Guénon, René, - Varna
Guénon, René, - Varna
Guénon, René, - Varna
El Sr. Gualtherus H. Mees, en su libro Dharma and Society del que ya hemos hablado, se
extiende sobre todo, como hemos dicho, sobre la cuestión de las castas; por lo demás, él no
acepta esta palabra en el sentido en el que nosotros la entendemos, sino que prefiere guardar el
término sánscrito varna sin traducirlo, o traducirlo por una expresión común como la de "clases
naturales", que, en efecto, define bastante bien aquello de que se trata, puesto que es
verdaderamente una repartición jerárquica de los seres humanos en conformidad con la
naturaleza propia de cada uno de ellos. Sin embargo, es de temer que la palabra "clases", incluso
acompañada de un calificativo, evoque la idea de algo más o menos comparable a las clases
sociales de Occidente, las cuales son, a decir verdad, puramente artificiales, y que nada tienen en
común con una jerarquía tradicional, de la cual representan todo lo más una especie de parodia o
de caricatura. También encontramos, por nuestra parte, que vale más emplear la palabra "castas",
que no tiene sin duda más que un valor totalmente convencional, pero que al menos se ha
fabricado expresamente para designar la organización hindú; pero Mees la reserva para las
múltiples castas que existen de hecho en la India actual, y en las cuales quiere ver algo totalmente
diferente de los varnas primitivos. No podemos compartir esta manera de considerar las cosas,
pues no se trata en realidad más que de subdivisiones secundarias, debidas a una complejidad o
a una diferenciación mayor de la organización social, y, cualquiera que sea su multiplicidad, no
dejan de entrar siempre en el cuadro de los cuatro varnas, los únicos que constituyen la jerarquía
fundamental y permanecen necesariamente invariables, como expresión de los principios
tradicionales y reflejo del orden cósmico en el orden social humano.
Hay, en esta distinción que quiere hacer Mees entre varna y "casta", una idea que nos parece
inspirada en gran parte en las teorías bergsonianas sobre las "sociedades abiertas" y las
"sociedades cerradas", bien que él no se refiere nunca expresamente a éstas: intenta distinguir
dos aspectos del dharma, de los cuales uno correspondería más o menos al varna y el otro a la
"casta", y cuyo predominio se afirmaría alternativamente en lo que él llama "períodos de vida" y
"períodos de forma”, a los cuales atribuye caracteres respectivamente "dinámicos" y "estáticos".
No tenemos la intención de discutir aquí estas concepciones filosófico-históricas, que no reposan
evidentemente sobre ningún dato tradicional; es más interesante para nosotros señalar un
malentendido con relación a la palabra jâti, que el autor cree que designa lo que él denomina
"casta", mientras que en realidad, es empleada como un equivalente o un sinónimo de varna. Esta
palabra jâti significa literalmente "nacimiento", pero no habría que entenderlo, al menos
exclusivamente ni en principio, en el sentido de "herencia"; designa la naturaleza individual del ser,
en tanto que ésta es necesariamente determinada desde su nacimiento mismo, como conjunto de
las posibilidades que desarrollará en el curso de su existencia; esta naturaleza resulta antes que
nada de lo que es el ser en sí mismo y sólo secundariamente de las influencias del medio, del que
forma parte la herencia propiamente dicha; aún conviene añadir que ese medio mismo es
normalmente determinado por cierta ley de "afinidad", de manera que sea conforme en lo posible
a las tendencias propias del ser que en él nace; decimos normalmente, pues puede haber
excepciones más o menos numerosas, al menos en un período de confusión como el Kali-Yuga.
Dado esto, no se ve del todo lo que podría ser una casta "abierta"; si se entiende por tal (¿y qué
otra cosa podría entenderse?) que un individuo tendría la posibilidad de cambiar de casta en un
momento dado, ello implicaría en él un cambio de naturaleza que es tan inconcebible como lo
sería un cambio sufrido de especie en la vida de un animal o de un vegetal, (y se puede resaltar
que la palabra jâti tiene también el sentido de "especie", lo que da más significación todavía a
esta comparación). Un aparente cambio de casta no podría ser nada más que la reparación de un
error en el caso en que se hubiera primero atribuido al individuo una casta que no fuera realmente
la suya; pero el hecho de que tal error pueda a veces producirse (y precisamente como
consecuencia del oscurecimiento del Kali-Yuga) no impide en modo alguno, de manera general, la
posibilidad de determinar la casta verdadera desde el nacimiento; si Mees parece creer que
*
Publicado en Le Voile d´Isis, noviembre de 1935. Recopilado luego en Études sur l´Hindouisme, París,
1966.
solamente la consideración de la herencia intervendría, entonces es que ignora sin duda que los
medios para esta determinación pueden ser proporcionados por ciertas ciencias tradicionales,
aunque no fuese más que la astrología (que, entiéndase bien, es aquí muy otra cosa que la
pretendida "astrología científica" de ciertos occidentales modernos y nada tiene que ver con un
arte "conjetural" o "adivinatorio", como tampoco con el empirismo de las estadísticas y del cálculo
de probabilidades).
Dicho esto, volvamos a la noción misma de varna: esta palabra significa propiamente "color",
pero también, por extensión, "cualidad" en general, y por ello puede tomarse para designar la
naturaleza individual; Mees descarta muy justamente la interpretación extravagante propuesta por
algunos, que quieren ver en el sentido de "color" la prueba de que la distinción de los varnas
habría estado, en el origen, basada sobre diferencias de raza, de lo cual es de todo punto
imposible encontrar en ninguna parte la menor confirmación. La verdad es que, si son
efectivamente atribuidos unos colores a los varnas, es de un modo simbólico; y la clave de este
simbolismo es dado por la correspondencia con los gunas, correspondencia que es especialmente
indicada muy explícitamente en este texto del Vishnú-Purâna: "Cuando Brahmâ, conforme a su
designio, quiso producir el mundo, los seres en los cuales sattwa prevalecía provinieron de su
boca; otros en los cuales rajas era predominante provinieron de su pecho; otros en los cuales
rajas y tamas eran fuertes ambos provinieron de sus muslos, en fin, otros provinieron de sus pies,
teniendo por característica principal a tamas; de estos seres fueron compuestos los cuatro varnas,
los Brahmanes, los Chatrias, los Vaysias y los Sudras, que habían provenido respectivamente de
su boca, de su pecho, de sus muslos y de sus pies". Siendo sattwa representado por el color
blanco, éste es naturalmente atribuido a los Brahmanes; igualmente el rojo, color representativo
de rajas, lo es a los Chatrias; los Vaysias, caracterizados por una mezcla de dos gunas inferiores,
tienen como color simbólico el amarillo; en fin, el negro, color de tamas, es consecuentemente el
que conviene a los Sudras.
La jerarquización de los varnas, así determinada por los gunas que predominan
respectivamente en ellos, se superpone exactamente a la de los elementos, tal como lo hemos
expuesto en nuestro estudio sobre este tema; es lo que muestra inmediatamente la comparación
del esquema que aquí damos con el que hemos allí dado. Es preciso solamente destacar, para
que la similitud sea completa, que el lugar del éter debe ser ocupado aquí por Hamsa, es decir,
por la casta primordial única que existía en el Krita-Yuga, y que contenía los cuatro varnas
ulteriores en principio y en estado indiferenciado, de la misma manera que el éter contiene los
otros cuatro elementos.
Por otra parte, Mees intenta, aun defendiéndose por otro lado de querer impulsar demasiado
lejos las analogías, indicar una correspondencia de los cuatro varnas con los cuatro âshramas o
estadios regulares de la existencia, que no examinaremos aquí, y también con los cuatro fines de
la vida humana de los que hemos hablado precedentemente a propósito del dharma; pero, en este
último caso, el hecho mismo de que se trata siempre de una división cuaternaria le ha inducido a
una inexactitud manifiesta. En efecto, es evidentemente inadmisible que se proponga como un fin,
aunque fuese el más inferior de todos, la obtención de algo que correspondería pura y
simplemente a tamas; la repartición, si se efectúa de abajo arriba, debe pues comenzar en
realidad en el grado que es inmediatamente superior a aquel, como lo indica nuestro segundo
esquema; y es fácil comprender que dharma corresponde efectivamente a sattwa, kâma a rajas, y
artha a una mezcla de rajas y de tamas. Al mismo tiempo, las relaciones de estos fines con el
carácter y la función de los tres varnas superiores (es decir, de aquellos cuyos miembros poseen
las cualidades de ârya y de dwija) aparecen entonces por sí mismos: la función del Vaysia se
relaciona bien con la adquisición de artha o de los bienes de orden corporal, kâma o el deseo es
el móvil de la actividad que conviene propiamente al Chatria; y el Brahmán es verdaderamente el
guardián natural del dharma. En cuanto a moksha, este fin supremo es, como ya hemos dicho, de
un orden enteramente diferente de los otros tres y sin ninguna medida común con ellos; se sitúa
pues más allá de todo lo que corresponde a las funciones particulares de los varnas, y no podría
ser contenido, como lo son los fines transitorios y contingentes, en la esfera que represente el
dominio de la existencia condicionada, puesto que él es precisamente la liberación de esta
existencia misma, él esta también, entiéndase bien, más allá de los tres gunas, que no conciernen
más que a los estados de la manifestación universal.
Estas escasas consideraciones muestran bastante claramente que, cuando se trata de las
instituciones tradicionales, un punto de vista únicamente sociológico es insuficiente para ir al fondo
de las cosas, puesto que el verdadero fundamento de esas instituciones es de orden propiamente
"cosmológico"; pero es evidente que ciertas lagunas al respecto no deben sin embargo,
impedirnos reconocer el mérito de la obra de Mees, que es ciertamente muy superior a la mayor
parte de los trabajos que otros occidentales han dedicado a las mismas cuestiones.