001 Naturalismo James Sire 20180711181020
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001 Naturalismo James Sire 20180711181020
Naturalismo
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loque quiera que sea. Por su parte, el naturalismo fue y es algo más
serio.
En términos intelectuales, el recorrido es el siguiente: en
Dios es el creador infinito y personal que gIsti_enp el cosmos. En el
deismo se reduce a Dios; empieza perdiendo su carácter deperso-n:
no deja de ser_creador y, ponsecuenternente„sustentador del cosmos.
En el naturalismo se extrema la reducción: Dios pierde incluso la exis_
tencia.
Destacan numerosas figuras en este paso del deismo al naturalis-
mo, especialmente entre i600 y 1750. René Descartes (1596-16501
teista confeso, sentó las bases para la concepción del universo como
un gigantesco mecanismo de «materia» que las personas pueden en-
tender por medio de la «mente». A partir de ahí dividió la realidad
en dos clases de ser; desde entonces el mundo occidental ha tenido
problemas para concebirse corno un todo integrado. El naturalismo,
al tomar una ruta hacia la unificación, da lugar a una subcategoría de
materia mecanicista.
John Locke (1632-1714), mayormente teísta, creía en un Dios per-
sonal que se reveló al hombre; pero también creía que el don divino de
la razón es el juez que dirime qué se puede considerar o no verdad de
la «revelación» bíblica. Los naturalistas eliminaron la expresión «don
divino» de su concepto e hicieron de la «razón» el criterio exclusivo
para la verdad.
Una de las figuras más interesantes de este movimiento fue Julien
Offray de La Mettrie (1709-1751). En su tiempo a La Mettrie se le con-
sideraba generalmente un ateo, pero él mismo dijo: «no es que yo pon-
ga en cuestión la existencia de un ser supremo, al contrario, me parece
que el índice de probabilidades apunta a favor de esa creencia». No
obstante, continua diciendo: «es una verdad teórica con escaso valor
práctico». La razón de concluir que la existencia de Dios sea de tan
poco valor práctico es que el Dios que existe es «sólo» el creador del
universo. No está interesado personalmente en su creación ni en que
nadie lo adore. Así pues, la existencia de Dios puede efectivamente
considerarse algo irrelevante.2
1 Julien Offray de La Mettrie, Man a Machine (1747), en Les Philosophes, ed. Norman L. Torrey
(New York: Capricorn, 1960), p. 176. En español El hombre máquina, trad. por Ángel J.
Cappelletti, 21 ed., Buenos Aires: Ed. Universidad de Buenos Aires, 1962.
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Naturalismo básico
2 Alfred North Whitehead, por ejemplo, dice: «Por supuesto, encontramos en el siglo XVIII
el famoso argumento de Paley, según el cual ese mecanismo presupone un Dios que es el
autor de la naturaleza. Pero ya antes que Paley diese forma definitiva a ese argumento, Hume
había escrito la réplica, que el Dios que uno encontrará será el tipo de Dios que crea ese
mecanismo. En otras palabras, el mecanismo puede, como máximo, presuponer un mecánico,
y no meramente un mecánico, sino su mecánico» (Whitehead, Science and the Modern World
[1925; reimp. New York: Mentor, 19481 p. 77).
3 El tono insolente, anticlerical y anticristiano del ensayo de La Mettrie está en consonancia
con su contenido ateo, que exalta la razón humana en detrimento de la revelación. Resultará
instructiva una muestra de esto en la conclusión de Man a Machine: «Sólo reconozco
como jueces de mis conclusiones a los científicos, y desde aquí desafío a cualquier hombre
prejuicioso que no sea un anatomista, o que no esté familiarizado con la única filosofía que
viene al caso, la del cuerpo humano. ¿Qué pueden hacer los frágiles juncos de la teología,
la metafísica y el escolasticismo contra tan fuerte y sólido roble? Son armas de niños, como
floretes de esgrima, que pueden servir para divertirse en ese deporte pero nunca harían daño
a un adversario. ¿Tengo que decir que me refiero a nociones huecas y triviales, a los trillados
y patéticos argumentos que, mientras permanezca sobre la tierra la sombra del prejuicio o
la superstición, se usarán para la supuesta incompatibilidad de dos sustancias que se unen e
interactúan incesantemente?» (p. 177). La Mettrie alude en esta última frase a la división
cartesiana de la realidad en mente y materia.
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del cosmos lo que prima, por ahora. M dejar fuera de escena al Dios
creador,elpropioCOSOSadquierevaloreterno,aunquenonececosmosriamentesiempreenlamismaforma.Dehecho,sedaporseguroque
no siempreha tenido la forma actual. El popular astrofísico y divulga-
dor de la ciencia Carl Sagan lo dijo con una claridad insuperable: «El
cosmos es todo lo que hay, ha habido do o jam ás habrá}>.
Nada viene de la nada. Algo hay. Por tanto, algo ha existido siem-
pre. Pero ese algo, para los naturalistas, no es un creador trascendente
vera toda la materia
sino la propia materia del cosmos. De alguna ma
del universo ha estado siempre ahí.
Hay que entender el término materia en un sentido amplio pues-
toque, desde el siglo XVIII hasta hoy, la ciencia ha refinado la com-
prensión de esa palabra. Los científicos del XVIII todavía tenían que
descubrir la complejidad de la materia o su estrecha relación con la
energía. Concebían la realidad como algo formado por «unidades»
que existían en relaciones recíprocas mecánicas y espaciales. Tales
relaciones eran objeto del estudio de la química y la física, y se expre-
saban en «leyes» inexorables. Científicos posteriores descubrirían que
la naturaleza no es tan clara, o al menos no tan simple. Parece ser que
las «unidades» irreducibles como tales no existían, y que las leyes físi-
cas no eran más que expresiones matemáticas. Físicos como Stephen
Hawking pueden dedicarse a buscar nada menos que una «completa
descripción del universo» y hasta creer que la van a encontrar.6 Pero
la certeza acerca de qué es la naturaleza, o la probabilidad de descu-
brirlo, está prácticamente desvanecida.
Aun así, la proposición expresada anteriormente une a los natu-
4 Hablando con rigor, hay naturalistas que no son materialistas, es decir, que sostienen la
existencia de elementos del universo que no son materiales. Pero estos naturalistas han tenido
un impacto reducido en la cultura occidental. Mi definición de naturalismo se limitará a los
materialistas.
5 Carl Sagan, Cosmos (New York: Random House, 1980 [En español, Cosmos, Barcelona: Planeta,
2000]), P. 4. Sagan llega a decir: «Nuestras más débiles contemplaciones del cosmos nos producen
una conmoción: un escalofrío por la espalda, un pellizco en la voz, una tenue sensación, como de un
recuerdo distante, de caer desde lo alto. Sabemos que nos estamos acercando al más grande de los
misterios». Para Sagan, en este libro y en su serie televisiva, el cosmos ocupa la posición de Dios, y
crea en Sagan el mismo tipo de sobrecogimiento. E l famoso científico intenta producir la misma
respuesta en sus lectores y audiencia televisiva. La llamada ciencia se convierte así en religión. Dicen
que es la religión de los cient(1---- -,Véase Jeffrey Marsh, «The Universe and Dr. Sagan», Commentary,
Mayo 1981, pp. f
6 Stephen Hawking, A Brief History of Time (New York: Bantam, 1988 [En
del tiempo, Barcelona: Crítica, 1992]), p. 13. La conclusión de Hawking e
optimista: «si descubrimos una teoría completa [del universo]... sería el triu
razón humana, porque entonces conoceríamos el pensamiento de Dios» (p,
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7 La Mettrie, Man a Machine, p. 177. Por otro lado, la definición del hombre como «un campo de
energías que se mueve dentro de un sistema ampliamente fluctuante de energía» es igualmente
naturalista. Véase Marilyn Ferguson, The Brain Revolution: The Frontiers ofMind Research (New
York: Taplinger, 1973 [La revolución del cerebro, Majadahonda: Heptada Ed., 1991), p. 22.
8 Émile Bréhier, The History of Philosophy, traducido al inglés por Wade Baskin (Chicago:
University of Chicago Press, 1967 [En español, Historia de la filosofa, Madrid: Tecnos,
1988]), 5:129.
9 Humanist Manifestos I and II (Buffalo, N.Y.: Prometheus, 1973), p. 16. Estos dos manifiestos,
sobre todo el segundo (ideado por Paul Kurtz), son buenas compilaciones de los presupuestos
naturalistas. Durante muchos años Paul Kurtz fue profesor de filosofía de la State University of
New York en Buffalo, editor de Free Inquiry (revista dedicada ala propagación del humanismo
secular) y editor de Prometheus Books.
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io John A. Garraty y Peter Gay, eds., The Columbia History of the Wo•ld (New York: Harper &
Row, 1972), p. 14,
u David Jobling, «How Does Our Twentieth-Century Concept of the Universe Affect Our Understanding
of the Bible?» Enquiry, Septiembre-Noviembre 1972, p. 4. Ernest Nagel, en un provechoso
ensayo que define el naturalismo al estilo de mediados del siglo XX, declar esta posición
en términos más rigurosamente filosóficos: «La primera [proposición centr para el
naturalismo] es la primacía existencial y causal de la materia organizada en el ord ejecutivo
de la naturaleza. Ésta es la asunción de que la ocurrencia de atonte-' -t
cualidades y procesos, y las conductas características de varios individuos, son
sobre la organización de los cuerpos situados espacial y temporalmente, cuy: y relaciones internas
y externas determinan y limitan la aparición y desapari que ocurre» (Ernest Nagel, «Naturalism
Reconsidered» [1954], en Essays Houston Peterson [New York: Pocket
Library, 1959], p. 486).
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14 William Barrett, The Death of the Soul: From Descartes to the Computer (New York Anche
1987), p. 15. Sherry Turkle, que ha estudiado el efecto de los ordenadores en la compren que
los hombres tienen de si mismos, dice que «las personas que intentan pensar
mismas como computadoras tienen problemas con la noción del yo» (Carl Mitcham ha'
su obra en «Computer Etilos, Computer Ethics», en Research in Philosophy and Te __
[Greenwich, Conn.: JAI Press], 8:271).
15 El Humanist Mamfesto II afirma la situación generalmente en referencia a la tor'
naturaleza; «La naturaleza puede ser más ancha y profunda de lo que conocemc
los nuevos descubrimientos aumentarán nuestro conocimiento de lo natural»
16 Julian Huxley, «The Uniqueness of Man», en Man in the Modern World (Ne•
1948), pp. 7-28, George Gaylord Simpson enumera los «factores inter
inteligencia, flexibilidad, individualización y socialización» de la
humanid of Euolution, ed. rey. [New York: Mentor, 1951], p. 138).
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33 Se puede estudiar este cambio en el contenido de las normas éticas comparando el Manifiesto
Humanista de 1933 con el Manifiesto Humanista II, de 1973. Por supuesto, después de ese
año ha habido más cambios, destacando la cada vez más presente defensa de la consideración
de la homosexualidad corno una condición humana normal en lo que respecta a los derechos
morales.
34 La Mettrie, Man a Machine, p. 176; énfasis mío.
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37 Ibid., p. 49.
38 John Platt en The Center Magazine, Marzo-Abril 1972, p. 48.
39 Otros dos naturalistas que intentan construir una ética sobre fundamento evolucionista son
Daniel Dennett, Dartvin's Dangerous Idea, y James Q. Wilson, The Moral Sense (New York:
Free Press, 1993). Explican cómo puede haberse desarrollado un sentido moral; ninguno de
los dos consigue evitar la falacia naturalista, el intento de derivar el debe a partir del es
(véase el capítulo 5 de este libro, pp. no-114).
40 Walter Lippmann, A Preface to Morals (New York: Time, 1964), p. 190.
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41 Ibid., p. 307. The Closing of the American Mind, de Allan Bloom se podría describir caras-
expresión de la necesidad de alguna otra base para el valor humano, que no sea el com.r
o decisión del hombre. Es dificil ver cómo los valores contemporáneos pueden basa' absoluto
que sea sólido si no se plantean seriamente a un Dios personal infinito qui fundamento para
los valores. Véase Allan Bloom, The Closing of the American Mi York: Simon & Schuster,
1987), sobre todo pp. 194-216. Véase también Alasdair
After Vi•tue, 2a ed. (Notre Dame, Ind.: Notre Dame University Press, 1984 [7' Barcelona: Critica,
Crítica, 2001).
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El naturalismo en la práctica:
humanismo secular
Mención especial merecen dos formas de naturalismo. La primera
es el humanismo secular, un término que ha llegado a ser de uso y
abuso por partidarios y críticos. Conviene aquí hacer alguna clarifica-
ción.
Primero, el humanismo secular es una forma de humanismo gene-
ral, pero no la única. El humanismo propiamente dicho es la actitud
global en la que el ser humano tiene un valor especial, sus aspiracio-
nes, sus pensamientos, sus anhelos son importantes. Enfatiza tam-
bién el valor de la persona individual.
Desde el Renacimiento, pensadores de convicciones diversas han
recibido por sí mismos y por parte de los demás el nombre de huma-
nistas, entre ellos muchos cristianos. Juan Calvino (1509-1564), Desi-
derio Erasmo (1456?1536), Edmund Spenser (1552?-1599), William
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han afirmado el valor de los seres humanos.42
Las tesis del humanismo secular están muy bien expresadas en
el Manifiesto humanista H.43 El secular es un humanismo completa-
mente enmarcado en la visión naturalista del mundo. Creo que cabe
decir que la mayoría de los que se sienten cómodos con la etiqueta
43 Humanist Mainfest❑s I and II. Otra compilación de postulados humanistas seculares, más breves, es
«The Affirmations of Humanism: A Statement of Principies and Values». Aparece en la contraportada de
Free inquiry, Verano 1987.
44 Esta sección sobre el marxismo la ha escrito Stephen Evans, profesor de filosofía en Baylor University.
45 Una de las mejores introducciones a las muchas versiones es la de Richard Schmitt, Introduce-ion to
Marx and Engels: Critica( Reconstruction (Boulder, Colo.: Westviesv, 1987 Una buena introducción
desde un punto de vista cristiano es la de David Lyon, Karl Mw: A Christian Assessment of
His Life and Thought (Dosvners Grave, 111.: InterVarsity Prr 1979). Por supuesto, no sustituye la
lectura de los propios escritos de Marx y de su ami! compañero Engels para entender bien el
marxismo. En inglés, se pueden encontrar mut de sus escritos más importantes en Richard
Tucker, ed., The Marx-Engels Reader, 2: (New York: W. W. Norton, 1978 [en español,
Obras Completas, Barcelona: Altaya, 1992
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sts
vidas en términos de la necesidad de trabajar para satisfacer sus
n l
e cesidades materiales.
Marx creía que la historia humana empezó con comunidades re-
lativamente pequeñas organizadas en tribus de tipo familiar. No se
conocía la propiedad privada; se practicaba una especie de comunismo
natural o primitivo en el que los individuos se identificaban con la
comunidad como un todo, aunque dichas comunidades eran pobres e
incapaces de permitir que sus miembros prosperasen. Conforme las
sociedades iban desarrollando la tecnología se fue produciendo gra-
dualmente una división de labores. Algunos miembros de la sociedad
controlaban las herramientas y recursos de los que ella dependía; así
consiguieron el poder para explotar a los demás. De esta manera sur-
gen las clases sociales a partir de la división de trabajos y el conse-
cuente control de los medios de producción.
Para Marx eran las clases sociales, no las realidades espirituales de
Hegel, los antagonistas dialécticos de la historia, que a su vez consiste
en la lucha de clases. Tras la desaparición de las sociedades primiti-
vas, los complejos sociales siempre han estado bajo el dominio de la
clase que controla los medios de producción. La clave para entender
la sociedad está en el proceso mediante el cual se crean los bienes
materiales que dicha sociedad requiere. Los marxistas conocen este
proceso con el nombre de «base» de la sociedad. Un sistema en parti-
cular dedicado a la producción de bienes materiales, como la agricul-
tura en el sistema feudal o la industria en el capitalismo, produce una
determinada estructura de clases. De esta estructura depende a su vez
lo que Marx llama la «superestructura» de la sociedad: arte, religión,
filosofía, moralidad y, lo más importante, instituciones políticas.
Los cambios sociales se producen cuando un sistema de producción
da lugar «dialécticamente» a un nuevo sistema. La nueva base econó-
mica surge en las entrañas de la vieja superestructura. La clase social
dominante del viejo orden intenta por supuesto mantener el poder el
mayor tiempo posible, apoyándose en el estado para no perder su po-
sición. Pero al final el nuevo sistema económico y la clase emergente
llegan a ser demasiado poderosos. El resultado es una revolución en la
que la vieja superestructura se retira a favor de un nuevo orden social y
político que refleja mejor el orden económico subyacente.
La historia del capitalismo ilustra con toda claridad estas verda-
des, según Marx. Las sociedades feudales de la Edad Media crearon
la sociedad industrial moderna, que es su opuesto dialéctico. Durante
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48 Encontramos una importante critica cristiana del naturalismo en Johnson, Reason in the
Balance.
49 Simpson, Meaning of Evolution, p. 139.
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