Simón Royo: Interpretaciones de Aristóteles Homenaje A Quintín Racionero.
Simón Royo: Interpretaciones de Aristóteles Homenaje A Quintín Racionero.
Simón Royo: Interpretaciones de Aristóteles Homenaje A Quintín Racionero.
Podría decirse que entre las mejores lecturas de Aristóteles contemporáneas contamos
actualmente con unas seis visiones, no necesariamente contrapuestas totalmente entre sí,
pero sí diferentes, que serían dignas de señalar como las más importantes:
1
Quintin Racionero Carmona: Wikipedia (14/04/2015): http://es.wikipedia.org/wiki/Quint
%C3%ADn_Racionero#Bibliograf.C3.ADa
Dialnet: http://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=70729
2
Dialnet: http://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=173082
3
El trabajo de traducción de Quintín Racionero tuvo que tener en cuenta célebres traducciones anteriores
a fin de procurar mejorarlas, como la de Antonio Tovar en castellano, pero aún más importante fue que
tuvo muy en cuenta los principales y más completos y consistentes comentarios, como el monumental
trabajo en alemán de R. Kassel Der Text der aristotelischen Rhetorik (1971) y su consiguiente traducción
(1976). Racionero adjuntó a su traducción una extensa Introducción sobre el estado de la cuestión de la
Retórica en Aristóteles y mediante sus 1.580 notas a pié de página proporcionó un comentario sistemático
proponiendo una interpretación sintética general, discutiendo puntualmente los problemas de crítica
textual y ofreciendo un análisis histórico y filosófico del texto en cuestión.
4
La vigencia de las consecuencias de la lectura de Aristóteles por parte de investigadores como Enrico
Berti y Quintín Racionero en la comunidad científica, unas consecuencias que aparecen, por ejemplo, en
pensadores políticos de la actualidad, es bien notoria. Como ejemplo baste citar el siguiente párrafo de
una obra reciente de Ernesto Laclau: “¿qué ocurre si el campo de la lógica fracasa en su constitución
como un orden cerrado y se necesitan mecanismos retóricos (…) se convierten entonces en instrumentos
de una racionalidad social ampliada”. (Ernesto Laclau La razón populista. FCE de España, 2005.
Capítulo I: «La denigración de las masas», pág.26).
1
1. La interpretación unitaria, neo-escolástica y teológica (Monseñor Agustin
Mansion5; J. Owens; Giovanni Reale6).
2. La interpretación idealista y neo-kantiana (A. Trendelenburg7; F. Brentano8).
3. La interpretación genético-evolutiva (W. Jaeger; F. Solmsen).
4. La interpretación problemático-aporética (I. Düring9; P. Aubenque10).
5. Las interpretaciones teofrástica y hegeliana (Hegel11, Zücher12).
6. La interpretación hermenéutico-retórica (Q. Racionero13; Enrico Berti14).
2
Jaeger ya proporcionó allí su tesis fundamental según la cual habría un desarrollo
paulatino de la filosofía de Aristóteles (en lugar de la concepción de un “Sistema 16”).
Según Jaeger el Estagirita pasaría primero de un platonismo fiel a una ruptura y un
platonismo reformado, para después abordar su filosofía especulativa, terminando su
vida con una etapa empírica y naturalista. La tesis de la evolución del pensamiento de
Aristóteles influiría en todos los especialistas y sería proseguida por el discípulo de
Jaeger, Friedrich Solmsen, en lo que toca a la Lógica y la Retórica 17. La noción de
desarrollo de una obra, de un continuo work in progress que implica a la temporalidad,
que involucra a la necesaria e inevitable realización diacrónica de la labor filosófica, nos
enfrenta a esas falsas sincronías que sugieren todas las teorías cuando son tomadas
(Descarga: 2/03/2015). Para abundar en ello a través de un estudio pormenorizado y más reciente puede
verse: Alfredo Ferrarin Hegel and Aristotle. Cambridge University Press. United Kingdom 2004.
Según Quintín Racionero la lectura hegeliana de Aristóteles adolecía de una inconmensurabilidad
esencial, dadas sus respectivas concepciones de la Historia. Para Aristóteles -según Quintín Racionero- la
Historia era “lo irracional”, lo más irracional, al contrario que para Hegel. Quintín indicaba que tal cosa
se hacía bastante evidente si se tenía en cuenta lo que nos decía el Estagirita en su Poética: “La poesía es
más filosófica y elevada que la historia, pues la poesía canta más bien lo universal, y en cambio la historia
lo particular” (Aristóteles Poética 1452a).
12
Una tesis revolucionaria respecto a Aristóteles fue la de Zürcher que consideraba que el Estagirita era
autor tan sólo de un 20% o 30% de lo que conservamos como su obra, siendo el resto en realidad obra de
Teofrastro, el cual, trabajó durante una treintena de años sobre los materiales legados por el filósofo.
[Josef Zücher Aristoteles Werk und Geist. Verlag Ferdinand Schoningh, 1952]. Constituye una
radicalización de la tesis evolucionista de Jaeger pues afirma que la evolución del Corpus desborda
ampliamente la evolución de Aristóteles. Su trabajo de discriminación se basó en recurrencias estadisticas
de partículas griegas, amparándose en el Index Aristotelicum de Bonitz, pero no ha prosperado ante las
críticas de otros especialistas. La parte exacta que pudiera corresponder a Teofrastro dentro del Corpus
aristotélico está aún por determinar.
13
Para el Aristóteles de Quintín Racionero nos basamos en su Introducción y notas a su traducción de la
Retórica, en su curso sobre Aristóteles de 1993, en inéditos y publicaciones periódicas, como La palabra
persuasiva. Centros de interés de la Retórica de Aristóteles (Doxa 29, 2006), en sus 30 años de clases
orales y conferencias sobre el Estagirita, así como en sus lecciones magistrales publicadas en La
Inquietud en el barro I (Dykinson, 2010). También en lo relativo a Grecia hemos atendido a otros de sus
escritos, como los ensayos El Discurso de los Reyes (UCM, 1991) o Lo sagrado y lo perfecto (Trotta,
1993) así como su artículo Lógos, mito y discurso probable (UCM, 1997). Sin necesidad de citarle con
precisión prácticamente todo lo que decimos sobre Aristóteles en el cuerpo del presente artículo procede
de Quintín Racionero. En caso contrario solemos usar las notas a pié de página. Tampoco citamos la
referencia exacta de los párrafos de los más famosos libros sobre Aristóteles que hemos expuesto, ya que
nos parece obsoleto tomarnos el trabajo del aparato crítico completo cuando con los medios electrónicos
actuales cualquiera puede localizar cualquier cita en el libro electrónico correspondiente al mencionado o
buscar en la Red, accediendo de ese modo al contexto y verificando de esa manera la exactitud de la
fuente. Con todo hemos tratado de dar las referencias necesarias para el objetivo didáctico del presente
escrito, que no es otro sino mostrar las interpretaciones vigentes más relevantes y actuales del Estagirita.
14
Enrico Berti Le racione de Aristotele. Laterza, Roma 1989. [Las razones de Aristóteles. Oinos, Buenos
Aires 2008].
15
Un dato interesante que conviene saber es que Jaeger era discípulo de Wilamowitz, el gran filólogo y
furibundo crítico de Nietzsche.
16
Ya Heidegger nos advirtió en La época de la imagen del mundo (Holzwege, 1960) que los griegos no
tenían la noción de “Sistema”, lo cual deslegitimará las lecturas tomistas y hegelianas que han pretendido
que en Aristóteles hubiese un Sistema.
17
Prolífico historiador de las ideas especializado en el mundo clásico, Solmsen escribió inicialmente su:
Die aristotelische Methodenlehre und die spätplatonische Akademie, dissertation. Berlin 1928. Revisada
y publicada como: Die Entwicklung der aristotelischen Logik und Rhetorik, en 1975 y de nuevo en 2001.
Su contribución principal fue la realizada mediante sus estudios sobre la Retórica de Aristóteles, si bien
además se dedicó al estudio de Lucrecio y Epicuro o a cosas tan importantes como la de esclarecer el
concepto de materia del Estagirita. En la vinculación entre Aristóteles y Epicuro destaca también entre
toda la literatura existente sobre la materia el importante estudio crítico de Ettore Bignone L’Aristotele
perduto e la formazione filosofica di Epicuro. La Nuova Italia Editrice. Firenze 1936.
3
como una totalidad discreta y sistemática visible de una sola vez en un momento dado
del tiempo. No es del todo una ilusión la hipótesis, según la cual, el pensamiento de un
autor se puede captar exclusivamente desde el propio presente manifiesto y, por tanto,
mediatizado por cada época que se ha hecho cargo de ese legado. Pero gracias a la
temporalidad con progresividades (e involuciones, que no escatología lineal ascendente)
de la escritura, podemos contrastar los paradigmas hermenéuticos de cada época con el
nuestro y hallar, si es que no el siempre perdido verdadero Aristóteles griego, sí al
menos el Aristóteles consensuado por la historia de su interpretación
Hay que quitarse de la cabeza el Aristóteles escolástico que está dominado por una
jerarquía de saberes que comienzan por una Metafísica, prosiguen con una Lógica y
finalizan con una Ética y una Política; como si primero se hiciesen los libros teóricos y
luego los prácticos. Este orden es falso. La concepción de una filosofía como un
pensamiento perfectamente articulado y acabado con su eje central en la Metafísica y en
la Lógica, adolece de creer que los pensadores ya tenían toda su filosofía en la cabeza
desde el principio de su labor de enseñanza y escritura. Al contrario, cualquier
experiencia de índole filosófica demuestra que las reflexiones se van realizando
paulatinamente y, en el caso de Aristóteles, abarcando varios frentes que serían
revisados y retocados en múltiples ocasiones.
El método genético o evolutivo de Jaeger consistió, según sus propias palabras (en su
libro paradigmático ya señalado): “En aplicar el principio de desarrollo orgánico a su
creador (…) a fin de obtener la historia de su desarrollo intelectual (…) impedida hasta
ahora por la idea escolástica de su filosofía como un sistema estático de conceptos (…)
tan pronto como esta idea se abandona surge naturalmente la cuestión del desarrollo
histórico, pues es absolutamente imposible explicar el peculiar estado en que se
encuentran los escritos conservados, sin hacer la suposición de que contienen las huellas
de diferentes estadios de evolución”.
4
especialistas llega a grandes complejidades y profundiza en muchos detalles, siendo la
micro-exégesis tan importante en ocasiones como la macro-exégesis. Por ejemplo,
Jaeger consideraba el Protréptico como un escrito plenamente seguidor del platonismo,
mientras que Quintín Racionero, ponía de manifiesto que ya habría de contener serias
críticas a Platón. Una cuestión muy difícil de dirimir dado el estado del texto y aún más
si además tenemos en cuenta que ya Platón se auto-criticó en su vejez.
En cualquier caso, hoy parece que la mayoría de los investigadores sostienen que la
obra de Aristóteles conservada son composiciones a partir de un conjunto de cursos que
se retocaban y mejoraban a lo largo del tiempo, agrupadas por tratar de las mismas
materias o asuntos. Sus receptores eran principalmente los alumnos de El Liceo, es
decir, personas preparadas de antemano para su comprensión, lo que hace de sus
escritos un conjunto esotérico. Habría compuesto el Aristóteles joven diálogos, como su
maestro, pero no los hemos conservado. Existen varios catálogos antiguos de las obras
de Aristóteles, como el conocido de Diógenes Laercio, pero la Obra que finalmente
recibimos es la que preparó Andrónico de Rodas en el siglo I a.C.
Respecto a Jaeger nuestro profesor Quintín Racionero absorbió sus muchas virtudes y
criticó sus escasos defectos, uno de los cuales señalaba al decir que había que poner un
límite al genetismo jaegeriano, ya que, aunque deficiente, la compilación de textos que
habíamos recibido y que habían sido efectivos históricamente fue la realizada por
Andrónico de Rodas, en la que se basó la primera gran edición crítica de Bekker (1831)
por la cual citamos a Aristóteles hoy en día. De no hacerse así Aristóteles se nos diluiría
entre los aristotélicos y, para que no ocurra tal cosa, contamos con sus referentes
polémicos, que son principalmente tres: Demóstenes, Isócrates y Pirrón.
5
Según Quintín dadas las bases de la interpretación genético-evolutiva nos quedamos sin
filosofía de Aristóteles, lo cual, le parece inadmisible, de ahí su dar una de cal y una de
arena y situar la decisión sobre el problema en un ámbito meta-históriográfico y meta-
filológico que presupone a ambos, es decir, en el ámbito del propio pensamiento
filosófico contemporáneo:
6
El marco filosófico contemporáneo desde el cual habría que solventar el problema de la
filosofía de Aristóteles en particular (y de la filosofía actual en general) sería según la
línea de pensamiento de Quintín Racionero el que surgió en Alemania en los años
setenta y ochenta del pasado siglo XX entre pensadores como Gadamer, Habermas,
Apel, Höffe, Kuhn, Schnädelbach, Riedel, Hennis, Lorenzen, Bubner, etc., referido a la
racionalidad de la praxis y remitido a relecturas de Aristóteles tendentes a la
reconfiguración de la racionalidad en un marco pragmático, argumental y controversial.
En la posición de la recuperación de la retórica como elemento fundamental para la
filosofía, (ahora, decididamente, filosofía práctica), fueron compañeros de viaje de
Quintín Racionero, tanto M. Riedel (relación entre praxis y racionalidad) como Ch.
Perelman (importancia de la retórica y de los ámbitos de la opinión, de lo verosímil y de
lo probable), a lo que nuestro profesor y amigo añadiría su propia tesis de los espacios
controversiales, de las polémicas como motores de la historia de la filosofía. La
hermenéutica y la sociología de la ciencia (Heidegger y su noción de epocalidad,
Thomas S. Kuhn y su noción de paradigma o Imre Lakatos y su noción de programa de
investigación), junto a la pragmática y la filología clásica, serían los elementos básicos
fundamentales de su interpretación y lectura de Aristóteles, así como de su propia
posición filosófico-política.
7
de la inteligencia, cuando phronein es pensar y se relaciona con noein que es inteligir.
La sensatez (phrónesis) consistirá en calcular las posibilidades racionalmente para
tomar una decisión.
Según Racionero aunque no se pueda mantener el ideal científico de Platón podemos sin
embargo realizar una ética y una política, así como una retórica y una poética. No
podemos hacer una ciencia demostrativa del bien y del mal, individual (ético) o
colectivo (político), pero sí que es posible calcular cuáles conductas son probablemente
mejores respecto de aquellas que son probablemente peores. “Aristóteles renuncia a que
la filosofía como ciencia absorba todo lo real”. Mientras Platón pensaba en la justicia y
la ciudad ideal, sacando conclusiones de su mero razonamiento, Aristóteles recogía más
de un centenar de constituciones para indagar sobre cuál podría ser la más justa. En este
sentido es cierto que hay en el Estagirita un componente empirista que no se encuentra
en su maestro. Respecto a los intereses empíricos y biológicos de Aristóteles, se puede
decir que no estarían solamente al final de la vida del filósofo, como sugiere Jaeger, sino
ya desde el principio, si tenemos en cuenta que su padre era médico del rey de
Macedonia y que pasó su niñez y adolescencia rodeado del gremio de los médicos.
Coincidirá Quintín Racionero con el también gran estudioso Enrico Berti en mostrar que
la racionalidad en Aristóteles es más amplia que la racionalidad científica como se
demuestra en las áreas de la retórica y de la poética donde el discurso de la razón
persuasiva y de la razón mimética pueden ser racionales pese a no ser susceptibles de un
tratamiento científico. Las propuestas de interpretación de Berti y Racionero tienen lo
suficientemente en común para que podamos agruparlas conjuntamente en la
interpretación de Aristóteles que nos parece más acertada, la de la corriente que bien
pudiéramos denominar como exégesis hermenéutico-retórica. Su tesis principal reside
en la afirmación de que existen formas de racionalidad no reductibles a la racionalidad
científica, donde los elementos subjetivos (pasiones y afectos) no se pueden eliminar y,
sin embargo, ello no quiere decir que no se puedan manejar de manera análoga a dicha
racionalidad, no buscando la verdad axiomática, sino lo que se parece a la verdad, esto
es, lo verosímil, lo que es más probable que sea cierto. Esto sería algo ya propuesto por
Aristóteles pero olvidado recurrentemente por la Historia. Y lo mismo ocurrirá con la
ética y la política. La filosofía del joven Heidegger 24 sobre Aristóteles y la del viejo
Gadamer25 sobre la phrónesis aristotélica como la forma más elevada del saber práctico
23
Más acertado que el de Santo Tomás y sin contaminación platonizante pensamos que fue el Aristóteles
de Averroes (origen del averroísmo latino). El averroísmo (seguido por Siger de Brabante) leía bien a
Aristóteles al determinar que para el Estagirita el mundo no era creado sino eterno y que el alma
individual no era inmortal, sino que perecía con el cuerpo, restando tan sólo como incorruptible el
entendimiento activo o agente (nous poietikós), que no es individual sino colectivo, perteneciente a toda
la especie humana. Esa mente universal es la que hace posible que las mentes individuales conozcan. Pero
en la Historia, a menudo, no perdura ni triunfa lo más razonable y sensato. Las tergiversaciones pueden
durar siglos y ser consideradas como correctas y fieles interpretaciones luego regirse por la verosimilitud,
si es que es mejor que pretender la verdad, no garantiza tampoco el acierto, aunque puede que minimice
el error.
24
Martin Heidegger Frühe Schriften, ed. de F.-W. von Herrmann, 1978. [Cfr. Franco Volpi Heidegger y
Aristóteles. Buenos Aires, FCE, 2012]. Las interpretaciones heideggerianas de Aristóteles serán muy
pregnantes en la contemporánea exégesis erudita del filósofo griego, sobre todo por sus tempranas
Phänomenologische Interpretationen zu Aristoteles (Wintersemester 1921/22) [Herausgegeben von
Bröcker, Walter / Bröcker Oltmanns, Käte 2., durchges. Aufl. 1994]. [Aristóteles Interpretaciones
fenomenológicas sobre Aristóteles. Informe Natorp (Trotta, Madrid 2002)].
25
“Pues también el problema hermenéutico se aparta evidentemente de un saber puro, separado del ser.
Hablábamos antes de la pertenencia del intérprete a la tradición con la que se confronta, y veíamos en la
comprensión misma un momento del acontecer. El enorme extrañamiento que caracteriza a la
8
y modelo epistemológico de la hermenéutica, también influirán notablemente en la
lectura de nuestro profesor.
No estará, sin embargo, de acuerdo Quintín Racionero, con la defensa por parte de los
teístas y teologizantes, incluso de los de la talla de Giovanni Reale, que defenderán la
unidad de la Metafísica de Aristóteles, encontrándose más bien entre quienes, como
Jonathan Barnes26, defiendan los diferentes estratos y épocas de su composición y su
carácter, no de obra unitaria, sino de colección de textos27. La hermenéutica ha puesto
de manifiesto que la obra de Aristóteles no es intemporal y que un autor, como dijera
Gadamer, viene a ser ese autor más todas las interpretaciones que se han realizado sobre
él.
Aun sin tiempo ni espacio de desarrollo del problema antedicho algo habremos de
explicar sobre ello, sin embargo. Aristóteles parece afirmar la unidad del ser, pero
también dice que hay varias formas de ser al declarar que el ser se dice de muchas
hermenéutica y a la historiografía del XIX por razón del método objetivador de la ciencia moderna se nos
había mostrado como consecuencia de una falsa objetivación. El ejemplo de la ética aristotélica podrá
ayudarnos a hacer patente y evitar esta objetivación, pues el saber moral tal como lo describe Aristóteles
no es evidentemente un saber objetivo, esto es, el que sabe no se enfrenta con una constelación de hechos
que él se limitase a constatar, sino que lo que conoce le afecta inmediatamente” (H.G.Gadamer Verdad y
Método. Salamanca, Sígueme, 1988, p.385).
26
Jonathan Barnes Aristotle (1982); hay traducción al español: Aristóteles. Cátedra 1998.
27
1. La de la Metafísica de Aristóteles es una controversia digna de señalar, (aunque la controversia sobre
el carácter fragmentario de los escritos del Estagirita se ha producido prácticamente con toda su obra), por
la importancia que le dieron a esa obra los medievales. Éstos la consideraron un vértice de su supuesto
Sistema riguroso, acabado y omnicomprensivo. Se trata de una polémica que recuerda el enfrentamiento
entre los filólogos del siglo XIX, entre los unitaristas y los analíticos, en relación con diversos autores
griegos de literatura, historia o filosofía, que, a su vez se remonta a la exégesis bíblica sobretodo
neotestamentaria. 2. Muchas obras clásicas greco-latinas son en realidad fragmentos, así como muchos de
los tenidos por fragmentos presocráticos, por ejemplo, considerados erróneamente como “aforismos”, no
son sino frases sueltas de lo que fueron en su mayoría libros completos, obras extensas de las que,
solamente, quedan retazos, residuos, restos, frases sueltas....
Cfr. http://serbal.pntic.mec.es/~cmunoz11/royo67.pdf
9
maneras. Esto resulta a primera vista contradictorio. Se llegó entonces a la conclusión
de que el ser no era un término univoco, y luego de que el Ser, el Ente, no era ni
unívoco ni equívoco, sino más bien análogo. Pero en el vocablo ser no hay homonimia o
equivocidad (varios términos de igual forma, pero distinto significado) sino sinonimia o
igualdad. Para pretender seguir resolviendo el entuerto la unidad de sentido del término
ser será llamada más tarde analogía de atribución, sosteniendo para ello que “ser” se
dice propia y principalmente de la sustancia, y de todo lo demás por referencia a ella.
Pero en realidad, explícitamente, Aristóteles sólo llamó analogía -como bien señala
Aubenque- a la proporción matemática, o igualdad de relaciones (por ejemplo al
describir la justicia distributiva en Ética a Nicómaco, V, con lo que, erróneamente, los
escolásticos vincularon bien y ser). Se trataría ahora de la llamada, también, más tarde
analogía de proporcionalidad, pero que no resulta aplicable a la Ontología por más que
aparezca en la Ética.
Que el ser se enuncia de varias maneras significa además que el ser tiene diversos
predicamentos o categorías. Hay dos tipos de substancias: sustancia primera (el
individuo concreto) y sustancias segundas (la especie y el género). Sin embargo, en
sentido estricto, la sustancia es el individuo concreto. Las sustancias segundas son
también algo real sin embargo, puesto que la ciencia es sobre lo universal. Estas
sustancias segundas, sin embargo, no existen separadamente de la sustancia primera,
sino únicamente en ella.
Resulta importante señalar que la trabazón de los modos de decir el ser en Aristóteles
lleva a una disolución de los compartimentos estancos de las distintas áreas de la
filosofía, ya que las ciencias quedan más cerca entre sí de lo que tradicionalmente ha
venido siendo considerado y las formas de decir el ser (sustancia, forma, acto) resultan
al final co-implicadas. Ciertamente habrá una relación entre la Ontología y la Ética pero
no como la que pensaron los escolásticos y medievales, no al modo platonizante de
igualar el bien y el ser (aunque en sentido estricto Platón incluso llegase a hablar de “el
Bien más allá del ser” en su República) sino al modo lógico-ontológico de considerar la
10
perfección (entelecheia) del ser como aquello que justifica la unidad de la pluralidad de
decires en que se descompone el discurso de la Metafísica. Así lo explicaba Quintín
Racionero:
“Resulta escandaloso que no se haya querido ver el estricto paralelismo entre Metafísica Z, capítulo 3, 1047
A 30 donde se cita exactamente la entelecheia como la condición ontológica del mundo, y Ética a
Nicómaco 7-13 en el que se propone un mismo programa y se habla de la “actividad que es dirigida”. Se
trata, para ser moral, de llegar a ser y el mal total es obstaculizar la entelecheia (igual al “dejar ser al ser”
de Heidegger...). La ontología aristotélica es por eso, en realidad, una ontopraxeología. El programa de la
metafísica, en el nivel epistémico justifica la ciencia, y en el nivel real requiere, integra, a la praxis. No
cabe hablar de una ontología estática, sino que se hace dinámicamente a través de la acción del hombre, de
la acción ética y de la acción política. De esta manera, las fronteras entre naturaleza y arte se hacen
efímeras, se difuminan, el mundo queda pensado artísticamente (en el sentido griego de la expresión). Pero
este mismo pensamiento, desde el punto de vista negativo, supone que habrá que explicar por qué la
tradición aristotélica de Occidente se ha situado en otro punto de vista: de la fisicidad en lugar del de la
techné”.
“Una definición saturada se da si actuamos de una manera que, en realidad, no se produce jamás, es decir,
se da en una forma que no se produce nunca en la realidad. ¿Y eso por qué? Pues porque el lenguaje real
(natural) arrastra afectos, opiniones y pasiones, a diferencia del lenguaje formal. Luego en el lenguaje real
no se da la definición. Para que se de tenemos que forzar el lenguaje, generar un lenguaje artificial, el
28
Para Quintín no Hegel ni Marx sino el aristotélico juez de las controversias que veía en Leibniz sería
quien principalmente habría procurado una cierta racionalización de la Historia: “Si la Ciencia, o sea, la
Filosofía, no contiene lo real sino a través de referencias generales, incompletas y abstractas, y si las
verdades no científicas son siempre verdades contingentes pero denotan lo real, esto no quiere decir que
de estas últimas no quepa también un complexus doctrinarum, un sistema ordenado de conocimientos. Tal
sistema no es ciertamente la CIENCIA, pero es la HISTORIA” (Quintin Racionero Ciencia e historia en
Leibniz. 1. Ideas leibnizianas de filosofía de la Historia: lo universal-abstracto y lo singular-concreto
(real). Revista de Filosofía. Nº 2/127-154 (3ª época). Editorial Universidad Complutense. Madrid, 1989).
29
“…el tipo de filosofía que uno escoge, depende, pues, de la clase de persona que se es” (J.G. Fichte
Introducciones a la doctrina de la ciencia. Madrid. Técnos. 1987).
11
lenguaje de la ciencia, el discurso apofántico o demostrativo (apo-fansis, significa, restar al enunciar toda
adherencia sociológica o psicológica). La expresión A es B, C, D, y nada más, es una definición saturada,
pero es también una abstracción universal. Aristóteles dice que sólo cabe ciencia de lo universal, pero lo
real es lo concreto, luego la definición saturada no es real (como quería Platón), porque en cuanto
ponemos un sujeto real (concreto) los predicados se nos vuelven infinitos. Una definición esencial o
saturada, un enunciado tal que muestre plenamente la realidad, sería posible si yo pudiese agrupar todas
las características de un ente, por ejemplo, el caballo, lo que requeriría un conocimiento de todos los
caballos singulares (inducción completa) o bien una intuición (tal que viendo un caballo veo todos los
caballos) pero ambas cosas son según Aristóteles imposibles. La intuición intelectual y la inducción
completa son imposibles, (el programa del racionalismo y el empirismo extremos nació muerto). De ahí
que con Aristóteles haya que situar la ciencia en el campo de la probabilidad, de la inducción (epagogé)
no completa, por acumulación de experiencias singulares e históricas, pasando del muchos al todos. Y
mediante ese paso ilegitimo sí que se produce una intuición intelectual, si hasta ahora no se ha dado una
experiencia de un cisne negro puedo dar el salto del enunciado -muchos cisnes son blancos- a -todos los
cisnes son blancos- pero la intuición intelectual no es una plenitud del conocimiento (como pretendieron
los románticos al dotarla de características de aprehensión de lo absoluto) sino un artificio para el
descanso del conocimiento”.
12
Quintín Racionero gustaba de poner ejemplos clarificadores, como buen maestro y
pedagogo, y uno de los que solía comentar al explicar a Aristóteles era ese del cisne. Por
lo visto en Australia, donde aparecen de vez en cuando animales muy raros, se
descubrió un cisne negro en el siglo XVIII, con lo cual, añadía Quintín, no pasaría nada,
excepto que habría que modificar la definición y ya no podría mantenerse que “todos los
cisnes son blancos”, teniendo entonces que retornarse a la rebaja epistemológica de
enunciar que “la gran mayoría de los cisnes son blancos” 31. Lo mismo ocurrió con el
postulado o axioma de las paralelas de Euclides, una supuesta verdad evidente e
incontestable, definición saturada durante dos milenios: “por un punto exterior a una
recta puede trazarse una y sólo una paralela”, la cual, con el advenimiento de las
geometrías no euclídeas y el descubrimiento de la curvatura del espacio, nuevas
geometrías que definieron que: “por un punto exterior a una recta pueden trazarse
infinitas paralelas”, tuvo que redefinirse de la siguiente manera para seguir siendo
válido: “por un punto exterior a una recta puede trazarse una y solo una paralela en el
plano, es decir, en un espacio euclídeo de curvatura cero o tendiente a cero”. Lo cual
nos lleva a reconocer que las definiciones son ciertamente posibles pero son
provisionales y están sujetas a su posible futura modificación o corrección. Puesto que
finalmente parece que no podemos demostrar, sí podemos, sin embargo, refutar
(falsacionismo), lo cual, no nos lleva ni al escepticismo ni al relativismo, pues si el
escéptico habla y afirma pone en marcha con ello el principio de no contradicción, es
decir, cualquier enunciado presupone operaciones de la inteligencia (nous). Y si el
escéptico no habla tendrá entonces que abandonar la comunidad humana.
13
tener siempre presente la co-implicación ser-lenguaje, de modo que, lo que justificaría
en última instancia la ciencia, según Aristóteles, sería en definitiva que de hecho nos
comunicamos y que existe una comunidad de hablantes que hace uso de la razón. El
hecho ontológico previo a la constitución de una ciencia es la existencia de una
comunidad, de ahí que según Quintín Racionero el método de Aristóteles, si pudiera
decirse cartesianamente, sería un método hermenéutico. Sin un lenguaje común no
habría ciencia pero como hay comunidad lingüística hay ciencia, y -señalaba Quintín
con rotundidad- ciencia estricta y rigurosa.
La poética será junto a la retórica, la medicina natural, la ética y la política, otra de las
disciplinas que tendrían que ser integradas en esa teoría de la racionalidad ampliada que
Quintín Racionero veía ya presente en Aristóteles. Los enunciados históricos son para
Aristóteles las narraciones tradicionales (mythoi) que consisten en una acumulación
infinita de acontecimientos, tratándose de un lenguaje distinto, diferente, al lenguaje de
la universalidad32. En un discurso abstracto del que se hubiesen abstraído los elementos
de la subjetividad no entraría la Historia, luego desde el punto de vista de la lectura de
Quintín Racionero de Aristóteles el materialismo histórico de Marx sería imposible.
Para Aristóteles lo histórico es lo singular (hecho, suceso) y eso es irracional, por más
32
No vinculaba en este punto Quintín Racionero a la Poética aristotélica con el estructuralismo de la
antropología de Lévi-Strauss (mitos como universales estructurales y pensamiento salvaje como lenguaje
de lo concreto), ni con los mitemas de T.S.Kirk, si bien había tomado préstamos de Jean-Pierre Vernant en
su “Discurso de los reyes”. Suponemos que Quintín Racionero o bien no tuvo tiempo de realizar esta
conexión (no le interesaba demasiado el pensamiento francés contemporáneo), o bien encontraba cierta
inconsistencia en fundir un lenguaje de lo universal-estructural (esto es, abstracto) con un lenguaje de lo
concreto (esto es, singular y real), pese a que viese perfectamente y declarase que así era como operaba la
poética aristotélica.
14
que sea concreto. Sin embargo hay que decir aquí también que si actuamos en la
Historia quizá también podamos intervenir en ella.
Para Quintín Racionero una ontopraxeología como la que se nos presenta en Aristóteles
es también una teoría de la racionalidad ampliada. Ante la pregunta por “¿cómo acceder
a una universalidad que no es la científica pero que sí es racional?” en el caso de la
retórica se respondería que tratando las pasiones (pragma, êthos, pathe; asuntos-hechos,
carácter-costumbre, pasiones) como si fuesen susceptibles de generalización, de modo
que una mayor probabilidad de persuasión habría que presuponer como símbolo o signo
de una mayor analogía con la verdad o verosimilitud. Con ello Aristóteles llega a una
cierta reconciliación con la Sofística. En el caso de la Poética de lo que se trataría es de
la creación no de universales abstractos sino de universales concretos (singulares),
análogos a los abstractos, con los cuales se trataría de conseguir algo más que con la
retórica ya que mediante los dispositivos de la ejemplaridad de los discursos poéticos se
procura nada más y nada menos que una paideia (educación) y, por tanto, una
intervención social importantísima desde Grecia a nuestros días. La estrategia de la
ejemplaridad (paradeigmata) de la poética (y aquí Aristóteles sí que es platónico, pese a
reconfigurar el concepto de mímesis que dejaría de ser lo más bajo para convertirse en
un modo de nombrar al universal concreto) tendría que ser también recogida dentro de
una teoría de la racionalidad ampliada. Aunque antiplatónico por su rehabilitación de la
mímesis (imitación) Aristóteles también vincula la poesía a la moral al decir que la
primera tiene que ser moralmente edificante y servir como paideia. Porque acciones
diferentes pero análogas son expuestas por un mismo signo (semiótica) de modo que
además de las operaciones abstractas habría operaciones simbólicas. Los universales
concretos racionales de la poética sirven de prototipo educativo y son la Epopeya
(épica), la Tragedia y la Comedia 33. Prototipos poéticos serían por ejemplo las
personalidades, como Don Juan, El Quijote, o el maquiavélico, que funcionarían como
paradigmas universales y concretos al mismo tiempo, con lo cual, señalarían una cierta
universalidad o generalidad, como aquella a la que nos remitimos cuando hablamos del
donjuanismo, del quijotismo o del maquiavelismo34.
15
el de la acción, lo que significa que la teoría está muy bien pero que la prueba de fuego
de la praxis no puede ser dejada de lado. Por eso hablaba tanto de ontopraxeología y por
ello acuñó el concepto de pragmática sucia, involucrando en el saber los intereses, las
subjetividades, las emociones y las pasiones. Es obvio que puede descubrirse una
geometría de las pasiones -al modo de los spinozistas, como Remo Bodei- y que se
puede descubrir una racionalidad de los procesos emocionales y subjetivos, pero ello no
quiere decir que los sentimientos contengan racionalidad. No se ha inventado hoy la
perogrullada de la inteligencia emocional sino que los oradores han sabido siempre
como provocar en su auditorio ira, llanto, alegría, tristeza, así como siempre han sabido
los filósofos realizar introspecciones propias sobre sus propios sentimientos. Y aunque
la introspección o el auto-psicoanálisis no tengan mucha validez por carecer de una
visión o control exterior, de ahí que uno no pueda, en rigor freudiano, auto-
psicoanalizarse, el tratamiento racional de nuestras irracionalidades ha estado siempre
presente en el campo de la filosofía, concretamente, de una filosofía práctica,
pragmática o de la praxis.
Sin ocio35, azuzados por el negocio (nec-otium) y acuciados por el tiempo acelerado de
la producción y el consumo, no puede haber escuela (scholé) ni Academia, ni Liceo, ni
Uni-(di)-versidad. No puede haber ni pensamiento, ni arte, ni ciencia, lo cual, a la larga,
es una solución que crea más problemas de los que resuelve, pues tampoco podemos
abandonar y retornar a un tiempo idílico anterior a la Historia misma del tiempo y a la
revolución neolítica, ya que semejante avance requeriría la muerte y la destrucción de
todo lo existente. El saber no está por encima del tiempo. Tuvo su nacimiento y,
probablemente, tendrá su final.
35
“La felicidad perfecta consiste igualmente en el ocio. No nos privamos de los ocios más que para
conseguirlos, y es para vivir en paz para lo que hacemos la guerra” (Aristóteles Eth. Nic. X, 7, 1177b 4-
6). Sobre el ocio (scholé, otium) y su oposición a negocio (nec-otium), véase:
http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=4139090
16
heraclíteo evangelio joánico de Efeso, terminaremos diciendo, como el autor del
Fausto: y al principio fue la acción y la acción se hizo palabra. ¿Qué otra cosa nos
queda hacer sino proseguir esa conversación?
17