Crítica de La Psicoterapia Humanista ROGERS Y FRANKL 1
Crítica de La Psicoterapia Humanista ROGERS Y FRANKL 1
Crítica de La Psicoterapia Humanista ROGERS Y FRANKL 1
Frases como “tú eres el arquitecto de tu propio destino”, tanto como los reclamos
cotidianos que los padres hacen a sus hijos, los hijos a los padres, los esposos entre sí, los
maestros a sus alumnos, los reproches entre amigos y compañeros, la discusión entre dos
o más participantes de un incidente de tránsito, etc., tienen como sustento esa sensación
de que cada persona decide libremente sus acciones y, por tanto, tiene la culpa de los
efectos negativos y el mérito cuando hay efectos positivos. Se supone que era libre para
decidir hacer otra cosa pero su espíritu, su inteligencia o su don personal o, por el
contrario, su falta de espíritu, su falta de inteligencia o su falta de dones personales, le
llevaron a tomar una decisión acertada o equivocada, según se juzgue. ¿Por qué alguien
decide dedicarse a la delincuencia o al trabajo social? Según el humanismo, no depende
de nada, cada quien decide con base en su razón, la cual, por cierto, suponen que no tiene
una explicación racional.
Todo el entramaje institucional y las leyes, las formas de educación y las sanciones, se
sostienen sobre esa idea humanista: la capacidad de optar por el bien o por el mal. Por
eso a los locos y a los dementes no se les sanciona formalmente porque se supone que
ellos están incapacitados para decidir. Es difícil comprender cómo si una persona prefiere
una fruta y no otra, una diversión en lugar de otra, una cierta actividad, esto es producto
de un proceso bioquímico y psicosocial al mismo tiempo. Y no es producto más que de
eso.
Igual como los seres humanos primitivos atribuían a decisiones caprichosas si llovía o
hacía sol o si soplaba el viento o había calma, al no comprender el por qué ocurría una u
otra cosa, también en la actualidad los fenómenos que no se entiende por qué ocurren se
siguen atribuyendo a una decisión “caprichosa”, sin causas.
Rogers no acepta las ideas freudianas acerca de la naturaleza irracional intrínseca en los
seres humanos; para él, por el contrario, los seres humanos son en principio racionales,
sociables y constructivos. Mientras que Freud parte de las batallas y conflictos consigo
mismo, Rogers exhorta a los seres humanos a conocerse y a liberarse de sí mismos; su
filosofía es fundamentalmente esperanzada y humanista. En efecto, la idea central de
Rogers es la de autorrealización, la tendencia inherente de los individuos a desarrollar sus
capacidades dentro de las relaciones interpersonales. La autorrealización se alcanza
mediante la congruencia racional entre la percepción que cada individuo tiene de sí
mismo y del mundo que le rodea, su satisfacción por la manera en que se inserta en el
conjunto de sus relaciones sociales.
El enfoque de Rogers es mucho más sencillo y directo que el freudiano aunque –al igual
que Víctor Frankl y Fritz Perls– retoma elementos del psicoanálisis o los conjuga con otras
perspectivas para proporcionar toda la ayuda posible a los pacientes en relación a sus
problemas más inmediatos, a fin de que ellos logren una reorganización de su mundo
subjetivo y logren resolver las problemáticas a que se enfrentan. La terapia “centrada en
el cliente” de Rogers (1966) tiene los siguientes rasgos distintivos (numerados por mí):
“Entre estos rasgos se incluyen (1) la hipótesis en desarrollo de que ciertas actitudes del
terapeuta constituyen las condiciones necesarias y suficientes para la afectividad de la
terapia; (2) el concepto en desarrollo de que la función del terapeuta es estar presente, de
manera inmediata, frente a su cliente, confiando en la experiencia que, de momento a
momento, va obteniendo de la relación establecida; (3) la concentración constante en el
mundo fenoménico del cliente; (4) la teoría en desarrollo de que el proceso terapéutico se
advierte por un cambio en la manera de sentir del cliente y en la habilidad para vivir más
plenamente en el momento inmediato; (5) el continuado hincapié en la cualidad de
autorrealización del organismo humano como fuerza motivadora de la terapia; (6) un
interés enfocado no en la estructura de la persona, sino en el proceso de cambio de la
misma; (7) la insistencia en la necesidad de trabajar para descubrir las verdades esenciales
de la psicoterapia; (8) la hipótesis de que los mismos principios psicoterapéuticos son
aplicables al ejecutivo que se encuentra actuando con toda eficiencia, a los desajustados y
a los neuróticos que llegan a una clínica y a los psicóticos hospitalizados en salas de
instituciones para enfermos mentales; (9) la concepción de la psicoterapia como ejemplo
especializado de todas las relaciones interpersonales constructivas, con la aplicabilidad
generalizada y consecuente de todos nuestros conocimientos procedentes del campo y de
la terapia; y finalmente, (10) el interés en los problemas filosóficos y de valores que
resultan de la práctica de la terapia” (pp. 183-184).
Rogers sustituye la noción de “paciente” por la noción de “cliente” porque considera que
esto le delega su propia responsabilidad para decidir lo que le sirve y lo que no le sirve del
proceso psicoterapéutico. Si bien el concepto de “cliente” en la cultura estadounidense
puede ser apropiado para quien es beneficiado por un determinado servicio, en los países
latinoamericanos, especialmente en México, el concepto de “cliente” tiene una
connotación mercantilista que puede afectar la pretendida calidez que el propio Rogers
recomienda para la psicoterapia, quizá por eso él mismo modificó el concepto inicial de
psicoterapia “centrada en el cliente” por el de “centrada en la persona”. En efecto, en la
Psicoterapia de la Praxis retoma la propuesta de la relación “cara a cara” y el concepto
mismo de “centrarse en la persona” (no en el psicoterapeuta o en la teoría), pero con un
enfoque integral del proceso de cambio psicológico que va más allá de la conciencia y del
diálogo en el espacio terapéutico, para considerar también modificaciones sistemáticas de
actividades, lugares y tipos de relaciones sociales en que se desenvuelve el “paciente”,
manteniendo esta palabra a falta de otra que en el ámbito hispano sea mejor que esa. En
la Psicoterapia de la Praxis se trata de transformar al “paciente” inicial en un “agente” de
cambio integral: emociones, acciones, pensamientos, hábitos, relaciones sociales, medio
ambiente; todo en un solo proceso sistemático.
Entonces, el psicoterapeuta como cualquier otro profesional debe deshacerse de esa falsa
no-directividad y responsabilizarse de los efectos de sus técnicas cualesquiera que estas
sean. Eso no significa que tendría una actitud impositiva hacia el cliente, ni mucho menos,
como tampoco la debe tener ningún otro profesional. Pero un médico no hace mayéutica
para que el “paciente” descubra por sí mismo la medicina que más le conviene; sino que le
orienta, le propone, le explica cuáles son las mejores para su caso, cuál debe ser la dosis,
cuáles son los efectos esperados y los posibles efectos secundarios. Lo mismo hace un
abogado, un arquitecto, un mecánico, un ingeniero. Pone su conocimiento y sus
herramientas al servicio del cliente, sin que eso implique ningún tipo de imposición. Esto
es lo que podemos hacer los psicoterapeutas si contamos con técnicas e instrumentos
cuyos efectos podamos predecir; considerando todo el contexto, sin esquematismos, ni
simplismos, pero con responsabilidad y eficacia. Un “facilitador” puede contribuir a que
un alcohólico irresponsable reflexione por sí mismo sobre su hábito de consumir alcohol,
pero eso no garantiza que superará ese hábito como lo desea si no se modifican las causas
de su alcoholismo, por ejemplo, la existencia de un familiar sobrerresponsable y de
reacción rápida que desde hace tiempo se encarga de resolver lo que a él corresponde
alternando con reclamos airados porque consume alcohol y “no sirve para nada”. Del
familiar también es necesario entender y modificar las causas de su sobrerresponsabilidad
para diseñar una estrategia de intervención integral.
Con el enfoque freudiano o humanista, en algunos casos puede suceder que se logren
efectos positivos en la emocionalidad de los pacientes durante algunos días o semanas,
pero al mantenerse realmente las circunstancias que provocan los conflictos la recaída es
inevitable. La comprensión de los problemas –internos y externos- que enfrentan los
pacientes es la meta final también en la terapia rogeriana. Pero si es cierto que esta
comprensión, alcanzada relativamente bajo diferentes metodologías, constituye un
proceso esencial y logra algunos efectos prácticos, esto no basta. La clave, otra vez,
consiste en la transformación de la vida social en que los pacientes se desenvuelven; sólo
en este proceso la comprensión de sí mismos y la autotransformación adquieren su
verdadera significatividad.
Para la Teoría de la Praxis el vacío existencial se explica por la enajenación: “tener que
hacer lo que no se desea y no poder hacer lo que se desea”. A mayor enajenación mayor
vacío existencial. Esos es lo que ilustra la película “Tiempos Modernos” de Chaplin, así
como el libro “Un mundo Feliz”, de Aldos Huxley. Hegel y Marx se refirieron a la
enajenación sobre todo en el ámbito del trabajo, donde los obreros y “empleados”
(usados) tienen que someterse a la voluntad de un jefe, trabajando sin sentido para ellos
(en diversos grados) durante ocho horas diarias, a cambio de un salario para sobrevivir
con un determinado nivel socioeconómico. Pero la enajenación también ocurre en la
escuela cuando los estudiantes tienen que realizar una serie de tareas cuyo sentido no
comprenden pero saben que deben obtener una cierta calificación a través de ellas. En la
casa, generalmente los niños “deben obedecer” a sus padres y someterse a la voluntad de
estos, aunque no estén de acuerdo, es decir, no les haga sentido lo que indican. También
las esposas están sometidas a ciertos deberes y los esposos a otros tantos, aunque no
entiendan bien a bien por qué hay que hacerlo así. Como en El Proceso, de Franz Kafka, en
que a una persona la despiertan al detenerla por un delito que no le comunican cuál es y
lleva a cabo todo un proceso jurídico sin que nunca se entere de cuál es la acusación que
le hacen.
Si no se logra que el trabajo tenga al menos un cierto interés intrínseco para la persona, o
la escuela, o las relaciones familiares, no podrá superarse esa sensación de sinsentido de
la vida (vacío), esa neurosis que envuelve a una persona. La logoterapia promueve la
reflexión y hasta podría inducir mayéuticamente a una persona a encontrarle un sentido a
lo que ya hace, mientras que la Psicoterapia de la Praxis, además, orientará y trabajará
conjuntamente con el “paciente” para lograr cambios en sus actividades laborales,
escolares o domésticas de tal manera que él logre, poco a poco y cada vez más, hacer su
propia voluntad, desarrollar sus intereses, canalizar sus talentos, dirigir hacia algo y hacia
alguien sus acciones. Es a través de darle realmente sentido a las acciones y a la vida lo
que genera la autocomprensión, la autoestima y el entusiasmo del paciente, más que lo
inverso, como lo quiere la logoterapia.
Además, para que las actividades tengan sentido se requiere efectivamente de que haya
alguien con quien compartirlas y a quien dirigirlas, un grupo primario de “seres queridos”
y un grupo secundario (amigos), necesarios para compartir significados o sentidos. En el
enfoque de Víctor Frankl cada quien elige amar o desamar a determinadas personas, lo
cual es evidentemente falso. El amor es una pasión, como todas las emociones, en el
sentido de que se “padece”. No porque el amor se traduzca en sufrimiento, como
generalmente se entiende el “padecer” (con una connotación muy distinta al concepto de
“pasión”, sin darse cuenta que tienen la misma raíz lingüística). “Pasión” y “Padecer”
significan que una emoción o un sentimiento, al igual como se padece la lluvia, el viento,
el calor o el frío, de repente ya estamos en él y lo padecemos, esa es nuestra pasión. Por
tanto, así como no puede decidirse caprichosamente que llueva, que haga viento, que
haga frío o que haga calor, tampoco se puede decidir amar o dejar de amar.
Por supuesto, la lluvia, el viento, el calor y el frío tienen una explicación acerca de cómo se
producen. De igual manera, el amar o el dejar de amar tienen una explicación acerca de
cómo se producen. En ambos casos, si se sabe cómo se produce un fenómeno es posible
diseñar técnicas y tecnologías para producirlo: hacer que ocurran algunos eventos que
sabemos producirán el efecto deseado (una pasión a través de técnicas puede generar
otras pasiones). Por eso, una herramienta fundamental en la Psicoterapia de la Praxis es la
Tecnología del Amor, que implica pedir y promover que los pacientes realicen algunas
actividades a su alcance, con la mínima motivación que puedan tener, para con ellas
generar emociones y sentimientos que eleven la sensación amorosa y, por tanto, la
sensación de sentido de la vida (reconocimiento de lo agradable, convivencia, generación
de experiencias agradables originales, contacto físico agradable, co-operación, creatividad
compartida, éxito compartido, narrativas de vida, contrastes en equipo).
Bibliografía