Derecho Internacional Público Resumen Primer Parcial
Derecho Internacional Público Resumen Primer Parcial
Derecho Internacional Público Resumen Primer Parcial
1 La comunidad
internacional y su ordenamiento jurídico (UES 21)
institucionalización: desde el sistema de Estados que emerge en el siglo XVII, caracterizado por una mera
coexistencia en el marco de reglas mínimas de relacionamiento, se llega paulatinamente a un complejo entramado de
organizaciones y regímenes jurídicos globales y regionales, que persiguen no sólo garantizar la coexistencia de los
Estados, sino además promover diversas formas de cooperación y consecución de intereses comunes.
Siguiendo el esquema de las etapas de evolución de la comunidad internacional presentado por Barboza (1999),
delinearemos a continuación las características esenciales de cada una de ellas
La etapa previa del Feudalismo, se había caracterizado por una elevada dispersión del poder político y
económico en diferentes entidades, organizadas a partir de una estructura jerárquica piramidal en
donde señores y príncipes se sometían a la supremacía del Emperador y el Papa como máximos poderes –
temporal y espiritual respectivamente- de la Cristiandad.
La consolidación de los poderes monárquicos a partir de la desintegración del Imperio Romano -junto con la reforma
religiosa- destruyeron las bases del sistema feudal; por ello, ni el Papa ni el Emperador fueron invitados a la
celebración de la Paz, a partir de la cual se consolidó el sistema de Estados soberanos e independientes.
Esta etapa se extendió hasta el fin de las guerras napoleónicas, libradas en el marco de la lucha por mantener el
equilibrio de poder en Europa entre Gran Bretaña y Francia.
La victoria de los monarcas aliados sobre las pretensiones imperiales francesas se vio consagrada en los Tratados de
París de 1814 y 1815 y fue ratificada en el Congreso de Viena de 1815, en el que se definió el nuevo arreglo
territorial y político europeo.
Hasta el siglo XIX, el Derecho Internacional se caracterizó por ser exclusivamente “europeo”. Será recién con el
proceso de independencia de las colonias americanas cuando dicho orden se extiende geográficamente al nuevo
continente, abriéndose también hacia el oriente con el Tratado de París de 1856.
Pueden identificarse como principios del Derecho Internacional consagrados en este período los
siguientes:
La soberanía estatal: no hay sobre los Estados que componen la comunidad internacional ninguna forma de
poder superior.
Igualdad jurídica de los Estados, como consecuencia del principio anterior, en cuanto que los mismos se
encuentran en un mismo plano, a diferencia de lo que ocurría en el período del feudalismo.
Equilibrio de poder: la pluralidad de Estados requería que ninguno adquiera hegemonía sobre los demás, por lo
cual éstos celebraban alianzas cuando alguno la adquiría o amenazaba adquirirla. El Tratado de Utrecht de 1713,
mediante el cual se establece que los Borbones españoles no pueden aliarse con los Borbones franceses, es un ejemplo
de este principio.
Los progresos en la comunicación marítima de este período permitieron ensanchar los límites de la comunidad
europea; se consolidó además la actividad diplomática y se instituyó el principio de libertad de los mares. No había
una prohibición legal a las guerras, pero sí surgieron reglamentaciones relativas a su conducción y a la neutralidad.
En el Derecho Internacional se produjeron desarrollos importantes, tales como la recepción del principio de la libre
navegación de los ríos internacionales, la prohibición del tráfico de esclavos, el reconocimiento de las jerarquías de las
misiones diplomáticas, la abolición del corso, y la adopción de reglas relativas a la conducción de la guerra en el mar.
Define AZCÁRRAGA y BUSTAMANTE el corso marítimo como la empresa naval de un particular contra los enemigos de su Estado,
realizada con el permiso y bajo la autoridad de la potencia beligerante, con el exclusivo objeto de causar pérdidas al comercio
enemigo y entorpecer al neutral que se relaciones con dichos enemigos.
La Declaración de París de 16 de abril de 1856 declaró solemnemente en su número primero que: «El corso está y queda abolido».
Ahora bien, aún prohibido por el Derecho Internacional, el corso tiene resonancias históricas indelebles que han servido para
calificar como «corsarios» a ciertos buques de guerra, combatientes aislados en las dos guerras mundiales contra el comercio
enemigo (caso del acorazado de bolsillo alemán «Admiral Graf Spee»), que nada tenían de corsarios puesto que eran buques
militares —combatientes- de un Estado beligerante.
El corso debe ser diferenciado, al menos históricamente, con la piratería constituida por todo acto ilegal de violencia, de detención o
de depredación cometida con un propósito personal por la tripulación o los pasajeros de un buque privado y dirigida contra un
buque o aeronave en alta mar o en un lugar no sometido a la jurisdicción de ningún Estado, o contra personas o bienes a bordo de
ellos.
En España se tardó en abolir el corso marítimo y se promulgaron, a lo largo de su historia, numerosas ordenanzas que lo regularon,
desde las más antiguas Ordenanzas del Rey Pedro IV de Aragón, de 26 de febrero de 1356. La época dorada del corso fueron los
siglos XVII y XVIII, donde proliferaron los corsarios alentados por los Estados que veían en el corso una fórmula eficaz para
hostilizar a los enemigos sin comprometer en una larga guerra sus flotas militares. Los excesos de los corsarios hicieron intervenir a
los poderes públicos para reglamentar su actuación y obligarles a cumplir con las normas del Derecho del mar, deberes que debían
garantizar confianza suficiente. Finalmente, las extralimitaciones de los corsarios fueron borrando la frontera de esta institución,
consagrada por la costumbre militar, con la misma piratería. Hasta el punto de que Inglaterra, antes armadora de corsarios, se
convirtió en la más firme partidaria de su abolición.
Los barcos corsarios, que en tiempo de paz se dedicaban a sus actividades comerciales marítimas, se armaban para el corso en
tiempo de guerra solicitando la correspondiente «patente» de un Estado beligerante.
Para obtener la «patente», «letra» o «marca» legítimamente, era necesario abonar previamente una fianza proporcionada a su
armamento y a la indemnización que se considera bastante para satisfacer los daños y perjuicios que pudieran causarse con su
actuación antirreglamentaria. El buque corsario debías arbolar su pabellón nacional y respetar las leyes y usos de la guerra
marítima, las instrucciones del Estado que expedía la «patente de corso» y tenía el carácter de buque beligerante o combatiente.
La actuación del corsario, así legitimada, consistía en el ataque al comercio marítimo enemigo o incluso neutral, en determinadas
condiciones, ejerciendo en provecho propio el derecho de captura o presa sobre los tales buques. Ahora bien, en las capturas hechas
por el buque corsario también regía el principio de que toda presa debe ser juzgada. Y, por tanto, no era considerada como
definitiva una captura de propiedad privada enemiga en la mar hasta que no era declarada buena presa por el Tribunal nacional
correspondiente. Mientras tanto, la nave y su cargamento permanecían en poder del buque corsario, en espera de la sentencia del
Tribunal de Presas que debía juzgarla.
Toda esta reglamentación es hoy historia de esta institución característica del derecho de la guerra marítima, pues como se
indicado, el corso fue abolido por la Declaración de París de 1856.
La guerra marítima que con sus buques hacen los particulares, autorizados, con patente expedida por su gobierno, para perseguir y
capturar a los buques enemigos.
Las Conferencias de La Haya de 1899 y 1907 marcaron el principio de la codificación mediante tratados
multilaterales; en la primera de ellas participaron 26 países y se celebraron convenios sobre:
la solución pacífica de las controversias,
las leyes y usos de la guerra terrestre y marítima y
se realizaron tres declaraciones sobre la limitación de las hostilidades bélicas.
En la segunda conferencia, llevada a cabo por iniciativa de los Estados Unidos, participaron un total de 44
Estados. En ella se consagró:
el arbitraje obligatorio,
se creó el Tribunal Internacional de Presas y
se llegaron a acuerdos sobre la guerra terrestre, la neutralidad y la guerra marítima.
La creación de los servicios públicos administrativos marcó el comienzo de la institucionalización de
la comunidad internacional. Surgen
la Unión Telegráfica Internacional,
la Unión Postal Internacional,
la Unión para la Protección de la Propiedad Industrial, Literaria y Artística,
La Unión para el Transporte Internacional por Ferrocarril,
a Oficina Internacional de Salud pública,
y numerosas comisiones fluviales para la administración de los regímenes aplicables a los ríos internacionales.
Todos estos servicios funcionaban a través de una asamblea periódica y un secretariado permanente.
La Sociedad de Naciones, surgida luego de la Primera Guerra Mundial, será la primera organización
internacional con vocación de universalidad, en cuanto que significó la culminación de la expansión de la
comunidad internacional y su representación, aun cuando dicho principio no tuvo una ejecución plena.
Se reconoce como antecedente de la misma al Concierto europeo, del cual conservó la regla de la unanimidad para la
adopción de las decisiones adoptadas en el seno del “Consejo” constituido por las potencias vencedoras, y el
mecanismo de garantía colectiva, “para respetar y mantener, contra toda agresión exterior, la integridad
territorial y la independencia política presente de todos los miembros de la Sociedad” (art. 10 del
Pacto).
Podemos enunciar como los logros más destacados de la Sociedad de Naciones:
El régimen de los mandatos, que colocaba a ciertos territorios bajo la administración de las naciones más
adelantadas pero sujetas a un mandato de la Sociedad. Las potencias debían proveer bienestar y desarrollo a los
pueblos sometidos a éste régimen y rendir cuentas de su gestión.
Protección a las minorías y refugiados, a los que se les reconocieron importantes derechos políticos, religiosos
y culturales.
La creación de la Corte Permanente de Justicia Internacional (CPJI) que incorpora el arreglo judicial a los
medios dispuestos por el Derecho Internacional para la solución pacífica de las controversias, y la Organización
Internacional del Trabajo (OIT), que fue clave para el desarrollo de la legislación laboral de la época.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) es un organismo especializado de las Naciones Unidas que se ocupa de los asuntos
relativos al trabajo y las relaciones laborales. Fue fundada el 11 de abril de 1919, en virtud del Tratado de Versalles. Su Constitución,
sancionada en 1919, se complementa con la Declaración de Filadelfia de 1944.
La OIT tiene un gobierno tripartito, integrado por los representantes de los gobiernos, de los sindicatos y de los empleadores. Su
órgano supremo es la Conferencia Internacional del Trabajo, que se reúne anualmente en junio. Su órgano ejecutivo es el Consejo
de Administración, que se reúne cuatrimestralmente en Ginebra. Toma decisiones sobre políticas de la OIT y establece el programa
y presupuesto que posteriormente son presentados a la Conferencia para su aprobación. También elige al Director General. En 2012
fue elegido para el cargo el británico Guy Ryder. La sede central se encuentra en Ginebra (Suiza).
En 1969 la OIT recibió el Premio Nobel de la Paz.1 Está integrada por 187 estados nacionales (2012). No tiene potestad para
sancionar a los gobiernos.
En cuanto al balance general de la actuación de la Organización, Barboza (1999) señala que fueron muchos los fracasos
de la misma. Los Estados Unidos no accedieron a la misma al no ratificar el Tratado de Versalles; Alemania y
Rusia (en un principio excluidos de la organización) ingresaron con posterioridad para luego retirarse, al igual que
Japón.
La razón más importante de su pobre actuación residió en el hecho de que el sistema de sanciones descentralizadas
previsto por el Pacto no fue efectivo, tal como quedó demostrado en la cuestión de Manchuria y la invasión italiana a
Etiopía. Por ello, en la década del 30 la dinámica internacional del Eje de Estados revisionistas (conformado por Italia,
Alemania y Japón) sobrepasó la capacidad de la Sociedad y ésta se tornó prácticamente inoperante.
La Organización de Naciones Unidas (ONU), se crea al terminar la Segunda Guerra Mundial en la
Conferencia de San Francisco (1945), donde se aprobó la Carta de la organización. Su objetivo primordial es el
mantenimiento de la paz y seguridad internacional y la promoción de la cooperación entre los Estados miembros
(Ver arts. 1 y 2 de la Carta).
Artículo 1
Los propósitos de las Naciones Unidas son:
1. Mantener la paz y la seguridad internacionales, y con tal fin: tomar medidas colectivas eficaces para prevenir y eliminar amenazas
a la paz, y para suprimir actos de agresión u otros quebrantamientos de la paz; y lograr por medios pacíficos, y de conformidad
con los principios de la justicia y del derecho internacional, el ajuste o arreglo de controversias o situaciones internacionales
susceptibles de conducir a quebrantamientos de la paz;
2. Fomentar entre las naciones relaciones de amistad basadas en el respeto al principio de la igualdad de derechos y al de la libre
determinación de los pueblos, y tomar otros medidas adecuadas para fortalecer la paz universal;
3. Realizar la cooperación internacional en la solución de problemas internacionales de carácter económico, social, cultural o
humanitario, y en el desarrollo y estímulo del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales de todos, sin hacer
distinción por motivos de raza, sexo, idioma o religión; y
4. Servir de centro que armonice los esfuerzos de las naciones por alcanzar estos propósitos comunes.
Artículo 2
Para la realización de los Propósitos consignados en el Artículo 1, la Organización y sus Miembros procederán de acuerdo con los
siguientes Principios:
1. La Organización está basada en el principio de la igualdad soberana de todos sus Miembros.
2. Los Miembros de la Organización, a fin de asegurarse los derechos y beneficios inherentes a su condición de tales, cumplirán de
buena fe las obligaciones contraídas por ellos de conformidad con esta Carta.
3. Los Miembros de la Organización arreglarán sus controversias internacionales por medios pacíficos de tal manera que no se
pongan en peligro ni la paz y la seguridad internacional ni la justicia.
4. Los Miembros de la Organización, en sus relaciones internacionales, se abstendrán de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza
contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado, o en cualquier otra forma incompatible con los
Propósitos de las Naciones Unidas.
5. Los Miembros de la Organización prestaron a ésta toda clase de ayuda en cualquier acción que ejerza de conformidad con esta
Carta, y se abstendrán de dar ayuda a Estado alguno contra el cual la Organización estuviere ejerciendo acción preventiva o
coercitiva.
6. La Organización hará que los Estados que no son Miembros de las Naciones Unidas se conduzcan de acuerdo con estos Principios
en la medida que sea necesaria para mantener la paz y la seguridad internacionales.
7. Ninguna disposición de esta Carta autorizará a las Naciones Unidas a intervenir en los asuntos que son esencialmente de la
jurisdicción interna de los Estados, ni obligará; a los Miembros a someter dichos asuntos a procedimientos de arreglo conforme a
la presente Carta; pero este principio no se opone a la aplicación de las medidas coercitivas prescritas en el Capítulo VII.
Su estructura es compleja, con numerosos organismos especializados tales como:
la FAO (Organización para la Alimentación y la Agricultura),
la UNESCO (Organización para la Educación, Ciencia y Cultura),
la OIT (Organización Internacional del Trabajo),
la OMS (Organización Mundial de la Salud),
el UNICEF (Fondo para la Infancia),
el FMI (Fondo Monetario Internacional),
el BIRF (Banco Mundial),
la UIT (Unión Internacional de Telecomunicaciones),
la OACI, (Organización para la Aviación Civil Internacional)
la OMM (Organización Meteorológica Mundial) y
el OIEA (Organismo Internacional de Energía Atómica).
En 1989 se produjo el colapso del bloque comunista, y con él, culmina la llamada “Guerra Fría”. La autorización
dada por el Consejo de Seguridad para el empleo de la fuerza contra Irak por su invasión a Kuwait (Resolución 678
de noviembre de 1990), marca el punto de partida de una nueva era de relaciones entre las potencias, en la que dicho
Consejo recuperaría el papel que los fundadores de la ONU le había asignado.
La Guerra Fría fue un enfrentamiento político, económico, social, militar, informativo y deportivo iniciado al finalizar la Segunda
Guerra Mundial entre el llamado bloque Occidental (occidental-capitalista) liderado por Estados Unidos, y el bloque del Este
(oriental-comunista) liderado por la Unión Soviética.
Su origen se suele situar en 1945, durante las tensiones de la posguerra, y se prolongó hasta la disolución de la Unión Soviética
(inicio de la Perestroika en 1985, caída del muro de Berlín en 1989 y golpe de Estado en la URSS de 1991).
Las razones de este enfrentamiento fueron esencialmente ideológicas y políticas. Eventualmente la Unión Soviética financió y
respaldó revoluciones y gobiernos socialistas, mientras que Estados Unidos dio abierto apoyo y propagó desestabilizaciones y
golpes de Estado, sobre todo en América Latina, en ambos casos los derechos humanos se vieron seriamente violados.
Si bien estos enfrentamientos no llegaron a desencadenar una guerra mundial, la entidad y la gravedad de los conflictos
económicos, políticos e ideológicos, que se comprometieron, marcaron significativamente gran parte de la historia de la segunda
mitad del siglo XX. Las dos superpotencias ciertamente deseaban implantar su modelo de gobierno en todo el planeta.
Ninguno de los dos bloques tomó nunca acciones directas contra el otro, razón por la que se denominó al conflicto «guerra fría». el
términoGuerra Fría ha sido atribuido al financiero estadounidense y consejero presidencial Bernard Baruch. El 16 de abril de
1947, Baruch dio un discurso en el que dijo: «No nos engañemos: estamos inmersos en una guerra fría». Cabe señalar que en 1945
George Orwell hizo una referencia incluso anterior al término cuando explicó como: "un estado que era a la vez invencible y en un
estado permanente de 'guerra fría' con sus vecinos". El término fue popularizado también por el columnista Walter Lippmann con
la edición en 1947 de un libro titulado Guerra fría
Aún más: las llamadas “Operaciones para el Mantenimiento de la Paz” auspiciadas por la
Organización a partir de entonces, provocaron debates acerca de su legalidad o conformidad con la Carta,
así como también lo hizo la creación de tribunales para juzgar crímenes internacionales (como los
de Ruanda y ex-Yugoslavia).
A modo de balance general, es posible afirmar que la creación de las Naciones Unidas ha implicado
un avance importantísimo del Derecho Internacional, promovido mediante la codificación y el desarrollo de
normas convencionales y consuetudinarias que desplazarían al clásico Derecho Internacional esencialmente liberal,
descentralizado y oligocrático.
Si bien el Derecho Internacional contemporáneo conserva estos rasgos, los mismos han sido atenuados por la
aparición de principios encaminados a la protección de las personas, las minorías y los pueblos, que se traducen en el
desarrollo de los Derechos Humanos y el Derecho Humanitario para la protección de las víctimas de conflictos
armados, entre otros.
De igual manera, existe una mayor participación de los Estados menos desarrollados en la creación de las normas
internacionales, y puede avizorarse la paulatina consolidación de un conjunto de valores e intereses globales (de toda
la comunidad internacional), algunos de ellos receptados por normas generales obligatorias o de ius cogens, que
permiten hablar -al decir de Barboza (1999)- de una especie de “orden público internacional”.
Finalmente, es importante destacar que el desarrollo tecnológico de las últimas décadas ha traído aparejado nuevos
problemas y cuestiones que el Derecho Internacional ha debido regular, con el consiguiente surgimiento de nuevos
principios y conceptos tales como el de “patrimonio común de la humanidad” con relación a los recursos de los fondos
marinos y oceánicos y los cuerpos celestes del espacio ultraterrestre, o el de “desarrollo sustentable” aplicado en el
derecho de protección internacional del medioambiente.
Ius cogens o, menos frecuentemente, jus cogens, es una locución latina empleada en el ámbito del Derecho
internacional público para hacer referencia a aquellas normas de Derecho imperativo o perentorio que son
imperativas, esto es, no admiten ni la exclusión ni la alteración de su contenido, de tal modo que cualquier acto que
sea contrario al mismo será declarado como nulo. Con el ius cogens se pretende amparar los intereses colectivos
fundamentales del grupo social, por lo que se explica que esta clase de normas se encuentren en una posición
jerárquica superior con respecto al resto de disposiciones del ordenamiento. Se contraponen a las normas de derecho
dispositivo (ius dispositivum).
Por su parte, en el artículo 53 de la Convención de Viena de 23 de mayo de 1969 sobre el Derecho de los Tratados, al
mismo tiempo que declara la nulidad de cualquier tratado contrario a una norma imperativa, se codifica por vez
primera la noción de ius cogens desde la perspectiva de la relación entre el Estado y la norma misma. Incluso en el
artículo 64 del mismo cuerpo legal se vuelve a reafirmar el carácter supremo del derecho imperativo con respecto a la
norma convencional. Si bien, en la norma convencional no se expresa un catálogo de normas de ius cogens, sino que
esta determinación se deja a la práctica y a la jurisprudencia internacional. Una norma de ius cogens se caracteriza por
ser de obligado cumplimiento y no admitir acuerdo en contrario de los Estados. Esto, la diferencia de la costumbre
internacional, que tradicionalmente ha requerido del consentimiento de los Estados y permite su alteración mediante
tratados. Por el contrario, no cabe que una norma contradiga a otra de ius cogens, salvo que también tenga esta
naturaleza: en tal caso, la nueva norma reemplazará a la antigua.
Por otra parte, las normas de derecho imperativo obligan frente a todos los Estados: esto es, generan obligaciones erga
omnes. Normalmente se entiende que las normas de ius cogens son de Derecho internacional general y que no existen
normas imperativas regionales, aunque haya autores que sí lo entiendan así.
El reconocimiento de las normas de ius cogens implica aceptar cierta jerarquía entre las fuentes del Derecho
internacional, jerarquía inexistente en épocas anteriores. Las normas de ius cogens recogerían un consenso mínimo
sobre valores fundamentales de la comunidad internacional que se impondrían sobre el consentimiento de los Estados
individualmente considerados.
Barboza (1999) critica a todas ellas por ser limitadas, y propone en cambio tener en cuenta el género próximo (el
derecho) y la diferencia específica (de la comunidad internacional).
“Conjunto de normas jurídicas que reglan las relaciones entre los sujetos de la comunidad internacional”(Barboza pag.
11)
Para comprender el significado del Derecho Internacional, se debe realizar una aproximación al derecho de
gentes teniendo en cuenta en primer lugar el género próximo y luego la diferencia específica.
El género próximo es el derecho, cualesquiera sean las concepciones que se alberguen sobre el objeto derecho
y la diferencia específicacon el derecho interno surge de varios elementos, aunque principalmente de uno: que es
el derecho de la comunidad internacional, a diferencia del derecho interno que lo es de una comunidad
nacional.
El derecho internacional suele también ser llamado en castellano “derecho de gentes” por la estrecha vinculación que
mantuvo, en su origen, con el jus Gentium romano (en francés, droit des gens) El nombre de derecho
internacional le fue puesto por Jeremy Bentham en el siglo XIX y ha perdurado hasta nuestros días.
El género próximo (el derecho), resulta fundamental dejar en claro que se trata en efecto de un “derecho”, para
descartar todas aquellas posturas que no consideran a las normas internacionales como integrantes de un “orden
jurídico” propiamente dicho.
La diferencia específica (de la comunidad internacional): Barboza (1999) considera que resulta
importante introducir el concepto de “comunidad internacional”, para diferenciarlo del derecho
interno, que es propio de una comunidad nacional. Por ello es que sus normas (las del Derecho Internacional) son
creadas mediante procedimientos específicos descentralizados avalados por dicha comunidad.
Sujetos: los sujetos más importantes del DIP son los estados soberanos, porque sólo ellos tienen capacidad
plena en el derecho de gentes. Son también legiferantes, es decir, crean el derecho internacional a través de
los tratados y la costumbre, y son al mismo tiempo agentes de ese derecho puesto que tienen la facultad de
hacerlo cumplir.
Por último, es importante destacar que la comunidad internacional original surgida de Westfalia estaba constituida
solamente de Estados (primero un número reducido de ellos, a los que luego se incorporarán los surgidos de los
procesos de descolonización, y más recientemente, de desmembramiento del bloque soviético), pero que con la
evolución producida durante las últimas décadas, se admiten además como sujetos de Derecho Internacional a las
organizaciones internacionales y los individuos (de manera limitada). Las organizaciones internacionales tienen
capacidad limitada, entre otras cosas, por el objeto de su creación, determinado en su estatuto
Esta ampliación de los sujetos ha sido concomitante a la ampliación del objeto mismo del Derecho
Internacional: a partir del desarrollo tecnológico se abren nuevos espacios y actividades a la regulación, tales como
las asociadas a la exploración y explotación de los fondos marinos y el espacio ultraterrestre.
Por otra parte, la profunda preocupación surgida en torno a los derechos esenciales del ser humano y el medio
ambiente, incorpora al ámbito de la normativa internacional la protección internacional de los derechos humanos y el
derecho ambiental.
Finalmente, se considera importante incluir la definición de Derecho Internacional propuesta por Diez de
Velasco (1997, p. 83): “Sistema de principios y normas que regula las relaciones de coexistencia y de cooperación,
frecuentemente institucionalizada, además de ciertas relaciones comunitarias, entre Estados dotados de diferentes
grados de desarrollo socio-económico y de poder”.
1.2.2. Caracteres
El rasgo más importantes del DIP, como orden jurídico que es de una comunidad descentralizada como la CI, es su
propia descentralización.
Barboza (1999) destaca como caracteres propios del Derecho Internacional (en cuanto orden jurídico) los siguientes:
Descentralización: El Derecho Internacional es el derecho propio de una comunidad descentralizada. Para Kelsen,
en un orden jurídico centralizado las normas son creadas y aplicadas por órganos especiales (los poderes del Estado)
que funcionan de acuerdo al principio de división del trabajo; también las sanciones son ejecutadas por dichos
órganos. Por el contrario, el Derecho Internacional carece de esos órganos centrales que creen normas, las interpreten
oficialmente y las apliquen y hagan cumplir.
Auto-tutela de los propios derechos: A diferencia de lo que ocurre en un orden centralizado en el que los
órganos que crean, aplican y ejecutan el derecho son distintos, en el Derecho Internacional los Estados son
simultáneamente sujetos y creadores de normas jurídicas. Ello significa que los Estados no sólo ejercen los derechos y
deben cumplir con las obligaciones establecidas por normas creadas por ellos mismos, sino que normalmente son ellos
los que las interpretan y actúan como órganos internacionales para garantizar su cumplimiento.
Este criterio se aplicaría tanto a las normas convencionales como a las consuetudinarias. En efecto, el autor sostiene
que la voluntad común tiene dos formas de expresión: los actos y las palabras. Mediante las segundas, los
Estados prestan su adhesión a los tratados internacionales, mientras que el derecho consuetudinario es creado por
actos concluyentes a partir de los cuales los Estados dan a entender que quieren estar ligados por cierta regla de
derecho.
La costumbre internacional o norma consuetudinaria internacional o Derecho internacional consuetudinario, es el procedimiento espontáneo
de elaboración de derecho internacional resultante del comportamiento de los estados Descrita en el artículo 38 del Estatuto de la Corte
Internacional de Justicia como "la práctica seguida por los sujetos internacionales que es generalmente aceptada por éstos como Derecho".
La gran parte de las definiciones que se pueden aportar acerca de este fenómeno giran en torno a lo dicho en el Estatuto de la Corte Internacional de
Justicia, aunque es posible encontrar otras fuentes, predominantemente doctrinales, que presentan a la norma consuetudinaria como «la forma
primaria de manifestarse la comunidad al estar formada por un conjunto de normas observadas de hecho» o como «el mecanismo a través del
cual una comunidad expresa su voluntad positivadora».
De este modo, las normas consuetudinarias, para que puedan ser consideradas como tales, han de estar constituidas por el elemento material,
consistente en una repetición de actos, además del espiritual, el cual supone que los sujetos están convencidos de que se trata de una práctica que
obliga jurídicamente.
Artículo 38.1, apartado b. La Corte, cuya función es decidir conforme al derecho internacional las controversias que le sean sometidas, deberá
aplicar: (b) la costumbre internacional como prueba de una práctica generalmente aceptada como derecho.
En cuanto a las críticas, subsiste la cuestión de explicar por qué es obligatoria la voluntad común, que Triepel ubica en
la base misma del orden jurídico. Sin embargo, para los normativistas, el acuerdo de voluntades en un orden jurídico
sólo obliga porque hay una norma de ese ordenamiento que así lo establece. En nuestro derecho interno, tal norma es
el artículo 1197 del C.C.A; en el Derecho Internacional, la regla pacta sunt servanda es de origen consuetudinario.
Teorías no formalistas:
En estas teorías, los autores buscan un fundamento no formal del derecho, el cual tratan de encontrar en ciertos
contenidos del mismo, como explicación de la obligatoriedad de sus normas.
En similar tesitura, Le Fur sostiene que la norma pacta sunt servanda no es suficiente para fundamentar el Derecho
Internacional en cuanto que ella misma requiere de fundamento, el cual se encontraría en “una especie de orden
público internacional cuyo contenido está dado por los principios generales del Derecho”.
1.2.4. Funciones
El Derecho Internacional, en virtud de su carácter descentralizado, carece de órganos centrales de
creación, interpretación, aplicación y ejecución de sus normas. De allí que el ejercicio de las funciones legislativas,
ejecutivas, administrativas y judiciales revistan características muy diferentes a las del derecho interno, que se reseñan
a continuación.
Funciones legislativas:
Las normas jurídicas internacionales cuentan con fuentes o modos de creación propios y específicos, que son
principalmente los tratados y la costumbre.
Respecto a los tratados, es menester señalar que a partir del proceso de institucionalización de la comunidad
internacional en el siglo XX, y por obra sobre todo del impulso codificador de la ONU, se genera una tendencia hacia la
creación de normas generales a través de tratados multilaterales, algunos de los cuales (llamados tratados normativos
o tratados-leyes) comprenden a la mayor parte de los Estados existentes. Tal es el caso por ejemplo de la Convención
de Viena sobre el Derecho Diplomático (1969) y la Convención sobre el Derecho del Mar (1982).
La costumbre por su parte, crea normas generales a través de una práctica uniforme observada durante
cierto tiempo y consagrada por la opinio juris o aceptación generalizada de la comunidad internacional. En
este sentido, es importante destacar que las normas consagradas por tratados internacionales o textos
emanados de la Asamblea General u otros órganos de la ONU muchas veces se transforman rápidamente en
normas generales (obligatorias para todos los Estados) al servir de base para la creación de “nuevas
costumbres internacionales”. Tal ha sido el caso de las normas del Derecho del Mar, que a partir de los
consensos logrados por la III Conferencia de Naciones Unidas, se convirtieron en costumbres
internacionales aún antes de que se convirtieran en normas convencionales a través del tratado multilateral
de 1982.
Opinio juris sive necessitatis ("obligación de cumplir un deber jurídico") o simplemente opinio juris ("deber jurídico") es la
convicción de que una acción se llevó a cabo porque era una obligación jurídica. Esto entra en contraste con una acción que es el
resultado de una reacción cognitiva diferente o de comportamientos que eran habituales para el individuo. Este término es usado
frecuentemente en procedimientos judiciales como defensa de un caso.
Opinio juris es el elemento subjetivo de la costumbre como fuente del derecho, tanto en el ámbito doméstico como en el
internacional, ya que se refiere a las creencias. El otro elemento es la práctica del Estado, que es más objetiva, ya que es fácilmente
discernible. Para calificarlos como práctica de los Estados, los actos deben ser coherentes y su práctica, en general, internacional.
En el Derecho internacional opinio juris es el elemento subjetivo que se utiliza para determinar si la práctica de un Estado se debe a
la creencia de que está legalmente obligado a realizar un acto en particular. Cuando la opinio juris existe, y la práctica está en
consonancia con casi todos los Estados, el derecho internacional consuetudinario surge. Opinio juris esencialmente significa que los
Estados deben actuar de conformidad con la norma, no sólo por conveniencia, el hábito, la coincidencia, o la conveniencia política,
sino más bien por un sentido de obligación jurídica. El Capítulo [2] Artículo 38 (1)(b) del Estatuto de la Corte Internacional de
Justicia acepta la "costumbre internacional" como fuente de derecho, pero sólo cuando esta costumbre es 1) "prueba de una práctica
general" (el componente objetivo) (2) "aceptada como derecho. "(la opinio juris o componente subjetivo). Así, por ejemplo,
mientras que se puede observar que los jefes de Estado casi siempre se dan la mano cuando se encuentran por primera vez, es muy
poco probable que lo hagan porque creen que la norma del derecho internacional así lo requiere. Por otro lado, un estado casi
seguro que espere algún tipo de repercusiones legales si se tratara de enjuiciar a un embajador extranjero sin el consentimiento de
su Estado natal, y en este sentido no existe la opinio juris en las normas del derecho internacional para la inmunidad diplomática.
Funciones ejecutivas y administrativas:
El Derecho Internacional carece de un órgano ejecutivo o administrativo central; sin embargo, se prestan funciones
administrativas a través de los llamados “servicios públicos internacionales”, descriptos al analizar la evolución
de la comunidad internacional (ver punto 1.1.). Actualmente, los órganos de la familia de Naciones Unidas prestan
todo tipo de servicios públicos, que comprenden por ejemplo los relativos a la protección de la salud (OMS) y el
estudio y previsión del clima (OMM).
Respecto a las funciones ejecutivas, las mismas se tornan difíciles por la soberanía de los sujetos Estados, aunque es
dable reconocer que el Consejo de Seguridad ejerce algunas funciones (previstas en el Capítulo VII de la Carta) que
podrían catalogarse como “de policía”.
• Capítulo VII: Acción en caso de amenazas a la Paz, quebrantamientos de la Paz o actos de agresión
CAPÍTULO VII: ACCIÓN EN CASO DE AMENAZAS A LA PAZ, QUEBRANTAMIENTOS DE LA PAZ O ACTOS DE
AGRESIÓN
Artículo 39
El Consejo de Seguridad determinará la existencia de toda amenaza a la paz, quebrantamiento de la paz o acto de agresion y
hará recomendaciones o decidirá que medidas seran tomadas de conformidad con los Artículos 41 y 42 para mantener o
restablecer 1a paz y la seguridad internacionales.
Artículo 40
A fin de evitar que la situación se agrave, el Consejo de Seguridad, antes de hacer las recomendaciones o decidir las medidas de
que trata el Artículo 39, podrá instar a las partes interesadas a que cumplan con las medidas provisionales que juzgue necesarias
o aconsejables. Dichas medidas provisionales no perjudicarán los derechos, las reclamaciones o la posición de las partes
interesadas. El Consejo de Seguridad tomará debida nota del incumplimiento de dichas medidas provisionales.
Artículo 41
El Consejo de Seguridad podrá decidir qué medidas que no impliquen el uso de la fuerza armada han de emplearse para hacer
efectivas sus decisiones, y podrá instar a los Miembros de las Naciones Unidas a que apliquen dichas medidas, que podrán
comprender la interrupción total o parcial de las relaciones económicas y de las comunicaciones ferroviarias, marítimas, aéreas,
postales, telegráficas, radioeléctricas, y otros medios de comunicación, así como la ruptura de relaciones diplomáticas.
Artículo 42
Si el Consejo de Seguridad estimare que las medidas de que trata el Artículo 41 pueden ser inadecuadas o han demostrado serlo,
podrá ejercer, por medio de fuerzas aéreas, navales o terrestres, la acción que sea necesaria para mantener o restablecer la paz y
la seguridad internacionales. Tal acción podrá comprender demostraciones, bloqueos y otras operaciones ejecutadas por fuerzas
aéreas, navales o terrestres de Miembros de las Naciones Unidas.
Artículo 43
1. Todos los Miembros de las Naciones Unidas, con e1 fin de contribuir al mantenimiento de la paz y la seguridad
internacionales, se compremeten a poner a disposición del Consejo de Seguridad, cuando éste lo solicite, y de conformidad con un
convenio especial o con convenios especiales, las fuerzas armadas, la ayuda y las facilidades, incluso el derecho de paso, que sean
necesarias para el propósito de mantener la paz y la seguridad internacionales.
2. Dicho convenio o convenios fijarán el número y clase de las fuerzas, su grado de preparación y su ublicación general,
como también la naturaleza de las facilidades y de la ayuda que habrán de darse.
3. El convenio o convenios serán negociados a iniciativa del Consejo de Seguridad tan pronto como sea posible; serán
concertados entre el Consejo de Seguridad y Miembros individuales o entre el Consejo de Seguridad y grupos de Miembros, y
estarán sujetos a ratificación por los Estados signatarios de acuerdo con sus respectivos procedimientos constitucionales.
Artículo 44
Cuando el Consejo de Seguridad haya decidido hacer uso de la fuerza, antes de requerir a un Miembro que no éste representado
en él a que provea fuerzas armadas en cumplimiento de las obligaciones contraídas en virtud del Artículo 43, invitará a dicho
Miembro, si éste así lo deseare, a participar en las decisiones del Consejo de Seguridad relativas al empleo de contingentes de
fuerzas armadas de dicho Miembro.
Artículo 45
A fin de que la Organización pueda tomar medidas militares urgentes, sus Miembros mantendrán contingentes de fuerzas aéreas
nacionales inmediatamente disponibles para la ejecución combinada de una acción coercitiva internacional. La potencia y el
grado de preparación de estos contingentes y los planes para su acción combinada seran determinados, dentro de los límites
establecidos en el convenio o convenios especiales de que trata el Artículo 43, por el Consejo de Seguridad con la ayuda del Comité
de Estado Mayor.
Artículo 46
Los planes para el empleo de la fuerza armada serán hechos por el Consejo de Seguridad con la ayuda del Comité de Estado
Mayor.
Artículo 47
1. Se establecerá un Comité de Estado Mayor para asesorar y asistir al Consejo de Seguridad en todas las cuestiones relativas a
las necesidades militares del Consejo para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, al empleo y comando de las
fuerzas puestas a su disposición, a la regulación de los armamentos y al posible desarme.
2. El Comité de Estado Mayor estará integrado por los Jefes de Estado Mayor de los miembros permanentes del Consejo de
Seguridad o sus representantes. Todo Miembro de las Naciones Unidas que no éste permanentemente representado en el Comite
será invitado por éste a asociarse a sus labores cuando el desempeño eficiente de las funciones del Comité requiera la
participación de dicho Miembro.
3. El Comité de Estado Mayor tendrá a su cargo, bajo la autoridad del Consejo de Seguridad, la dirección estratégica de todas las
fuerzas armadas puestas a disposición del Consejo. Las cuestiones relativas al comando de dichas fuerzas serán resueltas
posteriormente.
4. El Comité de Estado Mayor, con autorización del Consejo de Seguridad y después de consultar con los organismos regionales
apropiados, podrá establecer subcomités regionales.
Artículo 48
1. La acción requerida para llevar a cabo las decisiones del Consejo de Seguridad para el mantenimiento de la paz y la seguridad
internacionales será ejercida por todos los Miembros de las Naciones Unidas o por algunos de ellos, según lo determine el Consejo
de Seguridad.
2. Dichas decisiones serán llevadas a cabo por los Miembros de las Naciones Unidas directamente y mediante su acción en los
organismos internacionales apropiados de que formen parte.
Artículo 49
Los Miembros de las Naciones Unidas deberán prestarse ayuda mutua para llevar a cabo las medidas dispuestas por el Consejo
de Seguridad.
Artículo 50
Si el Consejo de Seguridad tomare medidas preventivas o coercitivas contra un Estado, cualquier otro Estado, sea o no Miembro
de las Naciones Unidas, que confrontare problemas económicos especiales originados por la ejecución de dichas medidas, tendrá
el derecho deconsultar al Consejo de Seguridad acerca de la solución de esos problemas.
Artículo 51
Ninguna disposición de esta Carta menoscabará el derecho inmanente de legítima defensa, individual o colectiva, en caso de
ataque armado contra un Miembro de las Naciones Unidas, hasta tanto que el Consejo de Seguridad haya tomado las medidas
necesarias para mantener la paz y la seguridad internacionales. Las medidas tomadas por los Miembros en ejercicio del derecho
de legítima defensa serán comunicadas inmediatamente al Consejo de Seguridad, y no afectarán en manera alguna la autoridad
y responsabilidad del Consejo conforme a la presente Carta para ejercer en cualquier momento la acción que estime necesaria
con el fin de mantener o restablecer la paz y la seguridad internacionales.
Funciones judiciales:
Si bien no hay un órgano jurisdiccional de competencia universal y obligatoria respecto a todos los
sujetos del Derecho Internacional, los mismos cuentan con una gran variedad de medios para la
resolución pacífica de las controversias internacionales (Ver art. 33 de la Carta de la ONU).
Puede identificarse un núcleo mínimo de jurisdicción obligatoria en la Corte Internacional de Justicia, órgano judicial
principal de la ONU, con relación a aquellos países que han aceptado previamente su competencia mediante las
declaraciones de aceptación previstas en el art. 36.2 de su Estatuto. La misma es también obligatoria respecto de los
Estados que la aceptaron en tratados generales de solución de controversias, o en cláusulas contenidas en tratados
bilaterales o multilaterales sobre otras materias, para la solución de las diferencias que puedan surgir de la
interpretación o aplicación de esos instrumentos.
Existen además otros tribunales permanentes tales como la Corte de las comunidades Europeas o las Europea e
Interamericana de Derechos Humanos, que tienen carácter regional. En materia penal internacional, (esto es, para
juzgar a los individuos por crímenes internacionales), destaca la Corte Penal Internacional, creada por el Estatuto de
Roma de 1998, con sede en La Haya, que se agrega a las cortes penales internacionales creadas por el Consejo de
Seguridad de la ONU, como las de la ex Yugoslavia y Ruanda.
Artículo 33
1. Las partes en una controversia cuya continuación sea susceptible de poner en peligro el mantenimiento de la paz y la seguridad
internacionales tratarán de buscarle solución, ante todo, mediante la negociación, la investigación, la mediación, la conciliación, el
arbitraje, el arreglo judicial, el recurso a organismos o acuerdos regionales u otros medios pacíficos de su elección.
2. El Consejo de Seguridad, si lo estimare necesario, instará a las partes a que arreglen sus controversias por dichos medios.
Artículo 36
1. El Consejo de Seguridad podrá, en cualquier estado en que se encuentre una controversia de la naturaleza de que trata el
Artículo 33 o una situación de índole semejante, recomendar los procedimientos o métodos de ajuste que sean apropiados.
2. El Consejo de Seguridad deberá tomar en consideración todo procedimiento que las partes hayan
adoptado para el arreglo de la controversia.
3. Al hacer recomendaciones de acuerdo con este Artículo, el Consejo de Seguridad deberá tomar tambien en consideración
que las controversias de orden jurídico, por regla general, deben ser sometidas por las partes a la Corte Internacional de Justicia, de
conformidad con las disposiciones del Estatuto de la Corte.
Unidad 2
2. LAS FUENTES DEL DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO
2.1. Fuentes del Derecho Internacional.
2.1.1 Concepto.
Barboza (1999) distingue entre fuentes materiales y formales del derecho:
El problema de las fuentes del Derecho Internacional se presenta muy confuso porque a las dificultades que el mismo
plantea, en cuanto a la teoría general del Derecho, se suman las que añade esta peculiar rama de la normativa jurídica.
Si partimos de la consideración de las fuentes en sentido técnico-formal, el Derecho Internacional plantea cuestiones
tanto en el plano general de las fuentes como en el particular de cada una de ellas.
En el plano general, y en cuanto a la naturaleza de las fuentes de este ordenamiento internacional, hay que partir
del principio de que el dato fundamental de la voluntad positivadora es siempre el mismo, es decir, el
consentimiento de los Estados, sin que exista un procedimiento «constitucionalmente» establecido para su
manifestación; de manera que cuando se alude al sistema de fuentes internacionales, de lo que se está
hablando es de los diferentes procedimientos de producción de normas o, en otras palabras, de los
procedimientos normativos.
Las posiciones doctrinales a este respecto son dos:
1. Para unos autores, que habríamos de calificar de tradicionales, el orden jurídico internacional tiene un texto
concluyente en este sentido, cual es el del artículo 38 del Estatuto del Tribunal Internacional de
Justicia, que considera como fuentes a las convenciones internacionales, la costumbre internacional y los
principios generales del Derecho reconocidos por las naciones civilizadas, aparte de las decisiones doctrinales y la
doctrina de los publicistas consideradas como medio auxiliar para la determinación de las reglas jurídicas.
2. Para otros, la postura es más amplia y puede ser calificada de «moderna», en cuanto se parte de la idea de que
no hay texto internacional al efecto, por lo que se deben admitir como fuentes todos los procedimientos de producción
de normas en los cuales se manifiesta la voluntad de los Estados.
La realidad es que, actualmente, el artículo 38 del Estatuto se queda estrecho si con él se intenta abarcar la totalidad
de las fuentes del Derecho Internacional, pues han aparecido otros procedimientos de normativización que no están
comprendidos en el mismo, de donde resulta que, teniendo en cuenta siempre la base del consentimiento de los
Estados, y juzgando por el cauce a través del cual se manifiesta, hay unas fuentes directas del Derecho
Internacional, que son la costumbre, los tratados y los principios generales del Derecho, y otras fuentes indirectas,
que son los actos de las organizaciones internacionales y los actos unilaterales de los Estados, aparte de los medios
auxiliares, que son la doctrina, la jurisprudencia y la equidad.
1. “La Corte, cuya función es decidir conforme al derecho internacional las controversias que le sean
sometidas, deberá aplicar:
a. las convenciones internacionales, sean generales o particulares, que establecen reglas expresamente reconocidas
por los Estados litigantes;
b. la costumbre internacional como prueba de una práctica generalmente aceptada como derecho;
c. los principios generales de derecho reconocidos por las naciones civilizadas;
d. las decisiones judiciales y las doctrinas de los publicistas de mayor competencia de las distintas naciones,
como medio auxiliar para la determinación de las reglas de derecho, sin perjuicio de lo dispuesto en el
Art. 59.
2. La presente disposición no restringe la facultad de la Corte para decidir un litigio ex aequo et bono, si las partes así
lo convinieren.”
Artículo 59 : La decisión de la Corte no es obligatoria sino para las partes en litigio y respecto del caso que ha sido decidido.
Barboza (1999) sostiene que aparte de las fuentes de normas generales, existen en el derecho de
gentes fuentes de normas individuales (que se aplican a sujetos determinados) o de obligaciones
particulares (tales como los tratados bilaterales, costumbres locales y actos unilaterales). De este modo se amplía el
abanico de las fuentes del derecho, y la jurisprudencia se convierte en fuente auxiliar de las normas generales
pero fuente directa de normas individuales.
2.2.1. Concepto
Barboza (1999) destaca la existencia de dos significados de la palabra “costumbre”.
Uno apunta a la norma jurídica formada al amparo de una conducta constante y repetida en el tiempo;
el otro refiere a la práctica misma, esto es, a la conducta que al repetirse origina la obligatoriedad de su repetición.
El Art. 38.1.b se refiere a ambos significados cuando habla de “la costumbre internacional como prueba de una
práctica generalmente aceptada como derecho”. En efecto, cuando menciona a “la costumbre internacional”, se
refiere a la norma que surgió de la repetición de una conducta, pero es a la conducta a la que se refiere el mismo
artículo cuando habla de “una práctica generalmente aceptada como derecho”.
En definitiva, la norma consuetudinaria es la que surge de una práctica cuando la misma es aceptada como
derecho. Por ello, no es adecuada la terminología utilizada por el Estatuto, en cuanto que la costumbre como norma,
no es prueba de nada, y menos de una práctica.
2.2.2. Elementos
La segunda parte del Art. 38.1.b del Estatuto alude a los dos elementos que se asignan tradicionalmente a
la costumbre: la práctica (o elemento material) y la opinio juris (o elemento psicológico).
opinio juris,. "obligación de cumplir un deber jurídico". es la convicción de que una acción se llevó a cabo porque era una obligación
jurídica.
Art. 38.1.b la costumbre internacional como prueba de una práctica generalmente aceptada como
derecho
2.2.3. Formación
Con relación al tiempo de formación de una costumbre, anteriormente se requería el transcurso de un largo
período de tiempo; hoy este largo lapso ya no se requiere debido a las características actuales de las relaciones
internacionales, en las que las interacciones entre los Estados se intensifican y por ello, las reacciones a los
comportamientos de éstos se conocen rápidamente.
Barboza (1999) distingue dos períodos en la formación de las costumbres: el período formativo y el período
de la costumbre universal.
Período formativo: La costumbre implica una conducta esencialmente repetida y compartida por al menos dos
Estados. En este sentido, cualquiera de ellos tiene la posibilidad de permitir o impedir tal conducta.
Barboza (1999) cita como ejemplo la formación de la costumbre del paso inocente de buque de todas las banderas por
el mar territorial de los Estados costeros: el Estado costero estuvo originalmente en situación de poder impedir que
por sus aguas territoriales naveguen buques de otro pabellón.
En este sentido, es importante mencionar el concepto desarrollado por la doctrina sobre el objetor persistente. Se
denomina así a aquel Estado que durante el período de formación de la costumbre, se ha opuesto
invariablemente a que ésta le sea aplicada. En tal caso, la objeción no impedirá la formación de la costumbre,
pero la misma –una vez creada- no podrá ser impuesta a dicho Estado.
Repetir una conducta significa que los hechos individuales de cada episodio responden a un género
común. Siguiendo con el ejemplo de Barboza, son distintos los buques, que entran por diferentes lugares en diversos
mares territoriales pero, a pesar de las diferencias entre estos hechos individuales, podemos identificar conceptos
ideales como “mar territorial”, “buque” o “paso”.
Siendo la conducta lo que se repite, y no existiendo conducta sin sentido, Barboza (1999) sostiene que la
identidad genérica a la que se aludió en el párrafo anterior debe tener una unidad de sentido. En el ejemplo la unidad
de sentido es la de “un paso ininterrumpido, que no compromete el orden público ni la seguridad del Estado
ribereño”.
El autor que comentamos destaca que la repetición genera entre los Estados protagonistas una costumbre válida. Su
período formativo no puede ser demasiado extenso y tiene como base el consentimiento en obligarse de los
mencionados Estados. Normalmente, es un grupo reducido de Estados el que actúa como pionero o propulsor de
la costumbre: una conferencia codificadora o un conjunto de Estados que impulsan la adopción de una resolución en
el seno de las Naciones Unidas, que luego se va extendiendo a terceros Estados. Ejemplo de ello son las reglas
panamericanas relativas a las reservas a los tratados, que luego fueron aceptadas unánimemente por el resto de los
Estados.
Objetor Persistente
No obstante, un Estado podrá eludir el cumplimiento de una costumbre de este tipo cuando se hubiere opuesto de un modo
determinante e inequívoco a la misma durante su periodo de formación (regla de la objeción persistente). Con todo ello, en caso
de que se sobrevenga un litigio internacional, recae en el Estado contrario a la aplicación de una costumbre la carga de la prueba;
es decir, es él quien ha de probar que durante el proceso de consolidación de la norma consuetudinaria se opuso ella.
. En cualquier caso, la regla de las diez millas sería inoponible a Noruega en la medida en que siempre se ha opuesto a
cualquier aplicación en la costa noruega.
Caso anglo-noruego de pesquerías (1951:131)
En aquellos casos en los que la costumbre internacional constituye una norma de derecho imperativo también conocidas como
normas de ius cogens, la doctrina estima que la oposición inequívoca, constante y persistente manifestada por un estado carece de
efectos, dado que han de primar los intereses generales de la comunidad internacional por encima del interés meramente
individual. En otros casos, la objeción es rechazada por cuestiones de contradicciones en el comportamiento del estado objetor o
por la presión que se produce en el caso de que tan sólo sea un estado el que se opone a la costumbre.
Respecto a la opinio iuris, resulta difícil aceptar que ésta exista en el período formativo; de hecho, si existiera, se
basaría en un error, puesto que los Estados que adoptaran la práctica lo habrían hecho convencidos de que se trataba
de una norma obligatoria de derecho, cuando en realidad aún no lo era.
Período de la costumbre universal: No está definido claramente el momento en que una costumbre particular
pasa a ser universal, lo cual resulta una consecuencia de la descentralización del Derecho Internacional, en el cual no
hay un órgano legislativo central que ejercite el poder legiferante.
Sin embargo, ciertos órganos como la CIJ, la Asamblea General de la ONU y la doctrina son consideradas como
voceros de la comunidad internacional. Sus declaraciones son las que normalmente deciden que una costumbre llegó a
ser universal; esto es, la comunidad internacional toma conciencia de la generalidad de una cierta práctica, pero
todavía falta la declaración que la consagra públicamente como costumbre universal.
En esta etapa, los Estados que no participaron en la formación de la costumbre la deben aceptar de manera
obligatoria, como lo hicieron –respecto a todas las costumbres por entonces existentes- los Estados surgidos del
proceso de descolonización. Por esa razón, resulta más adecuado sostener que es en este período en el que se consolida
el elemento de la opinio iuris, entendido como la convicción de la obligatoriedad de la norma consuetudinaria.
Poder legiferante: En el derecho de gentes, los sujetos o personas más importantes son los Estados éstos tienen personalidad
originaria, son al tiempo que sujetos, legiferantes, porque crean las normas jurídicas y de su voluntad derivan las otras personas o sujetos
en el plano internacional.
2.2.4. Clasificación
Costumbre clásica y nueva costumbre
Barboza (1999) distingue entre la costumbre clásica, en la cual la regla consuetudinaria se deduce de ciertos actos
repetidos en el tiempo, de la nueva costumbre, que se desprende de textos creados a partir de consensos de la
comunidad internacional. Estos textos no se inspiran enteramente en actos pasados, sino que prevén conductas
futuras. Por ello, deben pasar por un proceso de aceptación de la comunidad internacional en su conjunto para
convertirse en normas consuetudinarias.
La codificación impulsada por la Asamblea General de las Naciones Unidas con apoyo de la Comisión de
Derecho Internacional y otros cuerpos codificadores, ha producido gran cantidad de tratados, resoluciones y otros
textos que pretenden declarar la costumbre existente o desarrollar progresivamente el Derecho Internacional
postulando nuevas normas jurídicas:
Nuevas costumbres formadas sobre tratados normativos: por más que los tratados multilaterales agrupen a
un gran número de Estados, nunca comprenden a todos los existentes, por lo que sus normas no son de Derecho
Internacional general. Sin embargo, muchas veces las normas de los tratados son acogidas por Estados no miembros, y
de ese modo, se van generalizando en su aplicación, llegando a convertirse en costumbres del Derecho Internacional
general. En estos casos, la CIJ ha sostenido que basta un breve lapso de tiempo para la formación de la regla
consuetudinaria (Caso de la Plataforma Continental del Mar del Norte. CIJ, 1969).
Se pidió a la Corte que declarara los principios y normas de derecho internacional aplicables a la delimitación entre las partes de las
zonas de la plataforma continental del Mar del Norte.
No se pidió realmente que la Corte delimitara las fronteras correspondientes ya que las partes se obligaron a efectuar sus
delimitaciones a través de un acuerdo en conformidad con la decisión de la Corte.
Dinamarca-Países Bajos
Frente a la disputa sobre el Mar Territorial, Dinamarca y los Países Bajos, para la prolongación de la Plataforma Continental,
alegaron el principio de equidistancia y el artículo 6 de la Convención de Ginebra.
República Federal de Alemania
Se opone al principio de equidistancia, considerando que menoscabaría su participación adecuada en la zona de la plataforma
continental ya que disminuiría su espacio.
Propone la aplicación del principio que establece que cada uno de los Estados ribereños tiene derecho a una porción justa y
equitativa de la plataforma continental existente.
Disposiciones de la Corte
La Corte rechazó el alegato de Dinamarca y los Países Bajos argumentando:
Si bien la República Federal Alemana fue uno de los firmantes, no ratificó la Convención de Ginebra y por lo tanto no estaba
legalmente obligada.
Estableció que el principio de equidistancia no era una consecuencia necesaria de los derechos sobre la plataforma continental, ni
constituía una norma de derecho consuetudinario internacional.
Nuevas costumbres formadas sobre la base de resoluciones de la Asamblea General: Si bien tales
resoluciones no tienen fuerza obligatoria, la doctrina considera que las mismas pueden suscitar los mismos modos de
interacción con la costumbre que aquellos que existen con relación a los tratados de codificación. Tales costumbres no
se crean automáticamente, sino que deben estar respaldadas por un proceso posterior de aceptación en la práctica de
los Estados, que en general es breve. Como ejemplo de este modo de creación de nuevas costumbres, se cita el caso de
la “Declaración sobre los principios de Derecho Internacional referentes a las relaciones de amistad y a la cooperación
entre los Estados de conformidad con la Carta de la ONU” (Resolución 2625), que introdujo textos que ingresaron al
Derecho Internacional general por vía consuetudinaria.
Nuevas costumbres formadas sobre otros textos: tal es el caso por ejemplo de las reglas de extensión del mar
territorial y la Zona Económica Exclusiva, que fueron normas consuetudinarias mucho antes que la convención
correspondiente entrara en vigencia.
La zona económica exclusiva, también denominada mar patrimonial, es una franja marítima que se extiende desde el límite exterior
del mar territorial hasta una distancia de 200 millas marinas (370,4 km) contadas a partir de la línea de base desde la que se mide
la anchura de éste
Los principios generales de derecho reconocidos por las naciones civilizadas son la tercera fuente
mencionada en el Art. 38.1.c del Estatuto de la CIJ.
ARTÍCULO 38
1. La Corte, cuya función es decidir conforme al derecho internacional las controversias que le sean sometidas, deberá
aplicar:
a. las convenciones internacionales, sean generales o particulares, que establecen reglas expresamente reconocidas por
los Estados litigantes;
b. la costumbre internacional como prueba de una práctica generalmente aceptada como derecho;
c. los principios generales de derecho reconocidos por las naciones civilizadas;
d. las decisiones judiciales y las doctrinas de los publicistas de mayor competencia de las distintas naciones, como medio
auxiliar para la determinación de las reglas de derecho, sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo 59.
2. La presente disposición no restringe la facultad de la Corte para decidir un litigio ex aequo et bono, si las partes así lo
convinieren
Ex aequo et bono
Juzgar ex aequo et bono significa juzgar por equidad.
Loc. lat. Según la equidad y el leal saber y entender. Así deben fallar los amigables componedores, y así está
dispuesto también en ciertos tribunales juntas profesionales. | Se denominan asimismo "ex aequo el bono" las
excepciones fundadas en la equidad; ya sean in rem, si al objeto se refieren, o in personae, si en circunstancias
individuales se apoyan.
Estos principios generales son de derecho interno; son normas jurídicas muy generales que tienen vigencia en la
mayor parte de los ordenamientos jurídicos internos de los Estados. Por lo tanto, no son principios del Derecho
Internacional, que sí son normas consuetudinarias universales, tales como la soberanía y la igualdad jurídica de los
Estados, o la prohibición del uso de la fuerza en las relaciones internacionales.
Por lo tanto, los principios generales son formulados antes en los derechos domésticos, y luego aplicados en el Derecho
Internacional; al ser principios inherentes al derecho en general, en definitiva podrían considerarse también como un
fondo de reserva propios de este último ordenamiento.
Los mismos responden a valoraciones jurídicas universales, tales como el del enriquecimiento sin causa, la
cosa juzgada, la buena fe, el que nadie puede transmitir a otro un derecho mejor ni más extenso que el que tiene, ni
alegar su propia torpeza para beneficiarse en derecho.
En cuanto a su autonomía como fuente de Derecho Internacional, fueron utilizados hasta 1920 como fuente directa
por los tribunales, por lo que puede decirse que existía una costumbre internacional por la cual tales órganos podían
aplicarlos. Al ser incluidos en el Estatuto de la Corte Permanente de Justicia Internacional (antecedente
directo de la actual CIJ) se generaron discusiones doctrinarias respecto a su naturaleza, las cuales fueron resueltas a
favor de la existencia de una costumbre internacional que considera a los principios generales del
derecho como fuente supletoria.
Para Barboza (1999) no son fuentes formales del Derecho Internacional ya que no constituyen un procedimiento de
creación de normas, sino que más bien son una reserva de conceptos jurídicos ya hechos, y por ello cercanos al
concepto de “fuente material”.
De allí que la CIJ aplique tales principios en forma supletoria, cuando no hay una norma convencional o
consuetudinaria aplicable al caso bajo análisis, para evitar que el juez se vea constreñido al non liquet si la controversia
cae dentro de una “laguna del derecho”.
Barboza (1999) define a los tratados internacionales como “acuerdos de voluntades entre sujetos del DI destinados a
crear, modificar o extinguir obligaciones internacionales.”
Existen otras denominaciones que se refieren al mismo concepto:
las expresiones convenios o convenciones se aplican a los instrumentos multilaterales o codificadores;
las cartas o pactos refieren generalmente a instrumentos de organizaciones internacionales;
los protocolos por su parte suelen ser instrumentos que sirven de corolarios a otros.
Otros nombres utilizados en la práctica internacional: compromiso, concordato (cuando es parte la Iglesia),
Estatuto.
En cuanto a las normas que regulan esta temática, eran consuetudinarias hasta la vigencia de la Convención
de 1969. Esta convención fue complementada en 1986 con otra Convención referente a los tratados concluidos entre
Estados y Organizaciones Internacionales u Organizaciones Internacionales entre sí.
El Art. 2.1 restringe el concepto de tratado al “celebrado por escrito entre Estados y regido por el derecho
internacional, ya conste en un instrumento único o en dos o más instrumentos conexos y cualquiera que sea su
denominación particular”.
Como surge de la definición transcripta, el concurso de voluntades hace a la esencia misma del tratado, que debe
producirse en el plano internacional y estar regido por el Derecho Internacional, que le da validez y obligatoriedad en
dicho plano. Se menciona expresamente el carácter “internacional” del derecho para diferenciar los tratados de
los acuerdos entre Estados regidos por el derecho interno de una de las partes.
Debe tratarse de acuerdos por escrito, lo que implica que la convención no se ocupa de los acuerdos orales, que de
todas maneras podrían ser válidos de acuerdo con lo estipulado por su Art. 3.
ARTICULO 3
Acuerdos internacionales no comprendidos en el ámbito de la presente Convención
El hecho de que la presente Convención no se aplique ni a los acuerdos internacionales celebrados entre Estados y
otros sujetos de derecho internacional o entre esos otros sujetos de derecho internacional, ni a los acuerdos
internacionales no celebrados por escrito, no afectará:
a) Al valor jurídico de tales acuerdos;
b) A la aplicación a los mismos de cualquiera de las normas enunciadas en la presente Convención a que estuvieren
sometidos en virtud del derecho internacional independientemente de esta Convención;
c) A la aplicación de la Convención a las relaciones de los Estados entre sí en virtud de acuerdos internacionales en los
que fueren asimismo partes otros sujetos de derecho internacional.
La Convención sólo se ocupa de los tratados entre Estados, pero es necesario tener en cuenta que los tratados pueden
ser creados por una manifestación de voluntad común de otros sujetos de Derecho Internacional, siempre que tengan
la capacidad suficiente (no pueden celebrar tratados los individuos o las compañías comerciales).
En cuanto a la forma, y tal como surge del texto que comentamos, la Convención es muy flexible y por ello comprende
los tratados que consten en uno o más instrumentos, independientemente de su denominación.
2.4.2. Clases.
Teniendo en cuenta el número de partes contratantes:
son tratados bilaterales aquellos en los que participan dos sujetos y
multilaterales los celebrados por tres o más.
La autenticación del texto se verifica mediante la firma, la firma ad referendum o la rúbrica de los
representantes. Es la prueba formal de la adopción del texto (Ver Arts. 10.1 y 2 de la Convención).
ARTICULO 10
Autenticación del texto
El texto de un tratado quedará establecido como auténtico y definitivo:
a) Mediante el procedimiento que se prescriba en él o que convengan los Estados que hayan participado en su elaboración; o
b) A falta de tal procedimiento, mediante la firma, la firma ad referendum o la rúbrica puesta por los representantes de esos Estados
en el texto del tratado o en el acta final de la conferencia en la que figure el texto.
ARTICULO 18
Obligación de no frustrar el objeto y el fin de un tratado antes de su entrada en vigor
Un Estado deberá abstenerse de actos en virtud de los cuales se frustren el objeto y el fin de un tratado:
a) Si ha firmado el tratado o ha canjeado instrumentos que constituyen el tratado a reserva de ratificación, aceptación o aprobación,
mientras no haya manifestado su intención de no llegar a ser parte en el tratado; o
b) Si ha manifestado su consentimiento en obligarse por el tratado, durante el período que preceda a la entrada en vigor del mismo
y siempre que ésta no se retarde indebidamente.
Ratificación: Generalmente, la sola firma no basta, requiriéndose de una instancia posterior representada por un
instrumento de ratificación (Art. 14 de la Convención). La necesidad de esta instancia surge de la división de poderes
típica de toda democracia: normalmente, el Ejecutivo conduce las negociaciones, y el parlamento aprueba el tratado
para que el ejecutivo pueda ratificarlo. Los pasos concretos de la ratificación dependerán de lo establecido por la
normativa constitucional en cada país.
ARTICULO 14
Consentimiento en obligarse por un tratado manifestado mediante la ratificación, la aceptación o la aprobación
1. El consentimiento de un Estado en obligarse por un tratado se manifestará mediante la ratificación:
a) Cuando el tratado disponga que tal consentimiento debe manifestarse mediante la ratificación;
b) Cuando conste de otro modo que los Estados negociadores han convenido que se exija la ratificación;
c) Cuando el representante del Estado haya firmado el tratado a reserva de ratificación; o
d) Cuando la intención del Estado de firmar el tratado a reserva de ratificación se desprenda de los plenos poderes de su
representante o se haya manifestado durante la negociación.
2. El consentimiento de un Estado en obligarse por un tratado se manifestará mediante la aceptación o la aprobación en
condiciones semejantes a las que rigen para la ratificación.
Adhesión: Si un Estado no participó en la negociación, puede acceder al tratado por la adhesión posterior, según los
establece el Art. 15 de la Convención. Esto sólo es posible en los llamados tratados abiertos.
ARTICULO 15
Consentimiento en obligarse por un tratado manifestado mediante la adhesión
El consentimiento de un Estado en obligarse por un tratado se manifestará mediante la adhesión:
a) Cuando el tratado disponga que ese Estado puede manifestar tal consentimiento mediante la adhesión;
b) Cuando conste de otro modo que los Estados negociadores han convenido que ese Estado puede manifestar tal
consentimiento mediante la adhesión; o
c) Cuando todas las partes hayan convenido ulteriormente que ese Estado puede manifestar tal consentimiento
mediante la adhesión.
Con relación al proceso constitucional argentino, en nuestro país es el poder ejecutivo el que negocia y firma el
tratado. Luego de ello, éste es enviado al Congreso, que lo considera y en su caso, aprueba en cada cámara. Una vez
aprobado, el tratado pasa al poder ejecutivo para que éste lo ratifique. Por lo tanto, de acuerdo a nuestro sistema
constitucional, la aprobación es un acto legislativo, mientras que la ratificación es un acto ejecutivo.
Finalmente, es importante destacar que para la vigencia interna del tratado, se requiere normalmente la
ratificación y el canje de instrumentos de ratificación (si se trata de acuerdos bilaterales) o el depósito del instrumento
de ratificación en el país depositario o con el Secretario General de la ONU (para las convenciones realizadas bajo su
auspicio) o con quien se indique en el texto del tratado.
2.4.4. Reservas
De acuerdo con la Convención, “se entiende por "reserva" una declaración unilateral, cualquiera que sea su
enunciado o denominación, hecha por un Estado al firmar, ratificar, aceptar o aprobar un tratado o al adherirse a
él, con objeto de excluir o modificar los efectos jurídicos de ciertas disposiciones del tratado en su aplicación a ese
Estado” (Art. 2.d).
En realidad, como señala Barboza (1999), la reserva es sólo aparentemente unilateral, ya que este carácter se
presenta en su formulación en cuanto que es presentada unilateralmente por el Estado, pero carece de efectos
jurídicos mientras no haya una reacción de los demás miembros del tratado (aceptación o rechazo).
Como señala la definición, la declaración que la reserva implica tiene por objetivo modificar el alcance de alguna de
las disposiciones convencionales respecto al reservante. Ello puede ocurrir cuando un Estado ha querido imponer
cierta posición en la negociación y no lo ha logrado (por lo cual busca el mismo efecto mediante la reserva); o bien
cuando un Estado tiene respecto a cierto tema una posición que considera importante en su política exterior, de tal
modo que si no presenta una reserva que la salve, le resultará imposible entrar en el tratado.
Las reservas sólo atañen a las convenciones multilaterales; en los tratados bilaterales la presentación de una reserva
equivale a reabrir las negociaciones.
La Convención de Viena regula la cuestión de las reservas en los Arts. 19 a 23, siguiendo para ello el modelo
inaugurado por la regla panamericana, que –a diferencia de la regla de la unanimidad- favorece notablemente la
participación de los Estados en cuanto que establece más de un sistema según se acepten o no las reservas
presentadas. De acuerdo con esta regla (Ver art. 21 de la Convención):
1. Un tratado estará en vigor en la forma en que fue firmado entre aquellos países que lo firmen sin reservas, en los
términos originales.
2. Entrará en vigor entre los gobiernos que lo ratifiquen con reservas y los firmantes que acepten las reservas en la forma
en que quede modificado por dichas reservas.
3. No estará en vigor entre un Estado que haya ratificado con reservas y otro que no las acepte.
En cuanto al momento de la presentación de la reserva y de acuerdo a lo estipulado por el Art. 19 de la Convención, el
Estado puede presentarla al firmar, ratificar, aceptar o aprobar un tratado o al adherirse a él, a menos que la reserva
esté prohibida por el tratado, o que estén permitidas sólo determinadas reservas (y la presentada no sea de ese tipo) o
que la misma no sea compatible con el objeto y fin de la convención.
Con relación a las objeciones a reservas hechas por un Estado, la Convención es flexible: es suficiente con que un solo
Estado acepte la reserva para que el reservante forme parte del tratado con respecto al aceptante. Si otro Estado por el
contrario quiere que el tratado no entre en vigencia entre él y el reservante, deberá indicarlo expresamente, en cuanto
que no basta su silencio para ello. Es decir que, si objeta la reserva, debe además manifestar su intención contraria a
que el tratado rija entre él y el reservante (Ver Art. 20 de la Convención).
Cabe tener en cuenta que existen ciertos casos previstos por la Convención en los que se requiere una aceptación
unánime de la reserva para su vigencia: “Cuando del número reducido de Estados negociadores y del objeto y del fin
del tratado se desprenda que la aplicación del tratado en su integridad entre todas las partes es condición esencial
del consentimiento de cada una de ellas en obligarse por el tratado, una reserva exigirá la aceptación de todas las
partes” (Art. 20.2 de la Convención de Viena).
Reservas
ARTICULO 19
Formulación de reservas
Un Estado podrá formular una reserva en el momento de firmar, ratificar, aceptar o aprobar un tratado o de adherirse
al mismo, a menos:
a) Que la reserva esté prohibida por el tratado;
b) Que el tratado disponga que únicamente pueden hacerse determinadas reservas, entre las cuales no figure la reserva
de que se trate; o
c) Que, en los casos no previstos en los apartados a y b, la reserva sea incompatible con el objeto y el fin del tratado.
ARTICULO 20
Aceptación de las reservas y objeción a las reservas
1. Una reserva expresamente autorizada por el tratado no exigirá la aceptación ulterior de los demás Estados
contratantes, a menos que el tratado así lo disponga.
2. Cuando del número reducido de Estados negociadores y del objeto y del fin del tratado se desprenda que la
aplicación del tratado en su integridad entre todas las partes es condición esencial del consentimiento de cada una de
ellas en obligarse por el tratado, una reserva exigirá la aceptación de todas las partes.
3. Cuando el tratado sea un instrumento constitutivo de una organización internacional y a menos que en él se
disponga otra cosa, una reserva exigirá la aceptación del órgano competente de esa organización.
4. En los casos no previstos en los párrafos precedentes y a menos que el tratado disponga otra cosa:
a) La aceptación de una reserva por otro Estado contratante constituirá al Estado autor de la reserva en parte en el
tratado en relación con ese Estado si el tratado ya está en vigor o cuando entre en vigor para esos Estados;
b) La objeción hecha por otro Estado contratante a una reserva no impedirá la entrada en vigor del tratado entre el
Estado que haya hecho la objeción y el Estado autor de la reserva, a menos que el Estado autor de la objeción
manifieste inequívocamente la intención contraria;
c) Un acto por el que un Estado manifieste su consentimiento en obligarse por un tratado y que contenga una reserva
surtirá efecto en cuanto acepte la reserva al menos otro Estado contratante.
5. Para los efectos de los párrafos 2 y 4, y a menos que el tratado disponga otra cosa, se considerará que una reserva ha
sido aceptada por un Estado cuando éste no ha formulado ninguna objeción a la reserva dentro de los doce meses
siguientes a la fecha en que haya recibido la notificación de la reserva o en la fecha en que haya manifestado su
consentimiento en obligarse por el tratado, si esta última es posterior.
ARTICULO 21
Efectos jurídicos de las reservas y de las objeciones a las reservas
1. Una reserva que sea efectiva con respecto a otra parte en el tratado de conformidad con los artículos 19, 20 y 23.
a) Modificará con respecto al Estado autor de la reserva en sus relaciones con esa otra parte las disposiciones del
tratado a que se refiera la reserva en la medida determinada por la misma; y
b) Modificará, en la misma medida, esas disposiciones en lo que respecta a esa otra parte en el tratado en sus
relaciones con el Estado autor de la reserva.
2. La reserva no modificará las disposiciones del tratado en lo que respecta a las otras partes en el tratado en sus
relaciones inter se.
3. Cuando un Estado que haya hecho una objeción a una reserva no se oponga a la entrada en vigor del tratado entre él
y el Estado autor de la reserva, las disposiciones a que se refiera ésta no se aplicarán entre los dos Estados en la
medida determinada por la reserva.
ARTICULO 22
Retiro de las reservas y de las objeciones a las reservas
1. Salvo que el tratado disponga otra cosa, una reserva podrá ser retirada en cualquier momento y no se exigirá para su
retiro el consentimiento del Estado que la haya aceptado.
2. Salvo que el tratado disponga otra cosa, una objeción a una reserva podrá ser retirada en cualquier momento.
3. Salvo que el tratado disponga o se haya convenido otra cosa:
a) El retiro de una reserva sólo surtirá efecto respecto de otro Estado contratante cuando ese Estado haya recibido la
notificación;
b) El retiro de una objeción a una reserva sólo surtirá efecto cuando su notificación haya sido recibida por el Estado
autor de la reserva.
ARTICULO 23
Procedimiento relativo a las reservas
1. La reserva, la aceptación expresa de una reserva y la objeción a una reserva habrán de formularse por escrito y
comunicarse a los Estados contratantes y a los demás Estados facultados para llegar a ser partes en el tratado.
2. La reserva que se formule en el momento de la firma de un tratado que haya de ser objeto de ratificación, aceptación
o aprobación, habrá de ser confirmada formalmente por el Estado autor de la reserva al manifestar su consentimiento
en obligarse por el tratado. En tal caso, se considerará que la reserva ha sido hecha en la fecha de su confirmación.
3. La aceptación expresa de una reserva o la objeción hecha a una reserva, anteriores a la confirmación de la misma, no
tendrán que ser a su vez confirmadas.
4. El retiro de una reserva o de una objeción a una reserva habrá de formularse por escrito.
2.4.5 Entrada en vigor
La Convención de Viena establece en su Art. 24.1 y 2
ENTRADA EN VIGOR Y APLICACION PROVISIONAL DE LOS TRATADOS
ARTICULO 24
Entrada en vigor
1. Un tratado entrará en vigor de la manera y en la fecha que en él se disponga o que acuerden los Estados
negociadores.
2. A falta de tal disposición o acuerdo, el tratado entrará en vigor tan pronto como haya constancia del consentimiento
de todos los Estados negociadores en obligarse por el tratado.
3. Cuando el consentimiento de un Estado en obligarse por un tratado se haga constar en una fecha posterior a la de la
entrada en vigor de dicho tratado, éste entrará en vigor con relación a ese Estado en dicha fecha, a menos que el
tratado disponga otra cosa.
4. Las disposiciones de un tratado que regulen la autenticación de un texto, la constancia del consentimiento de los
Estados en obligarse por el tratado, la manera o la fecha de su entrada en vigor, las reservas, las funciones del
depositario y otras cuestiones que se susciten necesariamente antes de la entrada en vigor del tratado se aplicarán
desde el momento de la adopción de su texto.
Por lo tanto, si el tratado nada dice respecto a su entrada en vigor, ésta ocurrirá cuando se hayan perfeccionado los
pasos necesarios para la expresión inequívoca del consentimiento por parte de todos los Estados contratantes.
El Art. 27 proclama la supremacía del derecho internacional sobre el interno, pudiendo ser interpretado como una
aplicación del principio de buena fe.
ARTICULO 27
El derecho interno y la observancia de los tratados
Una parte no podrá invocar las disposiciones de su derecho interno como justificación del incumplimiento de un
tratado. Esta norma se entenderá sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo 46.
El Art. 28 consagra la irretroactividad del tratado respecto de los actos o hechos que tuvieron lugar antes de la fecha
de su entrada en vigor, o de situaciones que dejaron de existir para ese entonces, siempre que una intención diferente
no se desprenda de dicho tratado
SECCION 2. –
Aplicación de los tratados
ARTICULO 28
Irretroactividad de los tratados
Las disposiciones de un tratado no obligarán a una parte respecto de ningún acto o hecho que haya tenido lugar con
anterioridad a la fecha de entrada en vigor del tratado para esa parte ni de ninguna situación que en esa fecha haya
dejado de existir, salvo que una intención diferente se desprenda del tratado o conste de otro modo.
ARTICULO 29
Ámbito territorial de los tratados
Un tratado será obligatorio para cada una de la partes por lo que respecta a la totalidad de su territorio, salvo que una
intención diferente se desprenda de él o conste de otro modo.
Una cuestión que merece un análisis más detallado, es la aplicación de tratados sucesivos concernientes a la misma
materia, regulados por el Art 30 de la Convención.
Al respecto, es posible distinguir tres situaciones:
Existencia de una cláusula expresa: Cuando uno de los tratados establece que está subordinado a otro anterior
o posterior, se sigue lo dicho en el tratado.
Todas las partes en uno también lo son del otro: si todas las partes en el tratado anterior son partes en el
posterior, el primer tratado quedará terminado si se desprende del segundo la intención de las partes de que la materia
se rija por éste; o bien si sus disposiciones son totalmente incompatibles con las del primero (Ver art. 59). Si las
cláusulas del segundo no son totalmente incompatibles con las del primer tratado, las disposiciones de éste que no se
opongan a aquél serán aplicables.
ARTICULO 59
A modo de síntesis, Barboza (1999) señala que “la regla es que el tratado posterior tiene primacía sobre el anterior
entre las partes de ambos, en la medida en que sean incompatibles”, con la excepción prevista en el Art. 30.2: cuando
en el tratado posterior se establezca que éste está subordinado al anterior, o que no debe ser considerado incompatible
con ese otro tratado.
2.4.7 Interpretación
La Convención de Viena se refiere a todos ellos, estableciendo reglas principales y secundarias de
interpretación:
1. Un tratado deberá interpretarse de buena fe conforme al sentido corriente que haya de atribuirse a los
términos del tratado en el contexto de éstos y teniendo en cuenta su objeto y fin.
2. Para los efectos de la interpretación de un tratado, el contexto comprenderá, además del texto, incluidos
su preámbulo y anexos:
a) Todo acuerdo que se refiera al tratado y haya sido concertado entre todas las partes con motivo de la celebración del
tratado;
b) Todo instrumento formulado por una o más partes con motivo de la celebración del tratado y aceptado por las
demás como instrumento referente al tratado.
3. Juntamente con el contexto, habrá de tenerse en cuenta:
a) Todo acuerdo ulterior entre las partes acerca de la interpretación del tratado o de la aplicación de sus disposiciones;
b) Toda práctica ulteriormente seguida en la aplicación del tratado por el cual conste el acuerdo de las partes acerca de
la interpretación del tratado;
c) Toda norma pertinente de derecho internacional aplicable en las relaciones entre las partes.
4. Se dará a un término un sentido especial si consta que tal fue la intención de las partes.
El párrafo 3 del artículo que comentamos menciona los acuerdos y prácticas ulteriores, que serían otros
elementos auténticos suministrados por las partes mismas.
Finalmente, el punto c del párrafo 2 alude a las normas de Derecho Internacional aplicables entre las
partes. Barboza (1999) aclara que si bien nada dice al respecto la Convención, son de aplicación las normas vigentes al
momento de la celebración del tratado.
ARTICULO 33
Interpretación de tratados autenticados en dos o más idiomas
1. Cuando un tratado haya sido autenticado en dos o más idiomas, el texto hará igualmente fe en cada idioma, a menos
que el tratado disponga o las partes convengan que en caso de discrepancia prevalecerá uno de los textos.
2. Una versión del tratado en idioma distinto de aquel en que haya sido autenticado el texto será considerada como
texto auténtico únicamente si el tratado así lo dispone o las partes así lo convienen.
3. Se presumirá que los términos del tratado tienen en cada texto auténtico igual sentido.
4. Salvo en el caso en que prevalezca un texto determinado conforme a lo previsto en el párrafo 1, cuando la
comparación de los textos auténticos revele una diferencia de sentido que no pueda resolverse con la aplicación de
los artículos 31 y 32, se adoptará el sentido que mejor concilie esos textos, habida cuenta del objeto y del fin del
tratado.
Todas las partes del tratado pueden participar de las negociaciones y decisiones relativas a una enmienda y en su
celebración, y tienen derecho a ser partes del tratado enmendado.
El artículo 40 prevé los dos subsistemas fundamentales que regirán en caso de que alguna parte no acepte la
enmienda:
El tratado enmendado rige sólo para los Estados que aceptaron la enmienda.
Los demás Estados se rigen por el tratado original. Esto es, entre los Estados que aceptaron y los que no aceptaron la
enmienda, rige el tratado original, lo mismo que entre aquellos que no la aceptaron.
Finalmente, el mismo artículo establece que los Estados que se convierten en partes luego de la aprobación de la
enmienda, a menos que manifiesten una intención diferente, se regirán con los Estados que la aceptaron por el texto
modificado, y con los demás por el original (Art. 40.5).
En cuanto a la modificación, a diferencia de lo que ocurre con la enmienda, sucede cuando dos o más Estados
Miembros de un tratado multilateral quieren alterar algunas de sus cláusulas en sus relaciones mutuas. Barboza
(1999) cita el caso de un tratado de integración regional, dentro del cual algunas partes optan por cambiar ciertas
disposiciones para adaptarlas mejor a una subregión. Podrán hacerlo si el tratado lo prevé (Art. 41.1.a) y aún cuando
no esté prevista, si no hay una prohibición al respecto en su texto (Art. 41.1.b). En este último caso, la Convención
exige que la modificación no afecte el disfrute de derechos o el cumplimiento de obligaciones de las demás partes ni
sea incompatible con el objeto y fin del tratado.
ARTICULO 40
2.4.9. Nulidad
La nulidad de los tratados puede responder a diversas causas, previstas por la Convención en los Arts. 46 a 53. A
continuación, presentaremos una breve síntesis de las mismas:
Falta de capacidad del órgano del Estado: Esta causal se configura cuando el órgano que decide el
consentimiento del Estado actúa en violación de una disposición de su derecho interno sobre la competencia para
celebrar contratos. Se trata de una excepción a la regla de que el Derecho Internacional prevalece sobre el derecho
interno; de allí que el Art 46 de la Convención exija: a) que la violación sea manifiesta, entendiéndose por tal aquella
que “resulta objetivamente evidente para cualquier Estado que proceda en la materia conforme a la práctica usual y de
buena fe”; y b) que afecte a una norma de importancia fundamental del derecho interno.
Nulidad de los Tratados
ARTICULO 46
Disposiciones de derecho interno concernientes a la competencia para celebrar tratados
1. El hecho de que el consentimiento de un Estado en obligarse por un tratado haya sido manifestado en violación de
una disposición de su derecho interno concerniente a la competencia para celebrar tratados no podrá ser alegado por
dicho Estado como vicio de su consentimiento, a menos que esa violación sea manifiesta y afecte a una norma de
importancia fundamental de su derecho interno.
2. Una violación es manifiesta si resulta objetivamente evidente para cualquier Estado que proceda en la materia
conforme a la práctica usual y de buena fe.
Error como vicio del consentimiento: Esta causal de nulidad, regulada por el Art. 48 de la Convención, es
admitida cuando se refiere a un hecho o una situación (se excluye al error de derecho), que debe reunir las siguientes
condiciones: a) haber sido tenido por supuesto por el Estado que lo alega en el momento de la celebración; y b) haber
constituido una base esencial de su consentimiento en obligarse. Este vicio no puede ser alegado si es que el Estado
que lo alega contribuyó a su producción con su conducta, o cuando las circunstancias fueran tales que hubiera
quedado advertido de la posibilidad de error. Cabe aclarar que su aplicación práctica es muy escasa.
ARTICULO 48
Error
1. Un Estado podrá alegar un error en un tratado como vicio de su consentimiento en obligarse por el tratado si el
error se refiere a un hecho o a una situación cuya existencia diera por supuesta ese Estado en el momento de la
celebración del tratado y constituyera una base esencial de su consentimiento en obligarse por el tratado.
2. El párrafo 1 no se aplicará si el Estado de que se trate contribuyó con su conducta al error o si las circunstancias
fueron tales que hubiera quedado advertido de la posibilidad de error.
3. Un error que concierna sólo a la redacción del texto de un tratado no afectará a la validez de éste; en tal caso se
aplicará el artículo 79.
Dolo como vicio del consentimiento: Esta causal, prevista en el Art. 49 de la Convención, supone una conducta
fraudulenta de otro Estado negociador que induce al que lo alega a celebrar un tratado. Si bien la corrupción del
representante aparece como una causal independiente en la Convención, puede ser considerada como una especie de
este vicio. La aplicación del dolo es muy escasa en la práctica.
ARTICULO 49
Dolo
Si un Estado ha sido inducido a celebrar un tratado por la conducta fraudulenta de otro Estado negociador, podrá
alegar el dolo como vicio de su consentimiento en obligarse por el tratado.
Coacción como vicio del consentimiento: se entiende por tal a la ejercida sobre el representante de un Estado o
bien sobre el Estado mismo (Arts. 51 y 52 de la Convención). En el primer caso, debe tratarse de actos o amenazas
contra la persona misma del representante o sobre su familia. El segundo caso no es sino consecuencia de la
prohibición del uso o amenaza de la fuerza por parte de los Estados. Se entiende que se trata de fuerza “armada”, y no
de otras formas de coacción, como la psicológica.
ARTICULO 51
Coacción sobre el representante de un Estado
La manifestación del consentimiento de un Estado en obligarse por un tratado que haya sido obtenida por coacción
sobre su representante mediante actos o amenazas dirigidos contra él carecerá de todo efecto jurídico.
ARTICULO 52
Coacción sobre un Estado por la amenaza o el uso de la fuerza
Es nulo todo tratado cuya celebración se haya obtenido por la amenaza o el uso de la fuerza en violación de los
principios de derecho internacional incorporados en la Carta de las Naciones Unidas.
Violación de una norma de ius cogens: De acuerdo con la definición del Art. 53 de la Convención, una norma
imperativa de derecho internacional general (o norma de ius cogens) “es una norma aceptada y reconocida por la
comunidad internacional de Estados en su conjunto como norma que no admite acuerdo en contrario y que sólo
puede ser modificada por una norma ulterior de derecho internacional general que tenga el mismo carácter”. Se
tratan pues de normas consuetudinarias universales del Derecho Internacional, que protegen intereses esenciales de la
comunidad, y que por ello, no admiten su derogación por pactos en contrario. Barboza (1999) agrega que las mismas
configuran una especie de “orden público internacional”, y que se caracterizan por imponer obligaciones erga omnes.
Es importante señalar que la Convención en su Art. 66, a los fines de evitar que los Estados no cumplan con sus
obligaciones convencionales invocando normas imperativas que no tengan criterios precisos de identificación,
establece la jurisdicción obligatoria de la CIJ, para todos los casos relativos a la interpretación o aplicación de los Art.
53 (violación de una norma de ius cogens) y 64 (aparición de una nueva norma imperativa de Derecho Internacional).
ARTICULO 53
Tratados que estén en oposición con una norma imperativa de derecho internacional general (jus
cogens)
Es nulo todo tratado que, en el momento de su celebración, esté en oposición con una norma imperativa de derecho
internacional general. Para los efectos de la presente Convención, una norma imperativa de derecho internacional
general es una norma aceptada y reconocida por la comunidad internacional de Estados en su conjunto como norma
que no admite acuerdo en contrario y que sólo puede ser modificada por una norma ulterior de derecho internacional
general que tenga el mismo carácter.
ARTICULO 64
Aparición de una nueva norma imperativa de derecho internacional general (jus cogens)
Si surge una nueva norma imperativa de derecho internacional general, todo tratado existente que esté en oposición
con esa norma se convertirá en nulo y terminará.
ARTICULO 66
Procedimientos de arreglo judicial, de arbitraje y conciliación
Si, dentro de los doce meses siguientes a la fecha en que se haya formulado la objeción, no se ha llegado a ninguna
solución conforme al párrafo 3 del artículo 65, se seguirán los procedimientos siguientes:
a) Cualquiera de las partes en una controversia relativa a la aplicación o la interpretación del artículo 53 o el artículo
64 podrá, mediante solicitud escrita, someterla a la decisión de la Corte Internacional de Justicia a menos que las
partes convengan de común acuerdo someter la controversia al arbitraje;
b) Cualquiera de las partes en una controversia relativa a la aplicación o la interpretación de uno de cualquiera de los
restantes artículos de la Parte V de la presente Convención podrá iniciar el procedimiento indicado en el Anexo de la
Convención presentando al Secretario General de las Naciones Unidas una solicitud a tal efecto.
En cuanto a los efectos de la nulidad, el principal es el de invalidar las disposiciones del tratado ab initio. A ello
se refiere el Art. 69.2 cuando señala que “toda parte podrá exigir de cualquier otra parte que en la medida de lo posible
restablezca en sus relaciones mutuas la situación que habría existido si no se hubieran ejecutado esos actos”.
ARTICULO 69
Consecuencias de la nulidad de un tratado
1. Es nulo un tratado cuya nulidad quede determinada en virtud de la presente Convención. Las disposiciones de un
tratado nulo carecen de fuerza jurídica.
2. Si no obstante se han ejecutado actos basándose en tal tratado:
a) Toda parte podrá exigir de cualquier otra parte que en la medida de lo posible establezca en sus relaciones
mutuas la situación que habría existido si no se hubieran ejecutado esos actos;
b) Los actos ejecutados de buena fe antes de que se haya alegado la nulidad no resultarán ilícitos por el solo hecho de
la nulidad del tratado.
3. En los casos comprendidos en los artículos 49, 50, 51 ó 52, no se aplicará el párrafo 2 con respecto a la parte a la que
sean imputables el dolo, el acto de corrupción o la coacción.
4. En caso de que el consentimiento de un Estado determinado en obligarse por un tratado multilateral esté viciado,
las normas precedentes se aplicarán a las relaciones entre ese Estado y las partes en el tratado.
El Estado autor no puede pedir la anulación de los actos consecuentes al tratado si la causal de nulidad es de dolo o
coacción. Si la causal es la oposición a una norma imperativa vigente al tiempo de su celebración las partes tienen que
eliminar las consecuencias de los actos hechos conforme al tratado y ajustar sus relaciones a la norma imperativa (Ver
Art. 71 de la Convención).
ARTICULO 71
Consecuencias de la nulidad de un tratado que esté en oposición con una norma imperativa de
derecho internacional general
1. Cuando un tratado sea nulo en virtud del artículo 53, las partes deberán:
a) Eliminar en lo posible las consecuencias de todo acto que se haya ejecutado basándose en una disposición que esté
en oposición con la norma imperativa de derecho internacional general; y
b) Ajustar sus relaciones mutuas a la norma imperativa de derecho internacional general.
2. Cuando un tratado se convierta en nulo y termine en virtud del artículo 64, la terminación del tratado:
a) Eximirá a las partes de toda obligación de seguir cumpliendo el tratado;
b) No afectará a ningún derecho, obligación o situación jurídica de las partes creados por la ejecución del tratado antes
de su terminación; sin embargo, esos derechos, obligaciones o situaciones podrán en adelante mantenerse únicamente
en la medida en que su mantenimiento no esté por sí mismo en oposición con la norma imperativa de derecho
internacional general.
En cuanto a los alcances de la nulidad, ésta puede afectar a todo el tratado o a una cláusula determinada de
alcance limitado. En este último caso, el Art. 44.3 de la Convención exige que las cláusulas objetadas sean separables
del resto del tratado; que tales cláusulas no hayan constituido para otra parte una base esencial del consentimiento en
obligarse; y que la continuación del cumplimiento del tratado en esas condiciones no sea injusta. Resulta obvio que no
existe posibilidad de nulidad parcial cuando se alega coacción o contradicción con una norma imperativa.
Con relación a la suspensión de un tratado, la misma implica que las partes quedan exentas de cumplir las
obligaciones por un período de tiempo. Las causales se encuentran previstas en los artículos 57 a 60 de la Convención:
Un tratado se suspende por voluntad de las partes, sea que la misma se manifieste de manera expresa (Art.
57) o tácita (Art. 59). En los tratados multilaterales, la suspensión entre algunos está sujeta a ciertas condiciones: que
esté previsto en el tratado, y si no lo está, que no afecte el goce de derechos o cumplimiento de obligaciones de los
otros Estados que no participan de la suspensión (Ver Art. 58).
Por violación grave del tratado: bajo las mismas condiciones previstas para la terminación, esta causal puede
alegarse también para suspender un tratado (Ver Art. 60).
ARTICULO 57
Suspensión de la aplicación de un tratado en virtud de sus disposiciones o por consentimiento de las
partes
La aplicación de un tratado podrá suspenderse con respecto a todas las partes o a una parte determinada: a) Conforme
a las disposiciones del tratado; o
b) En cualquier momento, por consentimiento de todas las partes previa consulta con los demás Estados contratantes.
ARTICULO 58
Suspensión de la aplicación de un tratado multilateral por acuerdo entre algunas de las partes
únicamente
1. Dos o más partes en un tratado multilateral podrán celebrar un acuerdo que tenga por objeto suspender la
aplicación de disposiciones del tratado, temporalmente y sólo en sus relaciones mutuas:
a) Si la posibilidad de tal suspensión está prevista por el tratado; o
b) Si tal suspensión no está prohibida por el tratado, a condición de que:
i) No afecte al disfrute de los derechos que a las demás partes correspondan en virtud del tratado ni al cumplimiento
de sus obligaciones; y
ii) No sea incompatible con el objeto y el fin del tratado.
2. Salvo que en el caso previsto en el apartado a del párrafo 1 el tratado disponga otra cosa, las partes interesadas
deberán notificar a las demás partes su intención de celebrar el acuerdo y las disposiciones del tratado cuya aplicación
se proponen suspender.
ARTICULO 59
Terminación de un tratado o suspensión de su aplicación implícitas como consecuencia de la
celebración de un tratado posterior
1. Se considerará que un tratado ha terminado si todas las partes en él celebran ulteriormente un tratado sobre la
misma materia y:
a) Se desprende del tratado posterior o consta de otro modo que ha sido intención de las partes que la materia se rija
por ese tratado; o
b) Las disposiciones del tratado posterior son hasta tal punto incompatibles con las del tratado anterior que los dos
tratados no pueden aplicarse simultáneamente.
2. Se considerará que la aplicación del tratado anterior ha quedado únicamente suspendida si se desprende del tratado
posterior o consta de otro modo que tal ha sido la intención de las partes.
ARTICULO 60
Terminación de un tratado o suspensión de su aplicación como consecuencia de su violación
1. Una violación grave de un tratado bilateral por una de las partes facultará a la otra parte para alegar la violación
como causa para dar por terminado el tratado o para suspender su aplicación total o parcialmente.
2. Una violación grave de un tratado multilateral por una de las partes facultará:
a) A las otras partes, procediendo por acuerdo unánime, para suspender la aplicación del tratado total o parcialmente
o darlo por terminado, sea:
i) En las relaciones entre ellas y el Estado autor de la violación, o
ii) Entre todas las partes;
b) A una parte especialmente perjudicada por la violación, para alegar ésta como causa para suspender la aplicación
del tratado total o parcialmente en las relaciones entre ella y el Estado autor de la violación;
c) A cualquier parte, que no sea el Estado autor de la violación, para alegar la violación como causa para suspender la
aplicación del tratado total o parcialmente con respecto a sí misma, si el tratado es de tal índole que una violación
grave de sus disposiciones por una parte modifica radicalmente la situación de cada parte con respecto a la ejecución
ulterior de sus obligaciones en virtud del tratado.
3. Para los efectos del presente artículo, constituirán violación grave de un tratado:
a) Un rechazo del tratado no admitido por la presente Convención; o
b) La violación de una disposición esencial para la consecución del objeto o del fin del tratado.
4. Los precedentes párrafos se entenderán sin perjuicio de las disposiciones del tratado aplicables en caso de
violación.
5. Lo previsto en los párrafos 1 a 3 no se aplicará a las disposiciones relativas a la protección de la persona humana
contenidas en tratados de carácter humanitario, en particular a las disposiciones que prohíben toda forma de
represalias con respecto a las personas protegidas por tales tratados.
Tanto para los casos de denuncia y nulidad, como para el de la terminación de un tratado, la Convención
impone la obligación de solucionar pacíficamente las controversias. Para ello, los Estados cuentan con los mecanismos
previstos por el Art. 33 de la carta de la ONU.
ARREGLO PACÍFICO DE CONTROVERSIAS (ONU)
Artículo 33
1. Las partes en una controversia cuya continuación sea susceptible de poner en peligro el mantenimiento de la paz y la
seguridad internacionales tratarán de buscarle solución, ante todo, mediante la negociación, la investigación, la
mediación, la conciliación, el arbitraje, el arreglo judicial, el recurso a organismos o acuerdos regionales u otros
medios pacíficos de su elección.
2. El Consejo de Seguridad, si lo estimare necesario, instará a las partes a que arreglen sus controversias por dichos medios.
De no llegarse a una solución por esta vía, el Art. 66.a prevé que si las diferencias versan sobre una norma de ius
cogens, la CIJ tendrá jurisdicción obligatoria para entender en su resolución, salvo que las partes de común acuerdo se
sometan al arbitraje. Para el resto de los casos, se prevé la conciliación, prevista en el anexo de la Convención (Ver Art.
66.b).
ARTICULO 66
Procedimientos de arreglo judicial, de arbitraje y conciliación
Si, dentro de los doce meses siguientes a la fecha en que se haya formulado la objeción, no se ha llegado a ninguna
solución conforme al párrafo 3 del artículo 65, se seguirán los procedimientos siguientes:
a) Cualquiera de las partes en una controversia relativa a la aplicación o la interpretación del artículo 53 o el artículo
64 podrá, mediante solicitud escrita, someterla a la decisión de la Corte Internacional de Justicia a menos que las
partes convengan de común acuerdo someter la controversia al arbitraje;
b) Cualquiera de las partes en una controversia relativa a la aplicación o la interpretación de uno de cualquiera de
los restantes artículos de la Parte V de la presente Convención podrá iniciar el procedimiento indicado en el Anexo
de la Convención presentando al Secretario General de las Naciones Unidas una solicitud a tal efecto.
Finalmente, es importante señalar que (tal como lo prevé el Art. 65), “la parte que alegue un vicio de su
consentimiento en obligarse por un tratado o una causa para impugnar la validez de un tratado, darlo por terminado,
retirarse de él o suspender su aplicación, deberá notificar a las demás partes su pretensión. En la notificación habrá de
indicarse la medida que se proponga adoptar con respecto al tratado y las razones en que esta se funde”.
ARTICULO 65
Procedimiento que deberá seguirse, con respecto a la nulidad o terminación de un tratado, el retiro
de una parte o la suspensión de la aplicación de un tratado
1. La parte que, basándose en las disposiciones de la presente Convención, alegue un vicio de su consentimiento en
obligarse por un tratado o una causa para impugnar la validez de un tratado, darlo por terminado, retirarse de él o
suspender su aplicación, deberá notificar a las demás partes su pretensión. En la notificación habrá de indicarse la
medida que se proponga adoptar con respecto al tratado y las razones en que ésta se funde.
2. Si, después de un plazo que, salvo en casos de especial urgencia, no habrá de ser inferior a tres meses contados
desde la recepción de la notificación, ninguna parte ha formulado objeciones, la parte que haya hecho la notificación
podrá adoptar en la forma prescrita en el artículo 67 la medida que haya propuesto.
3. Si, por el contrario, cualquiera de las demás partes ha formulado una objeción, las partes deberán buscar una
solución por los medios indicados en el Artículo 33 de la Carta de las Naciones Unidas.
4. Nada de lo dispuesto en los párrafos precedentes afectará a los derechos o a las obligaciones de las partes que se
deriven de cualesquiera disposiciones en vigor entre ellas respecto de la solución de controversias.
5. Sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo 45, el hecho de que un Estado no haya efectuado la notificación prescrita
en el párrafo 1 no le impedirá hacerla en respuesta a otra parte que pida el cumplimiento del tratado o alegue su
violación.
La nueva Constitución Nacional consagra la superioridad de los tratados sobre las leyes en su Art. 75,
inc. 22 (primer párrafo): “…Los tratados y concordatos tienen jerarquía superior a las leyes”.
A su vez, distingue entre tratados con jerarquía constitucional y los meramente supralegales:
Son tratados con jerarquía constitucional los instrumentos de derechos humanos mencionados en el art. 75
inc. 22, párr. 2, como así también los futuros que se incluyan mediante el voto de las dos terceras partes de la totalidad
de los miembros de cada cámara. La jerarquía constitucional implica -de acuerdo con la interpretación doctrinaria
predominante- que estos tratados no son parte de la constitución sino que valen como ella, y por lo tanto, tal como lo
establece expresamente el artículo que comentamos, “no derogan artículo alguno de la primera parte de esta
Constitución y deben entenderse complementarios de los derechos y garantías por ella reconocidos”. Ello implica que
un hipotético conflicto entre un tratado y una norma de la primera parte de la CN debería resolverse mediante la
declaración de inconstitucionalidad del tratado.
Tratados meramente supralegales: Esta categoría incluye los tratados internacionales y los concordatos
celebrados con la Santa Sede de carácter ordinario, a los que se refiere la primera parte del Art. 75 inc. 22 que
transcribimos supra. Los mismos tienen jerarquía supralegal pero infraconstitucional, por lo que pueden ser
declarados inconstitucionales (generando responsabilidad internacional) pero no ilegales.
Unidad 3
3. Sujetos del derecho internacional
3.1. Sujeto Internacional
3.1.1. Concepto
Barboza define a la personalidad jurídica en general como “la capacidad de un ente de adquirir derechos y
contraer obligaciones dentro de un cierto orden jurídico” (1999, p. 155). Tal capacidad debe incluir además la
posibilidad para reclamar los remedios que dicho orden pone a disposición de sus sujetos cuando se violen sus
derechos.
En el Derecho Internacional, las obligaciones y derechos se refieren al orden internacional, y los entes son por
ello sujetos del derecho internacional. Para ello, como señala Diez de Velasco (1997), no basta con ser
beneficiario de un derecho o estar afectado por una obligación, sino que se requiere una aptitud para hacer valer el
derecho ante instancias internacionales o para ser responsable en el plano internacional en caso de violación de la
obligación, lo que se relaciona con la legitimación activa y pasiva, como se verá a continuación.
Ahora bien, no todos los Estados son soberanos, y por lo tanto, no todos gozan de una personalidad plena.
Históricamente, han existido Estados que cedieron parcial o totalmente sus competencias a un Estado soberano, y en
virtud de ello, tenían una personalidad internacional limitada para algunos asuntos o carecían totalmente de dicha
personalidad. Tal fue la situación de los protectorados o Estados vasallos. Actualmente, se pueden citar los
casos Andorra (que es un coprincipado cuya jefatura de Estado recae en la figura del copríncipe episcopal, el Obispo
de Seo de Urgel, y del copríncipe francés, el Presidente de la República Francesa) y Mónaco (que se trata de un
principado constitucional bajo el protectorado de Francia).
En cuanto a las condiciones que se exigen para la existencia de un Estado, la Convención de Montevideo sobre los
derechos y deberes de los Estados (1933) establece en su Art. 1: “El estado como persona de derecho internacional
debe reunir los siguientes requisitos: 1.Población permanente; 2.Territorio determinado; 3.Gobierno; y 4.Capacidad
de entrar en relación con los demás estados”.
El estado como persona de Derecho Internacional debe reunir los siguientes requisitos:
I. Población permanente.
II. Territorio determinado.
III. Gobierno.
IV. Capacidad de entrar en relaciones con los demás Estados.
artículo 1 de la Convención de Montevideo sobre Derechos y Deberes de los Estados
La doctrina por su parte, agrega que para tener personalidad plena, es necesario que el Estado cuente
con el elemento “soberanía”.
En efecto, si bien el principio de libre determinación de los pueblos -al que va asociado el reconocimiento de los
mismos como sujetos de derecho- era parte del pensamiento político moderno, sólo después de la Segunda Guerra
Mundial se le dará al mismo un reconocimiento expreso al ser receptado en la Carta de la ONU. Así, se señala en el Art.
1.2 entre los propósitos de la Organización, el de “fomentar entre las naciones relaciones de amistad basadas en el
respeto al principio de la igualdad de derechos y al de la libre determinación de los pueblos, y tomar otros medidas
adecuadas para fortalecer la paz universal”.
Este propósito no aparece sin embargo desarrollado por la Carta debido a las cuestiones políticas que implicaba.
De allí que su contenido fuera desarrollado recién cuando la propia sociedad internacional evolucionó hacia una
postura favorable a las orientaciones de los pueblos dependientes, lo que se tradujo en la creación del Comité de
Descolonización y el dictado de sucesivas resoluciones de la Asamblea General y el Consejo.
De acuerdo con la Resolución 1514 o Carta Magna de la Descolonización (1960), los pueblos sujetos a una
subyugación, dominación y explotación extranjeras tienen el derecho de decidir en plena libertad y sin trabas de
ninguna clase su destino político y de perseguir en igualdad de condiciones su desarrollo en los distintos órdenes, sin
que su falta de preparación –pretexto alegado por las potencias coloniales- pueda servir de excusa para retrasar su
ejercicio. En la medida en que estos pueblos son titulares de este derecho y poseen capacidad para ponerlo en
práctica, son sujetos del Derecho Internacional.
La Resolución 1541 por su parte, precisa el concepto de pueblo colonial, al cual define como aquel que no
ha alcanzado aún la plenitud del gobierno propio pero se encuentra en progreso hacia este objetivo, y habita en un
territorio separado geográficamente del país que lo administra, siendo distinto de éste en sus aspectos étnicos o
culturales, sin perjuicio de otros elementos de carácter administrativo, político, económico o histórico, susceptibles
de influir en las relaciones entre la Metrópoli y el territorio y reflejar que éste se encuentra en una situación de
subordinación.
Finalmente, los perfiles de este derecho de los pueblos fueron precisados en la Resolución 2625 (XXV) de 1970, la
cual lo concibe en su doble faceta de derecho de los pueblos y deber de los Estados. Señala la resolución que “el
territorio de una colonia u otro territorio no autónomo tiene, en virtud de la Carta de las Naciones Unidas, una
condición jurídica distinta y separada de la del territorio del Estado que lo administra,(...) que existirá hasta que el
pueblo de la colonia o territorio no autónomo haya ejercido su derecho de libre determinación”. Con esta declaración
se combate la estrategia de las potencias coloniales de interiorizar la relación de dependencia calificando como
provincias a las colonias para excluirlas del control internacional, a la vez que se subraya el carácter internacional de
las luchas de liberación.
Como consecuencia del reconocimiento de una comunidad beligerante, la misma tiene responsabilidad internacional
por sus actos, mientras perdure la situación de conflicto.
Para que una comunidad beligerante sea reconocida como sujeto de Derecho internacional Público, de acuerdo a las
normas internacionales debe reunir los siguientes requisitos:
La comunidad beligerante que ha sido reconocida, posee ciertos derechos y obligaciones emanados del orden jurídico
internacional, como por ejemplo, la posibilidad de instruir bloqueos tomar presas, cobro de impuestos, etc. Esto
evidencia que la comunidad beligerante posee el carácter de un sujeto de Derecho internacional ejerciendo supremacía
de hecho en el territorio bajo su control. Como obligaciones puede decirse que debe comportarse de acuerdo al DIP en
lo que se refiere al uso de la violencia, etc. Es un grupo rebelde que tiene poder efectivo dentro de un ámbito
determinado que ejerce jurisdicción
3.4.4 Santa Sede.
Barboza (1999) analiza distintos sujetos de Derecho Internacional vinculados a la actividad religiosa, entre
los que destacan la Iglesia Católica, la Santa Sede y la Ciudad del Vaticano.
Tales sujetos se caracterizan por su estrecha interrelación, la que genera discusiones en la doctrina respecto al carácter
autónomo de su subjetividad. Así, parte de la doctrina sostiene que la Iglesia Católica no es en realidad un
sujeto de derecho por la índole de sus actividades, siendo la Santa Sede la encargada de representarla y llevar
adelante sus relaciones en el plano internacional. Para esta postura, la Iglesia, la Santa Sede y la Ciudad del Vaticano
no son sujetos distintos, con lo que se excluye toda posibilidad de relación entre ellos.
Por el contrario, otros autores sostienen la subjetividad internacional diferenciada de dichos entes,
variando las concepciones en lo que se refiere a la naturaleza jurídica de su relación: unión real,
unión personal, vasallaje, etc.
Esta idea parece ser ratificada por los Tratados de Letrán, en virtud de los cuales Italia reconoce la soberanía
de la Santa Sede en el orden internacional y su plena propiedad, poder exclusivo y soberana jurisdicción sobre el
Vaticano”.
Respecto a este último sujeto, la Ciudad del Vaticano, la misma es producto de los Pactos de Letrán (1929), en
virtud de los cuales se pone fin a la anómala situación generada en 1870, cuando los Estados pontificios fueron
incorporados a dicho Estado, y el Papado quedó en consecuencia, sin territorio propio. El objeto de tales Pactos –
constituidos por un tratado y un concordato- es precisamente otorgar a la Iglesia la independencia necesaria para el
cumplimiento de su misión espiritual.
Se trata de un sujeto internacional muy especial, no sólo por su escasa superficie territorial (44 ha.) y
población, sino por las especiales funciones que cumple, y que se relacionan casi exclusivamente con el carácter
de asiento de la Iglesia Católica o de la Santa Sede.
De allí las características de la nacionalidad otorgada a su población: la misma es esencialmente funcional (se otorga
cuando se ejercen funciones en el Vaticano), supletoria (se superpone con la nacionalidad propia) y temporal (cesa
cuando el nacional sale de los límites de la Ciudad).
No posee representación diplomática ni consular propia, ya que las relaciones diplomáticas se hayan a cargo de la
Santa Sede y ésta no tiene relaciones consulares es decir no designa actualmente funcionarios consulares.
Su ordenamiento jurídico está constituido –en ese orden de prelación- por seis leyes orgánicas (dentro de la cual
destaca la ley fundamental), el Código Canónico y las Constituciones Apostólicas; también existen numerosas leyes
dictadas por el Papa y otros reglamentos dictados por autoridad competente. Es importante aclarar que algunas
normativas vigentes en el Estado italiano también se declaran aplicables a la Ciudad del Vaticano. El Papa es en este
esquema quien ejerce la plenitud de los poderes de gobierno.
La prestación de los servicios públicos y la represión de delitos se hallan a cargo del Estado Italiano.
El Art. 24 del Tratado de Letrán declara la neutralidad a perpetuidad de la Santa Sede, quien a su vez proclamó su
intención de mantenerse ajena a todo conflicto internacional. Ello no excluye la posibilidad de su intervención para la
resolución de conflictos a requerimiento de las partes, habiendo actuado por ejemplo como mediadora en el asunto del
Beagle entre Argentina y Chile.
La personalidad jurídica de la Santa Sede le permite mantener relaciones diplomáticas con otros Estados, firmar
tratados y enviar y recibir representantes diplomáticos, algo que se remonta a varios siglos atrás. Ya desde finales del
siglo xv comenzó a recibir con cierta estabilidad enviados diplomáticos, y en el siglo xvi empezaron a constituirse
representaciones permanentes. En la actualidad, además, participa en organismos internacionales como las Naciones
Unidas
La Santa Sede posee plena propiedad y soberanía exclusiva sobre la Ciudad del Vaticano, un Estado establecido en
1929, tras la firma de los Pactos de Letrán, con el objeto de ser instrumento de la independencia de la Santa Sede y de
la Iglesia católica respecto a cualquier otro poder externo. De forma abstracta, además de ser la Santa Sede el supremo
gobierno y representación de la Iglesia, también lo es de la Ciudad del Vaticano. Otros territorios fuera de la Ciudad
del Vaticano también cuentan con estatus de extraterritorialidad en favor de la Santa Sede.
Podemos concluir que la Santa Sede actualmente goza de personalidad jurídica internacional al ejercer el derecho de
legación, participación en la celebración de Tratados Internacionales y otros negocios jurídicos internacionales como
concordatos. Además a la Santa Sede le es aplicable la Convención de Viena sobre relaciones diplomáticas del 18 de
noviembre de 1961, la cual regula la actividad de los nuncios e internuncios.En lo que corresponde a los concordatos su
origen se remonta a comienzos del siglo XII y se aplica a ellos el derecho internacional, al igual que a las otras
relaciones internacionales que mantiene la Santa Sede con los otros Estados y con las organizaciones internacionales.
3.5. El individuo.
El individuo tradicionalmente ha actuado en el plano internacional a través del Estado de su nacionalidad. Mediante
una ficción, se entiende que es en realidad el Estado el que resulta afectado por un daño mediato, en la persona de sus
nacionales, con lo que se le permite representarlos y protegerlos diplomáticamente.
La cuestión esencial a determinar aquí es la siguiente: ¿Hay derechos u obligaciones
internacionales que se aplican directamente a las personas individuales?
Sin embargo, es importante señalar que excepcionalmente, hay situaciones en las que los individuos son
titulares de derechos y obligaciones en el orden internacional y pueden poner en marcha los mecanismos
procesales para la reparación de los derechos que les fueron violados; en tales situaciones, se puede afirmar
que los individuos tienen personalidad internacional
Los principios de Núremberg –declarados como principios de Derecho Internacional por Resolución de la Asamblea
General en 1946- revisten una importancia fundamental para el derecho penal internacional, en cuanto que:
Imponen por primera vez la competencia de tribunales internacionales para el juzgamiento de ciertos crímenes.
Introducen dos categorías nuevas de figuras delictivas: los crímenes contra la paz y los crímenes contra la Humanidad.
Módulo 2 Unidad 4
4. LOS ESTADOS
4.1. Estado.
Los Estados son los sujetos más importantes del Derecho Internacional; como se estudió en la Unidad 3, son
los únicos que cuentan con personalidad originaria y plena. Además de ser sujetos de derecho propiamente dichos,
son también órganos legiferantes, en cuanto que crean las normas jurídicas y de su voluntad se derivan los demás
sujetos que actúan en el ámbito jurídico internacional.
Al surgir un Estado nuevo, normalmente éste procura ser admitido como tal en la comunidad internacional, lo que
plantea la cuestión de su reconocimiento.
2. La segunda doctrina, denominada declarativa, postula que el reconocimiento se limita a declarar una situación
preexistente, en cuanto que no resulta admisible sostener que una entidad que reúna todos los requisitos para ser
Estado no es tal antes de dicho acto. Si así fuera, antes de que sean reconocidos, tales entes carecerían de derechos y
deberes en el plano internacional, pudiendo por ejemplo realizar graves transgresiones a normas jurídicas sin
consecuencia alguna. La práctica demuestra que esto no es así, habiéndose admitido reclamaciones contra Estados no
reconocidos por los reclamantes. Esta posición se encuentra avalada por el art. 9 de la Carta de la OEA.
COMPOSICIÓN
Artículo 9
La Asamblea General estará integrada por todos los Miembros de las Naciones Unidas.
Ningún Miembro podrá tener más de cinco representantes en la Asamblea General.
Resulta importante destacar la postura de Kelsen, quien adhiere a la doctrina constitutiva argumentando
que existe una norma consuetudinaria según la cual el Derecho Internacional sólo resulta aplicable a las
relaciones entre un nuevo Estado y otro preexistente si éste ha reconocido previamente aquél. Sin embargo, afirma
este autor –rebatiendo las críticas de los partidarios de la doctrina declarativa- que cuando un Estado no reconocido
viola una obligación internacional, el Estado que demanda una reparación está por ese mismo acto reconociendo al
Estado autor de la violación.
Como conclusión a estas discusiones doctrinarias, Barboza (1999) sostiene que la doctrina declarativa tiene una
mayor vigencia práctica; sin embargo, el no reconocimiento como Estado de un ente que reúna todos los requisitos
para ser tal no trae aparejado ninguna consecuencia en términos de responsabilidad internacional. Todo lo contrario:
son numerosos los casos en los que los Estados, por razones políticas o de conveniencia, reconocen o se abstienen de
reconocer a otros Estados, cuando lo contrario sería lo correcto.
Además, un Estado no reconocido no puede litigar ante los tribunales del Estado que no lo reconoce, ni
se le otorgaría el exequátur y ejecución de sentencias dictadas por sus tribunales. Tampoco podría reclamar o hacer
efectivo derechos de propiedad sobre bienes en el territorio de aquél, aunque Barboza (1999) sostiene que la
inmunidad de jurisdicción seguiría protegiéndolo.
Exequátur - nombre masculino
Significa "ejecútese" –muy a menudo utilizada en la forma exequátor), es el conjunto de reglas conforme a las
cuales el ordenamiento jurídico de un Estado verifica si una sentencia judicial emanada de un
tribunal de otro Estado reúne o no los requisitos que permiten reconocimiento u homologación.
De la misma forma se denomina a la autorización que otorga un jefe de Estado a agentes extranjeros
para que en su territorio puedan ejercer funciones propias de sus cargos (exequátur consular; véase
cónsul); y, asimismo, en el contexto de las relaciones entre Iglesia y Estado propias del Antiguo Régimen, era el
término utilizado para designar el pase que daba la autoridad civil de un Estado a las bulas y otras disposiciones
pontificias para que fueran observadas dentro de su territorio
No interesa aquí si el acto de reconocimiento de gobiernos tiene naturaleza constitutiva o declarativa, ya que la
personalidad del Estado continúa invariable. Esto es, en el caso bajo análisis lo que importa es si las nueva
autoridades representan al Estado en cuestión y pueden por ello obligarlo en el plano internacional.
¿Qué condiciones se exigen para el reconocimiento de un nuevo
gobierno?
Al Derecho Internacional solo le interesa que haya un gobierno efectivo, independientemente del
sistema de gobierno elegido, ya que esto último es una cuestión que forma parte de su derecho a la libre
determinación e independencia. De allí que lo que se trata de comprobar es que las nuevas
autoridades ejerzan de hecho las competencias estatales en todo o casi todo el territorio, con
razonables expectativas de estabilidad.
Además, el Estado que reconoce debe tener confianza en que el nuevo gobierno estará dispuesto y tiene las
capacidades para cumplir con las anteriores obligaciones contraídas por el Estado y de respetar en general el derecho
de gentes.
¿Se puede negar el reconocimiento a un gobierno efectivo?
Como aquí también están en juego consideraciones políticas y de índole no jurídica, han surgido en el
siglo XX dos doctrinas vinculadas con la cuestión del reconocimiento de gobiernos en América Latina:
Doctrina Tobar: Propuesta por el Ministro ecuatoriano Tobar en 1907, propugnaba el no reconocimiento
de los gobiernos de facto hasta que representantes libremente elegidos por el pueblo reorganizaran
constitucionalmente el país. Tuvo importante vigencia en Centroamérica.
Doctrina Estrada: Propuesta por el canciller mexicano Estrada en 1930, procuraba evitar la práctica del
reconocimiento, por entender que la misma implica la emisión de un juicio sobre la legitimidad del gobierno. El país
debía limitarse a mantener o no a sus representantes diplomáticos en donde se presentaran golpes de gobiernos de
facto, sin que ello implicara juzgar sobre su legitimidad. Su objetivo era combatir las formas subjetivas de
reconocimiento para garantizar el cumplimiento del principio de no intervención en América.
4.4.1. Concepto.
Señala Barboza (1999) que La cuestión de la inmunidad del Estado surge cuando se presenta una disputa sobre la
cual el tribunal local tiene jurisdicción ratione materiae, pero no puede ejercerla puesto que una de las partes es un
Estado soberano: se trataría de una excepción ratione personae.
Tal inmunidad se divide en:
inmunidad de jurisdicción, según la cual el Estado no puede ser llevado a los tribunales de otro Estado; e
inmunidad de ejecución, según la cual se impide a los órganos del Estado territorial ejecutar la sentencia que
eventualmente se hubiere dictado contra aquél ni aplicarle compulsivamente una decisión administrativa. Esto no
significa que el Estado extranjero esté exento de cumplir con la ley del Estado territorial, solo que no puede ser
sometido a su jurisdicción.
Precisamente, fueron la Corte Suprema de EEUU (1812) y la Corte de Casación Francesa (1849) las que delinearon
la tesis absoluta de la inmunidad de jurisdicción, en virtud de la cual se establecía una imposibilidad de
demandar a otros Estados ante los tribunales propios que no admitía excepciones. Esta tesis fue la costumbre
internacional imperante durante casi todo el siglo XIX, como resultado de la práctica constante de los tribunales
internos.
Serán las mismas Cortes, junto con otros Tribunales como los italianos y los belgas, los que delinearon hacia
principios del siglo XX la tesis restrictiva de la inmunidad de jurisdicción, distinguiendo entre actos de
imperio o de iure imperii (actos de gobierno como consecuencia de su soberanía) y actos de gestión o de iure
gestionis (actos del Estado actuando como sujeto de derecho privado). Sin embargo, la costumbre no la receptó de
manera tajante: existieron foros en los que la distinción entre los dos tipos de actos fue admitida, mientras que en
otros persistió la tesis absoluta. En cualquier caso, cuando existían dudas sobre si el acto era de imperio o
de gestión, los tribunales eran libres para tomar sus decisiones.
A medida que se incrementa la participación de los Estados en el campo industrial y comercial, la tesis restrictiva irá
ganando lugar en la jurisprudencia, y motivará la sanción de leyes específicas en varios Estados, sobre todo a partir la
decisiva conversión de las leyes norteamericana e inglesa en la década de 1970. Nuestro país sancionó una ley al
respecto –la 24488- en 1995.
Este criterio será también receptado en el orden internacional, resultando importante mencionar la Convención de
la ONU sobre inmunidades jurisdiccionales del Estado y de sus bienes, cuyo texto fuera aprobado por la
Asamblea General de la ONU en diciembre de 2004, a partir de un proyecto de la CDI. La misma se encuentra
actualmente abierta a la ratificación de los Estados.
¿Cuáles son los criterios adoptados por las legislaciones para
distinguir entre actos inmunes y actos sujetos a la jurisdicción de otros
Estados?
Con relación a los criterios para distinguir entre los actos inmunes y los sujetos a la jurisdicción de los Estados, las
legislaciones han seguido los siguientes criterios:
Doctrina finalista: Un acto será no comercial (o iure imperii) si persigue una finalidad pública, aun cuando
su naturaleza indique lo contrario (por ejemplo, la compra de uniformes para las fuerzas armadas sería un acto
comercial con una finalidad pública: proveer a la defensa del Estado. Los críticos a esta postura sostienen que
cualquier acto del Estado puede vincularse con una finalidad pública, aún los de mero lucro, en cuanto que persiguen
el fortalecimiento de la hacienda pública.
IURE IMPERII: Acto del Estado como autoridad
Doctrina de la naturaleza del acto: El carácter comercial de una actividad quedará determinado con
referencia a la naturaleza del comportamiento o de la transacción o del acto de que se trata y no con
relación a su objetivo o fin. Así, la Corte de los EEUU concluyó que la deuda pública de los Estados extranjeros
debía ser considerada como acto comercial (caso Waltover, 1992).
La lista de casos de inmunidad: Las dificultades que trae la aplicación estricta de los criterios mencionados han
llevado a la propuesta de un tercer criterio, que evita una formulación general a favor de una enumeración expresa de
los casos en que no corresponde la inmunidad del Estado. Esto puede concretarse de dos modos:
a. se asienta un principio general –el de la inmunidad de jurisdicción de los Estados- y que considera como
excepciones los casos en los que el Estado carece de ella (es el modelo adoptado por nuestra ley 24.488); o bien
b. se establece que un Estado goza de inmunidad de jurisdicción ante los tribunales de otro Estado “con arreglo a lo
provisto por los siguientes artículos”, sin establecer la inmunidad como regla y su carencia como excepciones. Este
último es el criterio seguido por la Convención de la ONU. La diferencia radica en que en el primer caso, toda actividad
estatal que no caiga en alguna de las excepciones enumeradas gozará necesariamente de inmunidad, ya que la
interpretación de las mismas es siempre restringida.
¿Cuáles son los actos que se establecen normalmente como excepciones
a la inmunidad de jurisdicción de los Estados?
Entre los casos que se establecen generalmente como excepciones a la inmunidad de los Estados,
Barboza (1999) menciona los siguientes:
Sometimiento voluntario del Estado a la jurisdicción interna, como cuando se presenta una demanda ante un tribunal
doméstico o se realiza un acto procesal.
Renuncia a la jurisdicción mediante un tratado o acuerdo.
La actividad comercial del Estado.
Las cuestiones laborales, civiles o que se relacionen con inmuebles situados en el Estado territorial o con la
participación de un Estado en una sociedad comercial.
Además de las mencionadas, la Convención de la ONU también considera las siguientes:
Juicios de indemnización por lesiones a las personas y daños a los bienes producidos por el Estado extranjero.
Acciones relativas a hechos que impliquen a un buque extranjero utilizado para un servicio público comercial.
Cuando el Estado ha celebrado por escrito un convenio con una persona física o jurídica extranjera, sin efectuar
reservas, para someter a arbitraje todo litigio vinculado con una transacción mercantil.
¿A qué tipo de entidades se aplica la inmunidad de jurisdicción?
Barboza (1999) -siguiendo en este punto a Diez Velasco- sostiene que no es claro en el estado actual del Derecho
Internacional si la inmunidad se extiende a los Estados miembros de una federación, regiones, comunidades
autónomas, etc. Si se consideran parte del Estado, deberían reconocérseles la inmunidad de que goza éste; si por el
contrario, se estima que carecen de poder político y no participan de las funciones soberanas del Estado, debería
negárseles la inmunidad.
El criterio lógico parece señalar que las subdivisiones políticas de un Estado extranjero se beneficiarán de la
inmunidad jurisdiccional en tanto actúen en ejercicio del poder público del Estado, quedando librado a la
interpretación de los jueces si también se benefician de ella cuando se trate del ejercicio de su propio poder público.
¿Qué prevé la legislación argentina en la materia?
Antes de la sanción de la ley 24.488 sobre inmunidad jurisdiccional de los Estados extranjeros ante los tribunales
argentinos, la única normativa al respecto era el decreto-ley 1285/58 reglamentario de los artículos 116 y 117 de la CN,
que establecía en su art. 24 que “(…) No se dará curso a la demanda contra un Estado extranjero sin requerir
previamente de su representante diplomático, por intermedio del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, la
conformidad de aquel país para ser sometido a juicio. Sin embargo, el Poder Ejecutivo puede declarar con respecto a
un país determinado la falta de reciprocidad a los efectos consignados en esta disposición, por decreto debidamente
fundado. En este caso el Estado extranjero, con respecto al cual se ha hecho tal declaración, queda sometido a la
jurisdicción argentina”. Es decir, se otorgaba inmunidad de jurisdicción bajo condición de reciprocidad, aunque es
importante señalar que en la práctica no se registraron casos de inmunidad no conferida por su falta.
Ante la ausencia de una referencia constitucional a la cuestión, la CSJN había recurrido a principios generales del
derecho de gentes para justificar la tesis de la inmunidad absoluta y la validez del decreto comentado, aceptando como
única excepción la del consentimiento del Estado, aún en cuestiones de orden público como las laborales.
Esta orientación cambiaría en 1994 con el caso Manauta, Juan José y otros c/ Embajada de la Federación Rusa, en el
cual la Corte adhiere a la tesis de la inmunidad restringida, basándose en la distinción entre actos de imperio y gestión.
En efecto, nuestro más alto tribunal, considerando que había habido un cambio en la práctica de los Estados, que se
manifestaba en la legislación y jurisprudencia comparada, la opinión del Instituto de Derecho Internacional y la falta
de reciprocidad respecto a Argentina en otros foros, concluyó que debía abrirse la jurisdicción argentina, sin necesidad
de consentimiento del Estado extranjero puesto que “la controversia traída a conocimiento de este Tribunal se refiere
al cumplimiento de obligaciones laborales y previsionales, que en modo alguno puede afectar el normal
desenvolvimiento de una representación diplomática.”
Este cambio en la jurisprudencia impulsará la sanción de la ley 24.488 en mayo de 1995. La ley consta de 8
artículos, uno de los cuales, el 3 ha sido observado por el Poder Ejecutivo mediante decreto 849/95. En el art. 1
consagra el principio general, que es la inmunidad de los Estados extranjeros, salvo que se den los supuestos de
excepción del art.2:
a) Alcance de la inmunidad concedida:
Art. 1: Los Estados extranjeros son inmunes a la jurisdicción de los tribunales argentinos, en los términos de esta ley.
La ley no prevé el tratamiento de inmunidad de ejecución y embargo de los bienes de un Estado extranjero, por lo que
sería necesario un nuevo planteo de inmunidad para proceder a la ejecución o embargo.
El alcance de la ley es rationae personae; se otorga la inmunidad a los Estados Extranjeros que hubieran sido
reconocidos por la República Argentina, así como también a entidades equiparables al Estado, como la Soberana
Orden de Malta.
RATIONE PERSONAE Locución latina. Por razón de la persona. Se refiere a la competencia (v.e.v.) de un juez o
tribunal cuando se rige por el fuero de- alguna do las partes, y que cabe renunciar si no se propone la excepción
consiguiente al contestar la demanda, si ésta se ha iniciado ante determinado órgano jurisdiccional competente
"ratione materiae" (v.e.v.), que para el demandante significa sumisión tácita al mismo.
4.5.1. Concepto.
Se entiende por sucesión de Estados “a la sustitución de un Estado por otro en la
responsabilidad de las relaciones internacionales de un territorio” (Convenciones de la
ONU sobre sucesión de Estados, Art. 2.1.a).
Se trata de supuestos en los que hay un cambio de soberanía sobre un territorio: tales son los
casos
de acceso a la independencia de una colonia,
la cesión de una porción de territorio a otro Estado,
la unificación, la separación, o el desmembramiento de Estados.
Se entiende que en ninguno de estos casos la sucesión se opera por el uso o la amenaza de la
fuerza (ver Arts. 6 y 40 de la Convención de 1978 y 3 de la de 1983). Finalmente, con
respecto al cambio revolucionario de gobierno, el mismo no es considerado por la mayoría de
la doctrina como un caso de sucesión de Estados, preservándose así el principio de la continuidad
del Estado.
Ahora bien, como normalmente el territorio adquirido por el sucesor es una colectividad territorial conformada por
individuos, la teoría de la tabla rasa no puede ser absoluta; por ello, el derecho de gentes contempla ciertas
situaciones del nuevo Estado con relación a esos individuos en los que consagra la continuidad, que sería la
tendencia contraria a la de la tabla rasa en la materia.
La cesión de parte del territorio: Al no haber creación de un nuevo Estado sino sólo la cesión de un territorio por
parte de un Estado a otro, se aplica la regla de la movilidad de los tratados, según la cual los tratados del
Estado predecesor dejan de aplicarse en ese territorio, que pasa al régimen de los tratados del sucesor (Art. 15). La
excepción son los tratados territoriales, que mantienen su vigencia.
Fusión de Estados: Se trata de la unión de dos Estados cada uno de los cuales tenía su propia personalidad
internacional. Como ejemplo, se puede citar el de Suecia y Noruega que se unifican en 1902, o el de Tanganica y
Zanzíbar que al unirse dan lugar a Tanzania, en 1964. La Convención consagra la regla consuetudinaria de la
continuidad de los tratados: los anteriores a la fecha de fusión siguen rigiendo dentro de los límites de cada uno
de los miembros del nuevo estado. La excepción a la regla se da respecto a la aplicación de tratados que de ser
aplicados de ese modo, irían contra su objeto o fin, o que cambiarían radicalmente las condiciones de su ejecución
(Art. 31.1).
Disolución de uniones de Estados: Sería el caso de la disolución de los Estados fusionados en el punto anterior.
Respecto a ellos, la convención mantiene la regla consuetudinaria de la continuidad de los
tratados, tanto de los celebrados por las partes antes de la fusión como la de los celebrados por la unión misma (Art.
34.1).
Participación de nuevos Estados en organizaciones internacionales: Aquí hay que distinguir dos
situaciones:
a. si el Estado predecesor continúa existiendo, no puede ser desplazado absolutamente por los nuevos Estados, que
deben solicitar su admisión en cuanto que se trata del acceso a un tratado multilateral intuitu personae;
b. si el Estado anterior desaparece y tenía asiento en la organización, todos los sucesores deben también pedir su
admisión, pero se dan importantes excepciones en la práctica. Así, Alemania se limitó a notificar a las organizaciones
internacionales de las que era miembro la República Federal, que el campo de aplicación del tratado constitutivo se
ampliaba al territorio incorporado de la RDA. Rusia por su parte, notificó en 1991 al Secretario General de la ONU la
decisión de los miembros de la CEI de que fuera Rusia la sucesora de la antigua URSS en la ONU, lo que fue aceptado
por los demás miembros de la organización. los otros Estados surgidos del proceso de disolución de la URSS debieron
pedir su ingreso, menos Ucrania y Belarus (Bielorrusia) que ya eran miembros. En el caso de Yugoslavia, Serbia y
Montenegro debieron solicitar su ingreso ya que ninguna fue considerada como sucesora de la ex Yugoslavia.
Transmisión de archivos:
De acuerdo con el Art. 20 de la Convención de 1983, se entiende por archivos de Estado del Estado predecesor
a “todos los documentos, sean cuales fueren su fecha o naturaleza, producidos o recibidos por el Estado predecesor
en el ejercicio de sus funciones que, en la fecha de sucesión de los Estados, pertenecían al Estado predecesor de
conformidad con su derecho interno y eran conservados por él directamente o bajo su control en calidad de archivos
con cualquier fin”.
Al igual que los bienes del Estado, los archivos pasan al Estado sucesor sin ningún tipo de compensación, pues se
entiende que el paso de archivos es parte del derecho del nuevo Estado como sucesor en las relaciones internacionales
sobre el territorio materia de la sucesión. Al igual que en el caso de los bienes del Estado, esta transmisión sólo es
imperativa en el caso de los Estados de reciente independencia; para el resto de los casos, el traspaso debe
determinarse por acuerdo entre los Estados, y a falta de éste, la pauta es el paso al sucesor de la parte de los archivos
necesaria para la administración adecuada del territorio sucedido (Arts. 27.2.a; 30.1.a y 31.1.a) y la parte de los
archivos que concierna a dicho territorio (Arts. 27.2.b; 30.1.b y 31.1.b), producto del vínculo entre archivos y territorio.
MÓDULO 2 Unidad 5
5. COMPETENCIAS TERRITORIALES DEL ESTADO.
5.1. Territorio.
5.1.1. Concepto.
El territorio es la base física o espacial en la que ejerce su autoridad, y por tanto sus poderes y competencias, un Estado
determinado. Comprende no sólo el territorio terrestre, sino también las aguas que en él se encuentran (ríos, lagos,
etc.) y el subsuelo correspondiente, así como también los espacios marítimos adyacentes a las costas (aguas interiores
y mar territorial), en los que se incluyen el suelo y subsuelo y el espacio aéreo suprayacente al territorio terrestre y los
espacios marítimos mencionados (aguas interiores y mar territorial).
Cabe destacar que, aunque es el territorio del Estado el que determina la base del ejercicio de las
competencias territoriales, estas competencias pueden tener también una base y alcance extraterritorial. De este
modo, el Estado ejerce una competencia exclusiva sobre los buques y aeronaves de su pabellón cuando están en
altamar.
En este sentido, es importante señalar que la soberanía que ejerce el Estado sobre su territorio (soberanía
territorial) implica el ejercicio de una competencia territorial mayor, que se distingue de las competencias
menores, no territoriales o externas, que el Estado ejerce fuera de su territorio y en función de títulos
específicos.
5.1.2. Naturaleza.
Se han postulado diversas teorías a los fines de explicar la naturaleza jurídica del territorio. Barboza (1999) destaca las
siguientes:
Teoría del Territorio Sujeto
Teoría del Territorio Objeto
Teoría del Territorio Ámbito
Teoría del Territorio Sujeto: Esta teoría -propuesta por autores de la talla de Jellinek y Hauriou- considera que el
territorio es un componente del Estado, el cuerpo mismo del Estado-persona, un elemento de su naturaleza. Se trata
en definitiva del Estado mismo, contemplado dentro de sus límites. Por ello, no se presenta la cuestión de los derechos
del Estado sobre el territorio, sino que ambos se confunden como parte de una misma entidad.
Teoría del territorio objeto: Se separa al Estado del territorio: aquél tiene un derecho real de dominio sobre el
último. Esta teoría se relaciona con la monarquía absoluta y su concepción patrimonial del Estado, en la que el rey
aparecía como el dueño del territorio y las personas como súbditos del Estado por encontrarse dentro de él. En la
actualidad no es aceptada por su analogía incorrecta entre dominio civil y soberanía.
Teoría del territorio ámbito: Para esta teoría, el territorio del Estado se concibe como un ámbito. Kelsen sostiene
que ―es el espacio dentro del cual en principio un solo Estado –al que pertenece el territorio- está facultado para
ejercer su poder jurídico, y especialmente llevar a cabo actos coercitivos; de él están excluidos todos los demás
Estados” (Citado por Barboza, 1999, p. 190). Esta conceptualización es criticada por la doctrina en cuanto que hay
casos en que los actos coercitivos del Estado son ejecutados más allá de las fronteras de un Estado, bajo el amparo del
Derecho Internacional. Su definición correspondería por ello no al territorio del Estado, sino más bien a la extensión
de su orden jurídico más allá de las fronteras.
Debido a estas críticas, Barboza (1999) considera más atinada la definición propuesta por el árbitro Huber en el caso
de las islas de Palmas, al referirse a la soberanía territorial como la independencia para ejercer con exclusión de todo
otro Estado las funciones estatales. Es decir, el territorio sería el ámbito donde el Estado ejerce la plenitud de sus
funciones exclusivas y generales, con la aclaración de que no todo lugar donde se ejerzan potestades estatales es
territorio del Estado (no lo son por ejemplo las embajadas ni los buques de guerra). De allí que podamos
distinguir en el concepto:
El sustrato territorial, dado por el espacio físico dentro de las fronteras que, de acuerdo con el Derecho
Internacional, tiene el Estado (terrestre, marítimo, aéreo).
El sentido jurídico del territorio, configurado por la facultad de ejercer en forma plena y exclusiva las funciones
estatales dentro de un espacio determinado.
5.1.4. Originarios
Son aquellos que se utilizan cuando el territorio carece de dueño (res nullius) y por lo tanto no existe ningún Estado
que ejerza su soberanía sobre él. Se trata de formas históricas de adquisición, en cuanto que ya no existen territorios
de estas características en el mundo.
Ocupación
La adquisición requiere del animus de apropiación y de ciertos hechos concretos que lo manifiesten,
y que normalmente consisten en el despliegue de las funciones estatales en el ámbito territorial de
que se trate. Estas funciones pueden asumir formas diferentes según las circunstancias, configurando en ciertos
casos una ocupación efectiva. La efectividad es la clave para que la ocupación tenga el efecto de adquirir el territorio.
Barboza (1999) analiza una serie de casos históricos para demostrar las distintas situaciones:
Isla Clipperton (situada en el Pacífico a 1200 Km. Al SE de México): Fue objeto de una disputa entre México y
Francia; en 1858 un francés de un buque mercante la encontró deshabitada y la declaró territorio francés, aunque
Francia no la ocupó materialmente. En 1897 un buque de guerra mexicano desembarcó y forzó a sus habitantes a izar
la bandera mexicana, declarando que la isla había sido descubierta por España, a la que había sucedido en el título de
soberanía. El árbitro que entendió en el conflicto decidió que la isla era francesa porque México no probó el hecho del
descubrimiento por España, el cual tampoco fue reforzado por manifestación alguna de soberanía por parte de aquel
Estado hasta 1897. En virtud de ello, entendió que la isla era res nullius y susceptible por ello de la ocupación de
Francia. Aun cuando ésta proclamó su soberanía y no la ocupó jamás, el árbitro sostuvo que los actos exteriores
del animus se habían configurado (aún sin ocupación efectiva), porque al tratarse de un territorio deshabitado,
bastaba con que el ocupante aparezca allí para que el territorio quede a su disposición y la ocupación se considere
completa.
Groenlandia oriental: En 1931, Noruega ocupa el este de Groenlandia aduciendo que era terra nullius.
Dinamarca sostenía por su parte su soberanía sobre toda Groenlandia desde 1721, aunque sólo había
colonizado la parte occidental. El tribunal que intervino decidió que Dinamarca poseía un título válido de
soberanía sobre Groenlandia, ya que el rey de Dinamarca había realizado actos de jurisdicción válidos para
toda la isla, aun cuando no la hubiere ocupado en su totalidad. Ejemplos de tales actos eran la legislación
para todo el territorio (como la que fijaba los límites del mar territorial) y el otorgamiento de concesiones
de comercio, caza, minería, y otras para el tendido de líneas telegráficas. En virtud de ello, y dada la
ausencia de toda reclamación de soberanía por parte de otra potencia, se entendía que Dinamarca había
ejercido su autoridad de 1814 a 1915 también sobre la parte no ocupada, en una medida suficiente para que
se reconozca su soberanía sobre el territorio en disputa.
Isla de Palmas (situada en el archipiélago de las Filipinas): EEUU alegaba que España se la había cedido en el
Tratado de París en 1898. El título español se basaba en el descubrimiento y la contigüidad con el archipiélago de las
Filipinas, bajo soberanía española. Holanda se basó en los actos de soberanía realizados por ella desde 1700 sobre la
isla. El árbitro Huber falló a favor de Holanda, ya que al estar la isla habitada permanentemente y contar con una
población numerosa, era imposible que sobre ella no se ejerzan actos de administración por largos períodos.
Los títulos de EEUU fueron rechazados porque España no podría haber cedido un derecho del cual
carecía. Respecto al resto de los argumentos alegados por las partes:
El descubrimiento no es un título definitivo sino imperfecto que debe completarse con la ocupación efectiva. Ésta
debía además mantenerse en el tiempo ya que no basta que se produzca sólo para el acto de adquisición del derecho,
sino que también se requiere para su mantenimiento.
Respecto a la contigüidad como fundamento de un título válido de soberanía, Huber señaló que no existe norma
internacional alguna que establezca que las islas situadas fuera de las aguas territoriales pertenecen a un Estado por el
hecho de que su territorio constituya la tierra firme más cercana.
En definitiva, el árbitro consideró a la ocupación efectiva holandesa (entendida como el despliegue real, continuo y
pacífico de las funciones estatales) como el único título válido para fundar la soberanía sobre la isla.
Accesión
Consiste en el título para extender la competencia a aquellas formaciones terrestres que hayan acrecido al territorio
del propio Estado. Ello puede producirse por obra de:
La naturaleza, como en los casos de
la avulsión (incorporación súbita y en bloque) y el
aluvión (incorporación lenta, generalmente por acumulación de sedimentos, como en la formación de islas en
un delta).
El hombre, como cuando se gana terreno al mar mediante obras de infraestructura (polders holandeses).
En general se entiende que en estos casos la extensión de la competencia territorial opera
automáticamente, sin que sea necesaria la conformación de un acto jurídico del Estado, aunque un sector doctrinal
considera que aún en estos casos sería necesario el animus occupandi.
5.1.5. Derivados.
Son aquellos mediante los cuales se adquiere un territorio que ya estaba sometido a la soberanía de un Estado, y que
pasa, en virtud de la adquisición, a someterse a la soberanía de otro Estado distinto.
Cesión
Puede definirse como la renuncia efectuada por un Estado a favor de otro, de los derechos y títulos que el primero
pudiera tener sobre el territorio en cuestión. Se han producido cesiones mediante un tratado de paz (cesión
de Alsacia Lorena por Francia a Alemania); como contraprestación por un servicio recibido (cesión de Saboya
y Niza a Francia por la ayuda prestada para la unidad italiana); como resultado de una compra (Alaska por EEUU
a Rusia); o por permuta (cesión de la isla de Heligoland a Alemania por el Reino Unido a cambio del reconocimiento
del protectorado británico en Zanzíbar).
Para perfeccionarse como título válido, se requiere el despliegue de las competencias territoriales sobre el territorio
cedido, debiendo producirse la completa desaparición de todo vínculo político con el Estado cedente.
Conquista
Desde la recepción del principio que prohíbe del uso de la fuerza por el Derecho Internacional, la conquista deja de ser
un medio lícito para adquirir territorios. Así lo establece expresamente la Resolución 2625 de la Asamblea
General, que consagra que ―el territorio de un Estado no será objeto de adquisición por otro Estado derivada de la
amenaza o del uso de la fuerza. No se reconocerá como legal ninguna adquisición territorial derivada de la amenaza o
del uso de la fuerza‖.
La doctrina del no reconocimiento de situaciones de hecho o acuerdos surgidos del uso de la fuerza (doctrina
Stimmson) fue recogida aún antes de la ONU por la Asamblea de la Sociedad de las Naciones en 1932, cuando se
proclamó la obligación de los Estados de no reconocer situaciones ni tratados contrarios al Pacto. En el ámbito
interamericano también han existido varios pronunciamientos de este tipo, que se reflejaron finalmente en Carta de
la OEA de 1948 (Art. 20).
Artículo 20
Ningún Estado podrá aplicar o estimular medidas coercitivas de carácter económico y político para forzar la voluntad
soberana de otro Estado y obtener de éste ventajas de cualquier naturaleza
Prescripción adquisitiva
Se discute si se trata de un modo adquisitivo propio del Derecho Internacional. El árbitro Huber en su
fallo de la Isla de Palmas hizo predominar el despliegue pacífico de soberanía durante cierto tiempo por
encima del descubrimiento, lo que implica darle prioridad a la efectividad sobre el título.
Rousseau sostiene que en definitiva, si el territorio es res nullius, se tratará de una ocupación; y si no lo es (es decir,
si se trata de una prescripción adversa contra un título anterior) el asunto se resolverá o por la falta de protestas del
anterior Estado (en cuyo caso hay abandono del título) o bien porque no habrá transferencia de título en el caso de que
el Estado se resista y proteste.
En definitiva, sólo en el caso de un ejercicio de la soberanía adverso con aquiescencia del soberano anterior, el tiempo
sería un elemento importante para acreditar el abandono del título, con lo que se entiende que en realidad, es el
abandono la razón por el cual el nuevo soberano adquiere el territorio (y no el transcurso del tiempo).
Ello coincide con el contenido del principio ex injuria non oritur jus, según el cual un Estado puede, por una
violación legal consentida por otros Estados, construir un derecho prescriptivo o histórico. El derecho así adquirido no
se funda en la ilegalidad de los actos que lo originan, sino en la inacción del antiguo soberano, que abandona su título
o permite su extinción. De allí que si por el contrario este soberano mantuviera su derecho vivo por medio de protestas
o acciones, no existiría la posesión pacífica que es la única que habilita a un Estado a prescribir un título.
Res nullius Cosa que se encuentra abandonada y carece de dueño o, teniéndolo, es imposible su identificación.
Ocupación. (Derecho Civil) “Cosa de nadie”. Dícese de todo lo que no pertenece a nadie en particular. Expresión latina
que significa cosa de nadie; es decir, cosa sin dueño. Es la protagonista objetiva de la ocupación como forma de
adquirir la propiedad.
"Ex injuria jus non oritur" es un aforismo latino que viene a plasmar un principio jurídico según el cual los hechos
ilícitos no pueden nunca crear derecho, no pueden nunca generar derechos .
El Río de la Plata:
Por el Protocolo Ramírez-Sáenz Peña de 1910, se estipuló mantener un sistema de status quo en lo que hace
a la navegación y uso de las aguas del Río de la Plata. Recién en 1961 las cancillerías de ambas
naciones emitieron una declaración conjunta, reconociendo el mutuo condominio de esta
ruta fluvial, la que fue ratificada en 1964 por ambos países.
En noviembre de 1974 tuvo solución definitiva la cuestión relativa al Río de la Plata, con la firma del
Tratado respectivo. La primera parte del mismo se refiere al Río de la Plata y en ella no se establece un tratado de
límites solamente, sino una regulación de los usos del río.
En materia de navegación se consagra el principio de libre navegación, y en lo que hace al régimen de obras se
adopta el principio de la consulta previa.
La segunda parte del tratado regula el frente marítimo, estableciéndose que el límite de las jurisdicciones
marítimas y la plataforma continental estaría definido por una línea que -partiendo del punto medio del límite exterior
del Río de la Plata- se trazará mediante el sistema de la equidistancia determinada por el método de costa
adyacente. En el seno de la ONU el sistema de la equidistancia está conceptuado como el más satisfactorio y el más
equitativo.
Las otras partes del tratado se refieren a las cuestiones de seguridad y la solución de controversias (para lo que
crea una comisión administradora); en lo que hace a la interpretación y aplicación del tratado, establece la negociación
directa o el recurso a la CIJ.
Límites con Chile
Los conflictos de límites con la República de Chile, se suscitaron desde poco después de lograrse la independencia de
ambos países de la dominación española; sin embargo, recién en 1881 se llegaría a un acuerdo que señala la
línea rectora para la demarcación de límites entre los dos países. Es importante señalar que antes de este
Tratado se sucedieron numerosas situaciones de hecho y convenciones que constituyen antecedentes históricos de la
situación planteada hasta hoy en día.
El tratado de límites de 1881 fijó la divisoria andina hasta el paralelo 52 de latitud.
En el extremo austral continental (actual provincia de Santa Cruz), se trazó una línea
convencional partiendo de Punta Dúngenes, continúa por el oeste siguiendo las mayores elevaciones de una cadena
de colinas, hasta Monte Aymond, desde allí hasta la intersección del meridiano 79 con el paralelo 52 y desde este
punto hasta el oeste, siguiendo el paralelo 52 hasta la divisoria de aguas de los Andes. Los territorios al norte de
esta línea quedaron para la Argentina y los del sur para Chile. Por el art. 39 se dividió el territorio de
Tierra del Fuego en dos partes casi iguales.
El tratado de 1881 fue modificado por el protocolo adicional y aclaratorio de 1903. La interpretación de
estos dos acuerdos internacionales ha dado lugar a divergencias que subsistieron hasta 1984, en cuanto
al trazado limítrofe en la zona del canal de Beagle e Islas Atlánticas hasta llegar al Cabo de Hornos.
Los laudos arbitrales de los soberanos británicos Eduardo VII, en 1902 e Isabel II, en 1907, ambos desfavorables para
nuestro país, establecieron definitivamente los límites en la región andina del sur en general, y en la zona de río
Encuentro en particular. Actualmente subsisten con Chile las cuestiones de la Antártida y de los hielos
continentales. La primera se encuentra paralizada desde la firma del tratado Antártico; la segunda está en una
nueva etapa de negociación iniciada a partir de agosto de 1998, luego de descartarse la idea de la poligonal.
Islas Malvinas
Durante la dominación española tuvieron lugar conflictos con Francia e Inglaterra por la posesión de las islas
Malvinas. El navegante francés Bouganville fue el primero que ocupó estos territorios, a nombre de su soberano, en
1764. La protesta española no se hizo esperar, fundándose en la dependencia geográfica del continente americano, a
cuya plataforma submarina están unidas; en las bulas Inter caetera y Dudum si quidem del Papa Alejandro
VI de 1493, y en el tratado de Tordesillas, suscripto con Portugal en 1494. Francia aceptó esta tesitura y en
1767 entregó las islas al gobernador designado por la corona hispana. Desde este momento, hasta 1810, se sucedieron
en las islas distintos gobernadores españoles.
El 6 de noviembre de 1820 el capitán David Jewett, cumpliendo instrucciones del gobierno de Buenos Aires,
tomó solemne posesión del archipiélago en nombre de nuestro país, situación que se mantuvo hasta la ocupación
inglesa de 1833.
Desde entonces las protestas argentinas no han cesado, lográndose merced a la firmeza de las mismas, llamar la
atención de las Naciones Unidas, en cuya AG, particularmente en el Comité Especial encargado de examinar la
situación con respecto a la aplicación de la declaración sobre la concesión de la independencia a los países y pueblos
coloniales, se han aprobado una serie de resoluciones, que en general apoyan la tesis argentina.
En la década del 70’ se intentan algunas negociaciones infructuosas, hasta que a principios de 1982 el
gobierno nacional propone al Reino Unido la concertación de una agenda con temas y plazos
definidos. Los ingleses reaccionaron negativamente, poniendo en evidencia la intención de no hacer
lugar a la petición argentina manteniendo el status quo existente.
El endurecimiento de la posición británica llevó a la Junta Militar que entonces gobernaba a la Argentina a
recurrir a las armas, por lo que el 2 de abril de 1982 se invadieron las Islas Malvinas. Ante ello, el Reino Unido
rompió relaciones diplomáticas, impuso la prohibición de tráfico y envío de armas e introdujo restricciones de tipo
comercial y financiero. Luego de serios enfrentamientos, el Reino Unido retomó las islas y las fuerzas argentinas se
rindieron el 14 de junio de 1982.
Con el regreso de la democracia, se reanudaron las tratativas para negociar el tema Malvinas. No obstante
los esfuerzos, las conversaciones llegaron a un punto muerto, dado que la Argentina quería que se tratara la
cuestión de la soberanía, mientras que Gran Bretaña se negaba a hacerlo. A partir del gobierno de Carlos
Menem, las relaciones con el Reino Unido se hicieron más ágiles. Argentina propuso conversaciones
bilaterales directas en las Naciones Unidas. Ambas partes convinieron en dejar de lado la cuestión de la
soberanía sobre las Islas Malvinas y se desarrollaron una serie de conversaciones bilaterales.
El Acuerdo de Madrid, de octubre de 1989 permitió restablecer relaciones consulares, y las
comunicaciones aéreas y marítimas. En febrero de 1990, también en Madrid, se acordó
el restablecimiento de las relaciones diplomáticas. En lo militar se estableció un sistema de notificación
destinado a asegurar que no se produjeran malentendidos entre ambas fuerzas militares, y se convino que los
familiares de los militares argentinos muertos en las Islas podrían visitarlos, lo que recién se concretó en marzo de
1991. Finalmente, en noviembre de 1990, nuevamente en Madrid, se acordó la formación de una Comisión Conjunta
de Pesca para intensificar la cooperación en materia pesquera. Se estableció además la zona de conservación exterior
de las Islas Malvinas.
Para poder avanzar en las negociaciones, Argentina y Gran Bretaña adoptaron la fórmula del paraguas de soberanía,
por el que acuerdan sobre distintos temas sin que ello obste al reclamo de soberanía. El restablecimiento de las
relaciones diplomáticas, aceleró el buen entendimiento, subscribiéndose acuerdos sobre abolición de visados,
cooperación cultural, y otros temas.
Régimen jurídico:
La Convención reconoce al Estado ribereño derechos exclusivos en sus aguas interiores marítimas y
no contiene ninguna regla que limite su jurisdicción sobre estas aguas.
Un Estado no puede cerrar sus puertos sino por razones extremas. Los buques privados extranjeros
que naveguen en las aguas interiores deben someterse a la soberanía territorial del Estado
ribereño; en cuanto a los buques de guerra, su visita debe ser notificada por vía diplomática y
permitida por autoridad competente. Bajo estas condiciones, gozan de inmunidad y están excluidos
de la competencia del Estado ribereño, aunque deben cumplir las leyes territoriales sobre navegación
y las reglamentaciones de carácter sanitario.
5.4.2. Mar Territorial.
El mar territorial es la franja de mar adyacente que se extiende más allá del territorio y de las aguas
interiores del Estado ribereño (Art. 2).
El reconocimiento de este espacio marítimo, sometido a la soberanía de los Estados, es producto de la
tradicional competencia ejercida por éstos en la zona de mar adyacente a sus costas, por razones de
seguridad y defensa. Su extensión ha variado a través de los años: en el siglo XVIII era de 3 millas
marinas (que era el máximo del alcance de un cañón), pero con posterioridad los Estados dictaron
diversas leyes internas fijando tal extensión en 4, 6, 10 y hasta 12 millas marinas. La Convención pone
punto final a las diferencias fijándola en 12 millas marinas, medidas desde las líneas de base (Art. 3).
Las líneas de base pueden ser de dos tipos:
La línea de base normal para medir la anchura del mar territorial es la línea de bajamar a lo largo de
la costa (Art. 5).
En el caso de Estados poseedores de costas irregulares (profundas aberturas y escotaduras o
franja de islas a lo largo de la costa situada en su proximidad inmediata), la línea de bajamar
es reemplazada por el sistema de líneas de base recta que unan los puntos apropiados (Art.
7.1). La Convención señala que el trazado de las líneas de base rectas no debe apartarse de
una manera apreciable de la dirección general de la costa y las zonas de mar situadas del
lado de tierra de esas líneas han de estar suficientemente vinculadas al dominio terrestre
para estar sometidas al régimen de las aguas interiores (Art. 7.3), a los fines de evitar
abusos en la utilización de este método.
Los Estados ribereños pueden combinar ambos métodos a los fines de determinar las líneas de base, y
en función de las circunstancias de cada caso (Art. 7.4)
¿Cómo es la delimitación del mar territorial cuando se trata de Estados con costas
enfrentadas o adyacentes?
En cuanto a la delimitación del mar territorial cuando se trata de Estados con costas enfrentadas o
adyacentes, la Convención prevé en su Art. 15 tres posibilidades:
Acuerdo entre las partes
A falta de acuerdo, método de la equidistancia
Otra solución, cuando circunstancias especiales así lo impongan.
Régimen jurídico:
La soberanía del Estado ribereño sobre su mar territorial es plena, y se extiende al espacio aéreo, así
como al lecho y al subsuelo de ese mar (Art. 2.1 y 2.2). Ello implica importantes competencias
legislativas y jurisdiccionales, entre las que se destacan:
Reglamentar la navegación y la actividad pesquera; dictar leyes para prevenir, reducir y controlar la
contaminación del medioambiente marino; establecer un control aduanero y sanitario; y sancionar
las infracciones a todas estas reglas (Art. 21).
Ejercer su jurisdicción civil sobre los buques extranjeros, con las restricciones sugeridas en el Art. 28.
Así el Estado ribereño (aun cuando puede hacerlo) no debería detener ni desviar buques extranjeros
que pasen por el mar territorial para ejercer tal jurisdicción sobre personas que se encuentren a
bordo (Art. 28.1); tampoco podrá tomar contra esos buques medidas de ejecución ni medidas
cautelares en materia civil, salvo como consecuencia de obligaciones contraídas durante su paso por
las aguas del Estado ribereño o con motivo de ese paso (Art. 28.2).
Ejercer su jurisdicción penal sobre los buques extranjeros con las restricciones sugeridas
en el Art. 27. Así, (aún cuando puede hacerlo) no debería ejercer esta jurisdicción a bordo de
un buque extranjero que pase por el mar territorial para detener a ninguna persona o
realizar ninguna investigación en relación con un delito cometido a bordo de dicho buque
durante su paso, salvo en los casos siguientes:
a) Cuando el delito tenga consecuencias en el Estado ribereño;
b) Cuando el delito sea de tal naturaleza que pueda perturbar la paz del país o el buen orden en
el mar territorial;
c) Cuando el capitán del buque o un agente diplomático o funcionario consular del Estado del
pabellón hayan solicitado la asistencia de las autoridades locales; o
d) Cuando tales medidas sean necesarias para la represión del tráfico ilícito de estupefacientes
o de sustancias sicotrópicas (Art. 27.1).
Ejercer su derecho de persecución; se entiende por tal la facultad de continuar la persecución de un
buque extranjero, iniciada en sus aguas territoriales, más allá de su límite exterior, cuando haya
tenido razones fundadas para creer que el buque ha cometido una infracción a sus leyes y
reglamentos, a condición de no haberla interrumpido (Art. 111).
Artículo 2
Régimen jurídico del mar territorial, del espacio aéreo situado sobre el mar territorial y de su lecho y
subsuelo
1. La soberanía del Estado ribereño se extiende más allá de su territorio y de sus aguas interiores y, en
el caso del Estado archipiélago, de sus aguas archipielágicas, a la franja de mar adyacente designada
con el nombre de mar territorial.
2. Esta soberanía se extiende al espacio aéreo sobre el mar territorial, así como al lecho y al subsuelo
de ese mar.
Artículo 21
Leyes y reglamentos del Estado ribereño relativos al paso inocente
1. El Estado ribereño podrá dictar, de conformidad con las disposiciones de esta Convención y otras
normas de derecho internacional, leyes y reglamentos relativos al paso inocente por el mar
territorial, sobre todas o algunas de las siguientes materias:
a) La seguridad de la navegación y la reglamentación del tráfico marítimo;
b) La protección de las ayudas a la navegación y de otros servicios e instalaciones;
c) La protección de cables y tuberías;
d) La conservación de los recursos vivos del mar;
e) La prevención de infracciones de sus leyes y reglamentos de pesca;
f) La preservación de su medio ambiente y la prevención, reducción y control de la contaminación de
éste;
g) La investigación científica marina y los levantamientos hidrográficos;
h) La prevención de las infracciones de sus leyes y reglamentos aduaneros fiscales, de inmigración y
sanitarios.
2. Tales leyes y reglamentos no se aplicarán al diseño, construcción, dotación o equipo de buques
extranjeros, a menos que pongan en efecto reglas o normas internacionales generalmente aceptadas.
3. El Estado ribereño dará la debida publicidad a todas esas leyes y reglamentos.
4. Los buques extranjeros que ejerzan el derecho de paso inocente por el mar territorial deberán
observar tales leyes y reglamentos, así como todas las normas internacionales generalmente
aceptadas relativas a la prevención de abordajes en el mar.
Artículo 27
Jurisdicción penal a bordo de un buque extranjero
1. La jurisdicción penal del Estado ribereño no debería ejercerse a bordo de un buque extranjero que
pase por el mar territorial para detener a ninguna persona o realizar ninguna investigación en
relación con un delito cometido a bordo de dicho buque durante su paso, salvo en los casos
siguientes:
a. Cuando el delito tenga consecuencias en el Estado ribereño;
b. Cuando el delito sea de tal natural eza que pueda perturbar la paz del país o el buen orden en el mar
territorial;
c. Cuando el capitán del buque o un agente diplomático o funcionario consular del Estado del
pabellón hayan solicitado la asistencia de las autoridades locales; o
d. Cuando tales medidas sean necesarias para la represión del tráfico ilícito de estupefacientes o de
sustancias sicotrópicas.
2. .Las disposiciones precedentes no afectan al derecho del Estado
ribereño a tomar cualesquiera medidas autorizadas por sus leyes para proceder a detenciones e
investigaciones a bordo de un buque extranjero que pase por el mar territorial procedente de aguas
interiores.
El derecho de paso inocente:
PASO INOCENTE POR EL MAR TERRITORIAL
SUBSECCION A. NORMAS APLICABLES A TODOS LOS BUQUES
Artículo 17
Derecho de paso inocente
Con sujeción a esta Convención, los buques de todos los Estados, sean ribereños o sin litoral, gozan
del derecho de paso inocente a través del mar territorial.
Artículo 18
Significado de paso
1. Se entiende por paso el hecho de navegar por el mar territorial con el fin de:
a) Atravesar dicho mar sin penetrar en las aguas interiores ni hacer escala en una rada o una
instalación portuaria fuera de las aguas interiores; o
b) Dirigirse hacia las aguas interiores o salir de ellas, o hacer escala en una de esas radas o
instalaciones portuarias o salir de ella.
2. El paso será rápido e ininterrumpido. No obstante, el paso comprende la detención y el fondeo,
pero sólo en la medida en que constituyan incidentes normales de la navegación o sean impuestos al
buque por fuerza mayor o dificultad grave o se realicen con el fin de prestar auxilio a personas,
buques o aeronaves en peligro o en dificultad grave.
Mención aparte merece el derecho de paso inocente del que gozan los buques extranjeros (Art.
17), que configura la principal limitación de la soberanía ejercida por el Estado ribereño sobre su mar
territorial. El mismo se define como el hecho de navegar por el mar territorial con el fin de:
a. atravesar dicho mar sin penetrar en las aguas interiores ni hacer escala en una rada o una
instalación portuaria fuera de las aguas interiores; o
b. dirigirse hacia las aguas interiores o salir de ellas, o hacer escala en una de esas radas o
instalaciones portuarias o salir de ella (Art. 18.1).
Para gozar de este derecho, que corresponde a todos los buques extranjeros, sean privados o de
guerra, (los submarinos y los de propulsión nuclear deben sujetarse a ciertas condiciones – Arts. 20 y
23)
Artículo 20
Submarinos y otros vehículos sumergibles
En el mar territorial, los submarinos y cualesquiera otros vehículos sumergibles deberán navegar en
la superficie y enarbolar su pabellón.
Artículo 23
Buques extranjeros de propulsión nuclear u buques que transporten sustancias nucleares u otras
sustancias intrínsecamente peligrosas o nocivas
Al ejercer el derecho de paso inocente por el mar territorial, los buques extranjeros de propulsión
nuclear y los buques que transporten sustancias nucleares u otras sustancias intrínsecamente
peligrosas o nocivas deberán tener a bordo los documentos y observar las medidas especiales de
precaución que para tales buques se hayan establecido en acuerdos internacionales.
El Estado ribereño tiene ciertos deberes y derechos con relación a este paso. De este modo, puede
suspender temporalmente el paso inocente por ciertos sectores de su mar territorial por
razones de seguridad (Art. 25.3) y exigir a los buques extranjeros que utilicen las vías
marítimas y los dispositivos de separación de tráfico dispuestos para la seguridad de la
navegación (Art. 22). Por el contrario, tiene prohibido imponer gravámenes a los buques
por el mero paso, o realizar algún tipo de discriminación entre ellos (Art. 24.1).
Régimen jurídico:
Específicamente, la Convención prevé que en dicha zona, el Estado ribereño podrá:
a. prevenir las infracciones de sus leyes y reglamentos aduaneros, fiscales, de inmigración o sanitarios
que se cometan en su territorio o en su mar territorial; y
b. sancionar las infracciones de esas leyes y reglamentos cometidas en su territorio o en su mar
territorial (Art. 33.1).
La finalidad de reconocer una zona contigua que se superpone con la ZEE, reside en permitir al
Estado ribereño garantizar la seguridad de su territorio y obtener recursos financieros, potestades
que son ajenas a la última zona mencionada.
5.4.4. Estrechos utilizados para la navegación internacional.
Los Estrechos internacionales revisten una gran importancia estratégica y para la navegación. Desde
el punto de vista jurídico, se definen como pasos que ponen en comunicación dos partes de alta mar, y
que son utilizados con fines de navegación internacional (CIJ, Caso del canal de Corfú).
Para que sea sometido a regulación internacional, Barboza (1999) señala que el estrecho debe reunir
ciertas condiciones:
El estrecho debe estar destinado a la navegación internacional, abierto a buques de todos los Estados.
Puede tratarse de un paso obligatorio o facultativo.
Las aguas del estrecho deben formar parte del mar territorial de un solo Estado (Bósforo) o de dos o
más (Magallanes).
No debe existir ninguna franja de alta mar para la libre navegación.
Régimen jurídico:
A los fines de conciliar los intereses de los Estados ribereños y las potencias marítimas, la Convención
recepta la tesis del paso en tránsito para los estrechos situados entre una parte de alta mar o un ZEE y
otra parte de alta mar o de una ZEE (Art. 37) y lo define como la libertad de navegación y sobrevuelo
exclusivamente para los fines del tránsito rápido e ininterrumpido(Art. 38.2). El paso inocente
subsiste en dos casos:
a. en los estrechos situados entre una zona de alta mar o ZEE y el mar territorial de un Estado
extranjero; y
b. para los estrechos formados por una isla del propio Estado ribereño y el continente, si existiere una
ruta navegable alternativa de alta mar o ZEE (Art. 38.1).
Durante el paso en tránsito, buques y aeronaves deben avanzar sin demora por o sobre el estrecho y
abstenerse de toda amenaza o uso de fuerza contra la soberanía, la integridad territorial o la
independencia política de los Estados ribereños así como también de toda actividad que no esté
relacionada con sus modalidades normales de tránsito rápido e ininterrumpido, salvo que resulte
necesaria por fuerza mayor o por dificultad grave (Art. 39.1). Deberán además respetarse las vías
marítimas y dispositivos de tráfico establecidos por el Estado ribereño de acuerdo con la
reglamentación internacional (Art. 41), y no podrá durante este paso realizarse ninguna actividad de
investigación científica sin autorización previa (Art. 40).
En cuanto a las competencias y derechos del Estado ribereño con relación a este paso (Art. 42),
destaca su facultad de dictar reglamentos y leyes sobre la seguridad de la navegación, la prevención,
control y reducción de la contaminación, la prohibición de pesca, y el control aduanero, fiscal,
sanitario y de inmigración. En ningún caso el contenido de estas disposiciones puede obstaculizar o
suspender el paso en tránsito (Art. 44). Como puede verse, las facultades de control y reglamentación
de las que goza el Estado ribereño son más limitadas que en el paso inocente, teniendo además la
obligación de cooperar con los Estados usuarios de los estrechos internacionales. Por ello Barboza
sostiene que el derecho de paso se aproxima más a la libertad de navegación que al paso inocente,
existiendo además una libertad de sobrevuelo que el Estado ribereño niega en su mar territorial.
Finalmente, es importante destacar que ciertos estrechos tiene un régimen jurídico especial por
acuerdos que coexisten con las disposiciones generales de la Convención, como el del Bósforo y los
Dardanelos, el de Magallanes, el de Malaca, el de Calais y el de Torres.
Para su delimitación, se pueden fijar líneas de base rectas que unan los puntos extremos de
las islas y los arrecifes emergentes más alejados del archipiélago, a condición de que estas
líneas engloben las principales islas y comprendan una zona donde la relación entre la
superficie de aguas y la de tierras tengan una proporción entre 1 a 1 y 9 a 1 (Art. 47.1).
Régimen jurídico:
La soberanía de un Estado archipelágico se extiende a las aguas encerradas por las líneas de base
archipelágicas, denominadas aguas archipelágicas, independientemente de su profundidad o de su
distancia de la costa. Esa soberanía se extiende al espacio aéreo situado sobre las aguas
archipelágicas, así como al lecho y subsuelo de esas aguas y a los recursos contenidos en ellos (Art.
48). La misma Convención prevé sin embargo ciertas limitaciones al ejercicio de la soberanía por
parte del Estado archipelágico sobre estas aguas, tales como el deber de respetar los acuerdos
existentes con otros Estados y reconocer los derechos de pesca tradicionales y otras actividades
legítimas de los Estados vecinos (Art. 51), o el derecho de paso inocente de buques terceras banderas
a través de sus aguas (Art. 52). Para la regulación de los deberes de los buques y aeronaves durante su
paso, actividades de investigación y estudio, deberes del Estado archipelágico y leyes y reglamentos
del Estado archipelágico relativos al paso por las vías marítimas archipelágicas, la Convención remite
a las normas del derecho de paso en tránsito (Art. 55).
Régimen jurídico:
El Estado ribereño ejerce derechos de soberanía sobre la plataforma para la exploración y
explotación de sus recursos naturales. Tales derechos tienen un carácter funcional y
exclusivo, excluyendo por ello todo tipo de reivindicación por parte de otros Estados fundada en la
ocupación o utilización efectiva, aun cuando el Estado ribereño no realice en dicha zona ninguna
actividad (Art. 77.2 y 3).
El concepto de recursos naturales abarca tanto los recursos minerales como los no vivos del lecho del
mar y subsuelo.
En cuanto a los recursos vivos, sus derechos se circunscriben a las especies sedentarias (Art. 77.3 y 4).
La Convención le reconoce además al Estado ribereño:
los derechos de construir islas artificiales, instalaciones y estructuras sobre la plataforma,
reglamentar su construcción, operación y utilización y establecer las zonas de seguridad a su
alrededor (Art. 80); a autorizar y
regular las perforaciones que con cualquier fin se realicen en la plataforma continental (Art. 81) y el
de explotación del subsuelo mediante la excavación de túneles (Art. 85).
En cuanto las limitaciones a tales derechos, la Convención establece que los mismos no afectan a la
condición jurídica de las aguas suprayacentes ni a la del espacio aéreo situado sobre tales aguas (Art.
78.1), y que su ejercicio no deberá afectar a la navegación ni a otros derechos y libertades de los
demás Estados (Art. 78.2).
Finalmente, se prevé que todos los Estados tienen derecho a tender en la plataforma continental
cables y tuberías submarinos (Art. 79.1) y que El Estado ribereño no podrá impedir el tendido o la
conservación de tales cables o tuberías (Art. 79.2).
Régimen jurídico:
De acuerdo con la Convención, el Estado ribereño ejerce derechos de soberanía para los fines de
exploración y explotación, conservación y administración de los recursos naturales -vivos y no vivos-
de las aguas suprayacentes al lecho y del lecho y el subsuelo del mar (Art. 56.1.a); y de jurisdicción,
con respecto al establecimiento y la utilización de islas artificiales, instalaciones y estructuras, la
investigación científica marina y la protección y preservación del medio marino (Art. 56.1.b).
De los derechos soberanos que goza el Estado ribereño sobre la ZEE, se desprende su facultad para
adoptar medidas tendientes a garantizar el cumplimiento de sus leyes y reglamentos, y que van desde
la visita, inspección y apresamiento hasta la iniciación de procedimientos judiciales (Art. 73.1). En el
mismo artículo se establecen las limitaciones a tal potestad,en cuanto que se prevé que los buques
apresados y sus tripulaciones deben ser liberados con prontitud (previa constitución de una fianza o
garantía), y que las sanciones establecidas por el Estado ribereño por violaciones de las leyes y los
reglamentos de pesca no podrán incluir penas privativas de libertad ni ninguna forma de castigo
corporal (Art. 73.2 y 3). De igual manera, se estipula la obligación del Estado ribereño de notificar con
prontitud al Estafo del pabellón de las sanciones aplicadas (Art. 73.4).
Libertad de navegación
Libertad de tender cables y tuberías submarinos
Libertad de construir islas artificiales, instalaciones, estructuras
Libertad de pesca
Libertad de sobrevuelo
Libertad de investigación científica
Libertad de navegación: Todos los Estados, cuenten o no con litoral, tienen derecho a que sus buques
naveguen en alta mar. Cada Estado fija de acuerdo a su ordenamiento interno, las condiciones
necesarias para atribuir nacionalidad a los buques, rigiendo en la materia el principio de
discrecionalidad del Estado (Art. 91). Lo único que se exige es que exista un vínculo auténtico entre el
buque y el Estado que permita a éste ejercer en forma efectiva sobre aquél su control y jurisdicción,
para evitar así los pabellones de conveniencia. Los buques deben navegar bajo pabellón de un solo
Estado, que ejerce su jurisdicción sobre aquéllos de manera exclusiva (Art. 92). En cuanto a los
buques de guerra o pertenecientes al Estado o explotados por él, destinados a un servicio no
comercial, gozan de inmunidad de jurisdicción frente a otro Estado (Arts. 95 y 96).
Libertad de tender cables y tuberías submarinos: Todos los Estados tienen derecho a tender cables y
tuberías submarinos en el lecho de la alta mar (Art. 112). Sin embargo, esta libertad se encuentra
sujeta a ciertas restricciones, previstas en los artículos subsiguientes de la Convención: deben tener
en cuenta la existencia de los cables y tuberías ya instalados por otros Estados para no dañarlos ni
impedir su mantenimiento (Art. 114); también deben asegurar el buen estado de sus propias
instalaciones y son responsables de los daños causados a instalaciones pertenecientes a otros Estados
por buques de su pabellón o personas sometidas a su jurisdicción (Art. 115).
Libertad de construir islas artificiales, instalaciones, estructuras: El Estado ribereño tiene
jurisdicción exclusiva sobre estas instalaciones que de ningún modo adquieren la condición jurídica
de islas. Es necesaria la notificación previa para construirlas y es obligatorio advertir sobre su
presencia por razones de seguridad de navegación, protección de la pesca y medio marino (Barboza,
1999).
Libertad de pesca: Es limitada por la propia Convención así como por los tratados internacionales
que se firmen con vistas a proteger y conservar los recursos de alta mar. De acuerdo con la
Convención, todos los Estados tienen el deber de adoptar las medidas que, en relación con sus
respectivos nacionales, puedan ser necesarias para la conservación de los recursos vivos de alta mar,
y de cooperar con otros Estados en su adopción, así como también en la conservación y
administración de los recursos (Art. 117 y 118). Tomarán, sobre la base de los datos científicos más
fidedignos de que dispongan los Estados interesados, medidas con miras a mantener o restablecer las
poblaciones de las especies capturadas a niveles que puedan producir el máximo rendimiento
sostenible con arreglo a los factores ambientales y económicos pertinentes, incluidas las necesidades
especiales de los Estados en desarrollo (Art 119).
Libertad de sobrevuelo: esta libertad ya fue analizada en el apartado anterior, al referirnos al espacio
aéreo.
Libertad de investigación científica: Su regulación está prevista en los Arts. 238 y subsiguientes. Alta
mar se encuentra abierta a la investigación de todos los Estados, como asimismo de las
organizaciones internacionales competentes, sujeta al cumplimiento de las siguientes obligaciones: a)
debe utilizarse con fines pacíficos; b) las instalaciones y materiales necesarios para la investigación
no deben impedir la navegación internacional, ni cualquier otra actividad permitida en alta mar; c)
las investigaciones no deben afectar el medio marino, bajo pena de incurrir en responsabilidad
internacional; e) los Estados u organizaciones darán conocer los resultados de sus investigaciones
para cooperar con otros Estados en la prevención y control de daños al medio marino.
El orden jurídico aplicable es el del Estado del pabellón. De este modo, en caso de abordaje o
de cualquier otro incidente de la navegación que implique responsabilidad penal o
disciplinaria para el capitán o cualquier otra persona al servicio del buque, sólo el Estado
del pabellón o el Estado del cual sean nacionales esas personas tendrán jurisdicción para
someterlos a un proceso, y el buque solo podrá ser apresado por las autoridades del Estado
del pabellón (Art 97).
Ahora bien, a los fines de proteger el orden público internacional y ante la carencia de un control
centralizado, la Convención de 1982 reconoce a todo Estado un poder de policía destinado a
garantizar la seguridad, la salubridad y el orden, en virtud del cual cualquier Estado puede intervenir
en los delitos de transporte de esclavos (Art. 99), piratería (102 y ss.) y tráfico ilícito de
estupefacientes y sustancias sicotrópicas (Art. 108).
Otras competencias particulares previstas por la Convención refieren a emisiones no autorizadas de
radio y televisión desde alta mar (Art. 109), que son de competencia del Estado del pabellón del
buque, del Estado destinatario o afectado por esa emisión no autorizada o del Estado del cual la
persona que realiza esas transmisiones es nacional; el derecho de visita (Art. 101) del que gozan los
buques de guerra de cualquier pabellón cuando exista sospecha fundada que un buque mercante en
alta mar está cometiendo alguna actividad ilícita; y el derecho de persecución (Art. 111), según el cual
el Estado ribereño puede ejercer perseguir y apresar en alta mar a un buque extranjero cuando tenga
motivos fundados para creer que ha cometido una infracción a las leyes y reglamentos en las zonas
bajo su jurisdicción.
5.6.2. Fondos Marinos y Oceánicos.
En 1970, la Asamblea General de la ONU (mediante la Resolución 2749 (XXV)) sentó el principio que
los fondos marinos y oceánicos fuera de los límites de las jurisdicciones nacionales eran patrimonio
común de la humanidad, lo que implica que los recursos encontrados en ellos deben ser explotados
en interés de toda la humanidad. Este principio fue receptado por el Art. 136 de la Convención del
Derecho del Mar de 1982, que establece que la Zona -como se denomina a este espacio en la
Convención- y sus recursos son patrimonio común de la humanidad.
Debido a los múltiples intereses en juego, la regulación que hizo esta Convención sobre la Zona fue
severamente cuestionada por los Estados desarrollados, y los que la ratificaron fueron mayormente
países en desarrollo. Por ello, bajo los auspicios de la ONU, y para evitar que la Convención fracasara,
se promovieron una serie de reuniones que culminaron con la firma de un Acuerdo relativo a la
aplicación de la Parte XI de la Convención, adoptado en 1994, días después de la entrada en vigor de
la Convención. A continuación, y siguiendo el esquema propuesto por Barboza (1999), se analizarán
los dos regímenes mencionados.
Principios que rigen la Zona: ésta y sus recursos son patrimonio común de la Humanidad y las
actividades que en ella se realicen tendrán exclusivamente fines pacíficos y en beneficio de toda la
Humanidad.
Sistema de explotación y exploración: los regímenes de exploración y explotación son organizados
por la Autoridad y se dividen en dos sistemas diferentes: a) explotación realizada directamente por la
Empresa; y b) explotación realizada por la Empresa en asociación con la Autoridad, los Estados
partes, las empresas estatales o empresas privadas con patrocinio estatal. Todas las actividades
desarrolladas en la Zona se realizarán de acuerdo con un plan de trabajo aprobado por el Consejo,
previo examen de la Comisión Jurídica y Técnica. La empresa -por sí o en conjunto con un Estado o
un consorcio- será la encargada de extraer los minerales, contando con los estudios previos
realizados por el solicitante del área, quien deberá poner a disposición de aquélla la tecnología que
utilice en la Zona, e inclusive transferírsela si la empresa determina que no puede obtener en el
mercado la misma tecnología en condiciones comerciales equitativas y razonables.
La Autoridad: tiene a su cargo la tarea de organizar y controlar las actividades realizadas en la Zona y
la administración de sus recursos; está compuesta por tres órganos, más la Empresa, que también
forma parte de ella:
La Asamblea: Son miembros de ella todos los Estados partes, siendo el órgano supremo de la
autoridad ante el cual responden los demás. Sus funciones son, entre otras: la elección de los
miembros del Consejo, de la Secretaría, del Consejo de Administración y del Director General de la
Empresa; el examen de informes presentados por el Consejo y la Empresa; la aprobación de las reglas
relativas a la explotación de los recursos mineros y la distribución equitativa de las ventajas
económicas y financieras obtenidas; y la toma de medidas que protejan a los Estados en desarrollo y a
los productores terrestres.
El Consejo: Es el órgano ejecutivo, que establece la política concreta que ha de seguir la Autoridad.
Está integrada por 36 miembros, 18 de los cuales representan a los diversos intereses económicos en
juego (mayores inversores en la minería oceánica; principales consumidores o importadores de los
minerales extraídos de los fondos; mayores exportadores terrestres de los mismos minerales;
representantes de los Estados con intereses especiales); los otros 18 se reparten sobre la base de la
distribución geográfica (por lo menos uno de cada región).
La Secretaría: Se integra con el Secretario General y el personal necesario, que tienen calidad de
funcionarios internacionales que no reciben instrucciones de ningún gobierno ni ninguna otra fuente
ajena a la Autoridad. El secretario es propuesto por el Consejo y elegido por la Asamblea.
La empresa: Es el órgano a través del cual la Autoridad desarrolla sus actividades industriales y
comerciales. El Anexo 4 establece su régimen jurídico y determina que actuará de conformidad con la
política general de la Asamblea y realizará sus actividades de transporte, tratamiento y
comercialización de los minerales extraídos a través de una Junta directiva y un Director General
Sala de Controversias de los Fondos Marinos y Oceánicos: Es competente para resolver las
controversias entre los Estados partes, entre un E parte y la Autoridad, entre las partes de un
contrato, o entre la Autoridad y un probable contratista, por la denegación de un contrato. La ley
aplicable serán las normas de la Convención, los reglamentos y procedimientos de la Autoridad, y las
cláusulas de los contratos concernientes a las actividades de la Zona, vinculados con el litigio. No
tiene competencia respecto del ejercicio de las facultades discrecionales de la Autoridad, y sus
decisiones son ejecutables en los territorios de los Estados parte, de la misma manera que las
sentencias del tribunal supremo del Estado en cuyo territorio se solicite la ejecución.
El Ártico:
La Teoría de la Contigüidad –vista al analizar los modos de adquisición del territorio- que se expresa
en el caso a través de los sectores, ha sido invocada por varios países para fundar su soberanía sobre
este espacio. El casquete polar norte está constituido por una gruesa capa de hielo y ciertos
archipiélagos e islas. Los países que como Rusia, Noruega, Dinamarca, Canadá y EEUU, tienen un
litoral que da al Océano Ártico, tendrían derecho –según la teoría mencionada- a un sector del
territorio, con vértice en el polo norte y con lados en dos meridianos que lo unen con los puntos
extremos del litoral sobre el Ártico (Barboza, 1999). Si bien la validez de estas reclamaciones resulta
discutible, en la práctica las mismas introducen cierto orden en materia de soberanía sobre las islas,
amén de que difícilmente pueda pensarse en que otros Estados no contiguos puedan ser admitidos en
la competencia por el dominio de esta región.
La Antártida:
Se trata de un verdadero continente cubierto por los hielos.
Varios países reclaman su soberanía sobre distintos sectores: nuestro país, Australia, Chile, Francia,
Noruega, Nueva Zelanda y el Reino Unido.
En algunos casos los sectores se superponen parcialmente.
Los EEUU no reclamaron sector alguno pero tampoco reconocen las reclamaciones de los demás
países.
Existe un importante instrumento convencional referido a la Antártida: el Tratado Antártico,
celebrado en 1959 para excluirla del campo de la Guerra fría y facilitar la investigación científica.
Washington dic. 1º 1959. El ámbito de aplicación es la Zona comprendida al sur del paralelo 60º de
latitud austral y dentro de ella, el continente y los hielos adheridos a las costas (las aguas se
consideran alta mar).
Los miembros originales son: Argentina, Australia, Bélgica, Chile, Francia, Japón, nueva Zelanda,
Noruega, Unión Sudafricana, URSS, Reino Unido y EEUU.
El Tratado contiene una cláusula paraguas que, por una parte, preserva los derechos originados en
las reclamaciones ya hechas, y por otra, congela las pretensiones de soberanía durante su vigencia, a
la vez que priva a las actividades antárticas de la posibilidad de generar títulos válidos para futuras
reivindicaciones o para apoyar las ya existentes.
El tratado prevé en su preámbulo que (en interés de la humanidad) la Antártida se reserva
exclusivamente para actividades pacíficas y en particular para la investigación científica. En
consecuencia, se prohíbe su militarización y la realización de maniobras o ensayos con armas (Art. 1);
se excluye además toda explosión nuclear o la introducción de desechos radioactivos (Art. 5).
La falta de reglamentación en lo relativo a zonas de pesca y de la plataforma continental, sumada el
temor a la contaminación de una zona de tanta importancia ecológica, determinaron la creación de
diversos instrumentos internacionales para la protección del medio ambiente antártico, tales como
la Convención de Canberra (1980), la de Wellington (1988) y el protocolo de Madrid (1991). Este
último instrumento declara a la Antártida como reserva natural consagrada a la paz y a la ciencia y
reglamenta las actividades realizadas en ella, prohibiendo las actividades mineras y exigiendo una
evaluación de impacto ambiental antes de iniciar cualquier nueva actividad.
Finalmente, y respecto a su naturaleza jurídica es importante señalar que algunos Estados consideran
a la Antártida como espacio común internacional, desconociendo las reclamaciones de soberanía
territorial realizadas, Para Barboza, y siempre que la Comunidad Internacional completa así lo
considerara, este concepto sólo podría aplicarse a las partes de la Antártida que no han sido objeto de
reclamaciones territoriales hasta el presente. Para este autor, en tiempos en que los países
interpusieron las reclamaciones, ello no era de ningún modo así, ya que la Antártida era
considerada res nullius y nadie contrarrestó los actos de ocupación ni las pretensiones territoriales
resultantes arguyendo la nulidad de los mismos.
Los Estados ribereños de un curso de agua internacional comparten un recurso: el agua, que tiene la
característica de fluir de manera tal que el uso de la misma por una de las partes afectará
indefectiblemente su uso por el otro Estado. Esta interdependencia determina que la soberanía de
cada uno de ellos respecto al recurso agua deba ser limitada para garantizar el goce de derechos de
los demás Estados.
Amén de las normas del Derecho Internacional general que se analizarán a continuación, se destaca
que todos los grandes ríos internacionales del mundo (y también otros de menor importancia) se
encuentran sometidos a regímenes particulares previstos en tratados. Ello ocurre por ejemplo
respecto al Rin, el Danubio, el San Lorenzo, el Nilo, y en nuestro país, respecto a los ríos Paraná,
Uruguay y del Plata. En estos casos, lo que los rige no es pues el Derecho Internacional General, sino
el particular de cada tratado.
Barboza (1999) sostiene que la libre navegación de los ríos internacionales no está establecida
claramente como una norma del Derecho Internacional general.
La jurisprudencia de la CPJI habla sobre la existencia de un derecho fluvial internacional, creado a
partir de una repetición uniforme y constante de ciertas cláusulas a través de un cierto número de
tratados, y que habría consagrado entre otros, el principio de la libre navegación.
Sin embargo, como destaca el autor que comentamos, dichas normas consuetudinarias tienen una
validez regional restringida al ámbito de Europa, en donde se celebraron diversos instrumentos que
afirman la libertad de navegación de todos los Estados –ribereños o no- respecto de ciertos ríos
internacionales. El Acta del Congreso de Viena de 1815, el Tratado de Versalles de 1919 y
la Convención de Barcelona de 1921 son ejemplos de tales convenciones, aunque se aclara que el
reconocimiento del principio, aún en Europa, ha sufrido los vaivenes de la historia política del siglo
XX.
La situación es distinta en América, en donde las secciones de los ríos ubicadas en territorio de uno
de los ribereños sólo están abiertas a la navegación de los demás en virtud de tratados o concesiones
unilaterales.
La International Law Association la define como ―un área en los territorios de dos o más Estados
en la que todas las corrientes de agua superficial, tanto naturales como artificiales,
drenan una cuenca común y terminan en una desembocadura común o en desembocaduras
comunes” (Citado por Barboza, 1999, p. 437). Como consecuencia de ello, se deduce que el
uso de cualquiera de las aguas en una porción de la cuenca repercutirá sobre los usos en
otra porción del mismo sistema, y que en caso de que la cuenca sea internacional, pueden
surgir problemas entre los Estados entre los que la cuenca se divide.
A medida que crece la comprensión de que el movimiento del agua por un curso de agua es sólo una
fase de un ciclo hidrológico, otros elementos tales como las aguas subterráneas y
los glaciares se fueron incorporando a la noción de curso de agua. Éste se constituye así en un sistema
integrado que se asienta en la naturaleza del ciclo hidrológico, poniendo en evidencia la estrecha
interdependencia entre las aguas de diversas partes del curso. Ello se manifiesta por ejemplo, en el
hecho de que la contaminación de las aguas de superficie pueda amenazar a las subterráneas, y
viceversa.
La codificación del derecho de los cursos de agua para usos distintos de
navegación:
La Convención de las Naciones Unidas sobre el derecho de los usos de los cursos de agua internacionales para fines
distintos de la navegación‖, de 1997, es el único tratado universalmente aplicable a los recursos de agua dulce
compartidos.
Es una convención marco, es decir, proporciona un marco de principios y normas que pueden aplicarse y ajustarse
para adaptarlos a las características de un determinado curso de agua internacional.
Actualmente se encuentra abierta a la ratificación de los Estados por lo que estrictamente no ha entrado en
vigor; sin embargo, juega un rol importante para la consolidación de principios consuetudinarios
fundamentales y ha servido de base para la negociación de varios tratados relativos a cursos de agua
internacionales.
La Convención contiene 37 artículos organizados en siete partes:
Parte I, Introducción;
Parte II, Principios generales;
Parte III, Medidas proyectadas;
Parte IV, Protección, preservación y gestión;
Parte V, Condiciones perjudiciales y situaciones de emergencia;
Parte VI, Disposiciones diversas; y
Parte VII, Cláusulas finales. En un apéndice de la Convención se indican los procedimientos a seguir
en caso de que los Estados hayan convenido en someter una controversia a arbitraje.
Las principales disposiciones de la Convención son las que figuran en las Partes I, II, III y IV.
En la Parte I, el artículo 2 define en términos generales ―curso de agua‖ como ―un sistema de aguas
de superficie y subterráneas que, en virtud de su relación física, constituyen un conjunto unitario y
normalmente fluyen a una desembocadura común‖. Lo importante de esta definición es que incluye
las aguas subterráneas conectadas hidrológicamente con las aguas superficiales, lo cual ocurre en
gran parte de las aguas subterráneas de todo el mundo.
Seguidamente se define la expresión ―curso de agua internacional‖ como un curso de agua ―algunas
de cuyas partes se encuentran en Estados distintos‖. Ello depende de factores físicos, cuya existencia
se puede determinar generalmente por simple observación, tales como un río que constituya una
frontera o la cruce, o un lago a través del cual pase una línea fronteriza.
El artículo 5 de la Parte II, refleja el principio considerado en general como básico de la Convención y
de la legislación sobre este tema: la utilización y participación equitativas y razonables. Se estipula
que un Estado que comparte un curso de agua internacional con otros Estados ha de utilizar el curso
de agua en su territorio de manera equitativa y razonable, teniendo en cuenta a los demás
Estados que lo comparten. A fin de velar por que la utilización de un curso de agua
internacional por cada Estado sea equitativa y razonable, los Estados deben tomar en cuenta
todos los factores y circunstancias pertinentes.
En el artículo 6 figura una lista indicativa de tales factores y circunstancias.
En el párrafo 2 del artículo 5 se estipula el principio de participación equitativa, de
conformidad con el cual los Estados ―participarán en el uso, aprovechamiento y protección
de un curso de agua internacional de manera equitativa y razonable‖. Se aclara que esa
participación incluye tanto el derecho de utilizar el curso de agua como la obligación de
cooperar en su protección y aprovechamiento.
Otra disposición importante de la Convención es el artículo 7, que establece que los Estados
―adoptarán todas las medidas apropiadas para impedir que se causen daños sensibles‖ a otros
Estados que comparten un curso de agua internacional. El hincapié que se hace en la prevención es
importante, dado que con frecuencia es difícil interrumpir o modificar una actividad después de que
ésta ha comenzado y, una vez que se ha causado un daño, puede resultar muy complicado y oneroso
remediarlo.
Si bien se ha debatido la relación entre los principios establecidos en los artículos 5 y 7, lo más
acertado es interpretar que ambos son complementarios: cuando un Estado cree que ha sufrido un
daño sensible debido al uso por otro Estado que comparte el curso de agua internacional, por lo
general planteará la cuestión ante ese otro Estado.
En las negociaciones que se entablen a continuación, los artículos 5, 6 y 7 prevén, en efecto, que es
necesario llegar a una solución equitativa y razonable con respecto a los usos por ambos Estados del
curso de agua y a los beneficios que ambos deriven de esos usos. No se excluye la posibilidad de que la
solución incluya abonar una indemnización para llegar a un equilibrio equitativo entre usos y
beneficios.
En la Parte III de la Convención se establece el principio de notificación previa de las medidas
proyectadas y se indican en forma detallada los diversos aspectos de esa obligación. La esencia del
principio es que si en un Estado se prevén proyectos u otras medidas que puedan tener sustanciales
efectos nocivos sobre otro Estado u otros Estados que comparten un curso de agua internacional, el
Estado en que se prevén esas medidas debe notificar oportunamente a los demás Estados acerca de
sus planes. En caso de que los Estados notificados piensen que las medidas previstas contrariarían las
estipulaciones de los artículos 5 o 7, se prevé un período de consultas y, de ser necesario,
negociaciones, con el propósito de llegar a una resolución equitativa de la situación.
La Parte IV de la Convención trata de la protección, la preservación y la gestión de los cursos de agua
internacionales.Contiene disposiciones de protección y preservación de los ecosistemas, prevención,
reducción y control de la contaminación, y consultas sobre la gestión del curso de agua internacional,
entre otros temas.
La importancia de esas disposiciones es obvia: es necesario proteger, preservar y administrar
correctamente los ecosistemas de los cursos de agua, así como los propios cursos de agua, para que
apoyen la vida humana y otras formas de vida.
Tratados sectoriales
En el marco fijado por el Tratado del Espacio, destacan una serie de tratados, que configuran el régimen jurídico del
espacio. Los más importantes son:
El Tratado de la Luna (1979): repite los principios del Tratado del Espacio y agrega que cuando llegue a ser
posible la explotación de los recursos de la Luna, ésta será sometida a un régimen internacional. Además, proclama el
libre acceso de este cuerpo celeste a todos los Estados y la necesidad de su no contaminación por actividades
terrestres.
Tratado de registro de Objetos (1975): a los fines de identificar los objetos lanzados al espacio para poder
determinar (entre otras cuestiones, la responsabilidad derivada de su lanzamiento y su eventual devolución) se
impone la obligación a los Estados de llevar un registro y notificar al Secretario General de la ONU sobre los
lanzamientos y objetos lanzados. Este funcionario llevará por su parte un registro central.
Convenio sobre la responsabilidad (1972): El Convenio contempla dos tipos de responsabilidad por daños
generados por un objeto espacial: a) la causada sobre aeronaves en vuelo o sobre la tierra sin violación de obligación
alguna o sine delicto, que genera una responsabilidad objetiva y con escasas excepciones; y b) la causada
por un hecho ilícito sobre otra nave espacial, para la que se aplican las reglas de la responsabilidad
por ilicitud.
Salvamento y devolución (1968): amplia los conceptos y deberes de los Estados miembros previstos en el
Tratado del Espacio en materia de cooperación para el salvamentos de astronautas y de devolución de objetos lanzados
al espacio. Entre los nuevos deberes que se imponen a los Estados respecto a objetos y tripulaciones en peligro, que
han sufrido un accidente o han debido realizar un aterrizaje forzoso, Barboza (1999) los siguientes: notificar del hecho
a la autoridad de lanzamiento o hacerlo público inmediatamente; notificar al Secretario General de la ONU que deberá
difundir la noticia; prestar asistencia necesaria si cae dentro de su jurisdicción, y si está fuera de ella, la que esté en
condiciones de dar; devolver sin demora y en seguridad a la tripulación y los objetos recogidos.
MÓDULO 2 Unidad 6
6. COMPETENCIA PERSONAL DEL ESTADO.
6.1. Nacionalidad.
Como se estudió en la unidad 3, la población (constituida por nacionales y extranjeros) es un elemento
imprescindible del Estado como sujeto de Derecho Internacional.
El Estado ejerce su competencia sobre toda la población, sean nacionales o no, dentro del ámbito espacial de su
territorio, y fuera de él, con respecto a sus nacionales. En ambos casos, el D.I. le impone límites a su actuación.
6.1.1. Concepto.
Barboza recoge la definición de nacionalidad de Verdross, al definirla “como la pertenencia permanente y pasiva de
una persona a un determinado estado” (1999, p. 609).
Diez de Velasco, de manera similar, nos habla del “vínculo que liga a un individuo con una determinada organización
política estatal, determinando la pertenencia jurídica de una persona a la población de un Estado” (1997, p. 493).
Se distingue del concepto de ciudadanía, propio del derecho constitucional, que es atributo sólo de
aquellos nacionales que están calificados legalmente para ejercer derechos políticos, y que no es relevante para el
Derecho Internacional.
La población del Estado que tiene su nacionalidad, está sometida a su supremacía personal, que le impone
deberes aun cuando esté fuera del territorio nacional. Ello aparece claro en el caso del ius evocandi, que es el derecho
que tienen los Estados de requerir el regreso de sus nacionales residentes en el extranjero.
La supremacía personal y la territorial que ejercen los Estados se limitan mutuamente: un Estado no puede
imponerles a sus súbditos en el exterior deberes que entren en conflicto con la supremacía territorial
del Estado en el que residen, aunque tampoco éste puede interferir en aquélla impidiendo por ejemplo, una orden
de movilización.
¿De qué modos puede adquirirse la nacionalidad?
La nacionalidad puede ser originaria o adquirida.
Nacionalidad adquirida: se presenta cuando alguien que ya tiene una nacionalidad, adquiere o toma otra nueva
mediante el procedimiento de “naturalización”, perdiendo la anterior o conservándola en los casos en que sea posible
la doble nacionalidad.
La naturalización requiere una manifestación de voluntad de la persona y una concesión voluntaria del
Estado que la otorga. Normalmente, la normativa interna de los Estados establece además ciertos requisitos para la
concesión de su nacionalidad, y que apuntan a asegurar la existencia de una cierta vinculación de la persona con el
país (tales como la residencia durante determinado tiempo, el conocimiento del idioma nacional, cierta edad mínima
que asegura la madurez de la decisión); o bien para comprobar que se trata de un “elemento deseable” (sin
antecedentes de conducta, aptitud para trabajar, etc.). Algunos Estados exigen además la pérdida de la nacionalidad
anterior. Al ser una cuestión de derecho interno, el Estado puede rehusarse a otorgar la nacionalidad
sin indicar razones o, a la inversa, puede imponen la naturalización a un individuo contra su voluntad.
La naturalización confiere la condición de nacional a las personas, pero no siempre los mismos derechos que a los
nacionales de origen; en algunos países por ejemplo, los naturalizados no pueden ocupar cargos públicos.
En cuanto a las formas para adquirir la nacionalidad por naturalización, las mismas varían de Estado a Estado, pero
pueden señalarse como las más frecuentes el matrimonio de extranjero con nacional, o el cumplimiento de ciertas
condiciones o prestan ciertos servicios a favor del Estado o su gobierno, o la adquisición de un domicilio en el país,
entre otras.
El Estado de la incorporación: También llamado país de constitución, se entiende por tal el Estado bajo cuyas
leyes fue constituida la persona jurídica. Junto al criterio de la sede social, es uno de los criterios más utilizados.
El Estado de la sede social: Combinado con el criterio del Estado de la incorporación, es el más utilizado para
fundar la nacionalidad de las sociedades que tienen vínculos con distintos Estados.
La nacionalidad de los accionistas: Este criterio no ha sido muy utilizado en la jurisprudencia internacional. En
el caso Barcelona Traction (CIJ, 1970), la Corte negó a Bélgica la posibilidad de ejercer la protección diplomática de
accionistas belgas de una empresa fundada en Canadá, pero con sede en España, ya que las medidas contra las cuales
reclamaba el primer país fueron tomadas contra la compañía, y no contra los accionistas en particular. La Corte
sostuvo en dicha oportunidad que el ejercicio de la protección diplomática de una sociedad corresponde –según la
regla tradicional- “al Estado bajo cuyas leyes se ha constituido, y sobre cuyo territorio tiene su sede”.
La nacionalidad de las personas que ejercen el control (o Teoría del Control Efectivo): se ha aplicado
sólo en circunstancias muy excepcionales, como en tiempo de guerra, debido a la dificultad de establecer la efectividad
del control ejercido sobre una sociedad.
Otros criterios: del domicilio social; del interés del beneficiario.
Si bien los criterios del Estado de la incorporación y el de la sede social son los más utilizados y han sido reconocidos
“como regla tradicional” por la CIJ en el caso Barcelona Traction antes citado, no se trata de una norma general, por
lo que será necesario determinar en cada caso los criterios en juego y decidir en consecuencia.
Argentinos nativos:
El Art. 1 de la ley 346 adopta un sistema mixto que combina el ius soli y ius sanguinis:
De acuerdo con él, son argentinos:
Todos los individuos nacidos en el territorio de la República, sea cual fuere la nacionalidad de sus padres (ius soli).
Los hijos de argentinos nativos, que habiendo nacido en país extranjero optaren por la ciudadanía de
origen (ius sanguinis). El Decreto N° 1601/2004 establece que cuando se tratase de hijos menores de
dieciocho años de padre o madre argentinos nativos, que se hallaren en país extranjero, la opción por la
nacionalidad argentina deberá ser formulada por quien o por quienes ejerzan la patria potestad ante el
Cónsul argentino que corresponda (Art. 1).
Los nacidos en las legaciones y buques de guerra de la República (se incluyen aquí a los hijos de personas amparadas
por la extraterritorialidad, como los hijos de diplomáticos y funcionarios internacionales).
Con relación a las causales de denegación de la ciudadanía argentina, el Art. 3 del Decreto 3213/84
contempla las siguientes:
No tener ocupación o medios de subsistencia honestos
Estar procesado en el país, o en el extranjero por delito previsto en la legislación penal argentina, hasta no ser
separado de la causa
Haber sido condenado por delito doloso, ya fuera en el país o en el extranjero, con pena privativa de libertad mayor de
tres (3) años, salvo que la misma hubiere sido cumplida y hubieren transcurrido cinco (5) años desde el vencimiento
del término de la pena fijada en la condena o hubiere mediado amnistía.
Finalmente, es importante destacar que el mismo artículo establece que no podrá negarse la ciudadanía
argentina “por motivos fundados en razones políticas, ideológicas, gremiales, religiosas o raciales, en acciones
privadas o en caracteres físicos de los solicitantes.” (Art 3).
Doble nacionalidad:
Existen convenios de doble nacionalidad firmados por nuestro país con Colombia, Chile, Ecuador, El
Salvador, España, Honduras, Italia, Nicaragua, Noruega, Panamá, Suecia y Estados Unidos. En ellos se
establece que los nacionales de cada una de las partes pueden adquirir la nacionalidad de la otra, sin perder
su nacionalidad de origen. A partir de dicha adquisición, los derechos y deberes se regirán por las leyes del
país de la nueva nacionalidad, aunque no habrá necesidad de repetir el servicio militar si ya se lo hubiere
prestado. Si se regresa al país de origen, se pueden recuperar todos los derechos y deberes correspondientes
a la anterior nacionalidad.
Con respecto a los deberes, en general se les imponen los mismos que a los nacionales en lo concerniente a
relaciones de familia, sucesiones, contratos, etc. Deben además pagar los impuestos, aunque suelen ser excluidos de la
obligación de realizar contribuciones extraordinarias.
¿En qué consiste el estándar mínimo exigido en el tratamiento de los extranjeros por el
Derecho internacional?
Como se mencionó supra, las normas que reglamentan el tratamiento a los extranjeros pertenecen al ámbito del
derecho interno de los Estados, pero con ciertas limitaciones impuestas por el Derecho Internacional.
En este sentido, los autores coinciden en afirmar que existe una norma consuetudinaria general que garantiza como
mínimo a los extranjeros un tratamiento conforme a cierto standard internacional, independientemente de que el
Estado de que se trate dispense un trato peor a sus propios nacionales. Esto es, para justificar la corrección del
tratamiento dispensado a los extranjeros, un Estado no puede alegar que les dispensa el mismo tratamiento que a sus
nacionales, si es que éste no respeta las pautas del estándar mínimo referido.
En cuanto al contenido del estándar, para Diez de Velasco (1997, p. 498) comprende al menos los
siguientes derechos:
Protección de la vida y los intereses de los extranjeros contra acciones de violencia colectiva organizada en su contra.
Derecho a no ser detenido arbitrariamente y a una investigación en tiempo razonable con posibilidad de ser oído.
Derecho a no ser torturado ni sometido a tratamiento inhumano.
Libre acceso a los tribunales y no ser discriminado por razón de su nacionalidad.
Derecho al ejercicio de ciertos derechos civiles básicos. (derechos de familia).
Además de la obligación de garantizar este estándar mínimo, todo Estado tiene un deber de protección con
respecto a ellos, en cuyo cumplimiento debe poner la debida diligencia para no incurrir en responsabilidad
internacional. Ello supone fundamentalmente que todo Estado debe contar con un sistema de
seguridad mediante el cual sean protegidos por igual los nacionales y los extranjeros.
El Estado territorial no cumpliría así con su deber de protección si un extranjero o un grupo de ellos fuera objeto de
actos de violencia o discriminación, o si se produjeran disturbios xenófobos o muchedumbres amenazantes contra los
extranjeros y el Estado no tomara los recaudos suficientes para evitar que se les haga daño (Barboza, 1999)
¿Cuál es el régimen previsto por la legislación argentina para los extranjeros?
El régimen al que se encuentran sujetos los extranjeros en la República Argentina está determinado por la ley 25871 de
Migraciones del año 2004, y reglamentada por el Decreto 616/2010. En sus Arts. 4 y 6 se establecen los principios
esenciales que rigen los derechos y deberes de los extranjeros en nuestro país:
El derecho a la migración es esencial e inalienable de la persona y la República Argentina lo garantiza sobre la base
de los principios de igualdad y universalidad (Art. 4).
El Estado asegurará el acceso igualitario a los inmigrantes y sus familias en las mismas condiciones de protección,
amparo y derechos de los que gozan los nacionales, en particular lo referido a servicios sociales, bienes públicos, salud,
educación, justicia, trabajo, empleo y seguridad social (Art. 6).
“En 2005, el volumen de inmigrantes en Argentina ascendía a 1.500.142 personas, representando un 3,9% de la población total.
Según el último Censo de Población, Hogares y Viviendas, los inmigrantes proceden principalmente de los siguientes países:
Paraguay (21,2%), Bolivia (15,2%), Italia (14,1%), Chile (13,9%), España (8,8%), Uruguay (7,7%) y Perú (5,8%).25.”
Fuente: División de Población de las Naciones Unidas, 2005.
Es decir, se le reconocen a los extranjeros –siempre que respeten la reglamentación que rige su
permanencia en el país- los mismos derechos que a los nacionales, en concordancia con lo previsto por el
Art. 14 de la CN que reconoce los mismos derechos “a todos los habitantes de la Nación” sin discriminar
entre nacionales y extranjeros, y el Art. 25 que impone al gobierno federal la obligación de fomentar la
inmigración europea, prohibiéndole “restringir, limitar ni gravar con impuesto alguno la entrada en el
territorio argentino de los extranjeros que traigan por objeto labrar la tierra, mejorar las industrias, e
introducir y enseñar las ciencias y las artes”.
En este sentido, la nueva legislación constituye un avance fundamental para la plena vigencia de los derechos
humanos en nuestro país, y bajo sus lineamientos, la Dirección Nacional de Migraciones estableció el plan Patria
Grande, para ciudadanos del Mercosur, que lleva regularizada la situación legal de unos 700 mil inmigrantes.
El régimen para la admisión de extranjeros está previsto en los artículos 20 a 28 de la Ley 25871. En
ellos se establecen las distintas categorías en las que pueden encuadrar los extranjeros admitidos en el país, cada una
sujeta a sus propias condiciones: residentes permanentes (Art. 22), residentes temporarios (Art. 23) y residentes
transitorios (Art. 24).
En cuanto a las causas impedientes del ingreso y permanencia de extranjeros al Territorio Nacional, el
Art. 28 de la Ley 25871 prevé las siguientes:
La presentación ante la autoridad de documentación falsa o adulterada
Tener prohibido el ingreso, haber sido objeto de medidas de expulsión o de prohibición de reingreso
Haber sido condenado o estar cumpliendo condena o tener antecedentes por tráfico de armas, de personas, de
estupefacientes o por lavado de dinero o inversiones en actividades ilícitas o delito que merezca para la legislación
argentina pena privativa de la libertad de tres (3) años o más
Haber incurrido o participado en actos que constituyan genocidio, crímenes de guerra, actos de terrorismo o delitos
de lesa humanidad y de todo otro acto susceptible de ser juzgado por el Tribunal Penal Internacional
Tener antecedentes por actividades terroristas
Haber sido condenado o tener antecedentes por promover o facilitar, con fines de lucro, el ingreso, la permanencia o
el egreso ilegales de extranjeros en el Territorio Nacional
Haber sido condenado en la Argentina o tener antecedentes por haber presentado documentación falsa, para obtener
para sí o para un tercero un beneficio migratorio
Promover o haber promovido la prostitución o el tráfico o la explotación sexual de personas
Intentar ingresar o haber ingresado al Territorio Nacional eludiendo el control migratorio.
6.3. Protección Diplomática.
6.3.1. Concepto.
Como el individuo no puede por sí recurrir a la justicia en el plano internacional, el Derecho Internacional considera
que el daño a los nacionales de un Estado es un daño que se causa a la persona misma del Estado, al que
denomina un daño mediato (Barboza, 1999).
El Estado al que pertenece el nacional que sufrió el perjuicio, puede en virtud de esta ficción, interponer con respecto
al Estado responsable (por derecho propio y sobre la base del daño producido) la protección diplomática, que puede
ser definida como la “puesta en movimiento por el Estado de la acción diplomática o judicial en razón de los daños
sufridos por sus nacionales en el extranjero” (Diez de Velasco, 1997, p. 722).
Es importante aclarar que la protección diplomática puede ser ejercida por daños producidos tanto a personas físicas
como jurídica, con vistas a prevenir la violación de normas internacionales relativas a extranjeros; hacer cesar una
actividad ilícita; y/o obtener una reparación.
Nacionalidad de la reclamación:
En ausencia de acuerdos particulares, sólo el vínculo de la nacionalidad entre el estado y el individuo otorga a aquél el
derecho a la protección.
¿En qué momento debe existir el vínculo de la nacionalidad para fundar la protección?
Si bien es posible distinguir varios momentos importantes (el del perjuicio, el del agotamiento de los recursos
internos, el de la decisión de intervenir), no hay unanimidad en la doctrina ni en la jurisprudencia respecto a esta
cuestión. La tesis más generalizada señala que la persona debe detentar la nacionalidad del Estado reclamante tanto
en el momento de la presentación de la reclamación como en el momento del hecho que la motiva. La regla apunta a
evitar cambios de nacionalidad entre estos dos momentos, con vistas a elegir un Estado más complaciente para que
presente la reclamación.
¿Qué Estado puede ejercer la protección diplomática en los casos de doble o múltiple nacionalidad?
De acuerdo con la doctrina y jurisprudencia internacional más relevante, en los supuestos de doble nacionalidad, un
Estado no puede proteger una persona que tenga también la nacionalidad del Estado frente al que se reclama.
Por el contrario, en los casos de doble nacionalidad (y siempre que ninguno de los Estados cuya nacionalidad detente
la persona sea el Estado responsable del daño) se considera como más autorizado para ejercer la protección al estado
con el que el individuo mantenga lazos más estrechos Este criterio se conoce como el de la nacionalidad
efectiva, y ha sido desarrollado ampliamente por la jurisprudencia del TPJI y de la CJI.
De acuerdo con él, la nacionalidad debe corresponder a un vínculo real y permanente. Los Estados pueden elegir
entre varios criterios para determinar la nacionalidad de sus habitantes, pero la opción queda limitada a vinculaciones
auténticas, reconocidas con carácter general. Se citan a continuación algunos ejemplos de dicha vinculación real y
efectiva extraídos de los fallos más importantes en la materia:
Caso Nottebohm: Criterio de la nacionalidad real y efectiva: “la que concuerda con los hechos, la que se basa
en los lazos más fuertes entre la persona interesada y uno de los estados cuya nacionalidad se disputa”. (Corte
Internacional de Justicia, 1955)
Caso Canevaro: Criterio de la nacionalidad activa o de hecho: “consideración del conjunto de circunstancias
de hecho (conducta personal del interesado, domicilio o residencia habitual, lugar de trabajo, idioma utilizado, etc.)”
(Corte Permanente de Arbitraje, 1912).
Asilo Diplomático
El derecho de asilo diplomático es una institución típicamente latinoamericana, que se funda en la extraterritorialidad
de las misiones diplomáticas. Es definido como el asilo otorgado en legaciones, navíos de guerra y campamentos o
aeronaves militares, a personas perseguidas por motivos o delitos políticos (Art. 1 - Convención de Caracas sobre
Asilo Diplomático de 1954).
Si bien en sus orígenes tuvo una aplicación geográfica más amplia, desaparecería de la práctica europea cuando se
impone la extradición como recurso de cooperación judicial internacional, en cuanto que sólo era conferido en un
principio a los delincuentes comunes.
En América Latina, el asilo diplomático adquirió por el contrario rasgos de protección humanitaria, asociado al
derecho de resistencia a la opresión, la persecución política derivada de gobiernos de facto, y la desconfianza a los
procesos judiciales de los gobiernos surgidos de interrupciones constitucionales.
6.4.3. Normas aplicables.
Asilo Político o Territorial
Como señala Diez, esta materia requiere de un desarrollo convencional en el plano del Derecho Internacional, en
cuanto que no existe una convención multilateral que la regule. Sí se ha regulado un ámbito próximo como es el de los
refugiados, figura que se asemeja a la del solicitante de asilo, pero que resulta más restrictiva en cuanto que limita
taxativamente las causas que justifican la concesión de su estatuto (temor fundado de ser perseguido por motivos de
raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones políticas – Art. 1.A.2. de la
Convención sobre el Estatuto del Refugiado).
Donde sí se ha producido una regulación del asilo territorial es en los ordenamientos internos de los Estados, que
establecen los procedimientos para su concesión, sus efectos y garantías.
Asilo Diplomático
En el ámbito del Derecho Convencional Latinoamericano, se han adoptado diversas convenciones sobre la
materia, siendo la más relevante la Convención de Caracas sobre Asilo Diplomático de 1954, que intentaría
estructurar la institución luego de los severos cuestionamientos que recibiera el fallo de la CIJ en el caso Haya de
la Torre (CIJ, 1950).