Capitalism o Tier Ray Poderi I
Capitalism o Tier Ray Poderi I
Capitalism o Tier Ray Poderi I
1959, Marie-Louise von Franz recopiló para sus alumnos parte de sus
conocimientos en una serie de nueve conferencias que forman esta obra,
donde analiza linealmente el proceso alquímico con un pensamiento del
«lado derecho del cerebro» para desmitificarlo parcialmente.
Fue Jung quien descubrió en el campo de la filosofía hermética o alquimia un
paralelismo con el proceso por él propuesto: «la individuación». En este libro
demuestra que aunque a primera vista este proceso y la pseudo-química de
la alquimia no tengan mucho en común, en el fondo, ambos buscan el
equilibrio emocional y la plenitud a través del análisis y síntesis de los
opuestos.
Todo aquél interesado en su propio desarrollo personal es un alquimista, por
lo que hallará en este libro una guía práctica para seguir el proceso que tiene
lugar en el laboratorio de su inconsciente.
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Marie-Louise von Franz
Alquimia
Introducción al simbolismo
ePub r1.0
Titivillus 22.10.17
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Título original: Alchemy An Introduction to the Simbolism and the Psichology
Marie-Louise von Franz, 1980
Traducción: Marta Guastavino
Ilustraciones: →
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ÍNDICE
Agradecimientos
1.ª conferencia: INTRODUCCIÓN
2.ª conferencia: LA ALQUIMIA GRIEGA
3.ª conferencia: LA ALQUIMIA GRIEGA
4.ª conferencia: LA ALQUIMIA GRECO-ÁRABE
5.ª conferencia: LA ALQUIMIA ÁRABE
6.ª conferencia: LA ALQUIMIA ÁRABE
7.ª conferencia: AURORA CONSURGENS
8.ª conferencia: AURORA CONSURGENS
9.ª conferencia: AURORA CONSURGENS
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Agradecimientos
Este libro se basa en la transcripción, hecha por Una Thomas, de la serie de
conferencias pronunciadas por la doctora von Franz en el Instituto C G Jung de
Zurich, en 1959. La autora y el editor agradecen a la señorita Thomas su fiel
preparación de la versión original. El texto en su forma actual fue revisado para su
publicación por Daryl Sharp y Manon Woodman Daryl Sharp seleccionò las
ilustraciones, escribió los epígrafes y compilo el índice.
El huevo filosófico es no solo el lugar de nacimiento sino el recipiente contenedor de las nuevas
actitudes simbolizadas por el objetivo alquímico de la coniunctio, la unión de los opuestos (masculino
y femenino, la conciencia y el inconsciente, etc.). Aquí ese objetivo está representado como el
hermafrodita que triunfa sobre el dragón y el globo alado del caos, los rostros amenazantes del
inconsciente. Los siete planetas representan diferentes aspectos de la personalidad y las siete etapas
de la transformación. —Jamsthaler, Viatonum spagyricum (1625).
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1. La montaña de los adeptos. El proceso de la evolución psicológica es análogo a las etapas de la
transformación alquímica de la materia básica en oro —la piedra filosofal—, representada aquí como
un «templo de los sabios» sepultado en la tierra. El fénix, símbolo de la personalidad renovada, está a
caballo entre el sol y la luna. El zodiaco en el fondo simboliza la duración del proceso, los cuatro
elementos indican la totalidad. El hombre con los ojos vendados representa la búsqueda a tientas de la
verdad, el investigador, preparado para seguir sus instintos naturales, muestra el camino correcto.
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ALQUIMIA
Cánticos que resuenan en la noche, como sierpes ondeantes de bravura; dosel de fina
gasa transfiguran un solemne ritual, de este poder. Rebeldes, pero heroicos fueron
siempre, aquellos, que, en virtud en aliciente, pudieron entregar sin calcular. Quien
usó de esa magia inigualable, es que fue; en sus principios, venerable escudero al son
de lo loable. Heroica redención, del Alto Rey, que asumió sus potencias invisibles, y
al querer perdurar, en lo posible, en su castillo hizo su cuartel. Horizontes perdidos,
fueron ellos, que unieron su dolor, al balancín de finos cascabeles que resuenan, y al
cielo, configuran su venir. Si el fuerte pedestal, quedó en la cumbre, la antorcha de su
fe lo alumbrará, encontrando la piedra y, a su lumbre, enfrentándose a ella prenderá.
Quisieron escrutar en lo profundo, y, de ese misterioso socavar, pudieron verter en las
tinieblas, sacando de lo oscuro la verdad.
Y de ella, su calor, les dio el abrigo que, en simultáneo amor los unirá.
Velozmente, su marcha será un trino virginal, alegórico y ritual que será oído
siempre, desde el nido, donde el grito fue su patria potestad, y acallarán las voces sin
sentido, cuando surja de la alquimia, la verdad, y en fueros de principios intangibles,
lo cósmico, verter en aludibles arquetipos que fraccionan lo visible, con atenuantes
miras de llegar, el archivo donde nacen las simientes, que en cautiva, brillante y
blanca fuente, renacen como aves, a volar al sitial donde tienen sus figuras, que,
retoman las líneas que los guían con premisas de un Todo, a lo Total.
Y escuchando las voces del Oriente, tendrán mucho que ver en el presente, de esta
fragua ardiente, en eclosión. Eran todos eones que, perdidos, transitaban el arco de un
olvido, y fueron la verdad y la razón detrás de la magia, que perenne, tenía como
endeble, su misión. El lugar de los grandes campeadores, tenazmente, es hurgar en
los arcones de un pasado que viene a vislumbrar. No es de hoy sino; siempre fueron
leales, los que usaron su magia y sus rituales para dar al embrión, su gran misión, de
la triple energía que hoy culmina en visión de lo grande, en redención.
Y en este dimitir de esa gran forma, pretender discernir el gran misterio, quizás,
quien fuera dueño, del imperio que encierra la palabra, transmutar. La alquimia que,
tal vez, fue figurada en remotos albores de un pasado, para abrir en la vía, su caudal
de verdades sutiles, irrumpidas por vidas, que cesaron en un día y hoy comienzan tal
vez su cabalgar, surgiendo cual brillante trilogía que es: aliento, verdad y potestad.
Cinceles de esculpidas impresiones fueron siempre la razón de esos campeones que
supieron horadar la gran verdad, y, en estas letras que hoy, están escritas, verifican
que de esta gran alquimia sus pasos se pudieron encontrar, y al llegar al fondo de ese
evento, discernir de lo efímero, lo real.
Chela Sisti - Elio A. Casali
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Primera conferencia
INTRODUCCIÓN
He meditado mucho sobre la forma en que debía dar este curso destinado a
introducirlos a ustedes en el simbolismo de la alquimia, y me decidí por una breve
interpretación de muchos textos, en vez de optar por un texto único como en otras
ocasiones. Como las conferencias serán nueve, me propongo dar tres sobre la
alquimia en Grecia antigua, tres sobre el arte alquímico árabe y las tres últimas sobre
la alquimia europea tardía, de modo que de ellas se obtenga al menos un atisbo de
cada fase de la evolución de esta ciencia.
Como ustedes saben, el doctor Jung ha consagrado muchos años de estudio a este
tema, que prácticamente exhumó del estercolero del pasado, ya que se trataba de un
dominio de la investigación desdeñado y olvidado que él consiguió resucitar.
El hecho de que ahora un mínimo folleto se venda por unos cien francos suizos,
en tanto que hace más o menos diez años se podía comprar por dos o tres francos un
libro excelente sobre alquimia, se debe en realidad a Jung, porque a no ser por el
interés demostrado por algunos círculos de la francmasonería, y posteriormente por
los rosacruces, cuando él empezó a trabajar sobre el tema nadie sabía prácticamente
nada sobre la alquimia.
Tan pronto como nos adentremos en los textos entenderán ustedes en alguna
medida cómo llegó a ser olvidada la alquimia y por qué todavía, incluso en los
círculos junguianos, mucha gente dice que puede coincidir con Jung en lo que se
refiere a la interpretación de los mitos, y también a todo el resto de su obra, pero que
cuando se trata de alquimia dejan de leer —o leen a regañadientes y de mala gana—
sus libros sobre el tema. Esto se debe a que la alquimia es, en sí misma,
tremendamente oscura y compleja, y los textos muy difíciles de leer, de manera que
se necesita un bagaje enorme de conocimiento técnico si quiere uno adentrarse en
este campo. Ofrezco este curso introductorio a los estudiantes en la esperanza de que
les permita adentrarse mejor en el tema, de modo que cuando lean los libros de Jung
tengan ya un caudal de conocimientos que les permita entenderlos.
En su libro Psicología y alquimia Jung introdujo, por así decirlo, la alquimia en la
psicología, primero publicando una serie de sueños de un estudioso de las ciencias
naturales que contienen gran cantidad de simbolismo alquímico, y después ofreciendo
citas de textos antiguos, con lo cual esperaba demostrar lo importante y moderno que
es este material, y cuánto lo que tiene para decir al hombre moderno. El propio Jung
descubrió la alquimia en forma absolutamente empírica. Una vez me contó que en los
sueños de sus pacientes aparecían con frecuencia ciertos motivos que no podía
entender, y que un día, observando viejos textos sobre alquimia, halló una relación.
Por ejemplo, un paciente soñó que un águila empezaba a volar hacia el cielo y
después, súbitamente, giraba hacia atrás la cabeza, empezaba a devorarse las alas y
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volvía a caer a tierra. El doctor Jung captó el simbolismo sin necesidad de
comparaciones históricas, como por ejemplo: el espíritu ascendente o el ave pensante.
El sueño muestra una enantiodromía, lo opuesto a la situación psíquica. Al mismo
tiempo estaba impresionado por el motivo que cada vez más era reconocido como
arquetípico y que debía, casi obligadamente, tener un paralelo, aunque no podía
encontrarse en ningún lugar, aparecía como tema general. Entonces, un día descubrió
el Ripley Scroll, que da una serie de imágenes del proceso alquímico —publicadas en
parte en Psicología y alquimia—, donde un águila con cabeza de rey se vuelve hacia
atrás para comerse sus propias alas.
2. El águila como símbolo del espíritu, por el cual, según Jung, los alquimistas se referían a
«todas las facultades mentales superiores, como la razón, la intuición y el discernimiento moral».
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gentes modernas.
El doctor Jung no se lo planteó como problema teórico, sino que vio un
paralelismo sorprendente con el material con que estaba trabajando. Pero ahora
podríamos preguntarnos por qué habría de estar el simbolismo alquímico más
próximo de las producciones inconscientes de muchas personas modernas que ningún
otro material. ¿Por qué no habría de bastar con estudiar mitología comparada, y
profundizar en los cuentos de hadas y en la historia de las religiones? ¿Por qué tenía
que ser especialmente la alquimia?
Para ello hay diversas razones. Si estudiamos el simbolismo en la historia
comparada de la religión, o en el cristianismo —todas las alegorías de la Virgen
María, por ejemplo, o el árbol de la vida, o la cruz, o el simbolismo del dragón en el
material cristiano medieval, etcétera—, o si estudiamos mitología, como por ejemplo
la de los indios norteamericanos (las creencias de los hopis, las canciones de los
navajos, etc.), en cada caso estamos enfrentándonos con material producido por una
colectividad y comunicado por una tradición más o menos organizada. Entre los
indios norteamericanos hay tradiciones de los médicos brujos que comunicaban a sus
discípulos sus canciones y rituales, en tanto que ciertas cosas eran conocidas por la
totalidad de la tribu, que participaba en los rituales. Lo mismo es válido para el
simbolismo cristiano, que se comunica en las tradiciones de la Iglesia, y el
simbolismo total de la liturgia y de la misa, con todo su significado, se transmite por
mediación de la doctrina, la tradición y las organizaciones humanas. Están también
las diferentes formas orientales del yoga y otras formas de meditación. Son símbolos
que ciertamente se formaron en el inconsciente, pero que desde entonces han sido
trabajados por la tradición. Uno ve repetidas veces cómo cualquiera que haya tenido
una vivencia original e inmediata de símbolos inconscientes comienza enseguida a
trabajar sobre ellos.
Tomemos el ejemplo de san Nicolás de Flüe, el santo suizo que tuvo la visión de
una figura divina errabunda que se le acercó envuelta en una brillante piel de oso y
cantando una canción de tres palabras. Por el relato original es obvio que el santo
estaba convencido de que quien se le aparecía era Dios o Cristo. Pero el relato
original se perdió y hasta hace unos ochenta años no hubo más que un relato hecho
por uno de sus primeros biógrafos, que contó más o menos correctamente la historia,
¡pero sin hablar de la piel de oso! Las tres palabras de la canción se refieren a la
Trinidad, el vagabundo divino sería Cristo, que se le aparece al santo, y así
sucesivamente. Todo eso, el biógrafo lo mencionaba, pero con la piel de oso no pudo
hacer nada, porque ¿por qué habría de usar Cristo una piel de oso? Entonces, no se
habló más de aquel detalle, y sólo se lo volvió a incluir cuando el azar llevó a
descubrir nuevamente el relato original de la visión. Esto es lo que sucede con las
experiencias originales que se transmiten; se hace una selección, y lo que se adecúa a
lo que ya se sabía —o coincide en cierto modo con esto— se comunica, en tanto que
se tiende a dejar pasar los otros detalles, porque parecen raros y nadie sabe qué hacer
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con ellos.
Parece, por ende, que el simbolismo que se comunica mediante la tradición está
en cierta medida racionalizado y depurado de las vulgaridades del inconsciente, de
los menudos detalles extraños que éste va agregando, en ocasiones contradictorios y
sucios. Esto también sucede, en pequeña escala, dentro de nosotros mismos. Un joven
médico se volvió de pronto muy escéptico respecto de la forma en que anotamos
nuestros sueños, porque creía que cuando uno los anota por la mañana ya ha habido
mucha falsificación. Entonces se instaló un grabador junto a la cama: por la noche,
cuando se despertaba, aunque estuviera medio dormido, grababa el sueño y por la
mañana lo anotaba por escrito tal como lo recordaba, y comparaba las dos versiones.
Descubrió así que su escepticismo era exagerado. Los relatos de sueños que hacemos
a la mañana siguiente son casi correctos, pero involuntariamente los ordenamos. Por
ejemplo, él había soñado que algo sucedía en una casa, y que después él entraba en la
casa. Al volver a contar el sueño por la mañana, corrigió la secuencia temporal y
escribió que él entraba en la casa y después le pasaba tal y tal cosa. De hecho, los
sueños registrados inmediatamente son más confusos en cuanto a la secuencia
temporal, pero por lo demás son bastante correctos. Por lo tanto, aun cuando un sueño
atraviese el umbral de la conciencia, ésta, al relatarlo, le hace algo, lo enmienda y lo
presenta en forma un poco más comprensible.
Cum grano salis, se podría comparar lo antedicho con la forma en que se
comunican las experiencias religiosas en un sistema religioso viviente, en el que
generalmente la experiencia personal inmediata se revisa, se purifica y se aclara. Por
ejemplo, en la historia de la vida íntima personal de los santos católicos, la mayoría
de ellos tuvieron vivencias inmediatas de la Divinidad —como corresponde a la
definición de un santo— o visiones de la Virgen María, de Cristo o de otras figuras.
Sin embargo, la Iglesia raras veces ha publicado nada sin expurgar primero todo lo
que se consideraba material personal. Sólo se dejaba pasar lo que coincidía con la
tradición.
Lo mismo sucede incluso en las comunidades primitivas libres. También los
indios norteamericanos omiten ciertos detalles que no consideran importantes para las
ideas conscientes de la colectividad. Los aborígenes australianos celebran un festival
llamado Kunapipi, que se prolonga durante treinta años. Durante todo ese tiempo, en
determinados momentos se llevan a cabo ciertos rituales —se trata de un gran ritual
de renacimiento que se extiende a lo largo de toda una generación— y cuando los
treinta años han transcurrido, se vuelve a empezar. El etnólogo que lo describió por
primera vez se tomó el trabajo de registrar los sueños que hacían referencia al
festival, y descubrió que los miembros de la tribu soñaban frecuentemente con él, y
que en esos sueños, como cabía esperar y tal como nos sucedería a nosotros, había
variaciones en pequeños detalles que no coincidían del todo con lo que realmente
sucedía. Los aborígenes australianos dicen que si un sueño contiene una buena idea,
ésta se comunica a la tribu y se la adopta como parte del festival, que de esa manera
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varía un poco en ocasiones, aunque en términos generales se atienen a la tradición
que les ha sido comunicada.
Al analizar católicos he visto con frecuencia el mismo fenómeno, es decir que
sueñan con la misa, pero en el sueño sucede algo especial; por ejemplo, que el
sacerdote distribuye sopa caliente en lugar de la hostia, o algo parecido. Todo es muy
correcto, a excepción de ese único detalle. Recuerdo el sueño de una monja donde en
mitad del Sanctus, es decir en el momento más sagrado, precisamente cuando debe
tener lugar la transformación, el anciano obispo que oficiaba la misa se detenía de
pronto diciendo que antes era necesario algo más importante, y pronunciaba entonces
un sermón sobre la encarnación. Después volvía a detenerse diciendo que seguirían
con la misa tradicional, cuya terminación confiaba a dos sacerdotes jóvenes.
Aparentemente la monja, lo mismo que muchas otras personas, no tenía una
verdadera comprensión del misterio de la misa; para ella no era más que la repetición
mecánica del misterio, y por lo tanto, antes de que tuviera lugar la transformación, el
sueño demostraba que en realidad había que explicar a la gente lo que estaba
sucediendo, porque si no participaban mentalmente la ceremonia no les serviría de
nada; no estarían haciendo nada más que creer sin entender. Por eso en el sueño el
obispo daba una larga explicación, tras la cual la misa clásica continuaba, celebrada
por sacerdotes más jóvenes, demostrando que era una renovación. La renovación se
produce de acuerdo con la manera en que se entiende la misa, y aquí el anciano se la
confiaba a los dos jóvenes. Esto ejemplifica cómo la experiencia individual de los
símbolos religiosos siempre difiere un poco de la fórmula oficial, que no es más que
una pauta promedio. Es muy poca la manifestación inmediata del inconsciente que
hay en la historia o en otros ámbitos.
Mediante la observación de sueños, visiones, alucinaciones y otras
manifestaciones, el hombre moderno puede ahora, por primera vez, considerar de
manera desprejuiciada los fenómenos del inconsciente. Lo que proviene del
inconsciente puede ser observado por mediación de los individuos. El pasado nos ha
legado algunos escasos informes de vivencias individuales, pero, en general, los
símbolos del inconsciente nos llegan de la manera más tradicional, debido al hecho
de que normalmente la humanidad no ha abordado el inconsciente en el nivel
individual, sino que, con pocas excepciones, se ha relacionado con él en forma
indirecta, mediante los sistemas religiosos. Hasta donde yo puedo verlo, esto tiene
una validez general, a no ser en las sociedades más antiguas y más primitivas, y en
algunas otras formas de aproximación al inconsciente, aunque también hayan sido
codificadas.
En varias tribus esquimales no existe prácticamente contenido alguno de la
conciencia colectiva. Hay algunas pocas enseñanzas sobre ciertos fantasmas, espíritus
y dioses —Sila, el dios del aire; Sedna, la diosa del mar y algunos más— que se
comunican oralmente por mediación de ciertas personas, pero sólo las experiencias
personales son comunicadas por el chamán o el médico brujo, que son las
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personalidades religiosas de dichas comunidades. Los esquimales llevan una vida tan
dura y tienen tan difícil la supervivencia, debido a las terribles condiciones
ambientales, que normalmente todo el mundo se concentra exclusivamente en
sobrevivir, con la excepción de unos pocos individuos escogidos que mantienen algún
intercambio con los espíritus y tienen experiencias interiores y sueños, de modo que
el pueblo se relaciona simplemente con esos sueños y tiene sobre ellos sus propias
ideas, como sucede con una persona moderna en el curso de un psicoanálisis. La
única orientación que reciben es al conocer a otros chamanes e intercambiar
experiencias, lo que les permite no estar totalmente solos con sus experiencias
íntimas. Por lo general, los chamanes más jóvenes buscan a los viejos, temiendo,
como nos pasaría a nosotros, que de no hacerlo así terminarían por enloquecer. En ese
caso hay un mínimo de tradición colectiva consciente, y un máximo de experiencia
personal inmediata en algunos individuos.
Me parece probable que esto represente los vestigios de un estado originario,
porque según las consideraciones de la antropología se puede suponer que la
humanidad vivía originariamente en pequeños grupos tribales de veinte a treinta
personas, entre las cuales solía haber dos o tres introvertidos capaces de tener
vivencias personales íntimas, que eran los guías espirituales, en tanto que los
cazadores o luchadores, físicamente fuertes, eran los guías terrenales. En casos así
hay material referente a experiencias íntimas inmediatas y muy poca tradición.
Están además los fenómenos de individuos que hacen contacto inmediato con el
inconsciente en las experiencias iniciáticas organizadas de ciertos pueblos. Por
ejemplo, en muchas tribus de indios norteamericanos, parte de la iniciación de un
joven médico brujo consiste en irse a la cumbre de una montaña o al desierto, tras un
período de ayuno, y a veces también después de haber tomado drogas, a buscar allí
una visión, experiencia o alucinación que después el joven confía a su Maestro o
Iniciador. Si cuenta, por ejemplo, que ha visto una lagartija, le dicen que pertenece al
clan de los thunderbird[1] y que tendrá que convertirse en un médico brujo de tales y
cuales características. Pero allí la interpretación de la vivencia individual se relaciona
con la tradición del inconsciente colectivo, y un médico brujo se limitaría a omitir
cualquier cosa que fuera completamente individual o extraña. Paul Radin ha
publicado sueños de indios, mostrando la forma en que los interpretan, y es fácil ver
que lo que no entienden, se lo saltan sin más. Del sueño seleccionan lo que se
relaciona con las ideas de la conciencia colectiva y omiten los detalles raros, lo
mismo que hacen los analistas junguianos principiantes cuando comienzan a
interpretar sus propios sueños. Si uno les sugiere que intenten hacerlo, por lo general
escogen un motivo que parezca relacionarse con algo que entienden y dicen que
saben lo que eso significa, que se refiere a tal y tal cosa, y entonces es cuando yo les
pregunto qué hay de este detalle y de este otro, que ellos tienden a omitir.
Las experiencias inmediatas del inconsciente que tienen ciertos individuos pueden
ser luego codificadas o interpretadas, o incorporadas a un sistema religioso.
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Naturalmente, en todos los sistemas religiosos hay sectas que tienden a revivificar las
experiencias inmediatas. Allí donde una religión parece demasiado codificada, se
forma generalmente una secta compensatoria tendente a revivificar las experiencias
individuales, y esto explica la multiplicidad de cismas. Por ejemplo, en el Islam están
los sunnitas y chiítas, entre otros; o la escuela talmúdica y la cabalística en la Edad
Media judía, donde se comunican los símbolos religiosos codificados. El grupo más
reciente tiende a dar más valor a las vivencias individuales; uno de ellos sostiene que
es ortodoxo, y el otro afirma que tiene el espíritu viviente, lo que sería además el
contraste entre los tipos extravertido e introvertido. Pero incluso en la tradición del
introvertido que se proclama dueño del espíritu, la verdadera experiencia personal del
inconsciente es muy poca. Nunca hay más que unos pocos individuos que tengan
experiencias así, probablemente porque son tan peligrosas y aterradoras que sólo unas
pocas personas excepcionalmente valientes siguen este camino, o bien los necios que
no saben hasta qué punto aquello es peligroso, y que por eso mismo terminan
enloqueciendo. En alguna de sus primeras conferencias en el colegio técnico de
Zúrich, E. T. H., para ejemplificar el simbolismo del proceso de individuación y lo
que quería decir con esta expresión, el doctor Jung analizó una serie de imágenes de
un texto oriental de meditación y de los famosos Ejercicios espirituales de san
Ignacio de Loyola, como también el Benjoumin minor de Hugh de St. Victor.
Demostró que todas estas formas de meditación codificada contienen las teorías o
símbolos esenciales que normalmente aparecen en los individuos en el proceso de
individuación. Pero todos estos abordajes del inconsciente, lo mismo que la mayoría
de las formas de meditación oriental y de las formas cristianas medievales, contienen
un programa. Por ejemplo, quien practique los Ejercicios de san Ignacio tiene que
concentrarse en la primera semana en la sentencia Homo creatus est, en la segunda en
los sufrimientos de Cristo y así sucesivamente. Si en medio de su contemplación se le
ocurre que le gustaría tomar un café, eso sería una perturbación mundana inducida
por el diablo, que hay que dominar. ¡Pero también puede haber perturbaciones
sagradas! El meditador podría, cuando está meditando sobre la cruz, ver de pronto
una luz azul o una corona de rosas que rodea la cruz, pero como eso no corresponde,
también ese pensamiento debe ser rechazado; ése podría ser el diablo, que está
falsificando el proceso, porque lo que él debe ver es la cruz y no un ramo de rosas.
Por eso se le enseña a rechazar esas irrupciones espontáneas del inconsciente y a
adherirse fanáticamente a lo programado.
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3. Un alquimista trabajando con su soror mystica (ayudante femenina),
que representa la colaboración con su propio lado femenino.
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natural que todos digan que es un hechicero! Un día llega alguien que le dice que ha
encontrado un trozo de metal raro y pregunta al alquimista si no le interesaría
comprarlo. El alquimista no sabe cuánto vale el metal, pero hace un cálculo
aproximado y le da algún dinero. Después pone sobre el fogón lo que le han traído y
lo mezcla con azufre o algo similar para ver qué pasa, y, si el metal acierta a ser
plomo, el alquimista queda gravemente afectado por los vapores tóxicos. Llega
entonces a la conclusión de que se trata de una materia que hace sentir mal a la gente
y casi la mata, ¡y concluye diciendo que hay un demonio en el plomo! Después,
cuando escribe sus recetas, añade una nota al pie: «Tened cuidado con el plomo,
porque en él hay un demonio capaz de matar y enloquecer a la gente», lo que para
aquel momento y en aquel nivel sería una explicación bastante obvia y razonable. Por
consiguiente, el plomo se convirtió en un objeto ideal para proyectarle factores
destructivos, dado que en ciertas condiciones sus efectos son tóxicos. Las sustancias
acidas también eran peligrosas, pero como por otra parte eran corrosivas y tenían
propiedades disolventes, eran sumamente importantes para las operaciones químicas.
De esa manera, si uno quería fundir algo o tenerlo en forma líquida podía hacerlo
valiéndose de soluciones acidas, y por esta razón la proyección afirmaba que el ácido
era la sustancia peligrosa que disuelve, pero que también posibilita el manejo de
ciertas sustancias. O si no, es un medio de transformación que permite, por así
decirlo, abrir un metal con el cual es imposible hacer nada y volverlo accesible a la
transformación mediante el uso de ciertos líquidos. Por eso los alquimistas escribían
sobre el tema en la forma ingenua que estoy describiéndoles, sin darse cuenta de que
aquello no era ciencia natural, sino que, si se lo considera desde el punto de vista de
la química moderna, contenía muchísimas proyecciones.
En la alquimia existe, pues, una cantidad asombrosa de material que procede del
inconsciente, producido en una situación en que la mente consciente no seguía un
programa definido, sino que solamente investigaba. El propio Jung abordó de manera
similar el inconsciente, y en análisis también intentamos conseguir que la gente
adopte una actitud en la cual no se aboque al inconsciente ateniéndose a un programa.
Decimos simplemente, por ejemplo, que la situación parece mala, que el estado del
sujeto no es del todo satisfactorio y que debemos considerar todo eso, junto al
fenómeno vital que llamamos el inconsciente, y preguntarnos qué es lo que ambas
cosas juntas podrían representar, o hacia dónde podrían encaminarse. Un punto de
partida así, consciente, que contiene un mínimo de programación, corresponde al
point de départ consciente del alquimista, de modo que el inconsciente responde de
manera parecida, y por eso los escritos alquímicos son especialmente útiles para
llegar a entender el material moderno.
Pregunta: En un volumen de Oppenheim, de material onírico antiguo, titulado
The Interpretation of Dreams in the Ancient Near East [La interpretación de los
sueños en el Oriente Próximo antiguo], uno tiene la sensación de que los antiguos
intérpretes trabajaban también sobre una base colectiva. ¿Cree usted que es así?
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M. L. von Franz: Sí, en la medida en que también ellos hacían una selección en
los sueños, escogían aquello que se relacionaba con el material colectivo. Esto
también es válido para Artemidoro. Yo no conozco más que un documento de la
antigüedad en donde hay una serie de sueños que no ha sido seleccionada, y se
encuentra en un texto proveniente del serapeo de Menfis. Un hombre llamado
Ptolomeo (me parece que su artículo fue publicado por Ulric Wilcken) se metió en
dificultades, creo que por deudas, por lo que debería haber ido a prisión, pero en
cambio optó por convertirse en novicio —un Katochos— en el serapeo de Menfis, es
decir el santuario de Serapis erigido en Menfis. De acuerdo con las normas, un
Katochos debía anotar sus sueños, y tenemos el papiro de Ptolomeo —un papiro
excepcional, en griego egipcio helenizado— donde constan sueños asombrosamente
«modernos». Por ejemplo: «Me encontré con Fulano, y dijo…», y a ello siguen
algunas trivialidades, y luego otra vez el nombre, y así sucesivamente, como sería
típico de nuestros sueños. Es imposible interpretar un sueño así, porque no
conocemos las asociaciones. En una serie de unos veintisiete sueños hay dos o tres en
que aparece la diosa Isis, por ejemplo. Aunque podamos entender los sueños
colectivos, en los que aparecen figuras colectivas, con los otros no podemos hacer
nada porque no sabemos las asociaciones. Ptolomeo dice, por ejemplo, que se
encontró con su sobrino, pero nadie sabe qué significaba para él ese sobrino.
Hay algo más que tuvo gran importancia para mí cuando descubrí este
documento, a saber, que aquellas gentes soñaban exactamente igual que nosotros. Si
uno lee los sueños de los babilonios, siente que ellos no soñaban como nosotros,
porque en el material onírico de los babilonios los sueños se seleccionan para
adaptarse a la interpretación tradicional. Por ejemplo, soñar con una cabra negra
anuncia mala suerte. Centenares de otros sueños del mismo hombre que había tenido
un sueño así pasan sin pena ni gloria, pero, como en la tradición colectiva una cabra
negra que aparece en sueños significa mala suerte, aquel sueño se registró. Lo mismo
sigue sucediendo hoy en nuestras comarcas campesinas, donde nadie presta atención
alguna a los sueños ordinarios. Pero si alguien sueña con un ataúd, o con una boda o
una serpiente, de eso se habla, y todos se preguntan si estará por morirse alguien de la
familia; esto sólo es válido para los motivos tradicionales, y el resto del material
onírico se desecha.
Pero los fragmentos de los sueños de Ptolomeo nos muestran algo completamente
diferente de la bibliografía sobre sueños de la antigüedad, y uno se da cuenta de que
la gente soñaba entonces como nosotros, aunque la bibliografía sobre sueños no relata
más que los pocos sueños que concuerdan con sus teorías: si soñaste que la casa se
incendiaba, entonces estás enamorado, cosas así. Siempre se puede ver cómo
llegaban a sus interpretaciones, que no eran del todo malas, porque es bastante
probable que alguien que está enamorado sueñe que se le quema la casa. Esos libros
están organizados sobre experiencias promedio, pero todo el material onírico
medieval, lo mismo que el de la antigüedad, se interpreta en el nivel de la realidad. O
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sea que, si alguien va a morirse, soñarás con un visitante que va a recibir o perder
dinero, y así en el mismo estilo. Un sueño no se toma jamás como una cosa o un
proceso interior, sino que se lo proyecta siempre sobre el mundo exterior.
Incluso hoy, aquí en Suiza, la gente sencilla suele hablar de sus sueños, pero
viéndolos sólo como pronósticos. Yo analizo a una mujer de la limpieza, y el otro día
me llamó su hermano para preguntarme por qué estaba enloqueciendo más aún a su
hermana analizándole los sueños, y para decirme que los sueños no son más que
tonterías, como bien lo sabía él, que el invierno pasado había soñado tres veces con
ataúdes, ¡y en la familia no se había muerto nadie! Este hombre sigue pensando a la
manera clásica greco-egipcio-babilónica. Pero volvamos ahora a las tradiciones
originales de los pequeños grupos primitivos, y supongamos que un hombre tiene
sueños o visiones. Ante él se abren dos posibilidades: si conoce a alguien a quien se
considera chamán o médico brujo, o a un sacerdote, lo consulta y acepta su
interpretación, o, si no, puede mantenerse independiente y darse su propia
interpretación, extraer sus conclusiones y elaborar un sistema completo.
Comentario: Entonces todo depende de la actitud y del entendimiento de quien
tiene la autoridad y, en última instancia, de la cuestión de cuál es la autoridad que se
ha de respetar más, si la del intérprete que señala la tradición o la de la persona que
ha tenido el sueño o la experiencia.
M. L. von Franz: Sí, y en última instancia de la persona que tiene más mana, la
que lleva la vida más espiritual y tiene mayor autoridad. Por ejemplo, a veces, incluso
en esos países primitivos, la gente se guarda para sí sus experiencias y cultiva su
propio sistema, pero si después fracasan en la vida los consideran tontos, de modo
que el hombre que tiene la arrogancia bastante para querer quedarse solo corre el
riesgo de que lo vean como a un poseído y un tonto, y no como a un gran médico
brujo. Tiene que correr ese riesgo, y sólo la vida puede demostrar cuál es la verdad.
Pero incluso en las tribus así se distingue quién es un tonto y está poseído, y quién un
médico brujo.
Comentario: En términos cristianos se podría decir que un hombre así iba
cargando con su cruz, pero que todo dependía del motivo.
M. L. von Franz: Sí, eso mismo. O, como sucede en la heresiología católica,
alguien también puede tener una revelación individual de Dios, que lo lleva a
apartarse del dogma de la Iglesia. Imaginemos que esta persona tiene una visión de
Cristo y que Cristo le dice que es medio animal, o algo parecido, y que entonces el
hombre anuncie que él sabe que Cristo no sólo se encarnó como hombre, sino
también en el nivel de un animal. Si un hombre cree eso, la Inquisición que lo
condena a la hoguera dice también que aún puede salvarse y aún puede tener razón.
Hay que quemarlo, porque el credo ortodoxo debe ser defendido, pero la puerta
permanece abierta; dicen que el hereje puede tener razón, pero que si quiere adherirse
a su verdad personal debe aceptar que lo quemen por ella. No pretenden que haya
perdido su alma, porque Dios bien puede aceptarlo en el Paraíso, pero su destino es
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también morir quemado.
Una cosa así representa una especie de modestia espiritual, porque si bien lo
condenan a la hoguera, no condenan su alma ni sostienen tampoco que no haya
salvación para él. Un hombre así es lo bastante orgulloso (o solitario, o
espiritualmente independiente) para confiar en sus propias creencias y en sus
experiencias personales, y debe aceptar las consecuencias, pero la comunidad no lo
aceptará en los círculos católicos. En otros círculos la actitud puede ser diferente.
Según tuve noticias hace poco, también las enseñanzas del catolicismo moderno se
han modificado ligeramente en un sentido. Un jesuíta le dijo a un amigo mío que a
uno se le permite creer algo, como al hombre de la tribu a quien nos referimos antes,
siempre que no le hable a nadie más del asunto, no lo convierta en doctrina y no
intente convertir a otros a la misma creencia. Si simplemente te la guardas para ti,
pero decides no rechazar tu visión interior, entonces la Iglesia Católica se tapará los
ojos ante el problema.
Comentario: Creo que eso no sólo se aplica a la Iglesia Católica, sino a cualquier
grupo de personas. Depende de si el individuo cree —o no— que puede hablar de su
experiencia con su grupo.
M. L. von Franz: Sí, y por eso con frecuencia le digo a la gente de personalidad
esquizoide que su locura no está en lo que ven o en lo que oyen, sino en que no saben
a quién pueden decírselo. Si se lo guardaran para sí, todo iría bien. Tengo, por
ejemplo, una paciente fronteriza, una mujer que se recorre todos los psiquiatras
acusándolos de ser unos racionalistas idiotas que no creen en Dios, y les cuenta sus
visiones. Creo que su único error está en decírselo a esa gente, porque eso es,
simplemente, ser una inadaptada. Sus visiones como tales están perfectamente, y lo
que la paciente piensa de ellas también, pero su sentimiento de extraversión es
inferior, socialmente es una inadaptada. ¡No debería hablar de esas cosas con un
psiquiatra racionalista que no hace más que preguntarse si no tendría que internarla!
Comentario: ¡No, porque su propia reputación también está en juego!
M. L. von Franz: Sí, por cierto. Sus colegas se burlarían de él si empezara a
creer en las visiones de sus pacientes. Los colegas siempre se portan así, y hablan de
contratransferencia y esas cosas. Es a tal punto una cuestión de ambición y prestigio y
convención colectiva…, lo mismo que pasa con nosotros.
Hay otro aspecto del problema de la alquimia, y es por qué tiene tanta
importancia para el hombre moderno. La alquimia es una ciencia natural que
representa un intento de entender los fenómenos materiales de la naturaleza; es una
mezcla de la física y la química de aquellos primeros tiempos, y corresponde a la
actitud mental consciente de los que la estudiaron y se concentraron en el misterio de
la naturaleza, y particularmente de los fenómenos materiales. Es también el comienzo
de una ciencia empírica, pero en esa historia específica me adentraré después. El
hombre moderno promedio, en especial el de los países anglosajones, pero también y
cada vez más en todos los países europeos, está entrenado mentalmente en la
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observación de los fenómenos de las ciencias naturales, en tanto que a las
humanidades, como bien saben ustedes, se las desdeña cada día más. Ésta es una
tendencia de la actualidad, en la cual se pone cada vez más el acento sobre el enfoque
«científico». Si analizan ustedes a gentes modernas, se encuentran con que su visión
de la realidad está muy influida por los conceptos básicos de la ciencia natural, y con
que el material compensatorio o de conexión que provee el inconsciente también es
similar. La analogía es superficial, porque la razón es mucho más profunda.
Si se pregunta uno por qué en nuestra Weltanschauung [visión del mundo]
predominan hasta tal punto las ciencias naturales, se puede ver que esto es el
resultado de una evolución prolongada y específica. Como quizá todos saben, vista
desde el ángulo más específicamente europeo se considera que la ciencia natural se
originó en el siglo VI a de C., hacia la época de la filosofía presocrática. Pero se
trataba básicamente de una especulación filosófica sobre la naturaleza, porque había
muy poca investigación experimental por parte de los primeros científicos de la
naturaleza. Sería más correcto decir que lo que nació en aquel momento fue la ciencia
natural en cuanto teoría o concepto general de la realidad. La ciencia natural, en el
sentido de la experimentación que siempre ha llevado a cabo el hombre con los
animales, las piedras, las plantas, la materia, el fuego y el agua, es mucho más
amplia, y en tiempos pasados formó parte de las prácticas mágicas que se relacionan
con todas las religiones y que se ocupan de aquellos materiales. Hay unas pocas
excepciones. Por eso se podría decir que, en su visión de las realidades últimas de la
vida, el hombre se siente abrumado por ideas y conceptos venidos de su propio
interior, por símbolos e imágenes, pero se enfrenta también con los materiales
externos. Esto explica por qué, en la mayoría de los rituales, hay algo concreto que
representa el significado simbólico; por ejemplo, el tazón de agua que se pone en el
centro para la adivinación, o algo de ese mismo género.
Por eso, a la materia y a los fenómenos materiales se los aborda de manera
«mágica», y por lo tanto en las historias de la religión de diferentes pueblos hay
símbolos religiosos que son personificaciones o representaciones de demonios, con
aspectos personificados a medias, como hay también divinidades, esto es, factores de
poder, que tienen un aspecto material. Todos ustedes conocen el concepto de mana,
que incluso los investigadores no junguianos de la religión comparan con la
electricidad. Si un australiano frota su churinga[2] para obtener más mana, sería con
la idea de recargar su tótem, o su esencia vital, como quien recarga una pila.
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ocasiones, el acento se pone más bien en la naturaleza despersonalizada de los
símbolos de poder, y otras veces más bien en poderes personificados. En algunas
religiones uno de los aspectos es más dominante, y en otras el otro. Por ejemplo, el
sistema religioso cuya forma decadente se refleja en los poemas homéricos, en los
cuales los dioses del Olimpo griego aparecen semipersonificados, con sus
deficiencias humanas, constituye un ejemplo extremo de divinidades principalmente
personificadas. Por otra parte, el extremo contrario de la oscilación pendular se
encuentra en la filosofía natural griega, en donde súbitamente todo el énfasis se pone
en símbolos tales como el agua, de la que se dice que es el principio del mundo, o en
el fuego, como en Heráclito, todo lo cual es una revivificación de la idea del mana en
un nivel superior.
En el cristianismo se observa una mezcla: a Dios Padre y a Dios Hijo, se los
representa por lo general en el arte como seres humanos, y al Espíritu Santo, a veces,
como un anciano con barba, lo cual es un estereotipo idéntico al de Dios Padre, pero
frecuentemente como un animal, que es otra forma de personificación, o también
puede ser representado por el fuego, el viento o el agua, o por el aliento [que circula]
entre el Padre y el Hijo. De modo que el Espíritu Santo, hasta en la Biblia, tiene
ciertas formas en que se lo describe como fenómenos naturales tales como el fuego,
el agua o la respiración, o se lo equipara con ellos. Así, el cristianismo tiene una
imagen de Dios que representa ambos aspectos. Pero en otras religiones hay o bien
varios humanos o bien otros dioses, de modo que probablemente tengamos que
plantearnos la hipótesis de que al inconsciente le gusta aparecer en sus
manifestaciones últimas, arquetípicas, simbolizado a veces en los fenómenos
naturales, y otras veces personificado. ¿Qué significa esto?
4. La imagen que da William Blake de Dios Padre como un anciano con barba, personificación
típica del Sí mismo, el arquetipo de la totalidad y el centro de la personalidad.
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La pregunta es muy difícil. ¿Por qué, por ejemplo, tiene alguien un concepto de
Dios como un fuego invisible y divino que todo lo penetra, en tanto que otra persona
se Lo imagina como algo semejante a un ser humano? Actualmente, la gente tiende a
pensar que un niño pequeño, con ideas de jardín de infancia, se imaginará a Dios
Padre con una barba blanca, pero que más adelante, adquirida ya una mayor
información científica, se lo imaginaría más bien —si se lo imagina— como una
potencia significativa en el cosmos o algo parecido. Pero entonces, ¡no hacemos más
que proyectar nuestra propia situación científica! Hasta donde yo lo veo, no es verdad
que aquellas manifestaciones o ideas personificadas de los dioses, o de la Divinidad,
sean más infantiles.
Para poder responder a la cuestión nos veríamos forzados a estudiar con cuidado
una cantidad de material onírico y a preguntarnos después, totalmente aparte de este
problema religioso, qué quiere decir que un contenido arquetípico se manifieste como
una bola de fuego y no como un ser humano. Supongamos que hay dos hombres, y
que uno de ellos sueña con una bola de fuego que lo reconforta y lo ilumina, en tanto
que al otro se le aparece en el sueño un maravilloso sabio anciano, y que para ambos
la vivencia es igualmente avasalladora. De un modo superficial, se podría decir que
ambas imágenes simbolizan el Sí mismo, es decir la totalidad, el centro, una forma
más de manifestación de la imagen de Dios. ¿Cuál es la diferencia cuando la
experiencia de un hombre es de luz, o de una bola de fuego, mientras que al otro se le
aparece el sabio superhumano?
Respuesta: La anterior representaría el significado abstracto.
M. L. von Franz: Sí, una es más abstracta —abstrabere—, pero ¿es abstractus de
qué?
Comentario: Estaría más alejado de lo humano.
M. L. von Franz: Sí, per definitionem, pero ¿cómo le respondería usted al
analizando que le hiciera una pregunta así? Nunca podemos dar una respuesta
absoluta, pero podemos decir algo sobre ello. Yo lo tomaría muy simplemente, le
preguntaría al paciente, y trataría de animarlo a seguir. Con un anciano sabio se puede
hablar, le puedes hacer preguntas o plantearle todos tus problemas humanos —si
deberías divorciarte o gastar tu dinero de tal o cual manera— y se puede suponer que,
puesto que se aparece en esa forma, debe saber algo del asunto, ¡aunque quizá
responda que él está muy alejado de todas esas cosas! En todo caso, la sensación
primaria, o la conjetura, o la actitud que suscita es que, con una figura así, uno puede
relacionarse en un nivel humano. Pero no se puede hablar con una bola de fuego ni
hacer contacto con ella, a no ser con algún recurso de la ciencia natural… Es posible
quizás atraparla en un recipiente de cristal, u observarla para ver qué es lo que hace;
ponerte de rodillas y adorarla, mantiéndote a distancia prudencial para que no te
queme, o meterte dentro de ella y descubrir que es un fuego que no quema, pero que
no es posible relacionarse con ella en forma humana.
Entonces, la manifestación en una forma humana vendría a demostrar la
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posibilidad de una relación consciente, en tanto que una forma inhumana, o la de un
poder natural, no es más que un fenómeno, y sólo es posible relacionarse con ella en
su condición de tal. Evidentemente, sea lo que fuere lo Divino, tiene las dos
vertientes, y así lo han mantenido la mayor parte de las teologías. ¿Qué es un dios
con quien no podemos relacionarnos? Si no podemos decirle nada de nuestra alma
humana, ¿de qué nos sirve? Por otra parte, ¿qué es un dios que no es más que una
especie de ser humano, y que no va más allá de eso? También él parece ser el Otro
completamente misterioso, con el cual no podemos relacionarnos, de la misma
manera que no podemos relacionarnos con los fenómenos misteriosos de la
naturaleza. Por lo tanto, es probable que siempre hayan existido los dos aspectos de
este centro íntimo y final de la psique: uno de ellos completamente trascendente, que
se manifiesta en algo tan remoto como el fuego o el agua, y otro que a veces se
manifiesta en forma humana, lo cual significaría que se aproxima a una forma con la
cual podríamos relacionarnos.
Si alguien sueña con la Divinidad en figura humana, habrá entonces un gran
caudal de experiencia emocional e intuitiva de su carácter y de su proximidad. San
Nicolás tuvo un sueño o una visión de Cristo que se le aparecía como un Berserk[3] y
luego, en la misma visión, el Berserk decía al pueblo la verdad sobre sí mismos;
como era capaz de ver dentro de ellos lo que realmente eran, la gente le huía. Él sabía
al momento lo que querían preguntarle y, con frecuencia, simplemente les daba la
respuesta sin interrogarlos siquiera. Por consiguiente, es obvio que san Nicolás tenía
la misma cualidad que tenía Cristo en su visión, lo que sería un ejemplo de algo
perteneciente al inconsciente arquetípico y que penetra en el ser humano. Si alguien
sueña con un arquetipo en forma humana, eso significa que el soñante podría, en
alguna medida, encarnar el arquetipo. Éste podría manifestarse en el soñante y
expresarse por su mediación; en esto consiste la idea del Cristo interior. Si alguien
sueña con el anciano sabio, puede suceder que se encuentre en una situación
imposible en la cual le formulan una pregunta imposible, pero súbitamente ¡se le
ocurre una respuesta perfecta! Si la persona es sincera, se siente obligada a admitir
después que no era ella quien hablaba. «Eso» habló por mediación suya, pero ella no
podía pretender que se le hubiera ocurrido semejante idea. Eso sería la manifestación
en la persona del anciano sabio, de alguien o algo que no es idéntico al yo, pero que
es una ayuda en una situación difícil.
Pregunta: ¿Por qué usted niega necesariamente la identificación con el yo?
M. L. von Franz: Porque, si usted se identifica, ha caído en una inflación. Con
esto se debe ser sincero. Si usted ha hecho un esfuerzo mental, puede decir que la
idea fue suya, pero a mí me ha sucedido a veces que he dicho algo y después la gente
lo ha repetido, diciendo que con aquello yo les había salvado la vida. Si yo soy
sincera, respondo que no me había dado cuenta de lo que estaba diciendo, sino que
dije lo que se me ocurrió, y que aquello resultó tener mucha más sabiduría que
cualquier cosa que yo pudiera haber pensado. Pero incluso si uno ha hecho el
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esfuerzo y tiene la sensación subjetiva de que lo pensó, de hecho aquello provino del
inconsciente, porque sin la cooperación de éste no se puede producir nada. Incluso si
uno dice que a las doce debe acordarse de hacer tal cosa, si el inconsciente no
coopera, se le olvidará.
Por supuesto cualquier clase de visión mental interior proviene del inconsciente,
pero este postulado es exagerado, porque hay veces en que uno tiene la sensación de
haber resuelto algo por su propio esfuerzo, en tanto que en otra ocasión la idea
simplemente se le ocurre, sin esfuerzo consciente de su parte. Es menester ser
sencillo y sincero, no dejarse ganar por la inflación ni reclamar para sí mismo esas
buenas ideas; quien hablaba —si es que así lo confirman los sueños— era el anciano
sabio, o la despierta viejecita, o la Divinidad. Si alguien sueña con el anciano sabio y
tiene una experiencia de éstas, ésa es la demostración empírica. La bola de fuego no
ofrecerá la misma experiencia, aunque en cierto sentido será aún más maravillosa,
porque la persona se verá mucho más afectada emocionalmente; estará abrumada,
paralizada por el misterio, por la total alteridad de lo Divino.
Una experiencia de lo Divino suele ser algo de un poder abrumador que
trasciende nuestra comprensión, que es peligroso, pero a lo cual hay que adaptarse,
como hay que adaptarse a ciertas manifestaciones de la naturaleza, como la erupción
de un volcán. El espectáculo es hermosísimo, pero no hay que acercarse demasiado, y
es imposible relacionarse con él. Lo único que se puede hacer es mirarlo, pero es algo
que jamás se olvidará. Emocionalmente, tiene un efecto sobre uno, pero para
describirlo haría falta un poeta. Eso correspondería a las manifestaciones del
arquetipo como fenómeno natural. La naturaleza tiene, en la experiencia del ser
humano, un aspecto numinoso y divino que explica por qué la imagen de Dios tiene
ambos aspectos. En la mayoría de las religiones hay personificaciones de Dios en
ambas formas.
En la historia de la evolución de la mente europea se ha manifestado, desde la
época de los griegos, una forma extraña de oposición y de enantiodromia.[4] En la
religión homérica, el aspecto personificado estaba exagerado. En la filosofía natural
de los presocráticos se exageraba el aspecto natural. En tanto que en el estoicismo se
puso más énfasis en el aspecto natural, en la primera época del cristianismo hubo un
retorno a un aspecto más personificado, pero a partir de los siglos XV y XVI se volvió
a poner énfasis en el aspecto de la naturaleza. Parece como si en la evolución de la
mentalidad europea se iniciara un cierto movimiento de equilibrio de los opuestos, es
decir de la diferencia o contraste entre ciencia y religión, que llegó luego a
convertirse en el gran seudoproblema de la modernidad posterior: el dilema de
ciencia o religión.
Me refiero a él en forma arbitraria y ridiculizándolo como seudoproblema porque
originariamente no era problema alguno, y de hecho no existe más que una sola cosa:
la búsqueda de la verdad esencial. Si volvemos a aquella cuestión y decimos que lo
que interesa es la verdad, y no en cuál de las facultades universitarias se la ha de
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hallar, entonces el problema se desinfla. Algunas personas se quedan atrapadas en la
proyección de las representaciones arquetípicas del poder de la naturaleza, y otras en
los poderes personificados, y los dos grupos se pelean. Entre ustedes puede haber
alguien que lo objete y me pregunte cómo es que también los científicos de la
naturaleza pueden caer en la trampa de las proyecciones. Para un analista, esto es
evidente, pero quiero explicarlo brevemente para aquellos que quizá no se hayan
dedicado mucho a pensar en estas cosas.
Si leen ustedes la historia de la evolución de la química, y en particular de la
física, verán que incluso estas ciencias naturales tan exactas no podían, ni pueden
todavía, dejar de basar su sistema de pensamiento sobre ciertas hipótesis. En la física
clásica, hasta finales del siglo XVIII, una de las hipótesis de trabajo, a la que se había
llegado ya sea en forma inconsciente o semiconsciente, era que el espacio tenía tres
dimensiones, una idea que jamás fue cuestionada. El hecho se aceptó siempre, y los
dibujos en perspectiva de hechos, diagramas o experimentos físicos estaban siempre
de acuerdo con aquella teoría. Sólo cuando se la abandona se pregunta uno cómo es
que se pudo creer jamás semejante cosa. ¿Cómo se llegó a una idea así? ¿Por qué
estábamos tan atrapados por ella que jamás nadie dudó, ni siquiera cuestionó, aquella
afirmación? Se la aceptaba como un hecho evidente, pero ¿qué base tenía? Johannes
Kepler, uno de los padres de la física moderna o clásica, decía que naturalmente el
espacio debía tener tres dimensiones, ¡porque eran tres las personas de la Trinidad!
De modo que nuestra propensión a creer en la tridimensionalidad del espacio es un
brote más reciente de la idea trinitaria cristiana.
Además, hasta ahora la mentalidad científica europea ha estado poseída por la
idea de la causalidad, aceptada también sin cuestionarla: todo era causal, y la actitud
científica consistía en afirmar que las investigaciones debían hacerse teniendo
presente esta premisa, porque para todo debía haber una causa racional. Si algo
parecía irracional, se creía que su causa era aún desconocida. ¿Por qué estábamos tan
dominados por aquella idea? Uno de los grandes padres de las ciencias naturales, y
gran protagonista del carácter absoluto de la idea de causalidad, fue Descartes, el
filósofo francés cuya creencia se basaba en la inmutabilidad de Dios. La doctrina de
la inmutabilidad de Dios es uno de los dogmas del cristianismo: la Divinidad no
cambia, en Dios no debe haber contradicciones internas ni ideas o concepciones
nuevas. ¡Ésa es la base de la idea de causalidad! De la época de Descartes en
adelante, esto les parecía a todos los físicos tan evidente que nadie lo cuestionó. La
ciencia no tenía otra misión que investigar las causas, y todavía lo seguimos
creyendo. Si algo se cae, hay que encontrar el por qué: lo debe de haber derribado el
viento o algo así, y estoy segura de que si no se descubre ninguna razón, la mitad de
ustedes dirán que todavía no sabemos la causa, ¡pero claro que tiene que haber una!
Nuestros prejuicios arquetípicos son tan fuertes que no es posible defenderse de ellos:
nos atrapan, sin más ni más.
El profesor Wolfgang Pauli, físico [y premio Nobel], demostraba con frecuencia
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hasta qué punto las ciencias físicas modernas están en cierta medida arraigadas en las
ideas arquetípicas. Por ejemplo, la idea de causalidad tal como la formuló Descartes
es responsable de enormes progresos en la investigación de la luz y de los fenómenos
biológicos, pero aquello mismo que promueve el conocimiento se convierte en su
prisión. Generalmente, los grandes descubrimientos en las ciencias naturales se deben
a la aparición de un paradigma arquetípico mediante el cual se puede describir la
realidad; esta aparición suele preceder a los grandes avances, porque ahora hay un
modelo nuevo que permite una explicación mucho más completa de lo que hasta el
momento era posible.
La ciencia ha progresado, pues, pero todavía cualquier modelo se sigue
convirtiendo en una jaula, porque si uno tropieza con fenómenos difíciles de explicar,
en vez de adaptarse y decir que no se corresponden con el modelo y que es menester
hallar otra hipótesis, se adhiere con una especie de convicción emocional a las que ya
tiene, y no puede ser objetivo. ¿Por qué no habría de haber más de tres dimensiones,
por qué no lo investigamos a ver dónde nos conduce? Pero eso era algo que la gente
no podía hacer.
Recuerdo un ejemplo muy bueno que dio uno de los discípulos de Pauli. Ustedes
saben que la teoría del éter desempeñó un importante papel en los siglos XVII y XVIII.
Esta teoría afirmaba que en el cosmos había una especie de pneuma, semejante al
aire, en el cual existía la luz, etcétera. Un día, cuando en un congreso un físico
demostró que la teoría del éter era del todo innecesaria, se puso de pie un anciano de
barba blanca, que con voz temblorosa declaró: «Si el éter no existe, ¡entonces todo
desaparece!». Inconscientemente, aquel anciano había proyectado en el éter su idea
de Dios. El éter era su dios, y si no lo tenía no le quedaba nada. Aquel hombre tenía
la ingenuidad suficiente para hablar de sus ideas, pero todos los científicos de la
naturaleza tienen modelos últimos de la realidad, en los que creen como en el Espíritu
Santo.
Como es cuestión de creencia y no de ciencia, es algo que no puede ser sometido
a discusión, y la gente se irrita y se pone fanática si se les presenta un hecho que no
se adecua al marco referencial. Son capaces de decir que todo el experimento es falso
y que se deben presentar fotografías, y es prácticamente imposible conseguir que
acepten el hecho. Conocí a un físico cuyos sueños apuntaban a un descubrimiento
nuevo, todavía por hacer, y al que él mismo no había llegado aún, pero que estaba en
el aire, por así decirlo. A partir de los sueños llegamos a la conclusión de que debía
abandonar su creencia en una relación simétrica entre los fenómenos materiales. ¡El
físico dijo que una idea así lo volvería loco! Pero unos tres meses después, se
publicaron resultados experimentales que demostraban con exactitud que lo que él
había soñado era correcto, y que tendría que renunciar a sus antiguas ideas sobre el
orden cósmico.
Es decir que el arquetipo es el promotor de ideas, y es también el causante de las
restricciones emocionales que impiden que se renuncie a teorías anteriores. En
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realidad, no es más que un detalle o aspecto específico de lo que sucede
continuamente en la vida, porque no podríamos reconocer nada sin proyección, pero
ésta es también el principal obstáculo que se opone a que alcancemos la verdad. Si
uno se encuentra con una desconocida, no es posible establecer contacto sin proyectar
algo; uno debe plantearse una hipótesis, cosa que por cierto se hace en forma
totalmente inconsciente: la mujer es mayor, y probablemente una especie de figura
materna, es un ser humano normal, etcétera. A partir de esas suposiciones se
establece el puente. Cuando uno conozca mejor a la persona, habrá que descartar
muchas de las primeras suposiciones y admitir que nuestras conclusiones eran
incorrectas. A menos que esto se haga, el contacto se trabará.
Al principio uno tiene que proyectar, o si no no hay contacto, pero después hay
que ser capaz de corregir la proyección, y lo mismo vale no sólo para los seres
humanos, sino para todo lo demás. Es necesario que el aparato de proyección
funcione en nosotros, porque sin el factor de proyección inconsciente ni siquiera se
puede ver nada. Por eso, de acuerdo con la filosofía india, la totalidad de la realidad
es una proyección, y hablando subjetivamente lo es. Para nosotros, la realidad existe
solamente cuando hacemos proyecciones sobre ella.
Pregunta: ¿Es posible relacionarse sin proyección?
M. L. von Franz: No lo creo. Filosóficamente hablando, no es posible
relacionarse sin proyección, pero hay un status del sentimiento subjetivo en virtud del
cual uno a veces siente que su proyección «calza» y no hay necesidad de cambiarla, y
otro status en el que se siente incómodo y piensa que habría que corregir la situación.
Pero ninguna proyección se corrige nunca sin esa sensación de incomodidad.
Supongamos que llevamos dentro un mentiroso inconsciente y nos encontramos
con alguien que miente como un chino. La única forma de reconocer al mentiroso en
el otro es serlo nosotros mismos, porque de otra manera no nos daríamos cuenta de
que él miente. Sólo es posible reconocer una cualidad en otra persona si uno tiene la
misma cualidad y conoce la sensación que se experimenta al mentir, y por eso uno
reconoce la misma cosa en otra persona. Como el otro es realmente un mentiroso,
hemos hecho una evaluación acertada; ¿por qué, pues, habríamos de decir que es una
proyección que debe ser retirada? Constituye una base para la relación, porque uno
piensa para sus adentros: si X es un mentiroso, no debo creer del todo nada que él me
diga, sino cuestionarlo. Es algo muy razonable, bien adaptado y correcto. Sería un
grave error pensar que no es más que una proyección de uno, y que deberíamos dar
crédito a la otra persona; hacerlo así sería una tontería. Pero si se lo encara
filosóficamente, ¿es una proyección o el enunciado de un hecho? Filosóficamente no
se puede llegar a una conclusión, sólo se puede decir que subjetivamente parece
correcto. Por eso Jung dice —y éste es un punto delicado, que rara vez se entiende
cuando la gente piensa en la proyección— que sólo podemos hablar de proyección,
en el sentido propio de la palabra, cuando ya existe cierta incomodidad, cuando la
identidad del que siente está perturbada; es decir, cuando tengo una sensación de
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inquietud respecto de si lo que he dicho de X es o no es verdad. Mientras eso no ha
sucedido en forma autónoma dentro de mí, no hay proyección.
La misma idea se aplica a las ciencias naturales. Por ejemplo, la teoría de que la
materia consiste en partículas se basa en la proyección de una imagen arquetípica,
porque una partícula es una imagen arquetípica. La energía también es una imagen
arquetípica, un concepto intuitivo con un trasfondo arquetípico. No es posible
investigar la materia sin hipótesis como éstas, es decir, que hay algo que es la energía,
algo que es la materia y algo que son las partículas.
Pero puedo encontrarme con fenómenos que me dan una sensación de inquietud.
Por ejemplo, hay fenómenos en los que no puedo hablar de que este electrón, o este
mesón, esté en un momento dado en un lugar definido, aunque, si existe algo a lo que
quepa llamar partícula, debe estar en cierto lugar en un momento dado, porque esto
parece, de hecho, arquetípicamente evidente. Pero ahora los experimentos modernos
demuestran que esta teoría es insostenible, que no se puede determinar dónde están
ciertos electrones en un momento dado, de manera que nos vemos confrontados con
un hecho que pone en cuestión la totalidad de nuestra idea de lo que es una partícula.
Ahora estamos incómodos, y podríamos reconocer que al hablar de partículas, en
parte, proyectamos, y que es una proyección lo que estorba nuestra percepción de la
realidad. Pero antes de que surja la inquietud —debida al hecho de que nuestra
proyección no cuadra, de que en ciertos experimentos la partícula no se conduce
como uno esperaría—, no dudaríamos de nuestro concepto.
Así pues en la ciencia natural, lo mismo que en los contactos interpersonales, se
da el mismo problema de la proyección; hasta las formas más científicas, más
modernas y más exactas de las ciencias naturales de hoy se basan, todas, en
proyecciones. En la ciencia, el progreso es el reemplazo de una proyección primitiva
por otra más precisa, de modo que se puede decir que la ciencia se ocupa de la
proyección de modelos de la realidad a los cuales los fenómenos puedan adecuarse
más o menos bien. Si los fenómenos parecen coincidir con mi modelo, perfecto, pero
si no, tengo que revisar mi modelo. Cómo se liga todo esto es un gran problema.
Ya saben ustedes que entre Max Planck y Einstein hubo una famosa discusión, en
la que Einstein sostenía que, en el papel, la mente humana era capaz de inventar
modelos matemáticos de la realidad. Al decirlo generalizaba su propia experiencia,
porque eso es lo que él hacía. Einstein concebía sus teorías en forma más o menos
completa sobre el papel, y después la evolución experimental de la física demostraba
que sus modelos explicaban muy bien los fenómenos. Por eso Einstein dice que el
hecho de que un modelo construido por la mente humana en una situación de
introversión concuerde con los hechos externos es un milagro y debe ser tomado
como tal. Planck no está de acuerdo; él piensa que concebimos un modelo que
verificamos mediante experimentos, tras lo cual revisamos el modelo, de modo que
hay una especie de fricción dialéctica entre el experimento y el modelo, por obra de
la cual llegamos lentamente a un hecho explicativo compuesto por ambos. ¡Platón-
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Aristóteles en una forma nueva! Pero ambos se han olvidado de algo: del
inconsciente. Sabemos algo más que aquellos dos hombres; a saber, que cuando
Einstein hace un nuevo modelo de la realidad cuenta con la ayuda de su inconsciente,
sin el cual no habría llegado a sus teorías.
5. La liberación del spiritus de la prima materia calentada: una imagen proyectada de lo que sucede
psicológicamente en la asimilación consciente de contenidos inconscientes activados.
Pero, ¿qué papel desempeña el inconsciente? Parecería que produce modelos a los
cuales se puede llegar directamente desde adentro, sin mirar a los hechos externos, y
que después dan la impresión de coincidir con la realidad externa. ¿Se trata de un
milagro o no? Hay dos explicaciones posibles: o bien el inconsciente tiene
conocimiento de otras realidades, o lo que llamamos el inconsciente es parte de la
misma cosa que la realidad externa, porque no sabemos de qué manera se vincula el
inconsciente con la materia. Si una idea maravillosa, tal como la forma de explicar la
gravitación, surge de dentro de mí, ¿puedo decir que el inconsciente inmaterial me
está dando una idea maravillosa sobre la realidad material, o debo decir que el
inconsciente me da una idea tan maravillosa de la realidad externa porque él mismo
está vinculado con la materia, es un fenómeno de la materia, y la materia conoce
también a la materia?
Aquí llegamos a un callejón sin salida respecto de la forma de proseguir, y
tenemos que dejar la cuestión abierta y decir que la gran incógnita es que no sabemos
cómo seguir. Podemos formular dos hipótesis. El doctor Jung se inclina a pensar —
aunque nunca ha formulado su pensamiento, o sólo lo ha hecho hipotéticamente,
porque no podemos hacer más que hipótesis o conjeturas— que es probable que el
inconsciente tenga un aspecto material, y que sería por eso que sabe cosas sobre la
materia, porque —por así decirlo— es materia que se conoce a sí misma. Si así fuera,
habría entonces un fenómeno de conciencia, oscuro o tenue, incluso en la materia
inorgánica.
Aquí entramos en contacto con grandes misterios, pero hablo de ellos porque es
demasiado mezquino decir que el viejo alquimista, es decir, el científico natural de la
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antigüedad medieval, proyectaba en la materia imágenes inconscientes, y que
actualmente nosotros lo tenemos todo muy claro y sabemos lo que es el inconsciente,
pero que aquella pobre gente no los distinguía, ¡lo que explica que fueran tan
atrasados y que fantasearan de una manera tan poco científica! El problema psique-
materia todavía no está resuelto, y precisamente por eso no está resuelto todavía el
enigma básico de la alquimia. Tampoco nosotros hemos hallado respuesta a la
cuestión que ellos se planteaban. Podemos tener proyecciones referentes a muchas
cosas, tal como ellos las tenían de la materia, pero preferimos calificar a aquéllas de
proyecciones ingenuas del inconsciente, porque nosotros ya hemos dejado atrás esos
modelos. Aún podemos reconocerlos como fenómenos del inconsciente, o como
materia de sueños, pero ya no les reconocemos carácter científico. Por ejemplo, si
alguien dice que el plomo contiene un demonio, podemos decir que proyecta sobre el
plomo la sombra y las cualidades demoníacas del hombre, pero ya no podemos
pretender que el plomo contiene un demonio porque hemos dejado atrás aquella
proyección y llegado a una conclusión diferente respecto de por qué y cómo nos hace
daño el plomo.
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Segunda conferencia
LA ALQUIMIA GRIEGA
La vez anterior intenté darles un breve boceto de la importancia del simbolismo
alquímico: en primer lugar, contiene una colección de símbolos arquetípicos con un
mínimo de personificación, y, además, hay gran cantidad de material simbólico
proveniente de imágenes almacenadas en el inconsciente.
Para el hombre, estas imágenes del agua, el fuego y el metal son, simbólicamente,
tan importantes como cualquier otra personificación del inconsciente. Además, aquí
la psique inconsciente y la materia aún no están separadas; la religión, la magia y las
ciencias naturales no se han dividido todavía. Estamos confrontados con la situación
originaria, en la que no se han diferenciado todavía las facultades y categorías por
mediación de las cuales observamos la naturaleza interna y la externa. El hombre
como totalidad mira la naturaleza como totalidad y elabora ciertas hipótesis de
trabajo en la búsqueda de la verdad.
Recordarán ustedes que al terminar mi primera conferencia señalé que ahora, tras
haber dejado atrás las primeras etapas de la ciencia natural, podemos reconocer como
proyecciones del inconsciente mucho de lo que antes se dijo sobre los diferentes
materiales y procesos en la materia, por más que sobre ciertas afirmaciones no se
haya llegado a conclusiones definidas. Por ejemplo, en un documento medieval
atribuido a Alberto Magno hay una teoría sobre el agua pesada que parece una
anticipación completamente intuitiva del agua pesada que hoy conocemos. Por
consiguiente, ese simbolismo contiene también vagas intuiciones que se anticiparon a
los descubrimientos de una evolución posterior de la ciencia, aunque todavía no
sabemos qué era lo que anticipaban, porque no sabemos qué otros descubrimientos
harán los científicos de la naturaleza.
En última instancia, y como ya dije, la cuestión de si el inconsciente está de
alguna manera conectado con la materia, y de qué manera, no está todavía zanjada.
No queremos caer en la conjetura, y por eso nos abstenemos de enunciado alguno;
apenas si planteamos la hipótesis de que hay una psique que se manifiesta en los
sueños y de modos psicológicos involuntarios que podemos estudiar, tal como los
físicos dicen que hay algo así como la materia o la energía, y eso es lo que estudian.
Pero estamos ya empezando a ver que ciertos resultados son tan similares que es
como si estuviéramos perforando túneles desde ambos lados hacia el centro de la
misma montaña. Aunque en realidad todavía no nos hemos encontrado, parece como
si estuviéramos avanzando hacia el mismo objetivo y que hubiera, por lo tanto, la
posibilidad de encontrarnos un día.
Recordarán que insistí también en el punto, quizás el más importante, de que al
observar y experimentar sus símbolos, y en sus descripciones escritas, los alquimistas
trabajaban sin ningún programa religioso o científico consciente, de modo que sus
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conclusiones son impresiones espontáneas y no corregidas del inconsciente, con muy
poca interferencia consciente, a diferencia de otros materiales simbólicos que siempre
habían sido revisados. Por eso es muy gratificante descubrir que en este material
espontáneo hay afinidad con ciertos productos del inconsciente de gentes modernas
que, con una especie de actitud científica natural, un mínimo de prejuicios y una
actitud de recogimiento interior, observan lo que sucede sin apresurarse a extraer
conclusiones teóricas, con resultados que, sin embargo, son muy similares. El
abordaje no programado, por así decirlo, es común a la alquimia y a la psicología
analítica.
Esta vez quiero atender a uno de los textos más antiguos que se conocen, en que
la profetisa Isis se dirige a su hijo Horus, y en el cual el emblema de la luna creciente
aparece después del título. Pero primero debemos considerar cómo es que hemos
llegado a estar en posesión de textos así.
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planteadas con cierto desaliño, haciendo que la totalidad del trabajo se asemeje a una
corriente de agua fangosa. Los escritos más antiguos y los más recientes se
confunden con los comentarios, que han sido copiados y vueltos a copiar, dispuestos
de otra manera y abreviados, y así siguiendo… y de todo esto hemos sido los
herederos. En la Edad Media, sin crítica alguna, se hizo una selección de estos textos,
y de ella se volvieron a hacer citas.
Parecido destino corrió la química. En el siglo V, por ejemplo, Olimpiodoro
recopiló en un volumen una colección de los dichos más antiguos. Tenemos muchas
obras diferentes de este tipo, y también producciones separadas. Todas ellas fueron
reunidas en Venecia, en un enorme volumen manuscrito en griego, que recibió el
nombre de Codex Marcianus, porque «la Marciana» era la biblioteca de Venecia. En
este Codex Marcianus se encuentra recopilado en su totalidad el conglomerado de
dichos antiguos y más recientes, el material griego y otros, que fueron publicados
más o menos tal como están por el famoso M. Berthelot, quien publicó el volumen
sin mucha evaluación crítica y, en colaboración con un tal M. Ruelle, le añadió una
traducción francesa bastante superficial, para que finalmente se lo pudiera imprimir e
iniciar su estudio. Desde entonces se han reunido más versiones y más manuscritos,
pero éste sigue siendo la edición básica y el texto básico principal.
Las decisiones referentes a quién era quién, quién escribió qué, y a la edad de los
diferentes escritos no pasan de ser conjeturas, porque algunos hablan del siglo I y
otros del siglo III —es decir que sus estimaciones difieren en trescientos años— y en
esta mezcla de tradiciones es muy poco el orden que se ha establecido. Como pasa
con todas las ciencias naturales, lo primero fueron tradiciones griegas directas
provenientes de Constantinopla. Otra corriente de la tradición científica provenía de
Oriente y regresó a Europa por la vía de España, el sur de Francia y Sicilia; esta
corriente se produjo a partir del siglo X, cuando las Cruzadas conectaron a Europa
con Oriente.
La historia de la química es completamente idéntica a la de las matemáticas y la
astrología, y a otras ramas como la geometría: parte fue al Imperio bizantino, por la
vía de Constantinopla, y el resto a Oriente, y regresó a Europa por mediación de los
árabes. Los árabes, en general, eran traductores muy fieles y añadían muy poco;
simplemente, traducían del griego al árabe. También fueron famosos muchos
traductores sirios. Parte de las tradiciones fueron también a Persia, y en el Oriente
hubo ciertos centros que traducían los textos. Tenemos textos en griego y en árabe, y
en latín tardío. Allí donde el texto griego se ha perdido, tenemos el árabe, pero de los
nombres y de otros detalles se puede concluir que el original era griego. Después, en
estos centros árabes y musulmanes estuvieron las diferentes sectas que cultivaron
estas tradiciones; por ejemplo los chiítas, secta persa formada en el año 644 en
oposición a los sunnitas o musulmanes ortodoxos; y los drusos, un pueblo sirio, mitad
cristiano y mitad mahometano, cuyo lenguaje era puramente árabe. Ya en estos
centros islámicos unos pocos árabes reconocieron que el simbolismo alquímico
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contenía un simbolismo religioso y lo vivenciaron como más religioso que químico,
agregándole elementos de su propia experiencia. Sin embargo, por lo común se
limitaban a traducir.
Uno de los hispanoárabes más famosos es al-Razi, en latín Rasis, que cultivó las
ciencias en su vertiente química. Fue él quien introdujo en la química la necesidad de
pesar las sustancias. Antes se decía simplemente: «Pon un poquito de azufre y un
poquito de plomo», y ya está. Para al-Razi, el «poquito» era muy importante, y
estableció que se debían tomar tantas o cuantas partes, u onzas, para el caso, de modo
que a él se le debe el gran logro de establecer pesas y medidas exactas, lo que
significó para las ciencias naturales un gran paso adelante en cuanto a la precisión. En
este aspecto se le debe mucho, pero no así en la dimensión simbólica, ya que al-Razi
fue puramente un técnico.
Su homólogo en el mundo árabe sería Muhammad ibn Umail, que en los textos
latinos figura como Senior. Lo llamaban el Jeque, y en el texto latino esto fue
traducido como Senior, «el Viejo», lo que sería la traducción correcta, de modo que
en la tradición latina siguió siendo Senior y sólo más tarde se vino a descubrir que el
tal Senior era Muhammad ibn Umail. En Hyderabad se han encontrado casi un
centenar de escritos de este importante místico, que todavía no están publicados.
Aunque es un material sumamente prometedor, es tan poca la gente que se interesa
por la alquimia que nadie se preocupa por traducirlo ni publicarlo. ¡Es decir que hay
minas de oro, y nadie que las trabaje!
Algunas de estas personas hicieron sus propios añadidos y después, como ya dije,
se produjo un retorno por mediación de las Cruzadas. Uno de los puentes
intelectuales con Europa se dio por la vía de los templarios, que llegaron a tener una
estrecha relación con los drusos, una secta más mística y pagana dentro del mundo
islámico, que eran súbditos del «Viejo de la montaña», el Imán, o jefe de la secta.
Tenían una jerarquía iniciática, y los templarios se interesaron por el simbolismo de
su doctrina. Los drusos tuvieron estrecho contacto, probablemente en Jerusalén, con
algunos miembros superiores de la orden de los templarios y con sus prácticas
supuestamente paganas, por lo que posteriormente fueron perseguidos. Los drusos se
contagiaron de estas fuentes, como también de las inclinaciones paganas de
Federico II, el Stauffer, en cuya corte siciliana había —para gran irritación del Papa
— astrólogos, matemáticos y profetas judíos e islámicos.
De esta manera, como también a través de la famosa isla de Rodas, donde los
Caballeros de San Juan llegaron a conectarse con el Oriente y con lugares como
España y el sur de Francia, llegaron estos escritos a ser traducidos, entre otros, por los
judíos. Traducidos los textos al latín, se inició el gran influjo de esta tradición
científico-natural en Europa. La Iglesia, representada principalmente por Alberto
Magno, santo Tomás de Aquino y algunos otros, intentó eliminar la doble tradición
de Iglesia y ciencia natural, y asimilar e integrar la totalidad en la doctrina de la
Iglesia, pero el intento no tuvo éxito más que parcialmente.
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Valga esto como breve resumen de la situación histórica y del material que nos
interesa.
Dije que les daría a ustedes tres horas sobre alquimia griega antigua, tres sobre la
alquimia árabe y tres sobre los textos latinos medievales. Empezaremos con el
antiguo texto griego que se encuentra en el Codex Marcianus y que pertenece
probablemente a lo que llamamos los escritos más antiguos. Se titula La profetisa Isis
y su hijo, y aunque el título no lo dice, sabemos que el hijo es Horus. Debajo del
título está el signo de la luna creciente, pero nadie sabe lo que significa. Les daré el
material sin agregar nada para que ustedes puedan recibirlo directamente, sin
influencia de nada que se haya dicho después sobre ello. Es probable que el
documento se remonte al primer siglo de nuestra era; ésta es la opinión común de los
estudiosos, pero también podría ser más antiguo. Si leen ustedes lo que se ha escrito
sobre estos libros sabrán que lo más probable es que hayan sido escritos en tal y cual
siglo, pero que sin duda se basaban en textos más antiguos, lo que implica cierta
incertidumbre, de manera que digamos que fue la época helenística. Por si alguno de
ustedes tiene el texto original, quiero decir que no uso el francés sino mi propia
traducción.
Recordarán la famosa batalla en que Seth dejó ciego a Horus, y en que a su vez
Horus le cortó los testículos, y saben que después ambos fueron curados por Thot, el
dios lunar, y que incluso cooperaron en la resurrección de su padre, Osiris.
Recordarán también la famosa batalla de Horus, el dios solar que restableció el orden,
contra Seth, el Ardiente (así llamado porque representaba la pasión caótica, la
destrucción, la brutalidad y cosas semejantes), que era el enemigo y asesino de Osiris.
Isis comienza:
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8. Isis amamantando a Horus.
Oh, hijo mío, cuando deseabas irte a combatir al traicionero Tifón [Seth] por todo
el reino de tu padre [el reino de Osiris] yo me fui a pasar un tiempo en Hormanouthi,
es decir Hermópolis, la ciudad de Hermes, la ciudad de la técnica sagrada de Egipto,
y allí me quedé algún tiempo.
Después de las palabras «la ciudad de Hermes» hay una pequeña observación
marginal escrita con la misma letra del original, que dice: «Esto lo dice en sentido
místico», es decir, que el nombre de la ciudad deber ser entendido en sentido místico.
«La técnica sagrada» —hiera techne— se refiere a la alquimia.
Después de cierto transcurso del kairoi, y del necesario movimiento de la esfera
celeste sucedió que uno de los ángeles que moraban en el primer firmamento me vio
desde arriba y vino hacia mí deseoso de unirse sexualmente conmigo. Estaba con
gran prisa de que así fuera, pero yo no me sometí a él; me resistí, porque deseaba
preguntarle por la preparación del oro y de la plata.
El kairoi desempeña un papel enorme en otro antiquísimo texto alquímico en
donde el escritor Zósimo, a quien ustedes ya conocen por los comentarios del doctor
Jung, dice que todo el funcionamiento alquímico depende del kairos y él, incluso,
llama a la operación alquímica el kairikai baphai, el coloreado del kairos. Su teoría es
que los procesos químicos no siempre suceden por sí solos, sino sólo en el momento
astrológicamente adecuado; esto es, si estoy trabajando con plata, la luna —que es el
planeta de la plata— debe estar en la posición adecuada, y si estoy trabajando con
cobre, Venus tiene que estar en determinada constelación porque si no estas
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operaciones con plata y cobre no darían resultado. Uno no puede limitarse a tomar
esos dos metales y unirlos, sino que también debe tener en cuenta la constelación
astrológica y esperarla, y rogar a los dioses-planetas, y, si todo esto está en orden,
entonces puede ser que la operación química funcione. Lo que significa esta idea del
kairikai baphai es tomar en consideración la constelación astrológica. Por
consiguiente, en aquella época y en este contexto, kairos significa el momento
astrológicamente correcto, el momento en que las cosas pueden tener un resultado
afortunado. El alquimista es el hombre que no sólo debe conocer la técnica, sino que
siempre debe tener en cuenta estas constelaciones. Por consiguiente, Isis dice que de
acuerdo con el transcurso de estos momentos (hay un momento tras otro, y uno tiene
que escoger el oportuno), y de acuerdo con el movimiento de la esfera celeste (lo cual
significa todos los movimientos de los planetas), sucedió (la palabra griega sunebe es
también un acontecer sincrónico de los hechos) que uno de los ángeles del primer
firmamento puso sobre ella sus ojos y quiso unirse sexualmente con ella. Ella lo
desanima, porque quiere conseguir de él el secreto alquímico, y negociando llega al
acuerdo de que sólo se le entregará si él primero le dice todo lo que sepa del asunto.
Cuando le hice mi pregunta, contestó que no deseaba responderme porque era un
misterio demasiado grande [el misterio superlativamente grande, por dar una
traducción más libre, porque es un misterio demasiado avasallador], pero dijo que
volvería al día siguiente y que con él vendría un ángel más grande, Amnaël, que
podría contestarme y resolver mi problema. Y me habló de su signo [refiriéndose
probablemente a cómo debía reconocer Isis al ángel] y me dijo que sobre la cabeza
llevaría, y se la quitaría para enseñármela, una vasija de cerámica llena de agua
brillante. El [el otro ángel] quería decirme la verdad. Esa vasija es un possoton y en
ella no hay brea.
Estoy dándoles el texto exactamente tal como es, y aquí en el margen del texto
está este signo . Puedo añadir que sabemos que éste es el signo del dios Khnoufis.
A veces, el mismo signo se usa también para el dios lunar Khnos.
Al día siguiente, cuando el sol estaba en mitad de su carrera [esto es, a mediodía],
descendió el ángel que era mayor que el otro, y se vio presa del mismo deseo de mí y
se encontró en gran apuro. [Él también quería violar a Isis]. Pero pese a todo, lo único
que yo quería era hacerle mi pregunta. [Ella vuelve a aplazarlo, pensando únicamente
en su pregunta]. Cuando se quedó conmigo, no me entregué a él. Me resistí y vencí su
deseo hasta que me mostró el signo sobre su cabeza, y me dio la tradición de los
misterios sin reservarse nada, sino en su total verdad. [De ese modo ella gana la
batalla y él le dice todo lo que sabe sobre la técnica de la alquimia]. Entonces volvió
a señalar el signo, la vasija que llevaba sobre la cabeza, y empezó a decirme los
misterios y a hablarme del mensaje. Entonces mencionó por primera vez el gran
juramento y dijo: «Te conjuro en el nombre del Fuego, del Agua, del Aire y de la
Tierra [dos veces un quaternio]; te conjuro en el nombre de la Altura del Cielo y de la
Profundidad de la Tierra y del Mundo Subterráneo; te conjuro en el nombre de
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Hermes y de Anubis, del Aullido de Kerkoros y del dragón guardián; te conjuro en el
nombre de aquel bote y de su botero, Acharontos; y te conjuro en el nombre de las
tres necesidades, y de los látigos y de la espada». Después que hubo pronunciado este
juramento, con él me hizo prometer que jamás diría el misterio que estaba a punto de
oír, excepto a mi hijo, mi niño, y mi amigo más íntimo, de modo que tú eres yo, y yo
soy tú.
El texto es bastante corto. Significa que lo que Isis obtiene ahora del ángel es un
misterio inmenso y que sólo podrá decírselo a su hijo Horus y a su amigo más íntimo.
De la redacción no queda claro si su hijo es su amigo más íntimo o si se trata de dos
personas; tampoco se sabe si «de modo que tú eres yo, y yo soy tú» significa «Tú, mi
hijo, eres yo» o si se refiere al ángel y a Isis, aunque es probable que ambas
interpretaciones sean válidas. Significa simplemente que la persona que imparte ese
misterio a la otra cumple al mismo tiempo la unión mística, el matrimonio sagrado
entre madre e hijo, Isis y Horus, o entre el ángel e Isis, porque cada vez que se revela
el misterio los dos también se convierten en uno; éste es probablemente el
significado.
Ahora ve y observa y pregunta a Acheron el campesino. [Una variante dice
Acharontos. No hay transición aquí en el texto, pero parece ser que, a partir de aquí,
lo que sigue es el misterio. Lamentablemente, en aquellos días no había signos ni
comillas, ni nada semejante. Uno nunca sabe dónde deberían ir las comillas, pero
creo que es obvio que empiezan aquí. Significa que ahora será impartido el misterio y
que nuestro deber es escucharlo]. Ven y mira, y pregunta al campesino Acharontos, y
aprende de él quién es el sembrador, quién es el cosechador, y aprende asimismo que
quien siembra cebada también cosechará cebada y que quien siembra trigo también
cosechará trigo. Ahora, mi niño, o mi hijo, tú has oído esta introducción, y a partir de
ella te das cuenta de que esto mismo es la creación entera y todo el proceso de llegar
a ser, y sabes que un hombre sólo es capaz de producir un hombre, y un león un león,
y un perro un perro, y si algo sucede contrario a la naturaleza [lo cual significa
probablemente contrario a esta ley], entonces es un milagro y no puede continuar
existiendo, porque la naturaleza disfruta de la naturaleza, y la naturaleza vence a la
naturaleza. [Es el famoso dicho que aparece también en muchos otros textos, pero por
lo general como: «La naturaleza disfruta de la naturaleza, la naturaleza fecunda a la
naturaleza, y la naturaleza vence a la naturaleza»]. Al ser parte del poder divino, y
estar feliz con su divina presencia, responderé ahora a sus preguntas sobre las arenas,
que uno no prepara a partir de otras sustancias, pues uno debe atenerse a la naturaleza
existente y a la materia que tiene entre manos para preparar cosas. Tal como dije
antes, el trigo crea trigo, y un hombre engendra un hombre, y así también el oro dará
cosecha de oro, lo mismo produce lo mismo. Ahora he manifestado para ti el
misterio.
Al comienzo de la sección siguiente hay algo extraño, donde dice «prepararemos»
y sigue así, hablando en plural. Es posible que esto signifique que Isis y Horus ahora
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ya están juntos. Después viene un comienzo clásico de antiguas recetas orales. En
alemán las recetas se inician con «Man nehme» [«Se toma»], y en griego con
«Labon», esto es, «Tomando». Comienza aquí el párrafo siguiente.
Toma mercurio, fíjalo en terrones de tierra o con magnesia o azufre y guárdalo.
[Esta es la fijación mediante el calor, la mezcla de elementos]. Toma una parte de
plomo y de la preparación fijada mediante el calor, y dos partes de la piedra blanca, y
de la misma piedra una parte, y una parte de Realgar amarillo [eso significa sulfuro
rojo de arsénico] y una parte de la piedra verde [eso no se sabe lo que es]. Mézclalo
todo con plomo y, cuando se haya desintegrado, redúcelo tres veces a líquido [es
decir, fúndelo tres veces].
Toma mercurio que se haya emblanquecido mediante el cobre y toma de él otra
parte, y usa una parte de magnesia dominante, con una parte de agua, y de lo que
queda en el fondo de la vasija y que ha sido tratado con zumo de limón, y una parte
de arsénico que haya sido catalizado con la orina de un niño varón todavía no
corrompido, y después otra parte de Cadmeia [cadmia, calamine en inglés (calamina
en castellano), lo que se refiere simplemente a un mineral que engendra fuego] y una
parte de pirita [también un mineral que engendra fuego], y una parte de arena cocida
con azufre, y dos partes de monóxido de plomo con asbesto, y una parte de las
cenizas de Kobathia [esto es probablemente también un sulfito de arsénico], licúalo
todo con un ácido muy fuerte, un ácido blanco, y sécalo y entonces tendrás el gran
remedio blanco.
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9. La imagen alquímica del «niño que orina», y el uso de «la orina de un niño no corrompido»
como solvente se relacionan con las actitudes ingenuas y espontáneas asociadas con la niñez.
Esto sigue así durante dos páginas más, pero me tomaré la libertad de abreviarlo.
Quiero confrontarlos a ustedes con ello, porque hasta ahora no hemos sabido qué
significan estas palabras. Naturalmente, los químicos han hecho un estudio profundo
de los textos y han llegado a establecer con cierta probabilidad qué palabras griegas
podrían aludir a qué sustancia, puesto que en algunos casos hay una pequeña
descripción que muestra que tienen tal y cual efecto, de lo cual el químico podría
deducir que lo que se indicaba era cierta sustancia definida. Pero en el caso de
muchas otras palabras, por ejemplo Kobathia —que yo traduje como «piedra
verde»— y la palabra que no traduje, sino que dejé como «magnesia» aunque no es lo
que ahora designamos como magnesia, en realidad no sabemos a qué se refieren;
estamos bastante seguros de que se refieren a algunas sustancias químicas cocidas,
pero la descripción es tan paradójica en los diferentes textos que no podemos estar
seguros.
Después hay un material muy diferente, a saber, la orina de un niño todavía no
corrompido. Por supuesto, la orina también contiene sustancias importantes y
corrosivas, y se la usaba mucho, pero el hecho de que deba ser de un niño todavía no
corrompido, que todavía no hubiera llegado a la pubertad, demuestra también la
importancia del papel que desempeñaban las representaciones mágicas. Es un
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prejuicio general, o una antigua superstición, que la orina de niños todavía no
corrompidos es especialmente eficiente no sólo en las operaciones químicas sino en
filtros amorosos y cosas semejantes, donde es más eficaz que la orina común porque
tiene algo de mágico.
Insisto en esto porque aquí sabemos algo más proveniente de otros campos. Por
ejemplo, sabemos que en la práctica de la magia se usaba con frecuencia la orina de
un niño aún no corrompido; era una tradición africana, y egipcia en particular. Poco
antes de la pubertad los niños varones son médiums más dotados, una facultad que
pierden con posterioridad. Los magos que solían practicar el hipnotismo usaban como
médiums a otras personas, haciéndolas dormir para que revelaran la verdad. Para
tales experimentos mágicos —muy difundidos en los tiempos antiguos— se tenía
preferencia por niños que aún no hubieran llegado a la pubertad, niñas a veces, pero
con más frecuencia varones, y a los niños aún no corrompidos se los consideraba los
receptáculos más puros del inconsciente, por cuya mediación podían expresarse
dioses y fantasmas. Hay innumerables recetas mágicas en las que se dice, por
ejemplo, que si uno quiere encontrar algo que ha sido robado, ha de hacer dormir a un
niño inocente, cocinar tal y cual cosa, darle de comer tal y cual cosa y después,
cuando esté dormido, preguntarle dónde está el objeto perdido; mientras está en
trance dará la respuesta. Ese era el papel del niño inocente en otros campos, y por
consiguiente es probable que la orina de un niño incorrupto tenga la misma
connotación aquí, donde se la considera también como la sustancia mágica pues tal
asociación era habitual en la época antigua.
Comentario: Un paralelo con Isis, que recibe del ángel la transmisión de los
misterios alquímicos, sería Azazel, el ángel caído que dio a los judíos el
conocimiento del arte de la herrería. El profesor del colegio técnico de Zürich que dio
una conferencia sobre la alquimia en una reunión de Éranos dijo que la idea de que el
herrero estaba relacionado con la alquimia se originó en Tobalki.
M. L. von Franz: Sí. En el Libro de Enoch hay una descripción completa de
todas las técnicas transmitidas a los ángeles. Originariamente se consideraba que el
arte del herrero en la forja y el del alquimista eran lo mismo y respondían a la misma
tradición, aunque yo creo que la idea de Tobalki es bastante arbitraria. Pero es una
tradición. En el Antiguo Testamento se dice que las hijas de los hombres obtuvieron
el arte de la forja y de la alquimia de los ángeles, o bien de los ángeles caídos, ya sea
mediante el recurso de prostituirse o, como en este caso, mediante su opuesto, porque
Isis por lo menos desalienta al ángel hasta que ha conseguido de él lo que quiere
saber. De modo que hay diferentes versiones. A veces se dice que las hijas de los
hombres tenían relaciones con los gigantes, es decir que a veces los gigantes
reemplazan a los ángeles. El texto sigue durante más de una página con estas recetas,
y después pasa a las operaciones. Les daré una breve, para que puedan hacerse una
idea:
Si quieres hacer algo blanco de los cuerpos [es decir, del material], mézclalo con
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mercurio y gotas de asbesto y orina y leche de cabra y natrón, y entonces puedes
hacer que todo funcione, y si quieres saber cómo duplicar una sustancia o cómo
colorear el material, y todas las disposiciones, sabe pues que todo tiene el mismo
significado [y eso es importante], que todo tiende a tener el mismo significado [o sea,
es probable que el significado sea siempre el mismo para la misma operación]. Ahora
realiza el misterio, hijo mío, la droga, el elixir de la viuda.
En el texto se alude con frecuencia a Isis como «la Viuda», de ahí que desde el
comienzo mismo de la alquimia se llame a la piedra filosofal, al misterio, el misterio
de la viuda, la piedra de la viuda o la piedra del huérfano; había una conexión entre la
viuda y el huérfano, pero todo apunta a Isis. El texto termina con otra receta:
Toma arsénico, cuécelo en agua, mézclalo con aceite de oliva, déjalo en una
botella y ponle ascuas encima hasta que desprenda vapores y lo mismo se puede
hacer también con Realgar.[1]
Aquí se interrumpe el texto, que después vuelve a repetirse, de modo que ya ven
ustedes con qué nos encontramos. A veces la fórmula varía un poco. Por ejemplo,
puede ser que a alguien no lo llamen Acharontos, sino Acharos, pero por lo demás
todo es exactamente igual. Acharontos es todo un problema, del cual hablaremos
luego.
10. La Tentación de Eva. «El conocimiento es o bien venenoso o bien curativo (…)
Uno tiene que tener una doble actitud al respecto, la enseñanza de la felix culpa». von Franz.
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Ahora me gustaría analizar y ampliar el texto parte por parte, para encontrar qué
significa. El doctor Sas ha mencionado ya una amplificación general para la primera
parte, o mejor dicho para toda la estructura del relato; me refiero a que es un paralelo
del relato del Libro de Enoch, donde se dice que todas las artes y artesanías, lo mismo
que los trucos cosméticos y cosas semejantes, fueron robados por las hijas de los
hombres a los ángeles o, según otras versiones, a los gigantes. Es decir que primero
lo tienen los ángeles o los gigantes y después lo consiguen las mujeres. Aquí no son
las mujeres, sino Isis quien lo obtiene del ángel, y después se lo imparte a Horus, que
es como se inició la tradición.
¿Qué dirían ustedes, psicológicamente, de este mito? Se dice que todo el mal
proviene de las mujeres, como lo sabemos por el Génesis y la historia de Eva, que
también estaba más versada en el problema de cómo obtener de Dios el
conocimiento. En este relato, Eva lo obtuvo de la serpiente y se lo impartió después a
Adán —lo que también era un robo porque Dios conservaba para Sí mismo el
conocimiento de Sí mismo—, y en lo sucesivo el hombre supo distinguir el bien y el
mal, como Dios.
En el Génesis se considera que el robo es simplemente malo, y en el Libro de
Enoch se nos pinta de la misma manera el robo de la técnica, diciendo que el hecho
de que las mujeres se adueñaran de esos secretos ha desempeñado un papel en la
corrupción de nuestro mundo, puesto que desde entonces se ha perdido la inocencia
original del mundo. Pero en nuestro texto el sentimiento ha cambiado mucho, porque
cuando Isis consigue el secreto de aquellos ángeles, a eso se lo considera como un
gran logro.
Aquí tenemos, pues, un cambio en la evaluación del sentimiento, aunque el hecho
como tal parece poco menos que un paralelo: el elemento femenino, el principio
femenino, lo obtiene de estratos más profundos y se convierte luego en el mediador
que se lo entrega a la humanidad.
Podemos reconocer el simbolismo del anima, porque la historia de Eva es incluso
más válida para el anima que para las mujeres solamente, y aquí está la misma idea
expresada simbólicamente desde el inconsciente. La diosa Isis tiene junto a sí el signo
de la luna. En estas épocas tardías se la identificaba con Hathor, la diosa vaca y la
diosa lunar, y con Nut, la deidad del cielo. Estaba ya en esta fase final de su
evolución histórica. En la religión egipcia tardía es una especie de deidad cósmica
femenina, que incluye el aspecto de todas las otras diosas femeninas del Antiguo
Egipto y es, por así decirlo, la gran portadora del misterio de la naturaleza. Abarca
completamente la naturaleza. Como ustedes saben, en El asno de oro, en la plegaria
dirigida a Isis, Apuleyo la invoca como Domina rerum, la que rige la totalidad de la
naturaleza cósmica, y en aquellos últimos tiempos se la veneraba en su aspecto de
naturaleza cósmica. Aquí no aparece directamente como una diosa, sino más bien
como profetisa, Isis prophetis. Es natural que se recalque que es también profetisa,
puesto que se anticipa a los hechos futuros: dice la verdad, que llega a concretarse
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después; imparte la verdad que antes permanecía oculta.
Pregunta: Todavía no entiendo qué importancia tiene esto para el motivo o
propósito total de la psicología junguiana. Veo que usted ha puesto su energía y su
esfuerzo en este texto, y me parece entender que todo esto es importante en función
de la interpretación del simbolismo de nuestros sueños. ¿Es así?
M. L. von Franz: Sí, por cierto. Digamos que se encuentra usted frente a un
hombre que sueña que una mujer misteriosa se le acerca. Yo recuerdo un sueño así;
era el sueño inicial de un hombre que tenía un problema sexual. No sé exactamente
en qué consistía éste, porque el caso no era mío, pero tenía algún tipo de problema
sexual, y en su sueño una mujer desconocida, que le causaba una gran impresión, le
decía que todo el secreto consistía en secar el polvo [que hay] dentro de la manzana.
Pregunta: Entonces, ¿lo importante sería la relación que eso tenía con la vida de
la persona?
M. L. von Franz: Sí. Supongamos que un hombre viene a analizarse y dice que
es impotente, o un donjuán. Podemos decir que veremos qué es lo que dice el
inconsciente al respecto. Hace mucho tiempo que mis colegas le han dicho lo que se
puede decir conscientemente, pero eso no le ha servido, y ahora el hombre ya está al
cabo de la cuerda. Dice que ya sabe todo lo que hay que saber, que es su complejo
con la madre, pero que nada ha cambiado, de manera que aparentemente todo eso no
le sirve.
Bueno, veamos los sueños, dice entonces uno, y en un sueño aparece una mujer
maravillosa que le dice que todo es cuestión de secar el polvo blanco en la manzana.
A él le parece una tontería, pero todavía le falta aprender. No da ninguna asociación,
porque la gente no puede dar asociaciones para sueños que son arquetípicos. Al
hombre, lo del polvo blanco en una manzana no le sugiere nada; quizá diga que le
gustan las manzanas o algo así, pero es imposible sacarle nada más, y por eso uno
tiene que conocer las asociaciones del género humano.
Si uno puede obtener las asociaciones del analizando, tanto mejor, pero cuando en
un sueño aparecen motivos así, por lo general hay un blanco, y uno tiene que decir,
por ejemplo, que la humanidad ha creído siempre que la manzana contiene el
conocimiento de Dios, del bien y del mal, y le recuerda la Biblia al paciente, y le dice
que el pueblo ha dicho siempre que la manzana renovaba los secretos. Le cuenta unos
pocos mitos sobre el tema, hasta que el hombre se impacienta y le pregunta:
—Sí, pero ¿qué significado tiene eso para mí?
Los mitos muestran que hay otra evaluación, porque en el mito bíblico la
evaluación se hace desde el punto de vista del sentimiento, y se lo define como mala
suerte y como un accidente. Sólo en la interpretación católica tardía se llega a la felix
culpa, que dice:
—Gracias a Dios que Adán y Eva pecaron, porque de otra manera Cristo no
podría habernos redimido.
Pero, originariamente, el tono emocional expresaba que Adán se había
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corrompido por mediación de Eva, y que desde entonces todo andaba mal. Incluso la
Iglesia ha dicho siempre que María lo rescató todo y Eva lo echó todo a perder. Eva
es tolerable únicamente porque más tarde las cosas se enderezaron, pero el tono
emocional, por lo menos en el Antiguo Testamento, apunta a que en el pecado de Eva
se originó toda la mala suerte, y de que en verdad fue un hecho desafortunado que
Adán y Eva se comieran aquella manzana. En nuestro texto, sin embargo, todo eso es
un logro, porque ahora Isis ha obtenido del ángel el maravilloso secreto, y dice que va
a contárselo a su hijo. El texto dice que un león engendra un león, y eso es lo que Isis
nos cuenta como el secreto.
Como ya señalamos, nuestra historia de Isis es un paralelo del relato bíblico, pero
el juicio se formula a partir de un sentimiento diferente. En la Biblia es más bien el
accidente lo que corrompe, en tanto que aquí el hecho de haber obtenido el secreto de
los ángeles se presenta como un logro maravilloso. No se dice nada de que en el
mundo vaya todo mal porque el secreto ha sido revelado, sino más bien que es algo
tan maravilloso que Isis sólo se lo contará a su hijo y a su mejor amigo. Si quiere
usted seguir con la interpretación psicológica, ¿qué significaría esa diferencia? La
humanidad está muy dividida sobre la evaluación del origen de la ciencia y de la
técnica, de la química y de las ciencias naturales, de algún género de conocimiento.
¿El conocimiento corrompe o libera?
Comentario: Me parece que la Biblia dice que el conocimiento, que es lo que la
manzana representa, es corruptor en sí mismo.
M. L. von Franz: Sí, por mediación de él nos expulsaron del Paraíso.
Pregunta: ¿Considera usted el conocimiento como perteneciente a Dios?
M. L. von Franz: Sí, desde un punto de vista es una identificación con Dios, de
manera que adueñarse de ese conocimiento constituyó un acto de inflación. El ego se
apoderó de algo que no le pertenecía, de modo que se infló, se desequilibró y todo
empezó a andar mal. Pero aquí, en la historia de Isis, la evaluación es totalmente
opuesta; implica que hemos hecho un gran progreso, les hemos arrancado este secreto
a los ángeles, algo tan inmenso que sólo lo comentaré con mi hijo y con mi amigo.
Aquí no se hace mención de inflación ni de mala suerte.
En este texto encontramos in nuce lo opuesto de la tradición religiosa y de las
ciencias naturales. Las técnicas y las ciencias naturales que hemos alcanzado, ¿nos
han traído mala suerte? ¿Se han limitado a corromper el estado original del hombre, o
son una indicación de progreso? Es algo mucho más profundo, porque en ello está
implícito un incremento de la conciencia, una evolución de la conciencia humana.
Eso, ¿es ventajoso para nosotros o no? ¿Iremos de mal en peor si nos volvemos más
conscientes, nos apartaremos de la naturaleza y nos desequilibraremos, o es
precisamente eso lo que debemos hacer? Si intentamos ser más conscientes,
¿cumplimos con la voluntad de Dios o vamos en contra de ella? He ahí la cuestión
oculta.
Es una proyección religiosa, y, si lo formulamos con más humildad,
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psicológicamente, hay una discusión del problema respecto de si un incremento de la
conciencia es o no es progreso. Cuando la gente, hombres o mujeres, acude a ustedes
para analizarse, dicen que a menudo piensan que es mejor no remover el avispero.
¿Por qué hemos de ponernos a desenterrar problemas que cuanto más pensamos en
ellos, más enredados nos encontramos? ¡Dejémoslo en manos de la naturaleza, y los
problemas ya se resolverán solos!
Después viene un chico que tiene una fijación materna y no quiere irse de casa y
tú lo analizas y le haces ver a partir de sus sueños que debería apartarse de su madre,
pero entonces se aparece ella hecha una furia a preguntarte por qué desentierras esas
cosas y destruyes la armonía familiar, por qué le dices esas cosas a su hijo y destruyes
el buen contacto que tienen ambos…, ¡toda la familia está en crisis y el chico no ha
mejorado!
Entonces, un incremento de conciencia, ¿es algo bueno o malo? Los terapeutas
tenemos que estar haciéndonos constantemente esa pregunta. Y siempre nos
encontramos con esas asociaciones en la vida. Alguien conversa contigo en el tren y
te pregunta por tu profesión, y si le dices que eres psicoanalista les parece muy
interesante, ¡y te dicen que han tenido un sueño y te lo cuentan! Creen que los sueños
no significan nada, pero el sueño muestra el problema del hombre, y uno se pregunta
si debe clavarle la aguja e instalarle una gota del veneno del conocimiento y darle una
idea de lo que significa realmente aquello, o si debe limitarse a decirle que ésos son
temas para la consulta.
El conocimiento puede envenenar o sanar, es una cosa o la otra, y por eso algunos
mitos dicen que el conocimiento trae la corrupción del mundo y otros que el
conocimiento redime, y además tenemos la idea bíblica que dice que es primero
corrupción, pero que después, gracias a Dios, termina por sanar. En el Antiguo
Testamento significaba corrupción, pero Cristo, que algo entendía, lo convirtió en
curación, de modo que tenemos que tener ante ello una doble actitud, la enseñanza de
felix culpa.
Pero en una situación real no se puede adoptar una doble actitud. Cada vez se da
el terrible problema, ¿les digo o no les digo? Uno tiene toda la responsabilidad ética,
y cada vez no sabe si ha hecho bien o ha hecho mal. Es el problema de la conciencia.
¿Qué debe hacer el hombre con su conciencia? ¿Cómo debe manejarla? Fíjense, si
soy consciente de lo que significa un sueño, ¿qué debo hacer con él? Al usarlo, ¿haré
de él un veneno o un factor de curación? La conciencia, o el conocimiento, es un
problema aterrador que todavía no hemos resuelto.
Comentario: Ni lo resolveremos jamás; es el problema con que vivimos.
M. L. von Franz: Sí, eso es verdad, pero también es una generalidad. Nuestro
deber es profundizar más. Necesitamos una actitud más específica, porque si no uno
puede desentenderse del asunto y decir que es un problema que tendrá siempre,
puesto que uno es psicoterapeuta, pero es un problema de relación. Es un problema, y
un problema que tenemos que tomarnos en serio, en vez de restarle importancia.
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De una manera muy general, se puede decir que es el problema de la humanidad,
porque el hombre es ese extraño invento de la naturaleza que es portador de una
forma nueva de la conciencia. Los libros de antropología dicen que el hombre se
distingue por el fenómeno de la conciencia, y que él mismo no sabe bien cómo
evaluar esta cualidad. ¿Se la ha de vivir como un castigo o como una bendición?
Aquí estamos en el comienzo de las ciencias naturales de tradición europea; nuestro
texto proviene de fuentes paganas sin ninguna influencia judeocristiana, sino más
bien egipcia y griega, y la evaluación es totalmente positiva. Cuando se analiza a los
hombres modernos, a los físicos modernos, se encuentra uno frente a hombres que
tienen esta misma actitud. Hombres que creen en la ciencia y que quieren ayudar a la
humanidad con nuevos descubrimientos, de modo que la actitud y la situación son las
mismas. Por lo tanto, es interesante estudiar el simbolismo inconsciente de una
tendencia así, porque vuelve a hacerse presente y es objeto de mucha discusión y
análisis en nuestra época.
Me complace mucho que me hagan preguntas así, porque es menester traer estas
cosas a la realidad. Quizás ustedes se pregunten por la utilidad de desenterrar estos
textos viejos y pesados con todas sus complicaciones, pero no olviden que ésa es la
raíz tanto de las buenas ideas como de los prejuicios de nuestra civilización. Si no
cuestionamos estos prejuicios básicos de nuestra civilización, nunca podremos
establecer contacto con otras civilizaciones. Debemos saber qué prejuicios tenemos,
aunque de todos modos podamos conservarlos y decir que nos gustan, aunque
reconocemos que es posible pensar de otra manera y que es un hecho que las
opiniones difieren. Esta amplitud mental es necesaria si deseamos analizar
objetivamente a la gente, y no ser los propagandistas de una orientación; un analista
debe ser de mentalidad abierta y ver qué es lo que la naturaleza interior del
analizando configura como proceso de curación, dondequiera que todo ello lleve. Por
lo menos, ésta es nuestra convicción.
Pregunta: ¿Cómo se compara esta actitud hacia el conocimiento con la antigua
actitud prometeica?
M. L. von Franz: Es muy buena la pregunta. En la mitología griega tenemos ese
mito que refleja la típica actitud griega y no convierte el problema del conocimiento
en algo principalmente ético, como sucede con la Biblia, que lo plantea en términos
de bueno o malo. También aquí se le roba algo a los dioses, algo que ellos intentan
conservar para sí, y, de acuerdo con el mito, el acto es castigado —Prometeo se mete
en dificultades y tiene mala suerte—, pero no se hace de él una evaluación moral. La
mentalidad griega se limita a enunciar que el robo de conocimientos del inconsciente
es algo que se ha de pagar, ¡pero no necesariamente porque la actitud sea incorrecta!
Uno puede decir: «no importa, lo pagaré, ¡pero lo quiero!». El mito ni recomienda
que se haga ni que no se haga, pero uno debe saber que siempre hay que pagar el
precio.
Esta es la actitud de la mente griega, muy diferente de las actitudes judeo-
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cristianas, porque éstas convierten el mito en un problema moral. Esto es algo que
sabemos, y es una verdad arquetípica muy básica. El conocimiento es parte de la
evolución de la conciencia; hay otros aspectos, pero éste es uno y hay que pagar por
él. Es costoso, pero a usted le corresponde decidir si está dispuesto a pagar el precio o
no. En la tradición judeo-cristiana se pone el énfasis en el aspecto ético, y la griega es
desapasionada y se limita más bien a enunciar hechos, pero aquí hay también otro
matiz, y la evaluación es sumamente positiva y apunta al progreso divino.
Comentario: Usted se refirió dos veces al deseo del ángel de tener relaciones
sexuales con Isis, y la segunda vez usó la palabra «violar», pero en lo que se refiere a
pagar por el acto eso tendría su importancia, porque uno es forzado y el otro
voluntario.
M. L. von Franz: Literalmente, el texto sólo dice que él quiere unirse
sexualmente, y que ella no quiere, y yo me limité a abreviarlo con la palabra «violar».
Ella se limita a negociarlo, como suele hacer una mujer. Le dice que no debería
correrle tanta prisa, sino que primero debería contarle a ella el secreto, y después, de
manera típicamente femenina, no dice si ella pagó o no el precio. ¡Isis era una mujer!
En griego dice, en realidad, que él se precipitó a lo que quería, «pero yo, Isis, tenía
presente lo que yo quería». ¿Qué significaría psicológicamente el ataque sexual del
ángel a Isis, y la dilación de ella con el fin de obtener el conocimiento? ¿Cómo se
compara psicológicamente eso con la situación psicológica en la que siempre nos
encontramos?
Comentario: Es la irrupción de contenidos colectivos, para lo cual ella exige una
explicación.
M. L. von Franz: Sí, el ángel vendría a representar un contenido del inconsciente
colectivo, como diríamos nosotros, que irrumpe en el sistema psicológico con una
exigencia, en este caso de orden sexual. ¿Cuál es el paralelo que siempre
experimentamos? La alquimia nació por obra de la resistencia de Isis y del hecho de
que ella no se apresuró a ceder, y, si no lo suspendió del todo, al menos demoró el
proceso sexual. No sabemos qué hizo finalmente, porque con mucha discreción ni
siquiera se lo cuenta a su propio hijo, pero eso, ¿qué significa?
Si fuera una mujer humana, el ataque del ángel sería una invasión del animus,
pero yo preferiría formularlo en términos mucho más generales, porque eso sería
válido para un solo caso, y esto no es material clínico. Significa que con mucha
frecuencia los contenidos del inconsciente colectivo irrumpen en forma instintiva, en
la forma de una especie de urgencia instintiva, ya sea sexual o de poder, o algo
parecido. Es decir que la irrupción de libido del inconsciente se presenta primero en
un nivel relativamente animal o inferior, y eso es algo que experimentamos una y otra
vez. Con frecuencia el hecho de ir tomando más conciencia se manifiesta
inicialmente en esta forma. Uno de los grandes problemas en el ámbito psicológico
fue reconocerlo así. Si esta irrupción se produce, uno puede decir que lo está
invadiendo el impulso sexual, o bien que son fantasías, o incluso un impulso sexual
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físico. Siempre tenemos que decidir si es auténticamente sexual o un impulso
inconsciente disfrazado, lo que en realidad implica conocimiento o un progreso de la
conciencia, que aparece primero en esta forma.
Si uno es desprejuiciado, primero sentiría la necesidad de probarlo, pero se ha
demostrado con frecuencia que lo prudente es demorarlo. Digamos que un hombre
tiene una tremenda proyección del anima sobre una mujer y que la vivencia se
manifiesta como un impulso muy fuerte a la unión sexual. Supongamos que ella lo
acepta y que después toda la cosa desaparece. Con el donjuán eso sucede a menudo.
Aprés le coup, ¡ya ella no significa nada para él! Simplemente la deja, pensando:
«Demonios, ¡eso no era lo que yo quería!». De modo que bien se puede decir que
desde el comienzo mismo no era realmente eso, sólo se aparecía velado de esa
manera, pero el impulso no alcanzó su meta y su significado, y no se logró un
progreso de la conciencia. De la misma manera también se habría podido resistir al
impulso y hacer primero un esfuerzo por descubrir a qué apuntaba en realidad,
porque, como solemos ver, los impulsos de algo que se debe hacer, si no pueden
llegar directamente a la conciencia aparecen primero en forma de reacciones físicas.
Por ejemplo, si uno se enfrenta con una situación analítica en la cual no sabe qué
hacer, puede suceder que mientras sigue sentado analizándola tenga repentinamente
una reacción sexual, a la cual no es aconsejable acceder… aparte de todas las
convenciones no estamos hablando de convenciones y podemos hablar con
franqueza. La experiencia ha demostrado que lo más prudente es detenerse a
preguntarse por qué ha sucedido eso en ese momento preciso del análisis. ¿De qué se
estaba hablando cuando emergió de pronto ese impulso, qué sueño se estaba
analizando? Uno puede estar absolutamente seguro de que se ha tocado un punto en
que tanto el analista como el analizando deben tomar conciencia de algo, de que algo
está pugnando por llegar a la conciencia, y de que es algo tan alejado de lo que ambos
pueden concebir que no puede manifestarse de otra manera que físicamente. Es como
una explosión que se produjera debajo de la escalera porque no puede subir por ella;
es como si uno tratara de empujar escaleras arriba a un animal que en cambio saltara
simplemente por la ventana. Algo quiere subir entonces desde el inconsciente, pero
en ese instante se produce un corto circuito y aparece como impulso sexual, porque
hay alguna dificultad que le impide ir más lejos.
Pero a veces es un auténtico impulso sexual. No siempre se puede decir que no es
exactamente lo que parece, porque después de todo somos animales de sangre
caliente y tenemos nuestras reacciones físicas normales. Pero, ante todo, esto puede
suceder en una situación tal que no sabemos cuál es cuál, y por ende la técnica de Isis
—es decir, demorar y empezar por preguntarle todos sus secretos a la cosa que tan
precipitadamente aparece, y después decidir si uno se permite o no una aventurilla—
no es más que sabiduría. Isis no cuenta…, ¡es muy discreta! Tampoco dice si lo hizo
o no lo hizo. Ésta es una libre decisión ética entre seres humanos, o entre dioses,
como en este caso, y eso está en otro nivel. Pero en tanto que sea un impulso tan
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intenso, uno no es libre de decidir.
Primero hay que demorarse a descubrir con qué se está enfrentando uno. ¿Qué
hay por detrás de eso? Un impulso sexual puede sorprendernos cuando estamos junto
a un moribundo. ¡Qué desubicado parece eso! En un caso así sería muy aconsejable
pensar que no se trata de un natural instinto sexual de copular con un moribundo, ya
que una cosa así sería imposible. Desde el comienzo mismo uno sabe que no significa
eso, y sin embargo es una situación típica, y algo con lo que he tropezado con
frecuencia. Por detrás de ello hay todo un problema de simbolismo arquetípico. ¿Por
qué en ese momento el impulso sexual es de una importancia tan tremenda que cae
sobre la persona que se está muriendo y sobre quienes la rodean? Éste no es más que
un ejemplo entre muchos otros. Entonces uno tiene que detener al ángel y decirle que
primero debe decir su secreto, que uno quiere tomar conciencia de lo que hay por
detrás del impulso, a saber, de la extraña conexión entre instinto y arquetipo.
En sus escritos, Jung se refiere a veces al instinto como si fuera lo mismo que el
arquetipo, y a veces como si fuera algo diferente. Lo que quiere decir es que el
arquetipo, si lo consideramos como opuesto al instinto, sería una manera heredada e
instintiva de tener emociones, ideas y representaciones con símbolos, y el instinto
sería la manera heredada de actuar físicamente, cierta especie de acción física.
Naturalmente, los dos están relacionados.
Por ejemplo, supongamos que mientras se pasea por un campo usted empieza de
pronto a correr sin ninguna razón aparente, y salta sobre un seto, ¡y al mirar hacia
atrás ve que lo estaba persiguiendo un toro! La gente diría que era un milagro,
porque, sin saber por qué, súbitamente sintieron que tenía que correr; no se habían
dado cuenta de lo que pasaba, pero su instinto los salvó. Esto sucede con frecuencia.
Uno cruza de pronto la calle, sin saber por qué, ¡y entonces algo se cae desde el
tejado! Es muy importante que aprendamos a confiar en esos impulsos.
Ahora bien, eso es algo que sucede físicamente. Empiezo a correr sin advertir
siquiera que hay peligro, pero, gracias a Dios, mi cuerpo sabe más que yo. Pero en
vez de una acción física, puede ser que oiga una voz o tenga una alucinación que me
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dice que corra. En un caso, la advertencia viene como una reacción física y en el otro
como una idea, que es la diferencia entre instinto y arquetipo; la voz sería una
manifestación del arquetipo y el movimiento físico una manifestación del instinto,
pero en realidad son dos aspectos de la misma cosa. El comportamiento físico
concreto, acorde con una pauta, sería instinto, y las representaciones, emociones,
audiciones o visiones internas que lo acompañan serían manifestaciones del
arquetipo.
En el hombre hay algo estructural heredado que le hace actuar y pensar de cierta
manera, y por eso es que a veces no nos aclaramos acerca del origen de un contenido.
Como estos contenidos del inconsciente tienen una especie de aspecto físico, y
también un aspecto somático y psicológico, a veces algo que debería ir a través del
aspecto psicológico se pasa al físico, o el aspecto físico se cambia en el psicológico;
son como vasos comunicantes y, si se produce una obstrucción en uno, el agua sale
por el otro.
Con frecuencia sucede que la gente tiene grandes problemas psicológicos, cuya
causa consideran exclusivamente psicológica, y entonces tienen alguna experiencia
por el lado físico y todo el problema desaparece. Tenían obstruido un instinto, un
impulso sexual, digamos, que entonces se les manifestaba mentalmente como un
problema filosófico referente a Dios. ¡Ésa fue la generalización de Freud! Al ver que
eso sucedía con frecuencia, pensó que se podía explicar todo en ese nivel, pero no es
así; de igual modo se podría obstruir el extremo opuesto y entonces la cosa sale por el
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otro lado.
Éste es uno de los eternos conflictos: ¿tengo que vivirlo concretamente o tomarlo
simbólicamente? El impulso ¿representa algo que hay que entender, o se lo debe vivir
sin más ni más, sin pensar demasiado en el asunto? Éste es uno de nuestros grandes
problemas. Aquí se dice que obstruyendo o demorando un impulso físico se produce
un progreso en la conciencia.
Comentario: Éste no fue el primer trato que se cerró en nombre del
conocimiento, porque Isis aceptó curar a Ra, el dios solar, de la picadura del gusano
venenoso, siempre y cuando él le dijera su nombre secreto. ¿Cómo explica usted este
paralelo?
M. L. von Franz: Sí, ciertamente es un paralelo. Cuando el dios solar Ra
envejeció y se volvió senil e incapaz de un porte digno, Isis puso en su camino una
serpiente venenosa que lo mordió y lo envenenó, de manera que estaba muy enfermo.
En aquellos tiempos se creía que el poder de un hombre residía en su nombre secreto,
que era su alma o su mana, su poder vital, así que, cuando Ra yacía en su lecho de
enfermo, Isis se acercó a su padre y se ofreció a curarlo si primero él le decía su
nombre secreto. Frente a este chantaje, Ra se sintió derrotado y le dijo su nombre, y
de ahí en adelante ella tuvo el poder del dios solar.
Pero, ¿qué significa esto? No podemos analizarlo en el mismo nivel que el otro
motivo, que sería el nivel de una urgencia física por detrás de la cual creemos que se
oculta algo arquetípico. Para responder a su pregunta será necesario que repasemos
brevemente toda la evolución de la conciencia en la civilización egipcia.
En Egipto el culto del dios solar y de su hijo se ajustaba, en lo referente a la
estructura social y política, a un orden patriarcal. Aproximadamente entre los años
del 3000 al 2800 a. de C, la adoración del sol fue excediendo poco a poco a la de la
luna y la del toro; el rey principal representaba al dios solar, y ya no estaba
estrechamente vinculado con la luna ni con el toro, o había alguna ligera diferencia.
Con esta evolución, en el sentido de un incremento, en el culto solar se produjo un
avance en el derecho, la ciencia, la geometría, la planificación de los campos, de los
edificios, y así sucesivamente. Hubo progresos enormes en la civilización racional y
en la organización, la guerra, etcétera. Fue una evolución del mundo masculino, del
mundo mental y del mundo del orden, que se dio simultáneamente con el culto solar.
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13. El poder generador de vida de lo femenino, representado como
el mar de la renovación que surge de la leche de una virgen.
Hasta cierto punto el proceso puede ser comparado con el primer desarrollo de la
civilización cristiana, donde se produjo el mismo tipo de cosa: fe en el derecho, fe en
el dogma, fe en el orden, fe en el conocimiento, y luego, como estas cosas llegan a su
término, a una enantiodromia, el modo de conciencia masculino se cansa. Este es un
típico evento arquetípico, y entonces lo femenino, o el inconsciente y la naturaleza, lo
caótico, tienen que recibir de nuevo la luz. Este primer gran mito ejemplifica la
enantiodromia, en donde lo masculino, el dios solar, entrega todo el poder al orden de
lo femenino.
Actualmente nuestras organizaciones oficiales creen cada vez más en el papeleo,
en más y más congresos, más reglamentaciones y más religiones para salvar al
mundo. Están empeñadas en imponer el orden, creyendo que con eso se resolverá el
problema, y que esas otras tendencias que encontramos en los sueños de nuestros
pacientes se verán derrotadas. Pero una vez más el mundo se ha cansado, de modo
que el Papa declara la Asunción de la Virgen María, y en los sueños de los hombres
de hoy vemos la revaluación de lo femenino.
Puede darles un ejemplo. El otro día un hombre, asqueado por la matanza que en
estos momentos [1959] se produce en el Tíbet, escribió un vehemente artículo
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afirmando que los suizos, que somos también un pueblo de montaña amenazado por
las grandes potencias que lo rodean, deberíamos mostrar más simpatía hacia ese otro
pequeño pueblo de montaña que lucha por su libertad, y que no es suficiente con leer
los periódicos y expresar solidaridad, ya que mañana podría sucedemos a nosotros lo
mismo con una invasión rusa. Deberíamos hacer algo al respecto e interrumpir
nuestro comercio con China. Pero después el hombre soñó que el mundo llegaba a su
fin y que unas pocas personas encontraban, excavando en un glaciar en las montañas,
una nave antigua donde había una hermosa mujer. El barco era como el arca de Noe
que se dirigía hacia el mar, ¡y sólo los que fueran con ella en el viejo barco se
salvarían!
Ya ven ustedes que el inconsciente dice que lo que uno ve con su mente pensante,
[de orientación] política y masculina, no es más que un pequeño aspecto de lo que en
realidad está sucediendo. Con lo que nos vemos enfrentados ahora es con el diluvio.
En la actualidad, nuestro verdadero problema es la superpoblación, y no la tensión
con los árabes o con los rusos. Estamos frente a una situación sin esperanza. El
principio de salvación es el principio femenino, y esta vez no estará Noe en el arca,
sino una mujer, es decir, una diosa. ¿Qué significa esto? ¡Ya ven ustedes con qué
sueños nos enfrentamos a veces! No es posible tomar a esta mujer al pie de la letra.
El soñante no tiene problemas en su relación con las mujeres, en ese nivel no hay
nada que falle. ¿Qué representa la mujer en el arca y las pocas personas que van con
ella?
No es un punto fácil de interpretar, pero al término de la civilización egipcia se
produjo una enantiodromia similar. De pronto Isis lo tomó todo en sus manos, y los
dioses masculinos se esfumaron… Y lo interesante es ver que aquello sucedía al final
de la Era de Aries y que ahora estamos al término de la de Piscis, la era astrológica
del pez, y de nuevo una mujer está levantando la cosecha y los hombres están un
poquitín cansados.
Pregunta: Pero el ángel no perdió nada cuando dio su secreto a la diosa. Él
también seguía entendiéndolo, ¿no es así?
M. L. von Franz: Sí, pero en tanto que el ángel no hizo nada con su
conocimiento, Isis fundó la alquimia; hizo algo con aquello, mientras que el ángel se
limitó a guardárselo para sí.
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14. La espiritualización de la materia representada como la coronación de la Virgen María.
La escena representa la cuaternidad alquímica: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo
(la paloma), con lo femenino (la materia) como cuarto integrante.
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Tercera conferencia
LA ALQUIMIA GRIEGA
La última vez analizamos el posible significado de que el ángel Amnaël entregue a la
diosa Isis el secreto de la alquimia. Usamos ampliaciones de antiguas leyendas que
efectivamente dicen que fueron los ángeles o los gigantes quienes enseñaron a los
seres humanos todo el conocimiento científico-natural, desde las matemáticas a la
preparación de cosméticos para las mujeres. Mencionamos también el extraño hecho
de que es muy frecuente que al término de una civilización patriarcal se produzca una
enantiodromia, en virtud de la cual se le entrega el poder a una figura femenina,
como por ejemplo cuando hacia el término de la civilización egipcia cobró
predominio el culto de Isis, y ésta fue ocupando, cada vez más, el rol de todos los
demás dioses. Incluso hay plegarias del período egipcio tardío en las que se invoca a
Isis como aquella que es todos los demás dioses en forma femenina. Y, cum grano
salis, comparamos esto con el hecho de que ahora, en el seno de la civilización
cristiana, por lo menos una parte de ella —la católica, la Virgen María— se ha visto
súbitamente elevada a un papel más dominante que el que tenía.
No debemos olvidar que estas deidades madres se relacionan también con el
concepto de materia, porque no sólo la palabra como tal está conectada con la palabra
«madre», sino que toda la proyección de la materia, y el modelo de idea arquetípica
que constituye el trasfondo mental de los científicos de la naturaleza, están tomados
del arquetipo de la madre. Platón, por ejemplo, dice que el espacio es como una
nodriza para la totalidad del orden cósmico, es decir que considera al espacio como
un contenedor femenino, una función nutricia de la madre.
Como la idea de la materia está siempre conectada secretamente con el arquetipo
de la madre, si el Papa desplaza sobre la Virgen María el énfasis puesto en el culto
cristiano, consciente o inconsciente esto es un golpe asestado al materialismo
comunista. En este sentido es un gesto, y un intento de herirlo en su aspecto
materialista poniendo el énfasis en una forma diferente de materia. El interés por la
materia, por lo tanto, se deriva del resurgimiento de este arquetipo.
Cuando los jóvenes científicos naturales escogen su profesión, es frecuente que se
les aparezca en sueños la Madre Naturaleza, en la forma de una anciana u otra figura
semejante que les enseña el camino. He visto varios sueños así en casos de jóvenes
que no estaban seguros de si estudiar ciencias naturales, por ejemplo medicina, o
alguna otra cosa. Se puede así realmente demostrar a partir del material de la gente
moderna que el impulso a interesarse en el aspecto material de la naturaleza externa
brota muy frecuentemente de la configuración de este arquetipo, que es el dinamismo
que hay por detrás de la ciencia natural. Si el relato bíblico evalúa el hecho de
impartir el conocimiento al hombre como una catástrofe, o como algo desdichado,
esto se puede comparar ciertamente con el hecho de que la ciencia natural, incluso las
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matemáticas, ha tendido desde el comienzo mismo a poseer a la gente de manera
autónoma, a apoderarse de su interés de manera totalizadora, en una medida tal como
para darles un impulso demoníaco, que altera no sólo su equilibrio personal, sino
también, hasta cierto punto, el equilibrio de la civilización.
Este impulso excesivo de la ciencia natural y de su aspecto destructivo es, desde
la visión actual, una trivialidad tal que no necesito extenderme sobre ella, pero que
brota del hecho de que un único arquetipo está, por así decirlo, saliéndose del orden
general de los instintos. Por consiguiente se puede decir que el mito del origen de la
ciencia natural es, en parte, el mito de una disociación de los instintos; el homo faber
ya está disociado, o está peligrosamente alienado de sus raíces instintivas naturales.
Tal es lo que dice el mito bíblico, en tanto que este mito de Isis, por el contrario, se
regocija ante el mismo acontecimiento de un progreso enorme. Si hay dos mitos, uno
de los cuales es más o menos el opuesto del otro, o la misma cosa evaluada de
diferente manera, la única conclusión posible es que en el ser humano, e incluso en su
conciencia, hay una incertidumbre básica; el problema es real, no inventado, y
tenemos que considerarlo desde los dos ángulos.
El ángel lleva en la cabeza una vasija que no está calafateada con brea y contiene
agua brillante. Esta agua, absolutamente transparente o limpia, dice el texto griego, es
en la alquimia el símbolo par excellence de la misteriosa materia básica. La idea del
agua eterna es, como ya saben ustedes por las innumerables amplificaciones de Jung,
y por asociaciones con otros textos, uno de los supremos símbolos alquímicos. Es el
agua divina, que naturalmente no es H2O, sino que en realidad es un símbolo de la
materia más básica del mundo, la prima materia. Así, en esta imagen se nos dice que
el ángel porta el misterio del material básico —del cosmos, diríamos nosotros—, y es
exactamente en esto en lo que pensaban aquellos alquimistas, como los físicos de
hoy: en que posiblemente todos los fenómenos materiales se remontaban a un único
material básico, cuya búsqueda era para ellos el gran fascinosum, porque va
acompañada del sentimiento de que si se pudiera descubrir este material básico, uno
podría, en cierto modo, tener un atisbo de la trama divina del cosmos.
Isis insiste en conseguir el secreto, tras lo cual el texto sigue con el juramento por
el cual se conjura a Horus a no revelarlo. Esto concuerda con el estilo de los misterios
y las iniciaciones religiosas tardías, en general. En el mundo helenístico es un énfasis
que muestra que ahora el gran secreto ha sido impartido y por lo tanto Horus, el hijo
de Isis, tiene que darse cuenta de que es sólo para él y para nadie más, y de que no
debe hablar jamás del asunto.
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15. El alquimista y su ayudante hacen el signo secreto, de acuerdo con la experiencia de que gran
parte
de lo que sucede en una relación entre dos personas no puede ser compartido con otras.
En este antiquísimo texto tenemos algo que volveremos a encontrar una y otra vez
a lo largo de la historia de la alquimia, a saber, el motivo del gran secreto que no se
puede decir en términos meramente científicos ni puede ser impartido de un
individuo a otro. En la historia de la alquimia y de la química esto se ha considerado
siempre como una treta para hacer que todo el asunto pareciera importante y
misterioso, y para velar secretos. Naturalmente que en esto hay cierta verdad, porque
como ustedes saben, en aquella época la alquimia era también química y, por ende,
conocimiento de cómo hacer aleaciones y cosas semejantes, era un secreto comercial
por la trivialísima razón financiera de mantener controlado el negocio. En nuestras
industrias modernas sucede lo mismo; incluso hay montados sistemas de espionaje de
los secretos de la fabricación industrial y de la metalurgia, porque ese conocimiento,
lo mismo que en tiempos antiguos, significa poder y dinero. Por ejemplo, si entonces
uno podía hacer una aleación que pareciese oro, gracias a la indiferencia de los
controles policiales de la época podría haber acuñado dinero falso y adquirido
rápidamente una fortuna, de modo que era lógico que el secreto sólo fuera revelado a
los mejores amigos.
Pero este aspecto trivial no explica la totalidad del fenómeno. Consideremos lo
que sucede en una situación analítica. Quizá todos ustedes hayan tenido la vivencia
de que ciertas cosas sólo se le pueden decir o explicar a una sola persona, o sólo se
pueden hacer con ella, y por lo general, si un análisis alcanza la profundidad
suficiente, llega un momento en que analista y analizando comparten el secreto que
ambos saben que no se podría compartir con nadie más y que, por lo tanto, establece
una relación peculiar y única.
La gente del medio circundante tiene de esto exactamente la misma vivencia que
se tenía en relación con la alquimia, es decir que tiene que haber algo sucio
relacionado con todo aquello, porque de otra manera se podría hablar de ello sin
reservas. Pero es totalmente imposible decir y hacer ciertas cosas a no ser con una
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sola persona; tal es la unicidad y exclusividad de toda auténtica relación humana, y de
todo encuentro auténtico con el inconsciente. Por eso es tan difícil, y en cierto sentido
engañoso, usar el material para informes de casos, porque aparecen ciertas cosas que
es imposible decir, no por razones de discreción ni porque tengan que ver con la
sexualidad o se refieran a un matrimonio o a un divorcio; ni tampoco porque se
relacionen con finanzas o con algún tipo de indiscreción vergonzosa —como siempre
tiende a pensar la gente—, sino porque la cosa es inefable.
A veces la relación o el análisis se da en palabras dichas a medias que la otra
persona entiende de una manera específica, pero que uno no puede repetir cuando
habla del caso. Se pueden contar los sueños, y repetir lo que uno le dijo al analizando
sobre su significado, pero uno sabe perfectamente bien que no está contando más que
la mitad de la historia. También hay cosas que no se pueden decir porque suceden sin
que uno lo sepa. Alguien puede decir después: «No recuerdo lo que usted dijo en
aquel momento, pero se rió de cierta manera y a mí eso me sugirió algo». Eso puede
suceder sin que ninguna de las dos partes lo note en el momento, y esos efectos no se
pueden evitar ni se puede hablar de ellos, aunque en realidad puedan formar la base
del proceso analítico y terapéutico.
Está también la simpatía entre dos personas, la sympathia, que significa que
sufren juntas, que las dos se impresionan juntas, y esta condición de un «estar juntos»
que proviene de participar en la misma experiencia no se puede explicar… no porque
uno quiera hacer de ella un secreto, sino porque es inexplicable, irracional y muy
compleja. De modo que se puede decir que en todo proceso de análisis hay un
secreto, y por lo general uno no puede hablar de él. Es decir que si uno publica un
caso, lo publica sólo en parte; es una cosa peculiar y única, y aunque la gente suele
irse a casa pensando que ahora ya saben cómo funciona el proceso de individuación,
están completamente despistados, porque se puede garantizar que el proceso de
individuación de ellos funcionaría de manera muy diferente. Per definitionem es una
individuación, y eso quiere decir algo único.
Por consiguiente, incluso referir un caso único desorienta, porque
involuntariamente la gente generaliza a partir de él, pensando que ahora entienden
cómo se lleva la terapia, pero ya están regando fuera del tiesto. Hay un verdadero
secreto, porque tan pronto como se toca la peculiaridad del proceso, o del individuo,
ya no se puede hablar más de ello. Muchas veces, cuando me piden que hable de
material clínico, al recorrer mis casos pienso que estaría mal presentar cualquiera de
ellos. Lo habitual es que no se puede hablar más que de los casos leves, o de los que
van mal —y eso es humillante para nuestra vanidad—, pero por lo menos de un caso
así se puede hablar.
Comentario: ¿No estará Isis refiriéndose a algo así cuando dice: «Tú eres yo y yo
soy tú», después de lo cual ya no hay nada más que decir?
M. L. von Franz: Sí, exactamente, a eso apuntaba. En eso está el «yo soy tú y tú
eres yo», y ése es el elemento que no se puede decir. Es la unio mystica, lo que
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sucede en el fondo de aquello que tratamos de rechazar llamándolo «transferencia»,
con lo cual lo convertimos en algo técnico. Pero es un verdadero misterio, una
experiencia mística, que por lo tanto nunca se puede impartir a otra persona ni
compartir con nadie más.
Isis jura primero en nombre de Hermes, que es probablemente la traducción
griega de Thoth, el dios lunar y el dios mono; después en nombre de Anubis, que no
ha sido traducido y por lo tanto es reconocible en su forma egipcia, y también en
nombre de Kerkoros; el aullido de Kerkoros se refiere al aullido del can Cerbero. En
el texto paralelo, el nombre es Kerkouroboros. Ouroboros es la serpiente que se come
la cola, de manera que debe referirse a un demonio en forma de perro que ha sido
confundido con esta serpiente y al que aquí se describe como la serpiente y el
guardián del submundo. O sea que es una mezcla de la figura de Kerberos —de ahí el
«Ker» en la primera sílaba— con ciertas figuras guardianas del submundo egipcio,
entre las cuales encontramos con mucha frecuencia la serpiente que se muerde la
cola.
16. El Ouroboros, la serpiente que se devora la cola, como dragón coronado y como serpientes,
alada y sin alas (compárese con los pájaros alado y sin alas de la ilustración 36.
Les leeré ahora el texto que habla de la serpiente Ouroboros, tal como se la
describe en ciertas tumbas egipcias. En la tumba de Seti I, por ejemplo, hay un dibujo
de una casa con dos esfinges afuera, que es una especie de representación
esquemática del submundo, donde tiene lugar la resurrección del dios solar. Antes de
su resurrección, el dios sol aparece representado como un hombre ictifálico tendido
de espaldas con el falo erecto, y alrededor de él está la serpiente que se come la cola.
La inscripción dice simplemente: «Éste es el cadáver». Ya ven, por lo tanto, que en el
submundo, cuando el dios sol ha llegado al momento en que muerte y resurrección se
encuentran, cuando está en su tumba en la profundidad del mundo subterráneo, se lo
representa rodeado por esta serpiente.
De acuerdo con el texto egipcio, se considera que la serpiente que se come la cola
es la guardiana del submundo, y probablemente sea ésta la serpiente que aquí se
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invoca.
«Te conjuro también en nombre del barquero Acheron», sigue diciendo el texto, y
más adelante: «Ve a ver al campesino Acharontos, y él te dirá todo el secreto».
Naturalmente, en lo primero que uno piensa es en el Acheron, el río subterráneo del
infierno griego, pero, como evidentemente la traducción representa ideas e imágenes
egipcias, tenemos que ver qué deidad o figura del submundo podría haber dado
origen a un nombre así.
En relación con ello he encontrado algunas referencias muy interesantes. Hay un
dios —o un concepto— egipcio llamado Aker, o a veces Akerou. A este dios se le
representa con dos leones sentados lomo contra lomo, a veces con el disco del sol
sostenido entre ambos lomos. A la imagen se la llama Rwti, o el doble león, y así se
representa al dios, o a la palabra Aker. Se lo muestra como el doble león, o el doble
perro, o como Ayer y Mañana, porque en la mitología egipcia esta imagen total
representa el momento de la resurrección del dios solar. Ayer murió, mañana volverá
a estar vivo. La medianoche, cuando el sol está en su punto más bajo y comienza otra
vez a levantarse, es el momento crítico de la muerte a la vida, del ayer al día
siguiente. Este momento, el más bajo de la enantiodromia y de la resurrección, es
Aker, porque «Aker» significa «aquel momento».
17. Rwti, el doble león egipcio con el disco del sol, representa a Aker, el momento en que el sol
reaparece después
de su viaje a través del submundo, el decir, el renacimiento de la conciencia después del vieja por el
mar nocturno.
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Amenofis II se encuentra la misma escena que en la tumba de Seti I.
Les leeré ahora algunas de las invocaciones. En el Libro de las Cavernas, uno de
los libros de los muertos en sus múltiples variaciones egipcias, el dios solar dice
cuando está en el submundo: «Oh, Aker, he seguido tu camino, tú cuyas formas son
misteriosas, abre los brazos delante de mí. Aquí estoy, aquellos que están dentro de ti
me llaman». Cuando dice: «aquellos que están dentro de ti me llaman», Aker es
simplemente el submundo entero, el espacio en el submundo, y los que están en el
submundo son los espíritus de los muertos y el dios de los muertos, y los espíritus
llaman al dios solar cuando éste se hunde en el submundo. El texto continúa: «He
visto tus misterios, mi disco solar y Geb, el dios de la tierra, son aquellos a quienes
llevo sobre mis espaldas. Chepera está ahora dentro de su envoltura». Chepera es la
forma del dios solar cuando resucita, ahora que está en el huevo, en la envoltura, y en
un momento más aparecerá sobre el horizonte. «Abre los brazos, recíbeme. Heme
aquí, yo he de ahuyentar tu oscuridad».
En la tumba de Ramsés VI, Aker está representado por los dos leones, y debajo de
ellos se leen las palabras: «Mira qué apariencia tiene este dios. Geb, el dios de la
tierra, y Chepera, el escarabajo, observan las imágenes que hay dentro de él». Así
pues, Aker es un espacio que contiene los muertos, o las imágenes de todo lo que
existe. No es solamente el doble león, o la puerta hacia el Más Allá, sino ese espacio
misterioso en el submundo donde están los muertos y las imágenes. El los vigila y los
tiene en sus brazos. Este gran dios se queda abajo, en el submundo, y habla con la
gran imagen que transporta su cuerpo. Aker es la gran imagen que carga con el
cadáver o cuerpo del dios solar, como se lo puede entender por el dibujo. El dios solar
vierte luz sobre todo lo que descansa en los brazos de Aker, el que produce la reunión
de los huesos del dios: reúne los huesos dispersos del cadáver.
Uno de los grandes motivos del Libro de los Muertos egipcio es que los muertos
son desmembrados, como desmembrado fue Osiris, y por lo tanto se los ha de
reconstruir antes de que puedan resucitar; se los debe volver a armarlos para que
puedan levantarse y salir del submundo. Aker es el agente que recolecta los huesos y
los miembros del dios.
Otra representación que se encontró en la tumba de Ramsés VI es la del doble
león de pie entre las aguas primordiales. Debajo de la inscripción se lee «Aker» y
después hay una elipse, que en este contexto simboliza el submundo, o el mundo de
los muertos; y la inscripción dice que Aker y Shu, el dios del aire, son los dos
creadores del mundo. Así ven ustedes que Aker no sólo es el agente en la
resurrección del dios solar y del submundo todo, sino también uno de los agentes de
la creación del mundo. A veces los dobles leones son reemplazados, como ya les dije,
por dos animales que parecen perros, los chacales de Anubis, y entonces la
inscripción que llevan debajo dice: «Éstos son los que abren el camino, los agentes de
la resurrección».
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18. El cereal brota del cuerpo de Osiris.
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representaba así un ritual de resurrección y de primavera. En el museo de El Cairo se
puede ver aún esta momia de trigo. En una especie de caja plana llena de arena se
sembraba cereal en la forma de la momia de Osiris, se lo rociaba con agua, brotaba y
después se marchitaba. A aquellas cajas se las llamaba los jardines de Osiris, y
representaban la resurrección de los muertos. El proceso se repetía en todos los
funerales clásicos egipcios: se ponía trigo dentro de las bandas de la momia y se lo
regaba con agua; cuando el trigo empezaba a brotar, era señal de que el muerto había
resucitado. En esta forma, típicamente primitiva y mágica, todos estos rituales se
cumplían en forma completamente literal sobre la momia. Es decir que en la mente
del pueblo, el proceso de la muerte del cereal en la tierra y de su resurrección como
trigo o cebada se relacionaba estrechamente con la idea de la resurrección, primero
del dios Osiris, y más adelante de todos los seres humanos.
Ahora bien, ¿qué tiene que ver todo esto con la alquimia? Está claro que parece
referirse a ciertos antiguos misterios tardíos de los muertos en el Egipto de la época
helenística, y podemos reconocer la conexión con el famoso misterio arquetípico de
la muerte y resurrección del joven dios de la primavera. Pero, ¿por qué aparece esto
como la explicación esencial de todo el misterio alquímico? Y sobre todo, ¿por qué,
en el texto que les leí la última vez, después de esta explicación aparecen unas recetas
tan absolutamente triviales? Creo que para entender en qué estaba pensando aquella
gente se ha de empezar ante todo por ser sumamente ingenuo y seguir los pasos de un
pensamiento ingenuo.
Supongamos que ustedes piensan en su propia resurrección, si es que la esperan,
aunque quizá no puedan creer en ella. Naturalmente, lo primero que se les ocurre es
el cadáver y qué pasa con él. Se lo comen los gusanos, o en el crematorio lo reducen
a cenizas. Si somos ingenuos y sinceros, no podemos apartar la mente de la visión
inmediata de lo que queda de nosotros después de la muerte, y por lo tanto en todas
las civilizaciones humanas al cadáver se lo trata con gran cuidado y con toda clase de
rituales, porque representa un misterio. La forma del ser humano que vivió sigue allí,
pero algo falta, o ha cambiado. El sentimiento ingenuo sigue tomando a eso que está
allí por nuestro padre, o nuestro amigo, o quien fuere… y si no, ¿qué es? Si uno
espera la resurrección, si piensa que tal cosa existe, entonces al cuerpo que se ha
desintegrado se lo ha de volver a armar de alguna manera. Si seguimos ingenuamente
esa idea, pensaremos que, si conociéramos la materia básica de la cual está hecho en
su totalidad el complejo fenómeno del cuerpo, entonces se lo podría rehacer.
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19. Mientras Isis le da instrucciones, Anubis unge la momia de Osiris.
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¡No se imaginen que estoy predicándoles esto como una verdad! Lo único que
quiero es mostrarles que sería una idea susceptible de ocurrírsele a una mente
ingenua, y con frecuencia, al tratar de hablar con diversas gentes del problema de la
resurrección, he visto que efectivamente piensan en esta línea. Hablan del cuerpo
glorificado… pero podría haber una materia o sustancia básica. No sabemos lo que es
la materia, de modo que a partir de esa base, de lo que nosotros no sabemos y es el
secreto del propio Dios, ¿por qué El no habría de rehacer el cuerpo íntegro? Se trata
de una creencia común entre muchos cristianos que no lo han pensado muy
profundamente pero que, en un esfuerzo por entender, tienen una idea general de la
resurrección del cuerpo, y creo que detrás de estos textos había pensamientos de
ingenuidad similar. Es decir que el problema de la resurrección se vincula con el
problema de lo que es la materia y con la idea de que, si la materia tiene una forma
básica, puede ser transformada.
Ahora bien, si hay una materia básica que se puede transformar en alguna otra
cosa, entonces esa materia básica es inmortal y no se la puede disolver jamás. Ésa es
incluso la idea del átomo —aquello que ya no se puede escindir más—, es decir, la
partícula o el material más básico, que es lo que significa la palabra. Significa
también el individuo, la última unidad. No se lo puede escindir ni desintegrar, y por
consiguiente es inmortal, de modo de aquí tocamos una cosa eterna, y si llegamos al
fondo de eso, entonces tendremos el secreto de la resurrección y de la inmortalidad, y
de cómo hizo Dios el mundo.
Ésa era la línea de pensamiento y la reflexión subyacentes en las ideas contenidas
en este texto, lo que explica que se haya investigado la composición básica de la
materia cósmica. El hecho de que para aquellas gentes el problema de la resurrección
de los muertos estuviera ligado con ideas así demuestra que la esperanza de
inmortalidad, todo el tremendo impulso emocional que siente el hombre en su
nostalgia de inmortalidad, se canalizó en aquella época en la alquimia, lo que explica
cómo llegó a proyectarse en este problema la imaginería del proceso de
individuación.
Hasta ahora no he hecho más que reforzar y ampliar lo que antecede con algunos
textos egipcios, pero después voy a leerles un texto completamente diferente, del
siglo V, por el cual verán que pensamientos como éstos existían realmente. Hasta el
momento apenas si se ha aludido a ellos, de manera que tenemos que reconstruirlos a
partir de otros textos.
Después de la referencia al enunciado según el cual un león genera un león y un
perro un perro, el texto continúa: «Tras haber tenido la suerte de participar en el
poder divino, podemos proceder ahora a la preparación de otras cosas. Tómese por lo
tanto mercurio…», y así sigue. Después, el texto continúa con las recetas, que yo no
puedo interpretar porque, simplemente, no sé qué significan. Algunas, como la de la
orina de un niño todavía no corrompido, se pueden ampliar, porque sabemos que ésta
desempeñaba un papel en la magia de la antigüedad tardía. No sabemos a qué otras
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sustancias se refiere, y los historiadores de la química hacen conjeturas, sin ponerse
de acuerdo, sobre su probable significado, que en su mayor parte no se ha podido
establecer en forma definida. Sólo sabemos que son mezclas de metales y otras
sustancias, que se usan principalmente para preparar aleaciones, y que había ciertos
procedimientos de fusión o de corrosión lenta en los que se aplicaban ácidos.
Mientras sigue dando este tipo de recetas, Isis expresa: «Ahora, hijo mío, ya conoces
el misterio que es el elixir de la viuda». Esta expresión demuestra que algunas recetas
se refieren más bien a elixires curativos, o a algunas poderosas medicinas —en el
sentido africano de la palabra— que a la producción de ningún tipo de metal. ¿Cómo
se relaciona todo esto para un pensamiento ingenuo?
De niña tuve una experiencia que quizá pueda aclararlo. Cuando tenía unos diez
años, con frecuencia no podía ir a la escuela más que de mañana, por enfermedad.
Por la tarde, cuando mi hermana estaba en la escuela, yo estaba sola y muy aburrida,
sin nadie con quien jugar. Entonces, en el fondo del gallinero, establecí lo que
llamaba mi laboratorio. Una vez había leído que el ámbar se formaba cuando en el
agua de mar caía resina, que se solidificaba después de muchos años. Por eso pensé
en hacer ámbar. El ámbar, en mi fantasía, no tardó en convertirse en una perla
amarilla, y pensé que haría una perla de ámbar, redonda y amarilla.
Trepando y cayéndome una y otra vez de pinos y abetos, recogí una cantidad de
resina, pero después pensé que tenía que producir agua de mar. Por el diccionario me
enteré de qué estaba hecha el agua de mar, saqué del cuarto de baño sal y iodo y
mezclé, tan completamente como puede uno hacerlo a esa edad, algo a lo que yo
llamaba agua de mar. Después se me ocurrió que al ámbar había que purificarlo para
que se pudiera producir la perla amarilla, y empecé a fundirlo y cocinarlo para
quitarle las hormigas muertas y cosas así que había en él, y mientras lo hacía y
observaba cómo el ámbar se calentaba y se derretía empecé, en mi soledad, a sentir
pena por él y a pensar que se estaba quemando y que debía apaciguarlo. Entonces
comencé a hablar con la resina, diciéndole que no debía sentirse desdichada si la
quemaba, porque finalmente iba a convertirse en una maravillosa perla amarilla, y
por eso ahora debía soportar que la torturase con el fuego.
De esta manera me armé toda una fantasía relacionada con la producción de la
perla amarilla, una idea que se había originado muy racionalmente a partir de algo
que había leído. Pero en la soledad de la tarea, la cosa llegó a convertirse en un opus
alquímico completo, con plegarias por el éxito y todo. Yo le rezaba al ámbar,
pidiéndole que no se enfadara conmigo por cocinarlo, y le prometí que lo convertiría
en una perla, y así sucesivamente. Eso corresponde a una mentalidad primitiva o
infantil, y debemos suponer que aquellas gentes tenían una actitud similar. Hay que
recordar que en aquella época era muy peligroso hacer experimentos químicos,
porque entonces a uno lo consideraban un médico brujo, con todas las consecuencias
que aquello significaba. Uno inspiraba respeto, pero también odio y miedo, y por lo
tanto aquéllas eran cosas que había que hacer en secreto y soledad, condiciones que
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siempre movilizan el inconsciente.
Se podría describir esta ocupación de niña, que se prolongó durante más de un
año, como un juego o una especie de imaginación activa, realizada con sustancias
químicas… y eso, en gran medida, es la alquimia. La imaginación activa puede
ejercitarse con colores; en la actualidad lo hacemos principalmente pintando o
escribiendo cuentos, pero también se puede hacer de otra manera: reuniendo y
mezclando sustancias. Era lo que hacía aquella gente, y así era como se desviaba un
poco de la senda de un mero experimento químico para producir otro en el cual
predominaba el material de la fantasía, así como yo empecé racionalmente con la
intención de hacer ámbar, y durante el proceso caí en la fantasía de hacer una perla
amarilla.
En este campo de experimentación se producen, tanto como en otros,
acontecimientos sincrónicos, que son vividos como milagros y, naturalmente,
confirman estas fantasías. Que esto sigue sucediendo en los modernos laboratorios de
química queda probado por lo que oí contar de un científico que intentaba producir
por síntesis química cierta vitamina. Tenía todo calculado y sabía que al fin obtendría
el producto, pero parecía que la cosa no quería cristalizar. El momento en que algo
cristaliza depende de factores muy irracionales. Es claro que el peso, el calor y la
forma de la mezcla desempeñan todos su papel, pero todavía hoy hay factores que no
se pueden pasar por alto en la fabricación química, aunque no se sabe de qué
dependen. Entonces, contrariamente a todas las expectativas, el condenado mejunje
no cristalizaba. El hombre lo vigilaba día y noche, diciendo que tenía que cristalizar,
pero aquello seguía estando líquido. El científico se hartó de vigilarlo y encargó a un
ayudante que siguiera manteniendo determinada temperatura. Cuando se fue a su casa
y se durmió, tuvo un asombroso sueño alquímico en el que una voz le decía:
—Si vas ahora, ¡verás que ha cristalizado!
Cuando se levantó para telefonear, comprobó que era verdad: ¡había cristalizado!
Es decir que el inconsciente de aquel hombre estaba efectivamente conectado con el
proceso químico que se producía en la retorta, o informado de él.
Pueden ustedes ponerle el rótulo de sincronicidad, pero con eso no han explicado
nada. Es un hecho, simplemente. Y demuestra que no sabemos de qué manera está
conectado el inconsciente con la materia, sino sólo que lo está, y que tiene un
conocimiento de estas cosas; cómo, no sabemos, porque por el momento, en este
aspecto, nuestro conocimiento científico ha llegado al cabo de la calle. Al parecer,
incluso en los tiempos más modernos, la química sigue teniendo una conexión con el
inconsciente de la persona que hace el experimento, incluso hasta el punto de que
sucedan cosas como la que les he contado. Aquí volvemos a hacer contacto con un
secreto, y esta clase de vivencias, pero con una base más burda y primitiva, era
generalmente el respaldo de los experimentos de los alquimistas.
Si resumimos el texto que acabamos de comentar, no desde un punto de vista
psicológico, sino desde el histórico, vemos que en la alquimia hay ideas y
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concepciones religiosas que se remontan al Egipto helenizado, con su adición y
mezcla de la religión griega y la egipcia tardía. No puedo leerles todos los textos,
pero en otros hay trazas del simbolismo gnóstico y del judío, y de muchas otras
religiones de la época. El otro elemento, conectado en el pensamiento pero no en lo
que se refiere a los textos, es el de las recetas, sin duda vestigios de las tradiciones
secretas del arte, que se originaron con los médicos brujos africanos y se referían a la
preparación de filtros de amor, medicinas para asegurar la belleza, aleaciones y cosas
semejantes. Todas esas recetas eran los secretos de los artesanos del metal y de los
médicos brujos. Es probable que durante la civilización egipcia hayan sido
transmitidas por ciertas clases de sacerdotes que, con el permiso del faraón reinante,
tenían el monopolio de la manufactura de ciertas aleaciones o medicinas, cuyas
recetas debían de conservar en libros secretos que se guardaban en los templos.
De la misma manera, en el museo de El Cairo hay actualmente un papiro, hallado
en una excavación, que contiene todas las recetas para embalsamar cadáveres. Las
instrucciones para este complicadísimo procedimiento están dadas de manera
puramente técnica y química. Era el secreto de la clase de los sacerdotes de Anubis, y
constituía un conocimiento que sólo se impartía a los sacerdotes iniciados. Esto se
remonta probablemente a la más antigua tradición primitiva de los médicos brujos
africanos, y todavía se la puede descubrir en África en forma más simple, ya que la
actitud psicológica y el secreto en que se apoyan tales procedimientos siguen siendo
los mismos.
El texto griego que les presentaré ahora introduce un tercer elemento en estos
primeros escritos químicos griegos, a saber, la filosofía griega de la naturaleza.
Quizás uno de los mayores acontecimientos históricos de la antigüedad tardía fuese
que en la filosofía natural griega, la filosofía presocrática, hubiera hombres que,
como Tales, Anaximandro y Anaxímenes de Mileto, Demócrito de Abdera y
Heráclito de Éfeso, hicieran conjeturas sobre las teorías establecidas sobre la
naturaleza y fueran los creadores de términos técnicos tales como tiempo, espacio,
átomo, materia y energía.
Todos los conceptos básicos de la física moderna se remontan, como ustedes
saben, a la filosofía griega, porque los griegos fueron los creadores de estos
conceptos en su significado específico, es decir científico-natural, aunque no hayan
experimentado en gran medida con la materia. Por ejemplo, si Demócrito dice que el
átomo tiene diferentes formas —digamos que a modo de pequeñas pirámides con
ganchos en los ángulos que les permiten conectarse— ése sería el tipo de modelo
materialista de su idea del átomo. Los átomos redondos serían el alma, y hay también
átomos de fuego que ruedan por entre los espacios del átomo; ése es el modelo de la
realidad de Demócrito.
A los griegos jamás se les ocurrió probar o demostrar por experimentación esas
cosas, como en el procedimiento científico común en la actualidad, en que si uno
tiene un modelo conjetural así, trata de demostrarlo con experimentos prácticos,
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comprobando así si coincide o no con los hechos. Esto los griegos no lo hacían. Pero
después el pensamiento griego —desdichadamente, ya en una fase muy diluida—
entró en contacto con las ciencias secretas egipcias, que consistían enteramente en
una antiquísima tradición artesanal y práctica sobre el comportamiento de la materia.
Los egipcios sabían muchísimo desde el punto de vista práctico. Sabían preparar
esmaltes y tinta invisible, y conocían toda clase de aleaciones complicadas, y cuando
estos dos mundos se encontraron, en el Egipto de los Ptolomeos, el contacto fue
enormemente fértil para ambos, porque lo que en la tradición egipcia eran recetas y
pensamiento religioso se encontraba ahora con la precisión del pensamiento científico
de los griegos.
Podríamos decir que aquél fue el momento en que nació la alquimia, cuando los
modelos de pensamiento de la filosofía griega se unieron con las prácticas
experimentales de las tradiciones egipcias. Para adentrarlos a ustedes un poco más en
este punto, quisiera leerles un breve bosquejo de un texto larguísimo de Olimpiodoro,
un alquimista tardío cuyo nombre habrán encontrado sin duda en los escritos de Jung.
Olimpiodoro fue ministro y funcionario en la corte de Bizancio en el siglo V. Fue
miembro de una delegación que visitó a Atila, rey de los hunos, y escribió una
historia de su época, bastante famosa, que publicó en el año 425. Algunos de sus
biógrafos dicen que al mismo tiempo era conocido como un gran mago y médico
brujo en la corte bizantina, y, según los textos, estaba muy ocupado con experimentos
alquímicos. Sin embargo, en las historias de la alquimia se dice que esto no es
verdad, porque Olimpiodoro no poseía muchos conocimientos prácticos, e incluso si
realmente realizaba experimentos, es seguro que se interesaba más por los aspectos
teóricos o simbólicos de la alquimia.
Sostenía que los objetivos de la alquimia no se podían alcanzar de manera
racional, que uno podía seguir las recetas tanto como quisiera, pero que jamás llegaría
a ninguna parte sin la ayuda de la magia y de los poderes mágicos. Así empezó a
tener una doble actitud hacia lo que se podría llamar ciencias serias o prácticas y la
magia, una escisión con la que no hemos tropezado en textos anteriores. La razón de
ello es que Olimpiodoro tenía una educación filosófica griega que intentaba aplicar a
sus conocimientos. Me gustaría presentarles el texto, como hice con el de Isis, en su
extraña confusión literal, para que puedan tener sus propias impresiones personales.
Tomaré una sección del capítulo XXX, sobre el Arte Sagrado o Divino, y después
seguiré desde el capítulo XLI, que ofrece, por así decirlo, la esencia de sus escritos.
En el capítulo XXX, Olimpiodoro habla del plomo y cita a la profetisa María, de
quien se cuenta que dijo que el plomo negro debe ser considerado como la base de la
obra. Él comenta esta afirmación, y el tema se continúa en el capítulo XLI, que dice:
Ahora veamos cómo se prepara el plomo negro. Como dije antes, el plomo común
es negro desde el comienzo mismo, pero nuestro plomo se vuelve negro, cosa que al
principio no era. Los experimentos os enseñarán, y por ellos descubriréis la verdadera
demostración y prueba. Las opiniones dignas de crédito son unánimes en este asunto.
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Ahora intentaré abordar nuestro objetivo. Si el Asem [una aleación semejante a la
plata, aunque no se sabe exactamente qué] no se convierte en oro, o no podría
convertirse en oro aunque es una obra, no se ha de despreciar lo que decían los
antiguos, a saber que la letra mata pero el espíritu lleva a la vida. [«… pues la letra
mata, mientras que el espíritu da vida». II Corintios 3, 6].
Ahora, esto está en completa armonía con todo lo dicho por los antiguos filósofos
y apunta al mismo fin, a la palabra del Señor. [Olimpiodoro era cristiano y citaba la
Biblia, señalando que no se han de tomar al pie de la letra las recetas y los textos
alquímicos, porque aquello mataba, sino que se debe entender el espíritu del texto y
lo que esto significa]. Los oráculos de Apolo también están en armonía con lo que
queremos decir, porque mencionan la tumba de Osiris [Esto amplifica nuestro otro
texto]. Pero, ¿cuál es la tumba de Osiris? Hay un cadáver, amortajado como una
momia con bandas de lino, con sólo el rostro desnudo visible, e, interpretando a
Osiris, el oráculo dice: «Osiris es el sofocado féretro donde están ocultos sus
miembros y cuyo rostro solamente es visible a los mortales. Ocultando los cuerpos, la
naturaleza se asombra. Él, Osiris, es el principio original de todas las sustancias
húmedas. Sujeto como un prisionero lo mantiene la esfera del fuego. Él, por
consiguiente, ha sofocado todo el plomo».
Otro oráculo, por el mismo autor, dice:
Tómese un poco de oro al que se llama el macho de la Chrysokolla [sea lo que
fuere esta sustancia] y un hombre que haya sido amasado. El oro de la tierra etíope lo
produce de sus granos. Cierta especie de hormiga lleva el oro a la superficie de la
tierra y lo disfruta. Póngaselo junto con su esposa de vapor hasta que salga la divina
agua amarga. Cuando se haya espesado, o coloreado de rojo [cobre rojo] con el zumo
del vino dorado de Egipto, únteselo sobre las hojuelas de la diosa que trae la luz [que
debe de ser la luna] y también del cobre rojo [«cypris» tanto puede significar «cobre»
como «Venus»] o de la roja Venus [probablemente se alude a Venus] y después
hágaselo espesar hasta que se coagule en oro.
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21. La doble faz de la alquimia (laboratorio y biblioteca) corresponde a la naturaleza doble del
proceso de individuación.
Ahora bien, el filósofo Petasios, quien habla del comienzo del mundo alquímico,
está en completa armonía con esto, y él también se refiere a nuestro plomo cuando
dice que la esfera del fuego sujeta y sofoca a través del plomo. Después,
interpretando sus propias palabras, dice: «Todo eso proviene del macho, o del agua
arsenical».
La palabra «arsénico» significa «masculino»; no es el arsénico que conocemos,
sino que se refiere a todas las sustancias que llevan en sí un impulso dinámico que
afecta a otras sustancias. Todo lo que parece afectar a otras sustancias era masculino
porque era activo, de manera que no hay que confundirlo con lo que hoy llamamos
arsénico. Al arsénico es a lo que él se refiere cuando habla de la esfera del fuego.
El plomo está tan poseído por los demonios y es tan desvergonzado que quienes
quieren aprender algo de él caen en la locura a causa de su inconsciencia. Ustedes
habrán encontrado esta expresión en los libros de Jung, quien la cita con frecuencia.
Ahora me explicaré sobre los elementos químicos y entonces esto se aclarará.
Llaman plomo al huevo —me refiero al huevo de los cuatro elementos—; eso es lo
que dice Zósimo, y por ello en realidad se refiere siempre al plomo. Si ellos explican
su forma, en realidad aluden en secreto a la totalidad de la cosa, porque, como dice
María, los cuatro elementos son uno. Cuando se oye la palabra «arenas» se ha de
entender que aquello significa «formas» o ideas [en griego puede significar tanto una
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cosa como la otra]. Si oyen «eide» [formas, ideas], eso significa en realidad «las
arenas» —el tipo de arena— porque los cuatro cuerpos, o los cuatro elementos, son
también las cuatro «corporeidades» [ésta es una palabra inventada, pero en griego es
igual].
Zósimo explica la cuádruple corporeidad de la siguiente manera: Ahora la pobre
[en griego el adjetivo es femenino] cosa cae dentro del cuadrucuerpo en el cual está
encadenada, e inmediatamente cambia de un color a otro, todos los colores en los
cuales la técnica desea atarla: blanco, amarillo e incluso negro, o primero negro,
después blanco y después amarillo, y cuando esta cosa femenina ha evidenciado
todos estos colores, y ha rejuvenecido, continúa envejeciendo y después se muere en
el cuadrucuerpo, que significa hierro, estaño, bronce y plomo, con cada uno de los
cuales ella muere en la rubedo —el estado de enrojecerse— y entonces es
completamente destruida de modo que no pueda escapar, un hecho que es muy
satisfactorio para los alquimistas, porque ahora ella no puede huir. Y entonces uno
repite toda la cosa, por la cual su perseguidor también es encadenado [el que persigue
a esta mujer también es encadenado], todo lo cual tiene lugar fuera del recipiente
redondo.
¿Qué es el recipiente redondo? Ya sea el fuego o la forma redonda del recipiente
impide que ella se escape. Así como en una enfermedad la sangre había sido
destruida y ahora se renovaba, igualmente en su estado argénteo se ve que ella tiene
sangre roja, y eso es el oro.
Éste es un largo pasaje literal de verdadera alquimia, por el cual ustedes pueden
ver lo caritativo que ha sido Jung al seleccionar pasajes y publicarlos reunidos en
capítulos, porque si leyeran el texto original a ustedes también podría darles la locura
del plomo. Cuando se leen los libros de Jung uno piensa que es imposible entender la
cosa porque todo es demasiado complicado, pero en realidad él la ha simplificado
enormemente y ha hecho un esfuerzo tremendo por sacar las perlas del montón de
estiércol y por darle alguna forma, porque el material original era como lo que hemos
visto. Si se han acostumbrado ustedes a seguir esta línea de pensamiento, se
encontrarán con que toda la cosa es completamente lógica, tiene la misma lógica que
un sueño y se la puede tomar así. La primera vez que ustedes oyen un sueño les
parece completamente chiflado, pero si leen este material como leerían un sueño
captarán su significado.
Por ejemplo, Olimpiodoro habla del plomo negro y está claro que se trata de la
sustancia originaria y que es por consiguiente el misterio del cual ya hemos hablado
—la prima materia—, la sustancia básica del mundo, donde reside el secreto divino
de la vida y la muerte. Él lo llama «nuestro plomo», que al principio no es negro, y lo
contrapone al plomo común, con lo cual quiere decir que lo que los artesanos
ordinarios llamaban plomo (el que se usa para fabricar cañerías, ya que en la época
del Imperio romano el agua se transportaba por cañerías de plomo) no es a lo que
ellos —los alquimistas— se refieren al hablar de plomo. Es una clase diferente de
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plomo, una sustancia más básica con la cual se ha de experimentar, nos dice, para
descubrir a qué se referían los autores anteriores.
Cita después la Biblia, diciendo que el texto no se ha de tomar literalmente, lo que
también es comprensible, y dice que la transformación del plomo es un secreto.
Después cita un oráculo de Apolo, que debe de estar en un escrito más antiguo que se
ha perdido, dice que éste es el féretro de Osiris.
Para entenderlo, ustedes deben conocer la leyenda según la cual Seth mató a
Osiris fabricando primero un féretro de piorno y después haciendo que durante una
fiesta los invitados borrachos se metieran en él con el pretexto de ver a quién le iría
bien de tamaño. Pero cuando Osiris entró en el ataúd, Seth se apresuró a ponerle la
tapa, lo cubrió de plomo y lo arrojó al mar. Por lo tanto se podría decir que Osiris fue
sofocado en plomo, y se puede pensar que la tumba de Osiris era un ataúd de plomo,
o un féretro sellado con plomo dentro del cual está el dios muerto, o el espíritu
divino, en la forma que asume en la muerte.
Éste es el significado que se trata de transmitir. Osiris yace como una momia en el
féretro, con sólo el rostro visible. Ustedes han visto momias amortajadas con bandas
de lino y con la máscara que muestra el rostro. El significado de esto no está claro,
pero se podría decir que en ello había algo de humano y algo de inhumano, porque si
hubiéramos de interpretarlo simbólicamente, como un sueño, diríamos que debe de
referirse a un ser semihumano; si el rostro es humano, entonces en parte se puede
entender desde el aspecto humano, pero hay una parte que no se puede entender.
22. Osiris en el féretro de cedro cubierto de plomo, que representa el eclipse de la conciencia, la
depresión.
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Olimpiodoro continúa diciendo que el propio Osiris es el féretro sofocado, o la
tumba, que oculta sus miembros y sólo muestra la cara a los seres humanos. Brotois
es un nombre específico para los seres humanos, que significa «los mortales». Osiris
es inmortal, o el inmortal mortal, que a los mortales sólo muestra su rostro humano,
en tanto que el resto de su cuerpo es un secreto. «Ocultando los cuerpos, la naturaleza
se maravilló, o quedó asombrada». No puedo entender esto del todo, a no ser que
debe de significar que es parcialmente comprensible porque hay un rostro humano, y
parcialmente un misterio, del cual hasta la naturaleza se maravilla. No puedo dar
ninguna otra explicación. «Ése es el comienzo de todas las sustancias húmedas», es
decir, de la materia básica, originaria, del punto de partida (Arché). La sustancia
húmeda representa el material básico del cosmos, atrapado en la esfera del fuego.
23. La vasija alquímica sellada aquí, contiene a Mercurio como símbolo del espíritu aprisionado en la
materia.
Por lo que sucede después se puede ver que había la conexión siguiente: la
materia se ponía en una botella que se sellaba firmemente y se la ponía a cocer, y se
consideraba que esto era un paralelo exacto con el espíritu divino, Osiris, el hombre
dios, que yace muerto en su féretro de plomo, porque la materia en la botella estaba
exactamente en el mismo estado.
Eso era precisamente lo que sentía yo cuando torturaba a mi resina en mi niñez,
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porque sentía que estaba torturada por el fuego en su botella, por así decirlo; no podía
escaparse, es decir, no podía evaporarse, porque yo también había cerrado mi botella.
Entonces está atrapada y la tengo en mis manos y estoy haciendo algo con ella. La
analogía es Seth que atrapa a Osiris, y ahora como éste ha sido atrapado por Seth, por
el poderoso principio del mal, se transforma y resucita. Ésa era, probablemente, la
asociación que hacían. Entonces él ha sofocado todo el plomo. Aunque esto no lo
entiendo, me parece que este aprisionamiento en un féretro, o en un recipiente
alquímico, podría representar un proceso de sofocación, la muerte de la prima
materia por sofocación.
Sin duda, aquí hay una analogía con lo que hacemos cuando impedimos que un
ser humano proyecte en forma ingenua, y obligamos a esa persona a que se enfoque
sólo sobre sí misma; eso sería como una sofocación, porque lo que uno quiere es ir al
analista a decirle: «Así es como me educó mi madre». A eso, el analista responde que
uno debería ver el papel que desempeñó en ello su propio complejo, y entonces uno
tiene que aceptar todo aquello por lo cual antes había culpado a Dios y a los hados, a
los padres y al marido. Todo eso hay que volver a aceptarlo como propio, y es como
una sofocación, una especie de muerte, porque el impulso a proyectarlo todo en el
exterior se ha visto detenido.
La vasija es un símbolo de la actitud que impide que nada escape hacia afuera, es
una actitud básica de introversión, que en principio no deja escapar nada hacia el
mundo exterior. La ilusión delirante de que todo el problema está fuera de uno se
tiene que acabar, y las cosas hay que mirarlas desde adentro. Ésa es la forma en que
ahora «sofocamos» el mysterium del inconsciente. No sabemos lo que es el
inconsciente, pero lo sofocamos mediante este tratamiento concentrado por el cual se
detiene toda proyección, intensificando el proceso psicológico. Es también la tortura
del fuego, porque cuando el flujo de la intensidad de los procesos psicológicos se
concentra, uno se asa, se asa en lo que uno es. Por lo tanto la persona que está en la
tumba y la tumba misma son la misma cosa, porque te asas en lo que tú mismo eres y
no en ninguna otra cosa; o se podría decir que uno se cocina en su propio jugo, y es
por lo tanto la tumba, el contenedor de la tumba, el que se sofoca lo que lo sofoca, el
féretro y el dios muerto que hay dentro.
El que está dentro, naturalmente, no es el yo sino todo tu ser, porque tú estás
mirando a todo tu ser y no a tu yo que quisiera escaparse. Ahora bien, esto es tan
doloroso que todos intentamos escaparnos. Creo que en años y años no he analizado a
nadie que de cuando en cuando no haya flirteado con la idea de abandonarlo todo y
retornar a lo que llamamos vida normal. Por ende, pienso que es muy comprensible
que el texto, después de un tiempo, hable de la mujer que siempre trata de escapar y a
quien hay que atar dentro del cuerpo cuádruple o del cuadrucuerpo.
Volviendo al texto, Olimpiodoro habla de tomar cierta sustancia, esto es, la piedra
áurea, a la que se llama la parte masculina de la Chrysokolla —es probable que él
pensara en algún material específico—, y un hombre moldeado.
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Pues bien, ¿quién es el hombre moldeado, o el hombre a quien han amasado para
darle forma? Olimpiodoro es cristiano, ¡y ésa es una definición de Adán! Significa
simplemente tomar dos sustancias químicas —que no sabemos cuáles son— y hacer a
Adán. La relación que establecería un hombre de aquella época sería que a Adán lo
hicieron de barro y por lo tanto, de acuerdo con la Biblia, el barro es la prima materia
del hombre, el secreto básico del hombre. Ahora ya no se referían al barro, entonces
ya sabían que aquello no podía referirse al barro; su conocimiento de la biología y la
filosofía les alcanzaba para saber que el hombre amasado de barro no era más que un
símil. Por lo tanto, el barro aludía a la prima materia.
El hombre hecho de barro era, por consiguiente, Adán, que en aquella época era
un símbolo del Sí mismo o, podríamos decir, del hombre que acaba de salir de las
manos de Dios, que todavía no se ha echado a perder y no ha pasado aún por el
proceso de la corrupción.
El hombre incorrupto, recién salido de las manos de Dios, es el hombre que ha
sido amasado, y por eso él no habla de Adán, porque Adán está asociado con el
pecado, con la corrupción, con Eva y con todo eso. Al aludir de esta manera a Adán,
se refiera a Adán en su forma original y no degradada, cuando Dios acababa de
crearlo. Evidentemente, esto se refiere a la prima materia que nosotros llamamos el
Sí mismo, y por eso en el budismo Zen se dice: «Muéstrame tu rostro original». En
uno de los koans, hay un Maestro que se ilumina cuando otro Maestro le dice eso.
El oro de la tierra etíope lo genera —al hombre— de sus granos y allí hay una
especie de hormigas que lo llevan a la superficie de la tierra y lo disfrutan.
Eso se refiere a los famosos Arimaspos, mencionados también en el Fausto de
Goethe. En la antigüedad tardía hubo una leyenda según la cual en la India existieron
en cierta época unas hormigas enormes, tan grandes como seres humanos, que
excavaban oro de la tierra. Para los griegos, la India era la tierra de la sabiduría y las
riquezas, el Paraíso donde el oro se encontraba en los árboles, en las calles y en todas
partes, y por todas partes se tropezaba uno con sabios. En las descripciones de la
India de aquella época se menciona a esas enormes hormigas legendarias que
supuestamente eran el secreto de la gran riqueza de la India. Por lo tanto, cuando
Olimpiodoro dice esto, está refiriéndose a las hormigas.
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24. Adán, creado del polvo de la tierra.
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agua divina. Esto significa que este Adán, la cosa original, se une con su opuesto, que
parecer ser una sustancia como un vapor, y que juntos dan nacimiento a una sustancia
acuosa y amarga. Es el motivo de la coniunctio, la reunión de los opuestos, y el
resultado es la mística agua divina, el agua amarga.
Psicológicamente eso significaría: ponte en una actitud de reflexión en la que te
preguntas de dónde provienen tus procesos conscientes, liga esto con el material de la
fantasía —el vapor que sube desde el inconsciente— y eso crea un insight [una visión
interior] viviente que es amargo. Generalmente, el insight que obtenemos al mirarnos
es muy amargo, y por eso es tan poca la gente que lo hace; es pikros —amargo—
porque corroe las ilusiones delirantes de la conciencia y es muy amargo para ellas.
Por eso hablamos del «amargo conocimiento», la «amarga comprensión» y
también de la «amarga verdad», porque al comienzo, el conocimiento de sí mismo es
una experiencia amarga.
De modo que si se hace una lectura psicológica del texto, tomándolo como si
fuera un sueño, no es ninguna tontería, sino algo completamente lógico. Uno de los
grandes méritos de Jung es el habernos dado una clave de estos textos que los
historiadores oficiales de la química consideran un absoluto disparate, porque para
ellos no significan nada en absoluto. Pero para nosotros está claro el blanco al que
apunta Olimpiodoro, es decir, una experiencia interior, una experiencia religiosa
introvertida que aquellas gentes tenían en sus meditaciones y en sus experimentos
con fenómenos materiales. Aquélla fue la base de la alquimia.
Pregunta: La referencia a Adán, ¿lo sitúa antes o después de la Caída?
M. L. von Franz: Creo que antes de la Caída, porque de otra manera el texto
diría Adán en vez de usar esa extraña expresión de «el hombre moldeado o
amasado». El hombre amasado se refiere más bien a un aspecto de Adán, es decir a
su creación; lo que se destaca es que está hecho de barro, y por consiguiente yo diría
que el hombre hecho de barro es lo que se debería tener presente cuando se piensa en
él, y no el hecho de que estuviera con Eva y la serpiente, y todo eso. Creo que eso se
puede corroborar por el hecho de que Olimpiodoro conocía a Zósimo, quien tenía una
teoría gnóstica referente a que Adán era el hombre original impecable, antes de la
Caída. Por lo tanto uno puede estar bastante seguro de que la referencia es a Adán
antes de la Caída.
De modo que la esfera de fuego conserva el plomo y lo sofoca, dice Olimpiodoro,
y eso es la cosa masculina, y el plomo está demoníacamente tan poseído, es tan
desvergonzado, que quienes desean investigarlo caen en la locura a causa de su
inconsciencia, de su falta de conocimiento de la Gnosis.
Es probable que, químicamente, esto aluda al hecho de que el plomo suele ser
venenoso. Ése sería su aspecto químico y, naturalmente, coincide con el hecho de que
al comienzo (de un análisis, por ejemplo), cuando uno mira al inconsciente, emergen
generalmente emociones e impulsos instintivos tan fuertes que uno pasa por estados
que podrían llevarlo a la locura. Es frecuente que los alquimistas expresen que
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muchos de ellos han perdido la cabeza, y eso se puede tomar al pie de la letra.
Hace muchos años tuve una experiencia interesante, que demuestra que aquí en
Suiza sigue habiendo alquimistas locos. Cuando yo trabajaba sobre estos textos en la
Biblioteca Central, uno de los funcionarios me preguntó si estaba estudiando textos
alquímicos, y cuando le contesté que sí me dijo que entonces yo tenía un colega a
quien quería presentarme. Creyendo que sería una broma muy divertida, me condujo
hacia un arrugadísimo viejecillo que estaba sentado escudriñando un texto alquímico,
a quien me presentó diciéndole que yo era especialista en alquimia. Miré a aquel
hombre, de cuyo nombre me he olvidado, y cuando le vi los ojos advertí al instante
que estaba totalmente esquizofrénico. Me senté junto a él, y pasado un rato me
preguntó:
—¿Tiene usted el secreto?
—No, todavía no —le respondí.
—Yo estoy muy cerca de hallarlo, creo que en dos o tres meses más lo tendré —
me dijo entonces. Cuando le dije que me parecía maravilloso, me preguntó si sabía
griego, porque su problema era que él no lo sabía pero que, si podía ayudarlo con el
griego, lo conseguiríamos.
—Sí, sí —le respondí—, ¡pero no ahora!
Aquél era un verdadero alquimista que había caído presa de la locura del plomo.
25. El Ouroboros
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26. El Adán caído como prima materia, que muestra el falo, lo masculino, como un árbol viviente.
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Cuarta conferencia
LA ALQUIMIA GRECO-ÁRABE
La última vez terminamos mientras hablábamos de un pasaje muy oscuro en el texto
de Olimpiodoro. La cita mencionada decía que se ha de tomar la Chrysokolla, la
piedra de oro, a la que se llamaba el macho, junto con el hombre amasado, lo que
evidentemente se refiere a Adán, que fue amasado o moldeado en barro. Así pues,
hay una referencia indirecta a Adán en el Paraíso, lo que quedaría confirmado por el
hecho de que Olimpiodoro sabía de la existencia de Zósimo.
Como ustedes saben, en Psicología y alquimia hay una referencia a un texto de
Zósimo que se refiere a Adán diciendo que fue creado en el Paraíso a partir de los
cuatro elementos, y después cayó en el mundo. La tarea de la alquimia, para Zósimo,
consiste en volver a unir las chispas de luz de Adán y llevarlo de vuelta al Paraíso.
Olimpiodoro, que vivió doscientos años más tarde, conocía este texto de Zósimo, de
modo que es evidente que aquí se refiere a la reconstrucción de Adán, a la
restauración del Adán caído, que vive como una chispa de luz en cada ser humano, en
el ámbito celestial. Por consiguiente nuestro texto es una variación sobre la idea de
que en el fondo de la materia está, en una forma extensa o disuelta, o en la figura
cósmica de un ser humano, Adán, el primer hombre, llamado con diferentes nombres,
que ha de ser liberado o redimido de la materia.
Los remito a ustedes a la parte de Psicología y alquimia que se refiere al Adán
caído, al anima caída u hombre, donde Jung menciona diferentes textos que muestran
que esto es un reflejo del proceso de proyección. Recordarán ustedes que dice que el
mito de un ángel, o de Adán, o de la figura de un anima cósmica que cae en la
materia, representa el momento en que esta figura es proyectada en la materia, lo que
significa que las teorías así, que provienen del inconsciente, en alquimia aportan la
idea de que de pronto se busca conscientemente el símbolo del Sí mismo en la
materia.
Esto es sin duda lo que sucede con nuestro texto anterior, el referente al ritual
funerario de Osiris y a todos los rituales funerarios, en el sentido egipcio del término.
La búsqueda de la inmortalidad era de hecho la búsqueda de una esencia incorruptible
en el hombre, capaz de sobrevivir a la muerte, de una parte esencial del ser humano
que pudiera ser preservada. Lo mismo vale para esos poderes desconocidos que
también guían la vida humana.
Esta búsqueda se continuó prácticamente hasta el siglo XVII con todas las teorías
posteriores del elixir de la vida, el pharmakon de la vida y otras. Si se lo traduce en
términos psicológicos modernos, algo inmortal que haya de sobrevivir a la vida
podría ser expresado como un aspecto del Sí mismo, la búsqueda de aquello que hay
en el hombre de más grande, incorruptible y esencial.
La parte siguiente del texto se ocupa de la extracción del oro por obra de las
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hormigas del territorio etíope. El trasfondo de esto es el mito de los arimas-pianos [en
la mitología grecorromana, raza de hombres con un solo ojo que vivían en constante
lucha con los grifos, en el intento de arrebatarles el oro del cual estos últimos eran
guardianes] de la India, porque ambos países —la India y Etiopía— cargaban por
aquel entonces con la proyección de ser no sólo los países donde sucedían milagros,
sino también aquellos donde la piedad era más notoria. En los últimos escritos
griegos de la época de Alejandro hay muchas cartas apócrifas de Alejandro Magno a
su madre, Olimpia, donde le habla de la India y le cuenta que allí los brahmanes
andan desnudos y que son los hombres más sabios de la tierra y los más piadosos.
Esta misma idea fue proyectada también sobre Etiopía. En las últimas novelas e
informes geográficos escritos en griego se dice siempre que las gentes negras de
Etiopía son las más próximas a Dios y que constituyen el pueblo más piadoso del
mundo. También se puede decir que los griegos, a lo largo de su evolución
intelectual, perdieron cierto aspecto de la religión primitiva: esa actitud religiosa
primitiva e inmediata que, en la medida en que alcanzamos a ver, es común a todas
las civilizaciones primitivas.
Un estudio de las civilizaciones primitivas demuestra que su actitud religiosa
hacia la vida es algo completamente evidente sin más. La religión no era algo aparte
de la cotidianeidad de la vida profana, sino la base, por sí misma evidente, de todo lo
que se hacía, creía y decía. En su estado primitivo, el hombre es naturalmente
religioso y su religión traspasa toda su naturaleza y la totalidad de sus actividades. A
partir de este estado, la civilización griega había ido evolucionando, pasando por la
filosofía presocrática y por la sofística, siguiendo las diversas evoluciones de la
filosofía griega.
En Grecia, quizá por primera vez, las capas altas de una sociedad cultivada habían
ido apartándose de la actitud religiosa primitiva que a partir de entonces se proyectó
primero sobre los indios y los etíopes, y más adelante, de acuerdo con la literatura
griega de épocas posteriores, sobre los egipcios y otros pueblos afines, a quienes se
consideró entonces los más elevados y más próximos a Dios, y era en su ámbito,
según dice nuestro texto, donde se habría de encontrar el misterio alquímico.
Retornar a la actitud primitiva y evidente hacia la vida es el requisito previo a la
experiencia del Sí mismo, que no puede ser hallado por mediación de la mente
consciente ni con la parte evolucionada de la personalidad, sino que exige primero el
retorno a aquella primitiva actitud humana.
El texto prosigue: «Póngase entonces a la esposa, o la mujer del vapor con el oro
que extraen las hormigas, hasta que salga la amarga agua divina». De modo que
tenemos aquí el motivo de una coniunctio. Se toma el oro que se ha extraído de la
tierra etíope (la sustancia masculina), y se lo pone con una sustancia femenina a la
que se denomina la mujer del vaho o el vapor.
Pregunta: La actitud religiosa primitiva, ¿tendría algo que ver con la
participation mystique?
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M. L. von Franz: Sí, es algo que tiene todos los síntomas de la religión primitiva,
es decir, la participation mystique: la observación de los acontecimientos sincrónicos,
la observación de los signos, el no actuar sin haber observado primero los síntomas y
signos internos y externos, o —tal como se lo ha definido— la constante y cuidadosa
atención puesta en los factores desconocidos.
De acuerdo con tal definición, la religión significa no actuar jamás
exclusivamente en función del razonamiento consciente, sino prestando una atención
constante a los factores desconocidos que participan teniéndolos siempre en cuenta.
Por ejemplo, si alguien sugiere que nos vayamos a tomar un café después de la
conferencia, si en lo único que pienso es en que tengo tiempo, porque hasta las 12.30
no almuerzo, eso sería una razonamiento consciente, que naturalmente es también
correcto, pero si soy una persona religiosa me detendré un momento a pensar, e
intentaré percibir si siento que está bien hacer lo sugerido o si tengo una sensación
instintiva de rechazo, o si en ese momento se cierra de golpe una ventana o si doy un
tropezón, porque entonces es probable que no vaya.
Uno puede reírse de eso y considerarlo superstición, y naturalmente en ese nivel
no es diferente de la superstición, pero no se trata solamente de algo mecánico como
la idea de que si se nos cruza en el camino un gato negro más vale volvernos atrás,
sino más bien de que todo el tiempo deberíamos concentrarnos en el intento de recibir
alguna señal de Sí mismo o de nuestro propio interior.
En la filosofía china es el equivalente de prestar atención constante al Tao, a si lo
que en este momento estoy haciendo está bien, si está en el Tao. Naturalmente, hay
también discusiones personales, uno debate los pros y los contras, pero vivir de
manera religiosa significaría estar constantemente en estado de alerta para percibir
aquellos poderes ignotos que también guían nuestra propia vida. Si no recibo ninguna
indicación contraria, puedo decidir que me tomaré el café, puesto que tengo tiempo o
porque me apetece. El sonido de una campana no es siempre una advertencia; pero si
lo es y la desoímos, entonces algo anda mal. La actitud religiosa primitiva implica
que constantemente se tengan en consideración estos poderes.
Si no me llega una indicación en contrario, puedo decidir que me tomaré el café,
porque tengo tiempo o porque me apetece. No siempre nos suena un timbre de
advertencia, pero, si suena y uno no le hace caso, entonces algo anda mal. Las
actitudes religiosa y primitiva implican una consideración constante de estos poderes.
Cuando Jung estuvo en África, el guía de su safari era un musulmán, creo que un
chiíta. Todas las mañanas, durante el desayuno, todos los porteadores negros
comentaban sus sueños, tras lo cual el líder del grupo iba a decir a Jung si ese día
seguirían avanzando o no. Jung comprobó que cuando decían que no continuaban, el
aspecto general de los sueños no había sido favorable, de modo que probablemente
sintieran que tenían que esperar un día más antes de seguir. Jung aceptaba aquellas
decisiones e incluso se las arreglaba para dejarse arrastrar a participar en el
comentario de los sueños, y los hombres se quedaron muy impresionados al descubrir
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que él se interesaba por los sueños y sabía algo de ellos, y que incluso podía
interpretarlos mejor, como si pudiera observar lo que estaba sucediendo. Pero un
inglés que algunas semanas después fue al mismo lugar hizo, naturalmente, lo que
hacen la mayoría de los blancos: acusó a los hombres de haraganes e insistió en que
tenían que llegar a destino en cinco días, quiso imponerse por la fuerza y resultó
muerto.
Esta anécdota ejemplifica una actitud de cuidadosa consideración de todos los
aspectos irracionales. Los nativos actuaban de aquella manera porque podría haber un
día de temporal, o podían encontrarse con un rinoceronte y sufrir un ataque, o
tropezar con otro imprevisto. En la naturaleza uno se enfrenta constantemente con
cosas así, y nuestro inconsciente lo sabe, y cuando se vive en plena naturaleza prestar
atención a esos factores es esencial para la supervivencia. Los animales siempre
captan señales de los terremotos y otros peligros, las reciben instintivamente, y si
prestamos atención nosotros también las recibimos en nuestros sueños, y por eso
aquellos nativos, mostrando una adaptación muy razonable, prestaban atención a sus
sueños todas las mañanas.
El otro día tuve un ejemplo de algo semejante cuando estaba en mi casa de
vacaciones. Era evidente que por la parte alta del lago se acercaba una tormenta. Por
supuesto, yo no sabía que fuera a granizar, pero de pronto mi perra enderezó las
orejas, se precipitó dentro de la casa, se fue al piso alto y escondió la cabeza en mi
cama. Yo fui corriendo tras ella a ver por qué hacía todo aquello, ¡y en ese momento
se desató el granizo! Son advertencias que los animales reciben como por telepatía.
Pero en realidad, telepatía sólo significa tener conocimiento de algo que está
lejos, y eso no explica nada, porque telepatía no es más que una palabra. Lo único
que sabemos es que en el funcionamiento inconsciente e instintivo de los animales
superiores, incluido el hombre, hay una percatación sobrenatural, o mejor dicho
sobrerracional, de cosas sobre las cuales no podríamos tener conocimiento racional, y
que por consiguiente es útil, saludable y muy importante prestarles atención. Parece
que tales impulsos no sólo sirven a la supervivencia de animales y humanos, sino que
tienen una extensión mayor, la de estar al servicio de una evolución y una madurez
superiores, y del bienestar psicológico de la persona, y por eso los consideramos
como el inconsciente en su aspecto de preservación y de curación.
En nuestra definición, y en su forma más básica, la religión sería simplemente una
atención en estado de constante alerta dirigida hacia estos hechos, en vez de regir y
decidir uno su vida mediante una decisión racional consciente y razonando sobre los
pros y los contras. Por lo tanto, en las sociedades primitivas la religión impregna toda
la vida cotidiana. Antes de que los primitivos salgan a cazar se celebra el ritual de la
caza, y si durante la celebración se produce un accidente, pues no salen. No hay en
ello nada de místico, trascendente ni especial; la actitud religiosa básica se vincula
con la idea de supervivencia, y por ende ser religioso es una ventaja inmediata,
porque asegura la supervivencia.
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Cuando nos vemos enfrentados con el fenómeno de la neurosis, cuando la gente
se atasca en sus dificultades, intentamos descubrir qué es lo que tiene que decir el
inconsciente, y lo primero es guiar a los analizados a prestar más atención a sus
instintos, tras los cuales está la totalidad del fenómeno de la experiencia religiosa y el
insight religioso. Jung, por cierto, empezó como todos los médicos —basándose
además en su contacto con Freud— con la idea de ayudar a la gente a volverse más
instintiva, para que así pudiera ser más sana, pero después descubrió que por detrás
del instinto estaba también la religión, o que esta última era algo instintivo y
completamente natural, porque el hombre sencillo es hombre religioso. Por lo tanto
hay que volver al hombre interior, natural e inmediato, y a una actitud religiosa,
porque no podemos tener ninguna de estas cosas sin la otra.
Pregunta: La palabra religión, ¿proviene de religare o de religere?
M. L. von Franz: Respecto de ese punto se ha planteado una discusión
etimológica. Naturalmente, religare y religere tienen la misma raíz, legere, recoger.
Originariamente se refería a recoger o recolectar leña, pero legere, leer, tiene otra
connotación: la de «recoger» «ir reuniendo» las letras una por una; así es como lee la
gente al comienzo, y como aprenden todavía los niños.
Religare ha sido aceptada como la interpretación oficial desde la época de san
Agustín, basándose en la reflexión teológica de que significa ligar, volver a ligarlo a
uno con Dios. San Agustín decía que el hombre había sido separado de Dios por el
pecado original y que la tarea de la religión era volver a establecer la ligazón. Ésta no
es, sin duda, una interpretación científica, pero es muy interesante, y refleja bien cuál
es la idea cristiana de la religión. Los etimólogos modernos piensan que es probable
que provenga de la palabra religere, que querría decir «consideración cuidadosa», un
significado que yo he ampliado considerándolo, por ejemplo, como un estar alerta a
los factores irracionales, pero estos elementos no están en la palabra misma, que
significa simplemente consideración cuidadosa. El «re» indica «hacia atrás», es decir
que significa que uno mira hacia atrás para descubrir si lo que está detrás también
viene o si es dudoso. Uno tiene que estar siempre alerta y asegurarse de qué es lo que
tienen que decir las otras fuerzas acerca de nuestra vida.
Pregunta: ¿Se podría decir que no es más que superstición?
M. L. von Franz: ¡No! La superstición sería la mecanización de esta actitud. Por
lo general se piensa en superstición cuando uno toca madera o cuando dice que ver un
gato negro significa mala suerte, o que ver una araña por la mañana es mal signo y
deprime. Todo eso puede ser verdad, pero si se lo aplica mecánicamente, si los signos
se codifican en vez de considerarlos con cuidado, entonces empieza la superstición.
Una araña significa hilar, hilar fantasías. La superstición es que la araña por la
mañana significa mala suerte, y buena suerte por la noche. Evidentemente, eso quiere
decir en realidad que si por la mañana uno está «flojo» y con sueño, se levanta tarde y
se queda sentado a medio vestir, pensando en sus problemas neuróticos, eso sería la
araña de la mañana, que seguramente trae mala suerte. Pero si después de trabajar
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todo el día uno enciende un cigarrillo y se sienta frente a su casa, como hacen los
campesinos, a dejar volar la fantasía, o a filosofar sobre la vida, está perfectamente
bien, es una buenísima manera de prepararse para dormir. Por lo tanto la araña al
anochecer es propicia, y probablemente ése haya sido el significado original de esta
difundida superstición. La araña es un símbolo negativo de la madre, es la Maya [la
gran ilusión cósmica] y cosas semejantes. Cuando aparece al anochecer, o al
anochecer de la vida, está muy bien, pero es muy malo empezar el día con ella.
Sería entretenido si alguno de nosotros escribiera una tesis sobre las
supersticiones más comunes y su significado simbólico. Sería sumamente interesante,
y se lo propongo como tema a cualquiera que no sepa sobre qué escribir; tomar
algunas de las supersticiones comunes y analizarlas, porque son muy ricas en
significados. Lo único que es superstición en el mal sentido de la palabra es su
aplicación mecánica, que no es más que un hábito estúpido y no tiene nada que ver
con la actitud religiosa.
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idea de un vapor o un vaho connotaba siempre la idea de la psique, de la materia
sublimada, de un cuerpo sutil, algo sólo a medias material. En los informes
parapsicológicos, si aparece un espíritu siempre hay primero algo como un vapor o
una niebla, de modo que se puede decir que una de las ideas más arquetípicas es la de
que la psique tiene que ver con la cualidad de un vapor o un vaho, lo cual expresa la
idea de que es algo que de alguna manera se relaciona con la materia sólida, aunque
no coincida con ella. Es probable que en esto intervenga cierto factor del anima,
porque el texto debe de haber sido escrito por un hombre.
Después de la unión de la sustancia masculina con el vapor venía la divina agua
amarga. La palabra «divina» en griego es theios, que también significa azufre, de
modo que se lo puede traducir como el agua divina, que es la traducción oficial
generalmente aceptada, o como un agua sulfurosa, ya que al azufre se lo consideraba
una sustancia divina. Es el agua, o el líquido, de la sustancia divina.
28. El agua de vida fluye entre los opuestos: lo masculino (conciencia solar, azufre)
y lo femenino (conciencia lunar, mercurio).
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está orinando. Con mucha frecuencia, los trastornos psicógenos del riñón tiene
relación con el hecho de que la gente esté llenándose de esa agua mala, porque no
tiene la actitud correcta o la verdadera conexión con el conocimiento; simplemente
charla mucho de cosas que no tiene bien digeridas, y eso es como orinar. Por eso se
puede decir que el agua tiene que ver con el conocimiento extraído del inconsciente,
del que tanto es posible abusar como usarlo en forma positiva.
En la alquimia el agua podía ser tanto el gran factor que sana como el que
envenena y destruye. Generalmente interpretamos el agua como el inconsciente, y
diferenciamos su significado específico de acuerdo con el contexto. Si en el sueño de
un paciente el agua sube, o si hay una gran inundación, le diríamos que tuviera
cuidado, porque el inconsciente lo está abrumando; allí el agua sería negativa, pero en
cambio, si uno está en el desierto y tiene sed, el agua es agua de vida. Cristo es el
manantial de vida, y hay varios símiles que quizás ustedes conocen. En todas las
religiones el agua es la sustancia vital, y esto se reduce al hecho de que la extractio
del anima, o ese conocimiento ácueo, es lo que tiene lugar en la interpretación de una
situación psicológica o de un sueño.
Si alguien viene con un problema, en vez de discutir con esa persona nos fijamos
en el sueño que se refiera a la situación; quizá se lo pueda interpretar de una manera
que vivifique a la otra persona y le dé un sentimiento de esperanza y la sensación de
que el problema tiene un significado oculto, aunque tal tez todavía no esté claro.
En un caso así, el conocimiento obtenido desde el inconsciente tiene la cualidad
del agua de vida, porque esa persona, por así decirlo, ha bebido del agua de vida y se
irá con la sensación de que ahora algo está fluyendo y el período de estancamiento ha
pasado. Entonces sigue habiendo cierta tensión hasta la próxima hora analítica,
porque el analizado se pregunta cómo continuará la aventura interior hasta hacer que
la vida arranque de nuevo y una vez más vuelva a fluir.
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29. La coniunctio, unión de los opuestos, como un armonioso
juego recíproco entre el agua masculina y el fuego femenino.
Por otra parte, todos hemos visto personas anegadas en el inconsciente, casos
esquizoides o fronterizos, o gente que pasa por un episodio psicótico y que expresa el
conocimiento del inconsciente. Sentados en la cama, o en su celda del asilo, hablan de
la creación del mundo o de lo que es Dios y de lo que ha de hacerse para salvar al
mundo, diciendo que todos los médicos del asilo son unos tontos y que ellos mismos
son los que saben, y así en ese estilo. Eso es conocimiento del inconsciente; es agua,
y está incluso lleno de sabiduría, pero el que habla tiene la cabeza debajo del agua, y
el conocimiento es el que tiene a la persona, no ésta el conocimiento. Esa pobre
persona está literalmente ahogada en la sabiduría del inconsciente, y no quiere salir
porque siente que se ahoga en algo muy bueno y maravilloso, y por eso la mayoría de
ellos se niegan a curarse.
Si se lo ve desde un punto de vista razonable, este estado es malísimo, porque
estas gentes llegan a un grado tal de inadaptación que hay que mantenerlas en
confinamiento. Tienen demasiada agua de vida, aunque lo que dicen no es
disparatado. Si uno tiene el suficiente conocimiento simbólico, se puede entender del
principio al fin lo que dice un psicótico, tal como si fuera el habla normal.
En nuestro texto tenemos la situación normal, es decir que el agua divina ha de
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ser producida como resultado de la coniunctio, que en términos psicológicos sería lo
que hacemos todos los días. Unimos nuestra actitud consciente con el inconsciente,
por ejemplo, cuando interpretamos sueños. De ese modo alcanzamos ese
conocimiento vivificante, la sensación de entender, y eso sería el agua. Pero aquí se
dice que el agua es amarga. ¿Por qué?
Respuesta: Porque es la verdad.
M. L. von Franz: ¡Sí, naturalmente! Muchas veces no tenemos una reacción muy
feliz, sino todo lo contrario, porque con frecuencia la verdad que proviene del
inconsciente es muy amarga. Es una píldora difícil de tragar porque contiene críticas
muy obvias de nuestras actitudes, y esta experiencia es amarga. Eso explica además
la resistencia contra la psicología, porque hay muchas personas que no quieren tomar
pildoras amargas. Tienen la vaga sensación de que andan muy despistadas, y de que
sólo podrían recuperar la salud si se avienen a tragar ciertas críticas; están firmemente
decididas a defenderse si la crítica viene de afuera, pero es muy difícil e incómodo si
la crítica viene desde adentro porque en ese caso el analista puede lavarse las manos y
decir que lo siente mucho, pero que el sueño es del analizado, que no se trata de nada
que haya dicho el analista, y entonces el paciente tiene que tragárselo.
El texto sigue diciendo que el filósofo Petasios también habla de la obra de la
misma manera, diciendo que lo que mantiene oprimida a la esfera de fuego es el
plomo. El mismo filósofo, en una interpretación de sí mismo, dice que esto proviene
del agua macho. Olimpiodoro dice que por lo tanto parece que el agua macho fuera lo
mismo que la esfera de fuego, que según vimos en la primera parte del texto era la
tumba de Osiris, que había sido sofocado en el plomo. Es decir que tenemos a Osiris,
a la esfera de fuego y al agua macho, y están los tres sofocados en el plomo, el
enemigo.
En el conocimiento de la antigüedad tardía, el plomo era el metal del planeta
Saturno y tenía sus mismas cualidades: por el lado negativo, la depresión, y
positivamente, la depresión creativa. Saturno es el dios de los mutilados, de los
criminales y de los tullidos, pero también lo es de las gentes artísticas y creativas. En
nuestro lenguaje moderno, eso significaría la extraña cualidad de ciertas depresiones
en las que uno se siente literalmente como plomo. Sin pensar en ningún símil
alquímico, es frecuente que la gente diga: «Hoy me siento como [si fuera] de plomo».
En una depresión intensa, uno se siente incapaz de levantarse de la silla, y hasta de
abrir la boca para explicar que está deprimido; no hace más que estar sentado como
un bloque de materia inerte. Cuando alguien está en este estado, sus confesiones
tienen innumerables símiles con el plomo.
Tal como implica la palabra, en una depresión la persona está aplastada,
comprimida, en general porque una parte de la libido psicológica está baja y hay que
buscar cómo subirla; la verdadera energía de la vida ha resbalado a una capa más
profunda de la personalidad, y sólo es posible alcanzarla mediante una depresión. Es
decir que, a menos que haya una psicosis latente, una depresión debe ser estimulada,
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diciéndole a la persona que entre en ella y esté deprimida, en vez de tratar de rehuirla
poniendo la radio o leyendo Selecciones, y si las depresiones dicen que la vida no
significa nada y que nada vale la pena, pues aceptarlo y decir: «bueno, ¿y qué?».
Escuchar, profundizar y profundizar, hasta volver a alcanzar el nivel de energía
psicológica de donde puede surgir alguna idea creativa de modo que, súbitamente, en
el fondo, pueda surgir un impulso de vida y de creatividad que había sido pasado por
alto.
30. El «león verde» de la alquimia, que devora el sol, se relaciona con la experiencia
de la conciencia abrumada por violentos deseos frustrados.
Las personas que son profesionalmente creativas, como los artistas por ejemplo,
saben que es probable que antes de cada actuación o trabajo nuevo tengan una
depresión así. También se las puede tener en escala menor; yo, por ejemplo, siempre
me deprimo antes de una conferencia, porque la libido empieza por bajar. Son ritmos
menores de algo que en la depresión se produce en gran escala, y significa que uno ha
pasado por alto ciertos factores creativos que se han configurado por debajo del nivel
consciente y que al atraer la libido causan indiferencia y falta de energía.
También puede ser un síntoma prepsicótico, como bien lo saben los psiquiatras.
Lo que emerge después también es un contenido creativo, pero aflora en una medida
tal que puede destruir la personalidad. En estos casos hay que reflexionar con cuidado
antes de animar a la persona a que se hunda en la depresión porque, aunque el
mecanismo es el mismo, existe el riesgo de que lo que aflore sea demasiado fuerte y
haga estallar la personalidad. El plomo es, por lo tanto, esa pesadez e indiferencia,
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ese sentimiento de la nada que cubre o sofoca el contenido del inconsciente.
Tal como dice el texto que brevemente les expuse en la última hora, en este
plomo existe incluso el elemento de locura. Esto se refiere a otro hecho porque, si se
profundiza en los estados depresivos de la gente, por lo general en el fondo se
encuentran o bien contenidos creativos, o un violento deseo que no se ha llegado a
sacrificar.
Con frecuencia, las personas deprimidas sueñan con leones voraces o con otros
animales que las devoran, pero en especial con leones, y eso significa que la persona
está deprimida porque está frustrada en la satisfacción de sus deseos salvajes. Quieren
tenerlo todo: ocupar el puesto más alto, tener el hombre más apuesto o la mujer más
hermosa, dinero y todo lo demás. Tienen los deseos salvajes de un niño a quien le
gustaría comérselo todo, pero al mismo tiempo tienen la inteligencia suficiente para
saber que la vida no es así, que no pueden tener lo que quieren, de manera que el
deseo se enrosca sobre sí y se convierte en depresión y hosquedad. Una depresión así
tiene la calidad de un deseo hoscamente frustrado, y explica por qué, tras una relación
amorosa desdichada, la gente se hunde en una depresión terrible. Su león se ha visto
frustrado y ha regresado hoscamente a su guarida.
Algunas personas llevan dentro de sí un niño frustrado. Por lo general son muy
correctas y corteses, y plantean pocas exigencias al analista, pero ser demasiado
cortés, correcto y considerado es siempre sospechoso. Uno sabe que a esa gente le
gustaría devorarse completamente al analista, como el león, imponiéndole exigencias
infantiles y haciéndole escenas, ya sea porque el analista terminó la hora cinco
minutos antes, o porque contestó el teléfono o les cambió la hora, ¡o estuvo con
gripe! Estas personas de un nivel de exigencia infantil lo compensan siendo muy
correctas, sabiendo que si admiten sus exigencias hará su aparición el león devorador,
y el analista devolverá el golpe, algo que a ellas les ha pasado con frecuencia en la
vida cuando, tras haber escondido sus sentimientos, un día se arriesgan y como
resultado reciben un palo en la cabeza. Entonces el niño herido vuelve a retraerse,
amargamente frustrado, y aparece la depresión, el león devorador. Es una parte de la
naturaleza primitiva, de las reacciones arcaicas que tienen todos los conflictos de
querer comer y no poder, de modo que se instala la manía depresiva.
Ése es el simbolismo de la locura en el plomo, pero también contiene a Osiris, el
hombre inmortal, y con sólo que acepte uno esa zona interior, llegará al contenido
creativo donde se oculta el Sí mismo. Se podría decir que el niño frustrado es un
aspecto que encubre una imagen del Sí mismo, y que el león que devora también es
un aspecto del Sí mismo.
Esto se ve muy claro si se toma la imagen del león devorador. Si creo que tendría
que ser el primero en todo, tener la pareja más apuesta, tener dinero, ser feliz y así
sucesivamente, eso es una fantasía paradisíaca, y eso, ¿qué es? ¡Una proyección del
Sí mismo! De modo que en realidad lo infantil es el deseo de experimentarlo todo en
el aquí y ahora. La fantasía como tal es totalmente legítima, tiene la idea de la
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coniunctio, de un estado perfecto y armonioso. Es una idea religiosa, pero, si se la
proyecta sobre la vida exterior y se la quiere tener allí, en el aquí y ahora, es
imposible. La forma en que la persona quiere realizar la fantasía es infantil, pero en sí
la fantasía es valiosa y no hay en ella nada de malo ni de enfermo.
Así que precisamente en esa zona loca y no dominada de la persona, en la zona
salvaje y problemática, está el símbolo del Sí mismo. Eso le da el impulso, y es por
eso por lo que las personas nunca saben qué hacer, porque no pueden reprimirlo; o, si
son razonables y se resignan a renunciar a la cosa y se dan cuenta de lo infantil que es
y entienden que hay que resignarse y adaptarse a la vida, entonces sienten que se han
curado, pero que los han despojado de sus mejores posibilidades y se sienten
frustrados.
Una vez tuve un analizado que vino a Europa a hacerse un análisis junguiano,
mientras su mejor amigo iniciaba un análisis freudiano. Pasado un año, decidieron
volver a encontrarse. El analizado freudiano dijo que estaba curado y que regresaría a
su país; al haberse dado cuenta del desatino de todas sus ilusiones neuróticas, iba a
empezar a ganarse la vida, y quería buscar mujer para casarse. El otro dijo que no
estaba curado en absoluto, sino que seguía muy loco, en pleno caos, y aunque veía
con algo más de claridad su camino, todavía le quedaba mucho por resolver. El
paciente freudiano le dijo entonces que aquello era algo muy raro, porque aunque a él
lo habían liberado de todos sus demonios, ¡lamentablemente, también habían
desaparecido sus ángeles!
El análisis había puesto una tapadera en la zona loca, pero la fantasía religiosa de
perfección, la fantasía romántica, la fantasía del Sí mismo, todas ésas también
llevaban ahora una tapadera, de modo que ese hombre era ahora un animal resignado,
socialmente adaptado y que funciona, pero todos sus sueños románticos de verdad, de
vida y de auténtico amor —que indudablemente en ambos jóvenes eran fantasías
infantiles— también estaban sepultados.
La gran dificultad, por consiguiente, para retornar al lenguaje alquímico, reside en
extraer a Osiris del plomo, en salvar la fantasía que es dadora de vida y al mismo
tiempo podarle la puerilidad del deseo de realizarse. Es algo tremendamente sutil.
Toda la tarea consiste en salvar el núcleo, la fantasía del Sí mismo, y despojarlo de
todo lo pueril, del deseo primitivo y de todo lo demás que lo circunda, lo que
significaría sacar a Osiris del ataúd de plomo. Eso es lo que el alquimista hizo en
forma proyectada cuando dijo que al hombre divino había que extraerlo del ataúd de
plomo o de la materia corruptible.
Creo que ahora podemos pasar a un texto árabe, obra de un hombre que se llamó
Muhammad ibn Umail al Tamini, pero es suficiente hablar de Muhammad ibn Umail,
porque al Tamini, «el Tamin», se refiere solamente a la tribu islámica a la cual
pertenecía. Este hombre vivió aproximadamente entre los años 900 y 960, es decir a
comienzos del siglo X, de acuerdo con nuestras fechas. Uno de sus escritos ha sido
publicado en lengua árabe en The Memoirs of the Asiatic Society of Bengal, que se
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imprimió en Calcuta en 1933, según un manuscrito que el señor Stapleton encontró
en Hyderabad. Stapleton expresa que en Hyderabad hay aproximadamente otro
centenar de manuscritos del mismo autor, con títulos tan interesantes como
promisorios, como La perla de la sabiduría, La escondida lámpara de la alquimia y
otros semejantes, pero si se escribe allí para preguntar por ellos no se obtiene
respuesta.
Desde el siglo XII o comienzos del XIII, este hombre ha sido famoso en la alquimia
europea. El escrito que voy a presentarles fue traducido al latín a fines del siglo XII o
comienzos del XIII, y se ha convertido en uno de los escritos medievales más famosos
en el mundo alquímico latino. En estos textos en latín su nombre figura como Senior,
y hasta 1933 nadie supo quién era Senior. Incluso el famoso J. Ruska afirmó
autorizadamente que Senior no era un árabe, sino que ésa era una tergiversación
latina. Pero a Ruska no hay que creerle nunca, porque está siempre dudando, y se
equivocó por completo al sostener que a aquel texto se lo tomaba erróneamente por
árabe. Ahora tenemos el original y sabemos que el nombre Senior es simplemente la
traducción latina de «el Jeque», que en realidad quiere decir «el Anciano», y esto
explica cómo a Muhammad ibn Umail llegaron a llamarlo Senior. El texto latino se
publicó con el título De chemia, lo cual significa que es un libro sobre química, pero
el verdadero título en árabe es Agua de plata y tierra estrellada. La edición presenta
el texto árabe a un lado y el latino al otro, para que sea posible compararlos. La
traducción latina es muy correcta y sólo se desvía en detalles casi sin importancia.
Después de que Muhammad ibn Umail hubo dejado el país, su mejor amigo, un
chiíta, fue quemado por hereje. En el mundo islámico, los sunnitas eran la secta
oficial y —en términos muy generales— la escisión entre ellos y los chiítas se debía
al hecho de que la interpretación que estos últimos daban al Corán era un poco más
mística y simbólica. Por ejemplo, no se tomaban el Corán al pie de la letra, sino que
permitían una interpretación simbólica, en tanto que los sunnitas insistían en una
obediencia literal a las reglas y en su verdad literal. Los chiítas desarrollaron un
amplio sistema místico de interpretación simbólica, y en ese sentido se los podría
comparar con los místicos de la Edad Media, que también intentaban interpretar
simbólicamente la Biblia, a diferencia de otras tendencias.
Se podría establecer una comparación con el paralelismo de la escisión entre
tendencias talmúdicas y cabalísticas en la tradición judía. Los chiítas corresponderían
a la tradición cabalística, los verdaderos introvertidos que se orientaban más bien a
una interpretación simbólica psicológica y a una vivencia personal de la verdad
religiosa, en contraste con las gentes de mentalidad más literal, que insistían más bien
en el dogma y en el texto sagrado.
Les daré el texto árabe tal como es, con todas sus complejidades, como hice con
el texto griego, para que puedan experimentar plenamente el impacto de esta forma
de expresión.
Yo y mi querida Obouail [la terminación es femenina] entramos en la Barba.
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[Barba quiere decir exactamente eso, y por cierto que todo el mundo decía que no se
podía entrar en una barba y nadie sabía qué significaba eso, pero está simplemente en
lugar de «Birba», es decir, pirámide, que era evidentemente algo que el traductor no
había entendido, causando con ello gran confusión]. Yo entré en la Birba y en cierta
casa subterránea, y después yo y al-Hassan, o sea Hassan, vimos todas las prisiones
ardientes de José, y yo vi sobre el techo las nueve águilas pintadas con las alas
extendidas como si volaran y las patas abiertas, y en los talones de cada águila había
un gran arco, como el que usan también los que practican tiro con arco. Sobre las
paredes de esa casa, a derecha e izquierda del que entra, vi las imágenes de seres
humanos de pie. No podían haber sido más perfectas ni hermosas, ni haber tenido
ropas más bellas de todos los colores. Tenían las manos extendidas hacia el centro de
la habitación y estaban mirando cierta estatua en mitad de la misma, cerca de la pared
de la cámara interior, que estaba de frente a ellas. La estatua estaba representada
sentada en un trono, similar al trono del doctor, y sobre él estaba la estatua, y sobre la
estatua, sobre su falda y por encima de sus brazos extendidos con las manos abiertas
sobre las rodillas, había una plancha de mármol, que fue extraída de eso [de qué no se
sabe], de la longitud de un brazo y el ancho de una mano, y los dedos de la estatua se
doblaban sobre el borde de la tableta que ésta sostenía. La tableta tenía la apariencia
de un libro abierto de frente a la persona que entraba, como si la estatua quisiera
enseñárselo.
Esto suena complicado, pero significa simplemente que en el fondo de la
habitación había una figura sentada que, con los dedos doblados, sostenía una tableta
que parecía un libro abierto que aparentemente la figura quería mostrar a la persona
que entraba.
En esa parte de la habitación en donde estaba sentada la estatua había imágenes
de infinitas cosas, y letras escritas en un lenguaje bárbaro [lo que significa
simplemente un lenguaje no árabe]. Esta tableta que uno veía en la falda de la estatua
estaba dividida por una línea en el medio, que separaba los dos lados. En la parte
inferior estaba la imagen de dos pájaros inclinados el uno hacia el otro, uno de los
cuales era alado y el otro no, y cada uno sujetaba con el pico la cola del otro.
Vistos esquemáticamente, los pájaros estarían tendidos el uno sobre el otro, cada
uno con la cabeza hacia la cola del otro, uno alado y el otro sin alas. Era como si
quisieran volar juntos o como si el pájaro sin alas estuviera deteniendo al otro, esto
es, que el pájaro de arriba quería llevarse al de abajo, pero el pájaro de abajo lo
retenía y le impedía levantar vuelo. Los dos pájaros estaban ligados uno con el otro,
eran homogéneos y de la misma sustancia, y estaban pintados en una esfera como si
fueran la imagen de dos cosas en una.
Cerca de la cabeza del pájaro que volaba, y por encima de ella, estaban
representados el sol y la luna. Esto estaba cerca de los dedos de la estatua, y en la otra
parte de la tableta —es decir, hacia la derecha— había otra esfera u objeto redondo
que miraba hacia los pájaros, y en total había cinco ritmos temporales [una cosa más
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que queda inexplicada], es decir, debajo de los pájaros y de la esfera. Por encima de
esta esfera está la imagen de la luna y otra esfera. Del otro lado, cerca de los dedos de
la estatua, está la imagen del sol, que emite sus rayos como la imagen de dos en uno.
Enfrente hay una imagen del sol con un rayo que cae hacia abajo y juntos harían
tres, es decir los dos planetas —el sol y la luna— y el rayo de los dos en uno, y desde
el rayo una parte desciende y llega a la parte inferior de la tableta que rodea la esfera
negra y está dividida por esta esfera, a la que rodea, lo que en conjunto hace dos, tres
y el tercero.
Lo que está claro por lo que antecede es que el sol y la luna están uno junto a la
otra, con la luna de frente al que mira a la derecha y el sol a la izquierda, y debajo hay
una esfera negra que los rayos penetran. La tercera tiene la forma de una luna
creciente, cuya parte interna es blanca sin negrura, pero está rodeada por una esfera
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negra, y la forma es como la forma de dos en uno de un sol simple, y ésa es la imagen
de uno en uno y ésos son otra vez cinco, y juntos hacen diez, de acuerdo con el
número de las águilas y la tierra negra.
Ahora les he dicho todo esto y he escrito un poema y sin la gracia de Dios, cuyo
nombre sea bendito, no tendríamos este secreto. Para que puedan ustedes entenderlo
y pensar y meditar sobre él, les he copiado la imagen de la tableta, y lo que las
imágenes son será explicado en mi poema y después ustedes pueden mirar los
capítulos y ver lo que significaba cada figura. Ahora ya he explicado esas diez figuras
y he mostrado las figuras en mi poema y ciertamente uno no podría hacer nada sin mi
poema, pero quiero manifestarles a ustedes algo que todos los sabios han ocultado
hasta ahora: quién hizo esta estatua en esta casa, en que se describe toda la ciencia en
una figura simbólica que enseña su sabiduría sobre esta piedra y se la muestra a
quienes son capaces de entenderla. Yo sé que esta estatua era la imagen de un sabio.
[Esta estatua representa a Hermes, de modo que eso significa que Hermes inventó la
ciencia y dibujó las figuras].
Ahora tenemos que encontrar lo que todo esto significa. La estatua es la figura de
un sabio, y sobre la falda tiene la ciencia oculta que describe por medio de figuras
simbólicas como para dirigir al que sabe y entiende. El sabio que entiende debe mirar
hacia el interior con sutileza, y debe conocer los términos de la sabiduría y debe
entender un lenguaje oscuro y simbólico. Después, cuando compare con nuestras
imágenes ese lenguaje tan oscuro, separará lo uno de lo otro y se convertirá en el
soberano de la piedra secreta.
A esto sigue otra parte que tiene un título nuevo, Carta del Sol a la Luna
creciente, y que, como verán ustedes, es una carta de amor.
—En una gran debilidad te daré luz de mi belleza hasta que haya yo alcanzado la
perfección. [El sol será exaltado a la altura suprema]. Primero la luna dice al sol: —
Tú me necesitas como el gallo necesita a la gallina, y yo necesito tus obras, oh Sol,
sin interrupción, porque tú eres de carácter perfecto, el padre de todas las luces, la
alta luz, el gran Maestro y Señor. Yo soy la luna creciente, húmeda y fría, y tú eres el
sol, caliente y seco.
»Cuando nos hayamos unido en la igualdad de posiciones de nuestra casa, en la
cual no sucede nada más sino que lo pesado tiene consigo la luz, en la cual
permaneceremos, entonces yo seré como una mujer que está abierta a su marido y
que es veraz en la palabra, y cuando nos hayamos unido, permaneciendo en el vientre
de esta casa cerrada, entonces halagándote recibiré tu alma, y tú te harás con mi
belleza y por mediación de tu cercanía adelgazaré y ambos seremos exaltados en una
exaltación espiritual, o elevados en una exaltación espiritual.
»Cuando ascendamos en el orden de los Jeques [o de los ancianos], la sustancia
resplandeciente de tu luz se unirá con mi luz, y tú y yo seremos como la mezcla de
vino y agua dulce, y yo detendré mi fluir y quedaré después envuelta en tu negrura y
eso tendrá el color de la tinta negra, pero después de tu disolución y de mi
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coagulación, cuando hayamos entrado en la casa del amor, mi cuerpo se coagulará y
estaré en mi vacío.
Eso significa probablemente que la luna ha menguado por completo, es decir, que
es la luna nueva. A esto el sol replica:
—Si eso haces, y no me haces daño, oh Luna, y si mi cuerpo retorna, entonces te
daré una nueva virtud de penetración y después de eso serás poderosa en la batalla del
fuego de la licuefacción y la purgación y no habrá ya disminución ni oscuridad, como
sucede con el cobre y el plomo, y ya no te defenderás más de mí porque ya no serás
rebelde.
El sol dice, por lo tanto: si no quieres hacerme daño en esta coniunctio —porque
la luna podría hacer daño al sol— entonces yo te haré poderosa en la batalla del
fuego, y tú ya no serás corruptible como lo es el cobre, y no te defenderás luego de
mí, del sol, porque ya no tendrás sentimientos de rebeldía. Entonces la luna, que se
caracteriza porque crece y decrece y es hostil al sol, y por ser oscura y corruptible,
perderá todas esas cualidades negativas y se convertirá en una luz sólida como lo es
el sol. El sol continúa:
—Bendito sea quien piense en mis palabras; mi dignidad no te será arrebatada y
no perderá su valor, tal como no lo pierde un león, al ser debilitado por la carne [el
león es aquí otra imagen del sol], pero si me sigues yo no te negaré ni te despojaré del
crecimiento del plomo, sino que entonces mi luz será extinguida y toda mi belleza
será extinguida, pero ellos tomarán del cobre de mi cuerpo puro y de la gordura del
plomo verificándolo en el silogismo de su peso, pero sin sangre de cabra, y entonces
uno hará una destilación entre lo que es falso y lo que es verdadero.
»Yo soy lo duro, el hierro seco, soy el fermento fuerte, todo lo bueno está en mí,
la luz del secreto de los secretos por mi mediación se genera, y toda cosa activa es mi
acción. Lo que tiene luz se crea en la oscuridad de la luz [todo lo que brilla ha sido
creado en la oscuridad], pero después de haber sido llevado a la perfección me
recuperaré de mi enfermedad y de mi debilidad, y entonces aparecerá ese gran líquido
de la cabeza y de la cola y ésas son las dos cualidades y las diez órdenes o pesos,
cinco de los cuales son sin oscuridad, y cinco de ellas relucientes de belleza.
Este es el final de la carta. Después de esto Senior promete dar una explicación,
pero el texto no hace más que seguir de la misma manera. La explicación que da es
simplemente lo que nosotros llamaríamos una amplificación, muy llena de
significado por cierto, pero que aun así no es una explicación.
Actualmente sabemos que Muhammad ibn Umail fue uno de esos condenados
ladrones que violaban las pirámides y se introducían en las cámaras mortuorias. En
aquellos tiempos los árabes destruyeron gran número de pirámides, robando todo el
oro que contenían, de modo que hoy por hoy la mayoría de ellas están vacías; pero
Senior —o Muhammad ibn Umail— no lo hizo impulsado por el afán de encontrar
oro y robarlo, como la mayoría de los otros lo hacían, sino porque proyectó en la
cámara mortuoria de las pirámides el secreto alquímico.
Se puede decir que todas las fuerzas disociadas del pensamiento y del alma están
ahora concentradas en lo que hay en esa tableta, es decir, que en torno de ello está
concentrada toda la atención psicológica. Están las dos alas de la tableta, como dos
partes de un libro, y de un lado está el problema de los dos pájaros y del otro el de la
unión del sol y de la luna.
Evidentemente, el problema de los dos pájaros es una variación del Ouroboros
como en la vieja alquimia, porque en los antiguos textos griegos encontramos un
dibujo de la serpiente que se come la cola. Por lo general la cabeza tiene estrellas y el
resto es negro, lo cual sería la oposición secreta. En el antiguo texto griego eso se
explica como que la cabeza es diferente de la cola. Es una imagen maravillosa si uno
dice que es una sola cosa, pero que hay una oposición entre la cabeza y la cola. De
ahí que haya dichos tales como: «Toma la cabeza, pero cuídate de la cola», o «A
menos que la cabeza haya integrado la cola, toda la sustancia es nada».
Es mucho lo que se dice sobre la cabeza y la cola, y la forma en que deben
relacionarse entre sí, de modo que describe bien los opuestos que son secretamente
uno. Es una especie de t’ai chi europeo, como el símbolo del Yin-Yang, los opuestos
en uno.
33. Las expectativas y los deseos frustrados son el material básico del trabajo analítico.
Las reacciones emocionales pueden equipararse a la imagen alquímica de la salamandra,
que como prima materia se tuesta en el fuego.
Si uno tiene que aprender un tema que no ama, donde no ha proyectado nada, lo
que significa que no se tiene relación con él, que no significa nada para uno y no está
conectado con el fluir de su libido, tiene que esforzarse y sudar aprendiéndolo para el
examen, pero diez minutos después ya ha vuelto a olvidarlo. En cambio, si uno está
fascinado, lo cual significa que se ha producido una proyección, uno se emociona y
34. Cupido y Venus y las pasiones del amor, por Bronzino. «Cuando X
se enamora de Y, un espectador podrá llamar a eso proyección […]
Pero no tengo derecho a interrumpir esa participation calificándola
de proyección». Von Franz.
Nosotros ya no creemos que los árboles y los animales sean dioses, pero sería un
error afirmar que eso es una proyección en el caso del primitivo, porque lo que para
nosotros es proyección, para él es la vivencia total de la realidad. Es su verdad.
Si yo tuviera que ir a África y volverme emocionalmente negra, no hablaría de la
proyección de los primitivos en la forma en que solía hacerlo. Diría que ahora veo
que los primitivos tienen razón: Dios está en el árbol. Pero en tanto que permanezca
en Europa, y el primitivo diga que Dios está en el árbol, mientras que yo no veo en él
nada de divino… en ese caso podría hablar de proyección. El uso de la palabra
depende del estado en que yo estoy. Cuando dudo, puedo usarla, pero si en mí no hay
duda, no; y jamás debo usar esa palabra para emponzoñar la realidad de otra persona.
Las proyecciones mueren en forma autónoma; de pronto la cosa ha desaparecido, y
eso sucede sin ninguna cooperación consciente. Esas cosas son hechos psicológicos
per se. Después yo puedo decir que hubo una proyección, pero eso es sólo una verdad
relativa, no absoluta.
37. Pájaro bobo y pez, variación moderna del motivo alquímico de los
«pájaros alado y sin alas», por Jackson Beardy, un indio ojibway.
Del pájaro alado se dice que es el alma exaltada del otro, en el sentido de que una
vez que uno tiene la prima materia, que yo interpretaría aquí como los impulsos
instintivos básicos de la personalidad, a eso hay que cocinarlo, y cuando se lo cocina
despide vapor que «vuela» por sobre la materia; eso sería lo que los alquimistas
llaman el alma de la materia. Recordarán ustedes que ya lo encontramos antes, como
la esposa de vapor, en el otro texto. Esta sustancia volátil, que es como un vapor o un
vaho —la «sustancia fugitiva que vuela», tal como se la llama, lo que explica por qué
el pájaro tiene alas—, desea elevarse durante el proceso de cocción.
Expresado en nuestro lenguaje, ¿cuál sería el aspecto psicológico
correspondiente? Supongamos que el pájaro sin alas fuera el hecho básico de la
personalidad humana, con el aspecto específico de los impulsos básicos más fuertes.
¿Cómo cocinamos los impulsos?
Comentario: Se los cocina en el análisis, seguramente.
M. L. von Franz: Sí, pero en la práctica, ¿cómo se hace?
Respuestas: Haciéndolos conscientes. Deprimiéndose.
M. L. von Franz: Bueno, sí, eso sería ir al encuentro de los impulsos. Si uno no
40. El alquimista conversa con Dios. «Ésa es la gran confrontación entre la psicología y la
teología. Todo análisis es una aventura, porque uno nunca sabe lo que Dios va a pedirle
precisamente a esa persona». Von Franz.
Si hay dos soles, entonces hay dos principios de conciencia colectiva. En una
sociedad, eso significaría dos formas de relación con Dios, por ejemplo el catolicismo
y el protestantismo; una de ellas vive a la luz de un sol, y la otra a la luz del otro. Para
un grupo, algunas verdades son completamente evidentes; jamás se las discute,
porque a este grupo le parecen tan claras como el sol, y lo mismo vale para el otro
grupo en relación con sus propias verdades. Entonces hay ya una diferenciación, una
escisión o algo en oposición, interior al ámbito de la conciencia colectiva. Eso se
referiría en general a algún tipo consciente de conflicto colectivo: dos «ismos» o dos
actitudes colectivas chocan, pero ambas son colectivas, porque el conflicto es común
a muchos en la misma forma.
En el texto de Senior las actitudes en conflicto están caracterizadas como un sol
que dirige dos rayos hacia su opuesto —la cosa oscura— y un sol que dirige un rayo,
y se dice que el de un rayo es el sol sin justicia. ¿Qué principio de la conciencia
Desde un punto de vista puramente astronómico, el sol tiene luz, en tanto que la
luna se limita a recibirla de él; esto es, el sol da luz a la luna, y para esto hay una base
bien natural. El sol, en su forma radiante, emanante, intenta impartir parte de su luz a
la luna para que ésta pueda alcanzar la perfección.
Tenemos que darnos cuenta de qué era lo que significaban para las gentes de
entonces el sol y la luna. El sol en general es una imagen de la Divinidad; más
adelante, en el texto se dice incluso que el sol es la divinidad espiritual, y que ésta en
su belleza emana bondad, quizá sin sombra. Es hermoso e imparte su luz a la
imperfecta luna. Ahora bien, la luna es femenina, es un receptáculo para los muertos,
es responsable de todos los fenómenos en que algo crece y decrece en la tierra: del
crecimiento de las plantas y de su marchitamiento, de la menstruación de las mujeres,
44. La coniunctio como equilibrio armonioso entre los hornos del sol y la luna,
es decir, las energías masculina y femenina.
46. Saturno como el sol niger, la sombra del sol (o el lado oscuro de Dios), devorando a sus hijos.
47. El pavo real, que simboliza la renovación de la vida, se eleva desde la retorta sellada
(«el vientre de la casa cerrada») donde tiene lugar la unión de los opuestos.
Cuando podemos adivinar las reacciones de una persona, es porque todavía ésta
funciona colectivamente. El sentimiento de: «Yo sé cómo te sientes», se basa en
reacciones colectivas similares. La empatía, el percibir desde adentro el estado de la
otra persona, se basa en cualidades colectivas. Establecemos contacto con la mayoría
de las personas en el nivel colectivo, y conocemos las cualidades que compartimos,
como los celos y el amor, y sin empatía no podemos relacionarnos, pero todo eso no
es la peculiaridad del individuo. Es cualidad del genio producir lo inesperado; lo
sorprendente es lo que nos hace un «clic», y sin embargo no es trivial. Jamás se
puede adivinar lo que saldrá de una persona creativa, porque es una creación nueva y
49. La Luna en la sombra de la Tierra. «La coniunctio tiene lugar en la luna nueva en el submundo
[…]
En la depresión más profunda, en la más profunda desolación, nace la personalidad nueva». Von
Franz.
50. Mercurio como el niño divino nace del «huevo filosofal». Como
producto de la unión de los opuestos, esta de pie sobre el sol y la luna.
Esto significa, pues, que hasta el momento de la coniunctio la luna fluía, lo que
tendría algo que ver con su constante crecer y decrecer, su fluir constante, pero
también produce el rocío, de acuerdo con su teoría, y la humedad, y además, por
supuesto, la menstruación en las mujeres y la inestabilidad en lo femenino. Pero dado
que la menstruación se interrumpe con la concepción de un hijo, está la idea de que el
fluir se detiene cuando las dos luces se han unido y ha nacido la luz nueva.
Algo corruptible y desagradable, que tiene que ver con la naturaleza cambiante de
lo femenino, se detiene y llega a su fin. Eso se refiere directa e inmediatamente a la
totalidad del proceso alquímico, que como ustedes saben es la producción de la
piedra filosofal, un objeto de sustancia dura, algo que no fluye, y que en alquimia es
el símbolo supremo de la divinidad.
Si lo consideramos ingenuamente, es extraño que en alquimia el producto final
sea algo que en el orden de la naturaleza consideramos de un valor ínfimo, es decir,
una piedra, algo cuya cualidad es simplemente estar ahí. Una piedra no come ni bebe
ni duerme; sólo se queda ahí por toda la eternidad. Si la patean, se queda allí donde la
patearon, sin moverse. Pero en alquimia ese objeto despreciado es el símbolo del
objetivo. Tenemos que profundizar en el lenguaje místico del Oriente y de la
alquimia, y de ciertas obras místicas cristianas, para hacernos una idea de lo que esto
significa.
Si luchando y enfrentándose con el inconsciente uno ha sufrido durante el tiempo
suficiente, se establece una especie de personalidad objetiva; en la persona se forma
51. Algunos teólogos ven en el «instinto de la verdad» un aspecto del Espíritu Santo,
al que se muestra aquí descendiendo en la forma de lenguas de fuego.
Aquí es menester recordar al Ouroboros, que se come la cola, donde los opuestos
son uno: la cabeza está en un extremo y la cola en el otro. Son uno, pero tienen un
aspecto opuesto y cuando la cabeza y la cola, los opuestos, se encuentran, nace una
corriente, que es a lo que los alquimistas se refieren al hablar de agua mística o
divina, lo que yo describí como el fluir significativo de la vida. Con ayuda del
instinto de verdad, la vida prosigue como una corriente significativa, como una
manifestación del Sí mismo. Tal es el resultado de la coniunctio en este caso. En
muchos otros se lo describe como la piedra filosofal, pero, como dicen también
muchos textos, el agua de la vida y la piedra son una misma cosa.
Es una gran paradoja que el líquido —el agua informe de la vida— y la piedra —
la cosa más sólida y más muerta— sean, de acuerdo con los alquimistas, una y la
misma cosa. Eso se refiere a aquellos dos aspectos de la realización del Sí mismo:
más allá de los altibajos de la vida, nace algo firme, y, al mismo tiempo, nace algo
muy vivo que participa en el fluir de la vida, sin las inhibiciones ni las restricciones
de la conciencia.
Se ha acabado ya el tiempo que podíamos dedicar a nuestros textos árabes, y la
próxima vez pasaremos a la alquimia europea. Lamento no haberles dado más que un
Ahora me gustaría darles una breve traducción de algunas partes del texto. No
podré hacerlo con la totalidad, porque llega a unas cincuenta páginas, pero puedo
hacer un extracto de las partes más importantes.
Los primeros cinco capítulos están dedicados a la aparición de una figura
femenina llamada la Sabiduría de Dios. En los Libros de la Sabiduría —que son todos
material tardío del Antiguo Testamento, influido por el pensamiento gnóstico y el
gnosticismo, desde más o menos el siglo II a. C. hasta el I de la era cristiana—, en
todos esos diversos escritos, como los Proverbios, hay una personificación de la
Sabiduría de Dios que aparece como una figura femenina. Ella estaba con Dios y
actuaba ante Él antes de que fueran creados el mundo y la humanidad. Esta Sabiduría
de Dios se mezcla con la idea gnóstica de la sophia.
Esta personificación femenina era una figura incómoda para los teólogos
cristianos. ¿Qué es? En los últimos escritos del Antiguo Testamento aparece una
especie de novia o mujer de Dios… Ciertamente, hay una figura femenina, pero
¿quién era? La actitud medieval habitual era identificarla con el Espíritu Santo, decir
que no era más que un aspecto femenino, y allí donde se hablaba de la Sabiduría de
Dios había que entender realmente el Espíritu Santo, pero algunos la veían como el
alma de Cristo —anima Christi—, que existía ya antes de la encarnación de Cristo, y
de esa manera era idéntica a la forma de Cristo como palabra eterna, el logos, que
está con Dios desde toda la eternidad y antes de su encarnación como Jesús Cristo,
pero aquí se ha considerado que la Sabiduría de Dios es la misma cosa, y para
explicar su feminidad se usa la expresión «el alma de Cristo», anima Christi.
Senior dice que sólo el sabio y el intelectual, y el hombre que piensa con
precisión y el que es inventivo, pueden entenderla, y sólo después de que su espíritu
ha sido clarificado por el libro de la agregación. Porque entonces la mente de una
persona así comienza a fluir y a seguir su deseo [aquí se usa en vez de deseo la
palabra concupiscencia, muy chocante para un monje medieval]. Benditos sean los
que tienen en cuenta mis palabras.
Y dijo Salomón: «Hija mía, cuélgatela del cuello e inscríbela en las tabletas de tu
corazón y la hallarás». Dile a la Sabiduría que eres mi hermana y llámala tu amiga.
Pensar en ella es una perfección sutil que sigue por completo a la naturaleza y
perfecciona la sabiduría. [De pronto el texto cambia, y el hombre tiene que añadir
perfección a la sabiduría, a la Sabiduría de Dios. Ella es la cosa más perfecta, y pese a
ello el hombre tiene que añadirle sabiduría].
Quienes permanecen despiertos por su día y noche pronto estarán seguros. Ella es
muy clara para quienes tienen penetración y jamás se desvanece ni se extingue. A
quienes la conocen les parece fácil, porque ella misma va en busca del que es digno
de ella. Va hacia él llena de placer y lo encuentra en cada providencia, porque su
comienzo es la más auténtica naturaleza, de la cual no proviene engaño.
Recuerdo que cuando hacía una de mis primeras prácticas de imaginación activa
se me apareció una figura que me daba una sensación maravillosa, y que hacía
anuncios como ésos, ¡y yo simplemente no podía escribirlos! Me producían tanto
rechazo que me quedaba obstruida, pero el doctor Jung me dijo que ése era el estilo
del inconsciente. Según cómo lo juzgue uno, es de muy mal gusto. A un joven que
trabajaba la imaginación activa se le apareció personalmente el Espíritu Santo,
hablándole como uno se imagina que debe de hablar, y el pobre hombre estuvo a
punto de vomitar por tener que escribir semejantes pomposidades.
En nosotros y en nuestra naturaleza terrenal y práctica hay un escepticismo que
no lo aguanta, pero ése es el estilo del inconsciente, y lo que explica por qué, cuando
la gente cae en ese estado, habla con convicción y empieza a tener ese estilo pomposo
y emocionalmente rimbombante. Está transportado por la emoción y es un estilo
ritualista o sacramental, como esas hermosas canciones de los indios
Por lo que se refiere al estado del autor, ya ven ustedes que ahora el estilo extático
ha desaparecido por completo y se ha vuelto ligeramente pedante. A la Aurora se la
llama de tal y tal manera por cuatro razones. Por lo tanto, yo diría que el hombre ha
salido de su inflación, que ha vuelto a un estado de conciencia de relativa sobriedad,
y que ahora intenta poner orden en su experiencia.
Como es típico, éste es un orden cuádruple. Se nos dan cuatro explicaciones —
cuatro razones— de la palabra «aurora». Cada vez que la conciencia intenta
establecerse, impone a las cosas un orden cuádruple; ésta es la red con que atrapa las
cosas y las pone en orden, y ahora nuestro hombre intenta dar una cuádruple
explicación de la aurora que surge. La aurora es la sabiduría de Dios, como veremos
luego, de modo que el autor del texto que comentamos intenta poner cierta distancia
entre lo que le ha sucedido, y procura ver lo que es; se ha encontrado con la aurora
que surge y puede describirla con cuatro razones.
A mí su explicación me parece muy superficial. Primero hace un juego de
palabras —aurora, áurea hora— y después la compara con el amanecer cuando los
enfermos se duermen después de haber pasado una mala noche. ¿Qué piensan ustedes
de esto?
Respuesta: Parece como una compensación intelectual del exceso emocional.
60. Unión del rey y la reina como dios andrógino que sostiene a la
serpiente macho con el sol y a la serpiente hembra con la luna.
Este texto, que es más o menos el mismo que Lucas 11, 31, se refiere a la famosa
reina de Saba que vino a visitar al rey Salomón y tuvo con él, como ustedes saben, un
encuentro amoroso del cual provienen aún los reyes de la dinastía abisinia actual. La
reina de Saba era etíope, una reina pagana, que fue convertida por Salomón a la
religión verdadera. Con sus sirvientas negras se acostó con él y después, embarazada,
regresó a su reino y dio a luz al primer rey de Abisinia. Este episodio amoroso del
62. Dos pinturas de una mujer al comienzo del análisis; abajo, un estado de depresión en el cual los
contenidos inconscientes están activados, pero deprimidos; arriba el conflicto consciente y la
confusión después de la «irrupción» de los contenidos inconscientes.
Hace algunos años, el Estado asumió el control de los derechos sobre las aguas —
el agua es un símbolo femenino— a fin de proteger al pueblo, porque, al volverse el
agua tan contaminada e insalubre, el Estado ha ido adquiriendo el derecho de
promulgar leyes dirigidas a combatir las epidemias. Si hay, por ejemplo, alguna clase
de plaga, o un brote de rabia, el Estado puede promulgar reglamentaciones que antes
no existían. Antes la humanidad no estaba tan interesada por el bienestar físico y
material del pueblo. Si se morían de peste, o mordidos por los perros rabiosos, eso era
una parte no muy importante de la vida; el énfasis se ponía en la libertad espiritual, en
tanto que se descuidaba bastante el bienestar físico. Durante los últimos cincuenta o
sesenta años, el bienestar físico se ha convertido gradualmente en una preocupación
estatal importante, y con ello ha llegado por etapas a ser cada vez más portador de la
proyección de la madre, y menos de la imagen del padre. Lentamente y sin advertirlo,
nos estamos deslizando hacia una situación matriarcal.
Marti muestra cómo es que están en juego ciertos factores emocionales, cómo la
gente concibe al Estado de una manera vagamente arquetípica y, a partir de ese punto
de vista, vota por ciertas leyes. Pero lo que parece ser evidente, es decir, que el
Estado debería cuidar de sus hijos, en realidad es la proyección de la imagen de la
madre, y eso no es evidente. El autor termina su libro de manera muy inteligente,
diciendo que deberíamos tomar conciencia de qué es lo que estamos proyectando
sobre el Estado e iniciar una verdadera Auseinandersetzung o confrontación, y no
cambiar nuestras leyes por la mera proyección de una imagen materna.
A los siete planetas se les atribuyen los siete metales, y es costumbre en alquimia
que los siete metales —estaño, cobre, plomo, hierro, etcétera— sean atribuidos a los
siete planetas, pero son más que eso; son, por así decirlo, la misma cosa que los siete
planetas. El hierro es lo mismo que Marte y el cobre lo mismo que Venus; en el cielo,
por consiguiente, uno puede llamar hierro al terrenal Marte y cobre a la Venus
terrenal, y así sucesivamente. En aquellos tiempos ésa era una manera común de
hablar de los metales así que las siete estrellas son realmente los siete metales, que
hay en la tierra, y estas estrellas terrenas, a su vez, tienen que ser destiladas y
purificadas nueve veces, momento en el cual se vuelven completamente blancas, que
es el proceso de la albedo.
Ésa es la prima materia que hay que estar lavando y destilando constantemente, y
de ahí que la primera actividad del opus sea destilar, lavar y purificar, una y otra vez.
Aquí dice nueve veces, otros dicen quince veces, y algunos dicen diez años. En
realidad es un proceso muy largo y a veces significa ensayar interminablemente el
mismo problema en sus diferentes aspectos. Por eso también en los textos alquímicos
se alude siempre al hecho de que esta parte se puede alargar durante mucho tiempo y
se caracteriza por interminables repeticiones…, de la misma manera que,
desdichadamente, una y otra vez volvemos a caer en complejos que no han sido
67. El alquimista medita durante el estado inicial de nigredo, que corresponde psicológicamente
a la reflexión sobre sí mismo inducida por el conflicto y la depresión.
Como saben ustedes por los comentarios del doctor Jung sobre el niño divino,
cuando nace un héroe —y el nacimiento de Cristo no es la excepción— hay siempre
un estallido de las potencias destructivas. Por eso, si en una persona hay una
tendencia suicida, ésta siempre será más fuerte en el momento que podríamos llamar
la crisis de curación. En una depresión profunda o en una confusión completamente
esquizoide, sólo rara y excepcionalmente es grande el peligro de suicidio, por más
que exista en ciertas circunstancias. Pero si un caso así llega casi a su término, si está
en el umbral de la curación, digamos, entonces existe a menudo un peligro agudo de
suicidio. Entonces deben ustedes vigilar día y noche el caso, como bien se sabe en los
asilos.
Naturalmente, esto no es más que un ejemplo extremo de algo que también es
válido en un nivel menos dramático en el trabajo analítico, y que es lo que yo llamo
el ataque final del diablo. El diablo ve que está perdiendo la partida y lanza un último
ataque desesperado. Es lo mismo que cuando en su combate con un animus
destructivo la mujer comienza lentamente a defenderse y a pelear con él, pero la
batalla todavía no está ganada porque él sigue merodeando a la vuelta de la esquina;
el diablo no ha sido del todo expulsado y quizás aún pone un poco más de fuego en la
Por consiguiente a esto hay que aproximarse con prudencia, y Dorn lo hace
mediante un acto químico de la imaginación: en vez de volver al cuerpo en un abrir y
cerrar de ojos, al cuerpo también hay que elevarlo a un nivel superior, y entonces los
dos están unidos, pero no en el estado anterior. Eso correspondería a decir que uno se
va a olvidar de la proyección y de la sombra y de todo eso para vivir y nada más.
Por eso pienso que el estado de sobreanalizado es necesario; es una etapa que hay
que alcanzar para que esta unio corporis se realice de la manera debida, y no de
acuerdo con la antigua pauta. En una forma indirecta, el analista permite que haya un
error, pero en ciertas circunstancias uno tiene que permitir que así sea para hacer el
retorno como es debido. Creo que el error que puede cometer un analista es no saber
que es necesario el retorno, y entonces, cuando los sueños anuncian la necesidad del
cambio, pasarla por alto.
73. El nacimiento del dragón, de Margaret Jacoby. Las serpientes y los dragones son
representaciones, en la mitología y en los sueños, del espíritu impersonal del inconsciente.
Puesto que se dice que tanto el Padre como el Hijo y el Espíritu Santo, estos tres
son uno, es decir cuerpo, espíritu y alma, porque toda perfección está fundada sobre
el número tres, esto es, medida, número y peso, porque el Padre es hecho de nadie, el
Aquí ven ustedes que nuestro texto es una descripción típica de la forma en que se
produce la piedra filosofal, porque con frecuencia se la compara con el proceso del
nacimiento; es el Sí mismo que nace dentro de la psique como un niño divino.
También hemos visto ya alusiones al motivo de la coniunctio. Ahora se dice: cubrir la
frialdad de la una con el calor del otro; poned al macho sobre la hembra, lo caliente
sobre lo frío. Aquí está la idea de la coniunctio oppositorum, el acoplamiento del
varón y de la mujer, y hay también una despersonalización mediada por la atribución
de cualidades, de manera que lo cálido y lo frío se reúnen, lo que sería un
acoplamiento de potencias opuestas. En el medievo era una idea generalizada la de
que, fisiológicamente, los hombres eran calientes y las mujeres frías.
Después viene una idea más sutil, la de que esta reunión de los opuestos significa
que secretamente son uno, porque el fuego tiene que ser extinguido por el fuego, o
tiene que ser refrescado, refrigerado, por su fuego interior. Psicológicamente, ¿cómo
interpretarían esto?
Respuesta: Suena algo así como el Ouroboros.
M. L. von Franz: En cierto modo lo es, pero en un nivel más primitivo porque el
Ouroboros es el proceso natural de aquello, mientras que aquí está en el recipiente tal
Respuesta: La emoción.
M. L. von Franz: Sí, pero ¿qué es lo positivo en la emoción? Transforma, cocina
e ilumina; ésa es la forma en que el fuego aporta luz. Si estoy emocionalmente
atrapada por algo puedo entenderlo; si no me estoy debatiendo emocionalmente con
mis problemas, o con lo que sea, de la lucha no resulta nada.
Donde no hay emoción no hay vida. Si tienen que aprender algo de memoria, y
ese algo no les interesa, no hay fuego; no se les grabará aunque lo lean cincuenta
veces. Pero tan pronto como hay un interés emocional, con una vez que lo lean ya lo
saben. Por consiguiente, la emoción es el portador de la conciencia; sin emoción no
hay progreso en la conciencia.
El aspecto destructivo aparece en las peleas y conflictos; allí nos devora. La otra
Los sueños le dirán a uno que se aparte de eso, que lo deje, que no es suyo y no
tiene por qué interesarle.
Por lo tanto, la individuación significa también separación, diferenciación, el
reconocimiento de lo que es nuestro y de lo que no lo es. Lo demás, hay que dejarlo
en paz. La libido y la energía no se han de desperdiciar en cosas que no nos
pertenecen. Por ende, se puede decir que hay tanto separación como integración, y
eso sería regeneración a través del fuego hasta que, como dice el texto, uno alcance
un estado de tranquilidad, porque cuando las gentes pueden renunciar a ideales o a
actitudes colectivas que no le corresponden, de pronto se sienten en paz. De pronto se
relajan y dicen: «Gracias a Dios, siempre creí que tenía que ser brillante y ahora me
doy cuenta de que no tengo por qué». Sólo habían estado mirando fijamente a alguien
que lo era. De esa manera se redime uno del esfuerzo constante por lograr algo que en
realidad no le pertenece.
Después se describe la totalidad del proceso como la tierra que se convierte en
agua, el agua en aire, el aire en fuego y el fuego en tierra. Ahí tienen ustedes la idea
clásica de la circulatio, de moverse a través de los cuatro elementos, de repetir
nuevamente el proceso, pero siempre en otro nivel. Es la idea clásica de ir rodeando
el Sí mismo a través de los diferentes elementos y de las diferentes formas; es, entre
otras cosas, la circumam-bulatio, el proceso de individuación a través de las cuatro
funciones y de diferentes fases de la vida.
En el proceso de individuación es muy frecuente que emerjan una y otra vez los
mismos problemas; parece que estuvieran resueltos, pero después de un tiempo
reaparecen. Si lo vemos bajo una luz negativa, nos desalentamos y decimos: aquí está
otra vez lo mismo, la misma antigualla; pero cuando se lo mira más de cerca uno
suele ver la circulatio, porque la cosa simplemente ha reaparecido en otro nivel. Por
ejemplo, ahora puede haberse convertido en un problema de sentimientos.
Las cualidades no son sólo éticas, sino que incluyen toda clase de suposiciones
sobre lo que debe tener un ser humano: salud, humildad, santidad —por la
descripción, eso parece querer decir «integridad» o pureza—, castidad, virtud —en el
sentido de efectividad o eficiencia—, una fe que tenga la capacidad de confiar en las
cualidades espirituales que no se pueden ver —o de entenderlas—, esperanza —una
de las cosas peores en el trabajo interior es la desesperanza; es terrible cuando la
gente abandona la partida declarando que no tiene remedio; ése es uno de los discos
rayados del animus—, caridad, compasión, bondad —una especie de benevolencia—,
paciencia —que es muy importante—, moderación —un equilibrio entre los opuestos
—, disciplina o poder de penetración y obediencia.
Respecto de esto dice que la decimocuarta piedra o pilar es temperatia, lo que
significa un temperamento equilibrado, del cual se dice que nutre a la gente y la
conserva en salud porque cuando los elementos se encuentran en un estado de
desequilibrio el alma disfruta viviendo en el cuerpo, pero cuando están en pugna, no.
Por lo tanto el equilibrio es la mezcla correcta de los elementos, del calor y el frío, de
lo seco y lo húmedo, de modo que ninguno desequilibre al otro, que es la razón por la
cual los filósofos recomendaban vigilar que el misterio no se evapore ni el ácido se
Escuchad todas las naciones, percibid con vuestros oídos; mi novio rojo ha
hablado. Pidió, y ha recibido.
Yo soy la flor del campo y el lirio de los valles. Soy la madre del amor hermoso y
del santo reconocimiento y de la esperanza sagrada. Soy el fértil viñedo que produce
frutos dulces y aromáticos, y mis flores son las flores del honor de la belleza. Soy el
lecho de mi amado, en torno de quien hay sesenta héroes que contra los horrores de la
noche llevan la espada ceñida a la cadera. Yo soy hermosa y sin tacha.
Miro por la ventana y a través del enrejado veo a mi amado. He herido su corazón
con uno de mis ojos y en un pelo de mi cuello. Soy la fragancia de los ungüentos. Soy
la mirra escogida. Soy la más despierta entre las vírgenes que se adelantan, como la
aurora, al amanecer matutino, escogida como el sol y hermosa como la luna, sin
mencionar lo que está dentro. Soy como los grandes cedros y cipreses del monte
Estas últimas palabras aluden a una tradición secreta que solamente los iniciados
se pasan unos a otros, es decir, la tradición de esta unión amorosa. Las tres tiendas
son una alusión al anuncio en la Revelación 21, 2-3, de que Dios vivirá en una tienda
guerreros de la época pagana, En batalla, una especie de frenesí los llevaba a aullar
como lobos o gruñir tomo osos, y tenían la reputación de ser invulnerables (N. de la
t.). <<
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