Aportes para Una Iglesia Profética
Aportes para Una Iglesia Profética
Aportes para Una Iglesia Profética
1.0. INTRODUCCIÓN
Las palabras que el Deutero-Isaias dirige a Israel muy bien pueden ser dirigidas hoy a la Iglesia
Chilena:
¿Quién es ciego, sino mi siervo? ¿Quién es tan sordo como mi mensajero que envié? ¿Quién es
tan ciego como mi escogido, tan ciego como el siervo de Yahvéh, que ve muchas cosas y no
advierte, que abre los oídos y no oye? (Is 42,19-20).
Las palabras del profeta revela una amarga realidad: la incapacidad de Israel para reconocer la
acción de Dios en la historia. Esta incapacidad que es expresada como ‘sordera’, ‘ceguera’,
representa en mi opinión, la crisis que sufre hoy nuestra Iglesia. En primer lugar, se trata de una
crisis de identidad eclesiológica egocéntrica, de una errada auto-convocatoria centrada en sí
misma, en sus estructuras, temas y aparato, y no en el evangelio del reino, al margen del
sufrimiento humano. En segundo lugar, se trata de una crisis que se expresa en una pérdida de
relevancia y una falta de credibilidad de la Iglesia en una sociedad y un mundo que ya no sólo no
comprende el lenguaje eclesiástico, sino que además mira escandalizado la sórdida realidad de
abusos de poder, abusos sexuales y encubrimientos con lo cual asistimos cada día.
Así las cosas, las reflexiones que presentamos, están inspiradas en el sufrimiento de las víctimas de
abuso de poder y sexual en la región del Maule, y quieren exponer esta crisis como una crisis
estructural de la escucha a las víctimas: una Iglesia que escucha es una Iglesia profética. Por lo
tanto, en primer lugar realizamos algunas reflexiones contextuales sobre esta crisis, en segundo
lugar, en vista de superar la crisis, exponemos algunos textos del Padre Enrique Correa que
presentan elementos centrales sobre una Iglesia profética como son la Palabra de Dios como
interrogación y finalmente exponemos algunos datos escrituristicos que iluminan cómo la escucha
y profecía están vinculadas a la historia como lugar de revelación privilegiado de Dios y las
preguntas que hace Dios al creyente.
Esta crisis, a la verdad, atraviesa la historia del siglo XX, sin embargo en nuestro país ha quedado
en evidencia desde ya ocho años con ocasión del tema de los abusos de poder, abusos sexuales y
encubrimiento del Padre Fernando Karadima y posteriormente ampliado a los Obispos Juan
Barros, Horacio Valenzuela y Tomislav Koljatic, pero también a todo el episcopado y toda la Iglesia
chilena.2 Desde una perspectiva eclesial, no son pocos los que ven en el tema de los abusos del
Padre Karadima como un “síntoma” de una crisis más profunda de la Iglesia, esto es, la
descomposición de una Iglesia de cristiandad en una sociedad que no necesita ya de las
instituciones que antaño otorgaban moralidad o legitimidad a los ciudadanos, y que hoy rechaza
los dobles discursos y los formalismos vacios. Se trata de una sociedad que denuncia una Iglesia de
elite, autocomplaciente e impositiva, alejada y insensible, a los problemas reales y más bien
preocupada de mantener una imagen, interesada en la rúbrica, en vida eterna pero alejada de la
1
Dr. César Carbullanca N. Centro de investigaciones de la religión. Universidad Católica del Maule
2
http://www.adnradio.cl/noticias/nacional/a-la-fecha-fiscalia-lleva-contabilizados-50-casos-de-abusos-sexuales-en-la-
iglesia/20180615/nota/3762376.aspx
2
vida de sociedad y las angustias que sufren los hombres, etc. Según estas opiniones, estaríamos
frente a una crisis estructural, que atraviesa a la Iglesia y que guarda relación al surgimiento y
desarrollo de un “nihilismo religioso” 3 entendido como el devenir simulacro, pose, protocolo de la
religión convirtiéndose, de hecho, en una devaluación formalista de toda religión ejemplificado
por ejemplo por “ese extraño arte de hablar sin decir nada”4, o de la espiritualidad entendida
como pose y simulacro ideológico, en palabras de Monseñor Ezzati: “un problema ideológico
gravísimo culminado también con el abuso sexual y, lo más grave, revestido de un ropaje de
religiosidad"5, característico -en términos generales claro está- tanto en movimientos integristas
como la Pía Unión Sacerdotal6, pero también de Obispos, y sacerdotes diocesanos, así como de
varias congregaciones religiosas. Uno se pregunta qué es lo común a este tipo de personas y
grupos que explicaría esta crisis. Ciertamente son múltiples y considero errado buscar una sola
causa. Hay causas doctrinales, históricas, disposiciones sicológicas, y otras más. Algunos postulan
como causa, la búsqueda destemplada del poder, otros la homosexualidad de los sacerdotes y
otros el celibato. En este escrito no me pronuncio sobre estos puntos. Pero quiero rescatar, por su
relación con la escucha, la opinión de gente de a pie, al decir que tras toda la parafernalia
eclesiástica, y auto-victimización que hace el clero, se intuye e indigna sobremanera la banalidad
con la cual se trata la crisis en su conjunto y de manera específica, el sufrimiento de las víctimas.
Pienso de manera especial en nuestra diócesis, en la desvinculación de las 23 religiosas del Buen
Samaritano y del abandono y crueldad con que se ha tratado a la hermana Consuelo Guzmán7. En
general, en el contexto nacional, cada declaración de los obispos contrastada con los hechos
pareciera agravar la situación y muestra una insensibilidad y falta de conexión empática no casual
con el sufrimiento sicológico y social de las víctimas.
Desde una perspectiva teológica, teólogos de renombre como Y. Congar, U. von Balthassar y E.
Schillebeeckx, hace ya muchos años apuntaron a esta crisis, cuyo exponente estaba entonces
representado por un tipo de espiritualidad integrista, neurótica, que tenia por base una teología
anti-moderna y sobrenatural8. En nuestra diócesis, esta teología y espiritualidad se refleja en el
vínculo de apoyo económico y espiritual mantenido por Angelo Sodano, Fernando Karadima y
Horacio Valenzuela incluso después de su condena. Tras el conocimiento de los abusos y posterior
expulsión de las hermanas del Buen Samaritano queda más en evidencia la voluntad de Horacio
Valenzuela de reproducir aquella espiritualidad. Esta teología-espiritualidad, que el Papa Francisco
la ha llamado “sicología de elite” posee elementos teológicos y sicológicos, por esto nosotros
pensamos que la sicología de elite hunde sus raíces en aquella. El Papa habla de otra
espiritualidad, a la que ha llamado profética, ambas conviven en el post-concilio hasta nuestros
días en nuestra diócesis. En este contexto, en la historia eclesial del post-concilio, el mensaje del
Papa a los obispos chilenos resulta sino, la más contundente diagnóstico y crítica de un Papa a una
Iglesia particular, una durísima crítica9 señalando que la perdida de la profecía
Duele constatar que, en este último periodo de la historia de la Iglesia chilena, esta inspiración
profética perdió fuerza para dar lugar a lo que podríamos denominar una transformación en
su centro. No sé qué fue primero, si la pérdida de fuerza profética dio lugar al cambio de
3
La expresión es de Gustavo Bueno, Cuestiones cuodlibetales sobre Dios y la religión, Mondadori, Madrid 1989, 150. Tomado de
http://www.fgbueno.es/med/dig/gb89cc04.pdf
4
Sacado de http://www.ciudadanodelmundo.cl/una-iglesia-en-crisis/
5
http://www.economiaynegocios.cl/noticias/noticias.asp?id=471114
6
Asumo el término integrismo en el sentido que lo hace Congar subrayando que aquello que el famoso teólogo llama ‘mentalidad’ se
trata de una ideología Cf. I. Congar, Falsas y verdaderas reformas en la Iglesia, Madrid 1953, 446.
7
http://www.reflexionyliberacion.cl/ryl/2018/07/25/ex-religiosa-acusa-abusos-sexuales/
8
Cf. E. Schillebeeckx, World & Church, Sheed & Ward, Sidney, 1971, 163-176.
9
Mensaje del Papa a los Obispos en Roma, 6
3
centro o el cambio de centro llevó a la pérdida de la profecía que era tan característica en
Ustedes
Pienso que hasta la fecha en la región del Maule cuesta asumir y aceptar este diagnóstico del
Papa. Este cambio de centro sostiene, más adelante el Papa, fue reemplazado por una sicología de
elite: “sentirse especial, diferente de los demás, dejando así en evidencia que ni Jesucristo ni los
otros interesan verdaderamente”, lo cual constituía una “perversión en el ser eclesial” y además
“perversión es la pérdida de la sana conciencia de sabernos pertenecientes al santo Pueblo fiel de
Dios”. Esta sicología de elite representa a mi parecer, lo contrario a una Iglesia del Buen
samaritano postulada por Carlos González, una perversión en palabras del Papa que se introduce
en la única y misma vida eclesial, en una desobediencia del espíritu del Concilio y a lo indicado en
las Conferencias Latinoamericanas. Ciertamente el Papa en sus palabras, no idealiza dos tipos
puros de Iglesia, y seguramente su esfuerzo se concentró en exponer puntos centrales.
Quiero a continuación explicar esta afirmación a partir de los escritos del Padre Enrique Correa.
Mostrando que una Iglesia que asume la obediencia al espíritu manifestado en el Concilio Vaticano
II, es una Iglesia que se comprende como escucha de las víctimas.
Enrique Correa, (+1993), sacerdote diocesano, rector del Seminario campesino de la Diócesis de
Talca, representó una Iglesia profética que vivió la escucha de Dios en la historia del pueblo
campesino. Para él, la vida cristiana es escucha y pregunta, este carácter de escucha del cristiano
está fundado en que nuestra vida no es una historia terminada sino que somos una “sinfonía
inconclusa”, una “pregunta” por responder, siempre de camino, siempre peregrinos y siempre con
respuestas provisorias a Dios, así lo menciona en el retiro del 13 de Junio de 198510 Enrique
Correa:
…y ¿qué futuro podré tener en los años que me quedan? , como ¿qué futuro podría haber tenido en
los que he vivido si tú no estabas en la raíz y en la mía donde se encamina mis pasos?.....será que soy
una ‘sinfonía inconclusa’, será que debo incorporarme más a la historia de todos para que mi historia
encuentre su sentido y su razón de ser. Ya sé Don Jesús, que tú eres la Palabra, la pregunta del Padre,
y yo y nosotros estamos llamados a ser la respuesta...cada día es resurrección.
Las preguntas de Enrique “¿qué futuro podré tener en los años que me quedan?” lo abren a dos
imágenes: primero, comprende la propia historia como ‘una sinfonía inconclusa’ y segundo, la
necesidad de incorporarse a ‘la historia de todos’, de las víctimas, los campesinos, de los pobres.
Se trata de un paradigma auditivo, fragmentario; la propia vida es parte de una sinfonía por hacer
y también el hecho que cada persona es un fragmento que encuentra sentido en la historia de
sufrimiento de las víctimas: los pobres, afligidos. En otro retiro titulado ‘llamado para una misión’
(11,1986) cita el pasaje de Is 6, 8 y dice:
El Señor habla y oyen su voz los sencillos –los pobres, los afligidos-los dispuestos…la palabra de Dios
es la pregunta y el ser humano es y será la respuesta: así los profetas del Antiguo y Nuevo
Testamento; así la Virgen María y así cada uno de nosotros hoy. Tenemos que encontrar los caminos
de respuesta a la Palabra de Dios que nos visita.
10
E. Correa Escritos, I, 13/7/85. Textos originales ineditos; también cf. Graciela Rodríguez de Correa, Entre Huellas y horizontes.
Testimonios y Escritos de un cura de campo: el Padre Enrique Correa, San Pablo, Santiago de Chile, 2001
4
La expresión con que acaba este párrafo: “Tenemos que encontrar los caminos de respuesta a la
Palabra de Dios que nos visita”.” Representa un proyecto pastoral de Iglesia, tenemos que
encontrar los camino de respuesta a la Palabra de Dios, los sencillos –los pobres, los afligidos- los
dispuestos’ son quienes escuchan la Palabra de Dios, de manera que afirma: “Ya sé Don Jesús que
tú eres la Palabra, la pregunta del Padre”. En efecto, la expresión de: “‘la Palabra de Dios es la
pregunta y el ser humano es y será la respuesta” y en la cita antes mencionada expresa que Jesús
es “la Palabra, la pregunta del Padre, y yo y nosotros estamos llamados a ser la respuesta...cada
día es resurrección”. Estas expresiones colocan de relieve una cuestión importante, el Dios de
Jesús es un Dios que no se deja domesticar en una Iglesia egocéntrica, pues Dios mismo posee un
carácter interrogativo.
En diversos momentos el Padre Enrique Correa habla que la llamada de Dios tiene carácter de
pregunta, su Palabra es una pregunta dirigida a nosotros desde el futuro. En otros momentos se
refiere a ella como “un referente”. A propósito del Salmo 145(144):
No basta pararse uno solo frente a sí mismo. No basta pararse uno solo frente a los hechos.
Necesitamos un punto de referencia que sea objetivo, que nos ayude a ver y a poner los más y los
menos en cada cosa…Sólo así iremos descubriendo la huella del Señor que pasa y veremos su
voluntad para cada uno y para el conjunto. Aprendamos a recurrir a la Palabra, junto con recurrir a la
11
oración: aprendamos a orar con la Palabra.
En estos pasajes el Padre Enrique correa señala dos referentes importantes: la palabra de Dios y la
historia del pueblo elementos fundamentales que diferencia a una Iglesia de elite de otra
encarnado en las luchas de los pobres. Como está dicho, este carácter de pregunta de la palabra
divina, está fundado en que nuestra vida es una “sinfonía inconclusa”, siempre de camino, como
expresa en otro dicho ya mencionado: …Ya sé Don Jesús, que tú eres la Palabra, la pregunta del
Padre, y yo y nosotros estamos llamados a ser la respuesta...cada día es resurrección”. La
preeminencia del futuro radica, por una parte en que la resurrección es un acontecimiento que no
cierra la pregunta, sino por el contrario, la resurrección abre al creyente a la respuesta de tal
manera toda ella es una “sinfonía inconclusa”; entonces apropiarse de la resurrección no es
reducirlo a un concepto, o a la recitación dominical, sino expresa un modo de ser participativo en
la historia de sufrimiento y de luchas del pueblo aquí y ahora; y por lo mismo en la misma
resurrección de Cristo, no como un contenido más, no cosificando a Dios sino como un hacerse
cada día. El ser de Dios entendido no como una doctrina, sino como interpelación, pregunta y
camino. Pensamos que ésta es la perspectiva del Enrique, tanto así que su intención es
“incorporarse más a la historia de todos para que mi historia encuentre sentido”, es en la historia
del pueblo en donde cada vida personal encuentra su lugar y horizonte. Es en el compartir el dolor
y el abuso de otros y con otros donde se descubre el sentido del propio dolor. Es en la historia de
sufrimiento de las victimas donde nuestras propias lágrimas se transforman en lo más preciado de
nuestra vida.
Un aspecto notable de la Palabra divina expresado por el Padre Enrique Correa es lo siguiente.
Dios pregunta al profeta Isaías, (6,8): “Entonces escuché la voz del Señor, que decía: --¿A quién
enviaré? ¿Y quién irá por nosotros? Y yo respondí: --Heme aquí, envíame a mí”. La doble pregunta
11
Correa, Escritos, T. II, 24/11/80
5
de Dios refleja la urgencia y el imperativo del llamado y envío del profeta. Dios pregunta en
función de una misión, asi también p.e. en el relato mencionado de Isaías como en el llamado de
Elías, el relato de1Re 13, 13: “Cuando Elías lo oyó (la palabra divina)…¿Qué haces aquí, Elías?”. El
profeta es quien dice “habla que tu siervo escucha” (2 Sam 3, 10). En ambos momentos se trata de
una acción en donde la primacía la tiene Dios. En el Nuevo Testamento encontramos otro tanto.
En Jn 1,28 la llamada de Jesús tiene carácter de pregunta ¿qué buscan?. Es la dinámica de la
encarnación, el Logos se encarna no para adoctrinar sino para dia-logar, convivir, habitar en medio
de sus discípulos. Estos con-viven con Jesús, así como él convive con el Padre. Lc 24,17-19, la
pregunta del resucitado, da la palabra, sede protagonismo al que camina en la oscuridad y en la
amargura, da el espacio mental y social, del reconocimiento del relato y la biografía o historia
social. Jesús no adoctrina acerca del ser de Dios o de la vida eterna, sino realiza una doble
pregunta de Jesús (vv.19) la cual no es una pregunta retórica sino da espacio para el relato de la
propia experiencia histórica de desilusión y frustración de los discípulos: “¿Qué son estas cosas de
que estáis conversando entre vosotros mientras camináis?”. Tanto en el texto anterior como Mc
15, 34 muestra que las preguntas divinas o también las que hace el hombre a Dios, son
fundamentales para la una comprensión correcta de Dios. El propio hombre y Dios mismo tienen
carácter interrogativo. Esto no puede ser de otro modo, la vida interroga al hombre porque él
mismo es una pregunta por responder y por realizar. Su propio ser es una pregunta abierta que
busca sentido. La fe cristiana nace de este camino y reconoce en las crisis y preguntas como la que
estamos viviendo la presencia del resucitado que camina con la humanidad.
La profecía no nace de la ciencia, no nace por decreto, nace de la indignación. Ella se genera a
partir de las preguntas que la sociedad se hace ante la indignación de la muerte de niños del
Sename, de las graves consecuencias de una política minera sin atención al impacto medio-
ambiental o del abuso de poder y sexual de un grupo de religiosas. Como lo hemos querido
señalar, la crisis que hoy vivimos es una crisis de escucha causada por una Iglesia de elite
(Karadima-Valenzuela), una Iglesia que abandona hacerse parte de la historia de sufrimiento de las
víctimas: inmigrantes, indígenas, niños del Sename, religiosas abusadas, victimas, que tienen en
común la presencia masiva del sufrimiento en la vida cotidiana de la región del Maule. Hoy más
que nunca, vivimos en una sociedad más consciente del sufrimiento injusto, más consciente de la
necesidad de avanzar en una ética más acorde con los avances científico-tecnológicos. Una Iglesia
de elite representa una perversión pues abandona al Dios crucificado que pregunta en la cruz
“¿Dios mío, Dios mío, porqué me has abandonado?”. Perversión, en la misma y única vida, porque
abandona el carácter interrogativo del mismo Dios y del hombre, cerrándose a la empatía
salvadora, necesaria, que la lleve a traspasar su reducto ideológico. La profecía asimismo postula
como cuestión decisiva que el lugar de encuentro con el Dios vivo es la sociedad y la historia de los
hombres. Una Iglesia de elite se exime de una lucha por superar el sufrimiento humano o peor aún,
colabora en perpetuar la injusticia en el mundo. Así las cosas, una Iglesia profética no puede
olvidar el grito inarticulado de Jesús en la cruz, pues es el grito de Dios mismo que interpela para
siempre a la Iglesia y sus realizaciones históricas.