Normas Liturgicas Cuaresma
Normas Liturgicas Cuaresma
Normas Liturgicas Cuaresma
. EL TIEMPO DE CUARESMA
La Cuaresma es uno de los cuatro tiempos fuertes del año litúrgico y ello debe
verse reflejado con intensidad en cada uno de los detalles de su celebración.
Cuanto más se acentúen sus particularidades, más fructuosamente podremos
vivir toda su riqueza espiritual.
- Por que se capte que en este tiempo son distintos tanto el enfoque de las
lecturas bíblicas (en la santa misa prácticamente no hay lectura continua),
como el de los textos eucológicos (propios y determinados casi siempre de
modo obligatorio para cada una de las celebraciones).
- Por que los cantos, sean totalmente distintos de los habituales y reflejen la
espiritualidad penitencial, propia de este tiempo.
A estos dos aspectos hay que añadir finalmente otro matiz más eclesial: la
Cuaresma es tiempo apropiado para cuidar la catequesis y oración de los niños
y jóvenes que se preparan a la confirmación y a la primera comunión; y para
que toda la Iglesia ore por la conversión de los pecadores.
a. La "Cuaresma dominical".
b. La "Cuaresma ferial".
Al organizar, pues, las celebraciones feriales, hay que distinguir estas dos
etapas, subrayando en la primera los aspectos de conversión (las oraciones,
los prefacios, las preces y los cantos de la misa ayudarán a ello).
Digamos finalmente que sería muy bueno subrayar con mayor intensidad las
ferias de la última semana de Cuaresma -la Semana Santa- en las que la
contemplación de la cruz del Señor se hace casi exclusivamente (Prefacio II
de la Pasión del Señor). Para ello, sería muy conveniente que, en esta última
semana se pusieran algunos signos extraordinarios que recalcaran la
importancia de estos últimos días. Si bien las rúbricas señalan algunos de estos
signos, como por ejemplo el hecho que estos días no se permite ninguna
celebración ajena (ni aunque se trate de solemnidades); a estos signos habría
que sumar algunos de más fácil comprensión para los fieles, para evidenciar
así el carácter de suma importancia que tienen estos días: por ejemplo el canto
de la aclamación del evangelio; la bendición solemne diaria al final de la misa
(bendiciones solemnes, formulario "Pasión del Señor"); uso de vestiduras
moradas más vistosas, etc.
4. El lugar de la celebración.
Otro punto que debe cuidarse es el de las maneras de celebrar las fiestas del
Santoral durante la Cuaresma. El factor fundamental consiste en procurar que
la Cuaresma no quede oscurecida por celebraciones ajenas a la misma.
Precisamente para lograr este fin, el Calendario romano ha procurado alejar
de este tiempo las celebraciones de los santos.
Con respecto a la memoria de los santos, hay que recordar que durante la
Cuaresma todas ellas son libres y si se celebran, se debe hacer con
ornamentos morados, y del modo como indican las normas litúrgicas.
1. Visión de conjunto.
Vale la pena subrayar que las tres líneas de fuerza de que venimos hablando
se hallan, con mayor o menor intensidad, al alcance de todos los fieles: desde
los que solo participan en la misa dominical a los que toman parte además en
la eucaristía de los días feriales. Con intensidades diversas pero con un
contenido fundamentalmente idéntico, todos los fieles beben, a través de la
liturgia cuaresmal, en una fuente que les invita a la conversión bajo todos sus
aspectos.
2. Misas dominicales.
Las lecturas del Antiguo Testamento siguen su propia línea, que no tiene
una relación directa con los evangelios, como el resto del año. Una línea
importante para comprender la Historia de la Salvación.
Y las lecturas que se hacen en segundo lugar, las apostólicas, están pensadas
como complementarias de las anteriores.
En el Ciclo C, las mismas etapas se ven más bien desde el prisma del culto
(ofrendas de primicias, celebración de la Pascua, etc.).
3. Misas feriales.
Esta meditación del Señor enfrentándose con el mal, personalizado por San
Juan en los "judíos", está llamada a fortalecer la lucha cuaresmal no sólo en
una línea ascética, sino principalmente en el contexto de la comunión con
Cristo, el único vencedor absoluto del mal.
En estas ferias, las lecturas no están tan ligadas temáticamente una respecto
de la otra, sino que presentan, de manera independiente, por un lado la figura
del Siervo de Yahvé o de otro personaje (Jeremías especialmente), que viene
a ser como imagen y profecía del Salvador crucificado; y, por otro, el desarrollo
de la trama que culminará en la muerte y victoria de Cristo.
Los domingos se omite el himno del "Gloria". Este himno, en cambio, se dice
en las solemnidades y fiestas.
Antes de la proclamación del evangelio, tanto en las misas del domingo como
en las solemnidades, fiestas y ferias, el canto del "Aleluya" se substituye por
alguna otra aclamación a Cristo. Con todo, para subrayar mejor la distinción
entre las ferias y los días festivos, creemos mejor omitir siempre este canto
en los días feriales. Incluso en los domingos, es mejor omitir esta aclamación
que recitarla sin canto.
Los domingos no se puede celebrar ninguna otra misa que no sea la del día.
En las ferias, las señaladas en el Calendario Litúrgico con la letra (D), existe
la posibilidad de celebrar alguna misa distinta de la del día. Si en las ferias se
quiere hacer la memoria de algún santo, se substituye la colecta ferial por la
del santo. Los demás elementos deben ser feriales (incluso la oración sobre
las ofrendas y después de la comunión).
1. Textos eucológicos.
c. Prefacios.
Para las ferias hay cinco prefacios. Todos estos prefacios habrá que
distribuirlos de manera que ninguno de ellos quede olvidado. Por su carácter
penitencial, el IV está especialmente indicado para los viernes.
Este prefacio concreta aún más esta "penitencia" y señala el por qué de la
abstinencia y el ayuno. El ayuno tiene una doble finalidad: por una parte
mitigar nuestros apetitos desordenados, y por otra parte aliviar las
necesidades del prójimo con el fruto de nuestra renuncia. Con ello damos
gracias a Dios y nos hacemos discípulos e instrumentos de su amor.
Como ya hemos indicado hay otros dos prefacios de Pasión, para los últimos
días de la Cuaresma y Semana Santa.
Son once prefacios en total. Podemos sacar provecho de ellos para nuestra
predicación y nuestra catequesis. En ellos están las ideas-fuerza del misterio
de salvación que sucede en nuestro camino cuaresmal-pascual.
d. Plegarias Eucarísticas.
Pueden usarse las dos plegarias eucarísticas sobre la reconciliación, sobre todo
los días miércoles y viernes, que son los días más penitenciales de la
Cuaresma.
También se pueden usar para los domingos las "oraciones sobre el pueblo"
que trae el Misal Romano al final del elenco de las Bendiciones Solemnes, y
que son las antiguas bendiciones romanas. Para los domingos las más
aconsejables son las de los números 4, 11, 18, 20 y 21. No hay que olvidar el
domingo VI de Cuaresma o de Pasión tiene bendición propia.
Si para las ferias se quiere emplear alguna de las "oraciones sobre el pueblo",
las más apropiadas son las de los números, 6, 10, 12, 15, 17 y 24. La 17
resulta muy apropiada para los días viernes.
2. Programa de cantos.
b) Salmo responsorial.
d) Cantos de comunión.
Hay que dedicar durante la Cuaresma un tiempo cada semana para ensayar
cantos pascuales. Esto no se sitúa solamente en la línea de una necesidad
práctica con vistas a las fiestas y al tiempo litúrgico que se aproximan, sino
que además contribuirá a vivir la Cuaresma como un camino hacia la pascua,
creando el deseo de anhelar su celebración.
Por ello sería muy bueno ofrecer a nuestros fieles la relación de las lecturas
bíblicas de la liturgia de la Iglesia de cada día con la confianza de que su
meditación sea de gran ayuda para la conversión personal que nos exige este
tiempo litúrgico.
"Hay mayor felicidad en dar que en recibir" (Hch 20,35). Según Juan Pablo II,
el llamado a dar "no se trata de un simple llamamiento moral, ni de un
mandato que llega al hombre desde fuera" sino que "está radicado en lo más
hondo del corazón humano: toda persona siente el deseo de ponerse en
contacto con los otros, y se realiza plenamente cuando se da libremente a los
demás". "¿Cómo no ver en la Cuaresma la ocasión propicia para hacer
opciones decididas de altruismo y generosidad? Como medios para combatir
el desmedido apego al dinero, este tiempo propone la práctica eficaz del ayuno
y la limosna. Privarse no sólo de lo superfluo, sino también de algo más, para
distribuirlo a quien vive en necesidad, contribuye a la negación de sí mismo,
sin la cual no hay auténtica praxis de vida cristiana. Nutriéndose con una
oración incesante, el bautizado demuestra, además, la prioridad efectiva que
Dios tiene en la propia vida".
5. La abstinencia y el ayuno.
La práctica del ayuno, tan característica desde la antigüedad en este tiempo
litúrgico, es un "ejercicio" que libera voluntariamente de las necesidades de la
vida terrena para redescubrir la necesidad de la vida que viene del cielo: "No
sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios"
(Mt 4,4; ver Dt 8,3; Lc 4,4; antífona de comunión del I Domingo de Cuaresma)
El ayuno exige hacer una sola comida durante el día, pero no prohíbe tomar
un poco de alimento por la mañana y por la noche, ateniéndose, en lo que
respecta a la calidad y cantidad, a las costumbres locales aprobadas
(Constitución Apostólica poenitemi, sobre doctrina y normas de la penitencia,
III, 1,2). Son días de ayuno y abstinencia el Miércoles de Ceniza y el Viernes
Santo.
Según acuerdo de los Obispos del Perú reunidos en Enero de 1985, y conforme
a las Normas complementarias de la Conferencia Episcopal Peruana al Código
de Derecho Canónico de Enero de 1986 aprobadas por la Santa Sede, el Ayuno
y la Abstinencia puede ser reemplazado por:
"Es necesario dar una respuesta profunda a esta pregunta, para que quede
clara la relación entre el ayuno y la conversión, esto es, la transformación
espiritual que acerca el hombre a Dios.
"El abstenerse de la comida y la bebida tiene como fin introducir en al
existencia del hombre no sólo el equilibrio necesario, sino también el
desprendimiento de lo que se podría definir como "actitud consumística.
6. La Confesión.
No hay que olvidar que nuestros fieles saben, por una larga tradición eclesial,
que el tiempo de Cuaresma-Pascua está en relación con el precepto de la
Iglesia de confesar lo propios pecados graves, al menos una vez al año. Por
todo ello, habrá que ofrecer horarios abundantes de confesiones.
Esta lectura, de gran sentido doctrinal, atrae la atención de los fieles tanto por
el contenido como por la estructura narrativa, y suscita en ellos sentimientos
de auténtica piedad: arrepentimiento de las culpas cometidas, porque los fieles
perciben que la Muerte de Cristo ha sucedido para remisión de los pecados de
todo el género humano y también de los propios; compasión y solidaridad con
el Inocente injustamente perseguido; gratitud por el amor infinito que Jesús,
el Hermano primogénito, ha demostrado en su Pasión para con todos los
hombres, sus hermanos; decisión de seguir los ejemplos de mansedumbre,
paciencia, misericordia, perdón de las ofensas y abandono confiado en las
manos del Padre, que Jesús dio de modo abundante y eficaz durante su Pasión.
El Vía Crucis.
Entre los ejercicios de piedad con los que los fieles veneran la Pasión del Señor,
hay pocos que sean tan estimados como el Vía Crucis. A través de este
ejercicio de piedad los fieles recorren, participando con su afecto, el último
tramo del camino recorrido por Jesús durante su vida terrena: del Monte de
los Olivos, donde en el "huerto llamado Getsemani" (Mc 14,32) el Señor fue
"presa de la angustia" (Lc 22,44), hasta el Monte Calvario, donde fue
crucificado entre dos malhechores (ver Lc 23,33), al jardín donde fue
sepultado en un sepulcro nuevo, excavado en la roca (ver Jn 19,40-42).
Un testimonio del amor del pueblo cristiano por este ejercicio de piedad son
los innumerables Vía Crucis erigidos en las iglesias, en los santuarios, en los
claustros e incluso al aire libre, en el campo, o en la subida a una colina, a la
cual las diversas estaciones le confieren una fisonomía sugestiva. En el
ejercicio de piedad del Vía Crucis confluyen también diversas expresiones
características de la espiritualidad cristiana: la comprensión de la vida como
camino o peregrinación; como paso, a través del misterio de la Cruz, del exilio
terreno a la patria celeste; el deseo de conformarse profundamente con la
Pasión de Cristo; las exigencias del seguimiento de Cristo, según la cual el
discípulo debe caminar detrás del Maestro, llevando cada día su propia cruz
(ver Lc 9,23) Por tanto debemos motivar su rezo los miércoles y/o viernes de
cuaresma.
Por ello la Cuaresma es también tiempo oportuno para crecer en nuestro amor
filial a Aquella que al pie de la Cruz nos entregó a su Hijo, y se entregó Ella
misma con Él, por nuestra salvación. Este amor filial lo podemos expresar
durante la Cuaresma impulsando ciertas devociones marianas propias de este
tiempo: "Los siete dolores de Santa María Virgen"; la devoción a "Nuestra
Señora, la Virgen de los Dolores" (cuya memoria litúrgico se puede celebrar el
viernes de la V semana de Cuaresma; y el rezo del Santo Rosario,
especialmente los misterios de dolor.
1. Miércoles de Ceniza.
2. Domingo IV de Cuaresma.