Consuelo para Los Afligidos PDF
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Tiempos de oración
01
Pero “detener la muerte” no era parte del plan de Dios para Lázaro. El Señor iba a realizar un milagro más
grande que solo sanarlo. Lázaro pasaría por la muerte y saldría vivo. Sin embargo, en ese momento, entre la
muerte y la resurrección de su amigo, Jesucristo lloró. A pesar de saber lo que ocurriría y de entender que la
muerte de su amigo era solo temporal, sintió la pérdida de su amigo y el dolor de la separación.
Una cosa es saber que Dios tiene todo bajo control, y otra pasar por el valle de muerte. Este folleto lleno de las
enseñanzas del Dr. Stanley ha sido diseñado para acompañarle en tiempos de duelo. Ya sea que se encuentre
afligido por el fallecimiento de un ser querido o por un sueño hecho pedazos, esperamos que este folleto le
brinde consuelo y esperanza mientras ora en momentos de aflicción.
De sus amigos de
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SALMO 16
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02
Desear alivio del dolor y las dificultades es algo natural, pero la mejor manera de
encontrar nuestro camino de regreso a la paz y el gozo es buscar al Señor y recibir
su aliento.
•
AUNQUE LAS SITUACIONES CAMBIAN A MENUDO, LA PALABRA DE DIOS PERMANECE
PARA SIEMPRE (v. 8).
•
AL IGUAL QUE UN PASTOR, EL SEÑOR ATIENDE, REÚNE, LLEVA Y CONDUCE
A SU PUEBLO (v. 11).
•
LA GRANDEZA DEL PODER Y CONOCIMIENTO DE DIOS SE HACE EVIDENTE
EN SU CREACIÓN (vv. 12, 13).
•
DIOS ES SOBERANO SOBRE TODOS LOS EVENTOS EN LA TIERRA (vv. 21-23).
•
DIOS FORTALECE A LOS QUE ESTÁN CANSADOS (vv. 29-31).
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de nuestra salvación, el Espíritu Santo viene a vivir en
nosotros y a caminar a nuestro lado cuando enfrentemos
los desafíos de la vida. Está junto a nosotros cuando lo
necesitamos para aligerar nuestra carga, calmar nuestros
temores, levantar nuestro espíritu, aliviar nuestro dolor
o fortalecernos. Él tiene el poder de Dios Todopoderoso
porque es el tercer miembro de la Trinidad. Cada aspecto
de nuestra vida está incluido en el ministerio del Espíritu.
Aunque no podamos sentir su presencia, siempre nos
enseña, guía, conduce, fortalece y alienta.
LA PALABRA DE DIOS
Sin importar qué forma tome nuestro luto, podemos refugiarnos en la Palabra de Dios. Sin embargo, a menudo
acudir a su Palabra es lo último que queremos hacer cuando nos sentimos abrumados. Con frecuencia
preferimos buscar a nuestros amigos, aunque su capacidad de consolarnos y conocimientos sean limitados. En
cambio, la verdad eterna, el conocimiento y la sabiduría se encuentran en las Sagradas Escrituras.
Cuando comenzamos nuestro día leyendo la Palabra, ganaremos fuerzas para enfrentar cualquier circunstancia.
Pero si descuidamos la lectura de la Biblia, nuestro dolor nos golpeará como un peso abrumador.
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Mi carne y mi corazón desfallecen; mas la roca de mi corazón
y mi porción es Dios para siempre.
SAL 73.26
Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá
más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.
AP 21.4
04
Aunque Dios no nos ha revelado todo lo que tiene que ver con el cielo, la Biblia provee información que nos
da esperanza más allá de esta existencia terrenal. Para quienes hemos perdido seres queridos, esto puede
darnos consuelo o impulsarnos a compartir el evangelio. Esto es lo que sabemos:
Según Filipenses 3.20, 21, “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador,
al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al
cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas”. Estos
cuerpos terrenales no son aptos para la vida en el cielo.
Por lo tanto, cuando Cristo regrese por nosotros, transformará nuestro cuerpo en un cuerpo como el suyo.
Aunque no sabemos con exactitud cómo nos veremos, podemos estar seguros de que nuestro cuerpo celestial
será mucho más glorioso y saludable que el que tenemos ahora.
Los nombres de los que son salvos quedan anotados en el cielo como
ciudadanos del reino de Dios.
Cuando Cristo envió a 70 discípulos a sanar y proclamar el reino de Dios, estos regresaron diciendo: “Señor,
aun los demonios se nos sujetan en tu nombre” (Lc 10.17). Pero, aunque este despliegue de poder fuera muy
impresionante, el Señor les dijo: “Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de
que vuestros nombres están escritos en los cielos” (v. 20). Cada vez que alguien se aparta del pecado y cree en
Cristo para salvación, el nombre de esa persona queda anotado para siempre en el cielo. Desde el punto de
vista espiritual, los creyentes ya están en el cielo.
Dios nos ve a la luz de nuestra relación con su Hijo, quien tomó nuestros pecados sobre Sí y nos dio su
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ejemplo perfecto de rectitud. Él “nos dio vida juntamente con Cristo...
y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los
lugares celestiales con Cristo Jesús” (Ef 2.5, 6). Para Dios es como si
ya estuviéramos allí. Como una garantía adicional de nuestra posición
espiritual en el cielo, los que ya hemos creído en Cristo hemos sido
“sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de
nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para
alabanza de su gloria” (Ef 1.13,14).
05
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¿Es el suicidio un pecado imperdonable?
Hay un pecado imperdonable, pero no es el suicidio. Mateo 12.32 dice: “al que hable contra el Espíritu Santo,
no le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero”. Como el Espíritu Santo es el que convence a una
persona de pecado, revela la verdad del evangelio y lo ayuda a creer en Jesucristo como Salvador personal,
cualquiera que rechace su exhortación no puede ser salvo. Ese es el pecado imperdonable, no el suicidio. Un
cristiano que acaba con su propia vida irá al cielo. Perderá algunas recompensas eternas debido a su acción,
pero su salvación permanecerá segura por la eternidad.
06
UNA ORACIÓN
QUERIDO PADRE CELESTIAL:
Te agradecemos por caminar con nosotros a través de nuestro dolor. Sabemos que no es tu voluntad que
las personas mueran, sino que experimenten la vida eterna (Jn 3.16). Viste a Tu propio Hijo sufrir y morir
para hacer que eso fuera posible. Como dijo el profeta, “gracias a sus heridas fuimos sanados” (Is 53.5 NVI).
Sananos hoy, Señor. Alivia nuestras heridas con el reconfortante bálsamo de tu amor y cuidado. Te alabamos
por tu promesa de terminar con el sufrimiento y la paz que solo Tú puedes proporcionar. Esperamos tu regreso
inminente y el cumplimiento de todas tus promesas. “Ven, Señor Jesús” (Ap 22.20). Amén.
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El texto Bíblico ha sido tomado de la versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades
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