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Capítulo 4

Lecturas locales de la “soberanía particular de los pueblos.”

Si bien de hecho la Provincia Oriental se gobernó de manera independiente del Directorio de las
Provincias Unidas desde 1815 y los lazos que la unían al “Sistema de los Pueblos Libres” eran, a
lo sumo, de tipo confederativo, la guerra no se llevaba adelante para escindirse de Buenos Aires
sino para incorporar dicha provincia al “Sistema” { así lo demuestran tanto la respuesta a la
proposición de independencia formulada por los enviados del Directorio, Pico y Rivarola, en junio
de 1815, como los objetivos de la campaña militar contra BsAs en 1819. Allí se buscaba que
dicha provincia se incorporara a la alianza ofensivo-defensiva con las demás y, en consecuencia,
declarara la guerra a los portugueses que habían invadido los territorios de Misiones y Provincia
Oriental en 1816.}. Incluso, puede sostenerse que una de las causas de la derrota de Artigas fue
el no haber consolidado una base territorial de poder. Al defender la unión frente a la
independencia absoluta y sostener una propuesta social radical, perdió el apoyo de los grupos
dirigentes orientales temerosos de una “revolución social.”

En una posición diferente se sitúa Eugenio Petit Muñoz, quien destacó que el artiguismo se
refería a “los pueblos” y no a “el pueblo”, postulando como objetivo de la revolución la “soberanía
particular” de los lugares poblados, es decir, ciudades, villas y pueblos.
Según Petit Muñoz, el artiguismo impulsaba en el antiguo Virreinato del Río de la Plata la
formación de un Estado federal (al estilo norteamericano) a concretarse luego del fin de la guerra.
Muños ubicó acertadamente la cuestión de la retroversión de la soberanía en la tradición
hispánica de la defensa de los fueros locales y en una lectura particular de las ideas de
Rousseau, Thomas Paine y las experiencias revolucionarias de Norteamérica y Francia. También
marcó el diferente sentido del “federalismo” norteamericano respecto al impulsado por el
artiguismo, sosteniendo que el primero buscaba conformar un “poder central” y el segundo
garantizar las autonomías.

José Carlos Chiaramonte. / Según este historiador, la crisis revolucionaria dio lugar en el antiguo
Virreinato del Río de la Plata a la aparición de distintas “soberanías independientes” – las
provincias-, a la vez que se mantuvieron algunos vínculos (alianzas, ligas, confederaciones) que
permitieron la sobrevivencia del proyecto de construcción de una nación.
La soberanía popular apareció entonces como el fundamento de la nueva legitimidad. Si la
soberanía residía en el “pueblo”, en “los pueblos” o en la “nación” motivó debates donde la
argumentación política o jurídica expresaba los intereses de los distintos grupos que estaban
disputándose el poder.
Constituía, según Antonio Annino (“soberanía en lucha”), un desafío inédito a los proyectos
nacionales de las nuevas repúblicas: “medirse con la pre-existencia de tres soberanías en lucha
entre sí, y de orígenes diversos, la de los pueblos, la de las provincias y la de los nuevos centros
que aspiraban a ser nacionales.”
Desde esta perspectiva, la constitución de la Provincia Oriental implicó la compleja integración de
diversas ciudades, villas y poblaciones bajo una autoridad común y, a su vez, su unión o
asociación con una entidad mayor.

La “lucha de soberanías” en la Provincia Oriental expresó tanto antiguos reclamos por privilegios
como temores ante los cambios sociopolíticos que la revolución anunciaba.

Este levantamiento rural, con liderazgos locales que luego se unificaron en torno a Artigas,
reconoció desde el inicio una relación ambigua con la dirección revolucionaria con sede en BsAs
y marcó diferencias con los procesos de otras regiones del virreinato, donde fueron las ciudades
con ayuntamiento las que reclamaron transformarse en provincias, negociando su relación con el
gobierno central. Tras la incorporación de Montevideo a la Provincia Oriental, las elites urbanas,
herederas por parentesco o vínculos de intereses de las formas tradicionales de poder,
procuraron ejercer su dominio sobre los territorios al este del río Uruguay hasta la frontera con
Portugal bajo diversas modalidades de gobierno central, sin descartar el asociarse a otro Estado
para ello.

Cualquier medida centralizadora, esto es, tendiente a la institucionalización del Estado, podía
verse como “despótica” y ser resistida.

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