Las Fuentes Históricas
Las Fuentes Históricas
Las Fuentes Históricas
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Carr, E.H. “Qué es la Historia? Página 56. Barcelona. Ariel. 1991.
La preocupación por el diálogo que el historiador inicia con sus fuentes y la subjetividad en
la reconstrucción del pasado ha estado presente desde la década de 1980. Ya no era necesaria
una escrupulosa objetividad en el análisis de las sociedades del pasado. El historiador tiene una
mirada subjetiva, consecuencia de sus propias vivencias y de la sociedad que lo rodea. Las
palabras de Carr son bastante significativas al respecto: “El proceso recíproco de interacción entre
el historiador y sus hechos, lo que he llamado el diálogo entre el pasado y presente, no es un
dialogo entre individuos abstractos y aislados, sino entre la sociedad de hoy y la sociedad de ayer”.
El individuo y sus relaciones con la sociedad entraron en la reconstrucción del pasado. Privilegiar
los conceptos jurídicos y las instituciones, olvidando a los hombres como actores de la Historia,
podría llegar a constituir un obstáculo para explicar los procesos de cambio que se forjan en la
acción y la experiencia.
Por el primero, el historiador coteja siempre aquellos detalles o aspectos que considera
importantes en diferentes fuentes de información, antes de aceptarlo como plausibles o
probables. El herístico de las fuentes se refiere a que en la evaluación de evidencias los
historiadores prestan atención a sus fuentes de procedencia. Finalmente, el de la
contextualización hace referencia a que los historiadores sitúan los acontecimientos y en general,
la información descrita de los documentos en un espacio y momento histórico: dentro de una
secuencia cronológica.
Es un recordatorio de que las fuentes de evidencia son un medio para un fin y es el fin lo
importante: la capacidad de dar una respuesta fiable a una pregunta fiable. Las preguntas fiables
–y, ciertamente también las respuestas – pueden significar cosas diferentes para diferentes
personas, pero también podríamos hacer una pregunta significativa, una pregunta con sentido,
una pregunta útil o importante.
Se consideran fuentes históricas propiamente dichas todo lo que ha llegado hasta nosotros
como efecto cognoscible de los hechos, la momia en una cámara sepulcral egipcia, los utensilios y
atuendos, vestidos, armas; en cuanto expresión de determinadas capacidades técnicas; las
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Wineburg., N. “Historical problem solving: study of cognitive process used in the evaluation of
documentary and pictorial evidence”. Página 75 En Journal of Educational Psyciology N° 83
costumbres y fiestas, las instituciones legales en cuanto efecto de ciertas concepciones jurídicas y
morales, y todas las manifestaciones de la vida espiritual que nos han sido trasmitidas por medio
del lenguaje, la escritura y la representación plástica, tanto las que se refieren a necesidades
prácticas, a los asuntos oficiales y jurídicos como las relativas a la Religión y a la misma vida
intelectual. Todo se tiene aquí en consideración: desde la notas económicas, los calendarios,
códigos, documentos, inscripciones, actas, hasta los sermones puestos por escrito, las
exposiciones históricas, árboles genealógicos, memorias, diarios, libelos y hojas sueltas,
periódicos, poesías, novelas, etc. Aquí no se puede dar una enumeración detallada de todas estas
clases de fuentes. “Como cuadro sinóptico sirva el siguiente, que no puede tener la pretensión de
ser completo”:3
Como toda obra de creación, la Historia parte de una materia prima que el historiador
trabaja con sus propias herramientas. Esa materia prima suele llamarse fuentes. Podríamos
definir como tales todo documento, testimonio o simple objeto que, sin haber sufrido ninguna
reelaboración, sirve para transmitir un conocimiento total o parcial de hechos pasados. La
definición es muy amplia, porque el historiador puede y debe echar mano de cuanto represente
un mensaje de otras épocas.
3
Bauer Wilhelm. “Introducción a la Historia” página 221. Bosch. Casa Editorial Barcelona. 1970.
Obvio es decir que mientras la prensa es una fuente importante para los dos últimos siglos
y la fotografía y filmografía para los últimos cien o ciento veinte años, las plásticas, los restos
monumentales, las piedras, los pergaminos escritos, los palimpsestos, etc., son fuentes
dominantes para otras épocas más remotas. El <<documento>> en un sentido más amplio, la
transmisión por lenguaje escrito, es la base de la historia. Cuando el hombre deja constancia
escrita de sus actos, ya sea en tablas, en papiros o en pergaminos, se puede decir que la historia es
posible. Hoy en día llamamos documento a algo más restringido: la comunicación escrita para
dejar constancia de un hecho.
El documento sigue siendo la fuente privilegiada; puede ser político, como el Diario de
Sesiones de un Parlamento; o jurídico, como una colección legislativa, o económico como el
presupuesto del Estado. En los tres casos es un documento público, pero puede ser privado, como
el acta de un congreso de un partido o de un sindicato, el informe económico de un banco, o un
testamento o un contrato matrimonial, etc. El documento cuantitativo por excelencia es el
estadístico, que también puede ser oficial, o tener origen bancario, sindical, etc. Esencialmente es
el documento en que se cuentan y miden unidades y magnitudes de lo más diverso. Los padrones
y relaciones del siglo XV y XVI son ya estadística, pero ésta no se desarrolla científicamente hasta
el siglo XVIII; precisamente a mediados de ese siglo se elabora en España el célebre catastro del
marqués de la Ensenada. Los censos de población, y más tarde los electorales y los sociales, etc.,
no sólo son fuentes cuantitativas de primer orden, sino que ayudan a desentrañar la composición
social de una formación dada. Hay además fuentes que, por naturaleza, no son numéricas, pero
que pueden ser convertidas en series cuantitativas; por ejemplo, las listas de contribuyentes, las
relaciones de grandes propietarios agrarios o de diplomados universitarios.
En cuanto a los textos literarios, son fuentes de manera fragmentaria, por su valor
testimonial, o por la descripción de un ambiente. Por ejemplo El Poema del Cid es, al mismo
tiempo, un momento literario y una fuente histórica, pese a sus imperfecciones.
Sin embargo, hay que tener mucho cuidado en distinguir lo que es fuente de la historia y lo
que es bibliografía, el libro de historia de materia ya elaborada a partir de fuentes, directas o
indirectas; este último texto ya no es fuente, sino un libro de historia.
No resulta difícil imaginarse que la búsqueda y hallazgo de fuentes no son cosa rápida;
requiere un tanteo previo y un esfuerzo perseverante. Muchos documentos están ya recogidos y
clasificados en los archivos (nacionales, provinciales, comunales, etc.), pero desgraciadamente no
siempre sucede así; otros están dispersos por distintas dependencias de la Administración o en
manos de personas privadas. Los documentos económicos se encuentran con frecuencia en
bancos y empresas, la prensa suele conservarse en las hemerotecas, pero algunas colecciones son
muy difíciles de encontrar. En cuanto a las otras fuentes hay que buscarlas en los más diversos
sitios. En nuestros días, la fotocopia y el microfilm han simplificado la tarea material de reproducir
la fuente una vez que ha sido hallada, pero hay todavía lugares donde el historiador tiene que
copiar los documentos a mano, como hacían los monjes de la Alta Edad Media.
Las Fuentes no lo dan todo hecho, sino que deben ser interrogadas. Cuando se trata de
tiempos muy alejados de nosotros, todo comienza por asegurarse de la autenticidad de los
documentos de su verdadera fecha. El examen paleográfico y lingüístico del texto, la
identificación de las instituciones o acontecimientos a que pueda referirse son otras tantas pistas
de identificación. Dicho de otro modo – como recordaba Marc Bloch -; todo dato o documento
que se encuentre hay que insertarlo en una serie cronológica y en un conjunto sincrónico; en una
especie de “rejilla” en la que, tomando puntos de referencia y de comparación, se podrá tener
idea de su autenticidad y de su veracidad. Evidentemente a medida que se trata de siglos más
cercanos a nosotros, el cotejo de distintas fuentes (documentos, memorias, cartas, prensa, etc.)
sobre un mismo asunto es altamente recomendable. Así, pongamos por caso, es casi
imprescindible utilizar dos o tres colecciones de periódicos de opuesta significación política y
algunos de tipo intermedio. Sin embargo, el rigor crítico no puede detenerse ahí: por ejemplo, si
se trata de memorias y testimonios hay que saber cuándo se han escrito o dicho, con qué fin, cuál
era la mentalidad de su autor, el tiempo transcurrido desde que acaecieron los hechos relatados,
etc.
Cualquiera sabe hoy que los tipos de imprenta utilizados en un documento sirven para
orientar sobre la época en que fue impreso. Por otra parte, en relatos y memorias es fácil la
confusión de fechas, otras veces un testigo, que no lo es de verdad, copia el relato del auténtico,
acicalándolo un poco (Tito Livio reproducía a Polibio adornándolo). Los ejemplos podrían
multiplicarse hasta el infinito, pero sólo pretendemos demostrar que las fuentes deben ser
trabajadas con juicio crítico y utilizando, en cada caso las técnicas más apropiadas. Pero no se
trata tan sólo de asegurarse de que las fuentes sean ciertas y fieles; si no se realizan
comparaciones y se procede a la comprobación de regularidades, nos quedaríamos con un saber
pobre y deshilvanado.
Aunque S.M. el Rey justa y rectamente es y debe ser el jefe supremo de las Iglesias de Inglaterra, y
como tal ha sido reconocido por el clero del reino en sus asambleas, no obstante, para
corroborarlo y confirmarlo, para aumento de la virtud de la religión cristiana en este reino de
Inglaterra y para reprimir y extirpar todos los errores, herejías y otras irregularidades y abusos que
hasta ahora se han cometido en el mismo, por la autoridad de este Parlamento ordenamos que el
Rey nuestro soberano señor, así como sus herederos y sucesores, reyes de este reino, sean
habidos, aceptados y reputados como el único jefe supremo en la Tierra de la Iglesia de Inglaterra
llamada Anglicana Ecclesia(…)
Citada por Ma. Victoria López Cordón Cortezo y José Urbano Martínez Carreras,
Por ejemplo, si se estudia un proceso legislativo del pasado, las leyes creadas y las actas de
las sesiones del Congreso Nacional serán consideradas fuentes primarias, en tanto que los
artículos y libros escritos posteriormente acerca de tal proceso se clasifican como fuentes
secundarias. Se puede decir que todo trabajo histórico incluye el uso de ellas, pues es imposible
situar algún fenómeno o acontecimiento en su contexto sin aprovechar el conocimiento ya
existente. De acuerdo con esto, los libros de texto de Historia son fuentes secundarias, así como
enciclopedias, bibliografías, obras literarias como novelas (sobre todo los casos de novela
histórica), poesía, cuento, etc. También puede haber fuentes secundarias no escritas, como foto
montajes, videos, audio grabaciones, disquetes de computadora, discos compactos, etc.,
realizadas por personas que interpretan, comentan o alteran de alguna forma las fuentes
primarias.
3. En el caso de las escritas, se trata de las 3. Son textos que interpretan, describen o
palabras originales, aun cuando sean comentan una fuente original.
reproducidas a otros idiomas.
El primer gran país que fuera del Imperio adoptó el protestantismo fue Inglaterra: un país en el
que las instituciones eclesiásticas no gozaban de mucho prestigio y habían sido enérgicamente
atacadas desde los tiempos de Wycliffe. El alejamiento de Roma se produjo por motivos muy
particulares y tomó formas específicas, Enrique VIII…se dirigió en el año de 1527 al papa para
obtener la anulación de su matrimonio con Catalina de Aragón. No habiéndolo obtenido, decidió
casarse igualmente con Ana Bolena, satisfecho con la anulación concedida por el arzobispo de
Canterbury, Thomas Crammer (mayo de 1533). La energía de Roma, que tan escasamente se había
demostrado en relación con Lutero y sus primeros seguidores, se manifestó ahora; el rey, la reina
y el prelado fueron excomulgados en julio de 1534. Enrique VIII, sin embargo, ya había tomado
medidas audaces y no se retractó. En febrero de 1531, se había hecho reconocer como protector
y jefe supremo de la Iglesia de Inglaterra; al año siguiente impidió que las recaudaciones
habituales del año en el reino fuesen satisfechas a Roma(…)
Existen además otras clasificaciones, como la que distingue entre fuentes públicas o
administrativas y las privadas. La intención de las primeras no es, en principio, ni histórica ni
literaria; su redacción responde a necesidades estatales, legales o económicas. Los libros de
cuentas y documentos económicos recogen datos sobre tributos, distribución del gasto público,
inventarios, contratos, transacciones comerciales, etc. Los documentos de la Iglesia Católica son
abundantes, dada la antigüedad de esta institución en la historia occidental, así como la influencia
de la misma en la vida política; incluyen cánones de concilios, bulas, registros de los papas,
archivos diocesanos y registros parroquiales. Estos últimos son de gran importancia para la
historia social y demográfica, porque durante mucho tiempo constituyeron el único medio de
registrar nacimientos, defunciones, casamientos e incluso el ingreso económico de los feligreses
obligados a dar el diezmo a la Iglesia.
Las fuentes privadas son documentos personales que por lo general se refieren a la
correspondencia epistolar (mediante cartas) de personajes célebres o de individuos comunes
participantes en algún hecho histórico. Por carecer de intencionalidad histórica en la mayoría de
los casos, las fuentes privadas poseen un aceptable grado de confiabilidad y veracidad, como
algunos testimonios de acontecimientos en los que participaron sus autores.
INTERIOR
CALDERA
Enero 18 de 1870
Señor Gobernador:
A las nueve de la noche de ayer fui llamado por el Sr. Intendente la Provincia Don Jose
Santiago Melo, quien me entrego la orden que acompaño, i varias otras particulares
referentes al mismo asunto.
Esta, conforme.
Mario Delgado
[Lev°]
La obtención de los datos históricos en forma directa o con ayuda de las ciencias
relacionadas, es apenas el primer paso en el trabajo de investigación histórica. El siguiente paso
será el análisis mediante el cual se verifica la autenticidad de las fuentes, se interpretan los datos
para conocer la relación entre ellos y su contrastación con las preguntas que el investigador se
hace para llegar finalmente a la solución del problema planteado y a la comprensión integral del
fenómeno histórico en estudio.
Es necesario consultar varios autores para conocer las diversas interpretaciones sobre un
mismo aspecto específico y compararlas, pues una sola perspectiva siempre plantea grandes
dudas. En el caso de que existan varios testimonios de un solo hecho, éstos pueden contradecirse,
concordar o complementarse. Cuanto más grande sea el número de criterios independientes
sobre un hecho histórico, tanto mayores son las posibilidades de demostrar tal hecho y de
interpretarlo, sobre todo cuando se llega a encontrar un número mayor de concordancias que de
contradicciones.
Hay varios casos de documentos falsos que por mucho tiempo se creyeron verdaderos, lo
que provocó graves errores en la Historia, con el documento llamado “Donación de Constantino”,
mediante el cual, supuestamente ese emperador romano otorgó al papado, a principios del siglo
IV, un gran poder sobre los territorios de la península itálica que habrían de convertirse luego en
los Estados Pontificios. La falsedad del documento fue descubierta en el siglo XV, por el
historiador Lorenzo Valla, quien encontró que realmente había sido escrito en el siglo VIII,
cuatrocientos años después de la muerte del emperador Constantino, cuando en Europa había
comenzado a hacerse más fuerte la rivalidad entre la Iglesia y el Estado.
En la actualidad es muy difícil que un documento falso sea tomado como verdadero. Los
modernos laboratorios de análisis, con métodos físicos, químicos y electrónicos de gran precisión,
y un mayor profesionalismo de los historiadores contemporáneos prácticamente han puesto fin a
la falsificación de documentos. Sin embargo los documentos falsos no deben ser rechazados del
todo, porque son también instrumentos históricos y pueden constituir valiosos testimonios de la
época en que fueron fabricados y del propósito de su falsificación.
Como en todas las ciencias, los límites del conocimiento histórico, pueden ampliarse
constantemente y preparar el camino para nuevas interpretaciones, mas es preciso recordar que
las ciencias sociales no pueden ser enteramente objetivas. Siempre podrá considerarse verdadera
toda explicación explicativa debe someterse a posteriores revisiones al surgir otras fuentes que
aporten nuevos datos sobre el mismo problema.
Por muchos hechos del pasado que se quieran contar o conocer, jamás se podrán contar y
conocer todos. Esto implica también, como se ha referido anteriormente, una toma de posición
ante los hechos del pasado que deben ser contados. Además, el mayor número de fuentes las
conserva el poder y las clases dominantes, y estos conservan los documentos que le interesan. Los
hechos que conocemos se encuentran imbricados, y se relacionan entre si formando “estructuras”
que explican e identifica una época. No sólo es necesario fijar los hechos, sino que hay que buscar
las causas, las consecuencias, la relación con otros hechos de la época, y hay que interpretarlos.
Solamente la Historia es ciencia si existe una interpretación. Esta es la gran labor del historiador,
por lo que la quimera de la objetividad nunca podrá ser absoluta. Una cosa es responder a la
pregunta de por qué ocurrieron los hechos, y otra justificarlos por tener unas causas que
inevitablemente dan unos efectos. La Historia no es causal. Cada época hace la Historia sobre los
temas que le interesan y que no tienen por qué ser los que nos preocupan en la actualidad. La
Historia puede cambiar y, aunque los hechos que la informan son los mismos, sin embargo sus
interpretaciones variarán según la corriente de pensamiento o la escuela que las formule: unas
pretenderán justificar la situación actual de distribución del poder y otras serán más críticas.
Cualquier trabajo histórico debe presentar lo que Krzyszgtof Pomian denomina “mareas
de historicidad”, es decir debe rendir cuenta de todo, administrar pruebas verificables: “en
Historia no hay afirmaciones sin pruebas. Este espíritu crítico, entendido como las reglas de la
crítica y la elaboración de referencias, es lo que permite establecer la diferencia entre el
historiador profesional, el aficionado y el novelista.
Los historiadores, al igual que los letrados toman una posición escéptica respecto a la
fiabilidad de las pruebas y testimonios como punto de partida. En realidad, el problema de la
evaluación y comprobación de testimonios ha constituido el fundamento de la metodología
histórica. La evaluación de los testimonios varía, naturalmente con los problemas que los
historiadores se propongan resolver, y con la índole de los datos.