estudiamos juntos el bachillerato.
María: Bernardo.
María: Encantada.
Roberto: Igualmente.
Roberto: ¡Guapísima!
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María: ¿Usted no está prometido?
Roberto: ¿Cómo? No señorita… ¡No estoy con nadie! ¡Completamente sólo! Acabo de llegar
de Fuerteventura.
Roberto: Ya, ya, pero supongo que ninguna era para mí. Tendré que buscar alguna aquí. Pero
disculpa, te estoy contando mi vida. ¿De qué estábamos hablando?
(Se gira y mira el espejo. Bernardo y María se besan y luego Roberto tose.)
Bernardo: ¡Y yo a ti!
María: Adiós.
Roberto: ¡Pero bueno Bernardo! ¡Felicidades! Nunca había conocido una chica tan guapa.
Roberto: ¡Es más que eso! ¡Ya me gustaría encontrar una parecida!
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Bernardo: Ya, ya. ¿Quieres tomar algo?
Roberto: Sí. Lo que tú quieras (se acerca a proscenio y mira al público). Mira eso… ¡tienes
unas vistas increíbles! Se ve toda la ciudad.
Bernardo: Pues sí… todavía. ¡Me alegro mucho de que hayas venido! Pero cuéntame, ¿qué te
trae por aquí?
Roberto: Pues como cuando dejaste Fuerteventura me dijiste “ven a verme cuando vengas a
Las Palmas”…
Bernardo: ¿Y?
Roberto: Pues eso, ¡que aquí estoy! Y como estoy buscando apartamento, quería que me
dejaras la dirección de quien te encontró el tuyo.
Bernardo: ¿No?
Roberto: ¡Sí!
Roberto: Sí… quiero decir… ¡no! Bueno, vamos a ver, conozco muy por encima a una chica
encantadora, bueno, esa o cualquier otra, quiero decir: que más me vale que encuentre alguna.
Roberto: ¡Pero bueno! ¡Tú también estás en la flor de la vida y te vas a casar!
Bernardo: No.
Roberto: Pero… la mexicana… creí que habías dicho que estaban prometidos.
Bernardo: ¡No!
Bernardo: ¡No! Pero primero, vayamos por partes ¿estás enamorado de esa chica que conoces
“muy por encima”?
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Roberto: Hombre, no es que esté loco por ella. Pero como en algún momento tendré que tener
una casa, un hogar… supongo que tendré que resignarme. ¡Y después están los beneficios
fiscales!
Bernardo: ¡Ah sí! Los beneficios fiscales… Mira, si quieres casarte ¡cásate como yo!
Roberto: ¿Cómo?
Bernardo: Varias veces. Tienes que ser polígamo. ¡Esa es la mejor de las vidas! Agradable,
inestable… vamos ¡lo ideal!
Roberto: No te digo que no, pero tener varias mujeres es muy arriesgado…
Bernardo: Yo tengo tres prometidas, ¡es perfecto! Si fueran menos sería monótono y, si fueran
más, sería muy cansado. ¡Tres es lo ideal!
Bernardo: ¿Inmoral? ¿Por qué? Ninguna de ellas conoce la existencia de las otras dos, cada
una cree que es la única.
Roberto: ¡Pero qué dices! Una sola mujer ya te trae un montón de problemas, ¡Imagínate tres!
Es como para tirarse a un barranco.
Roberto: ¿Como?
Bernardo: ¿Entiendes?
Roberto: No
Bernardo: Pero si está tirado. Piénsalo. ¡Mis tres prometidas son azafatas!
Roberto: ¿Y qué?
Bernardo: ¡Es ahí donde está el truco! Porque, encima son chicas estupendas, como acabas de
ver…
Bernardo: ¡Y las otras dos son igual de guapas! Han pasado las selecciones de las diferentes
compañías aéreas, en todos los aspectos: físico, moral, intelectual… Es decir, ya tengo el trabajo
hecho. Escojo en lo que ya es una súper selección ¿No está mal, verdad?
Bernardo: Lo único que tengo que tener en cuenta es que sus vuelos no coincidan. ¡Gracias a
las diferencias horarias, nunca se cruzan!
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Roberto: Sí puede ser, en teoría está muy bien, pero en la práctica, habrá que ver cómo te las
arreglas.
Bernardo: ¡Pero si es muy fácil, Roberto! María, mi mexicana, la que acabas de conocer…
(mira su reloj), despega en 10 minutos… Dentro de un cuarto de hora, será Mónica la que
aterrizará.
Roberto: ¿Mónica?
Bernardo: ¡Sí! ¡Es mi española! Andaluza ¡Una joyita! Llegará aquí para el almuerzo.
Bernardo: Sí, hoy queda un poco ajustado porque Mónica viene en tránsito. ¡Si no, suelen
alternar de forma regular! Dos días María, dos días Mónica, y dos días Marlene. Por cierto,
Marlene es mi alemana.
Bernardo (coge un mapa del mundo): ¡Exacto! Mira aquí. Esta noche Marlene llega de Berlín,
y para entonces, ya hará rato que Mónica se marchó, mientras María duerme en México.
Bernardo: Eso sí. Son vaivenes organizados minuciosa y matemáticamente. ¡La tierra gira y
mis mujeres giran a su alrededor! Soy capaz de ser un perfecto polígamo y llevar una exquisita
vida familiar, ¡varias mujeres y un solo hogar! Y así no sólo cambio de mujer tres veces por
semana, sino también de menú. Mis comidas son tan variadas como las de los restaurantes
internacionales. No hay posibilidad de aburrimiento. ¡Ni en la mesa, ni en la cama! Como ves,
¡perfecto!
Bernardo: Bueno, con María no es tan perfecto. Fíjate, ayer tuve que cenar enchilada de sapo
frito con guacamole.
Bernardo: ¡Imposible! Los recorridos son tan rigurosos como los horarios.
Roberto: ¿Cómo?
Berta: ¿Dónde?
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Bernardo: ¡Pues aquí!
Bernardo: Ya te lo diré.
Berta: Eso espero. Pero tiene que reconocer, que esto no es trabajo para una sirvienta.
Berta (vuelve a entrar justo cuando salía): ¡Ah! ¡Me olvidaba! Había una carta en el buzón
para María. Una carta de Acapulco.
(Berta le da la carta)
Bernardo: Ya.
Bernardo: Que sí, que ya lo sé… ya te aviso. De todas formas no creo que tarde mucho (Mira
su reloj) A esta hora tiene que estar aterrizando, y más si viene con viento de cola.
Berta: Pues esperemos que Mónica venga con viento de cola porque yo… ¡ya puse la carne al
fuego! (Sale)
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Bernardo: La verdad es que no. Ella no es así. Ya estaba aquí cuando llegué al piso así que me
quedé con ella, y es estupenda. Lo que ocurre es que se estresa con tanto cambio en la cocina.
(Deja la carta sobre la mesa sin darse cuenta)
Roberto: Sí, ya veo que no lo lleva muy bien… estas continuas idas y venidas… una que
despega… otra que aterriza… otra que está en el aire ¿no podrían coincidir dos en Las Palmas al
mismo tiempo?
Bernardo: ¡Imposible! Y si en algún momento pasara algo así, que haya una que no despegue
cuando debiera, me quedaría con la que no pudo despegar y nos iríamos a pasar la noche a la
playa. Ya sabes… para cambiar de aires.
Roberto: Sí, Sí, genial. Pero qué horror. ¡Tú no estás las quieres!
Bernardo: No, no. ¡No digas eso! ¡Estoy loco por ellas! Lo único es que las quiero a las tres
por igual. Las quiero tanto, que si una me pide que le compre un regalo, se lo compro, pero
compro tres, porque no quiero que mis otras dos mujeres se vean perjudicadas sin saberlo.
Roberto: ¡Qué generoso eres! Pero no me convences. Yo sigo estando a favor del matrimonio,
el de verdad, tranquilo, con una sola mujer y todo lo que ello implica, con los beneficios fiscales
como compensación.
Berta: No quiero nada, señor. Cumplo con mi trabajo de sirvienta. (Coge el globo terráqueo y
lo vuelve a poner en su sitio, en frente del público)
Bernardo: Gracias.
Berta: ¡Así está bien! Entonces, como México se acaba de marchar y llega España, tendré que
preparar la habitación.
Berta: Estoy aquí para eso, señor ¡Estoy aquí para eso! Si no fuera por mí, no sé cómo se las
arreglaría el señor con este tipo de vida. Como Mónica sólo esta de tránsito, limpio por encima
¿verdad?
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Berta: Perfecto, depende de cómo se mire, porque de todas formas tengo que limpiar dos veces.
(Sale)
Bernardo: Siempre se está quejando pero sabe perfectamente lo que tiene que hacer. La casa
siempre tiene que estar limpia para el recibimiento.
Bernardo (a Berta): ¿No se queda nada atrás? ¿No has olvidado nada?
Berta: Cada vez que una de las señoritas está en tránsito, es un vaivén y el ritmo es más rápido
(Berta entra a la cocina)
Mónica (entra; vestida con el uniforme de azafata y el bolsito de tela azul. Es tan guapa como
María): ¡Cariño!
Mónica: ¡Hola!
Mónica: No, para nada. Si estoy muy contenta. Eres el primer amigo de Bernardo que conozco.
Nunca quedamos con nadie cuando estamos juntos. Es tan misterioso, estoy encantada de
conocerte.
Roberto: Yo también.
Mónica: Sírveme algo para beber cariño, y a tu amigo también. Estoy muerta. Ah, cuando veo
el sol que hace aquí cuesta imaginarse que en otros sitios pueda hacer tan mal tiempo. ¿Sabes
que casi no podemos salir de Barcelona?
Bernardo: ¿Sí?
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Mónica: Sí, en serio. Todos los vuelos se suspendieron por culpa de una tormenta. ¡Pensé que
tendría que quedarme allí a pasar la noche! Te hubiera llamado por supuesto, ¡pero al final el
temporal se desplazó hacia el noroeste! ¡Y aquí estoy! ¿Te portaste bien, cariño?
Mónica: Bueno (a Roberto). ¿Ya te dijo Bernardo que nos vamos a casar?
Bernardo: Ya lo hice.
Mónica: Me parece muy bien cariño. Así te hará compañía cuando yo no esté y no te quejarás
tanto porque te abandono durante tanto tiempo.
Roberto: Pobrecito…
Mónica: Me lavo las manos y vamos a comer (Va al baño, al fondo) ¡Porque despego a las 3
para Caracas! ¡Ah, por cierto! ¡Todo solucionado!
Bernardo: ¿Sí? ¡Qué bien! Acuérdate entonces de darme tus nuevos horarios.
Mónica: ¡Claro cariño! Rotaré con más frecuencia… y así nos veremos más a menudo.
Bernardo: ¡Ah!
Roberto: ¡Vaya! Si esos aviones van cada vez más rápido, vas a tener que acelerar tu ritmo de
vida.
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Roberto: De todas formas te felicito. No sé cuál de las dos es mejor, no me decido.
Bernardo: No te preocupes, que no tienes que decidirte ¡Las dos están ocupadas! (Suena el
teléfono y lo coge) ¿Quién es? Sí… es aquí. Sí, espero... ¡Hola! ¡Sí, soy yo…! ¡Ah! Eres tú
cariño (A Roberto) Es Marlene, mi alemana. (Al teléfono) ¿Qué pasa? ¿Ah sí? Sí... En lugar de a
las siete, llegarás a las once… ¿Cenarás aquí? No… vale. Hasta las once… ¡Sí cariño! Un
beso…
Berta: ¡Señor!
Berta: ¿Yo?
Berta: ¡No me negará, que esto no es trabajo para una sirvienta! (Vuelve a entrar justo cuando
salía) Traía algo en la mente y se me ha ido… Con tanto cambio…
Bernardo: Ya volverá.
(Berta sale)
Bernardo: Sí
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Mónica: ¿Cómo que “Ah, bueno”?
Bernardo: Quiero decir “Ah, bueno” porque… así podremos pasar más tiempo juntos.
Roberto: Imagínate.
Berta (entra): Ya me acuerdo de lo que tenía que decirle. (Ve a Mónica). ¡Ah! Buenos días,
señorita.
Mónica: Ya veo. Pero aquí pone María González. ¿Sabes quién es?
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Berta: Ya le digo que no tengo ni idea.
Mónica: Entonces…
Berta: ¡Ah sí! ¡Ya me acuerdo! La portera me dijo que el vecino de abajo tenía unas cartas
nuestras…
Bernardo: …y seguramente, nosotros tenemos las suyas. Como ves, hay una explicación para
todo.
Berta: Si no le importa dármela, después bajo a cambiarla. Por cierto… (Mete la carta en su
bolsillo) El almuerzo está listo.
Berta: No lo sabe usted bien señorita, ¡no lo sabe usted bien! (Berta sale al comedor)
Mónica: Sí, sí que es cierto… Tendrías que hacer lo mismo que Bernardo, ¡buscarte una chica y
cásate con ella!
Mónica (mira su reloj): Son las menos veinticinco. Tenemos que darnos prisa. ¡A comer!
(Mónica sale al comedor)
Bernardo: ¿Bonito? ¡Es irresistible! Me vuelve loco. Qué quieres que te diga, siempre me han
encantado las mujeres de uniforme.
Salen riéndose.
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SEGUNDO ACTO
Berta (entra y descuelga): ¿Quién es? Sí, es aquí… No, el señor Bernardo no se encuentra en
este momento… Soy Berta. ¡Ah, es usted señorita Marlene! ¿Que acaba de aterrizar? ¿En Gran
Canaria? ¡Ah, muy bien! ¡El señor se va a poner muy contento cuando sepa que ha llegado
antes! Ah, ah… Sí, muy bien… de acuerdo ¡Hasta luego fraulein! (Cuelga) ¡Qué vida! ¡Qué
vida esta! (Suena el timbre. Justo cuando iba a salir por la puerta del fondo, se para y se dirige
a la puerta de entrada) ¡Esto no es trabajo para una sirvienta! (sale al fondo) ¡No es trabajo!
Roberto (entra con sus maletas): Tuve que hacer cola en consigna. ¡Cómo es posible que haya
tanta gente en ese aeropuerto! En Fuerteventura todo es muchísimo más tranquilo.
Berta: Si hay tanta gente aquí es por culpa de los que viene de fuera…
Roberto: ¡Pero bueno! Parece que no eres muy simpática con los invitados de Bernardo.
Berta: No, sí yo lo decía por usted. Porque ya sabe, la vida en esta casa… ¡no es vida! Siempre
hay alguien que llega, alguien que se va, y cambios… ¡muchos cambios!
Roberto: Sin embargo, esto está más organizado que el ejército. ¡No hay nadie que gane a tu
jefe en planificación!
Berta: ¡Cierto! Esto está muy bien organizado. Pero es inhumano, ¡esto es inhumano!
Berta: Sí, ya, pero ¡Alemania tiene pensado quedarse tres días! Me lo dijo creyendo que va a
darle una sorpresa al señor.
Roberto: ¿A mí?
Berta: ¡No! ¡Al mío! A Bernardo.
Roberto: ¡Ah sí! Y entonces ¿que puede pasar si se queda tres días?
Berta: Pues que lo más seguro es que haya un enfrentamiento. Porque María, la mexicana…
Roberto: Si…
Roberto: Sí… de todas formas, hoy es sábado… de aquí a allá nos las arreglaremos. Bueno,
¿cuál es mi habitación?
Berta: ¡La que quiera! Menos aquella (señala la habitación de la derecha). Esa es la habitación
del señor y sus mujeres. ¡Ahí no puede ser! Se puede quedar en esa (señala otra puerta en
frente del patio) o en esa (señala otra puerta)… Esa es más tranquila porque da al patio. ¡Como
si estuviera en su casa!
Berta: ¡Oh no! Hago lo que el señor me dice. Lo demás no es asunto mío. Bastantes problemas
tengo ya con la vida de sirvienta que llevo en esta casa, como para ocuparme también de la vida
de los invitados del señor. ¡Esto es un trabajo muy desagradecido!
Berta: Sería lo mismo, con otro jefe… otros defectos… otros problemas, vamos.
Berta: ¿Cómo se ha dado cuenta el señor? Porque sí que soy optimista… siempre estoy
alegre… Pero aquí, ¡esto no es trabajo para una sirvienta!
Berta: Pues entonces ponga allí sus maletas que aquí estorban.
Berta: Con mucho gusto las llevaría yo, pero cuando era pequeña el médico le dijo a mi madre:
“que la niña se cuide de hacer mucho esfuerzo…” La niña soy yo, así que me cuido. Porque en
el fondo, si lo piensa, el cuerpo humano no es gran cosa, y con el desgaste… el día a día…
Berta: Póngalas en el armario que yo la deshago esta noche. Lo único que me consuela es que
no soy la única que se desgasta. Todo el mundo se desgasta. Incluso mi jefe… ¡con esa vida que
lleva! Y yo me digo: “ya que todo el mundo se desgasta, no veo por qué yo no debiera
desgastarme”, ¿no cree?
Roberto: Sí, sí. Tienes toda la razón. La verdad es que eres muy simpática, eso es bueno.
Berta: Me alegro de que mi carácter le guste al señor. No es fácil encontrar a gente que se fije
en las cualidades de una sirvienta, ¿verdad?
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Roberto: Verdad, verdad. Bueno, hasta luego.
Berta: Sí, sí… Cuando alguien dice: “¡hasta luego!”, sobre todo a una sirvienta, quiere decir:
“ya te he aguantado suficiente”
Berta: ¡Sí, sí! Mi jefe no me deja articular palabra. Siempre me despacha en cuanto puede. Y
digo yo que la conversación es la única cosa que distingue a los humanos de los animales.
Entonces, hay que ser animal para no hablar, ¿verdad?
Berta: ¡Ni yo! Yo que voy a saber. Pero me lo imagino… lo puedo intuir. ¿Qué es un animal?
Pues todavía menos que una sirvienta. ¡Con eso le digo todo! ¡Y menos mal que soy optimista!
Porque si no…
Berta: No.
Berta: Es que no le queda otro remedio. (Hace una pausa) ¿El señor está aquí por negocios?
Roberto: Sí.
Roberto: No.
Berta: ¡Ah! (Pausa) Puede haber muchos tipos de negocios diferentes, al fin y al cabo, siempre
son negocios, ¿no?
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Berta: ¿El señor está casado?
Roberto: No.
Roberto: Gracias.
Berta: Eso es lo usted cree… Pero debería casarse mientras esté a tiempo.
Roberto: Ya que insistes, te diré que está en mis planes, pero voy a esperar un poco.
Berta: Sí, pero para llevar su ritmo de vida hay que ser muy hábil, además que él es de
constitución fuerte…
Berta: No, no, señor… Eso es algo que se nota, así, a simple vista…
Roberto: ¡Adiós!
(Sale. La puerta se abre en el fondo y aparece Marlene vestida de azafata, habla con acento
alemán)
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Marlene: ¡Liebling! ¡Cariño! ¡Cariiiiiiiiño!
(Entra por la puerta principal, baja del escalón hacia el lado derecho y echa un vistazo, vuelve
para cerrar la puerta principal, aparece de nuevo, va hacia la puerta por donde salió Berta,
llama: “¿Berta?”, vuelve a cerrar y justo cuando se dispone a entrar en su habitación, Berta
aparece)
Berta: ¡Ah, señorita…! (Marlene se gira y Berta dice al mismo tiempo) ¡Fraulein Marlene…!
Marlene: ¡Bert!
Marlene: OK.
Berta: A esta hora no creo que le queden muchas cosas por hacer… y si, además, sabía que
usted venía… Bueno, aunque no tan pronto, porque no estaba aquí cuando usted llamó…
Berta: ¡Claro que estaba contento! Está encantado (Para ella) A ver cómo sale de esta…
Berta: ¡Claro! Pero como no sé cuánto quiere la señorita al señor, no puedo saber si el señor
quiere a la señorita por igual. ¿Entiende Fraulein?
Marlene: Es como si hiciera un mes que no veo a mi liebling. Los días se me hacen eternos
cuando no estoy en sus brazos… ¿Y a él, Bert?
Marlene: ¿Desamparado?
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Marlene: Es que yo, cuando estoy en Zurich o Melbourne, siempre pienso en nuestra casita y
en mi Bernardo que me espera.
Marlene: ¡Sí! Y escucho canciones de amor. Miro las estrellas y la luna en el cielo. Pienso en
mi amor y me da la impresión de que nos estamos mirando a los ojos a través de la estela de los
cometas y los meteoritos…
Berta: ¡Ah! Seguro que echa un vistazo de vez en cuando, pero la verdad es que no me lo
cuenta.
Marlene: Claro que no. Esas cosas no se cuentan. Tienen que permanecer en el fondo del
corazón.
Marlene: Pero a ti te lo puedo contar… Sabes de lo que estoy hablando… Eres una mujer…
Berta: ¡Y una sirvienta! Y, créame Fraulein, las sirvientas sabemos todo y no decimos nada. ¡A
las sirvientas nunca se les pregunta su opinión!
Marlene: Estoy segura. Eres la guardiana del hogar… ¡Una doncella de este templo!
Berta: Bueno…
Marlene: ¡Sí! ¡Eres la joven virgen de la leyenda de Graal y los Nibelungos! Mantienes
encendida la llama de la pasión de mi Bernardo que espera mi regreso…
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Marlene: ¡Estoy tan enamorada! Cada vez que vengo lo quiero todavía más y cuando me voy
me quedo destrozada…
Marlene: Eso es cuando me voy… pero cuando vuelvo y estoy otra vez en casa, me regenero…
renazco…
Berta: Sí, sí… De todas formas no derroche tanta pasión. Guarde un poco de ese entusiasmo
para cuando el señor vuelva…
Marlene: Sí, tienes razón… He olvidado mis cigarros. ¿Te importaría ir a comprarme una
cajetilla?
Marlene: Gracias. Voy a dejar mis cosas en lo que vuelves… Estoy como loca de contenta,
Bert, ¡como loca!
Marlene (se abalanza sobre él): ¡Mi amor! ¡Mi amor querido! (se da cuenta): ¡Ay! ¡Disculpe!
Roberto: Disculpada…
Marlene: ¿Cómo?
Marlene: Encantada…
Roberto: ¿Cómo? ¿Que si me ha hablado de usted? Que si Marlene esto… que si Marlene lo
otro…
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Marlene: ¡Qué encanto! Pero, ¿por qué está usted aquí sin él?
Roberto: Pues… como ha tenido que salir me ha dicho que le espere… es que he llegado de
Fuerteventura de improviso y…
Roberto: Dime.
Marlene: Un error… sí, de todas formas, no me gustaría que en ningún momento pudiera
pensar que…
Marlene: ¿Repetirlo?
Roberto: Mmmm… Puede ser… pero también podría haber sido una sorpresa desagradable.
Pero no, fue de lo más agradable. Y yo no pude disfrutarla… por eso no me importaría repetir…
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Marlene: ¿Repetir?
Marlene: Por eso no sabes lo que es la conciencia del bien y del mal.
Marlene: ¡Pero yo soy alemana! Y creo que no estaría bien por nuestra parte que nos dejáramos
llevar por el juego del amor.
Roberto: Corralejo… Puerto del Rosario… ¡Sigue siendo la misma isla! Tendrías que tomarte
ese único beso como…
Roberto: El primero no cuenta. Tendrías que tomarte ese beso, como un beso de bienvenida.
Roberto: ¿Y? Él tiene muchísima más suerte que yo. ¡Ah! Y si estuviéramos en México hace
tiempo que me habrías besado sin pensártelo. No se puede negar: México es un gran país... y
los mexicanos son gente maravillosa. ¡Ellos sí que saben de estas cosas!
Roberto: ¡Buah!
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Marlene (le besa bruscamente y se aparta): ¡Ahora no puedes decir lo contrario! ¡Alemania
también es un gran país!
Marlene: No es que me vaya, ¡es que te dejo! No vaya a ser que me convenzas de que en
México las novias besan 25 veces en la boca a los mejores amigos del novio y ¡eso sí que no me
lo creo!
Marlene: ¡No! Pero eres encantador, simpático… por eso que no me fío. Además, yo estoy
enamorada de Bernardo. Así que… adiós.
Roberto: Pero…
(Entra a la habitación de la derecha y cierra la puerta, en es mismo momento entra Berta con
los cigarros)
Roberto: ¿Qué?
Berta: Los cigarros de Marlene… Por cierto, se me olvidaba decirle que Marlene llegó… la
alemana.
Roberto: Ya la vi.
Roberto: Sí
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Berta: Entonces, el señor quiere llevarle los cigarros…
Roberto: Sí, pero… ¿no tenías nada que hacer por ahí?
Berta: Parece que el señor tiene algún motivo por el que quiere que me vaya.
Roberto: No… no… no es que tenga ningún motivo… ¡pero aquí no te queda nada por hacer!
Berta: A nada señor. (Se aleja) A nada…, a nada…, a nada… (Berta entra a la cocina)
Voz de Marlene: ¡Ah, no, no! ¡No irás a empezar con lo mismo!
(La puerta se cierra de un portazo justo cuando Bernardo aparece con Mónica en la puerta de
entrada del vestíbulo)
Roberto: ¿Ustedes?
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Mónica: Sí, ya ves… Al final el cambio previsto se ha hecho de repente. Me han destinado al
nuevo 747 y no empiezo mi turno hasta mañana…
Roberto: ¿Yo?
Bernardo: No sé si va a poder ser… estaba comentándole ahora mismo que sería divertido que
nos fuéramos a pasar la noche a la playa…
Roberto: ¡Sí, sí! Sería una buena idea… ¡Una idea fantástica!
Bernardo: Bueno a la playa o a cualquier otro sitio… ¡Creo que sería genial! Así cambiamos
un poco de aires…
Mónica: No te digo que no, pero para una vez que vienes, no te vamos a dejar solo.
Roberto: ¡Sí!
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Roberto (insistiendo mucho): Sí, bueno… lo que quiero decir es que cenar en la playa, en esta
estación del año… ¡Es tan romántico! ¡No se lo deberían perder!
Mónica: Sí, sí… pero prefiero quedarme aquí. (A Bernardo) ¡No estoy casi nunca! Tengo que
aprovechar las pocas ocasiones…
Bernardo: Bueno, puede que nos quedemos a cenar… pero pasar la noche en la playa nos va a
venir muy bien… Nos iremos sobre las once…
Roberto: ¡SE TIENEN que ir a cenar! Eso les vendría todavía mejor… Mucho mejor… (A
Mónica) De verdad, ni se lo imaginan… Además, ahora que me fijo, ¡estás un poco paliducha!
Mónica: ¿De verdad?, voy a retocarme un poco (se dirige a la puerta de la habitación).
Roberto (delante de la puerta): No vale la pena que vaya a retocarse. (Mónica) Lo que pasaba
es que no te daba bien la claridad… estaba a contra luz. Ahora que te veo bien, estás perfecta.
Roberto (delante de la puerta de la derecha): No, no… hazme caso, no cambies nada… ¡Estás
estupenda tal cual!
Mónica: ¿Todavía no sabes, querido Roberto, que una mujer debe retocarse antes de cenar?
Roberto: Sí… las otras mujeres puede ser… ¡Pero tú no! ¡Tú estás guapísima, maravillosa!
Roberto: ¡Pero si estoy muy tranquilo! Lo único que digo es que ustedes dos tienen cara de
querer ir a cenar y a pasar la noche a la playa…
Bernardo: Tiene razón… por lo menos a pasar la noche… Nos iremos sobre las once…
Bernardo: Sí, no debería. Y por eso alguna vez que otra… cuando se presenta la ocasión…
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Mónica: Voy a terminar por pensar que te molesta que me quede en mi casa.
Bernardo: La verdad que una noche en la playa, con la ventana abierta bajo la luna y las
estrellas…
Roberto: Te he dicho que lo hago por ti. Al fin y al cabo no es asunto mío.
Mónica (se dirige otra vez a la puerta de la derecha): Bueno. Voy a retocarme.
Mónica: ¿Cómo?
Roberto: Pues que cuando yo llegué, tú me dijiste: “¿Qué tal te va, Roberto?... ¡Me alegro de
verte!” ¿No es cierto?
Bernardo: Si.
Roberto: Y también dijiste: “Haz como si fuera tu casa (Señalando la habitación de la derecha)
Quédate en esta habitación…”
31
Roberto: ¡Bernardo! ¡Me estás llamando mentiroso!
Bernardo: No, no… Pero te estás confundiendo… Esa es mi habitación, bueno, de Mónica y
mía…
Bernardo: No me acuerdo.
Bernardo: Bueno, puede ser… Pero ahora que está Mónica, la cosa cambia. Así que
devuélvenos la habitación.
Roberto: Tengo el cuarto hecho un desastre… y me incomoda enseñar mi intimidad así como
así.
Roberto: Te creo, pero me incomodaría igual. Ponte en mi lugar… Tengo las maletas abiertas…
está todo desordenado…y verte así de guapa, entrando en mi habitación… Entiéndeme. Estudié
en un colegio de curas.
Bernardo: ¡No, no! Pero tampoco hay que afanarse, ella llega a las once y media…
Roberto: Si hombre…
Roberto: Sí… y cuando salimos, volvió a llamar para decir que llegaría antes.
Bernardo: ¡Me cago en la…! ¡Pero cómo no me lo has dicho antes! ¡Imbécil!
Roberto: ¿Imbécil? ¿Cómo te lo digo? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Delante de la otra? Llevo media
hora intentando que te vayas a cenar a la playa. Pero tú… ¡tú quieres ahorrar y cenar en casa!
Roberto: Tienes que leer entre líneas. ¡Me jode que te pongas así!
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Bernardo: Sí, vale, vale, vale.
Roberto: Cómo que vale, vale, vale. Tendrías que agradecerme todos los esfuerzos que estoy
haciendo para salvar la situación… y en vez de eso, ¡me echas una bronca!
Roberto: Cómo que sí… ¡Esto es el como! ¡Al final soy yo el que se lleva la bronca! Estoy
harto… Encima que me mato para salvarte el culo… Me largo… ¡Arréglatelas con tu harén
porque yo me voy a un hotel!
Bernardo: ¡No te pongas histérico! ¡Que no cunda el pánico! ¡No es el momento de perder la
calma!
Roberto: ¿Yo? Yo no estoy nervioso, estoy tranquilísimo… ¡eres tú el que estás alterado! ¡No te
faltan razones! Eso te pasa por listillo, búscate la vida. ¡Que te diviertas!... y hasta siempre
amigo… (Se dispone a salir)
Roberto: ¡Olvídame!
Bernardo: ¿Y ahora? ¿Qué hacemos? ¿Qué se hace en estos casos? Esto nunca me había
pasado… ¡nunca!
Roberto: La verdad es que no es muy normal. ¡Pero cálmate! A ver cómo lo arreglamos. Tú te
largas con Mónica antes de que Marlene salga del cuarto. Y yo le digo a Marlene que te surgió
algo en el trabajo.
Roberto: ¡Sí! Pero que esta vez coja su avión de verdad, porque la alemana se queda tres días.
33
Bernardo: Sí, acabo de llegar.
Marlene: Oh.
Bernardo: Lo siento.
Bernardo: Imposible
Roberto: ¿Yo?
Roberto: ¿A mi habitación?
Marlene: ¡Sí!
Bernardo: Pero puede quedarse… no nos molesta. Además, me tengo que ir.
Bernardo: No, no… yo no puedo. Pero Roberto cenará con Marlene… ¿verdad cariño?
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Marlene: Entonces no quiero cenar. Voy a darme un baño y te esperaré en la cama.
Marlene: Estoy loca por ti… ¿Ya sabes que me voy a quedar tres días?
Bernardo: Sí… sí… Ve a bañarte, cariño… antes de irme iré a darte un beso de despedida.
Bernardo: Tiene razón. Me están esperando. (la besa) ¡Ya está! (La acompaña, más bien, la
empuja al cuarto de baño) ¡Disfruta del baño!
Marlene: Sí, mi amor (Entra en el cuarto de baño y cierra la puerta, en ese momento se abre la
puerta de la habitación de enfrente)
Berta: ¿Mañana? Dios mío… ¿La señorita también está aquí? (Señala vagamente el cuarto de
baño)
Berta: También… con el señor… y el señor… pues… ¡también! ¡Ay Dios! (se marea)
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Bernardo (a Mónica): No lo creo…
Mónica: ¿A dónde?
Bernardo: ¿Pero por qué? Pero si me apetece muchísimo… Y de paso aprovecho para arreglar
unos asuntos…
Mónica: ¡Pues vete tú! Yo te espero aquí, que tu amigo me hará compañía…
Roberto: Porque… ¡porque yo también tengo que salir! Y además, tengo un dolor de cabeza…
Mónica: ¿Cómo puedes decirme eso? ¡Yo que hago 30.000 kilómetros al año mientras que tú
no sales de estas cuatro paredes!
Mónica: Más te vale… ¡para una vez que me puedo quedar, deja que me haga cargo de la casa!
¿Berta? ¿Estás mejor?
Roberto: Que sí, que sí… que seguro que es eso… dejémosla descansar un poco.
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Berta: ¿La señora se quedará a cenar?
Roberto: No…
Berta (a Bernardo hablándole de Roberto): Pero si el señor me acaba de decir que se quedaba a
cenar.
Mónica: ¿Y eso?
Berta: ¡Es lo que estaba previsto en el programa! ¡No puedo hacer más!
Roberto: ¿Yo?
Berta: Pues no… ¡Pero es un codillo estupendo! ¡De lo mejorcito! ¡Y las salchichas están de
rechupete!
Bernardo: Ahora que me acuerdo. Por eso tenía tanto interés en que cenáramos fuera. ¡Porque
había codillo y sé que a ti no te gusta!
Bernardo: Sí claro, claro, puedo solucionarlos en otro momento ¡Uy, si todos los problemas
fueran como ese!
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Mónica: ¡Ah no! Volveremos aquí después de la cena.
Roberto: ¡Sí!
Roberto: ¿Yo?
Roberto: ¡No, no…! ¡Al final no tengo que salir! ¡Me quedo aquí!
Mónica: ¡Ay! ¡Mi bolso! (Entra en la habitación del fondo y cierra la puerta)
Bernardo: ¡Shhhh!
Roberto: Más bajo, más bajo… (Señala a Bernardo) Tiene dolor de cabeza.
Roberto: Sí, eso. Métete tú en la ducha que vaya una ducha que nos estamos llevando nosotros.
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Bernardo: Venga, vete… ¡pero vete ya que está refrescando!
Bernardo: Si. Ya me voy… dentro de un rato… (La empuja al cuarto de baño y justo entra
cuando Mónica sale de la habitación con el bolso. Bernardo encadena cantando). Dentro de un
rato… (Cierra la puerta del cuarto de baño). Dentro de un rato estaremos en la playa…
Bernardo: ¡Sírvase!
Roberto: Creo que yo también voy a necesitar una copa. (Se sirve)
Bernardo: ¡Que no! ¡Que no! ¡No nos podemos perder la tormenta en la playa! Pasa tú primero
mi amor, y dejemos que estos flojos se recuperen.
(Mónica sale)
Mónica (entra): Mira Bernardo, ¡o vienes ya, o no nos vamos! (Vuelve a salir)
Marlene: El agua…
39
Bernardo: Vuelvo en seguida (Señala a Roberto) Pero él se queda. ¡Es un encanto! ¡Hasta
luego!
Berta: Nos va a dar un infarto. Me duele reconocerlo, pero nos acaba de salvar el pellejo. Le
felicito. ¡A su salud!
Roberto: ¡A la suya!
(Suena el teléfono)
Berta: ¡Otra vez! (descuelga) ¿Quién es? Sí, sí… es aquí ¿Perdón? ¿Un mensaje de parte de la
señorita María González? Sí… tomo nota… En vez del lunes, vuelve hoy a las 22 horas. ¿Eso es
todo? Gracias (Cuelga, a Roberto) ¿Oyó?
Roberto: ¡Sí!
Berta (le sirve): ¡Tenga! Vamos a coger fuerzas porque me da que vamos a tener mucho trabajo.
Berta: ¿Entonces qué? ¿No me negará que esto no es trabajo para una sirvienta?
Roberto: ¡Ja! Para una sirvienta no sé, pero para un hombre de verdad, ¡esto es el paraíso!
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TERCER ACTO III
Marlene: Venga ya, ¿crees que no me doy cuenta de tus artimañas? Llevas toda la noche
guiñándome el ojo y lanzándome esas sonrisitas entupidas.
Marlene: ¡No lo niegues! ¡Estás tratando de ligar conmigo descaradamente! ¡Das vueltas a mí
alrededor como las abejas sobre la miel!
Marlene: ¡No! ¿No me oyes? ¡Se acabó! Pero ¿qué modales son esos? Eres un sinvergüenza
por quererte enrollar conmigo. ¿Quieres que salga? De acuerdo. Voy a salir. ¡Pero sin ti!
Roberto: Escúchame...
Marlene (se va hacia la parte derecha): ¡Qué confianzas son esas! ¡Nada de nada! (Sale y da
un portazo)
Berta: ¡Ah sí! Ella sola vale más que las otras dos juntas. Entonces, ¿la señorita se marcha?
Roberto: Sí...
Roberto: No quiere.
Roberto: ¡Sí! ¡Es verdad! ¡No voy a dejar tirado a Bernardo!... Además, ¡yo no huyo ante el
peligro! ¡Le planto cara!... (Se gira hacia la puerta de la entrada. María entra vestida de
azafata.
María: ¡Buenas noches Berti! ¡Ah! ¡Qué bueno es estar otra vez en casa!
41
Berta: Pero... ¿Qué pasó?
María: ¡Pues nada! A esta hora tendría que estar durmiendo tranquilamente en DF., pero a un
huracán que iba camino de Estados Unidos le dio por pasar unas pequeñas vacaciones en
México, eso nos obligó a dar la vuelta en medio del Atlántico... Por eso estoy otra vez aquí.
¿Bernardo no está?
María: ¡Ay qué bien se está aquí! Está todo tan tranquilo, sin imprevistos, ni sobresaltos...
¿verdad Berti?
Berta: ¡Total!
María: Me encanta volver a casa... HOME, SWEET HOME “Hogar dulce hogar” (Deja su
bolso Aerolíneas Mexicanas) ¡Estoy destrozada! (Se dirige hacia la puerta de la habitación de
la derecha)
María: ¿Yo?
Roberto: ¡Sí!
María: ¿Cómo?
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Roberto: Él me ha dicho: “Como María está en México, quédate en mi habitación que es la más
bonita.”
Roberto: Y es por eso que todas mis cosas están allí, ¿no es así?
Roberto: Imposible.
María: ¡Pero qué les pasa! Ya les he dicho que estoy aquí otra vez así que: ¡Devuélvanme mi
habitación!
María: Ah si, pues ya veremos de parte de quien se pone Bernardo. Me estoy muriendo de
hambre, ¿Qué hay de comer, Berti?
Berta (con cara de asco): ¡Ah, bueno! Para comer con las... ¡Por supuesto!
Berta (la ve, y antes de salir detrás de María): ¡Este trabajo, es que este trabajo! (Sale)
Roberto: Yo también.
Marlene: ¡Ah no! ¡Te suplico que me dejes tranquila! ¡Ya no me fío de ti!... Y voy a salir yo
sola. ¿Está claro?
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Roberto: Pero me pidió que te cuidara.
Marlene: Pero es que tú tienes una forma muy curiosa de cuidarme, con una luz muy peculiar
en tus perversos ojos castaños.
Roberto: Color miel. Son color miel. Acércate y te darás cuenta de que son color miel.
Marlene: Te creo, te creo (Ve el bolso de María). ¿Qué hace este bolso de MEXICANA aquí?
Roberto (se abalanza sobre el bolso y lo aprieta contra su pecho justo en el momento en el que
Marlene se disponía a cogerlo): ¡Es mío! ¡Mío!
Roberto: Pues llevar mis cositas... mis cositas de aseo, mi jaboncillo, mi cepillo de dientes, una
muda... y mi brocha de afeitar. Bueno, ya sabes.
Marlene: Me voy antes de que me embauques otra vez. (Sale al fondo justo cuando María sale
de la cocina)
María (mira a Roberto): Espero que registrar los bolsos de las señoritas no sea una costumbre
canaria, ¿no?
Roberto (que, de forma mecánica, aún sujeta el bolso contra su pecho): ¿Perdón?
Roberto: ¿Yo?
Roberto: ¿Yo? (Se da cuenta) ¡Ay, perdón! Discúlpame (sin soltar el bolso)
María: De todas formas, te advierto de que nunca llevo dinero, ¡siempre pago con tarjeta!
Roberto: Pues mira qué bien. Pagar con tarjeta es muy práctico.
María: Aparte de un lápiz de labios, un bolígrafo y alguna ropa para la noche, lo único que
tengo es un poco de dinero mexicano y español para poder pagar los taxis... eso es todo.
¡Créeme!
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María: ¡Entonces suelta mi bolso!
Roberto: ¿Eh? ¡Perdón! (Deja el bolso). Era mecánico... lo agarraba de forma mecánica... Lo
dejaste encima del sillón en el que me iba a sentar... Es por eso que cogí el bolso, para no
sentarme encima, por eso... claro...
María: Claro, no creo que nadie vea un bolso y vaya a sentarse encima.
Roberto: Sí... ¡qué tontería! Pero, ¿no pensarías que te estaba registrando?
María: ¿Escocés?
Roberto: ¿Qué?
María (vuelve con el bolso de Marlene): ¿Qué hace aquí este bolso?
Roberto (se abalanza sobre el bolso): ¡Ah! ¿Este bolso? ¡Pues es mío! ¡Mío!
María: ¿Tuyo?
Roberto: Sí… sí… Ahí guardo mis cositas para el baño, mi pijama… un jaboncillo, una
muda…, mi cepillo y mi pasta de dientes, y ¡mi brocha de afeitar! Bueno, ya sabes…
María (le pone el bolso en las manos): Sí… ya veo que te has instalado muy bien en mi
habitación así que te la cedo. (Cierra la puerta)
María: En absoluto… Y además, voy a regalarte un bolso de MEXICANA para que pongas tus
cosas.
María: ¡No voy a permitir que utilices un bolso de una compañía alemana! (Coge el suyo) En el
de la nuestra, hay un bolsillito interior con cremallera, muy práctico.
María: ¿Y el tuyo cómo es? (Intenta abrir el bolso que sujeta Roberto)
Roberto: ¡Oh! Pues el mío. Tiene bolsillos… bolsillos por aquí… bolsillos por allá… ¡está
lleno de bolsillos!... ¡Hay bolsillos por todas partes!... ¡Es un bolso con bolsillos!
María: Querido Roberto, espero que hagas el favor de aceptar el que te voy a regalar.
Roberto: Por hacerte el favor… (Deja los dos bolsos sobre la mesa)
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María: ¡Tienes razón! ¡Un hombre debe saber cuando no rechazar el regalo de una mujer!
María: Porque haces un gesto muy bonito con los labios cuando lo dices.
María: ¡Qué gesto tan bonito haces con los labios! (Se acerca a él)
María: Sí.
María: No, no, en serio… (Le da golpecitos en el hombro) ¿Has besado alguna vez a una
mexicana?
Roberto: ¿Sí?
María: ¡Ya verás! (Le besa bruscamente y suena el timbre, Berta entra y cruza el escenario
para ir a abrir, y los ve besándose)
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Bernardo: ¡Con todo este lío, se me quedaron atrás las llaves! (Ve a María) ¿Y esto? Berta me
acaba de decir que estabas aquí.
María: Llamé por teléfono pero tú ya habías salido… ¡Nos topamos con un huracán!
Bernardo: Ya ves que llego justo a tiempo. Y así te llevo a pasar la noche a la playa.
María: Pero ya cambiamos cariño. Le cediste nuestra habitación a tu amigo y nos vamos a tener
que acostar allí… Va a ser una locura divertida… (Señala la puerta de la habitación de en
frente)
Bernardo: ¿Qué?
Roberto: ¡Que nada! ¡Me habías dicho que esta se oía mucho ruido… y a Berta le dijiste que se
podía quedar allí!
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María: ¿En lugar de quedarte en su habitación?
Bernardo: ¡Sí, sí! Es verdad… tienes razón… ya me acuerdo. (A María) A Berta también le
apetecía cambiar un poco… Es normal… ¡Tu que estás siempre viajando no te das cuenta! Y
ella quería hacer como que viaja también… pero sin moverse de casa.
Bernardo: Sí, eso es, ahí no se oye ningún ruido… Y como no soporto el ruido, así que me
apetecía cambiar un poco a mí también. ¡Venga! ¡Vámonos a la playa!
María: No cariño, es tarde. Vamos a quedarnos aquí; voy a darme un baño y luego nos
acostamos en la habitación que da al patio. ¡Qué emocionante! ¿No te parece?
Berta: No señorita.
Berta: ¿Eh? ¿El señor le ha dejado…? ¡Ah! ¡Ahí! (señala la habitación de enfrente)
Berta: ¿Conmigo?
Berta: ¿Yo?
Berta: ¿Yo?
Berta: ¿Yo?
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Bernardo: ¡Sí! ¿Está claro?
Berta: Muchas gracias, estoy muy cansada. ¡La vida de la sirvienta no es fácil en esta casa!
Roberto: ¿Quién?
Bernardo: ¿Mónica?
Bernardo: Lo intenté, pero no hubo nada que hacer… ¡me montó un numerito en el
restaurante!... En medio de la cena, se levanta de repente y se va. Y cuando salí a la calle ¡Ya
había desaparecido!
Roberto: ¡Vaya!
Bernardo: ¿Y Marlene?
Bernardo: ¿Qué?
Roberto: No, no te preocupes… sólo para intentar solucionar la situación… Pero no hubo nada
que hacer, se lo tomó muy mal… Está enamorada de ti… y yo ¿qué pinto en todo esto?
Roberto: Pues eso es ¡no pinto nada! ¡Esto es de lo más incómodo! Me pones en una situación,
con tus tres chicas…
Bernardo: Mira, voy a intentar llevarme a María a la playa hasta mañana, así si Mónica vuelve
yo ya no estaré aquí.
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Bernardo: Le dices… le dices… le dices… lo que se te ocurra…
Roberto: ¡Eso es muy fácil de decir! ¡Pero si algo falla, no me hago responsable!
Bernardo: ¡Estoy histérico! ¡Tengo los nervios a flor de piel! ¿Tú no?
Roberto: La verdad es que no, lo estoy llevando muy bien. ¡Claro que esto no tiene nada que
ver con mi vida de antes! ¡Pero es excitante! ¡Además, conoces a un montón de gente! Tiene sus
riesgos. Pero el que no arriesga, no gana.
María (entra con Berta): ¡Ya está cari! ¡Qué mona es esa habitación que da al patio, tan
tranquilita, sin ruidos!
(Berta va abrir la puerta, Roberto le hace una señal a Bernardo para que se largue)
(La empuja por delante de él, sale detrás de María en la habitación y cierra la puerta justo en
el momento en el que Mónica irrumpe en la escena con Berta detrás)
Roberto: ¿Quién?
Mónica: ¡Bernardo!
Mónica: ¡Qué manía! Durante toda la comida, Bernardo no ha parado de decirme que no hay
nada como la playa… Insistía, insistía… como si tuviera algo que esconder…
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Mónica: Pues eso digo yo. Ya sé que no tiene nada que esconder. ¡Le conozco bien! ¡Pero tanta
insistencia me pone de los nervios! Mientras más intentes convencerme, menos ganas tengo.
¡Así soy yo! ¡Y no puedo cambiar!
Mónica: ¡Ah sí! ¡Es verdad! ¡Estoy tan de los nervios que no sé ni lo que hago!
Mónica: ¡Me volvió tan loca que ni siquiera terminé de cenar! Salí a tomar el aire y cuando
volví a entrar en el restaurante ¡ya no estaba! ¿No te parece insensible?
Roberto: Sí, sí… Pero puede que él también haya ido a tomar un poco de aire. Puede que se
haya enfadado al verte enfadada… Él te quiere y…
Mónica: ¡Pero yo también le quiero! Además, nada de esto pasaría si estuviésemos siempre
juntos. Sé que está aquí, completamente solo, mientras yo estoy en el otro lado del mundo… Me
pregunto qué hace, me preocupa…
Roberto: Él también está preocupado (Mira la puerta por la que salieron Bernardo y María)
Seguro que es por eso… por lo que insistía tanto en llevarte a la playa, para acabar con todas
esas preocupaciones.
Mónica: ¿Por qué está siempre haciéndome enfadar? ¡Todo sería tan sencillo si se casara
conmigo!
Mónica: ¿Tú también lo crees? ¡Tienes que reconocer que es una tontería esperar y seguir
separados!...
Mónica: Menos mal que cuando nos casemos todo va a cambiar... Bueno, buenas noches
querido Roberto… (Ve el bolso de María) Pero ¿qué hace este bolso aquí?
Mónica: ¿Tuyo?
Roberto: Sí… sí… ahí llevo mis cositas de aseo. Mi pijama, un jaboncillo, mi cepillo y mi
pasta de dientes… ¡y mi brocha de afeitar!
Mónica: No, claro que no… pero es un bolso de mujer; y verte con él, me hace mucha gracia.
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Roberto: Vete, vete.
Mónica: Cuando llegue Bernardo, dile que venga a pedirme perdón… y dile también que me ha
hecho mucho daño…
Roberto: Se lo diré…
Roberto: Buenas noches (Oye que María entra y vuelve a poner el bolso de Marlene en la
habitación de la derecha)
María (sale con Bernardo de la habitación, ligera de ropa para meterse en el baño y sujetando
un gorro de ducha): Pero ¡déjame pasar! No, cariño, no entiendo para qué quieres ir a la playa
con lo bien que estamos aquí. (A Roberto) ¿No te parece una tontería?
María: ¡No! Me encanta esa habitación que da al patio… Voy a darme un baño.
Bernardo: Está empeñada... Está claro que no hay nada que hacer.
Bernardo: ¿Mónica?
Bernardo: ¿Qué hacemos? ¡Esto no puede seguir así! ¡Se nos está yendo de las manos!
Roberto: ¡Tranquilízate! No olvides que a esta hora la alemana debe estar al llegar. Que no
cunda el pánico, o todo se va al carajo.
Mónica (sale de la habitación de enfrente en bata de baño): ¡Vaya, estás aquí! ¿Estarás
contento?
Bernardo: ¿Yo?
Mónica: ¡Y mis razones tengo! Para qué queremos un apartamento como este, para irnos a la
playa… ¡como si tuviéramos que esconder nuestro amor!
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Mónica (hablando igual de alto): ¡Nada de “Shhhh”! ¡Yo no quiero esconder mi amor por ti!
Bernardo: Mira, no tienes por qué montar una escenita delante de nuestro amigo.
Roberto (que tenía la oreja puesta en la puerta del cuarto de baño): Yo… yo no me meto en
asuntos de pareja…
Mónica: Vale, pues voy a darme un baño para relajarme. (Se dirige al cuarto de baño)
Bernardo (Se abalanza a la puerta del cuarto de baño): No, no, espera…
Mónica: ¿Cómo?
Mónica: Pero…
(María sale del cuarto de baño, con un gorro de ducha muy original)
53
María (se acerca a Bernardo): ¿Vienes cariño?
(Sale a la habitación)
Roberto: Hay que ver cómo están estas mexicanas cuando salen del baño.
Roberto: La verdad es que esta está muy bien… ¡pero tu alemana tampoco está nada mal!
Roberto: Mónica también es increíble… tú no eres bobo… ¡Ah! ¡Ahora que me doy cuenta…!
Tenemos vía libre… Que vaya a bañarse ahora… ¡empiezo a acostumbrarme a este vaivén!
Roberto: Venga, vete a buscarla. No quiero que piense que no dejo que se bañe primero.
(Va hacia el cuarto de baño. Roberto hacia la puerta de en frente, toca y abre)
Roberto: ¿Yo?
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Bernardo: Que no… Mira… Lo que pasa es que queríamos gastarte una broma... Yo le
convencí para chincharte. Quería ver cómo reaccionabas.
Roberto: Sólo era una broma, ¿no te ha hecho gracia? (Bernardo se ríe)
Mónica: ¡Es que encuentran gracioso verme de los nervios! (A Bernardo) ¿Te estás riendo de
mí?
Bernardo (en el mismo tono que Roberto): No, no… Es él que me hace gracia.
Mónica: No me digas…
Roberto: Perdóname.
Roberto: ¡Claro que si! Pero él no se merece una chica tan encantadora como tú.
Roberto: Por nada. Ella me preguntó y yo le respondí. ¿No te importará que tenga opinión?
Mónica: Porque te voy a decir una cosa cariño, tú estás hecho para el matrimonio.
Bernardo: ¿Yo?
Mónica: ¡Sí! No soportas las complicaciones. Te gustan las cosas simples y quedarte en casa sin
volverte loco.
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Mónica: ¡Lo ves! Incluso tú lo piensas. ¡Te conozco mejor de lo que crees!... Eres hombre de
una sola mujer… Eres el prototipo de marido perfecto. ¿Verdad?
Mónica: Cuando estemos casados, todo será diferente. ¡Ya lo verás! (Entra al cuarto de baño)
Bernardo: Días como los de hoy me dejan hecho polvo. Y tú ahí completamente relajado…
¡Me pones nervioso!
Roberto: No, simplemente mantengo la calma. Además, vete rezando para ver si sales de esta,
aunque, teniendo en cuenta este harén, será mejor que te encomiendes a Mahoma… (Ve a
Marlene que entra por el fondo) ¡Y esperemos que Mahoma se manifieste justo ahora!
Roberto: Mira…
Bernardo: ¡Bueno, bueno! ¡Ven aquí cariño! (La empuja hacia la puerta de la derecha)
Marlene: ¡No!
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Bernardo: ¿Pero qué tienes?
Bernardo: ¿Tú? ¿Mala persona? ¿Qué tontería es esa? ¡Pero si en el mundo no hay nadie mejor
que tú!
Roberto: ¿Yo?
Marlene (agresiva): ¡Sí! ¡Es por culpa tuya que soy una mala persona!
Roberto: ¿Yo?
Bernardo: ¿Él?
Roberto: Es que me parece que esto tiene algo que ver conmigo…
Bernardo: ¿Conmigo?
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Bernardo: ¿Cómo? ¿De espaldas?
Marlene: Y después fue él el que quiso… Cenamos juntos, fue una velada maravillosa, y me
gustó. Y creo que estoy enamorada de él.
Marlene: Sí… Por eso ya no puedo ser tu alemana. ¿Lo entiendes, verdad?
Marlene y Roberto (se echan a los brazos de Bernardo juntos): ¡Gracias Bernardo! ¡Gracias,
gracias, gracias!
Bernardo: Pues claro que sí… ¿pero qué quieres que haga?
Mónica (sale del cuarto de baño): ¡Ya estoy! ¡Oh, perdón! ¿Quién es?
Roberto: ¿Quién?
Bernardo: ¿Quién es? ¿Quién es? ¿Quién es?... Pues… te… te… te… presento a la novia de
Roberto. Sí, su novia. ¿Eh amigo?
Mónica: ¡Felicidades!
Mónica: Yo también.
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Mónica: Sí, se puede decir que somos colegas…
Roberto: ¡Segurísimo!
Roberto: Pues… pues… ¡Es muy simple! Como me estoy quedando aquí… ha venido a
verme… (a Bernardo) ¿no?
Bernardo: ¡Exacto!
Mónica: ¡Sí que eres rápido! Sólo me ha dado tiempo de meterme en el baño, darme una ducha
y ¡hop! ¡Ya estás prometido!
Marlene: Aquí.
Mónica: ¿Aquí? A ver si lo entiendo, viniste a ver a tu prometido, en mitad de la noche, sin
saber que estaría, porque no le conocías. Un poco raro todo.
Marlene: Visto de esa forma es bastante extraño, pero es más sencillo. Te explico, todo
comienza porque por error le di un beso a…
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Bernardo (cortándola): Bueno… Bueno… ¡Ya se contaran sus vidas en otra ocasión! Yo lo
único que veo es que están enamorados. No creo que sea el momento de buscar explicaciones.
Marlene: ¡Y yo a ti!
Mónica: ¡Estoy muerta de sueño! (A Bernardo girándose hacia él). ¿Vamos a la cama cariño?
Marlene: ¿Cómo?
Marlene: ¿Qué?
Bernardo (a Marlene, voluble): ¡No! Porque la verdad es que quería decirte que… desde que
les vi… tuve la impresión de que se gustaban…
Mónica: No entiendo qué es lo que tiene que ver contigo el que se gusten o no.
Marlene: Disculpa un momento, ¡pero eso no es exactamente así! ¡Yo era la prometida de
Bernardo antes de que…!
Mónica: ¿Cómo?
Bernardo: Entonces… entonces… entonces… ¡Estaba seguro de que estaba enamorada de él!
Bernardo: No hay un “antes” ni un “después”… ¡El pasado, pasado está! Sólo hay un hecho…
¡Uno sólo! ¡Que tú le quieres! ¡Y eso, yo lo había adivinado! ¿Entiendes? (A Mónica) ¡Y es por
eso que me comprometí con ella! (A Marlene) ¡Bueno, con Mónica! (A Mónica) ¡Eso, contigo!
(A Marlene) Para que no quedarme plantado (A Mónica) ¡Bueno, por ella!...
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Bernardo: ¡Pero si está claro!
Marlene: ¡Qué tonta fui por tener remordimientos!... Una completa idiota… Y tú ya tenías a
otra…
Mónica: ¡Pero si Bernardo siempre ha sido mi prometido! Bueno, eso creo… ¡No será que eres
un mentiroso!
Bernardo: ¿Yo? ¿Yo? ¿Un mentiroso? (A Roberto) Díselo tú, ¿soy un mentiroso?
Bernardo: ¡No hay nada que explicar! Sólo hay que responder sí o no. (A Marlene) ¿Eres la
novia de Roberto?
Roberto: ¡Sí!
Bernardo: ¡Sí!... ¡Que sí! Entonces ¿Qué más quieres? (Se señala a sí mismo) Yo tengo pareja.
(Señala a Mónica) Tú tienes pareja. Nosotros somos pareja. (Señala a Roberto y a Marlene)
¡Ellos son pareja! ¡Y punto!
(Entra Berta)
Bernardo (de forma rápida cómo viene moviéndose hasta ahora): ¿Qué es lo que quieres tú
ahora?
Bernardo: ¡Mañana!
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Berta: Pero… (Se da cuenta de que Marlene y Mónica están juntas) ¿Las señoritas se conocen?
Bernardo: ¡Es que no lo ves! Se acaban de conocer. (Muestra a Marlene) Te presento a la novia
de Roberto. ¡Es su novia!
Roberto: Gracias.
Mónica: ¿Te vienes cariño? ¡Me muero de sueño y tenemos que hablar!
(Berta entra con su abrigo, una maleta y un bolso escocés de una compañía aérea)
Berta: ¡Es mío! Los restos del pasado del señor, una compañía escocesa.
Roberto: ¿Sí?
Bernardo: No es el momento.
62
Berta: Porque me voy.
Bernardo: ¿Cómo?
Berta: Su amigo sabe que si me quedo aquí estoy poniendo en juego mi salud… (Llora)
Berta: No. Renuncio… Sólo tengo una vida y quiero conservarla ¡Mis nervios no aguantan
más!
Berta: ¿Cuánto?
Berta: Aunque… incluso con un aumento de un 25% ¡esto no es trabajo para una sirvienta!
Bernardo: Pero ya te digo que se acabó. (Señala a Roberto) ¡Me acaba de quitar una!
María (sale de la tercera habitación, sale con camisón y zapatos de tacón de andar por casa):
¿No vienes, amorcito?
Berta: ¡Sí! ¡Aquí está! (Le da la carta que María coge y lee)
María: ¡No!
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Roberto: Que sí, que sí… ¡Vete a tu habitación!
Bernardo: ¿Qué?
Berta: Al contrario de lo que me dijo el señor, ya veo que esto sigue dale que te pego.
María: ¡Pero no de ti! A ti te quiero… mucho… pero esto no puede seguir así… ¡Me voy!
María: Sí.
María: Hace un año, en el vuelo México - Texas, conocí a un hombre que tenia unos terrenos
en el desierto y creía que había petróleo, me dijo que si se hacía rico se casaría conmigo. Y era
cierto: ¡Ahora es rico y me está esperando en el Milton de Acapulco!
María: No, con dos no, ¡con tres! Tengo otro prometido en Nueva York, pero ahora mismo lo
llamo y rompo con él.
María: ¡Sí que es tan fácil! Sale un Boeing a las 23 horas. Voy a pedirle a una amiga que me
cambie el turno y, en cuanto llegue, dejo el trabajo. ¡Estoy hecha para pertenecer a la clase alta,
para llevar una vida de rica! ¡Lo siento honey!
64
Bernardo: ¡Joder!
Berta: Entonces, si he entendido bien, ¿al señor sólo le queda una novia?
Berta: ¡Bueno! ¡Entonces me quedo! Y con un 25% de aumento ¡por fin voy a tener un trabajo
de sirvienta normal! (Sale con su bolso y su maleta. Roberto se ríe)
Roberto: Sí… bueno… ¡Aunque sea a la fuerza acabas teniendo una sola mujer en casa!
María (sale vestida de azafata de la habitación que da al patio): ¡Pues bueno, amorsote! Estoy
lista. Pensaré en ti de vez en cuando. (A Roberto) ¡Adiós Roberto!
María: ¡Pero si llevamos toda la noche besándonos! (Les mira) Entonces, ¡hasta la vista,
queridos! (Sale rápido)
Roberto: Algo te afectará ver cómo tus mujeres se van volando una tras otra.
(Cada uno se dirige hacia su lado, Roberto a la habitación de en frente, Bernardo hacia la de
la derecha. Cuando llegan justo delante de las puertas, se dan cuenta de que se han
equivocado, se giran, se miran y se dicen a la vez “¡Perdón!”, vuelve sobe sus pasos, se
cruzan)
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Bernardo (de forma cariñosa): ¡Ese Roberto!
Telón.
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