Term I No Log I A Cientific A en Espanol
Term I No Log I A Cientific A en Espanol
Term I No Log I A Cientific A en Espanol
CIENCIA, TECNOLOGÍA Y
LENGUA ESPAÑOLA:
LA TERMINOLOGÍA CIENTÍFICA
EN ESPAÑOL
Editora
Reyes Sequera
MINISTERIO
DE EDUCACIÓN
Y CIENCIA
2.Indice 14/12/04 12:18 Página 2
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2.Indice 14/12/04 12:00 Página 3
Índice
Presentación 7
Capítulo 1
Situación de la terminología en España, Iberoamérica
y los organismos Internacionales
El Lexicón de la Real Academia de Ingeniería
Enrique Alarcón Álvarez 11
Terminología científica
José Manuel Sánchez Ron 16
¿Está preparado el español para la comunicación especializada?
Daniel Prado 24
¿Podremos coordinar, al fin, la terminología científica en lengua
española?
Amelia de Irazazábal Nerpell 43
Comentario del panel «Situación de la Terminología en España,
Iberoamérica y los organismos internacionales»
M. Teresa Cabré Castellví 51
Capítulo 2
El español y las lenguas de especialidad
Palabras como espadas: Los nombres de la ciencia
Javier Puerto Sarmiento 57
Decursos y recursos del español cabe la ciencia y la tecnología
Carlos López Beltrán 62
La transmisión del conocimiento especializado en lengua española
Bertha M. Gutiérrez Rodilla 77
Comentario del panel «El español y las lenguas de especialidad»
Juan Gutiérrez Cuadrado 87
3
2.Indice 14/12/04 12:00 Página 4
Capítulo 3
Tecnologías lingüísticas para el español
La investigación en Ingeniería Lingüística en España
Juan José Moreno Navarro 97
Las tecnologías del habla para el español
Joaquim Llisterri 123
Implementación electrónica del Diccionario de uso del español
de María Moliner
Plutarco Naranjo 142
Comentario del panel «Tecnologías lingüísticas para el español»
Fernando Sánchez León 160
Capítulo 4
Imagen pública de la ciencia y problemas lingüísticos
en el periodismo científico
La palabra precisa, y muy deprisa
Antonio Calvo Roy 167
Palabras científicas en los titulares de prensa
Ramón Núñez 172
Las fronteras entre el público y la creación de una cultura científica
Mónica Benítez 177
La comunicación de la ciencia en la sociedad del conocimiento
Vladimir de Semir 188
Comentario del panel «Imagen pública de la ciencia y problemas
lingüísticos en el periodismo científico»
Javier Ordóñez 200
4
2.Indice 14/12/04 12:00 Página 5
Capítulo 5
La lengua española y la educación en ciencia y
tecnología
Biografías, memorias y correspondencias científicas: géneros
literarios y especies de conocimiento
Antonio Moreno González 209
La lengua en clase de ciencias
Mercedes Alcázar 217
Capítulo 6
La lengua de las ciencias y las empresas que la
emplean y la difuden
Las palabras de la técnica: reflexiones de un hablante responsable
Manuel Rodríguez Jiménez 229
Información científica en prospectos y etiquetado de los
productos farmacéuticos
Simone Léger Brucker 237
La terminología en el ámbito de la normalización
Virginia Palomar González 248
Capítulo 7
Ciencia y lengua española en Internet
Libelo contra el inglés
Horacio Capel 257
Ciencia experimental e Internet: la lengua española y la nueva
biología
Emilio Muñoz 269
El uso de conceptos científicos en Internet: variación conceptual
y denominativa
Daniel Cassany y Carmen López Ferrero 278
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006-008.Presentacion 14/12/04 12:06 Página 6
006-008.Presentacion 14/12/04 12:06 Página 7
PRESENTACIÓN
Para que el español se equipare con aquellas otras lenguas que hasta el momento
han constituido el vehículo de expresión de la actividad científica y tecnológica es preci-
so impulsar una sociedad de la información hispanohablante, cuyos ejes esenciales sean
los desarrollos más avanzados en las ciencias, las humanidades y las tecnologías. La
importancia estratégica del español en función de su elevado número de hablantes, de su
peso económico y de su extensión internacional, en conjunción con el notable creci-
miento e internacionalización de la ciencia producida en España e Hispanoamérica
durante las últimas décadas, hace necesario alentar todas aquellas acciones encaminadas
a su consolidación como lengua de comunicación científica.
Los beneficios derivados de impulsar el desarrollo de la lengua española en el ámbito
científico y tecnológico cuentan con un interés múltiple y son de muy distinta naturale-
za: colocarían al español en situación de poder dialogar con otras grandes lenguas de
comunicación internacional, ayudarían a la mejora de las comunicaciones entre la cien-
cia y la sociedad, sobre todo a través de la enseñanza y los medios de comunicación, con-
tribuirían al avance científico y tecnológico de las industrias de la lengua y, lo que es tam-
bién fundamental, permitirían sentar las bases de una discusión multidisciplinar para
determinar qué organismos deben encargarse de controlar y definir todos los aspectos
relacionados con la lengua de la ciencia.
El presente volumen recoge lo esencial del Seminario Internacional «Ciencia, Tecnología
y Lengua española: La terminología científica en español», celebrado en Madrid en
diciembre de 2003, bajo el auspicio de la Fundación Española para la Ciencia y la
Tecnología. La iniciativa surgió de la actividad del grupo de trabajo Ciencia, Tecnología
y Lengua (CTL) de la Fundación, coordinado por los profesores Violeta Demonte y
Javier Ordóñez. Desde sus comienzos, el grupo CTL manifestó un claro interés por las
actividades que, en materia de terminología, se están llevando a cabo en relación al espa-
ñol, y por los recursos disponibles para aquellos que a diario se enfrentan con el reto de
comunicar en lengua española conceptos y términos creados en otras lenguas y para los
que aún no existe equivalente en castellano o no de manera consensuada. Se pretendió,
mediante la celebración de aquellas Jornadas, abrir un foro de discusión en el que los dis-
tintos participantes, desde su propio ámbito de especialidad, contribuyeran a elaborar
una visión de conjunto a partir de la cual fuera posible consolidar y armonizar la pro-
ducción de la terminología científica en español. Sus organizadores confiábamos en que,
explorando las realizaciones y necesidades de los usuarios de lenguajes especializados, se
podría obtener un panorama general de la situación del español como lengua de comu-
nicación científica y de los recursos existentes orientados a este fin.
Para ello se convocó a expertos en distintos ámbitos: académicos de la lengua y de des-
tacadas academias científicas, lexicógrafos, periodistas científicos, editores, especialistas
en tecnologías lingüísticas, filósofos e historiadores de la ciencia, terminólogos, así como
a miembros de empresas privadas generadoras de vocabulario científico en lengua espa-
ñola. Y se abordaron muy diversos temas: desde las dificultades que existen en la elabo-
ración de libros de texto, ensayos y traducciones científicas, hasta las experiencias y pro-
blemas particulares de profesionales del periodismo a la hora de redactar una noticia
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Reyes Sequera
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08-09.Título Cap1 10/12/04 00:30 Página 9
Capítulo 1
Situación de la terminología en España, Iberoamérica
y los organismos Internacionales
El Lexicón de la Real Academia de Ingeniería
Enrique Alarcón Álvarez
Terminología científica
José Manuel Sánchez Ron
¿Está preparado el español para la comunicación especializada?
Daniel Prado
¿Podremos coordinar, al fin, la terminología científica en lengua
española?
Amelia de Irazazábal Nerpell
Comentario del panel «Situación de la Terminología en España,
Iberoamérica y los organismos internacionales»
M. Teresa Cabré Castellví
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1.Enrique Alarcón 10/12/04 00:11 Página 10
1.Enrique Alarcón 10/12/04 00:11 Página 11
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1.Enrique Alarcón 10/12/04 00:11 Página 12
de siglos, permitió disponer muy pronto de palabras claras y precisas que se incorpo-
raron inmediatamente a los libros de texto y con ello al acervo de las diferentes pro-
fesiones.
Es interesante al respecto poner de manifiesto el enorme esfuerzo realizado en los
años 40 y 50 del siglo pasado. La autarquía generada por el aislamiento internacional y
la imperiosa necesidad de reconstrucción de infraestructuras e instalaciones industriales
destruidas durante la Guerra Civil provocó un esfuerzo sorprendente que se materializó
en publicaciones enciclopédicas con una terminología respetuosa y generalmente muy
bien escogida. Paradójicamente, el ritmo lento de las obras permitía a sus ingenieros
dedicar simultáneamente tiempo a la enseñanza y a la escritura de esos textos que, ade-
más, estaban muy bien editados.
A partir de mediados de los años 60, el impacto del desarrollo acelerado, el incre-
mento de los ritmos productivos, la entrada de bibliografía, maquinaria y métodos forá-
neos, el aumento de la clientela extranjera de nuestras empresas, etc., tuvieron dos efec-
tos importantes en la terminología. Por un lado, la traducción apresurada de términos,
generalmente ingleses, y el olvido de palabras españolas con un significado igual o más
rico, provocaba la inexactitud e imprecisión de los términos. Además, el uso directo de
obras en lengua extranjera, facilitado por los intercambios editoriales y el ritmo frenéti-
co de trabajo, redujo el interés por la elaboración de textos, lo que incidió negativamen-
te en la difusión de términos propios y provocó la aparición de traducciones apresuradas
que reforzaron los dañinos efectos anteriores.
Las ingenierías emergentes relacionadas con las tecnologías de la energía, la infor-
mación, la comunicación, la electrónica, etc., entraron directamente en esta dinámica y
no siempre procuraron entroncar con la cultura científica anterior.
Hay casos intermedios, como el de la ingeniería aeronáutica, en la cual se había
desarrollado una cierta tecnología propia antes de la Guerra Civil, que siempre había
mantenido, por necesidad, un contacto permanente con el extranjero y donde tuvo una
influencia destacada una personalidad tan potente como la de Esteban Terradas, creador
del INTA.
En esta época se produce en España un fenómeno que ha tenido una importancia
clave en la ingeniería. Las Escuelas pasan a depender del Ministerio de Educación, se
crea el doctorado y se fomenta la dedicación plena del profesorado. La investigación
pasa a tener así cultivadores especializados que forzosamente deben salir al extranjero
para competir en los ambientes internacionales. Cuando esto sucede, el inglés ya se ha
impuesto como lingua franca y todos los problemas a que se hacía referencia antes se ven
multiplicados.
En efecto, la influencia de la enseñanza técnica francesa decimonónica, a imagen de
la cual se habían creado nuestras escuelas, era fácilmente asimilable debido a la estruc-
tura común de los idiomas. Por ejemplo, cuando al referirse a la respuesta mecánica de
los materiales se trata de buscar el equivalente del término loi de comportement el
esfuerzo es mínimo y el significado preciso. Los estudiantes actuales, al traducir del inglés
despreciando el conocimiento adquirido, hablan de «ecuación constitutiva» que, cierta-
mente, es comprensible pero añade inexactitud.
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1.Enrique Alarcón 10/12/04 00:11 Página 13
Enrique Alarcón
El nuevo ingeniero-profesor dispone (¡al menos en teoría!) del tiempo que su plu-
riempleado predecesor de los años del desarrollo añoraba para escribir nuevos textos.
Pero, como debe competir a nivel internacional, escribe en inglés directamente, estudia
en inglés, olvida viejos vocablos españoles, cuando inventa palabras lo hace en inglés, y
se dirige a sus alumnos con malas traducciones que empobrecen el lenguaje.
En algunos países iberoamericanos, la presión ni siquiera se ve contrarrestada por
una cierta tradición industrial anterior, lo que agrava los problemas. ¡Hay trozos de
libros traducidos del inglés que uno prefiere leer directamente en su idioma original!
Finalmente, la mezcla de tradiciones (por ejemplo, en la robótica, que combina téc-
nicas de ingeniería mecánica con automática) y la imposibilidad de tener una formación
clásica en todas ellas produce el abandono de términos que tienen siglos de antigüedad
y la sustitución de estos por otros extranjeros, usados por simple incompetencia.
Resumiendo lo que podría ser un diagnóstico de la situación actual, podemos afir-
mar que se observa un empobrecimiento del lenguaje que, en una posible clasificación,
estaría motivado por:
a) Incompetencia, cuando se quiere decir algo y no se sabe que ya existe y
está acuñado el término correspondiente.
b) Desconocimiento, cuando inadvertidamente se dice algo distinto al concepto que
realmente se quería expresar (como el indignante uso de «requerimiento» en
lugar de «requisito»).
c) Imprecisión, cuando no se presta atención a la palabra escogida (como «superfi-
cial» en lugar de «somero»).
El Lexicón de la RAI
Como se ha indicado más arriba, en el artículo 3 de sus estatutos fundacionales, se
indica que entre los fines de la Academia está el «elaborar y mantener actualizado un
lexicón en lengua castellana de términos relativos a la ingeniería». Las vicisitudes por las
que hemos pasado han impedido el cumplimiento hasta ahora de este mandato.
Ello no quiere decir que la Academia o sus miembros no hayan participado en las
iniciativas más interesantes que recientemente se han llevado a cabo en España. Así, por
ejemplo, el académico D. Enrique García Monge es autor único del Diccionario de plan-
tas de interés agrícola, obra ingente (publicada por el Ministerio de Agricultura, Pesca y
Alimentación, 1980, 2001) que en su segunda edición incluye la descripción de más de
18.000 especies y sus nombres vulgares en once idiomas, incluidos todos los de la
Península Ibérica; el Diccionario enciclopédico de tecnología, compuesto bajo la direc-
ción de J. M. Martínez-Val y publicado en el año 2000; o el Diccionario español de la ener-
gía que, patrocinado por ENRESA y otras empresas dedicadas a la energía, está a punto
de ver la luz, impulsado por Antonio Colino y dirigido por Ángel Martín Municio, presi-
dente de la Real Academia de Ciencias y, a su muerte, por el propio Antonio Colino.
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1.Enrique Alarcón 10/12/04 00:11 Página 15
Enrique Alarcón
Agradecimientos
Se agradece a los excelentísimos señores académicos de la Real Academia de
Ingeniería Jaime Torroja y Francisco García Olmedo su colaboración en la redacción de
estas notas.
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2.J. Manuel Sánchez Ron 10/12/04 00:24 Página 16
TERMINOLOGÍA CIENTÍFICA
José Manuel Sánchez Ron
Terminología científica
Con respecto a la primera cuestión, la de cómo es esa terminología en la actualidad,
diré que desde luego, en general, muy diferente de la que dominaba el pensamiento cien-
tífico hace no demasiado tiempo.
La ciencia es conocimiento establecido, pero es también búsqueda de conocimiento
nuevo. Sin esa búsqueda, y sin que ella produzca resultados, difícilmente existiría la cien-
cia tal y como la entendemos en la actualidad. Y cuando se produce nuevo conocimien-
to hay que nombrarlo; hay, en definitiva, que introducir neologismos.
Hasta las primeras décadas del siglo XX persistió con fuerza en la ciencia la tradi-
ción de construir neologismos sobre raíces griegas, raíces que entre otros atractivos
incluían cierta facilidad para recoger esos neologismos en las lenguas occidentales, así
como la neutralidad que transmitían con respecto al significado de los fenómenos expre-
sados en tales términos. Al igual que en el tercer tomo de sus Principles of Geology,
publicado en 1833, Charles Lyell propuso dividir el Terciario en tres series: el Eoceno
(del griego eos, ‘aurora’, ‘comienzo’, y kainós, ‘reciente’), Mioceno (de meios, ‘menos’,
‘reciente’) y Plioceno (de pleios, ‘más’, ‘reciente’), nomenclaturas que aún persisten, los
nombres que se asignaron a las primeras partículas elementales descubiertas fueron:
«electrón», significando «unidad de electricidad»; «protón», de la raíz griega que signifi-
ca «primero» (el hidrógeno, el primero —esto es, el más ligero— de los elementos está
formado por un protón en su núcleo); «neutrón», partícula neutra, y «neutrino», peque-
ño neutrón (como este, no lleva carga).
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2.J. Manuel Sánchez Ron 10/12/04 00:24 Página 17
Como se ve, la lógica de los razonamientos de Gell-Mann es, por decirlo de alguna
manera, personal e intransferible, ajena al desarrollo histórico-filológico de los lenguajes
que este físico, por otra parte, tan bien conoce. Y no se trata únicamente del término
quark: también está la cromodinámica cuántica, que por supuesto no es ninguna teoría
del color, sino de la fuerza que une los quarks, los «sabores» (como el u, de up, y el d, de
down) de los quarks, que tampoco tienen nada que ver con los sabores en su sentido
estricto.2 Como mucho se trata de metáforas, que los no especialistas difícilmente pue-
den apreciar.3
Cuando se analiza este mundo terminológico, así como las reglas que sigue habitual-
mente, y se compara con el texto Méthode de nomenclature chimique que compusieron
en 1787, Antoine de Lavoisier (1743-1794), Guyton de Morveau, Claude Louis
Berthollet y Antoine François de Fourcroy, surge, con mayor virulencia que nunca, un
profundo sentimiento de cambio. Lo que aquellos químicos de la Ilustración pretendían
era poner orden lingüístico en una ciencia, la química, que había estado dominada hasta
entonces por un caos casi absoluto y que estaba viviendo una revolución, introducida por
Lavoisier. Hasta entonces, en efecto, se había dado un nombre arbitrario a las sustancias
1 Murray Gell-Mann: El quark y el jaguar. Barcelona: Tusquets, 1995 (versión original en inglés de 1994), pág. 198.
2 Aunque por el momento con poco éxito entre los profesionales, alguna publicación periódica española traduce los
términos up y down, empleando: «quark arriba» y «quark abajo». Ver, por ejemplo, Gordon Kane, «Más allá del mode-
lo estándar de la física», Investigación y Ciencia (agosto de 2003), págs. 48-55.
3 Es interesante en este sentido, citar lo que dice Gell-Mann al respecto (El quark y el jaguar; pág. 199): «Se dice que u
y d son diferentes ‘sabores’ de quark. Además del sabor, los quarks tienen otra propiedad aún más importante llama-
da ‘color’, aunque no tiene que ver con los colores reales más que el sabor en este contexto con el sabor de un hela-
do. Aunque el término ‘color’ es más que nada un nombre gracioso, sirve también como metáfora. Hay tres colores,
denominados rojo, verde y azul a semejanza de los tres colores básicos en una teoría simple de la visión humana del
color (en el caso de la pintura, los tres colores primarios suelen ser el rojo, el amarillo y el azul, pero para mezclar luces
en vez de pigmentos, el amarillo se sustituye por el verde). La receta para un neutrón o un protón consiste en tomar
un quark de cada color, es decir, uno rojo, uno verde y uno azul, de modo que la suma de colores se anule. Como en
la visión el color blanco se puede considerar una mezcla de rojo, verde y azul, podemos decir metafóricamente que el
neutrón y el protón son blancos».
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Terminología científica
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física de altas energías. Acrónimos como GUT (de Grand Unified Theories) y TOE (de
Theories Of Everything), de los que el historiador de la ciencia John Heilbron ha seña-
lado:5 «los GUTs [procurando ser delicados, podríamos traducir gut como “agallas” o
“coraje”] y TOEs [toe es “dedo del pie”] no son partes del cuerpo sino Teorías de Gran
Unificación y Teorías del Todo. ¿Revela el humor de sus nombres la confianza de perso-
nas que se sienten próximas a finalizar la física? Ciertamente demuestra que el sobrio
conservadurismo de los científicos europeos de los siglos XIX y comienzos del XX ha
dejado su lugar a la desenfadada igualdad de los americanos durante su momento de
dominio mundial. Los juguetones nombres acuñados por los físicos de altas energías han
sido criticados como faltos de elegancia, no antiguos, caprichosos y equívocos».
Si la física de altas energías ha sido una de las ramas de la ciencia que más se
desarrolló a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, a la biología molecular le corres-
ponde ese honor en la actualidad. Nos encontramos, en efecto, sumergidos en una autén-
tica revolución científica, que tiene en su epicentro a las ciencias biomédicas en general,
y a la biología molecular en particular. Y si hay algo que caracteriza a las situaciones
revolucionarias es la creación de nuevo conocimiento, lo que significa nuevos entes,
miles y miles de nuevos entes, que hay, evidentemente, que nombrar.
No es la primera vez, naturalmente, que nos encontramos en esta situación.
Recordemos el caso de la química orgánica, disciplina que experimentó un crecimiento
gigantesco a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, gracias sobre todo a las técnicas
introducidas por Justus Liebig (1803-1873). Pues bien, ese desarrollo se plasmó en que
en 1888 se conocían las fórmulas estructurales de 20.000 compuestos orgánicos, por
74.000 en 1899 y cerca de 140.000 en 1910. Más de 100.00 nuevos compuestos que hubo,
claro está, que bautizar. Sucede, no obstante, que las reglas terminológicas introducidas
por Lavoisier y sus colegas a finales del siglo anterior eran lo suficientemente poderosas
como para poder acometer tal tarea de una forma ordenada. ¿Ocurre lo mismo hoy,
cuando los biólogos moleculares, biotecnólogos e ingenieros genéticos descubren constan-
temente nuevas piezas (como genes o proteínas) de la vida? Cuando descubren o fabrican.
No, o no siempre. «A menudo los nombres de genes y proteínas se basan en lo lla-
mativo y descriptivo, siendo sus intenciones oscuras. Para muchos investigadores, dar
nombre a su descubrimiento puede constituir una rara oportunidad de imbuir su ciencia
de creatividad», manifestaba Paul Smaglick en un artículo publicado en la revista The
Scientist, que llevaba por título «Creatividad, confusión para genes», aunque bien podría
llevar el encabezamiento con el que comentó ese trabajo otra publicación: «Sobre el caos
lingüístico en la biología molecular».6
En la misma línea, Smaglick citaba a un biólogo molecular de la Universidad de
Alberta, Lawrence Puente: «Existen múltiples nombres para la misma cosa, los mismos
nombres para diferentes cosas, nombres que conducen a error, y nombres que son clara-
mente difíciles de recordar». Y a un miembro del Comité de Nomenclatura de la
5 J. L. Heilbron: «Coming to terms. Caloric, cathode, curium and quark –coinage from the mint of science», Nature 415, 585
(2002).
6 Paul Smaglick: «Creativity, confusion for genes», The Scientists 12 (30 de marzo de 1998); «On linguistic chaos in
molecular biology», ScienceWeek. An Online research Digest published weekly since 1997, vol. 6, nº 32 (9 de agosto de
2002).
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Terminología científica
Organización del Genoma Humano, Julia White, que señalaba que aunque el Comité
pretende eliminar el caos lingüístico, «se queda detrás como resultado de la velocidad y
envergadura del Proyecto Genoma Humano. Con cientos de miles de genes y proteínas
todavía por bautizar, la biología molecular tiene una necesidad angustiosa de una regu-
lación de nomenclatura».
El toque personal que permitió la denominación de los elementos de la tabla perió-
dica de los elementos ya no es posible: el número de elementos químicos apenas supera
el centenar; por el contrario el número de genes (30.000 en una sola especie, la nuestra)
y de proteínas es radicalmente mayor. Y no olvidemos todos esos acrónimos que se uti-
lizan para designar linajes celulares, procesos metabólicos, etc. Citando de nuevo de otro
artículo:7 «En los primeros tiempos de la bioquímica y biología molecular, cuando se
habían descubierto pocos genes y las proteínas que los expresan, todos podían recordar,
más o menos, los nombres de las entidades macromoleculares que estaban siendo estu-
diadas por los colegas de al lado. Esos días han pasado, y se han hecho más extraños por
la tendencia de muchos biólogos moleculares a escoger nombres ad hoc que a menudo
son más agudos que técnicamente pertinentes, y a ofuscar sus artículos de investigación
con acrónimos por docenas en un solo trabajo. Conocemos al menos el ejemplo de un
acrónimo para un linaje celular que aparecía en un artículo de un grupo de los Institutos
Nacionales de la Salud estadounidenses y que no se encontraba definido en ningún lugar
del trabajo; llamadas telefónicas a biólogos moleculares no permitieron hallar a alguno
que supiese de qué línea celular se trataba, y cuando se consultó a los autores del artí-
culo no se recibió una respuesta durante casi tres semanas. Como dijo un científico
recientemente: “Si haces que tu artículo sea difícil de leer, al menos nadie podrá llamar-
te estúpido”».8
Nos guste o no, hemos de aceptar que muchos de estos términos, tan caótica o idio-
sincrásicamente forjados, terminaran encontrando su camino hacia las entrañas de nues-
tro idioma. No los hemos creado, pero sí los utilizaremos (como extranjerismos). No nos
libraremos de ellos. Y digo «no nos libraremos» porque me gusta demasiado el orden
como para no sentir una cierta desazón ante ese con demasiada frecuencia desordenado
mundo terminológico que procede, mayoritariamente, del inglés. Y la invasión hace tiem-
po que ya ha comenzado, con el vigor y poder que posee el conocimiento científico
nuevo, ayudada por instrumentos recientes tan poderosos y penetrantes como la Red o
Internet, que ya ha recorrido el extraño camino que le ha llevado desde el Pentágono y
el CERN hasta nuestro hogares, pasando por Google o Amazon. El Diccionario de la
Real Academia Española (RAE) da acogida a cada vez más neologismos y extranjeris-
mos científicos que no podemos ignorar. ¿Traducirlos? En alguna ocasión, cuantas más
veces mejor, sí, pero ¿quién puede oponerse a la fuerza del agua de la torrentera que
estalla imprevista, súbita e imparable? La RAE ha aceptado e incluido en su dicciona-
rio, voces como big bang, que, por cierto, introdujo el astrofísico británico Fred Hoyle
para ridiculizar la teoría cosmológica que ahora caracteriza tan gráficamente; una voz
7 «More discussion of acronym anarchy in molecular biology», Nature 390, 329 (1997).
8 Tampoco escasean en la física los acrónimos. Recordemos: máser (de Microwave Amplification by Stimulated
Emisión of Radiation), láser (de Light Amplification by Stimulated Emisión of Radiation], SQUID (de Supercon-ducting
Quantum Interference Device), bit (de binary digit) o qubit (de quantum bit).
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que podríamos traducir sin dificultad (como «gran estallido»), pero que si lo hiciésemos
nos estaríamos apartando de un cauce no solo científico sino de la cultura mundial. Y qué
decir de los términos, desde chat a «clicar», pasando por «aplicación», «hipertexto» o
«servidor» que, procedentes del mundo de Internet, se están instalando en el DRAE.
Una Academia de la Lengua no es, no puede ser, normativa (la lengua es de todos), sino
espejo de la comunidad a la que sirve y del mundo en el que existe. Espejo de y ejemplo para.
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2.J. Manuel Sánchez Ron 10/12/04 00:24 Página 22
Terminología científica
Ciencias aplicadas:
Medicina, Higiene pública y Nutrición.
Medicina.
Nutrición, dietas e higiene de alimentos.
Farmacología.
Sanidad pública.
Veterinaria.
Agricultura, Ganadería, Pesca y Caza.
Tecnología.
Ingeniería.
Arquitectura y Urbanismo.
Redes de comunicación.
Energía, Minería, Industrias.
Mecánica.
Informática.
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Daniel Prado
del chino mandarín: el inglés ha perdido hablantes que lo tengan como lengua
materna, y el español tiene cada vez más.
Por otro lado, conocemos varios cálculos realizados para determinar el peso de cada una
de las lenguas en el panorama mundial. No mencionaré más que dos de ellos:
• Para Juan Ramón Lodares el español es la tercera lengua de peso internacional, si
se tienen en cuenta los seis factores siguientes:
_ cantidad de hablantes,
_ índice de desarrollo humano,
_ extensión geográfica de la lengua,
_ valor comercial,
_ interés como segunda lengua de aquellos para quienes el español no es lengua
materna
_ y estatuto oficial en organismos internacionales.
• Para George Weber, en 1997, el español también era la tercera lengua internacio-
nal, pero su cálculo se basaba en los parámetros siguientes, ligeramente diferentes
de los anteriores:
_ cantidad de hablantes maternos,
_ cantidad de hablantes de segunda lengua,
_ cantidad de países que lo utilizan como lengua oficial,
_ cantidad de sectores (diplomacia, ciencia) en que se utiliza como lengua inter-
nacional,
_ poderío económico de los países que utilizan el idioma,
_ prestigio de la literatura en español.
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3.Daniel Pardo 10/12/04 00:27 Página 26
Por otro lado, según el informe de Graddol, del British Council4, citado por
Rousseau, nuestro idioma es la quinta lengua de edición mundial; el alemán, con tres
veces menos hablantes, produciría dos veces más literatura que el español. Agrega este
informe que el español ocupa el cuarto lugar entre los idiomas que cuentan con produc-
tos derivados de la ingeniería lingüística, lejos detrás del francés y del alemán.
Pimienta nos recuerda que, según Funredes5, el español contaba a comienzos de 2003
con el 5,68% de las páginas web del mundo, lo cual, a pesar de ser un buen porcentaje,
lo ubica en quinta posición mundial, lejos del alemán y del japonés. Es decir, que un 5,5%
de la población mundial o un 10% de los países del mundo solo producen 0,5% de lite-
ratura científica, y la supuesta tercera lengua del planeta (y segunda materna) ocupa en
realidad el quinto lugar en lo que respecta a su presencia en la red de información mun-
dial, así como el quinto puesto en materia de edición.
Por otra parte, sabemos que la mayoría de los organismos de ciencia y tecnología de
los países hispanohablantes han optado por políticas que favorecen de manera inequí-
voca el uso del inglés como primera lengua de publicación de sus propios investigadores.
Y sabemos también que las empresas multinacionales tienden progresivamente a esta-
blecer como lengua común de trabajo el inglés, aun cuando estén ubicadas en un país no
anglófono, y que la mayoría de sus instancias directivas y administrativas utilizan el
inglés como principal lengua de comunicación. Tampoco se le escapa a nadie el hecho de
que el inglés ocupa de manera cada vez más clara un espacio creciente en la comunica-
ción cotidiana: la publicidad, la economía, las tecnologías de la información y la comuni-
cación son los lugares más comunes, pero aun las disciplinas sociales o ciencias como la
medicina o las ciencias biológicas, que usaban a menudo vocablos latinos o neolatinos,
reciben una influencia anglosajona cada vez mayor.
Hay un hecho aún más preocupante: los grandes organismos internacionales, tradi-
cionalmente plurilingües, abandonan progresivamente sus obligaciones en materia de
plurilingüismo, dejando de forma casi exclusiva el inglés como lengua de trabajo y pri-
mera lengua de difusión, al que solo el francés puede hacer frente en ciertas instancias
internacionales. En lo que se refiere al español, es solo en las instituciones panamerica-
nas en las que este ocupa un lugar más destacado. En varias ocasiones la diplomacia de
los países hispanohablantes, francófonos e incluso germánicos ha debido tomar medidas
concertadas recordando la vocación plurilingüe de los grandes organismos, pero no han
sido más que medidas aisladas.
El prestigio que tiene el español como lengua de literatura, de cultura, de importan-
cia demográfica y política nos hace olvidar su carencia de prestigio como lengua de cien-
cia y tecnología, como lengua de negocios, como lengua profesional. En el mismo con-
greso citado, Leáñez decía que si nuestra lengua no cubre nuestras necesidades, enseña-
mos y aprendemos otra: «la que tiene más valor, es decir, la que cubre más necesida-
des…». Nuestra lengua «pierde así prestigio ante propios y extraños…», lo que la «inser-
ta en una espiral de retracción: a menor valor, menor uso; a menor uso, menor valor».
3 Centro de Información y Documentación Científica (CINDOC): http://www.cindoc.csic.es/
4 British Council: http://www.britishcouncil.org/
5 Fundación Redes y Desarrollo (Funredes): http://funredes.org/
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Daniel Prado
FRANCÉS
En cuanto a una actitud de concertación y cooperación entre diferentes países para
reafirmar el papel internacional de un idioma, el francés se destaca muy particularmente
de las otras lenguas de rango internacional (entre las cuales incluyo también al alemán, el
árabe, el chino, el español, el inglés y el portugués), tanto por las actividades promovidas
por los Gobiernos quebequense y francés, como, en los últimos años, por el trabajo de la
Agencia Intergubernamental de la Francofonía (AIF)7. Este organismo lleva a cabo pro-
yectos de apoyo a la enseñanza del francés, de desarrollo de universidades virtuales fran-
cófonas, de formación para la utilización del francés de funcionarios internacionales, de
presión ante organismos internacionales para el respeto del plurilingüismo, de vigilia
permanente en cuanto al uso del francés en todo tipo de actividades.
La AIF se ocupa también, desde hace varios años, de promover el desarrollo lexico-
gráfico y terminológico de las lenguas africanas y los créoles que se consideran idiomas
6 Se utilizará esta expresión para identificar aquellas lenguas que ocupan un lugar preponderante en la escena inter-
nacional (organismos, congresos, segunda lengua, etc.). Mayoritariamente, estos idiomas son el alemán, el árabe, el
chino, el español, el francés, el italiano, el inglés, el ruso y el portugués. Sin olvidar que otras lenguas ocupan ciruns-
tancialmente ese lugar a un nivel regional, como el hindi, el malayo, el sueco, el suajili, etc.
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asociados, por hablarse en países francófonos, a la lengua francesa, así como de desarro-
llar herramientas informáticas para estos idiomas. En materia de terminología, la AIF
financia la Red Internacional Francófona de Planificación Lingüística (RIFAL)8, que
lleva a cabo actividades permanentes de colecta terminológica, trabajos neológicos,
inventarios, estudios, investigación y formación a nivel panfrancófono. Varios trabajos
terminológicos han sido resultado de su acción y ha contribuido a la formación de cien-
tos de especialistas. Uno de los operadores de la AIF, la Agencia Universitaria de la
Francofonía (AUF)9, lleva a cabo diversas actividades de promoción, enseñanza y estu-
dio del francés y ha creado una red de investigación en terminología y lexicografía: la
LTT10.
Una cantidad importante de entidades gubernamentales, paragubernamentales y
asociativas (muchas de ellas con apoyo gubernamental) se ocupan de trabajos de pro-
moción, de vigilia, de defensa y de desarrollo de la lengua francesa, tanto en la Europa
francófona como en Canadá. Tan solo nombrarlas tomaría la mitad de esta comunica-
ción. Considero que lo más interesante en materia de promoción y desarrollo de la len-
gua francesa, específicamente en sus aspectos terminológicos, será dicho si nos concen-
tramos en las actividades de las entidades gubernamentales específicas en los países
siguientes:
Francia
La Delegación General de la Lengua Francesa y de las Lenguas de Francia
(DGLFLF)11 es la depositaria oficial de las actividades gubernamentales que apuntan
tanto a la promoción cuanto a la presencia y la modernización de la lengua francesa.
Entre las numerosas actividades de la DGLFLF enmarcadas dentro de una política lin-
güística estructurada desde los años 70, me referiré aquí sobre todo al área terminoló-
gica.
La DGLFLF anima y se ocupa de la secretaría administrativa de unas veinte comi-
siones temáticas de terminología, cada una de las cuales está formada por varias dece-
nas de miembros, todos especialistas de la lengua o del sector específico de la comi-
sión respectiva, miembros institucionales, investigadores, empresarios, representantes
asociativos y miembros de la Agencia Nacional de Normalización (Afnor)12 y de la
Academia Francesa13. Cada comisión de terminología analiza permanentemente los
nuevos términos del sector, con la finalidad de redactar recomendaciones acerca de
su uso, definiciones, contexto, sinónimos, etc. Los términos se difunden públicamente
y muchos de ellos son de uso obligatorio en la función pública.
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Daniel Prado
Quebec
La Oficina Quebequense de la Lengua Francesa (OQLF)15 es quizás la institución
más completa en materia de política y planificación lingüística que una entidad terri-
torial pueda tener al servicio de su lengua. Hay que recordar que el francés en
Quebec prácticamente no se utilizaba en el ámbito profesional antes de los años
sesenta. Quebec constituye un ejemplo en lo que respecta al trabajo realizado para
la recuperación de un idioma, idioma que, hoy en día, está presente en todos los
ámbitos de la vida cotidiana y particularmente en el sector profesional.
En terminología, la acción de la OQLF cubre todos los aspectos que se pueden
esperar en un trabajo de modernización efectiva de la lengua. Investigación, forma-
ción, colecta, vigilia neológica, normalización, incentivos para el uso y sobre todo
consultoría y difusión terminológica, hacen de la OQLF un ámbito envidiable,
sobre todo por sus pares franceses que no disponen de un servicio tan completo..
Valga decir que la OQLF cuenta con uno de los dos bancos terminológicos guber-
namentales mayores del mundo con cerca de 800.000 nociones (3 millones de térmi-
nos) en 200 sectores del conocimiento y de la vida corriente. Recordemos que
Quebec tiene una autoridad ministerial y una entidad gubernamental garantes de la
aplicación de la Carta de Lengua Francesa, ante las cuales responde la mencionada
OQLF.
Por otro lado, es preciso mencionar el trabajo que realizan sobre el vocabulario ofi-
cial, ya no solamente francés, sino de todas sus lenguas oficiales, los organismos
gubernamentales de Canadá, Suiza y Bélgica.
Canadá
La Oficina de la Traducción del Gobierno Federal de Canadá16 cuenta con el
banco de datos terminológicos Termium17, que incluye cerca de 3.500.000 de térmi-
14 International Organization for Standardization (ISO TC-37):
http://www.iso.ch/iso/fr/stdsdevelopment/tc/tclist/TechnicalCommitteeDetailPage.TechnicalCommitteeDetail?COMMID=1459
15 Office Québécois de la Langue Française (OQLF): http://www.oqlf.gouv.qc.ca/
16 Bureau de la traduction: http://www.translationbureau.gc.ca/pwgsc_internet/fr/accueil_home_f.htm
17 Termium: http://www.termium.gc.ca/site/accueil_home_f.html
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Suiza
La Sección de la Terminología de la Cancillería Federal Suiza18 tiene un banco plu-
rilingüe compatible con Eurodicautom, lo que le permite aprovechar el insumo de la
Unión Europea y agregar su propia terminología. Cuenta así con un capital termi-
nológico de aproximadamente 1.250.000 vocablos para tres de las cuatro lenguas de
la Confederación, además de brindar diferentes servicios lingüísticos a la
Administración del país.
Bélgica
El Gobierno belga francófono también tiene un servicio de asistencia lingüística y
terminológica: el Servicio de la Lengua Francesa19 de menor alcance que sus pares
canadienses, franceses y helvéticos.
ALEMÁN
En cuanto a la lengua alemana, fuera del mítico banco de datos terminológicos Lexis
de la Oficina Federal de las Lenguas20, y de la acción federal y de los Länder destinada
a la propia Administración, pocas son las iniciativas públicas que he podido encontrar en
favor de una modernización armonizada del alemán.
Sin embargo, probablemente por ser Alemania un gran país exportador, sus empre-
sas privadas han trabajado en todos los aspectos relativos a la documentación técnica, la
traducción y la terminología. Así, el banco de datos terminológicos de Siemens fue en su
momento el mayor del mundo y una serie de productos de ingeniería lingüística han sido
el resultado de la cooperación entre la industria y las universidades alemanas.
Instituciones como el Consejo para la Terminología del Alemán (RaDT)21, el Instituto
Alemán de la Terminología (DIT)22 y la Asociación Alemana de Terminología (DTT)23
resultaron de esa reunión de iniciativas privadas, públicas y asociativas en favor de la
lengua alemana.
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Daniel Prado
PORTUGUÉS
Es importante mencionar el portugués, aunque veremos que en este caso representa
el contraejemplo. El portugués conoce una situación paradójica. Octavo idioma del
mundo por la cantidad de hablantes, quinto por la cantidad de países en los cuales es
idioma oficial, y contando con una demografía favorable y una situación envidiable en el
Mercosur, la lengua portuguesa carece, sin embargo, en la actualidad, de iniciativas en
materia de estrategias de modernización. Es más, las medidas que se toman en cuanto al
enriquecimiento de la terminología tanto en Portugal como en Brasil carecen de coordi-
nación, la falta de armonización terminológica es flagrante. El Instituto Camões29, enti-
dad comparable por su misión al Instituto Cervantes30, colabora ocasionalmente finan-
ciando actividades de modernización de la lengua portuguesa, pero no cuenta con una
estrategia definida en ese sentido.
En los países lusófonos, la actividad terminológica se centra exclusivamente en la
acción de asociaciones (TERMIP31 y AIT32 en Portugal, ANPOLL33 en Brasil), univer-
sidades, empresas e institutos sin coordinación o estrategia global. Ocasionalmente, ins-
tituciones estatales como la Fundación para la Ciencia y la Tecnología34 en Portugal y el
IBICT35 en Brasil pueden participan en financiamientos de actividades.
Sin embargo, recientemente, la Comunidad de Países de Lengua Portuguesa
(CPLP)36, organismo de corte político dedicado a promover la interacción de los ocho paí-
ses lusófonos del planeta, ha creado el Instituto Internacional de la Lengua Portuguesa37,
entre cuyos objetivos figura el de promover el desarrollo del portugués moderno. Solo es
de lamentar que la creación demasiado reciente, los medios insuficientes y el aislamiento
24 International Information Centre For Terminology (Infoterm): http://linux.infoterm.org/
25 International Institute for Terminology and Research (IITF): http://linux.infoterm.org/iitf-e/i-iift.htm
26 Gesellschaft für Terminologie und Wissenstransfer (GTW): http://gtw-org.uibk.ac.at/
27 TermNet: http://linux.infoterm.org/termnetpr/termnet.html
28 Deutsches Informations- und Dokumentationszentrum für Terminologie (DEUTERM): http://www.iim.fh-
koeln.de/deuterm/
29 Instituto Camões: http://www.instituto-camoes.pt/entrar.html
30 Instituto Cervantes: http://www.cervantes.es/inicio.htm
31 TERMIP - Associação Portuguesa de Terminologia: http://www.fcsh.unl.pt/termip/
32 Associação de Informação Terminológica (AIT): http://www.ait.pt/
33 Associação Nacional de Pós-Graduação e Pesquisa em Letras e Lingüística (ANPOLL):
http://www.ufrgs.br/iletras/anpoll/
34 Fundação para a Ciência e a Tecnologia: http://www.fct.mct.pt/
35 Instituto Brasileiro de Informação em Ciência e Tecnologia (IBICT): http://www.ibict.br/
36 Comunidade dos Países de Língua Portuguesa (CPLP): http://www.cplp.org/
37 Instituto Internacional de la Lengua Portuguesa : http://www.cplp.org/main/linguaportuguesa/iilp/estatutosdoiilp.htm
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de su sede en Cabo Verde, país excéntrico de las esferas del poder, no permitan creer, por
lo menos en lo inmediato, en una acción sistemática en el terreno de la terminología.
DANÉS
Las autoridades danesas han creado el Grupo de Terminología45, «paraguas» de
todas las actividades terminológicas para la lengua danesa, cuya misión es descrita en su
sitio web (traducción libre): «El objetivo de este grupo es asegurar que el danés conti-
nuará sobreviviendo como lengua que puede ser usada en contextos técnicos».
El Grupo de Terminología creó a su vez un centro con estatuto comercial, DAN-
TERM46, destinado a ofrecer servicios terminológicos a las empresas y que recibe, ade-
más de usufructos comerciales, subvenciones de la Agencia Danesa para el Desarrollo de
38 Generalitat de Catalunya - Direcció General de Política Lingüística: http://cultura.gencat.es/llengcat/dgpl/index.htm
39 Generalitat de Catalunya - Serveis i professionals de la llengua: http://cultura.gencat.es/llengcat/sial/menusl.asp
40 Consorci per a la Normalització Lingüística: http://www.cpnl.org/index.htm
41 Institut d’Estudis Catalans: http://www.iecat.net/inici.htm
42 TERMCAT, Centre de Terminologia: http://www.termcat.net/
43 Cercaterm: http://www.termcat.net/cercaterm/
44 Neoloteca: http://www.termcat.net/neoloteca/index.html
45 Terminologigruppen: http://www.cbs.dk/org/term/
46 DANTERMcentret: http://www.danterm.dk/
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FINÉS
El Centro Finlandés de Terminología Técnica (TSK)47 tiene una estructura asociati-
va, lo que no excluye que poderosas organizaciones y sociedades privadas (como Nokia)
participen en sus trabajos. Cuenta con una oficina de información al público (servicio de
pago), un banco de datos de 100.000 términos, y realiza actividades de investigación, de
formación y de desarrollo de proyectos.
HOLANDÉS
Los gobiernos holandés y belga flamenco se asociaron para crear la Unión de la
Lengua Holandesa48, organismo de promoción de la cultura y la lengua común.
Permítanme hacer una comparación con la institución que represento: la Unión de la
Lengua Holandesa tiene objetivos muy similares a los de la Unión Latina49 en los secto-
res cultural y lingüístico. Y entre las diferencias, permítanme resaltar tres: la Unión de la
Lengua Holandesa debe ocuparse de dos entidades gubernamentales (Bélgica y
Holanda), la Unión Latina de 36; la Unión de la Lengua Holandesa debe realizar accio-
nes para una lengua, el holandés, la Unión Latina, para cinco... Y lo más interesante: la
Unión de la Lengua Holandesa tiene un presupuesto anual... ¡entre dos y tres veces
superior al de la Unión Latina!
Con estos recursos importantes, la Unión de la Lengua Holandesa puede ocuparse
bien de la lexicografía y la ingeniería del lenguaje, llevando a cabo varios proyectos de
desarrollo avanzado de productos lingüísticos, en estrecha relación con los más impor-
tantes industriales de software. En terminología, la Unión de la Lengua Holandesa creó
NL-TERM50, asociación compuesta por individuos, entidades y compañías, de origen
reciente y que ha comenzado con actividades de divulgación, formación y enlace.
ISLANDÉS
El Consejo de la Lengua Islandesa51, cuyo objetivo es «planificar y preservar» el idio-
ma, creó el Instituto de la Lengua Islandesa52. Este instituto se ocupa fundamentalmente
de la administración de 36 comisiones de terminología que trabajan en diferentes sectores
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SUECO
El Organismo Nacional de Normalización Sueco (SIS)53 creó el Centro de
Terminología (TNC)54, sociedad privada que recibe financiación del Ministerio de la
Industria. Son sus objetivos «subvenir a todas las necesidades terminológicas de los usua-
rios de lenguajes especializados» y se declara al servicio de autoridades, organizaciones,
sociedades e individuos. Sus actividades se centran en la estandardización, en la elabo-
ración de terminologías, en la asesoría de empresas, tanto en terminología como en
redacción y documentación técnicas.
Hay que recordar que en Suecia existe un Consejo de la Lengua Sueca55, encargado de
la planificación lingüística, que lleva a cabo asimismo tareas de terminología y de toponimia.
Cooperación internacional
A falta de una política de las autoridades nacionales, muchos idiomas han visto sus
terminologías desarrollarse gracias a la cooperación internacional. Así por ejemplo, la
Francofonía permite una modernización de varios créoles y lenguas africanas y la Unión
Europea sirve de empuje fundamental al quehacer terminológico de varias lenguas euro-
peas. Eurodicautom, el banco de la Comisión Europea, ha funcionado evidentemente
como un motor incitativo en materia de abastecimiento terminológico para varias len-
guas. Actualmente, incluso varios idiomas europeos no oficiales reciben un apoyo impor-
tante de la Administración europea.
La Unión Latina ha tenido un papel considerable en la terminología de los idiomas
neolatinos, actuando a un nivel nacional y promoviendo acciones internacionales a favor
de sus lenguas. Por ejemplo, ha sido el motor principal, y en un inicio, único, de la colec-
ta terminológica en rumano.
Otros organismos internacionales especializados, al solicitar a sus países miembros la
terminología del sector de competencia, han vigorizado a sectores nacionales en el tra-
bajo terminológico. Son los casos de la CEI56, de la ISO57 y de la OPS58, así como de la
gran mayoría de las organizaciones pertenecientes al sistema de las Naciones Unidas y
otras agrupaciones regionales.
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Por otra parte, desde los años setenta, se han ido creando varias entidades interna-
cionales en forma de asociación o red, que inicialmente favorecieron la cooperación
entre los países de Europa Central y Europa del Norte, pero que desde fines de los años
ochenta lo han hecho para otras regiones del globo, aunque sin ninguna duda este movi-
miento tiene su punto focal en Europa. Así, varias entidades internacionales como
Infoterm, TermNet, GTW e IITF nacieron del movimiento creado en Viena y aportaron
una dinámica importante en materia de investigación, formación, intercambio y servi-
cios, aun cuando hayan actuado fundamentalmente en el ámbito anglo-germánico. Los
nórdicos en 1976, con la creación de NORDTERM59, los francófonos, en 1986, con la cre-
ación de la RINT60 y luego los iberoamericanos en 1988, con la creación de RITERM61,
iniciaron un movimiento regional de entidades que prosiguió luego con la creación de la
Red Panárabe, de breve existencia, de la Asociación Germánica de Terminólogos (DTT),
de la Red Panlatina de Terminología (REALITER)62, de la Asociación Europea de
Recursos Lingüísticos (ELRA)63 y de la Asociación Europea de Terminología (AET)64,
así como, más recientemente, las asociaciones panholandesa (NL-TERM) y asiática
(EAFTerm)65 de terminología, mientras se espera la próxima creación de una Red
Norteamericana de Terminología.
A este panorama debe agregarse JIAMCATT66, reunión de todos los servicios de
traducción y terminología de las organizaciones internacionales, que desempeña un
papel muy interesante en materia de gestión de recursos terminológicos y de acceso a
herramientas lingüísticas. Aunque su trabajo esté centrado en las necesidades específicas
de las organizaciones internacionales, los enormes corpus terminológicos con que cuen-
tan forman parte de las fuentes más consultadas por el público en general.
No es objetivo de esta comunicación describir específicamente la función de todas
las entidades internacionales de cooperación terminológica, pero es interesante mencio-
nar que, en cuanto a la lengua española, RITERM e igualmente REALITER, aunque en
menor medida, han aportado un movimiento de cooperación inusitado y han sido los
motores principales de creación de focos terminológicos en varios países hispánicos,
amén de haber favorecido otras lenguas.
RITERM, creada formalmente en Caracas en 1988, pero cuya gestación empezó en
Madrid en 1987, ciudad en la que se firmó el llamado Manifiesto de Madrid, ha realiza-
do una acción ciclópea en materia de intercambio, de información, de encuentros y, sobre
todo, de formación. RITERM se ha convertido en la reunión obligada de quienes traba-
jan en pro de la terminología española y portuguesa. Ha permitido encontrarse a cente-
nas de expertos, ha organizado nueve simposios internacionales, unos veinte encuentros
59 NORDTERM: http://www.tsk.fi/nordterm/
60 Réseau International de Néologie et de Terminologie: http://www.rint.org/
61 RITERM (Red Iberoamericana de Terminología): http://www.riterm.net/
62 REALITER (Red Panlatina de Terminología): http://www.realiter.net/
63 Association Européenne pour les Ressources linguistiques: http://www.elra.info/fr/index.html
64 Asociación Europea de Terminología (AET): http://www.eaft-aet.net/
65 East Asia Forum on Terminology (EAFTerm): http://eafterm.org/
66 Joint Inter-Agency Meeting on Computer-Assisted Translation and Terminology (JIAMCATT): http://jiamcatt.uns-
ystem.org/french/jiamcatf.htm
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70 COLTERM: http://idiomas.udea.edu.co/~gitt/colterm.html
71 Asociación Paraguaya de Terminología (PARATERM): http://www.unilat.org/dtil/es/redes_nat_paraterm.htm
72 Asociación Uruguaya de Terminología (URUTERM): http://pci204.cindoc.csic.es/tesauros/Maq_Her/Introduc.htm
73 Asociación Venezolana de Terminología (VENTERM): http://www.venterm.org.ve/
74 Asociación Española de Terminología (AETER): http://racefyn.insde.es/AETER/default.htm
75 Asociación Española de Normalización y Certificación (AENOR): http://www.aenor.es/
76 Institut Universitari de Lingüística Aplicada (IULA): http://www.iula.upf.es/
77 Fédération Européenne des Institutions Linguistiques Nationales (FEILIN): http://www.eurfedling.org/
78 Compuesta por (según figuraba en el sitio Web de la FEILIN, en octubre 2003): Institut für Deutsche Sprache y la
Deutsche Akademie für Sprache und Dichtung (Alemania), Service de la langue française (Belgica francófona),
Nederlandse Taalunie (Bélgica flamenca y Holanda), Dansk Sprognævn (Dinamarca), Kotimaisten kielten tutkimuskes-
kus (Finlandia), Délégation générale à la langue française et aux langues de France, KENTPO E? HNIKH G? OSSAS
(Grecia), The Linguistics Institute of Ireland, Accademia della Crusca y Opera del Vocabolario Italiano (Italia), The Oxford
English Dictionary (Reino Unido) y Svenska Språknämnden (Suecia).
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dad de la planificación de la lengua española. Los países francófonos, los neerlandófonos, los
lusófonos, los germanófonos tienen entidades intergubernamentales que se ocupan de su len-
gua, los países hispanohablantes nunca hasta ahora han tomado decisiones para hacer lo propio.
La Organización de Estados Iberoamericanos (OEI)79 hubiese quizás podido des-
empeñar esta función, pero probablemente el hecho de que Brasil y Portugal también
formen parte de ella haya supuesto un obstáculo para trabajar en asuntos lingüísticos. En
cuanto a la Unión Latina, sus magros medios se lo impiden y su actividad se centra en
trabajos de aliciente, no de planificación.
Debemos tener bien en cuenta el alcance limitado de las acciones que la Hispanidad
emprende actualmente en materia de modernización de la lengua:
• Una representación del español por parte de México y España en el Comité 37 de
la ISO no es más que un parche, sobre todo cuando otros 18 países hispanoha-
blantes80 están ausentes.
• La realización de vocabularios específicos en función de una demanda ocasional
por parte del CINDOC o de otras entidades similares, no significa colecta siste-
mática de vocabularios en función de las carencias de una lengua.
• Un proyecto como las Antenas Neológicas no significa exhaustividad en un traba-
jo de vigilia neológica.
• La buena voluntad y los medios que pongan ciertas universidades en la investiga-
ción terminológica no cubre necesariamente todas las facetas imprescindibles para
su desarrollo.
• Una búsqueda en el motor Google de un término español no significa calidad en
la respuesta que reciben traductores y redactores hispánicos o extranjeros.
• Una consulta en Eurodicautom81 no garantiza una terminología usual en la indus-
tria o el comercio, ni tampoco una terminología necesariamente validada por el
sector respectivo y mucho menos una terminología adaptable a un contexto ame-
ricano, por ejemplo.
Cuando un traductor o redactor necesita saber inmediatamente cómo se dice en
español «B2B» o «endowed handicap» en el vocabulario de la economía, o «shopping
channel» en el vocabulario de Internet, o «model release» en contratos, o «outreach» o
«stakeholders» en el vocabulario en boga en la Cumbre sobre la Sociedad de la
Información82, simplemente se dirigen a listas de difusión de traductores o terminólogos,
con resultados aleatorios y respuestas tardías, puesto que no existe un punto focal al que
dirigirse y puesto que los pocos bancos terminológicos accesibles en los que figura el
español están lejos de ser satisfactorios en calidad y en cantidad de términos. Y esto, pen-
sando en traductores y redactores informados y hábiles en la búsqueda por Internet.
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Bibliografía
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Ministre de l'Education Nationale, de la Recherche et de la Technologie, et à la
Ministre de la Culture et de la Communication
http://www.culture.gouv.fr/culture/dglf/
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FUNREDES / UNIÓN LATINA / AGENCIA INTERGUBERNAMENTAL DE LA
FRANCOFONÍA(2003): Estudio sobre la presencia de las lenguas latinas en la Internet
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Quiero en primer lugar justificar el título de esta modesta intervención. El mismo día
que en todos los medios de comunicación españoles se difundían las palabras de S.M. el
Rey en América, expresando el legado cultural que supone la lengua española e impul-
sándonos a estudiar y proteger, por todos los medios, este legado cultural, nuestro idio-
ma, el grupo TermEsp recibió una carta de la Comisión Interministerial de Ciencia y
Tecnología en la que se rechazaba la renovación de su Programa de Investigación sobre
la Lengua Científica en Español, aduciendo que «la terminología científica en español no
es un tema prioritario de investigación en España». El hecho de encontrarnos aquí me
hace pensar que la situación ha cambiado y que podemos empezar a hablar de termino-
logía en voz alta.
Algunos autores postulan que el estudio de toda ciencia comienza por el estudio de
su terminología; yo creo que si bien la terminología puede adquirirse a través del cono-
cimiento de una ciencia, efectivamente, el desarrollo y la normalización de la terminolo-
gía de un determinado campo científico contribuye a la consolidación de dicho campo.
Quiero empezar subrayando, en primer lugar, las diferencias entre el lenguaje común
y la terminología, ya que, además de zanjar muchas discusiones que se han planteado res-
pecto a la relación de la terminología científica con el léxico, aclararán nuestras relacio-
nes, las de los especialistas y terminólogos con los lingüistas. Como todos pensamos, y
siguiendo en esto a Ortega, la lengua sirve como instrumento de comunicación de nues-
tras vivencias con los que nos rodean, pero para nosotros, los especialistas en terminolo-
gía, que solamente tratamos la pequeña parcela de ella, los que hablan los que escuchan
los que escriben y los que leen han de estar previamente de acuerdo en el significado de
los signos. Y cuanto más de acuerdo estén, mejor, es decir, cuanto menor sea la ambi-
güedad en el lenguaje científico y técnico que estudian, mas fácil resultará la comunica-
ción y el entendimiento entre los científicos o técnicos de una determinada disciplina. La
terminología, pues, constituye un elemento al servicio de una comunicación mas eficien-
te.
Nuestra actividad consiste en el estudio, el desarrollo, la normalización y el registro
de terminologías científicas y técnicas, plurilingües y, sobre todo, muy especializadas,
como ayuda a la comunicación, a la traducción e interpretación, al entendimiento entre
los científicos y a la trasferencia del conocimiento. Esta actividad terminológica lleva
aparejados algunos problemas, tales como la asignación de los términos a objetos y con-
ceptos generalmente nuevos, ya que, debido al vertiginoso crecimiento de la ciencia y de
las nuevas tecnologías, una lengua debe incorporar unos 4000 nuevos términos por año,
según datos de la Unión Latina. El establecimiento y la creación de tesauros o bases de
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quizá a causa de que los países con lenguas neolatinas no se encontraban aun con fuer-
zas suficientes para defender su identidad y patrimonio lingüístico y terminológico, no
llegaron a cuajar en nada práctico ni en trabajos concretos, pero sí sembraron la inquie-
tud de la terminología en una serie de especialistas y en las instituciones a las que estas
personas estaban vinculadas.
Este primer intento tuvo que abandonarse a los tres años por falta de financiación.
Posteriormente, y con el apoyo del Tribunal de Cuentas que sintió la necesidad de ela-
borar un vocabulario especializado en los temas de su competencia a partir de los ya
existentes en lengua alemana, empezó a tomar cuerpo la idea de la creación de un cen-
tro de terminología dentro del CSIC, al que se dio el nombre de HISPANOTERM, que
contó desde el primer momento con el apoyo de los grandes organismos internacionales
de normalización terminológica.
En las Jornadas Internacionales de Investigación Humanística (abril de 1977), orga-
nizadas por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y a las que asistieron
representantes españoles de HISPANOTERM, del Instituto Miguel de Cervantes, del
Instituto Antonio de Nebrija, del Instituto de Información y Documentación en Ciencia
y Tecnología, del Instituto de Racionalización y Normalización (IRANOR), y del
Instituto Nacional de Estudios Jurídicos, por una parte, y representantes de INFO-
TERM, de la Association Française de Terminologie y del Bureau de Terminologie de la
Comunidad Europea, por parte de las organizaciones terminológicas internacionales, se
prepararon las bases teóricas del Primer Proyecto de Investigación presentado al Plan
Nacional de Investigación en Ciencia y Tecnología. A partir de ese momento se estable-
ció una estrecha colaboración entre el equipo español de HISPANOTERM y su corres-
pondiente francés AFTERM. En diciembre de 1979 se celebró en París el Primer
Seminario Hispanofrancés, que culminaba otras reuniones anteriores celebradas en
Madrid. Un año más tarde se celebró en la Universidad del Sarre otro coloquio sobre
terminología en lengua española. Como resultado de este coloquio se estableció una
activa colaboración con las oficinas y centros terminológicos establecidos en la
Comunidad Económica Europea.
Entre los años 1980 y 1982 se desarrolló un Programa de Investigación
Terminológica patrocinado por el Comité Conjunto Hispanonorteamericano, por un
equipo formado por especialistas de la Universidad de Washington y del Instituto Miguel
de Cervantes.
En 1982, la Comisión Asesora de Investigación Científica y Técnica aprobó el primer
Proyecto de Investigación Científica y Técnica sobre «Normalización de la lengua cien-
tifico-técnica española». La Comisión Científica del CSIC propuso, antes de su presen-
tación definitiva, una modificación fundamental: la incorporación al proyecto de varios
equipos científicos de diversos centros e institutos del CSIC, entre ellos el Instituto de
Información y Documentación en Ciencia y Tecnología (ICYT).
El programa englobaba a 18 investigadores, asesores (tanto científicos como lingüís-
ticos) de los glosarios y vocabularios que empezaron a desarrollarse en el ICYT, apro-
vechando la experiencia de los documentalistas e investigadores de este Instituto en el
análisis de la bibliografía científica internacional y en la adaptación de términos nuevos
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ron delegados de muchos países, se firmó el Manifiesto de Madrid. En él, los reunidos en
el acto declaraban a las autoridades competentes su preocupación por el deterioro del
español como consecuencia de la invasión de gran cantidad de términos anglosajones,
importados al mismo tiempo que las tecnologías y los procesos correspondientes.
El tercer Programa de Investigación aprobado para el periodo 1988-1992 se tituló
«Normalización de la Lengua Científica Española. III. Diseño del Banco de Datos de la
Lengua Científica Española» y tenía como objetivo completar los estudios sobre nor-
malización y adaptación de términos científicos procedentes de otras lenguas. Dentro de
esta línea de investigación se efectuaron diversos trabajos terminológicos en coopera-
ción con el banco de datos de la Comisión de la Comunidad Europea (Eurodicautom) y
con la Convención de la Farmacopea de los Estados Unidos, en colaboración con el
Ministerio de Sanidad y Consumo y la Organización Mundial de la Salud.
Los trabajos efectuados para Eurodicautom, supusieron una gran esfuerzo de coor-
dinación y normalización terminológicas. El contrato con este banco de datos suponía el
suministro en lengua española de los términos solicitados por la Comisión de la
Comunidad Europea. Los términos se recibían grabados en cinta magnética (21.000 tér-
minos de distintos campos temáticos). Después de una primera versión asignada por los
terminólogos del grupo TermEsp a cada uno de los términos, dichos términos se distri-
buían a tres tipos de especialistas para su validación: un especialista del área de investi-
gación a la que el término pertenecía, otro representante del Ministerio correspondien-
te y un tercer representante procedente del ámbito de la Universidad; todo ello con la
colaboración y el apoyo de los filólogos y neologistas del CSIC. Este trabajo supuso una
experiencia de coordinación entre los Institutos del CSIC y otras instituciones interesa-
das en los temas terminológicos.
Dentro del capítulo de formación de especialistas, el grupo TermEsp empezó a
impartir cursos de Introducción a la Terminología en el año 1985. Estos cursos dieron
lugar a la publicación de una monografía, con el mismo nombre, que servía como guía y
recopilación de los temas impartidos, y que en su momento fue pauta para la formación
en terminología. Estos primeros cursos estaban orientados sobre todo a la terminografía
y tenían un carácter eminentemente práctico. Se impartieron tanto en el ICYT, en
Madrid, como en colaboración con diversas universidades españolas (Universidad de
Granada, de Las Palmas, de Cádiz, etc.). Asimismo, se diseñó un módulo para la asigna-
tura de Terminología científica en el Doctorado en Traducción e Interpretación, que se
impartió por vez primera en la Universidad Complutense de Madrid, en la Escuela
Universitaria de Lenguas Modernas y Traductores.
Aprobada la Licenciatura en Traducción e Interpretación, la Universidad de
Granada convocó, en junio de 1991, el I Coloquio Iberoamericano sobre Enseñanza de
la Terminología, que incluyó en sus sesiones de trabajo un seminario sobre la programa-
ción de la asignatura de Terminología dentro de los estudios de las nuevas Facultades de
Traducción. El CINDOC participó en la elaboración de esta programación junto a los
especialistas nacionales e internacionales.
Pero el logro más importante de coordinación de este tercer y último Programa de
Investigación aprobado por las autoridades científicas españolas ha sido la creación de
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El colectivo de las personas que desde hace bastantes años nos interesamos por la
terminología, sea como campo de análisis y reflexión, o como campo aplicado de traba-
jo, hemos recibido con ilusión y esperanza la celebración de este Seminario sobre
Ciencia, Tecnología y Lengua española. Ilusión, porque es la primera vez que un orga-
nismo público de la envergadura de la Fundación Española de Ciencia y Tecnología
(FECYT) se propone abrir un debate sobre la situación de la lengua española en sus
usos científicos y en su tratamiento tecnológico. Esperanza, porque con este Seminario,
la FECYT abre expectativas de decisión en este campo, expectativas que desearíamos
ver encaminadas tras la reflexión conjunta que nos proponemos iniciar estos dos días.
En este panel vamos a tratar de la situación de la Terminología en España, del esta-
do de la cuestión, de las necesidades terminológicas para expresar y transferir la ciencia
y la técnica, de los recursos existentes y de los organismos implicados en el proceso de
normalización de los términos, y del uso de las tecnologías, no solo lo que respecta a su
utilización en la gestión terminológica, sino también en la dirección de la importancia de
la terminología para el tratamiento automático de las lenguas, en nuestro caso de la len-
gua española. Pero deberemos tratar también de una organización inexistente de la ter-
minología en el panorama español, de una laguna institucional en el campo de la nor-
malización de las unidades terminológicas, de una falta de formación superior en termi-
nología, excepción hecha de los programas de formación de traductores.
Y entre la situación, las necesidades y las lagunas, tendremos que hablar de la nece-
sidad de que las instituciones pertinentes reconozcan primero que la actividad termino-
lógica requiere mecanismos organizados de normalización y referencia, y también de
cómo podría resolverse esta situación en España.
En las reuniones del grupo de trabajo sobre este tema creado por la FECYT reali-
zamos un análisis de la situación de la terminología en España (teniendo en cuenta las
distintas lenguas de España) y de la terminología en lengua española en España y en el
conjunto del ámbito hispanohablante. Profundizamos en los recursos de los que se dis-
pone en cada ámbito y en sus formas de organización. Uno de los puntos que más llamó
la atención desde el primer momento fue la falta de organismos de coordinación para la
terminología del español. Ni en España ni en ningún país de América Latina cuya len-
gua sea el español —aunque tampoco para el portugués— existe la más mínima coordi-
nación institucional de las actividades terminológicas, ni organismo alguno que se pro-
ponga armonizar la nueva terminología en el marco de cada variedad del español ni de
la lengua española en su conjunto. Existen, eso sí, organismos de estandarización nacio-
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Comentario del panel «Situación de la Terminología en España, Iberoamérica y los organismos internacionales»
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Comentario del panel «Situación de la Terminología en España, Iberoamérica y los organismos internacionales»
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55.Título Cap2 10/12/04 00:36 Página 55
Capítulo 2
El español y las lenguas de especialidad
Palabras como espadas: Los nombres de la ciencia
Javier Puerto Sarmiento
Decursos y recursos del español cabe la ciencia y la tecnología
Carlos López Beltrán
La transmisión del conocimiento especializado en lengua española
Bertha M. Gutiérrez Rodilla
Comentario del panel «El español y las lenguas de especialidad»
Juan Gutiérrez Cuadrado
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Si Vicente Aleixandre tituló uno de sus libros de poemas más conocido, Espadas
como labios, permítaseme a mí hacerme eco de las opiniones del Abate Condillac, divul-
gadas por Lavoisier, y encabezar así mi trabajo. Con ello se entenderá que abordo la
ponencia desde mi condición de historiador de la ciencia y escritor y dejo los aspectos
más técnicos para mis prestigiosos compañeros de mesa.
La ciencia, sostiene la Real Academia Española a través de su Diccionario, es el
«conocimiento cierto de las cosas por sus principios y causas». La definición prioriza el
afán de los científicos en la búsqueda de la auténtica sabiduría, el deseo de comprender-
los orígenes de los fenómenos naturales y sus consecuencias.
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1 De la relación entre ciencia y literatura me ocupé, junto a Daniel Pacheco, en «Sobre Ciencia y Literatura», El Ateneo,
nº VIII, 1997, págs. 19-35.
2 Metodo de la Nueva Nomenclatura química. Propuesto por MM. de Morveau, Lavoisier, Bertholet y de Fourcroy, a la
Academia de Ciencias de París, y traducido al castellano por D. Pedro Gutiérrez Bueno, Madrid, Antonio de Sancha,
1788. Cit. de las pág. 4 y 5 de la Memoria de Lavoisier. Edición facsímil, prologada por Ramón Gago y publicada por la
Fundación de Ciencias de la Salud, Madrid, 1994.
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Otro poeta actual, Luis Alberto de Cuenca, procedente de la más pura tradición
humanística erudita, en una reciente antología juguetea con las ideas científicas cuando
escribe:
No venimos del mono. Lo siento señor Darwin. /…/ Hobbes lo tuvo muy claro, y uno, que es un
fanático / del cine de licántropos, lo ratifica ahora: / homo homini lupus.4
Juan José Millás, en uno de sus deslumbrantes chispazos de ingenio, parece darnos defi-
nitiva luz sobre el asunto:
En situaciones semejantes [cuando carece de inspiración], a mi motor le viene muy bien un poco
de poesía. O un poco de ciencia. Leo cuatro versos de Elliot y las ideas empiezan a discurrir
3 Alejandro Finisterre: León Felipe, poeta farmacéutico, Madrid, 1991, pág. 13.
4 Luis Alberto de Cuenca: «Homo homini lupus» en Sin miedo ni esperanza, Madrid, 2002, pág. 23.
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como una seda. No es necesario que los versos sean de Elliot, pero si me preguntan yo reco-
miendo a este autor por encima de otros. A veces, en lugar de leer poesía, cojo un libro de cien-
cia, uno cualquiera y leo al azar dos o tres párrafos, de los que solo entiendo el 10%, y en segui-
da me pongo en marcha. Curiosamente, la parte que me pone en marcha es la que no entiendo
(igual que cuando leo poesía).5
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Aprendizajes
Durante nuestros primeros trimestres de estudiantes de biología, solíamos mis com-
pañeros y yo hacer una broma durante las arduas sesiones en las que nos enfrascábamos
entre varios a descifrar las explicaciones de algún texto de fisicoquímica escrito en inglés:
«al menos las ecuaciones están en español». Según recuerdo, la estrategia que seguíamos
en ese tipo de materias era obtener del entorno literario de antecedentes y aclaraciones
suficiente información para saber qué representaba cada símbolo de las ecuaciones, y
luego nos esmerábamos por entender las fórmulas. Las matemáticas nos parecían «en
español» porque nos eran familiares, porque se nos había entrenado en ellas, y eso nos
permitía asimilar las novedades naturalmente y añadirlas a lo que habíamos aprendido
antes. Por otro lado, la simpleza y transparencia de su funcionamiento lógico nos permi-
tía imaginar, aprehender fenómenos que intentábamos incorporar a aquel mundo de sis-
temas y experimentos ideales que, como jóvenes científicos arrogantes, tendíamos a con-
fundir si no con el mundo real todo, sí con su mejor parte. Pero dominar las ecuaciones
tenía a fin de cuentas un objetivo más chato: aprender a aplicar las fórmulas para la des-
cripción de fenómenos y, sobre todo, la resolución de problemas de los exámenes. No
siempre el que mejor hacía lo segundo era quien mejor entendía. Entre otras cosas por-
que la función de los párrafos en lengua natural (normalmente inglés) era mucho más
que orientar hacia la correcta lectura de las ecuaciones; eso solo lo entendimos después,
en cursos avanzados, cuando aprendimos a formular preguntas y a pensar varias veces en
lo que podía estar ocurriendo en la relación entre ecuaciones abstractas y sistemas físi-
co-químicos concretos, en el laboratorio o en los seres vivos. Los mejores autores, descu-
brimos, eran los que más sutil e inteligentemente analizaban, en lengua no matemática,
las implicaciones y dificultades de las propuestas teóricas, matemáticas, que exponían.
Comenzó a importarnos que no todo (sino solo las matemáticas) estuviera en español.
Conocer las minucias del inglés que en nuestros libros se utilizaba devino crucial; dejó
de bastarnos nuestro limitado vocabulario y hubo que adentrarse de veras en la otra len-
gua, en sus giros y sutilezas. Bien o mal, nos vimos forzados a confrontar el problema que
los científicos en ciernes normalmente no aprenden a localizar en sus lecciones: el de la
capacidad expresiva de nuestra lengua y el de los despeñaderos de la traducción entre
las lenguas naturales. Compenetrarnos en el inglés tuvo así un efecto perverso. Con el
tiempo nos fuimos dando cuenta de que no teníamos la capacidad de expresar algunas
de nuestras ideas en español; de que al discutir ciertos temas caíamos constantemente en
el vicio de introducir términos y expresiones inglesas, y en eso imitábamos a nuestros
maestros que con toda facilidad hablaban de voltage clamps o de randomizar una mues-
tra. Había algo extraño y paradójico en el hecho de que al mismo tiempo que se nos esta-
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ba enseñando (al menos algunos maestros) a pensar con complejidad y sutileza en los
fenómenos naturales, no se nos proveyera de herramientas lingüísticas, descriptivas y
explicativas, en nuestro idioma natural, para articular dichos pensamientos. Algunas de
las oraciones que construíamos eran auténticos galimatías híbridos que ni nosotros ati-
nábamos a controlar, salvo a veces con risas de autoescarnio e impotencia. Por aquellos
años confrontarnos con la escritura de maestros como Agnes Arber, Peter Medawar,
Loren Eiseley, Lewis Thomas o Stephen Jay Gould nos hizo entender que al conoci-
miento profundo y ponderado de la biología en sus diversas ramas no solo le ayudaba el
despliegue de una sabiduría literaria sino que se le volvía consustancial. Lo que implica-
ba que estábamos en un aprieto. Y he seguido usando el plural porque en todo esto fui-
mos un grupo de varios amigos estudiantes de biología de los años setenta que compar-
timos esta experiencia. Recuerdo que durante varias sesiones largas debatimos sobre la
posibilidad, y aún la pertinencia de escribir en español sobre los temas biológicos que nos
apasionaban: la teoría simbiótica contra la teoría plasmídica del origen de los eucariotes,
el metabolismo de las arqueobaterias, la evolución de las sociedades de insectos por
selección parental. La torpeza o insuficiencia de nuestras traducciones o las de otros (no
sin cierto localismo, rechazábamos especialmente las traducciones venidas de España
que nos parecían insensibles e insensatas) nos parecía una muralla de impedimentos que
aspirábamos a resquebrajar. Una manera de describir ese proceso de aprendizaje es
decir que durante nuestros años de formación fuimos aprendiendo que los lenguajes téc-
nicos, especializados, sintéticos y caligráficos, que permiten dominar con eficacia asom-
brosa ciertas fenomenologías (ciertos aspectos del mundo real, acometidos bajo ciertas
descripciones y normas ceñidas de la ciencia) son limitados y producen un efecto de des-
ajuste y embotamiento cuando se confía demasiado en ellos y, por ejemplo, se intenta
desplazar sin más de esos ámbitos rigurosamente vigilados el vocabulario y la gramática
especializada hacia otros dominios. Aprendimos que el pensamiento sutil, el que se
mueve entre calificaciones y modificadores, entre ponderaciones y revisiones, el que
esboza las zonas de penumbra y reconoce los límites de las afirmaciones, asienta sus rea-
les naturalmente en un lenguaje natural. Y para nosotros, nos gustase o no, nos cuadra-
se o no, era el español nuestra mejor opción. El primer problema fue que todos nuestros
modelos de sutileza, agudeza e ingenio, respecto al pensamiento biológico, como revela
la lista corta que mencioné, hacían uso del inglés, y nuestra educación media había sido
muy deficiente en el manejo de la lengua. Otro problema serio era el de los interlocuto-
res. Para qué y para quién hacer el esfuerzo de aprender a expresar las ideas científicas
en buen español. Las incursiones que algunos de nosotros hicimos en esa época en el
periodismo o las revistas culturales nos revelaron un panorama bastante triste de desin-
terés e incomprensión. En México en aquellos días solo un pequeño grupo de científicos,
convocado por el físico Luis Estrada y aglutinado en torno a la revista Naturaleza, se
ocupaba de trasladar al español la ciencia y su lenguaje, y de reflexionar seriamente
sobre esos actos. Yo tuve la suerte de trabajar con ellos un tiempo.
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Vocabulario
El problema inmediato y evidente es el de la ausencia de léxico homogéneo y nor-
mado para todos los hablantes de la misma lengua. Cuando no se conoce la palabra justa
en el propio idioma, y se la aprende y frecuenta en otro, es sabido que lo que los hablan-
tes hacen es adoptar, transportar, acomodar, improvisadamente los vocablos extranjeros.
Todas las lenguas siempre han sentido y sentirán la influencia de esa promiscua activi-
dad. Para la lengua biológica nosotros aprendimos de nuestros maestros a usar expre-
siones como «mitocondria», «proteico», «transcriptasa reversa», «clonar», «mapear»,
«deriva génica», «adecuación inclusiva». Palabras feas muchas de ellas, pero al menos
casi todas de raíz latina o de fácil acomodo a las proclividades fonéticas de nuestro idio-
ma. Había otras más feas por más ajenas: «prión», «randomizar», «cistrón», «intrón»,
«escaneo».
Además de la torpeza en el vocabulario, el aprendizaje irreflexivo del mismo que se
da en la educación científica causa estragos. Al vivir en una especie de vida híbrida lexi-
cológica, a menudo el científico no sitúa bien los orientes sobre qué viene de dónde, y
qué clase de profundidad o frivolidad etimológica ha estado detrás del acuñamiento de
un término, y tiende a desorientarse fácilmente. Yo recuerdo, por ejemplo, el bochorno-
sos pasmo que me produjo descubrir, muchos años después de lo que hubiese sido hono-
rable, que el adjetivo «proteico», que yo asociaba solo a lo que tenía que ver con prote-
ínas, tenía en realidad una larga alcurnia y una semántica sabia, que marcaba el bautizo
mismo de aquellas admiradas moléculas. La tendencia gringa de olvidar las etimologías
y adoptar cualquier chascarrillo, acrónimo o juego de palabras para bautizar los hallaz-
gos o novedades científicas y técnicas, lo sabemos, es una fuente de contorsiones severas
para el hablante hispánico. Entre los ejemplos notables de eso están «cuark», «gluón»,
«chip», «bit», «evo-devo».
Ahora bien, las lenguas suelen tener formas de inmunización y reacomodo de los ras-
gos de los vocablos externos que les son refractarios. Un ejemplo es la famosa tendencia
del español de anteponerle una «e» a los vocablos ingleses que empiezan con «s», que sin
duda es producto de nuestro oído profundo. Aunque esta puede resultar un poco torpe
a la hora de tratar de hablar inglés, no lo es a la hora de amaestrar algunas ajenidades.
Una adopción famosa y acertada es el término de la física «espín». El mexicanismo
«esprea» (que el corrector del procesador insiste en convertirme en «espera»), nos ha
hecho ver Francisco Segovia, viene de spray, y aclimata a nuestra dicción las asperezas
sajonas. Otro caso reciente es la adopción de «espam» para la basura cibernética. La ade-
cuación a las fonéticas y ritmos españoles (que son a su vez muy diversos) de palabras
sajonas tiene una larga historia. Nosotros en México tenemos cerca el fenómeno de las
hibridaciones que los pachucos, cholos, chicanos, y sus descendientes, han ido armando,
hasta construir extensos y versátiles dialectos. La creatividad en el acomodo y rediseño
de palabras como «troca», «púshale», «watcha»... son ejemplos de lo que sin duda segui-
rá ocurriendo en todos los ámbitos de la cultura, incluidas las tecnociencias.
Las técnicas y las ciencias saben producir sorpresas lexicográficas continuas, y a
pesar de que hay sin duda un gabinete de los horrores que a menudo se citan, lo asom-
broso a veces es percatarse del éxito de muchos acuñamientos y traslados. Una eterna
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lo de Los 1001 años de la lengua española en el que Antonio Alatorre describe la ava-
lancha de arabismos que acompañando la avanzada de las técnicas y las ciencias se inser-
taron en nuestra lengua, no para contaminarla, como se pudo quizá sentir en algún
momento, sino para fecundarla, y a través de ella a varias otras lenguas europeas.
Oigamos esos suaves sonidos: «álgebra», «azogue», «alcohol», «azafrán», «ajonjolí»,
«arracada».
Para ser justos, pienso que no es a menudo la procedencia ni la sonoridad de los
vocablos lo que daña las capacidades expresivas del idioma, sino la confusión, la inde-
terminación, la vaguedad, y otras torpezas semánticas que suelen acompañar el descui-
do lexicográfico. Como varios estudiosos han insistido en señalar, es a través de las dis-
torsiones gramaticales que el inglés, como lengua dominante de la cultura (no solo de las
ciencias y las técnicas), está ejerciendo los mayores daños y distorsiones en el español.
Eliminar por ejemplo los usos reflexivos de la oración cuando hablamos de que «el
núcleo de la estrella colapsa» (en vez de «se colapsa») es solo un ejemplo de una infini-
dad de usos gramaticales que han ido haciendo que el español de una mayoría de cien-
tíficos y técnicos sea cada vez más tosco y limitado. Lo que eso revela es, entre otras
cosas, la inconsciencia de las opacidades y confusiones que se introducen en el idioma
con esas adopciones. El que no se da cuenta de la diferencia, el que no necesita los recur-
sos y matizaciones que la gramática española brinda, difícilmente podrá resistir la adop-
ción de frases como «un vuelo de no fumar» o una «hipótesis de variable múltiple».
Expresividad
No se puede hablar de arte contemporáneo en español, solía decir mi primera jefa,
directora, a principios de los ochenta, de la revista del Museo de Arte Moderno de
México. Lo decía para explicar por qué iniciaba a menudo en español sus charlas con
artistas para sin previo aviso cambiar súbitamente al inglés a media frase y continuar así
hasta que los derroteros de la conversación llevaban hacia otros temas que permitían la
vuelta al castellano. Performance, happening, body art, y muchos giros y frases que ya no
recuerdo dependían del inglés en que fueron inventados para producir los efectos
semánticos precisos.
Argumentos similares se pueden y se suelen hacer respecto de las ciencias y la tec-
nología. Se alega una intraducibilidad de las connotaciones, de las delicadezas, del espí-
ritu de lo que se ha forjado en un idioma y que es consustancial a la experiencia misma.
Otros idiomas simplemente no poseen los recursos expresivos para recibir y reproducir
lo que en inglés tan precisamente se dice y escribe. Esta postura es análoga a la que adop-
tamos casi siempre cuando descubrimos que ciertas vivencias, ciertas memorias, ciertas
experiencias solo nos parecen bien expresadas cuando es nuestra lengua materna la que
hace la labor. «Yo nunca he soñado en otro idioma», suele decir un conocido y políglota
escritor mexicano para señalar su íntima asociación espiritual con el español. La impli-
cación, para el tema que nos convoca, es que si el ámbito en el que se vive un tipo de
experiencias —las científicas y tecnológicas— está conformado de modo esencial y pro-
fundo por una lengua como el inglés, entonces no es de extrañar que quienes viven com-
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penetrados en las ciencias y la tecnología solo se sientan realmente a gusto cuando pue-
den moverse con las coordenadas y reglas que ese idioma proporciona. Y que sientan
que hay una pérdida irrestañable cuando se ven obligados a tratar sus temas en idiomas
poco dúctiles e inapropiados.
La verdad es que todos los lenguajes naturales pueden ampliarse y extenderse siem-
pre que se trate de reproducir en su ámbito lo que en otros idiomas puede expresarse.
La vida y todas sus complejidades en principio deben ser expresables en todas las len-
guas, siempre y cuando estas adopten estrategias de modificación, extensión, sofistica-
ción adecuadas. Un ejemplo magnífico lo tenemos en el logradísimo proyecto de la
comunidad israelí por transformar el hebreo de una lengua adecuada para la religión y
para formas de vida desaparecidas hace siglos en una capaz de expresar del mismo modo
complejo y polifacético la vida contemporánea. No hay razón para pensar que no hay en
todas las lenguas naturales posibilidades de expansión análogas.
Un aspecto importante de esta cuestión de la capacidad expresiva de las lenguas
tiene que ver con lo que a los filósofos, siguiendo a Wittgenstein, les gusta llamar las for-
mas de vida. Es claro que si una comunidad de hablantes no tiene acceso real a los espa-
cios de acción e interacción en los que se despliegan los hechos, los actos, las experien-
cias relevantes para que un cierto tipo de descripciones adquieran sentido, entonces nin-
guna labor de pura extensión lingüística y lexicológica hará el milagro de darle acceso a
sus integrantes a dicha forma de vida. Es decir, para centrar el asunto en nosotros, si los
hablantes del español no tienen acceso relevante a las ciencias y las tecnologías en todas
sus facetas y etapas (y no solo como consumidores al final de la línea de producción),
entonces no adquirirá sentido el que se intente expresar en español la fenomenología de
la ciencia y la tecnología. La única manera de que un lenguaje pueda atrapar con verda-
dera eficacia algún aspecto del mundo es que sus hablantes vivan en ese mundo de forma
cabal. La manera en la que los hablantes del español estén vinculados a las redes de pro-
ducción, negociación, estabilización, distribución y transformación de la ciencia y la tec-
nología es la determinante central para cualquier proyecto de hacer que en español se
pueda vivir en todas sus dimensiones culturales y cognoscitivas esos fenómenos. Los vín-
culos entre los hablantes (que pueden analizarse por ejemplo entre comunidades cientí-
ficas, divulgadores, gestores, críticos y diversos públicos más o menos especializados) que
intercambian y negocian expresiones referentes a la ciencia y la tecnología deben, como
punto mínimo, ser tan simétricos, participativos y equilibrados como se pueda, si el len-
guaje resultante realmente terminará por serle propio a todos los integrantes de comu-
nidad más amplia. Hay cada día más ejemplos de cómo la participación abierta, dinámi-
ca, interesada, de sectores no científicos en los debates y negociaciones sobre aspectos
socialmente delicados de la investigación científica y tecnológica produce un enriqueci-
miento de las opciones y un mejoramiento de las decisiones que se toman. En medicina,
ciencias ambientales y tecnologías de riesgo hay historias con moralejas que apuntan
hacia la necesidad de abrir ese tipo de posibilidades en todos los otros campos de la
investigación. Un efecto concomitante será el que el lenguaje en el que se describan y
discutan esos temas será cada vez más común y, si somos optimistas, cada vez más certe-
ro y justo. La consolidación de comunidades amplias y vascularizadas de hispanoha-
blantes en las que la ciencia y la tecnología sean vividas como una parte integral de la
cultura es, no tengo la menor duda, el requisito fundamental para que el español se
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ponga en el camino de ser capaz de abordar y abarcar las formas de vida científica y tec-
nológica. Nada puede sustituir el trabajo de zapa de los hablantes mismos. La constitu-
ción de ámbitos en los que se piense, se discuta, se actúe, se invente, se descubra, se ima-
gine, se innove, se circule, se critique, se negocie tanto la ciencia como la tecnología en
circuitos ampliados en los cuales las aduanas establecidas en las interfases entre legos y
expertos, entre doctores y artistas, entre productores y consumidores, se vayan haciendo
más porosas es el remedio único para cualquier inadecuación de la lengua de todos a una
forma de vida que no alcanza a serlo.
Traducción
Una fuente de desorden en el español en relación a los términos procedentes de las
ciencias y de las técnicas es la divergencia constante entre las traducciones adoptadas en
los distintos países y regiones de habla hispana. Ya he mencionado algunos casos en los
que los biólogos de diferentes regiones han adoptado vocablos distintos: «gen» contra
«gene», «enzima» contra «enzimo», «mitocondrios» contra «mitocondrias», «aptitud»
contra «adecuación». Lo mismo ocurre en todas las ramas de las ciencias y las técnicas.
Las consecuencias son por lo general poco graves, pero la sensación de fragilidad, inse-
guridad y franca dependencia que genera no ayuda a que haya confianza en el idioma
como vehículo expresivo. Eso seguirá pasando mientras las comunidades científicas his-
panohablantes no hagan un esfuerzo coordinado de elegir las opciones más certeras, y
tratar de divulgarlas y establecerlas en todo el orbe del idioma. Otra vez, una condición
que favorecería que las traducciones adoptadas sean las más justas y las más naturales
para todos sería la existencia de comunidades amplias (científicas y anexas) bien conec-
tadas a través de espacios comunes de información e intercambio científico cultural. Un
ejemplo podría ser una revista de alta divulgación escrita y consumida colectivamente
por individuos de todos los países hispánicos. Otro obvio sería la convergencia en uno o
unos pocos portales de Internet de la mayoría de los escritores y lectores científicos y
tecnológicos que escriben en español para públicos amplios o semi-especializados. La
divulgación y la alta divulgación podrían ayudar a ir generando vocabularios y usos gra-
maticales correctos y consensuados por el intercambio constante mismo.
Sobre el tema de la traducción no podría exagerarse la importancia que tienen las
traducciones continuas (e indispensables) de libros de ciencia de varios niveles que del
inglés y de otros idiomas se realizan. La importancia y la atención que las editoriales le
den a la labor de traducir adecuadamente esas obras (y no solo a la de publicitarlas y
venderlas) será siempre un factor que marcará la suerte del español frente a las ciencias
y las técnicas. Y aquí no puedo sino denunciar lo que me parece una terrible actitud de
las editoriales españolas que hoy dominan el mercado editorial de manera casi mono-
pólica: su desdén y maltrato continuo del arte de la traducción de textos sobre ciencia. Si
hicieran esa labor con la mitad de la atención (y el presupuesto) que ponen en las tra-
ducciones literarias evitarían producir las panfiladas que tan a menudo ponen en circu-
lación para deterioro de nuestra cultura científica y de las capacidades de claridad y pre-
cisión de nuestro idioma. Lo que en principio es motivo de celebración (que autores
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Cultura
La ciencia es parte de la cultura. Las dos culturas. La tercera cultura. Las guerras cul-
turales. La cultura tecnocientífica. Frases van, frases vienen queriendo delimitar las zonas
de enganche (que no de ensanche) en donde las múltiples interfases entre las activida-
des de producción y aplicación de la ciencia se tocan y chocan con espacios más amplios
que denominamos vagamente con ese término atrapatodo, «cultura». A veces es monó-
tona y aburrida la cantilena ligada a la pareja dispareja, ciencia y cultura. Y la meta de
construir una cultura científica parece una quimera que cada cual describe y persigue a
su modo.
Las barreras entre los lenguajes especializados y la lengua común suele percibirse
como una fuente de obstáculos, y lo es. Pero a veces es la insistencia en la barrera lo que
constituye el obstáculo, cuando si ponemos atención la barrera es soluble; como algunos
espejismos, al acercarnos a ella se desgaja y disuelve.
Es bien sabido que la presencia en las ciencias y técnicas de jergas, tecnicismos, fór-
mulas crípticas y demás linduras lingüísticas de los especialistas obedece a varias, y a
menudo opuestas, funciones. Si bien muchas veces es la precisión, el control semántico,
la claridad y la matización justa lo que mueve la producción de neo-habla, es también
sabido y está documentado que motivos como la preservación de estatus, la exclusión de
los foráneos, la intimidación o deslumbramiento de los ingenuos desempeñan un rol en
el esoterismo. Las longevas tradiciones médica y jurídica son las campeonas en esta últi-
ma estratagema, y en épocas recientes debe corresponder a los economistas el trono de
levantadores de cortinas de humo. Para qué decirlo de modo simple si lo podemos enre-
dar, parece ser su lema. Siempre algo de la autoestima y el sentimiento de superioridad
de las profesiones y ciencias parece estar cifrado en la posesión del ideolecto y sus cla-
ves. Cualquiera que haya visto la reacción de enojo o de desazón de un científico que
descubre que un inteligente y hábil corrector de estilo ha transformado sus párrafos
rebuscados y retorcidos en prosa límpida y ordenada que prescinde de la jerga innece-
saria, se habrá dado cuenta de que algo en su ego ha sido sacudido. «Sí, sí dice lo mismo
—he escuchado argumentar a uno de ellos singularmente honesto—, pero no puede apa-
recer así si soy yo el que firma, me van a perder el respeto mis colegas». El diagnóstico
no es difícil. En esos casos no hay un balance adecuado entre tensiones que deberían
equilibrarse: la de comunicarse con y ser respetado (por buenos motivos) por los pares,
y la de comunicarse con y ser respetado (por los buenos motivos y no por las aparien-
cias) por los legos. Debemos a la agudeza de Ludwik Fleck uno de los primeros análisis
sociológicos de la necesidad de las comunidades de científicos de hacer el tránsito entre
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mos al público de habla hispana a los poetas británicos de la nueva generación, un por-
centaje notable de los poemas que elegimos abrevan de las ciencias y la tecnología:
«Todo en mi cuerpo/ ha sido procesado/ por al menos una estrella/ (salvo el hidrógeno)».
Así comienza el poema La Física de Pavlova, de Jo Shapcott, londinense nacida en 1953.
El relato contemporáneo que la astrofísica hace de las estrellas como los hornos magní-
ficos en los que se construyen (siguiendo una secuencia creciente y vivaz que envidiaría
un tejedor de tramas dramáticas) los átomos de la materia que compone (casi) todo en
nuestro planeta, es aludido así por la poeta para hablar del cuerpo y del deseo. De ese
modo fija el foco, la textura de la descripción en el grano de lo atómico. La imaginación
es calibrada para ajustarse a ese universo de partículas fantasmagóricas y luego es con-
ducida a lo largo del poema, que describe oblicuamente el comienzo de una seducción
amorosa, para establecer en él una especie de textura a la vez carnal y metafórica alu-
diendo a «las poderosas capas de la matemática» y al «mundo/ de extravagantes conse-
cuencias/ en el que la materia surge/ de la nada». La analogía delicada entre la extrañe-
za de la pasión amorosa y la física moderna (ambas requieren «más dimensiones que las
que da la geografía») deja un aura de misterio y precisión a la vez. En su poema Materia,
Shapcott retoma el vínculo, cuando hace que el amante toque la piel sintiendo las más
diminutas partículas que la componen («Para la hora del té ya conocía/ cada uno de los
millones de electrones/ que vuelan por mi cuerpo»). Esta autora hace uso de un bien afi-
nado instinto por encontrar las virtudes descriptivas, metafóricas, constructivas, de la
imaginación científica de hoy y de ayer. Imagina por ejemplo a Leonardo da Vinci des-
cubriendo con su penetrante ojo las «complicadas colisiones (que) se dan en un charco/
cuando le caen gotas de lo alto» o «cómo rebotan las olas hacia el aire, y caen/ de nuevo
para salpicar más agua en versiones/ cada vez más pequeñas de lo mismo», en donde
alude sin duda a la geometría fractal y al hecho, que ha descrito magistralmente Michel
Serres, de que en las observaciones de Lucrecio (y de Leonardo) del danzar de remoli-
nos turbulentos en corrientes de agua o de aire, hay vislumbres de lo que los modelos
dinámicos del caos en nuestros días revelan de la conducta de algunos sistemas físicos. Jo
Shapcott no es una excepción. La camada a la que pertenece cuenta entre sus atributos
el de moverse con naturalidad e inteligencia en el espacio diverso y profuso del conoci-
miento científico. Simon Armitage en su conocido poema ¡Zoom! usa el hábito de pen-
sar en maravillas cosmológicas como los agujeros negros para hablar del poema: «una
bola de billar, pero más pesada que Saturno/ ...¿qué es esto tan pequeño/ y tan sedoso/
pero cuya masa es más grande que la del planeta anillado?/ Sólo palabras/ les aseguro.
Pero no me creen». La astronomía es uno de los ejes con los que Armitage tejió su
reciente secuencia de poemas The Whole of the Sky. «Tengo la esperanza —ha escrito
este autor— de lograr a través de la ciencia develar sentidos humanos... estoy tratando
de que los elementos científicos se sostengan como metáforas o símbolos, que represen-
tan el asunto real de los poemas; claro que esto es una reducción, pues las explicaciones
científicas a menudo no son sino metáforas convincentes».
Las narrativas, las imágenes, los personajes de las ciencias, y su interesante y huma-
no tejido de circunstancias, son así abierta y confiadamente reclutados por los poetas bri-
tánicos de hoy. Mick Imlah narra la conversión en anfibio de un zoólogo que desarrolla
una teoría alternativa a la de Darwin. Jane Duran encuentra en la delicadeza del desen-
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Precisión, complejidad
El lenguaje especializado, técnico, permite un pensamiento más ceñido, más contro-
lado, mejor vertebrado. Las matemáticas, la estadística, el modelaje, la indexación y
diversificación de los sustantivos, la generación de gráficos, etcétera, no son gratuita-
mente movilizados en el seno del llamado discurso científico. Se gana economía, preci-
sión, claridad. Las ciencias y la tecnología dependen de su creciente y poderoso arsenal
de recursos y dispositivos descriptivos y analíticos para articular sus prácticas y repre-
sentaciones de modo eficaz. Todo ello no implica sin embargo que la exclusión que este
esoterismo genera sea necesaria e inevitable. La noción de que traducir y trasladar los
contenidos de la ciencia utilizando lenguajes y recursos más accesibles para los demás es
traicionar, pervertir, desvirtuar, es perversa y básicamente falsa. Está claro que si el fin
es participar en los procesos más nucleares y especializados de la producción del cono-
cimiento científico, lo único viable es utilizar los sub-lenguajes pertinentes. Pero hay
otros intereses y fines que se pueden y deben atender, que implican la comunicación con
otros sectores de la comunidad científica y aún externa. Y esto solo se puede hacer adop-
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Comunicación
Pienso que, de distintas maneras y bajo diferentes descripciones, en lo que he dicho
hasta ahora he aludido una vía indispensable para que el español amplíe y afine sus
alcances expresivos en el ámbito de las ciencias y de las tecnologías. Las comunidades
relevantes deben estar mejor formadas, apreciar realmente las capacidades expresivas
del español, y ser capaces de afinarlas y desarrollarlas ellas mismas. Solo de que ellas
sientan la necesidad y el valor de desarrollar caminos expresivos complejos, delicados,
inteligentes y lingüísticamente eficaces en el idioma maduro y lleno de estructuras y dis-
posiciones virtuosas que es hoy por hoy el español, surgirán las variantes adecuadas, se
crearán las expresiones justas, y se llenará la lengua de los recursos suficientes (y sobra-
dos) para describir no solo el mundo contemporáneo sino, más importante aún, lo que
vivir en él significa. Para que ello ocurra, las comunidades a las que me refiero estarán
necesariamente integradas en un sistema de comunicación y traslado de la ciencia y la
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Introducción
Es bien sabido que desde la última parte del periodo medieval, las lenguas vulgares
fueron accediendo de forma progresiva a una condición que les permitía ser aptas para
la expresión científica. Ello tuvo que ver, por ejemplo, con una razón de tipo «práctico»
derivada de la existencia de grupos de personas que, para realizar sus tareas profesiona-
les, necesitaban una formación rudimentaria a la que solo podían acceder en lengua vul-
gar, pues ya hubiera sido mucho pedirles que, además de saber leer, tuvieran un buen
conocimiento del latín, que era, como todos conocemos, la lengua de comunicación uni-
versitaria.
Esta razón a la que hemos aludido y otras de índole política, económica y social con-
dicionaron que, desde el arranque de lo que conocemos como el periodo moderno de la
historia, la ciencia se fuera expresando en las diferentes lenguas vernáculas europeas. Lo
que no debe hacernos olvidar otro hecho: a pesar de que desde el siglo XVI hasta el XIX
en cada país o en cada ámbito geográfico se fueran consolidando las distintas termino-
logías nacionales, la preponderancia de la actividad científica realizada en unos países
concretos favoreció que algunas de esas lenguas vulgares ejercieran una gran presión
sobre las restantes. Presión que, en el caso del francés, llegó a ser de tal magnitud que le
permitió aspirar durante el siglo XIX a convertirse en lengua universal para la ciencia.
No deja de ser paradójico que, tras tantos esfuerzos, no fuera el francés sino el inglés
el que consiguiera ese estatus en el siglo XX, siglo durante el que se produjo una cesión
progresiva del protagonismo disfrutado por Europa durante mucho tiempo a favor de
Estados Unidos, que se convirtió durante la segunda mitad de la centuria en el centro
geográfico fundamental para la investigación científica y sus aplicaciones. Esta situación,
de todos conocida, hace que se alcen de forma continua voces contra los peligros que
acechan a todas las demás lenguas que no son la inglesa. Voces tan alarmadas como lo
eran las que a lo largo del XIX y principios del XX se pronunciaban contra la lengua
francesa. El tiempo nos ha demostrado que el francés no resultó ser ese terrible enemi-
go capaz de acabar con nuestra lengua. Y esto, aplicado con cierta lógica, podría llevar-
nos a creer que lo mismo sucederá con el inglés. Sin embargo, y aunque mucho nos gus-
taría que no fuera así, es este uno de esos casos en los que las enseñanzas que nos pro-
porciona la gran maestra que es la historia deben matizarse bastante, pues entre ambas
situaciones existen algunas diferencias que hacen, a nuestro juicio, que los paralelismos
terminen ahí y que las consecuencias puedan ser muy distintas.
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constituye una forma —enfermiza, ciertamente—, pero una forma al fin y al cabo, de
espolear a nuestros científicos a que investiguen y a que difundan los resultados de su
investigación. Algo que, por cierto, es condición indispensable para la ciencia, pues esta
exige difusión y no que se atesore para el goce personal. Pero una cosa es la difusión y
otra bien distinta es solo difusión de lo que quieren los que se han erigido en «amos».
Esto por no entrar en la ignorancia sistemática —por no llamarla exclusión—de todas las
aportaciones a la ciencia publicadas en lenguas distintas de la inglesa, lo que origina, en
el mejor de los casos, una mala asignación de prioridades en los descubrimientos; en el
peor, un robo de tales prioridades; y, en todos ellos, un gasto inútil encaminado a seguir
investigando asuntos que ya se han resuelto en otras latitudes.
Sea como sea, se calcula que cerca del 90% de los investigadores lee y comprende
perfectamente el inglés —otra cosa es que lo hable— y que alrededor del 85% de la
información almacenada en todos los sistemas electrónicos del mundo está en esa len-
gua. El inglés es, también, la lengua privilegiada en los congresos y reuniones de todo
tipo entre científicos, utilizándose, incluso, como lengua de publicación en revistas cien-
tíficas de lugares donde no se habla habitualmente y, además, se ha impuesto como len-
gua de enseñanza universitaria, al menos de determinadas carreras como medicina por
ejemplo, en numerosos países —Egipto, la India, Indonesia...—. Esa es la situación en la
que nos encontramos; si bien no está de más matizar, aunque sea sobre ascuas, que no
todos los lenguajes especializados, ni todas las formas de comunicación dentro de cada
lenguaje, mantienen la misma dependencia del inglés.
Todo lo anterior ensombrece el futuro de las distintas lenguas científicas nacionales
como se puede comprobar en los informes anuales que elabora el Instituto Cervantes
sobre la situación del español en el mundo: vemos cada año cómo el español científico
continúa retrocediendo, como lo hacen el alemán, el italiano o, incluso, lenguas fuerte-
mente apoyadas como el catalán o el francés, por ejemplo, frente al avance del inglés. Un
panorama, el que hemos esbozado hasta aquí, creemos bien distinto al que podía con-
templarse hace un siglo, cuando veíamos al francés como nuestro gran enemigo. Porque,
por entonces, no había bases de datos, ni revistas electrónicas, ni comisiones de evalua-
ción, ni sexenios de investigación, ni líneas prioritarias, ni Internet... Pero, además, todavía
en aquella época una buena parte de los científicos tenía el prurito de querer escribir bien,
de hacer un buen uso del lenguaje, de que se les comprendiera. No se había desarrollado
aún esa fantástica —y soberbia— tecnociencia de la última parte del XX tan aferrada a la
idea de que para el intercambio científico se precisa de un lenguaje especial totalmente
críptico y alejado de los no especialistas, que a veces nos lleva a dudar de que cuando
escriben haya en ellos un deseo real de comunicarse, pues más bien parece como si hubie-
ra una voluntad expresa de no querer que se les comprenda. Esto que acabamos de seña-
lar encubre un hecho determinante para el asunto que nos ocupa: el desinterés —cuando
no desprecio— por los asuntos del lenguaje por parte de muchos científicos que en sus
actos de habla teóricamente en español, por ejemplo, lo que hacen es manejar una jerga
en la que se mezclan las palabras inglesas en estado puro con palabras inglesas malamente
españolizadas. Un desinterés que les hace perfectamente capaces de calificar una enfer-
medad como de severidad leve, severidad moderada y severidad severa o de hablarnos de
un dolor exquisito, sin que se trate de partidarios fervientes del Marqués de Sade y sin que
se inmuten, además, lo más mínimo por la estupidez que están diciendo.
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La implicación empresarial
No menos necesaria es la implicación en estos asuntos del mundo empresarial, que
tiene una responsabilidad obvia si nos paramos a pensar en el grado de relevancia que
la técnica ha alcanzado en estos momentos. Es importante, de un lado, que las empresas
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El «tercer entorno»
Por último, y he dejado para el final lo que me parece lo más importante, tanto las
instituciones como el mundo empresarial a los que nos referíamos antes, deben tomar
conciencia de la magnitud de ese mundo emergente al que se ha llamado «tercer entor-
no», que se superpone a los dos entornos existentes hasta ahora —el campo y la ciudad—
sin destruirlos, pero transformándolos profundamente. Ese tercer entorno conformado
por todos los ordenadores conectados a redes telemáticas más sus diversos periféricos,
teléfonos, televisiones, tarjetas de crédito, grabadoras, impresoras, micrófonos, videocá-
maras, etc., está en fase de construcción y expansión y exige una adaptación y transfor-
mación de las diferentes culturas y, desde luego, de las diversas lenguas. Por su estructu-
ra, es un espacio que tiende a ser multicultural y plurilingüístico, pero, tal y como van las
cosas, corre el peligro de convertirse en un ámbito propicio para el colonialismo cultural
y el monolingüismo. Si queremos que no sea así, habrá que emprender acciones sociales
y políticas que traten de evitarlo: potenciando la alfabetización digital de los hispanoha-
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blantes; haciendo compatibles los sistemas tecnológicos que permitan tender puentes efi-
cientes entre las diferentes lenguas electrónicas; poniendo en marcha instrumentos y
escenarios electrónicos que permitan la difusión tanto de nuestros autores clásicos como
de los contemporáneos; trabajando prioritariamente en el desarrollo de programas edu-
cativos de calidad en español; fomentando la presencia de páginas en Internet y de revis-
tas digitales en las que, a la manera de La Página del Idioma Español sostenida por la
organización brasileña no gubernamental Antonio de Nebrija, se trata de promover
nuestra lengua en la Red; favoreciendo el acceso vía Internet de las personas de habla
española a nuestras grandes bibliotecas, a la compra de libros de todo tipo en español, a
través de librerías virtuales (lo que sirve, a un tiempo, para conocer nuestra propia pro-
ducción científica y de divulgación y como fuente de referencias actualizadas de nuestros
autores para la confección de bibliografías); y, desde luego, desarrollando portales insti-
tucionales en español, como por ejemplo, el del Aula Virtual de Español (AVE) del
Instituto Cervantes, claramente organizados, sin excesos tecnológicos que distraigan
innecesariamente la atención y con enlaces a sitios que recojan contenidos actualizados
y de calidad.
Creo que aún estamos a tiempo —aunque no nos quede mucho— de hacernos con nues-
tro sitio en el ciberespacio. Pero, para ello, debemos aceptar cuanto antes que el olor y el
tacto del papel, por mucho que nos gusten, sucumbirán en manos de la inodora —y,
quizá, insípida— virtualidad que se nos avecina.
Bibliografía
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Introducción
Como moderador del panel «El español y las lenguas de especialidad» presenté a los
ponentes y moderé el coloquio, pero deliberadamente me quedé al margen en aquel
momento, tanto para no consumir parte del tiempo de exposición de los ponentes como
para no condicionar la discusión que fomentaban las propias ponencias del panel.
Las intervenciones del coloquio mostraron el interés que despertaron las ponencias
entre los asistentes, pero no aportaron puntos de vista nuevos. Algunas precisiones, algu-
nas anécdotas curiosas, ciertas matizaciones, ciertas explicaciones históricas, pero siem-
pre en el campo trazado previamente por las ponencias. No es este un juicio negativo del
coloquio sino la constatación, si no estoy equivocado, de dos hechos: a) que las ideas fun-
damentales de los ponentes fueron acogidas favorablemente por los que estaban en la
sala; b) que los que intervinieron en el coloquio reflejaron sus preocupaciones particula-
res, con sus matizaciones, precisiones o confirmaciones parciales o curiosas, pero no con-
siguieron, al menos en este panel, situarse en el nivel general que exigía la discusión. En
efecto, quizá por las características de la convocatoria, interdisciplinar y abierta, muchas
intervenciones del coloquio no se esforzaron por trascender las anécdotas concretas que
exponían. Así, los puntos de vista de los ponentes se convirtieron en cañamazo concep-
tual en el que el coloquio dibujaba algunas cuestiones concretas, pero la discusión no
supuso avances constatables en los esquemas metodológicos o conceptuales previamen-
te expuestos. Fuera de esta afirmación debe dejarse la intervención de Javier Echeverría
que puso de relieve la necesidad de contar con la presencia de la lengua española en la
Red y subrayar los esfuerzos que deben hacerse para ello, y precisó algunas cuestiones a
propósito de la relación entre ciencia y humanidades. En los párrafos siguientes intenta-
ré sistematizar las reflexiones surgidas al hilo de las ponencias del panel y las interven-
ciones del coloquio.
Lenguas de especialidad
Parece evidente que una reflexión sobre las lenguas de especialidad debería partir de
la interpretación precisa que asignamos a tal expresión. Sin embargo, no solo en este
panel sino en todo el Simposio las alusiones a lenguas de especialidad, lengua de la cien-
cia, lenguajes técnicos, etc., fueron frecuentes pero, a la vez, relativamente imprecisas. Es
natural. Si un ponente o un panel se hubiera enfrentado directamente a la definición de
‘lengua de la ciencia’ o de ‘lengua de especialidad’ muy probablemente la discusión
hubiera ocupado todo el tiempo del Simposio. El uso intuitivo más o menos acordado en
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el panel, sin embargo, no deja de tener sus inconvenientes. Tanto las ponencias como el
coloquio mostraron claramente que se pasaba con suma facilidad de un sentido a otro de
lengua de especialidad. Y, sin embargo, aunque todas las etiquetas compartan un espacio
extenso de intersección, todas, o la mayoría, se caracterizan por algunos elementos dis-
tintivos. Por ello, antes de avanzar en la exposición, sería conveniente recordar varias
cuestiones:
1) En la lengua de la ciencia deben distinguirse diversos círculos, espacios, niveles o
como queramos llamarlos. Operativamente deberían distinguirse, al menos, los
siguientes:
• el círculo especializado y restringido de los laboratorios o seminarios de investi-
gación, compuesto por varios cientos de miembros, que se comunican entre sí
directamente;
• el círculo más amplio de la didáctica universitaria, industrial o empresarial,
expresado, sobre todo, en manuales, conferencias o reuniones de especialistas,
etc., pero siempre en el ámbito bien definido de la formación académica, indus-
trial o empresarial, aunque sea un ámbito con un número relativamente alto de
participantes;
• el círculo de divulgación especializada que se expresa en ciertas secciones de
periódicos, textos de divulgación, programas especializados de televisión, sesio-
nes de museos, etc.;
• la lengua general común.
Podrían distinguirse más o menos niveles o círculos, pero esta discusión nos llevaría
demasiado lejos en estas breves reflexiones. Sí creo conveniente, en cambio, señalar que
tampoco se apuntó directamente a otra cuestión fundamental: la diferencia entre los tex-
tos científicos y los que no lo son, o entre la lengua de la ciencia y la lengua general. Se
aludía indirectamente a diferencias, y parece claro que las lenguas especializadas no se
manifiestan solo en una terminología determinada sino, sobre todo, en una organización
textual determinada y en una retórica determinada. Solo en el cañamazo de una organi-
zación retórica o textual particular con una definida intención pragmática y una arma-
dura ideológica precisa adquiere importancia determinante la cuestión terminológica.
2) Si explícitamente no se plantearon los diversos niveles de la lengua de la ciencia
ni sus características, más o menos discutidas y discutibles, sí quedó, en cambio,
patente en este panel que la lengua de la ciencia debía aspirar, en primer lugar, a
ser una lengua clara y con un nivel de corrección ejemplar dentro de la variabili-
dad geográfica, social y funcional del español. También quedó claro que las ecua-
ciones cultura y humanidades, arte y ocio, ciencia y especialización, debían trans-
formarse para que la sociedad comprendiera y aceptara que la ciencia, el arte y las
humanidades pueden ser tratados como objetos de ocio, de cultura o de especia-
listas y que la división heredada entre estos ámbitos no sirve a la sociedad actual
en que vivimos.
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latín y, después, a veces con el francés, actualmente nadie es capaz de distinguir la cien-
cia y su expresión lingüística. Se supone que la ciencia puede expresarse en teoría en
cualquier lengua, pero la práctica internacional contemporánea muestra que la ciencia se
expresa en inglés. Que el inglés sea la lengua más extendida de la ciencia actual se debe
a causas históricas concretas, cuyo estudio supera con mucho los límites de estas páginas.
Cualquier científico sabe de sobra que la bibliografía, los congresos, las revistas, los inter-
cambios, la Red, etc., funcionan, sobre todo, en inglés. No tiene por qué convertirse esta
situación en eterna, pero los cambios en otra dirección solo pueden ser lentos y gradua-
les, suponiendo que a una comunidad le interese realmente cambiar esta situación.
Convendría repensar algunas otras cuestiones fundamentales que se olvidan cuando se
examina la situación de la lengua de la ciencia española y se vierten críticas sobre ella.
En el panel apuntaron claramente dos tipos de críticas: a) autocríticas y b) críticas pro-
piamente dichas.
Las críticas propiamente dichas se han centrado en la organización sociológica de la
ciencia, sobre todo en relación con la comunidad científica de los Estados Unidos, que
señala los temas que importa y no importa investigar, que controla la organización de los
grandes congresos y grupos de investigación, que organiza los índices de referencia de
calidad, etc. Probablemente estas críticas sean ciertas, pero me parece que las protestas
por estas cuestiones son relativamente secundarias. Sin negar que exista una organiza-
ción de la ciencia que favorece a las instituciones americanas y que controlan ellas, la
situación se parece mucho a la de otras ramas comerciales. Solo con una buena organi-
zación, trabajo y espíritu competitivo se puede acceder a los mercados. Las empresas
españolas que quieren competir en los mercados internacionales deben aceptar las reglas
de juego internacionales. Y a la ciencia española le sucede lo mismo. Más realista que
soñar con planes estratégicos directos para desalojar al inglés de esta posición dominan-
te, o protestar contra ella, me parece el ejemplo de Cajal que hace un siglo recomenda-
ba aprender alemán y salir a exponer las propias investigaciones en los congresos inter-
nacionales en aquella lengua, además de trabajar con paciencia y humildad. La organi-
zación de la ciencia ha cambiado, pero la situación española es más favorable actual-
mente. Desde luego, la organización internacional de la ciencia no se cambia solo con la
lengua. El inglés es una consecuencia de tal organización, no una causa.
Las autocríticas observan el desinterés de los científicos por la lengua española y
subrayan que, inevitablemente, la ciencia española y, por tanto, sus textos, dependen del
inglés. Para conseguir una expresión correcta y limpia en español, fuera del círculo estric-
to de los laboratorios y seminarios especializados, la consecuencia es paradójica: es nece-
sario, en primer lugar, dominar bien el inglés para entenderlo bien y, en segundo lugar,
para traducirlo bien y no contaminar el español (no provocar en el español interferen-
cias y oscuridades innecesarias). En la medida en que los hispanohablantes dominen
mejor el inglés, en la medida en que más científicos hispanos conozcan bien el inglés, en
la medida en que el español cuente con mejores traductores, el inglés no será ninguna
amenaza para el español, y podrá hablarse y escribirse en español de todos los temas
científicos con claridad, con todo lo que ello supone de extensión social de la ciencia, de
fomento del interés por la ciencia, de cimiento de las auténticas bases de educación cien-
tífica. La correcta utilización de la lengua española en los dominios científicos se plan-
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tea, sobre todo en principio, en todos los dominios que excedan del primer círculo espe-
cializado y relativamente cerrado de los laboratorios.
Entre las autocríticas debe prestarse especial atención a la opinión que recordaba
que no pueden olvidarse, porque se está pendiente de las ciencias duras, dominios tra-
dicionalmente pensados como humanistas, en los que el mundo hispánico tenía cierta
presencia y puede perderla si no se hacen esfuerzos técnicos por ocupar espacios en
Internet. Este es un aspecto importante que no puede dejarse de lado. Tradicionalmente
la comunidad hispana razonaba que la ciencia no era su fuerte, pero que era importan-
te en humanidades. Habría que impulsar y proteger los proyectos humanistas, cultura-
les, filosóficos, literarios, históricos, etc., novedosos. No puede encauzarse solo el esfuer-
zo hacia campos científicos con difícil y dura competencia y dejar abandonados campos
tradicionales bien cultivados en el mundo hispánico. Ahora bien, como se señaló en el
coloquio, hoy por hoy la fuerza cultural solo se hará visible si puede presentarse en
Internet. En este sentido, la llamada que se hizo para que los técnicos colaboren con los
que cultivan las humanidades para ofrecer productos que puedan presentarse y difun-
dirse bien es fundamental. El mercado internacional no se conforma con magníficos
textos e investigaciones culturales presentes solamente en las editoriales de algunos
ayuntamientos. La presencia en la Red significa, es obvio, un cambio de perspectiva
absolutamente necesario.
En este panel no se aludió a otro problema fundamental relacionado con el español
y las lenguas de especialidad. Casi todas las intervenciones apuntaron a la competencia
del inglés y a la organización de la ciencia en lengua inglesa. Sin embargo, en numerosas
organizaciones y organismos internacionales, jurídicos, políticos y científicos, en nume-
rosas ocasiones la respuesta de la lengua española a través de sus representantes no es
la adecuada. Pero, sobre todo, muchos ejemplos confirman que los anglicismos siguen
afincándose en el español por intermedio del francés. Es decir, no solamente conviene
mantener una lengua correcta y clara, sin interferencias inglesas; también es preciso evi-
tar las interferencias francesas.
En realidad, donde influirán todas estas cuestiones será en los círculos segundo, ter-
cero y general, es decir, en todos los que no sean los estrictamente especializados. El
español correcto y claro es útil y necesario en la enseñanza, en la divulgación y en el
intercambio especializado que no sea estrictamente de laboratorio. Por ello, es necesario
formar buenos profesionales, técnicos y traductores a la vez; es necesario crear progra-
mas y material en español para Internet; es necesario fomentar la colaboración entre
especialistas.
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los científicos decimonónicos no era escasa. Ramón y Cajal, Torres Quevedo o Esteban
Terradas demuestran que investigación y preocupación por la lengua no están reñidas.
En ambos campos, divididos, sin duda, por las exigencias prácticas de la especialización,
han vivido científicos y humanistas conscientes de lo artificial de la división de las cien-
cias. Ahora bien, también se han dado en ambas orillas actitudes absolutamente igno-
rantes del pensamiento de los otros colegas. En el coloquio se insistió, me parece, exa-
geradamente en la necesidad que tenían los científicos de usar una lengua limpia y clara,
un buen español. Exactamente la misma advertencia habría que hacer a los colegas del
campo de las humanidades. Los que escriben bien lo hacen porque están convencidos de
que es necesario hacerlo así, no porque hayan estudiado en las facultades de letras,
expresándonos en plan coloquial. De hecho, la lengua de muchos textos de asignaturas
de letras, por no fijarme específicamente en muchos de filología, dista mucho de la clari-
dad y, en muchas ocasiones, está lejos del español aconsejable. También en humanidades
se depende, mucho más de lo que sería deseable, como he señalado antes, de las fuentes
extranjeras. Por tanto, no me parece buen planteamiento que la ciencia deba aproximar-
se a las humanidades, sino que cualquier escrito científico o técnico, sea de la especiali-
dad que sea, se esfuerce por utilizar un español claro y correcto.
Así como las personas con una formación tradicional de letras menospreciaban las
ciencias duras, también algunos científicos consideran las letras como un adorno para la
persona humana. Este error me parece más grave que la simple oscuridad lingüística.
Cualquier aspecto de las humanidades se relaciona directamente con la formación de la
personalidad y, en última instancia, con la orientación y resultados de una posible inves-
tigación en ciencias duras. Por tanto, ciencia y humanidades son dos caras de una mone-
da. Que por motivos prácticos, las personas se dediquen a un campo o a otro (hay que
dividir para vencer) no significa que cualquier aspecto del conocimiento solo tiene sen-
tido empaquetado en el lugar que le corresponde en la estantería de las ciencias. El
mundo de la ciencia no es un almacén.
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El español en la Red
Actualmente no solo debe trabajarse en mejorar los textos científicos en lengua
española, en acrecentar las buenas traducciones, en realizar buenos textos de divulga-
ción, en fomentar una enseñanza de la ciencia y de las humanidades en español claro y
correcto. Es fundamental y urgente crear instrumentos en español para que tengan pre-
sencia en la Red. Crear contenidos de calidad es necesario, pero crearlos para que apa-
rezcan en la Red es una cuestión de supervivencia.
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a) Que la terminología de los diversos campos se haya acordado entre todos los
miembros de la comunidad hispano-hablante extendida a ambos lados del
Atlántico.
b) Que la adaptación terminológica se haya hecho por especialistas científicos y lin-
güistas y filólogos a la vez (que deberían dominar inglés y español).
c) Que se realicen abundantes glosarios de numerosos campos y subcampos científi-
cos.
d) Que se redacten diccionarios de diferentes especialidades.
e) Que se estudien y analicen diversos textos de especialidad cara a la enseñanza,
pues estamos lejos del estudio integral de los textos de especialidad.
Y para llevar a cabo estos últimos puntos se necesitan, sin duda, equipos multidisci-
plinarios de ambos lados del Atlántico, trabajando en continua colaboración. Es proba-
ble que un programa tan ambicioso necesite de algunas instituciones que lo empujen y
animen. Quizá no es necesario crear entes sin necesidad, como quería Aristóteles. Los
colegas hispanoamericanos deben pensar qué instituciones les inspiran confianza. En la
Península, a pesar de todas las críticas que puedan dirigirse contra ellas, y que no deben
ignorarse, sin duda deberíamos encomendar el futuro de estos proyectos a la FECYT,
Real Academia Española, Instituto Cervantes y CSIC. Estas instituciones, a las que, repi-
to, puede criticarse, me inspiran más confianza que cualquier otra propuesta nacida para
solucionar cuestiones mucho más concretas o intereses mucho más limitados. Porque me
parece que no debe olvidarse que se trata de conjugar intereses muy generales y a largo
plazo, dos condiciones que no suele cumplir ningún grupo o siglas que no reúna la tradi-
cionalidad, oficialidad y persistencia de las citadas.
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95.Título Cap3 10/12/04 00:54 Página 95
Capítulo 3
Tecnologías lingüísticas para el español
La investigación en Ingeniería Lingüística en España
Juan José Moreno Navarro
Las tecnologías del habla para el español
Joaquim Llisterri
Implementación electrónica del Diccionario de uso del español
de María Moliner
Plutarco Naranjo
Comentario del panel «Tecnologías lingüísticas para el español»
Fernando Sánchez León
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LA INVESTIGACIÓN EN INGENIERÍA
LINGÜÍSTICA EN ESPAÑA
Juan José Moreno Navarro
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Información. Para cada uno de ellos haremos una descripción de sus principales logros y
retos y enumeraremos algunos de los principales grupos de investigación a nivel nacio-
nal. En realidad, es difícil entender cada una de ellas sin las otras, pues se apoyan entre
sí. Esto hace que aparezcan referencias circulares en la descripción, así como que muchos
grupos tengan actividades en más de una subárea. Finalmente, en la última sección des-
cribiremos algunos de los recursos existentes en la actualidad para aquellos lectores
especialmente interesados en el tema.
La Ingeniería Lingüística
La Ingeniería Lingüística es una parte esencial de las Tecnologías de la Información
que investiga y formula mecanismos computacionalmente efectivos que faciliten la inte-
rrelación hombre-máquina y permitan una comunicación mucho más fluida y menos rígi-
da que los lenguajes formales. Comprende el uso de computadores para procesar el len-
guaje (escrito, hablado o de cualquier otro tipo), con un objetivo práctico y útil, tal como
la traducción, la obtención de información y de respuestas a partir de bases masivas de
datos, la conversación con máquinas, etc.
La disciplina puede remontarse a los años 50. Uno de sus primeros objetivos fue la
realización de programas de traducción inglés-ruso durante la Guerra Fría. El origen del
interés se disparó cuando los soviéticos pusieron en órbita el satélite Sputnik sin que los
detalles técnicos hubieran llegado a las agencias estatales americanas por falta de tra-
ductores de ruso. Aunque los esfuerzos tuvieron algunos éxitos parciales, globalmente
pueden ser catalogados como fracasos. Un ejemplo jocoso de uno de sus comportamien-
tos: la traducción de la frase «el espíritu es fuerte, pero la carne es débil», originalmente
en ruso, fue «the spirit is strong, but the meat is poor», que puede interpretarse (y de
hecho así lo hacía el traductor contrario) como «el vodka es bueno, pero el filete está
podrido».
En 1966, parte de las expectativas en el área decayeron por el informe crítico del
comité ALPAC (Automatic Language Processing Advisory Committee) sobre las posi-
bilidades reales de obtener resultados significativos con la tecnología existente, lo que
supuso una reducción drástica de las subvenciones con fondos oficiales.
A finales de los 60 se produjo una cierta recuperación con algunos resultados muy
preliminares pero prometedores, como pueden ser algunos de los proyectos llevados a
cabo con éxito:
• Reconocer a través de la voz movimientos de ajedrez.
• Determinar información básica a partir de noticias de prensa.
• Programas con los que conversar de forma aparentemente natural, pero realmen-
te predeterminada, como el conocido Eliza, el psicoanalista automático1.
1 Eliza es un simple programa en LISP de no más de 100 líneas que simula de forma convincente un consultor sentimental
o psicoanalista preguntando por amores y temores simplemente reconociendo terminos en las frases de entrada.
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2 Es evidente que, desde otros puntos de vista, la Ingeniería también se ha beneficiado de la incorporación de conoci-
miento lingüístico.
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• Tratamiento de la palabra:
_ Análisis léxico-morfológico: categorización gramatical (POS tagging).
_ Anotación semántica de palabras (resolución de la ambigüedad léxica).
_ Modelos estadísticos del lenguaje.
• Tratamiento sintáctico:
_ Gramáticas para el reconocimiento del lenguaje natural.
_ Análisis sintáctico robusto.
_ Análisis sintáctico superficial (chunkers).
• Tratamiento semántico:
_ Análisis semánticos robustos.
_ Categorización semántica y clasificación de textos.
_ Construcción de ontologías lingüísticas.
• Tratamiento pragmático:
_ Sistemas de compresión del lenguaje para diálogo.
_ Traducción automática.
_ Sistemas de apoyo a la traducción.
_ Reconocimiento y comprensión de textos.
_ Detección de temas y dominios (temas y subtemas).
_ Elaboración automática y semiautomática de documentos y resúmenes.
_ Resolución de fenómenos lingüísticos: elipsis, anáfora, ambigüedad estructural.
_ Corrección de textos.
_ Sistemas de ayuda al aprendizaje.
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• WordNet. Base de datos formada por relaciones semánticas entre los significados
de las palabras (llamadas synsets), a las cuales se accede como si fuera un tesauro.
• EuroWordNet. Base de datos léxica que proporciona un conjunto de índices que
comparten los WordNets de las diferentes lenguas a través de un módulo inter-len-
guas. Se distribuye a través de ELDA (European Language Resources
Distribution Agency).
• Mikrokosmos. Representación del significado de los textos en lenguaje natural. El
sentido del texto de entrada, derivado por el análisis de su información léxica, sintác-
tica, semántica y pragmática, se representa en el TMR (text meaning representation)
como elementos a interpretar en términos de un modelo del mundo u ontología.
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2.1.1. Traducción
Estamos ante una de las primeras aproximaciones científicas al PLN y puede defi-
nirse como el «proceso (o resultado) de traducir un texto digital en un idioma origen a
un idioma destino de forma automática con el uso de un programa informático». La tra-
ducción automática perfecta es un objetivo no alcanzado y, a decir de los expertos, leja-
no aún en el tiempo. No obstante, sí hay éxitos parciales en campos de conocimiento aco-
tados y en sistemas de ayuda semiautomáticos de traducción. Cualquiera que haya usado
las posibilidades de traducción que ofrecen los buscadores estándares (como Yahoo o
Google) habrá observado las severas limitaciones de estos sistemas. Es curioso observar
cómo los textos técnicos de informática son traducidos con más calidad que otros textos.
Otras de las aplicaciones de éxito es la comprensión de textos: el sistema de tra-
ducción opera como una herramienta cuyo objetivo es hacer entender al usuario un
texto escrito en una lengua diferente a la suya. La aproximación es válida cuando
estamos ante:
• Textos cortos.
• Lenguas de traducción lejanas.
• Una traducción cuya calidad no es lo relevante, sino que lo que más importa es
entender de forma somera el texto.
El caso mencionado anteriormente de los sistemas de buscadores en Internet puede
servir como ejemplo.
También podemos mencionar los sistemas de traducción masiva: el sistema de tra-
ducción es una herramienta industrial para obtener traducciones de grandes volúmenes
de texto, como pueden ser manuales de equipos o software y son útiles cuando priman
aspectos como:
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• Rapidez y claridad.
• Lenguas de traducción cercanas.
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De forma general, estos sistemas constan de tres fases (ver figura 3):
1. Procesamiento del Habla (reconocimiento y síntesis): Conversión entre el lengua-
je hablado y el lenguaje escrito
2. Procesamiento del Lenguaje Natural (comprensión y generación): Procesamiento
léxico, gramatical y semántico que es necesario para:
• Obtener la información básica que se usará en la gestión del diálogo mediante la
comprensión del lenguaje.
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• Generación de respuestas y síntesis de voz. A fin de ser aceptados por los usuarios
finales, los Sistemas de Diálogo deben generar mensajes con un alto grado de inte-
ligibilidad y naturalidad. Ello requiere mejorar los métodos empleados para gene-
rar los mensajes, así como las técnicas empleadas para dotar a la voz artificial de
una mayor expresividad.
4. Acceso a la Información
Los sistemas de acceso a la información por medio del lenguaje natural son sistemas
«ideales» que tienen como objetivo cubrir las siguientes necesidades:
• Localizar la información requerida, procesarla, integrarla y generar una respuesta
acorde a los requerimientos expresados por el usuario.
• Comprender preguntas y documentos escritos en lenguaje natural en dominios no
restringidos (usuarios inexpertos).
Es ideal en el sentido de que no existe hoy por hoy ningún sistema operacional que
cumpla todos estos requisitos. Los orígenes de la disciplina son tan antiguos como las
bases de datos o la digitalización de documentos, pero su interés se ha renovado e incre-
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Ontologías. [Fig. 4]
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todos cubren en mayor o menor medida. De entre ellos podemos destacar los siguientes:
GTLN-TALP-UPC, Procesamiento de Lenguaje Natural-UNED, GPLSI-Universidad de
Alicante, COLE-Universidad A Coruña. Muchos de estos trabajos están confluyendo con
los avances en un área inicialmente disjunta, como es la Web semántica, que proceden de
la investigación en modelos de aprendizaje en inteligencia artificial para modelar y
entender los contenidos de Internet.
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Recursos existentes
Queremos terminar este estudio enumerando brevemente algunos de los recursos
disponibles para aquellas personas que quieran obtener más información del tema.
En primer lugar, describiremos las sociedades vinculadas a la Ingeniería Lingüística.
En España existe desde 1984 la Sociedad para el Procesamiento del Lenguaje Natural
(www.sepln.org) que organiza un congreso anual que ha alcanzado su vigésima edición
y publica una revista científica. Internacionalmente existe la Association of
Computational Linguistics (www1.cs.columbia.edu/~acl/home.html) que publica la
revista científica líder en esta área, Computational Linguistics, y organiza una reunión
anual que es uno de los congresos de referencia en Procesamiento del Lenguaje Natural,
ACL. Su edición de 2004 tendrá lugar en Barcelona en julio.
La comunidad de Procesamiento de Habla no está tan organizada en España, pero
dispone de la Red en Tecnologías del Habla, financiada por el MCYT que agrupa a una
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gran parte de los principales grupos en el área y que se reúnen regularmente para inter-
cambiar experiencias y conocimientos. Están a punto de editar un Libro Blanco de las
Tecnologías del Habla en España que verá la luz próximamente.
Internacionalmente existe ISCA (International Speech Communication Association
www.isca-speech.org) que organiza los años impares EUROSPEECH (European
Conference on Speech Communication and Technology) y los pares ICSLP
(International Conference on Spoken Language Processing), aunque el elevado número
de artículos que aceptan las hace inmanejables. La prestigiosa sociedad americana IEEE
mantiene su Signal Processing Society y publica una revista puntera en el tema: IEEE
Transactions on Speech and Audio Processing.
Con respecto al Acceso y Recuperación de Información ya hemos mencionado que
un porcentaje alto de los investigadores nacionales están incluidos en la comunidad de
Procesamiento del Lenguaje Natural. Internacionalmente, ACM mantiene un grupo de
especial interés en el área (SIGIR, Special Interest Group on Information Retrieval,
www.acm.org/sigir), que publica una revista y organiza una conferencia anual. En
Europa, La British Computer Society también tiene un grupo de interés en el área y
organiza una conferencia anual europea (ECIR, European Conference on Information
Retrieval). Además, ya se han comentado las actividades de CLEF y TREC.
Otras conferencias de interés para la disciplina son HLT (Human Language
Technologies), Coling (International Conference on Computational Linguistics),
ICASSP (International Conference on Acoustics, Speech, and Signal Processing),
RANLP (Recent Advances in Natural Language Processing), CICLing (Conference on
Intelligent Text Processing and Computational Linguistics), etc.
Con respecto a sistemas de uso libre de traducción (inglés-castellano) se
puede mencionar Systran (babel.altavista.com/translate.dyn), Google (www.goo-
gle.com/language_tools), FreeTranslation (www.freetranslation.com), InterTran
(www.tranexp.com:2000/InterTran), Reverso Online (translation2.paralink.com) o
Babilón (www.babylon.com).
El Instituto Cervantes mantiene una página con muy completos datos de la
Ingeniería Lingüística en España, especialmente referentes a grupos de investigación y a
proyectos (oesi.cervantes.es/jsp/dile/index.jsp). También se recomienda consultar la pági-
na de Joaquim Llisterim (liceu.uab.es/~joaquim/home.html), que contiene una muy
buena colección de enlaces a todo tipo de recursos, especialmente en el área de
Procesamiento de Voz y del Lenguaje Natural.
Nos gustaría terminar mencionando las convocatorias de investigación realizadas
por la Comisión Europea dentro de sus programas marco de investigación. Esta ha sido
un área muy activa en pasadas convocatorias, aunque desde una perspectiva integrado-
ra con otros sistemas de comunicación, financiando muchos proyectos en comunicación
multimodal, traducción, interacción multisensorial, reconocimiento de estados emocio-
nales, etc. En el VI Programa Marco de Investigación (www.cordis.lu/ist) dentro de la
prioridad 2, «Tecnologías para la Sociedad de la Información», aparecen los objetivos
estratégicos denominados «Interfaces Multimodales» y «Sistemas Cognitivos». En el pri-
mero, se espera desarrollar interfaces multimodales naturales y adaptativas que respon-
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dan con inteligencia al habla y la lengua, la vista, el gesto, el tacto y otros sentidos, con
especial énfasis en la interacción multidireccional entre personas y el entorno virtual y
físico y los sistemas multilingües que faciliten la traducción para ámbitos no restringidos,
especialmente para entradas espontáneas o mal formadas (conversación) en entornos
orientados a tareas. En el segundo, los objetivos se dirigen a la construcción de sistemas
representados o realizados físicamente capaces de percibir, comprender (la semántica de
la información transmitida a través de su entrada perceptiva) e interactuar con su entor-
no, así como evolucionar para conseguir un comportamiento similar al humano en acti-
vidades que exigen conocimientos contextuales específicos (situación y tarea).
Agradecimientos
Una gran parte de las ideas y datos aquí recogidos provienen de las actividades de la
Red de Tecnologías del Habla y del intercambio de información con su coordinador
Alberto Rubio. También se ha utilizado material de la Sociedad Española para el
Procesamiento del Lenguaje Natural y charlas y presentaciones de su presidente Manuel
Palomar. La mayor parte de los grupos mencionados ha enviado datos de su investiga-
ción y sus actividades.
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en su propio idioma sin tener que acceder previamente a un menú para elegirlo; en tal
circunstancia, se utiliza la tecnología conocida como identificación automática de la
lengua.
Los sistemas de diálogo surgieron para facilitar la interacción mediante el habla
entre una persona y un sistema informático, sea para recabar información, para llevar a
cabo transacciones o para realizar otras funciones. Constan, por lo general, de un módu-
lo de reconocimiento automático del habla, un sistema de comprensión que se ocupa de
la interpretación del enunciado, un módulo de generación que crea un texto con los
resultados de una consulta a una base de datos o con la respuesta adecuada a la conver-
sación entre el usuario y el sistema, y de un conversor de texto en habla que transforma
esta respuesta en su equivalente sonoro. Estas operaciones están coordinadas por un
módulo de gestión del diálogo, responsable de los turnos de palabra, de la coherencia
entre preguntas y respuestas y de todos aquellos aspectos que hacen que la interacción
entre la persona y el ordenador sea lo más natural posible (López-Cózar, 2003; López-
Cózar y Rubio, 2001; Tapias, 2002).
Finalmente, cabe citar la traducción automática del habla, que permitirá la con-
versación entre interlocutores que usen cada uno su propio idioma. Para tal fin se
integran el reconocimiento del habla, la traducción, específicamente adaptada a la
lengua oral, y la conversión del texto traducido en habla. En la actualidad existen ya
prototipos operativos en dominios relativamente restringidos —reservas hoteleras o
cambio de divisas, por ejemplo—, aunque se trata de un ámbito que no ha alcanzado
aún la madurez de las tecnologías a las que nos hemos referido hasta ahora (Abaitua,
2003).
Las tecnologías del habla se utilizan actualmente en servicios telefónicos automáti-
cos de información y de atención al cliente, o en ámbitos como la banca y el comercio
electrónicos. Los sistemas de diálogo constituyen también una de las tecnologías bási-
cas que sustentan los portales de voz, a través de los que es posible acceder a una
amplia gama de servicios equivalentes a los que se encuentran en los portales conven-
cionales en la web. Por otra parte, el reconocimiento del habla se ha incorporado al
entorno doméstico en aplicaciones como el dictado automático o la navegación por
Internet controlada mediante la voz, mientras que la conversión de texto en habla se
emplea en servicios como la lectura a través del teléfono, del correo electrónico o de
mensajes cortos enviados desde un teléfono móvil. No debe olvidarse tampoco la
importante vertiente social de las tecnologías del habla (Aguilera et al., 2001), refleja-
da en el papel de la conversión de texto en habla para facilitar el uso de ordenadores y
el acceso a la información en Internet a personas invidentes, en la aplicación del reco-
nocimiento a la conversión de habla en texto destinada a personas con dificultades de
audición y en el uso de la síntesis como herramienta para aquellos que han perdido la
capacidad vocal.
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El marco institucional
Frente a lo que sucede en otros países europeos, España nunca ha contado con un
programa específico para la financiación de proyectos dedicados a las tecnologías lin-
güísticas. En el Plan Nacional de I+D+I para el período 2000-2003, las tecnologías del
lenguaje y del habla se incluyeron en uno de los objetivos científico-técnicos (3.3.) del
Programa de Nacional de Tecnologías de la Información y de las Comunicaciones (TIC),
entendidas como una herramienta para la «mejora del acceso a la información en la red
y de su gestión».
El programa TIC ha sido, tal vez, el que ha contribuido más significativamente a lo
largo de los últimos años a la financiación de proyectos en el ámbito de las tecnologías
del habla. A modo de ejemplo, en la convocatoria correspondiente a 2002 se aprobaron
proyectos sobre sistemas de diálogo —«Gestión multilingüe de diálogos hablados» y
«DIHANA, Sistema de diálogo para el acceso a la información mediante habla
espontánea en diferentes entornos»—, de identificación y verificación del locutor
—«Interfaces avanzados con respuesta vocal y verificación biométrica», de aplicación
clínica de las tecnologías del habla —«Modelado y clasificación automática de patrones
de voz patológica para su aplicación clínica sobre Internet»— y proyectos para mejorar
el acceso a la información en entornos multilingües —«ALIADO, Tecnologías del habla
y del lenguaje para un asistente personal»—.
También en las acciones del programa PROFIT (Programa de Fomento a la
Investigación Técnica) relacionadas con el TIC encontramos, como resultado de la
convocatoria de 2003, un conjunto de proyectos llevados a cabo en empresas:
«IberVoiceXML: Desarrollo de tecnología para portales de voz multilingües»,
«Plataforma multilingüe paneuropea para servicios avanzados de voz», «Plataforma
de procesado de lenguaje natural multimodal y multilingüe» e «Invención y desarro-
llo de un sistema multilingüe de reconocimiento fonético de voz con aplicación de una
patente internacional» (sic.). Asimismo, en el Programa Nacional de la Sociedad de la
Información se han financiado en 2003 proyectos como «SMS para invidentes» o el
«Proyecto de investigación para el desarrollo de voz en el portal de Internet
www.jubilo.es».
La posibilidad de creación de redes temáticas contemplada en las Acciones
Especiales del Ministerio de Ciencia y Tecnología dio lugar a una Red Temática en
Tecnologías del Habla, surgida a iniciativa de las universidades de Sevilla y Granada y
aprobada a finales de 2001. Entre sus actividades destacan la celebración de unas pri-
meras Jornadas en Tecnologías del Habla en Sevilla (noviembre de 2000) y unas segun-
das en Granada (diciembre de 2002) (Rubio, 2002), así como la publicación de la revista
electrónica e-rthabla, cuyo primer número vio la luz en marzo de 2003.
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El contexto académico
En las universidades españolas existe un número no negligible de grupos de investi-
gación y desarrollo dedicados a las tecnologías del habla. Pueden identificarse, al menos,
unos 17 equipos —mencionados al final de este trabajo—, fundamentalmente vinculados
a departamentos de teoría de la señal y comunicaciones o, en una proporción mucho
menor, a departamentos de ingeniería electrónica o de informática. Ello responde al pro-
pio desarrollo histórico de la disciplina, surgida en el contexto de las necesidades de tra-
tamiento de la señal para su transmisión más eficaz.
Estos grupos mantienen, en algunos casos, relaciones de colaboración a través de pro-
yectos coordinados que se llevan a cabo en el seno de consorcios. Muestra de ello son pro-
yectos recientes como TEHAM (Tecnologías del habla multilingüe), BASURDE (Sistema
de diálogo para habla espontánea en un dominio semántico restringido) (Bonafonte et al.,
2000), DIHANA (Sistema de diálogo para el acceso a la información mediante habla espon-
tánea en diferentes entornos) (Galiano et al., 2003) o, en la primera mitad de los 90, la pre-
paración del corpus ALBAYZÍN (Casacuberta et al., 1992). Dada la creciente interrelación
entre el procesamiento del lenguaje y el del habla, se han creado centros de investigación y
desarrollo como el TALP (Tecnologies i Aplicacions del Tractament del Llenguatge i la
Parla) de la Universidad Politécnica de Cataluña, que agrupan equipos de ambas especiali-
dades para llevar a cabo proyectos multidisciplinares como ALIADO (Tecnologías del
habla y del lenguaje para un asistente personal) (Mariño y Rodríguez, 2003).
Si la colaboración entre grupos del mismo ámbito es relativamente común, menos
frecuente resulta la participación en proyectos de tecnologías del habla de equipos pro-
cedentes del ámbito de la lingüística y, en particular, de la fonética. Pese a que en algu-
nos casos existen colaboraciones más o menos estables —por ejemplo entre el Grupo de
Tecnología del Habla de la Universidad Politécnica de Madrid y el Departamento de
1 «Ingeniería lingüística» (LE, Language Engineering) fue la denominación empleada por la Comisión Europea en el IV
Programa Marco (1994-1998), mientras que «Tecnologías del lenguaje humano» (HLT, Human Language Technologies)
era la que se utilizó durante el V Programa (1998-2002). La expresión «industrias de la lengua» fue habitual a principios
y mediados de la década de los 90.
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El contexto empresarial
El contexto empresarial en el que se desarrollan las tecnologías del habla en España
no ofrece un panorama tan optimista como el que podía deducirse de la situación en las
universidades. Sin lugar a dudas, los mayores esfuerzos en este campo son los de la
División de Tecnologías del Habla de Telefónica I+D en Madrid y en Barcelona, que dis-
pone de tecnologías de síntesis, reconocimiento y diálogo para el español peninsular,
progresivamente adaptadas a las variantes propias de Hispanoamérica (Cortázar et al.,
2002; Villarrubia et. al., 2002, 2003).
Estrechamente relacionadas con el mundo de la telefonía encontramos empresas que
integran las tecnologías del habla en servicios automáticos de información, atención al
cliente o de comercio electrónico en los llamados call centres; tal es el caso, por ejemplo, de
Natural Vox o de Grupo Voice, ambas afincadas en Vitoria. En tercer lugar podemos men-
cionar las empresas que utilizan las tecnologías del habla como parte integral del desarro-
llo de portales de voz, como Ydilo o Porfinya en Madrid. Finalmente, grupos procedentes
del entorno académico como el de la Politécnica de Cataluña dan salida comercial a su
labor a través de empresas como Atlas, estrechamente vinculadas a la I+D universitaria.
El informe elaborado por el proyecto EUROMAP sobre la situación de las tecnolo-
gías lingüísticas en Europa (Joscelyne y Lockwood, 2003) señala, con respecto a España,
el bajo número de proveedores de tecnologías del habla y la escasa inversión industrial
en tecnologías lingüísticas, que se sitúa en un punto, en una escala del 1 al 7, por debajo
de la media europea. En el conjunto del informe, España queda encuadrada, junto con
Francia y Bélgica, entre los países con un fuerte potencial debido a una importante
comunidad investigadora, pero no forma parte del grupo de países líderes —Alemania,
los Países Bajos y el Reino Unido— por la existencia de factores relacionados con la
poca implantación y el bajo desarrollo de las tecnologías de la información y de las
comunicaciones —especialmente, el acceso a Internet— que, en parte, dificultan la lle-
gada al mercado de los resultados de la investigación.
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mática de patologías de la voz trabajando con expertos en foniatría. Una buena muestra
de la labor realizada en España en el campo de la identificación y verificación del locu-
tor se recoge en las actas de los dos congresos ya celebrados de la Sociedad Española de
Acústica Forense (SEAF) (Ortega, 2000; SEAF, 2003).
En los últimos años, los sistemas de diálogo han despertado un interés creciente,
debido a sus múltiples aplicaciones en servicios de información telefónica, de atención al
cliente o en servicios comerciales ofrecidos a través de portales de voz. Estos sistemas
son, pues, el centro de atención actual de un buen número de equipos en las universida-
des españolas3 que llevan a cabo sus actividades en proyectos coordinados, como
BASURDE o DIHANA, anteriormente citados. Como es obvio, las empresas de telefo-
nía, las que se dedican a la automatización de servicios que dependen de centralitas tele-
fónicas o las que desarrollan portales de voz mantienen también una actividad significa-
tiva en este campo, en ocasiones en colaboración con universidades, como es el caso de
Telefónica I+D y la Universidad de Sevilla.
La posibilidad de traducir automáticamente conversaciones ha llevado a grupos
españoles como del Grupo de Reconocimiento de Formas y Tecnologías para el
Lenguaje Humano de la Universidad Politécnica de Valencia o el TALP-Tecnologies i
Aplicacions del Llenguatge i la Parla de la Politécnica de Cataluña a interesarse por la
traducción automática del habla, lo que se ha materializado en la participación en pro-
yectos de ámbito europeo como EUTRANS (Pastor et al., 2000) o LC-STAR (Bisani et
al., 2003). Los resultados4, dada la relativa novedad de esta tecnología y las dificultades
que implica la traducción del habla espontánea, se restringen aún a dominios muy con-
cretos —información hotelera, por ejemplo—, aunque todo hace prever que, gradual-
mente, se ampliarán a otros campos.
3 Pueden encontrarse ejemplos de sistemas de diálogo en español en las páginas del GSTC-Grupo de Investigación en
Señales, Telemática y Comunicaciones de la Universidad de Granada y en las del proyecto BASURDE (Sistema de
Diálogo para Habla Espontánea en un Dominio Semántico Restringido).
4 Desde las páginas del PRHLT- Grupo de Reconocimiento de Formas y Tecnologías para el Lenguaje Humano del
Instituto Tecnológico de Informática de la Universidad Politécnica de Valencia puede accederse a una demostración de
sistemas de traducción automática del habla del español al inglés y del catalán al español.
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Buena parte de los grupos universitarios y algunas de las empresas que trabajan
en el sector han desarrollado sus propios recursos lingüísticos. Sin embargo, por las
razones aducidas anteriormente, en muy pocos casos son de dominio público. Para
dotarse de corpus es posible recurrir a agencias como ELRA (European Language
Resources Association) / ELDA (Evaluation and Language Resources Distribution
Agency). En la tabla 1 se resumen los recursos orales para el español que pueden
actualmente adquirirse a través de ELRA/ELDA.
Otro de los centros que ofrece corpus orales en español es el Linguistic Data
Consortium (LDC), establecido en la Universidad de Pensilvania. En la tabla 2 se resu-
men los que pueden adquirirse recurriendo a este consorcio.
Aunque la lista presentada en las tablas 1 y 2 pueda parecer extensa, la realidad ense-
ña que buena parte de los equipos crean sus propios recursos cuando inician un proyec-
to, especialmente si se trata de una aplicación específica como pueda ser un sistema de
diálogo que debe realizar una determinada función. La mayoría de los corpus disponibles
están orientados al entrenamiento de sistemas de reconocimiento del habla, con lo que a
menudo se cuenta con pocos datos para la conversión de texto en habla o, muy especial-
mente, para el desarrollo de sistemas de diálogo y para el análisis del habla espontánea.
Reflexiones finales
Los datos recogidos en los apartados anteriores —datos que, insistimos, no son exhaus-
tivos ni detallados— permiten llegar a una visión de las tecnologías del habla para el espa-
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ñol que, por una parte, puede caracterizarse por un notabilísimo potencial investigador y,
por otra, por una relativa escasez de recursos lingüísticos básicos compartidos y por una no
demasiado elevada inversión empresarial en productos y servicios para el usuario final. La
poca visibilidad de las tecnologías del habla —y de las tecnologías lingüísticas en general—
en el marco de los Programas Nacionales de I+D+I, debida a su dispersión entre diferen-
tes objetivos, no parece que haya contribuido a favorecer la consolidación de las tecnolo-
gías del habla como una disciplina unitaria. Sin embargo, la propuesta de una acción estra-
tégica, la creación de redes temáticas y la existencia de proyectos coordinados —pese a
que, salvo contadas excepciones, suelen llevarse a cabo entre equipos procedentes del
ámbito tecnológico, sin tener siempre en cuenta la complejidad lingüística que entraña el
proceso de la comunicación— constituyen signos positivos para el desarrollo del sector.
El hecho de que productos básicos como los programas de dictado automático lle-
guen al mercado español a través de empresas extranjeras o de que se comercialicen sis-
temas de conversión de texto en habla para el español peninsular realizados fuera de
nuestras fronteras debe valorarse como una muestra del interés por el mercado hispa-
nohablante; sin embargo, parece evidente que esta no es una situación deseable y que las
limitaciones estructurales a las que se enfrentan universidades y empresas españolas
deben superarse, en la medida de lo posible, con medidas que contribuyan a potenciar el
desarrollo y la implantación de unas tecnologías que constituyen una de las bases sobre
las que se asienta el acceso a la Sociedad de la Información.
Referencias 5
5 Las direcciones de Internet citadas en este apartado y en los siguientes se han verificado en noviembre de 2003.
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Resumen
En este artículo se tratan brevemente algunos aspectos relativos a la implementación
electrónica del Diccionario de uso del español de María Moliner (DUE). Se describe el
proceso de etiquetado y la sintaxis de las etiquetas; se explora cómo un tipo de etique-
tas, las de categoría, se aprovechan para hacer un tipo de búsquedas especiales; se plan-
tea la manera en que las etiquetas sirven para restringir las búsquedas al interior de cier-
tos campos; se discute la versatilidad de las búsquedas complejas y su relación con las eti-
quetas. El motor morfológico de SIGNUM es tratado de forma concisa señalando su
aplicación como lematizador, flexionador, conjugador, generador de sugerencias y motor
de semejanza fonética, explicándose el papel que desempeñan estas funciones en los sis-
temas de búsquedas del programa. Se comentan algunas particularidades de la interfase
hombre-máquina que facilitan la accesibilidad a la información del Diccionario y a la
funcionalidad del programa; se relacionan las etiquetas con la forma en la que se pre-
senta el contenido al usuario, incluyendo las opciones de presentación y el árbol de
estructura de un artículo. También se expone un problema que no se resolvió en su tota-
lidad sobre los hipervínculos a las colocaciones.
1 María Moliner, Diccionario de uso del español, Madrid: Editorial Gredos, S. A., 1998, segunda edición, 2 vols.
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El proceso de etiquetado
Editorial Gredos nos entregó el corpus del DUE en archivos con formato de Word.
Nosotros estudiamos las entradas del Diccionario y sus tipos de datos para definir casi
cincuenta tipos de etiquetas. Luego, desarrollamos una serie de programas y procesos
de control de calidad que eventualmente convirtieron estos archivos de Word en un
archivo de texto plano con todo el contenido del DUE debidamente etiquetado. La
figura 1 presenta una pequeña muestra del archivo etiquetado y la figura 2 muestra
cómo aparece en la pantalla. Gran parte del trabajo de los programas consistió en rea-
lizar un parsing de la entrada guiándose por las características tipográficas del texto,
símbolos especiales, puntuación, palabras claves y contexto básico.
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g r a b a r { P I N I : i n i c i o } { E T I M O : i n i c i o } { L E N G : fr . } { E T I M : i n i c i o }
graver{ETIM:fin}{ETIMO:fin}{PINI:fin}{ACEP:1}{DEF:inicio}{VIGEN:frec.}{GRCAT
:tr.}Dibujar {MCD:si}algo sobre una superficie, con incisiones.{DEF:fin}{SUB-
ACEP:1}{DEF:inicio}{VIGEN:frec.}Particularmente, para obtener después
reproducciones de los dibujos así hechos.{DEF:fin}{ACEP:2}
{DEF:inicio}{VIGEN:frec.}{GRCAT:tr. o abs.}Trasladar determinadas señales o
datos, como sonidos o imágenes, a un disco fonográfico, cinta o disco magnéti-
co u otro soporte, para que puedan ser reproducidos posteriormente: {EJM:ini-
cio}Grabar un disco. Grabar una sinfonía [o una conversación]. Este vídeo no
graba bien {EJM:fin}.{DEF:fin}{CAT:inicio} {TIPO:breve}{PCCAT:si}Impresionar.
{CAT:fin}{ACEP:3}{DEF:inicio}{VIGEN:frec.}{GRCAT:tr.}Dejar {MCD:si}algo como un
recuerdo, una impresión, un consejo, fijo en el ánimo de alguien: {EJM:inicio}Graba
en tu mente esto que te voy a decir{EJM:fin}.{DEF:fin}{SIN:inicio}
Fijar.{SIN:fin}{SUBACEP:1}{DEF:inicio}{VIGEN:frec.}{GRCAT:prnl.}Fijarse un recuer-
do, una impresión, etc., en el ánimo de alguien.{DEF:fin}{CAT:inicio
}{TIPO:breve}{PCCAT:si}Inculcar.{CAT:fin}{RETCARR:si}{CAT:inicio}{TIPO:largo}Abri
r, burilar, celar, cincelar, entallar, entretallar, esculpir, gofrar, inscribir, litografiar,
pirograbar, retallar, tallar.{HOMOG:fin}Acerar, estampar, granear, morder, remor-
der, reportar.{HOMOG:fin}Ilustrar.{HOMOG:fin}//…//{HOMOG:fin}{PCCAT:si}
Dibujo. {PCCAT:si}Imprimir. {PCCAT:si}Pintar.{CAT:fin}
Muestra del etiquetado de «grabar». [Fig. 1]
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{GEO:Alm.} 8
{GEO:Almadén} 2
{GEO:Alto Ar.} 1
{GEO:Am. C. y Sur} 1
{GEO:Am. C.} 245
{GEO:Am. S.} 154
{GEO:And. baja} 1
{GEO:And. y difundido como andalucismo en otros sitios} 1
{GEO:And. y difundido en otros sitios como andalucismo} 1
{GEO:And. y otras regiones} 1
{GEO:And. y otros lugares} 1
{GEO:And.} 561
{GEO:Andalucía} 1
{GEO:Antill.} 68
{GEO:Ar. y otras regiones} 2
{GEO:Ar. y otros sitios} 1
{GEO:Ar., al menos} 2
{GEO:Ar., por lo menos} 2
{GEO:Ar.} 1046
Muestra del archivo desagregado de marca geográfica en el que se indica también en número de
repeticiones de cada una. [Fig. 3]
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Tomaremos el caso del encabezado de las entradas del DUE para ilustrar de mejor
manera la estructura de las etiquetas simples. El encabezado de las entradas del DUE, a
más del lema, proporciona información adicional como las variantes ortográficas del
lema, la frecuencia con que se usan estas variantes, algunos de los sufijos que pueden ser
aplicados al lema, y, si el lema tiene homónimos, el número asignado a este homónimo,
entre otras características del lema. En la tabla 1 se pueden ver algunos ejemplos.
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El etiquetado de los múltiples tipos de datos de las entradas del Diccionario tiene
varias aplicaciones dentro del producto electrónico: permite desagregar los componen-
tes de las entradas y tratarlos por separado (por ejemplo, a los lemas se los presenta solos
en el cuadro de lemas); se puede especificar el aspecto visual que tendrán algunos cam-
pos; es posible restringir las búsquedas a determinados tipos de datos y muchas otras
aplicaciones, algunas de las cuales detallaremos más adelante.
Sistemas de búsquedas
Búsquedas por categorías
Un aspecto importante del trabajo de Moliner consistió en determinar diversas
características del uso de las palabras denominadas «marcas». Nuestro etiquetado cap-
turó cerca de doscientas mil de estas marcas, muchas de las cuales aparecen como abre-
viaturas, y luego, junto con el personal de Gredos, las sometió a un proceso de fomaliza-
ción y estructuración dentro de categorías.
El primer paso fue eliminar las ambigüedades de las abreviaturas. Algunas pudieron
resolverse por programación, por ejemplo, cuando la abreviatura de «metro» aparece al
final de una oración tenemos «m.», mientras que la abreviatura de masculino usada en
26.157 entradas del diccionario también es «m.». Otras requirieron de un detenido aná-
lisis para cambiar la abreviatura ambigua por otra no ambigua; por ejemplo, la abrevia-
tura «cient.» normalmente indica que la palabra se usa en el ámbito científico, sin
embargo la abreviatura «lat. cient.» indica
que la palabra proviene del latín científi-
co, sin que necesariamente en la actuali-
dad se mantenga restringida al ámbito
científico, como es el caso de «aberra-
ción» que hoy en día es de uso común.
El segundo paso consistió en clasificar
y crear una taxonomía de las lenguas eti-
mológicas, las marcas geográficas, de
especialidad, categoría gramatical, regis-
tro y «otras». Esta taxonomía, que no
existe en la obra impresa, se la representó
en el programa como árboles que exhiben
la relación jerárquica dentro de la taxono-
mía. En la figura 4 observamos una parte
del árbol etimológico donde se puede
apreciar cuatro niveles de jerarquía; en la
figura 5 indicamos una parte del árbol de
especialidad donde se advierte en las sub-
Árbol para las búsquedas por categorías especi- divisiones de algunas materias.
ficando la marca etimológica. [Fig. 4]
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Resultado de buscar «que» del bloque Ejemplos (delimitado por comillas simples). [Fig. 7]
Búsquedas complejas
Puesto que el etiquetado del DUE permite al programa discernir la rica estructura
de la información que contiene, resulta imprescindible un sistema de búsqueda que lo
pueda aprovechar a plenitud. El DUE es un diccionario particularmente útil para los
estudiosos del lenguaje, sin embargo muchos de ellos encuentran dificultad en escribir
expresiones de búsquedas con operadores lógicos y caracteres comodín. Esto motivó que
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diseñáramos una interfaz más amistosa con un diálogo donde el usuario puede construir
expresiones de búsquedas complejas con facilidad. En la figura 8 se muestra el diálogo
con una búsqueda compleja de ejemplo: se trata de encontrar las entradas provenientes
del latín o griego que sean términos científicos pero no adjetivos y que en su definición
contengan flexiones del verbo «cortar» o cuyos lemas comiencen con «fragmen».
En la figura se pueden ver las varias pestañas del diálogo con las cuales el usuario
puede combinar criterios de búsqueda dentro de cada uno de los componentes: coloca-
ciones, términos científicos, marcas, lemas, definiciones, o especificar otras opciones de
búsqueda. Dentro de la pestaña de «Definiciones» el usuario puede usar el diálogo de la
figura 6 para restringir la búsqueda a solo determinados componentes de las definicio-
nes. La columna de botones del medio facilita la construcción de la expresión de bús-
queda que se visualiza en el panel derecho. También se tomó en cuenta la dificultad que
representa para muchos usuarios el empleo de caracteres comodín para especificar
patrones de caracteres, por lo que se crearon opciones explícitas en los diálogos de bús-
queda que dan acceso a gran parte de la funcionalidad de los caracteres comodín. Estas
opciones, que se pueden ver en varias de las pestañas, permiten al usuario buscar pala-
bras que «Comiencen con», «Terminen en» y «Contengan» determinada secuencia de
caracteres. No obstante, la posibilidad de usar caracteres comodín y expresiones boolea-
nas existe para la mayoría de las búsquedas y pueden ser empleadas por aquellos usua-
rios que las deseen utilizar.
Una vez que el usuario ha especificado la expresión de búsqueda, el buscador del
DUE activa los motores de búsqueda especializados para que encuentren en diversos
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2 PLUTARCO NARANJO y PAMELA NÚÑEZ: «El motor morfológico de SIGNUM y sus aplicaciones», en Segundo Taller
Internacional de Procesamiento Computacional del Español y Tecnologías del Lenguaje, Jaén, España: Universidad de
Jaén, 2001, págs. 211-215.
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Plutarco Naranjo
El flexionador del DUE es otra de las aplicaciones del motor morfológico y tiene dos
usos: implementar la opción de búsquedas «Sean flexiones de» e implementar el conju-
gador del DUE. La opción «Sean flexiones de» encuentra de manera exacta todas las fle-
xiones de un lema dado dentro del texto de las definiciones del Diccionario; así por ejem-
plo, si se usa esta opción para buscar «tener» se encuentran definiciones con las palabras:
«tenidas», «tenerlas», «tenerlo», etc. Para esto el programa ingresa la palabra buscada al
flexionador y obtiene sus formas flexionadas; con estas, internamente, construye una
expresión de búsqueda atándolas con la conjunción «o» y finalmente se ejecuta la bús-
queda.
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Los símbolos especiales del DUE (figura 13), así como las abundantes abreviaturas,
cuentan en la versión electrónica con explicaciones dentro de cuadros flotantes que
aparecen cuando el usuario sitúa el puntero encima de las mismas, evitando de esa
manera que el usuario memorice o tenga que recurrir al sitio pertinente para encontrar
su significado.
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Plutarco Naranjo
La entrada para «nombre» con su cuadro de estructura en el panel inferior izquierdo. [Fig. 14]
Cuadro auxiliar mostrando la definición de un término usado en la entrada del cuadro principal; las
pestañas indican los artículos con los que se ha conformado un grupo de trabajo. [Fig. 15]
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zar simultáneamente el artículo remitente y el remitido en sus partes relevantes. Uno de los
varios tipos de remisiones es aquel que lleva a una expresión pluriverbal; en la obra impre-
sa se subraya la palabra ordenatriz, esto es, el lema bajo el cual consta la definición de la
expresión pluriverbal; el etiquetado refleja esta palabra ordenatriz, sin embargo resultó un
problema bastante desafiante encontrar un método general para resolver dónde debía
apuntar la remisión, es decir, para vincular al remitente con el destinatario. En primer lugar,
es necesario identificar en el artículo remitente la expresión pluriverbal alrededor de la
palabra ordenatriz, lo que en muchos casos no es trivial puesto que el texto del artículo no
tiene demarcado el inicio o final de dicha expresión; lo que sucede más bien es que la pala-
bra ordenatriz aparece en medio de un contexto con variaciones morfológicas y sintácticas
con respecto a la forma canónica con la cual se la define. Luego se debe identificar el enca-
bezamiento de la expresión pluriverbal correspondiente, para lo que hay que tener en cuen-
ta que este puede estar expresado con una notación especial para señalar patrones de fami-
lias de expresiones pluriverbales relacionadas. En la tabla 4 se muestran unos ejemplos:
En esta área se hizo algún avance, aunque queda pendiente una solución integral a este
problema para una futura implementación.
Otro aspecto relacionado con la accesibilidad, a más de presentar información com-
pleja con claridad o de la funcionalidad para manipular la información dentro del siste-
ma, es el acceso que se puede tener al sistema desde fuera de él; en este sentido, la ver-
sión electrónica instala botones de acceso directo en los procesadores de palabras más
populares y presenta un menú en la barra de tareas de Windows, con el fin de que se pue-
dan consultar sus definiciones o conjugar un verbo con agilidad desde prácticamente
cualquier aplicación.
Conclusión
En este artículo hemos revisado algunos aspectos de la implementación electrónica
del DUE que podrían ser aplicables a otros diccionarios u otros contenidos. Hemos visto
cómo el etiquetado del documento original desempeña un papel central en la textura
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Plutarco Naranjo
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Un poco de historia
Hace ahora 70 años, en 1933, el ruso Petr Smirnov-Troyanskii concibió tres fases en
la Traducción Automática: en primer lugar, el análisis «lógico» de las palabras de la len-
gua de partida, de modo que estas fueran reducidas a sus formas básicas y funciones sin-
tácticas; en segundo lugar, la transformación de secuencias de formas básicas y funciones
en secuencias equivalentes en la lengua de destino; y, finalmente, la conversión del pro-
ducto de las dos primeras fases en las formas normales propias de la lengua a la que se
traduce. De estas tres fases, que hoy llamamos análisis, transferencia y generación,
Smirnov-Troyanskii patentó un procedimiento para realizar la segunda mecánicamente,
aunque sostenía que las otras dos, que, de momento, serían realizadas por humanos,
podrían automatizarse en el futuro.
La Traducción Automática fue, pues, la primera aplicación no numérica de los orde-
nadores, anterior, incluso, a la invención del ordenador digital.
Sin embargo, hubo que esperar 20 años para asistir a la primera demostración pública
de un programa de Traducción Automática. El 7 de enero de 1954, un programa desarrolla-
do por IBM y la Universidad de Georgetown tradujo al inglés una muestra cuidadosa-
mente seleccionada de 49 frases en ruso, y para ello usó un vocabulario de 250 palabras
y tan solo seis operaciones de carácter procedimental resultado de condensar las reglas
de la sintaxis de las dos lenguas (al menos así se publicó en la prensa de la época). Los
autores, Leon Dostert y Paul Garvin, eligieron el ruso porque, dijeron, se trata de una
lengua difícil, por lo que un sistema que pueda traducirla podrá traducir cualquier cosa.
Georgetown anunció que tardaría entre tres y cinco años en completar los recursos léxi-
cos del sistema, tiempo suficiente para desarrollar un ordenador de propósito particular
para realizar esta tarea.
En ese mismo año, Noam Chomsky, que había sido becario en un proyecto de
Traducción Automática dirigido por Jehosua Bar-Hillel, defendía su tesis, por lo que aca-
baba de comunicarse a la comunidad científica el concepto de gramática formal, y toda-
vía faltaban tres años para que un grupo de expertos sentara las bases de la Inteligencia
Artificial y definiera, de paso, la Lingüística Computacional como una rama de esta
nueva disciplina.
Como fácilmente puede entenderse ahora, la Traducción Automática intentaba sem-
brar en terreno sin abonar, por lo que no resulta extraño que los años de optimismo y
expectativas desmesuradas que siguieron a aquella demostración se vieran truncados
por un informe, el Informe ALPAC, que el Departamento de Defensa, la CIA y la
Fundación Nacional de Ciencias habían encargado a un comité de expertos (por cierto,
formado por seis ingenieros y un solo lingüista, Charles Hockett, que abandonó el comi-
té un año antes de la redacción del informe). En el mencionado informe, publicado en
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Capítulo 4
Imagen pública de la ciencia y problemas lingüísticos
en el periodismo científico
La palabra precisa, y muy deprisa
Antonio Calvo Roy
Palabras científicas en los titulares de prensa
Ramón Núñez
Las fronteras entre el público y la creación de una cultura científica
Mónica Benítez
La comunicación de la ciencia en la sociedad del conocimiento
Vladimir de Semir
Comentario del panel «Imagen pública de la ciencia y problemas
lingüísticos en el periodismo científico»
Javier Ordóñez
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casa7, haciendo suya una frase reciente de otro colega: «Si haces que tu artículo sea difí-
cil de leer, al menos nadie podrá llamarte estúpido».
Pero, además, es muy probable que existan razones más legítimas que el impresionar
a los contertulios. Y una de ellas es la precisión, algo que para los científicos tiene una
importancia capital. Como dice el historiador de la física Norton Wise, en el libro The
values of precision8 [El valor de la precisión], «cinco ohmios viajan como cinco kilos de
patatas». Lo que se puede medir con exactitud viaja mejor que aquello que no se puede
medir y, en cierto sentido, nombrar las cosas es medirlas, saber con precisión dónde
empiezan y dónde acaban, determinarlas con exactitud. Por lo tanto, traducir un térmi-
no del inglés, que es muy preciso y que cuando lo dices sabes exactamente a qué te refie-
res y, sobre todo, sabes lo que entiende tu interlocutor, por otro término en español que
puede ser ambiguo es una decisión que los científicos no se atreven a tomar a la ligera.
En este sentido, el Diccionario esencial de las ciencias9, de la Real Academia de
Ciencias, es una buena herramienta, sin duda mejor que sus antecesores, unos vocabula-
rios que dejaban mucho que desear. Sería bueno, por cierto, que ese diccionario, como
sucede con el normativo, se pudiese consultar en línea. Sin embargo, tal y como señala
Salas, muchos de estos términos que figuran en el Diccionario de ciencias deberían estar
también en el DRAE, precisamente para que, además de describir qué son, la Real
Academia Española ejerciera, mediante su Diccionario, la función normativa que es
necesaria en un campo con tan pocas normas y, sobre todo, con tantas opiniones y tan
pocos criterios.
Claro que eso requeriría una agilidad a la que la Academia no nos tiene acostum-
brados, aunque es de justicia reconocer que en los últimos tiempos ha perdido parte de
su anquilosamiento. En palabras de la académica Salas, «sería importante que la RAE
estableciera oficialmente su traducción y que los profesores de España e Iberoamérica
la adoptasen». Ya sabemos que la Academia recoge lo que el uso sanciona, pero quizá,
en este caso, debería si no imponer, al menos proponer, no ir a rebufo de los usos sino
tratar de llevar la voz cantante.
Así, ante esta situación, los profesionales no traductores que debemos utilizar fuen-
tes originales nos encontramos con frecuencia con la necesidad de encontrar «autorida-
des» que nos digan cuáles son las traducciones correctas. Como ya he dicho, el trabajo
del periodista científico tiene una parte que necesariamente ha de hacerse en inglés,
puesto que esa es la lengua franca de la ciencia. Pero poner en español algunos términos
no es tarea sencilla, como queda dicho, y, por lo tanto, con enorme frecuencia caemos en
la tontería de utilizar en inglés lo que podemos nombrar en español. Se trata, otra vez en
palabras de Sánchez Ron, de una «invasión [que] hace tiempo que ya ha comenzado, con
el vigor y poder que posee el conocimiento científico nuevo, y ayudada por instrumen-
tos recientes tan poderosos y penetrantes como la Red o Internet, que ya ha recorrido el
extraño camino que la ha llevado desde el Pentágono y el CERN hasta nuestros hoga-
res, pasando por Google o Amazon. Nuestro Diccionario da acogida a cada vez más neo-
7 http://www.rae.es/
8 M. Norton Wise (ed.): The Values of Precision: Enlightenment Origins, Princeton University Press, 1995.
9 Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales: Diccionario esencial de las ciencias, Madrid: Espasa-Calpe, 1999.
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Voy a centrar mi intervención en un tema que me preocupa desde hace tiempo, cuan-
do me dedicaba a la enseñanza de las ciencias y me sentía incómodo ante el hecho de no
tener claro cómo determinar la ciencia que hay que saber. Por entonces uno ya sostenía
que lo principal —en lo que respecta a la educación científica de las personas— no son
los conocimientos científicos que poseen. En mi opinión, lo más importante es adoptar
ciertas actitudes que consideramos propias de la ciencia, como son la curiosidad, la cons-
tancia, la creatividad, el escepticismo, el espíritu crítico o el respeto a la lógica. Tener esas
actitudes nos hace ser más científicos, como también nos hace ser más científicos el ser
capaces de manejar o dominar ciertas habilidades: el saber observar, saber diferenciar las
observaciones de las interpretaciones, saber describir, medir, estimar, interpolar, extra-
polar, leer gráficos, identificar variables, experimentar controlando variables... Todo eso,
todos esos conocimientos, actitudes y destrezas son propias de un científico.
De vez en cuando aparecen titulares en los periódicos en los que se denuncia el anal-
fabetismo científico de la población. Sin embargo, estas conclusiones no están funda-
mentadas en la medición de aptitudes, ni de habilidades, sino que se establecen a partir
de la medición de lo que llamamos conocimientos. En esos artículos se repite una y otra
vez que el 30% (o más) de la población cree que la Tierra da vueltas alrededor del Sol
(o al revés, ya no me acuerdo cómo es), que los antibióticos no sirven para matar los virus
o que sí sirven (de modo que todos los inviernos se produce la misma discusión con el
médico: «si tengo gripe, por qué me dice que tome antibióticos»). Y bueno, las preguntas
son siempre las mismas. Supongo que a estas alturas ya todos las conocéis y que si viene
la encuesta por aquí, podamos dar un buen nivel. Pero la cuestión está en por qué han
de ser esas preguntas y no otras. Recuerdo que cuando yo me dedicaba a la didáctica de
las ciencias, entre 1976 y 1983, siempre que impartía un cursillo para profesores, les espe-
taba la misma pregunta: «vosotros sois profesores de ciencias de la Enseñanza General
Básica, es decir, de aquella etapa educativa que nuestra sociedad garantiza y da a todos
los individuos; vosotros sois los responsables de que los niños y niñas tengan esa cultura
científica básica que se supone hay que tener en el mundo de hoy; por favor, decidme
cuáles son las cinco cosas que más os dolería que no supieran vuestros alumnos cuando
hayan de moverse en el mundo, qué cinco cosas del ámbito de la ciencia os parece
imprescindible conocer». Es un ejercicio quizá difícil, pero la gente terminaba escribien-
do y yo recogiendo papelitos, de los que llegué a coleccionar 1.700 con respuestas de pro-
fesores en activo.
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lizo la palabra «comodidad» quiero decir vivir en equilibrio con el entorno, con mi entor-
no natural y con mi entorno tecnológico. En este contexto «en equilibrio» significa que
el entorno no sea agresivo conmigo y que yo no sea agresivo con el entorno.
¿Qué ciencia tengo que saber? Pues bien, resulta que, a partir de mi experiencia en
el trabajo que realizo en los museos y en el diseño de exposiciones, he llegado a la con-
clusión de que nosotros, los museos, estamos participando de los tics de la enseñanza
obligatoria: hacemos —más o menos explícitamente— una maravillosa lista equivalente
a los 60 términos de Newsweek, un paquete de «cosas imprescindibles» que todo el
mundo tiene que saber, creamos una escuela para que lo asimile, o al menos se lo trague,
y después nos consolamos diciendo que hemos educado científicamente a las personas.
Si alguien se escapa y sale de la escuela sin tener estos conocimientos, aparecen por ahí
los museos de ciencia que extienden sus tentáculos y dicen: «tú te escapaste… ¿No te
aprendiste la ley de Ohm en el colegio...? Pues espera, que te voy a montar una exposi-
ción sobre la ley de Ohm, o sobre el principio de Arquímedes, o sobre tal o cual cosa...,
hasta que te lo sepas». La cuestión es la siguiente: ¿se puede cambiar este paradigma?
¿existe la posibilidad de pensar cuáles son los motivos reales que puede llegar a tener la
gente para estar interesada en conocer o no algunas cosas de ciencia?
Uno de los caminos que se nos ocurrió fue pensar hasta qué punto la noticia puede
ser estímulo de curiosidad científica, y entonces, a comienzos de 2002, en la Casa de las
Ciencias de La Coruña empezamos un trabajo que consistía en analizar qué palabras
relacionadas con la ciencia aparecían con mayor frecuencia en los medios de comunica-
ción; en concreto en medios de comunicación escrita y, más en concreto, en antetítulos,
títulos y pies de foto. En ello llevamos trabajando ya casi dos años enteros. Los resulta-
dos..., bueno, hemos aprendido que el trabajo es muy complejo, mucho más de lo que
imaginábamos en un principio, y nos ha llevado a plantearnos varios asuntos. La prime-
ra dificultad, desde luego, tiene que ver con la pregunta: ¿cuándo decimos que un térmi-
no es científico y cuándo no? La palabra «Internet», por ejemplo, ¿es un término cientí-
fico?; «éxtasis» —no el de Santa Teresa, sino el que designa la pastilla—, ¿es un término
científico?; la palabra «muerte», ¿es un término científico? En este último caso, ense-
guida llegamos al acuerdo de que no. Si bien hay un contenido científico en la palabra
«muerte», tal y como se está empleando forma parte del lenguaje común y no la vamos
a considerar.
Esas peleas unas veces eran fáciles y otras bastante difíciles. Luego yo me empeña-
ba en hacer un auténtico ranking, es decir, a mí me interesa saber cuáles son las palabras
relacionadas con la ciencia que más se repiten. Eso obligaba a ir anotando la frecuencia,
lo que planteaba otro tipo de problemas. Si nos encontramos con la palabra «fuel», todo
el mundo admitiría que estamos ante un término científico, pero ¿qué sucede si en lugar
de «fuel» nos encontramos con «chapapote»? Ambas palabras designan el mismo obje-
to, ¿debemos, no obstante, tratarlas como si fueran palabras distintas? Si lo hacemos,
«fuel» ocuparía el número 30 en el ranking y «chapapote» el número 42, pero si sumo las
apariciones de ambas, «fuel» pasa a ocupar el tercer lugar en la lista. Y como a mí me
interesa la lista de frecuencias, no sé si sumarlas o no. Lo mismo puede suceder con otros
términos.
Recorriendo este camino hemos llegado a unas cuantas cosas, de las que os diré, por
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Ramón Núñez
ejemplo, que hay algunas palabras cuya frecuencia se mantiene en el tiempo, mientras
que la de otras es muy alta durante 15 días o un mes, y luego desaparecen. En los dos pri-
meros meses de 2002 y solo en los periódicos La Voz de Galicia, El País, ABC y El
Mundo aparecieron más de 20 veces las siguientes palabras: «Internet», «cáncer», «fuel»,
«nuclear», «petróleo», «sida», «marea negra», «éxtasis», «clonación», «gas», «célula
madre», «contaminación», «embrión», «vertido», «NASA», «cocaína», «gen», «trans-
plante», «hachís», «ambiente» —insisto, en sentido ecológico—, «alcohol», «toxina»,
«satélite», «droga», «energía», «transgénico», «legionella», «heroína», «terremoto»,
«ADN», «vacas locas», «célula», «hidrocarburo», «vacuna», «diabetes», «cambio climáti-
co», «web», «Alzheimer», «genoma» y «telescopio».
Nos puede dar qué pensar. El caso es que nosotros seguimos trabajando con estos
asuntos; y estudiando frecuencias, relaciones y demás, hemos llegado a elaborar una lista
con las palabras científicas más frecuentes en los titulares de los diarios durante el pri-
mer semestre de 2002. Está formada por los siguientes términos: «Internet», «cáncer»,
«éxtasis», «energía nuclear», «sida», «célula madre», «clonación», «contaminación»,
«gen», «embrión», «cambio climático», «satélite», «transplante», «toxina», «fuente de
energía», «petróleo», «terremoto», «telescopio», «Alzheimer» y «planeta».
Actualmente, estamos haciendo una exposición centrada en las diez primeras pala-
bras de la lista, si bien reconocemos que un solo vehículo para analizar la cultura ciuda-
dana en temas científicos es insuficiente. Lo que constituye el significado de las palabras,
lo que se entiende por ellas depende, en gran medida, de la edad de las personas, del
background de las mismas, de un montón de circunstancias. La enseñanza de las ciencias
debe ser abordada desde distintas perspectivas con el objetivo principal de que los con-
ceptos sean significativos, relevantes, para cada persona. Aquí radica uno de los grandes
problemas de la enseñanza científica en los colegios, en su falta de relevancia. Viene al
caso mencionar aquella vieja anécdota del profesor de ciencias que le pregunta a una
niña de un colegio del Bronx: «¿Me puedes decir cuántas patas tiene un miriápodo?». Y
esta le responde: «¡Qué afortunado es usted por poder tener esas preocupaciones».
Existe una enorme distancia entre la ciencia que nos enseñan y el conocimiento cien-
tífico que necesitaríamos tener. ¿Es posible acortar esa distancia? El top-ten de palabras
de ciencia que hemos confeccionado incluye la palabra «fuel». Curiosamente estamos
empleando una palabra inglesa con un significado distinto del que tiene en inglés (¡iro-
nías de la vida!). Si buscamos la palabra «fuel» en un diccionario de inglés encontramos
que equivale a «combustible», que es todo menos «chapapote», todo menos la «fracción
de petróleo que destila entre 340 y 520 ºC». Resulta que «fuel» es también lo que que-
mamos en las células, energía en general... Pero cuando nosotros, en español, hablamos
de «fuel» nos referimos al «fuelóleo», palabra que ya no emplea casi nadie. ¿Cómo
podría entender un niño lo que es el fuel? Sin duda necesitaría olerlo, necesitaría tocar-
lo, verlo, pringarse con él. ¿Es preciso que conozca el significado que tiene en economía?
Y si tomamos el caso del término «Internet», ¿qué significa exactamente saber lo que es
Internet? Si tú tuvieras que decir a alguien cuáles son sus tres características esenciales,
las tres cosas imprescindibles que mejor lo definen, ¿qué le dirías? Hay quien todavía
menciona la «Arpanet» cuando quiere definir «Internet». ¿Es imprescindible pronunciar
la palabra «descentralizado» en la definición? ¿Conoce lo que es Internet el que no sepa
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que la red Internet está descentralizada? ¿Sabe lo que es Internet el que no sepa que
Internet tiene un lenguaje común que es el lenguaje TCP/IP? ¿Es imprescindible tener
conocimiento de estas cosas?
La tercera palabra fue «cáncer». Yo puedo echar la culpa a la ciencia y a la velocidad
del progreso de que no me enseñaran en la escuela lo que era Internet, pero lo que era
el cáncer sin duda lo sabían en aquella época. ¿Por qué no me lo contaron? ¿Es que era
poco importante? ¿Para quién era poco importante? Esto me recuerda un chiste —malí-
simo—: «Doctor, ¿qué me ha dicho, libra o escorpio?». «Cáncer, señora, cáncer, le dije
cáncer».
Eso es todo. Espero que con lo dicho tengáis ahora más preguntas que al comenzar.
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En el año 2000, Gustavo Artigas (1970) participó en uno de los eventos de arte públi-
co más importantes que se realizan actualmente: Insite, en el que artistas internacionales
tomaron como referente sociopolítico el territorio fronterizo entre Tijuana y San Diego,
e irrumpieron con sus piezas en los espacios públicos de estas dos ciudades.
La propuesta del tijuanense fue una obra en dos actos: el primero, un partido de
frontón jugado contra la barda que divide ambos países en la colonia Libertad; el segun-
do se desarrolló en una sola cancha, donde se jugaron dos partidos simultáneamente: al
tiempo que dos equipos norteamericanos jugaban basquetbol, dos equipos mexicanos se
debatían en un partido de fútbol. «Sorpresivamente —escribieron algunos en la prensa
al día siguiente— ambos partidos se realizaron sin interrupciones y sin problemas per-
sonales».
Este proyecto quedó plasmado en un video y ha viajado a museos como el PS.1 de
Nueva York y al KW de Berlín; su significado, así como su potencia metafórica y simbó-
lica lograron un éxito rotundo. Gustavo es un artista de estrategias radicales, sus piezas
inciden directamente sobre lo real, expresando sus visiones sin necesidad de pigmentos.
El artista puso a prueba lo que él llama «la convivencia de las diferencias», ejercicio fun-
damental en estos tiempos de intolerancia.
Artigas con su pieza llamada Las reglas del juego, nos da la pauta para encontrar en
ese campo magníficas metáforas para reflexionar sobre un sinnúmero de escenarios en
donde personas con mentalidades diversas tienen que aprender a relacionarse y a con-
vivir en un mismo ámbito. La convivencia, las relaciones, los intercambios, las comunica-
ciones, han sido la clave principal para la supervivencia de las personas que están en con-
tacto con culturas distintas.
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Comunicación de la ciencia
Cada uno de los actores vive situaciones y problemáticas particulares cuando se rela-
ciona con el lenguaje científico. Menciono a continuación algunas de ellas que conside-
ro importantes.
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Los científicos
La mayoría de los científicos en México consultan para sus investigaciones literatu-
ra extranjera. Probablemente el 90% de los libros con los que se estudia ciencia en las
facultades de nuestro país son publicaciones en inglés y lo que está en español son casi
puras traducciones. Las revistas que consultan los investigadores para estar actualizados
en sus propias áreas están en inglés, aprenden su ciencia en inglés y, finalmente, el len-
guaje de los nuevos conocimientos científicos y tecnológicos que reportan al mundo es
el inglés. Esta situación no es exclusiva de México. En América Latina, por ejemplo, los
tres premios Nobel argentinos han difundido sus trabajos casi exclusivamente en lengua
inglesa, y lo mismo ha hecho el premio Nobel mexicano Mario Molina, quien consolidó
su trabajo en los Estados Unidos. Lo anterior trae como consecuencia que la mayoría de
los científicos no logren expresar con claridad sus descubrimientos e investigaciones
científicas en su propia lengua. Es común en México que algún investigador haga pre-
sentaciones ante un público no experto con acetatos en inglés, siempre pidiendo discul-
pas, siempre diciendo que prefieren escribirlas en inglés y explicar in situ la ciencia que
realiza, la ciencia que a todos nos atañe.
¿Qué pasaría si todos los científicos de habla hispana publicaran una sola revista
científica escrita en su idioma? Seguramente la importancia de nuestro idioma en la cien-
cia universal crecería rápidamente. Lograr una publicación científica sólida en español,
la segunda lengua hablada en el planeta, abriría nuevos espacios y reflexiones alrededor
de la ciencia que se genera en nuestros países. Se desarrollaría un lenguaje científico dife-
rente, construido en nuestro idioma, y así poco a poco las generaciones venideras apren-
derían ciencia expresada, razonada y generada en su propio idioma.
Estoy de acuerdo en que es indispensable que los científicos lean y hablen inglés,
pero es también fundamental que logren expresar de manera efectiva la ciencia en espa-
ñol, para resolver problemáticas muy específicas que se tienen en suelos mexicanos,
como son los problemas de contaminación de maíz transgénico, los problemas específi-
cos de desnutrición, los problemas graves con el uso del agua, etc. Por ello se vuelve
urgente que la comunidad científica se involucre y se exprese con el idioma que la gente
común entiende y poder así afrontar y dar soluciones conjuntas a estos temas.
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me refiero requiere que el público se compenetre y haga suyos los aspectos que le resul-
ten importantes, útiles y atractivos. Un punto que no se puede pasar por alto es que los
individuos viven inmersos en una realidad compleja. Se enfrentan a situaciones y len-
guajes relacionados sobre todo con la tecnología, la cual utilizan principalmente para su
propio bienestar y satisfacción.
El flujo tecnológico conlleva un flujo lingüístico. Se adoptan o crean términos y se
introducen en el lenguaje común. Por otro lado, se desechan los que no funcionan. Le
debo a Francisco Segovia, lingüista y poeta mexicano, algunos ejemplos que para él ilus-
tran este tipo de fenómenos, sus logros y sus fracasos:
• Los mecánicos de coches en la Ciudad de México dicen frases como «la “esprea”
del coche ya no funciona». Se entiende por «esprea» el dispositivo que hace que se
mande la cantidad exacta de gasolina que el motor necesita para funcionar.
«Esprea» viene obviamente de spray. Es un término que la cultura mexicana ha
adoptado e inventado, un término suave y elegante aclimatado al modo «mexica-
no». Es una palabra con sentido en nuestra cultura. Un traductor difícilmente
hubiera dado con ese nombre; quizás lo habría traducido como «atomizador».
• La palabra «quark», por ejemplo, es un término perfectamente definido en el len-
guaje científico y que mucha gente ha leído y escuchado, pero que no dice nada a
la sensibilidad lingüística del mexicano, y sospecho que a la de ningún hispanoha-
blante. Quizás eso explique que pocos la adapten a su juego o que se haga artifi-
cialmente.
• El «big-bang» es otro término que se tradujo modesta pero adecuadamente como
«la gran explosión». Tiene un significado claro que hemos aprendido a usar y a
entender. Inconforme con la pérdida de gracia, Octavio Paz trató inútilmente de
traducirlo como «el gran pum», término que nunca funcionó pues ni es gracioso ni
se adecúa a la realidad.
En nuestra sociedad, el arte siempre suele revelar las líneas de fractura que están
en movimiento. La incidencia de la ciencia y la tecnología en la cultura no podría esca-
párseles a los artistas de hoy. En algunas partes del mundo, hay artistas que se han con-
vertido (aun sin proponérselo) en divulgadores de la ciencia y la tecnología. Algunos uti-
lizan el video, la computadora y el Internet para producir su obra. Pero hay otros que
desarrollan sus proyectos utilizando y construyendo cacharros tecnológicos para expre-
sar sus ideas y producir su arte. En algunos casos, estos creadores no han tenido la nece-
sitad de consultar a investigadores ni comunicadores expertos, pues ellos lo son: han
logrado que el público logre sentir y comprender ideas y conceptos de la ciencia y la tec-
nología.
Menciono a continuación un ejemplo. En septiembre de 2001, en el museo de Nueva
York llamado PS1, dedicado al arte contemporáneo, visité una exposición de arte tecno-
lógico. Dicha muestra tenía el siguiente contenido y dinámica: en la entrada de la expo-
sición el visitante recibía una pequeña caja conectada a unos audífonos, que tenía como
tapa un vidrio convexo. En el interior de la caja había circuitos electrónicos que —uno
descubría al poco rato— convertían distintos tipos de luz en frecuencias de sonido. El
espectador no recibía ninguna información; solo era conducido hacia el objetivo: la luz.
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En el primer cuarto las únicas fuentes de luz eran focos con distintos tamaños y colo-
res colgados de las paredes; además cada foco tenía una mampara que la envolvía con
distintas formas. Otros objetos que se encontraban en ese lugar eran un par de televisio-
nes sobre mesas de madera (una de las televisiones era de bulbos y la otra digital); junto
a ambas, una pantalla de computadora. Lo que el visitante tenía que hacer para oír algo
en los audífonos conectados al aparato que entregaban en la entrada, era poner esa caja
de tal manera que el vidrio convexo estuviera colocado hacia determinado objeto lumi-
noso. El resultado era increíble: un bellísimo concierto de sonidos provocado por las dis-
tintas luces y por el movimiento que realizaban las manos, que podía ser lento o rápido,
en forma circular o totalmente aleatorio. Siempre sonaba distinto; era como el concierto
de la luz. Cada visitante aprendía a producir su propio concierto íntimo, nadie escucha-
ba los resultados sonoros de los demás.
Al entrar al siguiente cuarto la sensación era totalmente distinta. Estaba muy ilumi-
nado, era un cuarto vacío de objetos pero lleno de luz. No se tenía que hacer nada, el
sonido era siempre el mismo por más que uno intentara sacar sonidos distintos movien-
do el ojo de luz que se tenía en la mano. Al salir la sensibilidad de que la luz se expresa
en distintas longitudes de onda era evidente.
Toshio Iwai creador del proyecto Photon anteriormente descrito, inició sus primeros
trabajos cuando tenía apenas doce años. En este proyecto veo al menos dos aciertos
importantes: el primero es que logra hacer partícipe al público visitante (partiendo del
concepto que se muestra en la obra —la luz y sus emisiones—, se obtienen sensaciones
individuales y cada espectador realiza su propio concierto); el segundo es que emplea un
lenguaje universal, un lenguaje que funciona para todos. Aquí Toshio proporciona una
regla para el juego, una fórmula más a seguir para ayudar a construir la cultura científi-
ca. Se podría dar una lista grande de artistas con características e intereses similares,
artistas que han trabajado conceptos científicos y tecnológicos con fines artísticos y no
divulgativos.
En varios museos, tanto de ciencia como de arte, se han puesto en marcha departa-
mentos de investigación que, sin ánimo de lucro, estudian el desarrollo del arte en rela-
ción con la ciencia y la tecnología. Entre ellos cabe destacar el Exploratorium de San
Francisco o el ZKM en Berlín.
El Exploratorium es un museo de arte, ciencia y percepción humana. Tiene el obje-
tivo de crear una cultura de aprendizaje a través de programas nuevos y con objetos
novedosos para fomentar en el público la curiosidad hacia el mundo que lo rodea. Este
museo ha creado programas abiertos para que artistas, científicos, divulgadores, curado-
res, etc., «exploren la naturaleza a través de nuevos caminos». El fundador del proyecto,
el Dr. Frank Oppenheimer, afirma que el programa artístico se incluye como un ele-
mento importante. Pero no para disponer de bonitos equipamientos como sucede en la
mayoría de los museos, sino porque los artistas realizan diferentes descubrimientos en
torno a la naturaleza de los que hacen los científicos. El arte, la ciencia y la tecnología se
necesitan mutuamente para entender de manera completa la naturaleza y sus efectos en
la gente. Para las estancias artísticas se cuenta con una infraestructura adecuada, como
son laboratorios electrónicos, computadoras, máquinas de edición, etc.
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que desea el usuario. Es pertinente hacer notar es que el desarrollo de los medios de
comunicación ha tenido como consecuencia cambios importantes en el lenguaje, parti-
cularmente en el uso de Internet. Internet, usado de manera eficiente, ha ido aumentan-
do el número de usuarios y va ocupando espacios escolares y penetrando tanto en
empresas como en espacios académicos: su papel lingüístico como soporte de texto va
aumentando.
Un aspecto que no se puede perder de vista es que Internet también ofrece infor-
mación de mala calidad. Habrá que luchar contra el mal uso del lenguaje que este medio
nos ofrece algunas veces al traducir algunos textos a un idioma distinto del inglés. No es
infrecuente que el usuario encuentre textos que son traducciones realizadas por máqui-
nas automáticas, cuyo resultado es un producto que no tiene nada que ver con lengua
alguna.
Como ejemplo, muestro a continuación un fragmento de la reseña traducida de una
exposición del artista mencionado anteriormente, Toshió Iwai, tal y como se presenta en
Internet: «Cada uno tiene su propio estilo con las consonancias de Sim. Algunos amigos
el míos de clasificado las edades me ayudaron a probarlo hacia fuera. Se recomienda
para las edades 8 y sube, pero grande la gente atorará con él también. Tengo gusto de
hacer formas aseadas simétricas adentro las cajas cerradas y despiden los insectos alre-
dedor en ellas». No hay mucho que decir, es evidente que se tiene que luchar para que
estas aberraciones no existan en la red o bien exigir que las traducciones que aparezcan
en este medio estén elaboradas por profesionales. Una cosa es aceptar que la utilización
de Internet tenga como resultado cambios importantes en el lenguaje, y otra muy distin-
ta es permitir que se haga uso de un idioma que no tiene nada que ver con el español.
En México sería fundamental que tanto la Secretaría de Educación Pública como la
UNAM diseñaran portales en los que existiera información interesante y clasificada de
todas las ramas de la cultura, con el objetivo de filtrar la información chatarra y evitar
pérdidas de tiempo en las búsquedas.
Conclusiones
Para construir la cultura y el lenguaje científico en nuestro idioma se tendrá que
aceptar que no es una tarea que competa únicamente a los científicos y a los comunica-
dores de la ciencia, sino que también el público desempeña un papel fundamental. Será
preciso hablar de relaciones entre varias realidades, entre distintos participantes en un
juego caracterizado por un complejísimo entramado cultural, lo que exige hilar muy fino
en su análisis. Sentirnos al margen de esas realidades sería incurrir en una especie de
esquizofrenia. Con la participación de todos, el conocimiento podrá definirse y percibir-
se como una forma de riqueza. La naturaleza y el papel de los recursos del conocimien-
to serán comprendidos y asimilados de manera generalizada, y aceptados como un valor,
universal e individual al mismo tiempo, que ha tomado cuerpo en esta lengua nuestra, el
español.
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Referencias:
Reporte Percepción pública de la ciencia y la tecnología en México. Página electrónica:
www.siicyt.com.mx
ALATORRE, ANTONIO: «De cómo se alarman todos mientras yo me río», Letras
Libres, número 53, mayo 2003.
Proyecto Mexicano de Divulgación Científica en la Red: www.jacarandas.com/
foros/cgi-bin/ikonboard/ikonboard.cgi
Museo KW en Alemania: www.kw-berlin.de
Museo ZKM en Alemania: www.zkm.de
Museo Exploratorium en San Francisco: www.exploratorium.edu
Museo PS1 en Nueva York: www.ps1.org
Información en red del artista japonés Toshio Iwai: www.iamas.ac.jp/~iwai/iwai_main.html
Información en red del artista Toshio Iwai en el museo ZKM en Alemania:
www.on1.zkm.de/zkm/artists/Iwai
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LA COMUNICACIÓN DE LA CIENCIA EN LA
SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO
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bió un nuevo texto «The Two Cultures: A Second Look» para responder a la controver-
sia que había originado con su primera conferencia.4
A partir de la famosa conferencia de Snow se han publicado innumerables textos y
se han realizado incontables debates en los que se reflexiona sobre la relación de las
ciencias con la sociedad, se abordan perspectivas desde los diferentes ámbitos científicos
y se intercambian ideas y opiniones sobre esta complicada relación de las ciencias con la
sociedad, al tiempo que ha nacido toda una línea de estudio vinculada a la percepción
pública de las ciencias.
Las dos culturas y todas sus secuelas han sido una constante en el debate público
sobre ciencia y sociedad a lo largo de toda la segunda parte del siglo XX y hoy sigue
vigente, más que nunca, la necesidad de trabajar por la integración de la cultura científi-
co-tecnológica con la cultura literaria-humanista, según la tradicional apelación que
reciben una y otra. ¿Cómo han de interactuar los científicos con el resto de la sociedad?
¿Cuál es el rol del conocimiento científico en nuestro mundo? ¿Quiénes están realmen-
te autorizados para hablar sobre ciencia? ¿Cómo realizan los periodistas la labor de
intermediación entre la ciencia y el público en general? Son solo algunos de los muchos
debates que siguen planteados hoy en día.
En esta coyuntura de gran calado cultural, social y económico, son vitales las capaci-
dades de aprendizaje, adaptación y formación continuada y la posibilidad de rápida
incorporación, individual y colectiva, de las innovaciones científicas y tecnológicas. Por
estas razones, la mejora de la cultura científico-tecnológica de la población se considera
una conditio sine qua non para que una comunidad o individuo se pueda integrar satis-
factoriamente en este proceso de transformación de nuestra sociedad y participar acti-
vamente en él.
Esta es la teoría, ¿pero en qué situación nos encontramos? Un informe de toda sol-
vencia nos da la respuesta: «La relación de la sociedad con la ciencia está en una fase crí-
tica». Con esta frase comienza un amplio informe del Select Committee on Science and
Technology of the House of Lords de Gran Bretaña hecho público a mediados de marzo
de 2000 sobre «Ciencia y Sociedad»5. Los Lords británicos señalan que existe una crisis de
confianza en la ciencia y que muchos valores son puestos en duda, entre otras razones por-
que existe fundamentalmente una reticencia del público sobre la autoridad científica y
porque la mayoría de la información que recibe la ciudadanía una vez superada la escue-
la está determinada por la creación de una realidad deformada por los medios de comu-
nicación, a los que se señala como uno de los principales responsables de la trivialización
de los mensajes culturales que se están produciendo. «Además de la negativa imagen de
la ciencia real —afirma el informe— los medios ofrecen un exótico abanico de material
que va más allá de la respetabilidad científica: horóscopos, lo paranormal y muchas otras
cosas, por ejemplo bajo la apariencia de temas de salud, que tienden a debilitar en la
mente del público la validez de una aproximación racional a los problemas planteados».
Como podemos observar, estos argumentos del informe, que no son nuevos ni son
exclusivos del mundo británico, reflejan una profunda crisis de valores que sin duda hay
4 Los dos textos están recogidos en una obra de Cambridge University Press de 1998.
5 http://www.publications.parliament.uk/pa/ld199900/ldselect/ldsctech/38/3801.htm
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que englobar en la deriva que padece el sistema informativo mundial y que comprome-
te la profesión y función social de los periodistas, hoy más que nunca convertidos en
generadores de la formación continuada de la cultura de la ciudadanía. La definición
académica considera al periodista como el profesional que prepara o presenta las noti-
cias en un periódico o en otro medio de difusión. Por lo tanto, es en la divulgación de un
hecho antes desconocido para el receptor y en el proceso de fabricación de esta infor-
mación nueva donde radica el proceso de traslación del conocimiento que protagoniza
el periodista, convertido en mediador entre el que sabe y el que no sabe. Una definición
que hay que situar en el contexto actual, el de la sociedad del conocimiento, que impone
una actualidad marcada por el carácter estructurador de la sociedad que ejerce el propio
conocimiento y decisivamente influenciada y condicionada por el papel que desempeñan
los medios de comunicación en nuestra sociedad.
«Lo he leído en el diario», «lo he oído en la radio» o «lo he visto en la tele» es la
percepción pública final de una compleja cadena de decisiones y acciones que se vehi-
culan con el uso de la palabra y por la construcción de un discurso, condicionado por
múltiples factores entre los que el único espontáneo es la intuición del periodista, intui-
ción que muy a menudo queda relegada por la gran confluencia de intereses que se
entrelazan en el sistema comunicativo y en los medios de comunicación. Sin embargo, el
trabajo de un periodista no consiste —como podríamos pensar— en dar cuenta de una
realidad, sino más bien en la representación de lo que se quiera dar a conocer. La actual
omnipresencia del mundo de la comunicación, con los múltiples intereses que lo confi-
guran, ha convertido a los medios de información en un universo en sí mismo cuando
antes eran parte de un sistema. Hoy este mundo —el mundo mediático, como se ha con-
venido en llamar— construye realidades, establece sus propios códigos, imágenes y len-
guaje, incluso establece verdades. Haber aparecido en un medio de comunicación sirve
de argumento, sin que realmente sea necesario que aquello que aparece sea reflejo de
una traslación, de una mediación del saber al no saber. Los medios ya no solo dan cuen-
ta de una realidad, la construyen.
El resultado es que hoy se impone, además del pensamiento único, la cultura de lo
efímero y la cultura de la redundancia. Es lo que el sociólogo francés Pierre Bourdieu
define como «la circulación circular de la información», al tiempo que denuncia la
irrupción del fast thinking en nuestras vidas como contaminación del mundo audiovi-
sual, un mensaje rápido y superficial que —como el fast food en el caso de la elección
de lo que comemos— nos impide pensar, reflexionar y escoger, y por tanto impide que
generemos auténtica cultura. De esta forma, además, se favorece la exclusión social
desde un punto de vista cultural: todos aquellos que utilizan la televisión como fuente
primordial de su formación cultural continuada —que como sabemos son mayoría en
nuestra sociedad— quedan muy limitados para poder desarrollar una cultura propia y
sobre todo crítica.
La ausencia de un consenso sobre la necesidad de impulsar los valores culturales y
los valores éticos favorece, por ejemplo, la utilización de la ciencia y de la tecnología de
una forma exacerbada para la productividad y el provecho —lo que en buena parte es
lógico—, pero con ello no se hace otra cosa que afianzar aún más la primacía y retroali-
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ción inmediata o directa al caso humano. Son, en suma, vías de investigación que ofrecen
una probabilidad futura de solución a los problemas planteados, pero que evidentemen-
te no pueden ser tratadas como verdades absolutas y definitivas.
En el caso del periodismo ocurre todo lo contrario, la probabilidad no es buena fuen-
te de noticias salvo en contadas excepciones en las que el periodista es capaz de situar
en contexto y en perspectiva la noticia en cuestión y efectuar un análisis y valoración de
la propia noticia, cosa que no suele ser lo habitual. El periodista necesita titulares taxa-
tivos, verdades absolutas..., aunque no lo sean en realidad.
Por otro lado, los respectivos tiempos, el científico y el periodístico, no coinciden e
incluso pueden ser divergentes. El tiempo científico para el análisis de una noticia, de
una probabilidad, no es de uno, ni de dos, ni de tres días. El científico se toma todo el
tiempo que necesita para reflexionar, para contrastar, para profundizar, para llegar a una
conclusión que casi siempre será parcial y sobre todo dejará la puerta abierta a una evo-
lución futura de este conocimiento en concreto. En cambio, para el periodista, el tiempo
es inexorable. Ha de ofrecer cada día nuevas noticias, muy pocos pueden permitirse
todavía el lujo de trabajar durante días un determinado tema como era mucho más fre-
cuente en el pasado y en la buena práctica del periodismo. Hoy el tiempo del periodista
viene marcado por el impacto inmediato, casi siempre procedente de los medios audio-
visuales. Una vez un tema ha sido «disparado» a la arena pública —una metáfora que se
ajusta muy explícitamente a la realidad—, pocos medios pueden permitirse el no abor-
dar aquella noticia, pues saben que la mayoría va a seguir el impulso informativo inicial,
como si se tratara de un fenómeno físico de explosión por simpatía. Y cada vez la situa-
ción es peor, ya que es una dinámica muy difícil de romper en las actuales circunstancias
de férrea competencia entre unos medios y otros.
Un caso muy elocuente es el que describimos a continuación y que se ha convertido
ya en un paradigma:
The New York Times, una referencia siempre obligada cuando se habla de diarios con
influencia mundial, publicaba el 3 de mayo de 1998 una noticia en portada: «Cauto entu-
siasmo ante la llegada de nuevos fármacos que erradican tumores en ratones» (A cau-
tious awe greets drugs that eradicate tumors in mice). No se trataba de un pequeño texto
en una página de ciencia del habitual suplemento de los martes, era la portada del domin-
go. Dos largas columnas abriendo el periódico de la edición semanal con mayor número
de ejemplares. Gina Kolata, una de las redactoras científicas acreditadas del rotativo esta-
dounidense, anunciaba en un tono verdaderamente optimista el éxito obtenido con un
nuevo tratamiento para el cáncer. Una combinación de dos sustancias, cuyo mecanismo
de acción consistía en impedir el aporte de sangre a los tumores, había conseguido erra-
dicar «todo tipo de cáncer, sin efectos secundarios evidentes y sin que se desarrollaran
resistencias al fármaco». Y aquí, se añadía inteligentemente la aclaración «en ratones».
Las palabras que el científico protagonista de la historia, Judah Folkman, ha repetido
hasta la saciedad cuando ha sido entrevistado con relación a esta noticia —que dio la
vuelta al mundo, ya que al tratarse de una posible curación del cáncer y al ser publicada
de forma tan preeminente en The New York Times generó unas enormes expectativas y
«contagió» de optimismo a casi todos los medios de comunicación— han sido: «Si usted
tiene un cáncer y es un ratón podemos ocuparnos de usted». Y es que el salto desde el
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6 Gemma Revuelta (1998): «The New York Times cura el cáncer», Quark, 12: 48-54
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Bourdieu afirma que los productos periodísticos son mucho más homogéneos de lo
que aparentan. «Las diferencias más evidentes —considera el sociólogo francés—, liga-
das sobre todo al color político de los diarios, esconden profundas similitudes vinculadas
fundamentalmente a las imposiciones que se derivan de las fuentes utilizadas y por una
serie de mecanismos entre los que hay que destacar la lógica de la competencia. Se dice
siempre que el monopolio uniformiza y que la concurrencia diversifica. Yo observo que
cuando esta última se ejerce entre periodistas y entre periódicos, que están sometidos a
las mismas presiones, a los mismos sondeos, a los mismos anunciantes, acaba siendo un
factor de homogeneización».
Podríamos poner muchos ejemplos en el campo del conocimiento científico y médi-
co de noticias que de ser simples probabilidades, que los periodistas convirtieron inme-
diatamente en verdades noticiables, se han acabado en el rápido olvido con el paso del
tiempo (el periodístico, no el científico). ¿Alguien se acuerda de la muy publicitada bac-
teria jurásica o de la no menos famosa bacteria «come carne humana» que se extendía
por los hospitales? ¡Cuántos telediarios abrieron con estas noticias! ¡Cuántas portadas
y páginas de periódicos se llenaron! Y para no dejar el mundo de las bacterias, aunque
en otro ámbito científico, ¿qué ha sido de la bacteria fósil de origen marciano que la
NASA anunció haber descubierto en las nieves antárticas a bombo y platillo y que
llenó minutos de telediario y portadas de medios de comunicación de todo el mundo,
ya que creyeron tener por fin la primera prueba de la existencia de algún tipo de vida
extraterrestre?
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7 Jane Gregory & Steve Miller (1998): Science in Public: Communication, Culture and Credibility. Nueva York: Plenum
Press, pág. 211.
8 Encuesta de la Concejalía «Ciudad del Conocimiento», Ayuntamiento de Barcelona, septiembre de 2001 y Estudio
sobre Percepción pública de las ciencias en España de la FECYT de 2002.
9 Por ejemplo se puede consultar la encuesta del Science and Media Center de abril 2002: www.sciencemediacenter.org
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científica, pero este interés no va unido a una sensación de estar bien informado por los
medios de comunicación. De hecho, dos de cada tres ciudadanos europeos consideran
que no reciben toda la información que querrían sobre los últimos avances científicos y
tecnológicos, a pesar de que la mayoría revela un gran interés por aprender sobre ellos.
Esta es la conclusión general a la que se puede llegar al analizar el informe del euroba-
rómetro Europeos, Ciencia y Tecnología.
Todo ello en una coyuntura en la que se están produciendo cambios profundos en la
difusión de las noticias sobre ciencia. El uso de Internet y los comunicados de prensa
transmitidos por correo electrónico han supuesto un notable aumento en las noticias que
se distribuyen desde fuentes originales como son las revistas especializadas y que cons-
tituyen una referencia para los periodistas. Un trabajo de análisis publicado por The
Journal of the American Medical Association10 señalaba que los periodistas están clara-
mente influidos por los comunicados de prensa de estas revistas (press releases), aspecto
que influye de forma determinante en la simplificación de los mensajes que llegan al
público. Al mismo tiempo, se debería reflexionar sobre si todos los temas que aparecen
en estas revistas de referencia son realmente importantes o buscan simplemente un cier-
to impacto mediático, proceso que a medio y largo plazo puede afectar de forma negati-
va a la divulgación de la ciencia y a la imagen que el público se hace del avance científi-
co. En 1995, cuando Philip Campbell se convirtió en director de Nature en sustitución de
John Maddox declaró: «Nature continuará su búsqueda de la excelencia científica y del
impacto periodístico»11. ¿Son estos dos objetivos realmente compatibles para una publi-
cación científica de referencia?
Por su parte, la irrupción de Internet en el sistema comunicativo supone un nuevo
medio de divulgación con unas características y un potencial que pueden comportar un
cambio radical en la relación de las fuentes originales de información y el gran público,
y que implicará una profunda modificación de hábitos de acceso a la información. El
papel central y decisivo que hasta ahora han desempeñado los medios de comunicación
convencionales en la intermediación del conocimiento está destinado a sufrir cambios
muy importantes. Este fenómeno se irá generalizando y los ciudadanos utilizarán este
nuevo medio para ir directamente a aquellas fuentes que pongan en la red sus fuentes
originales de información. Los intermediarios de la comunicación deberán evolucionar
hacia nuevas fórmulas, por ejemplo los diarios se irán convirtiendo cada vez en más ana-
líticos y suministradores de opinión, ya que las noticias —como ya ocurre en parte con
la radio y la televisión— serán perfectamente conocidas con antelación a la compra de
un diario por los lectores. Internet supone un salto cualitativo respecto a los medios
audiovisuales convencionales ya que ofrece una fórmula mixta de texto y de audiovi-
sual que permite la captación de la información y su utilización en el momento que
desea el usuario. Además, Internet supone la posibilidad de recuperar a un sector de
público joven que según los últimos datos del eurobarómetro se ha alejado tanto de las
vocaciones científicas como en buena medida de la divulgación científica. Por ello,
10 Vladimir de Semir, Cristina Ribas y Gemma Revuelta (1998): «Press Releases of Science Journal Articles and
Subsequent Newspaper Stories on the Same Topic», JAMA, Julio 15, vol. 280, nº 3.
http://www.ama-assn.org/public/peer/7_15_98/jpv80001.htm
11 Editorial de Nature, 14 de diciembre de 1995.
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máximo de seis columnas) que la secta de los raelianos anunciaba la clonación del pri-
mer ser humano, noticia nunca confirmada hasta nuestros días, pero que sirvió para que
representantes de esta conocida secta pudieran ocupar destacados espacios en todos los
medios de comunicación.
Otro ejemplo: El País insertaba en su sección de sociedad del domingo 7 de marzo
de 2004 una noticia que ocupaba toda una página sobre un matemático español que
había demostrado la existencia de Dios mediante teoremas matemáticos. Es verdad que
la noticia procedía de un articulo incomprensiblemente publicado con anterioridad en la
revista de la Real Academia de Ciencias de España, pero esto no debe servir de discul-
pa para publicar una noticia de esta índole sin ninguna valoración crítica que sitúe en
contexto el tema, que sin duda es noticia pero precisamente por haberse publicado algo
semejante en una revista académica.
Sin duda son casos extremos, pero sirven para ilustrar por dónde van los derroteros
del periodismo científico. ¿Se imaginan algo equivalente en las páginas de economía o de
política?
Este es un proceso que comienza a preocupar. Dominque Terré, filósofa de la cien-
cia e investigadora del Centre National de Recherche Scientifique de Francia, reflexio-
na sobre ello en su libro Les dérives de l’argumentation scientifique (1998), en el que
arguye que la divulgación científica «navega entre diversos escollos —que además pue-
den sumarse— como el realismo naif, que conduce a una cierta visión encantada del
mundo, o la disimulación de la auténtica relación de fuerzas que subyacen en los descu-
brimientos o en los debates importantes, como puede ser la financiación de la investiga-
ción o la aplicación de las terapias génicas». Dominique Terré considera que «la divul-
gación oculta el tiempo de la creación científica, su discurso, su razonamiento, su discu-
sión y sus errores; solo interesan los resultados y se promueve una imagen superficial de
la ciencia».
Quizá al mundo del periodismo científico le convenga reflexionar sobre la anécdota
que se cuenta del famoso físico Richard Feynman: Un periodista le instó en una ocasión
a que le resumiera en pocas palabras las investigaciones que le habían llevado a obtener
el Premio Nobel y Feynman no dudó en contestar: «si yo pudiera explicarle mis trabajos
en dos minutos, seguro que no hubieran merecido el premio Nobel».
¿Será incompatible la correcta transmisión del conocimiento científico con el dis-
curso de la divulgación de las ciencias en el actual contexto de la fabricación de las noti-
cias diarias?
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En primer lugar, es importante señalar que el título o epígrafe «La imagen pública
de la ciencia y los problemas lingüísticos en el periodismo científico» que sirve de
marco para las reflexiones que se han dado en este panel es ciertamente reductor, en
cuanto que deja fuera numerosos aspectos que bien se derivan, bien son previos, al
tema fundamental que pone sobre la mesa. El periodismo científico y la imagen públi-
ca de la ciencia son ámbitos de una esfera de análisis más amplia: la cultura científica
y su transmisión.
Hoy vivimos inmersos en un mundo donde nuestro entorno físico, nuestra cultura,
nuestra actividad cotidiana están impregnados de ciencia y tecnología. De hecho, esto
viene sucediendo desde la Revolución Industrial, pero en la actualidad se ha producido
un salto epistemológico tal que la mayor parte de las personas no serían ya capaces de
trazar esa línea tan clara que antes distinguía qué es lo natural y qué es lo artificial. El
problema de la transmisión o la comunicación de la cultura científica es fundamental no
simplemente porque debamos estar informados, o porque nos agrade más o menos estar-
lo o por cuestiones meramente utilitaristas, sino porque no podemos sustraernos a un
mundo científico-tecnológico en el que necesariamente hemos de vivir y en el que nece-
sariamente hemos de expresarnos. La forma en cómo se produce este proceso de comu-
nicación de la ciencia determina cuestiones tan importantes como las decisiones políti-
cas, estratégicas, económicas, éticas, etc. Es razonable entonces que nos propongamos
analizar de qué manera vamos incorporando esos nuevos conocimientos, quiénes son los
que los proporcionan, qué rigor tienen, qué rigor deberían tener, qué implicaciones tiene
su falta de rigor o su posesión por parte de grupos que deciden qué es lo que se trans-
mite y cómo se transmite, qué deberíamos esperar de los emisores y cómo debería reali-
zarse este proceso para facilitar que el receptor, la inmensa mayoría de la sociedad, esté
habilitada para ejercer una labor crítica o sencillamente para ser capaz de tomar deci-
siones razonadas.
Las ponencias de los cuatro participantes, en muchas ocasiones, tocan temas que se
solapan y que guardan una estrecha relación entre sí. Los problemas que tiene un perio-
dista o divulgador con su herramienta básica de trabajo, que es el idioma, dependen de
la actividad de los grupos con capacidad de normalizar la terminología científica y de
generar recursos para facilitar el trabajo a la comunidad (por ejemplo, los diccionarios),
tanto como del hecho indiscutible de que existen geografías lingüísticas que dominan la
producción de la ciencia. Pero, a su vez, los medios de comunicación en los que trabajan
dichos periodistas determinan los contenidos que llegan al público que, de otro lado,
también se convierte en un agente que decide qué aspectos de la ciencia son los más rele-
vantes en función de su jerarquía de intereses. Las instituciones de difusión de la cultu-
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ra científica, por su parte, tratan de suplir las deficiencias en la formación del currículo
científico de los ciudadanos, necesariamente obsoleto, dado que la educación no puede
actualizarse a la velocidad de la producción científico-tecnológica, pero también ofrecen
sus contenidos dependiendo de factores tan diversos como la rentabilidad económica, las
tendencias de moda en las líneas de investigación prioritaria o los problemas acuciantes
de la actualidad. Esto nos lleva a tratar de dividir en algunos epígrafes los principales
asuntos que se han tratado en las cuatro ponencias del panel.
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Comentario del pañel «Imagen pública de la ciencia y problemas lingüísticos en el periodismo científico»
suerte de inspiración divina de unos tipos que son muy listos. Ciencia además es un con-
junto de prejuicios de todo tipo muy sólidamente asentados. Ciencia es cualquier activi-
dad que esté relacionada con su difusión en cualquier medio y en cualquier nivel. Ciencia
es nuestra experiencia cotidiana. La ciencia, como eso a lo que solemos llamar «la
Cultura» con mayúsculas, es un proceso en movimiento, multiforme y con numerosos
capilares que trabajan en diversos niveles. Todo esto para aclarar que es importante pre-
cisar en qué nivel nos movemos y qué problemas nos plantea dicho nivel.
Puesto que hablamos de uno de los estratos del entramado de la cultura científica, o
sea, de la difusión de la ciencia desde los medios de comunicación, los observatorios uni-
versitarios y las instituciones como los museos de la ciencia o los espacios creados al
efecto, tal vez resulte útil intentar analizar qué actividad se espera de ellos, qué actividad
realizan de hecho, cuál es su margen de maniobra y qué podría mejorarse.
Divulgadores y difusores
Se ha insistido a lo largo de todas las ponencias en que el maestro por excelencia, al
menos en nuestra sociedad, de la ciencia es la televisión. A continuación aparece Internet
como el segundo vehículo de transmisión o de información y, después, ya a cierta distan-
cia, la radio, la prensa escrita, las revistas especializadas y los museos o instituciones
dedicadas a su difusión en distintos ámbitos. Curiosamente, nadie ha mencionado el
papel que desempeña una industria como el cine o la producción visual en toda su ampli-
tud además de la televisión. ¿Acaso para «bajarse» una película de Internet no hay que
tener más recursos tecnológicos de los que a primera vista nos puede parecer? ¿Acaso
las películas norteamericanas de más éxito no conforman ideas y nociones sobre la cien-
cia que sencillamente se asumen como verdades absolutas?
Pero circunscribámonos al caso del periodismo escrito como ejemplo más claro para
aislar ciertos problemas importantes. Antonio Calvo explica muy bien el problema del
periodista científico de prensa escrita. ¿Quién es el periodista científico? ¿Qué forma-
ción tiene? ¿Cuáles son sus fuentes? ¿De qué puede hablar? Y cuando lo hace, ¿qué difi-
cultades encuentra en su vehículo fundamental de expresión que es el idioma castellano
o español, como prefiramos llamarlo? Un profesional del periodismo científico no es un
traductor, ni tampoco necesariamente ha cursado las carreras de medicina, de físicas, de
matemáticas, de biología, de arquitectura o de ingeniería que lo habiliten para entender
todos y cada uno de los conceptos que ha de transmitir. Si las hubiera cursado todas, es
probable que tampoco estuviera en condiciones de hacerlo puesto que la altísima espe-
cialización de cada rama de cada ciencia le exigirían ser omnisciente. El periodista cien-
tífico necesariamente ha de recurrir a las fuentes que generan la ciencia para averiguar
qué es lo relevante y, en mucha medida, ha de fiarse de estas ya que desde siempre es
mejor evitar los intermediarios. No obstante, también es preciso que cuente con otras
fuentes de contraste, ya sea en otros sectores de la actividad científica, en las universida-
des, en la competencia, en colectivos sociales interesados en ella, etc., para poder decidir
con objetividad la pertinencia o la relevancia de transmitir una cosa mejor que otra.
Pero, ¿puede entonces decidir qué contenidos inserta y cuáles no? Otro problema com-
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plejo. No olvidemos que los medios de comunicación están al servicio de intereses espu-
rios al ciudadano sean estos de la índole que sean y, muchas veces, los contenidos se
determinan arbitrariamente. Otras, no obstante, se determinan por el famoso paradigma
de la audiencia: ¿qué le interesa a la audiencia? Esto deja un estrecho margen de manio-
bra que sin embargo puede y debe aprovecharse. Tal vez formando profesionales de sec-
ciones fijas que tengan el mismo rango de importancia que la de Internacional, por poner
un ejemplo; tal vez creando espacios y formatos nuevos que todavía no existen para
todos los arcos de posibles receptores; tal vez creando grados de especialización en las
instituciones que forman a los periodistas; tal vez admitiendo en los órganos de dirección
de los periódicos, las televisiones, etc., a científicos o personas bien formadas en ciencia…
Sugerencias que no deben apartarnos del tema fundamental de la lengua. El idioma es
el vehículo por el que comienza la labor de transmisión y difusión de eso que hemos lla-
mado cultura científica.
El inglés es el idioma que domina la producción de la ciencia, y necesariamente
hemos de traducir del ingles. Sin ocultar los esfuerzos que ya se están realizando desde
instituciones como la RAE, es prioritario crear diccionarios y corpus de traducción espe-
cializados y normalizados que se encuentren disponibles no solo para los profesionales
y todo aquel que realice una actividad estrechamente relacionada con la ciencia, sino
para grandes colectivos que van desde el personal de los centros de investigación donde
se escriben los artículos de las revistas punteras, pasando por profesores de todos los seg-
mentos de la enseñanza, alumnos, profesionales de la televisión y otros medios de comu-
nicación, profesionales de la museística, de las bibliotecas, etc. Como señala Antonio
Calvo, ya hay iniciativas en este sentido dignas de mención, como el Vocabulario inglés-
español de bioquímica y biología molecular que están haciendo Verónica Saladrigas y
Gonzalo Carlos o el Diccionario esencial de las ciencias de Larray. Quizá sería intere-
sante alentar otras muchas y conseguir que estén disponibles en la Red, dado que se ha
convertido en el instrumento de búsqueda de información más efectivo y rápido y con
un previsible crecimiento exponencial de usuarios. Pero también cabe señalar que no
basta con la traducción, el esfuerzo en el idioma propio es fundamental. Cuanto mejor
se domine y se conozca el propio idioma, mayor claridad de ideas, sencillez y atractivo se
logrará en la transmisión de ese «coco» llamado ciencia. Algo que implica incorporar
nuevas palabras al diccionario, regular el uso de neologismos, elaborar libros de estilo y
manuales de conceptos básicos, unificar terminología en todos los países de habla hispa-
na, «poner» en español conceptos para los que no tenemos una traducción clara o alen-
tar la producción de software en español para las distintas necesidades de los investiga-
dores, así como fomentar la creación de motores de búsqueda, páginas de recursos, índi-
ces y lexicones especializados en ciencia en la Red que sigan una normativa común y
manejen un español preciso. Por último, no entraremos en un problema que excede la
dimensión de este panel que es el de la necesidad de la formación específica para la
correcta transmisión de la ciencia de todos los estamentos del sistema educativo.
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ción dirá que «la uva es un potente anticancerígeno». Por otro lado, este titular también
revela la dinámica de competitividad y técnicas de publicidad y mercadotecnia en la que
han entrado las revistas científicas punteras, voceras de la innovación y los grupos de
poder en la investigación. Por lo tanto, la propia ciencia comporta un fenómeno comu-
nicativo con una metodología propia sobre el que también es imprescindible reflexionar.
No todo reside en los intermediarios del proceso de difusión sino que también es impor-
tante el origen. Los propios científicos desean controlar el flujo de información, su
influencia en los medios y en la sociedad y crear expectativas que los hagan relevantes o
imprescindibles.
Por último, tratados los agentes o intermediarios habituales en el proceso de comu-
nicación, la imagen pública de la ciencia que se vislumbra en dichos medios y los pro-
blemas derivados del propio emisor, también es interesante subrayar el papel del recep-
tor o público. Mónica Benítez maneja una encuesta realizada a partir de 1987 en México
sobre la percepción pública de la ciencia que consideraba una muestra de 2.568 perso-
nas mayores de 18 años residentes en zonas urbanas de la República Mexicana. De sus
resultados se desprendía que el 54.8% de los encuestados consideraba tener una infor-
mación escasa sobre ciencia, el 33.6% una información moderada y el 11% una infor-
mación adecuada, aunque el 77.3% de los encuestados decía que las promesas de la
ciencia eran positivas. La pregunta que se plantea Mónica Benítez es por qué la mayo-
ría de las personas no se involucran en cuestiones de ciencia y tecnología a pesar de que
las consideran importantes para el desarrollo de un país. A continuación la ponente
apunta algunas ideas para mejorar la comunicación y el interés del público por la cien-
cia, como son el fomento de publicaciones sólidas y de referencia en el ámbito del espa-
ñol, de manera que los científicos puedan escribir en esta lengua, o la consecución de
una higiene lingüística por parte de los comunicadores en aras de la claridad. Sin embar-
go, el punto clave en su opinión es el público como elemento fundamental, es decir, la
necesidad de que el público, la sociedad, se involucre de manera activa y se interese por
la cultura científica.
Para ello, en primer lugar es necesario conocer a ese público, y un modo interesante
de averiguar qué tipo de fracturas se han establecido entre ciencia y sociedad es aten-
diendo al arte. La incidencia de la ciencia y la tecnología en la cultura no podía escapár-
seles a los artistas de hoy, y son ellos, con sus trabajos de reflexión en torno a ella, quie-
nes logran en muchas ocasiones involucrar al público, hacerle reflexionar o hacerle sen-
tir o comprender ideas o conceptos de la ciencia y la tecnología con fines puramente
artísticos y no divulgativos. Mónica Benítez ofrece algunos ejemplos de museos o centros
de investigación para el desarrollo del arte y de la ciencia como son el Exploratorium de
San Francisco, el ZKM de Berlín o el Centro Nacional de Artes Mexicano. Con ellos
hace hincapié en la pertinencia de involucrar al público con nuevos métodos y distintos
agentes que no solo deben ser científicos, docentes, divulgadores o profesionales de los
medios de comunicación. El esfuerzo debería hacerse desde muchas direcciones y sería
interesante incorporar a las «otras formas de cultura» en una reflexión común.
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Capítulo 5
La lengua española y la educación en ciencia y
tecnología
Biografías, memorias y correspondencias científicas: géneros
literarios y especies de conocimiento
Antonio Moreno González
La lengua en clase de ciencias
Mercedes Alcázar
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dología seguida, fue afortunada porque ante todo los alumnos trabajaron con mucho
entusiasmo y yo, en consecuencia, también. Una de las aspiraciones más beneficiosas
para que el rendimiento escolar sea exitoso es que el profesor busque cómo combatir la
monotonía, que siempre ronda la acción docente, y por tanto el propio aburrimiento en
el que él mismo puede caer, y no es nada infrecuente, a la hora de «mover» la clase.
La introducción del libro, que obviamente no puedo reproducir en su totalidad, es
muy ilustrativa y ajustada a lo que deben ser las ciencias en la escuela, aunque el libro
no estaba concebido como texto escolar. Así comienza: «En una época en que la Ciencia
afecta a la vida de todos, resulta sorprendente descubrir que son muchas las personas que
no comprenden qué significa aquella. Para remediar tal estado de cosas, se nos ha suge-
rido que digamos esto: La ciencia es lo que hacen los científicos. He aquí una idea intri-
gante: ¿Qué hacen los científicos? Para obtener la respuesta a esa pregunta hemos de
estudiar las vidas y los trabajos de los hombres de ciencia». Y continúa: «Del estudio de
las vidas de los científicos deducimos que la Ciencia es un conjunto de muchas cosas
entre sí relacionadas. Podemos ver que los científicos son a menudo hombres que dudan
ante las respuestas tradicionales. Son investigadores curiosos. Son personas que no
renuncian fácilmente a sus investigaciones, por muy intrincadas que sean las preguntas
que se formulan». Respecto a los métodos, más allá del tan reiterado «método científi-
co» con que suelen ocupar el capítulo introductorio la mayoría de los libros de texto,
dice: «Por encima de todo, los científicos utilizan sus cerebros. Piensan. Recogen pruebas
y las analizan. Efectúan comprobaciones de datos en muchos sentidos. A veces, en sus
largas y duras reflexiones sobre un problema, los científicos tienen importantes inspira-
ciones: son saltos mentales que apuntan hacia las soluciones... Nos hallamos ante hom-
bres de mentes abiertas, dispuestos a cambiar de ideas cuando se descubre una informa-
ción inédita y precisa». Forma, esta, de referirse a los científicos con cercanía, como tra-
bajadores que se ocupan de su profesión con el interés debido, «echándole horas y
esfuerzo» a los asuntos que no siempre son resueltos exitosamente. Gentes que deben
mantener la mente despierta y el espíritu dispuesto a modificar convicciones y opiniones
cuando se impone la evidencia de los hechos. Conductas que también ha de asumir el ciu-
dadano, como individuo de una comunidad donde la convivencia exige opinar, decidir y
si es preciso rectificar, aunque, como ocurre en el caso de algunos científicos, admitir cier-
tas novedades pueda resultar doloroso. Esta es una de las enseñanzas a sacar de las bio-
grafías, asociable a las tendencias actuales en los sistemas educativos internacionales,
insistentes en que el fomento y adquisición de valores cívicos formen parte del cometi-
do escolar.
Como quiera que toda la actividad la realizábamos en el laboratorio, los alumnos —
algunos preguntaban al comienzo del curso si tenían que llevar bata blanca— se entre-
gaban a las tareas diarias con la convicción de que participaban en algo superior a la ruti-
na de las aulas. En el caso de las enseñanzas científicas, el simple cambio de ubicación
del aula al laboratorio, o la transformación del aula en un laboratorio, induce un prove-
choso cambio de actitud. Que los alumnos lleguen a pensar que son «sabios», dicho así,
sin ningún rubor, como lo fueron aquellos de quienes estudiábamos sus vidas y obras, es
situar el proceso docente en una plataforma de partida que beneficia a todos los impli-
cados en el proceso. El niño y el adolescente tienen que sentirse investigadores en el
laboratorio, descubridores de mundos, sorprenderse con lo que allí está pasando, que lo
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cuenten a sus padres y amigos como una hazaña, aunque todo sea previamente diseña-
do por el profesor, a quien esa teatralidad que forma parte del proceso educativo le exige
imaginación, trabajo e ilusión. Comparto con Peter Handke lo que dice a propósito de
sus andanzas, impresiones y cuentos en sus recorridos por los pueblos de España: «Puede
ser un engaño, pero da igual, lo importante es que el engaño produzca algo».
Aquel libro formaba parte de las colecciones de biografías que a partir de los años
50 circularon por España, muchas de ellas editadas en Barcelona, algunas vendidas
mediante sobres sorpresa, que en los chicos de mi tiempo, coleccionistas de las mismas,
«algo produjeron». Sirvan como ejemplos las siguientes:
— Espejo de Cultura, Biblioteca Píldora, Gráficas Espejo. Sobres sorpresa, 1 peseta.
— Servidores de la Cultura, Enciclopedia Pulga, Gráficas Guarda. 1,50 pesetas.
— Pequeña Historia de Grandes Personajes, Ediciones Cliper. 4 pesetas.
— Quién fue...Ediciones G.P.
— Enciclopedia Popular Ilustrada, «Libros pequeños de gran contenido», Ediciones
G.P. 7 pesetas (1962).
— Vidas Ejemplares, «Grandes Hombres», «Mujeres Ilustres», Seix Barral.
— Colección Universo, «Inventos e Inventores», Ediciones España.
— Cuando los grandes físicos eran niños..., Vicente Clavel, Editorial Cervantes,
Barcelona, 1960, que incluye las biografías de Cavendish, Faraday, J.J. Thomson,
Planck, Rutherford, Bohr, Fermi y Oppenheimer.
Casi todas estaban escritas con un lenguaje retórico en exceso, tenían un aire de
fabulación que a la vista de las perspectivas con que hoy consideramos deben tratarse las
biografías, aquellas son necesariamente de dudosa condición. Una fabulación que se
recreaba en el relato de unas vidas alejadas de la mortal condición humana propia de
científicos y no científicos, con las virtudes y defectos que configuran el comportamien-
to de cada cual. En algunos casos, como el del libro de Vicente Clavel, son manifiestas las
intenciones adoctrinadoras en el mensaje introductorio. Así se dirigen los editores «a los
muchachos que lean este libro»: «El estudio, la acción y el trabajo son los tres factores
que nos abrirán el ancho sendero de luz por donde tenéis que encaminar vuestros pasos.
Con la fuerza de la fe puesta en los ideales bienhechores y pacíficos de un mundo mejor
caminaréis firmemente hacia el porvenir venturoso que os desean LOS EDITORES».
Discurso más cercano a la prédica de los púlpitos que al sencillo lenguaje que hablamos
el común de los mortales. Es como una llamada a la vocación científica en el mismo tono
que se haría para el ingreso en un seminario diocesano. Lenguaje que responde a una
concepción de la ciencia etiquetada con el marchamo purificador y sacrosanto de lo que
en los años de la posguerra española, y durante algunas décadas subsiguientes, se enten-
dió como «unidad de destino en lo universal». Con ejemplos de esta literatura mesiáni-
ca están sobrecargados los discursos en torno a la ciencia y sus designios desde las más
altas instancias del Estado español en los años 40, a propósito de la inauguración del
Consejo Superior de Investigaciones Científicas, donde se contempla la ciencia y los
científicos —«la falange de la ciencia»— como: «aspiración hacia Dios», «servicio al
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Estado», «forjadora del espíritu nacional», «impulso de la grandeza patria» y otras tan-
tas atribuciones presumiblemente venidas de la providencia divina. Consecuencia de
estos excesos fueron que se contarán las vidas de los científicos, nacionales y extranjeros,
y de cualesquiera otros personajes, más como hagiografías cargadas de moralina que
como relatos de vidas humanas.
Interesado por la historia de la ciencia profundicé en las biografías encontrando un
suculento filón literario que ocupó y ocupa buena parte de mi tiempo. Antes de que la
historia de la ciencia se constituyera en una disciplina para la investigación y la docen-
cia, las biografías fueron las primeras contribuciones a historiar el devenir científico,
como se constata en la variedad de diccionarios biográficos publicados regularmente
desde el siglo XVII en adelante, primeras fuentes a las que recurren quienes se interesan
por la historia, la naturaleza y la evolución de la ciencia. A estas publicaciones hay que
añadir las notas necrológicas y semblanzas científicas publicadas en las revistas de socie-
dades científicas creadas a partir de aquel siglo, famosos fueron los Elogios de Fontenelle
en los Comptes Rendús de la Academia de Ciencias de París. Ocupación que dio lugar a
un género literario basado sobre todo en la exaltación de los «grandes científicos», sin
apenas tocar nada relativo a su vida personal y social; biografías en las que queda ocul-
ta la persona en favor del personaje. Esta falta de contextualización dejaba las biografí-
as faltas de rasgos humanos. La consideración solo de los aspectos internos de la ciencia,
privada de la interacción social que realmente la determina, impide tener una visión más
próxima a la realidad del hecho científico. Quizá pueda decirse que a lo largo de las cen-
turias en que se han hecho semblanzas biográficas de los científicos, puedan haber pre-
dominado diversas intenciones: ideológicas, moralistas, hagiográficas, intelectuales, liber-
tarias, reivindicativas...
Charles Percy Snow (1905-1980), Baron Snow of Leicester, avivador del debate en
torno a «las dos culturas» a partir de su Reed Lecture en la Universidad de Cambridge
(1959), publicó en 1966 Nueve hombres del siglo XX, un libro sincero, ilustrativo y suge-
rente, similar a Ensayos biográficos. Políticos y economistas que Maynard Keynes publi-
cara en 1933. En su libro, advierte Show, que el material autobiográfico manejado por él
mismo en la redacción de la obra debe tomarse con cautela porque «puede ser tan enga-
ñoso como cualquier otro y su examen requiere un ojo igualmente crítico». Hasta puede
suceder, dice, que hubiera puesto más énfasis en algunos dichos o hechos de sus perso-
najes que el que ellos mismos le concedieran: «Incluso en una obra tan modesta en su
intención como esta, uno se da cuenta de que la exactitud en la historia personal resulta
casi imposible». No obstante, y admitiendo el posible distanciamiento de la realidad que
pueden producir las biografías y las memorias —las correspondencias, menos—, si el
autor actúa con honradez e investiga concienzudamente la vida y la obra que le ocupa,
incluso en la suya misma —en el caso de las memorias—, está garantizado un resultado
veraz y creíble por muy novelístico que sea el estilo con que se escriba.
¿Qué se le puede pedir, por tanto, a una biografía? La respuesta dependerá del ámbi-
to en el que se pretenda aplicar. Volviendo al caso con que he iniciado este escrito, no
fueron necesarias más de cuatro páginas para hacernos una idea de quién era cada cual
y qué había hecho. Ahora bien, este recurso didáctico, iniciador en el interés por la cien-
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cia, que no va más allá de un sucinto apunte biográfico de los personajes no puede
tomarse como referencia, ni siquiera para las biografías que puedan formar parte de la
biblioteca de centro o de las lecturas familiares; las biografías propiamente dichas, por
sencillas que sean, deben aspirar a tener una visión bien documentada del científico,
desde los puntos de vista humano, profesional y social. Libros que puedan ser leídos
fácilmente, tanto si se trata de originales en castellano como de traducciones, que en los
últimos años están proliferando. Deben estar escritos de manera clara, en lenguaje pre-
ciso y variado, rico en vocabulario, porque las lecturas, todas las lecturas, son a su vez,
cualquiera que sea el asunto tratado, una contribución lingüística a la cultura del lector.
En el caso que nos ocupa, además, deben contribuir al enriquecimiento científico, sin que
esto haya de entenderse como un aprendizaje, que no lo es, más bien debe ser un diver-
timento, un acercamiento a la ciencia despojado del rigor académico de las disciplinas
regladas; una sensibilización hacia la ciencia y sus métodos; sus pros y sus contras; su
entramado social, político, económico y en no pocos casos religioso; un reflejo también
de las angustias y los gozos que acarrearon tales quehaceres a la vida de los científicos.
De las biografías pueden desprenderse por tanto saberes interdisciplinares, rigurosos y
comprensibles, transmitidos en un lenguaje accesible a todo lector, cualquiera que sea su
formación, edad o condición.
Otro aspecto a tener en cuenta en las biografías que sirve para acercarse más al cien-
tífico son las ilustraciones, el lenguaje gráfico, parte importante de la obra, no solo desde
el punto de vista estético, que también ha de cuidarse, sino también desde el informati-
vo. Es instructivo conocer la geografía por la que anduvo el biografiado a lo largo de su
vida, sus progenitores y otros familiares, las gentes con las que se relacionó, las institu-
ciones en las que trabajó y visitó, su centro de trabajo, detalles de la edición de sus obras,
incluso la caligrafía, sus aficiones… Todo ello configura la realidad del entorno y las cir-
cunstancias en que se produjo la obra por la que el científico se distinguió. Y todo ello
tratado con la mayor objetividad posible para evitar que la vida, y también la obra, se
desvirtúen.
Tanto el lenguaje escrito como el gráfico, en el caso de las biografías como en cual-
quier obra, deben producir en el lector cierta complacencia y satisfacción intelectual: de
la misma manera que una ilustración produce el recreo de su contemplación, las pala-
bras, la fonética misma de las palabras, debe paladearse haciendo buena aquella poética
sugerencia de Miguel Hernández cuando decía que los versos contribuyen a «panificar
el aire de la huerta».
A partir de los años 70 se viene produciendo un marcado auge en el género de las
biografías, incluidas las científicas, aunque en menor medida que las de reyes, políticos,
militares, artistas…, entre las que naturalmente no incluyo la mucha morralla que favo-
recida por un mal uso de los medios de comunicación, la televisión en particular, inunda
quioscos, librerías y, lo que es peor, produce un «agarbanzamiento agudo» de la pobla-
ción, que decía Unamuno, de acaso irreparables consecuencias. Entre las contribuciones
al análisis de la eclosión de las biografías, merecen citarse las publicadas en Isis: Carson,
C. and Schweber, S. (1994): «Recent Biographical Studies in the Physical Sciences» y
Camerini, J. (1997): «The Power of Biography».
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Otras formas de acercamiento a la vida y obra de los científicos son las memorias
autobiográficas y las correspondencias, en las que se produce una mayor profundización
en la trastienda de los personajes, hasta donde ellos permiten, claro está. Menos adapta-
bles quizá al ámbito docente, en el que hasta aquí he insistido más, lo que no limita su
condición como lecturas para todo tipo de lector, incluidos estudiantes y profesores de
ciencias, que como hemos señalado en las biografías propiamente dichas pueden ser una
relajante fuente de conocimiento. En cualquier caso —biografías, memorias y corres-
pondencias— son contribuciones inequívocas al acervo cultural de los ciudadanos. No
obstante, estas últimas, en particular las autobiografías, hay que tener las precisas reser-
vas respecto a su veracidad por razones que a nadie se le ocultan. Sorprende a veces que
los protagonistas relaten cuanto hacían, pensaban o acontecía desde su más tierna infan-
cia como si desde entonces hubieran barruntado su propia relevancia histórica. No supo-
ne esta consideración más alarma que la suscitada por las biografías, condicionadas a la
idiosincrasia, formación e intenciones del autor. No obstante, las lecturas autobiográficas
son una excelente guía del ideario, las aspiraciones, el proceso de formación, los reveses
y triunfos de quienes se atreven a contarlo. Cito algunas de las que tengo un estimulan-
te recuerdo:
— Autobiografía de Santiago Ramón y Cajal a través de tres publicaciones sucesivas:
1. Mi infancia y juventud.
2. Historia de mi labor científica.
3. El mundo visto a los ochenta años.
— Autobiografía filosófica de Karl Jaspers.
— Búsqueda sin término. Una autobiografía intelectual de Karl Popper.
— Autobiografía científica y últimos escritos de Max Planck (editada recientemen-
te en castellano por Nivola libros y ediciones).
— Autobiografía científica de Albert Einstein.
— Autobiografía de Bertrand Rusell.
— Autobiografía de John Stuart Mill.
A partir de los escritos autobiográficos de algunos científicos, René Taton en
Causalidad y accidentalidad en los descubrimientos científicos hace un estudio sobre la
génesis del pensamiento científico, los mecanismos psicológicos que influyen en las
invenciones y descubrimientos, así como las circunstancias en las que estos se producen.
En el prefacio a esta publicación, y entre las enseñanzas derivadas del texto de Taton,
resume Juan Vernet: «Otras veces el descubrimiento llega a través del trabajo tenaz del
subconsciente que termina saliendo a la superficie al fin de un sueño. Más significativo
es, si se quiere, los notables resultados obtenidos como resultado de un error o descuido
de tipo metodológico que lleva a pensar hasta qué punto, muchas veces, un método
didáctico rígido puede interferirse, negativamente, en el camino de la investigación».
Provechosa puntualización sobre el abuso escolar que suele hacerse del «método cientí-
fico», que viene a añadirse a los comentarios hechos más arriba a propósito del libro
Cómo y por qué de los científicos famosos.
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Quizá las correspondencias sean el género más aséptico, sin duda el que menos se
presta a ser novelado. En ellas se produce una mayor proximidad al individuo, que en
algunos casos afecta a todos los órdenes de su vida.
Las primeras revistas científicas, iniciadas en el siglo XVII, tienen su origen en las
cartas que los, llamémosles científicos, aunque tal denominación no se acuña hasta
mediados del siglo XIX, enviaban a las sociedades científicas que las publicaban y difun-
dían generando un intercambio epistolar amplio. Copiosa fue la correspondencia man-
tenida por Henry Oldenburg (1619-1677), fundador y editor de las Philosophical
Transactions de la Royal Society londinense, que junto al Journal des Savants de la
Académie Royale des Sciences de París son las revistas científicas primigenias iniciadas
en 1665. Como copiosa fue también la del religioso de la orden de los Mínimos Marín
Mersenne (1588-1648), quien en la celda de su convento celebraba reuniones científicas
para dar cuenta de aquellos intercambios epistolares, germen de lo que después sería la
citada Academia francesa.
Las correspondencias son una fiel fuente de información para el conocimiento con-
textual de la ciencia y los científicos. Como ejemplos basten las de Darwin, Maxwell,
Franklin, Joseph Banks o las Cartas filosóficas de Voltaire (1694-1778), donde vierte opi-
niones sobre Descartes y Newton, sobre la Atracción, sobre la Óptica de Newton, sobre
los Infinitos en Geometría y la Cronología de Newton. De entre las escasas traducidas al
castellano, la correspondencia más completa es, no podía ser menos a juzgar por el eco
público que se le ha dado a su figura (más que a su obra), la mantenida por Einstein con
Solovine, Born, Besso o su primera esposa, Mileva Maric. Recientemente acaba de publi-
carse Querido profesor Einstein. Correspondencia entre Albert Einstein y los niños, edi-
tado por Alice Caprile, y prologado por una nieta de Einstein.
Las biografías, autobiografías y correspondencias se van consolidando como género
literario de contenido social, científico e ideológico, que ponen de manifiesto cómo han
determinado la formación del científico en su edad temprana, su incorporación al mundo
de la ciencia, su desenvolvimiento en el mismo —medidas del grado de autonomía y
dependencia—, circunstancias que han influido en su actividad, repercusión de su obra y
de su vida, relaciones con otros científicos y otras ciencias… Son, en definitiva, una forma
de conocer la elaboración de una trayectoria intelectual, científica o filosófica en la medi-
da que cada cual es capaz de analizar su propio proceso o el de los demás. En este senti-
do, son «un género edificante», en el significado más literal del término, como dice
Thomas Söderqvist1, una colección de ensayos que, en palabras de los editores, Michael
Shortland y Richard Yeo, «explora por primera vez la naturaleza y el desarrollo de la bio-
grafía científica y su importancia en la formación de nuestras ideas sobre lo que los cien-
tíficos hacen, cómo trabajan, y por qué se popularizan las biografías científicas». A lo que
puede añadirse el posible efecto de convertirse el lector en un virtual discípulo del maes-
tro biografiado.
Para responder a estos propósitos, ni las biografías, ni las memorias autobiográficas
son, o no deben ser, una retahíla de anécdotas que solo quedan en la superficie de la rea-
lidad personal, deben ser una forma de poner al alcance de lectores y estudiosos de los
1 Thomas Söderqvist: Telling Lives in Science, Cambridge University Press, 1996.
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2 Y. Jeanneret: Écrire la science. Formes et enjeux de la vulgarisation, Paris: Presses universitaires de France, 1994.
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Es necesario que los niños no vean, no toquen, no piensen en nada que no sepan
explicar.
José Martí
Declaración de intenciones
Antes de comenzar me gustaría explicar sobre qué ideas básicas se va ha desarrollar
esta breve exposición:
1. La lengua y el aprendizaje significativo van ligados indisociablemente.
2. Establecer qué lengua queremos enseñar es establecer a qué objetivos queremos
llegar con nuestros alumnos, se trate del área de aprendizaje que sea.
3. El aprendizaje de las ciencias se fundamenta en la elección de un discurso cientí-
fico concreto.
Aclarados estos puntos, comencemos la intervención.
Introducción
Objetivo: aprender
El libro de texto es una herramienta de trabajo cuyo objetivo es común a otros tan-
tos recursos que coinciden en la escuela: aprender. Partiendo de ese fin, la siguiente pre-
gunta que nos hacemos todos los editores de libro de texto es ¿qué es aprender?, o
mejor, ¿cómo aprender? La respuesta es compleja, pero podemos partir de la considera-
ción de Anita Woolfolk para quien «el aprendizaje es un cambio que ocurre en las per-
sonas como resultado de la experiencia».1
En ese largo proceso de cambio que supone el aprendizaje, el marco educativo pro-
pone una serie de contenidos conceptuales y procedimentales (también actitudinales)
que deben ser interiorizados por los alumnos; sin embargo, para los estudiantes, y los que
hemos sido profesores lo sabemos, la escuela no es solo un espacio de aprendizaje de
conceptos, también es el ámbito en el que los más jóvenes aprenden a relacionarse social-
mente, aprenden hábitos, aprenden actitudes, valores y formas de pensar. Todos estos
conocimientos, que no se encuentran en el currículo oficial, pero que el alumno adquie-
re, forman parte de lo que se ha denominado currículo oculto.
1 A. Woolfolk: Psicología educativa, México: Prentice Hall, 1999.
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2 Para un iniciarse en el tema de los aprendizajes significativos es interesante la lectura del libro de Ausubel, Novak y
Hanesian, Psicología educativa: un punto de vista cognoscitivo (1983).
3 C. Coll: Psicología y curriculum (1987).
4 N. Chomsky: «Comentarios sobre la réplica de Harman», en Sidney Hook (comp.): Lenguaje y filosofía, México: Fondo
de Cultura Económica, 1986.
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Mercedes Alcázar
hablantes (y lectores) competentes y los que siguen la realidad de unos currículos que
insisten en el estudio de los conceptos gramaticales desde el último ciclo de la educación
primaria hasta el final del Bachillerato.
Esta oposición entre el desarrollo de las capacidades del uso (lectura, comentario o
producción de textos, entre otras muchas), y el aprendizaje de conocimientos en torno a
la lengua en los que inciden los currículos, se soluciona con la «curiosa» división entre
contenidos conceptuales y objetivos, tanto generales de etapa, como propios del área y
del nivel. Sin embargo, los currículos no son sino el reflejo de la división existente entre
las disciplinas universitarias concebidas de forma tradicional y la realidad de unas aulas
que piden a gritos un cambio de perspectiva, precisamente por el avance que han supues-
to los aprendizajes significativos o por la falta de operatividad de la enseñanza mera-
mente conceptual.
Tal y como ha señalado Luis González Nieto en su artículo «Enseñar Lengua en la
Educación Secundaria»5:
Los estudios del lenguaje efectuados desde una perspectiva pragmática han ido poniendo de
relieve que el proceso de aprendizaje de una lengua no consiste en la adquisición de una gramáti-
ca, tal y como esta se entiende normalmente, sino, ante todo, en la adquisición de unos determina-
dos recursos verbales —unos esquemas sintácticos, unas palabras...— en una situación y para una
función comunicativa determinada.
Esta cita nos recuerda que el aprendizaje significativo tiene como finalidad última el
desarrollo de la inteligencia como habilidad para la autonomía: aprender comprendien-
do la realidad e integrarla en mundos significativamente relevantes. Ausubel y Novak6
enfatizan el desarrollo cognitivo en la expansión del lenguaje como Wittgenstein señala-
ba en su ya clásica sentencia «los límites de mi lenguaje son los límites de mi pensa-
miento».
Es, por tanto, tarea de todas las áreas de conocimiento, porque en todas se puede
intentar (al menos), plantear una enseñanza significativa que tenga en la lengua el pri-
mer elemento integrador ya que como señalan Wells (1988) y Cazden (1991)7: «No pode-
mos ignorar que en el aprendizaje lingüístico participan los profesores y las profesoras
de todas las materias, y los procesos comunicativos no deberían serles ajenos». Este
hecho, lejos de ser un objetivo idealista de los modernos estudiosos de la pedagogía, se
recoge como objetivo ya en el currículo de muchas áreas pertenecientes al ámbito de las
tradicionalmente denominadas, ciencias experimentales:
Comprender y expresar mensajes científicos utilizando el lenguaje oral y escrito con propiedad,
así como interpretar diagramas, gráficas, tablas, expresiones matemáticas sencillas y otros modelos
de representación.8
Naturalmente este es el final del camino y no el camino en sí, lo tendremos que hacer
mientras andamos.
5 En Textos de didáctica de la Lengua y de la Literatura, Barcelona: Graó, nº 1, julio 1994.6 J. Novak, D. Gowin:
Aprendiendo a aprender (1984).
7 C. B. Cazden: El discurso en el aula, Barcelona: Paidós-MEC, 1991. G. Wells: Aprender a leer y escribir, Barcelona: Laia,
1988.
8 Real Decreto 831/2003 de 27 de junio, por el que se establece la ordenación general y las enseñanzas comunes de la
ESO. Biología y Geología.
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9 N. Sanmartí: Para aprender ciencias hace falta aprender a hablar sobre las experiencias y sobre las ideas, Textos de
didáctica de la Lengua y de la Literatura, nº 8, abril, 1996.
10 N. Sanmartí: Op. cit.
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Y es que en la creación de los contenidos científicos tiene mucho que decir la crea-
ción del discurso de la ciencia. Si partimos de las consideraciones ya clásicas que carac-
terizan los textos científicos (claridad, precisión, rigor, neutralidad e imparcialidad),
entenderemos que existe una gran oposición entre ellos y lo que llamamos lenguaje
común, que se fundamenta, como es sabido, en la expresividad, la subjetividad, la polise-
mia y la necesidad de contextualización. Acercar ambos mundos no es una tarea senci-
lla, y se complica aún más cuando no se trata solo de la mera divulgación sino de la ense-
ñanza de conceptos científicos a adolescentes.
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y coordinación de su actividad. Diferentes del resto de los seres vivos, en los ani-
males se pueden identificar conjuntos de estructuras y operaciones que colaboran
en la realización de una función; así se distinguen funciones diversas como la cir-
culación, la respiración, la actividad sensorial, etc.».13
Indiscutiblemente sabe que es fundamental ser riguroso, pero también sabe que es
necesario ser sensible para construir un discurso cuyas definiciones tengan en cuenta a
quienes van dirigidas, ya que, de lo contrario, en lugar de ayudar al alumno y apoyar al
profesor, objetivo primero y último de los editores de textos escolares, complicará el tra-
bajo de ambos. También sabe que solo tiene una oportunidad, que las palabras que deci-
da serán las que aparezcan escritas en ese libro sobre el que caerán a diario miles de ojos
atentos.
Este editor, que antes ha sido profesor, decide que la mejor definición es la siguiente:
«Los animales son seres vivos que se alimentan comiendo otros organismos».
¿Por qué? Un alumno de doce años sabe distinguir con facilidad un animal de los
que le son cercanos de otro ser vivo, pero ¿qué ocurre con esos otros como las esponjas
o los pólipos? Hasta a un adulto le resultaría complicado clasificarlos, de ahí que se
caracterice recurriendo a una de las funciones más elementales y sencillas para la obser-
vación biológica: la alimentación. Esta forma de construcción del discurso obedece a lo
que se ha denominado tenor funcional de la comunicación científica. Este factor de la
comunicación entre los científicos y los que no lo son tiene como consecuencia «una
selección de los temas en función de los intereses y las preocupaciones de la gente o bien
para crear intereses y preocupaciones en la gente. [...] Además de esa elección de temas,
también nos encontramos con que la temática ha de tener un tratamiento atractivo e
interesante».14
Una vez establecido el punto de partida, nuestro protagonista necesita continuar y
establecer en qué grupos se subdivide la especie animal: vertebrados e invertebrados.
Sin embargo no le gusta la idea de empezar por ahí, prefiere que los alumnos lean lo
siguiente:
«el cuerpo de una medusa es blando, carece de esqueleto. Un cangrejo o un leopardo tienen esque-
leto, pero en el leopardo no puede verse porque está en su interior».
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respetuosos con el registro científico?, y más importante todavía, ¿hemos creado un dis-
curso apropiado para que un alumno empiece a aprender significativamente? A estas
dos preguntas vamos a responder como lo exige la ciencia, a través de los datos.
Partamos de los principios básicos que definen el lenguaje científico: precisión, obje-
tividad y economía.
• Precisión. Cada palabra de los textos anteriores designa una realidad y solo una,
luego sí, hemos construido un mensaje preciso.
• Objetividad. ¿Es la argumentación racional y se puede probar por medio de argu-
mentos científicos? No tenemos más que observar en la naturaleza y descubrire-
mos que son argumentos reales y objetivos.
• Economía. Ya nos queda solo probar en este mini-test si ha sido eficaz, es decir, si
ha sido breve. La respuesta es claramente positiva.
Primer objetivo cumplido.
2. Palabras e imágenes
Es conocido que la ciencia utiliza en la creación de sus textos recursos que no son los
meramente lingüísticos; es más, muchos autores consideran que esta posibilidad de la que
se vale el registro de la ciencia es uno de los elementos que lo caracterizan como tal. Sin
entrar en polémicas sobre si es cierta o no esta afirmación, es verdad que «muchos de esos
signos, sin embargo, se utilizan o se pueden utilizar en otros tipos de lenguaje, por lo que
la diferencia no estaría precisamente en su uso sino en la frecuencia de éste».15 Nuestro
editor no puede quedarse sólo en la elección de las palabras más adecuadas ya que sabe
que el lenguaje científico utiliza diversos códigos, tanto simbólicos como icónicos, en la
construcción del discurso. Y se vale de ello como recurso didáctico fundamental. Con el
siguiente esquema básico en la presentación de contenidos se construye la sección «Lo
que ya sabes», en la que se integran textos e imágenes que se apoyan mutuamente.
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De esta forma, ambos códigos, imágenes y palabras, consiguen el objetivo para el que
fueron concebidos: que el alumno, en un solo golpe de vista, clasifique y organice una infor-
mación que ya era suya, y que ahora solo tiene que afianzar y ampliar con el desarrollo de
la unidad.
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Las tres condiciones para que se cumplan los aprendizajes significativos que señala-
mos más arriba se cumplen en cuanto que:
1. Se parte de los conocimientos previos que el alumno posee.
2. La estructura en la exposición de los conceptos que se desarrollarán con posterio-
ridad es lógica (va de lo general a lo particular); clara, en cuanto que resulta ade-
cuada al nivel de los alumnos receptores; y coherente con el rigor científico y con
la metodología adquirida como eje vertebrador de la unidad didáctica.
3. Quizá el último apartado sea el más complicado de demostrar, ya que depende, en
gran medida, de la habilidad y profesionalidad del profesor; aunque es cierto que
si se cumplen las dos anteriores, probablemente nuestro editor haya conseguido
sobradamente todos sus objetivos.
Epílogo
Cuando hace casi 250 años, Linneo, movido por su amor a la Naturaleza, creó un pri-
mer corpus léxico en el que se incluían casi todas las especies conocidas, no sabía que
estaba sentando las bases de lo que con posterioridad sería el fundamento del discurso
científico. La adquisición de este vocabulario, pero también lo que implican las reglas de
este tipo de registro, es lo que hemos intentado aclarar con estas brevísimas líneas. Dotar
de nombre y de significado es hacer propio y único lo que antes no te pertenecía.
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Capítulo 6
La lengua de las ciencias y las empresas que la
emplean y la difuden
Las palabras de la técnica: reflexiones de un hablante responsable
Manuel Rodríguez Jiménez
Información científica en prospectos y etiquetado de los
productos farmacéuticos
Simone Léger Brucker
La terminología en el ámbito de la normalización
Virginia Palomar González
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Al abordar la situación del español o castellano como lengua culta dentro de las
empresas hay que tener en cuenta varios factores: en primer lugar, las ciencias, la técni-
ca y en especial la economía, están dominadas en la actualidad por anglohablantes, lo
cual tiene una importancia excepcional para la transferencia de conocimientos a otras
naciones de distinta lengua. Además, la actitud de los técnicos españoles dista mucho de
dar importancia a las cuestiones lingüísticas y, sobre todo entre los más jóvenes, el ple-
garse al inglés dando entrada a anglicismos innecesarios es la costumbre dominante, des-
deñando hasta cierto punto el propio idioma por considerar que es de mejor tono y da
mayor prestigio expresarse en un spanglish degradado. A esta situación ha contribuido
en gran medida un sistema educativo bamboleante que sigue en la práctica ahondando
en la distinción entre «ciencias» y «letras», y que fracasa sistemáticamente en la didácti-
ca de las ciencias ocasionando que muchas vocaciones de «letras» se elijan por aversión
a las matemáticas o la física, lo que otorga a «los de ciencias» un sentimiento de supe-
rioridad poco conveniente, pues de este modo se va implantando entre ellos el desdén
por las letras y las humanidades.
No es mi intención adoptar una actitud purista, ya decía Horacio, en su Arte poética,
que «muchas palabras que ya han caído renacerán y caerán las que ahora tienen vigen-
cia, si es que así lo quiere el uso, que es árbitro, ley y norma del habla». Sin embargo, hay
que reconocer que la influencia del inglés y los fenómenos apuntados de debilidad del
sistema educativo, junto con el auge de lo audiovisual en detrimento de la lectura, hacen
que la desaparición de vocablos a favor de otros adaptados o préstamos brutales del
inglés sea un fenómeno habitual.
En las empresas, a las que les cabe la responsabilidad de construir un lenguaje inter-
no, el auge de la jerga económica causa el uso de siglas incomprensibles para el pueblo
llano e incluso para los especialistas. Además, se han convertido en grandes difusoras de
las palabras en inglés dentro y fuera de ellas. Los departamentos de recursos humanos
—antes de personal— ponen en los periódicos ofertas de empleo que piden un CEO en
lugar de un director ejecutivo, o un especialista en outsourcing en lugar de alguien con
experiencia en «subcontratación». Ante esta situación, surge cierta anarquía que viene a
agravarse con un fenómeno ilustrado por un chiste de El Roto, publicado recientemen-
te en el diario El País. Un individuo dice: «Hemos privatizado el diccionario. A partir de
ahora, las palabras significarán lo que decidan sus dueños». Esto, que es y parece una
broma, está más cerca de la realidad de lo que muchos sospechan. Hay quienes por
comodidad o simple desidia comienzan a atribuir significados arbitrarios a ciertas pala-
bras que se consagran por el uso, como todas. A nadie parece importarle mucho. Al pare-
cer, la renuncia a hablar y a escribir correctamente la propia lengua —en este caso el cas-
tellano— es perfectamente compatible con el hecho de disponer de un instrumento de
comunicación compartido por 400 millones de personas, número que va en aumento.
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Responsabilidad compartida
Falta responsabilidad acerca del idioma. Todos los hablantes, incluso los científicos y
los técnicos, ejercen el magisterio del idioma cuando escriben o simplemente cuando
hablan. Se olvida que el idioma se crea y se enseña de todos a todos, aunque la especial
responsabilidad recae sobre líderes de opinión, periodistas, publicistas y traductores. Al
final, casi todos los profesionales redactan documentos que en muchas ocasiones son el
producto último de su trabajo.
Hace ya años, pero no tantos, escribir correctamente el propio idioma era como el
valor a los militares: se les suponía. La era audiovisual y los diversos planes de enseñan-
za han logrado reducir el tema a sus verdaderas dimensiones: escribir correctamente es
cosa de especialistas universitarios y para los de letras, y no todos. En todo caso, se trata
de gente rara obsesionada por poner uves y bes en su sitio y acentuar lo que lleva acen-
to. Los de ciencias ya tienen bastante con lo suyo como para que además tengan la obli-
gación de expresarse por escrito con arreglo a la norma académica (esto quiere decir sin
poner una coma entre el sujeto y el verbo en cada frase).
También ha ayudado mucho la televisión y la publicidad en general, que ha pasado
como una apisonadora dejando al mismo ras (del suelo, claro) todas las hablas. Ahí los
periodistas nos regalan cosas tan estupendas como: «A nivel de... leche en polvo» (de un
diario del norte); «Los terroristas se pertrecharon detrás de un coche» por «se parapeta-
ron» (una televisión autonómica); «No me encomies más», por «No me incordies más»
(tertulianos de una emisora de radio). Respecto a la norma ortográfica, ya hay licencia-
dos e incluso doctores que escriben con faltas de ortografía y, más difícil aún, hablan con
ellas: «El año pasado hubieron alumnos que tuvieron faltas de ortografía y los suspendí»
(oído a un profesor titular de universidad). Tampoco los periodistas parecen haberse
enterado de que «deflagrar» se define como «dicho de una sustancia: Arder súbitamen-
te con llama y sin explosión» y siguen hablando de «una deflagración que se oyó a varios
kilómetros…». Lo mismo pasa con voces como «detentar», que no significa «ocupar un
cargo» sino «hacerlo sin derecho ello», o la socorrida y falsa muleta de minusvalorar algo
diciendo que «es una cuestión semántica», ahí es nada, algo «perteneciente o relativo a
la significación de las palabras». Respecto a la publicidad, que es también responsable de
la marcha general del idioma, hay una regla: ni una tilde y menos en las mayúsculas.
Antes, cuando había linotipias, se argumentaba el ahorro de trabajo. Ahora ya no dicen
nada, se limitan a hacerlo mal.
En las empresas, especialmente en los departamentos —divisiones, según el gusto
anglicado— de informática, mercadotecnia y personal, hay un uso abusivo de anglicis-
mos que va calando en todas partes. No se hacen reuniones informativas, sino briefings,
no se toma café sino que se hace un coffee break, se toma nota de los nuevos input (datos
o informaciones) y se confecciona un schedule (cronograma) para los próximos meses.
Por si fuese poco, algunas empresas tienen un house organ en lugar de una revista para
los empleados. El departamento de personal, por su parte, tiene programas de outplace-
ment (recolocación) y a veces de inplacemenet (ingreso o nueva contratación).
Con todo esto se concluye que en la sociedad española actual y en el mundo empre-
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Eufemismos
Otro aspecto que define a nuestra sociedad desde el punto de vista del idioma (al
que no escapa la prosa empresarial) es la proliferación de eufemismos, formas hipócritas
que tienden a la ocultación, como las parejas «defensa» por «conflicto» o «guerra», «des-
aceleración» por «frenado», «retraso» por «subdesarrollo», «viejos» por «tercera edad»,
o quizá, ya en clave humorística, «gordo» por «silueta alternativa» o «chabolas» por
«unidades de vivienda horizontales de carácter temporal» (estos últimos ejemplos per-
tenecientes al mundo de lo «políticamente correcto» que también es una importación
angloamericana).
A las anteriores se suman las que son productos de la presión del inglés, como «arres-
tar» por «detener»; «restar» por «quedar»; «sobrio» (no borracho) por «sereno»; «inter-
nalizar» por «interiorizar»; «diferencial» por «diferencia»; «opcional» por «optativo»;
«informacional» por «informativo»; y otros muchos, como «localizar» por «adaptar»,
«traducir»; «revisar» por «corregir»; «hacer referencia» por «referirse»; «entrenar» por
«entrenarse»; «alucinar» por «alucinarse»; «incautar» por «incautarse» y «referente» por
«referencia».
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Elementos estables
No nos parece lo peor la ingente cantidad de neologismos engañosos, procedentes a
menudo del mundo de la economía, la técnica en general e Internet, sino el ataque a los
elementos estructurales estables del lenguaje como es la estructura sintáctica que es la
armazón sobre la que se ha de construir la representación del discurso. Así, se va varian-
do la colocación de las partes de la oración, adaptándose a la sintaxis del inglés y emple-
ando hasta el abuso las construcciones en voz pasiva, con lo que se diluye la función de
esta última, que tiene su lugar y momento, generalizándose frases más largas y escasa-
mente asertivas. Inmediatamente después viene la erosión de los términos que van incor-
porándose al acervo lingüístico especializado para tomar después carta de naturaleza en
el común. Nuestra intención es contribuir a sostener una discusión sobre este tema apo-
yada por la conciencia creciente de la importancia del idioma español en el mundo.
Puesto que disponemos de una herramienta que utilizan 400 millones de personas,
debería quien corresponda considerar la necesidad de crear de una vez una verdadera
política lingüística, inexistente en España hasta ahora a pesar de los numerosos avisos
realizados por los especialistas, y que no puede ser otra que una política de la enseñan-
za, incorporando en los primeros niveles de los estudios el gusto por el rigor lingüístico
y por la capacidad léxica que habría de alumbrar un mejor futuro para nuestras univer-
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sidades, demasiado ocupadas en preparar a sus alumnos para una dura competencia
laboral con perjuicio de su formación cultural.
Algunos ejemplos
A continuación ofrecemos una lista complementaria de los usos, ya expuestos, que
consideramos más nefastos en nuestra lengua. Muchos de ellos figuran en el Diccionario
de dificultades del inglés, de Alfonso Torrents del Prat, en cuyo libro se glosan los signi-
ficados reales que corresponderían en castellano a todos ellos. Se encontrará el lector
muchas voces que él mismo usa, que usamos todos sin pensarlo dos veces, algunas que
incluso la Real Academia ha ido admitiendo paulatinamente. No obstante, hemos com-
probado que dichas voces están desplazando las palabras de toda la vida, cuyo significa-
do estaba claro y no se prestaba a ninguna duda. Sería deseable que se diese alguna opor-
tunidad a estos antiguos y verdaderos amigos.
Entre los relacionados, y otros que no lo están, existen múltiples casos que se repi-
ten hasta la monotonía, «clásicos» a los que no hay manera de erradicar en beneficio de
otros propios. Así, estamos hartos de «implementar» programas, acuerdos o lo que sea,
que no de realizarlos, implantarlos o llevarlos a cabo. También vemos que se va perdien-
do el régimen de preposiciones a favor del inglés, como demuestra los «de acuerdo a» en
lugar de «de acuerdo con»; de ver hasta el infinito las locuciones malignas «en base a» y
«en base de» en vez de «según», o «con arreglo a», y miles de posibilidades más.
Censuramos también la irritante costumbre de colocar un artículo delante de donde no
debe estar, por ejemplo: «fulanito es un ingeniero» en lugar de «fulanito es ingeniero», o
en un pie de foto: «Una fotografía de la Cibeles» (no sabemos qué función hace aquí
«una», como no sea fastidiar). Asimismo, estamos hartos de que nos digan que una
empresa posee know-how por experiencia, preparación, métodos, y de deshacer jorobas
en las oraciones a la inglesa con el sujeto a la cabeza, como «Mil pisos fueron vendidos»
en lugar de «Se vendieron mil pisos». Y qué decir de las cosas que ocurrirán «eventual-
mente», o sea, «a la larga» o «finalmente», según el significado del falso amigo en inglés,
o «incierta o casualmente» según la RAE. Otro fastidio monumental son las «alternati-
vas» que ya se aplican a todo, a las televisiones, las editoriales, las soluciones, despre-
ciando «otras» y «soluciones de recambio», por ejemplo. Lo mismo cabe afirmar de las
«áreas» que se han comido a las «zonas», «materias», «temas», y de otras mil voces que
afinan más y son castizas. Y de las «herramientas» que ahora son todo: medios, progra-
mas, instrumentos, etc. Se acude sin sonrojo a expresiones como «coste-beneficio», inne-
cesarias ante la tradicional y más corta «rentabilidad». No puede faltar una mención al
inevitable «desarrollo» y sus derivados, que se emplean como panacea y han dejado sin
trabajo a los «fomentos», «realizaciones», «estudios», «experimentos» y otros muchos.
Con todo, es difícil encontrar traducciones más serviles que «interrelación», calcada del
término en inglés, y que es innecesario ante «relación», que ya implica correspondencia
entre partes o sujetos. Hay otros horrores que han calado en nuestra lengua procedentes
de las traducciones malas, que son las más. Nos referimos a la importación del modal can
en forma de frases como «este aparato puede servir» o la «cifra puede llegar», que intro-
duce una ambigüedad en el texto que no está contenida en original, pues como se sabe
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el castellano es mucho más asertivo y basta decir que «sirve» o «llega». Lo peor es que
ya no se trata de traducciones. Escribimos como deficientes traductores de la lengua
dominante. Esto se refleja también en el uso de ciertos verbos, como «trabajar», que se
predica de las máquinas omitiendo «funcionar», todo porque en inglés to work respon-
de a ambos significados. Podemos citar aquí las modas que hacen que «incluir» y «cubrir»
—otras tantas traducciones directas— reinen sobre «comprender» y «abarcar» o cual-
quiera de sus equivalentes. Han desaparecido los «decenios», sustituidos por las «déca-
das», con lo que perdemos el término que señala el periodo de diez años a favor de otro
que solo señala un grupo de diez objetos cualesquiera. Pérdida de precisión se llama eso.
Claro que esto no es nada comparado con las «facilidades», que no son otra cosa que
«instalaciones y servicios»; las «operaciones», como «actividades comerciales» o «explo-
tación de algo»; y el tremendo «y/o», trasunto del and/or y totalmente innecesario en
español.
Asimismo constatamos la progresiva pérdida en español de los signos de puntuación
de apertura y cierre en admiraciones e interrogaciones, así como el fenómeno de «capi-
talización» (de capital letters o mayúsculas) que consiste en escribir la inicial de las pala-
bras en mayúscula venga o no a cuento, en un intento de dar mayor importancia a lo que
se dice o al concepto encerrado en la expresión.
El fenómeno Internet
Las revistas del ramo de la informática nos ofrecen una serie de nuevas voces adap-
tadas sin piedad del inglés, como «chatear», que no es beber un chupito, sino conversar
a través de la Red; «formatear», que es dar formato; «clickear» (hacer click, pinchar),
para pinchar con el ratón (mouse directamente en Latinoamérica); «atachar» (de to
attach) para adjuntar; «deletear» (de to delete) para borrar; y otras muchas lindezas pro-
ducto de la mezcla entre los correspondientes verbos ingleses y el sufijo español de la
primera conjugación. Todas estas palabras y expresiones son totalmente innecesarias por
existir las correspondientes en español. Lo mismo puede decirse de spin off como con-
secuencia o efecto y de online como conectado o en línea.
Gregorio Blanco, coordinador del curso «El anglicismo en los medios de comunica-
ción», dictado en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), se mues-
tra preocupado por un fenómeno que afecta especialmente a las empresas, cuyos depar-
tamentos de marketing o de mercadotecnia tienden a unir palabras que resultan acróni-
mos y siglas que tienen la tendencia, común en inglés, de mantener las mayúsculas inter-
nas al unir dos voces, aunque los ingredientes de la fórmula no sean en sí palabras inde-
pendientes, como BonoLoto, EducaRed, FonoCaixa, InfoVía, RedIris, TeleLine,
MoviStar, TelePizza, CabiTel, InfoBar, InfoBolsa, ProQuinielas, TeleContact,
TeleSecretaria, LibroWeb, que cita entre otras.
Blanco establece una tipología de los anglicismos en la Red y concluye que existe el
peligro de que el ciberespacio cree una aldea de «seres indistintos sin cultura propia».
«Internet —manifiesta Blanco al portal Comunica— está suponiendo un proceso de
exposición directa al inglés que gradualmente se va a acelerar. Algunos lo llaman sín-
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228-236.M Rodríguez Jiménez 10/12/04 13:25 Página 236
236
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Introducción
Un medicamento es el resultado de un largo y laborioso proceso de investigación y
de recopilación de documentación, que, una vez autorizado por las autoridades compe-
tentes (en general Agencias del Medicamento), se pone a disposición del paciente que lo
utiliza para tratar una patología. Es conocido que en España el medicamento no es de
libre acceso. Está siempre dispensado en una farmacia de acuerdo con una receta médi-
ca redactada por un médico. Solo en el caso de las especialidades farmacéuticas publici-
tarias, la receta médica no media en la dispensación del medicamento, ya que se trata de
medicamentos conocidos cuya autorización permite la automedicación.
Hemos visto que de todos modos entre el paciente y el medicamento se sitúa al
menos un profesional sanitario, el farmacéutico, que puede eventualmente y a petición
del paciente informar sobre el medicamento en cuestión. No es el caso de algunos países
(norte de Europa, Estados Unidos, Canadá…) en los cuales los medicamentos publicita-
rios se pueden adquirir sin supervisión de un farmacéutico.
Todos los envases de medicamentos contienen una información —etiqueta y prospec-
to— cuyos textos son autorizados por la Agencia del Medicamento correspondiente. En
efecto, la documentación que debe acompañar una solicitud de Registro incluye la pre-
sentación de maquetas o bocetos del embalaje exterior, etiquetado y prospecto (conjunto
conocido como Material de Acondicionamiento). Esto permite resaltar la importancia que
reviste la INFORMACIÓN como parte integrante del procedimiento de Registro. Desde
el inicio de la evaluación de un nuevo fármaco se considera pues, con detalle, cómo van a
transmitirse sus características que deben estar expresadas con veracidad, claridad y con-
creción. Por tanto, realizar la elaboración de un material de acondicionamiento, correcto y
adecuado no es una tarea sencilla y debe valorarse en su justa medida la habilidad de saber
transmitir la información que, en ocasiones, puede resultar vital para el paciente.
El binomio beneficio/riesgo está presente en todo medicamento. Es el motivo prin-
cipal por el que los datos relativos a la administración o la toma correcta deben estar
expresados con claridad para evitar problemas relacionados con un mal uso del medica-
mento (uso inadecuado, abuso…). La compañía farmacéutica es responsable de la infor-
mación que transmite, y por lo tanto se esmera en presentar unos textos adecuados y
fidedignos, sin caer, sin embargo, en un exceso informativo que más bien perturbaría la
buena comprensión de los mensajes necesarios. Como hemos señalado anteriormente,
estos textos se ven sancionados por la autoridades sanitarias en el curso de la evaluación
del dossier de Registro.
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237-247.Simone Léger Brucker 10/12/04 13:28 Página 238
El dossier de Registro
El dossier de Registro contiene, cuando se presenta a evaluación por la Agencia del
Medicamento, toda la documentación necesaria y estipulada por las varias legislaciones
sobre este tema (1 y 2).
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Procedimiento Nacional
— Se utiliza para los que se van a comercializar en un solo país.
— La autorización concedida es nacional.
— Los contenidos del prospecto y el de la ficha técnica o SmPC son nacionales.
Procedimiento descentralizado
Consiste en proyectar la autorización nacional al resto de los países de la CE. Se
obtienen varias autorizaciones (una por país); el contenido del prospecto puede variar
de un país al otro y el texto de la ficha técnica es similar en todos los países.
Procedimiento centralizado
— La evaluación se realiza por un ponente (una Agencia) ayudado por un co-
ponente (Agencia de otro país), y resulta en una sola autorización válida para
todo el territorio comunitario.
— Es un procedimiento de uso obligatorio para substancias nuevas.
— La ficha técnica, el prospecto y el cartonaje contienen absolutamente la misma
información en todos los países (a falta de particularidades de orden comercial
en el cartonaje). Solo el idioma utilizado los diferencia.
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Cualquier modifica-
ción o variación que deban
sufrir estos textos se trami-
ta siguiendo el mismo pro-
cedimiento que el que se
utilizó para obtener la
autorización del producto y
requiere a su vez autoriza-
ción de la Administración
competente (nacional o
comunitaria).
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El prospecto
Ya en el año 1989 la legislación comunitaria introducía la obligatoriedad de incluir
un prospecto en todos los medicamentos de uso humano fabricados industrialmente.
Posteriormente, en 1992 (6), se establece que el prospecto se elaborará de conformidad
con la ficha técnica y se definen los datos que debe incluir.
La publicación por parte del Comité Farmacéutico de una directriz (7) resaltando la
conveniencia de que existan idénticos criterios y exigencias en lo relativo al etiquetado
y prospecto, sea cual fuere el procedimiento de autorización y registro empleados, moti-
va la publicación en España de la Circular de Legibilidad (8).
De acuerdo con la Circular, la redacción del prospecto adopta la siguiente estructura:
• Recomendaciones generales.
• Denominación del medicamento.
• Composición cualitativa completa.
• Nombre y dirección del titular y del fabricante.
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237-247.Simone Léger Brucker 10/12/04 13:28 Página 242
Cartonaje y etiquetado
El cartonaje y la etiqueta deben contener unas informaciones mínimas que permitan
identificar correctamente el medicamento. Parte de la información del cartonaje está
destinada al dispensador (precio, códigos, información del Sistema Nacional de Salud,
tipo de prescripción…). No se permiten en general etiquetados muy llamativos o atra-
yentes que puedan provocar confusión con otro tipo de producto. Cualquier cambio en
una de las informaciones fundamentales del etiquetado requiere autorización por parte
de las autoridades sanitarias.
La Circular 2/2000 (8) además de especificar el nuevo formato del prospecto pro-
porciona unas instrucciones de obligado cumplimiento para garantizar la legibilidad
tanto del etiquetado como del prospecto:
2. Color de la impresión
La legibilidad no está solo condicionada por el tamaño de la impresión. Los caracte-
res pueden estar impresos en uno o en varios colores, permitiendo una clara distin-
ción con relación al fondo. Mediante el uso de distintos tipos y colores se consigue
que los encabezamientos sean claramente reconocibles.
Reservar la impresión en tinta roja solo para advertencias muy importantes.
3. Papel
En prospectos largos es preferible un tamaño de papel A4/A5 ya que estos tamaños
facilitan el darles la vuelta de forma sencilla para seguir leyendo y que el paciente lo
vuelva a introducir en el embalaje exterior.
El gramaje debe ser como mínimo de 40 g/m2. Un papel más delgado puede ser
demasiado transparente y por ello más difícil de leer.
4. Sintaxis
En lo posible se deben evitar frases excesivamente largas y oraciones subordinadas.
La legibilidad puede estar integrada por los distintos tipos de letra, el uso de mayús-
culas y minúsculas, la longitud de las palabras, por el número de oraciones en la frase,
y por su longitud. La puntuación debe ser ligera, utilizando comas, puntos y aparte,
guiones y puntos. Una relación debe ir precedida por los dos puntos, utilizando solo
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5. Estilo
Se debe utilizar un estilo activo y directo, situando el verbo al principio de la frase y
evitando la utilización de la voz pasiva. Este principio debe adaptarse en instruccio-
nes, como por ejemplo «si… entonces», como en «si se encuentra mal, acuda a su
médico».
Cuando sea posible, deberán justificarse las medidas recomendadas.
Como medida adicional, y si hacen el mensaje más claro para el paciente, se pueden
utilizar motivos gráficos o pictogramas.
Evitar el uso indiscriminado de letras mayúsculas, ya que dificultan la legibilidad. Sin
embargo, pueden ser útiles para enfatizar.
Si se dan explicaciones sobre determinadas instrucciones, estas deben colocarse en
primer lugar.
6. Braille
Debe fomentarse el uso del Braille en el etiquetado y en el prospecto.
La Administración ha optado por un proceso gradual de implantación de la Circular
2/2000 de Legibilidad para no introducir distorsiones ni presiones excesivas en la
Agencia Española del Medicamento y Productos Sanitarios (AEMPS) ni en la Industria.
Se aplica de modo obligatorio en todas las solicitudes de nuevo registro y a cualquier
variación que afecte al prospecto o al material de acondicionamiento. El Anexo 2 de la
Circular de Legibilidad (8), adaptando la correspondiente legislación europea, recoge un
test de legibilidad de prospectos que se describe a continuación, cuya utilización por
parte de la Industria es totalmente voluntaria.
Se recomienda que las empresas que deseen llevarlo a cabo decidan caso a caso con la
Agencia del Medicamento el protocolo más adecuado. La confirmación por parte de la
compañía de que el prospecto ha alcanzado un nivel aceptable en el ensayo realizado como
el que se describe a modo de ejemplo a continuación, debe ser suficiente para cumplir los
requerimientos de las autoridades competentes en lo relativo a la legibilidad del prospecto.
El método de estudio se basa en un enfoque piloto establecido por Australia para los
requerimientos de información sobre medicamentos para el consumidor.
Objetivo
Averiguar qué está mal en el prospecto, no simplemente confirmar lo que está bien.
Corregir el texto en consecuencia.
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¿Qué estudiar?
El prospecto debe ajustarse a la presentación y sobre el mismo papel que el dirigido
al consumidor cuando se comercialice el medicamento. Se plantean dos cuestiones:
1. ¿Puede el consumidor encontrar de forma rápida y fácil la información en el pros-
pecto?
2. Habiendo encontrado la información, ¿puede comprender y actuar en consecuen-
cia, de forma correcta?
El procedimiento es el siguiente:
1. Existe un núcleo de tareas asociadas con el prospecto de cada medicamento y
que son críticas para su uso correcto. Variará de un producto a otro. Los aspec-
tos críticos de un prospecto normalmente son:
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Situación actual
A pesar de todos los esfuerzos realizados y de las iniciativas promovidas tanto por
las administraciones sanitarias como por las compañías farmacéuticas, aparecen con cier-
ta frecuencia noticias o artículos relacionados con las dificultades o dudas que experi-
mentan los pacientes a la hora de entender e interpretar la información contenida en los
prospectos de medicamentos.
Queda patente que la rigurosidad de la normativa que regula la redacción de textos
de prospectos y etiquetado provoca que la información que se ofrece en ellos sea en oca-
siones demasiado técnica para el usuario, hecho que crea confusión e incumplimiento
por parte del paciente, cuando su objetivo reside precisamente en fomentar el uso ade-
cuado del medicamento.
Resulta a menudo complejo adaptar el lenguaje técnico a una redacción sencilla,
clara y concisa. Gran número de los vocablos utilizados no tienen traducción «vulgar» y,
por otra parte, el estricto cumplimiento de la legislación, así como el ejercicio de res-
ponsabilidad que representa fabricar, comercializar e informar sobre un medicamento,
no permite trivializarlo.
Conclusiones
Es muy probable que siga existiendo una cierta distancia entre la intención de la
Industria y la Administración de informar adecuadamente al paciente y la percepción
por parte de este paciente de recibir una información comprensible. Creemos que deben
empezar a utilizarse otras vías y recurrir además de a la información, a la formación del
público en general.
Es urgente que empiecen a desarrollarse en serio programas educacionales en pre-
vención y promoción de la salud. Al igual que ciertos colectivos como los diabéticos, los
hemofílicos, los pacientes afectados de sida… tienen conocimiento y han aprendido a
gestionar su enfermedad, debería procurarse que el resto de la población adquiera una
«cultura general» pragmática en cuanto a salud, enfermedad y medicamentos.
Además de las campañas informativas orquestadas desde el Ministerio de Sanidad,
convendría propiciar una estrategia intersectorial que involucrara instituciones y orga-
nizaciones implicadas en fomentar el aprendizaje del concepto de medicamento en toda
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237-247.Simone Léger Brucker 10/12/04 13:28 Página 247
Bibliografía:
(1) Real Decreto 767/1993 del 21 de mayo, sobre registro de medicamentos (Anexo
III, el contenido de la Ficha Técnica).
(2) Directiva 2001/83 del Parlamento Europeo y del Consejo, del 6 de noviembre de
2001, por la que se establece el código comunitario sobre medicamentos de uso
humano. Modificada por la Directiva 2003/63/CE de la Comisión del 25 de junio
de 2003.
(3) Ley 20/90 del Medicamento, del 20 de diciembre, Art. 19.
(4) Real Decreto 2236/1993, del 17 de diciembre, sobre etiquetado y prospecto.
(5) Reglamento 2903/93/CEE del Consejo sobre Procedimientos Comunitarios para
la Autorización de Medicamentos.
(6) Directiva 92/27/CEE del Consejo, relativa al etiquetado y prospecto de los medi-
camentos de uso humano.
(7) NTA – Guideline on the readability of the label and package leaflet on medicinal pro-
duct for human use (september 1998).
(http://dg3.eudra.org/F2/eudralex/vol-2/home.htm)
(8) Circular 2/2000 de la Agencia Española del Medicamento y Productos Sanitarios
(AEMPS), Directriz de Legibilidad de Material de Acondicionamiento y
Prospecto, más anexos. Modificada por las Circulares 01/2002, del 15 de julio y
04/2003 del 20 de marzo.
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LA TERMINOLOGÍA EN EL ÁMBITO DE LA
NORMALIZACIÓN
Virginia Palomar González
La terminología y la normalización
Vivimos en un mundo en el que el rápido desarrollo tecnológico en general, así como
el desarrollo concreto de nuevos campos e industrias, ha dado lugar a ciclos de innova-
ción cada vez más cortos y a un crecimiento exponencial de conocimientos, lo que lleva
consigo la necesidad de su rápida y eficaz comunicación.
La terminología desempeña un papel decisivo en la comunicación técnica y científi-
ca. La transferencia de conocimientos y de tecnología solo puede llevarse a cabo si se
entiende con exactitud el lenguaje en el que se efectúa dicha transferencia. Por este moti-
vo, la normalización siempre ha sido una herramienta imprescindible para facilitar el
intercambio de bienes y servicios y asegurar que dichos bienes y servicios satisfacen los
requisitos establecidos en dichas normas. En este sentido, el contar con una terminolo-
gía clara y uniforme es fundamental para alcanzar este objetivo. Por ello nos encontra-
mos ante la necesidad de homogeneizar y armonizar el vocabulario científico y técnico
con el fin de evitar cualquier ambigüedad posible en el uso del lenguaje en el ámbito de
la normalización.
Esta necesidad se consigue en los Comités Técnicos de Normalización de AENOR
(AEN/CTN) donde se elaboran las Normas UNE por consenso entre todas las partes
interesadas, basándose en los resultados de la experiencia y el desarrollo tecnológico.
Tras la aprobación por AENOR, como organismo reconocido por su actividad normali-
zadora, quedan disponibles al público.
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Proceso de traducción
Gran parte de los documentos normativos elaborados en AENOR proceden de los
esfuerzos aunados por los Organismos de Normalización Internacionales (ISO e IEC)
o Europeos (CEN, CENELEC, ETSI) para desarrollar normas de referencia. En estos
casos, dichas normas se traducen al castellano antes de adoptarlas como normas nacio-
nales. Los Comités Técnicos de Normalización, responsables asimismo del seguimiento
de las actividades realizadas en los comités internacionales con los que comparten sec-
tor pero no alcance geográfico, son en numerosas ocasiones los encargados de trasladar
a la lengua española el material científico y tecnológico procedente de otras lenguas;
inglés y francés mayoritariamente. Además, AENOR cuenta con un equipo de traduc-
tores externos especializados en cada campo de actividad.
El personal técnico de AENOR verifica de forma exhaustiva el fondo y la forma de
todos los documentos normativos traducidos, siempre en comunicación con los vocales
del CTN correspondiente, quienes deben expresar su aprobación. Dichos documentos,
tras ser aprobados por AENOR, se editan estando disponibles al público.
El proceso de adopción de normas es muy complejo ya que intervienen numerosos
factores, entre ellos la traducción de normas europeas e internacionales. Es importante
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tener en cuenta que hay veces en las que cada lengua tiene una forma determinada de
expresar una misma realidad. Analicemos el siguiente ejemplo:
— Objetos perdidos
— Lost and found
— Objets trouvés
En el primer caso tenemos la forma en la que se designa en español el lugar al que
recurrimos con la esperanza de encontrar algo que hemos perdido. Es curioso como, al
designar el mismo lugar en inglés (perdidos y encontrados), se demuestra un cambio de
actitud que refleja un mayor optimismo. Aún más curiosa resulta la forma de referirse
al mismo lugar en francés (objetos encontrados), ya que expresa una actitud aún más
positiva enfatizando el hecho de que se ha encontrado algo. Este ejemplo pone de mani-
fiesto que cada lengua se expresa desde una perspectiva determinada por lo que, al tra-
ducir un documento normativo, hay que contemplar la naturalidad del lenguaje y, en el
caso del español, evitar las numerosas oraciones pasivas tan características de la lengua
inglesa.
Sin duda, el principio fundamental de la traducción es no incurrir en errores con-
ceptuales ni dar lugar a ambigüedades. Para ello es necesario definir los conceptos de
manera minuciosa. Hay conceptos que, aunque a primera vista no parecen muy dispa-
res, en realidad sí lo son. Es el caso del «aparato móvil» o portable appliance (apara-
to previsto para ser desplazado durante su funcionamiento, o un aparato que no esté
instalado en un lugar fijo, cuya masa sea inferior a 18 kg), y del «aparato portátil» o
hand-held appliance (aparato móvil previsto para ser asido con la mano, en uso nor-
mal).
Una traducción desafortunada puede tener consecuencias de diversa consideración.
Las repercusiones pueden ser de tipo legal, como se muestra en el siguiente ejemplo. En
la versión original de una norma internacional sobre maquinaria de elevación y trans-
porte, se hacía referencia a industrial trucks. En un principio, se optó por traducir este
concepto como «camiones industriales» pero después se decidió que la traducción más
adecuada no era esa sino «carretillas de manutención». La elección de uno u otro equi-
valente en español tenía una gran importancia ya que, en el primer caso, la norma se
regía dentro del Reglamento de Homologación de Vehículos, mientras que en el segun-
do, aplicaba la Directiva de Máquinas.
En otros casos, una traducción puede incidir negativamente en la opinión generali-
zada de un producto o equipo. Así sucedió al trasladar al español el contenido de una
norma dentro del sector de la industria marítima. En este documento normativo se
hacía alusión a small craft, que primeramente se tradujo al castellano como «embarca-
ción menor». Esta decisión no fue muy acertada debido a que tenía connotaciones
peyorativas que presuponían que la embarcación en cuestión era de menor importan-
cia o menor calidad. Finalmente se eligió «embarcación pequeña» como equivalente en
español de small craft ya que la principal diferencia con respecto al resto de embarca-
ciones era la eslora.
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los que se incluye el español. Dichos términos se agrupan en distintas Partes. Hasta la
fecha, se han publicado alrededor de 80 Partes, todas ellas distribuidas en las siguientes
categorías:
1. Conceptos generales.
2. Materiales.
3. Medida, regulación y cálculo.
4. Equipos eléctricos.
5. Equipos electrónicos.
6. Generación, transmisión y distribución de la energía.
7. Telecomunicaciones.
8. Aplicaciones específicas.
Existe también una versión en línea del VEI de acceso libre en la página web de IEC
(http://www.iec.ch) cuya última versión dispone por primera vez de un sistema de bús-
queda en español, lo que supone un gran apoyo a nuestra lengua. De esta manera, al
introducir un término en español, inglés, francés o alemán, este sistema permite acceder
a sus equivalentes en los otros tres idiomas. Asimismo ofrece definiciones en inglés y
francés en la categoría de conceptos generales.
Conclusión
AENOR, Asociación Española de Normalización y Certificación, apuesta por una
terminología científico-técnica común en su afán por lograr que la normalización no
tenga fronteras y contribuir así a la reducción de las barreras al comercio. Mediante la
traducción al castellano del contenido de las normas internacionales y europeas,
AENOR pretende llegar a todos los rincones del territorio español así como a todas las
empresas españolas, independientemente del sector o tamaño de las mismas. Por todo
ello es importante homogeneizar la terminología en español tanto en nuestro país como
fuera de él. El hecho de que compartamos nuestra lengua con los países del continente
hispanoamericano refuerza el vínculo existente entre España e Iberoamérica. En este
sentido, AENOR, en su compromiso por difundir y armonizar una terminología común
en español, fomenta la comunicación y los intercambios comerciales con el resto de paí-
ses de habla hispana.
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255.Título Cap7 10/12/04 13:34 Página 255
Capítulo 7
Ciencia y lengua española en Internet
Libelo contra el inglés
Horacio Capel
Ciencia experimental e Internet: la lengua española y la nueva
biología
Emilio Muñoz
El uso de conceptos científicos en Internet: variación conceptual
y denominativa
Daniel Cassany y Carmen López Ferrero
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256-268.Horacio Capel 10/12/04 13:35 Página 256
256-268.Horacio Capel 10/12/04 13:35 Página 257
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Horacio Capel
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Horacio Capel
rales, de seguir lo que se hace en Francia, Estados Unidos, Alemania, etc., es especial-
mente beneficioso, y que puede darnos ventajas indudables sobre aquellos que solo leen
en su propio idioma, aunque este sea el inglés.
5 Quiero agradecer la ayuda concedida por la CICYT que ha permitido consolidar esta red con el programa SEC.
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de más de 20.000 accesos diarios, 90.000 sesiones de trabajo semanales y más de 2 millo-
nes de kb descargados semanalmente6.
En estos momentos en que son ya revistas bien difundidas y han alcanzado un cier-
to prestigio, recibimos de vez en cuando propuestas para publicar en inglés. Mi respues-
ta es siempre la misma, y confieso que causa cierta sorpresa en los proponentes (gene-
ralmente norteamericanos): el día que los Annals of the Association of American
Geographers, la Geographical Review y otras prestigiosas revistas yankis publiquen artí-
culos en español, nosotros publicaremos también trabajos en inglés.
6 Los datos estadísticos de varias semanas desde el año 2000 son los siguientes:
El directorio de Geocrítica aparece por sus consultas en el 5º lugar entre todos los de la Universidad de Barcelona, pero
es el primero de carácter científico (los otros se refieren a personal de Administración, profesorado y consultas gene-
rales). Los datos referentes a algunas semanas del año 2003 son los siguientes :
Utilización del sitio web de Geocrítica
Semana accesos sesiones kb descargados
10 a 16 noviembre 2003 167.384 40,933 5.093.681
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256-268.Horacio Capel 10/12/04 13:35 Página 263
Horacio Capel
Barcelona el número de revistas electrónicas a las que se puede acceder desde las biblio-
tecas de la misma es de 6.299, de las cuales en el año 2003 tuvieron alguna consulta 4.690,
y de ellas 1.806 con más de cinco consultas. Las revistas que se incluyen en el sitio web
de Geocrítica aparecen normalmente entre las primeras consultadas entre las de ciencias
sociales, y la primera siempre entre las de geografía.
Los buscadores se han convertido en la enciclopedia universal, algo que supera lo
que el mismo Borges fue capaz de imaginar. El Google, como es sabido, encuentra infor-
mación de forma prácticamente instantánea a partir de 3.307 millones de páginas web7,
y a lo largo de 2003 ha tenido 55.000 millones de visitas.
La experiencia que tenemos a partir de la edición de revistas electrónicas es con-
tundente. Nunca antes se habían difundido tan rápida y ampliamente nuestros traba-
jos, nunca había habido la posibilidad de hacerlos llegar a rincones tan apartados.
Nunca tampoco el plagio o la reproducción sin permiso de un trabajo ha sido tan
fácilmente detectable. El incremento de la comunicación, el aumento de la visibilidad
de la investigación, la reducción de costes y la posibilidad de evaluar el uso de la pro-
ducción científica son posibilidades y beneficios considerables de la edición electró-
nica. La utilización de hiperenlaces en el interior del texto y hacia documentos, tex-
tos exteriores o bases de datos facilita considerablemente el trabajo del lector. Todo
ello sin hablar de las posibilidades que ofrece este tipo de edición para gráficos, imá-
genes e incluso materiales de vídeo y audio como complemento a los documentos que
se editan.
El paso normal ha sido desde el papel al formato electrónico. Sin embargo ya se está
dando también otro en sentido contrario, desde la publicación electrónica al papel. No
me refiero a las copias de materiales para elaborar trabajos escolares y dossiers, sino a
que artículos primeramente publicados en Internet han tenido luego una difusión tal que
ha aconsejado incluirlos en libros específicos sobre una temática determinada. Las pro-
pias revistas Scripta Nova y Biblio 3W han conocido experiencias de ese tipo.
Son sabidas las dificultades que tienen las universidades e instituciones públicas en
nuestro país para difundir lo que publican, tanto más con este Estado español de las tai-
fas comunitarias al que estamos llegando. Encontrar en Cataluña una publicación de la
Junta de Castilla y León y viceversa se convierte en un empeño verdaderamente dificul-
toso. La incapacidad de las universidades para difundir los libros y revistas que editan es
asombrosa. Podría dar detalles sobre lo que representó editar y distribuir durante quin-
ce años la revista Geo Crítica en la Universidad de Barcelona, pero no es el momento de
hacerlo.
Frente a eso la revista electrónica disminuye el coste de la publicación (que puede
hacerse casi de forma gratuita, como una especie de ONG o de voluntariado social, como
ha sido en buena parte nuestro caso) y aumenta considerablemente la difusión.
Trabajos publicados un día pueden tener respuestas y comentarios al día siguiente
por parte de investigadores que viven en países muy alejados. Los Coloquios científicos
pueden tener previamente publicados los trabajos, lo que permite dedicar tiempo a la
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256-268.Horacio Capel 10/12/04 13:35 Página 264
discusión, tras una breve presentación de las tesis fundamentales por el propio autor
(evitando así ese sistema inaceptable de los relatores que resumen las comunicaciones
de otros autores que están también presentes en la reunión).
Lo único que se exige es que los criterios de publicación de las revistas electróni-
cas sean los mismos que en las revistas científicas que se editan en papel. Es decir,
que los trabajos que se publican hayan sido previamente evaluados por otros investi-
gadores. Y que se cumplan unos criterios de calidad, que están bien establecidos:
resumen en el propio idioma y en inglés, palabras clave, identificación de los autores
y de las instituciones a que pertenecen, consejo de redacción y consejo asesor, crite-
rios claros en cuanto a la bibliografía, normas explícitas para la presentación de ori-
ginales, etc.
Debemos tener en cuenta que Internet ofrece también la posibilidad de publicar tra-
bajos científicos sin evaluación previa bajo la responsabilidad de los autores. Es lo que
han hecho algunos físicos norteamericanos, en un sitio que tiene una gran popularidad8.
Y que permite imaginar asimismo la consulta activa de los documentos, con la respues-
ta y los comentarios inmediatos al autor o a los editores de la revista, lo que puede enri-
quecer de forma importante la comunicación científica.
En todo caso, queda mucho por hacer. En mayo de 1999 un informe del Instituto
Cervantes señalaba que los 2,6 millones de páginas web en español representaban solo
el 1,5 por ciento de webs existentes en el mundo (el inglés el 70 %, el japonés 5 %, el ale-
mán 3,3% y el francés 1,9%). Pero el español era, después del inglés, la lengua que más
periódicos digitales tenía; a finales de 1998 existían 331 ediciones digitales de diarios en
español, a los que había que añadir otros 400 no diarios y semanarios y 20 que se publi-
caban solo en Internet; frente a ello existían 1.236 cabeceras en inglés, 134 en alemán y
133 en portugués9. Un dato preocupante es que una buena parte de esas páginas web (32
%) estaba en países donde el español no es lengua oficial, y solo la cifra de Estados
Unidos representaba el 21 %, lo que con la tendencia al spanglish puede que no sea un
buen augurio para el futuro.
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nosotros lo hagamos bien, y debe exigirse que se haga bien. Por otro lado, si lo que se
publica es valioso, ya se enterarán aquellos que están interesados en ese tema.
Naturalmente, eso no significa que abandonemos la difusión de nuestros trabajos tam-
bién en otras lenguas de amplio uso, pero a ser posible mediante publicaciones realiza-
das en España y difundidas también a través de Internet. Lo que hemos de procurar es
elevar al máximo el nivel de exigencia de los trabajos que se publican en nuestras revis-
tas y mejorar los sistemas de evaluación hasta hacerlos tan rigurosos como los que usan
las revistas más exigentes.
Contar con revistas de calidad internacional reconocida en los principales campos de
la ciencia es una prioridad estratégica de gran trascendencia cultural, económica y polí-
tica. El Gobierno, a través de la ANECA, debería apoyar decididamente las revistas
españolas para conseguir que sean reconocidas internacionalmente y que los autores
españoles consideren la conveniencia de proponer en primer lugar sus artículos a ellas.
Al mismo tiempo, los Gobiernos de los países iberoamericanos deberían coordinarse
para conseguir tener revistas científicas prestigiosas y visibles en todo ese ámbito cultu-
ral y publicadas en las lenguas de estos países.
Especial importancia tiene el poner en marcha un sistema propio hispanoamerica-
no e iberoamericano de evaluación de revistas científicas de calidad que cumplan los
más exigentes criterios que se requieren para ello, y mecanismos para dar visibilidad a
las mismas y conseguir impacto internacional. Deberían establecerse acuerdos entre las
agencias nacionales evaluadoras con el fin de asegurar que el reconocimiento de las
publicaciones en estas revistas serán de gran valor en la evaluación, para conseguir ani-
mar a los científicos a publicar en ellas. De manera similar debería reconocerse la
importancia de las tareas de evaluación de artículos científicos, labor que se realiza nor-
malmente de forma desinteresada, y que se tenga en cuenta para la promoción acadé-
mica.
Debería también asegurarse la disponibilidad de una versión electrónica de todas las
revistas científicas de excelencia, con el fin de permitir la traducción automática de los
textos a los idiomas más utilizados en la ciencia. Crear plataformas digitales y portales
de excelencia con bases de datos bien organizados constituye también una prioridad que
debe recibir el apoyo de los Gobiernos y las instituciones públicas y privadas. Debería
hacerse especialmente un esfuerzo para que los Gobiernos y las universidades de todas
las comunidades autónomas españolas participen activamente en estos proyectos.
En lo que se refiere al español o castellano, creo que hay unas ideas clave que tal vez
convenga afirmar. En primer lugar, hemos de hacer todos los esfuerzos necesarios para
mantener la unidad de nuestra lengua. Es posible que existan estrategias imperiales que
estén tratando de fragmentar el idioma o que vean con ojos favorables ese posible pro-
ceso. No hay más que consultar el corrector de Microsoft en lo que se refiere a la defini-
ción del idioma. Es cierto que existen nueve versiones del inglés (australiano, británico,
canadiense, caribeño, irlandés, jamaicano, neozelandés, sudafricano y estadounidense),
pero frente a ello hay trece versiones de español americano más dos de español penin-
sular (versión tradicional y moderna). A lo que habría que añadir los esfuerzos que algu-
nos hacen para difundir el spanglish. Incluso he leído que alguien pretende publicar el
Quijote en esta lengua.
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Horacio Capel
Bibliografía
ABAITUA, JOSEBA (1999): «Quince años de traducción automática en España».
Perspectives: Studies in Translatology, vol. 7, nº 2. Reproducido en http://www.deus-
to.es/abiatua/konzeptu/ta/ta15.htm
ANDERSON, KAY - DOMOSH, MONA - PILE, STEVE - THRIFT, NIGEL (2002):
Handbook of Cultural Geography. Sage Publications.
BROWN, JOHN CROUMBIE (1886): School of Forest Engineers in Spain, Indicative of
a Type for a Bristish National School of Geography. Compiled by Edinburg: Oliver
and Boyd, 232 págs.
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1 Louis Dollot: Culture individuelle et culture de masse, París : Colección Que sais-je, Presses Universitaires de France,
1974, págs. 5-11, págs. 19-48.
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2 Para más detalle sobre este tema, véase la primera parte del documento de trabajo «La cultura científica, la percepción
pública y el caso de la biotecnología» de Emilio Muñoz, Documento de Trabajo CTS 02-07, http://www.iesam.csic.es/doc-
trab.htm., Junio 2002. También en http://www.ricyt.org, I Taller de Indicadores de Percepción Pública, Cultura Científica y
Participación Ciudadana, Salamanca 27 y 28 de mayo 2003. Ponencias (1ª sesión).
3 Emilio Muñoz: «La cultura científica…», pág. 5.
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4 Emilio Muñoz Ruiz y Marta Plaza García: «Percepción de la ciencia y la tecnología en España. El ámbito de interés y
los medios de comunicación», en Percepción Social de la Ciencia y la Tecnología en España, Madrid: FECYT, 2003.
5 Emilio Muñoz y Marta Plaza: «Percepción de la ciencia y la tecnología en España...», págs. 25-26.
6 Mª Ángeles Espinosa Bayal y Esperanza Ochaíta Alderete: «La percepción social de los adolescentes y jóvenes espa-
ñoles sobre la ciencia y la tecnología», en Percepción social de la Ciencia y la Tecnología en España, Madrid: FECYT,
2003, págs. 35-48 (específicamente págs. 35-37).
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años y 56,9% de los que tienen entre 18 y 24 años) declaran haber estado navegando por
la Red en el mes anterior a la encuesta. Solo un 30,5% de la población total encuestada,
aproximadamente la mitad de los grupos de jóvenes, responde afirmativamente. Lo más
interesante es que esta pregunta es sencilla de contestar (sólo el 1% como media no con-
testa a esta pregunta). En cambio, como veíamos anteriormente, más del 40% tomaban
esta opción de no opinión acerca de la pregunta sobre la información o atención pres-
tada a la ciencia por los medios de comunicación. Es importante subrayar, aun con todas
las cautelas, que para los más jóvenes la ciencia y la tecnología no son muy importantes;
los temas de ciencias y descubrimientos ocupan el cuarto lugar sobre nueve en el grado
de interés, y los temas de tecnología e inventos ocupan el sexto lugar. En el caso del
grupo entre 18-24 años, los temas reseñados ocupan el quinto y sexto lugar (solo los
temas de economía, políticos y de famosos vienen a continuación en posiciones inferio-
res).
A pesar de una cierta tendencia positiva que marcan los resultados, es evidente que
el cruce con las variables educación, nivel socioeconómico e interés ha puesto de relieve
que Internet no es el instrumento universal que pretende. Es verdad que la información
está al alcance de cualquier internauta, con independencia del sistema operativo de su
ordenador, de sus posibles discapacidades y de su idioma. El idioma siempre ha consti-
tuido una de las principales barreras para la comunicación universal. Esta dificultad se
ha tratado de obviar con la asociación de traductores simultáneos, cuyo funcionamiento
no es perfecto, pero permite establecer un grado de comunicación razonable. Sin embar-
go, esta solución parece enormemente limitada cuando nos centramos en la comunica-
ción científica. En este caso, no se trata simplemente de un problema de idiomas dife-
rentes, sino de lenguajes distintos.
Además de esta problemática cognitiva, el principal freno a la universalidad de la
Red es el coste del acceso. El desarrollo de sistemas para facilitar el acceso, o la puesta
en marcha de políticas de fomento, puede ampliar el número de internautas. Sin embar-
go, parece lógico asumir que pasará mucho tiempo antes de que la mayor parte de los
habitantes del planeta esté conectada a Internet.
Por otra parte, la información científica que circula por Internet se presenta ante una
doble perspectiva. Por un lado, la información rigurosa y contrastada se dirige exclusiva-
mente a la comunidad experta, y por lo tanto no podrá contribuir al aumento de la infor-
mación en la ciudadanía común, mientras que la información orientada a la divulgación
no está sujeta a ningún proceso de valoración y contraste, por lo que se corre el riesgo
de que su contribución a la cultura científica sea poco adecuada, no solo por insuficien-
te e incorrecta, sino también por sesgada o mediatizada. En resumen, la información
científica en Internet no está sujeta a procesos de escrutinio, evaluación y organización
como la información suministrada por otros medios. Este déficit es particularmente sen-
sible para el caso de la información en y sobre ciencia. Es verdad que posee la gran ven-
taja de conceder autonomía a la iniciativa individual, pero esta ventaja se trasforma en
inconveniente cuando nos enfrentamos a ámbitos complejos y sensibles como es el caso
de la investigación científica y el desarrollo tecnológico.
El lenguaje, tanto como idioma —predominio del inglés— como por sus especifici-
dades —lenguaje generado por los expertos—, constituye una barrera de incalculables
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consecuencias, aunque también hoy día los jóvenes educados tengan facilidades para
superar la barrera del inglés.
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tellano publicado por Cátedra (Fundamentos genéticos del lenguaje de Angel López
García). Como es lógico, el articulista Luis Eguren —profesor en el Departamento de
Filología Hispánica de la Universidad Autónoma de Madrid— inicia su trabajo con una
referencia a los enfoques de Chomsky, perspectiva internista desde la que el lenguaje se
trata como un sistema biológico más, para dar cuenta de la emergencia de una nueva dis-
ciplina, la biolingüística, en la que la «lingüística y la biología se dan la mano».
Pero mi objetivo no es entrar en el terreno de la biolingüística, que está muy lejos de
mis conocimientos y capacidades. Cito este artículo porque ha atraído mi atención hacia
un interesante producto del área científico-social publicado en español. En este produc-
to, el libro del profesor López García, se retoma la conocida metáfora lingüística con la
que los biólogos y genéticos moleculares construyeron un código desde los años 60 (mi
colega la Dra. Santesmases ha llamado mi atención sobre el libro de Lily Kay12, en el que
se analiza todo el proceso de relaciones entre biología molecular, genética molecular y
lenguaje). El profesor López García, con un importante bagaje de conocimientos sobre
biología y genética molecular no solo en términos estructurales, sino en relación con su
función y la dinámica de los genes, invierte la dirección de la metáfora. No propone una
analogía, sino que establece los fundamentos genéticos del lenguaje.
La propuesta del profesor López García es indudablemente audaz. Pero esta auda-
cia está en la génesis de problemas y limitaciones de la obra, y nos permite incidir en la
cuestión del desfase entre ciencia, tecnología y lengua española. Al estar publicada en
una lengua alejada de la corriente principal, no puede experimentar el proceso de análi-
sis y escrutinio que tiene lugar cuando las obras se publican en inglés. Por otro lado, aun-
que tuviera un elevado componente de aciertos, tampoco le sería fácil alcanzar recono-
cimiento. Personalmente estimo que, a la vista de los actuales conocimientos, la pro-
puesta del profesor López García no es fácilmente sostenible, cuando vamos conociendo
la semejanza entre genomas de organismos muy dispares en lo que respecta a la función
del lenguaje, cuando sabemos que el número de genes en el caso del genoma humano no
parece superar el número de 30.000, y también conocemos que los genes codifican pro-
teínas en número superior, cuya actividad, como elementos funcionales que son, es muy
diversa y en muchos casos sin relación identificada hasta ahora con el lenguaje. No quie-
ro, con esta breve nota, apuntar al argumento de que no exista una base genética del len-
guaje o que las proteínas desempeñen un papel en el lenguaje, pero si estas relaciones
existen, habrá que indagar en algunos secretos más recónditos que en la secuencia de los
genomas o en la estructura de los genes. Por ello, la aproximación más estándar que pre-
side el libro de Lyle Jenkins, centrada en el estudio de propiedades de genes concretos,
puede parecer más limitada, menos audaz, pero es, en mi opinión, más correcta. Este caso
que comentamos sirve para poner de manifiesto nuevos riesgos a los que se enfrenta la
lengua española, cuando persigue dar un salto para convertirse en lengua de creación, en
lugar de ser lengua de transmisión.
12 Lily E. Kay: Who Wrote the Book of Life?, Stanford, Ca.: Stanford University Press, 2000.
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Introducción
La aparición en Internet de nuevos espacios de encuentro entre científicos y entre
científicos y usuarios diversos de la ciencia, sumada a la aparentemente irreversible
migración de las formas tradicionales de comunicación especializada, del formato analó-
gico (carta, papel, revista, libro) al electrónico (correo electrónico, sitio, revista electró-
nica, etc.), determina la aparición de nuevos circuitos para la circulación del conoci-
miento científico en la sociedad. Por una parte, los nuevos géneros discursivos electróni-
cos (sincrónicos: chat, simulaciones; asincrónicos: correo, foro, sitio web) están propi-
ciando la aparición de usos lingüísticos específicos, con rasgos particulares derivados de
las características contextuales de la comunicación. Por otra parte, Internet permite «gra-
bar» y «observar» con facilidad algunas formas de comunicación científica o de divulga-
ción de la ciencia (discusiones entre científicos, consultas paciente-médico, conversacio-
nes entre enfermos, etc.), que en contextos presenciales suelen mantenerse en privado y
que ofrecen mucha resistencia al análisis (dificultad de acceso, contaminación por la pre-
sencia del observador, etc.).
Para analizar el uso de la lengua española en Internet y, concretamente, para estu-
diar cómo circula la terminología científica en español en estos medios electrónicos de
amplia difusión social, partimos del discurso que utilizan las comunidades virtuales de
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1 Recientemente se ha publicado un monográfico de la revista Cultura y Educación dedicado a los «Géneros electró-
nicos y el aprendizaje lingüístico», en que se ponen de manifiesto los diferentes tipos de interacción que se vehiculan
en cada una de las diversas clases de discurso mediatizado por ordenador (Cassany 2003).
2 Este proyecto, dirigido por la profesora Helena Calsamiglia, recibe la ayuda DGICYT BFF2000-0932, del Ministerio de
Ciencia y Tecnología. Algunos de los trabajos desarrollados en él son Calsamiglia, Bonilla, Cassany, López y Martí
(2001); Calsamiglia y Cassany (1999), Cassany y Martí (2001), Cassany, López y Martí (2000), Cassany (2002) o
Calsamiglia y López (2003).
3 Algunos de estos trabajos son Cassany y López (2001), (2002) y (en prensa). También se refiere a las características
de la composición escrita en Internet Cassany (2000).
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La mayor parte del corpus (núm. 1, 2, 4, 6-8) está constituida por foros de intercambio
entre personas preocupadas por una patología (VIH, alimentación) y expertos en la
misma, aunque también encontramos un foro (núm. 3) y dos chats (5 y 9) de intercam-
bio más abierto entre interesados no especialistas. En estos discursos, analizamos espe-
cíficamente el empleo de los términos científicos y el grado de densidad conceptual que
se transmite en la comunicación. Este análisis nos permite describir el proceso de recon-
textualización que experimentan las representaciones discursivas de conceptos especia-
lizados en amplios contextos de divulgación científica.
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permite identificar los procesos (reducción, inclusión y variación, según Ciapuscio, 1997)
utilizados por los usuarios para transmitir conocimiento científico en ámbitos no espe-
cializados.
Los vínculos que se establecen entre las unidades de una red conceptual pueden des-
cribirse a partir de la clasificación de las relaciones conceptuales que consideran De
Beaugrande y Dressler (1981) en su análisis de la coherencia de un texto, entendida esta
como la combinación de los conceptos y de las relaciones que se establecen en la red.
Estos analistas del discurso elaboran una taxonomía de 33 relaciones conceptuales4, úti-
les para dar cuenta de la variación conceptual característica del paso del discurso cientí-
fico al discurso divulgativo.
Presentamos un ejemplo de aplicación de estas categorías al análisis de la red con-
ceptual de un tema de salud, cuyo contenido se publicó en Nature Medicine y que inme-
diatamente fue divulgado en la prensa general5. El siguiente mapa conceptual (Fabián,
20036) compara la red conceptual del texto científico fuente y de la noticia divulgativa.
En la red, aparece un núcleo central (concepto primario, marcado con línea gruesa) que
establece varias relaciones con otros conceptos secundarios. Con una línea recta marca-
mos las relaciones que se mantienen entre los dos textos (especializado y divulgativo),
especificando en el recuadro el tipo de relación establecida (según De Beaugrande y
Dressler, 1981); con línea discontinua marcamos aquellas relaciones conceptuales que
desaparecen en el texto divulgativo; finalmente, con una doble línea negra marcamos —
si se presentan— las nuevas relaciones conceptuales que se establecen en la noticia
divulgativa respecto al texto original.
En esta red conceptual, por ejemplo, no se establece ninguna relación nueva respec-
to al original. Sin embargo, varias relaciones conceptuales desaparecen, como termotaxis
y quimiotaxis, que son conceptos no utilizados en la noticia divulgativa: termotaxis es
muy técnico y la noticia prefiere informar solo de que el esperma se guía por la tempe-
ratura; quimiotaxis no aparece de ningún modo. Oviducto e istmo también se pierden,
como la «entidad afectada» conejos, que, aunque es una palabra común que en el texto
científico se utiliza para hablar de los animales con los que se ha experimentado, en la
noticia divulgativa únicamente se hace referencia a que el experimento se realizó con
mamíferos (hiperónimo).
La noticia analizada constituye una reseña en la sección de sociedad (salud), hecho
que explica su brevedad y que la información que se divulga sobre la investigación publi-
cada en Nature Medicine sea muy general. El texto de especialidad, por su parte, es un
4 De Beaugrande y Dressler (1981: 149-151) categorizan las relaciones conceptuales en los siguientes tipos: estado;
agente; entidad afectada; relación; atributo; localización; tiempo; movimiento; instrumento; forma; parte; sustancia;
contención; causa; posibilidad; razón; propósito; percepción; cognición; emoción; volición; reconocimiento; posesión;
ejemplo; especificación; cantidad; modalidad (concepto de necesidad, probabilidad, posibilidad, permisibilidad, obli-
gación o sus opuestos); significancia; valor; equivalencia; oposición; correferencia; repetición. En algunos casos, estos
esquemas tienden a utilizarse como una clasificación del conocimiento.
5 Original: «Thermotaxis of mammalian sperm cells: A potential navigation mechanism in the female genital tract»;
comentario científico de Anat Bahat, Ilan Tur-Kaspa, Anna Gakamsky, Laura C. Giojalas, Haim Breitbart, Michael
Eisenbach; Nature Medicine, febrero de 2003, págs. 149-150. Divulgación: «Esperma y temperatura», El País, 04/02/03,
sección sociedad (salud).
6 Trabajo académico de final de carrera de Mª Jesús Fabián, titulado Análisis de las redes conceptuales en la divulga-
ción científica, 2003, dirigido por Carmen López Ferrero, Universitat Pompeu Fabra.
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Siguiendo este modelo, analizamos los discursos extraídos del foro www.biopsicolo-
gia.net7. El ejemplo siguiente ilustra la variación en los vínculos que se establecen en la
red de un concepto primario ligado a un tema de salud, el concepto dependencia del alco-
hol [reproducimos los mensajes literalmente]:
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Algunas familias de potentes fármacos anti-VIH pueden producir esos cambios de aspec-
to físico. Sobre todo (aunque no exclusivamente), se asocia a los llamados «inhibidores de
la proteasa».
Corpus 4: Preguntas a expertos
Vemos, pues, que en estos casos los doctores y el moderador de los foros utilizan dis-
tintas estrategias discursivas, como la definición, el contraste o las referencias metalin-
güísticas, para hacer llegar al lego en la interacción en Internet la información científica
que desconoce.
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Hola a todos. Es la primera vez que entro en esta página. No voy a hablar ni de mi carga,
ni de mis defensas, ni de nada de eso... Para mí es como una verruga, está ahí pero no estoy
contínuamente pensando en ella.
Corpus 3: Fórum de mensajes de la Cafetería Actúa
Muestras también de estos usos creativos son los siguientes recursos léxicos, que
combinan la utilización general y espontánea de términos de origen científico:
• léxico creativo: «seroestatus positivo» (Corpus 3);
• ruptura de solidaridades léxicas: «depresión ‘enmascarada’ o ‘de cajón’» (Corpus 2)
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Conclusiones
En el marco del registro peculiar que se crea en la comunicación científica que tiene
lugar a través de Internet —un registro informal pero cortés, modalizado y poco con-
vencional en lo escrito—, se recurre a estrategias divulgativas específicas para presentar
nuevos conceptos, para aludir a saberes ya compartidos y para crear nuevas denomina-
ciones que definan a los participantes como miembros de una comunidad discursiva.
Por una parte, como sostiene Fairclough (1995: 79), en las prácticas discursivas actua-
les hay cada vez más mezcla de estilos formal e informal, de vocabularios técnicos y no
técnicos, de marcadores de autoridad y familiaridad, más formas sintácticas típicamente
escritas y más típicamente orales, ya que las distinciones entre géneros escritos y orales
se difuminan. Estos rasgos son válidos para las interacciones virtuales consideradas en
este trabajo, caracterizadas por el anonimato y la implicación afectiva en la comunica-
ción. En el uso de los conceptos científicos en Internet, los usuarios de español analiza-
dos mezclan formas técnicas y coloquiales, y varían las redes conceptuales, con lo que el
concepto divulgado adquiere unos valores semánticos y unas connotaciones distintas al
concepto científico de partida.
Pero quizás sea arriesgado afirmar que todas las comunicaciones científicas virtuales
comparten estas características o que Internet o el contexto electrónico son el factor
determinante de este hecho. Por ejemplo, Campuzano (2003) muestra cómo los inter-
cambios por chat entre docentes y discentes mexicanos, en un máster de lingüística, en
un contexto de tutoría virtual, mantienen los rasgos habituales en la comunidad de
corrección lingüística, formalidad, cortesía, etc. Desde este punto de vista, Internet o la
comunicación electrónica parecen actuar como un factor más en el conjunto de paráme-
tros que configuran el grado de especificidad o el nivel de formalidad y modalización de
un intercambio.
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Por otra parte, los datos analizados en este trabajo describen el proceso de recon-
textualización que experimenta el conocimiento científico en este medio electrónico de
amplia difusión científica. A este propósito, quisiéramos cerrar el trabajo con una cita de
Martín Municio (1998) acerca de los trasvases entre el lenguaje científico y el lenguaje
general en los tiempos clásicos, válida también para los tiempos actuales de las teleco-
municaciones:
Todos los dominios de la ciencia estuvieron siempre empeñados en crear un lenguaje simbólico
apropiado a su objeto, tendente a la abstracción y a un mejor ajuste de la estructura de la realidad.
Y, a la vez, la lengua natural se ha ido amplificando con un cierto grado de cientificismo y refinando
en su intento de lograr una mayor amplitud de sus objetivos. Este grado de cientificismo entremez-
clado con la lengua natural aparece ya arraigado en los tiempos clásicos, aunque data de los dos últi-
mos siglos el gran incremento de su presencia; lo que ha dado origen a esa primera consideración de
la comunicación multilingüe.
Bibliografía citada
CALSAMIGLIA, HELENA; BONILLA, SEBASTIÁN; CASSANY, DANIEL; LÓPEZ,
CARMEN y MARTÍ, JAUME (2001): «Análisis discursivo de la divulgación cientí-
fica». I Simposio Internacional de Análisis del Discurso. Universidad Complutense de
Madrid. 20/22-4-98. Publicada en DE BUSTOS, J. J.; CHARAUDEAU, P.; GIRÓN,
J. L.; IGLESIAS, S. & LÓPEZ, C. (coords.): Lengua, discurso, texto. Madrid: Visor,
tomo II, págs. 2639-2646. ISBN: 84-7522-998-0. En:
http://www.upf.es/dtf/personal/danielcass/anali
CALSAMIGLIA, HELENA y CASSANY, DANIEL (1999): «Voces y conceptos en la
divulgación científica», Revista Argentina de Lingüística, 11-15, 175-208.
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CALSAMIGLIA, HELENA y LÓPEZ, CARMEN (2003): «Role and position of
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CAMPUZANO, LAURA (2003): «Trabajando con chat en cursos de postgrado en
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milenio. Ensayos en Honor a Marianne Peronard. Valparaíso (Chile): Ediciones
Universitarias de Valparaíso de la Universidad Católica de Valparaíso, págs. 355-374.
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