Capitalism o Tier Ray Poderi I

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En

1959, Marie-Louise von Franz recopiló para sus alumnos parte de sus
conocimientos en una serie de nueve conferencias que forman esta obra,
donde analiza linealmente el proceso alquímico con un pensamiento del
«lado derecho del cerebro» para desmitificarlo parcialmente.
Fue Jung quien descubrió en el campo de la filosofía hermética o alquimia un
paralelismo con el proceso por él propuesto: «la individuación». En este libro
demuestra que aunque a primera vista este proceso y la pseudo-química de
la alquimia no tengan mucho en común, en el fondo, ambos buscan el
equilibrio emocional y la plenitud a través del análisis y síntesis de los
opuestos.
Todo aquél interesado en su propio desarrollo personal es un alquimista, por
lo que hallará en este libro una guía práctica para seguir el proceso que tiene
lugar en el laboratorio de su inconsciente.

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Marie-Louise von Franz

Alquimia
Introducción al simbolismo

ePub r1.0
Titivillus 22.10.17

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Título original: Alchemy An Introduction to the Simbolism and the Psichology
Marie-Louise von Franz, 1980
Traducción: Marta Guastavino
Ilustraciones: →

Editor digital: Titivillus


ePub base r1.2

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ÍNDICE
Agradecimientos
1.ª conferencia: INTRODUCCIÓN
2.ª conferencia: LA ALQUIMIA GRIEGA
3.ª conferencia: LA ALQUIMIA GRIEGA
4.ª conferencia: LA ALQUIMIA GRECO-ÁRABE
5.ª conferencia: LA ALQUIMIA ÁRABE
6.ª conferencia: LA ALQUIMIA ÁRABE
7.ª conferencia: AURORA CONSURGENS
8.ª conferencia: AURORA CONSURGENS
9.ª conferencia: AURORA CONSURGENS

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Agradecimientos
Este libro se basa en la transcripción, hecha por Una Thomas, de la serie de
conferencias pronunciadas por la doctora von Franz en el Instituto C G Jung de
Zurich, en 1959. La autora y el editor agradecen a la señorita Thomas su fiel
preparación de la versión original. El texto en su forma actual fue revisado para su
publicación por Daryl Sharp y Manon Woodman Daryl Sharp seleccionò las
ilustraciones, escribió los epígrafes y compilo el índice.

El huevo filosófico es no solo el lugar de nacimiento sino el recipiente contenedor de las nuevas
actitudes simbolizadas por el objetivo alquímico de la coniunctio, la unión de los opuestos (masculino
y femenino, la conciencia y el inconsciente, etc.). Aquí ese objetivo está representado como el
hermafrodita que triunfa sobre el dragón y el globo alado del caos, los rostros amenazantes del
inconsciente. Los siete planetas representan diferentes aspectos de la personalidad y las siete etapas
de la transformación. —Jamsthaler, Viatonum spagyricum (1625).

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1. La montaña de los adeptos. El proceso de la evolución psicológica es análogo a las etapas de la
transformación alquímica de la materia básica en oro —la piedra filosofal—, representada aquí como
un «templo de los sabios» sepultado en la tierra. El fénix, símbolo de la personalidad renovada, está a
caballo entre el sol y la luna. El zodiaco en el fondo simboliza la duración del proceso, los cuatro
elementos indican la totalidad. El hombre con los ojos vendados representa la búsqueda a tientas de la
verdad, el investigador, preparado para seguir sus instintos naturales, muestra el camino correcto.

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ALQUIMIA
Cánticos que resuenan en la noche, como sierpes ondeantes de bravura; dosel de fina
gasa transfiguran un solemne ritual, de este poder. Rebeldes, pero heroicos fueron
siempre, aquellos, que, en virtud en aliciente, pudieron entregar sin calcular. Quien
usó de esa magia inigualable, es que fue; en sus principios, venerable escudero al son
de lo loable. Heroica redención, del Alto Rey, que asumió sus potencias invisibles, y
al querer perdurar, en lo posible, en su castillo hizo su cuartel. Horizontes perdidos,
fueron ellos, que unieron su dolor, al balancín de finos cascabeles que resuenan, y al
cielo, configuran su venir. Si el fuerte pedestal, quedó en la cumbre, la antorcha de su
fe lo alumbrará, encontrando la piedra y, a su lumbre, enfrentándose a ella prenderá.
Quisieron escrutar en lo profundo, y, de ese misterioso socavar, pudieron verter en las
tinieblas, sacando de lo oscuro la verdad.
Y de ella, su calor, les dio el abrigo que, en simultáneo amor los unirá.
Velozmente, su marcha será un trino virginal, alegórico y ritual que será oído
siempre, desde el nido, donde el grito fue su patria potestad, y acallarán las voces sin
sentido, cuando surja de la alquimia, la verdad, y en fueros de principios intangibles,
lo cósmico, verter en aludibles arquetipos que fraccionan lo visible, con atenuantes
miras de llegar, el archivo donde nacen las simientes, que en cautiva, brillante y
blanca fuente, renacen como aves, a volar al sitial donde tienen sus figuras, que,
retoman las líneas que los guían con premisas de un Todo, a lo Total.
Y escuchando las voces del Oriente, tendrán mucho que ver en el presente, de esta
fragua ardiente, en eclosión. Eran todos eones que, perdidos, transitaban el arco de un
olvido, y fueron la verdad y la razón detrás de la magia, que perenne, tenía como
endeble, su misión. El lugar de los grandes campeadores, tenazmente, es hurgar en
los arcones de un pasado que viene a vislumbrar. No es de hoy sino; siempre fueron
leales, los que usaron su magia y sus rituales para dar al embrión, su gran misión, de
la triple energía que hoy culmina en visión de lo grande, en redención.
Y en este dimitir de esa gran forma, pretender discernir el gran misterio, quizás,
quien fuera dueño, del imperio que encierra la palabra, transmutar. La alquimia que,
tal vez, fue figurada en remotos albores de un pasado, para abrir en la vía, su caudal
de verdades sutiles, irrumpidas por vidas, que cesaron en un día y hoy comienzan tal
vez su cabalgar, surgiendo cual brillante trilogía que es: aliento, verdad y potestad.
Cinceles de esculpidas impresiones fueron siempre la razón de esos campeones que
supieron horadar la gran verdad, y, en estas letras que hoy, están escritas, verifican
que de esta gran alquimia sus pasos se pudieron encontrar, y al llegar al fondo de ese
evento, discernir de lo efímero, lo real.
Chela Sisti - Elio A. Casali

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Primera conferencia
INTRODUCCIÓN
He meditado mucho sobre la forma en que debía dar este curso destinado a
introducirlos a ustedes en el simbolismo de la alquimia, y me decidí por una breve
interpretación de muchos textos, en vez de optar por un texto único como en otras
ocasiones. Como las conferencias serán nueve, me propongo dar tres sobre la
alquimia en Grecia antigua, tres sobre el arte alquímico árabe y las tres últimas sobre
la alquimia europea tardía, de modo que de ellas se obtenga al menos un atisbo de
cada fase de la evolución de esta ciencia.
Como ustedes saben, el doctor Jung ha consagrado muchos años de estudio a este
tema, que prácticamente exhumó del estercolero del pasado, ya que se trataba de un
dominio de la investigación desdeñado y olvidado que él consiguió resucitar.
El hecho de que ahora un mínimo folleto se venda por unos cien francos suizos,
en tanto que hace más o menos diez años se podía comprar por dos o tres francos un
libro excelente sobre alquimia, se debe en realidad a Jung, porque a no ser por el
interés demostrado por algunos círculos de la francmasonería, y posteriormente por
los rosacruces, cuando él empezó a trabajar sobre el tema nadie sabía prácticamente
nada sobre la alquimia.
Tan pronto como nos adentremos en los textos entenderán ustedes en alguna
medida cómo llegó a ser olvidada la alquimia y por qué todavía, incluso en los
círculos junguianos, mucha gente dice que puede coincidir con Jung en lo que se
refiere a la interpretación de los mitos, y también a todo el resto de su obra, pero que
cuando se trata de alquimia dejan de leer —o leen a regañadientes y de mala gana—
sus libros sobre el tema. Esto se debe a que la alquimia es, en sí misma,
tremendamente oscura y compleja, y los textos muy difíciles de leer, de manera que
se necesita un bagaje enorme de conocimiento técnico si quiere uno adentrarse en
este campo. Ofrezco este curso introductorio a los estudiantes en la esperanza de que
les permita adentrarse mejor en el tema, de modo que cuando lean los libros de Jung
tengan ya un caudal de conocimientos que les permita entenderlos.
En su libro Psicología y alquimia Jung introdujo, por así decirlo, la alquimia en la
psicología, primero publicando una serie de sueños de un estudioso de las ciencias
naturales que contienen gran cantidad de simbolismo alquímico, y después ofreciendo
citas de textos antiguos, con lo cual esperaba demostrar lo importante y moderno que
es este material, y cuánto lo que tiene para decir al hombre moderno. El propio Jung
descubrió la alquimia en forma absolutamente empírica. Una vez me contó que en los
sueños de sus pacientes aparecían con frecuencia ciertos motivos que no podía
entender, y que un día, observando viejos textos sobre alquimia, halló una relación.
Por ejemplo, un paciente soñó que un águila empezaba a volar hacia el cielo y
después, súbitamente, giraba hacia atrás la cabeza, empezaba a devorarse las alas y

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volvía a caer a tierra. El doctor Jung captó el simbolismo sin necesidad de
comparaciones históricas, como por ejemplo: el espíritu ascendente o el ave pensante.
El sueño muestra una enantiodromía, lo opuesto a la situación psíquica. Al mismo
tiempo estaba impresionado por el motivo que cada vez más era reconocido como
arquetípico y que debía, casi obligadamente, tener un paralelo, aunque no podía
encontrarse en ningún lugar, aparecía como tema general. Entonces, un día descubrió
el Ripley Scroll, que da una serie de imágenes del proceso alquímico —publicadas en
parte en Psicología y alquimia—, donde un águila con cabeza de rey se vuelve hacia
atrás para comerse sus propias alas.

2. El águila como símbolo del espíritu, por el cual, según Jung, los alquimistas se referían a
«todas las facultades mentales superiores, como la razón, la intuición y el discernimiento moral».

La coincidencia lo impresionó muchísimo, y durante años la tuvo presente, con la


sensación de que en la alquimia había algo más, y de que debía profundizar en el
tema, pero no se decidía a abordar este campo complejísimo porque se daba cuenta
del enorme trabajo que significaría y de que le exigiría refrescar sus conocimientos de
latín y griego, y leer muchísimo. Finalmente, sin embargo, llegó a la conclusión de
que tenía que hacerlo, de que era demasiado lo que el tema ocultaba y de que ese
material era importante para que pudiéramos entender mejor el material onírico de las

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gentes modernas.
El doctor Jung no se lo planteó como problema teórico, sino que vio un
paralelismo sorprendente con el material con que estaba trabajando. Pero ahora
podríamos preguntarnos por qué habría de estar el simbolismo alquímico más
próximo de las producciones inconscientes de muchas personas modernas que ningún
otro material. ¿Por qué no habría de bastar con estudiar mitología comparada, y
profundizar en los cuentos de hadas y en la historia de las religiones? ¿Por qué tenía
que ser especialmente la alquimia?
Para ello hay diversas razones. Si estudiamos el simbolismo en la historia
comparada de la religión, o en el cristianismo —todas las alegorías de la Virgen
María, por ejemplo, o el árbol de la vida, o la cruz, o el simbolismo del dragón en el
material cristiano medieval, etcétera—, o si estudiamos mitología, como por ejemplo
la de los indios norteamericanos (las creencias de los hopis, las canciones de los
navajos, etc.), en cada caso estamos enfrentándonos con material producido por una
colectividad y comunicado por una tradición más o menos organizada. Entre los
indios norteamericanos hay tradiciones de los médicos brujos que comunicaban a sus
discípulos sus canciones y rituales, en tanto que ciertas cosas eran conocidas por la
totalidad de la tribu, que participaba en los rituales. Lo mismo es válido para el
simbolismo cristiano, que se comunica en las tradiciones de la Iglesia, y el
simbolismo total de la liturgia y de la misa, con todo su significado, se transmite por
mediación de la doctrina, la tradición y las organizaciones humanas. Están también
las diferentes formas orientales del yoga y otras formas de meditación. Son símbolos
que ciertamente se formaron en el inconsciente, pero que desde entonces han sido
trabajados por la tradición. Uno ve repetidas veces cómo cualquiera que haya tenido
una vivencia original e inmediata de símbolos inconscientes comienza enseguida a
trabajar sobre ellos.
Tomemos el ejemplo de san Nicolás de Flüe, el santo suizo que tuvo la visión de
una figura divina errabunda que se le acercó envuelta en una brillante piel de oso y
cantando una canción de tres palabras. Por el relato original es obvio que el santo
estaba convencido de que quien se le aparecía era Dios o Cristo. Pero el relato
original se perdió y hasta hace unos ochenta años no hubo más que un relato hecho
por uno de sus primeros biógrafos, que contó más o menos correctamente la historia,
¡pero sin hablar de la piel de oso! Las tres palabras de la canción se refieren a la
Trinidad, el vagabundo divino sería Cristo, que se le aparece al santo, y así
sucesivamente. Todo eso, el biógrafo lo mencionaba, pero con la piel de oso no pudo
hacer nada, porque ¿por qué habría de usar Cristo una piel de oso? Entonces, no se
habló más de aquel detalle, y sólo se lo volvió a incluir cuando el azar llevó a
descubrir nuevamente el relato original de la visión. Esto es lo que sucede con las
experiencias originales que se transmiten; se hace una selección, y lo que se adecúa a
lo que ya se sabía —o coincide en cierto modo con esto— se comunica, en tanto que
se tiende a dejar pasar los otros detalles, porque parecen raros y nadie sabe qué hacer

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con ellos.
Parece, por ende, que el simbolismo que se comunica mediante la tradición está
en cierta medida racionalizado y depurado de las vulgaridades del inconsciente, de
los menudos detalles extraños que éste va agregando, en ocasiones contradictorios y
sucios. Esto también sucede, en pequeña escala, dentro de nosotros mismos. Un joven
médico se volvió de pronto muy escéptico respecto de la forma en que anotamos
nuestros sueños, porque creía que cuando uno los anota por la mañana ya ha habido
mucha falsificación. Entonces se instaló un grabador junto a la cama: por la noche,
cuando se despertaba, aunque estuviera medio dormido, grababa el sueño y por la
mañana lo anotaba por escrito tal como lo recordaba, y comparaba las dos versiones.
Descubrió así que su escepticismo era exagerado. Los relatos de sueños que hacemos
a la mañana siguiente son casi correctos, pero involuntariamente los ordenamos. Por
ejemplo, él había soñado que algo sucedía en una casa, y que después él entraba en la
casa. Al volver a contar el sueño por la mañana, corrigió la secuencia temporal y
escribió que él entraba en la casa y después le pasaba tal y tal cosa. De hecho, los
sueños registrados inmediatamente son más confusos en cuanto a la secuencia
temporal, pero por lo demás son bastante correctos. Por lo tanto, aun cuando un sueño
atraviese el umbral de la conciencia, ésta, al relatarlo, le hace algo, lo enmienda y lo
presenta en forma un poco más comprensible.
Cum grano salis, se podría comparar lo antedicho con la forma en que se
comunican las experiencias religiosas en un sistema religioso viviente, en el que
generalmente la experiencia personal inmediata se revisa, se purifica y se aclara. Por
ejemplo, en la historia de la vida íntima personal de los santos católicos, la mayoría
de ellos tuvieron vivencias inmediatas de la Divinidad —como corresponde a la
definición de un santo— o visiones de la Virgen María, de Cristo o de otras figuras.
Sin embargo, la Iglesia raras veces ha publicado nada sin expurgar primero todo lo
que se consideraba material personal. Sólo se dejaba pasar lo que coincidía con la
tradición.
Lo mismo sucede incluso en las comunidades primitivas libres. También los
indios norteamericanos omiten ciertos detalles que no consideran importantes para las
ideas conscientes de la colectividad. Los aborígenes australianos celebran un festival
llamado Kunapipi, que se prolonga durante treinta años. Durante todo ese tiempo, en
determinados momentos se llevan a cabo ciertos rituales —se trata de un gran ritual
de renacimiento que se extiende a lo largo de toda una generación— y cuando los
treinta años han transcurrido, se vuelve a empezar. El etnólogo que lo describió por
primera vez se tomó el trabajo de registrar los sueños que hacían referencia al
festival, y descubrió que los miembros de la tribu soñaban frecuentemente con él, y
que en esos sueños, como cabía esperar y tal como nos sucedería a nosotros, había
variaciones en pequeños detalles que no coincidían del todo con lo que realmente
sucedía. Los aborígenes australianos dicen que si un sueño contiene una buena idea,
ésta se comunica a la tribu y se la adopta como parte del festival, que de esa manera

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varía un poco en ocasiones, aunque en términos generales se atienen a la tradición
que les ha sido comunicada.
Al analizar católicos he visto con frecuencia el mismo fenómeno, es decir que
sueñan con la misa, pero en el sueño sucede algo especial; por ejemplo, que el
sacerdote distribuye sopa caliente en lugar de la hostia, o algo parecido. Todo es muy
correcto, a excepción de ese único detalle. Recuerdo el sueño de una monja donde en
mitad del Sanctus, es decir en el momento más sagrado, precisamente cuando debe
tener lugar la transformación, el anciano obispo que oficiaba la misa se detenía de
pronto diciendo que antes era necesario algo más importante, y pronunciaba entonces
un sermón sobre la encarnación. Después volvía a detenerse diciendo que seguirían
con la misa tradicional, cuya terminación confiaba a dos sacerdotes jóvenes.
Aparentemente la monja, lo mismo que muchas otras personas, no tenía una
verdadera comprensión del misterio de la misa; para ella no era más que la repetición
mecánica del misterio, y por lo tanto, antes de que tuviera lugar la transformación, el
sueño demostraba que en realidad había que explicar a la gente lo que estaba
sucediendo, porque si no participaban mentalmente la ceremonia no les serviría de
nada; no estarían haciendo nada más que creer sin entender. Por eso en el sueño el
obispo daba una larga explicación, tras la cual la misa clásica continuaba, celebrada
por sacerdotes más jóvenes, demostrando que era una renovación. La renovación se
produce de acuerdo con la manera en que se entiende la misa, y aquí el anciano se la
confiaba a los dos jóvenes. Esto ejemplifica cómo la experiencia individual de los
símbolos religiosos siempre difiere un poco de la fórmula oficial, que no es más que
una pauta promedio. Es muy poca la manifestación inmediata del inconsciente que
hay en la historia o en otros ámbitos.
Mediante la observación de sueños, visiones, alucinaciones y otras
manifestaciones, el hombre moderno puede ahora, por primera vez, considerar de
manera desprejuiciada los fenómenos del inconsciente. Lo que proviene del
inconsciente puede ser observado por mediación de los individuos. El pasado nos ha
legado algunos escasos informes de vivencias individuales, pero, en general, los
símbolos del inconsciente nos llegan de la manera más tradicional, debido al hecho
de que normalmente la humanidad no ha abordado el inconsciente en el nivel
individual, sino que, con pocas excepciones, se ha relacionado con él en forma
indirecta, mediante los sistemas religiosos. Hasta donde yo puedo verlo, esto tiene
una validez general, a no ser en las sociedades más antiguas y más primitivas, y en
algunas otras formas de aproximación al inconsciente, aunque también hayan sido
codificadas.
En varias tribus esquimales no existe prácticamente contenido alguno de la
conciencia colectiva. Hay algunas pocas enseñanzas sobre ciertos fantasmas, espíritus
y dioses —Sila, el dios del aire; Sedna, la diosa del mar y algunos más— que se
comunican oralmente por mediación de ciertas personas, pero sólo las experiencias
personales son comunicadas por el chamán o el médico brujo, que son las

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personalidades religiosas de dichas comunidades. Los esquimales llevan una vida tan
dura y tienen tan difícil la supervivencia, debido a las terribles condiciones
ambientales, que normalmente todo el mundo se concentra exclusivamente en
sobrevivir, con la excepción de unos pocos individuos escogidos que mantienen algún
intercambio con los espíritus y tienen experiencias interiores y sueños, de modo que
el pueblo se relaciona simplemente con esos sueños y tiene sobre ellos sus propias
ideas, como sucede con una persona moderna en el curso de un psicoanálisis. La
única orientación que reciben es al conocer a otros chamanes e intercambiar
experiencias, lo que les permite no estar totalmente solos con sus experiencias
íntimas. Por lo general, los chamanes más jóvenes buscan a los viejos, temiendo,
como nos pasaría a nosotros, que de no hacerlo así terminarían por enloquecer. En ese
caso hay un mínimo de tradición colectiva consciente, y un máximo de experiencia
personal inmediata en algunos individuos.
Me parece probable que esto represente los vestigios de un estado originario,
porque según las consideraciones de la antropología se puede suponer que la
humanidad vivía originariamente en pequeños grupos tribales de veinte a treinta
personas, entre las cuales solía haber dos o tres introvertidos capaces de tener
vivencias personales íntimas, que eran los guías espirituales, en tanto que los
cazadores o luchadores, físicamente fuertes, eran los guías terrenales. En casos así
hay material referente a experiencias íntimas inmediatas y muy poca tradición.
Están además los fenómenos de individuos que hacen contacto inmediato con el
inconsciente en las experiencias iniciáticas organizadas de ciertos pueblos. Por
ejemplo, en muchas tribus de indios norteamericanos, parte de la iniciación de un
joven médico brujo consiste en irse a la cumbre de una montaña o al desierto, tras un
período de ayuno, y a veces también después de haber tomado drogas, a buscar allí
una visión, experiencia o alucinación que después el joven confía a su Maestro o
Iniciador. Si cuenta, por ejemplo, que ha visto una lagartija, le dicen que pertenece al
clan de los thunderbird[1] y que tendrá que convertirse en un médico brujo de tales y
cuales características. Pero allí la interpretación de la vivencia individual se relaciona
con la tradición del inconsciente colectivo, y un médico brujo se limitaría a omitir
cualquier cosa que fuera completamente individual o extraña. Paul Radin ha
publicado sueños de indios, mostrando la forma en que los interpretan, y es fácil ver
que lo que no entienden, se lo saltan sin más. Del sueño seleccionan lo que se
relaciona con las ideas de la conciencia colectiva y omiten los detalles raros, lo
mismo que hacen los analistas junguianos principiantes cuando comienzan a
interpretar sus propios sueños. Si uno les sugiere que intenten hacerlo, por lo general
escogen un motivo que parezca relacionarse con algo que entienden y dicen que
saben lo que eso significa, que se refiere a tal y tal cosa, y entonces es cuando yo les
pregunto qué hay de este detalle y de este otro, que ellos tienden a omitir.
Las experiencias inmediatas del inconsciente que tienen ciertos individuos pueden
ser luego codificadas o interpretadas, o incorporadas a un sistema religioso.

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Naturalmente, en todos los sistemas religiosos hay sectas que tienden a revivificar las
experiencias inmediatas. Allí donde una religión parece demasiado codificada, se
forma generalmente una secta compensatoria tendente a revivificar las experiencias
individuales, y esto explica la multiplicidad de cismas. Por ejemplo, en el Islam están
los sunnitas y chiítas, entre otros; o la escuela talmúdica y la cabalística en la Edad
Media judía, donde se comunican los símbolos religiosos codificados. El grupo más
reciente tiende a dar más valor a las vivencias individuales; uno de ellos sostiene que
es ortodoxo, y el otro afirma que tiene el espíritu viviente, lo que sería además el
contraste entre los tipos extravertido e introvertido. Pero incluso en la tradición del
introvertido que se proclama dueño del espíritu, la verdadera experiencia personal del
inconsciente es muy poca. Nunca hay más que unos pocos individuos que tengan
experiencias así, probablemente porque son tan peligrosas y aterradoras que sólo unas
pocas personas excepcionalmente valientes siguen este camino, o bien los necios que
no saben hasta qué punto aquello es peligroso, y que por eso mismo terminan
enloqueciendo. En alguna de sus primeras conferencias en el colegio técnico de
Zúrich, E. T. H., para ejemplificar el simbolismo del proceso de individuación y lo
que quería decir con esta expresión, el doctor Jung analizó una serie de imágenes de
un texto oriental de meditación y de los famosos Ejercicios espirituales de san
Ignacio de Loyola, como también el Benjoumin minor de Hugh de St. Victor.
Demostró que todas estas formas de meditación codificada contienen las teorías o
símbolos esenciales que normalmente aparecen en los individuos en el proceso de
individuación. Pero todos estos abordajes del inconsciente, lo mismo que la mayoría
de las formas de meditación oriental y de las formas cristianas medievales, contienen
un programa. Por ejemplo, quien practique los Ejercicios de san Ignacio tiene que
concentrarse en la primera semana en la sentencia Homo creatus est, en la segunda en
los sufrimientos de Cristo y así sucesivamente. Si en medio de su contemplación se le
ocurre que le gustaría tomar un café, eso sería una perturbación mundana inducida
por el diablo, que hay que dominar. ¡Pero también puede haber perturbaciones
sagradas! El meditador podría, cuando está meditando sobre la cruz, ver de pronto
una luz azul o una corona de rosas que rodea la cruz, pero como eso no corresponde,
también ese pensamiento debe ser rechazado; ése podría ser el diablo, que está
falsificando el proceso, porque lo que él debe ver es la cruz y no un ramo de rosas.
Por eso se le enseña a rechazar esas irrupciones espontáneas del inconsciente y a
adherirse fanáticamente a lo programado.

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3. Un alquimista trabajando con su soror mystica (ayudante femenina),
que representa la colaboración con su propio lado femenino.

Naturalmente que sigue aún concentrándose en símbolos del inconsciente, porque


la cruz es un símbolo del inconsciente, pero su mente está orientada hacia un canal
concreto, definido por la tradición colectiva. Si el meditador dice a su director
espiritual que ha visto una bañera en vez de la cruz, le dirán que no se ha concentrado
como debía, que se ha desviado. Lo mismo es válido para ciertas formas de
meditación orientales. Si a un yogui se le aparecen hermosos devas y diosas que
intentan apartarlo de su objetivo, debe desechar esas ideas como factores de
perturbación. Así, en estas formas de abordaje del inconsciente se ha de respetar una
dirección o camino prescrito conscientemente, y se ha de hacer caso omiso de ciertos
pensamientos que aparecen. Por esta razón el simbolismo que aparece en estas formas
no es exactamente de la misma especie que el que aparece en los sueños y en la
imaginación activa, porque si decimos a la gente que se limite a observar lo que
aparece, cosa que, como es natural, produce un material algo diferente, los dos
productos son sólo relativamente comparables.
Los alquimistas estaban en una situación completamente diferente. Creían que
estaban estudiando los fenómenos desconocidos de la materia —más adelante daré
los detalles— y se limitaban a observar lo que sucedía y a interpretarlo de alguna
manera, pero sin ningún plan específico. Aparecía un terrón de alguna materia
extraña, pero como ellos no sabían qué era, hacían una conjetura cualquiera, que por
supuesto sería una proyección inconsciente, pero en ello no había una intención ni
tradición definidas. Por consiguiente, se podría decir que en la alquimia las
proyecciones se efectuaban de la manera más ingenua e impremeditada, y sin
realizarles corrección alguna.
Imaginemos la situación de un antiguo alquimista. En alguna aldea, un hombre se
construía una choza aislada y cocinaba cosas que provocaban explosiones. ¡Es muy

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natural que todos digan que es un hechicero! Un día llega alguien que le dice que ha
encontrado un trozo de metal raro y pregunta al alquimista si no le interesaría
comprarlo. El alquimista no sabe cuánto vale el metal, pero hace un cálculo
aproximado y le da algún dinero. Después pone sobre el fogón lo que le han traído y
lo mezcla con azufre o algo similar para ver qué pasa, y, si el metal acierta a ser
plomo, el alquimista queda gravemente afectado por los vapores tóxicos. Llega
entonces a la conclusión de que se trata de una materia que hace sentir mal a la gente
y casi la mata, ¡y concluye diciendo que hay un demonio en el plomo! Después,
cuando escribe sus recetas, añade una nota al pie: «Tened cuidado con el plomo,
porque en él hay un demonio capaz de matar y enloquecer a la gente», lo que para
aquel momento y en aquel nivel sería una explicación bastante obvia y razonable. Por
consiguiente, el plomo se convirtió en un objeto ideal para proyectarle factores
destructivos, dado que en ciertas condiciones sus efectos son tóxicos. Las sustancias
acidas también eran peligrosas, pero como por otra parte eran corrosivas y tenían
propiedades disolventes, eran sumamente importantes para las operaciones químicas.
De esa manera, si uno quería fundir algo o tenerlo en forma líquida podía hacerlo
valiéndose de soluciones acidas, y por esta razón la proyección afirmaba que el ácido
era la sustancia peligrosa que disuelve, pero que también posibilita el manejo de
ciertas sustancias. O si no, es un medio de transformación que permite, por así
decirlo, abrir un metal con el cual es imposible hacer nada y volverlo accesible a la
transformación mediante el uso de ciertos líquidos. Por eso los alquimistas escribían
sobre el tema en la forma ingenua que estoy describiéndoles, sin darse cuenta de que
aquello no era ciencia natural, sino que, si se lo considera desde el punto de vista de
la química moderna, contenía muchísimas proyecciones.
En la alquimia existe, pues, una cantidad asombrosa de material que procede del
inconsciente, producido en una situación en que la mente consciente no seguía un
programa definido, sino que solamente investigaba. El propio Jung abordó de manera
similar el inconsciente, y en análisis también intentamos conseguir que la gente
adopte una actitud en la cual no se aboque al inconsciente ateniéndose a un programa.
Decimos simplemente, por ejemplo, que la situación parece mala, que el estado del
sujeto no es del todo satisfactorio y que debemos considerar todo eso, junto al
fenómeno vital que llamamos el inconsciente, y preguntarnos qué es lo que ambas
cosas juntas podrían representar, o hacia dónde podrían encaminarse. Un punto de
partida así, consciente, que contiene un mínimo de programación, corresponde al
point de départ consciente del alquimista, de modo que el inconsciente responde de
manera parecida, y por eso los escritos alquímicos son especialmente útiles para
llegar a entender el material moderno.
Pregunta: En un volumen de Oppenheim, de material onírico antiguo, titulado
The Interpretation of Dreams in the Ancient Near East [La interpretación de los
sueños en el Oriente Próximo antiguo], uno tiene la sensación de que los antiguos
intérpretes trabajaban también sobre una base colectiva. ¿Cree usted que es así?

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M. L. von Franz: Sí, en la medida en que también ellos hacían una selección en
los sueños, escogían aquello que se relacionaba con el material colectivo. Esto
también es válido para Artemidoro. Yo no conozco más que un documento de la
antigüedad en donde hay una serie de sueños que no ha sido seleccionada, y se
encuentra en un texto proveniente del serapeo de Menfis. Un hombre llamado
Ptolomeo (me parece que su artículo fue publicado por Ulric Wilcken) se metió en
dificultades, creo que por deudas, por lo que debería haber ido a prisión, pero en
cambio optó por convertirse en novicio —un Katochos— en el serapeo de Menfis, es
decir el santuario de Serapis erigido en Menfis. De acuerdo con las normas, un
Katochos debía anotar sus sueños, y tenemos el papiro de Ptolomeo —un papiro
excepcional, en griego egipcio helenizado— donde constan sueños asombrosamente
«modernos». Por ejemplo: «Me encontré con Fulano, y dijo…», y a ello siguen
algunas trivialidades, y luego otra vez el nombre, y así sucesivamente, como sería
típico de nuestros sueños. Es imposible interpretar un sueño así, porque no
conocemos las asociaciones. En una serie de unos veintisiete sueños hay dos o tres en
que aparece la diosa Isis, por ejemplo. Aunque podamos entender los sueños
colectivos, en los que aparecen figuras colectivas, con los otros no podemos hacer
nada porque no sabemos las asociaciones. Ptolomeo dice, por ejemplo, que se
encontró con su sobrino, pero nadie sabe qué significaba para él ese sobrino.
Hay algo más que tuvo gran importancia para mí cuando descubrí este
documento, a saber, que aquellas gentes soñaban exactamente igual que nosotros. Si
uno lee los sueños de los babilonios, siente que ellos no soñaban como nosotros,
porque en el material onírico de los babilonios los sueños se seleccionan para
adaptarse a la interpretación tradicional. Por ejemplo, soñar con una cabra negra
anuncia mala suerte. Centenares de otros sueños del mismo hombre que había tenido
un sueño así pasan sin pena ni gloria, pero, como en la tradición colectiva una cabra
negra que aparece en sueños significa mala suerte, aquel sueño se registró. Lo mismo
sigue sucediendo hoy en nuestras comarcas campesinas, donde nadie presta atención
alguna a los sueños ordinarios. Pero si alguien sueña con un ataúd, o con una boda o
una serpiente, de eso se habla, y todos se preguntan si estará por morirse alguien de la
familia; esto sólo es válido para los motivos tradicionales, y el resto del material
onírico se desecha.
Pero los fragmentos de los sueños de Ptolomeo nos muestran algo completamente
diferente de la bibliografía sobre sueños de la antigüedad, y uno se da cuenta de que
la gente soñaba entonces como nosotros, aunque la bibliografía sobre sueños no relata
más que los pocos sueños que concuerdan con sus teorías: si soñaste que la casa se
incendiaba, entonces estás enamorado, cosas así. Siempre se puede ver cómo
llegaban a sus interpretaciones, que no eran del todo malas, porque es bastante
probable que alguien que está enamorado sueñe que se le quema la casa. Esos libros
están organizados sobre experiencias promedio, pero todo el material onírico
medieval, lo mismo que el de la antigüedad, se interpreta en el nivel de la realidad. O

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sea que, si alguien va a morirse, soñarás con un visitante que va a recibir o perder
dinero, y así en el mismo estilo. Un sueño no se toma jamás como una cosa o un
proceso interior, sino que se lo proyecta siempre sobre el mundo exterior.
Incluso hoy, aquí en Suiza, la gente sencilla suele hablar de sus sueños, pero
viéndolos sólo como pronósticos. Yo analizo a una mujer de la limpieza, y el otro día
me llamó su hermano para preguntarme por qué estaba enloqueciendo más aún a su
hermana analizándole los sueños, y para decirme que los sueños no son más que
tonterías, como bien lo sabía él, que el invierno pasado había soñado tres veces con
ataúdes, ¡y en la familia no se había muerto nadie! Este hombre sigue pensando a la
manera clásica greco-egipcio-babilónica. Pero volvamos ahora a las tradiciones
originales de los pequeños grupos primitivos, y supongamos que un hombre tiene
sueños o visiones. Ante él se abren dos posibilidades: si conoce a alguien a quien se
considera chamán o médico brujo, o a un sacerdote, lo consulta y acepta su
interpretación, o, si no, puede mantenerse independiente y darse su propia
interpretación, extraer sus conclusiones y elaborar un sistema completo.
Comentario: Entonces todo depende de la actitud y del entendimiento de quien
tiene la autoridad y, en última instancia, de la cuestión de cuál es la autoridad que se
ha de respetar más, si la del intérprete que señala la tradición o la de la persona que
ha tenido el sueño o la experiencia.
M. L. von Franz: Sí, y en última instancia de la persona que tiene más mana, la
que lleva la vida más espiritual y tiene mayor autoridad. Por ejemplo, a veces, incluso
en esos países primitivos, la gente se guarda para sí sus experiencias y cultiva su
propio sistema, pero si después fracasan en la vida los consideran tontos, de modo
que el hombre que tiene la arrogancia bastante para querer quedarse solo corre el
riesgo de que lo vean como a un poseído y un tonto, y no como a un gran médico
brujo. Tiene que correr ese riesgo, y sólo la vida puede demostrar cuál es la verdad.
Pero incluso en las tribus así se distingue quién es un tonto y está poseído, y quién un
médico brujo.
Comentario: En términos cristianos se podría decir que un hombre así iba
cargando con su cruz, pero que todo dependía del motivo.
M. L. von Franz: Sí, eso mismo. O, como sucede en la heresiología católica,
alguien también puede tener una revelación individual de Dios, que lo lleva a
apartarse del dogma de la Iglesia. Imaginemos que esta persona tiene una visión de
Cristo y que Cristo le dice que es medio animal, o algo parecido, y que entonces el
hombre anuncie que él sabe que Cristo no sólo se encarnó como hombre, sino
también en el nivel de un animal. Si un hombre cree eso, la Inquisición que lo
condena a la hoguera dice también que aún puede salvarse y aún puede tener razón.
Hay que quemarlo, porque el credo ortodoxo debe ser defendido, pero la puerta
permanece abierta; dicen que el hereje puede tener razón, pero que si quiere adherirse
a su verdad personal debe aceptar que lo quemen por ella. No pretenden que haya
perdido su alma, porque Dios bien puede aceptarlo en el Paraíso, pero su destino es

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también morir quemado.
Una cosa así representa una especie de modestia espiritual, porque si bien lo
condenan a la hoguera, no condenan su alma ni sostienen tampoco que no haya
salvación para él. Un hombre así es lo bastante orgulloso (o solitario, o
espiritualmente independiente) para confiar en sus propias creencias y en sus
experiencias personales, y debe aceptar las consecuencias, pero la comunidad no lo
aceptará en los círculos católicos. En otros círculos la actitud puede ser diferente.
Según tuve noticias hace poco, también las enseñanzas del catolicismo moderno se
han modificado ligeramente en un sentido. Un jesuíta le dijo a un amigo mío que a
uno se le permite creer algo, como al hombre de la tribu a quien nos referimos antes,
siempre que no le hable a nadie más del asunto, no lo convierta en doctrina y no
intente convertir a otros a la misma creencia. Si simplemente te la guardas para ti,
pero decides no rechazar tu visión interior, entonces la Iglesia Católica se tapará los
ojos ante el problema.
Comentario: Creo que eso no sólo se aplica a la Iglesia Católica, sino a cualquier
grupo de personas. Depende de si el individuo cree —o no— que puede hablar de su
experiencia con su grupo.
M. L. von Franz: Sí, y por eso con frecuencia le digo a la gente de personalidad
esquizoide que su locura no está en lo que ven o en lo que oyen, sino en que no saben
a quién pueden decírselo. Si se lo guardaran para sí, todo iría bien. Tengo, por
ejemplo, una paciente fronteriza, una mujer que se recorre todos los psiquiatras
acusándolos de ser unos racionalistas idiotas que no creen en Dios, y les cuenta sus
visiones. Creo que su único error está en decírselo a esa gente, porque eso es,
simplemente, ser una inadaptada. Sus visiones como tales están perfectamente, y lo
que la paciente piensa de ellas también, pero su sentimiento de extraversión es
inferior, socialmente es una inadaptada. ¡No debería hablar de esas cosas con un
psiquiatra racionalista que no hace más que preguntarse si no tendría que internarla!
Comentario: ¡No, porque su propia reputación también está en juego!
M. L. von Franz: Sí, por cierto. Sus colegas se burlarían de él si empezara a
creer en las visiones de sus pacientes. Los colegas siempre se portan así, y hablan de
contratransferencia y esas cosas. Es a tal punto una cuestión de ambición y prestigio y
convención colectiva…, lo mismo que pasa con nosotros.
Hay otro aspecto del problema de la alquimia, y es por qué tiene tanta
importancia para el hombre moderno. La alquimia es una ciencia natural que
representa un intento de entender los fenómenos materiales de la naturaleza; es una
mezcla de la física y la química de aquellos primeros tiempos, y corresponde a la
actitud mental consciente de los que la estudiaron y se concentraron en el misterio de
la naturaleza, y particularmente de los fenómenos materiales. Es también el comienzo
de una ciencia empírica, pero en esa historia específica me adentraré después. El
hombre moderno promedio, en especial el de los países anglosajones, pero también y
cada vez más en todos los países europeos, está entrenado mentalmente en la

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observación de los fenómenos de las ciencias naturales, en tanto que a las
humanidades, como bien saben ustedes, se las desdeña cada día más. Ésta es una
tendencia de la actualidad, en la cual se pone cada vez más el acento sobre el enfoque
«científico». Si analizan ustedes a gentes modernas, se encuentran con que su visión
de la realidad está muy influida por los conceptos básicos de la ciencia natural, y con
que el material compensatorio o de conexión que provee el inconsciente también es
similar. La analogía es superficial, porque la razón es mucho más profunda.
Si se pregunta uno por qué en nuestra Weltanschauung [visión del mundo]
predominan hasta tal punto las ciencias naturales, se puede ver que esto es el
resultado de una evolución prolongada y específica. Como quizá todos saben, vista
desde el ángulo más específicamente europeo se considera que la ciencia natural se
originó en el siglo VI a de C., hacia la época de la filosofía presocrática. Pero se
trataba básicamente de una especulación filosófica sobre la naturaleza, porque había
muy poca investigación experimental por parte de los primeros científicos de la
naturaleza. Sería más correcto decir que lo que nació en aquel momento fue la ciencia
natural en cuanto teoría o concepto general de la realidad. La ciencia natural, en el
sentido de la experimentación que siempre ha llevado a cabo el hombre con los
animales, las piedras, las plantas, la materia, el fuego y el agua, es mucho más
amplia, y en tiempos pasados formó parte de las prácticas mágicas que se relacionan
con todas las religiones y que se ocupan de aquellos materiales. Hay unas pocas
excepciones. Por eso se podría decir que, en su visión de las realidades últimas de la
vida, el hombre se siente abrumado por ideas y conceptos venidos de su propio
interior, por símbolos e imágenes, pero se enfrenta también con los materiales
externos. Esto explica por qué, en la mayoría de los rituales, hay algo concreto que
representa el significado simbólico; por ejemplo, el tazón de agua que se pone en el
centro para la adivinación, o algo de ese mismo género.
Por eso, a la materia y a los fenómenos materiales se los aborda de manera
«mágica», y por lo tanto en las historias de la religión de diferentes pueblos hay
símbolos religiosos que son personificaciones o representaciones de demonios, con
aspectos personificados a medias, como hay también divinidades, esto es, factores de
poder, que tienen un aspecto material. Todos ustedes conocen el concepto de mana,
que incluso los investigadores no junguianos de la religión comparan con la
electricidad. Si un australiano frota su churinga[2] para obtener más mana, sería con
la idea de recargar su tótem, o su esencia vital, como quien recarga una pila.

El concepto mismo de mana soporta la proyección de una electricidad


semimaterial y divina, de una energía o un poder divino. Así, los árboles alcanzados
por el rayo representan el mana. Además, en la mayoría de los sistemas religiosos
hay sustancias sagradas, como el agua y el fuego, o ciertas plantas, como también
espíritus, demonios y dioses encarnados que están más personificados y que pueden
hablar en visiones o aparecérsenos y conducirse de manera semihumana. En

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ocasiones, el acento se pone más bien en la naturaleza despersonalizada de los
símbolos de poder, y otras veces más bien en poderes personificados. En algunas
religiones uno de los aspectos es más dominante, y en otras el otro. Por ejemplo, el
sistema religioso cuya forma decadente se refleja en los poemas homéricos, en los
cuales los dioses del Olimpo griego aparecen semipersonificados, con sus
deficiencias humanas, constituye un ejemplo extremo de divinidades principalmente
personificadas. Por otra parte, el extremo contrario de la oscilación pendular se
encuentra en la filosofía natural griega, en donde súbitamente todo el énfasis se pone
en símbolos tales como el agua, de la que se dice que es el principio del mundo, o en
el fuego, como en Heráclito, todo lo cual es una revivificación de la idea del mana en
un nivel superior.
En el cristianismo se observa una mezcla: a Dios Padre y a Dios Hijo, se los
representa por lo general en el arte como seres humanos, y al Espíritu Santo, a veces,
como un anciano con barba, lo cual es un estereotipo idéntico al de Dios Padre, pero
frecuentemente como un animal, que es otra forma de personificación, o también
puede ser representado por el fuego, el viento o el agua, o por el aliento [que circula]
entre el Padre y el Hijo. De modo que el Espíritu Santo, hasta en la Biblia, tiene
ciertas formas en que se lo describe como fenómenos naturales tales como el fuego,
el agua o la respiración, o se lo equipara con ellos. Así, el cristianismo tiene una
imagen de Dios que representa ambos aspectos. Pero en otras religiones hay o bien
varios humanos o bien otros dioses, de modo que probablemente tengamos que
plantearnos la hipótesis de que al inconsciente le gusta aparecer en sus
manifestaciones últimas, arquetípicas, simbolizado a veces en los fenómenos
naturales, y otras veces personificado. ¿Qué significa esto?

4. La imagen que da William Blake de Dios Padre como un anciano con barba, personificación
típica del Sí mismo, el arquetipo de la totalidad y el centro de la personalidad.

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La pregunta es muy difícil. ¿Por qué, por ejemplo, tiene alguien un concepto de
Dios como un fuego invisible y divino que todo lo penetra, en tanto que otra persona
se Lo imagina como algo semejante a un ser humano? Actualmente, la gente tiende a
pensar que un niño pequeño, con ideas de jardín de infancia, se imaginará a Dios
Padre con una barba blanca, pero que más adelante, adquirida ya una mayor
información científica, se lo imaginaría más bien —si se lo imagina— como una
potencia significativa en el cosmos o algo parecido. Pero entonces, ¡no hacemos más
que proyectar nuestra propia situación científica! Hasta donde yo lo veo, no es verdad
que aquellas manifestaciones o ideas personificadas de los dioses, o de la Divinidad,
sean más infantiles.
Para poder responder a la cuestión nos veríamos forzados a estudiar con cuidado
una cantidad de material onírico y a preguntarnos después, totalmente aparte de este
problema religioso, qué quiere decir que un contenido arquetípico se manifieste como
una bola de fuego y no como un ser humano. Supongamos que hay dos hombres, y
que uno de ellos sueña con una bola de fuego que lo reconforta y lo ilumina, en tanto
que al otro se le aparece en el sueño un maravilloso sabio anciano, y que para ambos
la vivencia es igualmente avasalladora. De un modo superficial, se podría decir que
ambas imágenes simbolizan el Sí mismo, es decir la totalidad, el centro, una forma
más de manifestación de la imagen de Dios. ¿Cuál es la diferencia cuando la
experiencia de un hombre es de luz, o de una bola de fuego, mientras que al otro se le
aparece el sabio superhumano?
Respuesta: La anterior representaría el significado abstracto.
M. L. von Franz: Sí, una es más abstracta —abstrabere—, pero ¿es abstractus de
qué?
Comentario: Estaría más alejado de lo humano.
M. L. von Franz: Sí, per definitionem, pero ¿cómo le respondería usted al
analizando que le hiciera una pregunta así? Nunca podemos dar una respuesta
absoluta, pero podemos decir algo sobre ello. Yo lo tomaría muy simplemente, le
preguntaría al paciente, y trataría de animarlo a seguir. Con un anciano sabio se puede
hablar, le puedes hacer preguntas o plantearle todos tus problemas humanos —si
deberías divorciarte o gastar tu dinero de tal o cual manera— y se puede suponer que,
puesto que se aparece en esa forma, debe saber algo del asunto, ¡aunque quizá
responda que él está muy alejado de todas esas cosas! En todo caso, la sensación
primaria, o la conjetura, o la actitud que suscita es que, con una figura así, uno puede
relacionarse en un nivel humano. Pero no se puede hablar con una bola de fuego ni
hacer contacto con ella, a no ser con algún recurso de la ciencia natural… Es posible
quizás atraparla en un recipiente de cristal, u observarla para ver qué es lo que hace;
ponerte de rodillas y adorarla, mantiéndote a distancia prudencial para que no te
queme, o meterte dentro de ella y descubrir que es un fuego que no quema, pero que
no es posible relacionarse con ella en forma humana.
Entonces, la manifestación en una forma humana vendría a demostrar la

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posibilidad de una relación consciente, en tanto que una forma inhumana, o la de un
poder natural, no es más que un fenómeno, y sólo es posible relacionarse con ella en
su condición de tal. Evidentemente, sea lo que fuere lo Divino, tiene las dos
vertientes, y así lo han mantenido la mayor parte de las teologías. ¿Qué es un dios
con quien no podemos relacionarnos? Si no podemos decirle nada de nuestra alma
humana, ¿de qué nos sirve? Por otra parte, ¿qué es un dios que no es más que una
especie de ser humano, y que no va más allá de eso? También él parece ser el Otro
completamente misterioso, con el cual no podemos relacionarnos, de la misma
manera que no podemos relacionarnos con los fenómenos misteriosos de la
naturaleza. Por lo tanto, es probable que siempre hayan existido los dos aspectos de
este centro íntimo y final de la psique: uno de ellos completamente trascendente, que
se manifiesta en algo tan remoto como el fuego o el agua, y otro que a veces se
manifiesta en forma humana, lo cual significaría que se aproxima a una forma con la
cual podríamos relacionarnos.
Si alguien sueña con la Divinidad en figura humana, habrá entonces un gran
caudal de experiencia emocional e intuitiva de su carácter y de su proximidad. San
Nicolás tuvo un sueño o una visión de Cristo que se le aparecía como un Berserk[3] y
luego, en la misma visión, el Berserk decía al pueblo la verdad sobre sí mismos;
como era capaz de ver dentro de ellos lo que realmente eran, la gente le huía. Él sabía
al momento lo que querían preguntarle y, con frecuencia, simplemente les daba la
respuesta sin interrogarlos siquiera. Por consiguiente, es obvio que san Nicolás tenía
la misma cualidad que tenía Cristo en su visión, lo que sería un ejemplo de algo
perteneciente al inconsciente arquetípico y que penetra en el ser humano. Si alguien
sueña con un arquetipo en forma humana, eso significa que el soñante podría, en
alguna medida, encarnar el arquetipo. Éste podría manifestarse en el soñante y
expresarse por su mediación; en esto consiste la idea del Cristo interior. Si alguien
sueña con el anciano sabio, puede suceder que se encuentre en una situación
imposible en la cual le formulan una pregunta imposible, pero súbitamente ¡se le
ocurre una respuesta perfecta! Si la persona es sincera, se siente obligada a admitir
después que no era ella quien hablaba. «Eso» habló por mediación suya, pero ella no
podía pretender que se le hubiera ocurrido semejante idea. Eso sería la manifestación
en la persona del anciano sabio, de alguien o algo que no es idéntico al yo, pero que
es una ayuda en una situación difícil.
Pregunta: ¿Por qué usted niega necesariamente la identificación con el yo?
M. L. von Franz: Porque, si usted se identifica, ha caído en una inflación. Con
esto se debe ser sincero. Si usted ha hecho un esfuerzo mental, puede decir que la
idea fue suya, pero a mí me ha sucedido a veces que he dicho algo y después la gente
lo ha repetido, diciendo que con aquello yo les había salvado la vida. Si yo soy
sincera, respondo que no me había dado cuenta de lo que estaba diciendo, sino que
dije lo que se me ocurrió, y que aquello resultó tener mucha más sabiduría que
cualquier cosa que yo pudiera haber pensado. Pero incluso si uno ha hecho el

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esfuerzo y tiene la sensación subjetiva de que lo pensó, de hecho aquello provino del
inconsciente, porque sin la cooperación de éste no se puede producir nada. Incluso si
uno dice que a las doce debe acordarse de hacer tal cosa, si el inconsciente no
coopera, se le olvidará.
Por supuesto cualquier clase de visión mental interior proviene del inconsciente,
pero este postulado es exagerado, porque hay veces en que uno tiene la sensación de
haber resuelto algo por su propio esfuerzo, en tanto que en otra ocasión la idea
simplemente se le ocurre, sin esfuerzo consciente de su parte. Es menester ser
sencillo y sincero, no dejarse ganar por la inflación ni reclamar para sí mismo esas
buenas ideas; quien hablaba —si es que así lo confirman los sueños— era el anciano
sabio, o la despierta viejecita, o la Divinidad. Si alguien sueña con el anciano sabio y
tiene una experiencia de éstas, ésa es la demostración empírica. La bola de fuego no
ofrecerá la misma experiencia, aunque en cierto sentido será aún más maravillosa,
porque la persona se verá mucho más afectada emocionalmente; estará abrumada,
paralizada por el misterio, por la total alteridad de lo Divino.
Una experiencia de lo Divino suele ser algo de un poder abrumador que
trasciende nuestra comprensión, que es peligroso, pero a lo cual hay que adaptarse,
como hay que adaptarse a ciertas manifestaciones de la naturaleza, como la erupción
de un volcán. El espectáculo es hermosísimo, pero no hay que acercarse demasiado, y
es imposible relacionarse con él. Lo único que se puede hacer es mirarlo, pero es algo
que jamás se olvidará. Emocionalmente, tiene un efecto sobre uno, pero para
describirlo haría falta un poeta. Eso correspondería a las manifestaciones del
arquetipo como fenómeno natural. La naturaleza tiene, en la experiencia del ser
humano, un aspecto numinoso y divino que explica por qué la imagen de Dios tiene
ambos aspectos. En la mayoría de las religiones hay personificaciones de Dios en
ambas formas.
En la historia de la evolución de la mente europea se ha manifestado, desde la
época de los griegos, una forma extraña de oposición y de enantiodromia.[4] En la
religión homérica, el aspecto personificado estaba exagerado. En la filosofía natural
de los presocráticos se exageraba el aspecto natural. En tanto que en el estoicismo se
puso más énfasis en el aspecto natural, en la primera época del cristianismo hubo un
retorno a un aspecto más personificado, pero a partir de los siglos XV y XVI se volvió
a poner énfasis en el aspecto de la naturaleza. Parece como si en la evolución de la
mentalidad europea se iniciara un cierto movimiento de equilibrio de los opuestos, es
decir de la diferencia o contraste entre ciencia y religión, que llegó luego a
convertirse en el gran seudoproblema de la modernidad posterior: el dilema de
ciencia o religión.
Me refiero a él en forma arbitraria y ridiculizándolo como seudoproblema porque
originariamente no era problema alguno, y de hecho no existe más que una sola cosa:
la búsqueda de la verdad esencial. Si volvemos a aquella cuestión y decimos que lo
que interesa es la verdad, y no en cuál de las facultades universitarias se la ha de

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hallar, entonces el problema se desinfla. Algunas personas se quedan atrapadas en la
proyección de las representaciones arquetípicas del poder de la naturaleza, y otras en
los poderes personificados, y los dos grupos se pelean. Entre ustedes puede haber
alguien que lo objete y me pregunte cómo es que también los científicos de la
naturaleza pueden caer en la trampa de las proyecciones. Para un analista, esto es
evidente, pero quiero explicarlo brevemente para aquellos que quizá no se hayan
dedicado mucho a pensar en estas cosas.
Si leen ustedes la historia de la evolución de la química, y en particular de la
física, verán que incluso estas ciencias naturales tan exactas no podían, ni pueden
todavía, dejar de basar su sistema de pensamiento sobre ciertas hipótesis. En la física
clásica, hasta finales del siglo XVIII, una de las hipótesis de trabajo, a la que se había
llegado ya sea en forma inconsciente o semiconsciente, era que el espacio tenía tres
dimensiones, una idea que jamás fue cuestionada. El hecho se aceptó siempre, y los
dibujos en perspectiva de hechos, diagramas o experimentos físicos estaban siempre
de acuerdo con aquella teoría. Sólo cuando se la abandona se pregunta uno cómo es
que se pudo creer jamás semejante cosa. ¿Cómo se llegó a una idea así? ¿Por qué
estábamos tan atrapados por ella que jamás nadie dudó, ni siquiera cuestionó, aquella
afirmación? Se la aceptaba como un hecho evidente, pero ¿qué base tenía? Johannes
Kepler, uno de los padres de la física moderna o clásica, decía que naturalmente el
espacio debía tener tres dimensiones, ¡porque eran tres las personas de la Trinidad!
De modo que nuestra propensión a creer en la tridimensionalidad del espacio es un
brote más reciente de la idea trinitaria cristiana.
Además, hasta ahora la mentalidad científica europea ha estado poseída por la
idea de la causalidad, aceptada también sin cuestionarla: todo era causal, y la actitud
científica consistía en afirmar que las investigaciones debían hacerse teniendo
presente esta premisa, porque para todo debía haber una causa racional. Si algo
parecía irracional, se creía que su causa era aún desconocida. ¿Por qué estábamos tan
dominados por aquella idea? Uno de los grandes padres de las ciencias naturales, y
gran protagonista del carácter absoluto de la idea de causalidad, fue Descartes, el
filósofo francés cuya creencia se basaba en la inmutabilidad de Dios. La doctrina de
la inmutabilidad de Dios es uno de los dogmas del cristianismo: la Divinidad no
cambia, en Dios no debe haber contradicciones internas ni ideas o concepciones
nuevas. ¡Ésa es la base de la idea de causalidad! De la época de Descartes en
adelante, esto les parecía a todos los físicos tan evidente que nadie lo cuestionó. La
ciencia no tenía otra misión que investigar las causas, y todavía lo seguimos
creyendo. Si algo se cae, hay que encontrar el por qué: lo debe de haber derribado el
viento o algo así, y estoy segura de que si no se descubre ninguna razón, la mitad de
ustedes dirán que todavía no sabemos la causa, ¡pero claro que tiene que haber una!
Nuestros prejuicios arquetípicos son tan fuertes que no es posible defenderse de ellos:
nos atrapan, sin más ni más.
El profesor Wolfgang Pauli, físico [y premio Nobel], demostraba con frecuencia

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hasta qué punto las ciencias físicas modernas están en cierta medida arraigadas en las
ideas arquetípicas. Por ejemplo, la idea de causalidad tal como la formuló Descartes
es responsable de enormes progresos en la investigación de la luz y de los fenómenos
biológicos, pero aquello mismo que promueve el conocimiento se convierte en su
prisión. Generalmente, los grandes descubrimientos en las ciencias naturales se deben
a la aparición de un paradigma arquetípico mediante el cual se puede describir la
realidad; esta aparición suele preceder a los grandes avances, porque ahora hay un
modelo nuevo que permite una explicación mucho más completa de lo que hasta el
momento era posible.
La ciencia ha progresado, pues, pero todavía cualquier modelo se sigue
convirtiendo en una jaula, porque si uno tropieza con fenómenos difíciles de explicar,
en vez de adaptarse y decir que no se corresponden con el modelo y que es menester
hallar otra hipótesis, se adhiere con una especie de convicción emocional a las que ya
tiene, y no puede ser objetivo. ¿Por qué no habría de haber más de tres dimensiones,
por qué no lo investigamos a ver dónde nos conduce? Pero eso era algo que la gente
no podía hacer.
Recuerdo un ejemplo muy bueno que dio uno de los discípulos de Pauli. Ustedes
saben que la teoría del éter desempeñó un importante papel en los siglos XVII y XVIII.
Esta teoría afirmaba que en el cosmos había una especie de pneuma, semejante al
aire, en el cual existía la luz, etcétera. Un día, cuando en un congreso un físico
demostró que la teoría del éter era del todo innecesaria, se puso de pie un anciano de
barba blanca, que con voz temblorosa declaró: «Si el éter no existe, ¡entonces todo
desaparece!». Inconscientemente, aquel anciano había proyectado en el éter su idea
de Dios. El éter era su dios, y si no lo tenía no le quedaba nada. Aquel hombre tenía
la ingenuidad suficiente para hablar de sus ideas, pero todos los científicos de la
naturaleza tienen modelos últimos de la realidad, en los que creen como en el Espíritu
Santo.
Como es cuestión de creencia y no de ciencia, es algo que no puede ser sometido
a discusión, y la gente se irrita y se pone fanática si se les presenta un hecho que no
se adecua al marco referencial. Son capaces de decir que todo el experimento es falso
y que se deben presentar fotografías, y es prácticamente imposible conseguir que
acepten el hecho. Conocí a un físico cuyos sueños apuntaban a un descubrimiento
nuevo, todavía por hacer, y al que él mismo no había llegado aún, pero que estaba en
el aire, por así decirlo. A partir de los sueños llegamos a la conclusión de que debía
abandonar su creencia en una relación simétrica entre los fenómenos materiales. ¡El
físico dijo que una idea así lo volvería loco! Pero unos tres meses después, se
publicaron resultados experimentales que demostraban con exactitud que lo que él
había soñado era correcto, y que tendría que renunciar a sus antiguas ideas sobre el
orden cósmico.
Es decir que el arquetipo es el promotor de ideas, y es también el causante de las
restricciones emocionales que impiden que se renuncie a teorías anteriores. En

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realidad, no es más que un detalle o aspecto específico de lo que sucede
continuamente en la vida, porque no podríamos reconocer nada sin proyección, pero
ésta es también el principal obstáculo que se opone a que alcancemos la verdad. Si
uno se encuentra con una desconocida, no es posible establecer contacto sin proyectar
algo; uno debe plantearse una hipótesis, cosa que por cierto se hace en forma
totalmente inconsciente: la mujer es mayor, y probablemente una especie de figura
materna, es un ser humano normal, etcétera. A partir de esas suposiciones se
establece el puente. Cuando uno conozca mejor a la persona, habrá que descartar
muchas de las primeras suposiciones y admitir que nuestras conclusiones eran
incorrectas. A menos que esto se haga, el contacto se trabará.
Al principio uno tiene que proyectar, o si no no hay contacto, pero después hay
que ser capaz de corregir la proyección, y lo mismo vale no sólo para los seres
humanos, sino para todo lo demás. Es necesario que el aparato de proyección
funcione en nosotros, porque sin el factor de proyección inconsciente ni siquiera se
puede ver nada. Por eso, de acuerdo con la filosofía india, la totalidad de la realidad
es una proyección, y hablando subjetivamente lo es. Para nosotros, la realidad existe
solamente cuando hacemos proyecciones sobre ella.
Pregunta: ¿Es posible relacionarse sin proyección?
M. L. von Franz: No lo creo. Filosóficamente hablando, no es posible
relacionarse sin proyección, pero hay un status del sentimiento subjetivo en virtud del
cual uno a veces siente que su proyección «calza» y no hay necesidad de cambiarla, y
otro status en el que se siente incómodo y piensa que habría que corregir la situación.
Pero ninguna proyección se corrige nunca sin esa sensación de incomodidad.
Supongamos que llevamos dentro un mentiroso inconsciente y nos encontramos
con alguien que miente como un chino. La única forma de reconocer al mentiroso en
el otro es serlo nosotros mismos, porque de otra manera no nos daríamos cuenta de
que él miente. Sólo es posible reconocer una cualidad en otra persona si uno tiene la
misma cualidad y conoce la sensación que se experimenta al mentir, y por eso uno
reconoce la misma cosa en otra persona. Como el otro es realmente un mentiroso,
hemos hecho una evaluación acertada; ¿por qué, pues, habríamos de decir que es una
proyección que debe ser retirada? Constituye una base para la relación, porque uno
piensa para sus adentros: si X es un mentiroso, no debo creer del todo nada que él me
diga, sino cuestionarlo. Es algo muy razonable, bien adaptado y correcto. Sería un
grave error pensar que no es más que una proyección de uno, y que deberíamos dar
crédito a la otra persona; hacerlo así sería una tontería. Pero si se lo encara
filosóficamente, ¿es una proyección o el enunciado de un hecho? Filosóficamente no
se puede llegar a una conclusión, sólo se puede decir que subjetivamente parece
correcto. Por eso Jung dice —y éste es un punto delicado, que rara vez se entiende
cuando la gente piensa en la proyección— que sólo podemos hablar de proyección,
en el sentido propio de la palabra, cuando ya existe cierta incomodidad, cuando la
identidad del que siente está perturbada; es decir, cuando tengo una sensación de

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inquietud respecto de si lo que he dicho de X es o no es verdad. Mientras eso no ha
sucedido en forma autónoma dentro de mí, no hay proyección.
La misma idea se aplica a las ciencias naturales. Por ejemplo, la teoría de que la
materia consiste en partículas se basa en la proyección de una imagen arquetípica,
porque una partícula es una imagen arquetípica. La energía también es una imagen
arquetípica, un concepto intuitivo con un trasfondo arquetípico. No es posible
investigar la materia sin hipótesis como éstas, es decir, que hay algo que es la energía,
algo que es la materia y algo que son las partículas.
Pero puedo encontrarme con fenómenos que me dan una sensación de inquietud.
Por ejemplo, hay fenómenos en los que no puedo hablar de que este electrón, o este
mesón, esté en un momento dado en un lugar definido, aunque, si existe algo a lo que
quepa llamar partícula, debe estar en cierto lugar en un momento dado, porque esto
parece, de hecho, arquetípicamente evidente. Pero ahora los experimentos modernos
demuestran que esta teoría es insostenible, que no se puede determinar dónde están
ciertos electrones en un momento dado, de manera que nos vemos confrontados con
un hecho que pone en cuestión la totalidad de nuestra idea de lo que es una partícula.
Ahora estamos incómodos, y podríamos reconocer que al hablar de partículas, en
parte, proyectamos, y que es una proyección lo que estorba nuestra percepción de la
realidad. Pero antes de que surja la inquietud —debida al hecho de que nuestra
proyección no cuadra, de que en ciertos experimentos la partícula no se conduce
como uno esperaría—, no dudaríamos de nuestro concepto.
Así pues en la ciencia natural, lo mismo que en los contactos interpersonales, se
da el mismo problema de la proyección; hasta las formas más científicas, más
modernas y más exactas de las ciencias naturales de hoy se basan, todas, en
proyecciones. En la ciencia, el progreso es el reemplazo de una proyección primitiva
por otra más precisa, de modo que se puede decir que la ciencia se ocupa de la
proyección de modelos de la realidad a los cuales los fenómenos puedan adecuarse
más o menos bien. Si los fenómenos parecen coincidir con mi modelo, perfecto, pero
si no, tengo que revisar mi modelo. Cómo se liga todo esto es un gran problema.
Ya saben ustedes que entre Max Planck y Einstein hubo una famosa discusión, en
la que Einstein sostenía que, en el papel, la mente humana era capaz de inventar
modelos matemáticos de la realidad. Al decirlo generalizaba su propia experiencia,
porque eso es lo que él hacía. Einstein concebía sus teorías en forma más o menos
completa sobre el papel, y después la evolución experimental de la física demostraba
que sus modelos explicaban muy bien los fenómenos. Por eso Einstein dice que el
hecho de que un modelo construido por la mente humana en una situación de
introversión concuerde con los hechos externos es un milagro y debe ser tomado
como tal. Planck no está de acuerdo; él piensa que concebimos un modelo que
verificamos mediante experimentos, tras lo cual revisamos el modelo, de modo que
hay una especie de fricción dialéctica entre el experimento y el modelo, por obra de
la cual llegamos lentamente a un hecho explicativo compuesto por ambos. ¡Platón-

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Aristóteles en una forma nueva! Pero ambos se han olvidado de algo: del
inconsciente. Sabemos algo más que aquellos dos hombres; a saber, que cuando
Einstein hace un nuevo modelo de la realidad cuenta con la ayuda de su inconsciente,
sin el cual no habría llegado a sus teorías.

5. La liberación del spiritus de la prima materia calentada: una imagen proyectada de lo que sucede
psicológicamente en la asimilación consciente de contenidos inconscientes activados.

Pero, ¿qué papel desempeña el inconsciente? Parecería que produce modelos a los
cuales se puede llegar directamente desde adentro, sin mirar a los hechos externos, y
que después dan la impresión de coincidir con la realidad externa. ¿Se trata de un
milagro o no? Hay dos explicaciones posibles: o bien el inconsciente tiene
conocimiento de otras realidades, o lo que llamamos el inconsciente es parte de la
misma cosa que la realidad externa, porque no sabemos de qué manera se vincula el
inconsciente con la materia. Si una idea maravillosa, tal como la forma de explicar la
gravitación, surge de dentro de mí, ¿puedo decir que el inconsciente inmaterial me
está dando una idea maravillosa sobre la realidad material, o debo decir que el
inconsciente me da una idea tan maravillosa de la realidad externa porque él mismo
está vinculado con la materia, es un fenómeno de la materia, y la materia conoce
también a la materia?
Aquí llegamos a un callejón sin salida respecto de la forma de proseguir, y
tenemos que dejar la cuestión abierta y decir que la gran incógnita es que no sabemos
cómo seguir. Podemos formular dos hipótesis. El doctor Jung se inclina a pensar —
aunque nunca ha formulado su pensamiento, o sólo lo ha hecho hipotéticamente,
porque no podemos hacer más que hipótesis o conjeturas— que es probable que el
inconsciente tenga un aspecto material, y que sería por eso que sabe cosas sobre la
materia, porque —por así decirlo— es materia que se conoce a sí misma. Si así fuera,
habría entonces un fenómeno de conciencia, oscuro o tenue, incluso en la materia
inorgánica.
Aquí entramos en contacto con grandes misterios, pero hablo de ellos porque es
demasiado mezquino decir que el viejo alquimista, es decir, el científico natural de la

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antigüedad medieval, proyectaba en la materia imágenes inconscientes, y que
actualmente nosotros lo tenemos todo muy claro y sabemos lo que es el inconsciente,
pero que aquella pobre gente no los distinguía, ¡lo que explica que fueran tan
atrasados y que fantasearan de una manera tan poco científica! El problema psique-
materia todavía no está resuelto, y precisamente por eso no está resuelto todavía el
enigma básico de la alquimia. Tampoco nosotros hemos hallado respuesta a la
cuestión que ellos se planteaban. Podemos tener proyecciones referentes a muchas
cosas, tal como ellos las tenían de la materia, pero preferimos calificar a aquéllas de
proyecciones ingenuas del inconsciente, porque nosotros ya hemos dejado atrás esos
modelos. Aún podemos reconocerlos como fenómenos del inconsciente, o como
materia de sueños, pero ya no les reconocemos carácter científico. Por ejemplo, si
alguien dice que el plomo contiene un demonio, podemos decir que proyecta sobre el
plomo la sombra y las cualidades demoníacas del hombre, pero ya no podemos
pretender que el plomo contiene un demonio porque hemos dejado atrás aquella
proyección y llegado a una conclusión diferente respecto de por qué y cómo nos hace
daño el plomo.

6. Un alquimista y su ayudante de rodillas al horno, rogando la bendición de Dios.

Básicamente, sin embargo, la alquimia sigue siendo para nosotros un problema


abierto, y por eso al tocarlo, Jung sintió que estaba tocando algo que lo llevaría más
lejos, y que aún no sabía hasta dónde. Creo que también es en parte por eso que la
gente tiene tal resistencia a la alquimia, porque nos confronta con algo que todavía no
podemos entender. Pero está bien que así sea, porque lo devuelve a uno a sí mismo, y
a la modesta actitud de tener que describir los fenómenos de acuerdo con nuestro
conocimiento actual.
En la próxima conferencia empezaremos con el primer texto griego.

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Segunda conferencia
LA ALQUIMIA GRIEGA
La vez anterior intenté darles un breve boceto de la importancia del simbolismo
alquímico: en primer lugar, contiene una colección de símbolos arquetípicos con un
mínimo de personificación, y, además, hay gran cantidad de material simbólico
proveniente de imágenes almacenadas en el inconsciente.
Para el hombre, estas imágenes del agua, el fuego y el metal son, simbólicamente,
tan importantes como cualquier otra personificación del inconsciente. Además, aquí
la psique inconsciente y la materia aún no están separadas; la religión, la magia y las
ciencias naturales no se han dividido todavía. Estamos confrontados con la situación
originaria, en la que no se han diferenciado todavía las facultades y categorías por
mediación de las cuales observamos la naturaleza interna y la externa. El hombre
como totalidad mira la naturaleza como totalidad y elabora ciertas hipótesis de
trabajo en la búsqueda de la verdad.
Recordarán ustedes que al terminar mi primera conferencia señalé que ahora, tras
haber dejado atrás las primeras etapas de la ciencia natural, podemos reconocer como
proyecciones del inconsciente mucho de lo que antes se dijo sobre los diferentes
materiales y procesos en la materia, por más que sobre ciertas afirmaciones no se
haya llegado a conclusiones definidas. Por ejemplo, en un documento medieval
atribuido a Alberto Magno hay una teoría sobre el agua pesada que parece una
anticipación completamente intuitiva del agua pesada que hoy conocemos. Por
consiguiente, ese simbolismo contiene también vagas intuiciones que se anticiparon a
los descubrimientos de una evolución posterior de la ciencia, aunque todavía no
sabemos qué era lo que anticipaban, porque no sabemos qué otros descubrimientos
harán los científicos de la naturaleza.
En última instancia, y como ya dije, la cuestión de si el inconsciente está de
alguna manera conectado con la materia, y de qué manera, no está todavía zanjada.
No queremos caer en la conjetura, y por eso nos abstenemos de enunciado alguno;
apenas si planteamos la hipótesis de que hay una psique que se manifiesta en los
sueños y de modos psicológicos involuntarios que podemos estudiar, tal como los
físicos dicen que hay algo así como la materia o la energía, y eso es lo que estudian.
Pero estamos ya empezando a ver que ciertos resultados son tan similares que es
como si estuviéramos perforando túneles desde ambos lados hacia el centro de la
misma montaña. Aunque en realidad todavía no nos hemos encontrado, parece como
si estuviéramos avanzando hacia el mismo objetivo y que hubiera, por lo tanto, la
posibilidad de encontrarnos un día.
Recordarán que insistí también en el punto, quizás el más importante, de que al
observar y experimentar sus símbolos, y en sus descripciones escritas, los alquimistas
trabajaban sin ningún programa religioso o científico consciente, de modo que sus

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conclusiones son impresiones espontáneas y no corregidas del inconsciente, con muy
poca interferencia consciente, a diferencia de otros materiales simbólicos que siempre
habían sido revisados. Por eso es muy gratificante descubrir que en este material
espontáneo hay afinidad con ciertos productos del inconsciente de gentes modernas
que, con una especie de actitud científica natural, un mínimo de prejuicios y una
actitud de recogimiento interior, observan lo que sucede sin apresurarse a extraer
conclusiones teóricas, con resultados que, sin embargo, son muy similares. El
abordaje no programado, por así decirlo, es común a la alquimia y a la psicología
analítica.
Esta vez quiero atender a uno de los textos más antiguos que se conocen, en que
la profetisa Isis se dirige a su hijo Horus, y en el cual el emblema de la luna creciente
aparece después del título. Pero primero debemos considerar cómo es que hemos
llegado a estar en posesión de textos así.

7. Ouroboros del Codex Marcianus, símbolo del trabajo


como proceso circular y contenido en sí mismo.

Como ustedes saben, los productos de la antigüedad desaparecieron en la Edad


Media y posteriormente fueron redescubiertos. Primero, las ciencias críticas los
organizaron en grandes tomos. Por ejemplo, los científicos de la antigüedad tardía
recopilaron la historia de la filosofía y de la filología en volúmenes como los que
llamaríamos hoy enciclopedias, o libros de escuela, que dan resúmenes: Platón
dice…, Aristóteles dice…, los estoicos dicen… y así sucesivamente.
Lamentablemente, si se los compara con el espíritu crítico de los científicos
modernos, aquellos hombres eran bastante imprecisos. Por eso sus teorías fueron

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planteadas con cierto desaliño, haciendo que la totalidad del trabajo se asemeje a una
corriente de agua fangosa. Los escritos más antiguos y los más recientes se
confunden con los comentarios, que han sido copiados y vueltos a copiar, dispuestos
de otra manera y abreviados, y así siguiendo… y de todo esto hemos sido los
herederos. En la Edad Media, sin crítica alguna, se hizo una selección de estos textos,
y de ella se volvieron a hacer citas.
Parecido destino corrió la química. En el siglo V, por ejemplo, Olimpiodoro
recopiló en un volumen una colección de los dichos más antiguos. Tenemos muchas
obras diferentes de este tipo, y también producciones separadas. Todas ellas fueron
reunidas en Venecia, en un enorme volumen manuscrito en griego, que recibió el
nombre de Codex Marcianus, porque «la Marciana» era la biblioteca de Venecia. En
este Codex Marcianus se encuentra recopilado en su totalidad el conglomerado de
dichos antiguos y más recientes, el material griego y otros, que fueron publicados
más o menos tal como están por el famoso M. Berthelot, quien publicó el volumen
sin mucha evaluación crítica y, en colaboración con un tal M. Ruelle, le añadió una
traducción francesa bastante superficial, para que finalmente se lo pudiera imprimir e
iniciar su estudio. Desde entonces se han reunido más versiones y más manuscritos,
pero éste sigue siendo la edición básica y el texto básico principal.
Las decisiones referentes a quién era quién, quién escribió qué, y a la edad de los
diferentes escritos no pasan de ser conjeturas, porque algunos hablan del siglo I y
otros del siglo III —es decir que sus estimaciones difieren en trescientos años— y en
esta mezcla de tradiciones es muy poco el orden que se ha establecido. Como pasa
con todas las ciencias naturales, lo primero fueron tradiciones griegas directas
provenientes de Constantinopla. Otra corriente de la tradición científica provenía de
Oriente y regresó a Europa por la vía de España, el sur de Francia y Sicilia; esta
corriente se produjo a partir del siglo X, cuando las Cruzadas conectaron a Europa
con Oriente.
La historia de la química es completamente idéntica a la de las matemáticas y la
astrología, y a otras ramas como la geometría: parte fue al Imperio bizantino, por la
vía de Constantinopla, y el resto a Oriente, y regresó a Europa por mediación de los
árabes. Los árabes, en general, eran traductores muy fieles y añadían muy poco;
simplemente, traducían del griego al árabe. También fueron famosos muchos
traductores sirios. Parte de las tradiciones fueron también a Persia, y en el Oriente
hubo ciertos centros que traducían los textos. Tenemos textos en griego y en árabe, y
en latín tardío. Allí donde el texto griego se ha perdido, tenemos el árabe, pero de los
nombres y de otros detalles se puede concluir que el original era griego. Después, en
estos centros árabes y musulmanes estuvieron las diferentes sectas que cultivaron
estas tradiciones; por ejemplo los chiítas, secta persa formada en el año 644 en
oposición a los sunnitas o musulmanes ortodoxos; y los drusos, un pueblo sirio, mitad
cristiano y mitad mahometano, cuyo lenguaje era puramente árabe. Ya en estos
centros islámicos unos pocos árabes reconocieron que el simbolismo alquímico

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contenía un simbolismo religioso y lo vivenciaron como más religioso que químico,
agregándole elementos de su propia experiencia. Sin embargo, por lo común se
limitaban a traducir.
Uno de los hispanoárabes más famosos es al-Razi, en latín Rasis, que cultivó las
ciencias en su vertiente química. Fue él quien introdujo en la química la necesidad de
pesar las sustancias. Antes se decía simplemente: «Pon un poquito de azufre y un
poquito de plomo», y ya está. Para al-Razi, el «poquito» era muy importante, y
estableció que se debían tomar tantas o cuantas partes, u onzas, para el caso, de modo
que a él se le debe el gran logro de establecer pesas y medidas exactas, lo que
significó para las ciencias naturales un gran paso adelante en cuanto a la precisión. En
este aspecto se le debe mucho, pero no así en la dimensión simbólica, ya que al-Razi
fue puramente un técnico.
Su homólogo en el mundo árabe sería Muhammad ibn Umail, que en los textos
latinos figura como Senior. Lo llamaban el Jeque, y en el texto latino esto fue
traducido como Senior, «el Viejo», lo que sería la traducción correcta, de modo que
en la tradición latina siguió siendo Senior y sólo más tarde se vino a descubrir que el
tal Senior era Muhammad ibn Umail. En Hyderabad se han encontrado casi un
centenar de escritos de este importante místico, que todavía no están publicados.
Aunque es un material sumamente prometedor, es tan poca la gente que se interesa
por la alquimia que nadie se preocupa por traducirlo ni publicarlo. ¡Es decir que hay
minas de oro, y nadie que las trabaje!
Algunas de estas personas hicieron sus propios añadidos y después, como ya dije,
se produjo un retorno por mediación de las Cruzadas. Uno de los puentes
intelectuales con Europa se dio por la vía de los templarios, que llegaron a tener una
estrecha relación con los drusos, una secta más mística y pagana dentro del mundo
islámico, que eran súbditos del «Viejo de la montaña», el Imán, o jefe de la secta.
Tenían una jerarquía iniciática, y los templarios se interesaron por el simbolismo de
su doctrina. Los drusos tuvieron estrecho contacto, probablemente en Jerusalén, con
algunos miembros superiores de la orden de los templarios y con sus prácticas
supuestamente paganas, por lo que posteriormente fueron perseguidos. Los drusos se
contagiaron de estas fuentes, como también de las inclinaciones paganas de
Federico II, el Stauffer, en cuya corte siciliana había —para gran irritación del Papa
— astrólogos, matemáticos y profetas judíos e islámicos.
De esta manera, como también a través de la famosa isla de Rodas, donde los
Caballeros de San Juan llegaron a conectarse con el Oriente y con lugares como
España y el sur de Francia, llegaron estos escritos a ser traducidos, entre otros, por los
judíos. Traducidos los textos al latín, se inició el gran influjo de esta tradición
científico-natural en Europa. La Iglesia, representada principalmente por Alberto
Magno, santo Tomás de Aquino y algunos otros, intentó eliminar la doble tradición
de Iglesia y ciencia natural, y asimilar e integrar la totalidad en la doctrina de la
Iglesia, pero el intento no tuvo éxito más que parcialmente.

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Valga esto como breve resumen de la situación histórica y del material que nos
interesa.
Dije que les daría a ustedes tres horas sobre alquimia griega antigua, tres sobre la
alquimia árabe y tres sobre los textos latinos medievales. Empezaremos con el
antiguo texto griego que se encuentra en el Codex Marcianus y que pertenece
probablemente a lo que llamamos los escritos más antiguos. Se titula La profetisa Isis
y su hijo, y aunque el título no lo dice, sabemos que el hijo es Horus. Debajo del
título está el signo de la luna creciente, pero nadie sabe lo que significa. Les daré el
material sin agregar nada para que ustedes puedan recibirlo directamente, sin
influencia de nada que se haya dicho después sobre ello. Es probable que el
documento se remonte al primer siglo de nuestra era; ésta es la opinión común de los
estudiosos, pero también podría ser más antiguo. Si leen ustedes lo que se ha escrito
sobre estos libros sabrán que lo más probable es que hayan sido escritos en tal y cual
siglo, pero que sin duda se basaban en textos más antiguos, lo que implica cierta
incertidumbre, de manera que digamos que fue la época helenística. Por si alguno de
ustedes tiene el texto original, quiero decir que no uso el francés sino mi propia
traducción.
Recordarán la famosa batalla en que Seth dejó ciego a Horus, y en que a su vez
Horus le cortó los testículos, y saben que después ambos fueron curados por Thot, el
dios lunar, y que incluso cooperaron en la resurrección de su padre, Osiris.
Recordarán también la famosa batalla de Horus, el dios solar que restableció el orden,
contra Seth, el Ardiente (así llamado porque representaba la pasión caótica, la
destrucción, la brutalidad y cosas semejantes), que era el enemigo y asesino de Osiris.
Isis comienza:

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8. Isis amamantando a Horus.

Oh, hijo mío, cuando deseabas irte a combatir al traicionero Tifón [Seth] por todo
el reino de tu padre [el reino de Osiris] yo me fui a pasar un tiempo en Hormanouthi,
es decir Hermópolis, la ciudad de Hermes, la ciudad de la técnica sagrada de Egipto,
y allí me quedé algún tiempo.
Después de las palabras «la ciudad de Hermes» hay una pequeña observación
marginal escrita con la misma letra del original, que dice: «Esto lo dice en sentido
místico», es decir, que el nombre de la ciudad deber ser entendido en sentido místico.
«La técnica sagrada» —hiera techne— se refiere a la alquimia.
Después de cierto transcurso del kairoi, y del necesario movimiento de la esfera
celeste sucedió que uno de los ángeles que moraban en el primer firmamento me vio
desde arriba y vino hacia mí deseoso de unirse sexualmente conmigo. Estaba con
gran prisa de que así fuera, pero yo no me sometí a él; me resistí, porque deseaba
preguntarle por la preparación del oro y de la plata.
El kairoi desempeña un papel enorme en otro antiquísimo texto alquímico en
donde el escritor Zósimo, a quien ustedes ya conocen por los comentarios del doctor
Jung, dice que todo el funcionamiento alquímico depende del kairos y él, incluso,
llama a la operación alquímica el kairikai baphai, el coloreado del kairos. Su teoría es
que los procesos químicos no siempre suceden por sí solos, sino sólo en el momento
astrológicamente adecuado; esto es, si estoy trabajando con plata, la luna —que es el
planeta de la plata— debe estar en la posición adecuada, y si estoy trabajando con
cobre, Venus tiene que estar en determinada constelación porque si no estas

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operaciones con plata y cobre no darían resultado. Uno no puede limitarse a tomar
esos dos metales y unirlos, sino que también debe tener en cuenta la constelación
astrológica y esperarla, y rogar a los dioses-planetas, y, si todo esto está en orden,
entonces puede ser que la operación química funcione. Lo que significa esta idea del
kairikai baphai es tomar en consideración la constelación astrológica. Por
consiguiente, en aquella época y en este contexto, kairos significa el momento
astrológicamente correcto, el momento en que las cosas pueden tener un resultado
afortunado. El alquimista es el hombre que no sólo debe conocer la técnica, sino que
siempre debe tener en cuenta estas constelaciones. Por consiguiente, Isis dice que de
acuerdo con el transcurso de estos momentos (hay un momento tras otro, y uno tiene
que escoger el oportuno), y de acuerdo con el movimiento de la esfera celeste (lo cual
significa todos los movimientos de los planetas), sucedió (la palabra griega sunebe es
también un acontecer sincrónico de los hechos) que uno de los ángeles del primer
firmamento puso sobre ella sus ojos y quiso unirse sexualmente con ella. Ella lo
desanima, porque quiere conseguir de él el secreto alquímico, y negociando llega al
acuerdo de que sólo se le entregará si él primero le dice todo lo que sepa del asunto.
Cuando le hice mi pregunta, contestó que no deseaba responderme porque era un
misterio demasiado grande [el misterio superlativamente grande, por dar una
traducción más libre, porque es un misterio demasiado avasallador], pero dijo que
volvería al día siguiente y que con él vendría un ángel más grande, Amnaël, que
podría contestarme y resolver mi problema. Y me habló de su signo [refiriéndose
probablemente a cómo debía reconocer Isis al ángel] y me dijo que sobre la cabeza
llevaría, y se la quitaría para enseñármela, una vasija de cerámica llena de agua
brillante. El [el otro ángel] quería decirme la verdad. Esa vasija es un possoton y en
ella no hay brea.
Estoy dándoles el texto exactamente tal como es, y aquí en el margen del texto
está este signo . Puedo añadir que sabemos que éste es el signo del dios Khnoufis.
A veces, el mismo signo se usa también para el dios lunar Khnos.
Al día siguiente, cuando el sol estaba en mitad de su carrera [esto es, a mediodía],
descendió el ángel que era mayor que el otro, y se vio presa del mismo deseo de mí y
se encontró en gran apuro. [Él también quería violar a Isis]. Pero pese a todo, lo único
que yo quería era hacerle mi pregunta. [Ella vuelve a aplazarlo, pensando únicamente
en su pregunta]. Cuando se quedó conmigo, no me entregué a él. Me resistí y vencí su
deseo hasta que me mostró el signo sobre su cabeza, y me dio la tradición de los
misterios sin reservarse nada, sino en su total verdad. [De ese modo ella gana la
batalla y él le dice todo lo que sabe sobre la técnica de la alquimia]. Entonces volvió
a señalar el signo, la vasija que llevaba sobre la cabeza, y empezó a decirme los
misterios y a hablarme del mensaje. Entonces mencionó por primera vez el gran
juramento y dijo: «Te conjuro en el nombre del Fuego, del Agua, del Aire y de la
Tierra [dos veces un quaternio]; te conjuro en el nombre de la Altura del Cielo y de la
Profundidad de la Tierra y del Mundo Subterráneo; te conjuro en el nombre de

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Hermes y de Anubis, del Aullido de Kerkoros y del dragón guardián; te conjuro en el
nombre de aquel bote y de su botero, Acharontos; y te conjuro en el nombre de las
tres necesidades, y de los látigos y de la espada». Después que hubo pronunciado este
juramento, con él me hizo prometer que jamás diría el misterio que estaba a punto de
oír, excepto a mi hijo, mi niño, y mi amigo más íntimo, de modo que tú eres yo, y yo
soy tú.
El texto es bastante corto. Significa que lo que Isis obtiene ahora del ángel es un
misterio inmenso y que sólo podrá decírselo a su hijo Horus y a su amigo más íntimo.
De la redacción no queda claro si su hijo es su amigo más íntimo o si se trata de dos
personas; tampoco se sabe si «de modo que tú eres yo, y yo soy tú» significa «Tú, mi
hijo, eres yo» o si se refiere al ángel y a Isis, aunque es probable que ambas
interpretaciones sean válidas. Significa simplemente que la persona que imparte ese
misterio a la otra cumple al mismo tiempo la unión mística, el matrimonio sagrado
entre madre e hijo, Isis y Horus, o entre el ángel e Isis, porque cada vez que se revela
el misterio los dos también se convierten en uno; éste es probablemente el
significado.
Ahora ve y observa y pregunta a Acheron el campesino. [Una variante dice
Acharontos. No hay transición aquí en el texto, pero parece ser que, a partir de aquí,
lo que sigue es el misterio. Lamentablemente, en aquellos días no había signos ni
comillas, ni nada semejante. Uno nunca sabe dónde deberían ir las comillas, pero
creo que es obvio que empiezan aquí. Significa que ahora será impartido el misterio y
que nuestro deber es escucharlo]. Ven y mira, y pregunta al campesino Acharontos, y
aprende de él quién es el sembrador, quién es el cosechador, y aprende asimismo que
quien siembra cebada también cosechará cebada y que quien siembra trigo también
cosechará trigo. Ahora, mi niño, o mi hijo, tú has oído esta introducción, y a partir de
ella te das cuenta de que esto mismo es la creación entera y todo el proceso de llegar
a ser, y sabes que un hombre sólo es capaz de producir un hombre, y un león un león,
y un perro un perro, y si algo sucede contrario a la naturaleza [lo cual significa
probablemente contrario a esta ley], entonces es un milagro y no puede continuar
existiendo, porque la naturaleza disfruta de la naturaleza, y la naturaleza vence a la
naturaleza. [Es el famoso dicho que aparece también en muchos otros textos, pero por
lo general como: «La naturaleza disfruta de la naturaleza, la naturaleza fecunda a la
naturaleza, y la naturaleza vence a la naturaleza»]. Al ser parte del poder divino, y
estar feliz con su divina presencia, responderé ahora a sus preguntas sobre las arenas,
que uno no prepara a partir de otras sustancias, pues uno debe atenerse a la naturaleza
existente y a la materia que tiene entre manos para preparar cosas. Tal como dije
antes, el trigo crea trigo, y un hombre engendra un hombre, y así también el oro dará
cosecha de oro, lo mismo produce lo mismo. Ahora he manifestado para ti el
misterio.
Al comienzo de la sección siguiente hay algo extraño, donde dice «prepararemos»
y sigue así, hablando en plural. Es posible que esto signifique que Isis y Horus ahora

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ya están juntos. Después viene un comienzo clásico de antiguas recetas orales. En
alemán las recetas se inician con «Man nehme» [«Se toma»], y en griego con
«Labon», esto es, «Tomando». Comienza aquí el párrafo siguiente.
Toma mercurio, fíjalo en terrones de tierra o con magnesia o azufre y guárdalo.
[Esta es la fijación mediante el calor, la mezcla de elementos]. Toma una parte de
plomo y de la preparación fijada mediante el calor, y dos partes de la piedra blanca, y
de la misma piedra una parte, y una parte de Realgar amarillo [eso significa sulfuro
rojo de arsénico] y una parte de la piedra verde [eso no se sabe lo que es]. Mézclalo
todo con plomo y, cuando se haya desintegrado, redúcelo tres veces a líquido [es
decir, fúndelo tres veces].
Toma mercurio que se haya emblanquecido mediante el cobre y toma de él otra
parte, y usa una parte de magnesia dominante, con una parte de agua, y de lo que
queda en el fondo de la vasija y que ha sido tratado con zumo de limón, y una parte
de arsénico que haya sido catalizado con la orina de un niño varón todavía no
corrompido, y después otra parte de Cadmeia [cadmia, calamine en inglés (calamina
en castellano), lo que se refiere simplemente a un mineral que engendra fuego] y una
parte de pirita [también un mineral que engendra fuego], y una parte de arena cocida
con azufre, y dos partes de monóxido de plomo con asbesto, y una parte de las
cenizas de Kobathia [esto es probablemente también un sulfito de arsénico], licúalo
todo con un ácido muy fuerte, un ácido blanco, y sécalo y entonces tendrás el gran
remedio blanco.

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9. La imagen alquímica del «niño que orina», y el uso de «la orina de un niño no corrompido»
como solvente se relacionan con las actitudes ingenuas y espontáneas asociadas con la niñez.

Esto sigue así durante dos páginas más, pero me tomaré la libertad de abreviarlo.
Quiero confrontarlos a ustedes con ello, porque hasta ahora no hemos sabido qué
significan estas palabras. Naturalmente, los químicos han hecho un estudio profundo
de los textos y han llegado a establecer con cierta probabilidad qué palabras griegas
podrían aludir a qué sustancia, puesto que en algunos casos hay una pequeña
descripción que muestra que tienen tal y cual efecto, de lo cual el químico podría
deducir que lo que se indicaba era cierta sustancia definida. Pero en el caso de
muchas otras palabras, por ejemplo Kobathia —que yo traduje como «piedra
verde»— y la palabra que no traduje, sino que dejé como «magnesia» aunque no es lo
que ahora designamos como magnesia, en realidad no sabemos a qué se refieren;
estamos bastante seguros de que se refieren a algunas sustancias químicas cocidas,
pero la descripción es tan paradójica en los diferentes textos que no podemos estar
seguros.
Después hay un material muy diferente, a saber, la orina de un niño todavía no
corrompido. Por supuesto, la orina también contiene sustancias importantes y
corrosivas, y se la usaba mucho, pero el hecho de que deba ser de un niño todavía no
corrompido, que todavía no hubiera llegado a la pubertad, demuestra también la
importancia del papel que desempeñaban las representaciones mágicas. Es un

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prejuicio general, o una antigua superstición, que la orina de niños todavía no
corrompidos es especialmente eficiente no sólo en las operaciones químicas sino en
filtros amorosos y cosas semejantes, donde es más eficaz que la orina común porque
tiene algo de mágico.
Insisto en esto porque aquí sabemos algo más proveniente de otros campos. Por
ejemplo, sabemos que en la práctica de la magia se usaba con frecuencia la orina de
un niño aún no corrompido; era una tradición africana, y egipcia en particular. Poco
antes de la pubertad los niños varones son médiums más dotados, una facultad que
pierden con posterioridad. Los magos que solían practicar el hipnotismo usaban como
médiums a otras personas, haciéndolas dormir para que revelaran la verdad. Para
tales experimentos mágicos —muy difundidos en los tiempos antiguos— se tenía
preferencia por niños que aún no hubieran llegado a la pubertad, niñas a veces, pero
con más frecuencia varones, y a los niños aún no corrompidos se los consideraba los
receptáculos más puros del inconsciente, por cuya mediación podían expresarse
dioses y fantasmas. Hay innumerables recetas mágicas en las que se dice, por
ejemplo, que si uno quiere encontrar algo que ha sido robado, ha de hacer dormir a un
niño inocente, cocinar tal y cual cosa, darle de comer tal y cual cosa y después,
cuando esté dormido, preguntarle dónde está el objeto perdido; mientras está en
trance dará la respuesta. Ese era el papel del niño inocente en otros campos, y por
consiguiente es probable que la orina de un niño incorrupto tenga la misma
connotación aquí, donde se la considera también como la sustancia mágica pues tal
asociación era habitual en la época antigua.
Comentario: Un paralelo con Isis, que recibe del ángel la transmisión de los
misterios alquímicos, sería Azazel, el ángel caído que dio a los judíos el
conocimiento del arte de la herrería. El profesor del colegio técnico de Zürich que dio
una conferencia sobre la alquimia en una reunión de Éranos dijo que la idea de que el
herrero estaba relacionado con la alquimia se originó en Tobalki.
M. L. von Franz: Sí. En el Libro de Enoch hay una descripción completa de
todas las técnicas transmitidas a los ángeles. Originariamente se consideraba que el
arte del herrero en la forja y el del alquimista eran lo mismo y respondían a la misma
tradición, aunque yo creo que la idea de Tobalki es bastante arbitraria. Pero es una
tradición. En el Antiguo Testamento se dice que las hijas de los hombres obtuvieron
el arte de la forja y de la alquimia de los ángeles, o bien de los ángeles caídos, ya sea
mediante el recurso de prostituirse o, como en este caso, mediante su opuesto, porque
Isis por lo menos desalienta al ángel hasta que ha conseguido de él lo que quiere
saber. De modo que hay diferentes versiones. A veces se dice que las hijas de los
hombres tenían relaciones con los gigantes, es decir que a veces los gigantes
reemplazan a los ángeles. El texto sigue durante más de una página con estas recetas,
y después pasa a las operaciones. Les daré una breve, para que puedan hacerse una
idea:
Si quieres hacer algo blanco de los cuerpos [es decir, del material], mézclalo con

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mercurio y gotas de asbesto y orina y leche de cabra y natrón, y entonces puedes
hacer que todo funcione, y si quieres saber cómo duplicar una sustancia o cómo
colorear el material, y todas las disposiciones, sabe pues que todo tiene el mismo
significado [y eso es importante], que todo tiende a tener el mismo significado [o sea,
es probable que el significado sea siempre el mismo para la misma operación]. Ahora
realiza el misterio, hijo mío, la droga, el elixir de la viuda.
En el texto se alude con frecuencia a Isis como «la Viuda», de ahí que desde el
comienzo mismo de la alquimia se llame a la piedra filosofal, al misterio, el misterio
de la viuda, la piedra de la viuda o la piedra del huérfano; había una conexión entre la
viuda y el huérfano, pero todo apunta a Isis. El texto termina con otra receta:
Toma arsénico, cuécelo en agua, mézclalo con aceite de oliva, déjalo en una
botella y ponle ascuas encima hasta que desprenda vapores y lo mismo se puede
hacer también con Realgar.[1]
Aquí se interrumpe el texto, que después vuelve a repetirse, de modo que ya ven
ustedes con qué nos encontramos. A veces la fórmula varía un poco. Por ejemplo,
puede ser que a alguien no lo llamen Acharontos, sino Acharos, pero por lo demás
todo es exactamente igual. Acharontos es todo un problema, del cual hablaremos
luego.

10. La Tentación de Eva. «El conocimiento es o bien venenoso o bien curativo (…)
Uno tiene que tener una doble actitud al respecto, la enseñanza de la felix culpa». von Franz.

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Ahora me gustaría analizar y ampliar el texto parte por parte, para encontrar qué
significa. El doctor Sas ha mencionado ya una amplificación general para la primera
parte, o mejor dicho para toda la estructura del relato; me refiero a que es un paralelo
del relato del Libro de Enoch, donde se dice que todas las artes y artesanías, lo mismo
que los trucos cosméticos y cosas semejantes, fueron robados por las hijas de los
hombres a los ángeles o, según otras versiones, a los gigantes. Es decir que primero
lo tienen los ángeles o los gigantes y después lo consiguen las mujeres. Aquí no son
las mujeres, sino Isis quien lo obtiene del ángel, y después se lo imparte a Horus, que
es como se inició la tradición.
¿Qué dirían ustedes, psicológicamente, de este mito? Se dice que todo el mal
proviene de las mujeres, como lo sabemos por el Génesis y la historia de Eva, que
también estaba más versada en el problema de cómo obtener de Dios el
conocimiento. En este relato, Eva lo obtuvo de la serpiente y se lo impartió después a
Adán —lo que también era un robo porque Dios conservaba para Sí mismo el
conocimiento de Sí mismo—, y en lo sucesivo el hombre supo distinguir el bien y el
mal, como Dios.
En el Génesis se considera que el robo es simplemente malo, y en el Libro de
Enoch se nos pinta de la misma manera el robo de la técnica, diciendo que el hecho
de que las mujeres se adueñaran de esos secretos ha desempeñado un papel en la
corrupción de nuestro mundo, puesto que desde entonces se ha perdido la inocencia
original del mundo. Pero en nuestro texto el sentimiento ha cambiado mucho, porque
cuando Isis consigue el secreto de aquellos ángeles, a eso se lo considera como un
gran logro.
Aquí tenemos, pues, un cambio en la evaluación del sentimiento, aunque el hecho
como tal parece poco menos que un paralelo: el elemento femenino, el principio
femenino, lo obtiene de estratos más profundos y se convierte luego en el mediador
que se lo entrega a la humanidad.
Podemos reconocer el simbolismo del anima, porque la historia de Eva es incluso
más válida para el anima que para las mujeres solamente, y aquí está la misma idea
expresada simbólicamente desde el inconsciente. La diosa Isis tiene junto a sí el signo
de la luna. En estas épocas tardías se la identificaba con Hathor, la diosa vaca y la
diosa lunar, y con Nut, la deidad del cielo. Estaba ya en esta fase final de su
evolución histórica. En la religión egipcia tardía es una especie de deidad cósmica
femenina, que incluye el aspecto de todas las otras diosas femeninas del Antiguo
Egipto y es, por así decirlo, la gran portadora del misterio de la naturaleza. Abarca
completamente la naturaleza. Como ustedes saben, en El asno de oro, en la plegaria
dirigida a Isis, Apuleyo la invoca como Domina rerum, la que rige la totalidad de la
naturaleza cósmica, y en aquellos últimos tiempos se la veneraba en su aspecto de
naturaleza cósmica. Aquí no aparece directamente como una diosa, sino más bien
como profetisa, Isis prophetis. Es natural que se recalque que es también profetisa,
puesto que se anticipa a los hechos futuros: dice la verdad, que llega a concretarse

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después; imparte la verdad que antes permanecía oculta.
Pregunta: Todavía no entiendo qué importancia tiene esto para el motivo o
propósito total de la psicología junguiana. Veo que usted ha puesto su energía y su
esfuerzo en este texto, y me parece entender que todo esto es importante en función
de la interpretación del simbolismo de nuestros sueños. ¿Es así?
M. L. von Franz: Sí, por cierto. Digamos que se encuentra usted frente a un
hombre que sueña que una mujer misteriosa se le acerca. Yo recuerdo un sueño así;
era el sueño inicial de un hombre que tenía un problema sexual. No sé exactamente
en qué consistía éste, porque el caso no era mío, pero tenía algún tipo de problema
sexual, y en su sueño una mujer desconocida, que le causaba una gran impresión, le
decía que todo el secreto consistía en secar el polvo [que hay] dentro de la manzana.
Pregunta: Entonces, ¿lo importante sería la relación que eso tenía con la vida de
la persona?
M. L. von Franz: Sí. Supongamos que un hombre viene a analizarse y dice que
es impotente, o un donjuán. Podemos decir que veremos qué es lo que dice el
inconsciente al respecto. Hace mucho tiempo que mis colegas le han dicho lo que se
puede decir conscientemente, pero eso no le ha servido, y ahora el hombre ya está al
cabo de la cuerda. Dice que ya sabe todo lo que hay que saber, que es su complejo
con la madre, pero que nada ha cambiado, de manera que aparentemente todo eso no
le sirve.
Bueno, veamos los sueños, dice entonces uno, y en un sueño aparece una mujer
maravillosa que le dice que todo es cuestión de secar el polvo blanco en la manzana.
A él le parece una tontería, pero todavía le falta aprender. No da ninguna asociación,
porque la gente no puede dar asociaciones para sueños que son arquetípicos. Al
hombre, lo del polvo blanco en una manzana no le sugiere nada; quizá diga que le
gustan las manzanas o algo así, pero es imposible sacarle nada más, y por eso uno
tiene que conocer las asociaciones del género humano.
Si uno puede obtener las asociaciones del analizando, tanto mejor, pero cuando en
un sueño aparecen motivos así, por lo general hay un blanco, y uno tiene que decir,
por ejemplo, que la humanidad ha creído siempre que la manzana contiene el
conocimiento de Dios, del bien y del mal, y le recuerda la Biblia al paciente, y le dice
que el pueblo ha dicho siempre que la manzana renovaba los secretos. Le cuenta unos
pocos mitos sobre el tema, hasta que el hombre se impacienta y le pregunta:
—Sí, pero ¿qué significado tiene eso para mí?
Los mitos muestran que hay otra evaluación, porque en el mito bíblico la
evaluación se hace desde el punto de vista del sentimiento, y se lo define como mala
suerte y como un accidente. Sólo en la interpretación católica tardía se llega a la felix
culpa, que dice:
—Gracias a Dios que Adán y Eva pecaron, porque de otra manera Cristo no
podría habernos redimido.
Pero, originariamente, el tono emocional expresaba que Adán se había

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corrompido por mediación de Eva, y que desde entonces todo andaba mal. Incluso la
Iglesia ha dicho siempre que María lo rescató todo y Eva lo echó todo a perder. Eva
es tolerable únicamente porque más tarde las cosas se enderezaron, pero el tono
emocional, por lo menos en el Antiguo Testamento, apunta a que en el pecado de Eva
se originó toda la mala suerte, y de que en verdad fue un hecho desafortunado que
Adán y Eva se comieran aquella manzana. En nuestro texto, sin embargo, todo eso es
un logro, porque ahora Isis ha obtenido del ángel el maravilloso secreto, y dice que va
a contárselo a su hijo. El texto dice que un león engendra un león, y eso es lo que Isis
nos cuenta como el secreto.
Como ya señalamos, nuestra historia de Isis es un paralelo del relato bíblico, pero
el juicio se formula a partir de un sentimiento diferente. En la Biblia es más bien el
accidente lo que corrompe, en tanto que aquí el hecho de haber obtenido el secreto de
los ángeles se presenta como un logro maravilloso. No se dice nada de que en el
mundo vaya todo mal porque el secreto ha sido revelado, sino más bien que es algo
tan maravilloso que Isis sólo se lo contará a su hijo y a su mejor amigo. Si quiere
usted seguir con la interpretación psicológica, ¿qué significaría esa diferencia? La
humanidad está muy dividida sobre la evaluación del origen de la ciencia y de la
técnica, de la química y de las ciencias naturales, de algún género de conocimiento.
¿El conocimiento corrompe o libera?
Comentario: Me parece que la Biblia dice que el conocimiento, que es lo que la
manzana representa, es corruptor en sí mismo.
M. L. von Franz: Sí, por mediación de él nos expulsaron del Paraíso.
Pregunta: ¿Considera usted el conocimiento como perteneciente a Dios?
M. L. von Franz: Sí, desde un punto de vista es una identificación con Dios, de
manera que adueñarse de ese conocimiento constituyó un acto de inflación. El ego se
apoderó de algo que no le pertenecía, de modo que se infló, se desequilibró y todo
empezó a andar mal. Pero aquí, en la historia de Isis, la evaluación es totalmente
opuesta; implica que hemos hecho un gran progreso, les hemos arrancado este secreto
a los ángeles, algo tan inmenso que sólo lo comentaré con mi hijo y con mi amigo.
Aquí no se hace mención de inflación ni de mala suerte.
En este texto encontramos in nuce lo opuesto de la tradición religiosa y de las
ciencias naturales. Las técnicas y las ciencias naturales que hemos alcanzado, ¿nos
han traído mala suerte? ¿Se han limitado a corromper el estado original del hombre, o
son una indicación de progreso? Es algo mucho más profundo, porque en ello está
implícito un incremento de la conciencia, una evolución de la conciencia humana.
Eso, ¿es ventajoso para nosotros o no? ¿Iremos de mal en peor si nos volvemos más
conscientes, nos apartaremos de la naturaleza y nos desequilibraremos, o es
precisamente eso lo que debemos hacer? Si intentamos ser más conscientes,
¿cumplimos con la voluntad de Dios o vamos en contra de ella? He ahí la cuestión
oculta.
Es una proyección religiosa, y, si lo formulamos con más humildad,

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psicológicamente, hay una discusión del problema respecto de si un incremento de la
conciencia es o no es progreso. Cuando la gente, hombres o mujeres, acude a ustedes
para analizarse, dicen que a menudo piensan que es mejor no remover el avispero.
¿Por qué hemos de ponernos a desenterrar problemas que cuanto más pensamos en
ellos, más enredados nos encontramos? ¡Dejémoslo en manos de la naturaleza, y los
problemas ya se resolverán solos!
Después viene un chico que tiene una fijación materna y no quiere irse de casa y
tú lo analizas y le haces ver a partir de sus sueños que debería apartarse de su madre,
pero entonces se aparece ella hecha una furia a preguntarte por qué desentierras esas
cosas y destruyes la armonía familiar, por qué le dices esas cosas a su hijo y destruyes
el buen contacto que tienen ambos…, ¡toda la familia está en crisis y el chico no ha
mejorado!
Entonces, un incremento de conciencia, ¿es algo bueno o malo? Los terapeutas
tenemos que estar haciéndonos constantemente esa pregunta. Y siempre nos
encontramos con esas asociaciones en la vida. Alguien conversa contigo en el tren y
te pregunta por tu profesión, y si le dices que eres psicoanalista les parece muy
interesante, ¡y te dicen que han tenido un sueño y te lo cuentan! Creen que los sueños
no significan nada, pero el sueño muestra el problema del hombre, y uno se pregunta
si debe clavarle la aguja e instalarle una gota del veneno del conocimiento y darle una
idea de lo que significa realmente aquello, o si debe limitarse a decirle que ésos son
temas para la consulta.
El conocimiento puede envenenar o sanar, es una cosa o la otra, y por eso algunos
mitos dicen que el conocimiento trae la corrupción del mundo y otros que el
conocimiento redime, y además tenemos la idea bíblica que dice que es primero
corrupción, pero que después, gracias a Dios, termina por sanar. En el Antiguo
Testamento significaba corrupción, pero Cristo, que algo entendía, lo convirtió en
curación, de modo que tenemos que tener ante ello una doble actitud, la enseñanza de
felix culpa.
Pero en una situación real no se puede adoptar una doble actitud. Cada vez se da
el terrible problema, ¿les digo o no les digo? Uno tiene toda la responsabilidad ética,
y cada vez no sabe si ha hecho bien o ha hecho mal. Es el problema de la conciencia.
¿Qué debe hacer el hombre con su conciencia? ¿Cómo debe manejarla? Fíjense, si
soy consciente de lo que significa un sueño, ¿qué debo hacer con él? Al usarlo, ¿haré
de él un veneno o un factor de curación? La conciencia, o el conocimiento, es un
problema aterrador que todavía no hemos resuelto.
Comentario: Ni lo resolveremos jamás; es el problema con que vivimos.
M. L. von Franz: Sí, eso es verdad, pero también es una generalidad. Nuestro
deber es profundizar más. Necesitamos una actitud más específica, porque si no uno
puede desentenderse del asunto y decir que es un problema que tendrá siempre,
puesto que uno es psicoterapeuta, pero es un problema de relación. Es un problema, y
un problema que tenemos que tomarnos en serio, en vez de restarle importancia.

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De una manera muy general, se puede decir que es el problema de la humanidad,
porque el hombre es ese extraño invento de la naturaleza que es portador de una
forma nueva de la conciencia. Los libros de antropología dicen que el hombre se
distingue por el fenómeno de la conciencia, y que él mismo no sabe bien cómo
evaluar esta cualidad. ¿Se la ha de vivir como un castigo o como una bendición?
Aquí estamos en el comienzo de las ciencias naturales de tradición europea; nuestro
texto proviene de fuentes paganas sin ninguna influencia judeocristiana, sino más
bien egipcia y griega, y la evaluación es totalmente positiva. Cuando se analiza a los
hombres modernos, a los físicos modernos, se encuentra uno frente a hombres que
tienen esta misma actitud. Hombres que creen en la ciencia y que quieren ayudar a la
humanidad con nuevos descubrimientos, de modo que la actitud y la situación son las
mismas. Por lo tanto, es interesante estudiar el simbolismo inconsciente de una
tendencia así, porque vuelve a hacerse presente y es objeto de mucha discusión y
análisis en nuestra época.
Me complace mucho que me hagan preguntas así, porque es menester traer estas
cosas a la realidad. Quizás ustedes se pregunten por la utilidad de desenterrar estos
textos viejos y pesados con todas sus complicaciones, pero no olviden que ésa es la
raíz tanto de las buenas ideas como de los prejuicios de nuestra civilización. Si no
cuestionamos estos prejuicios básicos de nuestra civilización, nunca podremos
establecer contacto con otras civilizaciones. Debemos saber qué prejuicios tenemos,
aunque de todos modos podamos conservarlos y decir que nos gustan, aunque
reconocemos que es posible pensar de otra manera y que es un hecho que las
opiniones difieren. Esta amplitud mental es necesaria si deseamos analizar
objetivamente a la gente, y no ser los propagandistas de una orientación; un analista
debe ser de mentalidad abierta y ver qué es lo que la naturaleza interior del
analizando configura como proceso de curación, dondequiera que todo ello lleve. Por
lo menos, ésta es nuestra convicción.
Pregunta: ¿Cómo se compara esta actitud hacia el conocimiento con la antigua
actitud prometeica?
M. L. von Franz: Es muy buena la pregunta. En la mitología griega tenemos ese
mito que refleja la típica actitud griega y no convierte el problema del conocimiento
en algo principalmente ético, como sucede con la Biblia, que lo plantea en términos
de bueno o malo. También aquí se le roba algo a los dioses, algo que ellos intentan
conservar para sí, y, de acuerdo con el mito, el acto es castigado —Prometeo se mete
en dificultades y tiene mala suerte—, pero no se hace de él una evaluación moral. La
mentalidad griega se limita a enunciar que el robo de conocimientos del inconsciente
es algo que se ha de pagar, ¡pero no necesariamente porque la actitud sea incorrecta!
Uno puede decir: «no importa, lo pagaré, ¡pero lo quiero!». El mito ni recomienda
que se haga ni que no se haga, pero uno debe saber que siempre hay que pagar el
precio.
Esta es la actitud de la mente griega, muy diferente de las actitudes judeo-

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cristianas, porque éstas convierten el mito en un problema moral. Esto es algo que
sabemos, y es una verdad arquetípica muy básica. El conocimiento es parte de la
evolución de la conciencia; hay otros aspectos, pero éste es uno y hay que pagar por
él. Es costoso, pero a usted le corresponde decidir si está dispuesto a pagar el precio o
no. En la tradición judeo-cristiana se pone el énfasis en el aspecto ético, y la griega es
desapasionada y se limita más bien a enunciar hechos, pero aquí hay también otro
matiz, y la evaluación es sumamente positiva y apunta al progreso divino.
Comentario: Usted se refirió dos veces al deseo del ángel de tener relaciones
sexuales con Isis, y la segunda vez usó la palabra «violar», pero en lo que se refiere a
pagar por el acto eso tendría su importancia, porque uno es forzado y el otro
voluntario.
M. L. von Franz: Literalmente, el texto sólo dice que él quiere unirse
sexualmente, y que ella no quiere, y yo me limité a abreviarlo con la palabra «violar».
Ella se limita a negociarlo, como suele hacer una mujer. Le dice que no debería
correrle tanta prisa, sino que primero debería contarle a ella el secreto, y después, de
manera típicamente femenina, no dice si ella pagó o no el precio. ¡Isis era una mujer!
En griego dice, en realidad, que él se precipitó a lo que quería, «pero yo, Isis, tenía
presente lo que yo quería». ¿Qué significaría psicológicamente el ataque sexual del
ángel a Isis, y la dilación de ella con el fin de obtener el conocimiento? ¿Cómo se
compara psicológicamente eso con la situación psicológica en la que siempre nos
encontramos?
Comentario: Es la irrupción de contenidos colectivos, para lo cual ella exige una
explicación.
M. L. von Franz: Sí, el ángel vendría a representar un contenido del inconsciente
colectivo, como diríamos nosotros, que irrumpe en el sistema psicológico con una
exigencia, en este caso de orden sexual. ¿Cuál es el paralelo que siempre
experimentamos? La alquimia nació por obra de la resistencia de Isis y del hecho de
que ella no se apresuró a ceder, y, si no lo suspendió del todo, al menos demoró el
proceso sexual. No sabemos qué hizo finalmente, porque con mucha discreción ni
siquiera se lo cuenta a su propio hijo, pero eso, ¿qué significa?
Si fuera una mujer humana, el ataque del ángel sería una invasión del animus,
pero yo preferiría formularlo en términos mucho más generales, porque eso sería
válido para un solo caso, y esto no es material clínico. Significa que con mucha
frecuencia los contenidos del inconsciente colectivo irrumpen en forma instintiva, en
la forma de una especie de urgencia instintiva, ya sea sexual o de poder, o algo
parecido. Es decir que la irrupción de libido del inconsciente se presenta primero en
un nivel relativamente animal o inferior, y eso es algo que experimentamos una y otra
vez. Con frecuencia el hecho de ir tomando más conciencia se manifiesta
inicialmente en esta forma. Uno de los grandes problemas en el ámbito psicológico
fue reconocerlo así. Si esta irrupción se produce, uno puede decir que lo está
invadiendo el impulso sexual, o bien que son fantasías, o incluso un impulso sexual

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físico. Siempre tenemos que decidir si es auténticamente sexual o un impulso
inconsciente disfrazado, lo que en realidad implica conocimiento o un progreso de la
conciencia, que aparece primero en esta forma.
Si uno es desprejuiciado, primero sentiría la necesidad de probarlo, pero se ha
demostrado con frecuencia que lo prudente es demorarlo. Digamos que un hombre
tiene una tremenda proyección del anima sobre una mujer y que la vivencia se
manifiesta como un impulso muy fuerte a la unión sexual. Supongamos que ella lo
acepta y que después toda la cosa desaparece. Con el donjuán eso sucede a menudo.
Aprés le coup, ¡ya ella no significa nada para él! Simplemente la deja, pensando:
«Demonios, ¡eso no era lo que yo quería!». De modo que bien se puede decir que
desde el comienzo mismo no era realmente eso, sólo se aparecía velado de esa
manera, pero el impulso no alcanzó su meta y su significado, y no se logró un
progreso de la conciencia. De la misma manera también se habría podido resistir al
impulso y hacer primero un esfuerzo por descubrir a qué apuntaba en realidad,
porque, como solemos ver, los impulsos de algo que se debe hacer, si no pueden
llegar directamente a la conciencia aparecen primero en forma de reacciones físicas.
Por ejemplo, si uno se enfrenta con una situación analítica en la cual no sabe qué
hacer, puede suceder que mientras sigue sentado analizándola tenga repentinamente
una reacción sexual, a la cual no es aconsejable acceder… aparte de todas las
convenciones no estamos hablando de convenciones y podemos hablar con
franqueza. La experiencia ha demostrado que lo más prudente es detenerse a
preguntarse por qué ha sucedido eso en ese momento preciso del análisis. ¿De qué se
estaba hablando cuando emergió de pronto ese impulso, qué sueño se estaba
analizando? Uno puede estar absolutamente seguro de que se ha tocado un punto en
que tanto el analista como el analizando deben tomar conciencia de algo, de que algo
está pugnando por llegar a la conciencia, y de que es algo tan alejado de lo que ambos
pueden concebir que no puede manifestarse de otra manera que físicamente. Es como
una explosión que se produjera debajo de la escalera porque no puede subir por ella;
es como si uno tratara de empujar escaleras arriba a un animal que en cambio saltara
simplemente por la ventana. Algo quiere subir entonces desde el inconsciente, pero
en ese instante se produce un corto circuito y aparece como impulso sexual, porque
hay alguna dificultad que le impide ir más lejos.
Pero a veces es un auténtico impulso sexual. No siempre se puede decir que no es
exactamente lo que parece, porque después de todo somos animales de sangre
caliente y tenemos nuestras reacciones físicas normales. Pero, ante todo, esto puede
suceder en una situación tal que no sabemos cuál es cuál, y por ende la técnica de Isis
—es decir, demorar y empezar por preguntarle todos sus secretos a la cosa que tan
precipitadamente aparece, y después decidir si uno se permite o no una aventurilla—
no es más que sabiduría. Isis no cuenta…, ¡es muy discreta! Tampoco dice si lo hizo
o no lo hizo. Ésta es una libre decisión ética entre seres humanos, o entre dioses,
como en este caso, y eso está en otro nivel. Pero en tanto que sea un impulso tan

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intenso, uno no es libre de decidir.

11. Conexión entre instinto y arquetipo comparada con el espectro.

Primero hay que demorarse a descubrir con qué se está enfrentando uno. ¿Qué
hay por detrás de eso? Un impulso sexual puede sorprendernos cuando estamos junto
a un moribundo. ¡Qué desubicado parece eso! En un caso así sería muy aconsejable
pensar que no se trata de un natural instinto sexual de copular con un moribundo, ya
que una cosa así sería imposible. Desde el comienzo mismo uno sabe que no significa
eso, y sin embargo es una situación típica, y algo con lo que he tropezado con
frecuencia. Por detrás de ello hay todo un problema de simbolismo arquetípico. ¿Por
qué en ese momento el impulso sexual es de una importancia tan tremenda que cae
sobre la persona que se está muriendo y sobre quienes la rodean? Éste no es más que
un ejemplo entre muchos otros. Entonces uno tiene que detener al ángel y decirle que
primero debe decir su secreto, que uno quiere tomar conciencia de lo que hay por
detrás del impulso, a saber, de la extraña conexión entre instinto y arquetipo.
En sus escritos, Jung se refiere a veces al instinto como si fuera lo mismo que el
arquetipo, y a veces como si fuera algo diferente. Lo que quiere decir es que el
arquetipo, si lo consideramos como opuesto al instinto, sería una manera heredada e
instintiva de tener emociones, ideas y representaciones con símbolos, y el instinto
sería la manera heredada de actuar físicamente, cierta especie de acción física.
Naturalmente, los dos están relacionados.
Por ejemplo, supongamos que mientras se pasea por un campo usted empieza de
pronto a correr sin ninguna razón aparente, y salta sobre un seto, ¡y al mirar hacia
atrás ve que lo estaba persiguiendo un toro! La gente diría que era un milagro,
porque, sin saber por qué, súbitamente sintieron que tenía que correr; no se habían
dado cuenta de lo que pasaba, pero su instinto los salvó. Esto sucede con frecuencia.
Uno cruza de pronto la calle, sin saber por qué, ¡y entonces algo se cae desde el
tejado! Es muy importante que aprendamos a confiar en esos impulsos.
Ahora bien, eso es algo que sucede físicamente. Empiezo a correr sin advertir
siquiera que hay peligro, pero, gracias a Dios, mi cuerpo sabe más que yo. Pero en
vez de una acción física, puede ser que oiga una voz o tenga una alucinación que me

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dice que corra. En un caso, la advertencia viene como una reacción física y en el otro
como una idea, que es la diferencia entre instinto y arquetipo; la voz sería una
manifestación del arquetipo y el movimiento físico una manifestación del instinto,
pero en realidad son dos aspectos de la misma cosa. El comportamiento físico
concreto, acorde con una pauta, sería instinto, y las representaciones, emociones,
audiciones o visiones internas que lo acompañan serían manifestaciones del
arquetipo.
En el hombre hay algo estructural heredado que le hace actuar y pensar de cierta
manera, y por eso es que a veces no nos aclaramos acerca del origen de un contenido.
Como estos contenidos del inconsciente tienen una especie de aspecto físico, y
también un aspecto somático y psicológico, a veces algo que debería ir a través del
aspecto psicológico se pasa al físico, o el aspecto físico se cambia en el psicológico;
son como vasos comunicantes y, si se produce una obstrucción en uno, el agua sale
por el otro.

12. El dios solar Ra con sus atributos.

Con frecuencia sucede que la gente tiene grandes problemas psicológicos, cuya
causa consideran exclusivamente psicológica, y entonces tienen alguna experiencia
por el lado físico y todo el problema desaparece. Tenían obstruido un instinto, un
impulso sexual, digamos, que entonces se les manifestaba mentalmente como un
problema filosófico referente a Dios. ¡Ésa fue la generalización de Freud! Al ver que
eso sucedía con frecuencia, pensó que se podía explicar todo en ese nivel, pero no es
así; de igual modo se podría obstruir el extremo opuesto y entonces la cosa sale por el

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otro lado.
Éste es uno de los eternos conflictos: ¿tengo que vivirlo concretamente o tomarlo
simbólicamente? El impulso ¿representa algo que hay que entender, o se lo debe vivir
sin más ni más, sin pensar demasiado en el asunto? Éste es uno de nuestros grandes
problemas. Aquí se dice que obstruyendo o demorando un impulso físico se produce
un progreso en la conciencia.
Comentario: Éste no fue el primer trato que se cerró en nombre del
conocimiento, porque Isis aceptó curar a Ra, el dios solar, de la picadura del gusano
venenoso, siempre y cuando él le dijera su nombre secreto. ¿Cómo explica usted este
paralelo?
M. L. von Franz: Sí, ciertamente es un paralelo. Cuando el dios solar Ra
envejeció y se volvió senil e incapaz de un porte digno, Isis puso en su camino una
serpiente venenosa que lo mordió y lo envenenó, de manera que estaba muy enfermo.
En aquellos tiempos se creía que el poder de un hombre residía en su nombre secreto,
que era su alma o su mana, su poder vital, así que, cuando Ra yacía en su lecho de
enfermo, Isis se acercó a su padre y se ofreció a curarlo si primero él le decía su
nombre secreto. Frente a este chantaje, Ra se sintió derrotado y le dijo su nombre, y
de ahí en adelante ella tuvo el poder del dios solar.
Pero, ¿qué significa esto? No podemos analizarlo en el mismo nivel que el otro
motivo, que sería el nivel de una urgencia física por detrás de la cual creemos que se
oculta algo arquetípico. Para responder a su pregunta será necesario que repasemos
brevemente toda la evolución de la conciencia en la civilización egipcia.
En Egipto el culto del dios solar y de su hijo se ajustaba, en lo referente a la
estructura social y política, a un orden patriarcal. Aproximadamente entre los años
del 3000 al 2800 a. de C, la adoración del sol fue excediendo poco a poco a la de la
luna y la del toro; el rey principal representaba al dios solar, y ya no estaba
estrechamente vinculado con la luna ni con el toro, o había alguna ligera diferencia.
Con esta evolución, en el sentido de un incremento, en el culto solar se produjo un
avance en el derecho, la ciencia, la geometría, la planificación de los campos, de los
edificios, y así sucesivamente. Hubo progresos enormes en la civilización racional y
en la organización, la guerra, etcétera. Fue una evolución del mundo masculino, del
mundo mental y del mundo del orden, que se dio simultáneamente con el culto solar.

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13. El poder generador de vida de lo femenino, representado como
el mar de la renovación que surge de la leche de una virgen.

Hasta cierto punto el proceso puede ser comparado con el primer desarrollo de la
civilización cristiana, donde se produjo el mismo tipo de cosa: fe en el derecho, fe en
el dogma, fe en el orden, fe en el conocimiento, y luego, como estas cosas llegan a su
término, a una enantiodromia, el modo de conciencia masculino se cansa. Este es un
típico evento arquetípico, y entonces lo femenino, o el inconsciente y la naturaleza, lo
caótico, tienen que recibir de nuevo la luz. Este primer gran mito ejemplifica la
enantiodromia, en donde lo masculino, el dios solar, entrega todo el poder al orden de
lo femenino.
Actualmente nuestras organizaciones oficiales creen cada vez más en el papeleo,
en más y más congresos, más reglamentaciones y más religiones para salvar al
mundo. Están empeñadas en imponer el orden, creyendo que con eso se resolverá el
problema, y que esas otras tendencias que encontramos en los sueños de nuestros
pacientes se verán derrotadas. Pero una vez más el mundo se ha cansado, de modo
que el Papa declara la Asunción de la Virgen María, y en los sueños de los hombres
de hoy vemos la revaluación de lo femenino.
Puede darles un ejemplo. El otro día un hombre, asqueado por la matanza que en
estos momentos [1959] se produce en el Tíbet, escribió un vehemente artículo

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afirmando que los suizos, que somos también un pueblo de montaña amenazado por
las grandes potencias que lo rodean, deberíamos mostrar más simpatía hacia ese otro
pequeño pueblo de montaña que lucha por su libertad, y que no es suficiente con leer
los periódicos y expresar solidaridad, ya que mañana podría sucedemos a nosotros lo
mismo con una invasión rusa. Deberíamos hacer algo al respecto e interrumpir
nuestro comercio con China. Pero después el hombre soñó que el mundo llegaba a su
fin y que unas pocas personas encontraban, excavando en un glaciar en las montañas,
una nave antigua donde había una hermosa mujer. El barco era como el arca de Noe
que se dirigía hacia el mar, ¡y sólo los que fueran con ella en el viejo barco se
salvarían!
Ya ven ustedes que el inconsciente dice que lo que uno ve con su mente pensante,
[de orientación] política y masculina, no es más que un pequeño aspecto de lo que en
realidad está sucediendo. Con lo que nos vemos enfrentados ahora es con el diluvio.
En la actualidad, nuestro verdadero problema es la superpoblación, y no la tensión
con los árabes o con los rusos. Estamos frente a una situación sin esperanza. El
principio de salvación es el principio femenino, y esta vez no estará Noe en el arca,
sino una mujer, es decir, una diosa. ¿Qué significa esto? ¡Ya ven ustedes con qué
sueños nos enfrentamos a veces! No es posible tomar a esta mujer al pie de la letra.
El soñante no tiene problemas en su relación con las mujeres, en ese nivel no hay
nada que falle. ¿Qué representa la mujer en el arca y las pocas personas que van con
ella?
No es un punto fácil de interpretar, pero al término de la civilización egipcia se
produjo una enantiodromia similar. De pronto Isis lo tomó todo en sus manos, y los
dioses masculinos se esfumaron… Y lo interesante es ver que aquello sucedía al final
de la Era de Aries y que ahora estamos al término de la de Piscis, la era astrológica
del pez, y de nuevo una mujer está levantando la cosecha y los hombres están un
poquitín cansados.
Pregunta: Pero el ángel no perdió nada cuando dio su secreto a la diosa. Él
también seguía entendiéndolo, ¿no es así?
M. L. von Franz: Sí, pero en tanto que el ángel no hizo nada con su
conocimiento, Isis fundó la alquimia; hizo algo con aquello, mientras que el ángel se
limitó a guardárselo para sí.

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14. La espiritualización de la materia representada como la coronación de la Virgen María.
La escena representa la cuaternidad alquímica: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo
(la paloma), con lo femenino (la materia) como cuarto integrante.

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Tercera conferencia
LA ALQUIMIA GRIEGA
La última vez analizamos el posible significado de que el ángel Amnaël entregue a la
diosa Isis el secreto de la alquimia. Usamos ampliaciones de antiguas leyendas que
efectivamente dicen que fueron los ángeles o los gigantes quienes enseñaron a los
seres humanos todo el conocimiento científico-natural, desde las matemáticas a la
preparación de cosméticos para las mujeres. Mencionamos también el extraño hecho
de que es muy frecuente que al término de una civilización patriarcal se produzca una
enantiodromia, en virtud de la cual se le entrega el poder a una figura femenina,
como por ejemplo cuando hacia el término de la civilización egipcia cobró
predominio el culto de Isis, y ésta fue ocupando, cada vez más, el rol de todos los
demás dioses. Incluso hay plegarias del período egipcio tardío en las que se invoca a
Isis como aquella que es todos los demás dioses en forma femenina. Y, cum grano
salis, comparamos esto con el hecho de que ahora, en el seno de la civilización
cristiana, por lo menos una parte de ella —la católica, la Virgen María— se ha visto
súbitamente elevada a un papel más dominante que el que tenía.
No debemos olvidar que estas deidades madres se relacionan también con el
concepto de materia, porque no sólo la palabra como tal está conectada con la palabra
«madre», sino que toda la proyección de la materia, y el modelo de idea arquetípica
que constituye el trasfondo mental de los científicos de la naturaleza, están tomados
del arquetipo de la madre. Platón, por ejemplo, dice que el espacio es como una
nodriza para la totalidad del orden cósmico, es decir que considera al espacio como
un contenedor femenino, una función nutricia de la madre.
Como la idea de la materia está siempre conectada secretamente con el arquetipo
de la madre, si el Papa desplaza sobre la Virgen María el énfasis puesto en el culto
cristiano, consciente o inconsciente esto es un golpe asestado al materialismo
comunista. En este sentido es un gesto, y un intento de herirlo en su aspecto
materialista poniendo el énfasis en una forma diferente de materia. El interés por la
materia, por lo tanto, se deriva del resurgimiento de este arquetipo.
Cuando los jóvenes científicos naturales escogen su profesión, es frecuente que se
les aparezca en sueños la Madre Naturaleza, en la forma de una anciana u otra figura
semejante que les enseña el camino. He visto varios sueños así en casos de jóvenes
que no estaban seguros de si estudiar ciencias naturales, por ejemplo medicina, o
alguna otra cosa. Se puede así realmente demostrar a partir del material de la gente
moderna que el impulso a interesarse en el aspecto material de la naturaleza externa
brota muy frecuentemente de la configuración de este arquetipo, que es el dinamismo
que hay por detrás de la ciencia natural. Si el relato bíblico evalúa el hecho de
impartir el conocimiento al hombre como una catástrofe, o como algo desdichado,
esto se puede comparar ciertamente con el hecho de que la ciencia natural, incluso las

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matemáticas, ha tendido desde el comienzo mismo a poseer a la gente de manera
autónoma, a apoderarse de su interés de manera totalizadora, en una medida tal como
para darles un impulso demoníaco, que altera no sólo su equilibrio personal, sino
también, hasta cierto punto, el equilibrio de la civilización.
Este impulso excesivo de la ciencia natural y de su aspecto destructivo es, desde
la visión actual, una trivialidad tal que no necesito extenderme sobre ella, pero que
brota del hecho de que un único arquetipo está, por así decirlo, saliéndose del orden
general de los instintos. Por consiguiente se puede decir que el mito del origen de la
ciencia natural es, en parte, el mito de una disociación de los instintos; el homo faber
ya está disociado, o está peligrosamente alienado de sus raíces instintivas naturales.
Tal es lo que dice el mito bíblico, en tanto que este mito de Isis, por el contrario, se
regocija ante el mismo acontecimiento de un progreso enorme. Si hay dos mitos, uno
de los cuales es más o menos el opuesto del otro, o la misma cosa evaluada de
diferente manera, la única conclusión posible es que en el ser humano, e incluso en su
conciencia, hay una incertidumbre básica; el problema es real, no inventado, y
tenemos que considerarlo desde los dos ángulos.
El ángel lleva en la cabeza una vasija que no está calafateada con brea y contiene
agua brillante. Esta agua, absolutamente transparente o limpia, dice el texto griego, es
en la alquimia el símbolo par excellence de la misteriosa materia básica. La idea del
agua eterna es, como ya saben ustedes por las innumerables amplificaciones de Jung,
y por asociaciones con otros textos, uno de los supremos símbolos alquímicos. Es el
agua divina, que naturalmente no es H2O, sino que en realidad es un símbolo de la
materia más básica del mundo, la prima materia. Así, en esta imagen se nos dice que
el ángel porta el misterio del material básico —del cosmos, diríamos nosotros—, y es
exactamente en esto en lo que pensaban aquellos alquimistas, como los físicos de
hoy: en que posiblemente todos los fenómenos materiales se remontaban a un único
material básico, cuya búsqueda era para ellos el gran fascinosum, porque va
acompañada del sentimiento de que si se pudiera descubrir este material básico, uno
podría, en cierto modo, tener un atisbo de la trama divina del cosmos.
Isis insiste en conseguir el secreto, tras lo cual el texto sigue con el juramento por
el cual se conjura a Horus a no revelarlo. Esto concuerda con el estilo de los misterios
y las iniciaciones religiosas tardías, en general. En el mundo helenístico es un énfasis
que muestra que ahora el gran secreto ha sido impartido y por lo tanto Horus, el hijo
de Isis, tiene que darse cuenta de que es sólo para él y para nadie más, y de que no
debe hablar jamás del asunto.

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15. El alquimista y su ayudante hacen el signo secreto, de acuerdo con la experiencia de que gran
parte
de lo que sucede en una relación entre dos personas no puede ser compartido con otras.

En este antiquísimo texto tenemos algo que volveremos a encontrar una y otra vez
a lo largo de la historia de la alquimia, a saber, el motivo del gran secreto que no se
puede decir en términos meramente científicos ni puede ser impartido de un
individuo a otro. En la historia de la alquimia y de la química esto se ha considerado
siempre como una treta para hacer que todo el asunto pareciera importante y
misterioso, y para velar secretos. Naturalmente que en esto hay cierta verdad, porque
como ustedes saben, en aquella época la alquimia era también química y, por ende,
conocimiento de cómo hacer aleaciones y cosas semejantes, era un secreto comercial
por la trivialísima razón financiera de mantener controlado el negocio. En nuestras
industrias modernas sucede lo mismo; incluso hay montados sistemas de espionaje de
los secretos de la fabricación industrial y de la metalurgia, porque ese conocimiento,
lo mismo que en tiempos antiguos, significa poder y dinero. Por ejemplo, si entonces
uno podía hacer una aleación que pareciese oro, gracias a la indiferencia de los
controles policiales de la época podría haber acuñado dinero falso y adquirido
rápidamente una fortuna, de modo que era lógico que el secreto sólo fuera revelado a
los mejores amigos.
Pero este aspecto trivial no explica la totalidad del fenómeno. Consideremos lo
que sucede en una situación analítica. Quizá todos ustedes hayan tenido la vivencia
de que ciertas cosas sólo se le pueden decir o explicar a una sola persona, o sólo se
pueden hacer con ella, y por lo general, si un análisis alcanza la profundidad
suficiente, llega un momento en que analista y analizando comparten el secreto que
ambos saben que no se podría compartir con nadie más y que, por lo tanto, establece
una relación peculiar y única.
La gente del medio circundante tiene de esto exactamente la misma vivencia que
se tenía en relación con la alquimia, es decir que tiene que haber algo sucio
relacionado con todo aquello, porque de otra manera se podría hablar de ello sin
reservas. Pero es totalmente imposible decir y hacer ciertas cosas a no ser con una

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sola persona; tal es la unicidad y exclusividad de toda auténtica relación humana, y de
todo encuentro auténtico con el inconsciente. Por eso es tan difícil, y en cierto sentido
engañoso, usar el material para informes de casos, porque aparecen ciertas cosas que
es imposible decir, no por razones de discreción ni porque tengan que ver con la
sexualidad o se refieran a un matrimonio o a un divorcio; ni tampoco porque se
relacionen con finanzas o con algún tipo de indiscreción vergonzosa —como siempre
tiende a pensar la gente—, sino porque la cosa es inefable.
A veces la relación o el análisis se da en palabras dichas a medias que la otra
persona entiende de una manera específica, pero que uno no puede repetir cuando
habla del caso. Se pueden contar los sueños, y repetir lo que uno le dijo al analizando
sobre su significado, pero uno sabe perfectamente bien que no está contando más que
la mitad de la historia. También hay cosas que no se pueden decir porque suceden sin
que uno lo sepa. Alguien puede decir después: «No recuerdo lo que usted dijo en
aquel momento, pero se rió de cierta manera y a mí eso me sugirió algo». Eso puede
suceder sin que ninguna de las dos partes lo note en el momento, y esos efectos no se
pueden evitar ni se puede hablar de ellos, aunque en realidad puedan formar la base
del proceso analítico y terapéutico.
Está también la simpatía entre dos personas, la sympathia, que significa que
sufren juntas, que las dos se impresionan juntas, y esta condición de un «estar juntos»
que proviene de participar en la misma experiencia no se puede explicar… no porque
uno quiera hacer de ella un secreto, sino porque es inexplicable, irracional y muy
compleja. De modo que se puede decir que en todo proceso de análisis hay un
secreto, y por lo general uno no puede hablar de él. Es decir que si uno publica un
caso, lo publica sólo en parte; es una cosa peculiar y única, y aunque la gente suele
irse a casa pensando que ahora ya saben cómo funciona el proceso de individuación,
están completamente despistados, porque se puede garantizar que el proceso de
individuación de ellos funcionaría de manera muy diferente. Per definitionem es una
individuación, y eso quiere decir algo único.
Por consiguiente, incluso referir un caso único desorienta, porque
involuntariamente la gente generaliza a partir de él, pensando que ahora entienden
cómo se lleva la terapia, pero ya están regando fuera del tiesto. Hay un verdadero
secreto, porque tan pronto como se toca la peculiaridad del proceso, o del individuo,
ya no se puede hablar más de ello. Muchas veces, cuando me piden que hable de
material clínico, al recorrer mis casos pienso que estaría mal presentar cualquiera de
ellos. Lo habitual es que no se puede hablar más que de los casos leves, o de los que
van mal —y eso es humillante para nuestra vanidad—, pero por lo menos de un caso
así se puede hablar.
Comentario: ¿No estará Isis refiriéndose a algo así cuando dice: «Tú eres yo y yo
soy tú», después de lo cual ya no hay nada más que decir?
M. L. von Franz: Sí, exactamente, a eso apuntaba. En eso está el «yo soy tú y tú
eres yo», y ése es el elemento que no se puede decir. Es la unio mystica, lo que

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sucede en el fondo de aquello que tratamos de rechazar llamándolo «transferencia»,
con lo cual lo convertimos en algo técnico. Pero es un verdadero misterio, una
experiencia mística, que por lo tanto nunca se puede impartir a otra persona ni
compartir con nadie más.
Isis jura primero en nombre de Hermes, que es probablemente la traducción
griega de Thoth, el dios lunar y el dios mono; después en nombre de Anubis, que no
ha sido traducido y por lo tanto es reconocible en su forma egipcia, y también en
nombre de Kerkoros; el aullido de Kerkoros se refiere al aullido del can Cerbero. En
el texto paralelo, el nombre es Kerkouroboros. Ouroboros es la serpiente que se come
la cola, de manera que debe referirse a un demonio en forma de perro que ha sido
confundido con esta serpiente y al que aquí se describe como la serpiente y el
guardián del submundo. O sea que es una mezcla de la figura de Kerberos —de ahí el
«Ker» en la primera sílaba— con ciertas figuras guardianas del submundo egipcio,
entre las cuales encontramos con mucha frecuencia la serpiente que se muerde la
cola.

16. El Ouroboros, la serpiente que se devora la cola, como dragón coronado y como serpientes,
alada y sin alas (compárese con los pájaros alado y sin alas de la ilustración 36.

Les leeré ahora el texto que habla de la serpiente Ouroboros, tal como se la
describe en ciertas tumbas egipcias. En la tumba de Seti I, por ejemplo, hay un dibujo
de una casa con dos esfinges afuera, que es una especie de representación
esquemática del submundo, donde tiene lugar la resurrección del dios solar. Antes de
su resurrección, el dios sol aparece representado como un hombre ictifálico tendido
de espaldas con el falo erecto, y alrededor de él está la serpiente que se come la cola.
La inscripción dice simplemente: «Éste es el cadáver». Ya ven, por lo tanto, que en el
submundo, cuando el dios sol ha llegado al momento en que muerte y resurrección se
encuentran, cuando está en su tumba en la profundidad del mundo subterráneo, se lo
representa rodeado por esta serpiente.
De acuerdo con el texto egipcio, se considera que la serpiente que se come la cola
es la guardiana del submundo, y probablemente sea ésta la serpiente que aquí se

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invoca.
«Te conjuro también en nombre del barquero Acheron», sigue diciendo el texto, y
más adelante: «Ve a ver al campesino Acharontos, y él te dirá todo el secreto».
Naturalmente, en lo primero que uno piensa es en el Acheron, el río subterráneo del
infierno griego, pero, como evidentemente la traducción representa ideas e imágenes
egipcias, tenemos que ver qué deidad o figura del submundo podría haber dado
origen a un nombre así.
En relación con ello he encontrado algunas referencias muy interesantes. Hay un
dios —o un concepto— egipcio llamado Aker, o a veces Akerou. A este dios se le
representa con dos leones sentados lomo contra lomo, a veces con el disco del sol
sostenido entre ambos lomos. A la imagen se la llama Rwti, o el doble león, y así se
representa al dios, o a la palabra Aker. Se lo muestra como el doble león, o el doble
perro, o como Ayer y Mañana, porque en la mitología egipcia esta imagen total
representa el momento de la resurrección del dios solar. Ayer murió, mañana volverá
a estar vivo. La medianoche, cuando el sol está en su punto más bajo y comienza otra
vez a levantarse, es el momento crítico de la muerte a la vida, del ayer al día
siguiente. Este momento, el más bajo de la enantiodromia y de la resurrección, es
Aker, porque «Aker» significa «aquel momento».

17. Rwti, el doble león egipcio con el disco del sol, representa a Aker, el momento en que el sol
reaparece después
de su viaje a través del submundo, el decir, el renacimiento de la conciencia después del vieja por el
mar nocturno.

En estas lenguas muertas y en las antiguas lenguas primitivas, Aker no sólo


significa el momento, sino también el lugar y la situación, la situación de muerte y
resurrección, de ayer y mañana, de la resurrección y regeneración del dios solar. A
veces no se representa a Aker como este punto, el más profundo del submundo, sino
como la puerta hacia el Más Allá, de la cual son guardianes los dobles leones, de
modo que hay una adición y mezcla de dos ideas; es la entrada al Más Allá, el limen o
el punto más profundo del propio submundo. En las tumbas de Tutmosis III y de

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Amenofis II se encuentra la misma escena que en la tumba de Seti I.
Les leeré ahora algunas de las invocaciones. En el Libro de las Cavernas, uno de
los libros de los muertos en sus múltiples variaciones egipcias, el dios solar dice
cuando está en el submundo: «Oh, Aker, he seguido tu camino, tú cuyas formas son
misteriosas, abre los brazos delante de mí. Aquí estoy, aquellos que están dentro de ti
me llaman». Cuando dice: «aquellos que están dentro de ti me llaman», Aker es
simplemente el submundo entero, el espacio en el submundo, y los que están en el
submundo son los espíritus de los muertos y el dios de los muertos, y los espíritus
llaman al dios solar cuando éste se hunde en el submundo. El texto continúa: «He
visto tus misterios, mi disco solar y Geb, el dios de la tierra, son aquellos a quienes
llevo sobre mis espaldas. Chepera está ahora dentro de su envoltura». Chepera es la
forma del dios solar cuando resucita, ahora que está en el huevo, en la envoltura, y en
un momento más aparecerá sobre el horizonte. «Abre los brazos, recíbeme. Heme
aquí, yo he de ahuyentar tu oscuridad».
En la tumba de Ramsés VI, Aker está representado por los dos leones, y debajo de
ellos se leen las palabras: «Mira qué apariencia tiene este dios. Geb, el dios de la
tierra, y Chepera, el escarabajo, observan las imágenes que hay dentro de él». Así
pues, Aker es un espacio que contiene los muertos, o las imágenes de todo lo que
existe. No es solamente el doble león, o la puerta hacia el Más Allá, sino ese espacio
misterioso en el submundo donde están los muertos y las imágenes. El los vigila y los
tiene en sus brazos. Este gran dios se queda abajo, en el submundo, y habla con la
gran imagen que transporta su cuerpo. Aker es la gran imagen que carga con el
cadáver o cuerpo del dios solar, como se lo puede entender por el dibujo. El dios solar
vierte luz sobre todo lo que descansa en los brazos de Aker, el que produce la reunión
de los huesos del dios: reúne los huesos dispersos del cadáver.
Uno de los grandes motivos del Libro de los Muertos egipcio es que los muertos
son desmembrados, como desmembrado fue Osiris, y por lo tanto se los ha de
reconstruir antes de que puedan resucitar; se los debe volver a armarlos para que
puedan levantarse y salir del submundo. Aker es el agente que recolecta los huesos y
los miembros del dios.
Otra representación que se encontró en la tumba de Ramsés VI es la del doble
león de pie entre las aguas primordiales. Debajo de la inscripción se lee «Aker» y
después hay una elipse, que en este contexto simboliza el submundo, o el mundo de
los muertos; y la inscripción dice que Aker y Shu, el dios del aire, son los dos
creadores del mundo. Así ven ustedes que Aker no sólo es el agente en la
resurrección del dios solar y del submundo todo, sino también uno de los agentes de
la creación del mundo. A veces los dobles leones son reemplazados, como ya les dije,
por dos animales que parecen perros, los chacales de Anubis, y entonces la
inscripción que llevan debajo dice: «Éstos son los que abren el camino, los agentes de
la resurrección».

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18. El cereal brota del cuerpo de Osiris.

Creo, por consiguiente, que no sería demasiado rebuscado conjeturar que


Acharon, o Acharontos, alude a este dios egipcio, porque, como ustedes saben, el
contenido principal del gran secreto que Isis imparte a Horus es que un león genera
un león, la cebada genera cebada, el trigo genera trigo y así sucesivamente; por lo
tanto un hombre sólo se genera de la misma manera y, se dice también especialmente,
un perro genera un perro.
Entonces, lo que al principio parece un enunciado natural muy trivial, es decir, el
secreto de la generación sexual, y de los gérmenes, y de la generación de las plantas,
se revela como algo que en la antigüedad tardía de Grecia y Egipto tenía una trama de
asociaciones completamente diferente. Todas estas imágenes estaban conectadas o
asociadas con la idea de la resurrección de los muertos, de la re-creación del dios
solar y de la re-creación del mundo; ésa es una alusión secreta que hay en el texto.
Como ustedes saben, con frecuencia se ha representado la resurrección de Osiris
mediante el símil —aunque es más que un símil— de la resurrección del cereal. En la
antigüedad tardía —por ejemplo, en muchos pueblos egipcios— se celebraban
rituales durante los cuales se cortaba y se ahuecaba un tronco de pino, que
representaba el cuerpo de Isis, o el ataúd; como ustedes saben, el ataúd es la diosa
madre. En él se ponía trigo o cebada, se lo regaba y el grano, puesto al sol, brotaba y

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representaba así un ritual de resurrección y de primavera. En el museo de El Cairo se
puede ver aún esta momia de trigo. En una especie de caja plana llena de arena se
sembraba cereal en la forma de la momia de Osiris, se lo rociaba con agua, brotaba y
después se marchitaba. A aquellas cajas se las llamaba los jardines de Osiris, y
representaban la resurrección de los muertos. El proceso se repetía en todos los
funerales clásicos egipcios: se ponía trigo dentro de las bandas de la momia y se lo
regaba con agua; cuando el trigo empezaba a brotar, era señal de que el muerto había
resucitado. En esta forma, típicamente primitiva y mágica, todos estos rituales se
cumplían en forma completamente literal sobre la momia. Es decir que en la mente
del pueblo, el proceso de la muerte del cereal en la tierra y de su resurrección como
trigo o cebada se relacionaba estrechamente con la idea de la resurrección, primero
del dios Osiris, y más adelante de todos los seres humanos.
Ahora bien, ¿qué tiene que ver todo esto con la alquimia? Está claro que parece
referirse a ciertos antiguos misterios tardíos de los muertos en el Egipto de la época
helenística, y podemos reconocer la conexión con el famoso misterio arquetípico de
la muerte y resurrección del joven dios de la primavera. Pero, ¿por qué aparece esto
como la explicación esencial de todo el misterio alquímico? Y sobre todo, ¿por qué,
en el texto que les leí la última vez, después de esta explicación aparecen unas recetas
tan absolutamente triviales? Creo que para entender en qué estaba pensando aquella
gente se ha de empezar ante todo por ser sumamente ingenuo y seguir los pasos de un
pensamiento ingenuo.
Supongamos que ustedes piensan en su propia resurrección, si es que la esperan,
aunque quizá no puedan creer en ella. Naturalmente, lo primero que se les ocurre es
el cadáver y qué pasa con él. Se lo comen los gusanos, o en el crematorio lo reducen
a cenizas. Si somos ingenuos y sinceros, no podemos apartar la mente de la visión
inmediata de lo que queda de nosotros después de la muerte, y por lo tanto en todas
las civilizaciones humanas al cadáver se lo trata con gran cuidado y con toda clase de
rituales, porque representa un misterio. La forma del ser humano que vivió sigue allí,
pero algo falta, o ha cambiado. El sentimiento ingenuo sigue tomando a eso que está
allí por nuestro padre, o nuestro amigo, o quien fuere… y si no, ¿qué es? Si uno
espera la resurrección, si piensa que tal cosa existe, entonces al cuerpo que se ha
desintegrado se lo ha de volver a armar de alguna manera. Si seguimos ingenuamente
esa idea, pensaremos que, si conociéramos la materia básica de la cual está hecho en
su totalidad el complejo fenómeno del cuerpo, entonces se lo podría rehacer.

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19. Mientras Isis le da instrucciones, Anubis unge la momia de Osiris.

20. La resurrección de Osiris, ayudado por Neftis e Isis.

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¡No se imaginen que estoy predicándoles esto como una verdad! Lo único que
quiero es mostrarles que sería una idea susceptible de ocurrírsele a una mente
ingenua, y con frecuencia, al tratar de hablar con diversas gentes del problema de la
resurrección, he visto que efectivamente piensan en esta línea. Hablan del cuerpo
glorificado… pero podría haber una materia o sustancia básica. No sabemos lo que es
la materia, de modo que a partir de esa base, de lo que nosotros no sabemos y es el
secreto del propio Dios, ¿por qué El no habría de rehacer el cuerpo íntegro? Se trata
de una creencia común entre muchos cristianos que no lo han pensado muy
profundamente pero que, en un esfuerzo por entender, tienen una idea general de la
resurrección del cuerpo, y creo que detrás de estos textos había pensamientos de
ingenuidad similar. Es decir que el problema de la resurrección se vincula con el
problema de lo que es la materia y con la idea de que, si la materia tiene una forma
básica, puede ser transformada.
Ahora bien, si hay una materia básica que se puede transformar en alguna otra
cosa, entonces esa materia básica es inmortal y no se la puede disolver jamás. Ésa es
incluso la idea del átomo —aquello que ya no se puede escindir más—, es decir, la
partícula o el material más básico, que es lo que significa la palabra. Significa
también el individuo, la última unidad. No se lo puede escindir ni desintegrar, y por
consiguiente es inmortal, de modo de aquí tocamos una cosa eterna, y si llegamos al
fondo de eso, entonces tendremos el secreto de la resurrección y de la inmortalidad, y
de cómo hizo Dios el mundo.
Ésa era la línea de pensamiento y la reflexión subyacentes en las ideas contenidas
en este texto, lo que explica que se haya investigado la composición básica de la
materia cósmica. El hecho de que para aquellas gentes el problema de la resurrección
de los muertos estuviera ligado con ideas así demuestra que la esperanza de
inmortalidad, todo el tremendo impulso emocional que siente el hombre en su
nostalgia de inmortalidad, se canalizó en aquella época en la alquimia, lo que explica
cómo llegó a proyectarse en este problema la imaginería del proceso de
individuación.
Hasta ahora no he hecho más que reforzar y ampliar lo que antecede con algunos
textos egipcios, pero después voy a leerles un texto completamente diferente, del
siglo V, por el cual verán que pensamientos como éstos existían realmente. Hasta el
momento apenas si se ha aludido a ellos, de manera que tenemos que reconstruirlos a
partir de otros textos.
Después de la referencia al enunciado según el cual un león genera un león y un
perro un perro, el texto continúa: «Tras haber tenido la suerte de participar en el
poder divino, podemos proceder ahora a la preparación de otras cosas. Tómese por lo
tanto mercurio…», y así sigue. Después, el texto continúa con las recetas, que yo no
puedo interpretar porque, simplemente, no sé qué significan. Algunas, como la de la
orina de un niño todavía no corrompido, se pueden ampliar, porque sabemos que ésta
desempeñaba un papel en la magia de la antigüedad tardía. No sabemos a qué otras

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sustancias se refiere, y los historiadores de la química hacen conjeturas, sin ponerse
de acuerdo, sobre su probable significado, que en su mayor parte no se ha podido
establecer en forma definida. Sólo sabemos que son mezclas de metales y otras
sustancias, que se usan principalmente para preparar aleaciones, y que había ciertos
procedimientos de fusión o de corrosión lenta en los que se aplicaban ácidos.
Mientras sigue dando este tipo de recetas, Isis expresa: «Ahora, hijo mío, ya conoces
el misterio que es el elixir de la viuda». Esta expresión demuestra que algunas recetas
se refieren más bien a elixires curativos, o a algunas poderosas medicinas —en el
sentido africano de la palabra— que a la producción de ningún tipo de metal. ¿Cómo
se relaciona todo esto para un pensamiento ingenuo?
De niña tuve una experiencia que quizá pueda aclararlo. Cuando tenía unos diez
años, con frecuencia no podía ir a la escuela más que de mañana, por enfermedad.
Por la tarde, cuando mi hermana estaba en la escuela, yo estaba sola y muy aburrida,
sin nadie con quien jugar. Entonces, en el fondo del gallinero, establecí lo que
llamaba mi laboratorio. Una vez había leído que el ámbar se formaba cuando en el
agua de mar caía resina, que se solidificaba después de muchos años. Por eso pensé
en hacer ámbar. El ámbar, en mi fantasía, no tardó en convertirse en una perla
amarilla, y pensé que haría una perla de ámbar, redonda y amarilla.
Trepando y cayéndome una y otra vez de pinos y abetos, recogí una cantidad de
resina, pero después pensé que tenía que producir agua de mar. Por el diccionario me
enteré de qué estaba hecha el agua de mar, saqué del cuarto de baño sal y iodo y
mezclé, tan completamente como puede uno hacerlo a esa edad, algo a lo que yo
llamaba agua de mar. Después se me ocurrió que al ámbar había que purificarlo para
que se pudiera producir la perla amarilla, y empecé a fundirlo y cocinarlo para
quitarle las hormigas muertas y cosas así que había en él, y mientras lo hacía y
observaba cómo el ámbar se calentaba y se derretía empecé, en mi soledad, a sentir
pena por él y a pensar que se estaba quemando y que debía apaciguarlo. Entonces
comencé a hablar con la resina, diciéndole que no debía sentirse desdichada si la
quemaba, porque finalmente iba a convertirse en una maravillosa perla amarilla, y
por eso ahora debía soportar que la torturase con el fuego.
De esta manera me armé toda una fantasía relacionada con la producción de la
perla amarilla, una idea que se había originado muy racionalmente a partir de algo
que había leído. Pero en la soledad de la tarea, la cosa llegó a convertirse en un opus
alquímico completo, con plegarias por el éxito y todo. Yo le rezaba al ámbar,
pidiéndole que no se enfadara conmigo por cocinarlo, y le prometí que lo convertiría
en una perla, y así sucesivamente. Eso corresponde a una mentalidad primitiva o
infantil, y debemos suponer que aquellas gentes tenían una actitud similar. Hay que
recordar que en aquella época era muy peligroso hacer experimentos químicos,
porque entonces a uno lo consideraban un médico brujo, con todas las consecuencias
que aquello significaba. Uno inspiraba respeto, pero también odio y miedo, y por lo
tanto aquéllas eran cosas que había que hacer en secreto y soledad, condiciones que

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siempre movilizan el inconsciente.
Se podría describir esta ocupación de niña, que se prolongó durante más de un
año, como un juego o una especie de imaginación activa, realizada con sustancias
químicas… y eso, en gran medida, es la alquimia. La imaginación activa puede
ejercitarse con colores; en la actualidad lo hacemos principalmente pintando o
escribiendo cuentos, pero también se puede hacer de otra manera: reuniendo y
mezclando sustancias. Era lo que hacía aquella gente, y así era como se desviaba un
poco de la senda de un mero experimento químico para producir otro en el cual
predominaba el material de la fantasía, así como yo empecé racionalmente con la
intención de hacer ámbar, y durante el proceso caí en la fantasía de hacer una perla
amarilla.
En este campo de experimentación se producen, tanto como en otros,
acontecimientos sincrónicos, que son vividos como milagros y, naturalmente,
confirman estas fantasías. Que esto sigue sucediendo en los modernos laboratorios de
química queda probado por lo que oí contar de un científico que intentaba producir
por síntesis química cierta vitamina. Tenía todo calculado y sabía que al fin obtendría
el producto, pero parecía que la cosa no quería cristalizar. El momento en que algo
cristaliza depende de factores muy irracionales. Es claro que el peso, el calor y la
forma de la mezcla desempeñan todos su papel, pero todavía hoy hay factores que no
se pueden pasar por alto en la fabricación química, aunque no se sabe de qué
dependen. Entonces, contrariamente a todas las expectativas, el condenado mejunje
no cristalizaba. El hombre lo vigilaba día y noche, diciendo que tenía que cristalizar,
pero aquello seguía estando líquido. El científico se hartó de vigilarlo y encargó a un
ayudante que siguiera manteniendo determinada temperatura. Cuando se fue a su casa
y se durmió, tuvo un asombroso sueño alquímico en el que una voz le decía:
—Si vas ahora, ¡verás que ha cristalizado!
Cuando se levantó para telefonear, comprobó que era verdad: ¡había cristalizado!
Es decir que el inconsciente de aquel hombre estaba efectivamente conectado con el
proceso químico que se producía en la retorta, o informado de él.
Pueden ustedes ponerle el rótulo de sincronicidad, pero con eso no han explicado
nada. Es un hecho, simplemente. Y demuestra que no sabemos de qué manera está
conectado el inconsciente con la materia, sino sólo que lo está, y que tiene un
conocimiento de estas cosas; cómo, no sabemos, porque por el momento, en este
aspecto, nuestro conocimiento científico ha llegado al cabo de la calle. Al parecer,
incluso en los tiempos más modernos, la química sigue teniendo una conexión con el
inconsciente de la persona que hace el experimento, incluso hasta el punto de que
sucedan cosas como la que les he contado. Aquí volvemos a hacer contacto con un
secreto, y esta clase de vivencias, pero con una base más burda y primitiva, era
generalmente el respaldo de los experimentos de los alquimistas.
Si resumimos el texto que acabamos de comentar, no desde un punto de vista
psicológico, sino desde el histórico, vemos que en la alquimia hay ideas y

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concepciones religiosas que se remontan al Egipto helenizado, con su adición y
mezcla de la religión griega y la egipcia tardía. No puedo leerles todos los textos,
pero en otros hay trazas del simbolismo gnóstico y del judío, y de muchas otras
religiones de la época. El otro elemento, conectado en el pensamiento pero no en lo
que se refiere a los textos, es el de las recetas, sin duda vestigios de las tradiciones
secretas del arte, que se originaron con los médicos brujos africanos y se referían a la
preparación de filtros de amor, medicinas para asegurar la belleza, aleaciones y cosas
semejantes. Todas esas recetas eran los secretos de los artesanos del metal y de los
médicos brujos. Es probable que durante la civilización egipcia hayan sido
transmitidas por ciertas clases de sacerdotes que, con el permiso del faraón reinante,
tenían el monopolio de la manufactura de ciertas aleaciones o medicinas, cuyas
recetas debían de conservar en libros secretos que se guardaban en los templos.
De la misma manera, en el museo de El Cairo hay actualmente un papiro, hallado
en una excavación, que contiene todas las recetas para embalsamar cadáveres. Las
instrucciones para este complicadísimo procedimiento están dadas de manera
puramente técnica y química. Era el secreto de la clase de los sacerdotes de Anubis, y
constituía un conocimiento que sólo se impartía a los sacerdotes iniciados. Esto se
remonta probablemente a la más antigua tradición primitiva de los médicos brujos
africanos, y todavía se la puede descubrir en África en forma más simple, ya que la
actitud psicológica y el secreto en que se apoyan tales procedimientos siguen siendo
los mismos.
El texto griego que les presentaré ahora introduce un tercer elemento en estos
primeros escritos químicos griegos, a saber, la filosofía griega de la naturaleza.
Quizás uno de los mayores acontecimientos históricos de la antigüedad tardía fuese
que en la filosofía natural griega, la filosofía presocrática, hubiera hombres que,
como Tales, Anaximandro y Anaxímenes de Mileto, Demócrito de Abdera y
Heráclito de Éfeso, hicieran conjeturas sobre las teorías establecidas sobre la
naturaleza y fueran los creadores de términos técnicos tales como tiempo, espacio,
átomo, materia y energía.
Todos los conceptos básicos de la física moderna se remontan, como ustedes
saben, a la filosofía griega, porque los griegos fueron los creadores de estos
conceptos en su significado específico, es decir científico-natural, aunque no hayan
experimentado en gran medida con la materia. Por ejemplo, si Demócrito dice que el
átomo tiene diferentes formas —digamos que a modo de pequeñas pirámides con
ganchos en los ángulos que les permiten conectarse— ése sería el tipo de modelo
materialista de su idea del átomo. Los átomos redondos serían el alma, y hay también
átomos de fuego que ruedan por entre los espacios del átomo; ése es el modelo de la
realidad de Demócrito.
A los griegos jamás se les ocurrió probar o demostrar por experimentación esas
cosas, como en el procedimiento científico común en la actualidad, en que si uno
tiene un modelo conjetural así, trata de demostrarlo con experimentos prácticos,

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comprobando así si coincide o no con los hechos. Esto los griegos no lo hacían. Pero
después el pensamiento griego —desdichadamente, ya en una fase muy diluida—
entró en contacto con las ciencias secretas egipcias, que consistían enteramente en
una antiquísima tradición artesanal y práctica sobre el comportamiento de la materia.
Los egipcios sabían muchísimo desde el punto de vista práctico. Sabían preparar
esmaltes y tinta invisible, y conocían toda clase de aleaciones complicadas, y cuando
estos dos mundos se encontraron, en el Egipto de los Ptolomeos, el contacto fue
enormemente fértil para ambos, porque lo que en la tradición egipcia eran recetas y
pensamiento religioso se encontraba ahora con la precisión del pensamiento científico
de los griegos.
Podríamos decir que aquél fue el momento en que nació la alquimia, cuando los
modelos de pensamiento de la filosofía griega se unieron con las prácticas
experimentales de las tradiciones egipcias. Para adentrarlos a ustedes un poco más en
este punto, quisiera leerles un breve bosquejo de un texto larguísimo de Olimpiodoro,
un alquimista tardío cuyo nombre habrán encontrado sin duda en los escritos de Jung.
Olimpiodoro fue ministro y funcionario en la corte de Bizancio en el siglo V. Fue
miembro de una delegación que visitó a Atila, rey de los hunos, y escribió una
historia de su época, bastante famosa, que publicó en el año 425. Algunos de sus
biógrafos dicen que al mismo tiempo era conocido como un gran mago y médico
brujo en la corte bizantina, y, según los textos, estaba muy ocupado con experimentos
alquímicos. Sin embargo, en las historias de la alquimia se dice que esto no es
verdad, porque Olimpiodoro no poseía muchos conocimientos prácticos, e incluso si
realmente realizaba experimentos, es seguro que se interesaba más por los aspectos
teóricos o simbólicos de la alquimia.
Sostenía que los objetivos de la alquimia no se podían alcanzar de manera
racional, que uno podía seguir las recetas tanto como quisiera, pero que jamás llegaría
a ninguna parte sin la ayuda de la magia y de los poderes mágicos. Así empezó a
tener una doble actitud hacia lo que se podría llamar ciencias serias o prácticas y la
magia, una escisión con la que no hemos tropezado en textos anteriores. La razón de
ello es que Olimpiodoro tenía una educación filosófica griega que intentaba aplicar a
sus conocimientos. Me gustaría presentarles el texto, como hice con el de Isis, en su
extraña confusión literal, para que puedan tener sus propias impresiones personales.
Tomaré una sección del capítulo XXX, sobre el Arte Sagrado o Divino, y después
seguiré desde el capítulo XLI, que ofrece, por así decirlo, la esencia de sus escritos.
En el capítulo XXX, Olimpiodoro habla del plomo y cita a la profetisa María, de
quien se cuenta que dijo que el plomo negro debe ser considerado como la base de la
obra. Él comenta esta afirmación, y el tema se continúa en el capítulo XLI, que dice:
Ahora veamos cómo se prepara el plomo negro. Como dije antes, el plomo común
es negro desde el comienzo mismo, pero nuestro plomo se vuelve negro, cosa que al
principio no era. Los experimentos os enseñarán, y por ellos descubriréis la verdadera
demostración y prueba. Las opiniones dignas de crédito son unánimes en este asunto.

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Ahora intentaré abordar nuestro objetivo. Si el Asem [una aleación semejante a la
plata, aunque no se sabe exactamente qué] no se convierte en oro, o no podría
convertirse en oro aunque es una obra, no se ha de despreciar lo que decían los
antiguos, a saber que la letra mata pero el espíritu lleva a la vida. [«… pues la letra
mata, mientras que el espíritu da vida». II Corintios 3, 6].
Ahora, esto está en completa armonía con todo lo dicho por los antiguos filósofos
y apunta al mismo fin, a la palabra del Señor. [Olimpiodoro era cristiano y citaba la
Biblia, señalando que no se han de tomar al pie de la letra las recetas y los textos
alquímicos, porque aquello mataba, sino que se debe entender el espíritu del texto y
lo que esto significa]. Los oráculos de Apolo también están en armonía con lo que
queremos decir, porque mencionan la tumba de Osiris [Esto amplifica nuestro otro
texto]. Pero, ¿cuál es la tumba de Osiris? Hay un cadáver, amortajado como una
momia con bandas de lino, con sólo el rostro desnudo visible, e, interpretando a
Osiris, el oráculo dice: «Osiris es el sofocado féretro donde están ocultos sus
miembros y cuyo rostro solamente es visible a los mortales. Ocultando los cuerpos, la
naturaleza se asombra. Él, Osiris, es el principio original de todas las sustancias
húmedas. Sujeto como un prisionero lo mantiene la esfera del fuego. Él, por
consiguiente, ha sofocado todo el plomo».
Otro oráculo, por el mismo autor, dice:
Tómese un poco de oro al que se llama el macho de la Chrysokolla [sea lo que
fuere esta sustancia] y un hombre que haya sido amasado. El oro de la tierra etíope lo
produce de sus granos. Cierta especie de hormiga lleva el oro a la superficie de la
tierra y lo disfruta. Póngaselo junto con su esposa de vapor hasta que salga la divina
agua amarga. Cuando se haya espesado, o coloreado de rojo [cobre rojo] con el zumo
del vino dorado de Egipto, únteselo sobre las hojuelas de la diosa que trae la luz [que
debe de ser la luna] y también del cobre rojo [«cypris» tanto puede significar «cobre»
como «Venus»] o de la roja Venus [probablemente se alude a Venus] y después
hágaselo espesar hasta que se coagule en oro.

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21. La doble faz de la alquimia (laboratorio y biblioteca) corresponde a la naturaleza doble del
proceso de individuación.

Ahora bien, el filósofo Petasios, quien habla del comienzo del mundo alquímico,
está en completa armonía con esto, y él también se refiere a nuestro plomo cuando
dice que la esfera del fuego sujeta y sofoca a través del plomo. Después,
interpretando sus propias palabras, dice: «Todo eso proviene del macho, o del agua
arsenical».
La palabra «arsénico» significa «masculino»; no es el arsénico que conocemos,
sino que se refiere a todas las sustancias que llevan en sí un impulso dinámico que
afecta a otras sustancias. Todo lo que parece afectar a otras sustancias era masculino
porque era activo, de manera que no hay que confundirlo con lo que hoy llamamos
arsénico. Al arsénico es a lo que él se refiere cuando habla de la esfera del fuego.
El plomo está tan poseído por los demonios y es tan desvergonzado que quienes
quieren aprender algo de él caen en la locura a causa de su inconsciencia. Ustedes
habrán encontrado esta expresión en los libros de Jung, quien la cita con frecuencia.
Ahora me explicaré sobre los elementos químicos y entonces esto se aclarará.
Llaman plomo al huevo —me refiero al huevo de los cuatro elementos—; eso es lo
que dice Zósimo, y por ello en realidad se refiere siempre al plomo. Si ellos explican
su forma, en realidad aluden en secreto a la totalidad de la cosa, porque, como dice
María, los cuatro elementos son uno. Cuando se oye la palabra «arenas» se ha de
entender que aquello significa «formas» o ideas [en griego puede significar tanto una

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cosa como la otra]. Si oyen «eide» [formas, ideas], eso significa en realidad «las
arenas» —el tipo de arena— porque los cuatro cuerpos, o los cuatro elementos, son
también las cuatro «corporeidades» [ésta es una palabra inventada, pero en griego es
igual].
Zósimo explica la cuádruple corporeidad de la siguiente manera: Ahora la pobre
[en griego el adjetivo es femenino] cosa cae dentro del cuadrucuerpo en el cual está
encadenada, e inmediatamente cambia de un color a otro, todos los colores en los
cuales la técnica desea atarla: blanco, amarillo e incluso negro, o primero negro,
después blanco y después amarillo, y cuando esta cosa femenina ha evidenciado
todos estos colores, y ha rejuvenecido, continúa envejeciendo y después se muere en
el cuadrucuerpo, que significa hierro, estaño, bronce y plomo, con cada uno de los
cuales ella muere en la rubedo —el estado de enrojecerse— y entonces es
completamente destruida de modo que no pueda escapar, un hecho que es muy
satisfactorio para los alquimistas, porque ahora ella no puede huir. Y entonces uno
repite toda la cosa, por la cual su perseguidor también es encadenado [el que persigue
a esta mujer también es encadenado], todo lo cual tiene lugar fuera del recipiente
redondo.
¿Qué es el recipiente redondo? Ya sea el fuego o la forma redonda del recipiente
impide que ella se escape. Así como en una enfermedad la sangre había sido
destruida y ahora se renovaba, igualmente en su estado argénteo se ve que ella tiene
sangre roja, y eso es el oro.
Éste es un largo pasaje literal de verdadera alquimia, por el cual ustedes pueden
ver lo caritativo que ha sido Jung al seleccionar pasajes y publicarlos reunidos en
capítulos, porque si leyeran el texto original a ustedes también podría darles la locura
del plomo. Cuando se leen los libros de Jung uno piensa que es imposible entender la
cosa porque todo es demasiado complicado, pero en realidad él la ha simplificado
enormemente y ha hecho un esfuerzo tremendo por sacar las perlas del montón de
estiércol y por darle alguna forma, porque el material original era como lo que hemos
visto. Si se han acostumbrado ustedes a seguir esta línea de pensamiento, se
encontrarán con que toda la cosa es completamente lógica, tiene la misma lógica que
un sueño y se la puede tomar así. La primera vez que ustedes oyen un sueño les
parece completamente chiflado, pero si leen este material como leerían un sueño
captarán su significado.
Por ejemplo, Olimpiodoro habla del plomo negro y está claro que se trata de la
sustancia originaria y que es por consiguiente el misterio del cual ya hemos hablado
—la prima materia—, la sustancia básica del mundo, donde reside el secreto divino
de la vida y la muerte. Él lo llama «nuestro plomo», que al principio no es negro, y lo
contrapone al plomo común, con lo cual quiere decir que lo que los artesanos
ordinarios llamaban plomo (el que se usa para fabricar cañerías, ya que en la época
del Imperio romano el agua se transportaba por cañerías de plomo) no es a lo que
ellos —los alquimistas— se refieren al hablar de plomo. Es una clase diferente de

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plomo, una sustancia más básica con la cual se ha de experimentar, nos dice, para
descubrir a qué se referían los autores anteriores.
Cita después la Biblia, diciendo que el texto no se ha de tomar literalmente, lo que
también es comprensible, y dice que la transformación del plomo es un secreto.
Después cita un oráculo de Apolo, que debe de estar en un escrito más antiguo que se
ha perdido, dice que éste es el féretro de Osiris.
Para entenderlo, ustedes deben conocer la leyenda según la cual Seth mató a
Osiris fabricando primero un féretro de piorno y después haciendo que durante una
fiesta los invitados borrachos se metieran en él con el pretexto de ver a quién le iría
bien de tamaño. Pero cuando Osiris entró en el ataúd, Seth se apresuró a ponerle la
tapa, lo cubrió de plomo y lo arrojó al mar. Por lo tanto se podría decir que Osiris fue
sofocado en plomo, y se puede pensar que la tumba de Osiris era un ataúd de plomo,
o un féretro sellado con plomo dentro del cual está el dios muerto, o el espíritu
divino, en la forma que asume en la muerte.
Éste es el significado que se trata de transmitir. Osiris yace como una momia en el
féretro, con sólo el rostro visible. Ustedes han visto momias amortajadas con bandas
de lino y con la máscara que muestra el rostro. El significado de esto no está claro,
pero se podría decir que en ello había algo de humano y algo de inhumano, porque si
hubiéramos de interpretarlo simbólicamente, como un sueño, diríamos que debe de
referirse a un ser semihumano; si el rostro es humano, entonces en parte se puede
entender desde el aspecto humano, pero hay una parte que no se puede entender.

22. Osiris en el féretro de cedro cubierto de plomo, que representa el eclipse de la conciencia, la
depresión.

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Olimpiodoro continúa diciendo que el propio Osiris es el féretro sofocado, o la
tumba, que oculta sus miembros y sólo muestra la cara a los seres humanos. Brotois
es un nombre específico para los seres humanos, que significa «los mortales». Osiris
es inmortal, o el inmortal mortal, que a los mortales sólo muestra su rostro humano,
en tanto que el resto de su cuerpo es un secreto. «Ocultando los cuerpos, la naturaleza
se maravilló, o quedó asombrada». No puedo entender esto del todo, a no ser que
debe de significar que es parcialmente comprensible porque hay un rostro humano, y
parcialmente un misterio, del cual hasta la naturaleza se maravilla. No puedo dar
ninguna otra explicación. «Ése es el comienzo de todas las sustancias húmedas», es
decir, de la materia básica, originaria, del punto de partida (Arché). La sustancia
húmeda representa el material básico del cosmos, atrapado en la esfera del fuego.

23. La vasija alquímica sellada aquí, contiene a Mercurio como símbolo del espíritu aprisionado en la
materia.

Por lo que sucede después se puede ver que había la conexión siguiente: la
materia se ponía en una botella que se sellaba firmemente y se la ponía a cocer, y se
consideraba que esto era un paralelo exacto con el espíritu divino, Osiris, el hombre
dios, que yace muerto en su féretro de plomo, porque la materia en la botella estaba
exactamente en el mismo estado.
Eso era precisamente lo que sentía yo cuando torturaba a mi resina en mi niñez,

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porque sentía que estaba torturada por el fuego en su botella, por así decirlo; no podía
escaparse, es decir, no podía evaporarse, porque yo también había cerrado mi botella.
Entonces está atrapada y la tengo en mis manos y estoy haciendo algo con ella. La
analogía es Seth que atrapa a Osiris, y ahora como éste ha sido atrapado por Seth, por
el poderoso principio del mal, se transforma y resucita. Ésa era, probablemente, la
asociación que hacían. Entonces él ha sofocado todo el plomo. Aunque esto no lo
entiendo, me parece que este aprisionamiento en un féretro, o en un recipiente
alquímico, podría representar un proceso de sofocación, la muerte de la prima
materia por sofocación.
Sin duda, aquí hay una analogía con lo que hacemos cuando impedimos que un
ser humano proyecte en forma ingenua, y obligamos a esa persona a que se enfoque
sólo sobre sí misma; eso sería como una sofocación, porque lo que uno quiere es ir al
analista a decirle: «Así es como me educó mi madre». A eso, el analista responde que
uno debería ver el papel que desempeñó en ello su propio complejo, y entonces uno
tiene que aceptar todo aquello por lo cual antes había culpado a Dios y a los hados, a
los padres y al marido. Todo eso hay que volver a aceptarlo como propio, y es como
una sofocación, una especie de muerte, porque el impulso a proyectarlo todo en el
exterior se ha visto detenido.
La vasija es un símbolo de la actitud que impide que nada escape hacia afuera, es
una actitud básica de introversión, que en principio no deja escapar nada hacia el
mundo exterior. La ilusión delirante de que todo el problema está fuera de uno se
tiene que acabar, y las cosas hay que mirarlas desde adentro. Ésa es la forma en que
ahora «sofocamos» el mysterium del inconsciente. No sabemos lo que es el
inconsciente, pero lo sofocamos mediante este tratamiento concentrado por el cual se
detiene toda proyección, intensificando el proceso psicológico. Es también la tortura
del fuego, porque cuando el flujo de la intensidad de los procesos psicológicos se
concentra, uno se asa, se asa en lo que uno es. Por lo tanto la persona que está en la
tumba y la tumba misma son la misma cosa, porque te asas en lo que tú mismo eres y
no en ninguna otra cosa; o se podría decir que uno se cocina en su propio jugo, y es
por lo tanto la tumba, el contenedor de la tumba, el que se sofoca lo que lo sofoca, el
féretro y el dios muerto que hay dentro.
El que está dentro, naturalmente, no es el yo sino todo tu ser, porque tú estás
mirando a todo tu ser y no a tu yo que quisiera escaparse. Ahora bien, esto es tan
doloroso que todos intentamos escaparnos. Creo que en años y años no he analizado a
nadie que de cuando en cuando no haya flirteado con la idea de abandonarlo todo y
retornar a lo que llamamos vida normal. Por ende, pienso que es muy comprensible
que el texto, después de un tiempo, hable de la mujer que siempre trata de escapar y a
quien hay que atar dentro del cuerpo cuádruple o del cuadrucuerpo.
Volviendo al texto, Olimpiodoro habla de tomar cierta sustancia, esto es, la piedra
áurea, a la que se llama la parte masculina de la Chrysokolla —es probable que él
pensara en algún material específico—, y un hombre moldeado.

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Pues bien, ¿quién es el hombre moldeado, o el hombre a quien han amasado para
darle forma? Olimpiodoro es cristiano, ¡y ésa es una definición de Adán! Significa
simplemente tomar dos sustancias químicas —que no sabemos cuáles son— y hacer a
Adán. La relación que establecería un hombre de aquella época sería que a Adán lo
hicieron de barro y por lo tanto, de acuerdo con la Biblia, el barro es la prima materia
del hombre, el secreto básico del hombre. Ahora ya no se referían al barro, entonces
ya sabían que aquello no podía referirse al barro; su conocimiento de la biología y la
filosofía les alcanzaba para saber que el hombre amasado de barro no era más que un
símil. Por lo tanto, el barro aludía a la prima materia.
El hombre hecho de barro era, por consiguiente, Adán, que en aquella época era
un símbolo del Sí mismo o, podríamos decir, del hombre que acaba de salir de las
manos de Dios, que todavía no se ha echado a perder y no ha pasado aún por el
proceso de la corrupción.
El hombre incorrupto, recién salido de las manos de Dios, es el hombre que ha
sido amasado, y por eso él no habla de Adán, porque Adán está asociado con el
pecado, con la corrupción, con Eva y con todo eso. Al aludir de esta manera a Adán,
se refiera a Adán en su forma original y no degradada, cuando Dios acababa de
crearlo. Evidentemente, esto se refiere a la prima materia que nosotros llamamos el
Sí mismo, y por eso en el budismo Zen se dice: «Muéstrame tu rostro original». En
uno de los koans, hay un Maestro que se ilumina cuando otro Maestro le dice eso.
El oro de la tierra etíope lo genera —al hombre— de sus granos y allí hay una
especie de hormigas que lo llevan a la superficie de la tierra y lo disfrutan.
Eso se refiere a los famosos Arimaspos, mencionados también en el Fausto de
Goethe. En la antigüedad tardía hubo una leyenda según la cual en la India existieron
en cierta época unas hormigas enormes, tan grandes como seres humanos, que
excavaban oro de la tierra. Para los griegos, la India era la tierra de la sabiduría y las
riquezas, el Paraíso donde el oro se encontraba en los árboles, en las calles y en todas
partes, y por todas partes se tropezaba uno con sabios. En las descripciones de la
India de aquella época se menciona a esas enormes hormigas legendarias que
supuestamente eran el secreto de la gran riqueza de la India. Por lo tanto, cuando
Olimpiodoro dice esto, está refiriéndose a las hormigas.

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24. Adán, creado del polvo de la tierra.

Si nos adentramos en lo que en aquella época era el simbolismo de la hormiga,


nos encontramos con que de acuerdo con ciertas versiones las hormigas resucitaban
al sol empujándolo todas las mañanas para que asomara sobre el horizonte, de modo
que eran un cabal paralelo con el escarabajo egipcio que todas las mañanas eleva al
disco del sol por encima del horizonte para que se levante. El escarabajo es un
símbolo del sol que se levanta y de la resurrección. En ciertas tradiciones, esta
leyenda del escarabajo fue reemplazada en la antigüedad tardía por enormes hormigas
que cumplen exactamente la misma función. Por lo tanto la referencia apunta aquí
otra vez a la resurrección del sol, o a ese momento de la primerísima creación del
dios sol, que de acuerdo con la interpretación que estamos sería el símbolo de la
conciencia.
En lenguaje psicológico se diría: «Vuelve al ser humano original que hay dentro
de ti, vuelve a ese lugar donde las reacciones del sistema nervioso simpático —o de
tu inconsciente— enganchan con el origen de tu conciencia». Expresado con más
precisión, sería: «Vuelve al punto original de tu conciencia, intenta retornar al lugar
de donde proviene tu conciencia, al umbral del inconsciente».
Después reúne a este «Adán» con su mujer, el vapor, hasta que brota la amarga

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agua divina. Esto significa que este Adán, la cosa original, se une con su opuesto, que
parecer ser una sustancia como un vapor, y que juntos dan nacimiento a una sustancia
acuosa y amarga. Es el motivo de la coniunctio, la reunión de los opuestos, y el
resultado es la mística agua divina, el agua amarga.
Psicológicamente eso significaría: ponte en una actitud de reflexión en la que te
preguntas de dónde provienen tus procesos conscientes, liga esto con el material de la
fantasía —el vapor que sube desde el inconsciente— y eso crea un insight [una visión
interior] viviente que es amargo. Generalmente, el insight que obtenemos al mirarnos
es muy amargo, y por eso es tan poca la gente que lo hace; es pikros —amargo—
porque corroe las ilusiones delirantes de la conciencia y es muy amargo para ellas.
Por eso hablamos del «amargo conocimiento», la «amarga comprensión» y
también de la «amarga verdad», porque al comienzo, el conocimiento de sí mismo es
una experiencia amarga.
De modo que si se hace una lectura psicológica del texto, tomándolo como si
fuera un sueño, no es ninguna tontería, sino algo completamente lógico. Uno de los
grandes méritos de Jung es el habernos dado una clave de estos textos que los
historiadores oficiales de la química consideran un absoluto disparate, porque para
ellos no significan nada en absoluto. Pero para nosotros está claro el blanco al que
apunta Olimpiodoro, es decir, una experiencia interior, una experiencia religiosa
introvertida que aquellas gentes tenían en sus meditaciones y en sus experimentos
con fenómenos materiales. Aquélla fue la base de la alquimia.
Pregunta: La referencia a Adán, ¿lo sitúa antes o después de la Caída?
M. L. von Franz: Creo que antes de la Caída, porque de otra manera el texto
diría Adán en vez de usar esa extraña expresión de «el hombre moldeado o
amasado». El hombre amasado se refiere más bien a un aspecto de Adán, es decir a
su creación; lo que se destaca es que está hecho de barro, y por consiguiente yo diría
que el hombre hecho de barro es lo que se debería tener presente cuando se piensa en
él, y no el hecho de que estuviera con Eva y la serpiente, y todo eso. Creo que eso se
puede corroborar por el hecho de que Olimpiodoro conocía a Zósimo, quien tenía una
teoría gnóstica referente a que Adán era el hombre original impecable, antes de la
Caída. Por lo tanto uno puede estar bastante seguro de que la referencia es a Adán
antes de la Caída.
De modo que la esfera de fuego conserva el plomo y lo sofoca, dice Olimpiodoro,
y eso es la cosa masculina, y el plomo está demoníacamente tan poseído, es tan
desvergonzado, que quienes desean investigarlo caen en la locura a causa de su
inconsciencia, de su falta de conocimiento de la Gnosis.
Es probable que, químicamente, esto aluda al hecho de que el plomo suele ser
venenoso. Ése sería su aspecto químico y, naturalmente, coincide con el hecho de que
al comienzo (de un análisis, por ejemplo), cuando uno mira al inconsciente, emergen
generalmente emociones e impulsos instintivos tan fuertes que uno pasa por estados
que podrían llevarlo a la locura. Es frecuente que los alquimistas expresen que

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muchos de ellos han perdido la cabeza, y eso se puede tomar al pie de la letra.
Hace muchos años tuve una experiencia interesante, que demuestra que aquí en
Suiza sigue habiendo alquimistas locos. Cuando yo trabajaba sobre estos textos en la
Biblioteca Central, uno de los funcionarios me preguntó si estaba estudiando textos
alquímicos, y cuando le contesté que sí me dijo que entonces yo tenía un colega a
quien quería presentarme. Creyendo que sería una broma muy divertida, me condujo
hacia un arrugadísimo viejecillo que estaba sentado escudriñando un texto alquímico,
a quien me presentó diciéndole que yo era especialista en alquimia. Miré a aquel
hombre, de cuyo nombre me he olvidado, y cuando le vi los ojos advertí al instante
que estaba totalmente esquizofrénico. Me senté junto a él, y pasado un rato me
preguntó:
—¿Tiene usted el secreto?
—No, todavía no —le respondí.
—Yo estoy muy cerca de hallarlo, creo que en dos o tres meses más lo tendré —
me dijo entonces. Cuando le dije que me parecía maravilloso, me preguntó si sabía
griego, porque su problema era que él no lo sabía pero que, si podía ayudarlo con el
griego, lo conseguiríamos.
—Sí, sí —le respondí—, ¡pero no ahora!
Aquél era un verdadero alquimista que había caído presa de la locura del plomo.

25. El Ouroboros

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26. El Adán caído como prima materia, que muestra el falo, lo masculino, como un árbol viviente.

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Cuarta conferencia
LA ALQUIMIA GRECO-ÁRABE
La última vez terminamos mientras hablábamos de un pasaje muy oscuro en el texto
de Olimpiodoro. La cita mencionada decía que se ha de tomar la Chrysokolla, la
piedra de oro, a la que se llamaba el macho, junto con el hombre amasado, lo que
evidentemente se refiere a Adán, que fue amasado o moldeado en barro. Así pues,
hay una referencia indirecta a Adán en el Paraíso, lo que quedaría confirmado por el
hecho de que Olimpiodoro sabía de la existencia de Zósimo.
Como ustedes saben, en Psicología y alquimia hay una referencia a un texto de
Zósimo que se refiere a Adán diciendo que fue creado en el Paraíso a partir de los
cuatro elementos, y después cayó en el mundo. La tarea de la alquimia, para Zósimo,
consiste en volver a unir las chispas de luz de Adán y llevarlo de vuelta al Paraíso.
Olimpiodoro, que vivió doscientos años más tarde, conocía este texto de Zósimo, de
modo que es evidente que aquí se refiere a la reconstrucción de Adán, a la
restauración del Adán caído, que vive como una chispa de luz en cada ser humano, en
el ámbito celestial. Por consiguiente nuestro texto es una variación sobre la idea de
que en el fondo de la materia está, en una forma extensa o disuelta, o en la figura
cósmica de un ser humano, Adán, el primer hombre, llamado con diferentes nombres,
que ha de ser liberado o redimido de la materia.
Los remito a ustedes a la parte de Psicología y alquimia que se refiere al Adán
caído, al anima caída u hombre, donde Jung menciona diferentes textos que muestran
que esto es un reflejo del proceso de proyección. Recordarán ustedes que dice que el
mito de un ángel, o de Adán, o de la figura de un anima cósmica que cae en la
materia, representa el momento en que esta figura es proyectada en la materia, lo que
significa que las teorías así, que provienen del inconsciente, en alquimia aportan la
idea de que de pronto se busca conscientemente el símbolo del Sí mismo en la
materia.
Esto es sin duda lo que sucede con nuestro texto anterior, el referente al ritual
funerario de Osiris y a todos los rituales funerarios, en el sentido egipcio del término.
La búsqueda de la inmortalidad era de hecho la búsqueda de una esencia incorruptible
en el hombre, capaz de sobrevivir a la muerte, de una parte esencial del ser humano
que pudiera ser preservada. Lo mismo vale para esos poderes desconocidos que
también guían la vida humana.
Esta búsqueda se continuó prácticamente hasta el siglo XVII con todas las teorías
posteriores del elixir de la vida, el pharmakon de la vida y otras. Si se lo traduce en
términos psicológicos modernos, algo inmortal que haya de sobrevivir a la vida
podría ser expresado como un aspecto del Sí mismo, la búsqueda de aquello que hay
en el hombre de más grande, incorruptible y esencial.
La parte siguiente del texto se ocupa de la extracción del oro por obra de las

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hormigas del territorio etíope. El trasfondo de esto es el mito de los arimas-pianos [en
la mitología grecorromana, raza de hombres con un solo ojo que vivían en constante
lucha con los grifos, en el intento de arrebatarles el oro del cual estos últimos eran
guardianes] de la India, porque ambos países —la India y Etiopía— cargaban por
aquel entonces con la proyección de ser no sólo los países donde sucedían milagros,
sino también aquellos donde la piedad era más notoria. En los últimos escritos
griegos de la época de Alejandro hay muchas cartas apócrifas de Alejandro Magno a
su madre, Olimpia, donde le habla de la India y le cuenta que allí los brahmanes
andan desnudos y que son los hombres más sabios de la tierra y los más piadosos.
Esta misma idea fue proyectada también sobre Etiopía. En las últimas novelas e
informes geográficos escritos en griego se dice siempre que las gentes negras de
Etiopía son las más próximas a Dios y que constituyen el pueblo más piadoso del
mundo. También se puede decir que los griegos, a lo largo de su evolución
intelectual, perdieron cierto aspecto de la religión primitiva: esa actitud religiosa
primitiva e inmediata que, en la medida en que alcanzamos a ver, es común a todas
las civilizaciones primitivas.
Un estudio de las civilizaciones primitivas demuestra que su actitud religiosa
hacia la vida es algo completamente evidente sin más. La religión no era algo aparte
de la cotidianeidad de la vida profana, sino la base, por sí misma evidente, de todo lo
que se hacía, creía y decía. En su estado primitivo, el hombre es naturalmente
religioso y su religión traspasa toda su naturaleza y la totalidad de sus actividades. A
partir de este estado, la civilización griega había ido evolucionando, pasando por la
filosofía presocrática y por la sofística, siguiendo las diversas evoluciones de la
filosofía griega.
En Grecia, quizá por primera vez, las capas altas de una sociedad cultivada habían
ido apartándose de la actitud religiosa primitiva que a partir de entonces se proyectó
primero sobre los indios y los etíopes, y más adelante, de acuerdo con la literatura
griega de épocas posteriores, sobre los egipcios y otros pueblos afines, a quienes se
consideró entonces los más elevados y más próximos a Dios, y era en su ámbito,
según dice nuestro texto, donde se habría de encontrar el misterio alquímico.
Retornar a la actitud primitiva y evidente hacia la vida es el requisito previo a la
experiencia del Sí mismo, que no puede ser hallado por mediación de la mente
consciente ni con la parte evolucionada de la personalidad, sino que exige primero el
retorno a aquella primitiva actitud humana.
El texto prosigue: «Póngase entonces a la esposa, o la mujer del vapor con el oro
que extraen las hormigas, hasta que salga la amarga agua divina». De modo que
tenemos aquí el motivo de una coniunctio. Se toma el oro que se ha extraído de la
tierra etíope (la sustancia masculina), y se lo pone con una sustancia femenina a la
que se denomina la mujer del vaho o el vapor.
Pregunta: La actitud religiosa primitiva, ¿tendría algo que ver con la
participation mystique?

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M. L. von Franz: Sí, es algo que tiene todos los síntomas de la religión primitiva,
es decir, la participation mystique: la observación de los acontecimientos sincrónicos,
la observación de los signos, el no actuar sin haber observado primero los síntomas y
signos internos y externos, o —tal como se lo ha definido— la constante y cuidadosa
atención puesta en los factores desconocidos.
De acuerdo con tal definición, la religión significa no actuar jamás
exclusivamente en función del razonamiento consciente, sino prestando una atención
constante a los factores desconocidos que participan teniéndolos siempre en cuenta.
Por ejemplo, si alguien sugiere que nos vayamos a tomar un café después de la
conferencia, si en lo único que pienso es en que tengo tiempo, porque hasta las 12.30
no almuerzo, eso sería una razonamiento consciente, que naturalmente es también
correcto, pero si soy una persona religiosa me detendré un momento a pensar, e
intentaré percibir si siento que está bien hacer lo sugerido o si tengo una sensación
instintiva de rechazo, o si en ese momento se cierra de golpe una ventana o si doy un
tropezón, porque entonces es probable que no vaya.
Uno puede reírse de eso y considerarlo superstición, y naturalmente en ese nivel
no es diferente de la superstición, pero no se trata solamente de algo mecánico como
la idea de que si se nos cruza en el camino un gato negro más vale volvernos atrás,
sino más bien de que todo el tiempo deberíamos concentrarnos en el intento de recibir
alguna señal de Sí mismo o de nuestro propio interior.
En la filosofía china es el equivalente de prestar atención constante al Tao, a si lo
que en este momento estoy haciendo está bien, si está en el Tao. Naturalmente, hay
también discusiones personales, uno debate los pros y los contras, pero vivir de
manera religiosa significaría estar constantemente en estado de alerta para percibir
aquellos poderes ignotos que también guían nuestra propia vida. Si no recibo ninguna
indicación contraria, puedo decidir que me tomaré el café, puesto que tengo tiempo o
porque me apetece. El sonido de una campana no es siempre una advertencia; pero si
lo es y la desoímos, entonces algo anda mal. La actitud religiosa primitiva implica
que constantemente se tengan en consideración estos poderes.
Si no me llega una indicación en contrario, puedo decidir que me tomaré el café,
porque tengo tiempo o porque me apetece. No siempre nos suena un timbre de
advertencia, pero, si suena y uno no le hace caso, entonces algo anda mal. Las
actitudes religiosa y primitiva implican una consideración constante de estos poderes.
Cuando Jung estuvo en África, el guía de su safari era un musulmán, creo que un
chiíta. Todas las mañanas, durante el desayuno, todos los porteadores negros
comentaban sus sueños, tras lo cual el líder del grupo iba a decir a Jung si ese día
seguirían avanzando o no. Jung comprobó que cuando decían que no continuaban, el
aspecto general de los sueños no había sido favorable, de modo que probablemente
sintieran que tenían que esperar un día más antes de seguir. Jung aceptaba aquellas
decisiones e incluso se las arreglaba para dejarse arrastrar a participar en el
comentario de los sueños, y los hombres se quedaron muy impresionados al descubrir

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que él se interesaba por los sueños y sabía algo de ellos, y que incluso podía
interpretarlos mejor, como si pudiera observar lo que estaba sucediendo. Pero un
inglés que algunas semanas después fue al mismo lugar hizo, naturalmente, lo que
hacen la mayoría de los blancos: acusó a los hombres de haraganes e insistió en que
tenían que llegar a destino en cinco días, quiso imponerse por la fuerza y resultó
muerto.
Esta anécdota ejemplifica una actitud de cuidadosa consideración de todos los
aspectos irracionales. Los nativos actuaban de aquella manera porque podría haber un
día de temporal, o podían encontrarse con un rinoceronte y sufrir un ataque, o
tropezar con otro imprevisto. En la naturaleza uno se enfrenta constantemente con
cosas así, y nuestro inconsciente lo sabe, y cuando se vive en plena naturaleza prestar
atención a esos factores es esencial para la supervivencia. Los animales siempre
captan señales de los terremotos y otros peligros, las reciben instintivamente, y si
prestamos atención nosotros también las recibimos en nuestros sueños, y por eso
aquellos nativos, mostrando una adaptación muy razonable, prestaban atención a sus
sueños todas las mañanas.
El otro día tuve un ejemplo de algo semejante cuando estaba en mi casa de
vacaciones. Era evidente que por la parte alta del lago se acercaba una tormenta. Por
supuesto, yo no sabía que fuera a granizar, pero de pronto mi perra enderezó las
orejas, se precipitó dentro de la casa, se fue al piso alto y escondió la cabeza en mi
cama. Yo fui corriendo tras ella a ver por qué hacía todo aquello, ¡y en ese momento
se desató el granizo! Son advertencias que los animales reciben como por telepatía.
Pero en realidad, telepatía sólo significa tener conocimiento de algo que está
lejos, y eso no explica nada, porque telepatía no es más que una palabra. Lo único
que sabemos es que en el funcionamiento inconsciente e instintivo de los animales
superiores, incluido el hombre, hay una percatación sobrenatural, o mejor dicho
sobrerracional, de cosas sobre las cuales no podríamos tener conocimiento racional, y
que por consiguiente es útil, saludable y muy importante prestarles atención. Parece
que tales impulsos no sólo sirven a la supervivencia de animales y humanos, sino que
tienen una extensión mayor, la de estar al servicio de una evolución y una madurez
superiores, y del bienestar psicológico de la persona, y por eso los consideramos
como el inconsciente en su aspecto de preservación y de curación.
En nuestra definición, y en su forma más básica, la religión sería simplemente una
atención en estado de constante alerta dirigida hacia estos hechos, en vez de regir y
decidir uno su vida mediante una decisión racional consciente y razonando sobre los
pros y los contras. Por lo tanto, en las sociedades primitivas la religión impregna toda
la vida cotidiana. Antes de que los primitivos salgan a cazar se celebra el ritual de la
caza, y si durante la celebración se produce un accidente, pues no salen. No hay en
ello nada de místico, trascendente ni especial; la actitud religiosa básica se vincula
con la idea de supervivencia, y por ende ser religioso es una ventaja inmediata,
porque asegura la supervivencia.

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Cuando nos vemos enfrentados con el fenómeno de la neurosis, cuando la gente
se atasca en sus dificultades, intentamos descubrir qué es lo que tiene que decir el
inconsciente, y lo primero es guiar a los analizados a prestar más atención a sus
instintos, tras los cuales está la totalidad del fenómeno de la experiencia religiosa y el
insight religioso. Jung, por cierto, empezó como todos los médicos —basándose
además en su contacto con Freud— con la idea de ayudar a la gente a volverse más
instintiva, para que así pudiera ser más sana, pero después descubrió que por detrás
del instinto estaba también la religión, o que esta última era algo instintivo y
completamente natural, porque el hombre sencillo es hombre religioso. Por lo tanto
hay que volver al hombre interior, natural e inmediato, y a una actitud religiosa,
porque no podemos tener ninguna de estas cosas sin la otra.
Pregunta: La palabra religión, ¿proviene de religare o de religere?
M. L. von Franz: Respecto de ese punto se ha planteado una discusión
etimológica. Naturalmente, religare y religere tienen la misma raíz, legere, recoger.
Originariamente se refería a recoger o recolectar leña, pero legere, leer, tiene otra
connotación: la de «recoger» «ir reuniendo» las letras una por una; así es como lee la
gente al comienzo, y como aprenden todavía los niños.
Religare ha sido aceptada como la interpretación oficial desde la época de san
Agustín, basándose en la reflexión teológica de que significa ligar, volver a ligarlo a
uno con Dios. San Agustín decía que el hombre había sido separado de Dios por el
pecado original y que la tarea de la religión era volver a establecer la ligazón. Ésta no
es, sin duda, una interpretación científica, pero es muy interesante, y refleja bien cuál
es la idea cristiana de la religión. Los etimólogos modernos piensan que es probable
que provenga de la palabra religere, que querría decir «consideración cuidadosa», un
significado que yo he ampliado considerándolo, por ejemplo, como un estar alerta a
los factores irracionales, pero estos elementos no están en la palabra misma, que
significa simplemente consideración cuidadosa. El «re» indica «hacia atrás», es decir
que significa que uno mira hacia atrás para descubrir si lo que está detrás también
viene o si es dudoso. Uno tiene que estar siempre alerta y asegurarse de qué es lo que
tienen que decir las otras fuerzas acerca de nuestra vida.
Pregunta: ¿Se podría decir que no es más que superstición?
M. L. von Franz: ¡No! La superstición sería la mecanización de esta actitud. Por
lo general se piensa en superstición cuando uno toca madera o cuando dice que ver un
gato negro significa mala suerte, o que ver una araña por la mañana es mal signo y
deprime. Todo eso puede ser verdad, pero si se lo aplica mecánicamente, si los signos
se codifican en vez de considerarlos con cuidado, entonces empieza la superstición.
Una araña significa hilar, hilar fantasías. La superstición es que la araña por la
mañana significa mala suerte, y buena suerte por la noche. Evidentemente, eso quiere
decir en realidad que si por la mañana uno está «flojo» y con sueño, se levanta tarde y
se queda sentado a medio vestir, pensando en sus problemas neuróticos, eso sería la
araña de la mañana, que seguramente trae mala suerte. Pero si después de trabajar

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todo el día uno enciende un cigarrillo y se sienta frente a su casa, como hacen los
campesinos, a dejar volar la fantasía, o a filosofar sobre la vida, está perfectamente
bien, es una buenísima manera de prepararse para dormir. Por lo tanto la araña al
anochecer es propicia, y probablemente ése haya sido el significado original de esta
difundida superstición. La araña es un símbolo negativo de la madre, es la Maya [la
gran ilusión cósmica] y cosas semejantes. Cuando aparece al anochecer, o al
anochecer de la vida, está muy bien, pero es muy malo empezar el día con ella.
Sería entretenido si alguno de nosotros escribiera una tesis sobre las
supersticiones más comunes y su significado simbólico. Sería sumamente interesante,
y se lo propongo como tema a cualquiera que no sepa sobre qué escribir; tomar
algunas de las supersticiones comunes y analizarlas, porque son muy ricas en
significados. Lo único que es superstición en el mal sentido de la palabra es su
aplicación mecánica, que no es más que un hábito estúpido y no tiene nada que ver
con la actitud religiosa.

27. La araña como el símbolo de Maya, tejedora de un mundo de fantasía.

Ahora bien, en nuestro texto, con la sustancia masculina se pone a la esposa de


vapor, o la mujer que consiste en un vapor o un vaho, hasta que sale el agua amarga.
Esta es la conjunción de lo masculino y lo femenino, y el hijo es el agua divina. A la
esposa se la caracteriza como un vaho. Otros textos muestran que en general al vaho
o al vapor se lo considera como la psique de la materia. ¡Todavía hasta 1910 en el
servicio militar suizo se solía dar un breve curso de medicina general, y un maestro
decía que el cerebro era como un tazón de macarrones, y que el vapor que salía era el
alma! ¡Aquel hombre se ajustaba al antiguo modelo alquímico! Se podría decir que
aquella fantasía se remontaba dos mil años, porque en los viejos textos de alquimia la

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idea de un vapor o un vaho connotaba siempre la idea de la psique, de la materia
sublimada, de un cuerpo sutil, algo sólo a medias material. En los informes
parapsicológicos, si aparece un espíritu siempre hay primero algo como un vapor o
una niebla, de modo que se puede decir que una de las ideas más arquetípicas es la de
que la psique tiene que ver con la cualidad de un vapor o un vaho, lo cual expresa la
idea de que es algo que de alguna manera se relaciona con la materia sólida, aunque
no coincida con ella. Es probable que en esto intervenga cierto factor del anima,
porque el texto debe de haber sido escrito por un hombre.
Después de la unión de la sustancia masculina con el vapor venía la divina agua
amarga. La palabra «divina» en griego es theios, que también significa azufre, de
modo que se lo puede traducir como el agua divina, que es la traducción oficial
generalmente aceptada, o como un agua sulfurosa, ya que al azufre se lo consideraba
una sustancia divina. Es el agua, o el líquido, de la sustancia divina.

28. El agua de vida fluye entre los opuestos: lo masculino (conciencia solar, azufre)
y lo femenino (conciencia lunar, mercurio).

El agua en general, incluyendo la orina, recibe la proyección del conocimiento.


En el simbolismo de la Iglesia medieval se hablaba del aqua doctrinae, y en el
dialecto suizo, si alguien sale con un montón de galimatías sin sentido, decimos que

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está orinando. Con mucha frecuencia, los trastornos psicógenos del riñón tiene
relación con el hecho de que la gente esté llenándose de esa agua mala, porque no
tiene la actitud correcta o la verdadera conexión con el conocimiento; simplemente
charla mucho de cosas que no tiene bien digeridas, y eso es como orinar. Por eso se
puede decir que el agua tiene que ver con el conocimiento extraído del inconsciente,
del que tanto es posible abusar como usarlo en forma positiva.
En la alquimia el agua podía ser tanto el gran factor que sana como el que
envenena y destruye. Generalmente interpretamos el agua como el inconsciente, y
diferenciamos su significado específico de acuerdo con el contexto. Si en el sueño de
un paciente el agua sube, o si hay una gran inundación, le diríamos que tuviera
cuidado, porque el inconsciente lo está abrumando; allí el agua sería negativa, pero en
cambio, si uno está en el desierto y tiene sed, el agua es agua de vida. Cristo es el
manantial de vida, y hay varios símiles que quizás ustedes conocen. En todas las
religiones el agua es la sustancia vital, y esto se reduce al hecho de que la extractio
del anima, o ese conocimiento ácueo, es lo que tiene lugar en la interpretación de una
situación psicológica o de un sueño.
Si alguien viene con un problema, en vez de discutir con esa persona nos fijamos
en el sueño que se refiera a la situación; quizá se lo pueda interpretar de una manera
que vivifique a la otra persona y le dé un sentimiento de esperanza y la sensación de
que el problema tiene un significado oculto, aunque tal tez todavía no esté claro.
En un caso así, el conocimiento obtenido desde el inconsciente tiene la cualidad
del agua de vida, porque esa persona, por así decirlo, ha bebido del agua de vida y se
irá con la sensación de que ahora algo está fluyendo y el período de estancamiento ha
pasado. Entonces sigue habiendo cierta tensión hasta la próxima hora analítica,
porque el analizado se pregunta cómo continuará la aventura interior hasta hacer que
la vida arranque de nuevo y una vez más vuelva a fluir.

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29. La coniunctio, unión de los opuestos, como un armonioso
juego recíproco entre el agua masculina y el fuego femenino.

Por otra parte, todos hemos visto personas anegadas en el inconsciente, casos
esquizoides o fronterizos, o gente que pasa por un episodio psicótico y que expresa el
conocimiento del inconsciente. Sentados en la cama, o en su celda del asilo, hablan de
la creación del mundo o de lo que es Dios y de lo que ha de hacerse para salvar al
mundo, diciendo que todos los médicos del asilo son unos tontos y que ellos mismos
son los que saben, y así en ese estilo. Eso es conocimiento del inconsciente; es agua,
y está incluso lleno de sabiduría, pero el que habla tiene la cabeza debajo del agua, y
el conocimiento es el que tiene a la persona, no ésta el conocimiento. Esa pobre
persona está literalmente ahogada en la sabiduría del inconsciente, y no quiere salir
porque siente que se ahoga en algo muy bueno y maravilloso, y por eso la mayoría de
ellos se niegan a curarse.
Si se lo ve desde un punto de vista razonable, este estado es malísimo, porque
estas gentes llegan a un grado tal de inadaptación que hay que mantenerlas en
confinamiento. Tienen demasiada agua de vida, aunque lo que dicen no es
disparatado. Si uno tiene el suficiente conocimiento simbólico, se puede entender del
principio al fin lo que dice un psicótico, tal como si fuera el habla normal.
En nuestro texto tenemos la situación normal, es decir que el agua divina ha de

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ser producida como resultado de la coniunctio, que en términos psicológicos sería lo
que hacemos todos los días. Unimos nuestra actitud consciente con el inconsciente,
por ejemplo, cuando interpretamos sueños. De ese modo alcanzamos ese
conocimiento vivificante, la sensación de entender, y eso sería el agua. Pero aquí se
dice que el agua es amarga. ¿Por qué?
Respuesta: Porque es la verdad.
M. L. von Franz: ¡Sí, naturalmente! Muchas veces no tenemos una reacción muy
feliz, sino todo lo contrario, porque con frecuencia la verdad que proviene del
inconsciente es muy amarga. Es una píldora difícil de tragar porque contiene críticas
muy obvias de nuestras actitudes, y esta experiencia es amarga. Eso explica además
la resistencia contra la psicología, porque hay muchas personas que no quieren tomar
pildoras amargas. Tienen la vaga sensación de que andan muy despistadas, y de que
sólo podrían recuperar la salud si se avienen a tragar ciertas críticas; están firmemente
decididas a defenderse si la crítica viene de afuera, pero es muy difícil e incómodo si
la crítica viene desde adentro porque en ese caso el analista puede lavarse las manos y
decir que lo siente mucho, pero que el sueño es del analizado, que no se trata de nada
que haya dicho el analista, y entonces el paciente tiene que tragárselo.
El texto sigue diciendo que el filósofo Petasios también habla de la obra de la
misma manera, diciendo que lo que mantiene oprimida a la esfera de fuego es el
plomo. El mismo filósofo, en una interpretación de sí mismo, dice que esto proviene
del agua macho. Olimpiodoro dice que por lo tanto parece que el agua macho fuera lo
mismo que la esfera de fuego, que según vimos en la primera parte del texto era la
tumba de Osiris, que había sido sofocado en el plomo. Es decir que tenemos a Osiris,
a la esfera de fuego y al agua macho, y están los tres sofocados en el plomo, el
enemigo.
En el conocimiento de la antigüedad tardía, el plomo era el metal del planeta
Saturno y tenía sus mismas cualidades: por el lado negativo, la depresión, y
positivamente, la depresión creativa. Saturno es el dios de los mutilados, de los
criminales y de los tullidos, pero también lo es de las gentes artísticas y creativas. En
nuestro lenguaje moderno, eso significaría la extraña cualidad de ciertas depresiones
en las que uno se siente literalmente como plomo. Sin pensar en ningún símil
alquímico, es frecuente que la gente diga: «Hoy me siento como [si fuera] de plomo».
En una depresión intensa, uno se siente incapaz de levantarse de la silla, y hasta de
abrir la boca para explicar que está deprimido; no hace más que estar sentado como
un bloque de materia inerte. Cuando alguien está en este estado, sus confesiones
tienen innumerables símiles con el plomo.
Tal como implica la palabra, en una depresión la persona está aplastada,
comprimida, en general porque una parte de la libido psicológica está baja y hay que
buscar cómo subirla; la verdadera energía de la vida ha resbalado a una capa más
profunda de la personalidad, y sólo es posible alcanzarla mediante una depresión. Es
decir que, a menos que haya una psicosis latente, una depresión debe ser estimulada,

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diciéndole a la persona que entre en ella y esté deprimida, en vez de tratar de rehuirla
poniendo la radio o leyendo Selecciones, y si las depresiones dicen que la vida no
significa nada y que nada vale la pena, pues aceptarlo y decir: «bueno, ¿y qué?».
Escuchar, profundizar y profundizar, hasta volver a alcanzar el nivel de energía
psicológica de donde puede surgir alguna idea creativa de modo que, súbitamente, en
el fondo, pueda surgir un impulso de vida y de creatividad que había sido pasado por
alto.

30. El «león verde» de la alquimia, que devora el sol, se relaciona con la experiencia
de la conciencia abrumada por violentos deseos frustrados.

Las personas que son profesionalmente creativas, como los artistas por ejemplo,
saben que es probable que antes de cada actuación o trabajo nuevo tengan una
depresión así. También se las puede tener en escala menor; yo, por ejemplo, siempre
me deprimo antes de una conferencia, porque la libido empieza por bajar. Son ritmos
menores de algo que en la depresión se produce en gran escala, y significa que uno ha
pasado por alto ciertos factores creativos que se han configurado por debajo del nivel
consciente y que al atraer la libido causan indiferencia y falta de energía.
También puede ser un síntoma prepsicótico, como bien lo saben los psiquiatras.
Lo que emerge después también es un contenido creativo, pero aflora en una medida
tal que puede destruir la personalidad. En estos casos hay que reflexionar con cuidado
antes de animar a la persona a que se hunda en la depresión porque, aunque el
mecanismo es el mismo, existe el riesgo de que lo que aflore sea demasiado fuerte y
haga estallar la personalidad. El plomo es, por lo tanto, esa pesadez e indiferencia,

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ese sentimiento de la nada que cubre o sofoca el contenido del inconsciente.
Tal como dice el texto que brevemente les expuse en la última hora, en este
plomo existe incluso el elemento de locura. Esto se refiere a otro hecho porque, si se
profundiza en los estados depresivos de la gente, por lo general en el fondo se
encuentran o bien contenidos creativos, o un violento deseo que no se ha llegado a
sacrificar.
Con frecuencia, las personas deprimidas sueñan con leones voraces o con otros
animales que las devoran, pero en especial con leones, y eso significa que la persona
está deprimida porque está frustrada en la satisfacción de sus deseos salvajes. Quieren
tenerlo todo: ocupar el puesto más alto, tener el hombre más apuesto o la mujer más
hermosa, dinero y todo lo demás. Tienen los deseos salvajes de un niño a quien le
gustaría comérselo todo, pero al mismo tiempo tienen la inteligencia suficiente para
saber que la vida no es así, que no pueden tener lo que quieren, de manera que el
deseo se enrosca sobre sí y se convierte en depresión y hosquedad. Una depresión así
tiene la calidad de un deseo hoscamente frustrado, y explica por qué, tras una relación
amorosa desdichada, la gente se hunde en una depresión terrible. Su león se ha visto
frustrado y ha regresado hoscamente a su guarida.
Algunas personas llevan dentro de sí un niño frustrado. Por lo general son muy
correctas y corteses, y plantean pocas exigencias al analista, pero ser demasiado
cortés, correcto y considerado es siempre sospechoso. Uno sabe que a esa gente le
gustaría devorarse completamente al analista, como el león, imponiéndole exigencias
infantiles y haciéndole escenas, ya sea porque el analista terminó la hora cinco
minutos antes, o porque contestó el teléfono o les cambió la hora, ¡o estuvo con
gripe! Estas personas de un nivel de exigencia infantil lo compensan siendo muy
correctas, sabiendo que si admiten sus exigencias hará su aparición el león devorador,
y el analista devolverá el golpe, algo que a ellas les ha pasado con frecuencia en la
vida cuando, tras haber escondido sus sentimientos, un día se arriesgan y como
resultado reciben un palo en la cabeza. Entonces el niño herido vuelve a retraerse,
amargamente frustrado, y aparece la depresión, el león devorador. Es una parte de la
naturaleza primitiva, de las reacciones arcaicas que tienen todos los conflictos de
querer comer y no poder, de modo que se instala la manía depresiva.
Ése es el simbolismo de la locura en el plomo, pero también contiene a Osiris, el
hombre inmortal, y con sólo que acepte uno esa zona interior, llegará al contenido
creativo donde se oculta el Sí mismo. Se podría decir que el niño frustrado es un
aspecto que encubre una imagen del Sí mismo, y que el león que devora también es
un aspecto del Sí mismo.
Esto se ve muy claro si se toma la imagen del león devorador. Si creo que tendría
que ser el primero en todo, tener la pareja más apuesta, tener dinero, ser feliz y así
sucesivamente, eso es una fantasía paradisíaca, y eso, ¿qué es? ¡Una proyección del
Sí mismo! De modo que en realidad lo infantil es el deseo de experimentarlo todo en
el aquí y ahora. La fantasía como tal es totalmente legítima, tiene la idea de la

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coniunctio, de un estado perfecto y armonioso. Es una idea religiosa, pero, si se la
proyecta sobre la vida exterior y se la quiere tener allí, en el aquí y ahora, es
imposible. La forma en que la persona quiere realizar la fantasía es infantil, pero en sí
la fantasía es valiosa y no hay en ella nada de malo ni de enfermo.
Así que precisamente en esa zona loca y no dominada de la persona, en la zona
salvaje y problemática, está el símbolo del Sí mismo. Eso le da el impulso, y es por
eso por lo que las personas nunca saben qué hacer, porque no pueden reprimirlo; o, si
son razonables y se resignan a renunciar a la cosa y se dan cuenta de lo infantil que es
y entienden que hay que resignarse y adaptarse a la vida, entonces sienten que se han
curado, pero que los han despojado de sus mejores posibilidades y se sienten
frustrados.
Una vez tuve un analizado que vino a Europa a hacerse un análisis junguiano,
mientras su mejor amigo iniciaba un análisis freudiano. Pasado un año, decidieron
volver a encontrarse. El analizado freudiano dijo que estaba curado y que regresaría a
su país; al haberse dado cuenta del desatino de todas sus ilusiones neuróticas, iba a
empezar a ganarse la vida, y quería buscar mujer para casarse. El otro dijo que no
estaba curado en absoluto, sino que seguía muy loco, en pleno caos, y aunque veía
con algo más de claridad su camino, todavía le quedaba mucho por resolver. El
paciente freudiano le dijo entonces que aquello era algo muy raro, porque aunque a él
lo habían liberado de todos sus demonios, ¡lamentablemente, también habían
desaparecido sus ángeles!
El análisis había puesto una tapadera en la zona loca, pero la fantasía religiosa de
perfección, la fantasía romántica, la fantasía del Sí mismo, todas ésas también
llevaban ahora una tapadera, de modo que ese hombre era ahora un animal resignado,
socialmente adaptado y que funciona, pero todos sus sueños románticos de verdad, de
vida y de auténtico amor —que indudablemente en ambos jóvenes eran fantasías
infantiles— también estaban sepultados.
La gran dificultad, por consiguiente, para retornar al lenguaje alquímico, reside en
extraer a Osiris del plomo, en salvar la fantasía que es dadora de vida y al mismo
tiempo podarle la puerilidad del deseo de realizarse. Es algo tremendamente sutil.
Toda la tarea consiste en salvar el núcleo, la fantasía del Sí mismo, y despojarlo de
todo lo pueril, del deseo primitivo y de todo lo demás que lo circunda, lo que
significaría sacar a Osiris del ataúd de plomo. Eso es lo que el alquimista hizo en
forma proyectada cuando dijo que al hombre divino había que extraerlo del ataúd de
plomo o de la materia corruptible.
Creo que ahora podemos pasar a un texto árabe, obra de un hombre que se llamó
Muhammad ibn Umail al Tamini, pero es suficiente hablar de Muhammad ibn Umail,
porque al Tamini, «el Tamin», se refiere solamente a la tribu islámica a la cual
pertenecía. Este hombre vivió aproximadamente entre los años 900 y 960, es decir a
comienzos del siglo X, de acuerdo con nuestras fechas. Uno de sus escritos ha sido
publicado en lengua árabe en The Memoirs of the Asiatic Society of Bengal, que se

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imprimió en Calcuta en 1933, según un manuscrito que el señor Stapleton encontró
en Hyderabad. Stapleton expresa que en Hyderabad hay aproximadamente otro
centenar de manuscritos del mismo autor, con títulos tan interesantes como
promisorios, como La perla de la sabiduría, La escondida lámpara de la alquimia y
otros semejantes, pero si se escribe allí para preguntar por ellos no se obtiene
respuesta.
Desde el siglo XII o comienzos del XIII, este hombre ha sido famoso en la alquimia
europea. El escrito que voy a presentarles fue traducido al latín a fines del siglo XII o
comienzos del XIII, y se ha convertido en uno de los escritos medievales más famosos
en el mundo alquímico latino. En estos textos en latín su nombre figura como Senior,
y hasta 1933 nadie supo quién era Senior. Incluso el famoso J. Ruska afirmó
autorizadamente que Senior no era un árabe, sino que ésa era una tergiversación
latina. Pero a Ruska no hay que creerle nunca, porque está siempre dudando, y se
equivocó por completo al sostener que a aquel texto se lo tomaba erróneamente por
árabe. Ahora tenemos el original y sabemos que el nombre Senior es simplemente la
traducción latina de «el Jeque», que en realidad quiere decir «el Anciano», y esto
explica cómo a Muhammad ibn Umail llegaron a llamarlo Senior. El texto latino se
publicó con el título De chemia, lo cual significa que es un libro sobre química, pero
el verdadero título en árabe es Agua de plata y tierra estrellada. La edición presenta
el texto árabe a un lado y el latino al otro, para que sea posible compararlos. La
traducción latina es muy correcta y sólo se desvía en detalles casi sin importancia.
Después de que Muhammad ibn Umail hubo dejado el país, su mejor amigo, un
chiíta, fue quemado por hereje. En el mundo islámico, los sunnitas eran la secta
oficial y —en términos muy generales— la escisión entre ellos y los chiítas se debía
al hecho de que la interpretación que estos últimos daban al Corán era un poco más
mística y simbólica. Por ejemplo, no se tomaban el Corán al pie de la letra, sino que
permitían una interpretación simbólica, en tanto que los sunnitas insistían en una
obediencia literal a las reglas y en su verdad literal. Los chiítas desarrollaron un
amplio sistema místico de interpretación simbólica, y en ese sentido se los podría
comparar con los místicos de la Edad Media, que también intentaban interpretar
simbólicamente la Biblia, a diferencia de otras tendencias.
Se podría establecer una comparación con el paralelismo de la escisión entre
tendencias talmúdicas y cabalísticas en la tradición judía. Los chiítas corresponderían
a la tradición cabalística, los verdaderos introvertidos que se orientaban más bien a
una interpretación simbólica psicológica y a una vivencia personal de la verdad
religiosa, en contraste con las gentes de mentalidad más literal, que insistían más bien
en el dogma y en el texto sagrado.
Les daré el texto árabe tal como es, con todas sus complejidades, como hice con
el texto griego, para que puedan experimentar plenamente el impacto de esta forma
de expresión.
Yo y mi querida Obouail [la terminación es femenina] entramos en la Barba.

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[Barba quiere decir exactamente eso, y por cierto que todo el mundo decía que no se
podía entrar en una barba y nadie sabía qué significaba eso, pero está simplemente en
lugar de «Birba», es decir, pirámide, que era evidentemente algo que el traductor no
había entendido, causando con ello gran confusión]. Yo entré en la Birba y en cierta
casa subterránea, y después yo y al-Hassan, o sea Hassan, vimos todas las prisiones
ardientes de José, y yo vi sobre el techo las nueve águilas pintadas con las alas
extendidas como si volaran y las patas abiertas, y en los talones de cada águila había
un gran arco, como el que usan también los que practican tiro con arco. Sobre las
paredes de esa casa, a derecha e izquierda del que entra, vi las imágenes de seres
humanos de pie. No podían haber sido más perfectas ni hermosas, ni haber tenido
ropas más bellas de todos los colores. Tenían las manos extendidas hacia el centro de
la habitación y estaban mirando cierta estatua en mitad de la misma, cerca de la pared
de la cámara interior, que estaba de frente a ellas. La estatua estaba representada
sentada en un trono, similar al trono del doctor, y sobre él estaba la estatua, y sobre la
estatua, sobre su falda y por encima de sus brazos extendidos con las manos abiertas
sobre las rodillas, había una plancha de mármol, que fue extraída de eso [de qué no se
sabe], de la longitud de un brazo y el ancho de una mano, y los dedos de la estatua se
doblaban sobre el borde de la tableta que ésta sostenía. La tableta tenía la apariencia
de un libro abierto de frente a la persona que entraba, como si la estatua quisiera
enseñárselo.
Esto suena complicado, pero significa simplemente que en el fondo de la
habitación había una figura sentada que, con los dedos doblados, sostenía una tableta
que parecía un libro abierto que aparentemente la figura quería mostrar a la persona
que entraba.
En esa parte de la habitación en donde estaba sentada la estatua había imágenes
de infinitas cosas, y letras escritas en un lenguaje bárbaro [lo que significa
simplemente un lenguaje no árabe]. Esta tableta que uno veía en la falda de la estatua
estaba dividida por una línea en el medio, que separaba los dos lados. En la parte
inferior estaba la imagen de dos pájaros inclinados el uno hacia el otro, uno de los
cuales era alado y el otro no, y cada uno sujetaba con el pico la cola del otro.
Vistos esquemáticamente, los pájaros estarían tendidos el uno sobre el otro, cada
uno con la cabeza hacia la cola del otro, uno alado y el otro sin alas. Era como si
quisieran volar juntos o como si el pájaro sin alas estuviera deteniendo al otro, esto
es, que el pájaro de arriba quería llevarse al de abajo, pero el pájaro de abajo lo
retenía y le impedía levantar vuelo. Los dos pájaros estaban ligados uno con el otro,
eran homogéneos y de la misma sustancia, y estaban pintados en una esfera como si
fueran la imagen de dos cosas en una.
Cerca de la cabeza del pájaro que volaba, y por encima de ella, estaban
representados el sol y la luna. Esto estaba cerca de los dedos de la estatua, y en la otra
parte de la tableta —es decir, hacia la derecha— había otra esfera u objeto redondo
que miraba hacia los pájaros, y en total había cinco ritmos temporales [una cosa más

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que queda inexplicada], es decir, debajo de los pájaros y de la esfera. Por encima de
esta esfera está la imagen de la luna y otra esfera. Del otro lado, cerca de los dedos de
la estatua, está la imagen del sol, que emite sus rayos como la imagen de dos en uno.

31. Estatua del anciano sabio (Hermes Trismegisto)


que sostiene la tabla (Véase ilustración 36).

Enfrente hay una imagen del sol con un rayo que cae hacia abajo y juntos harían
tres, es decir los dos planetas —el sol y la luna— y el rayo de los dos en uno, y desde
el rayo una parte desciende y llega a la parte inferior de la tableta que rodea la esfera
negra y está dividida por esta esfera, a la que rodea, lo que en conjunto hace dos, tres
y el tercero.
Lo que está claro por lo que antecede es que el sol y la luna están uno junto a la
otra, con la luna de frente al que mira a la derecha y el sol a la izquierda, y debajo hay
una esfera negra que los rayos penetran. La tercera tiene la forma de una luna
creciente, cuya parte interna es blanca sin negrura, pero está rodeada por una esfera

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negra, y la forma es como la forma de dos en uno de un sol simple, y ésa es la imagen
de uno en uno y ésos son otra vez cinco, y juntos hacen diez, de acuerdo con el
número de las águilas y la tierra negra.
Ahora les he dicho todo esto y he escrito un poema y sin la gracia de Dios, cuyo
nombre sea bendito, no tendríamos este secreto. Para que puedan ustedes entenderlo
y pensar y meditar sobre él, les he copiado la imagen de la tableta, y lo que las
imágenes son será explicado en mi poema y después ustedes pueden mirar los
capítulos y ver lo que significaba cada figura. Ahora ya he explicado esas diez figuras
y he mostrado las figuras en mi poema y ciertamente uno no podría hacer nada sin mi
poema, pero quiero manifestarles a ustedes algo que todos los sabios han ocultado
hasta ahora: quién hizo esta estatua en esta casa, en que se describe toda la ciencia en
una figura simbólica que enseña su sabiduría sobre esta piedra y se la muestra a
quienes son capaces de entenderla. Yo sé que esta estatua era la imagen de un sabio.
[Esta estatua representa a Hermes, de modo que eso significa que Hermes inventó la
ciencia y dibujó las figuras].
Ahora tenemos que encontrar lo que todo esto significa. La estatua es la figura de
un sabio, y sobre la falda tiene la ciencia oculta que describe por medio de figuras
simbólicas como para dirigir al que sabe y entiende. El sabio que entiende debe mirar
hacia el interior con sutileza, y debe conocer los términos de la sabiduría y debe
entender un lenguaje oscuro y simbólico. Después, cuando compare con nuestras
imágenes ese lenguaje tan oscuro, separará lo uno de lo otro y se convertirá en el
soberano de la piedra secreta.
A esto sigue otra parte que tiene un título nuevo, Carta del Sol a la Luna
creciente, y que, como verán ustedes, es una carta de amor.
—En una gran debilidad te daré luz de mi belleza hasta que haya yo alcanzado la
perfección. [El sol será exaltado a la altura suprema]. Primero la luna dice al sol: —
Tú me necesitas como el gallo necesita a la gallina, y yo necesito tus obras, oh Sol,
sin interrupción, porque tú eres de carácter perfecto, el padre de todas las luces, la
alta luz, el gran Maestro y Señor. Yo soy la luna creciente, húmeda y fría, y tú eres el
sol, caliente y seco.
»Cuando nos hayamos unido en la igualdad de posiciones de nuestra casa, en la
cual no sucede nada más sino que lo pesado tiene consigo la luz, en la cual
permaneceremos, entonces yo seré como una mujer que está abierta a su marido y
que es veraz en la palabra, y cuando nos hayamos unido, permaneciendo en el vientre
de esta casa cerrada, entonces halagándote recibiré tu alma, y tú te harás con mi
belleza y por mediación de tu cercanía adelgazaré y ambos seremos exaltados en una
exaltación espiritual, o elevados en una exaltación espiritual.
»Cuando ascendamos en el orden de los Jeques [o de los ancianos], la sustancia
resplandeciente de tu luz se unirá con mi luz, y tú y yo seremos como la mezcla de
vino y agua dulce, y yo detendré mi fluir y quedaré después envuelta en tu negrura y
eso tendrá el color de la tinta negra, pero después de tu disolución y de mi

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coagulación, cuando hayamos entrado en la casa del amor, mi cuerpo se coagulará y
estaré en mi vacío.
Eso significa probablemente que la luna ha menguado por completo, es decir, que
es la luna nueva. A esto el sol replica:
—Si eso haces, y no me haces daño, oh Luna, y si mi cuerpo retorna, entonces te
daré una nueva virtud de penetración y después de eso serás poderosa en la batalla del
fuego de la licuefacción y la purgación y no habrá ya disminución ni oscuridad, como
sucede con el cobre y el plomo, y ya no te defenderás más de mí porque ya no serás
rebelde.
El sol dice, por lo tanto: si no quieres hacerme daño en esta coniunctio —porque
la luna podría hacer daño al sol— entonces yo te haré poderosa en la batalla del
fuego, y tú ya no serás corruptible como lo es el cobre, y no te defenderás luego de
mí, del sol, porque ya no tendrás sentimientos de rebeldía. Entonces la luna, que se
caracteriza porque crece y decrece y es hostil al sol, y por ser oscura y corruptible,
perderá todas esas cualidades negativas y se convertirá en una luz sólida como lo es
el sol. El sol continúa:
—Bendito sea quien piense en mis palabras; mi dignidad no te será arrebatada y
no perderá su valor, tal como no lo pierde un león, al ser debilitado por la carne [el
león es aquí otra imagen del sol], pero si me sigues yo no te negaré ni te despojaré del
crecimiento del plomo, sino que entonces mi luz será extinguida y toda mi belleza
será extinguida, pero ellos tomarán del cobre de mi cuerpo puro y de la gordura del
plomo verificándolo en el silogismo de su peso, pero sin sangre de cabra, y entonces
uno hará una destilación entre lo que es falso y lo que es verdadero.
»Yo soy lo duro, el hierro seco, soy el fermento fuerte, todo lo bueno está en mí,
la luz del secreto de los secretos por mi mediación se genera, y toda cosa activa es mi
acción. Lo que tiene luz se crea en la oscuridad de la luz [todo lo que brilla ha sido
creado en la oscuridad], pero después de haber sido llevado a la perfección me
recuperaré de mi enfermedad y de mi debilidad, y entonces aparecerá ese gran líquido
de la cabeza y de la cola y ésas son las dos cualidades y las diez órdenes o pesos,
cinco de los cuales son sin oscuridad, y cinco de ellas relucientes de belleza.
Este es el final de la carta. Después de esto Senior promete dar una explicación,
pero el texto no hace más que seguir de la misma manera. La explicación que da es
simplemente lo que nosotros llamaríamos una amplificación, muy llena de
significado por cierto, pero que aun así no es una explicación.
Actualmente sabemos que Muhammad ibn Umail fue uno de esos condenados
ladrones que violaban las pirámides y se introducían en las cámaras mortuorias. En
aquellos tiempos los árabes destruyeron gran número de pirámides, robando todo el
oro que contenían, de modo que hoy por hoy la mayoría de ellas están vacías; pero
Senior —o Muhammad ibn Umail— no lo hizo impulsado por el afán de encontrar
oro y robarlo, como la mayoría de los otros lo hacían, sino porque proyectó en la
cámara mortuoria de las pirámides el secreto alquímico.

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Tal como veremos en sucesivas partes del libro, él creía que los egipcios sabían
alquimia, y que lo que se había de encontrar en la cámara última de la pirámide era el
secreto de la alquimia, pero no pudo leer lo que estaba escrito en el antiguo lenguaje
egipcio, y por eso lo tacha de lenguaje bárbaro; como ustedes saben, todo eso era
antes de Champollion. Entonces, él creía que en aquellos misteriosos signos
jeroglíficos estaba escrito el secreto de la alquimia, y, tal como lo describe en otro
texto, en un ataúd de oro encontró una reina momificada que tenía un par de tijeras y
unos pequeños tazones de oro, y estaba absolutamente seguro de que aquélla era la
reina de la alquimia, por así decirlo, la sabia profetisa de la alquimia, y de que los
instrumentos escondidos en el ataúd de la reina egipcia eran alusiones simbólicas a la
obra alquímica.
Ésta es una de las cosas extrañas de la proyección en el pasado. Muhammad
proyectó en la momificación la totalidad del simbolismo del opus alquímico. Pero lo
que es aún más interesante es que ahora sabemos, por lo que les dije antes, que de
hecho la alquimia se originó en el culto egipcio de la muerte, que la química de la
momificación desempeñó un papel enorme, que en realidad los egipcios momificaban
a sus muertos para obtener la inmortalidad y divinizar a la persona muerta, y que la
alquimia intentaba hacer lo mismo, es decir, producir el hombre inmortal, obtener la
inmortalidad. Por consiguiente hay un anzuelo muy bueno para que el viejo Senior
haga su proyección; él se limitó a proyectar toda la historia hacia atrás [en el tiempo]
sobre la momificación egipcia, y a eso se debe que ayudara tan apasionadamente a
violar y destruir las cámaras funerarias de las pirámides. Naturalmente, observaba
todo lo que allí veía e intentaba descubrir si había alusiones a la obra de la alquimia.
La imagen de esa estatua que sostiene una tableta es un tópico que reaparece en
muchos otros textos alquímicos; no es nada específico de Senior. Todos ustedes
conocen, por las conferencias de Jung sobre Zaratustra, la tabula esmaragdina, la
tabla de esmeralda. Es un texto clásico, a cuyas sentencias aisladas Jung ha dado
interpretación, de manera que no necesito detenerme en él. La forma más antigua de
un texto así se encuentra en los escritos de Gabir, que serían del siglo VII, y a partir de
la totalidad de esta versión, la más vieja del hallazgo de la tabula, está claro que la
historia se remonta a fuentes griegas. Debe de haber habido un relato griego sobre
una estatua de Hermes encontrada en una tumba y que tenía el secreto sobre las
rodillas.
Esa historia se convirtió en un tópico dentro de la literatura alquímica en
numerosos escritos alquímicos, por ejemplo en el Kitab al Habib, o también en el
Libro de Krates, y empieza siempre de la misma manera: «Entré en la tumba y
encontré una estatua con una tableta, sobre la cual estaba…», y a eso sigue una
especie de explicación. Entonces, en la época de Senior aquello se había convertido
en un tema de la literatura. Eso es un paralelo con la tabla de esmeralda, y hay otras
variaciones nuevas. Senior añade algo que no he encontrado en ninguno de los otros
relatos del hallazgo de la tableta, a saber, las nueve o diez águilas que, en la imagen,

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disparan con arco y flecha sobre la estatua. También ha cambiado el contenido de la
tableta, porque lo que hay sobre ella no son sentencias de sabiduría, como en las otras
versiones, sino dos dibujos simbólicos, uno el de los dos pájaros que tratan de
apartarse volando el uno del otro, y el otro del sol y la luna y la esfera negra, y, hasta
donde yo puedo ver, ésta es la contribución de Senior.
Ahora tomaré parte de la información que se da en el resto del libro, porque no
puedo leérselo todo. De acuerdo con él, las águilas representan la sustancia sublimada
o volátil, y por ende algo similar a la esposa del vapor en el texto que ya vimos. A las
sustancias volátiles como vapores y vahos se las simbolizaba muy frecuentemente
con pájaros, porque se decía que tales sustancias habían adquirido cualidades
espirituales. El arco y la flecha son muy misteriosos y no se los explica nunca en todo
el libro, de modo que la alternativa es dejarlos sin explicar o darles una explicación
psicológica. Hermes está rodeado por las nueve águilas que le disparan con arco y
flecha. En su explicación posterior del texto, Senior se limita a saltarse este motivo,
pero a partir del resto del texto se puede conjeturar que las águilas representan las
sustancias espiritualizadas.
¿Qué dirían ustedes que representan el arco y la flecha? Imaginen que fuera el
dibujo de un paciente.
¿Qué dirían ustedes entonces de las águilas que disparan contra Hermes?
Tenemos que empezar por amplificar el arco y la flecha. ¿Qué les sugiere esto?
Respuesta: Eros.
M. L. von Franz: Sí, es la idea más obvia… El niño Cupido con sus torpes
flechas y toda la bibliografía de la antigüedad, relacionada con el arco y la flecha y la
forma en que Cupido a veces hasta le dispara una flecha a Zeus en muy mal momento
y lo tiene en su poder.
Un arco y una flecha indicarían dirección, algo que apunta a un objeto. La libido
ha sido encauzada, como sucede cuando uno se enamora, va nadando por el río de la
vida y súbitamente le disparan, y cuando uno se va a casa está de la mañana a la
noche pensando en esa mujer, o en aquel hombre. De pronto toda la libido está
dirigida y concentrada allí. Uno no quiere pensar en ello, pero después empieza a
preguntarse si mañana encontrará a esa persona en el mismo lugar, y así en ese estilo,
porque es ahí donde está la energía. Por lo tanto, se puede decir que el arco y la
flecha tienen que ver con la orientación súbita de la libido inconsciente; tienen que
ver con la proyección, porque una flecha es un proyectil, y mediante la proyección la
libido queda apuntada. Es lo mismo que si uno odia a alguien. Incluso hay un dicho
que pregunta —creo que es un dicho hindú— quién está más próximo a Dios, si el
hombre que lo ama o el que lo odia. Y la respuesta es que el que lo odia, porque él
pensará en Dios con más frecuencia y con mayor intensidad incluso que el hombre
que lo ama, porque su arco y su flecha están constantemente apuntados: ésa es la
dirección de la libido mediante la proyección.

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32. Rey y Reina sostienen al águila y al cisne, símbolos del espíritu volátil. Saturno, cuyos
aspectos positivos son la autodisciplina y la perseverancia, aparece en primer plano.

Se puede decir que todas las fuerzas disociadas del pensamiento y del alma están
ahora concentradas en lo que hay en esa tableta, es decir, que en torno de ello está
concentrada toda la atención psicológica. Están las dos alas de la tableta, como dos
partes de un libro, y de un lado está el problema de los dos pájaros y del otro el de la
unión del sol y de la luna.
Evidentemente, el problema de los dos pájaros es una variación del Ouroboros
como en la vieja alquimia, porque en los antiguos textos griegos encontramos un
dibujo de la serpiente que se come la cola. Por lo general la cabeza tiene estrellas y el
resto es negro, lo cual sería la oposición secreta. En el antiguo texto griego eso se
explica como que la cabeza es diferente de la cola. Es una imagen maravillosa si uno
dice que es una sola cosa, pero que hay una oposición entre la cabeza y la cola. De
ahí que haya dichos tales como: «Toma la cabeza, pero cuídate de la cola», o «A
menos que la cabeza haya integrado la cola, toda la sustancia es nada».
Es mucho lo que se dice sobre la cabeza y la cola, y la forma en que deben
relacionarse entre sí, de modo que describe bien los opuestos que son secretamente
uno. Es una especie de t’ai chi europeo, como el símbolo del Yin-Yang, los opuestos
en uno.

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Comentario: Las águilas me dan la impresión de tener alguna relación con
Apolo, porque se dice que pueden mirar al sol, y por cierto que Apolo tiene el arco, lo
mismo que Cupido, el niño alado.
M. L. von Franz: Apolo es el representante del principio de la conciencia, pero
eso no contradice la interpretación. El arco y la flecha de Apolo se referirían a la
atención prestada por amor, a la concentración de la libido mental mediante el amor.
De acuerdo con la teoría escolástica del conocimiento, sólo se puede llegar al
conocimiento por el amor, lo que significa que sólo se llega a conocer algo amándolo,
estando fascinado por aquello. Entonces, el anima está siempre por detrás de la
búsqueda de la verdad.

33. Las expectativas y los deseos frustrados son el material básico del trabajo analítico.
Las reacciones emocionales pueden equipararse a la imagen alquímica de la salamandra,
que como prima materia se tuesta en el fuego.

Si uno tiene que aprender un tema que no ama, donde no ha proyectado nada, lo
que significa que no se tiene relación con él, que no significa nada para uno y no está
conectado con el fluir de su libido, tiene que esforzarse y sudar aprendiéndolo para el
examen, pero diez minutos después ya ha vuelto a olvidarlo. En cambio, si uno está
fascinado, lo cual significa que se ha producido una proyección, uno se emociona y

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muy fácil y rápidamente toma conciencia en una medida enorme. Este es todo el
secreto de la enseñanza y del aprendizaje. Se puede decir que ésos son simplemente
dos aspectos de lo que como descripción general se podría llamar atención, que se
crea ya sea por la concentración de la conciencia o por el amor, y por detrás de ambos
hay una proyección. En la fascinación siempre está en juego la proyección.

34. Cupido y Venus y las pasiones del amor, por Bronzino. «Cuando X
se enamora de Y, un espectador podrá llamar a eso proyección […]
Pero no tengo derecho a interrumpir esa participation calificándola
de proyección». Von Franz.

Comentario: Usted habla de proyección, pero éstas son todas figuras


arquetípicas.
M. L. von Franz: Sí, y eso plantea la cuestión de si los arquetipos se proyectan.
Yo creo que sí. Por cierto que en nuestra idea de la proyección es así. Piense usted
qué es lo que en realidad sucede. Sabemos muy bien que nunca hacemos la
proyección, sino que ésta se hace sola. Por mí misma no proyecto nada; ésa es nuestra
manera de hablar, pero no es verdad. El hecho es que de pronto me encuentro en la
situación de proyectar, y cuando he visto que era una proyección puedo empezar a
hablar de ella, pero antes no. Por ejemplo, alguien que haya proyectado la sombra

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insistirá en que el otro es una mala persona y seguirá en ese mismo tono, pero quizá
dos años después, en el curso de un análisis, se dará cuenta de que estaba proyectando
su sombra sobre el otro. Entonces, ¿quién proyectaba? He ahí un gran misterio.
Cuando los griegos se enamoraban, tenían la modestia suficiente para no decir
que se habían enamorado, sino que lo expresaban con más precisión al decir que el
dios del amor les había disparado una de sus flechas. Y eso es lo que realmente
sucede: uno siente de pronto la dolorosa picadura que uno mismo no se ha hecho; se
encuentra con que le dispararon. Por lo tanto, se puede hablar del arquetipo del dios
del amor. Si se adentran ustedes en la historia de Eros, se encontrarán con que es una
variación de Hermes; el Eros de la antigüedad es similar al Hermes Cilenio. En la
antigüedad, cuando era un dios de la fertilidad en Beocia, se lo representaba
exactamente como en las estatuas de Hermes.
Por consiguiente, se puede decir que los griegos aludían a una variación del dios
Hermes. Es un símbolo del Sí mismo, o de la totalidad, que hace la proyección. Creo
que lo correcto es decirlo así. Si me encuentro en una situación de proyección, eso es
algo amañado por el Sí mismo.
Comentario: Aquí el águila se relaciona con Eros, o con Apolo, de modo que los
dioses están proyectando sobre los dioses.
M. L. von Franz: Sí, usted tiene razón, y por lo tanto podemos decir en general
que siempre es el inconsciente, o algún aspecto de él, lo que produce la proyección.
Es el Sí mismo o un dios. Siempre es un dios el que produce la proyección, lo que
significa que es siempre un arquetipo, que no es el complejo del yo el que lo hace.
El paso siguiente es preguntar sobre qué proyecta el dios del inconsciente.
Generalmente proyecta sobre objetos externos, ya sean seres humanos o cosas. ¿O
puede suceder que un arquetipo proyecte sobre otro arquetipo? Yo creo que sí, que es
algo que ocurre con frecuencia, y eso sería un proceso de unificación en los sistemas
de religión.
Tomemos por ejemplo el politeísmo. En la mayoría de los sistemas religiosos
politeístas se da el conocimiento secreto de que todos son aspectos de un solo dios.
Hasta los griegos lo sabían; en el estoicismo, la filosofía tardía de los griegos, se dice
siempre que en realidad hay un solo dios y que todos los otros —Atenea, Hermes y
los demás— no son más que aspectos diferentes de ese uno, de modo que se puede
decir que dentro del politeísmo griego hay un monoteísmo latente. Lo mismo sucede
con Elohim en el monoteísmo judío. Cuando Dios creó el mundo, dijo «Hagamos», y
siempre se ha supuesto que el «nosotros» se refería a «los» Elohim. Es decir que hay
también un politeísmo secreto dentro del monoteísmo, que aparece también en las
figuras del Malak Jahvé, el ángel de Dios. A veces Jahvé interviene personalmente, y
a veces envía al Malak Jahvé, que es más o menos un aspecto de Él.
Se puede decir en general que en cualquier sistema monoteísta, como en el
judeocristiano, hay una tendencia secreta hacia el politeísmo, que aun sin ser
totalmente consciente ni admitida, existe, así como en los sistemas politeístas hay una

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tendencia secreta al monoteísmo, para asegurar que todos aquellos múltiples dioses
en realidad no son más que aspectos diferentes de un dios único. Si se lo expresa en
términos psicológicos, esto significaría que la multitud de configuraciones
arquetípicas son todas en realidad una en el Sí mismo, aunque de hecho en la vida
práctica el Sí mismo se manifieste muy a menudo en aspectos aislados que
preferimos llamar arquetipos diferentes.
El problema es si hay muchos arquetipos o si el arquetipo del Sí mismo es en
realidad el único. Por ejemplo, cuando alguien está dominado por el arquetipo de la
madre, se habla de un complejo materno, pero si nos adentramos en el tema
encontraremos siempre que en ello está la totalidad del Sí mismo. Un complejo
arquetípico conduce siempre al símbolo del Sí mismo. De modo que aquí hay
nuevamente un monoteísmo secreto en el politeísmo, ya sea que el énfasis se ponga
en uno o en el otro. Si lo múltiple apunta hacia lo uno, yo diría que en el inconsciente
hay una tendencia a poner toda la energía sobre el Sí mismo y a apartarla de los
diferentes arquetipos aislados. Los múltiples arquetipos tienden a concentrarse en
torno del único arquetipo, del que se podría decir que refleja la tendencia del
inconsciente mismo hacia una mayor conciencia.
Se podría decir que las águilas son como una asamblea de dioses reunida en torno
del único Dios, lo que interpretado psicológicamente significaría que muchos
arquetipos comienzan a caer en un orden que se concentra en el arquetipo del Sí
mismo. El arquetipo del Sí mismo empieza a ser dominante y la disociación en
múltiples arquetipos comienza a ordenarse en torno de un centro. De ello se seguiría
que si en la psique de alguien domina un único arquetipo, digamos el arquetipo de la
madre, o el del anima, o el que fuere, en esa persona hay cierto monto de
unilateralidad. Es sólo cuando el arquetipo del Sí mismo comienza a hacerse cargo
del proceso cuando la cosa se unifica y todo va ocupando su lugar; de hecho, yo diría
que el sentimiento de unidad es una representación simbólica del momento en que los
múltiples arquetipos comienzan a ceder su energía a uno solo.
Comentario: Estaba pensando en algo ligeramente diferente, apartándome un
poco de los arquetipos y acercándome más a la actitud de las religiones primitivas,
tales como la experiencia del dios en el árbol, o el espíritu en el árbol. El paralelo que
yo vería en este caso es el siguiente: quizás haya un espíritu en el árbol y los
arquetipos estén siendo proyectados en el árbol, de modo que Dios esté realmente en
el árbol y los dioses estén proyectando en Dios. Esto, por cierto, una conjetura.
M. L. von Franz: Sí, lo es, y yo no puedo darle una respuesta. Usted puede
creerlo o no, porque una cosa así no se puede demostrar. En realidad, eso
simplemente toca la cuestión de si, en el caso de que se proyecte realmente una
imagen arquetípica, hay también una realidad trascendental que haga la proyección.
Pero no tenemos medios de verificar una cosa así, de modo que es cuestión de
creencia, y usted puede creerlo o no. Yo lo creo, pero no tengo la intención de
convencer a nadie, porque no tengo pruebas.

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Comentario: Si usted vuelve a la actitud religiosa primitiva y trata de analizarla,
diciendo que eso no es más que una proyección, entonces inmediatamente algo ha
sido proyectado, y no se lo puede tomar más que en ese nivel.
M. L. von Franz: En eso está completamente equivocado. Si lee la definición de
proyección del doctor Jung, verá que dice categóricamente que sólo se puede hablar
de proyección cuando se ha planteado la duda. Por lo tanto, nos equivocamos al decir
que el primitivo proyecta en el árbol. Ésa es nuestra manera de hablar, porque
dudamos de que Dios esté en el árbol, y por ende podemos decir que sería una
proyección para nosotros, pero como en el primitivo no se plantea ninguna duda, no
tenemos derecho a decir que él proyecta.
Busque la simple definición que da Jung de la proyección en Tipos psicológicos.
Allí verá que sólo se puede hablar de proyección cuando ha surgido la duda, y que
hasta entonces no es legítimo aseverar que haya una proyección. Sólo cuando siento
inseguridad dentro de mí puedo empezar a hablar de proyección, no antes. La
proyección implica que yo ya no estoy del todo convencida, que en cierta medida
estoy ya fuera de la participation mystique, o identidad arcaica; hasta entonces no hay
proyección.
Naturalmente, el que lo ve desde afuera duda, y por eso si uno toma un caso
moderno, digamos que X se enamora de Y, el espectador dirá que allí hay una
proyección del animus. Pero para la persona a quien le sucede no hay proyección, y
desde el punto de vista analítico sería un error decir que la hay; eso sería infestar a la
otra persona con la propia duda. Para X ese hombre es ahora su amado, y no
simplemente una imagen del animus. Si yo dudo porque no estoy en la misma
participation, no tengo derecho a envenenar al otro con esa duda. Tengo que esperar
hasta que la paciente empiece a sentir cierta inquietud, hasta que el hombre que ama
no se comporte como ella había esperado que lo haría. Una vez que se manifieste ese
estado de inquietud, puede decirle que quizás haya proyectado en ese hombre algo
que es de ella. Pero en tanto que no haya ninguna inquietud, no tengo el derecho de
cortar esa participation diciendo que es una proyección; ése es un grave error que se
comete con gran frecuencia.

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35. El Espíritu del árbol, por Margaret Jacoby.

Nosotros ya no creemos que los árboles y los animales sean dioses, pero sería un
error afirmar que eso es una proyección en el caso del primitivo, porque lo que para
nosotros es proyección, para él es la vivencia total de la realidad. Es su verdad.
Si yo tuviera que ir a África y volverme emocionalmente negra, no hablaría de la
proyección de los primitivos en la forma en que solía hacerlo. Diría que ahora veo
que los primitivos tienen razón: Dios está en el árbol. Pero en tanto que permanezca
en Europa, y el primitivo diga que Dios está en el árbol, mientras que yo no veo en él
nada de divino… en ese caso podría hablar de proyección. El uso de la palabra
depende del estado en que yo estoy. Cuando dudo, puedo usarla, pero si en mí no hay
duda, no; y jamás debo usar esa palabra para emponzoñar la realidad de otra persona.
Las proyecciones mueren en forma autónoma; de pronto la cosa ha desaparecido, y
eso sucede sin ninguna cooperación consciente. Esas cosas son hechos psicológicos
per se. Después yo puedo decir que hubo una proyección, pero eso es sólo una verdad
relativa, no absoluta.

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36. El pájaro alado y el pájaro sin alas, el sol incorrecto y el sol correcto, dibujos simbólicos
tomados de De chemia, de Senior (detalle de la escena que aparece en la ilustración 31).

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Quinta conferencia
ALQUIMIA ÁRABE
Ahora vamos a analizar el dibujo de las dos tabletas porque contiene bastante más
que el texto que ya les he leído.
En una parte de la tableta hay un pájaro alado y un pájaro sin alas. El pájaro alado
está arriba y el otro abajo; el texto dice que el último impide que el pájaro con alas
levante el vuelo. Cada uno le come la cola al otro, de modo que aquí hay una variante
de la serpiente Ouroboros que se come su propia cola. Por encima de los pájaros,
aunque esto no se menciona en la descripción, están la luna y el sol, y debajo está la
esfera a la cual el texto da después diferentes nombres: se la llama la luna y también
la tierra y el mundo inferior, el mundo de abajo. Por consiguiente, en cierto sentido la
luna es doble: arriba es la novia, o el opuesto del sol, pero es también algo mezclado
con el mundo de abajo, al que se llama la tierra. Entonces, hay una luna que es
idéntica a la tierra y una que es la pareja del sol.
En la segunda tableta hay dos soles; uno emite dos rayos sobre el mundo inferior,
y el otro sólo uno. Ambos irradian hacia el mundo inferior, donde otra vez está la
luna llena, a la que en un pasaje posterior del texto se describe diciendo que es blanca
y está rodeada por una esfera negra; mirándola desde afuera uno no vería más que la
negrura, pero el interior es blanco y tiene una sustancia lunar blanca. En esta imagen
el sol está duplicado y en la otra la luna está duplicada, y cada uno es la pareja del
otro.
En ambas imágenes hay una interconexión entre los mundos inferior y superior, y
en medio de ambos está la pelea entre los pájaros. El sol irradia sobre el mundo
inferior. A la esfera de abajo, que es negra por fuera y blanca por dentro, se la vuelve
a llamar el mundo inferior —el mundus inferior—, que aquí quiere decir este cosmos
que hay debajo del firmamento, o que se eleva hasta las esferas de los planetas más
lejanos. En la antigüedad y en la época medieval, se creía que debajo estaban la luna
y el mundo corruptible, y arriba las estrellas y el mundo eterno.
Pregunta: ¿Por qué un sol tiene un solo rayo y el otro dos?
M. L. von Franz: ¡Es así, simplemente! De hecho, en las tabletas no se muestran
los rayos; un viejo alquimista que en su momento fue dueño del libro ha dibujado con
tinta dos rayos a ambos lados, pero de acuerdo con el texto uno de los soles no envía
más que un rayo hacia abajo. Allí se dice que uno de los soles irradia con justicia y el
otro sin ella, y ésa es la diferencia entre los dos. Aunque el texto no lo dice, yo
supongo que el sol con los dos rayos es el que irradia con justicia, porque está
equilibrado, tiene los dos lados. Sol cum iustitia y non cum iustitia, como dice la
torpísima traducción latina. Pero ambos soles irradian con sus rayos el mundo inferior
y lo penetran.
Ahora tenemos que intentar —y digo intentar porque muchas partes del texto

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exceden mi comprensión— entender psicológicamente el texto. Tenemos que
empezar por referirnos al propio Senior y leer las amplificaciones que da a lo largo de
todo el libro. Senior dice de los dos pájaros que son también el sol y la luna, que el
ave sin alas es el azufre rojo y su alma exaltada es el pájaro alado; dice que los
pájaros son hermano y hermana, y de la cosa inferior dice que es la base de los dos
pájaros, tal como la tierra es la base de la luna, o el mundo inferior.

37. Pájaro bobo y pez, variación moderna del motivo alquímico de los
«pájaros alado y sin alas», por Jackson Beardy, un indio ojibway.

Vamos a considerar unas pocas amplificaciones. El azufre es una de las materias


básicas más importantes en el proceso alquímico. En Mysterium Coniunctionis Jung
escribió un capítulo entero sobre el tema; en él se puede ver que el azufre es una
sustancia activa, una sustancia corrosiva, y peligrosa a causa de su mal olor. Como
ustedes saben, en el folclore el diablo siempre huele a azufre, y cuando se va o
cuando lo exorcizan siempre deja tras de sí un aire sulfuroso. El azufre también
produce todos los colores, es el amante de la figura alquímica de la novia y así en ese
estilo, y es un ladrón que interfiere con la pareja amorosa.
Así pues, se podría interpretar al azufre como el verse impulsado, como un estado
de ser impulsado. No sería exacto hablar del impulso mismo; es más bien el estado o
cualidad de verse arrastrado o abrumado. Si se lo considera desde cierto ángulo
religioso, eso naturalmente seria el diablo; es el sexo, por ejemplo, pero en el sentido
de ser arrebatado por lo sexual, o sería lo sexual en su forma abrumadora, es decir,
como algo que uno no tiene bajo su control.
El azufre es la parte activa de la psique, la parte que tiene un objetivo definido.
En una dimensión psicológica; uno está atento para descubrir dónde la libido se está

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encaminando hacia su objetivo. Quizá no sea nada sexual, sino otra clase de ser
llevado o arrebatado; podría ser la ambición y el impulso de poder, o alguna otra
cosa. Por consiguiente, tiene el doble aspecto de proporcionar el ímpetu original —la
materia masculina, como se la llama aquí— y es al mismo tiempo positivo y
negativo. Cualquiera que se autoexamine, si es sincero, generalmente se enfrenta
primero con esa parte de la psique que se encuentra en un estado así.
El color rojo se refiere al fuego, a la cualidad emocional. El pájaro sin alas es el
azufre rojo; es el pájaro de abajo, y también se hace referencia a él como la hembra,
de modo que tenemos una paradoja porque, aun siendo arrastrado o llevado, se lo
considera como la cualidad masculina activa, pero proyectada sobre el pájaro de
abajo es la hembra. De modo que las características femenino-masculino son muy
vagas; en alquimia los términos se usan de maneras muy diferentes. Se podría decir
que el pájaro sin alas, el azufre rojo, es un factor subyacente en la vida psíquica, y es
siempre lo que hay que desenterrar primero, porque es la prima materia.
Para llegar al fondo del problema de alguien es necesario empezar por encontrar
la estructura o hechura de esos impulsos. Todos los llevamos dentro y hasta que los
educamos y los enfrentamos, tenemos un rincón oculto donde ellos llevan una vida
autónoma. Tienen que ver con el inconsciente, y, como ustedes saben, a Freud le
impresionó tanto este aspecto que cuando descubrió el «azufre rojo» creyó que
aquello era todo, que se trataba de eso.
En cierto sentido tenía razón. A él le impresionó la naturaleza impulsiva del
inconsciente, su aspecto sexual, tal como a Adler le impresionó el aspecto ambicioso
o de poder, de modo que dieron con la prima materia del azufre rojo y desde ese
ángulo intentaron explicar el papel del inconsciente.

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38. La transformación de Mercurio, en cuanto prima materia, dentro de la vasija sellada
que se calienta, es comparable a cocinar los impulsos instintivos básicos en su
propio afecto hasta el contenido esencial de su fantasía se vuelva consciente.

Del pájaro alado se dice que es el alma exaltada del otro, en el sentido de que una
vez que uno tiene la prima materia, que yo interpretaría aquí como los impulsos
instintivos básicos de la personalidad, a eso hay que cocinarlo, y cuando se lo cocina
despide vapor que «vuela» por sobre la materia; eso sería lo que los alquimistas
llaman el alma de la materia. Recordarán ustedes que ya lo encontramos antes, como
la esposa de vapor, en el otro texto. Esta sustancia volátil, que es como un vapor o un
vaho —la «sustancia fugitiva que vuela», tal como se la llama, lo que explica por qué
el pájaro tiene alas—, desea elevarse durante el proceso de cocción.
Expresado en nuestro lenguaje, ¿cuál sería el aspecto psicológico
correspondiente? Supongamos que el pájaro sin alas fuera el hecho básico de la
personalidad humana, con el aspecto específico de los impulsos básicos más fuertes.
¿Cómo cocinamos los impulsos?
Comentario: Se los cocina en el análisis, seguramente.
M. L. von Franz: Sí, pero en la práctica, ¿cómo se hace?
Respuestas: Haciéndolos conscientes. Deprimiéndose.
M. L. von Franz: Bueno, sí, eso sería ir al encuentro de los impulsos. Si uno no

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los conoce, primero tiene que deprimirse para encontrarlos. Cuando ya los ha
encontrado, está tocando fondo y entonces uno está en la prima materia, allí,
tocándola. Uno medita sobre ella y practica la imaginación activa, o busca el
significado subyacente.
Supongamos que alguien está enamorado, pero que la cosa no marcha; como está
frustrada, la persona se deprime, diciendo que no es posible aceptar la verdad de que
el otro no retribuye su amor; eso sería una tortura continua. Entonces uno diría que
muy en lo profundo está el impulso, la dependencia, algo que sucede constantemente
en una transferencia. A muchos analizados les irrita la transferencia por la
dependencia que supone, pero con eso no se puede hacer nada, porque son
dependientes; se sienten arrastrados, escriben cartas, telefonean veinte veces al día,
cosas así. El asunto, como tal, no es agradable ni para el analista ni para el
analizando. Con frecuencia los afectados, mostrándose razonables, coinciden en que
la situación es extraña, desatinada y molesta para los dos, pero el impulso irrazonable
no les hace caso, no se entera de lo que predica la conciencia. Eso lo sabe cualquiera
que alguna vez haya estado profundamente enamorado.
Tomemos la misma situación en el caso de un impulso de poder. Uno puede estar
locamente celoso de un amigo que ha tenido éxito en su carrera, y discute consigo
mismo, diciéndose que no debería sentir celos, que no es justo, pero con sus
autorreproches no arregla nada; su impulso o ambición de poder, que es la causa de
los celos, no se deja afectar ni tocar por sus palabras. El azufre rojo sigue intacto, de
manera que para arreglárnoslas con este impulso necesitamos una medicina más
fuerte. En vez de discutir con los impulsos que nos arrastran, preferimos cocinarlos y
decidimos fantasear sobre ellos y preguntarles qué es lo que quieren. Uno tiene que
ser muy objetivo, fantasear sin opiniones y sin condenar lo que la cosa tiene de
irrazonable.
Se ha de intentar descubrir amigablemente qué es lo que realmente quiere el
impulso, es decir, a qué apunta, porque el impulso tiene un objetivo.
Eso se puede descubrir mediante la imaginación activa o a través de una fantasía,
o experimentando en la realidad, pero siempre con la actitud introvertida de observar
con objetividad qué es lo que el impulso necesita o desea conseguir. Eso sería cocinar
el azufre rojo.
Por lo general, de los impulsos fuertes emana un contenido fantaseado; el impulso
contiene un ramillete de material fantaseado. Lo mismo se podría decir que cocinar
algo hasta que aparezca su alma significa dejar que del impulso emane el material de
la fantasía, permitir que aflore ese material de fantasía relacionado con el impulso.
Ése sería el aspecto psicológico, y correspondería al pájaro alado. Pero cuando
uno ha hecho eso comienza un tremendo conflicto. Nuestro texto dice que el pájaro
sin alas impide que el pájaro alado levante vuelo, en tanto que el pájaro alado quiere
elevar al pájaro sin alas, de modo que siguen estando pegados, ligados en una especie
de conflicto insoluble, que lo mantiene todo detenido. ¿Cómo aparecería eso en la

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realidad?
Comentario: Quizá como una tendencia a espiritualizar o concretar.
M. L. von Franz: Sí, exactamente, porque si uno trabaja sobre el material de la
fantasía, desarrollándolo, hay tendencia a llegar a la conclusión de que todo es una
proyección psicológica. Si estoy enamorada de alguien, puedo decir que es una
proyección del animus o del anima, de la madre o del padre, y de esa manera
espiritualizar o «psicologizar» la cosa, con el matiz adicional de que es «solamente»
algo psicológico, y el error se introduce con esa palabra, «solamente».
Como es natural, en el nivel concreto tengo que resignarme y no empezar nada;
debo comportarme de manera convencional y adecuada, y todo lo demás tengo que
guardármelo adentro porque es la proyección de un factor psicológico, es una
fantasía. Es la fantasía que me liga al analista o a la otra persona, y si yo introyecto
esa fantasía seré libre.
Pero, ¿saben ustedes lo que sucede si uno intenta hacer eso? El diablo, o el azufre
rojo, insiste en que de todos modos hay algo de real en aquello, o debería haberlo,
porque de otra manera no es más que psicológico, y una relación que sea
«solamente» psicológica es algo que yo no quiero. Quiero la cosa real, y eso significa
la cosa completamente material —el contacto, por ejemplo— o, si se trata de
ambición, un reconocimiento real, una carrera y todas esas cosas.
La introyección de una fantasía referente a la ambición se daría de la siguiente
manera: alguien en una situación humilde tiene un impulso ambicioso
megalomaníaco, desea estar por encima de todos. Si uno intenta descubrir a qué
apunta esa persona, por lo general se descubrirá que, lo mismo que en el caso del
impulso sexual, la ambición está sometida al objetivo del Sí mismo. Un hombre así
podría decir que él quiere alcanzar una posición de autoridad para poder realizar sus
ideales y mejorar el mundo; su deseo no se basa en el egoísmo ni en la vanidad. Él
quiere realizar algo, y es frecuente que se entienda que por detrás de la ambición hay
un ideal muy elevado. Pero a veces, con la ambición, la persona tendrá la sensación
oculta de ser muy especial; secretamente siente que su valor debería ser reconocido, y
este sentimiento se mezcla con su ambición.
El deseo de ser algo especial adviene, realmente, debido a un atisbo o intuición de
la individuación; está la vaga idea de ser un individuo único, y sin darse cuenta de esa
unicidad no es posible la individuación. Por lo tanto, ese aspecto de la fantasía
ambiciosa está perfectamente bien. Pero si uno le dice a alguien de situación humilde
que una ambición tal es muy legítima, que es realmente algo interior —el impulso,
que se deriva de la vaga intuición de la propia e íntima naturaleza divina, de ser algo
y de llegar a ser algo especial, de realizarse como un hijo o hija peculiar de Dios—,
pero que eso no se puede exteriorizar en la forma de querer ser uno más que las
demás gentes, una persona así se sentirá muy aliviada. Una parte del impulso
ambicioso se aquietará, pero entonces el azufre rojo insistirá en el otro aspecto,
preguntando si realmente uno tiene que pasarse toda la vida como dactilógrafo en una

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oficina. ¿Acaso todo está solamente en el nivel interior? ¿Nunca se puede tener nada
en la vida exterior?
De esta manera se escinde el fenómeno en una polaridad de opuestos: lo
«solamente» psicológico y lo concreto. El diablo es aquel que quiere la cosa concreta.
Es el gran realizador, que dice que algo que no tiene existencia en la realidad concreta
simplemente no es real, y entonces empieza el conflicto entre la espiritualización del
problema y la cosa concreta.
Pregunta: ¿Qué significaría la espiritualización de un problema?
M. L. von Franz: La palabra usada fue espiritualización, pero yo creo que
probablemente se referían a «psicologizar», esto es, a reducir un impulso a un hecho
interior, exclusivamente psíquico. Pero en realidad es la misma cosa.
Supongamos que un monje se masturba y en su fantasía está siempre con una
hermosa mujer, pero siente que un comportamiento así no corresponde con los votos
que ha tomado ni con sus ideas morales, y acude a la consulta de ustedes. Le dirán
que se fije en la fantasía que tiene de la mujer en esas ocasiones. Es prácticamente
seguro que hará —en especial si es introvertido, y por lo general sólo los
introvertidos se hacen monjes, aunque hay excepciones— una hermosa fantasía del
anima, que contendrá todo el material de la Virgen María, de la sophia [sabiduría] de
Dios y otras figuras semejantes. Entonces se le puede señalar que aunque la fantasía
comience en un nivel inferior —después de todo, Cristo nació en un establo— en
realidad es la fantasía de una unión con la sabiduría divina, y como tal debe ser
aceptada.

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39. EL alquimista, como rey, adora al fogoso azufre rojo («el pájaro sin alas»).
El azufre es la parte activa de la psique.

Esto podría resolver todo el problema, al punto de que el hombre ni siquiera


sintiera ya el impulso de masturbarse; se da cuenta de que el factor psicológico
interior, que aparecía primero de una manera bastante repugnante, es su anima, y se
dispone a relacionarse con ella. Ésa sería una espiritualización del factor, sería
producir el pájaro alado.
Pero, como dice Goethe, «Uns bleibt ein Erden-rest, zu tragen peinlich», es decir
que nos queda siempre un resto de tierra, incómodo de arrastrar. Aun después del
proceso de espiritualización más completo hay siempre algo que se resiste y que
quiere la tierra, y un monje así, diez años después de estar «curado», quizá siga
preguntándose si, en su fantasía, no habría existido también el deseo de una mujer
real. Esa idea lo acosa de cuando en cuando, y si todavía sigue atrapado en el
concepto medieval pensará que es el diablo, algo que él tiene que rechazar
absolutamente.
Pregunta: ¿Por qué no ha de ser válido eso también para la gente del siglo XX?
M. L. von Franz: Si usted quiere que lo sea, es un problema para usted; si quiere,
puede seguir diciendo que es el diablo.
Pregunta: Pero, ¿no tenemos todos que vivir con ese sedimento dentro?

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M. L. von Franz: No, por cierto que no; ésa es una cuestión individual que tiene
que ver con el destino de cada persona y está abierta a una decisión consciente. Es el
conflicto fundamental. Hay personas que no tienen paz y para quienes es
simplemente deshonesto cortar la cosa de raíz y decir que es el diablo; sienten que es
una falsedad absoluta, en tanto que otras lo sienten como una decisión heroica, la
única correcta, a la cual se proponen adherirse durante toda su vida. Unos encuentran
la paz mental de una manera, y otros de otras, pero eso es algo que ningún analista
puede imponer al analizado; tiene que ser una decisión individual a la que cada
persona llegue por sí misma. No hay recetas. Por una parte, amputar eso sería pura
cobardía, y por la otra sería debilidad aceptarlo. Pero ése es el gran conflicto
insoluble.
Comentario: También depende de las palabras que usemos para describir
nuestros sentimientos íntimos.
M. L. von Franz: Sí, y del tipo de fantasía que tengamos, y ése es el problema
individual que nadie puede resolverle a otro, pero hay un tipo general del mismo
problema del cual es posible hablar, y que el alquimista trata de ejemplificar de esta
manera. Hay el azufre rojo y el alma exaltada y, como dice el alquimista, es el
problema insoluble pues uno de los pájaros tira hacia abajo, y el otro intenta elevarse.
En cierta manera, esta imagen dice que el problema es eterno; circula en sí
mismo, y su totalidad de opuestos es la totalidad de la cosa. Uno es el mundo inferior,
que naturalmente se relaciona con el azufre rojo, y el otro es el mundo superior.
Arriba están el sol y la luna, y pronto interpretaremos la carta de amor del sol a la
luna, que aparece en el ámbito psíquico o espiritual y no en la realidad concreta. Por
lo tanto se puede decir que la parte superior vuelve a caer en dos opuestos, a saber, el
sol y la luna, porque ambos caracterizan a la parte superior, en tanto que la tierra y la
luna forman otro par de opuestos en la parte inferior. La luna vuelve a estar dividida
en la luna celeste y la luna terrestre, dicho sea con palabras de Senior. El texto es
ambivalente, en un pasaje habla de la luna y en otro de la tierra y la base de los dos
pájaros.
Está, pues, la oposición entre los mundos inferior y superior, y dentro del mundo
superior hay oposición entre el sol y la luna, y después están los dos aspectos de la
luna. Es bastante complicado, pero lamentablemente los procesos psicológicos son
así. Si uno ha llegado a la etapa en que es posible extraer el alma de uno de sus
impulsos más fuertes, y se encuentra desgarrado entre los opuestos de lo espiritual y
lo concreto, o lo «solamente» psicológico, entonces sigue avanzando en la parte
superior introduciendo el conflicto en el material de la fantasía y haciendo
imaginación activa en torno de su impulso. Al poner por escrito la fantasía, uno está
hablando con la figura interior.
Comentario: No todos entendemos qué es la imaginación activa.
M. L. von Franz: Lamentablemente la psicología junguiana es tan enmarañada
que cada experiencia analítica se vincula con todas las demás. Dicho en pocas

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palabras, la imaginación activa consiste en hacer una fantasía referente a un impulso
cuando uno se enfrenta con él. Ahora no puedo entrar en la cuestión de cómo
fantasear, pero hay algunos aspectos técnicos que se han de observar porque son
importantes. Supongamos que usted está enamorado de una hermosa mujer y, como
no puede tenerla, se pone a fantasear o a soñar con ella. Entonces puede continuar su
sueño encontrándose y hablando con ella en su imaginación.
Mediante este procedimiento se le aclara a uno el significado de muchas cosas.
Entiende por qué se enamoró de esa desconocida, y que gran parte del asunto le
pertenece; es parte de su pauta y tiene significado para uno, y entonces, porque ahora
ya lo entiende, puede ser que deje de lado la fantasía. Pero generalmente aparece el
problema que mencioné antes, y uno se pregunta si quizá no debería telefonear a la
mujer de carne y hueso. Después de todo, ¡ella originó toda la fantasía! Uno puede
decir que no es más que curiosidad, pero la gente es curiosa: ¿por qué fue esa mujer
en particular?
Lo que así habla es el azufre rojo. Pero ahora ya tienes la opción entre dos cosas,
ya sea telefonear a la mujer y precipitarte en el mundo de abajo, o telefonearle en
imaginación activa y decirle que ella es tu anima, que te has dado cuenta de eso, ya
sabes que ella está dentro de ti, pero algo todavía sigue fastidiándote y te gustaría
tener un encuentro con ella en forma concreta. ¿Qué tiene que decir ella al respecto?
Y entonces dejas que el anima imaginada se enfrente con el problema concreto.
Eso sería mantener la escisión en el aspecto espiritual, planteando también el
problema concreto, porque incorporar el conflicto a tu imaginación activa significa
espiritualizarlo más aún. Si el azufre rojo gana, y tú te vas a telefonear en la vida real
y llamas a la mujer, entonces caes en el mundo de abajo, en el mundus inferior, la
tierra corruptible, que es la realidad, la realidad concreta, y naturalmente todo el
drama comienza allí.
Comentario: Lo que usted le pide a su imaginación que haga es…
M. L. von Franz: ¡Usted no pide nada! Siempre hay dos posibilidades.
Pregunta: ¿Uno debe hallar en su imaginación lo que le dirá esa persona?
M. L. von Franz: Sí, si uno sigue el camino ascendente, entonces eleva su
conflicto concreto preguntando a la mujer interior qué debe hacer con su deseo de
algo más concreto, y entonces tiene que escuchar lo que ella tenga que decirle sobre
su conflicto, y eso es algo muy difícil de hacer.
Muchas personas no pueden hacerlo porque no pueden escuchar lo que dice la
figura interior; en vez de escuchar realmente, se limitan a imaginarse ellos algo. Esto
requiere mucha práctica, pero de esa manera se puede trasponer el conflicto y seguir
analizándolo en otro nivel, y eso sería enfrentarlo desde adentro. Entonces la fantasía
se convierte en un conflicto y, en el intento de aclararlo, uno combate con la figura
interior en un nivel psicológico.
Tomemos el monje que se masturba, y les ruego que disculpen lo burdo del
ejemplo, pero también hay que dar cabida al mundo inferior. Supongamos que el

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hombre viene a verme y me dice que todo eso de la sophia y el anima interior está
muy bien, pero me cuenta que de cuando en cuando el diablo se le insinúa diciéndole
que de todas maneras le sigue faltando algo en el nivel real, y me pregunta qué puede
hacer al respecto. ¡Yo le respondería que debe preguntárselo a la sophia interior!
Comentario: Al conocimiento interior.
M. L. von Franz: No, sophia es mucho más que eso. Sophia es el conocimiento
de Dios. Lo mismo se le podría decir que le pregunte a Dios. Yo no puedo resolver el
problema del analizado; él debe hablar con la imagen de la Divinidad que hay dentro
de él, decir que algo sigue preocupándole y preguntar qué puede hacer al respecto. Y
después debe escuchar, tras lo cual pueden suceder un montón de cosas; una de las
más frecuentes es que se dé cuenta de que Dios tiene dos manos, y de que fue Él
mismo quien originó el conflicto.
El caso es imaginario, pero supongamos que el monje ha tomado conciencia de la
sophia interior, y sabe que es la sabiduría de Dios en una forma que él encuentra
dentro de su propia alma. Más tarde el azufre rojo lo mueve a decir que no se trata de
eso, o que eso no es todo, que todavía debe tener también la experiencia real. A lo
cual yo sólo puedo decir que debería preguntárselo a su figura interior, preguntarle a
la sophia que hay dentro de él. No digo que siempre sea así, pero con frecuencia la
figura interior responde con paradojas. Dice que en cierto modo es verdad que debe
acceder a la realidad, que es cierto que se está perdiendo algo, y al mismo tiempo
dice que todo es psicológico. La respuesta es algo así, y el pobre hombre dirá que él
ya no puede más, porque ésa no es una respuesta clara, es paradójica.
Si es capaz de entenderlo, se dará cuenta de que ése es el doble juego del Uno, de
que el conflicto es necesario y buscado, y no se lo debe resolver racionalmente. La
única forma en que puede manifestarse el Sí mismo es mediante el conflicto:
encontrar el propio conflicto insoluble y eterno es encontrarse con Dios, lo cual sería
el fin del ego con toda su verborrea. Ése es el momento de la entrega, el momento en
que Job dice que se cubrirá la boca con la mano y no discutirá acerca de Dios. Es la
conciencia la que crea la escisión y dice: «Una cosa o la otra».
He visto con bastante frecuencia en esos casos que la sophia —o alguna otra
figura divina, o el anciano sabio— responde: si uno lo considera con ánimo negativo,
en forma evasiva, y si lo ve positivamente, en forma de paradoja. Entonces la
paradoja del factor psicológico, o de la realidad psíquica, afecta a la calidad de la
conciencia, que siempre quiere plantear disyuntivas y hablar de ellas, y cuando
aparece el Sí mismo, ahí se acaba el hablar. Entonces el conflicto ya no está en la
cabeza.
Es el momento en que el conflicto trasciende la discusión verbal y se convierte en
una vivencia intuitiva de la Unidad detrás de la dualidad. Uno está entre la mano
derecha y la izquierda; algo es secretamente uno, y sin embargo quiere que lo
desgarren, quiere sufrir, hasta que sucede algo que es muy difícil de captar y entonces
se produce un cambio a otro nivel. Si uno se deja desgarrar en el conflicto, entonces

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repentinamente uno cambia, cambia desde las raíces más profundas de su ser, y toda
la cosa tiene otro aspecto. Es como si uno torturase tanto a un animal que éste se
elevara de un salto a un nivel superior de realización, y eso puede suceder en formas
muy diferentes. Se puede decir que es un aspecto del símbolo de la cruz, que uno
tiene que ser totalmente crucificado y decir, como dijo Cristo en la cruz: «Dios mío,
Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». Y entonces sucede algo que supera el
conflicto, lo deja atrás.
Comentario: Si el monje va a mantener sus votos, tiene que dejar de masturbarse.
M. L. von Franz: Mi hipótesis es que hace tiempo que ya lo ha hecho, desde que
tuvo su fantasía, pero el diablo es mucho más listo y le dice, bueno, que ahora está
curado y todo está bien, y así en ese tono, pero aun así, ¿no tendría que abandonar el
monasterio para tener una experiencia «auténtica»? ¿Acaso no ha evolucionado lo
suficiente como para hacer incluso eso? Por ejemplo, en la Edad Media se decía:
«Ubi spiritus, ibi libertas». Esto es de san Pablo, que dice: «Donde está el espíritu del
Señor hay libertad», II Corintios 3, 17. Entonces el diablo le podría preguntar si,
ahora que ha resuelto su conflicto, no es libre de vivir.
Comentario: Bueno, yo creo que sí.
M. L. von Franz: Ésa es su opinión, pero para la situación de él no viene al caso.
El tiene que esperar hasta que Dios le diga qué hacer; no es usted quien tiene que
decirle lo que está bien. «Sí, está bien, creo que tienes que seguir adelante», le diría
usted, con su espontaneidad de extravertido, pero yo no le diría eso, le diría que debe
preguntárselo a Dios.
Pregunta: Supongamos que el monje tiene una intuición muy débil, y tiene que
buscar su respuesta en alguna otra parte. ¿De dónde le vendría?
M. L. von Franz: Depende de a qué se refiera usted al decir eso. Si se refiere a
que así es como suele suceder, tiene razón, pero si lo que quiere decir es que debe ser
así, se equivoca.
Comentario: Usted dijo antes que la respuesta sobrevendría en forma intuitiva,
pero no todo el mundo es capaz de obtenerla intuitivamente.
M. L. von Franz: Ahora usted trae a colación el problema de los tipos, y eso es
una cosa diferente. En términos generales, el introvertido necesita una experiencia
concreta, una experiencia externa, para sentir que él está completo y que las cosas son
totales, pero el extravertido no. Y eso significa que si el monje es un introvertido
debe tener cierta experiencia, en general.
Pregunta: ¿Experiencia sexual? ¿Con eso se refiere usted a lo que Freud entendía
por sexo?
M. L. von Franz: Me refiero muy simple y concretamente a contacto con un ser
terrestre y humano, una mujer.
Pregunta: ¿Se refiere al contacto sexual?
M. L. von Franz: Sí, concretamente, pero digo que en general eso sucede, y no
que deba suceder. No sucede en todos los casos, sólo se puede decir que es una

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tendencia estadística promedio. Pero lo que es importante para él es su conexión con
Dios, no la mujer, de modo que si Dios le envía esa experiencia él tiene que tomarla,
y si Dios no se la envía, no.
Comentario: En lo que yo insisto, y hablo como teólogo, es en que las leyes
naturales de Dios se relacionan con él y con su relación con una mujer también en
función del sexo, y puedo decir dogmáticamente que un teólogo o sacerdote de la
Iglesia, si sale como sacerdote cristiano y tiene una relación con una mujer fuera de
sus votos, eso estará mal.
M. L. von Franz: Sí, porque usted puede saber lo que Dios quiere en cada caso,
pero nosotros no. Nosotros primero intentamos siempre preguntárselo a Él desde
adentro.
Comentario: Bueno, yo sé que Él tiene leyes naturales que afectan a los seres
humanos.
M. L. von Franz: Para nosotros la experiencia de Dios es mayor y más
desconocida, y por eso Lo consultamos cada vez. No tenemos la idea de que Dios ya
haya dicho Su última palabra. Ése es el gran contraste entre la psicología y la
teología. Pensamos en Dios como una realidad que puede hablar en nuestra psique.
Nunca se sabe lo que Dios puede pedirle a un individuo, y por eso cada análisis es
una aventura, porque uno nunca sabe qué es lo que va a pedirle Dios a esa persona.
Pregunta: ¿Hay límites para eso?
M. L. von Franz: No, no los hay; no se le pueden poner límites a Dios. Nuestra
actitud es mucho más humilde que la de los teólogos. Simplemente, decimos que
debemos esperar, a ver qué tiene que decir Dios sobre la situación en cada caso. No
hacemos supuestos referentes a lo que Él va a hacer, de modo que cada vida humana
se convierte en una especial aventura espiritual y religiosa, y en un peculiar encuentro
con Dios. Dios puede establecer Sus propias limitaciones.
Comentario: Pero lo que importa es que todavía no lo ha hecho.
M. L. von Franz: Quizá no lo haya hecho en su vida, pero ¡espere a que Dios le
dé una orden! Usted tiene razón al hablar como lo hace mientras Dios no le haga
pensar de otra manera, y tiene derecho a decir que El no ha interferido con sus
teorías, de modo que eso está muy bien para usted, pero no para otros. Hay otras
personas con cuyas teorías conscientes Dios ha interferido, y muy fuertemente, y
entonces han tenido que readaptarse a una realidad nueva.
Comentario: La actitud que yo sugiero está en el nivel de la experiencia, de una
experiencia válida.
M. L. von Franz: Si es una experiencia válida —es decir, si es auténtica para una
persona— ya no hay más que discutir. Esa persona está de acuerdo y en paz con
cierto modo de comportamiento que para ella está codificado por Dios, de modo que
está en paz con Dios, que es el objetivo supremo de la vida humana. Entonces no hay
problema.
Comentario: Piense en el profeta Oseas. Dios le dijo que se casara con una

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prostituta.
M. L. von Franz: Dos mil años más tarde, después de haber sido canonizado
como profeta y puesto que está en las Sagradas Escrituras, no podemos dudar de que
fue Dios, y todo está bien. Es el comportamiento paradójico de Dios. Pero si eso le
sucediera hoy a usted, y usted fuera a decirle a un colega que Dios le había ordenado
que se casara con una prostituta, ¿qué le contestaría su colega? Probablemente le
pregunte si está seguro de que es Dios, porque pensará que Dios no le puede dar
semejante orden, y por lo tanto no puede ser Dios. ¿Cómo demostraría usted que era
Dios?
Comentario: Yo querría estar seguro de que su motivo era auténtico y saber
quién era la mujer, cosas así.
M. L. von Franz: Le pregunté por usted, pero no importa. Entonces, con el juicio
razonable de su yo, ¿usted decidiría si era Dios o no?
Respuesta: No sería mi juicio, sino el Suyo. Lo único que yo podría hacer sería
ayudar al hombre a elaborar la decisión.
M. L. von Franz: Entonces, usted lo lleva todo al nivel del razonamiento
consciente.
Comentario: No sólo del razonamiento consciente, sino que implicaría al
sentimiento y la intuición y todo.
M. L. von Franz: Ése es el camino humano, racional y consciente. El verdadero
misterio de Dios está fuera de eso.
Comentario: Yo no me propongo tomar la decisión de Dios por El; es Dios quien
tiene que decidir.
M. L. von Franz: Pero entonces usted Lo seduce para que Él tome Su propia
decisión en vez de relacionarse usted con Dios.
Comentario: Creo que en alguna medida Dios se relaciona por intermedio de mí,
y de todos.
M. L. von Franz: Eso es inflación. ¿Por qué no ha de relacionarse el hombre
directamente con Dios?
Comentario: Porque no puede; humanamente, tampoco yo puedo. No puedo
mantener una conversación con Dios dentro de mí. Eso es humanamente imposible.
M. L. von Franz: ¿De veras?
Comentario: Sí, tengo que tener algún contacto humano mediante el cual
relacionarme con Dios.
M. L. von Franz: Hay personas que no pueden arriesgarse a la soledad de la
experiencia. Tienen que estar siempre en el rebaño y tener contacto humano, como lo
llama usted.
Comentario: Yo no negaría la eficacia de la plegaria cuando yo y Dios
colaboramos, pero eso no nos implica solamente a mí y a Dios, sino también a las
personas con quienes vivo, mi familia y otras, en relación con Dios, el Espíritu Santo.
M. L. von Franz: Ahí menciona usted lo principal, pero el Espíritu Santo alienta

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donde quiere. Usted, el teólogo, se identifica con una posición consciente y la toma
como absoluta. Desde ese punto de vista, puede hablar de cualquier cosa, pero no se
da cuenta de su identificación inconsciente. Si cuestiona usted durante el tiempo
suficiente su punto de vista consciente, estoy segura de que un día el Espíritu Santo
vendrá a susurrarle algo al respecto.

40. El alquimista conversa con Dios. «Ésa es la gran confrontación entre la psicología y la
teología. Todo análisis es una aventura, porque uno nunca sabe lo que Dios va a pedirle
precisamente a esa persona». Von Franz.

Para nosotros, nunca existe más que el individuo y su vivencia o experiencia de


Dios, y todo lo demás es secundario. En terapia no somos nosotros quienes
conectamos al individuo con Dios, y eso sería incluso una presunción megalomaníaca
del psicoterapeuta… aunque muchos presumen de hacerlo, y en esa medida han
vuelto a convertirse en teólogos furtivos. Si usted está con un analizado, la única
forma en que quizá pueda ayudarlo es diciendo: «No lo sé, pero vamos a
preguntárselo a Dios». Así uno impide que el analizado saque conclusiones
conscientes precipitadas o seduzca al analista, convenciéndolo de que él las saque, y
por consiguiente toda experiencia religiosa se convierte en un acontecimiento
especial y único. En cada experiencia se vive a Dios o se experimenta en una forma

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peculiar y específica, y eso incluye hasta el azufre rojo, lo que quiere decir que si
usted plantea ante Dios la cuestión del azufre rojo, Él le dará Su propia respuesta en
cada caso.
Comentario: Yo creo que Dios ya ha dado Su propia respuesta en cada caso.
M. L. von Franz: Ahí es donde diferimos. Usted piensa que Dios ha publicado
las reglas generales a que Él mismo se ajusta, y nosotros creemos que es un espíritu
viviente que aparece en la psique humana y que siempre puede crear algo nuevo.
Comentario: Dentro del marco referencial de lo que ya ha publicado.
M. L. von Franz: Para un teólogo, Dios está limitado a Sus propios libros, y es
incapaz de seguir publicando. Ahí es donde discrepamos.
Pero volvamos a nuestro texto. Si llevan ustedes el conflicto al ámbito del
desapego psicológico interior, el problema de los opuestos se aclara: la Unidad se
hace visible en el campo psicológico, y uno cae en la cuenta de que su conflicto se da
entre dos aspectos de la psique. Pero sigue habiendo un factor insatisfactorio, porque
hemos cortado la luna en dos. El elemento femenino sigue estando dividido, sigue
habiendo una escisión entre lo que llamaríamos el inconsciente, o el anima, y lo que
se podría llamar el mundo concreto. Ésta sigue siendo una cuestión abierta, lo que
significaría que en análisis uno se da cuenta del conflicto, pero todavía no puede
vincularlo del todo con la vida exterior concreta. Tan pronto como se trata de
problemas en la vida exterior y concreta, sigue habiendo incertidumbre.
Senior no da consejo alguno sobre cómo proseguir a partir de allí, pero sugiere
otra posibilidad. Nunca se ha de olvidar la división en dos, los dos aspectos del
mismo problema. El lo plantea de esta manera porque sólo se lo puede describir
atacándolo desde ambos lados, y ahora intenta abordarlo por el otro. En una imagen
el sol con sus dos rayos ataca al mundo inferior, como lo hace el sol con un solo rayo,
sin justicia. El mundo inferior es una dualidad secreta: es una esfera negra por fuera,
con una luna blanca y brillante por dentro.
En general el sol representa un principio masculino de la conciencia colectiva, el
factor psicológico desconocido que crea la conciencia colectiva. Vemos que allí
donde los seres humanos se congregan, allí se crea un fenómeno de conciencia
colectiva. Por ejemplo, las palabras de un lenguaje tienen para cada individuo un
significado similar promedio, y gracias a este medio del lenguaje se imparten e
intercambian muchos conocimientos y se forma una reserva de la conciencia
colectiva.
Es muy difícil decir qué es la conciencia propia de un individuo, y cuánto hay en
ella de colectivo. En los comienzos de la niñez se ven chispas de reacciones
conscientes individuales, por ejemplo en las maravillosas expresiones de los niños y
en las preguntas que hacen. En todo ello el niño hace un esfuerzo hacia la conciencia
individual. También están las preguntas encantadoramente torpes: «Abuela, ¿tú
cuándo te vas a morir?», y cosas semejantes, porque entonces el niño habla en forma
muy ingenua y muy individual. Pero cuando va a la escuela se produce la

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confrontación con la conciencia convencional; las escuelas tienen que ser así, y si uno
habla del león o del oso, y les dice a los niños que escriban una pequeña composición
sobre estos animales, habrá un máximo de tres en una clase que digan algo
individual.
Cuando era maestra yo solía desafiar a los niños, pidiéndoles que escribieran lo
que pensaban y no lo que yo les había dicho, y entonces vi que los niños tienen una
dificultad tremenda, porque la función de la escuela y la tendencia evolutiva de esos
años apuntan ambas a formar la conciencia colectiva. La asimilación de la conciencia
colectiva es, de hecho, la función de la escuela y, por ende, la originalidad de la
conciencia individual generalmente se desvanece y al llegar a los veinte la gente es
un saco de conocimiento colectivo. Si uno les pide su opinión sobre lo que sea, se
limitan a repetir lo que dicen sus padres o sus amigos, o lo que han leído en el
periódico, y uno tiene una dificultad enorme para volver a conseguir de ellos una
reacción consciente, personal y única.
Entonces, podemos decir que el sol es esa luz interior dentro de la cual todos
nadamos, es la luz de todos nuestros días. Creemos que somos conscientes, pero no
es verdad; somos conscientes en el ámbito de lo colectivo y ni siquiera sabemos lo
pequeña que es nuestra conciencia individual. Es necesario buscar mucho para
encontrar aunque no sea más que fragmentos de conciencia que sean personales.
Si uno analiza a un individuo, el sol siempre está brillando; eso es la conciencia
colectiva en la que está encerrada la conciencia individual, y el conflicto se da
entonces ya sea contra el inconsciente o contra la realidad. Cuando la gente tiene un
conflicto, o bien están peleándose con la realidad exterior —afuera las cosas están
mal, y ellos quieren corregirlas—, o están en dificultades con su inconsciente. Algo
de adentro o algo de afuera está en oposición. Con toda razón se dice que el enemigo
con quien se ve confrontada la conciencia es secretamente doble, porque la gente
viene a analizarse diciendo que tiene un conflicto exterior, pero uno descubre que es
interior, o bien sucede todo lo contrario.

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41. La coniunctio como una fantástica monstruosidad, es comparable
psicológicamente con la unión inconsciente de lo masculino y lo femenino.

Si hay dos soles, entonces hay dos principios de conciencia colectiva. En una
sociedad, eso significaría dos formas de relación con Dios, por ejemplo el catolicismo
y el protestantismo; una de ellas vive a la luz de un sol, y la otra a la luz del otro. Para
un grupo, algunas verdades son completamente evidentes; jamás se las discute,
porque a este grupo le parecen tan claras como el sol, y lo mismo vale para el otro
grupo en relación con sus propias verdades. Entonces hay ya una diferenciación, una
escisión o algo en oposición, interior al ámbito de la conciencia colectiva. Eso se
referiría en general a algún tipo consciente de conflicto colectivo: dos «ismos» o dos
actitudes colectivas chocan, pero ambas son colectivas, porque el conflicto es común
a muchos en la misma forma.
En el texto de Senior las actitudes en conflicto están caracterizadas como un sol
que dirige dos rayos hacia su opuesto —la cosa oscura— y un sol que dirige un rayo,
y se dice que el de un rayo es el sol sin justicia. ¿Qué principio de la conciencia

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colectiva no tiene justicia hacia el mundo de abajo, en tanto que el otro sol tiene
justicia? ¿Qué querría decir eso?
Está claro que hay dos posibilidades de conciencia, a saber, una rígida y otra que
tiene una actitud paradójica y por consiguiente hace justicia al factor paradójico del
inconsciente. Esta última sería lo que se podría llamar un sistema conscientemente
abierto, una Weltanscbauung abierta que está siempre dispuesta a aceptar a su
opuesto, o a encontrar el opuesto y aceptar sus contradicciones. Si uno tiene una
actitud consciente que está dispuesta a aceptar el opuesto, a aceptar el conflicto y la
contradicción, entonces se puede conectar con el inconsciente. Eso es lo que
intentamos lograr. Tratamos de producir una actitud consciente con la cual la persona
pueda mantener abierta la puerta hacia el inconsciente, lo que significa que uno nunca
debe estar demasiado seguro de sí mismo ni de que lo que uno dice sea la única
posibilidad; nunca debe estar demasiado seguro de una decisión.
Siempre se ha de tener un ojo y un oído abiertos para lo opuesto, para la otra cosa.
Esto no significa debilidad, ni incapacidad de defenderse. Significa actuar de acuerdo
con la propia convicción consciente, pero teniendo siempre la humildad de mantener
la puerta abierta a riesgo de que a uno le demuestren su error. Ésa sería la actitud de
una conciencia en un contacto viviente con el otro lado, el lado oscuro. El sol injusto
es aquella actitud de la conciencia que sabe exactamente qué es cada cosa, una actitud
rígida que obstruye el contacto con el inconsciente, en tanto que el sol de dos rayos
tiene un efecto moldeador y formativo sobre el inconsciente; este último sería el que
tiene justicia, y el primero el que no la tiene. Creo que es muy significativo.
Si pensamos en este hombre, Senior, que vivió su vida entre los chiítas y los
sunnitas, me imagino, aunque no sea más que conjetura, que en su material los dos
soles representarían aquello.
En todo caso, la conciencia tiende siempre a ser unilateral y a estar segura de sí
misma, y eso va en desmedro del misterio de la vida. Pero la conciencia puede tener
la doble actitud, y entonces ilumina el misterio de la vida, en vez de dañarlo. La
actitud humilde que mantiene siempre la puerta abierta es la aceptación necesaria del
hecho de que uno puede equivocarse, en lo moral o en lo científico, o de que uno
puede saber hasta cierto punto, pero sin estar seguro, y que incluso la mayor de las
certidumbres puede no ser más que negativa, o sólo algo verosímil de acuerdo con lo
cual actúo.
Lo que se requiere es una actitud consciente conectada con la actitud religiosa,
prestar siempre humilde y cuidadosa consideración al factor desconocido, o sea,
decir: «Creo que esto es lo que corresponde hacer», y seguir atento a un signo que
nos advierta que no lo hemos tenido todo en cuenta. La conciencia es esencial para el
inconsciente, porque sin ella el inconsciente no puede vivir. Pero la conciencia no es
más que un buen canal de comunicación a través del cual el inconsciente puede fluir
si tiene una actitud doble, paradójica. Entonces el inconsciente puede manifestarse, y
se puede evitar el endurecimiento de la actitud consciente en contra del inconsciente,

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que significa una escisión en la personalidad… y en la civilización.
Aquí hay, en el objeto, una dualidad secreta. En forma muy aproximada podemos
decir que este oscuro mundo de abajo es el inconsciente, porque es lo desconocido; es
aquello que no puedo penetrar mentalmente para decir que ya sé lo que es. El
«inconsciente» es un concepto que se refiere simplemente a aquello que no es claro
para la conciencia. Eso incluye todo un conglomerado de cosas. Hay dos aspectos,
dos incógnitas finales, de las cuales se ocuparía especialmente un alquimista, y a las
que me referí en la introducción. Todavía nos vemos frente a dos misterios no
resueltos que, de una manera extraña, son interdependientes aunque todavía no
sepamos cómo. Son la psique y la materia. La ciencia de la física, en última instancia,
postula la materia como algo inconsciente, es decir, algo de lo cual podemos llegar a
tener conciencia. Por definición, el inconsciente es la misma cosa: algo psicológico
de lo cual no podemos llegar a tener conciencia, y jamás sabemos de qué manera se
combinan nuestras descripciones del inconsciente con la materia, lo cual genera todo
el conflicto entre lo interno y lo externo.
En último análisis, es la conciencia la que crea el conflicto entre lo interno y lo
externo, al proyectar uno de los términos como materialmente real y el otro como
psicológicamente real, porque no conocemos la diferencia entre la realidad material y
la psique. De hecho, si lo consideramos de un modo imparcial, nos encontramos con
algo desconocido que a veces se aparece como materia y a veces como psique, y la
forma en que los dos se relacionan no la conocemos todavía. Los alquimistas no lo
sabían y nosotros tampoco. Es un misterio de la vida que al parecer se manifiesta
tanto psicológica como materialmente. Si lo describimos desde afuera con un enfoque
estadístico extravertido, se nos aparece como materia, y si lo abordamos desde
adentro se nos aparece como lo que nos complacemos en llamar conciencia.

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42. Jonás emerge del vientre de la ballena, y los alquimistas
ajustan el lapis angularis (la piedra angular, símbolo de Cristo).

Pregunta: ¿No hay también una dualidad entre objeto y sujeto?


M. L. von Franz: Sí, exactamente. Afuera está la nigredo, y ése sería el aspecto
destructivo del inconsciente tal como lo experimentamos muy a menudo, por lo
menos al comienzo, en nuestros primeros contactos. Todos nuestros sueños son
críticos al principio; el inconsciente está lleno de impulsos y de factores de
disociación, factores destructivos, y después, si profundizamos y penetramos más,
vemos algo muy claro y lleno de sentido. La iluminación puede provenir de ese lugar
oscuro; es decir, si dirigimos sobre él el rayo de la conciencia, si lo calentamos con
nuestra atención consciente, entonces de ello sale algo blanco, y eso sería la luna, la
iluminación que proviene del inconsciente.
En ocasiones uno tiene un sueño desagradable que le repugna cuando se
despierta; es indecente u obsceno, tremendamente tonto o estúpido, y es irritante.
¡Uno quería un maravilloso sueño arquetípico, y he aquí lo que viene! Pero entonces
yo digo: «A ver, un minuto, vamos a investigarlo, a descubrir qué significa», y por lo
general son precisamente esos sueños los que más nos iluminan, si somos capaces de
llegar al significado. El significado no era conocido, pero tenía un contenido
dinámico que lo enriquece a uno mucho. Son precisamente ésos los sueños más
valiosos; tienen una cascara inabordable y repugnante de negrura que deprime, pero
dentro está la luz del inconsciente. Con frecuencia, es en los motivos deprimentes del

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sueño donde se puede encontrar la luz, y naturalmente se la hallará también en los
impulsos oscuros, que están llenos de significado si uno es capaz de investigarlos con
amor, con una actitud que acepte la paradoja.
Parece que, llegado a esa etapa, Senior tuviera un conflicto consciente entre dos
actitudes hacia el inconsciente; sería un conflicto vital, pero da la impresión de que
todo estuviera bien en lo que se refiere a los puntos de vista conscientes. Quizá la
vida misma nos presente el conflicto, por un lado en la esfera de la luna, y por otro en
la esfera del sol; uno es un conflicto consciente, el otro inconsciente. Por lo general
están entretejidos, tienen algo en común y no son sino dos aspectos de la misma cosa,
es decir, de la dualidad paradójica fundamental de todos los fenómenos psicológicos.
Lo que no se dice en la imagen pero está contenido en el texto, si leen ustedes el
libro, es que la totalidad de la cosa describe la piedra filosofal, la obra alquímica. Se
dice que lo uno es la primera etapa de la obra alquímica, y con el añadido de lo
segundo se hace la piedra filosofal, porque el conflicto vital se ha vuelto consciente.
Esta es la etapa final del opus. Cuando ya nos hemos relacionado con el inconsciente,
aparece el problema, cada vez más sutil, de cómo mantener bien la relación en vez de
volver a caer en nuestra unilateralidad. Hasta personas que han hecho un largo
análisis junguiano tienden a codificar su proceso de individuación. Aunque hayan
tenido experiencias tremendas y reacciones vitalizadoras, si no hacen más que
quedarse con eso y codificar lo que han experimentado —por ejemplo, si dicen que
sólo predican a los demás sus propias experiencias—, entonces no evolucionan. A eso
se debe que todo fenómeno consciente se desgaste.
Por eso, el conflicto es eterno y debe ser corroborado; la unilateralidad de la
conciencia deber ser continuamente confrontada con la paradoja. Esto significa que
cada vez que una verdad ha sido vivenciada como tal, y se ha mantenido un tiempo
viva en nuestra psique, hay que hacer un giro de ciento ochenta grados, porque esa
verdad ya no es válida. Como dice Jung, cualquier verdad psicológica no es más que
una verdad a medias, ¡y ésa tampoco es más que una verdad a medias! El propio
analista tiene que mantenerse siempre al ritmo de su propio inconsciente, tiene que
estar conscientemente dispuesto a tirar por la borda todo lo que se logró hasta ahora,
y esto correspondería a una doble actitud constante.
Por lo tanto, quizás el sol con los dos rayos esté mejor adaptado para influir sobre
el inconsciente, y también para asimilarlo, en virtud de una actitud abierta, como si
hubiera una segunda conciencia por detrás de la conciencia…, como si uno tuviera la
conciencia en su modo de operación ordinario en el primer plano de la mente,
mientras que en el fondo hay algo que se da cuenta de que eso no es más que una
parte de la vida.
Así pues, hay una conciencia móvil, una «conciencia por detrás de la conciencia»
que se limita a observar y sabe que, por el momento, la cosa es así. Jung lo describe,
en un nivel emocional, como estar precisamente en lo más tormentoso del conflicto, y
al mismo tiempo fuera de él, observándolo con serenidad.

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Volvamos ahora a la carta de amor del sol a la luna creciente, donde el sol dice:
«En grande y definitiva debilidad, te daré desde mi belleza la luz mediante la cual
alcanza uno la perfección».

43. Imagen idónea para la unión psicológica de los opuestos:


«Oh Luna, encerrada en mi abrazo,
sé tan fuerte como yo, y de rostro tan bella.
Oh sol, la más brillante de todas las luces que los hombres conocen,
y, sin embargo, tú me necesitas, como el gallo a la gallina».

Desde un punto de vista puramente astronómico, el sol tiene luz, en tanto que la
luna se limita a recibirla de él; esto es, el sol da luz a la luna, y para esto hay una base
bien natural. El sol, en su forma radiante, emanante, intenta impartir parte de su luz a
la luna para que ésta pueda alcanzar la perfección.
Tenemos que darnos cuenta de qué era lo que significaban para las gentes de
entonces el sol y la luna. El sol en general es una imagen de la Divinidad; más
adelante, en el texto se dice incluso que el sol es la divinidad espiritual, y que ésta en
su belleza emana bondad, quizá sin sombra. Es hermoso e imparte su luz a la
imperfecta luna. Ahora bien, la luna es femenina, es un receptáculo para los muertos,
es responsable de todos los fenómenos en que algo crece y decrece en la tierra: del
crecimiento de las plantas y de su marchitamiento, de la menstruación de las mujeres,

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del flujo y reflujo de las mareas, del devenir y el morir, y rige, por consiguiente, al
mundo corruptible.

Brevemente expresado, eso sería lo que aquellas gentes pensarían de la luna, de


modo que ésta es el fenómeno de la vida terrestre en sus paradójicas mareas, en su
irracionalidad que todavía parece tener un significado secreto. Para un hombre, la
luna representaría un aspecto de la personificación femenina de su inconsciente, en
tanto que para la mujer sería la personificación de su base en la vida vegetativa, de su
vida instintiva.
El sol dice entonces que por su mediación se llega a cualquier altura, que uno se
eleva a cualquier altura; es decir, que el sol es aquello que eleva. En la antigüedad y
en otras épocas a la gente le intrigaba el hecho de que el sol hiciera subir el agua
calentándola, de manera que se formaban nubes, y que cuando el sol desaparecía
viniera la lluvia, de modo que con frecuencia se hablaba del sol como del principio de
elevación espiritual. Es, por consiguiente, lo que hace perfectas las cosas, las exalta
hasta las alturas y las vuelve visibles.
Entonces dice la luna al sol: «Tú me necesitas tal como el gallo necesita a la
gallina, y yo necesito constantemente tu efecto sobre mí, porque tu ética es perfecta,
tú, el padre de todos los planetas, tú eres la alta luz, el gran Señor». El sol ha indicado
en alguna medida su calidad superior al decir a la luna, de manera muy digna, que le
dará la luz desde su belleza. De modo que la luna se inclina a señalar que el sol
necesita de ella tanto como el gallo necesita a la gallina, que sin ella no es nada, que
aunque ella sea la receptora, la cosa imperfecta que recibe la luz, sin embargo el sol la
necesita también, porque ¿de qué serviría un sol que no pudiera derramar su luz sobre
otra cosa? Su luz desaparecería en el espacio, porque la luz necesita un objeto
material donde pueda hacerse visible por reflexión.
Por lo tanto la luna, con toda su femenina humildad y sumisión, señala la absoluta
igualdad de su derecho a la existencia: el sol necesita el recipiente vacío donde pueda
derramarse su luz, necesita la oscuridad donde pueda resplandecer la luz, necesita la
materia donde pueda hacerse visible el espíritu. La luna usa un símil muy vulgar y
ordinario —como el gallo necesita a la gallina— que es una alusión al hecho de que
entre los dos principios hay también una atracción puramente instintiva e incluso
sexual. La luna dice que necesita incesantemente el efecto del sol sobre ella, porque
el sol es perfecto, es el padre de toda luz. Perfectus moribus, las palabras latinas se
refieren principalmente a la perfección ética, que es algo que la luna no tiene.
En la mitología de la luna, la luna es perversa, porque no es digna de fiar. Los
alquimistas citaban con frecuencia un salmo que dice que en la oscuridad de la luna
nueva los perversos disparaban sus flechas contra los justos, lo que significa que la
luna nueva protege a los ladrones y los malos cuando éstos atacan a las gentes
honradas. Así la luna tiene toda la ponzoña maligna y la informalidad típicas del
anima en su condición original y también de los seres femeninos en general, no sólo

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de lo femenino en el hombre, porque en lo femenino se da esa astucia gatuna y
sospechosa, y esa ética incierta a la que se podría llamar la ambigüedad de la
naturaleza. La luna dice que ella es la luna creciente, húmeda y fría, y que el sol es
cálido y seco, y cuando están emparejados en un estado de equilibrio, ella es como
una mujer que se abre a su marido.
Aquí está el conflicto entre el principio de la conciencia y la naturaleza, es decir
lo inconsciente, lo desconocido. El conflicto entre lo masculino y lo femenino se
amplifica en una cuaternidad porque ambos contienen dos cualidades: la luna
contiene las cualidades de la humedad y el frío, y el sol las de la sequedad y el calor.
Eso alude a las enseñanzas de la antigüedad tardía y del medievo, para las cuales hay
cuatro elementos —agua, aire, fuego y tierra— y cuatro cualidades básicas: calor,
sequedad, humedad y frío. Durante toda la Edad Media se consideró básico este
principio y las categorías en las que se podía observar la materia básica, los cuatro
elementos y las cuatro cualidades.

Es, ciertamente, un bello mandala, porque el fuego es caliente y seco, y el aire es


húmedo y frío. Hay muchas variaciones diferentes para la disposición de los
elementos y las cualidades. Esto no era así en función de la realidad material, ni
siquiera para las gentes de la época, que se daban cuenta de que era una
simplificación de los fenómenos materiales que no coincidía con la realidad. Tan
pronto como se lo piensa más en profundidad, la cosa no cuadra, como sucede con
todos los esquemas arquetípicos del orden cuando se los proyecta, y hasta los
primeros alquimistas decían que no había que pensar que aquello se dijera en forma
concreta, que no era más que una manera de ordenar nuestras ideas. Es lo que dice
Zósimo, por ejemplo, lo que significa que uno ve claramente una imagen de la
totalidad a través de las cuatro cualidades proyectadas sobre la materia; incluso en
aquellos días era simplemente una red simbólica que la mente humana proyectaba
sobre la materia para introducir en ella algún orden.
Podemos comparar esto con el uso moderno de conceptos tales como los de
partícula, energía, continuo espacio-tiempo, y fenómenos electromagnéticos. Los
físicos saben que estos conceptos están vagamente entretejidos, y que no son tan
simples y claros como nosotros creemos, sino que han sido creados sólo como
medios de expresión.
Las cuatro cualidades aparecen ahora y completan la dualidad del sol y de la luna.
Es lo mismo que cuando dos personas se encuentran: hay cuatro, él y su anima, ella y
su animus. En una discusión analítica siempre hay cuatro elementos, dos en el nivel
consciente y dos en el inconsciente. Toda aserción consciente configura ya su
opuesto, es decir, la negación. Si digo que una planta es una planta y un perro es un
animal, eso parece bastante simple, pero es una contraposición de dos cosas y
contiene algo más, porque si digo que un árbol es un árbol, expreso el hecho de que
no es un mineral ni ninguna otra cosa que un árbol. Todo lo que digo lleva ya en sí la

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sombra de lo que está excluido. Por lo tanto, cada vez que la conciencia produce algo,
aunque sean dos palabras, siempre hay cuatro, porque el inconsciente también está
siempre allí; está en juego algo desconocido, y eso también se ha de tener en cuenta.
Tomemos las posiciones opuestas de la física y la psicología. Al ver lo que hacen
los físicos, la psicología descubre que el físico está lleno de proyecciones
inconscientes, eso se ve de inmediato. Pero cuando es el físico quien nos mira, como
es natural ve desde un aspecto físico lo que descubrimos psicológicamente y dice que
no tenemos conciencia de ese aspecto, y que a eso se debe que nuestra conciencia no
esté lo suficientemente evolucionada como para ser capaces de mantener la atención
puesta en una contradicción, algo muy difícil de conseguir, y que, sin embargo,
deberíamos hacer.
Toda polaridad contiene su opuesto, pero esto se hace más obvio cuando dos seres
humanos discuten, como en el análisis. Entonces hay siempre cuatro, porque también
está presente el inconsciente de cada uno. Tan pronto como se presta verdadera
atención al problema de la relación, ese mismo hecho lo complica porque siempre
están en cada uno de los dos las dos cualidades.
Supongamos que en forma proyectada esto se refiere a ese problema. El sol y la
luna dicen que si se emparejan de manera equilibrada, entonces es como un hombre y
una mujer que están completamente el uno por el otro. De modo que está el problema
de la coniunctio con todos sus aspectos, donde hay dos factores conocidos y dos
incógnitas. Pero cuando todos ellos se relacionan, se alcanza un estado de equilibrio y
perfección.

44. La coniunctio como equilibrio armonioso entre los hornos del sol y la luna,
es decir, las energías masculina y femenina.

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45. La coniunctio como encuentro del rey y de la reina. La reina está de pie sobre un globo para
indicar su conexión con la tierra, el rey, de pie sobre el fuego, muestra la atracción personal.

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Sexta conferencia
LA ALQUIMIA ÁRABE
Continuaré con la carta de amor del sol a la luna. En la luna se ha planteado un
conflicto, porque aparece en dos formas, una en el cielo y una en la tierra. El sol
también aparece en dos formas. De un sol desciende solamente un rayo sobre la
tierra, y a éste se lo llama el sol que brilla sin justicia; un segundo sol emite dos
rayos, y se lo llama el sol que brilla con justicia.
El sol es un aspecto de la conciencia, en cuanto fenómeno parcialmente vinculado
con el yo y parcialmente con el Sí mismo. Un aspecto del sol está abierto al
inconsciente, porque los dos rayos implican un principio de conciencia capaz de
abarcar los opuestos, mientras que el otro sol es un «sistema cerrado»; es unilateral, y
por ende destructivo. En Mysterium Coniunctionis Jung describe al sol como una
imagen de la divinidad espiritual, esto es, el Sí mismo por un lado, y un aspecto del
yo por el otro.
El yo es idéntico al Sí mismo en la medida en que es el instrumento de la
autorrealización del Sí mismo. Sólo un yo inflado por el egoísmo se encuentra en
oposición con el Sí mismo. En su legítima función, el yo es la luz en la oscuridad del
inconsciente, y en algunos sentidos idéntico al Sí mismo. Parece que los dos soles
ejemplifican este contraste entre los aspectos destructivo y positivo de la conciencia
del yo. El sol con un rayo representa un principio consciente y egocéntrico, injusto
con el inconsciente o la realidad y opuesto al Sí mismo. El sol con dos rayos, por otra
parte, simboliza al yo en cuanto instrumento de realización para el Sí mismo, y en
este sentido funciona con justicia.
El yo de una persona individualizada, por ejemplo, sería una manifestación del Sí
mismo, estaría abierto al inconsciente. Un yo así manifiesta al Sí mismo al tener una
doble actitud hacia el inconsciente —y al estar constante y humildemente abierto a él
—, y ofrece así una base de realización para el Sí mismo. Para ser real, dice Ángelus
Silesius, Dios necesita de nuestro pobre corazón.
Así pues, el doble sol en el texto de Senior muestra un conflicto entre una actitud
equivocada del yo hacia la tierra, o el inconsciente, y una actitud del yo que permite
que el Sí mismo se manifieste. El objetivo sería encontrar esta actitud consciente del
doble rayo, a saber, una capacidad para soportar los opuestos. Y eso no significaría
oscilar entre los opuestos, sino más bien mantener la tensión entre ellos.
La tendencia a desviarse y unilateralizarse es innata en la conciencia, está
vinculada con su necesidad de claridad y precisión. La gente suele decir, por ejemplo,
que el doctor Jung no escribe con mucha claridad, pero es que él lo hace a propósito:
escribe con una doble actitud, haciendo plena justicia a las paradojas del
inconsciente. Describe los fenómenos psíquicos desde un punto de vista empírico.
Buda dijo una vez que todo lo que él decía debía ser entendido en dos niveles, y los

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escritos de Jung también tienen esta doble dimensión, estos dos niveles.
La gente que está, por así decirlo, atascada en el visuddha chakra, cree en las
palabras y no es capaz de captar la cosa misma. Pero Jung usa un método descriptivo,
que ha sido adoptado ahora también en la física nuclear, con el que los hechos se
describen desde dos ángulos complementarios, que se contradicen entre sí, pero que
sin embargo son necesarios para que se pueda captar la cosa en su totalidad. Las
palabras no son más que instrumentos, no la cosa misma.
Pregunta: El Sol niger, ¿alude al aspecto negativo e injusto de la conciencia?
M. L. von Franz: Sí, el Sol niger sería el aspecto oscuro y sombrío de la
conciencia. Así el dios sol, en la mitología, tiene con frecuencia un aspecto
destructivo oculto. Apolo, por ejemplo, es el dios de las ratas, los ratones y los lobos.
El aspecto negativo del sol se percibe especialmente en los países cálidos, donde el
sol ardiente del mediodía destruye todas las plantas. En los países cálidos los
fantasmas salen a mediodía, y en la Biblia, por ejemplo, hay el demonio del
mediodía. El lado oscuro, o la sombra del sol, es demoníaco.

46. Saturno como el sol niger, la sombra del sol (o el lado oscuro de Dios), devorando a sus hijos.

Lo compulsivo, la sensación del yo de estar impulsado desde atrás, ejemplificaría


el lado oscuro y demoníaco del sol, y se abusa de la conciencia al justificar el impulso
cuando el yo no tiene la fuerza suficiente para decidir basándose en los hechos
objetivos, sino que se ve arrastrado por la debilidad de sus pasiones: el miedo, el
poder o el sexo. También la perfección, en sí misma, es hostil a la naturaleza. En
Indochina se cuenta que una vez que el sol calentaba demasiado, un héroe lo derribó.
Así el Sol niger —Saturno— es la sombra del sol, el sol sin justicia, que es la muerte
de los vivos.
El hombre, con su conciencia, es un factor de perturbación en el orden de la
naturaleza; realmente, se podría cuestionar si el hombre fue, o no, un buen invento de

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la naturaleza. Existe el mito de un dios embustero que es especialmente estúpido, y,
desde cierto ángulo, el hombre es muy estúpido y no tiene bastante sentido común
para estar en equilibrio. En cuanto animal, está perturbado y se reproduce en exceso.
El que sea un error de la creación, o bien su culminación, depende del
funcionamiento de su sol con justicia o sin ella. Si la conciencia funciona como debe,
está al servicio de la vida, pero cuando se descarrila se vuelve destructiva.
Una conciencia que funciona mal recibe el lado oscuro de Dios. Si la conciencia
funciona de acuerdo con la naturaleza, la negrura no es tan negra ni tan destructiva,
pero si el sol se queda quieto, se pone rígido y calcina la vida, y entonces, de acuerdo
con ciertos indios, se tiene que sacrificar el corazón para que el sol siga moviéndose.
Cada vez que establecemos una regla, tenemos que hacer una excepción, porque de
otra manera, la conciencia y la vida no están de acuerdo.

47. El pavo real, que simboliza la renovación de la vida, se eleva desde la retorta sellada
(«el vientre de la casa cerrada») donde tiene lugar la unión de los opuestos.

Un objetivo del análisis es conseguir que la conciencia vuelva a funcionar de


acuerdo con la naturaleza. La inflación es un síntoma de funcionamiento injusto. Si
una conciencia sumamente concentrada se siente arrastrada, entonces uno tiene un sol
oscuro. La gente usa la conciencia para convencerse uno al otro de que tiene razón en

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hacer mal. Cada uno de nosotros nace en un estado imperfecto y cuestionable: estar
equivocado y escindido, eso es la naturaleza humana. El mito de Adán en el Jardín
del Edén fue el modelo original de esta situación, lo que nos demuestra cómo la
condición humana cojea desde el comienzo mismo. Cuando no se lo apoya, el Sí
mismo se expresa en una neurosis, es decir, la sombra del Sí mismo entra en acción, y
Dios y la naturaleza se convierten en enemigos del hombre.
Dos lunas y dos soles son cuatro. Cuando dos personas están juntas, siempre está
presente un quaternio, es decir, el hombre y su anima, la mujer y su animus. La
coniunctio se produce, de acuerdo con nuestro texto, en el vientre de la «casa
cerrada», que sería el receptáculo alquímico donde se unen el sol y la luna. El féretro
egipcio es una casa cerrada, donde el rey desposa a su madre: Isis y Horus, o Hathor
y Horus. Al clausurar la puerta de la cámara funeraria, el sacerdote dice: «Ahora te
quedas en amorosa unión con tu madre». Y también un maestro zen japonés dice: «El
tiene la puerta de su corazón clausurada para que nadie pueda adivinar sus
sentimientos». Uno se convierte en un misterio para los otros, debido a su unidad con
el Sí mismo.

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48. Él entra en la ciudad y sus manos derraman bendiciones, la última de las «Diez imágenes del
pastor del buey» del budismo zen, representa la culminación del proceso de individuación: «Y
habiendo ahora pasado por la etapa del vacío, y también habiendo visto a Dios en el mundo de la
naturaleza, el individuo puede ver a Dios en el mundo de los hombres Cuando en su iluminación se
mezcla en el mercado con los “que beben uno y los carniceros” (publicanos y pecadores), reconoce en
todos la “luz interior” o la “naturaleza búdica”. No necesita mantenerse apartado ni se siente
aplastado por un sentimiento de deber o de responsabilidad, ni obligado a seguir un conjunto de
pautas de otros santos, ni a imitar al pasado. Está un en armonía con la vida que está contento con no
hacerse notar, con ser un instrumento, no un líder. Simplemente, hace lo que le parece natural. Pero
aunque en el mercado parezca que es un hombre ordinario, algo le sucede a las gentes con quines se
mezcla. También ellos se vuelven parte de la armonía del universo». —Suzuki, Manual del budismo
zen.

Cuando podemos adivinar las reacciones de una persona, es porque todavía ésta
funciona colectivamente. El sentimiento de: «Yo sé cómo te sientes», se basa en
reacciones colectivas similares. La empatía, el percibir desde adentro el estado de la
otra persona, se basa en cualidades colectivas. Establecemos contacto con la mayoría
de las personas en el nivel colectivo, y conocemos las cualidades que compartimos,
como los celos y el amor, y sin empatía no podemos relacionarnos, pero todo eso no
es la peculiaridad del individuo. Es cualidad del genio producir lo inesperado; lo
sorprendente es lo que nos hace un «clic», y sin embargo no es trivial. Jamás se
puede adivinar lo que saldrá de una persona creativa, porque es una creación nueva y

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no hay manera de saber lo que será. De la mente provienen ideas y de la dimensión
sentimental brotan reacciones que en una persona así son absolutamente únicas.
El proceso de individuación conduce a una creatividad peculiar en cada momento,
y la cámara cerrada se refiere a ese centro secreto de la personalidad, a la secreta
fuente de la vida. Es la cámara cerrada del corazón, la única y peculiar creatividad en
cada momento de la vida. Allí donde el proceso de individuación conduce a tomar
conciencia de esta unicidad, los demás ya no pueden adivinarnos ni leernos, porque
no pueden ver el interior de la cámara cerrada del corazón, de donde brotan las
reacciones inesperadas y creativas.
Yo diría que las reacciones creativas inesperadas provienen de la unidad con el Sí
mismo. Es el Sí mismo lo que tiene esta cualidad de peculiar creatividad en cada
momento de la vida, y por eso el maestro japonés dice que ya no es posible adivinar
los movimientos de su corazón. Eso significa que si el maestro zen dice o hace algo,
será siempre algo imprevisible y creativamente sorprendente. La cámara cerrada se
refiere a ese secreto, porque en última instancia el individuo es un sistema único y
cerrado, una cosa única que se centra en torno de una fuente imprevisible de vida. Si
eso llega a ser real en un individuo, uno siente el misterio de una personalidad única.
Eso tiene que ver con cerrar la casa, algo que significa separación de los vínculos con
lo colectivo y de su contaminación, no sólo externamente, sino internamente,
separándose uno, dentro de sí mismo, de lo que es ordinario y no uno mismo.
Pregunta: ¿Cómo se compagina eso con la experiencia del satori en el budismo
zen, donde la apertura hacia la naturaleza y lo colectivo y la unidad con ellos
constituyen uno de los objetivos?
M. L. von Franz: Pues ésa es una de las paradojas. En la última de las «Diez
imágenes del pastor del buey», del budismo zen, el anciano va al mercado. Sonríe
dulcemente, y se ha olvidado hasta de su iluminación. Ahí tienen ustedes al hombre
completamente colectivo, que va al mercado con su discípulo y su tazón de mendigo,
y ha olvidado incluso su vivencia de satori. Esto significa que, subjetivamente, él no
se siente único, pero la historia añade que el cerezo florece cuando él pasa, y eso es
algo que uno no se imaginaría cuando un viejo barrigón va al mercado mostrando una
sonrisa bastante insípida. La peculiaridad brota de él como un acto creativo, pero él
no la tiene intencionalmente presente. No se siente único; es único, aunque
subjetivamente el mismo anciano diría que él es un pobre viejo, y preguntaría qué es
lo que quieren de él. Esas personas tienen una extrema humildad natural, a pesar de lo
cual su peculiaridad se manifiesta.
Es otra vez la paradoja del yo y el Sí mismo. El yo debe tener la actitud de un ser
humano entre otros seres humanos, y entonces la unicidad, si se la ha llegado a
encontrar dentro, emanará de un modo involuntario. Es precisamente lo contrario de
estar inflado con la propia unicidad, de sentirse tan diferente de los demás y hacer ese
tipo de comentarios principescos como: «Es que yo soy tan sensible que nadie me
entiende». Eso no es así, y cuando la gente me lo dice, yo siempre les digo que ya sé

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que hay mucha gente así, y no lo digo por maldad; es la pura verdad, es una cualidad
muy común ser tan sensible que nadie lo entiende a uno. Está muy difundida, en
especial entre los introvertidos, que se sienten especiales, pero no lo son. El
iluminado no se siente especial, sino muy humano, y por eso se puede decir que esas
personas están muy abiertas al mundo y son muy humanas con todos, o
paradójicamente se puede decir que son infinitamente únicas e incomprensibles.
Comentario: Creo, por decirlo de otra manera, que el objetivo es establecer una
separación entre el sujeto y el objeto, mientras que al mismo tiempo se discrimina
sinceramente entre sujeto y objeto.
M. L. von Franz: Sí, exactamente. Esto es lo que ejemplifica el vientre de la casa
cerrada; es decir, lo más íntimamente creativo está protegido por la naturaleza y no
por ningún acto artificial. También tiene que ver, en forma muy concreta y trivial, con
el problema de la discreción analítica. Tan pronto como uno toca, en un análisis, la
peculiaridad del otro, la discreción se impone. Antes no era más que una regla
convencional, realmente innecesaria, pero cuando se llega a la unicidad es natural que
nunca se hable de ello con un tercero. Uno se da cuenta de que eso es único, algo de
lo que jamás se debe hablar con nadie más. No es posible, y eso tiene que ver con el
misterio del encuentro con lo individual y único en cualquier relación amorosa,
porque entonces la casa se cierra naturalmente, por sí sola.
Detrás de la puerta cerrada la luna recibe su alma del sol, y el sol se lleva la
belleza de la luna, que se pone muy delgada y débil. Eso significa que la coniunctio
tiene lugar en la luna nueva, en el submundo. Ustedes saben que la luna es nueva
cuando está próxima al sol. Cuando está en oposición con el sol, entonces toda la luna
está iluminada, y tenemos la luna llena, pero cuando está cerca del sol, entonces los
rayos de éste no la hieren. Es un hecho interesante, sobre el cual ha escrito Jung en
Mysterium Coniunctionis: que la coniunctio no se produce durante la luna llena sino
durante la luna nueva, lo que significa que tiene lugar en lo más oscuro de la noche,
donde ni siquiera la luna brilla, y en esa noche fundamentalmente oscura se unen el
sol y la luna.
Aquí hay un matiz muy interesante, porque en el simbolismo de la Iglesia
medieval el sol simboliza a Cristo y la luna a la Iglesia —la Ecclesia— y la
coniunctio del sol y de la luna se interpreta como el encuentro de Cristo con la Iglesia
redimida. Pero ninguno de los autores ha señalado el hecho de que cuando se unieron
la luna había desaparecido, o se había oscurecido y borrado por completo. Es un
detalle que han eludido delicadamente, o quizá nunca se preguntaron por qué.
La coniunctio sucede en el submundo, sucede en la oscuridad cuando ya no hay
ninguna luz que brille. Cuando uno ya no está y la conciencia se ha ido, entonces algo
nace o se genera; en la depresión más profunda, en la desolación más profunda, nace
la personalidad nueva. Cuando uno está al cabo de sus fuerzas, ése es el momento en
que tiene lugar la coniunctio, la coincidencia de los opuestos.
El sol da su luz a la luna, pero en ese momento la luna se ha borrado, se

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desvanece y se adelgaza, de modo que se puede decir que, acercándosele, el sol hace
daño a la luna. Después el sol dice: «Si tú no me haces daño en la coniunctio, oh
Luna», de modo que sucederá una cosa y la otra. Entonces la coniunctio es
aparentemente peligrosa, porque el sol hace algún daño a la luna, y la luna puede
dañar al sol. Eso quizá se podría evitar, pero cuanto más se acercan esas dos
luminarias, mayor es el peligro de que se destruyan la una a la otra en vez de unirse,
lo que proviene del hecho, al que ya nos referimos antes, de que tanto el sol como la
luna tienen una sombra.

49. La Luna en la sombra de la Tierra. «La coniunctio tiene lugar en la luna nueva en el submundo
[…]
En la depresión más profunda, en la más profunda desolación, nace la personalidad nueva». Von
Franz.

Ambos tienen un lado oscuro y destructivo, y cuando se unen es como dos


personas que se aman y cuanto más aumenta el amor tanto más aumentan también la
desconfianza y las dudas; es muy frecuente que uno tenga miedo, porque si abre su
corazón, el otro puede hacerle mucho daño. Si, por ejemplo, un hombre demuestra su
amor por una mujer, queda expuesto al animus de ella. Si no la ama, dice
simplemente que eso es su condenado animus, pero si la ama, entonces le duele
cuando ella hace observaciones horribles que vienen de su animus. Lo mismo vale
para la mujer, porque si reconoce su amor por un hombre, la ponzoña del anima de él

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puede herirla. Por lo tanto, en la situación del amor humano está siempre ese miedo
tembloroso de acercarse al otro, reflejado simbólicamente en el proceso de
unificación del sol y de la luna.
Si tomamos la coniunctio en un nivel puramente interior, se puede decir que
cuando las personalidades consciente e inconsciente se aproximan la una a la otra,
hay dos posibilidades: o bien el inconsciente se devora a la conciencia, y entonces
hay una psicosis, o la conciencia destruye al inconsciente con sus teorías, y eso
significa una inflación de la conciencia. La última, generalmente, aparece también
cuando hay una psicosis latente, y entonces la gente se escapa de ella diciendo que el
inconsciente «no es más que…», con lo cual aplasta al inconsciente y su misterio
viviente, o lo hace a un lado. Muchas personas dejan el proceso analítico cuando se
dan estas condiciones. Se van acercando cada vez más al inconsciente, y entonces se
dan cuenta gradualmente de algo desagradable; el trabajo se vuelve difícil y la
persona le pone fin, diciendo que ya lo entiende todo y que no es «nada más que». En
un caso así, el sol ha destruido a la luna. Si el inconsciente abruma a la conciencia y
se produce un intervalo psicótico, la luna ha destruido al sol.
Siempre, cuando se encuentran conciencia e inconsciente, en vez de amor puede
haber destrucción. Aquí, en la carta de amor, las dos luminarias tratan de evitarla. El
sol dice: «Si tú no me haces daño, yo te ayudaré», y la luna dice lo mismo. Y
consiguen mantener bien la relación; la luna en cierto momento adelgaza hasta
borrarse, pero después ambos se exaltan y se incorporan a la Orden de los Ancianos.
Como la palabra que se usa es Seniores, debe de referirse a los Jeques.
Aunque es una parte extraña, he tratado de interpretarla. No puedo decir que esté
segura de haber logrado una buena interpretación, pero hay un texto paralelo en
donde se hace referencia a la Orden de los Ancianos llamándola la Orden de los
Veinticuatro Ancianos, lo que alude a los veinticuatro ancianos de la revelación de
san Juan, los veinticuatro ancianos de Israel que día y noche se sientan en torno del
trono de Dios. Esto se referiría a la casa del día y de la noche, en el sentido de que el
sol y la luna pasan por todas las etapas de las veinticuatro horas.
La Orden de los Ancianos en la secta chiíta, el movimiento místico del Islam,
también tiene que ver con la tradición secreta del imán. En cada generación hay un
jeque que es el iniciador espiritual y a quien se conoce como «el Imán». Cuando
porta la luz de la Divinidad, representa la encarnación de la Divinidad y es el gurú
secreto, el maestro de estas sectas místicas islámicas. Esto sucede con los chiítas y los
drusos, y con algunas otras sectas diferentes que tienen diferentes clasificaciones y
que riñen por quién debe ser el líder espiritual, pero en todas existe la idea del
conductor único, el iluminado, en quien se ha encarnado mayormente la luz de la
Divinidad.
Como tenemos que vérnoslas con un texto árabe, podría haber algo de esa clase
aquí también, lo que también se conectaría con las otras interpretaciones, es decir un
aspecto múltiple del Anciano Sabio en diferentes etapas o fases. Prácticamente, eso

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significaría que el arquetipo del anciano sabio, un aspecto del Sí mismo, aparece
multiplicado en conexión específica con el tiempo, en la idea de que un Imán llega en
cada tiempo especial o período mundial, o se lo compara con las veinticuatro horas
del día y de la noche, lo que es también un simbolismo temporal. La misma idea
reaparece en el simbolismo cristiano como Cristo y los doce apóstoles, que fueron
atribuidos a los doce meses y a las doce horas del día.
Creo que tiene que ver con el simple hecho de que la realización del Sí mismo, o
el proceso de individuación, sólo ha alcanzado la realidad cuando aparece en cada
momento de este tiempo sidéreo. Muchas personas se dan cuenta por primera vez de
lo que es el Sí mismo en forma intuitiva, leyendo un libro o mediante la
interpretación de un sueño, pero eso no resuelve la cuestión de lo que deberían hacer
esta mañana y mañana por la noche, lo que significa que esa comprensión todavía no
ha entrado en el tiempo. Tienen una conexión intuitiva con el Sí mismo y con la
sabiduría del inconsciente, pero eso todavía no ha entrado en el tiempo y el espacio
de su vida, de su vida personal.
Sólo es real si a cada momento —por lo menos en teoría, porque en realidad
jamás se llega a esa etapa— uno está en conexión con ello, expresándolo
constantemente y sabiendo lo que es. Por lo tanto se puede decir que el Sí mismo sólo
se ha vuelto real cuando se expresa en las acciones de la persona en el espacio y en el
tiempo. Antes de haber llegado a esa etapa no es del todo real, pero después se
convierte en algo cambiante.
Por ejemplo, lo que está bien para hoy puede estar mal para mañana, y por eso
alguien que ha llegado a esta etapa de la conciencia será imprevisible y siempre
actuará de manera diferente en las mismas situaciones. Hoy la cosa es así y la persona
reaccionará de una manera, y mañana se dará la misma situación y la reacción de la
persona será diferente. Ya no hay reglas, porque cada momento es diferente, y por
ende el movimiento adquiere una cualidad creativa; cada momento del tiempo es una
posibilidad creativa y ya no hay repetición alguna.
Entonces, cuando el sol y la luna se unen empiezan al mismo tiempo a recorrer un
ciclo que tiene que ver con el tiempo. En la alquimia oriental, eso se simboliza
mediante el proceso de la circulación de la luz; tras haber encontrado la luz interior,
ésta empieza a rotar por sí sola. En El secreto de la flor de oro, y en la alquimia, a
esto se le dice la circulatio, la rotación, y hay muchos textos diferentes en alquimia en
los que se dice que la piedra filosofal tiene que circular. Por lo general, esto se
relaciona con el simbolismo del tiempo, porque dicen que la piedra filosofal tiene que
pasar por el invierno, la primavera, el verano y el otoño, o que tiene que recorrer
todas las horas del día y de la noche. Tiene que circular a través de todas las
cualidades y de todos los elementos, o tiene que ir desde la tierra al cielo y después
volver a la tierra. Está siempre la idea de que, después de haber sido producida,
comienza a circular.
Psicológicamente, eso significaría que el Sí mismo comienza a manifestarse en el

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espacio y el tiempo, que no se convierte en algo en cierto momento para después
retornar a la antigua forma de vivir, sino que tiene un efecto inmediato sobre la
totalidad de la vida; entonces la acción y la reacción están constantemente de acuerdo
con el Sí mismo, real y manifiesto en sus propios movimientos. La piedra, o la nueva
luz, el Sí mismo, también puede moverse. Naturalmente, tenemos que escucharlo,
pero si lo hacemos, entonces puede moverse y producir impulsos autónomos.
Pregunta: Pero, ¿son necesariamente los impulsos correctos?
M. L. von Franz: No hay un juicio definitorio de lo que está bien y lo que está
mal. Mucha gente dirá que están mal, y otros dirán que están bien, y, subjetivamente,
uno lo sentirá a veces bien, y otras mal.
Si me permiten decir algo muy personal, diría que no es cuestión de bien ni mal,
porque si uno es uno con el Sí mismo, ya no le importa. Si está mal, entonces habrá
que pagar por ello, pero lo principal es la conexión, porque la separación es la muerte
espiritual. Estar conectado con el Sí mismo es la vida espiritual; si el Sí mismo le dice
a uno que haga algo que se considera malo, todo el mundo lo atacará, y si uno
empieza a pensar que quizás estuviera mal, entonces aún puede decir que valió la
pena porque estaba en relación con el Sí mismo.
Creo que si uno hace algo a partir de una conexión viviente con el Sí mismo,
pagar el precio vale la pena, el precio de que lo acusen a uno de hacer mal y quizá de
pasar por las etapas de pensar que está mal. Subjetivamente, uno nunca siente que
está mal, pero debe admitir que la gente lo diga y ser tolerante. Pero si uno está feliz
y se siente vivo, eso es lo único de lo cual nadie podrá despojarlo. Si yo digo que soy
feliz, ¿qué puede decir nadie más sobre el tema? Si uno está en armonía con el Sí
mismo hay una sensación de paz y de felicidad absolutas, y los demás pueden
juzgarlo tanto como quieran, a partir de teorías intelectuales destructivas; eso no le
hace ningún daño, porque al sentirse próximo al Sí mismo, eso lo vuelve
indestructible. Naturalmente, eso se pierde de cuando en cuando, porque es
demasiado difícil mantenerlo durante mucho tiempo.
La carta de amor continúa, cuando la luna dice al sol:
La luz de tu luz se adentrará en mi luz; será como una mezcla de vino y agua, y
yo interrumpiré mi fluir y después me encerraré en tu negrura de tinta y luego me
coagularé.
Tenemos allí la mezcla de dos luces comparada con la mezcla de vino y agua, un
simbolismo mejor conocido en la tradición cristiana, en que al decir misa se mezcla
vino con agua, lo que representa el aspecto divino de Cristo y el humano, Su
humanidad y Su aspecto espiritual.
El vino pertenece naturalmente al sol y el agua a la luna, porque la luna rige todas
las cosas húmedas, de acuerdo con la antigua manera de ver las cosas. Es una idea de
la coniunctio en un sentido amplio y general, no sólo en la tradición cristiana sino
también en el mundo árabe: la conexión mística de la sustancia espiritual con la
Divinidad. En los poemas aparentemente de borracho de al-Hafis, o al-Roumi, el

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agua suele ser lo corruptible, lo femenino, un aspecto del fluir de la vida y del
inconsciente. Si estos dos se unen, entonces la luna detendrá su movimiento y se
coagulará, y, de acuerdo con el final del texto, eso es algo positivo.

50. Mercurio como el niño divino nace del «huevo filosofal». Como
producto de la unión de los opuestos, esta de pie sobre el sol y la luna.

Esto significa, pues, que hasta el momento de la coniunctio la luna fluía, lo que
tendría algo que ver con su constante crecer y decrecer, su fluir constante, pero
también produce el rocío, de acuerdo con su teoría, y la humedad, y además, por
supuesto, la menstruación en las mujeres y la inestabilidad en lo femenino. Pero dado
que la menstruación se interrumpe con la concepción de un hijo, está la idea de que el
fluir se detiene cuando las dos luces se han unido y ha nacido la luz nueva.
Algo corruptible y desagradable, que tiene que ver con la naturaleza cambiante de
lo femenino, se detiene y llega a su fin. Eso se refiere directa e inmediatamente a la
totalidad del proceso alquímico, que como ustedes saben es la producción de la
piedra filosofal, un objeto de sustancia dura, algo que no fluye, y que en alquimia es
el símbolo supremo de la divinidad.
Si lo consideramos ingenuamente, es extraño que en alquimia el producto final
sea algo que en el orden de la naturaleza consideramos de un valor ínfimo, es decir,
una piedra, algo cuya cualidad es simplemente estar ahí. Una piedra no come ni bebe
ni duerme; sólo se queda ahí por toda la eternidad. Si la patean, se queda allí donde la
patearon, sin moverse. Pero en alquimia ese objeto despreciado es el símbolo del
objetivo. Tenemos que profundizar en el lenguaje místico del Oriente y de la
alquimia, y de ciertas obras místicas cristianas, para hacernos una idea de lo que esto
significa.
Si luchando y enfrentándose con el inconsciente uno ha sufrido durante el tiempo
suficiente, se establece una especie de personalidad objetiva; en la persona se forma

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un núcleo que está en paz, tranquilo incluso en medio de las mayores tormentas de la
vida, intensamente vivo pero sin actuar ni participar en el conflicto. Esa paz interior
suele advenirle a la gente cuando ya ha sufrido bastante tiempo: un día algo se rompe
y el rostro adquiere una expresión tranquila, porque ha nacido algo que se mantiene
en el centro, fuera o más allá del conflicto, que ya no sigue siendo como era.
Claro que dos minutos después todo vuelve a empezar, porque el conflicto no se
ha resuelto, pero perdura la vivencia de que hay una cosa que silenciosamente está
más allá del conflicto, y a partir de ese momento el proceso ya es diferente. La gente
no sigue buscando, sabe que la cosa existe, la ha experimentado durante un momento.
En lo sucesivo, el opus tiene un objetivo: el de volver a encontrar ese momento y
volverse lentamente capaz de retenerlo, para que se convierta en algo constante.
En todas las pugnas de la vida hay siempre una cosa que está más allá del
conflicto; como tan bellamente lo describe Jung en su comentario a El secreto de la
flor de oro, es como si uno estuviera de pie sobre la montaña, por encima de la
tormenta. Ve las nubes negras y el rayo y la lluvia que cae, oye los truenos, pero en
uno hay algo que está por encima de todo aquello y uno puede limitarse a mirarlo. En
cierto modo estamos también en ello, pero en otro sentido estamos fuera. En una
escala menor o más humilde, uno lo ha alcanzado si en una tempestad de
desesperación o en la crisis destructiva y disolvente de un conflicto puede mantener
durante un segundo el sentido del humor…, o, quizá, sintiéndose una vez más
arrastrado por un animus negativo, de pronto uno se diga a sí mismo que ya ha oído
antes esa cantilena.
Quizá no puedas escapar de tu animus destructivo, quizás éste sea todavía
demasiado fuerte, pero algo en ti sonríe y dice que ya ha oído antes esa cancioncilla
tonta; te gustaría reírte de ti mismo, pero el orgullo no te lo permite, y sigues adelante
con el animus negativo que vuelve a adueñarse de ti. Ésos son los momentos divinos
en que algo está claro y va más allá de los opuestos y del sufrimiento. Por lo general
no son más que fugaces momentos, pero si uno sigue trabajando con la suficiente
constancia sobre sí mismo, la piedra crece lentamente y se convierte, cada vez más,
en el núcleo sólido de la personalidad, que ya no participa en el circo de monos de la
vida.
Eso es probablemente lo que se quiere decir aquí: la luna, que es la que rige la
vida como un circo de gorilas, detiene su fluir y aparece algo que es eterno y está más
allá del conflicto. La luna se «coagula», y el proceso vital se ve como algo eterno
fuera de la vida. La vida misma se coagula y se sale de su propio ritmo, lo cual debe
de ser la preparación para la muerte, ya que la muerte es el término natural de la vida,
el fruto que crece de la vida: la vida vivida crea la actitud eterna que trasciende la
muerte.
Entonces la luna dice: «Cuando hayamos entrado en la casa del amor, mi cuerpo
se coagulará en mi eclipse», y el sol responde:
—Si lo haces así y no me haces daño, mi cuerpo volverá [probablemente a su

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forma original] y te daré la virtud de la penetración, y serás poderosa o victoriosa en
la batalla del fuego, de la licuefacción y la purgación, y seguirás sin disminución ni
oscuridad, y no tendrás ningún conflicto porque no serás rebelde.
Entonces el sol sólo confirma lo que dice la luna y creo que por lo que dije antes
esto está claro: ahora la luna, incluso en la lucha del fuego —lo que significa incluso
en los ataques destructivos de las emociones desde dentro y desde fuera—,
permanece firme y trascendiéndolos, y ya no se rebela contra la conciencia.
Inconsciente y consciente están recíprocamente en paz.
—Bendito sea el que piensa en lo que digo y mi dignidad no será apartada de él y
el león no fallará ni disminuirá su valor, debilitado por la carne.
El león es un bien conocido símbolo del solsticio, cuando el sol está —hablando
astrológicamente— en su punto más alto, pero es también un símbolo de
resurrección. Recordarán ustedes que lo tuvimos en nuestro primer texto griego, en
donde el león genera el león. Les di el dibujo de los dobles leones, y recordarán
ustedes lo que dije entonces sobre el león, que es también un símbolo del devorar
apasionado, del poder impulsivo, no sólo en el sentido estricto de la palabra, sino por
lo general del deseo de poseer. Las garras extendidas y las fauces abiertas son la
imagen del león, de la naturaleza poderosa y ardientemente apasionada. Representa la
resurrección, pero también puede estar debilitado por la carne.
Ésta es una alusión a la sombra de la luna, a saber, que si el poder y la pasión se
atascan en el nivel concreto, se empeñan en querer esto o aquello y son incapaces de
sacrificar ese deseo, entonces esa misma libido apasionada que es precisamente la
base del proceso de individuación se debilita, se vuelve destructiva y se autodestruye.
«Si tú me has seguido», dice entonces el sol a la luna, «no te apartaré del
crecimiento del plomo». La idea es que el plomo, del que hablamos en una
conferencia anterior, es el material básico, el material de la pasión, y ahora está
creciendo por sí mismo. Eso se refiere a una etapa de la alquimia a la que se suele
describir como crecimiento. Por ejemplo, dicen que la primera parte es trabajo duro,
que es lavar la ropa blanca, o lavar arena, o cocinar cosas, o matar al león, o producir
la coniunctio, pero después, en cierto momento, se convierte en lo que describen
incluso como un juego de niños, y uno no tiene más que regar el jardín o limitarse a
jugar. No se necesita ningún esfuerzo, porque a partir de ahora la cosa crece sola; no
hace falta más que cuidar y observar el proceso, sin los dolorosos esfuerzos que hubo
que hacer antes. Eso es el augmentum plumbi, como lo llaman aquí.
Es como el crecimiento del niño dentro de la madre: mientras el niño crece dentro
de ella, lo único que ella puede hacer es ocuparse de estar sana y de hacer el menor
esfuerzo posible. Es un símil que usan con frecuencia los alquimistas, que después de
que uno ha trascendido la etapa del conflicto viene la otra en que uno es como una
embarazada que espera el nacimiento de su hijo, una etapa en que una no necesita
pensar si lo que está haciendo está bien o no. Los chinos lo llamarían hacer nada,
dejar simplemente que las cosas sucedan; prestar una constante y amorosa atención al

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proceso es lo único que ahora se necesita.
Después el texto dice:
—Mi luz se desvanecerá y mi belleza se extinguirá y ellos tomarán de los
minerales de mi cuerpo puro y de la gordura del plomo purificado en la armonía de su
peso, y sin sangre de cabra, y una diferencia se puede establecer entre lo que es
verdadero y lo que es falso.
Se suponía, en realidad, que la sangre de cabra, o de macho cabrío, tenía un efecto
corrosivo sobre todo, y en la antigüedad tardía se la interpretaba simbólicamente
como sensualidad. La sangre del macho cabrío es la esencia de la sensualidad, de la
lascivia, del impulso sexual que es muy obvio y que lo destruye todo. La fuerza del
impulso sexual lo destruye todo, excepto el adamante [piedra imaginaria de dureza
impenetrable; este nombre se dio en cierta época al diamante]. Una antigua leyenda
dice que el adamante es la única piedra preciosa que la sangre de cabra no puede
disolver, y por consiguiente simboliza la firmeza de la personalidad que se resiste al
impulso de la sensualidad.

51. Algunos teólogos ven en el «instinto de la verdad» un aspecto del Espíritu Santo,
al que se muestra aquí descendiendo en la forma de lenguas de fuego.

Aquí hallamos el mismo simbolismo, a saber, la coniunctio de dos sustancias de


igual peso. Esto se referiría a un estado de equilibrio psicológico en el que no hay

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sangre de cabra, es decir, donde la sensualidad ya no barre con la personalidad.
Entonces uno es capaz de distinguir lo verdadero de lo falso: dentro de la
personalidad surge o crece lo que se podría llamar el instinto de la verdad.
En general, la vida es tan complicada que si uno tiene que pensar en las cosas,
siempre llega demasiado tarde. En este aspecto, yo no tengo remedio. Si alguien me
telefonea para decirme que me tiene que ver esa noche, o que necesita una hora para
mañana, yo no tengo la rapidez suficiente para decidir si digo sí o no, o para
encontrar una excusa y decir que no tengo tiempo. Me gana mi naturaleza, mi función
inferior; digo que sí, y después ya estoy atrapada, está todo mal. Y entonces me digo:
«Al cuerno con todo, fui otra vez demasiado lenta». Tendría que haber dicho que no,
pero el instinto de la verdad no me funcionó del todo bien. El instinto de la verdad
estaba ahí, algo me insistía en que dijera que no, pero la reflexión y la función
inferior se entremetieron y una vez más fui demasiado lenta. Después tengo un mal
sueño que me da un buen palo en la cabeza y me quedo pensando si saldré alguna vez
de esa limitación y tendré la rapidez suficiente para no caer siempre en la misma
trampa.
Hay una aceleración de esta posibilidad mediante el desarrollo del instinto de la
verdad, es decir, cuando el Sí mismo está tan presente y es tan fuerte que el instinto
de la verdad se hace oír rápidamente, como un radiotelegrama, y uno reacciona
correctamente sin saber por qué, es algo que fluye a través de uno, y uno hace lo que
está bien. Dice que sí o que no —a veces una cosa y otras, la otra—, y puede seguir
adelante sin interferencias, porque la conciencia, con su reflexión, ya no es una
molestia. Ésta es la acción del Sí mismo cuando se vuelve inmediato, y sólo el Sí
mismo puede hacerlo. En un nivel superior, es lo mismo que ser completamente
natural e instintivo, cuando uno puede discernir entre lo falso y lo verdadero. Por eso
algunos teólogos han llamado al Espíritu Santo el instinto de la verdad, y la
descripción es muy buena. El texto continúa:
—Yo soy el hierro duro y seco y el fermento fuerte, todo lo bueno viene por mi
mediación y por mí se genera la luz del secreto de los secretos, y nada puede afectar
mis acciones. Lo que tiene luz se crea en la oscuridad de la luz. Pero cuando alcanza
su perfección, se recupera de sus enfermedades y debilidades y entonces aparecerá
esta gran corriente de la cabeza y de la cola.
Creo que la primera parte está clara. Se refiere a la generación de una luz nueva, a
una tercera cosa que nace o que se genera en la coniunctio. Es una luz nueva que nace
en la oscuridad, y entonces se van todos los síntomas neuróticos y la enfermedad y la
debilidad; aparece la cosa nueva, a la que ahora se llama illud magnum fluxum capitis
et caudae.

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52. La coniunctio como fuente, símbolo del fluir de la vida lleno de significado.

Aquí es menester recordar al Ouroboros, que se come la cola, donde los opuestos
son uno: la cabeza está en un extremo y la cola en el otro. Son uno, pero tienen un
aspecto opuesto y cuando la cabeza y la cola, los opuestos, se encuentran, nace una
corriente, que es a lo que los alquimistas se refieren al hablar de agua mística o
divina, lo que yo describí como el fluir significativo de la vida. Con ayuda del
instinto de verdad, la vida prosigue como una corriente significativa, como una
manifestación del Sí mismo. Tal es el resultado de la coniunctio en este caso. En
muchos otros se lo describe como la piedra filosofal, pero, como dicen también
muchos textos, el agua de la vida y la piedra son una misma cosa.
Es una gran paradoja que el líquido —el agua informe de la vida— y la piedra —
la cosa más sólida y más muerta— sean, de acuerdo con los alquimistas, una y la
misma cosa. Eso se refiere a aquellos dos aspectos de la realización del Sí mismo:
más allá de los altibajos de la vida, nace algo firme, y, al mismo tiempo, nace algo
muy vivo que participa en el fluir de la vida, sin las inhibiciones ni las restricciones
de la conciencia.
Se ha acabado ya el tiempo que podíamos dedicar a nuestros textos árabes, y la
próxima vez pasaremos a la alquimia europea. Lamento no haberles dado más que un

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texto árabe, pero creo que este alquimista chiíta, Senior, fue uno de los hombres más
grandes en la alquimia.
Pregunta: Usted mencionó el instinto de la verdad. ¿A qué se refiere con eso?
M. L. von Franz: Es lo que me da la verdad sin reflexión alguna; algo dentro de
mí conoce la verdad por reacción inmediata, sin que tenga que pensar en ello ni
expresarlo. El instinto de la verdad, por ejemplo, es algo muy similar al conocimiento
telepático. «Telepatía» en griego significa simplemente «sentir desde lejos», lo que
no explica nada porque la telepatía es un misterio, no sabemos lo que es.
Por ejemplo, si alguien les propone que participen en algún negocio que parece
muy bien, limpio y sin complicaciones, y por el aspecto exterior no le ven nada de
raro, naturalmente dirían que sí, aceptarían participar en aquello. Pero entonces algo
les dice desde adentro que no, que no lo hagan, y aprés le coup descubren que de
todas maneras había algo raro o turbio en el asunto. Ustedes no podían saberlo, pero
«algo» lo supo, a «algo» le olió mal.
Eso sería el instinto de la verdad. El instinto sabía algo que ustedes no sabían. Su
inconsciente, o su personalidad instintiva, lo sabía. En este caso no me refiero a la
verdad religiosa de una doctrina, sino a una verdad momentánea. Por ejemplo, si
alguien nos ofrece un buen negocio que en realidad es un fraude, el instinto de la
verdad lo sabría. O es la verdad de una situación determinada, de lo que a uno le
dicen. Alguien puede contarnos un cuento larguísimo, y tenemos la sensación de que
no es así, aunque no podamos decir qué es lo que tiene de falso. O nos hablan de un
problema matrimonial y sentimos que en eso hay algo que no es verdad, aunque no
sepamos qué. En otros casos, tenemos la sensación inmediata de que nos dicen la
verdad.
Ahora bien, si uno juzga en forma instintiva, hay algo dentro de uno que decide, y
si eso demuestra que siempre funciona bien, uno puede decidirse a confiar en esa voz
interior. Sería un discernimiento de la verdad, pero en un nivel instintivo que no tiene
nada que ver con la cabeza.
Pregunta: ¿Qué diferencia hay entre eso y la intuición?
M. L. von Franz: La intuición puede acertar en un cincuenta por ciento y
equivocarse en un cincuenta por ciento. Jung usa un símil maravilloso para referirse a
la gente intuitiva. Dice que o bien aciertan en el blanco sin reflexionar siquiera, o se
les desvía la flecha al bosque, a veinte kilómetros al otro lado. Por eso es necesario
que cultiven otra función, porque a veces con una sola mirada a la situación ya la han
visto completa, pero a veces se equivocan de medio a medio.
Es mejor no confiar siempre en la intuición, porque puede estar desfigurada por la
proyección. Si el intuitivo no tiene problemas con la sombra, o con el animus o el
anima, es fantástica la forma en que acierta en el blanco. Pero si interviene el anima o
el animus, si se entremete la proyección, entonces el mismo intuitivo puede jurar que
sabe que las cosas son así y asá, porque cree que puede confiar en su intuición, pero
objetivamente se equivoca; la flecha se le ha ido al bosque.

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Es decir que la intuición acierta en partes iguales; es una función y, como todas
las funciones, sólo a veces acierta. En cambio la verdad instintiva es una
manifestación del Sí mismo y no tiene nada que ver con una función. Es algo que
opera en todos los seres humanos, algo que con discreta rapidez el Sí mismo nos
susurra al oído y que generalmente somos demasiado lerdos para oír, o a veces
estamos tan ocupados hablando con nosotros mismos que no podemos oírlo.

53. La unión de los opuestos como hermafrodita.

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Séptima conferencia
AURORA CONSURGENS
Hemos agotado todo el tiempo de que disponíamos para la alquimia árabe, y durante
las tres últimas conferencias nos ocuparemos de la alquimia europea. Tengo tres
propuestas para hacerles, y les pediré que voten por ellas:

1. El texto de la Aurora consurgens, sobre el cual escribí en el tercer volumen de la


edición alemana del Mysterium Coniunctionis, pero del que se ha dicho que es
tan complicado y difícil que necesita una introducción.
2. Parte de un texto de Petrus Bonus, un italiano del siglo XIV, que nos ofrece una
imagen típica de la alquimia medieval.
3. Una combinación de los dos.

También me han sugerido que tomara un texto de Paracelso, pero es un autor a


quien he evitado a causa de la cantidad de explicaciones específicas que requiere,
debido a las muchas palabras raras que usa. En Paracelso hay que abrirse paso con
esfuerzo, lo mismo que en Jakob Boehme, y por eso no creo que se pudiera sacar
mucho provecho de un breve extracto.
Si a ustedes les interesa un texto que, en mi opinión, fue escrito a partir de una
experiencia religiosa inmediata del inconsciente, les aconsejaría la Aurora
consurgens. Pero si prefiriesen una introducción al sentido y al pensamiento, y al
estilo en términos más generales, de la alquimia de la Europa medieval, les diría que
voten por Petrus Bonus, porque la Aurora consurgens no es un texto típico, sino muy
peculiar, y que desborda cualquier clasificación. Si escogen la tercera posibilidad, una
combinación de las dos, les daría una breve introducción sobre Petrus Bonus y
después seguiría con la Aurora consurgens. Cronológicamente estaría mal, pero yo
preferiría hacerlo de esa manera.
[Al hacerse la votación, fue elegida la Aurora consurgens].
Me alegro mucho de la decisión de ustedes, porque me parece que, de las tres
posibilidades, ésta es la más interesante.
Las palabras Aurora consurgens aluden a «la aurora que se eleva». El
descubrimiento de este texto recuerda un poco a una novela policíaca. En una antigua
colección de libros, el doctor Jung tropezó con el texto de Aurora consurgens,
Parte II, una obra de química bastante desabrida, que llevaba al comienzo una breve
nota en la que se explicaba que aquélla no era más que la segunda parte del texto, y
que el impresor había omitido la primera porque era blasfema.
Esto despertó la curiosidad de Jung, quien dedicó algún tiempo a seguirle la pista.
Al fin descubrió que en el monasterio que hay en la isla de Reichenau, en el lago
Constanza, había habido un manuscrito con ese nombre, que se encontraba entonces

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en la Biblioteca Central de Zurich. Está incompleto, y comienza en la mitad del texto
que ahora hemos publicado. Jung comprobó que el texto no se podía leer en aquella
forma, porque estaba escrito en la taquigrafía latina que se utilizaba en el siglo XV, y
por eso me lo entregó.
Tras adentrarme laboriosamente en él, descubrí que había un manuscrito
completo en París, otro en Bolonia y un tercero en Venecia, de manera que
lentamente pudimos reunir varias versiones y, donde algún pasaje no era claro,
completar un texto con otro. En la mayoría de los manuscritos se atribuía el texto a
santo Tomás de Aquino, posibilidad que yo no consideré ni por un momento,
pensando que era habitual añadir a un tratado así el nombre de un famoso, y que
fácilmente el manuscrito podía ser obra de alguien más. Ésta fue también la reacción
general entre otros estudiosos.
Es un texto muy sorprendente, formado por un mosaico —un rompecabezas— de
citas de la Biblia y de algunos escritos alquímicos tempranos. Si se lo considerara
como un rompecabezas que alguien podría haber hecho por entretenerse, no tendría
interés alguno, y es posible que algunos lo hayan leído superficialmente,
entendiéndolo y aceptándolo de esta manera. Pero, como pronto verán, es imposible
explicar ese fenómeno de semejante manera, debido al tremendo interés y emoción
que transmite el texto.
La conclusión siguiente fue que era obra de un esquizofrénico, ya que suena
bastante como si lo fuera, y eso se aproxima mucho más a la verdad. Sin embargo, yo
no creo que sea sólo eso, aunque probablemente haya sido escrito por alguien
dominado por el inconsciente. La situación clásica de alguien que se encuentra en ese
estado se describe como un episodio psicótico, pero, en opinión del doctor Jung —
que la emitió en su condición de médico, como un diagnóstico—, este texto
representaría o bien el comienzo de una psicosis, o una fase en una psicosis maníaco-
depresiva, o la descripción de una situación anormal escrita por una persona normal
que en aquel momento en particular estaba invadida por el inconsciente.
Yo me inclino a coincidir con la tercera teoría, aunque a partir del documento no
es posible llegar a una conclusión definida. Lo he interpretado simbólicamente, como
si fuera un sueño, y he llegado a la conclusión de que es el texto de alguien que se
muere. La totalidad del simbolismo y del problema gira en torno del problema de la
muerte y se concentra en él, y al final hay una descripción del matrimonio místico, o
de la experiencia amorosa, expresada de una forma que al parecer tiene que ver con
las experiencias que, según se sabe, tienen muchos moribundos, y cuyo resultado es
la tradición de que la muerte es una especie de matrimonio místico con la otra mitad
de la personalidad.
Tras haber traducido, estudiado e interpretado el texto, el doctor Jung decidió de
pronto que deberíamos publicar ese documento único. Me preguntó si yo podría
escribir una breve introducción histórica —el resto ya estaba terminado— en la que
diera las fechas, dijera quién podía ser el autor y cosas así.

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Empecé con el supuesto de que aunque el texto hubiera sido atribuido a santo
Tomás de Aquino, aquello era imposible. Me proponía continuar diciendo que el
manuscrito pertenecía al siglo XIII, pero después pensé que como sobre Tomás de
Aquino no sabía nada más que unas pocas superficialidades, no tenía por qué escribir
eso.
Entonces, por pura escrupulosidad, decidí echar una mirada a otros escritos suyos
y, para estar más segura, leer una biografía, lo que sin embargo me dejó más insegura,
porque al hacerlo me encontré con que al final de su vida, pocas semanas antes de su
muerte, santo Tomás sufrió una alteración de personalidad muy extraña. Durante
largo tiempo había trabajado excesivamente y por eso, amén de algunas otras razones
psicológicas que me gustaría estudiar luego más detalladamente, empezó a tener
distracciones y despistes extraños. Por ejemplo, una vez que decía misa públicamente
en Nápoles, de pronto, y aunque entre los presentes había un cardenal, se detuvo en
pleno oficio y permaneció durante veinte minutos en una especie de éxtasis o
ausencia, hasta que alguien lo sacudió, preguntándole qué le pasaba, tras lo cual
volvió en sí y se disculpó.
Se ha dicho generalmente que aquello fue el comienzo de su enfermedad,
mientras que algunos dicen que, junto a su racionalismo, debe de haber habido en su
personalidad una vena mística, que de cuando en cuando hacía irrupción en aquellos
extraños accesos de abstracción y ausencia. Esos estados se hicieron más frecuentes
durante sus últimos años —murió a los cuarenta y nueve o a los cincuenta y uno, no
se sabe con seguridad porque se ignora la fecha exacta de su nacimiento—, y después
sucedió algo que nunca se ha explicado. Solía levantarse muy temprano todas las
mañanas, para leer misa a solas en la capilla de cualquier monasterio donde estuviera
de visita, porque viajaba continuamente. Tenía un amigo, Reginaldo de Piperno, un
monje muy humilde que lo acompañaba como servidor personal, un hombre que lo
adoraba y que es una de las principales fuentes biográficas sobre santo Tomás.
Este monje relata que una mañana, como siempre, santo Tomás fue a decir misa y
cuando volvió estaba palidísimo. «Pensé que se había vuelto loco», dice literalmente
el relato latino de Reginaldo. El santo fue a su escritorio, hizo a un lado la pluma con
que estaba escribiendo el capítulo sobre la penitencia de su Summa, apartó todos sus
avíos de escribir y se pasó todo el día allí sentado en una especie de estado
catatónico, con la cabeza entre las manos. Reginaldo de Piperno le preguntó por qué
no estaba escribiendo, y él se limitó a replicar: «No puedo». La situación se mantuvo
durante varios días. Reginaldo volvió a acercársele para preguntarle por qué no
seguía escribiendo, y siempre obtuvo la misma respuesta: «Non possum» —No puedo
—. Unos cinco días después intentaron de nuevo descubrir qué era lo que le pasaba,
porque no hacía nada en todo el día, ni trabajar ni predicar, sino simplemente estar
sentado con aire enloquecido, y dijo que no podía escribir porque le parecía que todo
lo que había escrito era como paja (palea sunt).
En biografías posteriores, escritas por personas que no estuvieron presentes, se

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han añadido las palabras: «en comparación con las visiones magníficas que he
tenido», pero esas palabras no figuran en las fuentes originales.
Reginaldo de Piperno se inquietó muchísimo por el estado de santo Tomás, y,
como él siempre había tenido conversaciones con una prima, una condesa italiana,
llevó a santo Tomás a que la viera, pensando que con ella podría abrirse y decir lo
que le había pasado. Pero la condesa tuvo la misma impresión y dijo:
—Dios mío, qué le sucede al padre Tomás, parece estar loco.
El propio santo Tomás no dijo palabra durante toda la reunión, pero después,
lentamente, volvió a su estado de ánimo anterior, hasta el punto de que pudo volver a
participar en la política de la Iglesia y en cosas semejantes, y accedió a concurrir a un
congreso de la Iglesia en Milán o en el sur de Francia.
Hizo el viaje en burro. Santo Tomás era por entonces un hombre gordo y robusto,
y por el camino se golpeó la cabeza contra la rama de un árbol y se cayó. Era un día
de verano muy caluroso y se limitó a levantarse sin decir nada del accidente. Aquella
noche se quedaron en el pequeño monasterio de Santa María di Fossa Nuova, en la
puerta del cual volvió a sentirse súbitamente enfermo; se sintió mareado y, tocando el
marco de la puerta, dijo:
—Siento mi muerte que viene; de aquí no saldré —y fue directamente a acostarse.
Los monjes de Santa María di Fossa Nuova, convencidos de que contaban con
alguien maravilloso, el famoso padre Tomás, le insistieron para que diera un
seminario, a pesar del estado desastroso en que se encontraba. Forzado a cumplir con
sus obligaciones cristianas, con sus últimas fuerzas se empeñó en hacerlo y, según
cuentan las tradiciones más antiguas —aunque esto también fue omitido en informes
posteriores—, dio un seminario sobre el Cantar de los Cantares de Salomón… Y en
mitad de ello, mientras explicaba las palabras «Ven, mi amado, salgamos a los
campos», murió.
Nunca se han encontrado notas de este seminario, y ya en 1312, en el momento de
su canonización, este último episodio fue más o menos pasado por alto; nadie
demostró el menor interés en sus últimas palabras, aunque por lo general a las últimas
palabras de un santo les cabe un importante papel en su biografía. Sin embargo, en
este caso todo fue lavado y purificado con agua de rosas. Todo esto no lo encontrarán
ustedes en una biografía oficial, sino en las Acta Bollandiana, las fuentes latinas
originales y los informes de los primeros testigos del proceso de canonización.
Tras haber leído lo que antecede, se me despertó la terrible sospecha de que,
efectivamente, la Aurora consurgens podría haberse originado en las notas del último
seminario de santo Tomás. Como verán ustedes, el texto es una paráfrasis del Cantar
de los Cantares de Salomón, y el último capítulo termina exactamente en el mismo
lugar donde, según la tradición, murió el padre Tomás.
Yo estaba muy ansiosa por mi descubrimiento, porque pensaba que me haría muy
impopular si decía lo que había encontrado. Pero después de enfrentarme con mi
propia vanidad y con la sensación de que me pondría en ridículo si decía tales cosas,

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publiqué el libro tal como está, diciendo que no había pruebas objetivas, pero que la
evidencia interna estaba más bien en favor que en contra de mi teoría. Hasta el
momento [1959] no se ha producido reacción alguna de parte de la Iglesia, ni positiva
ni negativa. La reacción oficial a lo que dije en el libro ha sido hasta ahora un silencio
absoluto; ni un solo especialista ha publicado un artículo diciendo que no son más
que tonterías, que la autora no tiene ni la más remota idea de la vida de santo Tomás,
ni nada por el estilo.
Es claro que yo me tomé todo el cuidado posible en fundamentar mis
afirmaciones, pero nadie ha aceptado ni rechazado lo que escribí, que no ha sido
recibido más que con un silencio incómodo. Cuando los periódicos hablan del tema,
es siempre en relación con los dos primeros volúmenes del Mysterium Coniunctionis,
los del doctor Jung; del tercero, el mío, se dice que es un documento muy interesante,
y del último capítulo, donde hablo de las cosas que les estoy diciendo ahora,
simplemente no se hace ningún caso. Todavía estoy esperando a ver lo que pasa…,
¡parece que fuera una bomba de tiempo! Además, recargué tanto el libro de eruditas
notas a pie de página que eso intimida bastante, y parece que la mayoría de las
personas no se molestan en leer hasta el final. Pero lo hice a propósito. ¡Era como
poner, silenciosa y discretamente, una bomba de tiempo en el Vaticano! Hay una
excepción: un padre dominico, maestro de teología, ha reaccionado de forma muy
positiva. Es especialista en santo Tomás, y dice que a él le pareció completamente
coherente, que si uno tenía amplitud de espíritu, no había nada que no pudiera aceptar
en una hipótesis así.
Pregunta: ¿No hay manera de saber si el último Papa lo vio alguna vez?
M. L. von Franz: No, no creo que lo viera. De hecho, pensé enviarle un ejemplar
dedicado, pero no lo hice. Tuve que escribirle pidiéndole permiso para usar la
Biblioteca Vaticana, dirigiendo la carta «a la Sua Sanctita», y me impresionó mucho
tener que dirigirme de esa manera a él, pero no era más que una formalidad.
Pregunta: ¿No es verdad que conocía los escritos de Jung y estaba bien dispuesto
hacia él? En La vida simbólica, Jung dice que tenía la bendición papal.
M. L. von Franz: Eso es bastante indirecto. Lo único que puedo decirle es que se
ha hablado mucho y que de eso el doctor Jung no me ha dicho nada. Es cierto que el
difunto Papa tenía una actitud positiva hacia la psicología en general; en una de sus
introducciones a un Congreso de Psicología en Roma expresó que recomendaba el
estudio de la psicología, y entre las diferentes psicologías, la freudiana y otras, parece
haberse inclinado más bien hacia la junguiana.

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54. Sapientia (sophia, la Sabiduría de Dios) como madre de los sabios.

Ahora me gustaría darles una breve traducción de algunas partes del texto. No
podré hacerlo con la totalidad, porque llega a unas cincuenta páginas, pero puedo
hacer un extracto de las partes más importantes.
Los primeros cinco capítulos están dedicados a la aparición de una figura
femenina llamada la Sabiduría de Dios. En los Libros de la Sabiduría —que son todos
material tardío del Antiguo Testamento, influido por el pensamiento gnóstico y el
gnosticismo, desde más o menos el siglo II a. C. hasta el I de la era cristiana—, en
todos esos diversos escritos, como los Proverbios, hay una personificación de la
Sabiduría de Dios que aparece como una figura femenina. Ella estaba con Dios y
actuaba ante Él antes de que fueran creados el mundo y la humanidad. Esta Sabiduría
de Dios se mezcla con la idea gnóstica de la sophia.
Esta personificación femenina era una figura incómoda para los teólogos
cristianos. ¿Qué es? En los últimos escritos del Antiguo Testamento aparece una
especie de novia o mujer de Dios… Ciertamente, hay una figura femenina, pero
¿quién era? La actitud medieval habitual era identificarla con el Espíritu Santo, decir
que no era más que un aspecto femenino, y allí donde se hablaba de la Sabiduría de
Dios había que entender realmente el Espíritu Santo, pero algunos la veían como el
alma de Cristo —anima Christi—, que existía ya antes de la encarnación de Cristo, y
de esa manera era idéntica a la forma de Cristo como palabra eterna, el logos, que
está con Dios desde toda la eternidad y antes de su encarnación como Jesús Cristo,
pero aquí se ha considerado que la Sabiduría de Dios es la misma cosa, y para
explicar su feminidad se usa la expresión «el alma de Cristo», anima Christi.

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55. Dios Padre como el Logos creador del zodiaco. El Logos
representa el elemento estructural del inconsciente.

La tercera explicación, que en mi opinión es la más interesante, es que representa


la suma de todos los arquetipos (y esto es lenguaje medieval, no estoy proyectando
las palabras junguianas), los archetypi, es decir, las ideas eternas en la mente de Dios
cuando creó el mundo. Lo explican así: cuando Dios creó el mundo, a la manera de
un buen arquitecto concibió primero un plan en el que todo —los árboles, los
animales, los insectos, todo— estaba presente como idea. Antes de que hubiera
millares de osos en el mundo, estaba la idea de un oso en la mente de Dios, y antes de
que hubiera millones de robles, estuvo la idea de un roble.
La idea de un roble en la mente de Dios sería el archetypos o radones aeternae o
ideae, los planes eternos o ideas. Dios concibió el mundo y después plasmó su idea
en la materia y creó el mundo real. Si lo traducimos al lenguaje psicológico,
significaría que la Sabiduría de Dios representa el inconsciente colectivo, la suma de
todas las ideas de diseños originales de la realidad…, pero eso sería el lado femenino
de la Divinidad.
Pregunta: ¿Cómo se compagina esto con la idea de que la palabra, la idea, el
logos, se relaciona con lo masculino, mientras que lo femenino se conecta con la
materia, con la materialización? Seguramente, aquí se debería hacer una
diferenciación entre el arquetipo y la imagen arquetípica.
M. L. von Franz: No creo que eso entre en escena todavía. Yo diría que en la
idea del logos se pone el énfasis en la unidad y en el orden espiritual, y en el paralelo
femenino el énfasis está sobre el tipo multiplicado y más concretado en imágenes.
Ése es el matiz. La imagen arquetípica no está en juego todavía; en realidad, ésa es
una etapa posterior. Hablando en términos de la escolástica medieval, eso sería el

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unus mundus, una existencia puramente espiritual que todavía no se ha convertido en
imagen en mente alguna, a no ser en la de Dios.
Yo haría más bien esta distinción: algunas personas experimentan el inconsciente,
y quedan más impresionadas por él, por la vía de su ordenamiento espiritual, por
ejemplo en el significado de un sueño…, y dicho sea de paso, esto es más propio del
tipo pensante. Aunque yo interpreto muchos sueños al día, con diferentes personas,
siempre me deja pasmada la maravillosa estructura del sueño. Hay una exposición y
después, de una manera muy astuta, las imágenes se mezclan y el significado se
aclara. Como yo soy de tipo pensante, me admira el pensamiento en el inconsciente,
con su maravillosa estructura.
Si fuera más bien de tipo sentimental, quizá con inclinaciones artísticas, entonces
—como lo veo con frecuencia en mis analizados— me impresionaría más la belleza
de una imagen onírica, el valor sentimental de un elemento del sueño. Cuando yo
comento que un sueño está maravillosamente estructurado, es probable que el
analizado me diga que sí, pero que a él le impresione más la imagen tan vivida o el
tono emocional tan definido. A un tipo más lógico y racional le impresiona la
estructura maravillosa de algo que uno podría esperar que fuera completamente
irracional. La lógica de un sueño es algo que siempre me asombra, la lógica fantástica
que hay en esa serie de imágenes.
Por lo tanto, yo diría que el logos representaría el elemento estructural del
inconsciente —de estructura y de significado—, en tanto que en la especificación
femenina está más bien la idea de su manifestación emocional y pictórica. Yo más
bien los compararía entre sí de esa manera, pero ambos aluden al inconsciente en
nuestros términos, e incluso los autores escolásticos dicen que no es más que una
manera de hablar; puede llamárselo sophia o logos, porque para ellos son una y la
misma cosa, o dos aspectos de la misma cosa, y podríamos estar completamente de
acuerdo con este tipo de enseñanza.
La tercera teoría, que existía ya en la Edad Media, nos viene de los árabes. El
famoso filósofo árabe Ibn Sina, conocido en la literatura europea como Avicena,
desarrolló la idea aristotélica referente al llamado nous poiétikos, que es la siguiente:
Dentro de la realidad cósmica del mundo hay una inteligencia creativa que existe en
las cosas mismas; existe en el cosmos, es creada por Dios. Dios creó el mundo, y en
él creó un espíritu creativo o, como se lo interpreta generalmente, una inteligencia
creativa que es responsable del significado y la importancia de los eventos cósmicos.
Este carácter significativo —el hecho de que el cosmos no sea ni un caos ni una
máquina que simplemente sigue marchando de acuerdo con leyes causales, sino que
es también un misterio en el cual pueden darse sincronicidades significativas— fue
atribuido al nous poiétikos.
San Alberto el Grande y santo Tomás, su discípulo, desenterraron los escritos de
Avicena y se metieron en grandes dificultades porque estaban absolutamente
fascinados por la idea del sentido del cosmos, la noción de que el cosmos tiene una

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inteligencia, y no sabían cómo reconciliar todo aquello con sus ideas cristianas. San
Alberto era un intuitivo y un gran genio, pero no un pensador muy cuidadoso, y se
limitó a señalar alegremente que aquello era algo así como el Espíritu Santo. Santo
Tomás, que era del tipo pensante, no podía tragarse entero todo aquello y por lo tanto
cortó en dos el nous, diciendo que en parte el nous poiétikos no estaba en el cosmos,
sino en la mente humana, cuya base constituía —en términos modernos diríamos que
era la base del misterio de la conciencia—, y la otra mitad, decía santo Tomás, era
simplemente la Sabiduría de Dios.
Así cortaba en dos partes el concepto islámico, asignándole una al hombre y otra
a la Sabiduría de Dios. Esto es muy interesante, porque originariamente se proyectaba
afuera la inteligencia, el significado o el orden espiritual del mundo. La gente del
medievo, como los primitivos, no se daba cuenta de que el orden es algo que vemos
por mediación de la mente. La causalidad no es algo que exista; es simplemente la
forma en que nos explicamos la secuencia de los acontecimientos, es decir, una
categoría filosófica. Lo mismo se aplica a la sincronicidad, pero la conexión de la
secuencia de los acontecimientos en sí mismos no es algo que nosotros conozcamos.
En la época medieval, la gente aún seguía pensando que la causalidad y otras
categorías existían objetivamente en el mundo exterior y, por consiguiente, que éste
tenía una inteligencia, lo cual no era una idea tan estúpida. La idea de la inteligencia
del mundo los impresionó mucho, y gracias a ella pudieron entender por qué Dios
había creado el mundo con sus interconexiones significativas. Después santo Tomás
introyectó o recuperó esta proyección y se dio cuenta de que, en parte, es algo que
depende de nuestras propias operaciones mentales, porque el significado no existe
mientras no lo veamos, y si nadie describe la causalidad, pues no existe. Ambos son
algo que depende de la mente que observa y es capaz de describir.
Así pues, santo Tomás dio el moderno paso de introyectar las teorías de la ciencia
natural, dándose cuenta de que los términos que usamos provienen de nuestra propia
mente. Como era un gran pensador, fue más lejos incluso y se preguntó por qué
nuestra mente producía ideas tales como conexiones significativas, y se lo atribuyó al
nous poiétikos. Éste es el estado de conciencia del hombre que quizás escribió el
texto que ahora estamos considerando.
El texto continúa:
Todas las cosas buenas me llegaron por mediación de ella, la Sabiduría del Sur
[literalmente, del viento sur], que se queja en las calles, llamando a la gente, y habla a
la entrada de la ciudad: «Venid a mí y sed iluminados y vuestras operaciones no os
serán recriminadas. Todos vosotros los que me queréis seréis colmados con mis
riquezas».
Venid, hijos míos, y escuchad, porque yo os enseñaré la Sabiduría de Dios, que es
sabio y entiende aquello de lo cual dice Alphidius que los adultos y los niños oyen en
la calle, que los animales callejeros lo hunden día tras día en el estiércol, y de lo cual
dice Senior que nada es exteriormente más despreciado y nada de naturaleza más

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preciosa, y que Dios no nos lo ha dado para que fuera comprado con dinero.
Ella, la Sabiduría, es aquello de lo que Salomón dice que se lo ha de usar como
una luz, y que él colocó por encima de toda belleza y de toda salvación, porque ni
siquiera el valor de las gemas y de los diamantes era comparable con su valor. El oro
en comparación con ella es arena, y la plata en comparación con ella es arcilla. Eso es
muy cierto, porque conseguirla es más importante que el oro y la plata más puros. Sus
frutos son más preciosos que las riquezas del mundo entero, y todo lo que puedas
querer no puede ser comparado con ella.
Salud y larga vida están en su mano derecha, y gloria y riquezas inmensas en la
izquierda. Sus obras son bellas y dignas de elogio, no desdeñables ni malas; y su
marcha, mesurada y no presurosa, pero conectada con un trabajo duro, continuo y
persistente. Es el árbol de la vida para todos los que la entienden, y una luz que nunca
se extingue.
Benditos aquellos que la han entendido porque la Sabiduría de Dios nunca pasará,
de lo cual da testimonio Al-phidius cuando dice que el que una vez haya encontrado
esta sabiduría recibirá de ella legítimo y eterno alimento. Hermes y los demás
filósofos dicen que si un hombre tuviera este conocimiento [aquí la palabra
conocimiento está usada en vez de sabiduría] durante mil años y tuviera que nutrir
diariamente a siete mil personas, aún seguiría teniendo suficiente, y Senior dice que
un hombre así es tan rico como el que posee la piedra filosofal, de la cual se puede
conseguir, e igualmente dar, fuego a quien se desee. [Se sabe que si uno tiene una
piedra de fuego, entonces siempre puede reproducir sin falta el fuego].
Aristóteles dice lo mismo en el segundo libro, Sobre el alma, donde escribe que
hay límites para el tamaño y el crecimiento de toda cosa natural, pero que el fuego, en
cambio, puede crecer eternamente si se lo sigue alimentando. Benditos sean los que
encuentran esta ciencia [ahora usa ciencia en vez de sabiduría, pero quiere decir lo
mismo] y a quienes la inteligencia de Saturno inunda. Piensa en ella de todas las
maneras y ella misma te conducirá.

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56. La Sabiduría como virgen y árbol de la vida.

Senior dice que sólo el sabio y el intelectual, y el hombre que piensa con
precisión y el que es inventivo, pueden entenderla, y sólo después de que su espíritu
ha sido clarificado por el libro de la agregación. Porque entonces la mente de una
persona así comienza a fluir y a seguir su deseo [aquí se usa en vez de deseo la
palabra concupiscencia, muy chocante para un monje medieval]. Benditos sean los
que tienen en cuenta mis palabras.
Y dijo Salomón: «Hija mía, cuélgatela del cuello e inscríbela en las tabletas de tu
corazón y la hallarás». Dile a la Sabiduría que eres mi hermana y llámala tu amiga.
Pensar en ella es una perfección sutil que sigue por completo a la naturaleza y
perfecciona la sabiduría. [De pronto el texto cambia, y el hombre tiene que añadir
perfección a la sabiduría, a la Sabiduría de Dios. Ella es la cosa más perfecta, y pese a
ello el hombre tiene que añadirle sabiduría].
Quienes permanecen despiertos por su día y noche pronto estarán seguros. Ella es
muy clara para quienes tienen penetración y jamás se desvanece ni se extingue. A
quienes la conocen les parece fácil, porque ella misma va en busca del que es digno
de ella. Va hacia él llena de placer y lo encuentra en cada providencia, porque su
comienzo es la más auténtica naturaleza, de la cual no proviene engaño.

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Obsérvese el jubiloso lenguaje bíblico y las muchas alusiones a diferentes citas
bíblicas. Quien conozca bien la Biblia, la sentirá constantemente resonar en los oídos.
Las citas son principalmente de la Vulgata y por lo tanto, naturalmente, están
formuladas en términos un poco diferentes que en la Biblia inglesa.
Al comienzo a uno le sorprende un poco encontrarse con una paráfrasis de las
palabras de la Sabiduría de Dios. Ella se aparece en las calles y llama a los hombres.
Eso, como ustedes saben, está tomado de la Biblia. Está principalmente en el Libro de
Jesús Sirach y en los Proverbios. Después, si se escucha con cuidado, se percibe algo
muy extraño. A saber, primero está la Sabiduría de Dios, una entidad femenina que
llama a las gentes hacia ella invitándolas a que vayan a escucharla. Después, la idea
se modifica, y se nos dice: «Esta es la cosa pisoteada por las calles, despreciada por
todos».
Se trata de una cita alquímica que en el texto original se refiere a la piedra
filosofal. De modo que quien conozca la cita sabe que desde el comienzo mismo del
texto, el autor identifica la Sabiduría de Dios con la piedra filosofal, que para él son
una y la misma cosa. Debe de haber tenido una experiencia respecto de la cual sentía
que lo que había entrado en él, y que se había adueñado de él, era lo que los
alquimistas llaman la piedra filosofal.
Sigue luego citando a algunos otros alquimistas, entre ellos Senior, que dicen que
ella es muy preciosa pero que las gentes ordinarias la desprecian, y hay una larga
comparación para demostrar cuánto más preciosa es ella que los bienes mundanos.
Viene después una alusión, no bíblica, al hecho de que para encontrarla hay que
trabajar durante mucho tiempo, y a que ella es una especie de nutrimento eterno, o
algo como el fuego que puede encender otros fuegos, y entonces de pronto dice que
para encontrarla no se necesita más que una cosa, a saber, una percepción sutil de la
verdadera naturaleza.
Esto va seguido de una cita más sorprendente aún, de nuestro amigo Senior: «Si
esto haces, entonces tu mente comenzará a fluir y seguir a su concupiscencia». En el
lenguaje escolástico medieval, concupiscencia se refiere a los apetitos ordinarios:
deseos sexuales, deseo de comer y cosas semejantes, pero principalmente al deseo
sexual, la base llana y vulgar del amor superior. El propio santo Tomás tenía una
teoría del amor, que para él empezaba siempre con la concupiscencia y debía ser
sublimado hasta llegar a ser amor de Dios.
Ante este texto, o bien no podemos entender nada, y nos limitamos a decir que
está más allá de nuestro alcance, o debemos abordarlo como se aborda un sueño.
Podemos tomarlo como si fuera un documento del inconsciente, en cuyo caso su
significado se aclara: el inconsciente colectivo ha irrumpido en la mente del hombre y
la ha invadido, en forma de una personificación femenina que él sintió como la
Sabiduría de Dios… Y ya verán ustedes luego que piensa que la Sabiduría de Dios y
Dios son uno. Un aspecto femenino de Dios lo ha anegado, y él dice que a eso se
llega observando la naturaleza de manera sutil y siguiendo el propio deseo interior, es

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decir, que es una verdad sutil que puede encontrar cualquiera que tenga la simplicidad
mental de seguir su propio deseo. Si esto significa algo, significa una abrumadora
vivencia del inconsciente encerrada en la forma de una personificación femenina.
Por la sensación que me da el texto, creo —y espero que estarán ustedes de
acuerdo conmigo— que aquí no se trata de una invención del intelecto. A mí me da
más bien la sensación de que hubiera sido escrito por alguien que se vio primero
anonadado por una vivencia así, y después intentó expresarla mediante esas citas
bíblicas y alquímicas. Una cosa así se puede observar, por ejemplo, al comienzo de
una psicosis.
Uno de los síndromes más destructivos en un intervalo psicótico ocurre cuando la
gente está invadida por vivencias emocionales o alucinatorias y no puede expresarlas.
Tan pronto como son capaces de contárselo a alguien, ya no están completamente
psicóticos, y la primera etapa ha pasado. Si pueden decir algo al respecto y describir
su vivencia aunque sea tartamudeando o en forma simbólica, si de alguna manera
pueden sacarla afuera, ya no están perdidos y el proceso de curación se ha iniciado.

57. El corazón invertido, llameante, simbolizando la devoción religiosa


y la sabiduría trascendente, por Jakob Boehme.

Lo peor es cuando la cosa es tan abrumadora que simplemente se quedan en


blanco, se meten en cama y se vuelven catatónicos. Uno sabe que están pasando por
las experiencias íntimas más tremendas, pero externamente se los ve quedarse en

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cama como un bloque de madera, negándose a comer. Cuando empiezan a moverse y
a tartamudear y a hablar de lo que han visto, eso ya es una mejoría, porque han
encontrado un modo de expresarse.
Por eso es sumamente importante, si tienen ustedes que vérselas con una
posibilidad así, que traten a esas personas como si tuvieran una psicosis latente y les
ofrezcan una cantidad enorme de conocimiento simbólico. Si se sospecha una posible
invasión o irrupción del inconsciente colectivo, hay que suministrarles forzadamente
a estas personas tanta información simbólica como se pueda, haciéndoles leer, tanto
como sea posible, a Jakob Boehme, textos alquímicos y mitología. Los pacientes no
sabrán por qué, y hasta puede ser que les parezca raro, pero entonces, si sobreviene la
vivencia abrumadora, quizá puedan expresarla, o al menos describirla. Si pueden
hacer suficientemente bien esta preparación del terreno mediante un entendimiento
simbólico por adelantado, por más que ellos no le vean utilidad, cuando sobrevenga
la experiencia contarán con una red con la cual podrán pescarla y darle nueva
expresión.
El doctor Jung me contó que había tenido el caso de una doctora extranjera, muy
racional y de mentalidad estrecha, que había estudiado psiquiatría y quería hacer un
análisis de capacitación. Él se dio cuenta al instante de que la mujer tenía una psicosis
latente, y de que la situación era bastante peligrosa. En vez de darle un análisis de
capacitación estándar, la atiborró de tantos conocimientos simbólicos como pudo:
historia de las religiones, mitología, tanta alquimia como él podía saber en aquel
momento, y más en ese estilo. Debido a su fuerte transferencia, ella se tragó todo
aquello, pero sin ver ni remotamente qué tenía que ver con ella.
Entonces regresó a su país y de pronto la cosa estalló y la mujer se tiró por la
ventana del hospital donde estaba trabajando. Se rompió ambas piernas, pero cuando
la ingresaron en el hospital estaba loca de atar, totalmente perdida en un episodio
psicótico. El médico que la trató escribió a Jung informándole de la evolución del
caso, y le describió cómo después de tres días de estar, al parecer, completamente
loca, articulando un discurso totalmente psicótico, empezó a recordar algunas de las
cosas simbólicas que había leído y lo que Jung le había dicho acerca de ellas. Empezó
a poner en orden todo aquello y en torno de ello formó el núcleo de una nueva
personalidad yoica.
Pasadas tres semanas, había salido del episodio y estaba completamente normal,
lo que había oído y leído antes acudió ahora en su rescate, y le permitió contener
aquella experiencia emocional abrumadora en el marco de un entendimiento
psicológico simbólico. La mujer se recuperó y, de acuerdo con la correspondencia
que Jung mantuvo con ella durante muchos años —ya que jamás volvió a verla en
persona, porque venía de un país muy lejano—, jamás tuvo una recaída; aquél fue su
único episodio psicótico, y hay toda clase de razones para creer que la cosa está ahora
realmente integrada, y que ella está curada.
Ya ven ustedes, pues, cómo el conocimiento del simbolismo es, por así decirlo,

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una red en la cual se puede al menos atrapar el misterio inexpresable de una vivencia
inmediata del inconsciente. Creo que nuestro autor tuvo una de estas vivencias
indescriptibles y abrumadoras del inconsciente y que, de manera bastante caótica,
intentó capturar y describir lo que había sucedido mediante un potpourri de citas
bíblicas y alquímicas.
Comentario: Estoy pensando cómo reconciliar lo que usted acaba de decir sobre
ser capaz de expresar estas vivencias con lo que dijo en un curso anterior, creo que el
año pasado, cuando señaló usted que con sólo que los psicóticos no hablaran, nadie se
enteraría de nada.
M. L. von Franz: Es muy sencillo. Me refería a que no deberían hablar de esas
cosas con la gente en general, pero que estaría muy bien que lo hicieran con su
analista. Si nuestro autor se hubiera puesto a proclamar por las calles que la Sabiduría
de Dios había descendido sobre él y que ahora él conocía sus secretos, eso no hubiera
sido adecuado, pero al parecer escribió un artículo o dio un seminario sobre el tema o,
si era el último seminario de santo Tomás, entonces él estaba en coma y se limitó a
hablar aproximadamente de esa manera. No creo que santo Tomás pudiera seguir
escribiendo, de modo que esto debe de haber sido reconstruido a partir de notas
tomadas, lo que concordaría con el hecho de que los manuscritos son muy diferentes,
algunos más ricos y otros más pobres. Incluso en los manuscritos más antiguos hay
una diferencia muy grande.
Tenemos notas de otras conferencias que dio santo Tomás. En aquella época era
común tomar notas en los seminarios, y de varios escritos suyos no hay más
testimonio que los apuntes de sus alumnos; me imagino que hablaba, como dice el
informe original, medio como en éxtasis y, cuando estaba muy débil, sobre el Cantar
de los Cantares. En un caso así no se podría decir que debería haber contenido la
lengua, pero el resultado fue que más adelante, simplemente se dejó de lado esa parte
de su vida y lo que en aquella época dijo. Guillermo de Tocco y Reginaldo de
Piperno, los primeros biógrafos, registraron los hechos, pero las biografías posteriores
no los mencionan, porque ¿cómo era posible que, ni siquiera estando poco menos que
en coma, ese gran hombre, con su mente maravillosamente clara y racional, dijera
cosas así en su lecho de muerte?
Las personas normales o los que no están recluidos en un hospital, si han tenido
una experiencia así se la habrán reservado para sí, o se la habrán contado a unas
pocas personas capaces de entenderlas. Si uno ha tenido ya un episodio psicótico y
está en Burghölzli o en otro hospital para enfermos mentales, es mejor si se lo cuenta
a alguien dispuesto a escucharlo que quedarse en cama sin decir nada, que me parece
muy mal indicio. Un caso está mucho más «ido» que el otro. Además, ese tipo de
discurso no se dirige a ninguna persona en particular, es como una especie de
anuncio, una anunciación extática: «Ahora os comunicaré la Sabiduría de Dios…».
¡Es un estilo que se reconoce! Pero el que usa un lenguaje así no está necesariamente
en el otro lado de la frontera, porque ése es el estilo del inconsciente.

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58. El alquimista y su soror mystica (psicológicamente, su alma) sostienen las llaves de
la obra, representada aquí como liberar el alma de los grilletes del cuerpo (separatio).

Recuerdo que cuando hacía una de mis primeras prácticas de imaginación activa
se me apareció una figura que me daba una sensación maravillosa, y que hacía
anuncios como ésos, ¡y yo simplemente no podía escribirlos! Me producían tanto
rechazo que me quedaba obstruida, pero el doctor Jung me dijo que ése era el estilo
del inconsciente. Según cómo lo juzgue uno, es de muy mal gusto. A un joven que
trabajaba la imaginación activa se le apareció personalmente el Espíritu Santo,
hablándole como uno se imagina que debe de hablar, y el pobre hombre estuvo a
punto de vomitar por tener que escribir semejantes pomposidades.
En nosotros y en nuestra naturaleza terrenal y práctica hay un escepticismo que
no lo aguanta, pero ése es el estilo del inconsciente, y lo que explica por qué, cuando
la gente cae en ese estado, habla con convicción y empieza a tener ese estilo pomposo
y emocionalmente rimbombante. Está transportado por la emoción y es un estilo
ritualista o sacramental, como esas hermosas canciones de los indios

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norteamericanos, que repiten muchísimo los tres «amén» y cosas por el estilo.
Cuando se toca a los niveles emocionales más profundos, eso es algo que hay que
aceptar. Uno todavía puede observar con desapasionamiento, pero si se ha de permitir
que esas cosas se expresen en su forma originaria, hay que dejarles esa manera de
hablar tan emocional y pomposa. Y creo que por eso esto está escrito en ese estilo
extático y de prédica.
Preferiría saltarme el capítulo siguiente porque es muy desagradable. Dice que se
ha de amar la luz de la sabiduría porque quien la ame dominará el mundo, que es un
sacramento de Dios que no se ha de compartir con las gentes comunes porque todos
se pondrían celosos, y cosas así. Sólo al final es un poco mejor, cuando explica que,
si uno encuentra este secreto, entonces dice:
Sé feliz, Jerusalén, recógete en el placer porque Dios ha tenido piedad de los
pobres y Senior dice que hay una piedra que si alguien la encuentra se la pondrá
sobre los ojos y jamás la tirará porque es el elixir que ahuyenta todo sufrimiento y,
salvo Dios, no tiene el hombre cosa mejor.
¿Qué le ha sucedido aquí al hombre? Probablemente ustedes vean de qué se trata
porque habla de gobernar al mundo y dice que no se les ha de decir a las gentes
comunes. ¿Quién habla de esa manera?
Respuesta: Alguien con una inflación.
M. L. von Franz: Sí, en este capítulo está con una inflación. La experiencia de la
Sabiduría de Dios ha sido abrumadora, y ahora, en cuanto es el que ha tenido esa
experiencia y sabe todo lo que hay que saber de ella, naturalmente es el gran hombre.
Se captan al instante los matices arrogantes del que ha sido elegido y siente que todos
los demás son tontos y están celosos. Son los síntomas típicos de una inflación,
inevitables después de una experiencia así. No creo que ningún ser humano pueda
tener una vivencia semejante sin pasar en algún momento por una etapa así; es parte
de la experiencia, y la cuestión es simplemente cuánto tiempo se queda uno en ella.
El capítulo siguiente es aún peor. Habla de aquellos que no conocen esta ciencia y
que la niegan.
A esta ciencia de Dios y enseñanza de los santos, el secreto de los filósofos y
elixir de los doctores, la desprecian los tontos que no saben lo que es. Rechazan la
bendición de Dios y es mejor que no la reciban porque todo el que no sabe de esto es
su enemigo, y por eso es por lo que Speculator dice que burlarse de esta ciencia es la
causa de toda ignorancia, y que no se ha de dar ensalada a los burros que se
conforman con cardos ni arrojar margaritas a los puercos, etc. Con los tontos se ha de
hablar como hablaría uno con gentes que están dormidas, sin ponerlos nunca en el
mismo nivel que al sabio. Siempre habrá pobreza e infelicidad en el mundo porque el
número de tontos es inmensamente grande.
Allí la inflación alcanza la cima. Después viene un capítulo bastante seco que
muestra un cambio en la situación psicológica. Muy prosaicamente, el autor dice que
el título de su libro es «La aurora que surge» por cuatro razones:

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Primero, la palabra aurora se podría explicar como áurea hora [la hora dorada],
porque hay cierto buen momento en este opus cuando uno puede alcanzar su objetivo;
segundo, la aurora está entre el día y la noche y tiene dos colores, a saber el amarillo
y el rojo, y así nuestra ciencia, o alquimia, produce los colores amarillo y rojo, que
están entre el negro y el blanco.
Éste es el conocimiento alquímico clásico sobre nigredo-albedo-rubedo-citrinitas,
las cuatro etapas del color, y la aurora sería el advenimiento del color amarillo-rojo,
la culminación de la obra alquímica.
Tercero, al amanecer los enfermos que han sufrido durante toda la noche
generalmente se sienten un poco mejor y se duermen, y así, en la aurora de nuestra
ciencia, los malos olores que perturban e infectan la mente del alquimista en su
trabajo desaparecen tal como lo expresa el salmo: «Si por la noche llanto, a la aurora
alegría» (Salmo 30, 5). Y en cuarto lugar, la aurora llega al final de la noche, como el
comienzo del día o la madre del sol, y la culminación de nuestra obra alquímica es el
término de toda la oscuridad de la noche en la cual si un hombre marcha, tropieza (S.
Juan 10, 10), por lo cual en las escrituras dice: «Un día pasa al otro la palabra, una
noche a la otra da noticia» (Salmo 19, 2), y «… la noche brilla como el día: la
oscuridad y la luz para ti son lo mismo».
Esta última cita (Salmo 39 de la Vulgata) es el salmo que se canta la noche antes
del día de Pascua en la Iglesia católica, donde la noche se convierte en luz y se vuelve
tan luminosa como el día, y así. Entonces, por cierto debemos sospechar que incluso
si no es santo Tomás, este gran hombre es un sacerdote católico, porque
probablemente nadie más podría citar con tanta seguridad la Biblia. Aquí alude a la
misa de la noche de Pascua, y compara la aurora de la ciencia, la aurora que surge,
con la noche antes de la Pascua, el momento del renacimiento y la resurrección de
Cristo.

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59. El alquimista como sacerdote. A la izquierda, la Madre Tierra
amamantando al niño-Mercurio, la naturaleza cuida de lo que es suyo.

Por lo que se refiere al estado del autor, ya ven ustedes que ahora el estilo extático
ha desaparecido por completo y se ha vuelto ligeramente pedante. A la Aurora se la
llama de tal y tal manera por cuatro razones. Por lo tanto, yo diría que el hombre ha
salido de su inflación, que ha vuelto a un estado de conciencia de relativa sobriedad,
y que ahora intenta poner orden en su experiencia.
Como es típico, éste es un orden cuádruple. Se nos dan cuatro explicaciones —
cuatro razones— de la palabra «aurora». Cada vez que la conciencia intenta
establecerse, impone a las cosas un orden cuádruple; ésta es la red con que atrapa las
cosas y las pone en orden, y ahora nuestro hombre intenta dar una cuádruple
explicación de la aurora que surge. La aurora es la sabiduría de Dios, como veremos
luego, de modo que el autor del texto que comentamos intenta poner cierta distancia
entre lo que le ha sucedido, y procura ver lo que es; se ha encontrado con la aurora
que surge y puede describirla con cuatro razones.
A mí su explicación me parece muy superficial. Primero hace un juego de
palabras —aurora, áurea hora— y después la compara con el amanecer cuando los
enfermos se duermen después de haber pasado una mala noche. ¿Qué piensan ustedes
de esto?
Respuesta: Parece como una compensación intelectual del exceso emocional.

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M. L. von Franz: Sí, pero es que va demasiado lejos. Eso sucede muy
frecuentemente en las etapas esquizofrénicas. Hay un juego de palabras, después
aparecen vulgaridades y una alegría súbita muy desagradable. Es una compensación
por haber sido arrastrado demasiado profundamente a las emociones. Es
comprensible como un acto de compensación o para escapar de la emoción, pero para
quien lo ve de afuera no es más que repugnante. Un ser humano ha tenido la más
profunda de las experiencias íntimas, en la que uno participa con su sentimiento, ¡y
después esa misma persona viene un día a decir que todo eso son tonterías!
He observado esta reacción prácticamente cada vez que alguien ha caído
demasiado en la profundidad del inconsciente. Es el mecanismo de defensa de una
conciencia débil contra una experiencia demasiado abrumadora. Me gustaría
describirla como esquizoide —tomar las cosas serias muy a la ligera, descartándolas
con una risa poco menos que cínica—, pero ésa es la compensación por haberse visto
demasiado arrastrado a las profundidades. Aquí tenemos una de esas reacciones
desvalorizadoras.
En los casos extremos se produce lo que médicos y psiquiatras incluso quieren
alcanzar, es decir, la «restauración regresiva de la persona», cuando la gente dice que
todo lo que han visto era parte de su enfermedad y que jamás volverán a pensar en
aquello. Entierran toda la experiencia y se dedican al intento de adaptarse
socialmente; se buscan trabajo en un despacho y no quieren que les recuerden
siquiera lo que decían y pensaban en aquella época. Por lo general se mudan para no
encontrarse con la misma gente, y si hablan de aquella época es como de algo que les
pasó cuando estaban enfermos.
La experiencia es demasiado quemante, y por eso se la rechaza absolutamente. Su
efecto fue demasiado fuerte al principio, y después, cuando quizá mediante una
terapia de choque han salido de aquel estado, lo más común es que sobrevenga la
actitud de desvalorizar. Cuando sin terapia se saca a la gente de un estado así, ya sea
con Largactil o algún remedio parecido, o con electroshock, entonces la reacción
suele ser ésa. Son personas que se avergüenzan de su pasado, cuando estaban locas,
que se adaptan a la realidad de una manera superficial y, si uno habla con ellas, son
aburridas. Uno tiene la sensación de que se han vuelto aburridamente normales; toda
la sal y la vitalidad de la personalidad han desaparecido.
Aquí, gracias a Dios, no se trata más que de una fase transitoria, y eso es algo que
sucede a menudo y que se puede entender. Es un ritmo normal en las reacciones
humanas, ejemplificado por ejemplo en la dramaturgia clásica antigua, en la que tres
tragedias van seguidas por una comedia. Uno no podía irse a casa después de haber
visto el Edipo Rey y otras dos piezas de Sófocles; al final tenía que haber alguna de
las comedias de Aristófanes para que todo el mundo se desternillara de risa. También
está el mecanismo típico, cuando en mitad de un funeral muy solemne uno ve de
pronto algo gracioso y una reacción nerviosa le provoca ganas de reírse. Lo que se
convierte en ganas de reír es la culminación de la emoción; uno no puede aguantar

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demasiado de una situación tan exageradamente trágica y por eso a ratos se siente
forzado a burlarse de ella.
Esto explica también las parodias de la misa en la Edad Media. Durante
trescientos sesenta y cuatro días al año, a la misa y a la hostia se las tomaba muy en
serio, pero un día se las tomaba en broma. O como en el ritual de los indios
norteamericanos, en el clan de los thunderbird hay un payaso que se burla de las
ceremonias más santas, haciendo comentarios obscenos y toda clase de bromas; esto
demuestra cómo, en la gente normal, la culminación de la emoción genera el deseo de
compensarla de alguna manera. Es decir que la reacción del esquizoide que se ve
amenazado por el inconsciente es completamente normal.
En casa tenemos una muchacha que ve fantasmas y puede hablar de manera muy
gráfica de sus experiencias. Para ella, ésa es la realidad absoluta en que vive, y se
pasa horas hablando con los fantasmas. Es un gran secreto, en el cual primero uno
tiene que ser admitido, y después ella puede hablar del tema con gran emoción, pero
jamás termina una conversación así para volver a su trabajo en la casa sin decir:
«Bueno, ya se sabe que los fantasmas no existen, todo esto son tonterías». Y
entonces, con una gran sonrisa, vuelve a su trabajo. Ese comentario es simplemente
un rite de sortie, porque ella no puede pasar inmediatamente de sus experiencias con
los fantasmas a poner a hervir las patatas; el rite de sortie es su forma de liberarse de
algo que la ha conmovido profundamente. La mayoría de las personas, si tienen algún
sentido del humor, cuando se han puesto demasiado dramáticas hacen algo parecido.
El capítulo siguiente se titula Estimulando al ignorante a la búsqueda de la
sabiduría.
[Preguntaos] si no oís a la Sabiduría y si no es comprensible el ingenio en los
libros de los sabios cuando ella dice: —Os llamo, oh, hombres, y llamo a los hijos del
entendimiento. Entended la parábola y su interpretación, entended la palabra de los
sabios y su enigma. Los sabios han usado todo tipo de expresiones haciendo
comparaciones con todas las cosas de la tierra para aumentar esta sabiduría. Si un
sabio oye a los sabios se volverá más comprensivo y lo sabrá».
Esta es la Sabiduría, Reina del Sur, que ha venido del este como la aurora que se
eleva para oír y entender la sabiduría de Salomón. En su mano están el poder, el
honor, la gloria y el reino. Tiene sobre la cabeza una corona de doce estrellas
resplandecientes, como una novia ornamentada para su prometido, y sobre su túnica
hay una inscripción dorada en griego [probablemente en árabe] y en latín: «Como
reina gobernaré y mi reino no tendrá fin para aquellos que me encuentren con sutileza
y espíritu de inventiva y constancia».
Ahora el autor intenta enfrentar de otra manera su experiencia: de pronto entiende
que todos los textos simbólicos que ha leído antes, en la Biblia y en alquimia, apuntan
a la misma experiencia. Probablemente ahora es capaz de leer textos alquímicos y de
sentir que sabe lo que quieren decir, porque puede vincularlos con su propia
experiencia y piensa que toda la Biblia y toda la tradición alquímica son algo

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simbólico, una especie de símil o de descripción simbólica de las vivencias que él
acaba de tener.
Aquí ven ustedes que lo que yo les describí se produce ahora: al amplificarlas con
otros textos, él está tratando de atrapar, consolidar y entender sus experiencias
íntimas. Ve amplificaciones posibles en la Biblia y en la literatura alquímica. Y ahora
esta figura, que es realmente la figura clave de toda la experiencia —es decir, la
Sabiduría, la Reina del Sur, o la Aurora que Surge— vuelve a aparecer, y él la
ensalza. Ella es la reina que reinará eternamente en su reino. Se llama la Reina del
Mediodía, o el Viento del Sur —en latín, auster significa a la vez «viento del sur» y
«mediodía»— y eso se refiere al texto bíblico en Mateo 12, 42: «La reina del sur
comparecerá en el juicio con esta generación y la condenará; porque ella vino desde
los confines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más
que Salomón».

60. Unión del rey y la reina como dios andrógino que sostiene a la
serpiente macho con el sol y a la serpiente hembra con la luna.

Este texto, que es más o menos el mismo que Lucas 11, 31, se refiere a la famosa
reina de Saba que vino a visitar al rey Salomón y tuvo con él, como ustedes saben, un
encuentro amoroso del cual provienen aún los reyes de la dinastía abisinia actual. La
reina de Saba era etíope, una reina pagana, que fue convertida por Salomón a la
religión verdadera. Con sus sirvientas negras se acostó con él y después, embarazada,
regresó a su reino y dio a luz al primer rey de Abisinia. Este episodio amoroso del

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envejecido Salomón se convirtió en el gran tema de la literatura amorosa en Europa.
En Oriente, como ustedes saben, en especial en el misticismo persa y en parte del
islámico —sobre todo el de la tradición chiíta, a la cual pertenecía Senior—, hay
libros de los que se podría decir que constituyen la bibliografía de la coniunctio, es
decir, la unión de un hombre importante, un rey, con una reina o algo así, de la cual se
dice que es una imagen de la unión del alma con Dios, ya que al alma del hombre se
la considera femenina: el anima se casa con Dios en el momento del supremo éxtasis
religioso, y por lo tanto en ese momento el místico es una novia que se desposa con la
Divinidad. De los muy terrenales y comprensibles poemas de amor de al-Hafis se
dice que deben ser leídos con un sentido místico y que al-Hafis no está hablando de
un episodio amoroso ordinario con una mujer, sino que se vale de ese lenguaje para
describir la unio mystica del alma con Dios. Lo mismo es válido para al-Roumi.
La carta de amor del sol a la luna es una variación típica de este tipo de literatura
amorosa, en la que se puede decir que el problema del fenómeno de la transferencia
con el proceso de individuación está unido y expresado en lenguaje simbólico de la
manera más hermosa. La experiencia del anima para el hombre y del animus para una
mujer es, en realidad, totalmente ajena a una experiencia real con una pareja humana.
La medida en que la pareja humana desempeña un papel —ya sea sólo como una
imagen remota o como una conexión auténtica— varía de un caso a otro, pero ésta es
la vivencia culminante que conduce a la experiencia del Sí mismo.
Por consiguiente, se puede decir que en toda vivencia amorosa profunda está
implícita la experiencia del Sí mismo, porque del Sí mismo provienen la pasión y el
factor de avasallamiento abrumador. Esta experiencia fue mucho mejor entendida y
se cultivó más en los ámbitos no cristianos, que tienen una actitud más equilibrada
hacia el principio femenino; en el judaismo y en la tradición oficial cristiana este tipo
de literatura amorosa y el problema de la unión amorosa con Dios han sido bastante
rechazados, con unas pocas excepciones. En la tradición judía es principalmente la
Cábala la que ha retomado el tema, y en la tradición cristiana hay unos pocos
místicos, como san Juan de la Cruz y su famoso poema, que es una paráfrasis del
Cantar de los Cantares, y donde se vuelve a usar este lenguaje. Probablemente san
Juan de la Cruz, que vivió en España, supiera mucho sobre literatura islámica.
En nuestra civilización, por lo demás, ha habido una escisión. La Iglesia no ha
estimulado este tipo de literatura religiosa y mística, que por lo tanto afectó
profundamente a la literatura semirreligiosa de las novelas medievales, en especial a
la poesía del ciclo del Grial y a las leyendas del Grial. En ellas penetró la totalidad de
lo que podríamos llamar el misticismo amoroso, y en él le cupo un importante papel a
la leyenda de la reina de Saba. Por esta época, la historia de la reina de Saba ya había
dado origen a una novela muy romántica de la que había diferentes versiones etíopes,
abisinias e islámicas. El texto ha sido elaborado como una experiencia de conversión
a través del amor místico, y ese tema fue recogido por las novelas medievales de
caballería e influyó enormemente sobre todas las hermosas historias de amor de las

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novelas de la Edad Media, que de hecho la Iglesia no rechazó, aunque las mirase con
ojos bastante desconfiados.
La reina de Saba tiene, por lo tanto, una larga tradición. En la tradición cristiana,
representa una figura del anima no tan sublime como la de la Virgen María. Para el
aspecto sublime del anima, la Virgen María sigue siendo el símbolo adecuado, pero
¿dónde podría proyectar un hombre el aspecto menos sublime? La reina de Saba con
su sombra de negra, su sirvienta negra, se convirtió en un objeto adecuado para
proyectarle ese aspecto del anima, y por consiguiente muchas novelas elaboraron el
tema de la historia de amor del rey Salomón.
Un tema además muy legítimo, porque de camino hacia el rey Salomón, la reina
de Saba llegó a un río donde había un puentecillo hecho parcialmente con la madera
que más adelante llegaría a ser de la cruz, y ella, con mediúmnica clarividencia, se
negó a pisarlo y prefirió mojarse los pies al atravesar el río antes que pisar aquel
madero. Vio con antelación que aquel madero se convertiría en la cruz. Después, en
las leyendas medievales, se la consideró como una de las profetisas, como una
vidente que previó la vida de Cristo y su muerte en la cruz y con ello abrió la puerta
por la cual pudo entrar en la literatura cristiana. Con aquel acto quedó legitimada,
aunque en él estaban implícitos su sombra de negra y todos sus amores terrenales con
el rey Salomón. Todo aquello era tolerable porque había llegado a prever la muerte de
Cristo.
De modo que la reina de Saba es una figura del anima sumamente interesante en
la época medieval; es la alusión que hay en Mateo 12,42, y aquí nuestro autor alude
de esta manera a ella. Para él la Sabiduría de Dios es también la reina de Saba que es
la aurora que surge.
El comienzo del capítulo siguiente, conocido como la primera parábola, los dejará
a ustedes pasmados.
Mirando desde la distancia, vi una gran nube que habiendo sido absorbida por la
tierra la cubría de negrura, y cubría mi alma, en que las aguas habían entrado de
modo tal que se corrompieron por obra del aspecto del más profundo infierno y la
sombra de la muerte porque la inundación me había anegado.
Entonces los etíopes caerán de rodillas ante mí y mis enemigos lamerán mi tierra.
Nada sano hay ya en mi cuerpo, y por la vista de mis pecados mis huesos tienen
miedo. He gritado durante toda la noche, hasta enronquecer. ¿Quién es el ser humano
que vive, que entiende y que sabe, que pueda salvar mi alma de los infiernos?
Aquel que me ilumine tendrá la vida eterna y yo le daré a comer del bosque de la
vida que está en el Paraíso, y le dejaré compartir el trono de mi reino. El que me
extrae de la tierra como a la plata y me adquiere como a un tesoro, y me seca las
lágrimas de los ojos y no se mofa de mi vestimenta, el que no me envenena la
comida, el que no profana mi lecho con prostitución, y sobre todo el que no daña mi
cuerpo, que es muy delicado, y más aún quien no me dañe el alma, que es sin
amargura en la belleza y en la que no hay mancha, el que no dañe mi trono, aquel por

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cuyo amor suspiro, en cuyo fuego me derrito, en cuyo perfume vivo, de cuyo sabor
me vuelve la salud, con cuya leche me estoy alimentando y en cuyo abrazo todo mi
cuerpo se disuelve y desaparece, de él seré el padre y él será mi hijo.
Sabio es el que aporta júbilo a su padre, a quien daré el lugar supremo entre los
reyes de la tierra y con quien en todo momento mantendré mi alianza. El que reniega
de mis leyes y no marcha de acuerdo con mis órdenes y no cumple mis
mandamientos, ése será abrumado por el enemigo y el hijo de la iniquidad le hará
mucho daño, pero quienquiera que respete mis órdenes no temerá la frialdad de la
nieve porque en su casa tendrá prendas de lino y de púrpura.
Y ese día él reirá, porque yo me sentiré saciado y mi gloria aparecerá porque él no
se habrá comido el pan del ocio. Por consiguiente los cielos se abrirán para él y como
el trueno resonará la voz del que ha visto las siete estrellas en sus manos, cuyos
espíritus son enviados a dar testimonio a todo el mundo [sobre el Apocalipsis].
El que crea y haya sido bautizado será bendito, pero el que no crea se condenará.
El signo de los que hayan creído y hayan sido bautizados cuando el rey celestial los
juzgue es el siguiente: serán tan blancos como la nieve sobre el monte Zalmon y
como las plumas de la paloma que resplandecen como plata y cuyas alas son
radiantes como el oro. Él será mi hijo amado; miradlo, porque su forma es más bella
que cualquiera de las de los hijos de los hombres, él a quien el sol y la luna admiran.
Él tiene el derecho de amor, y en él los seres humanos depositan su confianza y sin él
nada pueden hacer.
El que tenga oídos para oír oirá lo que el espíritu de la sabiduría dice al hijo sobre
la doctrina de las siete estrellas por cuyo intermedio se realiza la obra sagrada. Sobre
éstas habla Senior de la siguiente manera en su capítulo sobre el sol y la luna:
«Después de que hayáis distribuido estos siete [metales] a través de las siete estrellas,
y se los hayáis atribuido a las siete estrellas, y limpiado nueve veces hasta que
parezcan perlas, ése es el estado de blancura [la albedo]».
Les daré un breve comentario como para que no se queden ustedes solos con la
sorprendente impresión de este capítulo. Comienza con alguien que se halla en estado
de desesperación. A veces parece como si fuera el autor, pero a veces da más bien la
impresión de que fuera la Sabiduría de Dios, el ser femenino, y entonces, después de
un proceso, el capítulo termina con la enunciación de que algo ha sido blanqueado, de
que se ha llegado a la etapa del emblanquecimiento.
Es decir que, partiendo del elogio de una personificación del inconsciente que ha
irrumpido en el ámbito consciente del autor, el texto se convierte ahora en un
esfuerzo por describir un proceso, una secuencia de acontecimientos. Ya verán
ustedes en los capítulos siguientes cómo esto sucede constantemente. Cada capítulo
se inicia con un estado negro y caótico, y termina con una nota positiva. Por lo tanto,
el autor está ahora empezando a digerir la experiencia en la forma de un proceso.
Antes describió el impacto de lo que le había sucedido; ahora intenta expresar lo que
está sucediendo, pero lo único que puede hacer es empezar una y otra vez la

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explicación y terminar de la misma manera.
Se podría decir que ahora está intentando ver desde todos los ángulos posibles el
significado de la experiencia. Es lo que pasa cuando uno se ve primero abrumado por
el inconsciente; después sobreviene una inflación, luego se ríe de todo eso, más tarde
recupera el equilibrio y se dice que debe enfrentarlo y tras ello comienza a reflexionar
e intenta describir cómo empezó, qué sucedió y cuál fue el resultado. Cuando la gente
empieza a recuperar la conciencia, al principio no pueden dar más que un rasgo, pero
después, cuando están un poquito más conscientes, comienzan a repetir
históricamente lo que sucedió.
Por ejemplo, si es un episodio psicótico, la gente dirá que al principio se sentían
cansados y después apáticos y entonces oyeron una voz y luego de pronto… lo que
les haya pasado. Así pueden volver atrás y digerir lo sucedido. Aquí la experiencia
fue tan fascinante y tan abrumadora que santo Tomás usa siete capítulos para rumiar
el mismo proceso, describiéndolo siempre desde un ángulo diferente; es el
comportamiento típico de alguien cuya psique se ha visto anonadada por la invasión
de un contenido del inconsciente.
Es el mismo mecanismo que se ve en escala menor cuando la gente ha tenido
alguna experiencia que la conmueve, un accidente de coche en la calle, por ejemplo.
Lo contarán por lo menos tres veces ese mismo día, necesitan narrarlo una y otra vez.
Mediante la repetición, la conmoción se asimila, y por lo tanto si uno ha sufrido un
impacto psicológico tiende a digerirlo por repetición hasta que ha integrado todos sus
aspectos y recuperado el equilibrio. Es lo que sucede aquí. Lo mismo le sucedió a san
Nicolás de Flüe, que después de haber tenido su aterradora visión de la Divinidad
intentó digerirla pintándola y explicándosela a varias personas, una y otra vez, hasta
que consiguió asimilar el impacto. Hasta su muerte, lo único que le preocupó a partir
de ese momento fue la asimilación de la conmoción producida por su visión de Dios.
Tengo una analizado, una mujer que tiene tremendas experiencias de la
Divinidad, que me preguntó el otro día cuántos años necesitaría para digerirlas. Le
contesté que me imaginaba que necesitaría por lo menos diez años. «¿Tanto?», me
preguntó. Se quedó pensativa y después me dijo que probablemente yo tenía razón.
Uno no puede digerir inmediatamente una experiencia así, y en este caso eso significa
que cada vez que vuelvo a verla tenemos que hablar de las suyas desde un ángulo
diferente. Eso no es nada anormal. Es lo normal en una situación excepcional.

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61. La prima materia, o masa confusa, una nube negra y caótica, un estado de confusión
consciente típica del comienzo de la obra alquímica como el proceso de individuación.

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Octava conferencia
AURORA CONSURGENS
Como ustedes recordarán, les leí brevemente el texto de la llamada primera parábola,
que comienza de forma muy diferente de los cinco primeros capítulos. Éstos se
ocupaban de la aparición de una personificación femenina de la Sabiduría de Dios,
que se le aparecía al autor de forma avasalladora. Por las diferentes formas en que la
describía, dedujimos que al principio santo Tomás se sintió muy abrumado y después
se identificó con la imagen y sufrió una ligera inflación, diciendo que ahora les
hablaría de ella a las gentes y cosas así. Después la inflación se convirtió en una
especie de desdén por los no iniciados, por aquellos que no saben y que no han
entendido, y luego salió de la inflación para caer en un estado plano prosaico.
Entonces describió la misma experiencia pero de manera bastante prosaica, lo que
es típico de las personas que vuelven a la superficie después de haberse visto
arrastradas a sumergirse en el inconsciente; hay una especie de desilusión de todo el
asunto, que compensa la inflación. Esto se hace mucho más obvio después de un
intervalo psicótico interrumpido con Largactil o electroshock, o con algún tipo de
medicación física.
En la parábola que les leí la última vez, el propio autor entra en el cuadro. Antes,
había escrito en el estilo de una regocijada y pomposa anunciación de la verdad,
típica de la identificación con los contenidos del inconsciente, lo que explica que se
lo use en la literatura religiosa primitiva, en cierto tipo de poesía y en este
documento. Ahora veamos el efecto que aquello tuvo sobre el autor.
Desde lejos vi una gran nube que sombreaba la tierra entera de negrura; había
absorbido la tierra que cubría mi alma, las aguas habían entrado en mi alma, que se
había corrompido por obra del aspecto del más bajo de los infiernos y la sombra de la
muerte porque la inundación me había anegado. Entonces los etíopes se inclinarán
ante mí y mis enemigos me lamerán el polvo. Nada está sano en mi cuerpo, y por el
aspecto de mis pecados mis huesos se asustan. He gritado toda la noche hasta estar
cansado; mi garganta está ronca. Quién es el hombre que vive entendiendo, y quién
salvará mi alma de la mano de los infiernos…
Cuando dice que vio una gran nube negra, uno siente que debe de ser el autor que
desde arriba ve la nube negra que ha cubierto la tierra. Pero más adelante esa persona,
que pregunta quién es el hombre que puede salvarla, es la Sabiduría de Dios. Una de
las cosas más interesantes en este texto es que el «yo», como se ve por el contexto, en
una línea es el autor y dos líneas después la Sabiduría de Dios. Es decir que hay una
auténtica confusión y vemos cómo el autor se ha identificado con la Sabiduría de
Dios y ha caído en el inconsciente.
Primero ve cómo se cierne sobre la tierra la nube negra que lo cubre todo. La
nube negra es un conocido símbolo alquímico del estado al que se llama nigredo, la

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negrura que con mucha frecuencia es lo primero que sucede en el opus; si se lo
destila, el material se evapora y durante un rato no se ve nada más que una especie de
confusión o nube, que el alquimista comparaba con la tierra cuando la cubre una nube
negra.

62. Dos pinturas de una mujer al comienzo del análisis; abajo, un estado de depresión en el cual los
contenidos inconscientes están activados, pero deprimidos; arriba el conflicto consciente y la
confusión después de la «irrupción» de los contenidos inconscientes.

En el lenguaje de la antigüedad, la nube también tenía un doble significado, ya


que a veces se la comparaba con la confusión o con la inconsciencia. Hay muchos
textos herméticos tardíos donde se dice que a la luz de Dios no se la puede encontrar
antes de haber salido de la nube negra de la inconsciencia que cubre a las gentes y
que es la connotación negativa con que frecuentemente tropezamos en el lenguaje
religioso. En el lenguaje cristiano, a la nube la produce el diablo que está en el norte,
y cuyas narices exhalan constantes nubes de confusión y de inconsciencia que se

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dispersan por el mundo. Pero a la nube se la encuentra también en primitivos textos
medievales con una connotación positiva, es decir, como el aspecto desconocido y
desconcertante de la Divinidad.
Probablemente algunos de ustedes conozcan The Cloud of Unknowing [La nube
del desconocer], un texto místico medieval que describe el hecho de que cuanto más
se aproxima el alma del místico a la Divinidad, tanto más a oscuras y más confuso se
siente éste. Los textos como éste dicen, efectivamente, que Dios vive en la nube del
desconocer, y que es necesario que uno se despoje de cualquier idea, de cualquier
concepción intelectual, antes de poder aproximarse a aquella luz que está rodeada por
la oscuridad de una total confusión. Aquí la nube tiene el mismo doble significado:
describe un estado de confusión total, de infelicidad completa, que al mismo tiempo
es el comienzo de la obra alquímica.

63. La nigredo como etíope, proyección personificada del


lado oscuro y desconocido de la personalidad.

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El aspecto del más profundo de los infiernos y —como se dice poco después— el
aspecto de sus propios pecados han asustado al autor, y tras ello se hace mención de
los etíopes. Esto se refiere al Salmo 72, 9, que habla de victorias sobre los enemigos y
de que los etíopes se inclinan ante los israelitas. Pero aquí lo etíope tiene, por
supuesto, un significado clásico, que aparece también muy tempranamente en la
alquimia griega, y representa la nigredo.
Recordarán ustedes que en uno de los textos griegos ya apareció antes la tierra
etíope. Etiopía era el país cuyo pueblo cargaba con la proyección colectiva de una
total piedad y fervor religioso por una parte, y por la otra, a los etíopes se los
consideraba paganos inconscientes. Aquí en la alquimia, Etiopía es con frecuencia el
símbolo de la nigredo, y es obvio lo que eso significaría en lenguaje psicológico, ya
que no es muy diferente de la forma en que los negros siguen apareciendo aún hoy en
el material inconsciente de los blancos, es decir, como el hombre primitivo y natural
en su ambigua totalidad. El hombre natural que hay en nosotros es el hombre
auténtico, pero es también el que no se ajusta a las pautas convencionales, y el que en
parte está muy movido por sus instintos.
Los etíopes aparecen en esta nigredo, y después está la cuestión: «¿Quién es el ser
humano de entendimiento que me salvará de la mano de los infiernos?», y ese mismo
ser ahogado, de quien uno se imaginó primero que era el autor, pero que después
resulta ser la Sabiduría de Dios, dice: «A quien me ilumine le daré la vida eterna, él
recibirá del leño de la vida que está en el Paraíso y compartirá mi trono en mi reino»,
y por ese estilo. Después viene el pasaje que les leí la última vez: «El que no se burle
de mí y no me haga daño y no profane mi lecho», tras lo cual viene la declaración de
amor.
Es el propio Cristo, en cuanto Cristo es Dios, quien promete compartir Su Reino,
de modo que debemos llegar a la conclusión de que la persona que habla —y los
adjetivos que aquí se refieren al «yo» son siempre femeninos— es la Sabiduría de
Dios, en absoluta identidad con Dios y con Cristo, que habla desde la oscuridad de la
nigredo y pide socorro, clamando por un ser humano que salve su alma de los
infiernos. Esto nos demuestra el tremendo giro que se ha producido, porque de pronto
es la Sabiduría de Dios quien pide auxilio desde las profundidades de la tierra, y
quien necesita que un ser humano la saque de la oscuridad. Primero se aparecía como
un factor abrumador y divino que venía desde arriba, y ahora clama desde abajo
como un ser femenino desvalido que necesita la comprensión del alma humana.
Este es uno de los pasajes más sorprendentes y ejemplifica lo que Jung describió
también en Psicología y alquimia como uno de los grandes temas mitológicos del
pensamiento alquímico, es decir, la idea de que el alma divina, o la Sabiduría de
Dios, o el anima mundi —una especie de figura femenina— se desprende del hombre
original, del Adán original, cae en la materia y entonces debe ser rescatada.
Quizá recuerden ustedes que Jung explica que esto representa lo que sucede
cuando algo se proyecta, es decir que está la idea arquetípica del hombre divino, o de

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la Divinidad femenina, y ese arquetipo es proyectado en la materia, lo que de hecho
significa que la imagen cae en la materia. Esta clase de mitos amplifican lo que los
alquimistas no sabían conscientemente o sabían sólo en parte: que en realidad estaban
en busca del inconsciente, o de la imagen de la Divinidad femenina, o de la
experiencia del hombre divino en la materia. Eso era lo que buscaban, como intenté
explicarlo con el texto alquímico griego.
Eso correspondería a un hombre moderno que conoce a una mujer, se siente muy
atraído hacia ella y entonces sueña que una imagen de la diosa la penetra. La imagen
de la Divinidad antes la llevaba él dentro, y ahora ha entrado en esa mujer. Así es
como el inconsciente trabaja con una proyección; no es nada que hagamos, ni
siquiera algo de lo que nos demos cuenta, sino que simplemente nos sucede, y con
frecuencia sueños así demuestran que ha habido una proyección. Aquí la imaginería
alquímica dice que eso ha sucedido y que el alquimista está, inconscientemente,
buscando una figura así.
En la religión judía, como ustedes saben, este proceso se ha iniciado ya, porque,
aunque desde el comienzo no hubo una deidad femenina, la expresión hebrea que
designa el caos primordial es: «Tohu wa bohu», que en realidad es una alusión a
Tiamat, la divinidad femenina babilónica. Se podría decir que en la tradición judía la
gran diosa madre no aparece personificada en la Biblia, sino que sólo existe en forma
oculta en estas pocas alusiones.

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64. La Sabiduría de Dios como anima mundi (el alma del mundo),
guía de la humanidad y guarda a su vez por Dios.

Lo femenino reapareció en la fantasía gnóstica tardía de la Sabiduría de Dios,


pero en la Biblia sólo aparece un aspecto divino sublime de esta deidad femenina, y
el aspecto femenino de la Divinidad no está adecuadamente representado en la
tradición judeocristiana. Hay unas pocas alusiones oscuras a una sombría masa-madre
caótica y subterránea, que es idéntica a la materia, y a una figura femenina sublime
que es la Sabiduría de Dios, pero incluso ella fue eliminada del cristianismo, porque a
Dios se lo declaró idéntico al Espíritu Santo o al alma de Cristo, y de la materia se
suponía que estaba regida por el diablo.
Esta pronunciada carencia de una personificación femenina del inconsciente ha
sido compensada, por consiguiente, por el materialismo radical que poco a poco se ha
ido apoderando de la tradición cristiana. Se podría decir que prácticamente ninguna
religión se inició con un acento espiritual tan unilateral y tan elevado para ir a
terminar —si se piensa en el comunismo como la forma final de la teología cristiana

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— en un aspecto materialista tan absolutamente unilateral. La oscilación de un
extremo al otro es uno de los fenómenos más sorprendentes que conocemos en la
historia de la religión; se debe al hecho de que desde el comienzo hubo una falta de
conciencia, una actitud desequilibrada hacia el problema de la deidad femenina y por
consiguiente de la materia, porque la Divinidad femenina en todas las religiones se
proyecta siempre en la materia y está ligada con el concepto de materia.
Ayer, sin ir más lejos, tuve en las manos —esto es una especie de digresión, pero
es muy interesante— un libro de Hans Marti, Urbild und Verfassung, que se podría
traducir como Arquetipo y constitución. Marti demuestra que desde que el hombre
concibió por primera vez la constitución de un estado democrático —a él le preocupa
en especial la constitución suiza— se ha producido un cambio secreto desde el
concepto patriarcal del Estado —el Estado jurídico, el Estado como concepto
jurídico, una especie de espíritu paterno— a lo que él llama el Estado de Bienestar.
La democracia suiza en sus comienzos, digamos hasta los últimos cincuenta años
[recuérdese que estas conferencias son del año 1959], estuvo administrada
principalmente por un Club formado por hombres —ustedes saben que en Suiza las
mujeres todavía no pueden votar [el derecho de voto se les concedió en 1971]— y la
base de la Constitución era cierto número de leyes, cuyo principal objeto era
garantizar la libertad del individuo, la libertad religiosa, el libre acceso a la propiedad
y otras propuestas semejantes.
En este esquema se infiltró poco a poco, como lo demuestra bellamente Marti,
otra idea, la del Estado de Bienestar, un arquetipo materno en que el Estado tiene que
ocuparse de la salud de la gente, de su bienestar material, las pensiones a la vejez y
asuntos de ese tipo. Marti señala con claridad que esto es un cambio, que el Estado ya
no es el padre, sino que se ha convertido en la madre, y en su condición de tal, se
interesa por el bienestar físico de sus hijos. El autor demuestra cómo, de acuerdo con
la ley suiza, el Estado tiene ahora el derecho de imponer ciertas reglamentaciones a la
posesión de tierras, con el fin de proteger las zonas agrícolas, por ejemplo.

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65. La Asunción de la Virgen María «elevando a una posición superior
el símbolo de la Divinidad femenina, y con él a la materia». Von Franz.

Hace algunos años, el Estado asumió el control de los derechos sobre las aguas —
el agua es un símbolo femenino— a fin de proteger al pueblo, porque, al volverse el
agua tan contaminada e insalubre, el Estado ha ido adquiriendo el derecho de
promulgar leyes dirigidas a combatir las epidemias. Si hay, por ejemplo, alguna clase
de plaga, o un brote de rabia, el Estado puede promulgar reglamentaciones que antes
no existían. Antes la humanidad no estaba tan interesada por el bienestar físico y
material del pueblo. Si se morían de peste, o mordidos por los perros rabiosos, eso era
una parte no muy importante de la vida; el énfasis se ponía en la libertad espiritual, en
tanto que se descuidaba bastante el bienestar físico. Durante los últimos cincuenta o
sesenta años, el bienestar físico se ha convertido gradualmente en una preocupación
estatal importante, y con ello ha llegado por etapas a ser cada vez más portador de la
proyección de la madre, y menos de la imagen del padre. Lentamente y sin advertirlo,
nos estamos deslizando hacia una situación matriarcal.
Marti muestra cómo es que están en juego ciertos factores emocionales, cómo la
gente concibe al Estado de una manera vagamente arquetípica y, a partir de ese punto
de vista, vota por ciertas leyes. Pero lo que parece ser evidente, es decir, que el
Estado debería cuidar de sus hijos, en realidad es la proyección de la imagen de la
madre, y eso no es evidente. El autor termina su libro de manera muy inteligente,
diciendo que deberíamos tomar conciencia de qué es lo que estamos proyectando
sobre el Estado e iniciar una verdadera Auseinandersetzung o confrontación, y no
cambiar nuestras leyes por la mera proyección de una imagen materna.

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Este libro describe un pequeño aspecto de un lento giro que en gran escala se ha
producido en toda la civilización cristiana, y que podríamos considerar como un
retorno secreto y no demasiado visible al matriarcado y al materialismo. Esta
enantiodromia tiene que ver con el hecho de que la religión judeocristiana no se
enfrentó en forma verdaderamente consciente con el arquetipo de la madre, sino que
hasta cierto punto excluyó la cuestión. Es bien sabido, además, que cuando el papa
Pío XII declaró [1950] el dogma de la assumptio Maria su objetivo consciente era
herir al materialismo comunista elevando a objeto de culto en la Iglesia católica, por
así decirlo, a un símbolo de la materia, con el fin de deshinchar las velas de la nave
comunista. Hay implícito algo mucho más profundo, pero ésa fue su idea consciente,
es decir, que la única manera de combatir el aspecto materialista sería elevar a una
posición superior el símbolo de la Divinidad femenina, y con él la materia. Puesto
que lo que se eleva al Cielo es el cuerpo de la Virgen María, el acento está puesto en
el aspecto material físico.
Aquí tenemos la imagen de la Divinidad completamente caída en la materia,
desde donde reclama socorro. Si lo tomamos como el drama personal de nuestro
autor, ¿qué significaría esto?
Respuesta: Que el anima se había perdido en el mundo material, porque él no
tenía relación con ella.
M. L. von Franz: Sí, debemos sacar la conclusión de que este autor no tenía
relación con el principio femenino antes. Es del todo obvio por el texto que es
hombre de iglesia, y me imagino que tenía un complejo materno negativo y por esa
razón, o por alguna otra, no tenía relación con el principio femenino, lo que significa
ni con su propio aspecto femenino ni con las mujeres. En un caso así se produciría un
influjo abrumador de la Divinidad femenina.
Hay un paralelo sorprendente con el famoso místico Jakob Boehme, que como
ustedes saben era muy pobre, un zapatero, y en alguna medida un caso fronterizo,
pero que tenía las más tremendas experiencias religiosas y era capaz de expresarlas
en sus difíciles escritos. Este hombre era un intuitivo introvertido del tipo profético.
Su matrimonio fue muy desdichado, una relación en la que no había más que odio y
desprecio recíprocos, cosa comprensible por ambas partes, ya que su esposa, que era
una mujer práctica, pensaba que mejor haría él en remendar zapatos y ganar dinero
que en escribir libros sobre el Espíritu Santo, mientras ella y sus seis hijos no tenían
nada que comer. Por eso le montaba constantemente escenas, diciéndole que debería
ocuparse de dar de comer a sus hijos en vez de escribir libros sobre la Divinidad.
Él, por otra parte, sentía —bien naturalmente— que ella era una mujer mundana y
una carga para él, alguien que obstaculizaba su creatividad espiritual. Era una de esas
tragedias clásicas. Boehme rechazó completamente lo femenino —me refiero a que
no tenía hacia ello más que una actitud negativa— hasta las últimas fases de su vida.
Poco antes de su muerte, se vio súbitamente abrumado por completo por la imagen de
la Sabiduría de Dios, la sophia, esa misma imagen, y dejó un texto en el que

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ensalzaba a esa figura en los términos del más enamorado éxtasis; a tal punto que es
incluso bastante desagradable, porque en su canción de amor a la Sabiduría de Dios
resuena una fortísima nota sexual y se percibe todo el fango que antes había sido
rechazado y que emerge a la superficie con esta gran experiencia.
Supongo que nuestro autor se encuentra en un estado similar; que no había tenido
relación alguna con el principio femenino y ahora se ve anonadado por él, en su
forma más abrumadora. Ésa sería una compensación típica del escarnio y el desprecio
que hasta entonces debe de haber sentido por lo femenino. En casos así, el
inconsciente irrumpe con un énfasis tan tremendo que ya no es posible seguir
evitándolo.
Lo que para la conciencia es llegar a la comprensión de una imagen arquetípica,
para ésta es, en cambio, una gran caída. Imagínense al yo con su campo de
asociaciones, como una araña en su tela. Cuando la imagen arquetípica se aproxima
al campo de la conciencia, eso es para el yo un estado de gran iluminación, de júbilo
y otros sentimientos positivos como vimos en los cinco primeros capítulos de nuestro
texto, pero para el pobre arquetipo es precisamente lo opuesto, porque se despeña en
algo muy pequeño y muy inadecuado. Por consiguiente, visto desde un lado, el
episodio es una gran realización, un logro, y desde el otro, una caída muy grave.
Muchos mitos de la creación describen la creación del mundo como la Divinidad
que se cae del Cielo, como lo ejemplifica también típicamente un sueño de Gérard de
Nerval, un poeta francés cuyo libro Aurelia describe el comienzo de su propia
psicosis. Uno de los sueños más aterradores que tuvo durante esa época fue que iba al
patio trasero de un típico hotel de París, lleno de viejos recipientes de basura donde
los gatos se reunían a comer. Esos patios sombríos se encuentran por todas partes en
París. En un patio así, en el fondo de su hotel, De Nerval vio con horror a un ángel de
Dios, una tremenda e imponente figura arquetípica, con las alas multicolores, que se
había caído en el patio y estaba atascado en aquel restringido espacio.
De lo que el poeta se dio cuenta súbitamente con horror fue de que si el ángel
quería liberarse, si hacía un mínimo movimiento, todo el edificio se derrumbaría, lo
que para él significaría el comienzo de su esquizofrenia, que en efecto se inició poco
después. Su concepción de la vida era demasiado estrecha en comparación con su
genio. De Nerval tenía un gran genio inconsciente, tal como lo ponía de manifiesto el
ángel, y su concepto de la vida era exactamente el del racionalista francés típico de
París y de sus sórdidos patios. Su mentalidad consciente no se adecuaba, pues, a su
auténtica hechura humana ni a su propio destino íntimo.
Es muy frecuente que la razón de la esquizofrenia no sea tanto la invasión del
inconsciente, sino que eso le sucede a alguien que es demasiado estrecho, ya sea
mental o emocionalmente, para esa experiencia. Para la gente que no tiene una
mentalidad amplia ni tampoco la generosidad y el corazón que se necesitan para
abrirse a lo que venga, la invasión es demoledora.
La vida de Gérard de Nerval es un ejemplo muy claro: se enamoró de una

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muchacha y fue presa de los sentimientos más emocionales y románticos, pero en vez
de aceptarlos se rebeló contra ellos, diciéndose: «C’est une femme ordinaire de notre
siécle» —es una mujer vulgar de nuestra época— y huyó de ella. Después se sintió
sumamente culpable, pero ella no lo perdonó. Su conciencia culpable provenía del
hecho de que el poeta estaba huyendo de sus propios sentimientos. Durante esa época
fue cuando soñó con el ángel, mostrando que su idea estrecha, racional y atrasada de
la vida y del amor no estaba a la altura de su experiencia, por lo cual al fin terminó
colgándose.
Sólo menciono este sueño como ejemplo del hecho de que lo que desde el nivel
consciente se ve como una realización del arquetipo, para el arquetipo es un
precipitarse en la materia. Es lo mismo que sucede en la enseñanza teológica con la
kenosis de Cristo, que se refiere a la cita bíblica en que Cristo se desprende de su
plenitud para bajar como servidor a encarnarse en un hombre. Sobre esto han
edificado los teólogos la teoría de que Cristo era idéntico a Dios Padre y al Espíritu
Santo, que vivía en plenitud y expansión en el Cielo y que fue un tremendo
autosacrificio vaciarse y reducirse a la dimensión humana para encarnarse. Aquello,
desde Su lado, era una humillación y un menoscabo de su condición. Como
arquetipo, sería la Divinidad, el logos, que ingresaba en la miserable vida humana,
pero para la humanidad fue una revelación de la luz de Dios.
No es el único caso. Toda vez que un arquetipo se aproxima a la realización
humana, ello significa una gran disminución para el arquetipo, lo que explica las
visiones y sueños catastróficos de la caída de un ser divino sobre la tierra. Como se
puede ver muy claramente por el caso de Gérard de Nerval, en ocasiones así el
entendimiento es el factor esencial. Si él hubiera entendido qué era lo que se le
aproximaba cuando tuvo aquellos sentimientos tremendos y aquellas fantasías con la
joven que amaba, no habría perdido la cabeza, pero le pareció que todo eran locuras y
estupideces que había que reprimir, y el resultado fue la catástrofe.
En nuestro texto, la caída Sabiduría de Dios clama por un ser humano de
entendimiento que la rescate. Pregunta dónde está el ser humano que vive y está
dispuesto a entenderla, y promete la vida eterna a esa persona: a aquel a quien ella
ama y en cuyo abrazo todo su cuerpo se funde, todo eso. Así se entrega a una
apasionada declaración de amor al desconocido que la entienda y que la rescate de la
materia.
Después hay un viraje de lo más sorprendente, puesto que dice: «Él, en cuyo
abrazo todo mi cuerpo se funde, de quien seré el padre y que será mi hijo». Esto está
tomado de Hebreos 1, 5, como ustedes probablemente saben, y es lo que Dios dijo a
Cristo. Cuando se lee el texto es fácil pasar por alto estas alusiones extrañas, pero
aquí la Sabiduría dice claramente que ella misma es Dios Padre y que quienquiera
que la salve es el hijo del propio Dios. Esta oración es la clave de todo lo que sigue
en el texto. La Sabiduría de Dios es simplemente una experiencia del Propio Dios,
pero en Su forma femenina, y el amado prometido de esta apariencia femenina de

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Dios es el autor que reemplaza a Cristo y llega a ser como Cristo.
El propio Cristo predijo que mediante la difusión del Espíritu Santo muchos
harían obras mayores que Él, apuntando a la idea de la semejanza a Cristo de cada
individuo. Cristo no fue el único caso de la encarnación de Dios, pero por mediación
del Espíritu Santo esto continuaría y se difundiría entre muchos, y cada individuo, en
cierta medida, se convertiría en Cristo y sería por consiguiente deificado. Eso lo
predijo en la Biblia el propio Cristo, pero en la interpretación teológica no se le ha
hecho caso porque es un enunciado poco feliz y no quiere decir, ni más ni menos,
sino que cada individuo humano podría, potencialmente, vivir el mismo destino de
Cristo y ser idéntico a la Divinidad.
La teología medieval no hizo caso de este aspecto ni lo sacó a la luz; se puso
mucho cuidado en no hablar de él porque no es otra cosa que el proceso de
individuación. Significa que seguir a Cristo no es seguir reglas externas, no es una
imitación de lo de afuera, sino que es asumir cada uno en su propia forma la total
experiencia de Cristo: pasar uno mismo por el mismo proceso, en su totalidad. Como
eso era demasiado difícil, o la gente no estaba a la altura de semejante tarea, no se le
hizo caso, y por eso reaparece aquí como una presión inconsciente en la forma de
Dios, que, en cuanto mujer, escoge como su prometido a un ser humano, a un
humano que la entienda. Como dice el texto, ésta es la relación de Dios Padre con
Dios Hijo.
Ella dice entonces que si puede encontrar un novio así se le aparecerá en su gloria
y se manifestará en toda su belleza, y en este contexto se cita la aparición de Dios al
final de los días, como en el Apocalipsis. También se compara ella misma con una
paloma, reluciente como plata. El texto termina, bastante lisa y llanamente, con las
palabras: «y todo esto es que simplemente uno tiene que lavar la sustancia nueve
veces hasta que tenga la apariencia de perlas, y eso es el blanqueamiento». Aquí hay
un retorno súbito al lenguaje puramente químico, que dice que en la práctica toda la
experiencia indica que uno tiene que lavar las estrellas, como dice el texto, hasta que
estén blancas como perlas.
Quiero comentar brevemente la parte que sigue:
Quien tenga oídos para oír, oirá lo que el espíritu de la ciencia dice a los hijos de
la doctrina sobre las siete estrellas por cuya mediación se cumple la obra divina.
Senior dice en su libro en el capítulo sobre el sol y la luna: «Cuando hayas distribuido
esos siete con las siete estrellas y se los hayas atribuido a las siete estrellas y después
los hayas purificado nueve veces hasta que parezcan perlas, eso es el
blanqueamiento».
Las siete estrellas fueron mencionadas antes en nuestro texto; son las siete
estrellas que la Divinidad sostiene en Sus manos cuando Se aparece en el Apocalipsis
y en esa época se referían naturalmente a los siete planetas.

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66. Inmersión del rey y la reina en el baño, con la paloma (espíritu) como símbolo unificador.
Las imágenes alquímicas de lavar, limpiar, destilar.

A los siete planetas se les atribuyen los siete metales, y es costumbre en alquimia
que los siete metales —estaño, cobre, plomo, hierro, etcétera— sean atribuidos a los
siete planetas, pero son más que eso; son, por así decirlo, la misma cosa que los siete
planetas. El hierro es lo mismo que Marte y el cobre lo mismo que Venus; en el cielo,
por consiguiente, uno puede llamar hierro al terrenal Marte y cobre a la Venus
terrenal, y así sucesivamente. En aquellos tiempos ésa era una manera común de
hablar de los metales así que las siete estrellas son realmente los siete metales, que
hay en la tierra, y estas estrellas terrenas, a su vez, tienen que ser destiladas y
purificadas nueve veces, momento en el cual se vuelven completamente blancas, que
es el proceso de la albedo.
Ésa es la prima materia que hay que estar lavando y destilando constantemente, y
de ahí que la primera actividad del opus sea destilar, lavar y purificar, una y otra vez.
Aquí dice nueve veces, otros dicen quince veces, y algunos dicen diez años. En
realidad es un proceso muy largo y a veces significa ensayar interminablemente el
mismo problema en sus diferentes aspectos. Por eso también en los textos alquímicos
se alude siempre al hecho de que esta parte se puede alargar durante mucho tiempo y
se caracteriza por interminables repeticiones…, de la misma manera que,
desdichadamente, una y otra vez volvemos a caer en complejos que no han sido

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resueltos y que hay que volver a mirar una y otra vez. Pero mediante este duro trabajo
la materia se blanquea.
En la literatura alquímica se suele decir que el gran esfuerzo y penuria continúa
desde la nigredo a la albedo; se dice que ésa es la parte difícil y que después todo se
vuelve más fácil. La nigredo, que es la negrura, la terrible depresión y el estado de
disolución, tiene que ser compensada por el duro trabajo del alquimista, y ese duro
trabajo consiste, entre otras cosas, en un lavar constante; por lo tanto en el texto se
menciona incluso el trabajo de las lavanderas, o la destilación constante, que se hace
también con el objeto de la purificación, porque el metal se evapora y después se
precipita en otro recipiente, retirando así las sustancias más pesadas.
La analogía psicológica se establece evidentemente con la primera parte difícil de
un análisis donde hay que lavar a Venus, el problema del amor, lo mismo que a
Marte, el problema de la agresión, y así siguiendo. Por lo general, todos los diferentes
impulsos instintivos y su trasfondo arquetípico aparecen primero en una forma
perturbada en la tierra, es decir en la forma de una proyección: la persona ama u odia
a alguien, o tiene un jefe que la deprime y no sabe cómo defenderse.
Si la proyección estuviera en el exterior significaría que Marte ha caído en la
materia: el principio de agresión y todo lo que éste abarca se aparece en fulano o
zutano, o Venus ha caído en los altibajos de una relación amorosa y de sus
dificultades sexuales, y naturalmente el analizando cuando viene por primera vez les
dice a ustedes que es eso, porque para él la cosa está totalmente afuera. Primero hay
que sacarla de la materia, así que el analista le dice que deberían dejar fuera del
asunto a la señorita tal y cual y mirar qué es lo que está pasando en el analizando.
La blancura sugiere purificación, no estar ya contaminado por la materia, lo que
aludiría a lo que técnicamente, y tan a la ligera, llamamos retirar nuestras
proyecciones. Y no es una cosa fácil de hacer; es algo muy complicado y difícil,
porque no es como si uno entendiera lo que estaba proyectando y entonces ya no
siguiera haciéndolo. Se necesita un largo proceso de evolución y de realización
interior para retirar una proyección. Cuando se la ha retirado, el factor emocional
perturbador se desvanece.
Tan pronto como se ha retirado realmente una proyección, se establece una
especie de paz; uno se tranquiliza y puede contemplar la cosa desde un ángulo
objetivo. Se puede considerar el problema o factor específico de una manera objetiva
y tranquila, y quizás hacer con él un trabajo de imaginación activa sin estar
constantemente dominado por las emociones o sin volver a caer en la maraña
emocional. Eso corresponde a la albedo. Es, en cierto sentido, la primera etapa de un
llegar a estar más tranquilo y más desapegado, con un desapego más objetivo y más
filosófico. Uno tiene un punto de vista au dessus de la mélée; puede estar de pie en la
cima de la montaña, observando la tormenta que hay por debajo, y que por supuesto
todavía sigue, pero que uno puede mirar sin temor, o sin sentirse amenazado por ella.
Entonces, lo que el alquimista simbolizaba con la idea del blanqueamiento era

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que el material sobre el cual habían estado trabajando había alcanzado ahora una
forma de pureza y de unidad, y que ahora podían iniciar el trabajo sintético. Después
que los metales han sido extraídos por fusión de los minerales, es menester
purificarlos, lo que sería el trabajo analítico, y entonces puede empezar la síntesis
química; un paralelo exacto de lo que sucede en análisis primero con el aspecto
analítico y después con el sintético. La albedo se caracteriza por algo maravilloso
porque, como dicen los alquimistas, a partir de ahora uno tiene que cuidar
simplemente el fuego, mantenerlo vivo, pero la parte difícil del trabajo está hecha.
Sólo que, como verán ustedes, el proceso de pasar de la nigredo a la albedo se repite
muchas veces. Aquí se lo describe siete veces.
La parábola siguiente vuelve a empezar con la nigredo, y de nuevo describe la
totalidad del proceso hasta que vuelve otra vez a la albedo; es la misma cosa vista
desde un ángulo diferente, que es exactamente lo que experimentamos. ¿Cuántas
veces, en análisis, se ha salido uno un poco del problema, sintiéndose realmente en
paz y en alguna medida en unidad consigo mismo, de modo que parece que lo peor
hubiera pasado? Pero tres semanas después todo vuelve a empezar como si no se
hubiera hecho absolutamente nada. Se requieren muchas repeticiones antes de que la
experiencia se consolide, hasta que al fin la obra se mantiene.

67. El alquimista medita durante el estado inicial de nigredo, que corresponde psicológicamente
a la reflexión sobre sí mismo inducida por el conflicto y la depresión.

Pregunta: ¿Cuándo empezaron los alquimistas a tener dudas sobre la

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proyección?
M. L. von Franz: Yo diría que nuestro autor todavía no tiene ninguna duda. La
duda apareció por primera vez a finales del siglo Pregunta: ¿Cuándo empezaron los
alquimistas a tener dudas sobre la proyección?
M. L. von Franz: Yo diría que nuestro autor todavía no tiene ninguna duda. La
duda apareció por primera vez a finales del siglo XV o comienzos del XVI. Esa,
naturalmente, no es una manera muy exacta de formularlo, porque hay alquimistas
medievales incluso después del siglo XVI, pero algunos tenían dudas desde antes. Se
podría decir que, en general, la duda se inició hacia la época del Renacimiento, tras lo
cual el simbolismo alquímico se convirtió en una alegoría, no ya en una auténtica
experiencia simbólica, y de los viejos textos se habla alegóricamente, o comienzos
del XVI. Esa, naturalmente, no es una manera muy exacta de formularlo, porque hay
alquimistas medievales incluso después del siglo XVI, pero algunos tenían dudas
desde antes. Se podría decir que, en general, la duda se inició hacia la época del
Renacimiento, tras lo cual el simbolismo alquímico se convirtió en una alegoría, no
ya en una auténtica experiencia simbólica, y de los viejos textos se habla
alegóricamente.
Basilius Valentinus, por ejemplo, y Michael Maier, y más adelante los rosacruces
y la evolución de los francmasones son otros tantos ejemplos. Los francmasones
siguen usando el simbolismo, lo mismo que los rosacruces, pero para ellos es una
alegoría. Explican de una manera totalmente racional qué significa cada cosa; otros
continuaron por líneas químicas, pero sin seguir hablando de cosas tales como la
novia y el novio, a lo que tildaban de lenguaje florido.
Otros seguían usando lenguaje simbólico, pero sin referencia a la química. Allí se
podría decir que había una proyección, porque ahora se había incorporado el
elemento de duda. En realidad ya no creían que la cosa se hubiera de encontrar en la
materia, o lo creían sólo a medias, o lo fingían ante sí mismos, pero no era una actitud
limpia, y por eso se produjo lo que tanto descrédito ha causado a la alquimia, es decir
el estilo desagradablemente jactancioso y a medias religioso del hacedor de oro. En
este texto hay una inflación, pero no hay charlatanismo, mientras que en los escritos
de Basilius Valentinus hay un estilo arrogante del hacedor de oro. Pero Gerhard Dorn,
de fines del siglo XVI, seguía siendo un alquimista auténtico. Yo diría que fue por
entonces cuando se planteó la primera duda. Aquí está todavía lo que desde el punto
de vista de ellos llamaríamos una identidad arcaica: la Sabiduría de Dios realmente
estaba en la materia, y esa creencia real se producía por mediación de la identidad
arcaica.
Ese día que el Señor ha creado seremos felices porque hoy Dios se ha
compadecido de mi tristeza, el Dios que reina en Israel. Hoy la muerte traída por la
mujer ha sido desterrada por ella, y los cerrojos de los infiernos se han abierto. La
muerte ya no gobernará y las puertas del infierno no se le opondrán porque el décimo
dracma que se había perdido ha sido encontrado, y la centésima oveja ha sido traída a

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casa desde el desierto, y el número de nuestros hermanos entre los ángeles caídos ha
sido completamente restablecido. Hoy, hijo mío, debes ser feliz porque no habrá más
llanto ni dolor, porque las cosas primeras han pasado.
Al que tenga oídos para oír dejadle oír lo que el espíritu de la doctrina dice a los
hijos de la sabiduría sobre la mujer que introdujo la muerte y después la ahuyentó, a
lo que los filósofos aluden de la siguiente manera: «Llévate su alma y devuélvesela
porque la corrupción de una cosa es la generación de la otra», lo que significa
llevarse la humedad que corrompe e incrementarla mediante la humedad natural, y
eso será su perfección y su vida.
De nuevo, al comienzo hay una catástrofe que se describe como un diluvio, y
parte de ella es la matanza de los niños en Belén. Pero como ustedes ven, aunque
todo vuelve a empezar con la nigredo, y por lo tanto con un desastre, el relato se
detiene más en los aspectos positivos. Está la descripción de una unión amorosa, del
novio que entra en la cámara nupcial y de la preñez de la figura femenina, y después
una larga alusión, bastante convencional, al nacimiento de Cristo a quien los tres
Magos aportan sus dones, y por fin el triunfo de que con ese nacimiento haya sido
vencida la muerte.
Entonces se puede decir que aunque el proceso se repita ya hay un aspecto más
leve, que no se mencionó hasta entonces, es decir, que la catástrofe sucedió en el
momento de un nacimiento, que precisamente cuando la nigredo estaba en lo peor, en
el inconsciente, tuvo lugar un nacimiento secreto. Dentro de la catástrofe, en medio
de la depresión y de la confusión, nacía el nuevo símbolo del Sí mismo. Nacía en el
inconsciente, de modo que el autor no se ha dado cuenta todavía de lo sucedido, y
sólo vagamente comprende que aunque él haya caído en esa depresión terrible, y la
figura del anima se haya precipitado a la tierra, algo ha nacido.

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68. El diablo como espíritu aéreo e intelecto impío, personificación
de lo masculino negativo (animus destructivo).

Como saben ustedes por los comentarios del doctor Jung sobre el niño divino,
cuando nace un héroe —y el nacimiento de Cristo no es la excepción— hay siempre
un estallido de las potencias destructivas. Por eso, si en una persona hay una
tendencia suicida, ésta siempre será más fuerte en el momento que podríamos llamar
la crisis de curación. En una depresión profunda o en una confusión completamente
esquizoide, sólo rara y excepcionalmente es grande el peligro de suicidio, por más
que exista en ciertas circunstancias. Pero si un caso así llega casi a su término, si está
en el umbral de la curación, digamos, entonces existe a menudo un peligro agudo de
suicidio. Entonces deben ustedes vigilar día y noche el caso, como bien se sabe en los
asilos.
Naturalmente, esto no es más que un ejemplo extremo de algo que también es
válido en un nivel menos dramático en el trabajo analítico, y que es lo que yo llamo
el ataque final del diablo. El diablo ve que está perdiendo la partida y lanza un último
ataque desesperado. Es lo mismo que cuando en su combate con un animus
destructivo la mujer comienza lentamente a defenderse y a pelear con él, pero la
batalla todavía no está ganada porque él sigue merodeando a la vuelta de la esquina;
el diablo no ha sido del todo expulsado y quizás aún pone un poco más de fuego en la

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cosa y entonces lanza un ataque final, que suele ser tan malo que parece como si
hubiera que empezar todo de nuevo porque las cosas están tan mal como al principio:
todo se ha perdido y el diablo sigue tan furioso como en cualquier otro momento.
Por lo general, éste es un signo muy bueno, porque significa simplemente que
ahora el infierno está perdiendo su poder y por lo tanto hay un último ataque, el
diablo agota sus últimas municiones. Despedirse de una actitud neurótica es algo muy
triste, y nadie ha salido nunca de ella sin sentirse triste, porque lamentablemente una
neurosis es un estado con el que uno se encariña, y le duele separarse de ella. Por eso
cuando se llega a la etapa final, en que de una vez por todas es necesario decir adiós a
cierto infantilismo o a una opinión del animus y cosas semejantes, siempre hay
alguna forma de crisis. Es lo que la mitología ilustra con el hecho de que cuando nace
el niño salvador, todos los poderes de la oscuridad atacan con más fuerza que nunca,
y en nuestro propio mito cristiano lo vemos en la forma de la matanza de los
inocentes en Belén. Como es lógico, el niño divino siempre se salva; es la última
irrupción de las tinieblas en contra de algo ya tan poderoso que, aun siendo recién
nacido, ya no se lo puede suprimir.
Aquí el autor lo ejemplifica diciendo que es la luz nacida en la oscuridad.
Recordarán ustedes que al final de la carta de amor, la de Senior, del sol a la luna, se
decía también que la luz nacía en la total oscuridad, cuando Dios enviaba a Su hijo, y
después venía lo que podríamos llamar la adopción de Cristo por Dios. Cuando san
Juan Bautista bautizó a Cristo, los cielos se abrieron y descendió la paloma y la voz
de Dios dijo: «Éste es mi hijo amado en quien me he complacido». En ese momento
se hizo manifiesto que Cristo era el hijo de Dios.
Aquí Dios es femenino, está representado por la Sabiduría de Dios, y el hijo es el
autor. Entonces es una repetición de la vida de Cristo, pero es el autor quien ha sido
aceptado como el hijo por la Sabiduría de Dios, lo que significa que la figura
arquetípica que irrumpió lo adoptó como hijo. Él se convierte en hijo de la Sabiduría
de Dios, y después sintetiza la experiencia diciendo que ésta es la muerte que la
mujer atrajo y que la mujer ha expulsado.
En la alegoría oficial de la Iglesia la mujer que trajo la muerte al mundo fue Eva,
mediante la manzana del Paraíso, y la Virgen María ahuyentó la muerte cuando dio
nacimiento a Cristo. De modo que en la tradición patriarcal hay dos mujeres: Eva,
que trajo la muerte a este mundo, y la Virgen María, que la ahuyentó. Nuestro texto
es excepcional para el siglo XIII en cuanto alguien se animó a decir que la mujer que
trajo la muerte al mundo y la mujer que la expulsó de él eran una y la misma. No hay
más que una mujer: Eva y María son una.
Está tan confuso en el texto que a menos que uno lo medite, podría no advertir o
no darse cuenta de lo que el autor está diciendo, pero eso es típico de este autor. Dice
las cosas más pasmosas y chocantes, pero en un lenguaje bíblico tan hermoso que uno
se pregunta adónde apunta en realidad, y después se da cuenta de las cosas terribles
que está diciendo, desde un punto de vista medieval.

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Creo que eso se deriva del hecho de que hablaba inconscientemente; estaba
abrumado por la imagen del inconsciente y proclamaba su verdad compensatoria sin
darse cuenta cabal de la enormidad de lo que estaba diciendo. Se limitaba a sentir su
propia experiencia, que una imagen de una mujer que él consideraba la Sabiduría de
Dios lo había matado y después lo había devuelto a la vida, y por eso la describe
como la mujer que introdujo la muerte y que después restauró la vida. Y lo amplifica
en lenguaje puramente químico o alquímico al decir: «Llévate su alma y devuelve su
alma. Llévate la humedad destructiva y nútrela con la humedad natural y eso será la
perfección».
La extractio animae, la extracción del alma, significa en lenguaje químico una
destilación. Si se evapora una sustancia química, toma una forma de vapor; eso es su
alma, y si se la vuelve a precipitar o a coagular, entonces regresa al cuerpo. El símil
es obvio. También interviene el símil de la humedad, porque mediante el fuego la
humedad corruptible tiene que ser destilada, y entonces se vierte la humedad
vivificante.
El proceso ha sido descrito en otros textos alquímicos, por ejemplo diciendo que
hay que reducirlo todo a cenizas, la sustancia más seca que existe. Si alguna vez han
echado ustedes agua sobre cenizas ya sabrán cuánta puede absorber, de modo que
dicen que todo tiene que ser reducido a cenizas para asegurarse de que hasta la última
partícula de humedad destructiva ha abandonado la sustancia; entonces se ha de
verter sobre ellas agua pura, para devolverlas a la forma sólida.
Verter agua sobre las cenizas pulverizadas sería estar nutriéndolas con agua de
vida. Eso corresponde a nuestro trabajo analítico, porque de hecho es lo que hacemos
cuando expulsamos la humedad corruptible, que en lenguaje práctico significa todos
los tipos diferentes de inconsciencia, todos los puntos de ceguera e inconsciencia que
obstaculizan la existencia. Ni siquiera sabemos de cuántas maneras están
obstruyéndonos la plenitud de la vida nuestros supuestos o sentimientos
inconscientes. Eso es algo más obvio para la otra persona que para el individuo
afectado, pero si encuentra de pronto uno de esos puntos inconscientes en otra
persona, esta última dirá: «Pero yo pensaba…», porque hay algo que se acaba de
suponer o dar por sentado.
Por ejemplo, hay muchas personas que viven muy por debajo de su nivel
espiritual porque suponen que no son nadie, y están tan seguras de ello que nunca se
les ocurre siquiera cuestionarlo. Les parece tan evidente que ni se les ocurriría hablar
de eso con el analista, porque no creen que haya nada de que hablar. Pero entonces,
un día un sueño descubre lo que piensan, y se quedan totalmente pasmadas, porque
habían creído que en verdad no eran nadie. Ésa sería la humedad corruptible, un
punto de inconsciencia que se ha infiltrado en el sistema; en el caso de las mujeres, en
la forma de opiniones del animus, o impulsos de la sombra, o lo que fuere. Es a tal
punto evidente que a uno ni siquiera se le ocurre sacarlo, y descubrir cosas así es
tarea del análisis de los sueños. Es todo un impacto darse cuenta de que uno ha

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pensado siempre algo sobre lo cual podría pensar de diferente manera.
Éste es uno de los miles de ejemplos posibles de lo que significa la conciencia
corruptible. El sentimiento inconsciente —o el pensamiento, en cierta medida— es
una humedad corruptible que no advertimos, y el objetivo del opus es expulsar todo
aquello, cociéndolo. Los sueños señalan el hecho, y al interpretar e integrar lo que
dicen nos liberamos lentamente de esa humedad corruptible. Pero si seguimos
durante demasiado tiempo, si sobreanalizamos, nos perdemos cierto momento muy
decisivo en el proceso, que sólo debe ser continuado durante cierto tiempo, porque si
se lo continúa demasiado la gente pierde espontaneidad.
Es probable que ustedes hayan conocido alguna de esas personas sobreanalizadas
que han perdido toda clase de espontaneidad en la vida. Antes de que lo hayan
saludado siquiera, le dicen a uno que saben que le proyectarán su anima, o le salen
contando que odian a fulano y que están seguras de que es una proyección de la
sombra. Pero, ¿por qué no ha de disgustarle alguien a uno? Sobreanalizar, continuar
demasiado tiempo el proceso, crea una segunda neurosis, que es una enfermedad muy
general y muy difícil de curar. Naturalmente, es también una especie de
inconsciencia. Por ende, podríamos llamarla la segunda fase, el retorno al agua de
vida, el retorno a la espontaneidad, el retorno a una manera de vivir inmediata,
natural y espontánea sin olvidarse de lo que uno ha aprendido.
Salir del agua y sentarse al sol y después tener que volver a zambullirse en el
agua es algo muy peligroso. Se puede hacer volviendo simplemente a caer en el
estado anterior, pero eso no tiene ningún mérito. Uno debe regresar, pero
manteniendo la segunda forma de conciencia analítica, manteniendo la conciencia de
la sombra y del anima y todo eso. De modo que la segunda fase es la espontaneidad
consciente en la cual la participación de la conciencia no se ha perdido, y eso es algo
muy difícil, porque es más fácil seguir sobreanalizando, o volver a deslizarse en el
estado anterior de inconsciencia.
Pregunta: Si la gente se sobreanaliza, ¿la culpa no es del analista? Quiero decir,
¿no les da demasiadas ínterpretaciones sin dejar que el analizado haga su propio
proceso?
M. L. von Franz: Yo no lo diría así. Creo que eso podría contribuir a un estado
tan desafortunado, pero en general, según mi experiencia, no es ésa la única razón.
Conozco analistas que son completamente pasivos y se especializan en no
interferir, y sin embargo pueden producir analizados sobreanalizados, ¡porque eso lo
hacen ellos mismos! Porque lo que era positivo en un principio, es decir, la necesidad
de descubrir lo que está pasando y de reflexionar sobre ello y de darse cuenta, se
experimenta como algo muy liberador. Los analizados han salido de un problema
gracias a la reflexión, y naturalmente, como al comienzo aquello tuvo esa cualidad
liberadora, siguen con lo mismo y se equivocan de momento.
Yo incluso creo que es necesario que cada caso llegue a tener un período de
sobreanálisis, que ésa es una fase necesaria del trabajo, una etapa a la que hay que

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llegar para que después pueda tener lugar ese retorno a la conciencia, es decir, el
darse cuenta de que hay que volver a la espontaneidad, y volver a ella
constantemente, porque de otra manea uno vuelve inconscientemente.
El alquimista Gerhard Dorn dice que el anima está atrapada en el cuerpo de un
hombre y él tiene que hacer un esfuerzo mental para liberarla, pero entonces el
cuerpo está muerto. Esa es la forma en que él lo describe. Dice que sería como si un
monje se retirase del mundo a meditar y mediante el ascetismo sacara su anima del
cuerpo; de ese modo dice, si siguiera en lo mismo simplemente estaría muerto. Si uno
rechaza el cuerpo no puede vivir, así que hay que recuperar el cuerpo.
Imagínense la mente, el alma y el cuerpo como entidades; para el cristiano la
mente es un poco superior, representa las buenas intenciones, un programa de vida
positivo y cosas semejantes. Una persona así podría rescatar su anima mediante un
período de ascetismo. Dorn lo compara con el monje que medita en lugar de vivir. Lo
que sucede es que la mente tira del anima hacia arriba, y abajo el cuerpo se queda
muerto. El cuerpo no tiene nada más que decir porque la proyección ha sido
completamente retirada y eso representaría un estado de introversión mental
completa, la unio mentalis entre la mente y el anima. Dorn dice que él no quiere
detenerse allí, porque ¿qué le va a pasar al pobre cuerpo? Dice que ahora se aproxima
un peligro terrible porque el cuerpo también debe ser redimido, pero si la mente y el
alma se van sólo un poquito hacia el cuerpo, se caen a plomo dentro de él; es como
un imán que atrae el hierro, y entonces todo el trabajo está mal.

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69. El contenido secreto de la obra alquímica el alquimista y la soror mystica
están pescando (centro) a Neptuno (el animus, lo masculino inconsciente)
y la sirena (el anima, lo femenino inconsciente).

Por consiguiente a esto hay que aproximarse con prudencia, y Dorn lo hace
mediante un acto químico de la imaginación: en vez de volver al cuerpo en un abrir y
cerrar de ojos, al cuerpo también hay que elevarlo a un nivel superior, y entonces los
dos están unidos, pero no en el estado anterior. Eso correspondería a decir que uno se
va a olvidar de la proyección y de la sombra y de todo eso para vivir y nada más.
Por eso pienso que el estado de sobreanalizado es necesario; es una etapa que hay
que alcanzar para que esta unio corporis se realice de la manera debida, y no de
acuerdo con la antigua pauta. En una forma indirecta, el analista permite que haya un
error, pero en ciertas circunstancias uno tiene que permitir que así sea para hacer el
retorno como es debido. Creo que el error que puede cometer un analista es no saber
que es necesario el retorno, y entonces, cuando los sueños anuncian la necesidad del
cambio, pasarla por alto.

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70. La reunión del alma y el cuerpo, de William Blake. La etapa alquímica de reanimación
del cuerpo, después de la separatio (diferenciación del espíritu y la materia).

Recuerdo el sueño de un analizado que se había sobreanalizado y que soñó que


estaba cerca del agua, donde había un hombre pescando. En el agua veía un hermoso
pez dorado, y le decía al pescador que lo sacara, pero el otro, un hombre muy natural
y simple, le decía que no, ¡que era el soñante quien tenía que saltar al agua a unirse
con el pez! He aquí un hermoso ejemplo que ilustra que ahora ha llegado el momento
del retorno; el inconsciente no podría haber hablado con más claridad. Saltar al agua
a unirse con el pez en vez de pescarlo sería completamente contra natura, pero el
proceso no podría haber estado mejor ilustrado. Ése era alguien que había tenido
ocho años de análisis, empezando con un analista freudiano, y ahora debía nadar con
el pez. Creo que esto tiene que ver con hacer desaparecer la humedad corruptible y
devolver la humedad natural, lo que significaría reincorporarse al fluir de la vida.
La parábola siguiente dice:
El que rompe los cerrojos de mis puertas y se lleva la luz de su lugar, y el que

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afloja los grilletes de mi prisión de oscuridad y da trigo y miel a mi alma que está
sedienta, y me invita a cenar para que pueda yo descansar en paz, de modo que los
siete dones del Espíritu Santo descansen sobre mí, ése habrá tenido piedad de mí.
Uno me recogerá de todos los países y verterá sobre mí agua pura, de manera que esté
yo purificado de mi mayor pecado y del demonio del mediodía.
Desde las plantas de los pies hasta la cabeza no hay en mí salud. Uno me limpiará
también de manchas ocultas ajenas para que pueda yo olvidar todos mis pecados,
pues Dios me ha bautizado con aceite y me ha dado la capacidad de penetración y de
licuefacción en el día de mi resurrección cuando sea glorificado por Dios. Porque esta
generación viene y va, hasta que venga aquella que debe ser enviada y que me libere
del yugo de mi prisión en la que estuvimos durante setenta años cerca de las aguas de
Babilonia, llorando y colgando nuestras arpas porque las hijas de Jerusalén eran
orgullosas y altivas y flirteaban con sus ojos.
Entonces el Señor dejará calvas las cabezas de las hijas de Sión, y la ley vendrá
desde Sión y la palabra del Señor desde Jerusalén. Ese día siete mujeres se
apoderarán de un hombre y dirán: «Hemos comido nuestro pan y nos hemos cubierto
con nuestras propias ropas, ¿por qué no defiendes tú nuestra sangre que se derrama
como el agua en Jerusalén?». Y recibirán la respuesta divina: «Esperad todavía un
poco hasta que el número de nuestros hermanos sea completo, y el que entonces
quedará en Jerusalén será salvado y la inmundicia de las hijas de Sión será lavada por
el espíritu de la sabiduría y la penetración. Diez acres de viñedos darán un cubo lleno
de vino, y las treinta medidas de trigo, tres bushels».
El que esto entienda será inconmovible en la eternidad. El que tenga oídos oirá lo
que el espíritu de la doctrina dice a los hijos de la sabiduría sobre el cautiverio
babilónico, que duró setenta años y que los filósofos amplifican con las siguientes
palabras: «Múltiples son los aspectos de las setenta prescripciones».
Este capítulo no es tan interesante como los otros, de modo que puedo terminarlo
brevemente. Está de nuevo la idea de una prisión que se abre por la fuerza, y después
se habla de las hijas de Jerusalén que han sido arrogantes y lujuriosas y tienen que ser
lavadas y castigadas por el espíritu de la sabiduría y de la penetración. Después está
la idea del cautiverio babilónico en que uno tiene que permanecer durante setenta
años hasta que sea liberado de él, y después viene una alusión al hecho de que este
ser cautivo experimentará una resurrección. «En el día de mi resurrección saldré
cuando sea glorificado por Dios», dice. La analogía con los capítulos anteriores es
clara, pero antes era primero la nube oscura la cosa negativa, después el agua y
Herodes con la matanza de los inocentes; ahora está el aspecto de estar en una prisión
y ser castigado por arrogancia, y que de esa especie de cautiverio, que dura cierto
tiempo, también será uno liberado.
Probablemente hayan observado ustedes la repetida mención del número siete.
Antes teníamos las siete estrellas y ahora están los setenta años del cautiverio
babilónico y cosas así. Esto tiene que ver con el hecho de que desde el punto de vista

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del simbolismo de los números al siete se lo consideraba el número de la evolución,
por los siete planetas —los cinco planetas entonces conocidos, más el sol y la luna—,
que son los constituyentes de cada totalidad humana representada en el horóscopo. La
idea es que hay siete días en la semana y después el ciclo vuelve a empezar; siempre
está la idea de que el siete tiene que ver con un proceso de evolución lenta en el
tiempo. Y por eso aquí el factor tiempo ocupa el primer plano: es un problema de
tener que permanecer en prisión durante cierto tiempo, que se caracteriza por la
evolución, después de lo cual se producirá una resurrección.
Esto compensa lo que todos sabemos por nuestra propia experiencia del
inconsciente, es decir un tremendo sentimiento consciente de impaciencia donde la
gente siempre se pregunta por qué no progresa, y si todavía no pueden hacer esto o lo
otro. Uno tiene que decirle a veces a la gente que tiene que continuar en su depresión
y en sus dificultades mientras aquello dure. La gente pregunta cuánto tiempo le
llevará liberarse de sus síntomas o de sus problemas o de lo que sea, y lo único que
uno les puede decir es que será cuando se haya producido la evolución; encarado
desde el punto de vista de un tiempo sideral, nadie sabe cuánto tiempo tardará eso.
Puede ser largo o corto, porque, como dice el doctor Jung, uno no resuelve conflictos:
los va dejando atrás. Por consiguiente, salir de un problema significa una evolución,
sea ésta larga o corta.

71. En la flor alquímica, los siete pétalos simbolizan


los siete planetas y las siete etapas de la transformación.

El problema aquí, en nuestro texto, es ciertamente un problema que no se puede


resolver; sólo puede ser superado mediante una transformación interior del autor. Éste
es el significado de la repetición interminable del mismo problema, que está ligado a
un número que representa la evolución. Este hombre ha caído en un problema que no

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puede resolver intelectualmente, y eso es destino. Ha sido golpeado por el hado y
sólo puede superar aquello cuando haya recuperado el equilibrio, si todavía hay
tiempo…, pero, si santo Tomás fue el autor, entonces murió en mitad del proceso.
Los motivos de la muerte y de la resurrección después de la muerte comienzan a
aparecer, junto a la idea de la vida eterna. Por ejemplo: «El que esto oiga será
inconmovible en la eternidad». Cuando uno resucita, dice la figura, entonces tiene el
poder de penetración en el día de la resurrección. «El poder de penetración» es una
expresión muy extraña en este texto porque desde la época griega en adelante se dijo
que la piedra filosofal tenía la capacidad de penetrar cualquier otro objeto, y eso se
vincula con la idea del ritual funerario egipcio y las ideas sobre la vida después de la
muerte.
En Egipto se pensaba que si alguien no cumplía adecuadamente con el proceso de
resurrección, entonces después de la muerte esa persona estaría aprisionada en la
cámara mortuoria, mientras que alguien que hubiera pasado por el proceso de
convertirse en Osiris y en un ser divino, es decir, que hubiera pasado por todo el ritual
de la resurrección, sería capaz, como dicen los textos de los papiros, de aparecer
cualquier día con cualquier forma. Eso significaba que los muertos podían abandonar
la cámara mortuoria; podían salir de la tumba de la pirámide y pasearse a la luz del
día y podían cambiar de forma. Podían aparecer como un cocodrilo y tenderse al sol
junto al Nilo, o podían volar tomando la forma de un ibis.
Se consideraba que el objetivo supremo de la resurrección era esta capacidad para
ser completamente libre de cambiar a cualquier forma y de moverse a través de
cualquier cosa de este mundo material, una especie de ser fantasmal que podía
atravesar puertas cerradas y manifestarse en cualquier forma que deseara. Éste es el
objetivo supremo de la vida después de la muerte, de acuerdo con los papiros de las
plegarias egipcias por los muertos, y los alquimistas relacionaron esta idea con su
concepto de la piedra filosofal, ese núcleo divino en el hombre que es inmortal y
ubicuo, y capaz de penetrar cualquier objeto material. Es una experiencia de algo
inmortal que perdura más allá de la muerte física. Ustedes saben que en los informes
parapsicológicos también se menciona a veces esto como una cualidad típica del alma
de un moribundo.
Recuerdo la historia de un hombre a quien sometieron a una operación grave. Se
despertó de la anestesia y como se sentía muy bien se levantó y echó a andar por el
hospital. Advirtió, sin sorprenderse mucho, que podía atravesar las puertas cerradas,
aunque no se lo tomó muy en serio, ni recuperó del todo la conciencia. Siguió
caminando hasta salir a la calle y de pronto una voz le dijo: «¡Si quieres volver date
prisa, que éste es el último momento!». Presa del pánico, regresó presurosamente al
hospital y en ese momento realmente se despertó de la anestesia y oyó que el médico
decía: «Por Dios, si estuvo a punto de írsenos». El corazón le había fallado y lo
habían hecho reaccionar con un masaje cardíaco, pero subjetivamente él había tenido
la vivencia de salir caminando y la experiencia específica de hacerlo a través de las

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puertas, algo que en forma semiconsciente le pareció bastante raro.
De modo que ya ven ustedes lo que es el cuerpo sutil en forma parapsicológica, el
fantasma de los muertos que ya es capaz de pasar a través de las puertas cerradas. A
estos informes hay que tomarlos como vienen, no podemos discutirlos
psicológicamente. Podemos creerlos o no; no podemos insistir en cosas así porque
son informes de situaciones irrepetibles, pero es probable que de vivencias así haya
surgido la idea, generalmente difundida, de que el fantasma de los muertos, el alma
sobreviviente, puede atravesar objetos materiales; una creencia que se encuentra en
todos los países en donde se cree en fantasmas. A esto se lo consideraba y se lo
considera como una prueba del aspecto inmaterial e inmortal de la psique.
Si tomamos esto no como una experiencia del proceso de la muerte, sino como la
experiencia de un ser viviente, podría ser la influencia del inconsciente sobre el
medio circundante; no una influencia intencional, sino que, al estar uno conectado
con el Sí mismo, el Sí mismo empieza a tener ciertos efectos sobre otras personas.
Tan pronto como uno intenta ejercer una influencia así, ésta suele desaparecer, pero
es indudable que puede producirse una influencia no intencional. Si uno está
conectado interiormente con el Sí mismo, entonces puede penetrar en todas las
situaciones vitales. En la medida en que uno no esté atrapado en ellas, pasa a través
de ellas; esto significa que hay un núcleo central e íntimo de la personalidad que se
mantiene desapegado, de modo que incluso si le suceden las cosas más horribles, la
primera reacción de uno no es un pensamiento ni una reacción física, sino más bien
un interés en el significado.
Es como si una parte de la conciencia alerta de la personalidad permaneciera
constantemente concentrada en el carácter significativo de cada acontecimiento de la
vida, de modo que uno nunca esté perdido o atrapado inconscientemente en él. El
cautiverio psicológico es un factor emocional. Estar atrapado es simplemente estar
atrapado en algo emocional o instintivo. Si uno está atrapado en una proyección, un
sentimiento de amor o de odio, no puede salir de él, y por eso la gente siempre dice:
«Lo siento muchísimo, pero no puedo evitarlo».
Eso es una prisión, porque una prisión es cualquier clase de factor psicológico en
que uno se sienta atrapado, mientras que, si uno tiene conciencia del Sí mismo y está
constantemente alerta a él, ya no está atrapado en nada; hay una parte íntima de la
personalidad que permanece libre y ya no puede estar atrapada. El estado de
desvalimiento en que uno está atrapado por sus propios procesos interiores se detiene,
lo cual equivale a una tremenda estabilización del núcleo más íntimo de la
personalidad; eso es algo comparable con la piedra filosofal, que es simbólicamente
lo que se forma con la experiencia interior estable.
Pregunta: ¿Relacionaría usted esto con lo que dijo antes sobre la persona
sobreanalizada que tenía que arrojarse a la corriente con el pez dorado? Porque esa
persona también estaba manteniéndose fuera de la experiencia.
M. L. von Franz: Sí, pero si ahora vuelve a nadar con el pez no pensará que es

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un pez ni se quedará atrapada en la existencia del pez. Uno regresa a la experiencia, a
la experiencia ingenua, pero ya no sigue atrapado en ella. Retornar al agua, para usar
la metáfora del sueño, significaría entrar completa y espontáneamente en la
experiencia mientras que al mismo tiempo algo se mantiene fuera, como si una
segunda parte de la personalidad estuviera observando la experiencia.
Si nos valemos de términos orientales, se podría decir que uno sigue viviendo
espontáneamente, pero una parte de uno está todo el tiempo pendiente del Tao. No
está atrapado por lo que sucede, pero está orientado hacia el Tao, y si puede
desapegarse hasta ese punto de la vida, ha alcanzado la inmortalidad; eso es algo que
ni siquiera la muerte puede alterar, porque la muerte se convierte en un hecho
aleatorio que no afecta al nucleus de la personalidad, de modo que, al menos
subjetivamente, es una vivencia de ser inmortal.
Pregunta: Arrojarse al agua es como arrojarse conscientemente dentro del
inconsciente, ¿verdad?
M. L. von Franz: No, no siempre; en ese caso yo diría que significaba arrojarse
conscientemente en alguna experiencia, en una experiencia vital. Con un introvertido
sería así. En este caso no era saltar dentro del inconsciente —eso ya lo había hecho
hace algún tiempo—, sino dentro de la vida, empezar a vivir de nuevo sin estar
siempre pensando «Esto es mi anima» y cosas por el estilo.
Comentario: Se referiría al río de la vida.
M. L. von Franz: Sí, a meterse en el río de la vida.
Pregunta: ¿Pero la espontaneidad no es incompatible con la conciencia?
M. L. von Franz: No, ésa es la paradoja que hay que alcanzar: la espontaneidad
consciente. Es ser espontáneo, pero con un ligero retardo. La conciencia se convierte
en algo así como una espontaneidad retardada. En términos prácticos, supongamos
que está usted en una situación en que se enoja y quiere dejar salir su enojo porque es
lo que siente espontáneamente, y no va a dejar de ser espontáneo. Sin embargo, no es
lo mismo que montar en cólera, porque entonces la cólera se adueña de usted. Así,
más bien usted la tiene en sus manos. Se detiene a considerarla un minuto, a decirle
que sí o que no, evaluando el momento, y entonces la deja salir. Entonces se da la
paradoja de la espontaneidad consciente.
El otro puede acusarlo de que está montando un número, diciéndole que en
realidad usted no estaba enojado; pero su enojo era sincero, sólo que la conciencia lo
tenía absolutamente en sus manos y de esa manera estaba conscientemente activa. Es
una paradoja porque es conscientemente activa y, aun así, espontánea. Eso es lo que
yo llamaría espontaneidad consciente, una espontaneidad completa en la que sin
embargo uno sabe siempre lo que está haciendo.
Comentario: El agua era transparente en el sueño, de modo que no podía ser el
inconsciente.
M. L. von Franz: Así es, en el caso de este hombre el agua no era inconsciencia,
significaba la vida. El era un introvertido y se había sobreanalizado tanto que ya no

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vivía y tenía que aprender simplemente a dejarse ir y vivir a pesar de todo lo que
sabía.
Por ejemplo, en su profesión tenía un jefe terrible, un oficial militar brutal a quien
le gustaba gritar a la gente si no le entregaba puntualmente el trabajo. Los trataba
como a perros, lo que naturalmente tenía un efecto castrador sobre otros hombres. El
sentimiento espontáneo de mi analizado era devolver los golpes, pero eso era una
cosa que no podía hacer. Siempre decía que para él su jefe debía ser una figura de la
sombra, siempre estaba analizando su agresión. De manera que arrojarse al agua
significaba, entre otras cosas, simplemente ser agresivo, pero calcular bien el
momento, porque podría haber golpeado a aquel hombre dejándolo inconsciente,
¡pero hacerle eso al jefe no sería una buena idea, porque uno depende de él para
ganarse la vida! Había que hacerlo de la manera adecuada, de modo que una vez le
respondió a su vez gritando y le dijo que no iba a admitir que lo trataran así, se
levantó y se fue de la habitación dando un portazo.
El resultado fue que el jefe lo invitó a cenar. Le dijo que era un hombre de verdad
y se hizo amigo de él. Ése fue el resultado de haberse arrojado por una vez al agua y
vivido, en vez de estar siempre analizando su propia agresión y lo terrible que era su
sombra agresiva… Pero tenía que hacerlo conscientemente, porque su reacción
espontánea e ingenua habría sido saltarle los dientes a aquel hombre, ¡y eso habría
sido quizá demasiado!

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72. Alquimistas ocupados en diversas etapas del proceso. La iluminación está personificada
como el sol (abajo a la izquierda) que trae la flor de oro, símbolo de la piedra filosofal.

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Novena conferencia
AURORA CONSURGENS
Como ustedes recordarán, estábamos en medio del proceso circular en donde cada
capítulo parece comenzar con una situación similar —con una nigredo, para usar una
expresión alquímica— seguida de una descripción de cierto tratamiento de la materia,
y al final de cada capítulo hay un aspecto de la albedo. Esto se muestra primero en la
forma de la nube negra que cubre la tierra y el alma o la mujer a quien se redime de
ella, y después aparece en la forma de una inundación que cubre la materia y de una
mujer que acarrea la muerte y después vuelve a ahuyentarla, tras lo cual aparecen las
perlas blancas.
En el último capítulo que comentamos, la nigredo tomó la forma del cautiverio
babilónico, que duró setenta años y del cual después son redimidas las hijas de
Jerusalén y de Sión. El proceso se ha descrito ya sea como un lavado, en que se lava
repetidas veces la materia, o en la forma de una unción con el agua de la Iglesia, el
crisma, de modo que el poder de penetración entra en el objeto tratado.
El gran problema es, precisamente, cuál es el objeto tratado; a veces se dice que la
prima materia es la materia tratada en el proceso alquímico, pero después queda claro
que es la Sabiduría de Dios lo que, por decirlo así, ha caído en la materia y se ha
vuelto idéntico a ella, y, además, a veces es el propio autor, ya que habla en primera
persona: «Llorando estoy en la noche…». A partir de ello tenemos que concluir que
tanto el espíritu en la materia como el autor están a veces contaminados; la diferencia
entre ambos es incierta, y el alquimista se ha vuelto literalmente idéntico al objeto
místico que está cocinando en su vasija.
La situación bordea un estado psicótico —o se aproxima mucho a él—, en el que
es típico que la conciencia del yo sea devorada al haberse identificado con ciertos
complejos del inconsciente, generalmente de naturaleza arquetípica. Sucede también
en lo que Jung llama una psicosis voluntaria, es decir en la imaginación activa. Por
consiguiente no sabemos, ni podemos juzgarlo del todo por el propio escrito, si nos
encontramos frente a una psicosis involuntaria o con una que podríamos llamar
voluntaria, es decir con el producto de una forma de meditación como ésta.
Si mi hipótesis es correcta y este documento fue escrito por santo Tomás de
Aquino en su pugna con la muerte, ninguna de estas dos cosas es totalmente verdad.
Pero hay una tercera posibilidad, esto es, que en este caso haya una irrupción de un
contenido arquetípico del inconsciente a la que no se pueda calificar de episodio
psicótico, sino más bien de una invasión premortal del inconsciente, por así decirlo,
que también puede asumir formas similares, a las que se llega no por la meditación
sino por una intrusión súbita del inconsciente colectivo en el racionalísimo sistema
mental de una personalidad excepcional. Entonces, estos capítulos nos mostrarían
cómo en su lucha con la muerte la personalidad aún sigue tratando de asimilar este

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impacto, de digerirlo y de encontrar una actitud correcta ante él, de integrar el
contenido que lo ha invadido. Ésa es mi hipótesis del texto. No es más que una
hipótesis; sólo puedo decir que es probable, pero no afirmarla como una certidumbre.
He aquí el capítulo siguiente:
Aquel que hace la voluntad de mi Padre y arroja este mundo en el mundo, se
sentará conmigo en el trono de mi reino sobre la silla de David y los tronos del
pueblo de Israel. Ésa es la voluntad de mi Padre, [para] que uno pueda ver que Él es
veraz y que no hay ningún otro que dé abundantemente, sin cicatería ni vacilación,
verdaderamente a todas las naciones, y Su único hijo engendrado, Dios de Dioses,
Luz de Luces, y del Espíritu Santo, que proviene de ambos y es coigual con el Padre
y el Hijo. Porque en el Padre está la eternidad y en el Hijo la igualdad, y en el
Espíritu Santo la unión de eternidad e igualdad.

73. El nacimiento del dragón, de Margaret Jacoby. Las serpientes y los dragones son
representaciones, en la mitología y en los sueños, del espíritu impersonal del inconsciente.

Puesto que se dice que tanto el Padre como el Hijo y el Espíritu Santo, estos tres
son uno, es decir cuerpo, espíritu y alma, porque toda perfección está fundada sobre
el número tres, esto es, medida, número y peso, porque el Padre es hecho de nadie, el

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Hijo es del Padre y el Espíritu Santo procede de ambos. Al Padre se le atribuye
sabiduría por la cual Él rige y ordena todas las cosas en moderación, cuyos caminos
son incomprensibles y cuyo juicio está más allá del entendimiento. Al Hijo se le
atribuye la verdad [pero con el matiz de la verdad realizada] puesto que cuando Él
moró entre nosotros aceptó algo que Él no era, Dios perfecto y al mismo tiempo
hombre generado de semilla humana y alma racional; obedeciendo la orden de Su
Padre y apoyado por el Espíritu Santo, Él ha redimido al mundo perdido por obra del
pecado de los padres.
Al Espíritu Santo se le atribuye el amor que transforma toda cosa terrestre en una
celestial, y esto en tres aspectos: bautizándola en la corriente, con sangre y en
ardientes llamas. En la corriente él anima y purifica, lavando de toda suciedad y
sacando del alma todo lo que sea «humoso».
Tal como está dicho: Tú haces fructificar las aguas para la vivificación de las
almas. Porque el agua nutre a todos los seres vivientes, por tanto el agua que
desciende del Cielo embriaga a la tierra que recibe el poder por el cual pueden ser
disueltos todos los metales. De modo que la tierra desea agua, diciendo: Envía tu
pneuma espiritual, esto es, el agua, y será renovado y tú creas de nuevo la faz de la
tierra, porque él insufla su aliento a la tierra y la hace temblar y cuando él toca las
montañas ellas humean, pero cuando él bautiza en sangre nutre y alimenta.
Tal como está dicho: El agua de bienaventurada sabiduría me ha nutrido y su
sangre es la verdadera poción, porque el alma está situada en la sangre. Como dice
Senior: El alma permanece inmersa en agua que es similar a ella en tibieza y
humedad y en la cual consiste toda vida. Pero cuando él bautiza con fuego ardiente,
entonces vierte en el alma y la dota con la perfección de la vida. Porque el fuego da
forma y perfección al todo. Tal como está escrito: Él le instila en las nances su aliento
viviente y el hombre que antes estaba muerto se convierte en alma viviente.
Del primero, segundo y tercer efectos dan testimonio los filósofos que dicen: El
agua conserva el embrión durante tres meses dentro del útero, el aire lo nutre y lo
sostiene durante tres meses, y durante los tres últimos lo preserva el fuego. Y el niño
no saldrá a la luz antes de que se hayan cumplido todos estos meses, pero entonces
nacerá y recibirá la vida del sol, que es el resucitador de todas las cosas muertas. Por
lo tanto se le atribuye a este espíritu debido a su perfección y al séptuple don de que
él tiene siete poderes en su efecto sobre la tierra.
Como este capítulo es muy largo me saltaré una parte. Primero él calienta la
tierra.
Tal como está dicho: El fuego penetra y refina mediante su calor, y Caled Menor
dice: Calentad la frialdad del uno con la calidez del otro. Como dice Senior: Poned al
macho sobre la hembra, esto es, el calor sobre la frialdad. En segundo lugar, el
espíritu extingue el fuego interior, del cual el profeta dice: Y el fuego fue atizado en
su reunión y la llama consumió a los impíos sobre la tierra, y Caled Menor extinguió
el fuego del uno con la frialdad de la otra.

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Hay algunas otras citas que significan lo mismo, es decir que hay que extinguir el
fuego con fuego.
En tercer lugar, el espíritu ablanda y licua la dureza de la tierra. En el proceso
emitirá su palabra y los licuará, su pneuma soplará y el agua fluirá. Y en alguna otra
parte se dice: La mujer disuelve al hombre, como el hombre congela a la mujer, esto
es, el espíritu disuelve al cuerpo y lo ablanda, y el cuerpo permite que el espíritu se
solidifique.
En cuarto lugar, el espíritu ilumina, porque borra toda oscuridad del cuerpo, tal
como se expresa en el himno: Purifica las horribles oscuridades de nuestra mente,
permite que los sentidos se iluminen. Y el profeta dice: El los conduce toda la noche
en la luz del fuego y la noche será tan brillante como el día. Como también observó
Senior, él vuelve blancas todas las cosas negras y rojas todas las blancas, porque el
agua blanquea y el fuego da luz. Y en el Libro de la Quintaesencia está escrito: Tú
contemplas una luz maravillosa en la oscuridad.
En quinto lugar, el espíritu segrega lo puro de lo impuro, porque separa del alma
todas las cosas accidentales, los vapores y malos olores, y tal como está dicho: El
fuego separa lo que es diferente y agrega lo que es similar. Por lo tanto el profeta
dice: Tú me has puesto a prueba en el fuego y ningún mal fue hallado en mí. Y
Hermes dice: Tú separarás lo denso de lo sutil y la tierra del fuego. Y Alphidius dice:
La tierra se vuelve líquida y se transforma en agua, el agua se vuelve líquida y se
transforma en aire, el aire se vuelve líquido y se transforma en fuego, el fuego se
vuelve líquido y se transforma en tierra glorificada. Y a este efecto es a lo que apunta
Hermes cuando dice en su secreto: Tú separarás la tierra del fuego, y lo sutil de lo
denso, y esto se ha de hacer sin tropiezos.
En sexto lugar, el espíritu eleva lo que es bajo, porque lleva a la superficie el alma
que está profundamente oculta en la tierra, de la cual el profeta dice: Él libera a los
prisioneros en su poder; y también: Tú has liberado mi alma del Infierno más
profundo. Isaías también afirma: El pneuma del Señor me elevó. Y los filósofos
dicen: Quienquiera que pueda hacer visible lo oculto entiende toda la obra, y
quienquiera que conozca nuestro Cambar [es decir, fuego] es un verdadero filósofo.
En séptimo y último lugar, él confiere el espíritu viviente, espiritualizando con su
aliento el cuerpo terrenal, del cual se dice: Tú espiritualizas al hombre mediante tu
aliento.
Y Salomón dice: El espíritu de Dios llena la tierra. El profeta también dice: Y por
el pneuma de su boca toda la tierra existe. Y Rasis dice en La Luz de las Luces [un
texto árabe]: Lo pesado sólo puede ser elevado por lo ligero y lo ligero sólo lo pesado
puede hacerlo descender. Y en La Turba [otro texto] se dice: Haz el cuerpo
incorpóreo y lo sólido volátil.
Todo esto se hace con nuestro espíritu porque sólo él puede purificar aquello que
fue concebido de simiente impura. ¿Acaso no dicen las escrituras: Lavaos y seréis
puros?

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Y a Naaman se le dijo que se sumergiera siete veces en el Jordán y que quedaría
limpio. Porque hay sólo un bautismo para la ablución de los pecados, como lo
testifican el Credo y los profetas. A quien tenga oídos para oír, dejadle oír lo que el
espíritu de la doctrina dice a los hijos de la ciencia sobre el efecto del séptuple
espíritu, del cual todas las Escrituras están llenas y al que los filósofos aluden con
estas palabras: Destílalo siete veces, y entonces habrás logrado la separación de toda
la humedad destructiva.
Quizás hayan advertido ustedes que el tono del texto ya no es extático. De cuando
en cuando hay hermosas citas poéticas, pero en este capítulo hay en general un tono
bastante monótono, y al comienzo, como seguramente habrán notado, hay una
repetición casi literal del credo del symbolum: Padre del Hijo, Luz de Luces, Dios y
Hombre, y así siguiendo; las expresiones pueden variar en los diversos credos, pero
no hay gran diferencia. Aquí, naturalmente, tenemos la versión católica.
Como recordarán, al comienzo del proceso había una abrumadora invasión
positiva de la Sabiduría de Dios, a quien el autor ensalzaba en su júbilo; después
parecía haber caído en una inflación en la que desdeñaba a aquellos que no saben
nada de una experiencia tal y se ponía agresivo contra la gente ignorante, y luego
descendía a algo bastante aburrido y hacía un juego de palabras con aurora, aurea
hora.
Después de esa primera fase comienza lo que yo llamaría la circulación de una
espiral: siempre comienza con un proceso oscuro y describe lo que se ha hecho, y
después termina con un resultado positivo, y esto se repite. Aquí estamos en mitad de
la espiral, pero ¿qué dirían ustedes que fue lo típico de este capítulo, comparado con
los anteriores? ¡Hay un retorno sorprendente a la actitud oficial cristiana! Al
comienzo el autor repite incluso, literalmente, el symbolum del Credo, la Confesión
de Fe, la versión oficial de todo ello: Creo en Dios Padre, y todo eso. ¿Por qué lo
hace? ¿Qué demuestra así?

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74. La trinidad alquímica: Mercurio alado, el espíritu del inconsciente
(o sea, el Espíritu Santo), sentado entre el rey y su hijo.

Respuesta: Que está más o menos de vuelta en sí mismo.


M. L. von Franz: Sí, está volviendo a ser consciente; está tratando de retornar a
su anterior actitud consciente o, se podría decir, de apartarse de la inundación que lo
anegó, y ahí ven ustedes para qué sirve un credo o una actitud religiosa oficial: es un
bote donde uno puede refugiarse del ataque de los tiburones.
Uno puede salir a bañarse en el inconsciente, pero si aparecen los tiburones está el
bote para volver a él, y ésa es la razón de que a la Iglesia se la haya comparado con
un bote o una isla donde uno se puede refugiar cuando la influencia del inconsciente
se hace demasiado fuerte. Si no cuento más que con mi razón humana y me digo que
tengo que ser razonable, con eso no me basta para mantener a raya el influjo del
inconsciente, pero tener una creencia que sigue existiendo en la conciencia es como
un bote, es un lugar donde uno puede refugiarse.
Por ende, debemos llegar a la conclusión de que nuestro autor no era un hereje y
no dudaba de su Credo, sino que creía en él, como cabía esperar de un clérigo del
siglo XIII. Era realmente un católico creyente, un cristiano medieval, y por
consiguiente ahora intenta refugiarse en su creencia, ¡pero hay un cambio! Si ustedes
se fijan, primero confiesa que cree en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y eso se

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mantiene más o menos durante las diez primeras líneas de la primera página, pero el
resto del capítulo, en su totalidad, está dedicado a los efectos del Espíritu Santo. Es
sorprendente. El Espíritu Santo llena la totalidad de uno de los capítulos más largos
de todo el libro; el autor sólo está interesado en sus diferentes efectos alquímicos.
Así, el énfasis total de su Credo se desplaza súbitamente hacia el Espíritu Santo.
Aquí atrapamos in flagrante, por así decirlo, lo que sucedió hacia aquella época,
es decir entre los siglos XII y XIII. Si conocemos la historia de la evolución espiritual
del cristianismo, sabemos que por aquel entonces las sectas del Espíritu Santo
aparecieron por todas partes. Algunas eran heréticas, en tanto que otras intentaban
mantenerse dentro de la Iglesia, pero de pronto el Espíritu Santo se convirtió en la
ocupación y preocupación de la gente. Hubo muchas discusiones teológicas y muchos
movimientos, como el de los Hermanos del Espíritu Santo «los Humillados», los
Pobres de Lyon, el Corazón Leal, el Gran Corazón de los Terciarios y otros
semejantes, y todos confesaban que estaban especialmente consagrados a la
adoración y el seguimiento del Espíritu Santo.
Ustedes recordarán que en la Biblia el propio Cristo predecía que después de Su
muerte Dios enviaría un Consolador que consolaría a las gentes de Su partida de la
tierra y de Su muerte, y que aquellos que recibieran al Espíritu Santo podrían hacer
obras aún mayores que las de Él mismo. El Espíritu Santo ha sido pues, desde el
comienzo mismo, un aspecto muy burdo de la imagen cristiana de Dios, porque de
acuerdo con la Biblia, de él se dice que entra directamente en el individuo. Con Cristo
uno ya no puede comunicarse directamente, porque después de Su resurrección
regresó al Cielo. El propio Dios no ha bajado jamás a la tierra…, cosa que no es
verdad exactamente, porque los tres son uno, pero ahora estoy hablando como si no
lo fueran. Pero, de acuerdo con la Biblia, se supone que el Espíritu Santo desciende
una y otra vez sobre los individuos, y que eso no está restringido por el tiempo.
Oímos hablar de contemporáneos que se encuentran una y otra vez con Cristo, pero
no podemos comunicarnos con El ahora, a no ser mediante visiones o por la oración.
Por otra parte, a lo largo de la historia se ha supuesto que el Espíritu Santo es capaz
de descender sobre las personas; eso transmite la idea de un individuo que se llena
directamente con el espíritu de Dios o, como lo han visto con claridad ciertos
teólogos, que incluso continúa la encarnación de Dios. Dios sólo se encarnó
«oficialmente» una vez, en la persona de Jesucristo, pero por mediación de las obras
del Espíritu Santo cualquier individuo de la comunidad cristiana puede volver a
convertirse en receptáculo del espíritu divino, lo que sería una encarnación de una
partícula de la Divinidad.
Las conclusiones de ciertas sectas medievales, cuando estas ideas cobraron de
improviso tanta importancia emocional, eran muy sorprendentes. Por ejemplo, hay un
dicho de san Pablo: ubi spiritus, ibi libertas, es decir, donde opera el espíritu —se
entiende el Espíritu Santo— hay libertad, y por lo tanto ellos pensaban que si estaban
plenos del Espíritu Santo ya no necesitaban obedecer a la Iglesia ni ir a confesarse,

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porque mediante el Espíritu Santo tenían su propia conexión directa con la Divinidad.
Esta interpretación, como es natural, se convirtió en un peligro para la organización
de la Iglesia.
Además algunos sectarios dijeron que si uno estaba pleno del Espíritu Santo
podía leer por su cuenta las Sagradas Escrituras y entenderlas directamente, y que
entonces la interpretación de la Iglesia ya no era necesaria. La Biblia podía ser
entendida simbólicamente y tomada espiritualmente, esto es, simbólicamente. Por eso
estas personas empezaron a leer la Biblia y a interpretarla por sí mismas. Otras sectas
llegaron al punto de decir que si uno estaba lleno del Espíritu Santo podía cometer
cualquier pecado sin que estuviera mal —el adulterio, por ejemplo— porque «donde
está el espíritu, hay libertad».
Pueden ustedes imaginarse que la Iglesia no aprobó semejantes interpretaciones y
por lo tanto algunas sectas del Espíritu Santo fueron parcialmente condenadas e
incluso muy perseguidas, y en su mayoría tuvieron que cerrarse. Se anticipaban,
como ya se vio hace tiempo, a la evolución de la Reforma, en cuyos comienzos hubo
también un intento de afirmar que cada individuo tenía el derecho de comunicarse
directamente con la Divinidad, sin tener como intermediario a ninguna organización
humana. A estos movimientos se los denomina en general prerreformistas, porque
comparten la idea de una comunicación individual y directa con Dios, aunque en
otros sentidos eran, naturalmente, diferentes.
Por lo tanto, si nuestro autor, que ha pasado por una experiencia religiosa, quiere
mantener su actitud cristiana, se ha de referir al Espíritu Santo, como si la situación
hubiera quedado salvada si él podía entender que su experiencia le había sido
transmitida por el Espíritu Santo; desde este ángulo, todavía podía integrar su
experiencia con su punto de vista consciente.
Por eso se aferra emocionalmente a esta idea como factor de salvación. Describe
al Espíritu Santo primero en tres formas de bautismo: por el agua, por la sangre y por
el fuego, y luego describe los siete procesos en los cuales el Espíritu Santo afecta a la
materia. Después el texto cambia en forma pasmosa, porque de pronto el Espíritu
Santo se convierte en una especie de agente químico que cocina, limpia, purifica y
sutiliza la materia alquímica. Aquí se lo concibe como una especie de energía, algo
como el fuego o la electricidad, que tiene un efecto sobre la materia. Aquí la idea del
espíritu retorna a su forma original y arquetípica, es decir, el mana.
Por la historia comparada de las religiones sabemos que uno de los conceptos más
antiguos de lo Divino en muchas religiones primitivas es el concepto de mana,
mulungu y otros semejantes, la idea de un poder divino, que muchos etnólogos han
equiparado con algo así como una electricidad mística. Es como una energía divina,
que penetra ciertos objetos y hiere a determinadas personas. Un rey tiene mana, un
jefe también lo tiene, lo mismo que las mujeres cuando menstrúan y cuando acaban
de dar a luz, y también un árbol herido por el rayo.
Al mana se lo debe tratar siempre con respeto, ya sea manteniéndose alejado de él

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mediante tabúes, o aproximándose a él de acuerdo con ciertas reglas. Puede ser
destructivo o positivo. Una mujer menstruante, por ejemplo, tiene mana negativo y
hay que mantenerla alejada de la tribu y de los rituales tribales durante el período,
porque está, por así decirlo, cargada de electricidad destructiva. El mana también
puede ser neutral, porque si el jefe de una tribu tiene mana puede otorgar fertilidad a
la tribu, al ganado y al suelo de sus dominios; o, si lo abordan con irreverencia, puede
embrujar a la gente y hacer que enferme, por ejemplo.
Ésta es una idea arquetípica. Psicológicamente, se podría decir que era una
representación de los efectos del Sí mismo, o de la energía psíquica que en este nivel
no se vivencia como una imagen personificada de Dios, sino más bien como un
aspecto impersonal del poder divino. En variantes religiones posteriores, y a veces
geográficamente diferentes, hay otros aspectos de lo Divino, ya sean dioses,
demonios, espíritus ancestrales o lo que sea, que están todos más o menos
personificados; son figuras más o menos antropomórficas que también representan el
poder del inconsciente, pero que tienen una forma, y de las que se habla como si
fueran, en parte, personalidades. La culminación de esto se encuentra en la religión
griega, donde los dioses tienen forma humana y son representaciones de los
arquetipos, y en la judeocristiana, donde a Dios se lo concibe también como un ser de
forma humana y con reacciones semihumanas.
En el arte cristiano, por ejemplo, a Dios se lo suele representar como un anciano
de barba blanca; ésa es la forma clásica. El aspecto de mana, el aspecto de la
Divinidad como una especie de poder no personificado, reaparece súbitamente en el
cristianismo en la forma del Espíritu Santo, que es agua, viento y fuego: un viento
llenó la casa, sobre las cabezas de los apóstoles en Pentecostés aparecen llamas, y en
el bautismo aparece también como agua. Por consiguiente, aquí la idea arquetípica
reaparece en la interpretación del Espíritu Santo como un poder impersonal con un
aspecto semimaterial.
A esta idea se adhiere nuestro autor cuando muy ingenuamente describe al
Espíritu Santo como una especie de agente físico semimaterial que actúa sobre la
prima materia: primero lavándola y después llenándola de sangre —es decir,
vivificándola— y por fin calentándola con fuego, lo que sería darle vida y
resurrección. Esto lo amplifica incluso comparándolo con el nacimiento de un niño,
que durante tres meses está preservado en agua, nutrido por el aire durante otros tres
y luego tres meses más por el fuego, hasta que nace. De manera que la actividad del
Espíritu Santo, el impacto que éste tiene sobre la materia, pone en juego al mismo
tiempo la generación y el parto, la nutrición del niño divino y el ayudarlo a nacer.

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75. La unión de los opuestos, masculino y femenino («lo cálido sobre lo frío»),
como proceso espiritual interior, simbolizada por el rey y la reina alados.

Aquí ven ustedes que nuestro texto es una descripción típica de la forma en que se
produce la piedra filosofal, porque con frecuencia se la compara con el proceso del
nacimiento; es el Sí mismo que nace dentro de la psique como un niño divino.
También hemos visto ya alusiones al motivo de la coniunctio. Ahora se dice: cubrir la
frialdad de la una con el calor del otro; poned al macho sobre la hembra, lo caliente
sobre lo frío. Aquí está la idea de la coniunctio oppositorum, el acoplamiento del
varón y de la mujer, y hay también una despersonalización mediada por la atribución
de cualidades, de manera que lo cálido y lo frío se reúnen, lo que sería un
acoplamiento de potencias opuestas. En el medievo era una idea generalizada la de
que, fisiológicamente, los hombres eran calientes y las mujeres frías.
Después viene una idea más sutil, la de que esta reunión de los opuestos significa
que secretamente son uno, porque el fuego tiene que ser extinguido por el fuego, o
tiene que ser refrescado, refrigerado, por su fuego interior. Psicológicamente, ¿cómo
interpretarían esto?
Respuesta: Suena algo así como el Ouroboros.
M. L. von Franz: En cierto modo lo es, pero en un nivel más primitivo porque el
Ouroboros es el proceso natural de aquello, mientras que aquí está en el recipiente tal

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como ha salido. Sí, en cierta medida, pero psicológicamente, ¿qué diría usted que es?
¿Qué es el fuego?

76. En alquimia, la serpiente mercurial se devora a sí misma en el agua de fuego.

Respuesta: La emoción.
M. L. von Franz: Sí, pero ¿qué es lo positivo en la emoción? Transforma, cocina
e ilumina; ésa es la forma en que el fuego aporta luz. Si estoy emocionalmente
atrapada por algo puedo entenderlo; si no me estoy debatiendo emocionalmente con
mis problemas, o con lo que sea, de la lucha no resulta nada.
Donde no hay emoción no hay vida. Si tienen que aprender algo de memoria, y
ese algo no les interesa, no hay fuego; no se les grabará aunque lo lean cincuenta
veces. Pero tan pronto como hay un interés emocional, con una vez que lo lean ya lo
saben. Por consiguiente, la emoción es el portador de la conciencia; sin emoción no
hay progreso en la conciencia.
El aspecto destructivo aparece en las peleas y conflictos; allí nos devora. La otra

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persona dice que es terrible cuando uno deja salir su propia emoción destructiva, pero
es que si no la dejamos salir la emoción nos devora.
Ustedes saben lo placentero que es guardarse para uno un afecto; pero si lo que no
dejamos salir es una emoción negativa, nos carcome desde adentro. Es como tener
dentro, durante horas, un perro que gruñe.
He aquí una alusión a la emoción perversa: «El fuego fue reavivado en la reunión
y la llama consumió a los impíos de la tierra». Es la quema de los impíos, de los
pecadores. Y después se dice: «Él extingue el fuego en su propia medida interior».
Psicológicamente esto es muy revelador. En análisis, los pacientes repiten una y
otra vez al analista que están enamorados de alguien o que lo odian, aunque declaran
saber que aquello es del todo irrazonable. «No estoy loco —dicen—; puedo
comportarme y ser razonable, pero esto no se me pasa, ¿qué puedo hacer? ¡Por favor,
ayúdeme! No me basta con saber que todo es una tontería».
La respuesta a esto es difícil de aceptar: el fuego tiene que quemar el fuego, uno
tiene que quemarse en la emoción hasta que el fuego se extinga y se equilibre. Es
algo que lamentablemente no se puede eludir. Uno no puede sacarse de encima el
ardor del fuego, de la emoción; no hay receta para liberarse de ella: hay que
soportarla. El fuego tiene que arder hasta que se haya consumido la última impureza,
que es lo que todos los textos alquímicos dicen en diferentes variaciones, y tampoco
hemos encontrado ninguna otra manera. No se lo puede impedir, sino sólo sufrirlo
hasta que lo que es mortal o corruptible o, como dice tan bellamente nuestro texto,
hasta que la humedad corruptible, la inconsciencia, se haya consumido. Ése es el
significado: es la aceptación del sufrimiento.
Si uno está lleno de diez mil demonios no puede hacer más que quemarse en ellos
hasta que se aquieten y se calmen, y plantear al analista, o a quien sea, la exigencia
infantil de que nos ayude con alguna especie de treta consoladora no sirve para nada.
Si un analista finge que puede hacerlo, no es más que un charlatán, porque tal cosa no
existe, y de todas maneras no tendría sentido. Si intenta sacar a los analizados del
sufrimiento eso significa que los priva de lo que es más valioso; los consuelos baratos
son un error, porque así uno aparta a la gente del calor, del lugar donde se efectúa el
proceso de individuación.
Quedarse asándose en el Infierno es lo que produce la piedra filosofal; como se
dice aquí, el fuego se extingue con su propia medida interior. La pasión tiene su
propia medida interior; no existe una libido caótica, porque sabemos que el
inconsciente mismo, como naturaleza pura, tiene un equilibrio interno. La falta de
equilibrio proviene del infantilismo de la actitud consciente. Si uno se limita a seguir
su propia pasión de acuerdo con sus propias indicaciones, jamás llegará demasiado
lejos, siempre lo conducirá a su propia derrota.
La pasión desordenada busca la derrota. Las gentes que tienen una naturaleza
desordenadamente apasionada, una especie de naturaleza diabólica, buscan
amorosamente una persona o una situación contra la cual puedan darse de cabeza, y

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desprecian a cualquier pareja o situación en la que su propia pasión gane.
Instintivamente buscan la derrota. Es como si algo dentro de ellos supiera que a ese
demonio hay que golpearlo en la cabeza, y ésa es la razón de que, si uno se muestra
amistoso o débil o comprensivo con un fuego semejante, no ayuda a la persona; por
lo general, entonces esa gente se va y lo abandona a uno, porque no es eso lo que
quieren. El fuego de la pasión busca aquello que la extinga, y por eso la necesidad de
individuación, en tanto que es una urgencia natural desordenada, busca situaciones
imposibles; busca el conflicto y la derrota y el sufrimiento porque busca intensamente
su propia transformación.
Digamos que alguien está poseído por un poder demoníaco. Si puede dominar a
las personas que lo rodean no es feliz, sino que sigue estando inquieto; domina a toda
la familia y sigue dominando afuera, y en su vida profesional, pero todavía está
inquieto. En realidad está en busca de alguien que pueda vencerlo; eso es lo que
anhela, aunque naturalmente no le gusta. Es una actitud ambigua, porque la odia y al
mismo tiempo ansia que alguien o algo lo venza y ponga término a su poder. Es muy
importante saber esto en el tratamiento de los casos fronterizos, porque estos
pacientes suelen sufrir emociones tremendas y siempre intentan hacer que todo el
impacto se descargue sobre el analista, esperando y temiendo que él les devuelva el
golpe; eso es porque el fuego conoce su propia medida interior.
Después nuestro texto dice que el espíritu rompe o modifica lo que es duro y
endurece lo que es débil. Eso parece comprensible, pero ¿cómo lo interpretarían?
Respuesta: Es la coniunctio entre macho y la hembra.
M. L. von Franz: Sí, la dureza sería lo masculino, es una conjunción de opuestos,
pero ¿cómo se aparecería eso en la vida, ablandar lo que es duro y endurecer lo que
es débil?
Pregunta: ¿Tiene que ver con las cuatro funciones? La función principal es lo
que es fuerte, y la cuarta función es débil.
M. L. von Franz: Sí, pero la función principal no siempre es dura.
Pregunta: ¿Lo duro no podrían ser las resistencias?
M. L. von Franz: Sí, las resistencias o, por ejemplo, una actitud rígida en algún
rincón donde uno literalmente se endurece, que es una reacción compleja típica.
Cuando por ejemplo, un analizado se niega a hablar de algo, eso sería un
endurecimiento y está encubriendo una debilidad; la obstinación y la rigidez son
duras, y por lo general eso tiene que ver con experiencias infantiles destructivas y
negativas. Por ejemplo, esas personas cancelan el amor o alguna otra cosa, y en el
proceso llegan incluso a cancelarse a sí mismas. Ponen su empeño en el éxito o en el
dinero o en algo de esa clase, e interiormente están como congeladas.
Es muy frecuente que el proceso analítico consista en suavizar los ángulos duros
de la personalidad, que suele sufrir un doloroso calambre. Endurecerse es un síntoma
de debilidad, por lo tanto solidificar lo que es débil sería parte del mismo proceso,
porque es donde uno se siente débil donde se pone rígido, en tanto que donde es

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fuerte se mantiene flexible. La rigidez de la gente se genera en las debilidades y el
miedo; el miedo los pone rígidos y los hace cerrarse, por eso al mismo tiempo la
debilidad debe ser fortalecida, sea la debilidad del yo o un sentimiento de debilidad o
lo que fuere, pues hay muchas debilidades. Entonces el proceso psicológico suele
consistir en aflojar partes de la personalidad que se han puesto rígidas y solidificar el
núcleo de la personalidad, el Sí mismo, y eso sería reunir los opuestos del macho y de
la hembra.
Entonces llega el cuarto efecto, la iluminación. Es cuando uno experimenta la
sensación de comprender, cuando ciertos problemas se aclaran. Se lo llama también
la coloración y el blanqueado, porque las cosas se aclaran y la vida empieza
nuevamente a fluir. El espíritu segrega la forma pura de la impura, de modo que todas
las cosas accidentales desaparecen: malos olores y cosas así.
Para comentarlo alquímicamente: es muy frecuente que la piedra filosofal esté
rodeada de material extraño que no le pertenece y que, por consiguiente, hay que
lavar o quemar hasta que desaparezca. Es un hecho que en el proceso alquímico no
todo tiene que ser integrado; hay algo a lo que se llama ya sea la tierra condenada,
terra damnata, o bien res extraneae, cosas exteriores o externas, que hay que
desechar en vez de integrarlas. Hay que tirarlas, sin más ni más. Con frecuencia la
gente que ha leído un poco de psicología junguiana cree que todo lo que sucede, sea
lo que fuere, pertenece al proceso y debe ser integrado, pero eso es verdad sólo cum
grano salis; es un hecho que no todo pertenece. Como todas las verdades
psicológicas, todo pertenece en un sentido, y para nada absolutamente en otro. ¿Qué
son esas cosas externas que hay que tirar?
Respuesta: Las actitudes colectivas.
M. L. von Franz: Sí, las actitudes colectivas que estorban al desarrollo del
individuo, o la identificación con otras personas. Mucha gente no llega a sí misma
debido a su admiración por alguna otra persona, quizá del mismo sexo; siempre se
refuerzan por ser como esa persona y por eso pierden la oportunidad de llegar a ser
ellos mismos. Como una serpiente mira fijamente a un conejo, así miran ellos a otro,
o a una idea colectiva; eso es algo externo, no es lo que ellos son, no les pertenece, y
esas cosas no tienen que ser integradas.

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77. El Pelícano, recipiente alquímico en el cual tiene lugar la circulatio (destilación circular).

Los sueños le dirán a uno que se aparte de eso, que lo deje, que no es suyo y no
tiene por qué interesarle.
Por lo tanto, la individuación significa también separación, diferenciación, el
reconocimiento de lo que es nuestro y de lo que no lo es. Lo demás, hay que dejarlo
en paz. La libido y la energía no se han de desperdiciar en cosas que no nos
pertenecen. Por ende, se puede decir que hay tanto separación como integración, y
eso sería regeneración a través del fuego hasta que, como dice el texto, uno alcance
un estado de tranquilidad, porque cuando las gentes pueden renunciar a ideales o a
actitudes colectivas que no le corresponden, de pronto se sienten en paz. De pronto se
relajan y dicen: «Gracias a Dios, siempre creí que tenía que ser brillante y ahora me
doy cuenta de que no tengo por qué». Sólo habían estado mirando fijamente a alguien
que lo era. De esa manera se redime uno del esfuerzo constante por lograr algo que en
realidad no le pertenece.
Después se describe la totalidad del proceso como la tierra que se convierte en
agua, el agua en aire, el aire en fuego y el fuego en tierra. Ahí tienen ustedes la idea
clásica de la circulatio, de moverse a través de los cuatro elementos, de repetir
nuevamente el proceso, pero siempre en otro nivel. Es la idea clásica de ir rodeando
el Sí mismo a través de los diferentes elementos y de las diferentes formas; es, entre
otras cosas, la circumam-bulatio, el proceso de individuación a través de las cuatro
funciones y de diferentes fases de la vida.
En el proceso de individuación es muy frecuente que emerjan una y otra vez los
mismos problemas; parece que estuvieran resueltos, pero después de un tiempo
reaparecen. Si lo vemos bajo una luz negativa, nos desalentamos y decimos: aquí está
otra vez lo mismo, la misma antigualla; pero cuando se lo mira más de cerca uno
suele ver la circulatio, porque la cosa simplemente ha reaparecido en otro nivel. Por
ejemplo, ahora puede haberse convertido en un problema de sentimientos.

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Tomemos los tipos intelectuales e intuitivos que recorren muy rápidamente un
proceso analítico y parece que entendieran mucho de psicología junguiana y de lo que
les está pasando interiormente. Asimilan mucho, pero para ellos no se ha convertido
en un problema ético; el sentimiento queda fuera, y con ello se omite el aspecto ético,
lo que significa que en su comportamiento ético en el mundo mantienen el mismo
viejo estilo, quizás acorde con la razón o con la influencia colectiva o con alguna otra
cosa. Hablan del proceso de individuación como si hubieran llegado allí y lo
conocieran muy bien, lo que en cierto sentido es verdad, porque lo han asimilado,
digamos, en fuego, pero todavía no en tierra. De modo que el fuego tiene que
cambiarse en agua y el agua en tierra, y después tienen que volver a vivir toda la cosa
una vez más como problema ético.
A veces esas personas descubren de improviso que están de nuevo en el
comienzo, que no han aprendido ni siquiera el abecé del problema de la sombra o de
algo semejante, y dicen que ahora por fin entienden el problema, porque hasta
entonces sólo lo habían entendido de un modo parcial.
Esto sucede constantemente con la comprensión psicológica; hay muchas capas, y
algo siempre se puede entender en un nivel nuevo y más profundo. Uno lo entiende
con una parte de sí mismo y entonces la moneda sigue cayendo, digamos, y uno se da
cuenta de la misma cosa, pero en un nivel mucho más vivo y más rico que antes, y
eso puede continuar indefinidamente hasta volverse completamente real. Incluso si
uno siente que se ha dado cuenta de algo, debería tener siempre la humildad de decir
que así es como lo siente por el momento; unos años más tarde quizá diga que antes
no lo sabía en absoluto, pero que ahora puede entender lo que aquello significaba.
Eso es lo que me parece tan hermoso en este trabajo: que es una aventura que no
termina nunca, porque cada vez que da uno la vuelta a una esquina se le abre una
visión totalmente nueva de la vida; uno nunca sabe ni lo tiene completamente claro,
ni siquiera en el caso de las cosas que por el momento siente que tiene bien
ordenadas.
La última sección se refiere al espíritu viviente y a la espiritualización del cuerpo,
haciendo el cuerpo incorpóreo y el espíritu concreto. Es otro aspecto de una
coniunctio, de una unión de los opuestos, pero de nuevo tiene un matiz diferente.
¿Cómo considerarían ustedes eso? El cuerpo, la cosa material, se espiritualiza, y el
espíritu a su vez se vuelve concreto. ¿Qué significaría eso en la práctica?

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78. Símbolo del arte alquímico como la unión del agua y el fuego.

Respuesta: El final de la escisión entre cuerpo y espíritu.


M. L. von Franz: Sí, pero ¿qué aspecto tiene eso?
Respuesta: Sería una actitud totalmente diferente hacia el cuerpo.
M. L. von Franz: ¿En qué sentido?
Respuesta: Sería introducir la experiencia analítica o espiritual en la vida real.
M. L. von Franz: Sí, eso sería solidificar el espíritu. Si uno pone en práctica lo
entendido psicológicamente, está encarnando lo que era espiritual. Si reconoce que
algo está bien y lo pone en acción, entonces se vuelve real. Ahora, la otra parte, ¿qué
implicaría?
Respuesta: Una actitud de la conciencia que se retira en parte de la experiencia
espontánea, al tiempo que la considera simbólicamente… Una especie de
espiritualización de la experiencia.
M. L. von Franz: Sí, sería entender simbólicamente una situación concreta. Si
puedo atenerme a lo que dice Goethe: «Alles Vergangliches ist nur ein Gleichnis» —
Todo lo perecedero no es más que un símil—, si incluso en una situación material
completamente concreta puedo ver su aspecto simbólico, tomando distancia ante ella,
entonces la espiritualizo, se convierte en un símil de algo psicológico. Todos los
acontecimientos externos en la vida no son más que símiles en cierto sentido; no son
más que parábolas de un proceso interior, simbolizaciones sincrónicas. Hay que
mirarlos desde ese ángulo para entenderlos e integrarlos, y eso sería espiritualizar lo
físico.
Pregunta: ¿No existe el peligro de, por ejemplo, perderse el sabor de un buen
rosbif?
M. L. von Franz: Ciertamente, ¡y por eso hay que volver a solidificar el espíritu!
Hay que hacer las dos cosas. Es lo que decía el maestro zen: «Al comienzo del

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proceso el agua es agua y las montañas son montañas y los ríos son ríos». Ese es el
gusto de un buen bistec, pero para el yo, y eso no sirve. Hay que adentrarse en un
estado en que las montañas ya no son montañas, los ríos no son ríos y el agua ya no
es agua, lo que significa que uno los ve como símiles. Pero al final del proceso las
montañas son otra vez montañas, y allí es donde juega la resolidificación del espíritu.
Lo malo es quedarse atascado en el medio, de una manera o de otra. El proceso
necesita ambos movimientos para no volverse destructivo, y eso está muy bellamente
ejemplificado en la alquimia. El cuerpo tiene que ser espiritualizado y el espíritu tiene
que encarnarse, deben suceder ambas cosas. Aquí, en este documento, pueden ver un
ejemplo de lo que dice Jung: que la alquimia compensa la unilateralidad de la
espiritualización cristiana. Es ese movimiento subyacente, que no es anticristiano,
sino que completa al cristianismo aproximando más los opuestos, trayendo la vida
física y lo relacionado con ella más dentro del campo de la observación y de la
atención.
Comentario: He observado con frecuencia que en el análisis junguiano existe el
riesgo de intelectualizar el espíritu.
M. L. von Franz: Sí, ¡y entonces se adelgaza espantosamente! El espíritu se
convierte en conceptos intelectuales y pierde su cualidad originaria emocional y
conmovedora, y entonces sucede exactamente lo que usted dice. Ese es el gran
peligro, porque entonces el espíritu se queda tenue y embotellado.
Pregunta: ¿No se podría decir que toda vez que hay una verdadera experiencia
espiritual debería hacerse manifiesta?
M. L. von Franz: En estas cosas no hay «debería». Creo que una verdadera
experiencia espiritual —aunque no sé exactamente lo que usted entiende al decir eso
— se manifiesta. Mythos significa comunicación. Si usted está anonadado por una
experiencia espiritual, ella misma quiere que usted la comunique, es decir, que la
manifieste; ése es el significado de la palabra mythos. No hay experiencia religiosa
allí donde no hay la necesidad de hablar de ella; eso es natural, pero no es necesario
añadir la palabra «debería». Si es verdadera, se volverá real, su fluir natural será hacia
la realidad.
Es algo que está muy bellamente ejemplificado en Black Elk Speaks. A los nueve
años, en una especie de coma, Black Elk [Alce Negro] tuvo una tremenda experiencia
espiritual, de la que no habló con nadie hasta que le apareció una fobia a los truenos.
Entonces fue a ver a un médico brujo que le dijo: «Esa experiencia no te ha sido dada
sólo para ti; se la debes a tu tribu». Cuando habló de sus visiones con su tribu, la
fobia desapareció.
Yo diría que una verdadera experiencia espiritual se vuelca naturalmente en la
comunicación, pero no hay en ello un elemento de «debería». Si es real se
manifestará involuntariamente; incluso si uno trata de guardársela se le escapará, y
así se manifiesta en la realidad, porque es real. Si uno tiene que decirle a la gente que
un sueño significa algo, que se ha de actuar de acuerdo con él, ya eso es malo.

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Una de las experiencias más positivas en análisis es cuando un analizado trae un
sueño cuyo significado uno le dice, pero sin comentárselo. Se limita a interpretar el
sueño, y a la sesión siguiente el analizado le dice: «¿Sabe lo que sucedió? ¡Usted me
dio la interpretación de aquel sueño, y como resultado yo hice tal y tal cosa!». No es
necesario ponerse en el papel de la gobernanta y decir que uno debería hacer lo que
dice el sueño; ésa no es la manera adecuada. Por lo general, si una persona es
moralmente sana, ese resultado se dará de forma natural.
Digamos, por ejemplo, que un hijo adulto sigue tratando de sacarle dinero a la
madre, y que ella es muy blanda y no puede decirle que no; como piensa que tal vez
esté pasando hambre, le envía sin tardanza el dinero. Supongamos que una madre así
soñara que enviarle dinero a su hijo significaba que estaba envenenándolo. No es
necesario decirle que no le envíe dinero, sino que con explicarle: «El sueño dice que
si le envía dinero, usted está envenenando o castrando a su hijo», a la vez siguiente la
mujer vendrá a contarles que por fin se decidió y ya no le enviará más dinero.
Así suceden las cosas si la gente es moralmente sana, y entonces hay esperanza. A
veces he tropezado con casos en los que pensé que prácticamente no había esperanza,
casos horribles, pero si tenían esa cualidad yo estaba segura de que saldrían del paso,
e incluso sin demora. Esa clase de integridad moral e ingenuidad que dice
simplemente «Sí» lo acelera todo. En la Biblia se dice: «Que tu comunicación sea, Sí,
sí; No, no». Esas personas son moralmente sanas. Lo opuesto serían aquellos que
entienden, dicen que sí a todo con la cabeza, pero sabe el cielo cuántos electroshocks
necesitan, desde adentro y desde afuera, antes de darse cuenta de que tienen que
hacer algo al respecto.
Las madres dicen que saben que no deben comerse a sus hijos, pero nunca se les
ocurre cambiar de comportamiento. Ni siquiera se dan cuenta de lo que están
haciendo. El otro día supe por una hija que su madre le había telefoneado tres veces
el domingo diciéndole que debía ir de inmediato a casa. Esa misma madre me juró
durante la hora analítica que ella jamás le planteaba exigencias a su hija, y que le
permitía una libertad total. Me miró directamente a los ojos y me juró que no le
reclamaba nada. Como lo que la hija me había dicho era confidencial, yo no podía
usarlo como ejemplo. Estaba furiosa, pero no podía hacer nada.
«¿Está segura?», le pregunté, y me respondió: «Sí, absolutamente».
Allí el espíritu jamás se materializa. Esas personas pueden analizarse durante
años sin el más mínimo resultado. Pueden hablar de psicología junguiana como si la
conocieran a fondo, pero no cambian.
Saltaré a la parábola siguiente para ocuparme de la que se refiere al credo
filosófico basado en el número tres, que continúa la tendencia que apareció en el
último capítulo, es decir, una confesión de la imagen trinitaria de Dios. Están los tres
efectos del Espíritu Santo, las tres etapas de la obra alquímica, y así siguiendo. Tres
veces tres meses está el niño en el útero materno, y después viene el simbolismo de
un séptuple proceso que en un sentido es muy similar al proceso anterior, con el

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nacimiento del niño, la circulación a través de los elementos, los efectos del Espíritu
Santo, etcétera, como temas principales.
El capítulo siguiente es la quinta parábola, «El tesoro que la sabiduría construye
sobre la roca». Ustedes conocen en san Mateo el famoso símil de la casa construida
sobre arena y la construida sobre roca, y saben también que en Proverbios 9, 1-5, está
el símil de que la Sabiduría construyó su casa sobre siete pilares e invitó a los
israelitas a comer en ella.
La Sabiduría construyó una casa y los que en ella entren serán benditos y
encontrarán alimento, de acuerdo con el testimonio del profeta. Se embriagarán con
lo que desborda de tu casa, porque en tus atrios un día vale mil (Salmo 84, 10).
Benditos son los que moran en tu casa. Pedid y se os dará, buscad y encontraréis,
golpead y os abrirán. La Sabiduría clama a las puertas y dice: «Mirad que estoy en la
puerta y golpeo; si cualquiera oye mi voz, y abre la puerta, entraré y cenaré con él, y
él conmigo».
Qué grande es la plenitud de la dulzura que tú reservas escondida para los que
entran en esta casa, una dulzura que el ojo no ha visto ni el oído ha oído, ni ha
entrado en el corazón del hombre. Aquellos que abren esta casa tendrán santidad y la
plenitud de los días, porque está construida sobre una firma roca que sólo será abierta
por la sangre del macho cabrío, o cuando la golpee tres veces la vara de Moisés,
cuando el agua mana abundantemente y la congregación bebe y sus bestias también.
Aquí ven ustedes que esto es solidificar lo que es débil. La roca representa la
firmeza de la personalidad, que viene de un largo proceso de asimilación del
inconsciente. Si uno ha experimentado durante el tiempo suficiente los grandes
altibajos que lleva consigo el encuentro con el inconsciente, entonces se forma
lentamente un núcleo inconmovible. Creo que ni siquiera una curación o una
evolución psicológica, que es la misma cosa, cambia el conflicto ni cura un problema;
lo que en realidad cambia es la capacidad de soportarlo mejor, y ésa es la verdadera
evolución.
A veces la situación externa puede seguir tal cual, o ciertas dificultades de
carácter, lo que se llama neurosis de carácter, se mantienen hasta cierto punto. Si, por
ejemplo, alguien tiene un temperamento muy apasionado, o una tendencia a
deprimirse, generalmente eso continúa durante largo tiempo. Se necesitarán por lo
menos veinte años para erradicarlo; no se puede cambiar enseguida, porque está muy
arraigado en la naturaleza de uno. Pero el primer paso es ser capaz de soportarlo
mejor, sin dejarse disolver por aquello; desapegarse y tener un punto de vista, saber
que ésa es la debilidad que uno tiene, a la cual no quiere ceder, y que finalmente
pasará.
El primer paso es que ya uno no es idéntico a sus propios puntos locos. Por
ejemplo, si un paranoico dice: «Creo, pero claro, es probable que no sea así, que…»,
eso demuestra que ahora tiene algo firme, una roca, más allá de su sistema paranoide;
aunque todavía no se ha liberado de su fantasía, por lo menos ya puede decir que

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quizá lo esté imaginando. Es el comienzo de la formación de tierra sólida; fuera del
conflicto, algo se ha escapado del diablo.
O si el animus o alguna emoción siempre le ha hecho perder a uno el equilibrio, y
comienza a haber períodos en que se vuelve razonable, aunque después pueda volver
a estar poseído por la pasión, esos momentos son el comienzo de la formación de la
roca interior. El trocito de terreno sólido donde uno hace pie se va fortaleciendo y
lentamente se convierte en algo sólido, de modo que uno tiene cada vez más la
sensación de que probablemente nada de lo que pueda venir volverá a destruirlo.
Se lo puede describir de manera más pesimista, pero sigue siendo la misma cosa
positiva: uno ha sufrido tanto, o se ha precipitado tan profundamente en su propio
infierno que, gracias a Dios, ya no puede caer más bajo, y eso da cierto sentimiento
de seguridad. Si uno ha tocado el fondo del infierno ya no hay nada más abajo, y allí
es donde comienza la roca sólida. O alguien puede venir diciendo que siempre ha
tenido miedo de enloquecer, pero ahora que ha llegado a los cuarenta sin que le
pasara, lo más probable es que ya no le pase nunca. Si le dicen eso, uno por lo general
puede asentir sin mala conciencia. Si han llegado a ir tan lejos sin quebrarse, no es
probable que se quiebren, porque algo se ha coagulado dentro, se ha vuelto sólido; y
sobre esto, que es el objetivo de la obra, uno puede retirarse a la mansión interior de
la sabiduría, que está construida sobre una roca y es inconmovible; el texto dice,
incluso, en la eternidad.
Ustedes pueden preguntar si eso no es endurecimiento; ¿no vuelve a ser la
rigidez? Pero la respuesta es «no». De una roca así mana el agua de vida; es la roca
de donde Moisés, por un milagro, obtuvo el agua de vida. Es una roca que es también
un pozo, y por lo tanto es la cosa más líquida, el opuesto de la rigidez o el
endurecimiento.
Significa ser flexible pero inconmovible, y por eso el doctor Jung dice que el
proceso de individuación, si se produce inconscientemente, hace que el individuo sea
duro y cruel con sus semejantes, y que si es un proceso consciente, conduce a la
piedra filosofal: no a un endurecimiento de la personalidad, sino a la firmeza en el
sentido positivo de la palabra. Uno ya no se disocia fácilmente ni se deja llevar por la
emoción, no pierde su punto de vista por obra de la presión colectiva ni nada de eso,
pero esto no significa un endurecimiento que escape de toda influencia.
Eso es probablemente lo que significa la alusión a la roca sobre la cual está
edificada la casa de la Sabiduría. En ella tiene lugar, como dice el texto, la visión de
la plenitud del sol y de la luna. Esto se refiere al motivo de que en esta casa tiene
lugar la coniunctio; por lo tanto se hace referencia a ella como el recipiente
alquímico, que es la casa en donde se unen el sol y la luna. En nuestro capítulo la
casa está construida sobre catorce pilares. Los pilares representan las catorce
cualidades que debe tener el alquimista.

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79. El horno alquímico. El trabajo de transformación puede estropearse por
exceso de calor, así como el proceso de individuación no puede ser forzado.

Las cualidades no son sólo éticas, sino que incluyen toda clase de suposiciones
sobre lo que debe tener un ser humano: salud, humildad, santidad —por la
descripción, eso parece querer decir «integridad» o pureza—, castidad, virtud —en el
sentido de efectividad o eficiencia—, una fe que tenga la capacidad de confiar en las
cualidades espirituales que no se pueden ver —o de entenderlas—, esperanza —una
de las cosas peores en el trabajo interior es la desesperanza; es terrible cuando la
gente abandona la partida declarando que no tiene remedio; ése es uno de los discos
rayados del animus—, caridad, compasión, bondad —una especie de benevolencia—,
paciencia —que es muy importante—, moderación —un equilibrio entre los opuestos
—, disciplina o poder de penetración y obediencia.
Respecto de esto dice que la decimocuarta piedra o pilar es temperatia, lo que
significa un temperamento equilibrado, del cual se dice que nutre a la gente y la
conserva en salud porque cuando los elementos se encuentran en un estado de
desequilibrio el alma disfruta viviendo en el cuerpo, pero cuando están en pugna, no.
Por lo tanto el equilibrio es la mezcla correcta de los elementos, del calor y el frío, de
lo seco y lo húmedo, de modo que ninguno desequilibre al otro, que es la razón por la
cual los filósofos recomendaban vigilar que el misterio no se evapore ni el ácido se

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convierta en vapor. «Prestad atención para no quemar al rey y a la reina con
demasiado fuego».
El proceso interior puede sobrecocerse con demasiado fuego, como les sucede a
los que se esfuerzan en el proceso de individuación. Dicen que no pueden ir a una
fiesta, por ejemplo, porque «tengo que quedarme en casa haciendo mis mandalas». Es
el deseo de forzar el proceso, pero a un proceso de crecimiento no se lo puede forzar.
Es una tontería enfurecerse con un pequeño roble y decirle que crezca más
rápidamente, porque eso es contra natura. Sería mejor regarlo y ponerle un poco de
abono en la tierra. Hay cosas en el proceso interior que no es posible acelerar, y en las
que no sirve de nada impacientarse.

80. El alquimista encerrado en un estado de nigredo (depresión), comparado en la


Aurora consurgens con un novio en una tumba, esperando a su prometida (el alma perdida).

Es decir que la instrucción de no quemar al rey y a la reina alude a no tratar de


forzar la coniunctio interior. En eso interviene siempre el yo; es una actitud voraz e
inmadura que, naturalmente, conduce al error, y por eso los alquimistas hacen
siempre la advertencia de no sobrecalentar el proceso. Algunos recomiendan incluso
que nunca se ha de usar calor más alto que el del estiércol fresco de caballo, que sería
aproximadamente la temperatura del cuerpo humano, la temperatura interior de una
criatura de sangre caliente; debe ser algo adecuado al ser humano, y todo lo que sea

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extra modum, como dice el texto, está mal. Incluso lo bueno, si se pasa de la medida,
es malo. Todo lo que contiene el impulso infantil de empujar es un error; se lo puede
sentir, y uno sabe que no llevará a ninguna parte, aunque la intención sea buena. Esas
son las piedras de la casa de la Sabiduría.
La sexta parábola se refiere al Cielo y la Tierra y a la situación de los elementos,
y aquí hay un mito cosmogónico. Describe el nacimiento de todo el cosmos.
Psicológicamente aquí está lo que los alquimistas llaman la unión del mundo
cósmico, lo que significa ir más allá del microcosmos del ser humano y estar abierto
a la vida misma, en sí misma: relacionarse con la totalidad de la vida observando el
proceso de la sincronicidad.
Incluso la más elevada e importante de las ocupaciones relacionadas con la propia
evolución interior tiene una cualidad narcisista, tiene que tenerla. Durante un tiempo
uno tiene que estar encerrado en el recipiente y ocuparse de sus propias cosas, y en
alguna medida, durante ese período, no tiene que abrirse a la vida; eso es necesario e
inevitable. Pero en el estado que ahora se describe, toda la naturaleza del cosmos
vuelve a ser incluida, y eso es relación hacia Dios.
La última parábola es la conversación del amado con su novia:
Vuélvete hacia mí con todo tu corazón y no me rechazes porque sea negro, porque
el sol se ha llevado mi color y el abismo ha cubierto mi rostro. La tierra está
contaminada en mis obras, la oscuridad se ha extendido sobre la tierra, yo estoy en el
fondo del abismo y mi sustancia todavía no ha sido abierta.
Clamo desde la profundidad y desde el abismo de la tierra, elevo mi voz a todos
vosotros los que pasáis, atendedme y miradme si hubiera alguien como yo. A él le
daré la estrella de la mañana. Ved cómo he esperado en mi lecho durante toda la
noche que alguien me consolara y no he encontrado a nadie. Llame y nadie me
respondió.
Ya ven ustedes que aquí empieza otra vez con la depresión más profunda.
Me levantaré y me iré a la ciudad a buscar por las calles y callejuelas si puedo
encontrar una virgen casta, bella de rostro y cuerpo y más hermosamente ataviada,
que retire la lápida de mi tumba y me dé plumas como la paloma, y con ella me iré
volando al Cielo. Y le diré que ahora vivo en la eternidad y descansaré en ella, porque
ella se quedará de pie a mi derecha vestida con una túnica de oro. Oye, hija mía,
inclina hacia mí el oído y escucha mi oración, porque con todo mi corazón he
añorado tu belleza.
Ése es el novio que llama desde su tumba. Quiere que lo resuciten; está encerrado
en su tumba y ahora reclama a su novia, que es un ser semejante a un pájaro, con
plumas y que se encuentra en el Cielo. De modo que es un espíritu, un ser espiritual.
He hablado en mi lenguaje: Dime [cuál será] mi final y el número de mis días,
porque Tú has circunscrito mis días y mi sustancia es como nada ante ti. Tú eres la
que me entrará por el oído, la que entrará en mi cuerpo y me vestirá con una túnica de
púrpura, y después me adelantaré como un novio desde su cámara, porque Tú me

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decorarás con gemas y piedras y me vestirás con las prendas de la felicidad.
Entrar por el oído es algo muy extraño. Es una alusión a ciertas teorías
medievales según las cuales Cristo fue concebido a través del oído de la Virgen
María. El ángel de la Anunciación se le apareció y le dijo que concebiría y tendría un
hijo; algunos teólogos lo interpretaron en el sentido de que Cristo fue concebido de
manera sobrenatural mediante la palabra que le entró por el oído, y a eso se llamó la
conceptio per aurem, la concepción por el oído. Hay un novio muerto en el abismo,
en desesperación en la tumba, y que ahora reclama a su novia, que vuela en el Cielo
con alas. Primero ella abrirá su tumba y después le entrará en el oído; entonces él
resucitará y ella le dará una prenda de resurrección y de júbilo.
Ven ustedes aquí muy claramente que es un proceso interior de la coniunctio, es la
unión con el anima. Ella entra por el oído, es entendida e integrada, y eso emana
como una nueva actitud. En términos alquímicos es el comienzo de la rubedo.
Primero está la nigredo o negrura, después la blancura, y ahora comienza la rubedo,
el estado rojo, razón por la cual aquí el novio recibe una prenda roja.
El problema es quién es el novio. Aquí se lo compara con el propio Cristo, porque
las palabras «saldré de la cámara como un novio» aluden a Cristo. Al mismo tiempo,
es sin duda el autor. Aquí hay otra vez una descripción del proceso de la coniunctio
en el cual el autor participa con su parte divina, una expresión auténtica de la
experiencia de lo que Jung llama «volverse como Cristo». El propio individuo se
convierte aquí en un Hijo de Dios, y por lo tanto en el prometido de la Sabiduría de
Dios. Es una unión mística con la Divinidad, y la Divinidad, como verán ustedes, es
femenina. Él le ruega que le diga quién es para que todos puedan saberlo, y ella
replica:

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81. «El análisis debe liberar una experiencia que nos atrapa o cae sobre nosotros
como desde arriba, simbolizado por la Anunciación». Jung. En términos alquímicos,
éste es el comienzo de la rubedo.

Escuchad todas las naciones, percibid con vuestros oídos; mi novio rojo ha
hablado. Pidió, y ha recibido.
Yo soy la flor del campo y el lirio de los valles. Soy la madre del amor hermoso y
del santo reconocimiento y de la esperanza sagrada. Soy el fértil viñedo que produce
frutos dulces y aromáticos, y mis flores son las flores del honor de la belleza. Soy el
lecho de mi amado, en torno de quien hay sesenta héroes que contra los horrores de la
noche llevan la espada ceñida a la cadera. Yo soy hermosa y sin tacha.
Miro por la ventana y a través del enrejado veo a mi amado. He herido su corazón
con uno de mis ojos y en un pelo de mi cuello. Soy la fragancia de los ungüentos. Soy
la mirra escogida. Soy la más despierta entre las vírgenes que se adelantan, como la
aurora, al amanecer matutino, escogida como el sol y hermosa como la luna, sin
mencionar lo que está dentro. Soy como los grandes cedros y cipreses del monte

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Sión. Soy la corona con que será coronado mi novio el día de su boda y de su júbilo,
porque mi nombre es como un ungüento que se vierte.
Soy el viñedo escogido donde el Señor envió trabajadores a cada hora del día.
Soy la tierra de promesa en donde los filósofos han sembrado su oro y su plata. Si
este grano no cae dentro de mí y muere, entonces no producirá el triple fruto. Soy el
pan del cual comerán los pobres hasta el fin del mundo y nunca volverán a tener
hambre.
Y entonces vienen las palabras de Dios como en la Biblia, por las cuales es
completamente manifiesto que este ser femenino es Dios.
Yo doy y no pido nada a cambio. Doy alimento sin fallar nunca. Doy seguridad
sin temer nunca. ¿Qué más he de decir a mi amado? Soy la mediadora entre los
elementos que median entre el uno y el otro.
Lo que es cálido lo refresco y lo que está seco lo humedezco y viceversa. Lo que
es duro lo ablando y viceversa. Soy el fin y mi amado es el comienzo. Soy toda la
obra, y toda la ciencia en mí está oculta. Soy la ley en el sacerdote, la palabra en el
profeta y el consejo prudente en el sabio.
Y luego viene otra cita de las palabras de Dios tal como están en la Biblia:
Yo doy muerte y doy vida, yo hiero y yo curo, no existe quien pueda librar algo
de mi mano (Deuteronomio 32, 39). Ofrezco mi boca a mi amado y él me besa. Él y
yo somos uno. ¿Quién puede separarnos de nuestro amor? Nadie, porque nuestro
amor es más fuerte que la muerte.
Después él responde:
Oh, mi novia amada, tu voz ha resonado en mis oídos y es dulce. Tú eres
hermosa… Ven ahora, amada mía, salgamos al campo, demorémonos en las aldeas.
Nos levantaremos temprano, porque la noche ha pasado y el día se acerca. Veremos si
tu viña ha florecido y si ha fructificado. Allí tú me darás tu amor, y para ti he
preservado los frutos viejos y nuevos. Los disfrutaremos mientras somos jóvenes.
Llenémonos de vino y de ungüentos y no habrá flor que no pongamos en nuestra
corona; primero los lirios y después las rosas antes de que se marchiten.
Esto es muy significativo porque todo es de la Biblia, ¡donde son los pecadores
los que lo dicen! En la Biblia, los pecadores, los idiotas, los imbéciles y los que son
rechazados por Dios dicen: «Salgamos a los campos» y ese tipo de cosas, y aquí la
novia y el novio lo dicen en la coniunctio.
Uno de los monjes que copiaron el texto se dejó arrastrar tanto por el placer de
hacerlo que cuando llegó a la parte que habla de caminar por el prado y recoger
flores, en vez de escribir pratum (prado), escribió: «no hay peccatum que no
recojamos». El pobre monje usó la palabra peccatum, pecado, en vez de pratum, algo
que en la taquigrafía medieval podía suceder muy fácilmente, y cometió un error
complejo. Para alguien que conozca la Biblia sería muy chocante que el novio y la
novia citen las palabras de los pecadores del mundo. ¿En qué estaba pensando este
hombre cuando escribió eso?

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Nadie será excluido de nuestra felicidad. Viviremos en una unión de amor eterno
y diremos lo bueno y lo amable que es vivir dos en uno. Por lo tanto construiremos
tres tiendas, una para mí, otra para ti y la tercera para nuestros hijos, porque una
cuerda triple no se romperá. A quien tenga oídos para oír dejadle que oiga lo que el
espíritu de la doctrina dice a los Hijos de la Disciplina de la unión del amante y de la
amada. Porque él ha sembrado su semilla, de la que madurará el triple fruto y de la
cual el autor de las tres palabras dice: «Son las tres palabras preciosas en que se
esconde la ciencia toda y que serán transmitidas a los piadosos, es decir a los pobres
desde el primero hasta el último hombre».

82. Representaciones del proceso simbólico, que comienza en el caos


(conflicto y depresión) y termina con el nacimiento del fénix (la nueva personalidad).

Estas últimas palabras aluden a una tradición secreta que solamente los iniciados
se pasan unos a otros, es decir, la tradición de esta unión amorosa. Las tres tiendas
son una alusión al anuncio en la Revelación 21, 2-3, de que Dios vivirá en una tienda

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—el tabernáculo— con el hombre sobre la tierra: «Y yo, Juan, vi la santa ciudad,
Jerusalén nueva, que descendía de Dios desde el cielo, dispuesta como una esposa
ataviada para su marido. Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí que el
tabernáculo de Dios está con los hombres, y morará con ellos, y ellos serán su pueblo,
y el propio Dios estará con ellos y será su Dios».
De modo que ya ven ustedes que aquí la coniunctio termina con una encarnación
de la Divinidad, es Dios que desciende dentro del ser humano. Eso es lo que ha
expresado Jung al decir que lo que se ve desde el ángulo humano como el proceso de
individuación, visto desde el ángulo de la imagen de Dios es un proceso de
encarnación.

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Índice de ilustraciones
CW se refiere a Collected Works of C. G. Jung (Bollingen Series XX), 20 vols., trad.
[al inglés] de R. F. C. Hull, ed. H. Read, M. Fordham, G. Adler, Wm. McGuire,
Princeton University Press, Princeton, 1953-1979.
1. La montaña de los adeptos. Michelspacher, Cabala, 1654, Photo Archives,
Marburgo.
2. El águila como símbolo del espíritu. Hermaphroditisches Sonn- und Mondskind
(1752), pág. 44. Col. C. G. Jung. (Cita del Mysterium Coniunctionis, CW 14, pág.
673).
3. El alquimista y la soror mystica. Mutus Liber (1702), pág. 13, detalle. Col. Mellon,
Bib. Univ. Yale.
4. Dios Padre. Xilografía de William Blake, tomada de The Book of Job (1825), pág.
2, detalle. Museo Británico.
5. La liberación del espíritu de la materia. Tomás de Aquino, De alchimia, Codex
Vossianus 29 (s. XVI), Bib. Univ. Leiden, fol. 60a, detalle.
6. El alquimista y su ayudante junto al horno. Mutus Liber (1702), pág. 11, detalle.
Col. Mellon, Bib. Univ. Yale.
7. El Ouroboros que se come la cola. Codex Marcianus, s. XI, Venecia, fol. 188v.
8. Isis amamantando a Horus. Tomado de E. A. Wallis Budge, The Gods of the
Egyptians, II, Dover, Nueva York, 1969, pág. 207.
9. El niño que orina. "Speculum veritatis», Codex Latinus 7286 (s. XVI), fol. 3,
detalle. Bib. Vaticana.
10. La tentación de Eva. Xilografía de «Speculum humanae salvationis» (1470), en
Worringer, Die altdeutsche Buchillustration, Munich, 1919.
11. La conexión entre instinto y arquetipo. Dibujo original basado en los comentarios
de Jung a «On the nature of the psyche», The Structure and Dynamics of the Psyche,
CW 8, párs. 417-420.
12. El dios solar Ra con sus atributos. Tomando de E. A. Wallis Budge, The Gods of
the Egyptians, II, Dover, Nueva York, 1969, pág. 7.
13. El mar de renovación que proviene de la leche de una virgen. S. de Stolcenberg,
Viridarium chymicum (1624), fig. LXXXIII. Foto J. Jacobi.
14. La coronación de la Virgen María. Rosarium philosophorum (1550). Col. C. G.
Jung.
15. El signo del secreto. Mutus Liber (1702), pág. 14, detalle. Col. Mellon, Bib. Univ.
Yale.
16. El Ouroboros como dragón coronado y serpientes con alas y sin ellas. Eleazar,
Uraltes chymisches Werk (1760), II parte, núms. 4 y 3. Col. Mellon, Bib. Univ. Yale.
17. Doble león con disco solar. Tomado de E. A. Wallis Budge, Amulets and
Superstitions, Dover, Nueva York, 1978, pág. 134.

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18. El cereal brota del cuerpo de Osiris. Tomado de E. A. Wallis Budge, Osiris, I,
Dover, Nueva York, 1973, pág 58.
19. Anubis unge a Osiris. Tomado de E. A. Wallis Budge, Osiris, II, Dover, Nueva
York, ]973, pág. 48.
20. La resurrección de Osiris. Tomado de E. A. Wallis Budge, Osiris, II, Dover,
Nueva York, pág. 58.
21. Biblioteca y laboratorio alquímicos. Maier, Tripus aureus (1618), portada. Col.
Mellon, Bib. Univ. Yale.
22. Osiris en el ataúd de cedro. Tomado de E. A. Wallis Budge, Osiris, I, Dover,
Nueva York, 1973, pág. 5.
23. Mercurio en una vasija sellada. Barchusen, Elementa chemiae (1718), fig. 75.
Bib. Nac., París.
24. Adán, creado del polvo de la tierra, Schedel, Das Buch der Chroniken (1493),
pág. V, col. J. Jacobi.
25. Ouroboros como símbolo del león. Horapollo, Selecta heroglyphica (1597), pág.
5. Col. C. G. Jung.
26. El Adán caído como prima materia. «Miscellanea d’alchimia», MS Ashburnham
1166 (s. XIV). Bib. Medici, Florencia.
27. La araña como maya. Viñeta brahmánica dañada, en Mueller, Glauben, Wissen
und Kunst der alten Hindus, tomo I, fig. 91.
28. El agua de vida entre el sol y la luna, Barchusen, Elementa chemiae (1718), fig. 9,
Bib. Nac., París.
29. Unión del agua y del fuego. Pintura india, en Mueller, Glauben, Wissen und Kunst
der alten Hindus, tomo II, fig. 17.
30. El león que se devora el sol. Rosarium philosophorum (1550). Col. C. G. Jung.
31. Hermes Trismegisto con tableta. Senior, De chemia, en Mangetus, Bibliotheca
chemica curiosa (1702). Col. Mellon, Bib. Univ. Yale.
32. El espíritu volátil como águila y cisne. Mylius, Philosophia reformata (1622),
pág. 126, fig. 13. Col. C. G. Jung.
33. Asando la salamandra. The Book of Lambspring, I, en A. E. Waite (ed. y trad.).
The Hermetic Museum Restored and Enlarged, I, pág. 295.
34. Cupido, Venus y las pasiones del amor. Bronzino, 1550-1555. Gal. Nac., Londres.
35. Espíritu árbol. Dibujo a pluma en color y tinta, de Margaret Jacoby (1977). Col.
Daryl Sharp.
36. Los pájaros alado y sin alas y los soles justo e injusto. Detalle de la ilustración 31.
37. Somorgujo y pez. Grabado en color de Jackson Beardy, indio ojibway (1973).
Canadian Native Prints Ltd., Vancouver, B. C.
38. La transformación de Mercurio. Barchusen, Elementa chemiae (1718), fig. 76.
Bib. Nac., París.
39. Alquimista adorando al azufre. «Speculum veritatis», Codex Latinus 7286
(s. XVII), fol, 3, Bib. Vaticana.

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40. Alquimista en conversación con Dios. Barchusen, Elementa chemiae (1718), fig.
2. Bib. Nac,, París.
41. La unión de los opuestos como monstruosidad. Brant, Hexastichon (1503). Col.
C. G. Jung.
42. Jonás y el lapis angularis. «Speculum humanae salvationis», Codex Latinus 512
(s. XV). París, Bib. Nac.
43. Unión personificada del Sol y la Luna. Rosarium philosophorum (1550). Col.
C. G. Jung.
44. Los hornos del sol y de la luna. Mutus Liber (1702), pág. 14, detalle. Col. Mellon,
Bib. Univ. Yale.
45. El encuentro del rey y la reina. Trismosin, «Splendor solis», MS Harley 3469
(1582). Museo Británico.
46. Saturno se devora a sus hijos. Mutus Liber (1702), pág. 7, detalle. Col Mellon,
Bib. Univ. Yale.
47. El pavo real surge de la retorta. MS (s. XVIII), en la col. Dr. C. Rusch, Appenzell.
48. Él entra en la ciudad y sus manos derraman bendiciones. «Las diez imágenes del
pastor del buey», Suzuki, Manual de budismo zen.
49. La luna en la sombra. Maier, Scrutinium chymicum (I 867), pág. 133.
50. Mercurio como el niño divino. Mutus Liber (1702), pág. 11, detalle. Col. Mellon,
Bib. Univ. Yale.
51. Descenso del Espíritu Santo como lenguas hendidas. Munich Lectionary, Codex
Latinus 15713 (s. XII). Bib. Estatal de Munich, fol. 37v.
52. Fuente de vida. Rosarium philosophorum (1550), Col. C. G. Jung.
53. La unión de los opuestos como hermafrodita. Hermaphroditisches Sonn- und
Mondskind (1752), pág. 16, detalle. Col. C. G. Jung.
54. La Sabiduría como madre de los sabios. Tomás de Aquino, De alchimia, Codex
Vossianus 29 (s. XVI). Bib. Univ. de Leiden, fol. 53, detalle.
55. Dios como el logos creador del zodiaco. Peter Lombard, «De sacramentis»,
Codex Vaticanus Latinus 681 (s. XIV). Bib. Vaticana.
La Sabiduría como árbol de la vida. Reusner, Pandora (1588), pág. 225. Col. C. G.
Jung.
57. El corazón llameante. Jakob Boehme.
58. El alquimista y su soror mystica sostienen las llaves. Tomás de Aquino, De
alchimia, Codex Vossianus 29 (s. XVI). Bib. Univ. Leiden, fol. 99. (Cita de Mysterium
Coniunctionis, CW 14, pár. 738).
59. El alquimista como sacerdote. Maier, Symbola aureae mensae (1617), pág. 509.
Col. Mellon, Bib. Univ. Yale. 291
60. El dios andrógino. Joya de la Babilonia tardía, tomado de Lajard, «Mémoire sur
une représentation figurée de la Vénus orientale androgyne», en Nouvelles annales de
l’Institut archéologique, I, pág. 161, París, 1836.
61. La nube del caos. Marolle, Tableaux du temple des Muses (1655). Museo

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Británico.
62. La depresión y el conflicto consciente. Dos pinturas hechas por una mujer en
análisis (1976). Col. Daryl Sharp.
63. La nigredo como etíope. Trismosin, «Splendor solis», MS Harley 3469 (1582).
Museo Británico.
La Sabiduría de Dios como alma del mundo. Grabado de J. T. de Bry, tomado de
Fludd, Utriusque cosmi (1617), págs. 4-5.
65. La Asunción de la Virgen María. Speculum Trinitatis, tomado de Reusner,
Pandora (1588), pág. 253. Col. C. G. Jung.
66. La inmersión en el baño. Rosarium philosophorum (1550). Col. C. G. Jung.
67. El alquimista medita durante la nigredo. Jamsthaler, Viatorium spagyricum
(1625), pág. 27. Col. C. G. Jung. 328
68. El diablo como espíritu aéreo. Ilustración de Eugéne Delacroix (1799-1863) para
la primera parte del Fausto. The Heritage Club, Nueva York.
69. El alquimista y la soror mystica están pescando. Mutus Liber (1702), fig. 3. Col.
Mellon, Bib. Univ. Yale.
70. La reunión del alma y el cuerpo. Ilustración a The Grave (1808), dibujo de
William Blake, aguafuerte de Schiavonetti.
71. La flor de siete pétalos. Boschius, Symbolographia (1702). Col. C. G. Jung.
72. Alquimistas en su trabajo. Mutus Liber (1702), pág. 6. Col. Mellon, Bib. Univ.
Yale.
73. El nacimiento del dragón. Dibujo a pluma y tinta por Margaret Jacoby (1977).
Col. Daryl Sharp.
74. La trinidad alquímica. Lambspring, «Figurae et emblemata», fig. XV, en Musaeum
hermeticum (1678), pág. 371. Col. Mellon. Bib. Univ. Yale.
75. La unión del rey y la reina alados. Rosarium philosophorum (1550). Col. C. G.
Jung.
76. La serpiente mercurial se devora a sí misma, Barchusen, Elementa chemiae
(1718), figs. 58-61. Bib. Nac., París. 373
77. El pelícano alquímico. Rhenanus, Solis e puteo (1613). 378
78. El símbolo de la alquimia. Eleazar, Uraltes chymisches Werk (1760), Parte II, n 9.
Col. Mellon, Bib. Univ. Yale.
79. El horno alquímico. Geber, De alchimia (1529), frontispicio. Col. C. G. Jung.
80. El alquimista encerrado en la nigredo. Jamsthaler, Viatorium spagyricum (1625),
pág. 118. Col. C. G. Jung.
81. La Anunciación. Mathis Nithart (m. 1528). Isenheim Altar, Kolmar. (Citado de
notas inéditas de seminario, 1925).
82. El proceso simbólico. Béroalde de Verville, Le songe de Poliphile (1600). Col.
Mellon, Univ. Yale.

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Notas

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[1] Ave de gran tamaño, a la que en el folclore de los indios norteamericanos se

considera capaz de producir rayos, truenos y lluvia. (N. de la t.). <<

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[2] Una tableta pequeña, con diseños de rectas y curvas, que los australianos usan para

representar el alma de un individuo y conservan en lugares secretos (N. de la t.). <<

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[3] En la tradición y el folclore escandinavos, el miembro de una clase de feroces

guerreros de la época pagana, En batalla, una especie de frenesí los llevaba a aullar
como lobos o gruñir tomo osos, y tenían la reputación de ser invulnerables (N. de la
t.). <<

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[4] La idea junguiana de que todo termina por convertirse en su opuesto. (N. de la t.).

<<

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[1] Monosulfuro de arsénico, que al arder desprende vapores arsenicales y sulfurosos

(N. de la t.). <<

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