El Vallenato y La Teología PDF
El Vallenato y La Teología PDF
El Vallenato y La Teología PDF
Trabajo de investigación
para optar por el título de
Licenciado en Teología
Director
OLVANI FERNANDO SÁNCHEZ HERNÁNDEZ
Asesor metodológico
JOSÉ FERNANDO RUBIO NAVARRO
__________________________________
__________________________________
__________________________________
__________________________________
__________________________________
__________________________________
_________________________________
Firma del presidente del jurado
_________________________________
Firma del jurado
_________________________________
Firma del jurado
El autor expresa sus más sinceros agradecimientos a todas aquellas personas que, de una u
otra forma, han contribuido en la realización de este trabajo de investigación teológica.
Al profesor Olvani Fernando Sánchez Hernández , por sus valiosos aportes críticos sobre el
contenido de cada capítulo y sugerencias pertinentes para profundizar la investigación.
Al padre Gabriel Ángel Palacio Tobón, agustino recoleto, por sus comentarios oportunos y
motivación para continuar adelante con la investigación.
Al profesor Martín Bellerose, por sus grandes aportes a lo largo de varios años de
formación teológica y por la lectura atenta y diligente del trabajo, junto con sus
recomendaciones para mejorarlo.
Pág.
INTRODUCCIÓN 12
PRIMERA PARTE: PROYECTO DE INVESTIGACIÓN 17
1. DEFINICIÓN Y FORMULACIÓN DEL PROBLEMA 17
2. JUSTIFICACIÓN 17
3. OBJETIVOS 18
3.1 OBJETIVO GENERAL 18
3.2 OBJETIVOS ESPECÍFICOS 18
4. MARCO CONCEPTUAL 19
5. METODOLOGÍA DE TRABAJO 20
5.1 LÍNEA DE INVESTIGACIÓN 20
5.2 TIPO DE INVESTIGACIÓN 21
5.3 PROCESO SEGUIDO EN LA INVESTIGACIÓN 21
SEGUNDA PARTE: DESARROLLO DE LA INVESTIGACIÓN Y PRESENTACIÓN DE
RESULTADOS 22
1. PRESUPUESTOS HERMENÉUTICOS 22
1.1 DEFINICIÓN DEL MARCO CATEGORIAL 22
1.2 ORIGEN Y DESARROLLO DE LA RELIGIOSIDAD POPULAR EN COLOMBIA 28
1.3 EXISTENCIA Y LEGITIMIDAD DE LA TEOLOGÍA POPULAR 33
1.4 LA MÚSICA POPULAR COLOMBIANA EN RELACIÓN CON LA CULTURA RELIGIOSA 38
1.5 VIABILIDAD DE UNA LECTURA TEOLÓGICA DE LA MÚSICA POPULAR EN COLOMBIA 43
2. IMÁGENES DE DIOS Y OTROS CONTENIDOS RELIGIOSOS DE LA MÚSICA
VALLENATA 49
2.1 IMÁGENES DE DIOS EN LA CONCIENCIA COLECTIVA DEL PUEBLO COLOMBIANO 50
2.1.1 Dios creador 52
2.1.2 Dios intervencionista 23
2.1.3 Dios omnisciente 57
2.1.4 Dios señor 58
2.1.5 Dios ausente 62
2.1.6 Dios juez 63
2.1.7 Dios padre misericordioso 66
2.1.8 Dios donador 68
2.1.9 Dios personal 70
2.2 OTROS CONTENIDOS RELIGIOSOS EN EL IMAGINARIO POPULAR 73
2.2.1 La Virgen María 73
2.2.2 Los santos donadores 75
2.2.3 La bendición 77
3. HACIA UNA MATRIZ TEOLÓGICA PARA LA LECTURA DE LA MÚSICA
POPULAR EN COLOMBIA 80
3.1 EL DIÁLOGO ENTRE RELIGIÓN Y CULTURA: TELÓN DE FONDO PARA LA LECTURA
TEOLÓGICA DE LA RELIGIOSIDAD POPULAR 82
3.2 LAS IMÁGENES DE DIOS EN LA BIBLIA: RIQUEZA SIMBÓLICA DE LA RELIGIOSIDAD
POPULAR 88
3.3 LOS SALMOS: UNA FORMA DE EXPRESIÓN POÉTICA Y DRAMÁTICA DEL ENCUENTRO
ENTRE RELIGIÓN Y CULTURA 93
3.3.1 Súplica colectiva o nacional: salmo 80 96
3.3.2 Súplica individual: salmo 13 99
3.3.3 Confianza en la acción de Dios: salmo 11 101
3.4 LA MÚSICA POPULAR COLOMBIANA: OTRA FORMA DE EXPRESIÓN POÉTICA Y
DRAMÁTICA DEL ENCUENTRO ENTRE RELIGIÓN Y CULTURA 104
3.4.1 Súplica colectiva: “Plegaria vallenata” 105
3.4.2 Súplica individual: “Hasta cuándo, Señor” 107
3.4.3 Confianza en la acción de Dios: “Sueños de Colombia” 111
3.5 PROPUESTA DE MATRIZ TEOLÓGICA PARA LA LECTURA DE LA MÚSICA POPULAR EN
COLOMBIA 116
CONCLUSIONES 121
BIBLIOGRAFÍA 125
ANEXOS 128
LISTA DE ANEXOS
Pág.
La curiosidad brotó de la escucha asidua del programa radial Historia del mundo, de la
catedrática Diana Uribe. Ella demuestra que es posible contar la historia de una manera
amena y atrayente, y, para ello, se vale incluso de la música; música que habla de la
realidad y constituye un registro fonográfico de lo que acontece en la historia humana. ¿No
sería posible hacer una teología narrada que también sea atrayente, valiéndose incluso de
la música? Ése es el fin último de este trabajo: sentar las bases para la elaboración de una
teología narrada por medio del lenguaje del pueblo. Pero, como el objetivo es muy
ambicioso para un trabajo de grado, se limitará a comenzar por el final: plantear la
posibilidad de una lectura teológica de la música popular.
Con frecuencia las canciones que se escuchan en los medios de comunicación, en las fiestas
y, en general, en los ambientes populares, públicos o privados, aluden a temas religiosos,
tales como la fe, el cielo, el pecado, la Virgen, los santos y un sinnúmero de imágenes de
Dios. Lo que llama la atención es que la mayoría de esas canciones no son estrictamente
religiosas, es decir, no están hechas con propósitos religiosos, proselitistas o litúrgicos. Se
trata de “música profana”, esto es, canciones que hablan de las cosas cotidianas de la vida.
Esto sucede con casi todos los géneros musicales tradicionales de Colombia: bambuco,
cumbia, joropo, carranguera, vallenato,..., pero también con los ritmos modernos
importados: salsa, balada, pop, rock, reggaeton.
Dado que la música es una de las principales formas de manifestación cultural de los
pueblos, esto hace pensar que la cultura popular colombiana está fuertemente impregnada
de religiosidad, lo cual es natural debido a la raigambre católica de este país. Una mirada
atenta a estas canciones permite notar que tales alusiones son más que simples referencias
casuales y marginales a los temas religiosos; en realidad, expresan profusamente las
imágenes que el pueblo colombiano ha elaborado sobre Dios y dejan entrever un conjunto
de contenidos teológicos subyacentes que valdría la pena identificar y describir con
precisión. Sin embargo, abordar toda la música popular colombiana seguiría siendo
demasiado amplio. Hubo necesidad de centrarse en un solo género y uno de los más
apropiados por su profusión de contenidos religiosos y aceptación masiva en todo el país es
el vallenato. Surgió entonces la pregunta: ¿Cómo esbozar un perfil teológico de la música
popular que se produce en Colombia, a partir de los contenidos religiosos que se expresan
en algunas de las canciones del género musical vallenato producidas en Colombia durante
las últimas tres décadas?
13
plantear una propuesta metodológica para su aplicación pastoral a través de la propia
música. Siendo éste un medio que goza de gran aceptación entre todo tipo de personas y
que impacta en alto grado la conciencia individual y colectiva de la gente, podría ser muy
eficaz como medio de evangelización, catequesis y educación religiosa escolar en el
contexto sociocultural de este país. No obstante, el avance de la investigación mostró la
imposibilidad de abordar la aplicación pastoral por la extensión de esta empresa, pero
permitió dejar sentadas las bases para emprender esta labor en un trabajo posterior, como
se indica en las conclusiones de la investigación.
Fue necesario definir muy bien desde el principio el marco teórico de la investigación para
no perder el rumbo. Al principio pareció conveniente enmarcarla dentro de la teología
fundamental, pero era algo muy amplio. Después se pensó en ubicarla dentro del Misterio
de Dios por aquello de las imágenes de Dios que se fueron identificando, pero podría
desviar la investigación hacia las relaciones intra-trinitarias. Luego, se vio acertado situarla
en el marco de la religiosidad popular, pero sería fácil quedarse en el plano sociológico o
fenomenológico.
La clave la dio el profesor y teólogo presbiteriano Carlos Eduardo Calvani, quien en 2005
publicó un trabajo titulado “Teología y Música Popular Brasileña a partir de Tillich” en el
portal de publicaciones científicas de la Universidad Metodista de Sao Paulo. Allí Calvani
concluye que la teología de la cultura es un vasto campo aún inexplorado, colmado de
expresiones revelatorias que nos transmiten los poetas y compositores, que con su
sacerdocio y sus dones son capaces de revelar la pequeñez y fragilidad humanas y nos
motivan a enfrentar la transitoriedad y a prestar atención a lo trascendente. Con ello se vio
claro que el ámbito de este trabajo era la teología de la cultura. Se tomó como punto de
referencia principal al teólogo y filósofo alemán nacionalizado estadounidense Paul Tillich
(1886 – 1965), cuyo tema principal es la reconciliación entre ciencia y fe y entre cultura y
religión.
El trabajo se realizó en dos etapas. En primer lugar, por tratarse de un trabajo sin
antecedentes directos en el país, se impuso la necesidad de utilizar un enfoque
exploratorio-descriptivo para aproximarse al acervo de la música popular en Colombia
14
desde una visión panorámica. En segundo lugar, se recurrió a una metodología analítico-
inferencial que permitiera, a partir de los hallazgos dentro del género musical vallenato de
las últimas tres décadas, identificar las categorías teológicas adecuadas para la lectura de
la música popular colombiana en general. Estas etapas se apoyaron en el método empírico-
trascendental propuesto por Bernard Lonergan (1904 – 1984), el cual resultó adecuado
por la concepción que tiene el pensador canadiense de la teología como mediación entre
religión y cultura.
En el primer capítulo del informe final se presentan los presupuestos hermenéuticos para la
delimitación conceptual de la investigación. El punto de partida para la adecuada
comprensión de este estudio es la fijación de los presupuestos hermenéuticos que orientaron
las opciones que se hicieron a la hora de elegir las fuentes, los autores, las líneas teológicas,
los ámbitos culturales y el enfoque metodológico, así como de seleccionar, clasificar,
interpretar y sistematizar los datos de la investigación. Es preciso definir con claridad el
sentido en el que se entendieron las categorías que constituyen el eje de la investigación:
pueblo, cultura, religión, teología, religiosidad popular, música popular, teología popular.
De igual forma, ubicar el contexto histórico-cultural en el que se desarrolló el estudio,
incluyendo el proceso de gestación de la religiosidad popular en Colombia y la
caracterización de la música popular dentro del conjunto de las manifestaciones folclóricas
autóctonas. También es necesario analizar la existencia y legitimidad de la teología
popular, así como la viabilidad de una lectura teológica de la música popular colombiana.
En el segundo capítulo se presenta una síntesis de las imágenes de Dios y demás contenidos
religiosos de la música popular colombiana, particularmente dentro del género vallenato.
Estas imágenes sirvieron de referencia para emprender la elaboración de la matriz
teológica en el tercer capítulo. Aquí se habla de ‘imágenes’ antes que de ‘ideas’ o
15
‘conceptos’ de Dios, puesto que las imágenes son múltiples y variadas, experienciales y
emotivas; mientras que las ideas son unívocas y abstractas, cognitivas y propias del
lenguaje ilustrado.
El tercer capítulo da el salto hacia lo analítico-inferencial para sentar las bases de una
construcción que permita intentar una lectura teológica de la religiosidad popular, a partir
de la música. Este esfuerzo implicó, en primer lugar, fijar el telón de fondo para dicha
construcción teológica, que se inscribe en el ámbito del encuentro entre religión y cultura,
siguiendo la comprensión de Bernard Lonergan y Paul Tillich. En segundo lugar, resultó útil
tomar como referencia el uso del lenguaje simbólico en la Biblia con miras a expresar en
imágenes antropomórficas la comprensión de Dios en el pueblo israelita y la iglesia
naciente. La poesía hebrea, en particular, constituye el tercer momento de este capítulo,
toda vez que, por las características literarias que posee y el substrato cultural y religioso
que la anima, su exégesis y análisis teológico suministró indicios importantes para una
lectura semejante de la música popular colombiana.
Luego, se hizo el análisis de las letras de algunas de las canciones descritas en el capítulo
anterior, para descubrir las imágenes que constituyen el ‘patrón’ de comprensión de lo
religioso en el contexto cultural de la música vallenata, así como los valores y actitudes
correlacionados. Finalmente, todo lo anterior permitió esbozar la matriz teológica que
persigue esta investigación, para la lectura de la música vallenata en primer término, pero
también de la demás música popular colombiana. Para ello, la matriz teológica propuesta
no pretende ser un modelo acabado y universal, pero sí un modelo de referencia a partir
del cual, una vez que se identifiquen las categorías teológicas específicas, se pueda intentar
la lectura de otros géneros populares.
16
PRIMERA PARTE
PROYECTO DE INVESTIGACIÓN
Con frecuencia las canciones que uno escucha en los medios de comunicación, en las fiestas
y, en general, en los ambientes populares, públicos o privados, aluden a temas religiosos,
tales como la fe, el cielo, el pecado, la Virgen, los santos y un sinnúmero de imágenes de
Dios. Lo que llama la atención es que la mayoría de esas canciones no son estrictamente
religiosas, es decir, no están hechas con propósitos religiosos, proselitistas o litúrgicos. Se
trata de “música profana”, esto es, canciones que hablan de las cosas cotidianas. Esto
sucede con casi todos los géneros musicales tradicionales de Colombia: bambuco, cumbia,
joropo, carranguera, vallenato,..., pero también con los ritmos modernos importados: salsa,
balada, pop, rock, reggaeton.
Dado que la música es una de las principales formas de manifestación cultural de los
pueblos, esto hace pensar que la cultura popular colombiana está fuertemente impregnada
de religiosidad, lo cual es natural debido a la raigambre católica de este país. Una mirada
atenta a estas canciones permite notar que tales alusiones son más que simples referencias
casuales y marginales a los temas religiosos; en realidad, expresan profusamente las
imágenes que el pueblo colombiano ha elaborado sobre Dios y dejan entrever un conjunto
de contenidos teológicos subyacentes que valdría la pena identificar y describir con
precisión. Surgió entonces la pregunta: ¿Cómo esbozar un perfil teológico de la música
popular que se produce en Colombia, a partir de los contenidos religiosos que se expresan
en algunas de las canciones del género musical vallenato producidas en Colombia durante
las últimas tres décadas?
2. JUSTIFICACIÓN
17
orgánicamente las canciones, para identificar las imágenes de Dios y demás contenidos
religiosos que el pueblo colombiano expresa a través de ellas. Eso significa que había una
riqueza religiosa y teológica de la cultura popular colombiana que estaba sin explorar y
sin aprovechar. Un trabajo de esta naturaleza permitiría descubrir las categorías teológicas
subyacentes en la música popular colombiana y esbozar una matriz teológica para la
lectura de la misma. Siendo éste un medio que goza de gran aceptación entre todo tipo de
personas y que impacta en alto grado la conciencia individual y colectiva de la gente,
podría ser muy eficaz como medio de evangelización, catequesis y educación religiosa
escolar en el contexto sociocultural de este país. Por eso se sugiere, a partir de los
resultados de esta investigación, plantear una propuesta metodológica para su aplicación
pastoral a través de la propia música.
3. OBJETIVOS
18
3.2.4. Proponer una matriz teológica de lectura de la música popular colombiana, a
partir de las categorías teológicas subyacentes en las letras de sus canciones
4. MARCO CONCEPTUAL
Según Tilllich, “religión, como preocupación última, es la sustancia que confiere significado a
la cultura, y esta es la totalidad de las formas en que se expresa la preocupación
fundamental que constituye la religión. En resumen: la religión es el contenido de la cultura,
1 Cf. TILLICH, Paul. Teología de la cultura y otros ensayos. Buenos Aires : Amorrortu, 1974. p. 11.
2 Ibid. p. 17.
19
y la cultura es la forma de la religión” 3. Esto quiere decir que todo acto religioso, no sólo
litúrgico, sino también en las diversas formas de expresión popular, se forma culturalmente;
y la cultura es el nido donde se empollan los contenidos religiosos.
5. METODOLOGÍA DE TRABAJO
3 Ibid. p. 45.
4 Ibid. p. 50.
20
5.2 TIPO DE INVESTIGACIÓN
La investigación se realizó en dos etapas. En primer lugar, por tratarse de un trabajo sin
antecedentes directos en el país, se impuso la necesidad de utilizar un enfoque
exploratorio-descriptivo para aproximarse al acervo de la música popular en Colombia
desde una visión panorámica. En segundo lugar, se recurrió a una metodología analítico-
inferencial que permitiera, a partir de los hallazgos dentro del género musical vallenato de
las últimas tres décadas, identificar las categorías teológicas adecuadas para la lectura de
la música popular colombiana en general. Estas etapas se apoyaron en el método empírico-
trascendental propuesto por Bernard Lonergan (1904 – 1984), el cual resulta adecuado
por la concepción que tiene el pensador canadiense de la teología como mediación entre
religión y cultura.
21
SEGUNDA PARTE
DESARROLLO DE LA INVESTIGACIÓN Y PRESENTACIÓN DE RESULTADOS
1. PRESUPUESTOS HERMENÉUTICOS
Es preciso definir con claridad el sentido en el que se entenderán las categorías que
constituyen el eje de la investigación: pueblo, cultura, religión, teología, religiosidad
popular, música popular, teología popular. De igual forma, ubicar el contexto histórico-
cultural en el que se desarrollará el estudio, incluyendo el proceso de gestación de la
religiosidad popular en Colombia y la caracterización de la música popular dentro del
conjunto de las manifestaciones folclóricas autóctonas. También es necesario analizar la
existencia y legitimidad de la teología popular, así como la viabilidad de una lectura
teológica de la música popular colombiana.
5 Cf. NEIRA, Germán. Religión popular católica latinoamericana: tres líneas de interpretación (1960-1980). Bogotá : Pontificia
Universidad Javeriana, 2007. p. 105-156.
22
de la sociedad, en contraposición a las élites, los gobernantes y los poderosos. Sin
embargo, la teología latinoamericana no se reduce a la teología de la liberación. “La línea
argentina, sin descuidar el hecho de la dependencia e injusticia estructurales, concibe al
‘pueblo’ ante todo desde una perspectiva histórico-cultural. Es el sujeto de una historia
(memoria, conciencia y proyecto histórico) y de una cultura comunes” 6. En este sentido lo
entiende también Puebla 7 cuando se ocupa de la evangelización de la cultura y es el
sentido en el que se utilizará en este trabajo, ya que la música que comúnmente se
denomina ‘popular’ tiene acogida entre la gente en general, sin referencia a clases sociales
o estatus económico, sino más bien a la identidad cultural, la memoria histórica y la
conciencia colectiva de tener un destino común. No obstante, el término se empleará en
contraposición dialéctica con la categoría de lo erudito, culto o académico en el terreno
teológico y religioso.
6 SARANYANA, Josep-Ignasi. Cien años de teología en América Latina. Bogotá : Celam, 2005. p. 135.
7 Cf. PUEBLA, 385-ss.
8 Cf. LONERGAN, Bernard. Método en teología. 2 ed. Salamanca : Sígueme, 1994. p. 9.
9 BELL, Daniel, citado por ROVIRA BELLOSO, José María. Introducción a la teología. Madrid : BAC, 1996. p. 322.
10 Cf. PUEBLA, 392.
23
religiosa, en efecto, implica un encuentro entre dos mundos: el mundo del sujeto que tiene
conciencia de sí mismo y de su finitud, y el mundo de lo ‘totalmente otro’, llámese
trascendente, sobrenatural, superior, absoluto, o simplemente Dios. Esta experiencia pasa
por el modo humano de comprender el mundo, que es un modo eminentemente simbólico.
Por eso afirma el teólogo español José María Mardones que “toda religión es un universo
simbólico [...] o se comprende esta dimensión simbólica de la religión, o no se comprende
nada de las manifestaciones religiosas” 11.
Pero esta relacionalidad no se queda en la intimidad del diálogo entre los sujetos
individuales y las realidades numinosas, sino que impregna los dinamismos de los colectivos
humanos. De ahí que Ramírez Calzadilla, en un plano sociológico, apoyado en Max Weber
y Francois Houtart, entiende la ‘religión’ como una categoría cultural que consiste en primer
término en un reflejo de la realidad, es decir, una forma de conciencia social en la que se
representan las relaciones de los hombres entre sí y con la naturaleza, produciendo un
sentido. El rasgo que la identifica y a la vez diferencia de otras formas de conciencia es la
aceptación de la existencia objetiva de lo sobrenatural 12. Por lo tanto, las comprensiones
teológica y sociológica del hecho religioso antes que contradecirse se complementan, en
cuanto que lo comprenden como un fenómeno en el que intervienen elementos subjetivos y
objetivos que ponen al ser humano ante la realidad eminentemente relacional y portadora
de sentido de sus diversas manifestaciones culturales, entre ellas la música.
11 MARDONES, José María. La vida del símbolo: la dimensión simbólica de la religión. Santander : Sal Terrae, 2003. p. 13.
12 Cf. RAMÍREZ CALZADILLA, Jorge. La religiosidad popular en la identidad cultural latinoamericana y caribeña [artículo en línea], [citado
en 2008-06-11]. Disponible en internet:
<(http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/cuba/cips/caudales05/Caudales/ARTICULOS/ArticulosPDF/0915R070.pdf>.
13 LONERGAN, Op. cit. p. 9.
24
sentido dentro de la matriz cultural apropiada. En el caso de la música popular colombiana,
el interés de esta tarea radica en que detrás de la expresión verbal, y aun la composición
musical misma, hay un acervo cultural profundamente religioso.
14 DUSSEL, Enrique. Religiosidad popular latinoamericana : hipótesis fundamentales. En : Concilium, No. 206 (1986); p. 101.
15 APARECIDA, 263.
25
identifica bajo la categoría de ‘pueblo’ y que vive su experiencia religiosa desde el sentido
común. Una de las características que define el sentido común, al decir de Lonergan, es la
no-diferenciación de conciencia, circunstancia que no es propia solamente de la gente
considerada no-culta o educada, toda vez que existe gente instruida y amplios estratos de
la población que pueden tener una conciencia indiferenciada 16.
El lenguaje religioso, por tener como objeto la relación con lo trascendente, con lo
que no se ve, es un lenguaje fundamentalmente simbólico. La religiosidad utiliza
mucho más las intuiciones que los raciocinios, lo cual no hay que confundirlo con la
irracionalidad. En un segundo momento, lo religioso puede racionalizarse, puede
estructurarse racionalmente en la teología 17.
En este orden de ideas, cabe concluir que la teología popular no se identifica con la
religiosidad popular, sino que esencialmente subyace a ella, pero metodológicamente la
sigue, esto es, la teología popular existe en el pueblo en forma de intuición, pero, para
efectos de la investigación, necesita ser racionalizada y confrontada con la teología
científica. Esta confrontación es necesaria para “distinguir lo que corresponde a un
verdadero ‘sentido de la fe’ contextuado e inculturado y aun a una auténtica sabiduría
popular humana, de lo que puede ser ideológico” 18. Además, esta confrontación no debe
limitarse, como lo indica el filósofo y teólogo jesuita argentino Juan Carlos Scannone, a los
16 Cf. LONERGAN, Bernard. Método en teología, citado por ZULUAGA, Francisco. Religiosidad popular campesina. Bogotá : Centro
Editorial Javeriano, 1995. p. 47.
17 AMIGO VALLEJO, Carlos y LÓPEZ GUILLÉN, Ángel. Religiosidad popular : teología y pastoral. Madrid : Edibesa, 2000. p. 32.
18 SCANNONE, Juan Carlos. Situación de la problemática del método teológico en América Latina. En : CELAM. El método teológico en
26
paradigmas ‘vivido-reflexionado’ o ‘implícito-explícito’, sino que ha de entenderse como un
intercambio crítico y mutuamente fecundante de saberes distintos, pero válidos cada uno en
su género de inteligencia sapiencial o científica de la misma fe 19.
La clasificación étnica describe tres tipos de música: española, indígena o aborigen y negra
o de los esclavos. Una clasificación del siglo XIX la dividía en dos grandes tipos: profana o
indígena y eclesiástica o religiosa. Entre los años 1920 y 1930 se clasificó en dos ramas:
académica (la de los músicos salidos de los conservatorios, con formación académica) y
popular (la de los músicos que permanecieron en la tradición popular). En 1976 María Ester
Grebe la clasificó en tres categorías: docta, popular y tradicional o folklórica. El concepto
de música popular que se manejará aquí es la combinación de varios de ellos: profana,
tradicional y popular. Se trata de una música hecha por autores no académicos, salidos del
pueblo, sin fines estrictamente religiosos, que expresan a través de su música las costumbres
y pensamiento tradicionales de su contexto sociocultural.
19 Cf. Ibid.
20 Cf. PÉREZ GONZÁLEZ, Juliana. Génesis de los estudios sobre música colonial en Hispanoamérica : un esbozo historiográfico. En :
Fronteras de la historia, No. 009 (2004); p.303-304. [Artículo en línea], [citado en 2008-06-14]. Disponible en internet:
<http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=83300909>.
27
1.2 ORIGEN Y DESARROLLO DE LA RELIGIOSIDAD POPULAR EN COLOMBIA
28
providencialista, caracterizada por la sacralización de todo: la sacralización del tiempo,
expresada en fiestas y ciclos celebrativos; la sacralización del espacio, expresada en
procesiones y romerías a santuarios; la sacralización del ritmo, expresada en música y
danza. En palabras de Dussel, el pueblo cristiano, por su situación de opresión, se siente
incapaz de lograr sus medios de subsistencia y tiene la necesidad de acudir a los seres
sobrenaturales. Todo lo vuelve sagrado, vive en un espacio mítico cargado de
trascendencia. Dios pasa a ocupar el lugar de la Madre-Tierra, los santos cristianos
substituyen a los espíritus del mundo y el hombre se convierte en el sujeto pasivo de una
teología de la resignación 22.
A la llegada de los españoles, el principal tronco racial dominante en Colombia eran los
Chibchas o Muiscas, quienes creían en un Dios creador llamado Chiminigagua, al cual
reconocían como al señor omnipotente y dueño de todas las cosas, siempre generoso, bueno
29
y en quien estaba toda la luz. Pero no le rendían culto sino a través de sus criaturas: el sol;
la luna, esposa del sol; y el agua, responsable de la fertilidad. En cuanto a los negros, hay
que decir que ocupaban el último lugar en la escala social, después de los españoles y los
indios. Como el interés de los españoles se centraba en su mano de obra, no se
preocuparon por su transformación cultural. De modo que conservaron sus creencias, sus
mitos y sus costumbres. No obstante, por la acción de los misioneros, acogieron desde el
principio la religión católica, imprimiéndole su propio carácter, especialmente en lo que al
canto y la danza se refiere. Aun hoy es evidente su influencia, especialmente en las
manifestaciones folklóricas del litoral Caribe.
30
apreciar en la canción vallenata Los santos y yo, del compositor caribeño Héctor Zuleta
Díaz:
24 RESINES, Luis. Las raíces cristianas de América. Bogotá : Celam, 1993. p. 59.
31
hombre, identificado con los pobres y oprimidos traspasó las fronteras del tiempo y se
implantó en la conciencia colectiva del pueblo colombiano. Por eso la incomparable
devoción al ejercicio piadoso del Santo Viacrucis, que es como el sello distintivo de la
Semana Santa en ciudades, pueblos y veredas de toda la geografía nacional.
25 Ibid. p. 87.
32
El concilio Vaticano II dio un impulso nuevo a la religiosidad popular, pues contrastó con el
carácter dogmático y apologético de Trento y sentó las bases para una participación más
activa, plena y consciente de los laicos en la vida de la Iglesia. Esta ‘desclericalización’ de
la Iglesia posibilitó que la religiosidad popular dejara de ser vista por muchos como una
hija subdesarrollada de la teología y liturgia ‘oficiales’. Puebla le concede la importancia
que tiene como expresión auténtica de la fe del pueblo latinoamericano. Otro tanto hacen
Santo Domingo y Aparecida. En Brasil, el papa Benedicto XVI destacó la rica y profunda
religiosidad popular, en la cual aparece el alma de los pueblos latinoamericanos, y la
presentó como “el precioso tesoro de la Iglesia Católica en América Latina” 26 e invitó a
promoverla y a protegerla.
En suma, según el antropólogo jesuita Manuel Marzal, el sistema religioso andino, y por
supuesto el colombiano, se puede caracterizar de la siguiente manera: es sincrético, en
cuanto mezcla de tradiciones ancestrales con superstición venida de España y cristianismo
oficial; tiene carácter sociocultural, expresado sobre todo en la proliferación de fiestas y
cofradías; es profundamente emocional, lo cual tiende a convertirlo en un sedante ante los
problemas de la vida diaria; está marcado por la sacralidad resultante de la combinación
de los mitos prehispánicos y el énfasis cultual español; y posee rasgos alienantes, como la
manipulación del pueblo con fines económicos, las falsas seguridades y la represión 27.
Sobre muchas de estas realidades se han apoyado los nuevos movimientos religiosos para
edificar sus estrategias proselitistas, lo cual está llevando la religiosidad popular
colombiana a un nuevo estadio de su proceso de evolución.
Las etapas subsiguientes del desarrollo de este trabajo exigen dejar sentada de antemano
la posibilidad y legitimidad de la teología popular, entendida, según quedó claro en el
numeral 1.1, como la mediación entre la experiencia religiosa y la matriz cultural en la que
esa experiencia se verifica. Esto, que para algunos puede ser evidente, es inaceptable
26 APARECIDA, 258.
27 Cf. MARZAL, Manuel. La cristalización del sistema religioso andino, citado por CELAM. Iglesia y religiosidad popular en América
Latina. Bogotá : Celam, 1977. p. 158-159.
33
para aquellos que únicamente le atribuyen valor teológico a las disquisiciones científicas de
los académicos e ilustrados o al Magisterio de la Iglesia, desconociendo que “la cultura
latinoamericana está empapada de la tradición cristiana que se transmite por vía
existencial primaria y permite a la Iglesia popular absorber su fondo cristiano sin
demasiados libros ni sofisticaciones intelectuales” 28.
Más bien, según el teólogo pastoralista Antonio González Dorado, entre las funciones del
magisterio de la Iglesia y de la teología científica está la de descubrir las contradicciones
que puedan existir dentro de los sistemas teológicos populares y proveer la orientación
necesaria para que la fe, sin renunciar a su inculturación, mantenga todo el vigor de su
originalidad 29. Esto quiere decir que, en efecto, existe una teología popular que no puede
ser descartada como medio de reflexión sobre la experiencia de fe del pueblo, aunque sí
revisada y confrontada críticamente para evitar desviaciones nocivas para la misma fe. Lo
que no se puede hacer es permitir que esta actitud crítica esté basada sobre los prejuicios
del infantilismo, la incultura y la ignorancia del pueblo 30, continúa González. Un intento por
lograr el debido equilibrio es el que se descubre en las siguientes palabras de la Instrucción
Libertatis Nuntius, elaborada en 1984 por la Sagrada Congregación para la Doctrina de
la Fe, con el fin de instruir al pueblo cristiano católico sobre algunos aspectos de la teología
de la liberación:
28 BATISTA LIBANIO, Joao. Teología popular : legitimidad y existencia. En : Selecciones de teología. Vol. 19, No. 73 (1980); p. 114.
29 Cf. GONZÁLEZ DORADO, Antonio. De María conquistadora a María liberadora : mariología popular latinoamericana. Santander :
Sal Terrae, 1988. p. 20.
30 Cf. Ibid. p. 20.
31 LIBERTATIS NUNTIUS, VII, 10.
34
de una subjetividad desequilibrada, sino que son canales de comunicación profundos y
humanos, especialmente cuando el lenguaje oficial corriente no corresponde al universo vital
en que el grupo social se desenvuelve 32. Sobre este particular, la psicología moderna ha
demostrado claramente la existencia de múltiples formas de inteligencia. Así, mientras que
el hemisferio izquierdo del cerebro humano está capacitado para el pensamiento lógico-
formal y la aptitud verbal, el derecho es especialmente hábil para comprender el mundo
de lo emocional y simbólico, incluido el arte en general y la música en particular, es decir,
todo aquello que pertenece al terreno de lo intuitivo 33.
Al final de cuentas, lo que pretende dejar claro este apartado es la posibilidad de que la
religiosidad popular sea un punto de partida alrededor del cual pueda realizarse una
teología. Dicho de otra forma, lo que se busca es convalidar la legitimidad de una reflexión
teológica inspirada en la sabiduría de vida, la práctica religiosa y la acción humana en un
contexto sociocultural determinado. A este respecto, César Acosta Boasso ofrece un aporte
valioso cuando afirma que “la experiencia de vida (sabiduría), las esperanzas y
aspiraciones que mueven al hombre a vivir, luchar y confiar poseen su propio ‘logos’, que ha
sido históricamente influido por la evangelización” 36. Este ‘logos’, continúa el teólogo
argentino, puede ser asumido por la teología, así como la mediación histórica, el lenguaje,
los símbolos religiosos y la cultura en general, siempre y cuando se haga de una manera
35
crítica y reflexiva. Lo importante, concluye, es no perder de vista que el criterio último de
esta teología será siempre el Logos revelado en la Escritura y no este ‘logos’ sapiencial
inmerso en la cultura 37.
Si se parte de la base de que la creencia, la fe, la relación con Dios son realidades
objetivas y la religiosidad es una actitud del creyente que le confiere una expresión
significativa a estas realidades objetivas en la que “el símbolo y la intuición prima sobre el
discurso y el raciocinio, con una intencionalidad que desborda cualquier condicionante a lo
sensible” 38, entonces hay que admitir que esta religiosidad sí posee su propio ‘logos’, que
es palabra de Dios encarnada en una cultura y, por lo tanto, objeto de una reflexión
teológica capaz de objetivarla. Esta consecuencia es lógica cuando se entiende la teología
– y así lo hace Lonergan – como una mediación entre religión y cultura. Pero llevarla a la
práctica implica renunciar al desprecio de lo ‘sencillo’, a los prejuicios ideológicos, a la
vanidad intelectual; y no siempre se encuentra esta actitud en quienes se dedican al estudio
de la religiosidad popular, como lo reconoce Amigo Vallejo 39.
36
centra de manera particular en el tema de la música popular, que es el interés primordial
de la presente investigación. Concluye su trabajo con la siguiente apreciación:
Establecido lo anterior, esto es, que existe y es legítima la teología popular; que se ha
avanzado en su desarrollo en el contexto latinoamericano; y que la teología reflexiona
sobre todos y cada uno de los elementos de la Revelación, es lícito preguntarse, entonces,
cuál es la teología del pueblo colombiano sobre Dios, sobre la cruz, sobre la Virgen, sobre
los santos, etc. Pero, primordialmente, qué aspectos de esa teología deja entrever la música
popular que se produce en Colombia.
42 Ibid.
43 Cf. SCANNONE, Op. cit. p. 38-39.
37
1.4 LA MÚSICA POPULAR COLOMBIANA EN RELACIÓN CON LA CULTURA RELIGIOSA
La música popular constituye una de las grandes riquezas del folklore colombiano; riqueza
que es favorecida por la variedad de regiones naturales, etnias, climas, condiciones
topográficas y tradiciones ancestrales, así como por el proceso de mestizaje, las influencias
culturales foráneas y el impacto histórico de la religión católica. Los elementos
característicos de la religiosidad popular colombiana, estudiados en el numeral 1.2, no
pueden estar ausentes de la música, que es una de las principales expresiones de la cultura
de un pueblo. Estos elementos aparecen con una u otra particularidad en los distintos
géneros y ritmos musicales tradicionales del país. Por eso es necesario comenzar haciendo
una breve caracterización de la música popular colombiana, antes de centrar la atención en
el género vallenato, del cual se ocupará esta investigación. Para ello se utilizará como
referente el excelente trabajo realizado por el folklorólogo bogotano Guillermo Abadía
Morales 44, titulado Compendio general del folklore colombiano.
Lo primero que hay que decir es que la palabra ‘folklore’ proviene de los términos ingleses
‘folk’, que significa ‘popular’, y ‘lore’, que significa ‘tradición’. Por lo tanto se refiere a la
tradición popular, es decir, al conjunto de los conocimientos y sabiduría del pueblo. Citando
al sociólogo francés André Varagnac, Abadía afirma: “el folklore está constituido por las
creencias colectivas sin doctrina y por las prácticas colectivas sin teoría” 45. Por supuesto,
estas creencias incluyen la religiosas, que de ninguna manera están al margen de las
expresiones musicales; al contrario, llenan profusamente las letras de las canciones y coplas
de los juglares nacionales. Así entendido el folklore, como la tradición típica, viva y
experiencial del pueblo, todo lo que éste cree, piensa, dice y hace, se identifica plenamente
con el concepto de cultura que se está manejando en este trabajo. El valor de este tipo de
conocimiento es puesto de relieve con las siguientes palabras:
Hay quienes desdeñan y aun menosprecian el habla popular, pero no son ellos
los filólogos ni las gentes ilustradas, pues éstos y aquéllos saben muy bien que en
el lenguaje se refleja, mejor que en toda otra expresión, la personalidad, el
carácter, el sello distintivo de los pueblos. El habla mejor no es siempre la que se
44 Cf. ABADÍA MORALES, Guillermo. Compendio general del folklore colombiano. 3 ed. Bogotá : Instituto colombiano de cultura, 1977.
558 p.
45 Ibid. p. 19.
38
oye en academias y liceos, la que a fuerza de purificarse y alquitararse va
perdiendo su vigor conceptual y se convierte en molde frío para contener ideas
que se hacen por ello cada vez más abstractas 46.
El folklore es un campo amplio del conocimiento popular, que abarca lo literario, lo musical,
lo coreográfico y lo demosófico. Lo literario se refiere al habla popular, las narraciones,
cuentos, leyendas, fábulas, coplas, dichos, refranes, etc., lo cual muchas veces está en el
trasfondo de lo melódico. Lo musical se refiere a las tonadas y cantos, sean de origen
indígena, mestizo o mulato, así como también a la organología o instrumentalización. Para
efectos de esta investigación, interesa más lo literario que subyace a la música, antes que lo
propiamente melódico, armónico o rítmico, si bien los elementos musicales constituyen un
vehículo valioso de la comunicación no verbal al servicio del mensaje que se desea
transmitir. Lo coreográfico se ocupa de las danzas y expresiones corporales de todo tipo,
generalmente asociadas con lo musical. Por último, lo demosófico hace referencia a la
vivienda, artesanías, usos, mitos y costumbres de la gente.
Los especialistas suelen clasificar la música colombiana de acuerdo con las regiones
naturales, dado que éstas determinan histórica y geográficamente sus características
principales. Esto da lugar a cuatro tipos de música: la música andina o de la cordillera, la
música llanera o de los Llanos orientales y la música del litoral, la cual, a su vez, se
subdivide en litoral Atlántico y litoral Pacífico. Por el desarrollo histórico de la región, la
música del litoral Atlántico se ha impuesto marcadamente sobre la del Pacífico en el resto
del país.
La música andina está representada principalmente por los siguientes ritmos: bambuco,
torbellino, guabina, pasillo y danza criolla. El ritmo más representativo es el bambuco por
su enorme dispersión que cubre casi todos los departamentos de la región. Su origen es
mestizo, pues conjuga melodías de tradición indígena con ritmos varios de origen vasco. Las
letras usadas no son coplas como las de las guabinas y torbellinos, sino formas retóricas
eruditas: poemas selectos del repertorio universal o criollo. La danza criolla, que se asemeja
al vals europeo, está menos difundida geográficamente, pero es una de las que más
46 Ibid. p. 36-37.
39
abunda en canciones, varias de ellas con contenidos profundamente religiosos. La siguiente
letra, compuesta por Rodrigo Silva Ramos e interpretada por el dueto Silva y Villalba, hace
una lectura histórica del desastre de Armero, ocurrido en noviembre de 1985, en forma de
reclamo y lamentación a la luz de la fe. Se titula Reclamo a Dios.
La música del litoral es variadísima. Como sucede siempre en las zonas costeras, el
intercambio cultural es abundante y esto da origen a múltiples géneros y ritmos. Entre ellos
se cuentan la cumbia, el mapalé, la puya, el bullerengue, el merengue, el paseo y el son
vallenato. Sobresale la cumbia como género representativo de la música colombiana en
general y muy reconocido internacionalmente. La cumbia es una especie de jolgorio o
40
parranda que combina ritmos africanos e indígenas. El vallenato, que está muy asociado a
la cumbia, hasta el punto de que conforman una misma categoría desde hace algunos años
en los premios Grammy latinos, merece renglón aparte.
Hay que comenzar diciendo que, según Abadía, no es apropiado el nombre de ‘vallenato’
para este género musical, puesto que esta palabra es un adjetivo que denomina a todo lo
que pertenece al Valle de Upar (Valledupar). Es más propio llamarlo paseo o son. Sin
embargo, se han asociado de tal manera los ritmos paseo, son, merengue e, incluso, puya a
esta región del Caribe colombiano que todo el mundo los identifica sin ambigüedades como
género vallenato y así se entenderá en este trabajo. Es un género que no tiene perfiles
indígenas y es más bien mulato. Conjuga ritmos de la danza cubana (paseo) con ritmos
negros venidos de África (son). Los instrumentos típicos que utiliza son el acordeón, la
guacharaca y la caja vallenata. El acordeón es un instrumento universal característico de los
puertos del mundo y adoptado en el litoral norte colombiano desde hace más de dos siglos.
Es el que siempre lleva la melodía de las canciones.
El paseo, ritmo vallenato por excelencia, es ante todo un canto. Los primeros intérpretes
eran trovadores errantes. A través del tiempo se ha convertido en una verdadera institución
regional por su contenido religioso, como sucedió con las trovas antiguas de las edades
clásicas griegas. Abadía llama al paseo un ‘periódico cantado’, una crónica viva de todo lo
interesante que ocurre en las provincias de la zona. El siguiente párrafo resume lo que el
folklorólogo descubre en este género:
Los duelos o ‘piquerias’ de los trovadores regionales fueron aumentando su fama desde los
rincones rurales hasta las capitales costeñas. Así se convirtieron en personajes populares
músicos que no conocen siquiera el solfeo, acordeonistas que aprendieron a tocar tocando,
47 Ibid. p. 212.
41
cantadores de voz inculta. Así surgieron Rafael Escalona, Emilianito Zuleta, Leandro Díaz,
Los Duranes, el legendario Francisco el Hombre y muchos otros. Después de los años setenta
el vallenato experimentó una divulgación y popularización impresionantes en todo el país y
hasta en escenarios internacionales, fruto de la masificación de los medios de comunicación
y el gusto que desarrolló entre diversos tipos de personas por su estilo sencillo, coloquial,
costumbrista y romántico.
El escritor vallenato Juan Cataño Bracho 48, quien guiará las últimas aproximaciones de este
numeral, ve con algo de nostalgia el cambio que ha tenido la música vallenata y cree que
se debe a la transformación del espíritu rural en urbano, al desarraigo de la tierra, pero,
sobre todo, a la comercialización de que ha sido objeto durante las últimas tres o cuatro
décadas. Se identifica más con el estilo vallenato clásico en el que hay alto grado de
tradicionalismo, las relaciones características son las de un grupo primario y la visión del
mundo es mágico-religiosa, según palabras del antropólogo norteamericano Robert
Redfield. Hoy las cosas han cambiado un poco, pero todavía se descubre un hombre (y
mujer) vallenato cuyo comportamiento social refleja la influencia de las tres culturas que
formaron su personalidad: es religioso, progresista, le encanta el ocio, la juerga y la
hacienda. Es un espíritu creador, imaginativo que interpreta los acontecimientos que suceden
a su alrededor con desparpajo y humor.
Según Cataño, el hombre vallenato es un ser más inclinado a la fantasía que a la lógica;
que elabora su discurso comunicativo a golpes de inspiración; es arraigadamente religioso,
por lo que su comportamiento es aplicado a sus circunstancias, vinculado a lo sobrenatural.
En resumidas cuentas, en sintonía con el psicólogo estadounidense Rollo May, afirma que “el
canto vallenato es la carta de presentación de un hombre enfrentado a los supuestos
básicos de la existencia: la libertad, el aislamiento, la carencia vital y la muerte; en donde
entra en conflicto y angustia existencial” 49. En efecto, prosigue, el canto vallenato le permite
a su autor pasar de la indiferenciación del sentimiento al universo de la comunicación de
manera clara, hermosa y permanente. Esta certeza es la que permite pensar en la
objetivación de la experiencia religiosa a través de la reflexión teológica; pasar del
48 Cf. CATAÑO BRACHO, Juan. El canto vallenato : arte y comunicación. Valledupar : Gráficas del comercio, 2007. 366 p.
49 Ibid. p. 221.
42
sentido común, de la conciencia no-diferenciada al examen crítico de la incidencia de la fe
en las manifestaciones culturales.
Para terminar este apartado hay que responder una pregunta: ¿por qué emplear el género
vallenato como modelo para caminar hacia una matriz teológica de lectura de la música
popular colombiana? La respuesta pasa por la digestión de todo lo dicho en los párrafos
anteriores, pero encuentra su piedra angular en lo siguiente: ningún género en Colombia
aborda con tal frecuencia y profundidad los temas religiosos como lo hace el vallenato. No
hay que hacer grandes esfuerzos para encontrar canciones vallenatas que hablen de Dios
Padre, de Dios creador, de Dios providente, de la Virgen, de los santos, del cielo o del
infierno. Por la influencia cultural y por las características del hombre vallenato, la relación
folklore-religión en este género musical es más marcada que en ningún otro. Ello se verá con
profusión en el próximo capítulo.
A eso hay que agregar las conclusiones del teólogo español José María Mardones, quien, a
propósito de la relación entre arte y teología, encuentra que el punto de entronque se halla
en el lenguaje simbólico. Sostiene que el conocimiento humano se comunica por medio de
cuatro lenguajes diversos: científico, psíquico, estético y religioso. El primero corresponde al
mundo de lo lógico, lo sensible, lo constatable o falseable. Los otros tres pertenecen al
mundo de lo ‘ausente’, de la interioridad, la metáfora, el símbolo, la trascendencia. El
mundo de lo estético, de la literatura y el arte, es un mundo donde el significado, el sentido
43
y la belleza hacen a un lado lo abstracto y conceptual 50. El lenguaje simbólico, afirma
Mardones:
¿Qué es esto si no una invitación a la teología de la cultura a partir del arte, valga decir a
partir de la música?
Por último, hay que examinar experiencias similares antecedentes que permitan fijar
elementos comunes, aunque se trate de contextos socioculturales diversos o expresiones
artísticas distintas. En eso se centrará el esfuerzo de este apartado. Debido a la novedad
del tema, no hay trabajos semejantes en el contexto colombiano. Sin embargo, hay algunas
aproximaciones extranjeras sobre una lectura teológica de la literatura, la poesía, el arte e
incluso la música.
Como se dijo antes, el profesor y teólogo presbiteriano Carlos Eduardo Calvani en 2005
publicó un trabajo titulado Teología y Música Popular Brasileña a partir de Tillich, en el
portal de publicaciones científicas de la Universidad Metodista de Sao Paulo. Allí Calvani
concluye que la teología de la cultura es un vasto campo aún inexplorado, colmado de
“expresiones revelatorias que nos transmiten los poetas y compositores, que con su
sacerdocio y sus dones son capaces de revelar la pequeñez y fragilidad humanas y nos
motivan a enfrentar la transitoriedad y a prestar atención a lo trascendente” 52. En su
trabajo, el autor se detiene a analizar la canción Ave María da rua (Ave María de la calle),
de Raúl Seixas y Paulo Coelho, y confiesa que fue una canción que despertó su sensibilidad
por la figura de María en un tiempo en que estaba en el protestantismo clásico, donde hay
poco espacio para la figura de María.
50 Cf. MARDONES, José María. Matar a nuestros dioses : un Dios para un creyente adulto. 3 ed. Madrid : PPC, 2007. p. 199-212.
51 Ibid. p. 211.
52 CALVANI, Op. cit.
44
Admite que se ha acusado a Tillich de hacer una interpretación tendenciosa del arte en
favor de su sistema teológico y por eso intenta ir más allá, afirmando que “necesitamos
encontrar una nueva manera de hablar de las canciones y de las poesías, evitando
interpretaciones unívocas, pues la obra de arte es siempre una obra abierta a múltiples
interpretaciones” 53. Sostiene, además, que los conceptos claves que utiliza Tillich para
establecer la relación entre arte y teología son el tema y el estilo. El tema tiene que ver con
los contenidos explícitos de una obra de arte. El estilo es el poder que tiene el arte de
expresar con vitalidad y originalidad el tema propuesto. Teniendo esto en cuenta, una
importante conclusión a la que llega este autor, analizando la canción Burguesia, es que la
juventud brasileña no es tan irreligiosa como algunos piensan, ya que los sentimientos de
culpa y la conciencia de las propias limitaciones están muy presentes en las canciones del
rock brasileño.
En este orden de ideas, tanto el tema como el estilo de muchas canciones colombianas,
particularmente del género vallenato, ofrecen abundante material para emprender un
análisis crítico de su trasfondo religioso y extraer los elementos necesarios para la
construcción de una matriz teológica que permita encontrar los puntos de contacto entre
cultura y religión en el contexto sociocultural colombiano, de la misma manera que Calvani
ha intentado aproximarse a una teología de la cultura a partir de la música popular
brasileña. En cuanto al tema, es claro que el objetivo de las letras vallenatas no suele ser
estrictamente religioso ni tiene pretensiones proselitistas o catequéticas. Ello no revestiría
mayor interés para este trabajo. Lo interesante es precisamente que, sin pretenderlo,
ofrecen espontáneamente una gran variedad de ingredientes religiosos que están presentes
en el substrato sociocultural en el que nacen las canciones. En cuanto al estilo, sobra decir
que es natural, libre, coloquial y costumbrista; a veces parece una crónica de la realidad
cotidiana y por eso es dable percibirlo con certeza como fuente de sabiduría popular y
expresión auténtica de fe.
53 Ibid.
45
religión, en la revista electrónica Rever, de la Universidad Presbiteriana Mackenzie de Sao
Paulo, donde dirige el programa de investigación “Expresiones de lo sagrado en la
literatura”. En su artículo, el profesor Caldas legitima la poesía como vehículo de lo sagrado
y sustenta la posibilidad de una lectura religiosa de los textos literarios, apoyado en
autores como Robert Detweiler y Jacques Derrida. A manera de ejemplo analiza las
canciones populares Anunciación, de Alceu Valença y Un Indio, de Caetano Veloso, y
concluye que el rastro de lo sagrado que tienen en común es el tema del mesianismo 54.
54 Cf. CALDAS, Carlos. La música popular brasileña como fuente de estudio de la religión. Rever [revista en línea], 2006 [citado en
2008-06-21]. Disponible en internet: <http://www.pucsp.br/rever/rv3_2006/t_caldas.htm>. ISSN 1677-1222.
55 RIVERA-PAGÁN, Luis N. Mito, exilio y demonios : literatura y teología en América Latina, citado por CALDAS, Op. cit.
46
Por otro lado, el doctor Ola Sigurdson, profesor adjunto en el Departamento de Teología y
Estudios Religiosos de la Universidad de Lund (Suecia), publicó en 2001 un artículo titulado
Canciones del deseo: sobre la música pop y la cuestión de Dios, en la revista Concilium 56. La
tesis que defiende es que muchas canciones de la música pop, si no la mayoría, atañen al
deseo humano, y que éste es su punto de contacto con la cuestión de Dios. Se basa en la
idea del ‘corazón hambriento’ que san Agustín desarrolla en sus Confesiones, para afirmar
que el hombre en su búsqueda de lo más alto se construye ídolos que no lo pueden saciar y
eso se refleja en las canciones. El autor entiende por música pop una variedad de ritmos
anglosajones, tales como: rock, country, blues, soul, hip-hop, que intentan ser populares en el
sentido de que desean comunicar de forma directa, sin necesidad de formación musical del
oyente.
Afirma que, aunque no es lo más frecuente, muchas veces la música pop intenta decirnos
algo sobre Dios, y las conexiones con la Biblia, el cristianismo o alguna otra religión se dan
bastante a menudo. La razón resulta sencilla para él: el tema común del deseo humano
presente en todas las culturas y épocas, así como la huella que dos milenios de historia
cristiana han dejado en Occidente. El tema del deseo se ve reforzado por el hecho de que
la música es más emotiva que cognitiva, pues no busca llegar al intelecto, sino al fondo del
alma; suelen ser intuiciones más que afirmaciones. También sostiene algo que es fácilmente
comparable con lo que sucede con la música popular colombiana: que a veces los autores
de las letras son conscientes de que las alusiones a la Biblia o a motivos religiosos pueden
aumentar la intensidad de una canción. Para ello no siempre utilizan los textos sagrados al
pie de la letra, sino que emplean sus imágenes para entretejer sus propios relatos.
Analizando la canción El poder del adiós, de Madonna, afirma que, según esta canción,
devorar todo lo que se le presenta a uno no constituye amor; el amor puede decir adiós
para así evitar transformarse en una perversión del amor. Después, con un tanto de osadía,
afirma que tal vez san Agustín habría sentido una reacción de rechazo ante la imagen que
Madonna ha construido en torno a su propia persona, pero seguramente habría entendido
lo que canta. Sin duda esto lo dice por la experiencia personal de conversión del santo
56 SIGURDSON, Ola. Canciones del deseo : sobre la música pop y la cuestión de Dios. En : Concilium, No. 289 (2001); pp. 41-50.
47
africano, quien tuvo que rechazar muchos amores en su vida para poder acceder al que es
el Amor en persona. Esto lo lleva a pensar que cada autor de letras y cada compositor de
música tiene su propia relación personal – o carencia de relación – con la cuestión de Dios,
con el cristianismo y con sus imágenes de Dios. Lo que no se puede esperar es que estas
canciones ofrezcan una ‘imagen ortodoxa’ de Dios, toda vez que los autores están en la
libertad de tomar elementos de una parte y de otra para componer sus relatos. De ahí la
importancia de una oportuna reflexión teológica sobre el particular.
Sigurdson concluye su trabajo con la siguiente reflexión, que puede constituir un faro de
navegación útil para la presente investigación:
Estos ejemplos son suficientes para constatar los esfuerzos que se han hecho en otros
contextos socioculturales para acercar la teología a la música popular. En varios casos los
ejemplos analizados por los investigadores apenas hacen alusiones implícitas a los temas
religiosos y, aun así, han proporcionado material interesante para la reflexión teológica.
¡Cuánto más se podrá obtener en las letras de la música popular colombiana, plagada de
alusiones explícitas y a veces centradas directamente en los contenidos religiosos! No cabe
duda, pues, de la viabilidad del trabajo emprendido. Todo está por hacer y es hora de
hacerlo.
57 Ibid, p. 48.
48
2. IMÁGENES DE DIOS Y OTROS CONTENIDOS RELIGIOSOS
DE LA MÚSICA VALLENATA
Sentados los presupuestos hermenéuticos en el capítulo anterior, esto es, la definición del
marco categorial, el origen y desarrollo de la religiosidad en Colombia, la posibilidad de
una teología popular, las características de la música popular colombiana y la viabilidad
de una lectura teológica a partir de la música, es el momento de lograr una síntesis de las
imágenes de Dios y demás contenidos religiosos de la música popular colombiana,
particularmente dentro del género vallenato.
Lo primero que hay que decir, con el teólogo jesuita español José Luis Idígoras, es que
resulta preferible hablar de ‘imágenes’ antes que de ‘ideas’ o ‘conceptos’ de Dios, puesto
que las imágenes son múltiples y variadas, experienciales y emotivas; mientras que las
ideas son unívocas y abstractas, cognitivas y propias del lenguaje ilustrado 58. Valga
recordar lo dicho en el numeral 1.3, según lo cual, al decir de Libânio, las imágenes y los
símbolos no son productos arbitrarios nacidos de una subjetividad desequilibrada, sino que
son canales de comunicación profundos y humanos, especialmente cuando el lenguaje oficial
corriente no corresponde al universo vital en que el grupo social se desenvuelve 59. Se dijo
también, siguiendo a Amigo Vallejo, que en tanto el hemisferio izquierdo del cerebro
humano está capacitado para el pensamiento lógico-formal y la aptitud verbal, el derecho
es especialmente hábil para comprender el mundo de lo emocional y simbólico, incluido el
arte en general y la música en particular, es decir, todo aquello que pertenece al terreno
de lo intuitivo 60.
58 Cf. IDÍGORAS, José Luis. Imágenes de Dios en nuestro pueblo. En : Teología limense, V. 18, No. 3 (1984); p. 535.
59 Cf. BATISTA LIBANIO, Op. cit. p. 114-115.
60 Cf. AMIGO VALLEJO, Op. cit. p. 29.
49
liberación 61. La primera por la reverencia exagerada al imperio de la razón, y la segunda
por la idolatría de la militancia sociopolítica; pero ambas ajenas al valor de lo simbólico y
a la profunda carga de significado del relato y la poesía. Sin embargo, como se verá en
las próximas páginas, la sabiduría popular tiene mucho que decir sobre la experiencia de
Dios que depara la cotidianidad y expresa el folklore.
Son muchas las imágenes de Dios que proyecta la música popular colombiana,
particularmente el género vallenato, algunas de las cuales resultan complementarias, en
tanto que otras parecen contradictorias; lo cual no es extraño, toda vez que responden a
diferentes percepciones, experiencias y contextos micro-culturales. No obstante, en su
conjunto ofrecen una panorámica suficientemente amplia del imaginario popular colombiano
acerca de Dios.
Otras canciones lo proyectan más bien como un Dios dispensador, un Dios que provee al
hombre todo lo que le pide y necesita para vivir; esto abarca todas las dimensiones de la
vida cotidiana. Se trata, por tanto, de un Dios que es como un padre misericordioso atento
50
a las necesidades de sus hijos, una presencia amorosa constante que lleva al ser humano de
camino y siempre lo acompaña. Es un Dios bondadoso que, por ser poderoso, está en
capacidad de dar a los seres humanos cualquier cosa que le pidan. Pero no se trata ya de
un ser ausente, lejano; sino de un ser personal, cercano, atento a los ruegos de sus criaturas.
La consecuencia lógica de esta imagen es una actitud muchas veces pasiva y
providencialista, un cruzarse de brazos y dejar que Dios provea aquello que en realidad el
hombre está en capacidad de conseguir por sus propios medios.
Sin embargo, esta actitud no es del todo negativa. Puebla presenta, dentro de los aspectos
positivos de la religiosidad popular, la providencia de Dios Padre en cuanto confianza
plena y absoluta en la voluntad y acción de Dios 64. Es una actitud de fe y esperanza que
mantiene viva la moral de las personas en los momentos difíciles y que, bien orientada,
puede ser de gran ayuda. Por su parte, el papa Pablo VI indica cómo esta imagen de Dios
providente “engendra actitudes que raramente pueden observarse en el mismo grado en
quienes no poseen esa religiosidad: paciencia, sentido de la cruz en la vida cotidiana,
desapego, aceptación de los demás, devoción...” 65. No es casualidad que el elemento más
51
repetido en las voces de ánimo que los familiares envían a los secuestrados de Colombia a
través de la radio tenga un profundo sentido religioso y providencialista: tener fe en Dios,
orar, confiar en Él, tener esperanza, etc.
Luego de esta visión general, en los siguientes apartados se intentará esbozar el contenido
de cada una de las imágenes identificadas. En aras de la brevedad será necesario
limitarse solamente a las más representativas y recurrentes, y dejar de lado muchas otras
que aparecen con menos frecuencia o quedan, de alguna manera, implicadas en las que
serán estudiadas.
2.1.1 Dios creador. La conciencia del Dios creador es patente en muchos temas de la
música vallenata, porque los autores interpretan bien ese sentir popular tan arraigado en el
folklore colombiano. Es el caso de Sergio Amaris, compositor de la canción Obsesión,
interpretada por Las Estrellas Vallenatas, donde un hombre enamorado se dirige a Dios
para pedirle que cure su dolor por la partida de su mujer y sus hijos. Allí afirma:
Otro tanto hace Ómar Geles, en 2002, en su tema titulado Sólo un te quiero, interpretado
por los Chiches, en el que un hombre enamorado, que no es correspondido, dice:
52
invisible, totalmente otro, y los hombres” 66. Éste es un atributo de Dios que fue inculcado en
la conciencia del pueblo colombiano y latinoamericano desde la primera evangelización,
como lo evidencian los catecismos utilizados por los misioneros españoles, en los que “se
opta preferentemente por la línea de presentar un Dios que muestra su omnipotencia en el
prodigio de la creación, dando existencia a todos los seres a los que puede, asimismo,
reducir a la nada” 67.
2.1.2 Dios intervencionista. Al lado de esta imagen del Dios creador, se levanta la de un
Dios que tiene poder para dirigir el destino del ser humano. Esta intuición popular tiene dos
caras en las letras de la música vallenata. Unas veces se ve a Dios como el culpable de los
males que le suceden al hombre; y otras como aquel que es capaz de restablecer la
armonía y traer bienes al pueblo. En el primer sentido, hay una canción muy diciente, de la
autoría de Gildardo Montoya, titulada Plegaria vallenata, en la cual el autor responsabiliza
a Dios de las injusticias sociales y la desigualdad económica. Dice así:
53
para que me des licencia
de criar mis hijos y darles un rancho.
En 1987 el padre jesuita Alberto Múnera realizó una investigación en la que mostraba las
imágenes de Dios en los diferentes sectores de la sociedad colombiana. En ese estudio la
imagen de Dios como fuente de injusticia social se presenta entre los campesinos, pero,
sobre todo, entre los marginados suburbanos. Sostiene el autor que “en el fondo Dios tiende
a ser identificado con el protector de la sociedad urbana no marginada. De allí la actitud
negativa ante lo religioso. Incide también esto en una pasividad impotente respecto al
propio desarrollo, pues se supone que no se puede luchar contra un ‘señor’ tan poderoso,
causante de su situación injusta” 68.
Por otro lado, Juancho Polo Valencia, en una tonada escrita en 1983 e interpretada por
Jorge Oñate, culpa a Dios por la muerte de su amada y da a entender que Dios obra de
esa manera porque no comprende la dimensión del amor humano, ya que ‘Él no tiene
amigos’.
En este mismo sentido, Miguel Morales interpela a Dios en una canción compuesta en 1992,
a propósito de la muerte violenta de su amigo y maestro Rafael Orozco, cantante del
68 MÚNERA DUQUE, Alberto. El misterio de Dios. Bogotá : Pontificia Universidad Javeriana, 1987. p. 5.
54
Binomio de Oro, y extrapola este acontecimiento a la situación generalizada de violencia
que vive el país y que amenaza con destruir incluso al pueblo, la cultura, el arte y el
folklore. En esta súplica pide la intervención de Dios para restablecer la paz.
Muy interesante resulta la siguiente canción de la agrupación Los Inquietos del Vallenato,
por la condena que hace del secuestro y la violencia en el país. Lo que comienza como un
grito desesperado de angustia por ver ‘desangrar la patria’ y porque los ‘hijos se marchan’
de aquí, termina con una voz de fe y esperanza en la acción de Dios para restablecer el
orden y la paz.
55
Como se dijo en el numeral 1.4, los temas vallenatos son una ‘crónica cantada’ en la que se
‘publican’ todo tipo de sucesos de la vida cotidiana del pueblo. Pues bien, también sobre
asuntos propios de la bioética se pronuncian los autores vallenatos. Iván Calderón, en su
canción Inocente, interpretada por Los Gigantes del Vallenato, cuenta la historia de una
joven que quedó embarazada de su novio. Cuando éste se enteró, la abandonó y le pidió
que abortara para evitar cualquier compromiso. Un amigo de la joven, apoyado en la fe y
en la convicción de que Dios dirige sabiamente el curso de los acontecimientos, le aconseja
que tenga a su hijo ‘porque es un fruto bendito’ y le da valor para continuar luchando.
Como se indicó antes, la idea de un Dios creador e intervencionista que llegó a ser
asimilada en la cultura popular estuvo presente desde los comienzos de la evangelización.
Lo interesante es que no chocó con las culturas precolombinas, pues, según lo señalado en el
numeral 1.2, a la llegada de los españoles a Colombia el tronco racial dominante eran los
Chibchas o Muiscas, quienes creían firmemente en un Dios creador llamado Chiminigagua, al
que reconocían como señor omnipotente, dueño de todas las cosas. Algo parecido afirmaba
literalmente el catecismo de Cárdenas utilizado a finales del siglo XVI: “Sabéis qué tan
poderoso es Dios y qué tan gran Señor, que estos cielos tan grandes que veis es la casa
donde él mora, y en este Dios están todas las cosas y todos los bienes que el hombre puede
desear, y mucho más, porque todo lo que vemos vino de aqueste Dios, toda la vida que las
criaturas tienen [...]” 69.
Sin embargo, cabe preguntarse si esta imagen de un Dios todopoderoso, como muchas
otras, nace de una interpretación propia del pueblo colombiano y latinoamericano, o si más
bien es producto de una interpretación ajena y sesgada de la Sagrada Escritura y de
filosofías propias de otro contexto sociocultural. La duda surge porque esta imagen choca y
56
se contradice con la imagen de un Dios bondadoso, misericordioso, sufriente e identificado
con lo humano, propia del Nuevo Testamento. Esto lo plantea claramente Maximino Arias
Reyero, experto en teología dogmática, de la siguiente manera:
La respuesta que propone Mardones para este interrogante es que normalmente tenemos
en la cabeza una idea muy extendida de una especie de filosofía griega elemental, según
la cual Dios es el omnipresente, el omnisciente, el omnipotente; se trata de una imagen de
Dios vinculada al imaginario del Poder, del Ser, de la Fuerza, de lo Maravilloso. De esta
manera, cuando llega el Dios de Jesús ligado al abajamiento, el sufrimiento, la compasión y
la pobreza, el ser humano no puede reconocerlo: un dios pagano ocupa su lugar 71.
2.1.3 Dios omnisciente. Un Dios que dirige el destino de la humanidad sólo es concebible
sobre la base de que él lo conoce todo y lo sabe todo: el pasado, el presente y el futuro.
Conoce el corazón humano y sabe lo que necesita sin que uno se lo diga. Además es testigo
de lo que uno siente y piensa, y no es posible engañarlo ni mentirle. Esta situación aparece
con especial frecuencia reflejada en las canciones vallenatas en relación con el amor de la
pareja. Por eso, se encuentran expresiones tales como: “Pero aunque pierda eternamente,
Dios lo sabe, no la olvido”, de Los Gigantes; o “No me abandones, no seas injusta, sólo Dios
sabe”, de Otto Serge; o esta otra: “Te he sido fiel, lo sabe Dios, estés aquí o estés allá”, de
Gustavo Calderón, interpretada por Diomedes Díaz.
Hay un tema de Wilfran Castillo, compuesto en 2001 e interpretado por Los Inquietos, en el
que el autor va un poco más allá y pone a Dios en la misma conciencia humana, desde
donde puede ser testigo privilegiado de la sinceridad del corazón del hombre. Se diría que
el autor tiene claro el concepto de conciencia manejado por el Concilio Vaticano II: “La
70 ARIAS REYERO, Maximino. Dios en la teología actual. En : Teología y vida, Vol. 34, No. 3 (1993); p. 209.
71 Cf. MARDONES, Op. cit. p. 13.
57
conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que éste se siente a solas
con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo de aquélla” 72. Ésta es la letra:
Esta cualidad de Dios como un ser todopoderoso que lo sabe todo y puede cambiar el
rumbo de los acontecimientos es generalizada en el pueblo latinoamericano. Aparece entre
las tres imágenes fundamentales que se obtuvieron en un estudio sociológico realizado en la
Universidad de la Frontera en Temuco 73 (Chile) en 1994, en el cual se identificaron las
imágenes estereotipadas que tiene la gente de Dios, sin importar su estrato socioeconómico,
sexo o edad. En el mismo estudio, realizado por José Luis Sáiz y otros, se encontró la
imagen de Dios como Padre bueno y de Dios como ser humilde, débil y sufriente (en el Hijo).
2.1.4 Dios Señor. La omnipotencia divina es un atributo que está asociado a la soberanía
de Dios, quien ejerce su señorío sobre el mundo. La imagen de ‘Señor’ tiene varias raíces:
una de ellas es el mundo griego o grecorromano en el que el Señor (Kyrios) era el rey y
tenía pleno poder sobre su territorio y sus súbditos. La otra raíz deriva del contexto feudal
del Medioevo, en el que el Señor era el dueño de la tierra y ejercía su autoridad sobre los
siervos que estaban bajo su mando. En la tradición hispánica que llegó a América, en
general, y a Colombia, en particular, este título se utilizaba para designar a hombres
prestantes de la sociedad. Después se generalizó y comenzó a emplearse para referirse a
los caballeros de una manera respetuosa. En todo caso, dentro de la mentalidad popular
colombiana es usado con frecuencia para dirigirse a Dios reverentemente, conforme
aparece en los textos bíblicos.
58
Así sucede con la canción Hasta cuando, Señor, de Ómar Geles, interpretada por Los
Diablitos, en la que un hombre, consciente de que la mujer que ama no le conviene, se
dirige a Dios como ‘Señor’ para pedirle que le ayude a sacarla de su corazón.
Lo que llama la atención es que al lado de Dios, el hombre de la cultura rural, el hombre
campesino, dado a las imágenes cósmicas de Dios, con frecuencia le atribuye también este
título de ‘Señor’ al diablo o todo tipo de manifestaciones del mal. La razón estriba, al decir
de Francisco Zuluaga, en su visión dualista del mundo: “El hombre de la subcultura (sic) rural
tiene una visión dualista del mundo. Dominado por la angustia que nace de la hostilidad del
cosmos, concibe el mundo dividido entre lo cierto, es decir, aquello que él puede dominar, y
lo numinoso: todo lo que escapa a su control” 74. El hombre rural se siente pequeño ante la
fuerza de la naturaleza y por eso se encuentra sometido a su soberanía.
La sumisión del hombre a la voluntad de este Dios Señor que interviene en la historia
alcanza su expresión más clara en frases como ‘Dios así lo quiso’, ‘si Dios quiere’, ‘Dios
mediante’, ‘quiera Dios’ o ‘estaría de Dios’. Estas expresiones dejan ver, según Zuluaga, que
“la realidad de Dios es experimentada por el campesino a través de la mediación del
mundo cósmico-biológico” 75. Esto significa que Dios le habla al hombre por medio del
viento, la lluvia, las tempestades, etc. y, de igual manera, le comunica su aliento, su vida, su
espíritu. Por lo tanto, como Dios es dueño de todo lo que existe e interviene en todo lo que
pasa, el ser humano debe contar siempre con su voluntad. Zuluaga se refiere al
59
campesinado, pero hay que entender que buena parte de la población urbana de las
nuevas generaciones es de ascendencia campesina y ha heredado muchos elementos de la
cultura rural; de hecho, las expresiones mencionadas se escuchan con frecuencia también
entre gente profesional o universitaria; luego, lo que Zuluaga afirma sobre la mentalidad
campesina se puede aplicar en general para el pueblo colombiano.
Esta situación comporta una actitud fatalista y pasiva que está muy presente en la cultura
colombiana, como lo evidencian algunas canciones vallenatas. A finales de los noventa fue
muy famosa una canción de Los Diablitos que comenzaba así:
De igual manera, la canción Entre mi amigo y tú, interpretada por la misma agrupación,
cuenta la historia de un hombre que perdió a su amada con su mejor amigo; es una
experiencia de traición en la que el autor se conforma con los designios del destino,
expresados como suerte avalada por la voluntad de Dios:
La letra de la canción Que Dios permita este milagro, del Binomio de Oro de América,
interpreta ese ‘querer de Dios’ como un milagro, como algo que parece imposible para el
60
ser humano, pero que puede hacerse realidad por voluntad divina. Se trata de un hombre
que se alegra por volver a estar con su amada y promete darle felicidad con la ayuda de
Dios.
No menos fatalista y facilista es la lectura que hacen algunos de sus vicios y defectos como
resultado de la voluntad hacedora de Dios, con lo cual se libran de toda responsabilidad y
justifican todos sus actos. Es el caso de la canción Así me hizo Dios, compuesta en 1996 por
Fabián Corrales, la cual, interpretada por Diomedes Díaz, relata cómo la mujer deja a su
marido porque no le gusta la vida que lleva: es enamoradizo y parrandero. Él le suplica
que se quede, de la siguiente manera:
Esta actitud, pasiva y determinista está presente no sólo en Colombia, sino en todo el
contexto latinoamericano y da lugar a una nociva teología de la resignación 76, como lo
hace ver Enrique Dussel, según lo dicho en el numeral 1.2, a propósito de la religiosidad
popular en Colombia. Según el filósofo y teólogo argentino, el ethos de la religiosidad
popular conlleva una actitud global ante la existencia personal y social que es trágica y
61
pasiva: no hay nada que hacer ante la muerte del niño, la enfermedad, la pérdida del
trabajo o los desastres naturales porque, sencillamente, ‘Dios así lo quiere’.
2.1.5 Dios ausente. Con todo, ese Dios todopoderoso, capaz de intervenir en el destino
del hombre y del mundo, muchas veces es percibido por el pueblo como un Dios lejano,
ausente, que está en el cielo, no cercano al hombre. Es más un Dios veterotestamentario que
el Dios humanado que se manifiesta en Jesús. Francisco Zuluaga lo describe como aquel que
“está más allá de las nubes”: es la manera como el hombre campesino expresa la
sobrehumanidad y sobremundaneidad de Dios, totalmente distinto, trascendente 77. En 1993
Maximino Arias Reyero, en el contexto chileno, encontraba la causa de esta imagen en el
ropaje de ‘todopoderoso’ del que la misma teología revistió a Dios, la cual se contradice
con la realidad de dolor, maldad y opresión que experimenta la gente, sin que Dios
parezca capaz de intervenir 78.
Esta intuición de un Dios lejano se evidencia claramente en varios temas vallenatos que han
heredado la concepción tradicional veterotestamentaria del cielo como un ‘lugar’ en el que
‘está’ Dios, distante y diverso de la tierra, que es el lugar propio de los seres humanos. Por
ejemplo, Gildardo Montoya, en su canción Plegaria Vallenata, se expresa así:
El autor utiliza la metáfora de la ‘carta’ para dar a entender que la comunicación con Dios
es distante y difícil, pero, a la vez, dice que Dios escucha al ser humano a través de su
folklore.
62
Por su parte, Diomedes Díaz se imagina a Dios ‘allá en el cielo’ y por eso le dice a su
amada que ha muerto que vaya a la presencia de Dios en ese ‘lugar’.
2.1.6 Dios juez. El carácter de Dios en su calidad de juez es resaltado como uno de los
aspectos positivos de la religiosidad popular por el Documento de Puebla 79. La razón se
puede buscar en la necesidad de una vida moral conforme a los mandamientos. Es sabido
que las leyes sin mecanismos sancionatorios difícilmente se cumplen. Por eso conviene que
Aquel que ha fijado los preceptos para su pueblo sea el mismo que juzgue sobre la rectitud
de su comportamiento y retribuya las acciones humanas con bendición o maldición. Ésa es la
mentalidad que se ha inculcado al pueblo latinoamericano, y también al colombiano. Por
eso no es extraño escuchar apreciaciones como la que refiere el padre Zuluaga en su
investigación: “[Dios] es un Señor sumamente bueno y no tiene consideración con los malos. A
los buenos los premia con la entrada al cielo y a los malos los castiga con el infierno. Desde
el cielo manda bendiciones para los buenos […] y con los malos, todo lo contrario: los
castiga” 80.
El destino de cada hombre y mujer después de esta vida está asociado al juicio que Dios
haga de sus actos en este mundo. Los actos pecaminosos conducirán irremediablemente a
las puertas del infierno, en tanto que los actos buenos y justos serán premiados con la
entrada en el cielo y la presencia eterna de Dios. Estos lineamientos morales están
construidos sobre la antropología medieval que recibieron los pueblos aborígenes y que fue
alimentada durante siglos por la doctrina cristiana. Aunque, con el advenimiento del concilio
Vaticano II, esta perspectiva se modificó sustancialmente, aún es frecuente esta manera de
63
ver el destino del hombre y el papel de Dios en el mundo. El siguiente texto, tomado del
catecismo de Juan de la Anunciación, publicado en México en 1577, da razón de esta
forma de pensamiento:
Y aquellos que en esta vida fueron buenos y justos cuando resucitaren serán
hermosísimos y muy resplandecientes, más que el sol, para ser perpetuos
ciudadanos del cielo. Y los malos, cuando resucitaren serán abominables y feos,
espantables y negros, más que la noche, para eternamente penar en el
infierno 81.
El contexto cultural del litoral Caribe no es ajeno a esta realidad. Las letras de sus
canciones aluden con frecuencia a la imagen del Dios juez, castigador o vengador que
condena los pecados del hombre, tales como la mentira o la traición. En 2000, Álvaro Pérez
compuso un tema para Los Inquietos, titulado Perdóname la vida, en el cual un hombre
enamorado pide perdón a su novia por el daño que le ha hecho. El texto deja entrever la
imagen de un Dios que condena la mentira.
Otro tanto sucede con un tema de Wilmar Bolaños, interpretado por Los Gigantes, en el
que el autor ve como un castigo de Dios la pérdida de su amada, a causa de los malos
tratos que le daba.
Las letras de las canciones no son explícitas en cuanto a la comprensión que tiene la gente
del cielo y del infierno. No se puede decir a partir de ellas que en el pueblo persista
64
actualmente la imagen dantesca de estos ‘lugares’, pero sí es evidente la contraposición
entre los dos. El cielo es visto como un lugar de gloria y felicidad, en tanto que el infierno es
asociado al sufrimiento y la condenación, como un lugar malo e indeseable. La siguiente
canción de Los Gigantes deja ver claramente el contraste existente entre estas dos
categorías escatológicas dentro de la perspectiva popular. Parece ser que el autor las
describe plásticamente como realidades que se viven aquí en la tierra, pero que se
prolongan después de la muerte.
65
entonces no voy a la gloria de Dios.
Algo similar refleja el mismo autor en la canción A Consuelo. En ella le canta a una mujer
que amaba y que ahora está en el cielo. En medio de su tristeza, lo conforta la esperanza
de que ella está bien, ‘rodeada de ángeles’ y ‘colmada de gloria’. Es evidente la distinción
que hace el autor entre el lugar de los vivos (pueblo) y el lugar de los muertos (cielo).
También se nota el dualismo antropológico, tan enraizado en la mentalidad popular.
Por su parte, el autor de la canción Simplemente te amo, interpretada por Los Gigantes, no
se conforma con tener a su lado a la mujer que ama aquí en la tierra, sino que espera que
Dios le conceda tenerla también después en el cielo. En el trasfondo de esta intención se
observa la permanencia del carácter individual y personal del ser humano después de la
muerte, así como la gratuidad del acceso al cielo.
2.1.7 Dios padre misericordioso. Una mirada rápida a las letras de la música vallenata
pone en evidencia la profusión de ejemplos que comportan imágenes de Dios afines con la
actitud providencialista que suele asumir el pueblo colombiano y latinoamericano. En 2001,
Carlos Vives compuso un tema titulado Papadió. Es un canto con profundo contenido social
66
que invita a hacer memoria para no repetir los errores del pasado, a vivir los valores
humanos, partiendo de la base de que Dios Padre da al ser humano todo lo que tiene y
necesita.
Cuenta la historia de un niño que presencia la boda de su padre y trata de impedirla para
avisarle que su mamá está muriendo. Su padre lo desconoce y niega todo. A pesar de eso,
el niño le pide a Dios perdón y bendición para este padre ingrato.
67
Algo similar sucede con la siguiente canción de Los Gigantes, en la cual el autor cuenta la
tristeza que le causa la partida de su mujer, pero la ama tanto que no la acusa, sino que le
pide a Dios que la perdone.
El tema del perdón ocupa un lugar central en la doctrina cristiana y así fue enseñado desde
la primera evangelización en Latinoamérica. Luis Resines refiere algunos ejemplos de
catecismos de la época colonial que reflejan claramente la imagen de “un Dios capaz de
perdonar, comprensivo y no colérico, que fundamentalmente ‘no quiere la muerte del
pecador, sino que se convierta y viva’ (Ez 18,23)” 82. A manera de ejemplo, baste ver el
catecismo de Pedro de Feria, publicado en 1567, en el que se afirma que “sólo él [Dios] es
el que puede perdonar los pecados de los hombres: y juntamente con esto es misericordioso
y desea grandemente perdonaros y recibiros por sus hijos” 83.
2.1.8 Dios donador. No es raro que muchas personas jóvenes vean a su papá como un
‘dispensador’, aquel que les da lo que necesitan, cuando lo necesitan y como lo necesitan.
Esta misma imagen la proyectan en Dios Padre, quien puede dar el amor, la paz, la fuerza
e incluso la vida misma, así como quitarla también.
La canción Hasta cuando, Señor, de Ómar Geles, le pide a Dios los dones necesarios para
sacar del corazón un amor que hace daño. Pide sabiduría, conocimiento, cordura,
entendimiento.
82 Ibid. p. 36.
83 Ibid. p. 36.
68
Mis amigos se burlan de mí
se ríen de mí, qué puedo hacer yo
si yo sé que no debo querer
a esa mujer que es mi perdición.
He jurado no volverla a ver
no lo logro hacer porque débil soy.
En el mismo sentido, en la canción Dónde está, interpretada por Los Diablitos, el mismo autor
cuenta la historia de un hombre enamorado que ve en su mujer un don de Dios.
Por su parte, Diomedes Díaz en 1987 escribió una canción titulada Tu cumpleaños, en la cual
da gracias a Dios por el don de la vida de un ser querido.
69
y estoy repleto de felicidad
que hasta me han dado ganas de llorar
gracias a Dios
por que has cumplido un año más.
2.1.9 Dios personal. Una característica que diferencia claramente al Dios judeocristiano
de los dioses de la filosofía y de algunas religiones antiguas es su ser personal. Aunque
muchas veces la gente asocia a Dios con las fuerzas de la naturaleza o le atribuye poderes
mágicos, especialmente en el contexto rural, no lo confunde con esas fuerzas ni lo percibe
como una energía o un ente material, sino que lo concibe como un ser personal, con
voluntad, con unidad, con pensamiento, con sentimientos. En palabras de Arias Reyero, “Dios
no es un Dios ausente de nuestra historia. Dios se nos da en la historia y esta donación
histórica tiene características dramáticas. A partir de la misma historia el hombre puede
pensar el ser de Dios en sí mismo como donación, pero no sin la analogía” 84. Dicho de otra
manera, la gente antropomorfiza a Dios, pero no pierde de vista que es distinto del ser
humano, aunque con atributos semejantes.
Sólo así se comprende el papel primordial que desempeña la oración en la gente; pues
sabe que tiene un interlocutor que la escucha y comprende, un ser vivo que se identifica con
las realidades humanas y puede intervenir en ellas. Por eso afirma el teólogo español Luis
Maldonado que “el pueblo vive a Dios con un gran sentido de familiaridad. Lo descubre
como cercano y próximo a través del dolor del crucificado” 85. Esto es evidente en
expresiones como ‘óyeme Diosito santo’ en Plegaria Vallenata, de Gildardo Montoya; o
‘Papadió’, en el tema de Carlos Vives que lleva ese mismo nombre. Esta visión inmanente de
Dios que, como se dijo, no alcanza a estar teñida de panteísmo, recibe un fuerte influjo del
Nuevo Testamento. Por lo menos así lo analiza José Luis Idígoras en el contexto peruano. En
efecto, afirma:
70
universalmente por medio del Espíritu que hace que todos formemos un verdadero
cuerpo, unidos con lazos místicos” 86.
Este padre bueno, cercano y personal figura también entre las tres imágenes fundamentales
que obtuvo el estudio de la Universidad de la Frontera en Chile 87, antes citado. De igual
forma, figura en la mencionada clasificación del padre Múnera, quien sostiene que para la
gente de cultura campesina – ya hemos dicho que es todavía mayoría en Colombia – “Dios
es el padre bondadoso de todos: Él puede arreglarlo todo y además del debido respeto se
puede influir en su omnipotencia a base de dádivas a sus santos” 88.
Algo que llama poderosamente la atención es que esta imagen de un Dios personal y
amigo es la que con mayor facilidad captan los artistas, según la clasificación por sectores
de la población colombiana que presenta el teólogo salvatoriano Ignacio Madera Vargas.
La razón que aporta es que “el medio artístico es sensible a lo simbólico, a lo estético. La fe
es cercana a la experiencia del arte. El artista, como próximo a todo lo humano, es sensible
a lo religioso pero muy a su manera” 89.
Por eso no sorprende en absoluto la abundancia de canciones vallenatas que reflejan ese
Dios cercano, personal, con quien se puede hablar y hasta pelear. La canción de Ómar
Geles, Hasta cuándo, Señor, más que la súplica de la criatura a su Dios, parece el desahogo
de un hombre confundido que le cuenta sus problemas a un amigo y confidente. Se
encuentran frases como éstas:
71
te ruego, Señor, sácala de mí.
En el tema Obsesión, Sergio Amaris se dirige a Dios para reclamarle por no atender sus
ruegos en medio del drama sentimental que está afrontando.
También Iván Calderón, en la canción Me das y me quitas todo, encuentra en Dios la persona
que puede escucharlo y ayudarlo a olvidar un amor que le hace mucho daño.
Aún más explícita resulta la alusión que hace Wilfran Castillo en su composición Te pierdo y
te pienso, interpretada por Los Inquietos, en la cual da a entender que habló con Dios como
se habla con cualquier persona, y él le reveló los secretos del corazón de su amada.
Y se me aleja el dolor
si recuerdo que lo que quieres es vivir
tal vez por ahora no sea junto a mí
pero algún día me darás el amor.
72
2.2 OTROS CONTENIDOS RELIGIOSOS EN EL IMAGINARIO POPULAR
Las temáticas religiosas que abordan las canciones populares, y concretamente el vallenato,
no se agotan en las imágenes de Dios o en las nociones de cielo, infierno o diablo hasta
ahora aludidas. Por el contrario, abarcan una amplia gama de intuiciones teológicas en
torno a la Virgen, los santos, la Iglesia, el ser humano, la bendición, la redención, la
resurrección, la eternidad y otros. Para no extender demasiado este trabajo, se abordarán
solamente las más relevantes en razón de su recurrencia y las que sean más pertinentes
para el análisis del próximo capítulo, de modo que sea suficientemente completo y sintético
a la vez. Por lo tanto, se mirarán algunas letras que tocan el tema de la Virgen y los santos,
lo mismo que aquéllas que apuntan al concepto de bendición.
2.2.1 La Virgen María. En torno a la figura de la Virgen, es sabido que el título que
resume mejor su papel en la historia de la salvación es el de ‘Madre de Dios’. Así fue
explicitado por el concilio Vaticano II en el capítulo octavo de la constitución dogmática
Lumen Gentium. No obstante, no es esa la imagen que mejor reflejan las canciones
vallenatas, sino la de María como madre de la Iglesia, cual fue proclamada por el papa
Pablo VI en el Breve In Spiritu Sancto con el que clausuró el concilio. En efecto, el pueblo la
reconoce como madre de Dios, pero eso no le dice mucho en su vida cotidiana; en cambio,
la siente como su propia madre y eso sí le produce gran reverencia. En palabras de
Zuluaga, “La imagen de María refleja sublimada la experiencia popular de la madre:
comprensiva, cariñosa, dispuesta a interceder por los hijos, con una capacidad casi ilimitada
para soportar las fatigas y el sufrimiento” 90. Entre las características asociadas a su papel
de madre, sobresalen en la música vallenata las de protectora e intercesora.
María es vista con frecuencia como una persona maternal ‘de carne y hueso’ que por el
cariño que tiene a sus hijos se desvive por protegerlos de los males del mundo. Zuluaga
afirma que “la experiencia de la madre como sombra protectora a través de los caminos
de la vida, [el pueblo] quiere verla reproducida en una dimensión trascendente, colocando
imágenes de la Virgen en las encrucijadas de los caminos, en la cima de las montañas, o al
73
borde de los abismos en las carreteras” 91. Esta dimensión de María como la mujer que
cuida a las criaturas se encuentra patente en dos canciones de Diomedes Díaz. En la
primera, titulada Tu cumpleaños, el autor le pide a la Virgen que cuide a un ser querido
para que goce de muchos años de vida. El texto dice así:
Mil felicitaciones,
que cumplas muchos más
que la Virgen te cuide
que te cuide bastante
porque yo de mi parte
también te cuidaré...
En la segunda, titulada La noche de mis recuerdos, el autor se lamenta por no poder tener
cerca a la mujer que ama, pero se alegra de que a ella le vaya bien y le desea lo mejor,
incluida la protección de la Virgen.
Y no te vale consejo
porque es que ella es muy bonita;
y además de ser tan linda
se consiguió un hombre bueno.
91 Ibid. p. 65.
74
medianera e intercesora y se dice que por medio de ella se pueden conseguir ciertas
gracias 92. Esto hace pensar que tal dimensión de la Virgen tiene sus raíces en otras fuentes,
tales como los devocionarios populares traídos de España y las apariciones y
manifestaciones de la Virgen, especialmente las de Guadalupe, en Latinoamérica, y
Chiquinquirá, en Colombia.
2.2.2 Los santos donadores. Como bien se indicó en el numeral 1.2, al lado de la imagen
de Dios, paternalista unas veces, castigador otras, y de la Virgen María como intercesora y
protectora, lo que más profundamente marcó la religiosidad popular fue la devoción a los
santos, por cuanto la mediación de las criaturas es algo que está al alcance de la
comprensión humana. Las personas necesitan de los bienes del mundo, pero experimentan
75
que por sus propios medios no siempre pueden alcanzarlos: necesitan la intervención del
santo donador, aquel que se convierte en un aliado suyo también contra los males del
mundo.
En el siguiente esquema, Enrique Dussel 93 presenta una síntesis interesante del papel de los
santos donadores en la mentalidad popular latinoamericana. Se observa cómo el sujeto
(pueblo) no puede acceder directamente al objeto de su deseo (bienes materiales,
generalmente). Entonces recurre al santo donador, el cual sí puede acceder al objeto y
concedérselo. Las peticiones no siempre son a favor de uno mismo, sino que con frecuencia
son a favor de otros o de un colectivo social (destinatarios). Algunas veces se trata de pedir
protección contra los demonios, las maldiciones o las enfermedades (enemigos), en cuyo
caso los santos se constituyen en aliados útiles.
Lo que caracteriza a los santos y los diferencia de Dios y de la Virgen, más allá de
consideraciones teológicas, es su especialización para socorrer las diversas necesidades de
la vida cotidiana. Un ejemplo de esta mentalidad heredada, asimilada e incorporada al
folklore se puede apreciar en la canción vallenata Los santos y yo, del compositor caribeño
Héctor Zuleta Díaz, escrita en 1977 con no poco humor.
76
Que San Pedro maromiando, se cayó y se escalabró.
San Isidro Labrador,
me mandó hacen ocho días
una carta que decía: compadre hágame el favor.
Usted que está allá en la tierra,
que así me puede mandar
una collins de las nuevas y una piedra de amolar.
El tema de la bendición está muy presente en las letras vallenatas. La canción Inocente, de
Iván Calderón, expresa la bendición como el ‘hacer bien las cosas’ de Dios y entiende la
vida humana como una de las formas de bendición, en respuesta a una mujer que está
pensando en abortar.
77
Dios hace muy bien sus cosas, escúchame:
que la fe mueve montañas, lo sé muy bien,
no te avergüences del hijo que va a nacer
porque es un fruto bendito que hay que querer.
Carlos Castellón cuenta la historia de un niño que presencia la boda de su padre con otra
mujer, mientras su madre muere sola y abandonada. Aquí la bendición es presentada como
un acto de grandeza y de nobleza.
Calixto Ochoa, en su canción Divino Rostro, interpretada por el Binomio de Oro de América,
entiende la bendición como felicidad para la pareja que contrae matrimonio, así como
prosperidad y descendencia, pero implícitamente la condiciona a la fidelidad de la pareja
a la voluntad de Dios.
Este breve recorrido por las imágenes de Dios y demás contenidos religiosos presentes en la
conciencia colectiva del pueblo colombiano, expresados por medio de la música vallenata,
abre las puertas para el análisis y la reflexión en torno a las categorías teológicas que es
78
posible articular con miras a esbozar un perfil teológico de la música popular en Colombia,
esfuerzo al que estará dedicado el próximo capítulo.
Queda claro que así como en la Revelación perviven imágenes muy diversas de Dios,
aunque no todas con la misma primacía, también en la sabiduría popular, que se constituye
en revelación continuada, coexisten de manera no excluyente, sino más bien
complementaria, múltiples imágenes de Dios y de su forma de intervenir en la historia. No
hay motivo, pues – como lo señala Idígoras – para “excomulgar a la religión popular. Se
tratará más bien de corregir los abusos o desviaciones que se dan igualmente en las
imágenes más bíblicas y en los niveles de mayor educación social” 95.
79
3. HACIA UNA MATRIZ TEOLÓGICA PARA LA LECTURA
DE LA MÚSICA POPULAR EN COLOMBIA
En el primer capítulo se sentaron los presupuestos hermenéuticos como primer paso hacia la
adecuada comprensión de este trabajo. Era necesario establecer con claridad el alcance de
las categorías que se iban a manejar; conocer el origen y desarrollo de la religiosidad en
Colombia, para tener presente su influencia en las manifestaciones folklóricas; evaluar la
posibilidad de hacer teología desde la relación entre religión y cultura; conocer las
características de la música popular colombiana y analizar la viabilidad de hacer una
lectura teológica a partir de la misma. En el segundo capítulo se hizo una labor
exploratoria y descriptiva de las imágenes de Dios y otros contenidos religiosos de la
música popular colombiana, particularmente dentro del género vallenato, con el fin de
identificar la manera como el pueblo percibe a Dios y se relaciona con él. Ahora es el
momento de dar el salto hacia lo analítico-inferencial para plantear las bases de una
construcción que permita intentar una lectura teológica de la religiosidad popular, a partir
de la música.
Este esfuerzo implicará, en primer lugar, fijar el telón de fondo para dicha construcción
teológica que, como se indicó en el primer capítulo, se inscribe en el ámbito del encuentro
entre religión y cultura, siguiendo la comprensión de Bernard Lonergan y Paul Tillich. En ese
encuentro, como se verá, juega un papel central el uso del lenguaje. El uso religioso del
lenguaje es necesariamente simbólico, en la medida en que vincula diferentes niveles de la
realidad, como lo atestigua el propio lenguaje bíblico, particularmente el poético, cuya
expresión dramática revela el contexto cultural en que se forjó. En este sentido, será de
utilidad el modelo actancial del análisis narrativo adoptado por teólogo jesuita colombiano
Germán Neira para la lectura en clave dramática del fenómeno religioso.
En segundo lugar, será útil tomar como referencia el uso del lenguaje simbólico en la Biblia
con miras a expresar en imágenes la comprensión de Dios en el pueblo israelita y la iglesia
naciente. El pueblo de Israel, por principio, no podía hacerse imágenes de Dios, pero el
texto narrado y la expresión poética que dan cuenta del drama cotidiano de ese pueblo,
80
está plagado de imágenes que entraron a formar parte de su acervo cultural y fueron
transmitidas de generación en generación. De ahí que el lenguaje bíblico proporciona pistas
invaluables para la lectura teológica de la religiosidad popular.
La poesía hebrea, en particular, constituye el tercer momento de este capítulo, toda vez
que, por las características literarias que posee y el substrato cultural y religioso que la
anima, su exégesis y análisis teológico suministra indicios importantes para una lectura
semejante de la música popular colombiana. Si bien los contextos históricos, religiosos y
literarios de las dos formas de poesía son del todo diversos, su dimensión revelatoria no lo
es, a menos que se piense, como algunos lo hacen, que Dios no sigue hablando en la historia
y que la única palabra posible para Dios es la que se escribe en hebreo. En efecto, algunos
de los salmos dan noticia de estar inspirados en cánticos profanos de la época y de haber
sido adaptados para el uso litúrgico, por lo menos en cuanto a la melodía. Pues bien,
tampoco es extraño encontrar actualmente cantos litúrgicos que son la adaptación de
melodías profanas ampliamente conocidas.
Luego, con la guía de los elementos anteriores, habrá que emprender un análisis juicioso de
las letras de algunas de las canciones descritas en el capítulo anterior, para descubrir las
imágenes que constituyen el ‘patrón’ de comprensión de lo religioso en el contexto cultural
de la música vallenata, así como los valores y actitudes correlacionados. Este análisis se
hará guardando cierto paralelismo de tema y estilo con los salmos estudiados previamente,
no porque se puedan equiparar histórica, literaria o teológicamente, sino porque tienen
elementos comunes que brotan de la relación entre religión y cultura, los cuales están
asociados a las categorías que propone Neira, como se verá al final del numeral 3.1, a
saber: carácter popular, sentido común, dinamismo dramático y mentalidad simbólica.
81
propuesta metódica para la lectura de la música popular colombiana, es decir, no una
síntesis, y mucho menos un compendio, de la reflexión teológica que se puede hacer del
encuentro entre religión y cultura en el ámbito colombiano, expresado a través de la
música, sino un camino de aproximación a esa reflexión.
3.1 EL DIÁLOGO ENTRE RELIGIÓN Y CULTURA: TELÓN DE FONDO PARA LA LECTURA TEOLÓGICA DE LA
RELIGIOSIDAD POPULAR
Cuando se lee el libro Método en teología, del teólogo canadiense Bernard Lonergan, la
primera expectativa que se tiene es la de encontrar un método para hacer teología; y ésa
es también la primera decepción. Porque lo que se encuentra allí es que no hay un método
para hacer teología, sino que la teología es un método; un método para indagar sobre la
experiencia religiosa, con el fin de pasar de la experiencia al conocimiento, es decir, de
emprender un proceso progresivo de ‘diferenciación de la conciencia’ 96. En este proceso, la
teología establece el diálogo entre la religión y la cultura, de modo que termina
convirtiéndose en una “mediación entre una determinada matriz cultural y el significado y
función de una religión dentro de dicha matriz” 97.
La religiosidad popular suele inscribirse en el ámbito del ´sentido común’, esto es, de la
conciencia indiferenciada 98. Cuando se emprende su estudio en sentido teológico, lo que se
hace es buscar un camino para llevar este tipo de conocimiento a un nivel diferenciado y
sistemático, capaz de elaborar una crítica objetiva y una valoración justa del mismo, no
para encerrarse en sí mismo lejos de la experiencia religiosa, sino para retornar a ella y
nutrirla. En ese orden de ideas, el objetivo último de este trabajo sería llegar hasta la
especialización funcional de la comunicación propuesta por Lonergan, es decir, hasta la
aplicación pastoral de la lectura teológica de la música popular. Sin embargo, debido a
que ese ejercicio extralimitaría el alcance del trabajo, se dejará planteado como una
puerta abierta de investigación.
82
La relación entre religión y cultura ocupó también la atención del filósofo y teólogo alemán,
nacionalizado estadounidense, Paul Tillich, desde el comienzo de sus intervenciones públicas
en los congresos y seminarios internacionales. Los elementos que se recogen aquí están
tomados de tres artículos suyos publicados entre 1954 y 1956 en revistas científicas
norteamericanas y compilados luego, al lado de otros escritos, bajo el título de Teología de
la cultura y otros ensayos. La versión en castellano fue publicada en Buenos Aires en 1974.
99 Cf. TILLICH, Paul. Teología de la cultura y otros ensayos. Buenos Aires : Amorrortu, 1974. p. 11.
100 Ibid. p. 17.
83
hace desaparecer la fisura entre lo sagrado y lo secular. En efecto, si la religión es la
dimensión de la profundidad en todas las funciones espirituales del ser humano, entonces
toda actividad humana termina siendo sagrada (o secular, según el punto de vista); no
existe más que un único dominio en el que acontece la existencia humana, y esa es su
cultura.
84
religioso, sino de un lenguaje ordinario modificado por el poder de lo que expresa: el
fundamento del ser y su sentido, si bien su expresión puede ser narrativa, poética o
litúrgica.
En este punto Tillich coincide plenamente con Ludwing Wittgenstein, quien tampoco es amigo
de hablar de lenguaje religioso. El filósofo del lenguaje, británico de origen austriaco,
considera que “más que de un lenguaje ético y religioso, resulta mejor hablar de un uso
ético del lenguaje y de un uso religioso del lenguaje como un uso parcial del lenguaje
corriente de todos los días” 103. El uso que se haga del lenguaje conducirá a imágenes, las
cuales, a su vez, conducirán a determinado nivel de realidad. Lo característico de la
creencia religiosa es justamente su recurso a imágenes ante la imposibilidad de expresar lo
inexpresable.
85
palabra ‘Dios’ no muestra en quién piensas, sino lo que piensas” 105. Lo mismo puede decirse
de cualquier palabra que se utilice.
Si esto es así, cabe afirmar, con el escritor portugués Herculano Alves, que el lenguaje de
los símbolos no es sinónimo de pura imaginación, de creatividad subjetiva, de falta de
verdad, ya que lo simbólico no se opone a lo real e histórico, sino que lo expresa, incluso
añadiéndole más significación por el contexto en que se utiliza 106. El fundamento de este
lenguaje simbólico como medio válido para la expresión de la fe se encuentra en el
corazón mismo de la fe: la encarnación del Verbo. El que es palabra coeterna con el Padre
asume la forma temporal humana. El que es infinito en su dimensión divina asume la finitud
de la dimensión terrena. El que es trascendencia plena se hace símbolo en la inmanencia de
la historia. Y el símbolo no es referencia a la verdad, sino que es uno con la verdad. En esto
se distingue del signo. Tillich lo dice con más claridad: “Hay dos niveles fundamentales en
todos los símbolos religiosos: el trascendente, que va más allá de la realidad empírica que
nos rodea, y el inmanente, que hallamos en el encuentro mismo con la realidad”. 107 Cuando
lo divino se unió con lo humano, todo lo humano se volvió símbolo de lo divino, no sólo como
referente, sino como copartícipe de su misma realidad.
Así las cosas, en el lenguaje bíblico no es extraño descubrir un sinnúmero de símbolos que
expresan de manera diáfana el carácter ‘popular’ de la religiosidad del pueblo de Israel y
de la iglesia naciente. El lenguaje simbólico está hecho de poesía, relatos, metáforas e
imágenes que intentan hacer visible lo invisible y expresable lo inexpresable. No hay otra
manera de hacerlo. Alves pone los ejemplos de el almendro en flor (Jr 1,11-12) y los huesos
secos (Ez 37,1-4), pero al lado de ellos se podría agregar miles y miles, como la zarza
ardiente (Ex 3,1-6) o la oveja perdida (Lc 15,4-7). Cada una de estas imágenes responde
a un contexto específico y devela un nivel de realidad determinado, que puede ser social,
político o económico, pero que en todo caso es cultural, porque no existen seres humanos
aculturales.
86
Dicho esto, surgen muchas preguntas sobre los niveles de realidad que desvela el lenguaje
simbólico utilizado en las canciones de la música popular colombiana: valores, significados,
experiencias, tradiciones, anhelos, sueños. En todo ello, si seguimos la visión de Tillich, habría
que descubrir la dimensión de profundidad que entrañan y la preocupación última que los
anima. No es ese el objetivo del presente trabajo, pero sí sentar las bases para una lectura
en esa dirección. Y en este empeño será de gran utilidad el resultado de las investigaciones
realizadas por el teólogo jesuita Germán Neira, quien durante muchos años se ha ocupado
del estudio de la religión popular católica latinoamericana y ha realizado un ejercicio de
dialéctica de interpretaciones de este fenómeno, del cual se tendrán en cuenta en este
capítulo las categorías teológicas generales avizoradas.
En tercer lugar, propone el ‘dinamismo dramático’ como categoría para tener en cuenta,
toda vez que “la religiosidad popular abarca todo el drama de la vida concreta personal,
social y cultural, y se expresa en forma de relato dramático” 108. A propósito de esto, es
evidente que la poesía hebrea, especialmente los salmos, es una forma de expresión
popular en clave dramática. Por eso, el análisis de los salmos que en este sentido se hará,
108 NEIRA, Germán. Un ejercicio de dialéctica : interpretaciones de la religiosidad popular en América Latina (1960 – 1980). Bogotá :
Pontifica Universidad Javeriana, 2005. p. 60.
87
en el numeral 3.3, proporcionará pistas valiosas para una interpretación semejante de la
música popular colombiana. Finalmente, Neira propone elaborar una estética de la
‘mentalidad simbólica’ para comprender mejor el sentido de las formas de expresión
religiosa popular. En esto resultará de gran ayuda el análisis que se hará a continuación de
las imágenes de Dios en la Biblia, así como la descripción de imágenes de Dios en la música
vallenata, lograda en el capítulo anterior.
109 Cf. BAUER, J.B. Citado por LURKER, Manfred. Diccionario de imágenes y símbolos de la Biblia. Córdoba : El Almendro, 1994. p. 3.
110 Cf. GEBHARD, Frei. Citado por LURKER, ibid. p. 5.
88
hacer una descripción exhaustiva de las imágenes de Dios que aparecen en la Biblia, lo
cual daría para libros enteros, sino identificar aquellas que tienen relación con las que se
expusieron en el capítulo anterior, a propósito de la música vallenata. En la descripción de
estas imágenes se seguirá de cerca el análisis de Manfred Lurker en su “Diccionario de
imágenes y símbolos de la Biblia”.
La primera imagen que salta a la vista, porque atraviesa toda la Escritura, es la de Dios
creador, que, entre otras múltiples interpretaciones antropomórficas, aparece vinculada a la
figura del ‘alfarero’. La alfarería era uno de los oficios más comunes de la antigüedad,
tanto en Egipto como en Mesopotamia y, por supuesto, en Palestina, tierra desértica donde
la arcilla era muy fácil de conseguir y trabajar. El autor sagrado se vale de esta imagen
para comparar a Dios con el alfarero y al ser humano con el barro modelado por la mano
del alfarero y animado por el soplo divino (Gn 2,7). También para enseñarle al pueblo que
es como una vasija de barro en las manos del alfarero y que su destino depende de él (Jr
18,6), y así como el alfarero puede destrozar sus jarros, así el creador entregará a la
muerte a sus criaturas infieles (Sal 2,9). El Nuevo Testamento tampoco es ajeno a esta
figura. Pablo le da una nueva dimensión cuando afirma que Dios ha puesto en los hombres,
sus ‘vasos de barro’, el tesoro de la verdad (2Co 4,7). Con ello enaltece la dignidad
humana, llenando de contenido las vasijas de barro y haciéndolas portadoras del espíritu
mismo de Dios.
89
la cultura babilónica, donde el brazo levantado es signo de fuerza y caracteriza a los
dioses. Por ejemplo, el Marduk babilónico mata con el brazo levantado al dragón del caos.
Entre los símbolos que expresan la imagen de Dios omnisciente, sobresale el ‘ojo’. Así como
en lenguaje bíblico ‘decir’ implica ‘hacer’, del mismo modo ‘ver’ implica ‘conocer’. El que lo
ve todo, todo lo conoce: el pasado, el presente y el futuro; lo exterior, pero también lo
interior del corazón humano. En el contexto egipcio, el ojo y la luz se entendían en el marco
del simbolismo astral. el sol y la luna eran los ojos del dios del cielo. En ese sentido se
entienden los cuatro querubines de la visión de Ezequiel, los cuales tenían ojos por todas
partes (Ez 10,12) o los “siete ojos del Señor que se pasea por toda la tierra” (Za 4,10). En
la literatura sapiencial, los ojos de Dios contemplan todos los caminos de los hombres y
penetran hasta en los rincones más ocultos (Eclo 23,19). La carta a los Hebreos retoma este
simbolismo cuando afirma: “No hay criatura que escape a su mirada, todo está desnudo y
patente a los ojos de Aquel a quien habremos e dar cuenta” (Hb 4,13). De igual forma, el
libro del Apocalipsis retoma los “siete ojos” de Zacarías y los aplica al cordero (Ap 5,6),
asociados al conocimiento del destino de la humanidad en clave de juicio final.
Las imágenes de Dios señor y Dios juez confluyen en la Biblia en el símbolo del ‘trono’,
porque el trono es el lugar de la majestad, donde se sienta el rey para regir a su pueblo y
también para juzgarlo. Por tanto, los significados de trono y tribunal se identifican. El estar
sentado en el trono sólo le es concedido al soberano, y a Dios por excelencia. Así era
percibido tanto en Mesopotamia como en Egipto, y así en Persia como entre los griegos. Se
podría decir que se trata de un símbolo universal. También Israel lo utilizaba, como lo deja
ver el profeta Isaías, refiriéndose a Salomón (Is 16,5) y como lo emplean los salmos
referido a Dios: “Yahveh se sienta para siempre, afianza para el juicio su trono” (Sal 9,8).
En la literatura apocalíptica esta figura es utilizada frecuentemente para aludir al juicio del
fin de los tiempos (Dn 7,9-10; Ap 20,11). Igualmente, es usada en el evangelio para
expresar la filiación entre Jesús y el Padre: “Jesús les dijo: ‘Yo os aseguro que vosotros que
me habéis seguido, en la regeneración, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de
gloria, os sentaréis también vosotros en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de
90
Israel’” (Mt 19,28). Y también: “Y quien jura por el cielo, jura por el trono de Dios y por
Aquel que está sentado en él” (Mt 23,22).
La imagen de Dios providente está ligada a la bendición, que es una categoría muy fuerte
en el Antiguo Testamento y alcanza su plenitud en la persona de Jesús. Esta imagen se
representa con muchos símbolos en la Biblia, entre ellos la ‘copa’ y la ‘lluvia’. La copa es un
vaso donde el hombre bebe el líquido para vivir. Por eso dice el salmista: “Tú preparas
ante mí una mesa frente a mis adversarios; unges con óleo mi cabeza, rebosante está mi
copa” (Sal 23,5) o “Yahveh, la parte de mi herencia y de mi copa, tú mi suerte aseguras”
(Sal 16,5).
La lluvia, por su parte, expresa gráficamente los dones que vienen del cielo a la tierra, de
los cuales el principal es la vida. La lluvia fecunda la tierra para que dé fruto abundante:
es símbolo de fertilidad. Para los israelitas la bendición de Dios se manifestaba
principalmente en larga vida, descendencia numerosa y bienes materiales. La lluvia
simboliza todo eso: sacia la sed, hace germinar la semilla y permite la tierra produzca sus
bienes. El profeta Oseas espiritualiza esta imagen cuando dice: “Conozcamos, corramos al
conocimiento de Yahveh: cierta como la aurora es su salida; vendrá a nosotros como la
lluvia temprana, como la lluvia tardía que riega la tierra” (Os 6,3). La lluvia es como la
palabra de Dios que viene a fecundar el corazón del hombre (Is 55,10). Esta imagen
alcanza sentido escatológico en el Nuevo Testamento cuando Santiago la compara con la
venida del Señor (St 5,7.18).
La imagen de un Dios cercano compite en la Biblia con la imagen de un Dios lejano. A veces
parece que existe un abismo infranqueable entre lo divino y lo humano, como cuando el
salmista dice: “A ti levanto mis ojos, tú que habitas en el cielo” (Sal 123,1) o “¿Quién como
Yahveh, nuestro Dios, que se sienta en las alturas, y se abaja para ver los cielos y la
tierra?” (Sal 113,5-6); o cuando el evangelista Juan, en un contexto marcado por el
gnosticismo, afirma la separación entre lo de ‘arriba’ y lo de ‘abajo’ (Jn 8,23). Pero, otras
veces Dios se presenta como un Dios que viene al encuentro de su pueblo. Tal es el caso de
la figura de la ‘tienda del encuentro’, donde Dios ‘habla’ con Moisés, o el templo, donde
habita el ‘santo de los santos’, el lugar de la gloria de Dios (Is 6,1), la casa de oración para
91
todos los pueblos (Is 56,7). En el Nuevo Testamento la imagen de este Dios cercano se
acentúa con la encarnación del Verbo, porque Dios viene y se constituye en el nuevo templo
en la persona de Jesús (Jn 2,19). Tan cercano es Dios que Jesús habla en perfecta intimidad
con él y nos invita a hacer lo mismo, tratándolo como padre (Mt 6,9).
Con todo y que el Antiguo Testamento utiliza muchas metáforas que descubren el sentido
paternal de Dios, pocas veces (no más de diez) utiliza la palabra ‘padre’ para referirse a
él. Sólo con el Nuevo Testamento Dios se revela definitivamente como un padre
misericordioso en Jesús de Nazareth. El texto paradigmático de esta imagen es la parábola
del hijo pródigo (Lc 15,11-32). A diferencia del Antiguo Testamento, en los textos
neotestamentarios la palabra ‘padre’ aparece muchas veces (más de ciento setenta)
aplicada a Dios, la mayoría de ellas en boca del propio Jesús, quien además se dirige a él
en el tono más familiar que se pueda esperar (Jn 17,1).
Al término de este breve recorrido por las imágenes de Dios en la Biblia queda claro que
estas imágenes no son muy lejanas de las que se encuentran en las letras de la música
popular colombiana, particularmente las estudiadas en el capítulo anterior respecto del
género vallenato, debido a la tradición cristiana del pueblo colombiano. Ahora bien, como
es claro que la vertiente literaria bíblica más cercana a la música popular de la que se
92
ocupa esta investigación es la lírica y poética, es tiempo de hacer una aproximación a la
poesía hebrea y a su manera de expresar la experiencia de Dios.
3.3 LOS SALMOS: UNA FORMA DE EXPRESIÓN POÉTICA Y DRAMÁTICA DEL ENCUENTRO ENTRE RELIGIÓN
Y CULTURA
El lenguaje de los salmos está lleno de imágenes y metáforas que simbolizan la relación del
pueblo judío con su Dios. El poeta expresa el miedo, la aflicción o el peligro mediante la
figura del agua aplastante (69,2-3); el camino de los malvados, mediante la noche oscura
(82,5); el destino de los injustos, con la imagen del camino resbaladizo (73,18); la levedad
de la vida humana, con la figura del soplo (94,11). También abundan las imágenes para
referirse a Dios: Dios es el pastor e Israel el rebaño (80,2); Dios es el agricultor e Israel la
viña (80,9-16); el Dios protector se simboliza con la metáfora del escudo (84,12); y al
lados de éstas, aparecen las imágenes de Dios padre (68,6), guerrero (18,22-24),
constructor y guardia (127,1), madre (131,2), artesano (102,26), etc. Todas ellas llevan a
un lenguaje figurado lo que es inexpresable de otra forma. Claramente se divisa en estas
imágenes una mentalidad popular convertida en poesía 113.
112 SCHÖKEL, Luis Alonso y CARNITI, Cecilia. Salmos. Tomo I. Estella : Verbo Divino, 1992. p. 82.
113 Cf. SCHAEFER, Konrad. Salmos, Cantar de los Cantares, Lamentaciones. Estella : Verbo Divino, 2006. p. 17-18.
93
La religiosidad popular admite una lectura en clave dramática, en la medida en que
constituye un escenario de representación de las relaciones entre lo humano y lo divino.
Como quedó sentado que la poesía hebrea es una expresión literaria de una forma de
religiosidad popular presente en el pueblo de Israel, cabe colegir que puede ser
interpretada con esta misma clave. Para ello se hará recurso al modelo actancial de A.J.
Greimas 114, que es una adaptación del esquema propuesto por el formalista ruso Vladimir
Propp para el análisis narrativo de los cuentos populares. Es el mismo modelo utilizado por
Enrique Dussel para analizar la intermediación de los santos donadores en la religiosidad
popular latinoamericana, según se vio en el numeral 2.2.2, y el mismo modelo utilizado por
el antropólogo mexicano Gilberto Giménez para el estudio de la religiosidad popular
como género dramático, y retomado por Germán Neira para el caso colombiano.
Sujeto Objeto
Ayudante
La ventaja de este modelo es que permite identificar los actores (actantes, como los llama
Greimas) que intervienen en el drama (que puede tomar también la forma de tragedia,
comedia o sátira) y el papel que desempeñan, así como las relaciones entre ellos. Implícita
o explícitamente siempre aparecen todos los actantes, aunque a veces alguno puede
desempeñar varias funciones actanciales. Por ejemplo, el sujeto puede ser también
destinatario del objeto deseado.
En el caso de la poesía hebrea los actantes serían los siguientes: el emisor es el que posee
el bien que el sujeto desea obtener y tiene el poder para concederlo (Dios). El sujeto es el
que desea o busca el bien que posee el emisor (Ej: pueblo). El objeto es el bien que busca el
sujeto y que desea que se le comunique (espiritual o material). El destinatario es el
beneficiario del bien; puede ser el mismo sujeto concreto u otro diferente (Ej: el rey). El
ayudante es aquel que contribuye con el sujeto para la consecución del objeto (Ej: ángeles).
114 Cf. MARGUERAT, Daniel y BOURQUIN, Yvan. Cómo leer los relatos bíblicos : iniciación al análisis narrativo. Santander : Sal Terrae,
2000. p. 103.
94
El oponente interviene con su acción maléfica para evitar que el sujeto obtenga lo que
busca (Ej: malvados).
Finalmente, antes de aplicar este modelo a algunos salmos particulares, conviene identificar
los subgéneros en que están escritos los salmos, para identificar mejor su pertinencia y
conseguir una interpretación más adecuada. También conviene mencionar el papel que
desempeñan los ‘títulos’ en los salmos. Como es sabido, los textos bíblicos originales en
lengua hebrea no poseen títulos, sino que están escritos en forma continua y dejan la
responsabilidad de la identificación de su contenido a las primeras palabras o frases de
cada libro. En el caso de los salmos, la mayoría de las veces el título corresponde al primer
versículo, el cual no siempre es incluido en las ediciones traducidas a otras lenguas. En el
análisis de los títulos de sigue la síntesis del biblista salesiano Silvestre Pongutá 115. 14F
115 Cf. PONGUTÁ, Silvestre. El clamor de un pueblo. Caracas : Asociación Bíblica Salesiana, 1993. p. 7-14.
95
respectivo salmo: David, Salomón, Asaf, hijos de Qorah, etc., sobre lo cual no es posible
determinar su autenticidad histórica. Finalmente, también aparecen datos sobre las
circunstancias históricas del salmo: ‘Cuando David estaba en el desierto de Judá’ (63),
‘Cuando el profeta Natán visitó a David, después de haberse unido con Betsabé’ (51).
Para los propósitos de este trabajo se seleccionará un salmo de cada uno de estos tres tipos
y se hará una breve lectura teológica del mismo, siguiendo el comentario de Schökel. Luego
se describirá la aplicación del modelo actancial en cada caso, con el fin de resaltar el
carácter dramático de la composición. Esto servirá de referencia para el análisis y lectura
teológica de idéntico número de canciones vallenatas en el numeral 3.4; canciones que
serán escogidas teniendo en cuenta su similitud con los tipos de salmos respectivos. Los
salmos seleccionados son: súplica colectiva: 80; súplica individual: 13; confianza: 11.
3.3.1 Súplica colectiva o nacional: salmo 80. Este salmo contiene los elementos clásicos de
una poesía de súplica o lamentación: descripción de una desgracia actual, acción del
enemigo, petición de auxilio para la comunidad y promesa.
96
2 Pastor de Israel, escucha,
Invocación tú que guías a José como un rebaño;
y súplica tú que estás sentado entre querubes, resplandece
3 ante Efraím, Benjamín y Manasés;
¡despierta tu poderío, y ven en nuestro auxilio!
4 ¡Oh Dios, haznos volver,
y que brille tu rostro, para que seamos salvos!
5 ¿Hasta cuándo,
oh Yahveh Dios Sebaot,
Desgracia
estarás airado contra la plegaria de tu pueblo?
presente 6 Les das a comer un pan de llanto,
les haces beber lágrimas al triple;
7 habladuría nos haces de nuestros convecinos,
y nuestros enemigos se burlan de nosotros.
8 ¡Oh Dios Sebaot, haznos volver,
y brille tu rostro, para que seamos salvos!
9 Una viña de Egipto arrancaste,
expulsaste naciones para plantarla a ella,
Prosperidad 10 le preparaste el suelo,
pasada
y echó raíces y llenó la tierra.
11 Su sombra cubría las montañas,
sus pámpanos los cedros de Dios;
12 extendía sus sarmientos hasta el mar,
hasta el Río sus renuevos.
13 ¿Por qué has hecho brecha en sus tapias,
Desgracia para que todo el que pasa por el camino la vendimie,
presente 14 el jabalí salvaje la devaste,
y la pele el ganado de los campos?
15 ¡Oh Dios Sebaot, vuélvete ya,
desde los cielos mira y ve,
visita a esta viña,
16 cuídala, a ella,
Acción del la que plantó tu diestra!
enemigo 17 ¡Los que fuego le prendieron, cual basura,
a la amenaza de tu faz perezcan!
18 Esté tu mano sobre el hombre de tu diestra,
Súplica y sobre el hijo de Adán que para ti fortaleciste.
promesa 19 Ya no volveremos a apartarnos de ti;
nos darás vida y tu nombre invocaremos.
20 ¡Oh Yahveh, Dios Sebaot, haznos volver,
y que brille tu rostro, para que seamos salvos!
El estudio del versículo 1, es decir, del título, revela de antemano que se trata de un himno
(mizmôr = r/mzÒmi), es decir, propiamente es un salmo, pero no de alabanza, sino de súplica
confiada. También revela que es del conjunto de los atribuidos a Asaf y que se recomienda
97
su uso litúrgico acompañado de la melodía ‘Lirios es el dictamen’, que probablemente era
una tonada popular ampliamente conocida. El conjunto del poema deja entrever que la
situación en que fue compuesto respondía a un desastre nacional de carácter militar. El
autor hace uso de diversas imágenes para referirse a Dios y al pueblo: A Dios lo llama
explícitamente pastor (v.1) e implícitamente soberano (v.2), guerrero (v.5) y sembrador (v.9);
y al pueblo rebaño (v.2) y viña (v. 15). El uso y la mezcla de imágenes no parece muy
afortunado, pero lo importante aquí es precisamente el carácter popular de la imaginería,
que claramente corresponde a un contexto pastoril, agrícola y castrense a la vez.
En cuanto al ritmo, es evidente que se trata de un salmo para ser cantado, pues presenta un
estribillo que se repite de forma irregular en los versículos 4, 8, 15 y 20. Este estribillo
enmarca las secciones temáticas del salmo. Los versos 2 y 3 hacen la invocación de Dios y
petición del salmista en nombre del pueblo. Los versos 5 al 7 describen la desgracia
presente. Los versos 9 al 12 hablan con nostalgia de la prosperidad pasada. Los versos 13
y 14 vuelven a mencionar la situación actual. Los versos 16 y 17 aluden a la acción del
enemigo y la reacción de Dios. Finalmente, los versos 18 y 19 hacen una súplica y promesa
de fidelidad a Dios.
También salta a la vista el ritmo dramático del salmo. Los actantes: Dios es el emisor o
destinador; el pueblo de Israel es el sujeto que presenta una carencia o necesidad; el
objeto buscado o deseado es la vida, esto es, victoria sobre el enemigo; el destinatario es
el mismo pueblo; los oponentes son los pueblos convecinos que han arrasado a Israel; el
aliado o intercesor es el poeta, que acude a Dios en nombre de su pueblo. El siguiente
esquema es la reproducción del modelo actancial de Greimas aplicado al salmo:
Ayudante: poeta
98
los filisteos, toda vez que no se menciona a Judá y Sión, se hace alusión al arca (querubines,
v.2) y se utiliza el título de ‘hombre de tu diestra’ para referirse al jefe de los ejércitos
(v.18). Otras alusiones del salmo podrían ubicar el contexto histórico en el siglo VII durante
las invasiones asirias; no hay certeza sobre el particular. Lo importante es mostrar cómo el
lenguaje utilizado da cuenta de los sentimientos que mueven al poeta en su propio contexto
y cómo la forma en que emplea las palabras revela ‘lo que piensa’ antes de ‘en quien
piensa’, según lo afirmaba Wittgenstein en el numeral 3.1.
3.3.2 Súplica individual: salmo 13. En este salmo domina el sentido de urgencia y el tono
de reclamo. Los elementos típicos saltan a la vista: invocación, descripción de la desgracia
actual, súplica, acción del enemigo, voz de confianza en la intervención de Dios y promesa
de alabanza.
1 Del maestro de coro. Salmo. De David.
2 ¿Hasta cuándo, Yahveh, me olvidarás? ¿Por siempre?
¿Hasta cuándo me ocultarás tu rostro?
3 ¿Hasta cuándo tendré congojas en mi alma,
en mi corazón angustia, día y noche?
¿Hasta cuándo triunfará sobre mí mi enemigo?
4 ¡Mira, respóndeme, Yahveh, Dios mío!
¡Ilumina mis ojos, no me duerma en la muerte,
5 no diga mi enemigo: «¡Le he podido!»,
no exulten mis adversarios al verme vacilar!
6 Que yo en tu amor confío;
en tu salvación mi corazón exulte.
¡A Yahveh cantaré por el bien que me ha hecho
Salmodiaré al nombre de Yahveh, el Altísimo!
99
Este salmo es catalogado por los comentaristas tardíos que incluyeron el primer versículo
como de la colección de David. Al igual que el anterior, pertenece a al grupo de los mizmôr
(r/mzÒmi), sólo que ya no se trata de una súplica en nombre de todo el pueblo, sino de tipo
individual ante una situación de desgracia. Sin embargo, no se puede descartar que el
sujeto que eleva la plegaria represente en sí mismo a una comunidad en la intención del
autor. El sentido de urgencia está fuertemente marcado por la repetición rítmica de la
expresión ‘Hasta cuándo’ (hn:a;Ad[') en los dos primeros versos. Refleja la conciencia de la
muerte que provoca el sentimiento de prisa en el ser humano, a la vez que la certeza de la
eternidad de Dios y su poder sobre la vida y la muerte. En conjunto, el poema revela lo que
Tillich llama la ‘preocupación última’ del ser humano como dimensión de profundidad de la
actividad creadora de su espíritu.
La ‘mentalidad simbólica’ del poeta se puede dilucidar a partir del uso que hace de los
contrastes: día – noche, luz – oscuridad, vida – muerte, así como de las formas
antropomórficas de pensar a Dios: Dios olvida (v.2), Dios tiene rostro (v.2), Dios mira y
responde (v.4). Además, el salmista presume que Dios tiene voluntad y la súplica que le
dirige está orientada a mover esa voluntad a su favor. Si Dios ‘esconde’ el rostro,
sobreviene la oscuridad de la noche y el sueño de la muerte (situación actual); pero si Dios
descubre el rostro, derrama luz y vida, porque su rostro es luminoso y fuente de luz
(situación deseada). Como se ve, el lenguaje utilizado no es un lenguaje especial, un
lenguaje ‘religioso’, sino, como dice Wittgenstein, es un lenguaje ordinario, usado
religiosamente. Del mismo modo, el mensaje no está vehiculado en nociones o conceptos
abstractos, sino en imágenes y figuras concretas, propias del sentido común y de la
mentalidad semítica.
100
intención contractual. El objeto buscado es la tranquilidad y Yahveh es el emisor, que tiene
la posibilidad de concederlo. Los oponentes son los enemigos, el destinatario y aliado es el
mismo sujeto, quien busca el objeto deseado para sí mismo y no para otros.
Ayudante: sujeto
La categoría teológica sobresaliente es, una vez más, la intervención de Dios en la historia,
pero una intervención propiciada por la intención contractual del sujeto, como si Dios fuera
en el imaginario del poeta un ‘hombre de negocios’ a quien se le promete alabanza a
cambio de los bienes que el pueblo necesita. Sin duda, esta actitud está inspirada en la
categoría de ‘alianza’ que recorre transversalmente el Antiguo Testamento y genera una
forma de comunicación y pertenencia mutua entre Dios y e pueblo de Israel: “Yo seré
vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo” (Jr11,4; Ez 36,28). Esto indica que el Dios que vive
en la mente del israelita, si bien es un Dios lejano en cuanto separado del hombre, es
también un Dios que no se encierra en sí mismo sino que existe en apertura y comunicación
hacia su pueblo.
3.3.3 Confianza en la acción de Dios: salmo 11. A diferencia de los salmos anteriores, en
éste el voto de confianza no es el resultado de la respuesta de Dios a una calamidad
actual, sino que es una actitud previa, una predisposición a esperar el favor de Yahveh
cuando lleguen los momentos difíciles.
101
¿que puede hacer el justo?»
4 Yahveh en su Templo santo,
Yahveh, su trono está en los cielos;
ven sus ojos el mundo,
sus párpados exploran a los hijos de Adán.
5 Yahveh explora al justo y al impío;
su alma odia a quien ama la violencia.
6 ¡Llueva sobre los impíos brasas y azufre,
y un viento abrasador por porción de su copa!
7 Que es justo Yahveh y lo justo ama,
los rectos contemplarán su rostro.
El título del salmo no indica el género específico, pero el contenido del mismo ha permitido
a Schökel clasificarlo sin duda entre los salmos de confianza. Lo que sí indica es que ha sido
atribuido a David y que se utilizaba en la liturgia: ‘Del maestro de coro’. No está
redactado en segunda persona, como los salmos de súplica, sino en tercer persona, lo cual
da a entender que no está compuesto para dirigirse a Dios directamente, sino para hablar
de Dios (posiblemente en la asamblea litúrgica) Comienza nombrando a Yahveh (v.1) y
luego describe las amenazas constantes del pueblo, que pueden ser reales o hipotéticas
(v.2-3). En seguida habla de la acción maravillosa de Dios (v.4-5.7) y expresa el deseo del
poeta para que Dios haga justicia (v.6).
El ritmo del salmo está marcado por la repetición de palabras en sentido antitético: justo –
malvado con sus equivalentes: justo (v.3b;5a;7a), recto (v.2b;7b), impío (v.2a;5a;6a),
repartidas en una secuencia de terna, bina, terna: impíos – recto – justo (v.2-3), justo –
impío (v.5), impíos – justo – rectos (v.6-7). De donde resulta evidente que el tema del salmo
es la justicia divina. La imagen de Dios que está en la mente del salmista es la de un ‘juez’
justo ante el cual comparecen los hombres, justos e impíos, para recibir lo que merecen. El
salmo tiene un cierto sabor escatológico, especialmente a partir de la figura del ‘trono en
los cielos’ (v.4) que, como se vio en el numeral 3.2, está asociada a la imagen de Dios señor
y juez. También sobresale la imagen de Dios omnisciente, concretizada en la figura del ‘ojo’
(v.4). La certeza de que Dios lo ve todo y juzga con justicia es la que provoca la confianza
plena del pueblo en su Dios.
102
En este caso, el drama que da pie a la aplicación del modelo actancial es de carácter
jurídico. El escenario es el tribunal de Dios, el sujeto es el hombre recto, el oponente es el
malvado o impío y el objeto buscado es la justicia al final de los días. El emisor, es decir,
aquel que tiene el poder de administrar la justicia, es Yahveh y los destinatarios son todos
los hombres, justos e impíos, cada uno de los cuales recibirá el juicio merecido. La tensión
dramática surge de la aparente victoria inicial de los impíos y derrota del justo (“Si están
en ruina los cimientos, ¿qué podrá hacer el justo?”, v.3). La respuesta de los consejeros del
versículo 1 parece ser huir al monte, con lo cual se refirma la derrota del justo que estaba
buscando asilo en el templo. La trama se desarrolla cuando entra el juez en escena y
examina a todos los hombres (“explora a los hijos de Adán”, v.4b). El desenlace es la
sentencia de Yahveh, quien “hará llover sobre los impíos brasas y azufre” (v.6), mientras
que “los rectos contemplarán su rostro” (v.7).
Ayudante: justos
103
3.4 LA MÚSICA POPULAR COLOMBIANA: OTRA FORMA DE EXPRESIÓN POÉTICA Y DRAMÁTICA DEL
El poeta vallenato es un espíritu creador e imaginativo que asume los acontecimientos que
suceden a su alrededor con desparpajo y humor. Es un ser más inclinado a la fantasía que a
la lógica; que elabora su discurso comunicativo a golpes de inspiración; es arraigadamente
religioso, por lo cual interpreta sus circunstancias en relación con lo sobrenatural. Esta
certeza es la que permite pensar en la objetivación de la experiencia religiosa a través de
la reflexión teológica; pasar del sentido común, de la conciencia no-diferenciada al examen
crítico de la incidencia de la fe en las manifestaciones culturales. Para ello, como se indicó
en el numeral anterior, se analizarán tres canciones representativas de los mismos géneros
104
que se estudiaron respecto de los salmos: súplica colectiva, súplica individual y confianza en
Dios.
Mi plegaria vallenata
Diosito Santo a ti te la canto.
105
El nombre utilizado por el poeta para referirse a Dios es ‘Diosito santo’, expresión que se
repite como un estribillo a lo largo de toda la canción y refleja el nexo entre el poeta y
Dios. Se trata de una imagen que proyecta una relación de cariño y cercanía. Emplea una
expresión antropomórfica (‘óyeme’) que da a entender que percibe a Dios como un ser
personal, capaz de escuchar a modo humano lo que la gente le dice y, por tanto, de dar
una respuesta. La descripción que hace de la desgracia actual revela una situación de
injusticia social de la que Dios sería culpable, porque él es el que distribuye los bienes sobre
la tierra (Dios donador). La antítesis ricos – pobres no es vista de manera neutra como un
hecho social que se da naturalmente, sino como el resultado de la voluntad divina que el ser
humano no es capaz de entender. Produce resentimiento hasta el punto de ver a los más
pudientes como enemigos y afirmar que “el rico es feliz mirando al pobre sufrir”.
En contraposición con la imagen del Dios cercano con que inicia el canto, la cuarta estrofa
proyecta la imagen de un Dios lejano, tan lejano que es imposible que le “llegue una
carta”. Es un Dios que escucha al hombre, pero que no se mezcla con el hombre, que
permanece en un plano superior. El poeta se sitúa en el plano de la ironía y asume una
actitud contractual cuando da a entender en la penúltima estrofa que a pesar de que Dios
no le ha dado lo mismo que a otros, él sigue confiando y le sigue rezando, a cambio de que
le dé siquiera lo mínimo para subsistir: salud (= licencia, en la estrofa previa). La petición
parece individual, pero el contexto que pinta en la primera parte de la canción permite
concluir que está hablando desde la perspectiva de los pobres, que son muchos, todos los
cuales necesitan la misma intervención de Dios.
106
trabajo) para conseguirlas por su propio esfuerzo. El destinatario inmediato es la familia
del sujeto, pero se extiende a toda la población en estado de pobreza. Los ricos son
percibidos como los enemigos (oponentes) del pobre, no porque sean causantes de su
situación, sino porque se alegran de la misma. Los aliados son todos aquellos que interceden
ante Dios para favorecer al pueblo necesitado, en este caso el poeta.
Ayudante: poeta
3.4.2 Súplica individual: “Hasta cuándo, Señor”. Esta canción de Ómar Geles expone un
drama romántico en forma de relato. Está escrita en segunda persona y Dios resulta ser el
interlocutor. Se asemeja al género de súplica individual utilizado en los salmos. No cabe
107
duda, por el estilo y el contenido, de que la intención es estrictamente personal, pero
alrededor de ella se dibuja todo el escenario familiar y la imagen de Dios que tiene el
autor.
Y claramente también lo sé yo
pero no puedo apartarla de mí
y entonces busco justificación
pa' querer su amor, qué será de mí.
108
Dios, bríndame tan sólo un poquito de cordura
para no maltratar la dulzura
que refleja mi mamá.
Dios bríndame sólo un poquito de entendimiento
pa' entender que es malo estar queriendo
a alguien de esa propiedad.
El autor utiliza el nombre ‘Señor’ para dirigirse a Dios y establece con él una conversación
que termina siendo un monólogo. Lo cierto es que el Dios que está en la mente y el corazón
del poeta es un Dios a la vez cercano y lejano. Cercano porque le habla como se le habla
a una persona que escucha y atiende lo que se le dice, de manera directa y vocativa, en un
lenguaje íntimo y confidencial. Y lejano porque se dirige a él con reverencia, no como a un
amigo, hermano o papá, sino como a un jefe o superior, utilizando los apelativos ‘Señor’ y
‘Dios’. También porque le cuenta detalladamente los problemas que le aquejan, como si no
tuviera conciencia de que Dios conoce el corazón humano o, como dice san Agustín, que Dios
es más íntimo a uno que uno mismo 117.
Los elementos típicos de la oración sálmica de súplica individual aparecen aquí, aunque no
en estricto orden. La invocación a Dios es continua a lo largo de toda la canción mediante
117 Cf. AGUSTÍN, San. Comentarios a los salmos, 118,22,6. En : Obras de San Agustín. Tomo XXII. Madrid : BAC, 1967. p. 141.
109
los apelativos que se acaban de indicar. La descripción de la desgracia actual también está
presente en toda la canción y se resume en la imposibilidad que tiene el protagonista de
sacar de su corazón a una mujer que no le corresponde. La súplica que dirige a Dios se
orienta precisamente a que le conceda los dones que necesita (sabiduría, conocimiento,
cordura y entendimiento) para olvidarse de ella. La acción del enemigo es la humillación
que le provoca la traición de su amada. La voz de confianza en la intervención de Dios está
implícita en la misma súplica, pues se pide porque se espera recibir. Es interesante que no
hay ninguna promesa de por medio, es decir, no hay intención contractual en el autor, es
más, su actitud es de sujeción a la gratuidad de Dios: “hazme este favor, sácala de mí”.
Lo mismo que en el salmo 13, estudiado en el numeral anterior, se distingue aquí el sentido
de urgencia de la súplica, enfatizado por la expresión ‘Hasta cuándo’, utilizada dos veces
en la penúltima estrofa. Lo mismo que allá, esta expresión refleja acá la conciencia de la
debilidad y la muerte que provoca el sentimiento de prisa en el ser humano, a la vez que la
certeza de la eternidad de Dios y su poder sobre la vida y el destino del hombre y la
mujer. Esto se hace patente en las frases: “ya no resiste más mi corazón” y “es imposible
continuar así”. La solución y sentido último de la canción se encuentra en el estribillo que
marca el ritmo de la misma y hace las veces de coro (ya que no existe uno propiamente
tal); es la frase “sácala de mí”, que se repite tres veces.
110
Emisor: Dios Oponente: novia Destinatario: novio y familia
Ayudante: familia
118 Cf. NEIRA, Religión popular católica latinoamericana : tres líneas de interpretación(1960 – 1980), Op. cit., p.53-58.
111
interpretación de la religiosidad popular en Latinoamérica, podría ser legítimo incorporar
esta canción dentro de la celebración litúrgica.
La gente de mi país
ya no quiere escuchar más
a un niño pidiendo a gritos
que suelten a su papá.
Cualquiera que haya vivido
una noche en navidad
no puede ver el secuestro
como el camino hacia la paz.
Yo no quiero envejecer
viendo desangrar mi patria
ni a mis hijos ver crecer
entre el odio y la venganza.
La que quedará
sola, triste en la distancia
porque sus hijos se marchan
no quieren vivir aquí.
Pocos quedarán
con una luz de esperanza
pidiendo la paz que alcanzan
cuando se calle un fusil.
112
Basta de tanta maldad
con mi gente campesina
porque su riqueza es digna
de explotarla con bondad.
Y desterrará
de esta tierra la violencia
y volverá la riqueza
paz, dicha y prosperidad.
Las estrofas están estructuradas en binas y ternas alrededor del coro, siempre en conjuntos
de cuatro versos, pero sin continuidad en la rima. La canción está escrita en primera
persona, pero no corresponde al esquema sálmico de la súplica individual, sino que es más
bien un poema descriptivo que busca hacer eco de la angustia de muchas personas que son
víctimas de la violencia y el secuestro, para despertar la conciencia nacional y llevar una
voz de esperanza en la boca del poeta a los que están privados de la libertad. El autor
comienza presentando la situación generalizada de secuestro de la que es testigo y luego
se involucra personalmente, sintiendo como propio el dolor ajeno y con la mente puesta en
la patria que heredarán sus hijos. Después se dirige a las víctimas del flagelo para darles
113
ánimo y esperanza, y a los victimarios para exhortarlos a parar la maldad. Finalmente,
junto con todo el pueblo que representa, pone su confianza en la intervención de Dios.
El autor juega de manera creativa con los tiempos verbales. Pasa del presente desolador
(primera estrofa) al pasado feliz, simbolizado en la navidad (posible alusión al villancico
‘noche de paz’, segunda estrofa); del pasado al presente progresivo (la situación tiende a
empeorar, tercera estrofa); del presente al futuro indeseable (consecuencia fatal, cuarta y
quinta estrofas); del modo indicativo al subjuntivo (dirigiéndose a las víctimas, sexta y
séptima estrofas); del subjuntivo al imperativo (dirigiéndose a los victimarios, octava
estrofa); y finalmente al futuro deseado (paz y prosperidad, novena y décima estrofas).
Hay una tensión permanente hacia el futuro en clave de esperanza (“Dios nos cuidará”), que
está fundada en el pasado dichoso en clave de experiencia (“cualquiera que haya vivido”),
y que es respuesta a la situación presente en clave de denuncia profética (“no quiero”,
“basta”).
El contraste cielo – tierra, que pone distancia entre lo divino y lo humano, aparece tanto en
los salmos: “La Verdad brotará de la tierra, y de los cielos se asomará la Justicia. El mismo
Yahveh dará la dicha, y nuestra tierra su cosecha dará” (Sal 85,12-13), como en las
canciones populares: “Dios nos cuidará desde el infinito cielo... y desterrará de esta tierra
la violencia ”. En ninguno de los dos casos la distancia entre cielo y tierra significa ruptura o
114
desvinculación entre los dos ámbitos, sino que es vista más bien como insuficiencia del ser
humano y confianza en la intervención de Dios.
Pasando al modelo actancial, el drama que perfila esta canción tiene por sujeto al pueblo
colombiano, como lo deja ver el primer verso, aunque la voz poética aparezca varias veces
en primera persona: “La gente de mi país”. El objeto buscado es la paz, que conlleva cese
de la violencia, acallamiento de los fusiles, fin del secuestro, deposición de los odios y
respeto de la vida y la libertad. El emisor o destinador es Dios, que es visto como un ser
superior capaz de cuidar a su pueblo, como un Dios protector. Los destinatarios de los dones
divinos son todos los connacionales, pero especialmente los secuestrados y sus familias, que
sufren el drama más de cerca. Los oponentes, aunque no son nombrados explícitamente, son
evidentemente los gestores de la violencia. Por último, los ayudantes son todos aquellos que
interceden ante Dios por el fin del conflicto, incluido el poeta: “recuerda que aquí tu gente
reza por tu libertad”.
115
que convoca a la gente en navidad (segunda estrofa) es el mismo que restituirá la paz y la
prosperidad (última estrofa).
A lo largo de este capítulo se han venido acumulando elementos que son necesarios para
esbozar la matriz teológica que pretende proponer esta investigación. Lo que se hará
ahora será articular esos elementos: las categorías teológicas específicas identificadas en el
numeral 3.4, las imágenes de Dios que proyectan las canciones vallenatas, las actitudes que
producen en la mentalidad popular y las categorías generales de interpretación
proporcionadas por Germán Neira. Dado que esto no se ha hecho antes, de lo que se trata
es de construir heurísticamente un camino de aproximación a la lectura teológica de la
música popular, es decir, descubrir nuevas formas y relaciones entre los elementos que se
han podido sintetizar a lo largo de la investigación.
Si se desea leer teológicamente la música popular, lo primero que se debe hacer es ‘leerla’.
Esto parece evidente, pero es frecuente oír las canciones sin escucharlas realmente. Ello
sucede por el impacto de la música, que tiende a centrar la atención en la melodía y a
descuidar la letra. Por eso muchas veces la gente ‘tararea’ las canciones sin saber
realmente lo que dice; y otras veces se utiliza la melodía con una letra totalmente diferente
para propósitos comerciales, humorísticos y hasta litúrgicos. Algo parecido a lo que sucedió
con algunos salmos, como se vio en el numeral 3.3. Se trata, entonces, de ‘deshacerse’ de la
música y leer con atención la letra para captar el mensaje del poema, teniendo en cuenta el
contexto espacio-temporal al que pertenece y los dinamismos culturales que recrea. Esto no
significa que los elementos melódicos, armónicos y rítmicos no sean importantes y no tengan
influencia en la interpretación teológica; al contrario, constituyen un vehículo valioso de la
comunicación no verbal al servicio del mensaje que se desea transmitir. Pero abordar esta
temática exigiría conocimientos musicales profundos y daría material para otro trabajo.
Conociendo el contenido de la canción, es posible abordar los dos conceptos claves que
utiliza Tillich para establecer la relación entre arte y teología, según se mencionó en el
numeral 1.5, a propósito del trabajo del profesor Calvani en Brasil: el tema y el estilo. El
116
tema tiene que ver con los contenidos explícitos de una obra de arte. El estilo es el poder
que tiene el arte de expresar con vitalidad y originalidad el tema propuesto. Sobre el
tema de las canciones, en el numeral 3.4 se identificaron los temas religiosos principales
(sobre todo las imágenes de Dios) a los que aluden y las categorías teológicas subyacentes.
Sobre el estilo, se identificaron los géneros literarios en paralelo con los géneros sálmicos
estudiados en el numeral 3.3.
La ‘mentalidad simbólica’ atañe a todo ser humano, pero se hace particularmente explícita
en la composición poética. El teólogo no puede esperar encontrar nociones o conceptos
abstractos en las letras de la música popular (como no puede esperar encontrarlos en los
salmos); al contrario, se encontrará con imágenes y figuras concretas y cotidianas, las cuales
tienen un profundo sentido simbólico, comprensible sólo desde la praxis del contexto
sociocultural que dio origen a las canciones. El ‘dinamismo dramático’ que envuelve a la
música popular proporciona claves valiosas de interpretación de la religiosidad popular
subyacente. Como los relatos expresados en las canciones son el reflejo de experiencias
vividas en contextos culturales concretos, las imágenes, los personajes y la trama puestos en
escena tendrán mucho que decir sobre la manera como Dios acontece en la historia del
pueblo.
117
La vida real sucede como relato, no como discurso. Por eso las canciones populares
‘cuentan’, no ‘argumentan’ la historia de sus protagonistas. De ahí que para una lectura
teológica de la música popular resulte de gran ayuda el modelo actancial propuesto por
Greimas, toda vez que permite identificar, decodificar y analizar los personajes que
intervienen en la historia y la forma como se relacionan. Esto, unido al análisis estructural de
los géneros literarios: súplica individual, súplica colectiva o confianza en la intervención de
Dios, permite que el teólogo construya, ahora sí, el discurso que da razón del acontecer de
Dios en la matriz cultural correspondiente; en este caso, la cultura vallenata.
118
La corresponsabilidad de Dios con el ser humano en la marcha de la historia, especialmente
en la búsqueda de la justicia social; la confianza en la fidelidad de Dios, a quien se le
puede pedir todo aquello que no se puede esperar con seguridad de ninguna persona; la
certeza de la intervención de Dios en el mundo para poner las cosas en orden y restablecer
los lazos de fraternidad, rotos por la pérdida de respeto por la vida y la libertad; todo
ello dependerá de la sensación de cercanía o lejanía con que el ser humano capte a Dios. Y
esta sensación, traducida en imágenes de padre, providente, juez, intervencionista, etc., y
en actitudes de confianza, seguridad, gratitud, providencialismo o temor, será el resultado
de la manera como el pueblo colombiano experimente el acontecer de Dios en su historia
en oposición dialéctica con el acervo doctrinal con que se ha nutrido a través de cinco siglos,
según se vio en el capítulo anterior al intentar explicar algunas de las imágenes de Dios
presentes en las canciones vallenatas.
119
Por lo tanto, intentar una lectura teológica de cualquier canción de la música popular
colombiana a partir de lo anterior, implica, como se dijo antes, acudir en primer lugar a la
letra y emprender un análisis que comporta los siguientes elementos: identificar el tema y el
estilo; en cuanto al estilo, establecer el género literario y la forma como aparecen las
categorías teológicas generales, haciendo énfasis en la aplicación del modelo actancial de
Greimas; en cuanto al tema, identificar las imágenes de Dios y las actitudes que producen
en la gente, e inferir las categorías teológicas específicas. Este engranaje de imágenes,
conceptos y categorías revela, indudablemente los nexos existentes entre la matriz cultural
subyacente, esto es, el conjunto de valores y significados que dan identidad al pueblo que
produce y canta las canciones, y la experiencia religiosa, fruto de la vivencia personal del
encuentro con Dios dentro de esa matriz cultural, alimentada por el acervo doctrinal de la
tradición religiosa.
120
CONCLUSIONES
Lo primero que se ha podido constatar es que resulta legítimo hablar de una teología
popular en el ámbito sociocultural colombiano, tomando en cuenta el origen y desarrollo de
la religiosidad popular en Colombia. Era necesaria esta constatación para poder
emprender las etapas ulteriores del trabajo, ya que hay autores que no le conceden a lo
‘popular’ el rango de lugar teológico; precisamente aquellos que se matriculan en la “línea
de modernización” de que habla Germán Neira, según se estableció en el capítulo tercero.
Para ellos, el valor teológico de una experiencia religiosa popular se mide en confrontación
con la doctrina magisterial y la teología dogmática, con lo cual se llega a un nivel de
abstracción cultural que le quita a lo popular toda posibilidad de reconocimiento teológico.
Por eso, este trabajo se orientó por la “línea cultural”, que sí tiene en cuenta el valor
histórico-cultural de los pueblos en los que se encarnó el evangelio en América Latina y, por
ende, reconoce el valor teológico subyacente de sus manifestaciones folklóricas.
121
tipo de trabajo, por lo cual fue necesario construir uno sobre la marcha siguiendo las
directrices metódicas de Bernard Lonergan y los aportes teológicos de Paul Tillich. Al final,
resultó de gran ayuda el modelo actancial de Greimas utilizado ampliamente en la
narratología y adaptado en este trabajo al dinamismo dramático tanto de la salmodia
como de la música popular colombiana.
Por otro lado, la música vallenata, que es una de las más abundantes en lenguaje y
contenido religioso de cuantas se producen en Colombia, resultó prolífica en imágenes de
Dios: padre, juez, providente, dispensador, ser personal, etc., todas las cuales se entrelazan
en la dialéctica entre un Dios cercano y un Dios lejano, según las circunstancias. Estas
imágenes son, sin duda, el producto de un proceso de evangelización centenario que dio
lugar a una mezcla de doctrina ortodoxa, religiosidad popular española y tradiciones
ancestrales nativas del continente americano. Llama la atención que las letras de las
canciones vallenatas no permiten establecer un perfil cristológico, pneumatológico y ni
siquiera mariológico de la religiosidad popular colombiana. Son escasas las alusiones a
Jesús o a Cristo, nulas las alusiones al Espíritu Santo y muy restringidas las que se refieren a
la virgen María. A lo sumo se hace referencia a la cruz en relación al sufrimiento y a la
Virgen como madre del ser humano, cariñosa e intercesora. Por lo tanto, el perfil teológico
que se podría construir (lo cual sería tema de un trabajo posterior), estaría orientado hacia
una teología fundamental, misterio de Dios, antropología teológica o moral fundamental.
122
puede ser leída en el marco de una teología de la creación; la fidelidad, en el marco de
una teología de la alianza; y la intervención en el marco de la dialéctica entre el Dios
lejano y el Dios cercano que la gente experimenta.
Finalmente, hay que reconocer que los alcances de este trabajo constituyen apenas un
‘abrebocas’ que intenta propiciar el gusto por el tema del que se ocupa, con el fin de que
futuras investigaciones permitan dar respuesta a los múltiples interrogantes que han surgido
a lo largo del proceso, entre los cuales cabe resaltar los siguientes:
Teniendo en cuenta que, salvadas las especificidades culturales de cada pueblo, el acervo
religioso del continente latinoamericano es heredero de una tradición común, ¿cómo se
podría emprender la construcción de una matriz teológica para la lectura de la música
popular en América Latina, a partir del punto de llegada de esta investigación? Para ello
hay que tener presente, como se mencionó en el primer capítulo, que la evangelización del
Nuevo Mundo implicó una mezcla cultural y racial que dio lugar a elementos comunes de
religiosidad popular, los cuales, sin embargo, han seguido rumbos distintos y específicos,
especialmente a partir de la época republicana. Además, hay que recordar que el pueblo
brasileño, a diferencia del resto del continente, se nutrió con la tradición lucitana y habla la
lengua portuguesa, lo cual lo hace aún más particular, pero no por ello ajeno al tema de
esta investigación; todo lo contrario, los pocos antecedentes que se encontraron durante la
elaboración del estado del arte, fueron realizados en Brasil.
De lo anterior se desprende otro interrogante: ¿cómo armonizar las vertientes culturales que
se han diversificado a lo largo de quinientos años de evangelización en diversas latitudes
en torno a una fe común? Aquí resultaría de gran utilidad la dialéctica de interpretaciones
emprendida por Germán Neira, pues no hay unanimidad entre los teólogos
latinoamericanos sobre la manera de interpretar el fenómeno de la religiosidad popular en
el continente. Algunos se inclinan por la línea de la modernización, dando por sentado que
la religiosidad popular es insuficiente en sí misma para dar razón de la fe de pueblo y, por
lo tanto, necesita ser nutrida por la teología científica contemporánea; otros se identifican
más con la línea del cambio social justo, según la cual el lugar teológico desde el cual se
debe explicar la religiosidad popular es el socioeconómico, a la luz de las teologías de la
123
liberación; finalmente, hay otros que prefieren inscribirse en la línea cultural, apoyando sus
esfuerzos de interpretación en la formación de la identidad cultural latinoamericana.
Seguramente, un intento de lectura teológica del folklore de la región tendrá que
considerar y poner en diálogo todos estos puntos de vista.
Por otro lado, aunque se llegara a la conclusión de que las categorías teológicas generales
adoptadas en este trabajo son válidos en todo el contexto latinoamericano, ¿cómo sintetizar
categorías específicas en el subsuelo teológico de géneros tan disímiles como la ranchera, el
tango, la cumbia y la zamba? Sería necesario un esfuerzo interdisciplinario más profundo
que involucrara los puntos de vista antropológico, sociológico y teológico, así como también
el concurso de la musicología.
Finalmente, tal vez la pregunta más pertinente sería ¿cómo sacar provecho pastoral de
estos esfuerzos académicos? En la actuales circunstancias de apatía por lo religioso, sobre
todo entre los jóvenes, emplear la música popular que ellos escuchan todos los días para
vehicular el mensaje del evangelio podría ser un medio eficaz de aplicación pastoral de la
teología popular. Si la música popular tiene un trasfondo teológico en el subsuelo cultural y
religioso en el que se gesta, quizá sería legítimo realimentar ese subsuelo con los valores
religiosos que las canciones populares llevan implícitos o explícitos y que difunden entre las
nuevas generaciones, de la misma manera que el viento difunde el polen que fertiliza
nuevas tierras y engendra vida constantemente.
Queda, entonces, abierta la puerta para que estos y otros interrogantes que pueda sugerir
la lectura del presente trabajo, motiven a los estudiosos de la teología para emprender
nuevas investigaciones con miras a comprender y valorar más la riqueza cultural y religiosa
del pueblo colombiano y latinoamericano expresada a través de su folklore. ‘Dios quiera’
que este trabajo pueda constituir un referente útil para esas investigaciones.
124
BIBLIOGRAFÍA
ABADÍA MORALES, Guillermo. Compendio general del folklore colombiano. 3 ed. Bogotá :
Instituto colombiano de cultura, 1977.
ACOSTA BOASSO, César. Notas sobre teología de la religiosidad popular. Santiago del
Estero : UCSE, 1987.
AGUSTÍN, San. Comentarios a los salmos, 118,22,6. En : Obras de San Agustín. Tomo XXII.
Madrid : BAC, 1967.
ARIAS REYERO, Maximino. Dios en la teología actual. En : Teología y vida, Vol. 34, No. 3
(1993).
CALDAS, Carlos. La música popular brasileña como fuente de estudio de la religión. Rever
[revista en línea], 2006 [citado en 2008-06-21]. Disponible en internet:
<http://www.pucsp.br/rever/rv3_2006/t_caldas.htm>. ISSN 1677-1222.
125
IDÍGORAS, José Luis. Imágenes de Dios en nuestro pueblo. En : Teología limense, V. 18, No.
3 (1984).
MADERA VARGAS, Ignacio. Dios, presencia inquietante. Bogotá : Indo American Press
Service, 1999.
--------------. Matar a nuestros dioses : un Dios para un creyente adulto. 3 ed. Madrid :
PPC, 2007.
MARGUERAT, Daniel y BOURQUIN, Yvan. Cómo leer los relatos bíblicos : iniciación al
análisis narrativo. Santander : Sal Terrae, 2000.
PABLO VI. Exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi. Bogotá : Ediciones paulinas, 1980.
126
RAMÍREZ CALZADILLA, Jorge. La religiosidad popular en la identidad cultural
latinoamericana y caribeña [artículo en línea], [citado en 2008-06-11]. Disponible en
internet:
<(http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/cuba/cips/caudales05/Caudales/ARTICU
LOS/ArticulosPDF/0915R070.pdf>.
SAIZ, José Luis y otros. Representaciones sociales de Dios. En : Persona y Sociedad, Vol. 8,
No. 4 (1994).
SCHAEFER, Konrad. Salmos, Cantar de los Cantares, Lamentaciones. Estella : Verbo Divino,
2006.
SCHÖKEL, Luis Alonso y CARNITI, Cecilia. Salmos. Tomo I. Estella : Verbo Divino, 1992.
SIGURDSON, Ola. Canciones del deseo : sobre la música pop y la cuestión de Dios. En :
Concilium, No. 289 (2001).
TILLICH, Paul. Teología de la cultura y otros ensayos. Buenos Aires : Amorrortu, 1974.
127
ANEXOS
Canción 1:
LA REBELIÓN
(Joe Arroyo)
Coro:
Esclavitud perpetua
Esclavitud perpetua.
Un matrimonio africano
Esclavos de un español
El les daba muy mal trato
y a su negra le pegó.
128
No le pegue a la negra.
No le pegue a la negra
No le pegue a la negra
no, no, no, no, no, no
no, no, no, no, no, no.
No le pegue a la negra
No le pegue a la negra
No le pegue a la negra
No le pegue.
El Chombo lo sabe
Y tú también
No le pegue a la negra.
129
Canción 2:
LOS SANTOS Y YO
(Binomio de Oro)
Canción 3:
RECLAMO A DIOS
(Silva y Villalba)
130
Canción 4:
OBSESIÓN
(Estrellas vallenatas)
131
Canción 5:
SÓLO UN TE QUIERO
(Los Chiches)
132
Que en tu mirada y en tu andar va mi futuro
Yo no tengo la culpa de haberte entristecido
me da pesar conmigo y no me das tu amor.
Yo no tengo la culpa de morirme en silencio
con este amor inmenso si lo dejas escapar.
133
Canción 6:
PLEGARIA VALLENATA
(Gildardo Montoya)
Mi plegaria vallenata
Diosito Santo a ti te la canto.
134
Canción 7:
ALICIA ADORADA
(Juancho Polo Valencia)
135
Canción 8:
EL PUEBLO QUIERE AL CANTANTE
(Miguel Morales)
136
Tus amigos siempre te recordarán y yo
tu seguidor, tu escuela seguirá.
Una viejecita que fue tu mamá, un viejo
tu papá , tus hermanos también.
137
Canción 9:
SUEÑOS DE COLOMBIA
(Los inquietos)
La gente de mi país
ya no quiere escuchar más
a un niño pidiendo a gritos
que suelten a su papá.
Cualquiera que haya vivido
una noche en navidad
no puede ver el secuestro
como el camino hacia la paz.
Yo no quiero envejecer
viendo desangrar mi patria
ni a mis hijos ver crecer
entre el odio y la venganza.
La que quedará
sola, triste en la distancia
porque sus hijos se marchan
no quieren vivir aquí.
Pocos quedarán
con una luz de esperanza
pidiendo la paz que alcanzan
cuando se calle un fusil.
138
Basta de tanta maldad
con mi gente campesina
porque su riqueza es digna
de explotarla con bondad.
Y desterrará
de esta tierra la violencia
y volverá la riqueza
paz, dicha y prosperidad.
139
Canción 10:
INOCENTE
(Los gigantes)
140
Canción 11:
ENTRÉGAME TU AMOR
(Los inquietos)
141
de que no lloraras más por quien ha roto tu ilusión
si pudieras darme el sí que necesita esta canción
me compraría una botella del tamaño de la luna
para llegar a la fiesta que va a hacer mi corazón.
142
Canción 12:
HASTA CUÁNDO, SEÑOR
(Los diablitos)
Y claramente también lo sé yo
pero no puedo apartarla de mí
y entonces busco justificación
pa' querer su amor, qué será de mí.
143
para no maltratar la dulzura
que refleja mi mamá.
Dios bríndame sólo un poquito de entendimiento
pa' entender que es malo estar queriendo
a alguien de esa propiedad.
144
Canción 13:
NO VOY A LLORAR
(Los diablitos)
145
Canción 14:
ENTRE MI AMIGO Y TÚ
(Los diablitos)
146
Empezó a enamorarse pero no dijo nada
comenzó a traicionarme porque tú le gustabas
tú no te dabas cuenta pero me traicionabas
pues jamás me contaste de todas sus llamadas.
147
Canción 15:
QUE DIOS PERMITA ESTE MILAGRO
(Binomio de Oro de América)
Hola corazón,
me alegra verte nuevamente, corazón
no sabes cuanto luché por verte
por conquistarte nuevamente
y entrelazarme con tu amor.
Conoces mi intención,
quiero brindarte lo mejor de un hombre fiel
ya lo he soñado y lo he pensado
sé que me quieres francamente
pero te aguanta algún temor.
148
Canción 16:
ASÍ ME HIZO DIOS
(Diomedes Díaz)
149
Canción 17:
A CONSUELO
(Diomedes Díaz)
150
Canción 18:
PERDÓNAME LA VIDA
(Los inquietos)
151
Canción 19:
TE EXTRAÑO TANTO
(Los gigantes)
152
Canción 20:
QUE DIOS LA PERDONE
(Los gigantes)
153
que deje todo y dibuje una sonrisa
perdonaré todo ese tiempo que no ha estado, que es mi vida.
154
Canción 21:
LA PLATA
(Diomedes Díaz)
155
Entonces no voy a la gloria de Dios
Por eso la plata que cae en mis manos
Entonces no voy a la gloria de Dios
Por eso la plata que cae en mis manos.
156
Canción 22:
SIMPLEMENTE TE AMO
(Los gigantes)
157
Canción 23:
PAPADIÓ
(Carlos Vives)
158
No insistas en las cosas que te pueden dañar
que Marte está muy lejos no se puede habitar
mejor piensa en la tierra que aún se puede arreglar
que un poco de cariño nos pudiera salvar.
159
Canción 24:
EL NIÑO Y LA BODA
(Jairo Herrera)
160
Canción 25:
DÓNDE ESTÁ
(Los diablitos)
161
Canción 26:
TU CUMPLEAÑOS
(Diomedes Díaz)
162
deseamos todos en esta reunión
tus amistades llegamos aquí,
pa' compartir esa gran bendición
bendición de mamá
bendición de papá.
Mil felicitaciones,
que cumplas muchos más
que la Virgen te cuide
que te cuide bastante
por que yo de mi parte
también te cuidare...
163
Canción 27:
ME DAS Y ME QUITAS TODO
(Los gigantes)
164
Canción 28:
TE PIERDO Y TE PIENSO
(Los inquietos)
Y se me aleja el dolor
si recuerdo que lo que quieres es vivir
tal vez por ahora no sea junto a mí
Pero algún día me darás el amor.
165
Canción 29:
LA NOCHE DE MIS RECUERDOS
(Diomedes Díaz)
No sé si ella lo necesita
lo que sí es cierto es que tú la quieres;
porque cuando me encuentro lejos
yo la quiero tener cerquita.
Y no te vale consejo
porque es que ella muy bonita;
y además de ser tan linda
se consiguió un hombre bueno.
166
y son mentiras porque está ahí;
lo que pasa es que ella
no gusta de ti, a ti no te importa
por que la hija si.
167
Canción 30:
DIVINO ROSTRO
(Binomio de Oro de América)
168