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Derecho indígena, sistema penal

y derechos humanos

Prof. Dr. Emiliano Borja Jiménez.


Catedrático de Derecho Penal. Universidad de Valencia (España)

Resumen
El texto efectúa una revisión de los fundamentos de los sistemas punitivos de las
comu­nidades indígenas de Latinoamérica, atendiendo las razones de la criminalización
de ciertos comportamientos y las características de los sistemas punitivos, desde su
racionalidad interna y en comparación con los sistemas jurídicos de raigambre europea,
que coexisten con aquéllos; lo que permite concluir que los sistemas penales indígenas
no son contrarios a los instrumentos internacionales de protección de los derechos
humanos, en la medida que éstos requieren una interpretación ajustada a los sistemas
sociales en que deben ser aplicados.

Abstract
The text is a review about the fundamentals of Latin America’s indigenous punitive
systems, attending the reasons for the criminalization of certain behaviors and the
characteristics of those punitive systems, since its internal rationality and compared
with traditional legal systems in Europe, that coexist with them; leading one to conclude
that indigenous punitive systems are not contrary to international instruments on human
rights protection, as they require an interpretation agreed to the social systems that
should be applied.

Palabras Clave
Principios del derecho penal indígena; mediación; cohesión social; dañosidad social;
rehabilitación; sanciones; mecanismos de protección de derechos humanos.

Key words
Principles of indigenous criminal law; mediation; social cohesion; potential social
damage; rehabilitation; sanctions; mechanisms to protect human rights.
12 Derecho indígena, sistema penal y derechos humanos - Emiliano Borja Jiménez

Sumario
I. Introducción. II. Los principios del sistema penal indígena. III. Las infracciones del
sistema penal indígena. IV. Las sanciones del sistema penal indígena. V. Consideración
final: Derecho indígena sancionador y derechos humanos.

I. Introducción
Fue en el año 1999 cuando desde mi despacho en la Facultad de Derecho de
la Universidad de Valencia, decidí investigar la posible existencia de sistemas de
enjuiciamiento autónomos en los pueblos indígenas de Latinoamérica. Las preguntas
que me formulaba hacía muchos años eran similares a las siguientes: Si en una
comunidad de una etnia determinada, se perpetra una acción muy grave por parte de
uno de sus miembros (un asesinato, una violación, una mutilación, etc.), ¿qué haría el
resto de la comunidad?. ¿Pondría en conocimiento de la autoridad estatal la perpetración
de ese delito y actuaría el sistema de justicia oficial? O, por el contrario ¿sería la propia
comunidad quien procedería contra el autor? En caso de que aconteciese esto último,
la reacción de los comuneros ¿sería irracional, bárbara y primitiva, o respondería a
una serie de reglas preestablecidas?, ¿tendrían lo pueblos originarios un catálogo
de ilícitos y sanciones similares al que poseemos los occidentales?, ¿cómo sería el
procedimiento para enjuiciar a los sospechosos, y castigarlos si se les considerase
culpables? Como decía, todas estas cuestiones me rondaban desde hacía muchos
años, hasta que en 1999 conocí a una doctoranda ecuatoriana, que realizaba su tesis
doctoral en el Departamento de Derecho del Trabajo de la Universidad de Valencia, y le
comenté alguna de mis inquietudes en el sentido que acabo de reflejar. Ella me animó
a que fuera a su país, y que realizase un trabajo de campo encaminado a responder
algunas de estas cuestiones. En el mes de noviembre de ese año, obtuve una beca de
mi universidad, y algunos fondos de un proyecto de investigación de mi departamento
de Derecho Penal y comencé a desarrollar una investigación que todavía continúa hoy
en día. Algunas de las conclusiones provisionales de esta investigación, ya han sido
publicadas en un primer libro que ha querido introducir la problemática en Europa,
totalmente desconocida hasta el momento presente1.

1 Borja Jiménez, Emiliano, Introducción a los fundamentos del Derecho Penal indígena. Valencia,
2001. Con posterioridad a este trabajo inicial, he publicado otras investigaciones cuyas ideas
condenso aquí de forma resumida por exigencias editoriales. Al respecto, Borja Jiménez, Emiliano:
“Derecho Penal y Derecho indígena: Cuatro tesis” en Flores Giménez, F (Coord.), Constitución y
pluralismo jurídico, Quito, Corporación Editora Nacional, 2004, pp. 111-152; Borja Jiménez, Emiliano:
¿Existe el derecho penal indígena?, Conferencias Magistrales, Núm. 13. México, Editorial del
Instituto Nacional de Ciencias Penales de México (INACIPE), 2005, Borja Jiménez, Emiliano: “Sobre
la existencia y principios básicos del sistema penal indígena” en Borja Jiménez, Emiliano (Coord.):
Diversidad cultural: Conflicto y Derecho. Nuevos horizontes del Derecho y de los derechos de los
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Desde aquel mes de noviembre de 1999, hasta el momento presente, he reali­­-


zado varios trabajos de campo en distintas comunidades, aldeas y poblados de
Latinoamérica. Entre ellos destaco algunos desarrollados en comunidades quechuas
de Ecuador (en la zona de Cotacachi, y otras cercanas a la ciudad de Otavalo),
comunidades amazónicas záparas en la frontera entre Ecuador y Perú (en Balzaura),
pueblos mayas de Santa Cruz de Quiché y Sacapulas en Guatemala, comunidad bribri
de Cabagra en Costa Rica, aldea de la etnia muisca de Cota (Cundinamarca, Colombia),
comunidad kogi de Ráquira (Colombia), aldea quechua de Chakuyo (Cochabamba,
Bolivia), comunidades de los pankararú, fulni-ó, potiguara y xukurú en el Nordeste de
Brasil, poblado kuna de la isla de Tubualá en el archipiélago de Kuna-Yala (Panamá) y
comunidad mapuche ubicada en Quillalhué en la comarca lafquenche del Suroeste
de Temuco (Chile). Por supuesto, también he mantenido muchas entrevistas con
toda clase de investigadores (antropólogos, psicólogos, historiadores, médicos,
abogados, etc.), y otros (por ejemplo, misioneros), que han trabajado durante años
directamente con indígenas. Fruto de estas experiencias, que entenderán que no
han sido exclusivamente profesionales, sino que me han aportado una gran riqueza
en el plano personal, voy a estructurar mi ponencia en cuatro puntos fundamentales
que paso seguidamente a explicar, y que se sitúan en el marco de los principios, de
las infracciones, de las sanciones de los sistemas sancionadores indígenas y de su
repercusión en la consideración de los derechos humanos del reo.

II. Los principios del sistema penal indígena


Voy a exponer literalmente algunas ideas que he vertido ya por escrito,
centrándome en los axiomas más propios del Derecho sancionador indígena2.
Siempre he creído que existían principios básicos del Derecho Penal que eran
universales e imprescindibles en todo ordenamiento jurídico. He llegado a estar
convencido de que un sistema punitivo que no se estructurase con base en estos
axiomas fundamentales, no podía contemplarse bajo las siglas del Derecho Penal. Y
ahora tengo que decir que estaba equivocado.
Es posible, y en la mayoría de las ocasiones, necesario, otorgar a la costumbre
el rango de primera fuente de los delitos y de las penas en los sistemas normativos

pueblos indígenas de Latinoamérica. Serie Monografías, núm. 419. Valencia, Editorial Tirant lo
blanch, 2006, pp. 259-372; Borja Jiménez, Emiliano: “Sobre los ordenamientos sancionadores
originarios de Latinoamérica” en Berraondo, Mikel (Coord.) Pueblos indígenas y derechos huma­
nos. Bilbao, Instituto de Derechos Humanos. Universidad de Deusto, 2006, pp. 663-683; Borja
Jiménez, Emiliano: “Sobre los ordenamientos sancionadores originarios de Latinoamérica. Derecho
penal y pluralidad cultural”, Anuario de Derecho Penal, 2006 (Lima y Friburgo –Suiza-, 2007), pp.
101-152.

2 Introducción a los fundamentos... cit., pp. 175 y ss.


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aborígenes, porque la transmisión oral de los conocimientos, cultura y tradiciones


sustituye los procedimientos escritos de información social propios de los sistemas
occidentales. No se requiere que la norma penal proceda de un parlamento porque no
existe una cámara nacional de representación política de los pueblos aborígenes, sino
mecanismos asamblearios de participación de todos los miembros de la comunidad
a través de procesos de democracia directa. Tampoco se puede exigir la existencia
de jueces de carrera, de abogados letrados, de fiscales ordinarios. Pues el juez es
sustituido por el Cabildo o el Consejo, el abogado encuentra su plasmación en un
lego que conoce las reglas y normas consuetudinarias, y el fiscal no existe porque
la acusación puede proceder de la misma comunidad, del hechicero o del jefe. No
podemos, por tanto, exigir la implantación del principio de legalidad penal, de sus
garantías y manifestaciones, en ámbitos sociales con sistemas de vida, de cultura,
de comprensión del existir cotidiano y trascendental tan diferentes a la concepción
social, política y cultural del mundo occidental. Se puede pretender, por el contrario,
alcanzar mínimamente los fundamentos del principio de legalidad penal, esto es,
seguridad jurídica, representación democrática e igualdad de todos los ciudadanos.
Y se puede apreciar que estos tres fundamentos son satisfechos en los diferentes
sistemas punitivos examinados. La seguridad jurídica se alcanza dentro de grupos
muy poco numerosos en los que cada uno conoce perfectamente el ámbito de lo
prohibido y la consecuencia que acarrea infringir la norma. El carácter democrático
de la institución no se pone en duda cuando es la propia comunidad la que impone,
enjuiciamiento tras enjuiciamiento, el catálogo de comportamientos humanos que se
consideran delictivos y las correspondientes sanciones. Y la igualdad de trato de sus
ciudadanos se respeta si se siguen los procedimientos consuetudinarios de solución
de conflictos y las respectivas reglas que cada pueblo establece para tutelar las bases
de la convivencia comunitaria. No se prescinde, por tanto, del principio de legalidad,
sino que éste adquiere una dimensión muy distinta en el ámbito jurídico-penal de los
pueblos tribales de Latinoamérica.
A similar conclusión llegamos en el marco del principio de culpabilidad. La mayoría
de las manifestaciones de este axioma no se presentan en el Derecho Penal indígena
porque los valores individuales aquí se supeditan en favor de los intereses del grupo. La
dignidad humana y el libre desarrollo de la personalidad en los pueblos originarios, que
se hallan en el propio fundamento del principio de culpabilidad, no se conciben fuera
del origen étnico, de la representación de la cultura indígena, de la imagen del grupo
de procedencia. El individuo es lo que es en tanto que es miembro de una determinada
comunidad. Y este pensamiento modifica notablemente la concepción de los derechos
fundamentales y de las libertades públicas que a él, por el mero hecho de ser un ser
humano, se le atribuyen.
Si se tiene presente esta peculiaridad cultural, entonces se comprenderá que la
exigencia de la responsabilidad por el acto aislado cede en muchas ocasiones en favor
de la responsabilidad por la forma de conducción de vida, pues el componente de fuerte
integración social no acepta hechos individuales sino comportamientos históricos. El
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principio de personalidad también cede (en ocasiones) ante la culpabilidad del grupo,
del clan o del patrilinaje, pues al colectivo se le responsabiliza de la educación y de la
conducta del nativo. La presunción de inocencia, el derecho a la defensa y al debido
proceso en general, necesitan, según estos parámetros, ser interpretados bajo otra
lectura diferente, pues los valores de la paz y del equilibrio social requieren que se
tomen en consideración otros componentes supraindividuales de notable importancia.
Voy seguidamente a señalar algunas características que manifiestan otros principios
propios del sistema de infracciones y de sanciones de los pueblos originarios3.
Se puede así entender que el principio de culpabilidad considerado bajo los
presupuestos del pensamiento occidental, se relaja bastante cuando nos encontramos
ante ordenamientos punitivos indígenas. Esto es así porque los sistemas sociales
más arcaicos o primitivos (o, si se quiere, menos influidos por la “colonización”) se
estructuran bajo una intensa cohesión del grupo, de tal forma que mantener la paz o
el equilibrio entre las diversas familias se presenta como función rectora de toda la
vida de la colectividad por encima, incluso, de intereses particulares. Visto desde este
prisma, acontecimientos que desde la perspectiva “occidental” se entenderían como
estrictamente “privados” (adulterio u ociosidad), en los grupos amerindios trascienden
de ese mero campo particular porque representan desajuste social, pérdida del
equilibrio respecto de los colectivos integrantes, y, en última instancia, ruptura de la
paz social. El principio de la paz social, del mantenimiento de las fuerzas comunitarias
en pugna, aparece con gran relevancia en los sistemas jurídicos indígenas.
El derecho sancionador indígena, sin embargo, se estructura en torno a unos
principios propios que, sin ser desconocidos en los sistemas penales occidentales, sin
embargo aquí adquieren especial consideración.
Así, el valor preponderante que se le asigna a la paz social, y la necesidad de
mantener la integración y la cohesión del grupo, explican los principios de mediación y
de fuerte prevención especial en el ámbito de la elección y de la imposición de la pena
al infractor declarado culpable4.
El Derecho Penal indígena es, ante todo, un Derecho de mediación5. El delito en
las sociedades originarias de Latinoamérica refleja el peligro de descomposición del
grupo y de división social. La consecuencia jurídica del delito, la pena, no pretende
expresar solamente el castigo representativo de la reprobación social, sino, sobre todo,
se busca restaurar el equilibrio de la vida social del grupo y alcanzar la paz rota por el
comportamiento del autor6. De ahí que la imposición de la sanción no sea tan sólo una

3 Introducción a los fundamentos... cit. pp. 133 y ss.

4 En este sentido, Irureta, Gladys, El indígena ante la ley penal. Caracas, 1981, p. 21

5 Perafán Simmonds, C. C. Sistemas jurídicos Paez, Kogi, Wayúu y Tule. Bogotá, Colcultura, 1995, p. 40.

6 Esta diferencia entre los ordenamientos punitivos indígenas y el estatal es apreciada por la
sentencia de la Corte Constitucional colombiana T-523/97, cuando establece el fundamento y
razón de ser de determinadas sanciones en una y otra comunidad.
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cuestión que afecta a la víctima, al infractor y a la autoridad legitimada para impartir


justicia, sino que alcanza a la comunidad en su totalidad, pero no entendida como
ente abstracto que se encuentra distante y por encima de sus miembros, sino que
la sombra del hecho antisocial suele cubrir a cada uno de los miembros, a cada una
de las familias y linajes, a cada grupo fundamental del colectivo. Por esta razón, en
muchos ordenamientos punitivos indígenas la decisión de la pena a imponer constituye
un auténtico proceso de negociación que se abre en dos direcciones distintas.
Por un lado, a través de la asamblea en la que suele reunirse toda la comunidad
para determinar la culpabilidad o inocencia del sujeto, e imponerle la pena en su caso,
los diferentes clanes y familias tratan de llegar a un acuerdo sobre el tipo de sanción,
su duración y forma de cumplimiento para evitar de esta forma las guerras ancestrales
y mantener el orden en la comunidad7.
La segunda vía de transacción en el marco de la imposición de la sanción se
lleva a cabo entre la misma comunidad (bien directamente, bien representada por las
respectivas autoridades) y el propio condenado. En la medida en que se intenta siempre
mantener la paz, se pretende incluso que el propio infractor quede conforme con la
resolución de la asamblea para de esta forma poder alcanzar así el orden y el equilibrio
respecto de todos los miembros de la misma, incluyendo al propio delincuente. El
proceso de mediación con el infractor, en delitos que no son muy graves, comienza
incluso antes de que se establezca procedimiento de sanción alguno, advirtiendo
privada o públicamente al sujeto, amonestándole, etc8. Por poner un ejemplo, en los
supuestos de violencia doméstica, la actitud agresiva del comunero con su mujer
afecta a la integridad física y psicológica de la víctima y también a la tranquilidad de la
comunidad. Ésta puede apercibir en varias ocasiones al sujeto para que respete a su
mujer y a la propia colectividad y no arme tanto escándalo. Si el comunero no se aviene
a los apercibimientos de la autoridad, se le obliga, por ejemplo, a permanecer en la casa
comunal con su mujer para que hablen y de esta forma puedan alcanzar un acuerdo. Si
esta medida no soluciona el problema, se puede llegar a decidir, finalmente, sancionar
al infractor, y del elenco de sanciones del que disponen las comunidades para castigar
estos supuestos, se suele optar por aquél que mejor se correspondía con la naturaleza
del hecho perpetrado y con la personalidad del infractor. Pero fundamental para la
imposición de la pena suele ser el hecho de que el propio condenado esté de acuerdo

7 En este punto, traigo a colación la sentencia T-349/96 de la Corte Constitucional colombiana, la


cual expresa las opiniones de los peritos antropólogos que realizaron el correspondiente estudio
respecto de la comunidad embera-chamí..

8 Este carácter de mediación de los sistemas punitivos indígenas del Ecuador fue un punto de
referencia que se expresó en la mayoría de las entrevistas que realicé en la cuarta semana del
mes de noviembre de 1999, durante mi estancia en la República del Ecuador, especialmente las
mantenidas con la Dra. Gina Chaves, el Dr. Julio César Trujillo y la Dra. Nina Pakari.
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con su imposición (por ejemplo que esté de acuerdo en realizar gratuitamente una
serie de actividades de mejora de las instalaciones de la escuela pública del barrio). En
ocasiones, el mismo reo puede solicitar que la sanción se cumpla bajo determinadas
condiciones, que cuando son razonables suelen ser aceptadas por la comunidad9.
Ciertamente, este carácter de mediación no es desconocido por el Derecho
Penal occidental. Como sabemos, la institución anglosajona de la diversion (que ha
sido trasladada con gran éxito al Derecho continental, sobre todo en el marco del
procedimiento abreviado) faculta al juez para que imponga una pena al acusado cuando
éste reconoce los hechos y tras una negociación entre la acusación y la defensa.
Pero aquí no existe el intermediario del representante legal ni de entes distintos de
la propia comunidad o de sus autoridades si el hecho es muy leve. De tal suerte que
la mediación en el Derecho Penal indígena constituye una de las bases de su sistema
jurídico merced a la clase de estructura social que impera en su seno.
Para finalizar este apartado, quisiera hacer referencia, aun brevemente, a otro de
los principios que se encuentra en la base de los diferentes ordenamientos jurídicos
indígenas. Me refiero al principio de rehabilitación o reinserción social del reo.
Una de las ideas que más fuertemente están presentes en la conciencia
jurídica de los indios es el convencimiento de que la justicia estatal no vela ni por los
intereses de la sociedad ni tampoco por los del propio reo10. Al pensamiento de que
los órganos jurisdiccionales están corrompidos, son lentos e ineficaces, se equivocan
constantemente y tutelan exclusivamente los intereses de los poderosos, se une este
otro que afirma que las sanciones estatales despersonalizan al sujeto, lo excluyen de

9 Pero también puedo poner un ejemplo de un supuesto no representativo, en el que la comunidad


no atendió a las razonables pretensiones del condenado para que fuese modificada la ejecución
de su sanción y no afectase a terceros inocentes. Cito el caso en el que el acusado fue enjuiciado
por la comunidad por realizar ciertos hurtos de forma continuada. Había sido ya advertido con
anterioridad, y se le conminó a que aceptará la resolución de la comunidad porque se quería evitar
que fuese juzgado por la justicia estatal. Finalmente fue condenado con una de las penas más
graves que puede imponer la autoridad indígena: la expulsión de la comunidad y la confiscación
del predio comunal que tenía asignado el sujeto. El condenado, que era padre de muchos hijos y
estaba viudo, solicitó ausentarse voluntariamente siempre y cuando la comunidad aceptase que
sus hijos continuasen trabajando las tierras comunales, para evitar que estos pasasen hambre. La
comunidad, incomprensiblemente (pues la petición del sancionado era muy razonable) no aceptó
esta transacción y ello constituyó un motivo relevante para que la Corte Constitucional colombiana
otorgase la tutela al demandante y decidiese que aquélla adoptase una pena más proporcionada
a los hechos perpetrados.

10 En una reunión con dirigentes indígenas mantenida en el mes de julio de 2003 en La Paz, formulé
directamente la pregunta de su confianza en los órganos de justicia estatal y la respuesta fue en
todos ellos unánime: la rechazaban totalmente, prefieren en todo caso resolver con arreglo a su
derecho consuetudinario. Una vez más, tengo recogidas esas impresiones en el correspondiente
material magnetofónico.
18 Derecho indígena, sistema penal y derechos humanos - Emiliano Borja Jiménez

su entorno, provocan el contagio criminal y, en definitiva, transforman negativamente


al individuo11.
Aunque más adelante tendré ocasión de pronunciarme detenidamente sobre la
naturaleza de las sanciones que utiliza el Derecho Penal indígena, la gran mayoría de
ellas obedecen a la idea de reintegrar al condenado de nuevo a su comunidad, de que
éste confiese y admita su error ante las autoridades indígenas. Se persigue que el
infractor quede en paz consigo mismo y con su sociedad nativa, y por esta razón se
rechazan aquellas penas que implican la “desnaturalización ambiental del sujeto”, que
separan al reo del entorno natural en el que desarrolla su existencia, como es el caso
de las penas privativas de libertad12.
El Derecho Penal indígena, especialmente el que se aplica en las comunidades
de la Sierra, de los Andes ecuatorianos y bolivianos, es un Derecho Penal que une
elementos mágicos y místicos con la idea de reintegrar al sujeto de nuevo a su medio
social. Las instituciones del baño en agua fría y el ortigamiento, muy utilizadas en
las comunidades quechuas ecuatorianas, pero también en la Amazonía (aquí sólo la
aplicación de la ortiga), presentan una naturaleza mixta entre componentes procesales
y punitivos, a la que no son ajenas formas rituales procedentes de una institución
ancestral13.
En estas sociedades amerindias, la ejecución de la sanción se lleva a cabo a
través de un procedimiento en el que, como acabo de señalar, se mezcla el rito con
ciertas instituciones jurídicas, ya sean adjetivas o sustantivas14. Al reo se le desnuda
y se le baña en agua fría en el río, riachuelo, lago o fuente más próxima al lugar de
enjuiciamiento. Con ello se pretende “limpiar el cuerpo de los malos espíritus que
han llevado al individuo a realizar un daño contra los demás”. Tras el baño en agua
fría, sobre el cuerpo desnudo del condenado se le aplica la ortiga, hierba urticante
11 También constituye ésta una nota constante en las entrevistas realizadas durante el mes de
noviembre de 1999 en la República de Ecuador, bien fuese en las comunidades de la Sierra, bien
se tratase de las comunidades del Oriente.

12 En la citada sentencia T-349/96, se recoge el testimonio de un indígena respecto de su concepción


sobre lo que significa la pena de prisión. Tengo que decir que mi experiencia personal apunta
también a que la mayoría de los dirigentes entrevistados participaban del mismo pensamiento.

13 El procedimiento del baño en agua fría y del ortigamiento no es, ni mucho menos, generalizado
en todas las comunidades amerindias. Sin embargo, es frecuente en las agrupaciones del cantón
de Otavalo y alrededores (provincia de Imbabura, Ecuador). Plasmo en el texto las experiencias
recogidas de las cuatro entrevistas realizadas en comunidades de Cotacachi el día 13 de noviembre
de 1999, recogidas en el material así catalogado.

14 Esta utilización ritual de la sanción, con la finalidad de purificar al sujeto y restablecer el equilibrio
y la paz, también se encuentra en la etnia páez que reside en el territorio de Colombia. La Corte
Constitucional de este país, en la sentencia T-523/97, expresa nítidamente este fundamento
punitivo.
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que en contacto con la piel produce picores, inflamaciones y eczemas, con irritación
generalizada. Tanto el baño en agua fría como el ortigamiento, se han contemplado
como medios bárbaros de sanción del delincuente. Pero creo que ni siquiera tienen el
carácter de pena íntegramente. El ortigamiento, que ciertamente produce dolor físico,
es un medio procesal y ritual que persigue “curar” al reo, que éste se sienta “libre”
de las malas influencias que le llevaron a perpetrar el delito y confiese su hecho ante
la comunidad para que de esta forma, como reconocimiento de un error cometido,
aquélla pueda aceptar de nuevo a éste y así reintegrarle a su seno tras la ejecución
de la sanción15. La ortiga, pues, tiene un carácter ritual y mágico, de tal suerte que
su utilización en el cuerpo del condenado se interpreta como una forma de purificar
su sangre y su alma, pues se considera que es un espíritu ajeno y maligno quien le
incitó a delinquir, el cual es expulsado, purificando al sujeto, cuando se aplica la hierba
urticácea16.
Existe también un elenco de penas que pretenden alcanzar esa rehabilitación del
sujeto. La sanción de reclusión en la casa comunal, es una pena privativa de libertad
que no suele durar más de 24 horas, y como mucho, se impone hasta siete días. Sin
embargo, este encierro no tiene una naturaleza de exclusión y de aislamiento, sino
que busca la finalidad de que el sujeto encuentre un espacio comunal de soledad
para que pueda meditar sobre su reprochable proceder y de esta forma no llegue
a repetir los mismos errores en el futuro. La misma pena de latigazos, que desde

15 La ortiga es una hierba que entre los indígenas se utiliza como planta medicinal. De las diversas
entrevistas que realicé en mi estancia en Ecuador durante el mes de noviembre de 1999, todos
los dirigentes y especialistas entrevistados pusieron de manifiesto que este carácter medicinal
es el que simboliza la aplicación de la ortiga al reo. Pues se cree que ésta purifica la sangre y con
esa finalidad es empleada por muchos indígenas y mestizos. En la entrevista realizada con el Dr.
Julio César Trujillo el día 23 de noviembre de 1999, miércoles, a las 15´30 horas en la Universidad
Andina Simón Bolívar (sede Ecuador), se manifestó la relación existente entre este carácter
terapéutico de la ortiga y el sentido procesal que se le otorga en el Derecho Penal indígena, tal y
como se señala en el texto.

16 En el pensamiento indígena, está muy arraigada la idea de que el sujeto que delinque está domi­
nado por un ser sobrenatural ajeno a la persona del infractor. En la entrevista que tuve con Julio
Nunin, maestro de la comunidad zápara de Balzaura, celebrada el jueves 18 de noviembre de 1999
sobre las 15 horas, el entrevistado, de origen shuar, me manifestó que en su etnia cuando alguien
perpetraba algún hurto o robo (generalmente niños), se creía que un simio se había apoderado de
su mente, y para ello subían al infractor a un árbol, el cual tumbaban después y con el golpe, si
sobrevivía el infractor, se entendía que el mono había huido de la mente cautiva del ladrón, y de
esta forma el ajusticiado no volvería más a delinquir.
En este sentido, en comunidades indígenas colombianas, existe una institución penal que se
denomina separación de los espíritus que obligan a hacer una cosa mala a las personas, y que
consiste en proporcionarle al sujeto bebidas elaboradas con plantas para neutralizar esa energía
negativa. Perafán Simmonds: Sistemas jurídicos... cit., p. 94.
20 Derecho indígena, sistema penal y derechos humanos - Emiliano Borja Jiménez

la perspectiva occidental nos parece bárbara y cruel, cuando se aplica, cada golpe
viene acompañado de un consejo, para que se entienda que la sanción no es sólo
castigo sino que también está orientada a mejorar a las personas que han delinquido.
Existen penas de trabajos en beneficio de la comunidad que también persiguen el
objetivo de que el sujeto comprenda la importancia de velar por los intereses de la
comunidad y asuma su deslealtad al faltarle el respeto mediante la perpetración de un
hecho delictivo. De hecho, una de las sanciones que se considera más severa, no viene
integrada por aquéllas que atentan contra la integridad física, sino que se concreta en
la pena de expulsión de la comunidad. Es la más fuerte de las consecuencias puni­-
tivas y se impone cuando ninguna otra ha tenido eficacia. Y se considera tan dura
porque su aplicación supone la muerte social del sujeto, su exclusión del poblado. Y
para un indígena que ha vivido toda su vida en un mismo lugar, y durante generaciones,
el destierro significa la ruptura total con toda su existencia anterior y la práctica nega­
ción del futuro porque se le ha borrado su propia esencia. Esta es la pena más dura,
porque en ella no hay posibilidad alguna de rehabilitar al sujeto y de reintegrarle a su
comunidad.

III. Las infracciones del sistema penal indígena


En la mayoría de los ordenamientos indígenas se castiga un conjunto de
comportamientos humanos que son reprobados por su dañosidad individual y social
equiparables a los delitos del Derecho Penal de corte occidental. Hechos punibles contra
la vida, la integridad física, la libertad sexual o el patrimonio, son sancionados en uno y
otro ordenamiento. También es frecuente, sobre todo en comunidades que comienzan
a recuperar de nuevo su autonomía en el ejercicio de la administración de justicia, que
exista una dualidad en el ámbito de la competencia penal, atendiendo a la gravedad de
las infracciones. Así, es frecuente que la comunidad venga a enjuiciar supuestos como
hurtos, robos, lesiones o apropiación de tierras, pero delegue a los tribunales ordinarios
los procesos originados por muertes, violaciones o secuestros17. También encontramos
comunidades que administran todos los casos de esta naturaleza que se desarrollan

17 Esta forma de proceder es muy frecuente en comunidades mayas de Guatemala. Cito un


conjunto de investigaciones que recogen experiencias de algunos pueblos originarios de este
país, realizadas por el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la Universidad Rafael
Landívar. Universidad Rafael L andivar (Guatemala). Instituto de investigaciones económicas y sociales, El
sistema jurídico Maya. Una aproximación. Guatemala, 1998; Universidad Rafael L andivar (Guatemala).
Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales, El sistema jurídico Kiche´. Una aproximación.
Guatemala; 1999. Universidad Rafael L andivar (Guatemala). Instituto de Investigaciones Económicas y
Sociales, El sistema jurídico Ixil. Una aproximación. Guatemala, 1999; Universidad Rafael L andivar
(Guatemala). Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales, El sistema jurídico Poqomchi´. Una
aproximación. Guatemala, 1999; Universidad Rafael L andivar (Guatemala). Instituto de Investigaciones
Económicas y Sociales, El sistema jurídico Mam. Una aproximación. Guatemala, 1999.
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dentro de su territorio18. Las conductas ilícitas más reiteradas en los pueblos originarios
suelen ser las relacionadas con la apropiación y venta ilícita de bienes comunales, los
hurtos y robos, lesiones y delitos contra el honor. Los homicidios y los delitos contra
la libertad sexual son menos frecuentes, y en ocasiones, desconocidos. Ahora, sin
embargo, me interesa destacar la existencia de tres tipos de comportamientos que
en la mayoría de los pueblos originarios de América suelen ser considerados como
delictivos, y que son desconocidos en los ordenamientos jurídicos occidentales19, pero
que, sin embargo, no han perdido vigencia en los sistemas jurídicos indígenas. Me
refiero a los ilícitos de adulterio, de ociosidad y de brujería20. De nuevo voy a reiterar
aquí las palabras que he escrito en otro lugar21.
Es un dato antropológico conocido, que en muchas comunidades indígenas en las
que predomina de forma fuerte el matrimonio o la unión libre monogámica, la infidelidad
sexual de uno de los cónyuges suele constituir un hecho que es gravemente sancionado.
Es verdad que esta conducta ha sido reprimida en las mismas sociedades estatales
occidentales (así, en España, el delito de adulterio estuvo vigente hasta 1978). Incluso
hoy en día sigue siendo un comportamiento castigado en la mayoría de los países
musulmanes y en otros del área Latinoamericana, como México. Pero en sociedades
europeas y de corte occidental, la infidelidad conyugal no tiene ninguna repercusión en
el ámbito del Derecho público. Es contemplada como conflicto privado en el seno de
la familia a la que afecta, y el Estado no interviene porque debe respetar ese ámbito
de intimidad y de libertad de sus ciudadanos, salvo la eventual consideración de las
consecuencias que puedan derivar del correspondiente proceso civil de separación o
divorcio.
Sin embargo, se ha señalado que los aspectos individuales como la libertad o
la intimidad en las sociedades tribales ceden ante el peligro de pérdida de la paz que
puede generar la conducta infiel de uno de sus miembros respecto de su compañero

18 Esto ocurre en gran medida en la mayoría de comunidades colombianas, como se desprende


de estas dos obras clave: Perafán Simmonds, C. C., Sistemas jurídicos Paez, Kogi, Wayúu y Tule.
Bogotá, Cocultura. 1995; Perafán Simmonds, C. C./A zcárate García, L. J./Zea Sjoberg, H., Sistemas
jurídicos Tukano, Chamí, Guambiano, Sicuani. Bogotá, 2000.

19 Un profundo estudio sobre la tipología delictiva de las etnias Páez, Kogi, Wayúu y Tule lo
encontramos en la obra de Perafán Simmods, Sistemas jurídicos Páez, Kogi, Wayúu y Tule... cit.;
respectivamente, pp. 61 y ss., 139 y ss., 176 y ss., y 251 y ss.

20 Parece ser que en Latinoamérica, los pueblos precolombinos ya legislaron leyes morales y jurídicas
que prohibían conductas a través de sencillas prohibiciones, como no matarás, no hurtarás, no
mentirás, no serás ocioso, no tomarás la mujer ajena, y otras similares que constituyen la base
del Derecho Penal indígena. Así, para el caso de Colombia, Velásquez Velásquez, F., Derecho Penal.
Parte General. 3ª Edic. Bogotá, 1997; p. 224.

21 Borja Jiménez, Introducción a los fundamentos del Derecho Penal indígena... cit.; pp. 142 y ss.
22 Derecho indígena, sistema penal y derechos humanos - Emiliano Borja Jiménez

o compañera sentimental. Se considera que el engaño no sólo afecta al cónyuge


defraudado, sino también al honor de sus parientes y de su propio clan. Y esto se
contempla como una gran falta de respeto a la propia comunidad. Por esta razón,
encontramos frecuentemente instituido como hecho delictivo el adulterio22. También
es de destacar que, frente a lo que es regla común en otros ordenamientos donde se
ha incriminado (o todavía se incrimina) este ilícito, que va dirigido sólo a la mujer, en las
comunidades estudiadas el sujeto activo del mismo también puede ser un hombre23.
El segundo delito que no se encuentra en la legislación estatal es el ilícito de
ociosidad. Se ha dicho que el Derecho Penal de las comunidades quechua (tanto en
Ecuador como en Bolivia) estructuraba todo su sistema de sanciones con base en
una triple prohibición: no mientas, no robes, no seas ocioso (ama sulla, ama quella,
ama llulla). La inactividad del comunero, por tanto, se ha constituido en una conducta
gravemente desvalorada en las sociedades aborígenes latinoamericanas.
Se podría pensar que no trabajar es una opción personal del individuo que,
fuera de las reprochables connotaciones éticas o morales que socialmente pueda
implicar, no debería aportar ninguna consecuencia jurídica por no atentar a las bases
de la convivencia. Y evidentemente, este planteamiento es correcto y acertado en
una sociedad occidental en la que, como hemos señalado en varias ocasiones, la
faceta privada del individuo es tutelada con gran fuerza. Pero el sistema de vida de
los colectivos aborígenes es muy distinto de éste que acabamos de señalar. En la
medida en que el Estado apenas cubre (cuando las cubre) una mínima parte de las
necesidades de la respectiva comunidad, son los propios comuneros los que tienen
que organizarse socialmente para atender a los problemas que se presentan día a día
en el correspondiente grupo humano. Las denominadas “mingas” (actividad gratuita

22 Entrevistas realizadas al respecto con D. Pedro de la Cruz, el 13 de noviembre de 1999 en


Cotacachi, con la Dra. Ximena Endara y con Dª Gina Chaves en Quito el jueves, 25 de noviembre de
1999. De estas tres entrevistas, y de mi propia experiencia durante mi estancia en la comunidad
zápara de Balzaura, no me ofrece ninguna duda la existencia real de este hecho como delictivo
en ciertos pueblos indígenas del Ecuador. No me queda nada claro, sin embargo, las sanciones
que se aplican a estos ilícitos delictivos. En ciertas comunidades de la provincia de Chimborazo,
a las mujeres les cortan el pelo, sanción que no parece originaria de la cultura indígena sino de la
hispánica. En otras ocasiones, se produce la castración directa del adúltero. En las comunidades
záparas manifiestan que se trata de un delito grave y por esa razón la pena a imponer es la
capital. Pero respecto de estas sanciones, en la medida en que no dispongo de información
suficientemente fiable, prefiero no pronunciarme de forma muy tajante.

23 Así, en la etnia colombiana Kogi, se castiga de igual forma el adulterio del hombre que el de la
mujer. La pena es más grave si “es viviendo”, y se reduce a la mitad cuando se trata “de una
aventura”. Al respecto, la pena impuesta es de un mes de confesión “a la loma” en el primer caso
y la mitad en el segundo. Durante este tiempo el infractor tiene que “confesar” su fechoría ante
sus antepasados. Perafán Simmonds, Sistemas jurídicos... cit., p. 146.
Nuevo Foro Penal No. 73 - Julio-diciembre de 2009 - Universidad EAFIT 23

que presta cada vecino en favor de todo el grupo) se presentan como un servicio
absolutamente necesario si se quiere desarrollar la convivencia en unas mínimas
condiciones de dignidad. Por otro lado, como, por regla general, son colectivos de
pequeñas dimensiones, el esfuerzo por llevar a cabo proyectos colectivos tiene que
distribuirse entre muy pocas personas, y de esta forma, la inactividad de alguna de
ellas puede acarrear un notable perjuicio al conjunto de la vecindad. Esto explica que
un comportamiento que puede ser considerado como absolutamente inocuo en una
sociedad occidental, en una colectividad nativa, sin embargo, represente un alto grado
de desprecio a los intereses generales, y de ahí que esté sancionado con una pena24.
El último delito que quería examinar, y el más incomprensible para la cultura
occidental, es el de brujería. Evidentemente, los supuestos de utilización indebida de las
artes propias del chamán deben ser excepcionales, y su sanción también. No obstante,
a lo largo del desarrollo de los diferentes trabajos de campo, me he encontrardo algún
que otro caso, y quisiera hacer una breve referencia a este tipo de hechos, pues ello
explica ciertas características de los ordenamientos punitivos tribales que nos ayudan
a comprender mejor su fundamento y naturaleza.
Hay que tener presente que la concepción indígena del mundo está muy arrai­­-
gada en una interpretación mágica de la realidad, en la explicación fuertemente simbólica
de la vida, donde el rito y el respeto a las fuerzas sobrenaturales desempeñan un gran
papel. Por esta razón es tan importante la función del hechicero en las comunidades
menos occidentalizadas. El brujo es quien mejor conoce el cosmos espiritual que rige
las creencias de los miembros de su poblado, quien está autorizado a ponerse en
contacto con esas fuerzas sobrenaturales... es la persona que sabe como mantener el
equilibrio entre la realidad cotidiana y la realidad espiritual. Todo esto es incompren­
sible para nuestra mentalidad occidental, y ahora no se trata de comprobar si tiene
una base lógica, científica o racional, o carece absolutamente de ella. Esto no es tan
importante como el dato de que existe en la conciencia indígena una absoluta creencia
en estas instancias trascendentales25 y, sobre todo, en la función que le corresponde

24 Son dos referencias las que he tomado respecto del delito de ociosidad, que representaría un
hecho punible menos grave o leve, de los que dan lugar a previos apercibimientos y sanciones
no muy graves. La primera referencia viene tomada en la comunidad de Cotacachi (en la cinta
magnetofónica citada en nota 22). La segunda referencia deriva de la entrevista que mantuve con
el jefe y chamán de la etnia de los záparos de la comunidad de Balzaura, el día 16 de noviembre
de 1999. La pena que se le impone al ocioso, como he señalado, no es muy grave y depende de la
etnia que la ejecute. En las comunidades de la Sierra se les aplica el baño en agua fría y la ortiga.
Los záparos excluyen temporalmente al infractor y no le permiten comer durante ese tiempo.

25 Por poner un ejemplo en comunidades indígenas de las examinadas, en los pueblos originarios
mapuche (residentes en Chile, fundamentalmente), las creencias en la brujería se reflejan en los
siguientes términos: “Generalmente el resultado de la hechicería es la muerte o la desgracia.
Más específicamente, el «asesinato» subrepticio (cualquier muerte inexplicable), enfermedades,
24 Derecho indígena, sistema penal y derechos humanos - Emiliano Borja Jiménez

al hechicero. Éste, como he señalado en otras ocasiones, vela por mantener la sanidad
de la comunidad, bien sea ante enfermedades, bien sea ante los acechos de seres
sobrenaturales que procedan de la selva, de las lagunas o de otros mundos... en todo
caso, él, y sólo él, está autorizado para utilizar la medicina tradicional en casos de grave
enfermedad y para deshacer hechizos y manejar otras fórmulas mágicas con el fin de
proteger a la comunidad y a sus miembros.
En ciertas tribus de la Amazonía, al menos, en la comunidad zápara, constituiría
una conducta gravemente prohibida, que cualquier miembro del poblado, fuera del
hechicero, realizase cualquier actividad de brujería, especialmente contra sus vecinos.
Pero también el propio chamán puede perpetrar este delito. Él puede hacer uso de su
arte para beneficio exclusivo de la comunidad y de sus miembros, o para profundizar
en sus conocimientos y de esta forma adquirir más fuerza. Sin embargo, si un chamán
utiliza sus poderes contra un comunero, o contra otra persona de otro poblado, incurrirá
en un grave delito, y se le impondrá la pena de muerte26. La creencia en la ciencia del
chamán es tan fuerte, que existen comunidades (así, embera-chamí en Colombia) que
atenúan notablemente la pena a quien mata al hechicero por creer que éste hacía uso
de su magia contra aquél u otro pariente27. Sin embargo, no incurrirá jamás en delito
de brujería el chamán que, para mejorar su arte, actúa con sus poderes contra otro
chamán28.

inusuales (contraídas en circunstancias anormales o indebidamente prolongadas), accidentes


extraños y lesiones, pérdida de objetos de valor, mala suerte con la cosecha y los animales (en
cuanto los vecinos continúan prósperos) son los principales encabezamientos bajo los cuales
están categorizadas las desgracias. No todos los males son de un mismo tipo. Trataré de esbozar
o separar diferentes tipos de calamidades provocadas por hechicerías, en cuanto corresponden
a diferentes grupos sociales de la sociedad mapuche...”. Faron, Louis C., Antüpaiñamko. Moral y
Ritual Mapuche. Santiago de Chile-Buenos Aires, 1997, p. 153.

26 En la comunidad indígena Páez, en Colombia, entran dentro de este delito tres especies: la
utilización indebida de hierbas venenosas, el mal ejercicio de la medicina tradicional por quien
tiene derecho a practicarla y la conducta que se señala en el texto, “gente que se convierte en
mohano, el lado malo del shamán clásico”. Perafán Simmonds, Sistemas jurídicos Páez... cit., p. 67.

27 “De este modo, se castiga con tres años el homicidio que comete un padre en la persona de un
jaibaná (hechicero) cuando éste sospecha que su hijo murió por causa del último”, sentencia de la
Corte Constitucional de Colombia T-349/96.

28 “Cuando un chamán está haciendo su estudio, sabe de muchas cosas, entonces lo prueba a otro
chamán para ver si lo puede resistir, para ver si está atento viendo a todo eso... entonces le pega
con sus dardos mágicos, entonces si él no ha aprendido este tipo de estudio, el no aguantará ya...
por ejemplo, mandan a morder una culebra, pero si él no está preparado para proteger eso, lo
muerde y lo mata al instante... entonces los chamanes tienen que estar bien resguardados unos
de los otros... los chamanes siempre están en guerra, entre ellos, en el mundo mágico, siempre
están probando el uno al otro, para fortalecerse, para hacer el máximo”. Entrevista mantenida con
Nuevo Foro Penal No. 73 - Julio-diciembre de 2009 - Universidad EAFIT 25

IV. Las sanciones del sistema penal indígena


Si bien es cierto que el conjunto de hechos delictivos son similares en uno y otro
ordenamiento, con las excepciones señaladas, es en el marco de las consecuencias
jurídicas donde encontramos mayores diferencias. En la medida en que los funda­
mentos del sistema jurídico y los propios fines del ordenamiento punitivo indígena
son distintos, estructurados en torno a principios diferentes, el propio catálogo de
sanciones y su significado expresan una dimensión muy específica en los pueblos
originarios de Latinoamérica. De nuevo voy a traer a colación, con alguna nota de
actualización, los pensamientos que ya escribí en su día29.
También tengo que señalar que, en este aspecto, el derecho consuetudinario de
cada pueblo ha provocado notables variaciones de un sistema a otro, aunque, repito, el
fundamento y los principios del ordenamiento punitivo indígena son bastante similares.
En todo caso, como acabamos de manifestar, existe una extensa variedad punitiva
que, por lógicas razones, no podemos abarcar ahora en su totalidad, y por ello nos
centraremos en las que hemos estudiado con una mayor información.
Quisiera de igual forma destacar que en las sociedades amerindias, en materia
de consecuencias jurídicas del delito, ha tenido mucha influencia el sistema punitivo
colonizador. De esta forma, aparecen ahora en la tradición indígena penas que
procedían de los antiguos conquistadores españoles, como cortar el pelo, el empleo
del cepo o el fuete30. Esta influencia, sin embargo, no significa que las instituciones
anteriormente señaladas no puedan ser consideradas en la actualidad como propias de
los correspondientes ordenamientos jurídicos indígenas. La misma Corte Constitucional
colombiana ha reiterado en varias ocasiones que el derecho consuetudinario de los
pueblos originarios va evolucionando a través del tiempo, y por esta razón es posible
que aparezcan otras conductas que se consideran dignas de ser prohibidas, otros
procedimientos para enjuiciar a los responsables de los hechos antisociales más graves
y, por supuesto, también es admisible introducir o recuperar otras formas de sanción,
bien deriven éstas de la propia tradición, bien procedan de otras culturas jurídicas31.
Y de nuevo quisiera resaltar un aspecto muy importante de los sistemas norma­
tivos aborígenes respecto de los estatales. La pena en el Derecho Penal moderno tiene

D. Basilio Santi en Balzaura (selva amazónica, Ecuador) el día 18 de noviembre de 1999 sobre las
17 horas.

29 Borja Jiménez, Introducción a los fundamentos del Derecho Penal indígena... cit., pp. 151 y ss.

30 Sin embargo, se mantiene por algunos autores que en el Derecho Penal Inca ya se encontraba
la pena de rapado. En este sentido, con cita bibliográfica, Irureta, Gladys, El indígena ante la ley
penal. Caracas, 1981, p. 19.

31 La sentencia T-349/96 de la Corte Constitucional colombiana, tan utilizada en este trabajo, se


manifiesta en el sentido expresado en el texto, al igual que esta otra importante resolución,
sentencia T-523/97.
26 Derecho indígena, sistema penal y derechos humanos - Emiliano Borja Jiménez

un carácter estrictamente personal: se aplica tan sólo a los que han intervenido en la
comisión del hecho, bien sea a título de autor, bien sea a título de partícipe. Sin embargo,
encontramos en muchos ordenamientos amerindios que el grupo es el responsable de
la consecuencia jurídica del ilícito punible perpetrado por uno de sus miembros. Si
además se tiene en cuenta, como señalábamos en el punto dedicado a los principios
fundamentales, que la mediación es un factor relevante en la atribución de la sanción,
y que se pretende restaurar la paz rota por el acto antisocial, es comprensible entonces
que la compensación y el pago por parte del grupo de procedencia del autor en favor
de la víctima sea una institución muy importante en ciertas comunidades indígenas32.
Hecha esta aclaración, vamos a examinar, igual que hicimos en materia de hechos
delictivos, tan sólo algunas de las sanciones que hoy se entiende que integran el
sistema punitivo de algunos ordenamientos aborígenes.
Hay que decir que aunque la pena de muerte está prácticamente abolida en la
mayoría de los países de Latinoamérica, subsiste sin embargo en ciertos pueblos
amerindios. En las comunidades de la Sierra del Ecuador, había un rechazo generalizado
a la pena capital. Pero en la comunidad amazónica de los záparos, la pena de muerte es
la más común de las sanciones para los delitos graves33. Esto se explica porque, en la
medida en que no existe la pena de prisión, los crímenes de mayor trascendencia como

32 “Los sistemas indígenas están mediatizados por reglas de compensación y pagos tendentes a
las reparaciones... estos pagos son responsabilidad del grupo de pertenencia del ofensor, ésta
es la parte más importante, la condición sine qua non del funcionamiento del sistema. La pena
principal entonces se puede caracterizar como el pago (en bienes o en servicios, algunas veces
en la entrega de una novia) a cargo del grupo del ofensor. Como pena subsidiaria se da la pena
personal, que se puede imponer directamente al ofensor”. Perafán Simmonds, Sistemas jurídicos
Páez... cit., pp. 39 y 40. También entiende que es muy frecuente la composición como pena en el
Derecho Penal indígena, Irureta, El indígena ante la ley penal…cit.; p. 23.

33 Señala Perafán Simmonds (Ibídem) que para los casos de brujería la pena es generalmente la
muerte.
La sanción capital, en cambio, es muy frecuente en comunidades aymaras en Bolivia. El régimen
de vida tan extremo que se soporta en regiones como Potosí u Oruro, junto al carácter sobrio y
la fuerza de la cultura del pueblo aymara, determina que se proyecte esa dureza de la existencia
en la propia dureza de su sistema penal. Así, se aplica la pena de muerte en varios delitos, como
brujería, asesinato y otros que agredan a valores relevantes para la propia coexistencia de la
comunidad. Al respecto, Fernández Osco, Marcelo, La ley del ayllu. Práctica de jach´a justicia y
jisk´a justicia (justicia mayor y justicia menor) en comunidades aymaras. La Paz, 2000, p. 221.
Tal y como ya he citado en alguna ocasión, las consecuencias de la sanción se extienden más allá
del propio autor. En una conversación con el autor de la obra citada, me comentaba que conocía
de casos de aplicación de la pena de muerte en derecho aymara en los que se obligaba a la propia
madre del condenado a que le suministrase el veneno que habría de matar a su hijo, por no sabido
educarlo convenientemente.
Nuevo Foro Penal No. 73 - Julio-diciembre de 2009 - Universidad EAFIT 27

el homicidio, las agresiones sexuales o torturas son difíciles de amoldar a sanciones


que produzcan un fuerte efecto de prevención general34.
Las penas corporales también son muy frecuentes en los sistemas jurídicos
amerindios35. Esto se debe no sólo a la poca evolución de las instituciones penales a
través del tiempo, sino también, merced a la simbología del rito que tanta importancia
tiene en el Derecho indígena. De hecho, como señalé al principio, existen sanciones
cuya significación trascendental es tan importante, que pese a su carácter aflictivo,
muestran una naturaleza híbrida entre la pena y un elemento formal del proceso.
En efecto, el baño en agua fría y el ortigamiento son medidas punitivas que se
aplican muy frecuentemente en las comunidades indígenas de la Sierra del Ecuador,
siendo también conocidas en la Amazonía de este país. Cuando se aplican estas
instituciones, no se pretende infligir dolor y sufrimiento al reo. En realidad, no son
penas en sentido estricto, sino elementos rituales del proceso previo a la pena.
Representan la limpieza espiritual del infractor, la purificación de su cuerpo y su sangre
y la expulsión de las fuerzas internas que le han llevado al delito y que en realidad son
ajenas a la naturaleza del hombre. Constituyen elementos procesales que persiguen
que el sujeto confiese libremente la injusticia de su hecho para recuperar de esta forma
su paz interior y la confianza y aceptación de la misma comunidad. Por eso después
del baño en agua y del ortigamiento podemos ver la aplicación de alguna otra sanción,
como la de latigazos. Lo cual nos demuestra que aquellas dos instituciones del derecho
consuetudinario indígena pueden ser calificadas de naturaleza procesal, más que de
naturaleza penal.
Este carácter simbólico se puede observar en auténticas penas corporales.
La sanción de latigazos es propia de poblados indígenas de la Sierra de Ecuador.
Pero en algunas comunidades (las ubicadas en el cantón de Otavalo), su imposición
sólo puede realizarse en número que sea múltiplo de tres (tres, seis, nueve, etc.)36. Y
esto es debido a que el número tres, tanto en la tradición indígena como en la cristiana,
tiene cierta simbología mágica o sagrada.
Pero otras penas de carácter aflictivo, como pueda ser la sanción del fuete en
la etnia paez, han sido concebidas también bajo un fuerte componente simbólico y
mágico. Consiste ésta en la flagelación corporal del reo que se realiza con “perrero

34 En este sentido, L ee Van Cott, D., Political Analysis of legal pluralism in Bolivia and Colombia,
p. 5. Ejemplar fotocopiado (sin más reseñas) que me proporcionó la Dra. Ximena Endara en la
Universidad Andina Simón Bolívar (Ecuador).

35 Así, para el caso colombiano, señala Perafán Simmonds (Sistemas jurídicos... cit., p. 40) los latigazos
o el cepo. De mi experiencia personal, he llegado a la conclusión de que la pena de latigazos se
encuentra muy arraigada en comunidades andinas quechuas de Bolivia y Ecuador.

36 Opinión común de todos los dirigentes entrevistados en las comunidades indígenas de Cotacachi
(Ecuador), el día 13 de noviembre de 1999.
28 Derecho indígena, sistema penal y derechos humanos - Emiliano Borja Jiménez

de arriar ganado”, y se aplica en la parte inferior de la pierna. Tiene un significado


propio “…el del rayo, que es pensado por los paeces como mediador entre lo claro y lo
oscuro, es decir, como un elemento purificador”37.
Las penas privativas de libertad tienen muy poca relevancia en los ordenamientos
jurídicos aborígenes38. Esto se debe a dos razones fundamentales. Por un lado, en las
comunidades amazónicas no existen edificaciones y las cabañas comunales suelen
ser, por regla general, abiertas, como la mayoría de las viviendas de los pueblos
originarios selváticos. Ello niega cualquier posibilidad de mantener encerrada a una
persona contra su voluntad. De otra parte, los poblados están tan aislados unos de
otros, y el individuo es tan dependiente del entorno social de su comunidad, que no
tiene ninguna pretensión, ni posibilidad de escapar del ámbito geográfico en el que ha
desarrollado toda su existencia39.
Pero la segunda razón, de gran relevancia, reside en la idea de la necesidad
de mantener la paz y el equilibrio en cada sociedad indígena. Y para alcanzar este
objetivo es necesario reintegrar al infractor a su colectivo originario. En este sentido
existe un convencimiento generalizado de que la cárcel de los “blancos” sólo consigue
aislar al sujeto de su medio social tradicional, contagiarlo de los vicios propios de la
“ciudad” e interiorizar un fuerte sentimiento de “rabia” y “rebeldía” que causa, tras
el cumplimiento de la condena, enfrentamientos, venganzas personales, conflictos,
guerras entre familias y, en definitiva, pérdida del equilibrio y de la paz social, valores
fundamentales en el sistema social de los pueblos originarios40.
El trabajo en beneficio de la comunidad es una sanción que se aplica con
frecuencia en todo tipo de sistemas punitivos aborígenes. Cuando el delito no es de
gran entidad, esta sanción suele establecerse consultando al reo y tras un proceso de
mediación con intervención de la víctima o de sus parientes y de las propias autoridades
indígenas. En los delitos más graves, el consentimiento del infractor es irrelevante y la
pena se convierte en trabajos forzados41. Este tipo de sanción es muy utilizada en las

37 Sentencia de la Corte Constitucional colombiana T-523/97.

38 “No existe, sino excepcionalmente y por corto tiempo la pena de la reclusión, o ésta está asociada
a trabajos específicos”, Perafán Simmonds, Sistemas jurídicos... cit., p. 40.

39 Esas condiciones físico-ambientales que impiden el encierro de las personas, se llegan a dar
también en el propio sistema estatal de justicia.
40 Esta idea se encuentra presente en toda entrevista realizada con dirigentes indígenas, tanto se
tratase de comunidades de la Sierra como del Oriente (Ecuador). A esto habría que añadir la
terrible situación de los centros penitenciarios en la mayoría de los países latinoamericanos, que
junto a un sistema de justicia muy politizado y con grandes dosis de corrupción en muchos casos,
provoca un generalizado sentimiento de rechazo a la cárcel de los “blancos” incluso por parte de
las autoridades indígenas que imparten justicia en su respectiva colectividad.

41 Esto ocurre en el Derecho Penal de la comunidad paez, tal y como nos relata la sentencia de la
Corte Constitucional colombiana T-523/97.
Nuevo Foro Penal No. 73 - Julio-diciembre de 2009 - Universidad EAFIT 29

diversas comunidades indígenas porque responde claramente a los principios sociales


y jurídicos bajo los que se estructuran. El reo no pierde el contacto con su entorno
social y familiar, tan importante en el mundo de los nativos. Realiza trabajos siempre
en favor de la comunidad, lo cual supone donar a la misma una especie de pago para
ganarse de nuevo su respeto y consideración (principio de reciprocidad, tan arraigado
en estos sistemas). Y sigue participando del resto de actividades colectivas, con lo que
ello implica desde el punto de vista de su reintegración social, que se produce ya en el
mismo momento del cumplimiento de la condena.
También es frecuente la sanción pecuniaria de indemnización en favor de la
víctima, en una institución muy similar a la composición del Derecho germánico. Esta
pena suele estar prevista en algunos ordenamientos para delitos no especialmente
graves (injurias, daños, pequeños robos y hurtos, lesiones de pequeña consideración,
homicidios involuntarios, etc.), aunque en algunas comunidades alcanza hasta los
hechos más graves (homicidio doloso y asesinato)42. A la hora de su determinación, es
frecuente que aparezca un proceso de negociación entre el infractor y la víctima (o sus
respectivas familias), con mediación de las autoridades indígenas que deben aprobar
el respectivo acuerdo alcanzado43.
Quisiera completar esta breve referencia al sistema de penas de los pueblos
originarios con la sanción que se considera, exceptuando la pena capital, más grave
y más lesiva a los derechos e intereses del infractor: la sanción de expulsión de la
comunidad44.

42 Tengo la impresión de que en los derechos indígenas que están en proceso de implantación, o de
recuperación, con poca tradición en los últimos tiempos, las cuestiones penales se tratan también
casi exclusivamente bajo criterios de mediación, y se resuelven en la mayoría de los casos, por
muy grave que sea el hecho, con una indemnización a la víctima. He podido comprobar que en
derecho indígena centroamericano, la sanción de indemnización en favor de la víctima es una de
las más relevantes, y se aplica incluso en delitos como asesinato, homicidio imprudente, violación
o lesiones. Al respecto, poseo dos referencias magnetofónicas de sendos trabajos de campo
realizados con comunidades mayas (Guatemala) y bribri (Costa Rica).
43 Así, como hemos visto dos notas arriba, la compensación es una institución que se encuentra en
el sistema punitivo de la etnia paez (Colombia).

44 Con ello no se agota, ni mucho menos, el amplio campo de la diversidad de sanciones en los
ordenamientos indígenas. De mi experiencia personal en los muchos casos que pude examinar,
observé que la pena de exposición es bastante frecuente. Perafán Simmonds nos habla en su obra
(Sistemas jurídicos Páez...., p. 40) de esta sanción que consiste en la ubicación del infractor en
un lugar para que pueda ser observado por el resto de sus vecinos mientras se pregona su hecho
perpetrado. En algunas comunidades ecuatorianas, se le coloca un cartel al sujeto con el delito que
ha cometido, se le expone públicamente en la plaza mayor o se le hace pasear por el poblado.
Otras penas en pueblos originarios de Colombia son las prohibiciones de participación en
actividades familiares, el veto para participar en el intercambio de hermanas en la regla de las
alianzas matrimoniales, aplicada por el grupo de pertenencia del ofendido, y el veto para participar
en las corporaciones institucionales.
30 Derecho indígena, sistema penal y derechos humanos - Emiliano Borja Jiménez

En efecto, examinando esta consecuencia jurídica de los hechos penales más


relevantes, podemos observar una de las diferencias valorativas y estructurales más
notables entre el ordenamiento punitivo indígena y el occidental. Desde el punto
de vista del segundo, desde la mentalidad “civilizada”, aparece como inhumano,
degradante y monstruoso que en pleno siglo XX un sistema jurídico imponga penas
como el ortigamiento, los latigazos o el cepo. La expulsión del sujeto de un determinado
territorio se contemplaría, sin embargo, como una sanción más bien suave, prevista
para delitos de poca entidad y con escasos efectos de prevención general y especial.
Esto se explica merced a una estimación de valores fuertemente vinculados al aspecto
individual de la persona, como la dignidad humana, el libre desarrollo de la personalidad
o la indemnidad corporal. En cambio, la vida en comunidad, el arraigo social a la familia
o al entorno comunitario del lugar de nacimiento o de la infancia, pierde importancia
de forma proporcional al nivel de “desarrollo” (entendido en términos de complejidad)
de la sociedad que se trate.
Desde el punto de vista de la mentalidad amerindia, sin embargo, esos aspectos
individuales del sujeto, tal y como hemos repetido en tantas ocasiones, ceden ante
los intereses generales de la comunidad, la cohesión del grupo, el arraigo familiar, la
pervivencia de la tradición ancestral, y, en general, el mantenimiento del equilibrio y de
la paz en el entorno social y natural del colectivo. El individuo no es nada, se considera
como un ser vacío y sin alma, fuera de su clan y de su grupo étnico. De esta forma, la
imposición de la sanción de expulsión supone declarar formalmente la muerte social
del infractor, de tal modo que éste queda enterrado en el olvido, hasta tal punto que en
algunas culturas está prohibido hasta pronunciar su nombre. Desde esta cosmovisión,
borrar de la memoria la existencia de un miembro del grupo puede significar una sanción
más grave que sufrir un menoscabo de la integridad corporal o la pérdida de la propia
vida. Por eso, en muchos ordenamientos indígenas la pena de expulsión es concebida
como la más grave de las consecuencias jurídicas que se pueden aplicar a un sujeto
por la perpetración de un acto prohibido45. Y por esta razón tan sólo está prevista para

En Perú encontramos también un elenco de sanciones muy similar al ecuatoriano. En el trabajo de


Villavicencio Terreros, F. A., “Mecanismos naturales de regulación social en comunidades andinas
y amazónicas peruanas”, Debate Penal (Lima, Perú) núm. 4 (1998), pp. 179 y ss., 182, se hace
referencia a un grupo de consecuencias jurídicas derivadas de hechos delictivos que se establecen
en comunidades andinas y amazónicas de este país. Destacan así las siguientes “... económica,
privación de la libertad, pena de honra (amonestación pública, destitución del cargo, exposición
al escarnio público), castigo corporal (golpes, azotes, palizas, baños fríos en el río), expulsión
de la comunidad (sanción gravísima aplicada a rebeldes y reincidentes), y, excepcionalmente, la
muerte”.

45 Así, en la etnia colombiana de los paez, los requisitos para aplicar esta sanción son los siguientes:
que se trate de conductas tipificadas con esa pena, que sea en reincidencia, que haya mediado
la debida advertencia y que lo apruebe la Asamblea General de la comunidad. Perafán Simmonds,
Nuevo Foro Penal No. 73 - Julio-diciembre de 2009 - Universidad EAFIT 31

supuestos absolutamente excepcionales, bien por la reincidencia del sujeto, bien por la
misma entidad lesiva del hecho46.
No quiero entrar ahora, por problemas de limitación de tiempo, espacio y objeto
de este trabajo, en los distintos procedimientos tradicionales para determinar la
inocencia o culpabilidad del acusado. Tan sólo voy a expresar unas reflexiones sobre
la problemática relacionada con algunas de las instituciones propias del derecho
indígena sancionador y su legitimidad dentro del catálogo universal de la vigencia de
los derechos humanos.

V. Consideración final: Derecho indígena sancionador y


derechos humanos
Llegados a este punto, por tanto, se formula la cuestión fundamental: ¿Y qué
ocurre con la formulación universal de los derechos humanos? ¿Acaso el hecho de ser
indígena, de poseer otro acervo cultural, otra cosmovisión del mundo, otra forma de
existencia individual y social, determina que las garantías individuales encuentran por
esta razón un límite infranqueable en su pretensión de tutela? No quisiera pasar por
alto algunas consideraciones que, al menos inicialmente, deben ser tenidas en cuenta.
Aquí nos encontramos, en algunos supuestos, ante un conflicto entre el principio
de diversidad étnica y cultural, que obliga al poder público a preservar el derecho a la
diferencia y al mantenimiento de la propia idiosincrasia del grupo humano aborigen, y el
principio de reconocimiento de los derechos humanos al mismo indígena, que exige del
Estado la tutela correspondiente. El Tribunal Constitucional colombiano ha manifestado
esta tensión entre ambos principios con un gran acierto: “Existe una tensión entre
el reconocimiento constitucional de la diversidad étnica y cultural y la consagración
de los derechos fundamentales. Mientras que éstos filosóficamente se fundamentan

Sistemas indígenas Páez..., p. 93. También hemos visto en la nota anterior, que para Villavicencio
Terreros (Ibídem), la expulsión de la comunidad es una “...sanción gravísima aplicada a rebeldes y
reincidentes”.

46 La Corte Constitucional colombiana determinó, al menos en una ocasión (Sentencia núm. T-254/94)
la inconstitucionalidad de la sanción de expulsión que estableció una comunidad indígena
colombiana contra uno de sus miembros por la reiterada comisión de delitos de hurto. Entre otros
alegatos, se consideró que la pena era desproporcionada porque afectaba a inocentes (todos los
hijos del infractor que tenían que abandonar igualmente las tierras comunales hasta entonces a
ellos asignadas). Asimismo, de las entrevistas personales llevadas hasta este momento, desde
las realizadas en 1999 en las comunidades de Cotacachi como en el poblado záparo de Balzaura
en Ecuador, hasta las últimas en el momento en que escribo estas líneas (comunidades quechuas
y aymaras de Bolivia), pasando por todas las demás (bribri, maya, muiscas, kogis, etc.), la opinión
común de las autoridades y de los expertos entrevistados apuntaba a que sólo en situaciones
excepcionales y cuando cualquier otro recurso hubiese fracasado, sólo entonces se recurriría a la
expulsión del sujeto de su comunidad.
32 Derecho indígena, sistema penal y derechos humanos - Emiliano Borja Jiménez

en normas transculturales, pretendidamente universales, que permitirían afianzar una


base firme para la convivencia y la paz entre las naciones, el respeto de la diversidad
supone la aceptación de cosmovisiones y de estándares valorativos diversos y hasta
contrarios a los valores de una ética universal. Esta paradoja ha dado lugar a un
candente debate filosófico sobre la vigencia de los derechos humanos consagrados
en los tratados internacionales. La plena vigencia de los derechos fundamentales
constitucionales en los territorios indígenas como límite al principio de diversidad
étnica y cultural es acogido en el plano del derecho internacional, particularmente en
lo que tiene que ver con los derechos humanos como código universal de convivencia y
diálogo entre las culturas y naciones, presupuesto de la paz, de la justicia, de la libertad
y de la prosperidad de todos los pueblos” (Sentencia T-254/94).
Ahora voy a apuntar algunas propuestas que desde mi punto de vista marcan
acertadamente las vías de argumentación adecuadas para proporcionar una solución
razonable a la cuestión formulada.
Una primera idea que quería expresar hace referencia a la preexistencia de las
culturas aborígenes en Latinoamérica frente a la tradición occidental eurocéntrica
que llegó en el período de la colonización y que impuso su modelo social en todos
los órdenes. Desde luego, dicha preexistencia y la imposición cultural de españoles y
portugueses durante cinco siglos, debería conducirnos hoy a la consideración por igual
de ambos sistemas de valores, sin rango jerárquico alguno entre ellos.
Por otro lado, el postulado de la universalidad de los derechos humanos ha
encontrado varios fundamentos. A estos efectos, quisiera señalar que acepto aquellas
tesis que interpretan el contenido de los derechos humanos como conjunto de estados
de valor o de necesidades objetivas que son absolutamente indispensables para
reconocer al ser humano como ser espiritual y moral, como sujeto y agente de su
propia existencia, y no como medio de objetivos y fines colectivos. Si es cierto que
todo poder público debe garantizar, no sólo el reconocimiento, sino la misma tutela de
estos derechos fundamentales de todos sus ciudadanos, también es verdad que de
igual forma debe preservar los derechos colectivos de determinados grupos humanos
residentes en su territorio que constituyen la plataforma de la propia idiosincrasia,
acervo cultural, tradiciones, costumbres, religión, y, en última instancia, de su
cosmovisión del mundo y forma de existencia vital47.

47 No puedo entrar ahora sobre una temática que debería ser objeto de más de una monografía.
El tema de la universalidad de los derechos humanos, y su interpretación en las distintas
civilizaciones, es muy discutido en la actualidad. Cito tan sólo algunas obras y trabajos que han
tratado profundamente esta problemática. Así, Hersch, Jeanne (Dir.), El derecho de ser Hombre.
Salamanca, 1973; Höffe, Otfried, Gibt es ein interkulturelles Strafrecht? Ein philosophischer Versuch.
Frankfurt am Main, 1999; Merle, Jean-Christophe, Strafen aus Respekt vor der Menschenwürde.
Eine Kritik am Retributivismus aus der Perspektive des deutschen Idealismus. Berlín, 2007; Muguerza,
Javier (y otros): El fundamento de los derechos humanos. Madrid, 1989; Peces-Barba Martínez, G.
Nuevo Foro Penal No. 73 - Julio-diciembre de 2009 - Universidad EAFIT 33

Es posible, por tanto, encontrar un mínimo consenso sobre la necesidad


de vigencia de los derechos humanos y las libertades públicas en toda cultura y
tradición, aunque dicho mínimo consenso se centre en un ámbito muy estricto y con
interpretaciones diferentes. A este respecto, se ha dicho que culturas como la India,
Japonesa o Amerindia aceptan también este consenso, pero teniendo presentes dos
consideraciones. La primera pondría el acento en el hecho de que todo derecho acarrea
su respectivo deber de obligación, y los derechos humanos no constituirían ninguna
excepción. La segunda, tantas veces resaltada aquí, que postula por la necesidad de
interpretar las garantías individuales dentro de un enfoque más colectivo y social, con
una dimensión supraindividual distinta de la operada en la cultura occidental.
Si tenemos en cuenta estos presupuestos (coexistencia en plano de igualdad de
culturas distintas, mínimo consenso sobre la vigencia universal de ciertos derechos
humanos, aceptación de una distinta interpretación de los mismos según sea la óptica
cultural de referencia), podemos esbozar, provisionalmente, una solución conciliadora
al conflicto que hemos venido exponiendo. Y en este sentido, estoy de acuerdo con los
postulados filosóficos de Apel y Habermas, que postulan por la necesidad de establecer
un proceso de comunicación que conduzca al consenso en relación con las normas
materiales que se quieren universalizar, contando para ello con las representaciones
valorativas de todas las culturas afectadas. Es necesario, entonces, que concurran
unas condiciones mínimas que fortalezcan la intervención con el fin de alcanzar ese
consenso entre lo universal y lo particular (entre la cosmovisión occidental y oficial,
y la indígena), condiciones que raramente se dan en la realidad, salvo en auténticos
Estados de Derecho que funcionen como tales.
Esta misma pauta, es utilizada por la Corte Constitucional colombiana con el
objetivo de aportar una respuesta frente a la cuestión del límite de tolerancia de las
conductas permitidas en las culturas indígenas que puedan menoscabar un derecho
fundamental universalmente reconocido. “Una primera solución a este tipo de conflictos,
se ha planteado en términos de un diálogo intercultural que sea capaz de trazar unos
estándares mínimos de tolerancia, que cubran los diferentes sistemas de valores. Es
decir, lograr un consenso en aquel mínimo necesario para la convivencia entre las
distintas culturas, sin que ello implique renunciar a los presupuestos esenciales que
marcan la identidad de cada una” (Sentencia de la Corte Constitucional colombiana
T-523/97).
Llegados a este punto, el siguiente obstáculo que hay que salvar es determinar ese
mínimo elenco de derechos que se le debe reconocer a todo ser humano, cualquiera

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34 Derecho indígena, sistema penal y derechos humanos - Emiliano Borja Jiménez

que sea el sistema normativo y cultural en el que se desenvuelva. A estos efectos, se


establece que todo sistema de convivencia ha de concebir al hombre como agente
moral, y de ahí se deduce que uno de los postulados básicos del consenso intercultural
sea el respeto al principio de autodeterminación, de autonomía de la persona, o,
expresando el mismo significado con palabras distintas, el principio del libre desarrollo
de la personalidad. De aquí se derivan algunos derechos íntimamente ligados a este
reconocimiento con carácter universal, cuales son el derecho a la vida, a la integridad
física, a la libertad de expresión y de asociación y a la seguridad. Todo ello matizado con
la aceptación de los deberes que la cultura indígena impone a sus miembros (deberes
más “fuertes” que en el sistema occidental), como son los genéricos de cooperación,
solidaridad y trabajos comunitarios.
La misma Corte Constitucional colombiana ha delimitado concretamente el
ámbito de lo prohibido en sede de actuación jurisdiccional de las autoridades indígenas.
Es decir, en última instancia nos estamos cuestionando la legitimidad de todo tipo de
medidas de intervención penal (sean procesales o materiales) que se utilizan en el
Derecho Penal indígena, en la medida en que puedan atentar a las garantías individuales
universalmente reconocidas. Y en estos términos, la Corte Constitucional ha expresado
claramente, después de una argumentación bastante convincente, y en la que ahora
no podemos entrar, su entendimiento de los límites de actuación en el ejercicio del
Derecho Penal indígena. “Por lo tanto, y bajo este presupuesto, los límites mínimos
que en materia de derechos humanos deben cumplir las autoridades indígenas en el
ejercicio de sus funciones jurisdiccionales responden, a juicio de la Corte, a un consenso
intercultural sobre lo que «verdaderamente resulta intolerable por atentar contra los
bienes más preciosos del hombre», es decir, el derecho a la vida, la prohibición de
la esclavitud, la prohibición de la tortura y, por expresa exigencia constitucional, la
legalidad en el procedimiento, en los delitos y en las penas (entendiendo por ello, que
todo juzgamiento deberá hacerse conforme a las «normas y procedimientos» de la
comunidad indígena, atendiendo a la especificidad de la organización social y política
de que se trate, así como a los caracteres de su ordenamiento jurídico). Estas medidas
se justifican porque son «necesarias para proteger intereses de superior jerarquía y son
las menores restricciones imaginables a la luz del texto constitucional»” (Sentencia de
la Corte Constitucional colombiana T-523/97).
La Corte, coherente con este planteamiento, no considera atentados a los
derechos humanos el empleo limitado de sanciones corporales (como el fuete o el
cepo) o el juzgamiento del sujeto sin que éste se halle presente, siempre que venga
representado o defendido por personas allegadas (situación que hipotéticamente
podría atentar al principio del debido proceso).
Llegado a este punto, quisiera concluir respondiendo a la cuestión inicialmente
planteada. En el seno social y en el territorio de las etnias primigenias de Latinoamérica
Nuevo Foro Penal No. 73 - Julio-diciembre de 2009 - Universidad EAFIT 35

¿Qué es más justo, más eficaz, más respetuoso, más civilizado, aplicar su propio
derecho o recurrir al ordenamiento punitivo estatal?
Evidentemente, siempre que el ordenamiento originario respete unos mínimos
en el marco del reconocimiento y tutela de los derechos humanos, que, como hemos
visto, se suelen ubicar en la salvaguarda de la vida y de la integridad física, en la
prohibición de la esclavitud y de la tortura, y en el acatamiento de los fundamentos de
las reglas básicas del debido proceso, me parece más conveniente que se tomen en
consideración las normas vigentes propias de la tradición y costumbres de los pueblos
indígenas de Latinoamérica.
Y en efecto, puede plantearse desde la mentalidad occidental que entrados ya
en el siglo XXI, no se debe castigar a una persona a sufrir 40 latigazos, a realizar
forzosamente trabajos en favor de la comunidad durante un año u obligarle a someterse
a la inmovilización de su cuerpo por medio del cepo. Y estoy de acuerdo en considerar
esta solución monstruosa si se aplicase en cualquiera de los países de la Unión Europea
o en cualquier otro Estado de corte occidental. Pero ya vimos en su momento que la
pena privativa de libertad no cumple ninguno de los fines que persigue el Derecho
Penal indígena, mientras que estas otras, que acarrean una gran carga ritual y un
menor contenido aflictivo del que aparentemente representan, muestran una gran
idoneidad para alcanzar los principios de prevención especial, de reciprocidad, equilibrio
y salvaguarda de la paz social, que aparecen como objetivos fundamentales de este
sistema. Nos preguntamos entonces qué ocurre con el principio de humanidad de las
penas, pero también sobre ese concepto de humanidad podríamos encontrar distintas
valoraciones en una y otra cultura. Si fuéramos capaces de entender el mundo de
civilizaciones como la amerindia desde su concepción cultural, aceptaríamos ciertas
sanciones que aparentemente parecen inhumanas, pero que en realidad lo son menos
que las penas privativas de libertad. Aquí dejo la duda que debe encontrar respuesta
en sucesivos trabajos.

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