114 28 PB
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DOI: http://dx.doi.org/10.21789/issn.2422-2704
Vol. 5 N.° 2
Julio - Diciembre del 2018
Revista tiempo&economía Bogotá-Colombia Vol. 5 N.° 2 Julio-Diciembre 2018 Pp. 242 e-ISSN: 2422-2704
tiempo&economía Salomón Kalmanovitz
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Vol. 5 N.° 2 julio-diciembre del 2018 Universidad Nacional de Colombia - Colombia
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administrativas, económicas y contables de Colombia, la región y el mundo.
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a discusión los avances teóricos y metodológicos que sobre estos temas se pro-
ducen, con el fin de contribuir a conformar una comunidad académica congre-
gada alrededor de los temas tratados en la revista. Esta publicación es editada
por la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad de
Bogotá Jorge Tadeo Lozano.
Contenido
Editorial 9
Paul Bromberg
ARTÍCULOS
Una aproximación a la estructura productiva de Entre Ríos en 179
la década de 1930
Maximiliano Camarda, Leandro Rodriguez y José
Antonio Mateo
RESEÑA
Reseña. La economía colombiana del siglo XX: Un recorrido 227
por la historia y sus protagonistas. Carlos Caballero.
Penguin Random House, 2016.
Edwin López Rivera
tiempo&economía
Vol. 5 N.° 2 - Julio - Diciembre del 2018
p. 5
Content
Editorial 9
Paul Bromberg
ARTICLES
An approximation to the productive structure of Entre Rios 179
in the 1930
Maximiliano Camarda, Leandro Rodriguez y José
Antonio Mateo
REWIEV
Reseña. La economía colombiana del siglo XX: Un recorrido 227
por la historia y sus protagonistas. Carlos Caballero.
Penguin Random House, 2016.
Edwin López Rivera
tiempo&economía
Vol. 5 N.° 2 - Julio - Diciembre del 2018
p. 7
Editorial
Ciudad y transporte
1 Colombia: Comercio y transportes 1850-1929. Rafael Darío Muriel F., Editorial Pi, 2009.
2 Weber advirtió que el Estado históricamente ha intervenido en todo. Por consiguiente, aunque suene paradójico, hoy en-
tendemos que una forma de intervención es dejar hacer, pero a esa no la considero como intervención activa.
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10 Editorial
porque la infraestructura es costosa y el Estado puede ser el único actor que tenga el potencial
financiero para acometerlas, porque encuentra fuentes de ingreso y lo más usual es que los
aparatos de Estado sean fiscalistas y exploten las aduanas. Por otro lado, los niveles territoria-
les de gobierno local y nacional compiten por las atribuciones de gobernarlos, discutiendo si
es el municipio, la provincia o ‘la Nación’ quien toma las decisiones públicas sobre el puerto.
Además, esa infraestructura usualmente tiene una fuerte influencia sobre el ordenamiento de
la ciudad: sus impactos positivos y negativos se manifiestan en competencia por el suelo, en
propiedad, uso y rentas; los predios se valorizan y desvalorizan según la evolución de usos y
dimensiones de la infraestructura.
Ramón, González y Gonçalvez relatan la evolución de Salvador de Bahía, hoy en día con
tres millones de habitantes, cuarta ciudad en población de Brasil, fundada por los portugue-
ses como capital y durante un tiempo prolongado puerto principal del comercio de azúcar y
esclavos, y Las Palmas de Gran Canaria, ciudad puerto, co-capital con Santa Cruz de Tenerife
de la Comunidad Autónoma de las Islas Canarias, España, hoy en día con 380.000 habitantes.
Describen su desarrollo urbano en relación con sus puertos, a la vez que analizan semejanzas
y diferencias.
En otro artículo del dossier, Mantuano hace lo mismo con el caso notable de Buenos Aires y
sus puertos. Los dos artículos tienen enfoques bien diferentes. Desde los métodos de la geo-
grafía urbana, el primero mira la evolución a través de planos y mapas de la distribución ur-
bana y regional y en su descripción, por decisión de enfoque y metodológica, los agentes no
aparecen. Por ello la narrativa es impersonal: “El muelle… se construyó”, “se inician las obras”,
“se trasladan los muelles”. En cambio Mantuano pone su énfasis en los agentes: el empresario
Eduardo Madero, el ingeniero Luis Huergo y otros, por un lado, y la financiación y las rentas
por el otro. Tratándose de Buenos Aires, se describen en mayor detalle las decisiones del nivel
nacional, y poco las del nivel local, si acaso tenía alguna jurisdicción en la época que abarca
el estudio.
Silva, por su parte, describe la influencia del ferrocarril en el desarrollo de Varginha, una
ciudad pequeña de 125 mil habitantes al día de hoy, que hace parte de una red regional de
ciudades similares en el Estado de Mina Gerais en Brasil. Aquí el énfasis no es el impacto en el
despliegue urbano sobre el territorio de la pequeña ciudad de la estación de ferrocarril, sino
el desarrollo económico que genera la inserción de Varginha en la red de transporte por tren
de una región cafetera al final del siglo XIX y comienzo del XX, durante el despegue capitalista
del Brasil.
En un cuarto artículo de este subtema, Civitaresi plantea el problema del mantenimiento
de los caminos rurales –vías terciarias– mediante la figura jurídica de Consorcio Caminero en
la provincia de Córdoba, Argentina, a partir de los años cincuenta del siglo pasado, tras su es-
tablecimiento mediante estipulación legal nacional de 1952. Durante años, el 70% del valor de
las obras era financiado por el presupuesto nacional. El autor investiga cómo se sostuvo el es-
fuerzo cuando se suspendió esta fuente de recursos, empleando el concepto de capital social.
Lo que hace especial al medio urbano es la riqueza que entrañan los intercambios inter-
nos, riqueza que supera con creces al conjunto de deseconomías de aglomeración. Por ello,
Paul Bromberg
una ciudad debe leerse como espacio público con islotes de uso y propiedad privados, y no
como construcciones con espacios públicos anexos. La construcción de la ciudad se hace aso-
ciando cada inmueble con los demás, una característica de cada punto que denomino acce-
sibilidad-localización. Cuando es prediseñada, bien sea por urbanizadores o por autoridades
públicas, localización y accesibilidad están de manera principalísima en las ecuaciones: vías,
andenes3 y senderos peatonales, además de ciclo-rutas y aquellas infraestructuras más pesa-
das, como BTR, metro, cable y tranvía, que pueden o no ir por las mismas vías en las que circu-
lan otros medios de transporte.
Así, el segundo subtema en el que se divide el dossier es la manera como la sociedad encara
la evolución de las necesidades de movilidad determinadas por la accesibilidad-localización
intraurbanas en una ciudad que se transforma. El reto inherente para el que se emplea actual-
mente en Latinoamérica el término “movilidad” queda mejor descrito por la palabra “accesibi-
lidad”, pues ésta incluye también las decisiones individuales o colectivas, privadas o de autori-
dades públicas, que han dado lugar al ordenamiento territorial existente en cada momento, es
decir, al despliegue territorial de los sitios y sus conectores. Los intercambios requieren movili-
zación de personas y cosas, en mayor o menor medida según la distribución territorial y el sis-
tema de movilidad sería entonces la combinación de infraestructura y tipo de vehículos, inclu-
yendo los pies, que combinadamente determinan los tiempos y los costos de desplazamiento.
En muchas situaciones en las ciudades medianas y grandes, y en todo el casco urbano de
cabeceras municipales pequeñas, la movilización se hace generalmente a pie, o con el apoyo
de tecnologías rudimentarias que no convocan reglamentación. Uno puede imaginarse fácil-
mente cómo fueron apareciendo las zorras tiradas por seres humanos o por bestias, las carre-
tillas, los carruajes para transporte individual y colectivo de tracción animal, los tranvías de
mulas, como el que tuvimos en Bogotá hasta 1910, cuando comenzaron a cambiarse las mulas
por electricidad.
Las variables de las que depende la aparición de artefactos de apoyo a la movilización más
complejos y eficientes, como bicicletas, automóviles, trenes, camiones, tranvías, metros, mo-
tocicletas, y algunas modalidades de uso de estos vehículos como buses taxis y motataxis, son
las mismas, aunque en estos casos necesitamos –más que imaginación– mirar la historia de las
diferentes tecnologías y su inserción al consumo. Los aparatos y sus usos fueron inventados
por personas para resolver su problema o para ofrecer a otros soluciones a sus necesidades de
movilidad. Es la sociedad en marcha. Nada de esto esperó a que el Estado se pronunciase, o a
que un miembro de algún congreso exigiera un invento. Los inventores van primero, la mayo-
ría de las veces, si no siempre, bajo la expectativa de vender un producto.4
El transporte es una manifestación importante de la dinámica de la sociedad, porque des-
de hace siglo y medio es una gran industria, factor de productividad personal y social y, en
el caso de los vehículos de uso personal, crea artículos de consumo durable, aquellos que
generan clase media. El ex alcalde Jaime Lerner de Curitiba difunde en sus conferencias sus
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12 Editorial
prevenciones sobre el automóvil, pero el dinamo económico de su ciudad son las gigantes-
cas plantas de producción de esos satanases de cuatro ruedas. La dispersión urbana –urban
sprawl– de norteamérica fue permitido y también desatado por la masificación del automóvil
y la construcción de autopistas como opción para reconvertir la economía de guerra de Esta-
dos Unidos a una economía civil, manteniendo el pleno empleo después de la segunda guerra
mundial.5
A medida que aparecen y cambian, las tecnologías para la movilidad exigen decisiones de
ordenamiento urbano y pueden ser inconsistentes con las que se tomaron pensando en otras
circunstancias. A mediados del siglo XIX, en Estados Unidos, el ancho de vía que separaba uni-
dades de vivienda de a una (1) por manzana debía permitir el viraje en U de un carruaje de un
(1) caballo.6 Ese ancho de vía comenzó a tomarse como estándar, aunque ya no hubiera ca-
rruajes. No es cierto que nuestras grandes ciudades fueron diseñadas para el automóvil, pues
en porcentajes importantes de su territorio no cabe un automóvil, y sus viviendas reducidas
al mínimo no tienen espacio para guardar un vehículo tipo automóvil familiar. Esta insuficien-
cia urbana refuerza la segregación socioespacial, porque quienes mejoran su condición eco-
nómica adquirirán automóvil, y se mudarán a lugares que dispongan de espacios adecuados
para este.
Los colombianos hemos decidido –o los hechos nos han obligado a hacerlo así– que a me-
dida que nuestras ciudades crecen y se complejizan no inventamos sino elegimos qué im-
portar de un abanico de tecnologías diseñadas en otros ecosistemas tecno-económicos, para
las soluciones individuales y para la oferta de servicio a uno o más usuarios simultáneos. La
inventiva nacional es la reglamentación porque, si el Estado no está para prohibir, entonces,
¿para qué sirve? Los reglamentos resuelven algunas situaciones, pero como toda ‘solución’
en el caso de las políticas públicas, crean otros problemas. Para citar un ejemplo: el gobierno
de Bogotá limitó en 1994 el número de taxis a los vigentes en ese momento, por solicitud del
gremio, que ya tenía problemas de rentabilidad. Eso creó un mercado de cupos. Ahora el cupo
cuesta cerca de dos veces el valor del aparato nuevo. Al aparecer UBER el cupo se desvaloriza,
y los propietarios protestan, sin razón y con razón, que hay competencia desleal, entre otras
razones, porque los UBER no pagan cupo.
Otro de muchos ejemplos: hace años se importaban algunas motos para un mercado redu-
cido. De pronto, en los últimos años, los pobres urbanos comenzaron a comprarlas y a usarlas
masivamente, experimentando en carne propia las virtudes de una solución individual moto-
rizada, más flexible y eficiente incluso que el automóvil. Es tan flexible que en la noche se pue-
de guardar en la sala de la casa. Ahora entienden más eso del mundo libre, el eufemismo de la
guerra fría: con su motocicleta los pobres han logrado vencer la esclavitud de las distancias,
para ir a donde quieran a la hora que quieran, y posiblemente además han dejado de sufrir
el deficiente transporte público colectivo (TPC) como un castigo a su pobreza. Nunca les im-
portó, ahora menos, el discurso político que los consideraba postmodernos porque no tenían
dinero para adquirir un automóvil. Una de las consecuencias más interesantes de la prolife-
ración de este vehículo es que ahora el TPC tiene que competir con la motocicleta como mé-
5 Piense el lector en un experimento mental: suponga que una mañana, los ciudadanos le hicieran caso al alcalde que con-
sidera que el automóvil es el enemigo público número uno, y decidieran guardarlo para siempre. ¿Qué pasaría?
6 The Regional City, Peter Calthorpe & William Fulton, Island Press, 2001
Paul Bromberg
todo para movilizar ‘clases trabajadoras’. En la costa atlántica colombiana, además, apareció
el mototaxismo. La motocicleta misma ya producía una crisis, pero se agravó al máximo en
algunas ciudades porque el mototaxismo hizo inviable el TPC. Motiva a los taxistas a quemar
sedes de las alcaldías que lo autorizan, una faceta de nuestra versión de la destrucción creativa
de Schumpeter.
La competencia entre motocicletas y TPC es ‘desleal’, pues la primera tiene como fuente de-
cisiones individuales, fáciles de tomar, con amplias ofertas de crédito cuyas cuotas en buena
parte se pagan con ahorros en pasajes diarios, que cubren buena parte de los costos de adqui-
sición y operación. En cambio, el TPC requiere decisiones del sistema político en el cual el re-
celo, con todo lo que engloba, se envuelve en un equívoco ideológico-conceptual: una visión
recortada de lo público. Algunas vertientes políticas que debaten sobre decisiones en la acce-
sibilidad o movilidad dejan ver una con-fusión entre ‘lo público’ y el ‘funcionariado público’. El
transporte, según su punto de vista, es un tema público porque especialmente es un servicio
que debe ser prestado por el Estado, con funcionarios de su nómina.7 La iniciativa empresarial
privada se destaca (¿quizás se censura, sin explicitarlo?) porque está animada no por el ánimo
de servicio al público, sino por la ganancia del empresario. Los funcionarios de la nómina es-
tatal, en cambio, ‘no ganan’, pues serían androides unidimensionales cuya lógica de acción es
el servicio desinteresado a los demás. El Estado pareciera que se define como ‘lo perfecto’, la
síntesis por definición del bien común, no como una asociación en la que compiten intereses
en la toma de decisiones que obligan a todos, bajo la amenaza, en última instancia, del uso de
la fuerza. Cuando domina la primera visión, la intervención del Estado en cualquier cosa es vá-
lida en sí misma, no hay que justificarla en cada caso. Basta equiparar lo público con lo colec-
tivo, darle una connotación de solidario, y contrastarla con lo individual que, como es egoísta,
ya de por sí es moralmente censurable.
Superando este equívoco y sus ramificaciones, los dilemas colectivos de la accesibilidad-lo-
calización y las concomitantes necesidades de movilidad intraurbana, deben mirarse desde la
evolución de necesidades y expectativas de las personas, por una parte, y con el telón del fon-
do del ecosistema tecno-económico, por la otra, ambos en cambio permanente. Complemen-
ta el escenario el sistema político que puja porque el aparato estatal intervenga en todo, en tal
o cual dirección, o por la no intervención. Para las necesidades de las personas aparecen alter-
nativas de solución de diferente tipo, individual y colectivo. Y todas resultan ser de interés pú-
blico. Las individuales porque necesitan de infraestructura, de regulación (como mínimo-evi-
dente, las normas de tránsito) y además, porque la suma de muchas decisiones individuales
correctas puede producir tragedias colectivas. Esto se aplica también al TPC: Transmilenio, el
BTR de Bogotá, es víctima de su éxito: los usuarios se volcaron a su uso; el patrón de ocupación
urbana se acomodó a la oferta de transporte, lo que contribuyó a saturar el sistema a una ve-
locidad por encima de la capacidad del sistema político para ampliarlo.8
La perentoriedad de regulación estatal sobre la oferta brindada por unas personas a los de-
más es menos evidente. Casi siempre ha sido la solicitud a las autoridades públicas para crear
7 Eso explica por qué estos proyectos políticos tienen una aceptación notable del sindicalismo público.
8 En Bogotá un alcalde autodeclarado de izquierda calificó el sistema de buses como algo de derecha y los rieles como de
izquierda. Una innovación, pues en general los partidos clasificados de derecha son los que promueven las grandes in-
fraestructuras.
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14 Editorial
un monopolio explotado por los primeros que llegaron a ofrecer el servicio. Los dilemas ver-
ticales asociados a la oferta del servicio de transporte público colectivo y de servicio de trans-
porte público masivo son muy interesantes, cuando trascienden la crítica, velada o no, de que
hay unos particulares lucrándose por prestar el servicio o por ofrecer las máquinas.
El imperativo de encontrar ‘la solución al problema de la movilidad’ es equivocado, porque
supone la condición perfecta a alcanzar, que no existe. Recuerda el aplazamiento de la com-
pra de nuestro primer computador personal a la espera del próximo modelo, que será el de-
finitivo.9 Las personas buscan satisfacer sus necesidades de movilización, y aparecen ofertas
para atenderlas, mediante la movilidad o la re-localización. La precariedad económica de la
sociedad (sector privado y sector público) fue la causa de base para el notable lapso entre los
planes de infraestructura y su puesta en marcha a comienzos de siglo, como se puede leer en
los artículos sobre los puertos y el ferrocarril para el transporte extraurbano o del tranvía de
Bogotá para el caso de la movilidad intraurbana, y se suma a las características descritas de la
toma de decisiones públicas. El capital social de una sociedad, la capacidad de actuar colecti-
vamente, se debería describir como la capacidad de resolver las incongruencias que resultan
de las decisiones individuales, o sea, de la libertad. El Estado es una manifestación, notable eso
sí, de la manera como el sistema político lee los conflictos, y de esa lectura depende la capaci-
dad de resolver los dilemas de acción colectiva.
Sugiero al lector tener estas consideraciones como telón de fondo del tratamiento de
las situaciones analizadas de los artículos de detalle dentro de este segundo subtema, de-
nominado “Movilidad y accesibilidad-localización intraurbana”. Ellas también permitirán po-
ner de presente asuntos que no alcanzaron a ser cubiertos en un tema tan vasto, interesan-
te e importante.
El artículo de Scabelo, da Silva y Balassiano, interrelaciona localización y sistema de trans-
porte para calcular un índice global para la ciudad de Petrópolis (300,000 habitantes, a 70 km
de Río de Janeiro, “la primera ciudad planeada de Brasil”) a partir de indicadores de accesibi-
lidad, desde la perspectiva de desarrollo humano del PNUD. Los autores definen sistema de
transporte con una mirada de distribución espacial, sin incluir los costos a los usuarios de di-
ferentes modalidades, especialmente sin incluir la proporción de sus ingresos que se destina
a sólo movilizarse. Se destaca el propósito de los autores de incluir la accesibilidad urbana en
los indicadores de equidad, pero ellos reconocen que aún se está en el proceso de precisión
de los indicadores. En el caso de Bogotá –pongo el ejemplo para ver la potencialidad de la
idea de incluir los costos del desplazamiento en el análisis de las desigualdades urbanas de
accesibilidad– los sectores de altos ingresos y una porción importante de familias de ingresos
medios tienen costos mucho más altos de desplazamiento que las familias de ingresos bajos,
aunque en general la porción de sus ingresos empleada en el acto simple de movilizarse (que
idealmente debía ser tiempo igual a cero y costo igual a cero) de los sectores de ingresos bajos
es bastante más alta que en el caso de los ingresos altos. En Bogotá son notables el inmenso
costo y tiempo en los que incurren las familias de ingresos elevados en el transporte escolar
de los hijos, pues el ordenamiento territorial espontáneo envió los colegios privados en los
que estudian los hijos de las clases altas a las afueras de la ciudad. En contraste, los colegios
9 Tampoco parece adecuada la idea según la cual hacer más vías no sirve pues ante la oferta, se volverán a congestionar. Se
parece a la objeción a poner bibliotecas: si se abre una biblioteca, la gente leerá los libros y va a pedir más libros.
Paul Bromberg
públicos, que por focalización atienden familias de bajos ingresos, se localizan en las perife-
rias, cercanos a las viviendas de los escolares. Cabe preguntarse si se debe incluir un factor de
calidad en los indicadores de accesibilidad, pues la segregación socioespacial también debe-
ría considerar la calidad de la educación y de salud a las que se tiene acceso para reducir los
costos de movilidad.
Los otros artículos en este subtema trabajan dos tipos de oferta del servicio de movili-
dad en sendas ciudades colombianas. Cifuentes se pregunta por la influencia que tuvo la ex-
tensión del tranvía al suroriente del casco urbano básico de Bogotá, entre 1900 y 1940. Pro-
motores urbanos privados impulsaron diferentes propuestas de urbanización y procuraron
la extensión del tranvía para promover las ventas, presionando a las autoridades públicas o
procurando que actores privados se animaran a prestar el servicio de transporte público. La
zona terminó consolidándose para vivienda obrera.10 Como era de esperar –y así lo corrobora
el autor– con tranvía o sin tranvía, familias pobres terminaron instalándose en la zona. Resol-
vieron la accesibilidad al empleo como pudieron, mediante ofertas que llaman informales o
con viajes a pie que el autor no describe.
Vinasco formula la misma pregunta para Cali, pero referida a la relación entre la urbaniza-
ción informal de quienes eligen la localización de vivienda en “donde les toca elegir”, y la pro-
visión del servicio de transporte mediante buses. Su conclusión en últimas es similar a la de
Cifuentes: los pobres se hacen donde pueden, y los que viven de ofrecer el servicio de movili-
dad llegan donde están los clientes con soluciones de calidad y costo coincidentes con la ne-
cesidad y disposición de ellos.
Paul Bromberg
Ex Alcalde de Bogotá (1997)
Fundador del Instituto de Estudios Urbanos de la Universidad Nacional de Colombia
Investigador y consultor en gobierno urbano
[email protected]
https://doi.org/10.21789/24222704.1363
10 Un eufemismo de la época para referirse a ‘pobre’, que se confundía también con las clases trabajadoras, éste muy revela-
dor porque en el afán de ser elegantes supone que lo que hace un gerente no clasifica como trabajo.
tiempo&economía
Vol. 5 N.° 2 - Julio - Diciembre del 2018
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Puertos y ciudades del Atlántico medio: análisis
comparado entre Salvador de Bahía (Brasil) y Las
Palmas de Gran Canaria (España)
Ports and cities in Middle Atlantic: Salvador da Bahia (Brasil)
& Las Palmas de Gran Canaria, a comparative analysis
Alejandro González Morales
Doctor en Geografía de la Universidad de La Laguna
Docente titular de la Universidad de Las Palmas Gran Canaria, España
https://orcid.org/0000-0002-2659-9678
[email protected]
Sugerencia de citación: González Morales, A., Ramón Ojeda, A.A. y Gonçalves dos
Santos, F. (2018). Puertos y ciudades del Atlántico medio: análisis comparado entre
Salvador de Bahía (Brasil) y Las Palmas de Gran Canaria (España). tiempo&economía, 5(2),
17-40 doi: http://dx.doi.org/10.21789/24222704.1335
tiempo&economía
Vol. 5 N.° 2 - Julio - Diciembre del 2018
pp. 17 - 40
18 Puertos y ciudades del Atlántico medio: Análisis comparado entre Salvador da Bahia (Brasil) y Las Palmas de Gran Canaria
(España)
doi: https://doi.org/10.21789/24222704.1335
RESUMEN
Este artículo aborda un estudio diacrónico y comparativo entre dos ciudades atlánticas:
Salvador de Bahía, Brasil, y Las Palmas de Gran Canaria, España, analizando su reciente trans-
formación. Se estudia la evolución de ambas ciudades en relación con sus respectivos puer-
tos y se establecen las concordancias y diferencias existentes en ambos procesos. El análisis
comparativo aborda la geografía de cada ciudad, tanto como el origen y desarrollo portuario y
urbano, para concluir que ambos espacios han seguido procesos similares de desarrollo, pero
con etapas y casuísticas diferentes en cada caso.
Palabras clave: Puerto, ciudad, Salvador de Bahía, Las Palmas, transformación, histo-
ria económica
Códigos JEL: N90
ABSTRACT
This paper deals with a diachronic and comparative study between two Atlantic cities: Sal-
vador da Bahia, Brazil, and Las Palmas de Gran Canaria, Spain, analysing their recent transfor-
mation. We study the evolution of both cities in relation to their respective ports and the con-
cordance and differences existing in both processes. The comparative analysis addresses the
geography of each city, as well as the origin and development of the port and urban areas.
Although with logical differences, both spaces seem to have gone through similar processes
of development, although the causes and results differ from case to case.
Keywords: Port, city, Salvador da Bahia, Las Palmas, transformation, economic history
JEL Codes: N90
19 Antonio Ángel Ramón Ojeda, Alejandro González Morales y Flavio Gonçalves dos Santos
Introducción
El presente artículo tiene por objeto comparar dos espacios urbano-portuarios de dos ori-
llas del Océano Atlántico: Salvador de Bahía en la costa noreste de Brasil, con una población
de 2.675.656, según el censo de 2010 (estimada en 2.953.986 en 2017, según IBGE) y una su-
perficie municipal de 706799 km²; y Las Palmas de Gran Canaria, espacio insular en la costa
noreste del continente africano, con una población de 378.998 habitantes, en un municipio de
100 km² (ISTAC, 2017) (figura 1).
Nuestra premisa de partida es que ambos espacios a pesar de ser muy dispares en exten-
sión, población y condiciones naturales, tienen aspectos comunes asociados a su condición
de ciudades portuarias. En este sentido, partiendo de un planteamiento diacrónico analiza-
mos los desarrollos de los respectivos puertos en relación con las tramas urbanas conexas y
cómo este proceso ha contribuido a conformar la realidad histórico-geográfica actual.
En ambos casos se ha producido un crecimiento de la ciudad en detrimento del recinto
portuario, aun habiendo actuado éste inicialmente como dinamizador del crecimiento urba-
no. Ambos puertos experimentan una transformación de sus viejas estructuras dentro de un
proceso que podemos calificar de “terciarización” y que afecta especialmente al espacio de
confluencia del puerto con la ciudad. Esto supuso la necesidad de buscar nuevos emplaza-
mientos para las infraestructuras portuarias, pero también posibilitó que esos espacios libe-
rados fueran ocupados por la ciudad con nuevas funciones para los mismos. Se produce pues
un cambio sustancial de usos que hacen del puerto una realidad geográfica mucho más inte-
grada en la trama urbana.
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20 Puertos y ciudades del Atlántico medio: Análisis comparado entre Salvador da Bahia (Brasil) y Las Palmas de Gran Canaria
(España)
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imponerse e incluso arrebatarle al puerto terrenos que son transformados en un espacio para
la ciudadanía. (González y Ramón, 2016). En el entorno de estos nuevos espacios portuarios se
están reproduciendo las mayores infraestructuras urbanas que ligan al puerto y la ciudad (en
el caso de Las Palmas de Gran Canaria: el acuario, el centro comercial El Muelle, el intercam-
biador de transporte y la zona de ocio del entorno del parque Santa Catalina); mientras que
en el entorno del puerto de cruceros brasileño se establece una zona de ocio y turismo en el
entorno del Pelourinho y el Mercado Modelo –en el predio de la antigua Aduana–, una mari-
na, restaurantes, aparcamientos y espacios de festivales y festejos en las zonas de los antiguos
almacenes.
Metodología
El presente estudio tiene tanto una perspectiva geográfica como una orientación histórica,
y analiza de manera diacrónica y comparada procesos similares en relación con el espacio ur-
bano-portuario de las ciudades de Salvador de Bahía y Las Palmas de Gran Canaria.
Se incorpora además una visión urbanística donde entra el análisis descriptivo del origen y
desarrollo de los puertos y su influencia recíproca con las respectivas tramas urbanas. Dentro
de la abundante bibliografía de estudios que abordan esta temática, existe una línea de tra-
bajo específicamente orientada a analizar las relaciones entre el puerto y la ciudad (Hayuth,
1989; Hoyle, 1994; Gómez y Grindlay, 1998; Casariego et al., 1999; Rowe et al., 2001; Martín,
2001, etc.), donde con frecuencia se analizan los usos y funciones de ambas realidades geográ-
ficas y su espacio de confluencia, incluso la incidencia ambiental de dicha relación y los proce-
sos de cambio. También comienza a ser cada vez más frecuente hallar estudios que abordan el
“terciario portuario” (Delgado, 1998; Delgado et al., 2007), dentro de un proceso que nosotros
hemos preferido denominar “de terciarización”.
El hecho significativo es que la relación entre el puerto y la ciudad ha ido evolucionando
con el paso del tiempo, de ahí la justificación de un análisis diacrónico. También es notorio
que el diálogo entre ambas realidades ha estado circunscrito, por una parte a los objetivos e
intereses principales de cada uno; y por otra, a una evolución en la forma de entender la pla-
nificación, de manera que de una etapa inicial en la que primaba esencialmente el carácter
comercial, logístico y de movilidad propio de las infraestructuras portuarias, se ha pasado a
una etapa más reciente en la que el puerto es concebido –léase, planificado– con una mayor
integración respecto a su entorno, donde destacan las actividades terciarias.
Estas premisas constituyen las hipótesis de trabajo del presente estudio. Con el fin de rea-
lizar el citado análisis se ha procedido a recrear la evolución y el crecimiento de las obras del
puerto, así como la expansión de la ciudad, a partir de la documentación a la que hemos te-
nido acceso. Para ello se ha recurrido a fuentes básicas como son el archivo de la Autoridad
Portuaria de Las Palmas, la Oficina de Planeamiento del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran
Canaria, Museo Canario, fondo cartográfico y fotografías aéreas del Departamento de Geo-
grafía de la ulpgc, fondo fotográfico de la Fedac y Archivo Histórico Provincial de Las Palmas.
En la documentación referente al caso brasileño destacan el fondo documental del Arquivo
Público do Estado de Bahia; la Biblioteca Pública del mencionado Estado; el Arquivo do Minis-
terio da Fazenda en Rio de Janeiro y el Centro de Documentação Informação da Companhia
de Docas do Estado da Bahia. Nos apoyamos en documentación cartográfica y fotográfica,
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La génesis de lo que hoy podemos llamar sistema portuario bahiano se materializó bajo
la hegemonía del Puerto de Salvador, que a su vez surgió y se estructuró bajo la égida de la
explotación colonial y del monocultivo esclavista a lo largo de los siglos xvi al xix. Durante ese
periodo puerto y ciudad mantuvieron una “estrecha relación espacial y funcional”, algo carac-
terístico, según Hoyle (1997) de aquellos puertos naturales situados en bahías abrigadas don-
de desemboca algún río.
Salvador fue el principal puerto brasileño hasta el siglo xviii, cuando la capital se trasla-
dó a Río de Janeiro, alzándose este último con la primacía de los tráficos portuarios del país
(Lapa, 1968; Honorato, 1983). A pesar de ello el puerto bahiano mantuvo un intenso movi-
miento comercial, impulsado sobre todo por el tráfico negrero, hasta mediados del siglo xix,
cuando comienza su declive en el contexto nacional tras la segunda revolución industrial
(Santos, 2013).
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Fuente: Mapa Toppgraphica da Cidade de S. Salvador e seus subúrbios, por Carlos Augusto Weyll, publicada por Ferb.
Gloker, impressa em Stuttgart por Fr. Malté. Acervo Cartográfico da Biblioteca Nacional do Brasil
La zona portuaria de Salvador, alrededor de 1851 (figura 2), estaba comprimida en una es-
trecha franja de tierra, que se extendía desde el Arsenal de la Marina hasta Agua de Meninos.
En esta región se concentraba buena parte de los sectores responsables del abastecimiento
de la ciudad, como las casas comerciales, con sus “trapiches”. (almacenes), así como algunas
administraciones públicas (Aduana e Inspección Sanitaria, entre otras) (Honorato y Mantuano,
2015). Esta zona dispuso de abundante fuerza de trabajo gracias a los esclavos y a los libertos.
Se trata de un espacio de pequeños comercios y de servicios, y constituyó el auténtico motor
y corazón de la ciudad. En otras palabras, el puerto fue el que permitió el desarrollo urbano,
social y económico de Salvador de Bahía.
La plaza comercial de Salvador, hasta principios del siglo xx, apenas experimenta cambios,
y continúa siendo principalmente una zona comercial portuaria. El puerto de Salvador has-
ta finales del siglo xix presentaba 35 trapiches y almacenes, asociados a once muelles o cais
(Rosado, 1983).
Según Moreno (2015, p. 125), “comerciantes, trampistas, agricultores y otros que represen-
taban el gran capital bahiano fueron los pioneros en la fundación de la Associação Comercial
da Bahia”. Esta asociación será el germen del desarrollo comercial y, a pesar de que en sus es-
tatutos se prohíbe la participación política directa, se constituirán en una fuerza política de
primer orden, siendo decisivos en el desarrollo del puerto y de la ciudad.
En 1869, con la Ley de Modernización de los Puertos, los segmentos económicos soteropo-
litanos1 impulsaron importantes mejoras en las infraestructuras y en el calado del puerto.
Entre 1854 y 1923 el “carácter fragmentado de la zona portuaria, que pertenecía tanto a
particulares y al Estado” desencadena una serie de conflictos que paralizan las inversiones
(Rosado, 1983, p. 36).
Las obras de modernización se iniciaron en el año 1906, después de un largo periodo de
espera. Según la cronología de Rosado, la primera etapa comenzó con las reivindicaciones
de 1854 y terminó en 1891 cuando la Companhia Docas e Melhoramentos da Bahia coloca las
amarras en el puerto.
La segunda fase, que se inició en 1891, fue también de escaso crecimiento y estuvo pro-
piciada por los frecuentes aplazamientos que retrasaron las obras de modernización hasta
1906. Se tardó unos siete años en inaugurar los primeros almacenes y los primeros 360 me-
tros de muelle. La última etapa concluyó en 1922 con la terminación de estas obras de mejo-
ra (Rosado, 1983, 2000).
La planificación de la ciudad siguió los patrones de la Comuna de París, en el sentido que se
intentó reducir las zonas socialmente peligrosas en el entorno portuario.2 La ciudad comenzó
a crecer con criterios capitalistas y de mentalidad burguesa a partir del siglo xx.
La primera gran intervención se inició precisamente en la zona portuaria, con el relleno
de un área de más de 5 kilómetros de extensión, de los cuáles aproximadamente 800 metros
son de terreno ganado al mar, los que van desde la actual plaza Visconde de Cairu hasta el
Jequitaia (actual barrio de la Calzada) (figura 3). El relleno se aprobó con el Decreto 4695 de
15 de febrero de 1871, que significó la primera concesión para la realización de las obras de
mejora del puerto de Salvador.
Fueron muchos los retrasos y la normatividad que afectaron las obras de mejora del Puerto
de Salvador, así como los concesionarios que las asumieron, sin que finalmente pudieran lle-
varse a cabo por las razones ya esgrimidas. Por fin, el 6 de junio de 1905 (Decreto 5.550), se re-
nueva el contrato de la Compañía Internacional de Docas y Mejoramientos de Brasil y las obras
comenzarían al año siguiente.
En 1913, año de su inauguración oficial, el Puerto de Salvador ya estaba en plena actividad
y la renta que generaba inició un proceso de crecimiento constante. Sin embargo, las obras
aún no estaban plenamente concluidas, aunque a finales de 1920 las características de la zona
portuaria de Salvador ya eran completamente distintas en relación al puerto de 1850 y los
cambios manifiestos con respecto al siglo xix.
Paralelamente a este crecimiento, la ciudad fue ocupando las áreas creadas por el puerto,
lo que a su vez propicia la creación de nuevos cais y zonas de infraestructuras portuarias. Se
establecen en esta zona de la Ciudad Baja: bancos, casas comerciales y organismos públicos,
como la Agencia Central de Correos, el Cuartel de Infantería de Marina y el Instituto del Cacao.
Asimismo, también aumentaron las vías de circulación para el creciente flujo de automóviles
desde y hacia el puerto. Con el aumento del flujo de automóviles y la incorporación de auto-
buses al servicio de transporte público colectivo, la Avenida de Francia se convirtió en una im-
portante vía de comunicación y de estructuración y vertebración de la ciudad.
2 En el caso de Salvador, por clases peligrosas se entendían además de los pobres, desocupados y excluidos
sociales, los esclavos y ex-esclavos, ya que el país se encontraba en el umbral de la abolición definitiva de la
esclavitud legal a finales del XIX.
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Pie de fotos: (1) Vista panorámica de la Cidade Baixa, donde destacan los terrenos ganados al mar en 1917 –
Fuente: Colección da BPEB; (2) Zona portuaria de Salvador en 1928. (Sampaio, 1928): Indicador e Guía Prático da Cidade de
Salvador. Tipografia Barbosa & Cia. Salvador; (3) Aspecto parcial del Cais del puerto de Salvador en 1940
(Revista Fiscal da Bahia, 1949: XX).
El nuevo puerto también fue impulsado por un proyecto nacional desarrollista para dar
soporte y cobertura al complejo industrial que se estableció en la región metropolitana de
Salvador. Pensado inicialmente como un puerto privado de la Siderúrgica de Bahía, su pro-
yecto evoluciona en el sentido de atender tanto al Centro Industrial de Aratu, como posterior-
mente al Polo Petroquímico de Bahía, que se instaló en la región de los municipios de Camaça-
ri y Dias d’Ávila.
De modo distinto al caso canario, la asignación de actividades industriales y de movimiento
de vehículos con cargas pesadas o con mercancías insalubres, que tenía como destino u ori-
gen el puerto, fueron desplazadas a otras áreas en la región metropolitana de Salvador de Ba-
hía. En la tabla 1 es posible percibir que el Puerto de Aratu a partir de la década de 1980 asume
el liderazgo en el movimiento de embarcaciones y volumen de cargas en relación al Puerto de
Salvador. El incremento de buques y de mercancías en cierto modo sólo fue posible gracias a
la construcción del nuevo puerto, pues de otro modo la ciudad de Salvador no habría podido
soportar tal flujo de salidas y llegadas al Puerto.
Este factor ayudó a reducir las tensiones del Puerto de Salvador con su ciudad, especial-
mente porque se produce una especialización por zonas y se libera suelo para nuevos usos
urbanos terciarios. En Salvador quedaron las cargas generales y de movimiento de pasajeros,
incluidos los cruceros; mientras en Aratu se localizaron los graneles líquidos (sobre todo pe-
tróleo) y los sólidos.
Entre 1970 y 1980 la zona histórica cercana al ámbito portuario de Salvador experimenta
una decadencia que supone el traslado del centro de negocios y administrativo de la zona del
Pelourinho, Taboão, Praça Municipal y Praça da Sé, hacia la nueva centralidad urbana ubicada
en la zona de Iguatemi, Avenida Tancredo Neves y el “Centro Administrativo da Bahia” (CAB),
situado en Avenida Paralela.
Asimismo, en la década de 1990, empezó el proceso de restauración de esta área próxima
al “Centro Histórico”, con desarrollo de la industria turística. Se cambia la función habitacio-
nal y de residencia por otra de ocio y servicios turísticos basados en el patrimonio cultural de
la ciudad.
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Figura 4. Plano del proyecto del puerto de La Luz y Muelle Santa Catalina (1882)
Fuente: Archivo de la Autoridad Portuaria de Las Palmas
La construcción del nuevo muelle de La Luz en La Isleta (figura 4) supondrá el declive de-
finitivo del muelle viejo existente hasta ese momento (Muelle de Las Palmas). Este había sido
construido junto a la ciudad decimonónica, en las proximidades del actual Parque de San Tel-
mo, donde a partir del traslado a La Isleta sólo permanecerán algunos carpinteros de ribera.
29 Antonio Ángel Ramón Ojeda, Alejandro González Morales y Flavio Gonçalves dos Santos
El muelle de La Luz, al contrario que el de Las Palmas, tuvo un desarrollo rápido y un gran
dinamismo comercial, llegando incluso a suponer una revitalización económica muy impor-
tante para la ciudad durante la etapa de construcción. Esta atrajo trabajadores procedentes de
otras localidades de Gran Canaria, y también de Lanzarote y Fuerteventura, que se asentaron
en terrenos de La Isleta, creando un nuevo núcleo de población, El Puerto, que aparece como
entidad independiente en los Nomenclátores de comienzos del siglo xx hasta 1940, cuando es
anexado a Las Palmas (Nomenclátores, 1900-1940).
La primera función del puerto fue la de dar abrigo y servicios a los buques de tránsito con
mercancías para África y América y permitir la unión con el resto del Archipiélago, sobre todo
con la provincia oriental. Desde finales del xix comenzaron a hacer escala en la isla los trasat-
lánticos que unían la península con Cuba y Puerto Rico, atracando en la Bahía de La Luz (Cirilo,
2003). De forma paralela continuaron las obras de ampliación del muelle Santa Catalina, desde
donde empezaron a operar los correíllos, que unían el puerto de La Luz con los de Puerto del
Rosario, en Fuerteventura, y Arrecife, en Lanzarote. En 1903 las obras estaban terminadas y en
1905 se entregaron a la nueva Junta de Obras de los Puertos de La Luz y de Las Palmas.
Con el incremento paulatino de los buques a vapor, el puerto experimentó un notable de-
sarrollo, convirtiéndose en una base de aprovisionamiento de carbón para las flotas inglesas,
alemanas y francesas que operaban con África y América. Durante el primer tercio del siglo xx
el puerto de la Luz compitió con el de Mindelo en San Vicente (Cabo Verde). Esto supuso que
la zona de ribera entre el Castillo de La Luz y el Muelle de Santa Catalina fuera colmatándose
con tinglados portuarios y almacenes para guardar el combustible y otros productos con que
abastecer las flotas (Cáceres, 2011).
En torno a 1910 ambos diques y los muelles de ribera presentaban un estado de ejecución
notable, incluso se había mejorado el suministro de agua a buques y se dragaron determina-
das zonas de la bahía (Martín, 2001; Laforet, 2003). La primera conflagración mundial propi-
ció un descenso en los tráficos y en las construcciones de infraestructuras (así se recoge en la
memoria del Plan General de Servicios del Puerto de 1916). Terminada la contienda empezó
el momento álgido de instalación de compañías extranjeras al abrigo del comercio y del car-
boneo. En la década de 1920 se contaban entre estas empresas: Miller y Cía; The Gran Canary
Coaling y Cía; Woermann Linie (alemana); Blandy Brothers y Cía; Cory Brothers; Wilson and
Sons y Cía; Compañía Carbonera de Las Palmas, Sociedad Limitada (española) e Hijos de Juan
Rodríguez Quegles, entre otras (Archivo de concesiones, Autoridad Portuaria; Herrera, 1984,
2008). Esto supuso la expansión tanto del puerto, como de la ciudad, que comenzó a crecer
hacia el norte con los barrios de Arenales, Ciudad Jardín y Alcaravaneras (Delgado, 1992).
En 1914, la Real Orden del 3 de junio reguló el encargo de un nuevo Plan General de
Ampliación del Puerto de La Luz, y en 1916 accedió al cargo de ingeniero del puerto Jaime
Ramonell Obrador, quien planteó el crecimiento del dique exterior (figura 5) y una vía litoral
de servicio junto a la costa para unir Santa Catalina con San Telmo. Esta vía sería crucial para la
expansión de la ciudad hacia el norte.
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Figura 5. Estado de las obras del muelle (1925). Ampliación de dique exterior y explanada
Fuente: Colección privada. Pepe Medina
Tras la Primera Guerra Mundial se inició una etapa de cambios en el muelle de Santa Ca-
talina y el puerto de refugio de La Luz. Se distinguen dos periodos bien distintos: el prime-
ro corresponde a los años de entreguerras (1919-1936); mientras el segundo abarca la etapa
franquista autárquica (1936-1959) y finaliza con la aprobación del Plan de Estabilización de
Ullastres, en este último año. Durante este periodo se redactaron cuatro proyectos de amplia-
ción portuaria (Acedo, Artiles y Rodríguez Rodas, en 1927; Plan Conesa, 1937, Plan Morales,
1947 y Plan Picó, 1954. Ver tabla 2) y, justo al finalizar el periodo, uno más, el Plan General de
Ordenación del Puerto de La Luz de Granda Villar de 1960-62. Coincidiendo precisamente con
el Plan de Estabilización de Ullastres, a principios de los 60 se redactó el Plan Canarias, germen
del futuro puerto del siglo xxi, pues de sus premisas parte la idea de extender el crecimiento
portuario hacia las dársenas exteriores, lo que supondrá un enorme salto cualitativo y cuanti-
tativo. Éste se concreta con el Plan General de Ordenación y Obras de los Puertos de La Luz y
Las Palmas y anteproyecto de la Dársena Exterior-Primera fase o Plan Vigueras (1964).
De esta manera, en 1927 se aprobó un proyecto reformado de nuevo dique de abrigo para
La Luz del ingeniero Rodríguez Rodas. El dique se prolongó hasta los 2.603 m, ganándose
una dársena de 180 has y añadiéndose varios muelles de ribera y explanadas. Estas obras las
realizó un consorcio formado por dos compañías: la española Compañía Metropolitana de
Barcelona S.A. y la holandesa Nederlandsche Matschappy voor Havenwerken (Memoria del
Puerto, 1927: 43). Fue una obra muy oportuna para los movimientos de tráfico de pasajeros y
mercancías de años posteriores, aunque estos siempre se mostraron con altibajos (tabla 3). El
presupuesto ascendió a 38.976.000 de pesetas y las obras finalizaron en 1935, cerrándose así
la primera sub-etapa de este periodo.
31 Antonio Ángel Ramón Ojeda, Alejandro González Morales y Flavio Gonçalves dos Santos
1924-1927. Proyecto de rellenos del muelle General Primo de Rivera de Acedo, Artiles y Rodríguez Rodas.
1954. Plan de obras, instalaciones, material y medios auxiliares de La Luz o Plan Picó.
1960-62. Plan General de Ordenación del Puerto de La Luz de Granda (y Plan Canarias).
1964. Plan General de Ordenación y Obras de los Puertos de La Luz y Las Palmas y anteproyecto de la Dársena Exterior-Pri-
mera fase o Plan Vigueras.
1971. Plan de las obras de infraestructura del puerto o Plan Argenti Ulloa.
1991. Plan Especial de la zona de servicio del Puerto de La Luz. José Mª Hernández León.
La construcción del muelle frutero Virgen del Pino, en 1935, representó el inicio de una se-
gunda sub-etapa, que se prolongó hasta 1959 y que supondría la transformación del litoral al
sur del muelle Santa Catalina (figura 6). El Plan de obras del puerto de Gregorio Pérez Conesa
recoge el proyecto que fue culminado con prontitud, aunque enseguida este nuevo muelle
acabó ocupado por el ramo de marina, convirtiéndose en Base Naval en diciembre de 19404.
3 Se ha establecido esta fecha por ser un momento en el que la ciudad baja, en contacto con el puerto, se en-
cuentra definitivamente consolidada.
4 OM de 12 de diciembre de 1940.
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Al finalizar este período se realizó el Plan de Ampliación del puerto del ingeniero Pedro Mora-
les Pleguezuelo, que ensanchaba el muelle de La Luz y recortaba su longitud.
Fuente: Colección privada. Pepe Medina
El cierre del Canal de Suez (Guerra árabe-israelí de 1956), favoreció el tráfico por el Puerto
de La Luz, sobre todo de petroleros (Burriel, 1974) lo que supuso que se convirtiera en la ga-
solinera del Atlántico Medio, suministrando carburante a un tráfico creciente de buques. En
esos años, el Puerto de La Luz tuvo que rivalizar con otros como Dakar y, en menor medida,
también Santa Cruz de Tenerife, pues otros puertos de la región como Funchal, Casablanca y
Mindelo se vieron escasamente favorecidos por esta coyuntura.
Otro factor de gran importancia fue la instalación en la Bahía de La Luz de las flotas pes-
queras de Cuba, URSS, Japón, Taiwán, Corea del Sur, China, Malasia y Singapur, que establecie-
ron su base de avituallamiento y arreglos navales. En 1952 se construyó el Muelle Pesquero y
los frigoríficos, contribuyendo al desarrollo de esta actividad, que acabaría decayendo en los
años 80. Respecto a la ciudad, en la década de 1950 tuvo lugar la construcción de la explanada
de Cidemar, ampliación urbana hacia naciente ganando terrenos al mar entre el Parque San
Telmo y el Guiniguada, ocupando todo el frente del barrio histórico de Triana. El ayuntamiento
gestionó el proyecto a través del arquitecto municipal, Secundino Zuazo, logrando los terre-
nos en concesión permanente.5
En 1966 se comenzó a construir el Dique Reina Sofía, que sufrió varias ampliaciones en años
sucesivos, pues el frente marítimo se había colmatado de infraestructuras portuarias, algunas
ya obsoletas. Se produjo entonces un cambio de paradigma en cuanto a la planificación puer-
5 Concesión nº 97. Proyecto dique y explanación Cidemar-Ensanche de Triana (autorizado por O.M. de 31 de
diciembre de 1951).
33 Antonio Ángel Ramón Ojeda, Alejandro González Morales y Flavio Gonçalves dos Santos
to-ciudad, lográndose desde estos años una mayor integración de ambos espacios. La ciudad
en los años sesenta emprende obras de gran envergadura como son la de ganar terreno al mar
mediante explanadas hacia naciente (Cidemar, Avenida Marítima. Ver figura 7) y hacia el norte,
donde se construyen las instalaciones industriales-comerciales de El Sebadal.
En 1972, mediante un proyecto del ingeniero Juan Argenti Ulloa, se construye la explanada
de Astican (Astilleros Canarios) al abrigo del Dique Reina Sofía y de la trasera del muelle León
y Castillo, que paulatinamente se irá convirtiendo en el futuro muelle de contenedores y aco-
gerá las actividades industriales y logísticas.
1 2
Pie de foto: (1) Explanada de CIDEMAR, espacio urbano ganado al mar en la década de 1950; (2 y 3) Explanada para el Club
Natación Metropole (obras, 1965; y recién terminado, 1968); Finalización del dique Reina Sofía (1972).
Fotografías facilitadas por Pepe Medina (Autoridad Portuaria de LPGC)
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Figura 8. Recreación del estado del puerto y la ciudad: 1903, 1940, 1960 y 2000
Fuente: Reconstrucción a partir de datos del Archivo de la Autoridad Portuaria de Las Palmas
6 Régimen fiscal diferenciado para Canarias con respecto al resto de España encaminado a promover el desa-
rrollo económico y social del archipiélago.
35 Antonio Ángel Ramón Ojeda, Alejandro González Morales y Flavio Gonçalves dos Santos
proyectos para modificar el frente litoral en contacto con el puerto, tal como podemos ejem-
plificar por su calado mediático en el proyecto de la Gran Marina (Cáceres y Mirallave, 1996;
Delgado, 1998; González y Armengol, 2006). La creación de una comisión Puerto-ciudad, for-
mada por técnicos y responsables de ambas instituciones, ejemplifica el futuro planificado de
una manera integral de este espacio de conexión entre el puerto y la trama urbana.
Fuente: Grafcan
Tras un largo proceso de desarrollo (figuras 8 y 9), asistimos en el siglo xxi a una nueva etapa
en el crecimiento portuario, con una diversificación de funciones y una planificación orienta-
da a alejar de la ciudad aquellas actividades que resultan más molestas, mientras que el frente
marítimo portuario histórico experimenta una transformación profunda y pasa a integrarse
con la ciudad, acogiendo actividades del sector terciario y convirtiéndose en espacio de ocio
urbano y turístico.
Conclusiones
En el proceso de cambio de los puertos de La Luz y de Las Palmas, en Gran Canaria, y de Sal-
vador de Bahía y Aratu, en Brasil, hay notables diferencias, tanto en lo concerniente al espacio
físico como a las dimensiones superficiales de los espacios objetos de estudios. Las dos ciu-
dades presentan como rasgo más característico y común una parte baja y otra alta, donde la
evolución hacia la terciarización es el aspecto más destacado de ambas urbes. Asimismo, son
importantes las diferencias entre ambos espacios en las diferentes etapas por las que han pa-
sado estos puertos, pero también hay similitudes dignas de mención. En efecto, las etapas de
los puertos brasileños y grancanario son fundamentalmente tres: antes de finales del siglo xix
y comienzos del xx, en el que el puerto de Salvador se especializa en el comercio de esclavos y
en las mercancías coloniales, sobre todo la caña de azúcar. En este mismo periodo en el puer-
to grancanario, esto es el de Las Palmas, pues el de La Luz se crea a finales del xix, también hay
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un comercio de productos de exportación entre ellos la caña de azúcar, sin embargo el tráfico
de esclavos no fue tan importante en relación a otros espacios geográficos del Atlántico. En
ambos casos la ciudad y el puerto presentan crecimientos paralelos donde se ocupa la ribera
marítima con el espacio portuario y la ciudad crece en su parte baja, para el caso grancanario;
mientras en Salvador también el desarrollo urbano será homogéneo en ambas zonas, esto es
en la parte alta y baja de la ciudad.
Una segunda etapa se produce a partir del siglo xix y llega hasta mediados del siglo xx. En
esta fase el puerto de Salvador de Bahía y el de La Luz experimentan una evolución también
diferenciada, en el primer caso con motivo de la importancia que cobra Santos, Río de Janeiro
y Pernambuco, el puerto de Salvador entra en una fase regresiva y las obras de modernización
se ralentizan; por su parte el de La Luz, al abrigo del carbón experimentará un gran auge y más
tarde también seguirá creciendo con la introducción de los combustibles fósiles. El dinamismo
de la luz en esta etapa también está motivado por la pesca. En una primera sub-fase (1919-
1936) de esta etapa, el crecimiento será escaso por las coyunturas económicas y sociopolíticas
adversas. En la segunda sub-fase (1936-1959), sobre todo tras la segunda guerra mundial se
producirá el mayor crecimiento de esta etapa, al finalizar la cual la parte baja de la ciudad que-
da prácticamente colmatada, y comenzará el crecimiento de los barrios de la Ciudad Alta. En
cambio en Salvador ambos crecimientos (Ciudad Alta y Ciudad Baja) se dieron de forma para-
lela. Se ponen también los cimientos para la expansión de la ciudad ganando terreno al mar,
aspecto de similar característica ocurre en Salvador de Bahía, donde se produce un ensancha-
miento de la parta baja gracias a la expansión del frente marítimo.
Entre mediados del siglo xx y la actualidad se produce una evolución similar en ambos es-
pacios, pues el puerto de Brasil incrementa el comercio de graneles y sobre todo de petróleo,
con el un nuevo puerto (Aratu) que se construye lejos de la ciudad y se conecta con esta me-
diante autopista. En cambio, en La Luz se sigue construyendo infraestructura portuaria cerca
de la ciudad, aunque ahora en una dársena exterior, es decir en ambas zonas crece el espacio
portuario, aunque con estrategias distintas, pues en un lado se hace con infraestructuras le-
jos de la ciudad, mientras en el otro se sigue ganando terreno portuario en un avance hacia el
norte que supone la ocupación de parte de La Isleta y de muelles de mayor calado y dimen-
siones (Reina Sofía y Nelson Mandela). Ahora la pesca entra en declive en La Luz, pero las re-
paraciones navales experimentan un gran auge. Esto permite en ambos casos liberar espacio
portuario obsoleto para reconvertirlo en áreas urbanas más dinámicas, asociadas al ocio, al tu-
rismo, sobre todo de cruceros, y a nuevas funciones de terciarización. Este último proceso se
da de forma análoga en ambos espacios objetos de estudio, es decir unos puertos con mayor
especialización y una ciudad donde las actividades del sector terciario asociadas al ocio ganan
presencia e importancia, por ejemplo la zona del Pelouriño en Salvador, o la zona próxima al
parque de Santa Catalina en Las Palmas de Gran Canaria.
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Siglo XVI
estructuras defensivas: Rápido desarrollo urbano y esta- Almacenamiento de productos alimenticios y géneros ma-
blecimiento administrativo y comercial en el casco histó- nufacturados procedentes de Portugal.
rico de Vegueta-Triana.
Instalación de la Aduana y de los Trapiches (Almacenes)
Escasa relación espacial puerto-ciudad, pero estrecha de- como tinglados portuarios.
pendencia funcional.
Estrecha relación espacial y funcional puerto-ciudad.
Consolidación de la ciudad de Salvador como sede de Co-
Siglo XVII
lonia. Intensa actividad portuaria. Estrecha relación y de-
pendencia de la ciudad en relación al puerto. Ampliación
del número de Trapiches y de sus puentes de embarque y
Consolidación de la ciudad y estancamiento del creci- desembarque de cargas.
miento urbano (siglos XVII y XVIII). Crisis económica de
una ciudad con escaso potencial agrícola. Pérdida del “status” de principal puerto colonial a favor
1ª etapa
acrecienta durante el siglo XX. pliación de la crisis en la labranza del cacao y supresión
definitiva del tráfico de esclavos. Exportación: sustitución
del azúcar por el de cacao, tabaco, algodón, como princi-
pales géneros.
Disminuye la importancia del Puerto de Salvador en el es-
cenario nacional e internacional. Creación de las primeras
legislaciones portuarias brasileñas.
Primeras fases de crecimiento del puerto y expansión responsables del seguimiento y fiscalización de las activi-
del núcleo urbano anexo hacia el casco histórico según dades de los puertos.
crecimiento apoyado en la vía de conexión del puerto
Introducción del petróleo y sus derivados como carga.
con la ciudad. Sustitución del carbón por derivados del petróleo como
el principal combustible de los buques. Construcción del
Estrecha relación espacial y funcional entre el puerto y Puerto de Ilhéus. Desarrollo de la industria de extracción y
refinado de petróleo
el barrio de La Isleta (núcleo portuario), pero inexistente
respecto a la vieja trama urbana - Puerto y ciudad todavía conectados
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Eventos Eventos
1950-1980
industriales automovilísticos y otros. Construcción y am-
pliación del Puerto de Aratu. Construcción del Puerto de
Especialización por zonas o desdoblamiento de las in- Malhado (Ilhéus). Creación de autoridades portuarias (na-
fraestructuras portuarias. cional y regional). Especialización de los puertos bahianos,
según la vocación de las áreas donde están instalados.
El puerto se aleja de la ciudad (contenerización y otras ac-
tividades industriales se trasladan hacia La Isleta, aleján-
3ª etapa
dose de la ciudad).
Ampliación y modernización del Puerto de Salvador.
1981-2017
la Ciencia) y Acuario. autoridad portuaria nacional. Reglamentación y amplia-
ción del número de terminales portuarias de uso privado.
Estructuración y ampliación de las actividades de cruceros
Reconversión del waterfront. Mayor integración entre marítimos y recalificación de áreas en el entorno del puer-
frente litoral y ciudad. to, volcadas al ocio y al turismo. Terciarización
Buenos Aires: a Cidade, seus Portos e Rios
(1850-1911)
Buenos Aires: the City, its Ports and Rivers (1850-1911)
Thiago Mantuano
Doutorando no Programa de Pós-Graduação em História Social da Universidade Federal
Fluminense e bolsista PROEX/Capes, Brasil
https://orcid.org/0000-0003-1347-2018
[email protected]
Sugerencia de citación: Mantuano, T. (2018). Buenos Aires: a Cidade, seus Portos e Rios
(1850-1911). tiempo&economía, 5(2), 41-58, doi: http://dx.doi.org/10.21789/24222704.1309
RESUMO
Este artigo tem como objetivo entrelaçar a história dos portos de Buenos Aires à própria
construção da Argentina como nação, inserindo-se na mundialização capitalista. A História
Urbano-Portuária porteña revela mais do que, como e aonde era efetuado o processo de car-
ga/descarga, pode demonstrar como o Imperialismo Capitalista motivou a Segunda Revolu-
ção Industrial para superar a Grande Depressão no centro do sistema, alargando as fronteiras
do capital. O engenheiro Huergo e o empresário Madero aparecem como grandes agentes
nesse processo, mas outras forças foram motoras da expansão quantitativa da produção, cir-
culação, financiamento, população, etc. e da transformação qualitativa da operação portuária
em Buenos Aires.
Palavras-chave: Buenos Aires, Cidade, Portos, Rios, história econômica
Códigos JEL: N76, N96
tiempo&economía
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ABSTRACT
This paper aims to interweave the history of the ports of Buenos Aires to the construction
of Argentina as a nation, inserting itself in the capitalist globalization. Buenos Aires Urba-Port
history reveals more than, how and where the loading / unloading process was carried out,
can provide evidence of how the Capitalist Imperialism motivated the second Industrial Revo-
lution to overcome the Great Depression at the center of the system, expanding the borders
of capital. The engineer Huergo and the businessman Madero appear like great agents in that
process, but other forces were the engines of the quantitative expansion of production, circu-
lation, financing, population, etc., and the qualitative transformation of the port operation in
Buenos Aires.
Keywords: Buenos Aires, city, ports, rivers, economic history
JEL Codes: N76, N96
43 Thiago Mantuano
O longo século xix, como proposto por Eric Hobsbawm (2013), foi um período revolucioná-
rio para a história da Europa. Entretanto, as repercussões mais incisivamente transformadoras
em nível global se deram na segunda metade deste e isto é, especialmente, verdadeiro para a
América Latina. Fato é que o processo de conexão entre continentes tem longa história, muito
anterior ao advento do capitalismo, mas o sistemático incremento das rotas, o aumento dos
fluxos, a própria integração e adequação da rede comercial, de transportes e comunicações ao
modo capitalista de produção foi resultado do encadeamento entre o desenvolvimento das
forças produtivas no centro capitalista, seu primeiro revés de complicações alargadas e a solu-
ção como mudança de feição do sistema. Grande Depressão, Segunda Revolução Industrial e
Imperialismo Capitalista não podem ser entendidos isoladamente.
Marx apontou claramente para os enormes esforços feitos, em meados do século xix, na
construção de uma moderna e industrial rede de comunicações e transportes como um dos
fatores fundamentais para constituição da indústria de bens de capitais. “Construir máquinas
com máquinas” era o novo objetivo dos capitalistas, que já vislumbravam a extrapolação dos
seus investimentos para outros rentáveis setores e para a disputa de novas formações sociais.
A Segunda Revolução Industrial a que tratamos não reside apenas na implementação de
novas fontes e formas de energia, como o petróleo e a eletricidade; ou de novos materiais,
como o aço; ou no grande aprimoramento de inventos do século xviii, como a turbina a vapor;
nem mesmo reside exclusivamente na industrialização de outros países, como Alemanha e
Estados Unidos. A essência da chamada Segunda Revolução Industrial está na mudança do
caráter do capitalismo: neste momento, monopolista e imperialista.
O capitalismo monopolista criou uma nova fase de desenvolvimento das forças produti-
vas; certamente esse desenvolvimento não está desassociado da longa trajetória de avanços
desde as décadas finais do século xviii, é um processo intrínseco ao desenrolar do capitalismo
como modo de produção, mas ainda assim há uma nova fase. Assim como a fase monopolista,
é o resultado tendencial do desenvolvimento capitalista nos primórdios como capitalismo
concorrencial; a segunda Revolução Industrial é consequência tendencial das características
mais básicas da primeira. Os dois processos estão em relação dialética e não podem ser
entendidos de forma desassociada.
O Imperialismo Capitalista resultou de uma crise, que se tornou a primeira depressão ti-
picamente capitalista, de dimensões inéditas. A Grande Depressão (1873-1896) marcou um
importante ponto de virada na história do capitalismo, cujas consequências seriam o redi-
mensionamento do mapa industrial e econômico do mundo, a consequente redistribuição do
poder político e militar, e a redefinição do sistema monetário internacional no quadro do sur-
gimento do capital financeiro como figura dominante.
É verdade que as inovações técnicas e tecnológicas foram importantes fatores para
concentração de capitais, pois que agigantavam as proporções produtivas, as plantas fabris, as
escalas de mercadorias e necessidades de capitais. Entretanto, decisivamente, a concentração
de capitais liberou forças que fizeram o capital avançar em suas capacidades de transformação
de forma renovada e com repercussões tão importantes quanto na última década do século
xviii. As novas formas de subsunção da força de trabalho, exploração da natureza e controle/
ganhos de produtividade foram resultado do “instinto de sobrevivência” do capital. Essa mu-
dança de fase sistêmica só foi viável graças às exportações maciças de capitais, via colonização
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direta (ocupação militar e subjugação política dos continentes africano e asiático) ou das zo-
nas de influência.
A República da Argentina, após o fim das conturbações políticas e cisões internas, buscava
a estabilidade num renovado desenvolvimento econômico com um pacto entre as frações das
classes dominantes, preservando o domínio das terras aos latifundiários, os privilégios comer-
ciais e industriais aos grandes negociantes dos centros urbanos e promovendo uma política
liberal de atração dos interesses capitalistas centrais.
45 Thiago Mantuano
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4%
5% 24%
5%
7%
21%
11%
12%
Ato contínuo aos grandes investimentos estrangeiros, a produção de bens primários alçou
números não observados anteriormente. Como demonstra Lobo:
No caso argentino se destacam as exportações de lã, peles, couros, trigo, milho e carnes.
A produção de grãos que não passava de 560.000 hectares plantados no início da década
de 1870, chegou a 6.000.000 de hectares trinta anos depois. No início do século xx, a Argen-
tina já era a terceira maior exportadora mundial de grãos, registrando 4.200.000 toneladas
de grãos exportados anualmente, sendo mais de 2.000.000 de toneladas de trigo e mais de
700.000 toneladas de milho (Rapoport, 2007, p. 61).
47 Thiago Mantuano
200000000 80000000
180000000
60000000
160000000
40000000
140000000
20000000
120000000
100000000 0
80000000
-20000000
60000000
-40000000
40000000
20000000 -60000000
0 -80000000
No quarto final de século xix, Buenos Aires experimentou uma intensa urbanização, incre-
mentada em termos geográficos pela crescente imigração e impulsionada pelo crescimen-
to econômico que muito tinha a ver com as importações e exportações. Do atlântico e até o
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interior, por via férrea ou fluvial, ao longo do século xix, a centralidade de Buenos Aires, frente
às demais cidades e portos argentinos, se firmou indubitavelmente.
Segundo Caruso,
El puerto porteño, centro neurálgico de la vida económica, social, política y cultural, cen-
trelizaba las rutas fluviales y ferroviárias. Fue por tanto um lugar de concentración de trabaja-
dores de diversos orígenes, ofícios, edades, saberes y vivencias. (Caruso, 2016, p. 21)
Pode-se dizer que a macrocefalia da capital de uma república recém-fundada, com uma in-
dustrialização incipiente, mas crescente, sede dos maiores interesses financeiros e comerciais
estabelecidos no Rio da Prata, está além dos territórios argentinos. Tanto é que, na última dé-
cada do século xix, seu porto ultrapassa o do Rio de Janeiro e se torna o maior de todo o At-
lântico Sul.
Esse processo pode ser apreciado em números. Em 1880, cerca de 57% das embar-
cações transatlânticas que chegavam à Argentina aportavam em Buenos Aires, cerca de 8.000
dos 14.000 paquetes. Em 1882, Buenos Aires registrava 8500 embarcações transatlânticas, isso
representava 1.200.000 toneladas e impressionantes 82,5% de todo comércio de importação
argentino! A magnitude média das embarcações também aumentou: em 1880, era de 500 to-
neladas; passou a 1600 toneladas, em 1890; e 2000 toneladas, em 1900, o que denuncia a rá-
pida generalização dos vapores no Rio da Prata (Ortiz, 1943, p. 20).
Entretanto, antes mesmo da era dos vapores, esse porto atraia atenção da nascente re-
pública. Já nas décadas de 1820 e 1830, uma série de medidas para a canalização do Riachuelo
foram tomadas, preparava-se assim um porto em sua “boca”. Enquanto a canalização avança-
va, os antigos “muelles”, verdadeiros pontões de madeiras privados, que dominavam a costa
de fronte à cidade, passaram paulatinamente até “La Boca”. Até 1878, o porto da Boca foi assim
utilizado para o carregamento e descarregamento, especialmente do comércio de importação
e exportação de granéis. Devido ao crescimento da movimentação e o aumento dos portes
dos navios, esse porto começou a demonstrar a tão mencionada inadequação com a nave-
gação a vapor, tornando-se assim necessário transformar as suas infraestruturas e reforçar o
controle aduaneiro.
Um importante observador da questão portuária na argentina chegou a qualificar o porto
de Buenos Aires como um dos piores do mundo.
La ciudad de Buenos Aires está situada a orillas de una playa de rio, y su puerto, si tal se
llama, es uno de los peores del mundo. Mucho tiempo se ha pensado en mejorarlo, y por fin
se quisieron llevar a cabo los propósitos en gran escala, y se proyectó un puerto de abrigo.
(Huergo, 1873, p. 5)
En cuanto al proyecto de Muelles nada satisfactorio puede anunciar aún el Gobierno por
haberse tocado insuperables dificultades para su ejecución. El presupuesto de la obra que
49 Thiago Mantuano
debe hacerse asciende a la suma considerable de cuarenta millones de pesos, pues a más del
Muelle es indispensable, según la opinión de personas idóneas, formar un puerto que abri-
gue á aquél. (Argentina, 1854)
Para resolver estas questões, já em 1855, foi aberto o Grande Molhe de Passageiros. Essa
construção de madeira e ferro foi elaborada ainda no início da imigração em massa. Com ela, a
atracação de embarcações de transbordo e o desembarque de passageiros puderam ser feitos
de forma mais ágil e confortavelmente. Em frente a este molhe, foi construído o portentoso
prédio da Alfândega, a famosa Aduana Taylor.
Inaugurada em 1859, a Aduana consistia num conjunto de edifícios dos quais o principal
era semicircular e avançava sobre o Rio da Prata. Seu principal edifício tinha cinco andares,
com uma torre central contendo um farol de cerca de 25 metros de altura. Dela, se projetava
um molhe de madeira com 300 metros de cumprimento por 20 de largura, ladeado por pe-
quenos e precários guindastes de madeira. O complexo continha 51 pequenos armazéns de
alvenaria ligados por trilho que conduzia carroças com tração animal. Mais tarde, foi implanta-
do os trilhos da linha ferroviária que circulava por toda sua extensão e facilitava o transporte/
carga/descarga junto aos armazéns da companhia ferroviária (Ortiz, 1943, pp. 108-110).
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Nas laterais do edifício, duas grandes rampas entravam no rio e permitiam a acostagem de
pequenas embarcações, elas eram fundamentais para o funcionamento do porto:
[...] mediante el permanente translado de cargas, tripulantes e pasajeros, estos barcos eran
la base de la actvidad portuária, muy especialmente los remolcadores que permitían la entra-
da y la salida de los transatlánticos y buques de gran calado, imprescindibles por las proprias
condiciones naturales de dicho puerto. (Caruso, 2016, p. 3)
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50 Buenos Aires: a Cidade, seus Portos e Rios (1850-1911)
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As ditas condições naturais adversas são as suas marés inconstantes, alagando muito facil-
mente qualquer área de contato com Rio da Prata e o Riachuelo; e as impressionantes rajadas
de ventos, que de tempos em tempos se transformavam em verdadeiras sudestadas. Esses
temporais arrasavam com as embarcações e com as más infraestruturas portuárias. Mesmo
com a Aduana na parte central da cidade, as margens do Riachuelo não paravam de receber
os pontões conjugados em barracas privadas.
Além das referidas condições climáticas, os observadores de época apontavam para a di-
ficuldade do acesso à praia dos que desembarcavam pelo Rio de La Plata, já que a frente da
cidade estava bloqueada por um grande banco de areia, chamado Banco de la Ciudad. Dessa
forma, o ancoradouro mais amplo e requisitado, o de Balizas Interiores (com profundidade en-
tre 5 e 7 metros), era ligado à cidade por diversas embarcações e carroças com animais que
entravam até os areais úmidos (Luqui Lagleyze, 2001).
Os perigos para a navegação e a dificuldade de embarque/desembarque no porto de Bue-
nos Aires não escaparam ao olhar atento do cientista alemão Germán Burmeister:
La ribera de Buenos Aires es playa, sumamente inclinada, limosa y apenas visible aun hasta
2 millas de distancia. Al mismo tiempo el río es muy bajo y lleno de bancos de arena, haciendo
peligrosa la navegación cerca de las orillas. Por otra parte una costa aun mucho más alta tam-
poco sería visible desde el medio del río, pues el estuario del Rio de la Plata entre Montevideo
y la opuesta Punta Piedras pasa de una anchura de 12 millas alemanas, es decir el doble que
el Canal de la Mancha entre Dover y Calais. (Burmeister, 1862, p. 125)
Por conta de suas características naturais, o porto de Buenos Aires acabou sendo apelida-
do pelos capitães do oitocentos como “inferno dos navegantes”. Desde a época colonial até a
inauguração de Puerto Madero, as maiores embarcações deveriam fundear fora de Balizas In-
teriores e isto significava ficar muito tempo parado, além de exposto a perigos naturais e hu-
manos (roubos, incêndios, perda de marinharia, etc.) constantes (Rocca, 1996).
A construção de um porto com as comodidades necessárias se tornou central desde, pelo
menos, a década de 1870. No âmbito deste acalorado debate público, o conflito mais conhe-
cido se deu entre o projeto proposto pelo engenheiro Luís Huergo, baseado em sólidos ar-
gumentos técnicos, hidráulicos e geomorfológicos, além de apoiado pelo governo provincial
buenairense; e os interesses defendidos por Eduardo Madero, apoiado por um poderoso gru-
po de empresários ingleses e locais. O projeto de Huergo favorecia o aproveitamento integral
do rio Riachuelo, propondo a sua canalização, o que implicava obras de dragagem e abertura
de uma nova boca sobre a confluência dos novos cais, transformando a operação portuária
já existente pelas velhas pontes de madeira da zona ao sul da cidade. O projeto de Eduardo
Madero transformava o velho porto em frente à cidade mais antiga, transformando as carac-
terísticas da sua faixa costeira através da construção de quatro diques que por um sistema de
esclusas garantiam o calado necessário para os grandes navios a vapor.
O próprio Huergo, como ministro das Obras Públicas da Província de Buenos Aires, confes-
sou as principais razões para elaborar, desde muito cedo, projetos e soluções para um novo
porto de Buenos Aires. As pressões dos negociantes envolvidos na operação portuária e no
comércio do Rio da Prata pesavam nas iniciativas que o engenheiro tomava. Huergo estava
mais ligado aos interesses locais, dos estaleiros buenairenses e dos negociantes nacionais que
51 Thiago Mantuano
ocupavam o Riachuelo, do que aos interesses da finança internacional (aonde Madero tinha
maior inserção). Entretanto, não se deve menosprezar as forças econômico-sociais que o mo-
viam, nem os limites reais da operação portuária posta em questão:
Hace ya unos 16 años que conozco el Riachuelo y sus alrededores, por la frecuencia con
que durante los años de 1857 a 1861, tenía necesidad de ir a los Saladeros y Barracas, allí si-
tuados.
No me ocupaba entonces de cuestiones de ingeniería, pero las continuas quejas de los co-
merciantes y de los proprietarios de lanchas, por los perjuicios que sufrían, en la demora de
seis y ocho días, durante los cuales las lanchas se encontraban sin poder entrar o salir, a causa
de la Barra del Riachuelo; me hacían pensar que con muy poco sacrificio de tempo y dinero,
podrían mejorarse las condiciones de su navegación. (Huergo, 1873, p. 87)
Huergo saiu na frente, o seu ambicioso projeto foi aceito pela Dirección de Ingeniería de la
Nación. Além da abertura de uma nova e mais ampla canalização no Riachuelo, foi executada
uma dragagem da linha de água no canal para cerca de seis metros, protegida nos primeiros
500 metros de praia por molhes de parede de alvenaria contínua. Assim anunciava o presiden-
te Avellaneda:
El Puerto de La Boca fue plenamente habilitado habiéndose fijado por decreto la tarifa res-
pectiva para la percepción de los derechos acostumbrados. El canal dragado ha permitido la
entrada en este Puerto de buques de catorce pies de calado, quedando así resueltas práctica-
mente las objeciones hechas a las obras que actualmente se realizan, y a las que el Gobierno
Nacional no ha podido llevar aun ningún concurso material. Debo así anunciaros, en conclu-
sión, que va a seros propuestos inmediatamente por el Ministerio de Hacienda los medios de
realizar los quinientos mil pesos que una ley del año pasado dejó consignados para la prose-
cución de estas obras del Riachuelo. (Argentina, 1879)
O motivo para tamanho empenho em melhorar o porto da Boca do Riachuelo era simples:
já em 1869, 56% das exportações e toda importação de carvão, madeira, ferro e sal de Buenos
Aires eram feitas naquela localidade (Huergo, 1873).
Dessa forma, a primeira solução foi construir nas margens do Riachuelo o grande porto
buenairense, aonde muito da tradicional operação portuária já estava instalada. Segundo Ca-
ruso: “en aquel espacio portuario finisecular existían también múltiples barracas y depósitos,
que jugaban un papel fundamental en la estructura económica portuaria.” (Caruso, 2016, p. 4).
As obras do porto da Boca começaram no final de 1876 e foram concluídas apenas em
1883, quando oficialmente ele superara, sozinho, toda a capacidade do porto de Montevidéu.
As obras incluíram: a dragagem de um canal de acesso que montaram em 5.490.000 metros
cúbicos; a construção de um cais de alvenaria medindo 1000 metros de comprimento como
base para a construção de 4300 metros quadrados de pontes de madeira, 56.000 metros qua-
drados de pavimento de paralelepípedo; e a instalação de 12 guindastes de ferro (Ortiz, 1943,
pp. 20-21).
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52 Buenos Aires: a Cidade, seus Portos e Rios (1850-1911)
doi: http://dx.doi.org/10.21789/24222704.1309
Fonte: Argentina. Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Puerto del Riachuelo (1860). Disponível em: <http://www.bn.gov.ar/biblio-
teca-digital-del-patrimonio-iberoamericano>.
Acesso em 22 de outubro de 2016
Una ley provincial de 1875, ratificada por la Nación, dispone de la formulación de proyec-
tos para canalización del Riachuelo y construcción de muelles en sus márgenes, obra que se
realiza hacia 1877; y ampliada luego, permite en 1879 disponer de un canal apto para recibir
embarcaciones de mil toneladas de porte y que concretando la antigua aspiración de estab-
lecer en su cauce cuando menos una importante sección del puerto de Buenos Aires, admi-
te durante el año de su iniciación de actividades la entrada de siete mil barcos cargados con
quinientas ochenta mil toneladas de mercancías. (Ortiz, 1943, p. 20)
O Riachuelo viu florescer um grande polo industrial em suas margens. Com base na indús-
tria metal-mecânica, graças à construção e reparo das grandes embarcações a vapor, lá se en-
contravam estaleiros, oficinas de reparo naval, fábricas de motores, frigoríficos, armazéns de
carvão, serrarias, etc. As ferrovias que já chegavam até a Boca, tiveram acesso à beira do cais.
Entretanto, o porto da Boca já nascera defasado. A baixa profundidade de seu canal, soma-
da ao restrito espaço de acostagem face ao incrível crescimento da movimentação e do porte
das embarcações, fez com que a antiga lógica das pequenas embarcações de translado não
deixasse de existir, pelo contrário, junto com o alargamento do porto, elas se reproduziam e
davam emprego a uma camada expressiva de trabalhadores portuários. Mesmo assim, inves-
timento em seus melhoramentos, entre 1876 e 1896, montaram quase 7,5 milhões de pesos
(Huergo, 1904, p. 75).
53 Thiago Mantuano
Outro aspecto a ressaltar era a importância das empresas ferroviárias na operação por-
tuária estabelecida. Em todos os projetos portuários de Buenos Aires, incluindo o desenvolvi-
do e construído por Madero, a ferrovia teve um papel indiscutível e foi prevista de forma des-
tacada. Mesmo antes da construção de Puerto Madero, já havia três estruturas sob trilhos nas
regiões portuárias de Buenos Aires: os Ferrocarriles de Buenos Aires tinham acesso aos melho-
ramentos no Riachuelo; a Southern Railway tinha seu próprio cais na então estação de Barracas
al Sud, onde mais tarde o armazém frigorífico de La Negra estaria localizado; e a empresa de
serviços portuários concessionária da Aduana, a Companhia Muelles y Depósitos de Catalinas,
que chegou a construir sua própria ponte com trilhos, havendo uma locomotiva que trazia os
vagões de várias companhias ferroviárias que chegaram por diferentes conexões com os na-
vios (Longo, 1995).
Outros importantes agentes econômicos que influíam na operação portuária de Buenos Ai-
res eram os proprietários de armazéns. O setor de armazenagem, desde muito cedo, foi revolu-
cionado naquela cidade com a aplicação industrial dos refrigeradores e das máquinas frigorí-
ficas. A Argentina foi pioneira neste tipo de conservação em grandes magnitudes e na própria
exportação de carnes refrigeradas e congeladas, com a introdução da refrigeração nos porões
dos navios a vapor. Com as necessidades de transformação de uma indústria baseada até en-
tão na produção e exportação de lã, peles, couros e carnes salgadas, esses avanços tecnológi-
cos puderam fazer os produtores dos pampas competir também nos mercados mundiais com
produtos mais bem conservados e de qualidade superior. Como demonstra Mario Rapoport,
assim como as ferrovias, o setor de armazenagem fria era altamente internacionalizado:
Dessa forma, já na década de 1880, ficou claro que a área onde se encontrava a anti-
ga Aduana deveria dar lugar a um novo e moderno porto. Entretanto, os interesses a serem
contrariados com esta grande obra eram poderosos, mesmo que do outro lado houvesse um
forte grupo de empresários locais e estrangeiros capitaneados por Eduardo Madero. Em 1882,
o governo federal concedeu ao magnata Eduardo Madero a construção de um novo porto
que iria solucionar as contradições provientes do crescente movimento portuário bonairense.
O projeto que fora financiado pelos ingleses Baring Brothers tinha concepção parecida com
as londrinas Docas de Vitória e Albert. O projeto foi conduzido pelo renomado engenheiro
inglês John Hawkshaw e continha um sistema com quatro docas fechadas e ligadas entre si,
mais dois cais protegidos ao Norte e ao Sul, destinados à delicada praticagem naquele porto,
à construção e ao reparo naval.
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doi: http://dx.doi.org/10.21789/24222704.1309
Fonte: Argentina. Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Puertos de Buenos Aires. Directoria General de las Obras Hidraulicas
(1887). Disponível em: <http://www.bn.gov.ar/biblioteca-digital-del-patrimonio-iberoamericano>. Acesso em 22 de outubro de
2016
Suas instalações foram uma raridade para o panorama portuário do Atlântico Sul no oito-
centos. Algumas características impressionam os estudiosos sobre os portos no período: cinco
pontes de propulsão hidráulica que separavam as docas; 17 mil metros quadrados de molhes,
metade de alvenaria e metade de madeira; 7 mil metros de cais, dos quais 4.920 metros acos-
táveis; 134 hectares de ancoragem; 461.417 metros cúbicos de armazenagem; duas usinas
hidráulicas que totalizavam 1600 cavalos-vapor; três guindastes flutuantes de 40, 60 e 100 to-
neladas de capacidade; elevadores de grãos com capacidade de carga de 2.350 toneladas por
hora; 27 quilômetros de vias férreas que serviam o complexo; e profundidade de 9 metros na
beira do cais. A área construída cobria todo o velho ancoradouro de Balizas Interiores e apro-
fundava substancialmente a calado que comportava o local. O canal exterior norte foi draga-
do em incríveis 23.318.707 metros cúbicos (Ortiz, 1943, pp. 120-121).
Contudo, a acidez do comentário de Huergo, em suas memórias, demonstra como a obra
não era uma unanimidade e teve êxito por conta de uma complexa articulação política.
El señor Madero proponía ejecutar las obras por cuenta del Gobierno, o realizarlas por su
cuenta, poniendo el capital, concediéndole el Gobierno las rentas que las obras produjeran, y
los terrenos que quedarían entre el malecón exterior y una línea tirada a 50 metros de distan-
cia del frente de los edificios de la ciudad que daban al río.
55 Thiago Mantuano
El señor Madero fue tan afortunado que, dentro de los cuatro meses, el Congreso sancionó
la ley de 27 de octubre de 1882. Ella que autorizaba al Gobierno a contratar con constructo-
res de bien establecida competencia, responsabilidad y práctica. Que el señor Madero debía
presentar para la construcción de las obras del puerto, ubicadas entre el Riachuelo y la Usina
del gas, con los diques, almacenes, etc., y los canales de entrada que fueran necesarios, de
acuerdo con los planos del señor Madero. (Huergo, 1904, p. 45)
Os detalhes contratuais acabaram retardando a obra em cinco anos, o acordo final incluía
a sua execução por empreitadas contratadas através da empresa de Madero, a contratação de
três engenheiros de renome ingleses (Hawkshaw, Son e Hayter) e o pagamento por tarefas
executadas. Além do compromisso de que a empresa de Madero exploraria as novas infraes-
truturas, receberia suas rendas e seria responsável pelo funcionamento e comercialização dos
espaços produtivos criados (Huergo, 1904).
A sua construção começou em 1887 e foi concluída, surpreendentemente no prazo, em
1897. O custo previsto das obras foi de 17,5 milhões de pesos, entretanto o investimento total
foi de 35 milhões de pesos. Para se tiver noção, durante quase todo o século xix, a República
investiu o total de 87 milhões de pesos nos portos nacionais (em reformas, construções, ma-
nutenção e conservação). Puerto Madero constituiu, portanto, 40% do todo investido pela Re-
pública em todos os portos nacionais durante o século xix (Ortiz, 1943, pp. 120-121).
Já no discurso de inauguração, o representante do governo federal, vice-presidente Pelle-
grini, fez questão de frisar os desafios que a capital portenha superava com a grande obra:
Asombro es de todos los que conocen por primera vez esta ciudad, como ha podido ad-
quirir su actual importancia comercial, teniendo por único puerto esa playa inmensa y ese
mar abierto a todos los vientos, que ofrece menos seguridad que el océano mismo; y donde
el desembarco y la descarga suelen ser más fatigosos y más costosos que la travesía del mar
[...] En la nave que llegaba a nuestras costas y nuestros medios de transporte terrestres había
una solución de continuidad, representada por inmensos bajitos u olas encrespadas que ha-
cían el desembarco un problema sujeto al azar de los vientos, que lo tornaban de grotesco y
ridículo en peligroso o trágico. (Pellegrini, 1910)
A narrativa de Guillermo Madero, neto do falecido idealizador da obra, não deixa dúvidas
acerca da apologética feita em torno da adequação ao novo padrão de integração entre porto
e navio.
Estos barcos habían surcado por primera vez el nuevo canal sin inconveniente alguno, a
través de aquella playa, antes barrera infranqueable, y habían podido maniobrar con facilidad
dentro de la dársena donde ahora estaban atracados. Las caravanas de público afluían a la
zona portuaria y se diseminaban en grupos que ocupaban los muelles, barcos y trenes de tra-
bajo estacionados, llenando los espacios libres y los sítios adonde habían sido especialmente
invitados. (Madero, 1955, p. 64)
influindo no escoamento por vias ferroviárias (que já serviam a região portuária anteriormen-
te) e na distribuição da energia elétrica, a Companhia de Puerto Madero foi soberana até o iní-
cio da década de 1910. Formada como uma sociedade anônima, chegou a receber mais de 21
milhões de dólares de investimentos estrangeiros, o que significava 1% de todos os capitais
externos na Argentina (Rapoport, 2007, p. 34).
Durante o último quarto do oitocentos, as rendas provenientes da exploração de serviços
portuários, navais e marítimos no porto de Buenos Aires tiveram crescimento exponencial. En-
tretanto, claramente não era o suficiente para amortizar tamanho investimento.
Gráfico 3. Rendas arrecadas com a exploração dos portos de Buenos Aires e porcentagem de amortização dos
capitais investidos, 1879-1901
(Em dólares e percentual)
1000000 10
900000 9
800000 8
700000 7
600000 6
500000 5
400000 4
300000 3
200000 2
100000 1
0 0
Entretanto, o porto de Madero não teve vida longa. Já na década de 1910 os seus custos e
limitações operacionais eram questionados, especialmente pela permanente necessidade de
ampliar-se “para dentro do rio”. Em 1911, com a criação da primeira autoridade portuária com
prerrogativas de coordenação e controle operacional, a Dirección General de Puertos, o poder
de mando da empresa concessionária se viu fortemente restrito. Na mesma época, um novo
projeto do engenheiro Huergo começou a ganhar corpo: o porto novo, projetado ao norte da
cidade, no bairro do Retiro, vai tomar corpo na década de 1920 e fazer com que, precocemen-
te, Puerto Madero deixasse de ser utilizado para o que foi concebido.
Considerações finais
Nesse breve artigo pudemos ver como a mutação geográfica, operativa e das relações so-
ciais nos portos buenairenses fazem refletir muito além do que o simples movimento de car-
ga/descarga. Como em outras nações “jovens”, a Argentina se inseriu na Divisão Internacional
57 Thiago Mantuano
do Trabalho com uma função muito clara: exportar produtos primários, de origem animal e
cereais, para o centro do sistema. Para realizar isto, uma nova forma de transporta-los não só
era necessária por conta das incríveis escalas, como era desejável ao capital por ser um inte-
ressante investimento.
Para isso, o rio da Prata e o Riachuelo deveriam ser domados. A hidrografia e a geomorfolo-
gia natural desses dois rios foram intensamente modificadas, mas não tanto quanto a relação
de classe em que se baseava a exploração dos trabalhadores para alcançar tais intentos. A
própria escolha de onde deveriam se localizar as principais infraestruturas portuárias de Bue-
nos Aires passou mais decisivamente por um conflito intraclasse, do que pelos argumentos
técnico-financeiros dos engenheiros e empresários interessados. Esse conflito esteve evidente
na própria disputa pelas prerrogativas portuárias entre entes federativos: província e governo
central.
Consideramos verdade que os elevados custos imperavam em obras hidráulicas e por-
tuárias no século xix, esse é um aspecto incessantemente ressaltado pelos observadores de
época. Entretanto, mesmo que os retornos via exploração de suas infraestruturas não fossem
compatíveis, o investimento pagava-se com o substancial incremento dos impostos recolhi-
dos nas aduanas. Embora as obras e a administração dos portos e terminais, em diversos mo-
mentos e modelos, tivessem sido persistentemente entregues à privados e fossem um dos
alvos preferenciais de investimentos estrangeiros, o desenvolvimento portuário de Buenos
Aires contou com substanciais isenções, garantias e pagamentos públicos.
De qualquer forma, pelo menos no que concerne a passagem do século xix para xx, o Impe-
rialismo Capitalista foi o maior vencedor desse processo. Seja na boca do Riachuelo ou nas do-
cas de Madero, os capitais ingleses, americanos e de outras potências industriais prosperaram
na utilização e operação do porto de Buenos Aires.
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A Estrada de Ferro: crescimento econômico e
urbano num município brasileiro do Sul de Minas
Gerais – Varginha, 1882-1920
The Railroad: Economic and urban growth in a Brazilian municipality in
the South of Minas Gerais – Varginha, 1882-1920
Natânia Silva Ferreira
Doutoranda do Programa de Desenvolvimento Econômico da
Universidade Estadual de Campinas, Brasil
Bolsista CAPES
https://orcid.org/0000-0001-7294-1959
[email protected]
RESUMO
Entre o final do século XIX e o início do século XX, diferentes regiões do Brasil passaram por
transformações sociais, urbanas e econômicas. Tais transformações tiveram como motor, den-
tre outros, um importante serviço, meio de transporte e de comunicação: a estrada de ferro.
As ferrovias chegaram nas mais diversas localidades, encurtando distâncias, transportando
pessoas e mercadorias. O objetivo central deste artigo é o de compreender a chegada da es-
trada de ferro num município do interior brasileiro: Varginha, situado no Sul do Estado de Mi-
nas Gerais. Com a utilização de fontes manuscritas, impressas e referências bibliográficas, foi
possível compreender que a passagem da estrada de ferro pelo município contribuiu com o
crescimento urbano e econômico varginhense.
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60 A Estrada de Ferro: crescimento econômico e urbano num município brasileiro do Sul de Minas Gerais – Varginha (1882-1920)
doi: https://doi.org/10.21789/24222704.1311
ABSTRACT
Between the end of the nineteenth century and the beginning of the twentieth century, di-
fferent regions of Brazil underwent social, urban and economic transformations. These trans-
formations were driven by, among others, an important service, means of transport and com-
munication: The railroad. The railroads arrived in different locations, shortening distances,
transporting people and goods. The central objective of this paper is to understand the arrival
of the railroad in a municipality in the Brazilian interior: Varginha, located in the south of the
State of Minas Gerais. With the use of handwritten fonts, printed sources and bibliographical
references, it was possible to understand that the passage of the railroad through the munici-
pality contributed to the urban and economic growth of Varginha.
Keywords: Varginha, railroad, urban transformations, economic transformations, econom-
ic history
A passagem do século xix para o século xx foi um período de transformações urbanas e cres-
cimento econômico para grande parte do Brasil. Com acordos financeiros entre Campos Salles
e credores estrangeiros (1898-1902), abriu-se um projeto político de modernização e urbani-
zação do país (Saes, 2008, pp. 188-189).
Dentro deste contexto, é possível destacar alguns casos específicos. O ciclo da borracha se
constitui num exemplo de economia particular que possibilitou crescimento econômico do
Amazonas, especialmente em Manaus, e do Pará, sobretudo em Belém (Ferreira, 2005, cap. 3;
Bueno, 2012). Na Bahia, o cacau auxiliou na formação de uma economia de exportação espe-
cífica do Estado (Almeida, 2009). No Rio Grande do Sul houve também o desenvolvimento de
uma economia própria, baseada na pecuária (Herrlein, 2000). No sudeste do país, São Paulo
desenvolveu uma economia cafeeira muito relevante, a atividade que mais contribuiu para o
aumento das exportações brasileiras na passagem do século xix para o xx (Cano, 1975; Dean,
1977; Silva, 1980; Mello, 1986). Na época, a Zona da Mata de Minas Gerais também contou com
uma economia cafeeira de exportação (Lima, 1977).
De forma particular, diferentes partes do Brasil passavam por um processo de urbanização
e crescimento econômico, com auxílio de atividades agropecuárias.
Naquele cenário, de transformações urbanas e econômicas às quais o Brasil passava na pas-
sagem do século xix para o século xx, o Sul de Minas Gerais1 recebeu influências da expansão
da economia cafeeira, mais especificamente, na segunda década do século xx, quando as ex-
portações passaram a aumentar.
A região do Sul de Minas Gerais tornou-se uma divisão administrativa da Província mineira
em 1789, tendo sido emancipada a paróquia de Campanha da Princesa naquele ano.2 Locali-
zada inicialmente na Comarca do Rio das Mortes, Campanha tornou-se a sede da Comarca do
Rio Sapucaí a partir de 1833, tendo suas fronteiras delimitadas ao norte pelo Rio Grande e ao
sul e sudeste pela serra da Mantiqueira.3
Assim, o território que inicialmente abrigou o Sul de Minas teve começo com a emancipa-
ção de Campanha, município que foi desmembrado na primeira metade do século xix nas ci-
dades de Baependy (1814), Jacuhy (1814), Pouso Alegre (1831), Lavras (1831), Jaguary (1840)
e Itajubá (1848). A dinâmica da região avançou em relação à existente na urbanização da
área mineradora e, inicialmente, foi baseada na agricultura e no comércio de abastecimen-
to (Lenharo, 1993).
1 Sobre a divisão do Estado de Minas Gerais, é possível recorrer a Wirth (1982), Paiva & Godoy (2002).
2 Antes dessa época, o Sul de Minas já apresentava importância como rota de comércio e como produtor de gêneros de
abastecimento para outras regiões do Brasil, como a da corte. Segundo Furtado (1963, pp. 114-115), “a cidade do Rio re-
presentava o principal mercado de consumo do país e os hábitos de consumo de seus habitantes se haviam transformado
substancialmente a partir da chegada da corte portuguesa. O abastecimento desse mercado passou a constituir a prin-
cipal atividade econômica dos núcleos de população rural que se haviam localizado no sul da província de Minas como
reflexo da expansão da mineração”.
3 A Comarca do Rio das Mortes havia sido emancipada da área mineradora central, com a fundação de sua sede em São
João D’El Rey no ano de 1713.
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62 A Estrada de Ferro: crescimento econômico e urbano num município brasileiro do Sul de Minas Gerais – Varginha (1882-1920)
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O mapa 1 mostra a localização atual de Varginha e do Sul de Minas Gerais no Estado, bem
como o posicionamento de alguns dos municípios citados acima. Ainda, é possível notar os
Estados que se situam próximos da região sul-mineira.
Mapa 1. A localização de Varginha no Sul de Minas Gerais e a localização da região sul-mineira no Estado
Fonte: http://suldemg.blogspot.com.br/2010/11/mapa-do-sul-de-minas.html.
Acesso em 10/03/2018. No quadro em destaque, onde se lê MS (Mato Grosso do Sul), leia-se GO (Goiás).
4 Apesar da importância do café para Minas Gerais de fins do século XIX e inícios do século XX, é importante ressaltar que a
cafeicultura não foi a única atividade regional. Segundo Iglésias (1982), “fala-se em Minas Gerais, quando na verdade sua
fisionomia era –como é ainda hoje– muito diversificada” (p. 137). De acordo com Wirth (1982, p. 43) “as paisagens de Minas
Gerais, consequentemente, oferecem diferentes leituras ao historiador. As distintas partes de Minas Gerais contaram com
atividades econômicas diferentes nos séculos XIX e XX. “O Triângulo tomou forma como uma moderna economia agrope-
cuária a partir da década de 1880... O Norte, ao contrário, seguiu o curso da economia de estâncias do século XVII, salvo
uma corrida de diamantes (depois de 1830)... O Oeste exportou gado para o sul” (Wirth, 1982, p. 43).
5 Embora seja dada certa relevância para o café na economia do Sul de Minas Gerais, vale lembrar que na região, na tran-
sição para o século XX, outras atividades econômicas se faziam importantes: Alfenas, Guaxupé, Machado e Três Pontas,
por exemplo, foram cidades sul-mineiras que se dedicaram não somente à produção cafeeira, mas também à pecuária e
63 Natânia Silva Ferreira
Assim, Varginha foi emancipada do município de Três Pontas no ano de 1882 e daquele pe-
ríodo até o início do século xx, passou por transformações que fizeram com que se tornasse
uma das principais cidades do Sul de Minas Gerais: os primeiros projetos sobre escolas públi-
cas surgiram por volta da metade da década de 1880 (Ata da Câmara Municipal de Varginha –
acmv–,1884, p. 22), a elevação à sede de Comarca ocorreu em 1890 (acmv6, 1890, p. 18), a estrada
de ferro Muzambinho começou a passar pelo município no ano de 1892, tendo gerado rele-
vante movimentação na cidade em fins de 1891 (acmv, 1891, p. 40). Quando se iniciou o século
xx, Varginha contava com elementos importantes para seu processo de urbanização: as casas
comerciais, as primeiras fábricas e os bancos; teatro, clube recreativo e cinema; água potável,
telefone e energia elétrica; eram elementos que, juntamente com os que surgiram no final do
século xix, faziam de Varginha um município de destaque no Sul de Minas Gerais (Ávila, 1983;
Sales, 2003).
O processo de urbanização ao qual o Brasil e Minas Gerais passaram na mudança do século
xix para o século xx também ocorreu em Varginha, embora de forma particular.
Portanto, o objetivo central deste texto é o de analisar a chegada de um relevante serviço
para a economia varginhense: a ferrovia. Em 1892, uma estação da Companhia Estrada de Fer-
ro Muzambinho –que não havia sido planejada para passar por Varginha– foi inaugurada na
cidade.
Para o cumprimento do objetivo central, este artigo conta com quatro seções: a primei-
ra servirá para compreensão da chegada do serviço da ferrovia no Sul de Minas Gerais, com
destaque para as mercadorias que eram transportadas. Na seção dois, o objetivo será analisar
as principais atividades econômicas que estiveram presentes na formação do município de
Varginha. Na seção três, serão abordadas as transformações urbanas e econômicas às quais o
município varginhense passou, em decorrência da chegada da estrada de ferro. A seção qua-
tro trás as Considerações finais sobre o tema.
As principais fontes para o desenvolvimento deste artigo são: Atas da Câmara Municipal
de Varginha –acmv–, presentes no Museu Municipal da cidade –mmv–, inventário post-mortem
de uma personagem varginhense, depositado no Arquivo do Judiciário da Comarca de Vargi-
nha –ajcv–, registros de imóveis do município, que se encontram no Cartório de Registros de
Imóveis de Varginha; e os Almanachs Sul-Mineiros (para 1874 e 1884), de autoria de Bernardo
Saturnino da Veiga.
O recorte temporal é marcado entre 1882 e 1920. O início da investigação envolve o ano
de 1882 porque foi em 17 de dezembro de 1882 que ocorreu a primeira reunião da Câmara
Municipal de Varginha, onde foram escolhidos os vereadores que conduziriam o processo de
formação do novo município do Sul mineiro.
O final do estudo foi datado em 1920 porque esta década constitui um período de transfor-
mações para economia brasileira que, de certa forma, podem ter refletido na sociedade var-
ginhense. Segundo Wilson Cano,
demais agriculturas, como a do milho, feijão, arroz e fumo, dentre outras. Sobre a cafeicultura no Sul de Minas Gerais da
passagem para o século XX, conferir: Martins (2016).
6 Dentre trabalhos com atas de Câmara, conferir: Ferreira (2017, cap. 2).
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7 Para um entendimento acerca do debate internacional sobre ferrovias, ver: Fishlow (1965), Fogel (1964).
8 Sobre ferrovias na América Latina, conferir: Nunes (2007), Lacerda (2009), Correa (2012), Kuntz (2015).
9 A respeito do transporte ferroviário em diferentes localidades do Brasil, consultar: Queiroz (2004), Oliveira (2007), Maia
(2009), Goulart e Queiroz (2011), Faleiros e Nunes (2011).
10 Sobre as ferrovias em São Paulo na passagem para o século XX, vale conferir: Saes (1981).
11 Acerca de gastos com infraestrutura de transportes em Minas Gerais da Primeira República, incluindo o transporte ferro-
viário, ver: Godoy, Horta, Barbosa (2017).
12 Para detalhes sobre a economia da Zona da Mata, consultar: Lanna (1985) e Pires (2004).
13 Sobre ferrovias no Sul de Minas da passagem para o XX, conferir: Silva (2012). Para ferrovias no Sul de Minas do início do
século XX, ver: Silva (2018).
65 Natânia Silva Ferreira
A falta de um centro irradiador para o transporte fez com que, a princípio, no Sul mineiro,
houvesse uma integração de suas ferrovias com mercados exteriores, e não entre as próprias
cidades da região (Saes et al., 2010).
O mapa 2 mostra as cidades pelas quais passavam as ferrovias no Sul de Minas Gerais em
1890. Em Varginha, uma estação da Estrada de Ferro Muzambinho foi inaugurada no ano de
1892.
Mapa 2. Localização das ferrovias no Sul de Minas Gerais, 1890
Das quatro estradas de ferro que passaram pelo Sul de Minas Gerais entre o final do século
xix e o início do século xx, a mais antiga foi a Estrada de Ferro Minas e Rio, na época Estrada de
Ferro Rio Verde. A base de sua concessão ocorreu quando a Assembleia de Minas Gerais au-
torizou, por meio da lei 2.062, de 4 de outubro de 1874, o presidente da Província a conceder
garantia de juros de 4% sobre o capital de 14 mil contos de réis para a construção da ferrovia
(Silva, 2012, p. 16).
A Minas e Rio foi inaugurada em 1884 e era formada por três ramais e três seções. Seus
concessionários eram o Barão de Mauá e o Brigadeiro José Vieira Couto de Magalhães. Barão
de Mauá foi pioneiro das obras de estradas de ferro brasileiras, tinha projetos de integração
regional, que ligassem o Rio de Janeiro a São Paulo. José Vieira Couto Magalhaes era militar,
nascido na cidade mineira de Diamantina, tendo presidido Províncias brasileiras, como Goiás
e Minas Gerais (Silva, 2012, p. 114)
Embora intitulada Minas e Rio, sua linha partia de Cruzeiro no interior de São Paulo, e por
onde já passava o ramal da Estrada de Ferro Dom Pedro II. Quase desnecessário é dizer o quão
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forte era estar no jogo político para que se obtivesse uma concessão ferroviária e sua garantia
de juros, ou fosse exercida influência em traçados pouco técnicos (Silva, 2012, p. 116).
O projeto original da Minas e Rio indicava que a estrada partisse do Rio de Janeiro, mas
análises posteriores mostraram maior vantagem se o ponto de partida fosse São Paulo. (Cos-
ta, 1996, p. 46, nota 14 apud Silva, 2012, p. 116). Em Minas Gerais, a Minas e Rio passava por
Pouso Alto, Passa Quatro, São Lourenço, entre outros, tendo seu ponto final em Três Corações.
Até 1910, a estrada de ferro possuía 16 estações entre Minas Gerais e São Paulo (Silva, 2012,
pp. 116-117).
A Estrada de Ferro e depois Companhia Viação Férrea Sapucaí foi organizada entre 1887 e
1888, tendo entrado em operação em 1891 e com sede no Rio de Janeiro. Possuía 308 acio-
nistas no ano 1888 (Silva, 2012, p. 125). O café era mercadoria de destaque em alguns pontos,
como Jacutinga e Ouro Fino. Com o tempo, a ferrovia incorporou inúmeras concessões. De seu
rendimento, considerando passageiros e mercadorias, no ano de 1893, a maior parte era devi-
do o transporte de mercadorias, em todas as oito estações em que passava: cerca de 74 con-
tos com o transporte de passageiros e cerca de 182 contos com o transporte de mercadorias.14
Sobre a Estrada de Ferro Muzambinho, que possuía estação em Varginha, vale ressaltar que
foi em agosto de 1887 que a lei estadual 3.420 concedeu privilégio para a construção da es-
trada. Esta deveria partir da divisa de São Paulo com Minas Gerais e terminar no Sul do Estado
mineiro (Silva, 2012, p. 132).
Existiam dois ramais e três seções: o primeiro ramal era o de Campanha, que ligava-se a
localidades como Cambuquira e Águas Virtuosas do Lambari, estâncias hidrominerais do Sul
mineiro. O outro ramal, subdividido em duas seções, era chamado Prolongamento de Três Co-
rações ou Linha do Tronco, e ligava-se à Varginha e Alfenas, dentre outras cidades. O Prolonga-
mento de Três Corações e o ramal de Campanha foram explorados por concessão federal. “O
primeiro não gozava de garantias de juros e o segundo tinha 5% durante a construção e 4%
após o término, sob o capital de 2.509:500$000” (Lima, 1982, p. 103 apud Silva, 2012, p. 133).
A inauguração da ferrovia se deu no ano de 1892 (no Prolongamento de Três Corações; em
Campanha ocorreu em 1894), porém, já em 1908, foi incorporada à Minas e Rio, num processo
que, futuramente, resultaria na formação da Rede Sul Mineira (Silva, 2012, p. 133). O quadro 1
mostra as estações da Companhia Estrada de Ferro Muzambinho.
Segundo Lima (apud Silva, 2012, p. 134), a Estrada de Ferro Muzambinho teve apenas dois
presidentes: Carlos Augusto Miranda Jordão e Egas Muniz Barreto de Aragão. Carlos Augusto
Miranda Jordão era do Rio de Janeiro, comissário de café com seu pai numa firma da família.
“Foi ainda proprietário da Companhia Metropolitana de imigração, que a partir de 1890 admi-
nistrou a colônia de italianos Nova Veneza, interior de Santa Catarina” (Silva, 2012, p. 134). Em
1892, possuía 16% das ações da Companhia, sendo o maior acionista (Costa, 1966 apud Silva,
2012, p. 134).
14 Para as estradas de ferro Minas e Rio e Sapucaí, o movimento de exportações era maior que o de importações. Isso mostra
nova dinâmica do sul-mineiro, em que a região passava a se dedicar também às atividades de exportação, e não apenas
às de abastecimento e produção para o mercado interno.
67 Natânia Silva Ferreira
Após a inauguração dos ramais, foi possível observar resultados bastante diferenciados en-
tre eles: enquanto em Três Corações não se observou nenhum exercício com déficit, Campa-
nha apresentou resultados negativos. Considerando o transporte de mercadorias e de pas-
sageiros, este último estava mais presente no ramal de Campanha em alguns anos; no caso
do Prolongamento de Três Corações, o transporte de mercadorias sempre foi maior que o de
passageiros (Silva, 2012, p. 134).
As estradas de ferro Sapucaí e Muzambinho corriam quase que paralelamente, ligando vá-
rias cidades sul-mineiras. A leste elas se ligavam à Minas e Rio e a oeste, se encontravam com
a Mogiana.
A Estrada de Ferro Mogiana passava pelo Triângulo mineiro e pelo Sul de Minas, atingindo
regiões de grande comércio de abastecimento, mas que também já começavam a produzir
café para exportação.
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Tabela 1. Comparação de tarifas entre as ferrovias Sapucaí, Minas e Rio, Muzambinho e Oeste de Minas (1906) –
por tonelada/quilômetro
Bois, cavalos e
$055 $055 $055 $045
muares
Em fins do século xix,15 mais precisamente antes de meados da década de 1880, a Zona da
Mata foi a localidade de Minas Gerais que registrou a maior quantidade de ramais ferroviários,
porém, com o passar do tempo, a expansão das linhas praticamente estabilizou-se naquela
região. E dessa forma, “entre 1890 e 1906, a rede Sulista cresceu de 246 para 923 quilômetros,
enquanto na Mata a Leopoldina acrescentou apenas 86 quilômetros à linha de Muriaé” (Blase-
nhein, 1996, p. 108). Proporcionalmente, “desde 1884 a rede da Mata tinha diminuído de dois
terços para um quarto do total mineiro” (Blasenhein, 1996, p. 108). Pode ser observado, então,
um considerável aumento da malha ferroviária sul-mineira na passagem de um século ao ou-
tro e, juntamente com a chegada das ferrovias, intensificação do comércio do Sul mineiro.
É possível dizer que as estradas que avançaram pelo Sul de Minas Gerais na passagem do
século xix para o século xx foram atraídas por fatores correlacionados: o processo de urbani-
zação em curso; a chegada da atividade da cafeicultura na região; as possibilidades de aufe-
rirem-se lucros oriundos das transformações urbanas e econômicas às quais o sul de Minas
15 Sobre particularidades do transporte ferroviário mineiro no século XIX, conferir Godoy e Barbosa (2008).
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Por meio do mapa 3 é possível notar não apenas o aumento de ramais locais, mas a amplia-
ção do número de municípios, em comparação com o mapa 2. O Sul de Minas Gerais passava
por nova movimentação urbana, econômica e social. A introdução e importância do café na
região, juntamente com o aumento populacional e a chegada das estradas de ferro, davam
nova forma ao Sul de Minas Gerais. Em meio às transformações do Sul mineiro, Varginha pas-
sou pela emancipação no final do século xix.
Foi “Aos dezecete dias do mez de dezembro de mil oitocentos e oitenta e dois... no Paço da
Camara Municipal desta Villa” que ocorreu a primeira reunião da Câmara de vereadores de Var-
71 Natânia Silva Ferreira
ginha (acmv, 1882, p. 1).16 Até aquela data, o antigo distrito pertencia à municipalidade de Três
Pontas. Naquela primeira reunião, foi escolhido o primeiro presidente da Câmara Municipal,
major Matheus Tavares da Silva17, sendo o vice presidente, José Maximiano Baptista.18
A primeira reunião da Câmara Municipal de Varginha ocorreu ao final do ano de 1882, con-
tudo, claramente, num período bem anterior ao do fim do século xix, as terras que abrigariam
o município já eram povoadas.
Anos antes de 1806, o casal Francisco Alves da Silva e Tereza Clara Rosa da Silva adquiriu as
terras onde mais tarde se localizaria Varginha. O casal vendeu essas terras ao alferes Manoel
Francisco de Oliveira no ano de 1806 e, posteriormente, elas foram doadas à diocese de Cam-
panha (Sales, 2003).
Affonso Ávila afirmou que o povoado surgiu em fins do século xviii, por volta de 1785, e se
encontrava no meio do caminho que ligava a Vila de Campanha ao Sertão de Três Pontas. A
exemplo da tradição observada em grande parte dos povoados mineiros, surgidos no século
xix, à área inicial de Varginha compreendia cerca de 48 alqueires (Ávila, 1983, p. 2).
Entre 1785 e 1820 foram construídas no local cerca de seis casas de telhas. No ano de 1824,
o arraial contava com cerca de 1.550 habitantes, distribuídos pelas fazendas já formadas ou
ainda em formação (Ávila, 1983, p. 8). Pela Lei 471, de 1 de junho de 1850, o antigo curato do
Espírito Santo da Varginha transformou-se em freguesia, sendo subordinado ao município de
Três Pontas (Veiga, 1884, p. 182).
Com o passar dos anos, o espaço onde se localizaria Varginha somava elementos importan-
tes para a sua formação e para a evolução de seu processo de urbanização. Assim, o número
de habitantes aumentava, embora de forma gradual, como mostra a tabela 2.
Mas –e o que parece comum na formação inicial da maioria das cidades não planejadas,
que crescem naturalmente– apesar de um primitivo processo de urbanização em curso, as
pessoas se concentravam, sobretudo, no campo, durante muitos anos. Se formava, entretan-
to, uma economia urbana, de forma que o espaço rural não viveria isolado do urbano, e este
passava a influenciar o campo.19 Juntamente àquele movimento, a economia do município se
fortalecia.20
Dentre as principais atividades econômicas, destacava-se a da cafeicultura. De acordo com
José Lefort, o café foi introduzido em Varginha por volta de 1870, apenas para o consumo de
seus plantadores, sem ainda ser comercializado (Lefort, 1950 apud Sales, 2003). Mas a cultura
16 Vale ressaltar que o município de Varginha era formado pela cidade de Varginha mais os distritos de Pontal e Carmo da
Cachoeira, emancipados, respectivamente, em 1911 e 1938.
17 Descrito no Almanach Sul-Mineiro para 1884 (pp. 187-189) como capitalista, negociante, fazendeiro com engenho movi-
do à água, tropeiro e açougueiro. Contribuiu financeiramente para que a ferrovia passasse por Varginha. Dentre os mora-
dores do município na passagem para o século XX, foi um dos membros que mais posses detinha. Faleceu em 1905 dei-
xando dois filhos. Mais informações sobre o major podem ser encontradas em seu processo de inventário post-mortem,
presente no Arquivo do Judiciário da Comarca de Varginha: ano 1905, caixa 598, documento 23.
18 Descrito no Almanach Sul-Mineiro para 1884 (p. 187) como proprietário de estabelecimento de secos e molhados.
19 A influência entre os espaços rural e urbano se dá, por exemplo, no suprimento de alimentos que o campo fornece à cida-
de; e nos serviços que a cidade oferece ao campo.
20 Foi a partir de 1940 que passou a ocorrer maior concentração de pessoas na área urbana de Varginha.
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Ano População
1890 24.819
1900 29.322
1907 31.417
1908 31.728
1909 32.042
1910 32.359
1911 32.690
1912 20.690*
1913 21.029
1914 21.237
1915 21.447
1916 21.659
1917 21.874
1918 22.080
1919 22.309
1920 22.457
* Até 1911, o município de Varginha era formado pelas populações da cidade e de seus dois distritos. Após aquele ano, Pon-
tal foi emancipada, dando origem à cidade de Elói Mendes.
73 Natânia Silva Ferreira
nas Geraes, 1913, p. 505); em 1918, a média de exportações de café que passava pela estação
local da Estrada de Ferro Muzambinho chegou a atingir 200 mil sacas, sendo 125 mil dessas
sacas produzidas em Varginha –mas que incluía a produção de Carmo da Cachoeira, distrito
que ainda não havia se emancipado. As 75 mil sacas restantes eram de outros municípios vi-
zinhos (Ávila, 1983, p. 14).
Mapa 4. O caminho percorrido pela Estrada de Ferro Muzambinho no Sul de Minas Gerais
Fonte: http://www.blogdomadeira.com.br/2012/05/120-anos-da-ferrovia-em-varginha/
Acesso em: 10/03/2018
21 Sobre a economia de Juiz de Fora na transição para o século XX, ver: Pires, 2009.
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Foi em 1893 que surgiu o primeiro estabelecimento que remetia a uma indústria: a fábrica
de vinhos produzia cinco pipas anualmente, sendo 300$000 (trezentos mil réis) cada uma. As
cinco pipas produzidas por ano correspondiam a 2.486.000 litros de vinho, que eram consu-
midos localmente (Sales, 2003, pp. 279-280). Em 1893 Varginha também contava com uma fá-
brica de meias de lã.22
O café, que era um dos principais produtos de exportação do município, estava vinculado à
indústria. “Entre os principais estabelecimentos industriais, destacam-se os destinados ao be-
neficiamento e rebeneficiamento do café, todos localizados em proximidade da estação férrea
de Varginha” (Rubião, 1919 apud Sales, 2003, pp. 279-280).
Em relação às demais fábricas (além das fábricas de vinho e de meias de lã, e dos estabe-
lecimentos de beneficiar café), Fonseca e Liberal (1920) afirmaram que existiam as de: aguar-
dente, rapadura, manteiga, balas, caramelos e bebidas; as máquinas de aluguel de beneficiar
arroz, as oficinas de ferreiros, as padarias e uma fábrica de banhas (apud Sales, 2003, pp. 280-
281).
Tem-se, portanto, um panorama geral da formação econômica de Varginha na passagem
do século xix para o século xx, com destaque para suas principais atividades econômicas, que
se diferenciavam de economias de algumas cidades do Sul de Minas Gerais: a economia de
Alfenas, por exemplo, era baseada principalmente na atividade agropecuária (Martins e Sou-
za, 2012). No caso de Lavras, em fins do século xix, destacavam-se as atividades de produção
de gêneros agrícolas para abastecimento de regiões produtoras de café e criação de animais
(Vieira, 2015, pp. 114-115).
A economia varginhense tinha como uma de suas principais atividades a cafeicultura, que
teve como se expandir graças ao serviço da ferrovia que, em fins do século xix, chegou ao
município.
A título de comparação, a tabela 3 mostra a população de Varginha e alguns dos municí-
pios sul-mineiros, do período de 1873 até 1910. Por meio da tabela, é possível pensar sobre a
relação do crescimento populacional de tais municípios e a chegada da estrada de ferro.
Campanha (chegada da ferrovia em 1897), a principal cidade do Sul de Minas Gerais no sé-
culo xix, passou por decrescimento populacional ao longo do tempo, mesmo contanto com
um ramal da ferrovia Muzambinho ainda antes da virada para o século xx. Municípios que se
emanciparam antes de Varginha, como Passos (chegada da ferrovia em 1921) e Pouso Alegre
(chegada da ferrovia em 1895), passaram também por decrescimento populacional. Alfenas
(chegada da ferrovia em 1897) passou pela emancipação anteriormente à emancipação vargi-
nhense, e sua população cresceu pouco entre o período descrito pela tabela.
A estação ferroviária da Companhia Estrada de Ferro Muzambinho foi inaugurada em Vargi-
nha em 1892 e pode-se observar que a população do município passou por importante cres-
cimento populacional a partir da década de inauguração. Pouso Alto (chegada da ferrovia em
22 No período de 1882 até 1920, os registros de imóveis do município de Varginha mostraram transações envolvendo algu-
mas empresas. Eram elas: Arbichkes Companhia; Caldas Bastos e Cia; Azevedo Silva e Cia; Smith Thompson Bryan; Hand,
Rand e Cia; e, Arbnakle Brothers (Registros de Imóveis do município de Varginha, depositados no Cartório de Registros de
Imóveis da cidade).
75 Natânia Silva Ferreira
1884) e Três Corações (chegada da ferrovia em 1884) também passaram por crescimento po-
pulacional, de certa forma, relevante ao longo do período em que mostra a tabela.
Por meio dos dados da tabela, é possível dizer que a chegada da ferrovia contribuiu para o
aumento da população dos municípios por onde passou, e que esse movimento de aumento
populacional depende também de um contexto econômico mais geral. No caso de Varginha,
que se emancipou depois de muitos municípios sul-mineiros (num contexto de transforma-
ções sociais, econômicas e urbanas no Brasil), a chegada da ferrovia, mesmo depois da inau-
guração do serviço em demais municípios descritos pela tabela 3, além de contribuir para
o avanço do crescimento populacional, auxiliou na promoção de crescimento econômico
e urbano.
23 Considerando os dados populacionais do município de Varginha em alguns períodos, o número da população difere sen-
sivelmente do apresentado na tabela 2. Isso ocorre, provavelmente, devido à fonte primária utilizada para a elaboração
das tabelas, e não prejudica as análises realizadas neste texto.
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Foi no dia 28 de maio de 1892 que se inaugurou a estação férrea Muzambinho em Vargin-
ha, partindo de Três Corações. Fonseca e Liberal referiram-se ao serviço como uma importante
alavanca para o progresso da cidade. Segundo os autores, “a chegada da linha férrea formou
em sólidos alicerces a base de nossa prosperidade” (apud Sales, 2003, p. 180). Ainda de acordo
com os autores:
a ferro-via Muzambinho, que timbrou, em todo o seu trajeto, em margear o Rio Verde,
deixando de lado as cidades vizinhas, como Três Pontas e Alfenas, esta ultimamente benefi-
ciada por um ramal especial, desviando-se do leito desse rio, no Porto Farinhas, resolveu gal-
gar alguns outeiros e cortar essa cidade [Varginha] em toda a sua extensão (Fonseca e Liberal,
1920 apud Sales, 2003, p. 180, grifos dos autores).
Deliberou o Conselho que: attendendo a falta de trabalhadores hoje existentes nesta ci-
dade, em rasão das muitas obras em andamento, provenientes em sua maior parte da aber-
tura de diversos quintaes para passagem de ferro-via Muzambinho, e bem assim as edifi-
cações particulares, que fossem relevadas multas em que incorrerão todos os proprietarios
que deixarão de fechar seus quintaes com muros (ACMV, 1891, p. 40).
Nenhum registro posterior àquela data, referente à passagem da ferrovia, foi encontrado
nas atas da Câmara. No entanto, a passagem citada acima chama atenção, sobretudo, na parte
em que diz: “em rasão das muitas obras em andamento, provenientes em sua maior parte da
abertura de diversos quintaes para a passagem da ferro-via Muzambinho”. É possível entender
que, juntamente com as obras da ferrovia, se desenvolviam demais obras no perímetro urba-
no de Varginha, significando crescimento urbano.
Se as atas da Câmara mostraram que, no mês de dezembro de 1891, alguns terrenos foram
abertos para as obras da ferrovia, por meio dos registros de imóveis,24 é possível confirmar o
acontecimento: a Companhia Estrada de Ferro Muzambinho desapropriou onze moradores de
seus terrenos, como pode ser conferido por meio da tabela 4.
O título de todas as propriedades era indenização por desapropriação, e o valor de muitas
das indenizações é considerado baixo, se comparado com o preço das casas vendidas no es-
paço urbano e com os preços das propriedades rurais.
A Companhia Muzambinho registrou a compra de mais dois imóveis rurais, nos anos de
1892 e 1895. Em 1892, foi adquirido um terreno cujo registro continha nas características: te-
rreno para estrada de ferro Muzambinho, para a estação fluvial no Rio Verde, ferrovia com 9
metros para cada lado e estação de 1.000 metros de comprimento. O título era compra e ven-
da, sendo a escritura pública. O valor da compra foi de aproximadamente 800$000 (oitocentos
mil réis).
24 Para pesquisa que utilizou de registros de imóveis, conferir: Marcondes e Oliveira (2013).
77 Natânia Silva Ferreira
Freguesia do
Data imóvel Denominação Tipo Características Valor em mil réis
Imóvel
11/12/1891 400$000
11/12/1891 400$000
12/12/1891 1:100$000
12/12/1891 400$000
14/12/1891 400$000
Terreno e prédio
14/12/1891 Terreno para estrada de 50$000
Varginha Urbana
ferro Muzambinho
15/12/1891 100$000
15/12/1891 200$000
16/12/1891 50$000
16/12/1891 80$000
Fonte: elaboração própria a partir dos Registros de Imóveis do ano de 1891, presentes no Cartório de Registros de
Imóveis de Varginha.
No registro de 1895 estava escrito nas características: terreno da fazenda para estação flu-
vial e suas dependências com 300 metros de comprimento. No título constava acordo, sendo
a escritura pública. A compra custou aproximadamente 750$000 (setecentos e cinquenta mil
réis).25 Os dois imóveis foram adquiridos do mesmo proprietário, o senhor Esaú José Nogueira
que, em 1892, residia em Três Corações e, em 1895, em Varginha.
Segundo Sales (2003), o projeto original da Estrada de Ferro Muzambinho não contava com
uma estação em Varginha. O projeto inicial previa que a ferrovia, margeando o Rio Verde, ligas-
se a cidade de Cruzeiro, em São Paulo, até Gaspar Lopes, cidade mineira situada próximo de
Muzambinho. Como os terrenos em Varginha eram mais elevados que o nível do rio, os custos
para que a estrada passasse pela cidade se elevariam. Assim, precisou-se de intervenção par-
ticular para que fosse construída a estação de Varginha. O auxílio financeiro partiu do major
Matheus Tavares da Silva, o primeiro presidente da Câmara Municipal varginhense, que con-
versou pessoalmente com o engenheiro responsável pelas obras, em Varginha, e se dispôs a
pagar o necessário para a construção de uma estação na cidade.26
Depois de três meses para novos estudos acerca da possibilidade da passagem da ferrovia
por Varginha o projeto original foi reformulado e a ferrovia passou pela cidade, com acrésci-
mo dos 100 contos de réis financiados por Matheus Tavares da Silva (Sales, 2003, pp. 182-184).
O major Matheus Tavares da Silva ocupou o cargo de presidente da Câmara de vereado-
res desde dezembro de 1882 (emancipação do município) até o final do ano de 1886, ou seja,
o major conduziu o município na fase mais inicial de sua formação. O influente membro da
25 Para mais detalhes sobre o transporte fluvial no Sul de Minas Gerais, é possível recorrer a Martins (2011).
26 Matheus Tavares da Silva foi comerciante e negociante, produtor de café, possuía muitas extensões de terras: cerca de três
mil alqueires, distribuídos entre Varginha, Três Pontas e Carmo da Cachoeira (Sales, 2003, p. 181).
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78 A Estrada de Ferro: crescimento econômico e urbano num município brasileiro do Sul de Minas Gerais – Varginha (1882-1920)
doi: https://doi.org/10.21789/24222704.1311
sociedade varginhense foi descrito no Almanach Sul-Mineiro para 1884 como capitalista, ne-
gociante, fazendeiro, tropeiro e açougueiro (Veiga, 1884, pp. 187-189). Em seu inventário27, ha-
via uma passagem dizendo que “declarou mais o inventariante que o espólio possui uma cau-
tela da Estrada Muzambinho”. O valor da cautela era de 50:000$000 (cinquenta contos de reis).
Como primeiro presidente da Câmara Municipal de Varginha e proprietário de uma das
maiores riquezas da localidade no período de 1882 e 1920, o major Matheus Tavares da Silva
contribui financeiramente para a construção da estação por dois motivos: primeiramente, por
fazer parte da elite política do município, por ter ocupado um cargo importante na municipali-
dade, o major provavelmente agiu de forma a tentar levar para Varginha (com o financiamento
de parte da construção da estação ferroviária) crescimento econômico e urbano.
Considerando o alto valor da riqueza de Matheus Tavares da Silva28, investir na estrada de
ferro não foi problema. Além disso, para o major, a passagem da ferrovia por Varginha contri-
buía para a expansão de seus próprios interesses. Além de almejar o progresso da cidade, Ma-
theus Tavares da Silva, como negociante, comerciante, fazendeiro e produtor de café, finan-
ciou quantia da estação da ferrovia porque o serviço seria necessário para a expansão de seus
investimentos.
Sales escreveu que, sem dúvida, a passagem da ferrovia por Varginha contribuiu de forma
muito relevante para o crescimento não apenas da cidade, mas também da região sul-mineira
como um todo. Não obstante, o autor afirmou que a inovação não foi recebida com o devi-
do entusiasmo pela imprensa. No dia 30 de maio de 1892, a coluna “Várias Notícias” do Minas
Gerais, órgão oficial dos poderes do Estado, mencionou apenas a seguinte frase, de acordo
com Sales: “Foi inaugurada a Estação da Varginha, da Companhia Muzambinho” (Sales, 2003,
p. 180).
A figura 1 representa a chegada da estrada de ferro em Varginha, em maio do ano de 1892.
Ávila (1983, p. 14) escreveu que a tendência e vocação de Varginha para o comércio foi
estabelecida já na época de sua caracterização como pequeno núcleo urbano. A princípio,
o autor afirmou que essa tendência e vocação se cumpriam em relação quase apenas aos
contingentes agrícolas do próprio município.
Mas Veiga (1874), em seu Almanach Sul-Mineiro para 1874, constatou que Varginha enviava
para a corte alguns gêneros, tais como fumo e toucinho, porcos e gado vacum. E recebia de
lá ferragens, louça, bebidas e sal, este último, em grande quantidade, comparado com os de-
mais itens importados, chegando a mais de 3.000 sacas anualmente. Isso mostra, assim como
ocorreu para o Sul de Minas como um todo, ao longo do século xix, a relevância do comércio
de abastecimento, que também estava presente em Varginha.
27 Dentre os inúmeros trabalhos que partiram de inventários post-mortem, ver Mello (1985), Lopes (2005) e Vieira (2015).
28 Matheus Tavares da Silva possuía uma riqueza de cerca de 440 contos de réis quando faleceu em 1905. Considerando o
contexto sul-mineiro da passagem do século XIX para o século XX, era um valor considerável. Dentro do município de Var-
ginha o major era um dos mais ricos moradores.
79 Natânia Silva Ferreira
Fonte: http://www.blogdomadeira.com.br/2012/05/120-anos-da-ferrovia-em-varginha/
Acesso em 09/03/2018.
Uma primeira manifestação mais declarada todavia, da setorização urbana é a que começa
a esboçar-se por volta de 1892 com a chegada da estrada de ferro e a inauguração da estação
ferroviária, determinando não só a expansão da cidade para as faixas de terreno que tangen-
ciam a ferrovia, como igualmente a concentração ali de atividades mais de perto favorecidas
pelo novo meio de transporte e comunicação (Ávila, 1983, p. 5).
Nas vias de acesso que surgem balizando ambos os lados do leito da estrada de ferro...
aparecem, em inícios deste século [século XX], construções de porte e tipo inteiramente
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novos para a cidade, como galpões e armazéns de depósito, nos quais se instalam máquinas
de beneficiamento de café, e estabelecimentos destinados ao comércio atacadista e de ex-
portação desse produto, bem como algumas pequenas indústrias manufatureiras e de trans-
formação, principalmente de laticínios e outros produtos alimentícios (Ávila, 1983, p. 6).
Considerações finais
Na passagem do século xix para o século xx, em que diferentes regiões do Brasil passaram
por crescimento econômico e urbano, vale ressaltar que tal crescimento foi possível com auxí-
lio do novo serviço que chegava nas mais diversas localidades: a estrada de ferro.
Transporte de pessoas e de mercadorias, meio de comunicação social, geração de traba-
lho,29 auxílio na promoção de crescimento urbano e econômico, essas são as consequências
que a ferrovia levava às localidades por onde passava.
29 Sobre ferrovias e mercado de trabalho no Brasil do século XIX, consultar: Lamounier (2012).
81
1895 216:446$120 212:894$774 5:221$590 2:421$000 64:421$560 98:596$379 286:089$270 313:912$153 -27:822$883
1898 286:695$930 194:989$720 272:863$740 384:378$392 131:616$470 238:224$087 691:176$140 817:531$749 -126:355$609
1899 314:468$630 202:472$162 292:355$209 321:701$780 149:665$770 247:238$440 756:479$609 771:412$382 -14:932$773
1900 295:549$600 212:739$580 265:789$590 366:301$960 141:781$070 276:002$297 703:120$260 855:043$837 -151:923$577
1901 386:166$020 274:520$670 322:658$260 360:930$766 136:617$470 262:787$306 845:441$300 898:238$742 -52:797$442
1902 390:207$660 278:150$823 321:568$200 386:459$871 151:444$760 251:360$814 863:320$620 915:971$508 -52:650$888
1903 328:149$440 268:151$480 313:039$780 417:092$366 151:270$980 254:888$980 792:460$200 940:132$826 -147:672$626
1904 264:289$950 199:552$863 236:795$960 314:810$773 130:362$150 248:297$155 631:448$060 762:660$791 -131:212$731
1905 245:041$900 180:781$008 211:088$790 277:594$609 119:943$040 229:085$679 576:073$730 687:461$296 -111:387$566
1906 343:888$660 215:227$847 316:770$710 329:452$560 143:763$990 257:009$043 809:421$460 801:689$450 7:732$010
1907 291:942$825 202:906$880 248:998$730 386:056$381 152:453$140 257:051$443 693:394$695 846:014$704 -152:620$009
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Natânia Silva Ferreira
82 A Estrada de Ferro: crescimento econômico e urbano num município brasileiro do Sul de Minas Gerais – Varginha (1882-1920)
doi: https://doi.org/10.21789/24222704.1311
Fonte: http://www.estacoesferroviarias.com.br/rmv_cruz_jureia/fotos/varginha201.jpg
Acesso em: 09/03/2018
O Sul de Minas Gerais, região do Brasil que durante grande parte de sua história –época da
economia do ouro– teve como atividade principal a produção de gêneros de abastecimen-
to para outras regiões do país, como a Corte, ganhou nova forma com a chegada da estrada
de ferro nos municípios que compunham a localidade. Assim como ocorreu na região de São
Paulo, café e ferrovias passaram a ser dois elementos importantes para o crescimento econô-
mico e urbano sul-mineiro, embora tal crescimento tenha ocorrido de forma particular, com
algumas limitações que marcam os municípios do interior dos países.
É importante mencionar que as ferrovias sul-mineiras não transportavam apenas café, ain-
da que o produto, com o passar do tempo, passasse por uma considerável expansão nas cifras
de mercadorias exportadas30.
No Sul de Minas Gerais, café e ferrovias foram responsáveis pelo surgimento de novos mu-
nicípios entre o final do século xix e o início do século xx, como é o caso de Varginha, que em
dezembro de 1882 contou com a primeira reunião da Câmara Municipal de vereadores.
Dentre as transformações às quais o novo município passou –a introdução do café, o surgi-
mento de casas comerciais, a chegada das instituições bancárias e das primeiras fábricas– este
artigo destacou a ferrovia porque é um serviço que pode ser considerado uma inovação para
a época e para o contexto de formação de Varginha, pois uma estação da estrada de ferro foi
inaugurada na cidade dez anos depois de sua emancipação, e auxiliou na promoção de cres-
cimento econômico e urbano para o município.
30 Sobre o percentual do valor da produção de café no conjunto das exportações mineiras, entre 1899 e 1924, conferir: Al-
vim (1929) apud Pires (2009, p. 35).
83 Natânia Silva Ferreira
O crescimento econômico pode ser destacado pensando-se nas mercadorias que eram
transportadas pela ferrovia, especialmente o café, e na geração de trabalho que o novo servi-
ço proporcionou devido a estação inaugurada em Varginha. Os produtores de café e de outras
culturas no município contavam com um meio de transporte que levaria suas mercadorias a
longas distâncias em tempo menor, auxiliando na dinâmica da produção.
O crescimento urbano pode ser ressaltado porque a ferrovia fez valorizar o que estava à sua
volta e, os novos terrenos, as novas construções de casas, os galpões e armazéns, faziam que
se ampliasse o espaço urbano varginhense, em tamanho e diversidade.
Crescimento econômico e urbano específicos, com particularidades do interior do Brasil,
pois Varginha não era um centro econômico, ou um grande produtor de café, nem abrigava
casas comerciais e fábricas de grande porte, entretanto, aos poucos, sua paisagem era modifi-
cada, transformação urbana que, de certa forma, contribuía para transformações na economia
local.
Referências
Fontes manuscritas
Atas da Câmara Municipal de Varginha (ACMV) referentes às décadas de 1880 e 1890 – depo-
sitadas no Museu Municipal de Varginha (MMV).
Inventário de Matheus Tavares da Silva, 1905, caixa 598, documento 23 – presente no Arquivo
do Judiciário da Comarca de Varginha (AJCV).
Registros de Imóveis do período de 1882 até 1920 – arquivadas no Cartório de Registros de
Imóveis da cidade de Varginha (CRIV).
Fontes impressas
Questionários sobre as condições da agricultura de 176 municípios no Estado de Minas Ge-
raes, inspecionados de 9 e Abril de 1910 a 30 de Novembro de 1913. Serviço de inspeção e
defesa agrícola de Minas Gerais (Ministério da Agricultura, Industria e Commercio). Rio de
Janeiro: Typografia do Serviço de Estatística, 1913.
Veiga, B. S. (1874). Almanach Sul-Mineiro para 1874. Campanha: Typographia do Monitor
Sul-Mineiro.
Veiga, B. S. (1884). Almanach Sul-Mineiro para 1884. Campanha: Typographia do Monitor
Sul-Mineiro.
Referências bibliográficas
Almeida, R. B. (2009). Traços da história econômica da Bahia no último século e meio. RDE – Re-
vista de Desenvolvimento Econômico, XI(19), 82-101.
Ávila, A. (1983). Varginha: formação e evolução. Fundação João Pinheiro , 13(7/8), 2-18.
Blasenhein, P. (1996). As Ferrovias de Minas Gerais no século dezenove. Locus – Revista de His-
tória, 2(2), 81-110.
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84 A Estrada de Ferro: crescimento econômico e urbano num município brasileiro do Sul de Minas Gerais – Varginha (1882-1920)
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Caminos rurales, consorcios camineros y desarrollo
regional en la provincia de Córdoba (Argentina) en
la segunda mitad del siglo XX
Rural roads, road consortia and regional development in the province of
Córdoba (Argentina) in the second half of the 20th century
H. Martín Civitaresi
Licenciado en Economía , Universidad Nacional de Río Cuarto,
Master of Arts en Estudios del Desarrollo, Erasmus University-Institute of Social Studies y
Doctor en Historia de la Universidad Nacional de Colombia
Profesor Asociado de la Escuela de Economía, Administración y Turismo de la sede
andina de la Universidad Nacional de Río Negro, Argentina
https://orcid.org/0000-0001-6375-1678
[email protected]
Fecha de recepción: 30 de marzo del 2018
Fecha de aceptación: 5 de junio del 2018
Disponible en línea: 27 de junio del 2018
RESUMEN
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doi: https://doi.org/10.21789/24222704.1359
Palabras clave: historia regional, capital social, acción colectiva, consorcios camineros, his-
toria económica
Códigos JEL: N96
ABSTRACT
Introducción
1 Para mayor detalle de la historiografía rural pampeana del siglo XX ver Barsky y Djenderedjian (2006), Barsky y Pucciarel-
li (1997), Barsky, Posada y Barsky (1992), Bonaudo y Godoy (1985), Bonaudo (2006, 2007), Campi (2008), Djenderedjian
(2008), Gallo (1983), Girbal-Blacha (2001), Graciano y Lazzaro (2007), Hora (2015), Lattuada (2006), Taylor (1948).
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Fuente: Instituto Geográfico Nacional. http://www.ign.gob.ar/AreaServicios/Descargas/Mapas
Los caminos rurales, también denominados caminos vecinales, conforman un sistema vin-
culante con vías principales y secundarias (rutas nacionales o provinciales) que sirven a activi-
dades agropecuarias, mineras y forestales, etc., que se desarrollan en zonas aledañas (Álvarez,
1979). Se trata de caminos de vinculación sin pavimentación que tienen por objetivo la cone-
xión de pequeñas localidades para garantizar los derechos económicos, sociales y culturales
de las personas como así también la articulación de explotaciones agropecuarias con las rutas
provinciales y nacionales para la extracción de su producción y el acceso a insumos que se re-
quieren para desarrollar la actividad productiva. Es decir, los caminos rurales resultan funda-
mentales para el desarrollo socioeconómico rural no sólo por ser las primeras vías alimenta-
doras hacia el destino final exportador de la producción agropecuaria, sino porque también
tienen una importante función como articuladores clave en términos económicos, sociales y
culturales (Fouracre y Dyson, 2006; Lordi y Regazzoli, 2011).
Las redes de caminos rurales siempre han sido más extensas que las redes de caminos pri-
marios y provinciales, con frecuencia duplican o triplican su tamaño, pero soportan menos
tránsito (apenas el 10% del tránsito en vehículo/kilómetro) por lo que su mantenimiento ha
tenido menos prioridad que el de redes de caminos principales. Esto no quiere decir que su
falta de mantenimiento no haya representado un problema para el desarrollo socioeconómi-
co rural; su descuido provoca costos adicionales de transporte (p. ej. imposibilidad de sacar la
producción oportunamente, recorridos más extensos, etc.) como también problemas en tér-
minos de bienestar social.
Esta problemática ha sido tenida en cuenta tanto por los gobiernos nacional y provinciales
como por los productores agropecuarios y vecinos de localidades rurales como principales in-
volucrados. En el primer caso, la búsqueda de una solución se dio desde el poder legislativo
nacional, por iniciativa del Ing. Emilio Mitre, a través de la sanción de la Ley Mitre.2 En el artícu-
lo 8 se disponía una contribución del 3% de los ingresos de las concesiones ferroviarias para la
construcción de caminos de acceso a estaciones ferroviarias permitiendo aliviar a las provin-
cias en esa tarea ya que la actividad económica que producían los ferrocarriles era creciente.
Dichos fondos fueron administrados por la Comisión del Fondo de Caminos (Álvarez, 1957;
Scalabrini Ortiz, 1974; López, 2007).
Desde la implementación de la Ley Mitre, Ley n° 5.315/1907, siempre se buscó la solución a
los problemas de conservación de los caminos rurales a partir de la participación activa de los
propios interesados en el uso del camino (Maldonado Torres, 1989). Concretamente se busca-
ba involucrar a vecinos de las localidades rurales y productores agropecuarios, pero también
a los gobiernos locales tales como municipalidades, en el caso de las ciudades, o de comisio-
nes de fomento para poblaciones menores. Existen ejemplos a lo largo de todo el territorio
argentino que demuestran esta situación. Uno de ellos es el caso de los consorcios camineros
del Touring Club Argentino, conformados a fines de 1931 para solucionar los problemas de los
2 López (2007) y Regalsky (2007) estudian los antecedentes de la Ley Mitre de 1907 desde dos enfoques complementarios.
El primero destaca aspectos políticos y diferencias de perspectivas de los grupos sociales vinculados al gobierno. El se-
gundo destaca los intereses de las empresas ferroviarias y la necesidad de encontrar algunos puntos de acuerdo.
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caminos rurales el Territorio Nacional de La Pampa (Ayala y Gette, 2007).3 También se observa
en las provincias de Santa Fe y Entre Ríos entre 1931-1932; allí, los consorcios vecinales traba-
jaron asistidos y financiados por el gobierno provincial (Álvarez, 1957; 1979).
Los casos de Santa Fe y Entre Ríos, junto con la provincia de Buenos Aires, son citados en
los considerandos del Boletín Oficial de la República Argentina de 1931 -1a sección, en donde
se publica la creación del Directorio Central de Consorcios Camineros. Allí se dice: “algunos
gobiernos provinciales [Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos] y comunales han encarado estos
asuntos con resultados excelentes que podrían ser de mayor importancia con el aporte del
Gobierno de la Nación”.
El Directorio Central de Consorcios Camineros tenía por objetivo “la construcción, mejora-
miento o conservación de caminos de tierra, vigilancia de los caminos firmes, cumplimiento
de las reglamentaciones de tráfico y colocación y conservación de señales camineras”. Sin em-
bargo, más allá de este marco legal y el trabajo conjunto con comisiones de fomento y pro-
ductores en algunas provincias pampeanas y territorios nacionales, se puede leer en Halperin
(2005, p. 315) un texto de Alejandro Bunge de 1930 en la Revista de Economía Argentina que
este tipo de medidas no terminaron de transformar el mal estado de los caminos rurales:
Existe una evidente desproporción entre la magnífica y extensa red ferroviaria con que
cuenta la Argentina y los caminos de afluencia a sus estaciones. En tanto contamos con 38
mil km de ferrocarriles, sólo poseemos unos 25 mil km de caminos, sumado los firmes y los
de tierra, bien acondicionados, lo cual resulta en gran desproporción con la extensión ferro-
viaria. Este hecho limita la zona de afluencia de nuestros ferrocarriles y encarece el acarreo de
nuestros productos agrícolas y ganaderos hasta las estaciones. Es de lamentar que ni siquiera
los fondos de nuestra Ley Mitre hayan sido debidamente aplicados a su específica finalidad,
es decir, a la construcción y conservación de caminos de afluencia a las estaciones.
3 Una vez desplazada la población originaria con la campaña de 1879, los espacios de frontera fueron organizados en
Territorios Nacionales, entidades político administrativas dependientes del gobierno nacional, carentes de autonomía y
con habitantes que portaban derechos políticos restringidos. A través de la Ley nº 954/1878 se dispuso la creación de la
Gobernación de la Patagonia con Viedma como Capital y posteriormente, con la Ley nº 1532/1884, se ordenó en unidades
administrativas más pequeñas creando los Territorios Nacionales de Neuquén, Río Negro, Chubut, Santa Cruz y Tierra del
fuego. Se postergó la creación de provincias con el argumento que se preservaban esos espacios para que no sufrieran los
procesos disolutivos que habían sufrido las provincias antiguas en la primera mitad del siglo XIX. Era necesario un acom-
pañamiento por parte del gobierno nacional hasta que esos territorios pudieran incorporarse plenamente como provin-
cias autónomas (Ruffini, 2003).
95 H. Martín Civitaresi
Es por esta razón que consideramos de importación secundaria los grandes caminos es-
pectaculares destinados a cruzar extensas regiones de la República y que insumirán, cual-
quiera de ellos decenas de millones. Creemos necesario se tenga en todo momento presenta
la conveniencia económica de ‘coordinar’ ambos medios de comunicación como la única for-
ma de abaratar los transportes hasta hoy caros y a veces prohibitivos en ciertas zonas del país,
que aun cuando están lejos del riel, son aptas para la producción exportable.
A partir de la década de 1930 los fondos de la Ley Mitre, y sus obras camineras estuvieron
a cargo, primero, de la Dirección de Puentes y Caminos y, posteriormente, con la sanción de la
Ley n° 11.658 en 1932, de la Dirección Nacional de Vialidad (DNV) la cual también disponía de
los fondos obtenidos por un impuesto de 2 centavos por cada litro de nafta expedido (Ayala y
Gette, 2007). A partir de la creación de la DNV, y siguiendo lo planteado en la Ley Nacional, se
fueron creando las distintas DPVs como entes autárquicos administrativa y financieramente;
con potestad para proyectar, construir y conservar la red vial. En Córdoba, la DPV fue creada
con la sanción de la Ley n° 3.648 de 1935 (ACCPC, 2010).
El marco legal en torno a las áreas administrativas de los gobiernos nacional y provinciales
a cargo de la red de caminos estaba dispuesto a fines de la década de 1930. No obstante, la
situación para la red de caminos rurales continuaba siendo desfavorable. Por un lado, el creci-
miento del transporte automotor y la pérdida de carga del ferrocarril plantearon la necesidad
de un mayor desarrollo de caminos alimentadores de la red de caminos nacionales. Por otro,
no se implementó una política estable para la construcción y mantenimiento de este tipo de
caminos durante la década de 1940 (AAC, 2003). Para la década de 1950, se reconocía la im-
portancia del sistema vial terciario para el desarrollo socio-económico del país. En revistas es-
pecializadas como la Revista Carreteras de la Asociación Argentina de Carreteras se puede leer
en sus editoriales este reconocimiento:
Este tipo de caminos no son ramales del sistema vial, sino, por el contrario, sus raíces. Ellos
‘alimentan’ al aparato y justifican su existencia. De la lozanía y vigor de los caminos vecinales
depende, en último análisis, la eficiencia del mecanismo intercomunicador. Extendiendo, aún
más, el concepto, puede afirmarse que un sistema de carreteras troncales tiene como misión
fundamental enlazar las distintas redes de caminos vecinales. De allí se sigue que éstos son
la parte esencial que incide, básicamente, en el desarrollo de la economía nacional (Hummet,
1956)
Pero el problema del escaso desarrollo de la red de caminos rurales aún no se afrontaba de
manera eficaz. Se requería de una mayor participación de los productores agropecuarios y ve-
cinos de localidades rurales como los principales actores involucrados en su mantenimiento.
También se necesitaba reflotar la creación de organizaciones representativas, los consorcios
camineros, para aportar no sólo una contribución pecuniaria sino también su conocimiento y,
sobre todo, la fiscalización de las obras realizadas.
Desde mediados de la década de 1950, los consorcios camineros han colaborado con
los gobiernos, a través de las distintas Direcciones Provinciales de Vialidad (DPVs), para la
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Consorc. Obras Obras aprob/ Longitud Kms/ cons. Presupuesto Aportes Aporte Cons.
Distritos
camineros aprobadas const.camin Kms camin m$n en miles DNV (%) Camin.(%)
La Provincia de Córdoba adhirió al Plan de Caminos de Fomento Agrícola a través del De-
creto N° 645 de 1956 determinando que la DPV fuera el órgano que ejerciera el control y fis-
calización contable, patrimonial y administrativa y quien brindara asesoramiento (Maldonado,
1989; ACCPC, 2012, 2015). Dos años después, en la descripción sobre la situación de vialidad
de la provincia de Córdoba en la revista Carreteras, se destacaba que la promoción en la for-
mación de consorcios camineros fue eficaz, fortaleciendo 117 grupos de pequeños y media-
nos contratistas y ampliando la órbita de sus tareas propias (Molina, 1958). Sin embargo, el
impacto de su accionar todavía resultaba incipiente. De hecho, en las zonas agropecuarias de
la provincia subsistían algunos problemas. Por ejemplo, en 1958 se mencionaba que muchos
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caminos rurales se encontraban por debajo del nivel de los terrenos laterales. Esto implicaba
que las trazas se transformaran en canales con agua en épocas de lluvia (García, 1958).
La construcción institucional en torno al manejo de caminos rurales continuó en 1973 con
la creación de la ACCPC. La misma fue reconocida por DPV como el organismo representati-
vo de los consorcios camineros de todo el territorio provincial, además de cumplir otras fun-
ciones como la comercialización de insumos, productos y herramientas para los consorcios, a
mejor precio que en el mercado. Para 1989, 275 consorcios camineros cubrían 37.200 km de
la red terciaria (de un total de 74.600 km) y atendían también a 11.395 km de caminos de la
red secundaria (de 15.795 km). Es decir que, del total de caminos con servicio de conservación
permanente (52.995 km), los consorcios camineros atendían a 48.595 km (91,7%) (Picca, 2016).
Los ingresos de los consorcios camineros provenían de las cuotas sociales normales y ex-
traordinarias que realizaban los socios y adherentes. En zonas donde existían cooperativas
que centralizaban la comercialización de productos, dichas cooperativas realizaban las reten-
ciones y transferencias al consorcio. En zonas con reducida capacidad económica, algunos
consorcios reemplazaban el aporte de la cuota por trabajo personal de los socios.
Otra fuente de ingresos provenía de obras realizadas por el consorcio. La DPV asignaba a
cada consorcio anualmente, en un plan de trabajo, una cantidad de kilómetros a conservar
con un precio unitario por kilómetro conforme a las características topográficas de la zona.
De esta manera, cada consorcio recibía aportes mensuales desde el gobierno provincial.4 Asi-
mismo, recibía ingresos de subsidios o donaciones en efectivo, equipos y materiales de insti-
tuciones públicas o privadas y de fondos que le asignaba la DPV de sus propios recursos. En
este último caso, el marco legal establecía una coparticipación federal del 35% de lo recau-
dado, con afectación específica a caminos vecinales de al menos el 50% de lo que le corre-
spondía a cada provincia (Maldonado, 1989).
Este financiamiento duró hasta 1977 cuando el gobierno de facto eliminó los recursos que
se coparticipaban para el desarrollo del Plan de Fomento Agrícola de 1956 y sólo existieron
esfuerzos provinciales y de los propios consorcios camineros (AAC, 2003). A partir de allí, la
cantidad de caminos rurales conservados por consorcios camineros se incrementó a un ritmo
menor al existente antes de la última dictadura. Lo mismo sucedió con la cantidad de consor-
cios, que se mantuvo relativamente estable. En la actualidad, 56.700 km de caminos de tierra
existentes en la provincia son conservados por 289 consorcios camineros organizados en 19
regionales (mapa 2), cada una de las cuales está conformada por un promedio de 15 consor-
cios camineros (Picca, 2016).
4 Por ejemplo, el principal ingreso del Consorcio Caminero n° 72 de la localidad de General Cabrera, fue la certificación y
pago a cargo de la DPV por el mantenimiento de la red secundaria, terciaria y obras de afirmado y enarenado. Las certifi-
caciones no eran periódicas sino eventuales. Una vez revisadas las obras se realizaba el pago, que podía ser trimestral o
cuatrimestral. Por otro lado, el consorcio colaboraba en obras específicas del gobierno provincial. Por ejemplo, entre los
años 1988 y 1991, la extensiva siembra de maní en la zona provocó grandes crecientes que llevaron a cubrir varias zonas
de la localidad además de dejar los caminos intransitables e irrecuperables. En este caso, desde el Consorcio se gestion-
aron obras, con el correspondiente apoyo financiero de la provincia, como el canal del camino Tegua (hoy ruta provincial
E90) y el canal sobre los caminos transformados, ya que se tuvo que realizar un nuevo trazado, con sus respectivos pu-
entes, ambos a los ingresos de General Cabrera, sobre la ruta nacional 158.
99 H. Martín Civitaresi
Fuente: DPV (2014)
Más allá de las normas administrativas dictadas por la Dirección Nacional de Vialidad, el
papel de la DPV y el rol de intermediación entre los consorcios y el gobierno provincial de la
ACCPC, es necesario destacar la capacidad de organización y colaboración de los productores
rurales para poder conformar los consorcios y realizar las obras. Es decir, a un factor institucio-
nal formal se le concatena otro asociado al trabajo colectivo. Maldonado sintetiza este último
factor de la siguiente manera:
En cuanto a la filosofía de vida que debe imperar en los hombres del pueblo y del campo
para que subsista el sistema, podemos decir lo siguiente: a) el trabajo colectivo hace nacer
espontáneamente el ‘espíritu de solidaridad’, lo que constituye sin duda un patrimonio social
de invaluable transcendencia para la comunidad; b) los hombres que integran las comisio-
nes directivas de los consorcios camineros son aquellos que han sabido desarrollar virtudes
tales como profunda vocación de servicio a la comunidad, capacidad de trabajar por el bien
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sin perseguir fines de lucro, capacidad de aceptar la pluralidad política y/o religiosa entre los
consorcistas, conciencia de que hay que servir y aportar para recibir un servicio, predisposi-
ción para sacrificar el bienestar personal en beneficio de la comunidad y fortaleza y serenidad
para soportar ingratitudes (Maldonado, 1989, p. 14).
En síntesis, fueron dos los aspectos facilitadores que permitieron el trabajo asociativo. Uno
de carácter institucional, a partir del rol de los gobiernos de distintas escalas para fomen-
tar la creación de consorcios camineros (detallado en las secciones anteriores); el otro so-
cio-económico, a partir de los acuerdos formales o informales y redes relacionales de produc-
tores rurales.
En términos conceptuales, ambos aspectos facilitadores se podrían vincular al concepto
de capital social. En un sentido amplio, el capital social hace referencia a todas aquellas situ-
aciones en las que un grupo de actores muestra una relativa capacidad a cooperar para alca-
nzar determinados objetivos comunes sobre la base de un conjunto de normas y valores com-
partidos (Atria, Siles, Arriagada, Robison y Whiteford, 2003).
Por su intensivo uso multidisciplinario no existe una definición ampliamente aceptada, sin
embargo, a partir de los aportes de distintos autores (Woolcock, 2000; Atria et al., 2003; Bagna-
sco, Piselli, Pizzorno, y Trigilia, 2003; Ostrom y Ahn, 2003; Valdemarca, 2006) se puede elaborar
una definición ad hoc operativa que involucre sus componentes básicos. Por lo tanto, se de-
nomina capital social a la capacidad de organización de una sociedad a partir de instituciones
o normas y redes relacionales que facilitan la acción colectiva en procesos de desarrollo socio-
económico local.
En la definición surgen los dos aspectos facilitadores que se mencionaron en la confor-
mación de los consorcios camineros: las instituciones (formales o informales) y las redes rela-
cionales. Desde un punto de vista conceptual, se trata de dos determinantes que dan sustento
al concepto de capital social.
Para las primeras, las instituciones, North (1993) pone énfasis en su interacción con las or-
ganizaciones para explicar procesos de cambio institucional. Las instituciones pueden ser
creadas, como las normas formales (p.ej. leyes), o bien pueden evolucionar a lo largo del ti-
empo como las costumbres o códigos de conducta informales, generalmente no escritos, que
subyacen y complementan a las reglas formales. Por otro lado, las organizaciones son gru-
pos de individuos con identidad común (asociaciones civiles, grupos sociales, partidos políti-
cos, empresas, etc.) que proporcionan estructura a su interacción a partir de los objetivos que
persiguen, de la combinación de sus aptitudes y estrategias y de la coordinación dentro del
marco institucional donde operan. A medida que las organizaciones van cambiando, se va al-
terando también la evolución del marco institucional y esto influye en el desarrollo socioeco-
nómico de una sociedad. El énfasis de North en la interacción entre instituciones (normas),
organizaciones y cambio institucional sirve para explicar cómo la dimensión institucional re-
sultó clave para el surgimiento de los consorcios camineros.
Las segundas, las redes relacionales entre actores, son las que dan forma a una sociedad en
un territorio (Atria et al., 2003). La mayoría de los espacios socio-productivos de un territorio
nacen como proyectos colectivos en respuesta a necesidades comunes, desarrollando y/o al-
canzando diferentes niveles de asociativismo, diversos mecanismos de vinculación entre ellos,
y logrando impacto y visibilización en sus comunidades de origen. A partir de estas experien-
101 H. Martín Civitaresi
cias e intervenciones se van creando redes o tramas de interacción ancladas al territorio. Lat-
tuada (2006) afirma que los procesos asociativos ayudan a estimular iniciativas, a movilizar y
potenciar recursos y capacidades existentes en el territorio. Rofman y Villar (2007) destacan la
importancia que tienen las redes de relaciones que vinculan a sujetos y organizaciones, focal-
izando en la potencialidad que tiene la propia trama o la relación para incidir en la ampliación
de las capacidades o recursos de los sujetos que las conforman. En este sentido, un determi-
nado contexto territorial resulta rico en capital social cuando sus actores individuales o colec-
tivos (asociaciones, organizaciones, cooperativas, etc.) están implicados en redes relacionales;
una vez establecidas, las redes son circuitos por donde se intercambia información y confianza
(Bagnasco et al., 2003).
Las instituciones y las redes relacionales crean incentivos para generar confianza al esta-
blecer mecanismos de recompensas y castigos o, indirectamente, proporcionando infor-
mación, asesoría técnica, entre otros. Dichas instituciones y redes permitieron ir conforman-
do los distintos consorcios camineros a partir de la colaboración voluntaria de los vecinos de
cada pueblo o colonia con distintas formas de participación: consorcistas socios, con voz, voto
y con capacidad de ser elegido miembro de la Comisión Directiva; consorcistas adherentes,
con voz pero no puede ser electos para funciones directivas y una ‘persona de representación
necesaria’ provenientes de la Municipalidad que cumplía el rol de nexo entre el gobierno lo-
cal y el consorcio caminero. Se trataba de una estrategia colaborativa con una organización
administrativa similar a la estructura de gobierno de las cooperativas: una Asamblea General,
una Comisión Directiva, un Comité de presidencia (conformado por dos personas, presidente
de la Comisión Directiva y algún secretario, y que puedan tomar decisiones de urgencia y con-
veniente) y una Comisión Revisora de Cuentas (Maldonado, 1989; Picca, 2016).
Reflexiones finales
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Referencias
Álvarez, M. (1957). Organización permanente de los caminos vecinales. Revista Carreteras, 12,
octubre-diciembre.
Álvarez, M. (1979). Los caminos de la red terciaria. Revista Carreteras, 91, julio-septiembre.
Asociación Argentina de Carreteras – AAC. (1967). La acción oficial + iniciativa privada = Plan
de caminos de fomento agrícola. Revista Carreteras, 91, julio-septiembre.
Asociación Argentina de Carreteras – AAC. (2003). Plan de Caminos Rurales. Revista Carreteras,
169, marzo.
Asociación de Consorcios Camineros de La Provincia de Córdoba – ACCPC (5 de octubre de
2010). Día del Camino. Disponible en: //www.accpc.com.ar/index.php?option=com_con-
tent&view=article&id=27%3A5-de-octubre-dia-del-camino&Itemid=83
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Transporte, uso e ocupação na cidade de
Petrópolis, RJ, Brasil*
Transportation, use and occupation in the city of Petrópolis, RJ, Brazil
Diana Scabelo da Costa Pereira da Silva Lemos
Doutora em Ciências, no Programa de Engenharia de Transporte,
Universidade Federal do Rio de Janeiro
Pesquisadora de Pós-doutorado no IPPUR,
Universidade Federal do Rio de Janeiro, Brasil
https://orcid.org/0000-0001-7642-561X
[email protected]
Ronaldo Balassiano
Programa de Engenharia de Transporte,
Universidade Federal do Rio de Janeiro, Brasil
https://orcid.org/0000-0003-2500-8685
[email protected]
* Agradecimento ao Professor Márcio Peixoto de Sequeira Santos (em memória), pela orientação da tese na
qual foi desenvolvido este trabalho e ao CNPQ pela concessão de bolsa de doutorado e de pós-doutorado.
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RESUMO
ABSTRACT
The objective of this study is to analyze the distribution of the transportation system and
the dynamics of municipal occupation in the Imperial city of Petropolis, located in the State of
Rio de Janeiro, Brazil. The premise is that accessibility is a key element in fostering quality in the
distribution of the opportunities that a territory has in its favor. The verification of the unequal
distribution of accessibility in works developed in Brazilian cities reinforces the need for its
evaluation at the municipal level. The methodology consists of conceptual review, elaboration
and processing of data, preparation of thematic maps and evaluation of the behavior of
accessibility indicators. The results now indicate an equitable distribution, or demonstrate the
consolidation of a pattern of unequal development of the territory, evidencing the complexity
of its evaluation.
Keywords: transportation, use, occupation, accessibility, Petropolis, economic history
JEL Codes: D63, O18, R12, R14
Diana Scabelo da Costa Pereira da Silva Lemos, Licínio da Silva Portugal y Ronaldo Balassiano
109
Introdução e contexto
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110 Transporte, uso e ocupação na cidade de Petrópolis, RJ, Brasil
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Sinha e Labi (2007) apontam que a formação do padrão do uso do solo é fortemente in-
fluenciada pelo nível de acessibilidade, proveniente da infraestrutura de transporte. A provi-
são da capacidade de transporte interfere no padrão de distribuição e ocupação do uso que
reflete na expansão das novas atividades e no padrão socioeconômico da região. Assim, o pro-
cesso de isolamento dos efeitos do sistema de transporte no uso do solo e vice versa podem
ser bastante complicados.
A cidade de Petrópolis foi selecionada pela sua importância histórica e de sua diversidade
ambiental e ecológica. Sua fundação está relacionada ao Imperador D. Pedro I que adquiriu al-
gumas propriedades na região com o intuito de construir um Palácio de Verão. Em 1834, D. Pe-
dro II herda essas terras e Paulo Barbosa retoma os planos de Pedro I e com Köeler, engenheiro
alemão, elaboraram um plano para a doação de terras da fazenda imperial a colonos livres,
que iriam levantar uma nova povoação e desenvolver atividades agrícolas (IBGE, 2018).1
Em 1843, o Imperador, assinou decreto para o projeto e a construção do Palácio Imperial; a
urbanização de uma Vila Imperial, a edificação de uma igreja e a construção de um cemitério.
Petrópolis é considerada a primeira cidade planejada do Brasil. O município é composto por
um núcleo urbano, chamado de “Quarteirões Imperiais”. Koeler batizou os quarteirões com o
nome da região, de onde vinham as famílias alemãs, italianas e açorianas (do arquipélago de
Açores, localizado em Portugal). Esta configuração perdura até hoje, constituída de um abair-
ramento (ruas agrupadas), segundo a estrutura original.
Petrópolis foi a capital do Estado do Rio de Janeiro, no período de 1894 a 1903, quando a
cidade do Rio de Janeiro era a capital federal. Com a transferência da capital federal para Bra-
sília, durante a década de 1970, a cidade do Rio de Janeiro passa a ser a capital do Estado do
Rio de Janeiro e Petrópolis reduz sua importância, no contexto político do país. Esta mudança
refletiu na sua dinâmica de ocupação. Com base na figura 1, é possível afirmar que esta con-
tinuou a crescer até 1984, com um maior adensamento entre 1956 e 1984 e um crescimento
reduzido entre 1984 e 1994.
A área urbana de Petrópolis está condicionada à sua topografia, constituída de um relevo
montanhoso, cuja ocupação margeia o seu eixo viário. Seu principal acesso intermunicipal é
pela BR-040 (ligação ao sul com Duque de Caxias e com o Rio de Janeiro e ao norte com Areal).
A BR-495 faz a ligação entre Petrópolis e Teresópolis. A BR-493 faz a ligação do município com
Paty do Alferes (figura 2).
A metodologia deste trabalho é constituída de cinco etapas, dentre elas:
1. Revisão do conceito de acessibilidade e formulação de indicadores de acessibilidade
compostos.
2. Pesquisa de dados e elaboração de um banco de dados.
3. Definição de um zoneamento municipal.
4. Aplicação e avaliação do comportamento dos indicadores de acessibilidade.
5. Elaboração de mapas.
Para compatibilizar e converter as informações obtidas nas diferentes base de dados, ado-
tou-se o Arcgis/ Arcview 9.3 (SIG da empresa ESRI) que permite a importação do Transcad 4.5
(SIG), do Autocad (empresa Caliper) e do Microsoft Excel.
Fonte: elaboração própria, com base em CEPERJ (2010)
Fonte: elaboração própria a partir da Base Integrada ao Milionésimo (IBGE 2004)
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Figura 3. Delimitação das unidades espaciais de análise e definição dos seus nós, a partir do seu sistema viário estruturante
Fonte: elaboração própria
A acessibilidade vem sendo conceituada desde 1826 (trabalho de Von Thunen), segundo
Raia Jr. (2000).
A principal conceituação de acessibilidade foi estabelecida por Hansen (1959 apud Sales
Filho), como o potencial de interação entre atividades e como medida da distribuição espacial
das atividades, em relação a um ponto, ajustadas à habilidade e desejo das pessoas ou firmas
em superar a separação espacial. Observa-se que as abordagens de acessibilidade posteriores
(Cunha et al., 2004; Karst e Wew, 2004; Henrique e Loureiro, 2005 e Litman, 2007), reafirmam o
seu conceito de potencial de deslocamento.
Não obstante a posterior introdução de diversos aprimoramentos permanece ainda hoje os
princípios básicos da formulação proposta por Hansen.
A acessibilidade é conceituada, também, como a capacidade ou facilidade com a qual as
atividades do uso do solo podem ser alcançadas, utilizando-se um determinado modo de
transporte, segundo abordagens mais recentes tais como Raia Jr. (2000), Vasconcellos (2000),
Fundação COPPETEC (2006), Ferronatto e Michel (2007), Litman (2007) e segundo referências
anteriores que podem ser verificadas no trabalho de Sales Filho (1996).
Litman (2007) caracteriza a acessibilidade como a facilidade de se alcançar bens, serviços,
atividades e destinos que de forma associada são chamados de oportunidades, geralmente
interpretadas através do sistema de transporte. Pode ser ainda, definida como o potencial
para interação e troca. A acessibilidade pode ser definida, em termos de potencial de oportu-
nidades que podem ser alcançadas, ou em termos de atividades acessadas.
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Na revisão da literatura, observa-se que os fatores que afetam a acessibilidade estão agru-
pados em dois grupos: a rede do sistema de transporte e a organização espacial das atividades
do uso do solo.
A rede de transporte como elemento que caracteriza o conceito de acessibilidade é eviden-
ciado através das abordagens de Hansen (1959), Ingram (1971 apud Sales Filho), Souza (1990),
Sales Filho (1996), Pires (2000), Raia Jr (2000), Vasconcellos (2000), Halden (2002), Cunha et
al. (2004), Karst e Wee (2004), Pasaogullari e Doratli (2004), Bertolini et al. (2005), Henrique e
Loureiro (2005), Puebla e Melhorado (2006), Fundação COPPETEC (2006), Ferronato e Michel
(2007) e Litman (2007).
De acordo com Vasconcellos (2000), a rede do sistema de transportes é definida pela in-
fraestrutura de circulação, constituída por ruas, calçadas, vias férreas e terminais e pela infraes-
trutura do transporte público, tais como os veículos que farão o transporte, a estrutura das li-
nhas e a frequência das viagens.
Karst e Wee (2004) identificam que o uso do solo influencia o resultado da acessibilidade,
ao refletir a quantidade da distribuição espacial das oportunidades ofertadas em cada desti-
no, tais como empregos, salas comerciais, empreendimentos de saúde, sociais e recreacionais
em relação à sua origem (áreas residenciais). De acordo com Olaru (2005), a própria organiza-
ção das atividades acessíveis influencia a acessibilidade.
As atividades provenientes do uso do solo definidas no planejamento municipal (tipo e
distribuição espacial) são citadas como elementos pertinentes à acessibilidade com base na
revisão de: Sales Filho (1996), Goto (2000), Pires (2000), Raia Jr (2000), Vasconcellos (2000), Hal-
den (2002), Cunha et al. (2004), Karst e Wee (2004), Pasaogullari e Doratli (2004), Bertolini et
al. (2005), Pegoreti e Sanches (2005), Puebla e Melhorado (2006), Fundação COPPETEC (2006),
Ferronato e Michel (2007) e Litman (2007).
A organização espacial da cidade é proveniente da localização e do agrupamento dos dife-
rentes tipos de atividades, envolvendo o uso e a ocupação do solo (Vasconcellos, 2000).
Em resumo, são quatro os elementos que caracterizam a acessibilidade: o sistema viário
(a rede, o nível de serviço, etc), o transporte coletivo (a estrutura das linhas e a frequência), o
transporte não motorizado (ciclovias e calçadas) e o uso e a ocupação do solo (tipo de uso,
agrupamento das atividades). Almeja-se abordar todos estes elementos na análise do sistema
de transporte e da dinâmica de ocupação da cidade de Petrópolis.
Os indicadores de acessibilidade podem ser classificados em seis medidas, ora em função,
dos fatores e dos elementos da acessibilidade, ora em função da medida em si, dentre elas:
1. Indicadores de topologia da rede: traduzem o comportamento e os atributos da rede
do sistema viário.
2. Acessibilidade global: permite avaliar a separação espacial entre dois pontos (ou mais)
localizados no território.
3. Indicadores de infraestrutura e nível de serviço do sistema de transporte: refletem a
disponibilidade e a qualidade do sistema viário, do transporte coletivo e do transporte
não motorizado.
Diana Scabelo da Costa Pereira da Silva Lemos, Licínio da Silva Portugal y Ronaldo Balassiano
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Na terceira parte deste trabalho estão sendo utilizados indicadores compostos pelos au-
tores e derivados das formulações originais das medidas de indicadores de infraestrutura e
nível de serviço do sistema de transporte, de acessibilidade global e medidas de organiza-
ção das atividades do uso do solo. O conceito de cada um deles estará sendo abordado no
tópico seguinte.
As vantagens dos indicadores de infraestrutura e nível de serviço do sistema de transpor-
te são disponibilidade de dados, facilidade de compreensão dos resultados. Permitem, ainda,
avaliar as condições do transporte viário, coletivo e do não motorizado, estando orientado às
diversas perspectivas de análise, tais como o deslocamento de veículo, de passageiro, do pe-
destre, do ciclista e do território. A vantagem da acessibilidade global consiste na necessida-
de reduzida de dados, permitindo analisar a impedância de deslocamento. Já a vantagem das
medidas de organização das atividades do uso do solo está em traduzir a relação de depen-
dência espacial entre transporte e uso do solo. Todas as três medidas apresentam Simplicida-
de de cálculo.
O sistema viário de Petrópolis é caracterizado pela sua hierarquia, classificada em vias ex-
pressas, arteriais, coletoras e locais (figura 4). A hierarquização adotada se assemelha à de Hu-
tchinson (1979). Segundo o autor, a via expressa dispõe de grande volume de tráfego, corres-
pondendo às rodovias que conectam o município com o vizinho. A arterial representa eixo de
ligação de bairros e de distritos. A coletora distribui o fluxo de trânsito até ou a partir das vias
principais. Tanto a coletora quanto a via local contribuem para a integração da via com as ati-
vidades do uso do solo.
Os principais meios de transporte de pessoas no município consistem no carro, na moto
e no ônibus. Uma característica, marcante do município, consiste no crescimento da sua fro-
ta de veículos. Entre 2002 e 2008, a taxa de crescimento da frota de motos e motonetas foi
de 103% e entre 2002 e 2016, de 198%, sendo também expressivo o crescimento da frota de
carros entre 2002 e 2016, de 53%, como pode ser observado na tabela 1. O crescimento da
taxa motorizada por moto ou carro pode ter ocasionado o decréscimo na frota de ônibus, em
função da redução da demanda por transporte público, num ciclo difícil de romper, que pri-
vilegia o incremento de investimentos na infraestrutura do sistema viário, em detrimento do
transporte público.
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Fonte: elaboração própria em CPTRANS (2010)
Crescimento
16% 103% 6%
2002-2008
Crescimento
53% 198% -11%
2002-2016
Fonte: elaboração própria, com base em Governo do Estado do Rio de Janeiro (2003; 2009) e IBGE (2018)
Fonte: elaboração própria, com base em CEPERJ (2010)
Pretende-se avaliar como a distribuição populacional da cidade a partir do Centro (UEA 52).
A organização espacial de Petrópolis apresenta uma ocupação do solo que diminui à medida
que distância ao centro aumenta (exceto para o intervalo de 41 km a 51 km), cujo número de
habitantes volta a crescer, como é possível observar na tabela 2. Percentualmente, 45% da po-
pulação residem até 10 km do Centro, 65% até 20 km e somente 34% habita no intervalo de
21 a 51 km.
7.765 41 a 51
5.642 31 a 40
12.640 21 a 30
15.694 11 a 20
34.506 0 a 10
Fonte: elaboração própria, com base em IBGE (2000)
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Figura 6. Principal unidade espacial de análise com potencial disponibilidade de empregos, do município de Petrópolis
Fontes: elaboração própria CPTRANS (2006) e SEF (2009)
Diana Scabelo da Costa Pereira da Silva Lemos, Licínio da Silva Portugal y Ronaldo Balassiano
119
Fontes: elaboração própria com base em Prefeitura Municipal de Petrópolis (2009) e Governo do Estado do Rio de Janeiro (2009)
O desempenho comparativo é expresso entre zero e um. Adota-se uma classificação por
cores, segundo os parâmetros adotados no IDH (tabela 3), em função de sua internacional re-
conhecida capacidade de analisar, comparativamente, o desenvolvimento humano.
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Fonte: elaboração própria com base em IBGE (2000)
Fonte: elaboração própria
apresenta uma classificação baixa. Este indicador apresenta o melhor desempenho para o
sistema viário.
O indicador de oferta da extensão das vias coletoras, com pavimentação de qualquer tipo,
exceto terra (figura 12) consiste na divisão da extensão das vias coletoras com asfalto ou com
paralelepípedo, pela extensão total das vias coletoras. A classificação para a maioria da uni-
dades espaciais de análise –UEA–, em todos os distritos é muito elevada para este indicador.
Já o indicador de oferta da extensão das vias locais, com pavimentação de qualquer tipo,
exceto terra (figura 13) apresenta uma classificação baixa para a maioria da cidade, alternan-
do com uma classificação média na área urbana dos distritos de Petrópolis e Cascatinha. Em
suma, as vias locais são constituídas de terra, em geral no município.
O indicador de acessibilidade integral inter-regional (figura 14), proveniente do sistema co-
letivo é função das distâncias percorridas, através da rede viária, somente nas rotas das linhas
de ônibus, de uma UEA, multiplicada pelo número de linhas sobrepostas, pela sua área to-
tal. Um número reduzido de unidades apresenta uma classificação baixa, com predominância
de uma classificação muito elevada no sistema viário estruturante do município. Este indica-
dor apresenta um excelente desempenho, contribuindo para uma distribuição equitativa das
oportunidades para o transporte público.
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Fonte: elaboração própria
Fonte: elaboração própria
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Figura 12. Normalização da oferta da extensão das vias coletoras, com pavimentação de qualquer tipo, exceto terra
Fonte: elaboração própria
Figura 13. Normalização da oferta da extensão das vias locais, com pavimentação de qualquer tipo, exceto terra
Fonte: elaboração própria
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Fonte: elaboração própria
Fonte: elaboração própria
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O indicador de frequência média semanal (figura 15), do transporte coletivo por ônibus,
calculada, através do headway (intervalo entre viagens), tem com intuito avaliar o seu nível de
serviço. Este indicador já apresenta uma classificação baixa para a maioria das unidades espa-
ciais da cidade, com um desempenho médio nos distritos de Petrópolis e Cascatinha.
O indicador de acessibilidade integral inter-regional (figura 16), ao centro de emprego é
função das distâncias percorridas, através do sistema viário, de uma UEA para a unidade es-
pacial de análise Centro (52). Este indicador apresenta um desempenho favorável ao desloca-
mento ao Centro, a partir dos distritos de Petrópolis, Cascatinha e Itaipava, se comparada ao
indicador de disponibilidade de estabelecimentos comerciais e industriais, concentrado em
somente duas unidades.
Fonte: elaboração própria
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Fonte: elaboração própria
Figura 18. Disponibilidade de estabelecimentos que permitem o alargamento das liberdades humanas
Fonte: elaboração própria
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Tabela 4. Síntese das condições de acessibilidade para as UEA com concentração de atividades de emprego e populacional
UEA/ INDICADOR 52 40 56 59 64
Oferta da extensão viária Elevado Baixo Muito elevado Muito elevado Baixo
Cobertura espacial viária Muito elevado Muito elevado Muito elevado Muito elevado Elevado
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Tabela 5. Número de UEA classificadas segundo a categoria de desempenho adotada para o conjunto de indicadores
analisados na cidade de Petrópolis
Considerações finais
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Pesquisas da Fundação Centro Estadual de Estatísticas, Pesquisas e Formação de Servido-
res Públicos do Rio de Janeiro, 1 CD-ROM.CPTRANS (2006). Mapa cadastral do município,
arquivos do Autocad (dwg), Companhia Petropolitana de Trânsito e Transporte, Arquivo
eletrônico [mensagem pessoal]. Mensagem recebida por [email protected].
Data: 11/01/2007. Disponível em: https://1drv.ms/f/s!ArTT1KK4QhaWha16djQea3EiWSs-
S_Q. Acesso em: 31/05/ 20018.
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El tranvía de San Cristóbal y la urbanización del
suroriente bogotano, 1900-1940
The Tramcar of San Cristóbal and the Urbanization of the Southeastern
Bogotá, 1900-1940
RESUMEN
El objetivo del presente artículo es estudiar la relación entre el proceso de urbanización del
suroriente bogotano, la zona conocida como San Cristóbal, y el tranvía durante las primeras
décadas del siglo XX. En la década de 1920 la zona de San Cristóbal era ya un importante nú-
cleo de barrios para obreros. Adquirió tal importancia que fue uno de los puntos centrales de
urbanización en el proceso de crecimiento de Bogotá. Aunque desde la década de 1890 exis-
tía un proyecto de construcción de un tranvía, sólo hasta 1917 operó el tranvía. La urbaniza-
ción de San Cristóbal no esperó al tranvía, pero en el momento en que fueron conformándose
los nuevos barrios del sector, este medio de transporte se convirtió en un servicio urbano de
suma importancia tanto para los habitantes del sector como para los actores que buscaron
promover el desarrollo de la zona.
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Palabras clave: Bogotá, transporte, historia del transporte, tranvía, historia urbana, historia
económica
Códigos JEL: N76, N96, R42
ABSTRACT
The objective of this paper is to study the relationship between the process of urbanization
of the southeast of Bogotá, the area known as San Cristóbal, and the tramcar during the first
decades of the 20th century. The area of San Cristóbal was already in the 1920s a nucleus of
neighborhoods for workers. It acquired such importance that it was one of the central urba-
nization areas in Bogota’s growth process. Although since the 1890s there was a construction
project for a tramcar, it was only until 1917 that the tramcar was operated. The urbanization of
San Cristóbal, therefore, did not wait for the tramca, but at the time when the new neighbor-
hoods of the sector were being formed, this means of transport became an urban service of
great importance both for the inhabitants of the sector and for the actors that seek to promo-
te the development of the area.
Introducción
El tranvía es uno de esos hitos del proceso de modernización de Bogotá que con el tiempo
ha ido cobrando un mayor interés para los investigadores. Historiadores, urbanistas, econo-
mistas, entre otros, se han dedicado a estudiar la historia del tranvía de Bogotá y su impacto
en la vida de la capital colombiana. Las investigaciones sobre el tranvía se han concentrado
en la trayectoria histórica, las características y funcionamiento de la empresa del tranvía, tal es
el caso de trabajos como Historia del tranvía en Bogotá (Contreras y Vélez, 1985), Vida pasión y
muerte del tranvía en Bogotá (Jaramillo y Parias, 1995), Economía y transporte urbano en Bogo-
tá (Esquivel, 1997) y Empresas públicas de transporte en Bogotá: siglo XX (Núñez y Rodríguez,
2003). En algunas otras investigaciones como La ciudad de los elegidos (Suárez, 2006), Santa Fe
y Bogotá: Evolución histórica y servicios públicos (Vargas y Zambrano, 1988), El tránsito a la ciu-
dad moderna 1920-1950 (Del Castillo, 2003), El tranvía municipal de Bogotá. Desarrollo y transi-
ción al sistema de buses municipal 1884-1951 (Baquero, 2009) y La ciudad del tranvía 1880-1820
(Montezuma, 2008), el análisis gira en torno a la relación de este sistema de transporte con las
transformaciones urbanas que se presentaron en la Bogotá de la primera mitad del siglo xx.
De cara a la historia del tranvía, los trabajos citados han analizado los procesos de confor-
mación de la empresa privada, de municipalización, de extensión de las redes y funcionamien-
to del sistema hasta su desaparición a principios de la década de 1950. En cuanto la relación
entre este sistema de transporte y el desarrollo urbano de Bogotá, las investigaciones referi-
das han resaltado el impacto y el rol del tranvía en la expansión de Bogotá hacia el norte, y
sobre todo la relación del tranvía con el desarrollo de la zona de Chapinero y la urbanización
del norte.
No obstante, poco se ha dicho al respecto de la influencia del tranvía en el desarrollo urba-
no del sur de Bogotá durante la primera mitad del siglo xx. El funcionamiento del tranvía en
el sur de la ciudad cobra mayor importancia si tenemos en cuenta que el primer proceso de
ensanche de la ciudad fue lineal, en un eje de norte a sur a la sombra de los cerros orientales,
entre Chapinero y San Cristóbal (Del Castillo, 2003, p. 82). San Cristóbal fue entonces un foco
clave en el proceso de modernización de la capital, por lo que el análisis del tranvía en esta
zona adquiere mayor importancia. Y esto si tomamos en consideración el hecho de que la ur-
banización en San Cristóbal tuvo un carácter distinto a la de Chapinero, pues allí surgieron,
desde 1910, barrios para obreros,1 es decir, barrios destinados a población trabajadora.
La primera extensión del tranvía hacia el sur de la ciudad data de la década de 1890, cuan-
do la empresa privada, controlada por capital norteamericano, tendió sus rieles entre la plaza
de Bolívar y la plaza de Las Cruces (Contreras y Vélez, 1985), barrio al extremo sur de la capital
surgido a mediados del siglo xix (Mejía, 2000, p. 321). Pero si bien para principios del siglo xx el
perímetro urbano de la ciudad se extendía por el sur hasta la calle 1º, límite sur del barrio Las
1 La palabra “obrero” en la Bogotá de principios de siglo XX designaba una gama de trabajadores manuales amplia, y no
necesariamente se circunscribe al obrero industrial, como lo demuestran fuentes del periodo. Por ejemplo, en diversos
números del Registro Municipal, donde en referencia al funcionamiento de las empresas municipales, los barrenderos, los
operarios del tranvía y los trabajadores de los talleres de este, los cuidadores del cementerio municipal, entre otros, son
designados como obreros, en contraposición a los administradores de estas empresas. Por otro lado, en periódicos auto-
proclamados obreros durante el mismo periodo, como El Ravachol, La Unión Obrera o El Socialista, aparece la misma ten-
dencia: el obrero es el trabajador manual, por lo general, contratado por medio de salario, o incluso pequeños artesanos.
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Cruces, los terrenos ubicados entre esta calle y el río Fucha, pertenecientes al entonces muni-
cipio de Bogotá, comenzaron a transformase. Para la década de 1910 las haciendas del sector
comenzaron a ser subdivididas y loteadas para darle paso a nuevos barrios como Villa Javier o el
1º de Mayo. Las autoridades municipales, que para aquel momento ya controlaban la empresa,
decidieron llevar el tranvía hasta San Cristóbal en 1917. Finalmente este sistema de transporte
cruzó el río Fucha hacia el sur, y llegó hasta el barrio 20 de Julio, en la década de 1930.
En este estudio buscamos establecer la relación entre el tranvía de San Cristóbal y la urba-
nización del suroriente bogotano a principios del siglo xx. No pretendemos describir una re-
lación causal, lineal, entre uno y otro, pues es simplista y falaz afirmar que la construcción de
nuevos barrios en San Cristóbal se debe sólo a la línea del tranvía. De hecho, lo que nos mues-
tran las fuentes es que la llegada del tranvía municipal a las tierras aledañas al río Fucha se de-
bió al proceso mismo de urbanización de San Cristóbal. Lo que aquí se quiere es comprender
la relación compleja entre el tranvía y el crecimiento urbano en el suroriente bogotano.
2 Pereira Gamba fue de uno de los principales defensores del uso del árbol de eucalipto para la recuperación de las hoyas
hidrográficas y la reforestación de los cerros de Bogotá (Pereira, 1899, pp. 217-223).
139 José Alejandro Cifuentes Sarmiento
cal y carbón. Luego pensó en estimular el desarrollo urbano, proveyendo tierras para iniciar
la construcción de un nuevo barrio en el sector. El problema, según el mismo Pereira, es que
supuso que “bastaba ofrecer tierras para fundar nuevos barrios y materiales de construcción”,
y en realidad fueron “pocas las gentes [que] se apresuraban al llamamiento”. El proyecto urba-
nizador entonces no tuvo el vigor que Pereira esperaba. Por lo que se puede ver en las notas
autobiográficas de Pereira, este esperaba que su barrio fuera un barrio de viviendas de recreo,
alejadas de las dinámicas de la ciudad. El mismo Pereira nos dice que llevó su vida en San
Cristóbal era “campestre social”, jugaba al tiro al blanco con sus amigos y practicaba la cacería
(Pereira, 1919, pp. 104-114). En otras, palabras, Pereira proyectaba la urbanización en San Cris-
tóbal como una zona para sectores sociales acomodados, como ocurría con Chapinero, al otro
lado de la ciudad.
Plano 1. Detalle del Plano de Bogotá de 1932
Se detalla el sector de San Cristóbal en el plano de la ciudad de 1932. Aparecen en rojo los barrios construidos o en construcción:
San Cristóbal, Villa Javier, 20 de Julio y 1º de Mayo. En amarillo los barrios planificados: Santa Inés, Santa Ana y Suramérica. El sec-
tor es atravesado de oriente a occidente por el río Fucha, también conocido como río San Cristóbal. Por el oriente la zona estaba
delimitada por la Carretera a Oriente, el viejo camino a Ubaque.
Fuente: Cuéllar y Mejía (2007, p. 83)
Con el fin de estimular el desarrollo económico y urbano de San Cristóbal, Pereira intentó
comunicar esta zona con la plaza de Las Cruces por medio de un tranvía. Para ello constituyó en
1897, junto a Máximo González, una sociedad que se encargaría de la construcción de la línea
y de ponerla en funcionamiento. El proyecto, que no llegó a materializarse, fue expuesto en
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un folleto publicado en 1898. Aunque el objetivo principal de este folleto era mostrar la per-
tinencia de una nueva línea de tranvía hacia el suroriente para atraer inversionistas, también
buscaba presentar a San Cristóbal como una zona importante en el futuro inmediato de la ca-
pital, y que sus terrenos eran prometedores para la inversión. En últimas, Pereira y González
justificaban la necesidad de su tranvía argumentando que este medio de transporte iba a dar
el empujón decisivo para que un sector económico y urbanísticamente promisorio, como lo
era San Cristóbal, iniciara el camino del progreso.
Los empresarios nos dicen que basta comparar el grado de desarrollo que se había alcanza-
do en Chapinero frente a la situación de abandono que vivía San Cristóbal, para comprender
que el atraso no podía sino atribuirse “á la falta de comunicaciones fáciles”. Y no es que San
Cristóbal no contara con características que hicieran posible el desarrollo de la zona, por lo
que Pereira y González exponían algunas de las bondades del sur de la ciudad. En primer lu-
gar, señalaban que la zona, ya poblada, comenzaba a experimentar una “creciente afluencia de
población”. Lo anterior produjo una situación en la que “diferentes propietarios venden lotes
de terreno en las cercanías del río á precios de entre $1-50 á $ 0-50 el metro cuadrado”. Ahora,
la ubicación de San Cristóbal es comparativamente estratégica, ya que la “distancia del centro
de la ciudad al río […] es solamente la mitad de la que hay á Chapinero”, y eso sin contar que
la “región de San Cristóbal tiene ventajosa provisión de aguas”. La disponibilidad de agua po-
table se sumaba al hecho de que el suroriente contaba con un “abundante y seguro mercado
de víveres, puesto que por el camino de Ubaque transita buena mayoría de los que abastecen
la ciudad”, haciendo de San Cristóbal un lugar ideal para la vivienda. Por estos motivos, se va-
ticinaba que el progreso de la zona era “seguro y su desarrollo será, sin duda, más rápido que
la región del norte” (González y Pereira, 1898, pp. 4-5).
Los autores le atribuían una gran importancia a la industria y a la minería en San Cristóbal,
sobre todo de cara al futuro del sector. Esta, además, era la razón que justificaba la creación de
una línea de tranvía. La pareja de empresarios recalca que el tranvía existente, que atravesaba
de norte a sur la ciudad y la comunicaba con Chapinero, tenía la falencia de que concentraba
su servicio exclusivamente en el transporte de pasajeros, desaprovechando los beneficios de
las vías férreas por cuanto en estas “los pasajeros son un tráfico relativamente secundario si se
los compara con la carga” (González y Pereira, 1898, p. 3).
De tal forma que los promotores planteaban el tranvía de San Cristóbal como un medio de
transporte de mercancía. Al mismo tiempo, González y Pereira contemplaban que las mercan-
cías que podría cargar el tranvía eran “1. Piedra, 2. Materiales cocidos, 3. Arena, 4. Piedra de
cal, 5. Trigo y harina, 6. Leña, 7. Rama, 8. Maderas diversas, 9. Víveres”. En últimas, la hipotéti-
ca carga del tranvía estaría compuesta por mercancías que podían producirse fácilmente en
San Cristóbal. Por lo tanto, los promotores del tranvía buscaban ofrecer un medio de comu-
nicación “fácil y barato”, para quienes quisieran iniciar empresas en el suroriente (González y
Pereira, 1898, pp. 9-10).3
3 Hay también quienes afirman que, al presentar al tranvía de San Cristóbal como un tranvía de carga, lo que querían Pereira
y González era evitar conflictos con la ya establecida Bogotá City Railway Company, siguiendo de esta manera el ejemplo
de un tranvía de carga en Zipaquirá (Pérgolis y Valenzuela, 2011, p. 27). Esta afirmación tiene más sentido si tenemos en
cuenta que en su folleto, los promotores dejan muy claro que su tranvía ha de construirse sobre terrenos que en su tota-
lidad son privados, propiedad de algunos capitalistas de la compañía, para así evitar problemas relacionados con la asig-
nación de privilegios (González y Pereira, 1898, p. 7).
141 José Alejandro Cifuentes Sarmiento
Detalle del plano de Bogotá por Alberto Borda Tanco realizado en 1911. El ingeniero Borda Tanco plasmó en su plano el trazado de
la línea del tranvía proyectado por Pereira y González en 1898.
Fuente: Cuéllar y Mejía (2007, p. 65). En el original, la línea del proyectado tranvía a San Cristóbal aparece marcado con
una línea punteada. Hemos resaltado la línea en rojo
4 Incluso para mediados de la década de 1900 algunas guías de la ciudad daban por hecho el funcionamiento del tranvía
de San Cristóbal (Patiño, 1902) (Zamora, 1907).
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La historia de San Cristóbal en el siglo xx no se dio acorde a los vaticinios de sus primeros
promotores, pues las fincas de recreo dieron paso a barrios de población trabajadora. Los chir-
cales y la fabricación de ladrillo fueron determinantes en la urbanización, ya que en torno a
esta actividad económica se aglomeraron pobladores que se afincaron en el suroriente. En
1898 el alcalde Higinio Cualla nos da un claro testimonio de este proceso. En un breve informe
sobre la situación geográfica y política de la ciudad, Cualla trata la situación de los ríos de la
ciudad, nos dice que “en toda la hoya del San Cristóbal y laterales […] se encuentran innume-
rables chozas de labradores, de carboneros, etc.” Muchos de estos habitantes eran atraídos por
la actividad extractiva en yacimientos de “carbonato de cal de diversas clases […] de carbón,
muy abundantes piedras de labor para construcción, etc.” (Cualla, 1898, pp. 4217-4218).
La cantidad de población ubicada en el suroriente era ya tan importante para principios del
siglo xx, que, según Germán Mejía, en 1902 las autoridades municipales consideraron necesa-
rio asignar a San Cristóbal un comisario de policía dependiente de la inspección del barrio Las
Cruces (Mejía, 2000, p. 332). Sobre la ribera norte del río Fucha se fue formando el barrio San
Cristóbal, el cual, para 1913 contaba ya con un comisario de policía, y para 1917 el municipio
había creado para el barrio su propia inspección de policía.
Pero el impulso urbanizador definitivo en la zona de San Cristóbal lo dieron los barrios
obreros, los barrios construidos por empresarios privados, la iglesia católica y las autoridades
municipales para la población trabajadora de la ciudad.
A principios del siglo xx la vivienda de los trabajadores se convirtió en un problema rele-
vante para las autoridades municipales por la crisis sanitaria que alcanzó su clímax a finales
de 1918, durante la epidemia de gripe española. La crisis sanitaria se achacó a las pobres con-
diciones de habitación de los sectores populares de la ciudad y al hacinamiento. Poco a poco,
por la disponibilidad de tierras, de fuentes de agua potable y núcleos productivos, San Cristó-
bal fue identificándose como una zona propicia para la edificación de los nuevos barrios para
la población trabajadora bogotana que demandaba soluciones de vivienda.
Ya desde mediados de la década de 1900 comenzaron a escucharse voces en favor de la
construcción de un barrio para obreros en San Cristóbal que entrara a mitigar los problemas
de hábitat de los obreros capitalinos. El ingeniero Alfredo Ortega propuso en 1909 que las
nuevas viviendas para obreros que proyectara el municipio debían ubicarse en el suroriente,
en “la región bañada por el río San Cristóbal”, porque allí los habitantes obreros podrán con-
seguir empleo, ya que en ese lugar “se ha establecido un centro industrial en el cual hay varias
fábricas de loza y algunos tejares. Existe además, una línea de tranvía, cuya Compañía puede
hacer un arreglo equitativo con los obreros para transportarlos á la ciudad por la mañana y por
la tarde, mediante una tarifa módica.” (Ortega, 1909, p. 282).5
Entre las décadas de 1910 y 1920 varios médicos e ingenieros seguirían insistiendo en la
idoneidad de San Cristóbal para la construcción de nuevos barrios obreros,6 pero fue la igle-
sia católica la que abrió el camino para la construcción de barrios obreros en el suroriente. El
5 La línea del tranvía de la que habla el autor es la vía planificada por los empresarios Pereira y González que nunca se cons-
truyó.
6 Véanse por ejemplo los trabajos de los médicos José Gaitán (1915) y Camilo Tavera (1922).
143 José Alejandro Cifuentes Sarmiento
sacerdote jesuita José María Campoamor impulsó en 1913 la construcción de un barrio nuevo
en el punto conocido como “El Peñón del Aserrío”, con el fin de mejorar las condiciones de vida
de la población trabajadora y evitar así que los obreros capitalinos cayeran bajo la influencia
de ideas impías, como el socialismo y comunismo.
Este barrio llegó a conocerse como Villa Javier. Sus casas inicialmente eran arrendadas a
personas que podían cumplir con la obligación; estas personas, además, se veían obligadas a
cumplir un estricto reglamento que contemplaba estrictos valores cristianos como la pobreza,
la moralidad, la piedad, la vida en familia, la educación y el aseo. La idea de Campoamor era la
de dotar a una parte de la población obrera de Bogotá de un barrio que no solamente tuviera
las condiciones físicas óptimas para la habitación, sino que también permitiera cultivar en sus
ocupantes sanas costumbres que los alejaran del pecado, para lo cual era ideal la vida en un
ambiente rural. Por eso es comprensible que Campoamor viera en San Cristóbal un espacio
único para localizar sus viviendas, pues era una zona conectada con la ciudad pero que aún
mantenía apariencia de campo (Londoño y Saldarriaga, 1994, pp. 50-90).
Ya en la década de 1920, el municipio tomó la iniciativa urbanizadora en San Cristóbal. Des-
pués de la epidemia de gripe, el gobierno central obligó a los gobiernos municipales a inter-
venir en el tema del vivienda por medio de la Ley 48 de 1918. En el marco de esta legislación,
Bogotá creó en 1919 la Junta de Habitaciones para Obreros. Esta institución debía promover la
construcción de casas modernas para obreros, contribuyendo así a solucionar los problemas
relacionados con el hacinamiento y el déficit de vivienda.
Esta institución promovió la construcción de dos barrios obreros en San Cristóbal, el 1º de
Mayo y Buenos Aires. La Junta y el Concejo Municipal decidieron instalar en San Cristóbal los
barrios para obreros inicialmente porque allí consiguieron unos terrenos a buen precio oferta-
dos por Nemesio Camacho (Registro Municipal, 1922, p. 4873). A principios de 1923 comenzó
a construirse el 1º de Mayo, y ya para noviembre de ese año se habían entregado las primeras
20 casas. Este barrio se ubicaba en un terreno sobre la orilla norte del río Fucha.
Tan pronto comenzó a construirse el barrio, las autoridades municipales dispusieron la edi-
ficación de un puente sobre el río con el fin de extender el tranvía hasta el nuevo barrio, pues
para principios de la década de 1920, este sistema de transporte llegaba hasta el barrio San
Cristóbal, pasando por los predios conocidos como Santa Ana. El 1º de Mayo se ubicaba muy
cerca de la línea ya existente, y su ubicación claramente tuvo que ver con la cercanía del tran-
vía. Si bien –como han señalado varios autores– la construcción de barrios obreros tenía mo-
tivaciones higienistas (Noguera, 1998), las autoridades municipales pensaban efectivamente
que las viviendas que construyeran serían albergadas por obreros y trabajadores. Por tanto, la
solución de vivienda implementada por el gobierno debía pensar también en facilitar la vida
de los trabajadores, ya fuera ubicando los barrios en zonas aledañas a lugares de trabajo, o en
terrenos que contaran con un acceso fácil al centro de la ciudad,7 por lo que la presencia del
tranvía en cercanías de las nuevas viviendas era de suma importancia.
7 Como lo demuestran algunos de los planteamientos frente al problema de la vivienda obrera de políticos e ingenieros
ligados al Concejo Municipal (Ortega, 1909; Gaitán, 1915; Registro Municipal, 1933, pp. 258-259).
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La Junta de Habitaciones para Obreros tuvo muchos problemas, no ejerció a cabalidad sus
funciones, e incluso recibió muchas críticas porque se consideraba que sus obras no justifica-
ban los fondos destinados a esta institución,8 y en 1930 se disolvió. No obstante, San Cristóbal
continuaría urbanizándose con barrios para obreros, gracias a la labor de empresarios priva-
dos que loteaban haciendas y vendían predios a personas que se encargaban luego de cons-
truir las nuevas viviendas por sus propios medios.
Así se construyeron barrios como el 20 de Julio, Santa Ana y San Blas. La labor de los urbani-
zadores era bastante limitada, como ya se dijo, se reducía a lotear el terreno urbanizable, por
lo que dotar los nuevos barrios con redes de servicios no era prioridad de empresarios como
Rubén Possin o Salomón Gutt. Por eso, el gobierno municipal, concentrado en solucionar los
problemas de higiene asociados a la situación de la vivienda, en la década de 1920 intentó re-
gular el accionar de los urbanizadores privados, exigiendo que en la construcción de nuevos
barrios se garantizara el abastecimiento de agua potable y la presencia de alcantarillado. Si los
nuevos barrios y las viviendas no cumplían estas condiciones, el municipio no emitía autori-
zación para su construcción.9
8 En 1924 la Junta de Mejoras Públicas del barrio San Diego (La Perseverancia) ubicado al norte de la calle 28 en un terreno
al oriente del carrera 7ª, expresó su descontento por la decisión del Municipio de utilizar los recursos asignados al me-
joramiento de la vivienda obrera en la construcción de un barrio, el 1º de Mayo, en una zona donde el impacto entre la
población obrera era mínimo. Los representantes de los habitantes del barrio San Diego hicieron una petición pública al
Concejo para que mejor construyera un barrio en ese sector de la ciudad, porque consideraban que allí una obra de sa-
neamiento aliviaría verdaderamente la vida de muchos “proletarios”. La Junta de San Diego alegaba que allí se encontra-
ba el más importante núcleo de obreros en la ciudad, “cerca de veinte mil habitantes” entre los obreros y sus familias, por
concentrarse allí la mayor cantidad de fábricas de la ciudad, como Bavaria, Fenicia y Chocolates Chaves y algunos otros
establecimientos que emplean obreros como el cementerio, el Ferrocarril del Norte y el Tranvía (El Tiempo, 1924, p. 10). El
Círculo de Obreros del padre Campoamor, promotor de barrio obrero Villa Javier, también criticó la administración de los
fondos para vivienda que hacía la Junta de Habitaciones. A finales de 1927 en el Boletín del Círculo de Obreros se afirmaba
que con los recursos que había utilizado la Junta para construir 24 casas en el barrio 1º de Mayo, se hubieran edificado 200
del estilo del barrio Villa Javier, aliviando el problema de los altos costos de los alquileres de vivienda (citado en Londoño
y Saldarriaga, 1994, pp. 97-99).
9 Así se puede evidenciar tanto en los múltiples decretos municipales sobre la construcción de vivienda higiénica y la do-
tación de redes de alcantarillado a las nuevas urbanizaciones. El hito de esta normatividad es el Acuerdo 27 de 1919, con
el cual se organizó la Junta de Habitaciones para Obreros, institución que tenía como tarea solucionar el problema de la
vivienda de la población trabajadora, incentivando la construcción de nuevos barrios dotados con casas que cumplían
ciertos parámetros higiénicos. No obstante, la normatividad sobre construcción de nuevos barrios y casas se remonta a
principios del siglo XX. El Acuerdo 10 de 1902 planteó desde parámetros mínimos sobre higiene (iluminación, ventilación
y acueducto) para la construcción de vivienda nueva en la capital, hasta lineamientos que tendrían que seguir los nuevos
barrios que se construyeran extra-radio, como el ancho de las calles, disposiciones sobre construcción de andenes, alcan-
tarillado, alumbrado público y cañerías. Entre 1905 y 1914 el municipio publicó más disposiciones de este estilo. Esta nor-
matividad se publicaba siempre en forma de Acuerdos Municipales en el Registro Municipal. Ahora bien, las licencias de
construcción nos muestran el esfuerzo del Municipio por regular la edificación de nuevos barrios y viviendas en la capital.
En primer lugar, estos documentos cuentan con la aprobación o la negativa de la alcaldía para realizar la obra proyectada.
Cuando la alcaldía negaba los permisos explicaba las razones, entre las que se cuenta que los diseños adjuntados no cum-
plían con parámetros como los desagües o los espacios para ventilación. De otro lado, muchas licencias de construcción
eran la petición de ciudadanos del permiso para reiniciar obras que habían sido suspendidas por orden de las autoridades
municipales, entre otras razones, por no cumplir con los parámetros exigidos por el Municipio. Las inspecciones de policía
de la ciudad eran las encargadas de supervisar las nuevas construcciones en la ciudad, para actuar ante las irregularida-
des. Estas observaciones se desprenden del estudio minucioso de las licencias de construcción emitidas para toda la ciu-
dad disponible en Fondo Unidad Administrativa Especial de Rehabilitación Vial de Archivo de Bogotá entre los años 1920
y 1936.
145 José Alejandro Cifuentes Sarmiento
No obstante, esto no detuvo a los urbanizadores privados, como lo demuestra el caso del
barrio 20 de Julio. El barrio fue loteado por Rubén Possin en terrenos de una vieja hacienda
al sur del río Fucha propiedad de Irene Convers de Manrique. La venta de lotes en el barrio se
inició en mayo de 1920 (El Tiempo, 1920, p. 5a), y se presentó una solicitud de aprobación del
nuevo barrio ante las autoridades municipales en noviembre del mismo año (Registro Muni-
cipal, 1920, p. 4125). Sin embargo, las licencias de construcción aprobadas por la Alcaldía nos
muestran que no fue sino hasta 1928 cuando el barrio fue aprobado oficialmente por el muni-
cipio, pero para ese momento ya muchas personas habían adquirido lotes y habían comenza-
do a construir sus viviendas (Licencias de Construcción, 1925-1926).
De tal forma que no sería acertado afirmar que el tranvía fuera definitorio en la urbaniza-
ción de San Cristóbal promovida por empresarios privados, pues si ni siquiera era una priori-
dad el agua potable, mucho menos lo sería el transporte. Es por eso comprensible que los ur-
banizadores privados no plantearan como eje de su labor la extensión de la línea del tranvía.
Pese a ello, tampoco podríamos negar que el tranvía tuvo cierto impacto en el proceso de ur-
banización del sur: el barrio Santa Ana, urbanizado por agentes privados, se conformó desde
finales de la década de 1910 en torno a la vía que subía paralela al río Fucha hacia el barrio San
Cristóbal; y en la década de 1930 la petición que la iglesia católica y vecinos de los barrios del
sur cursaron ante el municipio para que el tranvía se extendiera hasta el barrio 20 de Julio, se
materializó.
10 Aunque también hay que tener en cuenta, como ya ha sido señalado, que cuando González y Pereira presentaron su tran-
vía como un transporte de mercancías, lo hacían en parte para evitar que la empresa de tranvía ya existente considerara
una competencia riesgosa al tranvía de San Cristóbal (Pérgolis y Valenzuela, 2011, p. 27).
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siglo XX no fue resultado de una política sistemática de planeación postulada por las autori-
dades municipales o nacionales. La expansión de la ciudad se dio de manera espontánea, es
decir que la urbanización no fue resultado de un plan sistemático organizado por las autori-
dades municipales, y en este proceso el barrio, promovido por urbanizadores privados, se con-
virtió en la unidad de producción de la ciudad. El crecimiento se dio mediante la agregación
de pequeños fragmentos de suelo urbanizado cercanos a las vías que los conectaban con el
centro de la ciudad. Las quintas y las estancias aledañas a la ciudad jugaron un rol central en el
este proceso, pues sus terrenos se fueron parcelando y así se incorporaron al uso urbano. Por
lo tanto, siguiendo a Del Castillo, podemos afirmar que Bogotá era, a principios del siglo xx,
una ciudad “desarticulada”, en la medida en que su crecimiento va dejando espacios mientras
se van agregando los nuevos terrenos (Del Castillo, 2003, pp. 82-83).
La labor de los urbanizadores privados se limitaba al loteo. La construcción de las vivien-
das recaía en los compradores de los lotes. Las edificaciones terminaban erigiéndose acorde a
las capacidades de los habitantes, por lo que se presentaron muchos problemas a la hora de
suplir de servicios urbanos a los nuevos barrios. Las autoridades gubernamentales tuvieron
poca injerencia en este proceso, y aun cuando intentaron regular las nuevas urbanizaciones,
los hechos nos demuestran que las medidas tomadas no fueron muy efectivas. En muchos
casos no se construían alcantarillas, los ciudadanos construían sin permiso de la alcaldía, o lo
hacían sin ceñirse a las condiciones impuestas por las instituciones encargadas de regular la
construcción de nuevas viviendas y barrios. Pero aún peor, lo que los documentos del periodo
nos demuestran es que en muchos casos los ciudadanos quedaron a merced de las arbitrarie-
dades de los empresarios, pues las autoridades municipales no fueron eficientes imponiendo
un control sobre la actividad urbanizadora.11
Así pues, si la presencia de redes de acueducto y alcantarillado no era decisiva a la hora de
plantear una nueva urbanización, no es de esperarse que la existencia de una línea de tran-
vía fuera prerrequisito para la construcción de un nuevo barrio en la Bogotá de principios del
siglo pasado. En otras palabras, para los urbanizadores del suroriente capitalino no era vital
contar con una conexión de tranvía como incentivo para promover los nuevos barrios. Sin em-
bargo, cuando el tranvía llegó a San Cristóbal, este medio de transporte terminó estimulando
el crecimiento urbano de la zona, y favoreciendo la construcción de vivienda para obreros. Y
esto sin contar que los mismos pobladores de San Cristóbal exigieron la construcción de una
línea de tranvía hacia sus barrios.
El tranvía llegó a San Cristóbal luego de la municipalización de la empresa, ocurrida a partir
de 1910. En 1915 se planteó por primera vez extender hacia el sur una línea, empero la Junta
Administrativa de la empresa le explicó al Concejo que no se podía llevar el tranvía al sur sino
hasta que se llevara a cabo una prolongación de la duplicación de las carrileras entre la Plaza
de Bolívar y Las Cruces. Pero lo interesante de los sucesos de 1915 es que podemos ver que la
idea de extender el tranvía hacia el suroriente no provenía exclusivamente del Concejo, sino
que los vecinos de la zona comenzaban a exigir que se comunicara el barrio con el centro de
11 Ver, por ejemplo, las denuncias realizadas en 1926 por habitantes del barrio Santa Lucía contra el urbanizador, Salomón
Gutt, por vender lotes en una zona sin acueducto y alcantarillado, infringiendo así la normatividad municipal. La res-
puesta gubernamental ante las denuncias fue que simplemente el municipio aun no podía intervenir en este conflicto,
pues el predio estaba situado en una zona que aún se encontraba fuera del área urbana (Licencias de construcción, 1926,
folio 10).
147 José Alejandro Cifuentes Sarmiento
la ciudad por medio del tranvía. El Concejo controvirtió el diagnóstico de la empresa porque
consideraba que el costo de obra impediría atender prontamente “el clamor de los vecinos de
San Cristóbal” que piden la extensión del tranvía hasta allí. Después de un largo debate se con-
cluyó que terminado “el trabajo indicado, la Junta prolongará la línea sur hasta el sitio llamado
Las Brisas de San Cristóbal” (Registro Municipal, 1915, p. 2196).
Hay que señalar, además, que la petición de los habitantes de San Cristóbal que tomó for-
ma en el Concejo en 1915 tenía antecedentes por lo menos dos años antes. En 1913 hay no-
ticias de que una carta de vecinos de San Cristóbal y Las Cruces llegó al Concejo pidiendo la
ampliación del tranvía hacia el sur, pero no sería sino hasta dos años después que el Concejo
le daría importancia a las peticiones (El Tiempo, 1938, p. Catorce). Ya en 1916, se dio vía libre a
la construcción de una línea que conectara la plaza de Las Cruces con el punto conocido como
Brisas de San Cristóbal, y desde allí hasta el puente sobre el río Fucha. Esta obra se financiaría
con el dinero conseguido con la venta de un lote propiedad de la empresa del tranvía (Regis-
tro Municipal, 1916, p. 2420).
La obra quedó legalizada mediante el Acuerdo 11 de 1916, el cual aprobó la venta del lote
de la empresa para financiar el proyecto, y planteó el trazado de la nueva línea de la siguiente
manera: “partiendo del sitio denominado Brisas de San Cristóbal, pasa al occidente del Asilo
de locas (Aserrío) [en cercanías al barrio Villa Javier], y atraviesa de Occidente a Oriente el pre-
dio Santa Ana hasta terminar en el puente del río San Cristóbal” (Registro Municipal, 1916, p.
2443).
Las obras se llevaron a cabo con algunas dificultades entre 1916 y 1917, sobre todo por la
negativa a vender predios por parte de algunos propietarios de terrenos sobre los que pasa-
ba la línea. Pero estos inconvenientes fueron casos aislados, y por el contrario, muchos pro-
pietarios de San Cristóbal comprendieron que el tranvía podría mejorar la zona y valorizar los
terrenos. En un informe del estado de la construcción entregado por la Junta de la empresa al
Concejo en febrero de 1917, se puede leer que
se excavaron 318 metros cúbicos de arcillas y areniscos muy compactos, que hubo necesi-
dad de disgregar por medio de explosivos; esta cantidad de excavación corresponde a igual
número de metros cúbicos de terraplén construidos sobre la alcantarilla de Los Molinos. So-
bre la citada quebrada se construyó en el mes de diciembre [de 1916], casi en su totalidad,
por varios propietarios interesados en la prolongación, una alcantarilla ovoide de ladrillo y
mezcla de cal (Registro Municipal, 1916, p. 2420).
Las obras permitieron que en 1918 llegara el tranvía al corazón del barrio San Cristóbal.
Luego este se extendería hacia el Fucha para conectar a los barrios 1º de Mayo y 20 de Julio
con el corazón de la ciudad.
En 1934 el Concejo aprobó la prolongación de la línea del tranvía hasta la calle 27 Sur, pa-
sando por los barrios 1º de Mayo y 20 de Julio (Registro Municipal, 1934, pp. 34-35). La am-
pliación del tranvía hasta la plazuela del barrio 20 de Julio se realizó, en parte, gracias a la pre-
sión de los habitantes de los barrios del sur y a los buenos oficios del sacerdote salesiano Juan
del Rizzo.
Existe evidencia que desde 1932 vecinos de los barrios del sur venían solicitando a las
autoridades municipales la extensión del tranvía hacia las urbanizaciones ubicadas sobre
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la ribera sur del Fucha. Pero no fue sino hasta el año siguiente cuando el Concejo tomó en
serio las solicitudes. En 1933 cursó en el Concejo una petición de los ciudadanos que vivían
en el 1º de Mayo y el 20 de Julio solicitando la ampliación de la línea del tranvía hacia sus lu-
gares de residencia. En la sesión del 29 de agosto de ese año el Concejo discutió la petición,
y aprobó comunicarle al gerente de la empresa del tranvía que esa corporación consideraba
muy importante darle cumplimiento a la petición de los pobladores del suroriente (Registro
Municipal, 1935, pp. 34-35).
En 1934 Juan del Rizzo logró que personajes de la ciudad como el fotógrafo y político li-
beral Sady González y el político liberal Aníbal Cardoso Gaitán, presionaran, con ayuda de la
Asamblea general de los barrios del sur –una organización que agrupaba representantes de
los barrios del sur pero de la que se dispone de poca información–, al Concejo Municipal para
que autorizara la prolongación de este medio de transporte hasta el barrio. Lo que buscaba
el sacerdote salesiano era impulsar el culto al Divino Niño, el cual tenía como sede una capilla
que luego se convertiría en el templo del Divino Niño.12 El sacerdote italiano subvencionaba
su labor evangelizadora entre los niños, hijos de obreros y artesanos, con la ofrenda de pan
y chocolate que hacían los feligreses de su capilla (Comisión local para la recuperación de la
memoria histórica, 2009, p. 40).
La ampliación hacia el 20 de Julio desató un acalorado debate entre los miembros del Con-
cejo y la gerencia de la empresa del tranvía. En mayo de 1934 el Concejo citó al gerente del
tranvía con el fin de discutir la posibilidad de ampliar la cobertura hacia el barrio 20 de Julio.
La postura del Concejo era clara: era necesario extender una línea del tranvía hacia esta zona.
No obstante, las directivas de la empresa tenían sus reservas. Inicialmente el gerente de la
empresa municipal del tranvía se opuso a la obra, pues argumentaba que “la prolongación de
las líneas del tranvía a barrios obreros implicaba un gasto bastante apreciable”. Ante estos re-
paros, el concejal Felipe Lleras Camargo13 respondió que “obras como la prolongación de las
líneas del tranvía se debían llevar a cabo aun cuando dieran pérdida, pues se trataba de servir
a los ciudadanos que más necesitados se hallaban de mejorar su condición de vida”. Y es que
lograr esta mejoría era una obligación programática del liberalismo, pues según Lleras, sola-
mente así se podría “evitar que a los obreros se les siguiera engañando con utopías comunis-
tas como la del concejal González Julio” (Libro de actas originales del Concejo, 1933-1935, sin
paginación).14
Estas discusiones hay que entenderlas en el marco de las transformaciones políticas que
experimentaba Colombia en ese momento. El partido Liberal ascendió al poder en el año de
1930, luego de casi 50 años de dominio conservador. Los gobiernos de Olaya Herrera (1930-
1934) y López Pumarejo (1934-1938) plantearon una serie de reformas necesarias para promo-
ver la modernización, pero que al mismo tiempo pretendían ganarse al naciente movimiento
obrero. La agitación obrera había llevado a varios movimientos huelguistas en la década de
12 En la actualidad este templo congrega a miles de feligreses que acuden a pedir favores a la imagen del Divino Niño. Pero
este culto apenas se iniciaba en la década de 1930. El sacerdote salesiano de origen italiano Juan del Rizzo llegó al país con
el fin de evangelizar a la población obrera del país. Con este objetivo se instaló en el 20 de Julio a comienzos del decenio
de 1930, y le encargó a un escultor capitalino una figura infantil de Jesús para traer a la ciudad la devoción al Divino Niño
y facilitar su tarea en el suroriente de la ciudad.
13 Hermano de Carlos Lleras Camargo, Presidente de la República de 1958 a 1962.
14 Julio González, representante del Partido Comunista, fue concejal entre 1933 y 1935.
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1920, y representaba un desafío a las fuerzas sociales y políticas tradicionales. Estaba organi-
zado por las primeras agrupaciones de estirpe socialista inspiradas por la Revolución Rusa de
1917: el Partido Socialista Revolucionario (1927-1930), y luego el Partido Comunista de Co-
lombia, fundado en 1930 (Medina, 1980).
En últimas podemos aseverar que el tranvía revistió cierta importancia como medio de
transporte para los vecinos de la zona de San Cristóbal. El tranvía tenía una ruta especial para
obreros, el cual tenía una tarifa preferencial y un servicio en horarios especiales –a las 5 de la
mañana y a las 5 de la tarde– (Contreras y Vélez, 1985, p. 100). Este servicio se implementó en
la década de 1920 en la línea de San Cristóbal. Y para la década de 1940, la ruta que cubría Pai-
ba-20 de Julio era reconocida como la más populosa, por la que se pagaba 2 centavos, y los
carros tenían sillas de mimbre. Aunque también a San Cristóbal llegaban carros más lujosos.
La ruta Palermo-San Cristóbal costaba 5 centavos y tenía mejores asientos.15
Detalle de la zona de San Cristóbal del plano de Bogotá de 1938 de la Secretaría de Obras Públicas Municipales con las líneas
del Tranvía Municipal construidas entre 1916 y 1934 entre la plaza de Las Cruces y la plazoleta del templo del Divino Niño,
en el barrio 20 de Julio.
Fuente: Cuéllar y Mejía (2007, p. 93). En el plano original la línea del tranvía aparece representada con una línea punteada. Las fechas de
extensión del tranvía hacia el suroriente, marcadas con tres colores distintos, las hemos establecido con la documentación expuesta
por el Concejo Municipal en el Registro Municipal entre 1916 y 1935, cuando se autorizaban nuevas obras
15 Testimonio de Lisandro Ramírez, habitante del barrio Santa Ana desde principios de la década de 1940 y obrero de “Tex-
tiles Sedazos” (citado en Aldana, 2008, pp. 43-44).
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Este medio de transporte favoreció el desplazamiento de los feligreses hacia el cada vez
más popular templo del Divino Niño, facilitó un traslado más rápido de los habitantes de los
barrios del suroriente –desde la década de 1940 fueron apareciendo más barrios aledaños al
1º de Mayo y el 20 de Julio, como San Blas, Manrique, Sur América, etc.–, e incluso impulsó la
expansión física de una icónica fábrica bogotana del periodo. Tubos Moore, fundada en 1906
en un lote sobre la calle 1ª, construyó una nueva planta en 1945 en un terreno contiguo al
barrio 20 de Julio. Algunos de los trabajadores de esta nueva planta se vieron favorecidos por
el tranvía.
Consideraciones finales
El tranvía de Bogotá ha despertado el interés de varios investigadores, los trabajos que has-
ta ahora se han producido se han concentrado en el estudio de la trayectoria general de este
medio de transporte, develando su evolución de empresa privada a municipal, hasta su des-
aparición en la década de 1950. Otros trabajos han considerado el impacto general del tran-
vía en el crecimiento urbano bogotano. Sin embargo la relación entre la aparición de barrios
extra-radio en la ciudad y las líneas del tranvía ha sido un tema poco menos trabajado. Tal vez
se debe a la dispersión de las fuentes documentales, pues la empresa del tranvía ni siquiera
cuenta con un fondo propio en el Archivo de Bogotá, y buena parte de la información debe
buscarse en la documentación del Concejo Municipal.
El presente artículo ha explorado precisamente esta relación en el caso de los barrios apa-
recidos al suroriente de la ciudad en las primeras décadas del siglo xx. Lo que es claro es que
no existe una relación causal entre el desarrollo urbano de San Cristóbal y el tranvía: aunque
algunos promotores de la urbanización en el suroriente previeron que un medio de transpor-
te como el tranvía impulsaría el desarrollo del sector, el tranvía no se convirtió en condición
previa para la edificación de nuevos barrios.
De hecho lo que podemos observar es que el ensanche de la ciudad que se dio en la prime-
ra mitad del siglo xx no se acompañó de la construcción de infraestructura básica de servicios
urbanos. Los empresarios privados, principal agente urbanizador, loteaban terrenos aledaños
a la ciudad y así los articulaban al mercado de vivienda. Después, el gobierno municipal se
encargaba de regular con normativa la construcción de los nuevos barrios y de dotarlos con
servicios (Del Castillo, 2003, p. 80).
Pero, pese a lo anterior, no podemos tampoco desconocer que la presencia del tranvía en
zonas de nueva urbanización como San Cristóbal fue considerada necesaria –por las autorida-
des municipales y por los ciudadanos— para promover la integración de los barrios de recien-
te construcción a la ciudad. Aunque la expansión urbana de Bogotá se adelantaba indepen-
dientemente de la extensión de las redes de servicios urbanos hacia los nuevos barrios, lo que
es evidente es que, en su momento, diversos actores sociales identificaron al tranvía como un
servicio de suma importancia para la vida cotidiana, tal como lo expresa el caso de los barrios
de San Cristóbal.
Los empresarios Fortunato Pereira y Máximo González, pioneros en la urbanización de San
Cristóbal, entendieron que para hacer viable su proyecto necesitaban integrar los terrenos del
suroriente al resto de la ciudad por medio del tranvía. Así, al mismo tiempo que promovían la
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construcción de un nuevo suburbio en esta zona, crearon su propia empresa del tranvía para
San Cristóbal, que se mantuvo vigente hasta 1912. Aunque los proyectos de estos empresa-
rios naufragaron, la urbanización de San Cristóbal siguió su curso. Pensada inicialmente como
una zona de habitación para gentes acomodadas, San Cristóbal terminó albergando vivienda
para obreros. Para la década de 1920, los habitantes de estos barrios exigieron la extensión
del tranvía hacia sus viviendas, lo cual es muestra de que estas personas veían este medio de
transporte como un servicio esencial para sus vidas. Aunque los barrios ubicados en San Cris-
tóbal no se encontraban muy distantes del centro de la ciudad (a una distancia de máximo de
2 km16), para los habitantes de estos barrios reducir el tiempo de traslado de sus hogares al
centro de la ciudad era importante, como lo demuestran tanto las peticiones populares que
cursaron en el Concejo solicitando la extensión del tranvía al sur del río Fucha, como el he-
cho de que funcionaba en San Cristóbal una ruta especial para obreros, siendo una de las
más concurridas.
Por su parte, las autoridades municipales desde finales de la década de 1910 fueron identi-
ficando al tranvía como un servicio esencial con el fin de mejorar las condiciones de vida de la
población trabajadora de la ciudad. Específicamente en el suroriente, el Concejo vio necesa-
rio comunicar esta zona con el corazón de la ciudad mediante el tranvía, con el fin de facilitar
la movilidad de los habitantes del barrio 1° de Mayo, construido por iniciativa de la Junta de
Habitaciones para Obreros. Para la década de 1930, las autoridades municipales comenzaron
a plantear el tema del transporte en los barrios obreros de San Cristóbal como un problema
social al que debía dársele una respuesta adecuada. Así lo demuestran los argumentos ya ci-
tados del concejal Lleras Camargo a favor de la extensión del tranvía hacia los barrios 1º de
Mayo y 20 de Julio. El tema de la cobertura del tranvía fue tratado con especial interés con re-
lación a los barrios que por aquel momento se identificaban como obreros, y el Concejal en
cuestión abanderó la extensión de este medio de transporte como una forma de mitigar las
luchas sociales.
El tranvía permitió ampliar la urbanización hacia San Cristóbal, pues hizo más asequible el
suroriente, conectándolo con la ciudad. En adelante, la cercanía de los terrenos urbanizables a
este medio de transporte comenzó a jugar a favor de la construcción de nuevos barrios en el
sector. Finalmente podemos aseverar que la relación entre la urbanización del extra-radio de
la ciudad y los medios de transporte es inevitable, pues, siguiendo a Del Castillo (2003), la in-
fraestructura de transportes es vital tanto para el planeamiento de ciudades modernas como
para el desarrollo industrial.
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16 Según lo señalaba el Concejo Municipal en un cuadro que relacionaba los barrios extremos de la ciudad para el año de
1923 (Registro Municipal, 1923, pp. 5113-5120).
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152 El tranvía de San Cristóbal y la urbanización del suroriente bogotano, 1900-1940
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La ciudad de los buses de colores: empresas
de transporte público, planes de desarrollo y
crecimiento urbano en Cali, 1969-1993
City of colored buses: Public transport companies, development plans
and urban growth in Cali, 1969-1993
Diana Vinasco Martínez
Universidad Icesi, Cali, Colombia
[email protected]; [email protected]
http://orcid.org/0000-0002-0580-1160
RESUMEN
El presente artículo busca tejer un relato sobre la historia urbana de la ciudad de Cali en-
tre las décadas del setenta y el noventa del siglo XX, a partir de la relación entre la operación
de las empresas de transporte público, los planes de desarrollo y la expansión de la ciudad.
Se analizará de qué manera los gobiernos locales y nacionales buscaron la organización del
transporte y la planificación de la ciudad, pero sus estrategias fueron sobrepasadas por las
realidades de la migración, el crecimiento urbano y las necesidades básicas de sus habitan-
tes. Una de esas necesidades fue la movilidad, que fue cubierta, a su manera, por las empre-
sas de transporte que constituyeron la alternativa de los sectores periféricos para acceder a la
ciudad formal.
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1969-1993
doi: http://dx.doi.org/10.21789/24222704.1344
Palabras clave: Transporte público, planes de desarrollo, crecimiento urbano, historia eco-
nómica
Códigos JEL: R41, R28, R23
ABSTRACT
This paper aims to tell a story about the urban history of the city of Cali, Colombia, between
the 1970’s and 1990’s from the perspective of the urban transport companies, the develop-
ment plans undertaken at the time and the city expansion. It will analyze show local and natio-
nal governments attempted to organize the transportation system and plan the city but their
strategies were undermined by factors such as migration, urban growth and the basic needs
of the urban inhabitants. One of those needs was mobility which was covered, in its own way,
by the transport companies that came about as an alternative method for inhabitants of the
outskirts to access the sectors of the city center.
Keywords: Public transport, development plans, urban growth, economic history
JEL Codes: R41, R28, R23
157 Diana Vinasco Martínez
Introducción
Un bus Azul Platiado(sic) pasó la esquina a toda y yo me paré y le pegué un berrido. Que
esperara por mí ahora que decidí partir. El chofer voltió en la marcha y me miró. Pero no
podía parar, ya había cruzado el semáforo, más bien hundió el acelerador para darme
tiempo a que yo corriera hasta el paradero. Yo corrí, con estos pulmones que no funcio-
nan nada. Ese es el bus que me sirve, el Azul Platiado pasa por la galería, todos los cho-
feres son hombres violentos: le tengo piedra a los choferes.
Andrés Caicedo, Noche sin fortuna, 1976
El documento inicia con una breve descripción de los planes de desarrollo formulados en
Cali a partir de 1970, cuyas propuestas no lograron mayor impacto en las formas de urbaniza-
ción de la ciudad, la cual creció con un gran porcentaje de informalidad y en relación estrecha
con el desarrollo del transporte público. Luego se analizan las propuestas planteadas para el
mejoramiento del transporte y los diagnósticos sobre la forma en que las empresas de trans-
porte operaban; documentos que, siendo más analíticos que propositivos, no tuvieron mayor
impacto en la organización de este sector, que funcionó bajo lógicas de lucro y en detrimen-
to de la calidad del servicio, pero que, paradójicamente, contribuyó a la consolidación de los
barrios informales y su conexión con el resto de la ciudad. El análisis histórico pretende evi-
denciar que la desconexión entre el gobierno nacional y local, respecto a la regulación y orga-
nización de este sector económico, retardó la adopción de soluciones reales y de largo plazo
que contribuyeran a un mejor desempeño del transporte como factor de mejoramiento de la
calidad de vida de los ciudadanos.
Cali: planeación urbana vs. expansión incontrolada
Esta necesidad se hace evidente en el Decreto 492 de 1964: Por medio del cual se establece
un estatuto municipal sobre el sistema de asignación, prolongación o recortes de las rutas ur-
banas de buses que funcionan en la ciudad de Cali. A través de este decreto la Alcaldía aprobó
recorridos que atravesaban barrios aún no legalizados y los conectaban con la ciudad formal.
El decreto no creo nuevas rutas, sino que legisló sobre recorridos y empresas que venían fun-
cionando desde la década de 1940 (Vinasco, 2017, p. 49).
El documento evidencia que la mayoría de empresas de transporte ubicaron los sitios de
salida de los buses –denominados controles de despacho– en barrios surgidos de manera in-
formal o de reciente creación, muchos aún sin legalizar; lo que muestra que, así como los ha-
bitantes de los nuevos barrios en las periferias dependían para su conexión con la ciudad de
las empresas de transporte, la creación y consolidación de las empresas dependió también de
la conformación de estos barrios y de su creciente población. Esta relación les permitía captar
un gran número de usuarios, teniendo en cuenta que la mayor demanda del servicio de buses
se encontraba precisamente en los nuevos barrios populares conformados por obreros y des-
empleados que buscaban conectarse diariamente con la ciudad formal.
En la década de 1970 se inició la ocupación informal de una amplia zona ubicada en el
oriente de la ciudad, que corresponde hoy a las comunas 13, 14 y 15, sector conocido como el
Distrito de Aguablanca. Ello se dio a través de una acelerada venta de lotes sin servicios a tra-
vés de urbanizadores clandestinos y terratenientes interesados en obtener ganancias, además
de varias tomas populares de lotes, aunque los terrenos no eran aptos para urbanizar. Asimis-
mo, en el mismo sector y a través del programa de lotes con servicios, el Instituto de Vivienda
de Cali (Invicali1) localizó algunos proyectos de vivienda, aunque del programa sólo fueron en-
tregados los lotes, pues el sector carecía de servicios públicos (Mosquera, 1984, p. 13).
En 1969 se creó la Oficina de Planeación Municipal, que pretendía crear planes de desarro-
llo que no se limitaran al diseño físico de la ciudad, incluyendo aspectos de desarrollo social,
económico y urbano. El nuevo modelo se sintonizaba con las políticas de desarrollo plantea-
das desde el Gobierno Nacional que fortalecieron el papel de la planeación en los aspectos so-
ciales y económicos, a partir de la reforma constitucional de 1968 (Vásquez, 2001, p. 284). Las
nuevas ideas de planeación se vieron impulsadas, además, por la designación de Cali como
sede de los vi Juegos Panamericanos de 1971, lo que implicaba adecuar la infraestructura de
la ciudad para el evento deportivo.
Así se inició la formulación del primer plan de desarrollo de la ciudad, denominado Plan Ge-
neral de Desarrollo de Cali y su Área Metropolitana 1970-1985-2000. Las expectativas puestas en
el Plan y la situación de segregación de la ciudad se evidencian en el prólogo realizado por el
alcalde del momento, Carlos Holguín Sardi:
1 Institución creada en 1966 por el Concejo municipal, cuyo propósito era crear proyectos integrales de vivienda que per-
mitieran erradicar tugurios, rehabilitar zonas deprimidas y legalizar asentamientos informales.
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Una de las problemáticas que según el Plan General de Desarrollo –pgd– afrontaba la ciu-
dad, debido a su forma de crecimiento urbano, era el de los flujos encontrados de desarrollo ur-
bano, uno de características centrípetas o centralismo físico-funcional y otro centrífugo o de
expansión urbana. El flujo centrípeto era causado por la ubicación de la mayoría de servicios y
lugares de trabajo en el centro de la ciudad, pues a pesar de su crecimiento, Cali seguía funcio-
nando con un modelo antiguo, en el cual todas las vías municipales convergían en el centro. El
flujo centrífugo era el generado por el crecimiento incontrolado de la ciudad desde la década
de, que había llevado a la obsolescencia de sus servicios comunales y de su infraestructura.
Estas dos situaciones significaban el aumento en los problemas de movilidad que sufrían los
ciudadanos (pgd, 1971, pp. 15-16).
Sobre el transporte en modalidad de buses, el pgd indicaba una alta dependencia de la ciu-
dad hacia este servicio debido al bajo nivel de ingresos de la mayoría de ciudadanos. Los da-
tos recopilados en el pgd evidenciaron una estrecha relación no pavimento-bajos ingresos, pues
los sectores que representaban los menores ingresos económicos, eran precisamente los que
carecían casi por completo de vías pavimentadas.
El Plan concluía que la operación de los buses veía encarecidos sus costos debido al mal
estado de las vías que incrementaba los tiempos de viaje y deterioraba los vehículos. Señala-
ba también que las rutas carecían de lógica, con recorridos muy extensos sin razón de serlo,
desgastando innecesariamente los vehículos. También sobrecargaban algunas vías, como el
caso de la Calle 15 (centro de la ciudad) por la cual transitaban 25 de las 27 rutas existentes
en 1969. Estas afirmaciones del pgd desconocían el sentido que las rutas tenían para los trans-
portadores; lo que para los expertos en transporte representaba un sin sentido, para los trans-
portadores (conductores y dueños de empresas) representaba la oportunidad de transportar
el mayor número de pasajeros, obteniendo la mayor ganancia posible en cada recorrido, sin
importar las preocupaciones que el pgd planteaba. La falta de lógica institucional era, en reali-
dad, la lógica económica de las empresas de transporte.
Algunas de las recomendaciones del pgd para mejorar el funcionamiento de los buses
fueron: tratar de establecer rutas con recorridos directos, impedir que los buses entraran al
centro de la ciudad, establecer paraderos para que los buses no se detuvieran en cualquier lu-
gar; aunque no precisaba cuáles eran las estrategias para la organización del transporte, por lo
cual terminó siendo más analítico que propositivo. Para Bonilla (2012), a partir del pgd se hizo
más evidente “el divorcio entre el andar urbanístico y la generalidad de los planes (de desar-
rollo)” en Cali.
El Plan también asumió que para 1985, el nivel de viajes diarios por persona dentro de la ci-
udad se mantendría en un promedio de 1,6. Aunque la población aumentaría y las distancias
también, los viajes al centro de la ciudad se reducirían, debido a la ubicación de áreas comer-
ciales e industriales en zonas próximas a las áreas residenciales. Además, afirmaba que no
habría un gran incremento de vehículos particulares per cápita; por el contrario, aumentarían
161 Diana Vinasco Martínez
las vías pavimentadas y las mejoras en la red vial, lo que optimizaría el sistema de transporte
público haciendo más eficientes y convenientes sus rutas.
Aunque el pgd esbozó la construcción de un sistema de Tren Metropolitano que conectaría
los municipios de Jamundí, Yumbo y Palmira con Cali, advertía que su construcción aún no era
necesaria, “La ciudad de Cali no precisará de una solución masiva en el transporte colectivo
hasta después del periodo 1980-1985 cuando la población sobrepase los 2.000.000 de habi-
tantes” (1971, p. 224).
El único proyecto del pgd llevado a cabo fue el Plan Vial, plan de infraestructura favorecido
por el Concejo y el Gobierno nacional, debido a la pronta realización de los Juegos Panamer-
icanos. Las obras realizadas, aunque provocaron transformaciones urbanas importantes, sólo
se limitaron al aspecto físico de la ciudad; por lo cual la pretensión de convertir el pgd en in-
strumento de políticas públicas no tuvo éxito. La promesa del alcalde Carlos Holguín, de dis-
minuir la brecha entre las zonas periféricas surgidas informalmente y la ciudad formal, no se
cumplió; por el contrario, la división establecida con la nueva Autopista Sur-oriental (ver mapa
1), materializó la división socio-económica entre el oriente y el resto de la ciudad y terminó por
consolidar un modelo de distribución del espacio urbano denominado las dos ciudades: “la de
los integrados y la de los excluidos en términos socio-espaciales” (Vásquez, 2001, p. 275). Es
en esta división socio-espacial donde tomó mayor relevancia el transporte público, como me-
canismo mediante el cual las dos ciudades se conectaban e interrelacionaban.
A partir de la década de 1970, el transporte público colectivo en el país estuvo marcado por
la creación, por parte del Gobierno nacional, del subsidio al transporte urbano a través del De-
creto 1277 de 1971, medida que definió en gran parte la actuación de las empresas de trans-
porte y su relación con el Estado. El subsidio se pagaba por cada vehículo en funcionamiento
y tenía como finalidad, en un principio, cubrir el sobrecosto de la gasolina para que este valor
no fuera trasladado a los usuarios en aumentos del pasaje.
La justificación para crear el subsidio era que, al hacer la relación entre los costos de opera-
ción de las empresas y el valor en el que se mantenía el pasaje, el negocio generaba pérdidas.
Por lo cual, para no trasladar todo el aumento al usuario, el gobierno compensaba con el sub-
sidio una parte del valor del pasaje. Éste se pagaba directamente a las empresas por cada ve-
hículo afiliado de acuerdo con sus días de servicio en el mes: de 1 a 10 días no había derecho
a subsidio; de 11 a 20 días se pagaba el 50% del subsidio y de 21 a 30 días se pagaba el 100%
del subsidio (Presidencia de Colombia, Decreto 272 de 1972). Por día de servicio se entendía la
realización de mínimo tres recorridos completos de una ruta asignada. Para el cobro, el gobier-
no suministraba un formulario que debía ser llenado por la empresa de transporte de acuerdo
con las planillas de control y despacho de los vehículos. Modalidad que generó polémica ya
que se hablaba de planillas alteradas, al marcar recorridos que los buses no realizaban. Otra
modalidad era la circulación del bus sin importar la poca afluencia de pasajeros; aunque no
se percibieran ganancias en el recorrido, el dueño del vehículo y la empresa salvaban el cobro
del subsidio.
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Además del subsidio para evitar grandes aumentos en los pasajes, el gobierno nacional
buscó regular la operación de las empresas de transporte público mediante la creación de Ins-
tituto Nacional de Transporte (Intra) en 1968, como entidad ejecutora de las políticas naciona-
les en materia de transporte. Dos años después, mediante el Decreto Nacional 1393 de 1970,
se autorizó al Intra para organizar y asesorar las empresas de transporte, asignar, modificar y
cancelar rutas y fijar las tarifas del servicio. A partir de allí se crearon sedes regionales del Intra,
incluida la regional Valle del Cauca ubicada en Cali.
Una de las primeras recomendaciones hechas por el Intra para Cali, fue la creación de una
Secretaría de Tránsito, llevada a cabo por el Concejo mediante Acuerdo 19 de 1972. Las ra-
zones expuestas para su creación eran el dualismo de funciones que se presentaba entre las
Direcciones Departamental y Municipal de Tránsito; funciones que ahora, se esperaba, fueran
concentradas en la nueva entidad.
Otra de las tareas realizadas por el Intra, fue la publicación en 1973 del Estudio de Reestruc-
turación de Rutas Urbanas para Cali, en el que se realizó un inventario del sistema de transpor-
te público, estableciendo cuáles eran los recorridos que realizaban los buses en cada una de
las 32 rutas existentes en 1972, las condiciones de las vías, tiempos de recorrido y formas de
operación de las empresas; con el fin de hacer las recomendaciones necesarias para mejorar el
sistema de transporte público en la ciudad.
El análisis evidenció una diferencia entre las rutas autorizadas y las recorridas, principal-
mente en los barrios populares. Esta práctica obedecía, según el informe, no a la búsqueda de
calles pavimentadas sino a la búsqueda de pasajeros cerca a sus domicilios, lo que hacía que
los buses realizaran muchas vueltas por un mismo sitio. Asimismo, la tendencia de los buses
era pasar lo más cerca posible al centro, para dejar al usuario muy cerca de su destino; prác-
ticas que se debían modificar para agilizar el transporte (1973, p. 55). Además, el tiempo que
perdían algunas rutas en los barrios populares, buscaba ser compensado con su recorrido por
vías principales; recorridos que, en gran parte, no estaban autorizados, pero obedecían a un
sentido lógico de agilización del transporte (Intra, 1973, p. 10).
Estas tendencias en los recorridos permiten evidenciar una alta operación de los buses por
fuera de las rutas aprobadas, con lo cual se puede afirmar que, aunque las empresas y rutas
estaban legalmente constituidas, en la práctica actuaban en un alto porcentaje por fuera de
lo que las autoridades de tránsito les permitían; buscando incrementar sus ganancias. Estas
formas de operar favorecían la práctica de los usuarios de elegir las rutas que los recogieran y
dejaran más cerca de sus lugares de origen y destino, con lo cual las empresas de transporte,
que operaban bajo una lógica de mercado, desestimulaban la aceptación de los ciudadanos
hacia medidas como la peatonalización del centro o la instalación de paraderos exclusivos que
evitaran a los buses detenerse constantemente en busca de pasajeros.
Otra de las observaciones hechas por el informe era la necesidad de adecuar las vías para
evitar los recorridos “tortuosos” y agilizar los tiempos, principalmente en el sector oriental,
donde se ubicaba gran parte de los barrios populares surgidos de manera informal. A pesar de
la dificultad en las vías, se señalaba que la ciudad estaba servida adecuadamente en todas sus
zonas por el servicio de buses. Las rutas que tenían el menor porcentaje de recorrido por vías
pavimentadas, eran las que ubicaron sus controles en la zona oriental, lo que muestra que el
pavimento no era un factor de decisión a la hora de establecer el recorrido de una ruta. Por el
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Fuente: Diario Occidente (1977), Archivo del patrimonio fotográfico y fílmico
del Valle del Cauca (1979, 1983)
Los buses que operaban en una empresa podían ser de propiedad de la empresa, de los
socios o de los afiliados; estos últimos eran personas que poseían uno o varios vehículos y
que mediante un porcentaje de pago tenían derecho a que sus vehículos funcionaran en la
empresa; los afiliados eran en algunos casos conductores de sus propios vehículos lo que les
permitía obtener un poco más de ganancia al reducir costos de operación. Las empresas por
su parte, tenían pocos vehículos de su propiedad.
Jaramillo (1985) señala que la mayoría de los conductores no eran propietarios sino asala-
riados; las funciones de las empresas eran mínimas y cumplían muy poco con su papel de re-
gular el servicio; por el contrario, el beneficio que recibían al tener el control de las rutas llevó
a una relación de dependencia de los propietarios de buses hacia las empresas, que permitió
el cobro de rentas y la creación de mercados cautivos para los insumos de los vehículos. A esto
se añadió el gran atraso de las condiciones laborales de los conductores, ya que los vínculos se
establecían no con la empresa, sino entre el trabajador y el propietario del vehículo:
Sus jornadas son enormemente prolongadas, tienen muy poca estabilidad, el trabajo es
muy intenso y desgastador, pues deben simultáneamente cobrar y conducir en un tráfico en-
demoniado, compitiendo con sus colegas por los pasajeros de los cuales depende su salario.
Carecen en la práctica de prestaciones sociales como la jubilación, horas extras, no reciben
ingresos cuando el vehículo se avería, y por el contrario deben realizar gratuitamente tareas
de reparación y de mantenimiento. Y sin embargo... el salario global que estos conductores
pueden reunir es comparativamente alto, entre dos y dos y media veces el salario mínimo.
(Jaramillo, 1985, p. 288)
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Por su parte, las leyes vigentes sobre contratación laboral en el país señalaban:
El contrato de trabajo verbal o escrito, de los choferes asalariados del servicio público, se
entenderá celebrados con las empresas respectivas, pero para efecto de pago de salarios,
prestaciones e indemnizaciones, las empresas y los propietarios de los vehículos, sean socios
o afiliados, serán solidariamente responsables. (Congreso de Colombia, Ley 15, 1959)
Cuando los dueños de los buses se ponen inquietos, las ciudades corren el riesgo de que-
darse quietas. Esto es lo que hace de Conaltur –Confederación Nacional de Transporte Urba-
no- un gremio poderoso que gana siempre que se sienta a la mesa de negociaciones, porque
antes de hablar, deja entrever su arma contundente: la posibilidad de paralizar el transporte.
(Revista Semana, agosto 30 de 1982)
A inicios de los años ochenta el Gobierno nacional, a través del Intra, inició el desmonte
progresivo de los subsidios al transporte, justificado en las irregularidades que se presentaban
en su cobro y en la mala calidad del servicio. Las críticas hacia los subsidios aumentaron, de-
bido a las continuas alzas que los transportadores exigían al Gobierno Nacional y a denuncias
sobre posibles fraudes que se estaban cometiendo en su cobro.
La base del problema está en que en Colombia, como es común en toda América Latina, el
transporte colectivo es un negocio privado, cuyos dueños se ponen de acuerdo con el gobier-
no en una premisa básica; se trata de una empresa que da pérdidas, y que debe por tanto ser
subsidiada... El sistema de subsidio da lugar a irregularidades grandes. Por ejemplo, un lego
en la materia se puede preguntar si es factible el caso de un dueño de bus que lo deje guarda-
do en un garaje, le cobre al gobierno el subsidio y se ponga así una renta mensual de $40.000
o $60.000 sin mover un dedo. La duda se acentúa si se tiene en cuenta la total insuficiencia
del sistema de control que tiene el gobierno para los recorridos, que consiste en que cada bus
tiene una cartulina, que es sellada al principio y al final del recorrido en las casetas de control
de las terminales. ¿Cuánto vale un sello? ¿Dos cervezas? ¿Doscientos pesos? Hay una expe-
riencia que da una idea. Cuando Miguel Urrutia fue director de Fedesarrollo y quiso estudiar
el problema de los buses, optó por una medida empírica para penetrar en ese laberinto. Hizo
que la entidad, de manera camuflada, comprara un bus, le contratara un chofer y lo pusiera
a prestar servicio como cualquier otro. Día a día le seguía la trayectoria al bus, hasta que éste
se descompuso y se varó. Cuando el chofer vino a comunicarle la noticia añadió: “Pero no se
preocupe, doctor, que la cartulina sí está viajando”. (Revista Semana, agosto 30 de 1982)
167 Diana Vinasco Martínez
Aunque el gobierno solicitaba que las empresas de transporte mejoraran el servicio, ad-
quirieran mejores vehículos, disminuyeran el sobrecupo y colocaran en funcionamiento todo
el parque automotor del que disponían; los transportadores insistían en que el subsidio sólo
compensaba tres recorridos y el resto se trabajaba a pérdida, por lo cual para obtener ganan-
cias los buses debían ir llenos y adquirir vehículos nuevos no era un buen negocio, ya que con
los viejos se obtenía la misma ganancia. Por ello, para 1982 el Intra creó una nueva modalidad
de transporte en el país: el Transporte Sin Subsidio (tss). Con ello, las empresas cobrarían la
tarifa plena que les garantizaba ganancia en todos los recorridos y el Gobierno disminuía el
gasto en subsidios.
Los buses que prestarían el nuevo servicio, según la Resolución 342 de 1982, debían cum-
plir con las siguientes características: sólo se aceptaban vehículos modelo 1981 y posteriores,
debían tener silletería de lujo, puertas más amplias, contar con un aviso frontal luminoso con
las letras tss y ser pintados de color amarillo y verde para diferenciarse claramente de los buses
subsidiados, que continuarían portando los colores tradicionales de cada empresa.
Una de las características más sobresalientes de los buses de Cali eran sus colores, pues
cada empresa pintó sus buses con una gama de colores que la diferenciara de las otras y, ade-
más, en la gran mayoría de los casos, el nombre de las empresas se correspondía con los colo-
res que asignaba a sus vehículos: Amarillo Crema, Crema y Rojo, Blanco y Negro, Azul plateada,
Gris roja, Papagayo, Verde plateada, etc.
Los tss sólo podían llevar 20 personas de pie. Las empresas podían cambiar su parque auto-
motor y remplazarlo completamente por buses que cumplieran con las nuevas características
o podían seguir funcionando en las dos modalidades: tss y subsidiado (Intra, Resolución 342
de 1982). Sin embargo, para este momento ya se dudaba de los efectos positivos de la medi-
da, teniendo en cuenta que el desmonte de los subsidios significa principalmente el aumento
en las tarifas a los usuarios:
A pesar de las distorsiones y de los malos usos a que da lugar por parte de algunos trans-
portistas, el subsidio es la única medida viable para que los colombianos puedan ir de un lado
a otro sin que les cueste más de lo que pueden pagar... El TSS es el ejemplo de lo que pasaría
si prosperara el intento de desmontar este sistema: son $7.50 más que salen del bolsillo del
pasajero, mientras que lo único que cambia del bus es el color. (Revista Semana, agosto 30
de 1982)
Sin embargo, a su llegada a la presidencia del país en 1983, Belisario Betancur continuó el
desmonte progresivo de los subsidios. Mediante Decreto 3615 de diciembre del mismo año,
estableció una rebaja en los subsidios entregados a cada vehículo y lo condicionó al modelo
de fabricación de los buses: a mayor antigüedad menor subsidio. Los buses más nuevos, con
modelos entre 1974 y 1978 que funcionaran con sistema diésel recibirían mayor subsidio que
los de sistema a gasolina. Los recorridos diarios que debía realizar cada bus para obtener el
subsidio también se aumentaron; para Cali fueron aumentados de tres a cinco. También se
anunciaba que, a partir el 1 de enero de 1984, los buses de modelos posteriores a 1978 serían
retirados del programa de subsidios e ingresarían al de tss (Presidencia de Colombia, Decre-
to 3615 de 1983). En noviembre de 1984 el presidente Betancur emitió el Decreto 2775 que
retiraba del sistema de subsidios a los buses de modelos entre 1974 y 1977 y los incluía en el
sistema tss. Las condiciones iniciales para el cobro de tarifa plena por parte de los tss habían
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desaparecido y las mejoras en el servicio nunca llegaron. Los buses con subsidio eran escasos
y las tarifas subían. Los buses verde-amarillos continuaban aumentando.
En 1986, fue aprobada en el país la elección popular de alcaldes. A partir de allí también se
inició una serie de cambios en cuanto a las funciones de los municipios tendientes a la descen-
tralización del Estado y a asignar mayor autonomía a los municipios y regiones. Una de estas
medidas fue eliminar el Intra y trasladar sus funciones a las administraciones municipales (De-
creto 80 de 1987), con la cual también desaparecía la entidad reguladora de los subsidios en
el país.
Sin embargo, la desaparición definitiva de los subsidios no fue obra de presidentes ni de al-
caldes; fue la Corte Constitucional quién puso fin al subsidio. Primero declarando inexequible
el Decreto 1277 de 1971 y el Decreto 588 de 1978, impidiendo pagar subsidios diarios por ve-
hículo a las empresas. Los subsidios se intentaron revivir con la Ley 2ª de 1989, pero esta fue
demandada señalando que el Congreso estaba decretando “gratificaciones” del poder público
a particulares y que el subsidio no estaba sujeto a planes, ni era un derecho de los transporta-
dores. La demanda fue aceptada y la Ley declarada inexequible, con lo cual el subsidio llegó a
su fin (Corte Suprema de Justicia, Sentencia 96 de 1989).
A la par con las discusiones sobre los problemas del transporte público tradicional, apare-
cen en la ciudad las primeras propuestas para renovarlo, como solución a los problemas que
se venían acumulando desde décadas atrás. Aunque los análisis planteaban la necesidad de
municipalizar el transporte, acabando con la gran cantidad de empresas que operaban con
ánimo de lucro un servicio que debía ser garantizado por el Estado; las propuestas reales pre-
sentaron grandes problemas de inversión que las hicieron caer en el olvido, mientras las em-
presas de buses continuaban creciendo.
La primera de ellas surgió con la realización del Plan Integral de Desarrollo de Cali y su área de
influencia (Pideca). El diagnóstico sobre la ciudad realizado para el plan, evidenció que entre
el pgd y el Pideca el panorama de la ciudad no había sufrido mayor variación. Además de con-
tinuar su crecimiento incontrolado, se hacía aún más evidente el panorama de dos ciudades
divididas por una autopista.
Para su análisis sobre el transporte, el Pideca, además de recopilar información en los bar-
rios, tomó como base los trabajos realizados en la década de 1970 por el Intra y la Secretaría
de Tránsito. Por ello, las cifras y datos arrojados por el Pideca, coinciden ampliamente con los
diagnósticos anteriores; principalmente el realizado en 1978. En cuanto a las conclusiones, el
Plan reiteraba la crítica al modelo de transporte con ánimo de lucro y la inconveniencia de las
rutas establecidas.
Afirmaba que el trasporte se había convertido en una pirámide en cuyos niveles inferiores
se encontraban los usuarios, quienes sostenían con las tarifas a los conductores y los vehícu-
los; los conductores por su parte sostenían, con su mala remuneración y sus largas jornadas,
a los propietarios de los vehículos. Finalmente, los empresarios en la cúspide, eran sostenidos
por todos los anteriores, pagando únicamente los gastos de administración de la empresa,
pues del total de buses que funcionaban en la ciudad, sólo el 2,15% pertenecían a las empre-
sas de transporte; el resto era propiedad de los socios o afiliados (Pideca, Documento 17, 1980,
p. 82).
169 Diana Vinasco Martínez
Al inicio se sufrió inhumanamente, las gentes más afectadas fueron las del barrio El Reti-
ro, porque los terrenos entregados eran lagunas, cuando llovía era el primero en inundarse,
donde les tocó prácticamente hacer el relleno de todo el barrio. Se alumbraban con vela, en
el primer año no había alcantarillado, eran solamente letrinas y sanitarios que se colocaron
en el canal de la calle 48... En materia de transporte, no eran sino dos las empresas que pres-
taban el servicio (Azul Crema y Alfonso López), en muchas ocasiones el transporte quedaba
suspendido por el mal estado de las vías cuando llovía. (Centro de administración local inte-
grada, Comuna 15, 2003)
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Incluso en algunas ocasiones, además del transporte, las empresas suplieron otro tipo de
necesidades:
Los terrenos carecían de servicios públicos, los primeros habitantes satisfacían sus nece-
sidades de agua potable transportándola en vasijas al hombro desde el control de la Azul
Plateada, algunos hicieron de esta necesidad un negocio vendiendo los 5 galones de agua a
$20 pesos, fue entonces cuando la comunidad se unió y trajo el agua con mangueras nacien-
do así las pilas comunitarias El transporte se hacía en camperos, los primeros buses fue de la
empresa Azul Plateada (sic). La energía era suplida por velas. (Centro de administración local
integrada, Comuna 14, 2003)
Fuente: Archivo del patrimonio fotográfico y fílmico del Valle del Cauca (1986, 1990)
De otro lado, ante el panorama referido sobre el transporte colectivo de la ciudad, el Pideca
optó por no proferir un plan de organización de este sector; señalando que cualquier intento
sería insuficiente ante la actuación dual y descoordinada de las autoridades del transporte,
cuyas decisiones se encontraban sujetas a lo que lograran negociar con los empresarios. Por
ello la recomendación era buscar estrategias que permitieran al municipio ir adquiriendo pro-
gresivamente el control del sistema de transporte de la ciudad. Por último, el Pideca recomen-
daba iniciar estudios para la adopción de un sistema de transporte masivo, contribuyendo a
los trabajos realizados por la Compañía Promotora de Transporte Masivo del Valle (Protrans)
(Pideca, tomo 43, 1980, p. 6.45).
Protrans fue constituida el 5 de junio de 1979, impulsada por el Acuerdo 41 de 1978, me-
diante el cual el Concejo Municipal autorizó al Alcalde para crear las empresas que dieran so-
lución a los problemas de transporte de la ciudad y su área de influencia. Un año después, para
171 Diana Vinasco Martínez
impulsar los proyectos sobre transporte que se llevarían a cabo, el Concejo de Cali mediante
Acuerdo Nº 2 de 1980, destinó la vía del ferrocarril que atraviesa la ciudad de sur a norte, cómo
área de reserva para el futuro sistema de transporte masivo que se llegara a implementar.
Por la misma época, la idea de construir un sistema masivo de transporte ya se estaba dis-
cutiendo en las ciudades de Medellín y Bogotá. En 1977 fue incluido en el Plan Metropolitano
de Medellín un proyecto de tren metropolitano. En el mismo año, la ciudad de Bogotá inició
los estudios para la construcción de un tren metropolitano y un año después constituyó la
empresa Metro. La disputa por los recursos nacionales para el proyecto terminó con la llega-
da de un antioqueño a la presidencia del país, Belisario Betancur, que inclinó la balanza hacía
Medellín (Acevedo, Salazar y Castañeda, 1993). Como señalan Ortiz y Villarreal (2016) el exac-
erbado regionalismo político que ha caracterizado al país, contribuyó a las pujas por los diner-
os públicos para infraestructura de transporte y terminó concentrando los recursos en obras
locales.
A pesar de surgir en un marco local, Protrans se concibió para responder a las necesidades
del transporte en el orden departamental. El documento Términos de referencia para una pro-
puesta técnica sobre corredores de transporte rápido masivo para Cali y su área inmediata de in-
fluencia, realizado en 1981 por Protrans, señalaba que sus funciones eran planear, desarrollar y
operar un sistema de transporte rápido masivo que uniera a Cali con los municipios vecinos y
se proyectara hacia otras regiones, utilizando la ya existente vía del Ferrocarril del Pacífico. Me-
diante este documento, la entidad definió las bases para el concurso de méritos que adelan-
taría, con el fin de seleccionar una propuesta técnico-económica de corredores de transporte
masivo para conectar, en un primer momento, a Cali y Palmira.
Dos años después, en 1983, Protrans publicó un nuevo documento: Estudio de posibles solu-
ciones para el transporte público masivo en el área del valle geográfico del Río Cauca, realizado
con la firma italiana Ansaldo Trasporti S.P.A en el marco del Acuerdo de cooperación técnica
internacional entre Colombia e Italia, que permitió el aporte financiero del Ministerio de Rela-
ciones Exteriores del país europeo al proyecto (Cancillería de Colombia, 1971).
Este nuevo estudio buscaba soluciones para el transporte de carga y pasajeros, dando es-
pecial importancia a la conexión entre Cali y su salida al mar Pacífico a través de Buenaventura.
El transporte de carga fue priorizado y luego se pasaría a implementar el de pasajeros; pero lo
que se buscaba era integrar las dos modalidades en un solo sistema de transporte. Protrans
buscaba utilizar la red ferroviaria ya existente en el departamento y la ciudad para minimizar
los costos de inversión.
Con la ayuda técnica y económica de la firma italiana, Protrans desarrolló cuatro propues-
tas de intervención de la red ferroviaria: intervención mínima, rehabilitación en unos puntos y
nueva construcción en otros, rehabilitación integral de toda la vía o reconstrucción de toda la
red (1983, pp. 2-3). El análisis final concluyó que ninguna de las alternativas arrojaba resulta-
dos económicos aceptables; por ello la decisión se veía orientada hacía una inversión de “cos-
to mínimo”, que justificara económicamente el funcionamiento del ferrocarril, de bajo costo
energético, estratégica para el transporte pesado del país y susceptible de ser utilizada para el
transporte de pasajeros.
Finalmente se decidió rehabilitar el tramo Cali-Buenaventura para transporte exclusiva-
mente de carga, procurando las mínimas inversiones, y habilitar el tramo Cali-Palmira para el
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transporte de carga y pasajeros. Este último tramo contemplaba la duplicación de la vía fér-
rea, pero se haría paulatinamente de acuerdo con la demanda que se fuera generando, pos-
tergando las obras más costosas para después del año 2000. El análisis costo-beneficio fue el
que señaló la priorización del transporte de carga, por encima del de pasajeros, al considerar
que este representaba rentabilidad económica, mientras que el de pasajeros tenía un carácter
esencialmente social y territorial.
Aunque Protrans fue creado para buscar soluciones de transporte para la población y prin-
cipalmente para la de menos recursos, no logró armonizar los intereses económicos con las
necesidades de la población, por lo cual, para ser viable, el nuevo proyecto debía continuar
funcionando, al igual que las empresas de transporte público, bajo la lógica de la rentabilidad
económica.
Sin embargo, el proyecto de transporte masivo nunca se realizó, se desconoce que ocurrió
con la Compañía, que labores desarrolló en años posteriores y por qué sus propuestas no tu-
vieron mayor repercusión en la ciudad y en el departamento. Así mismo se desconoce las ra-
zones que llevaron a su desaparición. Los dos informes mencionados constituyen los únicos
documentos que se encontraron sobre Protrans.
Aunque todas estas cuestiones parezcan propias del ámbito local y regional; es ingenuo
desconocer que el poco éxito de Protrans, estuvo también relacionado con las decisiones to-
madas sobre el transporte para otras ciudades del país y con los proyectos que sí se llevaron a
cabo. La precariedad de los proyectos de infraestructura en el país y la conformación de varios
centros urbanos de importancia, llevó a una competencia por los recursos, en la cual Cali no
salió muy bien librada.
pongan de una facilidad visual para distinguir y escoger el servicio deseado sin someterse a las
traumáticas confusiones generadas por la uniformidad en los colores distintivos existentes”.
Para adoptar la medida, las empresas tenían un plazo de 18 meses; sin embargo, tres meses
después y a solicitud de los empresarios, el plazo fue ampliado a cinco años contados a partir
del 8 de enero del mismo año (Decreto 576 de 1993). Luego del vencimiento del plazo de cin-
co años, en 1998, los empresarios solicitaron al alcalde Ricardo Cobo un nuevo plazo de seis
meses para cumplir la disposición. Plazo que, como era costumbre con las solicitudes de los
empresarios, fue aceptado y aprobado mediante Decreto 614 de 1998.
El asunto del cambio en los colores de los buses, es sólo un ejemplo más del poder que lle-
garon a adquirir los empresarios en las decisiones sobre transporte que se tomaban en la ciu-
dad. Las modificaciones y propuestas en el funcionamiento del transporte público e incluso
en el tránsito general de la ciudad, en gran parte debían su éxito o fracaso a la receptividad
que tuvieran de parte de este gremio. Para una síntesis de las acciones llevadas a cabo por el
gobierno nacional y local por periodos y número de empresas ver el anexo.
Imagen 3. Dos buses de la empresa Gris San Fernando: A la derecha con colores de TSS y a la izquierda
con colores tradicionales de la empresa
Fuente: Archivo del patrimonio fotográfico y fílmico del Valle del Cauca (1993, 2000)
Conclusiones
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176 La ciudad de los buses de colores: Empresas de transporte público, planes de desarrollo y crecimiento urbano en Cali (Colombia)
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177 Diana Vinasco Martínez
Anexo
Acciones llevadas a cabo por el gobierno nacional y local por periodos y número de empresas
y rutas de buses
Creación Oficina
de Planeación
Planes de desarrollo a largo
Municipal
Plan integral de plazo remplazados por planes
Planeación
Desarrollo de Cali (Pideca) correspondientes a cada periodo
Plan General de
Gobierno de alcaldía
Desarrollo de
Local Cali (PGD)
Número de empresas 16 16 23
Empresas de
transporte Número de rutas de
33 44 124
buses
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Una aproximación a la estructura productiva de
Entre Ríos en la década de 1930
An approximation to the productive structure of Entre Rios in the 1930
José Antonio Mateo
Doctor en Historia de la Universitat Pompeu Fabra
Profesor de la Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina
https://orcid.org/0000-0001-6599-5684
[email protected]
Maximiliano Camarda
Doctor en Historia de la Universidad Nacional de la Plata, Argentina
Profesor de la Universidad Nacional de Entre Ríos, Argentina
https://orcid.org/0000-0002-6196-4757
[email protected]
Leandro Rodríguez
Contador Público y Doctorando en Ciencias Sociales
de la Universidad Nacional de Entre Ríos
Secretario de investigación de la Facultad de Ciencias Económicas
de la Universidad Nacional de Entre Ríos, Argentina
[email protected]
RESUMEN
La depresión económica de los años treinta afectó con particular virulencia el agro de la
pampa argentina. Para esa época el gobierno realizó el Censo Agropecuario Nacional en 1937.
Este trabajo es una exploración de la estructura productiva de la provincia de Entre Ríos y sus
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pp. 179 - 208
180 Una aproximación a la estructura productiva de Entre Ríos en la década de 1930
doi: https://doi.org/10.21789/24222704.1251
formas de comercialización a partir del censo como fuente principal. Con ese fin se profundi-
zará en los tamaños de las unidades productivas de cada uno de los departamentos, la mayo-
ría de las producciones y la distancia a los puertos ferrovías y caminos de salida. Finalmente se
cruzará esa información con la dinámica comercial de los puertos entrerrianos.
Palabras clave: Entre Ríos, estructura productiva, Censo agropecuario 1937, circulación de
mercancías, Argentina, historia económica
Códigos JEL: N16, O13, R11, R40
ABSTRACT
The decade of 1930 was marked by the economic depression that affected with particular
virulence the Pampas agricultural. In this context, the conservatives that intervened the go-
vernment developed the National Agricultural Census in 1937. This work is an exploration of
the productive structure of Entre Ríos and its forms of commercialization based on the use of
the census as the main source. To this end, the sizes of the productive units of each of the de-
partments, the majority of the productions and their distance to the rail ports and exit roads
will be studied in depth. Finally, this information will be crossed with the commercial dyna-
mics of the ports of Entre Ríos. In sum, this work will seek to obtain a detailed image of agri-
cultural production with the aim of problematizing about the consequences of the 1930 crisis
in this territory.
Keywords: Entre Ríos, productive structure, Agricultural census 1937, movement of goods,
Argentina, economic history
JEL Codes: N16, O13, R11, R40
181 Jose Antonio Mateo, Maximiliano Camarda y Leandro Rodriguez
Introducción
La década de 1930 estuvo marcada por la depresión económica que afectó con particular
virulencia el agro pampeano. En este contexto, conservadores que intervinieron el gobierno
desarrollaron cinco grandes censos: el Censo Nacional de Desocupados en 1932, el Censo In-
dustrial en 1935, el Censo del Ministerio de Hacienda y el Hipotecario Nacional en 1936, y el
Censo Agropecuario Nacional en 1937. Este último censo estuvo dirigido por la Dirección de
Economía Rural y Estadística (DERE), dependiente del Ministerio de Agricultura y de la Direc-
ción General de Estadística de la Nación del Ministerio de Hacienda. Además, contó con la
participación de un gran número de asociaciones, cámaras, centros, confederaciones y coo-
perativas (González, 2014). Este trabajo es una primera exploración de la estructura produc-
tiva de Entre Ríos y sus formas de comercialización a partir de la utilización del censo como
fuente principal. Con ese fin se profundizará en los tamaños de las unidades productivas de
cada uno de los departamentos, la mayoría de las producciones y la distancia de las mismas
a los puertos ferrovías y caminos de salida. En suma, en este trabajo se buscará obtener una
imagen detallada de la producción agropecuaria con el objetivo de problematizar sobre las
consecuencias de la crisis de 1930 en este territorio y establecer la proximidad del proceso con
el contexto nacional.
Tomaremos el censo de 1937 como fuente principal para el análisis porque interpretamos
que por la densidad informativa que contiene es un óptimo punto de partida para analizar la
estructura económica entrerriana. No hallamos trabajos recientes vinculados al análisis de la
estructura entrerriana con los cuales dialogar, lo que encontramos son investigaciones reali-
zadas por actores del periodo (Reula, 1971) y trabajos que buscan profundizar en algunos as-
pectos específicos del período (Mathieu et al., 2017 y Biasizo, 2015).
La provincia de Entre Ríos
La provincia de Entre Ríos, junto a las de Corrientes y Misiones, conforman la llamada “Me-
sopotamia argentina”, una región con características insulares dentro del territorio, enmarca-
da al oeste por el Río Paraná y al este por el Río Uruguay. Entre Ríos presenta una cualidad si-
milar dentro de la Mesopotamia ya que sus límites también son hídricos. Los ríos Mocoretá y
Gayquiraró unidos por el arroyo Las Tunas son su límite norte con la provincia de Corrientes, el
Río Paraná el límite oeste con las provincias de Santa Fe y Buenos Aires, y el río Uruguay consti-
tuye su frontera con la República Oriental del Uruguay. La confluencia de aquellos dos grandes
ríos constituye su límite sur conformado por una formación deltaica.
El relieve de la provincia es llano y surcado por una extensa red hidrográfica. Esta llanura es
alterada por suaves ondulaciones o lomadas que impropiamente se denominan “cuchillas” (ya
que su origen no es geológico-rocoso como en las cercanas de la República Oriental del Uru-
guay, sino de elevaciones fosilizados). Estás “cuchillas” son la Grande (que se extiende al este
de norte a sur) y la de Montiel (que corre al oeste de noroeste a sureste). Por el valle entre las
cuchillas circula de norte a sur el río Gualeguay que divide en dos a la provincia. Paralelos a
este río, en dos líneas de falla, corren el arroyo Nogoyá al oeste y el río Gualeguaychú al este
que dividen en cuatro espacios la parte meridional de la provincia. El arroyo Feliciano al oeste
de la cuchilla de Montiel y el primer tramo del río Gualeguay, con sus afluentes, bañan la parte
septentrional de la Provincia.
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La provincia de Entre Ríos presenta rasgos atípicos desde su proceso de poblamiento co-
lonial. La corona española aplicó en el territorio un proceso de colonización urbana que con-
sistió en la fundación de ciudades que poco a poco fueron imponiendo y extendiendo su
dominio político, económico y su influencia social sobre las zonas circundantes. Como conse-
cuencia de este proceso se fundaron en el país 13 ciudades en el curso de sólo 41 años, cuya
trascendencia las constituyó en capitales de trece de las catorce provincias argentinas origi-
nales. La provincia de Entre Ríos en cambio no se pobló alrededor de una de las 13 “ciudades
territoriales” fundadas por los españoles.
La ciudad de Paraná tuvo un origen singular. El nacimiento del futuro centro urbano se pro-
dujo lenta e imperceptiblemente. Los primeros pobladores “blancos” del pago de la Brocada
–como se denominó primitivamente a la región– fueron estableciéndose desde fines del siglo
xvi, cuando Juan de Garay, luego de fundar Santa Fe, cruzó el río y otorgó a sus compañeros de
empresa, y a sí mismo, extensiones de tierra abarcando las que luego serían los departamen-
tos Paraná y La Paz. Pero fue a partir del traslado de la ciudad de Santa Fe (de cuyas autorida-
des dependía) a su sitio actual, en la segunda mitad del siglo xvii, que se desarrolló una firme
corriente pobladora de la provincia.
En 1782, comisionado por el Virrey Vértiz, el Ayudante Mayor Tomás de Rocamora se tras-
ladó a Paraná con el fin de erigir el caserío en villa (es decir dotarla de cabildo y autoridades),
pero en cambio optó por institucionalizar otras tres villas: las de Gualeguay, Gualeguaychú y
Concepción del Uruguay (Román, 2016). A principios del siglo xix se desarrollaron alrededor
de capellanías1 las localidades Tala, Villaguay y Victoria. Correspondió a la Asamblea General
Constituyente del año 1813 erigir al caserío de la Bajada del Paraná en la Villa de Nuestra Seño-
ra del Rosario del Paraná, mientras que la urbanización planificada por el gobierno provincial
desde 1831 dio lugar al nacimiento de Concordia, Diamante, La Paz, Federación y Colón. Que-
daban así constituidos los departamentos existentes en el período estudiado.
1 Obras pías instauradas en la Iglesia Católica, mediante las cuales el fundador, generalmente una persona acaudalada, de-
jaba en su testamento una cantidad de dinero que se ponía en renta, para que con las ganancias se pagara la realización
de un número determinado de misas por la salvación de su alma.
183 Jose Antonio Mateo, Maximiliano Camarda y Leandro Rodriguez
Mapa 1. Departamentos de Entre Ríos en 1930, en azul Costa del Paraná, en rojo Departamentos Centrales y en
blanco Costa del Uruguay
Los sucesos históricos que en la década de 1850 convirtieron a Paraná en la capital proviso-
ria de la Confederación Argentina generaron un importante aporte de población a la ciudad.
El apoyo de Urquiza a la colonización agrícola atrajo a numerosos agricultores y artesanos eu-
ropeos (inmigrantes rusos, suizos, alemanes, franceses e italianos). También a migrantes inter-
nos debido a los conflictos en las provincias vecinas y en el Uruguay. Durante su gestión como
presidente de la Confederación Argentina se fundaron las primeras colonias: la Colonia Agrí-
cola Militar Las Conchas, al norte de Paraná (1853); la Colonia San José, en el departamento
Colón (1857), integrada por suizos y, en menor, medida franceses e italianos. Con posteriori-
dad, como desprendimiento de la Colonia San José, surgieron las colonias Hughes, 1° de Mayo,
La Suiza, Vázquez, 3 de febrero, Paso Paysandú, Arroyo Urquiza, La Matilde y Pantanoso.
El proceso inmigratorio cobró mayor impulso luego de la promulgación en 1876 de la Ley
Avellaneda (817/76) de inmigración y colonización, cuyo origen eran Santa Fe. A principios de
1878 inmigrantes ruso-alemanes fundaron Colonia Alvear en el departamento Diamante y en
1879 Aldea Brasilera en el de Paraná. Nuevos contingentes de estas nacionalidades poblaron
el mencionado departamento en las Aldeas Protestante, Spatzenkutter, Valle María y en el de-
partamento Paraná se instalaron en las Aldeas María Luisa, San Juan y San Rafael.
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Ante la persecución a los judíos en Rusia durante el periodo 1892-1940 la Jewish Coloni-
zation Association –institución colonizadora creada por el barón Moritz von Hirsch en 1891–
compró alrededor de 3.000 leguas (unas 1.500 hectáreas) y formó una red de colonias posibili-
tando la radicación de inmigrantes judíos a lo largo de la principal línea férrea: primero en los
departamentos Villaguay, Uruguay, Colón y Concordia y después de 1920 en La Paz y Paraná.
Así nacieron las colonias Clara, San Antonio, Lucienville (conjunto del corredor central), López
y Berro, Curbelo y Walter Moss, Santa Isabel, Palma Yatay (conjunto del corredor centro-no-
reste) y Louis Oungre, Leonard Cohen y Avigdor (conjunto del corredor noroeste). Hacia 1904
existían en la provincia 165 colonias rurales y en 1907 se contabilizaban 389. Sin embargo, la
provincia también recibió inmigrantes de origen italiano y español, quienes, sin formar parte
de la mencionada colonización agrícola, poblaron el sur provincial en el Departamento Guale-
guaychú (Garcia y Mingo de Bevilacqua, 1998, p. 13).
La provincia de Entre Ríos ha tenido un comportamiento demográfico singular dentro de la
región denominada “zona núcleo” agro ganadera de la Argentina. Desde el primer censo na-
cional hasta el último, su participación porcentual en la cuantía de efectivos poblacionales no
ha dejado de caer, para ubicarse apenas por encima del 3% de la población nacional en el cen-
so de 2010, cuando en los dos primeros censos nacionales más que duplicaba esa proporción
(Indec, 2010). Su población al momento del censo, proyectando los valores censales de 1914
y 1947 puede estimarse en 653.345 personas a una tasa de crecimiento porcentual anual del
1,18%, por debajo de la nacional de 2,15%.
3,03
1895 292.019 4.044.911 7,2 157.748 117,5 3,00
2,00
1914 425.373 7.903.662 5,4 133.354 45,7 3,59
1,88
1947 787.362 15.893.827 5,0 361.989 85,1 2,14
Como puede observarse en la Tabla 1, en los tres primeros intervalos censales la población
de la provincia, al margen de la irregularidad temporal que separó las compulsas de registro
de población, se multiplicó a sí misma por seis en un proceso casi secular (1869-1947), mien-
tras el país lo hizo por más de ocho. Las tasas de crecimiento porcentual anual (r), aunque con
fluctuaciones, tampoco se distanciaron mucho en ambas regiones, nacional y provincial, entre
1869 y 1947. En efecto, el total del país creció a un 2,78% anual y la provincia de Entre Ríos a
un 2,29%, es decir con altas tasas en ambos distritos.
185 Jose Antonio Mateo, Maximiliano Camarda y Leandro Rodriguez
Gráfica 1. Pirámide de población interpolada hacia 1935 a partir de los censos nacionales de 1914 y 1947
>80
70 a 79
60 a 69
50 a 59
40 a 49
30 a 39
20 a 29
10 a 19
0 a 9
20 15 10 5 0 5 10 15 20
Mujeres Hombres
Fuente: elaboración propia
Interpolando los datos de grupos de edades entre los años censales vemos una merma de
población entre los hombres mayores de 20 años y menores de 50 generando una relación de
masculinidad casi equivalente en ese rango de población, acentuando un comportamiento
que venía ocurriendo y es observable desde el censo de 1895. También se acentuó el progre-
sivo proceso de des-ruralización, pasando de una relación de población urbana/rural en 1914
de 36,8/61,4 % a 50,3/49,7 en 1940.
Federación
Feliciano
Colón
Tala
Diamante
Nogoyá
Villaguay
La Paz
Victoria
Gualeguay
Uruguay
Gualeguaychú
Concordia
Paraná
30 20 10 0 10 20 30
Rural Urbana
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población proporcional a manos de los departamentos de la costa del Paraná y del Uruguay
que se incrementaron 0,30% cada uno, es decir la merma repartida. Lattes (1974) estimó los
movimientos migratorios internos en Argentina; citamos un fragmento de sus cálculos en la
tabla 2.
1914 1947
Provincia
Inmigrantes Emigrantes Inmigrantes Emigrantes
Entre Ríos 4,5 12,3 5,3 21,7
Capital Federal y Gran Buenos Aires 5,5 5,0 13,4 4,9
Santa Fe 21,3 16,1 17,7 18,7
Podemos apreciar una caída de la inmigración ya en 1895 que había pasado de 14,2% en
1869 a 5,3% en ese censo. Los porcentajes de inmigración se mantuvieron entre un 4 o 5% has-
ta 1970. La emigración por su parte casi se duplicó ente 1914 y 1947. En Capital Federal y Gran
Buenos Aires ocurrió lo contrario, y lo que se duplicó fue inmigración. Por su parte Santa Fe,
que fuera un destino secundario de los emigrados entrerrianos seducidos por los aglomera-
dos industriales edificados en torno a Rosario, si bien también tuvo altas tasas de emigración
también fueron de inmigración, produciéndose en esa provincia el efecto colectivo o puerta
giratoria, donde su población ingresaba y egresaba simultáneamente.
Hacia 1930 Entre Ríos se encontraba ya en proceso temprano de transición demográfica
(Miro, 2000), con una tasa bruta de natalidad en torno al 35‰ y una tasa bruta de mortalidad
en el orden de un 14‰ con leve descenso hacia 1940 (Garcia & Mingo de Bevilacqua, 1998, p.
20). Esto puede explicar que la base de la pirámide haya sido proporcionalmente más ancha
que el nivel nacional. Si acompañó el proceso de envejecimiento por la cúspide con valores
similares al total nacional de población mayor de 65 años.
Tabla 3. Indicadores de dependencia potencial en Argentina y en Entre Ríos según los censos de 1869 a 1947,
en porcentaje
La combinación de estos indicadores hace que el índice de dependencia potencial (es de-
cir, la relación entre la población potencialmente activa y los que en teoría dependen de ella)
187 Jose Antonio Mateo, Maximiliano Camarda y Leandro Rodriguez
hizo que mientras a nivel nacional descendiera del 73,5% en 1914 al 53,3% en 1947, en la pro-
vincia lo hiciera solo del 82,8% al 77,3%, manteniendo un alto grado de dependencia durante
los críticos años de 1930.
Pese al esfuerzo y las buenas intenciones, la situación no dejó de ser en extremo complica-
da: “un intenso drama económico sacudió a esta provincia desde 1929” (J. Malenoski (citado
en Mathieu et al., 2017, p. 83). El Ministro de Hacienda, Luis Rodríguez, expresó claramente la
profundidad de la crisis en la Memoria del Ministerio de 1935:
En fin, la pérdida de población rural, el desempleo y la pobreza creciente fueron los corola-
rios necesarios de la dura situación provincial. Un índice claro de la profundidad de la crisis lo
constituye el valor de las exportaciones realizadas por puertos entrerrianos: si en 1930 alcan-
zaron 127 millones de pesos oro, en 1933 apenas sumaron 40 millones de pesos oro. Vale de-
cir, 87 millones de pesos oro menos en sólo un trienio (Biasizo, 2015, p. 18, extraído de Arnau,
1935); según la memoria del Ministerio de Hacienda de 1938, la situación fue aún peor.
Parte de esta problemática se explica por la sequía y la merma en las cosechas, en especial
de trigo y lino (Reula, 1971, p. 132). En los años posteriores, las exportaciones se recuperaron,
pero siempre en un nivel inferior al de 1930 (Memoria Ministerio de Hacienda, 1938, p. XVII).
Los giros bancarios, el precio de la tierra y los préstamos hipotecarios también reflejaron la
profundidad de la crisis (Síntesis Estadística, Ministerio de Gobierno). En términos generales,
la recesión fue más pronunciada en 1932-35, a partir de lo cual se observa cierta recuperación
hasta inicios de la guerra, donde nuevamente la economía se estanca, con un impacto diferen-
cial en las distintas actividades.
En definitiva, si bien es probable que los problemas en las finanzas públicas, el empleo y la
situación social tengan raíces más profundas en el impacto de la acumulación capitalista so-
bre una estructura productiva vernácula escasamente diversificada y dominada por las activi-
dades agrícola-ganaderas (Leyes, 2013), lo cierto es que la Gran Depresión del siglo xx, golpeó
la economía provincial. Es imposible que ello no suceda en un contexto donde los precios ex-
189 Jose Antonio Mateo, Maximiliano Camarda y Leandro Rodriguez
ternos del trigo, el lino y el maíz –principales cultivos locales– cayeron alrededor del 40% al
45% entre fines de la década de 1920 e inicios de la de 1930 (promedio 1931-33 respecto del
promedio 1927-29), mientras el valor de la carne vacuna se reducía un 26% y el de los cueros
vacunos un 50% en igual lapso (Barsky y Gelman, 2009, p. 313). De allí que la profundidad de
la crisis económica entrerriana se comprenda cabalmente mediante el examen de la estruc-
tura productiva. Todavía en 1946, a pesar del importante crecimiento industrial desde media-
dos de la década de 1930, las producciones rurales (agropecuarias) absorbían casi el 40% de
la ocupación entrerriana, mientras la industria empleaba sólo el 17% de la población ocupada
(Censo de Población 1947, tomo I: 245). La misma fuente indica que en la provincia de Buenos
Aires trabajaban en la industria el 33% de los ocupados y en Santa Fe el 23% (Censo de Pobla-
ción 1947, tomo I: 145 y 197; tomo II: 396). Durante la década de 1930, el 90% de los productos
que Entre Ríos vendía en los mercados nacional e internacional eran productos primarios o de
origen agropecuario (Síntesis Estadística, varios números).
En ese contexto general, conviene examinar brevemente las dos actividades principales:
agricultura extensiva y ganadería. En cuanto a la primera, el lapso 1931-36 evidenció un es-
tancamiento en la expansión del área sembrada –incluso una caída en el caso del trigo, lo que
llevó a una reducción de alrededor del 50% en la producción de trigo, lino y maíz respecto
del período 1926-1931 (Censo Agropecuario, 1939). Esta situación está claramente asociada a
la crisis externa, pero también a problemas climáticos y a la reaparición de plagas (langosta)
que afectaron el área cosechada y la producción. La campaña 1936-37 mostró un leve repunte
en la actividad triguera y una mejora sustancial en el cultivo de maíz respecto del promedio
1931-36, aunque expresa una caída en el volumen cosechado de lino. En total se cultivaron
1.355.600 hectáreas en esa campaña de los tres principales cultivos. En la campaña 1937-38
la producción agrícola se recuperó significativamente: el área sembrada con trigo, lino y maíz
ya suma 1.437.300 has. En la campaña 1938-39 se logró superar el millón de toneladas de pro-
ducción de trigo, lino y maíz (CFI & Coprode, 1967, cuadros 84, 91 y 98), acompañando a las
tesis de Gravil (1970) acerca del papel de la agricultura en la rápida salida de la Depresión en
Argentina.
Sin embargo, el comienzo de la Segunda Guerra Mundial vuelve a complicar la situación
de los principales cultivos pampeanos, para los que se observa una reducción de la superficie
sembrada en los años del conflicto, lo que dificulta la recuperación de la economía vernácula.
Es importante consignar, de todas maneras, que la agricultura pampeana en Entre Ríos ingre-
só en una etapa de estancamiento que fue mucho más allá de la década de 1930, prolongán-
dose hasta mediados los años sesenta. Por lo demás, la década de 1930 también expresa el
avance de otros cultivos, como el arroz y el girasol, cuya superficie sembrada crece de manera
considerable.
La actividad ganadera, por su parte, “primera en importancia económica” según Reula,
(1971, p. 141), también se vio afectada por la crisis, además por una sequía en 1933. Entre
1930 y 1934 una sequía de 1933 mediante, se observa una reducción del stock de ganado bo-
vino de un 23%, alcanzando 1.952.468 vacunos (582 mil cabezas menos que en 1930). El lanar
se derrumbó aún más, perdiendo un millón y medio de cabezas entre 1930 y 1934. Otro tanto
sucedió con el ganado porcino, caballar, mular y caprino (Memoria Ministerio de Hacienda,
1937, p. 328 y CFI y Coprode, 1967). En el caso del vacuno, es propio del ciclo ganadero la re-
ducción del stock de hacienda cuando bajan los precios, en la medida en que los productores
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deben comercializar hembras (vaquillonas y vacas) para recomponer sus ingresos. Durante los
años de la Segunda Guerra Mundial los precios ganaderos crecieron y la actividad mantuvo un
buen desempeño, junto con la faena frigorífica, en línea con el contexto nacional.
Finalmente, según algunos análisis, las condiciones infraestructurales no parecen haber
ayudado a la resolución de la crisis en la provincia. El aislamiento natural de Entre Ríos se
veía agravado por las dificultades de acceso a puertos y estaciones ferroviarias. Según datos
del Censo de Economía Rural, el 18% de las explotaciones agropecuarias clasificadas tenía
una distancia a un puerto o estación de ferrocarril superior a los 25 kilómetros, mientras que
en Buenos Aires tal porcentaje era del 6% y en Santa Fe del 4,2% (Ministerio de Agricultura,
1940a, p. 591). La densidad de vías férreas seguía siendo inferior en Entre Ríos respecto de las
provincias citadas. Las dificultades de transporte se expresan cabalmente en la intención de
crear una flota estatal de barcos en Entre Ríos para el comercio en los ríos Uruguay y Paraná (El
Orden, viernes 28 de abril de 1944). De todas maneras, es relevante destacar que hacia 1945
existían 2.074,9 km de vías férreas en Entre Ríos, con 129 estaciones (Síntesis Estadística 1944-
45, p. 63). Luego de la década de 1930 la inversión ferroviaria se paralizó, lo que también se
explica por la difusión de otros medios de transporte de cargas.
En primer lugar, vamos a presentar la superficie puesta en valor para actividades agrarias,
que para el total de la provincia ascendía a 6.466.956 hectáreas, de las cuales el 93,6%, es decir
5.986.765 hectáreas han sido puestas en producción y solo 480.191 hectáreas fueron consi-
deradas inapropiadas para la producción agraria. De la tierra productiva, la mayor proporción
estaba dedicada al pastoreo de animales (40,6%), mientras que la producción agrícola, inclu-
yendo agricultura, silvicultura y fruticultura ocupaban en conjunto casi el 52%, repartidos en
un 28,7% en la agricultura propiamente dicha y el 23,2% en la producción silvícola y frutícola.
Diamante era el departamento con menos territorio productivo (227.042 ha), mientras que
Gualeguaychú era el de mayor extensión aprovechable (1.083.785 ha). También este último el
de mayor superficie inopia (17%) teniendo en su opuesto a Nogoyá como el departamento de
menor superficie improductiva (0,4%). Paraná es el departamento que más hectáreas dedica
a los cultivos (274.894 ha) y Feliciano el que menos (11.810 ha). Gualeguaychú por su parte
dedicaba la mayor superficie al pastoreo (572.661 ha), mientras que Feliciano también el que
menos, aunque seis veces más que a los cultivos (75.368 ha). La Paz se destaca por tener la
mayor superficie dedicada al monte natural o cultivado (406.457 ha) mientras que Diamante
el que menos (10.140 ha).
En cuanto a la proporción de cada departamento dedicada a las producciones agrarias, te-
nemos tres distritos equilibrados entre cultivos y pastoreo (Diamante, Colón y Uruguay), tres
con supremacía neta de la agricultura (Tala, Nogoyá y Paraná), cinco eminentemente ganade-
ros (Federación, Concordia, Victoria, Gualeguay y Gualeguaychú) y en tres con predominio de
monte (Feliciano, Villaguay y La Paz).
191 Jose Antonio Mateo, Maximiliano Camarda y Leandro Rodriguez
Hectáreas %
tiempo&economía
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Como podemos ver en el Mapa 2, esta distribución configura dos sectores ganaderos netos
al sur y al noroeste, tres agrícolas y otros tres equilibrados entre los destinos agrícolas y ga-
naderos que cruzan el centro de la provincia, y en el noroeste predominan las explotaciones
forestales y frutícolas.
En tanto a la cantidad de establecimientos agropecuarios, el censo registró 31.931. De ellos,
las chacras eran muy mayoritarias con el 62,3% del total, seguidas de las estancias mixtas con
el 8,6%, las estancias de cría con el 5,1%, los cuales eran definidos como “con ganadería” con
1,7%, quintas y montes forestales con el 1%, tambos con el 0,6%, montes forestales con el
0,4%, huertas con el 0,2% e invernada con el 0,1%. Entre todos estos establecimientos concen-
tran el 81,2% de todos los productivos. Multiplicados estos por su superficie media tenemos
que las chacras cubrían el 29,5% de la superficie de la provincia (1.717.093,5 ha), las estancias
mixtas el 30,9% (1.800.019,2 ha), las estancias de cría el 20% (1.162.703,1 ha) y los estableci-
mientos “con ganadería”2 el 16,6% (964360,2 ha). Todos estos establecimientos en conjunto
representan, aproximadamente el 87,3% de las 6.466.956 ha productivas de la provincia.
Superficie
Tipo de unidad productiva Cantidad % del total Superficie % del total
aproximada
Chacras 19805 62,3 86,7 1717093,5 29,5
Estancias mixtas 5448 8,6 330,4 1800019,2 30,9
Estancias de cría 3211 5,1 362,1 1162703,1 20,0
Con ganadería 1102 1,7 875,1 964360,2 16,6
Quintas 655 1,0 9,5 6222,5 0,1
2 “Agrúpanse bajo este título aquellas explotaciones que poseen cierto número de ganado y que no han podido clasificarse
en ninguno de los otros rubros” (Ministerio de Agricultura, 1940b, p. 20).
193 Jose Antonio Mateo, Maximiliano Camarda y Leandro Rodriguez
Federación
Gualeguay
Concordia
Diamante
Villaguay
Feliciano
Uruguay
guaychú
Nogoyá
Victoria
Unidades
Paraná
Guale-
La Paz
Colón
Tala
agropecuarias
Chacras 35,2 19,6 33,6 36,5 24,5 18,7 22,6 37,4 44,8 35,7 10,2 47,0 17,2 24,3
Estancias mixtas 49,4 34,8 36,2 23,0 20,8 23,5 31,1 33,1 34,7 38,7 17,5 32,6 28,9 30,3
Estancias de cría 9,0 22,7 15,3 11,5 24,1 27,5 29,5 17,5 9,4 16,7 42,4 8,9 27,0 25,2
Est. con
4,8 16,8 12,8 28,0 26,2 20,2 15,1 16,8 8,6 8,4 29,4 10,4 24,9 18,7
ganadería
Quintas 0,2 0,2 0,1 0,1 0,1 0,1 0,1 0,1 0,2 0,0 0,0 0,1 0,0 0,1
Montes frutales 0,2 2,7 0,0 0,3 0,1 1,2 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
Tambos 0,4 1,6 0,6 0,3 0,4 0,3 0,5 0,2 1,2 0,2 0,0 0,5 0,1 0,2
Montes
0,0 0,2 0,1 0,1 0,0 5,2 0,4 0,4 0,1 0,1 0,4 0,0 0,1 0,2
forestales
Huertas 0,0 0,0 0,0 0,0 0,1 0,0 0,0 0,0 0,1 0,0 0,0 0,1 0,0 0,0
Estancias de
0,8 1,4 1,3 0,3 3,8 3,3 0,7 1,3 0,8 0,3 0,0 0,4 1,8 1,0
invernada
Las chacras registradas en el censo fueron discriminadas en doce categorías distintas, des-
de las que tienen una extensión no mayor de 5 hectáreas hasta las que exceden de las 625. En
la provincia de Entre Ríos constituyen el tipo de unidad productiva por lejos dominante, con
19805 establecimientos, constituyendo el 62% del total. Las categorías que abarcan mayor
número de explotaciones de este tipo en Entre Ríos, son las de más de 25 y hasta 50, que su-
man 4370 chacras, o sea el 22,1 % del total ya citado. Se ha establecido una superficie media
de 86,7, la cual importa una superficie aproximada de 1717093,5 hectáreas cubiertas por este
tipo de actividad. Este tipo de establecimiento productivo se encuentra presente en los 14 de-
partamentos que existían en ese entonces. El departamento de Paraná concentraba la mayor
cantidad, 2994 casos (15,1%) seguido por el de Uruguay con 2505 (12,6%). En el otro extremo,
San José Feliciano tiene el menor porcentaje de estas unidades productivas, 319 (1,6%).
La producción
El primer dato destacable es que considerando los cuatro censos agropecuarios anterio-
res al de 1937 y ese mismo registro, se verifica por un lado un incremento progresivo del área
sembrada, donde destacan el lino y el maíz y como contracara la disminución del stock gana-
dero de vacunos y ovinos y un leve repunte de los porcinos.
La composición de los valores de las exportaciones portuarias de ese año refleja esta rea-
lidad. En 1937 se exportaron 54.238.368,9 $oro. Los productos derivados de la ganadería (ani-
males vivos, despojos de animales, materias animales elaboradas y residuos de animales)
representaron el 33,2%, contra 50,3% de los productos agrícolas (materias primas, vegeta-
les elaboradas y residuos vegetales). De estas exportaciones, el 37% de las ganaderas fue di-
rectamente al extranjero y el 62,6% a otros puertos argentinos. Por su parte el 48,7% de las
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194 Una aproximación a la estructura productiva de Entre Ríos en la década de 1930
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Tabla 7. Área sembrada de los tres productos principales y del stock de los productos principales de la ganade-
ría, Entre Ríos, 1888 y 1947, censos agropecuarios
800000 8000000
700000 7000000
600000 6000000
500000 5000000
400000 4000000
300000 3000000
200000 2000000
100000 1000000
0 0
1888 1895 1908 1914 1937 1888 1895 1908 1914 1937
Fuente: Censo Nacional Agropecuario
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196 Una aproximación a la estructura productiva de Entre Ríos en la década de 1930
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Tenemos entonces una provincia que se caracterizaba hacia 1937 por su heterogeneidad
productiva, pero con algunos rasgos sobresalientes. Hacia el sur la zona ganadera vacuna (lo
cual es coherente con la distribución del uso del suelo) y hacia el norte la zona ganadera ovina.
Pero al mismo tiempo Gualeguaychú se destacaba en la producción de trigo y lino, Diamante
era eminentemente triguero, en Concordia era dominante el monte frutal y Colón era eminen-
temente maicero en 1937. El maíz era compatible en su estacionalidad con el trigo y el lino4 lo
que parece haber sido aprovechado en Paraná y Uruguay.
Esta heterogeneidad nos lleva a analizar un fenómeno que si bien ha sido característico en
los estudios rurales bonaerenses parece darse también en Entre Ríos que es el avance de la es-
tancia mixta agrícola-ganadera (Palacio, 2002).
De los 16.331 establecimientos en los cuales fue registrado algún tipo de contrato entre
propietario y usufructuante de una explotación agraria, apenas 6.171 (38%) tenían un registro
escrito de la relación contractual. De esos contratos la inmensa mayoría (92%) se encuentra
dentro de los parámetros establecidos por esos años para la estancia mixta, “sistema aquel que
4 El maíz se cosechaba de marzo a mayo y se sembraba de septiembre a octubre; el trigo se sembraba de marzo a mediados
de agosto y se cosechaba de septiembre a enero y el lino se sembraba en noviembre y diciembre y se cosechaba entre
junio y agosto.
197 Jose Antonio Mateo, Maximiliano Camarda y Leandro Rodriguez
En su versión clásica, este sistema consistía en dividir sus tierras en parcelas de entre 100 y
200 hectáreas y entregarlas en arrendamiento a los agricultores, por el término de tres años.
Estos, luego de cultivarlas a un porcentaje de la cosecha durante los primeros años, se com-
prometían a devolverlas sembradas con forrajeras al final del contrato para, eventualmente,
recomenzar el ciclo al año siguiente en otra parcela o estancia. (Palacio, 2002, p. 52)
En tal sentido, y con coherencia con la presencia de estancias mixtas en la provincia, los
contratos de arrendamiento existentes como puede observarse en la gráfica 3.
700
600
500
400
300
200
100
0
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p. 197
198 Caminos rurales, consorcios camineros y desarrollo regional en la provincia de Córdoba (Argentina) en la segunda mitad del
siglo XX
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1200
1000
800
600
400
200
0
De todo esto podemos inferir en principio una dominancia menor que a nivel nacional del
arrendamiento en la provincia y el consecuente incremento porcentual de la explotación di-
recta de los propietarios.
En segundo lugar, el pago con porcentaje de la cosecha y del procreo de animales de esos
arrendamientos por encima de la mitad de los casos, duplicando casi la media nacional al res-
pecto que lo hacía mayormente en dinero. Por último, en este aspecto la existencia de “otras
formas” (ocupantes, contratistas, puesteros, etc.) el porcentaje es casi exactamente la mitad
que la media nacional, incrementada esta última por los territorios nacionales (Los Andes,5
Neuquén, Formosa, Chaco, Misiones, Río Negro y Chubut). Por el contrario, la provincia de
Buenos Aires presenta el guarismo menor con apenas 3,9% de este tipo de relación de produc-
ción (Ministerio de Agricultura, 1940a, p. 7).
En cuanto a los contratos, la provincia de Entre Ríos alcanza el mayor porcentual nacional
de productores arrendatarios que declararon ocupar los campos que trabajan sin haber fir-
mado contrato con un 62,2%. Es decir, es la provincia con mayor incumplimiento de la Ley
11627/32, cuyo artículo 4 trata de la obligatoriedad de los contratos escritos y protocolizados
y las multas que su incumplimiento devengarían.
En este sentido, se destaca la correlación de existencia de contratos escritos con la presen-
cia de estancias mixtas, un fenómeno que al igual que en la provincia de Buenos Aires parece
haberse arraigado en Entre Ríos una vez finalizada la Gran Guerra. Probablemente la provincia
esté cursando una transición jurídica de la forma de generar relaciones sociales de producción
contractuales. Analicemos la gráfica 5 y la tabla 8.
5 La Gobernación de Los Andes o Territorio Nacional de Los Andes fue una división territorial de la República Argentina, que
existió entre 1900 y 1943, ubicada casi totalmente en la Puna de Atacama.
199 Jose Antonio Mateo, Maximiliano Camarda y Leandro Rodriguez
Gráfica 5. Población de Entre Rios dividiendo los territorios en Norte, Sur y Centro
400.000
350.000
300.000
250.000
200.000
150.000
100.000
50.000
En principio, la población del sur crece de forma armónica y los censos intermedios entre
1869 y 1947 no llegan a marcarse como hitos. En cambio, vemos una desaceleración del cre-
cimiento a partir de 1895 en el centro y mucho más en el norte. Evidentemente la percepción
de despoblamiento rural en el norte puede verificarse como cierta.
Pero a este fenómeno se le suma otro no menos importante. Si bien todos los sectores in-
crementan su población entre 1914 y 1947, en todos ellos durante este período se dan proce-
sos de des-ruralización, sobre todo en el norte que perdió casi la mitad de su población rural.
Extracción de la producción
Como puede verse en el mapa 6, el tendido ferroviario ya había alcanzado casi su máxima
extensión y al Ramal transversal Paraná-Crespo-Nogoyá-Tala-Concepción del Uruguay se aco-
plaban los puertos de Diamante, Victoria, Puerto Ruiz y Constanza. La línea Villaguay-Cons-
tanza sumaba en su recorrido a Concordia, Concepción del Uruguay y Gualeguaychú. El ramal
longitudinal Paraná-San Jaime, a su vez engarza los de La Paz y Paraná. En su trayecto Federal
se acoplaba a los puertos de Concordia y en menor medida los de Paraná y La Paz. A su vez,
salvo los departamentos centrales (Feliciano, Villaguay, Nogoyá y Tala), y en alguna medida
Federación por no ser navegable el tramo de los Saltos Grandes, todos cuentan con al menos
una terminal portuaria.
Hemos calculado la distancia media a ferrocarril y puerto de los principales establecimien-
tos productivos por departamento, y podemos observar que los más favorecidos eran los de
Feliciano, Uruguay y Concordia y los más desfavorecidos los de Nogoyá, Victoria y Villaguay. El
resto se encuentra en torno a las distancias medias, que como vemos, salvo en el caso de las
chachas (2,2 km) no presentan una diferencia media mayor a 1 km que en la de Buenos Aires.
201 Jose Antonio Mateo, Maximiliano Camarda y Leandro Rodriguez
Destino %
Acopiadores 46,7
Distintos compradores 14,4
Productores que remiten directamente a puerto 12,9
Otros compradores 12,2
Cooperativas 5,4
Exportadores 2,0
Consignatarios 1,9
Molinos 1,6
Mercados 1,6
Remates feria 0,9
Frigoríficos 0,1
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202 Una aproximación a la estructura productiva de Entre Ríos en la década de 1930
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Conclusiones
cifras de los productos exportados por los puertos nos permitiría insertar a la producción en-
trerriana en la economía argentina. En tal sentido, se podrían tener en cuenta la competencia
entre sistemas de transporte, su infraestructura, su logística y sus cuadros tarifarios. Otra línea
de investigación consistiría en profundizar en la diacronía estos procesos para intentar com-
prender y explicar el devenir de la economía entrerriana en el contexto nacional, es decir, la
correlación entre procesos endógenos y exógenos nacionales e internacionales.
Referencias
Anexos
Tabla 11. Cantidad de establecimientos por departamento en 1937
Establecimientos Colón Concordia Diamante Federación Gualeguay Gualeguaychú La Paz Nogoyá Paraná Tala Feliciano Uruguay Victoria Villaguay Total
Chacras 1791 881 1087 1366 1003 1456 1056 1938 2994 1160 319 2505 692 1557 19805
Estancias mixtas 659 411 307 226 223 481 382 406 609 330 144 456 305 509 5448
Estancias de cría 109 245 118 103 236 514 330 196 151 130 318 114 260 387 3211
Est. con
24 75 41 104 106 156 70 78 57 27 91 55 99 119 1102
ganadería
Montes
0 4 2 3 1 221 10 9 5 1 7 0 3 7 273
forestales
Huertas 15 2 6 3 14 17 4 11 37 0 2 22 0 4 137
Estancias de
4 6 4 1 15 25 3 6 5 1 0 2 7 6 85
invernada
Totales 2756 2134 1605 1871 1678 3209 1912 2691 4102 1661 887 3245 1371 2645 31767
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tiempo&economía
Jose Antonio Mateo, Maximiliano Camarda y Leandro Rodriguez
206
Tabla 12. Cantidad de establecimientos por superficie media en ha por departamento en 1937
Estableci-
Colón Concordia Diamante Federación Gualeguay Gualeguaychú La Paz Nogoyá Paraná Tala Feliciano Uruguay Victoria Villaguay Total
mientos
Chacras 155279,7 76382,7 94242,9 118432,2 86960,1 126235,2 91555,2 168024,6 259579,8 100572 27657,3 217183,5 59996,4 134991,9 1717093,5
Estancias
doi: https://doi.org/10.21789/24222704.1251
217733,6 135794,4 101432,8 74670,4 73679,2 158922,4 126212,8 134142,4 201213,6 109032 47577,6 150662,4 100772 168173,6 1800019,2
mixtas
Estancias de
39468,9 88714,5 42727,8 37296,3 85455,6 186119,4 119493 70971,6 54677,1 47073 115147,8 41279,4 94146 140132,7 1162703,1
cría
Est. con
21002,4 65632,5 35879,1 91010,4 92760,6 136515,6 61257 68257,8 49880,7 23627,7 79634,1 48130,5 86634,9 104136,9 964360,2
ganadería
Quintas 978,5 931 142,5 237,5 513 636,5 256,5 323 1311 0 38 494 0 361 6222,5
Montes
872,1 10465,2 64,6 904,4 226,1 7945,8 32,3 32,3 129,2 129,2 32,3 129,2 0 64,6 21027,3
frutales
Una aproximación a la estructura productiva de Entre Ríos en la década de 1930
Tambos 1699,2 6230,4 1628,4 849,6 1345,2 1840,8 2053,2 849,6 7221,6 566,4 70,8 2478 354 1132,8 28320
Montes fores-
0 639,6 319,8 479,7 159,9 35337,9 1599 1439,1 799,5 159,9 1119,3 0 479,7 1119,3 43652,7
tales
Huertas 216 28,8 86,4 43,2 201,6 244,8 57,6 158,4 532,8 0 28,8 316,8 0 57,6 1972,8
Estancias de
3559,2 5338,8 3559,2 889,8 13347 22245 2669,4 5338,8 4449 889,8 0 1779,6 6228,6 5338,8 75633
invernada
Totales 440809,6 390157,9 280083,5 324813,5 354648,3 676043,4 405186 449537,6 579794,3 282050 271306 462453,4 348612 555509,2 5821004,3
Unidades Superficie
Departamento Producción % UP % SS %P
productivas sembrada
Colón 1589 20000 14280 11,3 5,4 6,2
Concordia 528 8500 3500 3,8 2,3 1,5
Diamante 852 26000 24200 6,1 7,1 10,5
Federación 67 1000 210 0,5 0,3 0,1
Galeguay 395 15000 10010 2,8 4,1 4,3
Gualeguaychú 1250 58000 42500 8,9 15,7 18,5
La Paz 726 17000 9800 5,2 4,6 4,3
Nogoyá 1524 44000 26000 10,8 11,9 11,3
Paraná 2572 79000 42600 18,3 21,4 18,5
Tala 813 24000 15330 5,8 6,5 6,7
Feliciano 28 400 82 0,2 0,1 0,0
Uruguay 2064 39000 26400 14,7 10,6 11,5
Victoria 266 7500 3680 1,9 2,0 1,6
Villaguay 1383 29000 11560 9,8 7,9 5,0
Total 14057 368400 230152 100,0 100,0 100,0
Unidades Superficie
Departamento Producción % UP % SS %P
productivas sembrada
Colón 1860 30000 13920 10,0 4,3 5,0
Concordia 796 20000 8100 4,3 2,9 2,9
Diamante 1107 48000 25840 5,9 6,9 9,3
Federación 733 7000 2580 3,9 1,0 0,9
Galeguay 775 55000 27950 4,2 7,9 10,0
Gualeguaychú 1451 78000 33600 7,8 11,2 12,1
La Paz 1198 50000 19200 6,4 7,2 6,9
Nogoyá 1910 82000 31960 10,2 11,7 11,5
Paraná 2781 107000 37260 14,9 15,3 13,4
Tala 1045 44000 18240 5,6 6,3 6,5
Feliciano 175 2200 540 0,9 0,3 0,2
Uruguay 2453 68000 26520 13,2 9,7 9,5
Victoria 745 60000 21660 4,0 8,6 7,8
Villaguay 1623 48000 11180 8,7 6,9 4,0
Total 18652 699200 278550 100,0 100,0 100,0
tiempo&economía
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p. 207
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Unidades Superficie
Departamento Producción % UP % SS %P
productivas sembrada
Elber Berdugo C.
Candidato a Doctor en Historia de la Universidad Nacional de Colombia
Profesor de tiempo completo Facultad de Ciencias Administrativas y Contables de la
Universidad de La Salle, Colombia
https://orcid.org/0000-0002-9750-2618
[email protected]
RESUMEN
ABSTRACT
The Pedro A. Lopez story is another example of many cases of ascent in the social pyramid
in Colombia, people who don’t come from wealthy families or influential surnames, they were
able to overcome economic, social and political difficulties and get a prominent position in
the business world: Big coffee exporter, railway contractor and river transportation, banker
and shareholder of several public sector and manufacturing companies.
Introducción
tiempo&economía
Vol. 5 N.° 2 - Julio - Diciembre del 2018
p. 211
212 Trayectoria empresarial de Pedro Aquilino López Medina
doi: https://doi.org/10.21789/24222704.1336
recursos con que contaba apoyando a dirigentes del liberalismo quienes luego de llegar al
poder, le dieron la espalda, quedando sumido en la miseria y decepcionado de la política. Así
describe la situación en que se encontraba en ese momento Latorre (1961, p. 80):
Ambrosio López estaba desencantado de la política. Ella no le había acarreado sino sinsa-
bores y pobreza. Las tesis económicas liberales desarrolladas a todo vapor desde el gobierno
lo habían arruinado, a él, sastre que no podía poner a competir la torpeza de sus manos con
las pulcras confecciones inglesas que entraban al país sin mayores recargos aduaneros.
Ya no tenía amigos políticos y el país atravesaba por una de sus etapas más turbulentas.
En la sastrería, acompañado de su esposa y de sus hijos Ambrosio, Pedro Aquilino, Francisco,
Mercedes y Rafaela, que le fueron llegando muy graneados como suele ocurrir en los hoga-
res pobres, el viejo conductor del liberalismo bogotano se gana trabajosamente la vida. La
política la mira con una perspectiva de lejanía. La guerra del 60 de Mosquera, ya con bandera
liberal, escasamente provoca su entusiasmo.
A pesar de todo, con el triunfo del partido liberal a principios de los sesentas, logró en 1862
que le dieran un cargo público como inspector de aguas de Bogotá el cual le permitió distri-
buir su tiempo entre los asuntos administrativos y la educación de sus hijos a quienes inició
en la lectura, la escritura, les enseñó las bases de la aritmética y les transmitió algunos conoci-
mientos primarios que él estaba en condiciones de dar.
Más adelante, Pedro A. López, gracias a que la situación económica de su padre mejoró un
poco, ingresó al colegio de Luis María Cuervo en donde aprendió lo indispensable para des-
empeñarse como empleado en una compañía de comercio.
Su primer trabajo: Con tan sólo 15 años Pedro A. López se empleó como dependiente
en la prestigiosa y acreditada casa comercial de Silvestre Samper Agudelo en donde poco a
poco escaló cargos y mejoró su sueldo. Como consecuencia de la guerra de 1876 que ocasio-
nó trastornos en la actividad económica del país y a la compañía de Silvestre Samper, este se
vio abocado a cerrar el negocio y a despedirlo. Como había adquirido experiencia en asuntos
mercantiles: relaciones con el público, liquidación de facturas, teneduría de libros, entre otros,
decidió probar suerte el año siguiente en Cúcuta sitio muy importante del comercio exterior
en el cual permaneció casi un año, sin que lograra amañarse. Aburrido de la vida que llevaba,
un día cualquiera, le llegó una carta de Rafael, hijo de Silvestre Samper invitándolo a regresar
a trabajar con su padre a Honda. Por ser este puerto el centro empresarial de exportaciones
e importaciones más importante del país, Pedro A. López, sin pensarlo dos veces emprendió
el viaje a Bogotá a pie, porque sus recursos no le alcanzaron para hacerlo montado a lomo de
mula para luego dirigirse a su destino final. La descripción de la importancia económica que
tuvo esta localidad en el desarrollo del país la hace Alfonso López Pumarejo:
El río era nuestro mar interior; nuestro lago de Titicaca. Todo el progreso buscaba con afán
desembocar en el Magdalena como a su cauce lógico, natural. Y Honda fue por antonoma-
sia, la ciudad del río durante muchos años. A diario llegaban a ella místeres de Manchester
con telas; norteamericanos con alambre y harinas, representantes de casas francesas con vi-
nos y champaña. Muchas firmas comerciales europeas de primera importancia mantenían allí
agentes fijos. Las principales casas colombianas tenían en Honda su sede. La vida diaria en el
213 Elber Berdugo C.
puerto era una feria cotidiana de géneros y frutos de las partes más distantes del orbe. Honda
era llamada “la gran escuela del trabajo. (Latorre, 1961, pp. 151-152).
Así, en 1878, Silvestre Samper lo contrató con el fin de que le ayudara a su hijo Rafael en
la dirección de los importantes negocios que tenía la firma Miguel Samper e Hijos: llevar los
libros principales y auxiliares, ocuparse de las facturas y aparejos de pagarés por ventas y de
vez en cuando prestar apoyo en las bodegas. Pedro A. López sabía de la magnífica oportuni-
dad que se le presentaba pues Honda era un sitio estratégico para hacer fortuna ya que tenía
una ubicación geográfica privilegiada: contaba con la ventaja de su comunicación con el mar
por el río Magdalena, estaba ubicada en el centro de los mercados de consumo y próxima a
las zonas cafeteras, a los cultivos de cacao y a la producción de cueros que se vendían a pre-
cios altos en el exterior. La única condición adicional que puso, después de haber pactado un
sueldo más alto al ofrecido fue que se le permitiera realizar algunos negocios por su cuenta si
lo decidiera.
A los tres meses de trabajar Pedro A. López con Rafael, éste viaja a Ibagué a visitar a su pa-
dre y lo deja al frente de todos los negocios de compra y exportación de cueros y café e impor-
tación y venta de zarazas, harina, ropa de lino y algunos instrumentos agrícolas. En forma rápi-
da adquiere la reputación de uno de los dependientes más serios y capaces de la localidad: “El
joven bogotano se ha hecho a fama de hombre emprendedor, tranquilo, muy puesto en orden
y dueño de una visión poco común para los negocios” (Latorre, 1961, pp. 125-126).
Pedro A. López con el fin de sacarle rédito a la gran oportunidad que se le ofrecía de estar
a cargo de los negocios de Silvestre Samper, se dedicó de lleno a su trabajo tomando en serio
los consejos de su patrón:
La ciencia del que quiere ser rico –y eso es precisamente lo que él quiere ser– consiste en
volver los días de 14 horas en lugar de 12; así es que, si por dormilón se le vuelven solamente
10 horas, le quedará un saldo de 4 horas, que durante los años que uno tiene bríos para tra-
bajar antes de la vejez, esos saldos representan quizás los años más productivos de la vida
(Latorre, 1961, p. 121).
tiempo&economía
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además “que los años de energía del hombre, que son los que van de los 20 a los 30, deben
aplicarse al trabajo para adquirir capital; tampoco debe olvidar las obligaciones que le impone
la pobreza de sus padres” (Latorre, 1961, p. 127). Ante tal encrucijada, decide aplazar su casa-
miento, esperar: “A todas las cosas les va llegando su momento”.
En el negocio de la harina de maíz, no le va bien y entonces decide importar fósforos y ran-
cho. También quiere exportar algunas frutas como plátano, pero desiste por lo complicado de
su manejo. Entonces opta por traer máquinas de coser que se venden en el Tolima como pan
caliente y a precios muy buenos.
A raíz de la decisión que tomó Silvestre Samper en junio de 1880, de radicarse de forma
permanente en Nueva York, Pedro A. López, cree que con sus conocimientos del comercio ex-
terior, sus magníficas relaciones comerciales y sociales y la estimación y el respeto que le pro-
fesan sus competidores y otras personas con quienes ha hecho tratos, puede establecerse por
su propia cuenta y riesgo, lo cual se trunca porque se le presenta una nueva oferta: la firma
Samper & Cía. de Bogotá propiedad de Miguel, el hermano de Silvestre, le propone trabajar
como empleado suyo durante el día en Honda con la libertad de realizar sus propios negocios
como comisionista en la noche. Pedro A. López acepta.
En el segundo semestre de 1880 se instala en arriendo en la casa que ocuparan la familia
y el negocio de Silvestre Samper en Honda. En el primer piso ubica el almacén y usa la estan-
tería que ha comprado a un plazo de tres años a su patrón. Al finalizar el año, su negocio es
próspero: vende ruanas de algodón, lana y merino con flecos que le da en consignación desde
Bogotá Guillermo Uribe despachándole a la vez papel de carta y sobres. En Nueva York cuenta
con créditos personales.
Desde 1881 trabaja para Dordell & Vargas, Rafael Padilla, Hugo Biester de la Botica Alema-
na y le manda peinillas a Alberto Caycedo, todos radicados en Bogotá; importa cristalería de
Valentín & Frankfurter de París y vende ruanas gruesas de merino con flecos. En su almacén en
Honda cuenta con el surtido más completo en barnices, munición, fósforos, palas, harina, pi-
mienta, vino, máquinas de coser, loza, espejos, etc. Adicionalmente, viaja a Antioquia y el To-
lima hasta Neiva, en donde establece nuevas relaciones comerciales y nuevos créditos. Igual-
mente, está al tanto de las cotizaciones de los mercados de París, Londres y Nueva York.
En los primeros años de la década de 1880 envía tabaco a Riensch & Held de Hamburgo a
pesar de la caída de las exportaciones de este producto en los primeros años de esta década
comparada con el comportamiento ascendente de los precios nominales y reales desde 1845
hasta 1864; de su descenso en el resto de esta década y su estabilidad en la de los setenta que
significó el principio de la decadencia tabacalera del país, debido a “la afluencia de los taba-
cos para envoltura de Sumatra a los mercados europeos en la segunda mitad de la década
del setenta y comienzos de los años ochenta” (Ocampo, 1984, p. 219), que las situaron en su
punto más bajo (en 1882, las importaciones de tabaco colombiano de Alemania sólo alcan-
zaron 11.980 zurrones (unas 700 toneladas) y en 1883, 22.382 zurrones (1.300 toneladas) que
equivalían a una reversión a los niveles de 1850; la cual en cuanto valor fue más profunda (de
$1.025.685 en 1880/1, las exportaciones disminuyeron a $90.403 en 1881/2 en pesos-oro, para
aumentar a $268.782 en 1882/3 y $395.118 en 1883/4 (Ocampo, 1984, pp. 219-221).
Desde principios de la década de 1880 se dedica también a la compra y a la exportación
de grandes cantidades de café a Londres para la firma Barnes y a Estados Unidos inducido
215 Elber Berdugo C.
por las posibilidades económicas que brinda el café que en los años setenta experimentó una
bonanza de precios, la cual produjo un aumento de las exportaciones del grano de 100.000 a
220.000, que según Ocampo (1989, p. 214) era considerable para la época. Para este autor: “el
café dejo de ser un renglón marginal dentro de nuestro comercio exterior. Ya a fines del seten-
ta representaba más del 20%” de nuestras ventas externas y era tan importante como el oro y
la quina (Ocampo, 1989, p. 214). Y sí, es que la producción y las exportaciones de café, no obs-
tante, la caída de su precio a comienzos de los ochentas, siguieron creciendo al pasar de 98
mil sacos de 60 kgs. Entre 1870-4 a 149 mil entre 1875-9, 221 mil entre 1880-4 a 240 mil entre
1885-9 (Ocampo, 1989, p. 216). ¿Razones?
La crisis del comercio exterior del país a principios de los ochentas y la depreciación de la
plata (la base real de la circulación interna de la época) redujeron sus costos de producción
en términos de oro (la unidad monetaria internacional), además del rezago de los jornales al
iniciarse el periodo de la Regeneración producto de las emisiones masivas que llevaron a un
aumento de la inflación. Adicionalmente, y no menos importante, otro factor que incidió en
el auge cafetero fue el acceso al crédito en condiciones favorables de los hacendados al re-
cibir préstamos por parte de las casas comerciales del exterior al 6% de interés anual con 1.5
o 2% de comisión adicional, dos años de plazo y pago en café. (Ocampo, 1989, pp. 216-217)
Durante estos años, por otra parte, Pedro A. López adquiere cantidades considerables de
cueros, con el fin de aprovechar la gran demanda y buenos precios en los mercados interna-
cionales. Así, con base en Ocampo (1989, p. 374) las exportaciones pasaron de 1.884, 8 tone-
ladas en 1878/9 a 2.618,6 toneladas en 1879/80, 2.961,6 toneladas en 1880/1 y a 4.342,0 tone-
ladas en 1887.
En 1889, después de casi diez años de trabajar como dependiente de la casa comercial
Samper & Cía., renuncia para irse con su familia al exterior. Entre las razones están: la situación
política del país que cada día es más inestable y tiende a gravarse con las medidas represivas
adoptadas por los gobiernos de la Regeneración contra los opositores, la prensa y los demó-
cratas en general, las cuales las ve como una amenaza para la paz pública y los negocios mer-
cantiles. También, el querer organizarse de forma independiente de tal manera que todo lo
que gane se lo apropie él sin tener que compartir las utilidades con los Samper. Piensa que:
Si el trabajo que le dedica a la casa de los Samper lo pone al servicio de sus propios intere-
ses en muy pocos años será rico, muy rico. Podrá rodear a su familia de comodidades, educar
a sus hijos en el exterior, viajar a Europa y Estados Unidos (Latorre, 1961, p. 164).
Luego de mucha meditación viaja a Panamá en donde sus quebrantos de salud lo obligan
a retornar (luego de una corta estadía) a Honda a trabajar por su cuenta:
La nueva instalación de don Pedro A., en Honda no puede ser más modesta y económica.
Así hay que principiar. Se reduce a un pequeño cuarto sobre la calle, en donde tiene el escri-
torio de caoba, y a unos depósitos en una casa antigua, alta, sólida y aireada, que se halla si-
tuada en frente y pertenece a un señor Miguel Paz, a quien el arrendatario recordará siempre
con cariño. No tiene ya el más leve reato con los Samper. Ellos, por su parte, le manifiestan que
están dispuestos a ayudarle en lo que puedan. (Latorre, 1961, p. 173)
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cer en los tiempos de normalidad; que llevó a que las reservas de toda índole escasearan y los
productos que le permitían atender las importaciones se arrumaran en los centros de produc-
ción como sucedió con el café cuya exportación cayó de manera drástica por la imposibilidad
de transportarlo; que produjo un déficit fiscal considerable por la caída de las exportaciones
obligando al gobierno nacional a cubrirlo con emisiones clandestinas de billetes que conduje-
ron a la desvalorización de la moneda nacional que alcanzó el 22.000% cuando se habían im-
preso mil millones de pesos, y al agravamiento de la situación económica, Pedro A. López, pre-
viendo que se venía una devaluación del peso, convirtió a monedas extranjeras todo el capital
de tal forma que cuando se pusieron en marcha las medidas económicas ya tenía el dinero en
poder de banqueros en el exterior. Había comprado dólares al 300% o menos de su cambio.
Con la operación no sólo había salvado su capital, sino que lo había multiplicado como resul-
tado de la depreciación de la moneda sin proponérselo.
Su partida hacia los Estados Unidos: Pedro A. López que consideraba que había logrado
amasar una fortuna por su propio esfuerzo, sus méritos personales, su sacrificio, sus privacio-
nes en la infancia y la juventud, no estaba dispuesto a perderla, menos aún ahora que tenía
varios hijos, dejarla expuesta a contingencias y riesgos que él no había buscado, que eran pro-
ducto exclusivo de la ligereza ajena:
Del gobierno conservador empeñado en mantener al país bajo su duro puño exclusivista.
De los guerreristas liberales que habían lanzado al partido a la insurrección sin medir, en su
rabiosa, aunque justa protesta, la dimensión total de su acción. La conflagración civil azotaba
las regiones en donde Pedro A., había desarrollado sus negocios desde muchos meses antes.
En purificación, Neiva, Garzón, Ibagué, Honda, los impactos de la guerra eran tremendos. Don
Pedro A., se había visto forzado a liquidar sus negocios en esas regiones. Y si tenía ya puesto
su capital a salvo del caos, quería colocar ahora a su familia al margen de los peligros de la
anarquía (Latorre, 1961, p. 289).
En 1901 tomó la decisión –acelerada– de radicarse en Nueva York con su familia, porque su
hijo Alfonso estaba entregado a la política y se había mezclado en asuntos clandestinos. El re-
cuerdo de su padre que lo había perdido todo por estar inmerso en la política, lo atormentaba
y no quería que se repitiera la historia. Por eso lo pone a salvo enviándolo a estudiar a Londres
en los primeros días de 1901. El resto de la familia emprende viaje al exterior con 16 bultos de
equipaje entre los cuales lleva una gran cantidad de oro en polvo y en barras. Ya está en alta
mar, irrevocablemente a salvo; en aguas del Caribe, rumbo a Puerto Rico y su hijo Alfonso en
Londres en donde el sastre le diseñará nuevos vestidos y el dentista le hará un arreglo de sus
dientes.
Estando Pedro A. López en Estados Unidos, centro de sus principales operaciones empresa-
riales de importación y exportación y lugar de residencia durante siete años, le confió a Alfon-
so López, después de cursar estudios en el Brighton College y haberse capacitado en comer-
cio en la Packard School, con tan solo 18 años de edad, la administración de la firma Pedro A.
López & Cía. ubicada en Bogotá, desde donde se controlaban los negocios ubicados en el resto
del país y los que tenía con otros países, los cuales estaban atendidos por el banquero Ernes-
to Michelsen. Durante 12 años se hizo cargo de ellos de manera exitosa logrando que la firma
obtuviera un inmenso prestigio. Por desacuerdos con su padre y sus hermanos, renunció a la
dirección de la empresa y se distanció del primero durante varios años. Alfonso López alude a
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Luego de su retiro de Pedro A. López & Cía., sus hermanos se encargaron de manejar la casa
hasta el colapso sufrido en 1923, año en que Pedro A. López se había trasladado a su finca
La Mana.
Participación de Pedro A. López en la creación de otras empresas: Además de las activi-
dades relacionadas con el comercio exterior, principalmente con la exportación de café, Pedro
A. López incursionó en otros negocios. Su nieto Alfonso López Michelsen hace una relación de
algunos de ellos:
Pedro A. López encarnaba el éxito económico, conseguido con honestidad, tesón indis-
cutible y reconocimiento unánime en un medio inclinado a exaltar el ascenso en la vida em-
presarial. Llegó a exportar el 70% del café que producía Colombia, fundó bancos, empresas
navieras en el río Magdalena [Compañía de Navegación del Magdalena] y, también, en el tra-
yecto entre nuestra Costa Norte y los puertos de la Costa Este de los Estados Unidos; cons-
truyó ferrocarriles [Ambalema-Ibagué y Tolima-Huila-Caquetá] cuando todavía en los países
industrializados empresas de tanto calibre las emprendían los particulares. Fue industrial de
textiles [fábrica de paños La Magdalena], de la elaboración de harina de trigo [fundó un mo-
lino de trigo en Honda], de los servicios públicos de energía eléctrica (estableció plantas de
generación en Honda y Líbano) y de transporte amén de otras muchas actividades que me
cansaría de enumerar (López, 2009, pp. 26-27).
de la fábrica de calzado La Corona. E inició los trabajos de construcción del acueducto y el al-
cantarillado de la ciudad de Ibagué.
Inversiones en la banca: Mención especial ameritan sus inversiones en la fundación de es-
tablecimientos bancarios como:
El Banco López. Esta entidad que se constituyó en poco tiempo en la institución financiera
más destacada del país, colocando líneas de crédito concedidas por bancos estadounidenses
y europeos, lo fundó en Bogotá Pedro A. López el 8 de enero de 1919 en compañía de desta-
cados empresarios colombianos entre los cuales estaban los Salazar, los Robledo, Holguín, Ko-
ppel, Samper, Sáenz, Cuervo, Pedro A. López & Cía., y algunos familiares, dedicados a distintas
actividades económicas como el comercio, la agricultura y la banca.
El capital suscrito fue de 500.000 pesos oro moneda inglesa (100.000 libras esterlinas) re-
presentadas y divididas en 5.000 acciones de 100 pesos oro, es decir 20 libras esterlinas, de
las cuales 1.000 eran propiedad de Pedro A. López; 1.250 pertenecían a la sociedad Pedro A.
López & Cía., 1.000 las suscribieron los López Pumarejo (AGN, Notaría segunda, 08-01-1919). Al
sumar la participación de Pedro A. López, con la de sus socios y la de sus familiares, se colige
que tenía un control del banco con un porcentaje del 65%. Posteriormente, el capital del ban-
co se aumentó hasta alcanzar la suma de 4.000.000 de pesos moneda inglesa (800.000 libras
esterlinas) en 1921.
El banco se creó principalmente para financiar la actividad cafetera de Pedro A. López & Cía.
y de otros empresarios partícipes del negocio del café en su época de auge. Child y Arango
(1988, p. 93) se refieren a aquel y al incremento del precio del grano de la manera siguiente:
El Banco López surge en la cresta del auge cafetero 1915-1919 cuando las exportaciones
de café empiezan a subir vertiginosamente a la par de los precios. Los precios del grano se
mantuvieron entre octubre de 1919 y 20 de marzo de 1920 a $65 arroba (el cambio estaba
casi a la par con el dólar).
La quiebra del Banco López. El tiempo de duración que se fijó al Banco fueron 50 años,
pero únicamente duró cuatro años y medios como consecuencia del descenso del precio del
café y por ende de las exportaciones (luego de un auge sostenido por varios años) debido a la
crisis mundial de 1920, que lo afectaron a él y a muchos exportadores, llevándolos a la quiebra
y a algunos que los habían financiado. Al respecto Ocampo (1989, p. 229) anota lo siguiente:
La mayoría de las principales casas comisionistas del país quebraron durante la crisis de
1920. El fin de la primera guerra mundial había generado una ola de especulaciones sin pre-
cedentes en los mercados de materias primas. En el caso del café, la oleada se agravó a raíz de
la helada brasileña de 1918. Las cotizaciones del café colombiano se elevaron de 14 centavos
de dólar por libra a mediados de 1918 a más de 30 centavos un año más tarde. Los altos pre-
cios se mantuvieron hasta mediados de 1920, pero la crisis mundial que se inició entonces
arrasó las cotizaciones del grano, que ya para fines de dicho año habían retornado a los nive-
les anteriores a la helada.
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Esta crisis generó pérdidas cuantiosas a las firmas exportadoras, que habían adquirido
grandes volúmenes del grano durante los meses de bonanza, que se encontraban todavía
en tránsito a mediados de 1920. Para hacer las cosas aún peores, una sequía había reducido
el caudal del río Magdalena complicando enormemente la remisión de las mercancías. Para
fines del año, muchas firmas habían quebrado. (Ocampo, 1989, p. 229)
El primer tropiezo lo sufrió el banco en 1920 cuando en diciembre el precio cayó en forma
acelerada a menos de su tercera parte del observado unos meses antes ($2,10 la arroba). Co-
merciantes que habían comprado café a $6,50 la arroba, tuvieron que venderlo a $2,10 la arro-
ba, arrojándoles una pérdida por arroba de $4,40 quedando en la ruina.1
Entre los que se quebraron en esa oportunidad como consecuencia del derrumbe del pre-
cio del café estuvo el Banco Sucre, perteneciente al grupo antioqueño Vásquez & Correa. El
Banco López pudo sortear la situación (que se expresó en un retiro intempestivo de los depó-
sitos por parte de los clientes) gracias a la mano que le tendieron varios bancos extranjeros
quienes le proporcionaron un préstamo de $475.000 así: The Comercial Bank o Spanish Amé-
rica Limited $250.000; el Banco Mercantil Americano (cuyo gerente de la sucursal en Colom-
bia era su hijo Alfonso) $150.000; The London and River Plate Bank, $65.000; The National City
Bank, $10.000. El plazo para el pago de la deuda fue: la mitad a seis meses y la otra mitad a un
año (AGN, Notaría segunda, escritura 2.517, 01-12-1920).
El segundo tropiezo que no pudo sortear el banco y que condujeron a tomar la decisión a
sus propietarios de cerrarlo en forma definitiva, fue el desplome del principal receptor de di-
nero del banco, la firma comercial Pedro A. López & Cía. que se vio forzada a su quiebra por la
caída del precio del café y al fracaso de sus actividades especulativas en la construcción de fe-
rrocarriles y la inversión en bienes inmuebles. Randall (2007, p. 33) sintetiza estos dos factores:
Uno fue el colapso del precio del café en el mercado internacional. Las pérdidas fueron in-
mensas para los bancos que habían invertido en cosechas de café con objeto de exportarlo a
mayor precio. El otro fue la especulación con tierras en diversas áreas como Carare, Guayabito
y Flores, en que la compañía se había envuelto. Estaban en juego, cerca de ciento cincuenta
mil hectáreas. Las compañías ferroviarias británicas y americanas habían expresado su deseo
de poseer derechos ferroviarios en estas áreas y la compañía López buscaba que se declarara
que las tierras eran privadas y por lo tanto susceptibles de ser vendidas en lugar de pertene-
cer al dominio nacional. La gestión de la compañía no tuvo éxito y los fondos depositados
para la construcción de las vías férreas fueron congelados.
La versión de uno de los nietos de Pedro A. López coincide con la de Randall. Según López
(2009: 103) la quiebra de la casa se debió a:
1 Para una descripción detallada de la crisis cafetera y sus secuelas ver Acosta (2003, pp. 273-307).
221 Elber Berdugo C.
litigioso por obra de las compañías americanas e inglesas que aspiraban a obtener concesio-
nes del Estado colombiano en la misma región en donde se habían descubierto los yacimien-
tos de Barrancabermeja, Infantas y la Cira.
El Gobierno Nacional, antes de que Pedro A. López & Compañía formalizara el negocio de
compra, por boca del Ministro Jesús del Corral, había expedido un certificado a Pedro A. López
& Compañía, declarando que tales terrenos no eran baldíos y habían salido del patrimonio na-
cional con anterioridad al 28 de octubre de 1873 (Código Fiscal de la Federación), cuando las
adjudicaciones de tierra comprendían el petróleo y el subsuelo, hasta entonces desconocido.
No obstante, todas esas precauciones y el concepto de los abogados más eminentes de la
época, consultados para el efecto, floreció en la Provincia de Vélez una epidemia de falsifica-
ciones e incendios de notarías que pusieron en tela de juicio la validez de la adjudicación de
las 150.000 hectáreas a Juan Florentino Sánchez durante la administración Santander.
Quebró la firma exportadora de café, como sucede todavía cuando se presentan desplo-
mes de precios en el mercado de Nueva York, y quebró entre otras razones, por la congelación
de fondos en la construcción de los dos ferrocarriles y el carácter súbitamente litigioso de los
terrenos del Carare, que se hubieran podido vender con ventaja a cualquiera de las compa-
ñías petroleras interesadas en el país, si no hubiera estado sub judice la autenticidad del título
de dominio. Con sólo haber vendido por un millón de dólares aquel activo se hubiera salvado
el resto del patrimonio de la firma, mediante la obtención de plazos para garantizar el pago
de otros pasivos.
Sostienen Child y Arango (1988, 97) que los accionistas del banco antes de su cierre defi-
nitivo adelantaban gestiones con el propósito de lograr un préstamo con el Lazard Fréres de
París-Londres por $900.000 para refinanciar la deuda del ferrocarril Tolima-Huila-Caquetá que
el departamento del Tolima no había podido cancelarle a Pedro A. López y que ahora debía
cubrir el Gobierno Nacional que lo había adquirido.
Según los autores:
El empréstito inglés sería intermediado por el grupo Pedro A. López con la garantía ge-
neral de la nación, sin comprometer específicamente ningún bien ni renta nacional, y con la
condición de contrapartida de que el Gobierno de Colombia invertiría una suma no inferior al
millón de libras del empréstito. De la suma saldría la parte para la refinanciación de la deuda
y para otras obras públicas en proyecto, como el ferrocarril del Atlántico, Bogotá-Barranqui-
lla, sobre el cual ya había, inclusive propuestas norteamericanas. (Child y Arango, 1988, p. 97)
De acuerdo con Child y Arango (1988), los inconvenientes insalvables que se presentaron
dieron al traste con las iniciativas emprendidas para rescatar al banco:
Las obras deberían ser aceptadas por la casa constructora de ingenieros Pearson & Sons, lo
cual violaba evidentemente, las disposiciones de la Ley 102 de 1922, lo mismo que la compra
en subasta pública de los materiales en Londres. El Presidente Pedro Nel Ospina, no quería
“créditos atados”. (Child y Arango, 1988, p. 97)
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Aunque las condiciones del crédito eran favorables, para Pedro A. López, el gobierno hizo
caso omiso a la petición del banquero y en víspera de la quiebra el Presidente de la República2
ordenó el retiro de los fondos oficiales de la Tesorería del Banco López y no movería un dedo
para que se aprobara el préstamo.
¿Cuál era la situación financiera del Banco López antes de suspender los pagos el 15 de
julio de 1923? El balance presentado al público por su gerente Eduardo López Pumarejo ese
día reflejaba que el
Banco sólo disponía de en caja de 180.000 pesos para cancelar un total de deudas exigi-
bles (depósitos en cuenta corriente, en caja de ahorros, y en cuentas corrientes de exporta-
ción) de cerca de 2 millones de pesos, o sea una iliquidez total de 10:1. La obligación por co-
brar, deuda del Ferrocarril del Tolima por $900 mil, tenía apenas valor jurídico de papel, pero
no valor de cambio inmediato. (Child y Arango, 1988, p. 97)
Child y Arango (1988, p. 99) sostienen que la publicación del balance fue fatal:
La cola de viudas que siempre son las más sensibles a los rumores, se formó desde el alba
en las puertas del banco... Los respaldos que exhibía el banco sobre hipotecas no contaban
para nada en estos momentos de demanda caliente de dinero.
De nada valieron las inversiones que tenía el Banco López en otros bancos que ascendían
a $572.000, ni el total de activos que sumaban $2.200.000, comparado con los $180.000 dis-
ponibles en caja para atender los retiros masivos de dinero que ante la falta de liquidez en ese
momento no pudo atender conduciéndolo el 17 de julio a suspender los pagos y por ende a
su cierre.
Child y Arango (1988 p. 98), consideran que, de todas formas, hasta con el apoyo del Ejecu-
tivo, el Banco López en menos de un año hubiera cerrado sus puertas:
Es posible que, si el gobierno del General Pedro Nel Ospina no retira los fondos que la Te-
sorería tenía en el Banco López, y si oportunamente aprueba el empréstito Lazard Fréres, el
banco hubiera podido sostenerse unos seis meses más. Pero no el Grupo López. La Misión
Kemmerer, ya les había cerrado el camino a los bancos de comerciantes.
Ejecutar todas las operaciones y prestar todos los servicios de los bancos comerciales de
giro y descuento como los que existen actualmente en el país, y que permiten las disposi-
ciones legales sobre compañías anónimas, sociedades de crédito y demás establecimientos
de esta clase, cuyos principales servicios y operaciones son los siguientes: descontar obliga-
ciones, pagarés y giros; hacer préstamos de dinero; comprar y vender giros sobre el exterior,
2 Ocampo (1989, pp. 229-230) al referirse al cierre del banco dice: “A mediados de 1923 desaparecería, en medio de un epi-
sodio confuso, que algunos analistas han asociado con acciones del gobierno de Pedro Nel Ospina dirigidas a crear una
crisis financiera propicia para la fundación del Banco de la República”.
223 Elber Berdugo C.
abrir créditos flotantes en cuenta corriente; recibir fondos en depósito a plazo o a la orden
o para pagos a la vista en cuenta corriente; comprar y vender bienes muebles e inmuebles
(AGN, Notaría segunda, escritura 1.605, 27-08-1919).
Este banco se creó con el fin de apalancar los negocios cafeteros que tenía Pedro A. López
en el oriente. La duración prevista fue de 50 años, sin embargo, apenas duró cinco viéndo-
se obligado a fusionarse con el Banco de San Gil debido al decaimiento de la economía de
la ciudad.
Otras instituciones financieras en la que participó como socio fundador Pedro A. López fue
el Banco Central Hipotecario de Colombia, Banco Republicano de Medellín, Banco Social del To-
lima, Banco Social del Huila cuyas inversiones en los tres últimos ascendieron a $572.000 y las
realizó a través del Banco López. Al igual que los otros bancos, su objetivo fue el de apoyar fi-
nancieramente el negocio del café. Debido a que no se encontró información para reconstruir
su historia, apenas se mencionan como uno de los aportes de capital que llevó a cabo en ese
proceso de expansión de su actividad empresarial.
El edificio Pedro A. López. Algunos empresarios colombianos contribuyeron a la moderni-
zación del país y de Bogotá en particular no sólo con su actividad económica sino también con
sus gustos personales refinados, aportando a la transformación arquitectónica de la ciudad.
Este fue el caso de Pedro A. López con el edificio que lleva su nombre.
Un poco de historia. La idea de construir un edificio que sirviera de centro de operaciones
de la actividad financiera del empresario surgió luego de apreciar en su visita a Nueva York,
el estilo art déco de sus edificios. Más tarde, cuando regresó a Colombia en 1908 y una vez la
prosperidad de su negocio se lo posibilitó, acometió la construcción de lo que se iría a consti-
tuir en un símbolo del corazón bancario.
Pedro A. López contrató al arquitecto norteamericano Robert Farrington para que hiciera el
diseño. La construcción la encargó a los hermanos Fred y Harold Ley, quienes posteriormente
construirían la Torre Chrysler en Nueva York, entre 1928 y 1930. La obra tardó cuatro años en
estar lista: 1919-1923. Se erigió el edificio en un terreno de 4.300 varas en “el barrio la Catedral,
junto al puente de San Francisco, esquina del antiguo parque de la artillería” (hoy en día Ave-
nida Jiménez, entre las carreras 8ª y 7ª).
En la construcción del edificio Pedro A. López, invirtió una gran suma de dinero, sin medirse
en gastos. Quería lo mejor de lo mejor.
Gastó a manos llenas para proporcionar el mayor nivel de lujo a su establecimiento comer-
cial. Se mandaron a pedir materiales de toda Europa y de Estados Unidos, sin tener reparos
en los altos costos que esto implicaba: las columnas fueron traídas desde Italia; el reloj princi-
pal desde Suiza y los modelos de puertas y ventanas se fabricaron en los Estados Unidos. De
igual manera, diversos elementos decorativos como las barandas de bronce, el mármol y las
cortinas fueron importados para dar el mayor nivel de esplendor al que hasta ese entonces
fuera la construcción más grande jamás realizada en Bogotá (Edificio Pedro A. López: inicios
del modernismo en la arquitectura colombiana, 2015).
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p. 223
224 Trayectoria empresarial de Pedro Aquilino López Medina
doi: https://doi.org/10.21789/24222704.1336
que la construcción de la edificación trajo al país como la estructura de acero revestida en ce-
mento y la introducción del primer ascensor en un edificio colombiano, entre otros avances.
El edificio estuvo en manos del Banco de la República hasta 1958. A lo largo de treinta y
cinco años, lo utilizó como sede de operaciones, de reuniones de la junta directiva y de bóve-
da. Parte de sus instalaciones se emplearon para desarrollar actividades culturales y guardar
documentos históricos. Debido a las limitaciones de espacio, el edificio se vendió al Banco Ca-
fetero. Posteriormente, el edificio se le cedió al Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, en
donde actualmente funciona.
Desde su adquisición por el Banco de la República en 1924, el edificio Pedro A. López sufrió
dos grandes intervenciones:
La primera fue en 1932, cuando se le añadió un piso a la planta cuadrada original; la se-
gunda tuvo lugar entre 1944 y 1948, cuando la estructura original, que constaba de dos ma-
sas separadas por un patio donde se encontraba una estatua de Simón Bolívar del artista Ma-
riano Benlliure Gil, cambió radicalmente al ser reemplazado el patio por un vestíbulo central,
que se conserva aún. En 1984, por cuenta del Decreto 2390 del 28 de septiembre de 1984, el
Edificio Pedro A. López fue declarado patrimonio material de la ciudad de Bogotá, por lo cual
no ha sufrido más modificaciones desde entonces (Edificio Pedro A. López: inicios del moder-
nismo en la arquitectura colombiana, 2015).
Pedro A. López, además de la actividad empresarial que desarrolló durante buena parte de
su existencia (1904-1924), incursionó en la política, pese haber renegado varias veces de ella
y criticado a su hijo Alfonso por tomar el camino de su padre Ambrosio. Así, fue Concejal de
Bogotá por el Partido Liberal entre 1917 y 1919 y Senador en 1921 por el departamento del
Tolima, siendo su suplente Enrique Olaya Herrera.
Ya retirado de toda actividad económica, política y social con el fin de dedicar los últimos
años de su vida a los menesteres domésticos en su finca, falleció en Bogotá el 13 de octubre
de 1935, a la edad de 78 años.
Conclusiones
En este ensayo se dio cuenta de la actividad empresarial que llevó a cabo el empresario Pe-
dro Aquilino López Medina. Este hombre nacido en Bogotá y de extracción humilde, gracias a
225 Elber Berdugo C.
su tenacidad, su astucia y habilidad para los negocios, su capacidad para aprovechar las opor-
tunidades que el entorno le brindó y al apoyo de miembros de la familia Samper Agudelo, sus
relaciones con empresarios y banqueros nacionales y extranjeros, se convirtió en una de las
figuras prominentes del empresariado del país descollando como exportador de café y gestor
de proyectos relacionados con la actividad bancaria, manufacturera, los transportes y servi-
cios públicos entre otros.
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gotá Jorge Tadeo Lozano.
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tiempo&economía
Vol. 5 N.° 2 - Julio - Diciembre del 2018
p. 225
Reseña: La economía colombiana del siglo XX:
Un recorrido por la historia y sus protagonistas.
Carlos Caballero. Penguin Random House,
2016.
Edwin López Rivera
Candidato a doctor, Universidad de California, San Diego y
profesor asociado de la Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano, Colombia
https://orcid.org/0000-0001-5472-4010
[email protected]
Fecha de recepción: 31 de mayo del 2018
Fecha de aceptación: 26 de junio del 2018
Disponible en línea: 27 de junio del 2018
Sugerencia de citación: López Rivera, E. (2018). Reseña. La economía colombiana del siglo
XX: Un recorrido por la historia y sus protagonistas. tiempo&economía, 5(2), 227-231,
doi: https://doi.org/10.21789/24222704.1361
tiempo&economía
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228 Reseña. La economía colombiana del siglo XX: Un recorrido por la historia y sus protagonistas. Carlos Caballero. Penguin Random
House Grupo Editorial Colombia, 2016.
productos como el petróleo y el banano. A partir de la década de 1930, el ciclo económico co-
lombiano siguió de cerca las oscilaciones del precio del café a la par que surgió un grupo de
industriales que pudieron acceder a financiamiento y bienes de capital en el exterior gracias a
las condiciones favorables generadas por las exportaciones de café. Así, la modernización del
país, el desarrollo económico y la política económica estuvieron fuertemente influenciados
por los hombres detrás de la producción cafetera e industrial, ¿quiénes eran estas personas?
¿Cuál era su procedencia? ¿Cómo afectaron la política pública y el desarrollo económico co-
lombiano entre 1930 y 1990? Todas estas preguntas las aborda Carlos Caballero, profesor de la
Universidad de los Andes, en su libro La economía colombiana del siglo XX.
El argumento central de la obra es que cafeteros e industriales tuvieron una incidencia de-
terminante en el diseño de la política económica entre 1930 y 1990. Esta influencia tomó la for-
ma de instrumentos de política macroeconómica como tasas de cambio múltiples, controles
administrativos a las importaciones, controles de cambio, etc., los cuales favorecieron las ac-
tividades económicas de cafeteros e industriales en detrimento de otros sectores económicos
como el de las exportaciones no tradicionales, el financiero y el comercio interno (p. 27). En
esta obra Caballero expone la doble historia de la economía colombiana en el siglo XX y de la
manera como cafeteros e industriales controlaron la política pública en función de sus propios
intereses.
A lo largo de nueve capítulos, Caballero estudia la interacción de individuos y grupos de
interés con el Estado y el efecto de estas interacciones en el desarrollo económico colombia-
no. Un ejercicio de cuantificación de términos que aparecen con mayor frecuencia en el texto
muestra que la Federación Nacional de Cafeteros es nombrada 44 veces y andi: la Asociación
Nacional de Industriales 20, lo cual pone en evidencia el carácter protagónico del café, los caf-
eteros e industriales en el análisis del autor y su interpretación del desarrollo colombiano en el
siglo xx. El libro sigue una narrativa más o menos cronológica hasta el capítulo vii y en el capítu-
lo viii se hace un análisis de economía política de los agentes y organizaciones que manejaron
la economía desde 1930 hasta 1990. Al final del libro el autor estudia la economía colombiana
entre 1991 y 2015, a la luz de la historia económica del siglo xx y los retos a los que se enfren-
tan los actores económicos y la economía colombiana en la actualidad.
El análisis se desarrolla en a torno tres periodos definidos: desde mediados del siglo xix
hasta 1905 (capítulo i), 1905 a 1931 (capítulos ii y iii), 1930 a 1991 (capítulos iv al vii) y 1991 a
2015 (capítulo ix). Luego de un convulsionado siglo xix, se inicia la expansión cafetera a partir
de 1905. Con las reformas constitucionales de la administración Reyes (1904-1909) se inició
un periodo de relativa paz y estabilidad política en el que surgieron entidades claves para el
desarrollo de la economía colombiana como el Banco de la República, la Superintendencia
Bancaria y la Contraloría General de la República, así como el Ministerio de Hacienda y Crédito
Público en 1923. De igual manera, los principales líderes cafeteros del país, entre ellos el futu-
ro presidente Mariano Ospina, fundaron la Federación Nacional de Cafeteros en 1927, agre-
miación que permitiría organizar la institucionalidad cafetera y que le daría voz y poder de
negociación a los cafeteros frente al gobierno. El poder económico y político ostentado por
la Federación en el ámbito local fue reforzado por los acuerdos internacionales del café entre
1941 y 1989. El fin del acuerdo, la apertura económica y las reformas institucionales conteni-
das en la Constitución de 1991 significaron para el autor el fin de la estructura económica de-
sarrollada desde 1905 alrededor del café y la búsqueda de un nuevo modelo de desarrollo y
229 Edwin López Rivera
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p. 229
230 Reseña. La economía colombiana del siglo XX: Un recorrido por la historia y sus protagonistas. Carlos Caballero. Penguin Random
House Grupo Editorial Colombia, 2016.
El libro también explora la evolución de los actores de política económica a lo largo del si-
glo xx, argumentando que hacia finales de ese siglo los encargados de la política económica
del país pasaron de ser “élites ilustradas” a “técnicos políticos” o “tecnopols”. Esta es una intere-
sante discusión que ha estado presente recientemente en los estudios sociales de la economía
latinoamericana. Uno de los principales retos a los que se enfrentaron los primeros gobiernos
republicanos fue el de poder contar con unos funcionarios preparados para afrontar las tareas
diarias de la administración pública, reto que se extendió a lo largo del siglo xix. Muchos de
los intelectuales y funcionarios virreinales más lúcidos de las postrimerías del periodo colonial
fueron fusilados durante la Reconquista, por lo cual los primeros gobiernos estuvieron confor-
mados, principalmente, por militares y algunos civiles que en general fueron “buenos para la
guerra, malos para la paz” (Contreras, 2010) con algunas notables excepciones. Esta tenden-
cia se revirtió a mediados del siglo xix cuando civiles educados en leyes y humanidades em-
pezaron a ocupar cargos públicos a nivel central y en las principales ciudades del país. Ya para
principios del siglo xx hombres de negocios empezaron a ocupar puestos públicos tanto en el
nivel ejecutivo como en la junta directiva del Banco Central y para 1990 aparecieron funciona-
rios con doctorados en economía y con cierto recorrido en la política y la administración públi-
ca, conocidos como “tecnopols”, lo cual también sucedió en países de la región como México,
Chile y Argentina. La profesionalización de la administración pública en México presenta un
interesante punto de comparación. Durante la época del Porfiriato (1876-1911) surgió un gru-
po de funcionarios conocidos como “los científicos” fuertemente influenciados por el positiv-
ismo francés de Auguste Comte y que buscaban aplicar métodos provenientes de las cien-
cias sociales a la solución de problemas de la administración pública, con el fin de conducir a
México por la senda de la modernización y la industrialización (Priego, 2016). Después de la
Revolución Mexicana, el término volvió a aparecer durante el gobierno de Plutarco Elías Calles
(1924-1934) para designar a funcionarios públicos que provenían del sector privado y que
tenían un conocimiento mucho más solido en finanzas y negocios en comparación con sus
antecesores decimonónicos. La influencia del positivismo en la administración pública a fina-
les del siglo xix y principios del xx también se puede apreciar en países como Brasil, Argentina
y Chile. Aunque el libro no profundiza en estos aspectos, sí plantea pistas interesantes para
avanzar en estudios sobre la formación y evolución de la burocracia y la administración públi-
ca colombiana, en especial en el capítulo viii.
Otro aspecto interesante que explora el libro es la relación entre poder político y económi-
co y las disparidades económicas regionales. Una de las principales conclusiones del autor es
que los dirigentes provenientes de las prosperas regiones de Antioquia, viejo Caldas y Bogotá
manejaron la economía entre 1930 y 1990, mediante su influencia en cargos de poder como
el Ministerio de Hacienda, la Junta Directiva del Banco de la República, la dirigencia gremial,
entre otros. La presencia dominante de estos dirigentes y políticos explica “el mayor desarrollo
relativo de la zona central del país en contraposición con las regiones en la periferia colombi-
ana como las costas sobre el mar Caribe y el Pacífico, el sur y la parte oriental de Colombia” (p.
367). Sin embargo, estas disparidades regionales venían desde finales del siglo xix, así que la
prominencia de los dirigentes de estas regiones estaba respaldada, precisamente, por el may-
or desarrollo relativo de sus regiones de origen.
Caballero presenta en este libro una interpretación de la economía política de la política
económica colombiana en el siglo xx que permite entender mejor los retos de la coyuntura
231 Edwin López Rivera
económica actual. Es un libro escrito en una narrativa amena y clara, que además está dis-
ponible en formato digital lo cual lo hace de fácil acceso a lectores no solo en Colombia sino
en el resto del mundo, ejemplo que más editoriales colombianas deberían seguir.
La gran conclusión del autor es que la interacción de los intereses de los cafeteros, indus-
triales, y las autoridades económicas y políticas determinó el manejo cambiario, la política ex-
terior, el manejo monetario y financiero y la política fiscal entre 1930 y 1991. A partir de 1991
la nueva Constitución, las reformas estructurales, la terminación del pacto internacional del
café y el fin de la Guerra Fría transformaron para siempre los incentivos y las estrategias de
los agentes económicos nacionales. La descentralización introdujo nuevos actores al proceso
de definición de la política económica modificando la rígida estructura de negociación exis-
tente desde 1930. El gran reto para los encargados de la política pública en la actualidad es el
de adaptarse a estas nuevas estructuras de negociación en el contexto de la globalización, el
ritmo acelerado del cambio tecnológico y los desafíos que plantea el fin del conflicto armado
en Colombia.
Referencias
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tiempo&economía
Vol. 5 N.° 2 - Julio - Diciembre del 2018
p. 231
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Ejemplo:
Ojeda, R. (2008). Abastecimiento de Santafé antes de la Independencia. A propósito de la
tienda de Llorente. Revista Tabula Rasa, 8, 14-17. https://doi.org/xxxxxxxx/xxxxx
Baier, S. & Bergstrand, J. (2011). The growth of world trade: Tariffs, transport costs, and inco-
me similarity. Journal of International Economics, 53(1), 1-27. https://doi.org/xxxxx/xxxxx
Jacks, D., O’rourke, K. & Williamson, J. (2011). Commodity price volatility and world market
integration since 1700. Review of Economics and Statistics, 93(3), 50-73. Recovered http://www.
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Referencia de libro
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Ejemplo:
Urrutia, M. (2010). Precios y salarios en el siglo XIX. En A. Meisel y M. Ramírez (eds.), Econo-
mía colombiana del Siglo XIX (pp. 7-40). Bogotá: Banco de la República.
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Ojeda, R. (2008). Abastecimiento de Santafé antes de la Independencia. A propósito de la
tienda de Llorente. Revista Tabula Rasa, 8, 14-17. https://doi.org/xxxxxxxx/xxxxx
Baier, S. & Bergstrand, J. (2011). The growth of world trade: Tariffs, transport costs, and in-
come similarity. Journal of International Economics, 53(1), 1-27. https://doi.org/xxxxx/xxxxx
Jacks, D., O’rourke, K. & Williamson, J. (2011). Commodity price volatility and world market
integration since 1700. Review of Economics and Statistics, 93(3), 50-73. Recovered http://www.
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