Jimeno, Los Diarios de Campo001
Jimeno, Los Diarios de Campo001
Jimeno, Los Diarios de Campo001
Metodología cualitativa en la
investigación sociocultural
A, Aguirrc Baztán (Ed.)
Alfaomega marcombo
© de los autores, 1995
ISBN 970-15-0215-9
Derechos reservados.
Esta obra es propiedad intelectual de su autor y los derechos de
publicación en lengua española han sido legalmente transferidos
al editor. Prohibida su reproducción parcial o total por cualquier
medio sin permiso por escrito del propietario de los derechos del
copyright.
Las preguntas formuladas hoy a posteriori al examinar los «Diarios de campo» podrían
ser las siguientes: un diario de campo: ¿por qué?, ¿para qué?, ¿para quién? Los diarios de
Malinowski ¿responden a una necesidad planteada por el trabajo práctico?, ¿son útiles
de trabajo?, ¿o responden más bien a una moda de época que impelía a producir su propio
diario a todo burgués bien educado?
En primer lugar es necesario empezar por una distinción que puede resultar aclaratoria
con respecto al problema, que consiste en diferenciar los «diarios» de las «notas de campo».
Respecto a estas últimas el autor se declara partidario, refiriéndose a ellas como a un útil
más del trabajo de campo (MALINOWSKI, 1977).
Establecida la diferencia entre «notas» y «diarios», pasemos a examinar estos últimos
brevemente. *
Con respecto a los diarios (1914-15 y 1917-18), se puede afirmar que son algo a medio
camino entre: una agenda, literatura epistolar, y un esquema de trabajo. Tienen poco que ver
con un útil antropológico. En muy pocas ocasiones aparecen pensamientos sobre el trabajo
a realizar. Son más bien un escarceo literario e intimista con un interlocutor inexistente.
Quizá es el soliloquio de Malinowski consigo mismo. No se produce en ellos ninguna
cosmovisión sobre la sociedad estudiada, sino una especie de desecho existencial de la
cotidianidad, que al autor se le presenta con frecuencia tan abrumadora como pueda serlo
para cualquiera de los habitantes de las ciudades de hoy. Tan sólo aparece una válvula de
escape: la contemplación del paisaje.
Pero ¿qué representan los diarios en la producción del autor?, ¿algo tético, o una exi-
gencia más de su moral calvinista sobre el trabajo?
El diario se vuelve para el autor un receptáculo del material de desecho psicológico,
es un orinal antropológico de su tiempo. Allí aparecen sus productos eliminables como:
prejuicios raciales declarados y no declarados; un juego de falsa aceptación de los prejuicios
de la moral burguesa; sus intereses profesionales claramente orientados, a los que ayuda su
elección de cónyuge; y todo tipo de desajustes respecto al lugar del trabajo práctico: insa-
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lubridad del clima, problemas con la salud, desprecio por los indígenas, a los que llama
«negros» de forma despectiva; y también valoraciones morales negativas sobre los blancos
que allí habitan, que aparecen calificados por una razón u otra.
Estos diarios representan el desajuste experiencia! en el propio terreno del trabajo
práctico. No pienso, en absoluto, que el autor hubiera consentido en publicarlos según se
produjeron. Es más probable pensar que cayera en la trampa de escribir un diario, y eso le
traicionó.
Por otra parte, no es usual que el antropólogo hable del trabajo de campo, durante el
proceso de producirse el mismo. Si lo hace es a posterior!, al escribir la monografía. El
resultado de esto es una descripción falsa de cómo tiene lugar el proceso de descubrimiento,
que al construirse con posterioridad aparece muchas veces con una fuerte carga de hiper-
coherencia, casi inevitable si no se plantea criticamente.
El elemento que puede arrojar alguna luz sobre la naturaleza de los diarios de campo
es la pregunta sobre a quién van dirigidos, ¿son parte de una literatura epistolar, que no llega
a su receptor? o, por el contrario, van dirigidos a sí mismo.
Y por último, si es así, ¿por qué no los destruyó una vez finalizadas las principales
monografías? (Considero principales monografías: «Los argonautas del Pacífico Occidental»,
1922, «La vida sexual de los salvajes del Noroeste de Melanesia», 1929, y «El cultivo de
la tierra y los ritos agrícolas en las islas Trobriand», 1935.) ¿Por qué guardarlos? ¿Fue el
gran narcisismo de Malinowski lo que le hizo no renunciar a una sola de sus líneas?
Comparando el espíritu del antropólogo, que aparece en las monografías con el hombre
que se esconde detrás de sus diarios, podríamos decir que asistimos a un caso de esquizofrenia
moral. El antropólogo es capaz de encontrar sentido e integración, valores morales, un
mundo de normas coherente y aceptable para los melanesios, y no es capaz, sin embargo,
de encontrar algo parecido en la sociedad que a él le toca vivir. Se siente como teniendo que
vivir en un mundo no justificable moralmente, pero que se ve obligado a aceptar. Y lo que
es más, es compelido a elegir en él. Esto provoca, quizá, la falsa conciencia tan clara en los
diarios.
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condición económica generalizable?, ¿lo es de un cierto tipo de sociedades?, o ¿sólo para
un grado de desarrollo de éstas? Todas estas cuestiones dependen de una pregunta más
radical, ¿qué significa el intercambio económico?
La Economía clásica había acostumbrado a hacer pensar que todas las sociedades
tienen un proceso económico que va de la producción a la acumulación. Sin embargo, a
través del análisis de estas sociedades se asiste a otro proceso no subsumible en dichas
categorías: producción-abastecimiento para el intercambio. (Aunque el autor también nos
hable de una acumulación en esta sociedad, lo será para el intercambio.)
Malinowski tendrá que partir de nuevas categorías, que permitan la observación de los
fenómenos económicos, y el concepto que se muestra como categoría explicativa más adecuada
para dar cuenta de ellos; es el del intercambio económico: «toda la vida tribal está regida
por un constante dar y tomar», nos dice el autor (MALINOWSKI, 1973: 173).
¿Qué pueden significar todas las interdicciones alimentarias entre los trobriandeses? La
mayor parte de ellas son las que configuran el mundo del intercambio, la forma organizativa
más estable posible.
El intercambio se produce no sólo entre parientes dentro de la aldea, sino entre unos
poblados y otros, entre un tipo de alimentos y otros, entre unas tribus y otras, entre unas islas
y otras. También entre tipos de bienes diferentes, no sólo consumibles, sino sociales: estéticos,
de prestigio, etc., donde el autor es capaz de apreciar, a veces, su completa banalidad y gra-
tuidad respecto a las necesidades de la existencia cotidiana.
Es el mundo del intercambio, que acaba en el análisis del «kula», como expresión de
un mundo comercial de más amplia red.
Unas cuantas citas de distintos niveles económicos, pueden situarnos de lleno en el
mundo del intercambio autóctono fácilmente.
Un ámbito privilegiado para la observación son de antiguo las relaciones de parentesco,
y en especial las de alianza. Desde éstas dice el autor: «(la) declaración de matrimonio es
seguida por un intercambio de regalos, acto típico de toda transacción entre trobriandeses»
(MALINOWSKI, 1975: 109).
Recordemos que en este tipo de sociedades -entiéndase jefaturas-, la apreciación de un
bien como económico, afecta tanto a los bienes materiales como a los de prestigio. Veamos:
«Un jefe, un notable de la aldea o, en general, todo hombre de rango, rico y poderoso, dará
a su hijo predilecto todo cuanto legalmente pueda quitar a los demás herederos: terrenos en
la aldea, privilegios de pesca y caza, cierta parte de la magia hereditaria, una posición en
el comercio Kula, un lugar privilegiado en la canoa y prioridad en las danzas».
Se puede observar que son considerados bienes económicos a igual efecto: los terrenos,
los privilegios de pesca y caza, la magia de la familia, el puesto en el comercio kula y los
lugares de prestigio en la canoa y en las danzas. Tenemos, al menos, cinco esferas distintas
de bienes económicos, que pertenecen a grados organizativos diferentes del desarrollo econó-
mico-social.
La forma de analizar la sociedad por parte de Malinowski es exhaustiva. El distancia-
miento de la observación tan necesario a todo antropólogo, aparece claramente en su segun-
da monografía al hablar del intercambio matrimonial: «cuando se examinan de cerca los
métodos corrientes de la economía indígena, se observa que contribuyen poderosamente a
estimular y mantener la actividad industrial. Si el indígena sólo se viera obligado a trabajar
para la satisfacción de sus necesidades personales e inmediatas... jamás produciría exceden-
te, dado que no posee medios para capitalizar. Pero los sentimientos profundamente arrai-
gados de ambición, honor y deber moral le han permitido alcanzar un nivel relativamente
elevado de productividad y organización, que le conduce a obtener una producción suficien-
te para hacer frente a la calamidad durante los años de sequía y mala cosecha» (MALINOWSKI,
1975: 133).
La combinación entre «derecho paterno» y «herencia matrilineal», analizada porme-
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norizadamente en «El cultivo de la tierra y los ritos agrícolas en las islas Trobriand», serán,
según Malinowski, la puesta en funcionamiento organizativa del entramado económico,
previsto ya por los indígenas para hacer frente a desastres, y produciendo una efectiva
estabilidad económica llevada a cabo por medio del intercambio, como se acaba de observar.
Este es el planteamiento «etic» de la vida económica melanesia, mostrado con toda
claridad desde la observación del sistema económico. Las citas presentadas son lo sufi-
cientemente relevantes como para poder considerarle sin lugar a dudas como el precursor
de la Antropología Económica y el obligado antecesor de teóricos como: Mauss, Polanyi,
Sahlins, y un largo etcétera, así como claramente Harris y otros materialistas culturales, al
afirmar que los valores morales de la sociedad trobriandesa sirven para mantener en orden
el sistema económico completo.
La teoría del intercambio seria perfecta si se continuara con una mayor observación del
papel que juega la conservación del alimento en la capacidad de desarrollo de este tipo de
sociedades. También hubiera sido excelente insistir más en el análisis de las conexiones
entre las distintas esferas de valor que aparecen entre los trobriandeses. Desarrollos de este
tipo serán seguidos más tarde por autores dedicados a Antropología económica.
Al releer hoy la teoría del intercambio en Malinowski, es inevitable recordar antropólo-
gos como: Marx, Polanyi, Sahlins, Mauss, Lévi-Strauss, Evans-Pritchard, Firth, Bohannan,
Boas, M.N. Cohén, Harris, etc. Todos ellos estarían situados en el centro de la polémica
sobre los problemas planteados por el autor respecto al intercambio, continuando el tema o
con planteamientos alternativos.
R. Firth atribuye el valor de la obra del autor, y su estímulo como pionero a tres cosas:
«la novedad de sus investigaciones directas sobre el terreno, hechas siempre con la atención
despierta a todas las implicaciones económicas; a la fuerza y a la sinceridad de su exposición
concreta, y a su clarividencia al interesarse por las relaciones entre la economía y otros
aspectos del sistema social tanto, al menos, como por los fenómenos económicos en sí
mismos» (FiRTH, 1974: 227).
La mayor parte de los principales teóricos de la Antropología económica se han inspi-
rado en la teoría del intercambio de Malinowski, quién, a la vez, hace declaraciones sumamen-
te críticas que parecen ir dirigidas a la teoría marxista, como la siguiente: «mientras toda una
escuela de economía metafísica subrayaba la importancia de los intereses materiales -que
en último término son siempre intereses de nutrición-, dentro del dogma de la determinación
materialista de todo proceso histórico, ni la antropología, ni ninguna otra rama especial de
la ciencia social han puesto su atención devota en esta cuestión de la alimentación. Los
fundamentos antropológicos del marxismo o del antimarxismo están todavía por sentar»
(MALINOWSKI, 1975: 36).
Malinowski se queja de que no se haya prestado a la alimentación y nutrición, la misma
importancia teórica que al sexo, y así afirma: «toda la ciencia de la cultura será estéril
mientras la segunda gran base de la sociedad humana, la búsqueda del alimento, no haya
ocupado toda la atención de los antropólogos» (MALINOWSKI, 1975: 36).
Se puede apreciar por estas citas, que el planteamiento materialista del autor, y su
visión funcional de la sociedad le hacen abrir nuevos caminos para la investigación antro-
pológica, que hoy son específicos, como sucede con la Antropología de la alimentación, mu-
cho más desarrollada actualmente de lo que Malinowski hubiera podido imaginar.
Más tarde, K. Polanyi, examinando las monografías de Malinowski sobre Melanesia y
su teoría del intercambio económico, al compararla con la de R. Thurnwald y otros autores,
harán posible la formulación de una teoría de alcance más amplio que afirma la existencia
de tres principios generales de funcionamiento de los sistemas sociales, los principios de:
reciprocidad, redistribución e intercambio, no como tipos excluyentes, sino como expresio-
nes de predominancia de un tipo sobre otro (POLANYI, 1976: 76).
Posteriormente M. Sahlins también elaborará la herencia teórica de Malinowski, exa-
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minando las formas de reciprocidad de manera exhaustiva en las sociedades tribales (SAHLINS,
1972: 72).
Estas citas seleccionadas hacen suponer que el autor utilizó el trabajo práctico sobre el
intercambio, por medio del cual se debate con teorías materialistas, recurriendo a bases
coherentes con un planteamiento material más completo que el que ofrecía el marxismo.
Más arriba se han visto las repetidas referencias a la necesidad de un estudio de la alimentación
y nutrición como elemento básico de cualquier sistema cultural.
Planteamientos de este tipo, serán desarrollados posteriomente por autores como M.N.
Cohén, Chagnon, Divale, Lee, Harris, etc.
Sirvan estos ejemplos para demostrar la relevancia y el impacto de las monografías de
Malinowski en la historia del pensamiento antropológico, así como el papel pionero que
juegan sus escritos.
En mi opinión, tanto «Los Argonautas de Pacífico Occidental», como «La vida sexual
de los salvajes» y «El cultivo de la tierra y los ritos agrícolas en las islas Trobriand», se
reparten el mejor trabajo de Malinowski. La primera estudia preferentemente el mundo
económico, la segunda, a pesar de su título, la organización social, y la tercera es la elabo-
ración concluyente y reflexiva de las otras dos. Las tres obras aparecen como continuación
una de otra, y en la segunda también se ofrecen interesantes reflexiones «etic», sobre los
fenómenos observados en la primera.
Resulta imprescindible intentar situarnos en el contexto histórico en que se publica «La
vida sexual de los salvajes». En 1932, esta publicación aparece como un libro novedoso para
su época, que en parte pone a prueba las teorías freudianas, unas veces siguiéndolas, otras
contradiciéndolas.
Quizá no esté demasiado claro el pensamiento de Malinowski al respecto; se le ve pa-
sar de consideraciones freudianas, a los planteamientos de E. Westermarck con demasiada
facilidad, siendo posturas antitéticas con respecto al papel de las pulsiones dentro de la fami-
lia humana.
Malinowski adopta el modelo prohibición-transgresión, que toma de Freud, con respecto
a la dinámica del instinto sexual. Sin embargo las tesis de Westermack son reproducidas,
aunque no explícitamente, al hablar de la relación padre-prole, mostrándolas, a veces, como
información «emic». Otras veces son expuestas como parte del modelo explicativo general,
de la familia en las Trobriand.
Respecto a la teoría freudiana en su totalidad, lo que intenta el autor es situarla so-
cialmente, y así poder examinar su validez teórica. Esta tesis está muy clara al decir el autor:
«La fuente de los sentimientos e inclinaciones ilícitos debe buscarse en los tabúes sociales
de una comunidad. Y la indiferencia, más aún, la repugnancia explícita de los psicoanalistas
a tomar en serio la organización social, quita casi todo su valor a la aplicación que ellos
mismos hacen de su doctrina a la antropología» (MALINOWSKI, 1927).
Esta falta de marco social de la teoría freudiana, es una acusación reiterada en la obra
del autor una y otra vez.
También existen ataques puntuales, como puede ser el que ofrece con el ejemplo del
adulterio entre los trobriandeses, donde la cuestión de los celos en el complejo del triángulo
edípico, no se resuelve por medio de un modelo triangular, como pretende Freud, sino que
en esta sociedad aparecen siempre dos triángulos, constituidos por los cónyuges de ambas
parejas, que de algún modo intervienen en la relación (MALINOWSKI, 1975: 293).
Malinowski examina la vida sexual de los trobriandeses con el mayor detenimiento
posible, insertándola dentro de sus coordenadas sociales. Y desmiente las anteriores defini-
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clones de esta sociedad como orgiástica. Por el contrario, hace ver las limitaciones de las
relaciones sexuales, a cargo de los controles sociales que son fuertes, y de cómo están siem-
pre dependiendo del resto de las relaciones sociales.
La descripción que hace de las relaciones sexuales es desmitificadora para su tiempo,
y está contemplada con gran naturalidad en la monografía. Nos informa cómo los indígenas
hacen referencia en sus conversaciones a la vida sexual como algo natural, salvo en presencia
de los parientes tabú. El sexo aparece en el relato de sus juegos y canciones. Sin embargo,
tienen un gran sentido del pudor, y guardan las relaciones sexuales para la intimidad.
Expone no haber encontrado aberraciones sexuales, en el sentido propio del término,
es decir, como actividades sustitutivas de relaciones sexuales. En caso de producirse alguna,
como son los casos de exhibicionismo que aparecen en relatos emic, son sancionadas por
la propia comunidad con la mayor ridiculización. Con una sanción típica de sociedades que
aún no han crecido demasiado, siendo, sin embargo, un medio de control social eñcaz.
El miedo al ridículo actúa inhibiendo comportamientos sexuales que se consideran en
esta sociedad inmaduros socialmente.
Otras veces los sentimientos punitivos son tan fuertes que impelen al suicidio a los
transgresores de las normas. Son generalmente transgresiones a la ley de exogamia, (entiéndase
en concreto tabú del incesto), o bien parejas cuyo matrimonio se considera inadecuado por
diferencias económicas.
Por medio de ejemplos como este, el autor hace ver cómo los valores morales están tan
fuertemente desarrollados, que sirven como autocontrol y seguimiento de las normas con-
sideradas buenas por y para la sociedad. Esto es propio de comunidades no muy especia-
lizadas, donde no existe aún una amplia diversificación de funciones, como es el caso de las
jefaturas melanesias.
Para poder entender la moral de las relaciones sexuales y el grado de libertad en la
elección de pareja, hay que observar la relación entre los términos de parentesco: «luguta»
(hermana) y «tabugu» (prima materna). La primera expresa el tabú, la segunda la ley de
exogamia, representada por todas las mujeres matrimoniables del grupo que se consideran
como prima cruzada clasificatoria matrilateral, que puede incluir generaciones alternas.
Respecto al tabú que prohibe el incesto entre hermano y hermana, al que Malinowski
dedica una amplia documentación, nos dice: «El tabú que prohibe el incesto entre hermano
y hermana constituye el más importante y dramático de la organización social trobriandesa,
sobre todo en razón de una singular laguna que presenta la doctrina tradicional, de una
contradicción dogmática, que coloca la fuente del amor y de la magia erótica en el incesto
entre hermano y hermana».
Por qué habla aquí el autor de contradicción dogmática, ¿se ha olvidado del modelo
freudiano prohibición-transgresión?
Y por otra parte, ¿qué quiere decir con doctrina tradicional?, ¿está entendiendo acaso
la historia oral como institución?, porque tan sólo así se podría hablar de contradicción.
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a partir del entramado organizativo, y vida moral como continuación del mismo, que serían
del gusto de Malinowski por su posición bolista coincidente con su culturalismo funcionalista.
Es de apreciar la importancia que presta el autor a los valores morales, analizándolos
engarzados en el funcionamiento de un todo organizativo cultural. Y concederle, por tanto,
un lugar como pionero en este campo de estudio.
Después del largo elogio de las monografías, en las que el autor se revela como un
magnífico observador en profundidad de este tipo de sociedades, siendo ésta la parte más
perfecta de toda su producción, y también como un inteligente pionero, dibujante de rutas
de especialización que más tarde seguirá la Antropología, quizá no sea justo plantearse la
crítica al autor como persona desde sus diarios, sobre todo, considerando que no fue él quien
decidió su publicación.
Existen varios aspectos que en la actualidad resultan llamativos por considerarlos dis-
cordantes con lo que se piensa podría ser la cosmovisión particular de un antropólogo desde
el punto de vista humano.
Resulta difícil de comprender, que un hombre que conoce en profundidad la teoría
freudiana, comparte los ideales higienistas de principios de siglo, con sus ideas positivas
sobre el nudismo, etc., y que es capaz de contemplar la vida sexual de los trobriandeses
como una expresión de la naturaleza humana, aún no corrompida por la civilización, sea
capaz de aceptar para sí mismo unos ideales puritanos, y se sienta culpable cuando en algún
momento no se atiene a ellos.
Tampoco mantiene relaciones sexuales con las indígenas, si nos atenemos a sus de-
claraciones, a pesar de que a veces le resultan atractivas, según confesión propia. Podríamos
preguntarnos si esto no es producto de algún prejuicio racial, de los que aparecen en los
diarios. O quizá son sus ideales perfeccionistas con respecto a su propia conducta los que
lo impiden. O más bien es el aspecto cognitivo el que sirve de freno, al considerar su
estancia en las Trobriand como un «limitado compás de espera en sus proyectos de futuro»,
según sus propias palabras.
' Sus vacilaciones de elección respecto a su primera pareja N.S. en el diario; y a Elsy,
su futura mujer, representa el modelo perfecto de los valores de la moral burguesa: «un
matrimonio ventajoso desde varios aspectos y el juego de la autosugestión, y la represión
de relaciones sexuales antes del matrimonio», según palabras del autor.
La pregunta más adecuada sería, ¿por qué el conocimiento exhaustivo de la sociedad
y de las teorías psicológicas sobre la misma, no le sirven para cambiar en algo la socie-
dad occidental a la que compara constantemente con la melanesia, al menos en lo referente
al comportamiento individual? Quizá sólo por medio de la construcción de las monografías
es como llega a ver una sociedad más en consonancia con las necesidades humanas que la
nuestra.
Quizá es tan sólo a través de la obra como pretende operar el cambio en la sociedad,
por su efecto en la Antropología oficial, y en los lectores, en su mayoría antropólogos.
Al enjuiciar los diarios de campo, debemos pensar que con referencia al proceso de
producción, las monografías son muy posteriores en el tiempo a la producción de los diarios.
Es posible que durante la redacción de las monografías se produjera ese proceso de em-
patia imprescindible entre el antropólogo y la sociedad estudiada, que en los diarios aparece
como aversión.
Desde el punto de vista antropológico, la acusación más grave es la que está en relación
con los prejuicios raciales que aparacen alguna vez de manera esporádica no sólo en los
diarios. Por ejemplo en «La vida sexual de los salvajes» podemos ver algunas: «...cuando
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una raza superior se pone en contacto con una inferior, siempre se siente dispuesta a atribuir
a los miembros de ésta un poder demoníaco y misterioso» (p. 173).
Aunque el contexto implica una critica a la sociedad «superior» por establecer prejuicios,
la forma de afirmarlo es categóricamente racista.
Existen afirmaciones más ambiguas, en las que reconoce sus prejuicios, que él llama
«de razas nórdicas», como la siguiente: «...personajes realmente dignos de admiración. En
las islas Trobriand, a pesar de nuestros gustos europeos y de nuestros prejuicios de razas
nórdicas, no es difícil encontrarlos; pues entre una variedad considerable de tipos, se en-
cuentran hombres y mujeres de rasgos finos y regulares, de cuerpos bien formados y flexi-
bles, de piel clara, dotados de ese encanto personal que nos predispone en favor de un
individuo de una nacionalidad o de una raza» (p. 224).
Esta cita es un ejemplo de la racionalización de cómo puede influir la apariencia
estética como elemento de atracción o rechazo de los individuos, pero en ella también se
revela la preferencia por facciones de tipo europeo y color claro de la piel, que quizá no sea
una apreciación universal, aunque sí lo sea de manera generalizada para la cultura hegemónica
universal de aquellos momentos.
Respecto a los «diarios», recordemos que los indígenas son llamados «negros» con tér-
mino despectivo en un par de ocasiones, aunque el contexto en el que lo utiliza parece que
tiene más que ver con el insulto personal debido a las dificultades iniciales del trabajo.
En suma, se puede afirmar que todas las citas revelan, sino una ideología, al menos
prejuicios raciales, que no deberían aparecer en la obra escrita de ningún antropólogo, por-
que es siempre asociar cualidades o defectos a rasgos físicos de manera gratuita, que nada
tienen que ver con cualidades objetivas y se muestra claramente como una parte del irra-
cionalismo del racismo.
Reconsiderando el hecho de la publicación postuma de los diarios de Malinowski, hay
que decir, que tiene tan sólo una ventaja, vuelve a poner de moda a un clásico de la Antro-
pología que bien merece ser leído de nuevo.
Por otra parte, con la publicación, las opiniones de los antropólogos se bifurcan: una
parte le disculpa, otros le atacan. Ambas posturas tienen que ver con: actitudes conserva-
doras con respecto a la institución académica, y también con planteamientos epistemológicos
distintos con respecto a la ciencia o arte conocida con el nombre de «Antropología».
Respecto a los que le disculpan, parte de ellos lo hacen, confesadamente o no, por mo-
tivos institucionales. Otra parte, por no considerar atacable su pensamiento, situándolo en su
contexto histórico, y sobre todo por pensar que hay más que elogiar, que atacar en su
producción.
Respecto a los mas críticos, es probable que lo sean más respecto al cuestionamiento
de la antropología clásica hoy, que como ataque al autor.
La crítica al autor sirve, en parte, para replantear el estatuto epistémico de la Antro-
pología, que comienza con un proceso sobre cómo hacer Etnografía y acaba en otro de fuerte
deconstrucción respecto al todo antropológico, que está a punto de acabar, pero que entre
tanto sirve para diversificar y hacer crecer la teoría en base a una reflexión antropológica,
de la que estaba muy necesitada.
Los nuevos planteamientos de los deconstructivistas, llamados «postmodemos» son un
filtro que se aplica tanto a los puntos de partida ideológicos y políticos, como al pretendido
estatus científico de la Antropología, que a partir de ahora no puede esconder su labilidad,
planteándosele dos opciones: una reformulación de la materia como arte o disciplina hu-
manística (de aquí el uso del término «retóricas» por los postmodernos), o bien una refor-
mulación de la materia objeto de estudio, esta vez demostrando que es ciencia, es decir, con
una nueva y mejor ñmdamentación, o al menos con metodologías más elaboradas.
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21.6 DEL TRABAJO DE CAMPO A LA MONOGRAFÍA: LA ETNOGRAFÍA
I
Malinowski, al referirse al método del trabajo de campo, nos habla de utilizar grados
consecutivos de aproximación; así nos dice: «el primer estadio de aproximación, o de inves-
tigación, consiste en la verdadera observación de los hechos aislados y el registro completo
de cada actividad concreta, ceremonia o norma de conducta. La segunda línea de aproxi-
mación es la correlación de estas instituciones. La tercera línea de aproximación es una
síntesis de los distintos aspectos» (MALINOWSKI, 1977: 468).
El autor se vuelve a mostrar pionero en este aspecto metodológico, planteándosele en
el campo de lo que él llama «observación» la mayor parte de los problemas que luego serán
desarrollados pormenorizadamente por métodos y técnicas diversos.
Insiste denodadamente en la importancia del método en Etnografía, y se queja de la
falta de atención y explicaciones, que se concede a esta parte del proceso por los antropólogos.
Una fuente etnográfica tendrá un valor científico incuestionable, dice el autor «siempre
que podamos hacer una clara distinción entre, por una parte, lo que son los resultados de
la observación directa y las exposiciones e interpretaciones del indígena, y por otra parte,
las deducciones del autor basadas en su sentido común y capacidad de penetración psico-
lógica» (MALINOWSKI, 1973: 21).
He aquí reproducida con toda claridad, adelantándose a su tiempo, la distinción entre
«emic» y «etic», formulada por Pike y utilizada por la Nueva Etnografía, que a través de
Goodenough pasará a Harris y al materialismo cultural, como método de investigación.
Siendo hoy considerado como una técnica, dada su amplia difusión (KOTTAK, 1994).
Lo que llama Malinowski: «los resultados de la observación directa» más «las expo-
siciones e interpretaciones del indígena» constituirían el elemento «emic» y «las deducciones
del autor» el «etic». Por el contrario no nos resultan hoy de ninguna utilidad explicativa las
referencias al sentido común y a la penetración psicológica.
A pesar de sus declaraciones respecto a la importancia del análisis de los datos en el
proceso etnográfico, es consciente de que dicho proceso no es lineal y ordenado, como po-
dría pensar quien no haya accedido al terreno directamente. Así nos dice: «En Etnografía
hay, a menudo, una enorme distancia entre el material bruto de la información -tal como
se le presenta al estudioso en sus observaciones, en las declaraciones de los indígenas...- y
la exposición final y teorizada de los resultados. El etnógrafo tiene que salvar esta distancia»
(MALINOWSKI, 1973: 21).
En aquellos momentos no había aún suficiente teoría como para poder explicar cuál
puede ser el proceso, ni por qué esto es siempre así, pero como fiel empirista y buen ob-
servador, plantea la ruptura existente en el proceso etnográfico entre los datos y su con-
catenación teórica, expresada en la monografía.
Aún no se ha estudiado nada sobre los procesos de feedback en el trabajo etnográfico,
ni sobre las bases comparativas que hacen avanzar tales procesos. El autor sólo nos llama
la atención respecto al fenómeno. En la monografía aparecerán como descubrimiento final,
elementos que ya juegan un papel importante durante el proceso.
Por otra parte, el proceso de descubrimiento nunca sigue el orden que aparece declarado
en la monografía, sino que está más bien sujeto a todo tipo de azares, descubrimientos inter-
medios, y otras teorías también intermedias, etc. Todos estos elementos se introducirán al
final en la monografía dando lugar a un todo coherente.
La categoría analítica «observación» a pesar de ser la más importante para la Etnografía,
tiene en la obra de Malinowski significados diversos. A través de ella aparece la parte del
trabajo más admirable de Malinowski, la que ha dado mejores resultados, pero que por
desgracia para Antropología y antropólogos, no elabora lo suficiente teóricamente. Sin em-
bargo al autor le ofrece garantía absoluta, como podemos ver: «Cuando el etnógrafo estudia
instituciones integrales, tales como el matrimonio o la familia, debe fiarse de su propia
256
observación más que de lo que los informadores indígenas le digan, si es que quiere que su
investigación se acerque a la realidad lo más posible» (MALINOWSKI, 1975: 221).
He visto esta frase criticada desde otra perspectiva, pero lo que yo considero más
peligroso en ella, es que la «observación» aparece funcionando en varias ocasiones como un
criterio de evidencia y se convierte en autorrecurrente, o autoexplicativa. E insistiendo en
el problema, está sin definir adecuadamente, y sin elaborar los niveles de la misma.
El aspecto positivo de la cita está en referencia al nivel práctico, y consiste en que
permite establecer la diferencia entre el mundo de las «normas», y el de los «comporta-
mientos», que tantos resultados positivos ha ofrecido y continúa ofreciendo, como técnica
de investigación a trabajos de campo, sobre todo de orientación empirista y funcional, o
simplemente cuando se hace una descripción del nivel socio-organizativo.
El intentar ver en esta cita una distinción: «emic-etic», resultaría algo más complicado
que en la anterior, ya que habría que contar con el aspecto «etic» del «emic», representado
por las normas, y separarlo del «etic» propiamente dicho, que son para el etnógrafo los
comportamientos y la comparación de los mismos con el mundo normativo.
Continuar adelante con más citas referentes al uso del término «observación» en las
monografías del autor no creo que sirviera de mucha ayuda respecto a la claridad que
puedan arrojar al análisis.
Un trabajo que puede ser interesante para poder entender mejor los objetivos metodo-
lógicos de Malinowski, consiste en analizar exhaustivamente los diferentes usos que tiene
el término «observación» en las monografías.
A pesar de no haber hecho un análisis exhaustivo, durante la lectura he podido recoger*
al menos dos diferentes:
1.° «Observación» como observación directa e intuitiva con referencia a los sentidos
que se continúa en la descripción.
2.° «Observación» como observación a distancia, con reflexión y planteamiento «etic»
incluidos en ella, en donde se utiliza la comparación.
3.° Quizá existe un tercer uso del término, que se asimila a reflexión y que cumple el
papel de la explicación y se materializa en la redacción de la monografía.
Pero, aunque el análisis de los usos del término en las monografías seria muy adecuado,
sin embargo, desde un planteamiento actual, hoy rechazaríamos el recurir a la evidencia res-
paldada por el sentido común, como justificador, como hacía Malinowski.
Existe también otro elemento muy interesante de ser analizado. Es el que respecta a los
informantes, sociedad estudiada o aspecto «emic», como prefiera denominarse.
En esa época era relativamente frecuente para los antropólogos estudiar los comporta-
mientos, sin contar demasiado o nada con el propio criterio de los informantes. Las reflexiones
de los mismos sobre su propia sociedad aparecen muy poco, y cuando lo hacen es como a
retazos compuestos por historia oral: canciones, mitos, historias, etc.
Nunca se les considera como interlocutores cuya interpretación pueda servir de base,
ni siquiera contraste a la del antropólogo. Frente a esto conviene preguntarse: ¿qué es lo que
ha cambiado tanto?, ¿la forma de hacer etnografía o antropología?, o ¿es la sociedad objeto
de estudio?
Es muy importante durante el proceso del trabajo de campo, ser capaz de estudiar el
grado de reflexividad que tiene la sociedad estudiada de sí misma, y poder incluir éste como
un elemento más de análisis. Este elemento constituiría la parte «etic» del proceso «emic»,
pero es además un grado de reflexión objetivo que se superpone al constituido por las
normas.
¿Qué grado de atención dedicaban a este elemento los antropólogos cuyos informantes
eran denominados «primitivos», o «salvajes»? Probablemente, este calificativo implique por
definición no prestar la atención adecuada a este elemento, a la vez que resultar un sesgo
para el propio trabajo, que se ve afectado sin duda por tal denominación.
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J
En la actualidad, sin embargo, se produzcan donde se produzcan las monografías, en
general los antropólogos, explícita o implícitamente, cuentan con la reflexividad de los
miembros de la sociedad estudiada.
Los informantes actuales comparan y explican los cambios en su sociedad, a veces uti-
lizan modelos explicativos sobre fenómenos y también deciden de qué cosas quieren informar
al antropólogo y de cuáles no, aunque a veces puedan no atenerse a sus propios proyectos;
actitudes que en nada difieren de las del antropólogo en el punto de partida.
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