Breve Genealogía de La Propiedad Privada
Breve Genealogía de La Propiedad Privada
Breve Genealogía de La Propiedad Privada
Esteban Vidal
Las primeras formas de propiedad privada pueden detectarse en la Baja Edad Media en
torno a los burgos, ciudades que operaban bajo ciertos privilegios fiscales otorgados por
el monarca que les permitía disponer de mercado propio, con lo que sus habitantes
desarrollaban actividades comerciales que facilitaron la aparición de las primeras
formas de propiedad privada en el terreno mercantil. Los burgos surgieron en parte de
manera espontánea, como consecuencia de una serie de procesos sociales e históricos
propios de la época medieval, pero también en parte como consecuencia de la acción de
los monarcas de aquel entonces al crear centros en los que se desarrollase la actividad
económica y comercial, de forma que el enriquecimiento de los habitantes de las
ciudades supusiese al mismo tiempo la creación de importantes depósitos de riqueza de
los que el monarca pudiera disponer en caso de necesidad. Además de esto los burgos
eran zonas que quedaban al margen de las jurisdicciones señoriales, lo que reforzaba la
autoridad del monarca al tiempo que en el plano político debilitaba a la nobleza. Pero
por otra parte la nobleza era drenada de recursos, y por tanto debilitada
económicamente, en la medida en que estos iban a parar a las ciudades donde los
mercados hicieron su más temprana aparición.
Sin embargo, como decimos, las formas de propiedad privada eran muy limitadas al
quedar circunscritas a determinados círculos sociales y económicos de las ciudades,
generalmente grupos oligárquicos compuestos fundamentalmente por mercaderes y sólo
más tarde por prestamistas. En los albores de la modernidad el fortalecimiento del poder
regio con la aparición de las primeras monarquías absolutas dio lugar a una progresiva
remodelación de la economía y la sociedad, si bien a una escala todavía limitada. En lo
que a esto se refiere nos encontramos con el surgimiento del mercantilismo y el
desarrollo de las actividades comerciales, lo que facilitó el incremento de la actividad
económica y consecuentemente el aumento de la base fiscal del Estado. No hay que
olvidar que la principal fuente de ingresos de la Corona eran, por aquel entonces, las
rentas de sus dominios territoriales pero también, y en una medida creciente, los
impuestos recaudados del comercio exterior. Todo esto se combinó con la concesión de
monopolios que abarcaron una extensa cantidad de actividades económicas, y que se
desarrollaron sobre todo a partir de la colonización de América y de otras regiones del
planeta.
Desde la Baja Edad Media se produjo el desarrollo y crecimiento de una clase social
oligárquica afincada en los burgos, centrada en actividades comerciales y compuesta
mayormente por mercaderes que traficaban con mercancías de diferente tipo y en
diferentes ámbitos geográficos: local, regional e internacional. A estos se sumarían los
prestamistas y banqueros, que en muchas ocasiones también eran mercaderes que, dada
su enorme riqueza, desempeñaban funciones de préstamo en el desarrollo de sus
actividades comerciales pero también en su apoyo financiero a los soberanos. El
desarrollo de esta clase social fue desigual a lo largo de Europa, pues ello dependió de
las redes de ciudades que existían al final de la época medieval, así como de las
estructuras estatales que las abarcaban. Al margen de las tensiones políticas que
existieron entre los grandes soberanos y las ciudades, es en los albores de la época
moderna cuando se percibe un aumento general de la riqueza, lo que coincidió con
nuevas empresas colonizadoras por un lado, y por otro con el desarrollo de las
incipientes monarquías absolutas. En este contexto, no exento de complejidades de
diferente tipo, no tardaron en producirse en determinados países diferentes tensiones
internas en la medida en que las necesidades financieras de las monarquías absolutas no
dejaron de crecer. Esto era debido en parte a las carreras armamentísticas y a las guerras
que se produjeron por aquel entonces, y que implicaron un encarecimiento de los
medios de coerción y dominación política.
Entre los siglos XVI y XVII se impuso el mercantilismo como punto de vista de las
elites en tanto en cuanto se trataba de una manera de ver la economía que consideraba
que esta es un instrumento al servicio de la construcción de un Estado fuerte. Para el
mercantilismo la economía internacional es un espacio de conflicto entre diferentes
Estados con sus respectivos intereses nacionales. Como consecuencia de esto la
competición económica entre Estados es un juego de suma cero, lo que un Estado gana
lo pierde otro. De esto se deduce la importancia dada a las ganancias relativas en el
terreno económico, pues la acumulación de riqueza constituye la base para el poder
político-militar que más tarde es utilizado contra otros Estados. Por tanto, la fortaleza
económica y el poder político-militar no eran contemplados como metas que competían
entre sí, sino como fines complementarios que beneficiaban al Estado. Así, la búsqueda
de la fortaleza económica constituye un apoyo para el desarrollo del poder político y
militar del Estado, al mismo tiempo que el poder político-militar mejora y fortalece el
poder económico del Estado.
Después de 1688 Inglaterra se sumió en una dinámica dirigida a expropiar los bienes
comunales y a poner fin a la economía natural. La política de parcelaciones iniciada
décadas antes fue relanzada y reforzada, lo que permitió, por un lado, la concentración
de la mayor parte de la riqueza en unas pocas manos, al mismo tiempo que la población
que era desposeída era forzada a vender su fuerza de trabajo, ya fuese en el campo o en
las incipientes ciudades industriales. Pero por otro lado la propiedad privada creaba
unas nuevas condiciones económicas y sociales al permitir la acumulación ilimitada de
riqueza, lo que hizo que el interés individual, entendido como la búsqueda del máximo
beneficio y el atesoramiento de riquezas, pasase a ser el motor del desarrollo social y
económico del país. Por medio del interés individual vinculado a la propiedad privada
se impulsó el crecimiento económico y las correspondientes dinámicas productivistas
que convergieron con el desarrollo y ampliación de los mercados, tanto nacionales
como internacionales.
Así las cosas, la propiedad privada ha tenido como principal función histórica sentar las
bases para el posterior desarrollo del sistema capitalista. En este sentido comprobamos
que fue creada por el Estado tanto para su propio beneficio como para el de los
propietarios. Gracias a ella las formas de producción económicas evolucionaron hacia el
capitalismo, lo que simplemente facilitó la movilización de los recursos disponibles, el
incremento de la riqueza en la economía y el aumento de los ingresos del Estado para
apoyar su poder político-militar tanto en la esfera doméstica como en la internacional.
La consecuencia de todo esto no fue otra que el trasvase de riqueza de manos del pueblo
a manos de una minoría que pasó a acapararla, lo que supuso no sólo el incremento de
las desigualdades sociales sino sobre todo un fortalecimiento de las jerarquías ya
existentes. La propiedad privada, por tanto, ha sido, y todavía es, un instrumento con
fines económicos al permitir el enriquecimiento de la clase propietaria y del Estado,
pero también un instrumento con fines políticos al ser la base material del poder
político-militar estatal. En el terreno social la propiedad privada ha servido para una
remodelación del conjunto de la estructura social por medio del trabajo asalariado, y a
través de este el reforzamiento de las relaciones de poder y de explotación que le son
inherentes.