Apuntes de Metodología de La Historia - Zuluaga

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Apuntes de Metodología de la Historia.

Francisco U. Zuluaga R.
Profesor Titular

Borrador

Universidad del Valle


Departamento de Historia
Cali, 2010

1
Índice

Introducción ………………………………………………………………… 3

Capítulo I.- Los conceptos generales …………………………………... 5


Historia / historia.- Local / localidad.- Historia local
.- Momentos del Método: Heurística, Crítica (análisis), Hermenéutica.

Capítulo II.- Heurística …………………………………………………….. 42


El concepto.- La búsqueda.- Las fuentes.- Clasificación de las fuentes
.- Manejo de fuentes y de información.- Bibliografías.- Diccionarios
.- Monografías.- Colecciones documentales publicadas.-
Revistas y material periódico.- A propósito de los Archivos
.- Las disciplinas auxiliares.

Capítulo III.- El método critico ……………………………………………. 67


La critica externa o de erudición.- Critica del Documento
.- La Crítica Interna o de veracidad
.- Documentos de Origen Pontificio. Documentos de Origen Real. -

Capítulo IV.- Hermenéutica …………………………………….. 83

Capitulo V.- El Texto …………………………………………… 96

2
Introducción

El método, una condición legitimadora de todo conocimiento científico, es uno de


los tópicos relevantes para todo aquel que desee ser historiador. Tal vez sea esta
la razón por la que, siendo el método el camino que nos conduce al conocimiento,
explicación y comprensión del objeto de estudio, algunos lo confunden con las
técnicas y los instrumentos que nos ayudan a obtener la información acerca del
objeto de estudio y entienden como resultado final del trabajo del historiador, la
descripción de esta información. Otros confunden la necesaria reflexión previa a la
definición y delimitación del tema, con el método; reduciendo el trabajo de
establecimiento de los hechos a un simple acomodamiento de la información a
una representación preconcebida e ilusoria. Para evitar estos extremos, es
indispensable que le demos al método un lugar en el que se lo reconoce como el
sendero que nos lleva, en un proceso investigativo, al conocimiento y compresión
de lo acaecido a un grupo social en un tiempo y lugar escogidos; sin ser él [el
método] lo acaecido ni la prefiguración teórica de ese acaecer.

En el texto que estoy presentando, se procura entregar unas notas sobre los
procedimientos y las acciones que se ejecutan en el ejercicio del oficio del
historiador, en un orden lógico de sucesión de las acciones (heurística / crítica /
hermenéutica), sin que ello signifique que acciones de cualquiera de los tres
órdenes no puede realizarse en cualquier momento.

3
Luis González González

4
Capítulo I
Los conceptos generales
Historia, un vocablo, una palabra de uso cotidiano que, sin mayores prevenciones
aceptamos como inmediatamente comprendida y cuyo significado nos parece
perfectamente diáfano. Historia, una palabra que brota de nuestros labios para
evocar tanto nuestras experiencias pasadas como los relatos que de tiempos
remotos nos hacían los abuelos. Historia, también una evocación de tiempos
recordados como mejores, o cúmulo de hechos y de experiencias que cimientan el
quehacer actual. En fin, un término que tiene tanta validez cuando se la asume
para explicarnos los procesos sufridos en la conformación del Universo hasta hoy,
llamándose Historia Natural, como cuando se la restringe a los hechos y
acontecimientos protagonizados por una sola especie, la humana.1 Además,
utilizamos el mismo vocablo para referirnos a la disciplina que estudia ese
acontecer de la naturaleza o de los hombres, restringiéndola cada vez más al
estudio de lo sucedido a los hombres y a la humanidad.

Historia / historia

Sin siquiera detenernos, con la mínima dubitación, sobre lo que queremos


significar cuando utilizamos el término Historia, nos damos cuenta de que la
Historia se dice de muchas maneras y tiene múltiples significados. Aquí, sin que
sea una regla ineludible, trataremos de la historia humana, distinguiendo entre la
historia cuando el término se aplica a los hechos y aconteceres del pasado, y la
Historia cuando con el mismo término nos referimos a la disciplina que los estudia.

1 El tema de lo que bien pudiéramos llamar “la polisemia del término historia”, se desarrolla en casi cualquier
Introducción a la historia, y con mayor profundidad en Reinhart Koselleck, historia/Historia, Mínima Trotta,
Madrid, 2004; también en Alfred Stern, La Filosofía de la Historia y el problema de los valores, EUDEBA,
Buenos Aires, 1963.

5
Para establecer tal distinción recurrimos a Reinhart Koselleck quien nos dice:

En lo que se refiere a la historia del término, el concepto surge


después de dos dilatados procesos que terminan convergiendo para
revelar un campo de experiencias que no se podía haber formulado
anteriormente. El primero de los procesos consiste en la formación
del colectivo singular que aglutina en un concepto común la suma de
las historias individuales. El segundo es la fusión de “historia” como
conexión de acontecimientos y de “Historia” en el sentido de la
indagación histórica, ciencia o relato de la historia.2

De esta manera, en adelante nos referiremos a los acontecimientos como historia


(con h minúscula) y la disciplina como Historia (con H mayúscula).

Este proceso de formación del colectivo singular se entiende mejor cuando tal
colectivo lo encontramos bajo la denominación de localidad.

Local / localidad

La expresión Historia local, sobre todo cuando se la pronuncia entre historiadores,


parece diáfana y clara; pero cuando pretendemos acordar lo entendido surgen
interrogantes vinculados a la comprensión de la expresión como se enuncia y a los
significados que pueden asignarse a cada una de las palabras que la componen.
Por esta razón, iniciaré discutiendo el problema de lo local o la localidad,
asumiendo que hay un mínimo acuerdo sobre lo que se entiende por historia para
tener un punto de acceso a lo que podría entenderse por Historia local.

De esta manera, se reconoce que...

2
Reinhart Koselleck, historia/Historia, Mínima Trotta, Madrid, 2004, p. 27.

6
Hay un desfase creciente entre los conceptos y la realidad que
describen, por un lado, y entre los conceptos y las palabras que los
expresan, por otro.3

… al tiempo que se acepta que es casi ineludible, hablando de historia, hacer


referencia a la distinción clásica entre la historia como hecho acontecido y Historia
como disciplina.

Se torna entonces evidente que es indispensable una reflexión previa sobre lo


local para que ella contribuya a dar claridad sobre: qué se entiende por “historia
local” (acontecimientos) y qué como “Historia local” (la disciplina). Dicho de otra
manera, es necesario averiguar por lo local para determinar luego cuales
acontecimientos o hechos consideramos locales; y, cuales las características de la
disciplina que de ellos se ocupa.

Otro elemento que se debe tener en cuenta es el que, sin dejar de lado la reflexión
sobre los acontecimientos, el imperativo inmediato es la disciplina, recordando
que, la forma de hacer historia a que aquí nos referimos con el nombre de Historia
local, en la práctica disciplinar cobija varias maneras de considerar lo acontecido
en comunidades ò núcleos específicos de análisis, preocupándose por cualquier
actividad humana, recuperando simultáneamente el análisis y la narrativa,
llamando la atención sobre la cultura popular, dando lugar a una historia donde
quepan tanto los movimientos colectivos como las acciones individuales y tanto las
tendencias como los acontecimientos.4 Todo ello con apertura a: la
interdisciplinariedad, todo tipo de fuentes, el punto de vista de la gente corriente y
la subjetividad necesaria para que, en el discurso historiográfico, no se muera la
vida.

3
Reinhart Koselleck, historia/Historia, Mínima Trotta, Madrid, 2004, p. 18.
4 Un balance de varias de las formas de hacer historia que aquí se cobijan bajo la denominación de Historia Local, se
encuentra en: Peter Burke (ed.), Formas de hacer historia, Alianza Universidad, Madrid, 199.

7
Aunque tal vez ninguna de las diferentes tendencias5 recogidas bajo la
denominación de Historia Local cumple con todas las características señaladas, lo
que contribuye a darles sus respectivas especificidades, todas participan –a su
manera- en mantener la consigna (utópica) de la “Historia total”; entendida esta
“totalidad”, no como la totalidad de la Historia o de las Historias sino, como el
conocimiento de una historia específica en todos sus aspectos y dimensiones.

En este sentido, es ilustrativa la afirmación de que:

Es en el espacio de la localidad, llámese municipio, barrio o comuna, entre


otros, donde usted adelantará su investigación. Es en el espacio significado
donde se expresan de múltiples formas los componentes, social, cultural,
histórico, económico, político, administrativo, físico y ambiental. En la
localidad se puede percibir mejor hasta donde se reconoce el propio
territorio, se dá sentido y nombre a las personas, a los animales y las calles,
se reconocen espacios significados como los espacios geográficos, los
monumentos y demás objetos reales e imaginarios que le dan sentido al
lugar y a las relaciones entre sus pobladores, donde se admiten, como se
dijo anteriormente, trazos de homogeneidad y heterogeneidad.6

En esta vía, el diccionario de la Real Academia entrega acepciones de la voz


local7 que enfatizan la condición de sitio y lugar, pero no de sitio o lugar inerme,
desnudo, sino de un sitio o lugar donde se localiza algo o alguien, sitio o lugar
desde el cual algo o alguien toma posición frente a otros. Es pues un lugar
referente, tanto para localizar a alguien (una comunidad por ejemplo) ubicada en
el dicho lugar, como para que ese alguien (esa comunidad) se localice y desde allí
enfrente, se distinga, esté con otro(s) alguien, otras comunidades. Es el lugar que
le es propio y del que se es propio; es también el lugar desde el que se esta
situado frente a los demás y con los demás. Lo local es, entonces, el lugar en y
desde el cual un individuo o una comunidad se identifica, al tiempo que es el sitio

5 En otro lugar hemos señalado estas tendencias. Algunas de ellas son: Microhistoria, Historia desde abajo, Historia
Popular.

6 Hernán Henao y Lucely Villegas, Estudios de Localidades


lidades ICFES, Bogotá, 1997, p. 32.
Localidades,
7 “Local: Adj. Perteneciente al lugar | 2. perteneciente o relativo a un territorio, comarca o país | 3. Municipal o provincial,
por oposición a general o nacional.”, Real Academia Española, Diccionario de la lengua española, 21ª ed., Madrid,
Espasa Calpe, 1994, Tomo II, p. 1268, Columna 1.

8
o lugar desde el que se reconoce con otros y otras comunidades, tomando lugar
dentro de la diversidad.

Igualmente, la localidad es la mínima parte de un todo, pero una parte integrada y


fundamental para ese todo. Es quizás en esta dimensión en la que piensa Clifford
Geertz cuando dice:

“Local” es claramente un término “relativo”. Para el Sistema Solar, la Tierra


es local (tal como se ha formulado en nuestro campo de estudio, de una
manera antropológica correcta, dejándola al menos temporalmente atrás
para mirarla desde la Luna y otras órbitas); para la galaxia, el Sistema Solar
es local (con el Voyager podemos hacernos una idea al respecto); para el
universo, la galaxia es local (para esto hay que esperar quizás un tanto).
Para un físico de altas energías, el mundo de las partículas -o zoo- es el
mundo. Local es la partícula, un hilo de vapor en una nube de gotitas.8

Dicho de otra manera, lo local es lo que da sitio, sitúa a un hombre o a un grupo


humano, pero como ese situarse es en sí un proceso de construcción y cambio
permanente, es un angustioso gestarse histórico social9 con manifestaciones de
construcción de prácticas económicas, políticas y culturales que le dan identidad y
lugar frente a otras comunidades, tanto diseñando su espacio y ejerciendo
territorialidad como organizándose en sociedad y produciendo una forma de vida,
una percepción del mundo, una cultura. Quizá lo que hoy están buscando las
localidades, de mayor conciencia histórica, sea el reconocimiento del significado
de sí mismas para sí y frente a un mundo que procura desdibujarlas en la
globalidad.

8 Clifford Geertz, Reflexiones antropológicas sobre temas filosóficos, Paidós, Barcelona, 2002, p.
103.
9 El “gestarse histórico” se utiliza aquí a la manera como Martín Heidegger lo entiende al definir historia como: “...historia es
aquel específico gestarse del ser-ahí existente que acontece en el tiempo, pero de tal suerte que como historia vale en
sentido preferente el gestarse ‘pasado’ y al par ‘tradicional’ y aún actuante, todo en el ‘ser uno con otro’, Martín Heidegger,
El Ser y El Tiempo, 2ª ed., segunda reimpresión, Bogotá, F.C.E., 1995, p. 409.

9
Esta forma de ser del hecho histórico local, fundamentalmente construido como
hecho social acaece, originariamente y como hecho factual, en el tiempo
cronológico, pero como histórico se da en el proceso de construirse socialmente
en un tiempo propio de su gestarse, aún dentro del tiempo cronológico, en un sitio
en el que se hace local de la localidad en que es situado.

“El ser-ahí fáctico necesita y usa, aún sin haber desarrollado una
historiografía, el calendario y el reloj. Lo que se gesta ‘con él’, lo
experimenta como gestándose ‘en el tiempo’ ”.10

Así, lo local es temporal e histórico desde sus orígenes pero sólo, cuando y en la
medida en que se hace consciente de su propia permanente gestación, cuando se
abre a sí mismo para explicarse como proceso acaecido, se percata de su
historicidad y se dispone a ser reconocido y explicado, a ser objeto de un
conocimiento historiográfico que forma parte y es expresión de ese gestarse
histórico.

En este sentido, lo local y la localidad, en la medida en que son sitio de lo situado,


no necesariamente serán un lugar geográfico determinado, aunque no excluye el
significado tradicional de localidad. Un pueblo, una ciudad, un barrio, un municipio,
una comuna son localidades, pero también lo son una vereda, una comunidad
escolar, el radio de acción de un sindicato, la cohesión de grupos étnicos
migrantes en una gran ciudad y dispersos en pequeños grupos, núcleos
pluriétnicos convivientes por la necesidad de compartir el espacio, por la defensa
necesaria como grupos marginados, etc. Toda esta amplitud sustentada en la
preocupación fundamental por comprender el desenvolvimiento de grupos
humanos, en la dinámica natural de existir distintos y con los demás, socialmente
ubicados.

10 Ibíd., p. 407

10
Sin embargo, con mucho, es más difícil lograr la proeza de vernos a
nosotros mismos entre los otros, como un ejemplo local más de las
formas que localmente adopta la vida humana, un caso entre otros
casos, un mundo entre otros mundos, que no la extensión de la mente,
sin la que la objetividad es mera autocomplacencia y la tolerancia un
fraude11

Así la localidad, que es necesariamente histórica, emplazada en un lugar y


tiempo determinados, se muestra como materialmente micro y singular pero
con múltiples manifestaciones que obligan a la investigación detallada y
multidisciplinar. Esta multidisciplinariedad que aquí se invoca, es
característica de los llamados Estudios Locales que han alcanzado una
presencia notable en las investigaciones de las Ciencias Sociales. Al
enfrentar la localidad desde una perspectiva histórica, esta
multidisciplinariedad se hace, necesariamente, interdisciplinariedad.

La Historia (historiografía), como disciplina que se ocupa de la historia, tiene


entonces la tarea de abrir historiográficamente la historia, en nuestro caso abrir la
historia local, lo que engendra un problema que atañe directamente a los
historiadores: ¿Cómo abrir la historia y específicamente la historia local? La
apertura está necesariamente precedida por el preguntarse por el qué abrir que
sea el elemento constitutivo de esa historia y la respuesta será: el acopio temporal
de los hechos acaecidos en el proceso de constituirse la localidad y por lo tanto
pasados, pero que como tal pasado ya no están presentes. Debemos entonces
traerlos del pasado al presente, no para hacerlos presentes en el presente de hoy,
sino para poder tenerlos en frente a nosotros como presentes de su propio
presente pasado.

11
Clifford Geertz, Conocimiento local. Ensayos sobre la interpretación de las culturas, Ed.
Piados, Barcelona, 1994, p. 27.

11
Es aquí cuando, en un proceso de conocimiento de la historia (con minúscula) por
parte de la Historia (con mayúscula), se funden una y otra para producir la
representación del pasado y su correspondiente relato histórico. Una fusión en la
que el pasado, mediante las fuentes y los procedimientos metodológicos de la
Heurística y la Crítica, se pone a disposición del historiador para que él establezca
los hechos individuales en su facticidad y descubra el entramado que en su
hacerse sociales los vincula como colectivo y como tal fundarse en localidad. Ese
momento en que se agolpan ante el historiador los hechos individuales y los
individuos de un pasado, en una interacción que funda y promueve lo colectivo,
es el instante del desvelamiento de la historia local como piedra angular de toda
Historia y como única instancia en que el historiador se encuentra ante un pasado
que percibe como presente-pasado-concreto-integral, cuyo conocimiento
propugna por una utopía, la historia total. Esta Historia, además, debe percatarse
y tener presente que el proyecto del colectivo singular no se agota en él; que como
tal pro-jectum debe reconocer que su colectivo singular es con otros colectivos
singulares, de los cuales se diferencia pero con los cuales participa en la
diversidad.

Historia local

Lo que hoy llamamos “historia local” se ha denominado de diversas maneras,


según el lugar donde se la escribe y las tendencias disciplinarias asociadas a su
práctica. Algunas de las siguientes formas se han considerado variantes de la
“Historia local” o al menos afines a ella: microhistoria, historia local, historia
popular, microanálisis, historia social, historia desde abajo, historia pueblerina.
Bien podrían acogerse, aquí, muchas de las denominadas Monografías
Municipales de nuestro medio.

Tras estos diferentes acercamientos al término “historia local”, se encuentran


historiadores y científicos sociales que han incorporado a los estudios de las
comunidades tanto la diacronía propia de la historia como conceptos de otras

12
disciplinas, especialmente de la antropología y la sociología, poniendo en
evidencia un vacío advertido por Luís González en los siguientes términos:

La teoría histórica común apenas afecta la conducta del


microhistoriador, pues, como dice Braudel, "no existe una historia, un
oficio de historiador, sino oficios, historias, una suma de curiosidades,
de puntos de vista, de posibilidades". El punto de vista, el tema y los
recursos de la microhistoria difieren del enfoque, la materia y el
instrumental de las historias que tratan del mundo, de una nación o de
un individuo. Nadie ha puesto en duda la distinción entre la meta y el
método microhistóricos y el fin y los medios de la macrohistoria y la
biografía. Como es sabido, aparte de los tratados generales acerca del
saber y el hacer históricos, existen estudios sobre el conocimiento y la
hechura de historias universales, historias patrias y biografías.12

Por lo tanto, examinaremos los autores más reconocidos en torno a este tipo de
historia.

Aunque el término fue acuñado en 1959 por Geoge R. Steward, definiéndolo como
un examen detallado de un acontecimiento, a propósito de un estudio sobre la
Batalla de Gettysburg; sólo en 1968 –sin mucho conocimiento de lo que sobre
microhistoria se estuviera dando en otras latitudes- Luís González publicó Pueblo
en Vilo, obra que desde entonces ha sido paradigmática de microhistoria en
América Latina.

12
Luís González G., “El arte de la microhistoria”, Ponencia presentada al Primer Encuentro de
Historiadores de Provincia, San Luís Potosí, 26 de Julio de 1972. Se encuentra en: http://
omega.ilce.edu.mx:3000

13
En un comienzo, en el prólogo a la primera edición, el autor no tiene una noción
muy clara sobre el tipo de historia que se adelanta. Al tema lo considera de poca
cobertura geográfica y de larga temporalidad13, pero lo legitima por su tipicidad.

En su tipicidad está su fuerza. El área histórica seleccionada no es


influyente ni trascendente, pero sí típica. Vale como botón de muestra
de lo que son y han sido muchas comunidades minúsculas, mestizas y
huérfanas de las regiones montañosas del México central.14

De este pueblo se busca referir una historia que contemple todas las facetas,
todas las direcciones, todas las actividades:

Se enfoca la vista hacia todas direcciones: lo durable y lo efímero, lo


cotidiano y lo insólito, lo material y lo espiritual. Se hace un poco de
todo: demografía y economía retrospectivas; se tocan varios aspectos
de la vida social (la familia, los grupos y las clases, el trabajo y la
ociosidad, la matonería y el machismo, el alcoholismo y el folklore.) Se
ha logrado establecer la serie completa de vicisitudes relacionadas con
la propiedad del suelo. Aunque la vida política ha sido débil, no se
excluye; se trata ampliamente la actitud antipolítica y uno que otro
coqueteo del pueblo con la vida pública, Se describen también las
pericias militares. No se desaprovecha la oportunidad de referir
combates acaecidos en la zona o en los que haya tomado parte gente
de San José.15

13
Dice González: “El objeto de esta historia se desenvuelve en un ámbito estrechísimo, en una
superficie de 231 kilómetros cuadrados,...”. “La estrechez geográfica del tema contrasta
aparentemente con la amplitud cronológica. Es una historia que recorre cuatro siglos...”, en: Luís
González, Pueblo en Vilo. Microhistoria de San José de Gracia, El Colegio de México, México,
2ª. Edición, 1972, p. 1.
14
Luís González, Pueblo en Vilo. Microhistoria de San José de Gracia, El Colegio de México,
México, 2ª. Edición, 1972, p. 2.
15
Ídem., p. 4.

14
Es decir, se trató de alcanzar una representación holística, total. Además, asume
una posición intermedia frente al debate sobre el papel de lo individual y lo
colectivo en la historia, así como procura evitar lo anecdótico sin negarle
totalmente su función complementaria en la comprensión de los hechos.

La mayoría de los microhistoriadores de la vieja guardia cierran sus


libros con una nómina de emigrados ilustres de la localidad en cuestión.
Los de la nueva ola prescinden de los nombres propios, no creen que
los individuos cuenten en las pequeñas comunidades. Aquí ni lo uno ni
lo otro. Para nada se mientan los poquísimos paisanos que han hecho
fuera alguna fortuna en las armas, la política o las letras. Se citan
muchos nombres propios y se esbozan biografías y listas de los padres
fundadores y de los individuos que han contribuido de manera notable
al desarrollo o al retroceso de San José.16

Con estas condiciones, Luís González se dio a la tarea de recoger la información


en los repositorios documentales más acostumbrados por los historiadores
(Archivos de Cabildo, Eclesiásticos, Judiciales, de Notaria, Institucionales y
algunos particulares). En cuanto a la tradición oral señala haberla recogido en
conversación libre, sin cuestionario y sin agenda, sin utilizar la técnica de las
encuestas. El resultado inmediato: Pueblo en Vilo.

Más tarde, en 1972, a propósito de un encuentro de historiadores, presentó una


ponencia en la que aporta todo un planteamiento teórico acerca de “El Arte de la
Microhistoria”.17

Comienza por poner en cuestión la denominación de su forma de hacer historia y


que en Pueblo en Vilo nombra como Microhistoria: hace reparos a los nombres
16
Ibidem.
17
Luís González G., Invitación a la Microhistoria, en:
http://omega.ilce.edu.mx:3000/sites/fondo2000/vol1/otra-invitacion/html/1.html
Este texto se publicó inicialmente por Sep-Setenta en México en 1972, luego por el F.C.E., en 1996
y 1998.

15
que a formas similares de hacer historia se ha dado en otras latitudes ( historia
local, petit histoire, historia anecdótica, historia regional, historia urbana, geografía
histórica, historia anticuaria y minihistoria), busca otros nombres como Historia
matria, historia yin, metrohistoria y historia parroquial, para quedarse finalmente
con el termino de microhistoria alternado con el de historia matria. Continúa
examinando este tipo de práctica historiográfica, sustenta su antigüedad y propone
una tipología de los microhistoriadores, a partir de su comportamiento.

Tres perfiles, asimilados a la conducta de otros tantos insectos, emergen: el


microhistoriador hormiga, el microhistoriador araña y el microhistoriador abeja. Un
extracto de ellos –en sus propias palabras- nos muestra las diferencias.

El microhistoriador hormiga lleva y trae papeles; extrae, según el dicho


de don Arturo Arnáiz y Freg, noticias de la tumba de los archivos para
trasladarlas, reunidas en forma de libro, a la tumba de las bibliotecas;
ejerce de acuerdo con una ética positivista cuyos principios son: 1) el
buen historiador no es de ningún país y de ningún tiempo; 2) procede a
su trabajo sin ideas previas ni prejuicios; 3) se come sus amores y sus
odios; 4) no es callejero, gusta de lo oscuro y arrinconado, es rata de
gabinete, archivo y biblioteca; 5) no se cuida de componer y escribir
bien, le basta con cortar, pegar y expedir mamotretos de tijeras y
engrudo. El buen microhistoriador positivista es de hecho un compilador
disfrazado, un acarreador de materiales, una hormiga laboriosa.18

Difícilmente se encontrará un mejor retrato de aquellos historiadores que hacen


del documento el primero y último referente para la construcción de una
representación, para ellos verdad absoluta del pasado, cimentada en un texto
escrito que no admite interpretación y es contenedor de una información acerca de
un pasado tal como se dio. El oficio de historiador se reduce, en este caso a la

18
Ídem.

16
labor mecánica de acumulación de textos y datos cuyo ordenamiento cronológico
daría cuenta de una historia.

La soberbia del microhistoriador-araña contrasta con la humildad del


microhistoriador-hormiga. Se declara, a voz en cuello, hijo orgulloso de
su matria y de su época; no le importa ser hombre de prejuicios; no
oculta sus simpatías y diferencias; le da rienda suelta a la emotividad y
a la loca de la casa. Le concede más importancia a la imaginación que
a la investigación y a la expresión del propio modo de ser que a la
comunicación de conocimientos. Las obras del sabio-araña no son ni
más ni menos que telarañas emitidas de sí mismo que no trasmitidas de
algo, cosas sutiles o insignificantes que no tejidos fuertes y duraderos.
El ideal arácnido produce intérpretes brillantes que no historiadores de
verdad.19

He aquí al seguidor obsecuente de una ideología para quién la tarea del


historiador estriba en la constatación de un pasado preconstruido, desde una
determinada concepción del mundo, mediante el hallazgo de información y datos
que avalen su imaginario ideológico.

El tercer tipo imita la conducta de la abeja que recoge, digiere y toma


miel de los jugos de multitud de flores. El que aspira a comportarse
como abeja no teme amar al pasado y al terruño; procura ser
consciente de sus ideas previas, simpatías y antipatías y está dispuesto
a cambiarlas si los resultados de la investigación se lo piden. No está
casado con sus prejuicios como el hombre-araña, ni con los útiles como
el hombre-hormiga. Alternativamente pelea y simpatiza con sus
instrumentos de trabajo; es crítico riguroso y hermenéutico compasivo.

19
Ídem.

17
Busca ser hombre de ciencia a la hora de establecer los hechos, y se
convierte en artista en el momento de trasmitirlos.20

No cabe duda, el historiador abeja es el aceptado por Luís González. Admitiendo


el mundo al que pertenece y el contexto en que se mueve, se hace consciente de
los factores que puedan comprometer su objetividad y los confronta; al mismo
tiempo recaba información que sabe debe interpretar sometiendo a critica todos
sus datos, sistematizarlos y establecer su significado, para verterlos en textos
acordes con los potenciales lectores.

Escogido y descrito su microhistoriador, el autor procede a establecer los linderos


de lo microhistórico; “es decir, el espacio, el tiempo, la gente y las acciones que le
preocupan”. En esta delimitación, el espacio se configura como la patria chica con
todos los lugares, las cosas y los hechos a ella inherentes. Porque esta patria es
la vida de los hombres oriundos, estén donde estén, hagan lo que hagan, es la
razón por la que, hablando de la microhistoria y pensando en la sombra de la
macrohistoria, describe:

La patria chica es la realización de la grande, es la unidad tribal


culturalmente autónoma y económicamente autosuficiente, es el pueblo
entendido como conjunto de familias ligadas al suelo, es la ciudad
menuda en la que todavía los vecinos se reconocen entre sí, es el
barrio de la urbe con gente agrupada alrededor de una parroquia o
espiritualmente unida de alguna manera, es la colonia de inmigrados a
la gran ciudad, es la nación minúscula como Andorra, San Marino o
Nauru, es el gremio, el monasterio y la hacienda, es el pequeño mundo
de relaciones personales sin intermediario. 21

20
Ídem.
21
Ídem.

18
Es bueno resaltar aquí la primera frase: “La patria chica es la realización de la
grande”. Así se establece una distinción clara: la patria chica es la puesta en
realidad concreta de la patria grande que solo existe en la medida en que su
enunciado se materialice en la patria chica. También, en relación con el tiempo, la
sombra de la macrohistoria lo hace recuperar y reivindicar la obsesión por los
orígenes y el ritmo lento, negando de alguna manera la posibilidad de dinámicas
intensas en el nivel local. Para justificarlo trae a cuento dos tipos de historia
general: la historia monumental y la historia crítica, de las que dice:

Lo normal, sin embargo, es que la historia de índole monumental recoja


los sucesos influyentes; la de índole crítica, los sucesos trascendentes,
y la anticuaria los sucesos típicos. La primera persigue al grito de
Dolores, la batalla de Waterloo, la derrota de la Armada Invencible; la
segunda anda detrás de lo que retoma: crisis agrícolas, curvas de
precios, formas artísticas que se hacen, se deshacen y vuelven a
hacerse; lo más o menos repetitivo o no del todo irrepetible.22

Aunque en gran medida es cierta esta diferencia, no debe expresarse en forma tan
rotunda. Una localidad no puede renunciar a hechos o acciones, dadas en su
seno, con trascendencia en un mundo más amplio; tampoco puede negarse a las
posibilidades de análisis cuantitativos cuando se goce de fuentes que recojan tal
información. Sin reducirse a lo modesto y recuperando lo pueblerino, si necesita
proclamar, como lo hace, que:

... una de las justificaciones de la microhistoria reside en que abarca la


vida integralmente, pues recobra a nivel local la familia, los grupos, el
lenguaje, la literatura, el arte, la ciencia, la religión, el bienestar y el
malestar, el derecho, el poder, el folklore; esto es, todos los aspectos de
la vida humana y aun algunos de la vida natural.23

22
Ídem.
23
Ídem.

19
Y, tras esta justificación, reivindica el valor de la singularidad de los hechos, del
individuo en comunidad, de lo religioso y lo militar cotidiano, en fin de todas
aquellas cosas que se recogen desde perspectivas más abstractas en otras
historias. A este propósito, señala:

Los hombres de la microhistoria son cabezas de ratón y ciudadanos-


número de la macro que en la micro se convierten en ciudadanos-
nombre. Muchas veces en la historia grande se habla del rebaño, pero
como rebaño; se enfocan los reflectores sobre el mazacote de la
burguesía, sobre la masa del proletariado, que no sobre los burgueses
y los humildes llamados fulanito y zutanito.24

Con esta concepción de historia total, en la consideración de que “...la


microhistoria se interesa por el hombre en toda su redondez y por la cultura en
todas sus facetas.”25, González: indica los pasos que considera necesarios para
acceder al pasado. Ellos son problemática, heurística, crítica y hermenéutica.

En la primera operación, aquella atinente a la problemática, comprende la


escogencia del objeto y del tema, su definición clara y precisa, los métodos y
técnicas de recolección de datos y testimonios tanto escritos como orales, tanto de
archivos eclesiásticos como notariales y de cabildo o censos (padrones) de
población, archivos privados y periódicos.

La heurística, como segunda operación, se inicia con la consulta de bibliografías,


hemerografías, catálogos, en fin, la localización y recolección de los materiales.
Por su parte la crítica, tercera operación, es entendida en la forma tradicional y
por lo tanto le corresponde establecer la autenticidad de las fuentes y la

24
Ídem.
25
Ídem.

20
verosimilitud de los hechos del pasado con que se cuenta. El autor realza y
reclama que el microhistoriador debe pensar con alguna frecuencia:

".... que las huellas, las reliquias y los documentos me engañan ora
porque no son lo que aparentan, ora porque sus autores fueron
engañados, ora porque quisieron engañarme, y por lo tanto, no debo
prescindir del rigor crítico, del trato duro, de la malicia y el odio".26

La hermenéutica, entendida como:

...la determinación del sentido literal e ideal de las fuentes, la


comprensión de ideas y conductas debe hacerse con muchas
vivencias, larga reflexión, cultura variada y con el máximo de simpatía,27

se fundamenta en el reconocimiento del otro y la capacidad para sentir y pensar


como el otro.

Finalizada la etapa hermenéutica, se debe alcanzar la verdad histórica,


culminación de todo el proceso analítico, científico, para dar paso a la síntesis.

Este paso se describe, en un comienzo, de una manera confusa. Si se viene de un


proceso analítico, científico, debe presentar algún orden; si a la culminación
analítica sucede un proceso de síntesis que el autor considera un retorno; por qué
tal retorno va de la confusión al orden? Es realmente necesario negar el orden
para reclamar el arte? Esta nueva etapa de interpretación y explicación es
indispensable y debe procurar entregarse con limpieza y calidad artística porque
se lo merece y no porque carezca de orden y concierto. Así, puede dársele mucha
razón a la cita a que acude el autor:

26
Ídem.
27
Ídem.

21
Los hechos pasados, si son reunidos sin arte, son meras
compilaciones, y las compilaciones sin duda pueden ser útiles, pero no
son historia, así como la simple adición de mantequilla, huevos, patatas
y perejil no es una omelet28.

Pero esta etapa, acerca de la cual González quiere presentarse tan pragmático
que llega a decir: “En microhistoria no vale la pena teorizar y abstraer”, comprende
–para el mismo autor- la composición del trabajo que se ha de presentar como
resultado.

José Gaos es, entonces, la primera y muy juiciosa referencia:

A la composición historiográfica parecen esenciales las divisiones y


subdivisiones de la materia histórica. Mas el historiador ha de cuidarse
de que los marcos en que encuadre su materia no los imponga a esta
desde un antemano extrínseco a ella, sino que sean los sugeridos por
la articulación con que lo histórico mismo se presenta.29

Y a partir de esta, González recomienda partir de la cronología para periodizar y


dentro de los períodos dividir por temas o por sectores. En fin, procurar que el
orden de la obra se ajuste al orden de la realidad.

Tras esta averiguación, con Luís González, la historia local vista como
microhistoria:

1.- Tiene como objeto y ámbito natural un poblado y todo lo a él relativo. La patria
chica es la realización de la patria grande.

28
Citado por Luís González en: Luís González G., Invitación a la Microhistoria, en:
http://omega.ilce.edu.mx:3000/sites/fondo2000/vol1/otra-invitacion/html/1.html
29
Luís González G., Invitación a la Microhistoria, en:
http://omega.ilce.edu.mx:3000/sites/fondo2000/vol1/otra-invitacion/html/1.html

22
2.- Enfrenta el objeto en su totalidad para construir una historia total de una
localidad.

3.- Se asemeja a la gran historia en la complejidad de sus manifestaciones pero se


diferencia en que no busca producir generalizaciones o reflexiones abstractas.

4.- Sus fuentes son de todo orden: escritas, orales, imágenes, documentos y
entrevistas, experiencias personales.

5.- Los análisis deben ser preferencialmente cualitativos, partiendo de la crítica


histórica.

6.- La interpretación y la presentación de resultados debe partir de la escala de


valores de sus gentes para construir un relato sencillo pero artístico.

Casi simultáneamente a la publicación de la obra de Luís González en México, en


Europa continental, se acudía al mismo término, microhistoria, para denominar
una nueva práctica historiográfica con fundamentos un poco diferentes. Esta
escuela, llamada, italiana tiene a Carlo Ginzburg como su autor paradigmático y
entre sus miembros más destacados se puede mencionar a Cesare Pavese, Italo
Calvino, Giulio Einaudi y Giovanni Levi; y, sin que sea necesaria mucha largueza,
bien podríamos incluir a Mijail Bajtin y Emmanuel Le Roy Ladurie.

Hay muchas similitudes y algunas diferencias entre estos autores. Podemos


empezar por señalar que todos ellos expresan el deseo de recuperar, vía la
historiografía, la cultura de los sectores populares. El queso y los gusanos30, al
igual que Montaillou, aldea occitana31, utilizan fuentes documentales centrales
similares, procesos judiciales del Santo Oficio. Hay unas raíces marxistas en
todos estos autores y los de otras vertientes de la Historia Local, así como es

30
Ginzburg, Carlo. El Queso y los Gusanos, Muchnik Editores, Barcelona, 1981
31
Le Roy Ladurie, Emmanuel. Montaillou, aldea occitana de 1294 a 1324, Taurus, 1988.

23
común denominador la asunción de la narratividad en el discurso histórico y
buscar “reconstruir un fragmento de lo que se ha dado en llamar ‘cultura de las
clases subalternas’ o ‘cultura popular’32. De igual manera, es notoria la
aproximación de esta tendencia a la antropología y a algunos conceptos propios
de esta disciplina.

Carlo Ginzburg reconoce cómo este hecho contribuye a las nuevas formas que
adopta la historia local:

Pero el empleo del término “cultura” como definición del conjunto de


actitudes, creencias, patrones de comportamiento, etc., propios de las
clases subalternas en un determinado periodo histórico, es
relativamente tardío y préstamo de la antropología cultural. Sólo a
través del concepto de “cultura primitiva” hemos llegado a reconocer la
entidad de una cultura entre aquellos que antaño definíamos de forma
paternalista como “el vulgo de los pueblos civilizados”33.

Esta definición de cultura es una especie de integración de dos de las definiciones


que de Cultura hace Clifford Geertz, antropólogo de alta influencia en esta
vertiente de la Historia local. Geertz define cultura como:

En todo caso el concepto de cultura que yo sostengo no tiene múltiples


acepciones ni, por lo que se me alcanza, ninguna ambigüedad especial:
la cultura denota un esquema históricamente transmitido de
significaciones representadas en símbolos, un sistema de concepciones
heredadas y expresadas en formas simbólicas por medios con los
cuales los hombres comunican, perpetúan y desarrollan su
34
conocimiento y sus actitudes frente a la vida

32
Ginzburg, Carlo. El Queso y los Gusanos, Muchnik Editores, Barcelona, 1981, p. 14.
33
Ídem.
34
Clifford Geertz, La Interpretación de las culturas, Gedisa, Barcelona, 1995, Pág., 88.

24
En otro lugar dice que la cultura es…

… la fábrica del significado con arreglo al cual los seres humanos


interpretan su experiencia y guían sus acciones.35

Estas afirmaciones sobre la cultura, incluyendo en ella todas las acciones y


manifestaciones humanas y reconociendo su historicidad, bien sea como
“esquema históricamente transmitido de significaciones representadas en
símbolos” o como “fábrica del significado”, son un fundamento importante para el
delineamiento de lo local o la localidad como objeto, a pesar de que Geertz no
brinde una definición explicita.

No teniendo el espacio y tiempo necesarios para une reflexión amplia sobre lo


local en Geertz, me limitaré a indicar las señales que -en algún momento de su
texto- nos entrega. En la introducción a Conocimiento Local, su último párrafo
dice:

Vernos a nosotros mismos como los otros nos ven puede ser revelador.
Ver a los otros como parte de una naturaleza que también es la propia
constituye un hecho de la más elemental decencia. Sin embargo, con
mucho, es más difícil lograr la proeza de vernos a nosotros mismos
entre los otros, como un ejemplo local más de las formas que
localmente adopta la vida humana, un caso entre otros casos, un
mundo entre otros mundos, que no la extensión de la mente, sin la que
la objetividad es mera autocomplacencia y la tolerancia un fraude. Si a
la antropología interpretativa le espera alguna tarea en el mundo, es
mantener viva esa verdad fugitiva36.

35
Ibidem., 144.
36
Clifford Geertz, Conocimiento local. Ensayos sobre la interpretación de las culturas, Ed.
Piados, Barcelona, 1994, p. 27.

25
Así, se sugiere que lo local no está fuera de nosotros, fuera de una (nuestra)
cultura, lo local está en nosotros siendo nosotros con y entre los otros, con los
demás, sabiéndonos un caso entre otros casos y un mundo entre otros mundos.
De esta manera se libera lo local, la localidad, del imperativo de definirse
necesariamente por el espacio físico y se abren nuevas posibilidades.

Igualmente, el mismo concepto de Microhistoria presenta alguna variedad en este


grupo. Mientras unos conciben lo micro en relación al tamaño de la comunidad o la
población a estudiar, otros entienden como tal el análisis detallado, el
microanálisis, sin mayor preocupación por otros factores.

Así, Mijail Bajtín en La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento.


El contexto de Francois Rebeláis37, pudo leer y presentarnos la cultura popular
de la Edad Media teniendo como fuente principal y punto de partida la obra de
Rebeláis. Adentrándose en el mundo del carnaval y la comicidad, Bajtin logra
presentarnos la contraposición entre el mundo refinado de rituales cortesanos con
la cultura popular que entroniza lo soez y lo obsceno; contrastando dos culturas
que se oponen y simultáneamente se influencian, dos partes de una unidad
cultural del siglo XVI, una cultura hegemónica y una cultura subalterna. En este
caso lo micro se encuentra de dos maneras:

1.- Se parte de un objeto relativamente reducido: la cultura popular en el contexto


de la obra de Rebeláis. Engañoso en términos de que lo difuso del contexto puede
llevarnos a espacios y tiempos muy amplios.

2.- El análisis si es verdaderamente micro, pero para lograrlo, la información que


concurre en torno de la obra de Rebeláis es enorme: cada expresión, cada
afirmación, es el resultado de un análisis detallado y de una información basta.

37
Mijail Bajtín, La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. El contexto de
Francois Rebeláis, Alianza Universidad, Madrid, 1990.

26
Por su parte, Le Roy Ladurie utiliza una pieza documental única: el Registro de
Inquisición de Jacques Fournier, para narrarnos la historia de treinta años de una
pequeña aldea de los Pirineos, entre 1294 y 1924. El Registro en mención,
“....contiene, entre otras cosas las largas declaraciones de más de veinticinco
personas originarias de Montaillou y sus alrededores”.38 La recolección de estas
declaraciones muestra un Fournier que, al decir de Le Roy Ladurie...

No es sólo célebre por sus vigorosas contribuciones a la teoría de la


visión beatífica. Etnógrafo y policía, durante su episcopado supo
escuchar a los campesinos del condado de Foix y sobre todo a los del
alto Ariege: les hacía tragar el pan del dolor y el agua de las
tribulaciones; pero les torturaba poco, les interrogaba con minucia y
tiempo sobrado, a fin de acosar entre ellos la herejía cátara o
simplemente la desviación respecto al catolicismo oficial.39

Es decir, que Le Roy Ladurie contó con un trabajador de campo, interrogador,


calificado, quien le transmitió información detallada con la cual construir la vida
diaria de Montaillou.

La calidad de las fuentes, se muestra, aquí, sobresaliente; otra de las


características de las nuevas formas de la historia local que se apoya
fundamentalmente en fuentes cualitativas y aprovecha de ellas las posibilidades
de interpretación que puede alcanzarse con herramientas prestadas por la
antropología y la hermenéutica.

Es el juego equilibrado entre la información de las fuentes, la interpretación de los


hechos y los textos y la narración que de ellos se haga, lo que permite hacer
factible, hilvanado y atractivo el relato: esto se logra en Montaillou. Aquí, a partir

38
Emmanuel Le Roy Ladurie, Montaillou, aldea occitana de 1294 a 1324, Taurus, Madrid, 1988.
39
Emmanuel Le Roy Ladurie, Montaillou, aldea occitana de 1294 a 1324, Taurus, Madrid, 1988,
p.16.

27
de los detalles de la declaración de los campesinos se recrea el diario vivir de una
aldea y también se descubre un universo. El mismo Le Roy Ladurie nos dice:

Los análisis monográficos llegan a discernir ese fenómeno [el conflicto


entre clanes locales], ínfimo en la escala, pero capital en cuanto a las
estructuras finas de la sociedad. Montaillou no es más que una gota de
agua en un charco mas bien nauseabundo, Gracias a una
documentación que crece cada vez más, esa gota de agua se convierte
para la historia en un pequeño universo: al microscopio, se ven nadar
los infusorios40.

Finalmente, es en esta corriente de la microhistoria donde es más notorio el papel


de la narrativa en su función argumentativa y en la captación de los elementos
propios del mundo estudiado para construir el relato histórico. Cada autor permite
apreciar formas claras de construcción del relato con intencionalidad de dejar en
claro la rigurosidad en el análisis de los textos y los hechos para que su relato no
pierda la condición de histórico y que, simultáneamente la argumentación, la
interpretación valorativa y la preocupación por el lector, den como resultado textos
atractivos.

Para confirmar que las décadas de los 1960’s y 1970’s fueron especialmente
pródigas en las formas de hacer historia que hoy recogemos bajo la calificación de
Historia local, en otro lugar, con principios y propósitos un poco diferentes, surgió
el grupo dedicado a la “Historia Popular” en un “Taller de Historia” que le valió la
denominación de “History Workshop”.

En 1966 en Ruskin College de Oxford, Raphael Samuel convocó a personas


activas de los sindicatos y del movimiento obrero para que participaran en un
seminario de historia de la clase obrera, rompiendo la tradición que restringía la

40
Emmanuel Le Roy Ladurie, Montaillou, aldea occitana de 1294 a 1324, Taurus, Madrid, 1988,
p.399.

28
posibilidad de investigación a graduados41. La finalidad de dicha convocatoria la
relató el mismo Samuel:

El Workshop comenzó como un ataque contra el sistema de exámenes y contra


las humillaciones que imponía a los estudiantes adultos. Fue un intento de animar
a los trabajadores y trabajadoras a escribir su propia historia, en lugar de dejar que
se perdiera o de aprenderla de segunda o de tercera mano; de ser productores,
más que consumidores: y de utilizar su experiencia y su conocimiento en la
interpretación del pasado. Para muchos fue simplemente un ejercicio –el retorno a
las fuentes primarias-, pero para unos pocos se convirtió en una pasión, incluso en
el inicio de una dedicación para toda la vida.42

En este taller se empezó por lo político vinculado a lo social y lo laboral a la par


que se discutía el concepto popular de “Historia Popular”. En este sentido, un
artículo de Samuel, “Historia Popular historia del pueblo”43, hace un recorrido
amplio por las aplicaciones que ha tenido la expresión como por los nombres que
se han utilizado para denominar lo que el autor entiende por Historia Popular;
recuerda que, en las etnologías que se dieron a partir de Darwin, esta expresión
se hizo sinónima de Historia Natural al punto que “al primer volumen de El
Capital Marx lo llamó una historia natural de la producción capitalista; también
recuerda que se la llamó Historia Industrial, Historia Cultural, Historia desde abajo,
antropología histórica, sociología cultural. En cada caso, se llama la atención por
el significado que cada expresión, según las circunstancias comporta.
Reconociendo que puede entenderse por tal Historia Popular desde la reflexión
sobre la vida cotidiana de los obreros hasta el “funcionamiento de fuerzas
impersonales” que se localizan algunas veces en el clima, en la tecnología, etc.;
acepta que:

41
Joseph Fontana, “El grupo de History Workshop y la Historia Popular”, en Raphael Samuel (Ed.),
Historia Popular y Teoría Socialista, Ed. Crítica, Barcelona, 1984, p.7.
42
Raphael Samuel citado por Joseph Fontana, “El grupo de History Workshop y la Historia
Popular”, en Raphael Samuel (Ed.), Historia Popular y Teoría Socialista, Ed. Crítica, Barcelona,
1984, p.7.
43
Raphael Samuel, “Historia Popular historia del pueblo”, en Raphael Samuel (Ed.), Historia
Popular y Teoría Socialista, Ed. Crítica, Barcelona, 1984, pp. 15 – 47.

29
En años recientes la Historia Popular ha dirigido sus esfuerzos
principales hacia la recuperación de la experiencia subjetiva, En la
historia oral se nota el interés abrumador por la reconstitución de los
pequeños detalles de la vida cotidiana; en la historia local se da mayor
importancia a las personas que a los lugares, a la calidad de la vida que
a las peculiaridades topográficas; en la historia laboral se observa el
interés por las formas más espontáneas de resistencia, En términos
más generales, destaca la enorme inventiva que han desplegado los
investigadores en su intento de captar la voz del pasado: las cadencias
del habla vernácula, los giros reveladores que pueden espigarse de las
actas judiciales o de cartas anónimas. Al igual que en la hermenéutica,
el mayor esfuerzo va encaminado a presentar los asuntos históricos tal
como aparecían ante los actores en la época; a personalizar el
funcionamiento de las grandes fuerzas históricas; a aprovechar los
vocabularios contemporáneos; a identificar los rostros de la multitud.44

Con esta amplitud de perspectivas, esta Historia Popular se plantea como una
historia de izquierda, más declaradamente marxista que las anteriores,
definitivamente hostil al estructuralismo, comprometida con una práctica política
definida y con conceptos más elaborados. Por ejemplo, al rechazar la crítica
estructuralista al uso confiado de los documentos, se encuentra la ocasión para
señalar los límites de la documentación y la defensa de su potencial informativo.

¿Qué decir de esa otra mediación crucial sobre la que centra su


atención el estructuralismo: la imperfección radical de nuestros
documentos? Al poner en duda la lectura “ingenua” de los textos y
argumentar que el lenguaje camufla más de lo que revela, el
estructuralismo también pone necesariamente en duda la categoría que

44
Raphael Samuel, “Historia Popular historia del pueblo”, en Raphael Samuel (Ed.), Historia
Popular y Teoría Socialista, Ed. Crítica, Barcelona, 1984, p. 20

30
asignamos a nuestros documentos como reflexiones, o guías de los
hechos: no hay ningún mundo “real” del pasado, sólo un retroceso
infinito de disfraces, Es verdad que lo que tenemos en los documentos
no es el pasado, sino sus restos fugitivos que, como dijo el marxista
alemán Walter Benjamín, nos mandan destellos “en un momento de
peligro”. .... y es cierto que la realidad palpable de los documentos que
llegan a nosotros puede hipnotizarnos hasta el punto de confundirlos
con la realidad misma. Pero el historiador no queda necesariamente
deslumbrado por la apariencia superficial de los textos.....45

A este History Workshop, se han asociado historiadores connotados del


Socialismo Inglés como Christopher Hill, Edward P. Thompson y Eric Hobsbawm.
Todos ellos han concordado en las aspiraciones expresadas por E. P. Thompson:

Intento rescatar a la calcetera pobre, al campesino ludita, al tejedor


“anticuado” que trabaja con un telar manual, al artesano “utópico” y
hasta a los seguidores burlados de Joanna Southcott del aire de
enorme condescendencia con que los contempla la posteridad. Sus
oficios y tradiciones pueden haber sido agónicos. Su hostilidad a la
nueva industrialización fue, tal vez, retrógrada. Sus ideales
comunitaristas fueron quizá pura fantasía; sus conspiraciones
sediciosas, posiblemente temerarias. Pero ellos vivieron en esas
épocas de extrema inquietud social y nosotros no. 46

Procurando establecer los elementos en que convergen estas tendencias, pueden


apreciarse algunas diferencias entre si y con Luís González, pero también
coincidencias que justifican su congregación bajo la denominación de Historia
Local.
45
Raphael Samuel, “Historia y Teoría”, en Raphael Samuel (Ed.), Historia Popular y Teoría
Socialista, Ed. Crítica, Barcelona, 1984, p. 57.
46
E. P. Thompson, The making of the English working class, citado por Jim Sharpe, “Historia
desde abajo” en Raphael Samuel (Ed.), Historia Popular y Teoría Socialista, Ed. Crítica,
Barcelona, 1984, p. 40.

31
1.- Tiene como objeto y ámbito natural tanto un poblado y todo lo a él relativo
como los espacios, fragmentados o no, donde se lleve cabo la actividad específica
de un grupo de hombres.

2.- Enfrenta el objeto en su totalidad para construir una historia total (holística) de
su objeto o localidad.

3.- Se asemeja a la gran historia en la complejidad de sus manifestaciones pero se


diferencia en que no busca producir generalizaciones o reflexiones abstractas.
Reivindica lo singular dentro de la generalidad y lo singular participando de la
diversidad.

4.- Sus fuentes son de todo orden: escritas, orales, imágenes, documentos y
entrevistas, experiencias personales.

5.- Los análisis deben ser preferencialmente cualitativos, partiendo de la crítica


histórica.

6.- La interpretación y la presentación de resultados debe partir de la escala de


valores de sus gentes para construir un relato sencillo pero artístico.

Así, otras instancias -o escalas- de hacer Historia, deberían producir su


conocimiento a partir de esta Historia local, pero lo más frecuente es que opten
entre dos formas de superar lo singular del hecho y el colectivo singular que es la
localidad. Estas formas son: el establecimiento de escalas de análisis y la
sectorización del objeto de estudio. En el primer caso, se distingue entre Historia
local, Historia Regional, Historia Nacional y Historia Universal o General;
reduciendo esta distinción a una diferencia de escala en el orden de las
magnitudes pero olvidando que en la medida en que se avanza en la magnitud se
incrementa la generalización y, por tanto, la especificidad del colectivo singular se

32
diluye hasta producirse las Historias Universales como síntesis. En el segundo
caso, al sectorizar el objeto de estudio, en Historias política, económica, jurídica,
etc., se privilegia una de las facetas del mismo y se ignoran las demás,
obteniendo resultados cada vez más analíticos y complejos de la faceta estudiada;
pero al tiempo esos resultados construyen Historias unidimensionales que,
olvidando los demás aspectos, distorsionan las representaciones del pasado en
estudio y se acaba por perder toda referencia al pasado acaecido en un presente
real y concreto.

Con las afirmaciones anteriores, no estoy negando las demás Historias,


simplemente deseo subrayar que la Historia local y el historiador local, son los que
mayor cercanía alcanzan frente al pasado como fue acaecido, a la historia. Las
demás Historias se construyen en y para generalizaciones y abstracciones que
culminan en la Historia General o Global.

Quizá es este el lugar para señalar que una clasificación que contemple los
términos historia patria y historia matria, seguramente son aceptables para otras
latitudes, pero, para Colombia debemos considerar que al establecer tipos y
jerarquías de las diferentes formas de hacer historiografía, la historia local se ubica
en la base de una tipología que reconoce otras dos o tres formas historiográficas,
la historia regional en algunos casos, pero definitivamente la historia nacional y la
historia universal. Se diría que en esta clasificación le corresponde a la historia
local lo simple, lo individual y a la historia universal lo complejo y general, siendo la
historia nacional el nivel intermedio entre las anteriores. Pero, estamos
equivocados. Esta tipología obedece a una necesidad específica, la necesidad de
legitimar la noción de nación-estado y dar sustento a los Estados nacionales,
preferentemente Estados republicanos, que recuperaron para sí la noción de
patria como lugar de origen. De esta manera, se distinguió entre patria chica (la
localidad) y la patria grande (la nación), dando lugar a la sinonimia frecuente entre
historia nacional e historia patria., asignándole a ésta el papel de legitimadora de

33
un nuevo orden republicano y sirvió para consolidar los nuevos Estados
nacionales.

Por otra parte se hicieron todos los esfuerzos por negar el orden anterior y se
tendió a historiar desde la independencia, dando realce a los hombres, las
instituciones y los acontecimientos republicanos, lo cual devino en una llamada
Historia Patria que ha contribuido al desarrollo historiográfico del país por sus
aportes documentales y aún analíticos, pero que, como lo indicara Germán
Colmenares:

“... estaba constituida por una narrativa cuyas finalidades eran en gran
parte extrañas a la función del saber histórico. Se trataba de un relato
ritual concebido para exaltar el patriotismo y que configuraba un canon
inalterable de gestas heroicas. De allí que el mayor esfuerzo narrativo
se concentrara en el período de la independencia, aquel del cual podía
deducirse el mayor número de ejemplos de acciones dignas de ser
imitadas.” 47

Curiosamente, en el diccionario de la historia patria, la historia local se llamó


historia municipal que, para el caso del occidente colombiano, sólo en el siglo XX
ha presentado resultados en un formato que podría llamarse el modelo de las
“Monografías Municipales”. En este tipo de producciones se acostumbra presentar
un marco geográfico del municipio, seguido de un marco histórico donde se
privilegia la “fundación” de la localidad, sus hombres importantes y algunos
desarrollos institucionales, finalmente la obra se cierra con una presentación de la
administración municipal de turno. No por esto han dejado de darse historias
locales importantes, serias y rigurosas.

Un repaso general nos muestra algunos elementos de ineludible presencia cuando


de Historia local se trata. Ellos son:
1.- La historia local tiene como protagonista necesario un singular colectivo.

47
Germán Colmenares, “Perspectiva y prospectiva de la historia de Colombia, 1991”, en: Germán
Colmenares, Ensayos sobre Historiografía, Bogotá, Tercer Mundo, 1997, p. 98

34
2.- El singular colectivo debe entenderse como convergencia de proyectos
singulares individuales o de proyectos singulares colectivos con una relativa
interdependencia.
3.- La singularidad de un colectivo no excluye la diversidad, bien sea para
reconocerse como uno entre otros diferentes, o para reconocer la diferencia entre
varios nosotros.
4.- En la medida en que la Historia Local (historiografía) busque estar presente
ante la historia local (acontecer), en esa medida debe privilegiar la fuente primaria,
documental o no.
5.- La certeza y credibilidad de la Historia local, descansan en el rigor del
tratamiento de las fuentes y el establecimiento de los hechos.
6.- El establecimiento de las relaciones entre los hechos, y entre los hechos y sus
protagonistas singulares individuales o colectivos, son la materia prima para la
interpretación y representación que alcanza la Historia local, para lo cual debe
avanzar en tareas metodológicas y hermenéuticas que más adelante trataremos.

Partiendo de las aseveraciones anteriores y de las reflexiones previas


mencionadas, puede señalarse que modalidades como la Historia local o
microhistoria propuesta por Luís González48 y la Historia local o Historia pueblerina
propuesta por Víctor Álvarez49, al tratar singulares colectivos (San José de Gracia
y los pueblos de Antioquia), con referencia inmediata a espacios determinados y
proyectos que los distinguen y relacionan con los otros circundantes, tienen que
reconocerse como quizá la primera y mas frecuente forma de hacer Historia Local.

48
Luís González G., “El arte de la microhistoria”, Ponencia presentada al Primer Encuentro de Historiadores
de Provincia, San Luís Potosí, 26 de Julio de 1972. Se encuentra en: http:// omega.ilce.edu.mx:3000
49
Víctor Álvarez, “Consideraciones sobre los pueblos y la vida pueblerina en Antioquia”, en Renzo Ramírez
Bacca (comp.), Historia Local. Experiencias, métodos y enfoques, La Carreta editores, Medellín 2005, pp.
149-183.
En este artículo, Victor Álvarez expresa su percepción de localidad en los siguientes términos: “Sin entrar en
mayores detalles de carácter conceptual, lo que hoy designamos en Colombia con la palabra pueblo se refiere
a una comunidad local. Esa comunidad local se identifica, entre otros componentes, por un espacio
determinado constituido por un núcleo urbano y un entorno rural circundante, y por una red de relaciones
económicas, sociales, políticas y culturales que se materializan en diversas formas, entre las que sobresalen
una organización político administrativa y una organización social.” P.149.

35
En años recientes la Historia Popular ha dirigido sus esfuerzos
principales hacia la recuperación de la experiencia subjetiva, En la
historia oral se nota el interés abrumador por la reconstitución de los
pequeños detalles de la vida cotidiana; en la historia local se da mayor
importancia a las personas que a los lugares, a la calidad de la vida que
a las peculiaridades topográficas; en la historia laboral se observa el
interés por las formas más espontáneas de resistencia. En términos
más generales, destaca la enorme inventiva que han desplegado los
investigadores en su intento de captar la voz del pasado: las cadencias
del habla vernácula, los giros reveladores que pueden espigarse de las
actas judiciales o de cartas anónimas. Al igual que en la hermenéutica,
el mayor esfuerzo va encaminado a presentar los asuntos históricos tal
como aparecían ante los actores en la época; a personalizar el
funcionamiento de las grandes fuerzas históricas; a aprovechar los
vocabularios contemporáneos; a identificar los rostros de la multitud.50

Una mirada similar es la que se tiende sobre singulares colectivos cuya localidad
no está dada por un ejercicio de territorialidad, sino por el esfuerzo de construir y
conservar formas de organización social, de vida, de cultura, y cuyo desarrollo
obliga al historiador a utilizar –primordialmente- fuentes orales. Este es el caso de
Historias étnicas, Historias de grupos o pueblos reconocidos por actividades
específicas como los campesinos y los artesanos.

También entran en el campo de la historia local (con minúscula) y de la Historia


Local (con mayúscula), aquellas Historias que, por interpuesto singular individual
establecen el colectivo singular en el que se ha desenvuelto el singular individual.
Me refiero a trabajos que, profundizando en las experiencias de un individuo o
unos pocos individuos, llegan a representarse el mundo en el que ese individuo
vivió. Este es el caso de los trabajos de la llamada microhistoria europea.
Allí, valiéndose de individuos como Menocchio y su proceso inquisitorial, Carlo
Ginzburg51 penetra las costumbres de los vecinos de Montereale, especialmente
en su postura religiosa.

50
Raphael Samuel, “Historia Popular historia del pueblo”, en Raphael Samuel (Ed.), Historia Popular y
Teoría Socialista, Ed. Crítica, Barcelona, 1984, p. 20. La bastardilla es nuestra.

51 Carlo Ginzburg, El queso y los gusanos, Muchnik Editores, Barcelona, 1986.

36
Igualmente, en Montaillou aldea occitana de 1294 a 1324, Emmanuel Le Roy
Ladurie52 penetra en un cuerpo documental compuesto por procesos
inquisitoriales seguidos por Jacques Fournier a principios del siglo XIV. De ellos, el
autor destaca las acusaciones de herejía adelantadas contra 28 personas, de las
cuales 25 eran de Montaillou; siguiendo estos interrogatorios, Le Roy Ladurie
consigue presentar los rasgos fundamentales de la vida, las costumbres, la cultura
de la pequeña aldea.

Antes de los dos autores que se acaba de mencionar, Mijail Bajtín, en La cultura
popular en la Edad Media y en el Renacimiento. El contexto de Francois
Rebeláis53, pudo leer y presentarnos la cultura popular de la Edad Media teniendo
como fuente principal y punto de partida la obra de Rebeláis. Adentrándose en el
mundo del carnaval y la comicidad, Bajtin logra presentarnos la contraposición
entre el mundo refinado de rituales cortesanos con la cultura popular que
entroniza lo soez y lo obsceno; contrastando dos culturas que se oponen y
simultáneamente se influencian, dos partes de una unidad cultural del siglo XVI,
una cultura hegemónica y una cultura subalterna, obviamente, vistas con los ojos
de Rebeláis.

Esta microhistoria europea, aparte de su factura literaria, que corresponde analizar


con ocasión del método y del texto, se caracteriza por hacer de un proceso judicial
o una fuente escrita el núcleo central de la información, llegando a dar la falsa
imagen de valerse de una sola fuente o de muy escasa documentación. Al
penetrar en ella nos damos cuenta de que posee un extraordinario aparato crítico
y unas fuentes vastas y pormenorizadas que le permiten construir esos mundos de
un o unos singulares individuales que dan razón del colectivo singular vivido por el
protagonista.

52
Le Roy Ladurie, Emmanuel. Montaillou, aldea occitana de 1294 a 1324, Taurus, 1988.
53
Mijail Bajtín, La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. El contexto de Francois
Rebeláis, Alianza Universidad, Madrid, 1990.

37
Todas y cada una de estas modalidades de Historia local, reivindica el derecho a
presentar los “… asuntos históricos tal como aparecían ante los actores en la
época;…”54 dando la impresión de una tendencia positivista aferrada al documento
escrito y la literalidad del texto. Pero no hay tal, cuando se avance de la etapa
heurística a la metodológica y la hermenéutica en la develación de los
significados, podremos darnos cuenta de los niveles de interpretación y creatividad
que estas Historias alcanzan. Este aferrarse a la expresión “tal como aparecían…
en la época” expresa más la aspiración de tener -ante nosotros- el presente
pasado en su totalidad, para cimentar la identidad de los colectivos singulares y
poder blandirla ante la acción disolvente de la globalización.

Lo que queda claro, hasta el momento, es que el historiador al abrir la historia para
la Historia y pretender presentar los “… asuntos históricos tal como aparecían
ante los actores en la época;…”, debe seguir un camino, un método que le abra un
campo y lo guíe en todas las acciones tendientes a alcanzar el objetivo, la meta, el
blanco ya señalado. Es decir, que el historiador asuma una investigación,
entendiendo que la investigación consiste en que el conocer se instale “…a sí
mismo como proceso en un dominio del ente, de la naturaleza o de la historia.”55,
con un modo de proceder que no se limite al método como procedimiento. Será
un proceso que abra el campo en cuyo dominio se combine el proceso
cognoscitivo con el campo abierto, lo que garantiza el rigor de la investigación y
sus resultados.

Este proceso es un camino, es el método, el cual presenta varios momentos


dominados por distintas actividades que han llevado a presentarlas como fases
sucesivas del procedimiento a seguir en una investigación.

54 Raphael Samuel, ídem.


55 Martín Heidegger, “La época de la Imagen del Mundo”, en Sendas perdidas,
perdidas Pág. 70

38
Momentos del Método: Heurística, Crítica (análisis),
Hermenéutica.

Estas fases, etapas o momentos del proceso de producción del conocimiento, en


la investigación histórica, han sido clasificadas y entendidas de diversa manera
por los historiadores.

Ya hemos visto como Luís González indica los pasos que considera necesarios
para acceder al pasado. Ellos son: problemática, heurística, crítica y
hermenéutica.

José Gaos, considera que deben realizarse seis operaciones en la producción de


una obra historiográfica: heurística, crítica, hermenéutica, etiología, arquitectónica
y estilística56.

Droysen, considera que las fases principales de la investigación histórica serían: la


heurística, la crítica y la interpretación.57

Como puede verse, no hay mayores discrepancias en los términos ni en los


conceptos referidos a las etapas de la investigación, Sin embargo, en la
consideración de la extensión y comprensión de cada término se dan
discrepancias a las que nos referiremos en las páginas siguientes., oportunidad
en la que procuraremos señalar las razones por las que -a nuestro parecer- las
etapas constitutivas del proceso historiográfico son: heurística, crítica,
hermenéutica.

Es necesario, desde ahora, dejar en claro que estas etapas no deben entenderse
como acciones o actividades “rigurosamente sucesivas”; por el contrario, ellas

56José Gaos, “Notas sobre historiografía” en Álvaro Matute, La teoría de la historia en México,
1940 -1973, México, Sep setentas, 1973, p. 78
57Ver: Álvaro Matute, La teoría de la historia en México, 1940 -1973, México, Sep setentas,
1973, p. 12

39
gozan de alta simultaneidad pero se las diferencia por su condición predominante
en el los diversos momentos del proceso. Así, desde el primer momento se está
reflexionando sobre la potencialidad interpretativa de cada uno de los materiales
que se vayan encontrando; igualmente, los resultados de la investigación van
tomando cuerpo y abriendo posibilidades tales que nos pueden obligar -hasta
último momento- a la consulta de nuevos títulos bibliográficos. Entre otras cosas
porque toda investigación, siempre será inacabada y permanecerá abierta.

40
Mabillon

41
Capítulo II
Heurística

El concepto

El Diccionario Griego – Español de Pabón y Echauri nos dice que Heurística


tenía los siguientes significados:
Hallar, encontrar (casualmente o después de buscar); descubrir;
discurrir, imaginar, inventar; conseguir, alcanzar, obtener58.

Estas características de la acción heurística, si bien se hallan activas en los textos


clásicos griegos, no fueron tenidas en cuenta –expresamente- en los siglos
siguientes. En el siglo XX, este término volvió a hacerse presente, tanto para las
Ciencias Sociales, como para las Matemáticas y las Ciencias de la Información
pero, en cada caso con significados diferentes.

Mientras las Ciencias Sociales ( y la historia dentro de ellas), a partir de Gustavo


Droysen, enfatizan las actividades que se dirigen a hallar, buscar, encontrar los
elementos, los materiales que nos permitan conocer y comprender un pasado que
investigamos; las demás ciencias buscan en la heurística, a partir de George
Polya, un instrumento que les permita crear, imaginar, conseguir procedimientos
para la solución de problemas atípicos en el “arte y la ciencia del descubrimiento y
de la invención”. 59

58 José M. Pabón de Urbina y Eustaquio Echauri Martínez, Diccionario Griego – Español, Publicaciones y Ediciones Spes
S.A., Barcelona, 1959, p. 231, col. 1.
59 A estas dos vertientes de significación y aplicación del concepto heurística, se refieren: Álvaro Matute, Heurística e
Historia, UNAM, México, 1999, pp. 9-15.También Carlos Eduardo Maldonado, Heurística, origen del concepto y origen
de un problema, en: http://www.complexsites.com/gpage18.html.

42
La búsqueda

En el caso de la historia, la búsqueda se impone desde el mismo momento en que


escogemos el tema de investigación. El solo enunciado es resultado o provoca
una búsqueda, un interrogarse, un problema, inducido por la expectativa que se
plantea al pretender conocer algo del pasado que fue y que ya no es posible tener
en el presente.

Esta condición de pasado que caracteriza aquello que pretendemos conocer y


comprender, nos lleva a cuestionarnos por la forma, los procedimientos, las
herramientas que nos permitan acceder al presente de ese objeto, proceso o
acción que hemos hecho nuestro tema, a los hechos que se dieron en ese
presente pasado.

Nos percatamos, entonces, que al no poder acceder directamente a esos hechos


del pasado, debemos encontrar un lugar, una cosa, algo o alguien que, no siendo
ese pasado nos pueda hablar de él o nos permita saber de él; algo que –por
decirlo así- permita que ese pasado brote para nosotros. Ese algo, lo llamamos
fuente.

Las fuentes

Las fuentes de la Historia local, más que en cualquier otra historia, cumplen con lo
señalado por Jerzy Topolsky:
Una fuente potencial es cualquier cosa de la que un historiador puede
extraer información sobre el pasado, y una fuente efectiva, la serie de
unidades de información ya sacadas por él, o listas para ser sacadas60.

60 Jerzy Topolsky, Metodología de la Historia, Cátedra, Madrid, 1985, Pág. 300.

43
Por lo tanto, la Historia local se nutre de fuentes orales, escritas, tradición oral,
monumentos, utensilios arqueológicos, etc. Como lo expresara uno de los
fundadores de la Escuela de Annales:
La historia se hace con documentos escritos, sin duda. Cuando los hay.
Pero puede y debe hacerse con todo lo que la ingeniosidad del
historiador le permita utilizar… Por lo tanto, con palabras, con signos,
con paisajes y con tejas. Con las formas del campo y de las malas
hierbas, con los eclipses de luna y con los arreos de los animales de
tiro. Con las peritaciones de piedras y los análisis de las espadas de
metal hechos por los químicos.61

En esa información a ratos mínima, en otras ocasiones compleja y amplia, hallada


en los archivos organizados o en un rincón de San Alejo, recuperada siguiendo de
un plan heurístico sistemático o en la persecución azarosa de un rumor, se
encuentra lo histórico de los hechos de los hombres. Ella es igualmente
informativa si está plasmada en un papel, en una pintura, en los gestos de una
escena representada por una escultura, o en la música y la coreografía de un
baile.

El debate sobre la definición de “fuente” entre los historiadores es relativamente


escaso, aunque la preocupación por ellas es tan antigua como la misma
preocupación por relatar acontecimientos pasados. El mismo Heródoto se
preocupa por señalar las fuentes de donde proviene la información que nos
entrega en su relato. Hablando de Egipto, nos dice:

61 Lucien Fevre, Combates por la historia, Citado por Henri – Iréneé Marrou en El Conocimiento histórico, Idea
Universitaria, Barcelona, 1999, Pág. 63.

44
De nadie más pude averiguar nada, pero averigüé estas otras noticias,
las más remotas, cuando llegué como testigo ocular hasta la ciudad de
Elefantina, y desde allí, de oídas, gracias a mis investigaciones62.

De modo similar se manifiestan los demás historiadores antiguos, entre ellos


Polibio y Tucídides. Este último advierte:

Mas en cuanto a las cosas que se hicieron durante la guerra, no he


querido escribir lo que oí decir a todos, aunque me pareciese
verdadero, sino solamente lo que yo vi por mis ojos, y supe y entendí
por cierto de personas dignas de fe, que tenían verdadera noticia y
conocimiento de ellas.63

Más adelante, Maquiavelo empieza a dar alguna importancia a las fuentes


escritas, dando comienzo a la hegemonía del documento escrito sobre la tradición
oral. No sin tener presente que desde la Edad Media hasta el Siglo XIX, la
Retórica fue el fuerte del relato histórico y que en el fondo, el debate acerca de las
fuentes y la crítica son ejercicio del Siglo XIX, en torno al documento.

Es esta una coyuntura importante en la que el predominio de las fuentes orales


pasa abruptamente a las fuentes escritas, a las que se refiere Juan José Carreras
en los términos siguientes:

… el moderno historiador difícilmente podría considerar colega suyo a


Heródoto o Tucídides, y no sólo por su falta de profesionalidad –eran
muchas otras cosas además y antes que historiadores- y por las
carencias técnicas hoy al uso, sino porque los antiguos consideraban
historia strictu sensu sólo la historia de su propia época; traducido en la

62 Heródoto,, Los nueve libros de la historia,


historia Editorial Océano, Barcelona, 1999, Libro Segundo, párrafo 29,
Pág. 99.
63 Tucídides, I, 1, Uno de los textos seleccionados por Antonio Antelo, Textos y Documentos para la Historia
Antiguo Tomo II. 2••: Grecia Época clásica, pp. 245-245.
de la Cultura, El mundo Antiguo,

45
ocurrente terminología actual, eran todos “historiadores del tiempo
presente”.64

De todos modos, para el historiador que desea producir conocimiento acerca de


los hechos del pasado, surge necesariamente el interrogante por el ¿dónde y
cómo entrar en contacto con ese pasado?, interrogante que Gustavo Droysen se
formuló así:

¿De qué especie son estos materiales de los cuales tengo que buscar
para cada caso singular lo que me resulta necesario? ¿Son quizá, por
su diverso género, de diverso valor y de diverso peso? ¿Se encuentran
todos en la misma relación con las realidades pasadas de las que
tienen que darme testimonio?65

Pero, estos interrogantes, que nos plantean aspectos de las fuentes que
necesariamente tendremos que responder, no nos llevan a la definición de las
fuentes. El primero: ¿dónde y cómo entrar en contacto con ese pasado?, nos
dirige hacia el lugar y la manera de encontrar la fuentes dándonos de ellas, no su
definición sino, su circunstancia, Las segundas tampoco averiguan por la
definición, ellas tienden primordialmente a hacer patentes algunos criterios para su
clasificación.

Muchas definiciones se han dado de las fuentes históricas, dependiendo de las


concepciones filosóficas, las tendencias historiográficas, los factores que se
consideren determinantes de la corriente de los acontecimientos, la concepción
de verdad, etc. En el texto de Jerzy Topolsky, Metodología de la Historia66,

64 Juan José Carreras Arés, Seis lecciones sobre historia,


historia Institución “Fernando el Católico”, Zaragoza, 2003,
Pág. 13.
65 Johann Gustav Droysen, Histórica. Lecciones sobre la Enciclopedia y metodología de la historia,
historia ED. Alfa,
Barcelona, 1983, Pág. 50
66 Jerzy Topolsky,, Metodología de la Historia,
Historia Cátedra, Madrid, 1985, pp. 298 y siguientes.

46
quizá el mejor en la materia, nos da cuenta de una extensa variedad de
definiciones y sus limitaciones implícitas, para terminar señalando:

Una fuente potencial es cualquier cosa de la que un historiador puede


extraer información sobre el pasado, y una fuente efectiva, la serie de
unidades de información ya sacadas por él, o listas para ser sacadas67.

A pesar de esta propuesta, en el mundo de los historiadores, no se ha superado el


debate que enfrentó a Lucien Fevre y Langlois y Seignobos.

El fundador de la escuela de Annales, decía:

La historia se hace con documentos escritos, sin duda, cuando los hay.
Pero puede y debe hacerse con todo lo que la ingeniosidad del
historiador le permita utilizar… Por lo tanto, con palabras, con signos,
con paisajes y con tejas. Con las formas del campo y de las malas
hierbas, con los eclipses de luna y con los arreos de los animales de
tiro. Con las peritaciones de piedras y los análisis de las espadas de
metal hechos por los químicos.68

Por otra parte Langlois y Seignobos, desde la orilla calificada de positivista,


aseveraban:

La historia se hace con documentos. Los documentos son las huellas


que han dejado los pensamientos y los actos de los hombres de otros
tiempos. Entre los pensamientos y los actos, muy pocos hay que dejan
huellas visibles, y esas huellas, cuando existen, son raras veces
duraderas, bastando cualquier accidente para borrarlas. Ahora bien,

67 Ídem., Pág. 300.


68 Lucien Fevre, Combates por la historia,
historia Citado por Henri – Iréneé Marrou en El Conocimiento histórico,
histórico
Idea Universitaria, Barcelona, 1999, Pág. 63.

47
todo pensamiento y todo acto que no haya dejado huellas, directas o
indirectas, o cuyas huellas visibles han desaparecido, resulta perdido
para la historia, es como si nunca hubiera existido. Por falta de
documentos, la historia de inmensos períodos del pasado de La
humanidad nunca podrá ser conocida. Porque nada suple a los
documentos, y donde no los hay, no hay historia69.

El hecho de que este debate continúe, no sólo nos llama a mantener activos
nuestra cautela y la imaginación, pero sobre todo, independientemente de nuestra
ubicación entre los dos extremos, nos hace patente la necesidad de clasificar las
fuentes.

Una definición amplia, muy acorde con el quehacer diario del historiador, nos la
entrega Walter T. K. Nugent:
La materia prima de los historiadores se denomina fuente. El término
significa los fragmentos de información y, frecuentemente, también los
lugares donde se puede encontrar la información que el historiador busca
para, compilar, analizar y combinar con otra información, con el fin de
proveer su historia de un fundamento en la realidad pasada.70.

Quizá sea prudente advertir, como lo hace Aróstegui, que…

Las monografías históricas investigan problemas, asuntos, parcelas de


la realidad y deben buscarse las fuentes que puedan dar noticias
acerca de preguntas concretas sobre instituciones, pensamientos,
cambios sociales, etc. Una fuente histórica es una “para” alguna

69 Charles Langlois y Charles Seignobos, Introducción a los Estudios Históricos,


Históricos La Pléyade, Buenos Aires,
1972, p. 17, citado por Álvaro Matute,, Heurística e Historia,
Historia UNAM, México, 1999, Pág. 17.
70 The historian’s raw materials are called sources. The term means the pieces of information and often also
the places where the information may be found that the historian searches for, compiles, analyses, and
combines with other information in order to provide his history with its grounding in past reality.
Walter T. K. Nugent, Creative History,
History J. B. Lippincott Company, Philadelphia & New York, 1967, 77.

48
historia, pero una misma fuente, indudablemente, puede contener
informaciones para varios problemas o puede interpretársela de
diversas formas71.
De todas maneras, sea cual sea nuestra concepción de fuente, amplia
como para que en ella quepan todos los objetos y relatos que nos digan
algo del pasado ó estrecha como para reducirla a los documentos
escritos, debemos considerar que la fuente es aquello que nos pone en
contacto con el pasado y como ese pasado se dice a sí mismo.

Clasificación de las fuentes

La clasificación de las fuentes ha sido tan discutida como su definición. En la


práctica, casi puede decirse que una definición siempre ha estado unida a una
clasificación.

Intentos de realizar esta tarea se encuentran ya en los monjes benedictinos de


San Mauro, en el siglo XVII, quienes dedicaron buena parte de sus esfuerzos a
distinguir entre documentos confiables y no confiables.

J. Lelewel, en 1815, dividía las fuentes en:


1. Tradición (relaciones orales),
2. Fuentes no escritas, es decir monumentos silenciosos del pasado,
3. Fuentes escritas.

J. G., Droysen, por su parte, estableció tres categorías:


1. monumentos,
2. restos,
3. fuentes.

71 Julio Aróstegui, La investigación histórica: Teoría y Método,


Método Crítica, Barcelona, 2001, Pág. 372.

49
Jerzy Topolsky, procura zanjar el problema estableciendo las dos clasificaciones
siguientes:

1. Fuentes directas e indirectas; fuentes con destinatario y sin él;


2. Fuentes escritas y no escritas72.

Las características de estos tipos de fuentes, las señala el mismo autor así:

Fuentes Directas Fuentes Indirectas


1.- Conocimiento directo 1.- Conocimiento indirecto.
2.- Hechos. 2.- Signos convencionales (y
necesidad de descifrarlos).
3.- Sin intervención de un tercero 3.- Intervención de un tercero (Quizá
voluntaria)
4.- Sin problemas de examen de la 4.- Necesidad de examinar la
fiabilidad. (Hay que examinar la fiabilidad del informante.
autenticidad)
5.- Signos convencionales.

Algunos textos sobre Metodología de la historia (entre ellos el de Nugent, ya


mencionado), suelen distinguir entre “fuentes primarias” y “fuentes secundarias”.
En este caso, se considera:

“fuentes primarias” todo registro o documento producido en el período y


por la gente que es sujeto de estudio por parte del historiador. Las
“fuentes secundarias”, que muchos historiadores prefieren no llamar
fuentes en absoluto, sino “material secundario”, son registros indirectos,
algunos escritos acerca del período o sociedad en estudio. Mientras
una fuente primaria normalmente data del tiempo de los eventos que se

72 Jerzy Topolsky,, Metodología de la Historia,


Historia Cátedra, Madrid, 1985, Pág. 302.

50
están estudiando, las fuentes secundarias son producto de un tiempo
posterior73.

Las definiciones y clasificaciones parecen interminables, a ellas podemos agregar


la división en dos grupos hecha por Marc Bloch: Testimonios voluntarios y
testimonios involuntarios. Pero, también con Marc Bloch, debemos reconocer que:

La diversidad de los testimonios históricos es casi infinita. Todo cuanto


el dice o escribe, todo cuanto fabrica, todo cuanto puede informarnos
acerca de él.
….
Sería una gran ilusión imaginarse que cada problema histórico se vale
de un tipo único de documentos, especializado en este empleo74.

Manejo de fuentes y de información

Sin poner en cuestión la escogencia del tema o tópico de investigación, la relación


con fuentes de información, entendiendo aquí como fuente también la producción
bibliográfica75, se inicia desde el primer momento en que se enuncia el tema;
dando comienzo a un proceso deductivo de búsqueda de información.

Este proceso tiene como finalidad informarse, tanto cuanto sea posible, de lo
escrito sobre y entorno al tema escogido., aprovechando esta circunstancia para
enterarse de las distintas aproximaciones que los estudiosos hayan tendido al
tema y mejorar paulatinamente nuestra apreciación de él y su complejidad

73 Ver: Walter T. K. Nugent, Creative History,


History J. B. Lippincott Company, Philadelphia & New York, 1967, pp.
77 – 80.
74 Marc Bloch,, Introducción a la Historia,
Historia F.C.E., México, 1988, pp. 55,56.
75 En este caso la clasificación más frecuente es la que distingue entre fuentes primarias (la documentación
oral o escrita) y fuentes secundarias (la producción bibliográfica relativa al tópico.

51
La práctica nos indica que iremos de los tratados más amplios, aquellos en los que
nuestro tema apenas sea mencionado, hasta los trabajos más especializados.
Desde los diccionarios hasta los libros y revistas de campo más restringido.
Podemos imaginarnos en el recorrido de una biblioteca cuya ruta se inicia en la
sección de referencia y termina en las colecciones especiales.

Se debe iniciar por los libros de historia general. En nuestro caso de Colombia ó
de la región, que nos faciliten la definición y delimitación del tema. Por ejemplo:

La Historia Extensa de Colombia, publicada por la Academia de Historia de


Colombia, es una importante obra con participación de muchos académicos,
planificada para 22 tomos, publicada a partir de 1975; procura cubrir la totalidad de
la Historia de Colombia.

Con igual intencionalidad de cubrir toda la Historia de Colombia, pero desde


cánones distintos al de la obra anterior, la obra dirigida por Jaime Jaramillo Uribe
y publicada por Procultura, en 3 tomos, con el título Manual de Historia de
Colombia, en 1982, gozó de la colaboración de algunos de los más notables
historiadores de la época. En este mismo orden, pero con una nómina de
colaboradores más amplia y en 6 Tomos, más tres adicionales, la Nueva Historia
de Colombia se publicó por Editorial Planeta, en 1989, bajo la dirección de Álvaro
Tirado Mejía.

No puede dejar de mencionarse aquí a, Gustavo Arboleda, Historia


contemporánea de Colombia desde la disolución de la antigua república de
ese nombre hasta la época presente. 6 vols., Bogotá., Cali, Popayán, Arboleda y
Valencia y otros, 1916 - 1935.

Desde la perspectiva regional, debe mencionarse:

52
Guido Barona y Cristóbal Gnecco (Editores), Historia, Geografía y Cultura del
Cauca. Territorios Posibles, 2 tomos, Universidad del Cauca, Popayán, 2001.

Alonso Valencia LL. (Editor), Historia del Gran Cauca, Universidad del Valle, Cali,
1996.

Alonso Valencia y Francisco Zuluaga (Editores), Historia regional del Valle del
Cauca, Universidad del Valle, 1992.

En la medida en que se avance en esta lectura general harán su aparición hechos,


fechas, personajes o lugares de los que deseemos tener información rápida., lo
que nos lleva a la consulta de Guías, diccionarios y algunas bibliografías
especializada en nuestro tema, o en la disciplina o las disciplinas que vayamos
encontrando asociadas.
Ejemplos de ellas son:

Bibliografías:

Giraldo Jaramillo, Gabriel, Bibliografía de bibliografías colombianas. Bogotá:


Editorial Pax, 1954.

Handbook of Latin American Studies, Cambridge, Mass., and Gainesville,


Florida: Harvard University Press and University of Florida Press, 1936 (annual).
.
Bayitch, S. A. Latin American and Caribbean: A bibliographical guide to works
in English. Coral Gables, Florida: University of Miami Press, 1967.

Delpar, Helen, ed. Encyclopaedia of Latin America. New York: McGraw-Hill,


1974.

53
Giraldo Jaramillo, Gabriel, Bibliografía Colombiana de viajes. Biblioteca de
Bibliografía Colombiana, No. 2. Bogotá: Editorial ABC, 1957.

Grases, Pedro. Contribución a la Bibliografía de Antonio José de Sucre,


"Gran Mariscal de Ayacucho". Caracas: Ministerio de Defensa, 1974.

Grases, Pedro "Gran Colombia; referencias relativas a la bibliografía sobre el


período emancipador en los países grancolombianos". Anuario de Estudios
Americanos (Sevilla) 21 (1964): pp. 733-777.

Grases, Pedro, Investigaciones bibliográficas. Caracas: Ministerio de


Educación, 1968.

Griffin, Charles, ed. Latin America: A guide to the historical literature, Austin:
University of Texas Press, 1971.

Gropp, Arthur E. A bibliography of Latin American bibliographies published in


periodicals. 2 vols. Metuchen, New Jersey: Scarecrow Press, 1976.

Stein, Barbara Hadley, comp. Latin America: A guide to selected sources in the
Princeton University Library. Princeton University Library, Princeton 1979.

Toro, Josefina del, “A bibliography of the collective biography of Spanish America”,


The University of Puerto Rico Bulletin, series IX, No. 1. Río Piedras: University
of Puerto Rico Press, 1938.

Valcárcel Esparza, Carlos Daniel, Biografías hispanoamericanas en el Archivo


General de Indias, Lima: Librería e Imprenta D. Miranda, 1959.

Werlich, David P, Research tools for Latin American historians: A selected,


annotated bibliography. New York: Garland, 1980.

54
Diccionarios:

Davis, Robert Henry, Historical Dictionary of Colombia, Metuchen, New Jersey:


Scarecrow Press, 1977.

Ospina, Joaquín. Diccionario biográfico y bibliográfico de Colombia. 3 vols.


Bogotá: Varios, 1927-1939.

Banderas, Pedro Antonio. Diccionario geográfico, Industrial y agrícola del


Valle del Cauca. Buenos Aires: Instituto del Libro, 1944.

A esta altura tendremos una ubicación del tema y una idea clara de la empresa
que deseamos emprender; es la hora de enfrentar la averiguación por los libros
escritos específicamente de nuestro tópico, así como las monografías,
antologías y colecciones de documentos publicados. Algunos ejemplos para
temas del Valle o del Sur–occidente Colombiano pueden ser:

Monografías:

Aragón, Arcesio. Fastos payaneses, 1538-1936. 2 vols. Bogotá: Imprenta


Nacional, 1939 y 1941.

Arboleda, Gustavo. Historia de Cali. Desde los orígenes de la ciudad hasta la


expiración del período colonial. 2ª. Ed. 3 vols. Cali: Universidad del Valle. 1956.

Arboleda, Gustavo Revoluciones locales de Colombia. Popayán: Imprenta del


Departamento. 1907.

55
Arboleda Llorente, José María. Popayán a través del Arte y de la Historia.
Popayán: Universidad del Cauca, 1966.

Arroyo, Jaime. Historia de la Gobernación de Popayán. Presentación y notas


por Antonino O1ano y Miguel Arroyo Diez. Popayán: Imprenta del Departamento,
1907.

Bastidas Urresty, Edgar. Las guerras de Pasto. Pasto: Ediciones Testimonio,


1979.

Castellanos, Jorge. La abolición de la esclavitud en Popayán. 1832-1852. Cali:


Universidad del Valle, 1980.

Galindo, Aníbal. Las batallas decisivas de la libertad. Librería de Garnier Hnos.


1888.

García Vásquez, Demetrio. Los hacendados de la otra Banda y el Cabildo de


Cali. Cali: Imprenta Gutiérrez, 1928.
.
García Vásquez, Demetrio, Revaluaciones históricas. 3 vols. Cali: Varios, 1924-
1960.

Gómez Picón. Alirio. El golpe militar del 17 de abril de 1854. Biblioteca de


Historia Nacional, No. 120. Bogotá: Editorial Kelly, 1972.

González. Nicolás Augusto. El asesinato del Gran Mariscal de Ayacucho. 4


vols. Quito: Tipografía de la Escuela de Artes y Oficios, 1906.

Ibáñez, José Roberto. Campaña del Sur, 1822: Bombona-Pichincha. Bogotá: Imprenta de
las Fuerzas Militares, 1972.

56
Colecciones documentales publicadas.

Las colecciones documentales publicadas son una especie intermedia entre la


bibliografía y el archivo. Generalmente son selecciones de documentos en torno a
un tema, una región o algún período; esta selección se realiza en uno o varios
archivos y a en algunas ocasiones consultando fuentes de diverso origen y
condición.

Por ejemplo, Juan Friede construyó sus colecciones de documentos con material
que reposa en el Archivo General de Indias76, Richard Konetzque compiló
documentos para una historia social en varios archivos77, José Félix Blanco y
Ramón Azpurúa recogen una extraordinaria cantidad de documentos en torno a la
vida pública de Simón Bolívar.

Algunas publicaciones de este tipo, vinculadas a nuestra región, son:

Arboleda, Gustavo, ed. "Cartas Históricas: La muerte de Sucre". Revista Po-


payán, Popayán, No, 12, 141-142 (junio-julio, 1930): pp. 351-353.

Arboleda, Gustavo, "Documentos relacionados con el general José María


Obando", Boletín Histórico del Valle, Cali, 2, 14, diciembre, 1933: pp. 92-103.

Blanco, José Félix y Azpurúa, Ramón, Eds. Documentos para la historia de la


vida pública del Libertador de Colombia, Perú y Bolivia, 14 vols. Caracas:
Imprenta de "La Opinión Nacional", 1875-1878.

76 Juan Friede, Colección de Documentos Inéditos para la Historia de Colombia


Colombia, Academia
Colombiana de Historia, Bogotá, 1963.
Juan Friede, Fuentes documentales para la Historia del Nuevo Reyno de Granada
anada Banco Popular,
Granada,
Bogotá, 1976.
77 Richard Konetzke, Colección de documentos para la historia de la formación social de Hispanoamérica, 1493-
1810. Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, 1953, pp. 396-397.

57
Cortazar, Roberto, ed. Cartas y mensajes del general Francisco de Paula
Santander, 10 vols. Bogotá: Talleres Editoriales de Librería Voluntad, 1953-1956.

Cortazar, Roberto, Ed., Correspondencia dirigida al general Francisco de


Paula Santander, 14 vols. Bogotá: Editorial Voluntad, 1964-1970.

Cuervo, Luís Augusto, ed. Epistolario del doctor Rufino Cuervo, 1826-1853, 3
vols. Biblioteca de Historia Nacional, Nos. 82-84. Bogotá: Imprenta Nacional,
1918-1922.

Garcés, Jorge, ed. Colección de documentos inéditos relativos al adelantado


capitán Sebastián de Benalcázar, 1535-1551, Publicaciones del Archivo
Municipal, No, 10. Quito: Talleres Tipográficos Municipales, 1936.

Helguera, J. León, y Davis, Robert Henry, eds. Archivo epistolar del general
Mosquera. Correspondencia con el general Pedro Alcántara Herrán, 3 vols.
Biblioteca de Historia Nacional, Nos. 118-118. Bogotá: Editorial Kelly, 1972-1978.

Hernández de Alba, Guillermo; Ortega Ricaurte, Enrique; y Rivas Putnam, Ignacio;


Eds. Archivo epistolar del general Domingo Caycedo, 3 vols. Biblioteca de
Historia Nacional, Nos. 67, 68 y 77. Bogotá: Editorial Cromos, 1942-1947.

Jijón y Caamaño, Jacinto, ed. "Una carta del general Rafael Urdaneta". Boletín de
la Academia Nacional de Historia (Quito) 3, 6, julio-agosto, 1921: pp. 146-154.

López Álvarez, Leopoldo, ed. "Causa para averiguar la fuga y rebelión del ex-
general José María Obando y otros". Boletín de Estudios Históricos (Pasto) 3,
33 (junio, 1930): pp. 262-285.

58
Martínez Delgado, Luís, y Ortiz, Sergio Elías, Ed. Epistolario y documentos
oficiales relacionados con el general José María Obando, 4 vols. Biblioteca de
Historia Nacional, Nos. 129, 131-133. Bogotá: Editorial Kelly, 1973-1975.

Moreno y Escandón, Francisco Antonio. "Estado del Virreinato de Santa fe, Nuevo
Reino de Granada, por el D. D. Francisco Antonio Moreno y Escandón". Boletín
de Historia y Antigüedades (Bogotá) 23, (septiembre-octubre, 1936): pp. 547-
616.

Mosquera Wallis, Tomás Cipriano, ed. "Cartas del Libertador al General Tomás C.
de Mosquera". Revista de Historia (Pasto) 2, 9-11 (abril-junio, 1946): pp. 249-
285.

O'leary, Daniel Florencio. Memorias del general O'Leary publicadas por su


hijo, Simón B. O'Leary, 32 vols. Caracas: Varios, 1879-1888.

Restrepo Tirado, Ernesto, ed. Archivo Santander, 24 vols. Bogotá: Varios, 1913-
1932.

Revistas y material periódico.

El material periódico, sean revistas o diarios, suelen dar, en el caso de los


primeros, rica información sobre la cotidianeidad; las segundas entregan el pulso
intelectual de su momento. Las revistas nos despliegan los debates y las
tendencias de los grupos de los que son tribuna. Aunque son unos materiales
poco utilizados sistemáticamente en nuestro medio, ellas son una fuente rica para
cualquier tema. De algunas de las más importantes se dispone de índices que
ayudan a su consulta. Ejemplos:

Ortega Ricaurte, Daniel. Índice general del Boletín de Historia y Antigüedades,


vols. I-II-III., 1902-1952. Bogotá: Editorial Pax, 1953.

59
Biblioteca Luís Ángel Arango, Índice General del Boletín Cultural y
Bibliográfico. Febrero 1958-1966, Banco de la República, Bogotá, 1968.

Cuando terminemos la recopilación de estos títulos y poseamos una idea general


acerca de ellos, se debe proceder a seleccionarlos y clasificarlos de acuerdo con
las características de nuestro tema. Realizada esta tarea y leídos críticamente los
libros que seleccionamos como de mayor utilidad, estamos muy cerca de
establecer el llamado “estado de la cuestión” ó “estado del arte”, el que, unido a
una reflexión conceptual del tema también nos aportará para el llamado “Marco
teórico”.

Es en este momento cuando solemos alcanzar claridad y conciencia del tema y de


cuales son los tipos o clases de datos que queremos encontrar en las fuentes
primarias, para lo que se hace indispensable conocer algo de nuestros archivos.

A propósito de los Archivos.

El archivo ha sido definido de múltiples maneras, según el ángulo desde donde se


lo mire. Desde una perspectiva histórica amplia, una buena definición es la que
propone T. R. Schellenberg en su obra sobre los archivos modernos, en los
siguientes términos:

Todos los libros, papeles, mapas, fotografías, u otros materiales


documentales, sin importar su forma y características físicas, hechas o
recibidas por una institución pública o privada en cumplimiento de sus
obligaciones legales o en conexión con las transacciones de sus
propios negocios y preservados o apropiados para preservación por tal
institución o por sus legítimos sucesores como evidencia de sus

60
funciones, políticas, decisiones, procedimientos, operaciones, u otras
actividades, sobre la base de el valor informativo de los datos
contenidos en ellos78.

Esta variedad de información y el principio preservador de la información que


caracteriza al archivo, hacen de ellos los repositorios más importantes para el
historiador.

Para una consulta eficaz de sus colecciones documentales, debemos tener en


cuenta los principios de su organización y su organización general y los que se
hayan tenido, específicamente, para su catalogación.

Generalmente, la organización de un archivo refleja la estructura de la institución


que produce la mayoría de sus documentos. Cuando se decide organizar un
archivo y establecer sus fondos, salas y secciones, se adopta la estructura vigente
en el momento de la organización, ajustando el almacenamiento pasado y futuro a
dicha estructura.

Por ejemplo, cuando se inició, hacia 1870, la organización del Archivo Nacional
de Colombia por Francisco Javier Vergara y Velasco, el organigrama general del
país respondía a los Estados Soberanos y por lo tanto se encontrará la existencia
de fondos por Estados y subfondos por temáticas específicas. Por ejemplo Negros
y Esclavos del Cauca o Negros y Esclavos de Antioquia, o también, Caciques e
Indios del Cauca y Cacique e Indios del Tolima. Sólo en tiempos recientes se
realizó una reforma que dio como resultado el Archivo General de la Nación.

De una manera similar, cuando Don José María Arboleda inició la organización del
Archivo Central del Cauca, partiendo de la colección antigua llamada “El
Carnero”, decidió que la periodización de la Historia de Colombia se debía reflejar

78 T. R. Schellenberg, Modern Archives. Principles and Techniques,


Techniques University of Chicago Press, 1956, Pág.
16.

61
en las salas del archivo: Sala Colonia (hasta 1812), Sala Independencia (1810 –
1819), Sala República (1820 en adelante), y que cada sala, en su interior, debía
responder a la estructura administrativa de cada época.

Si tenemos alguna información previa del Archivo podremos calcular los fondos y
secciones de nuestro interés, donde seguramente encontraremos la mayor parte
de los documentos que, de tal archivo, sean necesarios. Esta información la
encontramos en algunas guías de archivos, en la presentación de los Índices si
están publicados.

Ejemplo:

En la presentación del Catálogo general del archivo, (Arboleda Llorente, José


Maria. Catálogo general detallado del Archivo Central del Cauca. 8 vols.
Popayán: Instituto de Investigaciones Históricas "José María Arboleda", 1969-
1979.) Don José Maria hace una descripción completa del mismo y su
organización, por la cual reconoceremos todas las secciones y subsecciones en
que se encuentran ordenados los documentos.

De aquí, en adelante, el trabajo se hace progresivamente reflexivo; seleccionar los


libros y documentos, jerarquizándolos por su importancia es el siguiente paso, con
el cual, estamos bordeando en los predios de la crítica de los hechos y de los
documentos.

Esa información, puesta ante nosotros, debe dar paso a la crítica -externa e
interna- de las fuentes y de los hechos. Esta acción nos permite establecer los
hechos y colocarnos frente a ellos de una manera tan real como los datos lo
permitan. Cuando, gracias a la labor crítica, se vayan revelando las relaciones
entre los hechos, entre las personas que los protagonizan y entre las personas y

62
los hechos, se empiezan a perfilar los grupos y el colectivo singular que nos
ocupa.

Antes de pasar a la crítica, es necesario referirnos a las llamadas disciplinas


auxiliares de la Historia, importantes, tanto en la labor heurística como en la
Crítica.

Las disciplinas auxiliares

Varios son los criterios con los que se habla de Ciencias o Disciplinas Auxiliares
de la Historia. A fines del Siglo XIX, cuando el positivismo rankeano imponía el
documento como única fuente válida, la Diplomática, la Paleografía y la
Cronología eran consideradas Ciencias auxiliares de la Historia. En la medida en
que estas disciplinas fueron abriendo paso a concepciones más amplias sobre las
fuentes, y sobre los criterios de autenticidad del documento, el número de
disciplinas consideradas auxiliares se amplió a la Bibliografía, la Archivística, la
Epigrafía, la Numismática y la Esfragística.

Entrado el Siglo XX, los debates y las prácticas historiográficas fueron reduciendo
algunas de estas disciplinas a técnicas, necesarias para la apropiación del
contenido de los documentos, y la metodología se fue desplazando hacia los
procesos epistemológicos, lo que en la practica -del oficio de historiador- se
tradujo en una fuerte tendencia a hacer del método la parte medular del trabajo del
historiador. Fue esta la oportunidad para que surgiera la tendencia a considerar
las antiguas disciplinas auxiliares como técnicas y se pensara que para el trabajo
de sistematización y análisis, para la interpretación de los hechos y los procesos,
la interdisciplinariedad es indispensable y por lo tanto las Ciencias Auxiliares de la
Historia son aquellas que pueden contribuir a tales tareas, las Ciencias Sociales;
especialmente la Economía, la Sociología, la Antropología, la Geografía, la
Demografía y la Estadística. Naturalmente, tanto las antiguas como las nuevas
auxiliares han respondido negándose a la subordinación.

63
El término Paleografía procede del Griego palaios (antiguo) y grafo (escrito), y con
él se distingue la disciplina que estudia el origen y desarrollo de la escritura, la
lectura y la crítica de los escritos de épocas antiguas.

Como quiera que esta definición es demasiado amplia, se hace necesaria una
división de la materia de acuerdo con: 1o. los materiales que sustentan la escritura
y 2o, la finalidad de su estudio y cultivo.

De acuerdo con los materiales. Se puede dividir en general y especial, siendo la


Paleografía general aquella que se ocupa de los escritos de toda índole trazados
sobre cualquier materia escritoria, y, Paleografía especial la que se restringe a un
tipo determinado de materia escritoria, a través de disciplinas especiales como la
epigrafía, la diplomática, la numismática, y la esfragística o sigilografía.

La epigrafía estudia inscripciones sobre materiales duros, tales como lápidas o


monumentos, determinando su estilo, su antigüedad, sus fórmulas, su autenticidad
y su significado.

La diplomática se refiere al estudio de los documentos de origen oficial,


considerando su materia, forma, autenticidad e interpretación.

La numismática se dedica al estudio de las monedas y medallas, entendiendo


por ellas todo objeto (pieza) de metal acuñado, con el fin de servir al comercio, o
para conmemorar algún acontecimiento o personaje. En estas piezas se estudia el
metal, la figura, el peso, la inscripción, la ley y la antigüedad.

La esfragística o sigilografía estudia los sellos que han servido para autorizar
documentos, determinando su materia, forma, inscripción, figura y uso diplomático.

En fin, la archivistica, la bibliografía, todas las disciplinas auxiliares, y sobre todo,


el sentido común, son instrumentos que nos ayudan a reconocer los documentos,

64
los textos, los monumentos, las cosas y los lugares que nos pueden informar
acerca del pasado del tema que nos interesa. Nos ha dicho Ciro F. S. Cardoso
que
El trabajo de la heurística consiste principalmente en: elaborar listas o
repertorios sistemáticos de fuentes; proceder a la clasificación racional
de los depósitos de manuscritos y de las bibliotecas; establecer
inventarios descriptivos, índices remisivos, etcétera, publicar
documentos79.

Realizada esta labor, el investigador de la Historia entra en contacto íntimo con


las fuentes que le permitirán establecer los hechos mediante la Crítica.

79 Ciro F. S. Cardoso, Introducción al trabajo de la investigación histórica,


histórica Editorial Crítica,
Barcelona, 1981, p. 136.

65
66
Capítulo III.- El método critico

La Historia (historiografía), como disciplina que se ocupa de la historia, tiene


entonces la tarea de abrir historiográficamente la historia, en nuestro caso abrir la
historia local, lo que engendra un problema que atañe directamente a los
historiadores: ¿Cómo abrir la historia y específicamente la historia local? La
apertura está necesariamente precedida por el preguntarse por el qué abrir que
sea el elemento constitutivo de esa historia y la respuesta será: el acopio temporal
de los hechos acaecidos en el proceso de constituirse la localidad y por lo tanto
pasados, pero que como tal pasado ya no están presentes. Debemos entonces
traerlos del pasado al presente, no para hacerlos presentes en el presente de hoy,
sino para poder tenerlos en frente a nosotros como presentes de su propio
presente pasado. Este es el verdadero comienzo del trabajo del historiador local,
quien debe, a estas alturas, haber escogido el objeto y el tema, tenerlo definido
con claridad y precisión. Debe, además conocer los métodos y técnicas de
recolección de datos y testimonios tanto escritos como orales, en todo tipo de
fuentes. También, para poder avanzar en el establecimiento de los hechos debe
haber recolectado previamente los materiales que hablan de ese presente pasado.

Para conseguir esto debemos asegurarnos de que efectivamente esos hechos


fueron factibles en su presente pasado y que las huellas que de ese presente
pasado tenemos son autenticas. Para lograrlo tenemos un instrumento viejo, aún
no obsoleto: la crítica de las fuentes o crítica histórica o método crítico.

Mediante este método, que ya perfilaba Vico, que adquiere cuerpo y presencia con
Langlois y Seignobos, y que es ampliamente explicado por Marc Bloch,
conseguimos establecer los hechos a partir de las huellas (documentos,
testimonios, monumentos, etc.) que ellos han dejado.

67
Giambattista Vico (1668-1743), desde su lejana existencia, en su Principios de
una Ciencia Nueva en torno a la naturaleza común de las naciones, advertía
la necesidad de “una nueva arte crítica” que

...dé las reglas para discurrir lo verdadero en todas las historias


gentiles, por obra de los bárbaros comienzos más o menos
entreverados de fábulas. Porque los historiadores, aún los bien
aleccionados, deben narrar las tradiciones vulgares de los pueblos
cuyas historias escriben, atentos a que el vulgo les tenga por
verdaderos, y resulten útiles a las repúblicas, por cuya perpetuidad
escriben ellos las historias....80

Sus reflexiones, las reglas y principios expuestos, bien pueden tomarse como
precursores de los fundamentos de la llamada Crítica Interna y Crítica Externa de
los documentos que, como desarrollo de un modelo positivista propusieron, a
finales del siglo XIX, Langlois y Seignobos81. Estos autores distinguen dos
momentos en la crítica:

Ambos distinguen entre crítica externa e interna. La primera, parte de


las características materiales del documento: el papel, la tinta, la
escritura, los sellos que lo acompañan; la segunda se centra en la
coherencia interna del texto, por ejemplo en la compatibilidad entre la
fecha que consigna y los hechos de los que habla82.

Estas operaciones que informan sobre la autenticidad del documento,


permiten confiar en la información que el documento aporta; y aplicadas a
varios documentos permiten establecer los hechos, tal vez no tanto como
sucedieron sino como sus contemporáneos los percibieron.

80
Giambattista Vico, Ciencia Nueva en torno a la naturaleza común de las naciones, Fondo de
Cultura Económica, México, 1987, p. 74
81
C.V. Langlois y C. Seignobos, escribieron en 1898 una Introducción a los estudios históricos,
piedra angular del positivismo historiográfico.
82
Antoine Prost, Doce lecciones sobre la historia, Ediciones Cátedra, Madrid, 2001, p. 70.

68
Una reflexión importante otorgó Marc Bloch a la crítica y su papel en el
establecimiento de los hechos y su verosimilitud, en el capítulo III de su
Introducción a la Historia.83

Allí, empieza por un “Bosquejo de una historia del método crítico” en el que
nos previene del escepticismo y el sentido común como únicos fundamentos
de la crítica.

De la misma manera (que el escepticismo), la crítica basada


únicamente en el sentido común, que fue, durante mucho tiempo, la
única practicada, y que todavía seduce a ciertos espíritus, no podía
llevarnos muy lejos. ¿Qué es en efecto, las más de las veces, este
pretendido sentido común? Nada más que un compuesto de
postulados no razonados y de experiencias apresuradamente
generalizadas.84

Señala, también, algunos casos de documentos falsos, entre ellos el de la


”Donación de Constantino”, construida en el siglo VIII y vigente hasta el siglo
XVII, cuando fue demostrada su falsedad; para afirmar el año de 1681 como
efectivo momento de inicio de la Crítica por parte de Jean Mabillon.

Aquel año, 1681 -el año de la publicación de De Re Diplomática, en


verdad gran fecha en la historia del espíritu humano-, fue
definitivamente fundada la crítica de los documentos de archivo85.

Esta obra de Mabillon (Benedictino) fue resultado de un debate con el


sacerdote Jesuita Daniel van Papenbroek, acerca de la autenticidad de
algunos documentos Medievales, Uno, quizá el más importante, de los

83
Marc Bloch, Introducción a la Historia, Fondo de Cultura Económica, México, 1988.
84 Marc Bloch, Introducción a la historia, F.C.E., México, 1988, 14ª.reimpresión, pp. 66-67.
85 Ídem, p. 66

69
aportes de Mabillon en esta confrontación fue el establecimiento de algunas
reglas y principios para examinar las formas del documento, con la finalidad
de determinar su valor como testimonio histórico.

Estos debates, eruditos acerca de la autenticidad de los documentos


medievales, fueron muy intensos en los siglos XVII y XVIII, afinando
progresivamente los procedimientos y las técnicas auxiliares (ciencias
auxiliares como se les llamó hasta entrado el siglo XX) para el examen de las
fuentes.86

Como ya se ha dicho, la crítica tiene como finalidad el establecimiento de los


hechos, es decir, poder llegar a afirmar que cada hecho efectivamente se dio
y cuales fueron sus características constatables. Como del presunto hecho
nos hablan unos documentos, generalmente escritos, se debe constatar la
legitimidad del mismo y de cada uno de los datos que, uno o varios
documentos nos entregan, En este examen se distingue entre Crítica
externa y Crítica interna.

La critica externa o de erudición, busca demostrar la autenticidad del


documento a partir del de las características materiales del documento, su
ubicación en el tiempo y el espacio, además de establecer el texto inicial. Se
examina la factibilidad material y temporal de la producción del tipo de papel
o material que sirve de soporte, de la tinta con que se ha escrito, la escritura
propia del documento y de la época, los membretes y sellos reglamentarios
del documento que se estudia. En el caso de que la información no tenga
como soporte el papel, ya sea soporte metálico como las monedas medallas,

86 Un resumen, muy interesante, de esta historia de la crítica se encuentra en: Joann Gustav
Droysen, Histórica,
Histórica Editorial Alfa, Barcelona, 1983, pp. 114-123. También es muy útil el texto que
presenta Manuel Romero Tallaf, “la Diplomática es”,en
personal.us.es/tallafigo/Introducci%F3n%20Diplom%E1tica.pps

70
o soporte en mármol como las lápidas, hay procesos y técnicas auxiliares
específicas que permiten realizar estas tareas.

Varios son los criterios con los que se habla de Ciencias o Disciplinas
Auxiliares de la Historia. A fines del Siglo XIX, cuando el positivismo
rankeano imponía el documento como única fuente válida, la Diplomática, la
Paleografía y la Cronología eran consideradas Ciencias auxiliares de la
Historia. En la medida en que estas disciplinas fueron abriendo paso a
concepciones más amplias sobre las fuentes, y sobre los criterios de
autenticidad del documento, el número de disciplinas consideradas auxiliares
se amplió a la Bibliografía, la Archivística, la Epigrafía, la Numismática y la
Esfragística.

Entrado el Siglo XX, los debates y las prácticas historiográficas fueron reduciendo
algunas de estas disciplinas a técnicas, necesarias para la apropiación del
contenido de los documentos, y la metodología se fue desplazando hacia los
procesos epistemológicos, lo que en la practica -del oficio de historiador- se
tradujo en una fuerte tendencia a hacer del método la parte medular del trabajo del
historiador. Fue esta la oportunidad para que surgiera la tendencia a considerar
las antiguas disciplinas auxiliares como técnicas y se pensara que para el trabajo
de sistematización y análisis, para la interpretación de los hechos y los procesos,
la interdisciplinariedad es indispensable y por lo tanto las Ciencias Auxiliares de la
Historia son aquellas que pueden contribuir a tales tareas como: las Ciencias
Sociales; especialmente la Economía, la Sociología, la Antropología, la Geografía,
la Demografía y la Estadística. Naturalmente, tanto las antiguas como las nuevas
auxiliares han respondido negándose a la subordinación.

71
Critica del Documento
Critica Operaciones
Externa el papel, la tinta, la escritura, los sellos que lo acompañan
Interna la coherencia interna del texto, por ejemplo en la
compatibilidad entre la fecha que consigna y los hechos de
los que habla

El término Paleografía procede del Griego palaios (antiguo) y grafo (escrito), y con
él se distingue la disciplina que estudia el origen y desarrollo de la escritura, la
lectura y la crítica de los escritos de épocas antiguas.

Como quiera que esta definición es demasiado amplia, se hace necesaria una
división de la materia de acuerdo con: 1o. los materiales que sustentan la escritura
y 2o, la finalidad de su estudio y cultivo.

De acuerdo con los materiales. Se puede dividir en general y especial, siendo la


Paleografía general aquella que se ocupa de los escritos de toda índole trazados
sobre cualquier materia escritoria, y, Paleografía especial la que se restringe a un
tipo determinado de materia escritoria, a través de disciplinas especiales como la
epigrafía, la diplomática, la numismática, y la esfragística o sigilografía.

La epigrafía estudia inscripciones sobre materiales duros, tales como lápidas o


monumentos, determinando su estilo, su antigüedad, sus fórmulas, su autenticidad
y su significado.

La diplomática se refiere al estudio de los documentos de origen oficial,


considerando su materia, forma, autenticidad e interpretación.

La numismática se dedica al estudio de las monedas y medallas, entendiendo


por ellas todo objeto (pieza) de metal acuñado, con el fin de servir al comercio, o
para conmemorar algún acontecimiento o personaje. En estas piezas se estudia el
metal, la figura, el peso, la inscripción, la ley y la antigüedad.

72
La esfragística o sigilografía estudia los sellos que han servido para autorizar
documentos, determinando su materia, forma, inscripción, figura y uso diplomático.

En fin, la archivistica, la bibliografía, todas las disciplinas auxiliares, y sobre todo,


el sentido común, son instrumentos que nos ayudan a reconocer los documentos,
los textos, los monumentos, las cosas y los lugares que nos pueden informar
acerca del pasado del tema que nos interesa.

La Crítica Interna o de veracidad, parte de la Critica Externa y se dirige a


confirmar la autenticidad del documento como texto y la verificación de la
información en él contenida.

Si bien la crítica externa se distingue de la interna, el paso de una a otra es casi


intangible. Las operaciones de la crítica interna nos entregan información que
sirve de base para las averiguaciones que se adelantan en la Critica Interna, El
establecimiento de las características del papel y de la tinta, como operaciones de
la Critica Externa, indicarán la época y lugar en se produjeron, y a los que debe
estar asociado el texto objeto del examen de la Crítica Interna. Igualmente, estos
dos factores, especialmente la marca de agua del papel puede sugerir algunas
características del autor del texto -especialmente si su origen pretende ser Papal o
Real- y los tipos de escritura y de formulas actuariales,

Así como en la critica externa se parte de examinar los materiales que soportan el
documento, en la crítica interna se parte de identificar el tipo de documento de
acuerdo con las formulas utilizadas para encabezar el texto. Para el caso
americano los más frecuentes documentos, de origen pontificio o Real, son:

Documentos de Origen Pontificio. — En la Historia de América son importantes


los Documentos Pontificios desde sus orígenes, pues nos encontramos con Bulas

73
de Alejandro VI, que son importantes documentos de legalización en la posesión
del Continente Americano por parte de la Corona de Castilla. Son de dos clases:

1. — Bula.
Según Escriche, Bula es:

La carta o Epístola Pontificia que contiene alguna decisión del Papa;


sobre algún asunto de gravedad tratado con larga discusión y maduro
examen, y que era extendido en pergamino con un sello de plomo en el
que se hallan impresas las imágenes de San Pedro y San Pablo.87.

Toma el nombre de Bula por tener pendiente un sello de plomo con la misma
forma que tenía una insignia Romana del mismo nombre, consistente en una
medalla que en la Antigüedad llevaban al cuello los hijos de los Patricios hasta la
edad de vestir toga

En la Bula la fecha se coloca comenzando el año de la Encarnación El nombre del


Papa se coloca al principio del Versículo, añadiendo la calidad de Siervo de los
Siervos de Dios. En el ejemplo que nos presenta Escriche, se inicia diciendo:
"Clemens Episcopus, Servus Servorum Dei" 88

2.- El Breve Pontificio.


Se define en una forma similar a la de las Bulas, pero en su fórmula se diferencia
de ellas en que:

87
JOSÉ JOAQUÍN ESCRICHE, Diccionario Razonado prudencia, París, 1858. Voces:
Bula y Breve

88 JOSÉ JOAQUÍN ESCRICHE, Diccionario Razonado prudencia, París, 1858

74
Los Breves se pone la fecha comenzando el año el día de la Natividad [...]
y lleva la cabeza el nombre del Papa en forma de Título, V. Gr.: Clemente,
Papa XIII. 89
Algo sobre ellos se puede ver en la Enciclopedia Espasa bajo la voz Bula.

Documentos de Origen Real. — En su orden veremos: Albálá, Carta Misiva,


Cédula, y Provisión Real.

Según Agustín Millares Cario, las características de estos documentos son:

1. El Albalá.. El Albalá como tipo diplomático definido se remonta al reino de


Pedro I (1359-1369). La suscripción Real queda reducida a la fórmula:

Yo el Rey (Pedro I); Nos el Rey (Enrique II) o, Nos el Rey de Castilla, de
León, o de Portugal (Juan I); Yo el Rey (Juan II); Yo el Rey o Yo el Rey de
Castilla o de León (Enrique IV). Estas palabras van seguidas
inmediatamente de la notificación: Fago Saber; o de la motivación: Por
fezer bien a merced. La Cláusula cronológica se inicia con la palabra
Fecho seguida del día, del mes y del año. No se indica, en la mayoría de
los casos el. Lugar.90

Aquí podemos notar lo que decíamos al referirnos a la letra de albaláes: El Albalá


es un tipo de documento, al que en un momento dado, correspondió una letra que
toma su nombre. También, al observar las diferentes formas de encabezamiento,
nos damos cuenta de la importancia de ellos para fijar la fecha de un documento
cuando ésta se halla perdido por deterioro del mismo; o la falsedad en caso de
que sea usada una fórmula diferente a la que corresponde a su tiempo.

89 .Ídem.
90
Agustín MILLARES CARLO, Tratado de Paleografía Española, 2ª. Edición,
Victoriano Suárez, Madrid, 1932 Cáp. XX.

75
Naturalmente que estos conceptos hay que manejarlos con sumo cuidado y
buscar otros elementos de juicio para añadirlos a éstos.

2. La Carta Misiva. — Aparece en el reinado de Enrique -II (1369-1379) y según


el mismo autor en ella:

La suscripción del otorgamiento tiene la misma forma ya indicada pero va


en seguida de la cláusula: enviamos o envío mucho saludar a vos, N,
como algo que aprecio e de quien mucho fio u otra análoga […] El año no
se expresa plenamente sino con omisión del millar y de la centena. En las
Cartas Misivas de los Reyes Católicos, estos datos se consignan
plenamente e se adopta la fórmula cronológica propia de las Cedulas. (36)

. 3. Las Cédulas— En ellas el encabezamiento es El Rey. A continuación el


nombre del destinatario y el texto;"

En cuanto a la fórmula cronológica, como ya habíamos dicho, es la misma que


para algunas de las Cartas Misivas, de los Reyes Católicos. En un principio
constaban del lugar, precedido de la preposición de y del día del mes. Este tipo de
documentos se empezó á usar en el reinado de Juan II (1406-1454).

En cuanto a la fórmula, varía. Con el mismo Juan II se añadió el año, siguiendo la


pauta de las Cartas Misivas. A partir de Enrique IV, y sobre todo durante el reinado
de los Reyes Católicos, la fórmula Cronológica era igual a la del Albalá, y en
algunos casos, muy pocos, a la de la Provisión, de la cual hablaremos más
adelante.

Ejemplos de este tipo de documentos pueden verse en los diferentes Cedularios y


Colecciones de documentos publicados.

76
Es de notar que la diferencia fundamental del Albalá, la Carta Misiva y la Cédula,
se encuentra en el encabezamiento y títulos reales, más no en la cláusula
cronológica. Sin embargo, la variante tan sensible dentro de la cláusula
cronológica es de gran importancia para las críticas internas y externas.

4. La Provisión Real. De este documento es quizá del que mayor cantidad de


ejemplos puede existir en los archivos de la región; pues que puede emanar de
diferentes fuentes: la Corona del Monarca; el Consejo Real; la Cancillería; los
Contadores Mayores. Se diferencia de la Cédula solamente en que la Provisión
Real hace enumeración, (a continuación del nombre del Monarca) de todos sus
estados y títulos.

Lo dispendioso de esta enumeración obligó a los escribanos a adoptar un signo


especial para etcétera, pero diferente al usado para esta palabra en los
casos corriente. :

Los datos hasta aquí dados para definir los documentos enunciados, nos
prestarán una utilidad inmediata en la descripción que de los documentos
debamos hacer en las fichas de los archivos, las fichas personales, y los trabajos
que con documentos inéditos efectuamos.

Cada uno de estos tipos de documentos tenía un tipo de letra en el que debía
escribirse. Es inconcebible que una Bula Pontificia estuviera escrita en letra
Procesal o que una Cédula, aún en caso de copia, no estuviera escrita en letra
Cortesana.91

Pero la tarea de la Crítica interna no se limita a establecer la autenticidad del


documento como producto de un autor; en un momento y con unos materiales
dados; se debe avanzar a establecer el texto original, su autenticidad, la fiabilidad

91 Una información más amplia puede consultarse en Francisco U. Zuluaga, Ideas básicas de
Paleografía Universidad del Valle, Facultad de Humanidades, Cali, 1972, pp. 11-17.
Paleografía,

77
de su autor y la mayor verosimilitud de los hechos que relata y de los datos que
entrega. Aquí concurren tanto el material en estudio y las técnicas auxiliares; como
la información erudita sobre el tema y la época, y lo que se tenga sobre otros
documentos.92

La finalidad de la crítica ( o del método crítico), la señaló Seignobos sustentando


que los hechos del pasado han dejado huellas:

Estas huellas son los documentos, y el método histórico consiste en


examinar los documentos para llegar a determinar los hechos pasados
de que los documentos son las huellas. Toma como punto de partida el
documento observado directamente, y desde ahí se remonta, por una
serie de razonamientos complicados, hasta el hecho pasado que se
trata de conocer.93

El resultado de todas estas operaciones nos habrá permitido establecer los


hechos, afirmar la ocurrencia factual de uno(s) hecho(s) en el tiempo y lugar que
estemos estudiando; es decir, lo efectivamente ocurrido en términos factuales.
Este historiador, auxiliado de la cronología, con algún ejercicio de periodización y
habiendo cumplido el ciclo documento/crítica/ hecho, está en capacidad de
producir un texto descriptivo en el que se presentan los hechos en una relación
antes-después, regidos por la causalidad.

A finales del siglo XIX, Langlois y Seignobos revitalizaron estos métodos desde
una perspectiva positivista, buscando realizar la propuesta de Ranke de recuperar
los hechos “tal como sucedieron en el pasado”. Al comenzar el siglo XX surgió la

92 Un estudio pormenorizado sobre la autenticidad de las fuentes y la fiabilidad de los informantes,


se encuentra en el capitulo xviii del texto de Jerzy Topolsky, Metodología de la Historia,
Historia Ediciones
Cátedra, Madrid, 1985.
93 Seignobos, La mèthode historique appliquée aux sciences sociales,
sociales págs. 2-5. Referencia
tomada de Antoine Prost, Doce lecciones sobre la Historia,
Historia Frónesis. Cátedra Universitaria de
Valencia, Valencia (España), 1996, p. 81.

78
Escuela de Annales y con ella un agudo debate entre historiadores de la Sorbona
y la Ecole de Hautes Studies, teniendo como medio de difusión, los primeros la
Revue Historique y la revista Annales, respectivamente. Duros y razonados
ataque recibieron Langlois y Segnobos por parte de Simiand y Lucien Fevre.
Aunque el debate favoreció a los seguidores de Annales, la metódica siguió
teniendo algún prestigio y sus operaciones metodológicas fueron aceptadas como
parcialmente necesarias, aún por sus más directos críticos, como puede verse en
el reconocimiento de Marc Bloch, que atrás hemos señalado. Además, desde la
orilla opuesta se continuó reflexionando en estos problemas, lo que ha redundado
en lo que se ha llamado La Nueva Diplomática.

Como señala Manuel Romero Tallaf94, la Nueva Diplomática amplio el horizonte


de las fuentes y de los métodos. De esta manera se produjeron nuevas miradas
del documento, se asignaron nuevos oficios a la crítica y surgieron nuevos
enfoques:

Se ponía el acento en aspectos que la historiografía monumental había


dejado de lado. Surgieron las “pequeñas historias”: de la “vida
cotidiana”, de la “alimentación”, de la “locura”, de la “familia”, de la
“muerte”...
En la segunda mitad del siglo XX, la historiografía se transforma por un
nuevo enfoque desarrollado por Ferdinand Braudel. La Diplomática
tuvo su crisis y salió reforzada con nuevos objetivos, nuevos métodos y
nuevos horizontes. De ciencia auxiliar de la Historia pasó a ser la
“pequeña historia” del documento95

Realizada esta operación, teniendo en frente la pluralidad y sucesión de los


hechos, se entrega la primera producción historiográfica que tiene la pretensión de

94 Manuel Romero Tallaf, “la Diplomática es”, en


personal.us.es/tallafigo/Introducci%F3n%20Diplom%E1tica.pps
95 Idem.

79
describir los hechos tal cual sucedieron pero que, quiérase o no, es una primera
lectura interpretativa de la historia.

Esta operación crítica y esta primera versión historiográfica son,


simultáneamente, un imperativo y un privilegio de la historia local. Un imperativo
porque los hechos son el presupuesto necesario para toda historia, empezando
por la historia local; un privilegio porque en esta operación se esta más cerca, más
en presencia inmediata del hecho que otras historias (historiografías). Por eso,
aparecen allí los hechos pasados en su individualidad, desfilan los individuos con
sus virtudes, pasiones y defectos, se capta el pulso de la vida cotidiana, en fin, es
la existencia que fue en un presente pretérito, en la medida en que las fuentes,
sus huellas, nos permiten apreciarlo.

Este privilegio, también es un limitante. Establecida la factibilidad de los hechos,


asegurada su efectiva ocurrencia, debemos proceder a aglutinarlos, organizarlos,
seguramente construyendo una cronología y posiblemente penetrando en ella,
para observar las relaciones causales y circunstanciales de los hechos, proponer
una periodización, y obtener la ya mentada primera descripción histórica
(historiográfica), de nuestra localidad.

Pero advirtamos, para prevenir la carga de la costumbre, que el vocablo localidad


no está nombrando necesariamente una ciudad, un pueblo o un sitio donde se
congregue un grupo humano. Recordemos que por localidad estamos entendiendo
lo que da sitio, sitúa a un hombre o a un grupo humano, pero como ese situarse
es en sí un proceso de construcción y cambio permanente, es un angustioso
gestarse histórico social96 con manifestaciones de construcción de prácticas
económicas, políticas y culturales que le dan identidad y lugar frente a otras
comunidades, tanto diseñando su espacio y ejerciendo territorialidad como

96 El “gestarse histórico” se utiliza aquí a la manera como Martín Heidegger lo entiende al definir historia como: “...historia
es aquel específico gestarse del ser-ahí existente que acontece en el tiempo, pero de tal suerte que como historia vale en
sentido preferente el gestarse ‘pasado’ y al par ‘tradicional’ y aún actuante, todo en el ‘ser uno con otro’, Martín Heidegger,
El Ser y El Tiempo, 2ª Ed., segunda reimpresión, Bogotá, F.C.E., 1995, p. 409.

80
organizándose en sociedad y produciendo una forma de vida, una percepción del
mundo, una cultura. De esta manera, fundamental para la localidad es ese
gestarse mediante prácticas económicas, sociales, políticas y culturales que
realiza un grupo humano, construyendo una forma de vida.

El texto descriptivo, síntesis del trabajo realizado y, mediante la interpretación


hermenéutica representación de lo local; debe tomar la forma de un relato
histórico que sea simultáneamente descriptivo, argumentativo y convincente para
el lector potencial.

Seguramente, en esta versión habremos contado y medido algunos de los datos


como los habitantes, la variedad y volumen de la producción, utilizando
instrumentos de interpretación bastante elementales (como porcentajes,
promedios, incrementos), pero un análisis cuantitativo como nos los prestan la
demografía, la estadística o la economía, muy difícilmente se podrá adelantar. La
razón parece bastante simple, la muestra no es suficiente, nos encontramos ante
universos muy pequeños y tales técnicas exigen gran cantidad de elementos,
siendo ideal su tendencia al infinito. Además, al utilizarse estas técnicas se realiza
una operación inductiva de generalización que frecuentemente nos aparta de los
hechos reales y concretos sucedidos y nos lanza a niveles de generalización y
abstracción (útiles pera establecer relaciones y generalidades que de otra manera
no observaríamos) propios de historias generales, de orden nacional o universal.
La verdad es que las disciplinas como la economía, la estadística y en gran
medida la sociología, han construido sus conceptos y sus instrumentos de análisis
a partir de abstracciones que, siendo generalizaciones, hablan de hombres y de
acciones prototipo inexistentes en la realidad concreta. Estos conceptos serán
útiles cuando de historias generales, globales se trate.

Desde esta perspectiva, el enfoque micro no sólo aparece como “mas


elegante en su argumentación retórica, sino también mejor fundado
lógicamente”. El macro subordina la empíria a la estructura rígida de los

81
modelos construidos a priori, “con categorías normativas situadas en el
mismo plano de los fenómenos estudiados y que vienen constituidas
simultáneamente como elementos de observación y explicación”. En la
proyección micro, sin embargo, “la utilización de los datos empíricos
parece justificada en la medida en que permiten explicar no sólo las
categorías y las representaciones, sino también sus utilizaciones
contextuales, los diferentes grados de adhesión que van logrando a lo
largo del tiempo”. 97

De igual manera, M. Gribaudi, comparando las miradas macro y micro, dice:

Si consideramos la dimensión puramente retórica de las


demostraciones, [la aproximación macro] me parece a la vez menos
elegante y menos justificada. La función de ilustración que tienen los
datos empíricos (tanto cuantitativos como cualitativos) no se halla
asegurada, en aquel supuesto, más que a merced de una reducción
drástica de su complejidad,... En Cambio, y a su juicio, la retórica del
segundo enfoque autoriza la prueba empírica, porque lejos de rechazar
la diversidad de los comportamientos observados, asume su variación y
dispersión, elaborando sus categorías a partir de esta última.98

Y esta retórica puesta como texto debe presentar la forma narrativa que cumpla la
función explicativa que facilita la comprensión, y no olvidar que debe cumplir la
condición de ser simultáneamente historia y literatura.

97
Elena Hernández Sandoica, Tendencias historiográficas actuales. Escribir historia hoy.,
Akal, Madrid, 2004, p.481.
98
M. Gribaudi, citado en Elena Hernández Sandoica, Tendencias historiográficas actuales.
Escribir historia hoy., Akal, Madrid, 2004, p.481.

82
Wilhelm Dilthey

83
Capítulo IV
Hermenéutica

La hermenéutica siempre ha estado presente en el oficio del historiador, entendida


en general como interpretación de los textos y los documentos. Ella ha tenido
desarrollos que van desde la interpretación como determinación del sentido literal
de las fuentes, pasando por la interpretación de los textos bíblicos, hasta la
interpretación de las relaciones que se dan en la transmisión de la tradición. En
nuestro caso, en historia local se ha aplicado de diferentes maneras. Luís
González la entiende como:

...la determinación del sentido literal e ideal de las fuentes, la


comprensión de ideas y conductas debe hacerse con muchas vivencias,
larga reflexión, cultura variada y con el máximo de simpatía,99

En otros casos, como la microhistoria italiana, se la utiliza como instrumento para


comprender las mentalidades. De todas maneras, esta interpretación se
fundamenta en el reconocimiento del otro y la capacidad para sentir y pensar
como el otro.

Finalizada la etapa hermenéutica, se debe alcanzar la “verdad”, culminación de


todo el proceso analítico, científico, para dar paso a la síntesis y al texto. Esta
afirmación puede entenderse como si existiera, dentro del proceso investigativo,
una etapa exclusivamente hermenéutica, que abra paso al texto escrito. Es cierto
que después de la crítica se adelanta una tarea dominantemente interpretativa;
pero también es cierto que, en etapas anteriores, sin que se acostumbre
mencionar la acción como hermenéutica, ella está presente. El resultado de la
crítica, el establecimiento del(los) hecho(s), y su resultado, un texto descriptivo,

99
Ídem.

84
requieren de un relacionamiento e interpretación de esos hechos recién
establecidos, realizando una primera acción hermenéutica.
Como bien señala Paul Ricoeur:

Dicho de otro modo, la historia es un artefacto literario, y al mismo tiempo,


una representación de la realidad. Consiste en un artefacto literario en la
medida que, al igual que los textos de la literatura, tiende a asumir el estatuto
de un sistema autosuficiente de símbolos. Pero consiste también en una
representación de la realidad, en la medida que pretende que el mundo que
describe –que es, desde el punto de vista de la realidad el “mundo de la obra”-
equivalga a los acontecimientos efectivos del mundo “real”100

Hete aquí otro problema en torno a la historia local: al establecer tipos y jerarquías
de las diferentes formas de hacer historiografía, la historia local se ubica en la
base de una tipología que reconoce otras dos o tres formas historiográficas, la
historia regional en algunos casos, pero definitivamente la historia nacional y la
historia universal. Se diría que en esta clasificación le corresponde a la historia
local lo simple, lo individual y a la historia universal lo complejo y general, siendo la
historia nacional el nivel intermedio entre las anteriores. Pero, estamos
equivocados. Esta tipología obedece a una necesidad específica, la necesidad de
legitimar la noción de nación-estado y dar sustento a los Estados nacionales,
preferentemente Estados republicanos, que recuperaron para sí la noción de
patria como lugar de origen. De esta manera, se distinguió entre patria chica (la
localidad) y la patria grande (la nación), dando lugar a la sinonimia frecuente entre
Historia nacional e Historia patria, asignándole a ésta el papel de legitimadora de
un nuevo orden republicano y sirvió para consolidar los nuevos Estados
nacionales.

Por otra parte se hicieron todos los esfuerzos por negar el orden anterior y se
tendió a historiar desde la independencia, dando realce a los hombres, las
instituciones y los acontecimientos republicanos, lo cual devino en una llamada
Historia Patria que ha contribuido al desarrollo historiográfico del país por sus

100
Paul Ricoeur, Historia y narratividad, Paidos, Barcelona, 1999, pp. 138-139.

85
aportes documentales y aún analíticos, pero que, como lo indicara Germán
Colmenares:
... estaba constituida por una narrativa cuyas finalidades eran en gran parte
extrañas a la función del saber histórico. Se trataba de un relato ritual concebido
para exaltar el patriotismo y que configuraba un canon inalterable de gestas
heroicas. De allí que el mayor esfuerzo narrativo se concentrara en el período
de la independencia, aquel del cual podía deducirse el mayor número de
ejemplos de acciones dignas de ser imitadas. 101

En este esquema de las historias patrias, de historias de países nuevos con un


nuevo régimen político y en los que el cambio y la continuidad en las estructuras
sociales y económicas asumieron confrontaciones de muy diverso orden; la
legitimación de la abstracción nacional se impuso sobre lo local, procurando que la
localidad –en sus formas institucionales y de vida- fueran una réplica de lo
nacional, como lo plantea Luís González para México102. En el caso colombiano
esta réplica no se dio en primera instancia y las primeras historias locales
buscaban reivindicar el pasado colonial sin perder el espíritu patriótico; de alguna
manera se siente en ellas el contraste entre cierta localidad colonial y el nuevo
patriotismo nacionalista, asociados a la oposición entre antiguas y nuevas
estructuras administrativas y entre los antiguos conceptos y los nuevos, entre la
ciudad y el municipio.

Una de las observaciones que se ha hecho a la historia local, más exactamente a


la microhistoria, es la pretensión de construir universos a partir de fragmentos de
realidad, de individuos o de unidades procesales únicas. A esta observación se
puede responder señalando que la unidad procesal que aparenta ser la única
fuente es realmente sólo la fuente principal, que hace de núcleo referente para el
acopio de una amplia información proveniente de otras múltiples fuentes. Es en el
análisis, microanálisis, del documento y el caso singular, donde lo singular exige,

101 Colmenares, Germán. “Perspectiva y prospectiva de la historia de Colombia, 1991”, en: Germán Colmenares, Ensayos sobre Historiografía,

Bogotá, Tercer Mundo, 1997, p. 98


.
102
Luís González G., Invitación a la Microhistoria, en:
http://omega.ilce.edu.mx:3000/sites/fondo2000/vol1/otra-invitacion/html/1.html consultado en
noviembre de 2008.

86
para su comprensión, la interpretación del testimonio en búsqueda del contexto en
el que se producen los hechos y se explican. Le Roy Ladurie lo expresa de la
siguiente manera:

Los análisis monográficos llegan a discernir ese fenómeno [el conflicto entre
clanes locales], ínfimo en la escala, pero capital en cuanto a las estructuras
finas de la sociedad. Montaillou no es más que una gota de agua en un charco
mas bien nauseabundo. Gracias a una documentación que crece cada vez más,
esa gota de agua se convierte para la historia en un pequeño universo: al
microscopio, se ven nadar los infusorios103.

Es quizás por esta razón que la historia local ha tenido especial éxito en el estudio
de la vida cotidiana; ha conseguido superar las historias tradicionales de la vida
cotidiana que no pasaban de ser cuadros sincrónicos de costumbres o
descripciones de salas de museo. La historia local recupera la vida cotidiana
como vida y, poniendo a los individuos en su realidad diacrónica activa, los
presenta estableciendo relaciones con los otros individuos y va descubriendo
acciones, actividades y conductas propias de las comunidades estudiadas, en
ejercicio de una cotidianidad activa.

En otros casos, como la microhistoria italiana, se la utiliza como instrumento para


comprender las mentalidades. De todas maneras, esta interpretación se
fundamenta en el reconocimiento del otro y la capacidad para sentir y pensar
como el otro.

Finalmente, no podemos negar que la amplitud y variedad de las formas de hacer


historia local dificultan hablar de una escuela, pero si se debe reconocer que ella
abre nuevos horizontes, tanto en la ampliación de escala, como en “ampliar hacia

103
Emmanuel Le Roy Ladurie, Montaillou, aldea occitana de 1294 a 1324, Taurus, Madrid, 1988,
p.399.

87
abajo la noción histórica de individuo” en una preocupación permanente por los
marginados y excluidos, por los colectivos singulares rechazados o invisibilizados
por los sectores sociales dominantes.

Es notorio que este nuevo camino va más allá del establecimiento del hecho y se
dirige a estudiar las potencialidades de interpretación de las fuentes. Realizado el
trabajo crítico, queda entonces una de las tareas más importantes para la historia
local, la hermenéutica.

Todos aquellos que se refieren al concepto Hermenéutica han aceptado que él


está vinculado, desde la más remota antigüedad, a Hermes104 el mensajero de los
dioses. También ha sido de aceptación general su equivalencia a interpretación.
Pero en todos los momentos de su historia su significado se ha ido fortaleciendo,
de tal manera que de considerársele un arte o técnica -en los tiempos griegos-
hoy es el objeto central de una corriente filosófica105. Numerosos y brillantes
pensadores aparecen en esta ruta: Platón, Aristóteles, San Agustín de Hipona,
Santo Tomás de Aquino, Friedrich D.E. Schleiermacher, Johann Gustav Droysen,
Wilhelm Dilthey, Martín Heidegger, H.G. Gadamer, G. Vattimo, Paul Ricoeur,
entre los más notables. Cada uno de estos autores ha aportado alguna reflexión
importante, ya sea en torno a la etimología de la palabra o en relación con su
significado, todos han procurado hacer de la hermenéutica una herramienta que
nos permita interpretar los textos orales, escritos o monumentales, en fin
simbólicos, para comprender e interpretar nuestro(s) mundo(s) y su sentido.

La presentación que hace Homero de Hermes como dios mediador, mensajero de


los dioses, da pié para vincularlo a…

104 Ver Luís Garagalza, Introducción a la hermenéutica contemporánea,


contemporánea Anthropos, Barcelona,
2002, p. 5
105 Acerca de la afirmación “La filosofía hermenéutica suele ser vista como una unidad teórica que
arranca de Heidegger y que sin censuras se articula y se “civiliza” en Verdad y Método.”; puede
verse Carlos B. Gutiérrez, Temas de filosofía hermenéutica,
hermenéutica Uniandes, Bogotá, 2002, pp. 11-13.

88
… hermeneuein como arte o técnica del hermeneuta o interprete que
se encarga de traducir a un lenguaje inteligible, al propio griego, lo
dicho de un modo extraño, incomprensible, “bárbaro”, y cuando se
entiende, de un modo más general, como la acción de explicar o de
“significar hablando”.106

Lo cual ayudó a delimitar el significado original de la palabra, en textos de


Patón y Aristóteles, como lo señala Heidegger en Hermenéutica de la
facticidad.107 En su reflexión sobre el “Teeteto”, el significado de la palabra
sería:
Lo que se ve en las palabras y lo que comunican quienes las
explican; lo que nosotros mismos vemos y oímos en lo que leemos
y escuchamos, y lo que nos enseñan los gramáticos e
intérpretes.108

De igual manera se nos informa que los Bizantinos concluyeron que


hermeneuin significa: significar, comentar, interpretar, “buscar aquello que en
un escrito propiamente se ha querido decir, y así hacer accesible lo dicho.
Hermeneia = “exégesis.”

En aquellos tiempos, cuando la hermenéutica era un complemento de la


retórica, tendió a confundirse “…la comprensión de los discursos (la
hermenéutica) y una técnica de la producción de los discursos (la retórica).109
Pero la urgencia del helenismo de conservar el patrimonio literario de la
antigüedad, muy especialmente en la Biblioteca de Alejandría, dio origen al
método histórico-gramatical.

Y justamente en la corrección de los poemas homéricos, Aristarco


elaboró el principio básico del método histórico-gramatical, aquel
según el cual, la mejor guía en el uso y en la corrección de los
textos transmitidos de un autor, es el corpus de sus propios

106 Garagalza, Ídem.


107 Martin Heidegger, Hermenéutica de la facticidad,
facticidad Traducción de Manuel Jiménez Redondo, p.
39, tomado de Internet. www.heideggeriana. Com. Ar/ consultado en enero 8 de 2009
108 Ibidem, p. 38
109 Maurizio Ferraris, Historia de la Hermenéutica,
Hermenéutica Siglo XXI, México, 2007, p.15.

89
escritos; de manera que, siempre que sea posible, las dificultades
de comprensión encontradas en la lectura, deberán ser explicadas
refiriéndose a otros pasajes del mismo autor.110

Un método, menos preocupado por la comprensión del autor y más por


hacer comprensible el texto para el lector, se generó hacia 525 a.C. en
Pérgamo y se le conoce como método alegórico. Este método, más
frecuente en la hermenéutica religiosa, establece significados a dioses,
héroes, piedras preciosas, animales, etc., cuyas propiedades utiliza para
iluminar y explicar el texto.

El ejemplo típico de esta perspectiva alegórica es la interpretación


de los dioses y de loa héroes como personificaciones de fuerzas
naturales o de conceptos abstractos: Agamenón es el éter, Aquiles
el sol, Paris el aire, Héctor la luna, etc.; y hasta el dios Cronos es
identificado –en una interpretación cargada de consecuencias- con
el tiempo.111

Entendiendo que las Sagradas Escrituras contenían la verdad y que para


entender sus significados se requería una traducción de los pasajes oscuros
de la Biblia, San Agustín suministra la primera “hermenéutica” de alto estilo,
para lo cual…

El hombre que teme a Dios, busca diligentemente averiguar en las


Sagradas Escrituras la voluntad de Dios. Y lo hace transido y
amansado por la piedad, a fin de no verse atraído por vanas
disputas; y provisto del saber de lenguas a fin de no quedar
atrapado en palabras y locuciones que desconoce; defendido
también por el conocimiento de algunas cosas necesarias, a fin de
no ignorar la fuerza o la naturaleza de las cosas que se aducen a
título de semejanza, ayudando también para ello la verdad de los
códigos, que él ha de procurarse con ingenio y enmendando y
corrigiendo con diligencia y pulcritud, y, así instruido, venga a
discutir y resolver los pasajes ambiguos de las Sagradas
Escrituras.112

110 Ibídem, p.16


111 Ibídem, p.17.
112 latina ed. Migne XXXIV, p. 63, citado en Martín Heidegger, Op.
De doctrina cristiana. Patrología latina,
Cit. P. 40

90
En el siglo XVII aparece la Hermenéutica Sacra dirigida, no tanto a la misma
interpretación sino, a la aplicación práctica de la interpretación de los textos y
el sentido de los mismos. Esta amplitud se vio restringida por Schleiermacher
al tratarla como el arte de entender el habla de otros, dando lugar a las
especialidades de hermenéutica teológica y la hermenéutica filológica, al
tiempo que tendía a dotar a la hermenéutica de una “reglamentación del
entender”113. Esta especialización tendió a reducir, el arte de interpretación
teológica a una técnica para la interpretación de la Biblia, y, la hermenéutica
filológica a una técnica auxiliar de la historia de la literatura.

Sería Dilthey quien, siguiendo la tendencia de Schleiermacher, afirmara


que…
… la hermenéutica no es sólo una mera técnica auxiliar para el
estudio de la historia de la literatura y, en general, de las ciencias
del espíritu: sino un método igualmente alejado de la arbitrariedad
interpretativa romántica y de la reducción naturalista que permite
fundamentar la validez universal de la interpretación histórica114.

Vista ahora la hermenéutica como un método, abre un horizonte de


reflexión que averigua simultáneamente por la diferencia de
interpretación entre las Ciencias Naturales y la Ciencias del Espíritu.
Por esta ruta, Johann Gustav Droysen incorpora el arte de interpretar
en su Histórica115 o metodología de la historia.

Además de la condición metodológica de la hermenéutica; la


experiencia, la vivencia, se destacan entre los conceptos que, en su
afán de construcción de un método para las ciencias del espíritu,

113 Martin Heidegger, Hermenéutica de la facticidad,


facticidad Traducción de Manuel Jiménez Redondo, p.
42, tomado de Internet. www.heideggeriana. Com. Ar/ consultado en enero 8 de 2009
114 José Ferrater Mora, Diccionario de filosofía de bolsillo
bolsillo 1 (A-H), Alianza Editorial, Madrid, 1999,
p.407.
115 Johann Gustav Droysen, Histórica. Lecciones sobre la Enciclopedia y metodología de la historia,
historia ED. Alfa,
Barcelona, 1983.

91
Dilthey aporta a la historia. Esto debe reconocerse a pesar de las
críticas expresadas por Heidegger, especialmente aquella en que,
refiriéndose a la reflexión metodológica de Dilthey, dice:

Pues, precisamente por lo dicho, a Dilthey le permanecieron


ocultas (en lo que se refiere al desenvolvimiento de la
hermenéutica propiamente dicha) las épocas decisivas de ese
desenvolvimiento (la Patrística y Lutero), en cuanto que él se
limitó siempre a convertir en tema el desenvolvimiento de la
hermenéutica sólo en el aspecto en que en ese
desenvolvimiento se ponía de manifiesto la tendencia hacia
aquello que él mismo consideraba los esencial de la
hermenéutica, a saber, a convertirse en metodología de las
ciencias hermenéuticas del espíritu116.

Esta observación no fue obstáculo para que el mismo Heidegger hiciera un


reconocimiento expreso de su aporte a la comprensión de la estructura de la
historicidad en el acontecer del individuo que, siendo con los otros, arrastra su
pasado. Heidegger dice:

Pertenece a la estructura de este acontecer el hecho de que


tenemos un saber de nosotros mismos. El acontecer está
originariamente ahí. Nos aproximamos a esta estructura de la
historicidad de la misma manera que lo hacemos con el tiempo.
Somos historia, es decir, nuestro propio pasado. Nuestro futuro
vive del pasado. Arrastramos el pasado con nosotros. Esto se
muestra claramente en la convivencia con los otros, en la
generación. Dilthey descubrió la importancia de este concepto
para el fenómeno de historicidad. Cada uno de nosotros no es
sólo él mismo, sino que pertenece a su generación. La generación
precede al individuo, está ahí antes que él y determina su
existencia. El individuo vive de lo que fue pasado, de lo que
arrastra el presente y, en último término, de las fuerzas que libera
una nueva generación.117

116 Martin Heidegger, Hermenéutica de la facticidad,


facticidad Traducción de Manuel Jiménez Redondo, p.
42, tomado de Internet. www.heideggeriana. Com. Ar/ consultado en enero 8 de 2009

117 Martín Heidegger, “El trabajo de investigación de Wilhelm Dilthey y la actual lucha por una
concepción histórica del mundo” (1925), en Martín Heidegger, Tiempo e Historia,
Historia Minima Trotta,
Madrid, 2009, p.93-94.

92
Esta coyuntura hermenéutica, provoca uno de los más importantes trabajos de
Heidegger: Hermenéutica de la facticidad, previo a Ser y Tiempo y apertura
definitiva a una hermenéutica histórica, enraizada en Husserl y la fenomenología.

“Tanto las lecciones inéditas como los escritos anteriores a la


publicación de Ser y Tiempo exponen su deseo de desarrollar una
hermenéutica fenomenológica como ciencia originaria, mediante la
caracterización, primero, de su ámbito y, segundo, de su método
correspondiente”118

Estamos, entonces, en la obligación de presentar, en sus características básicas,


la hermenéutica previa a las pretensiones heideguerianas. Todo el desarrollo
hermenéutico previo es rechazado en la medida en que, hasta este momento, se
ha tomado como paradigma interpretativo la deidad ó la razón y, ahora
entendemos que los hechos y su significado se producen (se factualizan) como
experiencias determinadas por un contexto que las hace existentes y significantes
dentro del mismo contexto; el cual es, de suyo, histórico. Pero este rechazo no lo
es para los procedimientos utilizados para abordar un proceso hermenéutico, las
acciones iniciales continúan siendo importantes. Por esta razón, Ruby Zapata se
expresa de la interpretación histórica en los siguientes términos:

Se investiga el fondo histórico del pasaje, respecto a su escritor (su


carácter, su cultura, su ambiente social, su vida espiritual—todo lo que
tiene qué ver con el autor original). Igualmente, respecto a los
destinatarios originales. A esto hay que agregarle la fecha, la ocasión,
el propósito del escrito, los usos y costumbres del pueblo del autor, del
de los destinatarios y de los pueblos circunvecinos. También se tiene

118 Mauricio Mancilla, “Situación hermenéutica y existir fáctico: hacia una noción preliminar de
historicidad en la génesis de Ser y Tiempo”, en Alfredo Rocha de la Torre (Ed.), Martin Heidegger:
La experiencia del camino, Ediciones Uninorte, Barranquilla, 2009, (pp. 124-143) p. 126.

93
que tomar en cuenta la situación social, económica, política y religiosa
que se estaba viviendo en ese momento.119

Pero todas estas operaciones, deben realizarse bajo el manto de tres


recomendaciones que instauran una situación hermenéutica y consolidan el
análisis tendiente a establecer el significado de lo que se está historiando, dentro
de su contexto, y su significado en el proceso histórico del que hace parte.
Estas coordenadas, impuestas por la vida fáctica son:

… primero, se debe encontrar un “punto de mira”, que sea apropiado y


que esté claramente fijado; segundo, se debe evidenciar “la orientación
de la mirada”, que determina el “como qué” debe ser precomprendido y
el “hacia dónde” debe ser interpretado; y, por último, hacer visible el
“horizonte de la mirada”, delimitado por el punto de mira y la dirección
de la mirada, el lugar donde se juega la pretensión de objetividad de
toda interpretación.120

119
Ruby Zapata de Villarreal, Curso de Hermenéutica, http://www.creavit.org/herme6.htm.

120 M. Heidegger, “Interpretación fenomenológica sobre Aristóteles”, citado por Mauricio Mancilla,
“Situación hermenéutica y existir fáctico: hacia una noción preliminar de historicidad en la génesis
de Ser y Tiempo”, en Alfredo Rocha de la Torre, Martin Heidegger: la experiencia del camino,
camino
Ediciones Uninorte, Barranquilla, 2009, p. 137.

94
95
Martin Heidegger

Hans-Georg Gadamer Paul Ricoeur

96
Capitulo V
EL TEXTO

Finalizada la etapa hermenéutica, se debe alcanzar la comprensión como


culminación de todo el proceso analítico, científico, para dar paso a la síntesis y al
texto.

Como bien señala Paul Ricoeur:

Dicho de otro modo, la historia es un artefacto literario, y al mismo


tiempo, una representación de la realidad. Consiste en un artefacto
literario en la medida que, al igual que los textos de la literatura, tiende
a asumir el estatuto de un sistema autosuficiente de símbolos. Pero
consiste también en una representación de la realidad, en la medida
que pretende que el mundo que describe –que es, desde el punto de
vista de la realidad el “mundo de la obra”- equivalga a los
acontecimientos efectivos del mundo “real”121

Hete aquí otro problema en torno a la historia local: al establecer tipos y jerarquías
de las diferentes formas de hacer historiografía, la historia local se ubica en la
base de una tipología que reconoce otras dos o tres formas historiográficas, la
historia regional en algunos casos, pero definitivamente la historia nacional y la
historia universal. Se diría que en esta clasificación le corresponde a la historia
local lo simple, lo individual y a la historia universal lo complejo y general, siendo la
historia nacional el nivel intermedio entre las anteriores. Pero, estamos
equivocados. Esta tipología obedece a una necesidad específica, la necesidad de
legitimar la noción de nación-estado y dar sustento a los Estados nacionales,
preferentemente Estados republicanos, que recuperaron para sí la noción de
patria como lugar de origen. De esta manera, se distinguió entre patria chica (la
localidad) y la patria grande (la nación), dando lugar a la sinonimia frecuente entre

121
Paul Ricoeur, Historia y narratividad, Paidos, Barcelona, 1999, pp. 138-139.

97
historia nacional e historia patria., asignándole a ésta el papel de legitimadora de
un nuevo orden republicano y sirvió para consolidar los nuevos Estados
nacionales.

Por otra parte se hicieron todos los esfuerzos por negar el orden anterior y se
tendió a historiar desde la independencia, dando realce a los hombres, las
instituciones y los acontecimientos republicanos, lo cual devino en una llamada
Historia Patria que ha contribuido al desarrollo historiográfico del país por sus
aportes documentales y aún analíticos, pero que, como lo indicara Germán
Colmenares:

... estaba constituida por una narrativa cuyas finalidades eran en gran
parte extrañas a la función del saber histórico. Se trataba de un relato
ritual concebido para exaltar el patriotismo y que configuraba un canon
inalterable de gestas heroicas. De allí que el mayor esfuerzo narrativo
se concentrara en el período de la independencia, aquel del cual podía
deducirse el mayor número de ejemplos de acciones dignas de ser
imitadas. 122

En este esquema de las historias patrias, de historias de países nuevos con un


nuevo régimen político y en los que el cambio y la continuidad en las estructuras
sociales y económicas asumieron confrontaciones de muy diverso orden: la
legitimación de la abstracción nacional se impuso sobre lo local, procurando que la
localidad –en sus formas institucionales y de vida- fueran una réplica de lo
nacional, como lo plantea Luis González para México123. En el caso colombiano
esta réplica no se dio en primera instancia y las primeras historias locales,
buscaban reivindicar el pasado colonial sin perder el espíritu patriótico; de alguna
manera se siente en ellas el contraste entre cierta localidad colonial y el nuevo

122 Colmenares, Germán. “Perspectiva y prospectiva de la historia de Colombia, 1991”, en: Germán Colmenares, Ensayos sobre Historiografía,

Bogotá, Tercer Mundo, 1997, p. 98


.
123
Luis Gonzalez , Luis González G., Invitación a la Microhistoria, en:
http://omega.ilce.edu.mx:3000/sites/fondo2000/vol1/otra-invitacion/html/1.html

98
patriotismo nacionalista, asociados a la oposición entre antiguas y nuevas
estructuras administrativas y entre los antiguos conceptos y los nuevos, entre la
ciudad y el municipio.

Una de las observaciones que se ha hecho a la historia local, más exactamente a


la microhistoria, la pretensión de construir universos a partir de fragmentos de
realidad, de individuos o de unidades procesales únicas. A esta observación se
puede responder señalando que el proceso que aparenta ser la única fuente es
realmente sólo la fuente principal, que hace de núcleo referente para el acopio de
una amplia información en otras múltiples fuentes. Es en el análisis, microanálisis,
del documento y el caso singular, donde lo singular exige, para su comprensión, la
interpretación del testimonio en búsqueda del contexto en el que se producen los
hechos y se explican. Le Roy Ladurie lo expresa de la siguiente manera:

Los análisis monográficos llegan a discernir ese fenómeno [el conflicto


entre clanes locales], ínfimo en la escala, pero capital en cuanto a las
estructuras finas de la sociedad. Montaillou no es más que una gota de
agua en un charco mas bien nauseabundo, Gracias a una
documentación que crece cada vez más, esa gota de agua se convierte
para la historia en un pequeño universo: al microscopio, se ven nadar
los infusorios124.

Es quizás por esta razón que la historia local ha tenido especial éxito en el estudio
de la vida cotidiana; ha conseguido superar las historias tradicionales de la vida
cotidiana que no pasaban de ser cuadros sincrónicos de costumbres o
descripciones de salas de museo. La historia local recupera la vida cotidiana
como vida y, poniendo a los individuos en su realidad diacrónica activa, los
presenta estableciendo relaciones con los otros individuos y va descubriendo

124
Emmanuel Le Roy Ladurie, Montaillou, aldea occitana de 1294 a 1324, Taurus, Madrid, 1988,
p.399.

99
acciones, actividades y conductas propias de las comunidades estudiadas, en
ejercicio de una cotidianidad activa.

Finalmente, no podemos negar que la amplitud y variedad de las formas de hacer


historia local dificultan hablar de una escuela, pero si se debe reconocer que ella
abre nuevos horizontes, tanto en la ampliación de escala, como en “ampliar hacia
abajo la noción histórica de individuo” en una preocupación permanente por los
marginados y excluidos.

Es notorio que este nuevo camino va más allá del establecimiento del hecho
y se dirige a estudiar las potencialidades de interpretación de las fuentes.
Realizado el trabajo crítico, queda entonces una de las tareas más
importantes para la historia local, la hermenéutica.

La hermenéutica, entendida -en general-- como interpretación de los textos y los


documentos, .siempre ha estado presente en el oficio del historiador. Ella ha
tenido desarrollos que van desde la interpretación como determinación del sentido
literal de las fuentes, pasando por la interpretación de los textos bíblicos, hasta la
interpretación de las relaciones que se dan en la transmisión de la tradición. En
historia local se ha aplicado de diferentes maneras, Luís González la entiende
como:

...la determinación del sentido literal e ideal de las fuentes, la


comprensión de ideas y conductas debe hacerse con muchas
vivencias, larga reflexión, cultura variada y con el máximo de
simpatía,125

En otros casos, como la microhistoria italiana, se la utiliza como instrumento para


comprender las mentalidades. De todas maneras, esta interpretación se

125
Ídem.

100
fundamenta en el reconocimiento del otro y la capacidad para sentir y pensar
como el otro.

Todos aquellos que se refieren al concepto Hermenéutica han aceptado que él


está vinculado, desde la más remota antigüedad, a Hermes126 el mensajero de los
dioses. También ha sido de aceptación general su equivalencia a interpretación.

Pero en todos los momentos de su historia su significado se ha ido fortaleciendo,


de tal manera que de considerársele un arte o técnica -en los tiempos griegos,
hoy es el objeto central de una corriente filosófica127. Numerosos y brillantes
pensadores aparecen en esta ruta: Platón, Aristóteles, San Agustín de Hipona,
Santo Tomás de Aquino, Friedrich D.E. Schleiermacher, Johann Gustav Droysen,
Wilhelm Dilthey, Martín Heidegger, H.G. Gadamer, G. Vattimo, Ricoeur, entre los
más notables. Cada uno de estos autores ha aportado alguna reflexión
importante, ya sea en torno a la etimología de la palabra o en relación con su
significado, todos han procurado hacer de la hermenéutica una herramienta que
nos permita interpretar los textos orales, escritos o monumentales, en fin
simbólicos, para comprender e interpretar nuestro(s) mundo(s) y su sentido.

La presentación que hace Homero de Hermes como dios mediador, mensajero de


los dioses, da pié para vincularlo a…

… hermeneuein como arte o técnica del hermeneuta o interprete que


se encarga de traducir a un lenguaje inteligible, al propio griego, lo
dicho de un modo extraño, incomprensible, “bárbaro”, y cuando se

126 Ver Luís Garagalza, Introducción a la hermenéutica contemporánea,


contemporánea Anthropos, Barcelona,
2002, p. 5
127 Acerca de la afirmación “La filosofía hermenéutica suele ser vista como una unidad teórica que
arranca de Heidegger y que sin censuras se articula y se “civiliza” en Verdad y Método.” ; puede
verse Carlos B. Gutiérrez, Temas de filosofía hermenéutica,
hermenéutica Uniandes, Bogotá, 2002, pp. 11-13.

101
entiende, de un modo más general, como la acción de explicar o de
“significar hablando”.128

Lo cual ayudó a delimitar el significado original de la palabra, en textos de


Patón y Aristóteles, como lo señala Heidegger en Hermenéutica de la
facticidad.129 En su reflexión sobre el “Teeteto”, el significado de la palabra
sería:
Lo que se ve en las palabras y lo que comunican quienes las
explican; lo que nosotros mismos vemos y oímos en lo que leemos
y escuchamos, y lo que nos enseñan los gramáticos e
interpretes.130

De igual manera se nos informa que los Bizantinos concluyeron que


hermeneuin significa: significar, comentar, interpretar, “buscar aquello que en
un escrito propiamente se ha querido decir, y así hacer accesible lo dicho.
Hermeneia = “exégesis.”

Entendiendo, por entonces, que las Sagradas Escrituras contenían la verdad


y que para entender sus significados se requería una traducción de los
pasajes oscuros de la Biblia, San Agustín suministra la primera
“hermenéutica” de alto estilo, para lo cual…

El hombre que teme a Dios, busca diligentemente averiguar en


las Sagradas Escrituras la voluntad de Dios. Y lo hace transido y
amansado por la piedad, a fin de no verse atraído por vanas
disputas; y provisto del saber de lenguas a fin de no quedar
atrapado en palabras y locuciones que desconoce; defendido

128 Garagalza, Idem.


129 Martin Heidegger, Hermenéutica de la facticidad,
facticidad Traducción de Manuel Jiménez Redondo, p.
39, tomado de Internet. www.heideggeriana. Com. Ar/ consultado en enero 8 de 2009
130 Ibidem, p. 38

102
también por el conocimiento de algunas cosas necesarias, a fin de
no ignorar la fuerza o la naturaleza de las cosas que se aducen a
título de semejanza, ayudando también para ello la verdad de los
códigos, que él ha de procurarse con ingenio y enmendando y
corrigiendo con diligencia y pulcritud, y, así instruido, venga a
discutir y resolver los pasajes ambiguos de las Sagradas
Escrituras.131

De esta manera queda establecido que la Hermenéutica buscaba


comprender los mensajes sagrados.

En el siglo XVII aparece la Hermenéutica Sacra dirigida, no tanto a la misma


interpretación sino, a la aplicación práctica de la interpretación de los textos y
el sentido de los mismos. Esta amplitud se vio restringida por Schleiermacher
al tratarla como el arte de entender el habla de otros, dando lugar a las
especialidades de hermenéutica teológica y la hermenéutica filológica. Esta
especialización tendió a reducir, el arte de interpretación teológica a una
técnica para la interpretación de la Biblia, y , la hermenéutica filológica en
técnica auxiliar de la historia de la literatura.
Sería Dilthey quien, siguiendo la tendencia de Schleiermacher, en ,
afirmara que…
… la hermenéutica no es sólo una mera técnica auxiliar para el
estudio de la historia de la literautra y en general de las ciencias
del espíritu sino un método alejado de la arbitrariedad
interpretativa romántica y de la reducción naturalista que permite
fundamentar la validez universal de la interpretación histórica132.

131 latina ed. Migne XXXIV, p. 63, citado en Martín Heidegger, Op.
De doctrina cristiana. Patrología latina,
Cit. P. 40
132
Ferrater Mora, José. Diccionario de filosofía de bolsillo, Alianza Editorial Madrid, 1999, Tomo
1 (A-H), p. 407

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