Un Vasto Territorio Entre Lo Propio y Lo Ajeno PDF

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Historia de la música en América Latina.

Ese vasto territorio entre lo propio y lo ajeno


María Elena Larrègle, Martín Eckmeyer, María Paula Cannova
Arte e Investigación (N.°10), pp. 45-53, noviembre 2014
ISSN 2469-1488

Historia de la música
en América Latina
Ese vasto territorio entre lo propio y lo ajeno

María Elena Larrègle


[email protected]
Martín Eckmeyer
[email protected]
María Paula Cannova
[email protected]

Enseñanza del Arte Argentino y Latinoamericano


Facultad de Bellas Artes
Universidad Nacional de La Plata
Argentina

Resumen Abstract
La producción bibliográfica de la historia musical en América Latina Bibliographical production of the musical history in Latin America has
ha generado, desde diferentes perspectivas teóricas, relatos que generated, from different theoretical perspectives, stories that include
abarcan músicas, procesos y problemas heterogéneos. A menudo, diverse types of music, processes and problems. Frequently, the
la clasificación territorial y cultural sobre lo latinoamericano, lo territorial and cultural classification of what is Latin American, Hispano-
hispanoamericano, lo iberoamericano o lo indoamericano permite American, Ibero-American or Indo-American provides a glimpse
entrever parte de los sustentos teóricos que organizan los estudios of part of the theoretical foundations that organize the musical-
historiográfico-musicales de la región. En esta propuesta se pretende historiographic studies of the region. In this proposal, it is intended
encontrar en el concepto de transculturación uno de los lineamientos to find in the concept of transculturation one of the guidelines that
que permitan circunscribir criterios para el estudio histórico de la allows to circumscribe the criteria for the historical study of the Latin
música de Latinoamérica. American music.

Palabras clave Key words


Música, América Latina, historiografía, transculturación Music, Latin America, historiography, transculturation

45
«No es inútil cantar al dolor y la hermosura de haber nacido en La desatención por parte de estos sectores al proceso de apro-
América.» piación y de resignificación del término que realizó Torres Caicedo
Eduardo Galeano (1988) les permitió la continuidad de los argumentos, que siguen siendo
utilizados por algunos intelectuales para cuestionar la existencia de
En 1968, un estudio publicado por el norteamericano John una cultura latinoamericana.1 El razonamiento suele argumentar
Phelan bajo el título Panlatinismo, la intervención francesa en que si en origen la palabra es francesa y responde a la necesidad
México y el origen de la idea de Latinoamérica, confirmaba la colonial de Francia, ergo no existe una auténtica latinicidad para
relación entre la doctrina que pretende la unión de las naciones América y, por consiguiente, una cultura latinoamericana que se
latinas y la ideología del Segundo Imperio en Francia y vinculaba identifique como tal resulta ilusoria. En el trayecto hacia la defi-
a Michel Chevalier como artífice de esta última. Chevalier fue el nición identitaria, intelectuales y artistas se preguntarán sobre la
primero en utilizar el calificativo «latina» aplicado a América, lo significación de los nombres que nombran a Nuestra América. Por
hizo en 1836 en conocimiento de una América anglosajona y con ello, Carlos Piñeiro Iñíguez explica: «[…] la irresuelta polémica de
el fin de diferenciar la situación de ambos territorios. Claramente, las denominaciones no puede limitarse a lo formal. Tras ella, se
esto es la refracción de la idea de una Europa latina o meridional proyecta una angustia existencial pendiente: la de nuestra identi-
diferente a una nórdica o germánica. En ese artículo, Phelan dad» (2006:15). El nombre, entonces, construye la configuración
afirma que el nombre «América latina» se usa por primera vez de lo que somos.
en 1861 en una publicación francesa con motivo del hecho bélico
en territorio mexicano. Sin embargo, el colombiano José Torres
Caicedo utilizaba, desde 1856, la denominación «América Latina» Identidad cultural, música e historia
en sus escritos sobre literatura y sobre temas político-económicos.
La modificación del colombiano frente a la propuesta francesa Existe abundante bibliografía sobre la música y su historia en
opera en el paso del adjetivo al sustantivo gentilicio derivado por el Latinoamérica que argumenta la inconveniencia de ese nombre
uso de la mayúscula (Latina). Torres Caicedo pensó y escribió sobre para designar las culturas que habitan la región. Tal y como lo
la Unión Latinoamericana, que se convirtió en un libro publicado en demuestra la aclaración que realiza Dale Olsen en el compendio
1865. Esa transformación otorga «un salto epistemológico» (Piñeiro Garland Handbook of Latin American Music, «[…] el término co-
Iñíguez; 2006: 17), ya que implica el nombramiento claro de una lonialista no representa el área de herencia cultural indígena ni
cultura en un territorio determinado: la de América Latina. El ar- africana, América Latina […] refiere a la gente con herencia sur
tículo de Phelan omitió, probablemente por error (¿involuntario?), europea […] con ese punto de vista usamos el término América
esta información. Pese a esto, el mayor problema no es el de la Latina como un término de conveniencia»2 (2008: 2). También, la
datación, sino aquel que se ha sostenido por la falsación histórica colección de tres volúmenes titulada Music in Latin America and
de la dimensión doctrinaria y política, ya que, como sostiene Arturo the Caribbean: an Encyclopedic History plantea estos problemas.
Ardao, «francesa en sus orígenes la primera idea de la latinidad de
nuestra América, fue, en cambio, hispanoamericana y antimperialis-
ta, también en sus orígenes, la denominación continental a la que 1
Un ejemplo de esta situación es la respuesta de Carlos Fuentes a Sergio Marras
ella condujo» (1993: 68). Es decir, desde finales de la década del (1992), respecto de la consulta sobre la existencia de América Latina que este úl-
sesenta se extiende en ciertos círculos intelectuales la idea de que timo formuló al escritor mexicano y a otros 15 escritores, curiosamente, latinoa-
América Latina tiene su comienzo en la justificación ideológica del mericanos.

intento de dominación colonial francesa en el territorio. 2


La traducción del inglés es nuestra.

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En el prólogo del volumen uno, Malena Kuss es coincidente en lo Lo que sí parecieran testimoniar los dos trabajos citados
inapropiado del nombre «Latinoamérica», porque «ni los america- es el manifiesto interés y la concreta dedicación al estudio
nos nativos ni los africanos y sus descendientes son latinos»3 y da sobre la cultura y sobre la música de América Latina que,
por hecho su inexistencia en función de que ese nombramiento desde el panamericanismo norteamericano, elabora la
expresa un «acto de reduccionismo utópico». A pesar de ello, de- musicología del país al norte del Río Bravo. El estudio de la
clara que uno de los objetivos de ese trabajo es «empoderar a los música latinoamericana desarrollado por departamentos
latinoamericanos y caribeños4 para dar forma a su propia historia especializados de universidades norteamericanas expresa,
musical, privilegiando sus modos de representación y tradiciones a nivel cultural, el intento de alinear América Latina con los
escolásticas» (Kuss, 2004: 6). intereses políticos y económicos en el marco de un nuevo
Ambos casos demuestran la vigencia de la afirmación de Phelan orden mundial a partir de 1945. No solo la formación de tales
respecto de un beneficio colonial en la denominación de América departamentos es coincidente temporalmente con la Guerra
Latina, y resulta coincidente con el férreo interés del mundo Fría, sino que, también, es sincrónico el fomento económico (a
anglosajón en explicar qué y cómo es la música en Latinoamérica. nivel institucional) de fundaciones y de asociaciones musicales
A pesar del cuestionamiento o de la denuncia del apelativo latino estadounidenses en países y a músicos latinoamericanos,
referido al continente, ninguno de estos autores logra proponer a veces mediante organismos multilaterales, como la
una alternativa que supere las negaciones de las tradiciones Organización de los Estados Americanos (oea). De esta forma,
indas y afroamericanas, aparentemente presentes en la fórmula la negación de la existencia de la cultura latinoamericana
«América Latina». tiene varios años de existencia y puede contraponerse a ella la
Si bien ese menosprecio por tales culturas se ha hecho, contundencia de las razones de León Argeliers cuando afirma
fundamentalmente, en el marco del liberalismo de fines del siglo la falsedad sobre tal negación: «De lo contrario tendríamos
xix desde la conformación de los estado-nación latinoamericanos, que negar la esencia misma de las luchas emancipadoras […]
especialmente en los centros neurálgicos de la cultura dominante y prepararnos a negar, con evidente espíritu de colonizados,
es donde la colonización y la dominación, así como la esclavitud, las conquistas que se anotan ya nuestros pueblos, en su lucha
fueron pensadas, desarrolladas y defendidas. La colonización contra el neocoloniaje» (Argeliers, 1972: 35). La construcción
española y portuguesa es un ejemplo de lo antes dicho. Y también de herramientas teóricas que sean testimonio de los procesos
sobresale el caso de Estados Unidos en donde el establecimiento de sociales de la región ha sido objetivo del legado emancipador
las colonias implicó la eliminación de los pueblos originarios en clave de los pensadores latinoamericanos, aquel de las luchas
de limpieza étnica, situación que no terminó en el siglo xviii, como independentistas, y está vigente en las actuales propuestas de
resulta evidente con las circunstancias que enfrentan actualmente unificación política, económica y cultural. En ese pensamiento
los afroamericanos, quienes continúan siendo el mayor número de libertario encontraremos que la indicación de un gentilicio
personas que, por ejemplo, integran las cárceles.5 puede, también, expresar la condición socio-económica y
cultural. Tal como lo expresa Fernando Ortiz para Cuba, bien
vale para los demás países que integran la región, ya que «decir
ciboney, taíno, español, judío, inglés, francés, negro, yucateco,
3
La traducción del inglés es nuestra.
chino y criollo […] viene a ser también la sintética e histórica
4
El énfasis es nuestro.
5
A propósito mencionaba Manuel Ugarte que «bastaba con ver la situación del denominación de una economía y de una cultura de las varias
negro en esa república igualitaria para comprender la insinceridad de las premisas que en Cuba se han manifestado» (Ortiz, 1940: 80). En ese
proclamadas» (Ugarte en Piñeiro Iñíguez, 2006: 132). sentido, el adjetivo gentilicio «Latina», aplicado a América por

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los americanos,6 incluye a los que aún desde etnias diversas indica que por Hispanoamérica entiende «a los países americanos
comparten un pasado colonial común y un posible futuro de habla hispánica» y posterga «para futuras investigaciones la in-
independiente en materia cultural. clusión de la literatura brasileña y de las regiones angloparlantes»
Los intentos por reflexionar sobre la periodización de la (Pérez González, 2010: 16). Esto ya diferencia, en primer orden,
historiografía musical en Latinoamérica están sopesados en dos la propuesta respecto de la del musicólogo chileno. La primera
trabajos actuales y contrapuestos. El del musicólogo chileno Juan etapa, según la autora, tiene el peso en sus espaldas del posi-
Pablo González y el de la historiadora colombiana Juliana Pérez tivismo histórico y se origina en el siglo xix hasta mediados del
González (2010). En su libro Pensar la Música desde América Latina, siglo xx. La segunda se extiende desde 1960 hasta la década del
González establece la existencia de tres momentos diferenciados ochenta, momento en el que la musicología hispanoamericana se
en la historiografía musical en la región de los últimos ochenta organiza metodológicamente para incluir la partitura como fuente
años. El primero, denominado «Americanismo», tiene origen en historiográfica. En esta última la autora no encuentra un «cambio
América Latina y es «entendido y practicado como una suma o epistemológico inmediato» (Pérez González, 2010: 52). La tercera
una agregación de partes nacionales más que como una visión etapa comienza a partir de 1980 y se orienta por la identificación
integrada de ellas» (González, 2013: 26). Por ello, su configuración sobre el relato que argumenta y que pretende explicar y no me-
final se aproxima casi en términos miméticos con el nacionalismo, ramente describir. A este momento lo denomina «historia social
sobre todo a partir de 1940. Sus referentes son Francisco Curt de la música», una calificación que, a nuestro criterio, no permite
Lange, Carlos Vega, Isabel Aretz, entre otros. El segundo momento considerar las divergencias respecto de esa corriente historiográ-
es el «Interamericanismo», orientado desde Estados Unidos, que fica que poseen muchos trabajos musicológicos sobre música
implicará el desarrollo de estudios y de investigaciones sobre la latinoamericana.
música latinoamericana, incluso en territorio, pero financiados el Del cruce entre ambas propuestas es posible sostener que los
país del norte. Sus referentes fueron Charles Seeger y Gilbert Chase dos primeros momentos señalados por el musicólogo González
(entre 1940-19460), y Robert Stevenson y Gerard Béhage (entre (americanismos e interamericanismos) se corresponden con las
1960-1980). El tercer momento identificado es el de los «Estudios dos primeras etapas propuestas por Pérez González, donde la
latinoamericanos», deudor de los estudios culturales, de género y tendencia histórico-positivista aglutina los rasgos musicológicos.
poscoloniales. Ubicado también en Estados Unidos y coincidente El tercero (los estudios latinoamericanos) se orienta sobre el neo-
con los desarrollos de la World Music y con la globalización. Este liberalismo, no así sobre el marco filosófico que tiene lugar en la
momento se caracteriza por la inclusión de varias disciplinas en segunda mitad de siglo xix.
sus estudios musicológicos. La organización cultural y sonora del muy amplio territorio
Juliana Pérez González coincide con la delimitación del estudio que involucra a América Latina y al Caribe muestra relaciones
histórico musical en tres momentos; sin embargo, se diferencia por y correspondencias que exceden las fronteras políticas de
la demarcación cultural y territorial a Hispanoamérica. La autora segmentación continental, así como atraviesan diferentes lenguas,
diversas perspectivas cosmogónicas, múltiples prácticas religiosas
e, incluso, pueden unificar experiencias sociales conformadas por
6
Según analiza Piñeiro Iñiguez (2006), a finales del siglo xix el término América estratos económicos antagónicos. La música tropical es uno de los
Latina se había impuesto, sin embargo, durante el siglo xx las tendencias indige- tantos ejemplos que podemos encontrar y, más aún dentro de
nistas propusieron la denominación Indoamérica en un intento de recuperar la ese gran género, el caso de la cumbia. Ésta se extiende desde
voz de los pueblos originarios, no sin contradicciones, como es el caso del primer el río Magdalena y la depresión momposina, en sus orígenes
indigenismo. colombianos, hasta la Argentina, Brasil y Chile a partir de 1940.

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Ha sido tradicionalmente producida y utilizada por clases sociales Categorías que explican la música de América
populares, pero, además, empobrecidas. Desde hace, al menos, Latina y en ella
unos veinte años puede encontrarse su consumo cultural en clases
sociales acomodadas, reconociendo variaciones y adecuaciones En el intento por establecer líneas de análisis historiográfico que
sonoras. abordan la música producida o realizada en el territorio latino-
Asimismo, la pregunta sobre qué es lo que designa la adjetiva- americano, se han propuesto diferentes nombres que caracteri-
ción latinoamericano presenta una dimensión múltiple. Concreta- zan perspectivas, ideologías, formas y métodos de estudio entre
mente ¿se trata de una entidad geográfica, cultural, geopolítica o sí conflictivos y representativos de la historia del continente. El
económica? Esa pregunta debiera poder redefinirse, situarse con Tercer Congreso Iberoamericano de Cultura, desarrollado en 2010,
claridad su perspectiva ideológica porque no es inocente. Dado dio como resultado la edición del libro A Tres Bandas. Mestizaje,
que su significación cambia si quien la formula lo hace desde los sincretismo e hibridación en el espacio sonoro Iberoamericano
centros de producción metropolitanos (por ejemplo, desde el de- (2010), de Albert Recassens y de Cristian Spenser Espinosa. En
partamento especializado de estudios musicales latinoamericanos él se incluyen tres líneas teóricas fuertes de pensamiento que
de una universidad norteamericana) o en el marco de un encuen- han explicado, al menos parcialmente, la cuestión cultural en la
tro de un organismo multilateral en relación al fomento a la pro- región: el mestizaje, el sincretismo y la hibridación. Queda claro
ducción musical panamericana (como pudo ser el Consejo Intera- que la reunión de los artículos que integran el libro permite una
mericano de Música creado en 1956 por la oea). Preguntarse sobre consideración muy amplia de los diferentes significados de tales
la existencia de lo latinoamericano como objeto de estudio defi- categorías conceptuales. Las tres aunadas en una consideración
nido tiene historia y, en la actualidad, es comprobable su impacto peninsular involucra al legado portugués en la región de la mano
cultural, anche económico tanto en los dispositivos de promoción del país continental, Brasil. En la introducción, se explica que la his-
de su investigación e indagación en las instituciones multilaterales toria musical iberoamericana «ofrece un ejemplo de transforma-
como en las universitarias. ción […] de los aspectos que la componen. […] estos han estado
En los libros, cuya materia es la historia musical de la región, del marcados […] por la influencia de migraciones, conflictos bélicos,
continente, de los países que comprenden Nuestra América (tal y transformaciones lingüísticas, […] y procesos de mezcla racial»
como la ha denominado Martí) la definición de lo que se entiende (Recassens & Spenser, 2010: 16).
por Latinoamérica, América Latina, Hispanoamérica, Iberoamérica, Resulta ejemplificador de la vigencia de los mecanismos co-
Indoamérica resulta una presencia constante; justamente porque loniales la comprensión de las tradiciones musicales de la región
organiza el contenido delimitando qué tipo o clase de música pue- en el marco del intercambio cultural en lugar de exponer un pro-
de ser abordada. No obstante, algunas aclaraciones no son más ceso histórico que implicó la conquista, la dominación, el someti-
que excusas para reafirmar el carácter externo de la perspectiva miento y la persecución de la población originaria, tanto como de
analítica que en sus orígenes ha sido europea y, desde hace ya va- la implantada, producto de la esclavitud. La postulación de una
rias décadas, es estadounidense. Sin embargo, es la propia música península –conquistadora– que está presente culturalmente en el
y su funcionamiento en el contexto de producción y de circulación territorio americano y en la población –que se liberó de su domi-
la que desde el uso desarrollado históricamente de los materiales nación mediante luchas militares además de políticas– involucra
sonoros mestizos puede orientar las bases teóricas que permitan la aceptación de la teoría del encuentro de dos mundos en el
su conceptualización. intento de explicar las actitudes imperialistas de la Europa rena-
centista. América Latina no es producto del encuentro, ni tampoco
fue necesario su descubrimiento. América Latina es y ha sido la

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voluntad de hombres y de mujeres que, sin rehuir del conflicto, siglo xx y de los afroamericanos, los pobladores desterritorializados
imaginaron e imaginan mundos posibles –a veces– donde caben para su sometimiento esclavo. Por ello, «el sonido de la cultura
muchos mundos. Por eso Adolfo Colombres complejiza el concepto –representaciones y representantes de la identidad– ha sido trans-
de mestizaje cuando afirma que «hay que tener en cuenta que formado mediante intensas negociaciones sociales, culturales y
este mestizaje no es resultado de un acuerdo, de un diálogo, de políticas»7 (Neustadt, 2007: 11).
una relación armónica, simétrica, entre dos sociedades, sino de El planteo de la diversidad cultural para caracterizar a la región
una violencia que opera en un marco de colonialismo o de neoco- se expandió de la mano de la pretendida globalización en el marco
lonialismo» (Colombres en Jalif de Bertranou, 1991: 32). de la organización del neoliberalismo desde 1973, si reconoce-
La condición mestiza de la cultura en Latinoamérica y de mos en las dictaduras latinoamericanas sus primeros pasos (Klein,
Latinoamérica es un hecho, en tanto permite comprender esa 2007). Esa pluralidad se usó como estratagema para extender a
génesis original derivada de las tradiciones indoamericanas, escala mundial el alcance de una particularidad local y, en esa ma-
afroamericanas y europeas, así como el de las demás corrientes niobra, distingue como local a una identidad disidente (De Sousa
migratorias. El origen de este pensamiento podría rastrearse en Santos, 2001). Es decir, la condición divergente de la cultura lati-
uno de los conceptos pilares para la comprensión del fenómeno noamericana no hace más que homogeneizar los bordes rústicos,
cultural en América Latina: el de transculturación. Tal y como lo puliendo asperezas que resultan identificadoras. En estos casos,
presenta Ortiz, la transculturación «expresa las diferentes fases la otredad conforma un mecanismo de dominación cultural en la
del proceso transitivo de una cultura a otra, éste no consiste en medida en la que, por un lado, no logra explicar una característica
adquirir una distinta cultura, sino que […] implica […] la pérdida de distintiva en el continente –tampoco Europa es una unidad cul-
una cultura precedente, […] y la creación de nuevos fenómenos» tural homogénea y, claramente no lo es África ni Asia–. Por otro,
(Ortiz, 1940: 134). desconoce a los rasgos que nos unen y estorba el desarrollo de
La elaboración de un nuevo bien cultural a partir de los legados, los propósitos comunes (Aharonián, 1994: 80) dado que no basta
impuestos o asimilados, y de las tradiciones originarias distingue con inspeccionar históricamente la realidad musical de pertenencia
esta categoría conceptual porque permite entender e identificar sino también el grado de penetración de la cultura imperial. Tal vez
las realizaciones musicales latinoamericanas como entidades in- porque «no hay verdadera unidad que no contenga la diversidad,
dependientes. Esto implica asumir que los diferentes elementos pero tampoco hay diversidades que tengan sentido sin una unidad
explicitan una manera de ser sonora, cultural, política, económica que las contenga» (Podetti, 2004: 4).
y socialmente que resulta propia. Comprender el fenómeno de
la transculturación como una transición incluye el pasaje, el mo-
vimiento de un estado hacia otro y, también, contiene la meta- Nuestra América, Latinoamérica
morfosis, el cambio. La mariposa no es oruga ni larva ni crisálida,
pero hubo de serlo para ser lo que es. Su vuelo lleva el arrastre y La música de nuestra América, como decía José Martí, es una
la quietud, así la condición latinoamericana involucra la crisis que decisión y una acción coherente con el convencimiento de que
se origina en la polaridad identidad-alteridad (Podetti, 2004). Ese
proceso por el cual la producción cultural latinoamericana no es
una síntesis de afluentes que desembocan en ningún mar, sino 7 El autor indica: «Por negociación de la identidad política, aludo al proceso de

una nueva realidad que abreva en las tradiciones culturales de los transculturación mediante el cual diferentes y a veces contradictorios elementos

pueblos originarios, o nativos continentales, de los colonizadores y de lo nacional, de lo étnico y/o de lo socio cultural combinan uniformemente».

conquistadores europeos así como de los migrantes europeos del La traducción es nuestra.

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la independencia cultural no puede construirse sobre el legado su accionar coherente con el compromiso y con el conocimiento de
colonial. Sin desmerecer las tradiciones europeas y las de Estados la música latinoamericana. Pero está claro que para poder incorpo-
Unidos, la realidad de la región posee rasgos sonoros que la rar y profundizar el estudio de la música en Latinoamérica y desde
organizan. Latinoamérica, construyendo una perspectiva regional de la histo-
Sostenemos que resulta un obstáculo para pensar la unidad riografía musical es menester elaborar un corpus teórico propio y
latinoamericana la vigencia de un pensamiento que prima lo nacional general que permita abarcar la diversidad cultural de la región y,
por encima de lo regional, destaca en lo local la particularidad y a la vez, reconocer los nodos en los cuáles la trama de relaciones
reafirma por oposición la identidad, por lo cual «las fragmentadas musicales explica ese pasado común y orienta sobre un posible fu-
narraciones estéticas, musicológicas, etnomusicológicas y turo. Ese corpus teórico debe poder ser general también porque ya
folklorológicas, prolongan su constructos sobre métodos y enfoques está demostrado que la parcelación en las historias nacionales de
diversos que continúan emanando de los centros hegemónicos de la música no puede explicar incluso los propios géneros musicales
Europa y los Estados Unidos» (Hernández Baguer, 2011: 66). o los procesos sin recurrir a fenómenos culturales, a prácticas y a
Una mirada regional sobre la historia de la música está por consideraciones que trascienden las fronteras geográficas. A tales
construirse; esto ha sido predicado desde hace varia décadas por fines es necesario reconocer que la herencia de la musicología eu-
diferentes musicólogos. No es que no haya existido la pretensión ropea ha tenido total aceptación en Latinoamérica, con orientación
de realización ni los intentos concretos; incluso ha sucedido desde por el nacionalismo ideológico alemán de finales del siglo xix. Así,
intereses divergentes, como se ha señalado anteriormente. Los el estudio de la música latinoamericana toma un sesgo esencia-
esfuerzos de la musicología latinoamericana por integrarse han lista al conjugarse con los proyectos nacionalistas locales (Madrid,
sido testimoniados en los encuentros, en las jornadas y en los 2010). Este hecho no niega los logros y los esfuerzos de musicólo-
congresos cuyos ejes temáticos eran y son efectivamente la gos y de historiadores de la música por vincularse y por compartir
música latinoamericana o el músico latinoamericano. La Casa de trabajos a nivel regional, que aún en los conflictos y en las tensio-
las Américas y su acción musicológica es uno de los testimonios nes presentados, atestigua la voluntad y la necesidad de agrupar-
vivos de ese trabajo comprometido con la integración cultural de se. Pero, para no «encontrar, por cierto, nuestro escondido rostro
la región. Sin embargo, es escasa su repercusión en la enseñaza en la perpetuación artificial de trajes, costumbres y objetos típicos
del grado universitario y en el nivel superior en general, lo que que los turistas exigen a los pueblos vencidos» (Galeano, 1988:
resulta un obstáculo de envergadura para la formación profesional 25), resulta indispensable reconocer en la transculturación un eje
de músicos y, por consiguiente, para la configuración de públicos conceptual que convoque tanto a la producción musical como a
específicos (Eckmeyer, 2014). Hay que destacar el invalorable su circulación y que permita la convivencia sin por ello borrar las
trabajo realizado por musicólogos, como Alejo Carpentier, divergencias tanto del ámbito popular como del académico. Decir
Argeliers León, Graciela Paraskevaídis, Coriún Aharonián, Omar «merengue», «bomba», «samba», «tango», «candombe», «calip-
Corrado, entre otros tantos, que contribuyeron al establecimiento so», «son», «habanera» o «bambuco» implica la presencia sonora
de la problemática latinoamericana en torno a la música y a la de claves rítmicas antes que de síncopas; la organización festiva
composición musical desde un pensamiento emancipador. y ritual de grupos poblacionales marginales económica, social y
Esto último se refiere, directamente, a la vinculación entre la políticamente en un continente diferente al de su origen étnico;
investigación historiográfica musical y su transferencia educativa, la realización musical en el espacio público al que relegaron a los
fundamental para la promoción de transformaciones en las ideas afrodescendientes durante la esclavitud y después de ella.
más radicales sobre la identidad cultural en el plano musical de la Aún desde la teoría de la dependencia se ha afirmado, a partir
región. En muchos de estos casos su legado es, a la vez, testigo de de la música del ámbito académico, que «toda América Latina tie-

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ne un proceso histórico musical similar» (Terzián, 1975: 17) carac- Referencias bibliográficas
terizado por la aproximación folklórica al acervo cultural, luego la
composición a la usanza de la ópera italiana y al Salón musical del Ardao, A. (1993). América Latina y la latinidad. 500 años después.
siglo xix, que orientará hacia el nacionalismo romántico e impresio- México D.F.: Universidad Nacional Autónoma de México.
nista a la música durante el siglo xx. El desarrollo del nacionalismo Belinche, D. (2011). Arte, poética y educación. La Plata: Edición
durante el siglo xx en Latinoamérica produjo cierta uniformidad del autor.
estilística pero sobre la base del legado cultural europeo. Es el Jalif de Bertranou, C. A. (comp.). Ponencia en las Jornadas de Pen-
elemento armónico y su disposición tímbrica lo que homogeneiza samiento Latinoamericano de 1989. Mendoza: Ediunc.
las composiciones de ese estilo por lo cual «los regionalismos no Eckmeyer M. (2014) “Entre la música de las esferas y la sordera
fueron suficientes para quebrar la relativa uniformidad de estilos, del genio. Sobre las persistencias del modelo historiográfico domi-
dentro de los nacionalismos» (Neves, 1997: 220). Es claro que nante en Historia de la música”, ponencia presentada en las 7mas
«afirmar que existe un modo común para componer música en La- Jornadas de investigación en disciplinas artísticas y proyectuales,
tinoamérica es audaz» (Belinche, 2011:189), pero definitivamente La Plata: Facultad de Bellas Artes-UNLP.
es incompleto sintetizar un único proceso en la historia de la mú- Galeano, E. (1988). «Defensa de la palabra». Nosotros decimos No
sica de Latinoamérica y, por consiguiente, afirmar la existencia de (Crónicas 1963-1988). Buenos Aires: Siglo XXI.
un lenguaje común a todos los países (Neves, 1997: 218). Por esa González, J. P (2014). Pensar la música desde América Latina.
operación resulta fácil afirmar que la práctica compositiva de Amé- Buenos Aires: Gourmet Musical.
rica Latina posee una dependencia cultural importante, empero Hernández Baguer, G. (2011). «Latinoamérica en el imaginario de
«somos lo que hacemos, y sobre todo lo que hacemos para cam- Argeliers León. Para una interpretación de su cancionero cubano».
biar lo que somos: nuestra identidad reside en la acción y en la lu- Boletín Música. Revista de Música latinoamericana y caribeña, N.°
cha. Por eso la revelación de lo que somos implica la denuncia de 28, pp. 63-81.
lo que nos impide ser lo que podemos ser» (Galeano, 1988: 25). Klein, N. (2007). La doctrina del shock. El auge del capitalismo del
La integración Latinoamericana ha sido un anhelo que ya tiene desastre. Barcelona: Paidós.
doscientos años de pensamiento formal y de acción social. Con- Kuss, M. (ed.) (2004). Music in Latin America and the Caribbean:
tiene a un proyecto político y cultural asentado en cuestiones eco- An Encyclopedic History. Volume 1. Performing Beliefs: Indigenous
nómicas e históricas. Una teoría de la historiografía musical propia Cultures of South America, Central America, and Mexico. Austin:
deberá estar «fundada en la praxis de la música latinoamericana, University of Texas Press.
en la realidad histórica de nuestra América […] éste será el instru- Marras, S. (1992). América Latina: marca registrada. Buenos Aires:
mento conceptual para una crítica nuestra, para la música nuestra» Zeta.
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Historia de la música en América Latina. Ese vasto territorio entre lo propio y lo ajeno | María Elena Larrègle, Martín Eckmeyer, María Paula Cannova
Arte e Investigación (N.° 10), pp. 45-53 | noviembre 2014 | ISSN 2469-1488 53

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