Binford en Busca Del Pasado - PDF - DESPUES PDF
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Binford
EN BUSCA DEL PASADO
CRÍTICA/ARQUEOLOGÍA
Directora: M.ª EUGENIA AUBET
LEWIS R. BINFORD
EN BUSCA
DEL PASADO
Descifrando el registro arqueológico
Colaboración editorial de
JOHN F. CHERRY Y ROBIN TORRENCE
Traducción castellana de
PEPA GASULL
EDITORIAL CRÍTICA
Grupo editorial Grijalbo
... .. ... BARCELONA
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Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright,
bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por
cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informáti
co, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos.
Título original:
IN PURSUIT OF THE PAST.
DECODING THE ARCHAEOLOGICAL RECORD
Thames and Hudson, Londres
l
1
fi PRÓLOGO
!>
COLIN RENFREW
NOTA EDITORIAL
Puede ser útii ai iector conocer algunos detalles de cómo llegó a ser escrito
este libro y también sobre nuestra colaboración en su producción. Durante su
visita a Europa (de octubre de 1980 a enero de 1981), el profesor Binford habló
ante audiencias de diversa índole, desde reuniones masivas a grupos reducidos
de profesionales, sobre su trabajo ya realizado y las investigaciones en curso.
También impartió clases a alumnos no graduados y discutió sus ideas con estu
diantes graduados y profesores universitarios, y también dio conferencias ante
grandes audiencias arqueológicas. En todas estas ocasiones, la respuesta fue ex
tremadamente entusiasta. A aquellos de nosotros que hemos tenido la suerte
de haber sido enseñados por Binford no nos sorprendió la cálida acogida que
recibió: tiene una gran capacidad para hacer «revivir» el pasado, para llegar a
las raíces de las controversias importantes y para sugerir aproximaciones muy
originales a los problemas metodológicos y teóricos que tiene planteados la ar
queología.
Gracias. a la previsión de Colín Renfrew, por entonces profesor de arqueolo
gía en la Universidad de Southampton (que fue la principal institución que hos
pedó a Binford durante su visita), muchas de las conferencias fueron grabadas,
con Ja esperanza de, en un futuro, poder realizar un libro basado en .una selec
ción de las charlas. Pero las cintas eran demasiado numerosas para ser publica
das sin una previa y extensa labor editorial e implicaba un excesivo trabajo que
Binford no podía realizar en su totalidad. Nosotros le conocíamos bien, éramos
entusiastas de su trabajo y de su visión general de la arqueología y además ha
bíamos acudido a la mayor parte de sus conferencias dadas en Inglaterra. Por
todo ello se nos pidió colaborar en la formidable tarea de convertir las cintas,
registradas a lo largo de dos docenas de sesiones, en un libro de interés para el
lego o el estudiante no graduado y también para los arqueólogos profesionales.
Nuestros deberes iniciales incluían registrar las sesiones, obtener (y en muchos
casos realizar) transcripciones de las cintas, establecer un formato coherente
para el libro y confeccionar un texto a partir de las transcripciones. Un primer
borrador, muy preliminar, fue enviado al autor; lo llevó con él a Suráfrica en
el verano de 1981, lo ordenó, modificó varios capítulos (principalmente debido
a su extensión), añadió introducciones a las secciones, dos nuevos capítulos y
notas a pie de página, y seleccionó las ilustraciones. En base a esta materia pri
ma enormemente mejorada, editamos la versión final. Nuestra principal tarea
fue asegurar una coherencia y, en caso necesario, simplificar en lo posible aque
llos pasajes algo inaccesibles a causa del famoso estilo de la prosa de Binford
NOTA EDITORIAL
JoHN F. CHERRY
ROBIN TORRENCE
AGRADECIMIENTOS DEL AUTOR
Este .libro ofrece un amplio debate sobre nuestro conocimiento del pasado
y los intentos realizados para comprenderlo mejor. En él expongo algunas de
mis propias experiencias adquiridas a lo largo de mi carrera como etnógrafo,
como estt1diante del compo�tamiento animal y como arqueólogo. Debo agrade
cer a todas aquellas persoriás que han hecho posible mi trabajo y que me han
animado a segl}.irlo. Concretamente, este libro debe su existenCia a las presiones
de Colin Renfrew, Robin Torrence y John Cherry. Estas tres personas, más que
ninguna otra, me instaron a grabar mis conferencias europeas y a que sirvieran
de base a un libro; los tres han sido incansables en su apoyo, ánimo e insistencia
para que esta obra pudiese ser llevada a término. Nunca podré agradecérselo
bastante.
Durante mi estancia en Europa, Colín Renfrew, Clive Gamble y Klavs
Randsborg me guiaron, couigieron y educaron en el clima intelectual europeo;
por esta causa estoy muy agradecido a estos buenos amigos. El viaje a Europa
hizo también posible una maravillosa comida con Denise y Franfois Bordes la
víspera del Año Nuevo de 1980. Fue una agradable visita, pero desgraciadamen
te iba a ser la última vez que viese a Fran�ois vivo. Por esta oportunidad estoy
también en deuda con mis anfitriones europeos.
Como menciono en el Prefacio, en este libro hago referencia a una conside
rable cantidad de investigación no terminada, una importante parte de la cual
fue llevada a cabo o estimulada durante un maravilloso viaje a Suráfrica en el
verano de 1981 (resultado de una invitación para dar una serie de conferencias
en la Universidad de El Cabo). En el curso de mi visita, tuve la agradable opor
tunidad de hacer un viaje al área del río Nossob, en el Norte de Suráfrica; allí,
durante un corto período de tiempo, compartí las experiencias de los naturalis
tas Gus y Margie Mills, que se dedican habitualmente al estudio de las hienas.
También tuve el privilegio de encontrarme con el doctor C. K. Brain, así como
con las doctoras E.lizabeth Voigt y Elizabeth Vrba (del Transvaal Museum), y
pude visitar los yacimientos de Kromdraai, Sterkfontein y Swartkrans de la
mano de los guías que mejor los conocen en el mundo. Richard Klein y el equi
po del South African Museum, en Ciudad de El Cabo, hicieron posible que es
tudiase las colecciones de fauna existentes en dicho museo, incluyendo las del
importante yacimiento de la desembocadura del río Klasies (sobre las que espe
ro presentar un trabajo próximamente). Miss Shaw del South African Museum
fue muy amable al guiarme a través de sus colecciones de fotografías y materia
les etnográficos.
AGRADECIMIENTOS DEL AUTOR 15
LEWIS R. BINFORD
1
PREFACIO
Este libro está formado por las transcripciones revisadas de una serie de con
ferencias dadas en Gran Bretaña y Escandinavia durante el otoño de 1980 y las
primeras semanas de 1981.1 Las conferencias estaban planeadas para lograr una
serie de objetivos, pero sobre todo pretendían arrojar luz sobre temas en curso
de investigación, es decir, que versaban frecuentemente sobre materias que es
taba investigando o ideas en proceso de maduración y que todavía no había de
sarrollado lo suficiente para poder ser presentadas en un artículo o monografía.
Ello significa que esta obra, al igual que las conferencias antes mencionadas,
no presenta los resultados de una investigación y pensamiento completos sino
que se trata, más bien, de una especie de ensayo sobre los avances conseguidos
en diversos temas, incluyendo también mis opiniones sobre el trabajo de otros
investigadores. De todos es sabido que los arqueólogos publican los resultados
de una investigación mucho tiempo después de haber concluido los trabajos;
por otro lado, el estímulo que proporciona la discusión e intercambio de ideas
-que constituye el acicate de la investigación- normalmente tiene lugar entre
un «grupo restringido» de amigos y colegas y raramente sobrepasa estas fronte
ras antes de la aparición de las tardías publicaciones sobre el trabajo acabado.
Por tanto, las conferencias tienden a rellenar él vacío existente entre la excita
ción que proporciona la investigación en curso y la poca atractiva tarea que im
plica el preparar la publicación «final». Espero que al dar a conocer mi pensa
miento e investigación actuales pueda compartir parte de esta excitación, de ma
nera que otras personas se vean también estimuladas por el atractivo del trabajo
no acabado. He intentado ofrecer la información suficiente que permita mostrar
la.línea seguida en la prosecución de algunos razonamientos, aunque general
mente no presento «conclusiones»: de hecho, en algunos casos no estoy todavía
seguro de cuáles serán. Mi actitud acerca del trabajo de otros está, naturalmen
te, condicionada por mis propias experiencias e intereses actuales, pero a pesar
de esto he intentado ofrecer una especie de «estado de la cuestión» respecto a
ciertas áreas de la investigación.
Hace algunos años perfilé un programa de investigación de largo alcance
proponiendo que los estudios sobre los restos de fauna, sobre el uso organizado
del espacio y sobre los sistemas ecológicos fuesen considerados los más prove
chosos para el desarrollo de una teoría explicativa en arqueología.2 La mayor
parte de mi trabajo sobre los restos faunísticos ya ha sido publicada, pero no
puedo decir lo mismo de una parte fundamental de la investigación relacionada
con los criterios para diagnosticar el carroñeo, considerado como táctica para
PREFACIO 17
2. - BTh"'FORD
18 EN BUSCA DEL PASADO
ge, qué aspecto tendría en su época, e incluso sobre qué sucesos pudieron mo
dificar el registro arqueológico hasta conseguir la apariencia observada en el
momento de la excavación. Todas estas inferencias habían podido efectuarse
gracias a la conexión establecida entre las observaciones arqueológicas y los
principios y leyes causales tomados de la mecánica, de la física y de los campos
relacionados con la ingeniería aplicada. Sin embargo, era interesante su renuen
cia a considerar la naturaleza de la sociedad en la que el yacimiento había fun
cionado. ¿Cuál era la razón de esta actitud? La respuesta puede ser simplemen
te que no existen principios fiables o teorías de la cultura y la sociedad a las
cuales el prof esor O'Kelly pudiera apelar para justificar las inferencias realiza
das a partir de sus observaciones. Lo que pretendo sugerir aquí es que los ar
LA CIENCIA DE LA ARQUEOLOGÍA
de estas gentes (la dinámica) con las consecuencias de este comportamiento vis
to a través de la distribución, diseño y modificación de los instrumentos de pie
dra (la estática). Parte de este trabajo se describe brevemente en el capítulo 7.
Mi objetivo era estudiar la estática y la dinámica en un contexto actual. Si lle
gásemos a comprenderlas en todos sus matices, contaríamos con una especie de
piedra Rosetta: un sistema para «descifrar» lo estático, pasando de los instru
mentos líticos encontrados en un yacimiento arqueológico a la vida que llevaban
las gentes que los dejaron allí.
Los nexos entre lo que encontrarnos y las condiciones que dieron lugar a su
producción sólo pueden estudiarse a partir de pueblos actuales (fig. 1). Yo he
trabajado sobre este problema con los nunamiut, un grupo de esquimales, caza
dores de caribú en Alaska ,7 y con ios navajos, que son pastores de ovejas en el
Sudoeste americano;8 y tengo vario s estudiantes trabajando entre los··bosquima
nos !Kung en el Sur de África. Todos estos trabajos de campo están planteados
con la finalidad de poder estudiar de manera directa los nexos entre las cosas
que encontramos como arqueólogos y los diversos comportamientos que dieron
como resultado la producción, modificación y disposición eventual de estas co
sas. 9
La arqueología experimental 10 es otra área de investigación en la que el pre
sente es usado para servir al pasado , con el objeto de proporcionar observacio
nes para la exacta interpretación del registro arqueológico. Una gran parte de
este método de trabajo fue iniciado en Gran Bretaña. Comprende la recreación
experimental de sucesos o procesos que sabemos deben haber ocurrido en el
pasado, para observar cuál habría sido el resultado arqueológico . Por ejemplo ,
s i una casa s e quema 1 1 y l a erosión d e sus restos tiene lugar durante u n largo
período, ¿cuál sería el resultado que verían los arqueólogos? ¿De qué manera
se habrían modificado la estructura original y su contenido? Son problemas que
podemos abordar a través de la experimentación. La investigación, en este sen
tido, nos permite evaluar hasta qué punto podemos aceptar lo que vemos como
directamente referible al pasado , o como algo deformado de maneras diversas
por los procesos intermedios. Otra de las ventajas de la experimentación es la
posibilidad de reproducir las técnicas de los artesanos antiguos, es decir, apren
der a hacer instrumentos de piedra ,12 cerámica y otro productos empleados en
las tecnologías prehistóricas y aplicar los nuevos conocimientos a situaciones di
ferentes, de forma que nos permitan solucionar problemas: este tipo de trabajo
puede contribuir a un mayor entendimiento del registro arqueológico. Creo que
estamos en condiciones de afirmar que los arqueólogos empezarán a emplear
estos métodos experimentales, con mayor frecuencia de lo que lo han hecho en
el pasado, cuando empiecen a ser conscientes de que el mero hecho de encon
trar un objeto carece prácticamente de valor si no se le puede revestir de con
tenido.
Los documentos históricos constituyen otra fuente importante de informa
ción, que sólo recientemente ha empezado a ser utilizada por los arqueólogos.
El objeto de la investigación «etnoarqueológica» se centra en la búsqueda de
datos significativos sobre la formación del registro arqueológico. El arqueólogo
que trabaja en un asentamiento y observa las .diferentes actividades que llevan
a cabo sus ocupantes cree que podrá identificar ciertos modelos arqueológicos
DESCIFRANDO EL REGISTRO ARQUEOLÓGICO 29
Birhor
Bosquimanos G/wi
una vez conocidas las actividades que los produjeron. Ahora bien, simplemente
estar allí y mirar no es la única manera de obtener esta información, pues existe
también una cantidad importante de documentos escritos que describen las ac
ciones del hombre del pasado. A menudo, el estudio de los documentos histó
ricos nos sirve, no sólo para identificar los lugares de ocupación antiguos , sino
también para informarnos de lo que allí sucedía, qué nivel de especia1ización
artesanal existía, por ejemplo, o detalles referentes a la organización social del
asentamiento. Una vez conocidos estos aspectos sobre la dinámica del asenta
miento , estamos en condiciones de excavar el yacimiento y relacionar Jos hallaz
gos con las noticias que poseemos sobre las actividades y procesos que tuvieron
lugar hace tiempo. Este uso de la historia como una forma de control experi
mental está todavía en sus inicios, aunque esperamos que en un futuro se pro
duzcan grandes progresos en esta dirección . 1 3 El número de personas que toda
vía hacen instrumentos de piedra para la caza y siguen un modo de vida nómada
disminuye cada día; por tanto, las futuras generaciones de arqueólogos tendrán
escasas oportunidades de estudiar a las gentes que usan este tipo de instrumen
tos. Pero la existencia de documentos históricos que contienen observaciones
hechas por individuos actuales sobre la diná1nica de los yacimientos en el pasado
per1nite excavarlos y, en base a los relatos existentes sobre dichos lugares, inten
tar relacionar lo que encontramos en el terreno con las informaciones históricas .
De todos modos, la palabra escrita no es el único documento histórico que
existe ; afortunadamente, durante los últimos cien años hemos sido capaces d e
realizar fotografías. Muchas d e ellas fueron tomadas a principios d e siglo , cuan
do todavía existían numerosos pueblos que vivían al margen del desarrollo tec-
30 EN BUSCA DEL PASADO
nológico. ¿De qué manera podemos emplear tales fotografías para que nos pro
porcionen una información arqueológica útil? Mi experiencia me sugiere que
no es tarea fácil . Por ejemplo , es necesario conocer una serie de detalles, tales
como la distancia focal de los lentes de la cámara, si queremos convertir una
fotografía oblicua (es decir, tomada por una cámara sostenida a mano y miran
do al paisaje) en un mapa que, de todos modos, no será análogo a los que un
arqueólogo realizaría al excavar un yacimiento. Una vez estos problemas técni
cos estén resueltos, y estoy seguro de que se logrará, estaremos en condiciones
de aprovechar de una manera mucho más rentable los cientos de miles de foto
grafías etnográficas tomadas en un pasado relativamente reciente. Las fotogra
fías tienen una inmediatez maravillosa: podemos ver una persona del pasado
sentada frente a nosotros y conocer lo que estaba haciendo en aquel momento.
Consecuentemente, se pueden poner en conexión las relaciones espaciales de l a
gente con los hogares, de l a s casas con J a gente , de l o s hogares con las casas·,
en un contexto behaviorístico que normalmente es difícil de establecer, incluso
con la ayuda de la palabra escrita. Con las fotografías se consigue tener, simul
táneamente, una fugaz visión del comportamiento en el pasado y una especie
de «mapa» , una enorme ventaja que los arqueólogos seguramente capitalizarán
en el futuro.
Tenemos, por tanto , tres importante.s campos de investigación a desarrollar:
el estudio de los pueblos contemporáneos, la creación de situaciones exp.erimen
tales que nos permitan controlar las causas a fin de estudiar los efectos, y el uso
de documentos históricos de diferentes clases, todos ellos campos de investiga
ción que la arqueología contemporánea está empezando a desarrollar de forma
significativa. A medida que estos aspectos van adquiriendo importancia, la ima
gen popular del arqueólogo , calado con un casco, descubriendo una tumba, será
sustituida por la de un individuo ecléctico, interesado en casi todos los dominios
de la actividad humana que conducen a resultados que pueden quedar reflej ados
en el registro arqueológico.
tramos estos instrumentos de piedra tan antiguos son depósitos geológicos crea
dos por agentes naturales, no por el hombre : éste simplemente estuvo presente
en el contexto ambiental durante el periodo de tiempo en que los procesos na
t urales que formaron los yacimientos estaban en pleno desarrollo, y no hay ra
zón para suponer que todos los hallazgos ap arecidos en tales yacimientos se
puedan relacionar. En otro yacimiento del Africa oriental han aparecido unas
huellas de homínidos conservadas en la roca a las que se les atribuye una anti
güedad de unos 3 millones de años. 15 Pero éstas no eran las únicas huellas; tam
bién fueron identificadas huellas de elefante, jirafa, pintada e incluso de peque
ños gusanos. S ería bastante absurdo llegar a la conclusión de que la asociación
de huellas de homínidos y de elefante implica que el hombre antiguo era pastor
de elefantes . Sin embargo , es precisamente el tipo de lógica usada por los ar
queólogos que, a partir del hallazgo de instrumentos de piedra y huesos de jirafa
en un mismo depósito , presuponen que el hombre mató a la mencionada jirafa.
De hecho, ésta quizá murió por causas naturales y los instrumentos de piedra
fueran utilizados y abandonados en el yacimiento cientos de años después, sien
do utilizados, tal vez, para cortar productos vegetales. Si los arqueólogos quie
ren comprender el pasado correctamente , tendrán que solucionar el problema
de separar los diversos procesos y comportamientos que llevaron a la formación
de un depósito ; estos temas los discuto con más detalle en los capítulos 2 y 3.
Otra controversia interesante que plantea la arqueología gira en tomo a la
pregunta de si todas las características que consideramos puramente humanas
se iniciaron al mismo tiempo o bien eran emergentes, en el sentido de que sur
gieron en contextos diferentes. ¿Puede considerarse la evolución de la, por así
decirlo, verdadera esencia del hombre como una especie de «salto cuantitativo»
o más bien se trata de un proceso de crecimiento progresivo? De nuevo, la res
puesta es, simplemente, que no lo sabemos. Se ha dicho, por ejemplo , que la
adopción por parte del hombre de la postura erguida, sobre dos piernas , cons
tituye un salto cuantitativo porque libera las manos; el uso de las manos hizo
posible la fabricación de instrumentos; los instrumentos propiciaron el lenguaje;
y el lenguaje preparó el camino a muchos cambios en la organización social,
tales como el reparto del alimento y la adopción de actitudes altruistas. Ésta es
una vía de evolución sobre la que tengo bastantes dudas. Personalmente, creo
que no deberíamos subestimar la necesidad de planificación que tuvieron los
antiguos cazadores para poder solucionar , por ejemplo, el problema del abaste
cimiento de alimento durante la estación del año en que las plantas no crecen.
Quizá fuera en el contexto de la caza donde la acumulación de información y
su procesado empezaron a jugar un .papel más importante para nuestra evolu
ción. Mi planteamiento, sin embargo, es que el desafío que nos plantea la inves
tigación del pasado consiste en buscar caminos que nos permitan descubrir si
tales orientaciones son correctas o no .
Uno de los interrogantes más importantes que podemos examinar a través
de la investigación arqueológica es el que hace referencia al momento en que
surgieron comportamientos característicos que creémos nos distinguen de otros
animale s y de qué manera podemos entender su desarrollo. Contamos también
con un segundo grupo ·de problemas , relacionado con el anterior, que constitu
ye, y es fácil hallar la razón, un tema de fascinación y especulación para mucha
DESCIFRANDO EL REGISTRO ARQUEOLÓGICO 33
3. � BINFORD
34 EN BUSCA DEL PASADO
minos de igualdad con las disciplinas de investigación que poseen una metodo
logía más histórica.
La arqueología se inicia, por tanto , en el pasado remoto, en el mismo co
mienzo de nuestra historia biológica, un período en el que nuestro desconoci
miento sobre el comportamiento humano es casi total, y prosigue a lo largo de
toda la evolución hasta la complejidad del mundo moderno . ¡ Tal es el campo
de acción de la arqueología! Pero, ¿ofrecen los arqueólogos perspectivas especí
ficamente arqueológicas que las diferencien de otros campos al tratar, por ejem
plo, los orígenes del sedentarismo o la aparición de los sistemas políticos com
plejos? Creo que la respuesta debe inevitablemente ser «SÍ». Los arqueólogos
inician su investigación con los objetos materiales y es natural que adopten pun
tos de vista materialistas; a menudo , avanzan argumentos de naturaleza pragmá
tica en contextos donde son mucho más corrientes los argumentos de tipo psico
lógico, y creo que pueden ser útiles aunque sólo sea porque proporcionan una
base concreta a ciertos debates de largo alcance.
Las respuestas a los fascinantes Grandes Interrogantes que he mencionado
anteriormente y que discutiré más adelante dependen de la interacción entre la
observación, por un lado, y la investigación para dar sentido a las observacio
nes, por el otro. Esto genera un impulso y este impulso está creciendo, como
ocurre con la disciplina arqueológica en su conjunto: existen muchos más ar
queólogos en la actualidad que hace cincuenta años. Por consiguiente, muchas
áreas de la investigación han dejado de ser simples utopías arqueológicas y se
han convertido en problemas reales que pueden ser afrontados inteligentemen
te, y también solucionarse; en lugar de vagas generalidades sobre el pasado,
esperamos obtener información fiable . Sin embargo, nuestros Grandes Interro
gantes no se resolverán trabajando en nuestro país o provincia y a pequeña es
cala, sino que requieren una investigación que comprenda amplios períodos de
tiempo y extensas áreas geográficas. La comunidad de investigación arqueológi
ca es cada vez más internacional y la bibliografía sobre el tema que nos ocupa
ha crecido hasta abarcar muchas lenguas. La investigación realmente excitante
está progresando y las soluciones a nuestros principales problemas no las pode
mos considerar lejanas, sino que, en algunos casos , están ya a nuestro alcance.
Primera parte
¿CÓMO ERA?
¿Cómo era el pasado? , ¿cómo vivían los hombres? , .¿cuán diversos eran sus
estilos de vida? Éstas son, quizá, las preguntas más repetidamente consideradas
por los arqueólogos y también por los legos. En la bibliografía arqueológica han
llegado a asociarse a uno de los objetivos de la arqueología: «reconstruir el pa
sado». Pero si queremos alcanzar una parte ele este objetivo debemos desarro
llar una metodología rigurosa que nos permita interpretar los restos arqueol.ógi
cos. En esta primera parte del libro, espero demostrar la necesidad del empleo
de técnicas interpretativas específicas de la arqueología y discutir , a modo de
ejemplo, algunos de los problemas que se plantean cuando preguntarnos qué
ocurría hace 1 millón de años, durante el período en que vivieron nuestros an
tepasados honúnidos.
Al objetivo de reconstruir el pasado se ha asociado frecuentemente el desa
fío que el arqueólogo americano Walter Taylor propuso a la arqueología en
1948.1 En realidad, dicho investigador pretendía algo muy diferente de lo que
muchos arqueólogos piensan.2 Taylor estaba interesado en la reconstrucción de
«contextos culturales» del pasado, que consideraba como estados de ánimo o
«configuraciones»:
Creo que no nos hallaríamos ante esta incertidumbre si los arqueólogos hubie
sen examinado su material de una form a similar a la que se propone en el presente
estudio, considerando los vestigios culturales como ideas y no como objetos mate
riales, imaginando el comportamiento cultural como intermediario entre las ideas
y l os objetos materiales; en resumen, si hubiesen re conocido la diferencia existente
entre sus pro pi as agrupaciones empíricas y descriptivas y las categorías culturales
de los püeblos que estaban estudiando.3
Tal como indica este pasaje, Taylor no pretendía que los restos arqueológicos
fuesen investigados en función de los procesos mecánicos y behaviorístic0s que
los produjeron, tanto formal como comextualmente, sino que pensaba que de
bían considerarse en el medio intelectual en que operaban. Hacía referencia a
un modelo de «normas mentales» que simbolizaran las «ideas g11e se encuentran
tras los artefactos». 4
En los capítulos siguientes, deseo demostrar que a menudo intentamos cono
cer ciertos hechos ·a cerca del pasado que tienen poca relación, si es que tienen
alguna, con las ideas, configuraciones mentales o incluso con la cultura en sen
tido estricto. Para estudiar ciertas formas de comportamiento, no hay necesidad
de descubrir las ideas responsables de la manufactura de los artefactos o de
otros datos extraídos del registro arqueológico. Algunas veces nuestras pregun
tas acerca de cómo era el pasado implican averiguar los papeles que nuestros
antepasados desempeñaron en sus contextos ambientales: la información reque-
38 EN BUSCA DEL PASADO
esta parte del libro, pasaré revista a la historia de algunas investigaciones impor
tantes realizadas sobre el hombre antiguo y, al hacerlo, ilustraré de qué forma
algunos arqueólogos, incluyéndome a mí, estamos intentando desarrollar méto
dos para hacer inferencias que sean más fiables que las realizadas anteriormen
te. Si nuestros esfuerzos tienen éxito, algún día realmente sabremos algo acerca
del pasado.
2. ¿ERA EL HOMBRE
UN Cil-..ZAD OR PODEROSO?
¿Qué clase de criaturas eran nuestros antepasados más antiguos que habita
ron la sabana africana hace 2 millones de años? Sólo a partir de una época re
lativamente reciente empez.amos a saber algo acerca de los seres a partir de los
cuales evolucionó el hombre moderno, dónde vivían o incluso qué aspecto te
nían. Por tanto, el desafío metodológico que representa el intento de conocer
su comportamiento es algo nuevo, y creo que los arqueólogos actuarán correc
tamente si sus métodos nos permiten saber cómo era la vida en una época tan
remota. El Paleolítico Inferior, de hecho, es una especie de campo de pruebas
para los métodos y técnicas arqueológicos: ¿hasta qué punto pueden informar
nos de un pasado, tan antiguo que apenas nos lo podemos imaginar, si están
basados en la experiencia moderna? En este capítulo expongo algunas opiniones
sobre el clima intelectual (en evolución constante) que impera en este campo
de la investigación y sugiero un esquema de análisis que · puede ser fructífero.
1
dencia; algunas partes anatómicas eran dejadas en el lugar de la matanza, mien
tras otras se transportaban para ser comidas; y, lo más significativo de todo,
11
42 EN BUSCA DEL PASADO
que algunos huesos eran llevados al hogar para ser usados como instrumentos.
¡ Súbitamente teníamos un modelo completamente nuevo del pasado, una nueva
noción del hombre! Si Ja imagen supuesta por Dart para explicar Jo que veía
era correcta, el hombre en ese período de gran antigüedad se comportaba en
gran medida como usted o como yo: cazaba (algunas veces empleando sistemas
particularmente violentos) , tenía una vivienda base permanente, dormía repeti
damente en el mismo lugar, llevaba el alimento a su área dormitorio, vivía en
algún tipo de casas (fig. 2) , todo ello rasgos behaviorísticos del hombre, que se
diferencian bastante de los rasgos correspondientes a los otros primates. Al
combinar las observaciones con la imaginación , había surgido no sólo la imagen
de una forma muy ancestral del hombre, sino la idea de que estos antepasados
eran poderosos cazadores, «matadores consumados»:4
Los predecesores del hombre . . . cogían presas vivas mediante el uso de la vio
lencia, las golpeaban hasta matarlas, despedazaban sus cuerpos rotos, los desmem
braban miembro a miembro, apagaban su sed voraz con la sangre caliente de las
víctimas y devoraban ansiosamente la carne maltratada y amoratada.5
Pero había también otra causa bastante convincente que justificaba este ar
gumento. Dart razonó que era natural que el hombre experimentase con los
objetos que estaban a su alcance y si aquellos antepasados de cuerpo pequeño
eran, de hecho, matadores depredadores, algunos de los objetos con los que
más probablemente experimentarían serían, sin duda, los huesos de la presa
muerta. Dart pensaba que era lógico que los primeros instrumentos del hombre
fueran mazos, porras y sierras de hueso, porque los huesos de los animales tie
nen propiedades naturales que los hacen utilizables sin ninguna elaboración pre
via. Una mandíbula inferior de antílope puede ser utilizada como sierra sin que
sea preciso efectuar ningún tipo de modificación; los sólidos huesos de las extre
midades superiores conforman al romperse hermosos puñales , puesto que tien
den a quebrarse con una fractura en espiral que produce puntas afiladas. ¿Uti
lizaron nuestros remotos antepasados humanos, aquellos poderosos cazadores,
tales huesos como instrumentos?
Koobi Fora -X
! �
Garganta de Olduvai
Hotentotes kuiseb
Río Nossob
(}
Makapansgat
Sferkfontein
-�1
1
han aparecido restos de homínidos
l. R. 8. primitivos.
L A ALTERNATIVA DE LEAKEY
una criatura parecida al hombre , que descansaba sobre el suelo vuelto hacia
abajo. u La excavación del depósito se llevó a cabo casi inmediatamente y reveló
el extraordinario cráneo fósil que Leakey llamó Zinjanthropus. Desde el mo
mento de su aparición se vio con claridad que este cráneo era el de una criatura
bastante diferente de las descritas anteriormente por Dart. Estas últimas eran
relativamente pequeñas y gráciles. con mandíbulas de tamaño moderado. Pero
la mandíbula de este especimen era digna de tenerse en cuenta: la superficie
. del tercer molar era casi tan grande como un cuarto de dolar americano o una
moneda de dos peniques británica. Los músculos de la mandíbula debieron ha
ber sido enormes. porque no había suficiente espacio en la superficie de la ca
beza· para albergar su unión y era necesaria la presencia de una cresta saliente
de hueso , conocida como cresta sagital. para adherir los músculos (como sucede
con el cráneo del perro). El Zinjanthropus no se parecía en absoluto , en éste y
otros muchos aspectos, al hombre moderno. pero era evidente que caminaba
erguido, era bípedo y tenía una gran caja craneana. El descubrimiento por parte
.� de Leakey de este «australopitecino robusto» en Olduvai complicaba todavía
más los ya complejos argumentos anatómicos. Formas similares se habían en
contrado anteriormente en Suráfrica. pero su cronología relativa no era segura.
¿Eran más antiguos o eran en gran parte contemporáneos?
Lo más importante . con todo. era que el cráneo fósil del Zinjanthropus se
11
encontraba en un depósito junto con unos instrumentos de piedra incuestiona
bles; al contrario de lo que había sucedido con los «instrumentos» de hueso de
Dart, en este caso no se requería imaginación para ver que se trataba de instru
mentos. Los arqueólogos ya habían desarrollado criterios fidedignos con los que
1
46 EN BUSCA DEL PASADO
podían reconocer los instrumentos de piedra producidos por la mano del hom
bre, y gran parte de las personas cualificadas en el tema estuvieron de acuerdo
en afirmar que las piedras encontradas en los depósitos junto con el cráneo del
«Zinj» eran realmente instrumentos. Por tanto , no se podía discutir que, al me
nos, una de las ideas de Dart había sido constatada.
Por otra parte, existía la oportunidad de comprobar si la visión de Dart so
bre «el hombre, cazador poderoso» era correcta, porque los depósitos contenían
un homínido en asociación, no sólo con instrumentos de piedra, sino también
con muchos huesos pertenecientes a otras criaturas. En 1959, en las primeras
publicaciones aparecidas en diversos medios, Leakey anuncíó que los huesos
asociados eran de pájaros pequeños, tortugas, cerdos jóvenes y también huevos
de pájaro.15 Ello inducía a pensar que el hombre antiguo era esencialmente ve
getariano , pero un vegetariano que comía carne de manera ocasional cuando
surgía la oportunidad: si por azar se encontraba con un nido de pájaros, robaba
los huevos ; si de manera casual daba con un lagarto, probablemente se lo co
mía; si el encuentro era con un cerdo que había tenido descendencia hacía poco ,
probablemente robaba los cerditos . Como comentaron Washburn y Howell:
1
vívoros , tan característicos del Pleistoceno africano.16
Todo parecía indicar que los datos .de las excavaciones apoyaban realmente
el punto de vista original de Dart sobre el hombre antiguo. ¡ Ciertamente, un
escenario en el que había cazadores lo suficientemente diestros como para aba
tir caballos, antílopes grandes, okapis y otros animales parecía incompatible con
las primeras hipótesis de Leakey, que hablaban de un tímido vegetariano que
bebía los huevos de pájaro y se disculpaba por pisar lagartos !
El material de Olduvai parecía no ofrecer dudas. La mayor parte de los in
vestigadores estaban dispuestos a considerar, en base a las asociaciones observa
. das entre instrumentos y huesos , que se trataba de «lugares de ocupación» gene
rados por las acciones de los homínidos antiguos. Por ejemplo, en el sector FLK
J\IÑ3 parecía casi seguro que Leakey había sacado a ia luz una superficie de tie
rra antigua que no había sido alterada excesivamente : en el suelo fueron halla
dos los restos intactos de una serie de tortugas de tierra con sus huesos casi en
la posición anatómica correcta . Cerca de las tortugas había in situ vértebras y
costillas de un antílope africano con instrumentos de piedra alrededor. Aunque
algunas áreas no presentaban un aspecto tan evidente como ésta que acabamos
de describir, muchos espacios que contenían huesos y piedras asociados fueron
considerados como lugares de ocupación. Una vez aceptado que los contenidos
de estos emplazamientos eran atribuibles a las acciones de los homínidos, la
imagen del hombre cazador no se veía contradicha por los hallazgos, sino todo
lo contrario. Por ejemplo, en el sector llamado FLK, Mary Leakey18 excavó un
nivel que contenía los restos de un Dinotherium. Este extraño animal pleistocé
nico presentaba unos dientes tan enormes como colmillos de elefante que salían
de su mandíbula inferior a modo de cargador frontal y que utilizaba para escar
bar en los pantanos para obtener sus alimentos vegetales. Uno de estos grandes
animales se encontraba aquí, en el FLK, parcialmente desarticulado y cerca de
instrumentos de piedra bastante definidos. La oposición a la idea del hombre
1
antiguo como poderoso cazador se calmó , de manera comprensible.
Desgraciadamente, Louis Leakey murió en 1972, mientras estaba buscando
fondos para poder proseguir las excavaciones, y su trabajo ha sido proseguido
por su esposa Mary y su hijo Richard en otros lugares. La evidencia de Leakey
en Olduvai, sin embargo, sirve como base a las opiniones más comunes y co
rrientes sobre la naturaleza del comportamiento homínido primitivo , los puntos
de vista que pueden hallarse prácticamente en todos los libros de texto de la ac
tualidad. Hay que admitir que en ninguno de los depósitos estudiados hasta en
tonces del Olduvayense (es decir, del Olduvai más antiguo) se habían encontrado
huellas de fuego y que los niveles con instrumentos de piedra tampoco conte
nían ejemplos evidentes de los tipos de instrumentos de hueso que Dart propo
nía; la falta de la evidencia necesaria para demostrar dos de. los criterios de Dart
daba pie a que se cuestionaran sus argumentos a este respecto , aunque la histo
ria de los instrumentos de hueso y de la fauna a muchos les parecía inequívoca.
La nueva ortodoxia queda bien reflejada en los numerosos escritos de Glynn
Isaac, uno de los africanistas contemporáneos más importantes.19 La imagen del
pasado (fig. 5) que describe es expresada vívidamente en el siguiente pasaj e :
11
mi opinión, debería proporcionar Ja base para un examen mucho más realista
4. - Bl"-FORD
50 EN BUSCA DEL PASADO
de este material antiguo. Gran parte de este nuevo impulso se debe al innova
dor trabajo iniciado a mediados de los años sesenta por el surafricano C. K.
Brain (fig . 7). 21
El primer trabaj o de Brain se había desarrollado en unos depósitos surafri
canos similares, en algunos aspectos, a los que Dart había utilizado como base
para sus argumentos acerca del uso de los instrumentos de hueso y también so
bre la caza de animales por parte de los australopitecinos. No he mencionado
hasta ahora la existencia en Suráfrica de otros yacimientos importantes (fig. 3)
que proporcionaron conjuntos faunísticos asociados a restos de australopiteci
nos. Uno de los líderes de las investigaciones llevadas a cabo en el yacimiento
de Sterkfontein y en otros situados en la misma área fue R. Broom, quien junto
con G. Schepers lanzó la idea de que las acumulaciones de huesos probablemen
te eran obra de las hienas y no lugares de ocupación o bases domésticas de hom
bres antiguos muy «depredadores» . De hecho, el punto de vista de muchos in
vestigadores eminentes 22 antes del descuprimiento de Leakey (instrumentos en
los niveles del Zinj) era el de que el material de los yacimientos surafricanos
quizá podía atribuirse a otros animales o era el producto de la acción carroñera
por parte de nuestros primeros antepasados. Los hallazgos de Leakey parecían
ser incompatibles con tales ideas.
El problema inicial con el que se enfrentó Brain fue poder explicar cómo
habían llegado a formarse los depósitos que Dart estudió durante tantos años.
¿Qué procesos de formación actuaban? Ocasionalmente se habían encontrado
restos de homínidos antiguos y huesos de animales dentro de cavidades profun
das. Brain creía, y con bastante razón, que la comprensión de las condiciones
¿ERA EL HOMBRE UN CAZADOR PODEROSO? 51
cosos y fisuras como cubiles (especialmente cuando una hembra tiene crías) ,
fueron interpretados, incluso por Dart, como posibles agentes que intervenían
en la formación de estos depósitos.24 Pero, ¿era suficiente este tipo de informa
ción para crear una imagen convincente sobre los procesos de formación en el
pasado? Ciertamente, no. Brain necesitaba contar con observaciones más deta
lladas y relevantes de la historia natural antes de poder avanzar argumentos in
terpretativos, de manera que el siguiente paso fue aprender algo acerca del
comportamiento del leopardo. Descubrió que la mayor parte de los depredado
,
res carnívoros de Africa pueden fácilmente competir con un leopardo en una
confrontación directa y éste ha superado esta conyuntura mediante el arrastre
de su presa hasta un árbol para estar relativamente a salvo de sus competidores
(en particular de las hienas). La presa se cuelga de una rama con las piernas
suspendidas a ambos lados, y cuando el leopardo empieza a consumir su víctima
a Jo largo del eje central de la parte trasera diversas partes empiezan a caer al
suelo. Entre todos los depredadores de África, los leopardos son los únicos que,
al parecer, observan un comportamiento de este tipo.
El estudio comparativo de los huesos que quedan sobre la superficie del sue
lo, debajo de los árboles y alrededor de las fisuras como resultado del compor
tamiento del leopardo, produjo algunos resultados útiles. Por citar sólo un ejem
plo, Jos huesos del cráneo mostraban muchas fracturas por presión y perforacio
nes. Contrariamente a Ja impresión que dan las películas de Tarzán, los grandes
felinos siempre que pueden matan a base de morder las bocas de sus presas y
mantenerlas cerradas hasta que se produce la asfixia; de esta manera, la presa
es casi hipnotizada y queda inmóvil sin sacudir las patas (lo que sería peligroso
¿ERA EL HOMBRE UN CAZADOR PODEROSO? 53
El primer paso (A) es la formación de una caverna subterránea debido a la solución de !a roca
caliza dolomítica situada por debajo del manto acuífero. La erosión sufrida durante largos pe
ríodos de tiempo queda reflejada en !as profundas gargantas de Jos ríos y en e! descenso de!
manto acuífero, de manera que la caverna formada por la solución antes mencionada queda
al descubierto, por encima de! manto acuífero.
A partir de este momento (B),
!a percolación del agua subterránea inicia' la formación de
travertinos dentro de la caverna, mientras que las fisuras en forma de zigzag (debidas a Ja
percolación) se alargan a causa de la solución y erosión mecánica. Durante este proceso, en
las zonas en que ha descendido el manto acuífero pueden formarse nuevas cavernas por debajo
de las ya existentes, poniendo en comunicación las primeras cavernas con las aguas subterrá
neas. Los grandes bloques caídos del techo modifican la forma Lnterna de la caverna original
y el cauce de agua de la percolación.
diferentes y variados que operaban en el medio ambiente del pasado, ¿no po
dría decirse lo mismo de los yacimientos situados al aire libre del África orien
tal? Si se trata también de palimpsestos de este tipo, ¿de qué forma lo podría
mos reconocer? y ¿de qué manera podríamos iniciar investigaciones análogas al
trabajo realizado por Brain en las cuevas para obtener una nueva comprensión
,
del material del Africa oriental? Si las asociaciones de artefactos y huesos no
son suficientemente claras y los huesos no representan tampoco un testigo «evi
dente por sí mismo» de la naturaleza de la dieta del hombre antiguo, entonces
quizás el comportamiento de los homínidos antiguos fuese bastante diferente de
las reconstrucciones ortodoxas propuestas por los investigadores para el África
oriental.
Las pequeñas fisuras se agrandan (1), poniendo en comunicación la superficie del terreno con
la caverna situada por debajo. En torno a estos agujeros crecen árboles y las entradas a los
mismos propician la presencia de una gran variedad de animales: los murciélagos y las lechuzas
penetran en su interior, mientras que los primates (incluyendo a los homínidos) duermen en
la entrada y atraen la atención de los leopardos cazadores y de las hienas carroñeras. La inte
racción específica que se establece entre estos animales determina el contenido de los depósitos
acumulados gradualmente (nivel I), que son arrastrados al interior de la caverna.
Con el tiempo y debido a la erosión, las fisuras se agrandan (2) y ello da lugar a que se
desvíe hacia la caverna una mayor cantidad de agua de la superficie, ío que provocará la for
mación de canales a través de los depósitos acumulados previamente. La formación de dichos
canales acelera la erosión de ia superficie y provoca cambios considerables en ei tamaño y
forma de las fisuras y en las áreas adyacentes.
Una erosión prolongada de las aberturas puede provocar o bien su obturación, debido a
la caída de rocas y tierra, o bien su agrandamiento, en particular cuando las fisuras cortan el
plano de la superficie en ángulo inclinado, dando lugar a la formación de pequeños abrigos
rocosos (3). Estas modificaciones en la superficie propician y condicionan la utilización del
lugar por parte de distintas clases de animales, incluyendo a los homínidos. Por ejemplo, si
los animales menos ágiles, como es el caso de la hiena, pueden acceder a las entradas de las
cuevas protegidas, los primates verán disminuidas las condiciones de seguridad del lugar esco
gido previamente como emplazamiento para dormir; los leopardos, a su vez, también verán
disminuidas las posibilidades de hacerse con presas homínidas durante sus visitas nocturnas,
encontrándose en su lugar a competidores más temibles. En tales condiciones, los máximos
responsables de la acumulación de restos en los depósitos de la caverna serán las hienas (nivel
II) y quizás otros carrúvoros (aunque en Swartkrans los hallazgos de fósiles de homínidos y de
útiles en el nivel II nos indican que algunos miembros de la familia Hominidae usaron ocasio
nalmente la galería de entrada).
Finalmente, los depósitos devienen relativamente estables (4), aunque posteriores erosiones
y deposiciones darán como resultado una estratigrafía entremezclada.
Razonó que esta preferencia por ciertas partes anatómicas debía entenderse en
términos de selección de los fragmentos usados como instrumentos y comida
llevada a cabo por los australopitecinos. Brain había advertido que sus datos
sobre la alimentación de los leopardos mostraban que ciertas partes tendían a
ser comidas y destruidas, mientras que otras podían sobrevivir al leopardo, e
incluso a las hienas carroñeras. Estas observaciones eran muy interesantes,
pero la mayoría de las muestras tomadas por Brain eran pequeñas y él mismo
no estaba convencido de que hubiera entendido las causas del fenómeno adver
tido por Dart. Con el fin de obtener una mayor comprensión, inició un pro
yecto etnoarqueológico con un grupo de pastores hotentotes contemporáneos
que viven en Namibia .26 Estas gentes poseen rebaños de cabras que son sacri
ficadas y comidas en sus mismos poblados. Puesto que no negocian con carne
fuera de sus establecimientos , podemos considerar, en principio , que todos los
huesos deben estar acumulados en el poblado. Brain se propuso observar si los
huesos de cabra recuperados en uno de sus asentamientos se daban en las pro
porciones correctas. Pero ocurría que los hotentotes poseían una gran cantidad
de perros que, al no ser alimentados, tenían libre acceso a toda la basura del
poblado y, como todos sabemos, ¡a los perros les gustan los huesos ! Tras re-
¿ERA EL HOMBRE UN CAZADOR PODEROSO? 57
Erosión del
Nivel 1 nivel 1
Travertino
coger varios miles de. huesos procedentes de varios poblados, Brain observó una
clara tendencia en las frecuencias relativas de las partes anatómicas: tendencia
a favor de las mandíbulas y los extremos distales de muchos huesos y en contra
de las vértebras, costillas y extremos proximales. Dado que en el pasado tam
bién habían existido animales carroñeros, no es de extrañar que se observara
un enorme grado de similitud entre las frecuencias de huesos procedentes de
los poblados hotentotes y las de los depósitos de Makapansgat asociados con el
Australopithecus.
Toda la evidencia anterior, extraída en parte de observaciones constatadas
en el mundo moderno, indujo a Brain a creer que eran los leopardos y otros
animales pleistocénicos, y no el hombre, los agentes responsables de estos depó-
58 EN BUSCA DEL PASADO
13. Vista de un árbol de grandes dimensiones desde la boca de una fisura de la roca caliza,
en Swartkrans, 1981: quizás ésta fuera la vista contemplada por el hombre primitivo desde su
área donnitorio.
14. Una mujer navajo preparándose para descuartizar a una oveja. (Foto cedida por J. Chis
holm.)
antílopes, muchos de ellos tan o induso más pequeños que ovejas, aunque con
una secuencia de edad bastante diferente. Pero en el caso de que en Makapans
gat los restos objeto de estudio fueran el resultado de la actividad propia de un
depredador como el leopardo, que mata preferentemente a animales muy jóve
nes o muy viejos, estos procesos podían ser pertinentes; y de hecho, encontra
mos una gran semejanza entre las frecuencias de los huesos de los emplazamien
tos navajos modernos y los de Makapansgat. Ello representaba un nuevo refuer
zo a la primera conclusión de Brain: la distinta frecuencia de los huesos de un
gulados es simplemente un reflejo de su diferente capacidad de sobrevivir al
desgaste producido por las mordeduras de los carnívoros o por el flujo de las
aguas y no el resultado de las actividades de caza de los australopitecinos.
Tanto Brain como yo estábamos estudiando procesos dinámicos en el mundo
moderno como base para el desarrollo de métodos que nos permitieran realizar
inferencias sobre los restos estáticos del pasado remoto. Ambos éramos cons
cientes de que los arqueólogos deben ser capaces de identificar los agentes res
ponsables de un depósito antes de intentar interpretarlo . En mi trabajo de cam
po llevado a cabo entre los esquimales nunarniut en el Norte de Alaska 28 (véase
cap. 6), vi otra posibilidad de obtener información comparativa controlada a
partir del mundo moderno en lo que respecta a la diferencia existente entre el
tratamiento dado a los huesos por parte de los cazadores animales y los cazado
res humanos. Por ejemplo, tuve la oportunidad de observar 36 matanzas de lobo
¿ERA EL HOMBRE UN CAZADOR PODEROSO? 61
y volver más tarde a 24 de ellas para hacer un inventario de los huesos que
quedaban (los otros lugares de matanza fueron destruidos en el ínterin por osos
pardos o por la fusión del hielo del lago) . Investigué, además, una serie de gua
ridas de lobos y registré la composición, rupturas y sistemas de roeduras de los
conjuntos faunísticos. 29 Poco más tarde me enteré de que el investigador britá
nico Andrew Hill 30 estaba llevando a cabo exactamente el mismo tipo de inves
tigación en lugares de matanza al aire libre de leones y hienas, en Uganda y en
el Sur de Etiopía, y que había logrado reunir un cuerpo importante e interesan
te de datos . Hill no tenía información sobre las guaridas y la que yo poseía ca
recía de la suficiente base para poder generalizar el comportamiento de los ani
males con los huesos cuando los llevan a sus áreas dormitorio. Afortunadamen
te, esta laguna pudo salvarse en alguna medida gracias a los trabajos del arqueó
logo Richard Klein 31 que había realizado registros detallados de los grandes
conjuntos faunísticos procedentes de la excavación de una guarida de hiena, en
Suráfrica.
Una vez reunido todo este material y comparado -los lugares de matanza
de depredadores de Hill, la guarida de hiena de Klein y mis propias guaridas y
lugares de matanza de lobos- , surgió un esquema muy repetitivo. Lobos, hie
nas y felinos parece que se comportan de manera muy similar y producen con
juntos de huesos extremadamente semejantes, incluso en contextos bastante di
ferentes. La desigualdad principal reside en la frecuencia con que cada especie
introduce el hueso en sus lugares dormitorio: los leones parece que no lo hacen,
las hienas lo hacen siempre, mientras que los lobos se comportan como ratas al
llevar a su guarida todo lo que pueden. Entre todas las especies, lo que varía
no son tanto los tipos de hueso resultantes del comportamiento depredatorio
como las cantidades en que se encuentran . Al combinar diferentes tipos de in
formación, fue posible obtener una imagen realista de la naturaleza de los con
juntos que pueden encontrarse como resultado del comportamiento depredato
rio animal.
VOLVIENDO AL PLEISTOCENO
¿De qué manera este tipo de información puede ayudar al arqueólogo a re
construir el comportamiento humano de hace 2 millones de años? Mi razona
miento es el siguiente: en lugares donde tenemos contextos arqueológicos o pa
leontológicos en los que son muchos los factores que han contribuido en la for
mación de un depósito, necesitamos encontrar modos de eliminar los elementos
conocidos o reconocibles que no nos interesen directamente, con el fin de poder
observar si existe algún elemento «desconocido» que pueda relacionarse con las
actividades humanas. Los análisis químicos cualitativos siguen precisamente la
misma estrategia: se coloca algún compuesto en un tubo de ensayo y se tiene
que averiguar cuál es la sustancia desconocida. El procedimiento clásico es ex
traer e identificar todos los elementos del compuesto conocidos hasta que sólo
queda un residuo desconocido (pero relativamente puro) que es lo suficiente
mente poco ambiguo para ser identificado mediante la consulta de un libro de
texto . Los arqueólogos desgraciadamente no poseen este libro de texto, pero
sus tácticas analíticas pueden ser similares: pasar de las soluciones conocidas a
las desconocidas mediante el aislamiento de los residuos.
Consideré, por tanto, como «conocida» la estructura de los conjuntos de
huesos producidos en los diversos emplazamientos por los animales depredado
res y carroñeros, y como «desconocidos» los depósitos de huesos excavados por
los Leakey en la garganta de Olduvai. Usando técnicas matemáticas y estadísti
cas, consideré hasta qué punto los hallazgos de la garganta de Olduvai podían
ser explicados en términos de los resultados del comportamiento depredador, y
cuánto quedaba «sin explicar» . Resultó ser un análisis excitante. Mi expectación
estaba centrada en que toda la variabilidad en el material faunístico olduvayense
sería atribuible a las actividades de los depredadores y carroñeros y que el Zin
janthropus estaba allí porque fue comido por algún otro animal. Pero al obser
var mis resultados, constaté que en los yacimientos con frecuencias relativamen
te altas de instrumentos había una cantidad considerable de material residual
que no podía explicarse por lo que sabemos acerca de los carnívoros africanos.
Las mandíbulas y pequeñas partes del cráneo aparecían ocasionalmente en fre
cuencias más altas, pero las diferencias realmente importantes se daban en el
mayor número de huesos inferiores de las patas (por ejemplo, metatarsos y ex
tremos distales de la tibia) . ¿Qué podían haber estado haciendo nuestros ante
pasados? Después de todo, no hay mucha carne en tales huesos, únicamente el
tuétano tiene algún valor nutritivo.
¿ERA EL HOMBRE UN CAZADOR PODEROSO? 63
'.'.j·
tendería a centrar cada vez más sus actividades en los animales mayores. Cuan ;;
'
do un león come una gacela de Grant no deja nada, pero en el caso de los
restos de un elefante, incluso después que han terminado las cigüeñas marabú �I
y una vez se han hartado de comer y han abandonado el lugar todas las hienas
de la región, queda todavía algo comestible para un carroñero realmente persis
tente (si accede al lugar lo suficientemente pronto) (fig. 16). En base a una sim
ple estadística, podemos decir que los carroñeros de carne tenderán a tener éxi
to la mayor parte de las veces si se concentran en animales de gran tamaño.
No sabemos en qué medida es correcta esta visión. De todos modos, vale
la pena remarcar que para trabajar en el modelo de comportamiento de nues-
¿ERA EL HOMBRE UN CAZADOR PODEROSO? 65
16. ¿Nuestro pasado? Recolectores eclécticos del período Plio-Pleistoceno. Un grupo de reco
lectores formado por hombres, mujeres y niños encuentra un esqueleto, relativamente fresco,
de un animal muerto cerca de un curso de agua y se dispone a recoger los restos, mientras
otros individuos se acercan para incorporarse al grupo y compartir el alimento. Aparecen tam
bién diversos animales que acostumbran a frecuentar dicho lugar. Este escenario nada nos dice
acerca de los campamentos base, división del trabajo, traslado del alimento a las áreas dormi
torio, o acerca del compartir el alimento. (Dibujo a lápiz y a pluma realizado por !va Ellen
Morris.)
tros antepasados del Pleistoceno contamos con poco más que la evidencia de
unas dos docenas de suelos, que abarcan un período cronológico de 1.200.000
años y que, a medida que son más recientes, aparecen más perturbados. Con
todo, existe una estandarización en los datos, aunque algunos de ellos en la ac
tualidad no dejen de ser meramente orientativos. El esquema repetido de fre
cuencias de huesos residuales en los niveles inferiores, creo que es bastante se
guro: es la evidencia del hombre comiendo un poco de tuétano, una fuente ali
mentaria que debe haber representado un componente infinitamente pequeño
de su dieta total. Los signos parecen claros: el hombre más antiguo, lejos de
'.'.j·
;;
ser un poderoso cazador de bestias, parece que fue el más marginal de los carro
' ñeros.
�I
5. - BINFORD
3. VIDA Y MUERTE EN LA CHARCA
Hemos visto en el capítulo 2 cómo los estudios de Brain sobre ciertos proce
sos que operan en el mundo actual han creado, de forma gradual, un cuerpo
de conocimientos que permite interpretar los depósitos de las cuevas surafrica
nas desde la perspectiva de la dinámica ele su formación. A su vez, esta interpre
tación nos ilustra sobre el papel que el hombre primitivo jugó en los ecosistemas
reflejados en esos depósitos. Por ejemplo, parece ser que los homínidos, duran
te los meses más fríos, buscaban lugares para dormir que estuvieran protegidos,
de la misma manera que lo hacen en la actualidad los babuinos (fig. 17). 1 Igual
mente interesante es la ausencia de datos demostrativos en cuanto a que la co
mida fuese transportada a estas áreas dormitorio y consumida en dicho lugar;
17. Babuinos en Gilgil, Kenia, sentados al borde de una roca resguardada. Las aberturas
resguardadas en la roca y los abrigos son utilizados a menudo como áreas dormitorio (véase
Brain, 1981, pp. 271-273). (Foto realizada por Barbara Smnts y cedida por Anthro-Photo,
Cambridge , Massachusctts.)
VIDA Y MUERTE EN LA CHARCA 67
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18. Matriz para clasificar la
función del yacimiento según
las densidades de los artefactos
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la mayor parte del consumo alimentario era efectuado (en tales lugares) por
depredadores, en particular por leopardos que cazaban primates dormidos.
Los yacimientos surafricanos estudiados en el capítulo 2 son aproximada
mente contemporáneos a los famosos «suelos» de la garganta de Olduvai, y del
yacimiento 5 de Koobi Fora,2 otro importante lugar de investigación situado en
el África oriental (fig. 3). Los arqueólogos que trabajan en esta zona insisten
en que los homínidos vivían en áreas domésticas a las que llevaban comida para
ser compartida y consumida en pequeños grupos familiares . Los depósitos sura
fricanos, por el contrario, ponen de manifiesto que, al menos en lo que respecta
a una forma de homínido, las actividades de dormir y consumir alimento no
estaban asociadas espacialmente. De modo que existe una aparente contradic
ción en las conclusiones elaboradas a partir de la evidencia observada en el Sur
y Este de África. ¿En qué se basan entonces los investigadores que trabajan en
el África oriental para opinar que, en este período remoto de hace más de 1
millón de años, los homínidos seguían un comportamiento típicamente humano
en lo que se refiere a tener un lugar único para dormir y comer?
La respuesta a esta pregunta nos lleva a reconocer que una serie de conven
ciones y «argumentos post hoc» 3 han sido utilizados por los arqueólogos que
trabajan en el África oriental para justificar su opinión de que los llamados
«suelos habitación» eran de hecho áreas domésticas. La observación de Glynn
68 EN BUSG;A DEL PASADO
Isaac que postula que «el hábito ele concentrar los restos ele alimentos y los ar
tefactos abandonados en áreas concretas es una ele las características básicas del
comportamiento que distingue al animal humano ele los otros primates»,4 nos
lleva a la definición del lugar ele ocupación como un espacio donde el hombre
trabaja con los instrumentos, consume alimento y duerme. Como resultado, la
asociación de instrumentos de piedra y huesos de animales ha sido aceptada
como indicativo ele área doméstica, es decir, un lugar donde el hombre vive,
trabaja y duerme. Algunos estudiosos, tal como subraya Isaac (fig. 18), incluso
han llegado a sugerir que las diferencias relativas observadas en las densidades
de los huesos y en la distribución de los artefactos pueden aceptarse como evi
dencia ele distintos tipos de asentamientos. Una gran densidad ele huesos y una
baja densidad de instrumentos, por ejemplo, serviría para definir el lugar ele
matanza o carnicería, mientras que altas densidades ele restos líticos y faunísti
cos consideran que es propio de los lugares ele habitación. Posteriores intentos,
realizados por Isaac y sus colaboradores, destinados a clarificar estas convencio
nes, expuestas en 1971, les han llevado a reafirmarse prácticamente en todas
sus opiniones:5 se consideran áreas domésticas los lugares a los que los homíni
dos llevaban los alimentos para ser compartidos entre los miembros del grupo.
Son diversos los argumentos en favor de esta creencia: 1 . 0, se dice que los hue
sos y los artefactos de piedra coexisten en «concentraciones anómalamente al
tas»; 2.0, el tipo ele deterioro de los huesos se supone que es el resultado del
comportamiento homínido ; 3 .0, las composiciones de los huesos presentes se
consideran por lo menos «no incompatibles» con la suposición de que fueron
acumulados por los homínidos. 6
¡No carece ele ironía el que tal razonamiento utilice esencialmente los mis
mos criterios empleados por Dart para justificar su pretensión de que los homí
nidos eran los agentes responsables ele la creación de las acumulaciones de hue
sos en las cuevas surafricanas! Me parece que, como ocurriera con los argumen
tos ele Dart, nos equivocaríamos si pretendiésemos utilizar las convenciones pro
puestas por Isaac y sus colegas para interpretar el registro arqueológico, antes
de tener un conocimiento más amplio de los procesos responsables de la forma
ción ele estos depósitos situados en el África oriental. En mi opinión, la pro
puesta más acertada para solucionar este problema es la que ya mencioné ante
riormente, es decir, que la evidencia surafricana parece ser incompatible con la
idea de que los homínidos primitivos comían y bebían en los mismos lugares.
Esto es precisamente lo que los arqueólogos que trabajan en el África oriental
consideran establecido desde un principio, de manera que es inevitable que in
terpreten las concentraciones de huesos y artefactos como lugares de ocupación
o restos ele áreas domésticas. ¿Cómo iniciar la investigación de los vestigios que
han llegado hasta nuestra época (llamada a veces «estudios actuales») para de
ducir de ellos las pautas de conducta de nuestros antepasados más remotos?
¿Cómo podemos averiguar, de hecho, qué ocurría en aquellos tiempos tan an
tiguos?
19. El cauce seco del río Nossob, al sur del desierto de Kalahari (para su exacta localización,
véase la figura 3).
Al igual que ocurriera con los estudios de Brain (sobre los procesos que !le
varon a la formación de los depósitos en cuevas) , debemos también empezar a
estudiar la dinámica de los ecosistemas, centrando nuestra atención en las char
cas, cauces de ríos o márgenes de los lagos de territorios que, por otra parte,
son relativamente secos, porque en estos contextos ambientales es donde se ubi
caron los yacimientos del África oriental situados al aire libre, interpretados
convencionalmente como áreas domésticas. Es difícil para la mayoría de noso
tros visualizar en detalle la sabana clásica y los medioambientes de pastos situa
dos en el interior de África, caracterizados por densas concentraciones de ani
males de caza. La escena presenta vastos territorios salpicados por grupos de
árboles y matorrales , situados a menudo en los cauces de ríos secos o alrededor
de charcas. Para alguien poco acostumbrado a observar la vida salvaje, el medio
ambiente tiene una cadencia enormemente dramática.
Mi primera experiencia en este medio ambiente africano 7 empezó una ma
ñana cuando penetré en un área rica en caza y caminé a lo largo de la cuenca
de un río seco (fig. 1 9) . En el valle se divisaban algunos ungulados agrupados
cerca de las charcas. También se divisaban grupos ele ñúes, que en número ele
diez, venticinco o incluso cuarenta individuos descansaban a la sombra de los
árboles situados cerca de una fuente. A medida que nos aproximábamos, vimos
cómo un macho adulto (fig. 20) se levantaba, se sacudía y, sumido en el polvo,
bajaba la cabeza levemente para mirar en nuestra dirección. Las avestruces co-
70 EN BUSCA DEL PASADO
rrían a lo largo de nuestro camino, y las omnipresentes gacelas (fig. 21) nos
miraban, pero continuaban alimentándose sin dejar de caminar lentamente a lo
largo del valle hacia una zona de sombra o hacia un área con hierba reseca; el
valle, con sus cursos de agua, era realmente el dominio de los ungulados.
La única señal perceptible de violencia era un buitre ocasional que se hallaba
situado en la cima de un árbol , se elevaba por encima de nosotros o, algunas
veces, descendía a tierra incorporándose a un grupo que comía alrededor de un
animal muerto. Si se observa este medio ambiente con más detalle se advierte
fácilmente la presencia de esqueletos enteros o ya descuartizados: los indicios
silenciosos de muerte violenta son elementos constantes en la superficie de las
tierras situadas alrededor de las charcas.
Si se permanece en el área durante algún tiempo se constata que el ritmo os
tensiblemente plácido del lugar es cualquier cosa excepto artificioso. Los ungu
lados dominan ciertamente las fuentes de agua al mediodía, pero cuando el sol
alcanza el horizonte de poniente empiezan, gradual pero deliberadamente, a re
troceder hacia los límites del valle y a escalar las dunas exteriores del mismo. Es
sorprendente observar cómo abandonan el dominio ejercido a lo largo del día a
medida que se dispersan por el vasto territorio situado lejos del agua y desapa
recen. Ante la presencia de la luz declinante del ocaso, los depredadores, seño
res de la noche, se dirigen hacia el valle para ocupar las charcas y ejercitar su
dominio sobre el lugar que ocuparan durante el día los ungulados (fig. 22) .
Generalmente, las hienas son las primeras en llegar; se aproximan a las char
cas lentamente, atravesando viejos esqueletos de ungulados, muertos previa-
VIDA Y MUERTE EN LA CHARCA 71
mente por los depredadores, y de otros animales que murieron de forma .menos
violenta, cerca del agua (fig. 23) . Las hienas pueden roer estos huesos que ya
están relativamente secos, pero generalmente se dirigen a beber, porque acos
tumbran a tomar agua antes de cazar. La búsqueda de alimento puede no em
pezar realmente hasta mucho más tarde, por la noche, de manera que es fre
cuente que las hienas permanezcan en el área inmediata a la fuente de agua
royendo huesos, removiendo los esqueletos u ocupadas en diferentes actividades
sociales (fíg. 24). Una vez oscurece puede dejarse oír alguna llamada (el carac
terístico «aullido»); más tarde, las hienas se van con el fin de realizar sus matan
zas y asegurarse carne fresca. También los leones y los leopardos visitan a me
nudo las fuentes de agua durante la noche, puesto que también necesitan agua
durante las horas activas de caza y persecución de la presa. Los rugidos del león
se escuchan normalmente ya tarde, entre las 10 de la noche y las 2 de la madru
gada, cuando recorren grandes distancias visitando las charcas situadas a lo lar-
go del camino antes de acechar y atacar a la presa. ' ·,
/ .
22. Una hiena manchada diri
giéndose hacia una charca, al atar
decer. Obsérvese, al fondo, la pre
sencia de ñúes que se alejan del
1·¡
1
valle y , por tanto, también de la
charca. (Foto cedida por John
Parkington.)
23. Esqueleto de un ñu que mu
rió cerca de una charca.
VIDA Y MUERTE EN LA CHARCA 73
26. Campamento de bosquimanos actuales en Gausha pan, Namibia, 1976. Este campamento
cstú ubicado a 1,5 km, aproximadamente, del curso de agua más próximo. (Foto cedida por
el South African Muscum, Ciudad del Cabo.)
VIDA Y MUERTE EN LA CHARCA 75
27. Huesos de alce roídos y rotos por las hienas en las proximidades de una charca. Estos
huesos provienen del carroñeo de un esqueleto semejante al que aparece en la figura 23. (Foto
cedida por John Landham. )
2 8 . Fragmentos d e hueso, extraídos por el autor de los excrementos d e u n león. Ante esta
evidencia, podemos inferir que fragmentos de huesos procedentes de las defecaciones y regur
gitaciones se acumularon también en las zonas de descanso frecuentadas durante el día por los
leones.
76 EN BUSCA DEL PASADO
rren en dichos lugares; 3 . 0 , las hienas al roer los huesos relativamente secos que
se hallan en las proximidades de las fuentes de agua pueden agrupar huesos de
diferentes esqueletos; y 4.0, es posible localizar grandes acumulaciones de lme
sos (fig. 27) hasta una distancia ele 100 m del agua. Estos hechos significan que
es factibíe encontrar considerables cantidades de huesos alrededor de las jitentes
de agua. Las cantidades reales varían probablemente según el número de huesos
sepultados y también a tenor de la disponibilidad y accesibilidad de las fuentes
de agua existentes en la región. Además, los leones a menudo arrastran las pre
sas a la sombra para su consumo: es bastante frecuente que durante el día se
concentren, en grupos relativamente graneles, bajo los árboles situados en las
proximidades del agua. Por tanto , los pequeños fragmentos de huesos regurgita
dos o mezclados con sus heces (fig. 28) pueden contribuir también a la forma
ción ele un depósito, particularmente si se acumulan a lo largo de años antes ele
quedar sepultados.8 Tales observaciones provocan reflexión y muestran la posi
bilidad de que aparezcan huesos en las proximidades de las fuentes de agua,
incluso aunque los homínidos no hayan jugado una parte activa en el proceso
de acumulación. Pero tenemos que buscar una evidencia adicional que nos per
mita corroborar que , en efecto , este tipo de depósitos «naturales» de huesos se
dieron en el pasado.
un paseo realizado por la tarde en torno a los lugares donde se hallaban los
hallazgos más abundantes, advertí que sólo una concentración ele huesos - pro
bablemente pertenecientes a un mismo animal- presentaba evidencia
los huesos largos habían sido rotos a golpes con el fin de extraer su ' '""'""",·"'u'!
78 EN BUSCA DEL PASADO
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3 1 . Diagrama de l a
ELAN DSFONTEIN, "CORTE 1 0" distribución d e los arte
ARTEFACTOS factos del «corte 10»
Escala en metros del yacimiento de
o 3 4 6
Elandsfontein. (Infor
mac1on obtenida de
LRB
Singer y Wymer, 1968.)
solitario manuport (es decir, una piedra llevada al lugar por el hombre) era el
único ítem asociado. En algunas ocasiones, aparecen grupos de huesos concen
trados en determinadas agrupaciones, aparentemente obra de algún agente que
actuó en el pasado, natural o animal, pero las condiciones bajo las que estos
conjuntos se formaron todavía se desconocen. Por otra parte, están documenta
dos en el lugar cubiles de carnívoros existentes en la antigüedad: concretamen
te , la presencia de hienas está representada por coprolitos (heces fosilizadas) y
por concentraciones de pequeñas astillas de hueso y fragmentos roídos que apa
recen normalmente en las inmediaciones de las guaridas de estos animales.
Al margen de la variedad de las estaciones mencionadas, contamos también
VIDA Y MUERTE EN LA CHARCA 79
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32. Diagrama de la
distribución de huesos E LANDSFONTE J N , "CORTE 10"
en el «corte 10» del ya HUESOS
cimiento de Elandsfon Escala en metros
tein. (Informaci!'>n ob
tenida de Singer y Wy o 3 5
L.R.B.
mer, 1968.)
desechados tras un periodo de uso bastante corto. Tal situación me parece in
compatible con la noción de un grupo que necesita usar instrumentos en el lugar
donde vive. 12 Después de todo, ¿qué es más probable, que los ocupantes del
lugar buscasen primero en su área inmediata para encontrar instrumentos apro
piados y/o materias primas, o que, ignorando los restos ele instrumentos relati
vamente poco usados desechados previamente, viajasen a otros lugares donde
podrían obtener la materia prima y volviesen con instrumentos y/o materias pri
mas?
Los yacimientos caracterizados por los cuatro puntos mencionados antes 1 3
de hecho parecen representar el momento final de períodos muy cortos en los
que se dio una cierta planificación. Probablemente tuvo lugar algo parecido a
lo que expongo a continuación: íos homínidos dejan un lugar dormitorio y em
piezan a buscar alimento en el medio circundante; hacen instrumentos apropia
dos para la práctica del carroñeo y los llevan consigo hasta que ésta tiene éxito;
y el lugar más apropiado para obtener lo que buscan es alrededor de las fuentes
de agua, emplazamiento adecuado para la concentración de esqueletos. Los in
trumentos, una vez empleados en la extracción de las partes comestibles de las
piezas elegidas para el carroñeo, los descartan y, o bien comen en el lugar, o
regresan con ciertas partes escogidas al lugar ele vivienda y dormitorio o a la
charca más próxima, donde puede tener lugar el consumo de alimento. El llevar
la comida obtenida mediante el carroñeo a los lugares ele vivienda era probable
mente una característica del comportamiento homínido en el Achelense Supe
rior y en el Paleolítico Medio ele Africa (o Musteriense en Europa) . 14 Con todo,
hasta qué punto esto se practicaba también en las etapas anteriores es lo que
precisamente estamos tratando ele determinar. La elevada frecuencia ele instru
mentos acabados, la falta de evidencia de que fueran m uy usados y la concentra
ción de instrumentos cerca de las fuentes de agua donde podían encontrarse los
animales muertos necesarios para practicar el carroñeo, son condiciones que
coinciden con el punto de vista de que estos lugares eran espacios destinados a
la obtención y consumo de la carne conseguida mediante el carroñeo, y también
del tuétano de los huesos, y no lugares de ocupación donde tenían los homíni
dos sus áreas domésticas y compartían los productos ele sus actividades de
caza. 1 5
El escenario que acabo de presentar parece creíble. Incluso pone de mani
fiesto una serie ele características que sobrepasan la interpretación ele tales loca
l izaciones como «lugares de vivienda». Pero la credibilidad no significa que la
interpretación sea verdadera o exacta, simplemente enfatiza la utilidad ele inves
tigar tales posibilidades. Al avanzar estos argumentos, estamos en la misma po
sición intelectual que Brain cuando, al cuestionar las interpretaciones ele Dart,
fue capaz de proponer escenarios alternativos razonables: el hecho ele que sus
nuevas ideas tuviesen sentido no las convertía en «verdaderas». La creclibiliclad
simplemente demuestra que una línea determinada ele investigación ha siclo
planteada razonablemente. La investigación que surge de tales argumentos debe
ciar como resultado la elaboración ele métodos de inferencia fiables. Al estudiar
el comportamiento humano en el pasado, debemos desarrollar criterios que va
yan más allá de las simples convenciones, tales como el «sentido» ciado a la
coincidencia ele grandes cantidades ele artefactos y restos óseos.
6. - Bll\FORD
82 EN BUSCA DEL PASADO
¿ QUÉ SIGNIFICA?
En la Primera parte considerábamos cómo un determinado enfoque en el
estudio del comportamiento de los acontecimientos del pasado podía condicio
nar la actitud en la interpretación del registro arqueológico. Esta segunda parte,
por el contrario, aborda los problemas que se presentan como consecuencia de
la acumulación de observaciones detalladas y que sólo se evidencian de�pués de
realizar intensas investigaciones sobre el registro arqueológico. Cuando el ar
q ueólogo ha investigado y conseguido establecer modelos interesantes en el re
gistro arqueológico, la cuestión que se plantea es la de su interpretación. En
otras palabras, ¿qué sucesos del pasado están reflejados en los modelos estable
cidos por los arqueólogos?
Muchos de nosotros somos conscientes de que los métodos ideados para es
tablecer modelos que permitan la interpretación del registro arqu eológico no
son absolutamente objetivos. Por el contrario , desarrollamos procedimientos
para estudiar el registro arqueológico porque pensamos que nos permiten hacer
observaciones relevantes sobre aquellos aspectos del pasado que queremos dilu
cidar. Los arqueólogos han inventado procedimientos para clasificar las cosas
que encuentran y han empleado diversas convenciones para dar sentido a los
grupos reconocidos. Estas taxonomías o clasificaciones guiarán sus observacio
nes en las distribuciones de cosas, en término de tiempo y espacio. De modo
similar, los arqueólogos esperan que sus modelos les conduzcan a determinados
resultados porque parten con ciertas ideas preconcebidas acerca del valor de
estas clasificaciones.
He usado el término «convención», puesto que pretendo argumentar que la
«teoría» con la que normalmente opera la arqueología ha asumido una serie de
convenciones para dar sentido a las observaciones realizadas a partir del registro
arqueológico. Estas convenciones aseguran que los materiales empíricos no pue
dan entrar en conflicto con suposiciones anteriores. Debe subrayarse , dado q ue
todas las afirmaciones sobre el pasado son inferencias, que simplemente no es
posible deducir de una serie de suposiciones una conclusión que entre en con
flicto con estas suposiciones. Como dice Popper: «Una inferencia deductiva o
inductiva no puede, a partir de premisas consistentes, llegar a una conclusión
que form almente contradiga las premisas de las que partimos» . 1
Los arqueólogos, con frecuencia, hacen suposiciones sobre la forma en que
fue conformado el registro arqueológico, tanto a nivel de sus propiedades for
males como de la distribución. Por ejemplo, se acepta comúnmente que las cul
turas eran homogéneas y que estaban fuertemente integradas en virtud de las
ideas y valores de sus participantes. Según este punto de vista, las expectatívas
de crear modelos en el registro arqueológico son bastante claras: « . . . los tipos
y sus proporciones son estables y constantes en una misma cultura, al menos
86 EN BUSCA DEL PASADO
Desde los inicios ele la arqueología existen dos cuestiones que siguen siendo
fundamentales: primera, ¿cómo describimos en términos formales la variabili
dad de las cosas que perduran del pasado? y, segunda, ¿cómo se distribuye cro
nológica y geográficamente la variabilidad observada? En un principio, se reco
gían muchas cosas (hablando en términos relativos) , pero el contexto ele los ha
llazgos no estaba bien documentado . Los arqueólogos podían clasificar y reco
nocer similitudes y diferencias entre los artefactos y las construcciones, es decir,
se organizaban los restos que eran claramente atribuibles a la mano del hombre .
Estos elementos eran conocidos como «antigüedades y monumentos»: un hacha
ele mano, una punta ele flecha de bronce, Stonehenge , la espectacular tumba de
corredor de Newgrange en Irlanda, etc. A medida que los arqueólogos fueron
trabajando para descubrir los modelos de distribución de los diversos tipos de
hallazgos fueron observando que algunas propiedades de estos materiales pro
porcionaban datos indicativos, mientras que otras, parecían mostrar una ads
cripción menos reconocible. Por ejemplo, en el antiguo y elemental trabajo de
C. J. Thomsen, realizado en Dinamarca, se vio claro que el tipo de materia
prima empleada en la fabricación ele los instrumentos indicaba una diferencia
cronológica; de ahí surgieron las Edades ele la Piedra, ele! Bronce y del Hierro. 4
En la investigación paleolítica empezó a observarse que el diseño de los instru
mentos fabricados con un mismo tipo de materia prima tenía sentido tanto des
de el punto de vista cronológico corno geográfico. Las hachas de mano parecían
encontrarse sólo en ciertos tipos ele depósitos geológicos y en asociación con
ciertos tipos de fauna. Por otro lado, las piezas retocadas, como las recuperadas
en Solutré, Francia, se encontraban en contextos geológicos y faunísticos muy
diferentes.
Los atributos que parecían representar aspectos cronológicos y/o geográficos
fueron aislados como indicativos de épocas y áreas. El modelo de esta forma
de aproximación fue sin duela un éxito alcanzado por la geología y la paleonto-
EL DESAFÍO DEL MUSTERIENSE 89
33. Reconstrucción propuesta por el general Pitt-Rivers sobre el proceso evolutivo, desde un
simple palo hasta tipos de útiles más complejos: una visión del pasado característica del siglo
xrxy principios del xx . (Reproducido, con autorización, de Myrcs, 1906, pi. 1 1 1 . )
logía, a través d e cuyas disciplinas podía demostrarse q u e los fósiles eran indica
tivos de edades y eras diferentes de la historia de la Tierra. La creencia de que
el estudio taxonómico implicaba el descubrimiento de un orden natural en los
datos arqueológicos estaba relacionada con la idea de que el pasado del hombre
se caracterizaba por el progreso . Donde mejor aparece reflejada la idea de pro
greso es, quizás, en los escritos del general Pitt-Rivers, uno de los «padres» de
la arqueología, al menos en los países de habla inglesa:
Debemos buscar algunos pueblos primitivos que vivan bajo condiciones simila
res y estén en la misma etapa de civilización que los Musterienses, y ver si pode
mos trazar algunas comparaciones útiles: los aborígenes de Australia son un pue
ble que reúne estas características.7
Dentro del clima intelectual que defendía la idea de progreso había otros
puntos de vista importantes, que algunas veces se mantenían independientes y
que en otras ocasiones se mezclaban de maneras diversas, dando lugar a una
especie de vitalismo generalizado. El concepto de proceso que émerge conside
raba la evolución del hombre como el resultado de la realización de su poten
cial, entendiéndose éste como una cualidad esencial, una auténtica «chispa» que
saltaba y se desarrollaba de modo algo diferente en función de los distintos con
textos biológicos o físicos. Por ejemplo , la aceptación por parte de Henry Fair
field Osborn y otros de la (falsa) mandíbula 8 hallada en Piltdown, Inglaterra,
en 1908, como evidencia de que nuestros antepasados más antiguos poseían un
cerebro mayor que el Pithecanthropus (en aquel momento se pensaba que éste
era más reciente) les llevó a la siguiente conclusión:
Siguiendo este enfoque , la conexión del evolucionismo con una clase ele racismo
tampoco era infrecuente ; y además, para explicar los diferentes logros del hom
bre, se incorporaban otras ideas elitistas. Por ejemplo, la «teoría del gran hom
bre» (que considera el progreso como consecuencia de los comportamientos de
individuos especialmente dotados) era común en el pasado y todavía es muy
aceptada en la arqueología, como se desprende de los comentarios hechos por
Frarn;:ois Bordes en una época tan reciente como 1969:
Esta visión es aceptada, además, por Grahame Clark que en 1979 escribió: «el
curso de la historia ha sido menos modificado por los errores populares que por
la forma de pensar original de los hombre preeminentes» . 1 1
En los albores ele l a arqueología prehistórica eran pocos los que cuestiona
ban el punto ele vista progresivo del pasado humano, aunque pudieran diferir
en la elección de la teoría concreta empleada para explicar los hechos. Lógica
mente y teniendo en cuenta tal perspectiva, el objetivo de la arqueología era el
descubrimiento ele la secuencia real del cambio progresivo. En 1893, Otis Ma
son, dirigiéndose a los padres fundadores de la arqueología norteamericana,
elijo: «La investigación más provechosa (ele la arqueología) para comprender la
historia ele la civilización es la búsqueda del origen de las ideas que hicieron
época».12 N. C. Nelson, medio siglo más tarde, postulaba unos objetivos y una
comprensión de los fines arqueológicos bastante semejantes: « . . . nuestra ciencia
está llamada a demostrar el momento y lugar de origen ele todas la invenciones
más importantes y a trazar su expansión por el mundo» . 13
En el primer cuarto del siglo xx, los arqueólogos paleolitistas consideraban
que se habían alcanzado muchos ele estos objetivos. La Edad de la Piedra An
tigua se concebía en etapas. El período más antiguo, el del «impulso», represen
tado por yacimientos al aire libre ubicados a lo largo de las cuencas de los ríos,
se caracterizaba por pesados instrumentos sobre núcleo, las hachas ele mano que
habían sido descubiertas por Boucher de Perthes y que nos indicaban la gran
antigüedad del hombre. La siguiente etapa del desarrollo cultural era el período
llamado Musteriense o era de los «hombres de las cuevas», tipificado por instru
mentos hechos sobre lascas y generalmente con retoques en un solo lado. Al
Musteriense le seguían los períodos Auriñaciense, Solutrense y Magdaleniense
(fig. 34) , cuando los hombres vivían en cuevas y al aire libre, fabricaban instru
mentos de piedra en forma de hojas y, además, usaban el hueso, el asta y el
marfil, practicaban el arte y rituales definidos. 14
92 EN BUSCA DEL PASADO
Solutrense
Auriñaciense
ivlusteriense
�
o
Q)
Acl1elense ¡=
Chelense
Pre-chelense
MODELO "EVOLUTIVO"
L.R.B
34. Modelo de evolución cultural tal como la concebían los prehistoriadores del siglo x1x y
principios del xx. A la izquierda, aparecen los nombres de los períodos, y a la derecha los
tipos de útiles más importantes en correlación con los períodos.
o
Q
E
QJ
¡::
35. Modelo de phi/a paralelos popularizado por los prehistoriadores a partir aproximadamen
te de 1930. Se pensó que los distintos grupos culturales, representados por tipos de útiles de
piedra diferentes, podían ser en algunos casos contcn1porímeos y no sucesivos, según una se
cuencia evolutiva estricta, del tipo observado en la figura 34.
En el sistema antiguo, las culturas del Paleolítico aparecían como una sucesión
lineal con divisiones horizontales claras, como ocurre en una sección geológica.
Para los pioneros de la prehistoria estas culturas se desarrollaron lógicamente una
a partir de la otra, en un movimiento ordenado ascendente, y se asumía que repre
sentaban etapas universales en la historia del progreso humano. En la actualidad,
la prehistoria ha sufrido el destino de la mayoría de las partes integrantes del or
denado universo del siglo x1x. Nuevos conocimientos han dado una vuelta al cali
doscopio y las piezas están todavía cayendo ante nuestros ojos asombrados. El es
quema principal del nuevo modelo está empezando a aparecer. Podemos distinguir
en la Edad de la Piedra Antigua tres elementos culturales de gran importancia.
Se manifiestan en las llamadas industrias de las hachas de mano, industrias de las
cas, industrias ele hojas, y sabemos que las dos primeras, ya desde las épocas más
remotas, siempre fueron contemporáneas, y estamos empezando a ciamos cuenta
ele que los orígenes de la tercera pueden buscarse mucho más lejos de lo que ha
bíamos sospechado. Sólo se necesita un momento ele reflexión para ver que nos
hallamos ante las antiguas divisiones del Paleolítico Inferior, Medio y Superior,
pero con un nuevo eje director; debemos, con tocio, ser cuidadosos y no hacer
estas divisiones demasiado rígidas. De hecho, estas corrientes culturales no corren
ele manera paralela e independiente; una visión semejante de la historia humana
sería absurdamente artificial. Se están constantemente encontrando y se influyen
entre sí, e incluso, algunas veces, van juntas y producen una nueva facies. 1 9
Este testimonio dado por uno de los historiadores británicos más eminentes
demuestra claramente cuán revolucionarias eran las ideas de Breuil. Es intere
sante observar que, mientras duró la oposición a esta reinterpretación radical
de nuestro pasado, los «phila culturales paralelos» (fig. 35) se convirtieron con
bastante rapidez en el punto de vista ortodoxo . Además, Breuil elaboró su no
ción del pasado al sugerir que las tradiciones culturales independientes mostra
ban algunas distribuciones que contrastaban con la época y el medio ambiente:
Ei punto de vista de que había una «tradición de instrumentos sobre lasca» fa
bricados por formas neoantrópicas (de los homínidos ancestrales al hombre mo
derno) contemporánea a una tradición de instrumentos sobre núcleo producida
por una forma paleoantrópica (que no fo rmaba parte de nuestros antepasados
inmediatos) era popular en los años treinta y cuarenta y aún se discutía amplia
mente en los años cincuenta.22
En 1936, D. Peyrony amplió el razonamiento sobre los p hi/a al Paleolítico
Superior. Decía que lo que previamente se había considerado como Auriñacien
se en el esquema de Mortillet debía ser visto como dos tradiciones culturales
diferentes, el Auriñaciense propiamente dicho y el Perigordiense.23 Su argumen
tación fue ampliamente aceptada y sigue siendo la base para gran parte de la
clasificación de los artefactos del Paleolítico Superior francés. 24
EL ÁRBOL DE LA VIDA
TIPOS
D E CONJU NTOS
M USTER I EN S ES
¡ 7
1 1
J ·! J �
2 314· 5 6 7 8 9 10, 11 !2.13 ,14 15 15 17118 192021 2223.24 25 26 27282930313233,34353637'383940 4142 43 44·45464748 4950·51 5253•5465156 575&59606162 63
37. Gráfico en el que aparecen definidos los tipos de conjuntos musterienses de Bordes. Los
tipos de útiles aparecen enumerados en el eje horizontal. Un diagrama de los porcentajes acu
mulativos de cada tipo de útil hallado en un conjunto coincide generalmente con una de las
cuatro categorías ele fonnas más importantes. A partir de estos datos se entabló una controver
sia acerca del significado de estas cuatro curvas diferenciadas.
i
períodos de tiempo y coexisten como culturas reconocibles.32 De ahí se despren
de que cuando están ausentes en las secuencias de un yacimiento pueden apare
cer representados en los modelos observados en algún otro yacimiento contem
poráneo.
3. Culturas persistentes. La normativa descubierta por Bordes podía ade
más ser descrita como indicativa de culturas persistentes, es decir, fo rmas de
organización behaviorística que presentan un registro arqueológico relativamen
te sin cambios a través de largos períodos de tiempo. Estos tipos de conjuntos
diferentes tampoco se ven afectados por el contacto con otras culturas igualmen
te distintas , presentes en la misma área.
La visión del pasado que surgió de la utilización de los métodos de Bordes
apoyaba la idea, propuesta por Peyrony y argumentada por el abate Breuil, que
EL DESAFÍO DEL MUSTERIENSE 99
Trad. achelense
Trad. achelense ALTER NANCIA
Trad. achelense DE LOS CONJU NTOS M U STERIENSES
Tra d. achelense
Trad. achelense
Trad. achelense
Típico
Típico
10 Típico
11 Típico
12 Denticulado
i3
Denticulado
14
Denticulado
15
16
17
18
19
20
21
22
23
24
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26
La Quina ---�
27
La Quina ---
28
29
La Quina
30
La Ferrassie Comba Grenal
31 Típico Sección en la línea 14
32 Típico
33 Típico Escala en metros
34 Típico 4
o 2 3
35 La Ferrassie
L.R. Binford
38. Sección arqueológica· del yacimiento musteriense de Combe Grenal, Francia , que pone
de manifiesto la existencia de conj untos alternativos.
MODELO MODELO
"ORGÁNICO" "CULTURAL.:'
39. Comparación de las visiones del pasado según el punto <le vista orgánico y cultural, en
términos del « Árbol de la Vida». (Basado en Kroeber, 1948, fig. 18.)
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DESCUBRIENDO EL PASADO
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108 EN BUSCA DEL PASADO
no sucedía lo mismo con la distribución de los huesos y las piedras en cada uno
de los niveles excavados. Pese a ello, llevé a cabo sucesivos estudios de correla
ción, en tal número que necesité un enorme baúl de acero para transportar to
dos mis papeles a los Estados Unidos. Puedo hablar de correlaciones entre cual
quier par de utensilios-tipo del Musteriense , entre utensilios y huesos, entre
huesos y líneas de circulación de agua en cuevas, es decir, prácticamente entre
cualquier tipo de datos. Evidentemente descubrí muchos datos nuevos en los
que nadie había reparado anteriormente, pero ninguno de ellos hablaba por sí
solo , como tampoco lo hacían los datos iniciales. Al producir más y más datos
y al detectar más y más modelos, había ampliado únicamente el alcance del pro
blema sin conseguir soluciones. Ninguna de las correlaciones proporcionó sufi
ciente información como para indicarnos la razón de su existencia: simplemente
estaban allí, en el registro arqueológico , como modelos complejos de asociación
estática.
Es importante constatar que a partir de tal cantidad -no escasez- de infor
mación empecé a vislumbrar que las aproximaciones llevadas a cabo presenta
ban serias dificultades de explicación. Ninguna de ellas bastaba para indicarme
el tipo de asociación más adecuado que debía realizar con cualquiera de aque
llos datos. Mi baúl metálico era tan grande y pesado que decidí volver a casa
en barco y, durante el viaje de 5 días desde Le Havre a Nueva York, tuve la
oportunidad de realizar algunas reflexiones desconsoladoras. Todo el proyecto
era obviamente un fracaso total. ¿En qué había fallado? , ¿ qué había dejado de
hacer? , ¿sería quizá simplemente que los arqueólogos no pueden aprender nada
acerca del pasado ? , ¿dónde me había equivocado?
Todavía conservo en casa un pequeño cuaderno de notas en el que escribí
una serie de deduccipnes lógicas de mis pensamientos a partir de algunos con
ceptos fundamentales: una especie de autorreflexión . (Muchos de estos pensa
mientos han sido incorporados en el capítulo l.) El primer encabezamiento reza:
«¿qué es el registro arqueológico?». Debajo escribí: «el registro arqueológico es
estático» , y a continuación una serie de apuntes en el sentido de que (excluyen
do los gusanos) no hay nada dinámico en el registro arqueológico . En realidad,
lo que nos interesa del pasado es la dinámica, es decir, qué hacía la gente, cómo
vivían y si competían o colaboraban . É ste es el problema básico y fundamental,
no exclusivo del período Musteriense , sino endémico de la arqueología: ¿cómo
podemos realizar inferencias dinámicas a partir de datos estáticos? Más abajo
se puede leer en mis apuntes: «el registro arqueológico es contemporáneo; exis
te en la actualidad y cualquier observación que realice acerca de él es una obser
vación del presente» . Pero, sin embargo, lo que nos interesa como arqueólogos
es el pasado . Todo ello me sugiere que los arqueólogos nos encontramos entre
los seres más optimistas del mundo. Excepto en caso de que conozcamos las
articulaciones necesarias y determinantes que se dan entre causas dinámicas y
consecuencias estáticas, ¿cómo podemos justificar una inferencia realizada de
unas a otras? El aspecto dinámico del pasado hace tiempo que desapareció.
UNA ODISEA ARQUEOLÓGICA 109
43. Una joven esquimal nunamiut con su abrigo con capucha (bordeada ésta con una piel de
carcayú) y un manto coloreado por encima; Paso Anaktuvuk, Alaska, 1971.
NOTA: Según los datos aportados por Hemming ( 1971 ) sobre los movimientos del caribll.
L.R. Binford
44. Mapa del norte de Alaska en el que aparece indicada la ubicación del Paso Anaktuvuk y la distribución de las manadas de caribúes.
UNA ODISEA ARQUEOLÓGICA 111
(figs. 43 a 46). En segundo lugar, era posible estudiar un grupo que dependía
casi enteramente de la caza, algo que no es fácil encontrar en la actualidad. En
tercer lugar, su medio ambiente era ártico y, por tanto, semejante al existente
en los yacimientos franceses que había tenido oportunidad de conocer (en ellos
se hallaron algunos pólenes arbóreos que indicaban un paisaje de bosque) . En
resumen, había llegado a la inevitable conclusión de que la única posibilidad de
desarrollar métodos arqueológicos ele inferencia era a través del estudio de pue
blos contemporáneos vivos, o mediante la práctica ele la arqueología en situacio
nes cuyo componente dinámico estaba documentado históricamente. Considera
ba que la «etnoarqucología» , la «arqueología experimental» y los «yacimientos
arqueológicos históricos» eran la única oportunidad que teníamos para desarro
llar y perfeccionar los métodos de inferencia que trataban ele los conjuntos de
artefactos hechos por el hombre . Después de todo, el trabajo llevado a cabo en
la física experimental había dado como resultado las técnicas de datación por
radiocarbono, técnicas que no pueden considerarse arqueológicas en sentido es
tricto, pero que son de gran utilidad para los arqueólogos . Por otra parte, estas
48. Dan vVitter recogiendo huesos de un escondrijo esquimal de carne durante la campaña
de 1972.
8. - Bli\FüfW
1 14 EN B USCA DEL PASADO
PUNTUALIZAClONES FINALES
sido estudiadas. Mi viaje a Alaska fue, en gran parte, realizado con la idea de
observar a los esquimales nunamiut y poder conseguir estos datos (véase cap.
5). D urante mi investigación etnoarqueológica en dicho lugar intenté observar,
desde una perspectiva arqueológica, la dinámica del modelo de asentamiento a
través de su movimiento cíclico en función de las estaciones. A pesar de que
esta investigación confirmó mis ideas más generales sobre la formación de los
yacimientos, mis observaciones indicaron claramente que los arqueólogos care
cen normalmente de métodos apropiados para detectar los modelos del uso del
espacio , enormemente complicados, empleados por cazadores y recolectores ta
les como los nunamíut.
Con el fin de ilustrar la naturaleza de estos problemas interpretativos, descri
biré algunos de los yacimientos que registré durante mi investigación llevada a
cabo entre los esquimales nunamiut, en Anaktuvuk, Alaska (fig. 44) . Empezaré
con el uso del espacio y los modelos de asentamiento a escala regional, para
proseguir describiendo cómo ciertos niveles de comportamiento deben enten
derse en términos de grupos de yacimientos o en términos de actividades en
lugares concretos. Los ejemplos que siguen demostrarán algunos de los orígenes
de la variabilidad que caracteriza la arqueología de los pueblos nómadas.
El uso del espacio a gran escala por parte de los nunamiut demuestra que
los arqueólogos deben recalibrar la perspectiva que poseen de los cazadores y
recolectores en función de una unidad de excavación de 0,5 m2 y trasladarla a
un área de más de 300.000 km2. Si descontamos ciertos casos excepcionales,
que se dan en las zonas ecuatoriales, esta área de enormes dimensiones repre
senta la amplitud del dominio del medio ambiente por parte de un grupo típico
de cazadores-recolectores, compuesto quizá por sólo treinta o cuarenta perso
nas. La banda raras veces explota todo el espacio en un momento dado, pero
necesita disponer de toda la región para contar con un surtido de opciones segu
ro. Con el fin ele comprender cómo una banda reducida ele personas se servía
ele un espacio tan grande , creo que puede ser útil un examen inicial de la unidad
espacial utilizada por un grupo durante una estación, demostrando a continua- .
ción cómo las variaciones observadas en dicha unidad durante un largo período
ele tiempo están relacionadas con la explotación de una región de grandes di
mensiones.
Podemos tomar como centro ele operaciones el área en la que un grupo de
esquimales nunamiut establecía asentamientos, o campamentos base, a lo largo
del ciclo estacional de un año (fig. 49) . Esta área central de residencia abarca
normalmente una extensión de aproximadamente 5.400 km2, aunque la tierra
que explotan, a base de expediciones fuera del campamento principal, puede
cubrir un área ele 25.000 km2• Debe resaltarse que los esquimales no son atípi
cos en lo que respecta al uso del espacio: el área central ele residencia utilizada
por una familia bosquim:ma G/wi (fig. 1) durante un período ele once meses
evidencia que también otros grupos cazadores-recolectores explotaban vastas re
giones. 1
CAZADORES EN UN TERRITORIO 119
,J
49. Ubicación de los yacimientos ocupados por una familia nunamiut a lo largo del ciclo
anual 1947-1948.
120 EN B USCA DEL PASADO
1 Lago Tulugak
2 Kongumuvuk
3 Anaktuvuk
4 Campamento de Old Morry
5 Publituk
6 Campamento de
Chandler Wien
ÁREA CENTRAL DE RESIDENCIA:
RADIO DE ACCIÓN DE LOS NUNAMIUT, 1 947-1952
10 15 20 25
Escala en millas
L. R. Bintord
50 (página amerior) .
Ubicación de los luga
res de residencia ocu
pados por cinco fami
lias nunamiut durante Distribución de los lugares de
residencia de una familia G/wi
un período de cinco san durante once meses
años. La distribución
de estos yacimientos
equivale al área central
de residencia de este
grupo esquimal durante
este período.
5 1 . Comparación en
tre el tamaño de las
áreas centrales de resi
dencia de los esquima
les nunamiut y de los
bosquimanos G/wi San
y el área donde han
sido localizados los ya ÁREA DE LA DORDOÑA
FRANCIA
cimientos arqueológi
cos del M usteriense ESCALAS REGIONALES COMPARATIVAS
«clásico», en la región Escala en míllas
de la Dordoña, Francia 10 10 20 30 40 50 60 70 80 90 100
(véase cap. 4) . L.R. Bmford
bandas») es, por tanto, falso. A juzgar por mis observaciones, basadas en los
nunamiut actuales, es obvio que ya no podemos establecer relaciones simples
entre la variabilidad en el tamaño del yacimiento y la naturaleza del grupo que
reside allí, salvo en caso de adquirir mayores conocimientos acerca de los demás
factores que inciden en la dispersión de los restos en un yacimiento. En otras
palabras, los arqueólogos deben conocer los procesos de formación del registro
arqueológico: ésta es la manera de que los yacimientos cobren entidad.
El modelo de uso de la tierra utílízado por los nunamiut ilustra también otro
factor que afecta al registro arqueológico. No deja de sorprendernos el hecho
de que muchos cazadores y recolectores no residen exclusivamente en un terri
torio, sino que -fenómeno que contradice las suposiciones de la mayoría de
los arqueólogos- explotan una serie de áreas distintas y ocupan cada una de
ellas hasta que el medio se degrada. A menudo, tras un período de años y a
causa de un incendio o debido a un agotamiento de los recursos animales, el
grupo se desplaza hacia un territorio completamente diferente, donde los recur
sos ya han sufrido un proceso de regeneración. Por ejemplo , entre los nunamiut
el tiempo de utilización de un núcleo residencial es aproximadamente de diez
años.
Basándome en conversaciones mantenidas con esquimales ancianos, he cons
truido un modelo idealizado (fig. 52) que muestra la manera en que los nuna
rniut confían explotar una región a lo largo de la vida de una persona. 4 La base
del modelo es un patrón cíclico del uso de la tierra. El área central de residencia
que ocupa el grupo se considera, al nacer una persona, corno el territorio de
nacimiento de dicha persona. Si la banda se ha instalado recientemente en dicho
lugar, es de esperar que el recién nacido/a viva en esta área por lo menos duran
te diez años antes de que se trasladen a otra área central de residencia, comple
tamente distinta y que no ha sido ocupada por lo menos desde hace cincuenta
años. Esta segunda área se conocerá como territorio de formación, si se trata
de un hombre, y territorio de cortejo, si la nacida es una mujer (puesto que las
jóvenes se casan alrededor de los 16 años, mientras que los jóvenes esperan
aproximadamente hasta los 28 años) . En esta área, el hombre iniciará su apren
dizaje como cazador y viajará por amplias zonas, familiarizándose así con el me
dio ambiente. Transcurridos diez años llegará el momento de trasladarse de
nuevo y entonces el hombre se instalará en el territorio de cortejo, mientras
que sus hermanas se encontrarán ya criando a sus primeros hijos. Cuando final
mente un joven se casa suele, por lo general, ir a vivir durante varios años al
territorio de la familia de su mujer.
Seis u ocho años más tarde, cuando el hombre puede considerarse ya en
plena madurez y es muy hábil en la caza, se dirigirá a otra área completamente
diferente. En su último territorio , un hombre que ha triunfado, puede contri
buir al folklore o tradición cultural relacionado con el medio. Parte de la tierra
podrá ser registrada en las mentes de los nunamiut en función de algunas de
sus hazañas de caza; puntos clave , tales corno la ubicación de unas rocas en un
CAZADORES EN UN TERRITORIO 123
�
Extensión anual X.
(t,) de los 28 a los 32 años
1 .500 millas'
Kang1�1gm1ut
/ (territorio de la esposa)
'
/
Extens1on anual C
(t,) de los 1 9 a los 27 años
-'�º
1
1
\ i
\ I
\ I
\ /
\ /
\ /
\ /
\ Extensión anua! 8
\ (t2) de los 1 0 a los 1 8 años
2.300 millas' aprox.
\
\
;i(territorio de formación)
• (territorio de cortejo)
Extensión anual A .#Tulugakmiut
(t5) de los 33 a los 41 años l ��ri:. 1.� 8oª��fas'
Extensión anual 0
��{¡�� r¿� de los c_a:_acl.'.',:.': Kanm
NOTA: El mapa está basado en un
aprox. 2.400 millas2 .i,i' (territorio de nacimiento) croquis realizado por Simon Paneack
alingmiut
TERRITORIO DE UNA BANDA NUNAMIUT
aprox. 8.500 millas'
Escala en millas
12 24 36 48 60 72 84 96 108 120
L.R. Binford
52. Modelo idealizado del uso de la tierra de lo> nunamiut a lo largo del período de vida de
una persona; dicho modelo se basa en la información adquirida a través de entrevistas con
informantes esquimales.
lugar concreto, desde donde se puede cruzar un río, podrán ser recordados a
partir de sus relatos. La habilidad de un cazador disminuye cuando ha sobrepa
sado los 40 años de edad, momento en que la mayoría de hombres empiezan a
perder la vista, encontrando dificultades a la hora de subir una montaña, etc.
En este momento de su carrera, un cazador se trasladará probablemente a su
territorio de nacimiento , completando el ciclo del uso de la tierra; y ya desde
el inicio de la vejez tendrá que depender gradualmente de otros para poder sa
tisfacer sus necesidades básicas de subsistencia.
En resumen, el área en que un hombre reside durante toda su vida consta
de unos cinco territorios diferentes y puede alcanzar una extensión de hasta
22.000 km2• Pero, a lo largo de toda su vida, un hombre nunamiut podrá haber
recorrido más de 300.000 km2 en el ejercicio de las expediciones normales de
caza. Ello implica que , en cualquier momento, un grupo de esquimales nuna
miut puede disponer de una extensión de tierra cuatro veces mayor de la que
124 EN B USCA DEL PASADO
CAZADORES EN UN TERRITORIO 125
Una vez descrita la forma en que los grupos cazadores y recolectores explo
tan una serie de territorios distintos, podemos pasar a examinar la manera en
que organizan sus tareas dentro de los límites de un área central de residencia
(fig. 53) . Una forma acertada de observar la organización de las actividades a
este nivel es considerar una agrupación de lugares que denomino complejo situa
cional. Cuando una serie de acontecimientos se interrelacionan formando parte
de una estrategia global, los distintos lugares donde tienen lugar las diversas
actividades interrelacionadas forman un complejo situacional. Mi estudio et
noarqueológico sobre los asentamientos de los esquimales nunamiut proporcio
nó diversos ejemplos de estos grandes «complejos» de territorios.
54. Ubicación de
los diversos compo
nentes que confor
man el complejo si
tuacional de las
fuentes del Anavik. AGRUPACIÓN DE YACI M IENTOS EN ANAV I K
Escala en kilómetros
o 2 3 L. R. Binford
126 EN BUSCA DEL PASADO
A
/
un km. de distancia se halla
el yacimiento de caza
1:4�
11'- �. Yacimiento A-8-C
El complejo situacional en las fuentes del Anavik (fig. 54) está formado por
tres yacimientos diferentes que son utilizados conjuntamente durante la caza del
caribú, en su período de migración (que tiene lugar en primavera) hacia el norte
a través del paso de Anaktuvuk, en ruta hacia la tundra abierta y llana. Los
yacimientos forman un conjunto unitario y en este caso están integrados por:
a) un campamento de caza (incluyendo un «campamento de los enamorados»
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Agosto 1964 /' ('"' '"' -
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Con la ayuda de unos informadores que habían acampado en las fuentes del
Anavik pude aislar, afortunadamente , diversos campamentos del conjunto de
material arqueológico distribuido de forma continua. En uno de ellos,5 llamado
yacimiento J, puede observarse que un determinado tipo de estructura - un cír
culo de piedras para sostener una tienda y un hogar exterior- se repite tres
veces. Este grupo de círculos representa un solo período de ocupación. El yaci
miento J no forma parte del complejo ele caza del caribú; sin embargo, es inte
resante en sí mismo, porque su historia ilustra una división del trabajo que es
corriente entre los grupos cazadores-recolectores, pese a que nunca ha siclo ob
jeto de un tratamiento especial por parte de la literatura etnográfica.
A finales del verano, las provisiones de carne seca preparada por los esqui
males, tras la migración del caribú, han disminuido considerablemente y resul
tan incomibles: la carne que aún se conserva se ha endurecido, el sabor ha ido
desapareciendo a causa ele la lluvia y las partes más sabrosas han sido consumi
das . Además, en estaépoca del año todavía no hay caza disponible en el medio
ambiente local. La mayoría de caribúes - excepto unas pocas piezas que sólo
pueden encontrarse en las proximidades ele los glaciares situados en las zonas
altas de las montañas- pacen en las tierras lejanas del norte, y los carneros
cimarrón son difíciles de localizar en esta época del año. Con el fin de animar
a alguien para que vaya a cazar, a pesar de las dificultades que ello comporta
debido a la escasez, los nunamiut han creado un incentivo fascinante. A finales
de verano, las parejas ele enamorados son autorizadas a vivir juntas, pero no en
el campamento de residencia principal, sino únicamente en campamentos de
caza situados en puntos muy alejados. El resultado es que, a largo plazo, todos
salen beneficiados: los de mayor edad subsisten gracias a las provisiones ele car
ne almacenadas en las casas, mientras que los más jóvenes buscan sus alimentos
en el campo. Si Jos jóvenes tienen éxíto en sus expediciones de caza, de vuelta
al hogar traerán carne fresca que compartirán con el resto de individuos, pero
si no consiguen cobrar ninguna pieza se sentirán hambrientos aunque felices .
Sabemos que el mismo tipo de estrategia es utilizado por los indios washo, ca
zadores y recolectores que viven junto al lago Tahoe, en California . 6 A princi
pios de la primavera, cuando las provisiones escasean y el hambre se deja sentir,
se permite a su vez que los jóvenes enamorados levanten campamentos en áreas
distantes, donde las posibilidades de obtener alimento son bastante recluciclas.
Esta estrategia de los cazadores y recolectores se basa en la disponibilidad de
los jóvenes - q ue se encuentran en la plenitud ele la vida- para responder a
los incentivos apropiados y decidirse a correr un riesgo.
El campamento J es uno de estos campamentos de enamorados y, por tanto,
la distribución ele los materiales arqueológicos en el yacimiento no coincide con
la observada en otros tipos de campamentos ele caza, tales como Ja mayoría de
los que se ubican en las fuentes del Anavik. Normalmente, Jos trozos de carne
seleccionados se repartirán en un hogar comunitario, pero en tal caso cada gru
po ele jóvenes enamorados consumirá sus alimentos por separado, en sus tien
das . Los hallazgos arqueológicos del yacimiento J no presentaban restos de ma
nufactura o reparación de utensilios. Estas diferencias, aunque menores, son
57. Yacimiento de matanza de los esquimales nunamiut. Al fondo, la entrada al valle del
Anavik.
58. Panorámica del área de descuartizamiento del caribú, en el yacimiento de las fuentes del
Anavik.
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1 NOTA: 1. En las áreas de
descuartizamíento sólo aparecen los "!;
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1
COMPLEJO SITUACIONAL DEL YACIMIENTO DE MATANZA YDESCUARTIZAMIEN
PASO DE ANAKTUVUK, ALASKA
[ N 10
1
Escala en metros
-:
L R. Binford 1 1 2 4 5 6 10 11 i 13 14 15 16
', E 35 E 40
59. Planta del yacimiento de matanza y descuartizamiento de las fuentes del Anavik una vez
efectuada la caza de primavera del caribú. Obsérvese la distribución de los hogares y de los
restos faunísticos.
60. Detalle del hogar y del área de conversación del yacimiento de matanza y descuartiza
miento situado en las fuentes del Anavik.
6 1 . Detalle del área de descuartizamiento del yacimiento de las fuentes del Anavik. Obsérve
se las áreas circulares donde fueron descuartizados los caribúes y la ubicación de los restos
desechados.
Restos de un puesto de o�"Asientos" de piel
\
caza anterior al empleo
de armas de fuego B
D � �1 _ _
•
A
��:flf��: D
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Escala en metros
� E l 65
15 16 17 18 19 20
Animal
considerado
"enfermo"
(
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(
/ l 1
Área de
descuartizamiento 2
i
\
\
Area de descuartizamiento 3
L R Bm/010
132 EN BUSCA D E L PASADO
exactamente la clase de datos que los arqueólogos pueden utilizar para identifi
car este tipo de división del trabajo por grupos de edad que se dieron en el
pasado.
Proceso de matanza
Yacimiento de invierno
1956-1959
NOTA: En
este mapa sólo
aparece el 41 %
de los
yacimientos
arqueológicos
documentados
L.R. Binford
66. Mapa del área del lago Tulugak en el que aparecen señalizados los yacimientos y los com
plejos situacionalcs.
CAZADORES EN UN TERRITORIO 135
Almacenamiento de la carne
67. Las rocas del soldado delimitan la rula seguida por la manada de caribúes que se dirigen
a las montañas situadas al este del lago Tulugak. (En la figura 66 puede observarse su locali
zacíón exacta.)
Rutas preparadas
Los restos arqueológicos que resultan de la explotación del caribú en las cer
canías del lago Tulugak son de una gran complejidad. Los caribúes son condu
cidos a través de barreras alineadas. Para ello aprovechan ciertos relieves del
paisaje, tales como hileras paralelas ele lomas glaciales (llamadas eskers) , aun-
CAZADORES EN UN TERRITORIO 137
"'
z_
�
oval.
Limite de la excavaciór
Flecha de asta
� �. ¡·},- - - - --
Escondnio de astas
8
Piedras cuarteadas de venado
por el fuego
Construcción de
guijarros
�'?:' .
/
,•
Roca
Límite del área
madre
reexcavada ---�
__ 1__ 2_
_
_ L.R. Bmford
68. Planos de tres puestos de caza del siglo XIX localizados en una ruta del caribú, en la ver
tiente oriental del lago Tulugak. (Su posición exacta puede verse en la figura 66.) Obsérvese
la presencia de productos de desecho procedentes de sus «refrigerios» y de la reparación de
útiles, así como un escondrijo de astas de venado destinadas a la confección de puntas de fle
cha. Los hogares (representados con trama cuadriculada) han sido colocados en el lado interno
de las paredes del puesto de caza, para que los cazadores se beneficiaran de su calor durante
la espera de la llegada del caribú.
que también incorporan relieves hechos por el hombre q ue son muy difíciles de
detectar sin una información etnográfica previa. Los componentes básicos de
una ruta, cuando no está en uso, se asemejan a un montón de piedras que de
nomino rocas del soldado (fig. 67) . Pero en cambio, cuando se sirven de ella,
los cazadores esquimales adoptan medidas tendentes a facilitar la conducción
de los caribúes a la cima de un collado o a cercados parcialmente naturales ubi
cados en un extremo del lago, y por tal motivo colocan musgo alrededor de las
rocas simulando la silueta de un hombre o, incluso también, ropa vieja sobre
el musgo para intimidar al caribú, conseguir que avance y limitar sus movimien
tos al sendero escogido por los cazadores.
138 EN BUSCA DEL PASADO
69. Las estaciones de caza R y B, en el Paso Anaktuvuk. Obsérvese la presencia de una piel
de caribú a modo de lecho donde un hombre duerme mientras su compañero vigila la llegada
de la caza. (Para su localización exacta, véase la figura 53.)
Puestos de caza
A lo largo de una ele las rutas del caribú, que se dirige hacia la cima de la
montaña adyacente al lago, localizarnos 70 pequeños puestos de caza desde los
que dos hombres nunarniut (aprovechando el instinto natural del caribú que le
mueve a situarse en la cima del monte cuando se ve amenazado) podían acechar
a sus presas. Estos puestos de caza (fig. 68) se componen de una estructura
permanente. resultado de excavar un agujero en la ladera rocosa o de construir
una pequeña pared. Tienen una doble función, ya que no sólo sirven para ocul
tar a los cazadores , sino que también les protegen hasta cierto punto del viento
durante la espera que puede prolongarse hasta 8 o incluso 12 horas. Es obvio
que durante este tiempo pueden sentir mucho frío pero, debido a que el fuego
ahuyenta al caribú, los cazadores han ideado otro sistema para calentarse. Al
llegar al puesto de caza, los hombres derriban sus paredes y hacen un gran fue
go. Cuando la fogata ha prendido totalmente, amontonan las piedras sobre las
llamas y dejan que siga ardiendo por debajo, hasta que el calor se transmite a
las piedras y permite a los hombres acurrucarse junto a la pared y mantenerse
calientes mientras vigilan la llegada del caribú. La presencia ele hogares en las
parceles de las estructuras ha sido observada, asimismo, en algunos yacimientos
paleolíticos rusos . 10 Uno se pregunta por qué alguien construiría fuegos en las
CAZADORES EN UN TERRITORIO 139
Campamento base
Otro componente de los complejos situacionales del lago Tulugak son los
campamentos de residencia emplazados cerca del lago, lugar donde abundan la
leüa y el agua corriente. Los nunamiut seleccionan la ubicación de los campa
mentos en función, principalmente, de la dificultad de transporte de los recursos
que explotan y no tanto por la presencia de recursos alimentarios. La obtención
de alimento permite una estrategia flexible ya que, tal como hemos visto, éste
140 EN BUSCA DEL PASADO
YACIMIENTOS ESPECIALIZADOS
diversas actividades que tienen lugar además del secado de pieles. Por ejemplo,
en un yacimiento situado en lo alto de las montañas, que es ocupado normal
mente en verano por cazadores que van en busca de caribúes adultos machos,
se encuentran pequeños círculos de piedra de un tamaño similar a los círculos
de Kongumuvuk, asociados a pequeños hogares. En este caso, sin embargo, el
tamaño de las piedras de los círculos es mayor que en el yacimiento citado an
teriormente , porque estas piedras fueron empleadas para sujetar las tiendas de
piel de caribú . Este yacimiento difiere de la estación de caza de Kongumuvuk
también en otro aspecto: contrariamente a lo observado en Kongumuvuk, que
ofrece una gran diversidad de áreas, aquí se observa la presencia de una serie
t
Finales de otoño
Áreas de secado
. . .·
.... .1
"' J, : ···
� �� � Piedras para
j tar las pieles
Astillas de
hueso
ia,/
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-
': . . \.
@� Hogares
7 1 . Círculo de piedras pequeñas usadas por los nunamiut como lastre para sujetar las pieles
de caribú durante el proceso de secado. (Para su localización exacta en la estación de caza de
Kongumuvuk, véase la figura 70.)
Estaciones de caza
Las estaciones de caza son uno de los tipos de yacimiento más comunes en
el paisaje cultural de los nunamiut. Pueden ser muy complejos (como ocurre
con el yacimiento de Kongumuvuk o el de Mask, 12 del que hablaremos en el
próximo capítulo) , relativamente sencillos (como los lugares de emboscada del
lago Tulugak) o extremadamente efímeros. Como ejemplo de esta última cate
goría, podemos encontrar lugares donde un cazador se limita a permanecer
oculto detrás de una peña y posiblemente construye un pequeño hogar. Acci
dentes naturales del terreno, tales como las peñas, son normalmente usados
como estaciones de caza (fig. 72). En tales yacimientos es posible que sólo se
encuentre un pequeño hogar, algunas piedras resquebrajadas por el fuego y una
serie ele útiles que fueron escondidos en vistas a una utilización posterior.
Elementos auxiliares
Las rocas del soldado, situadas a lo largo de las rutas del caribú, en el lago
Tulugak, pueden ser clasificadas como un tipo particular ele útil que llamo ele
mento auxiliar (para una información más amplia, véase el capítulo 7) . Otro
elemento ele esta misma clase de artefactos son las trampas. Los nunamiut em-
144 EN BUSCA DEL PASADO
plean una amplia gama de ellas, siendo unas de las más corrientes las llamadas
de caída mortal. El lugar donde se halla cada trampa de caída mortal (fig. 73)
debería considerarse como un yacimiento especializado. A menudo, se constru
yen en las cercanías de los escondrijos de carne , con el fin de mantener a los
competidores alejados del alimento, aunque , por otra parte , el escondrijo de
carne es en sí mismo un cebo que atrae a los zorros y lobos hacia el área donde
está emplazada la trampa de caída mortal. A su alrededor se construyen unas
pequeüas vallas con el objetivo de asegurar que la presa entre exactamente de
la manera deseada. El disparador de la trampa se coloca en el interior, conve
nientemente desplazado (de modo que rebase, por ejemplo, la longitud del cue
llo del animal), para que éste se vea obligado a colocar sus patas delanteras
sobre uno de los travesaüos antes de que la gran roca colocada en la parte su
perior se le precipite encima. Puede darse el caso de que la piedra no llegue a
matar al animal, pero ele cualquier modo caerá sobre su lomo y le impedirá la
huida.
Trampas de caída mortal como las que construyen los nunamiut son , proba
blemente, muy comunes en el registro arqueológico. He observado construccio
nes similares en yacimientos asociados con el hombre de Neandertal, y también
es evidente que muchos lugares descritos por los arqueólogos norteamericanos
como enterramientos infantiles, túmulos de piedra rituales o pozos ele almacena
miento son en realidad trampas de caída mortal. Los arqueólogos deben ser ca-
72. Estación de caza situada en un prado natural cerca del arroyo Little Contact, en el valle
Anaktuvuk. (Véase la figura 53.) Este lugar desempeña la misma función que el que aparece
representado en la figura 69, aunque está ubicado en un terreno de características diferentes.
Hay que resaltar que en su interior fueron escondidos leños y dos latas viejas de café emplea
das para hervir el agua del té, para ser utilizadas en otra ocasión.También escondieron el tri
nco (en primavera) una vez se hubo derretido la nieve de invierno.
CAZADORES EN UN TERRITORIO 145
73. Trampa de caída mortal, pensada para la captura de un Jobo. Estas trampas siempre se
construyen en otoño, antes de que se produzcan las primeras nevadas fuertes.
lO. BJNFOJW
146 EN BUSCA DEL PASADO
supone emplear una ecuación simple, del tipo propuesto por Yellen, 13 para re
lacionar la cantidad de restos con la duración de la ocupación. Antes de inter
pretar la naturaleza de los datos hallados en los yacimientos arqueológicos , de
bemos determinar el tipo de comportamiento que los generaron: es preciso re
construir la función del yacimiento. Mi investigación entre los nunamiut ha de
mostrado que en los yacimientos arqueológicos se realiza una gran variedad de
actividades. También ha puesto de manifiesto que estos diversos tipos de com
portamiento dejan huellas diferentes en el registro arqueológico, por lo cual es
posible que en el futuro se puedan desarrollar técnicas que nos permitirán reco
nocer lugares especializados utilizados en épocas prehistóricas.
74. Plano del yacimiento de Tulukkana, lugar donde se procesaron para su almacenamiento
50 caribúes, empleando para ello sólo 12 días. La enorme acumulación de huesos es conse
cuencia de las actividades de procesamiento de la carne allí desempeñadas y no un reflejo del
número de individuos que ocupó el yacimiento ni de la duración de dicha ocupación.
E O E 3
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Elemento n.0 6A (hogar-cocina), '·,.,., ---
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.. Excrementos
de perro
E 6 E 9 E 12 E 15 E18
YACIMIENTO DE TULUKKANA:
SEDIMENTOS GLACIALES DEL LAGO, PASO DEANAKTUVUK
Escala
NOTA Se ha
registrado cada
aumento de 5 huesos/m2
10 11
77. Campamento de residencia ocupado por los bosquimanos nharo que viven en el desierto
central de Namibia. El modelo de círculo descrito por Y cllen (fig. 76) queda reflejado en esta
fotografía. Obsérvese la carne que cuelga del árbol situado a la derecha (véase fig. 65). (Foto
de L. Fourie, cedida por el Africana Museum, Johannesburgo. )
78. Campamento de indios seri, situado en la isla Tiburón, Sonora , México. Las estructuras
del asentamiento aparecen alineadas, hecho que contrasta con el modelo de asentamientos de
círculo propuesto por Ycllen (fig. 76). Las cabañas en uso han sido emplazadas encima y junto
a restos de estructuras anteriores, algunos de cuyos restos todavía son visibles en el extremo
de la derecha ele la fotografía. En Ascher (1962) se ofrece una descripción excelente de los
asentamientos scri. (Foto de E. H. Davis, 1922, cedida por el Museum of the American In
dian , Heye Foundation.)
•
9
• •
10 11
L.R.B.
79. Mapa del campamento ocupado simultáneamente por cuatro bandas birhor (véase la figu
ra 1). Obsérvese la gran distancia existente entre cada banda y la agrupación no circular de
las cabañas. (Véase Williams, 1968.)
Tal como ya vimos en los tres primeros capítulos, uno de los Grandes Inte
rrogantes que los arqueólogos intentan normalmente dilucidar es la forma en
que el hombre primitivo organizaba su espacio de vida; es decir, conocer la ubi
cación y relación espacial de actividades tales como dormir, comer, conseguir
alimentos, elaborar útiles, etc. Queremos saber hasta qué punto el hombre pri
mitivo hizo un uso adecuado y especializado del espacio. Por ejemplo, una vez
iniciado el empleo regular de útiles, ¿organizaron nuestros antepasados su uso
del espacio de manera que siempre tuvieran a mano los útiles necesarios o, sim
plemente, se limitaban a fabricarlos y abandonarlos en el lugar de su utiliza
ción? ¿Compartían el alimento según la tendencia observada en el hombre mo
derno? En otras palabras, el estudio del uso del espacio en el pasado plantea
una pregunta fundamental: ¿cómo estaban organizadas las actividades humanas
en los diferentes lugares?
Vimos en el capítulo anterior cómo algunos cazadores-recolectores moder
nos se desplazan por un cierto número de lugares llevando a cabo en cada uno
de ellos diferentes tipos de actividades. Si el arqueólogo, tal como intenté enfa
tizar entonces, quiere comprender la dinámica de los sistemas que se produjeron
en el pasado, debe ser capaz de diagnosticar la naturaleza y organización de las
tareas realizadas en cada yacimiento. Asimismo, si queremos resolver el «pro
blema musteriense» debemos estar en condiciones de reconstruir por lo menos
algunas de las actividades que fueron realizadas en sus yacimientos, actuando
en función de los datos y dejando al margen la formación de los conjuntos líti
cos, ya que nuestro objetivo consiste en averiguar si la composición de los con
juntos de útiles de piedra varía de fo rma regular ante hechos que pudieron ocu
rrir en el pasado. Más concretamente, los arqueólogos quieren interpretar, en
lo que respecta a las condiciones de vida prehistóricas, hechos tales como las
distintas frecuencias de los útiles, sus diferencias de distribución con respecto a
los restos de animales o la relación existente entre ciertos tipos de restos, pro
cedentes de la elaboración de útiles de piedra, y los mismos útiles.
El estudio de la estructura del yacimiento, es decir, la distribución espacial
de artefactos, restos y fauna en los yacimientos arqueológicos, fue uno de los
retos que me propuse conseguir cuando inicié la investigación etnoarqueológi
ca. 1 Mis experiencias etnográficas me hicieron ver que, generalmente, existen
LA GENTE EN SU ESPACIO 155
grupos de variables que , según los casos, determinan en gran medida la forma
de organizar el comportamiento en los distintos lugares. Por ejemplo, en los
campamentos de caza el relativo éxito de una partida influye de manera sustan
cial sobre los modelos de consumo de alimentos,2 sobre las actividades realiza
das y, a menudo, incluso sobre la duración de ocupación del campamento . Por
otra parte, en los campamentos de residencia estas situaciones de dependencia
son difícilmente evidentes y, en caso de que existan , reflejan drásticas medidas
de fuerza que conllevan estrategias de emergencia nunca vistas en campamentos
de caza.3 En resumen, observé que los distintos modelos de variabilidad en los
conjuntos podían relacionarse con tipos de yacimientos funcionalmente diferen
tes. Sin embargo ; y pese a estas diversidades funcionales, parece que también
existe una serie de rasgos que subyacen permanentemente y que son caracterís
ticos de la organización espacial interna de la vida de un yacimiento. Por todo
ello, mientras investigaba el problema de la variabilidad en la asociación de la
fauna, aproveché cualquier oportunidad que se me presentó para documentar
el modelo espacial de los hallazgos en yacimientos de los que se conoce su fun
ción, duración de la ocupación, época de uso, etc. ; realicé esta tarea con la es
peranza de reconstruir una «colección» de materiales que podría , quizá, servir
de base para el desarrollo de los criterios que me permitieran reconocer los fac
tores que condicionan l a organización espacial de las actividades llevadas a cabo
en los yacimientos, al margen de su función.
Uno de los elementos comunes a todos los yacimientos, tanto del presente
como del pasado , es el tamaño físico y la estructura de los hombres que los
utilizaron. ¿Acaso este hecho simple representa la clave para interpretar la es
tructura del yacimiento? Si a partir de ejemplos etnográficos se pudiera demos
trar que ciertos tipos de modelos espaciales son el resultado de simples mecanis
mos del cuerpo humano, dispondríamos de una base para hacer inferencias
acerca del pasado , por lo menos a partir del momento en que nuestros antepa
sados tuvieron un cuerpo similar al nuestro. La relación entre el cuerpo humano
y los modelos espaciales actuaría como un «objeto eterno» (por usar el término
de Whitehead),4 ya que ésta ha sido constante, tanto en el pasado como en el
presente.
Así como el esqueleto proporciona el armazón del cuerpo (en torno al cual
se disponen los músculos y órganos) , también la ordenación de los elementos
auxiliares de un yacimiento conformará el esqueleto alrededor del cual se orga
nizan las actividades; el número de personas y efectos depende, así, de esos
elementos existentes en el yacimiento. Philip Wagner los ha definido de la si
guiente manera:
. . . contenedores, tales como cestas, vasijas, cajas, edificios, . . . instalaciones,
en la forma de caminos y plataformas y barreras, como pueden ser las vallas,
...
/'i
PLANTA ESQUEMÁTICA
Casa de la
construcción
Correa del
perro
3
;
4
Vertedero de astillas
de hueso
2
Pequeño
bastidor
o / \
¿Y'
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• '
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...-
..... ª'
.. . .
� B ""
� Hogar
.... Piedras
,,...
� .. Madera
uso y los caminos de circulación como modelos de ítems y/o agrupaciones espa
ciales de artefactos . Estoy convencido de que los rasgos definitorios del carácter
de las actividades, la organización del trabajo empleado en su ejecución y el uso
previsto de un lugar, en relación al sistema global de subsistencia del asenta
miento, están codificados en la organización de la estructura del yacimiento.
Debemos conocer, por una parte, los factores que condicionan la manera en
que la gente se instala, dispone y usa un lugar, mientras que , por la otra, ad
quiere gran importancia la forma en que un grupo mantiene un yacimiento .
La mejor manera de ilustrar estas observaciones generales es mediante el
ejemplo. En un típico asentamiento esquimal de invierno (fig. 80) existe una
organización situacional característica, formada por diversos elementos auxilia
res básicos que incluyen una casa, un bastidor para la carne, correas de perro
y hogares al aire libre. Distribuidas alrededor ele estos objetos, o entre ellos, se
LA GENTE EN SU ESPACJO 157
· · ····
\ · · · . . ..
�A� �.� o E F G
. . ..
81. �".1odelo de lugar de residenda ·según Leroi-Gourhan. :¡;,¡ hogar (zona A) está situado a ia
entrada de la casa o estructura y se considera el centro de las actividades organizadas del ya
cimiento. Dicho hogar marca la división entre el espacio interior y el exterior de nna estructu
ra. El interior se concibe como el área de uso doméstico y puede estar subdividido en dos
zonas. En la zona B 1 las personas se sientan alrededor del fuego y llevan a cabo diversas acti
vidades y actos sociales; es de suponer que la mantienen razonablemente limpia, ya que se
trata de un lugar donde se llevan a cabo las actividades más delicadas. Leroi-Gourhan describe
la zona B 1 como el área donde los arqueólogos encontrarán pequeños útiles y ocre. La segunda
área del interior de la estructura la denomina zona C, el área dormitorio, donde es de suponer
que se encuentren pocos artefactos o desechos. En torno al hogar, pero ya en el exterior de
la estructura, existe otro espacio doméstico, zona B2, donde se considera que se realizan las
actividades más toscas, que producirán una gran cantidad de desechos. Dichos desechos pue
den consistir en los restos del trabajo de la piedra, asta de venado o hueso, y también se po
drán hallar en esta zona B2 piedras usadas para cocinar. Más allá existe una serie de círculos
concéntricos, zonas D, E, F y G, que son concebidas como: D , zona de vertedero concentrado
y disposición repetitiva; E, zona de vertedero disperso; F, espacio ele vertedero escaso, y G ,
espacio con hallazgos aislados. En este modelo e s ele esperar q u e s e observe u n a gran diferen
cia en la clensiclacl de restos existentes a ambos lados del hogar: la mayor clensiclacl correspon
derá al área situada fuera de la casa, y la menor, al lacio opuesto. Este es un buen ejemplo
ele cómo un modelo ele formación puede utilizarse para justificar una serie de convenciones
ideadas para interpretar los restos arqueológicos. (Reproducción, autorizada, del original apa
recido en Leroi-Gourhan y Brézillon, 1972, fig. 174, p. 254.)
parte, a la imposibilidad de distinguir las diferencias que existen entre las pecu
liaridades de un sistema cultural vivo y los modelos de los restos arqueológicos
(confusión que fue acertadamente anticipada hace ya algunos años por Schiffer
y Rathje).8 Pero antes de proseguir, debo explicar con claridad el significado
exacto de conceptos tales como «actividad», «equipo de herramientas» y «áreas
de actividad». Un equipo de herramientas es el conjunto de útiles empleados en
la consecución de una tarea. Una actividad es una serie de tareas integradas
que se ejecutan generalmente en una secuencia temporal y de manera ininte
rrumpida. Es sabido que tareas idénticas pueden formar parte de actividades
distintas: por ejemplo, la tarea de cortar carne puede incluirse en las actividades
de descuartizamiento y preparación de la carne para su cocción y consumo, etc.
Las áreas de actividad son lugares o superficies donde tienen lugar actividades
tecnológicas, sociales o rituales. Es fácil imaginar actividades que requieren el
empleo de diversos equipos de herramientas y, a la inversa, diferentes activida
des que reúnen uno o más equipos de herramientas idénticos. Fue precisamente
el hecho de suponer que este tipo de mezcla de componentes estaría presente
LA GENTE EN SU ESPACIO 159
Cuando los individuos realizan un trabajo que requiere el uso ele un hogar
tienden a desempeñar su tarea de acuerdo con un modelo e�pacial que parece
ser universal. Por ejemplo, una mujer bosquimana !Kung que vive en Botswana
L.R. Binford
85. Mapa del yacimiento Clean Lady, próximo al arroyo Kongumuvuk, Paso Anaktuvuk,
A!aska. Puede observarse la disposición de lajas en forma de arco conformando una platafor
ma adyacente al hogar, D , situado en el interior de la casa moss. Este modelo es típico de las
situaciones en que un individuo utiliza habitualmente un lugar concreto en torno al hogar.
Obsérvese también el grado de limpieza del área interior delimitada por la plataforma. Exis
ten, además, un hogar exterior, A, un pequeño vertedero de puerta, a la dercchu de la entrada
de la casa, y un enorme basurero de huesos, a la izquierda.
l l . - BINFORD
162 EN BUSCA DEL PASADO
colocar cierto número de piedras junto al hogar, que son utilizadas como peque
ñas mesas destinadas a cortar la carne, preparar el alimento o depositar reci
pientes contenedores (fig. 85) . Pero el modelo observado difiere ostensiblemen
te si se trata de todo un grupo de individuos, que trabajan alrededor de un ho
gar, o bien tan sólo de un único operario , que se sienta en solitario junto al
modelo. Con el fin de que todos los individuos dispongan del espacio necesario
para trabajar, cada uno de ellos se sitúa a cierta distancia del fuego, de manera
que los restos resultantes de su actividad aparecerán formando un círculo alre
dedor de éste (fig. 86) , en una disposición que difiere de la distribución perpen
dicular de restos propia del trabajo de un solo individuo.
Otra observación importante acerca de la estructura situacional nos la ilustra
la manufactura de útiles de piedra (fig. 87) llevada a cabo por los aborígenes
alywara, en Australia. 1 1 En una ocasión tuve la oportunidad de ver a un hombre
sentado que bacía saltar lascas de un núcleo. La ubicación de los pequeños frag
mentos resultantes del impacto de los golpes me indicaría posteriormente el lu
gar donde aquél se había sentado , ya que estos pequeños fragmentos cayeron
entre sus piernas y permanecieron intactos en el lugar. Las lascas, sin embargo,
habían sido dispuestas cuidadosamente formando un arco frente a él , y la forma
y tamaño de dicho arco venían determinados por la longitud del brazo del indi
viduo. Un modelo similar fue también observado en una parte del mundo to-
Parte delantera
del área toss
Hogar
(�
1 1
1 1
1 "'-- \1
Parte trasera
de !a zona toss
J
89. Modelo de zonas drop
y toss en base al comporta
miento observado en el yaci MODELO DE HOGAR EXTERIOR DE "HOMBRES"
Escal'-1 en metros
miento Mask, situado en e l
=-
Paso Anaktuvuk, Alaska. 1 o 5
(Véase Binford, 1978 b . ) L.H Binford
talmente opuesta (el Norte de Alaska) , lugar donde tuve la ocasión de contem
plar a algunos esquimales ancianos que trabajaban la piedra.
Los modelos espaciales de trabajadores sentados en torno a un hogar se
complican frecuentemente ante la presencia de más de un individuo y ello obe
dece al hecho de que acciones similares y paralelas realizadas por distintos indi
viduos, así como sus diferentes gestos, generan distribuciones superpuestas. La
figura 88 nos muestra claramente la disposición clásica de un hogar central y
una serie de individuos sentados a su alrededor. Creo que el lector podrá apre
ciar la compleja naturaleza de los modelos espaciales que generan los ítems de
jados por un grupo de personas sentadas. Este tipo de distribución ha sido con
vertida en un modelo ideal (fig. 89), y para ello nos hemos basado en las obser
vaciones hechas en un yacimiento esquimal donde un grupo acostumbraba a
sentarse alrededor del fuego formando un círculo. Los restos desechados con
formaban un redondel de pequeños ítems ubicado en torno al hogar; sin embar
go, la disposición de los ítems grandes era distinta, ya que estos objetos habían
sido arrojados por los individuos hacia atrás de sus espaldas, lejos del área don
de permanecían sentados .
Permítanme que ilustre este modelo general d e u n grupo sentado alrededor
del fuego haciendo referencia a un caso concreto registrado entre los nunamiut,
en un campamento de caza donde los hombres realizaban las tareas de extrac
ción del tuétano de los huesos de caribú. Si observamos la distribución espacial
de las pequeñas astillas, resultantes de la fractura del hueso para extraer el tué-
164 EN BUSCA DEL PASADO
Yunque
Hogar para cocinar
y calentar
Zona
drop
OBSERVAC I O N ES BE HAVIORÍSTICAS
HOGARES A Y B, YAC I M I ENTO DE MATANZA D E ANAKTIQTA U K
Escala e n metros
L.R. Binford
tano, vemos que éstas se concentran alrededor del hogar en un lugar que deno
minamos zona drop. 1 2 Estas minúsculas astillas de hueso son análogas a los pe
queños fragmentos que se originan durante la reducción ele los núcleos de pie
dra (fig. 87) y, como ocurrió con los restos líticos, tampoco fueron tocados por
LA GENTE EN SU ESPACIO 165
1
YAC I M I ENTO MASK
N117 Localización de las actividades
desarrolladas la tarde del 5 de junio
Piel de caribú
4----
para dormir
N116
N115
N114
N113
Hogar
encendido
N112
Escala en metros
N111 o 1
F\tªa"'a0rl'mWMM'MW
Zona, to�;
extenor ,1
Individuo en
la zona toss
Area que no se
"explica"
.'<e-�--"="'"'--+---\ por I?
trabajados, pero los ítems grandes o los conjuntos de ítems pequeños son arro
jados a la periferia de las áreas de trabajo donde fueron usados.
el ejemplo anterior, la mayoría de ellos están sentados alrededor del fuego, con
versando. Presumiblemente, los hombres sentados en semicírculo alrededor del
fuego han arrojados los restos de su comida en el área situada en torno al mis
mo, donde el humo era muy denso debido a la dirección del viento, o bien por
encima de sus hombros, creando por tanto una zona toss característica del mo
delo espacial .
Esta especie de vertederos y zonas toss no se darían dentro de una casa, por
que difícilmente la gente arroja los materiales ele desecho contra las paredes ele
su vivienda. Dicho de otra manera, las prácticas ele mantenimiento empleadas
en espacios ubicados en el interior ele una casa y que sufrieron un uso intensivo
tienden a ser bastante diferentes ele las observadas en contextos exteriores. Una
consecuencia de este comportamiento es que ios hogares interiores y exteriores
difieren respecto a la distribución de las cenizas y de otros restos procedentes
del hogar. He observado que los hogares usados para cocinar, ubicados en el
interior de las casas, acostumbran a estar rodeados de piedras con el fin de im
pedir que arda el piso ele la habitación (las pieles o esteras). Las piedras que
delimitan el hogar impiden, a su vez, que las cenizas se dispersen por las áreas
próximas al hogar en las que se realizan ciertas tareas. Por otro lado , los hoga
res exteriores no suelen estar rodeados de piedras y, cuando se guisan plantas
o animales, la constante búsqueda entre las brasas de los alimentos asados pro
voca que las cenizas y las piedras cuarteadas por el fuego se dispersen; el resul
tado es que, a la larga, toda la zona situada alrededor del fuego aparece enne
grecida por las cenizas, carbones y otros restos del hogar. En la figura 94, por
ejemplo, aparece una mujer bosquimana masarwa esparciendo las cenizas para
poder recuperar las nueces. Como los fuegos se encienden una y otra vez en la
misma área general y esta zona ennegrecida aumenta, el centro del fuego tiende
a extenderse. Estas características distintivas de los graneles hogares sólo se clan
en áreas fuera de las casas, donde el espacio es menos reducido y las actividades
pueden tener un carácter más amplio.
.Hogar
�11',,�,,.,
�;.::'"'"")
Campamento de hombres ngatatjara
Según dibujo de Gould ( 1977, fig. 22)
ABORÍGENES AUSTRALIANOS
Lechos de
de árbol
10
L.R. Binford
96. Distintas disposiciones para dormir documentadas entre los aborígenes australianos y los
mrabri del Norte de Tailandia (véase la figura 1 ) . Obsérvese la repetición del modelo de lechos
y hogares alternados. (Basado en Gould, 1977, fig. 22; Velder, 1963, fig. 2.)
cuencia según la dirección del viento. Por ejemplo, en el caso de un área llana
(donde la gente gusta de sentarse) los hogares se situarán a tenor de las carac
terísticas allí observadas; sin embargo, si la dirección del viento varía de manera
que el humo les molesta no abandonarán su emplazamiento preferido, sino que
tan sólo se desplazarán ligeramente y construirán otro fuego. De esta manera,
no tienen que trasladar todos sus utensilios al otro lado del fuego original, ni
tampoco deberán sentarse en el lugar donde previamente habían arrojado sus
desperdicios. Cuando uno no se ve limitado por la presencia de una casa o de
un refugio temporal, es más fácil construir otro hogar que adaptarse a la situa
ción existente. La dirección del viento no afecta a la orientación de los restos
de un hogar situado en el interior de una casa y, por tanto, la rotación de hoga
res sólo se dará cuando éstos estén instalados al aire libre.
LA GENTE EN SU ESPACIO 171
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Mampara contra
el viento
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Modelo 1 Modelo JI
10 11
L.R. Binford
98. Modelo de formación de las áreas dormitorio en los distintos niveles del Abri Pataud.
(Basado en la información arqueológica aparecida en Movius, 1975 .)
ÁREAS DORMITORIO
de los mrabri que vive en los bosques tropicales de Tailandia , 17 los hogares
-
no se sitúan entre lechos individuales, sino entre lechos dobles; cuando la com
posición del grupo es mixta, los hogares se hallan emplazados tanto entre lechos
individuales como dobles. Al margen de pequeñas variaciones en el número de
lechos individuales y dobles, la disposición básica, que incluye la alternancia de
lechos y hogares, parece que se repite por todo el mundo.
El tamaño de los lechos no viene determinado únicamente por el número
de individuos que duermen en ellos: si la gente duerme vestida, por ejemplo ,
necesita más espacio que si lo hace bajo algún tipo de cobertor. Una vez acep
tado que los factores más relevantes que observamos en los ejemplos contempo
ráneos son análogos a aquellos de las épocas prehistóricas (fig. 97), podríamos
calcular el espacio necesario para instalar un lecho, de la misma manera que un
arquitecto determina en la actualidad el espacio a ocupar por las diferentes
áreas de una casa.
Las disposiciones de las áreas dormitorio típicas de los abrigos rocosos son
especialmente interesantes, ya que las va1iaciones en la ubicación de los lechos
vienen determinadas por la época del año. Normalmente, en invierno, los le
chos están colocados de forma paralela al fo ndo del abrigo; si se trata de un
lecho individual, colocan el hogar aproximadamente a 1 ,20 m a partir de la
roca, mientras que en el caso de un lecho doble la distancia será de unos 2 m .
En verano, cuando s e supone que e s necesario evitar el calor absorbido por l a
roca (debido a su exposición a l sol), los lechos s e colocan perpendicularmente a
la pared del fondo y la gente duerme con la cabeza alejada del foco de calor;
los hogares, en este tipo de distribuciones , están situados entre los lechos.
Como ocurriera con los modelos de los hombres que trabajan sentados alre
dedor de un hogar (expuesto anteriormente) , estos modelos generales de distri
bución de las áreas dormitorio derivan del registro etnográfico y pueden tam
bién ser utilizados para interpretar los yacimientos arqueológicos: la estructura
básica del cuerpo humano, después de todo , ha permanecido sin variaciones
desde hace ya mucho tiempo. El valor de esta aproximación puede demostrarse
analizando la distribución de hogares en el yacimiento del Paleolítico Superior
del Abri Pataud, en Francia, excavado por H. I. Movius. 18 Si superponemos un
modelo tipificado de lechos (sobre los que tengo una documentación etnográfica
amplia) a la planta de un nivel del Abrí Pataud, perteneciente a la fase del Au
riñaciense I Antiguo, observamos que una disposición de lechos individuales en
tre los hogares encaja perfectamente con los modelos espaciales arqueológicos
(fig. 98) . Entre los grupos actuales, como ya he mencionado anteriormente, Ja
alternancia de hogares y lechos individuales es típica en los campamentos de
aquellos grupos de cazadores que se componen únicamente de hombres. La
combinación de este tipo de distribución de lechos con la presencia de hoyos
para asar, ubicados frente al área dormitorio, me sugiere que en aquella época
el yacimiento no fue utilizado como un lugar de residencia (como Movius pro
puso originariamente) , sino que se trata de un campamento temporal.
Otro nivel del Abrí Pataud, que pertenece a la fase Perigordiense VI, debe
ría también considerarse como un campamento temporal , debido a la ubicación
de los hogares. Un detalle interesante de este nivel lo constituye el hecho de
que la parte lateral de los hogares que linda con el área dormitorio situada al
174 EN BUSCA DEL PASADO
fondo del abrigo es lisa; sabemos, por los datos etnográficos, que los hogares
se construyen a menudo de esta forma con el fin de prevenir el posible incendio
de los lechos. En este mismo nivel, por otro lado, la ubicación de algunos hoga
res a una distancia aproximada de 2 m de la pared posterior del abrigo nos su
giere que quizás hubieran existido allí lechos dobles. Frente al área dormitorio
se encuentra un grupo de piedras que yo interpretaría como una especie de
biombo para protegerse del viento. Los restos arqueológicos de este sector del
abrigo rocoso sugieren que nos encontramos ante un campamento ocupado por
una familia integrada por pocos individuos (situación que difiere bastante de la
descrita antes); probablemente nos hallamos ante uno de los diferentes sectores
que componen el modelo de asentamiento de las gentes del Paleolítico Superior
que vivieron en esta área (para una descripción de las variaciones existentes en
los modelos de asentamiento de los cazadores-recolectores, véase el capítulo 6) .
6
L.R. Binford
LA GENTE EN SU ESPACIO 175
Vertedero
4 de puerta
3
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\
Área toss }
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central --...�
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un hombre, por ejemplo, se sienta en su lecho deja entender que no quiere ser
molestado. Allí puede llevar a cabo una serie de actividades, tales como pensar
con tranquilidad, elaborar útiles o peinarse, pero el resto de la comunidad sabe
que no desea hablar. Esta misma relación espacio personal/área dormitorio la
he encontrado entre todos los grupos de cazadores y recolectores con los que
he trabajado (fig. 99). He observado que en los campamentos de caza los indi
viduos se construyen su lecho; en cierta medida no deja de ser un hecho simbó
lico, ya que no lo utilizan para dormir sino simplemente como lugar a donde
acudir para reparar los útiles con calma y tranquilidad o, simplemente, para es
tar solos.
El uso de los lechos como espacio personal crea en los campamentos algunas
distribuciones de material interesantes que sólo podemos esperar constatarlas
en el registro arqueológico. Los cazadores-recolectores acostumbran a consumir
una comida preparada en grupo únicamente por la noche, pero es corriente que
tomen algún tipo de sobra de la cena, como por ejemplo carne fría o un hueso
de conejo, y se lo lleven junto al lecho. De esta manera tendrán comida para
el desayuno. Es lógico que, por la mañana, cuando quizás hace frío y la gente
suele estar soñolienta y algo malhumorada, se agradezca poder sentarse en el
lecho y comer en silencio. Como resultado de esta actividad se forma, en torno
a cada lecho, un pequeño basurero o depósito de desperdicios. Además de los
restos del día anterior, estos basureros pueden contener también los huesos de
lO l . .-\horigl'n a!yawura dcscuarti
:.wulo un canguro rojo lzcm hro. lJn<l
vc1 rc�ili;adn un pcqucflo corte en el
abdomen del a n i m a ! se saG1n !a'> vís
ceras a través de l a pcqueila obertu
ra resul tante_ E l agujero se cierra
posteriormente mediante e l empleo
de pequeñas ramas a modo de a g u
jas� esta operación Ja realizan con e l
f i n de prevenir que l a s cenizas, la
tierra v los carbones existentes en el
hoyo Penetren en la cavidad abdo
minal del a n i m a l m ie n tras ést e se
cuece.
106 (página siguiente). Planta del área existente en tomo al hoyo para
asar de los alyawara. Obsérvese la ubicación de los aborígenes mientras
toman un «refrigerio» a la espera ele que finalice la cocción del canguro
y de los pájaros. ¡ «LRB» y «JO'C» indican el lugar donde los arqueólo
gos consumieron su propio «refrigerio» que consistió en unas habichuelas
de lata!
10-k Prt'parar la hrusa. L�t léfía se
aviva para que ard<1 de forma vio
lenta. El socarrar la piL'za y. ocasio
n a l mcnrc. el golpear la !efía. faci li ta
la formación de un lecho de brasas.
Cuando consideran que éstas son su
ficientes se retiran, tanto Ud agujero
como de Ja plataforma. !os troncos
a medio quemar y se dejan a un
lado. Obsérvese el ürca circular ubi
cada en torno al agujero (por donde
caminan) y la carne que scrú cocina
da (instalada sobre una superficie
cubierta de hojas que evitará su con
tacto con la tierra).
Tierra extraída
del hoyo
"Mesa" de hojas
��q)\CV,,
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�,J.,.,,.
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de brasas
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a m. se halla 19
el área de descuartizamiento
Hogar
\
LUGAR DE COCINA AL AIRE LIBRE
DE LOS ALYAWARA
Escala en metros
6,
178 EN BUSCA DEL PASADO
108. Esquimal
- nunamiut descuarti
zando un caribú muerto durante la
migración de primavera. El espacio
circular que utiliza Johnny Rulland
en torno al animal es similar al em
pleado por los alyawara alrededor
del hoyo para asar visible en las fi
guras 106 y 107.
Lo primero que hicieron los hombres fue .descuartizar el canguro con un cu
chillo de piedra y un hacha de metal que llevábamos con nosotros. Generalmen
te este tipo de animales grandes se cocinan con piel y en este caso, tras extraer
las vísceras a través de un pequeño agujero practicado en el abdomen del can
guro, la abertura fue cerrada y atada con ramitas de acacia. A continuación se
excavó un hoyo para asar, que medía aproximadamente un metro y medio de
longitud y algo más de medio metro de anchura y de profundidad, se recogió
la leña que se colocó convenientemente en la plataforma situada junto al aguje
ro y, finalmente , se encendió el fuego. Mientras la leña ardía, depositaron el
canguro sobre el fuego para socarrar el pelo y poder, así, rasparlo con mayor
facilidad. Mientras tanto dispusieron hojas formando un cerco en el suelo (para
impedir que la carne cocinada se impregnase de tierra) , desplumaron parcial
mente los pájaros y los cubrieron a su vez con hojas con el fin de que éstas
absorbieran la grasa desprendida durante el proceso de cocción. Cuando las lla
mas se habían consumido, los alyawara cogieron un palo y golpearon la leña
para provocar la caída de los trozos medio carbonizados al fondo del agujero.
Finalmente, una vez decidido que el fuego estaba en condiciones de ser utiliza
do, los hombres colocaron el canguro en el hoyo, con las patas hacia fuera, y
los pájaros envueltos en hojas, disponiendo sobre ellos el resto del carbón vege
tal. El tiempo de cocción fue de aproximadamente una hora.
Mientras duraba esta actividad, observamos los modelos espaciales que ha
bían generado todas estas tareas � incluso confeccionamos un mapa del área,
registrando la ubicación de todos los detalles que eran susceptibles de ser obser
vados en un yacimiento arqueológico. Así, fueron marcados en el mapa: el hoyo
para asar (fig. 107) , el área donde ardía el fuego , la tierra procedente del hoyo ,
el lugar donde fue depositada la leña, las ramas de los árboles empleadas para
preparar la carne antes de su cocción , el lugar donde se preparó la cola del
canguro mientras se asaba la carne e, incluso, el área en que Jim O'Connell y
yo hicimos nuestro fuego particular para cocinarnos unas habichuelas.
180 EN BUSCA DEL PASADO
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ÁREA DE DESCUARTIZAMIENTO
Escala en metros
L R. Binford
109. Arca de actividad usada por los nunamiut para descuartizar un caribú. La estructura del
espacio destinado a la realización de este trabajo es casi idéntica a la observada en el hoyo
para asar de los alyawara (figs. 106 y 107). En este caso, sin embargo, el total del área usada
es algo mayor, debido a que las partes desechadas han sido depositadas en la periferia del área
destinada a circular/trabajar.
tuar con libertad en torno al animal, así como b) la presencia de restos que han
sido arrojados lejos de la zona de trabajo y se han acumulado en la periferia
(fig. 109). A tenor de mis observaciones, llevadas a cabo entre los esquimales
nunamiut, el descuartizamiento del caribú requiere aproximadamente unos 30
m2 de superficie. En la figura 59 se observa este modelo de comportamiento en
la distribución arqueológica que resulta ele descuartizar el caribú en el yacimien
to de Anavik. Pero las áreas ele descuartizamiento que encontramos en los ya
cimientos esquimales, y también en los asentamientos ele los aborígenes, resul
tan asimismo interesantes por otra razón. En efecto, entre estos grupos 20 la dis
tribución ele carne tiene lugar generalmente en las mismas áreas de descuartiza
miento (fig. 1 10) , en lugar de en las áreas ele residencia, ya que (tal como recal
caron ios informantes) el compartir la carne era ocasión para un tipo de visita
diferente que cuando un pariente viene a «hablar», implicando con ello que la
etiqueta de hospitalidad se aplicaba sólo dentro de los confines ele la «casa-ho
gar».
Robert Hard ha observado que entre los tarahumara de México (fig. 1 12)
se efectúan distribuciones de restos análogas, y a una escala espacial similar, a
la constatada en las áreas de descuartizamiento. Estas gentes cocinan plantas
del desierto en grandes hoyos para asar, ubicados generalmente en la parte tra
sera de las casas y alejados de las áreas de actividad que se sitúan frente a las
puertas de las viviendas. Actividades tales como asar y descuartizar, que impli
can un espacio considerable, se llevan a cabo por lo general lejos de las áreas
usadas cotidianamente. Los aborígenes australianos, por ejemplo, incluso en ya
cimientos donde es ele esperar que la ocupación va a ser mínima, construyen
sus hoyos para asar en espacios situados en la periferia del centro ele actividades
del campamento ; es decir, en aquellas áreas utilizadas para dormir, conversar
y también, en pequeña escala, preparar los alimentos y desarrollar algún tipo
ele actividad manual. Entre los esquimales y los navajos he observado una estra
tegia de emplazamiento que ofrece grandes similitudes: generalmente sus hoyos
para asar se localizan junto a los lugares usados como pequeños basureros o
para cortar la leña, con el fin de no interferir en las actividades normales de la
vida de un campamento . También he observado que en los yacimientos austra
lianos y esquimales las áreas donde se realiza el trabajo en posición erguida, y
que por tal razón requiere amplios espacios, se encuentran con frecuencia muy
próximas entre sí. En los yacimientos esquimales (fig. 71), por ejemplo, las
áreas de descuartizamiento se hallan a menudo ubicadas junto a las áreas donde
se realiza la carga de trineos y el almacenamiento, áreas todas ellas situadas en
los límites del área central de residencia por cuanto precisan de una gran canti
dad de espacio .
El curtido de la piel es otra actividad que, en los campamentos ele residen
cia, acostumbra a desarrollarse en áreas localizadas en la periferia de las zonas
centrales. En caso de que tan sólo se proceda a curtir una o dos piezas (fig.
1 1 1) , éstas se fijarán posiblemente justo al lado o algo detrás de los refugios;
pero si se trata ele curtir un número considerable de ellas, entonces serán trasc
lactadas a un lugar alejado del centro de actividades. No es inusual que, para
realizar el trabajo de curtido, se seleccionen superficies relativamente planas y,
si se da la circunstancia de que el terreno es pedregoso, se retiren las piedras
LA GENTE EN SU ESPACIO 183
1 13. Campamento bosquimano, en Angola, 1930. Se trata de los famosos «bosquimanos ama
rillos», conocidos también por sekele. (Para una mayor información, véase Almeida, 1965. )
Obsérvese la ubicación d e l hogar frente a la cabaña, construida par::i proporcionar sombra du
rante las horas más calurosas del día. (Foto de J. Drury, cedida por el South African Muscum,
Ciudad de El Cabo.)
Tal como dije anteriormente, los yacimientos están compuestos por distintas
disposiciones de los elementos auxiliares, las superficies o los ítems. Hasta aquí
hemos visto cómo estos elementos básicos pueden combinarse para formar mo
delos espaciales generales que implican actividades particulares (por ejemplo ,
las disposiciones de trabajadores sentados, áreas dormitorio, lugares amplios
donde se realiza el trabajo de pie , etc.). Creo que ahora estamos en disposición
de analizar los yacimientos arqueológicos considerándolos como un todo y po
demos, asimismo, empezar a investigar cómo los modelos identificados previa
mente encajan y conforman un yacimiento completo. Esto es lo que yo llamo
1 84 EN BUSCA DEL PASADO
4
L. R. Binford
1 14. Mapa de un cabaña típica de los bosquimanos !Kung, con el hogar asociado. (Basado
en la planta sin numerar del campamento 5, aparecida en Yellen, 1977.)
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2,23 0,85
3,oa -�-�- 2,70
---- 5,78 _____
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A = Asiento
B = Hogar
C= Lecho
=
D Espacio para
estar
Modelo de Leroi-Gourhan
Campamento de Billy Morris
� _._Área
Esquimales nunamiut (·
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ocinera. •
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!i 1 • Zona toss dump
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�E . 2,98
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Pulykara n. 0 1
4
Ngatatjara australianos
2,75
Modelo de residencia de
!os nunamiut
,. ,. .-::·. .:..J),.. y:
'
.·
Campamento de Toma
!Kung san
2,66 �
COMPARACIÓN DE CAMPAMENTOS · EJEMPLOS Y MODELOS
Escala en metros
10
L. R. Bintord
116. Campamento de los indios americanos pies negros, 1920. Obsérvese, a la izquierda, el
hogar-cocina al aire libre, con un trípode que soporta un parasol. La casa está situada a la
derecha. (Foto realizada por H . F. Robinson. )
dedor de un hogar, facilitando a su vez una zona que permita el adecuado acce
so a la cabaña. El tamaño de las chozas en los campamentos bosquimanos es
también prácticamente idéntico: las variaciones se deben simplemente al núme
ro de personas que las ocupan. Los mecanismos del cuerpo contribuyen a que
se den estas situaciones repetidas y, debido a que sus propiedades son las mis
mas para todos los humanos, no es de extrañar que exista un enorme grado de
reiteración en las dimensiones espaciales de los campamentos ocupados por ca
zadores y recolectores.
Ahora bien, pese a que la forma ele los distintos modelos se repite constan
temente ele un yacimiento a otro y de un grupo ele gente a otro, existen también
diferencias entre ellos que pueden ser altamente interesantes. Por ejemplo, en
los hogares comunitarios ele los nunamiut (fig. 1 15) el modelo es un círculo for
mado por la gente sentada, con las áreas drop y toss correspondientes (figs. 88
y 89). Evidentemente, contamos con otras maneras de organizar la preparación
y consumo del alimento, como en el caso de que exista una marcada división
del trabajo en lo que respecta a la persona que cocina los alimentos. En muchos
campamentos nunamiut, las mujeres cocinan los alimentos en un hogar «cocina»
exterior y, a continuación, los sirven en un área distinta. Es corriente que en
el lugar donde se halla ubicada dicha «cocina» , coloquen un pequeño biombo
de ramas alrededor del hogar para protegerlo del viento o, si hace mucho calor,
una especie ele parasol sobre la cocina para proteger a la cocinera (fig. 1 16) .
Por ejemplo, en la figura 75 se muestra la distribución ele los ítems de un hogar
cocina situado al aire libre, en un campamento nunamiut. El acceso al hogar
está casi totalmente reservado a la cocinera y esta área por lo general aparece
muy limpia. Los restos procedentes de la preparación ele los alimentos pueden
LA GENTE EN SU ESPACIO 187
Dirección de la
luz del sol
Escondrijo exterior
Probable ventana
Plataforma
�
�
""
"'·--
• •
IP
Marcas de poste
NOTA:
Las densidades
han sido registradas
cada SO cm.2
Posible límite
de la casa
CASA PALANGANA
DENSIDADES DE LAS ASTILLAS D E HUESOS
Escala en metros
LR. Binford
1 17. Plano de las densidades de las astillas de hueso localizadas dentro y alrededor de una
casa esquimal de invierno (Casa Palangana), en el lago Tulugak, Alaska . (Para la ubicación
exacta del yacimiento, véanse las figuras 53 y 66.) La mayor densidad nos indica el lugar donde
se sientan los hombres para comer. La distribución de las astillas está básicamente centrada
en torno al hogar, pero sobre todo en su lado izquierdo, dejando libre un área destinada a los
trabajos domésticos que realizan las mujeres durante la preparación de las comidas. Los luga
res marcados con «A» y «B» casi con seguridad representan los espacios donde se sientan el
hombre (B) y la mujer (A) de la casa.
ser arrojados por encima del fuego , dando como resultado lo que yo llamo una
«distribución de restos tipo mariposa» (fig. 1 15). La comida, una vez preparada,
es servida a los hombres en otra área, situada también al aire libre si el tiempo
es agradable, pero si se presenta inclemente se sirve junto a los lechos emplaza
dos dentro de un refugio. Como resultado de este comportamiento, mediante
el cual las comidas pueden consumirse tanto en el exterior como en el interior,
se forma una zona de desechos que se extiende a ambos lados de la pared de
la tienda.
188 EN BUSCA DEL PASADO
Dirección de la
luz del sol NOTA Densidades
Probable ventana registradas cada 20 cm2
Límite de ! a
CASA PALANGANA
��"·
DENSIDADES DE LAS LASCAS OBTENIDAS POR PRESIÓN
Escala en metros
L. R. Binford
1 18. Plww e11 el 1¡ue aparecen representadas las densidades de las lascas obtenidas por presión
procedentes de la manufactura de útiles de piedra, situados dentro y alrededor de la Casa Palan
gana. (Véase la figura 117.) Su distribución está condicionada por la orientación de la ventana;
es decir, guarda relación con la ubicación de la entrada de luz natural a la vivienda durante
las escasas horas de luz de los inviernos árticos. Dos lugares en los que se observa una gran
concentración coinciden, aproximadamente, con las áreas marcadas «A» y «B» en la figura
1 17 , que presentan una gran densidad de astillas de hueso.
U no ele mis estudios más detallados sobre el uso del espacio es el que hace
referencia a una vivienda ele invierno de los esquimales, etnohistóricamente
muy bien documentada, llamada Casa Palangana (figs. 80 y 1 17).21 En ella se
observa que la distribución ele pequeñas astillas, como consecuencia de la rotura
de huesos para extraer el tuétano, forma un modelo semicircular bien definido
en torno al lado norte del hogar; la situación ele estos fragmentos (que cayeron
en la zona drop, entre las rodillas y a lo largo de las piernas ele los hombres
que permanecían sentados) pone en evidencia la disposición sedente de los con-
LA GENTE EN SU ESPACIO 189
�r
gir����rs
Probable
ventana
"Cobertizo" para
Lechos
Límite zona
CASA PALANGANA
�'
MODELO DE FORMACIÓN
Escala en metros
L. R. Binford
119. Reconstrucción de la organización espacial del área más frecuentada de la Casa Palanga
na. Los símbolos que representan figuras de individuos sentados indican los lugares de asiento
más importantes, identificados por la distribución de las astillas de hueso y de piedra (véanse
las figuras 117 y 1 18). Los individuos nº' 8 y 9 representan una misma persona que cambia
ligeramente de posición respecto al fuego, según esté ocupado en consumir alimento (8) o en
actividades artesanales (9) . La razón de que a menudo se aleje del hogar se debe a la presencia
de un poste para sostener el techo, que fue localizado justo frente a la piedra que aparece
detrás del individuo nº 9. En este caso, el individuo cambia de asiento cuando necesita la luz
procedente de la ventana para poder realizar sus actividades. Los asientos nº' 3 y 5 seguramen
te son utilizados por la mujer de la casa: la posición nº 3 sería el asiento «Orientado hacia la
luz» necesario para realizar o reparar artefactos, mientras que la posición nº 5 es el área de
acceso al hogar, utilizado por la cocinera, y es de suponer que ésta se siente sobre el lecho.
Obsérvense también las lajas de piedra, situadas a la derecha de su asiento, frente al fuego
(5). Las posiciones 1 y 2 están ubicadas en el exterior de la casa, a la luz del sol, lugares donde
seguramente los hombres se sentarán, en los escasos días cálidos de principios y finales del
invierno, para realizar actividades artesanales o para consumir alimentos.
190 EN BUSCA DEL PASADO
sumidores de las comidas. Por el contrario, el lado sudeste del hogar contiene
una cantidad mucho menor de fragmentos y en algunos lugares su ausencia es
casi total. Esta escasez de astillas de hueso nos indica el lugar por donde la
cocinera accedía al fuego para preparar y servir las comidas. En la figura 109
no aparecen representados los huesos grandes, ni tampoco existe una zona toss
asociada a esta zona drop de astillas de hueso, y ello se debe sin duda a que
los esquimales nunca lanzan los huesos grandes detrás de sus lechos o hacia los
espacios situados a lo largo de las paredes de la casa, donde acostumbran a co
locar sus pertenencias. Dos hechos, relacionados ambos con el mantenimiento
de estas estancias, nos indican que la distribución de huesos y astillas ha tenido
lugar dentro de una estructura: 1 .0, la presencia de una zona drop formada por
restos dispuestos en torno a las astillas de hueso más pequeñas nos muestra que
esta área era limpiada regularmente; el tamaño de este montón y la existencia
de un gran basurero situado al exterior, junto a la puerta, pone de manifiesto
a su vez la limpieza llevada a cabo en el espacio existente en torno al hogar que
se usaba intensamente; 2.0, la reveladora ausencia de la zona toss también debe
asociarse con la actividad de «mantenimiento preventivo» que tiene lugar una
vez finalizada la comida.
Desde el punto de vista comparativo , podemos, asimismo, considerar la dis
tribución de las pequeñas astillas dentro de la casa como resultado de la elabo
ración de instrumentos de lascado por presión . Es evidente que estas lascas de
piedra están más densamente distribuidas en las zonas alejadas del hogar, nor
malmente en el lado sudoeste de la casa (en la parte superior, a la izquierda,
de la figura 1 18) , área en la que, por otra parte, se observó una escasa densidad
de astillas de hueso. Este contraste debe entenderse en función del emplaza
miento de los individuos que fabrican los útiles, que estaría condicionado por
la entrada de luz. Los hombres que realizaban o reparaban los útiles de piedra
se sentarían presumiblemente en el lugar más idóneo para beneficiarse de la luz
que entraba a través de la ventana. Las astillas de hueso, por otro lado, serían
producidas principalmente durante la comida de la noche que, en invierno, se
sirve una vez ha oscurecido y la casa está caliente gracias al fuego utilizado para
cocer el alimento; los hombres no se encuentran sentados en el espacio dedica
do al trabajo, sino cerca de la luz que despide el hogar. Por tanto, las diferen
cias en la distribución de estas dos clases de ítems (astillas de hueso y lascas de
piedra) dependen del lugar y momento en que la tarea se haya realizado. A
pesar de ello, también existen algunos rasgos comunes a ambas distribuciones:
primero, las astillas de hueso y las lascas de piedra aparecen más densamente
concentradas en los puntos A y B (fig. 1 17), y segundo, comparten a la vez una
concentración en el exterior y al sur de la habitación. Estas correspondencias
contradicen la habitual ubicación de la gente que , en posición sedente, repara
útiles o come. A partir de estos datos, creo estar en condiciones de inferir que
la disposición de la zona donde se sientan los individuos puede resumirse en el
modelo de uso del espacio observado en el interior de la Casa Palangana (figs.
81 y 1 19). El área dormitorio que aparece en la figura 1 19 (que corresponde a
la «zona C» de Leroi-Gourhan)22 proporcionó pocos restos de actividades de
manufactura y también una densidad de artefactos menor que la observada en
otras áreas del interior de la casa, una característica apuntada ya por Leroi-
LA GENTE EN SU ESPACIO 191
-
.... _ .
--
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Límite zona
�"
Posible límite . • -- - -
de la casa
CASA PALANGANA
RESTOS D E MANUFACTURA
Escala en metros
L. R. Binford
120. Distribución de los restos de man¡1factura en la Casa Palangana. Cada punto representa
un ítem cuya situación diferenciada fue registrada durante la excavación del yacimiento. Es
evidente que existe una concentración de material en el cuadrante de la casa adyacente a la
ventana (véanse las figuras 117 y 1 18) .
Dirección de la
luz del sol
Posible ventana
Límite de la zona
CASA PALANGANA
�-
MODELO DE FORMACION
Escala en metros
L. R. Binford
121. Modelo de formación de las actividades llevadas a cabo en la Casa Palangana. La distri
bución de los restos de manufactura tal como aparecen en la figura 120 y la ubicación de los
útiles o de sus fragmentos han sido superpuestas al modelo ele uso del espacio presentado en
la figura 1 19. Los círculos en blanco representan útiles de piedra; los círculos negros indican
artefactos de asta de venado; los puntitos son restos ele la manufactura de útiles líticos; «A»
representa los restos de la producción de útiles de asta de venado; y «W» son los restos de la
manufactura de útiles de madera. Debe resaltarse que los útiles aparecen agrupados en peque
ños montones situados ¡¡ la derecha (al norte del hogar) , que contrasta con la presencia escasa
y dispersa observada a Ja izquierda (al sur y oeste del hogar). La mayoría de los útiles los
habían escondido o llevado a otro emplazamiento, de modo que en el momento de abandonar
el lugar éstos no fueron vistos o fueron olvidados. Este modelo de dispersión ele útiles es muy
corriente en las áreas dormitorio de muchos yacimientos.
res situados al aire libre (figs. 74, 75 y 89) , donde los materiales aparecen amon
tonados junto a los espacios destinados a la realización de trabajos (figs. 90 y
1 15) .
Segundo, los nunamiut distinguen las diferentes áreas existentes alrededor
de los hogares de una casa como el lado de las «mujeres» (el área iluminada
del espacio doméstico) y el lado de los «hombres» (la zona oscura de uso do-
LA GENTE EN SU ESPACIO 193
Distribución de huesos
Restos alimentarios
de hueso
Astillas de hueso
Hogar
Hogar de piedra
Piedras
Madera
metros
122. El yacimiento Palangana, en el lago Tulugak, Alaska: distribución de los huesos (excepto
en el interior de la casa). La dispersión de los huesos guarda relación con la alimentación de
los perros que estaban atados a lo largo del límite noroccidental del yacimiento. Algunos hue
sos provienen de actividades concretas, como es el caso de las realizadas en el hogar de pie
dras, pero en general aparecen esparcidos por la misma área que las astillas de huesos.
méstico) (fig. 1 19). Estos términos no implican ningún tipo de reglas de uso o
de acceso exclusivo a estos espacios por parte de los hombres o mujeres; única
mente describen la relativa frecuencia con que ambos sexos utilizan , en la prác
tica, cada área. De hecho , la mayoría de las actividades realizadas por los hom
bres se llevan a cabo en una casa de hombres, una estructura especial que suele
ser usual en los yacimientos de invierno (figs. 80 y 122). Frecuentemente, la
primera estructura que se construye en un asentamiento es la casa de los hom
bres; ésta es utilizada como refugio mientras los hombres erigen las casas de
invierno, antes de que sus familias se trasladen al poblado. En estas casas, los
grupos de hombres pasan muchos días realizando trabajos especializados, a me
nudo en compañía de jóvenes que aprenden las técnicas de manufactura y repa
ración de los útiles. Los productos elaborados pueden dejarse en la casa de los
hombres y de esta manera no tendrán que retirarlos cuando las mujeres necesi-
13. - BJNFORD
194 EN BUSCA DEL PASADO
ten disponer de un mayor espacio en sus casas, por ejemplo para preparar los
alimentos o cuidar de los niños. Existe, por tanto, un área de actividad especial
donde puede realizarse la manufactura y reparación de útiles, independiente
mente del espacio destinado a estos trabajos, ubicada en la casa de residencia.
En los yacimientos menos estables o en aquellos ocupados únicamente en las
temporadas cálidas, acostumbra a existir un área, localizada en el exterior de
la casa y destinada a procurar asiento a los hombres, donde las mujeres, por
otra parte, también realizan ciertas actividades e incluso ingieren algunas de sus
comidas. Dicha área suele estar emplazada en una zona bien iluminada, relati
vamente cálida y protegida, coincidiendo frecuentemente con el lado meridional
de la casa, tal como se hace patente en el modelo de la residencia nunamiut
que mostramos en la figura 1 15 . En los períodos muy cálidos, cuando las activi
dades desarrolladas por las mujeres tienen lugar en el exterior, los alimentos se
preparan en el hogar-cocina situado al aire libre, cerca del cual se encuentra el
área de conversación de las mujeres, lugar donde también cosen, manufacturan
o reparan útiles o, simplemente, vigilan a los niños que juegan en los alrededo
res. Así pues, en verano , la casa no es más que el lugar donde se duerme o se
guardan los distintos enseres y tan sólo se usa en caso de mal tiempo.
Volviendo a la organización interna del espacio de una casa, es evidente que
el ámbito doméstico se define por la abundancia de artefactos y de restos pro
cedentes de la manufactura o reparación de útiles de madera o de asta de vena
do (fig. 121). La distribución de artefactos en esta área es en sí misma interesan
te . En primer lugar, se observa una mayor concentración en el espacio existente
entre los lechos y a un metro, aproximadamente a la derecha, del asiento n.0 5
(ocupado por la cocinera) . También se observan pequeñas agrupaciones de ar
tefactos detrás, o justo al lado, de los lugares donde se sientan los hombres, en
el lado poco iluminado del hogar: dichos útiles consisten en ítems desmontados
en proceso de ser recompuestos, o bien se trata de útiles completos, en perfecto
estado, que han sido almacenados cerca del lugar donde habitualmente se sien
tan los hombres o en las áreas dormitorio. En general, no se suelen hallar ítems
ocultos en los espacios domésticos, ya que estas áreas se limpian regularmente.
He observado que los pequeños escondrijos son característicos de las áreas dor
mitorio , particularmente en los casos de yacimientos permanentes, y ello obede
ce al hecho de que se encuentran en una zona poco iluminada y son difícilmente
observados en el momento de abandonar la casa; cuando se trata de una tienda,
este problema desaparece ya que , en el momento de su desmantelamiento, pe
netra la luz del día e ilumina el lado oscuro del hogar.
123. Astas de caribú empicadas como bastidores para el almacenamien to, en el poblado del
Paso Anaktuvuk, otoño de 1969. Para evitar que los ítems queden enterrados en la nieve, los
empaquetan y los cuelgan de las astas. Ello facilita también el acceso a dichos productos cuan
do se ha acumulado una gran cantidad de nieve. (Foto cedida por C. Amsdcn . )
122) había cuatro perros atados, y entre éstos y la casa se encontraba un montón
enorme de astillas de hueso. Al oeste de la casa aparecía un hogar de piedras,
utilizado para derretir la grasa de los huesos del caribú. Es interesante resaltar
que el área ocupada por el hogar de piedras y el montón de huesos, asociados
a éste, abarca una extensión casi tan grande como la misma casa .
En este yacimiento se observan algunos detalles que plantearían dificultades
de interpretación, si no conociéramos de antemano los problemas derivados del
medio ambiente que los esquimales han de afrontar a lo largo de las diferentes
épocas del año. En las figuras 1 19 y 121, por ejemplo, aparece un montón ele
piedras fuera ele la casa que se designa con el nombre de plataforma-escondite.
En el Ártico, los íterns dejados sobre el suelo antes de las grandes nevadas que
tienen lugar durante los meses de octubre y noviembre se congelan y no pueden
recuperarse si no es mediante el enorme esfuerzo que supone la necesidad de
retirar el hielo (fig. 122). Por esta razón , colocan los ítems que no necesitarán
durante el invierno sobre unas pequeñas plataformas hechas de piedra o (si no
tienen piedras a su alcance) de astas de venado (fig. 123) . Estas áreas de alma
cenamiento de artículos, que requieren una protección especial y no precisa
mente de calor y luz, se hallan con frecuencia ubicadas en los alrededores ele
las casas de los esquimales. Por ejemplo, es casi seguro que al sur de la Casa
Palangana - área todavía no excavada- encontraríamos un gran bastidor para
almacenar carne en el invierno.
Si nos alejamos del yacimiento para obtener una visión de conjunto de su
organización espacial (fig. 122) , ¿qué generalizaciones se hacen patentes? Sin
duela, podemos distinguir un área central, en este caso el interior de la vivienda
que ha siclo usada intensivamente y compartimentada de manera muy acertada.
196 EN BUSCA DEL PASADO
uso del espacio, aunque no debemos olvidar tampoco aquellos factores que fa
vorecen la intensificación del espacio utilizado. De todo lo dicho hasta el mo
mento se desprende que la temperatura exterior es un factor importantísimo,
que condiciona la estructura situacional, ya que, cuanto más baja sea la tempe
ratura, un mayor número de actividades deberán realizarse en espacios protegi
dos. Y de ahí surge el problema de que la construcción de una estructura o el
uso de un espacio protegido implica, a su vez, la restricción de la cantidad de
luz disponible en el interior de un edificio o abrigo . La Casa Palangana es un
buen ejemplo de cómo una cantidad limitada de luz tiende a favorecer la inten
sificación del uso de los espacios que cuentan con una iluminación adecuada.
Lo contrario también es cierto: cuanto más asequible es la luz, más amplio será
el espacio utilizado. Las !imitaciones en la distribución del calor deben también
incrementar la intensificación de las actividades en espacios restringidos. Por
todo lo dicho, cuanto más necesario sea un refugio (debido principalmente a las
condiciones adversas del medio) , mayor será la diferenciación en el uso del es
pacio como respuesta a las limitaciones de la iluminación.
La existencia de condicionamientos que alteran el uso del espacio queda per
fectamente reflejada en la observación hecha por John Yellen 24 sobre los bos
quimanos !Kung. Estas gentes van variando de lugar a lo largo del día, en fun
ción de la distribución (cambiante) de la sombra y, en cada uno de dichos luga
res, realizan esencialmente las mismas actividades. Este uso extensivo del espa
cio es únicamente posible en el caso de que no exista otro tipo de condicionante
que afecta a la idoneidad de los lugares escogidos para realizar tareas de corta
duración en espacios relativamente pequefios. Los bosquimanos, al enfrentarse
únicamente al problema de mantener una relación ventajosa entre el espacio
necesario para trabajar y la sombra, están en condiciones de adoptar dicho es
pacio en función de la distribución de los lugares umbríos. Este ejemplo sugiere
que, cuanto más dependa una tarea concreta de un lugar específico para su rea
lización, más intensa será la concentración de actividades en lugares que reúnan
las condiciones deseadas. El espacio doméstico de la Casa Palangana es, en este
sentido, un ejemplo apropiado.
Al margen de las condiciones del medio ambiente, las tareas individuales
difieren en proporción al grado de exigencia de un uso extensivo del espacio.
Por ejemplo, las diversas tareas que pueden ser realizadas por una persona sen
tada podrán ser llevadas a cabo en el mismo lugar, si se procura que no coinci
dan en el tiempo (detalle del que me ocuparé más adelante) . Por otro lado, las
actividades que requieren extensiones de terreno diferenciadas tienden a distri
buirse independientemente. Recordemos, al respecto, que en este mismo capí
tulo tuvimos ocasión de comentar que un hoyo para asar es un elemento auxiliar
que ocupa una extensión que oscila entre 17 y 24 m2, cuyo uso modifica consi
derablemente la superficie del terreno (por ejemplo, debido a la acumulación
de carbón), hasta el extremo de incapacitarla para ser utilizada en otros menes
teres. Por tanto, a una actividad de este tipo se le adjudicará un área propia.
198 EN BUSCA DEL PASADO
TIEMPO DE CONSECUCIÓN
125. Lugar de matanza y descuartizamiento, situado en la vertiente norte del río Anaktiq
tauk, en el Paso de Anaktuvuk, Alaska. (Para Slt localización exacta, véase la figura 53.) Los
restos del descuartizamiento no se recogen en aquellos casos en que no se piensa volver al
lugar, pero si se da la circunstancia de que se trata de un emplazamiento al que volvenín para
realizar las mismas tareas , se procederá a recoger las astas y los huesos grandes y a quemarlos.
ESTRATEGIAS DE LIMPJEZA
mismo, los restos «agrupados», que tienen cabida en una olla de cocina, se
transportan deliberadamente fuera de la casa, hacia un área-vertedero , mientras
que en situaciones más provisionales, o carentes del abrigo formal de una casa,
el mismo contenido hubiera sido vaciado directamente junto al hogar (fig. 90).
Ambos tipos de vertederos, creados por el mantenimiento preventivo del inte
rior de la casa, son clasificados por Schiffer como basura secundaria (es decir,
restos depositados de nuevo) , aunque contengan exactamente las mismas cosas
que las zonas toss ubicadas alrededor del hogar y que seguramente Schiffer con
sideraría como basura primaria. La notable diferencia que se establece entre
estas dos situaciones reside en la escala dei área que se usa y mantiene de forma
intensiva. En el primer caso, dicha área es bastante reducida (destinada a pro
curar asiento y situada junto a la zona toss) , mientras que en el segundo se trata
de todo el interior de una casa, incluyendo las áreas donde permanecen senta
dos , realizan el trabajo doméstico y duermen. Por tanto, la comprensión de las
relaciones de organización establecidas entre los ítems recuperados en el yaci
miento depende de basar los modelos estructurales en los datos observados y
no en alguna división convencional , hecha sobre criterios puramente formales,
entre basura primaria y secundaria.30
Creo que es bastante obvio que, en igualdad de condiciones, la atención
prestada al mantenimiento de un área está relacionada con la intensidad de su
uso. Las áreas utilizadas intensamente sufren un proceso de mantenimiento ex
haustivo y, por tanto , estarán asociadas a áreas de distribución especializada.
Hasta qué punto esto es cierto depende, de todos modos, del tiempo que dure
este uso intensivo: el mantenimiento de áreas usadas intensivamente sólo es mí
nimo durante períodos cortos. Ello representa que en estas áreas podemos su
poner la existencia de una estrecha relación entre la duración de la ocupación
y el esfuerzo invertido en su mantenimiento. Además, cuanto más larga sea la
ocupación, mayor será el número de actividades a realizar en dicho Jugar. Por
tanto, debe existir nna correlación entre la duración de la ocupación y el núme
ro de áreas en las que se llevan a cabo actividades especializadas y/o la cantidad
dio ambiente, tales como la movilidad,32 pueden también relacionarse con de
terminadas formas de funcionamiento . Por ejemplo, cuanto menor sea la movi
lidad de un grupo o más acusado su sedentarismo, mayores serán las probabili
dades de conflictos en la escala y duración de las actividades desarrolladas en
cualquier lugar. Ya hemos visto que algunas variables de este tipo afectan al
grado de separación espacial existente entre actividades diversas o también al
modo de utilización -intensivo o extensivo - de los espacios comprendidos en
un yacimiento. Igualmente, cuanto mayor sea la complejidad de la tecnología y
organización social de un grupo que ocupa un yacimiento, más complejas serán
las actividades relacionadas con la manufactura y elaboración de materiales para
su uso y consumo, y ello dará como resultado una complejidad todavía mayor
en la estructura situacional. Si a esto añadimos las variables del medio ambiente
- por ejemplo la lluvia o un sol intenso, elementos ambos que ejercen una gran
influencia sobre el uso de algún tipo de refugio - , nos encontramos con que la
comprensión de la organización espacial que se deriva del comportamiento hu
mano se convierte en un campo de investigación aún más interesante y motiva
dor.
Creo que he demostrado cómo la investigación de las relaciones funciona
les 33 puede ayudarnos a desarrollar métodos para interpretar los modelos obser
vados correctamente en el registro arqueológico . Aceptados ciertos avances en
el desarrollo de los métodos interpretativos aplicados a los restos faunísticos y
a algunos aspectos de la estructura situacional, considero que ya podemos abor
dar la interesante tarea de intentar comprender, en términos de la organización
interna de los sistemas del pasado, la variabilidad en la composición de los con
juntos que nos ilustra el «problema musteriense». Los ejemplos interpretativos
y las generalizaciones resultantes discutidas aquí deben ser vistos como muestras
de una estrategia de investigación concreta y creo que también he demostrado
la importancia de esta aproximación en el estudio de la estructura situacional.
De todos modos, no está de más recordar que queda mucho camino por reco
rrer antes de que podamos olvidarnos de los artefactos y empezar a reconstruir
los contextos dinámicos en los que tales distribuciones tomaron forma.
En esta parte del libro he utilizado la polémica sobre el Musteriense para
ilustrar un problema mucho más general, que los arqueólogos simplemente no
han afrontado : me refiero al hecho de que los criterios basados en similitudes
son insuficientes para señalar los límites de los sistemas culturales del pasado.
Recordemos por un momento que los diferentes tipos de yacimientos comenta
dos en el capítulo 6 demuestran repetidamente que un sistema de vida está for
mado por: a) espacios, b) fuerza de trabajo, y e) una serie de tácticas, esferas,
todos ellos internamente diferenciados. Los arqueólogos-deben reconocer que
los distintos conjuntos arqueológicos son expresión de diferencias funcionales
dentro de sistemas únicos y no, necesariamente, diferencias entre sistemas. El
agrupar simplemente las cosas que son similares nos garantiza que nunca vere
mos un sistema en términos reales. Necesitamos juntar todos los aspectos ar
queológicos diferentes de un mismo sistema.
Éstos son los principales desafíos para el método arqueológico. Pero del es
tudio de la estructura situacional se desprenden otras implicaciones que afectan
a la disciplina considerada globalmente. En el capítulo 3 comentaba las dificul-
LA GENTE EN SU ESPACIO 203
conclusión acerca del pasado que sea incompatible con las premisas sobre las
que se ha basado el argumento. Ello significa , inevitablemente , que existen tan
tas explicaciones sobre los acontecimientos del pasado como diferencias funda
mentales en las suposiciones básicas hechas en el momento de la inferencia. To
dos los argumentos que tienden a conferir credibilidad a tales inferencias, a base
de apelar a hechos adicionales que no figuran en el argumento original, son
como anuncios: hacen propaganda sobre la «utilidad» de la forma de pensa
miento que se defiende. 1 La mayoría de las veces tales apelaciones a hechos son
equívocas, en cuanto que los significados asignados a las observaciones citadas
no se justifican independientemente de los argumentos a los que se remiten
como evidencia.
Quizá sea una ironía el que muchas de las teorías generales empleadas por
los arqueólogos se iniciaron, o al menos fueron estimuladas, tras el estudio de
fenómenos culturales contemporáneos o históricamente documentados. En
tiempos pasados, ya manifesté el importante papel que representaban los estu
dios «actuales» en el desarrollo de nuestros métodos por inferencia,2 por tanto
no desapruebo esta situación. De todos modos, debe recalcarse que la teoría
general no es una Teoría de Alcance Medio. La teoría general implica la exis
tencia de argumentos destinados a explicar por qué razones el pasado era como
parece haber sido. La mayoría de las proposiciones teóricas, generadas del estu
dio de sociedades contemporáneas, implican especulaciones sobre las secuencias
de acontecimientos que pueden haber caracterizado la transformación de un
modelo de sistema en otro, y no dejan de ser extrapolaciones de un estadio del
sistema a otro, con argumentos explicativos de cómo tuvo lugar la transforma
ción. 3 Los teóricos, cuando observan una situación etnográfica actual, en reali
dad ven el funcionamiento de un sistema ya en el estado que ha motivado la
búsqueda de una explicación.4 Por ejemplo, Wittfogel,5 en su clásico argumento
(recordemos que relaciona la irrigación con formas de organización del estado
«orientales») sugería el papel causal de la irrigación y para ello se basaba en la
correlación observada entre los sistemas hidráulicos y los sistemas políticos so
cialmente estratificados. Creyó observar, a partir del funcionamiento de tales
sistemas, que el control monopolista de la tecnología de la irrigación proporcio
naba las bases del mantenimiento del poder dentro del sistema. El siguiente
paso fue sugerir que esta relación funcional entre un monopolio productivo y
el poder político fue la causa del surgimiento de sociedades socialmente estrati
ficadas. Una relación similar subyace en el argumento básicamente funcional de
Marshall Sahlins; 6 dicho autor defiende que si los jefes funcionan como agentes
redistributivos es debido a que han surgido en condiciones que favorecen la re
distribución. Tales puntos de vista quizá sean una consecuencia inevitable de
contar sólo con experiencias etnográficas en el momento de establecer las bases
de las especulaciones referentes a los procesos evolutivos.
Los arqueólogos (y quizá también algunos historiadores) son los únicos in
vestigadores que trabajan con hechos relacionados directamente con episodios
evolutivos y las observaciones etnográficas se refieren, como máximo , al funcio
namiento de sistemas relativamente estables. Por tanto, ¿por qué las utilizamos
para activar nuestra imaginación respecto a la evolución de los sistemas? En
general, los arqueólogos no han reconocido la necesidad de contar con una Teo-
¿POR QUÉ OCURRIÓ? 209
ría de Alcance Medio propia. En su lugar han adoptado los argumentos teóricos
generales lanzados por los historiadores y etnógrafo s, acomodando las observa
ciones del registro arqueológico a dichos argumentos. ¡ Nos hallamos simple
mente ante un ejercicio tautológico cuando (y ocurre con frecuencia) estas ob
servaciones son citadas a su vez como prueba de que las teorías generales son
verdaderas !
Los arqueólogos, por tanto, deben abandonar este pasatiempo inútil. Nece
sitamos concentrarnos en el desarrollo de una Teoría de Alcance Medio - un
campo en el que las observaciones etnográficas e históricas son cruciales como
prueba- y emplear los métodos de inferencia desarrollados de esta forma para
obtener respuestas a preguntas como «¿qué significa?» y «¿cómo era?». Única
mente si se pueden obtener respuestas seguras a tales preguntas será provechoso
intentar buscar respuestas a preguntas como «¿por qué ocurrió?».
14. - BINFORD
8. SOBRE LOS O RÍGENES
nF LA AGRICULTURA
Tuve un profesor que decía que uno puede pasarse la vida intentando expli
car porqué la Tierra es plana y fracasar totalmente. Tenía bastante razón: plan
tear una pregunta tonta supone malgastar mucho tiempo. Inicio este capítulo,
por tanto, haciendo una breve descripción de algunos de los modelos básicos y
razonamientos normalmente aceptados por los arqueólogos y antropólogos al
tratar el problema de los orígenes de la agricultura: fenómeno global que se
inició en algunas áreas hace aproximadamente unos 10.000 años. Señalaré los
fallos que según mi opinión existen en estos razonamientos y, posteriormente,
describiré las pocas líneas de investigación que parecen más sugerentes. Estos
nuevos razonamientos de ningún modo se han agotado; podríamos decir que se
trata de meros ensayos. A pesar de ello, nos anuncian algunos cambios, ligeros
pero significativos, en la forma de plantearnos una pregunta.
126. Poblado de una comunidad agrícola . Un poblado agrícola, integrado por individuos pro
venientes de Okinawa, Iwo y Siepan, que se estableció a finales de la segunda guerra mundial
en la isla de Yaeyama (Islas Ryukyu). (Foto tornada en junio de 1953 por E. Santry y cedida
por el autor.)
212 EN BUSCA DEL PASADO
127. Poblado de pastores. Asentamiento navajo de Ah Tso lige, cerca del lago Colorado, en
Arizona, noviembre de 1935 en el momento del recuento de las ovejas. (Foto cedida por el
Maxwell Museum of Anthropology, Universidad de Nuevo México.)
128. «El hombre y los animales en el Jardín del Edén .» Muchos arqueólogos han sugerido
que medio ambientes ricos como el aquí representado, colmados de alimentos a punto de ser
recolectados, proporcionaron el marco adecuado para el inicio del sedentarismo y de la agricul
tura. (Dibujo de Iva Ellen Mortis.)
cual los especialistas sabían muy poco. Se produjo entonces un interesante desa
fío entre la gente que contaba con experiencias etnográficas y aquellos que
creían estar info rmados sobre los antecedentes ambientales de los orígenes de
la agricultura; se trata de un juego que he visto practicar una y otra vez a lo
largo de los últimos años.
Alguien puede ofrecer un argumento sobre los orígenes de la agricultura ha
ciendo hincapié, por ejemplo, en la escasa cantidad de pistachos hallados entre
los cazadores y recolectores del Próximo Oriente, señalando a su vez que la
existencia de una sociedad compleja implica el abandono de la práctica de la
caza y recolección. Un miembro del auditorio puntualizará entonces que en Me
soamérica no había pistachos y sin embargo se practicaba la agricultura; o, a la
inversa, que en California y en la costa noroccidental de Norteamérica, lugar
donde no se practicaba la agricultura, existían una serie de sociedades comple
jas. El conferenciante puede confesar que no ha tenido en cuenta estos detalles,
pero a su vez pondrá de relieve que en Mesoamérica escaseaban también otros
recursos, mientras que en California y en la costa del noroeste contaban con tal
cantidad de bellotas o salmones que no tuvieron necesidad de inventar la agri
cultura. Los pueblos no adoptan la agricultura si viven en medios altamente pro
ductivos: es decir, en pequeños «Jardines del Edén», donde el alimento es muy
abundante. Por otra parte, está generalmente aceptado que en tales medio am
bientes los pueblos se sedentarizan, dejan de trasladarse. A continuación, ofrez
co una cita que resume lo que parece ser el punto de vista aceptado por la ma-
216 EN BUSCA D E L PASADO
129. Arroz en proceso de secado para ser posteriormente almacenado. Poblado de Hoshino,
isla de Yaeyama (al Sur de las Ryukyus). El sedentarismo representa una mayor inversión en
elementos auxiliares y la circulación de artículos y productos hacia los consumidores; a ello
también contribuyó el almacenamiento de productos en grandes cantic,lades alargando, de esta
forma, el período de su consumo. (Foto tomada en j unio de 1953 por E. Santry y cedida por
el autor.)
SOBRE LOS ORÍGENES DE LA AGRICULTURA 217
QCÉANO
ARTIGO
TERRITORIOS N U NAMIUT
ANTES Y DESPUÉS D E LA VIOLENTA DISMINUCIÓN D E LA
POBLACIÓN DE CARIBÚES
Escala en millas
NOTA: Información extraída de
C. W. Amsden ( 1977) 20 40 60 80 100 120 140 160
L. A. Binford
oro en el Yukon prendieron fuego a una serie de bosques, lo cual provocó que
ardieran grandes extensiones de pasto de invierno (un área que los esquimales
nunca habían visto) , produciéndose un descenso catastrófico en la densidad de
población del caribú . Pero los cazadores de caribú no se sintieron confundidos
cuando vieron que su principal recurso de alimento había desaparecido: tenían
diversas opciones -todas ellas implicaban desplazamientos- y sabían exacta
mente en qué consistía cada una de ellas. Algunos se dirigieron al curso alto
del río Colville y se dedicaron a preparar provisiones de pescado; otros, inicia
ron la temporada de caza del camero cimarrón en el valle Dietrich, una parte
de su territorio en el que no estaban viviendo; otros, empezaron a competir con
los indios athapaskan, intentando acceder a otro rebaño de caribúes que tenia
un territorio de crianza y un terreno de pasto invernal diferentes; incluso algu
nos se dirigieron hacia la costa y se dedicaron a Ja caza de focas. No tuvieron
necesidad de aprender ninguna de estas estrategias alternativas, pues ya cono
cían y habían experimentado todas las estrategias fundamentales de subsistencia
que practicaban sus vecinos y podían ejecutarlas perfectamente bien. Pero la
forma de llegar a conocer estas otras opciones fue a través de la movilidad, mo
vilidad que dio lugar a la acumulación de un banco de información que permitía
seleccionar las alternativas.
Quizá debamos volver a nuestra pregunta inicial acerca de los orígenes de
la agricultura, pero desde una perspectiva diferente. ¿Qué podía forzar a un
grupo de gentes a pasar de un sistema basado en un banco de información (caza
y recolección) a otro fundamentado en un banco de labor (agricultura)? Perma
necer en un lugar para cuidar las plantas (figs. 132 y 133) es un modo de ganarse
la vida totalmente diferente a practicar las estrategias nómadas que acabo de
reseñar. Creo que el apremio crítico debe haber sido algo que restó seguridad
a la opción del nomadismo. Ello me conduce de nuevo a una serie de argumen
tos que planteé hace ya algunos años. Pese a que la idea parece no ser muy
operativa en ciertas regiones , continúo, todavía, pensando que el crecimiento
de la población tiene algo que ver con el problema.
El registro arqueológico nos indica que el amplio cambio que supuso el paso
de la caza y recolección a la práctica de la agricultura es, básicamente , un fenó
meno del período Pleistoceno Tardío. Si los argumentos, ya expuestos, que
acreditan este hecho implican realmente la pérdida de las opciones de movili
dad, como consecuencia de una concentración demográfica, tendremos que
planteamos la razón de que el crecimiento de Ja población haya afectado única
mente a un período tan reciente de la evolución de la humanidad. Estamos ante
un tema del que se sabe muy poco, pero creo que nos hemos equivocado al
suponer que las explicaciones que damos respecto a los acontecimientos ocurri
dos después de la aparición del hombre sapiens sapiens, hace aproximadamente
30.000 años, deben resultar, a su vez, operativas si las aplicamos a períodos an
teriores. Como ya he sugerido en los capítulos 2 y 3, el hombre preactual puede
224 EN B USCA DEL PASADO
Cambio en la densidad
máxima según l a lluvia
caída
§
o
O> Zona de temperatura
con mayor densidad de
g cazadores�recolectores
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Temperatura efectiva de Bailey
15. � !JINFORD
226 EN BUSCA DEL PASADO
destinada al curso de una vida. En lugar de usar el territorio de una forma se
riada, como ocurriría de no existir la presión demográfica, se producen tensio
nes dentro del sistema que tienden a separar y dividir a sus partes, dando como
resultado la utilización del territorio como si se tratara del juego de «saltar y
parar». Cuando el crecimiento de la población aumenta, se siguen produciendo
roces (tengo algunos ejemplos interesantes documentados etnográficamente). El
grupo que ocupa el territorio B podrá dirigirse al D, mientras que el que se
halla en el C quizá se subdivida en dos grupos excluyentes, el E y el F. Cuando
el grupo ubicado en D completa el ciclo y se dirige de nuevo a A, muchos de
los recursos necesarios para vivir todavía no se habrán recuperado: en el Ártico,
por ejemplo, los sauces que son utilizados como leña para el fuego necesitan
unos 45 años para que puedan volver a ser utilizados. En condiciones normales,
ello no representa ningún problema, ya que un grupo tarda en volver a ocupar
un territorio por lo menos 40 años. Si retorna a los 12, evidentemente tendrá
dificultades.
Una banda, a medida que la región se va colmando, cada vez contará con
menos opciones para elegir el nuevo emplazamiento (o carecerá de ellas). Al
llenarse la región de gente, se restringe la movilidad y la explotación de los re
cursos se concentra. La aglomeración, de hecho, impide el desarrollo normal
de la estrategia de los cazadores y recolectores basada en la práctica de la mo
vilidad como recurso de seguridad. Una de las varias e interesantes respuestas
a este problema puede ser un aumento en las visitas interregionales por parte
de los individuos (los grupos enteros ya no están en condiciones de trasladarse
de una región a otra como hacían antes). Esto puede representar un intento
tanto de superar los tiempos difíciles como de enseñar a los niños el conjunto
del territorio, pero este intento es totalmente irreal, ya que los niños no tendrán
en un futuro la oportunidad de trasladarse de un lugar a otro del territorio.
Una respuesta mucho más significativa es la que se refiere a los tipos de recursos
de alimento utilizados.
Existe una relación simple entre el tamaño del animal y la cantidad de espa
cio que requiere para mantenerse. El espacio necesario para alimentar a un ani
mal, con un peso que oscila entre 55 y 135 kg, es bastante considerable (y en
el Ártico es enorme). Si un cazador cuenta con un área de una extensión que
oscila entre 20.000 y 25.000 km2, probablemente estará en condiciones de matar
alces y caribúcs de forma normal. Si se ve restringido a un área de 80 km de
longitud , seguramente podrá conseguir el caribú , suponiendo que su territorio
coincida con una ruta migratoria; pero no podrá cazar alces, porque sus radios
ele acción son superiores -en mucho- a los del cazador. Este último, que an
teriormente mataba alces y preparaba su carne para ser almacenada, debe con
tentarse ahora con animales de menor tamaño: ánades o pescado, o, en áreas
costeras, incluso mariscos. En poco tiempo y a tenor de la disminución de su
campo de acción, se ve progresivamente forzado a rebajar el tamaño de sus pre
sas. Es inevitable que, finalmente, prescinda de los animales y se dedique a las
plantas, porque éstas aparecen agrupadas en espacios ele pequeñas dimensiones.
A partir de aquí entran en juego estrategias muy diferentes. En primer lugar,
existe la posibilidad de un cambio hacia especies de animales alternativos, a me
nudo acuáticos (realmente la primera respuesta a la necesidad de concentración
SOBRE LOS ORÍGENES DE LA AGRICULTURA 227
observada en las zonas templadas parece ser que fue el hecho de dirigirse hacia
los lugares con recursos acuáticos) . En segundo lugar, la dependencia que impli
ca el cuidado de las plantas va en aumento. En tercer lugar, y debido a que la
población sigue creciendo (si se halla en un medio ambiente que ofrece opciones
con posibilidades) , la demanda del consumidor aumenta, pero ahora el espacio
está limitado y es obligado establecer algún tipo de sistema de producción inten
sivo (es decir, la agricultura) .
Desde el punto de vista metodológico, el modelo de concentración no es pre
cisamente un modelo de fácil aplicación. ¿Cómo pueden los arqueólogos medir
el crecimiento de la población o su concentración? En cierto sentido , la situa
ción es bastante parecida a la de un médico que observa los síntornas e intenta
determinar la enfermedad. Uno de los «síntomas» interesantes que nos puede
proporcionar el modelo de concentración es el hecho de que los intentos reali
zados por los cazadores, tendentes a conducir manadas o domesticar animales,
debieron preceder a la domesticación de las plantas. En las secuencias arqueo
lógicas de Perú, parece que se cumple este síntoma, ya que los camélidos y los
conejillos de Indias aparecen unos 2 .000 años antes que las plantas domestica
das. Asimismo, los trabajos realizados por Dexter Perkins y otros en el Próximo
Oriente sugieren que en esta región las ovejas y cabras domesticadas preceden
también a las plantas.36 Algunos de estos hechos, que antes no podían tratarse
de forma adecuada, empiezan a cobrar sentido.
Otro síntoma interesante lo constituye el inicio de un estilo de vida sedenta
rio. Ya observé anteriormente que uno de los mayores contrastes entre el Viejo
Mundo y Perú , por un lado , y Mesoamérica y Norteamérica, por el otro, reside
en la diferencia existente entre la aparición histórica del sedentarismo y la evi
dencia del uso de plantas domesticadas; en las áreas citadas en último lugar, las
plantas domesticadas preceden, incluso durante un período de tiempo conside
rable, a la aparición de asentamientos estables, mientras que en las primeras
áreas citadas ocurre lo contrario. Si aceptamos como probable que la proteína
animal es importante, tanto a nivel nutritivo como de reproducción humana,37
la agricultura , por sí sola, nunca resolverá el problema de la concentración. Una
alternativa de alimento que no sea vegetal, por ejemplo los recursos acuáticos 38
y la domesticación de animales, ayuda a intensificar la producción de alimento
para uso humano que no sea vegetal. En tales condiciones, el paso al sedenta
rismo puede preceder a la adopción de la agricultura; ésta, aunque quizá sea
muy importante por su contenido calórico, nunca podrá resolver el desequilibrio
existente entre el alimento animal y el vegetal . En Mesoamérica y Norteaméri
ca, así como en algunas regiones de la Europa templada, el aumento del seden
tarismo potenciado por la explotación de recursos acuáticos parece haber prece
dido a la adopción de la agricultura. Por otro lado, en aquellos lugares donde
no había alternativas acuáticas ni se domesticaba a los animales, la práctica de
la agricultura seguía siendo una estrategia que proporcionaba calorías y la mo
vilidad era el único medio de asegurar la adquisición de alimento animal a par
tir, principalmente, de los recursos terrestres. En estas circunstancias, el seden
tarismo se impone, mucho después de la adopción de la agricultura, como estra
tegia de «apoyo» y en condiciones de concentración mucho mayores.
Otro síntoma es lo que Flannery 39 llama «revolución de amplio espectro» ,
228 EN BUSCA DEL PASADO
Todas estas teorías, ideadas por los arqueólogos, no son sino meras formas
de proporcionar distintos significados al mismo modelo empírico demostrable
en el registro arqueológico; y estoy seguro de que es posible ofrecer muchas
otras interpretaciones. No me cabe la menor duda, además, de que si se enun
cian otros modelos empíricos (igualmente sujetos a interpretaciones ambiguas)
se podrían desarrollar argumentos adicionales sobre otras causas del origen de
la agricultura bastante distintas . ¿Cómo escoger entre todas estas interpretacio
nes alternativas de los mismos hechos? ¿Cómo decidir entre las diversas teorías
y entre sus diferentes tendencias?
Vemos que en los casos que hemos ilustrado, las reglas para el conocimiento
derivan generalmente de las teorías citadas. Es decir, el significado dado a las
observaciones arqueológicas será compatible con los mecanismos asumidos de
causalidad que conforman las teorías. Ello significa que cualquier apelación a
los materiales empíricos del registro arqueológico representará simplemente un
«argumento acomodaticio post hoc» , que necesariamente apoya a la teoría. Si
queremos salir de esta situación, totalmente insatisfactoria, debemos desarrollar
un lenguaje apropiado y crear los instrumentos necesarios para medir las varia
bles que observamos en el registro arqueológico; pero para ello debemos alcan
zar cierta objetividad a la hora de evaluar las teorías .41 Ello significa que para
poder hacer inferencias, la arqueología necesita desarrollar una Teoría de Al
cance Medio42 que haya sido ideada y probada en contextos intelectuales apar
tados de las teorías sobre el comportamiento del pasado que intentamos eva
luar. En general, la arqueología no ha sido capaz de darse cuenta de que para
refutar o apoyar las teorías se requiere un cuerpo de técnicas de inferencia do
tado de solidez, garantizado al margen de las teorías acerca de la dinámica del
pasado.
9. CAMINOS QUE CONDUCEN
A LA COMPLEJIDAD
l35. Una esquina del «palacio» de Labná, Yucatán, México. La impresionante inversión de
trabajo y habilidad, así como el elaborado simbolismo, que implica una estructura como ésta,
desafía nuestra capacidad explicativa: ¿por qué ocurrió? (Del archivo del profesor Fay-Cooper
Cole, en posesión del autor en la actualidad.)
CAMINOS QUE CONDUCEN A LA COMPLEJIDAD 231
sigue en activo: ¿qué estrategias han seguido los arqueólogos al intentar explicar
este fenómeno? Debo decir que no puedo suscribir la mayoría de los textos leí
dos sobre el tema. Por tanto, quizá sea interesante considerar brevemente algu
nas de lo que para mí son limitaciones en los modelos de pensamiento que pre
valecen corrientemente.
En primer lugar, deberíamos desechar por completo algunas de las ideas
acerca de los orígenes de los sistemas complejos que, en su tiempo, alcanzaron
gran renombre (y que todavía podemos encontrar en la literatura contemporá
nea) . Por ejemplo , las primeras generaciones de antropólogos acostumbraban a
argumentar que el conocimiento (como ocurre con los orígenes de la agricultu
ra) ha sido de alguna manera un factor !imitador crítico: explicar la aparición
de la civilización (fig. 135) implicaba simplemente intentar imaginar lo que indu
jo al hombre a inventar el arte , la filosofía, los complicados sistemas legales,
etc. Incluso en épocas comparativamente recientes, algunos historiadores y ar
queólogos han intentado defender que tales logros maravillosos sólo son posi
bles cuando el hombre libre dispone del tiempo de ocio necesario para poder
desarrollar actividades «pensadas» . Esto tampoco es cierto, ya que los grupos
de cazadores-recolectores normalmente disponían de más tiempo libre que las
sociedades complejas . También existen argumentos de la variedad ortogenética,
los cuales defienden que ciertas culturas humanas poseen una especie de diná
mica intrínseca, una tendencia inherente al crecimiento progresivo. La gente
que se inició en la dirección correcta, por así decirlo, tuvo mayores posibilidades
de alcanzar la civilización que aquellos que malgastaron sus vidas haciendo co
sas que no conducían directamente a la civilización occidental. No es difícil ob
servar la falta de coherencia de estos argumentos y creemos que no merecen
que les dediquemos más tiempo.
DISTRIBUCIÓN DE LOS
ASENTAMIENTOS POWHATAN
1607
Símbolos
e == aldeas
® " poblados 15 millas
r"
136. Distribución ele los asentamientos powhatan, en la Bahía Chesapeake, Virginia. 1607.
Obsérvese la concentración ele aldeas y poblados existente en la zona de transición entre las
aguas dulces y las saladas, aquella zona donde son pescados la mayoría de los peces anádro
mos; estos peces proporcionan el alimento necesario durante los períodos del año menos pro
ductivos (por ejemplo, el mes de abril). Los jefes de estos poblados ubicados en la zona de
transición ostentan gran parte del poder.
CAMJNOS QUE CONDUCEN A LA COMPLEJIDAD 233
monopolio sobre un recurso crítico que podía ser ejercido, según sus convenien
cias políticas, por toda la región.
En la actualidad, sigo creyendo que este modelo es operativo en casi todas
las sociedades conocidas del Norte de América que han alcanzado un nivel so
ciopolítico elevado y una base despótica clara. Es interesante resaltar que la
mayoría de ellas son unidades políticas pequeñas, con una población que no
excede los 3 .000 habitantes.3 Aquellas comunidades que presentan un número
mayor de habitantes están integradas de forma bastante distinta (como pueden
ser las confederaciones u otras formas políticas más «democráticas»). Los autén
ticos poderes dictatoriales ejercidos, tanto en lo que hace referencia a la vida
como a la muerte, por los individuos principales de los sistemas pequeños (ba
sados en el monopolio de los recursos) , no se dan en otros tipos de sociedades
norteamericanas. Las decisiones sobre asuntos relacionados con la guerra o el
arbitraje de disputas -frecuentes en las alianzas políticas- dependen normal
mente del consentimiento unánime de los consejos formados por representantes
de diversos segmentos de la sociedad y de grupos de parentesco .4 Algunos de
los sistemas así organizados pueden llegar a ser muy extensos, con una hegemo
nía política que abarca áreas de aproximadamente 750.000 km2 e integran hasta
200.000 habitantes. Existen, por tanto, grandes contrastes en el registro etno
gráfico de Norteamérica: por un lado, las confederaciones políticas extensas,
cuyo poder es ostentado por organizaciones tipo consejos en lugar de individuos
investidos en un status elevado; por el otro, están los clásicos sistemas peque
ños, organizados internamente, que basan su existencia en el monopolio de los
recursos de subsistencia críticos.
Pero Sahlins adoptó un punto de vista diferente. En base a unas nociones
marxistas bastante simples , supuso que en el inicio de las sociedades complejas
todos los jefes deben ser empresarios despóticos que explotan a las masas: su
conocido trabajo de campo llevado a cabo en la Polinesia pretendía demostrar
este punto de vista. Pero lo que realmente encontró allí fue algo bastante distin
to. Los jefes no parecían ser unos sucios empresarios, sino más bien unos indi
viduos agradables que actuaban de forma altruista; de hecho, se trataba de unos
personajes que intentaban cumplir con sus electores realizando alianzas en tér
minos de enlaces comerciales con el exterior. Ello implicó que Sahlins tuviera
que desarrollar una nueva hipótesis para explicar el desarrollo del poder y argu
mentó, entonces, que las jefaturas y los status poderosos eran en potencia el
resultado de un comportamiento altruista, por medio del cual los individuos
principales redistribuían los productos (u organizaban su distribución) de forma
que todos los miembros de la población pudieran tener acceso igualitario a los
productos obtenidos diferenciadamente en los diversos lugares del entorno. Evi
dentemente , el modelo (fig. 137) presupone la existencia de poblaciones seden
tarias. El sedentarismo, a su vez, combinado con la diversidad existente en el
medio ambiente, se contemplaba como la base mecánica para la diversidad pro
ductiva a nivel regional (ya que los individuos de distintos lugares no podían
producir las mismas cosas). A corto plazo, la diversidad puede colocar a unos
individuos en posición ventajosa respecto a otros; pero si el sistema pretende
mantenerse sin competir debe existir a su cabeza un «altruista generoso», al
guien con prerrogativas suficientes que le permitan disponer de la producción
234 EN BUSCA DEL PASADO
. ,
!
ANTEPASADO MÍTICO
4 - - 4 = Acumulación 1
· 4--- = Redistribución
b
ANTIGUO JEFE
entonces a otro aspirante a gran-hombre que les ofrezca una mayor seguridad.
El resultado de este interesante y eficiente sistema es un movimiento de po
blación constante a través del hábitat, que coincide casi totalmente con los mo
delos cambiantes de la producción diferenciada. En contraste con el hipotético
sistema de jefaturas de Sahlins, donde el status se adquiere como resultado de
la redistribución de artículos de consumo , en un sistema gran-hombre no son
los productos los que se trasladan , sino los individuos. Las fluctuaciones a corto
plazo de la producción se ven neutralizadas por los modelos de status diferencia
dos, porque éstos producen el efecto de una constante puesta al día de la distri
bución de población en relación con su producción real.
Evidentemente, los medio ambientes estables, con diferencias más o menos
permanentes en la producción (determinadas ecológicamente) , tienden a favore
cer la aparición de individuos con un status elevado que nunca se ven en la ne
cesidad de recurrir a sus alianzas. Podríamos suponer que en ello radican las
bases necesarias para la obtención de cierta continuidad en la distribución dife
renciada del status y de la población en una región; es decir, el inicio de una
sociedad compleja con poder institucionalizado y con diferencias de riqueza. De
todos modos, parece que las cosas no son así. Las alianzas de un gran-hombre ,
negociadas a nivel individual, no pueden ser cedidas a otra persona; no son
transferibles a sus hijos, los cuales deben negociar las suyas propias. En conse
cuencia, cuando un gran-hombre con éxito se muere sus alianzas mueren con
él y sus competidores ganan en status como consecuencia de esta muerte. Por
tanto, existe un inevitable trasvase de población relacionado con la muerte de
personas dotadas de un status elevado. Si en la región existen diferencias en el
medio ambiente muy marcadas, los descendientes del gran-hombre necesitarán
probablemente poco tiempo para negociar nuevas alianzas favorables y atraer
de nuevo hacia sí a los seguidores. Con el tiempo , se observaría un modelo pe
riódico de flujo y reflujo de población en torno a los centros que disponen de
una producción segura, y la presencia continua, a lo largo de generaciones, de
individuos con un status elevado. Supongo que nos hallamos ante una especie
de monopolio, pero un monopolio muy distinto de aquellos que se basan en el
acceso específico a los recursos críticos.
¿Cómo podría un sistema con estas características derivar hacia una sociedad
compleja clásica basada en el poder auténtico? Siempre he creído que el poder
se inicia cuando se está en condiciones de renunciar con impunidad a una rela
ción social. Ustedes y yo podemos establecer el acuerdo de que todo lo mío es
suyo y todo lo suyo es mío . Pero si en los momentos difíciles ignoro este acuer
do y no sufro las consecuencias, a partir de este momento he dado ya el primer
paso hacia el poder. É sta es una noción bastante negativa del poder, que nor
malmente ha sido considerado en términos de hacer leyes a la medida de uno;
en la práctica, por lo menos desde un punto de vista evolutivo, creo que el po
der guarda relación con romper las leyes hechas a la medida de uno y prescindir
de las consecuencias. Quizá deberíamos centrar nuestra atención en las condi
ciones bajo las cuales ello puede ocurrir en el contexto de los tipos de organiza
ción del gran-hombre.
Es importante, de todos modos, conocer las diferencias existentes entre el
sistema llamado redistributivo y el sistema gran-hombre. El primero de ellos no
CAMINOS QUE CONDUCEN A LA COMPLEJIDAD 237
INTENSIFICACIÓN Y ESPECIALIZACIÓN
Permítanme que examine otra idea muy extendida sobre los orígenes de las
sociedades complejas. El razonamiento es simple. En ciertos sistemas con una
producción de subsistencia es posible aumentar la fuerza de trabajo con el fin
de incrementar la producción total marginal , o cambiar o acrecentar la tecnolo
gía de producción en vistas a mejorar la eficacia de la fuerza de trabajo o modi
ficar el carácter de la producción . 10 El objetivo de tales cambios es propiciar Ja
producción más allá de las simples demandas de los productores. A partir del
momento en que ello es posible queda libre el camino para mantener a personas
-metalúrgicos, ceramistas, especialistas de la política, etc. - (figs. 138-140) que
no están directamente relacionadas con la producción de subsistencia. 1 1 Una es
pecialización de este tipo - se dice- proporciona las bases para e] desarrollo
de una complejidad de mayor envergadura. Por tanto, la comprensión de los
sistemas complejos implica el centrarse en dos temas cruciales: 1 .0 , ¿Qué clases
de incentivos existen para la producción, más allá de las necesidades de subsis
tencia inmediatas? , y 2.0, ¿de qué forma estos excedentes influyen en la forma
ción de las sociedades complejas?
Considero extremadamente difícil adentrarme en este tipo de razonamien
tos. Soy esencialmente darvinista y creo que los sistemas culturales cambian
bajo condiciones de selección natural; que éstos se ven empujados y arrastrados
en diferentes direcciones y también que la forma en que se produce el cambio
guarda relación con la manera que tiene la gente de resolver sus problemas.
Los «adaptacionistas» -no importa si operan bajo un paradigma idealista como
Bennett, 12 según Ja moda materialista defendida por Harris, 13 o si se dejan fas
cinar por los principios del «mínimo esfuerzo» , 1 4 de «reducción de riesgos»1 5 o
por la «teoría de la recolección óptima» - 16 intentan construir una explicación
teleológica que justifique las direcciones seguidas (o imaginadas) por la historia
de la evolución. Creo que el principio a seguir más práctico para construir una
teoría es aquel que guarda relación con el principio de la inercia. 17 Un sistema
permanecerá estable hasta que se vea presionado por fuerzas externas a su or
ganización como sistema. Ante preguntas tales como ¿por qué surgen los siste
mas complejos? , mi primera reacción es intentar conocer qué problema preten
día resolver la gente al emplear procedimientos nuevos. El experimentar con
formas nuevas únicamente vale la pena si ha surgido algún problema (inexisten
te con anterioridad) para el que no se tiene una solución satisfactoria.
238 EN BUSCA DEL PASADO
sistemas en el pasado. Éste es, sin duda, un problema fundamental , pero existen
también otros problemas adicionales, incluso en el supuesto de que se acepte
una posición gradualista y se adopten fo rmas diversas del funcionalismo econó
mico como si se tratara de una teoría. Por ejemplo, Ja aparición de una especia
lización artesanal se considera frecuentemente como un paso decisivo hacia la
configuración de Jos sistemas complejos; pero no veo la razón de que la especia
lización artesana] tenga necesariamente que jugar un papel importante . En Áfri
ca, por ejemplo, e] trabajo del metal (sobre el que poseemos una información
considerable) es realizado principalmente por parias. Los individuos especializa
dos en la producción de cerámica, como es el caso de Jos técnicos ceramistas
de] área de Tarascán, en México, pertenecen generalmente a los sectores desfa
vorecidos y desprotegidos de la sociedad, son gente que carece de tierras y no
l4l. Un revendedor en el mercado de Naha Okinawa (islas Ryukyu). Pregonando sus mer
cancías -de las que obtiene un escaso beneficio - , este hombre consigue llevar una existencia
incierta y marginal.
,r
1
CAMINOS QUE CONDUCEN A LA COMPLEJIDAD 241
142. Un mercado en las calles de Hong Kong, 1952. «Nuestro paseo discurrió a través de una
calle larga , bello ejemplo de las calles chinas . . . Aquí podíamos contemplar cómo los artesanos
nativos realizaban su trabajo afanosamente y vendían los productos elaborados, todo ello en
una única habitación que servía para los tres cometidos: como taller, almacén y corno mostra
dor. Allí estaban los grupos de cstiradores de metal, caldereros, botoneros y forjadores, apiña
dos en sus casas estrechas, en medio del estrépito que producían los martillos de las forjas.
También habían carpinteros, zapateros, sastres, batihojas de oro y plata, paragüeros, abaceros,
drogueros, talladores de jade, grabadores de sellos y decoradores, con los maestros de las nu
merosas artes que abastecían las necesidades o lujos de la vida china. Más allá se podían con
templar las tiendas de cuadros exhibiendo las llamativas obras de los artistas nativos . . . En
cada esquina se veían cocinas portátiles que, entre vapores, proporcionaban a los espectadores
hambrientos los sabrosos ingredientes de una comida rápida. Para los más adinerados existían
a lo largo de la calle una serie ele casas ele comida, tabernas y casa de té. Un poco más adelan
te, una multitud de j ugadores disputaban unos pocos metros cuadrados de suelo con los propie
tarios de las paradas de naranjas o con los vendedores ambulantes de dulces. Cerca de todo
ello se encontraban las tiendas bien surtidas de los prestamistas . . (Smith, 1847, p. 289.)
. »
grupo se subdivide en dos o más unidades similares que llevarán a cabo sus ac
tividades de forma independiente y en emplazamientos diferenciados. Incluso
entre los horticultores , donde la familia, extendida (fig. 144) o no , constituye
una de las unidades de producción básicas, el crecimiento produce la duplica
ción de estas unidades básicas . Se forman más familias y se buscan nuevos «es
pacios» para que dichas familias puedan actuar como unidades de producción.
Ésta es la típica estructura general de crecimiento que se observa en los lugares
16. - BINFORD
242 EN BUSCA DEL PASADO
1-J.3. Una handa cD1npletu de cuzadvres-recvleuores: bosquimanos nharo que viven entre San
fontein y /Gam, Namibia. Tal grupo puede considerarse la unidad de producción; el crecimien
to da como resultado la creación de otras unidades semejantes a ésta. (Foto tomada en 1927
por L. Fourie, cedida por el Africana Museum, Johannesburgo.)
146. Un gran-hombre de
Nueva Guinea exhibiendo
los adornos, fruto de sus in
tercambios, que ponen de
manifiesto su status elevado
dentro del grupo local. (Foto
cedida por M. Strathern.)
B ARATIJAS Y MERCi\NCÍi\S
147. Objetos hal lados en dus sepulturas (a rr i b a , enlérramiento n" 79; abajo, e nt e rra m i e nto
nº 57) aparecidas en el yacimiento de Rankin, Cocke Cou n t ry . Tcnnesscc (véase Smith y Hod
ges, 1968); aproximadamente la mitad de los ítems ilustrados provienen de fuera de la región
del yacimiento. (Foto cedida por el Departamento de Antropología, Universidad de Tenncs
see.)
246 EN BUSCA DEL PASADO
Los arqueólogos desconocen todavía las causas que conducen a las socieda
des complejas, los motivos ele su aparición. El argumento en defensa de la redis
tribución carece de bases objetivas: por el momento, las noticias que tengo so
bre los agentes redistributivos indican que operan en sociedades basadas ya en
el poder político y dudo que el poder sea el resultado de un comportamiento
amable . Los argumentos a favor de los incentivos económicos, practicados con
la finalidad de intensificar la producción necesaria para sostener un sistema
complejo, se asemejan al problema del huevo y la gallina. De todos modos, co
nocemos poco acerca de por qué alguien «querría» un sistema complejo hasta
el extremo de invertir esfuerzo para producir en exceso. Deben existir presiones
a favor del cambio en el sentido darwiniano, aunque todavía no podamos iden
tificar cuáles son y cómo operan. Los argumentos a favor del comercio , como
base necesaria para adquirir el poder, generalmente fracasan, porque la mayoría
de los ejemplos citados como evidencia se refieren al intercambio ele obsequios
sociales y no a artículos ele consumo valorados económicamente: aquéllos nos
informan acerca de las alianzas sociales existentes entre individuos y no sobre
la articulación económica de los grupos sociales.
El problema estriba en el limitado número de modelos considerados hasta
el momento por los arqueólogos. Si únicamente contamos con las aproximacio
nes que acabo ele exponer, cuando en realidad deben existir muchas etapas y
248 EN BUSCA DEL PASADO
l. Este viaje fue posible gracias a los esfuerzos de Colin Renfrew. Colin me invitó a ir
a Europa y fue infatigable en la búsqueda de los medios materiales necesarios para que dicha
invitación pudiera llevarse a término. Fue Colin quien consiguió el dinero y me ofreció toda
clase de facilidades, amabilidad y afecto. Por todo ello le estoy muy agradecido.
2. Binford (1977 a).
3 . Fritz y Plog (1970).
4. Watson et al. (1971).
5. Ello queda bien reflejado en la obra de Brothwell y Higgs (1969).
6. Binford (1978 a).
7. Binford (1981 a).
8. Por ejemplo, reconstruir la estructura de edad y sexo de las manadas en base a los
huesos eucontrados en los lugares de residencia, o reconstruir el número de la población ani
mal original representada por los huesos localizados en lugares cuya función se desconoce.
9. Para una crítica sobre el uso del MNI (número mínimo de individuos), véase Binford
(1981 a) , pp. 69-72, 478-479.
10. Por ejemplo, el desarrollo de la datación por radiocarbono.
1 1 . Hawkes (1954).
12. Véase O'Kelly (1968, 1982) ; Van Wijngaarden-Bakker (1974).
13. Un ejemplo del tipo de argumento utilizado por los «filósofos sociales» puede hallarse
en Adams (1981 ) . Son particularmente interesantes los comentarios y réplicas del autor.
14. Existe una gran confusión entre los arqueólogos respecto a cómo se desarrolla una
ciencia y qué es lo que constituye el «progreso». Son muchos los que aceptan la tesis de Kuhn
(1962, 1970). Dicho autor defiende que el progreso es, en gran parte, resultado de la actuación
de fuerzas irracionales que tienden a condicionar la visión del mundo de los científicos. [Trig
ger (1981) intenta utilizar esta opinión para interpretar la historia del pensamiento arqueológi
co.] Esta postura irracional ha sido seguida y desarrollada por numerosos investigadores, por
ejemplo, Feyerabend ( 1 978). Este libro y esencialmente todo lo que he escrito ofrece una visión
bastante diferente de lo que es la ciencia y de cómo opera.
Siempre he creído que el desarrollo de métodos de inferencia válidos es básico para el pro
greso de la ciencia moderna. A nadie debería sorprender que no me preocupen las recientes
afirmaciones de Meltzer (1979) respecto a que ninguno de los paradigmas de Kuhn sobre el
cambio se han dado en arqueología y que mis aportaciones han sido más metodológicas que
teóricas. Es correcto, creo, exigir cambios revolucionarios en los paradigmas, pero el campo
está ya repleto de puntos de vista interesantes y todavía no se ha producido ningún avance.
Por el contrario, la incidencia de estas modas intelectuales sube y baja como si se tratara del
dobladillo de un vestido de señora. Ú nicamente mediante el desarrollo de epistemologías cien
tíficas y de los métodos correspondientes para lograr una relativa objetividad al evaluar las
ideas nuevas, se empezará a acumular el conocimiento como resultado de un empeño científi
co.
15. Binford (1981 a) .
250 EN BUSCA DEL PASADO
l. Taylor ( 1948).
2. Taylor ( 1972) .
3. Taylor ( 1 948), p. 1 3 1 .
4. !bid. , p. 193.
5. Binford (1981 b), Dunnell ( 1980 b).
6. Taylor ( 1 948), p. l 93.
7. En Binford (1981 a) , especialmente pp. 21-34, trato de los métodos de inferencia.
4. Dart (1953).
5. Dart (1957), p . 85.
6. Dart (1926, 1949, 1957 , 1960).
7. Ardrey (1961) .
8. Lorenz (1966).
9. Washbum (1957).
10. Hughes (1954).
1 1 . Dart (1956) incluye un debate sobre las descripciones clásicas del comportamiento de
la hiena.
12. Dart (1958).
13. Vincent (1978).
14. Leakey (1979).
15. Esta interpretación fue ampliamente divulgada por la prensa de la época, pero me ha
sido imposible averiguar lo que se dijo exactamente en la conferencia de prensa.
16. Washburn y Howell (1960), p. 40.
17. Leakey (1959 a, 1959 b, 1960).
18. Leakey ( 1971), en particular pp. 49-58 y fig. 24.
19. Isaac (197 1 , 1975, 1976 b, 1976 e, 1978). En Isaac y Crader (1981) se trata especial
mente del consumo de carne como alimento.
20. Isaac (1976 a, pp. 483-485) .
2 1 . En Brain (1981) aparece un resumen muy completo d e sus trabajos; dicha obra e s de
consulta obligada para todos aquellos interesados en los temas discutidos aquí.
22. Véase Washburn (1957), Bartholomew y Birdsell (1953). Las primeras interpretacio
nes hechas por Dart y otros estaban basadas en los conjuntos de fauna hallados en el yacimien
to de Taung; éstos contenían únicamente animales pequeños tales como el dasiuro, huevos de
pájaro, pequeños roedores, babuinos y homínidos, pero estos datos no fueron considerados
como indicativos del comportamiento de las hienas u otros animales carnívoros. Por ejemplo,
Robert Broom (1933, p. 137) escribió: «A partir del estudio de los huesos aparecidos en aso
ciación con el cráneo de Taung pudimos conocer algunos de los hábitos del Austra/opithecus
. . coincido con Dart en cuanto a considerarlo el basurero del Australopithecus . . . El depósito
.
está formado básicamente por huesos de un tipo de dasiuro ya extinguido. Todos los cráneos
aparecen rotos, a menudo en pequeños fragmentos. Sin duda, no eran los grandes carnívoros
como el leopardo o el chacal los animales que se alimentaban de estos dasiuros, porque aqué
llos se tragan los cráneos una vez triturados . . . La forma en que aparecen rotos los cráneos
de los babuinos nos induce a pensar en algún tipo de criatura que quisiera hacerse con el ce
rebro . . .
».
Esta visión del hombre antiguo fue aceptándose gradualmente y dominó la literatura espe
cializada hasta principios de los años cincuenta. Los yacimientos se interpretaron como basu
reros creados por el Austra/opithecus, ya que éste era un depredador menor que se alimentaba
de animales pequeños, huevos de pájaro, etc. Véase, por ejemplo, Oakley (1953). Dart, en
Makapansgat, encontró una fauna totalmente distinta, donde predominaba el antílope, y de
fendió la idea de que el hombre antiguo era mucho más cazador de lo que se decía. Aquellos
que habían aceptado los argumentos basados en los datos de Taung consideraron que los nue
vos hallazgos eran inconsistentes y las interpretaciones de Dart exageradas; los que rechazaban
la idea de que nuestros antepasados eran unos cazadores sanguinarios reaccionaron en contra
de las interpretaciones basadas en el material de Makapansgat; la presencia de animales más
robustos daba credibilidad y favorecía la teoría de que los agentes de la acumulación eran los
grandes carnívoros.
23. Brain (1968) .
24. Dart (1959), p. 121.
25. Brain (1981), figs. 50 y 221 .
26. Brain (1967).
27. Binford y Bertram (1977).
28. Binford (1978 a).
29. Binford (1981 a).
252 EN BUSCA DEL PASADO
tos tipos de lugares ocupados por los homínidos antiguos; los campamentos base pueden haber
existido.
14. He llevado a cabo investigaciones sobre las características de los conjuntos faunísticos,
contemplados tanto desde el punto de vista de la frecuencia de las partes anatómicas como en
relación a los tipos de marcas de corte o fractura y las señales producidas por los dientes de
carnívoros roedores. Por el momento, esta investigación está en curso, pero parece ser que el
carroñeo era muy practicado con los animales de tamaño relativamente grande encontrados
en los yacimientos de la Edad de la Piedra Media del río Klasies, en Suráfrica. Un comporta
miento similar parecen reflejar los restos de uro y caballo de los yacimientos musterienses de
Europa occidental. Próximamente ofreceré los resultados de nús investigaciones.
15. La mayoría de investigadores, al ser preguntados por la evidencia directa de !a prác
tica de la caza en el Pleistoceno Inferior, mencionan algunos yacimientos donde los útiles de
piedra aparecen asociados a un esqueleto de animal grande (un elefante en Olduvai FLK N6,
un hipopótamo en Koobi Fara y un düwtherium en Olduvai FLK Nll), o en yacimientos don
de los útiles están asociados a numerosos esqueletos de animales de la misma especie. En el
primer caso, se contempla la posibilidad de que se trate del resultado del carroñco practicado
en el mismo lugar en que murió el animal de grandes dimensiones, pero, en el segundo, a
menudo se considera como una evidencia de la práctica de la caza por parte del hombre primi
tivo, y se sugiere que dichos individuos conducían a los animales hacia la muerte o que, al
menos, se las agenciaban para conseguir grandes cantidades de alimento de una misma especie.
Véase, por ejemplo, Isaac (1977), Shipman et al. (1981). Argumentos en contra de estos pun
tos de vista aparecen en Binford (1977 b), y en Binford y Toad (1982).
16. Para una descripción del estado actual de la investigación, véase: Leakcy (1981), pp.
76-88.
17. Un debate sobre tales métodos de inferencia aparece en Binford (1981 a), pp. 83-86
y 246-247 .
18. Keeley y Toth (1981).
19. Binford ( 1977 a) , p. 7.
l . En Coe (1964) queda reflejado el gran esfuerzo realizado por el autor en la búsqueda
de estratigrafías.
2. Taylor (1948).
3 . Véase, en particular, Willey (1953).
4. Véase Brown (cd.) (197 1 ) .
5 . Las dos publicaciones más impo11antes q u e trataban de l a manufactura de lo.s útiles
de piedra eran Pond (1930) y Witthoft (1957); además, en Witthoft (1952) puede leerse un
estudio estimulante.
6. Algunas de mis primeras investigaciones sobre los análisis líticos aparecen en Binford
(1963), Binford y Papworth ( 1963), Binford y Quimby (1963).
7. Binford y Papworth (1963).
8. Binford (1964 b).
9 . Véase Binford (1968 a).
NOTAS 255
1. Silberbauer (1972).
2. Flannery ( 1972) desarrolló este razonamiento para sistemas más sedentarios.
3. Véase MacNeish (1958), p. 137, o, para una visión más amplia, MacNeish, Peterson
y Neely (1972) , en especial p. 355.
4. Una descripción más completa sobre este tema la encontramos en Binford (1981 e).
5. Binford (1978 a), pp. 306-312.
6. Véase Downs (1966).
7. Una descripción más detallada del yacimiento de las fuentes del Anavik aparece en
Binford (1978 a) , pp. 171-178.
8. !bid. , pp. 235-245.
9. Me refiero a los restos interpretados por P. P. Yefimenko como zemlyanka o «aguje
ros para dormir». Incluyo también la «vivienda número 1» del nivel superior de Kosticnki I y
el «hoyo U» de Avdejevo, un yacimiento no publicado. Para una descripción más detallada
del yacimiento de Kostienki y de otros yacimientos importantes del Paleolítico en Rusia, véase
Klein (1973). Mi información acerca de estos restos específicos se basa en una comunicación
personal del profesor Grigoryev, de la Universidad de Leningrado.
.
10 . Klein (1973) , p. 70, fig. 8 .
1 1 . Lugares similares han sido descritos por Crowell y Hitchcock (1978), pp. 37-51 , entre
los bosquimanos san de Kalahari.
12. Binford (1978 b) , pp. 330-361 .
13. Yellen (1977), pp. 1 13-130.
14. !bid. , en particular pp. 125-131.
15. Williams (1968, 1969).
16. Comunicación personal de Patricia Draper.
17. B inford (1982).
18. Debo resaltar que el tema central del debate musteriense era la naturaleza de los con
juntos de útiles líticos. Al hablar del uso de la tierra no he mencionado los útiles líticos, porque
los esquimales nunamiut que tuve ocasión de estudiar ya no empleaban artefactos de piedra;
sin embargo, los tipos de artefactos líticos usados por los esquimales difícilmente hubieran sido
comparables a aquellos encontrados en contextos musterienses. Una vez más, debo puntualizar
que no considero que los nunamiut proporcionen una analogía con los grupos paleolíticos.
19. Binford (1978 a).
256 EN BUSCA DEL PASADO
nas de las cuales tendrán lugar en espacios diferenciados . . . la diferenciación espacial de las
actividades se constatará en la desigual distribución de los tipos de útiles en un área de ocupa
ción, consecuencia de sus diversos usos en las distintas actividades llevadas a cabo en el yaci
miento.» [Whallon ( 1 973 a), p. 116.]
2.0 « . . . nuestros argumentos no implican que todas las actividades deban desarrollarse en áreas
exclusivas y separadas espacialmente unas de otras, sino simplemente que algunas actividades
deben, por lo menos algunas veces, efectuarse en áreas diferenciadas.» (!bid., p. 1 17 . )
3. « l a concentración espacial de útiles n o s e debe necesariamente al abandono d e los ítems
0
en el lugar en que han sido utilizados . . . sino que es el resultado del comportamiento humano
cotidiano asociado a la presencia de una tecnología en relación o articulada con el resto del
sistema cultural global. Por tanto, es susceptible de poder ser explicada por los prehistoriado
res dentro del marco de referencias adecuado.» (Jbid., p. 1 19.)
Tras estas afirmaciones básicas, Whallon pasó a examinar las técnicas de reconocimiento de
los modelos de distribuciones espaciales conocidos. Ha proseguido perfeccionando las antiguas
técnicas de reconocimiento de modelos y ha desarrollado otras nuevas. Véase Whallon
(1973 b, 1 974) y el trabajo realizado en esta dirección por Newell y Dekin (1978).
Ante todo ello, es difícil comprender y justificar el tipo de crítica que Schiffer ( 1974) dirigió
contra Whallon. Quizá la falacia más sorprendente dedicada al trabajo de Whallon proviene
de Yellen ( 1 977, en especial p. 134); dicho autor sugiere que presuponemos que cada actividad
debe producirse en espacios independientes y que los útiles hallados asociados implican, por
tanto, una única actividad. Esta clase de argumentos ponen simplemente de manifiesto un total
desconocimiento de la situación y de la historia del desarrollo de los métodos arqueológicos.
l l . Mí trabajo en Australia lo realicé en condición de invitado de James O'Connell, mien
tras él investigaba con los alyawara. El soporte económico corrió a cargo del Australían Abo
riginal Institutc, Camberra.
12. Para evitar confusiones, preferimos respetar la acepción inglesa. Drop , en este contex
to, significa 'dejar caer'. (N. de la t.)
13. Al igual que ocurría con la zona drop, aquí también creemos más conveniente respe-
tar la acepción inglesa. Toss significa 'arrojar'. (N. de la t.)
14. Leroi-Gourhan y Brézíllon (1966, 1972).
15. Leroí-Gourhan y Brézillon ( 1 966), fig. 58.
16. Gould ( 1 977), fig. 22.
17. Veldcr ( 1963) , fig. 2 .
18. Movius (1975, 1977).
1 9 . Comunicación personal de Pat Drapcr.
NOTAS 257
17. - BINFORD
258 EN BUSCA DEL PASADO
lución entre uso y organización (aunque exista una cierta interacción mutua en ambos casos).
Conocer el uso de un ítem no nos permite inferir los modelos de organización empleados en
el mantenimiento de la tecnología a través del tiempo, ni tampoco las formas.de distribución,
que incluyen la inversión de esfuerzo en el mantenimiento de lugares donde se empleaba la
tecnología. Esto último debe considerarse conjuntamente con la reconstrucción de las acciones
concretas, realizadas por los individuos que emplean los útiles, si queremos que cualquier com
prensión realista de las asociaciones reconocidas observadas en el registro arqueológico pueda
ser comprendida en términos históricamente significativos y precisos. En resumen, el argumen
to funcional es mucho más que una simple cuestión de empleo del útil.
l. Esta inconsistencia ha sido reconocida también por otros investigadores [por ejemplo,
Lamberg-Karlovsky (1975), aunque no comparto las soluciones al problema sugeridas por di
chos autores¡. En Bioford (1977 a) se analiza la idea grotesca de que se pueden deducir «im
plicaciones de verificación» del proceder encaminado a dar sentido a las observaciones arqueo
lógicas en función de las mismas observaciones.
2. Binford (1981 a), en especial pp. 21-30.
3. No pretendo con ello decir que este razonamiento es aplicable únicamente al estudio
de las sociedades complejas: existen numerosos trabajos que hacen referencia a sistemas más
antiguos menos evolucionados [por ejemplo, Isaac e Isaac (1975)]. Leakey y Lewin (1978),
concretamente (por analogía con los !Kung san), defienden que la recolección era muy impor
tante para el hombre primitivo y que cualquier tipo de bolsa empleada para transportar era
uno de los útiles antiguos más importantes; poco después de leer el trabajo de Leakey y Lewin
( l978) vi un programa de televisión en el que Pat Shipman (de la Universidad John Hopkins)
explicaba que la razón de la presencia de tantas marcas de corte en los metápodos de los un
gulados hallados en los yacimientos africanos residía simplemente en la costumbre de los homí
nidos de extraer los tendones para confeccionar. .. las bolsas [véase Potts y Shipman (1981),
Bunn (198 1 ) , Science News (1981)]. É ste es un ejemplo clásico de adaptación de las observacio
nes del registro arqueológico a las propias ideas, siendo citadas posteriormente como prueba
de que estas ideas originales eran correctas: una simple tautología.
4. Radcliffe-Brown reconoció la inconsistencia de la «histo1ia conjetural». Resaltó (1958,
p. 41) que: «La reconstrucción hipotética del pasado asume inevitablemente ciertos principios
generales pero no los demuestra; sus resultados dependen , por el contrario , de su validez». A
pesar de que cuestionaba la reconstrucción de la historia a partir de las observaciones etnográ
ficas, la cuestión metodológica es la misma para las observaciones arqueológicas. Su crítica a
la etnografía orientada históricamente es igualmente aplicable a aquellos que adoptan teorías
en función de las observaciones arqueológicas y suponen de alguna manera que éstas pueden
confirmar o rechazar las teorías [un ejemplo interesante aparece en Mellen (1981)].
5 . Wittfogel (1957).
6. Discutido en el capítulo 9.
l. Darwin ( 1875).
2. Roth (1887) .
3. Peake y Fleure (1927).
4. Childe (1928).
5. !bid., p. 2.
6. Hempcl (1965).
7. Braidwood (1963) .
8. Braidwood y Howe (1960).
9. B raidwood y Willey (eds.) (1962) , pp. 132-146.
NOTAS 259
han olvidado en gran medida el aspecto que hace referencia a la organización de las articula
ciones ecológicas entre los sistemas.
18. La suposición de una dinámica interna ha sido una parte básica y fundamental de la
mayoría de las posiciones filosóficas de las ciencias sociales asociadas con la palabra «evolu
ción». Véase Dunnell (1980 a). Respecto a mi argumento (expuesto con anterioridad) en favor
de una posición selectiva, véase Binford ( 1972 b).
19. Sugiero que existen numerosas características de organización en la historia evolutiva
de los sistemas culturalmente integrados. Ello significa que existen posibilidades de que se pro
duzcan cambios dramáticos o «puntuaciones» , con una aparente falta de continuidad del tipo
esperado si se considera el proceso evolutivo desde el punto de vista gradualista.
20. El reciente trabajo de Dunnell (1980 a) sobre las ideas evolutivas en antropología está
en desacuerdo con el vitalismo y a favor de una visión selectiva, tal como se defiende aquí.
Por otro lado, rechaza algunas distinciones paradigmáticas por considerarlas carentes de base.
Por ejemplo, afirma exactamente: «La idea de que el sujeto es cultura ha aislado la evolución
cultural de la evolución en general. La cultura debe explicarse, no en base a principios evolu
tivos y de mecanismos que han demostrado, a la larga, ser operativos en el mundo, sino me
diante procesos referibles únicamente a la cultura» (p. 48). Estas afirmaciones , que Dunnell
considera opiniones devastadoras, son a mi entender posiciones simplistas que pueden condu
cir, si se toman en serio, a aquella mascarada del pensamiento productivo que se ampara bajo
el nombre de sociobiología . La situación, en el ejemplo que acabo de ofrecer, es análoga a
una especie que previamente se relaciona de forma competitiva con los de su misma especie
y es capaz, de repente, de desviar la dinámica de selección hacia un órgano «no deseado» - un
dedo pequeño, por ejemplo- y al hacerlo garantiza no sólo la seguridad futura de la especie
original sino también una auténtica competitividad entre los dedos pequeños «incorpóreos».
Si una organización es capaz de este tipo de reestructuración (como lo es la cultura) , creo que
será más conveniente investigar algunas de las propiedades de este aspecto del fenómeno que
intentar reducirlo a una simple analogía de genes con habilidad para conducir el éxito repro
ductivo al nivel de la especie , en el sentido literal de la palabra especie. El argumento de
Dunnell olvida por completo el problema de las adaptaciones humanas: éstas son extrasomáti
cas y deben entenderse en términos de procesos extrasomáticos. La cultura hay que encuadrar
la en este dominio de la organización.
2 1 . Véase Renfrew (1969) , Parsons y Price (1971) , Rathje (1971).
22. Fogel (1963).
23. Walthall et al. (1979).
24. Prufer (1961).
25. Griffin et al. (1969).
26. Véase Struever y Houart (1972).
27. Habitaciones subterráneas de planta circular, de uso ceremonial. (N. de la t.)
28. Por ejemplo, Judge (1979); también Cordel! y Plog (1979), en particular pp. 419-424.
29. Con frecuencia , se aboga por la existencia de sociedades complejas en áreas tales
como el sudoeste americano, considerándolas como un paso hacia la obtención de la «libertad»
intelectual a partir de la «opresión» del pasado etnohistórico en el que se suponía que existían
únicamente sociedades «igualitarias». Es casi seguro que en el pasado existieron formas de
sociedad que no aparecen representadas en las descripciones, relativamente recientes, de la
época colonial. De todos modos, considero que los criterios citados en favor de la autoridad
centralizada y de la importancia de las funciones redistributivas se basan en gran medida en
el tamaño y sofisticación arquitectónica de las ruinas. ¿Debemos realmente creer que la huma
nidad puede realizar actos substanciales de trabajo coordinado sólo si está «organizada» por
la autoridad de un gobierno central poderoso?
30. Véase Gould y Lewontin (1979). Para una revisión de las posturas filosóficas vigentes
en la actualidad, véase Wenke (1981).
31. Binford (1981 a), en especial pp. 83-85 y 184-197.
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BIBLIOGRAFÍA 271
18. - BlNFORD
ÍNDICE ALFABÉTICO*
88; sekele (o amarillos), 113 depredadores, 51-53, 60, 62-63, 67, 70, 7 1 ,
Braidwood, Robert, 115, 212-213 74-76, 251 , 12; véase también el nombre
Brain, C. K . , 49-55, 56-58, 60, 66, 81, 7, 9 ele las especies
Breuil, A . , 94, 98-99 dinámica, 23-25 , 27-30, 54, 60, 69, 86, 101,
Broom, Robert, 50, 251 109, 1 17-1 18, 151-152, 223, 248, 260-261
buitre, 70 Dinotherium, 47, 253
documentos históricos, 24, 28-30
domesticación: ele animales, 207, 227; de
caballos, 46 plantas, véase agricultura, orígenes de la
cabra, 56, 58, 227, 243 Dunnell, R., 261
cambios, 33 , 233, 244-247, 138, 141-142,
146, 147; véase tamóién reciprocidad; re
distribución ecología, 16
Campbell, D . , 47 Elandsfontein, yacimiento de, 76, 80, 3,
canguros, 179-180, 220, 101, 1 03-105, 1 1 0 29-32
caribú, 126-128, 132, 136-139, 141-143, elefante, 32, 64, 253
145, 167, 182, 200, 223, 226, 44-45, 58- empirismo, 38
61, 64-66, 69, 71, 74-75, 108, 125, 131 epistemología, 18, 21, 38, 249
carroñero, 16, 62-65; véase también fauna, «escala de fiabilidad», 19
restos de; primitivo, hombre escondrijos, 126, 144, 194, 222, 1 1 7-121,
cerámica, 28, 103, 239, 140 123; de carne, 126, 135, 139-140, 141-
cerdos, 46 143, 194, 219, 56, 62, 64-66, 80
ciencias, 21, 23-24; en arqueología, 18-19, espacial, análisis, 16, 82, 106; véase tam-
25; naturales, 24, 25; sociales, 25, 33 bién asentamientos, sistema de; yaci
civilización, 33, 230, 246; véase también so- mientos, estructura ele los
ciedades complejas especialización artesanal, 29, 33, 237-240,
Clactoniense, 35 138-143
Clark, Grahame, 91 esquimales, 109, 163, 178, 182, 200-201,
clasificación , véase tipología 257, 112; véase también nunamiut, esqui
Clean Lady, yacimiento, 85 males
Cohen, M . , 218 estática, 23-24, 27-28, 108
Combe Grenal, yacimiento, 98, 38, 41-42, estructuralismo, 18, 20
51 estudios actuales, 68, 208; véase también
creacionistas, 207 etnoarqueología
cuevas, 5 1 , 55, 66, 69, 80, 11-13; véase etnoarqueología, 10, 28-29, 56-61, 112-113,
también abrigos rocosos 117-153, 159-201
cultura, 2 1 , 37, 92, 102; contextos cultura evolución: del hombre, 3 1 ; ele la cultura,
les , 37; vestigios culturales, 37 89-90, 208, 242, 33-34; del lenguaje, 3 1 ;
teoría clarviniana de l a , 210-2 1 1 , 213,
218, 238, 247
charcas, 66-82, 20, 22-23, 25, 27 excavaciones, 9, 26, 30
Chelense , 34-35 experimental, arqueología, 28, 30, 112
Childe, V. Gordon, 92, 211-214, 219
chimpancé, 40
fauna, restos ele, 16, 19, 32, 42, 46, 55-62,
68-69, 71, 76-78, 79-81 , 106, 1 13-114,
Dart, Raymond, 39-44, 45, 46, 47, 50-52, 132-135, 153, 249, 24, 27-28, 30, 32, 59-
53, 54, 55-56, 81, 250, 251 61, 64-65, 74-75, 90, 92; astillas de hue
Darwin, Charles, 210-211 so, 157, 164, 165-166, 190-19 1 , 90, 1 1 7;
Dawn, hombre de, 90 carroñeros, 43, 62-65, 253, véase tam
deductivo, razonamiento, 115 bién primitivo, hombre; comportamien-
ÍNDICE ALFABÉTICO 277
Hadar, 3
Hard, Robert, 182 Labná (México), 135
Harlan, J., 217 Leakey, Louis, 44-47, 50, 62
Harris, M . , 237, 260 Leakey, Mary, 44-45, 47, 62
Hassan, F., 217, 228, 259 Leakey, Richard, 47
Hawkes, Christopher, 19 LeBlanc, S. , 18
Hayden, B . , 228, 259 lechuzas, 54
Hempel, CarJ, 212 león, 41, 43, 62-63, 64, 71, 76, 28
herramientas, equipo de, 158 leopardo, 43, 5 1-53, 56, 57-58, 67, 71, 10,
hiena, 43, 52, 54, 61-62, 63, 64, 70-71, 76, 12
78, 251 , 12, 22, 27 Leroi-Gourhan, A . , 157, 169-171 , 190-191,
Hill, Andrew, 61 81, 92, 95, 1 1 5
hipopótamo, 64, 253 Levalloisiense, 35
historia, 23-24, 29, 33-34, 209, 258 Little Contact, arroyo (Alaska), 53, 72
Hodder, Ian, 20 lobos, 60-62, 144, 73
Hong Kong , 142 Lorenz, Konra<l, 42
hotentotes, 56-58, 3
Howell, C., 46
huesos, véase fauna, restos de MacNeish, Richard, 121
Hughes, A. R . , 43 Magdaleniense, 91, 34-35
Hugo, Zacharias, 45 Makapansgat, 40, 53, 55, 57-60, 250, 251 , 3
marxismo, 18, 20, 207, 218, 233
278 EN BUSCA DEL PASADO
Primera parte
¿CÓMO ERA?
Segunda parte
¿ QUÉ SIGNIFICA?
El árbol de la vida . 95
El presente : un conflicto de opiniones . 100
Tercera parte
¿POR QUÉ OCURRIÓ?
Notas . 249
Bibliografía 262
Índice alfabético 275