La Pereza

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La pereza es el pecado capital, vicio, negligencia, tedio o descuido que impide hacer las cosas que se deben hacer.

Es la
flojedad, el descuido, la ociosidad o la tardanza en realizar acciones o movimientos.

La pereza es considerada como la madre, engendradora y soporte de todos los vicios, e impide realizar las virtudes y
valores humanos. Crea adicción, pues nunca va a menos, siempre va en aumento si no se corrige.

Las 18 principales virtudes y valores humanos contrarios a la pereza y cercanos a la virtud de la diligencia: Constancia.
Control. Coraje. Decisión. Diligencia. Esfuerzo. Fortaleza. Hábito. Justicia. Madurez. Mortificación. Obediencia. Orden.
Penitencia. Perseverancia. Responsabilidad. Sacrificio. Voluntad.

Los clásicos siete pecados capitales y las siete virtudes opuestas:

Contra la pereza, diligencia.


Contra soberbia, humildad.
Contra envidia, generosidad.
Contra la gula, templanza.
Contra la lujuria, castidad.
Contra la ira, paciencia.
Contra la avaricia, caridad.

La pereza daña también a quien la ve en los otros, pues le conmina a imitarla, con actos de vagancia, ociosidad,
holgazanería, haraganería, zanganería, desidia, negligencia, etc. Es preciso hacer lo posible para que externamente no se
vea la pereza. Es muy positivo el ejemplo que producen las personas que obran continuamente con diligencia,
laboriosidad, presteza, etc.

Las 10 mayores consecuencias del vicio de la pereza:

1. La pereza ataca a la buena intención de poner a disposición de los demás las 3T’s (Tiempo, Talento y Tesoro).

2. La pereza es la enemiga de la perfección, de la perseverancia, de la piedad, del Plan de Vida, del amor al prójimo, de
cumplir las promesas, de la razón, de la inteligencia, etc.

3. La pereza es la nefasta autoridad o predominio de la propia persona y la ratificación del “yo primero” y del “yo
quiero”.

4. La pereza es una plaga en la sociedad actual, debido a la apetencia de que todos quieren que las cosas se las den
hechas y ahora, lo mismo en los niños, jóvenes o personas mayores.

5. La pereza fomenta la inconsistencia, la holgazanería, la intolerancia, la excesiva relajación, la comodidad y el ocio


desmedido.

6. La pereza impide buscar soluciones a los problemas, a los desafíos y a desarrollar nuestras aptitudes.

7. La pereza imposibilita enfrentarse a situaciones propias que hay que resolver, aunque sean muy desagradables.

8. La pereza origina: Abandono, apatía, negligencia, despreocupación, desidia, desprecio, desinterés, dejadez, desorden,
despreocupación, holgazanería titubeo, egoísmo, impuntualidad, informalidad, indolencia, ociosidad, falta de rigor, etc.

9. La pereza produce, aburrimiento y el aburrimiento produce pereza. Es un círculo vicioso del que algunos no pueden,
ni saben salir.

10. La pereza promueve el no querer aprender a saber lidiar con las dificultades y esfuerzos que presenta la vida.
La pereza crea una muralla ante todo lo que hay que hacer, primero suele ser a pereza para levantarse de la cama. Una
vez levantado de la cama empieza a actuar la pereza para impedir el comienzo de las actividades obligatorias o
recomendadas. Después, pereza para estudiar, pereza para enfrentarse a los problemas cotidianos, pereza para ir al
médico de forma preventiva, pereza para hacer las cosas de la organización de la casa, pereza para llevar las cuentas de
la familia, pereza para hacer un Plan de Vida, etc.

La pereza suele estar perfectamente alimentada con la facilidad de los medios de comunicación y las pantallas digitales,
las cuales son antagónicas a cualquier esfuerzo que haya que hacer. Por eso los perezosos se pasan mucho tiempo en
esos medios que les permiten hacer discurrir el día sin hacer ningún esfuerzo, ni físico ni mental. La capacidad de
trabajar, disfrutar o prosperar, queda absorbida por el vicio de la pereza. La pereza les convierte en esclavos de la
televisión, la cual deja de ser un entretenimiento para convertirse en una obsesión o en un vicio.

La pereza mental es interna y se produce el no querer ni pararse a pensar, ni a reflexionar, ni a buscar, ni a leer, ni a
escribir, ni a investigar, etc. es decir, cuando no se quiere hacer nada, como si se tuviera bloqueada la mente. En estos
casos se habla a la ligera, sin querer tomarse la molestia de informarse ni de formarse. Se prefiere dejar las cosas “para
luego”, incluso pensando que ese luego supondrá el casi seguro olvido de lo que tenía que hacer o decir.

La pereza externa se produce cuando no se quiere mandar al cuerpo que se ponga en movimiento para levantarse o
para empezar y continuar las actividades obligatorias o voluntarias que se habían previsto realizar.

Tanto la pereza mental como la pereza externa pueden ser producto de situaciones anímicas, de las cuales no siempre
las personas son responsables. Cuando la pereza se convierte en una costumbre o en un hábito, es necesario consultar
con los profesionales de la salud o de la educación, para encontrar los medios para corregirla o eliminarla, antes de que
se convierta en un vicio empedernido.

La pereza suele ser una disculpa para defender un modelo de vida donde a sabiendas, no se hace nada. Con esa disculpa
se pretende tapar muchas actitudes que perjudican la vida de las personas, como: El sedentarismo que origina muchas
enfermedades, tales como la obesidad, la pérdida de memoria, etc. El achacar a la pereza el modelo de vida,
normalmente desordenado, que se lleva. Es la forma de tapar otras actitudes.

La pereza, además es un vicio que mata poco a poco, como las drogas. Cada vez el cuerpo y la mente exigen más dosis
de pereza, y en muchos otros campos, aunque el perezoso no quiera enterarse de que es muy peligrosa para salud del
cuerpo y de la mente.

Los perezosos dejan de hacer lo que tienen que hacer, aunque tengan obligaciones físicas, de salud, profesional o
familiar y se van encontrando que poco a poco se les están entumeciendo todos los sentidos. Se encierran en la pereza
para justificar todas las acciones que tienen que hacer, pero que no hacen. Pasa el tiempo y la pereza se ha adueñado
tanto de ellos, que es muy difícil que vuelvan a ser diligentes con sus obligaciones.

Algunos necesitan una desintoxicación de su pereza para vencer desde la mañana su indolencia. Poco se va a hacer
durante el día, si no se ha ganado la primera batalla. Les sugiero que para fortalecer la voluntad a alejar la pereza y no
debilitar el carácter, lean el artículo: 10 Ocasiones para inculcar, fomentar y practicar el “minuto heroico”. Sus valores y
virtudes

La pereza hace a las personas crearse su propio mundo, donde el “mañana, mañana” o “luego, luego” son las
justificaciones para no hacer lo que tienen que hacer y cuando lo tienen que hacer. Esa posición origina un
anquilosamiento degenerativo de las capacidades de actuar. Las personas se convierten en muebles que están ahí,
pensando en que no tienen ni tiempo ni ganas de hacer las cosas.

La pereza profesional muchas veces es la que arruina los negocios. Algunos empresarios saben que tienen que tomar
determinadas medidas para salvar el negocio o para mejorarlo, pero por pereza no se deciden a hacerlo. Y cuando ya
han vencido la pereza y lo quieren hacer, ya es demasiado tarde. Perdieron el último tren de la oportunidad.
La pereza de la conciencia moral o tibieza espiritual, también llamada acedia, es la que se refiere a rechazar a Dios, o el
no querer acercarse a Él, ni a los bienes espirituales, al prever que eso puede exigir algunos esfuerzos incomodos sobre
la inercia que llevamos en la vida diaria. Esto equivale con mucha frecuencia a un ateísmo práctico, pues supone no
querer sacudir o vencer la pereza para emprender o continuar con buen ánimo la tarea de acercarse a la religión. Este
aspecto lo pueden consultar con un sacerdote, pastor, rabino o imán, según la religión que profesen.

La pereza quita el precioso e irrepetible tiempo que disponemos. Cuanto más lejos estén los pensamientos, sobre la
posibilidad de no hacer las cosas, cuando se deben hacer, de menos tiempo dispondremos para disfrutar de esta
maravillosa vida. Hay que acordarse de la fábula de la cigarra y la hormiga. Hay muchas personas que se comportan
como la cigarra y luego se lamentan.

Con la pereza empieza una cuesta abajo que no tiene fin y donde es muy difícil frenar. Es el principio de adocenarse,
convertirse en uno del montón o en un vago. La pereza modifica el carácter y produce el síntoma de la falta de fijeza en
todo lo que debiera de concernir a una persona diligente. Un viejo refrán dice: No dejes para mañana lo que puedas
hacer hoy.

Los perezosos no pueden ser buenos padres de familia, ni esposo ejemplares ya que la práctica continua del vicio de la
pereza, produce vagancia incluso para educar a los hijos y amar al cónyuge. Origina el abandono de la imagen personal,
daños en el cuidado de la salud, alejamiento de la sociedad, problemas en los estudios o trabajo y desidia para empezar
un cambio de actitud ante los problemas que presenta la vida. Hay que luchar inteligentemente para apartarse de ese
vicio.

Descansar no es practicar el vicio de la pereza. Descansar no es no hacer nada, puede ser una distracción en actividades
que exigen menos esfuerzo. La ociosidad que continúa, esa sí que es una buena muestra de los perezosos.

Es muy bueno y recomendable reflexionar antes de actuar, sin confundirlo con la pereza para actuar. No es censurable
tomarse el tiempo necesario para cerciorarse de que la toma de decisiones difíciles requiere madurarlas y ponderarlas.

La pereza esclaviza para estar siempre buscando la forma de no hacer las cosas, para rehuir el esfuerzo y para encontrar
la forma de hacer menos o que lo haga otro.

La pereza produce tristeza, desgana y el anquilosamiento de la voluntad, lo que supone un grave impedimento para
disfrutar de la vida y mejorar el espíritu. Con pereza y sin voluntad no se puede hacer nada en la vida. Es el camino para
ingresar muy fácilmente en el pelotón de los perdedores.

La pereza, que también genera cobardía, hace que una gran mayoría de jóvenes y adultos, permanezcan gustosamente
en la minoría de edad toda su vida, dejándose utilizar y aprovechar por los que se erigen en sus dominantes. Hay
quienes hacen tanta ostentación de su vicio de la pereza que por presumir de ella terminan en situaciones lamentables.
La pereza les ha podido incluso socialmente.

A la pereza no se llega de modo repentino, a no ser que sea motivo de una enfermedad. Se llega poco a poco por
dejadez, al ir cediendo a la tentación de erradicarla de raíz. Enfrentarse a la pereza es un esfuerzo que vale la pena
iniciarlo y mantenerlo, para que ella no nos domine, pues es la madre de todos los vicios.

Rendirse ante la pereza es siempre una renuncia malhumorada y triste, que genera indiferencia, después tristeza y
posteriormente evasión de la realidad. No se vence a la pereza mirando para el otro lado, sino estando muy vigilante
ante sus primeros síntomas y atacándolos con la virtud de la diligencia.

La pereza en las relaciones amistosas da lugar a que se abandone a amigos que necesitan de una visita, una llamada
telefónica o un correo electrónico. Las respuestas con las que muchos se autojustifican: No sé qué decirle para empezar
la conversación. Me da mucha pena verle u oírle como está. Me trae recuerdos que no quiero tener. Se va a sentir mal
cuando me vea. Le voy a causar dolor en vez de alegría. Mejor lo dejo para mañana. Pereza diez puntos, compromiso
cero puntos. Son excusas de los perezosos, aunque conlleven una gran capacidad de frustración.
La pereza desprecia el tiempo, ese tiempo que ya no volverá. El tiempo está medido y avanza a su velocidad, pero la
pereza lo ignora, malgasta, desaprovecha y destruye. Nos da pereza y miedo intentar conocernos a nosotros mismos
para no tener que corregir nuestros propios defectos, pero no nos da pereza ponernos a curiosear y averiguar los
defectos en las vidas ajenas.

24 Formas para evitar la pereza y ser diligentes en cumplir lo comprometido:

1. Anotar los progresos en el Plan de Vida, al lado de los objetivos. Eso aumenta la motivación.

2. Buscar con sinceridad el origen del vicio de la pereza. Conociéndolo, se puede combatir con esfuerzo personal o con
los consejos de los que expertos. El origen de la pereza suele estar vinculado a algún factor que nos desanima o asusta.
Puede ser por inseguridad, falta de decisión, miedo a la responsabilidad o al riesgo, vagancia, etc.

3. Controlar los avances y las desviaciones de los objetivos propuestos para corregirlos en caso de que sea necesario,
conociendo al detalle los esfuerzos realizados, para evitar la apatía o pereza para seguir luchando.

4. Cumplir con las horas de sueño y descanso recomendables, para no achacar la pereza al cansancio proveniente de no
dormir o reposar lo necesario.

5. Darse un homenaje personal, aunque no se inmediatamente, para levantar el ánimo cada vez que se consigue vencer
la pereza. El estímulo de una recompensa proporcional, puede motivar y animar a erradicar los malos hábitos perezosos.

6. Distinguir entre lo urgente y lo necesario para dar prioridades, sin utilizar la pereza para empezar por lo más fácil.

7. Dividir los grandes objetivos, desafíos u obligaciones en tareas más pequeñas que sean fáciles empezar y resolver,
para así vencer la pereza y el miedo, pues a medida que se van cumpliendo, se va ganado confianza. La única manera de
comer un elefante es partiéndolo en trozos pequeños.

8. Estar organizado: Cada cosa en su sitio y un sitio para cada cosa, con las prioridades bien determinadas.

9. Estudiar con detalle el plan para hacer las cosas o cumplir las obligaciones, para que la causa de no saber cómo
empezar, no sea la pereza.

10. Fijarse más en los beneficios que produce la diligencia que en las dificultades y problemas que acarrea la pereza.

11. Fomentar las motivaciones que ayuden a erradicar la pereza, orientándolas hacia actividades divertidas y
estimulantes que eviten la repetición y el aburrimiento.

12. Hacer un programa de tiempos de empezar y terminar, para cada una de las cosas que haya que hacer. Trabajar,
estudiar, dormir, comer, descansar, divertirse, relajarse, etc.

13. Inspirarse en los objetivos que otros han logrado, al salirse del vicio de la pereza.

14. Intentar estar saludable, haciendo ejercicio físico y alimentándose correctamente, pues la pereza puede provenir de
alguna enfermedad o de la mala nutrición.

15. Intentar tener siempre actividades pendientes de hacer. Las personas muy ocupadas son las que más y mejor hacen
las cosas, pues no tienen tiempo para pensar en la pereza.

16. No abarcar demasiado, ya que la pereza puede influir en destruir, aplazar o distraer las energías para decidir porqué
empezar. El que mucho abarca poco aprieta.
17. Pensar en los problemas que acarrea la pereza, si por ella no se hicieran las cosas que hay que hacer.

18. Ponerse desafíos personales para enfrentarse y luchar contra lo que nos produce más pereza.

19. Practicar la virtud de la diligencia: Que es la opuesta al vicio de la pereza, fomentando las 18 virtudes y valores
humanos relacionados anteriormente.

20. Suprimir las distracciones que empujan a la pereza, poniendo limitaciones a los tiempos y actividades que desvíen o
aplacen innecesariamente los objetivos propuestos: Redes sociales, televisión, charlas intrascendentes, cotilleos, etc.

21. Tener la humildad suficiente para pedir ayuda externa. Cuando debido a la falta de conocimiento, el miedo a hacer
una tarea obligatoria o planificada, produzca el vicio de la pereza, es muy conveniente pedir ayuda hasta que
desaparezca el miedo o se aprenda a realizarla bien.

22. Tener un horario determinado para: El trabajo, la familia, el descanso, la formación, la vida social, las prácticas
religiosas, las obligaciones contraídas, etc.

23. Tener un Plan de Vida: Escrito, permanente, practicado, controlado en sus desviaciones y modificado cuando sea
necesario para mejorarlo.

24. Tratar de hacer en equipo, para ayudarse unos con otros a ser más diligentes en las cosas que producen o pudieran
producir pereza. La pereza se puede contagiar pero también se contagia la diligencia.

La pereza acostumbra a admitir, e incluso a fomentar otros vicios y miserias, justificándose con la excusa de que “soy
así”. Fundamentar con eso el vicio de la pereza no lleva a nada bueno, principalmente cuando ello impide intentar cada
día ser más honestos, generosos y fieles con las obligaciones contraídas con la familia, amigos y sociedad. Siempre se
puede hacer un cambio profundo en la vida si se desea hacerlo, actuando con preparación, conocimiento, voluntad,
disciplina y honradez.

Hace falta valor para llamar a las cosas por su nombre y sin tapujos semánticos. La pereza es un vicio muy grave y por lo
tanto hay que actuar contra ella con inteligencia, energía y diligencia en beneficio propio, de la familia y de la sociedad.
Se debe tener en cuenta la gravedad de las omisiones que pueden resultar de la pereza, del peligro de su hábito y de los
costos económicos y morales de ella, al rehuir el esfuerzo que supone el trabajo.

La pereza al estar relacionada con la educación de la voluntad, constituye una de las más dolorosas formas de pobreza,
pues se paga muy cara, ya que no se hacen las cosas cuando se debe. Mientras unos se están despertando otros ya han
ido y han vuelto de buscar y encontrar las oportunidades.

La pereza impide reflexionar cual es el camino más seguro para cumplir los objetivos o enfrentarse a solucionar los
problemas. El decir o pensar, “mañana, mañana”, es la vieja táctica del avestruz, que esconde la cabeza bajo el ala,
pensando que así se aleja el peligro, para no enfrentarse con los problemas que le vienen encima.

En el fondo nos hemos vuelto muy cómodos o perezosos y por eso no queremos complicarnos la vida buscando nada,
que todo nos lo den hecho. Y mucho mejor a golpe de un click. Nadie quiere complicarse la vida haciendo trabajos
adicionales de búsqueda. Cuando algo pueda suponer trabajo, empieza el vicio de la pereza a funcionar y a dejarlo para
más adelante.

La pereza impide cuidar la salud física y mental de nuestro cuerpo, estudiar y trabajar con eficiencia y productividad, y
desarrollar al máximo nuestras capacidades intelectuales. Cuando la pereza se incrusta en nuestra mente, se nos hace
muy difícil realizar ciertas actividades que requieren aprendizaje, esfuerzo y valentía.

La pereza hace que la atención que se necesita para hacer las cosas se distraiga con cualquier cosa que pase por delante
de los ojos o de la mente. Bloquea, elimina o disuelve de la mente el objetivo principal de lo que hay que hacer. Origina
que ante ciertas actividades el cuerpo se sienta mal, desmotivado y sin energía, por lo que alarga el momento de
empezar, las aparca para otra ocasión o se busca barreras ficticias para no hacerlas.

Para vencer al vicio de la pereza, lo mejor es empezar a soñar, a anhelar, a idealizar los frutos de los objetivos
propuestos en el Plan de Vida.

Algo por lo que valga la pena luchar con inteligencia, disciplina, pasión, motivación, energía y confianza en uno mismo.
Pero sin olvidar que: Los grandes sueños ocurren cuando se está bien despierto y en actividad. No suceden cuando
solamente se es espectador de los acontecimientos de la vida.

Las 17 mejores sentencias sobre el vicio de la pereza:

1. El perezoso considera suerte al éxito del trabajador.

2. El perezoso no puede hacer de cada problema una oportunidad, al contrario, hace de cada oportunidad un problema.

3. En la mayoría de los hombres, las dificultades son hijas de la pereza.

4. La pereza no es descanso, y por eso le falta la satisfacción.

5. La pereza no es más que el hábito de descansar antes de estar cansado.

6. La pereza puede parecer atractiva, pero el trabajo da satisfacción.

7. La pereza viaja tan despacio, que la pobreza no tarda en alcanzarla.

8. La pereza, es decir, la pasión de la inacción, tiene para triunfar una ventaja sobre las demás pasiones, y es que no
exige nada.

9. La pobreza es la hermana mayor de la pereza.

10. Los grandes sueños ocurren cuando se está bien despierto y en actividad.

11. Los perezosos desperdician la vida, sin darse cuenta que bastante descansarán en la sepultura.

12. Los perezosos siempre hablan de lo que piensan hacer, de lo que harán; los que de veras hacen algo, no tienen
tiempo de hablar ni de lo que hacen.

13. Mi ambición está limitada por mi pereza.

14. No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy.

15. No existe pasión más poderosa que la pasión de la pereza.

16. No hay camino que no se acabe, si no se le opone la pereza.

17. Un hombre con pereza es un reloj sin cuerda o sin agujas, siendo inútil tanto si anda como si está parado.
En la homilía de la Misa que celebró esta mañana en la capilla de la Casa
Santa Marta, el Papa Francisco llamó a los cristianos a llevar “una vida
valiente” en contraposición de los cristianos perezosos que están
“estacionados” en la Iglesia.

El Santo Padre pidió evitar ser “cristianos perezosos, cristianos sin voluntad de
andar adelante, cristianos que no luchan por cambiar las cosas, por hacer
cosas nuevas, cosas que nos harían bien a todos, cristianos ‘estacionados’ que
encuentran en la Iglesia un buen parking” (estacionamiento/parqueadero).

Francisco aclaró: “cuando digo cristianos, me refiero a los laicos, a los


sacerdotes, a los obispos, a todos”. Para esos cristianos perezosos, “la Iglesia
es un parking que custodia la vida y siguen adelante con todas las garantías
posibles”, sin preocuparse.

“Esos cristianos cerrados me hacen pensar en una cosa que de niños nos
decían a los abuelos: ‘Procura que el agua no se estanque, la que no corre es
la primera en corromperse’”.

El Pontífice resaltó que “este es el mensaje de hoy: tengan esperanza, esa


esperanza que no decepciona, que va más allá. Una esperanza que sea un
ancla firme para nuestra vida. La esperanza es el ancla: la tiramos y nos
aferramos a la cuerda. Esa es nuestra esperanza. La esperanza no es pensar
que, ‘sí, existe el cielo, qué bueno, ya me quedo’. No, la esperanza es luchar,
aferrarse a la cuerda para llegar a nuestro destino. En la lucha de cada día, la
esperanza es una virtud de horizontes, ¡no de encerrarse!”.

El Pontífice reconoció que la esperanza “quizás sea la virtud que menos se


entiende, pero es la más fuerte. La esperanza: vivir en esperanza, vivir de
esperanza, siempre mirando adelante con valentía. Alguno podrá decirme: ‘Sí,
Padre, pero hay momentos duros, donde todo parece oscuro. ¿Qué debo hacer
en esos momentos?’. ‘¡Agárrate a la cuerda y amárrate!’”.

“Debemos hacernos esta pregunta: ¿Cómo soy yo? ¿Cómo es mi vida de fe?
¿Es una vida de horizontes, de esperanza, de valentía, de ir adelante, o es una
vida tibia que ni siquiera es capaz de soportar los malos tiempos?”.

Francisco finalizó con una petición: “que el Señor nos dé la Gracia para
superar nuestro egoísmo, porque los cristianos cerrados, los cristianos
‘estacionados’ son egoístas. Se miran solo a sí mismos, no saben levantar la
cabeza para mirarlo a Él. Que el Señor nos dé esta gracia”.

Lectura comentada por el Papa Francisco:

Hebreos 6:10-20
10 Porque no es injusto Dios para olvidarse de vuestra labor y del amor que
habéis mostrado hacia su nombre, con los servicios que habéis prestado y
prestáis a los santos.
11 Deseamos, no obstante, que cada uno de vosotros manifieste hasta el fin la
misma diligencia para la plena realización de la esperanza,
12 de forma que no os hagáis indolentes, sino más bien imitadores de aquellos
que, mediante la fe y la perseverancia, heredan las promesas.
13 Cuando Dios hizo la Promesa a Abraham, no teniendo a otro mayor por
quien jurar, juró por sí mismo
14 diciendo: ¡Sí!, te colmaré de bendiciones y te acrecentaré en gran manera.
15 Y perseverando de esta manera, alcanzó la Promesa.
16 Pues los hombres juran por uno superior y entre ellos el juramento es la
garantía que pone fin a todo litigio.
17 Por eso Dios, queriendo mostrar más plenamente a los herederos de la
Promesa la inmutabilidad de su decisión, interpuso el juramento,
18 para que, mediante dos cosas inmutables por las cuales es imposible que
Dios mienta, nos veamos más poderosamente animados los que buscamos un
refugio asiéndonos a la esperanza propuesta,
19 que nosotros tenemos como segura y sólida ancla de nuestra alma, y que
penetra hasta más allá del velo,
20 adonde entró por nosotros como precursor Jesús, hecho, a semejanza de
Melquisedec, Sumo Sacerdote para siempre.
reer en Jesús y tomar la vida como es y seguir adelante con alegría, sin quejarnos, sin
dejarnos paralizar por el feo pecado de la pereza: es la invitación del papa Francisco en la
homilía de la misa celebrada este martes en la Casa Santa Marta del Vaticano.
En el centro de la homilía del Papa, el Evangelio de hoy del paralítico curado por Jesús.
Era un hombre que estaba enfermo desde hacía 38 años, yacía en el borde de una piscina
en Jerusalén, llamada en hebreo Betzatà, con cinco pórticos, bajo los cuales había un gran
número de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos. Se decía que, cuando bajaba un ángel y
agitaba las aguas, los primeros que se sumergían en ellas quedaban curados.
Jesús, viendo a este hombre, le pregunta: ‘¿Quieres curarte?’. “Es bello, Jesús siempre nos
dice esto a nosotros: ‘¿Quieres curarte? ¿Quieres ser feliz? ¿Quieres mejorar tu vida?
¿Quieres llenarte del Espíritu Santo?’, esta palabra de Jesús… Todos los demás que
estaban allí, ciegos, cojos, paralíticos… le habrían dicho: ‘¡Sí, Señor!’. Pero este es un
hombre extraño que le responde a Jesús: ‘Señor, no tengo quien me sumerja en la piscina
mientras el agua se agita. Siempre hay alguien que se me adelanta’. La respuesta es una
queja: ‘Mira Señor qué injusta ha sido la vida conmigo. Todos los demás pueden curarse y
yo llevo intentándolo 38 años…’”, comentó Francisco.
Este hombre, observó el Papa, era como un árbol plantado al lado de una corriente de
agua, como dice el Salmo, “pero tenía las raíces secas” y “esas raíces no llegaban al agua,
no podían tomar la salud del agua”.
“Esto se entiende de esa actitud, de las quejas, de dar siempre la culpa al otro: ‘Mira, los
otros se me adelantan y yo ya llevo 38 años aquí…’ Este es un feo pecado, el pecado de la
pereza. Este hombre estaba enfermo de parálisis pero también de pereza, que
es peor que tener el corazón tibio, peor todavía”, dijo el Papa.
“Es vivir pero porque vivo, y no tener ganas de no hacer nada en la vida… -continuó-. Se
había olvidado de la alegría, este hombre ni la conocía, la había perdido. Este es el pecado.
Es una enfermedad horrorosa: ‘Me siento cómodo así, me he acostumbrado… pero la vida
ha sido injusta conmigo…’. Ahí se ve el resentimiento, la amargura del corazón”.
Jesús no le reprende pero le dice: “Levántate, coge tu camilla y echa a andar”, prosiguió el
Papa, y el paralítico se cura, pero como era sábado, los doctores de la ley le dicen que no es
lícito llevar una camilla y le preguntan quién le ha curado ese día: ‘Va contra el código, no
es de Dios ese hombre”.
El paralítico, destacó el Papa, ni siquiera le da las gracias a Jesús, ni siquiera le pregunta
su nombre. “Se levantó con esa pereza” que hace “vivir porque es gratis el oxígeno”, que
“hace que vivamos mirando a los demás que son más felices que yo” y “entramos en la
tristeza, perdiendo la alegría”.
La pereza, explicó el Papa, es un pecado que paraliza, nos hace paralíticos, no nos deja
caminar… pero también hoy el Señor nos mira a cada uno de nosotros. Todos tenemos
pecados, también hoy el Señor nos dice: ‘¡Levántate!’
“Hoy el Señor nos dice a cada uno de nosotros: ‘Levántate, toma tu vida como sea, bella o
fea, tómala y sigue adelante. No tengas miedo, coge tu camilla y camina’. ‘Pero Señor, no
es el último modelo…’ ‘¡Ve adelante! Con esa camilla fea y vieja pero ¡adelante!’. ‘Es tu
vida, es tu alegría ¿quieres curarte?’, es la primera pregunta que nos hace Jesús hoy.
‘¡Levántate!’. Y en la antífona al inicio de la misa teníamos ese comienzo tan bello:
‘Vosotros que tenéis sed venid a esta agua, es gratis, quitaos la sed con alegría’”.
“Y si nosotros decimos al Señor ‘Sí, quiero curarme. Sí, Señor, ayúdame que quiero
levantarme’ -aseguró Francisco-, descubriremos cómo es la alegría de la salvación”.

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