El Derecho Administrativo y La Administracion de Estado de Chile en Los Doscientos Anos de Vida PDF

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Rolando Pantoja Bauzá*

EstudiosDerecho Administartivo
El Derecho Administrativo y la
Administración del Estado de Chile
en los doscientos años de vida
republicana
The Administrative Law and the State
Administration of Chile in the two hundred years
of republican

Resumen

Este trabajo desarrolla la evolución de la Administración del Estado de Chile y el


Derecho Administrativo del país, en cuanto expresiones de la cultura europea conti-
nental, partiendo de sus orígenes hispánicos, para ofrecer un panorama sintético de
los movimientos pingüino de 2006 y canguro del 20111, y sus implicancias, las que
han comprometido de tal manera a la sociedad civil, que hoy están impactando con
fuerza la estructura democrática representativa dura característica del período pos
Gobierno Militar.

Palabras clave

Derecho Administrativo. Historia. República.

Abstract

This paper develops the evolution of Chile’s State Administration and Administrative
Law of the country, in terms of continental European culture, based on their Hispa-
nic origins, to provide a synthetic overview of the movements penguin 2006 sitter
2011, and its implications, which have committed such a civil society, which today
* Profesor Titular de
Derecho Administrativo, 1
Con la palabra pingüino se identifica en Chile a los estudiantes de enseñanza media, por su uniforme; con la
Facultad de Derecho
palabra canguro, a los estudiantes universitarios, porque habiendo superado la adolescencia, siguen viviendo de
Universidad de Chile. sus padres.

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are impacting strongly lasts representative democratic structure characteristic of the


period after the military government.

Keywords

Administrative Law. History. Republic.

1. La perspectiva cultural del derecho chileno.

Chile acredita una trayectoria jurídico–institucional que hace honor a su entronque


hispánico y europeo continental, presentando una administración pública y un Derecho
Administrativo claramente caracterizados por las convicciones y las realizaciones de
los momentos históricos que marcan el desarrollo del derecho occidental, tanto en su
doctrina administrativista como en su jurisprudencia.

2. La administración chilena durante la época hispánica.

Así, la administración chilena de principios de su vida organizada como Estado estuvo


regida por las normas y principios vigentes en la España Imperial, atendida la circuns-
tancia que la llegada a estas tierras australes de don Pedro de Valdivia, el conquistador
del territorio, determinó la fundación de la ciudad de Santiago el 12 de febrero de
1541, la capital del país, a la que él denominó Santiago de la Nueva Extremadura
“en honor al santo patrón de España y de la provincia en que él había nacido”, y el
levantamiento del diseño de la ciudad, conforme a lo preceptuado en la Ley I, título
VII, del libro IV de la Recopilación de las Leyes de Indias, que disponía la forma en
que debía procederse a la realización de estas fundaciones.
A su vez, el 7 de marzo de ese mismo año, “Valdivia instituyó el primer cabildo,
compuesto de dos alcaldes autorizados para administrar justicia, de seis regidores,
de un mayordomo y de un procurador, encargados de dictar las ordenanzas de buen
gobierno y de velar por los intereses de la ciudad”2.
Ajustándose a estos parámetros, la administración chilena de los tiempos hispánicos se
ajustó al modelo que le imprimía la metrópoli, siendo polisinodial bajo los Austrias y
ejecutiva, radicada en órganos unipersonales, bajo los Borbones, sujeta a la organización
y a la regulación que establecía el derecho del Imperio español.


2
Barros Arana, Diego, Historia General de Chile, tomo I, reimpresión, Editorial Universitaria, Centro de
Investigaciones Diego Barros Arana de la Dirección de Bibliotecas Archivos y Museos, 2004, págs. 179 y 180.

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El Derecho Administrativo y la Administración del Estado de Chile

3. El novus ordo institucional.

Con los acontecimientos ocurridos en España desde comienzos del siglo XIX, que
culminaron con la Constitución de Cádiz de 1812, se haría evidente en la península
la recepción del nuevo orden constitucional que habían proclamado como propio de
las naciones civilizadas las revoluciones libertarias de 1776 y 1789, para organizar el
Estado no absolutista, iniciando el período jurídico institucional moderno. “La ex-
periencia de todos los siglos –manifestará el “Discurso Preliminar leído en las Cortes
al presentar el proyecto de ella”– ha demostrado hasta la evidencia que no puede
haber libertad ni seguridad, ni por lo mismo justicia ni prosperidad en un estado en
donde el ejercicio de la autoridad esté reunido en una sola mano. Su separación es
indispensable; mas los límites que se deben señalar particularmente entre la autoridad
legislativa y egecutiva para que formen un justo y estable equilibrio, son tan inciertos,
que su establecimiento ha sido en todos los tiempos la manzana de la discordia entre
los autores más graves de la ciencia del Gobierno, y sobre cuyo importante punto se
han multiplicado al infinito los tratados y los sistemas”3.
Estas palabras, eco elocuente de aquel tiempo, reiteran la conocida advertencia de
Montesquieu, en orden a que “nos ha enseñado una experiencia eterna, que todo
hombre investido de autoridad abusa de ella” y que “No hay poder que no incite al
abuso, a la extralimitación”.
Por eso, “Para que no se abuse del poder, es necesario que le ponga límites la naturaleza
misma de las cosas”, lo que habrá de lograrse sobre la base de reconocer que la Cons-
titución ha de tener como objeto garantizar “la libertad política”, esto es, “la tranqui-
lidad de espíritu que proviene de la confianza que tiene cada uno en su seguridad”, y
estructurarse distinguiendo en el Estado “tres clases de poderes: el poder legislativo,
el poder ejecutivo de las cosas relativas al derecho de gentes y el poder ejecutivo de
las cosas que dependen del derecho civil”, de modo que el poder detenga al poder4.
Así lo consagraría la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789:
“Artículo 16. Toda sociedad en la cual la garantía de los derechos no está asegurada,
indeterminada la separación de los poderes, carece de constitución.”

4. La administración y el Derecho Administrativo en Chile


durante el siglo XIX.

No era éste el lenguaje a que recurría en sus actividades el claustro de la Real Univer-
sidad de San Felipe, instituida bajo el lema del respeto a Dios y al Rey, en un piadoso
clima de catolicidad y un hondo sentimiento de obediencia a la potestas de la autoridad
3
Constitución Política de la Monarquía Española, promulgada en Cádiz a 19 de marzo de 1812, reimpresa de la
Imprenta Nacional de Madrid, año de 1820, Civitas Ediciones, SL, 1999, pág. 22.
4
Montesquieu, Del Espíritu de las Leyes, Editorial Claridad, Buenos Aires, 1971, págs. 186 y 187.

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real. ”Por sus estatutos y por el espíritu de su enseñanza, –ella era– un trasunto de
los establecimientos análogos de España y de las otras colonias”. “(T)odo se enseñaba
en latín, se daba importancia capital al estudio de la teología, de los cánones y de la
jurisprudencia, y se hacía poco caso de las otras facultades”, aunque gracias a ella, en
verdad, “por primera vez se vieron en Chile profesores que no fuesen clérigos o frailes”,
como que “entre los primeros catedráticos de la universidad –hubo– seis doctores
laicos”, entre los cuales habrían de destacarse posteriormente “ardientes partidarios
de la revolución social y política que venía preparándose.”
El novus ordo político no sensibilizaba a la mayoría de la población; desde luego,
porque al no vivirlo, se le desconocía, y porque al no conocerlo, prácticamente no
podía captar adherentes. Por lo demás, era escaso el número de personas que podía
acceder a las obras que se ocupaban de él, tanto porque no era un atributo común de
la sociedad de aquellos años saber leer y escribir, como por las restricciones impuestas
a la impresión, circulación y tráfico de libros que limitaban el acceso a ellos. Con todo,
algunos hombres más adelantados a su época habían logrado importar de Europa, “para
su uso particular, colecciones más o menos considerables (…) de libros de filosofía, de
economía política y de historia”, entre los cuales se contaron la “Historia filosófica y
política” de Guillermo Tomás Raynal (1770) y la “Historia de América”, de Robertson
(1777), e incluso don José Antonio de Rojas había logrado introducir, “en su numerosa
biblioteca, las obras de Montesquieu y de otros filósofos de la escuela moderna y hasta
un ejemplar de la Enciclopedia francesa del siglo XVIII” 5, las que generosamente puso
a disposición de quienes compartían su círculo de amistades.
De aquí, pues, que conocida en Chile la invasión de España por las tropas napoleónicas
a comienzos de 1800, se elevaran voces que aceptaron el desafío de la época y postula-
ron incorporar en el país las nuevas ideas del naciente constitucionalismo. Entre ellas,
fue relevante la prédica política impulsada en ese sentido por Fray Camilo Henríquez
desde el púlpito y desde las páginas de la reciente Aurora de Chile. Sería el Fraile de
la Buena Muerte quien presentaría al Congreso Nacional en 1811, un Plan General
de Estudios para Chile, incluyendo en él una asignatura de “Derecho Constitucional”
que se ocupara de desarrollar “las obligaciones y prerrogativas del hombre en todos los
estados y bajo todos los respectos”, buscando inculcar en los alumnos “el conocimiento
de sus extensos derechos, grandeza de alma, ideas liberales y el heroico sentimiento de
su dignidad”, así como el gusto por “la historia, que es la mejor escuela de la moral y
de la ciencia del gobierno”.6
Otros intelectuales tuvieron oportunidad de vivir la modernidad en la Europa misma,
asimilando sus modos de pensar. El gran jurista y primer Decano de Derecho de la
Universidad de Chile, don Mariano Egaña, escribía a este respecto a su padre desde
París, en 1828, que “Muy defectuosa habría quedado mi educación política si yo no

Barros Arana, Diego, op.cit., tomo VII, págs. 351 y 356 y sgts.
5

Véase: Baeza Marambio, Mario, Esquema y notas para una historia de la Facultad de Ciencias Jurídicas y sociales
6

de la Universidad de Chile, Santiago, Seminario de Derecho Público, Escuela de Derecho de Santiago, 1944,
págs. 47 y 48.

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El Derecho Administrativo y la Administración del Estado de Chile

hubiese venido a Francia, porque es preciso observar estas dos grandes naciones vecinas
–Inglaterra y Francia– y compararlas. De esta comparación resulta que se penetra uno
prácticamente de grandes verdades políticas, cuyo conocimiento es indispensable para
servir a la Patria con provecho. Cuando conoce uno por medio de esta comparación,
alcanza la certeza de aquel importantísimo principio que nada valen las instituciones
si no están apoyadas sobre el carácter nacional, o lo que es lo mismo, que las leyes
nada son sin las costumbres” 7.
Superadas las vicisitudes iniciales de una variada búsqueda institucional, serían estas
fuentes las que convergerían en la Constitución Política de 1833, de ascendiente
conservador y autoritario, el Código Político de mayor estabilidad que ha tenido el
país, como que la Carta de 1925 no fue sino una gran reforma a su texto original
y que varias de sus normas se reconocen como suyas hasta hoy en la Constitución
vigente, de 1980, para llevar a Chile a ser el primer país sudamericano que consolidó
su conformación institucional.
“De esas tradiciones casi seculares vienen sin duda –estima el profesor uruguayo don
Carlos María de Pena en 1907–, la estructura y la energía de la Nación, y será debido
a esas condiciones que la Estrella de Chile no se eclipsó en medio de los episodios
dolorosísimos de la Guerra Nacional o del drama del Pacífico y apenas se empañó por
un momento en medio de las sangrientas jornadas de la Guerra Civil”8.
En este contexto y bajo la presidencia de don Manuel Montt, un distinguido hombre
público y profesor de Derecho Romano en la Universidad de Chile9, habría de surgir,
en 1859, la primera obra de Derecho Administrativo, acogida a la matriz hispana es-
tablecida por don Manuel Colmeiro en su “Derecho Administrativo Español”10, bajo
el título “Principios elementales de Derecho Administrativo chileno”, escrita por don
Santiago Prado Bustamante11, profesor y luego rector del Instituto Nacional, el gran
establecimiento republicano de la nación.
Bajo la precisión temática que había formulado el rector de la Universidad de Chile, don
Andrés Bello, al llamar la atención del Consejo Universitario sobre la necesidad de establecer
“un curso de estudios administrativos con aplicación a Chile, en que, a más de darse las
nociones generales sobre la materia se enseñe el mecanismo de todas las oficinas públicas
y sus atribuciones, la organización del impuesto, etc.”12, la visión doctrinal del señor Prado
despliega el constitucionalismo del siglo XIX, que en palabras del primer constitucionalista

7
Véase: Campos Harriet, Fernando, Historia Constitucional de Chile, 6ª edición, Editorial Jurídica de Chile,
1983, pág. 359.
8
Vid.: Amunátegui Rivera, J. Domingo, Tratado Jeneral de Derecho Administrativo, Santiago de Chile, Editorial
Barcelona, 1907, Prólogo, págs. 36 y 37.
9
En esos años, los cursos universitarios no los impartía directamente la Universidad de Chile, sino que se daban
a través de la Sección Universitaria del Instituto Nacional, bajo su superintendencia.
10
Como deja constancia la Advertencia Indispensable incluida por su autor al comienzo de su obra.
11
Véase: Pantoja Bauzá, Rolando, El entronque hispánico del Derecho Administrativo chileno, Revista de Derecho,
Jurisprudencia y Ciencias Sociales, noviembre–diciembre, 1960, Doctrina; y de él mismo, como Coordinador,
Derecho Administrativo. 150 años de doctrina, Editorial Jurídica de Chile, 2009, págs. 17 a 55.
12
Véanse: Anales de la Universidad de Chile, acta de la sesión de 10 de agosto de 1850, pág. 343.

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y politicólogo nacional, don José Victorino Lastarria, tiene “por objeto capital ejecutar las
leyes para toda la sociedad, conservando el orden, protegiendo a los asociados i fomentando
el desarrollo en todas las esferas de la sociedad”13.
De aquí que don Santiago Prado defienda la legitimidad del poder por su natural origen
social, argumentando que no “es posible imaginar una sociedad sin poder que la rija i la
gobierne”, para alcanzar el bien, que es su objeto, para valerse de la ley, que es su instrumento,
y para hacer justicia, que es su esencia. El poder supremo, la soberanía, dice, reside en la
nación; implica querer con eficacia y ello supone la conjunción de voluntad para concebir
y fuerza para ejecutar, esto es, establecer un Gobierno, que de por sí “posee la plenitud
de las funciones propias del único poder social existente: dicta la lei, declara el derecho i
provee al bien común, o lejisla, juzga i administra”. “Esta triple acción lejislativa, judicial y
administrativa, se ha desmembrado por el influjo de las teorías políticas que no consienten
tamaña aglomeración de fuerzas sociales en manos de una sola persona o corporación. Por
esta causa se depositó la legislación en asambleas deliberantes, la justicia en una majistratura
inamovible, i la administración en un gobierno responsable”.
“Administrar, pues –precisa–, equivale a gobernar: es decir, ejercer el poder ejecutivo”.
“De suerte que ejecutar la lei no es para la administración lo que para el juez, mantener
la integridad de un texto literal, o exijir material obediencia a un precepto; sino emplear
las fuerzas vivas de la sociedad en desarrollar i animar el pensamiento del lejislador
en cuyo espíritu está empapada, pues con tal objeto la asocia a sus delicadas tareas.
La lei manda o prohíbe, pero no obra; contiene tan solo el principio i la fuente de la
acción. Quien imprime el movimiento es la administración, ora aplique la ley por sí
misma, ora asegure la ejecución de las sentencias, después que la autoridad judicial
ha decidido las cuestiones de interés privado”. Por eso, el Derecho Administrativo, en
tanto normativa reguladora de la Administración, será, por consiguiente, “el conjunto
de leyes que determinan las relaciones de la administración con los administrados”.14
El triunfo de las ideas liberales en la segunda mitad del siglo XIX mantendrá esta óptica
jurídico-institucional, de modo que este concepto de administración y de Derecho
Administrativo, con el paréntesis que significó la inserción de la tendencia sociológica
en los estudios de derecho, a fines del siglo15, habrá de mantenerse hasta los primeros
años del 1900, cuando se vio impactada por la escuela social, ampliamente recepcionada
en la sociedad occidental post Primera Guerra Mundial.

13
Lastarria, José Victorino, Elementos de Derecho Público Constitucional, 2ª edición, Imprenta Chilena, 1846,
págs. 114, 116 y 117.
14
Prado Bustamante, Santiago, Principios elementales de Derecho Administrativo chileno, Imprenta Nacional,
Santiago, 1859, págs. 5 a 9, 23 y 24.
15
En efecto, a fines del siglo XIX, el pensamiento jurídico chileno se vio altamente influido por la escuela sociológica,
como lo demuestra el debate sobre el plan de estudios de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile,
sostenido públicamente por los profesores de la Facultad. Véase: Reforma de la Enseñanza del Derecho. Trabajos
publicados en “La libertad electoral” por Valentín Letelier, Eujenio M. Hostos i J. Bañados Espinosa, Imprenta
de la Libertad Electoral, Santiago, 1889. Asimismo, el primer profesor chileno de Derecho Administrativo, don
Valentín Letelier, dictó sus clases, desde 1888, ajustándose al método sociológico. Véase: Apuntaciones de Derecho
Administrativo. Clase de don Valentín Letelier, 1904, Imprenta Chile, Santiago, 1907.

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El Derecho Administrativo y la Administración del Estado de Chile

5. La administración y el Derecho Administrativo en Chile en el


siglo XX.

En efecto, al comenzar el siglo XX fue perceptible en el país el cambio experimentado


por el escenario sociopolítico. Estamos ante un panorama inédito, constatará en 1919
el senador Arturo Alessandri Palma, ya que en la conflagración mundial que comenzó
en 1914 “se han fundido los principios del derecho, los principios de justicia, los
principios de igualdad; se han fundido también los moldes del pasado, y sobre los
despojos humeantes de ese gran desplome, surge hoy una humanidad completamente
nueva, con criterio de justicia, y –se– realza también, majestuosa y grande, una nueva
cultura y otra mentalidad”16.
Esa “nueva cultura” y esta “otra mentalidad”, que responderían a la filosofía social
que sucedería al liberalismo individualista, serían la que él impulsaría desde la Presi-
dencia de la República a partir de 1920, haciendo que el Estado asumiera los riesgos
del trabajo por medio de servicios públicos encargados de cubrir esas eventualidades:
cesantía, enfermedad, incapacidad, edad, a través de las instituciones semifiscales;
campo que en 1939, con don Pedro Aguirre Cerda, habría de expandir los límites de
la Administración del país hacia el ámbito económico, con la creación de empresas
públicas, servicios públicos personificados, y de sociedades de economía mixta, que
buscaron superar la democracia política, en palabras del Presidente, para avanzar hacia
la conquista de la democracia económica de la nación.
Como había ocurrido en el mundo occidental de fines del 1800, comenzando por
Alemania, estas transformaciones darían una connotación diferente a la que hasta
entonces había tenido la expresión servicio público, para significar con ella, ahora,
una específica categoría institucional, orientada a realizar los nuevos fines del Estado
posmoderno: la satisfacción de las necesidades públicas. “La Administración –anotará
en este sentido don Manuel Jara Cristi en la década de 1940– se exhibe precisamente
como una entidad formada por servicios públicos. Adonde quiera que dirijamos la
mirada nos encontramos con servicios que no son sino organismos destinados a la
satisfacción de necesidades públicas”17.
“Se ha definido el servicio público –precisará, también por aquellos años, don Guillermo
Varas Contreras, profesor de la Pontificia Universidad Católica de Chile, haciendo
suyos los conceptos de Gastón Jèze– diciendo que “es toda organización de carácter
permanente destinada a satisfacer una necesidad pública de una manera regular y
permanente”, lo que supone en ellos la existencia de un régimen jurídico especial que
les “permita satisfacer esas necesidades en forma amplia, sin las trabas ni restricciones
que impone a veces el derecho privado en las relaciones civiles entre particulares”. Este
fundamento ha de ir acompañado de un medio correspondiente a la consecución de
dicho fin: “el poder legal suficiente para atenderlas en todo momento sin consideración

Véase: Donoso, Ricardo, Alessandri, agitador y demoledor, Fondo de Cultura Económica, México, 1952.
16

Jara Cristi, Manuel, Derecho Administrativo, Imprenta Artes y Letras, 1943, pág. 75.
17

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a interés particular alguno, atención que debe hacerse de manera regular y continua
dentro de la marcha ordenada de la colectividad social”18.
Los dos más importantes autores posteriores a los señores Jara y Varas, fueron los
profesores Patricio Aylwin Azócar y Enrique Silva Cimma, y ambos juristas también
hicieron suya la óptica del servicio público para desarrollar sus obras. El Derecho Admi-
nistrativo, dice en este sentido el señor Aylwin en 1959, “es el que rige la organización
y funcionamiento de los servicios públicos”19; evidentemente, acotará el señor Silva
el año 1995, “La noción de servicio público ha marcado una etapa indiscutible en la
vida del Derecho Administrativo”, ya que “la Constitución y la ley siguen asignando
esencia al servicio público” y la misión de administrar el Estado que se le confiere
al Presidente de la República es realizada por este magistrado “por intermedio de la
Administración del Estado, vale decir, [por] el conjunto de servicios públicos orgáni-
camente considerados”.20
La Contraloría General de la República, órgano fiscalizador y aplicador de la ley
administrativa en Chile, y cuyos dictámenes o informes en derecho son constitutivos
de jurisprudencia administrativa, coincidirá con esta perspectiva doctrinal de carac-
terización de lo administrativo en el país, al relevar que el objeto del Derecho Admi-
nistrativo, la Administración del Estado, era “un término genérico que comprende
a todos los servicios mediante los cuales el Presidente de la República cumple con
su función de administrar el Estado que la Constitución le encomienda: dentro de
este concepto quedan comprendidos los servicios fiscales, semifiscales y empresas del
Estado” (dictamen N° 50.423, de 1960). En efecto, agregó en 1968, el dictamen N°
53.842, “la voz servicio público abarca a todos los servicios de la Administración del
Estado”, los que son constitutivos del sector público, y caracterizados, en tal carácter,
por “estar sujetos legalmente a un régimen de derecho público ––…y ejercer– las
atribuciones y los poderes jurídicos o potestades públicas de que están dotados para
desarrollar su actividad y cumplir con sus fines” (dictámenes Nos 23.379, de 1959,
y 22.683, de 1996).

6. La reacción doctrinal del último tercio del siglo XX.

La óptica jurídica según la cual el “Derecho Administrativo significa Derecho relativo


a la Administración”, según expresaba don Enrique Silva Cimma en el año 195921,
habría de verse sometida a una fuerte crítica a fines del siglo XX, alentada por el cuadro
político que interrumpió la visión solidaria predominante hasta entonces en el medio
nacional. El Gobierno castrense que asumió el país desde 1973 a 1990, invocando la

18
Camacho Cepeda, G. “La actividad sustancial de la Administración…” Op. cit. (p. 50).
19
Aylwin Azócar, Patricio, Derecho Administrativo, tomo I, Editorial Universitaria, 1959, págs. 16 y 17.
20
Silva Cimma, Enrique, en colaboración con Aliro Verdugo Lay, Derecho Administrativo chileno y comparado.
El Servicio Público, Editorial Jurídica de Chile, 1995, pág. 12.
21
Silva Cimma, Enrique, Apuntes de Derecho Administrativo, Editorial Universitaria S.A., 1959, pág. 5.

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El Derecho Administrativo y la Administración del Estado de Chile

tradición hispánica y cristiana impuso una política basada en la libertad personal y por
lo mismo, una clara orientación individualista y antiestatal, que buscó hacer propietarios
y no proletarios, como lo proclamó explícitamente en la Declaración de Principios
del Gobierno de Chile, dada a conocer a la nación en el mes de marzo del año 1974.
En el nuevo contexto, la doctrina habría de condenar “los excesos de la visión estatista
del Derecho Público” que había cubierto los períodos 1930–1970, enrostrándole haber
despreciado al “ser humano y sus libertades”, y sostener por su parte, la existencia de
un “Derecho Público centrado en la persona –y– su primacía ontológica y teleológica”,
rescatando así “la concepción cristiana sobre el hombre y la sociedad (…), que dio
forma a la civilización occidental de la que formamos parte”. Al rescatar los valores del
Derecho, esta corriente doctrinal abogará, en palabras de Eduardo Soto Kloss, por el
rechazo del derecho concebido como un “conjunto de normas”, para sostener, entre
otras razones, que “La misión del jurista debe ser mucho más honda, mucho más
profunda, y mucho más esencial –que la de un simple intérprete de la ley–: concretar
lo justo, realizar justicia”, es decir, buscar ese justo equilibrio entre los intereses dis-
cordantes”, sin caer en el renuncio de aplicar “la injusticia de una ley (…), sin advertir
que en tal caso dicha norma más que ley es corrupción de ella”22.
Por lo demás, argüirá otro autor representativo de la época, Gustavo Fiamma Olivares,
“el Derecho Administrativo chileno, que tendría que haber sido el Derecho del Poder
para la libertad, en la práctica se limitó a ser el Derecho del Poder por el Poder y para
el Poder, exclusivamente (…); el Derecho de las potestades, de las prerrogativas y de
los privilegios exorbitantes de la Administración”, amparado “en la ausencia casi total
de justicia administrativa prácticamente desde 1925 hasta nuestros días –1989–”,
permitiendo así “la sustitución del imperio de la ley por ese otro insoportable de la
arbitrariedad”23.
El Derecho Administrativo se consideró así “iluminado por una buena nueva”24, y
bajo esta aura se desarrolló dentro de los cerrados muros de la Universidad del período
1973–1990, gravitando decisivamente en sus planes de estudios, de los cuales, desde
luego, se eliminó la teoría del servicio público, por considerársela una “noción (…)
difícil de asir jurídicamente y de escasa utilidad operativa en lo organizacional”, para
“plantearse correctamente el problema de la organización administrativa” en torno a las
“personas jurídicas estatales, públicas, administrativas, noción esta de persona jurídica
no sólo técnicamente adecuada en Derecho, sino sobre todo perfectamente delimitada
en lo conceptual y suficientemente precisa en sus efectos operativos”25. En verdad,

22
Soto Kloss, Eduardo, Derecho Administrativo. Bases Fundamentales, Editorial Jurídica de Chile, 1996, tomo I,
págs 17, 27 a 29, 18 y 19, nota 6.
23
Fiamma Olivares, Gustavo, Derecho y Libertad, diario El Mercurio de Santiago de Chile, edición del 18 de
diciembre de 1989, pág. A 2.
24
Soto Kloss, Eduardo, Ordenamiento constitucional, Introducción, Editorial Jurídica de Chile, 1980, pág. 7,
y La responsabilidad pública: un retorno a la ideas clásica de restitución, Revista de Derecho Público, N° 27,
enero–junio 1980, págs. 135 y 133.
25
Soto Kloss, Eduardo, La organización de la Administración del Estado: un complejo de personas jurídicas, Gaceta
Jurídica, N° 73, 1986, págs. 16 y sgts.

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dirá Hugo Caldera Delgado en 1979, es preferible “prescindir (…) de los aspectos
organizacionales”, por cuanto el “propósito rector” que lo animaba era “mostrar la
forma en que [los particulares] pueden amparar sus derechos [ante] la autoridad en el
ejercicio de sus poderes exorbitantes del derecho privado común”, y no ocuparse de la
organización administrativa26. En aras de la misma finalidad, el autor declara aceptar la
teoría del órgano como fundamento de la responsabilidad patrimonial de la Adminis-
tración, por ser “una teoría” que explica de modo eficiente “la forma en que se vinculan
jurídicamente el Poder público con los administrados, [indicando] la manera como
los actos de la Administración son imputables u oponibles directamente al Estado”27.
La escuela personalista individualista aportó y aporta interesantes profundizaciones en
los campos de los derechos de las personas, del control de la Administración Pública, de
la competencia judicial sobre sus actos y omisiones, y de la responsabilidad patrimonial
del Estado, aunque no se ocupa, por definición, de aquellos aspectos administrativos
relacionados con las estructuras administrativas y con la implementación de sus formas
directivas de actuar del gobierno y de la administración, relegándolas al ámbito de la
ciencia de la administración.

7. De la recuperación de la democracia a la crisis de la


democracia representativa. ¿Hacia una nueva institucionalidad?

Desde 1990, la civilidad reasumió el mando supremo de la nación, abriendo un período


de veinte años de gobierno de la Concertación de Partidos por la Democracia, con los
Presidentes Patricio Aylwin Azócar (1990–1994), Eduardo Frei Ruiz–Tagle (1994–
2000), Ricardo Lagos Escobar (2000–2006) y Michelle Bachelet Jeria (2006–2010).28
Los grandes aportes realizados por estos Gobiernos a la conducción del país se concre-
taron en la fructífera política exterior mantenida por todos ellos, abierta al mundo y
coincidente con las grandes ideas aceptadas por los países desarrollados29, que culminó
con la incorporación de Chile a la OCDE en 2010, y en el decidido impulso dado a
la democratización vertical de las instituciones públicas, dentro de la concepción de
un Estado democrático y social de derecho, relevada por el Presidente Aylwin desde
su primera cuenta anual ante el Congreso Nacional el año 1990, al afirmar que “No

26
Caldera Delgado, Hugo, Manual de Derecho Administrativo, Editorial Jurídica de Chile, 1979, págs. 7 y 8.
27
Caldera Delgado, Hugo, Sistema de la responsabilidad extracontractual del Estado en la Constitución Política
de 1980, Editorial Jurídica de Chile, 1982, pág. 190.
28
Véase: Pantoja Bauzá, Rolando, Tratado de Derecho Administrativo, tomo I: Derecho y Administración del
Estado, Edición Bicentenario, 2010, Abeledo Perrot, LegalPublishing, 2010, págs 327 y sgts.
29
Política que se tradujo en la suscripción de tratados de libre comercio con todos los grandes países del mundo,
e internamente, en el diseño y aplicación de una política comercial de vastos alcances, conforme a la cual se
privilegió la exportación, la construcción de carreteras longitudinales y transversales, a lo largo del país y del
Pacífico al Atlántico, y la modernización de puertos, incluyendo el macropuerto de Mejillones, y aeropuertos,
que debería ser consecuentemente acompañada de las correspondientes modificaciones intraadministrativas, aún
en proceso de concreción.

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El Derecho Administrativo y la Administración del Estado de Chile

podemos avanzar en el camino del desarrollo, sin avanzar en el camino de la justicia


social”.
Sin embargo, ese predicamento no tuvo concreción efectiva en el campo de la Admi-
nistración, donde no sólo no hubo innovaciones mayores, sino incluso contradicciones.
No ha de extrañar que así hubiese sucedido; por una parte, porque consta de los an-
tecedentes preelectorales que el foco de atención de todos los sectores prodemocracia
en la década de 1980 privilegiaban la “lucha contra la dictadura”, sin ocuparse del
tema Administración, y por la otra, porque durante todos los años de gobierno de la
Concertación de Partidos por la Democracia los temas de la Administración del Estado,
su análisis y perspectivas, nunca tuvieron un domicilio oficial dentro del Gobierno
de Chile, ocupándose de ella diversos Ministerios, según cuales fueren las materias a
tratar, lo que restó unidad de visión para abordar la problemática administrativa, que
en definitiva es la que apunta a la realidad del país.
Por lo demás, el acuerdo inicial alcanzado por esos Partidos, y sugerido inicialmente
por la Democracia Cristiana, determinó que el itinerario seguido posteriormente
por estos Gobiernos fuera de carácter continuista y descuidaran la innovación. Don
Patricio Aylwin, primer Presidente de la etapa democrática y Profesor Emérito de
Derecho Administrativo de la Universidad de Chile, justamente en aquella su prime-
ra cuenta anual al Congreso Nacional, confirmará este rumbo político de la actitud
gubernamental de la Concertación durante sus mandatos presidenciales. “Gracias a la
disposición y conducción responsable de quienes aceptamos someternos a las reglas del
juego que rechazábamos por la forma en que fueron impuestas y por su contenido a
nuestro juicio injusto y antidemocrático”, hemos logrado dar inicio y desenvolvimiento
a “la etapa de reconstrucción democrática”, expresó el Presidente Aylwin, relevando la
circunstancia de haberse aceptado “las reglas del juego” vigentes durante el Gobierno
Militar, para avanzar en la etapa democrática que se abría desde ese año ante el país.
Hasta hoy, la matriz estructural y funcional de la Administración chilena es la mis-
ma aprobada bajo el Gobierno Castrense: en lo organizacional, la Ley Orgánica
Constitucional de Bases Generales de la Administración del Estado, con su sentido
jerárquico y formal; en lo funcional, un ars administrandi basado en políticas, planes,
programas y acciones administrativas, incorporado en la época militar en reemplazo
de las fórmulas hasta entonces conocidas y mejor o peor aplicadas por los gobiernos
nacionales que lo habían precedido: la concepción decimonónica de la administración
como actividad de ejecución de ley y la convicción social del 1900, de la administra-
ción como actividad prestadora de servicios públicos, que había dominado la escena
pública chilena hasta 1973.
Ello, con la evidencia de que el Gobierno Castrense tenía capacidad operativa suficiente
para desenvolverse así, ya que como castrense que era, dominaba y se basaba en la orga-
nización y la jerarquía como bases de su política, lo que le facilitaba la implementación
fidedigna de sus directivas superiores, formas de actuar que no fueron las que animaron

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Rolando Pantoja Bauzá

a la Administración democrática, que tendió más bien a la distribución organizativa


de las potestades públicas, si se quiere hacia la descentralización.
En efecto, la subordinación al Presidente de la República de todos los órganos de la
Administración del Estado se hizo manifiesta durante el Gobierno Militar. Así, v.gr.,
la Secretaría de Legislación de la Junta de Gobierno, el órgano legislativo del período
1973–1989, en su informe de 14 de mayo de 1985, recaído en el proyecto de Ley
Orgánica Constitucional de Bases Generales de la Administración del Estado, reco-
nocía una vez más el alcance del mandato constitucional que atribuía al Presidente la
titularidad exclusiva de las funciones de gobierno y de administración, refiriéndolo
en el texto de ese proyecto, “a los órganos de la Administración del Estado latu sensu”,
en cuanto abarcaba a “todos los órganos administrativos, centralizados o descentrali-
zados, que ejerzan función administrativa”, considerando inconveniente reducir este
amplio campo de acción sólo a algunos de ellos, porque “la estructura y elementos
organizativos de la Administración no es sino una herramienta importante para que
el Presidente de la República pueda llevar a cabo aquella función” que privativamente
le estaba asignada en el Código Fundamental.
De aquí que las grandes directivas gubernativas no tuvieran el éxito esperado durante
este espacio democrático de veinte años, como lo demostró, por ejemplo, bajo la Pre-
sidencia Lagos, la gran transformación frustrada del funcionamiento del Ministerio
de Obras Públicas, cuyo proyecto de funciones críticas terminó siendo rechazado por
el Tribunal Constitucional y dispersado en escándalos funcionarios, y bajo la Presi-
dencia Bachelet, con el estruendoso fracaso de la puesta en marcha del Transantiago,
el sistema de transporte diseñado para la Región Metropolitana, que comprometió
infructuosamente y hasta hoy compromete muchos millones de dólares del erario
nacional, incluso recibiendo críticas a las bases aprobadas por el Estado para aceptar
la concurrencia de los particulares, sin alcanzar un funcionamiento satisfactorio.
En la actualidad, el país vive una época tumultuosa, que registra seis meses de pa-
ralización universitaria, particularmente en las Universidades estatales, aunque con
decenas de marchas masivas de estudiantes, trabajadores y otros sectores sociales por
las ciudades del país, y que tuvo su antecedente el año 2006 en la revolución de los
pingüinos, como se denomina a los estudiantes de enseñanza media, que abogaban
por una enseñanza de calidad, igualitaria y diversificada. Al no darse satisfacción a
esas peticiones, la posta del descontento la asumieron en 2011 los canguros, esto es,
los universitarios, con gran cohesión, organización y fundamentos, ante la inequidad
social demostrada en las cifras y en los hechos, más aún en momentos en que no son
válidos los argumentos del pasado que hablaban de posibles déficits presupuestarios,
de turbulencias internacionales o de repercusiones inflacionarias, que hoy se ven como
excusas, por ejemplo, frente a titulares que informan, por ejemplo, de la “Inversión
récord de Codelco (la estatal Corporación del Cobre, que) la consolida como la prin-
cipal minera de cobre del mundo”30.

30
Véase: diario El Mercurio de Santiago, edición del día jueves 13 de octubre de 2011. págs. A 1 y B 6 y 7:

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El Derecho Administrativo y la Administración del Estado de Chile

En una columna externa del edificio de la Biblioteca Nacional se lee como consigna:
“Odio tu sistema”, y esa sola frase refleja la profundidad del malestar que remece a Chile,
que sólo había logrado llegar, ya en tiempos de la Presidente Bachelet, al postulado
de una democracia inclusiva y de un Gobierno ciudadano, que contenían llamados
políticos y aliento a manifestarse, pero sin alcanzar concreción jurídica alguna que diera
viabilidad a la participación ciudadana en los temas que le concernían e interesaban.
A este foco de insatisfacción habrá de sumarse la serie de engaños colectivos que se
han publicitado durante estos últimos meses de 2011, entre ellos, las ganancias ilícitas
obtenidas por años por una financiera informal, Eurolatina, condenada en segunda
instancia “por el cobro ilegítimo de intereses en préstamos que redundaron en el
remate de las viviendas de 228 familias entre 1993 y 2000”31, y que llevaron a decir
al Ministro de la Corte de Apelaciones de Santiago, don Cornelio Villarroel, en una
poco usual actitud judicial, que si bien el país había avanzado en regular la probidad
pública, era “pobre en supervisar la probidad de negocios privados. El Estado –hizo ver
el señor Villarroel– no puede estar ausente de los clientes colectivos de una institución
financiera, sin revisar la legalidad de los negocios que se hacen”, levantando así otra
punta del ancho papel que ha enmascarado una infértil acción estatal.
A estos hechos se sumaron varios más, como el denunciado concierto de precios de las
tres mayores cadenas farmacéuticas del país; las millonarias ganancias obtenidas por
el Sistema de Instituciones de Salud Previsional y por el Sistema Bancario durante el
año; el hecho de que las Administradoras de Fondos de Pensiones estén manejando
un capital de ciento cincuenta y seis mil millones de dólares, sin riesgo para ellas y
con cargo a sus afiliados; que una conocida multitienda haya acudido a incrementar
desmesuradamente sus ganancias empleando una repactación ilícita de las deudas de
sus clientes, y la bullada falsificación de certificados para obtener los beneficios socia-
les otorgados por la Ley de Exonerados Políticos por el Gobierno Militar, a través de
organizaciones montadas con tal objeto. El hecho de que muchos de esos certificados
hubieran sido otorgados por connotados protagonistas de la clase política32, y que
el Contralor General de la República haya declarado que por mandato de la ley la
extensión de ese beneficio era de exclusiva responsabilidad de la Presidencia de la Re-
pública, ha hecho caer la estimación ciudadana del sistema vigente a niveles mínimos
de aceptación, con una clara conclusión adversa suscrita por importantes mayorías
ciudadanas organizadas espontáneamente, al margen de partidos políticos, como su-
cedió, v.gr.., en las ciudades de Calama en el norte de Chile y de Punta Arenas, en el
sur, y cuyo clamor levantaba como bandera de cuestionamiento la inequidad social33.

31
Véase: diario El Mercurio de Santiago, edición del día sábado 22 de octubre de 2011, pág.C 13.
32
Véase: diario El Mercurio de Santiago, Pensiones irregulares de exonerados: una trama de años, edición del día
sábado 8 de octubre de 2011, pág. C 4.
33
En el primer caso por su bajo nivel de vida, en circunstancias que es el corazón de la gran minería del Estado en
la producción de cobre; en el segundo, por el aviso de un alza en el valor del gas de domicilio, en la ciudad más
austral del mundo, y domicilio de la Empresa Nacional de Minería.

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Por eso, celebrando el movimiento estudiantil por la defensa de la calidad de la


educación, el ex Rector de la Universidad de Chile, profesor Luis Riveros, siente, sin
embargo, que le “duele el corazón” al comprobar que después de haberse sumado todo
“el país a esa protesta ante una educación que es bastante mala en promedio y bastante
inequitativa a todas luces”, por situarse los aranceles universitarios de Chile entre los
más altos de occidente, “Se le fueran introduciendo más condicionamientos políticos
y comenzamos a hablar del tema del lucro, que no era parte de la bandería original”, y
“otros temas más amplios y que tienen que ver con la reforma tributaria y con el tema
de la renacionalización del cobre, que disparan un conflicto que era de un sector muy
bien dimensionado y objetivado, a un nivel nacional”34.
En en este momento de los tiempos actuales, en que los valores del pasado hasta ahora
defendidos como parte del patrimonio mismo de Chile se ven confrontados por la
cruda realidad de la evolución social, el llamado de ayer a participar de un inexistente
Gobierno Ciudadano y de una irreal democracia inclusiva aparecen como carentes de
sentido efectivo, ya que la argumentación estudiantil y el clamor ciudadano ya no se
detienen ante la sonoridad de los discursos políticos, sino que buscan la efectividad
de la acción directa en pos de la aceptación de sus demandas, superando con creces la
imagen del “jarrazo” del año 2008, que ejemplificó ese año la protesta estudiantil y el
repudio a la acción represiva de la autoridad 35.
La gravedad de la situación que se presenta hoy día en el país radica en sus implicancias,
puesto que el admitido derecho a la manifestación de los años 2006 ha derivado hacia
un derecho a la imposición, en nombre de la soberanía nacional, de determinadas
soluciones, y por eso en estos instantes se está abriendo un profundo cuestionamiento,
no sólo a un mal implementado ars administrandi, sino a la articulación chilena misma
de la democracia representativa, que junto con haberse hecho representativa dura,
carece de mecanismos de solución, sólo de represión, de los conflictos sociales, ni con
antecedentes confiables que permitan establecer un modelo estable de institucionalidad
que sustente razonablemente el desarrollo inmediato de la República considerando
siquiera preventivamente esas variables.
En verdad, al comenzar este tercer siglo de vida republicana, la sociedad civil está po-
niendo al descubierto y rechazando la improductividad de un modo de hacer política
que ha postergado las acciones públicas de protección real de la sociedad, en aras de
entendimientos cupulares y partidistas, y llamados al diálogo tradicional entre los
directamente interesados en el ejercicio del poder, descuidando advertir lo que estaba
sucediendo día a día en los hogares, en la vecindad, en el colegio, en la calle, con la
insatisfacción de las necesidades cotidianas de la gente común; en la gestión de las

Véase: diario El Mercurio de Santiago, edición del día miércoles 19 de octubre de 2011, pág. C 6.
34

Alude al vistoso vaciado de un jarro de agua en la cabeza de la Ministra de Educación en julio de 2008, durante
35

uno de los Diálogos Participativos por la Educación Pública convocados por el Gobierno de la Presidenta Bachelet,
por obra de una alumna de catorce años del Liceo Darío Salas, llamada María Música Sepúlveda, en un gesto
de repudio a la acción de los “guanacos”, coches lanza agua empleados por la fuerza pública para disuadir a los
manifestantes, en este caso, a los estudiantes.

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El Derecho Administrativo y la Administración del Estado de Chile

sociedades y de las empresas, enfatizando un peligroso laisser faire y profundizando en


la desigual distribución de la riqueza, haciendo hincapié en normativas satisfactorias
para los intereses fiscales, pero fuertemente gravosas para los intereses de las personas
naturales.
El Derecho Administrativo centra su atención en el mundo de la Administración
del Estado. Para ello requiere hallarse ante una clara definición de lo que éste es en
su organización y en su acción, en su ser y en su actuar. Al día de hoy, el Estado de
Derecho, tal como nos lo había sido presentado en Chile, aparece cuestionado en la
dimensión subsidiaria proveniente del período 1973–1989, y para justificarlo, no
basta comprobar con nostalgia que “El nuevo siglo trajo ideas más complejas y, por
lo tanto, más temibles y poderosas” que las aceptadas hasta ayer, aceptando el temor
a los viejos de hoy por su futuro, al tener grabada en su subconsciente la imagen de
que “Sin Estado de Derecho nos vamos al suelo y no nos paramos más” 36. Tampoco
es suficiente multiplicar la crítica política y jurídica, pues se la ve y se la siente im-
productiva ante lo que ocurre a diario, ya que ha llenado páginas de muchas obras y
medios de comunicación sin alcanzar resultado alguno.
Cabe preguntarse, pues: ¿Es que acaso tiene razón el titular de la mayor fortuna del
mundo, al manifestarle a BBC Mundo, que la crisis financiera internacional no era
un asunto de orden económico, sino demostrativa de “un problema estructural, un
cambio de civilización y las cosas que deberían haberse hecho no se hicieron”37?
Quienes confiamos en la democracia, confiamos también en la participación cons-
tructiva de la ciudadanía consciente, y desde luego del pensamiento universitario, en
la corrección de los vacíos y contradicciones que han llevado a la institucionalidad al
punto en que hoy se encuentra, más aún en un país como Chile, de pujante economía
y de gran sentido cívico, entrampado en una inadecuada práctica de la instituciona-
lidad, que por privilegiar equilibrios políticos ha sido incapaz de dar coherencia y
efectividad a su acción estatal.

36
Liberty Valance, El viejo y el miedo, revista de el Sábado del diario El Mercurcio de Santiago, 8 de octubre de
2011, pág. 42.
37
“Carlos Slim y la crisis financiera”, en diario El Mercurio, jueves 13 de octubre de 2011, pág. B 4.

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