Anales de Academia de Derecho
Anales de Academia de Derecho
Anales de Academia de Derecho
anales
SEGUNDA ÉPOCA
AÑO lxi - NÚMERO 54
2016
BUENOS AIRES
Anales 2016 / Gregorio Badeni ... [et al.]; dirigido por Gregorio
Badeni. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires: La Ley:
Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Buenos
Aires, 2016.
512 p.; 23 x 15.5 cm.
ISBN 978-987-03-3015-8
SERIE I – ANUARIOS
SERIE II – OBRAS
- Descentralización Productiva.
- Ensayos sobre el impacto del nuevo Código Civil y Comercial en los institutos laborales.
ACADEMIA NACIONAL DE DERECHO Y CIENCIAS
SOCIALES DE BUENOS AIRES
Presidente
Académico Dr. Jorge R. Vanossi
Vicepresidente
Académico Dr. Roberto E. Luqui
Secretarios
Académico Dr. Emilio P. Gnecco
Académico Dr. Rafael M. Manóvil
Tesorero
Académico Dr. Daniel Funes de Rioja
COMISIÓN DE PUBLICACIONES
Director de Publicaciones
Académico Dr. José Domingo Ray
Vocales
Académico Dr. Alberto Rodríguez Galán
Académico Dr. Jaime Luis Anaya
ACADÉMICOS DE NÚMERO
por orden de antigüedad
Nombre del sitial Fecha
Incorporaciones
Discurso de recepción
Por Rafael M. Manóvil (*)
Quiero agradecer las gentiles palabras del Sr. presidente de esta ilustre
Academia, Dr. Jorge R. Vanossi, así como también la generosa y cordial
presentación que de mí ha realizado el señor académico Dr. Rafael Mariano
Manóvil, la cual no hace más que reflejar la vieja y entrañable amistad que
nos une y que a mí mucho me honra.
(*) Disertación del académico correspondiente por la República Oriental del Uruguay, en
oportunidad de su incorporación a la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales
de Buenos Aires, en el acto público del 13 de octubre de 2016.
8 Ricardo Olivera García
(1) Eduardo J. Couture, La comarca y el mundo, 2ª ed., Buenos Aires, 1965, p. 13.
y Dividendo
Lucro, Sociedad 9
la fe” (5). Esta tradición bíblica contraria al lucro proyectó luego sus efectos
en toda la Cristiandad. (6)
El pensamiento griego estuvo igualmente alineado con esta posición crítica.
Expresaba Sócrates —en palabras que le atribuye Jenofonte— que “el dinero,
si el hombre no lo sabe usar bien, sea desterrado a los más remotos confines de
la Tierra antes que ser contado como riqueza”. (7) Platón tenía también una
opinión francamente adversa a la acumulación de ganancias. (8)
Por su parte Aristóteles, en la Ética a Nicómaco, señala que algunos avaros
“se distinguen por el exceso en recibir a manos llenas y tomar todo lo que pue-
den [...] Toman donde no deberían tomar, y más de lo que deberían tomar. El
ávido deseo del más vergonzoso lucro parece ser el vicio común a todos estos
corazones degradados; no hay infamia que no cometan con tal que saquen
de ella algún fruto, que es siempre bien miserable [...]”. (9)
Tanto para Platón como para Aristóteles el dinero es estéril; no puede tener
otro valor que el nominal, por lo que no puede jugar ningún papel productivo
en la actividad económica. (10)
Si bien Roma desarrolló la economía más sofisticada de cualquier civi-
lización hasta el momento y construyó un imperio organizado en torno al
dinero, la ganancia económica y las formas de obtenerla fueron también
temas que preocuparon a varios de los más destacados pensadores roma-
nos (Catón el Viejo, Cicerón o Séneca), que condenaron el lucro excesivo
y la usura. (11)
II. El resurgimiento del comercio y la aparición del ius mercatorum
Como nos recuerda el Maestro Ascarelli (12), los primeros siglos luego
de la caída del Imperio Romano de Occidente se caracterizaron por una
(13) Jack Weatherford, The History of Money, Three Rivers Press, 1997, p. 62.
(14) Brook, op. cit., p. 5; cf. Weatherford, quien habla de un énfasis en la autosuficiencia,
el servicio hereditario y el pago en especie (Weatherford, ibídem), y (con matices) Jac-
ques Le Goff, “La civilización del Occidente medieval”, trad. esp., Paidós, 1999, ps. 222-224.
(15) Manuel Broseta Pont, “La empresa, la unificación del Derecho de Obligaciones y
el Derecho Mercantil”, Editorial Tecnos, Madrid, 1965, p. 25; Le Goff, op. cit., p. 265.
(16) Weatherford, op. cit., p. 63.
(17) Broseta Pont, op. cit., ps. 25-26.
(18) Francesco Galgano, “Historia del Derecho Mercantil”, trad. Joaquín Bisbal, Edito-
rial Laia, Barcelona, 1987, p. 47.
(19) Galgano, op. cit., p. 48.
12 Ricardo Olivera García
(28) Weatherford, op. cit., p. 93 y sgs. Ver también, con carácter general, Hugh Thomas,
“Rivers of Gold: The Rise of the Spanish Empire, from Columbus to Magellan”, Random House,
Nueva York, 2003.
(29) Weatherford, op. cit., p. 99.
(30) Thomas, op. cit., p. XIX.
(31) Thomas, op. cit., p. 536.
(32) Weatherford, op. cit., p. 108.
(33) Carter Lindbergh, “Luther on the Use of Money”, en Christian History Institute,
https://www.christianhistoryinstitute.org/magazine/article/luther-on-the-use-of-mon-
ey/.
(34) Martín Lutero, “Sobre el comercio y la usura”, trad. W. H. Carruth (1897), en http://
opensiuc.lib.siu.edu/cgi/viewcontent.cgi?article=5018&context=ocj.
(35) Citado en Calvin Elliott, Usury, “A Scriptural, Ethical and Economic View”, en
http://www.readcentral.com/chapters/Calvin-Elliott/Usury-A-Scriptural-Ethical-and-
Economic-View/012.
14 Ricardo Olivera García
(36) La ética protestante y el “espíritu” del capitalismo, publicada en 1905, es la obra más
importante de Max Weber y reúne una serie de ensayos publicados entre 1904 y 1905. La
misma representa un estudio de la significación del modo de vida protestante para la cultu-
ra y en especial de cómo influyó en la constitución del espíritu capitalista.
(37) Alister McGrath, Calvin and the Christian Calling, First Things, Institute of Religion
and Public Life, Nº 94, 1999, ps. 31-35.
(38) Galgano, op. cit., p. 75.
(39) Galgano, op. cit., ps. 75-76.
(40) Galgano, op. cit., p. 76.
y Dividendo
Lucro, Sociedad 15
del infierno como en la visión medieval del Alighieri. La ética protestante que
imperaba en esta sociedad legitimaba la ganancia en cabeza de estos prós-
peros ciudadanos. Los mercaderes, lejos de ser trapaceros y defraudadores,
asumían la forma de respetables burgueses, líderes de la comunidad civil y
religiosa, que cumplían, tanto en su rol de comerciantes como de padres de
familia, una función ejemplificadora y modélica.
Los banqueros italianos habían logrado alejar de sí el estigma asociado
desde los tiempos bíblicos a la ganancia económica desmedida. Ahora, los
inversores holandeses de las Compañías de Indias llevaban el proceso un
paso más allá, erigiéndose en pilares y prohombres de la comunidad.
IV. El dividendo como arquetipo del lucro. La Revolución Industrial y
el siglo XIX
El fenómeno de las Compañías de Indias es contemporáneo con la ex-
pansión de las políticas absolutistas, que encuentran en el desarrollo del
tráfico mercantil una de sus principales bases de apoyo. (47) Como decía
el mercader francés Jacques Savary, autor del libro El perfecto comerciante
e influencia decisiva en la Ordenanza sobre el Comercio de 1673 (“Código
Savary”): “Los reyes obtienen gran utilidad del comercio, tanto por los derechos
que los comerciantes pagan a ellos cuando entran en sus reinos o salen, como
por ser los banqueros y los comerciantes quienes recogen todo el dinero, dis-
poniendo de sumas inmensas que son necesarias a los reyes para sus grandes
empresas”. (48)
Ya no es la clase mercantil la que dirige el desarrollo económico, sino que
lo hace la monarquía absoluta en aplicación de las doctrinas mercantilis-
tas. El éxito del Estado está íntimamente asociado a la fortuna de la clase
mercantil. (49)
Los siglos posteriores serán testigos de la consolidación del espíritu
capitalista, el cual provocará una profunda transformación de las estruc-
turas políticas y económicas imperantes. Esta transformación involucrará
la consagración del principio de libertad de la actividad económica; la
superación del intervencionismo; el libre acceso a la propiedad de los
medios de producción; y el nacimiento de una concepción individualista
de la riqueza. (50)
(51) Ver Cesare Vivante, Trattato di Diritto Commerciale, vol. II, Le società commer-
ciali, Casa Editrice Dott. Francesco Vallardi, Milano, 1912; Guido Rossi, Utile di bilancio,
riserve e dividendo, Dott. A. Giuffrè, Milano, 1957; Joaquín Garrigues, “Nuevos hechos,
nuevo Derecho de las Sociedades Anónimas”, en Hacia un nuevo Derecho Mercantil, Tec-
nos, Madrid, 1971, p. 57 y ss.
(52) H. Kent Baker, Dividends and Dividend Policy, John Wiley & Sons, 2009.
(53) Ibídem.
(54) Ibídem. Para la caída de la Compañía de los Mares del Sur vé., con carácter general,
Malcolm Balen, The Secret History of the South Sea Bubble: The World’s First Great Finan-
cial Scandal, Harper, 2003.
18 Ricardo Olivera García
La caída de la Compañía de los Mares del Sur fue una severa admonición
contra la obsesión por la compra de acciones, la creación de sociedades invia-
bles y la especulación en general. Sin embargo, la sociedad de capital se había
instalado definitivamente como herramienta económica fundamental de los
nuevos tiempos, y en ese lugar habría de permanecer hasta nuestra época.
El gran desarrollo de esta nueva forma de masificación del acceso al lucro
comercial que representaba la sociedad anónima tuvo su consolidación
y desarrollo a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, con el punto de
inflexión que significó la llamada “revolución industrial”. De la misma se
ha dicho que implicó el mayor conjunto de transformaciones económicas,
tecnológicas y sociales de la historia de la humanidad desde el Neolítico,
y que vio el paso de una economía rural basada fundamentalmente en la
agricultura y el comercio a una economía de carácter urbano, industrializada
y mecanizada (55).
Las compañías industriales y ferroviarias florecieron en Gran Bretaña y los
Estados Unidos a comienzos del siglo XIX, y muchas sociedades anónimas
vinculadas a estos rubros ofrecían en sus estatutos generosos dividendos
como forma de atraer inversores. La legislación buscó acompañar la nueva
realidad, definiendo el concepto de dividendo y las condiciones bajo las
cuales una sociedad podía o no pagarlos. (56)
En 1825, la legislatura de Nueva York aprobó una ley estableciendo que
las sociedades anónimas sólo podían pagar dividendos extraídos de las ga-
nancias. Cinco años más tarde, Massachusetts adoptó una ley que prohibía
a las empresas insolventes distribuir dividendos, o hacerlo en los casos en
que dicha distribución tuviera por efecto volverlas insolventes. Otros Estados
aprobaron normas similares. (57) El fenómeno de los trusts y la generaliza-
ción de la inversión en acciones condujeron paulatinamente a una mayor
sofisticación del derecho positivo que, hacia finales del siglo, comienza a
exigir transparencia y un mayor nivel de revelación de información a las
corporaciones. (58)
En los países del sistema de derecho civil, por su parte, el siglo XIX fue el
de los movimientos codificadores. Estos cuerpos legales intentaron, desde
los primeros años del siglo, regular el fenómeno societario y sentar sus bases
(55) Deidre McCloskey, “Review of The Cambridge Economic History of Modern Britain”
(edited by Roderick Floud and Paul Johnson), Times Higher Education Supplement,
15 January 2004.
(56) Cf. Baker, ibídem; ver también George Frankfurter, Bob G. Wood y James Wansley,
Dividend Policy: Theory and Practice, Academic Press, 2003, p. 19.
(57) Baker, ibídem.
(58) Ibídem.
y Dividendo
Lucro, Sociedad 19
(59) Jean Rochat, “The various uses of law: The société anonyme in France, 1807-1867”,
Octava Conferencia de la Sociedad de Economía Histórica Europea, 2009, p. 1.
(60) Ver Brett y Kate McKay, “Manvotional: Self-Made Men by Frederick Douglass”, The
Art of Manliness RSS, 11 July 2009.
(61) Ver Benjamin Franklin, “The Autobiography and other writings”, Signet Penguin
Putnam, 2014.
20 Ricardo Olivera García
(62) George Ripert, “Aspects juridiques du capitalisme moderne”, 2ª ed., París, 1951, p. 109.
(63) Op. cit., p. 113.
y Dividendo
Lucro, Sociedad 21
(64) Otto von Gierke, “Das Deutsche Genossenschaftrecht”, citado por Francesco Fe-
rrara, Teoría de las personas jurídicas, trad. esp., Ed. Reus, Madrid, 1929, p. 185 y ss.
(65) Friedrich Karl von Savigny, “Sistema de derecho romano actual”, trad. esp., Centro
Editorial de Góngora, Madrid, 1978, t. II, ps. 57-60.
(66) Pier Jaeger, “L’interesse sociale”, Milano, 1964, p. 1.
(67) Aníbal Sánchez Andrés, “El derecho de suscripción preferente del accionista”,
Madrid, 1973, p. 338.
22 Ricardo Olivera García
(68) Juan Sánchez-Calero Guilarte, “El interés social y los varios intereses presen-
tes en la sociedad anónima cotizada”, RDM, Nº 246, octubre-diciembre 2002, p. 1675 y ss.
(69) Esta es la posición sostenida por el Informe Olivencia. Ver también: Cándido Paz-Ares,
“El gobierno de las sociedades: un apunte de política legislativa”, en AA.VV., Derecho de Socie-
dades. Libro homenaje a Fernando Sánchez Calero, Madrid, 2002, vol. II, ps. 1807-1808.
(70) Esta es la posición contenida en los Principios de Gobierno Corporativo de la OCDE
y en el Informe Aldama.
y Dividendo
Lucro, Sociedad 23
(71) Ronald H. Coase, “The Nature of the Firm”, Economica, vol. 4, Nº 16 (1937), p. 386.
(72) Franco Modigliani y Merton Miller, “The Cost of Capital, Corporation Finance
and the Theory of Investment”, American Economic Review, junio de 1958.
(73) Ver Adolf A. Berle y Gardiner C. Means, “The modern corporation and private
property”, New Brunswick - London, Transaction Publishers, 2007, p. 113 y ss.
24 Ricardo Olivera García
(74) Rosa María Satorras Fioretti, “Responsabilidad social corporativa: la nueva “con-
ciencia” de las empresas y entidades”, Bosch Editor, Barcelona, 2008, ps. 27-30.
(75) Peter Drucker, “La gerencia. Tareas, responsabilidades y prácticas”, trad. esp., El
Ateneo, Buenos Aires, 2001.
y Dividendo
Lucro, Sociedad 25
(76) Ver Robert Charles Clark, “Corporate Law”, Little, Brown and Company, Boston-
London, 1986, p. 602 y ss.
(77) Michael E. Porter and Mark R. Kramer, “The competitive advantage of corporate
philanthropy”, Harvard Business Review, diciembre 2002.
26 Ricardo Olivera García
(78) Giambattista Vico, “Principi d’una scienza nuova intorno alla natura delle nazioni”,
Napoli, 1725.
Discurso de recepción
(1) ALTERINI, Jorge H., “La doctrina como fuente del Derecho”, Sup. Academia Nacio-
nal de Derecho y Ciencias Sociales de Bs. As., 31/05/2012, 1; LA LEY, 2012-C, 1166, en
apartado VII.
30 Jorge Horacio Alterini
(2) LÓPEZ MESA, Marcelo J., “La apreciación de la conducta de los profesionales según su
capacidad y circunstancias y la lex artis”, LA LEY, 2016-D, 1147, en apartado V.
La apariencia como fuente de
derechos y obligaciones. La
doctrina del acto aparente en el
nuevo Código Civil y Comercial y
en el derecho actual
Por Marcelo J. López Mesa (*)
I. Apariencia y realidad
Apariencia y realidad normalmente se corresponden; en ese caso la
situación no tiene ninguna complejidad jurídica. El problema es que, en
ocasiones y cada vez con mayor frecuencia, apariencia y realidad muestran
rostros diametralmente opuestos, que generan todo género de complica-
ciones jurídicas (1).
Agudamente ha expresado el académico de número Julio Rivera que “Los
derechos son abstracciones, pero su ejercicio se revela a través de actos
materiales. Normalmente esos actos materiales responden a una realidad
jurídica subyacente; así, la posesión de una cosa suele responder a la exis-
tencia de un derecho de dominio sobre ella; el ejercicio de la representación
es consecuencia de la existencia de un mandato o de la posesión de una
función representativa (gerente de una sociedad de responsabilidad limitada,
presidente del directorio de una sociedad anónima). Pero también existen
situaciones en que los actos materiales no responden a un derecho subya-
cente, pero parecen traducir su existencia. Así, el poseedor puede no ser el
propietario, sino un usurpador; el que ha sido declarado heredero porque no
se conocía la existencia de un otro sujeto con mejor derecho; el mandatario
que ha dejado de serlo por la muerte ignorada del mandante; el presidente
de la sociedad anónima que ha sido removido pero sigue actuando como
tal. En estos supuestos se plantea una disyuntiva para el derecho: ¿ha de
prevalecer la verdad jurídica subyacente o por el contrario ha de recono-
(*) Memoria escrita de la disertación del autor pronunciada con motivo de su ingreso a la
Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Buenos Aires, el día 10 de noviembre
de 2016, como Académico correspondiente por la provincia de Buenos Aires.
(1) LÓPEZ MESA, Marcelo, en TRIGO REPRESAS - LÓPEZ MESA, “Tratado de la respon-
sabilidad civil”, t. I, 2ª edición, La Ley, Buenos Aires, 2011, Cap. 2.
32 Marcelo J. López Mesa
Para tutelar tales casos se fue consolidando a lo largo del tiempo la doctrina
de la apariencia; ella es hija del derecho contemporáneo, como que ha sido
engendrada por la aceleración del tráfico jurídico, el apuro de la vida actual
y la necesidad de agilización de los negocios.
(2) RIVERA, Julio César, “lnstituciones de Derecho Civil. Parte General”, t. l, 2ª edición,
Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1998, p. 311.
(3) PAGNON, Christine, “L’apparence face à la réalité économique et sociale”, Recueil Da-
lloz 1992, sec. Chroniques, p. 285.
(4) LÓPEZ MESA, Marcelo, “La apariencia como fuente de obligaciones”, La Ley 2011-C,
739-752.
derechos y obligaciones...
La apariencia como fuente de 33
(5) FALZEA, Angelo, voz “Apparenza”, en “Ricerche di teoria generale del diritto e di dog-
matica giuridica”, t. II, Dogmatica giuridica, Edit. Giuffrè, Milano, 1997, pp. 809-810.
(6) CONTRERAS LÓPEZ, Raquel Sandra, “Teoría Integral de la apariencia jurídica”, Edit.
Porrúa, México, 2006, pp. 3 y ss.
34 Marcelo J. López Mesa
Para utilizar un grafismo, las doctrinas del acto inexistente y del acto apa-
rente son como las dos caras de una moneda: nunca puede verse a ambas a
la vez, justamente porque se excluyen mutuamente.
(9) Cám. Apels. Trelew, Sala B, 13/3/2008, “Ramos, Gustavo c. Autos del Sur SA s/ daños y
perjuicios” (Expte. Nro. 22316 - año 2007), voto del Dr. Sergio R. Lucero, en sist. Eureka.
(10) FALZEA, A., voz “Apparenza”, cit., p. 814.
derechos y obligaciones...
La apariencia como fuente de 37
(11) CANO MARTÍNEZ DE VELAZCO, José Ignacio, “La exteriorización de los actos jurídi-
cos: Su forma y la protección de su apariencia”, 1ª edición, Edit. Bosch S.A., Barcelona, 1990,
pp. 50-51.
(12) CALVO, Roberto, “L’ equità nel diritto privato. Individualità, valori e regole nel prisma
della contemporaneità”, Giuffré editore, Milano, 2010, pp. 39 y ss.
38 Marcelo J. López Mesa
(13) VIDAL OLIVARES, Álvaro R., “El efecto absoluto de los contratos”, en “Revista Chilena
de Derecho Privado”, Nº 6, p. 68.
derechos y obligaciones...
La apariencia como fuente de 39
(14) MARTÍNEZ GARCÍA DE LEÓN, Fernando, “Los actos ultra vires y la protección de la
apariencia jurídica”, coedición Edit. Porrúa - Escuela Libre de Derecho, México, 2007, p. 39.
(15) C. Civ. Neuquén, sala 1ª, 05/09/1995, “Sepulveda v. Guasti”, Juba sum. Q0001221.
(16) LÓPEZ MESA, Marcelo J., “De nuevo sobre la apariencia como fuente de obliga-
ciones. (Con especial referencia al mandato aparente y sus efectos)”, en elDial.com, clave
DC181C.
40 Marcelo J. López Mesa
torpeza, ni su propio dolo o sacar ventaja de un fraude del que ha sido parte
(arts. 387, 335, 337, 340, 345, 365, 430, 760, 1009, 1048, inc. b; 1556 inc. b;
1581, 1628, 1629 y cctes. del nuevo Código Civil y Comercial).
Por ende, la doctrina de la apariencia exige —siempre— para ser apli-
cada la existencia de una creencia legítima en quien la esgrime sobre los
poderes y facultades de aquél con quien se interactúa, lo que involucra
implícitamente la necesidad de buena fe del tercero que actúa en base a
ella e invocándola (17).
Esta doctrina ha sido agudamente conceptualizada en estos términos por
el maestro Larroumet: “La teoría de la apariencia, según la cual sobre el
fundamento de una creencia errónea, un tercero ha cumplido un acto con
una persona que no tenía el derecho o el poder de cumplirlo, es tenida en
consideración, en ciertas situaciones, para admitir la validez o la oponibilidad
del acto así cumplido, mientras que según el derecho estricto este acto sería
nulo o inoponible. Bien que no consagrada de una manera general por el
Código Civil, la jurisprudencia se ha fundado sobre esta teoría para resolver,
en favor de un tercero de buena fe, el conflicto de intereses que opone a
aquél con la persona que dispondría normalmente del derecho de invocar
la nulidad o la inoponibilidad del acto... Para proteger los intereses de un
tercero, víctima de un error común e invencible, es decir, de un error que un
hombre normalmente razonable no habría podido remontar, teniendo en
cuenta las verificaciones y las investigaciones normales que acostumbran
tomarse, se ha decidido que el acto cumplido por el propietario aparente ha
sido válidamente celebrado” (18).
Ha expresado el Prof. Alain Bénabent que “como la del enriquecimiento sin
causa, la teoría de la apariencia es una creación jurisprudencial, destinada a
atemperar el rigor cegador de los principios. El principio puesto en cuestión
es aquél según el cual no pueden transmitirse derechos que no se tienen. Es
uno de esos casos en que un principio perfectamente lógico debe a veces
ser descartado: cuando una persona que ha tomado todas las apariencias
de titularidad de cierto derecho, de suerte que los terceros han tratado con
ella sobre la base de tal apariencia, la seguridad jurídica exige que se los
proteja. Por ejemplo un heredero aparente ha alquilado o vendido diversos
bienes de la sucesión hasta que se descubre un testamento en favor de un
tercero; en principio, el adquirente o el locatario no tienen un verdadero
derecho porque han tratado con un co-contratante sin calidad: pero debe
(17) AMELI, François, “Droit civil. Les obligations”, Edit. Montchrestien, París, 1997, p. 123.
(18) LARROUMET, Christian, “Droit civil. Les obligations. Le contrat”, 6ª edic., Ed. Econo-
mica, París, 2007, primera parte, pp. 145/147, Nro. 174.
derechos y obligaciones...
La apariencia como fuente de 41
(19) BÉNABENT, Alain, “Droit civil. Les obligations”, 11ª edición, Edit. Montchrestien,
París, 2007, p. 353, Nro. 500.
(20) CABRILLAC, Rémy, “Droit des obligations”, 9ª edic., Edit. Dalloz, París, 2010, pp.
90/91, Nro. 109.
(21) CABRILLAC, “Droit des obligations”, cit., p. 153, Nro. 180; en igual sentido, FABRE-
MAGNAN, Muriel, “Droit des obligations”, Edit. Thémis-PUF, t. 1, París, 2008, p. 443, Nro. 178.
(22) MALINVAUD, Philippe, “Droit des obligations”, 10ª edic., Edit. Litec - Lexis Nexis,
París, 2007, p. 283, Nro. 396.
42 Marcelo J. López Mesa
(28) FRANÇOIS, Jérôme, “Les obligations. Régimen général”, 2ª edic., Ed. Economica, Pa-
rís, 2011, Tomo 4, p. 16, Nro. 13.
(29) LÓPEZ MESA, Marcelo - ROGEL VIDE, Carlos, “La doctrina de los actos propios”,
Edit. Reus - B. de F., Madrid-Montevideo, 2005, p. 73.
(30) BÉNABENT, Alain, “Droit civil. Les obligations”, cit., p. 354, Nro. 501; FAGES, Ber-
trand, “Droit des obligations”, Edit. L.G.D.J., París, 2007, p. 446, Nro. 612.
44 Marcelo J. López Mesa
1) Las normas sobre herencia aparente: arts. 2312, 2314 y 2315 del nuevo
Código Civil y Comercial.
2) El régimen del pago al acreedor aparente (art. 883 inc. e) CCC) o a quien
está en posesión del crédito (art. 883 inc. d) CCC).
Son estas las principales situaciones aparentes que el Código Civil y Comer-
cial argentino ha captado, pero existen otras que receptan legislativamente
situaciones de derecho aparente.
(31) SUESCÚN MELO, Jorge, “Derecho Privado. Estudios de Derecho Civil y Comercial
Contemporáneo”, 2ª edic., Legis, Bogotá, 2003, T. I, p. 92.
derechos y obligaciones...
La apariencia como fuente de 45
(32) RIVERA, Julio César, “lnstituciones de Derecho Civil. Parte General”, t. I, Abeledo-
Perrot, Buenos Aires, 1998, 2ª edic., pp. 312/313.
(33) LÓPEZ MESA, Marcelo, en TRIGO REPRESAS - LÓPEZ MESA, “Tratado de la respon-
sabilidad civil”, 2ª edic., Cap. 2.
46 Marcelo J. López Mesa
(34) BÉNABENT, Alain, “Droit civil. Les obligations”, cit., p. 354, Nro. 502.
(35) BÉNABENT, “Droit civil. Les obligations”, cit., p. 354, Nro. 502.
(36) COMPAGNUCCI de CASO, Rubén H., “Apariencia jurídica y actos ficticios”, en LA LEY
2013-D, 670 y ss.
(37) BUSTOS PUECHE, José Enrique, “La doctrina de la apariencia jurídica. (Una expli-
cación unitaria de los artículos 34 de la L.H. y 464 del C.C. y otros supuestos de apariencia)”,
Dykison, Madrid 1999, pp. 21 y ss.
derechos y obligaciones...
La apariencia como fuente de 47
(38) CNCom., sala B, 27/12/2010, “Cepeda, Diego Mariano c. Argos Compañía Financiera
de Seguros S.A. y otros”, RCyS 2011-V, 132.
(39) BÉNABENT, Alain, “Droit civil. Les obligations”, cit., p. 355, Nro. 503.
(40) CNCom., sala F, 16/07/2010, “Helmbold, Daniel Alberto c. Orbis Cía. Argentina de
Seguros S.A. y otros s/ ordinario”, en Diegues, Jorge A., “Doctrina de la apariencia”, LA LEY
rev. 06/03/2012, p. 6.
(41) CNCom., sala B, 28/9/95, “Occidente S.A. de Seguros v. Compañía de Seguros del In-
terior”, JA 1996-III-530.
(42) RODRÍGUEZ, Leonardo - HUME, Thomas, “La entrega de un cheque al acreedor
“aparente” ¿libera al deudor?”, en JA 2006-IV-551.
48 Marcelo J. López Mesa
contrata con él, debe darse, para tener efectos, a pesar de su obrar razona-
blemente diligente, sin necesidad de tener que emplear investigaciones
extraordinarias o tener conocimientos especializados para descubrirlo (48).
Quien esgrime en su defensa la buena fe, debe haber cumplimentado
en su actuación los recaudos exigidos por la buena fe diligente a todos los
agentes (49).
Es así que si no concurriera en el tercero que alega la apariencia el valor
moral de la “buena fe diligente”, no procedería en supuesto alguno postergar
el valor seguridad, que supone la no imputación al representado de actos
extralimitados del representante legal (50).
Bien se ha expuesto que “en la apariencia, el error debe ser causado por
una situación fáctica que tenga una entidad tal, capaz de hacer caer en error
a cualquier sujeto medio de la comunidad” (51).
Y se ha dicho que “puede bastar el error individual (error legítimo), siem-
pre que el sujeto haya actuado con la diligencia debida según los usos del
tráfico” (52).
El verdadero recaudo o conditio iuris para que se aplique la doctrina de
la apariencia radica en la buena fe engendrada por un error excusable, es
decir, que no provenga de una negligencia culpable, lo que se evalúa a la luz
de las pautas de apreciación de la culpa que establece el artículo 1725 CCC.
En tal supuesto no se justificaría proteger al tercero indolente o de mala
fe, configurando la aplicación de la apariencia a este supuesto un verdadero
despojo.
Por ello, en un caso se resolvió que no corresponde hacer extensiva la teoría
de la apariencia, arbitrada en beneficio de aquellos terceros contratantes
sorprendidos en su buena fe por quien tenía la convicción de que actuaba en
representación de un tercero, a supuestos en que el acreedor contó o razo-
nablemente pudo contar con los elementos necesarios para corroborar la re-
presentación invocada, pues ello llevaría a situaciones injustas y atentatorias
(48) CNCom., Sala A, 31/10/97, “Lizza, Francisco c. Unión Comerciantes Cía. de seguros”,
LA LEY 1998-C, 971, J. Agrup., caso 12.793.
(49) LÓPEZ MESA, Marcelo - ROGEL VIDE, Carlos, “La doctrina de los actos propios”, cit,
p. 79; en igual sentido, Cám. Apels. Trelew, Sala A, 30/9/09, in re “Pastor Neil, B. E. c. Ghigo,
C.”, en La Ley online, voto Dr. López Mesa.
(50) GAGLIARDO, Mariano, La buena fe diligente en el tercero contratante como presu-
puesto para aplicar la apariencia prevista por el art. 58, ley 19.550, en LA LEY 2002-D, 1206.
(51) GUILLÉN, Horacio, “Nulidad y apariencia”, en LA LEY 1984-A, 772.
(52) RIVERA, “lnstituciones de Derecho Civil. Parte General”, cit., t. l, 2ª edic., p. 313.
50 Marcelo J. López Mesa
(53) CNCom., Sala A, 31/5/00, “Zeneca S.A. c. Agroimpulso S.A. y otro”, LA LEY 2000-E,
114 y DJ 2001-2-420.
(54) Cfr. STRATTA, Alicia Josefina, “Efectos jurídicos de la apariencia”, ED, 116-941.
(55) Cám. CC, Laboral y Min. de General Pico, 28/11/03, “Massara, Gustavo C. c. Tra-
vel Time S.R.L. y otros”, publicado en La Ley Patagonia, año 1, Nº 6 (diciembre de 2004),
pp. 647 y ss., voto del Dr. José Sixto Marrero.
(56) LÓPEZ MESA, Marcelo, en TRIGO REPRESAS - LÓPEZ MESA, “Tratado de la respon-
sabilidad civil”, 2ª edic., Cap. 2.
(57) GREGORINI CLUSELLAS, Eduardo L., La apariencia y la buena fe en la relación del
agente comercial con un tercero, LA LEY, 1997E, 305; LÓPEZ MESA, Marcelo - ROGEL VIDE,
Carlos, “La doctrina de los actos propios”, cit, p. 79; en igual sentido, Cám. Apels. Trelew, Sala A,
30/9/09, in re “Pastor Neil, B. E. c. Ghigo, C.”, en La Ley online, voto del Dr. Marcelo López Mesa.
(58) Alguna doctrina francesa sostiene que este requisito no resulta exigible, planteando
que el origen de la apariencia es indiferente; pese a ello se ven precisados de reconocer que
“es evidente que cuando puede comprobarse una negligencia del titular real cuyo compor-
tamiento no ha sido totalmente ajeno a la creación de la apariencia, los tribunales protegen
mucho más fácilmente la creencia legítima del tercero (cfr. BÉNABENT, Alain, “Droit civil.
Les obligations”, cit., p. 357, Nro. 504).
derechos y obligaciones...
La apariencia como fuente de 51
(59) Cám. CC Neuquén, Sala 1, 5/9/95, “Sepúlveda, Rubén Alejandro c. Guasti, Luz Marina”,
en Juba, base Neuquén, sum Q0001221.
(60) CNCiv., Sala H, 22/11/93, “Eisner, Isidoro y otro c. La Panamericana Coop. de Seguros
Ltda.”, LL 1994-D, 320.
(61) CNCiv., Sala H, 22/11/93, “Eisner c. La Panamericana”, LL 1994-D, 320.
52 Marcelo J. López Mesa
(75) GRIDEL, Jean-Pierre, “La Cour de cassation française et les principes généraux du
droit privé”, Recueil Dalloz 2002, sec. Chroniques, p. 228.
(76) CNCom., sala E, 28/4/06, “García, Manuel v. Círculo de Suboficiales de la Policía Fe-
deral Argentina s/ Ejecutivo”, en AbeledoPerrot online.
(77) CNCom., sala A, 12/2/99, “Banco Francés SA v. Cooperativa Agrícola Ganadera de
Tandil y Vela LTDA. S/ EJEC.”, en AbeledoPerrot online.
58 Marcelo J. López Mesa
(78) ST Corrientes, 31/7/98, “Chiappe, Enrique A. c. Promin S.A. y/u otro”, LL 1999B, 823
(41.410S) y LL Litoral, 19982, 697.
(79) LÓPEZ MESA, Marcelo, en TRIGO REPRESAS - LÓPEZ MESA, “Tratado de la respon-
sabilidad civil”, 2ª edic., cit., Cap. 2. En igual sentido, Cám. Apels. Trelew, Sala A, 30/9/09, in re
“Pastor Neil, B, E. c. Ghigo, C.”, en La Ley online.
(80) TRIGO REPRESAS - LÓPEZ MESA, “Tratado de la responsabilidad civil”, cit, Cap. 2.
(81) LÓPEZ MESA, Marcelo, en TRIGO REPRESAS - LÓPEZ MESA, “Tratado de la respon-
sabilidad civil”, 2ª edic., cit., Cap. 2.
(82) En este sentido, AGOSTINI, Eric, “La théorie de l’apparence n’est pas applicable à
l’acquisition du droit sur un toponyme déposé comme marque de commerce”, en Recueil
Dalloz, t. 1992, sec. Jurisprudence, p. 142.
derechos y obligaciones...
La apariencia como fuente de 59
lo siguiente: “que falte un eslabón en una cadena o una malla en una red,
puede llevar a que su función entera pueda ser aniquilada. Lo mismo basta
que hubiera un solo caso de nulidad que sea rebelde al juego de la aparien-
cia para que la fluidez jurídica buscada por este mecanismo se agarrote por
entero. Así como la seguridad que tiene por objeto asegurar, la teoría de la
apariencia no puede dividirse: es o no es” (83).
Se trata de una cuestión de proporciones y ponderación del juez, que con
estas herramientas debe ser atinada, lo que no implica ser temeroso, sino
prudente y criterioso.
Bien ha sintetizado el problema el Prof. Gregorini Clusellas: “La aparien-
cia enfrenta la disyuntiva entre tutelar al legítimo titular de un derecho o al
tercero de buena fe que negocia con quien ostenta legitimación ocultamente
insuficiente para disponer del interés. Se contraponen el dogma de la volun-
tad y el principio nemo potest plus iuris in alium transferre (art. 3270, Cód.
Civil) (84), frente a la confianza generada por un título formal capaz de crear
apariencia de derecho, cuyo acatamiento impone la seguridad del tráfico
negocial. Es la opción entre dos formas de seguridad jurídica, la estática y la
dinámica, y esta última en determinadas circunstancias excepcionales debe
prevalecer logrando el efecto jurígeno que a la otra se priva” (85).
La doctrina jurídica de la apariencia debe así transitar por una tangente o
punto de equilibrio entre la realidad y la apariencia (86): no cualquier apa-
riencia es idónea para prevalecer sobre la realidad y generar consecuencias
jurídicas (87).
En un decisorio relevante se indicó que: “no corresponde hacer extensiva
la teoría de la apariencia, arbitrada en beneficio de aquellos terceros con-
tratantes sorprendidos en su buena fe por quien tenían la convicción de que
actuaba en representación de un tercero, a supuestos en que el acreedor
contó o razonablemente pudo contar con los elementos necesarios para
corroborar la representación invocada, pues ello llevaría a situaciones in-
justas y atentatorias contra el derecho de personas obligadas a responder
(88) CNCom., Sala A, 31/5/00, “Zeneca S.A. c. Agroimpulso S.A. y otro”, LA LEY 2000-E,
114 y DJ 2001-2-420.
(89) GHESTIN, J. - GOUBEAUX, G., “Introduction générale au droit, (con el concurso de
Mme Fabre-Magnan)”, en “ Traité de Droit civil “, 4ª edic., París, 1994, LGDJ, N°s. 856 y ss.
(90) AMMAR, Daniel, “Pour une doctrine de l’apparence et de la théorie de l’apparence en
droit maritime “, Recueil Dalloz 1999, sec. Jurisprudence, p. 729.
(91) GHESTIN, J. - GOUBEAUX, G., “Introduction générale au droit, (con el concurso de
Mme Fabre-Magnan)”, en “ Traité de Droit civil “, 4ª edic., París, 1994, LGDJ, N°s. 856 y ss.;
AMMAR, Daniel, “Pour une doctrine de l’apparence et de la théorie de l’apparence en droit
maritime “, Recueil Dalloz 1999, sec. Jurisprudence, p. 729.
(92) AMMAR, “Pour une doctrine de l’apparence ...”, p. 729.
(93) Cám. Apels. Trelew, Sala A, 30/9/09, in re “Pastor Neil, B, E. c. Ghigo, C.”, en La Ley
online, voto Dr. López Mesa.
(94) BÉNABENT, Alain, “Droit civil. Les obligations”, cit., p. 357, Nro. 504.
derechos y obligaciones...
La apariencia como fuente de 61
IX. Corolarios
La buena fe muestra una creciente incidencia en el derecho actual.
Presenta a la vista cada vez más derivaciones; ellas se vuelven más gra-
vitantes, aplicándose a más cantidad de casos y de un modo más creativo.
Este fenómeno es la única forma en que el derecho actual tiene de lidiar
eficazmente con la malicia y el aprovechamiento, los que se cuelan por entre
las grietas de las normas pétreas.
Tal fluidez, a la par, presenta peligros y acechanzas para la seguridad
jurídica.
En manos de jueces no bien formados o de aventureros del pretorio, de-
seosos de obtener figuración a cualquier costo, estas filosas herramientas
derivadas puede fácilmente causar serios daños.
Pero, en el fondo, incluso estos contrastes no hablan del instrumento en
sí, sino de los operadores que lo empuñan, con lo que no cabe descalificar
la doctrina de la apariencia por sus eventuales operarios.
Creemos que ella tiene un largo camino por delante y que recién estamos
asistiendo a la epifanía de su desarrollo, faltando mucho para su apogeo.
Claro que con la aclaración fundamental de que su empleo no debe dege-
nerar en exotismos. u
II
Comunicaciones
en sesiones privadas
La no intervención y
la acción colectiva
(otra “cuadratura del círculo”)
Por Jorge Reinaldo Vanossi (*)
El País —su diario— editorializó entonces que: “La doctrina uruguaya sobre
el paralelismo de la democracia y la paz, es vieja como la independencia de
América. El único mérito de nuestra Cancillería consiste en haber reactuali-
zado un ideal americano”. Expresaba en ese sentido: “La doctrina pertenece
a Bolívar. La conclusión del Congreso de Panamá, en 1826, dijo así: ‘Si al-
guna de las partes variase esencialmente sus actuales formas de gobierno,
quedará por el mismo hecho excluida de la confederación, y su gobierno no
será reconocido ni ella readmitida en dicha confederación, sino por el voto
unánime de todas las partes que la constituyeran entonces’”.
Con otras palabras, lo dicho por el canciller equivalía a la premisa de que
es una exigencia inexcusable proclamar y practicar (más: predicar con el
ejemplo) la democracia republicana en el orden interno como recaudo y
requisito para ser parte integrante y participante de la comunidad interna-
cional (o regional) organizada institucionalmente.
Hoy contamos también con un documento que es la “Carta Democrática
Interamericana” (OEA, 11/IX/2001): todo un breviario del ideal para nues-
tras formas de Estado y de gobierno, con derechos y garantías plenas. ¡Pero
hay varios Estados del sistema que no la aplican y ni siquiera la citan! Ya
sabremos cuáles.
VI. La “Doctrina Larreta” mereció apoyos y retaceos. Era evidente que su
contenido se dirigía a relativizar la viabilidad de la participación como miem-
bros de la ONU por parte de aquellos países cuyo gobierno no reuniera las
prácticas democráticas de rigor. Y, para ese tiempo, el caso más cercano era el
de la Argentina, a la sazón gobernada por el Presidente Gral. Edelmiro Farrell.
Era conocida la postura “neutralista” que se había sostenido desde el gobier-
no del presidente Ramón Castillo y proseguido después del golpe de estado
del 4 de junio de 1943, que el GOU sostuvo a “rajatabla” en las conferencias
interamericanas de esos años y que recién se agotó con una tardía ruptura de
relaciones con Alemania y Japón, más la hipócrita “declaración de guerra” en
vísperas de la caída de Berlín. La Argentina había rehusado persistentemente
la solidaridad latinoamericana con los Aliados y, principalmente, con los
Estados Unidos en plena guerra; actitud que solo varió para que se abriera
expedito el paso para el ingreso fundacional a la ONU en la Conferencia de
San Francisco, de la que quedaron excluidos los derrotados (e inicialmente
fue vetada España).
¿Tenía razón el canciller uruguayo? Su mensaje a las cancillerías —en el
fondo— proponía e instaba a pasar por encima del principio de la “no in-
tervención”, preconizando las “acciones multilaterales”: “el principio de no
intervención no ampara ilimitadamente la notoria y reiterada violación por
alguna República de los derechos elementales del hombre y del ciudadano
La no intervención y la acción colectiva... 69
(1) Algunos autores atribuyen el mayor énfasis volcado por el Canciller uruguayo a una
supuesta influencia del Embajador saliente de Buenos Aires —el famoso Spruille Braden—
que en su regreso a Washington habría propuesto en su escala montevideana avanzar en la
idea de una “intervención colectiva” (véase, Héctor Gros Espiell, “De diplomacia e histo-
ria”, Montevideo, 1989, Ed. De la Plaza).
72 Jorge Reinaldo Vanossi
(2) Las cosas han empeorado en el año que culminó, pues la “’falta de progreso en la re-
gión es notable’, ya que mantiene la misma calificación (6,37) que en 2006. La región está
conformada por 24 países, de los que solo uno es considerado como una ‘democracia plena’,
Uruguay, y 15 como ‘democracias imperfectas’. El informe Democracia en una era de ansie-
dad ha retirado a Costa Rica del grupo de 20 ‘democracias plenas’, entre las cuales solo hay
dos países americanos: Uruguay y Estados Unidos. La publicación también registra retroce-
sos en la calidad de este sistema político en Bolivia, Brasil, México, Nicaragua y Venezuela.
Estos países están entre los 15 Estados latinoamericanos incluidos en la categoría de ‘demo-
cracias imperfectas’, a la que pertenecen un total de 59.El informe incluye 169 Estados inde-
pendientes y dos territorios, y coloca por cuarto año consecutivo a Noruega en el primer lu-
gar del conteo con 9,93 sobre 10. De acuerdo a la comparación 2014-2015, Argentina y Chile
incrementaron ligeramente sus posiciones, y Ecuador y Cuba mantuvieron el mismo pun-
taje en el grupo de democracias con fallas” (confr., Un informe denuncia el estancamiento
democrático en Latinoamérica, El País, Madrid, 23/I/2016).
74 Jorge Reinaldo Vanossi
Nadie. ¿De qué sirven las cláusulas democráticas? ¿Tan solo para los países
que siempre se han gobernado y vivido su sociedad respetando las reglas de
la democracia? Parecería que tan sólo permanecen en el status democrático
los Estados que siendo previa o anteriormente democráticos mantienen en
vigor su vigencia constitucional durante y después de las crisis y otras situa-
ciones de emergencia o estado de necesidad. Otro sabor tienen los casos de
“rupturismo” que afectan en la médula al “Estado de Derecho”. Pero si los
cambios se producen dentro del cauce de la supralegalidad constitucional
(el caso cercano de Paraguay con el alejamiento del presidente Lugo) no
cabe instar a mecanismos de intervención supranacional ni bloqueos o
sanciones económicas.
El repertorio de situaciones “intervencionistas” luce como infinito, por
cuanto las confrontaciones se repiten o cambian de ropaje según las cir-
cunstancias eminentemente políticas que se suceden periódicamente.
Nos permitimos “sacar de la galera” (porque lo vivimos de cerca) el caso
de Panamá (1989) que no fue precisamente un dato menor, ya que llegado
el tema a la Asamblea General de la OEA dio lugar a “reafirmar el respeto a
los principios a la libre determinación de los pueblos y de no intervención
en los asuntos internos de los Estados” y, a exhortar a los Estados a “que
se abstengan de acciones unilaterales que dificulten una solución justa y
negociada” a dicha crisis.
XIII. ¿Perdió actualidad la “Doctrina Betancourt?
Cierto es reconocer que la Doctrina Betancourt tuvo un alcance circuns-
cripto a fines disuasivos más “golpes de Estados” que los tan frecuentemente
asolaron a los países latinoamericanos. En la práctica, sus limitaciones de
aplicación respondieron a sus consecuencias aislacionistas por un lado y a
una imagen de intervencionismo en las situaciones políticas internas de los
Estados; cuando en realidad su propósito era la defensa de las democracias
republicanas y representativas. La fundamentación fue eminentemente
ética y sustancialmente política; aunque no contemplaba en forma explí-
cita la tan corriente modalidad de los “golpes desde el Estado” (sic) que se
suceden con cierta frecuencia con actos de abuso de poder o de desviación
de poder, por parte de regímenes que tienen legitimidad de origen pero
que la pierden en la etapa del ejercicio de poder. Rómulo Betancourt quiso
prolongar y profundizar lo que pensaba Rómulo Gallegos cuando asumió
el gobierno de Venezuela en 1948 (el 15 de febrero, siendo derrocado el
24 de noviembre del mismo año al instalarse un régimen militar), pues ambos
“Rómulos” compartían el mismo ideario. Y aún con anterioridad, en el pri-
mer gobierno de transición, en 1945, Betancourt había anticipado el criterio
de que “los gobiernos libres no pueden mantener relaciones diplomáticas
con los victimarios de la libertad”; mientras que Gallegos al asumir en 1948
La no intervención y la acción colectiva... 75
(3) En esa reunión —con presencia de Betancourt— se enumeraron los siguientes requi-
sitos mínimos para tomar en cuenta, a los efectos de la calificación y evaluación debida a
los regímenes “democráticos” del sistema interamericano: “1. El principio del imperio de
la ley debe ser asegurado mediante la independencia de los Poderes y la fiscalización de la
legalidad de los actos del gobierno por órganos jurisdiccionales del Estado. 2. Los gobiernos
de las Repúblicas Americanas deben surgir de elecciones libres. 3. La perpetuación en el po-
der, o el ejercicio de éste sin plazo determinado y con manifiesto propósito de perpetuación,
son incompatibles con el ejercicio efectivo de la democracia.4. Los gobiernos de los Estados
Americanos deben mantener un régimen de libertad individual y de justicia social fundado
en el respeto de los derechos fundamentales de la persona humana. 5. Los derechos hu-
manos incorporados en la legislación de los Estados Americanos deben ser protegidos por
medios judiciales eficaces. 6. El uso sistemático de la proscripción política es contrario al or-
den democrático americano. 7. La libertad de prensa, de la radio y la televisión, y en general
la libertad de información y expresión son condiciones esenciales para la existencia de un
régimen democrático. 8. Los Estados Americanos, con el fin de fortalecer las instituciones
democráticas, deben cooperar entre sí en la medida de sus recursos y dentro de los términos
de sus leyes para consolidar y desarrollar su estructura económica, y con el fin de conseguir
justas y humanas condiciones de vida para sus pueblos”. Es dable entender que los puntos
señalados en esa reunión celebrada en Santiago de Chile fueron tenidos en cuenta al tiempo
de aprobarse la “Carta” de Lima (año 2001).
(4) Véase: Gueron, C., La Doctrina Betancourt y el papel de la teoría en la política ex-
terior, Ed. Politeia, Instituto de Estudios Políticos, UCV, Caracas, 1972; Calvani, A., “La
política internacional de Venezuela en el último siglo”, en Venezuela moderna, Caracas,
1979, Ed. Ariel; Rodríguez, Frank, “La Doctrina Betancourt: entre el realismo y principismo
político”, en Tiempo y Espacio Nº 56, v. 21, Caracas, 2011 (ISSN 1315-9496; y diversos libros
del propio Betancourt).
La no intervención y la acción colectiva... 77
(5) El propio Bentancourt la calificó como “un cordón sanitario” frente a las dictaduras,
fueron éstas de derechas o de izquierdas. Se trataba de hacer “entrar en acción” a la OEA y de
que USA y los demás regímenes realmente democráticos no se mimetizaran con la actitud
de Poncio Pilatos. Tal como subrayó Álvaro Vargas Llosa, la orientación del presidente vene-
zolano se dirigía a que “la política exterior debía regirse por una cierta ética”; y esto molesta-
ba a dictadores, extremistas y demagogos populistas, al punto que varios de ellos alentaron
u organizaron atentados contra Bentancourt (Trujillo desde Santo Domingo y Castro desde
Cuba).
78 Jorge Reinaldo Vanossi
(6) Tuvimos el honor de formar parte del CJI (de 1985 a 1992) y de presidirlo en su sede de
Río de janeiro. Con anterioridad a mi actuación en ese cuerpo, el mismo tuvo oportunidad
de abocarse en varias ocasiones. Así, por ejemplo, en Dictamen del 23 de octubre de 1959
relacionado con el art. 15 de la Carta de Bogotá (OEA), especificando como “intervención”
a “cualquier forma de injerencia o de tendencia atentatoria a la personalidad del Estado o a
los elementos políticos, económicos, sociales y culturales que la constituyen”, incluyendo
“las actas de coacción que directamente tiendan a imponer otro país, organización o gobier-
no determinado, así como los actos destinados posteriormente a mantener la situación im-
puesta” y la “acción que pretenda obligar a un Estado a admitir la interferencia a actividades
de otro Estado en su administración de justicia o en cualquier otra esfera de su competencia
exclusiva”. En opinión de los relatores Dres. Francisco Villagrán Kramer y Seymour Rubin, la
“exclusividad” era el parámetro que jurídicamente permitía deslindar los alcances de la in-
tervención entre los Estados y las organizaciones internacionales y, además, distinguir entre
actos ilícitos y actos permisibles.
Con ulterioridad, el 23 de septiembre de 1965 el CJI vuelve al tema con un Dictamen
sobre las diferencias entre “Intervención” y “Acción Colectiva”, a fin de dejar en claro la
relación entre el principio de la “igualdad” de los Estados y la “no intervención” toda vez
que “si los Estados son iguales ninguno de ellos puede pretender intervenir en los demás,
es decir, ninguno puede pretender asociarse fecundamente, pues cada uno gozará de los
mismos derechos”. De ahí, señaló “que la Carta de Bogotá comprende los dos conceptos
—intervención y acción colectiva—, por lo que ha sido necesario crear un orden jurídico
que garantice el respeto de los principios en que se basa la existencia de cada Estado y la de
la comunidad internacional”.
“Ha habido —agregó— que crear un poder en el campo internacional para que se man-
tenga un régimen de derecho. En ese poder los Estados han delegado o depositado algunos
de sus facultades primordiales con el objeto de obtener que hay una autoridad imparcial y
fuerte a la que corresponda velar por el cumplimiento de las normas jurídicas esenciales.
La no intervención y la acción colectiva... 81
A eso responde la seguridad colectiva. Tal es su finalidad”. Luego, concluyó sobre este tema
señalando que la acción colectiva es legítima; pero no perdieron la oportunidad de expre-
sar sus reservas en cuanto al uso de la “fuerza” para establecer la democracia. El párrafo en
cuestión expresaba que “atribuir a la OEA la misión de interferir en la composición de los
gobiernos de los países miembros y respaldar las facultades correspondientes por medio
de la fuerza armada, sería grave error. Ello no contribuiría a fortalecer el sistema interame-
ricano; al contrario, lo debilitaría, porque le traería apasionadas y tenaces resistencias en la
opinión pública”.
Y no podemos omitir el Dictamen del 12 de febrero de 1974 de examen de todos los ante-
cedentes registrados por la OEA como así también las Resoluciones emitidas por la Asam-
blea General de las Naciones Unidad atinentes al tema de la “intervención”, que permitieron
sumar a lo dicho la mención de actos que implican “intervención” por parte de los Estados
en otros Estados, más allá de las formas tradicionales, sino nuevas situaciones, entre ellas:
“la coacción, el suministro de armas por un Estado a grupos armados que actúan en el terri-
torio de otro Estado, las demostraciones de fuerza tendientes a presionar a los Estados, y la
presencia de naves de guerra de un Estado en aguas vecinas de otro”.
Creo necesario y justo destacar que todos los miembros del CJI de la OEA han sido
muy cautos en sus relatos como en los dictámenes suscriptos por el cuerpo, en cuan-
to a la recomendación de “sanciones” y, en especial, lo relativo al uso de la fuerza, en-
tendiendo que ésta no es imperativa ni automática, sino una medida extrema y como
último recurso (“a measure of last resort”). En opinión compartida de los dos juristas
mencionados ut supra (Villagrán y Rubin) “ello es así por cuanto la incompatibilidad en
un determinado momento entre la suspensión o interrupción del régimen de la demo-
cracia representativa en un Estado miembro y, su carácter de miembro en dicho Con-
sejo, apareja un efecto jurídico y político que no invade la esfera doméstica de dicho
Estado, sino tan sólo su relación temporal con el resto de los países miembros. No se
trata de usar la fuerza para restablecer el principio de la legalidad ni tampoco de incur-
sionar en terrenos del principio de autodeterminación. El efecto se produce en el seno
de la estructura internacional, y toma la forma de suspensión temporal del derecho de
membrecía del Estado en el que se produce violación del principio de legitimidad y
con ello, de la vigencia de los derechos políticos de sus nacionales” (Documento CJI/
SO/II/doc.13/91 del 24/VII/1991; y de este texto hay una segunda versión de fecha 13/
VIII/1992 ampliatoria con la crisis institucional de Haití, presidencia de Jean-Bertrand
Aristide, derrocado en septiembre del año anterior).
82 Jorge Reinaldo Vanossi
hay algo que desaparece” (7). Algo semejante al ambiente que décadas antes
se había vivido en la “Liga” o “Sociedad de las Naciones” a partir del Tratado
de Versalles y que se esfumó en rotundo fracaso ante el inevitable desenca-
denamiento de la hecatombe conocida como la Segunda Guerra Mundial.
Finis coronat opus. u
(7) Confr., Travieso, Juan Antonio, “Derecho Internacional Público”, Ed. Abeledo-Pe-
rrot, Buenos Aires, 2012, pág. 861; Contracorrientes en Turtle Bay, publicado por Kathleen
Telsch en el “New York Times” (1970). Las anécdotas del Embajador Belaúnde (1883-1966)
corresponden a la década de 1960.
Propiedad y herencia
Por Mariano Gagliardo (*)
(4) ARISTÓTELES, “Ética Nicomaquea”. Política, Porrúa, México, 1985, nº 70, p. 161.
(5) Ob. cit. Libro Segundo, p. 177.
(6) “El espíritu de las leyes”, Madrid, 1906, t. II, Cap. XV.
Propiedad y herencia 89
conferido, ante todo en miras de una función social que el propietario debe
cumplir (13).
El autor referido estuvo en nuestro país entre agosto y septiembre de 1911,
y se desconoce primero si hablaba lengua hispana y, en segundo lugar, si tuvo
oportunidad de tomar contacto con el entonces vigente Código de Vélez.
Pero está claro cuál era su idea acerca de la propiedad.
Y esta aclaración viene al caso pues en oportunidad de presentarse el Có-
digo Civil y Comercial, en el año 2014, una de las co-redactoras, sin mayor
sustento, le atribuyó a la obra de Vélez el calificativo de “Código aristocrático”.
Nada más inapropiado pues la ideología de Vélez está bien expuesta en
una interesante monografía jurídica del académico Pedro León (14), donde
destaca la firme adhesión de Vélez a la religión católica, de relieve en sus
ideas y formulación —entonces— acerca del matrimonio y su consideración
acerca del derecho natural, al que consideraba, no como norma del derecho
positivo, sino como el espíritu inspirador que subyace en las soluciones justas.
Y si se trata, además, de desvirtuar tan inmerecido comentario, acerca de
la obra de Vélez, reenviamos a la nota del art. 2508, 3º ap. del Código Civil,
donde el codificador coincide con la posición de Duguit, seguramente por
la época de su redacción para el mismo desconocida. Dice Vélez: “...cuando
establecemos que el dominio es exclusivo, es con la reserva que no existe
con este carácter sino en los límites y bajo las condiciones determinadas por
la ley, por una consideración esencial a la sociedad: el predominio, para el
mayor bien de todos, y de cada uno; del interés general y colectivo, sobre el
interés individual”.
5. La propiedad privada es una de las mayores garantías de la libertad. Y, a
la inversa, la propiedad plena del Estado —más exactamente que propiedad
colectiva— es la fórmula más totalitaria de dominación por el poder público.
Ya había previsto León XIII que si el hombre fuera despojado del derecho
de propiedad privada se produciría “una odiosa e insoportable servidumbre
para todos los ciudadanos”.
A modo de cierre de esta primer noción: la propiedad, es tal su gravitación
como necesaria, que todas las tesis la admiten y destacan que es una figura
de derecho natural.
(13) “Les transformations générales du droit privé despius le Code Napoleón”, París,
1912, 1º ed., esp. Cap. 6 y s.s.
(14) Ideologías atribuidas al codificador, LL. 135-1307.
Propiedad y herencia 93
(15) Cfr. Alejo DE CERVERA, “Anales Academia Matritense del Notariado”, ed. Derecho
Reunidas, t. XX, 1976, p. 16 nº 12/3.
(16) AZCÁRATE GUMERSINDO, “Ensayo sobre la Historia del Derecho de Propiedad”,
Madrid, 1929, t. I, p. VI.
(17) “Curso del Código Civil”, t. 9, p. 450.
94 Mariano Gagliardo
I. Introducción
Muchas cuestiones se han suscitado en relación a los alcances de la tutela
sindical y a la protección antidiscriminatoria por motivos gremiales que han
surgido, incluso, de fallos de la Corte Suprema.
Su trascendencia es innegable y repercute tanto en la definición del sistema
de relaciones laborales como en la naturaleza y niveles de conflictividad.
En el campo del amparo y de la protección gremial han tenido una no-
table expansión en estos últimos años en los estrados judiciales laborales,
las decisiones de reinstalación tanto de representantes sindicales como de
candidatos o activistas.
Ello así, por un resquebrajamiento del modelo sindical histórico basado en
criterios de unicidad a la par que la aparición del activismo y de formas irre-
gulares desde una perspectiva de representación pero que han ido ganando
espacios en la realidad cotidiana de la vida sindical y —consecuentemente—
los jueces han reconocido la ampliación del ámbito de la representación y
la tutela.
Especialmente hay un tema que concita interés en estos tiempos y es el de
los recaudos formales y sustanciales para el ejercicio de la pretensión jurí-
dica del derecho a la tutela a través de la acción de reinstalación en caso de
despido de un trabajador que se considera amparado por el régimen sindical
o discriminado por motivos gremiales.
1. Los delegados, que, por ser quienes permanecen trabajando en las em-
presas, son los más expuestos.
La Corte Suprema y sus criterios de admisibilidad... 99
Entre los que rechazan ese criterio —en oposición a las decisiones judiciales
comentadas— puede citarse a Rodríguez Mancini, quien en su obra Derechos
108 Daniel Funes de Rioja
En primer lugar, el autor hace notar que la ley 23.592 es una norma general,
que protege a todos los habitantes del país. Por lo tanto, si un empleador
despide a un trabajador o si éste es el que se considera despedido, debe
aplicarse la ley especial, que es la de contrato de trabajo, que protege a los
trabajadores y que determina el pago de un resarcimiento tarifado, “puesto
que de lo contrario no se trataría de una aplicación subsidiara sino de un
reemplazo de una norma especial por la general y esto es francamente con-
trario a los principios elementales de coordinación normativa en el sistema
general de derecho”.
Por otra parte, sostiene que tampoco puede admitirse la aplicación sub-
sidiaria de la ley 23.592 a las relaciones laborales, ya que la aplicación sub-
sidiaria de una norma solo corresponde cuando la misma sea compatible
con los principios propios del derecho del trabajo. En el caso, la aplicación
de la ley 23.592 puede dar lugar a la reinstalación del empleado y “...esa
posibilidad de reinstalación se enfrenta con un principio básico del sistema
regulador del contrato de trabajo, consistente en la admisión del derecho a
la estabilidad relativa, según el cual el empleador siempre puede poner fin
al contrato, aun injustificadamente, haciéndose cargo en tal caso del pago de
una indemnización tarifada, pero sin que pueda objetarse la eficacia de esa
medida para disolver definitivamente el contrato. Esto constituye una base
central del sistema y, por lo tanto, nada que lo contraríe puede admitirse”.
I. Introducción
Previamente al análisis del significado y alcance de la denominada objeción
de conciencia, debemos ver lo que es la conciencia, entendiéndose por tal,
según uno de sus significados, la realización de distintos procesos cognitivos
interrelacionados que nos llevan a un proceso interior sobre el bien que de-
bemos hacer y el mal que debemos evitar. Con la conciencia distinguimos
una acción correcta de una incorrecta, así como un acto moral o ético de
uno inmoral o antiético, como en su momento distinguió, para poner un
ejemplo, Tomás Moro, o los primeros cristianos cuando se negaban a abjurar
de sus creencias. Para los católicos la conciencia tiene un valor relevante,
habiéndose afirmado en la Constitución Pastoral Gaudium et Spes que “en
la profundidad de su conciencia, el hombre descubre una ley, que él no se
da a sí mismo sino que debe obedecer, y cuya voz, permanente invitación a
amar el bien y evitar el mal, no deja de resonar claramente a su oído interior
en el momento oportuno: haz esto, evita aquello” (nro. 16).
Por lo que bien se puede afirmar que la conciencia se aplica a lo ético, a los
juicios que podemos y debemos practicar sobre lo que está bien y lo que está
mal, tanto de nuestros actos como de los de terceros, siendo la conciencia
moral una condición innata e intrínseca al hombre. Como afirmó San Juan
Pablo II en el Mensaje para la Jornada Mundial por la Paz, del año 1991, la
conciencia moral sería la capacidad de discernimiento que tiene el hombre
para descubrir y obrar según la ley que Dios ha inscrito en cada hombre, la
que debe conformarse en función de la verdad objetiva, universal e igual para
todos, siendo una obligación de cada persona ir en búsqueda de esta verdad.
Lo cual me lleva a afirmar que cuando hablamos de objeción de conciencia
nos estamos refiriendo a un juicio crítico con relación a determinados actos o
disposiciones legales que se nos requiere que realicemos o cumplimentemos,
con las que disentimos y rechazamos por antiéticas, con fundamento tanto
en la libertad de conciencia —según la cual nadie puede ser constreñido a
realizar un acto que se considera ilícito— como en la libertad religiosa, cali-
ficando nuestra conciencia esos actos como un mal que debemos evitar. Se
trata de actos que debemos realizar personalmente y que, por tanto, nos son
moralmente imputables, por lo que los rechazamos en conciencia.
II. El derecho a ejercer la objeción de conciencia
Cuando a una persona se le reclama —aún con fundamento en una norma
jurídica— que practique determinados actos que la conciencia no acepta
por considerarlos inmorales, puede tomar una decisión adversa a su cum-
plimiento. Dicho de otra manera: en el supuesto de que el acto que alguien
debe realizar en razón de lo establecido en una disposición legal dictada
por la autoridad competente, lesione las convicciones más íntimas de la
persona, ésta puede objetarlas en conciencia y, como consecuencia, negarse
lícitamente a practicarlas, con lo que la misma queda eximida de cometer lo
que en su fuero íntimo considera un mal grave. (1)
Claro que no sólo es cuestión de invocar la lesión alegada, sino que el objetor
debe dar razones fundadas de su objeción, que deben ser coherentes con sus
convicciones (2); en especial, cuando la ley reconoce en forma condicional
—por contraposición a incondicional— la posibilidad de ejercer el derecho.
En tal sentido, en el caso “Portillo” —sobre el que más adelante volveré— la
Corte Suprema de Justicia sostuvo que la objeción de conciencia debe ser
sincera.
La objeción de conciencia deriva de la libertad de conciencia, habién-
dosela reconocido como una forma de resistencia pacífica con respecto al
(1) Jorge SCALA afirma que la cuestión de la objeción de conciencia recién surge en for-
ma generalizada cuando, en épocas recientes, leyes inicuas obligaron a destruir matrimo-
nios, esterilizar o matar seres humanos (“La objeción de conciencia como antesala del ius
resistendi”, E.D., 227-124, 2).
(2) Con cita de Ilva Myriam Hoyos, Jorge Scala afirma que “las cuatro notas esenciales que
caracterizan jurídicamente a la objeción de conciencia son las siguientes: a) la existencia de
un deber legal que exige realizar una acción contraria a las convicciones morales de quien
objeta en conciencia, b) la existencia de una situación singular y concreta que genera el con-
flicto personal entre el cumplimiento del deber legal y el del deber moral, c) la existencia de
una razón eximente de la realización de ese deber legal, y d) el incumplimiento del deber
legal por el cumplimiento del deber moral (SCALA, Jorge, ob. cit., E.D., 227-124, 3). Afirma
Rodolfo L. Vigo que en esa lista de derechos humanos que resultan indisponibles está el
derecho a desobligarse de lo prescripto por una norma jurídica invocando las convicciones
racionales íntimas, pues un derecho con rostro y al servicio del hombre no puede dejar de
reconocerlo” (“Derecho a la objeción de conciencia: implicancias y consecuencias”, E.D.,
264-549, 2).
Objeción de conciencia: cuatro supuestos emblemáticos 119
consiste, como sostiene María Inés Franck, en “el derecho a eximirse, total
o parcialmente, del cumplimiento de una obligación legal, debido a que
ésta violenta la conciencia religiosa o moral de una persona”, lo que la lleva
a solicitar una excepción a cumplir con dicha obligación, circunstancia esta
que no debe confundirse con incitar a otros a desobedecerla. (4) A su vez,
Lafferriere afirma con relación a la objeción de conciencia, que la misma es
“la posibilidad de eximirse de acciones prescriptas por la ley sin que, a conse-
cuencia de ello, tenga que sufrirse discriminaciones o renunciar a derechos,
en razón del conflicto existente entre lo mandado y las propias convicciones”.
Porque —agrega dicho autor— el derecho a la objeción de conciencia se
desprende de las garantías constitucionales relativas a la libertad de culto,
de conciencia y de religión. (5) Mientras que Fernando Arlettaz dice que “en
un sistema democrático, la objeción de conciencia es un instrumento que,
en el contexto de la libertad de conciencia y de religión, permite proteger las
convicciones de quienes disienten de la perspectiva de la mayoría”. (6) Na-
varro Floria pone el acento en que la negativa individual y pacífica a cumplir
una obligación legalmente impuesta, proviene del hecho de contravenir la
norma un mandato obligatorio en conciencia, con un fundamento religioso
o meramente ético. (7)
Por su parte, la Academia Nacional de Medicina emitió con fecha 28 de
septiembre de 2000 una declaración, en el sentido de que “la objeción de
conciencia es un testimonio pacífico y apolítico por el cual un médico puede
no ejecutar un acto reglamentariamente permitido, sin que ello signifique el
rechazo de la persona y el abandono del paciente. En tal sentido, la Academia
Nacional de Medicina aboga por el derecho de los médicos a actuar, en el
ejercicio de la profesión con total libertad de conciencia acorde con la ética
y conocimientos científicos”. Y el art. 48 del Código de Ética de la Asociación
Médica Argentina dispone en su última parte, que “ninguna circunstancia
que no se base en un estricto criterio científico podrá poner limitaciones al
ejercicio de la libertad profesional”.
(8) NAVARRO FLORIA, Juan G., “Un caso de objeción de conciencia laboral”, E.D., 208-357, 1.
(9) Conf. el art. 18.1 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, también in-
cluido en el art. 75, inc. 22 de la CN.
122 Eduardo A. Sambrizzi
(10) Declaración hecha con fecha 16 de mayo de 2016 al diario francés La Croix.
(11) Hay quienes, en cambio, entienden que el ejercicio de la objeción de conciencia
constituye un derecho estrictamente personal.
(12) Nota de Bárbara BUSTAMANTE en ACIPRENSA, Santiago de Chile, 29 de abril de 2016.
Objeción de conciencia: cuatro supuestos emblemáticos 123
(15) Con respecto a estos datos, seguimos lo dicho por PADILLA, Norberto, “Aborto y
muerte digna en la Argentina (Objeción de conciencia según la Corte Suprema y protocolos
de aplicación)”, en Revista Latinoamericana de Derecho y Religión, año 2015.
(16) Dicha norma establece que “se reconoce la objeción de conciencia por razones éticas
o religiosas para los casos en que esta Constitución y la ley la admitan”.
(17) Un reciente proyecto de ley sobre aborto presentado por la Presidenta Michelle Ba-
chelet, contempla la objeción de conciencia —aunque no absoluta— únicamente por parte
de los médicos, y no, en cambio, de las instituciones. Véase al respecto, GERI, Leonardo, “La
objeción de conciencia institucional, un debate pendiente en Chile”, E.D., 262-903.
(18) Dicha disposición fue de alguna manera ratificada por la Corte Constitucional de
Colombia en la sentencia C-728, del año 2009. Sobre dicha legislación, véase FRANCK,
María Inés, “El derecho a la objeción de conciencia en Argentina y en América”, cit., y
Objeción de conciencia: cuatro supuestos emblemáticos 125
(24) Véase al respecto mi nota, “El fallo de la CSJN sobre aborto”, La Ley, 2012-B-277.
(25) Véase al respecto nuestro trabajo “La supresión de la alimentación e hidratación
constituye un supuesto de eutanasia”, Revista La Ley, diario del 15 de julio de 2015.
(26) DE MARTINI, Siro M. A., “Ni los médicos ni los centros de salud están jurídicamente
obligados a practicar abortos”, en El médico frente al aborto, AA.VV., publicación de la Ponti-
ficia Universidad Católica Argentina, junio de 2012, p. 17. Agrega dicho autor que “una cosa
es sostener que no se va a castigar a una persona que mate a otra y otra muy distinta es decir
que, por eso, alguien está obligado a matarla. No hay ninguna relación lógica (ni jurídica)
entre una cosa y otra”. Y agrega que “si los jueces no tienen facultades para autorizar que se
mate a una persona por nacer ¿cómo habrían de tenerlas para ordenar o exigir a un tercero
que la mate?”.
128 Eduardo A. Sambrizzi
(30) La resolución de la Cámara fue criticada antes del fallo de la Corte, tanto por HE-
RRENDORF, Daniel E., “Una solución judicial que no descubre ninguna solución para na-
die”, como por BIDART CAMPOS, Germán J., “Terapias obligatorias en oposición a las con-
vicciones religiosas y morales del enfermo”, E.D., 134-295 y 296, respectivamente.
(31) Para una ampliación de dichos fundamentos, véase nuestro trabajo “Derecho y Euta-
nasia”, Buenos Aires, 2005, ps. 127 y ss.
(32) Fallos, 316-479. Pocos años después se reiteró esa doctrina en Fallos 329-2966 (autos
“Asociación Testigos de Jehová c. Consejo Provincial de Educación del Neuquén s/ inconsti-
tucionalidad”, del año 2005).
130 Eduardo A. Sambrizzi
reemplaza clase social por tipo de sexo, producción por reproducción, ex-
plotación del proletariado por explotación de la mujer, trabajo por sexua-
lidad. Y si el marxismo sueña con un mundo en el que desaparecerán las
clases sociales y cada cual se ocupará de lo que quiera ocuparse, el femi-
nismo de género sueña con un mundo en el que desaparecerán los sexos
y, como veremos, aun los géneros. Las diferencias en la praxis revolucio-
naria son, por supuesto, muchas, pero el modo de entender la realidad,
la estructura de su pensamiento, la lógica argumental, la metodología de
análisis son las mismas (6).
Creo que en el camino que conduce a la formulación de la ideología
de género por parte del feminismo radical pueden reconocerse cuatro
hitos correspondientes a cuatro pensadores. Son ellos Federico Engels,
Simone de Beauvoir, Kate Millet y Shulamith Firestone. Me referiré bre-
vemente al núcleo de su pensamiento en cuanto expresión de una etapa
del camino.
3. En La ideología alemana, Marx y Engels, en una concepción algo ex-
cesiva del trabajo, habían dicho que, originariamente, la división del tra-
bajo no pasaba de la división del trabajo en el acto sexual (7). Y si bien en
su pensamiento la división del trabajo siempre implica confrontación, lo
cierto es que la idea no la desarrollaron en ese momento.
Ya muerto Marx, Engels escribió y publicó en 1884 El origen de la fami-
lia, de la propiedad privada y del Estado. En esta obra, suerte de ejecución
del testamento intelectual de Marx (8), se encuentra el primer y nunca
abandonado —aunque sí criticado— fundamento de lo que luego sería el
feminismo radical y, en última instancia, la ideología de género.
La idea central —ciertamente no probada por el autor— es que la aboli-
ción del derecho materno fue la gran derrota histórica del sexo femenino.
A partir de entonces, el hombre tuvo todo el control. “La mujer fue envi-
lecida, dominada, transformada en esclava de su placer y en simple ins-
trumento de reproducción” (9). Engels va a sostener que la monogamia
inauguró una etapa radicalmente distinta en la relación entre el varón y
(6) Una buena síntesis de similitudes y diferencias y de críticas mutuas, desde una común
concepción de pensamiento puede leerse en el primer capítulo (“El problema del marxismo
y del feminismo”) del libro de Catharine A. Mac Kinnon: Hacia una teoría feminista del Es-
tado. Ediciones Cátedra, Universidad de Valencia, España, 1989.
(7) La ideología alemana. Ediciones Pueblos Unidos, Montevideo, Uruguay, 1974, p. 32.
(8) ENGELS, Federico, “El origen de la familia, de la propiedad privada y del Estado”, Ed.
Claridad. Bs. As., 1964, p. 7.
(9) Ídem, p. 65.
138 Siro M. A. De Martini
(12) BEAUVOIR, Simone de, “Le deuxieme sexe”. Gallimard, París, 28° Edición, 1949, T. I,
p. 231.
(13) Ídem, p. 110.
(14) Ídem, p. 112.
(15) Ídem, p. 111.
140 Siro M. A. De Martini
“On ne naît pas femme: on le devient”. Uno no nace, sino que se hace
mujer (16). He ahí, en una síntesis que nunca dejará el feminismo de re-
petir, lo que se anuncia como el camino único que conduce a la liberación
revolucionaria: la mujer debe construirse a sí misma. Lo cual supone la
ruptura con los determinismos biológicos y con lo que el hombre, a lo lar-
go de la historia, ha construido y llamado mujer. Por supuesto que la frase
es una expresión fiel de la filosofía existencialista y, por ello, podría decir-
se de todo ser humano, con todo tipo de consecuencias. Pero la realidad
es que con ella de Beauvoir apunta a la autoconstrucción de la mujer y así
ha sido entendida por sus miles de seguidoras y admiradoras.
Uno no nace, sino que se hace mujer. De este modo aislado, casi como
un slogan, es que suele citarse la frase de de Beauvoir. Sin embargo, para
hacernos una idea algo más completa de su significado hay que analizar
el párrafo con el que se continúa y completa. En efecto, el texto comple-
to es: “Uno no nace, sino que se hace mujer. Ningún destino biológico,
psíquico o económico define la figura que reviste en el seno de la socie-
dad la hembra humana; es el conjunto de la civilización el que elabora
ese producto intermedio entre el macho y el castrado al que se califica de
femenino. Hasta los doce años, la niña es tan robusta como sus herma-
nos y manifiesta la misma capacidad intelectual; no existe ninguna es-
fera en donde le esté prohibido rivalizar con ellos. Si, mucho antes de la
pubertad, y a veces incluso desde su más tierna infancia, se nos presenta
ya como sexualmente especificada, no es porque misteriosos instintos la
destinen inmediatamente a la pasividad, la coquetería y la maternidad,
sino porque la intervención de otro en la vida del niño es casi original y
porque, desde sus primeros años, su vocación le ha sido imperiosamente
insuflada” (17).
Es decir, a) la mujer es un producto intermedio entre el macho y el cas-
trado; b) es la civilización quien ha elaborado este producto, c) la mis-
ma civilización —es decir, los hombres— es quien la fuerza a ser lo que
es, d) lo que especifica esta femineidad construida es la pasividad, la co-
quetería y la maternidad, e) la mujer tiene todas las condiciones para ser
como el varón.
En Engels resaltábamos la concepción de la relación entre el varón y la
mujer como una lucha de sexos coincidente con la lucha de clases, y el so-
metimiento y explotación de la mujer por parte del varón como algo análo-
go a la explotación del proletariado por parte de la burguesía. Esta situación
aparece como una consecuencia inevitable del matrimonio monógamo.
(23) Ídem, p. 19: “So that just as. to assure elimination of economic classes requires the
revolt of the underclass (the proletariat) and, in a -temporary dictatorship, their seizure of
the means of production, so to assure the elimination of sexual classes requires the revolt
of the underclass (women) and the seizure of control of reproduction: not only the full res-
toration to women of ownership of their own bodies, but also their (temporary) seizure of
control of human fertility - the new population biology as well as all the social institutions of
child-bearing and child-rearing. And just as the end goal of socialist revolution was not only
the elimination of the economic class privilege but of the economic class distinction itself,
so the end goal of feminist revolution must be, unlike that of the first feminist movement,
not just the elimination of male privilege but of the sex distinction itself: genital differences
between human beings would no longer matter culturally. (A reversion to an unobstructed
pansexuality Freud’s ‘polymorphous perversity’ - would probably supersede hetero/homo/
bi-sexuality.) The reproduction of the species by one sex for the benefit of both would be re-
placed by (at least the option of ) artificial reproduction: children would born to both sexes
equally, or independently of. either, however one chooses to look at it; the dependence of
the child on the mother (and vice versa) would give way to a greatly shortened dependence
on a small group of others in general, and any remaining inferiority to adults in physical
strength would be compensated for culturally. The division of labour would be ended by
the elimination of labour altogether (through cybernetics). The tyranny of the biological
family would be broken”.
género en el orden jurídico... 145
Penetración de la ideología de
las mujeres de la propiedad sobre sus propios cuerpos había escrito Fires-
tone tres años antes del fallo de la Corte Suprema de los EE. UU.
c) Veíamos que la fase final de la revolución feminista es para Firestone
no solo la eliminación del varón en cuanto tal (al igual que ocurrirá con la
burguesía), sino la eliminación de las clases sexuales (o sea, también de la
mujer) en un comunismo que se expresa en el pansexualismo. Ya no ha-
brá distinción entre heterosexuales, homosexuales y bisexuales: todos se-
remos todo. Por cierto, que esto no supone una imposible eliminación de
la diversa conformación genital sino de su interpretación cultural como
correspondientes al varón y a la mujer.
Años después, Marina Laski expresará esta última idea con estas pala-
bras: “La diferencia sexual no es meramente un hecho anatómico, pues la
construcción e interpretación de la diferencia anatómica es ella misma
un proceso histórico y social. Que el varón y la hembra en la especie
difieren es un hecho, pero es un hecho también siempre construido so-
cialmente [...]. El sexo y el género no se relacionan entre sí como lo ha-
cen la naturaleza y la cultura pues la sexualidad misma es una diferencia
construida culturalmente” (24).
Pero la liberación de la maternidad y de las instituciones que podríamos
llamar de soporte (matrimonio, familia) no se detiene en la supresión cultu-
ral de los sexos sino en la perfecta separación de relación sexual y reproduc-
ción. Porque si en la etapa de control sobre los medios de reproducción la
fecundación artificial será un idóneo y eficaz instrumento, en el tiempo úl-
timo y definitivo, la reproducción artificial permitirá cambiar radicalmente
la historia de la humanidad. En palabras de Firestone, la reproducción de la
especie hecha por un sexo en beneficio de ambos será reemplazada por la
reproducción artificial. Lo que nos trae a la mente el recuerdo de Un mundo
feliz de Huxley, en el cual la producción de seres humanos es manejada por
técnicos, mientras que para los seres humanos el sexo es solo placer.
En el punto final de la revolución feminista, decía Firestone, la tiranía
de la familia biológica será destruida y con ella la psicología del poder. En
coincidencia con Millet, entonces, suprimida la esclavitud de la materni-
dad, y con ella la familia, es decir, vencido el patriarcado, toda otra forma
de dominación (fundada en la “psicología del poder”) habrá cesado.
Quizás sea innecesario remarcar, en estas ideas de Firestone y de sus
predecesores y continuadores (como Laski), lo que será el punto básico
(25) BASSET, Úrsula C., “La búsqueda de la igualdad y la inequidad de género, problemas
lógicos, semánticos, axiológicos, convencionales, constitucionales y sus derivaciones”, en
Rivera Julio César y otros, Tratado de los derechos constitucionales. La Ley, Bs. As., 2014,
T. I, p. 945, menciona como la incorporación más remota la de la Conferencia de El Cai-
ro (1994), aunque se impuso en Beijing. Este importante artículo hace un profundo estudio
del tema desde la perspectiva de la igualdad.
148 Siro M. A. De Martini
del autor, leemos que se agrava la pena del homicidio cuando es cometi-
do: “… por odio… de género o a la orientación sexual, identidad de géne-
ro o su expresión”. En el primer caso la palabra “género” parece significar
sexo (masculino o femenino), ya que a continuación aparece la referencia
a la “orientación sexual” como cosa distinta. Pero cuando la palabra es
empleada luego en la fórmula “identidad de género” está haciendo refe-
rencia a la autopercepción de pertenecer a un sexo distinto al que se po-
see biológicamente (caso de los transexuales), lo que puede manifestarse
o no en el aspecto exterior. Y decimos esto porque así aparece caracteriza-
da la identidad de género por la ley 26.743, como luego veremos.
En el inciso 11 aparece el femicidio descripto de este modo: “(al que
matare) A una mujer cuando el hecho sea perpetrado por un hombre y
mediare violencia de género”.
Es decir que ahora “género” se refiere al sexo femenino. Porque eviden-
temente no se trata del homicidio de una mujer, a secas, sino de una mu-
jer por el hecho de serlo —lo que supone ser vista como un ser inferior, de
cuya vulnerabilidad se abusa, en la línea (podríamos decir) del segundo
sexo de Simone de Beauvoir—. Tenemos entonces, en una misma y breve
ley, la utilización de una misma palabra en tres sentidos distintos.
8. Hemos destacado ya —y habrá que seguir haciéndolo— la importan-
cia decisiva que tiene para el feminismo radical la idea de que todo pue-
de reducirse a construcciones culturales, sociales e, incluso, individuales.
Pues bien, la más importante construcción cultural que ha realizado el
mismo feminismo es esta de “género”. En la cual no es cosa de menor im-
portancia la ambigüedad porque esta le permite, a su vez, una gran ma-
leabilidad, flexibilidad y consiguiente adaptabilidad y facilidad de pene-
tración en el mundo de la cultura.
Por otra parte, esta característica es una nota esencial de la ideología. En
efecto, la ideología de género se vale continuamente de la manipulación
del lenguaje para tratar de modificar la realidad de acuerdo con los objeti-
vos permanentes del feminismo radical, ya que la idea que subyace a esta
manipulación es que el lenguaje no expresa la realidad sino que la crea.
El “género”, como construcción cultural, le ha permitido al feminismo
radical avanzar considerablemente en el logro de dos objetivos claves: la
indiferenciación sexual (con la cual había soñado Firestone, y quizás de
Beauvoir, y con ellas y tras ellas, innumerables feministas) y la destruc-
ción del matrimonio, el cual desde un comienzo fue visto como el me-
dio por excelencia del que se había valido el varón para someter y, más
aún, construir a la mujer. Para ello —mientras se ha logrado la aceptación
género en el orden jurídico... 149
Penetración de la ideología de
(26) BUTLER, Judith, El género en disputa, Barcelona, Paidós, 2007, ps. 54-55.
150 Siro M. A. De Martini
hombre (27). Las lesbianas no son mujeres. Son, podríamos decir, una
construcción en sí misma. Y otro tanto ocurre con los gays y los demás
géneros nombrados.
9. La aceptación, por parte de nuestra clase política no solo de algunos
de los objetivos sino de los mismos fundamentos de la ideología de géne-
ro, es un hecho de una enorme gravedad institucional, ya que transforma
una perversión intelectual en una norma jurídica, con el carácter ejem-
plar y pedagógico que toda ley tiene según su misma naturaleza. Y hago
referencia a la clase política y no a la sociedad porque leyes como la de
identidad de género o la de matrimonio entre homosexuales no formaban
parte de las plataformas políticas, ni de las campañas electorales de los
principales partidos que terminaron aprobándolas.
La mención de estas dos leyes y, como veremos, al completo desarrollo
de la segunda de ellas en el CCC, se debe a que aunque la ideología de
género aparece —y probablemente seguirá apareciendo— reflejada en
varias normas, en ninguna otra alcanza a expresarse con tanta claridad
como en aquellas.
Comenzaré por la ley 26.743 de “identidad de género”, sancionada y pro-
mulgada en mayo de 2012.
La norma define en su art. 2° a la identidad de género como “la vivencia
interna e individual del género tal como cada persona la siente, la cual
puede corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimien-
to” (28). En otras partes la ley hace referencia a la identidad de género
“autopercibida” (arts. 3° y 11°) y considera la identidad de género como un
“derecho humano” (art. 13). Al tratarse de un mero sentimiento o modo
de percibirse a sí mismo, la ley no exige intervenciones quirúrgicas pre-
vias, ni tratamientos médicos o psicológicos. Ni ningún fundamento más
que la expresión de la subjetividad.
persona y el sexo asignado. De ahí que, ya desde niño, cada cual verá qué
se siente, cómo se percibe a sí mismo. Sus maestros le enseñarán que es
lo mismo ser heterosexual, homosexual o bisexual y el niño se construirá
a sí mismo, movido por sensaciones, inclinaciones infantiles o adolescen-
tes, influencia del medio en general, sabiendo que nada es permanente,
que lo que se construye puede deconstruirse y luego volverse a construir
de otro modo. La “guía de orientación educativa” que citaba antes, dice
que “la conexión entre derechos humanos y sexualidad implica conocer
y comprender que existen diversas formas de amar, de sentir placer y de
construir familias, lo cual se da tanto en relaciones heterosexuales, como
en las lésbicas, gays, bisexuales y transexuales”.
Esta indiferenciación sexual es, en el campo de las ideas, un triunfo de la
ideología feminista de género; pero en la práctica es una victoria y una esca-
lada al poder de la comunidad lesbiana, gay, bisexual y transexual (LGBT).
Lo cual nos lleva a una reflexión más: la ambigüedad de la palabra “gé-
nero” ha permitido a esta ideología presentarse como defensora de los
derechos de la mujer y, a la vez, actuar como potente lobby de los homo-
sexuales. Los logros alcanzados en este último campo no siempre han fa-
vorecido a la mujer. Claro que, para ser coherentes, debe admitirse que lo
que nosotros llamamos “mujer” es alguien que el feminismo radical siem-
pre ha considerado una creación del hombre a través de la imposición de
la heterosexualidad. Por lo tanto, era de esperar que en la búsqueda de la
liberación o construcción de sí mismas recorrieran caminos alejados de la
heterosexualidad y buscaran difundir e imponer social y jurídicamente la
cultura homosexual. Es un hecho que las más importantes feministas han
sido (o son) lesbianas o bisexuales (v. gr. Simone de Beauvoir, Kate Millet,
Adrienne Rich, Monique Wittig, Judith Butler, etc.).
10. Pero, sin dudas, el mayor éxito alcanzado por la ideología de género
en el mundo jurídico (y, por tanto, en el cultural, social y, quizás incluso
ético) ha sido la aprobación legal del llamado matrimonio igualitario.
Es un hecho notable que, en la ceremonia que se realizó para promul-
gar la ley, la entonces presidente argentina se haya expresado utilizando
una fórmula directamente proveniente de la ideología de género. En efec-
to, Cristina Fernández de Kirchner dijo en aquella ocasión: “No hemos
promulgado una ley, hemos promulgado una construcción social trans-
versal, diversa y amplia” (30). No podía caracterizarse de mejor modo la
(31) TRILLO FIGUEROA y MARTÍNEZ CONDE, Jesús, “Una revolución silenciosa: La política
sexual del feminismo socialista”, Madrid, Libroslibres, 2007, p. 241.
154 Siro M. A. De Martini
sexo femenino. Sin dudas hubiera sido difícil, sino imposible, destruirlo a
través de la pura confrontación. Lo que se ha logrado ahora es destruirlo
desde dentro. Me explico, la ley 26.618 igualó la homosexualidad a la hete-
rosexualidad y permitió que los homosexuales se casaran. La institución
matrimonial perdía así uno de sus fines distintivos: la procreación. Pero
el CCC vino a completar la obra al permitir la disolución del vínculo a
través de un trámite, incluso unilateral, sin sujeción temporal alguna; de
este modo los deberes de cohabitación y de fidelidad —que siempre han
sido deberes básicos y elementales de los cónyuges— podrían quedar sin
sanción en caso de incumplimiento. Es decir, la legislación argentina va-
ció al matrimonio de contenido. Lo transformó en una cáscara vacía. En
definitiva, lo destruyó dejando en su lugar un nombre y una apariencia.
Conclusiones
1. La ideología de género es la forma cultural e instrumental que ha
adoptado el feminismo radical en las últimas décadas.
2. El feminismo radical sostiene que la mujer ha sido construida cul-
turalmente por el varón como un segundo sexo sometido y explotado.
La clave de esta explotación es la maternidad. Para lograr su finalidad el
hombre se ha valido de otras construcciones históricas como el matrimo-
nio y la familia biológica y la que le da sustento a ambas, esto es, la hetero-
sexualidad. Este sistema de dominación es llamado patriarcado.
3. A partir de una lógica marxista, la historia es entendida como la his-
toria de la lucha de sexos, de un nivel más profundo que la lucha de clases
sociales. El fin de la lucha es, en primer término, la destrucción del pa-
triarcado y, con él, la de todo otro sistema de dominación social.
4. Esta revolución feminista busca liberar a la mujer de la maternidad
a través de la apropiación de los medios de reproducción humana. Los
anticonceptivos, la fecundación artificial y el aborto por la sola decisión
de la mujer han sido funcionales a este propósito.
5. Vencido el patriarcado, la meta final es la abolición misma de las cla-
ses sexuales en una suerte de pansexualismo, en el que no habrá ya varón
y mujer sino una indiferenciación sexual.
6. La búsqueda de la destrucción de las diferencias sexuales se lleva a
cabo a través de la ideología de género. Aunque “género” es una palabra
ambigua que a veces es utilizada para significar mujer o defensa de la
mujer (p. e.: violencia de género), en el contexto del feminismo radical
se contrapone a “sexo” y busca reemplazarlo. Los géneros serían así los
diversos y siempre cambiantes modos de expresar la sexualidad sin que
género en el orden jurídico... 155
Penetración de la ideología de
(1) Para ampliar el análisis de este proceso remito al Cap. VI de mi libro “En la frontera en-
tre Derecho Constitucional y Filosofía del Derecho”, Marcial Pons, Buenos Aires, 2010.
(2) La Carta de las Naciones Unidas establece en su art. 55 inc. “c” que ella promoverá “el
respeto universal de los derechos humanos y las libertades fundamentales de todos, sin ha-
cer distinción por motivos de raza, sexo, idioma o religión, y la efectividad de tales derechos
y libertades”.
(3) La Declaración Universal sobre los Derechos Humanos resultó aprobada en la Asam-
blea General de la ONU por 48 votos a favor, con la abstención de ocho países: los seis del
bloque soviético (totalitarismo marxista), más Arabia Saudita (fundamentalismo islámico)
y Sudáfrica, en donde entonces existía el régimen de apartheid (régimen racista).
(4) Afirma el preámbulo de la Declaración Universal de Derechos Humanos, “la libertad,
la justicia y la paz en el mundo, tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y
de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana”.
(5) Cfr., en este sentido, CARRILLO, Salcedo, J. A., “Dignidad frente a barbarie. La Declara-
ción Universal de Derechos Humanos, cincuenta años después”, Madrid, Trotta, 1999.
(6) Ha afirmado recientemente el Papa Benedicto XVI que la Declaración Universal
de los Derechos Humanos “fue el resultado de una convergencia de tradiciones reli-
giosas y culturales, todas ellas motivadas por el deseo común de poner a la persona en
el corazón de las instituciones, leyes y actuaciones de la sociedad, y de considerar a la
persona humana esencial para el mundo de la cultura, de la religión y de la ciencia. Los
La progresiva apertura e incorporación del derecho... 159
derechos humanos son presentados cada vez más como el lenguaje común y el sustrato
ético de las relaciones internacionales”. Discurso ante la Asamblea General de las Nacio-
nes Unidas, 12/04/2008.
(7) “El no reconocer la importancia histórica y el carácter sin precedentes de este con-
tinuo desarrollo es estar ciego y sordo con respecto a la más fantástica transformación del
curso de la sociedad que haya ocurrido jamás en la historia del hombre”, CAPPELLETTI, M.,
“¿Renegar de Montesquieu? La expansión y la legitimidad de la justicia constitucional”, Re-
vista Española de Derecho Constitucional, año 6 nro. 17, mayo-agosto 1986, p. 43.
(8) Sobre la importante influencia de la Declaración Americana de los Derechos y Debe-
res del Hombre en la elaboración de la Declaración Universal sobre los Derechos Humanos,
puede verse el muy interesante artículo de Mary Ann GLENDON, profesora de la Universidad
de Harvard y embajadora de Estados Unidos ante la Santa Sede, titulado “La aportación de
los países de América Latina a la Declaración universal de derechos humanos”, publicado en
L´Osservatore Romano, 23/05/2008. Señala esta autora, remarcando el papel decisivo que tu-
vieron los países latinoamericanos en la génesis de la decisión de establecer esa Declaración
Universal, que: “después de la segunda guerra mundial la idea de que entre los objetivos de las
Naciones Unidas pudiera incluirse la tutela de los derechos humanos estaba muy lejos de la
mente de las grandes potencias. En el borrador de la respuesta, los derechos humanos sólo se
citaban una vez y de forma accidental. La cuestión podía considerarse casi cerrada, pero dos
meses antes de la Conferencia de San Francisco, que se tuvo en abril de 1945, algunos miem-
bros de las delegaciones latinoamericanas habían participado en un encuentro del organismo
predecesor de la Organización de Estados Americanos (OEA) en Chapultepec (Ciudad de Mé-
xico), en el ámbito del cual se invitó a los participantes en la Conferencia de San Francisco a es-
forzarse por incluir una declaración transnacional de los derechos de la Carta de las Naciones
Unidas. La decisión tomada en México tuvo una amplia repercusión. Con ocasión de la Con-
ferencia de fundación de las Naciones Unidas, el grupo latinoamericano y caribeño constituía
el bloque más amplio de naciones, veinte entre cincuenta”. En el mismo sentido puede verse
el trabajo de CAROZZA, Paolo, “From Conquest to Constitutions: retrieving a Latin American
Tradition of the Idea of Human Rights”, Human Rights Quaterly 25 (2003), p. 281.
(9) Existen diferencias entre las Declaraciones y las Convenciones. Las primeras surgen
por decisión de los organismos internacionales, regionales o universales, en donde están re-
presentados los distintos países. En cambio, las Convenciones son tratados internacionales
firmados y ratificados por cada uno de los países partes, que asumen las obligaciones que
allí se establecen.
(10) Estas dos Pactos recién entraron en vigencia en el año 1976, diez años después de su
celebración, cuando fueron ratificados por, al menos, 35 Estados.
160 Alfonso Santiago
(24) Este tribunal penal de carácter permanente tiene como antecedentes otros crea-
dos previamente para juzgar sobre graves violaciones a los derechos humanos: los Tri-
bunales Penales Militares de Núremberg y del Lejano Oriente, establecidos en 1945 para
juzgar los crímenes cometidos durante la Segunda Guerra Mundial; los Tribunales Pe-
nales Internacionales de Yugoslavia y Ruanda, para juzgar las violaciones cometidos en
estos países durante las guerras civiles en la década de los 90; los Tribunales mixtos, con
participación de los estados afectados, de Sierra Leona, del año 2002, y Camboya, del
año 2003.
(25) Cfr., p. ej., Corte Interamericana de Derechos Humanos, OC 10/1989, 14/07/1989.
(26) El art. 68 de la CADH establece la obligatoriedad de sus fallos en los siguientes tér-
minos: “1. Los Estados partes en la Convención se comprometen a cumplir la decisión de
la Corte en todo caso en que sean partes. 2. La parte del fallo que disponga indemnización
compensatoria se podrá ejecutar en el respectivo país por el procedimiento interno vigente
para la ejecución de sentencias contra el Estado”.
La Corte Suprema argentina en el caso Espósito ha afirmado, en relación a la obligatorie-
dad para los tribunales nacionales de los fallos de la Corte IDH, que “el ámbito de decisión
de los tribunales argentinos ha quedado considerablemente limitado”, ya que esas senten-
cias “resultan de cumplimento obligatorio para el Estado Argentino (art. 68.1), por lo cual
también esta Corte, en principio, debe subordinar el contenidos de sus decisiones a las de
dicho tribunal internacional”, Caso Espósito, CS, 23/12/2004, consid. 6.
(27) Así, el Tribunal Constitucional del Perú en su fallo del caso Arturo Castillo Chi-
rinos sostiene que “la vinculatoriedad de las sentencias de la [Corte Interamericana] no
se agota en su parte resolutiva (la cual, ciertamente, alcanza sólo al Estado que es parte
en el proceso), sino que se extiende a su fundamentación o ratio decidendi”, Expediente
nro. 2730-06-PA/TC, del 21 de julio de 2006, párrs. 12 y 13. La Corte Suprema argentina
también ha afirmado la necesidad de que los jueces nacionales utilicen como pauta de
interpretación la jurisprudencia emanada tanto de la Corte Interamericana como de la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos: cfr., entre otros, las sentencias de los
casos “Giroldi” (Fallos 318:514, 1995), “Bramajo” (Fallos, 319:1840, 1996) y “Simón” (Fa-
llos, 328:2056, 2005).
La progresiva apertura e incorporación del derecho... 165
(28) Acerca de la problemática de este novedoso concepto, puede verse ALBANESE, Susa-
na (coord.), El control de convencionalidad, Ediar, Buenos Aires, 2008, obra que reúne una
buena cantidad de trabajos sobre esta temática.
(29) En su fallo del caso “Almonacid Arellano y otros c. Chile” (sentencia del 26 de sep-
tiembre de 2006, Serie C No. 154), la Corte Interamericana de Derechos Humanos señaló
que ella “es consciente que los jueces y tribunales internos están sujetos al imperio de la ley
y, por ello, están obligados a aplicar las disposiciones vigentes en el ordenamiento jurídico.
Pero cuando un Estado ha ratificado un tratado internacional como la Convención Ameri-
cana, sus jueces, como parte del aparato del Estado, también están sometidos a ella, lo que
obliga a velar porque los efectos de las disposiciones de la Convención no se vean merma-
das por la aplicación de leyes contrarias a su objeto y fin, y que desde un inicio carecen de
efectos jurídicos. En otras palabras, el Poder Judicial debe ejercer una especie de ‘control de
convencionalidad’ entre las normas jurídicas internas que aplican en los casos concretos y
la Convención Americana sobre Derechos Humanos. En esta tarea, el Poder Judicial debe
tener en cuenta no solamente el tratado, sino también la interpretación que del mismo ha
hecho la Corte Interamericana, intérprete última de la Convención Americana” (párr. 124).
Poco tiempo después la resolver el caso de “Trabajadores cesados del Congreso vs. Perú”, la
Corte Interamericana de Derechos Humanos vuelve a señalar que “cuando un Estado ha
ratificado un tratado internacional como la Convención Americana, sus jueces también es-
tán sometidos a ella, lo que les obliga a velar porque el efecto útil de la Convención no se vea
mermado o anulado por la aplicación de leyes contrarias a sus disposiciones, objeto y fin.
En otras palabras, los órganos del Poder Judicial deben ejercer no sólo un control de cons-
titucionalidad, sino también ‘de convencionalidad’ ex officio entre las normas internas y la
Convención Americana, evidentemente en el marco de sus respectivas competencias y de
las regulaciones procesales correspondientes. Esta función no debe quedar limitada exclu-
sivamente por las manifestaciones o actos de los accionantes en cada caso concreto, aunque
tampoco implica que ese control deba ejercerse siempre, sin considerar otros presupuestos
formales y materiales de admisibilidad y procedencia de ese tipo de acciones” (párr. 128).
(30) Afirma Juan Carlos Hitters que este fenómeno “ha adquirido tanta altitud que a nin-
gún abogado que inicia hoy un proceso de cualquier tipo —ni al juez que debe resolverlo—
le puede pasar inadvertido que el pleito no termina ya —como antes— dentro de la fronte-
ra, sino que puede trascender sus límites y dirigir sus pasos hacia una senda trasnacional”,
“¿Son vinculantes los pronunciamientos de la Comisión y de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos? Control de constitucionalidad y convencionalidad”, LL, 2008-E-1169.
(31) Cfr. SAGÜÉS, Néstor P., “El ‘control de convencionalidad’, en particular sobre las
constituciones nacionales”, Revista La Ley (en prensa), Bs. As., 2008.
166 Alfonso Santiago
(32) Nos hemos referido a estos dos fenómenos en los Caps. VI y VII de nuestro libro En las
fronteras entre el Derecho Constitucional y la Filosofía del Derecho, Marcial Pons, Madrid-
Buenos Aires, 2010 (en prensa).
(33) Así, en el Preámbulo de la Convención Americana de Derechos Humanos se afirma
que “los derechos esenciales del hombre no nacen del hecho de ser nacional de determina-
do Estado, sino que tienen como fundamento los atributos de la persona humana, razón por
la cual justifican una protección internacional, de naturaleza convencional coadyuvante o
complementaria de la que ofrece el derecho interno de los Estados americanos”.
La progresiva apertura e incorporación del derecho... 167
(34) Sobre este tema puede consultarse con provecho el trabajo de SAGÚES, Néstor P.,
“Las relaciones entre los tribunales internacionales y los tribunales nacionales en materia
de derechos humanos. Experiencias en Latinoamérica”, Ius et Praxis, v. 9, nro. 1, Talca, 2003.
(35) Cfr., SANTIAGO, Alfonso (director), Historia de la Corte Suprema argentina (1863-
2013), Marcial Pons, Bs. As., 2013.
168 Alfonso Santiago
seguimiento de este claro criterio constitucional, entre los que se puede men-
cionar por su importancia a los casos “Fibraca” (43) y “Café La Virginia”. (44)
4) Jerarquía constitucional de los Tratados Internacionales sobre derechos
humanos: el Constituyente de 1994 otorgó jerarquía constitucional a once
Tratados Internacionales sobre Derechos Humanos que, sin formar parte
de la Constitución, tienen, sin embargo, ese nivel normativo. (45) Ello ha
provocado una profunda transformación de nuestro sistema jurídico en casi
todas sus ramas a partir de la interpretación que de ellos han realizado los
jueces nacionales. (46) La decisión del Constituyente otorgaba un carácter
(43) Caso “Fibraca Constructora SCA c. Comisión Técnica Mixta de Salto Grande”, Fallos
316:1669 (1993).
(44) Caso “Cafés La Virginia S.A.”, Fallos 317:1282 (1994).
(45) Señala el art. 75 inc. 22 en su segundo y tercer párrafo: “La Declaración Americana
de los Derechos y Deberes del Hombre; la Declaración Universal de Derechos Humanos;
la Convención Americana sobre Derechos Humanos; el Pacto Internacional de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales; el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y
su Protocolo Facultativo; la Convención sobre la Prevención y la Sanción del Delito de Ge-
nocidio; la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discrimi-
nación Racial; la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación
contra la Mujer; la Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos
o Degradantes; la Convención sobre los Derechos del Niño; en las condiciones de su vigen-
cia, tienen jerarquía constitucional, no derogan artículo alguno de la primera parte de esta
Constitución y deben entenderse complementarios de los derechos y garantías por ella re-
conocidos. Sólo podrán ser denunciados, en su caso, por el Poder Ejecutivo nacional, previa
aprobación de las dos terceras partes de la totalidad de los miembros de cada Cámara.
Los demás tratados y convenciones sobre derechos humanos, luego de ser aprobados por
el Congreso, requerirán del voto de las dos terceras partes de la totalidad de los miembros de
cada Cámara para gozar de la jerarquía constitucional”. Desde 1994 a la fecha el Congreso ha
otorgado jerarquía constitucional a tres Tratados sobre Derechos Humanos: la Convención
Americana sobre la desaparición forzada de personas; la Convención sobre Imprescripti-
bilidad de los delitos de lesa humanidad; la Convención sobre personas con discapacidad.
(46) La Corte Suprema ha reconocido esta transformación operada en nuestro sistema jurídi-
co en el consid. 16 del caso “Arriola” (CS, 26/08/2009) cabe tener presente que una de las pautas
básicas sobre la que se construyó todo el andamiaje institucional que impulsó a la Convención
Constituyente de 1994 fue el de incorporar a los tratados internacionales sobre derechos huma-
nos como un orden equiparado a la Constitución Nacional misma (art. 75, inc. 22). Así la reforma
constitucional de 1994 reconoció la importancia del sistema internacional de protección de los
derechos humanos y no se atuvo al principio de soberanía ilimitada de las naciones (consideran-
dos 18 y 19 in re “Mazzeo”, Fallos: 330:3248). Este último acontecimiento histórico ha modificado
profundamente el panorama constitucional en muchos aspectos, entre ellos, los vinculados a la
política criminal del Estado, que le impide sobrepasar determinados límites y además lo obliga a
acciones positivas para adecuarse a ese estándar internacional. Estos parámetros internaciona-
les han sido especialmente tenidos en cuenta por esta Corte al dictar diferentes pronunciamien-
tos, así en cuestiones tales como las condiciones carcelarias mínimas aceptables (“Verbitsky” Fa-
llos: 328: 1146); a la revisión del fallo condenatorio en causas penales (“Casal” Fallos: 328:3399);
derecho de los menores en conflicto con la ley penal (“Maldonado” Fallos: 328:4343); el debido
proceso en internaciones psiquiátricas involuntarias (“Tufano” Fallos: 328:4832); alcance de la
garantía de imparcialidad (“Quiroga” Fallos: 327:5863, “Llerena” y “Dieser” Fallos: 328:1491 y
170 Alfonso Santiago
disidencia del Dr. Boggiano; “S., V.”, Fallos 324:975, voto de los jueces Moliné O´Connor y Ló-
pez y de los jueces Boggiano y Vázquez.
(49) En cambio, para otros autores, entre ellos el Dr. Barra quien fue miembro de la Co-
misión Redactora de la Convención Constituyente de 1994, esa expresión aludía a que cada
uno de los instrumentos internacionales a los que se le dio jerarquía constitucional rige en
“las condiciones de su vigencia”, es decir, con las aclaraciones y reservas que el gobierno
argentino estableció al momento de comprometer su voluntad internacional: cfr. BARRA,
Rodolfo, Declaraciones, tratados y convenciones internacionales, en La reforma de la Cons-
titución explicada por miembros de la Comisión Redactora, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe,
1994, pág. 167.
(50) “La jerarquía constitucional de la Convención Americana sobre Derechos Humanos
ha sido establecida por voluntad expresa del constituyente en las condiciones de su vigen-
cia... Esto es, tal como la Convención rige en el ámbito internacional y considerando parti-
cularmente su efectiva aplicación jurisprudencial por los tribunales internacionales para su
interpretación y aplicación”, caso “Giroldi”, Fallos 318:514 (1995).
(51) Fallos 315:1492 (1992).
(52) Allí se dijo: “las palabras “en las condiciones que establezca la ley” se refieren a los
diversos sistemas jurídicos internos, integrados también por las sentencias de sus órganos
jurisdiccionales, pues tanto la tarea judicial como legislativa persiguen el fin común de las
soluciones valiosas [...]. En este sentido, puede el Tribunal determinar las características
con que ese derecho, ya concedido por el tratado, se ejercitará en el caso concreto”.
(53) Fallos 319:1840 (1996).
172 Alfonso Santiago
la Comisión IDH. (64) Este criterio será reiterado en el año 2014 al resolver
el caso “Arrillaga, Alfredo Manuel”. (65)
Parte de la doctrina constitucional ha criticado fuertemente la pretensión
de extender la obligatoriedad de su jurisprudencia de la Corte IDH a los
Estados que no han sido parte en el proceso en que fueron establecidos
esos criterios jurisprudenciales, sosteniendo que esa pretensión consti-
tuye un exceso en relación a las obligaciones asumidas por los estados
nacionales al momento de ratificar la Convención Americana de Derechos
Humanos (66) y, también, el asignarle un carácter obligatorio a las simples
recomendaciones que formula la Comisión IDH.
(64) Los hechos del caso son los siguientes: el actor es un juez provincial que fue destituido
por el golpe militar de 1976. Tras el regreso al orden democrático inició acciones para obtener
su restitución en su cargo, lo que no le fue concedido alegando que se trataba de una cuestión
política no justiciable. Tras agotar las instancias locales, el actor denunció al Estado argentino
ante la Comisión IDH. Este organismo mediante el Informe 30/97 reconoció la responsabi-
lidad del Estado argentino por considerar que al no resolver el fondo del reclamo del actor,
se violó su derecho a la tutela judicial efectiva. En base al mencionado informe el actor inicia
acción de daños y perjuicios contra el Estado Nacional por privación del servicio de justicia,
que es acogida favorablemente en primera y segunda instancia. El dictamen del Procurador
General, en lo que a nosotros nos interesa, se inclina por el rechazo de la demanda. Señala que
“las únicas decisiones de los órganos de protección del sistema interamericano que son obli-
gatorias para los Estados son las sentencias contenciosas de la Corte Interamericana, y ello,
por un lado, dentro de los términos del art. 68.1 de la Convención Americana y, por el otro,
siempre y cuando esas sentencias no impongan una medida que implique desconocer dere-
chos fundamentales del ordenamiento jurídico interno, tal como ha sostenido el Ministerio
Público Fiscal cuando en oportunidades anteriores, criterio éste similar al reconocido por la
jurisprudencia del Tribunal Federal Constitucional alemán respecto de las sentencias del Tri-
bunal Europeo de los Derechos Humanos”.
(65) CS, A. 917. XLVIII, 30/12/2014.
(66) Sostiene, en este sentido, Alfredo Vítolo: “La reforma de 1994 al otorgar ‘jerarquía
constitucional’ a ciertos instrumentos internacionales sobre derechos humanos lo hizo
‘en las condiciones de su vigencia’ que, al decir de nuestra Corte Suprema no significa sino
‘tal como (dichos instrumentos) rigen en el ámbito internacional’. Así se produce en nues-
tro sistema un reenvío del derecho nacional a lo que el derecho internacional dispone en
la materia. Y en este sentido, observando las normas de derecho internacional aplicables,
resulta claro que ni de ellas, ni de su interpretación, puede extraerse la obligatoriedad de
seguimiento de los precedentes de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. La Corte
Interamericana tiene como una de sus atribuciones, la de resolver ‘casos’ relativos a la in-
terpretación y aplicación de las disposiciones de (la) Convención”. Las decisiones recaídas
en estos casos resultan obligatorias exclusivamente para los estados que hayan participado
como partes del mismo, más allá del valor doctrinario que pudieran tener sus argumentos.
Así lo establece con claridad meridiana el art. 68 de la Convención, al expresar: “Los Esta-
dos Partes en la Convención se comprometen a cumplir la decisión de la Corte en todo caso
en que sean partes”. El principio de buena fe que rige en las relaciones internacionales impide
otorgarle al artículo 68 una extensión que el mismo no posee: la de transformar la jurispruden-
cia del tribunal en una regla de cumplimiento obligatorio para aquellos estados que no han
sido parte del proceso. En este sentido, la pretensión de la Corte Interamericana de Derechos
La progresiva apertura e incorporación del derecho... 175
(69) Hasta el año 2016, la Argentina ha sido demandada en diecisiete casos contenciosos
ante la Corte IDH por incumplimiento de sus obligaciones contraídas en la CADH, siendo
condenada en catorce de ellos. Ocupa el séptimo lugar entre los países más demandados
ante ese tribunal interamericano.
(70) Fallos 326:2968 (2003).
(71) Fallos 327:5668 (2004).
(72) CS, 11/07/2007.
La progresiva apertura e incorporación del derecho... 177
(77) Integraron la mayoría los ministros Enrique Petracchi, Juan Carlos Maqueda (por su
voto) y Eugenio Zaffaroni y Elena Highton de Nolasco. En tanto, que Carlos Fayt y Carmen
Argibay entendieron que debía rechazarse la presentación.
(78) Se puede ver en una postura con puntos coincidentes a la aquí expuesta el trabajo de
Alfredo VÍTOLO, “El doble (y curioso) estándar de la jurisprudencia argentina frente a las
decisiones del sistema interamericano de derechos humanos”, ponencia presentada en las
“Jornadas Argentino-Chileno-Peruano-Uruguayas de Asociaciones de Derecho Constitu-
cional”, Montevideo, junio de 2011. Sostiene allí el autor que “la Corte Suprema de Justicia
de la Nación de la República Argentina carece al respecto de una postura clara, pudiendo
advertirse la aplicación de un doble estándar según que el tribunal considere que al seguir o
no la regla internacional menoscaba su rol de ‘último intérprete’ del ordenamiento jurídico
nacional, llegando incluso al extremo de incumplir ella misma la obligación internacional
asumida por el estado argentino (del cual la Corte forma parte). En este sentido, y analizan-
do los casos y las situaciones en las que nuestro tribunal se ha pronunciado al respecto, pa-
recería que sus posturas obedecen no tanto a un genuino respeto hacia las decisiones de los
órganos internacionales, sino a conveniencias coyunturales de política doméstica”.
180 Alfonso Santiago
(79) Cfr., SAGÜÉS, Néstor P., “El ‘control de convencionalidad’, en particular sobre las
constituciones nacionales”, Revista La Ley, Bs. As., 2008, donde este destacado constitucio-
nalista argentino hace un llamado a la prudencia por parte de la Corte Interamericana en el
ejercicio del control de convencionalidad. De lo contrario, el propio tribunal debilitaría su
natural autoridad y ascendiente.
(80) Cabe recordar que la Corte IDH ha analizado, al menos implícitamente, la conven-
cionalidad de normas constitucionales al menos en los siguientes casos: — La OC 4/84 so-
bre las propuestas de modificación a la Constitución Política de Costa Rica.— Caso “La Úl-
tima Tentación de Cristo”, en el que la Corte analizó la Constitución Política y concluyó que
sus disposiciones que establecían la censura previa eran violatorias de la Convención, y que
debían ser reformadas (párr. 88). — Caso “Causar c. Trinidad y Tobago”, en el que la Corte
también ordenó al Estado enmendar su Constitución (párr. 133), por establecer en su sec-
ción VI que determinadas normas no podían ser objeto de impugnación judicial.— Caso
“Tristán Donoso c. Panamá”, en el que la Corte destacó la importancia de adoptar las me-
didas necesarias “para implementar [una] reforma constitucional” en materia de intercep-
ción de comunicación (párr. 206). — “Caso de personas dominicanas y haitianas expulsadas
c. República Dominicana”, en el que la Corte analizó las Constituciones dominicana y hai-
tiana, y ordenó la adopción de las medidas “inclusive, si fuera necesario, constitucionales”
(párr. 470), en relación al trato de refugiados o inmigrantes. En párr. 235 también hay una
apreciación sobre el tratamiento del Tribunal Constitucional doméstico sobre un tema en
particular. Agradecemos a Gisela Ferrari el aporte de estos precedentes.
La progresiva apertura e incorporación del derecho... 181
(81) Fallos 326:4816 (2003). Hemos comentado ampliamente este fallo de la Corte Supre-
ma, en el trabajo “La previsibilidad de los fallos del Jurado de Enjuiciamiento según la juris-
prudencia de la Corte Suprema: el caso Bruza”, ED, Suplemento de Derecho Constitucional,
diario del 23/08/2005, donde remitimos.
(82) CS, 06/10/2009.
(83) “Se ha considerado que el juicio político constitucional no era antes de 1994 un juicio
de naturaleza puramente política, sino político/jurisdiccional. Cualquiera sea la opinión al
respecto antes de 1994, después de la inclusión de los tratados internacionales de derechos
humanos en el inc. 22 del art. 75, que sanciona definitivamente la tesis del derecho único y
los coloca al mismo nivel que las normas de la Constitución Nacional, la conclusión acerca
de la naturaleza del juicio político constitucional debe invertirse: precisamente por tratarse
de una pena, el juicio debe mantenerse como puro juicio político y la pena de inhabilitación
no puede ser ya impuesta por el Senado”, consid. 6.
(84) Fallos 328, 2056 (2005).
(85) Fallos 330:3248 (2007).
182 Alfonso Santiago
(86) Hemos analizado detenidamente esta cuestión en nuestro libro “Tiempo, Constitución
y ley penal”, Lexis-Nexis, Bs. As., 2008, obra escrita en coautoría con el Dr. Héctor Sabelli.
(87) Hemos abordado esta cuestión en nuestro trabajo “Supremacía constitucional y pri-
macía normativa”, en AA.VV. El Derecho Constitucional de cara al Bicentenario 2010-2016,
EDUCA, Bs. As., 2011.
(88) HANS KELSEN, Teoría pura del Derecho, Universidad Nacional Autónoma de Méxi-
co, México, 1979, p. 334.
(89) Sostuvo el juez Maqueda en su voto en el caso Simón: “la consagración positiva del de-
recho de gentes en la Constitución Nacional permite considerar que existía —al momento en
que se produjeron los hechos investigados en la presente causa— un sistema de protección
de derechos que resultaba obligatorio independientemente del consentimiento expreso de
las naciones que las vincula y que es conocido actualmente —dentro de este proceso evoluti-
vo— como ius cogens. Se trata de la más alta fuente del derecho internacional que se impone
a los estados y que prohíbe la comisión de crímenes contra la humanidad incluso en épocas
de guerra. No es susceptible de ser derogada por tratados en contrario y debe ser aplicada por
los tribunales internos de los países independientemente de su eventual aceptación expresa.
Estas normas del ius cogens se basan en la común concepción —desarrollada sobre todo en
La progresiva apertura e incorporación del derecho... 183
en general su validez por medio del consentimiento que brindan los poderes
públicos nacionales en base a las competencias establecidas por una Cons-
titución, que el sostener que las constituciones nacionales son dictadas por
una habilitación contenida en las normas internacionales. La sanción de una
constitución por el Constituyente significa la máxima expresión del derecho
positivo de un Estado y el punto de partida para el reconocimiento y la sanción
de las restantes normas incluidas las internacionales.
Nos parece que la supremacía es siempre constitucional, si bien cabe la
posibilidad de que sea el propio texto constitucional el que establezca la
primacía del derecho internacional o comunitario sobre toda norma interna,
incluida la constitucional. En ese caso, el intérprete privilegiando la norma
internacional da plena operatividad a la propia Constitución. Nos parece que
estos criterios son los que se corresponden con el estado actual de evolución
de los Estados Nacionales en el marco del proceso de globalización. Éste ha
debilitado Estado Nación moderno, ha relativizado partes importante de la so-
beranía estatal, pero aún estamos lejos de poder decir que ha desaparecidos.
Los Estados Nacionales siguen siendo los principales sujetos y protagonistas
del sistema político y jurídico y las instituciones y el derecho internacional
aún está en proceso de conformación.
El Constituyente de 1994 podría haber establecido la primacía del derecho
internacional aún sobre las propias normas constitucionales como lo han
hecho algunas constituciones. Sin embargo, no lo hizo, sino que optó por
darle al Derecho Internacional de los Derechos Humanos un carácter com-
plementario de las disposiciones constitucionales.
III. Conclusiones
En los últimos veinticinco años se han producido profundas transformacio-
nes en el sistema jurídico argentino con motivo de la recepción del derecho
internacional de los derechos humanos.
Tanto a nivel constitucional como de la jurisprudencia de la Corte Suprema
de sus últimas dos integraciones, se ha notado una creciente apertura a las
normas internacionales y a la recepción de las doctrinas jurisprudenciales
establecidos por los órganos del sistema interamericano de derechos hu-
manos. Parecería ser esta una tendencia consolidada, más allá de algunos
reparos y críticas que ha merecido por parte de la doctrina constitucional.
Los criterios que ha fijado la Corte Suprema en esta materia parecerían
ir incluso más allá de la decisión del Constituyente de 1994, quien ya había
la segunda mitad del siglo XX— en el sentido de que existen conductas que no pueden consi-
derarse aceptables por las naciones civilizadas”, Fallos 328:2056, voto Dr. Maqueda, consid. 45.
184 Alfonso Santiago
Poder Legislativo los requisitos son de interpretación estricta, por lo que las
provincias no pueden aplicar más condiciones (materiales o temporales) que
correspondan a la elección de los Diputados de la Nación y a los Senadores
Nacionales, pues ninguno de ellos son funcionarios “locales” y, por lo tan-
to, no pueden estar afectados por restricciones o postergaciones fundadas
en el previo ejercicio de magistraturas locales. Tal es el caso del art. 155 de
la Constitución de la provincia de Mendoza, que además de su extinción
(desde 1994) implicó con anterioridad un avance invasivo de la supremacía
constitucional federal.
II. Según el art. 31 de la Constitución Nacional, las normas nacionales
dictadas a partir de ella (leyes y tratados) son “supremas”, añadiendo que
“las autoridades de cada provincia están obligadas a conformarse a aquéllas,
no obstante cualquier disposición en contrario que contengan las leyes o
constituciones provinciales...”.
El principio constitucional de la supremacía debe ser acatado por las auto-
nomías provinciales y, ciertamente, por parte de los constituyentes locales,
quienes no tienen incumbencia en lo que se refiere a las reglas que rigen la
formación de los cuerpos nacionales (2). Es así como no se han admitido los
intentos de establecer, por ejemplo, que los cuerpos legislativos provinciales
pudieran imponer “mandatos imperativos” a los Diputados de la Nación o a
los miembros del Senado Nacional. La doctrina es unánime al respecto y las
opiniones vertidas en otros niveles han sido desechadas por ser inadmisibles.
En la técnica —con base doctrinaria— de la doble representación en los
Estados federales (diputados representan al pueblo de la Nación y el Senado a
las provincias o estados), el modelo adoptado por la Constitución Argentina
y siguiendo al de la Constitución Federal de los EE.UU. de Norteamérica,
se inició con el régimen de elecciones indirectas o de “segundo grado”, a
cargo de las Legislaturas locales; para pasar más tarde al de elecciones
directas por parte del pueblo: así fue en EE.UU., en abril de 1913 a través de
la Enmienda XVII y en la Argentina por la Reforma constitucional de 1994
(existía el antecedente de la Enmienda Constitucional de 1972 que se aplicó
(2) Véase Bernard Schwartz en “Los Poderes del Gobierno”, tomo II, Comentarios sobre
la Constitución de los Estados Unidos, Ed. UNAM - Facultad de Derecho, México 1966, ps. 129
y 130; cuya doctrina es análoga, pues dice: “Estos son los únicos requisitos para miembros de
la legislatura nacional contenidos en el documento orgánico. ¿Pueden añadirse otros requi-
sitos? Por lo que toca a los estados, la respuesta es clara. Ningún estado puede agregar más
requisitos de los prescriptos en la Constitución para los senadores y representante. Así, una ley
estatal no puede exigir que un candidato al Congreso presente una certificación de que no es
una persona subversiva que trate de derribar por la fuerza al Gobierno. Similarmente, una ley
estatal que prohibiera a un juez participar como candidato en elecciones para cualquier otro
cargo durante su período, no podría tener validez para prohibir la elección de un senador o re-
presentante que fuera candidato en las elecciones mientras todavía era juez”.
La elección de los senadores nacionales por las provincias... 189
en las elecciones generales del año siguiente), sin que mediaran impedi-
mentos electivos por el desempeño de cargos anteriores. Fue bueno que se
siguiera la experiencia norteamericana puesto que la elección indirecta “con
frecuencia eran obstaculizadas o paralizadas hasta que los grupos de interés
lograban imponer sus candidatos”, lo que hizo perder su vigencia; pero a
partir del cambio por la elección directa “el Senado empezó a mutarse con
personalidades surgidas de la elección popular, lo cual debilitó la posición
de los que pretendían mantener el sistema indirecto” (véase Alberto Bian-
chi, “Historia constitucional de los EE.UU.”, Tomo I, ed. Cathedra, Bs. As.
2008, págs. 409 a 413).
III. El régimen de inhabilidades o interdicciones en el acceso al Congreso
Nacional es de interpretación restrictiva o, mejor y más claramente dicho,
debe atenerse a lo que estrictamente disponen las cláusulas respectivas que
emanan del texto de la Constitución nacional y de “las leyes de la Nación
que en su consecuencia se dicten por el Congreso” (conf. art. 31, C.N.) (3).
En consecuencia, las Constituciones provinciales no pueden invadir esa
zona de reserva que es propia del orden supremo establecido por la jerarquía
constitucional. Por ende, los “requisitos” para ser elegido Senador emanan
del art. 55 de la Constitución Nacional, el que indica que únicamente se debe
cumplimentar lo atinente a la edad, la antigüedad en la ciudadanía y “ser
natural de la provincia que lo elija, o con dos años de residencia inmediata
en ella” (4). Si bien el art. 73 dispone que “Los eclesiásticos regulares no
pueden ser miembros del Congreso, ni los gobernadores de provincia por la
de su mando”, se entiende para lo segundo que puede ser candidato y resultar
elegido, pero para su incorporación al Congreso nacional y el ejercicio de su
función debe cesar previamente al cargo ejecutivo provincial (5).
(3) El art. 36 dispone la inhabilidad “perpetua” para los que produzcan o intenten la rup-
tura del orden constitucional. El art. 60 contempla la inhabilidad para cargos públicos de
quienes fueren condenados en juicio político (accesoriamente). En cuanto a la legislación
nacional, surgen inhabilidades que incluye el Código Electoral (ley 19.945) y la Ley Orgáni-
ca de Partidos Políticos (ley 23.298); como así también para los reclusos, penados dolosos,
sordomudos, desertores, en rebeldía, y otros casos previstos en la ley 19.945 (inhabilidades
temporarias).
(4) El requisito establecido en 1853/1860 consistente en “disfrutar de una renta anual de dos
mil pesos fuertes o de una entrada equivalente” (art. 55) es un arcaísmo que se lo puede con-
siderar derogado por desuetudo (es impensable el monto actual de esa cifra, habida cuenta de
los cambios de moneda habidos hasta la fecha). Además, cabe tener en cuenta que la Constitu-
ción Nacional vigente (1994) consagra el concepto de la “igualdad de oportunidades” (art. 75,
incisos 19 y 23) cuya orientación es incompatible y reñida con exigencias de riqueza para ac-
ceder a las Cámaras que componen el Congreso Nacional (ídem, art. 16, igualdad ante la ley).
(5) Conf. Gregorio Badeni, “Tratado de Derecho Constitucional”, tomo III, Ed. La Ley,
año 2010, 3ª ed., ps. 254 y sigts.; ídem Juan A. González Calderón, “Derecho Constitu-
cional Argentino”, tomo II, p. 283, Ed. Lajouane, año 1930.
190 Jorge Reinaldo Vanossi
(7) No hay que ver fantasmas mientras no se trate de tergiversaciones del sistema consti-
tucional, del que el federalismo es uno de sus componentes, pero no el único. Coincidimos
con Gregorio Badeni cuando afirma: “las presiones legítimas que pueden ejercer los ex go-
bernadores provinciales en su condición de diputados o senadores, no constituye un defec-
to sino una virtud en el marco de un sistema federal de Estado. Representando y defendien-
do los intereses provinciales, contribuyen a evitar la concentración del poder y ponen en
funcionamiento un control de poder vertical que es fundamental en el federalismo” (confr.
ob. cit., ps. 254 y sigts.).
Distintos aspectos del régimen
de filiación en el Código Civil y
Comercial
Por Eduardo A. Sambrizzi (*)
I. Fuentes de la filiación
Según resulta del artículo 558 del Código Civil y Comercial, la filiación
puede tener lugar por naturaleza, mediante técnicas de reproducción (1)
humana asistida, o por adopción, modificándose de tal manera la anterior
normativa, según la cual la filiación podía tener lugar por naturaleza —ya
sea matrimonial o extramatrimonial— o por adopción. De lo que resulta
que se ha agregado una nueva fuente de filiación, la obtenida mediante
técnicas de procreación asistida.
No obstante, un análisis puntual de la cuestión no puede sino llevar a la
conclusión de que la filiación obtenida por aplicación de las técnicas de pro-
creación asistida no constituye una nueva fuente de filiación, sino que, en todo
caso, esa nueva fuente lo sería la denominada voluntad procreacional (2), tan
es así que en los Fundamentos del Anteproyecto del Código que finalmente
fue sancionado, se afirma que “la voluntad procreacional es el elemento cen-
tral y fundante para la determinación de la filiación cuando se ha producido
por técnicas de reproducción humana asistida, con total independencia de
si el material genético pertenece a las personas que, efectivamente, tienen la
voluntad de ser padres o madres, o de un tercero ajeno a ellos. De este modo,
el dato genético no es el definitivo para la creación de vínculo jurídico entre
una persona y el niño nacido mediante el uso de las técnicas en análisis, sino
quién o quiénes han prestado el consentimiento al sometimiento a ellas”.
II. Determinación de la filiación
Con relación a la determinación de la filiación, cabe en primer lugar poner
de relieve que en todos los casos, sea que el nacimiento se haya producido
con motivo de una relación sexual natural entre hombre y mujer, o por
aplicación de una de las varias técnicas de procreación asistida, la gestante
es siempre madre del nacido.
En cuanto a la determinación de la filiación del o de la cónyuge o de la
pareja de la gestante, el nuevo Código establece una distinción decisiva
según que el nacido haya sido gestado por aplicación de alguno de los proce-
dimientos de procreación asistida, o no, pues en este último supuesto, padre
del nacido —ya sea matrimonial o extramatrimonial— es el hombre que
tiene relación genética con el niño, por haber sido quien tuvo una relación
sexual con su madre. Mientras que, en cambio, si el niño hubiera nacido
mediante un procedimiento de procreación asistida, contrariamente a lo
que resultaba del Código Civil derogado, el artículo 562 del nuevo Código
dejó de lado a la aportación genética o biológica para la determinación ya
sea de la paternidad o de la comaternidad, apartándose de tal manera —en
una especie de giro copernicano— de la relación genética como determi-
nante de la filiación (3).
Ya no interesa, por tanto, que —aparte de la gestante— la otra persona que
presta el consentimiento para la procreación asistida sea hombre o mujer,
estén o no casados, vivan o no juntos, y ni siquiera que se conozcan entre
ellos. Lo que supone una alteración injustificada de los principios funda-
mentales para la determinación de las relaciones filiatorias (4) —que hasta
Derecho de Familia y de las Personas, año IV, n° 6, julio de 2012, p. 116, 2; FAMÁ, María Victoria,
“Algo más sobre la filiación por técnicas de reproducción humana asistida”, Derecho de Familia.
Revista Interdisciplinaria de Doctrina y Jurisprudencia, nº 63, marzo de 2014, p. 293.
(3) Véase BERBERE DELGADO, Jorge Carlos, “El Derecho Filial en el Proyecto de Código
Civil y Comercial. Nuevos paradigmas”, RDFyP, año 4, n° 6, julio de 2012, p. 143.
(4) Véase al respecto, LAFFERRIÈRE, Jorge Nicolás y BASSET, Úrsula C., “Dos madres,
padre anónimo presunción de maternidad en parejas de hecho no comprobadas, un
régimen de filiación...
Distintos aspectos del 197
la reforma era la relación genética, lo que era tenido como una especie de
pauta sagrada e inamovible—, llegándose de tal manera a la disponibilidad
de los vínculos filiatorios, que de por sí son indisponibles (5).
En efecto, además de a la gestante, se considera como padre o segunda
madre del nacido, a la persona que expresó en la forma requerida por la ley la
voluntad procreacional, o sea, a quien prestó consentimiento para ser padre
o segunda madre, debiendo ese consentimiento ser previo, libre e informado.
Y si me refiero a segunda madre del niño (o co-madre), es debido a que de
acuerdo a las disposiciones del nuevo Código, tanto un hombre como una
mujer pueden prestar el consentimiento requerido para ser considerado
—además de la gestante— como progenitor o progenitora del nacido.
La voluntad procreacional constituye una creación del nuevo Código sin
antecedentes en la legislación argentina, que deja de lado un aspecto ob-
jetivo para la determinación de la filiación, como lo es la relación genética,
que es desplazada, para pasar a depender en los supuestos de procreación
asistida, de un aspecto subjetivo, como lo es la voluntad. Lo que es criti-
cable, puesto que, como norma general, la identidad de toda persona en
relación con sus predecesores o ancestros resulta del nexo genético y no,
en cambio, de la voluntad de ser padres.
El nuevo Código argentino ha priorizado ciertos intereses y derechos que
no son los de los menores, sino los de los adultos (6), siendo tratado el niño
niño con identidad paterna pretoriamente silenciada”, RDFyP, año 3, nº 6, julio de 2011,
p. 57, 5.
(5) Afirma Mercedes Ales Uría la exigencia de que biología y filiación formal coincidan,
dado que es la mejor manera de salvaguardar el derecho a la identidad del nacido: “Las di-
sociaciones de la maternidad y paternidad a partir de las TRHA. Un análisis del Proyecto de
Reforma a partir del derecho comparado”, RDFyP, año V, n° 2, marzo de 2013, ps. 121 y sig.
(6) DI LELLA, Pedro, “Filiación y autonomía de la voluntad (A propósito de la ley 26.618)”,
Derecho de Familia. RDF, Jurisprudencia n° 50, julio de 2011, ps. 137 y sigs., y 147; MIZRAHI,
Mauricio Luis, “Observaciones al Proyecto en materia de filiación”, RDFyP, año IV, n° 6, julio
de 2012, p. 124, II. Recuerda dicho autor la jurisprudencia invariable de la Corte Suprema
de Justicia en el sentido de que el interés primordial de los niños orienta y condiciona toda
decisión de los tribunales de todas las instancias, lo que hace que se requiera adoptar medi-
das especiales para su protección, en atención a su condición de vulnerabilidad; LAJE, Ale-
jandro, “Las derivaciones inmediatas y mediatas del vínculo materno-filial por el Proyecto”,
RDFyP, año 4, n° 6, julio de 2012, p. 138, III; BERBERE DELGADO, Jorge Carlos, “El Derecho
Filial en el Proyecto de Código Civil y Comercial. Nuevos paradigmas”, cit., RDFyP, año 4,
n° 6, julio de 2012, p. 142, II; AZPIRI, Jorge O., “La filiación en el Proyecto de Código Civil
y Comercial”, cit., RDFyP, año IV, n° 6, julio de 2012, p. 116, 3; CORRAL TALCIANI, Hernán,
Familia y Derecho. Estudios sobre la realidad jurídica de la familia, Santiago de Chile, 1994,
ps. 167 y sigte.; BELLUSCIO, Augusto César, “La filiación en el Código Civil y Comercial”, J.A.,
diario del 27-05-2015, I; QUINTANA, Eduardo Martín, “Persona y filiación en la legislación
actual y el Proyecto de Reforma del Código Civil y Comercial Unificado”, RDFyP, año VI, nº 8,
Septiembre de 2014, ps. 218, 2.1. y 219, 2.3.
198 Eduardo A. Sambrizzi
(7) ALES URÍA, Mercedes, “Las disociaciones de la maternidad y paternidad a partir de las TRHA.
Un análisis del Proyecto de Reforma a partir del derecho comparado”, cit., RDFyP, año V, n° 2, marzo
de 2013, ps. 119 y sig., 1 y 2, y p. 132, 4. Agrega dicha autora que “ambos intereses son comunes a
todos los nacidos y, junto con la lucha por alcanzar la igualdad, constituyen los motivos esenciales
—como vertientes de la protección del interés del menor y la igualdad de los hijos— que vertebran
la transformación sufrida por el Derecho de Filiación a partir de la segunda mitad del siglo XX”.
Véase, de la misma autora, “Reproducción heteróloga y determinación de la filiación”, RDFyP, año
V, n° 6, julio de 2013, pág. 207, donde afirma con relación al entonces Anteproyecto de 2012, que si
bien sostiene en sus Fundamentos la importancia de algunos derechos y principios rectores, como
el derecho a la identidad y la verdad biológica como criterio guía, “presenta serias dificultades al
momento de conjugar de manera coherente estos principios con las disposiciones del régimen
de filiación que propone”. Véase, asimismo, PERRINO, Jorge Oscar, “Filiación. Anteproyecto del
Código Civil”, LA LEY, 2012-A, 581, I, y ps. 582 y 588, VI. Véase también del mismo autor, “Hijos de
primera e hijos de segunda”, ED, 255-786, III; BASSET, Úrsula C., “La suprema potestas del juez
contencioso administrativo porteño para gestar la paternidad, hacer la ley y negar la identidad.
Otro niño que tendrá dos madres y ningún padre”, ED, 243-783, h); y “La democratización de la
filiación asistida”, cit., ADLA, Boletín Informativo, año LXXIV, n° 30 del 17-11-2014, págs. VI y VII;
GARCÍA de SOLAVAGIONE, Alicia, “Filiación por naturaleza o biológica”, en Derecho de Familia
y de las Personas, AA.VV., Córdoba 2014, págs. 138 y sig.
(8) LAFFERRIERE, Jorge Nicolás, “La ley 26.618 y sus implicaciones en materia de filia-
ción a la luz del derecho a la identidad del niño”, RDFyP, año IV, nº 2, marzo de 2012, pág. 37.
Remitimos asimismo con respecto a la crítica de la denominada “voluntad procreacional”,
a la nota de QUINTANA, Eduardo Martín, “Persona y filiación en la legislación actual y el
Proyecto de Reforma del Código Civil y Comercial Unificado”, RDFyP, año VI, nº 8, septiembre
de 2014, págs. 217 y sigs., donde entre otras afirmaciones, sostiene que “la nueva categoría
introducida en la reforma obedece a la intención de superar cualquier resabio natural pre-
sentando un procedimiento procreador consecuencia de una construcción semántica cuya
finalidad reside en el establecimiento de que esta novedosa filiación tenga sus fines y reglas
específicas totalmente ajenas a la realidad”.
régimen de filiación...
Distintos aspectos del 199
deja de ser persona para pasar a ser un objeto a merced de la decisión vo-
luntaria de sus padres en la definición de los elementos más determinantes
de su identidad (9).
En definitiva, la voluntad procreacional no constituye, a mi juicio, una
pauta valiosa para la determinación de la maternidad o la paternidad en la
procreación asistida, ya que puede crear graves confusiones que no favore-
cen en absoluto la previsibilidad y la seguridad que debe tratar de lograrse
en esta materia, no debiendo olvidarse que en este tipo de cuestiones se
encuentra involucrado en importante medida el orden público, que no deja
casi margen para la actuación de la voluntad de las personas involucradas.
III. Por aplicación de la voluntad procreacional, el niño puede tener
dos madres que entre ellas sean madre e hija
Las normas establecidas en materia de procreación asistida, que no esta-
blecen límites para la prestación del consentimiento que se requiere para
ser progenitores, trastocan todo el sistema de parentesco y de filiación, lo
que puede desembocar en situaciones insolubles. Y así, se pueden multipli-
car hasta supuestos insospechados los casos en los que por aplicación de la
doctrina de la voluntad procreacional, se llegaría a situaciones francamente
inconvenientes en materia de filiación, además de violatorias del derecho
a la identidad del nacido (10).
En efecto, por aplicación de dichas normas, además de poder ser ma-
dres de la persona nacida dos mujeres casadas entre sí o que conviven,
también pueden serlo una madre y su hija que prestaron el consenti-
miento previo exigido por el Código para que la hija geste un niño con
un óvulo de ella o de otra mujer, y semen donado. En esa hipótesis, la
madre de la gestante va a ser madre del nacido —puesto que prestó el
consentimiento legal—, a la vez que abuela del mismo, ya que el nacido
también es hijo de su hija. Mientras que la gestante también va a ser madre
del niño, por haberlo gestado, además de hermana, en razón de ser hijo
de su madre. Como se puede ver, un verdadero disparate ciertamente
(9) LAFFERRIÉRE, Jorge Nicolás, “Dos madres por reconocimiento sucesivos, voluntad
procreacional y manipulación de la de la identidad de los niños por activismo judicial en
la Ciudad de Buenos Aires”, ED, 243-754, 3. Conf., en que la voluntad procreacional como
atributiva de filiación cosifica al hijo, ORTELLI, Ana, “Dos madres para un niño sin derechos.
Entre la verdad y la voluntad”, ED, 243-774.
(10) En definitiva, se darían supuestos similares a los que podrían ocurrir en materia de
clonación de seres humanos, trastocándose de tal manera, tal como recién dijimos y como
bien ha afirmado Aída Kemelmajer de Carlucci al ocuparse de la clonación, “las nociones de
filiación y parentesco” (“Determinación de la filiación del clonado”, en J.A., Número especial
del 19-12-2001, Bioética, 2ª parte, p. 34).
200 Eduardo A. Sambrizzi
(11) Conf.,BASSET, Úrsula C., Código Civil y Comercial Comentado. Tratado exegético,
dirigido por ALTERINI, Jorge, Buenos Aires, 2015, t. III, págs. 520 y 522; y “Filiación. Con-
régimen de filiación...
Distintos aspectos del 201
sideraciones generales”, en Análisis del Proyecto de nuevo Código Civil y Comercial 2012,
AA.VV., Buenos Aires, 2012, p. 297, donde también afirma que con el art. 566 el Código “no
está creando una presunción, sino atribuyendo una filiación dogmáticamente”; FORNÓS
AMORÓS, Esther, “Acceso a la reproducción asistida por parejas del mismo sexo en España:
Estado de la cuestión, propuestas y retos”, RDF, n° 49, mayo de 2011, p. 172; NAVARRO MI-
CHEL, Mónica, “Parejas del mismo sexo y técnicas de reproducción asistida. Situación en
España”, RDF, n° 57, noviembre de 2012, p. 110, V; AZPIRI, Jorge Osvaldo, “Los matrimonios
homosexuales y la filiación”, RDFyP, año 2, n° 9, octubre de 2010, p. 4, n° 3; MEDINA, Graciela,
“Matrimonio entre personas del mismo sexo en el derecho comparado. Filiación, objeción
de conciencia, matrimonio entre extranjeros y constitucionalidad”, en RDFyP, año 2, nº 10,
noviembre de 2010, p. 20, III, 2; ROVEDA, Eduardo G. y MASSANO, María A., “La reforma
de la ley 26.618 en materia filiatoria”, en Anales de Legislación Argentina, año LXXI, n° 8,
de fecha 31-03-2011, pág. IV, n° IV; PERRINO, Jorge Oscar, “Una sentencia que modificó el
Código Civil”, ED, 243-749 y sig.; GALLI FIANT, María Magdalena, “Paternidades limitadas”,
RDFyP, año VI, nº 1, enero-febrero de 2015, p. 63, III (57); Contra, KEMELMAJER de CAR-
LUCCI, Aída, HERRERA, Marisa y LAMM, Eleonora, “Filiación y Homoparentalidad. Luces
y sombras de un debate incómodo actual”, La Ley, 2010-E, 982, V.
(12) BELLUSCIO, Augusto César, “La Filiación en el Código Civil y Comercial”, cit.,
J.A., diario del 27 de mayo de 2015, III. Agrega dicho autor, que lo expresado vale en el
estado actual de la ciencia, no pudiendo de todas maneras desecharse la posibilidad de
que en un futuro se logre fecundar el óvulo de una mujer con una célula del cuerpo de
otra, supuesto en el que la doble maternidad sería real. Por nuestra parte, señalamos
que a esta altura no parece inadecuado recordar la sabiduría del dicho popular sobre
que “madre hay una sola”.
(13) Véase al respecto, POLVERINI, Verónica, “La voluntad procreativa como causa fuente
de filiación”, en Análisis del Proyecto de nuevo Código Civil y Comercial 2012, AA.VV., Buenos
Aires, 2012, pág. 309.
202 Eduardo A. Sambrizzi
(14) Conf. ALES URÍA, Mercedes, “Las disociaciones de la maternidad y paternidad a partir
de las TRHA. Un análisis del Proyecto de Reforma a partir del derecho comparado”, cit., RDFyP,
año V, n° 2, marzo de 2013, p. 131, donde afirma que la presunción se vuelve inoperante.
(15) Por lo que se ha propuesto como solución —hasta ahora sin respuesta— la fijación de
un mecanismo ulterior de subsanación de la falta del consentimiento en supuestos taxativa
o enumerativamente previstos por ley, como podría ser para casos de ausencia o privación
temporaria de la capacidad, entre otros. Véase al respecto, BASSET, Úrsula C., “El consentimiento
informado y la filiación por procreación asistida en el Código Civil y Comercial”, LA LEY, diario
del 14 de julio de 2015, X.
régimen de filiación...
Distintos aspectos del 203
(16) Conf. nuestra nota “La inscripción de tres padres para un hijo: una resolución contra legem”,
LA LEY, diario del 26 de mayo de 2015. Contra, FERRARI, Gustavo y MANSO, Mariana, “La triple
filiación como ampliación de derechos: el rol del Estado”, LA LEY, diario del 31 de julio de 2015.
(17) Véase asimismo al respecto, POLVERINI, Verónica, “La voluntad procreativa como
causa fuente de filiación”, cit., pág. 304, A.
204 Eduardo A. Sambrizzi
(18) A su vez, el artículo siguiente dispone que en caso de fallecimiento del presunto pa-
dre, la prueba puede realizarse sobre material genético de los dos progenitores naturales de
éste. Y ante la negativa o imposibilidad de uno de ellos, puede autorizarse la exhumación del
cadáver, pudiendo el juez optar entre esas posibilidades, según las circunstancias del caso.
(19) Lo que despertado críticas en la doctrina. Véase al respecto, entre otros, FAMÁ, María
Victoria, “La prueba genética en el Proyecto de Código”, LA LEY, 2013-E, 952 y sig., VI; GALLI
FIANT, MARÍA Magdalena, “Pruebas biológicas en la filiación”, LA LEY, 2014-A, 849 y sigs.,
IV; MIZRAHI, Mauricio Luis, “La compulsión en la ejecución de la prueba genética para
determinar la identidad de origen”, ED, 206-852, IV; y “La compulsión en la ejecución en
la prueba genética para determinar la identidad de origen”, ED, 206-856, VI; Famá, María
Victoria y Herrera, Marisa, “La identidad en serio: sobre la obligatoriedad de las pruebas
biológicas en los juicios de filiación”, en Derecho de Familia. Revista Interdisciplinaria de
Doctrina y Jurisprudencia, n° 33, marzo/abril 2006, pág. 89; LLOVERAS, Nora y Salomón,
Marcelo J., “La filiación presuntiva y la filiación verdadera: la constitucionalidad de la obli-
gatoriedad de las pruebas biológicas”, en RDF, n° 36, Buenos Aires, marzo/abril 2007, pág.
110; LLOVERAS, Nora y ORLANDI, Olga, “La prueba biológica y la negativa del demandado:
¿Cosa juzgada material?”, RDF, 2009-II-67, págs. 110 y sigte., IV.
(20) Fallos, 313:1113. Conf. CSJN, LA LEY, 1991-B, 470, con nota aprobatoria de MA-
ZZINGHI, Jorge Adolfo, “Cabal interpretación de una supuesta garantía constitucional”;
LA LEY, 2003-F, 434, con nota aprobatoria cit. de BIDART Campos, Germán J., “El examen
hematológico mediante prueba obtenida compulsivamente”. Véase asimismo sobre este
último fallo y otros casos similares, CARBONE, Carlos Alberto, “La negativa de la víctima a
la extracción de sangre para pericia de ADN en los casos de lesa humanidad y según el art.
218 bis del CPPN”, ED, 254-523.
régimen de filiación...
Distintos aspectos del 205
(21) CSBA, LA LEY, 2000-A-558, 42.299-S y ED, 180-216; ídem, Ac. 51.583, 17/10/1995;
Ac. 62.514, 15/04/1997; Ac. 67.883, 21/04/1998; Ac. 73.293, 24/08/1999; RDF, 2009-II-67,
con nota cit. de LLOVERAS, Nora y ORLANDI, Olga, “La prueba biológica y la negativa del
demandado: ¿Cosa juzgada material?”; CNCivil, Sala C, ED, 157-270; ídem, Sala E, LA LEY,
1988-D-310, con nota aprobatoria de GREGORINI CLUSELLAS, Eduardo L., “Las implicancias
de la negativa a someterse a las pruebas biológicas en el nuevo enfoque para determinar
la filiación”; ídem, id., LA LEY, 1990-C-440; ídem id., RDF, 2012-III, junio de 2012, pág. 52,
con nota de CASEY, María Inés, “Lo que no se tuvo en cuenta para la procedencia del daño
moral: Cargas probatorias dinámicas y conducta procesal del demandado en un proceso de
filiación”; ídem, Sala I, LA LEY, 2001-E-739, con nota de Solari, Néstor E., “Valoración de la
prueba biológica. Cuestiones constitucionales y procesales” (El fallo también fue publicado
en LA LEY, 2002-E, 278, con nota de Cassani, Daniel H., “¿Dos garantías en peligro?”); CA-
pel.CyC de Junín, ED, 169-22, con nota de ÁLVAREZ, Osvaldo Onofre, “Posesión de estado
en los juicios de filiación extramatrimonial”; Trib.Col.de Familia nº 4 de Rosario, LA LEY,
2000-B-836 y sigte., 42.465-S.
Diversidad biológica y
diversidad jurídica.
Visión argentina
Por Aída Kemelmajer de Carlucci (*)
I. Introducción
Estas reflexiones tienen origen en las Jornadas franco-argentinas sobre
Diversidad Biológica y Derecho, organizadas por las universidades argentinas
de Mendoza y Gastón Dacharie, en asociación con el Ministerio de Ecología
de la provincia de Misiones, la universidad de París XIII y el IRDA (Instituto de
Investigación por un Derecho Atractivo), desarrolladas la primera semana de
junio de 2016. Como en las reuniones anteriores, la función de los profesores
argentinos fue trabajar en paralelo, es decir, comparar, traer al ordenamiento
nacional, las descripciones y propuestas de nuestros colegas franceses. En
esta oportunidad, debí hacerlo con la estupenda ponencia introductoria
de las jornadas presentada por el decano de la Universidad de París XIII,
Didier Guével. Sus reflexiones parten de señalar los estrechos lazos entre
biodiversidad y diversidad cultural, conforme el siguiente esquema lógico:
a) El ser humano pertenece a la naturaleza.
b) Los vínculos entre las ciencias llamadas exactas y las ciencias humanas
son mucho más estrechos de lo que generalmente se cree.
c) Hay una evolución de las especies naturales; podría hablarse, en paralelo,
de una evolución de las culturas jurídicas.
d) Del mismo modo que el derecho protege la diversidad biológica, debe
amparar la diversidad cultural.
En la República Argentina, diversas normas y posiciones doctrinales pres-
tan adhesión a esta visión que no construye un muro, sino que tiende un
puente entre las llamadas ciencias exactas y humanas.
En primer lugar, tiene fuerte apoyo en el art. 41, segundo párrafo de la CN:
“Las autoridades proveerán a la protección de este derecho, a la utilización
racional de los recursos naturales, a la preservación del patrimonio natural
y cultural y de la diversidad biológica, y a la información y educación am-
bientales” (1).
En la misma línea, el art. 8 del Convenio de Biodiversidad (en adelan-
te CBD), aprobado por ley 24.375, entre las obligaciones de los Estados,
enumera:
“j) Con arreglo a su legislación nacional, respetará, preservará y manten-
drá los conocimientos, las innovaciones y las prácticas de las comunidades
indígenas y locales que entrañen estilos tradicionales de vida pertinentes
para la conservación y la utilización sostenible de la diversidad biológica y
promoverá su aplicación más amplia, con la aprobación y la participación
de quienes posean esos conocimientos, innovaciones y prácticas, y fomen-
tará que los beneficios derivados de la utilización de esos conocimientos,
innovaciones y prácticas se compartan equitativamente”.
Según la teoría de la evolución, “gracias a la existencia de diversidad gené-
tica dentro de las especies, éstas pueden adaptase a los cambios del ambiente
que marcaron la historia de la tierra” (2). Incluso desde el creacionismo
religioso se dice: “La cultura produjo diversidad, categorías para clasificar-
la, políticas para administrarla. La creación es biodiversa. Contemplamos
la naturaleza y observamos que el mundo de lo creado está expandido en
la no uniformidad y genera su propio equilibrio, donde no todo es igual ni
simétrico. Gracias a la ciencia, la interpretamos, establecemos jerarquías,
estructuramos explicaciones” (3).
Aunque con alguna expresión (“domar”) que hoy rechazamos respecto de
la naturaleza, Mario Bunge resume magistralmente la función de la ciencia
como puente entre ambos mundos: “La ciencia es valiosa como herramienta
(1) Para un análisis del artículo ver CAFFERATTA, Nestor, “Bienes y valores colectivos del
patrimonio cultural, Revista Derecho Público”, Infojus, Bs. As., año IV - N° 11 - noviembre
2015, p. 35. De esta norma, algunos autores derivan la condición de sustentabilidad, que
consiste, precisamente, en la utilización humana de los recursos naturales preservando
la integridad del patrimonio natural y, dentro de éste, la biodiversidad (compulsar VALLS,
Mariana, “Derecho ambiental. Los grandes problemas ambientales que enfrenta la Argentina
a fin de siglo”, ed. Ciudad Argentina, Bs. As., 1999, p. 94).
(2) Lévêque, citado por BONESSO DE ARAÚJO, Luiz Ermani, “Destruição e apropriação da
biodiversidade na América Latina: a negação do futuro”, en Bonesso de Araújo y otro, Integra-
ción y Derecho, ed. Ediar, Bs. As., 2007, p. 24. Según el autor citado, la palabra biodiversidad fue
introducida por los ambientalistas que se quejaban de la destrucción de las especies.
(3) BERGMAN, Sergio, “Celebrar la diferencia. Unidad en la diversidad”, ed. B. Argentina
SA, Bs. As., 2009, p. 85.
Diversidad biológica y diversidad jurídica. Visión argentina 209
(4) BUNGE, Mario, “La ciencia, su método y su filosofía”, ed. Siglo Veinte, Bs. As., 1980, p. 36.
(5) GROS ESPIELL, Héctor, “Biodiversidad, ética y derecho”, en A.V., Un homenaje a Don
César Sepúlveda, ed. Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1995, ps. 201 y
203.
(6) GROS ESPIELL, Héctor, Biodiversidad, ética y derecho, en op. cit., ps. 197.
210 Aída Kemelmajer de Carlucci
pues hace referencia a “todos los organismos vivos, de cualquier origen, pro-
vengan de ecosistemas terrestres, marinos, o de otros ecosistemas acuáticos,
así como el complejo ecológico al que pertenecen. Incluye la diversidad de
las especies, y la diversidad entre las especies, así como la de los ecosistemas”.
De la definición de la CBD surgen tres niveles de diversidad:
a) De los ecosistemas (por ej. terrestres, marítimos, etc.).
b) Entre las especies.
c) Dentro de cada especie, o diversidad genética, variedad de diferentes
genes o genomas en una especie. Se la define como la “variabilidad de la
información genética contenida en el material genético de los especímenes
de todas las especies de vegetales, de animales o de microorganismos que
pueblan la tierra” (7).
En suma, el término biodiversidad recoge todos los tipos y variedades
en que la vida se manifiesta, ordenándolos en tres niveles de organización:
ecosistemas, especies y genes (8). La diversidad biológica, entonces, es la
variedad de la vida en todas sus formas, niveles y combinaciones: plantas,
animales y microorganismos, ecosistemas y procesos ecológicos de los que
aquellos forman parte (9). La biodiversidad no es un simple catálogo o suma
de genes, especies o ecosistemas, sino un conjunto dinámico e interactivo
entre los diferentes niveles de la jerarquía biológica (10).
La diversidad biológica es, pues, un concepto abstracto; en cambio, sus
componentes son concretos y, por eso, adquieren particular relevancia. “En
efecto, los derechos y los deberes referidos a la biodiversidad sólo pueden ser
ejercitados sobre sus componentes tangibles, es decir, sobre los ecosistemas, las
poblaciones, los especímenes o su material genético. De hecho, la conservación
(7) PÉREZ SALOM, José R., “Recursos genéticos, biotecnología y Derecho internacional.
La distribución justa y equitativa de beneficios en el Convenio sobre biodiversidad”, ed.
Aranzadi/Thomson, Madrid, 2002, p. 27. La CBD entiende por “material genético” todo ma-
terial de origen vegetal, animal, microbiano o de otro tipo que contenga unidades funciona-
les de la herencia.
(8) TRILLO, José A.P., “Biodiversidad: convenio y estrategias nacionales”, en Sánchez,
Vicente, La Convención de diversidad biológica: problemas y oportunidades, en Da Cruz,
Humberto (dirección) Conservación de la Naturaleza, ed. Complutense, Madrid, 1996, p.
33.
(9) PÉREZ SALOM, José R., “Recursos genéticos, biotecnología y Derecho internacional”,
op. cit., p. 35.
(10) ZAMUDIO, Teodora, “Protección jurídica de las innovaciones”, ed. Ad Hoc, Bs. As.,
2001, p. 130.
Diversidad biológica y diversidad jurídica. Visión argentina 211
(11) PÉREZ SALOM, José R., “Recursos genéticos, biotecnología y Derecho internacional”,
op. cit., p. 37.
(12) TRILLO, José A.P., “Biodiversidad: convenio y estrategias nacionales”, en Sánchez, Vi-
cente, op. cit., p. 41.
(13) GROS ESPIELL, Héctor, “Biodiversidad, ética y derecho”, en op. cit., p. 199.
(14) http://www.gbif.org/.
(15) CHAPMAN, “Australian Biodiversity Information Services”, Department of Environ-
ment, Government of Australia (http://www.environment.gov.au/node/13866).
(16) Mora et. al 2011 http://journals.plos.org/plosbiology/article?id=10.1371/journal.
pbio.1001127.
212 Aída Kemelmajer de Carlucci
(17) GROS ESPIELL, Héctor, “Biodiversidad, ética y derecho”, en op. cit., ps. 201 y 203.
(18) Entrevista a Matthew Lamanna, especialista del Museo Carnegie de Historia Natural
de Pittsburgh, Diario Jornada, de Chubut, 28/4/2016, p. 20.
(19) RIFKIN, Jeremy, “El siglo de la biotecnología. El comercio genético y el nacimiento de
un mundo feliz”, trad. por Juan Pedro Campos, ed. Paidos, Barcelona, 2009, p. 32.
Diversidad biológica y diversidad jurídica. Visión argentina 213
(20) PÉREZ SALOM, José R., “Recursos genéticos, biotecnología y Derecho internacional”,
op. cit., p. 53.
(21) LÓPEZ BERMÚDEZ, Francisco, “Erosión y desertificación; los problemas de las zo-
nas áridas”, en Da Cruz, Humberto (dirección) Conservación de la Naturaleza, ed. Complu-
tense, Madrid, 1996, p. 106.
(22) VALLS, Mariana, “Derecho ambiental. Los grandes problemas ambientales que en-
frenta la Argentina a fin de siglo”, ed. Ciudad Argentina, Bs. As., 1999, p. 90.
(23) GROS ESPIELL, Héctor, “Biodiversidad, ética y derecho”, en op. cit., p. 199.
(24) Como señala el profesor Didier en su trabajo, el hombre común no es consciente de
la ayuda que le prestan los seres más insignificantes. En el siglo XIX, Darwin reconocía la
214 Aída Kemelmajer de Carlucci
(28) ZAMUDIO, Teodora, “Protección jurídica de las innovaciones”, ob. cit., p. 131. Ver
DUTIHIE, David, “Perspectivas globales y locales sobre biodiversidad: Un cuento cautelar
sobre la diferencia entre el dicho y el hecho en Kenya”, en Da Cruz, Humberto (dirección)
“Conservación de la Naturaleza”, ob. cit., p. 51.
(29) PÉREZ SALOM, José R., “Recursos genéticos, biotecnología y Derecho internacional”,
op. cit., p. 59.
(30) RIFKIN, Jeremy, “El siglo de la biotecnología. El comercio genético y el nacimiento de
un mundo feliz”, ob. cit., p. 24.
216 Aída Kemelmajer de Carlucci
(31) Me he referido brevemente a este convenio, hace ya varios años en mi artículo “Pro-
yecto genoma humano sobre diversidad”, en A.V., Bioética y Genética, ed. Ciudad Argentina,
Bs. As., 2000, p. 143 y en JA, 1999-IV-910, punto VII.
(32) SÁNCHEZ, Vicente, “La Convención de diversidad biológica: problemas y oportu-
nidades”, en Da Cruz, Humberto (dirección) Conservación de la Naturaleza, ob. cit., p. 27.
(33) Para algunos este es el principal de los objetivos. Ver BONESSO DE ARAÚJO, Luiz Er-
mani, “Destruição e apropriação da biodiversidade na América Latina: a negação do futuro”,
en Bonesso de Araújo y otro, Integración y Derecho, Bs. As., ed. Ediar, 2007, p. 29.
Diversidad biológica y diversidad jurídica. Visión argentina 217
(34) Grupo de trabajo Guillermo Cabanellas, “El compromiso internacional sobre re-
cursos fitogenéticos; análisis del concepto jurídico de patrimonio común de la humanidad y
sus implicaciones en el ámbito del derecho internacional”, en Ambiente y Recursos natura-
les, vol. II n° 4. Octubre-diciembre 1985, p. 80.
218 Aída Kemelmajer de Carlucci
los derechos de quien patenta estos recursos (35); los países en desarrollo
(ricos en genes), porque se sienten expoliados, desde que no participan
de los beneficios que derivan de la utilización del material genético y del
conocimiento que proviene de su territorio.
La posición de los países desarrollados no deja de ser contradictoria. Afir-
man que los recursos biológicos son patrimonio común de la humanidad,
calificación que los habilita a usarlos; pero, por otro lado, reclaman el derecho
a patentar las formas de vida y el material genético, idea contrapuesta a la de
patrimonio común. De allí que el concepto amplio de propiedad intelectual o
industrial protegible, aceptado en los países más desarrollados, comprensivo
de los recursos biológicos, constituye una grave amenaza para la diversidad
biológica, pues no hay interés en preservarla porque los agricultores terminan
pagando un royalty a las compañías que compraron los derechos sobre esas
semillas y, en cambio, los recursos biológicos carecen del valor que realmente
tienen para sus dueños (36).
Después de intensas negociaciones, el Convenio optó, entonces, por reco-
nocer la soberanía del país sobre sus recursos naturales (art. 15, lo que im-
plica el derecho de cada Estado a legislar sobre sus recursos), pero al mismo
tiempo, imponer claramente las responsabilidades de cada Estado en cuanto
a la conservación y uso sustentable que la posesión de esos recursos implica.
Además, los países en desarrollo lograron incluir, como uno de los objetivos
del convenio, junto a la conservación y el uso sostenible de la biodiversidad,
la distribución de los beneficios derivados de la utilización de los recursos
genéticos (37).
(35) El tema preocupa a la doctrina desde hace varios años. Ver CABRERA MEDAGLIA,
Jorge, “Propiedad intelectual, comercio y biodiversidad: posibilidades y opciones para es-
tablecer sinergias entre los sistemas de propiedad intelectual y los tratados ambientales”,
en Rev. de Derecho Ambiental, 2011, n° 25, p. 1 y ss. (se trata de un trabajo de más de 150
páginas); CASELLA, Aldo Pedro, “Recursos genéticos, patentes y biodiversidad”, en Rev. de
Derecho Ambiental, 2005, n° 4, p. 139; ZAMUDIO, Teodora, “Protección jurídica de las inno-
vaciones”, ob. cit. p. 148, entre muchos.
(36) La Justicia argentina ha negado el derecho emergente de esas patentes. En este sentido,
se afirma: “La semilla transgénica no es una cosa mueble fungible y consumible sino una “idea”
que se renueva con cada mejora incremental, con lo cual, cada patente del material genético re-
novado implica el reconocimiento de una suerte de monopolio sobre una parte de la naturale-
za por un lapso que nadie está en condiciones de precisar, en detrimento de la biodiversidad,
que fue declarada como un objetivo de toda la humanidad en el ámbito de las Naciones Uni-
das” (Cám. Nac. Fed. CC, sala III, 26/11/2015, “Monsanto Technology c/Instituto Nacional de la
propiedad industrial”, LA LEY, 2016-B, 93, comentado favorablemente por BERGEL, Salvador D.
“Una sentencia destacable sobre patentabilidad vegetal” y en LA LEY, 2016-B, 546, con nota ad-
versa de OTAMENDI, Jorge, “Sobre la patentabilidad de inventos en reino vegetal. Una réplica”).
(37) CABRERA MEDAGLIA, Jorge, “Propiedad intelectual, comercio y biodiversidad: po-
sibilidades y opciones para establecer sinergias entre los sistemas de propiedad intelectual y
los tratados ambientales”, en Rev. de Derecho Ambiental, 2011, n° 25, p. 35.
Diversidad biológica y diversidad jurídica. Visión argentina 219
(38) CHAUVET, Michel y GALLAND, Jean Paul, “La diversité biologique et les ressources
génétiques”, en Droit et génie génétique, ed. Elsevier, Paris, 1994, p. 24; conf. CALAFAT, Ana,
“Introducción. Convenio de biodiversidad”, en Rev. Colegio de Abogados de General Roca,
año X, n° 28, julio de 2001, p. 13.
(39) SÁNCHEZ, Vicente, “La Convención de diversidad biológica: problemas y oportuni-
dades”, en Da Cruz, Humberto (dirección) Conservación de la Naturaleza, ob. cit. p. 26.
(40) Compulsar BARIATTI, S. y DANOVI, A.G. (a cura di), “La familia senza frontiere”,
ed. Cedam, Padova, 2008.
(41) CHIEFFI, Lorenzo (a cura di), “Il multiculturalismo nel dibattito bioetico”, ed. Giap-
pichelli, Torino, 2005, p. 5; VIGNUDELLI, Aljs, “Multiculturalismo e sviluppo della società
italiana”, en Vignudelli, Aljs (a cura di), Istituzioni e dinamiche del diritto. Multiculturalismo,
comunicazione, federalismo, ed. Giappichelli, Torino, 2005, p. 3.
(42) PASTORE, Baldassare y LANZA, Luigi, “Multiculturalismo e giurisdizione penale”,
Torino, ed. Giappichelli, 2008.
(43) RUIZ-RICO RUIZ, Genaro, “Los derechos y principios constitucionales como límite
y garantía de la identidad cultural”, en Baldini, Vincenzo (a cura di) Multiculturalismo, Ce-
dam, Padova, 2012, p. 131.
220 Aída Kemelmajer de Carlucci
(44) DA CRUZ, Humberto, “La protección de los espacios naturales en un marco de desa-
rrollo sostenible”, en Da Cruz, Humberto (dirección), Conservación de la Naturaleza, ob.
cit., p. 13.
(45) PADILLA HERNÁNDEZ, Eduardo, “Tratado de derecho ambiental”, Bogotá, ed. Li-
brería del profesional, 1999, p. 13.
(46) GARCÍA DOS SANTOS, cit. por BONESSO DE ARAÚJO, Luiz Ermani, “Destruição
e apropriação da biodiversidade na América Latina: a negação do futuro”, en Bonesso de
Araújo y otro, Integración y Derecho, ob. cit. p. 27.
Diversidad biológica y diversidad jurídica. Visión argentina 221
(53) Para el tema compulsar ROVERE, Marta Brunilda, “La ley 24.375: incorporación
del convenio sobre la diversidad biológica al derecho nacional. Necesidad de establecer
un sistema legal eficaz que regule el acceso a los recursos genéticos”, en Suplemento de
Derecho Ambiental La Ley, 6/12/1994, p. 3; BURHENNE GUILMIN, Francoise, “L’accès
aux ressources génétiques. Les suites de l’article 15 de la convention sur la diversité bio-
logique”, en Les hommes et l’environnement, en hommage à Alexandre Kiss, París, ed.
Frison-Rochem 1998, p. 549; DEJEANT-PONS, Maguelonne, “La strategie paneuropeen-
ne de la diversité biologique et paysagère”, en Les hommes et l’environnement, cit. p. 583
y ss.
(54) Ver, fundamentalmente, FIGUEROA, Viviana Elsa, “Derecho de los Pueblos Indíge-
nas sobre sus Conocimientos Tradicionales Asociados a Recursos Genéticos: Acceso a los
Conocimientos Tradicionales Asociados a Recursos Genéticos y la Participación en los Be-
neficios por su Utilización”, tesis doctoral (inédita), 2016. Tuve la satisfacción de integrar el
tribunal que juzgó esta tesis con calificación sobresaliente, conjuntamente con el Dr. Salva-
dor D. Bergel y la Dra. Silvina Zimerman.
(55) La bibliografía sobre el denominado “ecofeminismo” y sus numerosas manifesta-
ciones es muy extensa. Dado el sentido de este artículo, me limito a citar: ALONSO VIDAL,
Martha, “Género y ambiente. Recursos naturales y estratégicos y la condición de vida de las
mujeres”, Informe Farn 2010; BELLVER CAPELLA, Vicente, “Ecofeminismo y solidaridad”,
en Justicia, solidaridad, paz. Estudios en homenaje al profesor José M. Rojo Sanz, Valencia,
ed. de la Universidad de Valencia, 1995; HOLLAND-CUZ, “Ecofeminismos”, ed. Universitat
de Valencia, 1994; NUÑEZ, Paula, “Distancias entre la ecología y la praxis ambiental; una
224 Aída Kemelmajer de Carlucci
lectura crítica desde el ecofeminismo”, ed. Conicet y otros, 2011; PAPUCCIO DE VIDAL,
“Mujeres, naturaleza y soberanía alimentaria”, ed. Librería de Mujeres editorias, Bs As., 2011;
PULEO, Alicia, “Ecofeminismo para otro mundo posible”, Valencia, ed. Cátedra, 2011; RA-
MIREZ GARCIA, Hugo S., “Biotecnología y Ecofeminismo”, ed. Titant lo Blanc, Valencia,
2012; TABAU, Frédéric, “Féminismes et droit international de l’environnement”, en TOU-
RME, Juannet et autres, “Féminisme (s) et Droit International”, ed. Societé de Législación
comparé, Paris, 2016, p. 443; VANDAVA Shiva, “Abrazar la vida. Mujer, ecología y desarrollo”,
trad. A Guyer, Madrid, ed. Horas y Horas, 1995; WARREN, Karten (ed), “Filosofías ecofemi-
nistas”, trad. de Soledad Iriarte, ed. Icaria, Barcelona, 1996.
(56) Compulsar interesante artículo de AMORÓS, Celia, “Feminismo y multiculturalis-
mo”, en López Sáenz, M y otra (editoras), Paradojas de la interculturalidad, ed. Biblioteca
Nueva, Madrid, 2008, p. 93. La autora destaca como, a lo largo de la historia, es la mujer
la que “no puede discutir las reglas de la tribu”. Afirma que, contrariamente, las mujeres
debemos promover y alentar la interpelación intercultural en todas las direcciones; de-
bemos criticar el velo de las musulmanas y, a la recíproca, dejar que ellas destapen todas
nuestras zonas de vulnerabilidad. Ver también los trabajos publicados en KNOP, Karen,
“Gender and Human Rights”, University Press, Oxford, 2006. Ver también PÉREZ DE LA
FUENTE, Oscar, “Feminismo y multiculturalismo. Una version de Ariadna en el laberinto
de las identidades”, en AA.VV., Perspectivas sobre feminismo y derecho, ed. Dykinson, Ma-
drid, 2012, p. 123.
(57) Ver MOLLER OKIN, Susan (with respondent), “Is Multiculturalism Bad for Women?”,
Princenton University Press, New Jersey, 1999; CROXATTO, Guido L., “¿Es el multicultura-
lismo malo para las mujeres? Respondiendo a la famosa pregunta de Susan Moller Okin a
partir de un caso argentino”, en Rev. Pensar en derecho, año 3, n° 5, p. 137; RABBI BALDI
CABANILLAS, Renato, “Universalismo vs. Multiculturalismo en la encrucijada contempo-
ránea de los derechos humanos. Algunos ejemplos jurisprudenciales argentinos”, LA LEY,
2014-B, 923.
Diversidad biológica y diversidad jurídica. Visión argentina 225
(58) Después de todo, como decía mi admirado Lisandro de La Torre, “El hombre es un
habitante de última hora del universo. El universo no necesitó su presencia ni su colabora-
ción para vivir millones de millones de años” (DE LA TORRE, Lisandro, “Intermedio filosófi-
co. La cuestión social y los cristianos sociales. La cuestión social y un cura”, Bs. As., Anacon-
da, 1937, p. 17).
226 Aída Kemelmajer de Carlucci
(59) CASTROVIEJO, Santiago, entrevista en diario El País del 24/9/2003, cit. por SENENT DE
FRUTOS, Juan A., Sociedad del conocimiento, biotecnología y biodiversidad, ob. cit., p. 189.
(60) PULEO, Alicia, “Ecofeminismo. Para otro mundo posible”, Cátedra, Madrid. 2011, p. 17.
(61) DUTIHIE, David, “Perspectivas globales y locales sobre biodiversidad: Un cuento cau-
telar sobre la diferencia entre el dicho y el hecho en Kenya, en Da Cruz, Humberto (dirección)
ob. cit., p. 67.
Algunas incidencias del
Código Civil y Comercial
sobre la responsabilidad
de los directores de
sociedades anónimas
Rafael M. Manóvil (*)
Ello deberá ser analizado, en ambos casos, a la luz de las nuevas pautas
generales establecidas en el CCyC en materia de interpretación de la ley y
de prelación en la aplicación de las normas en ciertos supuestos.
En este aspecto, debe comenzarse por señalar que el art. 2º del CCyC
establece que “la ley debe ser interpretada teniendo en cuenta sus palabras,
sus finalidades, las leyes análogas, las disposiciones que surgen de los tra-
tados sobre derechos humanos, los principios y los valores jurídicos, de
modo coherente con todo el ordenamiento”. Aunque alguna autora ha
señalado que “la enumeración contenida en el artículo no implica una
escala sucesiva y jerárquica de métodos de interpretación, ni la exclusión
de otros elementos que pueden contribuir a desentrañar el sentido o sen-
tidos de una norma” (2), lo cierto es que en toda hermenéutica razonable
del derecho deberá estarse, en primer lugar, a lo que establece el texto de
la norma. Por ello debe tomarse con cuidado toda propuesta de recurrir al
pintorescamente llamado diálogo de fuentes, cuando con ello se procura
hacer decir a la norma algo distinto de lo que ella claramente establece (3).
En materia de sociedades es primordial tener en cuenta que el art. 150
CCyC establece para las personas jurídicas constituidas en la República
que ellas “se rigen: a) por las normas imperativas de la ley especial o, en su
defecto, de este Código; ... c) por las normas supletorias de leyes especiales, o
en su defecto, por las de este Título” (4). Como curiosidad que, tal vez, tenga
(2) FERREIRA RUBIO, Delia, en Código Civil y Comercial de la Nación y normas comple-
mentarias, dirigido por Alberto J. Bueres y coordinado por Rubén H. Compagnucci de Caso,
T. 1A, Hammurabi, Bs. As., 2016, pág. 50.
(3) Otra autora que invoca esta figura para predicar alteraciones del régimen con funda-
mento en diversas normas del CCyC es BOQUIN, Gabriela Fernanda, Reformas a las accio-
nes societarias y concursales según las normas del Libro III, Título V, Capítulo I del Código
Civil y Comercial, en Mar del Plata 2016, págs. 275 y siguientes, y también en Las acciones
de responsabilidad de los administradores frente a la insolvencia y la normativa del Código
Civil y Comercial, Revista Código Civil y Comercial, Ed. La Ley, Nº 2, agosto 2015, pág. 185.
(4) Para una aplicación estricta del orden de prelación citado, véase MARSILI, María Ce-
lia, La ley 19.550 reformada como microsistema normativo autosuficiente para los sujetos
regulados. Aplicación e interpretación, en El Derecho Societario y de la Empresa en el Nue-
vo Sistema de Derecho Privado —XIII Congreso Argentino de Derecho Societario—, Men-
doza, 2016, T. I, pág. 63. Con motivo del análisis de la superposición del art. 144 CCyC con
el art. 54, tercer párrafo, LGS, y comentando el primero de ellos, sostiene la aplicación de la
ley especial “sobre todo, cuando dicha adopción no ha sido literal, lo cual en ningún caso
justificará la aplicación del texto de la norma adoptada a los supuestos bajo regulación de la
especial. Más aún cuando hay contraposición entre las soluciones adoptadas en cada regu-
lación. Si el legislador se hubiera propuesto la aplicación de soluciones diversas de las pre-
vistas en la ahora LGS, no hubiera dudado en modificar preceptos de ésta última, tal y como
lo hizo en otros casos. Cuando, en cambio, el Código contiene normas, ausentes de la LGS
Algunas incidencias del Código Civil y Comercial... 229
(7) LEIVA FERNÁNDEZ, Luis E. P., en Código Civil y Comercial de la Nación comentado,
dirigido por Jorge H. ALTERINI, Ed. La Ley, Bs. As. 2015, T. V, pág. 53, con cita de RIVERA en
el Código Comentado dirigido por éste y Graciela MEDINA, T. III, pág. 415.
(8) Ibídem, pág. 56, con cita de LLAMBÍAS, Jorge J., Tratado, Parte General, Abeledo-Pe-
rrot, Bs. As., 1978, T. II, pág. 56, cita que tal vez sea incompleta, porque Llambías, a diferencia
de Borda, diferencia normas imperativas de normas imperativas de orden público.
Algunas incidencias del Código Civil y Comercial... 231
Mas cuando en la misma obra Alferillo comenta el art. 1709 explica que
“el legislador adoptó el término “indisponible” entendiendo que los sujetos
tienen impedimento para tomar una decisión conforme su voluntad que
modifique el contenido de la norma. Parellada asimila en su significado a
las normas indisponibles con las imperativas a lo cual cabe agregar para
su análisis la vinculación de estas últimas con las normas denominadas de
orden público, que son aquellas que receptan los principios ... cardinales
de una comunidad jurídica, cuya existencia prima sobre todos los intereses
individuales o sectoriales” (9). Razón por la cual, estableciendo la diferen-
ciación, señala lo que dijo la buena doctrina sobre las normas imperativas
a secas, a saber, que “algunas normas indisponibles, una vez adquirido el
derecho, podrán ser renunciadas, como acontece con los plazos de prescrip-
ción acaecidos” (10).
Para mayor confusión terminológica en el Código, milita todavía el art. 12,
el cual, bajo el título “Orden público. Fraude a la ley”, dispone que “las
convenciones particulares no pueden dejar sin efecto las leyes en cuya obser-
vancia está interesado el orden público. El acto respecto del cual se invoque
el amparo de un texto legal, que persiga un resultado esencialmente análogo
al prohibido por una norma imperativa, se considera otorgado en fraude a
la ley. En ese caso el acto debe someterse a la norma imperativa que se trata
de eludir” (11). Esta norma, por su contenido, parece referirse a lo que son
genuinamente normas indisponibles en razón de un interés público, y no de
mera protección de un interés privado. Sin embargo, el artículo transcripto
comienza llamándolas como de orden público y termina refiriéndose a nor-
mas imperativas. Mas cuando estas últimas están destinadas a proteger
un interés privado, como ya se señaló, una vez operada la protección, son
disponibles por el sujeto que fue protegido. Con lo cual, nuevamente, estas
normas no parecen ser indisponibles: no cabe que autoridad alguna, por
decisión propia, fuerce la aplicación de la norma imperativa eventualmente
eludida.
A ello cabe agregar que, para entender a qué se refiere el legislador
cuando, por una parte, establece un orden de prelación de normas im-
(9) ALFERILLO, Pascual E.A., en Código Civil y Comercial de la Nación comentado, diri-
gido por Jorge H. ALTERINI, Ed. La Ley, Bs. As. 2015, T. VIII, pág. 11, con cita de Carlos PA-
RELLADA, La responsabilidad civil del Estado y de los funcionarios públicos, LL, T. 2013-E,
pág. 840.
(10) Ibídem.
(11) Véase la crítica a la vinculación de la elusión de una norma de orden público con el
fraude en LUQUI, Roberto Enrique, Reflexiones sobre el concepto de orden público, Anticipo
de Anales de la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Buenos Aires, Año LX,
Segunda Época, Número 53, octubre de 2015, pág. 14.
232 Rafael M. Manóvil
Toda esta materia merece un estudio mucho más profundo, que excede
el objeto de esta comunicación. Aquí baste con señalar que el trato con-
fuso y disímil de conceptos que no son de significado idéntico dentro del
mismo Código, puede dar sustento a sostener que cuando el Código utiliza
el concepto de normas indisponibles en los arts. 962, 963 y 1709 del CCyC,
equiparando para su aplicación las de la ley especial con las del propio
Código, se refiere a las que son genuinamente de orden público, pero no a
las imperativas que protegen otros intereses. Esto también se proyecta sobre
la selección del régimen y de las normas aplicables a la responsabilidad de
los administradores de sociedades.
Con relación al art. 160 CCyC, en cambio, aunque la culpa por omisión
ya se consideraba incluida en las causales de responsabilidad (15), la dife-
rencia con el régimen societario puede ser importante, ya que esta norma
(13) “Art. 159.- Deber de lealtad y diligencia. Interés contrario. Los administradores de
la persona jurídica deben obrar con lealtad y diligencia”. Esto es mera extrapolación de los
principios establecidos en el art. 59 de la LGS. “No pueden perseguir ni favorecer intere-
ses contrarios a los de la persona jurídica. Si en determinada operación los tuvieran por
sí o por interpósita persona, deben hacerlo saber a los demás miembros del órgano de
administración o en su caso al órgano de gobierno y abstenerse de cualquier intervención
relacionada con dicha operación. Les corresponde implementar sistemas y medios pre-
ventivos que reduzcan el riesgo de conflictos de intereses en sus relaciones con la persona
jurídica”. Es de toda evidencia que esta última es una imposición absurda, inadecuada a
cualquier persona jurídica que no sea una sociedad cotizante, de cuyo ámbito, en la Ley
de Mercado de Capitales y en su antecedente, el Decreto Delegado 677/2001, se la copió”.
NISSEN —con cita de CALCATERRA en un trabajo de esta autora en Doctrina Societaria
y Concursal, mayo 2015, pág. 243— dice que el deber de implementar medios preventi-
vos para evitar conflictos de intereses, es vago y no tiene precedentes (NISSEN, Ricardo
Augusto, Incidencias del Código Civil y Comercial. Derecho Societario, Hammurabi, Bs.
As., 2015, pág. 80), olvidando, sin embargo, su presencia en las leyes sobre mercados de
capitales, como se indicó.
(14) “Art. 160.- Responsabilidad de los administradores. Los administradores responden
en forma ilimitada y solidaria frente a la persona jurídica, sus miembros y terceros, por los
daños causados por su culpa en el ejercicio o con ocasión de sus funciones, por acción u
omisión”. Con ello, el legislador adoptó las interpretaciones más amplias y extensivas de las
expuestas respecto del primer párrafo del art. 274 LGS, incluso agravándola, como se expo-
ne en el texto.
(15) Que la responsabilidad sea tanto por acción como por omisión, más que una inno-
vación (la omisión dañosa en este terreno es siempre el incumplimiento de deberes de ac-
tuación), parece responder a la voluntad de acentuar una formulación admonitoria para
quienes cumplan esas funciones.
234 Rafael M. Manóvil
incluye el deber de responder por daños causados por simple culpa también
con ocasión de sus funciones, y no solo en ejercicio de ellas. En cambio, el
régimen del primer párrafo del art. 274 LGS fue interpretado como que el
factor subjetivo de atribución, dolo o culpa, por los daños causados por mal
desempeño del cargo o por violación de la ley, el estatuto o reglamento,
aplica a los daños causados en ejercicio de la función, mientras que sólo la
última parte del párrafo (“y cualquier otro daño producido por dolo, abuso
de facultades o culpa grave”), con factores de atribución más restringidos,
o sea, por lo menos mediando culpa grave —además del dolo y el algo
ambiguo concepto de abuso de facultades— se refiere a daños causados
en ocasión de las funciones (16).
(20) BARREIRO, Marcelo, Algunos apuntes ..., op. cit., pág. 1335.
(21) “Art. 2543.- Casos especiales. El curso de la prescripción se suspende: ... d) entre
las personas jurídicas y sus administradores o integrantes de sus órganos de fiscalización,
mientras continúan en el ejercicio del cargo”.
236 Rafael M. Manóvil
(22) RIVERA, Julio César, Estudios de Derecho Privado (1984-2005), Rubinzal Culzoni,
Buenos Aires-Santa Fe, 2006, págs. 610/11.
(23) FAVIER DUBOIS, Eduardo M. (pater) - FAVIER DUBOIS, Eduardo M. (h.), Mecanis-
mos para la limitación de la responsabilidad de los directores de sociedades anónimas,
Errepar, DSE, N° 298, tomo XXIV, septiembre de 2012.
(24) BOQUIN, Gabriela F., Reformas a las acciones societarias ..., op. cit., pág. 276.
(25) ALFERILLO, Pascual, en el Código Civil y Comercial, op. cit., T. VIII, págs. 7/8.
Algunas incidencias del Código Civil y Comercial... 237
(26) Es lo que sostiene NISSEN cuando para referirse a supuestos de sociedades infraca-
pitalizadas, hace referencia a estas normas: “los arts. 1710 y 1711 prevén el deber de toda
persona de adoptar, de buena fe y conforme a las circunstancias, las medidas razonables
para evitar que se produzca un daño o disminuir su magnitud, promoviendo la acción pre-
ventiva correspondiente, sin que sea exigible la concurrencia de ningún factor de atribu-
ción” (NISSEN, Ricardo Augusto, Incidencias del Código Civil y Comercial. Derecho Socie-
tario, Hammurabi, Bs. As., 2015, pág. 78).
(27) Cfme.: BARREIRO, Marcelo, Algunos apuntes ..., pág. 1331.
(28) El tema excede, es obvio, el marco de esta comunicación.
238 Rafael M. Manóvil
(29) Sobre la racionalidad de las normas, véase MANÓVIL, Ezequiel, Razonabilidad de las
leyes: ¿un principio “supraconstitucional”?, LL, T. 2006-E, pág. 1049.
(30) BOQUÍN, Gabriela F., op. cit., pág. 185.
Algunas incidencias del Código Civil y Comercial... 239
(31) BOQUÍN, Gabriela F., op. cit., pág 189. Sin embargo, terminantemente en contra, BA-
RREIRO, Marcelo, Algunos apuntes ..., pág. 1336, con apoyo en que el CCyC no adoptó el sis-
tema del denominado derecho de daños, sino que mantiene los principios de la responsabi-
lidad civil substancialmente fundado en el factor subjetivo. Ello excluye la responsabilidad
objetiva de los administradores sociales, excepto respecto de la obligación de implementar
sistemas de prevención de conflictos y la de llevar libros.
(32) DASSO, Ariel Ángel, ¿La responsabilidad objetiva, es aplicable al derecho mercantil?,
en El Derecho Societario y de la Empresa en el Nuevo Sistema de Derecho Privado -XIII Con-
greso Argentino de Derecho Societario, Mendoza, 2016, T. II, págs. 1275/1280.
(33) Seguido por numerosos otros Códigos, como el de Portugal, el de Hungría, el de Mé-
xico, el de Perú, el de Bolivia y el de Paraguay.
240 Rafael M. Manóvil
Esta redacción se presentaba como mejor y más clara que la del CCyC.
En todo caso, es indicativa de qué es aquello a que, en todo el derecho
comparado, alude la idea de una responsabilidad objetiva por ejercer
una actividad peligrosa. En efecto: en contraste con el precedente, el
art. 1757 del CCyC, como ya se vio, a lo peligroso de la actividad le quita
la calificación de serlo especialmente, al peligro le agrega el riesgo (34),
descarta como eximentes la autorización administrativa, así como el
cumplimiento de las técnicas de prevención y omite la referencia a los
instrumentos o a la energía utilizados, pero no innova en cuanto a que
la responsabilidad pueda darse en razón de las circunstancias en que
es realizada (35).
(34) En rigor son sinónimos. La Real Academia define peligro como “riesgo o contingen-
cia inminente de que suceda algún mal” y riesgo como “contingencia o proximidad de un
daño”.
(35) No agrega nada relevante a los efectos aquí discutidos el art. 1758, que enuncia los
sujetos responsables: “en caso de actividad riesgosa o peligrosa responde quien la realiza, se
sirve u obtiene provecho de ella por sí o por terceros, excepto lo dispuesto por la legislación
especial”.
(36) Corte de Casación de Italia, 29.5.89, Giur. Ita. 1990, T. I, pág. 234, citada por BIANCA,
Diritto civile, T. 5, pág. 301, citado por PIZARRO, Ramón D., Responsabilidad civil por activi-
dades riesgosas o peligrosas en el nuevo Código, en LL, 2015-D, pág. 997.
Algunas incidencias del Código Civil y Comercial... 241
(38) Véase ALFERILLO, Pascual J., en Código Civil y Comercial, op. cit., T. VIII, págs. 339 y
sigtes., con amplia cita de caracterizada doctrina, como Kemelmajer de Carlucci, Parellada,
Messina de Estrella Gutiérrez, etc.
(39) NISSEN, Ricardo Augusto, Incidencias del Código Civil y Comercial. Derecho Societa-
rio, Hammurabi, Bs. As., 2015, escribe que “La responsabilidad de los administradores por los
daños causados a la entidad, sus miembros y/o terceros comprende no sólo los daños direc-
tos, sino también los indirectos, actuales o futuros, ciertos y subsistentes (art. 1739 CCCN). La
aclaración es importante, porque a partir de la vigencia de este nuevo ordenamiento legal se
pondrá fin a la absurda jurisprudencia de los tribunales mercantiles de la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires, que descartan la acción individual de responsabilidad del administrador so-
cietario frente a los socios o accionistas ... cuando el daño no hubiera sido directo, con lo cual
privan de toda posibilidad de resarcimiento a quien ... haya sufrido en su patrimonio como
consecuencia del menor o nulo valor de las acciones o participaciones ...” (pág. 78). A lo cual
agrega que “la inadmisible distinción entre daños directos y daños indirectos efectuada por la
jurisprudencia en torno a la procedencia de la acción individual de responsabilidad prevista
por el art. 279 ... violaba incluso lo dispuesto por los arts. 1068 y 1079 del CC, conforme a los
cuales quien ha causado un daño debe resarcir sus efectos en la medida necesaria para resta-
ñarlos. .... El concepto jurídico de daño, salvo restricciones requeridas por el legislador, abarca
la protección de todo interés no reprobado por la ley” (pág. 199). No obstante, pese a la afirma-
ción de que en realidad los arts. 1068 y 1079 del Código de Vélez ya preveían el daño indirecto,
celebra que el art. 1739 haya puesto fin a la jurisprudencia e interpretación tradicionales (pág.
200). Con esta contradicción él miso demuestra que el CCyC nada ha cambiado en este aspec-
to ni se justifica una interpretación diversa de la tradicional.
(40) BOQUÍN, Gabriela F., op. cit., pág. 190.
(41) Ibídem, pág. 191.
Algunas incidencias del Código Civil y Comercial... 243
(42) MARTORELL, Ernesto E., Los administradores de sociedades ahora deberán respon-
der por los malos resultados, LL, 2016-C, pág. 1085, con apoyo en un artículo periodístico
publicado en el diario El Cronista. Además de decir que nunca estuvo de acuerdo con la res-
tricción clásica a la aplicabilidad del art. 279, afirma que sobre la base del art. 1739 CCyC, “se
podrá hacer juicio a los directores si las acciones bajan por mala gestión”. Esto ha sido cate-
góricamente rebatido. Véase MIRANDE, Javier Miguel - ORQUERA, Juan Pablo, ¿Existe una
responsabilidad de los administradores sociales por los malos resultados de su gestión?, en
El Derecho Societario y de la Empresa en el Nuevo Sistema de Derecho Privado —XIII Con-
greso Argentino de Derecho Societario—, Mendoza, 2016, T. II, págs. 1281/92.
(43) HALPERÍN, Isaac, Sociedades Anónimas, 2ª ed. Actualizada por Julio C. Otaegui,
Depalma, Bs. As., 1998, pág. 557.
(44) Así, por ejemplo, un fallo reconoció una indemnización por medio de la acción in-
dividual por haber incurrido el directorio en una dañosa falta de información al accionista
(Cám. Com., Sala C, 30.6.2011, Goldadler c. Blacher, en Revista de las Sociedades y Concur-
sos, Año 13, 2012, Nº 3, pág. 45, con comentario de Camilo E. GARÓFALO y Federico R. DIA-
NI (págs. 57/81), La violación del derecho de información del socio, ¿es un daño resarcible?
A propósito de una polémica visión de la Cámara Comercial como presupuesto de la acción
individual de responsabilidad art. 279 LSC.
(45) ZALDÍVAR, Enrique - MANÓVIL, Rafael Mariano - RAGAZZI, Guillermo Enrique -
ROVIRA, Alfredo Lauro, Cuadernos de Derecho Societario, Vol III, 3ª ed., Abeledo-Perrot,
244 Rafael M. Manóvil
Bs. As., 1983, pág. 665. Lo mismo dicen RICHARD, Efrain Hugo - MUIÑO, Orlando, Derecho
Societario, Astrea, Bs. As., 1998, págs. 546/7; GAGLIARDO, Mariano, Responsabilidad de los
directores de sociedades anónimas, Abeledo-Perrot, Bs. As., 2001, pág. 736; ODRIOZOLA,
Carlos, Acerca de la responsabilidad de los directores. Derecho empresario actual, Cuader-
nos de la Universidad Austral, 1996, Depalma; OTAEGUI, Julio César, Responsabilidad Civil
de los Directores, RDCO, N° 65, pág. 1292.
(46) Cám. Com., Sala C, 18.4.96, Gómez c. Confitería Los Leones SA, LL, T. 1997-B, pág.
132, con nota de Jorge José SOROS, Acción individual de responsabilidad en la ley 19.550.
Daño directo en el patrimonio de un accionista o tercero, con cita de otros antecedentes en
la nota. También el juez BUTTY señaló en un voto que “la acción individual también requie-
re la existencia de daño, pero la lesión debe ser personal y directamente sufrida por el socio
sobre su patrimonio, es decir, ambas pueden derivar del mismo hecho dañoso, diferencián-
dose por el carácter general o especial del perjuicio sufrido” (Cám. Com., Sala B, Rivas c.
Calvo y Rodríguez, en Revista de Sociedades y Concursos, marzo abril 2000, pág. 59). Otra
Sala resolvió que “la acción individual sólo puede referirse a los daños personales sufridos
por el accionista pero éste carece de legitimación cuando se trata de un daño que sufre in-
directamente, integrante del daño mayor que soporta la sociedad y de la misma naturaleza
que la de todos los demás accionistas... Pero dicha acción individual está condicionada a
que el accionista sufra un perjuicio directo en su patrimonio. La acción individual requiere
como presupuesto que el perjuicio se le ocasione personalmente, es decir en su patrimonio
en forma directa o inmediata y no en forma indirecta o mediata a través de la afectación del
patrimonio social” (Cám. Com., Sala A, Gatti c. Bulad, ED, T. 188, pág. 693).
(47) ESTABAN VELASCO, Gaudencio, La acción individual de responsabilidad, en ROJO,
Ángel - BELTRÁN, Emilio (directores) La responsabilidad de los administradores, Tirant lo
Algunas incidencias del Código Civil y Comercial... 245
sobre el que incide el daño” debe servir como rector del sistema de acciones
de responsabilidad por daños de los administradores porque es expresión de
principios fundamentales de caracterización de las sociedades de capital” (52).
Otro autor español, al tratar las diferencias de la acción individual con
la acción social, se centra en el bien jurídico protegido: “la acción social es
la ejercitada por la sociedad y, en su defecto, por determinados accionistas
y acreedores en defensa del patrimonio social lesionado por la actuación de
sus administradores (aunque indirectamente puedan lesionar el patrimonio
del accionista o del acreedor ...). La acción individual, por el contrario, es la
atribuida a cualquier persona, sea o no accionista, o acreedor por la sociedad,
por actos de los administradores que lesionan el patrimonio individual de
aquéllas, no el patrimonio social ... En esta acción el bien jurídico protegido
es el patrimonio individual del socio o del tercero, para cuya defensa se le
otorga la titularidad de esta acción” (53).
En el derecho alemán no está legislada una acción de responsabilidad
individual del accionista y, en caso de daño a su patrimonio, sólo dispo-
ne de la acción de responsabilidad del derecho común (54). En derecho
italiano rige la diferenciación del art. 2395 del Código Civil de 1942, aun
luego de la reforma de 2003, que sólo cambió el plazo de prescripción. El
presupuesto de la acción individual no se alteró, ni la legitimación para su
procedencia. Se ha escrito que ella es la acción “consistente en la ejecución
por los administradores de un acto ilícito que ha dañado directamente al
socio singular o al tercero. Por lo tanto, mientras el daño incida directamente
sobre el patrimonio de la sociedad, el socio singular y el tercero no tienen
título para ejercer acción alguna, porque el perjuicio que hayan sufrido sería
solamente un perjuicio indirecto” (55).
Para el derecho inglés, en la obra más clásica sobre la materia (56), luego
de explicarse el mismo tipo de diferencias substanciales, se cita un fallo del
(52) Ibídem, pág. 82, donde enseguida establece el paralelismo con el art. 2395 del Código
Civil italiano.
(53) GARRETA SUCH, José María, La responsabilidad civil, fiscal y penal de los adminis-
tradores de las sociedades, Marcial Pons, Madrid, 3ª ed., 1995, págs. 163 y sigtes. A partir de
pág. 165 comienza a citar jurisprudencia que hace la clara distinción por el interés jurídico
protegido.
(54) RAISER, Thomas, Recht der Kapitalgesellschaften, 3ª edición, Franz Vahlen, Mün-
chen, 2001, págs. 173 y sigtes.
(55) FRANCHI, Antonio, La responsabilità degli amministratori di SpA nel nuovo diritto
societario. I principi per una disciplina “Europea” e il riflessi dell’ ámbito delle società ban-
carie, Giuffrè Editore, Milano 2004, pág. 38.
(56) GOWER and DAVIES, Principles of modern Company Law, 8ª ed., Thomson - Sweet &
Maxwell, London 2008, pág. 625.
Algunas incidencias del Código Civil y Comercial... 247
En esa indagación vale citar a Zannoni: “se llama directo al daño que se
ha inferido inmediatamente un menoscabo o perjuicio en el patrimonio de la
víctima, es decir, en sus bienes ... Se llama, en cambio, indirecto, el daño que
se ha inferido a bienes jurídicos extrapatrimoniales de la víctima, es decir, a
los llamados derechos de la personalidad —su integridad física, el honor, la
intimidad, la propia imagen, etc.— que, sin embargo, en forma mediata se
traducen en perjuicios o pérdidas patrimoniales (v.gr., gastos realizados para
solventar la curación de lesiones corporales)” (64). El mismo autor menciona
el criterio sustentado por Boffi Boggero y por Caseaux-Trigo Represas, según
el cual “hay daño directo cuando el perjuicio es consecuencia inmediata
del evento dañoso, y, en cambio, hay daño indirecto cuando el perjuicio
resulta de la conexión del evento dañoso con un hecho distinto; se llama,
también, daño mediato” (65). Zannoni señala como idea fundamental
que “es posible hablar de un damnificado indirecto toda vez que por causa
de un evento dañoso, quien no fue su víctima inmediata —directa— expe-
rimente no obstante un daño propio en razón de su vinculación o relación
con la víctima inmediata” (66). Como se advierte, se trata siempre de un
daño propio del tercero, que es un daño distinto al sufrido por la víctima
inmediata. Los ejemplos que da Zannoni se refieren a la mutual médica
que tuvo que hacerse cargo de reparar el daño sufrido en la salud de una
(64) ZANNONI, Eduardo, El daño en la responsabilidad civil, Buenos Aires, Astrea, 1982,
pág. 91. En nota aclara que ese es el criterio de distinción del art. 1068 del Código velezano.
Pero agrega que “desde otro punto de vista se llama daño directo al que sufre la misma vícti-
ma del evento dañoso, y, en cambio, daño indirecto, al que experimentan terceros en razón
de ese mismo evento. En el primer caso, coinciden el damnificado (es decir, la víctima del
daño) con la víctima del evento dañoso; en el segundo caso son distintos” (págs. 91/92, se-
ñalando que es el criterio de distinción del art. 1079 del Código Civil). La misma distinción
en BUSTAMANTE ALSINA, Jorge, Teoría General de la Responsabilidad Civil, Buenos Aires,
Abeledo-Perrot, 9ª edición, 1997, pág. 177.
(65) Ibídem, pág. 92, donde sin embargo ZANONI critica la postura citada por considerar-
la una cuestión vinculada con el nexo causal y no con el daño propiamente dicho.
(66) Ibídem, pág. 134, con cita de Henoch AGUIAR, Hechos y actos jurídicos, T. II, pág.
139, y de Juan M. Farina, autor de la voz Damnificado directo o indirecto, en la Enciclopedia
Jurídica Omeba, T. V, pág. 497, quien se refiere a la incidencia mediata “por repercusión del
agravio inferido directamente a otra, respecto de la cual aquélla se encuentra vinculada”.
Pero el mismo Zanoni precisa luego que “esta vinculación o relación con la víctima inme-
diata constituye una situación jurídica objetiva que conecta el evento dañoso con el perjui-
cio que experimenta el damnificado indirecto. Viene a constituir... un “acontecimiento dis-
tinto” (a los términos del art. 901, Cód. Civil), que incide en la relación de causalidad “inme-
diata y necesaria” entre el evento dañoso y el perjuicio. ... Parafraseando los mismos arts. 903
y 904 podría decirse: tanto quien es damnificado a consecuencia inmediata del hecho o acto
ilícito como quien es damnificado como consecuencia mediata, pero previsible, del mismo
hecho, pueden invocar el daño sufrido para exigir su reparación” (ibídem, págs. 134/5). Lue-
go precisa que se trata de “una situación jurídica objetiva, en razón de la cual una persona
requiere, necesita, que un bien jurídico ajeno no sufra perjuicio o daño porque ese bien jurí-
dico ajeno, satisface, también un interés propio” (ibídem, pág. 135).
250 Rafael M. Manóvil
(72) Por eso, el mismo RIVERA, cuando en otro estudio publicado en el mismo tomo (pág.
607) enlista sujetos con un interés simple dañado e incluye a acreedores, socios, empleadores
y asalariados, cita a Genviève VINEY (La responsabilité: conditions, en Traité de Droit Civil, di-
rigido por Jacques Ghestin, París 1982, pág. 385) cuando refiere que la jurisprudencia francesa
rechaza acciones promovidas por esas categorías de sujetos ante la muerte de una persona,
excepto para los dependientes por la pérdida de su fuente de trabajo.
(73) ALFERILLO, Pascual E.A., en Código Civil y Comercial de la Nación comentado, diri-
gido por Jorge H. ALTERINI, Ed. La Ley, Bs. As. 2015, T. VIII, págs. 221/27.
La filosofía política del
Estado populista
Por Juan Carlos Cassagne (*)
es contradictorio con la historia, que enseña que las revoluciones son siem-
pre violentas, y con la práctica de las ejecutorias públicas del gobierno, que
han sido más bien violentas. Por ello los venezolanos comienzan a tomar
conciencia de que la libertad puede quedar perdida, por haber quedado
el país en manos de un liderazgo antidemocrático. Por ello, el dilema que
continuamos teniendo los venezolanos es cómo lograr los cambios inevi-
tables, indispensables y necesarios que requiere el país y la sociedad en
libertad y sin perder la democracia, la cual no es, precisamente, la culpable
del deterioro, ni está en su destrucción el camino para la reconstrucción
de la Nación” (5).
El advenimiento del chavismo al poder en Venezuela producido a co-
mienzos del nuevo siglo pronto extendió su influencia a otros países de
Latinoamérica (como Argentina, Bolivia y Ecuador y, en menor medida
Brasil) echando por tierra la esperanza en la instauración de regímenes de
izquierda moderada (ej. la presidencia de Lagos en Chile) que exhibían por
entonces los partidos socialistas democráticos de Europa y América (6).
I. Las características del Estado populista y de los movimientos
populistas
En cierto sentido, todos los partidos o movimientos políticos son popu-
listas en tanto buscan halagar y seducir a diferentes sectores del pueblo
—preferentemente las masas— para conseguir sus votos. Pero, en el plano
de la lógica estricta del poder, el populismo latinoamericano representa
otra realidad: el Estado Populista, caracterizado por la construcción de
una identidad colectiva, una suerte de estadio superior de la demagogia,
cuyo objetivo consiste en configurar una lógica de poder en el que una
parte del pueblo, mediante una operación hegemónica, asume la repre-
sentación del todo social y la conducción del Estado, bajo un liderazgo
de duración indefinida, generando un permanente antagonismo con los
sectores dominantes de la sociedad e incluso, con opositores políticos
o personas independientes, que no ejercen dominio económico alguno
sobre la sociedad.
El populismo constituye un género que aglutina distintos modelos de
Estado, los cuales, en mayor o menor medida, son totalitarios. En la escala
de los modelos populistas hay un orden de mérito según sea el grado de los
significantes y formas totalitarias que imponen. Los máximos exponentes
han sido los comunismos soviético y chino, el nazismo y el fascismo en
(7) BIDART CAMPOS, Germán J., “Filosofía del Derecho Constitucional”, Ediar, Buenos
Aires, 2010 (reimpresión), p. 271.
La filosofía política del Estado populista 257
(8) El diario Clarín, uno de los medios periodísticos independientes argentinos, fue selec-
cionado como el enemigo número uno del gobierno kirchnerista difundiéndose, hasta por
vías oficiales, letreros con la frase “Clarín miente”, lo que constituyó un claro error habida
cuenta que se trataba de un medio de gran difusión en el pueblo.
(9) Véase VOGELIN, Eric, “Las religiones políticas”, 1ª ed., Trotta, Madrid, 2014, p. 27 y ss.
La filosofía política del Estado populista 259
(10) Entre los que advirtieron la influencia de Hegel sobre Marx, véase: WEIL Eric, Hegel y
el Estado, traducción del francés del libro Hegel et l’État, Negelkop, Córdoba, 1970, p. 7 y ss.,
y KOMAR, Emilio, El Nazismo. Una perspectiva transpolítica, “Sabiduría Cristiana”, Buenos
Aires, 2005, p. 79 y ss.
(11) MARITAIN, Jacques, “Humanismo integral”, cit., p. 52 y ss.
(12) Cfr. MARITAIN, Jacques, “Humanismo integral...”, cit. p. 53. Esa interpretación ha sido
objeto de la crítica de un sector de los filósofos comunistas como ALTHUSSER Louis, “La
revolución teórica de Marx”, 26ª reimpresión, traducción del francés, Siglo XXI, Buenos Aires,
2015, p. 134 y ss. Sin embargo, Laclau (sin citar a Maritain) opina que Marx “no cambió las
cosas en lo más mínimo con su inversión de la dialéctica hegeliana” (cfr. LACLAU, Ernesto,
“Los fundamentos retóricos de la sociedad”, 1ª ed., Fondo de Cultura Económica, Buenos
Aires, 2014, p. 88).
(13) HEGEL, Jorge Guillermo Federico, “Principes de la Philosophie du Droit”, traducción
de Jean Hippolitte, 6ª ed., Gallimard, París, 1944, p. 190.
(14) LACLAU, Ernesto, “La razón populista...”, cit., p. 15 y ss.
260 Juan Carlos Cassagne
(18) Ibídem, ps. 82/83. La cita pertenece a un párrafo de la Enciclopedia de Hegel, Juan
Pablo, México, 1974.
(19) WEIL, Eric, “Hegel y el Estado...”, cit., p. 144.
(20) Véase: ORTEGA Y GASSET, José, “Obras completas”, Tº 1, Alianza Editorial, Revista
de Occidente, Madrid, 1983, ps. 16, 47, 74, 88, 91, 159, 314, 339, 351, Tº 4, p. 14, 79, 136, 175,
462, 477 y Tº 6, p. 147, 253 y 316, entre otras citas. Sin embargo, al referirse en un artículo
titulado “El lado jovial de la filosofía” afirma que para Nietzsche “pensar era malabarizar
con las ideas, casen o no con la realidad y que no llegó a saber... lo que era la filosofía” (op.
cit., Tº 8, ps. 307/308, nota 1).
(21) NOCE, Augusto del, Appunti per una definizione storica del fascismo, conferencia del
19 de abril de 1969, pronunciada en la Sezione milanese dell’Unione Italiana per il Progesso
della Cultura, disponible en http://www.totustuustools.net/pvalori/delnoce_fascismo.htm,
ps. 8/14 destaca la influencia que tuvo Nietzsche sobre Mussolini.
262 Juan Carlos Cassagne
Esas conexiones que derivan del libro La Gran Política de Nietzsche, han
sido correctamente descriptas y criticadas por Emilio Komar (27).
(31) Sus tesis han sido volcadas en diferentes libros y trabajos, destacándose entre otros
“La razón populista...”, cit., p. 9 y ss. y Fundamentos retóricos de la sociedad, cit., p. 21 y ss.,
del que se publicó una edición en inglés, cuyo prefacio figura en la edición argentina.
(32) LACLAU, Ernesto, “Contingencia, hegemonía, universalidad. Diálogos contempo-
ráneos en la izquierda” (con Judith Butler y Slavoj Zizek), Fondo de Cultura Económica,
Buenos Aires, 2003, además de los numerosos artículos y libros publicados en el extranjero,
principalmente en el Reino Unido.
(33) Las ideas principales de Laclau fueron expuestas, sucesivamente, a partir de la publi-
cación de Politics and Ideology in Marxist Theory. Capitalism-Fascism-Populism, editada
en 1978 en español como Política e ideología en la teoría marxista, Siglo XXI, España edito-
res, y reimpresa en 2015.
(34) LACLAU, Ernesto, “Los fundamentos retóricos...”, cit. p. 21 y ss., apunta que el fin de
las ideologías, asociadas generalmente a prácticas administrativas y no políticas, constituye
un sueño imposible que “nos garantiza que seguiremos viviendo en un universo ideológico”
(op. cit., p. 50). Una de las claves de la ideología que late en la concepción de la razón popu-
266 Juan Carlos Cassagne
(42) SCHMITT, Carl, Les trois types de pensée juridique, traducción del alemán por Mirta
Koller y Dominique Seglard, con presentación de esta última jurista, PUF, París, 2015, p. 97 y
ss. y ps. 62/67 de la presentación de Seglard.
(43) VANOSSI, Jorge Reinaldo, “Derecho Constitucional”, Tº I, Depalma, Buenos Aires,
1975, p. 39 y ss., efectúa un valioso análisis político-jurídico sobre el pensamiento de Sch-
mitt y las posteriores etapas de su pensamiento. Coincidimos con Arturo E. Sampay en que
su teoría sobre el orden concreto que hace surgir el derecho y la justicia de la voluntad del
conductor (el Führer) no supera el decisionismo (Carl Schmitt y la crisis de la ciencia jurí-
dica, Abeledo Perrot, Buenos aires, 1965, p. 41) y que “restablece con su prístina pureza el
decisionismo de Hobbes”. Al respecto, Vanossi apunta que “no se conoce ninguna reelabo-
ración de su primitivo concepto” (se refiere el decisionismo schmittiano) en la evolución
posterior de su teoría que finalmente termina ocultando bajo una máscara historicista en la
que sostiene la necesidad de preservar la ciencia jurídica de occidente y sus derechos fun-
damentales (dignidad de la persona, garantía del debido proceso legal etc.).
(44) La expresión Estado Integral, fue adoptada en 1931 por la Constitución republicana
española.
(45) El dualismo Estado-Sociedad representa uno de los principios de mayor relevancia
en el derecho natural Cristiano, véase: MESSNER, Johannes, “Ética social, política y econó-
mica a la luz del derecho natural”, Rialp, Madrid, 1967, ps. 346/347.
La filosofía política del Estado populista 269
(46) LACLAU, Ernesto, “Política...”, p. 121, nota 36. Lo expuesto en esta nota revela que
cuando Ernesto Laclau habla de democracia (una condensación entre socialismo y demo-
cracia) lo hace desde la dialéctica postmarxista del antagonismo o confrontación entre sec-
tores sociales, si bien no limitada a la clase trabajadora sino al conjunto de fuerzas hetero-
géneas (que denomina sujetos populares) que se unen en una construcción colectiva para
disolver el bloque de poder dominante (el capitalismo). La simplificación de esta teoría es
por demás obvia e implica algo tan artificial como suponer que todos los que llama sujetos
populares (v.gr. trabajadores, empleados, profesionales, pequeños comerciantes.) pertene-
cen a una misma clase cuyos intereses se oponen a la clase capitalista. El fondo marxista del
pensamiento de Laclau queda evidente cuando apunta que “el avance hacia una democra-
cia real es una larga marcha que solo será completada con la eliminación de la explotación
de clase”, algo así como la profecía de Marx y Lenin, que ni en Rusia alcanzó a cumplirse (al
igual que en China y en Cuba) (op. cit., ps. 121/122 nota 36).
(47) MCFADDEN, Charles J., “La filosofía del comunismo”, 2ª ed., traducción del inglés,
Sever-Cuesta, Valladolid, 1961, ps. 180/181.
(48) CROCE, Benedetto, Storia d’Italia del 1871 al 1915, Laterza, Bari, 1942, p. 279, cit. por
Augusto del Noce, Appunti..., cit., ps. 7/14, señala que Mussolini procuró infundir al socia-
lismo un nuevo espíritu empleando la teoría de la violencia de Sorel.
270 Juan Carlos Cassagne
I. Introducción
Para comprender la acción autónoma de nulidad es necesario primero
considerar la cuestión relativa a la cosa juzgada. A diferencia de la ciencia
que resulta esencialmente falible, el derecho tiene por objeto la solución
del conflicto de modo definitivo y en un tiempo exiguo, porque por un
lado la vida humana es corta y por otro es necesaria la paz social para la
vida en comunidad. De manera que una vez que se ha juzgado una cau-
sa la misma establece una “verdad”, que puede coincidir o no con la de la
realidad, aunque es de suponer que la mayoría de las veces coincida. En
este campo se distingue el simple efecto de irrevocabilidad de la decisión
que se conoce como cosa juzgada formal, de cuando a la irrevocabilidad de
la decisión se le une la inmutabilidad de la misma, en cuyo caso se habla
de cosa juzgada material. Esta inmutabilidad fija la verdad jurídica que está
protegida por el efecto de la sentencia denominado cosa juzgada material (1).
Palacio (2) puntualiza que la propia utilidad de la función judicial del Estado,
unida a la consideración de seguridad jurídica, determinan la necesidad de
asegurar no sólo la inimpugnabilidad que es propia de las sentencias firmes,
sino también la consistente en dotar a estas últimas del atributo en cuya virtud
su contenido no pueda ser alterado en ningún otro proceso ulterior, tornando
por lo tanto inadmisible toda nueva discusión o resolución acerca de las cues-
tiones decididas con carácter firme en el anterior proceso (non bis in idem).
Quiere decir que para el proceso, en principio, la cosa juzgada cierra el
conflicto definitivamente. Sin embargo el derecho no abandona la búsqueda
de la verdad aunque la misma represente un objetivo general amplio, difuso
y que tengamos que contentarnos en la mayor parte de los supuestos con la
certeza y en muy pocos con la evidencia y que en otros casos prescindamos
de la prueba para la solución del conflicto. El hecho es que el proceso no
puede constituir una vía para crear lo inexistente en el mundo de la exis-
tencia real. De allí que en determinados casos, la verdad se impone sobre la
cosa juzgada, y del modo de revisar esta última surgen dos institutos, uno
reglado en diversos ordenamientos, el recurso de revisión, y otro no reglado
derivado de lo pretoriano, pero igualmente aplicable, la revocabilidad de la
cosa juzgada fraudulenta, o írrita, o más propiamente la acción autónoma
de nulidad de revocación de la cosa juzgada firme (3).
que la cosa juzgada cierra, en general, la posibilidad de revisión. Pero si la investigación está
bien hecha, el margen de error será mínimo o desaparecerá.
(2) PALACIO, Lino E., “Derecho Procesal Civil”, primera edición, cit., t. V, Buenos Aires
1975, p. 498.
(3) Maier explica en el mismo sentido, para el supuesto del proceso penal en particular,
“Pero, como observamos anteriormente, es también posible que la función de recomponer
la paz y la seguridad jurídicas, que cumple la decisión definitiva, se frustre en algunos casos,
en homenaje a valores del individuo superiores en rango. Así sucede cuando se permite
la revisión del procedimiento cerrado por sentencia pasada en autoridad de cosa juzgada
mediante el recurso de revisión a favor del condenado, en casos excepcionales: tradicio-
nalmente, cuando después de la sentencia se descubre un error en la valoración de un
elemento de prueba decisivo para el juicio fáctico expresado en la sentencia; entre nosotros
y también para aplicar el principio de la ley penal posterior más benigna (CP, 2)” (MAIER,
Julio B. J., “Derecho Procesal Penal”, t. I, Fundamentos, Buenos Aires 1996, p. 902). Si la
cosa regularmente juzgada no es verdad absoluta que pueda perjudicar a terceros, menos
lo es la cosa juzgada fraudulenta, obtenida en un proceso aparente, en circunstancias y
por procedimientos que no admite la ley. La admisión genérica de la institución de la cosa
juzgada no significa que su reconocimiento no pueda condicionarse a la inexistencia de
dolo en la causa en que se expidió la sentencia. Esta posibilidad es también valedera para
desconocer eficacia final a la sentencia dictada en juicio en que se incurrió en estafa pro-
cesal (CSJN, 23-10-70-Kaswalder de Bustos, Malvina Rosa Nicéfora, Fallos CSJN: 278:85).
Si bien es cierto que la cosa juzgada reviste jerarquía constitucional, en razón de que la
inalterabilidad de los derechos definitivamente adquiridos por sentencia firme reconoce
fundamento en los derechos de propiedad y defensa en juicio, y que la estabilidad de las
decisiones jurisdiccionales constituye un presupuesto ineludible para la seguridad jurídica;
Acción autónoma de nulidad 273
existen numerosas excepciones, entre otros supuestos, en los casos de estafa procesal, de-
biendo admitirse, en tales hipótesis, que la existencia de resoluciones que formalmente se
apartan de lo dispuesto en una sentencia firme “lejos de menoscabar la autoridad de la cosa
juzgada la salvaguardan, porque salvaguardan su justicia, sin la cual el más íntimo sentido
de dicha autoridad, que es su sentido moral, no es concebible” (CSJN, 19-5-97-Duart, Víctor
vs. Banco Central de la República Argentina; Rubinzal Online; RC J 2745/07).
(4) Los orígenes de este instituto son remotos. Sus modalidades actuales tiene su raíz, por
una parte en la “querella nuttitatis insanabilis” que dio vida a la revisión de tipo germánico,
y por otra parte en la restitutio in integrum que constituyó la fuente del sistema francés. Este
país a nuestra legislación procesal penal de cuño antiguo a través del derecho español, y a
los códigos modernos a través del derecho italiano que lo recepto después de la Revolución
francesa (CLARIÁ OLMEDO, Jorge, “Tratado de Derecho Procesal Penal”, V, Ed. Rubinzal
Culzoni, Santa Fe, 2009, p. 565 con citas de Beling y Manzini). Un estudio extenso y completo
de la historia de la institución puede verse en HITTERS, J. C., “Revisión de la cosa juzgada”,
LEP, La Plata, Argentina, 1977, pp. 37 a 129.
(5) En el ámbito legislativo esta revisión (por vía de recurso o de acción autónoma) se
asienta en sistemas normativos en los Códigos Procesales Civil y Comercial de Córdoba
274 Enrique M. Falcón
(art. 392 y ss.), Mendoza (art. 155 y ss.), Río Negro (art. 303 y sgtes.); San Juan (art. 283 y ss.),
Tierra del Fuego (art. 301 y ss.), Anteproyecto de la Ciudad de Buenos Aires (art. 676 y ss.),
Anteproyecto de la Provincia de Buenos Aires (art. 691 y ss.), y en el CPCCN, arts. 297 a 301
conforme ley 26.583, según señalamos, entre los principales supuestos. La nulidad de la
sentencia ya sea por vía de recurso o por vía de acción participa de caracteres de la nulidad
de los actos jurídicos y por específicas causales procesales. Ya sea por vía de recurso o de
acción, en ambos casos se trata de una acción de nulidad autónoma por sentencias pasadas
en autoridad de cosa juzgada.
Acción autónoma de nulidad 275
(6) CLARIÁ OLMEDO, “Tratado”, cit. V, pp. 563 a 565 (hemos omitido las notas del autor).
(7) CLARIÁ OLMEDO, “Tratado”, cit. t. V, p. 565 con citas de Ibañez Frocham, Fenech y
Bartolini Ferro.
(8) BERIZONCE, Roberto O., “Cosa juzgada fraudulenta y acción de nulidad”, en JUS 10-
75; Medios de impugnación de la cosa juzgada, en Revista del Colegio de Abogados de La
Plata 26-259; COLERIO, Juan Pedro, “La inmutabilidad de la cosa juzgada frente al proceso
fraudulento”en L. L. 1991-B-259; EISNER, Isidoro, Contenido y límites de la cosa juzgada, en
276 Enrique M. Falcón
Esta norma no solamente nos da una pauta para la prescripción, sino que
además adopta a la acción autónoma de nulidad como revisora de un acto
jurídico de los previstos en el Código mencionado (art. 257 y siguientes) y
que al mismo le cabe la aplicación de las normas de Ineficacia de los actos
jurídicos (art. 382 y sgtes.) una de cuyas categorías es la nulidad (art. cit.).
Luego la nulidad de la sentencia pasada en autoridad de cosa juzgada no
es un recurso. Se articula por medio de una acción en una demanda prin-
cipal que es autónoma y prevé una nueva instancia. La jurisprudencia la ha
fundado especialmente en varios fallos, entre los que se destaca “Campbell
Davidson” (10). En dichos fallos la revisión no procura superar deficiencias
de procedimiento, ni errores de criterio en la decisión. Se trata de que la sen-
tencia es el resultado de un ilícito, una violación de los principios y garantías
constitucionales, o un error esencial plasmado en la sentencia y conocido o
advertido con posterioridad a que la misma quedó firme.
V. El recurso de revisión y la acción autónoma de nulidad son el mismo
instituto
Veamos ahora los supuestos del recurso de revisión civil, que al igual que
la acción autónoma tuvo su origen en el concepto de “proceso fraudulento”,
para luego extenderse a otros casos. Pues bien, las distintas denominacio-
nes que se dan a una misma institución, tienden a la confusión las más de
las veces. Ya Carrió se hizo cargo de esta situación y la detalló claramente
en una obra magnífica en el capítulo “Sobre los desacuerdos entre los
juristas” (11). La denominación que parecería diferenciar los institutos no
tiene mayor importancia. Marcos Marín expresa que los fenómenos de va-
guedad sólo podrían ser evitados teniendo para cada apreciación de nuestra
realidad un signo distinto, es decir, si diéramos un significante distinto para
cada significado; la economía del sistema se vale del papel desempeñado
por la complementación (12). De manera que, utilizar distintos significantes
(nombres distintos) para iguales significados (contenido al cual se refieren
esos significantes) sólo crea una confusión que para poder solventarla es
necesario ir a la comparación de esos contenidos, aunque en general la
dentro del plazo de treinta (30) días contados desde el momento en que se tuvo conocimiento
del hecho o desde que se conoció el fallo posterior irrevocable. En ningún caso se admitirá el
recurso pasados tres (3) años desde la fecha de la sentencia definitiva. Véase PALACIO, Lino
Enrique, La cosa juzgada fraudulenta y los límites temporales de su impugnación, en L. L.
1997-E-584; Id. Derecho Procesal Civil, ed. actualizada por Carlos Enrique Camps y Alberto
Tessone, en este tomo V, Abeledo Perrot, Buenos Aires, 2011, pp. 319 a 328.
(10) CSJN, 19/02/1971 “Campbell Davidson c/ Pcia. de Buenos Aires”, Fallos: 279:54.
(11) CARRIÓ, Genaro, “Notas sobre Derecho y Lenguaje”, Abeledo Perrot, Buenos Aires
1965, p. 63 y 4ª edición aumentada y corregida de 1990, p. 91.
(12) MARÍN, Marcos, “Aproximación a la gramática española”, p. 307.
278 Enrique M. Falcón
(a) En todos estos casos la prueba de referencia tiene que haber sido un elemento que per-
mitió que la sentencia se dictara de un modo que de no haberse alterado la prueba hubiera
tenido otra solución distinta favorable al apelante.
Acción autónoma de nulidad 279
Prueba de X X X sí sí X
confesíón
falsa (b)
Sentencia sí sí sí sí sí sí
obtenida
en virtud de
prevaricato,
cohecho, vio-
lencia u otra
maquinación
fraudulenta,
incluyendo el
dolo
Sentencia X sí X sí X X
que resuelve
cosas no
pedidas u
omitidas (c)
Sentencias X X X sí sí X
Dictadas por
Jueces cuyo
nombra-
miento no
reúna los
requisítos
estableci-
dos en la
Constitución
provincial (d)
(b) La prueba de confesión falsa solamente puede ser considerada cuando la misma se orga-
niza entre las partes para poder producir un efecto en la sentencia que perjudique a terceros.
(c) Este es el supuesto de infra petitio que no corresponde ni al recurso ni a la acción au-
tónoma de nulidad porque se tuvo que pedir en la instancia respectiva por vía de un recurso
ordinario o en su caso por aclaratoria.
(d) Aunque los Códigos se refieren a la Constitución Provincial, el recurso debe ser admitido
en todos los casos en que se trate de jueces designados fuera de las normas legales, porque de
lo contrario se viola el artículo 18 de la Constitución nacional. Uno de los supuestos que ha
dado lugar a soluciones de emergencia fue el de los jueces subrogantes (13).
Colusión X X X X sí X
u otra
maniobra
fraudulenta
de las partes,
siem pre
que hubiere
causado per
juicios al
recurrente
o al interés
público (e)
(e) Este caso se emparenta de alguna manera en el b) aunque con una amplitud mayor.
(14) Fallos CSJN: Tibold, 23/11/962 (254:320); Campbell Davidson, 19/2/971 (279:59);
Atlántida, 26/6/972 (283:66) y Bemberg (281:421).
(15) ALSINA, “Tratado”, cit., IV, pág. 172; COUTURE, Fundamentos, cit. pág. 364; HIT-
TERS, Revisión de la cosa juzgada, cit. 1977. La revocación de la cosa juzgada permite
restituir los bienes al estado anterior a la sentencia. Manuel IBAÑEZ FROCHAM ha sos-
tenido aplicar la excepción de la cosa no juzgada (JA 1955-III-16, comentario a fallo). Es
la acción autónoma de nulidad, y no el incidente, la vía idónea para la revisión de fallos
firmes, cuando existen graves vicios que producen una evidente situación de injusticia
(SCJust. Mendoza, sala 1ª, 2/9/1999, “Puebla, Ricardo A. en Banco de Previsión Social
S.A.”; JA 2000 – III, 792).
(16) Si después de dictada sentencia de trance y remate se acompañaron constancias
de una causa penal en la que se declaró que la firma puesta en el cheque no pertenece al
ejecutado, debe entenderse que existe una denuncia de cosa juzgada írrita y corresponde
devolver las actuaciones a primera instancia para que el planteo sea sustanciado y se dicte la
resolución pertinente (CNCOM., sala C, 8/2/2005 – “Remotti S.A. c/ Ilvento Gastón, Amanda”,
JA. 2005-II, fasc. 9, p. 67).
282 Enrique M. Falcón
(17) CNCiv., Sala H; 09-may-2011; “Mansini, María Dolores vs. Louge, Enrique Eugenio s.
Nulidad” -Rubinzal Online; RC J 10324/11. La doctrina ha hecho referencia a la figura de cosa
juzgada írrita o nula al señalar, en concreto, que no puede reconocerse fuerza vinculante,
es decir, el valor institucional de cosa juzgada, a la sentencia dictada en juicio donde se ha
incurrido en dolo o estafa procesal. En virtud de ello, el actor no puede solicitar la ejecución
de la sentencia que adquirió autoridad de cosas juzgada (CFed. SS., Sala II; 18-set-2009;
“Rollieri, Sixto Pedro vs. Administración Nacional de Seguridad Social (Anses) s. Reajustes
varios -Secretaría de Jurisprudencia de la CFSS”; RC J 10654/10).
(18) CFed., Sala II, La Plata; 14-08-2012; “Banco de la Nación Argentina vs. C. D. L. y otros.
Ordinario” Rubinzal Online; RC J 9922/12.
(19) SCJust. Mendoza, sala 1ª, 2/9/1999; JA.2000 - III, 792.
(20) CSJN., 19-02-1971 “Campbell Davidson, Juan c/ Provincia de Buenos Aires”; Fallos:
279:59; Id. 29-12-1971, id., “Bemberg, Otto E. y otros c/ Gobierno Nacional”; Fallos 281:421;
Acción autónoma de nulidad 283
pleito y antes de que se forme la cosa juzgada pues luego no resulta factible
invocarlos. Y todo ello se puede sistematizar en tres grupos: 1) prueba do-
cumental incompleta o inexacta; 2) prueba testimonial o pericial viciada;
3) delitos u otras condenas dolosas, 4) violación del debido proceso que
excluya la posibilidad de defensa y 5) vicios de los actos jurídicos que llevan
a la nulidad absoluta sustancial (21).
VI. Final
Una observación más detenida de las cuestiones que han sido objeto de
este tema nos permite ver que algunas de las posiciones e intereses en juego
parten de distinto ángulo en el cual se plantean los objetivos y dependen de
los distintos momentos en que se observa el fenómeno probatorio. Asimismo,
pocas veces se ha tenido en cuenta la prueba suficiente para establecer una
decisión, que puede no ser la opción de máxima, ni siquiera la estándar, tal
como sucede en las medidas cautelares (v. gr. embargo, prisión preventiva,
etc.) o en los procesos colectivos (22). Aquí lo que se pretende es lograr un
marco de verosimilitud, convencimiento suficiente que podrá ser modifi-
cado a medida que nuevos elementos aporten certeza en otros sentidos,
pero básicamente establecidos sobre el normal suceder y obrar de las cosas.
La opción por la verdad, en sentido absoluto, aparece como un objetivo
general de aspiración, que trasciende el derecho y comprende el campo
filosófico y naturalmente excede las posibilidades humanas. Dentro del
campo humano, ciertamente en algunos casos podrá lograrse una verdad
absoluta relacionada con nuestros conocimientos y nuestro entender (ADN
en la paternidad, evidencia del delito en flagrancia con confesión, delito que
deja de serlo, o cometido antes de la ley que lo sanciona, etc.), pero no es
lo habitual. Generalmente, la verdad jurídica será la certeza a la que llega
el decisor respecto de la prueba al sopesar los distintos elementos y darles
mayor valor a unos que a otros y siempre observando las reglas y principios
procesales para llegar a esas conclusiones, sin abandonar las reglas científicas
que son la base y el apoyo general de la prueba (23). A esa certeza se llega
por evidencia, o por persuasión, o por alta probabilidad. La certeza fija los
hechos en la decisión y se transforma en una verdad jurídica amparada por
la cosa juzgada.
No obstante, el derecho no prescinde de la búsqueda de la verdad, y en algu-
nos casos salta la cosa juzgada porque la verdad debe estar por encima del juego
de ficciones, del fraude, del error esencial, etcétera. Allí aparecen el recurso de
revisión y la acción autónoma de nulidad como remedios finales destinados a
que la verdad lleve a una mejor justicia, dentro de la falibilidad humana. Como
señala Bunge, “el hecho es que ni podemos esperar hasta que estén resueltas
todas esas dificultades ni tampoco podemos prescindir del concepto de verdad,
porque sin él carece de sentido la contrastación de ideas” (24).
Concretando entonces los elementos que configuran la Acción autónoma de
nulidad, podemos decir que ella tiene carácter excepcional. La posibilidad de
ejercer una acción autónoma de nulidad de cosa juzgada, se ciñe a hipótesis
muy excepcionales de ostensible irrazonabilidad en la solución y en casos en los
cuales la gravitación patrimonial en perjuicio del Estado resulta de una magni-
tud tal como para no aferrarse a meros ritualismos (25). Esta excepcionalidad
en la impugnación de una sentencia por esta vía, para levantarse contra la
“cosa juzgada nula o írrita” puede representar una batalla constitucional y
(24) BUNGE, Mario, “La investigación científica”, Siglo XXI editores, México, 2000, p. 720.
(25) CSJN, 20 de marzo de 2003 -”Banco Central de la República Argentina s/ Inc. de Veri-
ficación tardía en: Centro Financiero SA Cía. Financiera”; Id. CNTRAB., 29/7/2005; “Delfino,
María y otros c/ Figueroa, Sergio s/ Despido”, SAIJ: SUE0017811. En una sentencia que no
tenía precedentes en Córdoba, en 1993, el Tribunal Superior de Justicia revocó un fallo que el
mismo cuerpo dictó en 1987 y que se encontraba firme, dejando sin efecto la regulación de
honorarios por más de 52 millones de pesos en favor de dos abogados. Un monto que, sumán-
doles los intereses correspondientes y según estimaciones extraoficiales, asciende hoy más de
85 millones de pesos. La trascendente decisión anuló esa regulación y ordenó practicar una
nueva estimación sobre valores históricos del crédito en cuestión, lo que llevará a establecer
una suma que no superaría los 500 mil pesos para ambos letrados. Se sostuvo que los jueces
del anterior Tribunal Superior incurrieron en ese error, porque “no advirtieron la iniquidad
de su fallo, desde que no tradujeron en cifras el resultado de las pautas fijadas para practicar
la regulación de honorarios, colocando al juez de primera instancia, a la hora de regular, en la
obligación de fijar en un valor desatinado la regulación de los doctores Ruiz y Mierez”. Se trata
de un caso que tuvo honda repercusión en su momento, referido a los honorarios que reclama-
ban los abogados Daniel Ruiz, ex senador provincial por el radicalismo, y Jorge Alberto Mierez,
por su intervención como patrocinantes del síndico en la liquidación de Centro Financiero
SA. Pese a que su tarea profesional sólo se extendió por espacio de pocos meses y consistió
en la presentación de algunos escritos para verificar créditos, solicitaron que la regulación de
honorarios se efectuara conforme a las pautas de la ley 7.269 por entonces vigente, sobre la
base del monto total que comprendía el juicio. Ello implicaba la determinación de una suma
millonaria, cuyo pago debía afrontar el Banco Central de la República Argentina como orga-
nismo liquidador de Centro Financiero SA, pese a que la entidad no habría recuperado más
de 300 mil pesos del total de la deuda generada por la financiera.
Acción autónoma de nulidad 285
(26) CNCom., Sala A; 17-04-2012; “Boeing S.A. vs. Alteño, Mónica Pilar y otro s. Ordinario
-Prosecretaría de Jurisprudencia de la CNCom.”; RC J 7375/12, con cita Bidart Campos,
Germán J., “La raíz constitucional de la nulidad de la cosa juzgada”, ED, 136-619.
(27) TSJust. Córdoba, sala Civ. y Com.; JA.1999 - IV, 730.
(28) CNTrab., 29-04-2008; “Compañía Láctea del Sur c/ Piana, Ricardo s/ Acción de nu-
lidad” SAIJ: SUE0017775.
(29) CNTrab., 20-03-2007-Troncoso, “Roberto c/ Expreso Oro Negro SA y otros s/ Despido”
SAIJ: SUE0017810.
(30) CSJN; 20-03-2003; “Banco Central de la República Argentina (BCRA) en: Centro Fi-
nanciero S.A. s. Incidente de verificación tardía - Recurso de Inconstitucionalidad y recurso
directo” - Base de Datos de Jurisprudencia de la CSJN; RC J 103017/09.
286 Enrique M. Falcón
(31) CSJN; 05-12-2000; “Rodríguez, Luis Emeterio vs. Provincia de Corrientes s. Daños y
perjuicios” -Base de Datos de Jurisprudencia de la CSJN; RC J 103127/09.
(32) CNTrab., Sala VII; 30-06-2011; “Gleria, Ramón Agustín vs. Yacimientos Petrolíferos
Fiscales S.A. (YPF) y otro s. Partición accionariado obrero” -Boletín de Jurisprudencia de la
CNTrab.; RC J 10910/11.
(33) CNTrab., 16-05-2007; “Lodeiro Neira de López Carmen c/ Palavecino, Miguel y otros
s/ acción declarativa” SAIJ: SUE0014842.
(34) CNCom., Sala A; 17-04-2012; “Boeing S.A. vs. Alteño, Mónica Pilar y otro s. Ordinario”
-Prosecretaría de Jurisprudencia de la CNCom.; RC J 7375/12; con cita de Hitters, Juan Car-
los; “Revisión de la cosa juzgada. Su estado actual”; L.L. 1999-F, 996.
(35) CSJN; 28-07-2005; “Albero, Mario Isaac vs. Provincia de Corrientes s. Daños y perjui-
cios” -Base de Datos de Jurisprudencia de la CSJN; RC J 103068/09.
Acción autónoma de nulidad 287
(36) CSJN.; 16-05-2000; “Provincia de San Luis vs. Dimensión Integral de Radiodifusión
S.R.L. (DIRA)” -Base de Datos de Jurisprudencia de la CSJN; RC J 103126/09.
288 Enrique M. Falcón
(37) Ver ARAZI, Roland, “Acción de revisión de cosa juzgada írrita”, en Revista de Derecho
Procesal, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, Nº 2, p. 377; BERIZONCE, Roberto O., “Cosa juzgada
fraudulenta y acción de nulidad”, en JUS, Nº 10-75; “Medios de impugnación de la cosa
juzgada”, en Revista del Colegio de Abogados de La Plata, 26-259; COLERIO, Juan Pedro,
“La inmutabilidad de la cosa juzgada frente al proceso fraudulento”, en L. L. 1991-B-259;
EISNER, Isidoro, “Contenido y límites de la cosa juzgada”, en LL 1981-A-35; FENOCHIETTO,
Carlos Eduardo, “Cuestiones litigiosas amparadas por la cosa juzgada”, en LL 1988-E-334;
MAURINO, Alberto Luis, “Revisión de la cosa juzgada. Acción autónoma de nulidad (An-
tecedentes y Derecho Comparado)”, en Revista de Derecho Procesal, Rubinzal-Culzoni,
Santa Fe, Nº 2, p. 109; MIDÓN, Gladis E. de, “¿Potestad cautelar en la acción de nulidad
por cosa juzgada írrita o fraudulenta?”, en Revista de Derecho Procesal, Nº 1, Medidas cau-
telares, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 1998, p. 269; PALACIO, Lino Enrique, “La cosa juzgada
fraudulenta y los límites temporales de su impugnación”, en L. L. 1997-E-584.
(38) CSJN, 22-05-1990; “Arango, Daniel s/ art. 94 del Código Penal” - Causa N° 19.037-A.
78. XXIII, Fallos 313:508; Id. Antecedentes citados en el fallo: Daniel P. Lescombés- Fallos:
262:34, año 1965, aclarando que no procede en caso de sentencias en ejercicio de la juris-
dicción apelada del tribunal; “SRL. Imprimex Industrias Gráficas vs. Dora Inés Tamplín
de Barbero”, Fallos 291:80, año 1975; “SA. Fábrica Argentina de vagones y Silos vs. EMEPA”,
aunque se refiere a el incidente de nulidad y al recurso de nulidad del art. 253 del CPCCN,
Fallos 297:543, año 1977 y Valentina Enriqueta Campos, Fallos 303:241, año 1981; entre otros,
aunque en este último caso se refirió al recurso de reconsideración.
(39) CSJN, 12-06-2013, “D.S.D. s/promueve acción de nulidad en autos: ‘W., D c/ S.D.D.
- W.S s/ restitución de menor”, D. 173. XLVIII. PVA-Fallos: 335:868.
El interés familiar
Por Emilio P. Gnecco (*)
Derecho Privado como el conjunto de normas que rige la relación entre los particulares
(y el estado cuando no ejerce funciones de poder público: actúa en carácter de persona
privada): normas de carácter dispositivo. Las normas del D. público —nos recuerda
Luqui— tienen por finalidad satisfacer intereses públicos (el legislador es ademas quien
califica las normas como de orden publico para conferirles carácter imperativo, pero no
todas las normas imperativas son de orden público, puede haberlas como en el derecho
de familia, normas imperativas como las que regulan los efectos del matrimonio que son
imperativas —como también el régimen patrimonial del matrimonio— pero que no puede
calificárselas de orden público porque están referidas a un interés que es eminentemente
particular,… (Luqui, Roberto E., “Reflexiones sobre el concepto de orden público”, AcNac.
de Der.y CS., del 08/10/2015).
(2) Díaz de Guijarro, “Rectificación de Cicu…” JAr.1969, Sec. Doctr., pág. 200. El or-
denamiento jurídico siempre es una emanación del Estado, pero no por ello significa que
siempre sea derecho público. “El derecho público —dice— va a estar determinado por la
naturaleza de la relación y va a girar esencialmente en torno a la idea de la soberanía y dela
dependencia del individuo frente a los fines que son propios del Estado”.
(3) De tal manera, siguiendo en esa línea (que bien marca el profesor Díaz de Guijarro),
puede decirse que la expresión interés familiar sería una especial manera de expresar den-
tro del derecho de familia el concepto dilatado y genérico de orden público”: Enrique Díaz
de Guijarro, ob. cit., pág. 200. A raíz de de la regulación de las relaciones jurídicas fami-
liares debemos observar como juegan las mismas: nos fijaremos si hay solo un interés indivi-
dual o un interés familiar: y si hay pugna: prevalencia del interés familiar.
(4) Cicu, no obstante, continúa afirmando que no es extraño al derecho de familia la idea
de interés superior (poder), pero este es sobre individuos determinados y de duración limi-
tada, a diferencia del poder público que es sobre todos los individuos y de duración ilimita-
da. Ob. cit., pág. 201.
familiar
El interés 291
(5) A título de referencia recordamos que en el anterior Código Civil también otras dis-
posiciones hacían jugar el interés familiar, por ejemplo el art. 211, que en el capítulo corres-
pondiente a los efectos de la separación personal y con referencia específica al inmueble
en el que habitaban los cónyuges y si este “fuese propio” del cónyuge a quien no se le otor-
gó la tenencia del mismo, “el juez podrá establecer a favor de éste una renta por el uso del
inmueble en atención a las posibilidades económicas de los cónyuges y al interés familiar
(fijando el plazo de la locación). Asimismo y cuando se regulaba la administración de los
bienes de la sociedad conyugal en el art. 1277 se establecía que (si se trataba de inmuebles
gananciales) era necesario el consentimiento de ambos cónyuges (consentimiento o asen-
timiento) para disponer o gravar los bienes gananciales, diciendo en su parte segunda que
igual consentimiento sería necesario para disponer del “inmueble propio de uno de ellos en
que este asentado el hogar conyugal y hubiere hijos menores o incapaces (disposición que
se aplica aun después de disuelta la sociedad conyugal, trátese en este caso de bien propio
o ganancial),pero agregando finalmente la norma, en su último apartado, que “el juez po-
drá autorizar la disposición del bien si fuere prescindible y si el interés familiar no resulta
comprometido”. De la misma manera en el año 1954 al distarse la ley 14.394 (llamada ley
ómnibus: porque además de ausentes con presunción de fallecimiento legisló sobre muy
distintos y variados temas), en cuyo art. 49, al referirse al “bien de familia” y a la cancelación
o desafectación de su inscripción en el registro inmobiliario , establecía que ello podía ocu-
rrir a) a instancia del propietario del bien con la conformidad de su cónyuge, y si ello no era
posible por falta del cónyuge o si este fuera incapaz “se admitirá el pedido siempre que el in-
terés familiar no resulte comprometido”; y en el inciso b) cuando el bien de familia se hubie-
ra constituido por testamento (bien de familia que la ley señalaba que podía ser constituido
respecto de un inmueble urbano o rural cuyo valor no excediera las necesidades de sustento
y vivienda de la familia: art. 34 de la ley) o a solicitud de la mayoría de los herederos, se pro-
cederá a la desafectación salvo que exista disconformidad del cónyuge supérstite o existan
incapaces, caso en el cual al juez de la sucesión o la autoridad competente resolverá lo que
sea más conveniente para el interés familiar”.
familiar
El interés 293
Los intereses que puedan esgrimir los componentes del grupo deben
ser debidamente conjugados de tal manera que si se verifican contrapo-
siciones habrá que decidir con cuál de esos intereses se está cumpliendo
de la mejor manera con el interés general familiar que, en rigor, es el que
debe prevalecer.
5. En los tiempos actuales hay una tendencia que representa un verdadero
“desplazamiento de la familia como institución hacia la persona de sus
integrantes”, lo que conduciría a juzgar muchas veces preponderantemente
la autonomía del sujeto en el ámbito familiar”. La familia necesariamente
aparecería desdibujada y despojada de valores propios, pues en la diná-
mica familiar lo que existiría serían solo relaciones interpersonales entre
sus miembros. Desde esa posición quedaría muy acotado o directamente
no se debería hablar más de interés familiar porque ahora se trataría solo
del interés individual de cada uno de los que integran el grupo. Sin em-
bargo, bien se ha podido hacer notar, no obstante, desde la perspectiva de
la familia como institución, que se debe entender que la “personalización
del interés en la familia” (que lleva a identificarlo con el interés del miem-
bro de la familia involucrado) debe ser en la medida en que la pretensión
esgrimida (por el miembro de la familia) sea legítima y encuadre entre la
exigencia que marcan las normas, dentro de las reglas de la solidaridad
familiar” (reglas conducentes a la caracterización del llamado “interés
familiar” propiamente dicho) (6). Recordemos la afirmación que muchas
veces se ha puesto de relieve: el interés individual puede ser la causa y el
impulso de la acción, mientras que en el interés familiar se encontrará la
medida de la acción (7).
Aun cuando debe admitirse que ciertas transformaciones sociales, que
también inciden en el derecho, han conducido naturalmente a elevar la
consideración del individuo y de sus derechos, y que ello puede tener la
intención de proyectarse en la estructura familiar, eso en nuestro criterio
no puede llevar a desnaturalizar el concepto fundamental que debe tenerse
sobre la familia (aun también cuando tal concepto se lo extienda abarcando
otro tipo de uniones, no solo las matrimoniales entre personas de distinto
sexo), ni hace desaparecer, por ello mismo, frente al interés individual el
interés solidario del grupo, que es el que caracteriza el interés familiar co-
rrespondiente con la idea de familia como institución. Belluscio ya hacia
notar que la familia como unión de personas es la institución de la que se
vale la sociedad para cumplir y hacer cumplir de manera regular, formal
y definida las reglas de derecho que la regulan en orden a la unión de las
(6) Conf. ZANNONI, Eduardo A., “Derecho de familia”, t. I, 2006, pág. 21 y ss.
(7) DÍAZ DE GUIJARRRO, E., “Tratado de derecho de familia”, t. I, pág. 32.
294 Emilio P. Gnecco
(8) BELLUSCIO, Augusto C., “Manuel de derecho de familia”, 2011, pág. 11 y ss.
(9) PASSARELI, Santoro, “Doctrine generali del diritto civile”, 1089, pág. 28 y ss.
(10) El nuevo Código Civil y Comercial al iniciar el Libro Segundo referido a las “Rela-
ciones de familia” se inicia en el Primer Capítulo involucrando al matrimonio, sentando
como principios rectores la “libertad y la igualdad” (principios en general para todas las
personas resguardados incluso por nuestra Constitución Nacional: arts. 16 y 19), pero a
nuestro entender, y como ya lo han puesto en evidencia otros autores, han dejado de lado
principios que si son propios y básicos en las relaciones familiares matrimoniales (que
por lo demás son la base de la familia que aspiramos a defender y reconocer) y en definiti-
va del grupo familiar, como lo son, esencialmente, “la solidaridad y la unidad”. Se ha dicho
que la libertad e igualdad son aplicables a los individuos, a sus derechos, a sus opciones,
a sus aspiraciones… (FULCHIRON, H., “Del derecho de familia a los derechos del indi-
viduo” en LL. 2014 B-875, citado por BASSET, Úrsula en “CCyC comentado”, dirigido por
Jorge Alterini, t. III, pág. 4).
(11) LAFERRIERE, Nicolás, “Análisis del nuevo Código Civil y Comercial”, en ED, del
14/10/2014, número 13.587.
(12) Dice asimismo Cicu en cuanto a la familia, el fin superior de la sociedad implica la
prevalente intervención del Estado para establecer la regulación jurídica de la familia”; hay
“imposibilidad individual por restringir o condicionar los efectos jurídicos de la relación fa-
miliar”, DdG, pág. 275.
familiar
El interés 295
que ofrece la familia en momentos difíciles que deban atravesar sus in-
tegrantes, que ese “anclaje que proporciona gran solidez” se sostiene en
base a la unidad del núcleo familiar. Dice esta autora “sin unidad no hay
un yo, ni un otro, ni un nosotros, agregando que “…el ideal de la unidad de
la familia exige sobreponernos a la tendencia del descompromiso que hoy
nos interpela como sociedad, en el entendimiento que no lograremos crecer
sin un principio de unidad que implica la integración y la consolidación de
un proyecto de vida común” (13).
La familia y, consecuentemente, el interés familiar que se teje en su en-
torno tienen entonces implicados sentimientos de pertenencia, de afecto, de
solidaridad y de ayuda (que concurren a definirlo y sobre los que reposa el
propio concepto) y que lleva a considerarla una comunidad de aspiraciones
y de esfuerzos (único ámbito en el que se ha de poder desarrollar la familia),
(sentimientos que, de cualquier manera se podrían extender alcanzando
uniones (de hecho) formadas con sentido de perdurabilidad y exclusividad
por quienes conviven bajo un mismo techo) (14).
Esa relación entre la familia como institución y el propósito que debe
tener el Estado de preservarla y protegerla lleva a que las nomas que la
regulan tengan, sin duda, en cuenta la posición que puedan esgrimir sus
componentes, pero al mismo tiempo apreciando el interés general, lo
que podría conducirnos a decir que tales normas del derecho de familia
si bien pertenecen al derecho privado se reconocería que encierran en el
fondo un innegable interés público; en cuanto éste hemos visto se dirige al
bien común de la sociedad el que se resguarda al defender y robustecer la
cohesión del grupo familiar. El interés familiar, venimos destacándolo de
manera reiterada, consiste en la realización de los fines esenciales del grupo,
lo que debe significar la protección de los intereses individuales dentro de
ese grupo familiar, pero siempre que armonicen con dichos valores (fines)
(13) CASTRO SÁNCHEZ, María Ángeles, “La familia, el mejor refugio en tiempos difíciles”,
LNac., 13/05/2016.
(14) El interés familiar se asocia por lo tanto a la familia, considerada como “institu-
ción de que se vale la sociedad para cumplir y hacer aplicar de manera regular y formal
las reglas de derecho que la organizan en orden —y ahora lo afirmamos con mayor des-
pliegue— a la unión de las personas, la procreación, la educación de los hijos y en general
la protección de quienes la conforman”. Mazzinghi Jorge alude a este interés que era el
que tendía a “asegurar la existencia y desarrollo de la comunidad de personas vinculadas
por el matrimonio y la filiación en orden a procurar a todos sus integrantes el logro del
mejor destino”. A. C. BELLUSCIO cit. Interés familiar ligado a la idea de la familia como
institución en cuanto ella “reúne y es referente del conjunto de normas, orientadas por
principios propios, destinadas a establecer los distintos derechos y distintas obligaciones
en una determinad esfera de la vida social”. V. Jorge MAZZINGHI, “Tratado de derecho de
familia” 2006, t. I, pág. 19.
296 Emilio P. Gnecco
esenciales, pues en caso de colisión cederán frente a los mismos, como única
manera de que la familia se realice” (15).
De tal manera, la idea del interés familiar, como se ha expuesto, en
realidad queda al mismo tiempo correspondida con el de las perso-
nas que integran el grupo familiar del que son parte, pues se basa en
principios centrales indiscutibles que no puede entenderse sino como
aceptados por todos los que concurren a formarla: remarco: la idea de
preservar la unidad, la cohesión y la ayuda y solidaridad familiar, porque
los intereses individuales se protegen realizándose el interés general del
grupo (16) (17).
6. Refiero algunos casos en que la jurisprudencia hace jugar el concepto
e idea del interés familiar por aplicación directa de lo normado.
Tomando, por ejemplo, el caso de la autorización del hijo para viajar
se ha consignado “…si alguno de los padres niégale consentimiento para
autorizar la salida del país del hijo, la ley faculta al juez para que resuelva
lo que más convenga al interés familiar (CNC Sala A en ED. 133-476). En
realidad, ocurre que debe elegirse entre uno u otro de los intereses esgri-
midos, en cuyo caso la directiva de la ley no se dirige hacia la protección
de un interés particular (del hijo o el del padre), sino a lo que convenga al
interés de la familia (evitando el ejercicio abusivo de la patria potestad)
(CSJN LL. 1988-D, pág. 122), y más claramente se ha dicho: “el interés
familiar a que se refiere el art. 264 quater del CC (ahora 645 del CCC)
(15) DÍAZ DE GUIJARRO, “Tratado de derecho de familia”, t. I, pág. 275 y ss., 291 y ss.
(16) BELLUSCIO, Augusto, “Manual de derecho de familia”, 2011, ¿Qué significado o, en
todo caso, que alcance debe atribuirse al “interés familiar”, expresión utilizada y a la que se
recurre en varias de nuestras normas jurídicas”? Si bien la familia no constituye jurídicamente
una “persona jurídica” que pueda adquirir derechos o contraer obligaciones (que en todo caso
deberán ser atribuidas a las personas que la componen), parecería portadora de intereses legí-
timos que se le adjudican como propios. En ese sentido tales intereses se desprenden de la fa-
milia concebida como “institución” fundamental de la sociedad. Si bien la familia es una unión
de personas, es al mismo tiempo una institución (u órgano) de que se vale la sociedad para,
como dice Belluscio, cumplir y aplicar de una manera regular, formal y definida las reglas de
derecho que la regulan, en orden a la unión de las personas, la procreación, la educación de los
hijos y en general la protección de quienes la conforman”. Página 11.
(17) Al entender de muchos juristas el reconocimiento y la plenitud del desarrollo de las
personas que forman la familia se ha de apuntalar decidiendo, en los casos que correspon-
da —y que las normas legales plantean ante la posibilidad de contraponerse las posiciones
entre algunos de sus integrantes—, lo que más conviene al interés familiar. Mazzinghi, por
su parte, nos dice que la institución familiar está referida a un “conjunto de normas de de-
recho que tienen por fin asegurar la existencia y el desarrollo de la comunidad de personas
vinculadas por la unión matrimonial y la filiación en orden a procurar a todos sus integrantes
el logro del mejor destino”, MAZZINGHI, Jorge, “Tratado de derecho de familia”, 2006, t. 1, pág.
19, nro. 17.
familiar
El interés 297
la Corte hizo suyos (18), se señalaba que la integración del hijo en cuestión
al hogar familiar no resulta contraria a su interés, sino propia del interés
familiar a resguardar. Media un dispositivo de sostén y apoyo familiar e
institucional que permite la convivencia del niño con la familia, con su
madre, y que por el contrario es desaconsejable dejar de lado este interés
familiar separando al niño del vínculo con el resto de la familia de origen.
Y podríamos aún agregar, siempre en este terreno, otro caso en el que
un padre que pretende que su hijo haga un viaje de placer o de estudios
en el exterior (lo que también aparece deseado por el propio hijo), pero
precisamente en momentos en que la madre se opone porque se encuentra
padeciendo una enfermedad grave (física y con incidencia en su estado
espiritual), por lo cual aparece como necesario en esa especial circuns-
tancia la permanencia y presencia de su hijo. “Si surge que la salud de la
madre depende en buena medida de continuar manteniendo su contacto
directo con el hijo adolescente en cuestión, la solución del caso es que los
intereses que invoca el hijo a través de su padre deben ceder, y por lo tanto
quedar pospuesto el viaje al exterior”. Son evidentemente, en definitiva, “dos
intereses que se contraponen”. Dice el autor que cita el fallo, y coincidimos,
que la posición de la progenitora representa el verdadero interés familiar
por cuanto esa posición de la madre no es abusiva y se enmarca dentro de
la solidaridad familiar y la unidad de la familia (19).
7. Naturalmente que la consideración del interés familiar lleva a que éste
sea valorado según las circunstancias que en cada supuesto se den. Hay
autores, como Bossert Gustavo, que destacan que el interés familiar aparece
más configurado cuando se presenta como una “suma de coincidencias
o de vinculaciones de los intereses de los miembros de la familia, o sea
como el interés que abarca la comprensión de lo necesario o conveniente
para la agrupación familiar vista en su integridad” (20). Se trata en todos
los casos del interés que debe predominar acerca de la unidad del grupo, de
su cohesión, de su solidaridad.
En el caso que hemos recién referido del menor que no viaja al exterior
no obstante su voluntad, por cuanto la salud de la madre aconseja que se
(18) Los diagnósticos y pronósticos de técnicos autorizaba a inferir que la estructura fami-
liar de sostén desplegada estaba rindiendo resultados en el ejercicio de la maternidad de la
persona con discapacidad madurativa en relación al otro hermano menor y por tal motivo
se hacia predominar el interés familiar: V. ED. 25/07/2016, pág. 1.
(19) MIZRAHI, Mauricio, “Responsabilidad parental”, pág. 25.
(20) BOSSERT, Gustavo A., “Protección del hogar familiar y conflicto conyugal” en
LL.1982, pág. 715 y BOSSERT, Gustavo A. y ZANNONI, “Régimen legal de filiación y patria
potestad”, pág. 306.
familiar
El interés 299
Guillermo Borda porque fue quien renovó las ideas sobre esta materia
con su ponencia al III Congreso Nacional de Derecho Civil.
(*) Este trabajo fue presentado en la Sesión Privada de la Academia Nacional de Derecho
de Buenos Aires del 1 de diciembre de 2016.
(1) KEMELMAJER DE CARLUCCI, Aída, “Las situaciones jurídicas preexistentes a un año
de vigencia del Código Civil y Comercial”, LA LEY, 1/8/2016, cita online AR/DOC/2312/2016.
(2) RIVERA, Julio César, “En defensa de los Códigos (el viejo y el nuevo)”, LA LEY, 2015-E,
895, cita online AR/DOC/3337/2015, y citas allí efectuadas.
302 Julio César Rivera
(3) KEMELMAJER DE CARLUCCI, Aída, La aplicación del Código Civil y Comercial a las
relaciones jurídicas existentes. Rubinzal, Sta. Fe, 2015; “El artículo 7 del Código Civil y Co-
mercial y los expedientes en trámite en los que no existe sentencia”, LA LEY, 22/04/2015;
“Nuevamente sobre la aplicación del Código Civil y Comercial a las situaciones jurídicas
existentes al 1 de agosto de 2015”, LA LEY, 2/07/2015; RIVERA, Julio César, “Aplicación del
Código Civil y Comercial a los procesos judiciales en trámite (y otras cuestiones que debería
abordar el Congreso)”, LA LEY, 4/03/2015; “Aplicación del Código Civil y Comercial a las re-
laciones preexistentes y a los procesos judiciales en trámite”, LA LEY, 17/06/2015; JUNYENT
BAS, Francisco, “El sistema de derecho transitorio en la legislación patria. A propósito del
nuevo art. 7 del Código Civil y Comercial”, en Semanario Jurídico nro. 2004, 13.05.2015; GAL-
DÓS, Jorge Mario, “La responsabilidad civil y el derecho transitorio”, LA LEY, 16/11/2015;
BERGER, Sabrina M., “Eficacia temporal de las leyes en el nuevo Código Civil y Comercial
de la Nación (art.7)”, Sup. Doctrina Judicial Procesal 2015 (noviembre), p. 17; BIRRI, Vilma
N., “El acuerdo plenario de la Cámara de Trelew y la aplicación inmediata del Código Civil
y Comercial”, LA LEY, 4/11/2015; JALIL, Julián Emil, “La aplicación del art. 7 del Código Ci-
vil y Comercial y su impacto en el sistema de responsabilidad civil’’, RCCyC 2015 (octubre),
151; DELL’OREFICE, Carolina - PRAT, Hernán V., “La aplicación del nuevo Código Civil y
Comercial de la Nación y el derecho transitorio”, RCCyC 2015 (julio), p. 19; JUNYENT BAS,
Francisco A., “El derecho transitorio. A propósito del artículo 7 del Código Civil y Comercial”,
LA LEY, 2015-B, 1095; UZAL, María Elsa, “Nuevo Código Civil y Comercial: la vigencia tem-
poral, con especial referencia al Derecho Internacional Privado’’, RCCyC 2015 (julio), 50; HE-
REDIA, Pablo D., “El derecho transitorio en materia contractual”, RCCyC 2015 (julio), p. 30;
ITURBIDE, Gabriela A. - PEREIRA, Manuel J., “Efectos de la aplicación de la ley en el tiempo
con relación a los derechos reales y a los privilegios”, Publicado en: RCCyC 2015 (julio), p. 30.
materia de derecho transitorio 303
Políticas legislativa y judicial en
1. La tesis negativa
Ha sido nada menos que Guillermo Borda quien sostuviera entre nosotros
la tesis de la “imposibilidad de formular un derecho transitorio” (4), con
el argumento de que no se puede reducir a normas rígidas, a principios
inflexibles, lo que está sujeto a las infinitas variaciones y matices de la polí-
tica legislativa, pues en presencia de un cambio de legislación se enfrentan
dos principios que en abstracto son muy dignos de respeto: por un lado la
seguridad jurídica, interesada en conferir a la vieja ley el máximo de vigen-
cia posible; por el otro, la justicia y el progreso interesados en atribuir a la
nueva ley el mayor campo de aplicación, siendo imposible pronunciarse
de antemano en un sentido u otro. Y ejemplificaba con las leyes obreras
que necesariamente tienen que aplicarse inmediatamente aun cuando
afecten contratos en curso.
(4) BORDA, Guillermo, “Tratado de Derecho Civil - Parte General”, 11ª ed. actualizada,
Abeledo Perrot, Bs. As., t. I, núm. 169, ps. 181 y ss.
304 Julio César Rivera
Mi opinión fue controvertida por Gil Domínguez. Dijo el autor citado que:
“...el principal problema de la postura esgrimida por Rivera es que sigue
confinada en la ley como techo del ordenamiento jurídico, la Constitución
como una norma política sin fuerza normativa y los jueces como meros sub-
sumidores silogísticos, sin percibir que dicho paradigma ha sido modificado
por el Código Civil y Comercial a través del sistema de fuentes establecido,
del particularismo aplicativo y del rol de los jueces como concretizadores y
ponderadores de derechos que el Código debe garantizar pero no estructu-
rar. En otras palabras: ¿por qué si los jueces deberán aplicar el Código según
el caso que tengan que resolver realizando interpretaciones conforme a la
Constitución y a los Instrumentos Internacionales de derechos humanos o
bien aplicándolos directamente ante las lagunas del derecho secundario,
estarían inhabilitados para realizar el mismo procedimiento frente a una
antinomia normativa entre el viejo y el nuevo Código? ¿Si por imperio del
art. 7° los jueces deben aplicar las normas más favorables al consumidor en
las relaciones de consumo en los contratos en curso de ejecución porqué
van a estar inhibidos para aplicar la norma que mayor tutela constitucional y
convencional otorgue a la persona respecto de las normas de transición?”. (5)
Antes que nada debería decir que creo ser uno de los primeros civilistas
que en este país escribió sobre el denominado “derecho civil constitucio-
nal”, destacando el proceso de constitucionalización del derecho civil y el
valor normativo, interpretativo y derogatorio de la Constitución Nacional
(en adelante CN) (6).
Pero adviértase que aquí el núcleo de la cuestión no radica en interpretar
una norma jerárquicamente inferior —el CCyC— a la luz de la jerárquica-
mente superior —la CN— o de determinar la eficacia de un derecho reco-
nocido por la CN que puede llevar a la declaración de inconstitucionalidad
de la norma inferior, sino de saber cuál ley se aplica: la anterior o la nueva.
Y ello referido tanto al Código como a cualquier otra ley que viene a regular
situaciones o relaciones jurídicas existentes.
Dejar a los jueces la determinación en cada caso de qué ley se aplica
de acuerdo a cuál es la que brinda mayor o menor tutela constitucional,
es lisa y llanamente prescindir de toda idea de seguridad jurídica, amén
de que evidencia una concepción del derecho limitado a la resolución de
casos judiciales.
(5) GIL DOMÍNGUEZ, Andrés, “El art. 7 del Código Civil y Comercial y los procesos judi-
ciales en trámite. Una mirada desde el sistema de fuentes constitucional y convencional”,
RCCyC 2015 (julio), 1.07.2015, 16, cita online: AR/DOC/1952/2015.
(6) RIVERA, Julio César, “Derecho privado constitucional”, en Rev. de Derecho Privado y
Comunitario, n° 7, ps. 27 y ss., año 1996.
materia de derecho transitorio 305
Políticas legislativa y judicial en
(7) Una crítica terminante del art. 1° en GARAY, Alberto, “El Nuevo Derecho Común, la
Constitución y los Tratados”, Revista Código Civil y Comercial de la Nación, Ed. La Ley, n° 2, p.
25. Comienza señalando este autor la misma ambigüedad de la palabra casos. A nuestro juicio
cómo el CCyC ha querido emplear la palabra casos en este poco logrado art. 1° lo aclaran los
Fundamentos que acompañaron al Anteproyecto, donde se lee que los dos primeros capítulos
del Título Preliminar están principalmente dirigidos a jueces y juezas, con lo cual está usando
la palabra casos en el sentido de conflicto que llega a la resolución del juez.
(8) LÓPEZ DE ZAVALÍA (h.), Fernando, “Código Civil y Comercial: subsistencia de reglas
previstas en textos ya derogados”, LA LEY, 7/10/2016, cita online: AR/DOC/1526/2016.
(9) SOLER, Sebastián, Las palabras de la ley, México, 1969, II, ps. 25 y 26, recordado por
López de Zavalía (h.), ob. cit.
(10) KAPLOW, Louis, “Transition policy: a conceptual framework”, en Journal of Contem-
porary Legal Issues, 2003.
306 Julio César Rivera
(11) GIL DOMÍNGUEZ, ob. cit., dice: La lógica del Código Civil y Comercial se enmarca
en la fuerza normativa de la Constitución y de los Instrumentos Internacionales sobre dere-
chos humanos, los cuales pueden ser aplicados de oficio, mediante interpretaciones confor-
mes o bien de forma directa. Está basada en la garantía del derecho a la libertad de intimi-
dad, la protección de la familia ampliada, el interés superior del niño, la protección del más
débil, la no progresividad tuitiva, el derecho al uso del uso y goce de los bienes vinculado al
interés social y el derecho a la no discriminación como norma de cierre. También en un iura
novit curia constitucional y convencional que no puede responder de forma legicentrista y
abstracta ante el ejercicio de derechos en situaciones concretas (aunque sean antinómicas)
ni en los juicios pendientes ni en los que se inicien cuando el Código Civil y Comercial entre
en vigencia. Diría Víctor Hugo en el rudo lenguaje del Midi “palabre, palabre”.
(12) IRTI, Natalino, “Nomoe e Lex (Stato de Diritto come Stato della Legge)”, Rivista di Di-
ritto Civile, 2016-3-589 y ss.
(13) Cod. Civil suizo, art. 1: A. Application de la loi. 1. La loi régit toutes les matières auxque-
lles se rapportent la lettre ou l’esprit de l’une de ses dispositions. 2. A défaut d’une disposition
légale applicable, le juge prononce selon le droit coutumier et, à défaut d’une coutume, selon
les règles qu’il établirait s’il avait à faire acte de législateur. 3 Il s’inspire des solutions consa-
crées par la doctrine et la jurisprudence.
materia de derecho transitorio 307
Políticas legislativa y judicial en
(14) RIVERA, Julio César, Instituciones de Derecho Civil - Parte General, 6ª ed., Abeledo
Perrot, Bs. As., 2014, núm. 122 bis, p. 163 con cita de Guastavino, Elías P., “Los principios
generales del Derecho”, Anales de la Academia de Córdoba, ts. XVII y XVIII, a partir de p. 135.
(15) GUIBOURG, Ricardo A., “El sincero ocaso del derecho”, LA LEY, 2015-D, 1229, cita
online: AR/DOC/2309/2015. Como todo lo que publica este destacado autor —por muchos
años juez de la Cámara de Apelaciones del Trabajo— merece ser leído íntegramente. Por
ello me permito transcribir algunos párrafos imperdibles por su agudeza. Dice Guibourg:
Basta leer los artículos 1, 2, 3 y 10 para advertir que el legislador se siente más próximo del
Sermón de la Montaña que de la descarnada precisión del Código Napoleón, y que, al reser-
varse una función moralmente rectora, renuncia a la función de establecer criterios operati-
vos para cederla, en la práctica, a los jueces. En efecto, si la interpretación de la ley adquiere
el margen de discrecionalidad que le confieren los derechos y principios constitucionales y
convencionales, si la interpretación y la comparación de estos últimos dependen de las de-
cisiones judiciales, si estas decisiones (de las que se requiere una controvertible razonabili-
dad) y las opiniones de los autores se influyen recíprocamente todo el tiempo manteniendo,
a la vez, su indeterminación y su pluralidad, todos los límites entre las fuentes del derecho
se vuelven tan maleables y difusas como el derecho mismo. En síntesis, el contenido de las
normas, incluso las del propio código, depende de un juego circular de conceptos vagos a
la espera de algún “deus ex machina” que los llene de luminosas (y justas) verdades. Pero
ese personaje no viene (nunca vino) del cielo mismo, sino de la tramoya teatral del sistema
político: son los jueces quienes se ven conminados a asumir ese papel y se espera de ellos
que satisfagan a todos, bajo pena de linchamiento mediático, jurídico o aun físico. En efec-
to, quien se vea perjudicado por una decisión judicial tenderá a pensar que el magistrado
no ha sabido o no ha querido comprender el verdadero sentido de derechos, principios y
valores, por lo que ha ejercido deficientemente la función encomendada. Un verdadero pre-
sente griego para quienes sólo cuentan con su conciencia, conocen y ejercen los disensos y
saben que en un proceso hay quien gana y quien pierde. En estas condiciones, el nuevo có-
digo aparece como un sincero y entusiasta registro del ocaso del derecho, precisamente en
el único punto donde su aporte fue alguna vez efectivo. En tono de chanza algo exagerada,
podría decirse que, luego de leer el título preliminar, todo el resto del Código ha de tenerse
308 Julio César Rivera
por no escrito, hasta tal punto su contenido queda sujeto a principios imprecisos, a criterios
de interpretación subjetivos y cambiantes y a procedimientos de ponderación de derechos
y valores que siempre terminan reducidos al ojo de buen cubero (tan parecido al ojo de mal
cubero que no hay método objetivo que permita distinguir entre los dos).
(16) BAREÏT, Nicolas, “Un projet oublié: la codification du droit transitoire”, Revue Tri-
mestrielle de Droit Civil 2015-551.
(17) Ver KEMELMAJER DE CARLUCCI, “Las situaciones jurídicas preexistentes a un año
de vigencia del Código Civil y Comercial”, citado.
(18) El texto completo de la regulación del derecho transitorio en el Proyecto está trans-
cripto en Bareït, ob. cit.
(19) La regulación quebequense se inspira en las enseñanzas de Roubier y seguramente
ha tenido en cuenta el Proyecto de la Comisión Julliot de la Morandiére. La mera compara-
materia de derecho transitorio 309
Políticas legislativa y judicial en
ción entre ambos textos permite inducir que el legislador quebequense ha seguido los linea-
mientos propuestos por el Decano de Lyon; así el art. 2° de la ley quebequense es práctica-
mente idéntico al art. 23 del Proyecto francés. Y el art. 25 del proyecto francés, relativo a los
efectos de la ley nueva sobre los procesos en curso, prevé la misma solución que adoptaría
años después el art. 7° de la ley de aplicación del Código Civil de Quebec; sobre este tema
volvemos más adelante. La influencia del pensamiento de Roubier sobre el legislador que-
bequense es confirmado por la doctrina: COTÉ, Pierre-André - JUTRAS, Daniel, Le Droit
Transitoire en La Réforme du Code Civil. Textes réunis par le Barreau du Québec et la Cham-
bre des notaires du Québec, Les Presses de l’Université Laval, Quebec, 1993, t. III, a partir de
p. 935, núm. 11, p. 940.
(20) Conf. BAUDOIN - RENAUD, “Code Civil de Québec Annoté”, 3eme ed., 2000, Wilson
& Laffleur, Montreal, núm. 11, p. XII.
(21) VÍTOLO, Daniel, “Derecho transitorio aplicable a las sociedades”, LA LEY, 2015-C, 1025,
cita online AR/DOC/1540/2015. Una regla tan simple como esa soluciona un tema que de otro
modo no encontraría como resolverse, y no parece que afecte el poder normativo de la consti-
tución ni que convierta a los jueces en aplicadores silogísticos de la ley. Sólo le dice a las socie-
dades, comerciantes y contadores qué norma aplicar a la confección de sus estados contables.
(22) Que la reforma constitucional vino munida de disposiciones de derecho transitorio me
fue hecho notar por el Académico Alfonso Santiago en el debate posterior a la presentación
de este informe en la Academia Nacional de Derecho de Buenos Aires el 1 de diciembre de
2016.
310 Julio César Rivera
(23) La ley de aplicación del Código Civil de Quebec contiene una regla expresa sobre los
plazos introducidos por la ley nueva que no existían en la ley anterior. Dice así: Si un délai,
qui n’existait pas dans la loi ancienne, est introduit par la loi nouvelle et prend comme point
de départ un événement qui, en l’espèce, s’est produit avant son entrée en vigueur, ce délai,
s’il n’est pas déjà écoulé, court à compter de cette entrée en vigueur (art. 6, párrafo tercero).
En español sería: Si un plazo que no existía en la ley antigua es introducido por la ley nueva
y toma como punto de partida un evento que, en el caso, se ha producido antes de su entra-
da en vigor, ese plazo, si él no ha ya transcurrido, corre a contar desde la entrega en vigor.
Nuestro art. 7° no prevé nada sobre esta materia; y el art. 2537 se refiere expresamente a los
plazos de prescripción; con lo cual queda en la nebulosa como se computarán los plazos in-
cluidos en el CCyC que no estaban previstos en la legislación anterior y que además refieren
a situaciones o instituciones novedosas como son la unión convivencial y la prescripción
del donatario: sobre el punto v. en Quebec: COTÉ, Pierre-André - JUTRAS, Daniel, Le Droit
Transitoire en La Réforme du Code Civil. Textes réunis par le Barreau du Québec et la Cham-
bre des notaires du Québec, Les Presses de l’Université Laval, Quebec, 1993, t. III, a partir de
p. 935, en particular núm. 198, p. 1009.
(24) La derogación de la ley 14.394 y la inexistencia de una norma que autorice a aplicar
la nueva legislación sobre “Vivienda” al bien de familia constituido bajo aquél régimen hoy
suprimido, causa numerosos problemas. Por lo demás, el texto vigente sólo autoriza a afectar
inmuebles destinados a vivienda, mientras que la ley 14.394 permitía hacerlo con inmuebles
productivos, por lo cual no es claro si los inmuebles productivos que eran (¿o son?) bien de
familia siguen existiendo como tales o no y en su caso cuál es el alcance de la protección: v.
ITURBIDE, Gabriela - PEREYRA, Manuel J., “Efectos de la aplicación de la ley en el tiempo
con relación a los derechos reales y a los privilegios”, RCCyC 2015 (julio), 01.07.2015, 30, cita
online AR/DOC/1423/2015. Es obvio que ningún juez razonable va a resolver que el bien de
familia constituido bajo la ley 14394 ha desaparecido, pero pueden presentarse otros proble-
mas interpretativos; por ejemplo: quien constituyó un bien de familia bajo la ley 14394 ¿pue-
de pretender adquirir otro inmueble en sustitución de aquél y ampararse en el régimen de
“vivienda” del CCyC con vigencia desde la fecha de constitución del bien de familia original?;
adviértase que en este caso el régimen de “vivienda” vendría a tener eficacia desde antes de
haber entrado en vigor. Los autores citados en la nota señalan la existencia de 30 (treinta) po-
sibles conflictos entre la legislación derogada y la vigente en el ámbito de los derechos reales.
materia de derecho transitorio 311
Políticas legislativa y judicial en
Para ello nos vemos obligados a reproducir algunos conceptos que fueron
vertidos en trabajos anteriores (28).
b) La excepción
(28) RIVERA, Julio César, “Aplicación del Código Civil y Comercial a los procesos judicia-
les en trámite...”, citado.
(29) BIDART CAMPOS, Germán José, Tratado Elemental de Derecho Constitucional Ar-
gentino, Ediar, Bs.As., 2001, t. I-B, p. 360. El distinguido constitucionalista resume allí su po-
sición expuesta en “Tres enfoques constitucionales en torno de la ley de alquileres”, LA LEY,
138-689, nota a CNFed., sala Civil y Comercial, 2.9.1969, allí publicado.
(30) SCBsAs., 15.5.62, JA 1962-V-117; ídem 30.4.57, LA LEY, 89-718; en materia de acciones
de estado lo resolvió así la CNCiv., sala C, 6.6.58, LA LEY, 94-625.
(31) La CSN se había pronunciado en el sentido indicado en el texto en sentencia del 13.4.1966,
LA LEY, 123-317. También puede verse la sentencia de la SCBsAs, 30.8.1966, LA LEY, 124-395 en
la que se adecua a la jurisprudencia de la CSN, con dos disidencias.
materia de derecho transitorio 313
Políticas legislativa y judicial en
gencia dictada con motivo de la crisis del 2002 llegó a aplicarse en la etapa
de ejecución de sentencia.
Es sabido que la reforma del art. 3° del Código Civil original hecha por
la ley 17.711 tiene como antecedente directo la ponencia presentada por
el Dr. Borda al III Congreso Nacional de Derecho Civil, y el dictamen de la
comisión que tratara el tema, de la que fue miembro informante Alberto
Spota habiendo participado en el debate nada menos que Alfredo Orgaz,
Brebbia, Novillo Saravia.
(32) Pueden verse dos extensas notas de jurisprudencia: ED 36-729; Amadeo, José Luis,
“Efectos de la ley con relación al tiempo”, LA LEY, 1976-D, 592.
(33) Ver voto de Margarita Argúas en CNCiv., sala F, 30.9.69, ED 30-264; CNCiv., sala
A, 24.4.69, Ed 27-100; CNCiv., sala A, 24.4.69, ED 27-100; íd., sala C, ED 27-63; íd., sala D,
27.12.68, ED 27-102; íd., sala E, Ed 24.854; íd., sala C, 23.9.69, ED 30.585.
(34) Jorge Joaquín Llambías sostuvo que no era procedente la aplicación del art. 1078 re-
lativo a la indemnización del daño moral por haberse producido el hecho ilícito antes de la
entrada en vigencia de la ley 17.711, “independientemente del adelanto del trámite del jui-
cio”, CNCiv., sala A, 24.4.69, ED 27-100.
(35) CNCiv., sala B, 4.6.69, ED 30-558; en el mismo sentido CNCiv., sala D, 11.9.68, ED 24-668.
314 Julio César Rivera
(36) ROUBIER, Les conflits des lois dans le temps, tomo II, Sirey, París, 1933, núm. 148, p. 753.
(37) Veremos más adelante que el quid de la interpretación del art. 7° radica en determi-
nar cuáles son esas consecuencias que pueden ser incididas por la nueva ley.
(38) KEMELMAJER DE CARLUCCI, Aída, “El artículo 7 del Código Civil y Comercial y los
expedientes en trámite en los que no existe sentencia”, LA LEY, 22.04.2015; “Nuevamente
sobre la aplicación del Código Civil y Comercial a las situaciones jurídicas existentes al 1
de agosto de 2015”, LA LEY, 2/07/2015; RIVERA, Julio César, “Aplicación del Código Civil y
Comercial a los procesos judiciales en trámite (y otras cuestiones que debería abordar el
Congreso)”, LA LEY, 4/03/2015; RIVERA, Julio César, “Aplicación del Código Civil y Comer-
cial a las relaciones preexistentes y a los procesos judiciales en trámite”, LA LEY, 17/06/2015.
materia de derecho transitorio 315
Políticas legislativa y judicial en
b) Nuestra opinión
El efecto inmediato del derecho nuevo está sujeto al mismo límite que la
aplicación retroactiva, esto es, no puede afectar garantías constitucionales (40).
En relación a los juicios en trámite la aplicación inmediata produce una
afectación inconstitucional de la garantía de defensa en juicio si las partes
no tienen —como mínimo— la oportunidad de invocar, alegar y probar
sobre el derecho “nuevo”, pues no es de aplicación el principio iura curia
novit en tanto no es un derecho que las partes pudieron haber invocado.
La sustancial diferencia es que el derecho vigente es conocido —y por lo
tanto las partes pudieron ajustar sus pretensiones a él e invocarlo o no pues
de todos modos si no lo hacían podría suplirlo el juez—, mientras que en
la situación que nos ocupa las partes lisa y llanamente no pueden conocer
algo que no existe.
(42) El tema lo trata inicialmente Roubier en “De l’effet...”, citado, ps. 525 y ss. invocando
decisiones de la Cour de Cassation que declararon que el beneficiario una sentencia, aun
cuando apelada, estaba en posesión de un derecho adquirido del que no podía ser privado
por una ley sancionada en el curso de la instancia de apelación.
materia de derecho transitorio 317
Políticas legislativa y judicial en
(43) Sobre el tema ver OLMO, Juan Pablo - PRACH, Eliana Mara, “Aplicación de la ley en
el tiempo en materia de restricciones a la capacidad jurídica en el nuevo Código”, LA LEY,
15/07/2016, 7; Olmo, Juan Pablo, “Aplicación del Código Civil y Comercial a los procesos
en trámite: jurisprudencia en materia de persona, familia y sucesiones”, RCCyC 2016 (abril),
113, cita online AR/DOC/936/2016.
(44) De allí que sea errada una sentencia que declaró no aplicable el art. 26 del CCyC a un
conflicto relativo al consentimiento prestado por un menor para la publicación de fotogra-
fías, con el argumento de que esa norma atribuye capacidad para la disposición del propio
cuerpo y no se refiere a vínculos comerciales o laborales. En realidad no es aplicable por-
que el acto jurídico se celebró bajo la vigencia del código anterior, CNCiv., sala B, 10.2.2016,
“N., F.N. c/ Editorial Televisa Argentina SA”, JA, 2016-III-fascículo 1.
(45) Sobre el punto v. las propuestas de Brebbia en III Congreso Nacional de Derecho Ci-
vil, citado, en ED 36-729, en particular p. 738, segunda columna.
(46) CSN, 6.8.2015, “D. l. P., V. G. y otro el Registro del Estado Civil y Capacidad de las Per-
sonas s/ amparo”, Fallos 338:706.
318 Julio César Rivera
(51) CSN, 29.3.2016, “Terren, MMD c/ Campill Eduardo Antonio s/ divorcio”; 18.10.2016,
“B., O.F., c/ N., V.C., s/ divorcio, art. 214, nc. 2 del Código Civil”.
(52) CSN, 29.3.2016, “Terren, MMD c/ Campill Eduardo Antonio s/ divorcio”; 18.10.2016,
“B., O.F., c/ N., V.C., s/ divorcio, art. 214, nc. 2 del Código Civil”.
(53) Las tesis de Roubier son sin duda innovadoras pues superan la noción de derechos ad-
quiridos en base a la cual los códigos decimonónicos habían tratado la cuestión; e introducen
la distinción entre efecto retroactivo y efecto inmediato. Sin embargo, hemos señalado antes
de ahora que la exposición de Roubier es parcial, a veces confusa y presenta contradicciones
(Rivera, Julio César, “Aplicación del Código Civil y Comercial a las relaciones preexisten-
tes y a los procesos judiciales en trámite. Algunas propuestas”, citado). Cabe ahora agregar
que con ese juicio he venido a coincidir con al menos parte de la doctrina francesa: dice
Héron: “Las ideas sostenidas por el Decano Roubier han representado un progreso consi-
derable en el conocimiento de esta materia. Sin embargo, como lo ha mostrado M. Bach,
ellas permanecen insuficientemente precisas” (HÉRON, Jacques, “Étude structurale de
l’application de la loi dans le temps”, RTDC 1985-277, citando a Bach, L., “Contribution a
l’étude de l’application des lois dans le temps”, RTDC 1969-405).
320 Julio César Rivera
(54) Ya hemos señalado que la primera edición de la obra de Roubier, publicada bajo el
título Les conflits des lois dans le temps, se presenta en dos volúmenes, editados por Recueil
Sirey, París; el primero de los volúmenes es de 1928 y el segundo de 1933.
(55) Sobre este punto en concreto dice Roubier: “La ley que gobierna los efectos de una
situación no es retroactivamente aplicada, si ella determina solamente los efectos futuros
de esa situación, sin afectar los efectos jurídicos ya producidos”, Les effets..., citado, tomo II,
núm. 147, p. 750.
materia de derecho transitorio 321
Políticas legislativa y judicial en
el día del litigio; y allí no habrá más que una apariencia de retroactividad,
una pseudo retroactividad; en realidad la ley nueva tiene solo un efecto
inmediato” (56).
Como veremos en los párrafos que siguen, estos conceptos se reiteran en
los sucesivos aportes que nos ha dejado el profesor Roubier.
b) En el proyecto de Julliot de la Morandiére (1949) (57)
Ya hemos dicho que el Proyecto de Código Civil de la comisión presidida
por Julliot de la Morandiére, incluyó normas de derecho transitorio que
fueron preparadas por el profesor Roubier. Esto ha sido expuesto en un
trabajo publicado recientemente en Francia (58).
En los textos propuestos Roubier propone consagrar su propia doctrina
sobre la retroactividad y el efecto inmediato (59).
Con relación al tema concreto de las nuevas leyes y los procesos en curso,
el Proyecto contenía una norma que decía: “Cuando la decisión del juez
es constitutiva y no declarativa de derecho, ella está sometida a la ley en
vigor al día en que ella es dictada” (art. 25) (60), solución que luego adoptó
explícitamente la ley que puso en aplicación al Código Civil quebequense
de 1994 (art. 9° que dice: “Los procesos en curso permanecen regidos por
la ley antigua. Esta regla recibe excepción cuando la sentencia a dictarse es
constitutiva de derechos o que la nueva ley tenga efecto retroactivo...”) (61).
Parece muy evidente que Roubier ha seguido la distinción que hiciera en
su obra de 1928/33: las leyes de fondo no se aplican a los casos iniciados con
anterioridad a su vigencia, a no ser que la sentencia a dictarse sea consti-
(56) ROUBIER, ob cit., tomo I, p. 432; tomo II, núm. 149, p. 758.
(57) Si bien la Comisión se instaló en 1945, Roubier fue convocado en 1949, según surge
de las actas a las que nos referimos más abajo.
(58) Sobre el punto: BAREÏT, Nicolas, “Un projet oublié: la codification du droit transi-
toire”, Revue Trimestrielle de Droit Civil 2015-551. A ello se agregó luego el muy interesante
trabajo de la profesora Kemelmajer quien analiza —como lo hace Bareït— las actas de la
Comisión: “Las situaciones jurídicas preexistentes a un año de la vigencia del Código Civl
y Comercial (Varios personajes en busca de un autor)”, LA LEY, 1/8/2016, cita online AR/
DOC/2312/2016.
(59) Conf. BAREÏT, ob. cit.
(60) En francés: Lorsque la décision du juge est constitutive et non déclarative de droit,
elle est soumise à la loi en vigueur au jour où elle est rendue.
(61) En francés: Les instances en cours demeurent régies par la loi ancienne.Cette règle
reçoit exception lorsque le jugement à venir est constitutif de droits ou que la loi nouvelle, en
application des dispositions de la présente loi, a un effet rétroactif. Elle reçoit aussi exception
pour tout ce qui concerne la preuve et la procédure en l’instance.
322 Julio César Rivera
(62) Una autora señala: “...según las reglas de derecho transitorio corrientemente admi-
tidas, si el rol del juez se limita a reconocer un estado de derecho anterior, la ley antigua
continúa rigiendo esta instancia declarativa; al contrario, la ley nueva debe aplicarse inme-
diatamente en todas las acciones constitutivas de derecho”: DEKEUWER-DÉFOSSEZDE-
KEUWER-DEFFOSEZ, Françoise, Les dispositions transitoires dans la législation civile con-
temporaine, París, 1977, n° 107, p. 130.
(63) CÔTÉ-JUTRAS, ob. cit., núm. 11, p. 940.
(64) Publicada en París, 1928. Un ejemplar de esta obra se conserva en la Biblioteca de la
Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires.
(65) Dalloz, París, 1960, reeditada en París recientemente.
materia de derecho transitorio 323
Políticas legislativa y judicial en
Dice allí:
Sin embargo, Roubier trata el tema y sienta las bases de lo que es una
exposición más precisa en el artículo “De l’effet des lois nouvelles sur les
procès en cours”, publicado también en 1960, al que nos referimos más abajo.
que si esta es anterior a la nueva ley, todos los procesos que se refieran a
sus elementos se juzgarán por la ley antigua. Salvo que se trate de lo que él
llama —como ya se dijo— leyes pseudo retroactivas, como lo son las que
refieren a materias que requieren sentencias constitutivas de estado, como
el divorcio y la filiación (68).
El decano de Lyon va a retomar esta distinción en el artículo que comen-
tamos seguidamente.
d) En el artículo “De l’effet des lois nouvelles sur les procès en cours” (69)
(1960)
El profesor Roubier dedicó un trabajo particular al tema en el que desa-
rrolló con mayor amplitud lo que había expuesto en Droit Transitoire. En
ese artículo Roubier llega a estas definiciones:
- Cabe distinguir entre leyes procesales y leyes de fondo; las leyes proce-
sales son inmediatamente aplicables.
- En cuanto a las leyes de fondo el problema de la aplicación inmediata
—lisa y llanamente— no se presenta, pues es indiferente la fecha o momento
en que se ha iniciado un proceso judicial.
- Es indiferente porque lo que juzga el tribunal son (las consecuencias
jurídicas de) hechos y eso lo hace aplicando la ley vigente al tiempo de los
hechos; de modo que si se pretendiera aplicar una ley distinta, no estaría-
mos ante el efecto inmediato de la nueva legislación sino ante un efecto
retroactivo. Como veremos poco más adelante este es el criterio que sigue
la doctrina francesa posterior a Roubier: la aplicación de la ley a situaciones
o relaciones jurídicas nacidas antes de ella es siempre retroactiva (70).
explicita: “...el momento en el cual la situación jurídica ha nacido sobre la base de ciertos
hechos o de ciertos actos constituye la base cierta de la competencia de la ley, porque se
trata de regir las condiciones de validez de esa situación. El principio de no retroactividad
de la ley tiene por significación, precisamente, que poco importa la fecha en que el proceso
ha sido promovido, porque el juez debe referirse a la ley que estaba en vigor al tiempo de la
creación de la situación jurídica” (p. 531).
(71) Ob. cit., p. 523.
(72) Un segundo caso de pseudo retroactividad estaría dado en las situaciones jurídicas
que se judicializan a pesar de que la sentencia no es imprescindible para constituir la rela-
ción jurídica. El caso que pone el Decano de Lyon es el de la partición que se judicializa por-
que los titulares no se ponen de acuerdo o porque hay incapaces; la sentencia no era nece-
saria hasta el momento en que por alguna de las expuestas razones recurrieron al tribunal.
(73) Ob. cit., p. 524.
326 Julio César Rivera
una recompensa a los recursos dilatorios (81). Por lo que concluye Héron,
así como el legislador debe —en principio— abstenerse de establecer
normas retroactivas, el juez debe abstenerse de darles tal carácter (82).
En definitiva, lo que viene a sostener la doctrina francesa más reciente,
como lo hiciera Roubier desde la primera edición de su obra en 1928 y los
mantuviera en todos sus trabajos posteriores e incluso en el Proyecto de
Código Civil de la Comisión Julliot de la Morandiére, es que la aplicación
de la ley nueva a un proceso judicial en trámite en el que debiera dictarse
una sentencia meramente declarativa, es siempre retroactiva pues estaría
decididamente influyendo sobre hechos ya pasados.
Con lo cual la ley nueva solo podría aplicarse si: (i) ella incidiera sobre
“consecuencias” no consumidas o (ii) la misma dispusiera su aplicación
a los casos judiciales pendientes y siempre que no afectara así garantías
constitucionales.
Conclusión que no es distante de la propuesta entre nosotros por Bidart
Campos y que resultaba de la jurisprudencia de la CSN cuando resolvía que
las nuevas leyes sobrevinientes resultarían eficaces con relación a los casos
pendientes si ellas eran de orden público y así lo disponían expresamente.
2. Síntesis sobre la interpretación del art. 7° a la luz de su texto y sus an-
tecedentes nacionales y extranjeros
Reiteramos lo ya dicho sobre los principios generales sentados en el art. 7°.
Ellos son la no retroactividad, el efecto inmediato sobre las consecuencias
de las relaciones y situaciones jurídicas existentes, la no aplicación de
las reglas supletorias a los contratos (a no ser que sean más favorables al
consumidor).
Ahora bien, ello exige determinar cuándo la ley es retroactiva y qué son
las “consecuencias de las relaciones y situaciones jurídicas” que pueden
ser alcanzadas por la nueva ley.
Existe consenso en que una ley es retroactiva si pretende afectar la cons-
titución o la extinción de una relación o situación jurídica. Por lo que una
ley sobre la forma del matrimonio no puede afectar los matrimonios ya
(81) HÉRON, Jacques, “Principes du droit transitoire”, Dalloz, 1996, n° 67 y ss.; este autor
ejemplifica con la ley del 5 de julio de 1985 diciendo que no podría comprenderse porqué la
ley daría la razón a aquel que ha interpuesto un recurso contra toda razón mientras que otro
litigante ingenuo ha creído aquello que le han dicho jueces y abogados queda privado de
indemnización... “Peut-on trouver meilleure école d’incivisme?”.
(82) HÉRON, “Étude structurale...”, citado, núm. 33, p. 301.
materia de derecho transitorio 329
Políticas legislativa y judicial en
(83) Como sucedió en Argentina con la ley 4.124 de redención de capellanías; es la posi-
ción de ALLENDE, Guillermo L., “Tratado de enfiteusis y demás derechos reales suprimidos
o restringidos por el Código Civil”, Abeledo Perrot, Bs. As., 1964, p. 60. Es muy interesante el
argumento constitucional que hace el profesor Allende: el art. 15 de la CN suprimía defini-
tivamente la esclavitud y disponía que “una ley especial reglará las indemnizaciones a que
dé lugar esta declaración”. Con mayor razón entonces correspondería indemnizar a quien se
viera privado de un derecho real suprimido por la nueva legislación. Viene a coincidir con la
opinión de Roubier en Les effets..., citado, t. II, p. 189.
(84) V. citas en nota 50.
330 Julio César Rivera
(85) CApel. Trelew, Sala A, 11.08.2015, “S., N. O. y Otros c/ D., D. Á. y Otra s/ Daños y Per-
juicios”.
(86) CApel. Trenque Lauquen, 7.08.2015, “Portela Marcelo y Otro c/ Ustarroz Abel María y
Otro s/ daños y perjuicios por uso automotor”.
(87) CNCom., sala A, 29.9.15, “Ganadera San Roque S.A. s/ concurso preventivo s/ inc. art.
250 CPCCN”.
materia de derecho transitorio 331
Políticas legislativa y judicial en
(88) CNCom., sala A, 29.9.15, “Ganadera San Roque S.A. s/ concurso preventivo s/ inc.
art. 250 CPCCN”.
(89) ROUBIER, Paul, “Le droit transitoire. Conflits des lois dans le temps”, 2e édition, Da-
lloz, París, 2008, núm. 67, p. 314.
(90) ROUBIER, ob. cit., núm. 67 A), p. 315.
332 Julio César Rivera
Y López de Zavalía acotaba: “La ley tiene aplicación inmediata sobre todas
las relaciones y situaciones jurídicas existentes. No afecta a la relación tal como
ella existió antes, pues sólo toca sus consecuencias a partir de la ley” (93). A
título de ejemplo, la nueva ley que modifique la tasa de los intereses que
devenga la indemnización, sería de aplicación a esta, pero a partir de la
fecha en que la nueva ley entra en vigencia (94).
Con lo cual habiendo un proceso judicial en curso la ley nueva sólo po-
dría aplicarse si:
precedentes que tienen poco o nada que ver con la cuestión de la vigencia
de la ley en el tiempo, ha sentado una doctrina poco feliz.
(97) CSN, 29.3.2016, “Terren, MMD c/ Campill Eduardo Antonio s/ divorcio”; 18.10.2016,
“B., O.F., c/ N., V.C., s/ divorcio, art. 214, inc. 2 del Código Civil”.
(98) CSN, 29.3.2016, “Terren, MMD c/ Campill Eduardo Antonio s/ divorcio”, consideran-
do 5°.
(99) CSN, 29.3.2016, “Terren, MMD c/ Campill Eduardo Antonio s/ divorcio”, consideran-
do 6°.
materia de derecho transitorio 335
Políticas legislativa y judicial en
- Fallos 306:1160. Efectivamente en este caso la Corte dijo que debía aten-
der a las circunstancias existentes al momento de la decisión, aunque ellas
fueran sobrevinientes a la interposición del recurso extraordinario. Pero es
conveniente aclarar que en el caso el acontecimiento sobreviniente no era
una nueva ley sino la muerte del imputado que extinguía la acción penal... y
por ello tornaba abstracto el pronunciamiento de la Corte... (101).
(100) Venimos afirmando desde hace muchos años que uno de los principios del libera-
lismo político es la libre discusión y crítica de toda autoridad o convención social (RIVERA,
Julio César, Instituciones de Derecho Civil - Parte General, 6ª. Ed., Bs.As., 2013, núm. 2 qua-
ter, p. 17), lo cual fue reconocido por la CSN al decir que “la regla estructural de un estilo de
vida democrático reside en la capacidad de una sociedad para resolver sus conflictos me-
diante el debate público de las ideas” (CSN, 21.11.2006, “Asociación Lucha por la Identidad
Travesti - Transexual c/ Inspección General de Justicia”, Fallos 329:5266ALIIT) completar
cita del fallo.
(101) CSN, 30.08.1984, “Ricardo Humberto Chaperon”, Fallos 306:1160.
(102) CSN, 25.11.2008, “Edesur S.A. c/ Estado Nacional - Dirección Nacional de Bienes del
Estado s/ escrituración”, Fallos 331:2628.
(103) CSN, 12.9.2002, “García Haluzo, Miguel Angel c/ Iruzun, Leda Mabel”, Fallos 325:
2275.
336 Julio César Rivera
Seguimos con el análisis de los casos citados por la CSN como precedentes
de su doctrina.
(109) CSN, 1.2.2002, “Banco de Galicia y Buenos Aires s/ solicita intervención urgente en
autos: “Smith, Carlos Antonio c/ Poder Ejecutivo Nacional o Estado Nacional s/ sumarísi-
mo”, Fallos 325:28.
338 Julio César Rivera
(110) Una crítica terminante del art. 1° en GARAY, Alberto, “El Nuevo Derecho Común, la
Constitución y los Tratados”, Revista Código Civil y Comercial de la Nación, Ed. La Ley, n° 2,
p. 25. Comienza señalando este autor la misma ambigüedad de la palabra casos. A nuestro
juicio cómo el CCyC ha querido emplear la palabra casos en este poco logrado art. 1° lo acla-
ran los Fundamentos que acompañaron al Anteproyecto, donde se lee que los dos primeros
capítulos del Título Preliminar están principalmente dirigidos a jueces y juezas, con lo cual
está usando la palabra casos en el sentido de conflicto que llega a la resolución del juez.
materia de derecho transitorio 339
Políticas legislativa y judicial en
El art. 7° de manera alguna sostiene que las nuevas leyes deban aplicarse
lisa y llanamente a todos los procesos judiciales cualquiera sea su instancia
(ni que deba “atenderse” a ellas “cuando no sea posible prescindir”).
Mucho menos todavía puede deducirse del art. 7° que “la ausencia de una
decisión firme sobre el punto obsta a que se tenga por configurada una situa-
ción jurídica agotada o consumida bajo el anterior régimen que, por el prin-
cipio de irretroactividad, obste a la aplicación de las nuevas disposiciones”.
Si, como hemos dicho, toda aplicación de la ley a una relación o situa-
ción jurídica judicializada al tiempo de entrar en vigor la nueva norma,
importa una aplicación retroactiva pues, como apuntan Roubier y el
resto de la doctrina citada, en esos casos siempre se trata de juzgar sobre
hechos pasados, la Corte debió haber justificado porqué aplica retroacti-
vamente una ley —el CCyC en este caso— a esa relación jurídica sin que
exista una disposición legal expresa que le atribuya retroactividad. Pudo
haberlo hecho afirmando que la sentencia a dictarse en el divorcio es
constitutiva y que no empece a la aplicación la instancia en que el asunto
se encuentra (111).
Pero la Corte opta por una solución distinta, cual es sostener que no hay
retroactividad en la aplicación del CCyC al caso, con el solo argumento
de que no hay sentencia definitiva. En efecto, la CSN dice: “La ausencia
de una decisión firme sobre el fondo del asunto obsta a que se tenga por
configurada una situación jurídica agotada o consumida bajo el anterior
régimen que, por el principio de irretroactividad, obste a la aplicación de
las nuevas disposiciones”.
Esta afirmación de la CSN sin ninguna matización e interpretada literal-
mente conduciría a un criterio inaceptable, pues la Corte estaría diciendo
que sólo habrá situaciones o relaciones jurídicas definitivamente cons-
tituidas o extinguidas si hay sentencia firme anterior a la nueva ley. Con
lo cual iría contra toda la doctrina y jurisprudencia elaboradas alrededor
del derecho transitorio que coincide en que las nuevas leyes no pueden
afectar la constitución ni la extinción de las relaciones y situaciones ju-
rídicas medie o no un proceso judicial, el cual es un dato absolutamente
contingente, a no ser que la ley exija el pronunciamiento judicial como
un elemento necesario de la constitución o extinción de la relación o
situación jurídica.
De modo que la única manera de interpretar la doctrina de la CSN en
este punto es que la Corte quiso decir que en este caso —por tratarse de
un juicio de divorcio en el que la sentencia es constitutiva de derechos— la
relación jurídica no está consumida porque la sentencia no estaba firme,
cualquiera sea la instancia en que el proceso se encuentre.
Reitero: la Corte debería preocuparse de precisar su doctrina sobre el
punto, pues tal como está expresada en los casos “Terren” y “B., O. F.”, da
lugar a que se entienda que las leyes nuevas se aplican a todas las causas
judiciales pendientes, pues una lectura ligera llevaría a la conclusión de
“El error de afirmar que, en todos los supuestos, la traba de la litis agota
la situación es manifiesto si se piensa, por ej., en las leyes de salud men-
tal. Por el hecho de que la litis se trabó antes de la ley 26.657 ¿declararía
un juez a una persona insana, aunque según la nueva ley corresponde
(114) KEMELMAJER DE CARLUCCI, Aída, “Nuevamente sobre la aplicación del Código Ci-
vil y Comercial a las situaciones jurídicas existentes al 1 de agosto de 2015”, LA LEY, 2015-C,
951, cita online AR/DOC/1801/2015.
(115) Conf. ROUBIER, Droit transitoire, citado, p. 214, ejemplifica con una ley que supri-
miera la prodigalidad; ella significaría la salida de la incapacidad de todos los pródigos que
hubieran sido declarados incapaces bajo el régimen sustituido.
materia de derecho transitorio 343
Políticas legislativa y judicial en
(121) CSN, 21.9.84, con nota de Germán Bidart Campos y Carlos Herrendorff: “Una ex-
propiación inversa muy sui generis y un impresionante realismo judicial”, ED 135-392.
(122) STJ Cdba., 24.04.02, “Condecor Sa Compañía Financiera —revisión del crédito del
BCRA en autos Condecor S.A. Compañía Financiera— quiebra solicitada por el BCRA”, revo-
cando la sentencia de la Cámara de Apelaciones en lo civil y comercial de la 2ª nominación
del 27.06.00 que había declarado la inaplicabilidad del art. 51, inc. d) de la ley 21.526 por ha-
ber sido dictada con posterioridad al pedido de verificación del crédito.
346 Julio César Rivera
(123) CEDH, 9.12.94, Raffineries grecques Stran et Stratis Andreadis contre Grèce.
(124) “Papageorgiou contre Grèce”, 22-10-1997.
(125) V. TGI Saintes, 21 févr. 1997, RTDC.1998, p. 521; este tribunal decidió que una ley que
favorecía a los bancos pues estaba directamente dirigida a contrarrestar una jurisprudencia cau-
sada en el Código del Consumo violaba el art. 6 de la CEDH; y que con ella el legislador había
desconocido la independencia de la autoridad judicial y el principio de separación de poderes.
(126) Roger Perrot informa en RTDC 2000-629, que la Cour d’Appel de Limoges en sen-
tencia del 13.3.2000 declaró inaplicable una ley de seguridad social que pretendía incidir en
procesos judiciales en trámite; ello por constituir una injerencia indebida del Poder Legisla-
tivo en la administración de justicia para influir en el desarrollo de procesos judiciales. Con
lo cual se violaba la garantía del debido proceso (procès équitable) asegurada por la Con-
vención Europea. Un antecedente próximo en el tiempo y en el contenido es la sentencia es
la decisión de la Corte Europea del 28-10-99 (Dalloz, 2000, sum. 189) que también se había
pronunciado sobre otra ley de seguridad social que pretendía validar cierta pretensión de
disminuir ciertos beneficios estando el proceso a conocimiento de la Cour de Cassation.
(127) Un ejemplo típico fue la reforma a la ley de concursos por la ley 25.563, lisa y llanamente
adoptada en función de los intereses de ciertos grupos económicos; no se produjo un conflicto
sobre su aplicación porque rápidamente debió producirse la “contrarreforma” con la ley 25.589.
materia de derecho transitorio 347
Políticas legislativa y judicial en
(129) La Corte manda de nuevo el expediente al juez de la causa para que de un traslado
a las partes, con lo cual como decimos en el texto, el partido empieza de nuevo y con otras
reglas. En efecto la CSN dice en Terren: “...a fin de que las partes puedan ejercer los derechos
que les asisten, corresponde devolver las actuaciones al juez de la causa para que examine el
asunto a la luz de las disposiciones vigentes y, en su caso, adecue el proceso a dichas directi-
vas”. Obviamente, como ha sido señalado por la doctrina gala, esto puede llegar a beneficiar
a quienes han dilatado el caso con recursos y chicanas de modo de alargarlo.
(130) En francés: Ainsi, elle ne modifie pas les conditions de création d’une situation juri-
dique antérieurement créée ni les conditions d’extinction d’une situation juridique antérieu-
rement éteinte. Elle n’altère pas non plus les effets déjà produits par une situation juridique.
materia de derecho transitorio 349
Políticas legislativa y judicial en
(131) Ya hemos dicho que la ley de aplicación del Código quebequense dispone expre-
samente: Los procesos en curso quedan regidos por la ley antigua. Esta regla se excepciona
cuando la sentencia a dictarse es constitutiva de derechos y cuando la ley nueva por apli-
cación de disposiciones de la presente ley, tiene un efecto retroactivo. Ella recibe también
excepción para todo aquello que concierne a la prueba y al procedimiento en el proceso. En
francés: Les instances en cours demeurent régies par la loi ancienne. Cette règle reçoit ex-
ception lorsque le jugement à venir est constitutif de droits ou que la loi nouvelle, en appli-
cation des dispositions de la présente loi, a un effet rétroactif. Elle reçoit aussi exception
pour tout ce qui concerne la preuve et la procédure en l’instance.
(132) El tema de los plazos relacionados con instituciones nuevas —como son la unión
convivencial y la prescripción adquisitiva del donatario— es sumamente complejo pues
pueden contarse desde que el supuesto de hecho de la norma existe o desde la sanción de
la nueva ley. Lo cierto es que cuando el supuesto de hecho se produjo —el inicio de la con-
vivencia o se otorgó la donación— esos hechos no producían los efectos jurídicos previstos
en el CCyC. Roubier, Droit Transitoire, p. 334, trata un caso hipotético, consistente en una
ley que establezca que el usufructo en favor de las personas morales dura 30 años; esa ley se
aplica a los usufructos existentes al tiempo de su sanción, pero el plazo se computa a partir
de la nueva ley. Llevado el ejemplo de Roubier a los casos argentinos, resultaría que el CCyC
se aplicará a las uniones de hecho nacidas antes del 1.8.2015 y la prescripción adquisitiva a
las donaciones anteriores a esa fecha, pero los plazos de 2 y 10 años previstos en la ley corren
a partir del 01-08-2015.
III
Actividades
de los institutos
ACTIVIDADES DE LOS INSTITUTOS
En la sesión del 14 de abril, el plenario académico resolvió que la en-
tonces Sección de Derecho Penal del Instituto de Derecho Constitucional
“Segundo V. Linares Quintana” pase a ser un Instituto per se, y designó
como su director al académico Siro M. A. de Martini.
En la sesión del 28 de abril, el plenario académico aprobó la constitución
en el Instituto de Derecho Civil de una Sección de Familia y Bioderecho,
y designó coordinador de la misma al académico Eduardo A. Sambrizzi.
Los directores de los Institutos de Derecho Administrativo, de Derecho
Civil, de Derecho Constitucional, de Derecho Empresarial, de Derecho
Internacional Público, de Derecho Penal, de Derecho Procesal, de Dere-
cho del Trabajo y la Seguridad Social y de Derecho Tributario hicieron
llegar las nóminas de integrantes, con renovaciones de sus miembros y
nuevas designaciones, como así también las nóminas correspondientes
a la Sección de Derecho de Familia y Bioderecho, dependiente del Ins-
tituto de Derecho Civil, y a las Secciones de Derecho de la Navegación y
de Derecho Internacional Privado, dependientes del Instituto de Derecho
Empresarial. El plenario las consideró en la sesión privada del 14 de julio.
Los institutos de la Academia quedan integrados de la siguiente manera:
Instituto de Derecho Administrativo: Cassagne, Juan Carlos (director);
Luqui, Roberto E. (subdirector); Perrino, Pablo (secretario); Aberastury,
Pedro; Adaglio, Alejandro E.; Aguilar Valdez, Oscar; Alterini, Juan Martín;
Azzarri, Juan Cruz; Barraza, Javier Indalecio; Bianchi, Alberto; Campolie-
ti, Federico; Canda, Fabián; Caputi, Claudia; Cardona, Juan Carlos; Care-
llo, Luis A.; Cassagne, Ezequiel; Corvalán, Juan G.; Coviello, Pedro J. J.; de
la Riva, Ignacio; Druetta, Ricardo T.; Durand, Julio C.; Fonrouge, Máximo
J.; Gallegos Fedriani, Pablo; Galli Basualdo, Martín; Guglielminetti, Ana
Patricia; Juan Lima, Fernando; López Mendoza, José; Mata, Ismael; Mon-
ti, Laura M.; Muratorio, Jorge I.; Pérez Bello, Juan Carlos; Pozo Gowland,
Héctor; Rossi, Guillermo E.; Sacristán, Estela B.; Sammartino, Patricio;
Seijas, Gabriela; Silva Tamayo, Gustavo; Tawil, Guido S.; Ugolini, Daniela
B. y Villarruel, María Susana.
Instituto de Derecho Civil: Cifuentes, Santos (director); Alterini, Jorge
H. (subdirector); Bueres, Alberto J.; Campanella, Elena M.; Cobas, Manuel
O.; Compagnucci de Caso, Rubén H.; Cossari, Nelson G. A.; Gastaldi, José
354 Actividades de los institutos
María; Hariri, Juan Carlos; Hernández, Lidia B.; Leiva Fernández, Luis F.
P.; Lipszyc, Delia; Llorente, Sara Patricia; Medina, Graciela; Nicolau, Noe-
mí L.; Orelle, José M.; Pepe, Marcelo; Sánchez Herrero, Andrés; Santarelli,
Fulvio; Stiglitz, Rubén S.; Vázquez, Gabriela; Villalba, Carlos y Wilde, Zu-
lema.
Sección Derecho de Familia y Bioderecho: Sambrizzi, Eduardo (di-
rector); Azpiri, Jorge O., Basset, Úrsula C.; Capparelli, Julio César; Franck,
María Inés; Lafferriere, Jorge N.; Navarro Floria, Juan Gregorio; Pastore,
Analía G. y Pitrau, Osvaldo F.
Instituto de Derecho Constitucional “Segundo V. Linares Quintana”:
Santiago, Alfonso (director); Aguirre Lanari, Juan R. (director honorario);
Badeni, Gregorio (subdirector); Alice, Beatriz (secretaria); Abalos, María
Gabriela; Amaya, Jorge A.; Basterra, Marcela; Cayuso, Susana G.; Dalla
Via, Alberto; Díaz, Rodolfo A.; Diegues, Jorge A.; Egües, Alberto; Elespe,
Douglas; Gallo, Orlando J.; Garat, Pablo M.; García Lema, Alberto; García
Mansilla, Manuel J.; Gelli, María Angélica; Grabivker, Marcos A.; Gusman,
Alfredo S.; Hirschmann, Pablo; Hornos, Gustavo M.; Ibarlucía, Emilio A.;
Loñ, Félix R.; Márquez, Armando M.; Martino, Antonio A.; Oyhanarte,
Martín; Palazzo, Eugenio L.; Recalde, María Cecilia; Rivera, Julio César
(h.); Rodríguez Galán de Lagorio, Alejandra; Rosatti, Horacio; Sabsay, Da-
niel; Sagüés, Néstor P.; Serrafero, Mario; Sola, Juan V.; Toranzo, Alejo; Vito-
lo, Alfredo M. y Zuleta Puceiro, Enrique.
Instituto de Derecho Empresarial: Alegria, Héctor (director); Gagliar-
do, Mariano (subdirector); Roca, Eduardo A. (miembro emérito); Alberti,
Edgardo M.; Araya, Miguel C. C.; Boretto, Mauricio; Cabanellas, Guillermo
(h.); Cracogna, Dante; Creimer, Israel; Dasso, Ariel Á.; Dobson, Juan Mal-
colm; Escuti, Ignacio A.; Etcheverry, Raúl A.; Gebhardt, Marcelo; Heredia,
Pablo D.; Junyent Bas, Francisco A.; Labanca, Jorge; Marsili, María Celia;
Marzorati, Osvaldo J.; Molina Sandoval, Carlos A.; Odriozola, Carlos S.;
Olivera García, Ricardo; Paolantonio, Martín E.; Piaggi, Ana Isabel; Piede-
casas, Miguel; Prono, Ricardo S.; Ragazzi, Guillermo E.; Rovira, Alfredo L.;
Rubin, Miguel E.; San Millán, Carlos A.; Stiglitz, Rubén S.; Uzal, María Elsa;
Veiga, Juan Carlos; Vergara del Carril, Ángel y Ballester, Gonzalo (secreta-
rio honorario ad-hoc).
Sección de Derecho Internacional Privado: Uzal, María Elsa (coor-
dinadora); Cerdeira, Juan José; Dermardirossian, Mariel S.; Iud, Carolina
D.; Lipszyc, Delia; Masud, Pablo R.; Marzorati, Osvaldo; Najurieta, María
Susana; Perugini, Alicia; Rabino, Mariela; Rubaja, Nieve y Weinberg, Inés.
Sección de Derecho de la Navegación: Cappagli, Alberto (coordinador);
Arana Tagle, Jorge; Arrola de Galandrini, Graciela; Bartoletti, Guillermo;
Actividades de los institutos 355
Instituto de Derecho
Administrativo
Bajo la dirección del académico doctor Juan Carlos Cassagne, el Insti-
tuto de Derecho Administrativo llevó a cabo sus tradicionales sesiones de
trabajo, en las que, con la participación de sus integrantes y de profeso-
res extranjeros invitados, se examinaron diversas cuestiones vinculadas
con la disciplina. Ellas fueron objeto de interesantes debates en los que
se puso en evidencia tanto la capacidad como la versación de los intervi-
nientes.
En la primera sesión del año, celebrada el 24 de agosto, después de co-
mentarse diversas novedades jurisprudenciales y legislativas, expuso la
doctora Estela Sacristán sobre el tema: “Acceso a la información (en es-
pecial, la cuestión de los legitimados pasivos)”. La expositora efectuó una
pormenorizada explicación del proyecto de ley del derecho de acceso a la
información pública, participación ciudadana y transparencia de la ges-
tión pública. En particular, se explayó sobre los sujetos obligados a brin-
dar la información pública y las excepciones contenidas en el proyecto de
cara a la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
Al final de la disertación se produjo un fructífero intercambio de opi-
niones entre los miembro del instituto, en especial sobre el alcance de la
sentencia dictada por la Corte Suprema de Justicia de la Nación en el caso
“Giustiniani, Rubén Héctor c/ YPF SA s/ amparo por mora”.
En la reunión llevada a cabo el día 27 de septiembre, el doctor Ignacio
de la Riva abordó el tema “El fallo de la Corte Suprema en el ‘caso Cepis’:
Análisis de los aspectos regulatorios, con particular referencia a los alcan-
ces del deber de convocar a audiencia pública”. La exposición comenzó
Actividades de los institutos 357
con las prestaciones de productos, también por Internet, que tienen otros
tiempos y complejidades.
También comparó los sistemas de distribución tradicional con la irrup-
ción de las ventas online, que modifican las bases de la relación entre el
fabricante y el distribuidor. Añadió que ello se concreta luego en la apari-
ción de los e-tailers, que son revendedores que compran masivamente al
proveedor, para vender luego por fuera de la cadena normal de distribu-
ción del proveedor.
Precisó que pronto los distribuidores también empezaron a vender on-
line. Todo lo cual escapa al encasillamiento tradicional de ventas activas
y ventas pasivas.
En octubre el doctor Ariel A. Dasso trató el tema de “La continuación
de la sociedad frente al hecho disolutorio. (La reforma a la ley de socie-
dades)”.
El expositor empezó por señalar que la sanción del Código Civil y Co-
mercial plantea interrogantes de índole metodológica en la materia socie-
taria en tanto regula la sociedad, y además introduce una nueva normati-
va sobre las sociedades hasta entonces denominadas irregulares.
En ese contexto abordó el tratamiento de la nueva redacción dada por la
ley 26.994 al art. 100 de la ley 19.550, por el cual se incorpora la revocación
de las causales de disolución de la sociedad a un texto original que era una
norma de índole interpretativa.
Recordó, entonces, que según el nuevo texto las causales de disolución
podrán ser removidas por decisión del órgano de gobierno y eliminación
de la causa que le dio origen si existe viabilidad económica y social de la
subsistencia de la actividad de la sociedad, en resolución que podrá adop-
tarse antes de cancelarse la inscripción.
Destacó el contraste con el régimen previo, en el que había diferentes
caminos de remoción de causales de disolución de acuerdo a cada una
de ellas.
En noviembre el doctor Juan Malcolm Dobson se refirió a “La reserva de
dominio en la compraventa de bienes muebles en el nuevo Código Civil y
Comercial de la Nación”.
Comenzó su exposición caracterizando al instituto en análisis en los tér-
minos del artículo 1344 del Proyecto de Unificación de la Comisión del
año 1987 y seguidamente expuso las diversas variantes del citado pacto de
reserva de dominio en el derecho alemán.
Actividades de los institutos 363
El integrante del instituto doctor José María Salgado fue distinguido por
el Jurado de la Asociación Internacional de Derecho Procesal, que en la
primera edición del Premio Cappelletti le otorgó el premio Mauro Cappe-
lletti 2015 al mejor libro de derecho procesal por su libro Tutela Individual
Homogénea, compartido con el profesor italiano Carlos Rasia por su libro
Tutela Giudiziale Europea e Arbitrato.
De más está decir que para nuestra convicción quedan superadas las
exageraciones peyorativas que enunciara Von Kirchmann en su momento
y que están desmentidas por la realidad.
Valga como ejemplo lo afirmado en nuestro medio jurídico por el profe-
sor Jorge Aja Espil, en el discurso de su incorporación a la Academia Na-
cional de Ciencias de Buenos Aires, cuando remarcaba la distinción entre
“técnica”, “ciencia” y “filosofía”, para subrayar que en el ámbito del derecho
la técnica consiste en la interpretación de la norma legal que requiere el
caso (jurisprudencia del caso); mientras que la ciencia requiere el conoci-
miento del derecho con un fin técnico, despreocupado del caso concreto
(jurisprudencia conceptual) habida cuenta de que lo científico procura
formular “un sistema de conceptos, asegurando el orden y la sistemática”;
y por último, la filosofía del derecho es “nada más y nada menos que el
criterio valorativo de la experiencia jurídica” (Anales, 1996, Bs. As.)
IV. Injusto parece que mientras la Constitución Nacional, reformada en
1994, en su art. 114 referido al “Consejo de la Magistratura”, incluya en
la integración de este nuevo órgano auxiliar del Poder Judicial, una com-
posición sectorial que suma “a otras personas del ámbito académico y
científico”: sin embargo, en ninguna de las leyes dictadas por el Congre-
so Nacional para definir la distribución de sus miembros se ha tomado
en cuenta a los académicos de derecho, siendo que nuestro país cuenta
con dos academias nacionales de notorio prestigio por la calidad de sus
miembros y la magnitud de sus actividades. Más aún, es lamentable que
la nominación de los miembros del sector “académico” se lleve a cabo en
una puja electoral, por lo general politizada y con connotaciones parti-
darias. El único intento para cambiar ese estado de cosas tuvo lugar en
el año 2002, a través de un `proyecto de ley del PEN —en nuestra gestión
ministerial— y que nunca fue considerado por el Senado.
Aunque luzca como una redundancia, no es impropio refirmar y rea-
firmar que las academias nacionales son precisamente —tal cual la de-
nominación lo indica— “nacionales”, como también existen y funcionan
institutos nacionales (el Belgraniano, el Sanmartiniano y otros más) que
cuentan con creación legal y funcionamiento reconocidos por el Estado
nacional argentino; quedando reservada la condición y nombre de “na-
cional” para el Estado, sin perjuicio de la existencia de otras entidades que
pueden incluir en su denominación el carácter de “argentinas” (así, por
ejemplo, hay una Academia Argentina de la Historia, de origen privado y
no estatal, que no tiene el estatus de la Academia Nacional de la Historia).
Estas consideraciones nos llevan a pensar en el serio trabajo que elabora-
ra Miguel Marienhoff alrededor de la naturaleza jurídica de las academias
372 Jorge Reinaldo Vanossi
(1) Conf., MARIENHOFF, ob. cit., págs. 35 a 42 (Anales 1985, Academia Nacional de Cien-
cias de Buenos Aires) y SAYAGUES LASO en el Uruguay.
clausura
Palabras de 373
(*) Disertación pronunciada por el académico, en la XXI Reunión Conjunta de las Acade-
mias Nacionales de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba y Buenos Aires, celebrada los
días 6 y 7 de octubre de 2016.
376 Víctor Tau Anzoátegui (*)
1. Preliminar
Se ha dicho que la responsabilidad del Estado y la protección jurisdic-
cional de los administrados para defender sus derechos ante la actua-
ción irregular de la Administración son los dos temas más importantes
de nuestra disciplina y, tal vez, los que han motivados mayores debates
doctrinales, que en nuestro país, paradójicamente, se desarrollaron den-
tro del ámbito académico, porque, salvo algunos casos excepcionales y
con distintos fundamentos —no siempre acertados— desde hace poco
menos de un siglo esos debates no se trasladaron a la solución de los plei-
tos. En efecto, el Estado ha sido declarado por la Justicia responsable por
los perjuicios diferenciales que ocasiona, y es aceptado por todos que en
el sistema constitucional argentino la revisión jurisdiccional de la activi-
dad administrativa les corresponde a los jueces. Parecería que existe en
estos temas cierta falta de uniformidad en el lenguaje, porque si bien no
hay uniformidad en los argumentos, los hechos muestran una aceptable
coincidencia en los resultados. Nos referimos a la responsabilidad extra-
contractual, porque el Estado siempre ha sido declarado responsable por
las obligaciones contractuales.
Como la responsabilidad extracontractual del Estado por los actos de
sus agentes es un tema que originariamente no estaba legislado en forma
general y su reconocimiento fue obra de las jurisprudencia, interesa que
nos detengamos para analizar, aunque sea brevemente, cuál fue la evolu-
ción que experimentó, hasta culminar con el dictado de la ley 26.944 que
la regula específicamente.
En la primera época, la cuestión fue resuelta por las normas que regían
en el Código Civil, según las ideas que imperaban en ese momento. Como
(*) Disertación pronunciada por el académico, en la XXI Reunión Conjunta de las Acade-
mias Nacionales de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba y Buenos Aires, celebrada los
días 6 y 7 de octubre de 2016.
382 Roberto Enrique Luqui
(1) Erróneamente algunos sostienen que Bielsa era contrario a reconocer el deber de in-
demnizar que tiene el Estado cuando causa un perjuicio diferencial a un administrado. Por
eso, no obstante la claridad con que se expresó, consideramos útil señalar varios párrafos de
su obra Derecho Administrativo que sirven para poner en relieve el pensamiento autor. Dice
Bielsa: 1) La jurisprudencia que admitió la responsabilidad extracontractual del Estado por los
actos de sus agentes, estuvo “inspirada en el loable propósito de no dejar sin reparación al que
sufre un daño por obra de agentes del Estado”, pero se impone el examen crítico del régimen
legal en vigor al cual deben subordinarse los jueces; 2) “Somos los primeros en reconocer la
anomalía que implica la falta de la ley que haga responsable al Estado en los casos en que por
principios de justicia y de política jurídica debiera serlo. Pero eso no autoriza a sustituir por
mera comodidad un precepto legal expreso (el art. 1112 del Cód. Civil) por otro inaplicable;
3) “Una cosa es combatir un principio o la ley que lo admite, y otra es criticar las decisiones que
se fundan en la ley, que es obligatoria para el magistrado”; el Estado debe indemnizar “cuando
se trata de hechos y actos legítimos, pero que dañan al administrado injustamente”… “ante si-
tuaciones como éstas se justifica la garantía legal del Estado, es decir, la obligación de indem-
nizar; 4) “En lo que estamos de acuerdo todos, o casi todos, es en que el Estado debe reparar
el daño causado si éste afecta en manera diferencial al damnificado. Pero no será entonces
—como lo hemos dicho siempre— a título de responsable (pues la responsabilidad presu-
pone imputabilidad), sino de garantía legal, y para esto es preciso que la ley así lo establezca,
como obligación de indemnizar”; 5) “Ante la inercia legislativa se recurre a los jueces pero és-
tos, a falta de ley aplicable, pueden fundarse en principios de la Constitución”; 6) “Lo que ocu-
rre es que el legislador solamente ha sancionado algunas leyes especiales, y en aquellos casos
que ellas no comprenden, el damnificado se queda sin indemnización; y entonces ha parecido
conveniente hacer al Estado responsable, aun a falta de ley”; 7) “El jurista debe señalar las la-
gunas legislativas y criticar las leyes defectuosas y los fallos erróneos, no puede nunca justificar
la sustitución del legislador por el juez. No es éste, en el ordenamiento positivo actual, quien
debe suplir la falta de normas. Esa función pretoriana puede realizarla un tribunal u órgano
del propio poder, como el Consejo de Estado francés, que no tiene que invocar necesariamen-
te leyes en qué fundarse, como lo prueba su doctrina jurisprudencial de imprevisión en los
contratos de concesión; en la responsabilidad del Estado; en la teoría del recurso de exceso de
poder y del recurso paralelo, y así en otras materias”.
Consideraciones sobre la responsabilidad del Estado 383
(2) BIELSA, “Responsabilidad del Estado como poder administrador”, Jur. Arg., T° 43,
p. 416 y s. La responsabilidad del Estado en el derecho común y en la jurisprudencia, La Ley,
T° 55, p. 999 y s., entre otros.
(3) Fallos 306:2030.
384 Roberto Enrique Luqui
vista jurídico, no le ha ido a la zaga el argumento del art. 1112 del mismo
cuerpo legal, porque no se puede sostener que éste último haya sustentado
la responsabilidad del Estado y no la personal y directa de sus agentes. Para
aplicar una norma hubiese sido más acertado fundarse en los que disponía
el art. 43 del Código Civil reformado por la ley 17.711, que hacía responsa-
ble a las personas jurídicas por los daños que causen quienes las dirijan o
administren y por los que causen sus dependientes o las cosas (esta norma
está reproducida en el art. 1763 del Cód. Civil y Comercial), que si bien no se
refiere a la responsabilidad por los actos u omisiones de sus órganos, tiene
mayor similitud al ser el Estado una persona jurídica. La realidad es que el
Código Civil no contempló la responsabilidad extracontractual del Estado
por los actos de sus agentes, sino la personal de éstos y que la jurispruden-
cia trató de buscar un sustento normativo para justificar un acto de justicia,
aunque no haya sido jurídicamente acertado.
2. Breves consideraciones sobre el régimen de la ley 26.994
El deber de indemnizar que tiene el Estado por los daños que ocasionen
los hechos o actos de sus agentes o por su actividad lícita se rige en el or-
den nacional por la ley 26.944, dictada cuatro meses antes de sancionarse
el Código Civil y Comercial. Esta fue una modificación hecha al antepro-
yecto preparado por la comisión redactora, que había previsto incluir el
tema en dicho Código.
En cierta manera se ha seguido la idea de Bielsa, al establecer por una
ley especial el deber de indemnizar del Estado por los actos de sus agentes
cuando causan daño a un particular, como garantía legal y no por aplica-
ción de las reglas de la ley civil, ya sea que el daño se haya producido por
acción o por omisión, así como también por el obrar lícito o ilícito.
Aun cuando en varios aspectos esta ley sea objetable, cumple en cierto
modo con una finalidad ordenadora, pues a partir de su dictado ya no se jus-
tifican más las interpretaciones forzadas del Código Civil, que cuando se dic-
tó estableció la responsabilidad del funcionario y no la del Estado, acorde con
las ideas sustentadas en esa época. De tal manera se ha puesto punto final a
largos debates sobre su fundamento normativo, si bien han aparecido otros
con respecto a su alcance y a varias disposiciones que regulan la materia.
La ley no diferencia cuando el Estado actúa como persona de derecho
público de cuando lo hace como persona de derecho privado o en el ámbito
del derecho común (5), aun cuando en este último caso le son aplicables
(5) Ya hemos explicado el sentido con el cual se debe interpretar la doble personalidad
del Estado, que nada tiene que ver con la llamada “teoría del Fisco” y sirve para determinar
cuándo se rigen por el derecho administrativo y cuando por el derecho común.
386 Roberto Enrique Luqui
las normas de la legislación civil. Esta es una distinción que se debe hacer,
porque no se justifica una dualidad de legislación para relaciones de una
misma especie. Si el Estado no realiza una operación administrativa sino
un negocio jurídico de carácter exclusivamente patrimonial, debe estar
regido por el derecho común. Lo contrario importaría reconocer la exis-
tencia de prerrogativas en razón del sujeto y no de la función.
3. Ámbito de aplicación
Como vimos, el art. 1 de la ley 26.944 establece que la responsabilidad
del Estado es objetiva y directa y que las disposiciones del Código Civil y
Comercial no son aplicables a la responsabilidad del Estado de manera
directa ni subsidiaria.
La primera cuestión a resolver es determinar qué se entiende por Es-
tado, para fijar con ello el ámbito de aplicación de la ley, si se refiere al
Estado como entidad, es decir a la Administración y los otros poderes,
así como también a los órganos que no forman parte de éstos (Ministe-
rio Público Fiscal y de la Defensa, la Auditoría General de la Nación), o
incluye a las entidades estatales organizadas con forma societaria que
actúan con forma de derecho privado. Por el carácter nacional de la ley
no están comprendidas las provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires. Cuando nos referimos a los Poderes Legislativo y Judicial lo hace-
mos en lo que respecta a su actuación administrativa y no a la respon-
sabilidad por los actos legislativos y judiciales, que están contemplados
por la ley en otra parte.
En la medida que se trate de una actuación administrativa, entende-
mos que la ley comprende la responsabilidad extracontractual del Es-
tado por los actos de los agentes de los tres poderes y también de los
órganos que sin formar parte de éstos integran el Estado —en lo que
respecta a funciones administrativas—, por lo cual se deben conside-
rar incluidas en ella. Si bien el concepto de Estado es en este aspecto
fundamentalmente orgánico, como también asume formas del derecho
privado para prestar servicios y funciones públicas —con el agregado de
que las normas que los crean expresamente establecen que no son apli-
cables las leyes de procedimientos administrativos, de obras públicas y
de administración financiera—, es posible sostener que algunos se con-
sideren sujetos de propiedad del Estado y no parte del Estado mismo.
En tales casos, no sería aplicable la ley 26.944, sino las disposiciones del
Código Civil y Comercial.
La ficción de organizar entes que prestan servicios público—y en al-
gunos casos verdaderas funciones públicas— con forma de sociedades
anónimas es, a mi juicio, una anomalía propiciada por quienes ven en
Consideraciones sobre la responsabilidad del Estado 387
(6) Nos referimos, por ejemplo, al correo oficial, que después de haber sido dado en con-
cesión —lo cual no fue una medida jurídicamente correcta— volvió al Estado por haberse
decretado la rescisión del contrato y se le dio forma orgánica de una sociedad anónima pro-
pia del derecho comercial. Lo mismo ocurrió con Obras Sanitarias de la Nación, que antes
era explotado por la empresa Aguas Argentinas S.A.
388 Roberto Enrique Luqui
(7) Ha declarado la Corte Suprema que “la interpretación y aplicación de las leyes requi-
ere no aislar cada norma por su fin inmediato y concreto, sino que debe procurarse que
todas se entiendan teniendo en cuenta los fines de las demás y considerándolas como di-
rigidas a colaborar con su estructuración” (Fallos 319:1311).
(8) PERRINO, “La responsabilidad del Estado y los funcionarios públicos”, La Ley, Bue-
nos Aires, 2015, p. 52.
Consideraciones sobre la responsabilidad del Estado 389
(9) Fallos, 318:1715; 321:1124; 322:1393. Un ejemplo es el caso del padre de familia, único
sostén de su esposa e hijos menores, que muere atropellado por un vehículo estatal, condu-
cido por un empleado público. Además de la reparación del daño moral, la indemnización
debe comprender un monto que compense lo que razonablemente este individuo pudo
generar con su trabajo durante un lapso razonable, hasta que los hijos estén en condiciones
de obtener un sustento con su trabajo. Y si estaban estudiando, lo necesario para concluir
su carrera. Este no es un daños conjetural, sino cierto.
Consideraciones sobre la responsabilidad del Estado 391
Claro está que también se deben tener en cuenta las demás circunstan-
cias de hecho que rodean el caso. De ahí que no sólo corresponda tener en
cuenta la existencia de una obligación jurídica impuesta por la norma y la
manera en que está expresada, sino también los medios disponibles y el
grado de previsibilidad del hecho causante del daño (12), porque si en el
caso del ejemplo que dimos se agrega la circunstancia de que el sereno no
lo hubiera podido impedir aun en el supuesto de cumplir con su obligación,
no procedería imputar a la Administración responsabilidad por omisión.
La ley no reconoce la responsabilidad por omitir el cumplimiento de
deberes establecidos en forma genérica, para lo cual es preciso seguir una
interpretación razonable de las circunstancia de hecho y de derecho, por-
que hay casos en los cuales no obstante la falta de una disposición expresa
que indique la conducta que debe seguir el agente, si el grado de omisión
es significativo y se puede acreditar una relación de causalidad entre el
daño producido y el comportamiento seguido por el agente, correspon-
dería resarcir el daño causado por la omisión.
Pero si se acredita que los medios empleados por la el Estado para pre-
venir o impedir el daño son manifiestamente insuficientes, no obstante
tenerlos a su disposición, procedería que el Estado resarza los daños. Es lo
que ocurriría si para evitar que se cometan agresiones previsibles en una
sala de espectáculos, la autoridad encargada de preservar el orden destina
solamente dos policías y los manifestantes que anunciaron el ataque son
presumiblemente un centenar, habría una responsabilidad por omisión,
no obstante ser la inobservancia de un deber normativo de actuación que
no reunía las condiciones establecidas en el art. 3 inc. d de la ley 26.944,
porque no hay norma que indique cuántos policías se deben destinar
para esos casos, ni tampoco los medios que corresponde utilizar.
Puede corresponder que el Estado indemnice los daños producidos
cuando media una omisión lícita, supuesto que refuerza aún más la idea
de que no se debe hablar de responsabilidad sino de garantía legal. Tal se-
ría el caso de una ley que obligue en forma expresa a los agentes públicos
a actuar de determinada manera, pero que en circunstancias especiales
esa actuación pueda ocasionar mayores perjuicios de los que se evitarían
si los agentes proceden como lo manda la norma.
8. Responsabilidad por actividad lícita
Si la responsabilidad del Estado por la actividad ilícita de sus agentes
(falta de servicio) ha sido reconocida merced a una interpretación del
(16) Como ocurre, por ejemplo, en el caso de inundaciones de campos provocadas por
obras hechas o autorizadas por la Administración para desviar el escurrimiento de un río y
así evitar perjuicios mayores en la zona afectada.
(17) Fallos 268:228; 272:229.
(18) Fallos 301:403.
(19) Fallos 293:617.
(20) Fallos 312:649.
(21) Fallos 315:1026.
(22) Fallos 268:228; 272:229.
(23) Fallos 318:1531.
396 Roberto Enrique Luqui
Por esta razón entendemos que si bien el deber de resarcir los daños
causados por la actividad lícita del Estado debe incluir a todos los daños
que le causan al sujeto perjudicado, cabe una distinción entre los que se
ocasionan a personas con los cuales existe un vínculo contractual o una
(31) Fallos 312:2138; 315:1480; 307:771; 323:1124; 323:318; 329: 2088; 330:653; 332:2328,
entre otros.
402 Roberto Enrique Luqui
legales que les están impuestas, los hace responsables de los daños que cau-
sen”. Además, fija en tres años la prescripción de la pretensión resarcitoria
que los terceros puedan ejercer contra funcionarios y agentes públicos, y
el mismo plazo para que el Estado ejerza la acción de repetición contra los
funcionarios o agentes causantes del daño. El término comienza a correr
a partir de que quede firme la sentencia que estableció la indemnización.
Paralelamente, el Cód. Civil y Comercial establece en el art. 1766 que
“Los hechos y las omisiones de los funcionarios públicos en ejercicio de
sus funciones no cumplir sino de una manera irregular las obligaciones
legales que les son impuesta se rigen por las normas y principios del dere-
cho administrativo nacional o local, según corresponda”.
Las diferencias entre lo establecido por el art. 9 de la ley 26.944 y el
art. 1766 del Cód. Civil y Comercial son de detalle (en uno dice “actividad
o inactividad” y en uno “hechos u omisiones”, “funcionarios y agentes en
uno”, y sólo “funcionarios” en el otro, pero se debe interpretar como com-
prensivo de los empleados), por lo cual no vale la pena detenerse.
Pero lo que resulta desacertado es que el Cód. Civil y Comercial no acla-
re a qué relaciones se refiere en el art. 1766, si son las generada por los
daños infligidos por los agentes respecto de las acciones que puedan ejer-
cer contra ellos los terceros o a las que tiene el Estado para resarcirse de
lo que pagó por las conductas ilícitas de sus agentes. Mientras el art. 9 de
la ley citada incluye a ambos casos, el Código no lo aclara, y se plantea
así una cuestión de índole constitucional, porque dos normas tratan el
mismo tema, siendo admisible una interpretación diferente en cada uno
de los textos.
Si se considerara que la responsabilidad de los empleados y funciona-
rios del Estado respecto de terceros es un tema de derecho administra-
tivo, como parece disponerlo el art. 1766 del Cód. Civil y Comercial, las
provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires podrían legislar sobre
la responsabilidad de sus agentes respecto de terceros por actos ilícitos rea-
lizados en ejercicio de sus funciones, la cual sería absurdo, porque se trata
de una responsabilidad compartida, y leyes locales estarían regular una
cuestión que de derecho común, en violación de lo dispuesto en el art.
(art. 75, inc. 12 CN). Es así que le sería permitido condicionar la responsa-
bilidad de los agentes en cuanto sujetos, restringiéndola o abreviando irra-
zonablemente los plazos de prescripción, lo cual sería absurdo, porque
este no es una cuestión que pueda ser materia de derecho administrativo.
El art. 1749 del Cód. Civil y Comercial establece que “es responsable di-
recto quien incumple una obligación u ocasiona un daño injustificado por
acción u omisión”, lo cual supone una conducta cuanto menos culposa del
Consideraciones sobre la responsabilidad del Estado 403
(32) Pongamos el ejemplo de un chofer de una repartición estatal que con culpa o negli-
gencia embiste a otro vehículo particular y el damnificado quiere dirigir la acción contra
el chofer y no contra el Estado. En este caso se debe aplicar el art. 1749 del Cód. Civil y Co-
mercial, aun cuando el agente haya actuado ejerciendo sus funciones y con un automóvil
oficial, no obstante lo dispuesto por el art 1766 de dicho cuerpo legal.
La nueva Ley de Responsabilidad
del Estado
Por Juan Carlos Cassagne (*)
1. Antecedentes del nuevo escenario normativo
No se puede desconocer que, antes de la recepción de la teoría de la fal-
ta de servicio en el caso “Vadell”, fallado por la Corte Suprema en 1984 (1),
la jurisprudencia del Alto Tribunal, en materia de responsabilidad extra-con-
tractual por la actividad estatal ilegítima, había transitado por diferentes
niveles y dictado sentencias contradictorias que afirmaban, en forma indis-
tinta, la naturaleza indirecta en algunos casos y, en otros, la responsabilidad
directa del Estado. En esa época, tampoco se había perfilado una sistema-
tización moderna en el derecho público argentino y comparado acerca de
los requisitos exigidos para determinar la responsabilidad que tuviera en
cuenta los elementos diversos que tienen en común la doctrina y jurispru-
dencia del derecho administrativo con la del derecho civil.
En el caso “Vadell”, como es sabido (2), la Corte Suprema, haciendo suyo
el dictamen del Procurador General de la Nación Juan Octavio Gauna,
adoptó, prácticamente al pie de la letra, la sistematización y doctrina que
expusimos en dos trabajos publicados en la revista El Derecho (3), acerca de
la utilización de la falta de servicio como factor objetivo de atribución de la
responsabilidad del Estado, basados en una reinterpretación dinámica del
art. 1112 del Código Civil de Vélez Sarsfield y en las notas de Aubry et Rau.
(*) Disertación pronunciada por el académico, en la XXI Reunión Conjunta de las Acade-
mias Nacionales de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba y Buenos Aires, celebrada los
días 6 y 7 de octubre de 2016.
(1) Fallos 306:2030 publicado en E.D., 114:215, con nota del autor de este trabajo.
(2) Aunque fueron pocos los autores que pusieron de manifiesto esta influencia, incluso
la que tuvo Linares en la elaboración de la parte medular de nuestra postura doctrinaria. No
obstante las críticas recibidas, creemos que nuestra doctrina contribuyó el afianzamiento
de la seguridad jurídica habiendo tenido numerosas aplicaciones en variados supuestos;
véase: Pizarro, Ramón Daniel, “Responsabilidad del Estado y del funcionario público”, Tº 1,
2ª ed. Astrea, 2016, p. 405-411, ha sistematizado las principales aplicaciones de la doctrina
de la falta de servicio en la jurisprudencia de la Corte Suprema.
(3) Los trabajos a que nos referimos en el texto fueron: “En torno al fundamento de la res-
ponsabilidad del Estado” (E.D. 99:987) y “La responsabilidad extracontractual del Estado
en el campo de Derecho Administrativo” (ED 100:986).
406 Juan Carlos Cassagne
Hubiera sido más útil que la doctrina profundizara acerca de los nue-
vos problemas que fueron surgiendo con la responsabilidad del Estado en
el derecho administrativo, en particular sobre la admisibilidad del riesgo
como factor objetivo de atribución y el nuevo fundamento constitucional
que reafirma la responsabilidad del Estado a la luz de las cláusulas de la
Convención Americana sobre Derechos Humanos, que prescriben el de-
recho a la justa indemnización, particularmente con relación a la respon-
sabilidad por actividad legítima del Estado (5).
(4) Véase nuestro libro: Los grandes principios del Derecho Público (Constitucional y Ad-
ministrativo), La Ley, Buenos Aires, 2015, p. 417 y ss.
(5) Posición sostenida por quien ha sido considerado el fundador del derecho adminis-
trativo argentino: BIELSA, Rafael, “Reflexiones del Código Civil con el Derecho Administra-
tivo”, Ed. Lajouane, Buenos Aires, 1923, p. 53 (con respecto a la revocación de una concesión
por razones de interés público). También menciona como fundamento de la indemniza-
ción el criterio que emerge del art. 2511 del CC de Vélez, según el cual la justa indemniza-
ción comprende no sólo en valor real de la cosa, sino también el perjuicio directo que sufra
el expropiado. Este principio ha sido por lo común ignorado u olvidado por los administra-
tivistas que limitan la indemnización por daños ocasionados por actos legítimos del Estado
al daño emergente, excluyendo el lucro cesante.
(6) Pizarro, Ramón Daniel, op. cit., Tº 1, p. 360, parece atribuirnos la opinión contraria
que no sostenemos en nuestros diferentes estudios ni en los libros generales en que nos he-
La nueva Ley de Responsabilidad del Estado 407
mos ocupado con cierto detalle de este tema, véase por ejemplo: Los grandes principios…
cit., ps. 418-425. El error de sostener que el derecho público está saturado de justicia dis-
tributiva se advierte tempranamente en un trabajo de André Hauriou, publicado en La
Ley en el año 1936 y reproducido en el Suplemento Páginas de Ayer, año 1º, Nº 5, octubre
de 2000.
(7) En la lengua francesa el término “faut” puede implicar tanto culpa como falla o defec-
to. Por ese motivo algunos textos de libros franceses traducidos al español, utilizan el tér-
mino falla del servicio en vez de culpa del servicio; vid. Morand Duviller, Jacqueline,
Curso de Derecho Administrativo, trad. de la 10ª edición francesa, Universidad del Externa-
do de Colombia, Bogotá, 2010, p. 825 y ss.
(8) Sobre la distinción entre falta personal y falta de servicio, aparte de la doctrina france-
sa que hemos mencionado en nuestro Curso de Derecho Administrativo, Tº I, 11ª ed., Bue-
nos Aires, 2016, puede verse el excelente análisis que hace Pedro Aberastury en el libro
publicado bajo su dirección: Responsabilidad Extracontractual del Estado, Abeledo-Perrot,
Buenos Aires, 2014, ps. 9-10 y ps. 25-29.
408 Juan Carlos Cassagne
Va de suyo que tanto una como otra, mayormente la segunda norma, in-
curren en el vicio de arbitrariedad de la ley, ya que se trata de un mero ca-
pricho del legislador opuesto a la naturaleza de las cosas y al principio de
razonabilidad. Si el sistema administrativo regula escasamente el campo
de las obligaciones, resulta por demás obvio que, cuando surgen lagunas
de regulación, habrá que acudir a las normas del CCCN, en forma directa
y no por remisión legislativa, aplicando, llegado el caso, la técnica de la
analogía (11), cuando la norma del ordenamiento civil y comercial sea
opuesta a los principios generales del sistema del derecho administrativo.
(12) Larenz, Karl, “Metodología de la Ciencia del Derecho”, trad. del alemán, ed. Ariel,
Barcelona, 1966, p. 271. La obra de Larenz, traducida por el Profesor Enrique Gimbernat
Ordeig fue publicada por Springer Verlag OHC, Berlín, 1960.
(13) Principio que mantiene el art. 1193 del nuevo CCCN con una técnica más depurada.
(14) Art. 235 del CCCN.
410 Juan Carlos Cassagne
No hay que ignorar, sin embargo, que la responsabilidad del Estado re-
posa en fundamentos que emanan de la Constitución y de los Tratados
Internacionales ni tampoco que el CCCN se aplicará, muchas veces, por
analogía. Pero, en el caso que ocurriera alguna violación constitucional,
el sistema jurídico opera como los reactivos en la química y si la norma
o regulación degrada o suprime la responsabilidad estatal, el particular
se encuentra habilitado para reaccionar judicialmente en defensa de sus
derechos para privar de efectos o invalidar cualquier norma o principio
inconstitucional.
(15) En 1950, uno de nuestros grandes maestros, Jorge Tristán Bosch, publicó un trabajo
notable de investigación sobre la responsabilidad del Estado en Inglaterra y en los Estados
Unidos de América (La Crown Proceedings Act, 1947 y la Federal Tort Claims, 19446), La Ley,
Tº 57, sección doctrina, p. 895 y ss.
La nueva Ley de Responsabilidad del Estado 411
(16) Durante la mayor parte de la historia de los Estados Unidos de América, la inmu-
nidad soberana protegió al gobierno federal, a los gobiernos estatales y a sus empleados
de ser demandados sin su consentimiento. A partir de mediados de la década de 1900,
sin embargo, comenzó a morigerarse el principio de la inmunidad soberana. En 1946, el
gobierno federal aprobó la Federal Tort Claims Act (FTCA, 28 USC § 2674), renunciando,
para el caso de algunas acciones, a la inmunidad para ser demandado y responsabilizado.
Por efecto de imitación, muchas legislaturas estaduales promulgaron también leyes para
definir los límites de la inmunidad para los organismos y empleados gubernamentales
estatales.
Hoy en día, las leyes de reclamos a los Estados por responsabilidad civil (State Tort Claims
Acts) siguen mayormente el modelo de la FTCA sustituyen la venia legislativa como requi-
sito para promover demandas por daños contra los Estados de la Unión. Salvo el caso de
Alabama (cuya constitución prohíbe, en el art. 1 § 14, que el Estado sea demandado en jui-
cio), la mayor parte de estas leyes o bien proporcionan una renuncia general de inmunidad
con ciertas excepciones o bien legalizan la inmunidad con exenciones limitadas que solo se
aplican a ciertos tipos de demandas.
Por otra parte, existen las leyes de reclamos contra los Estados (State Claims Acts) que
son otro tipo de leyes —distintas a las State Tort claims Acts—, que si bien también sirven
a la limitación de la inmunidad para las demandas contra los Estados, establecen tribuna-
les especiales de reclamaciones, juntas o comisiones (mayormente dependientes del poder
Ejecutivo) para resolver reclamos contra el Estado (generalmente, por fuera del régimen de
la responsabilidad civil, pero no necesariamente), y también pueden limitar los daños o es-
tablecer determinadas excepciones a la responsabilidad. Connecticut, Illinois, Kentucky,
Carolina del Norte y Ohio cuentan con este tipo de leyes.
Al menos 33 Estados limitan o ponen tope a las sumas dinerarias por los daños que pue-
den ser reclamados en juicios contra el Estado y/o funcionarios, y por lo menos 29 Estados
(a menudo en combinación con tope) prohíben que se condene al Estado con daños puni-
tivos o ejemplares. Por ejemplo, Wisconsin establece un tope de U$S 250.000 para los casos
de responsabilidad de funcionarios estaduales, pero no para las condenas contra el Estado o
sus organismos (Wis. Stat. Ann. §895.46.6).
Asimismo, existe en los Estados Unidos la diferenciación entre actos de gestión (propie-
tary actions) y actos de gobierno (government actions). Estos últimos excluyen la responsabi-
lidad de los Estados. Sin embargo, la determinación de cuáles actos son de gestión y cuáles
de gobierno es materia de opiniones diversas aun la jurisprudencia.
Algunos Estados han abolido esta distinción (por ejemplo, Wyoming; Wyo. Stat. §1-39-
101.b; y Nuevo México, N.M. Stat. Ann. §41.4.2).
La Conferencia Nacional de Legislaturas Estaduales (National Council of State Legislatu-
res o NCSL) enumera las leyes y las disposiciones constitucionales de los Estados y del Dis-
trito de Columbia relativas a la inmunidad de responsabilidad civil y las demandas contra el
Estado (disponible en http://www.ncsl.org/research/transportation/state-sovereign-im-
munity-and-tort-liability.aspx ).
(17) Véase: Ibarlucia, Emilio A., “Responsabilidad del Estado y de los funcionarios
públicos ¿Código Civil o Ley Provincial?”, en la obra Estudios Constitucionales…, cit., T. I,
ps. 280-291, analiza con rigor histórico la interpretación de la “Cláusula de los códigos”
412 Juan Carlos Cassagne
(ex art. 67 inc. 11 y art. 24 de la C.N.) haciendo una interpretación armónica con otras dis-
posiciones constitucionales.
(18) Véase: Bunge, Mario A., “Memorias. Entre dos mundos”, Gedisa-Eudeba, Buenos
Aires, 2014, ps. 234/237.
(19) Esta tendencia aún subsiste, fomentada por la falsa creencia en las autonomías cien-
tíficas que ha generado incongruencias y contradicciones —por ejemplo— entre los dere-
chos civil y administrativo con el derecho penal, el cual ha seguido sus propias aguas en con-
tra del enfoque sistémico que debería haber conducido a esta disciplina a compatibilizar y
armonizar sus teorías y soluciones positivas con los otros sectores del derecho.
(20) En Francia, se la denomina “responsabilidad sin falta”, véase: Morand-Deviller,
Jacqueline, Cours de Droit Administratif, cit., p. 725 y ss.
La nueva Ley de Responsabilidad del Estado 413
(21) Cardaci Méndez, Ariel, “Revocación del contrato de obra pública”, Astrea, Bue-
nos Aires, 2014, p. 56 y ss., analiza, con rigor científico, los principales leading cases en mate-
ria de responsabilidad contractual y extracontractual por actividad legítima.
(22) Laplacette, Carlos José, “Derecho constitucional a la reparación de daños”,
LL 2012-E, 1045.
(23) El art. 10 de la ley 21.499 preceptúa: “La indemnización sólo comprenderá el valor
objetivo del bien y los daños que sean una consecuencia directa e inmediata de la expro-
piación. No se tomarán en cuenta circunstancias de carácter personal, valores afectivos, ga-
nancias hipotéticas, ni el mayor valor que pueda conferir al bien la obra a ejecutarse. No se
pagará lucro cesante. Integrarán la indemnización el importe que correspondiere por de-
preciación de la moneda y el de los respectivos intereses”.
(24) Marienhoff, Miguel S., “Tratado de Derecho Administrativo”, Tº IV, 4° ed., Abele-
do-Perrot, Buenos Aires, 1987, ps. 253/254.
414 Juan Carlos Cassagne
del poder público), considerándose que sólo debía excluirse el lucro ce-
sante eventual o hipotético (25).
Al respecto, si bien se ha reconocido que la figura de la expropiación por
utilidad pública tiene un fondo común con la responsabilidad por activi-
dad legítima del Estado, es evidente que se trata de instituciones distintas
(en la primera hay sustitución de la propiedad que se traspasa al dominio
estatal). Por lo demás, si el valor objetivo del bien es, en definitiva, el valor
de mercado (26), esta pauta resulta inaplicable para medir la indemniza-
ción por daños físicos o corporales a las personas (27).
La complejidad de nuestro sistema y los vaivenes de la jurisprudencia
no impiden reconocer, en los fallos de la Corte, una firme tendencia hacia
la reparación amplia que incluye el lucro cesante razonable y comproba-
do (ganancias, utilidades o frutos dejados de percibir).
En rigor, la reparación nunca puede ser integral, tanto porque excluye la
indemnización por los daños normales o cargas públicas no indemniza-
bles (p. e. los gastos que demanda la obligación de comparecer como tes-
tigo) como por la circunstancia que no todos los perjuicios dan derecho
a la indemnización (v. gr. las consecuencias casuales y las remotas) (28).
Ahora bien, la inexistencia, en la Constitución formal, de un texto expre-
so que consagre el principio que rige la reparación o restitución (la clási-
ca restitutio) no puede alegarse como pretexto o argumento para negar la
procedencia de una indemnización amplia, comprensiva del daño emer-
gente y del lucro cesante, así como de otros daños, como la violación de
los derechos personalísimos (29), respondiendo tanto por las consecuen-
cias inmediatas como por las mediatas previsibles (30). En efecto, tras la
reforma constitucional de 1994, que adjudicó a determinados tratados
internacionales la calidad de fuente jurídica directa con jerarquía consti-
tucional, superior a las leyes (art. 75 inc. 22 CN), ya no puede hablarse de
la ausencia de un principio constitucional para regir la restitución, toda
(38) Suma Teológica, T° VIII, Tratado de la Justicia, BAC, Madrid, 1956, S.T. II-II, q. 58 a.7.
(39) Finnis, John, “Ley Natural y Derechos Naturales”, trad. de Cristóbal Orrego S., Abele-
do Perrot, Buenos Aires, 2000, p. 208.
(40) Suma Teológica, cit., S.T. II-II, q. 62 a.1.
(41) El error principal de la deformación que introdujo Cayetano consistió en sostener
que la justicia distributiva es la justicia del Estado, algo que jamás pasó por la mente de
Tomás de Aquino; sobre este punto puede verse un correcto análisis en Finnis, John, Ley
natural…, cit., ps. 213/216. De ahí que algunos autores pasaron a identificar la justicia distri-
butiva con el derecho público (entre nosotros es la tesis que luego de su primer libro ha vuel-
to a desarrollar Barra, Rodolfo C., en su “Tratado de Derecho Administrativo”, Tº 1, Abaco,
Buenos Aires, 2002, p. 123 y ss., especialmente p. 155 y ss.).
(42) Véase: Rossi, Abelardo F., “Aproximación a la justicia y a la equidad”, Educa, Buenos
Aires, 2000, p. 21 y ss., especialmente p. 22, afirma que el todo no es el Estado; Hervada, Javier,
“Introducción crítica al derecho natural”, 2ª ed., Temis, Bogotá, 2006, ps. 38/49, tampoco in-
curre en esa confusión. Al respecto, expusimos la opinión del texto en sucesivos trabajos:
“La igualdad en la contratación administrativa”, ED 101-899, entre otros, y en las distintas
ediciones de nuestro Derecho Administrativo, y últimamente en el Curso de Derecho Admi-
nistrativo, Tº I, cit., p. 21 y ss.
La nueva Ley de Responsabilidad del Estado 417
(46) Cardaci Méndez, Ariel, “Revocación…”, cit., p. 174 afirma que la indemnización
debe comprender los beneficios económicos futuros ciertos.
(47) CIDH, 17/08/1990, in re “Velázquez Rodríguez”, Interpretación de la sentencia de in-
demnización compensatoria (art. 67 Convención Americana de Derechos Humanos), Serie
C9, párrafos 27 y 28.
(48) CS, Fallos 250:135.
(49) CS, Fallos 295:973.
(50) Estrada, Juan Ramón de, “Responsabilidad del Estado por actos legislativos y dis-
crecionales (Fundamentos y límites de la responsabilidad conforme a derecho)”, ED 102-
843 y Bustelo, Ernesto, “Responsabilidad del Estado por su actividad ¿lícita?”, en Estudios
de Derecho Administrativo XI, IEDA, Diké, Mendoza, 2004, ps. 385/391.
La nueva Ley de Responsabilidad del Estado 419
(55) Ampliar en: Perrino, Pablo Esteban, “Responsabilidad por actividad estatal legí-
tima. Proyecto de ley de responsabilidad del Estado y de los agentes públicos”, La Ley del
18/06/2014.
La nueva Ley de Responsabilidad del Estado 421
(56) Este aspecto y otras paradojas han sido objeto de críticas: véase: Rosatti, Horacio
en el libro, Ley 26.944 de Responsabilidad del Estado. Análisis crítico y escéptico, Rubinzal-
Calzoni, 1ª ed., Santa Fe, 2014, p. 522, quien señala que, entre otras cosas, que: a) se trata de
una norma del Congreso que dice que no se aplica otra norma del propio Parlamento a la
que, sin embargo, no deroga; b) no obstante que pretende unificar criterios legislativos co-
munes “abre la puerta a una multiplicidad de regulaciones”, pudiendo colisionar con nor-
mas de las constituciones provinciales que contemplan la aplicación del CCCN.
V
Otras disertaciones
y trabajos
Ix congreso de las Academias
de Jurisprudencia, Legislación y
Ciencias Jurídicas y Sociales de
Iberoamérica
Por Emilio P. Gnecco (*)
Señor presidente de la Mesa Permanente de las Academias de Jurispru-
dencia, Legislación y Ciencias Jurídicas y Sociales de Iberoamérica Dr. Luis
Moisset de Espanés; señor presidente de la Academia Paraguaya de Dere-
cho y Ciencias Sociales; señores miembros de las distintas Academias Jurí-
dicas y Sociales de Iberoamericana que concurren a esta reunión.
Señoras y señores:
(*) Palabras pronunciadas por el académico, en Asunción del Paraguay, el día 24 de sep-
tiembre de 2016 en oportunidad de la reunión del IX Congreso de las Academias de Juris-
prudencia, Legislación y Ciencias Jurídicas y Sociales de Iberoamérica
426 Emilio P. Gnecco
Por su parte, los Estados han dictado sus propias normas para la protec-
ción del medio ambiente. Y en la Argentina en particular resulta de suma
importancia la Ley General del Ambiente 25.675, que establece como
bien jurídico protegido la “gestión sustentable y adecuada del ambiente,
la preservación y protección de la diversidad biológica y la implementa-
ción del desarrollo que se pueda defender con razones (“desarrollo sus-
tentable” dice la ley, reiterando la palabra inicial)” (art. 1º). Para este logro
la ley establece los presupuestos mínimos aceptables en la materia, apli-
cable en todo el país (art. 3º).
Según la ley que nos rige (art. 2º), la política ambiental nacional deberá
cumplir los siguientes objetivos:
Para ver la forma en que estos objetivos puedan llevarse a cabo en los casos
concretos, vamos a examinar, brevemente, la cuestión de los principios y el
procedimiento judicial aplicable en los casos de conflicto. Por supuesto que
estas cuestiones corresponden en primer lugar al control de las autoridades
del Estado (2), pero el problema se presenta tanto cuando estas autorida-
des no actúan, cuanto actúan incorrectamente, ya sea por falencias en las
medidas tomadas, ya sea por el tiempo inadecuado en ocuparse del tema.
3. Los principios
(3) CN, art. 18: Art. 18. Ningún habitante de la Nación puede ser penado sin juicio previo
fundado en ley anterior al hecho del proceso, ni juzgado por comisiones especiales, o sa-
cado de los jueces designados por la ley antes del hecho de la causa. Nadie puede ser obli-
gado a declarar contra sí mismo; ni arrestado sino en virtud de orden escrita de autoridad
competente. Es inviolable la defensa en juicio de la persona y de los derechos. El domici-
lio es inviolable, como también la correspondencia epistolar y los papeles privados; y una
ley determinará en qué casos y con qué justificativos podrá procederse a su allanamiento
y ocupación. Quedan abolidos para siempre la pena de muerte por causas políticas, toda
especie de tormento y los azotes. Las cárceles de la Nación serán sanas y limpias, para se-
guridad y no para castigo de los reos detenidos en ellas, y toda medida que a pretexto de
precaución conduzca a mortificarlos más allá de lo que aquélla exija, hará responsable al
juez que la autorice.
El proceso y los principios en la protección ambiental 435
una regla especial que se refiere a los supuestos en que el tiempo en lograr
la información o la falta de definición concreta sobre determinado proble-
ma en el ámbito científico, hace necesario tomar medidas sin estos datos
basándose en la probabilidad adecuada por la experiencia objetivada (4).
(4) La medida cautelar dictada por esta Corte el 26 de marzo de 2009 se fundó en el prin-
cipio precautorio contemplado en la Ley General del Ambiente 25.675 (art. 4) frente a la
situación clara de peligro grave que se presentaba, y fue dispuesta a fin de evitar la degra-
dación del medio ambiente. De allí que no se advierte la necesidad de requerir a algún
organismo independiente que “dimensione” el daño causado por los desmontes ilegales
durante la vigencia de la cautelar, pues la determinación de la magnitud de ese fenómeno
sólo podría dar lugar eventualmente a reclamos vinculados con las consecuencias daño-
sas que esos hechos pudieran haber ocasionado, cuestión que excedería el marco de este
proceso y resultaría ajena a la competencia de esta Corte prevista en el art. 117 de la Cons-
titución Nacional (conf. causa “Mendoza”, elDial.com - AA357E], Fallos: 329:2316) (CSJN
– 14/9/2010 - S. 1144. XLIV. - “Salas, Dino y otros c/ Salta, Provincia de y Estado Nacional
s/ amparo”, elDial.com - AA63AB). Butti y Sidoli señalan que con el tiempo seis principios
básicos pasaron a formar parte del principio precautorio: “Anticipación preventiva: la vo-
luntad de tomar acción anticipada sin esperar la prueba científica de que es necesario ac-
tuar, basados en que una mayor demora será finalmente más costosa para la sociedad y la
naturaleza, y en el largo plazo, injusta para las futuras generaciones. Salvaguardia des espa-
cio ecológico y ambiental para la maniobra, como un reconocimiento de que no deberían
siquiera aproximarse a los márgenes de tolerancia, menos aún traspasarse. Esto se conoce
también como una ampliación de la capacidad asimilativa de los sistemas naturales abs-
teniéndose de usos posibles pero indeseables de los recursos. Proporcionalidad de la res-
puesta o costo-efectividad de los márgenes de error para mostrar que el grado de restric-
ción no es indebidamente costoso. Esto introduce un sesgo en el análisis costo-beneficio
convencional para incluir una función de evaluación de la ignorancia y del probable mayor
peligro para las futuras generaciones si se vulneran las capacidades de soporte de la vida,
cuando esos riesgos pueden ser conscientemente evitados. Deber de cuidado o carga de la
prueba en aquéllos que proponen el cambio: esto plantea profundas cuestiones sobre el
grado de libertad para tomar riesgos calculados y de esta forma, innovar y compensar las
posibles pérdidas. Las exigencias formales de cuidado ambiental junto a una ampliación
de la responsabilidad objetiva por cualquier daño, no importan cuan anticipados podrían
estimular la imaginación y el crecimiento. Promoción de la causa de derechos naturales
intrínsecos: la noción jurídica de daño ecológico está siendo ampliada para incorporar la
necesidad de permitir a los procesos naturales funcionar de manera tal que mantengan el
soporte esencial de la vida en la tierra. La aplicación de amortiguadores ecológicos en el
manejo futuro da un énfasis práctico al espinoso concepto ético de los derechos naturales
intrínsecos. Pago por la pesada deuda ecológica: la precaución mira esencialmente hacia
delante, pero hay quienes reconocen que en la aplicación de cuidado, distribución de la
carga, costo-efectividad ecológicamente amortiguado y reversión de la carga de la prueba,
debería haber una penalización de no haber sido cuidadoso en el pasado. Esto indica que
quienes han creado una gran deuda ecológica deberían ser más cuidadosos que aquellos
que no lo han hecho. Esto en un sentido es la precaución puesta a la inversa: compensar
por pasados errores de juicio basados en la ignorancia o la falta de voluntad en el pasado
mostrando un claro sentido de responsabilidad hacia el futuro. Este elemento del princi-
pio está aún embrionario en el derecho y la práctica, pero la noción de “responsabilidades
comunes pero diferenciadas” recogida en la Convención de las Naciones Unidas cobre el
Cambio Climático y el concepto de asumir la precaución de acuerdo a las capacidades como
se indica en el Principio 15, en cierta forma se relaciona con esta idea, que por otra parte, será
436 Enrique M. Falcón
4. El proceso
Lo primero que hay que tener en cuenta es que las cuestiones ambien-
tales normalmente se desarrollan en un tipo de proceso especial, y este pro-
ceso especial es un proceso colectivo. Veamos: si nos preguntamos quie-
nes son los afectados por el problema ambiental, no podremos de modo
algunos determinarlos de manera específica. Son las personas que están
dentro de un determinado territorio perjudicado por la cuestión ambiental
objeto del juicio. Pero esas personas pueden estar, irse, incorporarse, nacer
o morir dentro de ese territorio. A su vez quienes se van, las personas que
se encuentran en lugares transfronterizos, los que mueren o nacen, pueden
verse o no afectados por la cuestión ambiental. Esta cuestión es, entonces,
respecto de las personas, difusa. Para las cuestiones difusas existe lo que
se llama proceso colectivo difuso, cuyo reclamo se hace mediante un pro-
ceso de ese carácter, que puede definirse conforme lo hace el Proyecto del
Instituto Iberoamericano de Derecho Procesal como el que se ocupa de los
“intereses o derechos… supraindividuales, de naturaleza indivisible, de que
sea titular un grupo, categoría o clase de personas ligadas por circunstan-
cias de hecho o vinculadas entre sí o con la parte contraria, por una relación
jurídica base” (art. 1º-I). Se trata de derechos que son de todos, pero de
nadie en particular (como el aire para respirar).
Estos procesos colectivos difusos, donde las personas que se ven impli-
cadas no se pueden determinar, tienen la característica de que, cuando se
demanda, no demandan todos los interesados, sino sólo algunos, de los
cuales uno o varios vienen a representarlos. Pero lo interesante de esta re-
presentación es que no es la misma representación que se aplica a causas
las corrientes, donde cada parte se presenta y mediante un acto osten-
sible manifiesta su voluntad para que alguien actúe por ella, otorgando
lo que se conoce como “poder para actuar en juicio”. Aquí, como se trata
de un conjunto de personas indeterminadas donde resulta impracticable
notificarlas del modo tradicional y traerlas al proceso, se aplica lo que se
llama principio de indeterminación, que es el que le da la característica es-
pecial a este proceso (7). Junto con este principio de indeterminación se
(6) Por ejemplo SAFI, Leandro K., “El amparo ambiental”, Abeledo Perrot, Buenos Aires,
2012, páginas 93 a 96.
(7) La indeterminación surge cuando en el lenguaje o en la realidad existe una zona gris
de vaguedad o de ambigüedad que impide conocer con precisión el concepto, los sujetos o
las cosas, por la incertidumbre o la falta de datos para obtener el conocimiento adecuado.
440 Enrique M. Falcón
(8) Federal Rules of Civil Procedure 23: Class Actions, USA, (a) (4).
El proceso y los principios en la protección ambiental 441
Homenajes
Doctor Roberto E. Guyer
Resolución Nº 1/2016
Palabras de Apertura
Por Jorge R. Vanossi (*)
Este año se cumple el medio siglo del fallecimiento de uno de los más
trascendentes juspublicistas argentinos del siglo pasado. Nos estamos
refiriendo a Rafael Bielsa, ese santafecino nacido en 1889, que hiciera
ofrenda de su vida a la investigación, a la docencia, a la infatigable tarea
de publicista y que diera permanente testimonio de lucha por la defensa
de la libertad en épocas difíciles para el país: épocas donde hacer preva-
lecer el pensamiento independiente constituía por sí solo una verdadera
epopeya.
Resulta notable que recibido de abogado en 1918 y durante cuarenta y
seis años Rafael Bielsa fue un permanente venero de ideas, de estructu-
ración sistemática del pensamiento jurídico y de combate a partir de su
pluma por el mejoramiento del ejercicio de la libertad en el estricto marco
del Estado de derecho. A los tres años de su graduación —en 1921— apa-
rece su primer libro capital, el Derecho Administrativo y Legislación Ad-
ministrativa Argentina. Son dos volúmenes de gran densidad y orgánicos:
estábamos en presencia, prácticamente, del nacimiento del tratamiento
científico del derecho administrativo argentino, porque el antiguo libro
de Ramón Ferreyra, publicado en 1866, que llevaba por título Derecho Ad-
ministrativo carecía de una verdadera sustancia, ya que la doctrina y la
legislación en aquellos tiempos eran todavía incipientes.
Pero sobre todas las cosas, Bielsa fue un educador: un pedagogo en per-
manente actitud de transmitir conocimientos: donde él estaba, allí esta-
ba la cátedra sin cuestión de lugar, de horarios ni de estipendios. Años
enteros enseñó en la Universidad Argentina sin recibir retribución algu-
na. Costeó de su peculio —como bien lo recuerda Florentino Sanguinetti
en el homenaje que en la Facultad de Derecho de la UBA se le rindió en
458 Jorge R. Vanossi
Pero sobre todas las cosas, Rafael Bielsa fue un gran defensor de la de-
mocracia y del Estado de derecho. En 1945 encabezó la firma de profeso-
res de la Universidad del Litoral que solicitaron a la Corte Suprema que
revocara la acordada por la que se había reconocido al gobierno de facto.
A raíz de esto fue arrestado, conducido a la Penitenciaría y tratado como
un reo común por el “grave delito” de haber ejercido sus derechos públi-
cos en defensa del sistema institucional. En 1952 fue jubilado de oficio,
mediante resolución vacua y arbitraria. Pero nada de ello lo retrajo de su
infatigable lucha y prédica que lo caracterizó siempre: él continuó pro-
moviendo recursos contra el despojo, descargando catilinarias contra la
corrupción y la inmoralidad impregnadas en todos los poros del país. Este
gran jurista, maestro y hombre cívico que fue Bielsa, no fue sólo un juspe-
rito encerrado en su vitrina. También en él se encuentra un trasfondo de
fina sensibilidad, con una variada y sólida cultura adornada de múltiples
conocimientos provenientes tanto de lo clásico como de lo moderno. Así
se comprende por qué en 1923 le fuera otorgado el primer Premio Nacio-
nal en Ciencias y que en 1956 la Universidad de París lo distinguiera con
el Doctorado honoris causa en un acto solemne que, como sucede con
muchos triunfos de la inteligencia argentina, fue ignorado olímpicamente
por nuestra propia universidad o acaso por su extraordinaria modestia.
doctor Rafael Bielsa
Homenaje al profesor 459
Es por ello y por todos los antecedentes expuestos, y para no seguir ha-
ciendo del olvido la regla de conducta a la hora de los homenajes públicos
cuando de los hombres de derecho se trata, es que venimos insistiendo
desde 1989 en proponer que se coloque el nombre de Rafael Bielsa a una
calle de la Ciudad de Buenos Aires, ámbito donde él se desempeñara con
tanto ahínco y pujanza, como testimonio de permanente recuerdo a su in-
signe figura. Aquí, en Buenos Aires, inició su carrera docente en la Facul-
tad de Derecho de la UBA en 1920 hasta acceder a la titularidad en 1946 y
reincorporado en 1955. En esta Casa, la Academia Nacional de Derecho,
se incorporó en 1936; y tres años más tarde a la Academia Nacional de
Ciencias Morales y Políticas; como así también a la de Legislación y Juris-
prudencia de Madrid y a los Institutos de Droit Comparé y del Droit Public
Internacional con sede en París.
Cuando sostengo que Bielsa ha sido uno de los juristas más eminentes de
nuestro país, lo digo con fundamentos objetivos, porque no conozco otro
que haya producido una obra tan vasta y tan rica en contenido como la que
él realizó. Desde la primera edición del Derecho administrativo y legislación
administrativa, que se publicó en 1921 —a los tres años de haberse recibido
de abogado y de doctor en jurisprudencia— escribió más de treinta libros,
centenares de folletos, artículos en las revistas más prestigiosas del país y
(3) El Derecho, Ensayo de una teoría integral, 5ª ed. Buenos Aires, p. 505 en nota.
doctor Rafael Bielsa
Homenaje al académico 465
describirlas —lo cual hubiese tenido valor docente o didáctico—, sino con
el objeto de nutrirse de ellas y elaborar, por cuenta propia, los conceptos
y las doctrinas que están volcadas en las obras que produjo. Esta cualidad
se puede comprobar por la coherencia de sus trabajos, que demuestran
una extraordinaria unidad conceptual. Todo lo que escribió estuvo apoya-
do en sus propias ideas y razonamientos, y no en la afirmación dogmática
de lo que dijeron otros autores, por prestigiosos que hayan sido.
Por eso es justo reconocer que con sus obras enseñó a los que enseña-
ron derecho administrativo, a quienes ahora lo enseñan. De ahí que me
produzca cierta desazón ver en alguna oportunidad que cuando se cita la
opinión de un autor de nuestros días, que reitera lo dicho por Bielsa hace
varias décadas, pocas veces se lo menciona. Claro está que el paso del
tiempo siempre lleva un importante ingrediente de olvido y que sus libros
se dejaron de publicar hace poco menos de medio siglo. Espero que con
la séptima edición actualizada del Derecho Administrativo, que pronto
se publicará en su homenaje, los lectores puedan tener una información
más precisa de su obra y apreciar el aporte que ha hecho a nuestra disci-
plina jurídica, que mantiene intacto su valor.
Recuerdo que siempre me decía nullum dia sine lineae, pues para él no
se debe abandonar esa práctica, ni aun en momentos en que decae la ca-
pacidad, porque es una gimnasia que tonifica el espíritu y agiliza la men-
te. Por supuesto que no se refería a la acción mecánica de escribir, sino a la
observación de lo que acontece en el ámbito social, económico y político
del país para volcarla en escritos, aunque sean breves, e ir elaborando así
trabajos que luego pueden tener mayor envergadura.
Nació el 18 de noviembre de 1889 en Santa Fe, pero sólo por haber lle-
gado su madre hasta el lugar para tener mejor atención médica, pues su
familia ya se hallaba radicada Esperanza, que fue en realidad su ciudad
natal, la primera colonia agrícola de la Argentina, fundada por Aarón Cas-
tellanos en 1856, para recibir a inmigrantes europeos de los más variados
países, a los cuales les debemos en gran parte el progreso de nuestra agri-
cultura y que en un tiempo hizo que nos consideraran el granero del mun-
do. Precisamente, “esperanza” fue el sentimiento del cual estaban imbui-
dos quienes la poblaron, educados en la cultura del trabajo y del esfuerzo.
De esta ciudad en la cual Bielsa pasó su niñez y su adolescencia y donde
descansan sus restos, el poeta José Pedroni, escribió: “Con tu nacimiento
se alegró la tierra/ Fue el día de la Virgen/ No fue un día cualquiera/ Júbilo
de campanas/ a lo largo de América/ fue el 8 de septiembre/ Alabado sea”.
A los 20 años vino solo a vivir a Buenos Aires, donde estudió Bellas Ar-
tes, carrera que cursó durante poco menos de tres años. He tenido opor-
tunidad de ver cuadros pintados por Bielsa en su casa de Rosario. Trabajó
como dibujante en Obras de Salubridad, la antecesora de Obras Sanitarias
Víctor Hugo decía que “la mujer es pedestal o lápida del hombre”. Pues
bien, en el caso de Bielsa, no sólo su mujer, sino toda su familia fue pe-
destal, al brindarle el afecto, la consideración y el respeto que le hicieron
posible desarrollar esa monumental labor docente y científica.
468 Roberto E. Luqui
Así como fue austero en su vida, era muy moderado al fijar los honorarios
y extremadamente riguroso a la hora de aceptar un caso. Más aún, asumió
gratuitamente la defensa de instituciones de beneficencia. No concebía el
derecho separado de la ética. En este sentido dijo: “La falta de moral del
pintor, del matemático no empañan su obra. Las flaquezas del artista son
independientes del cuadro que pintó. Pero la separación absoluta entre el
hombre y su obra no es admisible en el jurisconsulto, porque el derecho es
la primera de las ciencias morales destinadas a regir a los hombres y con
mayor razón a sus conciudadanos. El hombre de derecho rebaja su obra o
la eleva con su actitud en la vida pública (y aun privada)” (5).
(5) La Abogacía, segunda edición, Universidad Nacional del Litoral, 1945, pág. 23 y
siguientes.
470 Roberto E. Luqui
Por lo que a mí respecta ese trato severo que tenía Bielsa, aun con las
personas que estimaba, lejos de afectarme siempre me suscitó agradeci-
miento, porque me enseñó que nada se logra válidamente en la vida sin
esfuerzo y por méritos propios, pues lo más importante para un hombre
de bien es poner su voluntad al servicio de una causa justa. El éxito logra-
do merced al oportunismo y a la especulación carece de valor moral, aun-
que pueda llevar consigo una gratificación material o, como decía Bielsa,
“lo que no se obtiene mediante sacrificio, luego no se está dispuesto a ha-
cer el sacrificio necesario para conservarlo”.
”Esa omisión acarrea un daño muy grave que afecta el normal funcio-
namiento del poder jurisdiccional, deteriorando la imagen y credibilidad
que tiene la judicatura ante la ciudadanía. Resulta incomprensible, a la
luz de los principios republicanos, que subsistan aquellas vacancias. Es-
pecialmente con respecto a la Corte Suprema, teniendo en cuenta que
el titular del Poder Ejecutivo presentó dos candidatos para tal fin, que
merecieron no sólo la aceptación generalizada de los grupos de opinión
pública, agrupaciones políticas y sectores de los ámbitos académicos y
universitarios en orden a su idoneidad técnica y ética, tal como lo ordena
el artículo 16 de la Ley Fundamental, sino que cuentan con dictamen fa-
vorable de Comisión en el Senado.
”En 1960 el Congreso sancionó la ley 15.271, por la que aumentó a siete
el número de jueces de la Corte, que desde 1863 (fecha de la instalación
de la C. S.) se limitaba a cinco. Pero la historia no termina allí. En 1964
el Senado dio media sanción a una reforma por la cual se elevaba a diez
el número de jueces de la Corte; y el Alto Tribunal se dividía en Salas (la
Cámara de Diputados nunca dio sanción definitiva a este proyecto). Lle-
gamos así al año 1966 en que el decreto-ley 16.895 del general Juan Carlos
Onganía restableció en cinco el número de componentes del Alto Tribu-
nal. Esta cantidad de miembros se mantuvo hasta el año 1990 en que el
Congreso Nacional dispuso la elevación a nueve de los miembros de la
Corte (Ley 23.774).
”En el dislocado debate parlamentario de esta última ley, que sólo pudo
realizarse en la discusión en particular, puesto que en el debate en general
el factor sorpresa en la iniciación de la sesión y en la rápida aprobación del
proyecto hizo imposible que se expresaran todos los partidos ajenos al ofi-
cialismo de entonces, el miembro informante diputado Jorge Yoma invocó
un par de razones para ‘fundamentar’ el aumento propuesto, a saber:
“Con motivo de un proyecto de ley que tiene media sanción del H. Sena-
do de la Nación por el cual se modifican varios artículos del Código Civil
y Comercial en materia de locación de inmuebles, sea que se trate de in-
muebles con destino habitacional o no, la Academia Nacional de Derecho
y Ciencias Sociales de Buenos Aires expresa su profunda preocupación al
respecto, por cuanto modificaciones de esa naturaleza, particularmente
con respecto a normas recientemente sancionadas y que tienen una inne-
gable relevancia, deben ser previamente analizadas a la luz de sus impre-
visibles implicancias jurídicas, además de consultadas y consensuadas
con la comunidad y en particular con las distintas entidades relaciona-
das con la vivienda y con el comercio, lo que en el caso no parece haber
ocurrido. Cabe señalar que proyectos similares fueron presentados en los
años 2009 y 2012, sin éxito.
Jorge R. Vanossi
Académico Presidente”
Premio academia nacional de
derecho y ciencias sociales
De buenos aires
Por Emilio P. Gnecco (*)
Han sido presentados siete trabajos, todos ellos ponderables y sobre te-
mas jurídicos diversos. Algunos casos, no obstante, han debido dejarse de
lado por exigencias del reglamento, o por no tratarse de una obra exclusiva
del autor o por ser el autor miembro ya de una academia. Por lo demás,
debo decir que en su tarea el jurado, siguiendo pautas objetivas aplicadas
desde siempre para analizar los estudios que se hicieran llegar, ha tenido
en cuenta tanto lo concerniente a la trascendencia jurídica del objeto de
la obra, como a la manera original de tratamiento del tema, la amplitud y
metodología de los desarrollos, la solidez de los fundamentos que se expon-
gan, la importancia de las referencias bibliográficas y jurisprudenciales y la
extensión misma del trabajo como expresión del esfuerzo del autor.
a sus alcances, a los derechos y deberes que lo integran; una segunda que
comprende aspectos procesales a que da lugar el tema: la participación
cuando así se pueda del menor en los juicios, el derecho a su asistencia
letrada (abogado del niño), remarcando que tanto el magistrado intervi-
niente, como el abogado del niño o el tutor especial, cada uno dentro de
sus esferas, deben tender a un propósito común, como es el de resguar-
dar el interés superior del niño; una tercer parte que comprende también
varios capítulos, ésta dedicada específicamente a abordar la responsabi-
lidad parental propiamente dicha, figuras legales derivadas y cuidado
personal de los hijos; y, por último, una cuarta parte en la que el autor
examina con igual profundidad el tan importante régimen de comunica-
ción y de relaciones personales entre los integrantes de la famili , inclui-
das éstas, acertadamente, dentro del tema general de la responsabilidad
parental. Aun cuando el autor siempre destaca en el desarrollo de la obra
la indudable importancia del interés superior del niño, tengo la impre-
sión que en este ámbito también ha de poder jugar equilibradamente en
ciertas situaciones familiares, la idea de la “solidaridad”, como elemento
a tenerse en cuenta al momento de tener que valorar y resolver los casos.
todos quienes nos han hecho llegar sus trabajos, testimonios de esfuerzos
por mostrar inclinaciones por cultivar la sana labor intelectual. A todos
ellos los felicitamos y de manera especial, naturalmente, al distinguido
jurista Dr. Mauricio Mizrahi por su brillante obra que ha sido galardonada
este día con el Premio de la Academia. u
ÍNDICE
ANALES 2016
I. INCORPORACIONES
VI. HOMENAJES