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Este artículo ofrece una visión general del modo en que se ha practicado una musi-
cología de lo latinoamericano desde dentro y fuera de América Latina estos últimos
ochenta años. Con este objetivo, se parte de la base que estas prácticas han surgido
al amparo de paradigmas de lo latinoamericano construidos desde la política, la eco-
nomía y la cultura tanto en América Latina como en Estados Unidos. De acuerdo a
ellos, se han dado tres formas de abordaje musicológico de lo latinoamericano: el
americanismo, el inter-americanismo y los estudios latinoamericanos. A lo largo del
texto, se ofrecen varios ejemplos de investigadores, enfoques y bibliografía que sus-
tentan estas tres tendencias.
The article provides an overview of the practice of a Latin American Musicology from
within and outside Latin America the past eighty years. To this end, we assume that these
practices have been developed under certain paradigms on Latin America which were
constructed within politics, economy, and culture in Latin America and the United States.
According to these paradigms, there have been three forms of musicological approach to
Latin America: Americanism, Inter-Americanism and Latin American Studies.
Throughout the text, we offer several examples of resear-chers, approaches, and
bibliography that support these three trends.
Artículos 45
1
Este artículo es producto de la conferencia presentada por el autor en el III Encuentro de
Musicología A musicologia na perspectiva da América Latina, organizado por el Departamento de
Música de Ribeirão Preto, de la Escuela de Comunicaciones y Artes de la Universidad de San Pablo entre
el 4 y el 7 de marzo de 2009. Agradezco los comentarios surgidos de la evaluación del artículo realizada
por la Revista Argentina de Musicología, que me permitieron incluir y desarrollar algunos aspectos que
no esta-ban considerados al comienzo.
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Artículos 47
Artículos 49
Americanismo
La llegada de un musicólogo alemán a América Latina, que no tenía una
agenda nacionalista que defender en la región, está claramente ligada al inicio de
un diálogo americanista musicológico a nivel continental. En efecto, con su
Boletín Latino Americano de Música –BLAM– (1935-1946), Francisco Curt
Lange fomentó desde temprano la idea del americanismo musical mediante
cuatro estrategias básicas: compartir la tarea editorial, rotando las ciudades donde
se publicaba el boletín –Río de Janeiro, Lima, Montevideo, Bogotá–; sumar
aportes de investigadores, estudiosos y compositores de distintos países
latinoamericanos; incluir tanto artículos de investigación como partituras de
música contemporánea e histórica de América Latina; y considerar de igual
importancia la música de tra-dición escrita de distintos períodos históricos que la
música de tradición oral, tanto vigente como extinguida, aunque, es cierto, sin
6
prestar atención a la música popu-lar urbana .
De este modo, si bien el americanismo musical fue entendido y practicado
como una suma o agregación de partes nacionales más que como una visión inte-
grada de ellas, se incluyeron aportes tanto de musicólogos como de compositores
–que entendían el americanismo como una causa común–, se consideró la investi-
gación histórica y etnográfica por igual, y se buscó la confluencia de esfuerzos de
distintas naciones. El americanismo musical resultó, entonces, un nacionalismo
mancomunado.
Como afirma Coriún Aharonián, si bien el americanismo proclamado por
Curt Lange contaba desde antes con la voluntad de varios compositores latinoa-
mericanos para avanzar en esta integración, “esa corriente de responsabilidad va
desapareciendo hacia 1940, deformada en intentos nacionalistas tipo tarjeta pos-
tal” (2008:6). Hoy día, el mundo de la composición y la musicología están más
alejados que antes y, en algunos casos, parecen hasta antagónicos, pero, en cam-
bio, la investigación histórica y etnográfica ha aumentado su integración mutua,
constituyendo una de las fortalezas de la musicología en América Latina. Además
existen algunos organismos internacionales que apoyan la investigación multina-
cional. De este modo, el americanismo promovido por investigadores como Curt
Lange todavía parece posible hoy, aunque bajo distintos supuestos y marcos epis-
temológicos.
En su larga vida profesional, Curt Lange concentró su actividad de investiga-
ción y difusión musical principalmente en Uruguay, Argentina y Brasil. Es así como
fundó el Instituto Interamericano de Musicología en Montevideo (1938), tres
discotecas públicas en Brasil (1944-1948) y el Departamento de Musicología de la
Universidad de Cuyo en Argentina (1948) y su Revista de Estudios Musicales (1949-
1954), que continúa el espíritu americanista e integrador del BLAM.
Artículos 51
7Ver bibliografía de Curt Lange en Revista Musical de Venezuela, 10/28, 1989: 225-245.
8Ver García Muñoz y Ruiz, 2002.
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llo iberoamericano. Carvalho-Neto abordó allí los cuatro géneros poético (musi-
cales) básicos de este folklore: cancionero, romancero, refranero y adivinancero,
dentro de otras expresiones culturales, junto a sus enfoques, categorías, circuns-
tancias y fuentes de estudio.
En la segunda mitad de los años sesenta, la labor de Vega, fallecido en 1966,
fue continuada en forma casi natural por su discípula, ayudante y colega Isabel
Aretz, tanto en su sistemático trabajo de campo como en las categorizaciones y
formas de análisis propuestos y empleados. Luego de casi cuarenta años de inves-
tigación, publicaciones y gestión institucional, Aretz publicó su Síntesis de la
etno-música en América Latina (1984), que se adscribe a la línea de Carlos Vega
en los alcances americanistas de su estudio; un americanismo tardío que se
superpuso a la corriente renovada del interamericanismo, que cobraba fuerza en
América Latina desde los años setenta, y al comienzo de los estudios
latinoamericanos. El libro estuvo basado en su propio trabajo de campo y en
estudios, recolecciones y transcripciones realizadas entre las décadas de 1900 y
1970, por cerca de 40 inves-tigadores en una docena de países latinoamericanos,
que se encuentran deposita-das hoy en cinco archivos de la región, en especial, en
el Instituto Interamericano de Etnomusicología y Folklore de Caracas. La gran
cantidad de estudios de caso sobre música oral en América Latina que Aretz logró
reunir, le permitieron abar-car desde la música precolombina hasta el folklore
9
vigente, y desde el Caribe hasta el extremo sur de América .
Ampliando el ordenamiento de áreas musicales o cancioneros de Carlos
Vega, Isabel Aretz, sumó sus propios estudios al respecto y los de Argeliers León
en Cuba y el Caribe, Vicente T. Mendoza en México, y Luis Heitor Correa de
Azevedo en Brasil. Con ellos, propuso una detallada división de áreas musicales
americanas, considerando tanto variables melódicas y rítmicas, como étnicas,
geo-gráficas, históricas y de función social. Un cuadro tan abarcador de la
etnomúsica de América Latina y el Caribe sólo fue posible al considerar el
fenómeno sonoro en forma aislada de sus construcciones de sentido por parte de
las comunidades practicantes. De este modo, Aretz no consideró la música como
10
una práctica gene-radora de cultura, sino más bien como rodeada de cultura .
Luego del trabajo de Aretz, hubo que esperar hasta 2004 para que apareciera
una nueva publicación orientada hacia la música americana de tradición oral en su
conjunto, aunque en este caso, de origen precolombino. Se trata de La música pre-
colombina. Un debate cultural después de 1492, del ensayista y crítico español
Mauricio Martínez Miura, un libro escrito desde fuera de la musicología, con una
9Como señala Béhague (1999: 46), el INIDEF – fundado en 1970 en Caracas, por un acuerdo entre
el gobierno venezolano y la OEA– se constituyó en el centro más activo en su época en la formación de
etnomusicólogos latinoamericanos, promovió la investigación de campo multinacional, publicó varias
monografías y la Revista INIDEF, y organizó el Primer Congreso Interamericano de Etnomusicología y
Folklore en 1983.
10 Ver Aretz, 1980: 41-50.
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Artículos 53
11
mirada general y “sin complejos” sobre el tema, como señala Rondón . Está
basa-do principalmente en fuentes españolas sobre música azteca e inca, sin dejar
de considerar los aportes previos en esta área de estudios, los que trata de manera
crí-tica. Desde el punto de vista editorial, el libro pretende ser el correlato
musical a la abundante bibliografía existente sobre las manifestaciones plásticas y
arquitec-tónicas precolombinas. También es destacable el catálogo de la
exposición orga-nológica Sonidos de América, editado en 1995 en Santiago por el
Museo Chileno de Arte Precolombino. Contiene la descripción de 120
instrumentos de 18 tradi-ciones musicales precolombinas de toda América –más
la contextualización y aná-lisis de 25 de ellos–, junto a dos artículos
arqueomusicológicos de Claudio Mercado y José Pérez de Arce.
Dentro del americanismo musical tardío practicado por Isabel Aretz, también se
encuentra el aporte del musicólogo cubano Rolando Pérez-Fernández. En su libro La
binarización de los ritmos ternarios africanos en América Latina (1986) pre-miado
por Casa de las Américas, Pérez-Fernández analiza el proceso de binarización de
ritmos ternarios africanos en las distintas zonas de transculturación afro produci-da
en América Latina y el Caribe. Con este afán, revisa críticamente los conceptos –y
prejuicios– sobre el ritmo que han sido utilizados por investigadores latinoameri-
canos, especialmente Carlos Vega, sustituyéndolos por conceptos propuestos por
musicólogos africanos como Kwabena Nketia. Munido de estos elementos, Pérez-
Fernández realiza un examen comparado de las transformaciones binarias/ternarias
en varios géneros musicales de la región. En este sentido, su trabajo puede conside-
rarse como africanista dentro de la corriente americanista tardía en la que está inmer-
so. Si bien su libro posee una mayor base teórica e histórico-cultural que las publi-
caciones de Isabel Aretz, tampoco logra integrar plenamente los aspectos sociales y
culturales que aborda con los fenómenos musicales que analiza.
Desde 1941, el americanismo musical se había abierto hacia Estados Unidos al
dedicarle Curt Lange el penúltimo volumen del BLAM al país del norte, rompiendo
12
la lógica de publicar siempre aportes de distintos países latinoamericanos . Esto lo
hacía a comienzos de la Segunda Guerra Mundial, cuando un nuevo orden de fuer-zas
se dividía el mundo y Estados Unidos se preocupaba de mantener alineada a América
Latina con sus intereses políticos y económicos. De este modo, con el ingreso de
Estados Unidos al debate, el concepto de americanismo será sustituido por el de
panamericanismo primero y por el de interamericanismo después, tanto en la esfera
13
política y cultural como en el campo musical y musicológico .
Interamericanismo
El concepto de interamericanismo, heredado de los debates que buscaban
articular los esfuerzos hemisféricos para asegurar la paz en el continente america-
no en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, se expandió al ámbito cultural y a
los estudios musicológicos con bastante rapidez. Esto se aprecia en la labor de
divulgación realizada por la OEA desde su agencia administrativa –Unión Pan
Americana–, con la creación en 1939 del Inter–American Music Center, dirigido
por Charles Seeger dos años más tarde. El objetivo principal de este centro era el
intercambio musical interamericano, para lo cual desarrollaba cuatro funciones
básicas: constituirse en el gestor de las actividades musicales de la Unión Pan
Americana, organizar y mantener una colección musical y desarrollar un sistema
de préstamos, servir como centro de información en materias musicales latinoa-
mericanas, y compilar y publicar bibliografías, manuales, biografías y otros mate-
14
riales para la investigación musical en la región .
El Inter–American Music Center comenzó su actividad de publicación editan-do
textos de Leila Fern (1943), Eugenio Pereira Salas (1943) y Gilbert Chase (1945),
entre otros. Este centro continuó su labor interamericanista con la publica-ción de la
serie Composers of the Americas (1955-1972), que incluyó información biográfica y
catálogos de abundantes compositores latinoamericanos, la publica-ción del Inter-
American Music Bulletin (1957–1965) y la edición discográfica de obras de
compositores latinoamericanos. A esta incesante actividad editorial se sumó la
aparición de fundaciones que otorgaban becas para realizar estudios de posgrado en
Estados Unidos y labores de investigación y creación musical, becas del tipo de las
que también otorgará la OEA.
El espíritu interamericanista del “buen vecino” será practicado por Gilbert
Chase en materias musicales y musicológicas, como también lo haría su colega
Charles Seeger, ambos nacidos, por azar, en América Latina. Chase publicó en
1958 su Introducción a la Música Americana Contemporánea, donde en apreta-
das 129 páginas ofrecía un correcto panorama de la música de la primera mitad
del siglo XX en toda América. Poco tiempo después fundaba su Inter–American
Institute for Music Research en la Universidad de Tulane (1961–1966), publi-
cando el Anuario Interamericano de Investigación Musical (1965–1975).
Asimismo, Gilbert Chase dio a conocer en 1962 la segunda edición de su Guide
to the Music of Latin America (Pan American Union), considerado el libro más
completo sobre música de América Latina publicado hasta los años sesenta. En
1963 Chase organizó, desde su Inter–American Institute, el Primer Congreso
Interamericano de Musicología. En este congreso bilingüe participaron, entre
otros: Carlos Vega, Lauro Ayestarán, Luiz Heitor Corrêa de Azevedo, Francisco
Artículos 55
Curt Lange, Eugenio Pereira Salas, Andrés Sas, Vicente T. Mendoza, Charles
Seeger y Robert Stevenson, una perfecta muestra del espíritu interamericanista
15
musicológico de la época .
Una de las becas otorgadas por la OEA le permitió al violinista y musicólo-
go mexicano Samuel Martí, nacido en El Paso, Texas, iniciar un extenso trabajo
de campo en 1960 por Centroamérica y Sudamérica, que continuó hasta 1962 con
16
apoyo de la radio estatal canadiense . Martí ya venía publicando artículos sobre
música, danza e instrumentos de América del Norte y Centroamérica, comple-
mentando crónicas del siglo XVI con fuentes arqueológicas y etnográficas. Su
libro bilingüe Music before Columbus. Música precolombina (1971/1978) se basó
en una muestra de idiófonos y aerófonos de Norteamérica, Mesoamérica y Perú,
atesorados en museos de antropología y de arte de México, Costa Rica y Estados
Unidos junto a algunas colecciones particulares. A pesar del esfuerzo por reunir
una muestra amplia y variada de instrumentos musicales arqueológicos, el libro
se parece más a un catálogo de una exposición organológica que a un estudio
acaba-do y concluyente sobre organología precolombina.
La edición bilingüe permitió que el libro de Martí circulara en Estados
Unidos, donde la escasa familiaridad de sus académicos con el español y el portu-
gués, mantenía el pensamiento y la producción musicológica latinoamericana
fuera del circuito universitario. Solamente en la medida que investigadores
radica-dos en Estados Unidos llegaron a realizar investigación en América Latina,
publi-cando en inglés sus conclusiones, la música latinoamericana y el
17
pensamiento sobre ella comenzaron a tener visibilidad en el país del norte .
Desde un sitial excepcional, con enormes bibliotecas y archivos, un pujante
sistema editorial y abundantes recursos, los investigadores norteamericanos que leían
español y portugués contaron, ante todo, con una bibliografía casi completa sobre
cualquier aspecto de la historia, sociedad y cultura de cada rincón de América Latina.
Asimismo, ayudados por el interés de Estados Unidos en la región, antropólogos,
historiadores y musicólogos norteamericanos, dispusieron de generosos recursos para
escribir sus tesis y realizar investigaciones en América Latina. Desde esta promisoria
perspectiva, hubo dos musicólogos que, por su gran estatura como investigadores y
por haber logrado un importante lugar en sus uni-versidades de California en Los
Ángeles y de Texas en Austin, respectivamente, llegaron a ser los referentes
principales de la musicología interamericana desde los años sesenta en adelante:
Robert Stevenson y Gerard Béhague.
Artículos 57
Estudios Latinoamericanos
La renovación de la musicología norteamericana en la década de 1980 –con
la influencia de los estudios culturales, de género y poscoloniales– produjo tam-
bién un cambio en el modo en que se practicaba una musicología de lo latinoame-
ricano desde Estados Unidos. De la misma forma, la consolidación en la
academia anglosajona del campo multidisciplinario de los estudios
latinoamericanos brindó amparo e impulso a los estudios musicales
multidisciplinarios sobre América Latina. Como consecuencia, luego de la puerta
abierta por Stevenson y Béhague a la investigación, las publicaciones y la
formación académica en las músicas del continente, ha sido posible observar un
claro aumento en las publicaciones norte-americanas sobre dicha temática.
Los cambios en la musicología de lo latinoamericano coincidieron con el
comienzo de la globalización de la cultura y la aparición del concepto de world
music en los años ochenta, con su carga multiétnica, la apelación a una nueva
autenticidad y el acceso mediatizado y masivo a fuentes orales diversas. Todo
esto constituyó un extraordinario soporte de difusión para un cúmulo de prácticas
musicales tradicionales, vernáculas y antiguas de América Latina que, dentro el
nicho proporcionado por el concepto de world music en la industria musical,
20
adquirieron un pase libre de circulación por el mundo . Paralelamente, creció la
población hispana en el país del norte, que en los años noventa empezó a obtener
mayor visibilidad y reconocimiento social y a aumentar su presencia en los
21
medios y en la producción musical y audiovisual estadounidense . De forma
consecuen-te, se incrementó la circulación e importancia concedida a la música
latinoameri-cana y creció la masa crítica de musicólogos interesados por América
Latina. Estos musicólogos tuvieron que someterse a las exigencias académicas de
publicar libros o capítulos de libros antes que ponencias en actas de congresos, ya
que éstas no poseen el mismo impacto científico y no otorgan el mismo puntaje
curricular a la mirada de los círculos universitarios que aquéllos. Esto trajo
consigo el aumen-to en la oferta de nuevas publicaciones.
La investigación multidisciplinaria, propia del área de los estudios latinoa-
mericanos, favoreció la aparición de obras colectivas que abordaban un mismo
problema desde distintos ángulos epistemológicos. Desde esta perspectiva, se
esti-muló la aparición de compilaciones y libros colectivos escritos y editados por
musicólogos radicados en Estados Unidos, con algunas traducciones al inglés de
20La influencia del concepto de world music en la industria editorial ha producido publicaciones
como la colección Músicas del Mundo (Madrid: Ediciones Akal), con un volumen de Isabelle Leymarie
dedicado a la música del Caribe (1998); junto a The Garland Encyclopedia of World Music (Nueva York:
Garland Publishing, 1998), como hemos visto.
21Más sobre el aumento de la presencia de la cultura latina en Estados Unidos en Aparicio, 2003:
1-2.
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22 Aparicio, 2003: 3.
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Artículos 59
mán e inglés sobre música en América Latina desde el siglo XIX hasta el presen-
te, abarcando un amplio y ecléctico espectro temático. En dicho número se abor-
da el cuplé en la construcción del campo de la música popular urbana en Chile,
problemas de identidad de la práctica musical alemana en el sur de Chile, la prác-
tica social del organillero ambulante chileno, la práctica musical italiana en el
cen-tro-este argentino, el análisis del arreglo en el tango, el bolero en su tránsito
por América Latina, la bossa nova en sus cincuenta años de existencia, la
transnacio-nalización del reguetón, la cantante femenina mexicana en el contexto
23
de la world music, y el desarrollo de la canción colombiana entre 1860 y 1960 .
A medida que Robert Stevenson abría el camino en América Latina para los
estudios coloniales regionales, surgían musicólogos locales que continuaban y
ampliaban dicha senda. Este es el caso de Samuel Claro-Valdés, quien realizó un
primer aporte para estos estudios desde el interior de América Latina. Gracias a un
convenio entre la Universidad de California y la Universidad de Chile y a un pro-
yecto auspiciado por el Consejo Nacional Científico y Tecnológico –Conicyt–, Claro
llevó a cabo la investigación previa y publicó en 1974 su Antología de la música
colonial en América del Sur. Se trata de un libro que es producto de una extensa
revisión de archivos coloniales sudamericanos y que por muchos años ha constituido
el referente principal de su tipo para una visión integrada de esa músi-ca en la región.
Claro continuó e incrementó la ruta de archivos del Oeste de América del Sur abierta
por Stevenson y la amplió hacia el Río de la Plata en su Antología y hacia Brasil en
su estudio sobre la música virreinal en el Nuevo Mundo (1970). A la par de esto, el
investigador publicó artículos sobre música de fiesta y de teatro en América Latina y,
en 1969, inició los estudios que conducirí-an al desarrollo de la indagación en música
misional en Chiquitos.
El siguiente ejemplo de estudios integrados en musicología producido en
América Latina corresponde a un libro colectivo editado por Isabel Aretz: América
Latina en su música (1977). Se trata de uno de los volúmenes de un gran proyec-to de
Unesco sobre la cultura y sociedad latinoamericana, que considera América Latina
como un todo, fomentando la conciencia de región en términos de una uni-dad
cultural entre los intelectuales latinoamericanos. El texto enfatiza los proble-mas
relevantes para la actualidad musical y social latinoamericana, remontándose al
pasado sólo como un paso para comprender el presente. Es decir, se trata de un libro
que pretende diagnosticar tendencias y problemas y ofrecer soluciones para mejorar
la vida musical latinoamericana. Su virtud principal es que reúne textos de destacados
musicólogos latinoamericanos activos en los años setenta, como Luis
23Este volumen fue editado por Nils Grosch y Max Matter. También se pueden destacar dos libros
en alemán sobre música popular latinoamericana: Schreiner, Claus. 1982. Musica latina: Musikfolklore
zwischen Kuba und Feuerland. Frankfurt: Fischer Taschenbuch Verlag; y Ludwig; Egon. 2001. Musica
Latinoamericana: Lexikon Der Lateinamerikanischen Volks- Und Popularmusik. Berlín: Lexikon Imprint
Verlag.
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Héctor Correa de Azevedo, Isabel Aretz, Argeliers León, Walter Guido y José
María Neves, junto a varios compositores, críticos y escritores notables, sumando
dieciséis autores.
La primera de sus cinco partes, “La hora actual de la música en América
Latina”, comienza con un desmitificador ensayo de Alejo Carpentier que estable-ce
diferencias entre la música latinoamericana y la europea, al plantear que en América
Latina la música debe ser aceptada en su conjunto, sin tantas separacio-nes, pues sus
expresiones más originales pueden venir tanto de la calle como de la academia.
Continúan tres ensayos sobre los estratos musicales latinoamericanos, sus
componentes étnicos, su devenir histórico y sus tendencias estéticas. En la segunda
parte, “La sociedad y el artista”, se destaca el agudo análisis de María Teresa Linares
sobre la “materia prima” de la creación musical. Es en ese artículo donde Linares
introduce el concepto de música popular urbana, que será amplia-mente usado
después, preparando el tratamiento consolidado de esta música en los estudios
musicológicos latinoamericanos. En las tres partes siguientes –“El artista y la obra”,
“La obra y la sociedad” y “Política musical”–, se realiza un análisis crí-tico sobre el
uso y la difusión de la música en la sociedad de consumo y se abor-da el problema de
la educación y la información musical en América Latina.
Entre la primera edición de América Latina en su música y los compilados
sobre música latinoamericana, que últimamente se editan en Estados Unidos, pare-ce
haber habido un vacío en materia de publicaciones colectivas sobre nuestra música.
Tal vacío ha sido llenado por sucesivas reediciones de América Latina en su música
durante la década de los ochenta y su constante uso en cursos universi-tarios sobre
música latinoamericana. El siguiente aporte lo constituyó Musicología en
Latinoamérica (1984), una antología de 24 textos ya publicados anteriormente,
compilados por Zoila Gómez. El libro se divide en dos partes: “Aproximaciones al
fenómeno musical latinoamericano” y “Problemas contemporáneos de la música
latinoamericana”. Los artículos de la primera parte provienen principalmente del
BLAM, del libro editado por Aretz (1977) y de libros de Leonardo Acosta (1982),
Mario de Andrade (1944) y Carlos Vega (1944). La mayor parte de los artículos de la
segunda parte corresponden a ponencias presentadas en la mesa redonda “La
identidad del músico latinoamericano” (organizada por Casa de las Américas en La
Habana en 1977) y publicadas en su Boletín Música ese mismo año.
Desde 1959 Casa de las Américas fomentaba la práctica y reflexión en torno
a las artes, con presencia de la música a partir de 1965 y la creación de su
Dirección de Música. Esta dirección estaba orientada a “difundir y estimular el
pensamiento y la creación musical latinoamericana y caribeña, desde lo folklórico
24
y popular hasta lo académico y experimental” . De acuerdo a esa orientación,
Casa de las Américas ha implementado conciertos, coloquios, premios, congresos
24 En www.casa.cult.cu/musica/musica.php?pagina=musica [6/2009]
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Artículos 61
pea, especialmente francesa. Les chemins du baroque –los caminos del barroco–
fue un concepto introducido en 1992 por Vincent Berthier en México para definir
las actividades de cooperación cultural que el prestigioso sello K617 había inicia-
29
do hacía un par de años en la región . Este fue el título adoptado por Alain
Pacquier para su libro Les chemins du baroque dans le Nouveau Monde (1996),
que abarca desde comienzos del siglo XVI hasta principios del siglo XIX, consi-
derando diversas realidades de los territorios de Cuba, México, Colombia,
Venezuela, Paraguay, Bolivia y Perú, centrándose en los compositores más cono-
cidos y en el órgano como instrumento presente en todo el continente. Un panora-
ma temporal y geográficamente tan abarcador sólo ha sido posible de construir
por investigadores de fuera de la musicología, como Pacquier, que no son
portadores de las restricciones de nuestra disciplina tan dependiente del acceso a
fuentes pri-marias, muchas de ellas todavía por descubrir y procesar.
Como señaló Béhague, “la verdadera historia de la llamada música erudita
en América Latina todavía debe ser reconstruida…” (1999: 54). Esta afirmación
resultó especialmente provocadora al venir de un investigador que ya había publi-
cado un voluminoso libro sobre el tema. Sin embargo, la reconstrucción histórica
propuesta por Béhague no debía ser hecha, según él, mediante la acumulación de
nombres de compositores, intérpretes famosos, instituciones, catálogos de obras y
ediciones de música antigua, sino que reclamaba una combinación de modos de
abordaje en los que la historia cultural y social de esos compositores, intérpretes,
instituciones y obras pudiera integrarse a las consideraciones analítico-estilísticas
de la producción musical. Ardua tarea posible de abordar, como propuso
Béhague, sólo si se toman en cuenta los cruces de la música con lo social, lo
cultural y lo estético, cuyos ámbitos disciplinarios tradicionalmente sí han
considerado a América Latina como totalidad.
Es desde estos cruces donde apenas encontramos alguna obra que dé cuenta de
la música latinoamericana del siglo XX en su conjunto. Este es el caso del libro de
ème
Gabriel Castillo, Musiques du XX siècle au sud du río Bravo: images d’ídentité et
d’altérité (2006). La intención de este esteta chileno con formación musical es for-
mular una teoría crítica de América Latina desde la producción musical. Esto lo hace
asentado en una base histórico-antropológica al considerar la relación de la música
latinoamericana del siglo XX con dos conceptos básicos que alimentaron la idea
misma de América Latina: identidad y alteridad. De este modo, Castillo aborda ana-
lítica y comparativamente el desarrollo mexicano, peruano, brasileño y chileno de la
música docta, desde su institucionalización a mediados del siglo XIX hasta las
30
corrientes modernistas y nacionalistas de la primera mitad del siglo XX .
Artículos 63
La dificultad que conlleva abordar una zona tan extensa y rica en manifesta-
ciones locales como es América Latina ha sido resuelta, en parte, mediante
esfuer-zos combinados, manifestados en la realización de congresos y la edición
de publi-caciones colectivas, como hemos visto. Esto hace de los congresos
musicológicos en la región y sus actas o publicaciones derivadas focos
principales en la búsqueda de la acción transnacional de la musicología en
América Latina. En materia de música popular, se destacan las actas de los
congresos de la Rama Latinoamericana IASPM, celebrados entre 1977 y 2008 en
Santiago, Bogotá, México, Río de Janeiro, La Habana y Lima, la mayoría
editados en línea; los festivales internacio-nales del bolero realizados en Cuba
entre 1987 y 1998; y los congresos sobre músi-ca, identidad y cultura en el
Caribe, celebrados en República Dominicana en 2006 y 2008.
La conferencia inaugural y nueve artículos derivados de ponencias presenta-
das en el V Congreso IASPM-AL, en Río de Janeiro en 2004, forman Música
popular na América Latina. Pontos de Escuta, editado por Martha Ulhoa y Ana
María Ochoa. Si bien el libro no está estructurado en capítulos, hay tres grandes
temas abordados en sus artículos: teorías y metodologías de estudio de la música
popular, música y exclusión social, y géneros populares –tango/habanera, samba
y vallenato–. Estas tres problemáticas, además de ser manifestación directa del V
congreso, lo son de la línea editorial de IASPM-AL para sus congresos, a saber,
privilegiar la discusión de enfoques de estudio y de géneros, junto a temas a defi-
nir por cada organización local del evento.
La discusión en torno a los modos en que estudiamos la música popular en
América Latina ha generado un cuerpo de conocimiento teórico compartido, donde se
ha privilegiado la discusión sobre aspectos sociales, problemas de signi-ficado y
enfoques analíticos. Asimismo, la clara organización genérica de la músi-ca popular,
ha permitido articular su estudio en torno a géneros, subgéneros o intergéneros,
muchos de ellos de importancia local y/o nacional y de circulación, uso, apropiación
y mezcla de alcances transnacionales. En los congresos IASPM-AL, las mesas en
torno al bolero, la cumbia, la salsa o el rock han sido las más lati-noamericanas,
31
debido a su capacidad para generar diálogos multinacionales .
Migraciones de géneros como éstos y los procesos de construcción de sus
significados sociales han guiado, en gran parte, los estudios latinoamericanos de esta
32
música desde la musicología y desde los estudios culturales . Sin embargo, los libros
sobre bolero –el género latinoamericano por excelencia– han sido escri-
Palabras finales
Como cuestiona Leonardo Waisman en su pregunta sobre la existencia de una
musicología iberoamericana (2004: 47-48), si pretendemos hablar de una dis-ciplina
enraizada en un territorio o de una manera específica de practicarla, la res-puesta no
puede sino resultar dudosa. Se trataría más bien de una musicología epigonal respecto
a sus centros de desarrollo, incorporada en prácticas locales sin una necesaria visión
crítica, y desarrollada en condiciones precarias y con escaso reconocimiento social.
Ahora bien, desde la perspectiva proporcionada por el pre-sente estudio y, sin
desconocer el aspecto crítico expuesto por Waisman, podemos concebir la
musicología latinoamericana como una práctica de investigación que
33 Cuando la música de un país llega a otro por medio de la industria musical, se produce una rela-ción
de “exportación/importación”, donde al menos hay dos fenómenos en juego: la legitimación nacional del
producto que se exporta y los estereotipos que se construyen desde la importación.
34 Ver González y Rolle, 2005; y González et al 2009.
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