La Cometa Rota

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La cometa rota

Carolina iba caminando como todos los días a comprar a la tienda de Don Honorio cuando vio en el suelo
una vieja cometa, estaba rota, algún niño la habría tirado porque ya no podía volar.

Carolina pasó de largo, pero por un momento creyó ver la cometa con una lágrima en sus ojos. Eso no era
posible pero le pudo la curiosidad, dio media vuelta y la recogió.

Cuando llegó a su casa buscó a su padre:

– Por favor papá me tienes que arreglar esta cometa, la he encontrado tirada y está rota, creo que está
triste porque no puede volar.

– Me temo hija, que la cometa está demasiado rota, no creo que pueda llegar a volar.

Carolina creyó ver otra lágrima en la cara de la cometa, eso es imposible, pensó, las cometas no pueden
llorar.

Voy a buscar a Sebastián, siempre tiene buenas ideas, pensó.

– Hola Sebastián, mira lo que he encontrado, una cometa rota, creo que está triste, ya se que eso es
imposible, pero creo que a veces llora.

– Sí claro que es posible Carolina, respondió Sebastián, una cometa que siempre ha estado volando, ahora
que no puede, tiene que estar triste, pero no la podemos dejar así. Se me ha ocurrido una idea.

Los dos chicos salieron corriendo a la tienda de don Honorio.

– Hola Don Honorio, ¿Todavía le quedan globos de esos que regala a los niños que cuando los soltamos
suben hacia el cielo?

– Sí, claro chicos, esperad que voy a buscarlos a la trastienda. Tomad todavía me quedan unos cuantos, os
lo regalo, sois buenos clientes.

Carolina y Sebastián fueron al prado de al lado del rió, y ataron los globos a la cometa, agarraron la cuerda
y soltaron los globos.

La cometa empezó a subir muy alto, hasta que la cuerda que tenía agarrada Carolina, quedó tirante.

– Carolina, la cometa siempre ha volado muy alto, pero esta cuerda nunca la ha dejado ser libre, dijo
Sebastián.

Carolina pensó que era hora de que la cometa fuese libre de verdad así que soltó la cuerda. La cometa
empezó a subir muy, muy alto hasta que se perdió de vista, como si hubiese alcanzado el cielo.

Carolina y Sebastián vieron caer unas gotas al suelo, parecían lágrimas.

Mira Carolina la cometa está llorando, pero creo que esta vez es de felicidad.

La cometa cuando no estaba rota había hecho felices a muchos niños, y ahora aunque ya no servía,
Carolina y Sebastián la habían ayudado a volar y esta vez seguro que llegaría al cielo, la cometa miró hacia
abajo y les dio las gracias.

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