Boeing, Boeing (Marc Camoletti)

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PRIMER ACTO

Bernardo y María están desayunando en una mesa de cara al público. María tiene acento
Mexicano.

María: ¿Tengo tiempo de comer más nachos con guacamol?

Bernardo: Pero date prisa cariño. (Se levanta y abre la puerta del comedor). ¡Berta!

María: Me encantan los nachos en el desayuno. ¿Y a ti?

Bernardo: No, la verdad es que no…

Berta (entra): ¿El señor me ha llamado?

Bernardo: Sí. Traiga más guacamol para la señorita María.

Berta: ¿También picante?

María: Si, Berti.

Berta: ¡Bueno! ¡Hay que ver…! Pero bueno, cada uno con sus cosas. No soy quién para
cambiar el mundo.

Bernardo: Sí, sí, ya lo sabemos… ¡Rápido…!

Berta (Coge el plato vacío): ¿Traigo entonces otro igual?

María: Sí, Berti.

Berta: Se va a poner mala si sigue comiendo esas cosas por la mañana.

Bernardo: Si te pide guacamole o tamales de picadillo o unas enchiladas verdes para


desayunar, ¡Se lo traes sin rechistar! No eres tú quien se lo va a comer…

Berta: Gracias a Dios.

Bernardo: ¡Rápido Berta! ¡La señorita tiene prisa!

María: Sí, Berti, voy a perder el avión.

Berta: Ya voy, ya voy ¡Esto no es trabajo para una sirvienta!

Bernardo: ¡Qué! ¿Qué pasa ahora?

Berta: Nada, nada… (Entra en la cocina)

María: Menudo genio.

Bernardo: Bueno, ya sabes…

María: A mí me parece un poco antipática…

Bernardo: No, es su carácter. Ella es así…

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María: Me da que no le caigo muy bien.

Bernardo: Que sí… Lo que pasa es que le parece raro lo que comes, eso es todo. (María le
ofrece guacamol). No gracias.

María (sigue desayunando): ¿Qué hora es amorcito?

Bernardo: Las menos veinticinco.

María: Tengo el tiempo justo. Cuando estoy contigo se me van las horas volando.

Bernardo: ¡Eres un cielo!

María: Y cuando yo no estoy, ¿Te portas bien?

Bernardo: ¡Buenooo! ¡Ni te lo imaginas…!

María: ¿De verdad que te portas bien?

Bernardo: Me porto de maravilla.

Berta (entra): Aquí está la comida de la señorita.

María: Gracias, Berti.

Berta: ¿Necesita algo más?

Bernardo: Si, ¿Te importa traer café y un zumo de naranja para la señorita?

María: No, gracias cariño. Ya he tomado suficiente zumo.

Berta: ¡Pues me alegro! (se va)

María: La verdad es que no es nada simpática.

Bernardo: Que no…

María: De verdad… Cuando llego está como loca. Cuando estoy aquí, se tranquiliza un poco, y
cuando me voy a marchar, se pone de un antipático insoportable…

Bernardo: Por eso, porque le da pena que te vayas.

María: Seguro que si estuviera aquí siempre, todo sería distinto, ¿verdad amorcito?

Bernardo: ¡Pues sí! Sería completamente distinto. ¡Como la noche y el día! Por cierto, ¿cuándo
vuelves?

María: Pues… si hoy es sábado… y yo llego a DF. a las 17:08… luego tengo que ir a Cancún,
pero será sólo ida y vuelta…

Bernardo: Sí, ¿y eso cuándo es?

María: Pues eso quiere decir que el lunes estaré otra vez aquí y que me volveré a marchar el
miércoles por la noche.

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Bernardo (saca una libretita): ¡Ah, vale...! Entonces ¿El lunes? ¿A qué hora?

María: Pues como todos los lunes, cariño. A las 18:30, hora local.

Bernardo: Vale, vale…

María: Pero, ¿por qué lo apuntas?

Bernardo: Por saber, para no confundirme…

María: ¿Para no confundirte de qué...?

Bernardo: Sí, ya sabes, para poder organizarme en el trabajo y tener tiempo libre cuando tú
vengas (Mira su reloj). Vas a acabar perdiendo el vuelo.

María: ¿Me estás largando?

Bernardo (con un tono más bajo): Que no…Pero mientras hablamos, el tiempo pasa y los
aviones se van.

Berta (entra): Aquí está el café

Bernardo: Gracias.

María: ¡Ay Berti! Cuida bien del señor mientras yo no esté aquí. ¿Lo harás?

Berta: Claro, la señorita puede contar conmigo. De todas formas el señor sabe cuidarse solo. Ya
es mayorcito.

María: Ya sé que es mayorcito, pero los hombres son como niños.

Bernardo: Pues sí, como niños grandes.

María: ¡Ahí estamos de acuerdo!

Berta: La verdad es que no lo sé, pero niños grandes como el señor, no creo que haya muchos.
El señor es totalmente fuera de lo común…

Bernardo: Bueno, bueno… Ya está bien, gracias. No te metas en lo que no te importa…

Berta: La señorita preguntó, y yo respondo, ¿verdad? Yo valoro al señor en su justa medida.

Bernardo: Sí, vale. Pues vete a valorarme a otra parte.

María: Hay que ver cómo te admira, amorcito.

Berta: Uy, si fuera por admirarle. ¡Me paso la vida admirando al señor!

María: Pues no lo admire tanto, que va a acabar por enamorarse de él y entonces yo me pondría
muy, pero que muy celosa.

Berta: ¡Uy! ¡Por mí no se preocupe!

Bernardo: ¡Menos mal!

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María: Voy a vestirme.

Bernardo: Sí, date prisa (María entra al dormitorio de Bernardo). ¿Qué preparaste para
almorzar?

Berta: ¿México ya habrá despegado?

Bernardo: Sí ¿Y entonces?

Berta: ¿Entonces? Entonces lo de siempre. Espero las instrucciones del señor, que tiene sus
horarios y los menús cambian según horarios. ¡Él señor controla el programa!

Bernardo: Pues sí. ¿Algún problema?

Berta: Es que me cuesta mucho no equivocarme. No entiendo cómo hace para organizarse. De
todas formas, esto no es trabajo para una sirvienta.

Bernardo: No vuelvas con lo mismo. Ya sé que esto no es trabajo para una sirvienta, ya lo sé...

Berta: Eso es lo importante, que lo sepa. Entonces, ¿qué preparo para almorzar?

Bernardo: No sé, no sé... lo que quieras.

Berta: ¡Mónica me cae muy bien! ¿Le parece bien una paellita rápida?

Bernardo: ¡No, no! Ya comimos paella la semana pasada.

Berta: ¡Es verdad! Ella estuvo la semana pasada.

Bernardo: Entonces, prepara carne poco hecha.

Berta: Vale. ¿Y para cenar? ¿Preparo tortilla?

Bernardo: Sí, sí tortilla es buena idea.

Berta: ¡Con cebollita!

Bernardo: ¡No, no! (saca su libretita)

Berta: ¿Sin cebolla? Pero, si al señor le encantan...

Bernardo: No, ni cebollas, ni tortilla. Esta noche no toca Mónica, ella solo está de transito. Es
Marlene la que viene esta noche... y llega a las 19:06.

Berta: ¿Ah sí? ¡Usted es quien tiene los horarios, si no me lo dice no me entero! Entonces esta
noche codillo y ocho pares de salchichas Frankfurt.

Bernardo: Perfecto.

María (entra, vestida con el uniforme de azafata de la Aerolíneas Mexicanas y con un bolsito
de tela con las iniciales de la compañía): ¡Ya estoy! ¿Sabes amorcito? Mientras me vestía
estaba pensando, que menos mal que te despertaste porque si no, hubiera perdido el vuelo.

Bernardo: Pues menos mal.

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Berta (sale con una bandeja): ¡Ay! ¡Menos mal! La verdad... (Indiferente) No quepo de la
alegría.

María: ¿Te gusto cariño?

Bernardo: Mucho, mucho. Eres una azafata increíblemente atractiva. Pero llegó el momento de
irse.

María (le echa un vistazo al reloj): Todavía tengo un par de minutos, tiempo suficiente para
pintarme las uñas.

Bernardo: ¿Sí? No creo. Tu avión despega a las once.

María: Son las nueve menos cinco, mi amor.

Bernardo: ¿Y si coges caravana? Yo que tú no me fiaba...

María (saca de bolso un botito de pintura roja y empieza a pintarse las uñas): Sólo necesito un
momento. ¿Sabes? Estoy muy contenta, mi amor.

Bernardo: ¿Por qué? ¿Por qué te vas?

María: ¡No! ¡Qué tonto eres! Creo que van a destinar otro avión para mi recorrido. Mucho
mejor. El que hacía el recorrido México DF. - Paris ahora hará DF. - Las Palmas. ¡Un Súper
Boeing! ¡Un Jumbo! ¡Una auténtica maravilla!

Bernardo: Vaya, eso es estupendo.

María: ¡Sí, sí, es estupendo! ¡Sobre todo para nosotros cariño!

Bernardo: ¿Ah sí? No sé lo que ese Súper Boeing tiene que ver con nosotros.

María: ¡Pues que es en un avión mucho más rápido! Y, entonces, pasaría aquí mucho más
tiempo.

Bernardo: ¿Ah sí?

María: ¿No parece que estés muy contento?

Bernardo: Claro que sí... estoy contentísimo. Pero no sé si deberíamos hacernos ilusiones tan
pronto. Eso no será en seguida. ¿Verdad? (Suena el timbre)

María: En seguida no, pero yo espero que sea dentro de poco.

(Entra Berta y va a abrir)

Bernardo: Sí, bueno, yo en tu lugar saldría ya para estar en el aeropuerto a las 11.

Berta: El señor le está dando un buen consejo. ¡No hay que correr riegos! ¿Verdad señor?

Bernardo: Ninguno.

(Berta sale)

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María: Qué buenos son conmigo. ¡Les quiero tanto! ¡A ti más que a ella!

Bernardo: Gracias.

Berta (entra): Hay un tal Roberto Cabrera que viene a verle.

Bernardo: ¿Roberto Cabrera? ¡Ah, claro! Hazle pasar (Berta vuelve a salir). Es un viejo amigo.
Estudiamos juntos el bachillerato.

María: ¿Ah sí?

(Berta entra con Roberto)

Bernardo: ¡Ese Roberto!

Roberto: ¡Ese Bernardo!

Bernardo: ¡No puede ser! ¿Cómo estás?

Roberto (muy contento): ¿Y tú?

Bernardo: Pues bien. Esto si que no me lo esperaba.

Roberto: ¡Yo también estoy muy bien!

Bernardo: ¡Ese Roberto!

Roberto: ¡Ese Bernardo!

María: Bernardo.

Bernardo: ¡Ah sí, disculpa! Te presento a Roberto Cabrera.

María: Encantada.

Roberto: Igualmente.

Bernardo: María González. Es mexicana y, como ves: azafata de Aerolíneas Mexicanas.

Roberto: ¡Ah qué bien!

María: Cariño, te olvidas de lo más importante…

Bernardo: ¿Sí? ¿De qué?

María: ¡Pues de decirle que soy tu prometida!

Bernardo: ¡Ah, sí, claro, claro! Estamos prometidos.

Roberto: Venga ya. ¡Muchas felicidades! ¡Qué suerte Bernardo!

Bernardo: ¿Verdad que es guapa?

Roberto: ¡Guapísima!

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María: ¿Usted no está prometido?

Roberto: ¿Cómo? No señorita… ¡No estoy con nadie! ¡Completamente sólo! Acabo de llegar
de Fuerteventura.

Bernardo: Venga ya… sinvergüenza…

María: ¿Con todas las muchachas lindas que hay en Fuerteventura?

Roberto: Ya, ya, pero supongo que ninguna era para mí. Tendré que buscar alguna aquí. Pero
disculpa, te estoy contando mi vida. ¿De qué estábamos hablando?

María: ¡Para nada! Pero tengo que volar…

Roberto (sin entender): ¿Como?

Bernardo (haciendo gestos): Azafata

Roberto: ¡Ah sí! ¡Claro! Tiene que volar…

María: Le dejo al cuidado de mi nene hasta mi vuelta.

Bernardo: OK… Pero venga cariño que te vas a quedar en tierra.

María: Espera que te doy el último beso.

Bernardo (a Roberto): ¿Te importa?

Roberto: Claro que no.

(Se gira y mira el espejo. Bernardo y María se besan y luego Roberto tose.)

María: ¡Cuánto te quiero!

Bernardo: ¡Y yo a ti!

María: Adiós.

Roberto (mirando el espejo): Adiós María.

María (a Bernardo): Eres un cielo.

Bernardo: Que sí, que sí… tú también.

María: Hasta el lunes.

Bernardo: Eso, hasta el lunes.

(María le vuelve a enviar un beso con la mano y sale)

Roberto: ¡Pero bueno Bernardo! ¡Felicidades! Nunca había conocido una chica tan guapa.

Bernardo: Sí, está muy bien…

Roberto: ¡Es más que eso! ¡Ya me gustaría encontrar una parecida!

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Bernardo: Ya, ya. ¿Quieres tomar algo?

Roberto: Sí. Lo que tú quieras (se acerca a proscenio y mira al público). Mira eso… ¡tienes
unas vistas increíbles! Se ve toda la ciudad.

Bernardo: Bueno… casi toda.

Roberto: ¿Y entonces? ¿Sigues todavía con la arquitectura?

Bernardo: Pues sí… todavía. ¡Me alegro mucho de que hayas venido! Pero cuéntame, ¿qué te
trae por aquí?

Roberto: Pues como cuando dejaste Fuerteventura me dijiste “ven a verme cuando vengas a
Las Palmas”…

Bernardo: ¿Y?

Roberto: Pues eso, ¡que aquí estoy! Y como estoy buscando apartamento, quería que me
dejaras la dirección de quien te encontró el tuyo.

Bernardo: Claro, en seguida…

Roberto: Necesito un apartamento a toda costa porque me quiero casar.

Bernardo: ¿No?

Roberto: ¡Sí!

Bernardo: Entonces… ¿Estás prometido?

Roberto: Sí… quiero decir… ¡no! Bueno, vamos a ver, conozco muy por encima a una chica
encantadora, bueno, esa o cualquier otra, quiero decir: que más me vale que encuentre alguna.

Bernardo: ¿Pero tan joven? Si estás en la flor de la vida.

Roberto: ¡Pero bueno! ¡Tú también estás en la flor de la vida y te vas a casar!

Bernardo: No.

Roberto: Pero… la mexicana… creí que habías dicho que estaban prometidos.

Bernardo: ¡Ah eso! Sí, sí… estamos prometidos.

Roberto: Entonces, ¡vas a casarte!

Bernardo: ¡No!

Roberto: A ver, si están prometidos, es porque se van a casar. ¿No?

Bernardo: ¡No! Pero primero, vayamos por partes ¿estás enamorado de esa chica que conoces
“muy por encima”?

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Roberto: Hombre, no es que esté loco por ella. Pero como en algún momento tendré que tener
una casa, un hogar… supongo que tendré que resignarme. ¡Y después están los beneficios
fiscales!

Bernardo: ¡Ah sí! Los beneficios fiscales… Mira, si quieres casarte ¡cásate como yo!

Roberto: ¿Cómo?

Bernardo: Varias veces. Tienes que ser polígamo. ¡Esa es la mejor de las vidas! Agradable,
inestable… vamos ¡lo ideal!

Roberto: No te digo que no, pero tener varias mujeres es muy arriesgado…

Bernardo: Yo tengo tres prometidas, ¡es perfecto! Si fueran menos sería monótono y, si fueran
más, sería muy cansado. ¡Tres es lo ideal!

Roberto: Pero eso… ¡es inmoral!

Bernardo: ¿Inmoral? ¿Por qué? Ninguna de ellas conoce la existencia de las otras dos, cada
una cree que es la única.

Roberto: ¡Pero qué dices! Una sola mujer ya te trae un montón de problemas, ¡Imagínate tres!
Es como para tirarse a un barranco.

Bernardo: ¡Que no! Gracias a las diferencias horarias.

Roberto: ¿Como?

Bernardo: Las diferencias horarias.

Roberto: Ah, claro…

Bernardo: ¿Entiendes?

Roberto: No

Bernardo: Pero si está tirado. Piénsalo. ¡Mis tres prometidas son azafatas!

Roberto: ¿Y qué?

Bernardo: ¡Es ahí donde está el truco! Porque, encima son chicas estupendas, como acabas de
ver…

Roberto: En eso te doy la razón…

Bernardo: ¡Y las otras dos son igual de guapas! Han pasado las selecciones de las diferentes
compañías aéreas, en todos los aspectos: físico, moral, intelectual… Es decir, ya tengo el trabajo
hecho. Escojo en lo que ya es una súper selección ¿No está mal, verdad?

Roberto: La verdad es que no, no… No está nada mal.

Bernardo: Lo único que tengo que tener en cuenta es que sus vuelos no coincidan. ¡Gracias a
las diferencias horarias, nunca se cruzan!

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Roberto: Sí puede ser, en teoría está muy bien, pero en la práctica, habrá que ver cómo te las
arreglas.

Bernardo: ¡Pero si es muy fácil, Roberto! María, mi mexicana, la que acabas de conocer…
(mira su reloj), despega en 10 minutos… Dentro de un cuarto de hora, será Mónica la que
aterrizará.

Roberto: ¿Mónica?

Bernardo: ¡Sí! ¡Es mi española! Andaluza ¡Una joyita! Llegará aquí para el almuerzo.

Roberto: ¡Pero eso es muy ajustado!

Bernardo: Sí, hoy queda un poco ajustado porque Mónica viene en tránsito. ¡Si no, suelen
alternar de forma regular! Dos días María, dos días Mónica, y dos días Marlene. Por cierto,
Marlene es mi alemana.

Roberto: Ah, se trata de un harén internacional entonces.

Bernardo (coge un mapa del mundo): ¡Exacto! Mira aquí. Esta noche Marlene llega de Berlín,
y para entonces, ya hará rato que Mónica se marchó, mientras María duerme en México.

Roberto: Sí… un continuo vaivén.

Bernardo: Eso sí. Son vaivenes organizados minuciosa y matemáticamente. ¡La tierra gira y
mis mujeres giran a su alrededor! Soy capaz de ser un perfecto polígamo y llevar una exquisita
vida familiar, ¡varias mujeres y un solo hogar! Y así no sólo cambio de mujer tres veces por
semana, sino también de menú. Mis comidas son tan variadas como las de los restaurantes
internacionales. No hay posibilidad de aburrimiento. ¡Ni en la mesa, ni en la cama! Como ves,
¡perfecto!

Roberto: De una perfección escalofriante.

Bernardo: Bueno, con María no es tan perfecto. Fíjate, ayer tuve que cenar enchilada de sapo
frito con guacamole.

Roberto: ¡Pobre animalito!

Bernardo: Pero, menos por eso… ¡es perfecto!

Roberto: Pero ¿y si hay un cambio de vuelo? ¿Eh?

Bernardo: ¡Imposible! Los recorridos son tan rigurosos como los horarios.

Berta (entra y se dirige a Roberto): ¿El señor se queda a comer?

Roberto: No, no… no quisiera molestar.

Bernardo (a Berta): ¡Sí! ¡Roberto va a pasar unos días con nosotros!

Roberto: ¿Cómo?

Bernardo: Por favor.

Berta: ¿Dónde?

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Bernardo: ¡Pues aquí!

Berta: ¿Ah sí? ¿En qué habitación?

Bernardo: Donde él quiera… ya veremos.

Berta: ¡Pues ya veremos! (sale)

Bernardo (a Roberto): ¿Dónde están tus maletas?

Roberto: En la consigna del aeropuerto.

Bernardo: Luego vamos a buscarlas.

Berta: ¿A qué hora van a almorzar los señores?

Bernardo: En cuanto llegue Mónica.

Berta: ¡Eso no responde a mi pregunta!

Bernardo: ¿Qué más te da?

Berta: Pues para saber… por la carne.

Bernardo: Ya te lo diré.

Berta: Eso espero. Pero tiene que reconocer, que esto no es trabajo para una sirvienta.

Bernardo: Sí, ya, ya… Venga, gracias.

Berta (vuelve a entrar justo cuando salía): ¡Ah! ¡Me olvidaba! Había una carta en el buzón
para María. Una carta de Acapulco.

Bernardo: ¿Ah sí? Pues tráemela.

(Berta le da la carta)

Berta: Ahora no podrá leerla hasta la próxima semana.

Bernardo: Ya.

Berta: Entonces ¿ya me avisará con lo de Mónica? Ya sabe, por la carne…

Bernardo: Que sí, que ya lo sé… ya te aviso. De todas formas no creo que tarde mucho (Mira
su reloj) A esta hora tiene que estar aterrizando, y más si viene con viento de cola.

Berta: Pues esperemos que Mónica venga con viento de cola porque yo… ¡ya puse la carne al
fuego! (Sale)

Bernardo: ¡Esta Berta! ¡Te juro que un día…!

Roberto: ¿Tiene muy mal carácter?

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Bernardo: La verdad es que no. Ella no es así. Ya estaba aquí cuando llegué al piso así que me
quedé con ella, y es estupenda. Lo que ocurre es que se estresa con tanto cambio en la cocina.
(Deja la carta sobre la mesa sin darse cuenta)

Roberto: Sí, ya veo que no lo lleva muy bien… estas continuas idas y venidas… una que
despega… otra que aterriza… otra que está en el aire ¿no podrían coincidir dos en Las Palmas al
mismo tiempo?

Bernardo: ¡Imposible! Y si en algún momento pasara algo así, que haya una que no despegue
cuando debiera, me quedaría con la que no pudo despegar y nos iríamos a pasar la noche a la
playa. Ya sabes… para cambiar de aires.

Roberto: Vale. Pero entonces, ¿dónde se quedaría la que aterriza?

Bernardo: ¡Aquí, claro!

Roberto: ¿Pero tiene llave?

Bernardo: Claro, cada una tiene su llave. ¿No es genial?

Roberto: Sí, Sí, genial. Pero qué horror. ¡Tú no estás las quieres!

Bernardo: No, no. ¡No digas eso! ¡Estoy loco por ellas! Lo único es que las quiero a las tres
por igual. Las quiero tanto, que si una me pide que le compre un regalo, se lo compro, pero
compro tres, porque no quiero que mis otras dos mujeres se vean perjudicadas sin saberlo.

Roberto: ¡Qué generoso eres! Pero no me convences. Yo sigo estando a favor del matrimonio,
el de verdad, tranquilo, con una sola mujer y todo lo que ello implica, con los beneficios fiscales
como compensación.

Bernardo: (Berta vuelve) ¿Qué pasa? ¿Qué quieres ahora?

Berta: No quiero nada, señor. Cumplo con mi trabajo de sirvienta. (Coge el globo terráqueo y
lo vuelve a poner en su sitio, en frente del público)

Bernardo: Gracias.

Berta: ¡Así está bien! Entonces, como México se acaba de marchar y llega España, tendré que
preparar la habitación.

Bernardo: Tienes razón…

Roberto: Está en todo, ¿eh?

Berta: Estoy aquí para eso, señor ¡Estoy aquí para eso! Si no fuera por mí, no sé cómo se las
arreglaría el señor con este tipo de vida. Como Mónica sólo esta de tránsito, limpio por encima
¿verdad?

Bernardo: Claro, claro…

Berta: Ya limpiaré a fondo cuando se vaya, antes de que llegue Alemania.

Bernardo: Sí, sí, perfecto.

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Berta: Perfecto, depende de cómo se mire, porque de todas formas tengo que limpiar dos veces.
(Sale)

Roberto: Qué agradable…

Bernardo: Siempre se está quejando pero sabe perfectamente lo que tiene que hacer. La casa
siempre tiene que estar limpia para el recibimiento.

Berta (vuelve): ¡Ya está!

Bernardo (a Berta): ¿No se queda nada atrás? ¿No has olvidado nada?

Berta: No, nada.

Bernardo: Llegará en 35 segundos.

Roberto: Va todo un poco justo…

Berta: Sí, hoy es un visto y no visto.

Bernardo: Es una cuestión de precisión.

Berta: Cada vez que una de las señoritas está en tránsito, es un vaivén y el ritmo es más rápido
(Berta entra a la cocina)

Mónica (entra; vestida con el uniforme de azafata y el bolsito de tela azul. Es tan guapa como
María): ¡Cariño!

Bernardo (con Mónica entre los brazos): ¡Cariño!

Mónica: ¡Me alegro tanto de verte!

Bernardo: ¡Y yo! Ven que te presento a un viejo amigo.

Roberto: Roberto Cabrera

Bernardo: Sí, acaba de llegar de Fuerteventura.

Mónica: ¡Hola!

Roberto: Hola. Vine de improviso a ver a mi amigo y no quisiera quitarles intimidad.

Mónica: No, para nada. Si estoy muy contenta. Eres el primer amigo de Bernardo que conozco.
Nunca quedamos con nadie cuando estamos juntos. Es tan misterioso, estoy encantada de
conocerte.

Roberto: Yo también.

Mónica: Sírveme algo para beber cariño, y a tu amigo también. Estoy muerta. Ah, cuando veo
el sol que hace aquí cuesta imaginarse que en otros sitios pueda hacer tan mal tiempo. ¿Sabes
que casi no podemos salir de Barcelona?

Bernardo: ¿Sí?

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Mónica: Sí, en serio. Todos los vuelos se suspendieron por culpa de una tormenta. ¡Pensé que
tendría que quedarme allí a pasar la noche! Te hubiera llamado por supuesto, ¡pero al final el
temporal se desplazó hacia el noroeste! ¡Y aquí estoy! ¿Te portaste bien, cariño?

Bernardo: Pero ¡qué pregunta!

Mónica: Bueno (a Roberto). ¿Ya te dijo Bernardo que nos vamos a casar?

Roberto: ¡No! ¡Sí! Me dijo que están prometidos.

Bernardo: ¡También le dije que eras preciosa! ¿Verdad?

Roberto: Sí, sí. Me ha contado tantas maravillas sobre ti….

Mónica: …que te he decepcionado.

Roberto: ¡Sí! ¡No! Todo lo contrario, se ha quedado corto.

Mónica: Qué simpático tu amigo, cariño. Invítale a comer.

Bernardo: Ya lo hice.

Mónica: Qué bien.

Bernardo: También le invité a pasar unos días en casa.

Mónica: Me parece muy bien cariño. Así te hará compañía cuando yo no esté y no te quejarás
tanto porque te abandono durante tanto tiempo.

Bernardo: Cuando no estás aquí me siento perdido. Me quedo tan solo…

Roberto: Pobrecito…

Bernardo: ¡Así es el amor!

Mónica: Me lavo las manos y vamos a comer (Va al baño, al fondo) ¡Porque despego a las 3
para Caracas! ¡Ah, por cierto! ¡Todo solucionado!

Bernardo: ¿El qué?

Mónica: Me destinan a un 747.

Bernardo: ¿Sí? ¡Qué bien! Acuérdate entonces de darme tus nuevos horarios.

Mónica: ¡Claro cariño! Rotaré con más frecuencia… y así nos veremos más a menudo.

Bernardo: ¡Ah!

Mónica: Vuelvo en seguida (entra al cuarto de baño en el fondo)

Roberto: ¡Vaya! Si esos aviones van cada vez más rápido, vas a tener que acelerar tu ritmo de
vida.

Bernardo: Bueno, eso no será mañana.

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Roberto: De todas formas te felicito. No sé cuál de las dos es mejor, no me decido.

Bernardo: No te preocupes, que no tienes que decidirte ¡Las dos están ocupadas! (Suena el
teléfono y lo coge) ¿Quién es? Sí… es aquí. Sí, espero... ¡Hola! ¡Sí, soy yo…! ¡Ah! Eres tú
cariño (A Roberto) Es Marlene, mi alemana. (Al teléfono) ¿Qué pasa? ¿Ah sí? Sí... En lugar de a
las siete, llegarás a las once… ¿Cenarás aquí? No… vale. Hasta las once… ¡Sí cariño! Un
beso…

(Berta entra y Roberto se sobresalta)

Berta: ¡Señor!

Bernardo (cuelga): Qué bien que estás aquí.

Berta: ¿Yo?

Bernardo: ¡Sí! ¡Anula el codillo y las salchichas!

Berta: ¿Averías en Alemania?

Bernardo: Parece que si.

Berta: Pues cenará codillo, acabo de comprarlo.

Bernardo: Está bien, no importa.

Berta: ¡No me negará, que esto no es trabajo para una sirvienta! (Vuelve a entrar justo cuando
salía) Traía algo en la mente y se me ha ido… Con tanto cambio…

Bernardo: Ya volverá.

Berta: Sí, volveré.

Bernardo: Muy bien.

(Berta sale)

Mónica (sale del cuarto de baño): ¿Sonó el teléfono?

Bernardo: Sí

Mónica: ¿Era para mí?

Bernardo: No, no… ¿por qué?

Mónica: Puede que haya un cambio de horario, igual me llaman.

Roberto: Está bien saberlo.

Bernardo: Pues sí. ¿Y será mucha la diferencia?

Mónica: No, como mucho de una hora.

Bernardo: ¡Ah, bueno!

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Mónica: ¿Cómo que “Ah, bueno”?

Bernardo: Quiero decir “Ah, bueno” porque… así podremos pasar más tiempo juntos.

Mónica: ¡Eres un cielo! Pero, ¿quién llamaba? No sería una mujer…

Roberto: Imagínate.

Bernardo: ¿Pero cómo puedes pensar eso? ¡Con lo que yo te quiero!

Mónica: ¿De verdad?

Bernardo: ¡Mónica! Cariño… me duele mucho que lo pongas en duda.

Mónica: Bueno. Entonces, dime.

Bernardo: ¿Que te diga qué?

Mónica: ¿Quién era?

Bernardo: Pues… alguien que se equivocó.

Roberto: Sí, sólo eso… ¡un equivocado! ¡Mira tú qué tontería!

(Mónica se acerca a la cómoda donde Bernardo dejó la carta para María)

Mónica: ¿Qué es esto?

Bernardo: ¿El qué?

Mónica: Esta carta para… María González

Bernardo: No lo sé, yo no he visto ninguna carta… ni siquiera me he movido de aquí…


Roberto y yo estábamos charlando, ¿no Roberto?

Roberto: Sí eso, Roberto y yo… digo ¡Bernardo y yo!

Mónica: Sí ¿pero no habrá llegado hasta aquí solita?

Berta (entra): Ya me acuerdo de lo que tenía que decirle. (Ve a Mónica). ¡Ah! Buenos días,
señorita.

Mónica: Hola Berta ¿cómo vas?

Berta: ¡Como siempre! A veces va y a veces viene.

Mónica (le enseña la carta): ¿Qué es esto?

Berta: Una carta.

Mónica: Ya veo. Pero aquí pone María González. ¿Sabes quién es?

Berta: No había oído hablar de ella.

Mónica: ¡Y entonces! ¿Qué hace esto aquí?

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Berta: Ya le digo que no tengo ni idea.

Mónica: Entonces…

Berta: ¡Ah sí! ¡Ya me acuerdo! La portera me dijo que el vecino de abajo tenía unas cartas
nuestras…

Bernardo: …y seguramente, nosotros tenemos las suyas. Como ves, hay una explicación para
todo.

Roberto: Sí… siempre hay una buena explicación para todo.

Berta: Si no le importa dármela, después bajo a cambiarla. Por cierto… (Mete la carta en su
bolsillo) El almuerzo está listo.

Mónica: Berta, eres estupenda. ¡Cuidas la casa como si fuera tuya!

Berta: No lo sabe usted bien señorita, ¡no lo sabe usted bien! (Berta sale al comedor)

Roberto: ¡Qué maravilla la vida en familia!

Mónica: Sí, sí que es cierto… Tendrías que hacer lo mismo que Bernardo, ¡buscarte una chica y
cásate con ella!

Roberto: Estoy en ello.

Mónica (mira su reloj): Son las menos veinticinco. Tenemos que darnos prisa. ¡A comer!
(Mónica sale al comedor)

Bernardo: Has visto, aprende. ¡¡Prueba superada!!

Roberto: Sí ya veo… Prueba superada.

Bernardo: Venga, vamos a comer… ¡a la española!

Roberto: ¡Vaya! Sí que es bonito el uniforme de azafata.

Bernardo: ¿Bonito? ¡Es irresistible! Me vuelve loco. Qué quieres que te diga, siempre me han
encantado las mujeres de uniforme.

Roberto: ¡Ese Bernardo!

Bernardo: ¡Ese Roberto!

Salen riéndose.

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SEGUNDO ACTO

El escenario está vacío. Suena el teléfono

Berta (entra y descuelga): ¿Quién es? Sí, es aquí… No, el señor Bernardo no se encuentra en
este momento… Soy Berta. ¡Ah, es usted señorita Marlene! ¿Que acaba de aterrizar? ¿En Gran
Canaria? ¡Ah, muy bien! ¡El señor se va a poner muy contento cuando sepa que ha llegado
antes! Ah, ah… Sí, muy bien… de acuerdo ¡Hasta luego fraulein! (Cuelga) ¡Qué vida! ¡Qué
vida esta! (Suena el timbre. Justo cuando iba a salir por la puerta del fondo, se para y se dirige
a la puerta de entrada) ¡Esto no es trabajo para una sirvienta! (sale al fondo) ¡No es trabajo!

Voz de Roberto: Buenos días.

Voz de Berta: Buenos días señor.

Voz de Roberto: Soy yo otra vez.

Voz de Berta: No se esfuerce, todavía lo recuerdo.

Roberto (entra con sus maletas): Tuve que hacer cola en consigna. ¡Cómo es posible que haya
tanta gente en ese aeropuerto! En Fuerteventura todo es muchísimo más tranquilo.

Berta: Si hay tanta gente aquí es por culpa de los que viene de fuera…

Roberto (sin entender): Sí, debe ser…

Berta: Espero que no tenga que quedarse mucho tiempo.

Roberto: ¡Pero bueno! Parece que no eres muy simpática con los invitados de Bernardo.

Berta: No, sí yo lo decía por usted. Porque ya sabe, la vida en esta casa… ¡no es vida! Siempre
hay alguien que llega, alguien que se va, y cambios… ¡muchos cambios!

Roberto: Sin embargo, esto está más organizado que el ejército. ¡No hay nadie que gane a tu
jefe en planificación!

Berta: ¡Cierto! Esto está muy bien organizado. Pero es inhumano, ¡esto es inhumano!

Roberto: A mí me parece asombroso

Berta: Por cierto… Alemania acaba de aterrizar.

Roberto: ¿Sí? ¿Tan pronto?

Berta: Llamó para decir que llegaba antes.

Roberto: Pero la señorita Mónica ya habrá despegado.

Berta: Sí, ya, pero ¡Alemania tiene pensado quedarse tres días! Me lo dijo creyendo que va a
darle una sorpresa al señor.

Roberto: ¿A mí?
Berta: ¡No! ¡Al mío! A Bernardo.

Roberto: ¡Ah sí! Y entonces ¿que puede pasar si se queda tres días?

Berta: Pues que lo más seguro es que haya un enfrentamiento. Porque María, la mexicana…

Roberto: Si…

Berta: ¡Pues que regresa el lunes!

Roberto: Sí… de todas formas, hoy es sábado… de aquí a allá nos las arreglaremos. Bueno,
¿cuál es mi habitación?

Berta: ¡La que quiera! Menos aquella (señala la habitación de la derecha). Esa es la habitación
del señor y sus mujeres. ¡Ahí no puede ser! Se puede quedar en esa (señala otra puerta en
frente del patio) o en esa (señala otra puerta)… Esa es más tranquila porque da al patio. ¡Como
si estuviera en su casa!

Roberto: Muchas gracias.

Berta: ¡Oh no! Hago lo que el señor me dice. Lo demás no es asunto mío. Bastantes problemas
tengo ya con la vida de sirvienta que llevo en esta casa, como para ocuparme también de la vida
de los invitados del señor. ¡Esto es un trabajo muy desagradecido!

Roberto: Entonces, ¿Por qué no cambia de casa?

Berta: Sería lo mismo, con otro jefe… otros defectos… otros problemas, vamos.

Roberto: Tú si que eres optimista, Berta.

Berta: ¿Cómo se ha dado cuenta el señor? Porque sí que soy optimista… siempre estoy
alegre… Pero aquí, ¡esto no es trabajo para una sirvienta!

Roberto: Bueno, bueno, me quedaré en esta habitación (señala la habitación en frente).

Berta: Pues entonces ponga allí sus maletas que aquí estorban.

Roberto: Muchas gracias, ¿eh?

Berta: Con mucho gusto las llevaría yo, pero cuando era pequeña el médico le dijo a mi madre:
“que la niña se cuide de hacer mucho esfuerzo…” La niña soy yo, así que me cuido. Porque en
el fondo, si lo piensa, el cuerpo humano no es gran cosa, y con el desgaste… el día a día…

Roberto (saca las maletas de frente al público): ¡Si tú lo dices!

Berta: Póngalas en el armario que yo la deshago esta noche. Lo único que me consuela es que
no soy la única que se desgasta. Todo el mundo se desgasta. Incluso mi jefe… ¡con esa vida que
lleva! Y yo me digo: “ya que todo el mundo se desgasta, no veo por qué yo no debiera
desgastarme”, ¿no cree?

Roberto: Sí, sí. Tienes toda la razón. La verdad es que eres muy simpática, eso es bueno.

Berta: Me alegro de que mi carácter le guste al señor. No es fácil encontrar a gente que se fije
en las cualidades de una sirvienta, ¿verdad?

19
Roberto: Verdad, verdad. Bueno, hasta luego.

Berta: ¿Eh? ¿El señor se cansó de mí?

Roberto: ¿Yo? ¡Para nada!

Berta: Sí, sí… Cuando alguien dice: “¡hasta luego!”, sobre todo a una sirvienta, quiere decir:
“ya te he aguantado suficiente”

Roberto: Pero qué va…

Berta: ¡Sí, sí! Mi jefe no me deja articular palabra. Siempre me despacha en cuanto puede. Y
digo yo que la conversación es la única cosa que distingue a los humanos de los animales.
Entonces, hay que ser animal para no hablar, ¿verdad?

Roberto: Claro, claro.

Berta: Tiene que ser muy triste ser un animal.

Roberto: Si, si.

Berta: ¿No cree el señor?

Roberto: Yo que sé…

Berta: ¡Ni yo! Yo que voy a saber. Pero me lo imagino… lo puedo intuir. ¿Qué es un animal?
Pues todavía menos que una sirvienta. ¡Con eso le digo todo! ¡Y menos mal que soy optimista!
Porque si no…

Roberto (va hacia el bar y se sirve): ¿Podrías traerme un poco de hielo?

Berta: No.

Roberto: ¿Por qué?

Berta: El congelador está roto.

Roberto: Ah, bueno.

Berta: Por eso no hay.

Roberto: Pues lo tomaré sin hielo

Berta: Es que no le queda otro remedio. (Hace una pausa) ¿El señor está aquí por negocios?

Roberto: Sí.

Berta: (Pausa) ¿Del mismo tipo de negocios que el señor Bernardo?

Roberto: No.

Berta: ¡Ah! (Pausa) Puede haber muchos tipos de negocios diferentes, al fin y al cabo, siempre
son negocios, ¿no?

Roberto: Sí, exacto.

20
Berta: ¿El señor está casado?

Roberto: No.

Berta: ¡Pues debería!

Roberto: ¿Por qué?

Berta: El señor todavía está de buen ver.

Roberto: Gracias.

Berta: Pero la vejez llega pronto.

Roberto: Sí, ya… pero todavía falta para eso.

Berta: Eso es lo usted cree… Pero debería casarse mientras esté a tiempo.

Roberto: Ya que insistes, te diré que está en mis planes, pero voy a esperar un poco.

Berta: Se equivoca el señor.

Roberto: ¿Por qué? Además, tu jefe tampoco se ha casado.

Berta: Sí, pero para llevar su ritmo de vida hay que ser muy hábil, además que él es de
constitución fuerte…

Roberto: ¿Y quién te ha dicho que yo…?

Berta: No, no, señor… Eso es algo que se nota, así, a simple vista…

Roberto: ¿Eh? Pero bueno, ¡déjame en paz!

Berta: De acuerdo, señor, como usted mande.

Roberto: ¡Qué pesada! ¡Hay que ver!

Berta: Ya veo, señor.

Roberto: ¡Adiós!

Berta: Adiós. (Se queda)

Roberto (más fuerte): ¡Adiós!

Berta: Adiós señor.

Roberto: ¡Pero bueno! (sale de frente al público)

Berta: Acaba de llegar de su islita y quiere hacerse el listillo.

(Sale. La puerta se abre en el fondo y aparece Marlene vestida de azafata, habla con acento
alemán)

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Marlene: ¡Liebling! ¡Cariño! ¡Cariiiiiiiiño!

(Entra por la puerta principal, baja del escalón hacia el lado derecho y echa un vistazo, vuelve
para cerrar la puerta principal, aparece de nuevo, va hacia la puerta por donde salió Berta,
llama: “¿Berta?”, vuelve a cerrar y justo cuando se dispone a entrar en su habitación, Berta
aparece)

Berta: ¡Ah, señorita…! (Marlene se gira y Berta dice al mismo tiempo) ¡Fraulein Marlene…!

Marlene: ¡Bert!

Berta: ¿Ya está en casa, Fraulein?

Marlene: ¡Sí Bert!, ¿No es estupendo? ¿Bernardo está por aquí?

Berta: No, no, salió por… trabajo…

Marlene: OK.

Berta: Pero… no creo que tarde.

Marlene: ¿Estás segura?

Berta: A esta hora no creo que le queden muchas cosas por hacer… y si, además, sabía que
usted venía… Bueno, aunque no tan pronto, porque no estaba aquí cuando usted llamó…

Marlene: ¿Estaba contento?

Berta: ¡Claro que estaba contento! Está encantado (Para ella) A ver cómo sale de esta…

Marlene: ¿Crees que está tan enamorado como yo?

Berta: Eso no lo sé, Fraulein…

Marlene: ¿Te habla de mí cuando yo no estoy?

Berta: ¡Claro! Pero como no sé cuánto quiere la señorita al señor, no puedo saber si el señor
quiere a la señorita por igual. ¿Entiende Fraulein?

Marlene: ¡Pero si tú sabes que estoy loca por él!

Berta: Entonces, el señor también está loco por usted.

Marlene: ¿Sabes que me voy a quedar tres días?

Berta (sin ganas): ¡Ah! Estupendo…

Marlene: Es como si hiciera un mes que no veo a mi liebling. Los días se me hacen eternos
cuando no estoy en sus brazos… ¿Y a él, Bert?

Berta: ¡Ah! Como le diría yo… él se queda…

Marlene: ¿Desamparado?

Berta: Eso es. ¡Desamparado! ¡Por supuesto! Eh… desamparado.

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Marlene: Es que yo, cuando estoy en Zurich o Melbourne, siempre pienso en nuestra casita y
en mi Bernardo que me espera.

Berta: Qué cosas.

Marlene: ¡Sí! Y escucho canciones de amor. Miro las estrellas y la luna en el cielo. Pienso en
mi amor y me da la impresión de que nos estamos mirando a los ojos a través de la estela de los
cometas y los meteoritos…

Berta: Ya… ya…

Marlene: Es todo tan romántico que me vuelve loca.

Berta: Sí, eso es, loca.

Marlene: ¿Bernardo también las mira?

Berta: ¿El qué?

Marlene: La luna, las estrellas… cuando yo estoy volando.

Berta: ¡Ah! Seguro que echa un vistazo de vez en cuando, pero la verdad es que no me lo
cuenta.

Marlene: Claro que no. Esas cosas no se cuentan. Tienen que permanecer en el fondo del
corazón.

Berta: Más le vale.

Marlene: Pero a ti te lo puedo contar… Sabes de lo que estoy hablando… Eres una mujer…

Berta: ¡Y una sirvienta! Y, créame Fraulein, las sirvientas sabemos todo y no decimos nada. ¡A
las sirvientas nunca se les pregunta su opinión!

Marlene: ¡Pero tú Bert! ¡Tú eres otra cosa!

Berta: Que no, que no…

Marlene: ¡Qué sí!

Berta: Si usted lo dice…

Marlene: Estoy segura. Eres la guardiana del hogar… ¡Una doncella de este templo!

Berta: Bueno…

Marlene: Eres una joven virgen.

Berta: ¡Tampoco hay que exagerar!

Marlene: ¡Sí! ¡Eres la joven virgen de la leyenda de Graal y los Nibelungos! Mantienes
encendida la llama de la pasión de mi Bernardo que espera mi regreso…

Berta: Todo eso es muy bonito, pero…

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Marlene: ¡Estoy tan enamorada! Cada vez que vengo lo quiero todavía más y cuando me voy
me quedo destrozada…

Berta: La compadezco. ¡Pobre Fraulein!

Marlene: Eso es cuando me voy… pero cuando vuelvo y estoy otra vez en casa, me regenero…
renazco…

Berta: Es usted muy pasional.

Marlene: Más que eso, ¡Soy la pasión en persona!

Berta: Sí, sí… De todas formas no derroche tanta pasión. Guarde un poco de ese entusiasmo
para cuando el señor vuelva…

Marlene: Sí, tienes razón… He olvidado mis cigarros. ¿Te importaría ir a comprarme una
cajetilla?

Berta: En seguida. Vuelvo en 5 minutos.

Marlene: Gracias. Voy a dejar mis cosas en lo que vuelves… Estoy como loca de contenta,
Bert, ¡como loca!

Berta: Yo también, Fraulein, yo también (sale)

(Marlene entra a la habitación de la derecha y cierra la puerta. Roberto sale de la habitación


con un periódico de la región de donde es, se sienta en el sillón dando la espalda a la puerta
que Marlene abre. Sale Marlene, sin gorrito, ni bolso, ni chaqueta. De repente ve a Roberto de
espaldas y se le echa encima)

Marlene (se abalanza sobre él): ¡Mi amor! ¡Mi amor querido! (se da cuenta): ¡Ay! ¡Disculpe!

Roberto: Disculpada…

Marlene: Pero… pero… ¡lo siento mucho!

Roberto: No lo sienta, señorita… no lo sienta… ¡Todo lo contrario!

Marlene: ¿Pero qué hace usted en mi casa?

Roberto: ¿En su casa? Querrá decir en casa de Bernardo…

Marlene: ¿Cómo?

Roberto: Me presento: Roberto Cabrera.

Marlene: Encantada…

Roberto: Yo también señorita (se estrechan la mano) ¿y usted es…? ¿Marlene?

Marlene: ¿Bernardo le ha hablado de mí?

Roberto: ¿Cómo? ¿Que si me ha hablado de usted? Que si Marlene esto… que si Marlene lo
otro…

24
Marlene: ¡Qué encanto! Pero, ¿por qué está usted aquí sin él?

Roberto: Pues… como ha tenido que salir me ha dicho que le espere… es que he llegado de
Fuerteventura de improviso y…

Marlene (encantada): ¡No me diga! Mi madre también vive en Fuerteventura…

Roberto: ¿Ah sí?

Marlene: ¿De donde?

Roberto: De Puerto del Rosario.

Marlene: Ah. Mi madre vive en Corralejo.

Roberto: Lo siento, hubiese sido una vecina estupenda.

Marlene: Es usted muy amable.

Roberto: Lo digo totalmente en serio, señorita.

Marlene: Puedes llamarme Marlene, como eres amigo de Bernardo…

Roberto: Tú llámame Roberto.

Marlene: De acuerdo Roberto. Sólo una cosa…

Roberto: Dime.

Marlene: No le digas a Bernardo que te besé, ¿vale?

Roberto: Desgraciadamente fue un error.

Marlene: Un error… sí, de todas formas, no me gustaría que en ningún momento pudiera
pensar que…

Roberto: No te preocupes, no le diré nada.

Marlene: Muchas gracias… si no me hubiese equivocado, no le habría besado…

Roberto: Por desgracia ya lo olvidé.

Marlene: Eres todo un caballero.

Roberto: Desde luego… ¿pero no podrías repetirlo a cambio de mi silencio y discreción?

Marlene: ¿Repetirlo?

Roberto: Sí, el beso. Me gustó tanto…

Marlene: Eso es porque no te lo esperabas. Fue gracias al factor sorpresa.

Roberto: Mmmm… Puede ser… pero también podría haber sido una sorpresa desagradable.
Pero no, fue de lo más agradable. Y yo no pude disfrutarla… por eso no me importaría repetir…

25
Marlene: ¿Repetir?

Roberto: Sólo una vez.

Marlene: Yo no lo puedo repetir. ¡Sería horrible! Ya no sería un error y tendría remordimientos


durante el resto de mi vida.

Roberto: Tampoco hay que exagerar.

Marlene: Ya veo que no conoces el corazón de las alemanas.

Roberto: La verdad es que no.

Marlene: Por eso no sabes lo que es la conciencia del bien y del mal.

Roberto: Pero, la prometida siempre besa a los mejores amigos de su prometido…

Marlene: ¡Pero no en la boca!

Roberto: Sin embargo, en México…

Marlene: ¡Pero yo soy alemana! Y creo que no estaría bien por nuestra parte que nos dejáramos
llevar por el juego del amor.

Roberto: ¿Por un beso? Si no tiene la mayor importancia…

Marlene: ¿Y entonces por qué insistes tanto?

Roberto: Porque… porque… ¡los dos somos de Fuerteventura!

Marlene: ¡Yo no soy de Fuerteventura, mi madre vive en Fuerteventura y además no en el


mismo pueblo!

Roberto: Corralejo… Puerto del Rosario… ¡Sigue siendo la misma isla! Tendrías que tomarte
ese único beso como…

Marlene: ¡Sería el segundo!

Roberto: El primero no cuenta. Tendrías que tomarte ese beso, como un beso de bienvenida.

Marlene: ¡Vaya con los canarios!

Roberto: Pues si todas las alemanas son como tú…

Marlene: ¡Pero yo estoy con Bernardo!

Roberto: ¿Y? Él tiene muchísima más suerte que yo. ¡Ah! Y si estuviéramos en México hace
tiempo que me habrías besado sin pensártelo. No se puede negar: México es un gran país... y
los mexicanos son gente maravillosa. ¡Ellos sí que saben de estas cosas!

Marlene: ¡Y los alemanes también!

Roberto: ¡Buah!

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Marlene (le besa bruscamente y se aparta): ¡Ahora no puedes decir lo contrario! ¡Alemania
también es un gran país!

Roberto: ¡Si… si! Tengo que reconocerlo…

Marlene: ¿Lo ves? Bueno. Me voy a mi habitación a esperar a Bernardo.

Roberto: ¿Cómo? ¿Te vas?

Marlene: No es que me vaya, ¡es que te dejo! No vaya a ser que me convenzas de que en
México las novias besan 25 veces en la boca a los mejores amigos del novio y ¡eso sí que no me
lo creo!

Roberto: Ahora que lo dices, me han contado algún caso…

Marlene: ¡Cállate! ¡Lo que haces no está bien!

Roberto: No tengo malas intenciones…

Marlene: Estás mintiendo.

Roberto: Lo que pasa es que tienes miedo de que te convenza…

Marlene: ¡No! Pero eres encantador, simpático… por eso que no me fío. Además, yo estoy
enamorada de Bernardo. Así que… adiós.

Roberto: Pero…

(Entra a la habitación de la derecha y cierra la puerta, en es mismo momento entra Berta con
los cigarros)

Berta: Aquí está el paquete…

Roberto: ¿Qué?

Berta: Los cigarros de Marlene… Por cierto, se me olvidaba decirle que Marlene llegó… la
alemana.

Roberto: Ya la vi.

Berta: ¿Ah sí? ¿Está en su habitación?

Roberto: Sí

Berta (pasando): Bueno.

Roberto: Deja, deja…yo se los llevo.

Berta (le mira de forma desconfiada): ¿Usted?

Roberto: Que sí.

Berta (le da los cigarros): Por lo que veo el señor ya se ha presentado…

Roberto: Sí… sí… Ya nos presentamos…

27
Berta: Entonces, el señor quiere llevarle los cigarros…

Roberto: Sí, pero… ¿no tenías nada que hacer por ahí?

Berta: No, nada. Ahora mismo no tengo nada que hacer.

Roberto: ¿No?… ¡pues váyase de todas formas!

Berta: ¿El señor quiere que me vaya?

Roberto: Sí te lo digo es por algo…

Berta: Parece que el señor tiene algún motivo por el que quiere que me vaya.

Roberto: No… no… no es que tenga ningún motivo… ¡pero aquí no te queda nada por hacer!

Berta: Y allí tampoco.

Roberto: ¡Pues busca algo! Entonces, ¿a qué estás esperando?

Berta: A nada señor. (Se aleja) A nada…, a nada…, a nada… (Berta entra a la cocina)

(Roberto toca y abre la puerta de la derecha)

Voz de Marlene: ¿Quién es?

Roberto: Soy yo, Roberto

Voz de Marlene: No… estoy descansando… ¡déjame!

Roberto: Tengo tu caja de cigarros.

Voz de Marlene: Ah bueno… ¡Entonces entra!

Roberto: ¡Allá voy! (Entra)

(Un momentito después)

Voz de Marlene: ¡Ah, no, no! ¡No irás a empezar con lo mismo!

Voz de Roberto: Pero por qué no…

Voz de Marlene: ¡Debería darte vergüenza!

Roberto (aparece como si le hubieran empujado): Pero…

(La puerta se cierra de un portazo justo cuando Bernardo aparece con Mónica en la puerta de
entrada del vestíbulo)

Bernardo: Hemos vuelto…

Roberto: ¿Ustedes?

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Mónica: Sí, ya ves… Al final el cambio previsto se ha hecho de repente. Me han destinado al
nuevo 747 y no empiezo mi turno hasta mañana…

Roberto: ¿Ah sí?

Mónica: ¡Qué chachi! ¿No?

Roberto: Muy chachi, sí, sí…

Bernardo: Y por eso hemos vuelto.

Roberto: ¡Ya veo!

Bernardo: ¿Entonces? ¡Has puesto una cara!

Roberto: ¿Yo?

Bernardo: ¡Sí! ¡Pareces preocupado!

Mónica: ¿No te alegras de volver a verme?

Roberto: Sí, sí, claro…

Mónica: Cenaremos todos juntos… y yo dormiré con mi amorcito querido.

Bernardo: No sé si va a poder ser… estaba comentándole ahora mismo que sería divertido que
nos fuéramos a pasar la noche a la playa…

Roberto: ¡Sí, sí! Sería una buena idea… ¡Una idea fantástica!

Mónica: Pero, ¿por qué a la playa?

Bernardo: Bueno a la playa o a cualquier otro sitio… ¡Creo que sería genial! Así cambiamos
un poco de aires…

Mónica: ¡Con lo bien que se está en casa!

Roberto: Sí, sí… claro. Pero en la playa pueden dar un paseo…

Mónica: No te digo que no, pero para una vez que vienes, no te vamos a dejar solo.

Roberto: No se preocupen por mí, váyanse… Yo soy… un lobo solitario… Estoy


acostumbrado. Tiren EN SEGUIDA para allá.

Bernardo: ¿En seguida? Mejor después de la cena, sobre las once…

Roberto: ¡Mejor que no!

Bernardo: ¿Cómo que no? No tenemos ninguna prisa.

Roberto: ¡Sí!

Mónica: ¿Cómo que sí?

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Roberto (insistiendo mucho): Sí, bueno… lo que quiero decir es que cenar en la playa, en esta
estación del año… ¡Es tan romántico! ¡No se lo deberían perder!

Mónica: Sí, sí… pero prefiero quedarme aquí. (A Bernardo) ¡No estoy casi nunca! Tengo que
aprovechar las pocas ocasiones…

Bernardo: Bueno, puede que nos quedemos a cenar… pero pasar la noche en la playa nos va a
venir muy bien… Nos iremos sobre las once…

Roberto: ¡SE TIENEN que ir a cenar! Eso les vendría todavía mejor… Mucho mejor… (A
Mónica) De verdad, ni se lo imaginan… Además, ahora que me fijo, ¡estás un poco paliducha!

Mónica: ¿De verdad?, voy a retocarme un poco (se dirige a la puerta de la habitación).

Roberto (abalanzándose): ¡No!, ¡no!

Bernardo: ¿Qué? ¿Qué pasa?

Roberto (delante de la puerta): No vale la pena que vaya a retocarse. (Mónica) Lo que pasaba
es que no te daba bien la claridad… estaba a contra luz. Ahora que te veo bien, estás perfecta.

Mónica: De todas formas… un poco de colorete…

Roberto (delante de la puerta de la derecha): No, no… hazme caso, no cambies nada… ¡Estás
estupenda tal cual!

Mónica: Qué amable.

Bernardo: Esto sí que es un buen amigo, ¿eh?

Roberto: No lo sabes tú bien.

Mónica: ¿Todavía no sabes, querido Roberto, que una mujer debe retocarse antes de cenar?

Roberto: Sí… las otras mujeres puede ser… ¡Pero tú no! ¡Tú estás guapísima, maravillosa!

Mónica: Si no fueras amigo de Bernardo, pensaría que te estás declarando…

Bernardo: Te estás poniendo muy nervioso… ¡Tranquilízate un poco!

Roberto: ¡Pero si estoy muy tranquilo! Lo único que digo es que ustedes dos tienen cara de
querer ir a cenar y a pasar la noche a la playa…

Bernardo: Tiene razón… por lo menos a pasar la noche… Nos iremos sobre las once…

Mónica: No sé por qué de repente insistes tanto, tú que odias la playa…

Bernardo: Sí, odio la playa pero…

Roberto: ¡Pues no deberías!

Bernardo: Sí, no debería. Y por eso alguna vez que otra… cuando se presenta la ocasión…

Roberto: ¡Una ocasión como esta!

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Mónica: Voy a terminar por pensar que te molesta que me quede en mi casa.

Roberto: Pero cómo puedes pensar eso.

Bernardo: Sí, cómo puedes pensarlo. Lo dice por tu bien.

Roberto: ¡Eso es! ¡Y por el tuyo también!

Bernardo: La verdad que una noche en la playa, con la ventana abierta bajo la luna y las
estrellas…

Mónica: ¡Ay! ¡Qué romántico!

Roberto: ¡Tienen que irse en seguida! El tiempo es oro.

Bernardo: Te preocupas más de la cuenta.

Roberto: Te he dicho que lo hago por ti. Al fin y al cabo no es asunto mío.

Mónica (se dirige otra vez a la puerta de la derecha): Bueno. Voy a retocarme.

Roberto: ¡Que no!

Mónica: ¿Cómo?

Bernardo: Si insiste, déjala... No hay que hacer enfadar a las mujeres.

Roberto: ¡Que no!

Bernardo: ¿Por qué?

Mónica: Sí, ¿por qué?

Roberto: Lo siento pero deberías entenderlo.

Bernardo: ¿Entender el qué?

Mónica: Sí. ¡Yo no entiendo nada!

Roberto: Pues que cuando yo llegué, tú me dijiste: “¿Qué tal te va, Roberto?... ¡Me alegro de
verte!” ¿No es cierto?

Bernardo: Si.

Roberto: Y también dijiste: “Haz como si fuera tu casa (Señalando la habitación de la derecha)
Quédate en esta habitación…”

Mónica: ¿Nuestra habitación?

Bernardo: ¿Qué yo he dicho eso?

Roberto: ¡Palabra por palabra!

Bernardo: ¡Qué no! Lo que yo te dije…

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Roberto: ¡Bernardo! ¡Me estás llamando mentiroso!

Bernardo: No, no… Pero te estás confundiendo… Esa es mi habitación, bueno, de Mónica y
mía…

Roberto: Además dijiste: “¡Quédate en mi habitación, estás en tu casa!”

Bernardo: No me acuerdo.

Roberto: ¡Entonces es que eres corto de memoria!

Bernardo: Bueno, puede ser… Pero ahora que está Mónica, la cosa cambia. Así que
devuélvenos la habitación.

Roberto: ¡Pues no!

Mónica: Pero ¿por qué?

Roberto: Tengo el cuarto hecho un desastre… y me incomoda enseñar mi intimidad así como
así.

Mónica: No te preocupes, no voy a mirar tus cosas.

Roberto: Te creo, pero me incomodaría igual. Ponte en mi lugar… Tengo las maletas abiertas…
está todo desordenado…y verte así de guapa, entrando en mi habitación… Entiéndeme. Estudié
en un colegio de curas.

Mónica (coge su bolso y se va a la habitación de enfrente): Bueno, si te lo vas a tomar así… (A


Bernardo) Que simpático tu amiguito. (Sale)

Bernardo: Pero ¿qué te pasa? ¿Te has vuelto loco?

Roberto: ¿Y Marlene? Tu alemana… ¿ya te olvidaste de ella?

Bernardo: ¡No, no! Pero tampoco hay que afanarse, ella llega a las once y media…

Roberto: Si hombre…

Bernardo: Acuérdate, llamó para decir que llegaba tarde.

Roberto: Sí… y cuando salimos, volvió a llamar para decir que llegaría antes.

Bernardo: ¿Sí? ¿Y a qué hora llega?

Roberto: ¿A qué hora? ¡Ya está aquí! (señala la habitación de la derecha)

Bernardo: ¡Me cago en la…! ¡Pero cómo no me lo has dicho antes! ¡Imbécil!

Roberto: ¿Imbécil? ¿Cómo te lo digo? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Delante de la otra? Llevo media
hora intentando que te vayas a cenar a la playa. Pero tú… ¡tú quieres ahorrar y cenar en casa!

Bernardo: Cómo querías que lo supiese…

Roberto: Tienes que leer entre líneas. ¡Me jode que te pongas así!

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Bernardo: Sí, vale, vale, vale.

Roberto: Cómo que vale, vale, vale. Tendrías que agradecerme todos los esfuerzos que estoy
haciendo para salvar la situación… y en vez de eso, ¡me echas una bronca!

Bernardo: Que sí…

Roberto: Cómo que sí… ¡Esto es el como! ¡Al final soy yo el que se lleva la bronca! Estoy
harto… Encima que me mato para salvarte el culo… Me largo… ¡Arréglatelas con tu harén
porque yo me voy a un hotel!

Bernardo: ¡No te pongas histérico! ¡Que no cunda el pánico! ¡No es el momento de perder la
calma!

Roberto: ¿Yo? Yo no estoy nervioso, estoy tranquilísimo… ¡eres tú el que estás alterado! ¡No te
faltan razones! Eso te pasa por listillo, búscate la vida. ¡Que te diviertas!... y hasta siempre
amigo… (Se dispone a salir)

Bernardo: ¿Qué? No serás tan cabrón como para dejarme aquí…

Roberto: ¿Que soy un cabrón? (bajo el dintel de la puerta)

Bernardo: ¡No, no! ¡No quería decir eso! Escucha…

Roberto: ¡Olvídame!

Bernardo: Roberto… amigo. ¡Perdóname!

Roberto: ¿Te estás disculpando?

Bernardo: ¡Me estoy disculpando!

Roberto: ¿De verdad?

Bernardo: ¡De verdad!

Roberto: Entonces, me quedo. (entra y cierra la puerta)

Bernardo: ¡Gracias, amigo! (Se dan un abrazo)

Roberto: No hay de qué.

Bernardo: ¿Y ahora? ¿Qué hacemos? ¿Qué se hace en estos casos? Esto nunca me había
pasado… ¡nunca!

Roberto: La verdad es que no es muy normal. ¡Pero cálmate! A ver cómo lo arreglamos. Tú te
largas con Mónica antes de que Marlene salga del cuarto. Y yo le digo a Marlene que te surgió
algo en el trabajo.

Bernardo: ¡Perfecto! Tú te encargas de Marlene y yo me llevo a Mónica a la playa. Mañana por


la mañana, Mónica coge su avión y aquí no ha pasado nada.

Roberto: ¡Sí! Pero que esta vez coja su avión de verdad, porque la alemana se queda tres días.

Marlene (sale de la habitación de la derecha): ¡Mi amor! ¿Estabas aquí?

33
Bernardo: Sí, acabo de llegar.

Marlene (se abalanza sobre él): ¡Qué alegría!

Bernardo: ¡Sí! La pena es que tenga que salir enseguida.

Marlene: Oh.

Bernardo: Lo siento.

Marlene: Pues te acompaño.

Bernardo: Imposible

Roberto: ¡Sí! ¡Imposible!

Marlene: Pero ¿Por qué se mete el pesado de tu amigo?

Bernardo: Ah ¿ya se conocen?

Marlene: Sí… sí… ¿entonces puedo ir contigo?

Bernardo: Ya sabes cómo son los negocios…

Marlene (a Roberto): ¿Te importa dejarnos solos?

Roberto: ¿Yo?

Marlene: Sí (señala la puerta de enfrente). ¡Vete a tu habitación!

Roberto: ¿A mi habitación?

Marlene: ¡Sí!

Roberto: ¡Cómo no!

Bernardo: Pero puede quedarse… no nos molesta. Además, me tengo que ir.

Berta (entra): ¡Ah! ¿El señor ha vuelto?

Bernardo: ¡Ya ve!

Berta: Marlene le ha dado una sorpresa al señor llegando antes ¿eh?

Bernardo: La verdad es que sí.

Berta: ¿Van a cenar?

Bernardo: No, no… yo no puedo. Pero Roberto cenará con Marlene… ¿verdad cariño?

Marlene: ¿Sin ti?

Bernardo: Sí, pero volveré dentro de un ratito, vamos… en cuanto pueda.

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Marlene: Entonces no quiero cenar. Voy a darme un baño y te esperaré en la cama.

Bernardo: Está bien, como quieras.

Marlene: Estoy loca por ti… ¿Ya sabes que me voy a quedar tres días?

Bernardo: ¡Qué buena noticia!

Roberto: Pues sí… sí que es una buena noticia.

Marlene (pasa por delante y se dirige al cuarto de baño): ¿Y a ti qué te importa?

Roberto: Me alegro por ustedes.

Bernardo: Es muy amable de su parte… Así participa…

Berta: ¡Yo también señor! ¡Yo participo!

Bernardo: Sí… sí… Ve a bañarte, cariño… antes de irme iré a darte un beso de despedida.

Marlene (se dirige otra ve a él): Un pequeño adelanto, por favor.

Roberto (nervioso): ¡Rápido! ¡Rápido!

Marlene: ¿Rápido? ¿Por qué rápido?

Bernardo: Tiene razón. Me están esperando. (la besa) ¡Ya está! (La acompaña, más bien, la
empuja al cuarto de baño) ¡Disfruta del baño!

Marlene: Sí, mi amor (Entra en el cuarto de baño y cierra la puerta, en ese momento se abre la
puerta de la habitación de enfrente)

Mónica (entra): La verdad es que me hacía falta un poco de colorete…

Berta: ¿Cómo? ¿La señorita todavía está aquí?

Mónica: Sí, Berta… Ya ves… Al final mi vuelo sale mañana.

Berta: ¿Mañana? Dios mío… ¿La señorita también está aquí? (Señala vagamente el cuarto de
baño)

Bernardo: Pero es que no la estás viendo….

Mónica: ¿También? ¿Cómo que también?

Berta: También… con el señor… y el señor… pues… ¡también! ¡Ay Dios! (se marea)

Bernardo: ¿Qué te pasa? ¿Estás bien?

Berta (se desmaya): ¡No muy bien, señor…!

Roberto (a Bernardo, ordenando): ¡Tráele un coñac!

Mónica: ¡Parece como si hubiera tenido un shock!

35
Bernardo (a Mónica): No lo creo…

Roberto: ¡Toma! ¡Bébete esto! (le da un vaso a Berta y bebe)

Berta (bebe): Gracias señor.

Roberto (a Bernardo) ¡Venga, tira! (A Mónica) ¡Márchense!

Bernardo: ¿Eh? ¡Ah sí!... ¡Vámonos!

Mónica: ¿A dónde?

Bernardo: Pues… ¡A cenar fuera!

Roberto: Bajo la luz de las estrellas…

Mónica: ¡No! Prefiero quedarme aquí, ya te lo he dicho…

Bernardo: ¿Pero por qué? Pero si me apetece muchísimo… Y de paso aprovecho para arreglar
unos asuntos…

Mónica: ¡Pues vete tú! Yo te espero aquí, que tu amigo me hará compañía…

Roberto: ¡No puede ser!

Mónica: ¿Por qué no?

Roberto: Porque… ¡porque yo también tengo que salir! Y además, tengo un dolor de cabeza…

Mónica: ¡Pues te esperaré aquí sola y punto! Me apetece quedarme en casa.

Bernardo: Pareces un caracol, quieres estar siempre dentro de casa.

Mónica: ¿Cómo puedes decirme eso? ¡Yo que hago 30.000 kilómetros al año mientras que tú
no sales de estas cuatro paredes!

Bernardo: Bueno, es una forma de hablar…

Mónica: Más te vale… ¡para una vez que me puedo quedar, deja que me haga cargo de la casa!
¿Berta? ¿Estás mejor?

Berta: Sí señorita… Me ha dado un bajón… A veces me pasa. Demasiado trabajo.

Bernardo: ¡Seguro que por eso no es!

Roberto: Que sí, que sí… que seguro que es eso… dejémosla descansar un poco.

Berta: Qué compresivo es el señor.

Mónica: ¿Qué preparaste para esta noche?

Berta: ¿Para esta noche?

Mónica: Sí, para cenar.

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Berta: ¿La señora se quedará a cenar?

Roberto: No…

Mónica: ¡Que sí!

Bernardo: Vamos a salir.

Roberto: Yo también tengo que salir… ¡nos vamos todos!

Berta (a Bernardo hablándole de Roberto): Pero si el señor me acaba de decir que se quedaba a
cenar.

Roberto: ¡He cambiado de opinión! ¿Tengo derecho, no?

Bernardo: Sí… cambió de opinión… ¿Tiene derecho, no?

Berta: ¡Claro, claro!

Mónica: Entonces, ¿qué hay para cenar?

Berta: Frankfurt y codillo.

Mónica: ¿Y eso?

Berta: ¡Es lo que estaba previsto en el programa! ¡No puedo hacer más!

Mónica (A Bernardo): ¿Fuiste tú quien le dijo que preparara eso?

Bernardo: Sí… No… Ya ni sé… ¡Ah sí! ¡Fue él!

Roberto: ¿Yo?

Bernardo: De todas formas, la cocina no es lo mío.

Mónica: ¿Y no hay otra cosa?

Berta: Pues no… ¡Pero es un codillo estupendo! ¡De lo mejorcito! ¡Y las salchichas están de
rechupete!

Bernardo: Ahora que me acuerdo. Por eso tenía tanto interés en que cenáramos fuera. ¡Porque
había codillo y sé que a ti no te gusta!

Mónica: ¿No decías que tenías unos asuntos que arreglar?

Roberto (a Bernardo): Pero puedes solucionarlos en otro momento ¿no?

Bernardo: Sí claro, claro, puedo solucionarlos en otro momento ¡Uy, si todos los problemas
fueran como ese!

Roberto: Entonces váyanse a la playa.

Bernardo: Sí… vamos…

Roberto: No hay nada como la noche en la playa… es algo…

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Mónica: ¡Ah no! Volveremos aquí después de la cena.

Bernardo: Ya veremos… ya veremos… Venga, vamos… me muero de hambre y de aquí a que


lleguemos…

Mónica (a Roberto): ¿Te vienes con nosotros?

Roberto: ¡Sí!

Bernardo: ¡No, no! ¡Él se queda aquí!

Roberto: ¿Yo?

Bernardo: ¡Sí, tú!

Mónica: Entonces, ¿ya no tienes que salir?

Roberto: ¡No, no…! ¡Al final no tengo que salir! ¡Me quedo aquí!

Bernardo: Me parece bien… ¡Venga, vámonos!

Mónica: ¡Ay! ¡Mi bolso! (Entra en la habitación del fondo y cierra la puerta)

Bernardo: ¡Qué estrés!

Marlene (sale del cuarto de baño): ¡Ya estoy, querido!

Bernardo: ¡Shhhh!

Roberto: Más bajo, más bajo… (Señala a Bernardo) Tiene dolor de cabeza.

Bernardo: ¡Sí! ¡No hagas ruido!

Marlene: ¡Oh cariño! Voy a traerte una aspirina.

Berta: Tráigame una a mí también.

Bernardo: No… no… ya se me está pasando…

Marlene: Ven que te cuido.

Bernardo: ¡No, no!

Roberto: No le molestes… ¿Qué quieres ahora?

Marlene: Venía a decirles que iba a darme una ducha…

Roberto: Sí, eso. Métete tú en la ducha que vaya una ducha que nos estamos llevando nosotros.

Bernardo: ¡Ya lo creo!

Marlene: ¿Por qué dicen eso?

Roberto: Nada… nada…

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Bernardo: Venga, vete… ¡pero vete ya que está refrescando!

Marlene: ¿Tú no te ibas?

Bernardo: Si. Ya me voy… dentro de un rato… (La empuja al cuarto de baño y justo entra
cuando Mónica sale de la habitación con el bolso. Bernardo encadena cantando). Dentro de un
rato… (Cierra la puerta del cuarto de baño). Dentro de un rato estaremos en la playa…

Berta (señala la botella y se sirve): ¿Con su permiso, señor?

Bernardo: ¡Sírvase!

Roberto: Creo que yo también voy a necesitar una copa. (Se sirve)

Mónica: ¿Te sientes mal?

Roberto: Todo me da vueltas…

Berta: Se acerca otro temporal, seguro…

Roberto: Sí, seguro…

Mónica: Si se avecina un temporal… ¡mejor nos quedamos en casa!

Bernardo: ¡Que no! ¡Que no! ¡No nos podemos perder la tormenta en la playa! Pasa tú primero
mi amor, y dejemos que estos flojos se recuperen.

Mónica (a Roberto): Entonces, hasta luego…

Roberto: Eso... eso…

Bernardo: Voy en seguida, cariño.

(Mónica sale)

Roberto: Arréglatelas para quedarte con ella en la playa.

Bernardo: Sí, no te preocupes, no volveremos por aquí. Me estoy volviendo loco.

Roberto: Sólo nos falta eso, que te vuelvas loco.

Mónica (entra): Mira Bernardo, ¡o vienes ya, o no nos vamos! (Vuelve a salir)

Marlene (sale del cuarto de baño): Está muy caliente.

Bernardo: ¿El qué?

Marlene: El agua…

Roberto: ¡Pues sóplala!

Marlene: ¿Te vas?

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Bernardo: Vuelvo en seguida (Señala a Roberto) Pero él se queda. ¡Es un encanto! ¡Hasta
luego!

Marlene (al mismo tiempo que Bernardo): ¡Hasta luego!

(Bernardo sale y Marlene entra en el cuarto de baño)

Roberto (se sienta): ¡Uf!

Berta: Nos va a dar un infarto. Me duele reconocerlo, pero nos acaba de salvar el pellejo. Le
felicito. ¡A su salud!

Roberto: ¡A la suya!

(Suena el teléfono)

Berta: ¡Otra vez! (descuelga) ¿Quién es? Sí, sí… es aquí ¿Perdón? ¿Un mensaje de parte de la
señorita María González? Sí… tomo nota… En vez del lunes, vuelve hoy a las 22 horas. ¿Eso es
todo? Gracias (Cuelga, a Roberto) ¿Oyó?

Roberto: ¡Sí!

Berta (le sirve): ¡Tenga! Vamos a coger fuerzas porque me da que vamos a tener mucho trabajo.

Roberto: Estoy convencido.

Berta: ¿Entonces qué? ¿No me negará que esto no es trabajo para una sirvienta?

Roberto: ¡Ja! Para una sirvienta no sé, pero para un hombre de verdad, ¡esto es el paraíso!

Cae el telón y acaba el segundo acto.

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TERCER ACTO III

Marlene saliendo del comedor seguida de Roberto.

Marlene: Venga ya, ¿crees que no me doy cuenta de tus artimañas? Llevas toda la noche
guiñándome el ojo y lanzándome esas sonrisitas entupidas.

Roberto: ¡Qué va!

Marlene: ¡No lo niegues! ¡Estás tratando de ligar conmigo descaradamente! ¡Das vueltas a mí
alrededor como las abejas sobre la miel!

Roberto: Eso es porque me gustas mucho.

Marlene: ¡No! ¿No me oyes? ¡Se acabó! Pero ¿qué modales son esos? Eres un sinvergüenza
por quererte enrollar conmigo. ¿Quieres que salga? De acuerdo. Voy a salir. ¡Pero sin ti!

Roberto: Escúchame...

Marlene (se va hacia la parte derecha): ¡Qué confianzas son esas! ¡Nada de nada! (Sale y da
un portazo)

Berta (entrando): ¿No parece que esté de muy buen humor?

Roberto: No... no lo está. Pero está tan guapa cuando se enfada.

Berta: ¡Ah sí! Ella sola vale más que las otras dos juntas. Entonces, ¿la señorita se marcha?

Roberto: Sí...

Berta: ¿Pero usted no la acompaña?

Roberto: No quiere.

Berta: Pues lo siento usted, porque le va a tocar recibir a la mexicana.

Roberto: ¿A mí? ¡Ah no!

Berta: ¿Qué quiere hacer entonces?

Roberto: ¡Sí! ¡Es verdad! ¡No voy a dejar tirado a Bernardo!... Además, ¡yo no huyo ante el
peligro! ¡Le planto cara!... (Se gira hacia la puerta de la entrada. María entra vestida de
azafata.

María: ¡Buenas noches!

Roberto: (A Berta) ¿Ya?

Berta: ¡Buenas noches señorita María!

Roberto: ¡Buenas noches!

María: ¡Buenas noches Berti! ¡Ah! ¡Qué bueno es estar otra vez en casa!

41
Berta: Pero... ¿Qué pasó?

María: ¡Pues nada! A esta hora tendría que estar durmiendo tranquilamente en DF., pero a un
huracán que iba camino de Estados Unidos le dio por pasar unas pequeñas vacaciones en
México, eso nos obligó a dar la vuelta en medio del Atlántico... Por eso estoy otra vez aquí.
¿Bernardo no está?

Roberto: No... Salio hace un momento...

Berta: Sí... por negocios...

María: Bueno... Espero que no tenga para mucho rato.

Berta: ¡No, no! ¡Seguro que no tendrá para mucho!

Roberto: Seguro que no...

María: ¡Ay qué bien se está aquí! Está todo tan tranquilo, sin imprevistos, ni sobresaltos...
¿verdad Berti?

Roberto: Nunca mejor dicho, esto es la tranquilidad total.

Berta: ¡Total!

María: Me encanta volver a casa... HOME, SWEET HOME “Hogar dulce hogar” (Deja su
bolso Aerolíneas Mexicanas) ¡Estoy destrozada! (Se dirige hacia la puerta de la habitación de
la derecha)

Roberto (se precipita hacia ella): ¿A dónde vas?

María: A ponerme cómoda... a relajarme.

Berta: A la de frente, a la de en frente,...

María: ¿Cómo que “a la de en frente, a la de en frente”?

Roberto: Que vaya a la de en frente.

María: ¿Yo?

Roberto: ¡Sí!

María: ¿Para qué?

Roberto: Para relajarte.

María: Mi habitación, bueno la de Bernardo y mía, ¡es aquella!

Roberto: Sí, ya... ya... ¡Pero él me la ha dejado!

María: ¿Cómo?

Roberto: Sí, él me ha dicho...

Berta: Sí, ¡es verdad!

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Roberto: Él me ha dicho: “Como María está en México, quédate en mi habitación que es la más
bonita.”

María: ¡Ah! Sí, ¡tiene razón!

Roberto: Y es por eso que todas mis cosas están allí, ¿no es así?

María: Pues nada. Como ya regresé, cámbiese a la de en frente.

Roberto: Imposible.

Berta: Eso, imposible.

María: ¡Pero qué les pasa! Ya les he dicho que estoy aquí otra vez así que: ¡Devuélvanme mi
habitación!

Roberto: Tengo que esperar a que Bernardo vuelva.

María: Ah si, pues ya veremos de parte de quien se pone Bernardo. Me estoy muriendo de
hambre, ¿Qué hay de comer, Berti?

Berta: De primero, salchichas Frankfurt.

María: ¡Perfecto! ¿Hay nata montada?

Berta: Sí, para el postre.

María: No, para ponérselas a las salchichas.

Berta (con cara de asco): ¡Ah, bueno! Para comer con las... ¡Por supuesto!

María (señala la mesa): Ponga la mesa aquí.

Roberto: ¡No, no!

Berta: Sí, sí... Vamos a la cocina, será más cómodo.

María: Pues comeré en la cocina entonces. (entra en la cocina)

(Marlene sale de la habitación derecha, vestida de azafata sin su bolso)

Berta (la ve, y antes de salir detrás de María): ¡Este trabajo, es que este trabajo! (Sale)

Marlene: Estoy lista.

Roberto: Yo también.

Marlene: ¡Ah no! ¡Te suplico que me dejes tranquila! ¡Ya no me fío de ti!... Y voy a salir yo
sola. ¿Está claro?

Roberto: ¿Y qué le digo a Bernardo?

Marlene: Pues que he salido.

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Roberto: Pero me pidió que te cuidara.

Marlene: Pero es que tú tienes una forma muy curiosa de cuidarme, con una luz muy peculiar
en tus perversos ojos castaños.

Roberto: Color miel. Son color miel. Acércate y te darás cuenta de que son color miel.

Marlene: Te creo, te creo (Ve el bolso de María). ¿Qué hace este bolso de MEXICANA aquí?

Roberto (se abalanza sobre el bolso y lo aprieta contra su pecho justo en el momento en el que
Marlene se disponía a cogerlo): ¡Es mío! ¡Mío!

Marlene: ¿Y tú que haces con un bolso como ese?

Roberto: Pues llevar mis cositas... mis cositas de aseo, mi jaboncillo, mi cepillo de dientes, una
muda... y mi brocha de afeitar. Bueno, ya sabes.

Marlene: Qué gracia.

Roberto: ¿El qué?

Marlene: Que le hagas publicidad a una compañía mexicana.

Roberto: No es por nada en especial.

Marlene: Me voy antes de que me embauques otra vez. (Sale al fondo justo cuando María sale
de la cocina)

María (mira a Roberto): Espero que registrar los bolsos de las señoritas no sea una costumbre
canaria, ¿no?

Roberto (que, de forma mecánica, aún sujeta el bolso contra su pecho): ¿Perdón?

María: Te estoy preguntando si has registrado mi bolso.

Roberto: ¿Yo?

María: Sí, tú.

Roberto: ¡Cómo se te ocurre! ¿Por qué me preguntas eso?

María: Porque lo estás estrujando.

Roberto: ¿Yo? (Se da cuenta) ¡Ay, perdón! Discúlpame (sin soltar el bolso)

María: De todas formas, te advierto de que nunca llevo dinero, ¡siempre pago con tarjeta!

Roberto: Pues mira qué bien. Pagar con tarjeta es muy práctico.

María: Aparte de un lápiz de labios, un bolígrafo y alguna ropa para la noche, lo único que
tengo es un poco de dinero mexicano y español para poder pagar los taxis... eso es todo.
¡Créeme!

Roberto: Claro que te creo.

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María: ¡Entonces suelta mi bolso!

Roberto: ¿Eh? ¡Perdón! (Deja el bolso). Era mecánico... lo agarraba de forma mecánica... Lo
dejaste encima del sillón en el que me iba a sentar... Es por eso que cogí el bolso, para no
sentarme encima, por eso... claro...

María: Claro, no creo que nadie vea un bolso y vaya a sentarse encima.

Roberto: Sí... ¡qué tontería! Pero, ¿no pensarías que te estaba registrando?

María (se sirve un güisqui): ¿Quieres tomar algo?

Roberto: Sí, sí… gracias

María: ¿Escocés?

Roberto: Sí... sí... gracias.

María (Mira en la habitación): Pero… (entra)

Roberto: ¿Qué?

María (vuelve con el bolso de Marlene): ¿Qué hace aquí este bolso?

Roberto (se abalanza sobre el bolso): ¡Ah! ¿Este bolso? ¡Pues es mío! ¡Mío!

María: ¿Tuyo?

Roberto: Sí… sí… Ahí guardo mis cositas para el baño, mi pijama… un jaboncillo, una
muda…, mi cepillo y mi pasta de dientes, y ¡mi brocha de afeitar! Bueno, ya sabes…

María (le pone el bolso en las manos): Sí… ya veo que te has instalado muy bien en mi
habitación así que te la cedo. (Cierra la puerta)

Roberto: No, por favor… no quisiera que te molestaras…

María: En absoluto… Y además, voy a regalarte un bolso de MEXICANA para que pongas tus
cosas.

Roberto: Eres muy amable, pero el mío aún me sirve.

María: ¡No voy a permitir que utilices un bolso de una compañía alemana! (Coge el suyo) En el
de la nuestra, hay un bolsillito interior con cremallera, muy práctico.

Roberto: ¿De verdad?

María: ¿Y el tuyo cómo es? (Intenta abrir el bolso que sujeta Roberto)

Roberto: ¡Oh! Pues el mío. Tiene bolsillos… bolsillos por aquí… bolsillos por allá… ¡está
lleno de bolsillos!... ¡Hay bolsillos por todas partes!... ¡Es un bolso con bolsillos!

María: Querido Roberto, espero que hagas el favor de aceptar el que te voy a regalar.

Roberto: Por hacerte el favor… (Deja los dos bolsos sobre la mesa)

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María: ¡Tienes razón! ¡Un hombre debe saber cuando no rechazar el regalo de una mujer!

Roberto: Sí puede ser…

María: ¡Vuelve a decir eso!

Roberto: ¿El qué?

María: “Puede ser…”

Roberto: ¿Por qué?

María: Porque haces un gesto muy bonito con los labios cuando lo dices.

Roberto: ¿Ah sí?

María: Sí… dilo otra vez.

Roberto: ¿Qué diga otra vez qué?

María: “Puede ser”

Roberto: Puede ser.

María: ¡Qué gesto tan bonito haces con los labios! (Se acerca a él)

Roberto: ¿De verdad?

María: Sí… ¡vuélvelo a decir!

Roberto: ¿Otra vez?

María: Sí.

Roberto: Puede ser.

María: Es como los pétalos de una flor que se mueven…

Roberto: ¡Me halagas!

María: No, no, en serio… (Le da golpecitos en el hombro) ¿Has besado alguna vez a una
mexicana?

Roberto: ¡No, no! Nunca se me presentó la oportunidad.

María: ¡Qué pena! Somos muy irracionales, y en el amor también.

Roberto: ¿Sí?

María: ¡Ya verás! (Le besa bruscamente y suena el timbre, Berta entra y cruza el escenario
para ir a abrir, y los ve besándose)

Berta: Esto no es trabajo para una sirvienta. (Sale por el fondo)

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Bernardo: ¡Con todo este lío, se me quedaron atrás las llaves! (Ve a María) ¿Y esto? Berta me
acaba de decir que estabas aquí.

María: Sí, cariño… ¡ya lo ves! ¿Cómo estás?

Bernardo: Bien… bien… ¡pero no tendrías que estar aquí!

María: Llamé por teléfono pero tú ya habías salido… ¡Nos topamos con un huracán!

Bernardo: Bueno… bueno…

María: ¿Y tú? ¿Dónde estabas?

Bernardo: Fuera… con negocios entre manos…

María: Pareces nervioso.

Bernardo: ¡Qué va! (A Roberto) Entonces ¿qué hay de nuevo?

Roberto: La situación está estable.

Bernardo: ¿Los negocios van bien?

Roberto: Por el momento.

María: Exacto, tu amigo y yo estábamos…

Roberto: ¡Hablando! Eso, estábamos hablando en lo que esperábamos a que llegaras.

María: ¡Ya estaba impaciente cariño! ¡Me estaba aburriendo tanto!

Bernardo: Ya ves que llego justo a tiempo. Y así te llevo a pasar la noche a la playa.

María: ¿Por qué cariño?

Bernardo: ¡Se me acaba de ocurrir!

Roberto: ¡Es una buena idea!

Bernardo: Sí, podría ser divertido… Así cambiamos un poco…

María: Pero ya cambiamos cariño. Le cediste nuestra habitación a tu amigo y nos vamos a tener
que acostar allí… Va a ser una locura divertida… (Señala la puerta de la habitación de en
frente)

Roberto: Lo que quiere decir que…

Bernardo: ¿Qué?

Roberto: ¡Que nada! ¡Me habías dicho que esta se oía mucho ruido… y a Berta le dijiste que se
podía quedar allí!

Bernardo: ¿Que yo he dicho eso?

Roberto: Que si, acuérdate…

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María: ¿En lugar de quedarte en su habitación?

Bernardo: ¡Sí, sí! Es verdad… tienes razón… ya me acuerdo. (A María) A Berta también le
apetecía cambiar un poco… Es normal… ¡Tu que estás siempre viajando no te das cuenta! Y
ella quería hacer como que viaja también… pero sin moverse de casa.

María: ¿Y dónde te hubieras quedado tú si yo no hubiera vuelto?

Bernardo (le hace una señal a Roberto): ¿Yo? ¡Pues ahí!

María: ¿En la habitación que da al patio?

Bernardo: Sí, eso es, ahí no se oye ningún ruido… Y como no soporto el ruido, así que me
apetecía cambiar un poco a mí también. ¡Venga! ¡Vámonos a la playa!

María: No cariño, es tarde. Vamos a quedarnos aquí; voy a darme un baño y luego nos
acostamos en la habitación que da al patio. ¡Qué emocionante! ¿No te parece?

Bernardo: ¡Que no!

María: ¡Venga! ¡O haces lo que yo te digo o me quedo a dormir en el sillón!

Roberto: Ah no, no… ¡Eso sí que no!

Berta (vuelve): ¿El señor no necesita nada más?

Bernardo: No, gracias…

María: ¿La cama de la habitación que da al patio ya está preparada?

Berta: No señorita.

María: Y si Bernardo le ha dejado la habitación a su amigo, ¿dónde vamos a dormir nosotros?

Berta: ¿Eh? ¿El señor le ha dejado…? ¡Ah! ¡Ahí! (señala la habitación de enfrente)

María: ¿No querrás que nos quedemos contigo Berti?

Berta: ¿Conmigo?

Roberto: Sí, porque tú te vas a quedar ahí.

Berta: ¿Yo?

Bernardo: ¡Pues claro! ¡Si fuiste tú misma la que me lo pidió!

Berta: ¿Yo?

Bernardo: ¡Sí! ¡Para cambiar de aires!

Berta: ¿Yo?

Roberto: ¡Sí! ¡Yo estaba aquí!

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Bernardo: ¡Sí! ¿Está claro?

Berta: ¡Ah no!

Bernardo: ¡Ah sí!

Berta: ¡Ah bueno!

Bernardo: Así que ¡vete a preparar la habitación que da al patio!

Berta: Está bien señor.

María: Vamos Berti, que te ayudo.

Berta: Muchas gracias, estoy muy cansada. ¡La vida de la sirvienta no es fácil en esta casa!

María: Sí, ya… Si yo estuviera aquí siempre, todo sería distinto.

Berta: ¡Y tanto, señorita! ¡Y tanto!

(Salen a la habitación del patio)

Bernardo: ¿Dónde está?

Roberto: ¿Quién?

Bernardo: ¿Mónica?

Roberto: ¡Y yo que voy a saber! ¡No te la llevaste a la playa!

Bernardo: Lo intenté, pero no hubo nada que hacer… ¡me montó un numerito en el
restaurante!... En medio de la cena, se levanta de repente y se va. Y cuando salí a la calle ¡Ya
había desaparecido!

Roberto: ¡Vaya!

Bernardo: ¿Y Marlene?

Roberto: ¡Dando una vuelta! Quise acompañarla, incluso intenté seducirla…

Bernardo: ¿Qué?

Roberto: No, no te preocupes… sólo para intentar solucionar la situación… Pero no hubo nada
que hacer, se lo tomó muy mal… Está enamorada de ti… y yo ¿qué pinto en todo esto?

Bernardo: Pues nada…, nada…, nada.

Roberto: Pues eso es ¡no pinto nada! ¡Esto es de lo más incómodo! Me pones en una situación,
con tus tres chicas…

Bernardo: Mira, voy a intentar llevarme a María a la playa hasta mañana, así si Mónica vuelve
yo ya no estaré aquí.

Roberto: ¡Claro! ¿Y si tu alemana llega al mismo tiempo? ¿Qué le digo?

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Bernardo: Le dices… le dices… le dices… lo que se te ocurra…

Roberto: ¡Eso es muy fácil de decir! ¡Pero si algo falla, no me hago responsable!

Bernardo: ¡Estoy histérico! ¡Tengo los nervios a flor de piel! ¿Tú no?

Roberto: La verdad es que no, lo estoy llevando muy bien. ¡Claro que esto no tiene nada que
ver con mi vida de antes! ¡Pero es excitante! ¡Además, conoces a un montón de gente! Tiene sus
riesgos. Pero el que no arriesga, no gana.

María (entra con Berta): ¡Ya está cari! ¡Qué mona es esa habitación que da al patio, tan
tranquilita, sin ruidos!

Bernardo: ¡Nada en comparación con la playa!

(Se oye un timbre)

Berta: ¡Ah! Parece que…

Roberto: Sí… sí… parece que...

Bernardo: ¡Sí! ¡Sí! ¡Eso parece!

(Berta va abrir la puerta, Roberto le hace una señal a Bernardo para que se largue)

Bernardo: ¡Venga! ¡Rápido! ¡Rápido! ¡Vamos a nuestra habitación!

María: ¡La del patio! ¡Me encanta!

(La empuja por delante de él, sale detrás de María en la habitación y cierra la puerta justo en
el momento en el que Mónica irrumpe en la escena con Berta detrás)

Berta (a Roberto): Ahora en serio ¿esto es vida para una sirvienta?

Mónica: ¿Dónde está?

Roberto: ¿Quién?

Mónica: ¡Bernardo!

Berta: Bueno… yo les dejo, ¿eh? ¡Buenas noches! (Sale)

Roberto: ¡Gracias Berta! ¡Eres muy amable! ¡Eres un sol!

Mónica: ¿Entonces? ¿Dónde está Bernardo?

Roberto: ¿Pero no estaba contigo? Yo pensaba que se habían ido a la playa.

Mónica: ¡Qué manía! Durante toda la comida, Bernardo no ha parado de decirme que no hay
nada como la playa… Insistía, insistía… como si tuviera algo que esconder…

Roberto: ¡Cómo se te ocurre! ¿Qué va a esconder Bernardo?

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Mónica: Pues eso digo yo. Ya sé que no tiene nada que esconder. ¡Le conozco bien! ¡Pero tanta
insistencia me pone de los nervios! Mientras más intentes convencerme, menos ganas tengo.
¡Así soy yo! ¡Y no puedo cambiar!

(Mónica se dirige hacia la habitación de la derecha)

Roberto: ¡Desde luego! ¡Y esa de ahí es mi habitación!

Mónica: ¡Ah sí! ¡Es verdad! ¡Estoy tan de los nervios que no sé ni lo que hago!

Roberto: Tranquilízate, venga…

Mónica: ¡Me volvió tan loca que ni siquiera terminé de cenar! Salí a tomar el aire y cuando
volví a entrar en el restaurante ¡ya no estaba! ¿No te parece insensible?

Roberto: Sí, sí… Pero puede que él también haya ido a tomar un poco de aire. Puede que se
haya enfadado al verte enfadada… Él te quiere y…

Mónica: ¡Pero yo también le quiero! Además, nada de esto pasaría si estuviésemos siempre
juntos. Sé que está aquí, completamente solo, mientras yo estoy en el otro lado del mundo… Me
pregunto qué hace, me preocupa…

Roberto: Él también está preocupado (Mira la puerta por la que salieron Bernardo y María)
Seguro que es por eso… por lo que insistía tanto en llevarte a la playa, para acabar con todas
esas preocupaciones.

Mónica: ¿Por qué está siempre haciéndome enfadar? ¡Todo sería tan sencillo si se casara
conmigo!

Roberto: ¡Sí! ¡Tan sencillo!

Mónica: ¿Tú también lo crees? ¡Tienes que reconocer que es una tontería esperar y seguir
separados!...

Roberto: ¡Una tontería!

Mónica: Menos mal que cuando nos casemos todo va a cambiar... Bueno, buenas noches
querido Roberto… (Ve el bolso de María) Pero ¿qué hace este bolso aquí?

Roberto (coge el bolso): ¡Es mío! ¡Es mío!

Mónica: ¿Tuyo?

Roberto: Sí… sí… ahí llevo mis cositas de aseo. Mi pijama, un jaboncillo, mi cepillo y mi
pasta de dientes… ¡y mi brocha de afeitar!

Mónica: ¡Qué cosas!

Roberto: ¿Es que está prohibido?

Mónica: No, claro que no… pero es un bolso de mujer; y verte con él, me hace mucha gracia.

Roberto: ¡No es lo que estás pensando!

Mónica: Yo no pienso nada... Si no te importa, me voy a la cama.

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Roberto: Vete, vete.

Mónica: Cuando llegue Bernardo, dile que venga a pedirme perdón… y dile también que me ha
hecho mucho daño…

Roberto: Se lo diré…

Mónica: Gracias… Buenas noches Robertito. (Sale por habitación de invitados)

Roberto: Buenas noches (Oye que María entra y vuelve a poner el bolso de Marlene en la
habitación de la derecha)

María (sale con Bernardo de la habitación, ligera de ropa para meterse en el baño y sujetando
un gorro de ducha): Pero ¡déjame pasar! No, cariño, no entiendo para qué quieres ir a la playa
con lo bien que estamos aquí. (A Roberto) ¿No te parece una tontería?

Roberto: ¿Yo? Ya sabes… Yo no opino.

María: Ves como me da la razón.

Bernardo: Por favor, María…

María: ¡No! Me encanta esa habitación que da al patio… Voy a darme un baño.

Bernardo: Está empeñada... Está claro que no hay nada que hacer.

Roberto: ¡Acaba de llegar Mónica!

Bernardo: ¿Mónica?

Roberto: ¡Sí! Sólo podía ser o Mónica o Marlene. ¡Y era Mónica!

Bernardo: ¿Qué hacemos? ¡Esto no puede seguir así! ¡Se nos está yendo de las manos!

Roberto: ¡Tranquilízate! No olvides que a esta hora la alemana debe estar al llegar. Que no
cunda el pánico, o todo se va al carajo.

Mónica (sale de la habitación de enfrente en bata de baño): ¡Vaya, estás aquí! ¿Estarás
contento?

Bernardo: ¿Yo?

Mónica: ¡Sí tú! Dejarme plantada en medio de la cena…

Bernardo: Pero si no fui yo… Fuiste tú quien se fue.

Mónica: ¡Pero cuando volví al restaurante ya no estabas allí! ¡Es el colmo!

Bernardo: Te subiste al burro con el tema de la playa…

Mónica: ¡Y mis razones tengo! Para qué queremos un apartamento como este, para irnos a la
playa… ¡como si tuviéramos que esconder nuestro amor!

Bernardo: Shhh… ¿No te pongas nerviosa!

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Mónica (hablando igual de alto): ¡Nada de “Shhhh”! ¡Yo no quiero esconder mi amor por ti!

Bernardo y Roberto: ¡Shhhhhhh!

Mónica: Tú, sí tú. ¡Debería darte vergüenza el no casarte conmigo!

Bernardo: Mira, no tienes por qué montar una escenita delante de nuestro amigo.

Mónica: ¡Estoy segura de que él está de acuerdo conmigo! ¿Verdad?

Roberto (que tenía la oreja puesta en la puerta del cuarto de baño): Yo… yo no me meto en
asuntos de pareja…

Mónica: Vale, pues voy a darme un baño para relajarme. (Se dirige al cuarto de baño)

Bernardo (Se abalanza a la puerta del cuarto de baño): No, no, espera…

Mónica: ¿Por qué?

Bernardo (señala cobardemente a Roberto): Porque quiere…

Mónica: ¿Quién quiere qué?

Roberto: Sí, ¿quién quiere qué?

Bernardo: Roberto, tú no decías que estabas loco por darte un baño.

Mónica: ¡Pues se bañará después!

Roberto (de forma determinante y sereno): ¡No!

Mónica: ¿Cómo?

Roberto: ¡He dicho que no!

Mónica: Pero…

Bernardo: Ha dicho que no. Él primero que es nuestro invitado.

Mónica: Ya podrías dejarme pasar primero.

Roberto: ¡No! Hay que respetar los turnos.

Mónica: ¡Tu amigo es todo un caballero!

Bernardo: Que no, mira…

Mónica: ¡No, no! De acuerdo. (Sale por en frente)

(María sale del cuarto de baño, con un gorro de ducha muy original)

María: Bernardo, cariño, ya me siento mucho mejor.

Roberto: ¡Vaya suerte!

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María (se acerca a Bernardo): ¿Vienes cariño?

Bernardo (se separa): En seguida, mi amor, en seguida…

María: No me hagas esperar, que si no me duermo…

Bernardo: Que no, que no…

María: Ya sabes que he tenido un día agotador.

Bernardo: Pues anda que yo.

María: ¡Buenas noches!

Roberto y Bernardo: Buenas noches, buenas noches…

(Sale a la habitación)

Roberto: Hay que ver cómo están estas mexicanas cuando salen del baño.

Bernardo: Bueno, esta en particular.

Roberto: La verdad es que esta está muy bien… ¡pero tu alemana tampoco está nada mal!

Bernardo: Sí, de todas formas, Mónica es la que más me gusta.

Roberto: Mónica también es increíble… tú no eres bobo… ¡Ah! ¡Ahora que me doy cuenta…!
Tenemos vía libre… Que vaya a bañarse ahora… ¡empiezo a acostumbrarme a este vaivén!

Bernardo: ¡Pues yo no!

Roberto: Venga, vete a buscarla. No quiero que piense que no dejo que se bañe primero.

Bernardo: Díselo tú. Yo me aseguro de que nada se haya quedado atrás.

(Va hacia el cuarto de baño. Roberto hacia la puerta de en frente, toca y abre)

Voz de Mónica: ¿Quién es?

Roberto: ¡Soy yo, Roberto!

Voz de Mónica: ¿Qué quieres?

Roberto: Dejarte pasar primero.

Voz de Mónica: ¡No te molestes!

Bernardo: ¡Está todo controlado!

Roberto: Perfecto (Se recupera). ¡Venga Mónica!

Mónica (entra a escena): ¡Eres un maleducado!

Roberto: ¿Yo?

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Bernardo: Que no… Mira… Lo que pasa es que queríamos gastarte una broma... Yo le
convencí para chincharte. Quería ver cómo reaccionabas.

Mónica: ¡Vaya gracia!

Roberto: Sólo era una broma, ¿no te ha hecho gracia? (Bernardo se ríe)

Mónica: ¡Es que encuentran gracioso verme de los nervios! (A Bernardo) ¿Te estás riendo de
mí?

Bernardo (en el mismo tono que Roberto): No, no… Es él que me hace gracia.

Mónica: No me digas…

Roberto: Perdóname.

Bernardo: Sí, perdónanos.

Mónica: Venga, dame un beso.

Bernardo: Venga. (Le da un beso rápido)

Mónica: ¿Sabes Bernardo? Deberíamos casarnos…

Bernardo: ¡Claro que sí! Dentro de poco…

Mónica (A Roberto): ¿Tú que dices?

Roberto: ¡Claro que si! Pero él no se merece una chica tan encantadora como tú.

Mónica: Si estuvieras en su lugar ¿te casarías conmigo?

Roberto: ¡Por supuesto! ¡No lo dudaría ni un segundo!

Mónica: ¿Lo ves? Tu amigo ya se habría casado conmigo.

Bernardo (a Roberto): ¿Por qué te metes en lo que no te importa?

Roberto: Por nada. Ella me preguntó y yo le respondí. ¿No te importará que tenga opinión?

Mónica: Porque te voy a decir una cosa cariño, tú estás hecho para el matrimonio.

Bernardo: ¿Yo?

Mónica: ¡Sí! No soportas las complicaciones. Te gustan las cosas simples y quedarte en casa sin
volverte loco.

Roberto: ¡Es cierto! ¡Ha dado en el clavo!

Bernardo: ¿Tú crees?

Roberto: ¿Tú no?

Bernardo: Sí, sí… puede ser…

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Mónica: ¡Lo ves! Incluso tú lo piensas. ¡Te conozco mejor de lo que crees!... Eres hombre de
una sola mujer… Eres el prototipo de marido perfecto. ¿Verdad?

Bernardo: Sí, sí. La verdad es que podrías ser psicóloga.

Roberto: Es increíble. Tienes muchas cualidades para la psicología.

Mónica: ¿Entonces, cuándo?

Bernardo: ¿Cuándo qué?

Mónica: ¿Cuándo nos casamos?

Bernardo: Dentro de poco, dentro de poco… Vamos a esperar un poquito más…

Mónica: Ya verás lo felices que vamos a ser…

Bernardo: Pero si ya lo somos.

Mónica: Cuando estemos casados, todo será diferente. ¡Ya lo verás! (Entra al cuarto de baño)

Roberto: ¡Seguro que sí!

Bernardo: Días como los de hoy me dejan hecho polvo. Y tú ahí completamente relajado…
¡Me pones nervioso!

Roberto: No, simplemente mantengo la calma. Además, vete rezando para ver si sales de esta,
aunque, teniendo en cuenta este harén, será mejor que te encomiendes a Mahoma… (Ve a
Marlene que entra por el fondo) ¡Y esperemos que Mahoma se manifieste justo ahora!

Bernardo: ¿Por qué?

Roberto: Mira…

Bernardo (se gira): ¡Eres tú!

Marlene: Sí, ya ves…

Bernardo: ¡Bueno, bueno! ¡Ven aquí cariño! (La empuja hacia la puerta de la derecha)

Marlene: ¡No! ¡Tenemos que hablar!

Roberto: ¡Sí, sí! ¡Por eso! ¡Allí estarán más tranquilos!

Bernardo: ¡Sí, vamos!

Marlene: ¡No!

Bernardo: ¿Qué te pasa? Estás muy rara.

Roberto: Sí ¿Te encuentras bien?

Marlene: No muy bien, no.

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Bernardo: ¿Pero qué tienes?

Roberto: Vete a descansar.

Marlene: ¡No! ¡Déjenme! Soy una mala persona.

Bernardo: ¿Tú? ¿Mala persona? ¿Qué tontería es esa? ¡Pero si en el mundo no hay nadie mejor
que tú!

Roberto: Eso es cierto.

Marlene (a Roberto): ¡Tú no te metas en esto!

Roberto: ¿Yo?

Marlene (agresiva): ¡Sí! ¡Es por culpa tuya que soy una mala persona!

Roberto: ¿Por su culpa?

Marlene: Sí, porque tu amigo me gusta.

Roberto: ¿Yo?

Bernardo: ¿Él?

Marlene: ¡Sí, tú!

Bernardo: A mí también me gusta, por eso es mi amigo.

Marlene: Sí. Pero a mí me gusta de otra forma.

Bernardo: ¡De otra forma! ¡Explícate!

Marlene: Sí, ahora me gusta más que tú.

Roberto: Deja que me siente…

Marlene: ¡Cállate! ¡Tú no hables!

Bernardo: ¡Sí, cállate! ¡No te metas en esto!

Roberto: Es que me parece que esto tiene algo que ver conmigo…

Marlene: ¡Sí! ¡Yo le besé!

Bernardo (a Roberto): ¿La besaste?

Roberto: Lo que pasó es que…

Marlene: Lo confundí contigo.

Bernardo: ¿Conmigo?

Marlene: ¡Sí! ¡De espaldas!

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Bernardo: ¿Cómo? ¿De espaldas?

Marlene: Y después fue él el que quiso… Cenamos juntos, fue una velada maravillosa, y me
gustó. Y creo que estoy enamorada de él.

Roberto: ¿De mí? ¿Estás enamorada de mí?

Marlene: Sí… Por eso ya no puedo ser tu alemana. ¿Lo entiendes, verdad?

Bernardo: ¿De repente? (A Roberto) ¡Traidor!

Roberto: ¡No es culpa mía!

Bernardo: ¿Y tú? ¿Estás enamorado de ella?

Roberto: La verdad es que me gusta mucho…

Bernardo: Si es así… ¡no seré yo quien se meta en medio!

Marlene y Roberto (se echan a los brazos de Bernardo juntos): ¡Gracias Bernardo! ¡Gracias,
gracias, gracias!

Bernardo: ¡Vale! ¡Vale! ¡Vale! ¡Ya está!

Marlene: ¿Seguro que no te importa?

Bernardo: Pues claro que sí… ¿pero qué quieres que haga?

Mónica (sale del cuarto de baño): ¡Ya estoy! ¡Oh, perdón! ¿Quién es?

Bernardo: Ay Dios mío…

Marlene (a Roberto): ¿Quién es?

Roberto: ¿Quién?

Mónica (a Roberto): ¿Quién es?

Bernardo: ¿Quién es? ¿Quién es? ¿Quién es?... Pues… te… te… te… presento a la novia de
Roberto. Sí, su novia. ¿Eh amigo?

Roberto: Sí, sí…

Mónica: ¡Felicidades!

Marlene: ¡Ah, si supieras lo feliz que soy!

Mónica: Me alegro mucho por ti… ¿Azafata?

Marlene: Sí… sí…

Mónica: Yo también.

Marlene: ¿No me diga?

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Mónica: Sí, se puede decir que somos colegas…

Bernardo: ¡Eso seguro!

Roberto: ¡Segurísimo!

Marlene: Encantada de conocerte.

Mónica (le estrecha la mano): ¡Yo también! ¿Estás haciendo escala?

Marlene (ídem): Sí ¿y tú?

Mónica: ¡Yo también! ¿Entonces, qué haces aquí?

Roberto: Pues… pues… ¡Es muy simple! Como me estoy quedando aquí… ha venido a
verme… (a Bernardo) ¿no?

Bernardo: ¡Exacto!

Marlene: ¡Ah no! ¡Eso no es así!

Bernardo: Sí… sí… hay algunos pequeños matices sin importancia…

Mónica: ¿No me dijiste que no tenías novia?

Roberto: Eh… ¿Yo?

Mónica: ¡Te lo tenías calladito!

Marlene: Es porque nos acabamos de comprometer.

Roberto: Sí… sí… ¡Hace un minuto! ¡Aquí!

Bernardo: ¡No! ¡Allí!

Mónica: ¡Sí que eres rápido! Sólo me ha dado tiempo de meterme en el baño, darme una ducha
y ¡hop! ¡Ya estás prometido!

Bernardo: Pues sí… mira tú ¡Hop!

Roberto: ¡Hop! ¡Y ya está!

Bernardo: Es todo un seductor.

Mónica: ¿Y dónde fue que conociste a este seductor?

Marlene: Aquí.

Mónica: ¿Aquí? A ver si lo entiendo, viniste a ver a tu prometido, en mitad de la noche, sin
saber que estaría, porque no le conocías. Un poco raro todo.

Marlene: Visto de esa forma es bastante extraño, pero es más sencillo. Te explico, todo
comienza porque por error le di un beso a…

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Bernardo (cortándola): Bueno… Bueno… ¡Ya se contaran sus vidas en otra ocasión! Yo lo
único que veo es que están enamorados. No creo que sea el momento de buscar explicaciones.

Mónica: Bueno, pues, ya sabes, que te deseo lo mejor.

Marlene: ¡Y yo a ti!

Mónica: ¡Estoy muerta de sueño! (A Bernardo girándose hacia él). ¿Vamos a la cama cariño?

Bernardo: Pues sí, sí…

Marlene: ¿Cómo?

Mónica: Yo estoy en la misma situación que tú… ¡Bernardo es mi prometido!

Marlene: ¿Qué?

Bernardo: Sí... Bueno… es bastante difícil de explicar.

Roberto: Sí, y además es muy tarde.

Marlene: ¿Eres la prometida de Bernardo?

Mónica: Sí… ¡claro!

Bernardo (a Marlene, voluble): ¡No! Porque la verdad es que quería decirte que… desde que
les vi… tuve la impresión de que se gustaban…

Mónica: No entiendo qué es lo que tiene que ver contigo el que se gusten o no.

Roberto: ¡Él siempre se mete en todo!

Marlene: Disculpa un momento, ¡pero eso no es exactamente así! ¡Yo era la prometida de
Bernardo antes de que…!

Mónica: ¿Cómo?

Bernardo: ¡Espera! ¡Deja que te explique! ¡Estuvimos prometidos antes de comprometerme


contigo!

Mónica: ¿Ah sí? ¿Y?

Bernardo: Entonces… entonces… entonces… ¡Estaba seguro de que estaba enamorada de él!

Roberto: Sí, eso es…

Marlene: Pero si yo no lo conocía antes, fue después de…

Bernardo: No hay un “antes” ni un “después”… ¡El pasado, pasado está! Sólo hay un hecho…
¡Uno sólo! ¡Que tú le quieres! ¡Y eso, yo lo había adivinado! ¿Entiendes? (A Mónica) ¡Y es por
eso que me comprometí con ella! (A Marlene) ¡Bueno, con Mónica! (A Mónica) ¡Eso, contigo!
(A Marlene) Para que no quedarme plantado (A Mónica) ¡Bueno, por ella!...

Mónica: No entiendo nada…

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Bernardo: ¡Pero si está claro!

Roberto: ¡Sí! ¡Como el agua!

Marlene: ¡Qué tonta fui por tener remordimientos!... Una completa idiota… Y tú ya tenías a
otra…

Mónica: ¡Pero si Bernardo siempre ha sido mi prometido! Bueno, eso creo… ¡No será que eres
un mentiroso!

Bernardo: ¿Yo? ¿Yo? ¿Un mentiroso? (A Roberto) Díselo tú, ¿soy un mentiroso?

Roberto: No puedo responder a esa pregunta.

Bernardo: ¿Lo ves? Lo dice mi mejor amigo… Él me conoce y sabe que…

Mónica: ¡No entiendo nada!

Bernardo: ¡Es muy simple!

Marlene: Entonces ¡Explícate!

Bernardo: ¡No hay nada que explicar! Sólo hay que responder sí o no. (A Marlene) ¿Eres la
novia de Roberto?

Marlene: Eh… Sí…

Bernardo: Bueno (A Roberto) ¿Eres el novio de Marlene?

Roberto: Eh… es decir que…

Bernardo: ¿Sí o no?

Roberto: ¡Sí!

Bernardo: Bueno ¿Entonces qué falta? (A Mónica) ¿Tú eres mi novia?

Mónica: Sí… ¿No?

Bernardo: ¡Sí!... ¡Que sí! Entonces ¿Qué más quieres? (Se señala a sí mismo) Yo tengo pareja.
(Señala a Mónica) Tú tienes pareja. Nosotros somos pareja. (Señala a Roberto y a Marlene)
¡Ellos son pareja! ¡Y punto!

(Entra Berta)

Bernardo (de forma rápida cómo viene moviéndose hasta ahora): ¿Qué es lo que quieres tú
ahora?

Berta: ¡Tengo que hablar con usted!

Bernardo: Ya hablaremos mañana.

Berta: ¡No! ¡Ahora mismo!

Bernardo: ¡Mañana!

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Berta: Pero… (Se da cuenta de que Marlene y Mónica están juntas) ¿Las señoritas se conocen?

Bernardo: ¡Es que no lo ves! Se acaban de conocer. (Muestra a Marlene) Te presento a la novia
de Roberto. ¡Es su novia!

Roberto: Sí ¡Mi novia!

Berta (a Roberto): Bueno… Felicidades señor.

Roberto: Gracias.

Bernardo (señala a Marlene): Espera que te la presento…

Berta: ¡Sí, ya, ya! (sale estresada)

Bernardo: ¡Sí, es cierto! ¿En qué estaría pensando?

Mónica: ¿Te vienes cariño? ¡Me muero de sueño y tenemos que hablar!

Bernardo: ¡En seguida! (Mónica sale por la habitación de invitados)

Marlene: ¿Vendrás a darme las buenas noches, cariño?

Roberto: ¡Claro que sí! (Marlene se va a su habitación)

(Roberto y Bernardo se sientan)

Roberto: ¡Nunca pensé que saldríamos de esta!

Bernardo: ¡Pudo haber sido muchísimo peor!

(Berta entra con su abrigo, una maleta y un bolso escocés de una compañía aérea)

Bernardo: ¡Qué! ¿Otra vez tú?

Berta: ¡Sí! Lo he estado pensando.

Bernardo: ¿El qué?

Roberto: ¿Qué significa ese bolso?

Berta: ¡Es mío! Los restos del pasado del señor, una compañía escocesa.

Roberto: ¿Sí?

Bernardo: ¡Bueno sí, olvídalo! ¿Qué es lo que quieres?

Berta: Quiero mi sueldo.

Bernardo: No es el momento.

Berta: ¡Sí que lo es!

Bernardo: ¿A esta hora? ¿Por qué?

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Berta: Porque me voy.

Bernardo: ¿Cómo?

Berta: Su amigo sabe que si me quedo aquí estoy poniendo en juego mi salud… (Llora)

Roberto: ¡Ah no! ¡Nada de lloriqueos ahora! ¡No es el momento!

Berta: Pero, señor…

Bernardo: ¡Haz lo que te dice! ¡Tira!

Berta: Es exactamente lo que estoy haciendo

Roberto (más fuerte): ¡Tira para tu habitación!

Berta: No. Renuncio… Sólo tengo una vida y quiero conservarla ¡Mis nervios no aguantan
más!

Bernardo: ¡Quédate! ¡Y te aumentaré el sueldo!

Berta: ¿Cuánto?

Bernardo: Ya veremos… ¡más tarde!

Berta: Por lo menos un 25%...

Bernardo: Sí, bueno… Vale… Pero ¡quédate!

Berta: Aunque… incluso con un aumento de un 25% ¡esto no es trabajo para una sirvienta!

Roberto: ¡Pero ya se acabó! ¡Esto va a cambiar!

Berta: Tres mujeres es demasiado, señor.

Bernardo: Pero ya te digo que se acabó. (Señala a Roberto) ¡Me acaba de quitar una!

Berta: ¿Ah sí? ¡Pero dos sigue siendo demasiado!

María (sale de la tercera habitación, sale con camisón y zapatos de tacón de andar por casa):
¿No vienes, amorcito?

Bernardo: ¡En seguida, en seguida!

Berta: Por cierto, señorita, ha llegado una carta para usted.

María: ¿Para mí?

Berta: ¡Sí! ¡Aquí está! (Le da la carta que María coge y lee)

Bernardo: Léetela en la habitación.

María: ¡No!

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Roberto: Que sí, que sí… ¡Vete a tu habitación!

María: ¡Oh! cariño, cariño…

Bernardo: ¿Qué?

María: ¿No se cómo decirte esto?

Bernardo: Quiero saberlo, soy tu novio.

Berta: Al contrario de lo que me dijo el señor, ya veo que esto sigue dale que te pego.

Bernardo: ¡Que no!

Berta: ¡Sí, señor! ¡Y yo me voy!

Bernardo y Roberto: ¡Quédate!

María: ¡Oh, esto es maravilloso!

Bernardo: ¿El qué?

María: Bernardo, ¡estoy enamorada!

Bernardo (satisfecho): Sí, ya lo sé.

María: ¡Pero no de ti! A ti te quiero… mucho… pero esto no puede seguir así… ¡Me voy!

Berta: ¿Se va?

María: Sí.

Berta: ¡Entonces me quedo!

María: Hace un año, en el vuelo México - Texas, conocí a un hombre que tenia unos terrenos
en el desierto y creía que había petróleo, me dijo que si se hacía rico se casaría conmigo. Y era
cierto: ¡Ahora es rico y me está esperando en el Milton de Acapulco!

Berta: ¡Vaya! ¡Qué envidia!

Bernardo: Entonces ¿estabas con dos al mismo tiempo?

María: No, con dos no, ¡con tres! Tengo otro prometido en Nueva York, pero ahora mismo lo
llamo y rompo con él.

Berta: ¡Vaya! ¡Eso está aún mejor!

María: Me quedo con el que antes se casa conmigo.

Bernardo: Pero no te vas a ir en seguida, así como así… No es tan fácil…

María: ¡Sí que es tan fácil! Sale un Boeing a las 23 horas. Voy a pedirle a una amiga que me
cambie el turno y, en cuanto llegue, dejo el trabajo. ¡Estoy hecha para pertenecer a la clase alta,
para llevar una vida de rica! ¡Lo siento honey!

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Bernardo: ¡Joder!

Roberto: Tu imperio se esta derrumbando.

Berta: Entonces, si he entendido bien, ¿al señor sólo le queda una novia?

Bernardo: Si, Mónica.

Berta (a Roberto): ¿Y usted se va a quedar con la alemana?

Roberto: Por supuesto.

Berta: ¡Bueno! ¡Entonces me quedo! Y con un 25% de aumento ¡por fin voy a tener un trabajo
de sirvienta normal! (Sale con su bolso y su maleta. Roberto se ríe)

Bernardo: ¿Te parece gracioso?

Roberto: Sí… bueno… ¡Aunque sea a la fuerza acabas teniendo una sola mujer en casa!

Bernardo: Sí, ¡es cierto! A decir verdad, en le fondo es un alivio.

Mónica (sale de la habitación de en frente): ¡Bernardo! ¡Estoy esperando!

Bernardo: Ya voy, ya voy.

Mónica: Ya es tarde. (Vuelve a entrar en la habitación)

Marlene (sale de la habitación): ¡Roberto! ¿Vienes?

Roberto: Enseguida, mi amor. (Marlene vuelve a entrar en la habitación)

María (sale vestida de azafata de la habitación que da al patio): ¡Pues bueno, amorsote! Estoy
lista. Pensaré en ti de vez en cuando. (A Roberto) ¡Adiós Roberto!

Roberto: Adiós, María.

María (le besa en la boca): Estoy encantada de haberte conocido.

Bernardo: ¿Cómo? ¿También le besas a él?

María: ¡Pero si llevamos toda la noche besándonos! (Les mira) Entonces, ¡hasta la vista,
queridos! (Sale rápido)

Roberto: Algo te afectará ver cómo tus mujeres se van volando una tras otra.

Bernardo: Claro que me afecta. Pero, C’est la vie.

Roberto: Buenas noches.

Bernardo: Hasta mañana.

(Cada uno se dirige hacia su lado, Roberto a la habitación de en frente, Bernardo hacia la de
la derecha. Cuando llegan justo delante de las puertas, se dan cuenta de que se han
equivocado, se giran, se miran y se dicen a la vez “¡Perdón!”, vuelve sobe sus pasos, se
cruzan)

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Bernardo (de forma cariñosa): ¡Ese Roberto!

Roberto (de forma cariñosa): ¡Ese Bernardo!

Bernardo y Roberto: ¡Ese Roberto! ¡Ese Bernardo!

Telón.

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