Kant Deontologismo
Kant Deontologismo
Kant Deontologismo
EL DEONTOLOGISMO KANTIANO
Kant advierte que los imperativos morales se hallan presentes en la vida cotidiana, no
son un invento de los filósofos. La misión de la Ética es descubrir los rasgos formales
que dichos imperativos han de poseer para que percibamos en ellos la forma de la
razón y que, por tanto, son normas morales. Para descubrir dichos rasgos formales
Kant propone un procedimiento que expone a través de lo que él denomina “las
formulaciones del imperativo categórico”. De acuerdo con este procedimiento, cada
vez que queramos saber si una máxima puede considerarse una ley moral,
habremos de preguntarnos si reúne los siguientes rasgos, propios de la razón:
a) Universalidad: “Obra sólo según una máxima tal que puedas querer al
mismo tiempo que se tome como ley universal” Será ley moral aquella que
comprendo que deberíamos cumplir.
b) Referirse a seres que son fines en sí mismo: “Obra de tal modo que trates la
humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un
fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio”. Será ley moral la que
obligue a respetar a los seres que tienen un valor absoluto (son valiosos
en sí y no para otra cosa) y que son, por tanto, fines en sí mismo, y no simples
medios. Los únicos que son fines en sí, a juicio de Kant, son los seres
racionales, dado que sólo ellos muestran, como veremos más adelante,
la dignidad de seres libres.
c) Valer como norma para una legislación universal en un reino de los fines.
“Obra por máximas de un miembro legislador universal en un posible reino
de los fines”. Para que una máxima sea ley moral, es preciso que pueda
estar vigente como ley en un reino futuro en que todos los seres racionales
llegaran a tratarse entre sí como fines y nunca sólo como medios.
Ahora bien, Kant vive en un momento histórico en el que la física newtoniana parece
demostrar que en el mundo físico no hay lugar para la libertad; en el universo todo
funciona de un modo mecánico, conforme a leyes eternas que rigen inexorablemente
todos los fenómenos, incluidos los que afectan a la vida humana ¿Cómo podemos,
entonces, estar seguros de que realmente poseemos esa cualidad tan sorprendente
que llamamos libertad? Se pregunta Kant.
En coherencia con el planteamiento que hemos expuesto, Kant afirma que el bien
propio de la moral consiste en llegar a tener una buena voluntad, es decir, una disposición
permanente a conducir la propia vida obedeciendo imperativos categóricos, dado que
son los únicos que nos aseguren una verdadera libertad frente a los propios miedos,
a los instintos y a cualquier otro factor ajeno a la propia autodeterminación por la
razón.
Buena voluntad es por lo tanto, la de quien desea cumplir con el deber moral por respeto
a su propio compromiso con la dignidad de la persona. Ha sido muy rechazada la célebre
expresión kantiana de que hay que seguir el deber por el deber, pero esto significa
afirmar “la moral es obrar de acuerdo con los dictados de mi propia conciencia,
puesto que se trata de respetar mi decisión de proteger la dignidad humana.
El Bien moral, por tanto, no reside a juicio de Kant, en la felicidad, como habían
afirmado la mayoría de las éticas tradicionales, sino en conducirse con autonomía,
en construir correctamente la propia vida. Pero el bien moral no es para Kant el bien
supremo: éste último sólo puede entenderse como la unión entre e bien moral, haber
llegado a formarse una buena voluntad, y la felicidad a la que aspiramos por naturaleza.
Pero la razón humana no puede ofrecernos ninguna garantía de que alguna vez
podamos alcanzar ese bien supremo; en este punto, lo único que puede hacer la
razón es remitirnos a la fe religiosa:
FRANCA, Omar, GOLDONA, Javier; “Introducción a la ética (profesional)”, Editorial Universidad Católica del
1
Uruguay, 1992.