Fernandez Fuster L 1981 Teoria y Tecnica Del Turismo Cap 1 PDF

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En el Turismo hay, evi-


dentemente, dos masas: la viajera y la receptora; ambas caen en el dominio
de la Sociología.
Pero, de nuevo, otras facetas del Turismo vienen a complicar la cues-
tión. Si el Turismo tiene hoy la trascendencia que posee, si los gobernantes
le conceden su máxima atención, si los financieros se lanzan a promover em-
presas turísticas, es, en primer lugar, porque el Turismo se ha revelado
como potente fuerza económica. En frase ya repetida dijimos que «dejaba
una alfombra de divisas a su paso». Ahora el Turismo, como fenómeno eco-
nómico, juega entre demanda y oferta turística; cae bajo el dominio de la
Economía. Y es cierto que existe una rama, la Economía Turística, que
cada día toma mayor entidad.
No es extraño que este efecto económico haya sido el primero en des-
pertar la atención de los interesados; pero sí es curioso que éstos no fue-
ran los economistas, sino los políticos, lo cual habla a favor de una prio-
ridad «histórica», cronológica, de la Política del Turismo. Pero si la Política
es una ciencia de actuación, hay que reconocer que todas las medidas de
organización y de promoción turística actúan fundamentalmente sobre el nú-
cleo receptor, y sólo en menor medida -propaganda, transportes- en el
lado de la demanda. No obstante. otra característica del mundo de hov. ,* la
coordinación de esfuerzos a través de organizaciones internacionales, posee
esa universalidad que alcanzaría para la Política Turística, juntamente con
la Política Interior, el primado de ciencia central del Turismo.
Fue Kurt Krapf, el benemérito director y fundador del Instituto de Re-
cherches Touristiques, de la Universidad de Berna, el pionero, como en
otras muchas investigaciones, de la trascendencia de la Política Turística.
En su admirable trabajo Mesures d'mganisation et de promotion du Tourts-
me, fue el primero que estableció la evolución histórica de esta Política, y
con ella las bases de su comprensión. Ciertamente, no hay después enFyos
doctrinales sobre la materia, aunque desde el punto de vista práctico se
hayan intentado recopilaciones, que son más bien cuerpos legislativos y co-
mentarios sobre textos legales. Ello nos hace lamentar más la muerte pre-
matura de Kurt Krapf.
Mas otra vez surge la duda de que la Política Turística puede ser el nú-
cleo básico de nuestra asignatura. Es natural estimar que la «versión» po-
lítica del Turismo no haría más que confirmar una vez más el rango elevado
de la Política en general, de la Política, con letras mayúsculas, del predo-
minio del horno poltticus en todas las acepciones que se quiera dar al tér-
mino polis.
Porque lo cierto es que, frente a un concepto que sólo existe en un plan-
teamiento (el de Krapf) sin seguidores, por imperativo de los políticos, los
economistas hicieron su entrada en la investigación del fenómeno turístico
cronológicamente en la primera mitad del siglo actual, y lo hicieron con
un fervor tal que puede decirse que la Economía Turística es la que más
bibliografía ofrece, tanto en monografías <iertamente no teóricas - c o m o
en análisis macroeconómicos o rnicroeconómicos de determinadas zonas. El
mismo Kurt Krapf marchó por este camino, juntamente con su compañero
Walter Hunziker, en obras ya clásicas sobre la teoría del consumo, como
resultado entre oferta y demanda; los caracteres de estas fuerzas conver-
gentes, su situación en el tiempo (estacionalidad) y en el espacio (localiza-
ción geográfica); su medida y los problemas que plantea; la difusión de la
riqueza turística, con tendencias y fluctuaciones; el precio, la renta tu-
rística; el comercio internacional y las balanzas de turismo; la redistribu-
ción de ingresos; el desarrollo económico de las regiones y de los países,
la rentabilidad de las empresas turísticas, etc. Menges, Morgenroth, Pierre
Defert -aunque procede del campo de la Geografía-, Arthur Haulot, Mor-
tier, Paul Bernecker, Juan de Arespacochaga y otros muchos han sido los
seguidores de Schullern zu Schattenhofen, que publicó su obra Turismo y
Economia Nacional antes de la primera Guerra Mundial (1911).
Pero por importante que nos parezca la faceta económica del Turis-
mo, y por bien que aceptemos la existencia de una Economía Turística, no
podemos creer que la esencia, la médula del Turismo, se reduzca a una ma-
nifestación pura y escueta del horno economicus y que los múltiples factores
que integran nuestro fenómeno tengan su base, su raíz, en la Economía.
Si volvemos al Dunto de ~ a r t i d av recordamos el hecho histórico como
desplazamiento del . ~ o m b r epor el ancho campo de la Geografía, veremos
que hemos analizado solamente al hombre (Psicología) o al hombre-masa (So-
ciología), y a los efectos que el viaje proporciona (Economía, Política). Pero
ahora nos aparece otra facies distinta, la Geografía, el espacio en sí donde
el hecho se realiza. La G e d í a Turística.
Porque hay, innegablemente, una Geografía del Turismo, que comprende
una geografía de mercados, una geografía de circulación o tráfico y una geo-
grafía de núcleos receptores. El Turismo actual nos aparece aquí, muy de-
finido, en grandes zonas emisoras y receptoras y en corrientes turísticas,
que podríamos llamar «tradicionales» - q u e siguen las grandes vías: Atlán-
tico Norte, ferrocarriles, carreteras, etc.-, o «novísimas», de origen estric-
tamente turístico -charters, cruceros, tours de ,agencias, itinerarios calle-
jeros, etc.-. La Geografía Turística tendría en cuenta, además, los fenó-
menos de «localización» del hecho turístico: nacimiento. evolución. satura-
ción e incluso muerte de las corrientes y núcleos receptóres, como fenóme-
nos de una geografía humana extrañamente fascinante y moderna que nos
vuelve a plantear el problema de la validez del determinismo geográfico.
La «seducción del Mediterráneo», o la «llamada del Sur», y los esfuerzos
para lograrla: apertura del túnel del Mont Blanc, etc.
No se ha hecho desde este campo tan atractivo un estudio decidido. Hay
que citar con especial respeto los capítulos que en la revista Repertoire des
Voyages publicó hacia los años cincuenta Charles Réau (que también firma-
ba Auer). Son ellos una magnífica serie, que podría servir de base de una
Geografía del Turismo, tal como, siguiéndole, la vemos nosotros. Después,
los trabajos de Pierre Defert, Raymond Balseinte, Madame Germaine Vey-
ret-Verner, especialmente el primero, con sus estudios de localización turís-
tica, vienen a agrupar aspectos parciales, algunos de los cuales - e 1 factor
clima, por ejempl- son, o podrían ser, los fundamentos de una climatolo-
-gía turística.
- a encaiar en una doctrina
Quizá si todas estas facetas no han llenado
sistemática ha sido porque, aparte la complejidad de nuestro fenómeno, éste
se ha presentado, en su escasa vida de medio siglo, como un fenómeno cam-
biante y movible. Cambiante en preferencias por lugares de atracción, en
transportes, en categorías, en estructura de gastos; movible, prácticamente
en todo; es decir, humano. Cometemos un error si pretendemos analizarlo
en la auietud de nuestro estudio como un fenómeno fósil v estratificado.
El hombre, preso en las categorías kantianas -espacio y tiempo-, actúa
de acuerdo con ellas. ?Cómo hacer entrar el T i e m ~ oen el fenómeno turís-
tico? Bruhnes dice: u. .. los hechos humanos son hechos en perpetua trans-
formación y deben ser medidos como tales». Reclús: << ... &e & movilidad
de todo lo que nos rodea es enorme». El Tiempo entra en el Turismo me-
dido por la Estadística. Constituye ésta un ineludible factor en nuestros
estudios. No cabe comprensión del fenómeno sin ella. Es auténticamente bá-
sica para medir esa movilidad, ese continuo cambio. Pero la Estadística
~uríiticanos dará cifras y porcentajes que serán inmediatamente interpre-
tados por la Economía, por la Psicología, etc. Es decir, la Estadística se
nos presenta como medio de trabajo, instrumento básico, pero instrumento.
Todo lo que antecede nos ha servido para ir enfocando las diversas caras
de nuestra asignatura. El técnico de Turismo ideal sería aquél que conjun-
tase sabiamente todas ellas. puede haber un Técnico Turístico, Turistó-
logo -o algo así- que abarque la totalidad en grado eficiente?
Sí puede deducirse que el técnico de turismo, de base economista, debe
ampliar sus conocimientos en Sociología, en Psicología, en Geografía, en
Política, etc.; que el de base sociológica debe entrar en el campo de la
Economía, etc. Y que la forma de entrar más completa y perfecta es a
través de la labor de equipo, de seminario, de diálogo, de contacto perso-
nal. Como en todas las investigaciones modernas, la formación profesional
trasciende aquel áureo período en que el hombre se bastaba a sí mismo
para, con su intelecto, elevarse por encima de sus conocimientos.

EL ORIGEN DE LAS PALABRAS <<TURISTA>>Y <<TURISMO»

En The Oxford English Dictionary (Oxford, 1950, s. v.) hallamos di-


chas palabras con las fechas concretas de 1800 y 1811, respectivamente:

TOURIST: One who rnakes a tour or tours, sp. m e who does this for
recreation; one who travels for pleasme or culture, visiting
a number of places for their objects of interest, scenery or
the like.
TOURISM:The theory and practice of touring; travelling for pleasure.
Use, depreciatory.
Ambas poseen la raíz tour y los sufijos -ist, -km, que analizaremos.
La ~rimera.tour., aDarece documentalmente en 1760. en el intransitivo
A

to make a tour (m circuitus journey in which many places me visited for


recreation or business). Pero con anterioridad, hacia 1746, se conoce la
frase to take a turn (in or about a place, esp. riding or driving).
Tour, según la mayoría de los diccionarios, procede en el inglés del si-
glo XVIII, probablemente como galicismo, del francés tour. Ello haría que
Ea invención de las palabras «turismo» y «turista» fueran inglesas para de-
signar una actividad iniciada primeramente en Inglaterra. Dejando aparte
la cuestión de si ello responde a la realidad o fue un mwimiento que tuvo
en el gesto de Europa sus paralelos, es lo cierto que, limitándonos a la eti-
mología, hallamos las dos raíces, tour y turn, ambas procedentes del latín
tornus (torno) como substantivo, y tornare (redondear, tornear, labrar a
torno, en el latín vulgar,, girar
- como verbo.
H'acia el siglo XII existe en Inglaterra el vocablo torn, por el cual es
difícil determinar (como ya indica Gamillscheg: Etymol. W6rterbuch d .
franzosischen Sorache. Heidelber. 1928) cuáles .vocablos roced den directa-
mente del latín' tm&s de los q;e deriVan del verbo. ~ a - i d e ade giro, de
viaje circular, de vuelta al punto de partida, se deduce claramente de la
raíz común, que originaría tornus y tornare.
Parece, pues, que el turn británico de 1746 (to take a turn) cedió su
lugar hacia 1760 al tour que nos ocupa (to make a tour), de influencia
francesa, derivándose de aquí el Tour'er: une who makes tours.
Más culto que el sufijo -er, y más profesional, es el sufijo -ist, que pudo
tomarlo Inglaterra del francés -iste, pero de orígenes latino. Ata, y griego,
- W T ~ Ccon
' los que se formaban sustantivos agentes de verbos en -L<ELV
(-ize) B ~ ~ F T L F PL~VZ: T L Q T ~latín:
< ; baptista). Tourer y tourist son, pues,
sinónimos; pero con el tiempo se prefirió la forma culta (quizá por influjo
de los viaies a Grecia v Roma). Formas similares son: copier, - . copyist;
- -
cycler-cyclist; philologer->hildog;st, etc.
El sufijo -ism, para determinar el fenómeno general de los viajes, tiene
su entronque con el griego -Laya<.
Arthur Haulot presenta la posibilidad de un origen hebreo de la pala-
bra Tour. Figura en la Biblia (Números, cap. XII, vers. 17), en que Moisés
envía un grupo de representantes al país de Canaán para «visitarlo» e infor-
mar posteriormente sobre sus condiciones topográficas, demográficas y
agrícolas.
Tur es hebreo antiguo, y ya no existe en el moderno. Corresponde al
concepto de «viaje de descubierta», reconocimiento, exploración.
I La Corporación Turística Israelí tiene como insignia dos hombres Ile-
I vando de hombro a hombro un largo palo, del que penden racimos de uvas,
tal como los enviados de Israel regresaron de su viaje (1).

«TOURS» Y «TOURISTES» EN LA LITERATURA DE VIAJES

Los libros de viajes hasta principios del siglo XIX nos aparecen con
títulos que hacen referencia, como es lógico, a su contenido. Estos títulos,
curiosamente, pueden encuadrarse en grupos:

Viajes de ...; Reise von ... ueber ... nach ...;


Relación de viajes de ...; Description ...;
Travels through ...; Tableau de ...;
Reise durch ...; Letters from ...;
A yem's Joumey through ...; Narrative of a Journey through ..
Voyage en ...; Itinéraire descriptif de ...;
Nouveau Voyage en ...; A visit to ...;
Le Voyageur ...; Recollections of ...;
A Journey through ... tn the yems ...; Excursion of ...;
Reise von ... nach ...; Travelling tn ...

La primera vez, que sepamos, que se emplea como título en la portada


de una publicación la palabra tour es precisamente en un libro inglés sobre
España. Se trata de Henry Swinburne, en su Picturesque Tour Spain, edi-
tado en Londres, en 1810, en tamaño folio y con 20 grabados en cobre.
A él sigue, en 1928, Stendhal, que publica sus excursiones por Francia y
con el sonoro y entonces original título de Memorias de un Turista.
Después, t w r s y touristes se generalizan, pero no en demasía. Los más
antiguos referidos a España son los editados también en Londres, de Tho-
mas Roscoe: The Tourist in Spain, ilustrado por David Roberts, en tres
tomos, en octavo (1836, 1837, 1838), conteniendo cada uno 21 preciosos
grabados en acero y tratando, respectivamente, de Andalucía, Vizcaya y
las Castillas; del mismo autor, el año 1838, aparece The Taurist in Spain
and Marocco, también con grabados de David Roberts. Y en 1839,
W. H. Harrison publica Tbe Tourtst in Portugal, ilustrado por James
Holland; siendo preciso llegar hasta 1843 para encontrar la obra de la
marquesa de Londonderry: A Journal o/ three Manths Tour in Portugal,
Sprrin, Afrtca, justo un año después de la aparición de la Guía de España
y Portugal, de O'Shea.

(1) HAUMT:k Tourirme et la Bible. aRevue de YAcadérnie Internationale du


Tourisme*, h e . trimestre 1961, XIV annh, nouveíie &e (page 17).
LA EVOLUCION DEL CONCEPTO TURISMO

En sus principios históricos, y en el concepto simple y vulgar de la


palabra, se ha entendido siempre que Turismo es solamente «viaje por
placer». Aún hoy dia mucha gente lo estima de esta manera y no compren-
de que se sumen en sus estadísticas otros viajes de motivación distinta a la
enunciada. Para ellos, los técnicos de Turismo y otras personas interesadas
se han confabulado, con designios más o menos oscuros, para apoderarse de
la totalidad de los viajes que mueven a la Humanidad. Un comerciante
que visita una feria extranjera, un enfermo que acude a un balneario, un
creyente que peregrina a un santuario, un técnico que interviene en un con-
greso no son «turistas», según esta opinión restringida y antigua. Y, sin
embargo, hay motivos más que suficientes para admitir la tesis opuesta y
aceptar plenamente la multivalente facies del Turismo.
En primer lugar, el argumento numérico. Si los viajes, desde la anti-
güedad hasta el siglo XIX inclusive, tuvieron como preferencia otros motivos
que el del placer de viajar, a partir del comienzo del siglo xx las corrientes
turísticas alcanzan tales cifras, que aplastan literalmente las del tráfico
comercial, el de cura, el religioso, etc. Todos ellos juntos constituyen un
porcentaje minúsculo del propiamente turístico. En segundo lugar, estos
viajes «no turísticos» -según los tradicionalistas- son, en realidad, desde
nuestro punto de vista, mixtos y difícilmente separables del tráfico turís-
tico. Un viajero de ferias o congresos, un enfermo de cuerpo o de alma, se
comporta, en realidad, para el hotelero, el agente de viajes, el transpor-
tista, etc., d e una manera idéntica e indiferenciada a la del turista auténtico.
Pero no es sólo por el hecho de pagar los servicios que necesita, es decir,
por el efecto en el núcleo receptor que los recibe, por lo que pueden perfec-
tamente incluirse dentro del tráfico del Turismo. Es que el viajero se
comporta consigo mismo como turista. El comerciante visitará la exposición
y hará las compras o ,ventas convenientes para su negocio en las horas en
que la feria se halle abierta al público; incluso desde el hotel celebrará
conferencias telefónicas o expedirá o recibirá telegramas sobre asuntos de
su trabajo. Pero dispondrá de una serie de horas libres que dedicará, según
sus gustos, a visitar ciertos monumentos y museos o lugares de diversión,
o ambas cosas, o a callejear simplemente por el «placer» de descubrir la
ciudad desconocida. La doctrina antigua se resquebraja y comienza a admi-
tir que sería turista unas horas al día y no turista las que dedicase a su
negocio.
Es determinativo del «turista» pagar sus gastos con dinero ganado pre-
viamente. Incluso se admite la teoría de que el turista no puede dedicarse
a actividades lucrativas. Ambos conceptos no son ya tampoco enteramente
válidos, en el supuesto de que puede emplearse el Travel now, pay l a t o
Plan -aunque exista en este caso el pago, más o menos inmediato, del
proveedor del c r é d i t w , o formas del turismo en que el viajero, como 10s
polizones a bordo, encuentran el medio de costear sus gastos a cambio de
prestaciones personales.
Finalmente, existen facetas más o menos picarescas: el que realiza con-
trabando, que costea con creces sus viajes; el que viaja para adquirir un
determinado producto, cuyo precio en el país extranjero compensa el des-
plazamiento; el que abandona el hotel sin pagar y deja una secuela de
estafas .a su paso; el que ha sido víctima de un robo que le deja abando-
nado; el que sufre un accidente o enfermedad que le obliga a gastos impen-
sados y de larga duración, etc.
Hoy día viene recomendándose el empleo de la palabra «visitante tem-
poral», especialmente en la Estadística turística, pero ello, como puede
verse, no es resolver el problema, sino orillarlo.

LA ESCUELA BERLINESA

Es en ella donde el análisis del Turismo encuentra su punto de partida,


gracias a los esfuerzos de Glücksmann, Benscheidt y otros varios.
En 1929, el primero de ellos (Dte wissenschaftltche Durchdringung des
Fremdenverkehrs), en la revista Verkehr u ~ aider
d (1929, pág. 40), defi-
nía el Turismo todavía como:

«Un vencimiento dd espacio por personas que afluyen a un sitio


donde no poseen lugar fijo de residencia.»

Schwink y Bormann continúan viendo en 61 el mismo aspecto de tras-


lación temporal, movimiento de personas, conjunto de viajes que consti-
tuyen sólo una faceta del Turismo, buscando, para completar su definición,
las motivaciones principales:
Schwink (Die Bedeutung des Fremdenverkehrs fuer &e Bqerische Wirt-
schaft, rev. Mondiche Mitteilungen des Bundes deutscher Verkehrsvereine,
núm. 10-71, dezember 1929-januar 1930):

«Movimiento de personas que abandonan temporalmente el lugar


de su residencia permanente por cualquier motivo relacionado con
el espíritu, su cuerpo o su profesión.»

Bormann (Arthur) (Die Lehre vom Fremdenverkehr, Berlín, 1930):

«Turismo es el conjunto de los viajes cuyo objeto es el placer o


por motivos comerciales o profesionales u otros análogos, y du-
rante los cuales la ausencia de la residencia habitual es temporal.
No son turismo los viajes realizados para trasladarse al lugar de
trabajo.»
Otros autores, paralelamente, traen definiciones similares, que abarcan
otros aspectos. Roscher insiste en el carácter de consumo de lujo, que
recoge Josef Strsdner en su enunciación:
«Tráfico de viajeros de lujo (aquellos que de motu propio se de-
tienen en un sitio fuera de su lugar fijo de residencia y con su
presencia en ese país no persiguen ningún propósito económico,
sino que sólo buscan la satisfacción de una necesidad de lujo).»
Y Morgenroth, en su Diccionario Manual de Economía Potítica, aclara
estas necesidades:

«Tráfico de p x m a s que se alejan temporalmente de su lugar fijo


de residencia para detenerse en otro sitio con objeto de satisfacer
sus necesidades vitales y de cultura o para llevar a cabo deseos de
diversa índole, únicamente como consumidores de bienes económi-
cos y culturales.»

Fuera de la escuela berlinesa, otros autores h c e n también sus aporta-


ciones. Así:
Leczyck ( Stanislas) (Zagadienia Geografii Tyryxum, Krakow, 1937):

«El movimiento turístico es aquel en que participan los que du-


rante cierto tiempo residen en cierto lugar, como extranjeros o
forasteros, y sin carácter lucrativo, oficial (de servicio) o militar.#

Como puede observarse en un principio, el concepto de Turismo es


derivado del tráfico, viendo en él una de sus facetas, quizá en sus comienzos
la más briilmte. En efecto, en la Prehistoria del Turismo, antes de la apa-
rición de su característica masiva, el turismo aparece como ser animado de
mavimiento. De aquí que las primeras definiciones signifiquen la supera-
ción de las distancias especides y que incluso se delimitan a la alta clase
social y econ6mica que en aquellas épocas podían permitírselo. El Turismo
se presenta, por tanto, en este primer intento, como una parte del tráfico.
Pudiendo ser este de mercancías, de ideas (comunicaciones) y de personas,
el Turismo se incluye en el tercer grupo, debiendo @pararse del tráfico
turístico aquellos que no tengan la calidad de turistas.
Esta calidad exige una definición exacta. Ya no es sólo la superación
del espacio intermedio, hecho que se logra con cualquier transporte. Bien
se despoja al tráfico turístico de intencionalidad aimpura*, al viajar por
, viajar, por el placer del viaje, por el viaje en sí; bien se admiten otras
motivaciones. Si, teóricamente, pueden satisfacer estos conceptos de inten-
cionalidad, es cierto que la definición sigue envuelta en nebulosas, puesto
que la intencionalidad no es, en la mayoría de las ocasiones, tan poco com-
pleja que no abarque una suma de elementos.
LA PREVIA DEFINICION DEL CONCEPTO TURISTA

La definición de Turismo y de tráfico turístico exigía la previa defini-


ción de turista. Se empezó por el medio más sencillo, el negativo. Para
Glucksmanu y Golden:

«Prácticamente no cuentan en el tráfico turístico aquellas perso-


nas que, por las disposiciones legales de un país, se ven obligadas
a formalizar deespues de un cierto tiempo de estancia una resi-
dencia.~

El tráfico turístico, a diferenaa del tráfico de viajeros no turistas, exige,


como se ve, la ida y vuelta (tour: vuelta); implica estancia, pero también
regreso. Es migración. Ahora bien: parecen surgir nuevos roces con el trá-
fico de viajeros no turistas, con aquellos que también retornan. Norwal
(A. J.): (La industria del Turismo, 1936):
Tourist; «A tourist is one who enters a foreign country for what-
soever purpose than for permanent residence or iegdai business
acro~sborder and spenás in the country of temparary sejourn mo-
ney which has been eamed e1sewhere.s

Ehrensperger entendió un sentido estricto del tráfico turístico: el de


personas sin remuneración en su viaje; y en sentido amplio: el de aquellas
que realizan un trabajo remunerado. Llegó incluso a considerar varias cla-
ses de estos turistas:
a) obreros transeúntes ocasionales;
b) tráfico de fronteras;
C) representaciones diplomáticas;
d) rephentaciones de organismos internacionales.

Es fácil comprender que la teoría amplia de Ehrensperger, la del tráfico


remunerado, se presta a controversia, en especial las dos clases primeras,
que fueron excluidas por un Comité de Expertos en Estadística de la Socie-
dad de Naciones en propuestas elevadas al Consejo el 22 de enero de 1937.
En aquellas f&s se había planteado a escala internacional la necesi-
dad de obtener estadísticas de Turismo en los diferentes países miembros,
a fin de coordinar esfuerzos de promoción y de estudio.
Lu udefinicidn»de ia Sociedad de Naciones.
Con el fin de hacer más comparables las estadísticas turísticas internacionales, el
término «Turismo» debe ser intemretado, en principio. como significatiw de toda
persona que viaje durante v ~ n t i ~ b o o Ü h por cualquier otro país que el de
ho&
su r e s i d d habitual.
El Comité decide que las personas que se h d e n comprendidas en las siguientes
categorías habrán de considerarse como turistas:
1) Las personas que efectúen un viaje de placer o por razones de familia, sa-
lud, etc.
2) Las personas (que acudan a una reunión o en calidad de servicio (científicos,
administrativos, diplomáticos, religiosos, deportistas, etc.).
3) Las personas que viajan por negocios.
4) Los visitantes de los cruceros marítimos, incluso cuando la duración de su
estancia es inferior a veinticuatro horas. Estos úitimos debieran ser contados
en grupo aparte, en caso necesario aun sin distinción, según el domicilio
habitual.
No serán considerados como turistas:
1) Las personas que lleguen provistas o no de contrato de trabajo para ocupar
un empleo en el país o para ejercer una actividad profesional.
2) Personas que vengan a fijar su residencia en el país.
3) Los estudiantes y jóvenes alojados en pensionados o escuelas.
4) Los fronterizos y personas domiciliados en un país y que tienen su trabajo
en otro. ,
5) Los viajeros en tránsito sin parada en el país, incluso cuando la travesía del
mismo les lleve más de veinticuatro horas.

La Asamblea General de la Unión Internacional de los Organismos Ofi-


ciales de Turismo con sede en Dublín, en 1950 admitió que los estudiantes
y j6venes residentes en el extranjero debían ser incluidos en la denomina-
ción de «turista». Salvo esta excepción, la definición de la Sociedad de
Naciones es utilizada como base d e los trabajos del Grupo de Estudios.

ULTIMAS DEFINICIONES

En estos años anteriores a la conflagración mundial de 1939 ya era no


~ ó l ode interés teórico, sino de interés general, el fenómeno del Turismo.
Y lo era por los efectos económicos en los núcleos receptores. Las defini-
ciones que hemos visto hablaban de ciertas motivaciones, pero llevaban el
acento principal al tráfico. Glucksmann, en 1935, ya indicó el error:
«Quien interpreta el Turismo como un problema de transporte lo
confunde con el tráfico de turistas. El Turismo empieza allí donde
el tráfico termina, en el puerto del Turismo, en el lugar de hos
pedaje.~«El tráfico de viajeros conduce al Turismo. Sin embargo,
no es el Turismo propiamente dicho, ni siquiera en parte.*
De aquí surgirá, poco despub, la mejor definición del Turismo enun-
ci2da antes de la 11 Guerra Mundial, y debida tambih a Glucksmann: '
«Turismo es la suma de las relaciones existentes entre personas
que se encuentran pasajeramente en un lugar de estancia y los
naturales de ese lugar.»
Retocada ligeramente por Benscheidt, también de la escuela berlinesa,
como sigue:

«El conjunto de relaciones pacíficas entre viajeros que se detienen


en un sitio, las personas no domiciliadas allí y los naturales de esa
región.»

Después d e la 11 Guerra Mundial empiezan a proliferar las monografías


sobre Turismo. Hallamos en ellas muchas definiciones: unas, que descono-
cen la apertura de horizontes de la escuela de Berlín e insisten en aspectos
parciales; otras, que la perfeccionan.
Troisi (en La Rendita Turistica: Teoria e fatti, 1942), no se esmera en
este enunciado:

«Conjunto de traslados temporales de personas, originados por


necesidades de reposo, de cura, espirituales o intelectuales.»

Para Marcel Gautier, su definición nos aparece esquemáticamente con-


figurada:

«El conjunto de fenómenos económicos y sociales originados por


los viajes.»

La definición actualmente aceptada es de los investigadores Hunziker y


Krapf (Allgemeine Fredenverkehrslebre). Data de 1942, y dice así:

«Turismo es el conjunto de las relaciones y fenómenos producidos


por el desplazamiento y permanencia de personas fuera de su lu-
gar de domicilio, en tanto que dichos desplazamientos y perma-
nencia no estén motivados por una actividad lucrativa.»

No queremos terminar est,a panorámica de las definiciones sin recordar,


por su lado, a Schdern m Schattenhofen, que en 1911 (Turismo y Econo-
rnia Naional) escribía:
«Turismo es el concepto que comprende todos los procesos, espe-
cialmente los económicos, que se manifiestan en la afluencia, per-
manencia y regreso del turista hacia, en y fuera de un determinado
municipio, país o estado.»

Procediendo de! campo de la Economía era natural que cargase el én-


fasis sobre los procesos económicos, pero es lo cierto que su clara visión
le hizo adelantarse varios años al concepto actual y no empaña su defini-
ción el hecho de que entre en ella el definido, que todavía no estaba con-
cretado. Claro es que, incluso para la primera época de la escuela berlinesa,
cuando el Turismo era considerado como tráfico, no se tuvo en cuenta de
una manera directa la propia definición de este concepto (Guntzel):

«Tráfico es aquella actividad económica que se ocupa en la crea-


ción y empleo de medios para facilitar las relaciones entre sujetos
económicos espacialmente separados.*

Porque es evidente que en ella está incluido no 5610 el transporte, sino


la permanencia en lugar extraño.

VIAJEROS, VISITANTES Y TURISTAS

La Organización Mundial de Turismo ha sintetizado una clasificación


de todos los viajeros en un intento de llegar a la concreción del contenido
del término Turista. Para ello, parte del genérico Viajeros, que divide en
aquellos que se incluyen en las estadísticas del turismo y aquellos otros
que no se incluyen, tales como los trabajadores fronterizos, nómadas, pasa-
jeros en tránsito (que son los que no abandonan el área de tránsito de un
puerto o un aeropuerto; si el tránsito incluye uno o varios días, si deben
figurar en las estadísticas de turismo), refugiados, miembros de las Fuer-
zas Armadas, representantes consulares y diplomáticos (en estos tres casos,
cuando se desplazan de sus países de origen hacia otros donde están en
funciones, o al regreso), inmigrantes temporales e inmigrantes perma-
nentes.
Aparte todos los anteriores, los que figuran en las estadísticas reciben
el nombre de Visitantes, y pueden dividirse en dos grandes grupos. Los
visitantes que pasan por lo menos una noche en el país visitado, que reci-
ben el nombre especifico de Turistas; y los que pasan menos de una no-
che (aunque si son viajeros en tránsito o escala, pueden visitar el país uno
o varios días, regresando al barco o al tren para dormir), a los que se les
denomina Excursionistas.
Los excursionistas comprenden tres grupos: Visitantes del día, llama-
dos también de menos de veinticuatro horas; Pasajeros en crucero, que,
aunque se incluyen en este grupo, se aconseja dar una relación separada
de ellos, y Tripulaciones (que se refiere a las tripulaciones de aviones, que
no son residentes en el país visitado y que permanecen durante el día).
Finalmente, queda el grupo principal, los Turistas, cuya característica
temporal -una noche m í n i m e se ha indicado anteriormente. También
tienen tres grupos: No residentes (extranjeros) -para el turismo recep-
tivo procedente del exterior- No residentes (nacionales) -para el turismo
interior-; Nacionales residentes en el extranjero - q u e deben llevar cuen-
ta aparte- y Miembros de tripulación (no residentes) - q u e hacen uso de
medios de alojamiento del país visitado.
Esta clasificación podría completarse, en este último apartado, con los
Residentes en el país que visitan zonas de éste donde no residen. Estos
últimos se comportan como los propios turistas nacionales en su propio
iP'P0.

Si prescindimos ahora de todas las definiciones anteriores, para concre-


tar nuestras ideas podemos aceptar que turistas son todos 'aquellos que se
desplazan fuera de su domicilio habitual con intención de regresar. Etimo-
lógicamente, la palabra tour es tan explícita como para implicar la vuelta, y
sólo ella. Los restantes añadidos que se han visto -viaje por placer, pago
de los servicios con dinero previamente ganado, etc.- son simplemente
añadidos para delimitar una forma de viaje que por su extrañaa y espec-
tacularidad fue absorbiendo hacia 1800 todas las otras formas existentes.
En la mentalidad de aquella época antiturística, pragmática, destacaba el
que se arriesgaba a un tour sin más propósito que el del mjsmo viaje. Era
un desocupado, un snob. Pero el primitivo concepto del tour se vio circuns-
crito y limitado injustamente. Para nosotros, turista es el que hace un
tour, independientemente de sus motivaciones.
La generalización de los viajes a lo largo del siglo xrx va produciendo
unos curiosos efectos en el núcleo receDtor. Hasta ahora. el ~ a í aue
s recibía
turistas vivía su propia vida, sin ser afectado por aquéllos. Desde este
momento tiene que ir paulatinamente equipándose en transportes y hotele-
ría, industrias que empiezan a conocer el valor económico de los viajeros.
Surgen poco a poco organizaciones para defensa y promoción de intereses
comunes. Empiezan tímidas campañas de propaganda, se abren oficinas de
información, etc. En 1828 Ginebra registraba 50.000 extranjeros; hacia
1860 los Estados Unidos enviaban unos 40.000 americanos a Europa; en
1878 Cook transporta 75.000 personas a la Exposición de París; en 1910
Mónaco, centro de la vida elegante europea, recibía en el Principado a
miilón y medio d e turistas. Como es lógico suponer, estas masas van a con-
figurar la vida entera de los núcleos receptores. Ya no cabe la actitud indi-
ferente ante aquel primitivo turista aislado de antaño. El núcleo entero va
a ser impregnado de «turismo».
Con ello llegamos, pues, a la palabra mágica: Turismo. ¿Qué es el Tu-
rismo? Turismo es, por un lado, conjunto de turistas, que cada v a son
más numerosos; por el otro, son los fenómenos y relaciones que esta masa
produce a consecuencia de sus viajes. Turismo es todo el equipo receptor
de hoteles, agencias de viajes, transportes, espectáculos, guías-intérpretes,
etcétera, que el núcleo debe de habilitar para atender a las corrientes tu-
rísticas que lo invaden -y que no promovería si no las recibiese-. Turismo
en las organizaciones privadas o públicas que surgen para fomentar la in-
fraestructura y la expansión del núcleo; las campañas de propaganda que
hay que planear, ejecutar y difundir; la creación de Oficinas de Informa-
ción; la creación de escuelas para la enseñanza del Turismo; el estudio del
Turismo para deducir las líneas generales de la política a seguir; la promo-
ción del Turismo social.
También es Turismo los efectos negativos o positivos que se producen
en las poblaciones receptoras -económicos, sociales, religiosos, etc.- por
el «contagio» de los extranjeros y entre estos últimos; y el que a su vez
se produce por el de estas poblaciones con las próximas, aunque estas últi-
mas no reciban turistas -una especie de efecto multiplicador moral o
cultural-, y para terminar esta lista, no limitativa, Turismo es también,
por paradoja, el efecto que se produce en un núcleo receptor cuando se
corta la afluencia turística. Es decir, que pueden darse efectos turísticos
-negativos- sin turistas.

CONDICIONANTES DEL VIAJE


Toda persona es un turista potencial. Pero esta potencialidad debe con-
vertirse en acto para que exista el turista. De aquí que los primeros intentos
de definición del Turismo hicieran especial mención del tráfico turístico.
Cuando el turista se reintegra a su lugar de origen cesa, claro es, de ser
turista, para reintegrarse a su potencialidad.
Para h realización de Turismo se precisan dos condicionantes:

a) Voluntad.
b ) Posibilidad.
La primera es condición anímica, el motor puesto en marcha por el de-
seo, cuyo despertar puede originarse por diferentes causas, simultáneas
O no:

- propaganda;
- «mimetismo» (influencia del medio, vanidad, etc.);
- hábito (de otros viajes y experiencia);
- conveniencia física, intelectual o moral (cura balnearia, descan-
so, estudios, fe, incluso spleen);
- seducción (obligatoriedad).
La posibilidad abarca otros factores, generalmente externos al indivi-
duo, tales como Tiempo, Dinero, Medios de Transporte, etc. Las clases
económicamente fuertes han dispuesto siempre de estos condicionantes; de
aquí que el Turismo haya sido en un principio deporte y ocupación de ricas.
La llamada «democratización» del Turismo solamente ha llegado cuando
la masa ha obtenido la conquista de las vacaciones (Tiempo), y, sobre
todo, d e las vacaciones retribuidas (Dinero).
EL DESEO DE 4EVASIONB

Si nos remontamos a la consideración de que el Turismo es un despla-


zamiento geográfico, podremos estimar que en su fundamento más esque-
mático haliamos un sujeto: el Hombre, y un objeto: la movilidad -bien
en Turismo itinerante, bien en sedentario o residencial-, que se repre-
senta por la tierra. Hombre y Tierra son, pues, elementos necesarios para
la existencia del Turismo. La movilidad del primero sobre la segunda, que
puede darse en varias formas y motivos, deberá ser objeto de análisis. La
actuación del Hombre sobre la Tierra es, en principio, económica. Y ésta
nos aparece en un doble aspecto de simple espacio o de productora de
materias primas.
En el primero, es un ancho campo ilimitado; aunque el hombre haile
un ecurnene más confortable para su vida en lugares de un clima determi-
nado. Ello no obsta para que la dispersión de la Humanidad abarque tierras
de climas inhóspitos, hacia el Polo o hacia los Trópicos.
Pero es la Tierra como productora la que condiciona la vida humana,
sea de animales para la caza -culturas paleolíticas y cazadoras-, sea como
tierra agrícola -culturas neolíticas y siguientes-, sea productora de ener-
gla mineral, hidráulica, etc.
El Hombre frente a la Tierra Madre desarrolla civilizaciones diferentes.
En principio vemos al hombre paleolítico depender de la caza de bisontes
o cémidos. Como éstos dependen de los pastos, el Hombre es nómada.
Cuando inventa la agricultura se hace sedentario. Nomadismo y sedenta-
rismo son dos «conductas» diversas y antagónicas. Nosotros, herederos de
ambos, somos sedentarios, pero llevamos en un subconsciente profundo
el recuerdo oscuro de una etapa de la Humanidad que duró milenios: la
etapa nómada, móvil, de aventura y de temor; pero de íntima comunión
con la Naturaleza.
Nomadismo y sedentarismo son dos concepciones de la vida. El trán-
sito de una a otra debió ser tremendamente largo, creando estadios de
pueblos «recolectores» naturales, es decir, sin siembra previa ni roturacio-
nes. Hubo que adivinar que la semilla, enterrada, resurgiría de nuevo en
planta, como en el mito de Demeter y Kora. Incluso entre los primiti-
vos actuales hallarnos estos estadios intermedios: pueblos esquimales, por
ejemplo.
Pero hay más, como los hombres «azules» del Sahara o los gitanos, que
deambulan todo o parte del año, unidos con un hilo invisible a un núcleo
geográfico que sima de referencia. En cambio, los sedentarios, pueblos que
desarrollan después toda la civilización actual, seguirán mirando con recelo
al eterno viajero no afincado en parte alguna.
Es presumible que en nuestra conciencia surja esta opinión, que refleja
Juan Ramón Jiménez en su cuarteta:
Mar desde el huerto,
Huerto desde el mar.
Ir con d que pasa cantando,
O verlo desde el huerto pasar.
El nómada es hombre de largos horizontes. Contempla el paisaje en
conjunto, en síntesis. En su raciocinio deduce de arriba a abajo, de lo gene-
ral a lo particular. Su estética es la de los grandes volúmenes y las masas
d e color, pero unas y otras se deshacen cuando las traspasa. Su religión es
panteísta.
El sedentario, en cambio, es tranquilo, quieto. Se cierra en el pequeño
marco del horizonte vallado de su huerto. Más allá está el peligro, lo des-
conocido. Pero en su mundo lo conoce todo: el terrón de tierra que abre
con la azada. Es hombre del detalle, del ,análisis. Su raciocinio es desde
lo suyo, particular, a lo general desconocido. Su estética, de lo minúsculo.
Su religión, monoteísmo.'
Pero el nomadismo lleva prioridad de siglos en la historia de la Huma-
nidad. Desde la aparición del hombre hasta el Neolítico, hacia el 5000 antes
de Cristo. El n~madismosuma algo así como medio millón de años. El
Neolítico, y no en todos los sitios, unos siete mil.
Cierto es que el sedentarismo ha originado toda la civilización actual,
y desde un primer paso, que todavía perdura, del agricultor que vive en
«su» Naturaleza, pero vida natural, al fin, produce una segunda cultura.
Ya no es el aprovechamiento directo de los productos agrícolas, sino su
transformación. Es la civilización industrial la que se abre paso paulatina-
mente para desembocar en el mundo moderno industri,al y urbano. U ~ b e
industria frente a la aldea autárquica, agrícola y ganadera.
Es en este medio moderno donde el hombre vive hacinado, de espaldas
a la Tierra que le produjo, inmerso en una cultura artificial de asfalto,
luces neón, acondicionamiento de aire y calefacción, transportes y centros
de trabajo y de diversión «masificados», domicilios estrechos, sin un rayo
d e sol donde el hombre actual disfruta de una vida sin libertad y sin Tierra,
a cambio de un alimento seguro y de unos goces civilizados.
Es en estos cuerpos esclavizados donde la mente puede añorar la liber-
tad antigua y la Tierra perdida. Surge en lo hondo un deseo de «evasión»
de las cadenas diarias: cadenas del vestido 4 e l cuello duro y la corbata,
o del zapato de tacón-, del asfalto, de la luz eléctrica, del teléfono, de
todo lo que huele a encierro y que ha perdido su atractivo de «jaula dora-
da». Evasión, ¿a dónde?; a la Naturaleza: bien en su estadio nómada
total, bien al pequeño mundo del agricultor y pastor del Neolítico: Turismo
itinerante o Turismo residencial.
Así el Turismo, al menos el producido por el deseo de evasión, se con-
figura con las siguientes caracte~ísticas:
1. Es un producto de la civilización de las grandes urbes industria-
lizadas.
2. Es un movimiento temporal que dura psicológicamente hasta cuan-
do la comunión con la Naturaleza se satura y la «jaula dorada»
recobra su atractivo.
3. Surge con más fuerza cuando el verano funde el asfalto y hace un
horno incandescente de la ciudad o, en climas más fríos, cuando
esa misma estación recuerda al hombre la dulzura del clima na-
tural. Ello produce la estacionalidad turística. Una segunda oca-
sión, en otras estaciones, en busca del clima deseado, condicionada
a la posibilidad de romper las cadenas - c l a s e s de lujo- y al venci-
miento de las distancias.

LA CIVILIZACION D E LOS <<LOISIRS»

La llamada civilización del ocio, loisir, en francés, es la meta no de-


masiado lejana de la civilización actual. Loisir viene del latín licere, estar
permitido, referido al tiempo libre fuera de las ocupaciones habituales de
libre disposición. El sentido de esta palabra no es, pues, solamente ocio,
sino reposo también, comodidad, y la realización de toda acción que no
pueda ser considerada como trabajo remunerado: entretenimiento, juegos,
práctica del deporte, vida de relación, actividades culturales -exposiciones,
conferencias, etc.- y Turismo. Es el concepto del dopolavoro italiano.
La civilización del ocio ha comenzado en la actualidad a tener carta de
naturaleza en las preocupaciones de los sociólogos, políticos y economistas,
y con una intensidad creciente, a consecuencia del aumento progresivo del
tiempo libre en todas las capas de la sociedad.
En efecto, si comparamos las condiciones de vida de los trabajadores del
siglo pasado y anteriores, según se desprende de los novelistas de su época,
con los de hoy día, vemos cómo la fijación de la jornada laboral, la con-
quista de la semana «inglesa» y las vacaciones anuales han venido a implan-
tar nuevas formas de vida antes desconocidas. La automación, la técnica del
trabajo, los nuevos medios de organización y de productividad y la ciber-
nética dan como resultado una mayor producción a costa de un menor
esfuerzo humano. Con ello se va logrando una reducción paulatina de jor-
nadas, un mayor período de vacaciones y un adelanto en la edad de jubi-
lación.
En los países desarrollados la jornada semanal es de unas cuarenta ho-
ras de trabajo. Fourastié indica cómo en Norteamérica se acaba de implan-
tar para los obreros electricistas de la construcción la de treinta y dos
horas semanales, y que esta conquista será imitada próximamente por todo
el mundo trabajador de los Estados Unidos y Europa. Se consideran y a
seis semanas de vacaciones ininterrumpidas al año, lo que, junto a las
restantes fiestas y domingos, viene a dar un total de nueve meses de trabajo
anual, siendo, por tanto (treinta y seis semanas por treinta y dos horas),
solamente mil ciento cincuenta y dos horas de trabajo al año.
Si estimamos ahora la vida laboral de un trabajador entre los veinte y
los sesenta años, es decir, unos cuarenta años de vida activa, da un con-
junto de cuarenta y seis mil ochenta horas de trabajo. Se estima como
meta a alcanzar en un futuro no lejano la de las cuarenta mil horas.
Frente a esta actividad laboral hallamos la vida humana, extendiéndose
cada vez en mayor longevidad. Considerando sólo la actividad del ocio
entre los quince y los setenta y cinco años, es decir, durante sesenta años,
hay un total de quinientas veinticinco mil seiscientas horas de existencia,
de las que podemos deducir las cuarenta mil horas laborales, quedando li-
bres no menos de cuatrocientas ochenta y cinco d horas.
No es extraño que esta cifra preocupe a sociólogos, economistas y polí-
ticos. Y que al amparo de estas perspectivas se plantee la civilización de
los loisirs como un auténtico problema para el próximo futuro. Jamás hubo
para el hombre tan gran oportunidad de atender a una formación huma-
nística tan completa como la que se avecina. Educación elevada, compren-
sión internacional, serán sus resultados. En este tiempo libre de millares
de horas el Turismo tiene su parte importante, y por ello vemos su futuro
con toda confianza.

LA SEDUCCION DEL MEDITERRANEO

Para el estudioso del Turismo no es un descubrimiento el auténtico


éxodo que en verano, pero en invierno también cada vez en mayor cuantía,
lanza a los europeos del norte y del centro a las playas del Mediterráneo.
La cuenca mediterránea cobra así un interés específico, como un hecho
de la civilización actual dentro del marco de la Geografía Humana. Cada
año más millones de europeos sienten la «llamada del Sur», como si se tra-
tase de un gigantesco balneario en el que se recobrara la salud perdida, o
un gran centro de peregrinación de una religión panteísta. Ante este hecho
cabe preguntarse qué es el Mediterráneo y cuáles son sus elementos de
atracción. Si esta fuerza imantada, surgida en pocos años, tendrá una per-
sistencia prolongada o es una moda pasajera. Si se puede actuar sobre el
Mediterráneo para reforzar las corrientes turísticas. ¿Por qué el Medi-
terráneo?. ..
Indudablemente, todo el futuro de nuestro Turismo se halla inmerso
en estas preguntas. Para España, donde el impacto de nuestros visitantes,
desde 1950, ha significado el «despegue» de nuestra economía, la contes-
tación a ellas significa la mayor o menor urgencia en los planes de des-
arrollo; la confianza o desconfianza en el «monocultivo» actual del Turis-
mo; la promoción rápida o cuidadosamente limitada de centros y zonas de
interés; la política entera a seguir, en una palabra, en el último tercio
del siglo xx.

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