Carballido, Darwin - El Lugar de Las Preguntas y Los Silencios en La Relación Enseñante-Aprendiente.
Carballido, Darwin - El Lugar de Las Preguntas y Los Silencios en La Relación Enseñante-Aprendiente.
Carballido, Darwin - El Lugar de Las Preguntas y Los Silencios en La Relación Enseñante-Aprendiente.
enseñante/aprendiente.
Resumen:
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discurso. Por esta razón, concretizo dicha idea y las presento bajo el subtítulo: “Pala-
bras prestadas por…”
EGAN Kieran. (1991), Capítulo 3 “La forma narrativa y la organización del significado”
en “La comprensión de la realidad en la educación infantil y primaria”. Editorial Morata,
Madrid - España.
EGAN Kieran. (2000), Capítulos: 2 “La comprensión mítica”, 3 “La comprensión Ro-
mántica” y 4 “La comprensión filosófica” en “Mentes educadas. Cultura, instrumentos
cognitivos y formas de comprensión”. Editorial Paidós, Buenos Aires - Argentina.
LITWIN Edith, artículo: “El campo de la Didáctica: En busca de una nueva agenda” en
Camillioni, Alicia et al. (1996) “Corrientes Didácticas Contemporáneas”. Editorial
Paidós, Buenos Aires - Argentina.
MUZZIO Nelly C. (2002), “El sentido de la enseñanza: ¿para qué enseñamos?”. Edito-
rial Cautelar, Argentina.
MORIN Edgar (1999), “La cabeza bien puesta”. Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires
- Argentina.
2
SÁNCHEZ Emilio, Capítulo IX: “La comprensión de las explicaciones del profesor“ en
“Los textos expositivos. Estrategias para mejorar su comprensión”. Editorial Aula XXI y
Santillana.
II. Las dos caras de la moneda: enseñantes que aprenden & aprendien-
tes que enseñan.
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tas, sería interesante pensar: ¿esta situación, implica desconocimiento del tema o sim-
plemente indica que desconocen los aspectos del tema que estamos preguntando?
¿Qué ocurriría si preguntáramos: qué conocen de este tema? Enseñar es dar cabida a
lo imprevisto, la sorpresa, la creación, la transformación y la construcción-reconstruc-
ción de conocimientos. Enseñar es incluir en el aula la curiosidad. Desde esta pers-
pectiva, cuando un sujeto enseña posiciona a los estudiantes como aprendientes y no
como educandos. Realizando un paralelismo, que resulte explicativo, el ‘educador’ de
Alicia Fernández es homónimo al ‘educador bancario’ de Paulo Freire, mientras que el
‘enseñante’ de Fernández es aplicable al ‘educador problematizador-dialógico’ de Frei-
re, aunque es pertinente mencionar que Alicia Fernández prefiere no utilizar el término
‘educador’ para este último caso. Por lo que precede, ‘educando’ y ‘aprendiente’ son
posicionamientos subjetivos que responden a concepciones diferentes sobre lo que es
la enseñanza y el aprendizaje. En este contexto, los/las aprendientes son aquellos
que tienen permitido crear, elegir, mostrar, significar y enseñar. El enseñante, brinda la
posibilidad a los aprendientes de manifestar un no quiero que me construyan ni que
me cambien, quiero tener la posibilidad de intervenir en mi construcción y de participar
en mis propios cambios. Tomando y aplicando palabras de Edgar Morin, quien a su
vez se apoya en el principio de Montaigne, el/la que enseña pretende, en relación a los
aprendientes, una “cabeza bien puesta” (o bien hecha) y no una “cabeza bien llena” (o
repleta). “El significado de una ‘cabeza repleta’ es claro: es una cabeza en la que el
saber se ha acumulado, apilado, y no dispone de un principio de selección y de organi-
zación que le otorgue sentido. Una ‘cabeza bien puesta’ significa que mucho más im-
portante que acumular el saber es disponer simultáneamente de: una actitud general
para plantear y analizar problemas; principios organizadores que permitan vincular los
saberes y darles sentido” (Morin Edgar, 1999: 23).
En su obra: “Los idiomas del aprendiente”, Alicia Fernández menciona que una
modalidad de enseñanza saludable es aquella en la que el/la docente se posiciona co-
mo aprendiente, permitiéndole al estudiante ocupar verdaderos espacios como ense-
ñante. Llevar esto adelante, posibilita el desarrollo del ‘sujeto enseñante’ que posee to-
do aprendiente. Es importante tener en cuenta, que este juego de intercambio de posi-
ciones subjetivas no hace perder al docente su lugar de enseñante, todo lo contrario,
lo re-posiciona en un lugar desde el cual habilita espacios de co-enseñanza, produ-
ciéndose así una descentralización, una despolarización del conocimiento. El aula se
transforma, entonces, en un ámbito con multipolaridades: múltiples enseñantes y múlti-
ples aprendientes (docente y estudiantes). El docente enseñante, además, es aquel
que autoriza la autonomía de pensamiento de los aprendientes, lo que implica: respe-
tar sus opiniones, aceptar las discrepancias de criterios y asumir los errores como ne-
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cesarios y constructivos en el proceso de aprendizaje (Alicia Fernández). El enseñan-
te, con una modalidad de enseñanza saludable, también habilita espacios de opinión
con la generación de espacios de exposición (de exponer-se) voluntaria. Analizando,
por ejemplo, los discursos docentes en las reuniones de profesores, observo que exis-
te, aún hoy, una concepción bastante generalizada de considerar al buen estudiante
como aquel que, entre otros aspectos, interviene activamente (o exageradamente) de
forma oral. Una situación que me preocupa, y puedo decir que hasta me irrita, es escu-
char en estas reuniones juicios como los que presento a continuación: “Actuación insu-
ficiente. Debe participar mucho más.”, “Buen rendimiento. Intente participar.”, “Actua-
ción aceptable. Participe.”, o, simplemente, “Participe más”. Este tipo de juicios, a mi
entender, esconde una concepción que apunta a cierta intención de homogeneización;
serán buenos estudiantes si logran participar como los que ya lo hacen. Debemos re-
cordar la expresión de Duschatzky que dice: “La diversidad es biológica y la desigual-
dad es humana”. Si aspiramos a respetar la diversidad, construcción teórica aparente-
mente muy presente en los discursos docentes, debemos llevarlo a cabo en todos los
aspectos. Con respecto a lo que precede, Ricardo Baquero describe que puede pen-
sarse la heterogeneidad desde dos puntos de vista, una visión débil, que percibe lo di-
verso como una simple alteración de lo homogéneo (idea bastante presente en la lógi-
ca escolar de hoy), o una visión fuerte, donde se entiende que ésta es una caracterís-
tica de toda la población escolar. Baquero sostiene que el fracaso escolar deviene, en-
tre otros factores, de concebir lo heterogéneo desde esa visión débil. Por lo antes
mencionado, “obligar” a un estudiante a intervenir oralmente con un: “Participe más”,
es desatender su decisión de no querer hacerlo (¿pretendemos formar estudiantes au-
tónomos?) o no respetar la imposibilidad que tiene de hacerlo. En definitiva, es deses-
timar que pueden mostrar lo que saben de otras formas tan interesantes, válidas y le-
gítimas como lo es la intervención oral (acción tan ponderada por algunos docentes).
El tema, es que legitimamos ciertas formas de expresión y exposición frente a otras.
Pienso, y defiendo la idea, que cualquier persona tiene el derecho de participar libre-
mente, intervenir cuando siente que es el momento de hacerlo. Con relación a lo plan-
teado, cuando exigimos participaciones involuntarias podemos generar inhibiciones
bastante serias. Lograr la inclusión de los estudiantes al sistema educativo también
pasa por tener en cuenta estos aspectos. Muchas veces, sin quererlo, expulsamos con
nuestras acciones.
Un aporte que me parece oportuno incluir en esta ocasión es la categoría teórica
de “manera”, que proponen Fenstermacher y Soltis. Estos autores, consideran que la
manera de enseñar de un docente es de vital importancia, debido a que no solo ense-
ña desde la palabra, también lo hace desde el ejemplo. Manifiestan que no se enseña
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a los/las estudiantes a ser creativos simplemente pidiéndoselo, el Profesor/a debe pre-
sentar un modo de enseñanza creativo. Con relación a esto último, considero que una
clase verdaderamente creativa no es solo aquella presentada creativamente por el/la
enseñante, es la que también permite a los/las aprendientes explorar y desarrollar su
creatividad. Estoy convencido de que podemos desarrollar una clase creativa con solo
un marcador y papeles en blanco, no es necesario montar un circo, desplegando una
variedad de artefactos que en realidad aturden, distraen y, a veces, aburren. Retoman-
do la idea de “maneras”, es interesante tener en cuenta que no se puede aspirar a que
los estudiantes incorporen “modos” que el docente no posee. Por lo tanto, para lograr
autorizar la autonomía de pensamiento de los aprendientes, tiene que producirse una
autorización de la propia autonomía de pensamiento del enseñante con relación a su
enseña. Un docente que no se permita mostrar, elegir, decidir, crear, transformar, ima-
ginar, conmover y sorprender, difícilmente logre estimular estas actitudes en sus estu-
diantes.
Con relación al tema que nos convoca, el primer aspecto que desarrollaré será el
vinculado con la función de los silencios en las aulas. En este momento, (me y les)
hago una pregunta que tiene que ver con su incorporación (o no) al ámbito de la clase.
¿Incluimos en nuestras planificaciones didácticas al silencio como una de las estrate-
gias de enseñanza? ¿Qué cabida le brindamos a los silencios en las situaciones coti-
dianas de aula? ¿Cuántas veces mostramos una imagen fotográfica a “nuestros” estu-
diantes y casi simultáneamente proponemos las interrogantes que buscan su descrip-
ción, interpretación y/o comparación? ¿Cuál es el tiempo que habilitamos para que re-
almente observen lo que estamos mostrando? ¿Qué tiempo (nos y les) brindamos en-
tre la formulación de nuestra pregunta y sus respuestas? Si verdaderamente estamos
convencidos y apostamos a una “modalidad de enseñanza saludable”, este elemento
debe estar incluido conscientemente en nuestras prácticas docentes. Debemos tener
en cuenta que los “bloques” de silencio son los únicos espacios que habilitan la re-
flexión. Cuando enseñamos, los silencios tienen una función formidable, como dice
Nelly Muzzio, son “resultado y fuente de reflexión” (2002:43). Cuando presentamos
una imagen, un relato u otro recurso didáctico, es conveniente habilitar un espacio de
observación o de lectura silenciosa que le permita al aprendiente acercarse y aprehen-
der el material (aprendiente aprehendiente). Cuando formulamos una pregunta, es in-
teresante generar un espacio de silencio que les permita a “todos” tener un verdadero
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espacio para pensar. Muchas veces habilitamos espacios de preguntas/respuestas en
una especie de ping pong, en un juego vertiginoso de corta duración, en donde le brin-
damos un lugar verdaderamente restringido a la posibilidad de pensar. Es muy agrada-
ble llevar a cabo la experiencia de propiciar espacios silenciosos al finalizar una pre-
gunta, dejando varios segundos antes de escuchar la primera respuesta. En la mayo-
ría de los casos, aparece una mayor cantidad de manos levantadas (de forma volunta-
ria) en comparación con las situaciones donde existe una ausencia de estos espacios
silenciosos.
Es conveniente mencionar, que en la relación enseñante/aprendiente, los espacios
de silencio son espontáneos, co-construidos, co-generados y co-gestionados. Ade-
más, los silencios en esta relación no son concebidos como el silencio en el ambiente
de clase, se refiere a la habilitación de un espacio donde el aprendiente pueda tomar
contacto con su interior, en una suerte de exploración intrasubjetiva, que le posibilite
un diálogo consigo mismo en el momento de pensar-se (silencio metafórico). En cam-
bio, en una relación docente/estudiantes que llamaremos “no saludable”, los espacios
de silencio son forzados, teniendo, además, una función completamente distinta a la
de la situación anterior, no son generados para pensar ni para reflexionar, son propi-
ciados, generalmente, para escuchar (escucha pasiva) y copiar; estamos frente a un
silencio real. Un posible ejemplo de esto, es cuando un/una docente menciona: “Ha-
gan silencio y escuchen lo que voy a decir porque es muy importante, además, va para
el escrito”. Es en este contexto, que el silencio es sinónimo de estar callados. Es im-
portante señalar, que en muchas ocasiones, la co-habilitación del silencio saludable
(silencio metafórico) coincide con la presencia del silencio real en el ambiente de clase
(espontáneo). Es por lo planteado, que me animo a presentar la siguiente conclusión:
en las aulas donde actúan los enseñantes que desarrollan una enseñanza saludable
los espacios de silencio se transforman en plataformas que posibilitan la reflexión (los
llamaré silencios reflexivos), mientras que, en las aulas de los docentes que no prac-
tican una enseñanza saludable los silencios se convierten en momentos que no esti-
mulan la reflexión (silencios irreflexivos), promueven la escucha pasiva y la quietud
comportamental e intelectual.
En este momento, quiero compartir con ustedes este recorte narrativo de la obra
de Nelly Mozzio que está relacionada con el papel del silencio en la enseñanza y en el
aprendizaje: “¿Advertimos que en la naturaleza los procesos de cambio se producen
en silencio…germinar, crecer, florecer, fructificar…todo se cumple sin anuncios ruido-
sos; el cambio climático, pasar de un solsticio a otro? ...la naturaleza da lecciones de
silencio… ¿acaso oímos crecer el árbol…oímos el encuentro de los genes en un nue-
vo programa?... Es el silencio de los cuerpos en movimiento en el espacio, esa imagen
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que trasmitió el satélite cuando el hombre llegó a la luna, ese silencio el que caracteri-
za al aprender para seguir aprendiendo.” (2002: 43)
Con relación al papel de las preguntas, se puede decir que el/la enseñante, con
una modalidad de enseña saludable, es también un/a preguntante, ya que formula pre-
guntas auténticas, mientras que existen otros docentes que formulan preguntas que no
lo son. Litwin menciona que “uno de los problemas que distinguimos con más frecuen-
cia es el carácter no auténtico del discurso pedagógico […] las preguntas que formula
el o la profesora no son tales, en tanto solo las plantea porque conoce la respuesta.”
(Pág. 105). Frente a la interrogante: ¿En qué radica la diferencia entre las preguntas
que son auténticas de las que no lo son? La respuesta es muy sencilla pero es nece-
saria una breve explicación. Cualquier preguntante tiene como finalidad conocer algo
que desconoce o que duda. Por ejemplo: al comienzo de un curso, le preguntamos los
nombres a los estudiantes dado que los desconocemos. En nuestra vida, formulamos
preguntas, constantemente, que pretenden obtener respuestas sobre lo que no sabe-
mos o sobre lo que dudamos. Pero a pesar de esto, ¿cuántas veces formulamos pre-
guntas a los estudiantes cuyas respuestas ya sabemos?, ¿cuántas veces los estudian-
tes responden a nuestras preguntas sabiendo que ya conocemos las respuestas? Lla-
maremos entonces preguntas no auténticas a aquellas que son formuladas a pesar de
que el interrogante conoce, de antemano, sus respuestas. Designaremos preguntas
(ya no las llamamos auténticas, solo preguntas) a las que son enunciadas por un pre-
guntante que tiene como objetivo conocer lo que el respondiente tiene para enseñar.
En esta relación, preguntante/respondiente, el docente se posiciona como aprendiente
y el estudiante como enseñante, debido a que el docente pregunta algo que realmente
desea conocer y el estudiante le enseña con el objetivo de satisfacerlo. En este con-
texto, el respondiente siente que va a ser escuchado debido a que el preguntante lleva
a cabo una escucha activa. Algunos ejemplos que pueden esclarecer las diferencias
mencionadas pueden ser las siguientes: un docente (no enseñante) posiblemente co-
mience el tema: “La cuenca del río Nilo”, exponiendo lo que sabe y desplegando una
serie de estrategias que apuntarán a dar la información que él o ella considera que los
estudiantes no poseen y tienen que incorporar (enfoque de enseñanza ejecutivo). En
este caso, las preguntas (no auténticas) apuntarán a indagar sobre lo “aprendido” de
todo lo “dado”, en donde los estudiantes tendrán un buen desempeño si responden a
dichas preguntas (¿preguntas?). Por ejemplo: “Según lo que trabajamos, ¿cómo se le
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llama al tipo de desembocadura que presenta el río Nilo?”, “¿Qué porcentaje de la po-
blación total vive en el valle del Nilo?”, “¿Cuál es la capital de Egipto?”, etc. Un/a ense-
ñante, con una enseñanza saludable, empleará las preguntas, posiblemente, de la si-
guiente manera: “Hoy comenzamos un tema nuevo, ¿qué conocen sobre el río Nilo?”.
De esta forma, este/a enseñante se posiciona como aprendiente dejando a los estu-
diantes que se posicionen como enseñantes. La pregunta apunta a conocer lo desco-
nocido. Se puede decir que este/a enseñante habilita espacios de verdadera opinión y
de honesta discusión. Se genera, de este modo, un espacio con un cruce de opiniones
que permite a los aprendientes (por un momento enseñantes) a enseñar (mostrar). En
este momento, me parece oportuno aclarar y reafirmar, para no generar interpretacio-
nes desacertadas, que no considero a los docentes falsos preguntantes, mi planteo es
otro, pienso que existen docentes que emplean preguntas que son “auténticas” y otros
que utilizan “preguntas” que no lo son (pseudopreguntas).
Otro aspecto a tener en cuenta, tiene que ver con el uso de las preguntas como
“instrumento” de evaluación. ¿Cuántas veces en nuestras clases formulamos pregun-
tas, en forma oral, que apuntan a evaluar lo ya trabajado o lo que se está desarrollan-
do? Emilio Sánchez, en un estudio interpretativo sobre los discursos docentes, plantea
que muchas veces llevamos a cabo, con el uso de las preguntas, pseudoevaluaciones
que son “una mera invitación retórica a los alumnos a confirmar que han aprendido”, e-
jemplos de esto pueden ser: ¿Entendieron?, ¿Quedó claro?, ¿Está bien?, y en otros
casos, llevamos a cabo una evaluación “que conlleva una indagación específica que
garantice que los alumnos han comprendido […]”. A partir de lo que precede, se me o-
curren las siguientes interrogantes evaluatorias a modo de ejemplos: ¿Quién me cuen-
ta lo que más le gusto de lo que observamos? ¿Qué sentimientos les provocó lo que
escuchamos? ¿Qué sonidos imaginan ustedes, se deben percibir en el área que nos
muestra la fotografía?, ¿Cómo le explicarían el contenido de este mapa a una persona
que nunca lo vio? En el caso de estas últimas preguntas, las mismas cumplen una do-
ble función, apuntan a conocer lo desconocido (fundamental en la relación enseñan-
te/aprendiente) y a evaluar lo aprendido.
Con relación al tipo de preguntas que aplicamos en base a las narraciones escri-
tas, con el objetivo de llevar a cabo una comprensión del relato, me parece oportuno
presentar la distinción que realiza Alicia Fernández, en su obra “La sexualidad atrapa-
da de la señorita maestra.”, entre registrar y escribir. Esta distinción me parece funda-
mental para entender lo que voy a plantear posteriormente sobre el uso de las pregun-
tas en las consignas de trabajo. Esta autora, en relación con el aprendizaje de la escri-
tura, diferencia el registrar del escribir, mencionando que escribir siempre implica un
registro, pero un registro no siempre implica al acto de escribir. El registrar, lo entiende
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como una acción que involucra una hiperacomodación con el otro, donde la acción se
remite a reproducir, copiar e imitar, mientras que el escribir (construcción/fabricación),
tiene que ver con la palabra significada. En el acto de la escritura están implicados: el
elegir, el decidir y el mostrar. Con respecto a esto, la autora menciona que en este ac-
to las letras se dibujan mientras que las palabras se escriben, ya que es el sujeto es-
critor quien forma las palabras y le otorga significaciones (aprendiente significante).
Considero que escribir es plasmar parte de uno sobre la hoja, es ser y sentirse au-
tor de la obra; obra talvez inconclusa, pero propia. Es identificarse con el contenido de
lo narrado. Es acomodarse a uno mismo. Es ver la hoja como un espejo que refleja
nuestros pensamientos, nuestra historia personal, nuestra mirada del mundo. Como di-
ce Ignacio Pozo “El narrador es parte de lo narrado” (1996:48)
Retomando la idea sobre las interrogantes que proponemos a partir de una narra-
ción, muchas veces, nos contentamos cuando un estudiante resuelve un cuestionario
a partir de la lectura de una narración, ya que creemos que hubo comprensión del
texto narrativo e incorporación de contenidos. Con relación a esto, presentaré una ma-
terial que me parece crucial debido a que puede desestimar lo mencionado:
“Sartro y Nipo fitolearon a junipear por la arusa. Nipo estaba cotaniro, pero Sartro
no cilaraba que taropear. Una psora achataba el joro, y Nipo fatató el mosero de
Sartro…’
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V. Relatos que conmueven & relatos que aburren.
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De acuerdo a lo que fue planteado, los estudiantes pueden contestar a estas
“pseudo-preguntas”, y en muchos casos, sin el menor inconveniente. Aquí tenemos un
claro ejemplo de registro, no de escritura. La pregunta que debemos hacer-nos es la
siguiente: ¿la resolución de este tipo de cuestionario, muestra comprensión o es solo
un entendimiento superficial y parcial que les permite resolverlo?
En este ejemplo, las preguntas apuntan a que los estudiantes lleven a cabo una
verdadera producción escrita, ya que sus respuestas implican decisión, creación y sig-
nificación.
Es en este momento, que me veo en la necesidad de comentar que considero po-
co conveniente la utilización de este tipo de relatos como estrategia de enseñanza, ya
que, como menciona Kieran Egan, en su obra “Mentes educadas. Cultura, instrumen-
tos cognitivos y formas de comprensión”, son relatos instructivos que no promueven la
reflexión (narraciones instructivas irreflexivas). Una “buena enseña” propone narracio-
nes que sean, además de instructivas: interesantes, creativas, exóticas, reflexivas, di-
vertidas, novedosas, sorpresivas, extraordinarias, entre otras características. Estas
condiciones, son las que estimulan al estudiante aprendiente a interesarse por el ma-
terial y promueven, si el docente lo permite, el desarrollo de la creatividad, la creación
y la imaginación. No olvidemos que las narraciones “deben evocar el éxtasis, estimular
la imaginación, fijar respuestas afectivas a los acontecimientos y determinar el signifi-
cado de los contenidos” (Egan Kieran 1991:95).
A continuación, me animo a mostrarles una narración de construcción personal, e-
laborada a la luz de los aportes de Kieran Egan, que es la que utilizo para el tema mo-
vimientos migratorios en primer año. Luego, presentaré una propuesta didáctica, sobre
dicha narración, que tiene como intención: autorizar la autonomía de pensamiento, ge-
nerar espacios de significación y estimular la escritura (no el registro). Dicha propuesta
se desarrolla en aproximadamente 6 clases (9 horas). Me parece pertinente mencionar
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que se parte de la narración porque, no olvidemos, los estudiantes comprenden narra-
tivamente. Es importante tener en cuenta, que cada relato que empleamos debe ir a-
compañado de una tarea de estructuración, que permita, entre otras cosas, aprender
los contenidos disciplinares y habilitar el cambio de perfil conceptual (primer paso para
el cambio conceptual profundo).
“Cuando Mohandas tenía 26 años, vivía con su familia en una vivienda muy preca-
ria en una zona rural de la India. Allí trabajaba junto a su familia cultivando arroz, acti-
vidad que tradicionalmente realizaban sus padres y abuelos. La tarea era muy sacrifi-
cada, consumía muchas horas de trabajo y la ganancia era muy poca. Lo que ganaba
apenas le alcanzaba para mantener a su esposa y a sus dos hijos.
Debido a comentarios sobre el gran crecimiento de la actividad constructora en
Dubai, Mohandas decidió emigrar hacia allí pero de forma ilegal. El viaje lo pagó con
algunos ahorros conseguidos durante los últimos meses de trabajo. El barco donde
viajó era pequeño pero llevaba a miles de personas que, casi sin comida y con muy
poca agua a bordo, estaban ansiosas por llegar a Dubai.
Ahora con 28 años, Mohandas está viviendo en un sótano sin ventanas con otros
17 hombres. Este cuarto sólo tiene una bombita de luz que ilumina un lugar lleno de
camas de madera, sin televisión, cuadros, ni fotos. Allí, solamente tienen una radio y
una garrafa para hacer la comida.
En la construcción donde trabaja, que será una de las torres más altas de Du-
bai, tiene como compañeros a indios, afganos, pakistaníes, filipinos, egipcios, y chinos,
casi toda mano de obra barata no calificada.
Últimamente, Mohandas está muy preocupado por lo que gana ya que su suel-
do no le alcanza para vivir; parte lo envía a su familia y el resto lo utiliza para pagar el
alquiler y comprar algunos alimentos: arroz, té, café y azúcar.
El constante ruido, el polvo de las construcciones, las altas temperaturas, la
cantidad de horas de trabajo, la soledad, las deudas, el atraso en el cobro de los sala-
rios y los problemas familiares, mantienen muy angustiado a Mohandas y a sus com-
pañeros.”
Propuesta de enseñanza:
01. Anota en tu cuaderno los sentimientos que tu crees sintió el protagonista en el mo-
mento que se despidió de su familia en la India.
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02. Lee el texto. Anota en tu cuaderno los términos que desconozcas e intenta expli-
car el significado de cada uno.
04. Te propongo que realices esta tarea con dos compañeros/as. Imaginen los ruidos,
olores, sabores y colores que creen se perciben en la área de Dubai donde trabaja el
protagonista.
Ruidos y sonidos:
Olores:
Colores:
05. Imagina y realiza una representación del lugar en donde vive Mohandas en Dubai
y anota debajo: los ruidos, olores y colores que se deben percibir allí. (Tarea
domiciliaria)
06. Este ejercicio se llama: “Un día en la vida de Mohandas”. Representa en dos histo-
rietas las diferentes actividades que realizó/a el protagonista en un día normal en India
y Dubai. Puedes incorporar otros personajes y globos de diálogo. Agrega otra historie-
ta que represente: “Un día normal en tu vida”.
07. Observa el cuadro e intenta completarlo trabajando con dos compañeros/as. Para
tal tarea vamos a seleccionar como situación: el desplazamiento de Mohandas hacia
Dubai. Realiza el ejercicio en base a la información del relato y a las representaciones
realizadas en las viñetas.
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08. Elabora un relato imaginando que tú eres un compañero reciente de trabajo de
Mohandas y envías un mail contándole a tu familia la situación en la que estás vivien-
do. Puedes escribir el relato en la sala de informática. (Tarea domiciliaria)
09. Te invito a que navegues por Internet, consultes revistas o recurras a otro tipo de
fuente de información en la Biblioteca del liceo y pegues en el espacio que aparece en
la hoja de trabajo una fotografía. No te olvides de agregar a que parte del país perte-
nece. (Tarea domiciliaria)
Para terminar, me gustaría presentar otro aporte de Alicia Fernández que conside-
ro, personalmente, muy preocupante ya que está relacionado con un problema de a-
prendizaje que padecen algunos estudiantes. Este problema, es generado, en muchas
ocasiones, por nosotros: el problema de aprendizaje reactivo. En este tipo de pro-
blema, las causas tienen que ver con factores externos al sujeto aprendiente, ya que
no se observan alteraciones en el aprendizaje ni hay un encapsulamiento de la inteli-
gencia. Es en este contexto, que la autora plantea que las instituciones educativas, por
lo general, expulsan al aprendiente y promueven al repitente. Con relación a este últi-
mo constructo teórico, menciona que existen dos tipos: el repitente exitoso y el repiten-
te fracasante (que repite de curso). El primero de ellos, es aquel que no preocupa al
sistema ya que se acomoda perfectamente a él, es un sujeto que repite lo que la insti-
tución necesita escuchar para acreditar su promoción. El segundo caso, el repitente
que repite de grado, es aquel que no cumple con los requerimientos exigidos por la
institución, por lo que se entiende que debe re-cursar el grado. En ambos casos, existe
un problema reactivo, la institución no tiene en cuenta su saber; no le da cabida al su-
jeto enseñante que todos poseemos. Es por esto, que considero pertinente interpelar-
nos a partir de la situación que plantea Alicia Fernández: “Fracaso del que aprende o
fracaso del que enseña”. Por mi parte, complemento dicha idea con este dilema: difi-
cultades de aprendizaje o dificultades de enseñanza. Existe una vasta bibliografía de-
dicada a las dificultades del primer grupo pero una escasa cantidad dedicada a las se-
gundas, las de enseñanza.
Como mencioné en el apartado de las consideraciones preliminares, apoyado por
las palabras de Ricardo Baquero, podemos ser factores influyentes (y bastante decisi-
vos) del fracaso escolar. Pero, si decidimos llevar a cabo una enseñanza saludable,
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podemos ser factores de una verdadera inclusión; promoviendo al aprendiente y no al
repitente exitoso.
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