01 Por El Mucho Amor Que Les He Tenido Ponce Leiva Pilar
01 Por El Mucho Amor Que Les He Tenido Ponce Leiva Pilar
01 Por El Mucho Amor Que Les He Tenido Ponce Leiva Pilar
Imagen de cubierta: Martínez Compañón, Trujillo del Perú, tomo II, lámina B.VI.
ISBN: 978-84-9744-110-0
Depósito legal: M-13856-2011
SUMARIO
Páginas
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Frédérique Langue y Salvador Bernabéu Albert
«Por el mucho amor que les he tenido...». Sensibilidades y dinámicas sociales
en Quito a mediados del siglo XVII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21
Pilar Ponce Leiva
Asignar un pasado al futuro: Los testamentos de indígenas, entre memoria
e historia. Cajamarca, Perú, siglo XVII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45
Aude Argouse
Revoltosos aunque caballeros. Los umbrales del honor en la Caracas del siglo
XVIII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71
Frédérique Langue
El Archivo Secreto de la Real Audiencia de Chile (1780-1809): ¿Proteger la
memoria de la injuria o censurar prácticas díscolas de poder local? . . . . 99
María Eugenia Albornoz Vásquez
Lectura de las ruinas. La fabricación de antepasados aceptables en el noroes-
te argentino (siglos XVI-XVII/siglo XIX) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125
Christophe Giudicelli
«Desatar al demonio». La resistencia de los indígenas sudcalifornianos al pro-
yecto misional jesuita (1721-1767) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 151
Salvador Bernabéu Albert
Objetos y sensaciones que desmienten la frontera. El Chaco en situación de
colonización (1920/30) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 181
Luc Capdevila y Nicolás Richard
Arraigándose en los bordes del imperio: Buenos Aires a fines del siglo XVIII 209
Osvaldo Otero
8 Sumario
México: la nueva traza urbana del poder. Fronteras entre las prácticas porfi-
ristas y su modelo republicano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 231
Javier Pérez Siller
Regresar a la madre patria. La repatriación de los mexicanos durante el Por-
firiato . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 259
Evelyne Sánchez
Buenos Aires y Veracruz, puertos de tráfico de mujeres francesas en la prime-
ra década del siglo XX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 283
Rosalina Estrada Urroz
¿Cómo romper fronteras? El renacer de la fiesta de Amancaes bajo el régimen
de Augusto B. Leguía (1919-1930) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 305
Gérard Borras
Bajo el Signo de Saturno: un estudio sobre la melancolía en el fin-de-siècle
por medio de la obra de Gastão Bousquet y Alcindo Guanabara . . . . . . 325
Marina Haizenreder Ertzogue
América Latina como frontera simbólica. La historieta y la sensibilización
política en la Argentina de los sesenta y setenta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 343
Moira Cristiá
Duelo y memorialización en el espacio público tras los atentados del once de
marzo de 2004 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 367
Carmen Ortiz
«POR EL MUCHO AMOR QUE LES HE TENIDO...»
SENSIBILIDADES Y DINÁMICAS SOCIALES
EN QUITO A MEDIADOS DEL SIGLO XVII
INTRODUCCIÓN
1 Las referencias completas de los testamentos citados se encuentran al final del texto.
22 Fronteras y sensibilidades en las Américas
nidamente la ropa que había dejado (ocho camisas de lienzo de la tierra con
diferentes pechos bien tratadas, dos polleras de bayeta de Castilla —una ver-
de y otra morada—, dos llictas de bayeta morada y azul, dos enaguas de lien-
zo de la tierra, cuatro medios anacos de lana azul y una llicta de lana azul),
todo ello usado. En el capítulo relativo a las deudas, declara tener una en su
contra de dos pesos «por vacas», y otras a favor que rondan los 60 ó 70 pesos
entregados a diferentes personas para los más variados fines (desde pagar el
funeral de la madre de una vecina, hasta no haber cobrado parte del arrien-
do de su casa, pasando por tributos ajenos y algunas sin especificar su natu-
raleza). Entre sus bienes inmuebles aparecen diferentes arcones de madera,
cucharitas de plata, mobiliario del hogar, más 100 pesos en efectivo y, sobre
todo, numerosos cirios, bien muy apreciado en la época y todo un símbolo
de status. Al no tener ascendientes ni descendientes, declara por heredera a
su alma y dispone que sus bienes fueran vendidos en almoneda pública (sal-
vo los especificados con otro destino) y, que de lo obtenido, cada año se
renovara la cera de la cofradía de Jesús Nazareno en Guayllabamba, se entre-
garan cirios a la cofradía de San Blas y, con lo restante, se impusiera una
capellanía a perpetuidad pagando cada misa a dos pesos, cuyo patrón sería
Diego de Medina Sotelo (uno de sus albaceas); el patrón debía nombrar
capellán «sin que ninguno de los Ilustrísimos señores obispos que son o fue-
ren de este obispado se pueda entrometer por ninguna forma ni manera que
sea». En caso de que el obispo intentase interferir en el asunto, ordena que se
transfiera la capellanía al convento de San Agustín.
Gregoria Vázquez aparece ante nosotros no tanto como prototipo de
un determinado grupo social, sino como reflejo de una sociedad en su con-
junto. Su vida y obra presentan aspectos tenidos por habituales entre la
población femenina, siendo por lo tanto previsibles y acordes a las normas,
junto a otros que no lo son en absoluto y que difieren de las pautas conven-
cionales y las imágenes preconcebidas: en su vida se mezclan, entonces, lo
ortodoxo y lo heterodoxo, lo pautado con lo espontáneo, ofreciendo un
panorama mucho más complejo, versátil y rico del comportamiento social.
Gregoria Vázquez es una india ladina que vive en la ciudad pero mantiene
estrechos vínculos afectivos y materiales con su pueblo natal (casa, tierra y
pertenencia a una cofradía); es una mujer autónoma, ni rica, ni pobre, que
gestiona sus propios bienes de naturaleza muy variada (casas, tierras, ganado,
géneros de venta, préstamos a favor); generosa con la Iglesia a través de
donaciones pías, pero implacable en su veto a que el obispo interfiriera en su
capellanía; «técnicamente» casada con un señor que residía a 200 kilómetros
y al que ni se molesta en incluir en el testamento, vivía sola al haber muerto
sus tres hijos; inmersa en un entorno esencialmente indígena —indios eran
sus vecinos y deudores—, muestra claramente la importancia conferida por
Sensibilidades y dinámicas sociales en Quito a mediados del XVII 23
bién la mirada con que son consultadas esas fuentes, algunas de ellas ya utili-
zadas por la historiografía clásica centrada en el acontecimiento. En este sen-
tido, entendemos el testamento no tanto como un documento que antecede a
la muerte, sino como un testimonio que resume una vida; a su indudable
valor para la historia de las mentalidades, se une su inestimable utilidad para
el análisis de los comportamientos, obteniendo así una imagen más armonio-
sa entre lo que se decía, lo que se pensaba y lo que se hacía, actividades no
siempre coherentes entre sí.
Las cláusulas declaratorias y las decisorias que componen un testamen-
to, presentan una doble vertiente: una estática, que remite a las partes que lo
conforman, a su estructura formal regulada por las leyes,9 y otra dinámica,
que recoge el contenido de las últimas voluntades. En esta segunda vertiente,
en la que el testador deja y dice su voluntad libremente, es donde se encuen-
tra la información más valiosa; en lo que de particular tiene cada testamento,
donde se trasluce la vida, las aspiraciones, las desgracias, las filias y fobias y,
sobre todo, los proyectos de quienes testan. Esas partes únicas de los testa-
mentos, que no se repiten, son los espacios privilegiados para conocer las
dinámicas sociales a través de sus protagonistas y comprobar el peso de la
libertad individual frente a la norma prevista.
que ser cautos a la hora de presentar los datos como tendencias representati-
vas, por las ya mencionadas limitaciones de la propia fuente. Lo que se cons-
tata es, únicamente, la existencia de determinados fenómenos, sin que se
pueda afirmar si eran o no generalizados, si eran o no pautas de comporta-
miento asociadas a determinada condición étnica o status social, etc...Tales
limitaciones quedan en parte compensadas por la certeza de que los casos
descritos son significativos por el mero hecho de existir; pueden no ser recu-
rrentes y generalizables, pero son reales y espontáneos.
Mujeres y testamentos
10 Burket, 1978, 127 y 144-148; Salomón, 1988, 328, cit. en Caillavet, 2004, 42.
11 Caillavet, 2004, 42.
12 Sobre proporciones en diferentes ciudades americanas, españolas y europeas, véanse Martínez
Gil, 1993, 19 y Caillavet, 2004, 43.
Sensibilidades y dinámicas sociales en Quito a mediados del XVII 27
20 Andrea de Ortega declara tener una casa en la parroquia de San Roque, «que hube y compré
con mi propio caudal adquirido con mi industria y trabajo personal a Juan Vizcaíno y sus herederos en
800 pesos de contado», sobre la que hizo mejoras por otros 300. (Véase testamento).
21 Phillips, 1989, 2971. Petrona Serrano declaró en su testamento que «por cuenta de libro debo
algunos pesos a los indios del servicio de la estancia que tengo en el valle de Sangolqui, y las que por dicho
libro pareciere deberme se cobren por mis bienes».
30 Fronteras y sensibilidades en las Américas
derechos del escribano, que cobraba por folios—,22 o porque los otorgantes
se centraran exclusivamente en aquello que consideraban importante y nece-
sario hacer público.
Finalmente, entre los testamentos recopilados se encuentran también
testimonios de mujeres sin propiedad alguna, que vivían en la más absoluta
pobreza. Así, en el polo opuesto del arco social en relación a Isabel de Gau-
na, —la obrajera, terrateniente de familia cabildante—, se encontraba Leo-
nor Pérez, quien se declara «una pobre miserable», que pide al cura, «por
amor a Dios, le acompañe en su entierro», y suplica a sus sobrinos «por el
mucho amor que les he tenido, me hagan la limosna de pagarme una misa».
Encargar que su entierro y testamento lo paguen sus familiares cercanos es lo
que hicieron también Escolástica Sarmiento de Figueroa y Bernardina de los
Olivos, alegando su extrema pobreza, recordándoles que, a cambio, «Dios
les pagará lo que por mi hicieren, y ellas hayan quien haga otro tanto por las
susodichas».
El hecho de que diferentes mujeres hicieran testamento sin tener apenas
bienes que legar —Bernardina de los Olivos dejó una casa a sus herederos,
pero Escolástica de Sarmiento no tenía ni para las mandas forzosas— permite
llegar a tres conclusiones. En primer lugar, tal parece que no existía un con-
cepto inequívoco sobre lo que era «ser pobre»; mientras en el ámbito indíge-
na y rural se consideraba pobre al «huérfano, aquel que está privado del apo-
yo de la solidaridad familiar y social»,23 en el ámbito urbano la pobreza se
asocia directamente con la ausencia de bienes; de hecho, en los tres casos cita-
dos anteriormente lo único que tenían las otorgantes era, precisamente, su
apoyo familiar. En segundo lugar, podría concluirse que la clasificación de la
sociedad en sectores socio-económicos no es indicador de ningún comporta-
miento específico en relación al acto de testar y, en consecuencia, resulta irre-
levante; todos los sectores sociales testan, aunque unos lo hagan con más fre-
cuencia que otros. En tercer lugar, queda muy claro que el testamento no
tenía prioritariamente una función económica, como vía para transmitir
patrimonios, sino que obedece, más bien, a una necesidad de carácter religio-
so o cultural; «ordenar la disposición del alma y del cuerpo»,24 encomendar el
alma a Dios o a la Virgen, «asentar los asuntos del alma, de sus restos morta-
les, de sus finanzas y de sus familias»25 o, como dice Francisca de Escobar,
«disponer las cosas tocantes a mi conciencia como conviene», son los objeti-
vos explícita o implícitamente mencionados por las testadoras.
22 Francisca de Tapia declaró que le debían «varias personas pequeñas cantidades que deja a sus
albaceas apuntadas en una memoria».
23 Spaldin, 1970, 654, en Caillavet, 2004, 77.
24 Soudière, 1975, en Caillavet, 2008, 62.
25 Phillips, 1989, 2967.
Sensibilidades y dinámicas sociales en Quito a mediados del XVII 31
26 Protestación de justicia consistente en «dar a cada uno lo que era suyo: el cuerpo a la tierra, las
deudas a los acreedores, la hacienda a los herederos, la limosna a los necesitados y el alma a Dios»
(San Francisco de Borja). En Martínez Gil, 1993, 511.
27 Véase Argouse (en este mismo volumen).
28 Salomon, 1988, 329, 331.
29 Ponce Leiva, 2002, 26.
30 Así queda reflejado en los expedientes sobre declaratorias de mestizaje que se presentan a par-
tir de 1764, pero el fenómeno resulta evidente ya en el siglo XVII. Véase Minchom, 1994, 157; Ibarra,
1995; Cruz Zúñiga 1995, 99 y 112.
32 Fronteras y sensibilidades en las Américas
Todos los grupos étnicos de la sociedad quiteña están presentes en los tes-
tamentos, si bien las negras y mulatas no aparecen como testadoras, sino como
objetos transmitidos. De las 25 mujeres consideras, sólo cuatro incluyeron en
su testamento alguna alusión a su condición étnica: Lucia Chaves, Petrona
Serrano, Mencia Sinyaba y Gregoria Vázquez se presentan como «indias» de
Quito, Oliva (Guayaquil) y Guayllabamba respectivamente. Como indígena
aparece también Juana Ortiz, pero tal adscripción (puesta al margen del texto)
se debe a un error del escribano. Juana era hija de Catalina de Fuenmayor y de
Felipe Ortiz, del que se hace constar su nacimiento en Vizcaya, pero segura-
mente contribuyó a la confusión del escribano el hecho de que su segundo ape-
llido fuera Yndía, —apellido que vuelve a repetirse a lo largo del texto en
varias ocasiones—, lo cual explica la anotación al margen que la sitúa entre las
indígenas. Las demás, se limitaron a declarar quiénes eran sus padres, cuando
lo sabían, y en algunos pocos casos de dónde eran. Es decir, la gran mayoría de
las otorgantes no consideró necesario indicar su filiación, bien porque conside-
rasen que de sus nombres se desprendería su origen —craso error— o simple-
mente porque no lo estimaron necesario. En algunos casos, del propio texto se
desprende que la interesada era de origen español, fundamentalmente por los
parentescos mencionados; entre ellas se encontraban María de Borja, Isabel de
Gauna Ramírez de Arellano, Antonia Suárez de la Billota, Ana Rodríguez,
Beatriz de Benalcázar, como posiblemente lo fue Ana de Aro.31 Por la filiación
de los padres (Juan Pérez y Magdalena Pasña) podemos aventurar que Leonor
Pérez era mestiza (o india), pero nada se dice al respecto.
Más allá de cómo se presentaran estas mujeres ante los demás, otra cues-
tión es si pueden detectarse en los testamentos recogidos comportamientos
asociados específicamente a la condición étnica. La respuesta es que resulta
difícil encontrarlos, porque no son evidentes, pero en esa línea irían quizás la
detallada referencia a los textiles, la práctica de la transmisión de bienes en
paralelo (aunque el caso más claro de ella corresponda a una mujer no indíge-
na) y los vínculos mantenidos con el lugar de origen vs. la vida urbana. En
conclusión, los testamentos indígenas recogidos en la muestra no evidencian
comportamientos mayormente diferentes a los de las demás mujeres:32 dicho
31 María de Borja, hija de Pedro de Borja (caballero de Santiago) y de «una señora noble y prin-
cipal»; Isabel de Gauna Ramírez de Arellano, hija de Jacinto Sanz de Gauna y de Ana Ponce Castillejo;
Antonia Suárez de la Billota, hija de Antonio Billota e Isabel Rodríguez Paladines, peninsulares; Ana
Rodríguez, hija de Miguel Rodríguez y de Inés Freyle de Andrade; Beatriz de Benalcázar, hija de Pedro de
Orellana y Benalcázar y de Francisca de Miranda; Ana de Aro, hija de Bartolomé Nieto y Beatriz Vázquez.
(Véanse los testamentos respectivos).
32 Petrona Serrano, hija legítima de Diego Serrano y Ana Serrano, casada con Diego de Sandoval,
difunto, vivía en casa propia en la parroquia de San Sebastian. Tenía varias estancias (algunas heredadas
de su marido) y algunas deudas por pagar, contraídas por sus hijos; pide ser enterrada en la capilla del
Rosario en Sto. Domingo. Sobre Gregoria Vázquez véase supra.
Sensibilidades y dinámicas sociales en Quito a mediados del XVII 33
33 Como complemento, o en oposición, al enfoque emic se sitúa el enfoque epic, es decir aquel
por el cual es el investigador quien aplica categorías analíticas previas a los patrones de la sociedad estu-
diada, y los temas previamente definidos se convierten en el programa de investigación. Sobre la utilidad
de ambos conceptos desarrollados por Hareven (1987) véase Twinam, 2009, 50.
34 Socolow, 1994, 235.
34 Fronteras y sensibilidades en las Américas
vivieran con sus maridos. De las 25 mujeres que venimos analizando, tan sólo
cinco eran solteras, cuatro vivían con sus maridos, trece eran viudas, una era
separada «de facto», otra había anulado su matrimonio y una no menciona el
tema por tratarse de un codicilo. Lo primero que llama la atención en este
balance es la variedad de situaciones que presenta un grupo tan reducido
como es la muestra —seleccionada, recordemos, de forma aleatoria salvo por
el sexo y la fecha—. El segundo aspecto a destacar es que, al margen de su
estado civil, la absoluta mayoría de esas mujeres (20 sobre 25) vivían en hoga-
res monoparentales, en los que ellas eran el cabeza de familia. Aunque resulta
poco verosímil que tal proporción se diera en el conjunto de la sociedad
—más bien es posible que fueran precisamente las mujeres sin pareja estable
las que presentaran mayor inclinación a dictar testamento—, no cabe duda de
que la existencia de hogares monoparentales fue muy superior a cuanto se
podía esperar: ahí radica la desviación de la norma en el caso quiteño.
La actitud de las otorgantes ante el hecho de que sus padres o ellas mis-
mas no hubieran contraído matrimonio tiene mucho del oscilante juego
barroco entre la manifestación y la ocultación; publican claramente el hecho,
pero ocultan la causa. María de Borja, por ejemplo, declaró ser hija natural
de Francisco de Borja, Caballero de Santiago, ex Gobernador y Capitán
General de Santa Fe de Popayán, «y de una señora noble y principal, cuyo
nombre callo por modestia»; nació, por lo tanto, «estando ambos solteros y
sin impedimento para contraer matrimonio», pero nada dice sobre qué lo
impidió. La intención de la otorgante en este caso es evidente; pretende ante
todo dejar claro que, además de ser hija de gente principal, es «natural»,
habida entre solteros, diferenciándose así de otras formas de ilegitimidad
—esas sí vergonzantes— como podían ser los hijos adulterinos o los sacríle-
gos. De hecho, María se crió con su padre, y con él mantuvo una estrecha
relación a lo largo de toda su vida, como queda reflejado en su testamento.
Muy diferente es el caso de Bernardina de los Olivos, la que fuera criada de
la viuda del oidor Castillo de Herrera y que aparece ante nosotros como una
mujer de gran carácter y fuerte determinación. En su testamento declara
tener varios hijos e hijas, todos naturales pero no siempre del mismo padre;
al referirse a Juana de Santa Caterina (viva) y Gerónima (muerta) declara que
eran sus hijas naturales y de Antonio de Rivera, escribano mayor de registro
de la ciudad de Saña, que las tuvieron ambos siendo solteros «y que pudie-
ron, si hubieran querido haber contraído matrimonio sin impedimento ni
dispensación; y el susodicho por instrumento público tiene declarado como
es tal padre de las dichas sus hijas naturales contenidas en esta cláusula». No
cabe duda, por lo tanto, que si no se casó fue simplemente porque no quiso
hacerlo, sin que eso le impidiera convivir o tener los hijos naturales con quien
le pareciera oportuno.
Sensibilidades y dinámicas sociales en Quito a mediados del XVII 35
44 El hecho de que fueran dos ceremonias diferentes, que no tenían por qué producirse simultá-
neamente, explica la frecuente declaración de los otorgantes sobre haber sido «casado y velado según las
normas de la Santa Madre Iglesia».
45 Las Siete Partidas consideraban la promesa de matrimonio un requisito válido y legítimo para
la convivencia. El Concilio de Trento intentó modificar semejante costumbre, pero con escaso éxito. Véa-
se Twinam, 2009, 69.
46 Véase Twinam, 2009, 72.
47 Solórzano Pereira, 1972, Lib. 2, cap. 30, n.º 21.
38 Fronteras y sensibilidades en las Américas
tenido sus hijos fuera del matrimonio. Entre las otorgantes que declaran ser
hijas de padres solteros, únicamente María de Borja oculta el nombre de su
madre, precisamente por ser «señora principal»: la condición vergonzante de
la ilegitimidad, por lo tanto, dependía de las condiciones de tal ilegitimidad,
ya que existía una gran variedad de situaciones y cada una de ellas revela un
comportamiento social diferente. No era lo mismo, en consecuencia, ser
natural que bastardo, aunque ambos fueran ilegítimos.48
48 Dentro de la ilegitimidad existía una variada tipología: el antenado era el hijo nacido antes del
presente matrimonio o, según algunos autores, el niño criado en la casa; el bastardo era el nacido de ayun-
tamiento ilícito; el espúreo era aquel del que sólo se conoce la madre por haber tratado ella con muchos
hombres (la definición no es literal, viene de «espora» o semilla); el natural era el nacido de soltero y sol-
tera, el cual por el subsiguiente matrimonio contraído entre los padres se reputa por legítimo; el sacrílego,
era el hijo de sacerdote. Véase Cobarrubias, 1994, voces correspondientes.
Sensibilidades y dinámicas sociales en Quito a mediados del XVII 39
drán sus granjerías de chichas y otras cosas para ayuda a suplir sus necesida-
des, o pongan gente que acuda al servicio de todos los interesados; con decla-
ración que en lo que va referido, han de tener toda hermandad, excusando
pleitos y discordias, sin que ninguno de los susodichos puedan vender los
unos a los otros sus viviendas por ninguna manera, ni a otro extraño, porque
mi voluntad es que todos vivan juntos sin desmembrarse los unos de los otros,
porque como mujer de experiencia, conozco el afán, trabajo y cuidado que se
pasa no viviendo en casa propia»; si alguno quisiera vender su parte, quedará
excluido de la casa... «por ser esta mi última y determinada voluntad».
La historia de Bernardina y su extraña familia, permite constatar la
existencia de diferentes modelos de familia, fuera de normas, en el que una
mujer —que en ningún caso podemos considerar de elite, aunque sí pode-
rosa en su entorno— encabeza y dispone de la vida de un conjunto de indi-
viduos creando un nuevo espacio de convivencia claramente forzada, aun-
que no por ello necesariamente rechazada. En la casa, habitada por tres
generaciones de ilegítimos (Bernardina, sus hijos/as y sus nietos/as) convi-
vían hermanos, cuñados, sobrinos, nietos y gente sin ningún grado de paren-
tesco entre sí: era, por tanto, una comunidad de residencia en la que la con-
vivencia generó tipos de vínculos no necesariamente buscados por los
propios individuos.
CONCLUSIONES
Acuña y Avellaneda, Jacinta de: Quito, 20-VII-1673, ANH/Q, Not.1.ª, vol. 233,
Pedro de Aguayo (1670-1673), fol. 374.
Arévalo, Gerónima de: Quito, 20-III-1673, ANH/Q, Not.1.ª, vol. 233, Pedro de
Aguayo (1670-1673), fol. 301.
Aro, Ana de: Quito, 14-IV-1671, ANH/Q, Not.1.ª, vol. 233, Pedro de Aguayo (1670-
1673), fol. 125.
Benalcázar, Beatriz de: Quito, 8-VII-1683, ANH/Q, Not.1.ª, vol. 249, Sebastián de
Zea (1683), fol. 200.
Escobar, Francisca de: Quito, 18-III-1684, ANH/Q, Not.1.ª, vol. 249, Sebastián de
Zea (1683), fol. 52.
Espinar, Isabel de: Quito, 18-VIII-1665, ANH/Q, Not.1.ª, vol. 214, Pedro de Agua-
yo (1664-1665), fol. 296.
Gauna Ramírez de Arellano, Isabel de: Quito, 13-XII-1676, ANH/Q, Not.1.ª, vol.
249, fol. 15.
Hondamuño, Catalina de: Quito, 1-II-1672, ANH/Q, Not.1.ª, vol. 233, Pedro de
Aguayo (1670-1673), fol. 127v.
Olivos, Bernardina de los: Quito, 1-XI-1675, ANH/Q, Not.1.ª, vol. 245, Alonso de
Cárdenas (1675), fol. 16.
Ortega, Andrea de: Quito, 15-V-1675, ANH/Q, Not.1.ª, vol. 244, Tomás Suárez de
Figueroa (1674-1680), fol. 111.
Ortiz, Juana: Quito, 3-III-1664, ANH/Q, Not.1.ª, vol. 214, Pedro de Aguayo (1664-
1665), fol. 15.
Paredes y Azebedo, María de: Quito, 16-X-1663, ANH/Q, Not.1.ª, vol. 209, Pedro
de Aguayo (1662-1663), fol. 288.
Pérez, Leonor: Quito, 18-VIII-1681, ANH/Q, Not.1.ª, vol. 249.
Ribera, Sebastiana de: Quito, 9-IV-1671, ANH/Q, Not.1.ª, vol. 233, Pedro de Agua-
yo (1670-1673), fol. 119.
Rodríguez, Ana; Quito, 6-II-1679, ANH/Q, Not.1.ª, vol. 249, fol. 29.
Ruanes, Margarita: Quito, 3-III-1664, ANH/Q, Not.1.ª, vol. 214, Pedro de Aguayo
(1664-1665), fol. 16v.
Sarmiento de Figueroa, Escolástica: Quito, 25-X-1683, ANH/Q, Not.1.ª, vol. 249.
Serrano, Petrona: Quito, 7-XII-1664, ANH/Q, Not.1.ª, vol. 214, Pedro de Aguayo
(1664-1665), fol. 151.
Sinyaba, Mencia: Quito, 30-XII-1678, ANH/Q, Not.1.ª, vol. 243, Francisco Her-
nández Morillo (1674-1678), fol. 145.
Suárez de la Billota, Antonia: Quito, 20-V-1670, ANH/Q, Not.1.ª, vol. 214, Pedro
de Aguayo (1664-1665), fol. 242.
Tapia, Francisca de: Quito, 3-VII-1665, ANH/Q, Not.1.ª, vol. 214, Pedro de Agua-
yo (1664-1665), fol. 264.
Vázquez, Gregoria: Quito, 17-X-1683, ANH/Q, Not.1.ª, vol. 249, Sebastián de Zea
(1683), fol. 81.
Vega, Ana María de la: Quito, 30-VIII-1665, ANH/Q, Not.1.ª, vol. 214, Pedro de
Aguayo (1664-1665), fol. 302.
Villota, Antonia de la: Quito, 31-III-1670, ANH/Q, Not.1.ª, vol. 233, Pedro de
Aguayo (1670-1673), fol. 21.
BIBLIOGRAFÍA