Dialnet ElFenomenoDeLaResonancia 3694141
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Niños de 2 a 3 años
En breve comenzaría a iluminar la Tierra solo durante seis meses, por lo que el resto del
año sería una etapa de oscuridad y frialdad.
Las ranas comprendieron de inmediato lo que esto significaría para la vida, tal cual la
conocían.
Los charcos se secarían, los ríos irían perdiendo su cauce hasta desaparecer, ellas no
podrían calentarse como antes y los insectos de los que se alimentaban dejarían de existir.
-¿Piden clemencia sólo para ustedes o para todos los seres vivientes del planeta?
-Así les irá –replicó la voz, que desde entonces se desentendió de los pedidos de las ranas
por su egoísmo.
Ciertamente el sol no dejó de brillar, pero desde entonces las ranas son animales con muy
pocos amigos, y todo por el egoísmo de aquellas de una pequeña laguna, capaces solo de
preocuparse por su bienestar y desentendidas de todo lo que les rodeaba.
MORALEJA
La envidia nunca es buena porque al final pagamos las consecuencias de nuestros actos.
Había una vez un toro y tres cabras que, como se criaron juntos desde pequeños en una
verde pradera, eran muy amigos y se pasaban el día jugando.
La escena de verlos jugando era habitual en la pradera pero para un perro vagabundo que a
diario los observaba desde lejos no dejaba de resultar un tanto extraña. Su experiencia de
vida le impedía entender cómo aquellos animales podían llevarse tan bien entre sí.
Un día el perro no pudo aguantar más su curiosidad y fue adonde el toro y le preguntó:
En resumen, por el que dirán fue apartándose cada vez más de sus amigas cabras, al punto
de que llegó un día en el que no las vio más.
Moraleja
Ese estado emocional lo hizo reflexionar y comprendió su error. Nunca uno se puede dejar
llevar por lo que digan los demás y debe hacer lo que le nazca y le dicten su conciencia y
corazón. De no ser así, podemos perder lo que más apreciamos o deseamos en la vida.
Niños de 5 a 6 años
La menor de todas las hadas tenía por nombre Alba, y mientras se encontraba camino al
palacio, escuchó unos sollozos agitados desde una casita en lo profundo del bosque
Tiempo después, cuando le tocó marcharse, el hada iba por el camino pensando en el
terrible castigo que le esperaba por llegar tarde al banquete de la gran Reina. Y tanto fue su
nerviosismo, que olvidó la varita mágica en la casa de los niños. Al llegar al palacio, la
Reina le regañó fuertemente: “Además de llegar tarde a la ceremonia, también eres capaz
de olvidar tu varita mágica. Te castigaré por tu mal actuar”.
El resto de las hermanas, compasivas, pidieron a la Reina que el castigo no fuera eterno.
“Sé que todo ha sido por una buena causa, así que tu corazón bondadoso sólo será castigado
por cien años, y durante ese tiempo, andarás por el mundo en forma de ratita blanca”.
De esa manera, queridos amiguitos, cada vez que vemos una ratita blanca, significa que
Alba aún no ha cumplido su castigo, y que anda por mundo cuidando a los niños que se
quedan solos sin sus padres.
CUENTO UGA LA TORTUGA
Niños de 3 años
Y es que no es para menos: siempre llega tarde, es la última en acabar sus tareas, casi nunca
consigue premios a la rapidez y, para colmo es una dormilona.
- ¡Esto tiene que cambiar!, se propuso un buen día, harta de que sus compañeros del
bosque le recriminaran por su poco esfuerzo al realizar sus tareas.
- ¿Para qué preocuparme en hacer un trabajo que luego acaban haciendo mis compañeros?
Mejor es dedicarme a jugar y a descansar.
- No es una gran idea, dijo una hormiguita. Lo que verdaderamente cuenta no es hacer el
trabajo en un tiempo récord; lo importante es acabarlo realizándolo lo mejor que sabes,
pues siempre te quedará la recompensa de haberlo conseguido.
No todos los trabajos necesitan de obreros rápidos. Hay labores que requieren tiempo y
esfuerzo. Si no lo intentas nunca sabrás lo que eres capaz de hacer, y siempre te quedarás
con la duda de si lo hubieras logrados alguna vez. Por ello, es mejor intentarlo y no
conseguirlo que no probar y vivir con la duda. La constancia y la perseverancia son buenas
aliadas para conseguir lo que nos proponemos; por ello yo te aconsejo que lo intentes.
Hasta te puede sorprender de lo que eres capaz.
- ¡Caramba, hormiguita, me has tocado las fibras! Esto es lo que yo necesitaba: alguien que
me ayudara a comprender el valor del esfuerzo; te prometo que lo intentaré.
Pasaron unos días y Uga, la tortuga, se esforzaba
en sus quehaceres.
FIN
CUENTO TRADICIONAL
Incluso llegué a leer una vez la barbaridad de que el edificio tiene una fachada gótica. Sin
comentarios.
Pero en Érase una vez Córdoba, como únicos profesionales dedicados a la divulgación de
las leyendas cordobesas, siempre buscamos ofrecerte la magia de tu Historia, ya sea real o
mítica, con el máximo rigor y seriedad. Y en este caso vamos a arrojar luz sobre las
historias del Palacio de Orive para dignificar su tradición y alejarla del circo y el frikismo.
GUION DE TITERES
La ratita presumida
RATITA.-
(Deja de barrer, mientras mira a un punto en el suelo).
-¿Qué es esto que brilla?
(Se agacha y lo coge).
-¡Es una moneda de oro!
(Mira a un lado y otro).
A alguien se le cayó, pero en este momento sola estoy yo.
(Y sin media palabra más, se guarda la moneda en su delantal).
(Sigue barriendo, como si nada hubiera pasado).
RATITA.-
Si en un rato no aparece nadie para reclamarla, me compraré algo con esta moneda de oro.
(Sigue barriendo. Cada vez que habla, deja de barrer; y cuando guarda silencio, barre).
RATITA.-
Parece que no viene nadie. -¿Y qué podré comprarme con la moneda? -¡Ya lo sé!, unos
caramelos. No, no; las chuches producen caries y no quiero estropear mis bonitos y blancos
dientes.
(Barre).
-¡Ya lo sé! Unas buenas agujas con las que coser y dejar bonito mi delantal. No, no; me
podría pinchar con una de las agujas.
(Barre).
-¡Ya lo sé!, me compraré una rebeca nueva. El otro día vi una preciosa en la tienda que está
en la plaza. -¡Eso haré!
(Y ni corta ni perezosa, deja su escoba apoyada en los escalones de su casa y sale de
escena).
(Al poco rato, entra el Gallo).
GALLO.-
-¡Qué mala suerte!, hoy no está la Ratita Presumida barriendo delante de su casa. -¡Cachis!,
da igual, daré un paseo y volveré dentro de un rato.
(Sale el Gallo).
(Entra un Cerdo).
CERDO.-
Por las bellotas de mi tío Abelardo, no está hoy la Ratita… -¡Bellotas podridas! Iré a comer
algo y pasaré a ver si la veo.
(Sale el Cerdo).
(Entra la Ratita Presumida, lleva puesta su nueva rebeca; se la ve muy guapa).
(Enseguida entra el Gallo).
GALLO.-
Ratita presumida, qué guapa estás hoy.
RATITA.-
Muchas gracias, señor Gallo.
GALLO.-
Ratita, -¿te quieres casar conmigo?
RATITA.-
Y por las noches, -¿qué harás?
GALLO.-
Cuando llega la medianoche, grito a pleno pulmón: -¡kikiriki!
RATITA.-
No. No me casaré contigo, que por las noches me asustarás.
GALLO.-
Pues te pierdes a un tipo bien guapo como yo.
(Sale el Gallo todo digno).
RATITA.-
-¡Menudo tonto!, -¿a quién se le ocurre ponerse a gritar a medianoche?
(Entra el Cerdo).
CERDO.-
Ratita presumida, qué guapa estás hoy.
RATITA.-
Muchas gracias, señor Cerdo.
CERDO.-
Ratita, -¿te quieres casar conmigo?
RATITA.-
Y por las noches, -¿qué harás?
CERDO.-
Todas las noches, antes de acostarme, me paseo por toda la casa, gritando por si hay
ladrones: -¡oink, oink!
RATITA.-
No. No me casaré contigo, que por las noches me asustarás.
CERDO.-
Vaya con la presumida. Que sepas que hay unas cuantas cerdas que estarán encantadas de
casarse conmigo.
(Sale el Cerdo).
RATITA.-
-¿A qué cochino se le ocurre pasearse por la casa gritando “oink, oink”?
(Entra un Perro).
PERRO.-
Ratita presumida, qué guapa estás hoy.
RATITA.-
Muchas gracias, señor Perro.
PERRO.-
Ratita, -¿te quieres casar conmigo?
RATITA.-
Y por las noches, -¿qué harás?
PERRO.-
En cuanto llega la noche, me encanta ladrar, para desear las buenas noches a todo el
vecindario. -¡Guau, guau!
RATITA.-
No. No me casaré contigo, que por las noches me asustarás.
PERRO.-
No hay problema, Ratita; que en otro lugar querrán mis ladridos.
(Sale el Perro).
RATITA.-
-¡Qué vida de perros iba a llevar si me casaba con él!
(Entra un Ratón).
RATÓN.-
Ratita presumida, que guapa estás hoy.
RATITA.-
Vete de aquí, que no me casaré contigo, que eres más pobre que las ratas.
RATÓN.-
Pero si yo venía a avisarte que…
RATITA.-
Vete de aquí, que no comes sino del queso más barato.
RATÓN.-
Sólo venía a avisarte que se acercaba un…
RATITA.-
No me interesan tus avisos de pobre.
RATÓN.-
Vale, vale. -¡Vaya, si parece que las rebecas nuevas la ponen de mal humor!
(Sale el Ratón).
RATITA.-
Dicen mis amigas que es el mejor ratón del barrio… Si al menos tuviese un descapotable, o
una casita en la playa… Menudo pobretón.
(Entra un Gato).
GATO.-
Ratita presumida, qué hermosa y elegante estás.
RATITA.-
Muchas gracias, señor Gato.
GALLO.-
Ratita, -¿te quieres casar conmigo?
RATITA.-
Y por las noches, -¿qué harás?
GALLO.-
Maullar suavemente y cantarte las más hermosas canciones. Y después, dormir y callar.
RATITA.-
Pues contigo, señor gato, me voy a casar.
GATO.-
Entremos en tu casa y hablemos de los planes para la boda, que todo tiene que estar muy
bien preparado, para que nada falle.
RATITA.-
Veo que piensas en todo, señor Gato.
GATO.-
No lo sabes tu bien, ratita. Entremos en la casa, querida mía.
(Entran ambos en la casa).
RATÓN.-
(Que asoma por un rincón).
Esto no me gusta ni un pelo de gato.
(Sale).
GATO.-
(En off).
Ven aquí, rata tontorrona. Empecemos por el banquete de bodas… -¿Dónde te has
escondido?
(La Ratita sale por la puerta de su casa).
RATITA.-
Socorro, socorro; el gato me quiere comer.
RATÓN.-
Ven aquí y escóndete.
(La Ratita se acerca hasta el lugar en el que está el Ratón).
RATÓN.-
Escóndete aquí y llama con todas tus fuerzas al gato.
(La Ratita se esconde cerca del Ratón).
RATITA.-
(En off).
-¡Señor Gato!, -¡dese prisa!, -¡que llegamos tarde al banquete!
(El Gato asoma desde la puerta de la casa. El Ratón se esconde también).
GATO.-
Será tontorrona, que aún no se ha dado cuenta de que el banquete es ella.
RATITA.-
(En off).
-¡Señor Gato!, -¡dese prisa!
(El Gato se acerca hasta el lugar en el que se esconden los otros dos).
GATO.-
-¿Dónde te escondes, preciosa mía?
(En ese momento, una red sale desde abajo y atrapa al Gato, que intenta escaparse, sin
conseguirlo).
GATO.-
Querida Ratita, suéltame de aquí, si no, no podremos casarnos.
RATITA.-
Con usted señor Gato, no me casaré.
RATÓN.-
Vine a avisarte de que llegaba el gato, pero no me hiciste ni caso.
RATITA.-
Es usted muy valiente, señor Ratón.
RATÓN.-
En la vida hay que ser valiente, si no quieres que te coman los gatos.
RATITA.-
-¿Y no querría usted casarse conmigo?
RATÓN.-
-¿No se supone que tendría que pedirlo yo?
RATITA.-
-¿No dices que hay que ser valiente?
RATÓN.-
Contigo me casaré, Ratita querida… Adiós, señor Gato; ya avisaremos al señor Perro que
usted lo está esperando por aquí.
(Salen la Ratita y el Ratón).
GATO.-
-¡Sardinas podridas!, espero que ese perro esté durmiendo la siesta.
(Escuchamos unos ladridos).
-¡Sardinas!, -¡está despierto!
(Entra el Perro).
PERRO.-
-¡Guau!, te buscaba amigo gato.
GATO.-
Me verás, pero no me cogerás.
(El Gato sale del lugar).
PERRO.-
Te cogeré, ya lo verás.
(Sale en pos del Gato).
(Al rato vuelven a hacer su aparición, el Gato gritando y el Perro ladrando. Entran y salen).
(Entra el Gallo).
GALLO.-
-¡Kikiriki!, esta historia termina aquí. La Ratita y el Ratón se dieron un beso y fueron
felices comiendo queso. Y todos fueron felices…
(Entra el Gato, aún con la red).
GATO.-
-¿Pero qué dices?, yo no soy feliz.
(Sale el Gato. Se escuchan ladridos).
GALLO.-
Es verdad, todos fueron felices, menos el Gato, al que durante un tiempo, tocaron las
narices.
-¡Kikiriki!, -¡que ya me fui!
(Sale el Gallo).
Fin