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El placer de la palabra o la palabra del

placer,
la poesía de Juana de Ibarbourou
María del Rocío Contreras Romo
El Colegio de México A. C.

Poetisas, dijeron. Serán tibias y falsas y pequeñas.


Aunque seres livianos, no tomarán altura porque
son imperfectas.
Pero si alguna toca en la palabra,
como el burro en la flauta,
postulemos que es mucho hombre esa mujer
y no que es mucha mujer un ser humano.
Y pensemos después como callarla.
Marilyn Bobes

El mundo no se atreve a amar, ser


puro,
y ser como en el mito azul y cálido.
No sé quién fue el que inventó la
máscara,
la irreparable voz de la mentira,
y en el hueco sin fondo de las almas,
la hervidura del odio y de la ira,
siendo tan claro y opulento el rico
patrimonio celeste de la vida
Juana de Ibarbourou

Juana de Ibarbourou, poeta que nace en 1895, gozó de gran prestigio


dentro del quehacer literario, aunque su fama se circunscribió más al ámbito
de América Latina debido, muy posiblemente, a que la mayor parte de su
vida la pasó en su natal Uruguay.

Aunque no fue una participante activa del feminismo, sus versos delinean
una poética de claras resonancias intelectuales, voz plena de rebeldía y
sensualidad que cantará sin ambages al placer del amor, lo que le valdrá,
junto con Delmira Agustini, Alfonsina Storni y Gabriela Mistral, un lugar
incuestionable y permanente dentro de la poesía hispanoamericana. Algunos
críticos han visto en estas cuatro poetas una respuesta profunda y directa, al
rebuscamiento y exotismo de la poesía modernista.

De la obra de Ibarbourou emana, a través de sus versos, el esplendor


sensual y emotivo de la unión amorosa, donde la naturaleza viene a ser el
cómplice más fiel, convirtiéndose en expresión de vida la fusión amantes-
naturaleza. El amor que se presenta como el estado naciente de dos cuya
fuerza revolucionaria se rebela, aquí y ahora, como la expresión más
auténtica de la esencia humana. Juana de Ibarbourou y la estética de la
rebeldía, el goce por derecho propio.

La transparencia de sus versos no dejan duda sobre la poética de su


juventud, en especial, Lenguas de diamante y Raíz salvaje. Poemarios por
donde los amantes y su pasión pasean libremente acompañados por la
voluptuosa naturaleza, cómplice silenciosa de sus aventuras. En ellos se
eleva a los amantes a la categoría de dioses, que se regocijan y admiran
mutuamente. En permanente diálogo, estos intercambian emociones, fluidos,
sensaciones, que exaltados por el amor se desbordan de los límites del cuerpo
para mantenerse flotando en el aire que rodeará sin remedio a quién se ama.
La geografía del cuerpo, a la manera del Cantar de los cantares de Salomón,
tendrá su referente en las cosas vivas, en la fauna y la flora, fiesta de los
sentidos donde ser y naturaleza se funden en uno.

Traigo las trenzas llenas de la fragante


Lluvia de las corolas. Cuando mi amante
Pose en ellas los labios llevará en ellos
El perfume a retama de mis cabellos
(Caminos de la cita de Lenguas de diamante)

Cuando viene a mi lecho trae aroma de esteros,


De salvajes corolas y tréboles jugosos.
Efluvios ardorosos...
(Amor de Lenguas de diamante)

Un aroma frutal que da a mi cuerpo


un constante sabor a primavera
(Olor frutal de Raíz salvaje)

Se canta con entusiasmo ilimitado al cuerpo. Escritura plena de líquidos


versos olorosos y multicolores como un himno a la pasión y sus bondades. El
cuerpo es un regalo de Dios, de la naturaleza y hay que gozarlo plenamente,
tal como en Te doy mi alma:

Desnuda, y toda abierta de par en par


Por el ansia de amar!

El acto de escribir en Ibarbourou no era una confesión simplemente, sino


que respondía a una necesidad imperiosa de expresión, emanando toda ella
una vitalidad que impregna su creación.

Mientras fui dichosa


Canté para mí.
De día y de noche la canción aquella
No encontraba fin.

Rodaba mi canto como un viento suave


Por cima y hondo

Lo deseaban todos con ansia de gozo


Para el corazón.
( La canción de Lenguas de diamante)

Palabras de una mujer que se consume en la pasión erótica. El gozo es


absoluto y hay que vivirlo así, antes de que la vida misma se encargue de
apagarlo. En este sentido, lo que importa para ella es el aquí y el ahora, como
nos dice en La hora, de Lenguas de diamante: «Tómame ahora que aún es
temprano .../... Ahora que tengo la carne olorosa.../... Después... Ah, yo sé /
Que nada de eso más tarde tendré!»
Hay que estar acompañado cuando se camina por el prado del amor,
Ibarbourou lo hace de la mano de la vida. El yo poético de sus poemas no
esperará a que la muerte llegue para consumar su amor; no, por el contrario,
con plena libertad exige a su pareja, el oyente poético, la inmediata
consumación del acto amoroso. Es un amor sin culpas y, por tanto, sin
castigo.

Así pues, la amante de sus versos, como una ninfa va por el bosque
cantando al amor y sus placeres, veamos La invitación:

Tu no me conoces como soy de alegre,

Quererse en el campo de cara a los cielos,


Ah, tampoco sabes lo bueno que es eso!
Es como beberse la vida de un sorbo
Tan fuerte y tan hondo que a veces da miedo.

Decídete. Vamos.
Porque volveremos sanos y optimistas
(De Raíz salvaje)

O Vida aldeana:

Iremos por el campo de la mano

Y en las mágicas noches estrelladas


Bajo la calma azul, entrelazadas
Las manos y los labios temblorosos
(De Lenguas de diamante)

No hay pena por sentir, «...no sienten vergüenza del sexo sin celajes» como
dice en Te doy mi alma, por dejar fluir la sensualidad que es parte del
equipaje para viajar por la vida. La invitación vehemente de no dejar pasar
por enfrente lo que ésta ofrece se inscribe dentro de la tradición lírica del
carpe diem y de la brevedad de la rosa, temas que aparecen de manera muy
significativa en toda la lírica española hasta el siglo XVIII. Juana de
Ibarbourou fue una mujer con una importante cultura clásica que,
seguramente, nutrió la imaginería poética de sus primeras obras, ya que las
referencias mitológicas saltan a cada momento en sus versos.

Esta aseveración puede no ser compartida por la crítica convencional que


para no entrar en complicaciones, “pues tan sólo se trata de una mujer que
escribe”, ve en la poesía femenina una confesión sentimental, «un milagro de
simplicidad», y no el resultado de un proceso intelectual. Baste recordar un
par de oposiciones binarias que parten de la pareja masculino/femenino:
cabeza /corazón, cultura/naturaleza.

En la poesía ibarbouriana de juventud son claros los elementos de


intertextualidad con la poesía latina y griega. Podemos encontrarnos con
Anacreonte, para quien el placer y la belleza de las cosas era el único
patrimonio que se debía aprovechar al máximo. O también con Ovidio, que
decía:

Gozad; corren los años como agua, que una vez pasada no retorna;
así la hora pasada no vuelve...Un día llegará en que tú que dejas hoy
los amantes ante tu puerta, vieja y abandonada dormirás sola en la
noche fría...Coge la flor, que si no la coges se marchitará y caerá por
sí sola.1

Asimismo, se puede reconocer la influencia de los textos horacianos, cuyo


clasicismo dejó profunda huella en la poesía castellana, especialmente en
aquella que habla de la necesidad de aprovechar la vida ante su fugacidad.
Cantó a la dulzura del placer, a la vida campestre, a la belleza, y se le
considera el exponente más representativo del epicureísmo. Carpe diem es la
frase fundamental de las odas morales de Horacio y se encuentra expresada
en la Oda a Leuconoe: «Carpe diem, quam minimum credula postrero», que
en su versión al castellano ha sido traducida por algunos como: «Coge la flor
que hoy nace alegre, ufana / Quién sabe si otra nacerá manaña?», o también
como:

Mientras ambos hablamos, acelera


Su curso el tiempo que en correr se afana.
Aprovecha tu día placentera
Y no esperes el día de mañana.2

Convencida de la profunda y revolucionaria filosofía contenida en los


versos de estos poetas, Juana la integra a la estética de su poesía rompiendo,
en definitiva, con el pudor impuesto por la sociedad tradicional; que reprimía
especialmente en lo erótico a la mujer. El diálogo entre la poeta y Horacio,
Ovidio, Anacreonte y otros clásicos florece en versos de gran hondura y
belleza, que dan cuenta de una mujer que ama libre y ligera, cuya vehemente
voluptuosidad exige cumplimiento inmediato al amante, después será tarde.
El placer está aquí, vivámoslo antes de que la muerte nos sorprenda:

La hora

Tómame ahora que aún es temprano


Y que llevo dalias nuevas en la mano.

Ahora que tengo la carne olorosa


Y los ojos limpios y la piel de rosa.

Después... Ah, yo sé
Que nada de eso más tarde tendré!

Que entonces inútil será tu deseo


Como ofrenda puesta sobre el mausoleo
Hoy, y no más tarde. Antes que anochezca
Y se vuelva mustia lo corola fresca.
Hoy, y no mañana. Oh amante no ves
Que la enredadera crecerá ciprés?

Poema hedonista donde el imperativo del primer verso determina los


contenidos semánticos del mismo, y que conforme avanza va adquiriendo un
cierto tono irónico. El sujeto de la enunciación, la mujer que ama, demanda a
su interlocutor, el amante, que se fundan en el acto amoroso antes de que la
frescura de la piel, la belleza la abandone. El poema avanza de acuerdo con
el ritmo de la vida humana y de la naturaleza. Los sustantivos dalias,
primavera, nardos y enredadera, nos hablan de la juventud, en tanto que
ofrenda, mausoleo, y ciprés aluden a la vejez, a la muerte. Esto está
reforzado con los adjetivos, nuevas, olorosa, limpios, ligera, viva, inútil,
mustia; y por la conciencia del tiempo, ahora, temprano, hoy, después, más
tarde y mañana.

La amante de este poema es doblemente transgresora, pues por un lado es


una mujer que, consciente de su cuerpo, de su sexualidad, exige su
satisfacción; y por el otro, es ella la que le demanda al hombre y no al revés,
como tradicionalmente se ha impuesto.

En este mismo sentido opera el poema Dueña, donde el yo poético se dirige


a su amante, el oyente del enunciado:

Vas donde voy, mi fiebre, tu, mi fiebre

Me alejo de los cielos y a mi lado


Sigues conmigo esclavo,

Eres mío...
Conmigo vas mi siervo, en las arterias
Que sostienen los mares de la sangre.

Aquí el hombre es el sometido, el poseído por la mujer que ama, imagen


que rompe con la tradición de la poesía amorosa. Dentro de la sociedad al
hombre se le ha considerado la parte activa de la relación erótica. Ibarbourou
gran visionaria se da cuenta de esta falacia sostenida por el pensamiento
occidental y nos entrega una metáfora del amor, donde cabría quizás pensar
en la igualdad de los participantes a partir de la inversión de los roles
sexuales; sí, la mujer es la dueña, como se nombra el poema, el hombre es su
siervo, su esclavo, pero él vive dentro de ella, forma parte de su sangre, es su
pasión, ambos se pertenecen.

Coged las rosas vos, que vais perdiendo mientras

la flor y edad, señora, es nueva y acordaos que va


desfalleciendo vuestro tiempo y que nunca se renueva
Ausonio

Como ya se señaló, aunado al tema del carpe diem, encontramos el de la


rosa, tema íntimamente ligado al primero. La rosa es símbolo de amor y
perfección, es el emblema de Venus la diosa romana del placer sensual o
carnal, de la belleza y de la fertilidad; dentro de las estaciones representaba a
la primavera. En la mitología griega estos atributos correspondían a la diosa
Afrodita.

Este olor que sientes es de carne firme


de mejillas claras y de sangre nueva.
Te quiero y soy joven, por eso es que tengo
las mismas fragancias de la primavera!
(Como la primavera de Raíz salvaje)

La rosa, blanca en un principio, se tiñe de rojo por la sangre de Adonis


(divinidad griega representante de la Naturaleza y de la belleza masculina)
amante de Afrodita, al ser mordido por un jabalí; a partir de ello se habla de
la juventud malograda y, en consecuencia, de la brevedad de la rosa. Así,
esta flor de las flores tiene una doble significación, pero ambas en el mismo
sentido, el del amor. Veamos que nos dice la autora al respecto en su
poemario Lenguas de diamante:

El dulce milagro

Qué es esto? Prodigio! Mis manos florecen

Mi amante bésame las manos y en ellas


Oh gracia! brotaron rosas como estrellas.

Amor

El amor es fragante como un ramo de rosas.


Amando se poseen todas las primaveras.
Eros trae en su aljaba las flores olorosas.
Toda mi joven carne se impregna de esa esencia!

Queda en mi piel morena de ardiente transparencia.

Primeras rosas

Sueño ya con dulces fiestas amorosas


Ante este temprano florecer de rosas.

El hablante, la mujer que ama, se metaforiza en rosa, corporizándose en ella


las propiedades de la flor; así, nos encontramos con la vegetalización de la
«fragante» amante de «ardiente transparencia» cuya «joven carne» es
tocada por «las flores olorosas» de Eros. En estos poemas se cumple la
caracterización simbólica de la rosa. De cada verso emana amor, sensualidad;
es la erotización de la naturaleza, dulce milagro por el que «Amando se
poseen todas las primaveras» y la amante exclama con certeza: «Sueño ya
con dulces fiestas amorosas».
En este ardiente juego y fusión naturaleza-mujer, destaca por su erotismo el
poema La espera, de Lenguas de diamante el cual tiene francas referencias
míticas. La amante del poema, al igual que Penélope, se dedica a tejer
mientras regresa su amante:

Oh lino madura, que quiero tejer


Sábanas del lecho donde dormirá
Mi amante, que pronto, pronto tornará!

En apariencia, el contenido de estos versos se inscribe dentro del discurso


tradicional del eterno femenino, en el que a la mujer, como género, le
corresponde estar en su hogar y dedicarse a él mientras espera al hombre. Lo
que nos remite a las oposiciones mujer/hombre, pasivo/activo,
interior/exterior. Sin embargo, el tono del poema cambia su rumbo y rompe
con los cánones establecidos. Aquí, la mujer exige a la naturaleza su
intervención, ordena, es decir es un ente activo no pasivo como se le piensa y
demanda. Esto se refuerza con el tercer verso donde la amante, al igual que la
mujer del poema Dueña, reconoce como esclavo a su amante, al que busca
someter con el más intenso amor:

Trabaré con grillos de oro sus piernas.


Cadenas livianas del más limpio acero,
encargué con prisa, con prisa al herrero
Amor, que las hace brillantes y eternas.

La intención transgresora del poema alcanza su máxima expresión en la


segunda estrofa, en la que los versos aluden a una genitalidad abierta, donde
la imaginería floral se pone al servicio de los amantes, para derivar en una
fina y bella métafora del acto amoroso, de una explosiva sensualidad:

Oh rosa, tu prieto capullo despliega!


Has de ser el pomo que arome su estancia.

Dilata tus poros, que mi amante llega.

La mujer se transforma en rosa y sus genitales en capullo, el cual se


objetiviza en pomo para después volver a ser capullo. La poeta hace uso de
dos imágenes, capullo y pomo, con la intención de transmitirnos fielmente el
momento del acto sexual. Así, el erotismo viene a ser el elemento principal
del poema.

Otro poema, en donde se atreve a enfrentar los cánones establecidos, es


Implacable, en donde la amante se permite despreciar al amado: ella es a la
que le toca elegir. El amor es un sentimiento que compromete y exige
reciprocidad, no admite concesiones:

!Y todo te di!

Y como una fuente generosa y viva para tu alma fui.


Desdeñaste el oro, la miel y el olor
Y ahora retornas, mendigo de amor,

Oye, pordiosero:
Ahora que tu quieres es que yo no quiero.

La poeta uruguaya nos muestra con sus versos una actitud frontal con la
tradición, con el mito del eterno femenino; va rompiendo viejos moldes
conforme avanza su palabra, no hay agresión en ella sino una intención clara
de respeto a su condición humana, por encima de divisiones de género. Para
lograr su objetivo recurre, asimismo, al discurso bíblico, el cual invierte para
evidenciar el pecado como un estado deseable, cuestionando con ello la
intolerancia del cristianismo por toda expresión erótica, principalmente
tratándose de la mujer. Así, en el extremo de la rebeldía escribe Hastío,
donde el sujeto lírico, figura virtual del poeta, desea ser como María
Magdalena, que representa al oyente poético, el interlocutor:

Magdalena: yo a veces envidio lo que fuiste


Me aburre esta existencia tan monótona y triste.
Hoy daría mi alma por los mil esplendores
Y el vértigo de abismo de tu cien mil amores.

Y después, el sayal gris de los penitentes


.... Que importa? Hoy es mi alma un nido de serpientes
Me vengo del hastío ensoñando el pecado,
Y siento entre mis labios la miel de lo vedado.

El inmenso bostezo de mi paz cambiaría


Por el barro dorado de tus noches de orgía,
(De Lenguas de diamante)

Magdalena o la metáfora del placer, la mujer que se dirige a nosotros en


este poema, exalta sin reservas el goce sexual, aquí la imaginería religiosa es
una metáfora del placer físico. Dentro del discurso bíblico, el personaje de
Magdalena viene a ser la personificación del pecado, sin embargo, la
hablante del poema no se inhibe ante esto y, por el contrario, desea ser ella.
El pecado es la motivación para ejercer algo que siente fuente de alegría y
vida; en la esencia de lo prohibido está la esencia de la existencia «Y siento
entre mis labios la miel de lo vedado».

A través de la yuxtaposición del yo poético con el personaje bíblico, Juana


de Ibarbourou logra imágenes reveladoras en un tono elevado. Nos describe a
la amante que se aburre y no desea uno sino cien mil amores, pues su alma es
un nido de serpientes, esto último clara alusión fálica, muy consciente de su
significación "pecaminosa", pero asumida sin ningún temor: ante el placer el
castigo se diluye.

Así, lo que se considera prohibido, o pecado dentro de la preceptiva


cristiana, aquí se eleva a nivel de recreación estética, como se evidencia en
varios poemas como el que acabamos de analizar. Las múltiples referencias
cristianas sirven de apoyo al discurso transgresor de la poeta.

El pasaje de Jesús y la mujer samaritana (Sn. Juan 4) es otro ejemplo que


da cuenta de ello. El evangelista relata:

7 Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo:


Dame de beber.

10 ... si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice:


Dame de beber; tú le pedirás, y el te daría agua viva.

14 mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed


jamás; sino que el agua que yo le daré será en el una fuente de
agua que salte para vida eterna.

La mujer le dijo: Señor dame esa agua, para que no tenga yo


sed...3

En el poema de Ibarbourou este pasaje adquiere un sentido muy distinto al


religioso, al erotizar el contenido, invirtiéndo el lugar e importancia de los
personajes; ahora es la samaritana, ella, la mujer la que ofrece calmar la sed
de Jesús, de él, el hombre:

Tenía las pupilas tristes y tenebrosas


como dos pozos secos. Y en la boca dos rosas
De fiebre y avidez

La fiebre era en su boca como un largo rubí


Y yo el cántaro vivo de mi cuerpo le di
(Samaritana de Lenguas de diamante)

La mujer del poema se dirige a un oyente indefinido, que podría ser la


colectividad humana, ante el cual se presenta como la energía que
revitalizará al hombre agonizante del poema. Con esto Ibarbourou transgrede
nuevamente el discurso oficial, en este caso religioso, para colocar a la mujer
por encima del hombre. De ser la que pide el agua al hombre, su Dios, se
convierte en el cántaro que satisface la sed de éste. El agua viene a ser la
metáfora del placer y el cántaro la de la mujer, esto es, la mujer es la
depositaria del placer, el recipiente del que tendrá que beber el hombre si
desea vivir. Así la mujer se convierte en la fuente de vida y por ello en Diosa.

Vemos con claridad que el discurso no repara en consideraciones, y sin


asomo de temor revierte el orden establecido, dando un toque de profanación
a sus imágenes poéticas. En cada palabra, en cada verso, la autora nos deja
sentir su rebeldía, su valiente y expresa necesidad de cambiar las reglas del
juego que tradicionalmente la sociedad ha impuesto, en suma, de remover
conciencias.
Así, el mito de lo femenino vuelve a ser destruido por ella, y en su lugar
nos ofrece la imagen atrevida de la mujer aliento de vida para el hombre. La
inversión del pasaje bíblico, ironiza el contenido ideológico del texto
sagrado, cuestionando abiertamente la imagen de mujer que ofrece; baste de
ejemplo lo que se dice sobre ella en Corintios 11 del Nuevo Testamento, y
que conocía Ibarbourou como lectora que era de la Biblia:

7 ...el varón...él es imagen y gloria de Dios; pero la mujer es


gloria del varón.

8 Porque el varón no es de la mujer, sino la mujer del varón.

9 Y tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la


mujer por causa del varón.4

Palabras que mueven a la reflexión: la mujer reducida a la categoría de


apéndice del hombre, esto es que ella no existiría sin él. Como respuesta al
discurso cristiano que deforma y minimiza a la mujer como género, casi
hasta su negación, Ibarbourou a través de su reelaboración, nos entrega un
discurso alternativo donde el sujeto lírico es la expresión de una visión del
mundo que reivindica a la mujer como tal, pasando de sometida, papel que se
le ha adjudicado, a mujer libre que se permite sentir, ser dueña de su cuerpo,
sujeto y no objeto; en otras palabras, que reconoce y demanda, la
históricamente robada igualdad entre los sexos.

Y reiremos, reiremos llenos de maravilla


Por ser libres y alegres, por ser locos y castos;
Dueños indiscutibles de toda la gramilla,
De las moras maduras y los ásperos pastos
(El buen día de Lenguas de diamante)

Otro de los autores que leyó en su juventud fue Anatole France, ella se
sentía atraída por una legendaria pecadora sobre la cual él escribió un libro.
Podemos encontrar una referencia directa en el poema Tahis santificada
donde dice al principio: <>. Tahis personaje legendario, al igual que
Magdalena, fue una famosa "pecadora" arrepentida, que vivió en Egipto en el
siglo IV. Con esto vemos que una vez más se inspira en una mujer de vida
desordenada para expresarse poéticamente.

Seguramente la poeta leyó otras obras de Anatole France, ya que el tono e


imágenes de varios de sus poemas así lo dejan sentir, tanto en aquellos que
nos hablan de la búsqueda del placer y del amor ante la brevedad de la vida,
como los que aludirían a la condición de la mujer. A manera de diálogo,
comparemos lo que dice el autor francés en su libro El jardín de Epicuro y
algunos versos de la poeta uruguaya:

A. F. : ...Si yo hubiése creado al hombre y a la mujer los hubiera


creado con arreglo muy diferente del que ha prevalecido...a
imagen de los insectos que, después de haber vivido en estado
de larvas, se transforman en mariposas y no tienen cuidado
hasta el término de la vida que amar y ser bellos.5

J. de I. : Las chicharras

Fuí entonces toda una intuitiva y agreste entomóloga que


sorprendió secretos de amor...en el mundo de...las mariposas.
(del Cántaro fresco)

A. F. : ...harto verdadero...y asaz triste.. la ordinaria condición de las


mujeres...en el prosaico altar donde humea el puchero son
sacrificadas juventud, libertad, belleza y alegría.6

J. de I. : Soy libre, sana, alegre, juvenil y morena


cual si fuera la diosa del trigo y de la avena
(Salvaje de Lenguas de diamante)

Sobre el Eclessiastés 7, 26 que dice:

Y yo he hallado más amarga que la muerte la mujer, la cual es


redes, y lazos su corazón; sus manos como ligaduras. El que
agrada a Dios escapará de ella; mas el pecador será preso en
ella.7

A. F. : El cristianismo ha hecho mucho en favor del amor


califícándolo de pecado. Ha proscrito a la mujer del
sacerdocio...Demuestra lo peligrosa que es, con el Eclesiastés
repite: los brazos de la mujer son semejantes a las redes de los
cazadores. Nos advierte que desconfiemos de ella....Desde
entonces sois un secreto y sois un pecado ...Inspirais el deseo y
el miedo; la locura del amor se ha apoderado del mundo.8

J. de I. : Tendidos hacia ti tienen mis brazos


El instinto apresante de las redes.
Entre sus mallas tiembla la delicia...
Hombre de acero: rásgalas si puedes!
(Suprema fuerza de Dualismo)

A. F. : ...Sepamos que es imposible concebir felicidad mayor de la que


poseemos en esta vida humana, tan dulce y tan acerba, tan mala
y tan buena, ideal y real a la vez, que contienen todas las cosas
y concilia todos los contrastes. Esta vida es nuestro jardín, y es
preciso cultivarlo con celo.9

J. de I. : El mundo no se atreve a amar, ser puro,


siendo tan claro y opulento el rico
patrimonio celeste de la vida.

Así pues, Juana de Ibarbourou viene a marcar una ruptura (junto con
Agustini, Storni y Mistral) en la tradición poética hispanoamericana, ya que
si bien es cierto que no militó en movimientos de carácter feminista, su
palabra contenía la fuerza revolucionaria que germinó en las nuevas
generaciones de mujeres poetas de nuestro continente.

Escritora que desde muy joven mostró a través de sus obras ser dueña de
una vasta cultura, tal como lo confirma el contenido de sus poemas. Viene a
contradecir la opinión de la crítica, la cual coincide en calificar su obra
poética de espontánea, sensible y natural, consagrando con ello la imagen de
la mujer que escribe, fiel al pensamiento tradicional que le niega toda
capacidad intelectual.

Por ello, las cualidades reconocidas por la crítica en la obra de las mujeres
dedicadas a la literatura, legitiman el mito de lo femenino, al asumir la
escritura como un acto sentimental y no resultado de un desarrollo
intelectual. Con lo que se manifiesta una vez más el pensamiento
logocentrista que se sustenta en las oposiciones masculino/femenino,
cultura/naturaleza, activo /pasivo, etc. En otras palabras, el escritor es un
intelectual, la escritora una mujer.

Si yo fuera hombre, que hartazgo de luna,


De sombra y silencio me había de dar!

Si yo fuera hombre, que extraño, que loco


Tenaz vagabundo que había de ser!
Amigo de todos los largos caminos
que invitan a ir lejos para no volver!

Cuando así me acosan ansias andariegas<


Que pena tan honda me da ser mujer!
(Mujer de Raíz salvaje)

Notas:

[1] Citado por Blanca González de Escandón, Los temas del "Carpe-
Diem" y la brevedad de la rosa en la poesía española, Barcelona,
Universidad de Barcelona, 1938, p. 34

[2] Traducción de I. E. Arciniegas, Las odas de Horacio, seguidas del


canto secular de un fragmento de la epístola de los pisones, Bogotá,
Instituto Caro y Cuervo, 1950, p. 21

[3] La Santa Biblia, Estados Unidos, Sociedades Bíblicas Unidas 1960, p.


977

[4] Ibid. p. 1061

[5] Anatole France, El jardin de Epicuro, Buenos Aires, J. Finkelstein,


1923 (teatro y literatura 5) p. 10
[6] Ibid., p. 9

[7] La Santa Biblia, Op. cit., p. 452

[8] Anatole France, Op. cit, pp. 2, 3

[9] Ibid., p. 12

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