Punteo Textos Adultos
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UNIDAD 2
LACAN- PROPOSICIÓN DEL 9 DE OCTUBRE
La transferencia se concibe a partir del término del Sujeto Supuesto Saber ¿Sujeto supuesto
por quién, sino por otro sujeto? Planteando al sujeto como lo que un significante representa para
otro significante, podemos volver más manipulable la noción de S.S.S. El sujeto es el significado
de la pura relación significante. ¿Y el saber, donde asirlo? El saber no es menos supuesto, que
el sujeto. Lo que define como ternaria la función psicoanalítica es la introducción del significante
del psicoanalista en la relación artificial del psicoanalizante en potencia. Aquel que es
psicoanalista no puede deslizarse dentro de este signifcado al que se le imputa el saber. Porque
su saber es aquello de lo que él no quiere saber nada. El único sujeto en cuestión es el
psicoanalizante.
Lo que el sujeto de la transferencia se supone que sabe, sin que el psicoanalizante lo sepa aún
es un texto, si es que el icc es efectivamente lo que sabemos: estructurado como un lenguaje.
Todo lo que el analista sabe no tiene que nada que ver con el saber textual que el sujeto
supuesto saber le significa: el icc Simplemente el significante que determina a un cierto sujeto,
tiene que ser retenido por él por lo que significa: el significado del texto que él no sabe.
La posición de “no saber” noe s de modestia, es la producción “en reserva” de la estructura del
único saber oportuno.
¿Qué es lo que al final del análisis puede darse a saber? En su deseo, el psicoanalizante
puede saber lo que él es. Pura falta en tanto que, es por medio de la castración que encuentra
lugar en la relación llamada genital. Puro objeto (a) en tanto que el obtura la hiancia esencial que
se abre en el acto sexual.
Si digo que el psicoanalizante es causa de su división, es en cuanto se ha convertido en el
significante que supone el sujeto del saber, sólo que no lo sabe.
EL sujeto supuesto saber del lado del psicoanalista ¿Qué puede pensar está ante lo que cae
del ser del psicoanalizante? “Que él sepa cómo que es de él, lo que yo (el psicoanalista) no
sabía del ser del saber y que ahora tiene por efecto que lo que yo no sabía ésta de él (el
psicoanalizante) borrado? El psicoanalista dejó obtener al psicoanalizante del sujeto-supuesto-
saber.
UNIDAD 3
LA PREGUNTA HISTÉRICA II
El neurótico hace su pregunta neurótica, su pregunta secreta y amordazada con su yo. La
tópica freudiana del yo muestra como una o un histérico, como un obsesivo usa de su yo para
hacer la pregunta, es decir, precisamente para no hacerla. L estructura de la neurosis es
esencialmente una pregunta. Lo ilustra muy bien la histeria y el caso Dora
Dora es una mujer capturada en un estado sintomático muy claro Freud se pregunta qué dea
Dora, antes de preguntarse quién desea en Dora.. Freud termina percatandose que es la señora
K la que interesa a Dora, en tanto que ella misma está IDENTIFICADA AL SEÑOR K. La
cuestión de saber donde es el yo de Dora está así resuelta: El yo de Dora es el señor k
Mediante su neurosis la pregunta de dora es la siguiente: ¿Qué es ser una mujer?
Hay una disimetría fundamental en el Edipo del hombre y en el de la mujer. Esa asimetría se
debe a que no hay, simbolización del sexo de la mujer en cuanto tal. En todos los casos,la
señalización no es la misma, no tiene la misma fuente, el mismo modo de acceso ue la
simbolización del sexo del hombre. Y esto porque lo imaginario proporciona una ausencia donde
en otro lado hay un símbolo muy prevalente. Es la prevalencia de la gestalt fálica la que refuerza
a la mujer a tomar el rodeo de la identificación al padre.. Lo que está en juego es una disimetría
en el significante. Donde no hay material simbólico hay obstáculo, defecto para la realización de
la identificación esencial para la realización de la sexualidad del sujeto. El sexo femenino tiene
un carácter de ausencia, de vacío de agujero.
lA REALIZACIÓN DE LA POSICIÓN SEXUAL EN EI SER HUMANO ESTÁ VINCULADA, A LA
PRUEBA DE LA TRAVESÍA DE UNA RELACIÓN FUNDAMENTALMENTE SIMBOLIZADA, EL
eDIPO. eN TANTO LA FUNCIÓN DEL HOMBRE Y LA MUJER ESTÁ´SIMBOLIZADA, EN TANTO
ES LITERALMENTE ARRANCADA AL DOMINIO DE LO IMAGINARIO PARA SER SITUADA EN
EL DOMINIO DE LO SIMBÓLICO, ES QUE SE REALIZA TODA POSICIÓN SEXUAL NORMAL,
ACABADA. l RELACIÓN GENITAL ESTÁ SOMETIDA A LA SIMBOLIZACIÓN.
En el entrecruzamiento entre lo imaginario y lo simbólico yace la fuente de la función esencial
que desempeña el yo en la estructuración de la neurosis.. Cuando Dora se pregunta ¿Qué es
una mujer? intenta simbolizar el órgano femenino en cuanto tal. Su identificación al hombre
portador del pene, le es en esta ocasión un medio de aproximarse a esa definición que se le
escapa. El pene le sirve literalmente de instrumento imaginario para aprehender lo que no logra
simbolizar. Volverse mujer y preguntarse qué es una mujer son dos cosas esencialmente
diferentes. Diría aún más, se pregunta porque no se llega a serlo y hasta cierto punto
preguntarse es lo contrario de serlo.
EN la histeria masculina la relación edípica está mejor estructurada en el hombre, le pregunta
histérica tiene menos posibilidades de formularse. Pero si se formula ¿Cúal es? . El histérico y la
histérica se hacen la misma pregunta. La pregunta del histérico también atañe a la posición
femenina El factor común a la posición femenina y a la pregunta masculina en la histeria se trata
de la pregunta de la procreación. Nada explica en lo simbólico la creación. Nada explica que se
necesario tampoco que unos seres mueran para que otros nazcan.
OBSESIÓN Y FEMINIDAD
Hay un fracaso en la solución sintomática en la vía de la compulsión que deja un resto. Habla
del término OBLATIVIDAD. Es el término que fue eligiendo Lacan para entender esta cara más
real de la obsesión. Es fundamentalmente sostener al Otro en el plano de la demanda, iguala el
obsesivo su desseo a la demanda del Otro, a lo que pide el otro. Esta es la posición oblativa del
obsesivo, la posición en que resuelve su deseo convalidando en un DON, el pago, el pago de
una deuda, etc. La profunda solución es que, ante el enigma del deseo, convertirlo en una
posición oblativa y de pago de una deuda. En esa cara hacen no ver al síntoma tanto en un
sentido patológico sino que se empieza a ver más desde la solución respecto del hueco de la no
relación sexual. L actitud de dedicar inclusive la vida, al don hacia el Otro y hacia la demanda del
Otro es una modalidad en la que el obsesivo encuentra un goce. Vivir para pagar y cumplir con
lo que nos demanda el Otro. Si hoy esta sacudida esa posición era porque no se sabe muy bien
que pide el otro y por eso hay más angustias. Todo esto tiene que ver con la cara real del
síntoma. Si volvemos al síntoma fundamental del aislamiento, que en todos los casos figura
como distintas maneras de sostener un gran A sin barrar, sea por la consistencia de la demanda,
sea por la consistencia del mundo todo fálico aquí en la otra carm hay un elemento que nos
arruina nuestras concepciones de Gran Otro completo, es esa característica impredecible,
azarosa, imposible de la muerte. El sgte muerte indica siempre esa castración del Otro. Llega el
obsesivo incluso a pensar que si staria bien analizado zafaria del “accidente de la muerte”, que
eso es por una falla de cálculo. el Obsesivo dice de la muerte: “es incalculable pero podría
haber sido calculable”.
UNIDAD 4
1
Eso mismo que constituye el mérito del discurso deja a la histeria en un impasse; Si
retraducimos este impasse de acuerdo a la enseñanza precedente de Lacan y que aquí se
retoma, diríamos que por un lado la histérica se opone al falo como semblante bajo la forma
tanto del ser como del tener, pero por otro se afirma en reclamarlo. La decepción de Freud es
por el hecho de que la histérica no se separará del falo durante el análisis. Según Lacan, no es
cualquier falo del que no se separa, sino del falo ideal, de aquel que prometería la relación
sexual. En su teatro fantasmático es aquel portado por el hombre de su identificación viril, y
encarnado por La mujer de su identificación histérica.
Pasar por un hombre para alcanzar a una mujer en su goce resume el fantasma histérico en su
tipicidad. “De este modo, no es donde se cree sino en su estructura de sujeto donde la histérica
conjuga la verdad de su goce con el saber implacable que ella posee de que el Otro apto para
causarlo es el falo, es decir un semblante.
La inscripción del sujeto histérico en el discurso analítico contempla la posibilidad de que se
produzca como una histeria calificada: “cuya función, como perciben bien les estoy presentando,
renuncie a la clínica lujuriante con la que ella ocupaba el hiato de la relación sexual” (Lacan
J.1971 [2009] p.144). El análisis deberá dirigirse a reducir la clínica lujuriosa, a aplacar el teatro
sostenido de la verdad, para extraer de allí la función lógica del deseo y por una operación de
vaciamiento que se irá produciendo paulatinamente, se irá despejando una función en su lugar.
Hará falta un paso más aún para qué deseo del analista y deseo histérico deban separarse. En
ese lugar abierto se revelarán para el sujeto los significantes con los que ha intentado suturarlo:
todos los caviares y salmones ahumados para la bella carnicera, todos los cuerpos blanquísimos
para Dora. Una ligera torsión desde La hacia una mujer, tal es la propuesta de Lacan para una
nueva política de la histeria:
No va de suyo que una mujer se interese en la relación con el otro sexo, se trata de una
cuestión de carácter contingente, no necesario, que se evidencia cada vez más en la clínica
actual. Ahora bien, si la histérica acepta esta contingencia, seguida a través del mencionado
empalme con el discurso analítico, se configura un nuevo punto de partida para ella justamente
en ese lugar del impasse.
Su política se orientará entonces a encontrar un hombre. Si lo masculino solo se sitúa en el falo
por su relación al universal, para hacer lo propio con el lado femenino será en cambio necesario
que esta función se singularice. Es para eso que se requiere una política, es decir, una
orientación que en el lazo social dirija al sujeto a obtener un hombre en singular. Lacan nombrará
a ese hombre, como es habitual que proceda en su última enseñanza, con un neologismo: el
hommoizin. Se trata del hombre definido como “al menos uno” (Lacan J.1971 [2009] p.132) a
partir de una mujer que con él se relacione.
Como decíamos, delinear esta salida del discurso histérico conduce a los primeros planteos de
las fórmulas de la sexuación. Leída ahora desde la teoría de la sexuación, la aporía histérica se
traduciría como la pretensión de alcanzar a la mujer universal por la vía de la identificación al
hombre. Pero por tratarse de lo femenino, que sólo puede alcanzarse en el ámbito de lo singular,
es que se hace necesario el pasaje por el hommoizin, el hombre que funciona como excepción al
universal.
Ella le reserva a él la castración deliberadamente porque será el método que se da para
obtener de él su al-menos-uno. Si lo consigue, es decir, si logra ubicar lo singular del lado del
hombre, entonces y solo así, ella podrá prestarse a ofrecerle su mascarada, esto es, prestarse a
encarnar el semblante del falo bajo la forma del ser y articularse a él que hace ahora función de
la castración como dimensión de lo singular.
Esto nos plantea una nueva orientación de lectura acerca del trabajo que se toma la histérica
para barrar al amo en la pareja. Allí donde registrábamos su insatisfacción interminable en el
empeño de explorar y explotar el saber del amo, ahora podemos reconocerla como la vía de
acceso a la singularidad de su goce.
Es este momento en el que para Lacan comienza un movimiento que tiene la posibilidad de ir
más allá del semblante fálico y orientarse hacia el goce femenino. Es en el camino abierto de lo
singular donde se encuentra el hueso para roer un goce que no se totaliza.
Un pequeño relámpago
Por Eduardo Suárez
Interrogar de qué real se trata para el siglo XXI equivale a hacerse una idea de este pequeño
relámpago que introduce el psicoanálisis entre un mundo que declina y el próximo que ya
estamos viviendo
En “La tercera” Lacan toma como punto de partida una alegoría para el Parlêtre: el gato y su
ronroneo, evocando el ronroneo de lo que llama lalengua 2. En el principio, una minúscula
alternancia que se repite y un cuerpo que se ve afectado por ella. Una “pura y simple repetición”
de un elemento sin sentido que se goza. Este pequeño fenómeno capta la novedad acerca de lo
real para el psicoanálisis, que, en última instancia, puede reducirse a una singular articulación de
la palabra con el sexo en el ser hablante.
Decir que el psicoanálisis se ocupa del síntoma como aquello que proviene de lo real es decir
que se ocupa no de lo que funciona, sino de aquello que entorpece la buena marcha de las
cosas según el amo. El hecho novedoso es la extensión de lo real como aquello que no
funciona, por acción y efecto de la ciencia. Anticipados por la ciencia ficción, hoy los síntomas de
ese real se reproducen a escala planetaria. Consecuentemente, Lacan hace depender el
porvenir del psicoanálisis a la relación que el analista pueda establecer con ello.
2 Lacan, J., “La tercera”, en Intervenciones y textos 2, Manantial, Bs. As., 1988
salvaje. La transferencia sin analisi es el acting out. El acting out sin análisis es la transferencia.
Para actuar frente al acting out se han plantado tres posibilidades: interpretar, prohibir, reforzar
el yo.
En cuanto a interpretarlo, eso está condenado a tener pocos efectos, aunque sólo fuese porque
para eso está hecho el acting out, lo que hace el sujeto en el acting out es para ofrecerse a
interpretación. No es el sentido de lo que se interpreta lo que cuenta, sino el resto.
En el caso de homsoexualidad femenina Freud dice que esta paciente le mentía en sueños.
Los sueños de esta paciente indican cada día mayores progresos hacia el sexo al que ella está
destinada, pero Freud no se lo cree. La misma persona le dice que miente. Ella misma le dice
que esos sueños son mentirosos, y Freud se encuentra con que el icc puede engañarnos. Freud
en ese momento esta conmigo por esta amenaza a la fidelidad del icc y entonces pasa al acto.