Held 2
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La autoridad suprema que todos y cada uno de los estados modernos reivindican es e
reconocimiento de que esa reivindicación confiere a los demás estados el mismo derecho
a la autonomía y al respeto dentro de sus propias fronteras. La soberanía implica la
aceptación estatal de la independencia; es decir, cada Estado afirma poseer derechos
exclusivos de jurisdicción sobre un territorio y una población particulares. El principio de la
igualdad soberana de todos los Estados fue gradualmente adoptado como el principio
supremo para gobernar la conducta formal de los Estados, independientemente de cuan
representativo fueran sus regímenes particulares.
Los principios y las reglas del sistema de Westfalia no se tradujeron en forma directa en
una concepción del orden internacional, pues siempre hubo una brecha entre el
reconocimiento de la igualdad ante la ley y de status de los Estados y las asimetrías de
poder fácticas que poblaban el sistema de Estados.
Esta brecha alentó una serie de acuerdos entre las potencias que aspiraban a organizar el
orden internacional conforme a sus intereses.
Que el Estado-nación goce de una persistente vitalidad, no quiere decir que la estructura
soberana de los Estados-nación individuales no haya sido afectada por los cambios
La creciente interconexión mundial puede conducir a la decadencia o crisis de la
autoridad estatal y la exigencia de que los estados-nacion colaboren entre si de forma mas
intensa. Se verá en el siguiente argumento
Visto que sus capacidades fueron en un sentido cercenadas y en otro sentido ampliadas,
el estado comenzó a desempeñar una gama de funciones que ya no se pueden asumir de
forma aislada de las relaciones y los procesos regionales y globales.
El estado moderno esta cada vez mas atrapado en redes de interconexión mundial
permeadas por fuerzas cuasi supranacionales, intergubernamentales y transnacionales, y
es cada vez menos capaz de determinar su propio destino. La globalización es retratada
como una fuerza homogeneizadora que lima la diferencia política y la capacidad de los
estados-nación para actuar de forma independiente en la articulación y concreción de sus
objetivos de política domestica e internacional. Si bien es cierto que ha habido una súbita
expansión de los vínculos intergubernamentales y transnacionales, la era del estado
nación no está agotada en absoluto.
La durabilidad del estado del sistema estatal es la resistencia generalizada de los estados a
someter sus conflictos con otros estados al arbitraje de una autoridad superior.
Quienes presagian el fin del estado dan por supuesta con excesiva rapidez la erosión del
poder estatal ante las presiones de la globalización y no logran reconocer la persistente
capacidad del aparato estatal para moldear la dirección de la política domestica e
internacional. No todos los estados por ejemplo están igualmente integrados en la
economía mundial; por lo tanto si bien los resultados políticos nacionales estarán
fuertemente influidos por los procesos globales en ciertos países, en otros, las fuerzas
regionales, pueden perfectamente mantener la supremacía. Debe destacarse que los
procesos de globalización en sí mismos no conducen necesariamente a una mayor
integración global, esto es a un orden mundial caracterizado por una sociedad y una
política homogéneas y unificadas. Cualquier grupo que se sienta agredido por las fuerzas
globales y por regímenes políticos inapropiados o ineficaces, puede desatar nuevas
demandas a favor de la autonomía regional y local.