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placer,
la poesía de Juana de Ibarbourou
María del Rocío Contreras Romo
El Colegio de México A. C.
Aunque no fue una participante activa del feminismo, sus versos delinean
una poética de claras resonancias intelectuales, voz plena de rebeldía y
sensualidad que cantará sin ambages al placer del amor, lo que le valdrá,
junto con Delmira Agustini, Alfonsina Storni y Gabriela Mistral, un lugar
incuestionable y permanente dentro de la poesía hispanoamericana. Algunos
críticos han visto en estas cuatro poetas una respuesta profunda y directa, al
rebuscamiento y exotismo de la poesía modernista.
Así pues, la amante de sus versos, como una ninfa va por el bosque
cantando al amor y sus placeres, veamos La invitación:
Decídete. Vamos.
Porque volveremos sanos y optimistas
(De Raíz salvaje)
O Vida aldeana:
No hay pena por sentir, «...no sienten vergüenza del sexo sin celajes» como
dice en Te doy mi alma, por dejar fluir la sensualidad que es parte del
equipaje para viajar por la vida. La invitación vehemente de no dejar pasar
por enfrente lo que ésta ofrece se inscribe dentro de la tradición lírica del
carpe diem y de la brevedad de la rosa, temas que aparecen de manera muy
significativa en toda la lírica española hasta el siglo XVIII. Juana de
Ibarbourou fue una mujer con una importante cultura clásica que,
seguramente, nutrió la imaginería poética de sus primeras obras, ya que las
referencias mitológicas saltan a cada momento en sus versos.
Gozad; corren los años como agua, que una vez pasada no retorna;
así la hora pasada no vuelve...Un día llegará en que tú que dejas hoy
los amantes ante tu puerta, vieja y abandonada dormirás sola en la
noche fría...Coge la flor, que si no la coges se marchitará y caerá por
sí sola.1
La hora
Después... Ah, yo sé
Que nada de eso más tarde tendré!
Eres mío...
Conmigo vas mi siervo, en las arterias
Que sostienen los mares de la sangre.
El dulce milagro
Amor
Primeras rosas
!Y todo te di!
Oye, pordiosero:
Ahora que tu quieres es que yo no quiero.
La poeta uruguaya nos muestra con sus versos una actitud frontal con la
tradición, con el mito del eterno femenino; va rompiendo viejos moldes
conforme avanza su palabra, no hay agresión en ella sino una intención clara
de respeto a su condición humana, por encima de divisiones de género. Para
lograr su objetivo recurre, asimismo, al discurso bíblico, el cual invierte para
evidenciar el pecado como un estado deseable, cuestionando con ello la
intolerancia del cristianismo por toda expresión erótica, principalmente
tratándose de la mujer. Así, en el extremo de la rebeldía escribe Hastío,
donde el sujeto lírico, figura virtual del poeta, desea ser como María
Magdalena, que representa al oyente poético, el interlocutor:
Otro de los autores que leyó en su juventud fue Anatole France, ella se
sentía atraída por una legendaria pecadora sobre la cual él escribió un libro.
Podemos encontrar una referencia directa en el poema Tahis santificada
donde dice al principio: <>. Tahis personaje legendario, al igual que
Magdalena, fue una famosa "pecadora" arrepentida, que vivió en Egipto en el
siglo IV. Con esto vemos que una vez más se inspira en una mujer de vida
desordenada para expresarse poéticamente.
J. de I. : Las chicharras
Así pues, Juana de Ibarbourou viene a marcar una ruptura (junto con
Agustini, Storni y Mistral) en la tradición poética hispanoamericana, ya que
si bien es cierto que no militó en movimientos de carácter feminista, su
palabra contenía la fuerza revolucionaria que germinó en las nuevas
generaciones de mujeres poetas de nuestro continente.
Escritora que desde muy joven mostró a través de sus obras ser dueña de
una vasta cultura, tal como lo confirma el contenido de sus poemas. Viene a
contradecir la opinión de la crítica, la cual coincide en calificar su obra
poética de espontánea, sensible y natural, consagrando con ello la imagen de
la mujer que escribe, fiel al pensamiento tradicional que le niega toda
capacidad intelectual.
Por ello, las cualidades reconocidas por la crítica en la obra de las mujeres
dedicadas a la literatura, legitiman el mito de lo femenino, al asumir la
escritura como un acto sentimental y no resultado de un desarrollo
intelectual. Con lo que se manifiesta una vez más el pensamiento
logocentrista que se sustenta en las oposiciones masculino/femenino,
cultura/naturaleza, activo /pasivo, etc. En otras palabras, el escritor es un
intelectual, la escritora una mujer.
Notas:
[1] Citado por Blanca González de Escandón, Los temas del "Carpe-
Diem" y la brevedad de la rosa en la poesía española, Barcelona,
Universidad de Barcelona, 1938, p. 34
[9] Ibid., p. 12
© 2002
Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid
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